Baladas Líricas
Baladas Líricas
Baladas Líricas
Wordsworth y Coleridge pretendían cambiar el signo bajo el cual había crecido la poesía
inglesa. Tuvieron precursores, ciertamente, pero ninguno se atrevió a proclamar, como lo
hizo Wordsworth en el prólogo a las Baladas, que «el principal objeto propuesto con estos
poemas era escoger incidentes y situaciones de la vida ordinaria y relatarlos o describirlos
completamente y, en tanto como fuera posible, en una selección de lenguaje realmente usado
por los hombres, y al mismo tiempo verter sobre aquéllos un cierto colorido de la
imaginación, por el cual las cosas corrientes serían presentadas al espíritu con inusitado
aspecto».
Los poemas que Wordsworth publicó en las Baladas líricas son denominados por él desde un
principio como experimentales. Dichas composiciones pretendían “ajustar a un arreglo
métrico una selección del lenguaje real de los hombres en un estado de vívida sensación”.
Este punto, contenido en el primer párrafo del prefacio, nos proporciona una idea que va a
vertebrar la poética de Wordsworth. El poeta expone que su pretensión era alejarse de una
impostada sublimidad del lenguaje para así adoptar un registro coloquial, que no vulgar,
adaptándolo al metro propio de la poesía. Todo ello bajo el influjo de intensas impresiones
que suponían el motor de la creación poética. Sin duda, esto representa un relevante giro
efectuado en la poesía inglesa del momento, aunque no inédito. Wordsworth defiende la
inclusión del lenguaje popular en la poesía.
De este modo, Wordsworth expone que el objetivo era “escoger incidentes y situaciones de
la vida común”, los cuales habían de ser expuestos a través “de un lenguaje realmente usado
por los hombres”. Ahora bien, tales hechos debían estar bajo lo que Wordsworth denomina
“la coloración de la imaginación”. ¿Por qué? Nuestro poeta señala aquí un punto de máximo
interés en relación con la amplia poética desarrollada durante el Romanticismo, pues, según
él, “las cosas ordinarias deberían ser presentadas a la mente bajo un aspecto inusual y, más
allá y sobre todo, hacer estos incidentes y situaciones interesantes trazando en ellos,
verdaderamente aunque no ostentosamente, la leyes primarias de nuestra naturaleza”. Por un
lado, lo cotidiano ha de ser reproducido de modo que adquiera un carácter novedoso,
desconocido y asombroso, algo que conecta a la perfección con la famosa idea de
“romantizar” que desarrollan los románticos alemanes. Pero además, el poeta busca revelar
aquello que subyace y articula la naturaleza. Wordsworth pretende transformar el objeto a la
par que lo desvela en relación a su más íntimo ser.
No en vano es la balada la forma escogida para desarrollar este tipo de poesía. Con gran
predicamento en el ámbito anglosajón, la balada reúne elementos líricos y narrativos,
motivando así la elección de Wordsworth. En cuanto a su lirismo, la balada permite reflejar
la intensidad que las impresiones ejercen en el espíritu a la par que su carácter narrativo ayuda
a exponer las anécdotas o sucesos que motivan semejantes movimientos emocionales.
También se preocupa Wordsworth por definir la figura del poeta. Lo primero que nos
presenta es que “él es un hombre hablando a los hombres”. Esto refuerza su rechazo a la
dicción poética de cariz elitista que había caracterizado a la tradición anterior. La principal
diferencia entre el poeta y el resto de individuos se fundamenta en las cualidades de su
espíritu. El poeta goza de “una sensibilidad más viva, más entusiasmo y más ternura”.
Además, posee “un alma más comprensiva”, lo que le permitirá alcanzar un mayor
conocimiento de la esencia de la naturaleza y todos sus elementos bajo una orientación
sintética en oposición a la tendencia analítica que abanderó la Ilustración.
Así, la poesía se constituye como escritura filosófica siendo, a la vez, la imagen del hombre
y la naturaleza. El poeta “considera al hombre y los objetos que lo rodean como actuando y
reactuando el uno sobre el otro, produciendo así una infinita complejidad de dolor y placer”.
Una vez que el poeta desentraña las relaciones y conexiones que se efectúan entre los
distintos elementos, las presenta a continuación en sus poemas calcando la misma
complexión orgánica que caracteriza a la realidad. No en vano, el poeta considera
“naturalmente la mente del hombre como el espejo de las más claras e interesantes
propiedades de la naturaleza”.
Bien sabemos que el siglo XVIII en centro del arte, y por ende de la literatura fue la razón
“el siglo de las luces”, pero a fines de este siglo aparece de la mano de Wordsworth y
Coleridge cuestiones que apuntarían al siguiente siglo. Debemos destacar que las baladas
liricas, funcionan como un manifiesto del romanticismo, ya que Wordsworth lo escribe para
dar razón a la sorpresa del público que acarraba un poco de tendencias barrocas y
neoclasicistas. Esta donde la importancia de la misma literatura (poesía), y la figura del poeta
se debaten en su mismo campo.
