387352369026
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E-ISSN: 1514-6871
[email protected]
Universidad Nacional de Santiago del
Estero
Argentina
BARRERA, Analé
Economía social y pensamiento crítico. Apuntes para el análisis del escenario actual.
Trabajo y Sociedad, núm. 29, 2017, pp. 517-535
Universidad Nacional de Santiago del Estero
Santiago del Estero, Argentina
Analé BARRERA∗
Recibido: 10.07.16
Revisión editorial: 05.06.17
Aprobado: 01.07.17
RESUMEN
El presente artículo se propone identificar y caracterizar las posiciones en debate sobre “economía
social” (ES) en la Argentina contemporánea. Partiendo de entender que este concepto es usado de
forma genérica con diversos y contradictorios sentidos para referir a un conjunto impreciso de
actividades económicas, se distinguen a grandes rasgos dos perspectivas: de integración al capitalismo
y críticas del mismo. En el desarrollo del trabajo, se profundizará en el segundo grupo a partir de la
recuperación del análisis que Marx y Engels hicieron sobre el cooperativismo y el socialismo utópico.
Con estos elementos, se volverá sobre el análisis de la realidad de la ES en el actual escenario,
abriendo nuevos interrogantes.
Palabras claves: Economía social; Marx y Engels; Pensamiento Crítico.
ABSTRACT
This article intends to identify and characterize the different views on “social economy” (SE) in
contemporary Argentina. From the understanding that this concept is used in a generic way, with
diverse and contradictory senses that refer to an undefined field of economic activities, two positions
are broadly distinguished: a perspective of integration to capitalism and another one that criticizes it.
Moreover, the focus would be set on the second one. For this purpose, the paper would recover the
analysis that Marx and Engels did about cooperatives and utopian socialists.
At this point, SE current reality in Argentina would be approached through the raising of new
questions.
Keywords: Social Economy; Marx and Engels; Critical Thinking.
RESUMO
∗
Licenciada en Trabajo Social (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires). Becaria
doctoral de Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas e integrante del Programa de
Investigación y Estudio sobre Política y Sociedad. Correo: [email protected].
SUMARIO:
1. Introducción. 2. La “economía social” en disputa. Conservación, reforma y transformación. 2.1.
Perspectiva de integración a la sociedad capitalista. 2.2. Perspectivas críticas del capitalismo. 3. Las
críticas de Marx y Engels a los socialistas utópicos. 3.1. Socialismo, antagonismo social y movimiento
histórico. 3.2. Cooperativismo y emancipación del trabajo. 4. El pensamiento crítico y los desafíos de
la ES para la transformación. 5. Bibliografía.
*****
1. Introducción
En el contexto que llevó a la crisis del 2001 en Argentina, la resistencia y creatividad popular
generaron diversos emprendimientos asociativos y autogestionados en la búsqueda por satisfacer
necesidades económicas, sociales y culturales.
Se parte de entender que el escenario social del país en el cambio de siglo marcó las
particularidades de estas iniciativas frente al movimiento cooperativista, institucionalizado y con una
trayectoria centenaria en el país.
Los emprendimientos surgidos en este contexto de la crisis social se caracterizaron por una
inserción marginal en la estructura económica, ubicándose en una franja de la actividad caracterizada
por: “-ocupaciones de mínima productividad, que usan recursos residuales de producción u otros no-
residuales pero en escala muy limitada, -ocupaciones desligadas de la producción directa de bienes y
por lo tanto de la producción de valor, que exigen ninguna o muy baja calificación, -ingresos muy
limitados e inestables y en la mayoría de los casos sin acceso a la seguridad social.” (Roffinelli, 2008:
15)
Sin embargo, su significado social e histórico no se agota en esta situación: dichas experiencias
expresaron a la vez la necesidad de la recomposición de relaciones solidarias y de participación
colectiva. Asimismo, en palabras de Roffinelli, demostraron a la sociedad que: “-Los trabajadores
podían autogestionar democráticamente la producción, distribución y comercialización sin necesidad
de la dirección ‘despótica del capital’. -La solidaridad, la ayuda mutua, la cooperación y la
participación democrática volvieron a constituirse en valores esenciales para estos trabajadores.”
