Claves para El Discernimiento PDF

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CLAVES

PARA EL
DISCERNIMIENTO
P. Carlos Triana CJM

MEXICO – DISTRITO FEDERAL SEPTIEMBRE DEL 2006

CONTENIDO
1. ¿QUE ES EL DISCERNIMIENTO?

2. CLASE DE DISCERNIMIENTO

3. ¿PARA QUE SIRVE EL DISCERNIMIENTO?

4. MEDIOS PARA EL DISCERNIMIENTO

5. ¿QUÉ NO ES EL DISCERNIMIENTO?

6. CONDICIONES PARA EL DISCERNIMIENTO

7. PELIGROS DEL DISCERNIMIENTO

8. CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO: SIGNOS DE LA VOLUNTAD DE DIOS

9. HACE SIEMPRE Y EN TODO LA VOLUNTAD DE DIOS

10. CONCLUSION

INTRODUCCION

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El discernimiento no es tarea de una persona o de un grupo de selectos, el
discernimiento es un trabajo de toda la comunidad cristiana. El cristianismo es
un continuo discernimiento. En la vida cristiana el discernimiento debiera ser
una actitud básica y hasta particularmente característica. Lo específicamente
cristiano es saber vivir en permanente discernimiento, porque se parte de la
convicción de que Dios quiere y puede comunicarse personalmente a los
hombres y mujeres, no sólo a través de mediaciones generales expresadas en
la ley natural o en la ley positiva, sino a través de otros medios.

Jesús dio su Espíritu a los discípulos para que lo escuchasen: “El les recordará
todo lo que les he dicho y los llevará a la verdad plena” (Jn 14, 26; 16, 13).
Por tanto la vida cristiana no se desarrolla bajo la guía de un código moral o
de un conjunto de dogmas, o por medio de un grupo de formulismos o un
cuerpo de ritos, sino bajo la guía del Espíritu Santo que nos hace pertenecer a
Cristo: “El que no tenga el Espíritu de Cristo no le pertenece” (Ro 8, 9), y nos
hace descubrir la Voluntad de Dios: “nadie conoce lo íntimo de Dios sino el
Espíritu de Dios” (1 Cor 2,11). El discernimiento es pues una obra del Espíritu
en la Iglesia y en el creyente. El Espíritu revela la voluntad de Dios en el
corazón de la Iglesia y de cada individuo.

En 1 Tes 5, 19, Pablo nos dice que la vida cristiana es "discernir lo que es
mejor y quedarse con ello". Esto es lo que verdaderamente corresponde a un
comportamiento de hijos: saber lo que se debe hacer en cada situación
concreta, individual, personal, para agradar más al Padre.

Meternos en el tema del discernimiento es adentrarnos en la búsqueda de la


Voluntad de Dios y en el arte de saber asumir decisiones personales. Jesús dio
a sus discípulos el Espíritu Santo para que les recordase sus palabras y les
ayudase a “completar” lo que él mismo había iniciado (Jn 14, 26; 16, 13). Por
eso el cristiano ha de ser una persona “experta” en la escucha del Espíritu que
“sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde
va” (Jn 3, 8). Pero las intuiciones del Espíritu tienen que estar siempre en
relación con la vida, palabra y obra de Jesús de Nazareth, de lo contrario
podríamos caer en un espiritualismo alienante o en un árido moralismo.

La vida cristiana no es pues el cumplimiento de normas sino el estilo de vida


que consiste en vivir en sintonía con la voluntad de Dios, como lo hizo
Jesucristo: “he aquí que vine a hacer tu Voluntad, oh Dios mío” (Heb 10, 1-

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10). El cumplió esa voluntad hasta el extremo (Cfr. Heb 5, 5-10). De la misma
manera el seguidor de Jesucristo no se contenta con decir “Señor, Señor”, sino
que debe hacer la voluntad de Dios (Mt 7, 21)

Va para ti,
Que tienes ojos brillantes
Porque miras hacia dentro

1. QUE ES EL DISCERNIMIENTO

Transfórmense mediante la renovación de su mente,


de forma que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios:
lo bueno, lo agradable, lo perfecto
– Rom 12, 1-2 –

El discernimiento es el arte y la ciencia espirituales para distinguir entre el


bien y el mal. El discernimiento no lo inventó ni Pablo, ni San Ignacio de
Loyola, ni ningún espiritual moderno; es tan antiguo como Adán y Eva,
quienes tuvieron que enfrentarse al árbol de la ciencia del bien y del mal.

El cristiano es el que hace siempre y en todo la Voluntad de Dios. Todo lo que


sea Voluntad de Dios es bueno, lo que sea voluntad del mundo es malo. Para
hacer la Voluntad de Dios, hay que conocerla, y para conocerla hay que
buscarla. Y esta búsqueda se llama discernimiento.

Ahora bien, ¿dónde está la Voluntad de Dios? Algunos piensan que la


Voluntad de Dios se expresa exclusivamente a través de los medios oficiales:
la Escritura, el Magisterio, la Tradición, las Constituciones, el Derecho, el
Reglamento o Estatutos... Si fuera así, la vida cristiana consistiría
sencillamente en intentar acoger la Voluntad de Dios allí expresada y en
obedecer lo que decidan y manden las autoridades competentes. Esto sería un
cristianismo pobrísimo. Aunque es cierto que a través de estas mediaciones el
Señor nos expresa su Voluntad, pero no de manera exclusiva

Lo que se quiere decir es que la Voluntad de Dios se expresa en los principios


dogmáticos, morales y espirituales de la Iglesia, pero esos principios son
insuficientes para un adecuado conocimiento y cumplimiento de lo que Dios

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quiere de cada cristiano aquí y ahora. Por eso los cristianos tienen que
reconocerse como los conducidos por el Espíritu, los templos donde habita el
Espíritu que los impulsa en su vida, y por tanto no contentarse con cumplir lo
mandado, sino buscar la Voluntad de Dios sobre su propia vida y la de su
comunidad.

