John Crabtree - Ann Chaplin-Bolivia - Procesos de Cambio PDF
John Crabtree - Ann Chaplin-Bolivia - Procesos de Cambio PDF
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PIEB
John Crabtree
CEDLA Ann Chaplin
OXFAM
Bolivia:
Procesos de cambio
Programa de Investigación
Estratégica en Bolivia
La Paz, 2013
Esta publicación cuenta con el auspicio de la Embajada del Reino de los Países Bajos, del Centro de Estudios para el Desarrollo
Laboral y Agrario (CEDLA) y de OXFAM.
D.L.: 4-1-2279-13
ISBN: 978-99954-57-69-3 : Encuadernado
1. título 2. serie
© La primera edición en inglés de Bolivia: Processes of change fue publicada en 2013 por Zed Books Ltd, 7 Cynthia Street, Lon-
don N1 9JF, Reino Unido y Room 400, 175 Fifth Avenue, New York, NY 10010, Estados Unidos de América. ISBN: 978 1
78032 377 o hb. ISBN: 978 1 78032 376 3 pb
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La Paz, Bolivia
Impreso en Bolivia
Printed in Bolivia
Índice
Introducción...................................................................................................................................................................... 7
I. LA ORGANIZACIÓN POPULAR
Y LOS PROCESOS DE CAMBIO................................................................................................. 13
Nacimiento del MAS.................................................................................................................................................. 18
El cambio en marcha.................................................................................................................................................. 21
Conclusiones....................................................................................................................................................................... 26
VII. DEL GAS, LAS RENTAS Y LOS INDÍGENAS DEL CHACO.................. 123
Dos mundos superpuestos.................................................................................................................................... 124
El impacto del gas en Tarija................................................................................................................................. 128
Experiencias de avance indígena..................................................................................................................... 132
Cambio político y económico a partir de 2006.............................................................................. 137
Conclusiones....................................................................................................................................................................... 141
X. CONCLUSIONES............................................................................................................................................ 185
Entrevistados..................................................................................................................................................................... 195
El cambio en marcha
de ellos tenían poca experiencia previa en gobierno, en tanto que otros sólo te-
nían experiencia de trabajo en Organizaciones No Gubernamentales (ONG).
La composición del Congreso Nacional fue muy diferente a la de los años
anteriores. Con mayoría en la Cámara de Diputados y una fuerte representa-
ción (aunque no mayoritaria en el Senado), el Congreso de 2006 ya no era un
“club” reservado para las élites políticas, y si bien la presencia del MAS en el
parlamento de ninguna manera estaba enteramente constituida por gente de
extracción popular, era mucho más representativa del boliviano común de lo
que nunca había sido antes.
La relación entre el MAS y los movimientos sociales que lo llevaron al go-
bierno no necesariamente careció de ambigüedades. Como habría de consta-
tarse posteriormente, esta relación se tornó más tensa, pues el gobierno tomó
decisiones que tocaron algunos intereses sectoriales. Asimismo, el gobierno
no siempre pudo responder a las demandas populares que se habían ido
acumulando durante décadas. Desde el principio, hubo algunos movimien-
tos sociales que mantuvieron cierta distancia con el gobierno, ansiosos por
mantener cierto grado de autonomía. Este era el caso de la Confederación
de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), una organización que representa
a los numerosos pueblos indígenas de las tierras bajas, principalmente de
los departamentos de Beni, Pando, Santa Cruz y Tarija. Como hemos men-
cionado, entre los miembros más integrados al MAS estaban los cocaleros,
la confederación campesina CSUTCB, los colonizadores (ahora conocidos
como comunidades interculturales) y la federación de mujeres campesinas
Bartolina Sisa. La posición de la COB, ahora una organización mucho me-
nos influyente que en el pasado, era más ambivalente, dependiendo de su
propia política interna y de la relación con el gobierno respecto a temas como
la política salarial. En general, y aunque el MAS ha afirmado siempre ser un
“partido de los movimientos sociales”, la relación con ellos ha sido errática
y fluctuante, y quizá el intento más cercano de desarrollar una instancia de
coordinación entre el MAS y los movimientos sociales sobrevino con la crea-
ción de la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM) en 2007,
una instancia organizativa que se reunía más o menos regularmente durante
la primera gestión de Morales. En general, en las organizaciones sociales,
antes que un apoyo ciego al gobierno, ha primado la defensa de sus intereses.
La implementación de la Agenda de Octubre —específicamente el proce-
so de elección de una Asamblea Constituyente y la posterior redacción de
la Constitución, por una parte, y la “renacionalización” de los recursos hi-
drocarburíferos, por otra— contribuyó mucho a afianzar la relación entre
el gobierno y los movimientos sociales. La consigna “Bolivia Cambia, Evo
LA ORGANIZACIÓN POPULAR Y LOS PROCESOS DE CAMBIO 23
numerosos del Oriente, cuyas tierras habían sido amenazadas por la expan-
sión de la agricultura de cultivos comerciales. Entre otros miembros funda-
dores de esta Confederación estaban los Guarayos, Guaraníes y Ayoreos. La
CIDOB facilitó el desarrollo de una cantidad de organizaciones regionales
más pequeñas, dedicadas a preservar los derechos indígenas en general, pero
particularmente los derechos sobre la tierra. En algunos casos, como entre los
Guaraníes de la parte sur de Santa Cruz, los grupos indígenas estaban incluso
dispuestos a comprar la tierra que necesitaban.
Para la mayoría de los grupos indígenas, el territorio no sólo tiene un signifi-
cado económico, representa la garantía de supervivencia cultural e incluso es-
piritual. Esto fue puesto de manifiesto durante las entrevistas que tuvimos con
el Suyu Jatun Killaka Asanajaqi (Jakisa) al sur del departamento de Oruro, una
población indígena de tierras altas que ha tratado de reafirmar su identidad
étnica por medio de la reconstitución del ayllu. Para estos grupos, la restitu-
ción del ayllu es la reconquista de una identidad suprimida desde la época de
la Colonia. Según Antonio Maraza, quien presidía una reunión a la que asis-
timos, “se trata de descolonizar y recuperar lo que éramos”. La introducción
de las TCO, por tanto, tiene una dimensión política que implica un grado de
decisión y autodeterminación, de autonomía, de preservación de los recursos
y de respeto por los usos y costumbres tradicionales, así como lo relacionado
con aspectos judiciales. Sin embargo, la propiedad colectiva de la tierra no
implica formas colectivas de producción, más bien significa que la tierra no
puede comprarse o venderse como si fuera una mercancía. Una de las críticas
que con frecuencia se hace al enfoque campesino de la tenencia de la tierra
señala que su principal objetivo es esencialmente “mercantilista”, dado que se
trata fundamentalmente de hacer dinero, por medio del comercio, inclusive
si es a costa del resto de la comunidad y del medio ambiente. En palabras de
José Bailaba, uno de los fundadores de la Organización Indígena Chiquitana
(OICH) de la parte oriental de Santa Cruz, los campesinos “tienen una vi-
sión diferente de las cosas”. “Para los campesinos —nos dijo Bailaba— no
hay tierra que se respete como reserva [...], desde su punto de vista, cuidar la
naturaleza es perder el tiempo, una distracción del negocio de hacer dinero”.
Las organizaciones de tierras bajas del Oriente estaban entre las que presio-
naban más persistentemente por la inclusión de los derechos basados en la
tierra en la nueva Constitución. La Marcha por el Territorio y la Dignidad
de 1990, de Trinidad a La Paz, influyó en gran manera en ello, además de
allanar el camino hacia la Ley INRA de 1996. “Antes de la Marcha, nadie
nos prestaba atención —afirma Bailaba—, con la Marcha hemos salido al
TIERRA, CAMPESINOS E INDÍGENAS 33
que entrevistamos. Los efectos reales de este logro, sin embargo, dependerían
no sólo de una legislación detallada que emerja de la Carta Magna, sino de su
aplicación efectiva. Esta parecía ser la principal tarea que tenía Evo Morales
por delante cuando, a principios de 2010, asumía la presidencia para su se-
gunda administración. Poco después de promulgada la nueva Constitución
se aprobaron con bastante premura un conjunto de leyes: una ley que norma
el sistema electoral (y con ello la creación de una representación especial para
las minorías indígenas rurales); una ley de autonomías (entre ellas las indíge-
nas); y una ley que establece los parámetros de la justicia comunitaria en áreas
indígenas. La ley de autonomías descentraliza ciertos poderes en los ámbitos
departamental, regional y municipal de gobierno, y hay once municipios en
el país que han optado por establecer la autonomía indígena en esos gobiernos
locales. En el momento de escribir este libro se debatía una ley de consulta
previa, pero ya el tema, en general, había sido enlodado por la disputa del
TIPNIS. Sin embargo, como señalara Gustavo Soto, del Centro de Estudios
Aplicados a los Derechos, Económicos, Sociales y Culturales (CEADESC),
una ONG de Cochabamba, la nueva Constitución implicó una serie de in-
coherencias y contradicciones, al margen de la importancia de los derechos
indígenas incorporados en ella. Para Soto hay “dos aspectos irreconciliables”,
por una parte, el respeto a los derechos indígenas y la noción de Vivir Bien
y, por otra, la conservación de un modelo económico basado en industrias
extractivas y en la generación de rentas a partir de esas industrias. La línea
oficial, enunciada por el vicepresidente Álvaro García Linera, es que se debe
combinar ambos elementos. La Ley de la Madre Tierra y Desarrollo Integral,
aprobada en octubre de 2012, hace hincapié en la importancia de los pro-
yectos de “desarrollo” para beneficiar a comunidades indígenas a menudo
remotas en áreas selváticas como el TIPNIS, al igual que la necesidad de una
protección ambiental efectiva. El problema, en lo que se refiere a esto último,
tiene que ver con garantizar el cumplimiento de los controles ambientales.
Para muchas de las comunidades indígenas que habían promovido activa-
mente la nueva Constitución estas leyes resultaban algo frustrantes. La repre-
sentación indígena, por ejemplo, se redujo a sólo siete escaños en la cámara
de diputados, mucho menos de lo que esperaban los grupos indígenas. Y
aunque la correspondiente ley establecía autonomías indígenas a partir de
las municipalidades existentes, muchos municipios con ascendencia indí-
gena no pudieron realizar este objetivo porque sus tierras no se limitaban
a las fronteras administrativas existentes. Pero quizás lo más importante
sea que no resultaba tan fácil poner en práctica la promesa de un Estado
Plurinacional. Como señalara Jorge Cortés de CEADESC:
TIERRA, CAMPESINOS E INDÍGENAS 37
Inclusive en las bases surgieron tensiones entre las aspiraciones de las TCO
(o TIOC), como espacios en los cuales los pueblos indígenas pueden to-
mar sus propias decisiones y hacerlas respetar, y la jurisdicción de un Estado
centralizado, especialmente sobre el polémico tema de explotación de los
recursos naturales. ¿Qué capacidad de decisión debería tener la población
local sobre tales tópicos, y en qué circunstancias pueden ser sobrepasados
esos derechos por los intereses “nacionales”? Esta es una interrogante que la
Constitución y la legislación resultante no resuelven.
