Moraleja: Refrán

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EL TIGRE Y LOS TOROS

Se levantó una mañana el tigre de


muy buen humor. Llegó hasta un
arroyuelo, y luego de lavarse la
cara, se dijo a sí mismo:

- Bueno, ha llegado la hora de


desayunar, así que rayadito,
démonos una vuelta a ver qué
encontramos.

Luego de andar un buen rato, el


tigre escuchó un berrido que venía desde una loma cercana, arrastrándose con
mucho sigilo, el felino llegó a la parte más alta de aquel montículo y pudo divisar a un
rechoncho becerro que luchaba por librarse de una trampa para zorros. El tigre se
frotó las patas, se pasó la lengua por los bigotes y comenzó a descender la loma en
busca de su presa.
Una vaca, al ver la actitud amenazante del felino, puso en alerta al resto de la
manada.

- Pero qué podemos hacer, dijo un enorme toro negro. Un tigre, de un zarpazo, puede
acabar con cualquiera de nosotros.

- Tienes razón, todo sería inútil, dijo otro.

La vaca, contrariada, les dijo:

- Son todos ustedes unos tontos. Si lo enfrentan uno por uno de seguro que ninguno
sobreviviría, pero si van todos juntos y lo embisten, les aseguro que a ese bicho no le
quedarán ganas de asomar su cabezota por aquí. La unión hace la fuerza, no lo
olviden.

Los toros se miraron sonrientes, y moviendo la cabeza de arriba hacia abajo,


mostraron su conformidad. Tal como lo había manifestado la vaca, el tigre salió como
una bala, no sin antes llevarse unas cuantas cornadas en el cuerpo.

- Ven? que les decía yo, comentaba la vaca a otras vacas que la escuchaban, los toros
no sólo tienen lo cabeza para sostener cuernos, sino también para defenderse.

MORALEJA: Es más sensato unirse a otros para enfrentar causas difíciles. Lo que
uno por sí solo no puede lograr, suele alcanzarse entre varios.
REFRÁN: «La unión hace la fuerza». (Aconseja unirse para obtener mejores logros).

1
LOS LEONES Y LOS TIGRES

Invitado el león a casa de su amigo el tigre, se


presentó aquél en compañía de la leona. Comieron
deliciosas carnes que el señor tigre había cazado
desde días antes, pues, quería que el «Rey de la
Selva» se llevara una buena impresión con su visita.

-¡Uhm!, dijo el león mientras se pasaba la lengua por


la boca en señal de complacencia. La felicito señora tigresa, debo reconocer su
buena sazón y además felicitarla por ser una excelente cazadora.

La tigresa sintióse muy halagada de que animal tan majestuoso loara su buen gusto.

- Un momento, dijo el tigre levantando una pata. Creo que aquí hay un pequeño error
que quisiera aclarar. La carne la he cazado yo y no...

La frase quedó inconclusa, pues, ya la tigresa le había propinado un golpe en las


costillas al inoportuno felino.

Encendida la chispa, ambos pintados trabáronse en una acalorada discusión.

Llegado el momento, el león creyó su deber intervenir y se apresuró a meter la


cuchara en plato ajeno, pero una rápida intervención del tigre lo dejó lamiendo el
aire.

- Me disculpa amigo león. Usted será el Rey de la Selva, pero cada uno en su casa y
Dios en la de todos, así que hágame el favor de...

El león, indignado, no esperó que el tigre concluyera y tomando de la pata a la leona


se marchó iracundo, no sin antes tirar la puerta con fuerza, dando fe de su disgusto.

MORALEJA: A veces un comentario inocente, sin intención, puede acarrear


funestas consecuencias.

REFRÁN: «Cada uno en su casa y Dios en la de todos».


(Siempre debemos tener en cuenta que no es conveniente intervenir en asuntos
ajenos).