El siervo se contenta con cumplir con lo que se le manda. El hijo además se


contenta con agradar al Padre.

Para entender que todo el pueblo de Dios debe discernir, hay que partir de la
convicción de que existe el influjo del Espíritu Santo en las almas de los fieles
- y no sólo en los constituidos en autoridad. Karl Rahner a este propósito nos
ilustra:

"Uno puede recibir la impresión de que toda la tarea salvífica en la Iglesia es


llevada a cabo por Dios exclusivamente a través de la jerarquía. Esto sería
una concepción totalitaria de la Iglesia, que no corresponde a la verdad
católica, aunque se encuentra en muchas cabezas eclesiásticas. Sería una
simple herejía sostener que Dios opera siempre en su Iglesia exclusivamente a
través de la jerarquía. Dios no ha dimitido en su Iglesia a favor de ella. El
Espíritu no sopla de tal manera que su acción comience siempre por las
autoridades eclesiásticas supremas. Existen efectos carismáticos del Espíritu,
consistentes en nuevos conocimientos y en nuevas formas de vida cristiana,
orientados hacia decisiones nuevas, de las cuales se encuentra la paz y el
Reino de Dios. Son efectos del Espíritu, que aparecen en la Iglesia donde el
Espíritu quiere. Puede El conceder una tarea, grande o pequeña, para el
Reino de Dios, a pobres, a pequeños, a mujeres, a niños, a incultos, a
cualquier miembro no jerárquico de la Iglesia. Los jerarcas ciertamente
deben examinar la obra del Espíritu en los carismáticos, mediante el carisma
del discernimiento de los espíritus y el de gobierno. Deben regularla y
orientarla, etc.; pero la jerarquía nunca deberá entender, ni velada ni
abiertamente, que posee el Espíritu de manera autónoma y exclusiva y que los
miembros no jerárquicos son meros ejecutores de órdenes o impulsos que
provengan sólo de la Jerarquía. La Iglesia no es un estado totalitario en la
escena religiosa y no es correcto insinuar que todo funcionaría en la Iglesia
de un modo óptimo, si todo fuera institucionalizado al máximo, como si la
obediencia fuese la virtud que sustituyese plenamente a todas las demás,
incluso a la iniciativa personal, a la búsqueda particular del impulso del
Espíritu, a la propia responsabilidad, negando todo carisma particular
recibido directamente de Dios (Selecciones de Teología nº 3, 1962, 135ss).

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El discernimiento es pues búsqueda de luz, una exploración del querer de
Dios... que se hace con la gracia del Espíritu Santo, en Iglesia. El
discernimiento es un conocimiento que infunde directamente el Espíritu Santo
en el alma del creyente. Esta luz ilumina de tal modo la inteligencia que se ve
con claridad lo que viene de Dios y lo que no. Este conocimiento es como una
luz interior, como una especie de sentido o gusto espiritual que permite captar
lo que es auténtico de Dios. Esta captación se realiza a través de mociones del
corazón. Se trata específicamente de intuiciones, mociones, movimientos
interiores que vienen de la Gracia.

2. CLASE DE DISCERNIMIENTO

Tratándose de las agentes, es personal o comunitario: Aquí es bueno resaltar


que sólo pueden discernir las personas que no tienen el corazón maleado, ni el
gusto estragado y que están en sintonía con los sentimientos de Cristo. Porque
el discernimiento busca lo que agrada a Dios, y esto lo captan, no las personas
con muchos conocimientos intelectuales, sino los limpios de corazón.

Tratándose de los resultados, es consultivo o deliberativo. En Asambleas


grandes debe ser consultivo, en equipos de responsabilidad en la Iglesia, debe
ser deliberativo.

Tratándose del objeto, versa sobre personas o comunidades, sobre elementos


o sectores de la vida de una persona o comunidad.

Los discernimientos más importantes que se hacen en la Iglesia, a nivel


general, versan sobre:

1. Discernimiento sobre apariciones de la Virgen

2. Discernimiento sobre revelaciones privadas


Las revelaciones son manifestaciones sobrenaturales de verdades ocultas o de
hechos extraordinarios. Para que exista verdaderamente revelación es
necesario que su conocimiento se opere por vía sobrenatural. Las revelaciones
pueden ser públicas o privadas. Las revelaciones públicas (o universales) están
contenidas en la Biblia y en el depósito de la tradición apostólica, transmitidas
y mantenidas por la Iglesia. Esas revelaciones universales terminaron con la

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predicación de los apóstoles y son de creencia obligatoria para todos los fieles.
Las revelaciones privadas (o particulares) son hechas usualmente a los santos,
y la Iglesia no obliga creerlas, incluso cuando las apruebe.

Cuando la Iglesia aprueba una revelación privada, esa aprobación es


simplemente una declaración de que ella no encontró nada en esas
revelaciones que fuese contrario a la fe y a las buenas costumbres, y que los
fieles pueden asumirlas sin ningún peligros. Oigamos lo que dice el papa
Benito XIV: "¿Que se debe pensar de las revelaciones privadas aprobadas
por la Santa Sede, las de Santa Hildegarda, Santa Brígida, Santa Catalina de
Sienna? Decimos que no es ni obligatorio ni posible darles un asentimiento
de fe católica, sino solamente de fe humana, conforme a las reglas de la
prudencia, que nos las presenta como probables y piadosamente creíbles."

No se piense que es pecado colocarse contra una revelación privada. Oigamos


al Cardenal Pitra: "Sabemos que somos plenamente libres de creer o no en las
revelaciones privadas, incluso en las más dignas de fe. Aún cuando la Iglesia
las aprueba, ellas son recibidas como probables y no como indudables (...)
Está totalmente permitido apartarse de esas revelaciones, aún aprobadas,
cuando alguien se apoya sobre razones sólidas, sobretodo cuando la doctrina
contraria es establecida por documentos irreprochables y una experiencia
verdadera.”