Pese a la Reforma Agraria de 1953, a fines del siglo veinte Bolivia era aún
uno de los países latinoamericanos con mayor desigualdad en cuanto a te-
nencia de la tierra. Pese a su objetivo de proporcionar tierra a los sin tierra, las
políticas provenientes de esa reforma incentivaron enormes acumulaciones
de tierra en la mitad oriental del país, muchas veces en perjuicio de los pue-
blos indígenas que la habitaban. Los Guaraníes del Chaco, del sur de Santa
Cruz y de la zona oriental de Tarija, son un ejemplo claro: eran obligados a
trabajar prácticamente como esclavos (servidumbre) en fincas de propiedad
privada. A la larga, los más grandes beneficiarios del programa de reforma
de la tierra resultaron ser empresas agrícolas privadas de gran escala y terra-
tenientes medianos, mientras que la legislación no reconocía las necesidades
de los pueblos indígenas. La reforma del INRA de 1996 pretendía enfrentar
el problema, en parte, definiendo los territorios demandados por los pueblos
indígenas y fijando las fronteras de las propiedades privadas dentro de ellas
(saneamiento), así como introduciendo sistemas de titulación de tierras. El
concepto de TCO se desarrolló como un medio para ofrecer protección legal
a los pueblos indígenas que vivían en extensiones de tierra de propiedad co-
mún (a menudo muy grandes). Tanto las organizaciones campesinas como
las indígenas habían demandado una nueva ley. De hecho, la marcha de los
pueblos indígenas del Oriente (de 1990) exigía el saneamiento de la tenen-
cia y la confirmación de los derechos a la tierra. En 2006, poco después de
asumir el poder, el gobierno de Morales introdujo algunos cambios en la Ley
INRA vigente, a fin de acelerar el proceso de saneamiento y titulación, así
38 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
Pero, más allá de tales acontecimientos, las políticas sobre temas agrarios
del gobierno de Morales parecían haberse distanciado de la agenda aplicada
en el período iniciado en 2006. Quienes habían diseñado e implementado
las políticas de saneamiento y titulación de tierras fueron retirados de sus
cargos, entre ellos Almaraz y Rojas. El ritmo de aplicación del programa de
saneamiento del INRA disminuyó, no se otorgaron más TCO y la CSUTCB
adquirió nuevos y más enérgicos bríos en la preparación de nuevas propues-
tas para la legislación sobre temas relativos a la tierra. En una reunión entre el
gobierno y los movimientos sociales, que tuvo lugar en Cochabamba a fines
de 2011, y en la cual no estuvo presente la CIDOB sino la Confederación de
Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), ésta última planteó “suavizar” las
normas sobre supervisión del cumplimiento del uso productivo de la tierra
por parte de los latifundios, y que las inspecciones tengan lugar cada cinco
años en lugar de cada dos. Pero tal giro probablemente ya se había iniciado
antes, como consecuencia de los disturbios de 2008, que dieron lugar a un
acuerdo gradual entre el gobierno del MAS y las élites agroempresariales
del Oriente. En enero de 2009, en el referéndum para ratificar la nueva
Constitución, se decidió, asimismo, cuál sería el límite máximo de las fincas
de propiedad privada, un tema sobre el cual la Asamblea Constituyente no
logró ponerse de acuerdo. El electorado aprobó un límite máximo de 5.000
hectáreas (la más baja de las dos opciones presentadas), pero lo más signi-
ficativo fue que dicha medida no tendría carácter retroactivo. Así, quienes
habían acumulado unidades de tierra que excedían con mucho tal límite, en
Santa Cruz y el Beni, sin duda se sintieron muy aliviados.
Las razones de este giro en la política y su alcance seguían siendo inciertas
en el momento de escribir este trabajo. Una de sus explicaciones posibles
tiene connotaciones políticas. Probablemente el gobierno pretendía evitar
el tipo de confrontación de septiembre de 2008 y buscaba aislar a la élite
política de Santa Cruz de sus partidarios empresariales de otros tiempos. Y
es que, efectivamente, ese enfrentamiento puso a Bolivia prácticamente al
borde de una ruptura territorial. Al proporcionar garantías a los empresa-
rios, particularmente respecto al controvertido tema de la tierra, el gobierno
consiguió abrir un espacio para el diálogo con la élite cruceña, aun cuando
en el plano ideológico no la persuadiera. La segunda hipótesis es más eco-
nómica que política. De la misma manera que la élite empresarial se dio
cuenta de la imposibilidad de triunfar con la estrategia insurreccional y que
no había más opción que colaborar con el gobierno y negociar políticas que
favorezcan sus intereses, al gobierno parece haberle quedado claro que Santa
Cruz es sin duda la región más importante de producción de alimentos, y si
TIERRA, CAMPESINOS E INDÍGENAS 43
Conclusiones
De ayllus y sindicatos
una de las razones por las cuales la población local prefiere pertenecer a la
estructura sindical agraria en lugar de a una indígena como el CONAMAQ.
Aunque tienen sus críticas respecto a la forma que actualmente opera la
CSUTCB, consideran que los dirigentes del CONAMAQ son muy ambi-
ciosos y no dan prioridad a las inquietudes de la comunidad. Sin embargo,
la influencia del indigenismo es clara y todas las autoridades con quienes nos
reunimos en Huarina adoptaban formas tradicionales de vestir y llevaban
la insignia de su cargo. Se referían a sí mismos como “campesinos origina-
rios” en lugar de solamente campesinos. La influencia de Felipe Quispe —el
auto-nombrado “Mallku” (autoridad) del pueblo Aymara y ex dirigente de la
CSUTCB— es clara en este lugar de Omasuyos, la provincia donde ejercía
mayor influencia. “Él tenía la capacidad de movilizar a la gente”, señaló una
de las personas que entrevistamos. Quispe proviene de la vecina Achacachi,
históricamente conocida por un liderazgo campesino fuerte y combativo.
Ancoraimes es una localidad que está más lejos de La Paz y más allá de
Achacachi, pero igualmente próxima a las orillas del Lago Titicaca. Se desta-
ca por la relativa fuerza de su organización campesina, tanto históricamente
como en la actualidad. Esta organización es en parte fruto de la presencia
de las iglesias metodista y católica en el área, con influencia en la formación
de dirigentes campesinos locales. Las cincuentaiséis comunidades del mu-
nicipio de Ancoraimes se desparraman desde el lago hacia los valles altos y,
atravesando la cordillera, a los valles que dan paso a los Yungas subtropicales.
El predominio de las comunidades rurales sobre las urbanas es más pronun-
ciado en Ancoraimes que en otros municipios de la cuenca del Titicaca, y de
hecho los sindicatos rurales tienen mucho peso allí en los asuntos del muni-
cipio. Como en Huarina, Felipe Quispe era una figura con prestigio en esa
localidad, pero la población de Ancoraimes se mostraba renuente a seguir el
ejemplo político de Achacachi.
Iskaya es una comunidad pequeña a orillas del lago, a una hora de Ancoraimes
a pie. Separada por abruptas montañas circundantes al área, nunca fue parte
de hacienda alguna. Tiene poca tierra, la mayor parte dedicada a cultivos,
aunque los miembros de la comunidad también venden pescado que ob-
tienen del lago. Según Jhonny Castillo Mamani, uno de los dirigentes co-
munitarios jóvenes, “de una generación a otra nos dividimos la tierra: como
queso lo estamos cortando”. Iskaya está organizada en un sindicato afiliado
a la CSUTCB. Aunque los dirigentes de la comunidad se mostraron críticos
con algunas prácticas de la Confederación, nos aseguraron que participan
localmente en sus actividades. “Cuando nos convocan nos reunimos”, señala
EL ALTIPLANO: SINDICATOS VERSUS AYLLUS 55
acción. Además, el énfasis que se pone en los usos y costumbres era tal que
legitimaba el liderazgo a través de la práctica de la rotación de autoridades,
en este caso cada dos años. No obstante, como admitiera Antonio Maraza,
“nuestra organización aún es débil”. Por otra parte, como dejó claro Rudy
Huayllas, la restitución de las formas tradicionales de tenencia de tierra y
gobierno comunitario no evitan el conflicto, especialmente en términos de
acceso a la tierra más productiva. Esto se ha transformado en un problema
apremiante en áreas de producción de quinua, uno de los pocos cultivos del
Altiplano cuyos precios han disfrutado de cierta bonanza en los últimos años.
Más al norte, en los alrededores del Lago Titicaca donde aún prevalecen los
sindicatos, la población parece cuestionar las estructuras organizativas y su
eficacia, en especial las de la CSUTCB. En años recientes aparentemente se
ha abierto una brecha cada vez mayor entre los dirigentes sindicales y sus
miembros. Al parecer, se ha perdido la memoria de las movilizaciones que
tuvieron lugar antes de 2006, en las cuales sus pobladores participaron en
masa. Las comunidades tienen la sensación de que la elección del gobierno
del MAS ha llevado a cierto grado de desmovilización. En los alrededores de
Ancoraimes y de Huarina, la organización comunitaria se ha tornado nota-
blemente más relajada. La frecuencia de las reuniones de las comunidades y
sus dirigentes para discutir temas de interés mutuo ha disminuido. En la co-
munidad de Iskaya, por ejemplo, si antes las reuniones tenían lugar una vez
al mes, o a veces cada dos meses, ahora se celebraban sólo dos veces al año.
Sucede lo mismo con la participación de la comunidad en los eventos de la
CSUTCB. “Como organización de base nos sentimos excluidos —señala
Joaquín Castillo— participamos en marchas, pero porque nos multan con
30 bolivianos si no vamos”. En Huarina, donde los dirigentes comunitarios
se mostraban críticos con la dirigencia de la CSUTCB, se acusa tanto a esta
Confederación como a la Central Obrera Boliviana (COB) de no estar dis-
puestos a luchar por mejores precios agrícolas en beneficio de productores
como ellos.
Una de las razones fundamentales del debilitamiento de la organización de
base por todo el Altiplano es la migración de miembros de la comunidad a la
ciudad, especialmente a la ciudad de El Alto. Asimismo, en muchas comuni-
dades del Altiplano es notable la creciente proporción de personas mayores
que permanece en las comunidades. Los miembros más jóvenes y dinámicos
pretenden aumentar sus magros ingresos trabajando en el ambiente urbano
la mayor parte del tiempo, para regresar a sus comunidades de vez en cuando,
por ejemplo para las fiestas y otros eventos comunitarios. Cuanto más cerca
EL ALTIPLANO: SINDICATOS VERSUS AYLLUS 57
sustancialmente más altos para sus productos, mientras ellos deben pagar
más por productos como el arroz y el azúcar que provienen del Oriente. Los
bajos precios de los productos agrícolas —se nos dijo reiteradamente— son
aprovechados por peruanos que cruzan la frontera para comprarlos y luego
venderlos a precios más altos en su propio país. Además, como hemos visto,
organizaciones como los ayllus y sindicatos son blanco de ataque por no
defender los intereses materiales de la población a la que representan. En
contraste, en Santa Cruz hay organizaciones sólidas de productores que están
en condiciones de protestar ante el gobierno en temas como precios, créditos
y mercados preferenciales. Según Roxana Liendo, quien fuera viceministra
de desarrollo rural en el gobierno de Morales, la ausencia de una política pú-
blica para apoyar a los agricultores campesinos —que votaron masivamente
por Evo Morales en 2005 y 2009— se hizo cada vez más evidente en 2009
y 2010. “No creo que el modelo de desarrollo haya cambiado —indica—,
seguimos con un modelo agroindustrial en el cual Santa Cruz es el eje para
la producción de alimentos”.
