Folleto de Literatura
Folleto de Literatura
Folleto de Literatura
Nació en Santo Domingo, el 21 de octubre de 1850. Fue hija del abogado y también
escritor Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz de León, quien junto a su
abuela y tía maternas dieron a su hija sus primeras lecciones educativas. A
temprana edad, entró en contacto con la literatura. Su padre le enseñó las obras
clásicas de autores españoles y franceses que ayudaron a la joven Salomé a
desarrollar su propia carrera y el arte de la declamación junto a su hermana
Manuela, recitando en español, francés, inglés y latín.
Con el paso del tiempo, su obra se tornó trágica y triste con poemas como En horas
de angustia; o patriótica y con energía como se aprecia en sus poemas A La
Patria y Ruinas. En años posteriores, incluyó en sus poesías temas autobiográficos ,
como se puede ver en Mi Pedro, dedicada a su hijo, tal vez su poema más cariñoso,
en La llegada del invierno y un libro que se hizo muy popular llamado Esteban,
donde habla de su país, su familia, las plantas y flores.
A la Patria Es un Poema de doce (12) estrofas de cuatro (4) versos cada una,
llamados cuartetos pues su rima es el primero con el tercero y el segundo con el
cuarto, son versos de Arte mayor con rima consonante perfecta, tiene un total de
cuarenta y ocho (48) versos, en este poema la autora habla de la gloria que
representa la patria en tres tiempos diferentes en el pasado cuando refiere el
descubrimiento de Colón, en el presente describiéndola en el momento en que la
autora estaba viviendo, dando detalles de como es la patria y la bandera en ese
momento y el futuro cuando en la últimas estrofas habla de como seria en años
venideros, el patriotismo que se presenta en este poema es lo que representaba
una patria nueva en la que ella creció viéndola dar sus primeros pasos debemos
recordar que Salomé Ureña, nació cuando la independencia apenas tenía seis (6)
años de haber sido proclamada y que ella creció en medio de guerras restauradoras
y de historias donde se incentivaba al estudiante a cuidar y amar su patria con celo
patriótico.
La fe en el porvenir
Eterna soñadora
de triunfos y grandezas inmortales,
con viva luz sus horizontes dora.
Decidle que ideales
son los portentos que su mente crea,
que es vana la esperanza que la agita:
triunfante el orbe mostrará su idea
si le infunde valor la fe bendita.
Si el arte peregrino
con sus prodigios mágicos la alienta,
dejadla proseguir en su camino;
que allá a lo lejos brilladora palma
un futuro de gloria le presenta,
y a conquistarla volará su alma.
Si al campo de la ciencia
con entusiasta admiración la guía [4]
ansiosa de saber su inteligencia, [5]
espacio dadle, y triunfadora un día
veréis cuál se levanta,
leyes dictando a la creación entera,
la tierra a sujetar bajo su planta
y a medir de los astros la carrera. [6]
Atleta infatigable,
del bien y el mal en la contienda ruda,
te alzarás invencible, formidable,
si el entusiasmo, si la fe te escuda.
Que atraviese tu voz el aire vago [8]
las almas convocando a la victoria:
tuya es la lucha del presente aciago,
tuya será del porvenir la gloria.
(1878)
Arriba el pabellón
Enfilando pelotón
de la guardia somnolienta
al pie del asta presenta
arbitraria formación.
El rojo de su gloriosa
decisión dice al oído,
"Soy - dice - el laurel teñido
con su sangre generosa."
Es el azul de su anhelo
progresistas clara enseña
color con que el alma sueña
cuando sueña con el cielo.
Deligne se dedicó por completo al estudio y cultivo de las letras en sus horas libres..
Muy pronto, la influencia de Gastón F. Deligne se hizo sentir en el resto del país y
en otros países. Escribió en las principales publicaciones literarias que tuvo el país
hasta esa fecha. Ejemplo: “Letras y Ciencias”; “La Revista Ilustrada”; “El Lápiz”, “”La
Cuna de América”, en la ciudad de Santo Domingo: “El Cable”, “Prosa y Verso”, en
San Pedro de Macorís. En Santiago, colaboró en “Cuba-Literaria”.
