Camilloni Corrientes Didacticas

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Camilloni, Alicia R. W. de [y otros]. Corrientes didácticas contemporáneas.


Buenos Aires: Paidós, 1997.

Ficha bibliográfica

Capítulo 1
De herencias, deudas y legados:
una introducción a las corrientes actuales de la didáctica.
Camilloni, A.

La pluralidad de las teorías, como en todas las ciencias sociales, es constitutiva de


la disciplina. El análisis de las principales corrientes permite descubrir cuáles son las
principales problemáticas que cada una de ellas trata de resolver pero requiere para su
comprensión referir a los peculiares modos como se configuró cada una, porque de ellos
se derivan no sólo el contenido sustantivo de las corrientes sino también la vinculación
que existe entre éstas y, por ende, la conformación de la didáctica como disciplina.
La didáctica comienza a convertirse en una disciplina científica en el momento en
que se apoya en la psicología. En la medida en que la psicología se hace científica hay
algún atisbo de posibilidades para que la didáctica esté en condiciones de convertirse
también en una disciplina científica. Así, es como la didáctica hereda distintos
enfoques, distintas teorías o programas de investigación de la psicología, y se configura
también en función de ellos.
Por esta razón, cuando nos referimos a las corrientes actuales de la didáctica
tenemos que hacer referencia a la oposición entre el conductismo como programa de
investigación científica y el cognitivismo como otro programa, sustitutivo, más amplio
o contenedor y que proporciona nuevas bases que sustentan a la didáctica.
Ello conduce a la introducción explícita de nuevas perspectivas en el campo de la
teoría del diseño y desarrollo del currículum, tales como la fenomenología, el marxismo
y el neomarxismo, el estructuralismo, el psicoanálisis, la crítica social y la política, entre
otras. Y todo ello con referencia a uno de los temas nucleares , más importantes en
nuestra época en la didáctica, el currículum, lugar geométrico donde se reúnen todos los
desarrollos teóricos que ha venido realizando la didáctica desde principios de siglo XX.
El campo de la didáctica es reconocido y demarcado por los didactas, pero es un
campo difícilmente reconocido por otras disciplinas.
La didáctica constituye un campo cuya demarcación no es clara. Existe todavía
una clara controversia a cerca de si la didáctica existe como teoría de la enseñanza,
según una tradición europea secular; si se confunde con la psicología educacional,
según la tradición norteamericana de la primera mitad del siglo XX; o si debe ser
reemplazada por sus objetos de conocimiento, en particular el currículum.
Las fronteras entre lo que se denominaba psicología educacional o psicología del
aprendizaje y lo que para nosotros hoy sería una teoría de la enseñanza, es decir, la
didáctica, prácticamente no existían. Si se quería hallar una didáctica científica, había
que buscarla en los libros de psicología educacional, en donde los límites entre la
descripción y la explicación, por un lado, y la prescripción o la normativa, por el otro,
no estaban determinados. Esto era una clara derivación, de un tipo de programa de
investigación científica conductista o neoconductista, en el que el problema central es el
conocimiento causal de la conducta, el saber cómo se origina: esto es, como se explica
por sus causas, partiendo, además, del supuesto de que la base de la explicación se
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encuentra, fundamentalmente, en la estimulación externa. El aprendizaje, por lo tanto