La excepción clara a esta regla es la quinua, que Liendo describe como “la
soya del Altiplano”. La quinua es un grano para el cual el precio de mercado
se ha disparado en los últimos años, como respuesta a la firme demanda (para
exportación), particularmente de países europeos y de América del Norte.
Anteriormente, la quinua era un grano que se consumía casi totalmente en
el mercado local, pero sus propiedades para la salud lo han convertido en
“compra obligada” en el mercado de alimentos para el desayuno en los países
desarrollados. Los precios en ascenso en el mercado doméstico implican que
actualmente sólo alrededor del 20 por ciento de la producción se consume
localmente, y el 80 por ciento se exporta (exactamente el caso inverso en los
porcentajes de hace diez años). Este auge ha traído beneficios claros para los
pequeños productores del Altiplano, muchos de ellos ya no tan pequeños.
Por otra parte, los empresarios emprendedores —algunos de Santa Cruz—
también han aprovechado esta oportunidad proporcionando herramientas,
capital e insumos. Las áreas de plantación de quinua han aumentado de
manera espectacular, especialmente en Oruro, que ahora es la principal área
de producción. En el caso de las comunidades Killakas, con una población
de alrededor de 50.000 habitantes, más de la mitad ahora produce quinua.
Como ocurre con el auge de muchos productos, sin embargo, la quinua ha
traído tantos problemas como los que ha resuelto. En las zonas donde se
produce, las inequidades han aumentado en gran medida, socavando la co-
hesión comunitaria. Debido a lo elevado de los precios, exacerba el problema
60 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
Inclusión
Si bien los dirigentes indígenas del sur de Oruro critican algunas de las po-
líticas gubernamentales de Evo Morales, siguen siendo respetuosos de su
autoridad. “Aquí nosotros no sacamos a la gente de raíz —arguye Rudy—,
les damos tiempo para que pongan las cosas en su sitio, tiempo para que
reflexionen”.
Para los organizados tanto en sindicatos como en ayllus, la elaboración y
aprobación final de la Constitución de 2009 dio paso a algunos cambios
fundamentales para el país. “Esto es algo que nos unió a todos –—señala
Rudy—, todos querían el cambio; fue un elemento integrador, sobre todo
para los indígenas del país”. Pero como observara uno de los mallkus Killakas,
“aún tenemos que poner en práctica la nueva Constitución para poder ejer-
cer plenamente nuestros derechos”. De la misma manera, los dirigentes de
los sindicatos de los alrededores de Huarina se mostraron efusivos al aplaudir
los cambios en la Constitución. Como señalara uno de los entrevistados, “la
nueva Constitución, el Estado Plurinacional, los derechos de los pueblos
indígenas, los derechos de la mujer: son muchos los avances importantes que
hemos conseguido”. Roxana Liendo también subraya los cambios que han
tenido lugar: “Hasta ahora, si de inclusión se trata, no se puede negar que ha
habido mejoras y que éstas son irreversibles”. Adoptando una línea algo más
crítica, Liendo comparte la preocupación expresada por el mallku Killaka
mencionado: “Pero, cuando se trata de poner en práctica los derechos en
áreas como salud, educación e identidad, no hay cómo hacerlos realidad”. El
grado en que las voces indígenas y campesinas han sido incorporadas en la
toma de decisiones dentro del Estado todavía es limitado.
62 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
Conclusiones
Por tierra o por aire, el punto de ingreso para llegar a La Paz es El Alto. Desde
el borde perimetral del profundo cráter en el cual se ha construido la ciudad
de La Paz, esta urbe de cerca de un millón de habitantes se desparrama sobre
la llanura altiplánica que divide la Cordillera de los Andes en sus costados
Oriental y Occidental. En esta joven metrópoli, sin huellas de la historia o
cultura colonial hispana, vive un vasto número de personas, migrantes de
las áreas rurales circundantes, muchos en situación de pobreza. Se trata de
una ciudad predominantemente aymara, distinta en muchos sentidos de su
vecina La Paz, de la cual se separó en 1988 para transformarse en una entidad
administrativa y políticamente autónoma.
Vista desde el ángulo de la urbe paceña, El Alto es el punto en el cual la ciu-
dad se conecta con el resto del país y por donde llega la mayor parte de sus
alimentos y mercancías; es también la localidad por donde se canalizan sus
principales necesidades energéticas. Como tal, la ciudad de El Alto ocupa
una posición estratégica. Sus principales arterias se extienden en forma de
abanico desde La Ceja, lugar donde los serpenteantes y múltiples caminos
que ascienden por las laderas, desde el centro de la ciudad de La Paz, se
encuentran con el Altiplano. Hacia el noroeste, la Avenida Juan Pablo II
se alarga en línea recta en dirección al Lago Titicaca, y hacia los puestos
de frontera con el Perú en las localidades de Copacabana y Desaguadero.
Hacia el sureste, la Avenida 6 de Marzo se enrumba en dirección a Oruro,
el punto de conexión de El Alto con las principales ciudades de Bolivia:
Cochabamba, Santa Cruz, Potosí y Sucre. Entre esas dos largas avenidas,
una tercera vía conduce a la localidad cercana de Viacha y (eventualmente)
a la frontera con Chile.
Con los años, a lo largo de estos tres ejes se ha desarrollado un laberinto de
asentamientos. La mayor parte de las construcciones son simples: edificios
de concreto y ladrillo hueco con techos de calamina constituyen la principal
66 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
[...] cuando recién llegamos [a Primero de Mayo] era pampa, con piedras
y unas cuantas ovejas. No había ni agua ni electricidad. Teníamos que ir
hasta La Ceja para traer agua para llenar el tanque. Lavábamos nuestra
ropa en el río. Era duro...
Antonia rememora cómo los avances logrados en ese tiempo fueron resulta-
do de la iniciativa local:
Entre las primeras cosas que hicimos fue organizar una junta de vecinos.
En 1983 y 1984 organizamos un bloqueo del aeropuerto para conseguir
electricidad. Organizamos otro bloqueo para demandar agua [...] para
lograr cualquier cosa, [esto] siempre suponía [el uso de la] fuerza.
Su comunidad se las arregló luego para construir la plaza principal, que hasta
este momento no era más que deshechos. Con algo de ayuda de la iglesia
local también se edificó la escuela del vecindario. “Pero, pasábamos mucho
tiempo en reuniones”, añade Antonia.
Isabel Atencio, una dirigente de la Urbanización 18 de Mayo, también muy
próxima a la carretera a Oruro, era trabajadora fabril en La Paz. Narra las ad-
versidades que enfrentaron al principio, cuando perdieron sus empleos como
consecuencia de las políticas de ajuste estructural de mediados de la década
de 1980 y señala que para lograr cualquier demanda debían organizarse. Esta
experiencia sacó a muchas mujeres de sus hogares y las obligó a involucrarse
en la política local.
La fuerza de El Alto como comunidad tiene mucho que ver con su espíritu de
organización. Por una parte, éste es un legado de las tradiciones de las comu-
nidades rurales andinas, de donde proviene la mayoría los alteños. Además,
está la experiencia sindical que llevaron consigo los mineros que se asentaron
en la década de 1980. Ese espíritu es también el resultado de las faenas que
asumieron las comunidades recientemente establecidas para lograr acceso a
servicios básicos como agua, electricidad y educación. En la primera época
especialmente, el suministro de los servicios urbanos se consiguió gracias a
EL ALTO: CIUDAD DE MIGRANTES 69
Cahuaya sostiene, asimismo, que los lazos del clientelismo son reforzados
por prácticas tradicionales de compadrazgo. Su punto de vista, hasta cierto
punto, encuentra eco en la opinión de Freddy Quilo, que trabaja principal-
mente con grupos de jóvenes en una parroquia en Río Seco:
Ahora la gente tiene más plata y la usa para construir. Las fiestas del ba-
rrio se habían apagado porque no había plata. Esto ha cambiado en los
últimos cinco años y la gente baila en toda época. La población compra
arroz por quintales. Las [pequeñas] tiendas de barrio ya son almacenes
más amplios.
Con todo, es evidente que los incrementos en los niveles de vida en general
no han sido compartidos equitativamente en El Alto, y que hay una cre-
ciente brecha entre ricos y pobres. Pese a la pobreza endémica de la mayoría
de los distritos, hay indicadores claros de acumulación de riqueza, especial-
mente en los barrios considerados de “clase media”, los de La Ceja y Ciudad
Satélite. Incluso en Santiago II, donde la pobreza es generalizada, existen
indicadores evidentes de riqueza recién acumulada. Norma Solíz señala las
grandes edificaciones a lo largo de las avenidas y en torno a la plaza princi-
pal. No le cabe duda que parte de esta riqueza es acumulada en actividades
ilegales, especialmente de contrabando y narcotráfico:
Muchas veces estos negocios funcionan con una fachada legal, como
tiendas de venta de ropa deportiva. Nadie quiere decir nombres..., nadie
quiere ponerle el cascabel al gato.
De todas maneras, los estilos de vida de los ricos de El Alto difieren muchísi-
mo de las élites económicas de otras partes de La Paz, particularmente los de
la acomodada Zona Sur. Los modelos de consumo son muy diferentes, y no se
inspiran en los estilos estadounidenses. En lugar de vacaciones en Miami o el
Caribe, habitualmente se gastan grandes sumas de dinero en fiestas, en el car-
naval y en “entradas” folclóricas como la del Gran Poder. Juan Carlos Núñez
de la Fundación Jubileo (una ONG católica) opina, al respecto, lo siguiente:
Sin embargo, esta élite tiende a vivir del comercio —legal e ilegal— y no
de la producción. Aunque todavía hay bastantes empresas productivas de
pequeña escala en El Alto —gran parte de ellas informales—, éstas se ven
constantemente restringidas por la competencia que supone la importación
de bienes del exterior. Hay algunas fábricas más grandes, pero la tendencia es
a no emplear muchos trabajadores. Víctor Pacosilla, un empresario aymara,
propietario de una planta de procesamiento de quinua para exportación y
fabricante de maquinaria para los productores de quinua, argumenta que
lo importante es enfocarse en la producción de tecnología para impulsar
la eficiencia y productividad, y no así proporcionar empleo, pero al mismo
tiempo admite que con ello no se contribuye mucho a resolver los problemas
de desempleo y subempleo en la periferia de Río Seco. Desde el punto de
vista de Godofredo Sandoval, que ha escrito extensamente sobre El Alto,
no es práctico pensar en una política industrial próspera en un lugar como
El Alto. “Nadie puede competir con empresas transnacionales y con lo que
viene de China”, señala. Esto crea un dilema para el gobierno, ya que una
de las principales demandas de la población de El Alto es empleo estable y
seguro. A la pregunta de qué significa para ellos Vivir Bien, la mayoría de las
personas responde en ese sentido, en lugar de referirse a la armonía comuni-
taria o a vivir en contacto con la naturaleza. A pesar de que la administración
de Morales ha dado pasos para restringir el contrabando, no parece plausible
que esto tenga un efecto muy duradero en un país con múltiples fronteras
terrestres, que tan difícil le ha resultado controlar.
Freddy Quilo añade que “ahora el indígena siente orgullo. No hay necesidad
de ser sumiso. Este es uno de los cambios más importantes”.