(Roffinelli, 2008: 15)
De este modo, en la actualidad conviven la tradición del cooperativismo con estas experiencias
más recientes y diversas; todas ellas enmarcadas en la amplia (e imprecisa) categoría de “economía
social” (ES). Esta denominación es utilizada también por otros actores, como el propio Estado que,
ante la necesidad de articular la recomposición del consenso material y social post-crisis del 20011,
1
En lo que respecta al campo de las políticas sociales, puede decirse que ya el gobierno interino de Duhalde
había comenzado con esta tarea de recomposición del consenso a través de la implementación del Plan Jefes y
Jefas de Hogar en el año 2002. El gobierno kirchnerista debió continuarla, interpelado además por la “Masacre
de Avellaneda” de junio de dicho año. Este hecho, donde los militantes sociales Darío Santillán y Maximiliano
En el marco de esta visión se ubican los organismos de crédito internacionales como el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) o el Banco Mundial (BM). Estas instituciones entienden a la
pobreza como “baja acumulación de activos” y proponen al fomento del “capital social” –junto al
“capital humano”- como mecanismo para su superación. De esta manera, son los propios sujetos
quienes deberían adquirir nuevas capacidades y reforzar vínculos para poder así transformar por sí
mismos su situación. Kliksberg, referente de este enfoque, colaborador de distintos organismos
internacionales y del anterior gobierno nacional, enmarca la incorporación de esta noción en la
superación de los llamados enfoques “tradicionales” de desarrollo: “El capital social pone el énfasis en
las relaciones entre las personas. En esas relaciones hay potenciales intangibles, pero que funcionan
con toda efectividad todos los días y que pueden ayudar sobremanera a obtener metas de desarrollo
económico y social.” (Kliksberg, 2007: 56) Desde esta perspectiva, lejos se está de cuestionar la
generación de pobreza como proceso intrínseco a la dinámica capitalista. En todo caso, se postula una
sanción moral a la “codicia” de ciertos empresarios capitalistas, promoviendo la práctica del
voluntariado y la responsabilidad social empresaria. Así, se cuestiona la identificación de desarrollo
con crecimiento económico, postulando la idea de un “capitalismo con rostro humano”:
“En el centro del nuevo desarrollo se hallan vigorosas políticas públicas, con énfasis en lo
social, y un Estado activo que pone límites a las culturas de ‘codicia desenfrenada’. Falta mucho,
hay desafíos de inclusión muy importantes pendientes, pero encuestas recientes testimonian la
Kosteki fueron asesinados por la policía en el marco de un piquete, aceleró la salida de Duhalde que convocó
anticipadamente a las elecciones que llevaron a Néstor Kirchner a la presidencia.
De acuerdo con las premisas ontológicas y filosóficas de esta corriente, la misión del
Estado es garantizar el derecho a la libertad, herramienta suficiente para que cada
individuo pueda desplegar sus capacidades, con lo cual desaprueba las actividades de
promoción específica a ciertos sectores y la masificación de los subsidios. No obstante, la
recuperación actual de este enfoque construye lazos con buena parte de la literatura en el
campo de las políticas sociales y de las recomendaciones de los organismos
2
Nota de Bernardo Kliksberg publicada en el diario Página 12, el día 31/07/2013, bajo el título “Agujeros
éticos”. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-225681-2013-07-31.html
3
Daniel Campione, estudioso de la obra y vida de Antonio Gramsci, resume de forma clara su concepción de
“sentido común”: “Los fenómenos ideológico-políticos presentan un tratamiento especial en Gramsci, que no se
preocupa sólo por los sistemas de pensamiento elaborados y coherentes, sino por las manifestaciones dispersas y
autocontradictorias en las que anidan formas de pensar de los más disímiles orígenes, y en las que no se respeta
ninguna regla de método ni principios lógicos. En definitiva, a su juicio, la praxis revolucionaria, cuando entabla
la disputa por el apoyo de las masas populares, no confronta con los ‘sistemas’ de los filósofos, coherentes y
articulados, sino con las creencias de las masas, con esa ‘filosofía de los no filósofos’ que constituye el sentido
común.” (Campione, 2014: 115)
De esta manera, tanto la mirada de organismos internacionales como la de la política social del
periodo kirchnerista, presentan como una característica clave el planteo de reformas en un contexto de
agudización del conflicto social siempre en el marco de los límites del capitalismo, aun cuando en sus
discursos se critiquen cuestiones valorativas de la fase neoliberal, asociadas al individualismo y la
competencia; y, a la vez, se proponga recuperar “las voces de los actores”.4
En este sentido, Tiriba se refiere a la necesidad de analizar el significado socio-histórico de la ES
ante las transformaciones del trabajo en el actual contexto, más allá de sus racionalidades internas y
afirma:
En este diverso grupo, tomaremos como criterio de análisis los posicionamientos en relación al
contexto histórico y a las potencialidades de transformación de las prácticas de ES.
En principio, podemos distinguir las miradas que hacen hincapié en los condicionamientos que
afectan a la ES, circunscribiéndola al plano de la supervivencia; de aquellas posiciones que anteponen
sus potencialidades y consideran a las experiencias autogestivas y asociativas como espacios desde los
que cuales es posible construir cambio social.