depende de la enseñanza. Y, a la inversa, para enseñar era suficiente conocer cómo se
producen los procesos de aprendizaje, reducidos a algunos tipos que pueden ser
explicados en el marco de una teoría de las conductas observables. A partir de este
marco, por lo tanto, no es necesario delimitar las fronteras de la disciplina para pasar
legítimamente de la psicología a la didáctica. El tránsito es tan obligado que se hace
invisible, y la didáctica desaparece.
La problemática de la enseñanza es tratada, analizada y explicada,
consecuentemente, desde la psicología del aprendizaje. La fertilidad del trabajo
prescriptivo resulta evidente a través de la profunda literatura que se origina en él y de
la influencia que tiene en la producción didáctica en todos los campos de aplicación y
en todos los países durante varias décadas. Pero la introducción en la reflexión y el
estudio de los procesos educativos y, en particular, de los que ocurren en la escuela, de
otros enfoques disciplinarios, así, como la crisis del paradigma conductista cuando es
tomado con exclusividad como marco teórico explicativo, conduce a la adopción de una
nueva demarcación, asociada esta vez con el estudio de dos complejos objetos como son
para algunos el currículum, entendido como concentrador de la temática didáctica, o
para otros, la escuela, en tanto microcosmos institucionalizado de un proyecto social,
ambos objetos, por ende, estrechamente relacionados.
En este mismo terreno, la didáctica aparece un poco más tarde pero con los
nombre de una teoría de la enseñanza o de una filosofía de la enseñanza. La enseñanza
como proceso diferenciado del aprendizaje se convierte en objeto propio del
conocimiento de esta disciplina. En el desarrollo de las teorías didácticas, encontramos
que tienen importancia los trabajos hechos en microsociología, en antropología y
lingüística. Se interesan por conocer el objeto “enseñanza escolar”, en tanto es
significativo desde un punto de vista sociológico o, en particular, porque es uno de los
ámbitos de trabajo para los antropólogos que estudian instituciones con una nueva
metodología de investigación. También algunas lingüísticas encuentran allí la
posibilidad de analizar procesos de aprendizaje de la lengua, y dan por aceptado, que es
más natural trabajarlos en el campo, que es la escuela, donde además, como objeto
adicional, tienen oportunidad de investigar ese otro objeto importante de estudio,
constituido por las interacciones lingüísticas entre docentes y alumnos. Los sociólogos
que se ocupan del currículum y de la institución escolar lo hacen desde la
microsociología por su relación con la macrosociología y en razón de que esta
articulación les sirve de principio en la explicación de procesos macrosociológicos. Ven
a la escuela como una organización interesante para analizar procesos que, si bien desde
un nivel macro podían ser explicados de diferentes maneras, en la escuela, como lugar
de formación instituido por la sociedad, encontraban un lugar privilegiado de estudio.
Los didactas, que hasta ese momento eran los únicos que se ocupaban de lo que el
maestro hacía en la clase, encuentran que ese objeto de estudio propio es tema de interés
para personas que provienen de otros campos disciplinarios.
Así es como hoy, cuando se trabaja en cuestiones relacionadas con la teoría o la
práctica del diseño del currículum o en el análisis institucional de la escuela, cuando se
trata de explicar los procesos de enseñanza o se desarrollan proyectos de evaluación,
cuando se trata de explicar las relaciones que tienen las instituciones escolares con la
sociedad y con la cultura en general, el didacta sabe que tiene que utilizar,
necesariamente, las teorías provenientes de otros campos.
La didáctica es, actualmente, una disciplina en busca de su identidad. La didáctica
se ocupa de algunos problemas que son exclusivos de ésta. Por ejemplo los estudios
sobre el pensamiento del profesor y los trabajos con teorías implícitas de los alumnos,
los estudios sobre estrategias de enseñanza, las comparaciones de diseños alternativos
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de programación, los trabajos sobre evaluación de los aprendizajes y de la gestión