2
EL PERRO Y EL GATO

Había una vez un perro que estaba enfermo y

nadie quería jugar con él, todos le decían que

no jugara porque les iba a pegar la

enfermedad. Un día se encontró con un gato

y le dijo el gato: ¿Porque te encuentro tan

triste? es que no me dejan jugar porque dicen

que les voy a pegar mi enfermedad le contesto el perro no te preocupes yo voy

a jugar contigo le dijo el gato. Al día siguiente se volvieron a encontrar y

empezaron a jugar, cuando terminaron el perro le dijo al gato: ¡Gracias por

hacerme feliz! el gato se puso contento y al final el perro se curó de su

enfermedad.

Moraleja: Enseña las buenas obras hacia los demás.

Refrán: "Haz el bien, sin mirar a quien"

3
EL CAMPESINO, EL PERRO Y EL MULO

Iba un campesino en su carreta llevando un


cargamento de maíz producto de su cosecha.
Con él, subido en la carreta, estaba su perro, el
cual no perdía ocasión de ladrar a todo aquel
que se cruzara con ellos.

Llegados a una curva donde sobresalía una


gigantesca roca, apareció la figura de un puma,
que asustó al mulo que tiraba de la carreta. El campesino, por esquivar al felino que
se lanzó sobre él, cayó pesadamente al suelo golpeándose la cabeza con una piedra
quedando inconsciente.

El perro, aterrado, escondióse bajo la carreta. El mulo que se había soltado por el
susto, arremetió contra el puma dando coces a diestra y siniestra, librando al
campesino de una muerte segura.

Bastante magullado, el puma logró huir de aquel endiablado animal que se había
empecinado en darle su merecido.
Después de un buen rato, el campesino despertó y el perro comenzó a lamerle el
rostro y a mover la cola al ver que a su amo no le había sucedido nada.

- Bravo, pequeño, dijo el campesino. Eres un perrito muy valiente. Si no hubiera sido
por ti, ya ese puma me habría devorado.

Un cuervo que se hallaba cerca de ahí y que había visto todo lo sucedido, le dijo al
mulo:

- Qué tonto hay que ser para, dejar que otro se lleve los honores de la batalla.

El mulo, riéndose, le contestó:

- Haz el bien y no mires a quién, querido amigo. Yo me siento satisfecho con haber
actuado como lo hice, y si el perro quiere vanagloriarse con los méritos de otro ya es
cuestión de él, yo quedo en paz con mi conciencia.

MORALEJA:_A veces la recompensa por nuestras buenas acciones, es cobrada por


quienes no tuvieron participación alguna.

REFRÁN: «Haz el bien y no mires a quién».


(Cuando realicemos una buena acción debemos hacerla desinteresadamente).

4
LOS OSOS

Estaba un oso aconsejando a su hijo sobre el arte


de la pesca, para lo cual habíalo llevado hasta un
río donde abundaban los salmones.

El osezno se sentía feliz de ver la gran sabiduría


que su padre mostraba al describir la forma en que
un oso debía introducirse en las aguas del río y
coger a los escurridizos salmones. No satisfecho
con eso, el oso contaba a su hijo con grandes detalles las grandes pescas que él había
realizado con su padre y con su abuelo.

Mamá Osa gruñía de vez en cuando, como tratando de indicarle al oso que no
exagerara tanto, pues, no quería que su pequeño hijo sufriera una desilusión.

Llenos de entusiasmo, padre e hijo se introdujeron en las frías aguas de aquel río
torrentoso.

Vanos resultaron los denodados intentos del oso, pues, los salmones en su fuga se
escabullían entre las patas de aquel que pretendía darse un banquete a costa de
ellos.

No tardó mucho el oso en caer patas para arriba en su desesperada e infructuosa


cacería.

La algarabía del osezno fue tan grande al ver a su padre en tan curiosa posición, que
éste aprovechó la circunstancia para salir del río y decirle a su hijo que mejor sería
comer un poco de miel, pues, había notado que los salmones estaban muy pequeños
por lo que no valía la pena esforzarse en capturarlos.

«Del dicho al hecho hay mucho trecho», murmuró Mama Osa al oído del gran oso,
quien sólo atinó a refunfuñar.