También el estatus de las mujeres en la sociedad parece haber experimentado
un gran cambio en El Alto, pese a ser una sociedad donde persiste la domi-
nación masculina. Las actitudes hacia las mujeres son, en parte, un reconoci-
miento del papel que ha desempeñado la mujer en la génesis de El Alto. Esto
se expresó claramente en nuestra entrevista con Norma Solíz, que resaltó
cómo en su barrio las mujeres asumían el rol de jefes de familia a medida
que sus esposos se iban a lugares como Santa Cruz en busca de trabajo, en la
década de 1980. Las mujeres se apropiaron de un papel fundamental en los
asuntos de la localidad y en la junta vecinal, como dice Norma:
Uno de los principales logros de este gobierno [de Evo] ha sido crear
condiciones más equitativas para hombres y mujeres. Antes, cuando vi-
vía en el campo, los hombres nos daban poca importancia. Cuando vine
la primera vez a la ciudad, la mayoría de las mujeres cambiaban su estilo
de vestir. También cambiábamos el idioma que utilizábamos.
Éstos son los cambios. Las mujeres visten su ropa tradicional y el uso de la
lengua aymara en la vida pública ahora es mucho más común. Los hom-
bres respetan más las contribuciones de las mujeres. Cuando hablamos con
Cleo, ella estaba vestida elegantemente con su traje tradicional, atuendo
que usa para trabajar en el Ministerio de Desarrollo Productivo. Varias de
las mujeres que entrevistamos han sido promovidas a importantes cargos
políticos y una de ellas —Antonia Rodríguez— ocupó el cargo de ministra
en el gobierno.
A pesar de estos logros, se mantienen considerables obstáculos al ascenso
social en El Alto, al igual que en otras partes de Bolivia. Probablemente las
limitaciones más significativas sean las que tienen que ver con el sistema
educativo. Varios de nuestros entrevistados comentaron sobre las mejoras
que habían tenido lugar en las escuelas de sus barrios, tanto en términos de
infraestructura como en la calidad de la educación que se imparte a los ni-
ños. Freddy Quilo, que trabaja con los jóvenes, sostuvo que las instalaciones
educativas han mejorado significativamente en su barrio, y que los jóvenes
ya no se limitan a aprender en el aula, sino que lo hacen con una variedad de
otros estímulos, entre ellos el Internet. El problema, sostiene, no era tanto
de la educación que recibían los niños, sino de las restricciones del merca-
do laboral: simplemente no había empleos para quienes egresaban. “¿Para
qué estudiar sociología si uno puede ganar dinero como comerciante?”, se
preguntaba Freddy. El mismo mensaje provino de Hipólito Quispe, un es-
tudiante adulto de la Universidad Popular de El Alto (UPEA), que cuestio-
naba el punto de vista de la profesión de docente. “Están más interesados
en su propia situación que en la educación”, señala. Autoidentificado como
Aymara a carta cabal (“un Aymara neto”), cuestionó asimismo la importan-
cia de la educación bilingüe —una política adoptada por la administración
de Morales— al señalar que el aymara no es un idioma que ofrezca opor-
tunidad económica. Para Verónica Sagarrundo, una estudiante de derecho,
también de la UPEA, las esperanzas de lograr su ambición de trabajar en los
tribunales son muy limitadas, pues la UPEA no estaría considerada como
una institución educativa “de primera”, en comparación con otras univer-
sidades más prestigiosas de La Paz. Verónica se quejó, en particular, de los
EL ALTO: CIUDAD DE MIGRANTES 83
Conclusiones
Cambios en la estructura
pero emplea a menos del 10 por ciento de la fuerza laboral. Representa, por
tanto, a la porción altamente capitalizada de la industria. En cierto sentido,
Bolivia ha visto el desarrollo de una industria minera dualista: un sector pri-
vado en el cual la productividad es muy alta, y un sector cooperativo donde
es extremadamente baja. Muchas de las principales empresas de la minería
privada se apropiaron de algunas minas de la COMIBOL donde los niveles
del mineral eran todavía razonablemente elevados. Entre ellas se encontra-
ban Sinchi Wayra (Glencore, antes COMSUR), Pan-American Silver (San
Vicente) y Manquiri (San Bartolomé). Pero la mina gigante del sector es
Minera San Cristóbal S.A, que opera en el sudoeste de Potosí, a cargo de
Sumitomo Corporation de Japón. Esta es una mina nueva, aunque ocupó
el lugar de otra que la antecedió. Comenzó a trabajar en 1996, y la mina
empezó a producir en 2007. Se ocupa principalmente de los depósitos de
zinc-plata y plomo-plata, y desde que empezó a producir, la plata y el zinc
pasaron a ser los dos productos de exportación minera más importantes para
Bolivia. El estaño, sostén principal de la economía boliviana durante casi un
siglo, está ahora en el cuarto lugar en orden de importancia. Con excepción
de Minera San Cristóbal, la inversión privada en la industria minera bolivia-
na ha sido escasa, especialmente si se compara con sus vecinos Chile y Perú.
Según la Asociación Nacional de Mineros Medianos, el problema está en la
falta de una perspectiva estable para el sector, y en el régimen impositivo:
“Queremos reglas que brinden incentivos apropiados para la inversión —se-
ñala Gerardo Garrett de la Minera San Cristóbal, S.A.—, queremos garan-
tías y seguridad legal”. Pero incluso bajo el gobierno de Sánchez de Lozada
y sus sucesores inmediatos, pese al enorme potencial geológico que posee el
país, prácticamente no hubo inversiones.
Un cambio adicional en la estructura de la minería tuvo lugar más reciente-
mente. Luego de su exclusión durante las dos décadas precedentes, a partir
de 2006, con Evo Morales y el MAS, el sector público ha vuelto a ser prota-
gonista. La resurrección de la COMIBOL ha devuelto al Estado el lugar que
ocupaba en ese escenario: proyectista fundamental del sector, propietario de
recursos importantes del subsuelo, socio de una serie de intereses del sector
privado, promotor de la industrialización, y productor por derecho propio.
En lo que se refiere a su papel como productor, hasta ahora su principal em-
presa minera está en Huanuni (departamento de Oruro), la única mina de
estaño grande aún en funcionamiento.
Huanuni había sido privatizada y estaba en manos de una empresa británica,
pero luego de una serie de quiebras financieras, en 2006 volvió al Estado.
DE LAS MINAS Y LOS MINEROS 93
Como hemos visto, la amplia mayoría de los trabajadores del sector minero
en Bolivia ahora pertenece a cooperativas. Éstas varían enormemente en ta-
maño. Una de las más grandes es la Cooperativa Minera Unificada, que está
entre las que extraen los restos de mineral del Cerro Rico de Potosí. Tiene
94 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
Sindicatos mineros
Industrialización
Conclusiones
Con todo, como con la industria del gas en el sureste de Bolivia, la minería
moderna es altamente intensiva en capital y no proporciona trabajo para
una población en rápida expansión. Las nuevas iniciativas mineras implican
pocos empleos: la fuerza laboral en Minera San Cristóbal, que de lejos es la
más grande en términos de producción, tiene sólo 600 empleados, en tanto
que la producción de litio en el Salar de Uyuni ha logrado emplear a sólo
150 personas cuando este libro se escribía. El mayor porcentaje del empleo
en la industria minera está en el sector cooperativo, donde la producción
es baja. En 2012 había un estimado de 80.000 a 100.000 cooperativistas.
Como hemos visto, la industria minera boliviana experimenta una suerte de
dualismo: un sector moderno mecanizado que explica la proporción leonina
de la producción y exportaciones, junto a un sector cooperativo de mano de
obra intensiva, que da cuenta de la mayor parte del empleo generado en el
sector, pero que es altamente vulnerable a las caídas del precio en el mercado
de minerales. Los precios altos en años recientes han dado lugar a la crea-
ción de más empleos, pero una caída repentina podría tener consecuencias
desastrosas.
El sector cooperativo ha logrado considerable poder político en la adminis-
tración de Morales, pues brinda una importante fuente de apoyo al gobier-
no. En él participan alrededor de 100.000 personas, principalmente jóvenes,
y esta cifra supera enormemente a los mineros sindicalizados, tanto en el
sector público como en el privado. Empero, el apoyo de los cooperativis-
tas no es incondicional, son actores políticos firmes en defensa de lo que
perciben como sus propios intereses, los cuales son esencialmente de corto
plazo y con muchas carencias en cuanto a una visión de futuro. Aunque las
cooperativas mineras emplean a gran número de trabajadores, no les permi-
ten sindicalizarse. Tampoco pagan impuestos ni (en la mayoría de los casos)
invierten para incrementar su potencial de producción. De hecho, como
hemos podido ver, se enfrentaron a los mineros sindicalizados compitiendo
por el control de vetas de mineral estratégicamente importantes. Para David
Ramos, de la FSTMB, los socios del movimiento cooperativo representan a
la “nueva burguesía criolla” de la industria minera, es decir que poseen mu-
chas de las características de la minería privada.
El ejemplo de Huanuni, donde los cooperativistas han sido absorbidos
por la fuerza laboral sindicalizada (y como resultado de ello vieron me-
jorar sus niveles de vida) ha sido imitado en Colquiri. Un papel mayor
para la COMIBOL proporcionaría más estabilidad de empleo en la indus-
tria, pero tampoco la COMIBOL es inmune a los caprichos del mercado
104 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
del Chapare, “la política del imperio, los Estados Unidos, no buscaba sólo
eliminar la coca, sino también a los cocaleros”.
La erradicación forzosa de la coca llevó a los productores a una confronta-
ción directa con el Estado, y particularmente con el ejército, al que acusaron
de implementar la política de “coca cero”. En palabras de Asterio Romero, en
esa época dirigente cocalero (y en el momento de entrevistarlo funcionario
de alto nivel en el gobierno regional del departamento de Cochabamba),
fue la “represión lo que acabó fortaleciéndonos [...] cuanto más trataban
de eliminarnos, más fuertes nos hacíamos”. Leonilda Zurita, una dirigente
cocalera que habría de convertirse en una figura de alto nivel del MAS, rela-
taba cómo “pasábamos meses en bloqueos, luchando por nuestros derechos
[...] enfrentamos al ejército, a los helicópteros que nos disparaban desde el
aire [...] pero pudimos resistir la erradicación de la coca”. Mario Castillo,
que desde su nativa Chuquisaca migró al Chapare a fines de la década de
1980, recordaba que el ejército y la policía “no nos respetaba como personas
o nuestros derechos humanos”. Relata cómo eran periódicamente objeto de
abusos y violaciones:
lo que conlleva la vida sindical”. En parte por el creciente poder del MAS en
la política nacional —después de las elecciones de 2002 pasó a ser la segunda
agrupación partidaria en el Congreso—, la intensidad del programa “coca
cero” comenzó a decaer, especialmente después de la renuncia de Banzer
por enfermedad en 2001. También vale la pena observar que, de triunfar la
política de “coca cero” en Bolivia, esto significaría también “cero asistencia”
por parte de los Estados Unidos. Se requería, por lo tanto, algo de coca para
mantener el flujo de fondos. Como presidente de la Federación del Trópico
de Cochabamba, Evo Morales se convirtió en una figura política nacional;
pudo utilizar su poder de negociación para obligar al gobierno a abandonar
su ofensiva militar. En consecuencia, el respeto a los derechos humanos en el
Chapare se recuperó paulatinamente.