institucional y, en todos los casos, la relación entre teoría y acción pedagógica y entre
explicación y prescripción didáctica.
Se ha producido la ruptura conceptual entre los procesos de enseñanza y
aprendizaje, abandonando el proceso de enseñanza-aprendizaje como objeto de
conocimiento de la didáctica. Se parte ahora de la idea de que se trata de dos procesos
claramente delimitados, diferentes, y hasta contradictorios en muchos casos. Sobre la
base de esta diferencia, la didáctica se está constituyendo como una disciplina, con un
objeto que se puede definir de maneras distintas porque es polisémico, pero que
constituye un objeto sólido de conocimiento y acción.
Nuestra disciplina es una teoría de la enseñanza, heredera y deudora de muchas
otras disciplinas.
Cuando en el campo de las ciencias de la cognición, al que la didáctica debiera
pertenecer de todo derecho, se habla de temas relacionados con una buena enseñanza, se
dice que “habría que crear una disciplina” para tratar ese tema. Y dado que las
disciplinas que terminan en –ica (como la ética, la política o la técnica), son aquellas
que tienen que ver con la poiesis o con la praxis, pues son disciplinas de aplicación o de
acción y que el objeto sobre el cual se está trabajando es la cognición, para que se ocupe
de la producción de cognición, se propone la creación de una nueva disciplina, llamada
“cognítica” entendiendo que “cognición” no es exactamente lo mismo que
conocimiento. Es un concepto más amplio, que puede implicar también conocimiento
no consciente, cuestión tampoco ajena a la didáctica.
En este tiempo, la didáctica, se encuentra en un momento en el cual parece actuar
como receptora de un sinnúmero de influencias de otras disciplinas. El desarrollo de la
epistemología es fundamental para la didáctica, para el trabajo que la didáctica tiene que
hacer sobre el conocimiento, que es precisamente, lo que se transmite a través de la
enseñanza. Sin fundamentación epistemológica, sería imposible el trabajo serio y
riguroso en la didáctica general y en las didácticas especiales. El reconocimiento de esta
deuda extraordinaria obligada a volverse sobre sí misma y a repensarse.
Pero en el momento actual, el problema principal que enfrenta la didáctica es que
las ciencias sociales, desde mediados del siglo XIX, se han desplegado de forma
extraordinaria. Hoy existe enorme cantidad de perspectivas que permiten mirar desde
distintos puntos de vista y con distintas modalidades, el mismo objeto social y el propio
campo de lo social. Así como la cantidad de enfoques es muy grande, los objetos que se
construyen desde esas perspectivas, sobre la base supuesta de un objeto real común,
también a su vez son diferentes. De este modo, la percepción, interpretación y
explicación de cada uno de los objetos sociales se hacen enormemente complicadas.
Pero, además, cuando el didacta se plantea la problemática de la enseñanza como
tarea a realizar, debe encararla como un trabajo de intervención social. De ahí, que la
carga de valor frente a la sociedad que la didáctica sobrelleva sea tan grande que la
obliga a no poder mirar de lejos, a no poder ignorar ninguno e los aportes de ninguna
de las ciencias sociales. Porque es una cuestión de responsabilidad activa.
La didáctica habla del profesor y del maestro, de quien ejerce la profesión docente
y transmite un conocimiento generado por los científicos, los tecnólogos y los artistas
(él mismo u otros) y como hombre, como ciudadano, puede actuar sin restricción y
utilizar todos sus conocimientos para defender ciertos valores e intervenir en la acción
social. Como docente, sin embargo, tiene que ser respetuosos de los otros, de la libertad
de los demás, de sus alumnos.
Nuestra disciplina se propone como objetivo propio la intervención pedagógica. Si
fuera normada de acuerdo con la propuesta de Max Weber, la norma diría: “Usted,
como persona y como científico puede ser portador de los valores y creer intensamente
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en algunos de ellos, pero usted como profesor ¡cuidado¡ ¡debe respetar la libertad de
elección de sus alumnos¡ Pero la norma podría ser diferente e impulsar a otro tipo de
acción docente. En este terreno vemos que la neutralidad puede ser una propuesta para
el profesor, pero que constituye ya una elección. El didacta está interviniendo, aún en
el caso en que su discurso sostenga que “el profesor debe ser neutro”, porque está
diciendo cómo se debe intervenir. La respuesta que da la didáctica es qué tipo de
intervención tiene que tener el docente sobre el aprendizaje de los alumnos en un marco
que hoy los didactas tienen absolutamente claro que abarca la sociedad en su conjunto.
Desde la didáctica se apunta a desarrollar un cierto tipo de intervención social. Si
todo trabajador social se plantea cómo trabajar, cómo intervenir en una comunidad, los
didactas se ocupan de la enseñanza tratando de responder a estoas otras preguntas
complementarias y específicas: ¿qué enseñamos?, ¿cómo lo enseñamos?, ¿qué debemos
enseñar?, ¿qué debe ser y hacer la escuela? Sabemos que hoy la escuela -y ya no restan
muchos ingenuos en este terreno- es una institución fundamental en la construcción de
una sociedad, se vista de manera optimista o, sin necesidad de caer en un estrecho
reproduccionismo, con la visión pesimista. Sabemos que los modos de transmisión
propios de la escuela son importantes en la modalidad de construcción de la sociedad y
en el tipo de sociedad que de ello resulte. Por esta razón, es imprescindible tratar de
responder a esas preguntas, que están claramente impregnadas de valores y
comprometidas con la ética.
Nuestra disciplina, es por definición, una disciplina global. No puede ignorar
ningún aporte teórico que pueda serle útil. Pero los niveles de desarrollo de las
diferentes ciencias sociales son distintos y en el tratamiento de los temas se observa
cierta asincronía en la adopción, el reemplazo, la integración, la yuxtaposición, y, en
consecuencia, la coexistencia de diferentes teorías, las que pueden servir de basamento a
diversas teorías didácticas, si quienes las abrazan adoptan los sesgos que esas teorías
les señalan y descartan los posibles aportes de otros enfoques.
Las didácticas de las disciplina también van cambiando por distintas razones. Son
asincrónicas entre sí y con relación a la didáctica general. Tienen diferente ritmo de
desarrollo y están basadas sobre enfoques teóricos, propuestas, corrientes, programas de
investigación científica diversos, por lo general a partir de planteos que sólo en
apariencia se desprenden y son isomorfos de la naturaleza de los contenidos que se
deben enseñar.
Cuando hablamos de disciplinas, nos referimos a dominios sistemáticos de
conocimientos que implican muchos componentes, tales como, por ejemplo, estructuras
conceptuales, herramientas procedimentales, modos y métodos de investigación, una
sintaxis entre los conceptos, modos de inferencia propios, pero también valores,
actitudes, hábitos y, siempre comunidades científicas. El mundo de una disciplina es un
mundo de ideas y personas. Por esta razón, a veces, las divisiones entre las disciplinas
son suficientemente fuertes como para traspasar los límites institucionales, nacionales y
temporales.
El conocimiento actual es producto de desarrollos interdisciplinarios,
multiprofesionales, y todos los límites disciplinarios ya son difíciles de sostener.
El progreso de la didáctica está sometido a similares avatares. En consecuencia, si
el problema de construcción de un corpus interdisciplinario es difícil con relación a los
campos disciplinarios que estén o estaban más o menos definidos, la didáctica debe
enfrentar, además, un problema adicional, la definición de su propio campo.
La didáctica recibe y refleja muchas crisis teóricas porque se trata de una
disciplina caracterizada por ser un dominio en donde se reunieron algunas o todas las
demás. Y aunque se ocupa de la enseñanza y tiene un objeto, los modos como habrá de
ocuparse de él, el tipo de discurso, el texto que construya, son los que van a constituir el
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campo propio de la disciplina, utilizando para ello variados aportes de muchas