3. Discernimiento sobre carismas auténticos o falsos: Son los pastores de


almas quienes tienen la tarea de discernir si los carismas son auténticos o no
(LG 12; AA 3)

4. Discernimiento sobre obras y servicios (misiones y responsables)

5. Discernimiento vocacional o sobre el estado de vida

3. PARA QUE SIRVE EL DISCERNIMIENTO

“La divina Voluntad es nuestro fin y nuestro centro;

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por tanto nuestra salvación, perfección, reposo y soberano bien
consisten en hacer siempre y en todas partes
la Voluntad de Dios”
- San Juan Eudes -

El discernimiento busca distinguir lo que viene de Dios de lo que viene del


diablo (1 Jn 4, 1) para no caer en la tentación del maligno. Aun en las mejores
empresas podemos sufrir el engaño del demonio, llamado “El padre de la
mentira”.

En otras palabras, el discernimiento es como un cierto instinto sobrenatural


que permite, con la ayuda del Espíritu, descubrir cuáles son los caminos de
Dios y cuáles no, qué es lo que Dios quiere o pide y qué no, qué cosas en
nosotros son las que Dios quiere y cuáles no, qué cosas en la comunidad
vienen de Dios y qué otras no, si las personas estás movidas por el Espíritu de
Dios o por el espíritu mundano…

• El discernimiento pues, sirve para buscar la voluntad de Dios,


• sirve para conocer la voluntad de Dios en una persona o en una
comunidad,
• sirve para recibir la luz que viene de lo alto antes de tomar decisiones,
• sirve para clarificar situaciones de la vida personal y comunitaria,
• sirve para escoger lo que agrada a Dios,
• sirve para elegir, entre varias alternativas, lo que más bien le hace a los
hombres y lo que más gloria le da a Dios,
• sirve para ver las cosas a la luz del Evangelio,
• sirve para ver y valorar las cosas como las ve y las valora Jesús
• sirve para posicionarnos ante la vida como lo hacía Jesús,
• sirve para vivir en el gozo y en la paz de Dios,
• Sirve para verificar si un acto está realmente originado en el querer de
Dios y si está orientado hacia la gloria de Dios y hacia el crecimiento
de la comunidad.
• Etc…

4. MEDIOS PARA EL DISCERNIMIENTO

Los principales medios de discernimiento son:

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• la oración profunda, sincera y frecuente,
• la consulta a personas experimentadas y la dirección espiritual asidua,
hoy mejor llamada acompañamiento Espiritual,
• el examen de las propias inclinaciones,
• la Revisión de vida personal y comunitaria,
• los Retiros y ejercicios espirituales,
• las reflexiones y estudios comunitarios,
• El silencio fecundo y la meditación espiritual

5. QUÉ NO ES EL DISCERNIMIENTO

• No es un debate
• No es un estudio teológico
• No es una polémica sociológica
• No es una teoría
• No es una suposición
• No es un razonamiento
• No es un medio para defender e imponer mis intereses afectivos o
ideológicos
• No es descubrir lo que Dios pide a la comunidad o persona
manipulándolas, dominándolas o imponiéndose sobre ellas
• No es una disquisición teórica sobre lo más conveniente
• No es una argumentación, recurriendo a autoridades teológicas, para
tomar una decisión
• No es una investigación puramente racional
• No es una técnica o método

6. CONDICIONES PARA EL DISCERNIMIENTO

El que tenga oídos


que escuche lo que dice el Espíritu
a las comunidades

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(Ap 2-3)
1. San Pablo nos enseña el arte de discernir: “Los exhorto, pues, hermanos,
por la misericordia de Dios, a que ofrezcan sus vidas como una víctima viva,
santa, agradable a Dios: tal será su culto espiritual. Y no se acomoden al
mundo presente, antes bien, transfórmense mediante la renovación de su
mente, de forma que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno,
lo agradable, lo perfecto (Ro 12, 1-2)

Pablo nos pide que para discernir la voluntad de Dios nos consagremos
enteramente a él y llevemos una vida agradable a Dios, alejada de los criterios
del mundo.

2. “El manjar sólido es de adultos, de aquellos que, por costumbre, tienen los
sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebr 5, 11-14)
Para discernir se nos pide ser adultos en la fe. El adulto es el distanciado del
mundo de tal manera que ha llegado a una gran madurez espiritual que le da
una gran sensibilidad para percibir los caminos del Espíritu.

3. “Lo que pido en mi oración es que su amor siga creciendo cada vez más en
conocimiento perfecto y en sensibilidad con que puedan discernir lo mejor,
para ser puros sin tacha para el día de Cristo” (Fil 1, 9-10)

Para discernir Pablo nos pide amor. En quien madura el amor, en quien crece
en amor, crece la capacidad de discernimiento. El discernimiento se convierte
en fruto del amor. Los que aman ven diferente, ven más allá, ven los caminos
de Dios. El amor da nuevos ojos, nuevos lentes. El que ama ve como Dios.

