Herencia en El AT
Herencia en El AT
Herencia en El AT
El Nuevo Testamento emplea la noción de herencia para expresar los conceptos más
fundamentales de la Revelación cristiana. "Si nosotros somos hijos, somos herederos.
Herederos de Dios, coherederos dé Cristo" (Rom 8,17). Los términos heredar, herencia,
heredero, sirven para designar la entrada en posesión de la felicidad a que todo cristiano
está destinado, el Reino de Dios, la vida eterna. "Venid, benditos de mi Padre, recibid
en herencia el Reino que os ha sido preparado desde la fundación del mundo" (Mt
25,24). "Dios ¿no ha elegido a los pobres... como herederos del Reino?" (Sant 2,5). "La
carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios" (1 Cor 15,50). "Bienaventurados
los humildes, porque ellos recibirán la Tierra en herencia" (Mt 5,5).
El vocabulario
Tres raíces hebreas fundamentalmente sirven para dar cuerpo al concepto de herencia en
el AT: yaras, nahal y halaq.
Nahal: sentido cercano al anterior. Pero el acento no está puesto en la transferencia, sino
en el carácter estable, permanente de una propiedad. Su mejor traducción sería poseer a
título de patrimonio. El bien a que se refiere ha de ser, en consecuencia, de naturaleza
durable. El sujeto adecuado es, entonces, un clan, no un individuo aislado. En el modo
FRANÇOIS DREYFUS
La misma Biblia atestigua que el término bíblico de herencia tiene paralelos en las
naciones vecinas. En Jue 11,23-24, Jefté envía un mensaje al rey de los ammonitas, en
el que la raíz yaras se emplea 6 veces: "Y ahora que Yahvé, Dios de Israel, ha
desposeído a los amorreos en nuestro favor ¿tú nos desposeerás? ¿No posees en
herencia todo lo que Camos, tu dios, ha dejado en tu propiedad? Y nosotros ¿no
poseemos en herencia todo aquello cuya posesión nos ha transferido Yahvé, nuestro
Dios?" Alusión clara a la creencia de que Dios les ha dado la tierra que habitan y poseen
a título hereditario. Esta concepción reposa sobre la idea común al Oriente Medio de
que cada dios posee un dominio determinado. Cuando un pueblo se instala en el
dominio de un dios,. expulsando a los anteriores ocupantes, se interpreta el hecho como
voluntad del dios del país, que revoca -provisional o definitivamente- la donación que
había hecho a los antiguos habitantes. De lo contrario nunca los nuevos hubieran podido
vencer. Sennaquerib, rey de Asiria, afirma a Ezequías que, si acaba de conquistar el
reino de Judá y deportar a su población, es por orden de Yahvé, irritado contra su gente
(2 Re 18).
La tierra es de tal modo dominio suyo que a veces lleva el nombre del dios (Asur y
Amurru), o el mismo dios es designado por su relación con la ciudad (Ningirsu: Señor
de Girsu). La relación entre el dios y la nación no es inmediata, se fundamenta en la que
existe entre el dios y la tierra. Recordemos el episodio de la conversión de Naamán (2
Re 5,17) que manda cargar tierra de Israel sobre dos mulos a fin de poder pisar suelo de
Israel cuando ore a Yahvé.
Los textos mitológicos de Ras Shamra nos dan más luz sobre el asunto. Mot, dios de las
mieses, reina en dominios subterráneos donde pasa la mitad del año. Tres expresiones
aluden a ello: "su ciudad", "el trono donde se asienta", "la tierra de su heredad". Se trata
siempre de dominio espacial, sin ninguna mención a posibles relaciones con hombres.
El santuario del dios Anat es la "Montaña del Norte", no un espacio donde los hombres
van a adorar a dios, sino un lugar sagrado considerado como residencia de la divinidad.
En resumen: entre los pueblos vecinos a Israel el tema de la herencia se manifiesta sobre
todo como un vinculo entre el dios y el territorio habitado por un grupo humano.
Vínculo local, no personal, que conserva todo su valor, cualquiera que sea el pueblo que
habita el territorio. Y existe incluso cuando no está habitado. Este vínculo es natural.
FRANÇOIS DREYFUS
Génesis 15
Sigue la narración del sacrificio que concluye la Alianza entre Yahvé y Abraham. Es la
primera vez que aparece en la Biblia el vocablo específico de la herencia (yaras,
empleado cuatro veces).
El sentido auténtico del texto en la mente de su autor puede entonces establecerse así: a)
anuncio divino a Abraham de la concesión de una gran recompensa, cuya naturaleza
exacta aún no se precisa; b) promesa de un heredero en respuesta a la inquietud de
Abraham, pues presentaba dudoso interés un don que no pudiera transmitir a un hijo de
su sangre; c) se perfila la naturaleza del don: la concesión de la tierra de Canaán como
patrimonio hereditario de su descendencia;d) esta promesa es objeto de una alianza
sellada entre Dios y Abraham.