Arriba Pabellón Es un Poema de doce (12) estrofas de cuatro (4) versos cada
una, llamados REDONDILLA pues su rima es el primero con el cuarto y el
segundo con el tercero, son versos de Arte menor con rima consonante perfecta,
tiene un total de cuarenta y ocho (48) versos, en este poema el autor eleva a lo
sublime la reverencia que debe hacerse a nuestra enseña tricolor, al igual que
Salomé Ureña el poeta nace en medio de una patria nueva con los problemas
sociales que generó la anexión a España y en medio de cuentos y anécdotas de la
guerra de Restauración el poema es una ARENGA para un pelotón que necesita
enhestar la bandera con orgullo sabiendo que la enseña tricolor costó sangre y
pérdidas humanas.
La Espera
Hilma Contreras
Nació el 8 de diciembre de 1913 en San Francisco de Macorís y murió en su
pueblo natal el 15 de enero de 2006 a los 95 años de edad. Hija de Juana
Castillo y del reputado médico doctor Darío Contreras, primer cirujano
dominicano especializado en ortopedia y precursor de esa especialidad en el
país.
Inició su carrera como escritora en el 1937 cuando Juan Bosch le publicó los
cuentos Los buenos se van y Tarde de cristal en el periódico Listín Diario,
aunque se estima que su posterior mentor fue el escritor Manuel Mora Serrano,
fundador del círculo literario Amidversa que naciera en Pimentel pero que se
expandió a otras comunidades de la provincia Duarte de la cual era nativa Hilma
Contreras Castillo. Publicó varios relatos también en el periódico La Información.
Hilma Contreras Fue la primera mujer en hacer literatura con un marcado acento
de género, en el cual destacaba las condiciones de sometimiento social, legal y
afectivo de las mujeres. Es una maestra del relato breve y una artífice del cuento
psicológico. Su escritura es clara, tersa, su lenguaje moderno y sin embargo, sus
cuentos hacen pensar y cautivan, no sólo por la plasticidad lírica sin excesos,
sino por su dominio de la técnica narrativa que va, desde la tensión dramática y
el detalle trágico, hasta la sorpresa final que desconcierta o remansa lo narrado.
A ella está dedicada la Feria Internacional del Libro 2013.
Su legado escritural está compuesto por las siguientes libros de cuentos: Cuatro
cuentos; El ojo de Dios, cuentos de la clandestinidad; Entre dos silencios;
Facetas de la vida y La Carnada. Además del ensayo Doña Endrina de
Calatayud y su única novela La tierra está bramando.
Breve análisis del cuento
Lucia quien se presenta como una lesbiana activa, que quiere una relación con
Josefina, en la narrativa se describe como una mujer corpulenta con
características de hombre, fumadora y muy grosera.
Esta décima representa la cultura del poco esfuerzo imperante en gran parte de los
dominicanos. El querer hacerse rico de la noche a la mañana, el querer obtener
ganancias exorbitantes al poco tiempo de haber establecido un negocio, el querer
ser millonario a la velocidad de la luz, trabajando lo menos posible y abusando de
los que menos pueden.
Esta décima tiene noventa y cuatro (94) versos divididos en nueve (9) estrofas de
diez (10) versos y la última con sólo cuatro (4) las mismas siguen la rima de las
décima espinales abba.accddc cada verso de arte menor pues son octosílabos
En la tercera estrofa el poeta muestra la forma en como esas personas van dejando
la patria sin suerte pues entre monopolios y contrabandos nos dejan sin nada.
Hay Un País En El Mundo
Hay un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteronas antiguas
o el día en los tejados.
Sencillamente
frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sencillamente agreste y despoblado
En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.
Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.
Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.
Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
de donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras cantando
entre los surcos
su propiedad.
Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.
Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve,
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije:
sencillamente triste y oprimido.
Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.
Plumón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.
Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.
El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.
Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.
No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.
…….
Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el liquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio.
Es verdad que en el tránsito del río,
cordilleras de miel, desfiladeros
de azúcar y cristales marineros
disfrutan de un metálico albedrío,
y que al pie del esfuerzo solidario
aparece el instinto proletario.
