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Cuadernos de Pedagogía Crítica

MARTÍNEZ, Escárcega Rigoberto, Educación, poder y resistencia. Una mirada crítica


a la vida escolar, México, Editorial Doble Hélice, 2005, pp. 85 – 106.

4. LA RESISTENCIA.
En tanto que las diferentes prácticas de clase, ya sean en el ámbito económico,
político o ideológico, son fundamentalmente relaciones conflictivas, relaciones de
poder, no existe ejercicio del poder que no contenga de manera implícita lucha de
resistencia. “Toda relación de fuerza, implica en todo momento una relación de
poder” (Foucault, 1992, p. 158). Y, consecuentemente, toda relación de poder,
implica en todo momento, una relación de fuerza, de intereses encontrados, de
conflicto, de guerra, de resistencia.
En este capítulo se aborda el estudio de los mecanismos concretos, heterogéneos
y multiformes de la resistencia al ejercicio unilateral del poder en la escuela
primaria. En los capítulos anteriores se analizó cómo se ejercía el poder de
manera explícita e implícita; cómo la clase dominante objetiva sus intereses
políticos e ideológicos dentro y a través de la escuela. En este capítulo se trata de
analizar el ejercicio del poder a partir de la resistencia, de la capacidad de
objetivar los intereses de las clases explotadas; es decir, de la resistencia del
proletariado al ejercicio del poder de la burguesía.
En congruencia con la definición de poder y de relaciones de poder que se ha
manejado a lo largo de la investigación, es posible afirmar que todo ejercicio de
poder conlleva otro ejercicio de poder enfrentado: A éste se le denominará
resistencia, para diferenciarlo del primero. Y si la relación de poder es una relación
conflictiva de clases en lucha, no hay relación de poder sin ejercicio de poderes
encontrados; no hay ejercicio sin resistencia. “No existen relaciones de poder sin
resistencia; éstas son más reales y más eficaces cuando se forman allí mismo
donde se ejercen las relaciones de poder; la resistencia al poder no tiene que venir
de afuera para ser real; pero tampoco está atrapada por ser compatriota del poder.
Existe porque está allí, donde el poder está: es pues como él, multiforme e
integrable en estrategias globales” (Foucault, 2002, pp. 170 y 171).
Con el fin de esquematizar el análisis sobre el contrapoder ejercido dentro de la
escuela primaria, se estudia por separado a los actores principales de la
resistencia: estudiantes y maestros.
LOS ESTUDIANTES Y LA RESISTENCIA.
Es importante aclarar que la resistencia no es un nuevo término en boga de la
jerigonza de la pedagogía radical. La resistencia hace referencia al reconocimiento
de un contra poder colectivo, ejercido por los oprimidos para objetivar sus
intereses de clase y, de esta manera, contrarrestar el ejercicio del poder de la
clase dominante, con el fin de construir un mundo radicalmente nuevo, en donde
en última instancia el ejercicio del poder se vuelva inoperante. La resistencia es
una postura emancipadora de la pedagogía radical que reconoce al individuo
como sujeto activo, el cual conforma sus visiones sobre el mundo a través de la
reelaboración y construcción de los diferentes mensajes ideológicos a los que está

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expuesto en sus experiencias cotidianas, en una interacción dialéctica con el


medio que lo hace adquirir conciencia como sujeto histórico, como sujeto
perteneciente a una clase, a un sexo, a un raza determinada, que le dan
posibilidades y responsabilidad de construir un nuevo orden social justo, racional y
humano.
Habría que señalar algunas de las implicaciones teóricas de la resistencia. En
primer lugar, se reconoce que la relación entre estudiantes y profesores dentro del
espacio escolar, no es una relación mecánica de opresor–oprimido, donde el
ejercicio del poder es unilateral y en donde los actores de esta relación juegan un
papel totalmente pasivo: el maestro, de fiel sometedor al servicio del sistema
social; el estudiante, de manso sometido. La resistencia reconoce el papel activo,
de lucha, que llegan a desplegar contra el ejercicio del poder tanto estudiantes
como maestros.
En segundo lugar, se reconoce que no todas las resistencias que se presentan en
el aula de clases tienen un carácter emancipador y libertario, se va más allá de
una relación mecánica de subordinado–insubordinado, pues la relación que se
establece entre maestros y estudiantes implica bastantes contradicciones, ya que
no siempre, ni en todo momento, es una relación biunívoca. Algunas veces el
opresor desempeña el papel de oprimido y en otras de emancipador; también el
oprimido llega a desempeñar tanto el papel de opresor como el de emancipador.
Se reconoce la complejidad de la relación y la importancia que ocupan conceptos
tales como: poder, ideología, experiencia, oposición y resistencia.
En concreto, no todas las conductas de oposición son actos de resistencia. Aquí
se trata de distinguir analíticamente, y a detalle, las implicaciones políticas e
ideológicas que subyacen a las conductas de oposición y a los actos de
resistencia.
1. Conductas de oposición.
Primero debemos tratar de distinguir cuáles son conductas de oposición y cuáles
son actos de resistencia. Las conductas de oposición se refieren a las conductas
individuales de rechazo que muestran los estudiantes a las reglas establecidas
institucionalmente, reglas que en algunos casos fortalecen ideologías fuertemente
racistas o sexistas, manifestándose como expresión de la dominación más amplia
del sistema social. Como señala Henry Giroux: “los estudiantes pueden mostrar
conductas que violan las reglas de la escuela mientras que la lógica que da forma
a tales conductas está firmemente enraizada en formas de hegemonía ideológica
como el racismo o el sexismo” (1992, p. 107). En cambio los actos de resistencia
son acciones colectivas que enfrentan al ejercicio del poder, y que no sólo se
proponen desafiar la lógica escolar dominante, sino dar forma a una realidad
mejor. "Lo que hace a estos estudiantes líderes políticos en potencia es la tensión
entre la realidad presente de sus vidas y su voluntad de soñar en la posibilidad de
un mundo mejor” (Giroux, 1992, p. 141).
Las conductas de oposición son principalmente individuales e individualistas; se
inscriben en la lógica mercantilista del capitalismo y en una moralidad basada en
la sobrevivencia del más fuerte; en aquello de que “tanto tienes, tanto vales”.