Entre las primeras, encontramos análisis que retoman los aportes de Nun quien, a partir de
distinguir los conceptos marxistas de “superpoblación relativa” de “ejército industrial de reserva”,
postula que en el contexto de la fase monopólica del capitalismo y de la configuración del capitalismo
dependiente en América Latina, surge un sector de la población al que llamará “masa marginal”. Ésta
integraría la superpoblación relativa pero –a diferencia del ejército industrial de reserva- no
mantendría “efectos funcionales” respecto de la acumulación capitalista. Presenta así un desafío
político al régimen, en tanto podría ser “a-funcional” o “disfuncional”.
Salvia, exponente de esta vertiente “pesimista” en relación a las potencialidades de la ES,
considera que este sector se caracteriza, en términos de Nun, por su distancia con el polo hegemónico
4
El BM y el BID presentan la convocatoria a una participación aséptica en contextos de pobreza y desigualdad
con el objetivo de construir consenso y canalizar institucionalmente las demandas sociales y políticas. En
términos de Daniel Chávez (2012), se activa un proceso de pasteurización al tomar visiones o iniciativas de
movimientos populares vaciando su contenido político. Los organismos internacionales promueven así una
“participación estrictamente instrumental, que no altera la correlación de fuerzas entre las clases sociales o
cambios políticos de orientación más radical.” (PLED, 2012: 5) Si bien el autor se refiere específicamente al uso
que se hace de la herramienta del Presupuesto Participativo, la idea de incorporación de una participación
“pasteurizada” se aplica en términos generales a las problemáticas aquí analizadas.
5
Vale aclarar que en las perspectivas y corrientes aquí identificadas, no se agota el amplio y diverso campo de la
ES, en el que también se desarrollan experiencias ligadas al mutualismo o cooperativismo tradicional y al
comunitarismo de los pueblos originarios. Ver Ciolli (2013).
6
El uso de la “x” apunta a superar los límites de un lenguaje binario y machista, en los casos en los que no sea
posible o deseable utilizar términos genéricos. De este modo, se ejerce en palabras de Pérez Orozco (2014) una
“desobediencia lingüística”, en tanto se cuestiona la noción de “naturalidad” del lenguaje.
En las primeras etapas, sería necesario el apoyo del Estado pero, ante el riesgo de la cooptación,
sin descansar sólo en ella y encarando la “lucha cultural que acompaña la experiencia de construir otra
economía” (Coraggio, 2007: 6)
Por otro lado, en el marco de las corrientes ligadas a la autogestión, Ciolli reconoce dos visiones
según el impulso y carácter dado a los procesos de transformación social y política:
… por un lado, desde las corrientes del anarquismo, marxismo libertario y consejismo, la
autogestión forma parte del proceso de disputa de poder desarrollada por los sectores explotados
y orientados hacia una ruptura definitiva de las formas de organización social capitalista. La
otra mirada -que es la que cobró mayor impulso desde la década del noventa en la Argentina,
vinculada a las perspectivas autonomistas- vio en la autogestión la construcción de formas
anticipatorias o prefigurativas de la sociedad socialista. Esta mirada, se basó en una
reinterpretación de las reflexiones gramscianas en torno a los consejos de fábrica durante el
bienio rojo en Turín (Ciolli, 2013: 8).
Estas corrientes, más allá de sus matices, coinciden en una mirada anti-capitalista que se nutre de
tradiciones revolucionarias y las recrea en el contexto del capitalismo contemporáneo. En el caso
argentino, al calor de la crisis social de fines de siglo XX y comienzos del XXI, “sus defensores y
promotores pusieron el énfasis en las prácticas internas, en la revalorización de la solidaridad, en la
autonomía de los trabajadores, en la democracia directa y en las prácticas asamblearias” (Ciolli, 2013:
8).
Ciolli y Roffinelli, entre otros autores, se ubicarían en el marco de estas corrientes, ponderando
tanto la búsqueda de alternativas para la reproducción de la vida y el valor simbólico-cultural de las
experiencias de ES como los condicionamientos objetivos que impone el actual contexto histórico:
Algunos historiadores -Federico Engels, por ejemplo - lo sitúan como precursor del
socialismo. Otros, en cambio - Ernest Mandel- lo identifican como ideólogo de la naciente
burguesía industrial. Algunos más -Herbert Marcuse-, como primer teórico de la corriente
ideológica positivista (que se caracteriza por rechazar el socialismo y la filosofía, en nombre
del «orden» y el «progreso», lemas de Augusto Comte, discípulo de Saint-Simon). A mitad de
camino de todos ellos, el historiador G.D.H. Cole plantea que Saint-Simon fue las tres cosas al
mismo tiempo. (Kohan, 2007: 8)
Owen fue un industrial inglés que “se caracterizó por un profundo sentimiento de rechazo del
sufrimiento obrero en Gran Bretaña” (Kohan, 2007: 9), intentando llevar a la práctica en sus propios
campos y talleres colonias comunistas y cooperativas. Entre los años 1800 y 1829, dirigió una fábrica
de hilados de algodón en New Lanark (Escocia) donde trabajaban más de 2500 obreros. A pesar de
haber diseñado un modo de organización del trabajo menos explotador que el del resto de las fábricas,
brindándoles educación a los hijos de los trabajadores y pagando los salarios aún en momentos de
crisis en los que se interrumpió la producción, el precursor del cooperativismo moderno no se
conformaba, afirmando al hacer un balance de la experiencia: “Aquellos hombres eran mis esclavos”.
