Teoría Política I
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Para la periodización de la Roma antigua todavía, aunque la historiografía de los últimos cincuenta años
tiene un enfoque más complejo y rico de la misma, podemos utilizar la antigua, basada en las formas de
gobierno que en el transcurrir del tiempo fue utilizando esta civilización: Monarquía (siglo VII a. C a
siglo VI a. C) República (siglo VI a. C a siglo I a. C) Imperio (fines del siglo I a. C a siglo V d. C).
En sus comienzos, en la región inferior del río Tíber cercana a la desembocadura en el mar Tirreno,
hacia el siglo VIII a. C encontramos la instalación de pueblos sobre la zona de las colinas margen
izquierda del río Tíber frente al vado que permite su cruce. Son los latinos y sabinos de los que habla la
tradición y que practican la ganadería y en menor grado la agricultura.
Es el tiempo de la monarquía pero la conformación de Roma como ciudad- estado se daría a comienzos
del siglo VI a. C.
En este momento las aldeas de Lacio, devenidas en ciudad por la expansión etrusca hacia el sur hacia la
llanura de Campania, coexistían a su vez con las ciudades griegas del sur de Italia y Sicilia.
Es por eso que en la conformación de Roma ciudad, encontramos tres elementos que influyeron sobre la
misma: latinos, etruscos y griegos. La incidencia de estos elementos no es del mismo tenor: depende
de la época que abordemos.
En el comienzo la comunidad urbana se modeló bajo el dominio etrusco, cuyo centro se encontraba en
la Toscana, y a imagen etrusca. Los últimos reyes fueron etruscos. Roma tomó su estructura social,
política y económica.
Los etruscos nos son conocidos a partir del siglo VII a. C, momento en que sobre la base de la
explotación minera, de la manufactura y el comercio ligados a ellas, se inicia el auge de las ciudades y
con él la fijación de las características políticas y culturales de este pueblo. No forman nunca un estado
unificado: la fórmula de la que se valieron para organizar su vida política en común fue una liga de
doce ciudades (en la región de la Toscana, desde el río Arno al norte y el Tíber al sur), cada una regida
por un rey. Su sociedad se dividía en dos grupos: la nobleza que conformaba la elite gobernante que
dominaba por completo la vida política; de ellos era el rey, el consejo de ancianos y las magistraturas.
A su vez, suyas eran las tierras más fértiles, las minas.
El segundo grupo más numeroso era un estrato inferior dependiente de la nobleza compuesto en las
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Su dominio sobre el área de Roma perduró durante un siglo: casi todo el siglo VI a. C. Pero bastó para
dar su impronta a la ciudad, en lo social, económico, político y religioso. Transmitieron a su vez
elementos de avanzada en el campo tecnológico: en las construcciones, en el desecamiento de los
pantanos propios de la zona del Lacio, permitiendo extender las tierras útiles. Van a perder su influencia
en el Lacio cuando sean derrotados en batalla naval de Cumas frente a los griegos de Sicilia.
Se producen una serie de cambios políticos dando origen a las magistraturas (que detentarán los
poderes que tenía el rey) perdura la existencia de la institución del senado (en manos del grupo
dominante latino: los patricios) e igual en la asamblea por curias.
Existen semejanzas con el orden social establecido por los etruscos, que perduró largo tiempo; una
aristocracia dominante en lo político; social y económico. La diferencia está en la plebe dispuestos a
disputar el poder a la nobleza, elemento que no existía en las ciudades etruscas.
Durante los siglos V a. C y IV a. C se dio la lucha entre patricios y plebeyos (ya que, si bien estos eran
libres, carecían de igualdad con los patricios en el campo civil y político). Los conflictos sólo podían
producirse cuando los sectores dependientes, que estaban en mejores condiciones podían enfrentar a la
aristocracia, luchando por la equiparación política y la mejora de su situación económica.
No es coincidencia que a partir del siglo V a. C y IV a. C, los plebeyos pueden ganar posiciones, es el
momento en que Roma debe enfrentar, en una paz defensiva primero y ofensiva luego, a los pueblos
vecinos: etruscos, volscos, ecuos, samnitas y a los galos. La nobleza patricia sola no podía oponerse y a
su vez el cambio en las técnicas militares les llevó de a poco a hacer concesiones a los plebeyos.
Poco a poco fueron teniendo una política ofensiva, y en el primer tercio del siglo III a. C alcanzaban a
dominar toda Italia.