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Desafían las reglas impuestas institucionalmente, pero fortalecen el orden social


establecido.
Obsérvense algunas conductas de oposición registradas durante el desarrollo del
trabajo de campo:
Un alumno se levanta a depositar en el bote de la basura unos bagazos de
caña; uno de sus compañeros le golpea los glúteos con un pedazo de caña.
Se devuelve, toma al agresor del pelo y le dice en un tono amenazador:
A: Sobres puto, vas a ver.
Los muchachos que están comiendo caña se levantan de sus lugares y se
ponen a molestar a dos muchachos de aspecto humilde entre los humildes
que, como se puede observar, tienen problemas para resolver los ejercicios
anotados en el pizarrón. Los molestan con sobrenombres y burlas. Uno de los
muchachos molestados llora. La maestra, al enterarse de la situación,
amonesta fuertemente a los alumnos agresores. Cuando la maestra se retira,
un alumno le dice al otro:
A1: Pinche marrano, te mamaste. ¡Ya ves! La maestra nos regañó por tu
culpa.
A2: No mames buey, ni te hagas pendejo, tú eras el que se estaba burlando
de esos sonsos.
(O/031199/18).

A1: Maestra, Maira me está chingando las cosas de mi mochila.


A2: Sí es cierto, Maira es muy ratera.
M: Ya ¿sí? Cállense y pónganse a trabajar.
(O/261099/15)
En estas conductas se puede observar cómo los estudiantes desafían a la cultura
impuesta por el maestro dentro del aula de clases, pero refuerzan la ideología de
la clase dominante al burlarse y maltratar a sus propios compañeros de clase. El
individualismo y el racismo son utilizados para oponerse a las reglas del maestro,
pero consolidan la dominación social de la clase capitalista.
También se puede observar cómo el aprecio a la propiedad privada, esencia del
modo de producción capitalista basado en la división de clases y en la explotación
del hombre por el hombre, es utilizado de forma acrítica por los estudiantes para
evidenciar públicamente a sus compañeros ante el grupo. Más que una exaltación
de coraje por la violación de las pertenencias, se percibe en la actitud del
estudiante un mecanismo para desafiar la cultura dominante que la maestra hace
prevalecer dentro del aula.
Estas conductas de oposición observadas, más que desafiar a la autoridad del
maestro consolidan el orden social dominante. “En la medida, en que las
conductas de oposición supriman las contradicciones sociales y simultáneamente
se fusionen –más que desafíen- la lógica de la dominación ideológica, no caerán
en la categoría de la resistencia sino de su opuesto, esto es la acomodación y el
conformismo” (Giroux, 1992, p. 146)
Otras conductas de oposición que se observaron en la escuela primaria estudiada,
son las actitudes exageradas de sexualidad, que las niñas y los niños exhiben
dentro del aula de clases.

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Algunas muchachas están platicando sobre los novios y empiezan a discutir


entre sí:
A1: Maestra, esa niña me dijo pinche tonta
M: Te quedas sin recreo ¿Quién quiere acompañar a Carla? (en un tono
enérgico)
A2: Maestra, es que ella fue la que me dijo a mí pinche tonta.
A3: Sí es cierto, le dijo pinche tonta.
M: Tú también te quedas sin recreo (dirigiéndose a la alumna 3)
(O/261099/15).

Una alumna se dirige a mí.


A1: Oiga profe, este niño es bien pelado (señala a un niño que está sentado
detrás de ella).
Rigo: ¿Por qué dices que es pelado?
A1: Porque les agarra las nalgas a todas las niñas en la clase, ¿verdad?
(interroga al niño).
A2: .... (se queda serio, no contesta)
(O/261099/15)
En las niñas observadas se puede apreciar cómo su conducta sexual desafía el
concepto de feminidad que la ideología oficial de la escuela impone: represión,
limpieza, pasividad, obediencia, fidelidad, etc. Sin embargo, sus actitudes
representan y reproducen el papel que la mujer juega en la sociedad, ya que sus
conductas sexuales son la representación de la explotación de la mujer al interior
de las clases trabajadoras, otro factor que contribuye a mantener el modo de
producción prevaleciente. El lenguaje utilizado por las estudiantes es un
mecanismo para desafiar a la autoridad de la maestra, pero, a la vez, la intención
con la que se utiliza es una muestra de un espíritu individualista entre las
estudiantes, que en nada contribuye a conformar un poder colectivo que haga
peligrar a la clase dominante.
Las conductas sexuales que el niño observado manifiesta en clase, el que
manipula los glúteos de sus compañeras, no hacen más que mostrar el carácter
abierto y frontal de las conductas de oposición, al desafiar la normatividad escolar
altamente represiva. Ahora bien, mostrar públicamente tal inquietud sexual exhibe
las actitudes sexistas e instrumentalistas hacia la mujer, que prevalecen en el
actual modo de producción basado en el patriarcado.
La cultura de agresión sexual, exhibida por los estudiantes en la escuela primaria,
sugiere una forma de ideología que no es compatible con la tarea de la
reconstrucción social. En otras palabras, esta forma de conducta de oposición se
colapsa bajo el peso de su propia lógica dominante y no puede ser reconocida
como resistencia (Giroux, 2002).
A continuación se analizan las conductas de oposición explícitas, en donde los
estudiantes enfrentan de manera directa y frontal al autoritarismo del maestro, con
claros indicios de resistencia al ejercicio unilateral del poder, pero todavía
desplegados en un plano individual.
La maestra les pide a los alumnos que saquen el material (un vaso y lentejas)
que les encargó como tarea un día anterior:

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M: Jorge, ¿y tu material?
A: No lo traje.
M: ¿Por qué no lo trajiste?
A: Porque no.
M: Y entonces, ¿qué vas a hacer?
A: No sé (haciendo un gesto de indiferencia)
M: ¿Te quieres ir a tu casa?
A: Como quiera.
(O/261099/15)

El profesor continúa con el dictado del cuestionario.