El papel cumplido por las federaciones del Chapare tuvo un impacto impor-
tante en el grado de politización de los cocaleros. En muchos sentidos, sur-
gieron como una nueva vanguardia, de la misma manera que los mineros an-
tes de 1985. “Actuamos como una escuela, e incluso como una universidad”,
destaca Segundina Orellana, una dirigente de los cocaleros de Mariscal Sucre
B y una figura clave dentro de la Federación del Trópico de Cochabamba:
“La Federación hace su propio trabajo educativo [...] estamos fortaleciendo
nuestra organización cada día que pasa”. El MAS surgió como “instrumento
político” de los cocaleros a fines de la década de 1990, al reconocer que,
como movimiento social, tenía que luchar tanto en el terreno político como
en el sindical agrario.
Las comunicaciones, especialmente la radio, cumplieron un papel crucial fa-
cilitando la coordinación, en todo el Chapare, entre las diversas federaciones
y entre los dirigentes y las bases que los apoyaban. En una visita previa a la
región, en 2004, pudimos comprobar lo vulnerables que eran las estaciones
de radio ante cualquier ataque. Radio Soberanía, una emisora ubicada en las
afueras de Villa Tunari, había sido blanco de reiterados asaltos por parte del
ejército. Hoy, Radio Kawsachun Coca, desde sus deslumbrantes oficinas en
Lauca Ñ, emite para toda la región del Chapare, para los 50.000 o más co-
caleros, al igual que para los habitantes de los centros urbanos en rápido de-
sarrollo como Shinahota, Chimoré y Villa Tunari. “Reflejamos la voz de los
dirigentes y bases de los cocaleros, ofreciéndoles medios para hacer escuchar
sus puntos de vista”, señala José Luis Colque, gerente de la radio durante los
últimos cuatro años. Para Israel Barrenechea, que tres años antes se había
trasladado de La Paz para trabajar como locutor de radio y desde entonces
ha logrado conocer íntimamente la región, “la radio es un instrumento social
DE LA COCA Y LOS COCALEROS 111
gobierno de Morales optó por una política que permite a cada familia el
cultivo de un “cato” de coca. El cato es un área de 1.600 metros cuadrados,
generalmente cuadrada (40 metros por 40 metros), aproximadamente del
tamaño de una cancha de basquetbol. El incumplimiento de estas restric-
ciones da lugar a sanciones, que impone una de las federaciones locales de
cocaleros e incluye hasta el despojo de la tierra. Como observara Leonilda
Zurita, “el respeto del sistema de cato es ejercitado a través de control social;
nos movilizamos con este fin”. Por su parte, Faustina Casilla reconoce que
la limitación al cato no es del todo aceptada, pero tiene la virtud de situar a
todos los cocaleros en pie de igualdad: “Antes, algunos cocaleros tenían par-
celas más grandes de tierra [destinadas a la coca], ahora los que cultivan más
corren el riesgo de perder su cato”.
Las restricciones a la producción de coca tienden a aplicarse más en el
Chapare que en los Yungas, donde la erradicación siempre fue más difícil
de llevar a cabo, pero también porque la coca se vendía esencialmente en el
mercado local para el acullico y propósitos afines. Aun si la política del cato
no habría provocado la reducción del número de hectáreas plantadas con
coca en el Chapare, ciertamente ha contribuido a frenar su incremento. En
los últimos años, las superficies plantadas con coca en los Yungas, en gene-
ral, han aumentado más rápidamente que en el Chapare, donde en 2010
se registró una disminución. Los esfuerzos de erradicación, entretanto, se
han mantenido (aunque a un nivel muy inferior que en la década de 1990),
ya que estuvieron abocados a reducir la producción de coca en áreas como
los parques nacionales, donde de hecho está prohibida. En 2011, el área
erradicada aumentó a 10.000 hectáreas, casi tanto como en todo el Perú ese
mismo año.
El impacto de la producción de coca en la economía local tampoco es fácil
de calcular. Los precios que se pagan por la coca boliviana —ya sea en mer-
cados oficiales o clandestinos— se han elevado un poco en los últimos años.
El programa “coca cero” provocó un alza importante (de 1,2 dólares por
kilo en 1995 a 5,7 en 2000); pero una vez que cesó la erradicación no hubo
retorno al precio inicial. Los precios declinaron un poco entre 2004 y 2007,
pero han venido aumentando nuevamente desde entonces, lo cual refleja, en
parte, una marcada declinación de las plantaciones en Colombia. Según la
UNODC, el precio promedio para la coca del Chapare en 2010 era de 5,8
dólares por kilo. La ONU estima que la producción de coca en 2010 tenía
un valor de alrededor de 310 millones de dólares o 1,7 por ciento del PIB.
114 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
Si los datos sobre el cultivo de coca son problemáticos, lo son mucho más
respecto a la producción de cocaína en Bolivia. La UNODC, al igual que
otras entidades opina que el aumento en la fabricación de cocaína se debe
en gran parte a que la restricción aplicada en Colombia en años recientes ha
obligado a los fabricantes y traficantes a desplazarse hacia el sur e ingresar
en el Perú y Bolivia; señala también que posee evidencia de que los niveles
de eficacia en la producción de cocaína se han incrementado debido a esta
situación: ahora hace falta menos coca para producir una cantidad dada de
cocaína. Las estimaciones de las cantidades de hoja de coca seca disponible
para la producción de cocaína se elevaron de manera substancial en am-
bos países entre 2005 y 2010 —en el Perú de 97.000 toneladas métricas a
120.500, y en Bolivia de 28.200 toneladas métricas a 40.200— aunque esto
no es constancia de su utilización con ese propósito. Las estimaciones de la
fabricación de cocaína pura también escalaron en el caso de Bolivia, de 80
toneladas métricas a 113 entre 2005 y 2008. Es preciso enfatizar que tales
cifras son poco más que estimaciones muy aproximadas. Como cabe esperar,
los cocaleros son reacios a comentar sobre las actividades de compradores ilí-
citos pertenecientes al narcotráfico. “Por supuesto que hay algunas personas
acerca de quienes se dice que están involucradas en el narcotráfico”, señala
Israel Barrenechea de Radio Kawsachun Coca, “pero no es del todo obvio
de quienes se trata”. En los últimos años, y a menudo, se informa de nuevas
áreas de producción de cocaína en comunidades de las tierras altas, parques
nacionales y ciudades intermedias.
Entretanto, la política en Bolivia ha pasado de enfocarse en la erradicación
de la coca a refrenar de manera efectiva la fabricación y tráfico de cocaína.
Las cifras que las autoridades bolivianas han dado a conocer sugieren que
estos esfuerzos han dado ciertos frutos. Las incautaciones de pasta básica de
cocaína de las que se tiene información, por ejemplo, se han incrementado
de 12 toneladas métricas en 2006 a 25,7 en 2010, un incremento del 17
por ciento por año. Las cifras correspondientes a incautaciones de cocaína
pura aumentaron de 1,3 toneladas métricas a 3,4 en el mismo período.
Del mismo modo, la destrucción de fábricas de cocaína sobre las que se
tiene información, lo cual incluye los pozos de maceración, también ha
aumentado de manera sustancial durante este período. En octubre de 2012,
el gobierno condujo una serie de medidas drásticas sobre la fabricación de
pasta básica de cocaína tanto en Yapacaní (Santa Cruz) como en Challapata
en el Altiplano. Como consecuencia, los precios de la coca descendieron
drásticamente y los productores no estaban en condiciones de encontrar
compradores alternativos.
DE LA COCA Y LOS COCALEROS 115
Una menor presión para erradicar la coca, combinada con mejores precios
por la hoja, parece haber dado paso a una significativa mejora en los niveles
de vida para la mayor parte de la población en el Chapare. Las personas
comentan que sus ingresos son de 1.000 a 2.000 bolivianos (entre 145 y
290 dólares) por mes. Para Segundina Orellana, de Mariscal Sucre B, las
condiciones de vida eran extremadamente duras durante el período del pro-
grama “coca cero”. “Teníamos apenas lo justo para sobrevivir, gracias a la
coca hemos podido mejorar la economía de la familia”. Aunque admite que
una parcela más pequeña de coca (el cato) ha tenido cierto nivel de impac-
to negativo en los niveles de vida, Faustina Casilla piensa que esto ha sido
contrarrestado por los precios más elevados de la coca en los últimos años.
Destaca, asimismo, que la coca de ninguna manera es el único cultivo en el
Chapare, y que prácticamente todas las familias cultivan arroz, yuca y maíz,
al igual que cítricos y piña. “El problema es que no hay mucho mercado para
estos productos, y necesitamos ayuda del gobierno para generar otras formas
de producción”, añade. Por su parte, José Luis Colque, el ya mencionado ge-
rente de Radio Kawsachun Coca, ha visto que la población se ha beneficiado
materialmente en los últimos años, y no sólo gasta su dinero en automóviles
y cosas parecidas, sino en mejorar sus hogares. El ritmo de la urbanización
es notable en el Chapare, cada vez más gente vive en las localidades urbanas.
Lugares como Shinahota y Chimoré, que antes eran asentamientos precarios
y pobres, han crecido rápidamente y ostentan nuevos edificios construidos
con ladrillo y cemento. Colque observa que “hace diez años la mayor parte
de la población vivía en casuchas de madera, ahora se puede ver bastantes
edificios de tres e incluso cuatro pisos”. Al mismo tiempo, hubo mejoras en
los servicios de salud y educación en la zona que hasta hace poco simplemen-
te no existían.
Pero el cambio más importante para quienes entrevistamos, no estaba
tanto en las mejoras materiales en los niveles de vida como en el clima de
paz y tranquilidad que sobrevinieron con el cese de la militarización y la
116 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
Esto condujo a una movilización general que se prolongó por diez días;
nosotros tomamos como rehenes a oficiales militares del cuartel de
Chulumani [...] esto obligó al gobierno a enviar ministros a negociar
con nosotros.
Conclusiones
guerra en el Chaco (1932-35) entre Bolivia y Paraguay fue creer que la re-
gión era una gran fuente de riqueza petrolífera. La principal empresa impli-
cada en ese momento en el Paraguay era la Royal Dutch Shell de propiedad
británica. La Guerra del Chaco fue testigo de la enorme pérdida de vidas en
ambos bandos, y especialmente entre los indígenas reclutados por el ejército
en las tierras altas de Bolivia. Al final, resultó que, aunque perdió una gran
franja de territorio, Bolivia —y no el Paraguay— retuvo el control de las
áreas donde posteriormente se descubrieron yacimientos de petróleo y gas.
Ni la primera nacionalización, en 1937 (Bolivia es uno de los poquísimos
países que nacionalizó la industria hidrocarburífera tres veces), ni la creación
de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) dieron paso al des-
cubrimiento de nuevas reservas. En la década de 1950 se llegó a un acuerdo
con la Gulf Oil para el desarrollo de la industria, lo cual llevó a importantes
nuevos hallazgos. En 1969, la Bolivian Gulf Oil fue nacionalizada y YPFB
tomó el control de sus activos.