4. El discernimiento es una práctica espiritual que tenemos que realizar sin


apagar el Espíritu, con mucha discreción y prudencia: “No apaguen el
Espíritu... pero examínenlo todo y retengan lo bueno” 1 Tes 5, 19-20)

5. Mientras más unidos estemos al Señor Jesús y más encontremos a nuestro


Padre en Jesús, más se desarrolla en nosotros este sentido espiritual que opera
el discernimiento, sobre nuestra inteligencia y nos ayuda a percibir lo que
viene de Dios y lo que le agrada.
6. Para discernir debemos evitar la mezcla de los sentimientos puramente
humanos y la sensibilidad e impresiones carnales. Debemos ubicarnos en un
plano totalmente espiritual, para que el mismo Espíritu muestre la voluntad del
Padre. Discernir es moverse, conducidos por el Espíritu, en el campo de la

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apreciación de las cosas, de las palabras, de las circunstancias, de las personas
hasta llegar a determinadas certezas de carácter moral, no científico

7. El que discierne tiene que partir de la fe y orar. Debe creer que Dios actúa
en la comunidad y en las personas, que Dios tiene un plan con la comunidad y
con las personas y que ese plan es expresión de su Voluntad salvífica. Tiene
que creer que Dios comunica su Voluntad y se deja conocer. Debe tener
también una fe profunda en la mediación de los hermanos.

Como el discernimiento no se hace exclusivamente con la razón o con la


inteligencia, sino con el corazón impregnado de fe y amor a Dios, el que
discierne tiene que orar y pedir al Espíritu una gran sensibilidad evangélica,
una gran sensibilidad espiritual. Como discernir es decidir al estilo de Cristo,
el que discierne tiene que mantener una relación viva y orante con el Señor
Jesucristo, buscando adquirir sus mismos sentimientos, su misma mirada.

8. Sólo puede discernir, insistimos, la persona que no tiene el corazón maleado


porque el discernimiento busca lo que agrada a Dios, lo más evangélico y esto
sólo lo captan los sencillos y limpios de corazón. “Te alabo Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has revelados tus cosas a los sencillos...” (Lc 3,
21)

Como es en el corazón, guía y motor de la vida cristiana, centro de los afectos


y las decisiones, donde se libra el combate entre el bien y el mal, (es del
corazón de donde brota lo malo), el que discierne tiene que vivir la conversión
de corazón, desarraigar el mal de su corazón.

9. El que busca la Voluntad de Dios y entra en un proceso de discernimiento


tiene que ponerle atención a los signos del Espíritu: hechos, palabras,
personas... teniendo en cuenta la exhortación de Pablo: “Examínenlo todo y
quédense con lo bueno” (1 Tes 5, 21 y 19-22). Esos signos del Espíritu son
como rayos que nos conducen hacia la Voluntad de Dios. Esta atención a la
realidad debe hacerse en oración, creyendo la Palabra de Jesús: “Cuando
venga el Espíritu, los llevará a la verdad completa” (Jn 16, 12-13). En otras
palabras, el que discierne debe vivir la espiritualidad de los ojos abiertos.

10. El que discierne la Voluntad de Dios debe situarse ante un Alguien y no


ante algo. Ese Alguien nos ha sido revelado como un Padre amoroso,
compasivo y misericordioso, que siempre quiere el bien de sus hijos. Por tanto
el que discierne tiene que sentir esa verdad, ubicarse como hijo y no como

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esclavo (Ro 8, 14-15; Gal 4, 6-7), con una total confianza en el Padre que
quiere lo bueno para todos.

11. Como al discernir se busca descubrir “lo que agrada a Dios” (Ro 12,2), se
requiere un espíritu abierto a lo nuevo, a lo imprevisible, un espíritu dispuesto
a dejarse desbordar por este Alguien que es Dios, al estilo de Jesús: “Padre,
que no sea lo que yo quiero sino lo que quieras tú” (Mc 14, 16)

12. El que discierne debe hacerlo con un espíritu netamente comunitario,


eclesial, al estilo de lo que nos enseña la Palabra: “Decidieron los apóstoles y
presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia” (Hch 15, 22)

Para discernir hay que descentrarse. Saber que el centro no es uno mismo sino
la Voluntad de Dios. Por eso el discernimiento tiene que estar guiado no por lo
que a mí me gusta o por lo que a mí me parece, sino por lo que Dios quiere y a
él gusta.

7. PELIGROS DEL DISCERNIMIENTO

1. Iluminismo o espiritualismo: guiarse por la sola voz del Espíritu sin


remitirse a la vida y Palabra de Jesús de Nazareth.
2. Moralismo: guiarse por la sola referencia a la Vida y Palabra de Jesús
sin actualizarla ni interiorizarla con la gracia del Espíritu.
3. Engaño: muchas veces el mal se presenta con apariencia de bien
4. Autojustificaciones: elaborar ante el mal autojustificaciones con
etiqueta evangélica
5. Autonomía: un peligro muy común es creerse autónomos para
interpretar la Voluntad de Dios, prescindiendo de la luz que puede
provenir de otros, del grupo, de la Palabra, de la Iglesia
6. Autosuficiencia: creer que por nuestros estudios, viajes, puestos o
experiencias podemos dar la última palabra en un discernimiento
7. mesianismo: sentir que nosotros somos los iluminados privilegiados,
enviados por Dios, para llevar la luz a los hombres... creer que tenemos
la luz que todos necesitan

8. CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO: SIGNOS DE LA


VOLUNTAD DE DIOS

Lo que pido en mi oración

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es que su amor siga creciendo cada vez más
en conocimiento perfecto y en sensibilidad
conque puedan discernir lo mejor,
para ser puros sin tacha para el Día de Cristo
- Fil 1, 9-10 -

No hay "reglas" exactas para discernir, puesto que "el Espíritu sopla donde
quiere" (Jn 3,8) trascendiendo los cálculos de la lógica humana. Sin embargo,
las siguientes pistas pueden ser claves para discernir:

1. Todo lo que concuerde con la Palabra de Dios, lo que no se opone ni


sustituya la Palabra es conforme con la Voluntad de Dios

2. Todo lo que concuerde plenamente con los dogmas y enseñanzas de la


Iglesia es conforme a la Voluntad Divina. ¡Dios no puede contradecirse!

3. Todo lo que enriquezca y ayude a crecer a la persona o a las comunidades es


igualmente conforme a la Voluntad de Dios.