MORALEJA: El exagerar las cosas puede que engañe a algunos por algún tiempo,
pero a fin de cuentas suele descubrirse la verdad.

REFRÁN: «Del dicho al hecho hay mucho trecho»


(No debemos confiarnos enteramente en las promesas, pues, suele ser mucho menos
lo que se cumple que lo que se ofrece).

5
EL MISIONERO Y EL CAZADOR

Iban por la selva un misionero y un cazador, cuando de repente, el cazador


avistó una leona a quien dio muerte de un
certero disparo.

- No creo que existo un cazador cuya


puntería sea más certera que la mía.

- No lo dudo, dijo el misionero, pero no


puedo comprender esta afición tan insana
de andar por aquí y por allá dando muerte
a todo animal que se le cruce a uno en el
camino.

Más adelante, cuando llegaron a un paraje, el misionero le dijo al cazador:

- Bueno, aquí debemos separarnos. Yo me iré río arriba a curar y a ayudar a mi prójimo.

- Y yo, dijo el cazador, me iré río abajo, pues tengo entendido que por allí abunda la
caza mayor.

Así se separaron aquellos dos seres cuyas acciones eran tan disímiles como
antagónicas: mientras uno se preocupaba por ayudar y salvar seres humanos, el otro
andaba exterminando a to¬do animal que encontraba.

Por esas cosas increíbles que tiene el destino, ambos hombres volvieron a
encontrarse después de mucho tiempo.
Pero esta vez, el misionero no encontró a aquel hombre vigoroso de ánimo soberbio
y pedante, sino a un ser mutilado sobre una silla de ruedas. El cazador había perdido
un brazo y ambas piernas; tenía el ánimo decaído, la mirada sombría y el rostro
envejecido y cubierto de arrugas.

El hombre había sido sorprendido por una manada de leones y gracias a la


intervención de otros cazadores, había logrado salvar la vida. Con la misma vara que
mides serás medido, pensó el misionero recordando une frase que había leído en el
Evangelio.

MORALEJA: La crueldad con los animales es propia de los hombres irracionales,


incapaces de quererse a sí mismos y mucho menos a los demás.

REFRÁN: «Con la misma vara que mides, serás medido».

6
LOS RATONES, LAS TORTUGAS Y LAS
CIGÜEÑAS

Burlábanse unos ratones del andar torpe y lento de


dos tortugas, a las cuales veían, infructuosamente,
tratando de cruzar un arroyuelo.

- ¡Ja! ¡Ja! Algún día lograrán cruzarlo amigas, no


desistan en su intento, decía uno de ellos.

- ¡Qué velocidad!, si parecen unos rayos, dijo otro regocijándose patas arriba.

- ¡Bah! No les hagas caso, díjole una a la otra. A palabras necias, oídos sordos, y esos
ratones son unos verdaderos necios.

Así estuvieron un buen rato, mientras la pobre tortuga trataba inútilmente de cruzar
la corriente de agua. Una pareja de cigüeñas al ver aquel grupo compacto de
tentadoras presas, se lanzaron sobre ellas.

Las tortugas se escondieron en sus conchas y las cigüeñas, a pesar de sus fuertes
picos, no pudieron ni siquiera rasguñar tan macizo caparazón.

- Dejemos a éstos y vayamos en busca de esos ratones, dijo una de las aves.

En vano los ratones buscaron refugio entre la espesa y crecida hierba, pues, sus
largos y agudos picos hicieron presa fácil de los roedores.

Cuando las zancudas se marcharon satisfechas, dijo una de las tortugas:

- Tenías razón. No vale hacer caso a las burlas que otros nos hacen, pues, ha quedado
demostrado que los únicos tontos fueron aquellos ratones.

MORALEJA: Quienes buscan mostrar su superioridad ante los más débiles, olvidan
que también ellos pueden resultar inferiores a otros más fuertes.

REFRÁN: «A palabras necias, oídos sordos».