Pero ebrio de orégano y de anís,
y mártir de los tórridos paisajes
hay un hombre de pie en los engranajes.
Desterrado en su tierra. y un país,
en el mundo,
fragrante,
colocado
en el mismo trayecto de la guerra.
Traficante de tierras y sin tierra.
Material. Matinal. Y desterrado.
…….
Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.
Donde un ángel respira.
donde arde
una súplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carrera
un boyero se extingue con la tarde.
Después
no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.
Pedro Mir
Dominicano
El poema consta de nueve apartados, cada uno con un núcleo temático reflejado en
las frases reiteradas o en el estribillo:
Apartado I:
Apartado
II:
Apartado
III:
Lo que necesita su
Faltan hombres y una canción
país:
Apartado
IV:
Apartado V:
Apartado
VII:
Apartado
VIII:
Sigue la canción:
Apartado
IX:
El leguaje utilizado por Mir en este poema es un leguaje culto lleno de adjetivos
descriptivos que dan un realce único al poema.
La mujer
La carretera está muerta. Nadie ni nada la resucitará. Larga, infinitamente larga, ni
en la piel gris se le ve vida. El sol la mató; el sol de acero, de tan candente al rojo,
un rojo que se hizo blanco. Tornose luego transparente el acero blanco, y sigue ahí,
sobre el lomo de la carretera.
Debe hacer muchos siglos de su muerte. La desenterraron hombres con picos y
palas. Cantaban y picaban; algunos había, sin embargo, que ni cantaban ni picaban.
Fue muy largo todo aquello. Se veía que venían de lejos: sudaban, hedían. De tarde
el acero blanco se volvía rojo; entonces en los ojos de los hombres que
desenterraban la carretera se agitaba una hoguera pequeñita, detrás de las pupilas.
La muerta atravesaba sabanas y lomas y los vientos traían polvo sobre ella.
Después aquel polvo murió también y se posó en la piel gris.
A los lados hay arbustos espinosos. Muchas veces la vista se enferma de tanta
amplitud. Pero las planicies están peladas. Pajonales, a distancia. Tal vez aves
rapaces coronen cactos. Y los cactos están allá, más lejos, embutidos en el acero
blanco.
También hay bohíos, casi todos bajos y hechos con barro. Algunos están pintados
de blanco y no se ven bajo el sol. Sólo se destaca el techo grueso, seco, ansioso de
quemarse día a día. Las cañas dieron esas techumbres por las que nunca rueda
agua.
La carretera muerta, totalmente muerta, está ahí, desenterrada, gris. La mujer se
veía, primero, como un punto negro, después, como una piedra que hubieran dejado
sobre la momia larga. Estaba allí tirada sin que la brisa le moviera los harapos. No la
quemaba el sol; tan sólo sentía dolor por los gritos del niño. El niño era de bronce,
pequeñín, con los ojos llenos de luz, y se agarraba a la madre tratando de tirar de
ella con sus manecitas. Pronto iba la carretera a quemar el cuerpo, las rodillas por lo
menos, de aquella criatura desnuda y gritona.
La casa estaba allí cerca, pero no podía verse.
A medida que se avanzaba crecía aquello que parecía una piedra tirada en medio
de la gran carretera muerta. Crecía, y Quico se dijo: “Un becerro, sin duda,
estropeado por un auto”.
Tendió la vista: la planicie, la sabana. Una colina lejana, con pajonales, como si
fuera esa colina sólo un montoncito de arena apilada por los vientos. El cauce de un
río; las fauces secas de la tierra que tuvo agua mil años antes de hoy. Se
resquebrajaba la planicie dorada bajo el pesado acero transparente. Y los cactos,
los cactos coronados de aves rapaces.
Más cerca ya, Quico vio que era persona. Oyó distintamente los gritos del niño.
El marido le había pegado. Por la única habitación del bohío, caliente como horno,
la persiguió, tirándole de los cabellos y machacándole la cabeza a puñetazos.
-¡Hija de mala madre! ¡Hija de mala madre! ¡Te voy a matar como a una perra,
desvergonsá!
-Pero si nadie pasó, Chepe: nadie pasó -quería ella explicar.
-¿Que no? ¡Ahora verás!