En la década de 1990, durante el gobierno de Sánchez de Lozada, YPFB fue
privatizada una vez más en la modalidad de “capitalización”. Para ello, se
ofreció a las empresas extranjeras atractivos incentivos fiscales y otros para
invertir en Bolivia, y se construyó un importante gasoducto que vincula a
Bolivia con la metrópoli urbana de São Paulo. Si bien YPFB aducía haber
identificado importantes nuevas reservas de gas en Bolivia antes de la capi-
talización, el crédito se lo llevaron posteriormente las empresas extranjeras,
entre ellas Petrobras (Brasil), Repsol (España), Total (Francia) y British Gas
(Reino Unido). Tres de los campos de gas más grandes descubiertos —San
Antonio, San Alberto y Margarita— están ubicados en el departamento de
Tarija. El descubrimiento de nuevas reservas se debió a las sofisticadas téc-
nicas de perforación, a lo cual se sumó el acceso a mercados. Como conse-
cuencia de una nueva ley de hidrocarburos, aprobada en 2005 (antes de que
Morales asumiera el poder), las relaciones entre el Estado y el sector privado
se alteraron una vez más. En 2006, los convenios con las empresas extran-
jeras de riesgo compartido se convirtieron en contratos de servicios, en los
cuales YPFB asumía el papel primordial de la industria. Al mismo tiempo,
se modificó el régimen impositivo, obligando a estas empresas a pagar con-
siderablemente más en regalías (sobre la producción) e impuestos directos
(IDH) sobre sus utilidades.
En las tierras bajas de Bolivia, la organización indígena se desarrolló con
posterioridad a la industria hidrocarburífera, pero ambas se han afec-
tado mutuamente de diferentes maneras. La década de 1990 vio crecer a
126 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
las empresas a las necesidades locales no eran sino una respuesta a la orga-
nización local y a sus demandas. Alejandrina Avenante nos dijo al respecto:
“Tenemos que hacer demandas; sino no hacen caso [...], el problema es que
no sabíamos cómo hacer demandas —acota— y lo que nos dan es sólo para
mantenernos callados”. La consulta previa, como derecho, no era algo que
las empresas petroleras y del gas —al menos hasta hace poco— estuvieron
dispuestas a conceder voluntariamente. Las compensaciones sociales por los
daños ambientales causados por las industrias extractivas se planteaban úni-
camente bajo presión. Por otra parte, las empresas involucradas acogían aún
con menos entusiasmo la idea de compartir con los pueblos indígenas las
utilidades de tales recursos extraídos del “suelo que pisaban”.
Con alrededor del 80 por ciento de las reservas de gas de Bolivia y una pro-
porción equivalente de la producción, el desarrollo de la industria ha tenido
un impacto trascendental en la economía local de Tarija, en la sociedad y
en la política local. De acuerdo con las cifras citadas por Roberto Ruíz, se-
cretario general de la Gobernación de Tarija, el monto disponible de dinero
se ha incrementado enormemente. El promedio del presupuesto anual era
de 500 millones de bolivianos entre 2001 y 2004. En el período de 2005
a 2010 fue de poco más de 2 mil millones de bolivianos en promedio (2,2
mil millones de bolivianos, para ser más precisos). En 2011, el presupuesto
fue de algo más de 3 mil millones de bolivianos (3,17 mil millones, para ser
exactos), y se esperaba que alcance casi 4 mil millones de bolivianos en 2012
(3,8 mil millones, con exactitud). Esto se debe a los aumentos en el precio
que se cobraba en esos años por el gas vendido a Brasil y Argentina, al incre-
mento atribuible a la participación del departamento en las regalías (también
distribuidas a los municipios productores de gas), al igual que a su parte del
Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) —el cual es compartido con
los ocho departamentos restantes— y a los ingresos por impuestos locales.
Según Ruíz, Tarija recibió un total de 140 millones de dólares en pago por
regalías —un promedio de siete millones de dólares por año— en los veinte
años correspondientes al periodo circunscrito entre los años 1974 y 1994.
En contraste, se esperaba que en 2012 estas regalías serían del orden de los
500 millones de dólares.
Este auge, sin embargo, acarreó serios problemas en el gasto del dinero dis-
ponible. Ruíz señala que el monto de presupuesto que la gobernación no
pudo gastar alcanzó los 350 millones de bolivianos en 2009 (alrededor de
DEL GAS, LAS RENTAS Y LOS INDÍGENAS DEL CHACO 129
Entre los protagonistas del cambio está estaba el campesinado, que corres-
ponde a cerca del 30 por ciento de la población. La Federación Sindical
Única de Comunidades Campesinas de Tarija se estableció en 1982 y, en los
últimos años, ha experimentado un importante crecimiento en el número de
sus afiliados y en su capacidad organizativa. La población campesina ha au-
mentado con la migración persistente de otras partes del país, especialmente
de Potosí, Sucre y La Paz. Los campesinos han demandado mayor represen-
tación política. Una consecuencia de la acrecentada presión campesina ha
sido el Programa Solidario (PROSOL), iniciado por Cossío (entre otros pla-
nes de gasto público, como un programa de seguro de salud popular), pero
ha continuado y se ha ampliado durante el gobierno de su sucesor. PROSOL
originalmente implicó una donación anual de 2.500 bolivianos a las familias
campesinas, monto que posteriormente se incrementó a 4.500 bolivianos.
En lugar de utilizar este dinero con fines estrictamente familiares, gran parte
ha sido canalizado hacia el fortalecimiento de las capacidades productivas
comunitarias, por ejemplo, con la adquisición de maquinaria agrícola o la
construcción de pequeños programas de riego. Desde que se inició el progra-
ma en 2008, y hasta 2012, unas 6.000 hectáreas de las propiedades pequeñas
habían recibido sistemas de riego. El gasto público en el PROSOL se elevó de
43 millones de bolivianos en 2010 a 140 millones en 2011. Desde el punto
de vista de Carlos Vacaflores, con el PROSOL se han podido evitar los peores
peligros del clientelismo político en la distribución de recursos. “Pienso que
difícilmente se revertirá esto”, aduce. El PROSOL tiende asimismo a reforzar
la inversión en áreas rurales y fortalecer las estructuras colectivas.
Para otros grupos sociales ha sido más difícil dejar huella en la política regio-
nal. Entre ellos están los desempleados y los sin techo, que si bien desde la
década de 1990 dejaron escuchar su voz, a partir de la victoria electoral del
MAS en 2005 han tendido a fracturarse y debilitarse. Según Ciro Rosado,
militante del MAS, esto ha tenido bastante que ver con las ambiciones perso-
nales de quienes están involucrados y con las oportunidades de asumir cargos
de influencia en el nuevo gobierno. La disponibilidad de fondos derivados
del gas ha hecho poco por promover proyectos industriales atinados en el
departamento y de esa manera ofrecer empleos de largo plazo. Más bien, ha
tendido a invertir el dinero en obras de dudosa utilidad productiva. De los
diversos proyectos industriales propuestos —entre ellos fábricas de vidrio,
cemento, aceite vegetal, azúcar y papel— sólo las fábricas de cemento y azú-
car están en funcionamiento. Para Rosado, hay una “grave falta de capacidad
de gestión industrial” en el ámbito local. “Ni siquiera somos capaces de pro-
ducir clavos en Bolivia”, lamenta.
132 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
Como hemos visto, las relaciones de los grupos indígenas con las empre-
sas de hidrocarburos que operaban en sus territorios han experimentado un
cambio repentino, especialmente desde la década de 1990, época en que las
actividades exploratorias, la extracción del gas y la construcción de nuevos
gasoductos se incrementaron. Por su parte, los grupos indígenas tomaron
conciencia de su mayor capacidad de incidencia en su lucha por conseguir
un mejor trato por el gas que se encontraba bajo el suelo que pisaban.
Los primeros pasos en este tipo de avances datan de fines de la década
de 1990. La construcción del gasoducto de Santa Cruz a São Paulo im-
plicó que éste atraviese las tierras de propiedad de grupos indígenas de la
DEL GAS, LAS RENTAS Y LOS INDÍGENAS DEL CHACO 133
los ganaderos. “Es una lucha por el poder”, señala Toro de CIPCA, “pero
los pueblos indígenas saben que son mayoría localmente”. Otro municipio
donde los estatutos estaban en discusión era Huacaya, más hacia el sur en
Chuquisaca y potencialmente un área importante de producción de gas.
Cuanto más poder ganan los guaraníes localmente, mayor será su capacidad
de negociar con las empresas de gas.
Conclusiones
Con sus abundantes recursos de gas, Tarija ha pasado a ser el motor del de-
sarrollo nacional. En ese sentido, su papel es en cierto modo similar al de los
departamentos mineros de Bolivia en tiempos pasados. Debido a su impor-
tancia como fuente de ingresos fiscales, desempeña un papel crucial en cual-
quier estrategia de redistribución basada en las rentas por exportación. No
obstante, el tema de cómo participa la población local —especialmente los
pueblos indígenas, en cuyo territorio se encuentran los depósitos de gas—
no ha sido adecuadamente resuelto. Las entrevistas que realizamos muestran
que aún en los casos en donde se ha llevado a cabo la consulta previa, ésta
ha sido insuficiente. El gas natural ha llegado a imponer los términos del
relacionamiento entre el Estado y los grupos indígenas del Chaco. Los pue-
blos indígenas sienten que deberían tener más voz sobre lo que ocurre en sus
territorios y sobre quiénes deben recibir los beneficios de la actividad extrac-
tiva. El gobierno nacional argumenta que el bien público debe ser supremo.
Parte de la respuesta podría estar en el apoyo a los pueblos indígenas que
siguen en desventaja económica, para que utilicen de manera óptima las tie-
rras que ahora poseen. La nueva Constitución apunta al derecho que tienen
los pueblos indígenas a participar en los beneficios de los recursos naturales
no renovables que están en sus tierras. No obstante, las concesiones ofrecidas
hasta ahora por las empresas de petróleo y gas se han hecho sobre una base ad
hoc, y en general como respuesta a la presión política y no en base a acuerdos
institucionales que conlleven una garantía estatal. Se requiere más debate
para determinar concretamente la forma en que pueblos indígenas disfruta-
rán de los beneficios que ofrece la Constitución. Desarrollar la autonomía
indígena dentro de las TCO y municipios indígenas, desde un punto de vista
económico —mejorando las condiciones locales— es una tarea urgente.
Un tema conexo es la perspectiva que tienen los pueblos indígenas del desa-
rrollo de sus autonomías, particularmente en lo que se refiere a su relación
con la sociedad en general. Con una autonomía política (y económica) esta-
blecida localmente, ¿cuál es el papel —dicen ellos— que deben desempeñar
más allá de las TCO?
La administración de los ingresos derivados de la extracción de recursos en
el Chaco sigue siendo un problema sin resolver. Como hemos visto, ni a
Tarija ni a otros de los municipios de la región del Chaco les falta circulante.
Mediante el PROSOL y financiamientos especiales para los municipios, se
han desplegado esfuerzos para redistribuirlos dentro del departamento de
142 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
ápice de tan diversas instituciones sectoriales estaba el comité cívico (del cual
son sus principales miembros y financiadores), con el nombre de Comité
Pro Santa Cruz. Aunque los nueve departamentos de Bolivia tienen comités
cívicos, ninguno ha logrado el poder e influencia ejercidos por el Comité Pro
Santa Cruz, que percibía su rol como de defensa de los intereses y autonomía
de Santa Cruz en contra de los gobiernos centralizadores con sede en La Paz.
A lo largo de los años, esto ha dado lugar a varias amenazas de separatismo.