(No se debe prestar atención a tonterías y simplezas).

7
EL LOBO Y SUS HIJOS
El lobo decía a sus hijos:

- Ustedes deben ser siempre unidos, pues, juntos


podrán defenderse de sus agresores con mayores
posibilidades que quien enfrenta la adversidad
por sí solo.

Los lobitos escuchaban con atención y asentían


con la cabeza cada vez que el lobo les daba un
nuevo consejo.

Cuando los lobitos crecieron, uno de ellos salió pata torcida. Se ausentaba de la
madriguera constantemente sin autorización de su padre y muchas veces se
marchaba con algunas manadas de lobos vagabundos mayores que él. Las reprimendas
del padre no se hacían esperar, pero el avieso lobato no hacía caso.

- Será la último vez que te llamo lo atención, yo que la próximo vez que vuelvas a los
andadas te tendrás que marchar, pues, eres un mal ejemplo para tus hermanos.

El que mal anda, mal acaba, es mejor perder un hijo que perder tres.

Al poco tiempo el lobo se marchó. Con gran tristeza el padre lo vio perderse en una
noche de luna. Un aullido agudo, profundo e interminable fue la despedida con que
el padre arrancó de su corazón al hijo descarriado, al hijo malo; pero hijo al fin.

Fue otro lobo, quien después de algunos meses, trajo la nefasta noticia de que el lobo
había muerto cuando atacaba un rebaño de ovejas.

Aquella noche, cuando todos dormían en la cueva, el viejo lobo se internó en el


bosque y llegó hasta la tumba donde estaba enterrada la madre de sus hijos. Fue en
ese momento que por el hijo perdido lo invadió la misma pena que sintiera cuando
murió la madre. Y otra vez, como en aquel entonces, toda su bravura de lobo
sucumbió en un lastimero sollozo.

MORALEJA: Cuando se adquieren malas costumbres y éstas arraigan, es muy difícil


quitárselas posteriormente.

REFRÁN: «El que mal anda, mal acaba».


(El que vive desordenadamente tiene, por lo común, un fin desastroso).

8
EL ASNO Y LAS OVEJAS

Un pequeño asno, aburrido de estar solo todo el día en el establo, decidió unirse a
un grupo de ovejas que pastaban cerca de ahí.

- Vaya, vaya. Esas ovejitas sí que la deben de pasar de lo lindo: jugando y saltando,
iAh! , eso sí que es encontrarle sentido a la vida.

Una mañana en que el pequeño asno vio a las ovejas yéndose a pastar, desató sus
riendas y corrió a darles el encuentro. Allí estuvo gran parte del día corriendo y
saltando, divirtiéndose de lo lindo, pero cuando al atardecer bajaron unos lobos del
monte y pusiéronse a perseguir al rebaño, el pequeño asno partió velozmente y no se
detuvo hasta llegar al establo.

- ¡Uf! ¡Uf!, por poco me cogen esos lobos. Si éste es el precio de lo diversión, más vale
solo que mal acompañado.

MORALEJA: Debemos cuidarnos de las apariencias, pues, muchas veces éstas


resultan engañosas.

REFRÁN: «Más vale solo que mal acompañado».


(Las malas compañías pueden arrastrarnos al vicio, y conducirnos a muchos peligros).

9
LA LIEBRE

Había una vez una liebre muy rápida tenia habilidad para correr un día reto a una

tortuga como sabía que era muy lenta la liebre aposto sus zanahorias y la tortuga

aposto sus plantas llega el día de la carrera la liebre no durmió y se desveló viendo

tele, pero se confió tanto de que él iba a ganar que no le importo. en sus marcas listos

¡fuera! la liebre rebaso a la tortuga se quedó sentado y se durmió cuando despertó

ya la tortuga había ganado imposible dijo la liebre, pero era cierto gano la tortuga.

Moraleja: Nunca te dejes llevar por tu confianza no todo saldrá como planeabas.

Refrán: camarón que duerme se lo lleva la corriente

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