disciplinas, en razón de un movimiento de circulación de teorías y de conceptos de una
disciplina a otra que se está generalizando, en el presente, en las ciencias sociales y no
sociales. En la didáctica este trabajo no es nuevo. Pero el problema más difícil de
resolver es la asincronía en el desarrollo de las teorías sociales, la elección de los
criterios de integración a aplicar, y el poder hacerlo sin caer en la tentación de la
fascinación frente a una teoría nueva, manejándola desde el lugar de un intelectual
colonizado por una cultura extraña, en cuya creación no ha participado.
En los procesos de trasvasamiento de grandes teorías, las concepciones del
mundo, de la acción humana, de los valores y del conocimiento tienen una posición
privilegiada, circulan entre todas las ciencias: de las ciencias naturales a las ciencias
sociales y de las ciencias sociales a las ciencias naturales. La didáctica no puede dejarlas
de lado ni transitar simplemente junto a ellas, si la didáctica a de ser sólo una heredera
de las crisis de otras disciplinas y una mera usuaria de sus teorías, habrá de depender de
nuestra capacidad de reflexión e investigación y de producción teórica original e
integradora de un discurso sobre y para la acción pedagógica que permita identificar a
la didáctica, con pleno derecho, como dominio de conocimiento serio y riguroso.

Capitulo 2
Conflictos en la evolución de la didáctica:
la demarcación entre la didáctica general y las didácticas especiales
Davini, María Cristina

Introducción

El problema que se plantea en este capítulo alude a un debate -actual en la línea


de desarrollo de la didáctica: es el tema de la definición del ámbito de la didáctica
general y las didácticas especiales.
La inclusión de la didáctica como disciplina en el campo de la educación
corresponde a la tradición europea, básicamente de Europa central y mediterránea, y se
extiende al contexto latinoamericano. En los países anglosajones no se aprecia esta
incorporación -dado que en gran medida la consideran una aplicación de la psicología de
la educación-, y es innegable la influencia académico-política que estos países ejercen
respecto de la producción en la materia.
Pero en los últimos años, la definición disciplinaria de la didáctica y sus
especializaciones ha planteado nuevos problemas.
Los puntos centrales de controversia, en el terreno epistemológico, pertenecen, más
allá de la didáctica, al campo de las ciencias de la educación, en el que se observan ten-
dencias a conformarse como un conjunto de teorías de diferentes orígenes y baja
articulación donde, muchas veces, la falta de consenso es pacíficamente aceptada por la
comunidad académica.
La comprensión de las disputas y las oposiciones no puede dejar de considerar las
relaciones hegemónicas entre los campos científicos, en las cuales unas disciplinas
tienden a ser dominadas por otras, consideradas más "serias". A ello se agrega que en el
terreno de la acción escolar, propio de la concreción de la didáctica, las decisiones están
fuertemente determinadas por factores políticos que muy rápidamente afectan al
desarrollo de la enseñanza.
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A continuación se abordan estas complejas problemáticas, buscando algunas


líneas de interpretación y posibles caminos de integración.