A: Ya profe (con tono de fastidio)
M: No esté molestando, Perla. Si quiere no escriba (en tono agresivo).
El profesor continúa dictando.
A: Ya profe (la misma alumna con tono de reto)
M: Número que sigue.
El maestro sigue dictando.
(O/181198/03)
Aunque esporádicos y poco frecuentes, los enfrentamientos personales del
estudiante al autoritarismo del maestro, son una expresión de las relaciones de
poder que llegan a un punto crítico. El estudiante hace manifiesto su total rechazo
al orden institucional establecido. La línea de fuego, el enfrentamiento directo de
los poderes hace visible el campo de guerra que la escuela representa a través de
las prácticas políticas. Estos casos de desafiar al poder directamente, de manera
frontal, se enmarcan todavía dentro de las conductas de oposición porque son
individuales, pero son también el preludio de los actos colectivos de resistencia.
Representan una especie de umbral entre las conductas de oposición y los actos
de resistencia.
Las conductas de oposición presentan un sin fin de formas de manifestarse. Cada
individuo inventa, construye y reelabora mecanismos propios y originales para
oponerse al ejercicio del poder, según su historia personal, sus experiencias ante
los estímulos de la ideología dominante y su disposición ideológica ante el poder.
Sería imposible describir todas y cada una de las conductas de oposición
registradas en el diario de campo. Enseguida se muestran algunas de las más
frecuentes.
La maestra les revisa la tarea a los alumnos desde su escritorio. Se hace una
larga fila de niños, la mayor parte de ellos distraídos jugando o platicando. Un
alumno está inflando un globo y haciendo ruido con él para molestar a su
compañero. La maestra lo amonesta verbalmente, luego le recoge el globo.
Más tarde la maestra indica a los alumnos, en voz alta, que abran su libro de
español en la página dieciséis para comenzar a leer. La maestra lee en voz
alta y los alumnos siguen la lectura en silencio.
El alumno del globo no sigue las indicaciones de la maestra; no abre el libro y
se pone a molestar a sus compañeros; la maestra le pide que guarde sus
libros en la mochila para llevarlo a la dirección.
(O/300899/06)

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Se puede observar a un niño que no terminó el ejercicio anterior molestando a


sus compañeros.
(O/310899/08)

Los alumnos no se ven muy interesados en el contenido de la lectura, ya que


más de un alumno está bostezando; hay otra alumna que hojea el libro en una
parte diferente a la lectura indicada; otro niño está pintando una ilustración del
libro; todo esto mientras el maestro sigue preguntando a los alumnos sobre el
contenido de la lectura.
(O/010999/09).

El profesor pasa a revisar la tarea a los lugares donde están sentados los
alumnos y se da cuenta que sólo unos cuantos la hicieron.
(O/060999/11).

El niño que salió al baño tardó veinticinco minutos en regresar al salón. Salió
caminando lentamente, saludó a unos amigos, tomó un trago de agua, se
puso a jugar fútbol en la cancha con niños de otro grupo, entró al baño, platicó
con otros compañeros, jugó a las luchas con un niño, se regresó, volvió a
tomar agua, se detuvo para ver a unos niños trabajar y cuando se dio cuenta
que yo lo estaba observando, salió corriendo al salón, se sentó
inmediatamente en su lugar y se puso a trabajar.
(O/271099/16).

M: Oye Erick, ¿estás muy cansado? ¡Siéntate bien! La silla no es cama.


(O/281099/17)
Todas estas conductas de oposición se distinguen por su carácter individual. Los
estudiantes aislados buscan formas de oponerse al autoritarismo del maestro, a la
hegemonía de la cultura escolar que promueve la subordinación y el sometimiento.
O bien, son conductas de algunos equipos de estudiantes que, a pesar de romper
con la normatividad escolar, no promueven la solidaridad y la lucha política
colectiva.
Las conductas de oposición pueden ser un potencial político de resistencia o
pueden llegar a constituir formas reaccionarias al servicio de los intereses más
conservadores del sistema. “No todas las conductas de oposición tienen un
significado radical, ni toda conducta de oposición está enraizada en una reacción a
la autoridad y la dominación” (Giroux, 1992, p. 137).
Es importante señalar tanto el aspecto políticamente positivo como negativo de las
conductas de oposición. Las conductas de oposición tienen una función catártica,
son expresión de la impotencia ante el ejercicio avasallador del poder que se
ejerce en la escuela. Es una contra-respuesta a la cultura impuesta al estudiante.
Pero también puede ser la manifestación de un poder racista, xenófobo y sexista.
“Las conductas de oposición pueden no ser sólo una reacción a la impotencia, en
vez de eso pueden ser una expresión de poder que es combustible para la
reproducción de la más poderosa gramática de la dominación. En un nivel, pueden
ser la simple apropiación y muestra de poder, y como tal puede manifestarse

