Celos Infantiles.
Celos Infantiles.
Celos Infantiles.
Consideraciones:
Los celos son sentimientos de envidia y resentimiento hacia otra persona que se supone
obligada a prestarnos atención y no lo hace. Constituyen una reacción emotiva próxima a la
ansiedad.
En la familia, la rivalidad entre los hermanos por conseguir el afecto y la atención de los padres
suele ser el principal y primer motivo de celos.
Las fuentes de este sentimiento pueden ser reales (particularmente cuando los padres
establecen comparaciones diferenciadoras entre sus hijos, que comportan una agravio
comparativo para uno de ellos) o imaginarias (cuando el niño atribuye o malinterpreta la valía
y/o intención de sus padres, hermanos o compañeros).
Los celos son un estadio relativamente normal que hay que superar y no tienen importancia sin
son circunstanciales y pasajeros, pero hemos de prestarles atención cuando alteren la
convivencia y el desarrollo normal del niño o sean persistentes y no remitan pasados los cinco
años de edad. Si se perpetúan pueden conducir a un desarrollo anómalo de la personalidad,
apareciendo síntomas muy diversos, como agresividad incontrolada, manifiesta inseguridad,
regresión y desajuste en laS relaciones interpersonales (desconfianza, terquedad y envidia).
Líneas de intervención
Prevención: Es el medio más sencillo, natural y eficaz de evitar la reacción celosa. (Se
adjuntan orientaciones).
Fortalecer la autoconfianza del niño, así como el sentimiento de seguridad personal evitando
hábitos de comparar afectos, pertenencias, capacidades., (declarados o solapados).
¿Cómo debemos tratar a nuestro hijo para que los celos desaparezcan? ¿Debemos
prestarle una mayor atención que a los demás hijos? ¿Qué podemos hacer para que mejore su
comportamiento? ¿Debemos tratarle con más afecto que a sus hermanos?
Es lógico que los padres se planteen estos interrogantes. En cierto modo, lo hacen
porque consideran que tal vez su modo de comportarse respecto de su hijo puede ser la causa
que haya determinado la aparición del comportamiento infantil celoso. Aunque, en algunos ca-
sos esto es así, los padres no deben sentirse necesariamente culpables del comportamiento
celoso de sus hijos. Deben preocuparse más de prevenir o encauzar estos comportamientos
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Ante un niño celoso, los padres no pueden adoptar una actitud demasiado permisiva
ni excesivamente represora. No corregir la conducta celosa como se debe -- sin exigencias
descarnadas, pero también sin blandas e injustas tolerancias -- supone el que los padres están
enseñando a sus hijos a odiar a sus rivales. Los padres que permiten esas conductas enseñan
al hijo que ciertos sentimientos de envidia y de odio pueden estar justificados; que compararse
con los demás es lo normal; que descalificar al compañero porque tiene más o mejores
habilidades que nosotros es algo corriente. Pero una atención desmedida de los padres al
comportamiento celoso de sus hijos o sus machaconas referencias al problema pueden
contribuir a prolongar lo que tal vez no era sino apenas una conducta sin importancia.
Si entre el niño celoso y el hermano de quien tiene celos hay mas diferencia de edad,
los celos pueden resolverse con gran rapidez a través de actitudes miméticas que le permitan
al hermano mayor celoso imitar a la madre en las tareas y prestaciones que esta realiza con el
recién nacido. En estas circunstancias, a través de un mecanismo de imitación y de
identificación con la madre, el niño celoso madura muy rápidamente y su deseo de ser mayor
le hace apartarse hasta declinar competir con su hermano recién nacido por el afecto y la
atención de su madre. En este caso las consecuencias de los celos pueden llegar a ser
positivas, por cuanto que pueden constituir un poderoso recurso al servicio de la pronta
maduración del niño celoso.
Los padres deben tratar de implantar en los hijos actitudes mas cooperativas y menos
competitivas. La formación de actitudes cooperativas en los hijos pasa por educarles en la
solidaridad y el altruismo. Si desde pequeños aprenden a ser generosos, a compartir aquello
que tienen--y que, lógicamente, es suyo--, pero que quizás otro de sus hermanos puede
necesitarlo también, de seguro que su competitividad será menos egoísta y más madura, a la
vez que mejoraran también sus actitudes hacia la cooperación.