El principal criterio de Pablo es que los carismas "edifiquen" la comunidad. El


Espíritu da carismas distintos, pero todos para la edificación de la comunidad.
Si no la edifican, no son auténticos carismas del Espíritu. El Espíritu, el
mismo para todos, no se puede contradecir en sus carismas. Por eso El
"carisma mejor" es el del amor, el de la caridad, al que se da la primacía
absoluta en el famoso capítulo 1 Cor 13.

4. Todo lo que libere más y más a las personas y comunidades está en la línea
de la Voluntad de Dios.

5. Todo lo que produzca más apertura en los demás, en las personas y en las
comunidades también es Voluntad de Dios

6. Todo lo que tenga sentido positivo y optimista va en la línea de la Voluntad


de Dios

7. Todo lo que produzca los frutos del Espíritu (paz profunda, libertad interior,
entrega los demás, amor, gozo, afabilidad, bondad.... Cfr Gal 5) es conforme al
querer de Dios

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8. Cuando se trata de revelaciones personales, es necesario conocer a la
persona a la que se le dio el supuesto mensaje: conocer cuales son las
cualidades y defectos naturales; si la persona es sincera o es capaz de
falsedades, si es persona equilibrada, con una sana imaginación o una
imaginación enfermiza.

Es preciso saber si esa persona se guía normalmente por la razón o es guiada


por sentimientos o impresiones. Es bueno conocer su grado de instrucción, los
conocimientos que posee, lo que puede aprender con sus directores
espirituales, las lecturas que hizo, los programas o películas que ve, la música
que oye... Es fundamental preguntarse ¿Cuáles son las diferentes virtudes de
esta persona?

9. El espíritu malo se muestra en la soberbia, en la falta de caridad, en el odio,


en la confusión, en la desesperación, en el ansia de poseer, de dominar y de
disfrutar. El espíritu natural, aparte de mostrarse en los desórdenes y
debilidades, se muestra en la valoración excesiva del éxito, de la eficacia, del
fruto inmediato, del sentirse realizado, en la lógica humana.

10. La luz y la acción del Espíritu van por el camino de la oración, caridad,
sacrificio, humildad, esperanza. En la vida espiritual (personal y comunitaria)
los santos han dado gran importancia a la serenidad, la "paz" o el "gozo" del
corazón, que sólo Cristo puede comunicar como un don del Espíritu Santo (Jn
14,27; 15,11; 16,22-24; 17,13).

R. Laurentin nos ayuda a discernir presentándonos las siguientes luces:

1. La acción de Dios se discierne por la paz que ofrece. Por este sello, por la
unción de paz se distingue la alegría auténtica, dada por el Señor, de las
alegrías ilusorias.

2. El árbol se conoce por sus frutos, en la vida de las personas y de las


comunidades.

3. El discernimiento se hace a la luz de la sana doctrina. Es, pues, importante


desarrollar formación e información, reflexión y trabajo, y también la
modestia, la humildad, el sentido de la autocrítica, al mismo tiempo que la
apertura a Dios, a la esperanza, y a los que fueron establecidos en la Iglesia
para ejercer el discernimiento como última instancia.

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4. El discernimiento es normalmente comunitario. Debe ser ejercido en el seno
de cada comunidad. La autoridad establecida, del obispo o del Papa, es el más
alto recurso y la garantía que el Señor nos da al respecto.

5. El discernimiento sería engañoso y arrasador, si se le lleva a un exceso de


desconfianza y de inquietud, si no estuviera inspirado por la esperanza que es
uno de los signos del Espíritu. Algunas personas de mentalidad estrecha
ejercitan el discernimiento a la manera de esos agricultores que abusan de los
insecticidas y destruyen la vida que deberían estimular.

Más vale a veces una cierta exuberancia de la vida y del carisma que el final
lamentable de la higuera estéril que tuvo que ser desechada. Una de las
grandes reglas del discernimiento consiste en lo siguiente: no extingan el
Espíritu, no extingan los carismas, puesto que los carismas se rectifican desde
el interior, y a veces de manera sorprendente.

6. El discernimiento tiene siempre por medida al Espíritu Santo y al Amor, el


Ágape que infunde: Las reglas de discernimiento no tendrán eficacia alguna
sin la transformación o el progreso de las personas, y aún podrán acarrear
grandes desastres, si son manejadas como un automatismo racionalista, sin el
amor y la luz que concede el Espíritu Santo.

Al discernir, pregúntate

1. ¿Es algo justo? 1 Jn 5,17 "Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no
de muerte".

2. ¿Me traerá tentación? Ro 13,14 "Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no


proveáis para los deseos de la carne".

3. ¿Da esto lugar al Diablo? Ef 4,27 "Ni deis lugar al diablo".

4. ¿Hay algo en la Biblia contrario a esto? Is 8,20 "¡A la ley y al testimonio!


Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido".
5. ¿Estoy confiando en Dios o dependiendo de mi propia fuerza? Prov. 3,5-
6 "Fíate de Yahveh de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.
Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas".

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6. ¿Es algo dudoso? Ro 14,23 "Pero el que duda sobre lo que come, es
condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es
pecado".

7. ¿Será motivo de tropiezo para alguien? Ro 14,21 "Bueno es no comer


carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se
debilite".

8. ¿Tiene apariencia de maldad para alguien? 1 Tes. 5,22 "Absteneos de


toda especie de mal".

9. ¿El Señor Jesucristo lo haría? 1 Pe 2,21 "Pues para esto fuisteis llamados;
porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que
sigáis sus pisadas". Ro 8,29 "Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que
él sea el primogénito entre muchos hermanos".

10. ¿Agradará a Dios? Jn 8,29 "Porque el que me envió, conmigo está; no


me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada".

11. ¿Estoy tratando de impresionar a otros con mi espiritualidad? Hech


5,1-11 Ananías y Safira

12. ¿Espero que alguien me exalte? Gal 5,26 "No nos hagamos
vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros".