Esta primera formulación del tema de la herencia en la Biblia, nos permite ya hacer unas
consideraciones:
1. Se trata de un don de Dios al hombre, don que es una recompensa y que procurará la
felicidad de quien se beneficie de él. El último punto resulta del vínculo que existe en la
mente del redactor yahvista entre la posesión de la Tierra Prometida y la bendición
asegurada a Abraham y su descendencia. Todas las naciones desearán -afirma el Señor
Yahvé- una bendición análoga a la que va a conceder a la posteridad de Abraham (Gén
22, 18). La promesa de bendición será repetida a Isaac (Gén 26,4), y pasará en herencia
a la descendencia exactamente como la promesa de poseer Canaán. Así el texto sugiere
que se debe, y se liga, al regalo de la tierra esa bendición obradora de una felicidad,
envidia de todos los pueblos.
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Primer elemento de interés sería la calificación de "tierra que mana leche y miel" (Éx
3,8.17; 13,5; 33,3). Es fácil comprender que tal expresión no pretende ser una
descripción del estado normal y natural de Canaán, sino un cuadro de sabor mitológico
referido al estado ideal, paradisíaco de una tierra donde se encuentra todo lo que es
necesario para procurar la felicidad material de sus habitantes (recordemos el tamaño
de las viñas y racimos en la narración de la exploración ordenada por José; Núm.
13,23). Un ma tiz importante: esta felicidad se subordina ya a la fidelidad a la Ley del
verdadero Dios.
Un texto yahvista merece nuestra especial atención (Éx 34,9): (Moisés) dijo: "Señor, si
verdaderamente he hallado gracia a vuestros ojos; tenga a bien mi Señor marchar en
medio de nosotros. Ciertamente es un pueblo duro de cerviz, pero perdona nuestras
faltas y pecados y haz de nosotros tu herencia". La oración dirigida por Moisés a Yahvé
para que tome a Israel como herencia, posesión perpetua y estable que le convierte en
Pueblo de Dios, se aclara en el contexto. La discusión entre Yahvé y su servidor versa
sobre el siguiente punto: ¿conducirá Yahvé a Israel por una persona intermediaria, por
un ángel, o bien marchará Él mismo en persona en medio de su pueblo? En este último
caso -proclama solemnemente Moisés- "se nos distinguirá a mí y a tu pueblo de todos
los pueblos que habitan sobre la faz de la tierra" (Éx 33,16). En otros términos, conducir
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Deuteronomio
La misma doctrina encontramos en el cántico de Moisés en el Deuteronomio:
"Cuando el Altísimo da las naciones
en herencia
Cuando reparte los hijos del hombre
Fija sus fronteras siguiendo el número
de los hijos de Dios.
Pero la porción de Yahvé fue su
pueblo
Jacob la parte de su herencia"
(Dt 32,8-9).
Samuel
En los libros de Samuel (1 Sam 10,1; 26,19; 2 Sam 20,19; 21,3) se confirma la tradición
del Pentateuco: la herencia de Dios (emplea la raíz nahal, posesión) es un pueblo, no un
territorio.
Exodo 15,17
Único texto anterior a los profetas que designa la tierra como herencia (nahaláh) de
Yahvé. Probablemente de composición posterior a los pasajes estudiados. "Montaña de
tu heredad" se equipara a "santuario que tus manos ha establecido". Se trata, pues, del
lugar de la morada de Yahvé en medio del pueblo, no de todo el país de Canaán en
forma indeterminada. La designación de Sión como herencia de Yahvé está ligada al
Templo. Y el Templo es "signo", no de un vínculo territorial de Dios, sino de su
presencia íntima en medio de Israel. La expresión de Éx 15,16 "el pueblo que tú has
adquirido", añade a la idea de Israel, herencia del Señor por Alianza, la de rescate de
una esclavitud (Egipto).
FRANÇOIS DREYFUS
Conclusión
b) La Alianza tiene por única cláusula una promesa, hacer a Canaán herencia de Israel.
Herencia prometida -esperada- a los descendientes de Abraham. Don de Dios gratuito,
que es representado gráficamente reuniendo todo lo que el hombre puede desear para
satisfacer su deseo de felicidad.
Nos ocuparemos sobre todo del segundo aspecto -Canaán como herencia de Israel- ya
que el primero se confunde con la misma Alianza. Distinguiremos dos fases en nuestro
estudio, que no se suceden con exactitud cronológica, sino que se interfieren
mutuamente. Dos líneas de profundización: el desarrollo del tema de la herencia dentro
de una concepción material, y el paso de una concepción material a otra más espiritual.
Llama la atención su extrema discreción en este tema que incluso omite Isaías.