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asimismo por medio de intereses y discurso de los peores aspectos de la


racionalidad capitalista” (Giroux, 1992, p. 137).
A la vez, ciertas conductas de oposición pueden ser “pasto seco” para la chispa de
la resistencia, llegar a ser un potencial político de emancipación de la clase más
perjudicada en el actual modo de producción predominante. Las conductas de
oposición con sentido político de clase, son una condición indispensable para
hacer aparecer en los espacios en donde se da el ejercicio institucionalizado del
poder, actos de resistencia e inaugurar, a través de las relaciones de poder, un
campo de guerra. Es decir, es indispensable que aparezca un individuo que
despliegue individualmente conductas de oposición contra la lógica de la
dominación escolar, para que promueva actos colectivos y solidarios de
resistencia. De estas consideraciones se desprende la siguiente tesis: no pueden
existir actos de resistencia sin presentación previa de conductas políticas de
oposición. Pero sí pueden existir conductas de oposición que no lleven
necesariamente a actos de resistencia.
2. Actos de resistencia.
Los actos de resistencia son tácticas sutiles o abiertas que desafían el ejercicio del
poder; son acciones colectivas y solidarias que enfrentan a la cultura oficial; son
un ejercicio manifiesto o latente para desplegar una fuerza subversiva y
emancipadora ante el ejercicio del poder, para poner en peligro las mismas
condiciones que lo hacen posible. La resistencia de los estudiantes en las
escuelas es una de las más grandes campañas de guerra de guerrillas sostenida
desde el advenimiento del alfabetismo en masa (McLaren, 1995). El estudiante
ataca al poder del enemigo sin oponerle frente alguno; huye al territorio en donde
está más protegido. La oscuridad, así como la adversidad del terreno son fieles
aliados de la resistencia. Unas veces presenta batallas abiertas en donde las
condiciones le favorecen; y en otras, se oculta a la mirada del oponente si se
siente en desventaja. Incluso, hay ocasiones en que la resistencia se disfraza para
presentarse públicamente y desarmar al enemigo.
Los actos de resistencia atentan contra el orden establecido; no sólo lo combaten
de forma continua y tenaz, sino que se mofan de él, lo ridiculizan y lo trastocan
simbólicamente, como medio para vislumbrar una realidad más justa y humana.
“El origen de la resistencia se ubica en la antiestructura, donde la contradicción y
el conflicto compiten con la continuidad de los símbolos rituales y los metafóricos y
donde los alumnos intentan perturbar, obstruir y evadir las exigencias morales que
incumben a los ritos instruccionales” (McLaren, 1995, p. 158). La resistencia ubica
al estudiante en su cotidianidad escolar, con sus pequeños y grandes logros, con
sus frustraciones, a través de la experiencia y la emotividad, como un individuo en
busca de una identidad racial, sexual y de clase que le permita cambiar
radicalmente la realidad en la que está inmerso.
a) La resistencia pública y directa al ejercicio del poder.
La mayor parte de los alumnos está platicando, no parecen interesados en
copiar en su cuaderno la información indicada; están muy poco ordenados.
A1: Maestra, Carla trae sus calcetines en la mochila.

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A2: No es cierto, maestra.


A1: Sí maestra, revise la mochila.
A3: También trae los calzones (todo el grupo ríe estruendosamente)
A4: ¡Aaaaaaah! (grito fuerte a manera de Tarzán).
M: Guarden silencio, pónganse a trabajar.
A2: El güero también trae cacahuates.
A5: Pero no traigo los calzones en la mochila.
M: Ya cállense y copien el cuadro en su cuaderno.
A6: Fuy, fuy (en silbido fuerte)
A7: Fuy, fuy.
A8: Fuy, fuy.
M: ¿Quién está chiflando?
G: Fuy, fuy (todos los alumnos del grupo al mismo tiempo)
(O/261099/15).
En esta clase los estudiantes enfrentan al autoritarismo del maestro de forma
abierta, directa y frontal. No sólo rompen con el ambiente rígido de la normatividad
escolar, sino que rehuyen la realización de la actividad indicada por la maestra, e
incluso no sólo rechazan el trabajo indicado, sino que, con sus silbidos, los
estudiantes desafían de forma grupal a la autoridad representada en este caso por
la maestra. Estas actitudes tienen implicaciones políticas más profundas que las
simples conductas individuales de oposición, ya que están penetradas de un
espíritu de colectividad; son, en esencia, actos de resistencia que enfrentan de
forma grupal la invasión cultural de la escuela como mecanismo de dominación.
Estos actos de resistencia son la lucha misma contra el ejercicio del poder; son la
batalla política en auge. Tienen un propósito pleno de emancipación, como dice
McLaren: “la resistencia va más allá de las reacciones ante los burócratas
trastornados por lo afrodisíaco del poder; es una reacción ante la separación entre
el significado cultural vivido del estado de la esquina de la calle y el enfoque
materialista y segmentado del aprendizaje del estado del estudiante, un enfoque
en el que se enfatizan las habilidades del pensamiento sobre los valores políticos
y morales del estudiante” (1995, p. 159).
Analícense otros actos de resistencia en donde los estudiantes muestran
públicamente su desaprobación al carácter impositivo del trabajo desarrollado en
el aula de clases, aunque finalmente se vean obligados a realizarlo.
El profesor indica a los alumnos que saquen su cuaderno porque se les va a
dictar un cuestionario.
G: ¡No! (Gritan en coro todos los alumnos del grupo)
M: ¡Ándeles, saquen el cuaderno!
El profesor comienza a dictar las preguntas demasiado rápido.
A: Espérese, profe.
M: No me espero.
El profesor mientras dicta el cuestionario saca una máquina de escribir para
llenar las credenciales de los alumnos.
M: ¿En cuál continente se supone aparecieron los primeros hombres? ¿De
dónde proviene su familia? (En tono de broma).
A: Usted, profe de un animal raro y feo (En voz baja para evitar que lo
escuche el profesor).
A: Profe, ya con esas.

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Cuadernos de Pedagogía Crítica

M: Apenas van diez.