Fourier era un pequeño comerciante francés cuyas ideas radicales de impugnación a la sociedad
burguesa son claramente precursoras del socialismo y el marxismo, criticando tanto a la familia
patriarcal como a la propiedad privada. Según Kohan (2007) “Cuando compara las promesas
incumplidas de los enciclopedistas (que iluminaron con su luz racionalista y su optimismo
desenfrenado el siglo XVIII) con la miseria y opresión capitalistas del siglo XIX, Fourier se convierte
en un crítico mordaz” (Kohan, 2007: 11). Ante el malestar provocado por el capitalismo, Fourier
Marx y Engels, en diferentes trabajos, critican la abstracción en los planteos de los socialistas
utópicos, en tanto los mismos no darían cuenta del antagonismo social constituyente de la sociedad
dividida en clases.
Los autores, consideran que tal posicionamiento debe ser entendido en el contexto en el que
emergen las propuestas de los socialistas utópicos. Es en este sentido que valoran sus aportes y, al
mismo tiempo, consideran a sus seguidores posteriores como “reaccionarios”.
En el Manifiesto Comunista (1848), sostienen:
(…) la forma rudimentaria de la lucha de clases, así como su propia posición social, les
lleva a considerarse muy por encima de todo antagonismo de clase. Desean mejorar las
condiciones de vida de todos los miembros de la sociedad incluso de los más privilegiados. Por
eso, no cesan de apelar a toda la sociedad sin distinción, e incluso se dirigen con preferencia a la
clase dominante. Porque basta con comprender su sistema, para reconocer que es el mejor de
todos los planes posibles de la mejor de todas las sociedades posibles. (Marx y Engels, 2012: 83)
De esta manera, los socialistas utópicos terminan por repudiar “toda acción política, y en
particular, toda acción revolucionaria; se proponen alcanzar su objetivo por medios pacíficos,
intentando abrir camino al nuevo evangelio social valiéndose de la fuerza del ejemplo, por medio de
pequeños experimentos, que, naturalmente, fracasan siempre” (Marx y Engels, 2012: 83). Es en este
sentido, que puede reconocerse cómo los mismos se abstraen del movimiento histórico: “La
importancia del socialismo y del comunismo crítico-utópicos está en razón inversa al desarrollo
histórico. A medida que la lucha de clases se acentúa y toma formas más definidas, el fantástico afán
de ponerse por encima de ella, esa fantástica oposición que se le hace, pierde todo valor práctico, toda
justificación teórica.” (Marx y Engels, 2012: 83-84)
Evaluando la experiencia cooperativa desde el momento de publicación del Manifiesto Comunista
(1848) hasta 1864, cuando se difunde el Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de
Trabajadores, Marx reafirma los planteos anteriores. De este modo, presenta los límites históricos de
las cooperativas, ligadas a esfuerzos particulares y “accidentales” que “no podrán detener jamás el
crecimiento en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un
poco la carga de sus miserias”. Razón por la cual las mismas recibirían “elogios nauseabundos” de
“algunos aristócratas bien intencionados, a filantrópicos charlatanes burgueses y hasta a economistas
agudos” (Marx, 2014: 38).
Engels, en su famosa obra Del socialismo utópico al socialismo científico (1880), vuelve a
sostener los planteos del Manifiesto Comunista y los desarrolla. Así, señala nuevamente la abstracción
presente en los planteos de los socialistas utópicos.
Sus teorías incipientes no hacen más que reflejar el estado incipiente de la producción
capitalista, la incipiente condición de clase. Se pretendía sacar de la cabeza la solución de los
problemas sociales, latente todavía en las condiciones económicas poco desarrolladas de la
época. La sociedad no encerraba más que males, que la razón pensante era llamada a remediar.
Se trataba por eso de descubrir un sistema nuevo y más perfecto de orden social, para
En este sentido, la idea de utopía se liga aquí a la de “modelo” o “sistema” social como solución
racional propuestas por ciertos individuos, que no surgen del movimiento histórico y de la
organización de la clase obrera como sujeto revolucionario.
De este modo, Engels considera que para los socialistas utópicos, “el socialismo es la expresión
de la verdad absoluta, de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que por su propia virtud
conquiste el mundo.” (Engels, 2012: 144) A esto, se agrega que la verdad absoluta, la razón y la
justicia variarían según cada fundador. Así, resultaría “inevitable que surgiese una especie de
socialismo ecléctico y mediocre (…) una mezcolanza extraordinariamente abigarrada y llena de
matices (…). Para convertir el socialismo en una ciencia, era indispensable, ante todo, situarlo en el
terreno de la realidad.” (Engels, 2012: 144). Este será el socialismo científico, que retoma la tradición
del socialismo utópico y se propone superarlo.