Las redes conservadoras dentro de la élite cruceña también han sido refor-
zadas, desde hace mucho, por sociedades semisecretas o logias, cuyos miem-
bros (exclusivamente varones), muchos de ellos muy bien ubicados en tér-
minos económicos, forman parte de la alta sociedad. Han predominado dos
logias: Toborochi y los Caballeros del Oriente. Las logias han ejercido, desde
hace tiempo, un fuerte control sobre las instituciones locales y notablemente
sobre una serie de cooperativas de servicios públicos muy rentables. Otra
influyente institución local, surgida del Comité Pro Santa Cruz, es la Unión
Juvenil Cruceñista (UJC), una organización juvenil paramilitar orientada en
contra de los que considera “enemigos” de la cruceñidad.
El mundo de las élites cruceñas se ha destacado desde hace mucho por su
exclusividad. Una serie de clubes sociales seleccionan a sus miembros por el
apellido. “Estos son círculos de gente cruceña de nacimiento”, señala Isaac
Sandoval Rodríguez, un destacado historiador local. “El apellido lo es todo”
afirma Hugo Salvatierra, dirigente cruceño del MAS que asumió el cargo de
ministro de agricultura durante el primer gobierno de Morales: “No se trata
tanto de una clase como de una casta”. El control de organizaciones como
la CAO y las cooperativas de servicios públicos, sin mencionar al Comité
Pro Santa Cruz, siempre ha estado reservado para las familias cruceñas bien
acomodadas. Los únicos advenedizos a estos círculos de poder solían ser los
provenientes de familias migrantes del extranjero, muchas de ellas origina-
rias de Alemania y de Europa Oriental. Estrechamente relacionada con esta
exclusividad está una actitud xenofóbica hacia los migrantes de otras partes
del país, especialmente los de las tierras altas. Cuando de su membresía en
instituciones locales clave se trata, los llamados “collas” no han tenido la
oportunidad ni de asomarse. Esto ha dado lugar a la dualidad “cambas” y
“collas”. Camba es el nombre que han adoptado los nacidos y criados en
Santa Cruz, una ironía si se tiene en cuenta que camba originalmente hacía
referencia al indígena, algo muy distante de la supremacía blanca que pro-
mueven organizaciones como la UJC, y de quienes optan por proyectarse en
lo que se denomina “La Nación Camba”.
SANTA CRUZ Y EL PROCESO DE CAMBIO 147
El surgimiento del MAS como una fuerza electoral poderosa en Santa Cruz
fue un desafío directo a la estructura de poder tradicional dominada por la
derecha. La fuerza electoral del MAS proviene casi enteramente de los mi-
grantes que habían arribado de otras partes de Bolivia, especialmente de las
tierras altas. Excluidos de la política de la élite, se trataba de gente sin voz
en este ámbito. Salvatierra señala que “los collas encontraron refugio en el
MAS” —y observa que, en el comité ejecutivo departamental del partido,
él era el único nacido en Santa Cruz—, “todo el resto eran collas”. Pero la
dinámica demográfica de los collas en el departamento de Santa Cruz era
tal —especialmente en zonas de colonización y en barrios urbanos de bajos
ingresos— que el MAS descubrió rápidamente que tenía una fuerte presen-
cia. En provincias como Ichilo, Ñuflo de Chávez y Caballero, los campesinos
y colonizadores votaron con entusiasmo por el MAS. En el departamento en
su conjunto, la votación a favor del MAS aumentó de sólo el 10 por ciento
en las elecciones presidenciales de 2002 a más del 33 por ciento en 2005 (y
por encima del 40 por ciento en 2009). Incluso entre la población urbana
de la ciudad de Santa Cruz, más del 30 por ciento votó a favor del MAS en
2005. La idea de la “media luna” —los departamentos del Oriente del país, en
contraposición con aquellos de Occidente bajo dominio del MAS— era pues,
bajo esta perspectiva, una especie de mito que comenzaba a derrumbarse.
La victoria electoral de Evo Morales en 2005 y una actuación muy deficiente
de los partidos conservadores tradicionales se constituyeron en un duro gol-
pe al “establishment” cruceño. Como en el pasado, su respuesta consistió en
congregar a la opinión local en torno a la noción de autonomía, cuestionan-
do el poder del gobierno central y utilizando esto para movilizar a la opinión
pública en contra del gobierno del MAS y de la Asamblea Constituyente.
La hostilidad al borrador de la Constitución y el temor a las restricciones en
la tenencia de la tierra llevaron al Comité Pro Santa Cruz, respaldado por
instituciones locales, a una posición tal en los años 2007 y 2008 que estuvo
a punto de declarar, de facto, su independencia de La Paz. El estatuto auto-
nómico, elaborado por el Comité y aprobado por una gran mayoría en un
referéndum local en mayo de 2008, era una declaración abierta de rebeldía
en contra del gobierno nacional. En la violencia que siguió, en agosto y sep-
tiembre de 2008, figuras políticas destacadas de Santa Cruz desafiaron abier-
ta y violentamente la autoridad del gobierno central. Grafitis en las paredes
de las calles centrales de Santa Cruz amenazaban de muerte a Evo Morales, si
osaba pisar Santa Cruz, en tanto que algunas instituciones del Estado fueron
saqueadas. Pero, como veremos, el grado de violencia y el comportamiento
insolente y racista de organizaciones como la UJC contribuyeron a volcar
148 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
La violencia que brotó en Santa Cruz y otras ciudades del Oriente boliviano
en septiembre de 2008 marcó un momento decisivo en las conflictivas rela-
ciones entre las élites de tierras bajas y el gobierno de La Paz. Anteriormente,
el prefecto departamental elegido en 2006 con el apoyo del Comité Pro
Santa Cruz, Rubén Costas, pudo movilizar a la opinión pública en torno
al tema de la autonomía. Pero el grado de la violencia hizo que muchos
pensaran dos veces en el tipo de tácticas que estaba empleando la élite polí-
tica. La comunidad empresarial, en particular, comenzó a mirar con recelo
estas actividades, comprendiendo que no se ganaría mucho con tan des-
carada oposición al gobierno central. En el plano internacional, asimismo,
el episodio mostró que en ninguna parte de América Latina había deseo
alguno de apoyar una campaña que siquiera se asemeje a una secesión por
medios violentos. Al parecer, a Costas y sus amigos se les había ido la mano,
y de mala manera. De modo que la violencia de septiembre brindaba a Evo
Morales una oportunidad de recuperar la delantera política abriendo una
brecha entre los miembros de la oposición en torno al controvertido tema de
la Constitución y posibilitando así un diálogo con las influyentes organiza-
ciones empresariales de Santa Cruz.
Un año después, una supuesta conspiración “terrorista” internacional invo-
lucró a un variopinto grupo de europeos disconformes, junto a antiguos
mercenarios de la guerra de los Balcanes. Esto proporcionó otra oportuni-
dad para cuestionar a una serie de figuras influyentes, además del entonces
presidente del Comité Pro Santa Cruz, Branko Marinkovic, un importante
terrateniente de ascendencia croata. Los motivos y objetivos exactos de los
directamente involucrados seguían sin aclararse en el momento de escribir
este libro, y todavía se mantenía en curso una investigación oficial. Tres de
las cinco figuras centrales de la conspiración resultaron muertas en un ope-
rativo en un hotel de Santa Cruz. La trascendencia política esencial de estos
hechos fue la denuncia según la cual los “terroristas” habrían sido invitados
a Bolivia, financiados y organizados por personajes clave de la élite cruceña.
Según una de las interpretaciones, su objetivo habría sido asesinar a Morales
y miembros de su gobierno. En Santa Cruz, hay quienes afirman que la
SANTA CRUZ Y EL PROCESO DE CAMBIO 149
Es difícil trazar una línea divisoria clara entre las actividades políticas y eco-
nómicas de las élites cruceñas, pero uno de los cambios que se produjeron a
partir de 2008 fue la relativa anuencia de los grupos económicos a los planes
y políticas del gobierno. Para Salvatierra, “ideológicamente están en contra el
gobierno, pero lo apoyan en términos de sus políticas”. Aunque mantienen
cierto desacuerdo en cuanto al grado y las razones que hay detrás de este
détente, en general parece que los grupos empresariales de Santa Cruz han
estado relativamente satisfechos con las políticas económicas aplicadas por la
administración de Morales. Según Carlos Hugo Molina, prefecto del departa-
mento durante el gobierno de Carlos Mesa, “desde 2008 hubo una separación
entre lo político y lo económico: un tsunami que cambió todo”. Las aceleradas
tasas de crecimiento, acompañadas por bajos niveles de inflación, han fomen-
tado un clima empresarial favorable en el cual se pueden lograr florecientes
ganancias. Molina arguye que si bien los grupos empresariales lucran, lo están
haciendo con la aprobación del gobierno. Señala, asimismo, que en su mayor
parte han dejado de aportar fondos al Comité Pro Santa Cruz, lo cual ha su-
mido a esta otrora omnipotente institución en una crisis financiera.
La estabilidad macroeconómica ciertamente ha favorecido a la industria ban-
caria con raíces en Santa Cruz. La industria de la soya se ha beneficiado de
años de precios relativamente altos y subsidios gubernamentales. La indus-
tria de los hidrocarburos también ha experimentado aumentos en la pro-
ducción, lo cual si bien beneficia principalmente a Tarija, también ha traí-
do dividendos económicos a Santa Cruz. El sector empresarial “está mucho
mejor hoy de lo que estuvo bajo el gobierno de Sánchez de Lozada”, señala
Salvatierra. Por último, al parecer la industria de narcóticos se ha expandido
en los últimos años. La evidencia disponible, en cuanto a este tema, sugiere
que la producción y tráfico de cocaína han continuado en ascenso, pese a que
(como vimos en el capítulo seis) la producción de coca no se incrementó de
manera substancial. Para Alejandro Dausá, de Desafío para la Investigación,
Capacitación y Participación Ciudadana (una ONG local de desarrollo ur-
bano en Santa Cruz), “hay bastante bienestar económico local, no hay falta
de dinero [...] las drogas mueven más dinero que la soya”. Entretanto, como
veremos, las élites agrarias y agroindustriales parecen haber encontrado un
modus vivendi con el gobierno de Morales, que las protege de la amenaza de
una redistribución radical de tierras y les ofrece una base segura de mercados
para sus productos, tanto internamente como fuera del país.
La relativa prosperidad de Santa Cruz en los últimos años no ha estado total-
mente confinada a las élites, también ha tenido efectos de goteo significativos
SANTA CRUZ Y EL PROCESO DE CAMBIO 151
Septiembre, al cual no tienen acceso los que no han nacido ni se han criado
en Santa Cruz, otros espacios que alguna vez fueron exclusivos —como la
Universidad Autónoma Gabriel René Moreno— están abriendo sus puertas
a los nuevos ciudadanos de la metrópoli. “Esto es parte de la nueva Bolivia
[...] es un crisol”, observa Isaac Sandoval.
quemar el mercado en el Plan 3000, pero fueron repelidos por la gente local.
Grimaldo recuerda que, convocados por la radio, unas 20.000 personas sa-
lieron a “defender sus puestos en el mercado”. Eduardo Loayza, que trabaja
en la radio comunitaria del Plan 3000 observa que “en momentos de lucha,
la radio cumple un papel crucial”.