El profesor sigue dictando.
A1: Ya con esas.
A2: Con esas tenemos para un año.
M: Número que sigue.
A3: Ya, profe.
M: Ya nomás cinco preguntas.
G: Aaaaaah.
Se puede observar que nadie del grupo está interesado en el cuestionario.
Algunos alumnos se están golpeando entre pregunta y pregunta.
M: Número que sigue.
G: ¡Yaaaa!.
El profesor continúa dictando.
A: ¿Esta es la última, profe?
M: Sí.
A: Hasta ahí por lo que más quiera en el mundo (en voz alta)
M: Hasta ahí.
G: ¡Por fin!
(O/181198/03)
Aquí los actos de resistencia revisten un sentido realmente colectivo. El grupo, de
forma directa aunque no formal, le hace ver al maestro que no está de acuerdo
con la actividad ni con el carácter impositivo de la que es producto. En esta
observación se pueden percibir dos formas de actos de resistencia: los abiertos y
los ocultos. Los acontecimientos que realizan los estudiantes a espaldas del
maestro, sin que éste se dé cuenta, constituyen los actos ocultos de resistencia. Y
las diversas acciones que los estudiantes realizan para hacerle ver al maestro
públicamente su inconformidad con el trabajo impuesto, forman parte de los actos
abiertos o manifiestos de resistencia.
b) La resistencia indirecta al ejercicio del poder.
Existe otro tipo de actos de resistencia menos directos, menos manifiestos, podría
decirse en estado latente, que no enfrentan de manera directa al autoritarismo del
maestro, pero que demuestran públicamente su rechazo a la invasión cultural
realizada por la escuela a través del ejercicio del poder. Son públicos en tanto que
el maestro, como cualquier otro actor del drama escolar, tiene acceso a la
manifestación de estos actos de resistencia; son indirectos en cuanto no
manifiestan de manera frontal ante el autoritarismo del maestro sino que se
deslizan en la escena teatral a través de un disfraz, de un personaje ficticio que,
entre acto y acto, sutilmente deja percibir la verdadera personalidad del actor. Este
tipo de actos públicos y abiertos de resistencia, pero indirectos y sutiles, como
observa Giroux (1992), han sido ignorados o marginados por la mayor parte de los
teóricos de la pedagogía radical, pero son un potencial impresionante de rebeldía
y emancipación.
Véanse algunos de los actos abiertos pero indirectos de resistencia.
Se continúa leyendo el libro de geografía y el maestro sigue dando
explicaciones verbales sobre el contenido de la lección. El grupo está en

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completo silencio, pero prácticamente ningún alumno le está poniendo


atención al maestro.
(O/181199/03).

El profesor sigue explicando el sistema solar, pero muy pocos alumnos le


ponen atención. El profesor termina su explicación, pero ningún alumno
pregunta nada.
M: ¿Alguna pregunta niños?
El grupo se queda totalmente callado.
(O/020999/10).
En estos actos, el grupo, a pesar de estar en completo silencio, con su desinterés
hacia el tema abordado por el maestro está demostrando su resistencia a una
imposición ideológica, que les presenta una visión del mundo completamente
ajena a sus intereses y a su realidad. “Rehusarse a trabajar es uno de los métodos
más formidables de resistencia; es un escándalo de ausencia, una insurrección
callada, una retirada hacia la oscura interioridad de las lúdicas cavernas de la
imaginación. Sentarse inmóvil y fingir estar pensando en una tarea, más que una
política de provocación clandestina es fundamentalmente una rebelión ontológica,
una ruptura liberadora del perfeccionismo moral y restrictivo del ambiente escolar
(McLaren, 1995, p. 169).
La lucha entre el ejercicio del poder y los actos de resistencia dentro del aula de
clases configuran un montaje teatral, en donde los actores, a través de los
símbolos abiertos y ocultos de la resistencia, actúan el drama social escolar
dándole un toque a veces cómico y en ocasiones, trágico. El escenario de este
drama escolar es un campo de guerra o un circo. Como hace notar Peter
McLaren: “la antiestructura de la resistencia es un teatro dialéctico en donde los
significados son afirmados y negados simultáneamente. Cualquiera que sea el
sentido de identidad arrebatado al estudiante durante las clases, le es devuelto por
los tirones, fisuras y erupciones del cinismo resistente y liminal” (1995, p. 158).
Otra forma más sutil de resistir al ejercicio del poder dentro del aula, que las
anteriormente analizadas, son los actos de sabotaje que realizan los estudiantes a
las clases del maestro, bromeando, burlándose y mofándose del esquematismo
rígido de la educación institucionalizada.
M: ¿Qué significa polis?
A: Policía (El grupo se ríe)
M: Te voy a dar un bachón, verás. ¿Qué significa mitología?
A: ¿Qué?
M: ¿Qué significa mitología?
A: Me suena a algo así como la ciencia que estudia la vejiga (el grupo vuelve
a reír)
(O/281099/17)

Después de que el grupo hubo escrito la fecha del día, la maestra empieza a
dictar una lección a los alumnos.
M: Mi hermano el hombre: amo el canto del cenzontle.
A1: ¿Sonsontle? (algunos alumnos ríen).
M: No, cenzontle. Pájaro de cuatrocientas voces; / Amo el color del jade;

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A1: ¿Del jarabe? (el grupo ríe)