Esto hacemos cuando les enseñamos a prestar sus cosas, a colaborar --aunque sólo
sea con su mera presencia en cualquier pequeño arreglo que hay que realizar en la casa-- a
responsabilizarse y cumplir con el encargo que se le ha hecho y del que probablemente
depende el bienestar de los que le rodean. Otras actividades que no deben faltar consisten en
solicitar y conseguir algún pequeño favor para el hermano mas pequeño; ayudarle en las
pequeñas dificultades que pueda tener; enseñarle a solucionar los problemas que se le
presentan de manera que sea él mismo, a través de la ayuda que recibe, el que los resuelve,
etc.
También debe aprender a escuchar, conocer los proyectos y juegos de los otros y
colaborar con ellos, tolerar otras peculiaridades y aficiones aunque sean muy innovadoras o
discrepantes de las que para él son usuales, es decir, desarrollar el gusto por todo lo que sea
instructivo y ayude a la convivencia y al respecto por un sano pluralismo.
Todas las anteriores son actitudes cooperativas en las que es necesario educar a los
hijos, no importa la edad que tengan con tal de que el contenido de las actividades que
aprenden se ajuste a su edad.
Los padres deben reflexionar sobre si el estilo de conducta que desean aprendan sus
hijos pues, como ha sido demostrado, aquellos aprenden por imitación --a través del llamado
aprendizaje vicario--, la mayoría de su repertorio de conductas. Si la madre tolera las peleas y
riñas entre hermanos, estas irán a más. Si los padres se gritan entre ellos, sus hijos
aprenderán a resolver sus conflictos gritando. Si el padre se manifiesta celoso y desconfiado
respecto de la madre, es lógico que alguno de sus hijos siga mas tarde su ejemplo. Si nos
mostramos injustos --comprensivos con unos e intolerantes con otros--, es muy probable que
entre nuestros hijos se establezca una dosis mayor de rivalidad, igualmente injusta. Si
reaccionamos con ansiedad o perdemos la compostura ante un hecho sin importancia, nada de
particular tiene que esa misma conducta se manifieste más tarde en nuestros hijos.
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Los padres no debieran manifestar, ni siquiera de broma, las preferencias por este
o aquel hijo. En ningún hogar debiera existir jamás un hijo o una hija preferida. Todos los hijos
son, en cierto modo, igualmente preferidos, porque cada uno de ellos es irrepetible,
insustituible y único.
Los niños celosos suelen pensar que no son apreciados por sus padres. Para cambiar
estas convicciones los padres deben gastar mucho tiempo, haciendo excursiones con ellos,
estando a su lado tratando de escucharles o participar con ellos en los hobbies que tengan. En
otras ocasiones bastará con que los padres recuerden a sus hijos celosos lo bien que se
sentían de pequeños cuando ellos le sonreían, jugaban o les ayudaban a resolver sus
pequeños conflictos y dificultades.
Basta con recordar juntos aquella ocasión en que el padre le fue a buscar al colegio
aquel día que, por haber llovido tanto, temía por su salud; o en aquella otra ocasión, cuando se
perdió en la feria del pueblo y tuvo que movilizar a sus amigos para ir en su búsqueda hasta
que lo encontró; o como muchas noches de invierno iba a su habitación y le arropaba si
estando dormido se había destapado, con el fin de que no se enfriara; o como su padre le
protegió entre sus brazos cuando corría angustiado buscando su protección por haberse
asustado de los ladridos de un enorme perro.
Cuando juntos se recuerdan aquellas viejas anécdotas es muy difícil que el niño celoso
continúe pensando que a el se le quiere menos que a su hermano pequeño y, a partir de aquí,
se puede comenzar a cambiar y madurar. Si desaparecen sus temores, el niño celoso
cambiará; en caso contrario, continuará revisando su diario de afrentas y agravios y la protesta
continuará.
La educación en la afectividad
Si el afecto se entiende como un bien escaso y limitado, por el que es preciso competir
para alcanzar la parte deseada, es hasta cierto punto lógico que ante la observación de la
ganancia de ese bien por el hermano se concluya acerca de la perdida para si mismo. En un
sistema afectivo cerrado, hermético y clausurado como este, es lógico que la envidia este
siempre presente entre los niños que esperan beneficiarse afectivamente. En este caso no nos
extraña que en el niño se desarrolle una especial capacidad hacia la “”””contabilidad afectiva,
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vigilando escrupulosamente las dosis que reciben cada uno de sus hermanos de ese bien
escaso que son los afectos.
