Cueva Encantada

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 3

[Publicado previamente en: La Ilustración Española y Americana (Museo Universal.

Periódico
de Ciencias, Arte, Literatura, Industria y conocimientos útiles), año 17, n.º 2, 8 de enero de
1873, págs. 31-32. Versión digital con la paginación original].
© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

Cueva de Hércules en Toledo


Mariano de la Torre Roldán
[-31→]
El año 1851, en una de nuestras frecuentes excursiones a Toledo, encontramos que,
habiendo sido derribada la antigua iglesia, de San Ginés, y pasado el solar a ser propie-
dad particular, se había formado una sociedad para hacer excavaciones, a fin de conocer
la famosa cueva de Hércules, que, según la tradición, tenía su entrada por la bóveda de
enterramiento de la citada iglesia. La curiosidad natural nos hizo ir a visitar los trabajos,
y vimos que a pocos pies de profundidad, debajo de la bóveda, se había descubierto un
espacio de cerca de cincuenta, pies, por treinta de ancho, rodeado [-31→32-] en su mayor
parte de peña viva, en el que se hallan tres grandiosos arcos de construcción romana,
que ocupan lodo el largo del espacio con diez y ocho a veinte pies de altura, recordando
los acueductos de Segovia y Tarragona, y a los costados dos muros de la misma cons-
trucción sosteniendo dos fortísimas bóvedas.
No hallándose salida por ninguna parte que demostrara la existencia de la cueva, y
teniendo que seguir las excavaciones por los sótanos de las casas inmediatas, a lo cual
se oponían los dueños sin previa indemnización, para lo cual carecía de fondos la socie-
dad, formada, decidióse no continuar v volver a terraplenar lo excavado, dejando otra
vez sepultado tan curioso monumento. Para que no se perdiera su memoria, y deseando
tener un recuerdo, hicimos una fiel copia de los arcos citados, que es la que ofrecemos
en la página 32.
Al publicar hoy el dibujo tantos años guardado, no nos ocuparemos del mérito ar-
tístico de los arcos; sólo diremos a grandes rasgos lo que sobre la cueva de Hércules se
ha escrito, y nuestra opinión respecto a su existencia.
La tradición de tan famosa cueva, llamada por algunos historiadores de Harpanlux,
principia en la época céltica, suponiendo que fue labrada por el mismo Hércules, a quien
los aficionados a la mitología atribuyeron la fundación do Toledo.
Según opinión del Sr. Gamero en su Historia de Toledo, la mayor parte de la cueva
no es obra de los hombres, sino un antro o cavidad que dejó abierta en las entrañas de la
tierra alguna revolución volcánica.
En la época romana la tradición es menos fantástica. Quién cree fue un templo con-
sagrado a Júpiter; quién que era un camino cubierto que daba paso a las afueras de la
población; quién que fue cripta y catacumba de los primeros fieles, y quién opina, dán-
dola un destino más modesto, que era una cloaca. Al principio pasó como desapercibida
en la época visigoda; siglos después so agrandó su fama, y se la hace intervenir, a la par
do la novela de la Cava, en el fin desastroso de D. Rodrigo, atribuyéndola encanta-
mientos que contribuyeron a la ruina de la monarquía visigoda y a la dominación aga-
rena. Cuentan varios historiadores, y entre ellos Mariana, tan aficionado a dar crédito a
las consejas del vulgo, que al principio de cada reinado se añadía un cerrojo a la puerta
por creer que de allí había de salir la ruina del imperio; y D. Rodrigo, despreciando esta
2 Mariano de la Torre Roldán: Cueva de Hércules en Toledo

costumbre, con el deseo de apoderarse de los tesoros que se suponían encerrados en la


cueva de Hércules o palacio encantado, según la llamaban también entonces, se empeñó
en entrar contra el parecer de todos, y encontró dentro de arcas de hierro unos lienzos
donde había pintadas figuras horribles, con rostros amenazadores, turbantes en la ca-
beza, y un letrero que decía, parodiando sin duda las fatídicas palabras que aparecieron
en el festín de Baltasar: Per hos Hispania peritura: éstos han de destruir a España.

TOLEDO.— Arcos romanos descubiertos en el solar de la iglesia de San Ginés.