Allí comenzaría un cambio profundo en el campo de las estructuras económicas, sociales y políticas.
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Las fuentes históricas nos proporcionan un marco narrativo claro, una cronología bien
establecida y una gran cantidad de información sustanciosa.
Estas obras fueron escritas varios siglos después de que ocurrieran los hechos relatados en
ellas, lo cual suscita el problema de determinar hasta que punto son realmente históricos
tales hechos.
Por regla general no llevaron a cabo nunca una investigación directa. No pretendían descubrir
hechos nuevos relacionados con el pasado, sino más bien presentar los hechos recibidos de la
tradición de un modo nuevo. La finalidad de su trabajo era de índole retórica, artística,
política y moral.
Se ha debatido mucho en torno a los trabajos de Tito Livio y a la identidad de sus obras. En
realidad utilizó la llamada tradición analista de los siglos III, II, y I a. C. Esto se debe a que
seguían sus narraciones año por año y sus obras se llamarán Anales. De estos autores nos
llegan fragmentos o nada. Utilizó si, a un gran historiador que escribió en Roma, pero
pertenece a la tradición historiográfica griega: Polibio de Megalópolis, cuyas obras llegan
hasta nosotros.
Pero en general es más sensato leer y estudiar a Tito Livio cuya obra podemos leer
directamente que a sus predecesores que no podemos leer.
Hay cuatro tipos de materiales que habrían podido disponer los historiadores romanos:
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Sabemos que se dirigió a Roma y permaneció allí hasta su muerte, Tito Livio no desempeñó
ningún papel en la vida pública y política de su época (fines de la república y comienzos del
imperio bajo de Augusto). No sabemos si sirvió en el ejército romano.
En todo caso, los treinta y cinco libros conservados, nos permiten reconstruir el tenor general
del conjunto.
Aunque tendemos a pensar en Tito Livio como un historiador de la Roma arcaica (ya que su
obra en los primeros diez libros conservados relatan el período de la monarquía y una parte
importante de la República), su trabajo estaba de hecho muy inclinado hacia la República
tardía y la época de las guerras civiles (Libro LIII- CXXXIII) vemos que de ciento cuarenta y
dos libros ochenta estaban dedicados a este período. De hecho ocupaban más de la mitad del
conjunto (todo ello perdido).
Era un ciudadano romano a la vieja usanza y conservador desde el punto de vista político.
Influido por los horrores de la guerra civil y pesimista sobre el futuro, encontró alivio en el
pasado de Roma y en el ejemplo de las generaciones anteriores. La interpretación de la
historia es escencialmente moral y lecciones edificantes se extraen de la presentación de los
personajes dirigentes de la política. Los discursos que les hace pronunciar son su propia
composición libre, e ilustran su idea sobre qué les hizo actuar como lo hicieron. Su técnica
narrativa es excelente y correcta. Su calidad más destacada es el poder de la imaginación: su
habilidad para recrear ambientes y para transmitir los sentimientos de quienes estaban
implicados en acontecimientos decisivos. Tito Livio comenzó a escribir en el año 27 a. C, y
continuó a lo largo del reinado de Augusto. A pesar de las críticas a su obra, se observa que
llegó a mantener un punto de vista independiente sobre muchos temas sensibles.
Nota: De la obra de Tito Livio se deben leer los primeros diez libros: desde
la fundación de Roma al comienzo de la conquista de Italia.
Profesora Lucila. E. Noelting
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Los éxitos militares y el dominio territorial se consolidaron gracias a una eficaz organización
administrativa de Italia central y meridional.
1. Ciudadanos de la urbe (Roma) y del campo que la rodea, así como los radicados en las
colonias y miembros de las comunidades itálicas que gozan de los derechos civiles
romanos.
2. Comunidades con derecho de ciudadanía pero sin voto (municipios).
3. Confederados (soii) aliados itálicos que gozan de cierta autonomía pero reconocen la
hegemonía romana. Crece el número de ciudadanos aptos para el servicio militar.
Comienza el uso normal de la moneda, se establecen impuestos de guerra e indirectos.
Durante el siglo III se desarrollaron la primera y segunda guerra púnica, llamada así la que
se llevo contra Cartago, tuvo por escenario: Sicilia, Italia, España, Africa del Norte y el mar
Mediterráneo occidental. Esta guerra finalizó en una tercera, en la cual Roma destruyó a
Cartago. Estas guerras tuvieron para Roma profunda influencia en todos los aspectos:
político, económico, social, cultural.