Y volvía a golpearla.
El niño se agarraba a las piernas de su papá, no sabía hablar aún y pretendía
evitarlo. Él veía la mujer sangrando por la nariz. La sangre no le daba miedo, no,
solamente deseos de llorar, de gritar mucho. De seguro mamá moriría si seguía
sangrando.
Todo fue porque la mujer no vendió la leche de cabra, como él se lo mandara; al
volver de las lomas, cuatro días después, no halló el dinero. Ella contó que se había
cortado la leche; la verdad es que la bebió el niño. Prefirió no tener unas monedas a
que la criatura sufriera hambre tanto tiempo.
Le dijo después que se marchara con su hijo:
-¡Te mataré si vuelves a esta casa!
La mujer estaba tirada en el piso de tierra; sangraba mucho y nada oía. Chepe,
frenético, la arrastró hasta la carretera. Y se quedó allí, como muerta, sobre el lomo
de la gran momia.
Quico tenía agua para dos días más de camino, pero la gastó en rociar la frente de
la mujer. La llevó hasta el bohío, dándole el brazo, y pensó en romper su camisa
listada para limpiarla de sangre. Chepe entró por el patio.
-¡Te dije que no quería verte má aquí, condená!
Parece que no había visto al extraño. Aquel acero blanco, transparente, le había
vuelto fiera, de seguro. El pelo era estopa y las córneas estaban rojas.
Quico le llamó la atención; pero él, medio loco, amenazó de nuevo a su víctima. Iba
a pegarle ya. Entonces fue cuando se entabló la lucha entre los dos hombres.
El niño pequeñín comenzó a gritar otra vez; ahora se envolvía en la falda de su
mamá.
La lucha era como una canción silenciosa. No decían palabra. Sólo se oían los
gritos del muchacho y las pisadas violentas.
La mujer vio cómo Quico ahogaba a Chepe: tenía los dedos engarfiados en el
pescuezo de su marido. Éste comenzó por cerrar los ojos; abría la boca y le subía la
sangre al rostro.
Ella no supo qué sucedió, pero cerca, junto a la puerta, estaba la piedra; una piedra
como lava, rugosa, casi negra, pesada. Sintió que le nacía una fuerza brutal. La
alzó. Sonó seco el golpe. Quico soltó el pescuezo del otro, luego dobló las rodillas,
después abrió los brazos con amplitud y cayó de espaldas, sin quejarse, sin hacer
un esfuerzo.
La tierra del piso absorbía aquella sangre tan roja, tan abundante. Chepe veía la luz
brillar en ella.
La mujer tenía las manos crispadas sobre la cara, todo el pelo suelto y los ojos
pugnando por saltar. Corrió. Sentía flojedad en las coyunturas. Quería ver si alguien
venía. Pero sobre la gran carretera muerta, totalmente muerta, sólo estaba el sol
que la mató. Allá, al final de la planicie, la colina de arenas que amontonaron los
vientos. Y cactos embutidos en el acero.
Juan Bosch
Dominicano
Breve Análisis del Cuento La Mujer
El tema de esta obra se centraliza en las miserias y necesidades de
una familia campesina. Tal necesidad generó la violencia del marido contra su
mujer, a la cual golpea dejándola casi por muerta tirada al borde la carretera.
Todo se desarrolla en una comunidad campesina muy pobre y aislada donde la
tierra es árida y poco productiva, lo que agravaba la producción económica de los
moradores del lugar. El marido de la mujer de nombre Chepe, sale de su casa para
la loma donde tenía conucos. Al despedirse dice a su mujer, con la cual tenía un
hijo, que venda la leche de cabra y le guarde el dinero para cuando regrese. Por la
precariedad y la carencia de alimento para el niño, la mujer decide dar la leche
como alimento al niño para no dejarlo morir de hambre. Cuando regresa chepe a los
tres o cuatro días, pide a su mujer el dinero de la venta de la leche. Ésta le contestó
que no lo tenía porque la leche se había cortado.