El Deuteronomio por entero está centrado sobre la Tierra, prometida por Yahvé a los
patriarcas. Israel se apresta a tomar posesión. Encontramos con profusión todo el
vocabulario típico de la herencia (yaras, 77 veces; nahal, 32 veces).
un Resto (4,27; 28,62). El Resto escuchará la Palabra de Dios al fin de los tiempos. La
teología del Deuteronomio descansa sobre este Resto escatológico. La posesión actual
de Canaán es precaria, comprometida por el pecado. Pero al fin de los tiempos, el
pueblo de Dios, reducido al Resto santo, poseerá la Tierra en herencia para siempre, y
saboreará la felicidad perfecta.
Jeremías toma la doctrina del Deuteronomio sobre el Resto santo. Pero-sobre todo se
caracteriza por ser el primer autor del AT que pone en relación la filiación con la
herencia, presentando a Israel como hijo y heredero de Dios. "¡Cómo querré yo
colocarte entre los hijos, darte un país de delicias, una herencia que sea la perla de las
naciones!" (3,19). El bien más excelente que tiene Dios, lo da a Israel su hijo.
Precedente claro de Rom 8,17. Jeremías finalmente integra el sentido de "Israel herencia
de Yahvé" y "Canaán herencia de Israel" en Canaán herencia de Yahvé. Cosa que
explica los textos que se incluyen en los documentos legislativos sacerdotales. "La tierra
me pertenece, y vosotros no sois para mí sino extranjeros y huéspedes" (Lev 25,23).
Los salmos contienen los siguientes calificativos para los herederos: "raza de los
Siervos de Yahvé" (69;37), "los justos" ,(37,29), |lt;dos que temen a Yahvé" (61,6 y
25,13), "los que esperan en Él" (37,9), "los humildes" (37,22). Gran parte de estos
textos provie nen del salmo 37 donde se encuentra la promesa de "poseer la Tierra" en
herencia. ¿No nos hemos alejado en la forma de entender hoy esta expresión de su
sencillo significado, "gustarán la felicidad"?
"En herencia la Tierra", "en herencia las naciones": esta escatología no se sale de las
perspectivas terrenas. Un último paso se dará en época tardía, cuando vaya tomando
cuerpo la doctrina de la retribución de ultratumba. Entonces se situará después de la
muerte, en el mundo venidero, la entrada en posesión de la herencia prometida por Dios
a los justos. Atestiguan esta última evolución tres textos fundamentales: Dan 12,13; Sab
5,5 y 2 Mac 7,36.
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Tres factores han podido contribuir a tal espiritualización: a) El exilio de Babilonia, que
hace experimentar al pueblo de Dios la posibilidad de una vida religiosa y profunda, sin
lo que juzgaban indispensable: la posesión de la Tierra Santa. b) La individualización de
la vida religiosa de Israel. Hay no sólo relaciones entre Israel y Dios, sino entre el fiel y
Dios. Se habla de Dios que ha elegido a Israel, pero igualmente de "elegidos" de Yahvé.
c) La crisis religiosa atestiguada por Eclesiastés y que prueba que ciertos ambientes
sentían que el hombre no podía llenarse con bienes materiales por abundantes que
fuesen. "¡Ah! Todo es vanidad y empeño vano y no existe provecho alguno bajo el sol"
(Ecl 2,11). "Las gentes dicen: ¿Qué nos hará ver la felicidad? Yahvé, has puesto en mi
corazón una alegría mayor que cuando desbordan el trigo y el vino nuevo" (Sal 4,7). Se
ve la importancia de una tal evolución para nuestro tema, puesto que la herencia es un
bien cuya posesión debe llenar el corazón humano.
Esta doctrina está en íntima relación con la evolución trazada en el apartado anterior
sobre el Resto santo y escatológico. Es muy probable que los salmos precedentes hayan
sido compuestos en el movimiento de los "pobres", los "anawim". Precisamente este
Resto de justos constituía un medio preparado para recibir y asimilar el progreso de la
Revelación consistente en afirmar que la herencia prometida no es otra que la misma
intimidad divina. Y, puesto que la felicidad es el resultado de tal intimidad divina, los
pecadores no tienen necesidad de ser excluidos. Se excluyen por sí mismos, ya que su
apetito está vuelto hacía otros bienes. Sólo aquellos para quien el amor a Dios es el bien
supremo pueden beneficiarse. La herencia no es una recompensa extrínseca otorgada a
la fidelidad, sino al gozo mismo que fluye de esa fidelidad. Se comprende que la
posesión de Dios por el corazón creyente anticipe para él, en cierto modo, la herencia
que recibirá en el mundo venidero.
esperanzas más profundas. Cristo será heredero único de las promesas de Yahvé, pero
todos los creyentes coherederos en Cristo del Padre.