Luego de vencer a Cartago, Roma comenzó a volcarse hacia la zona del Mediterráneo
oriental. Desde el punto de vista administrativo, Roma comienza a utilizar un nuevo sistema:
surgen las provincias, regiones vencidas gobernadas y explotadas por Roma. Llegan nuevas
riquezas y prisioneros de guerra que son transformados en esclavos. Cambia el panorama
económico, social y político. Es la crisis de la República y comienza a finalizar el sistema
republicano.
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Existía una profunda brecha entre el orden senatorial y el orden ecuestre, que no llegó nunca
a cerrarse y ayudó a la caída de la República.
Sin embargo, era un abismo lo que separaba a la elite dirigente de los estratos inferiores:
hombres libres pobres que componían la plebe urbana y rural y en último término los
esclavos.
La política había entrado en profunda crisis a partir de la segunda mitad del siglo II a. C,
comenzaba a esfumarse el orden republicano, no se respetaban los límites del mismo. Las
grandes guerras habían contribuido a acrecentar el poder personal de los jefes de guerra, en
el siglo I a. C. Roma era el centro de las convulsiones sociales que derivarían en las guerras
civiles en el mundo romano.
Después que Roma había otorgado la ciudadanía a los aliados itálicos, consecuencia de la
guerra social (de soii: aliados) no sólo se había logrado la unificación política sino la amplia
difusión por toda Italia de la cultura y las costumbres romanas.
La vida comercial y artesana se desenvolvía en ella a la manera tradicional. Un caso que sirve
de ejemplo: el crecimiento urbano de Pompeya, ciudad de Campania.
Los hombres de negocios itálicos se establecían en gran número en las nuevas provincias
adquiridas, acaparando tierras y explotando sus posibilidades económicas. Sin embargo la
calidad del gobierno provincial empeoró la opresión y la explotación de los territorios
sometidos estaban a la orden del día.
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No hay que olvidar que el libro II del De República es, junto con el que había realizado Polibio
en el libro VI, la única historia constitucional de las primeras etapas políticas, sobre todo la
República, que nos ha dejado la Antigüedad.
Marco Tulio Cicerón no sólo fue una figura importante de las letras latinas del siglo I a. C sino
que fue protagonista de su época y sobretodo político importante de esa era convulsionada y
revolucionaria. Ante todo y sobre todo defendió el entendimiento entre órdenes dirigentes
(concordia ordinum).
Marco Tulio Cicerón (106 a. C –43 a. C) nació en Arpino, municipio de Lacio, cuando su
coterráneo Mario luchaba contra Yugurta, rey de Numidia. Era hijo de una familia rica, del
orden ecuestre.
En el año 77 a. C vuelve a Roma. Se casa, tiene una hija. Inicia su carrera política con la
designación en el cargo de cuestor, ejerció esta magistratura en Sicilia.
En el 72 a. C actúa como defensor de los perjudicados por el gobernador romano Verres, caso
que logra ganar y le hace destacarse. En el 68 a. C: Es la época donde comienza su
correspondencia, para amigos y familiares. No las escribió para que fueran publicadas, pero
alguno de sus destinatarios lo hicieron. Es en esta correspondencia donde mejor se puede
estudiar la psicología del estadista y literato, la historia de Roma contemporánea tanto la
menuda como la oficial. Refleja la realidad diaria, su particular estado anímico.
Pasa a actuar en rol protagónico en la vida política de Roma en el año 63 a. C, cuando accede
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Cicerón “hombre nuevo” primero enfrentado con la aristocracia, luego apoyado por ésta y con
su prestigio personal logrado bajó su consulado. Es aquí que plantea su “concordia ordinum”,
ante la grave crisis que se avecina e intenta unificar sectores moderados de la aristocracia,
del Senado y el orden ecuestre. Recursos no faltaban: la aristocracia poseía tierras, el
Senado: leyes y el orden ecuestre: dinero. Su intención era equilibrar fuerzas para resistir la
presión de los sectores populares.
Con este respaldo, con concesiones inteligentes, pensaba mantener la paz y la prosperidad
pública. Pero la intransigencia de algunos y la ambición política de otros hacen fracasar esta
propuesta política.
Cicerón enfrentado con ellos, marcha al exilio. Comienza a decaer su prestigio. Cuando
regrese a Roma en el 57 a. C se volcará a escribir su obra de filosofía política: De Re Publica.