Inmediatamente le entró a golpes de una manera violentísima, al extremo de
golpearla con tanta rudeza y la tiró al borde de la carretera dejándola casi muerta y
sangrando por boca y nariz. En esos momentos se acercaba un hombre llamado
Quico, y auxilio a la mujer al verla en el estado que estaba; la llevó a la casa, y allí
trató de ayudarla. Pero Chepe su marido, volvió, y al encontrarla en la casa, volvió a
golpearla y a echarla de la casa. Como fue en presencia de Quico, se abalanzó
contra Chepe, y tomándolo por el cuello lo asfixiaba con una fiereza tal que ya casi
se moría Chepe. La mujer al ver a su marido casi muerto tomó una piedra y golpeo
bruscamente a Quico en la cabeza, cayendo de rodillas y luego bruscamente
al suelo donde dejaba un charco de sangre y no se movió más. Así la mujer pagó a
Quico, a quien la defendió para que Chepe, su marido no la matara.
El sentimiento de la mujer por su marido Chepe estaba por encima de toda la
circunstancia al extremo de que siendo maltratada, prefirió atacar a quien la
defendía de la violencia de su esposo, porque estuvo a punto de ser muerto por
Quico, quien defendía dicha mujer. Por tanto el mensaje podría ser: en pleito de
marido y mujer, quien se entremete en ellos, saldrá perjudicado.
CHEPE: agricultor, marido de la mujer con la que tenía un hijo, se ausentaba del
hogar para trabajar la tierra por algunos días. Tenían algunas cabras, de las cuales
vendía su leche. Chepe era muy violento.
LA MUJER: compañera de Chepe, era sumisa y fiel a su marido, y a su vez capaz
de todos los sacrificios.
EL NIÑO: muy pequeño, lloraba desesperado al ver su madre siendo maltratada.
QUICO: quien llega a la comarca en el momento en el que la mujer ha recibido una
golpiza de su marido. Trata de ayudarla, y al ver al Chepe que trata de golpearla
nuevamente, Quico se pelea cuerpo a cuerpo con Chepe, pero Quico es atacado
por la mujer de Chepe, y quien al parecer muere por el golpe que ésta le da en la
cabeza con una piedra.
El cuento se desarrolla en un ambiente marcado por la pobreza y la miseria de una
región campesina, caracterizada por la sequedad de la tierra. Pero a pesar de todas
estas precariedades, la gente vivía allí. Los personajes de esta narración se
muestran adaptados y con cierto conformismo en medio de sus precariedades.
El punto de vista del narrador es tercera persona omnisciente.
Entre los recursos estilísticos empleados por el autor están: descripción, metáforas,
reduplicación, hipérbole.
· Metáfora: "la carretera está muerta, nada ni nadie la resucitará", "el niño era
de bronce".
· Hipérbole: "larga, infinitamente larga la carretera".
· Comparación: "La mujer se veía, primero, como un punto negro, después,
como una piedra…"
En este cuento de Juan Bosch saltan a la vista dos valores principales: la caridad
del ser humano, que se identifica con el dolor del otro, al extremo de exponer su
propia vida..
También se manifiesta la insensibilidad y la falta de consciencia del marido de la
mujer, quien arremete contra la misma sin antes averiguar lo que ha sucedido. Hay
otros valores negativos como la agresividad, la indolencia de la mujer, la
desesperación del niño, entre otros.
Los Amos
Cuando ya Cristino no servía ni para ordeñar una vaca, don Pío lo llamó y le dijo
que iba a hacerle un regalo.
-Le voy a dar medio peso para el camino. Usté esta muy mal y no puede seguir
trabajando. Si se mejora, vuelva.
Cristino extendió una mano amarilla, que le temblaba.
-Mucha gracia, don. Quisiera coger el camino ya, pero tengo calentura.
-Puede quedarse aquí esta noche, si quiere, y hasta hacerse una tisana de cabrita.
Eso es bueno.
Cristino se había quitado el sombrero, y el pelo abundante, largo y negro le caía
sobre el pescuezo. La barba escasa parecía ensuciarle el rostro, de pómulos
salientes.
-Ta bien, don Pío -dijo-; que Dio se lo pague.
Bajó lentamente los escalones, mientras se cubría de nuevo la cabeza con el viejo
sombrero de fieltro negro. Al llegar al último escalón se detuvo un rato y se puso a
mirar las vacas y los críos.