M: Del jade. Y el enervante perfume de las flores.
A1: ¿El elefante? (el grupo ríe estruendosamente).
M: ¡Ya cállate! Y el enervante perfume de las flores; / pero más amo a mi
hermano el Hombre.
(O/300899/06)
Las bufonerías de algún estudiante durante el desarrollo de las clases es un acto
de resistencia, ya que el grupo con sus risas contribuye a sabotear colectivamente
la formalidad cultural del maestro. El payaso del salón de clases convierte en
triviales las transacciones instruccionales, y demuestra lo arbitrario de los axiomas
culturales institucionales y los ceremoniales sagrados que amalgaman el universo
escolar. Es a través de la mofa y la broma como se lleva a cabo un enfrentamiento
indirecto entre la antiestructura cultural del estudiante y la invasión cultural de la
estructura institucionalizada del maestro. “La ruptura en el drama social del salón
de clase, se manifiesta mediante actos subversivos y sutiles y otros no tanto,
emprendidos por un grupo de estudiantes conocidos como los payasos de la
clase” (McLaren, 1995, p. 159 y 171).
Otras formas públicas pero indirectas de desafiar al autoritarismo del maestro, son
ejecutar una orden de forma grupal lo más lento posible, como por ejemplo al
momento de sacar algún libro, etc Otras formas indirectas de resistencia son
reverenciar sarcásticamente la autoridad que representa el maestro, con frases
tales como: “sí señor”, “lo que usted mande y ordene, al fin y al cabo usted es la
maestra”, “como usted guste mi querida maestra”, etc. Todos estos y otros casos
más que se observaron dentro de las aulas de la escuela primaria investigada,
representan actos de resistencia abiertos pero que enfrentan de manera indirecta
al ejercicio del poder del maestro. Cuando los estudiantes, con un silencio
demoledor, le hacen ver y sentir al maestro su apatía por la clase; cuando se
mofan simbólicamente de la investidura de autoridad del maestro; cuando
desafían de forma grupal al poder del maestro obedeciendo lentamente sus
instrucciones, los estudiantes, de forma colectiva, están enfrentando de manera
indirecta la ideología que les trata de imponer un sistema social totalmente injusto
e inhumano.
“Cada uno de estos modos de conducta señala una forma de resistencia siempre y
cuando el contexto del cual emerge, represente una conducta ideológica abierta o
latente de las ideologías represivas que caracterizan a las escuelas en general”
(Giroux, 1992, p. 141). Esto es, si vemos dichos actos como prácticas políticas e
ideológicas que comprenden una respuesta consciente o inconsciente a las
relaciones de dominación implantadas en la escuela, deben ser vistos como actos
de resistencia más progresistas políticamente hablando, que las acciones
desarrolladas por los rebeldes exhibicionistas.
c) La resistencia oculta a la mirada del poder.
Hay otro grupo de actos de resistencia que son o tienen la intención de ser
totalmente ocultos, casi imperceptibles para el observador externo al grupo donde
se producen. Los estudiantes resisten al ejercicio del poder en la oscuridad, en el
espacio y el tiempo en que están fuera de la visibilidad del poder. El estudiante

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Cuadernos de Pedagogía Crítica

trata de ocultar sus actos de resistencia cuando sabe que se encuentra


políticamente en desventaja ante la hegemonía del enemigo. Sin embargo, el
carácter oculto de los actos de resistencia no le impiden al estudiante librar una
tenaz y heroica lucha subterránea contra el ejercicio unilateral del poder.
Obsérvense algunos hechos que ilustran esta situación:
La maestra forma y ordena a los alumnos para que pasen a la explanada de la
escuela a tomarse una fotografía. En el poco tiempo en que el grupo se
escapa de la vigilancia y el control de la maestra, los alumnos se desordenan
inmediatamente.
(O/051198/01)

La maestra tiene una prueba-muestra contestada sobre el escritorio, la cual


utiliza como referencia para revisar los exámenes de los alumnos, pero éstos,
al pasar a revisar un ejercicio, pueden observar perfectamente las respuestas
correctas sin que la maestra se entere.
(O/111198/02)

Un grupo de seis alumnos sentados en un rincón de la parte de atrás del salón


están compartiendo las respuestas del cuestionario, incluso uno de ellos invita
a los demás a que escondan el cuaderno-base debajo de la butaca como él lo
está haciendo, para evitar que los descubra el profesor.
(O/031198/05)

Mientras la maestra revisa la tarea, la mayor parte de los alumnos del grupo
está platicando. Se puede escuchar la siguiente conversación entre un grupo
de niños:
A1: Yo tengo un ratón.
A2: ¿A poco?
A3: Yo también tengo otro ratón de esos caseros.
A1: ¡Qué suave! Mi ratón también es casero, lo agarré dentro de mi casa pero
lo tengo escondido en una caja porque a nadie le gusta.
(O/300899/06).

Se paran dos niñas a pedir algo a otras compañeras, las ve el maestro y les
dice:
M: Siéntense, no deben estar paradas.
As: Les estamos pidiendo algo.
M: ¿Qué les están pidiendo?
As: Unos pincelines.
M: No van a colorear, van a escribir, así que siéntense.
Las niñas se sientan pero siguen platicando en voz baja para que no las
pueda oír el maestro. Otro niño se voltea y se pone a platicar con ellas.
(O/010999/09).