La cuestión de la base normativa

Uno de los puntos centrales en la definición epistemológica de la didáctica reside en


la cuestión de la base normativa.
Desde la matriz de origen reconocida en la obra de Juan Amos Comenio, en
especial en su Didáctica Magna (1657), la disciplina se constituye en el ámbito de
organización de las reglas de método para hacer que la enseñanza sea eficaz, basada en
el sensual-empirismo de Bacon y en el realismo pedagógico de W. Ratke.
Ya en el siglo XIX, desde la gnoseología y la ética kantianas, la obra de Herbart
también apuntó al desarrollo de los pasos formales de la enseñanza, enfatizando el
proceso de la instrucción como transmisión del saber.
A pesar de las diferencias entre estos dos exponentes históricos, sus enfoques
conformaron la producción del discurso de la didáctica íntimamente ligado a:
• la búsqueda de utopías pedagógicas, pansófica y religiosa en el primer caso, y de
humanismo ético no religioso en el segundo;
• la concreción de reglas de acción para la enseñanza, conforme a pasos y medios
determinados.
• el desarrollo de los sistemas educativos modernos y el optimismo pedagógico
respecto de la construcción do una sociedad más justa y humana como responsabilidad
de los Estados nacionales.
Las primeras décadas del siglo XX marcaron un nuevo enfoque en este
desarrollo, por la influencia del ideario de la Escuela Nueva y sus diversas expresiones
metodológicas.
Aparecen así las primeras "especializaciones" de las propuestas didácticas,
conformadas según las etapas evolutivas del alumno. En este punto se produce un
relativo desplazamiento desde el disciplinamiento y la instrucción hacia el desarrollo del
sujeto del aprendizaje, lo que dio al siglo XX el nombre de "siglo del niño".
En este cuadro se estructuran las experiencias metodológicas de Montessori, los
centros de interés de Decroly, los postulados de Ferrière, la escuela del trabajo colectivo
de Freinet, entre muchos otros, que dieron lugar a proyecciones didácticas para los
distintos momentos del desarrollo.
Aquella proliferación de iniciativas no fue fragmentaria sino articulada en un
amplio proyecto pedagógico social, en el que la obra de John Dewey representó un
paradigma integrador. Otras importantes contribuciones, como las de W. Kilpatrick,
permitieron construir un referencial pedagógico comprometido con la construcción de
sociedades democráticas.
Así la normatividad de la didáctica pudo funcionar como "bisagra" o realización
intersticial de los postulados de las utopías pedagógicas y las prácticas educativas.
Un punto de distorsión importante de esta "armonía" se encuentra en la expansión
del enfoque tecnicista de la enseñanza. El componente utópico-político fue
"neutralizado" por el enfoque cientificista de pretensión aséptica, encarnado en el furor
planificador de etapas y metas.
Así, las propuestas didácticas significaron el refuerzo de la certeza metódica -
acorde a la matriz histórica de la disciplina-, basadas en el "objetivismo", la neutralidad
política y la eliminación simbólica del sujeto y de los hechos de conciencia. Sus
desarrollos se basaron, por un lado, en las conclusiones de la psicología conductista, y
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por el otro en la expansión de la planificación eficientista, en la que se confunde la


realidad con las estadísticas.
La ruptura más importante con este enfoque responde a la "revolución" teórica de
la Escuela Crítica en ciencias sociales, por las obras de pensadores como Adorno,
Horkheimer y Marcase.
En lo epistemológico, las contribuciones representan un distanciamiento del
positivismo y reivindican la comprensión de los fenómenos sociales como
esencialmente distintos de las ciencias naturales de base experimental.
La Escuela Crítica niega así la posibilidad de recurrir al método lógico de
reducción a elementos, por cuanto la descomposición de la experiencia en problemas
particulares aislados no hace más que instaurar la simplificación como norma, disecando
lo que, por definición, es dinámico y dotado de significado.
En lo metodológico, la Escuela Crítica abandona el ritualismo y la prescripción
técnica del realismo ingenuo para favorecer la hermenéutica.