En realidad, en la literatura la política formaba parte de la filosofía. Esta obra constaba de seis
libros. Los dos primeros fueron hallados escritos en palimpsestos en 1820. De los cuatro
restantes sólo se cuentan fragmentos.
En el libro I Cicerón expone su ideal político, obligado a elegir entre las formas de gobierno:
monarquía, aristocracia y democracia, elige el primero con división de poderes: un sistema
mixto por entonces imperfecto. En el segundo desarrolla la historia constitucional de la Roma
republicana.
Por entonces compuso (54- 51 a. C) su segundo tratado de filosofía política: “Acerca de las
leyes”.
Volvió a la vida política en el siglo 51 a. C. Fue procónsul en Sicilia. En ese entonces seguía a
Pompeyo. Muerto éste sobrevivió a Julio César, pero cuando apareció el Segundo Triunvirato:
Antonio, Lépido y Octavio (Augusto) en el año 43 a. C, con poderes absolutos, apareció en las
listas de proscripción, fue perseguido y muerto. Antonio declara que una vez muerto Cicerón,
se podía poner fin a las proscripciones, a tal punto estaba persuadido de que la oratoria del
viejo cónsul, podía colocarle delante de sí obstáculos insuperables.
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Después de la batalla de Accio en el 31 a. C. Octavio fue el dueño del mundo romano. Era
consecuencia de las guerras civiles del fin de la República, la caída del gobierno senatorial y la
aparición de los jefes militares. Precisaba restablecer las funciones de la antigua constitución
sin dejar el mando militar único, el objeto no era solamente asegurar la paz en el interior,
sino también proteger las fronteras del Imperio. Finalmente logró su objetivo: un gobierno
estable para los dos siglos siguientes.
En el interior aumentaron las atribuciones del Senado, de hecho desapareció el papel del
pueblo en el Estado. Si bien el Senado se constituía en alto tribunal de justicia supervisaba el
Tesoro, administraba Italia, Roma y las provincias pacificadas, Augusto tenía poderes
legislativos, judiciales y financieros. Se encargaba del control de las provincias fronterizas.
En lo social Augusto dictó severas medidas para limitar la entrada en el orden senatorial y en
el ecuestre sólo a los bien calificados. Los miembros de estos ordenes podían seguir después
carreras públicas cuyos cargos estaban escalafonados. Se convertían entonces en funcionarios
profesionales.
A su vez proyectó una serie de reformas sociales con el fin de mejorar las costumbres y en
especial la conducta de la clase dirigente.
Para proteger el Imperio, Augusto tuvo que afrontar el problema de fijar, consolidar y
administrar las fronteras.
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En su origen Cornelio Tácito pertenece al orden ecuestre por su familia. Sin tener fecha clara
de su nacimiento ni del lugar del mismo (Roma o Galia) podemos ubicar el transcurrir de su
vida entre los años 54- 56 a 120 aproximadamente. Realizó estudios de oratoria y retórica.
Por el año 77, bajo Vespasiano, casó con la hija de Gneo Julio Agrícola, cónsul y amigo del
emperador que iba a partir para el gobierno de Bretaña.
Cornelio Tácito recibió de Vespasiano el cargo de cuestor, primera magistratura que ejerce,
con Tito la edilidad y el tribunado de la plebe. En épocas del despótico Domiciano creció su
dignidad pero no produjo obra alguna. Es un período ignorado de su vida, sólo se sabe que
estuvo lejos de Roma, pero se desconoce si con cargo público o relegado voluntariamente. Sí
se sabe que en el 93, cuando fallece su suegro Agrícola, ni él ni su esposa estaban presentes.
Tácito había publicado su primer obra: Diálogo de los oradores, en época de Tito y en el 98,
bajo Trajano publicó la segunda: Vida de Agrícola y la tercera: Germania.
Desde el punto de vista del pensamiento político vemos en la obra de Tácito una mezcla de
republicanismo y monarquismo, que perdurará en toda su obra.
Tácito no quiso escribir bajo la tiranía de Domiciano, pero al componer “La vida de Agrícola”
debió reflejarla, pese a que gran parte de ella transcurrió lejos, en las fronteras.
Esta obra consta de una primera parte, solemne y retórica que parece el preludio a un
panegírico, género floreciente por entonces. Le siguen cuarenta capítulos que narra con tintes
biográficos sus ascendentes familiares, su vida, su casamiento, pero también sus campañas
militares, las conquistas y descripciones geográficas y etnográficas de Bretaña, que son parte
de la historia del imperio romano.