Otra noción afectiva en que los hijos deben ser educados es que los afectos no pueden
tenerse en forma exclusiva. Ningún hijo es el amor exclusivo de sus padres y, por consi-
guiente, ninguno de ellos debe temer la perdida de la exclusividad en los afectos de sus
padres. Todo hijo debiera aprender, como parte de la virtud de la generosidad, que cuanto más
se comparten los afectos entre los hermanos mas unido se esta a ellos y con los padres y, por
tanto, mayor y mas calidad tiene ese afecto.
El afecto familiar como el apego infantil no es una propiedad ni una posesión que se
consiga de una vez por todas y para siempre, como si se tratase de una herencia. Tampoco es
algo que se pueda ni deba cuantificar. No son convenientes las usuales preguntas al niño, por
los adultos acerca de ‘‘¿cuanto quieres a tu papa?’’, ‘‘¿a quien quieres más ?’’...
Principios que pueden ser útiles para la educación de la afectividad del niño
celoso:
1. Es conveniente que el niño se alegre del bien ajeno, es decir, cuando observa algo
bueno realizado en otra persona. Esto difícilmente ocurrirá si el niño no aprende a observar y a
distinguir lo bueno en una cierta educación en los valores.
Esta muy extendida la costumbre de percibir únicamente lo malo de las personas, los
defectos, sin que apenas haya ojos entrenados en observar las cualidades positivas que
también esas personas tienen. Esta tendencia en el modo de percibir a los demás debe
corregirse pues, de lo contrario, es muy fácil el asentamiento sobre ella de la envidia
2. Aunque cierto tipo de comparaciones son connaturales entre los niños, puesto que es
un procedimiento que les ayuda a conocer y a conocerse, las comparaciones que intervienen
en el comportamiento celoso son de otro tipo y no tan naturales. Se orientan a autovalorarse
como superior o inferior respecto a los otros. Es muy conveniente enseñarle a que evite
establecer ese tipo de comparaciones.
3.- La educación afectiva del niño celoso debe ser abierta, de manera que se le pueda
mostrar una pluralidad de valores. Si se procede así, el niño celoso comprenderá que las
comparaciones con otros hermanos y compañeros no tienen sentido, puesto que si el se siente
superior en esto o aquello en relación con su hermano , este en cambio es muy superior a él en
otras cualidades diferentes. De otro lado, la pluralidad de valores amplía el horizonte educativo
y motivacional del niño.
La educación en la pluralidad de los valores imposibilita en buena parte esa tendencia a
la exclusividad posesiva. Si aprende que hay muchos valores y que de todos ellos puede tener
una parte mayor o menor--cosa que es compatible con que los demás también tengan otras
porciones--, entonces no planteara un comportamiento celotípico precisamente cuando se
siente amenazado en la exclusividad de aquello que posee..
4.- Para reducir el egoísmo que caracteriza al comportamiento celoso puede ser muy
conveniente educar al niño en otros principios antropológicos fundamentales como algunos de
los siguientes:
a) Que cualquier persona vale más que todas las cosas, posesiones y pertenencias.
b) Que es más sano preocuparse por los demás que únicamente preocuparse por sí
mismo.
c) Que ante la admiración de un valor realizado en un compañero, lo que no hay que
hacer es desearlo para sí sin ningún esfuerzo, sino más bien tratar de conquistarlo a
través de un sano deseo de superación de uno mismo.
d) Que la prosperidad de los que nos rodean nunca hemos de tomarla cómo algo que
forzosamente nos perjudica o nos causa un grave perjuicio.
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dependientes del afecto que de sus padres reciben. Pero si esa dependencia afectiva se
prolongase a lo largo de su vida, su personalidad entera seria dependiente, constituyéndose y
configurándose de una forma neurótica. Por consiguiente, al niño hay que educarle para que
sepa querer, que es algo muy diferente de depender afectivamente de los demás. Un niño
madura y aprende a querer:
(Extractado de A. Polaino)
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ORIENTACIONES ANTE SITUACIONES DE CELOS INFANTILES
Los celos son sentimientos de envidia y resentimiento hacía otra persona que se supone
obligada a prestarnos atención y no lo hace. En la familia, la rivalidad entre los hermanos por
conseguir el afecto y la atención de los padres suele ser el principal y primer motivo de celos.