La hermenéutica propone la interpretación como forma de aprehensión de la


totalidad en lo particular. Es sólo mediante la interpretación que se logra llegar al
significado de la experiencia sin perder la riqueza del juego entre el contexto y la
situación, entre la totalidad y el momento.
Con un enfoque más dirigido al perfeccionamiento de la acción de la enseñanza y
en oposición al objetivismo tecnocrático, otros aportes propugnan soluciones
contextualizadas de acuerdo con las características específicas de la experiencia
educativa. Para ello impulsan la investigación como componente del desarrollo del
curriculum y la participación directa de los docentes en el proceso. Kliebard. Schwab,
Huebner, Slenhouse han sido impulsores de estas posiciones.
Es evidente el valor de las contribuciones tanto de la Escuela Crítica como de las
corrientes didácticas ligadas a la comprensión de la práctica.
Pero estas perspectivas conducen a una problemática impasse metodológica en el
terreno de la didáctica, no sólo respecto de la investigación disciplinaria sino
especialmente de la realización de la enseñanza. Produce una cierta paralización, a causa
del abandono de las "reglas de procedimiento" más generales y abarcaduras, que
permitan operar a quienes enseñan.
Así, se ha insistido en la necesidad de favorecer el desarrollo reflexivo y crítico de
los docentes para comprender y operar en la enseñanza.
Se ha recalcado que ello es más relevante que dictaminarles reglas de actuación.
También se ha realizado una profunda crítica a la "racionalidad instrumental" de la
didáctica y se ha destacado su necesaria contribución a un proyecto emancipador, tanto
de la escuela como de los propios docentes.
Pero sostener a ultranza estos enfoques plantea nuevos problemas para la didáctica y
para el desarrollo de la acción de los docentes. Si esto fuese así, debería confiarse en que
los docentes más reflexivos y formados podrían hacer avanzar la enseñanza a partir de la
comprensión de los fenómenos complejos y las totalidades incluyentes. Lo que, como
consecuencia, haría imposible de distinguir la producción de la acción didáctica respecto
de la producción artística (extremo que podría llegar a sostenerse pero que sería necesario
fundamentar con cuidado).
En este punto cabría distinguir dos cuestiones. Una de ellas se refiere al propósito
de sostener la reflexión y la comprensión de la totalidad en lo particular dentro del
proceso de formación de los docentes, de modo de fortalecer su juicio y su papel de
intelectuales en la organización de la cultura. La otra estriba en la virtual ausencia de
criterios básicos de acción propuestos por la didáctica que permitan operar en los casos
concretos y realizar una acción crítica en la escuela, lo que conduce el problema a
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límites peligrosos.
En la nueva perspectiva de la didáctica debiera plantearse, respecto de la
normativa, un mínimo acuerdo que, aun reconociendo que supone marcos teóricos a
probar, represente conocimientos públicos, es decir que puedan compartir y utilizar
otras personas y no sean patrimonio de la intuición intransferible del sujeto que
investiga o que enseña.

Fugas teóricas y metodológicas en las didácticas

A medida que la didáctica fue dominada por el enfoque eficientista tecnocrático y