“¿Qué es un poeta? (…) un hombre, es cierto, dotado con más sensibilidad viva, más
entusiasmo y ternura, que tiene un mayor conocimiento de la naturaleza humana, y una más
amplia alma, que se supone que son comunes entre los hombres, un hombre satisfecho con
sus propias pasiones y voluntades, y que se alegra más que otros hombres en el espíritu de la
vida que hay en él (…)”[3]
Es importante destacar que el prefacio de las “baladas liricas”, funciona como un manifiesto
del romanticismo “a secas”. Allí, se resaltan algunos puntos que le servirán a Wordsworth en
su proceso de escritura, y al mismo tiempo como base del romanticismo. Uno de estos es
principalmente el uso de un lenguaje común en toda la obra (en donde no recaiga la sintaxis),
ya que el poeta también en un hombre que al mismo tiempo habla por boca de sus personajes.
“(… )Si el sujeto del Poeta se juiciosamente elegido, naturalmente, y en ajuste ocasión, lo
llevan a las pasiones de la lengua de la que, si se selecciona de verdad y con criterio,
necesariamente debe ser digna y variada, y vivo con metáforas y figuras (…)” [4]
La poesía en este sentido tendría la capacidad de deleitar al “hombre común” de cualquier
clase social. Sumado a esto aclara el autor que las experiencias que otorgan los poemas son
emanaciones de situaciones o acciones de la vida común (emoción recogida de la
tranquilidad) que desencadenaría un momento trascendente “el efecto de desbordamiento de
los sentimientos” en este “hombre común”.
“Se eligió la vida humilde y rústica, generalmente, porque en esa condición las pasiones del
corazón encuentran el mejor terreno en que pueden alcanzar la madurez, están menos
refrenadas y hablan un lenguaje más sencillo y más enérgico. (…)” [5]
Tras esto, se vincula uno de los postulados de la estética romántica, la conciencia del yo como
entidad autónoma, es decir, la capacidad del individuo de lograr una experiencia a través de
la poesía. Tal experiencia es facilitada por lo propuesto por Wordsworth (el lenguaje común,
la situación cotidiana) desde su posición de poeta que también está comprometido con esta
condición de “hombre común”.
El liberalismo en el romanticismo funciona como una ruptura de los estereotipos del pasado,
lo cual puede verse reflejado en el prefacio de Wordsworth en su concepción del metro, la
rima (más otros elementos correspondientes de la poesía de sus antecesores), como una pura
casualidad tanto en la poesía como en la prosa.
“La única antítesis estricta de la prosa es el metro: y no es ésta, en verdad, una antítesis
estricta, porque aparecen versos y trozos de metro tan naturalmente al escribir prosa, que
apenas sería posible evitarlos (…)”[6]
Esta liberación que trajo consigo de la mano una sed de conocimiento en los postulados del
romanticismo, se halla en Wordsworth el conocimiento que se logra a partir de la experiencia,
para la cual también es necesario el conocimiento de propia naturaleza humana (la infancia,
la edad pura) a partir de un proceso igual de natural. Esto así, lograra al fin la verdadera
liberación del hombre.
“(…) hacer interesantes estos incidentes y situaciones al rastrear en ellos, de modo verdadero
pero no ostentoso, las leyes primarias de nuestra naturaleza; principalmente, en cuanto se
refiere a la manera como asociamos ideas en un estado de excitación (…)”[7]
Este proceso de liberación que propone el autor, también puede relacionarse con los
postulados de los románticos del conocimiento de si mismo mediante el sueño. En este caso
es sueño era concebido como proceso de conocimiento que iba “más allá” en donde se
lograba adoptar la autoconciencia del yo. A fin de cuentas esto, traería consigo la experiencia
propuesta por Wordsworth del “desbordamiento del sentimiento” y de la asociación de ideas,
dentro del mismo ser natural que es el hombre.
Coleridge también siguió algunos postulados del romanticismo, distinguiéndose mucho del
autor del prefacio de “baladas liricas” de la cual este también es colaborador. El no utiliza la
noción de “poesía para el hombre común” y además utiliza un lenguaje elevado con un tema
especializado. Sus poemas no se basan solo en lo natural, si no antes que nada en la
imaginación.
“La imaginación primaria tengo que ser el poder de vida y agente principal de toda
percepción humana, y como una repetición de lo finito de la ley eterna de la creación del
infinito YO SOY. El secundario que considero como un eco de la antigua, coexistiendo con
la voluntad consciente, y aún idéntica a la primaria en la clase de su agencia, y que sólo
difieren en grado, y en el modo de su funcionamiento. (…) ”[8]
Lo que pretendemos apuntar es el hecho que, al mismo tiempo los dos autores se relacionan
con la idea de la automaticidad del yo. Ambos conciben a este nuevo yo, aun más
individualista que sus antecesores. Esto los hace característicos de un momento histórico
donde el mundo se encuentra en un proceso de cambio (revolución industrial). Es posible
pensar, que esta nueva literatura pretende la salvación de este yo, la huida del caos (del
cambio), y así también la glorificación de la naturaleza. Debemos tener en cuenta que en los
inicios del romanticismo el hombre está siendo atravesado por tensiones emanadas desde el
exterior, y el conocimiento interior que estos logren es el verdadero ideal de placer de los
poetas romanticos.