Al respecto, Löwy –en un trabajo en el que estudia la teoría de la revolución en las primeras
etapas de la obra de Marx- sostiene que “la acción prescrita por esta teoría –y practicada por Marx en
tanto dirigente comunista- (…) es una política realista en el sentido amplio del término, es decir,
fundada en la estructura, las contradicciones y el movimiento de lo real mismo; y como es realista,
supone una ciencia rigurosa, ciencia que establece, en cada momento histórico, las condiciones de la
acción revolucionaria.” (Löwy, 2010: 36)
En esta línea, Lizárraga (2012) sostiene, al estudiar “Del socialismo utópico al socialismo
científico”, que Engels critica a los utopistas por su incapacidad de ver el potencial emancipador
latente en la clase trabajadora y los medios de liberación proporcionados por el desarrollo de las
fuerzas productivas, limitándose así a registrar los dramáticos efectos del sistema capitalista. El autor
sintetiza claramente este contraste entre socialismo utópico y científico de la siguiente manera:
Las críticas que plantean Marx y Engels en el Manifiesto comunista a los socialistas utópicos se
plantean junto al reconocimiento de los elementos críticos que encerraron sus experiencias y de su
valor simbólico y pedagógico. En este sentido, en el Manifiesto Inaugural de la AIT, Marx se refiere al
movimiento cooperativo:
De este modo, la experiencia de las cooperativas en las “manos audaces” de los trabajadores,
proporciona un saber invaluable para el movimiento obrero: la posibilidad de producir sin los
En esta línea de análisis, en una nota al pie del capítulo XI del primer tomo de El Capital, el autor
hace referencia a la posibilidad de transformar la cooperación que se impone desde fuera, bajo la
dirección despótica del capitalista, al mencionar irónicamente a un período inglés (Spector), que
habría descubierto “el mayor defecto de los experimentos cooperativos de Rochdale”. El mismo
radicaría en el hecho de que estas experiencias “‘demostraron que las asociaciones de obreros podían
administrar con éxito tiendas, fábricas y casi todas las formas de industria, y mejoraron inmensamente
la condición de los operarios, pero, ¡pero!, no dejaron un lugar libre para los patrones’ Quelle
horreur!” (Marx, 2002: 403. Nota al pie n° 21)
En La guerra civil en Francia, donde Marx estudia la entonces muy reciente experiencia de la
Comuna de París, reflexiona sobre las relaciones entre la producción colectiva y la emancipación del
trabajo, entre la autogestión y la construcción de la sociedad futura. Asimismo, se refiere a las
reacciones de los enemigos de la clase obrera.
(…) apenas en algún sitio los obreros toman resueltamente la cosa en sus manos, vuelve a
resonar de pronto toda la fraseología apologética de los portavoces de la sociedad actual, con sus
dos polos de capital y esclavitud asalariada (hoy, el terrateniente no es más que el socio
comanditario del capitalista), como si la sociedad capitalista se hallase todavía en su estado más
puro de inocencia virginal, con sus antagonismos todavía en germen (…) ¡La Comuna,
exclaman, pretende abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna
pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos
pocos. (Marx, 2003: 72)
De esta manera, Marx se refiere a la meta que de hacer que los medios de producción (tierra y
capital) pasen de ser medios de explotación del trabajo a instrumentos del trabajo libre y asociado en
términos del “irrealizable” comunismo, según las voces dominantes, algunas de las cuales, en su
intentos de preservación de un sistema -que según analizaba Marx en ese momento, no podría
continuar- se presentaron como “los apóstoles molestos y chillones de la producción cooperativa.” En
esta línea de análisis, sugiere tanto la posibilidad del cooperativismo incorporado al desarrollo
capitalista, como la de extender la producción cooperativa como base de la sociedad comunista.
Ahora bien, si la producción cooperativa ha de ser algo más que una impostura y un engaño
si ha de sustituir al sistema capitalista; si las sociedades cooperativas unidas han de regular la
producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la
constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción
capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, más que comunismo, comunismo “realizable”?
(Marx, 2003: 72)
Sobre la base de las experiencias asociativas de los socialistas utópicos se erige entonces una
lección fundamental: no son necesarios los patrones en la producción. En su elaboración teórica, se
trata del “descubrimiento de la plusvalía” del que habla Engels, que expone la explotación del obrero
en el régimen capitalista de producción y al hacerlo, logra explicar el capitalismo. Gracias a este
descubrimiento y a la concepción materialista de la historia, propuestos por su gran compañero, Engels
sostiene que “el socialismo se convierte en una ciencia” (Engels, 2012: 153). De esta forma, como
observa Lizárraga, Engels “no niega, ni negará jamás, las brillantes críticas de los utopistas; el
socialismo científico es heredero del socialismo utópico, su desarrollo necesario, y no su negación”.
