58433520005
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ISSN: 0185-2450
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Universidad Nacional Autónoma de México
México
SOBREVILLA, DAVID
El retorno de la antropología filosófica
Diánoia, vol. LI, núm. 56, mayo, 2006, pp. 95-124
Universidad Nacional Autónoma de México
Distrito Federal, México
Abstract: In this paper, I defend the thesis that it was Kant who first pro-
posed philosophical anthropology as the prima philosophia, into which the
theorethical question of knowledge, the practical question of moral and po-
litical action, as well as the religious question of future life converge. I show
how this proposal was not realized by Kant himself, but had to wait until
Max Scheler, Helmuth Plessner and Arnold Gehlen addressed the question
between 1928–1940. I explain how later the philosophical anthropology en-
tered into a period of decline, and finally I point out the current return of
a renewed philosophical anthropology in contemporary German philosophy,
but always as prima philosophia, specially in the latest works of Ernst Tu-
gendhat.
Key words: philosophical anthropology, philosophical semantics, Kant, Tu-
gendhat, Höffe
1 . Introducción
En este texto presentamos la propuesta de la antropología filosófica y
su proceso de auge, declinación y renacimiento actual. Para Ernst Tu-
gendhat, luego de la Ilustración —que ha minado lo que él denomina
6
W. Schulz, Philosophie in der veränderten Welt, p. 357.
7
Ibid., pp. 362–418.
así como es influido por el medio exterior, influye también en él. Un ani-
mal se da cuenta y actúa, le es dada la diferencia entre lo ajeno y lo pro-
pio conforme a zonas. De lo ajeno lo separa un abismo gracias al cual
repara en lo que le está dado fuera de su cuerpo. “El animal existe en lo
propio en cuanto que domina de modo inmediato a los objetos.”13 Pero
al animal no se le vuelve objetivo este ser en el aquí-ahora, sino que
más bien se disuelve en él; de allí que Plessner explique: “El animal vive
desde su centro, metido en su centro, pero no vive como centro.”14 Esto
significa que el animal vive centrado, pero sin formar un “sí mismo”.
El animal es un grado previo al hombre, en cuanto que sólo éste po-
see la dimensión del “sí mismo”, del “tenerse”. En el ser humano llega
lo viviente a la posibilidad de concebir su medio ambiente y a sí mismo
y de poner ambas realidades en conexión. Esto significa que el ser hu-
mano no vive a partir de su centro y adentrado en su centro, sino que él
se sabe un centro. A fin de poderse saber como centro, el hombre tiene
que haber traspuesto el “ser en cuanto centro” y haber abandonado el
mundo. Únicamente así se puede objetivar con respecto a las esferas,
lo que significa diferenciarse de ellas y relacionarse consigo mismo. Y
es que el ser humano debe tener la capacidad de “distanciarse”, pues
únicamente un ente que toma distancia puede lograr una reflexión total
con respecto al sistema vital. Esto significa que el ser humano es excén-
trico. Para Plessner, la excentricidad es la determinación fundamental
del ser humano, y a partir de ella se interpretan las peculiaridades hu-
manas. Que el ser humano sea excéntrico significa que no se encuentra
unido a su entorno, sino abierto al mundo.
Las determinaciones anteriores llevan al autor a establecer cuáles
son las leyes antropológicas fundamentales. La primera es la de la ar-
tificialidad natural; en tanto que el animal está en un equilibrio con su
medio ambiente, el hombre tiene que alcanzarlo, porque no posee un
entorno natural, sino que debe construir el mundo que le es adecuado.
El mundo adecuado al hombre es el mundo cultural. El hombre no só-
lo necesita al mundo cultural para mantener su existencia. El mundo
cultural es mucho más que la mera esfera de los medios biológicos de
reemplazo; es histórico y, en cuanto histórico, está sometido a una dia-
léctica de familiaridad y ajenidad, amparo y desamparo. De allí que el
hombre crea el mundo cultural para sentirse en él como en casa; pero
luego el mundo creado se le convierte en extraño. El mundo cultural es
el mundo de las normas y de las esferas de sentido.