Sin embargo, el logro de servicios básicos ha reducido los niveles de acción
colectiva. “La gente se acostumbra a lo poco que tiene —señala Correa—, si
tiene electricidad y agua y un medio de transporte, se siente muy afortuna-
da”. Asimismo, las rivalidades entre los distintos dirigentes de la comunidad
y la eliminación de las constantes amenazas externas han hecho difícil sos-
tener la unidad organizativa en todo el distrito. Gualberto Flores, del Foro
Vecinal, subraya que por la falta de unidad es difícil trabajar allí. La com-
petencia entre actores externos, además, empeora esta situación. “Todos, la
municipalidad [de Santa Cruz], el gobernador local y su oficina, el gobierno
central [en La Paz], quieren involucrarse [...] hay una falta de coordinación,
remedios de parche y un gran dosis de cooptación”. Correa relata por qué
el peso electoral del Plan 3000 hace que se lo considere un recurso político
importante. “Algunos apoyan a Evo, otros a Percy [Fernández, el alcalde de
Santa Cruz] [...] Es una sucia forma de hacer política, se aprovechan de la
población que está mal informada”. Por su parte, José Chávez, un dirigente
comunitario local, condena abiertamente la forma en que las juntas vecinales
—cada uno de los 127 subdistritos tiene una— ignoran los puntos de vista y
aspiraciones de las personas a quienes supuestamente representan. “Nuestros
dirigentes simplemente nos dan la espalda”, resalta, aludiendo al hecho de
que muchas veces son comprados por gente de afuera, especialmente de la
municipalidad. Grimaldo lo expresa en términos más duros: “A ellos [los
dirigentes] los compran con comida, bebida y sexo”.
Aunque la mayoría votó de manera entusiasta por el MAS en las eleccio-
nes presidenciales de 2005 y nuevamente en 2009, hemos observado una
atmósfera de desilusión que los opositores al partido gobernante han sabi-
do capitalizar. “Había grandes expectativas”, señala Grimaldo, quien pese
a sus reservas continúa apoyando localmente al MAS, “y ahora la gente del
MAS ha caído en la pelea por pegas en el gobierno”. El que fuera subalcalde
Eduardo Correa es más rotundo: “La gente se vende por un plato de arroz”,
dice. Correa también apoya al MAS, pero fue obligado a renunciar a su cargo
de subalcalde en 2011 por confrontaciones con el alcalde Percy Fernández,
cuya oficina le hacía imposible realizar su trabajo. El apoyo al MAS parece
asimismo haber disminuido desde las confrontaciones de 2008. Hasta ese
160 BOLIVIA: PROCESOS DE CAMBIO
sólo 150 policías en todo el Plan 3000, y esto incluye a los que no patrullan
las calles, para un área con una población que se acerca a las 400.000 perso-
nas. Además de ello, pese al paso del tiempo, sólo una pequeña proporción
de la población ha podido contar con el dinero o conexiones para negociar
los títulos de los terrenos que ocupan. Algunos siguen financieramente em-
peñados con los dueños originales de la tierra en la que se asentaron por
primera vez en 1983. “La falta de títulos hace imposible conseguir créditos,
prestarse dinero —señala Marfa Silva—, también necesitamos títulos de pro-
piedad si queremos dejar las casas a nuestros hijos al morir”. Es posible que
una ley aprobada por el gobierno en 2012 ayude a resolver este problema, al
permitir que la gente obtenga títulos siempre que pueda demostrar que ha
ocupado un terreno por al menos cinco años. El sesenta por ciento de los que
viven en el Plan 3000 carece de títulos para sus terrenos.
La resolución de este tipo de problemas sigue siendo un gran desafío para la
población del Plan 3000 y otros distritos de bajos ingresos en Santa Cruz.
De hecho, la falta de redes organizadas permanentes y sólidas no ayuda. Para
la población es difícil obligar a las autoridades, ya sea en el plano departa-
mental o nacional, a responder a sus problemas. El alcance de la participa-
ción popular en las decisiones locales es muy limitado, y la relación entre la
alcaldía de Santa Cruz y las juntas vecinales en el Plan 3000 y otros distritos
es sumamente clientelista. “Ni la alcaldía ni la gobernación rinden cuentas
políticamente”, señala Gualberto Flores del Foro Vecinal, creado en 2008
precisamente para ejercer presión a favor de una mayor corresponsabilidad
pública en el gobierno local en las zonas más pobres de Santa Cruz. Un ob-
jetivo de larga data de los dirigentes del Plan 3000 ha sido disponer de una
alcaldía local independiente de Santa Cruz, siguiendo el ejemplo pionero de
la ciudad de El Alto en la década de 1990. Pero hasta ahora aparentemente
ha sido en vano. “Para esto el gobierno no ha promulgado leyes por decreto
—señala José Chávez, miembro del Foro Vecinal en el Plan 3000—, y com-
prometerse con la gobernación en tales asuntos es meterse en un laberinto
burocrático”.
Conclusiones
En la frontera
Lo que ahora es Pando y el norte del Beni eran lugares inhóspitos, alejados
de los centros de prosperidad colonial en la frontera de lo que, en otra época,
habían sido las esferas de influencia portuguesa y española, respectivamente.
En los mapas coloniales se la identificaba como “tierra incógnita”: la tierra
desconocida. Aunque los pioneros coloniales habían intentado penetrar los
exuberantes bosques de la Amazonía, nunca fue una empresa fácil, y los viajes
de exploración normalmente acababan en frustración o desastre. Ni siquiera
los jesuitas, esos intrépidos salvadores de almas del período colonial —que
construyeron iglesias y asentamientos misioneros en la remota Chiquitanía y
en gran parte del Beni—, se aventuraron tan adentro de la selva amazónica.
Algunos de los pueblos indígenas que habitaron esta región, que posterior-
mente se transformaría en Bolivia, fueron absorbidos por la economía local
como mano de obra barata.
Los forasteros tenían interés en la región por el incentivo que representaba la
nueva mercancía que habría de crear enormes fortunas para quienes la explo-
taron a lo largo de toda la selva amazónica: la goma. La invención de la rueda
neumática hizo del caucho un producto enormemente rentable en los prime-
ros años del siglo veinte, pues atrajo a empresarios e inversionistas de todo
el mundo, pero particularmente de Europa. En la Amazonía aparecieron
pujantes ciudades y se acumularon gigantescas fortunas en los parajes donde
este valioso producto era recolectada y comercializada: Manaus en Brasil e
Iquitos en Perú, ambas localidades ostentaban extravagantes teatros de ópe-
ra. Explotada de árboles silvestres en la selva, la goma era embarcada por los
ríos de la Amazonía a ciudades construidas en puntos de convergencia de las
principales vías fluviales. En Bolivia, una de estos lugares fue Riberalta, cons-
truida donde el río Beni se une con el imponente Madre de Dios. Fundada
en 1880, era la localidad en la cual podía acopiarse y almacenarse goma
proveniente de toda la selva boliviana, a la espera de su embarque río abajo.
Como memoria de la primera época de la ciudad, una embarcación fluvial
que navegaba en estos ríos, el Tahuamanu —construido en Annan, Escocia,
y que inició sus operaciones en 1899—, se yergue sobre un gran pedestal de
concreto en el parque sobre la ribera del río en Riberalta.
Nicolás Suárez era el “rey” de la goma boliviana, y la mayor parte de lo que
más tarde sería el departamento de Pando, a partir de 1938, era territorio de
la Casa Suárez. Don Nicolás construyó sus oficinas principales río abajo de
Riberalta, en un lugar llamado Cachuela Esperanza, una ubicación estraté-
gica en el río Madre de Dios, el punto donde una serie de rápidos separaban
EL NORTE AMAZÓNICO 167
La castaña
Organización social
Antes había que caminar bastante hasta el pozo de la comunidad para traer
agua, y cuando llovía era casi imposible ingresar a la comunidad debido
al barro [...] Ahora, los movimientos sociales tienen voz y voto, somos
escuchados, podemos expresar nuestras necesidades. Antes no podíamos
hacernos oír [...] Ahora tenemos el número de teléfono de la alcaldesa.
La ciudad de Cobija está construida sobre un gran arco formado por la ri-
bera del río Acre, flanqueada por el vecino Brasil por tres costados. A la
ciudad brasileña de Brasilea se accede cruzando el Puente de la Fraternidad.
Fundada en 1906, hasta la década de 1960 Cobija era un pueblo aletargado,
con unos cuantos cientos de habitantes, y cuya calle principal estaba com-
puesta por casas de madera pintadas con alegres colores. La principal forma
de tracción vehicular eran carros tirados por bueyes. Hoy, la principal calle
de Cobija muestra grandes edificios de cemento (más bien feos) que albergan
a un emporio comercial con todo tipo de artículos eléctricos y otros de lujo
para clientes mayormente brasileños. Cobija es la única capital departamen-
tal de Bolivia situada en una frontera. Como lindero de uno de los países más
caros (Brasil) y uno de los más baratos (Bolivia) de América Latina, favorece
naturalmente el flujo comercial. Por otra parte, desde la reevaluación del real
brasileño en 2005, la ciudad se ha convertido en blanco de los cazadores de
gangas, que día a día (pero especialmente los fines de semana) se agolpan en
el Puente de la Fraternidad para cruzarlo, realizar sus compras y regresar a sus
hogares con carros cargados hasta el techo de mercancías.
Para fomentar el comercio extranjero, la inversión privada y desarrollo in-
dustrial, Cobija fue declarada zona franca en 1983. Pero, desde entonces, lo
que ha primado es el desarrollo comercial, mucho más que las industrias.
Debido al elevado costo de la electricidad y la falta de buenos caminos que la
vinculen con el resto de Bolivia, en Cobija sólo se han instalado unas cuantas
industrias, como la empresa Tahuamanu, una de las procesadoras más gran-
des de castaña. Por lo demás, y aparte de la zona franca, la principal fuente de
empleo son empresas pequeñas, principalmente en el sector informal. Dada
la importancia de la zona franca para la generación de riqueza, éste estatus se
mantendrá al menos hasta el año 2018. El hecho de que no se pague impues-
tos —y que los impuestos sean particularmente altos en Brasil— implica que
la zona franca también haya atraído a grandes comerciantes brasileños que
venden prendas de marca, relojes de diseño exclusivo, vinos finos y whisky
en volúmenes casi nunca vistos en otras partes del mundo. Esos comerciantes
representan marcas de fábrica de firmas globales. De acuerdo a Ana Lucia
Reis, una de las tiendas más grandes en Cobija tiene un volumen de venta de
61 millones de dólares al año. Con todo esto, la ciudad es una burbuja muy
distinta del resto de Pando.
Otros dos hechos han contribuido a que el crecimiento de Cobija se perfi-
le como “o Miami do Acre”, tal como la calificó recientemente una revista
EL NORTE AMAZÓNICO 179
Además de ser una ciudad de alto rendimiento comercial, esta pequeña urbe
se ha convertido en canal de otras formas de contrabando. Puesto que en
Bolivia el precio al consumidor del combustible corresponde a una fracción
del que rige en Brasil, el comercio de gasolina a través de la frontera es muy
activo. Los automovilistas brasileños llegan a Cobija no sólo para consumir
bienes sino también para llenar sus tanques de gasolina. Hay, asimismo, evi-
dencia de un tráfico de drogas prácticamente imposible de controlar en la
ciudad y a lo largo de toda la frontera de Pando con Perú y Brasil.
Conclusiones
Títulos en español
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2007 Visibilidad y Obrismo: La Estrategia del Plan Progreso en la Cuidad de El Alto.
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Títulos en inglés
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LECTURA RECOMENDADA 203
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Harten, Sven
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Acerca de los autores
PIEB
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CEDLA Ann Chaplin
OXFAM