(Lizárraga, 2012: 35)
Hasta aquí, se intentó abordar la diversidad de posiciones y corrientes al interior del campo de la
ES y proponer una caracterización en sentido amplio, distinguiendo entre las perspectivas de
integración al capitalismo y las críticas del mismo.
En este marco, fue posible reconocer cierta permeabilidad entre ellas, particularmente en los
vínculos entre las políticas sociales nacionales del periodo kirchnerista y la corriente de la “economía
social y solidaria”; donde la crítica al neoliberalismo y la promoción de la reconstrucción de lazos
solidarios post-crisis, son rasgos comunes, aunque se juegan diferentes intenciones e interpretaciones.
El Estado aparece así como un actor fundamental con el que se relaciona la ES que, ligada tanto al
asociativismo como a la “economía informal”, no tiene enfrente a la figura del “patrón” en la
definición de las condiciones de trabajo. De esta manera, ante el contexto de crisis que definió el fin
del siglo pasado en el que la ES se constituyó en refugio para las capas más empobrecidas de la
población, el gobierno instalado en 2003 dio una respuesta al problema de –en términos de Nun-
volver “a-funcional” a la “masa marginal”. Así, incorporó la experiencia popular, desdibujando sus
elementos disruptivos, en el marco de una estrategia de hegemonía que debía recomponer el consenso
material y social quebrado en la crisis de 2001.
El apoyo estatal a las experiencias de "economía social" es destacado por parte de la perspectiva
de “economía social y solidaria”, especialmente en la etapa de “transición”, como planteaba Coraggio.
Es en este sentido que se propone a la “institucionalización” como una línea de acción estratégica.
¿Qué significa tomar este camino? Entendiendo que las políticas sociales no son meras concesiones,
sino que cristalizan tensiones sociales subyacentes y se constituyen como medios para intervenir sobre
las mismas; es importante diferenciar los momentos de diseño e implementación y reconocer que los
programas sociales “no bajan” de forma lineal sino que operan múltiples mediaciones. Entre ellas, se
presentan las organizaciones sociales con diversos grados de autonomía que se apropian de distintas
maneras de los recursos que suponen las políticas. Al respecto, vale preguntarse: ¿de qué maneras se
relacionan las experiencias de ES con el Estado?, ¿se limitan a una cuestión de necesidad de apoyo
para la sostenibilidad de los emprendimientos?, ¿qué “usos” se plantean de los recursos?, ¿se articulan
en una estrategia de disputa de poder?, ¿qué implicancias tiene postular al Estado como interlocutor
único o principal en la construcción de transformaciones?, ¿qué condiciones se presentan en el
escenario actual?
A partir del cambio de gobierno en diciembre de 2015, los encuentros entre las políticas dirigidas
a la ES y la corriente de la “economía social y solidaria”, entran en tensión al ganar fuerza los
discursos individualizantes del emprendedorismo y la meritocracia. En estos primeros meses de
gobierno de la Alianza Cambiemos, como se planteó anteriormente, aún no hay elementos suficientes
para dar cuenta de cambios en la perspectiva “oficial”, sustentada centralmente por el Ministerio de
Desarrollo Social. En este punto, se destaca que el Movimiento Evita, principal impulsor de la CTEP
(Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), mantuvo negociaciones con la ministra
Carolina Stanley para garantizar la “continuidad laboral” de los trabajadores y trabajadoras de la ES
enmarcados en programas sociales implementados por la gestión anterior.7 El Plan Nacional “Manos a
la obra” fue reformulado a partir de la presentación del Plan “Creer y crear” aprobado por resolución
ministerial8 en abril de 2016, en el que se retoman y reconocen los programas implementados hasta
7
Gildo Onarato, referente del Movimiento Evita a nivel nacional, sostuvo en redes sociales ante las críticas
recibidas por negociar con el gobierno macrista: “Alicia Kirchner se junta con Frigerio y Macri para garantizar
los fondos del presupuesto para Santa Cruz. CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) se
junta con Macri y Carolina Stanley para garantizar la continuidad laboral de 70000 trabajadores cooperativistas
que construyen viviendas populares.” 15 de mayo de 2016, en:
https://www.facebook.com/gildo.onorato/posts/10206524034845033
8
Resolución del MDS, Nro. De Norma: 457. 15/04/2016. En:
http://digesto.desarrollosocial.gob.ar/normaTexto.php?Id=1020&organismo=Ministerio%20de%20Desarrollo%2
0Social
El plan busca fortalecer a emprendedores para que mejoren sus proyectos productivos.