El año de 1546, deseando el cardenal Silíceo desvanecer las preocupaciones del


vulgo sobre la cueva de Hércules, dispuso hacer un reconocimiento, que dio el resultado
contrario de lo que se proponía. Según cuenta Salazar Mendoza en la Crónica del gran
cardenal de España, penetraron varios hombres con provisiones, linternas y cuerdas
para la vuelta, y después de haber estado dentro todo el día, salieron con mucho frío, di-
ciendo, bajo juramento, que habían caminado media legua entre Levante y Septentrión,
por penoso camino, encontrando sobre un ara varias estatuas que parecían de bronce,
causándoles gran espanto el ruido que hizo una que se cayó, y que ellos se volvieron por
no poder atravesar un golpe de agua que corría con mucha fuerza. Lo raro es que al
poco tiempo murieron casi todos, aumentando la superstición del vulgo, y el cardenal
Silíceo mandó tapiar la entrada de la citada cueva.
En 1838 varios estudiantes de la extinguida Universidad trataron de hacer explora-
ciones dudando de la verdad del relato de Salazar Mendoza; propósito que no pudieron
llevar a cabo por estar la bóveda de la iglesia llena de enterramientos y haberse negado a
aquéllos la traslación de los restos. Entonces se decía que había un arco de ladrillo tabi-
cado por donde se suponía que tenía la entrada.
Pero las excavaciones de 1851 han venido a demostrar que todo lo que se ha escrito
sobre la cueva de Hércules es una patraña abultada por el vulgo, siempre inclinado a lo
maravilloso y fantástico. Nadie ha descrito los arcos descubiertos y cómo están; donde
se suponía la entrada debió ser lo primero que vieran los que penetraron en la cueva en
tiempos del cardenal Silíceo; indudablemente aquellos exploradores no pasaron de la
bóveda de enterramientos, fraguando la fábula horripilante que contaron a su salida para
impedir que se descubriera su cobardía con la entrada de otros más determinados.
Nuestro citado amigo, don Antonio Martín Gamero, en su Historia de Toledo, su-
pone que si ahora no se ha encontrado la continuación de la cueva es porque está cor-
tada por los cimientos de las casas inmediatas, habiéndose aprovechado para los sóta-

© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia


Mariano de la Torre Roldán: Cueva de Hércules en Toledo 3

nos: mas no es dudoso, contra esta opinión del señor Gamero, que las casas que rodean
la antigua iglesia de San Ginés son de construcción antiquísima, anteriores a la época
del cardenal Silíceo, y por consiguiente entonces habría las mismas dificultades para
poder penetrar en la cueva que en 1851 Además, si las casas se hubiesen construido con
posterioridad, no dejaría de haber llamado la atención el encuentro de concavidades en
la dirección donde la tradición señala como el sitio de la famosa cueva de Hércules, y
algún recuerdo nos quedaría de ello, aunque el vulgo lo hubiese desfigurado.
La construcción romana de los arcos quita toda idea de la existencia de la cueva en
la época fabulosa de Toledo; indudablemente son restos de los cimientos de un gran
templo dedicado a alguna divinidad romana, tal vez a Júpiter, porque, como es muy sa-
bido, aquel pueblo guerrero los erigía en el centro de sus fortalezas, y la antigua iglesia
de San Ginés estaba situada en el corazón del primitivo cerco de Toledo. Nos afirma
más en nuestra opinión que en los sótanos de las casas de la acera de enfrente, y en al-
gunas de la contigua calle de la Lechuga, con peña viva intermedia, sin que haya señales
que indiquen que por aquel sitio pudiera continuar la cueva en dirección opuesta al
punto que la tradición señala, se encuentran restos de bóvedas de construcción también
romana, demostrando evidentemente, en nuestra opinión, que unos y otros son arcos de
cimentación para llenar desniveles del terreno, tan frecuentes en aquella parte de To-
ledo, y edificar sobre ellos el gran templo que, como llevamos dicho, debió de existir en
aquel sitio.
Si se cree que las consejas que pasan de generación en generación siempre tienen
algún origen verdadero, si se quiere conservar la tradición de la cueva de Hércules, ne-
cesario es buscarla en otra parte, como dijo el señor Amador de los Ríos, en el Semana-
rio Pintoresco, cuando se descubrieron los arcos, o hacer nuevas exploraciones que
vengan a demostrar quién está equivocado.
Concluiremos estos apuntes rogando a la. comisión de Monumentos artísticos de
Toledo y a D. José de los Infantes, propietario del solar de la iglesia de San Ginés, que
hagan todo lo que esté de su parte para que se desentierre el precioso monumento ar-
queológico a que hacemos referencia en los primeros párrafos de este breve articulo.

© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

También podría gustarte