13. ¿Es algo edificante? 1 Cor 14,26 "¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os
reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene
revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación".

14. ¿Estoy siendo egoísta? Fil 2,3-4 "Nada hagáis por contienda o por
vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como
superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual
también por lo de los otros".

15. ¿Estoy negando la carne? Lc 14,26 "Si alguno viene a mí, y no aborrece
a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también
su propia vida, no puede ser mi discípulo. Si alguno viene a mí, y no aborrece
a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también
su propia vida, no puede ser mi discípulo".

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16. ¿Estoy poniendo a Cristo primero? Col. 1,18 "Y él es la cabeza del
cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los
muertos, para que en todo tenga la preeminencia".

17. ¿Es conveniente? 1 Cor. 10,23 "Todo me es lícito, pero no todo conviene;
todo me es lícito, pero no todo edifica".

18. ¿Traerá gloria a Dios? 1 Cor. 10,31 "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis
otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. Si, pues, coméis o bebéis, o
hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios".

19. ¿Me estoy engañando a mi mismo? 1 Cor. 3,18 "Nadie se engañe a sí


mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante,
para que llegue a ser sabio".

20. ¿Tengo que esconderme de alguien? 2 Cor. 4,2 "Antes bien renunciamos
a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de
Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda
conciencia humana delante de Dios".

21. ¿Puede esto dañar el Templo de Dios? 1 Cor. 3,17 "Si alguno destruyere
el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois
vosotros, santo es". 1 Cor. 6,19 "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros?".

22. ¿Puedo agradecer a Dios, sinceramente? 1 Tes 5,18 "Dad gracias en


todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús".

23. ¿Puedo hacerlo en el nombre de Cristo? Col 3, 17 "Y todo lo que


hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús,
dando gracias a Dios Padre por medio de él".

24. ¿Podré seguir haciéndolo? Col 3, 23 "Y todo lo que hagáis, hacedlo de
corazón, como para el Señor y no para los hombres". Ecl 9,10 Todo lo que te
viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol,
adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría".

17
25. ¿He orado acerca de esto? Sal 66, 18 "Si en mi corazón hubiese yo
mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado". Fil 4, 6 "Por nada
estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en
toda oración y ruego con acción de gracias".

26. ¿Me gustaría estar haciendo esto cuando Cristo viniera? 1 Jn 2, 28: “Y
ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos
confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados".

9 – HACER SIEMPRE Y EN TODO LA VOLUNTAD DE DIOS

Nosotros, en calidad de cristianos


Que debemos revestir
Los sentimientos y disposiciones de nuestra Cabeza,
No solamente hemos de estar sometidos a Dios
Y a todas las cosas por su amor,
Sino que debemos colocar nuestro contento, felicidad y paraíso
En cumplir siempre y en todo la Voluntad de Dios
- San Juan Eudes -

¿Qué es la divina Voluntad?

“Considera que la divina Voluntad es el principio, fin y centro de todas las


cosas; es todopoderosa, sabia y buena; es quien dispone todas las cosas que
nos suceden; es infinitamente adorable y amable en todas sus órdenes, porque
proceden siempre de una perfectísima equidad, de una maravillosa bondad y
de una gran caridad hacia nosotros, que no hace nada sino por nuestro bien y
de la manera más excelente que se pueda desear.

Considera que ella nos manifiesta sus órdenes a través de los


acontecimientos, por sus divinos mandamientos, por los mandamientos de la
Iglesia, y por los deberes, obligaciones y reglas de nuestra condición.
Que el Hijo de Dios no ha hecho jamás su voluntad sino la de su Padre y que
se ha sometido enteramente a sus órdenes y reglas que le ha prescrito aunque
rigurosas y difíciles.

18
Que la Santísima virgen su Madre y todos los santos han caminado por el
mismo camino.

Que tu salvación, perfección, felicidad, la paz de tu espíritu, la felicidad de tu


corazón, tu verdadera libertad y tu soberano bien consisten en imitar en esto
a Nuestro Señor, a su Santa Madre y a todos los santos.” (OC III 130-131)1.

¿Cómo se manifiesta la divina Voluntad?

Esta Voluntad divina se manifiesta por varios medios: “El único medio de
agradar a Dios es no tener otra voluntad que la suya, esforzándose por
borrar la propia voluntad. La Voluntad de Dios se manifiesta por medio de
sus mandamiento, por los mandamientos de la Iglesia, por sus reglas y por la
voz de los superiores” (OC V, 298-299). “La divina Voluntad se manifestó a
María por medio de los mandamientos, de la ley de Moisés, y por medio de
sus padres y superiores, en quienes ella miraba y honraba a Dios, y cuya voz
obedecía como la voz de Dios” (OC V, 453). “La adorable Voluntad de Dios
se nos manifiesta por medio de sus divinos mandamientos, por las leyes de la
Iglesia, por las reglas de nuestra profesión y por todas las personas que
ocupan su lugar” (OC V, 535). La divina voluntad se manifiesta por medio del
Líder de la Comunidad (OC IX, 238).

Dios nos habla continuamente por sus inspiraciones, por medio de los libros
que leemos, por sus divinos mandamientos, por la boca de nuestros superiores
y predicadores, y por medio de todas las criaturas que son otras tantas
lenguas que nos gritan sin cesar que amemos a su creador y al nuestro. El
cielo y la tierra, dice san Agustín, y todas las cosas del cielo y de la tierra, no
cesan de decirme que ame a mi Dios.