13
Ibid., p. 239.
14
Ibid., p. 288.
17
Kant und das Problem der Metaphysik; citamos según la espléndida versión
española de Gred Ibscher: Kant y el problema de la metafísica.
18
M. Heidegger, Kant y el problema de la metafísica, pp. 180 ss.
19
Ibid., p. 178.
Mas hay que enfatizar que lo que Heidegger rechazaba era la pretensión
de que la antropología filosófica proveyera de un mejor fundamento a
la metafísica que el que le procuraba la ontología fundamental. Pres-
cindiendo de este punto, Heidegger concedía el valor que podía tener
la antropología filosófica, como se comprueba revisando el curso ma-
gistral impartido por Heidegger en el semestre de invierno 1929/1930
sobre el tema “Los conceptos fundamentales de la metafísica (El con-
cepto de Mundo)”,20 que contiene una antropología filosófica, pero en-
marcada dentro de la ontología fundamental heideggeriana —el curso
ha sido publicado como volumen 29/30 de la Gesamausgabe de Heideg-
ger, con el título ligeramente cambiado: Los conceptos fundamentales de
la metafísica. Mundo-finitud-soledad.21
En este curso, comentando una definición de filosofía que ofreció una
vez Novalis —“La filosofía es en realidad nostalgia: una pulsión por es-
tar en todas partes en casa”—, el autor planteaba tres preguntas metafí-
sicas fundamentales: ¿qué es esto, el mundo?, ¿que es esto, la finitud?,
y ¿qué es esto, el aislarse? En la primera parte del curso, Heidegger se
refería a la forma de despertar un estado de ánimo fundamental para
poder filosofar y se explayaba con todo detalle sobre un estado de áni-
mo fundamental y propicio para la reflexión filosófica: el aburrimiento
y sus formas (aburrirse de algo, aburrirse a propósito de algo con la
pérdida del tiempo correspondiente, y el aburrimiento profundo: el me
aburro o estoy aburrido). En la segunda parte regresaba a las tres pre-
guntas fundamentales que había planteado —por el mundo, la finitud
y la soledad—, manifestando que las referencias anteriores al aburri-
miento constituyen el intento de escenificar un estado de ánimo funda-
mental en que “el mundo, la finitud y la soledad” nos salen al encuentro
en forma tal que hacen posible el trabajo del concepto. En este lugar
desarrollaba su filosofía de la naturaleza y su antropología. En Ser y
tiempo, Heidegger había caracterizado al ser humano como un Da-sein,
un “ser-ahí” como traduce José Gaos,22 o como un ser-en-el-mundo.
La piedra y el animal ¿tienen también un “ahí”?, ¿poseen asimismo un
mundo? Para Heidegger, no: la piedra sólo aparece en el mundo, pero
carece de él, ya que no puede entablar una relación con el mundo. En
cuanto al animal, Heidegger seguía a este respecto las investigaciones
20
Tomamos el título de la lista de los cursos impartidos por Heidegger entre
1915 y 1958, contenida en el conocido libro de W.J. Richardson Heidegger. Through
Phenomenology to Thought, p. 667.
21
Die Grundbegriffe der Metaphysik. Welt—Endlichkeit—Einsamkeit.
22
Jorge E. Rivera prefiere dejar la palabra sin traducir por las razones que ofrece
en su versión de Ser y tiempo, p. 454.