Brinda acompañamiento en su desarrollo con herramientas, insumos y capacitaciones, para
darles impulso y que así puedan crecer. La propuesta reúne las diferentes líneas de acción del
ministerio, que se acercan a los destinatarios de manera descentralizada. Cada provincia podrá
presentar un único proyecto integral de economía social para implementar en su territorio, que
puede contemplar una o varias líneas programáticas. Así se definirá si solicitan microcréditos;
entrega de maquinarias; generación de nuevos espacios de comercialización; apoyo con
capacitación en oficios y formación profesional, y generación de redes mediante el área de
Responsabilidad Social Empresaria. (MDS, 2016).
Si bien todavía no se pueden conceptualizar las características particulares que asume la política
social bajo el macrismo como gobierno nacional con respecto a la del kirchnerismo, sí es posible
afirmar que claramente ambas se ubican en el gran grupo al que se refirió como “perspectivas de
integración al capitalismo” con distintos niveles de influencia de las líneas sobre el tema de
organismos internacionales como el BID y la ONU. Con el trascurso del tiempo, será necesario
profundizar en la comprensión de cambios y continuidades, tanto a nivel material como discursivo.
En este contexto de ajuste, en el que gran parte de la población pobre y trabajadora se ve
atravesada por el deterioro de sus condiciones de vida10, las actividades más precarizadas se extienden
y tienden a engrosarse las filas de la “economía informal”.11 En este marco, la noción de “economía
social” aparece cada vez más imprecisa y desdibujada, convirtiéndose muchas veces en un eufemismo
de la informalidad.
Si la ES constituyó una alternativa económica y una apuesta política frente a niveles críticos de
desempleo hacia fines de siglo XX y comienzos del siglo XXI, desde aquel momento hasta hoy, ha
tendido a consolidarse como un rasgo estructural de la sociedad y no ya como una respuesta transitoria
de emergencia. Este hecho se expresa, por ejemplo, en la conformación de nuevas organizaciones de
agregación de estas experiencias como la arriba citada CTEP, que constituye ciertamente una novedad
frente a otras experiencias de agregación propias del cooperativismo tradicional, a movimientos
sociales que incorporan como línea a la ES e, incluso, a la propuesta de la CTA de afiliar también a
9
A agosto de 2016, habían adherido al Plan Nacional de Economía Social “Creer y Crear” las provincias de
Buenos Aires, San Juan, Catamarca, Santiago del Estero, Corrientes, La Rioja, Tucumán, Misiones, La Pampa,
Neuquén, Tierra del Fuego, San Luis, Santa Fe, Río Negro y Córdoba.
10
Según un Informe del Observatorio de Deuda Social de la UCA, las medidas macroeconómicas tomadas en los
primeros meses del gobierno de Macri resultaron en un 1,4 millón más de personas pobres. Así, la pobreza
habría crecido del 29% al 34,5% en el primer trimestre de 2016, la cifra más alta en siete años. Hubo miles de
despidos en el sector público y en el privado (de acuerdo al Centro de Economía Política Argentina (CEPA), en
mayo se contaban 154.570 trabajadores despedidos entre el sector público y el privado, y otros 47.933
suspendidos. La CAME reconoció 120 mil cesantías en plena discusión de la ley antidespidos, mientras el
Gobierno los negaba. En los quince días posteriores al veto de dicha ley, según la consultora Tendencias
Económicas se produjeron 15.174 nuevas cesantías en el sector privado. En el caso del sector informal de la
economía, la situación se agrava: según estimaciones de la CTEP, por cada trabajador en relación de
dependencia que pierde su empleo, otros tres trabajadores de la economía informal pierden el suyo. En este
contexto, en el que se ha contraído la economía (los datos oficiales proyectan una caída del 2,3 para el 2016), los
sectores más afectados son los más vulnerables. De acuerdo a un informe del centro que dirige Claudio Lozano –
el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas-, se calcula que junto a la reducción del salario real dada por la
devaluación, la apertura económica y los tarifazos, tuvo lugar una transferencia de recursos de 560 millones de
pesos del trabajo al capital, a costa de un achicamiento de 125 millones en el PBI. Datos tomados del Informe
elaborado por Matías Ferrari para el diario Página/12, “Promesas vanas que se escaparon con el viento”, el día
13/06/2016. Nota disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-301607-2016-06-13.html
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Este concepto se utiliza en general en un sentido más bien técnico y operativo, aunque remite al debate teórico
de la “marginalidad”. Para un estado del arte sobre dicho debate y las diferentes concepciones de informalidad,
ver: Neffa, 2009.
De esta manera, el presente trabajo sostiene que los aportes que Marx y Engels hicieran al criticar
a los socialistas utópicos iluminan los desafíos de la “economía social” en la actualidad a partir de
reconocer las potencialidades para la transformación de la sociedad así como los condicionamientos
estructurales existentes. En ambos planos, estrechamente relacionados, los análisis de dichos autores
deben ponerse en relación con otrxs intelectuales y referentes de movimientos populares. En este
sentido, retomar sus planteos para analizar la situación actual supone proponer una apropiación desde
el hoy, en diálogo con otras perspectivas críticas como la educación popular, el feminismo o el
pensamiento decolonial.