Escucha pues a Dios que nos habla de tantas maneras, obedece su voz y haz
buen uso de lo que te comunica” (OC V, 279). “La divina Voluntad se nos
manifiesta a través de los acontecimientos, mandamientos de Dios y de la
Iglesia, deberes, obligaciones y reglas de nuestro estado o condición” (OC
IX, 130-131)
Como cristianos, existimos para hacer la Voluntad de Dios

Existimos para hacer la Voluntad de Dios. Nadie ha cumplido tan


perfectamente la Voluntad de Dios como Jesús y María: “En la divina
comunidad de Jesús, José y María, primera de todas las comunidades
1
San Juan Eudes, Obras Completas, tomo III, pp 130-131

19
cristianas y ejemplar de todas, la divina Voluntad era su superiora… lo
mismo debe suceder en una comunidad cristiana” (OC IX, 62).

Contemplemos a Jesús, servidor de la Voluntad divina

Jesús hace siempre y en todo la Voluntad de Dios: “La sumisión continua que
debemos tener al santo querer de Dios es la virtud más universal y de
ocurrencia más habitual, pues en toda hora se presenta la ocasión de
renunciar a nuestro propia voluntad para acatar la de Dios.

Jesucristo, nuestro Señor, desde el primer instante de su vida y de su entrada


en este mundo, hizo profesión de no hacer jamás su voluntad, sino la de su
Padre, como lo atestigua el autor de la carta a los Hebreos: Cristo, al entrar
en este mundo, dice (dirigiéndose a su Padre): ya estoy aquí, oh Dios, para
cumplir tu voluntad – pues así está escrito de mí en el rollo de la ley – (Heb
10, 5). Y más tarde dirá el mismo Jesús: he bajado del cielo no para hacer mi
Voluntad, sino la voluntad del que ha enviado (Jn 6, 38).

Y aunque su voluntad era santa, deificada y adorable, Jesús la hizo a un lado


y en cierta manera la silenció para seguir la de su Padre, repitiendo en todo
momento lo que iba a decir, la víspera de su muerte, en el jardín de los
Olivos: Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22, 42)

La sumisión y obediencia cristianas consisten precisamente en continuar la


sumisión y obediencia perfectísimas de Jesucristo. No sólo al querer,
expresado directamente por el Padre celestial, sino a las voluntades que él le
manifestó a través de su santa Madre, de san José, del ángel que lo llevó a
Egipto, de los judíos y hasta de Herodes y Pilato. Porque no solamente Jesús
se sometió a su Padre, sino a todas las criaturas para gloria de su Padre y
por amor nuestro.

Jesucristo, además, colocó toda su complacencia, su felicidad y su paraíso en


someter su voluntad a la de su Padre: mi alimento – dice él – es hacer la
Voluntad del que me ha enviado (Jn 4, 34) Por eso, en todo cuanto hacía
experimentaba un placer infinito porque estaba cumpliendo la voluntad del
Padre. En sus sufrimientos colocaba su gozo y su felicidad, según el espíritu,
porque ése era el beneplácito de Dios. Por eso, el Espíritu Santo, hablando
del día de la pasión y muerte de Jesús lo llama el día de la alegría de su
corazón (Ct 3, 11). De igual manera en todas las cosas que iban sucediendo o
que estaban por suceder en el mundo, Cristo encontraba la paz y el contento

20
de su espíritu porque en todo descubría siempre la amabilísima Voluntad del
Padre.

Por eso nosotros, que debemos revestir los sentimientos y disposiciones de


nuestra Cabeza, no solamente hemos de estar sometidos a Dios y a todas las
cosas por su amor, sino que debemos colocar nuestro contento, felicidad y
paraíso en ello. Es esta la petición que hacemos todos los días a Dios: hágase
tu Voluntad en la tierra como en el cielo (OC, I, 245-256)

Contemplemos a María, sierva de la Voluntad divina

María hace siempre y todo la Voluntad de Dios: “Después del amabilísimo


Corazón de Jesús, en nadie ha reinado ni reinará jamás tan perfectamente la
divina Voluntad como en el Corazón de María. María miraba y reverenciaba
esta divina Voluntad como su origen y su principio, de quien había recibido
el ser y la vida… la miraba y honraba como su último fin y su deseado centro,
sabiendo muy bien que sólo estaba en el mundo para cumplir la Voluntad de
su Creador. Ella la miraba y respetaba como su reina y su soberana, cuyas
órdenes le eran tan queridas y preciosas que prefería morir mil veces antes
que contrariarla. La miraba y amaba como su verdadero paraíso, en el que
encontraba sus delicias. No solo quería lo que Dios quería sino que lo quería
de la manera como Dios lo quería.

Esta divina Virgen ponía todo su contento y delicias en las voluntades de su


Dios. Esta divina Voluntad estaba manifestada en San José, su esposo, en los
edictos del emperador Augusto, en la Ley de Moisés… Aunque sólo estaba
llamada a someterse a la Voluntad de Dios, practicó lo que dijo san Pedro:
sométanse por amor a Dios a toda criatura humana (1 Pe 2, 13), pues ella
estuvo siempre dispuesta a someterse no solamente a sus superiores sino
también a sus iguales y aún a sus inferiores, y a hacer ante todo la voluntad
de otro antes que la suya, siempre y cuando esto no desagradara a Dios. Esta
divina Voluntad era el alma de su alma, el espíritu de su espíritu y el corazón
de su corazón. Era este espíritu y Corazón quienes le hacían vivir una vida
totalmente celestial y animaba las facultades de su alma, sus sentidos
interiores y exteriores, principio de todas sus acciones.
Lo mismo que dijo Jesús lo pudo decir María: no he venido al mundo sino
para hacer la Voluntad de mi Creador y mi soberano placer es seguirla en
todo. En verdad, la Virgen María estaba totalmente transformada en la divina
Voluntad por el amor que le tenía. Esta adorable Voluntad estaba en el
corazón de María como en su casa, como en su reino” (OC VII, 524-527)

21
“María no tuvo otra Voluntad que la de Dios. Nosotros debemos tratar de
imitarla si deseamos ser del número de sus verdaderos hijos. Para ello,
trabajemos en primer lugar por hacer la guerra a nuestra propia voluntad,
para destruirla y anonadarla tanto como nos sea posible, mirándola y
tratándola como nuestra enemiga mortal, como la única fuente del pecado y
como la sola causa de todas las miserias y desgracias.