Lo característico del lenguaje humano es, dice Aristóteles, que tiene una
estructura proposicional. Mientras que los lenguajes de los animales tienen
una función, según la cual simplemente reaccionan al ambiente, la estruc-
tura predicativo-proposicional le da al hombre la posibilidad de decir cosas
que son independientes de la situación de habla. Con esto ve Aristóteles
conectado el hecho de que los hombres pueden hablar de lo bueno y con-
siguientemente de lo justo.29
La razón por la que el hombre es, más que la abeja o cualquier animal
gregario, un animal social es evidente: la naturaleza, como solemos decir,
no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra
(lógos). La voz (foné ) es signo de dolor y placer, y por eso la tienen tam-
bién los demás animales, pues su naturaleza llega hasta tener sensación
de dolor y placer y significársela unos a otros; pero la palabra es para
manifestar lo conveniente y lo dañoso, lo justo y lo injusto, y es exclusivo
del hombre, frente a los demás animales, el tener, él solo, el sentido del
bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, etc., y la comunidad de estas
cosas es lo que constituye la casa y la ciudad.31
B . La génesis de la egocentricidad
Tugendhat sostiene que la estructura proposicional del lenguaje hu-
mano corresponde a la conciencia proposicional humana, a partir de
la cual se ha formado una conciencia yoica. Los animales superiores
—y también los niños pequeños— estarían dotados también de alguna
forma de conciencia, pero se trata —en la medida en que podemos
conocerla— de una conciencia preproposicional a la que únicamente
correspondería una modalidad incipiente de autorrelación. Exclusiva-
mente el ser humano puede decir “yo”, pero esta conciencia yoica no
la ha tenido el hombre desde el comienzo, sino que se ha formado
paulatinamente.
El mecanismo básico por el que se genera la conciencia yoica es el
siguiente: quien habla un lenguaje proposicional tiene una conciencia
del mundo, de un mundo objetivo compuesto de objetos, únicamente
porque puede hacer referencia a sí mismo; y puede tener conciencia
de sí mismo porque tiene conciencia de los objetos componentes del
mundo objetivo. A continuación expondremos en forma abreviada có-
mo surge este mecanismo.
Manifestamos ya que el lenguaje proposicional permite al ser huma-
no identificar objetivamente cosas singulares en el espacio y en el tiem-
po, esto es, que cada cosa es captada como algo que es diferente de las
demás cosas. Lo hacemos porque tenemos un sistema de referencia que
6 . Consideración final
Fue Immanuel Kant el primero que propuso establecer la antropología
filosófica como una disciplina fundamental en la que desembocan las
preguntas teórica por el conocimiento, práctica por la acción moral y
política, y religiosa por la vida futura. Sin embargo, esta propuesta no
fue concretada por el mismo Kant, sino que hubo que esperar a que
la cumplieran a su manera Max Scheler, Helmuth Plessner y Arnold
Gehlen, entre 1928 y 1940. No obstante, por muchas causas (sobre
todo por circunstancias históricas y la crítica heideggeriana de la antro-
pología filosófica) la antropología filosófica entró posteriormente en un
periodo de declinación en Alemania, y en el espacio cultural anglosajón
nunca llegó a echar raíces por la fragmentación de los estudios filosó-
ficos en compartimentos estancos. Actualmente se comprueba que ella
retorna vigorosamente en el pensamiento alemán, sobre todo a través
de la obra de Ernst Tugendhat.
Se puede concebir la antropología filosófica como prima philosophia:
como la disciplina filosófica en que convergen todas las otras; pero pue-
de vérsela simplemente como una disciplina fundamental que aspira, re-
nunciando a las visiones teológica y metafísica, a fijar cuál sea el puesto
del hombre en el mundo por oposición al lugar que tiene el animal no
humano. De esta manera podríamos ofrecer una explicación meramen-
te antropológica y basada en los datos de las ciencias y de la evolución
de las instituciones humanas: el lenguaje, la acción moral y política, la
filosofía y la ciencia, el arte, el Estado, etc., sin tener la necesidad de
verlas como regalos de Dios o como dones del espíritu. Cumpliríamos
así la vieja máxima de la Ilustración: sapere aude tomando entonces la
conformación de nuestras vidas en nuestras propias manos.
Por cierto, la antropología filosófica en su versión tugendhatiana es-
tá expuesta a numerosas dificultades. Una de ellas es la estrecha base
sobre la que está edificada: la estructura predicativo-proposicional del
lenguaje humano, dificultad de la que el autor es consciente. Otra difi-
cultad consiste en que a su planteamiento inaugural es preciso agregar-
le numerosos matices y desarrollos; así, por ejemplo, el egocentrismo
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