Los alumnos que están sentados en el rincón de la parte de atrás del salón se
pusieron de acuerdo para copiar la lección del libro; ponen el libro bajo la
butaca y el cuaderno encima, la mochila en un lado para que de esa manera
no puedan ser vistos por el profesor.
(O/020999/10)

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Cuadernos de Pedagogía Crítica

Constantemente algunos alumnos se ponen de acuerdo para levantarse y


sacar punta al lápiz. Pasan dos niños y se ponen a platicar encima del bote
para la basura, luego pasan otros dos. Sucesivamente siguen pasando
parejas de niños, cuidándose de que no los vea la maestra.
(O/031199/18).
Todos estos son actos ocultos de resistencia que los estudiantes organizan a
manera de conspiración colectiva, clandestina y a espaldas del maestro. Esta
lucha oculta, que se desarrolla dentro del aula de clases, muestra cómo el
ejercicio del poder en la escuela primaria no es omnipotente políticamente
hablando, y cómo los estudiantes pelean, resisten y presentan batallas en todos
los campos de la lucha política e ideológica dentro del espacio escolar.
Nunca se presenta el ejercicio del poder sin actos de resistencia. Los actos ocultos
de resistencia, dentro del aula de clases, ilustran cómo el espacio escolar es un
campo de lucha política en donde la clase económicamente dominante despliega
su poder (es decir, su capacidad para objetivar sus intereses) con el propósito de
conservar el orden social establecido. De igual manera, muestran cómo los
oprimidos, los explotados, la clase trabajadora, los despojados injustamente del
producto de su trabajo a través de la creación de plusvalía, luchan tenazmente
para construir un mundo racional y humano. Pero los actos ocultos de resistencia
también muestran cómo el espacio escolar es escenario de una interesante lucha
política, de una furibunda confrontación ideológica en donde por un lado la escuela
realiza una invasión cultural con el fin de transmitir una imagen falsa de la
realidad, que justifique el actual orden social; pero, por otro lado, los estudiantes
tratan de construir una imagen crítica y racional (científica) del mundo, a partir de
su propia realidad, que los ayude a emanciparse de la terrible opresión que
actualmente vive la humanidad.
La visión del ejercicio del poder y de los actos de resistencia muestran más que
una coexistencia pacífica entre los actores del drama escolar, una intensa lucha
entre explotados y explotadores. ”La aparente armonía que inunda la vida escolar
en el salón de clases existe solamente en un nivel imaginario; cuando uno
comienza a excavar la superficie de su aparente unicidad, comprende con rapidez,
con qué frecuencia el significado ritual esconde una negación sutil de oposición y
resistencia, al igual que la afirmación del statu quo: es conflictivo lo mismo que
consensual” (McLaren, 1995, p. 157).
Los actos de resistencia ocultos son políticamente los más peligrosos, ya que no
dan la cara ante el ejercicio del poder; por tanto, no se pueden medir y calcular
sus fuerzas. El carácter oculto de los actos de resistencia les da una especie de
tamiz clandestino, de una potencialidad subversiva inmensa, ya que pueden llegar
a desbordar el equilibrio monótono en que se desenvuelven cotidianamente las
relaciones de poder dentro del aula.
Hechos tales como hurtar colectivamente las respuestas de un examen, compartir
las respuestas de un cuestionario, organizar un desorden grupal a espaldas del
maestro, etc., son un verdadero caudal de aprendizajes políticos e ideológicos, ya
que los estudiantes aprenden en y a través de la acción, en la resistencia

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Cuadernos de Pedagogía Crítica

cotidiana, a solidarizarse con sus compañeros para combatir al autoritarismo


institucional de la escuela y, sobre todo, a identificar a sus enemigos de clase. Los
actos de resistencia vistos como praxis política e ideológica, forman en los
estudiantes la conciencia de clase y el espíritu de lucha necesario para construir
un futuro radicalmente diferente, donde no tenga vigencia el capitalismo.
Los actos de resistencia directa o indirectamente abiertos, así como los que
permanecen ocultos consciente o inconscientemente, minan las normas
consensuales de la educación institucionalizada, así como los códigos culturales
de la ideología dominante que a través del ejercicio del poder hacen posible la
reproducción del modo capitalista de producción.
Los actos de resistencia ubican a los estudiantes como sujetos activos, quienes a
través de su experiencia en la lucha cotidiana que llevan a cabo dentro del aula de
clases, enfrentan al ejercicio del poder institucionalizado. La resistencia hace ver a
los estudiantes más que como individuos acríticos, pasivos y sumisos de la
ideología dominante, como sujetos producto y productores de las estructuras
sociales con posibilidades y obligación de transformarlas. En los actos de
resistencia, los estudiantes de la escuela primaria observada demuestran su
interés en actuar sobre las estructuras para ponerlas al servicio del hombre, y
dejar atrás el presente en donde el hombre está al servicio de las estructuras.
LOS MAESTROS Y LA RESISTENCIA.
Para finalizar el análisis sobre los actos de resistencia al ejercicio del poder en la
escuela primaria, se presenta un estudio de cómo los maestros más que ser
culpables o cómplices del ejercicio del poder dentro del aula, la resistencia los
ubica como víctimas de las circunstancias institucionales e históricas en que se
ejerce el poder. Sin embargo, por lo que se pudo observar a través del trabajo de
campo desarrollado en esta investigación, generalmente los maestros tienen poca
conciencia del papel que desempeñan en las relaciones de poder que se ejercen
en la escuela primaria, en donde en algunas ocasiones se observan prácticas
docentes críticas y emancipadoras, que constituyen actos ejemplares de
resistencia.
1. Conductas de oposición.
Por fin el grupo regresa del recreo. El profesor salió de la escuela y no le avisó
a nadie a dónde iba o a qué horas regresaba. Esto en ocasión de que el
director está ausente de la escuela y quizá a mi presencia como observador
en aula y mi posible intervención para continuar con la clase. La situación
hace que me sienta sumamente incómodo; no sé si seguir con el papel de
etnógrafo y registrar el comportamiento de los alumnos en ausencia del
profesor, o adoptar un aire de docente autoritario para dar continuidad a la
clase.
Afortunadamente la maestra vecina llegó al grupo y les puso unas
multiplicaciones a los niños para que se ocuparan en algo.
(O/271099/16).