Tácito imita a Julio César en estas descripciones previas como también en el inicio de
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Escribe luego sus obras mayores: “Historias” y “Anales” que reunidas abarcan dos períodos
que van desde el comienzo del reinado de Tiberio hasta la muerte de Domiciano.
En los “Anales” trata la época de los Claudios (Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón) a los que el
autor no conoció sino por los documentos llamados anales.
Las “Historias” comprendía a los tres emperadores militares (Galba- Otón- Vitelio) y a los tres
Flavios (Vespasiano, Tito y Domiciano) a quienes él conoció personalmente; de ahí el nombre
de “Historias” referidas a hechos recientes, aunque también están relatadas a la manera
analística, año por año.
Tácito en su trabajo, procedió con un orden cronológico inverso: partiendo de lo más cercano
impuso primero las “Historias”, como se evidencia en el libro XI de “Anales”, en que, al relatar
los juegos seculares de Claudio del año 47, remite a los ya tratados por él en “Historias”,
aunque llevados a cabo muchos años después por Domiciano en el año 88.
Ambas obras han llegado a nosotros muy mutiladas. De las “Historias” tenemos sólo los
cuatro libros iniciales y parte del libro V. Alcanza los comienzos del reinado de Vespasiano,
ignorándose el total de los libros.
De “Anales” nos faltan parte de los libros V y VI, los libros que van del VII al XI, sobre un
total probable de dieciséis o dieciocho libros, pues San Jerónimo habla de los treinta libros de
Tácito, incluidos los dieciséis o dieciocho de “Anales”.
Es curioso que Tácito haya dejado para su vejez los períodos más importantes, el de Augusto
y el de los Antoninos encomiados, con lo que quedó inconcluso en ambos extremos su historia
de los Césares.
Estos extremos merecían estudios aparte, prometidos que no pudo concretar, legándonos
sólo los períodos más sombríos y granjeándose el mote de pesimista más en los “Anales” que
en las “Historias”.
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Pese a las tendencias de algunos de los emperadores y de los obispos, cada uno de los dos
poderes, en el conjunto, permanecía en su lugar.
Sin embargo bajo el reinado de Teodosio I (c. 346- 395 d. C) la alianza del Imperio y la
Iglesia se afirma. El cristianismo pasa a ser la religión del Estado y los obispos reclaman la
fuerza secular del Imperio al servicio de la verdadera fe contra heréticos y paganos.
San Agustín, exaltando “la ciudad de Dios”, estima que el poder imperial, si se garantiza el
orden y la justicia, es sobre el plano terrestre y material el aliado indispensable de la Iglesia.
Sin embargo la organización territorial de la Iglesia es copiada de la del Imperio. Cada ciudad
con su obispo, aquel de la capital provincial, el metropolitano, es superior a los otros. En los
campos, en ausencia de obispos, los grandes propietarios crean capillas sobre sus tierras y
reclaman para sus curas, frente al obispo, la misma independencia de la cual comienzan a
gozar ellos mismos frente a los funcionarios.
La Iglesia tiende a formar un estado en el Estado, con sus propios ciudadanos, al clero bien
separado de los laicos, aunque el celibato no se impone sino solamente se recomienda.
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Este enriquecimiento inquieta a algunos emperadores, pues las tierras de la Iglesia tienden a
la autarquía como las tierras de los grandes propietarios. A su vez están exentas del impuesto
territorial. El clero escapa a los impuestos personales y en cierta medida a las cargas
municipales.
El siglo IV es uno de los grandes siglos del cristianismo, primero por su progreso. Es verdad
que aplastando las herejías el brazo secular ha facilitado la victoria de los ortodoxos. Pero el
cristianismo tenía una gran fuerza de expansión en esta época de intensa religiosidad.
La religión cristiana conoce en el s. IV una notable vitalidad que se expresa por el mismo
culto y la liturgia, sin olvidar los esfuerzos teológicos desplegados en el momento de la lucha
contra las herejías, sobre todo en lo que concierne a la profundización del dogma de la
Trinidad, pero también por la rápida difusión del monarquismo.
El siglo IV fue igualmente el de los Padres de la Iglesia, que colocaron su cultura basada en
las fuentes clásicas, al servicio de la defensa e ilustración del cristianismo.
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Los grandes doctores de la Iglesia de lengua latina no aparecen más que hacia fines del siglo
IV d. C y, comenzando el siglo V d. C, lo que corresponde a la alteración de orden ideológico
y cultural que sufre entonces el Occidente romano en materia de dogmatismo cristiano.