En esta línea, resultan particularmente sugerentes los planteos de Omar Acha en torno a la
necesidad de superación del que denomina “marxismo de derecha”. Éste se caracterizaría por: “su
adoración del pasado, considera a la teoría marxista completa y autorreferente, su actitud es
defensiva antes que creativa y propositiva y, finalmente, es intransigente” (Acha, 2008: 12, cursiva en
el original). Ya sea que se asuma individual o colectivamente, plantea una subordinación a la tradición
marxista como insuperable y no revisable. El autor estima que “esta configuración cultural tiene una
amplia validez para captar la manera de entender actualmente ciertos sectores que hoy se identifican
con el marxismo, pues creyendo ser catequistas de una izquierda verbal o práctica son derechistas
ideológicos”. Así, en oposición a interpretaciones cerradas y quietas del marxismo, plantea que la
“incompletitud del marxismo es el prefacio a su apertura, es el envite a su reinvención y, ¿por qué no?,
a su futura superación en la praxis teórica y política.” (Acha, 2008: 15)
Por lo antedicho, se retoman las agudas palabras de Acha, quien convida a las perspectivas
críticas a recuperar y enriquecer el camino iniciado por Marx, cuya imponente obra debe leerse en
función ya no de encontrar respuestas cerradas e incuestionables, si no de la búsqueda de herramientas
para abrir preguntas de conocimiento y desafíos para la acción transformadora en la sociedad
contemporánea.
Ser marxista de izquierda es perder el ceño de una historia de derrotas, para elaborarlas y
mirar el presente y el futuro abiertos para el saber y la acción. Es estudiar y combatir al capital y
a la explotación, pero también adoptar como propias, sin subordinaciones, todas las luchas
emancipatorias progresivas. Es revisar sin pena ni autorrepresión los conocimientos establecidos.
Es leer las obras de la tradición como un alimento que nutre cuando es digerido por las
necesidades actuales, y reformuladas, quizás gravemente, para ser adecuadas a las necesidades
contemporáneas. Es adoptar una cadencia creativa, innovadora, lejos de la repetición dogmática.
(…) No es fortuito que el marxismo de derecha haya tendido a ser autoritario, uniformizante,
conservador y centralista. El marxismo de izquierda es un marxismo desde abajo, democrático y
revolucionario, en exploración de nuevas formas de organización y praxis. Es un marxismo
abierto y exigente, a la vez que buceador partícipe de las infatigables vocaciones de
transformación social. Porque el marxismo de izquierda no es monógamo ni celoso. Coopera con
otras teorías críticas, en gozosa asociación, repleto de preguntas no complacientes y propuestas
Finalmente, junto a las preguntas colocadas a lo largo del desarrollo y en el espíritu de pensar
nuevos interrogantes que orienten la comprensión de las condiciones de la “economía social” en la
Argentina actual, se proponen los siguientes:
¿Qué significa históricamente la tendencia de crecimiento de la “economía informal” y cómo se
vincula con la llamada ES?, ¿A qué capas y fracciones de clase pertenecen lxs trabajadorxs de la ES?
¿Qué intersecciones se plantean entre clase y género? Entendiendo que lxs trabajadorxs de la ES
representan en general a los sectores más empobrecidos y precarizados, con una gran proporción de
mujeres, la categoría marxista de “población sobrante a los fines del capital” sería la más precisa para
nombrarlos. Sin embargo, es central preguntarse: por más “sobrantes” que sean (siempre para el
capital), estos sectores existen y tienden a crecer: ¿quiénes son?, ¿qué piensan?, ¿qué hacen?, ¿cómo
se organizan?
Por otro lado, más allá de consignar la diversidad de sentidos con los que se alude a la ES, ¿cómo
definirla? En términos empíricos, esta noción se superpone con las de “economía informal” o
“economía popular”, pero… ¿las trasciende? Podría decirse que por más que se compartan
condiciones estructurales en cuanto a la inserción marginal de las actividades económicas marcadas
por la supervivencia y la informalidad; la ES se distingue por incorporar, de distintas formas, cierta
crítica a la forma capitalista de organización de la sociedad y a los modos de trabajo que ésta favorece
y, en este sentido, cierto nivel de conciencia, cierto grado de organización social y política. En un
plano más teórico-político, ¿qué es y qué debe ser la ES?, ¿qué potencialidades de transformación
social encierra en este momento histórico?
5. Bibliografía
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C.; De la Garza Toledo, E.; Muñiz Terra, L. (compiladores), Trabajo, empleo, calificaciones
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Ciolli, Vanesa (2013), “La economía social como herramienta de política estatal: un abordaje desde el
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