Los celos son un estadio relativamente normal que hay que superar, hemos de prestarle
atención cuando alteren la convivencia y el desarrollo normal del niño o sean persistentes y no
remitan pasados los cinco años de edad.
Existen distintas situaciones que pueden provocar en el niño el temor a perder el afecto de los
padres o el sentimiento de haberlo ya perdido. Cabe destacar:
- Los favoritismos y preferencias de los padres: a veces abierta y otras solapadamente los
padres manifiestan preferencias por uno de los hijos, lo que crea celos en los otros. Puede
existir una situación especial que se crea entre dos hermanos cuando alguno de ellos presenta
algún tipo de deficiencia, sobre todo física, con lo que acapara la atención y protección de los
padres.
-La excesiva dependencia o necesidad de uno de los padres por parte del niño:
normalmente de la madre, lo que desencadena celos hacia al otro progenitor por considerarle
rival.
No le es fácil al niño compartir a su madre ni con el padre ni con el hermano, pero con
éste último le es más difícil porque es más parecido a él.
Las reacciones del primogénito ante el nacimiento de un nuevo hermano no depende tanto del
sexo (aunque los niños se retraen más que las niñas) como de la edad en que se produce.
1.-Cuando hay mucha diferencia de edad, el mayor puede mimar excesivamente el niño y
volverlo dependiente y malcriado. Evitemos cargar al niño con la responsabilidad del hermano
menor.
2.-Cuando hay poca diferencia de edad, el mayor tiene entre 18 meses y 4 años, es cuando
más se agudiza la sensibilidad ante el nacimiento de un nuevo hermano.
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Cambios en el comportamiento
-Incremento de la desobediencia
-Más llorones y tercos
-Irritables y nerviosos
-Agresividad creciente dirigida al principio contra la madre y posteriormente contra el hermano
-Retraimiento que desemboca en relación hostil con el hermano
-Afectuosidad excesiva hacia el bebé.
Conductas infantiles
No podemos evitar los celos, sólo ayudar a que sean menos dolorosos y a no
fomentarlos
No solamente el primogénito siente celos, también los pequeños envidian a los mayores. El
caso del niño de "en medio"" en una familia de tres hijos es el más difícil ya que puede sentir
que no cuenta ni con las ventajas del mayor ni con las del pequeño.
Reacciones
El mayor le sirve al niño de modelo. Se identifica con él. Quiere hacer las mismas cosas e
imitándolo va aprendiendo por si solo y desarrollándose rápidamente.
Esto que puede ser beneficios se convierte en perjudicial cuando la identificación y admiración
es muy grande de forma que bloquea la personalidad del menor. Se puede colocar al mayor
como un "tope" imposible de rebasar y entonces el pequeño:
-Se aferra a la madre y no quiere crecer: se chupa el dedo, se hace pipí, mantiene un
lenguaje infantil..
-Se vuelve un rival agresivo e envidioso: esto es lo más frecuente, muchas veces se intenta
toda la vida superar a los otros; esta agresividad envidiosa se manifiesta principalmente en
TERQUEDAD como oposición sistemática.
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COMO AYUDAR A LOS HIJOS ANTE EL NACIMIENTO DE UN NUEVO HERMANO
2.-Intentar cambiar lo menos posible la rutina del niño tras el nacimiento del hermano.
En distintos estudios se ha comprobado que disminuye considerablemente el volumen de
atención que recibe el primogénito al tiempo que cambia su rutina tras el nacimiento. Esto
afecta mucho al niño/a, por lo tanto procurar controlar su tiempo especial, los ritos para
acostarse, seguir diciéndole lo mismo sobre lo que está permitido y lo que no...
Algunos Ejemplos: "A ella le gusta mirarte","¿Se habrá enfadado por despertarle? "no
sonreirá si le gritas porque le asusta un poco" "Escucha a la pequeña Adela, quiere su biberón"
podemos preguntar al niño lo que cree que quiere o siente el bebé.
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