La maestra y el profesor de al lado se pusieron a desayunar dentro del salón


en plena clase. Mientras se calentaban un guisado mandaron a un niño a

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Cuadernos de Pedagogía Crítica

comprar unos refrescos a la tienda que se encuentra fuera de la escuela. Me


invitan a comer junto con ellos pero me niego amablemente. El profesor a los
quince minutos se retiró a su salón y la maestra siguió comiendo.
(O/281099/17)

La maestra sale del salón a fumar con el profesor de al lado y el conserje de la


escuela.
(O/281099/17)

El profesor empieza a dictar un cuestionario a los alumnos, de forma


totalmente improvisada.
(O/181198/03).
En todas estas conductas los maestros se oponen a la lógica reglamentaria e
institucional que imponen los convencionalismos de la vida escolar: el prototipo de
maestro disciplinado, hacendoso, responsable, bien presentable, meticuloso y
escrupuloso en la enseñanza, así como cuidadoso de la moral y las “buenas
costumbres”. Los maestros, con estas conductas, rompen con la institucionalidad
del ejercicio del poder que los ubica como fieles servidores del sistema, como
agentes pasivos y acríticos encargados de llevar al plano de lo concreto, de la
manera más eficiente posible, las técnicas de la enseñanza. El que los maestros
almuercen en clases, se salgan de la escuela en ausencia del director,
interrumpan las clases para fumar con sus compañeros, no preparen bien las
clases, salgan corriendo de la escuela incluso antes de la hora de salida y algunas
otras conductas de oposición más, hacen evidente que el maestro en la
cotidianeidad escolar, con su indiferencia hacia el trabajo docente, desafía el papel
de burócrata eficiente y obediente que le asigna el sistema social.
Sin embargo, todas estas conductas de oposición, a pesar de desafiar la lógica
dominante de la normatividad escolar, no hacen más que consolidar y fortalecer el
ejercicio del poder a una escala más amplia. El desempeño docente tan mediocre
del maestro, ritualiza la cultura de explotación que se impone a las clases
trabajadoras. Estas conductas de oposición son extremadamente reaccionarias,
ya que apelan a un pasado más opresor y asfixiante que el presente. Debe
tenerse cuidado, ya que como advierte Giroux, estas conductas de oposición
“pueden ser usadas para la destrucción o la denigración de los valores humanos
básicos” (1992, p. 146).
2. Actos de resistencia.
Si por resistencia se entiende el despliegue de todo un poder contra-hegemónico
que se propone objetivar los intereses de las clases oprimidas con el fin de
negarse dialécticamente como clase; es decir, dejar de ser clase oprimida y
construir un nuevo orden social sin explotados ni explotadores, los maestros, a
través de su trabajo dentro del aula, también tienen posibilidades de dar
cotidianamente forma a actos de resistencia con los estudiantes. Inconsciente o
conscientemente los maestros enfrentan de manera colectiva al ejercicio del poder
en la escuela primaria.
Véase un caso de resistencia registrado en el diario de clase.

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Cuadernos de Pedagogía Crítica

Se observa que el profesor tiene buena relación con los alumnos, bromea con
ellos y ellos con él en un ambiente de confianza.
Cuando el profesor estaba realizando un comentario sobre el tipo de viviendas
donde los hombres habitaban primitivamente, de pronto se soltó una fuerte
lluvia que posteriormente se convirtió en granizo. Fue tanto el ruido que
provocó el granizo en el aula, que resultó prácticamente imposible continuar
con la clase. Los alumnos se levantaron de sus lugares y se dirigieron a las
ventanas para ver caer el granizo. Esta conducta el profesor la tomó con
naturalidad.
M: qué les parece se aprovechamos la lluvia para hacerle una carta al director
para que nos pongan el cielo raso en el salón.
(O/131198/04).
Los estudiantes redactaron una carta para el director solicitándole que les
proporcionara el material necesario para instalar el cielo raso en el aula de clases.
Posteriormente corrigieron de forma grupal la redacción y la ortografía de la carta
y, finalmente, se nombró de manera entusiasta una comisión de estudiantes para
que le hiciera llegar la carta al director.
En esta clase se puede apreciar cómo el maestro respeta los intereses de los
estudiantes y cómo, a partir de dichos intereses, propone actividades de reflexión
y análisis que llevan a los estudiantes a construir una visión crítica de su realidad,
con el fin de transformarla. Aquí la relación entre maestro y estudiantes no es de
opresor–oprimido, de sometedor–sometido, sino de compañero a compañero.
Maestro y estudiantes, describe Antonio Gramsci, forman un “bloque histórico”;
intelectuales y proletarios, a través de una práctica política e ideológica, se
fusionan para cuestionar y transformar la realidad social.
En este caso la resistencia es utilizada para abrir democráticamente el espacio
áulico a los estudiantes, con el fin de emanciparse de una realidad opresora. “El
valor del constructo de la resistencia reside en su función crítica, en su potencial
para expresar las posibilidades radicales contenidas en su propia lógica y los
intereses contenidos en el objeto de su expresión” (Giroux, 1992, p. 146)
Para el maestro resistir dentro del aula es visualizar, potenciar y hacer posible un
futuro mejor; es encarar a la educación como un espacio fundamentalmente
político e ideológico, penetrado por las contradicciones de las estructuras más
amplias, que a partir del ejercicio del poder y los actos de resistencia dan forma al
cotidiano drama escolar. Como apunta Giroux: “la noción de resistencia tiene que
ser mediada no sólo por el grado en que promueve el pensamiento crítico y la
acción reflexiva, sino de manera más importante por el grado en que contiene la
posibilidad de estimular la lucha política colectiva alrededor de problemas de
poder o determinación social (1992, p. 148).
Así pues, el análisis de los actos de resistencia complementan el estudio del
ejercicio unilateral del poder en la escuela primaria, que hacen del drama escolar
un espacio contradictorio y dialéctico. Resistencia y ejercicio del poder son partes
de una relación contradictoria a partir de la cual cobra sentido el aspecto político e
ideológico de la vida escolar.

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