-Que animao ta el becerrito -comentó en voz baja.
Se trataba de uno que él había curado días antes. Había tenido gusanos en el
ombligo y ahora correteaba y saltaba alegremente.
Don Pío salió a la galería y también se detuvo a ver las reses. Don Pío era bajo,
rechoncho, de ojos pequeños y rápidos. Cristino tenía tres años trabajando con él.
Le pagaba un peso semanal por el ordeño, que se hacía de madrugada, las
atenciones de la casa y el cuido de los terneros. Le había salido trabajador y
tranquilo aquel hombre, pero había enfermado y don Pío no quería mantener gente
enferma en su casa.
Don Pío tendió la vista. A la distancia estaban los matorrales que cubrían el paso del
arroyo, y sobre los matorrales, las nubes de mosquitos. Don Pío había mandado
poner tela metálica en todas las puertas y ventanas de la casa, pero el rancho de los
peones no tenía ni puertas ni ventanas; no tenía ni siquiera setos. Cristino se movió
allá abajo, en el primer escalón, y don Pío quiso hacerle una última recomendación.
-Cuando llegue a su casa póngase en cura, Cristino.
-Ah, sí, cómo no, don. Mucha gracia -oyó responder.
El sol hervía en cada diminuta hoja de la sabana. Desde las lomas de Terrero hasta
las de San Francisco, perdidas hacia el norte, todo fulgía bajo el sol. Al borde de los
potreros, bien lejos, había dos vacas. Apenas se las distinguía, pero Cristino
conocía una por una todas las reses.
-Vea, don -dijo- aquella pinta que se aguaita allá debe haber parío anoche o por la
mañana, porque no le veo barriga.
Don Pío caminó arriba.
-¿Usté cree, Cristino? Yo no la veo bien.
-Arrímese pa aquel lao y la verá.
Cristino tenía frío y la cabeza empezaba a dolerle, pero siguió con la vista al animal.
-Dese una caminata y me la arrea, Cristino -oyó decir a don Pío.
-Yo fuera a buscarla, pero me toy sintiendo mal.
-¿La calentura?
-Unjú, me ta subiendo.
-Eso no hace. Ya usté está acostumbrado, Cristino. Vaya y tráigamela.
Cristino se sujetaba el pecho con los dos brazos descarnados. Sentía que el frío iba
dominándolo. Levantaba la frente. Todo aquel sol, el becerrito…
-¿Va a traérmela? -insistió la voz.
Con todo ese sol y las piernas temblándole, y los pies descalzos llenos de polvo.
-¿Va a buscármela, Cristino?
Tenía que responder, pero la lengua le pesaba. Se apretaba más los brazos sobre
el pecho. Vestía una camisa de listado sucia y de tela tan delgada que no le
abrigaba.
Resonaron pisadas arriba y Cristino pensó que don Pío iba a bajar. Eso asustó a
Cristino.
-Ello sí, don -dijo-: voy a dir. Deje que se me pase el frío.
-Con el sol se le quita. Hágame el favor, Cristino. Mire que esa vaca se me va y
puedo perder el becerro.
Cristino seguía temblando, pero comenzó a ponerse de pie.
-Si: ya voy, don -dijo.
-Cogió ahora por la vuelta del arroyo -explicó desde la galería don Pío.
Paso a paso, con los brazos sobre el pecho, encorvado para no perder calor, el
peón empezó a cruzar la sabana. Don Pío lo veía de espaldas. Una mujer se deslizó
por la galería y se puso junto a don Pío.
-¡Qué día tan bonito, Pío! -comentó con voz cantarina.
El hombre no contestó. Señaló hacia Cristino, que se alejaba con paso torpe como
si fuera tropezando.
-No quería ir a buscarme la vaca pinta, que parió anoche. Y ahorita mismo le di
medio peso para el camino.
Calló medio minuto y miró a la mujer, que parecía demandar una explicación.
-Malagradecidos que son, Herminia -dijo-. De nada vale tratarlos bien.
Ella asintió con la mirada.
-Te lo he dicho mil veces, Pío -comentó. Y ambos se quedaron mirando a Cristino,
que ya era apenas una mancha sobre el verde de la sabana.