En segundo lugar, dirijamos nuestros afectos hacia la amabilísima Voluntad


de Dios, mirándola y amándola como nuestro principio y origen, del cual
salimos, como nuestro fin último y el único centro de nuestras almas y
corazones en donde solo encontraremos la verdadera paz y felicidad.

Mirémosla y honrémosla también como nuestra reina y soberana,


suplicándole constantemente que establezca su reinado en nuestras almas y
en nuestros corazones, en nuestro cuerpo y en nuestros sentidos internos y
externos, y que destruya enteramente todo lo que impida su reinado en
nosotros.

Mirémosla y amémosla como nuestra madre, de quien recibimos el ser y la


vida y pidámosle que nos rija y gobierne en todo y en todas partes, de la
manera que le sea más agradable. Considerémosla como nuestro verdadero
paraíso en la tierra, en donde encontramos la verdadera felicidad, si la
seguimos fielmente” (OC V, 534)

Consideremos frecuentemente estas palabras de Nuestro Señor: bajé del cielo


no para hacer mi voluntad, sino la Voluntad del que me ha enviado” (Jn 6,
38). Y a fin de imitar este divino ejemplo, tengamos como primer y principal
cuidado en renunciar enteramente a nuestra propia voluntad, para no tener y
no seguir otra Voluntad que la de Dios” (OC IX, 152)

10. CONCLUSION

Muchos cristianos no saben ni quieren discernir, esto es, buscar la Voluntad de


Dios. Ellos quieren una Iglesia moralista, legalista, ritualista, en la que basta
con cumplir lo que está mandado para ser buenos cristianos. Estos son

22
cristianos gregarios, poco responsables, rutinarios, amorfos..., que viven una
religión de obediencia pueril.

Eso no basta, es necesario formar cristianos maduros, capaces de


discernimiento permanente. Necesitamos estimular a los cristianos para que
busquen la Voluntad de Dios más allá de lo que está prescrito, para que
disciernan permanentemente.

En esta tarea del discernimiento tenemos, en fin, que hacer tres cosas
fundamentales:

Trascendernos: buscar lo que quiere el Padre, él que nos ha amado primero.


Esto implica que nos situemos ante Dios como hijos, al estilo de Jesús para
decirle “Abba… que se haga lo que tú quieras, no lo que yo quiera” (Mc 14,
16).

Encarnarnos: descubrir la voluntad de Dios en el mundo. Cristo al encarnarse


nos enseña que la Voluntad de Dios puede encontrarse en el mundo. Para ello
es importante ser hombres de ojos abiertos, contemplativos, capaces de ver y
de interpretar la voluntad de Dios en los acontecimientos del mundo.

Hundirnos: entregarnos y darnos al Espíritu Santo para escuchar lo que el


Espíritu Santo nos dice en la profundidad de nuestro corazón.

El discernimiento es propio de hombres y mujeres espirituales. Necesitamos


que los cristianos sean muy espirituales, de verdad, hombres y mujeres
impulsados por el Espíritu. Pues el Espíritu Santo es quien actúa y habla en el
interior de la persona, de la comunidad y de la Iglesia. Por eso san Irineo dice
que somos cuerpo, alma y Espíritu Santo.

Pablo lo dice de otra manera: “El Espíritu de Dios se ha unido a nuestro


espíritu” (Ro 8, 9. 16) y nos comunica la personalidad de cristianos. Discernir
es entonces escuchar lo que el Espíritu dice en la intimidad de nuestro ser y en
lo profundo de nuestro corazón

Terminemos alabando la Voluntad de Dios

Grande Es el Señor y muy digno de alabanza,


Hace cuanto quiere en cielo y tierra.

23
Grandes son las obras del Señor
Buscadas por los que las aman.

Señor, Dios omnipotente,


En tus manos están todas las cosas,
Y no hay quien resista a tu voluntad.

Tú, Señor, bendices al justo,


Y como un escudo lo cubre tu voluntad.

Haya paz para los que mana tu Voluntad,


Y no encuentren tropiezo.

Está escrito en el libro:


Aquí estoy para hacer tu Voluntad,
Lo quiero y llevo tu ley en mis entrañas.

Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti,


Enséñame a cumplir tu Voluntad,
Ya que Tú eres mi Dios.
Tu Espíritu que es bueno que guíe por tierra llana,
Enséñame a cumplir tu Voluntad pues espero en ti.

Señor, no merezco que fijes tu mirada en mí


Pero fíjate en el rostro de tu Cristo,
Y enséñame a cumplir tu Voluntad.

¿No te tengo a Ti en el cielo?


Y contigo ¿qué me importa la tierra?

Dios de mi corazón, mi herencia por siempre,


Venga tu Reino.
Hágase tu Voluntad
En la tierra como en el cielo.

Oremos

Danos la Sabiduría que se asienta junto a tu trono,


Porque somos siervos tuyos,
Débiles y cortos para comprender tu Voluntad,

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Envíala desde los santos cielos,
Para que nos asista en nuestros trabajos,
Y conozcamos lo que te agrada.

Padre, que no se cumpla nuestra voluntad,


Sino tu querer en cielo y tierra.

Señor Jesús, que has dicho bajé del cielo no para hacer mi voluntad sino la del
Padre que me envió, Y también: Todo el que cumple la Voluntad el Padre es
mi hermano, mi hermana y mi Madre;
Concédenos que, siguiéndote en todo,
Renunciemos a nuestras miras humanas,
Y con decisión cumplamos los designios del que es tu Padre y nuestro Padre.
Amén

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