Luego de sus estudios en Tagaste, luego en Madauro y por fin en Cartago, gran ciudad
universitaria, fue a los veinte años profesor en su ciudad natal, amante de una mujer que le
dio un hijo natural, apasionadamente maniqueo, con desesperación de su madre Mónica que
como hemos dicho era profundamente cristiana.
Los errores de una juventud agitada y el violento arrepentimiento que tuvo más tarde dan a
sus CONFESIONES, escritas entre 397 y 401, un poderoso valor emotivo. Esta obra con “ LA
CIUDAD DE DIOS” son las mas importantes de toda su producción literaria.
Las “Confesiones” constan de trece libros; los nueve primeros tratan de su vida desde la
infancia en Tagaste hasta que es bautizado en Milán. Los últimos cuatro tienen carácter
doctrinario.
Siguiendo con su vida, después de ejercer la docencia en Madauro pasa a Cartago, luego a
Roma y Milán, 384, donde siguió, por curiosidad, los sermones de San Ambrosio. En el año
386 una crisis mística abre sus ojos a la religión cristiana. En el año 387, presenta en Milán
su dimisión a su trabajo, profesor de retórica y gramática y decide ser bautizado cristiano.
Vuelve a su tierra natal, Tagaste. El mismo año de su bautismo fallece su madre. Después de
tres años de retiro estudioso, es inesperadamente elevado al sacerdocio en el año 395 por el
anciano obispo de Hipona (Hippo Regius), Valerio que le da el cargo de coadjuntor y a quien
sucedió en el 396.
Durante los treinta y cuatro años de su episcopado, Agustín desplegó una intensa actividad:
combatió tenazmente a los maniqueos, a los donatistas, llegando a reclamar contra ellos el
brazo secular, y refutando los errores del monje bretón Pelagio, concibió su teología de la
gracia, necesaria al hombre enfermizo y malo por naturaleza, incapaz de ganar por sí mismo,
por sus obras, la salvación. El recuerdo de sus faltas del pasado y gracias recibidas
personalmente contribuyó a inspirarle esta doctrina.
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tratados, entre ellos De la Trinidad, importante para la historia de esta noción en el Occidente
latino. Mantuvo una importante correspondencia con toda suerte de personas y fue para
muchos un gran director de conciencias.
Pese a sus pesadas obligaciones, consagró años a la redacción de “La ciudad de Dios” suma
inmensa de su pensamiento. El acicate para escribirla fue el saqueo de Roma en el año 410
por Alarico y sus visigodos. Los romanos no cristianos, atribuyen este hecho a causa del
abandono de los dioses tradicionales. Esta obra de Agustín, réplica a la idea anterior, escrita
entre el 413 y 427, entraña también toda una filosofía de la historia y toda una concepción de
la sociedad humana.
Se basa en la idea de la existencia de dos comunidades humanas distintas. Agustín basó gran
parte de su pensamiento sobre la idea de la dualidad social que se iba perfilando. Según él,
existen dos ciudades o sociedades. Una es la de los hombres (civitas terrena). Frente a ella
se alza la Ciudad de Dios (civitas Dei), espiritual e invisible para los no creyentes.
La una, la humana, está dividida en estados diversos, mientras la otra, la divina, es una sola,
por eso la Iglesia debe ser única y no admite divisiones. Así aparece el problema de las
relaciones ente el poder civil y el eclesiástico.
En la ciudad de los hombres el estado es una solución ante la maldad de los hombres y
representa un cierto grado de orden, hasta en sus formas mas injustas y rudimentarias, vivir
en sociedad es natural al hombre, pero la organización política no es necesariamente buena.
El estado es, en el mejor de los casos, un mal menor.
En la ciudad de Dios, todo es perfección. Ésta ya comienza en la tierra y, mas que una
asociación, es una verdadera comunidad de los hombres que están en gracia. Todas las cosas
humanas, hasta la más sólida de las organizaciones políticas que han visto los hombres,
tocarían su fin. Con ello Agustín justificaba la separación entre la Iglesia y el Estado, y la
existencia, en realidad de dos organizaciones supremas dentro de cada sociedad.
La influencia de Agustín de Hipona fue inmensa y persistente, y fue considerado como uno de
los mayores teólogos del Occidente cristiano.
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Cuarta Actividad
Cicerón- Tácito
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