Juan Bosch
Dominicano
En este cuento resaltan a la vista los valores de explotación del hombre por hombre,
para conseguir sus bienes y dones, sin importar la salud, ni males que afectan a la
clase más necesitada. Los trabajadores de todos los tiempos y todos lugares del
planeta le han servido a los poderosos, a los ricos, ellos son los dueños del mundo,
y se lo merecen todo. La falta de conciencia es un mal que afecta a esta clase
social, no le importa los problemas que afectan a la clase pobre del planeta.
Entre los recursos lingüísticos están por el autor están: descripción, metáforas,
hipérboles, paradojas.
El lenguaje utilizado en esta narrativa es un lenguaje cotidiano de la clase
campesina del momento en que se escribe la historia.
Juan Bosch, retrata la realidad laborar entre patrones y obrero de los medios y
modo de producción de cualquier sociedad. Como cualquier otro rublo de consumo
masivo de la población. Esto refleja la sociología del pueblo dominicano. Nos
presenta una panorámica, para hacer conciencia de clase y no ser sumiso al patrón,
nos invita a organizarnos y conocer cuál debe ser nuestra actitud al establecer
relaciones de trabajo frente a los dueños de los medio de producción.
La vuelta al hogar
Ondas y brisas, bruma, rumores, ¡Ya ve el proscrito sus patrios lares!
suspiros y ecos del ancho mar, Ve azules cumbres lejos sombrear
¡adiós! que aromas de puras flores, grupos de nieblas crepusculares,
¡adiós! que todo cuanto se alcanza, y el ansia siente del paraíso
dicha, esperanza, que darle quiso
y amor me llaman allá en mi hogar. Dios en el seno del dulce hogar...!
Si peregrino, si solitario,
otras regiones se fue a cruzar
la ley temiendo de un victimario,
¿el caos qué importa si un sol luciente
brilla en su frente
Bajo tus ceibas y tus palmares,
y hoy sonriendo vuelve al hogar?
sobre tu césped y entre el manglar
aún se oye el eco de los cantares
¡No más torturas en su alma libre! de aquella infancia, fugaz, que en horas
¡No más memoria de su pesar! engañadoras
¡No el odio estéril sus rayos vibre, llenó sus sueños de amor y hogar!
que el patriotismo ya sólo espera
por vez primera
Y, ¡ven! le dice cada paloma
calma y consuelo bajo el hogar!
tímida y mansa que ve cruzar
desde la cumbre de enhiesta loma,
Virgen de América, suspiradora cuando las alas tiende y su arrullo
cautiva indiana, vuelve a gozar; mezcla al murmullo
si atrás hay sangre, luz hay ahora... del río que baña su dulce hogar!
Ayer el hierro y hoy es la idea...
¡Tu gloria sea
Y, ¡ven! le dice ronco el estruendo
ver a tus hijos junto al hogar!
que hace en las rocas lejos el mar...
¡El mar!, que un día su adios oyendo
¡Cuán bella eres acariciando fue de ola en ola su adios llevando,
todos unidos los que al vagar, luego tornado
-errantes unos y otros luchando- con hondos ayes del pobre hogar!
sufrieron ruda la tiranía
que hacer quería
Y todo cuanto su ser le diera!
huérfanos tristes sin pan ni hogar...!
¡Ven! dice el polvo que va a besar
donde mañana como postrera
¡Ya no hay festines patibularios! ráfaga cruce su vida breve,
¡Ya no hay venganzas con que saciar donde se eleve
su vil conciencia crueles sicarios! su tumba humilde junto al hogar!
¡Ya no hay vencidos ni vencedores!
¡Sólo hay de flores
Así, -suspiros, brisas, rumores,
castas coronas en el hogar...!
lánguidas ondas y ecos del mar-,
adios decidme, que todo: amores,
¡Mi dulce Ozama! Tu bardo amante gloria, esperanza, paz bendecida,
a tus riberas torna a cantar, tiene hoy la vida
y tras él deja, por ti anhelante, del pobre bardo vuelto al hogar...!
lejanos climas y humilde historia,
tierna memoria
¡del peregrino vuelta al hogar...!