se extendieron las fuentes de financiamiento para la planificación de los sistemas
educativos, se fue desplazando la perspectiva, lo que convirtió al curriculum en un
instrumento de control social. Los orígenes de estos cambios se encuentran en la obra de
Bobbit, Charters y Rice que, apoyados en la administración científica taylorista,
construyeron una teoría de estructuración del curriculum como instrumento de
homogeneización cultural.
Pero la expresión más completa del modelo es proporcionada por Ralph Tyler
(1949) en la organización del curriculum centrado en objetivos.
Los enfoques críticos y hermenéuticos le otorgaron un nuevo significado al
descubrir su potencial para el análisis de las formas de dominación o de la "totalidad
social" y sus múltiples dimensiones: lo explícito y lo implícito, lo técnico y lo político,
lo actual y lo histórico, el aula y la institución, entre otros ángulos de problematización.
La didáctica -entendida como didáctica general-fue creciendo en caudal
interpretativo-descriptivo, aunque todavía fragmentario, y diluyendo su dimensión
propositivo-normativa, aunque estuviera resignificada como criterios sistemáticos de
acción.
Entretanto, cuando de estas propuestas de acción se trata, el "lugar" fue ocupado
paulatinamente por el desarrollo de didácticas especiales centradas en los contenidos de
instrucción, en los distintos ámbitos disciplinarios.
Si bien es cierto y legítimo plantear que para las especializaciones de la didáctica
se requiere el trabajo conjunto y solidario con los expertos en las distintas disciplinas -
tanto para la delimitación epistemológica del objeto como para su tratamiento en la
enseñanza-, el problema se plantea cuando las propuestas se generan atomizadas de un
proyecto didáctico global para la escuela.
Es epistemológicamente legítimo que las didácticas especiales focalicen su
producción en una o dos dimensiones del problema. Sin embargo, la cuestión reviste
peligros significativos cuando esas dimensiones focalizadas pretenden constituirse en
dimensiones autonomizadas o en teorías cerradas explicativas del fenómeno total.
Observando la evolución actual de la producción en didáctica, puede distinguirse
una fuga de dos órdenes:
por un lado, la construcción de lo que se da en llamar "megateorías" en el campo
de la didáctica general, comprometidas con un discurso interpretativo que pretende
reunir el abanico de producciones científicas en un marco global comprensivo, con la
consecuente pérdida de producción de "reglas de acción", en el sentido de lo planteado
en el apartado anterior;
por el otro, la elaboración de "teorías diafragmáticas" en las didácticas especiales
que, focalizando la mirada en una o dos dimensiones, reducen el proceso de enseñanza a
una tarea formativa en las distintas materias y se constituyen como teorías autonomizadas y
fragmentarias.
Sólo a mulo de ejemplos paradigmáticos de ambas "huidas" -de fluida circulación
en los medios académicos y profesionales-, la producción de Gimeno Sacristán podría
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situarse como expresión de la "megateoría" en la didáctica general, mientras que los


trabajos de Yves Chevallard. Brousseuu y el grupo de los IREM (Institutos de
Investigación do Enseñanza de la Matemática) de Francia representan la concreción de una
teoría "diafragmática", correspondiente a las didácticas especiales por disciplina, en este
taso, de la matemática.
Así, Gimeno va construyendo una arquitectura que integra una gran cantidad de
teorías, en la cual la nueva producción se constituye como una meta-metateoría. En este
punto, la teoría curricular y de la enseñanza incluye a las teorías políticas, sociológicas,
culturalistas y de sistemas simbólicos, la lingüística, las teorías cognitivas y
psicogenéticas, el análisis institucional y el estudio de las tecnologías sociales, en
vastísimas producciones y multidimensiones de análisis.
El autor trata las cuestiones del curriculum prescrito y la cultura de la escuela, las
condiciones institucionales y la política curricular, la estructura del sistema educativo y
la organización escolar como opciones políticas, psicológicas, epistemológicas, como
productos de los valores sociales, de la filosofía, de los modelos educativos, que de
alguna manera orientan la selección cultural, determinando los contenidos que se
enseñan, los códigos sociales, lo explícito y lo oculto.
Estamos, así, en presencia de una metateoría, que tiene la gran virtud de reunir
muchas teorías de distintos orígenes y. a su vez. la gran limitación de no poder operar
sobre la acción debido a su "'peso excesivo". Al incorporar tantas dimensiones y
variables se va convirtiendo en una teoría interpretativo-descriptiva y no en una teoría
práctica; esto es, en una teoría para la acción.
El discurso de la pedagogía, más que en una trama descriptivo-interpretativa, se
asienta en la generación de proyectos de política social y cultural. Este "corrimiento" de
funcionalidades teóricas, políticas y de acción práctica ha permitido, a su vez, que la
formulación de las propuestas normativas quedara básicamente en manos de las didácticas
especiales, desvinculadas de una propuesta didáctica global y, por ende, del proyecto
político-cultural pedagógico.
Sin el entramado de un proyecto compartido, las didácticas especiales por
disciplina se están consolidando como teorías "diafragmáticas" con pretensión expresa o
latente de neta autonomización. Sobre la base de la mirada focalizada en una o dos
dimensiones del problema, sostienen la intención de constituirse en la "mirada total".
Entre ellas, la producción de Chevallard y el grupo de los 1REM franceses muestra
una fuerte recuperación del realismo gnoseológico y un énfasis en el papel de los
especialistas.
Todo el grupo del IREM va a insistir en que la matemática tiene una lógica
inmanente propia, y que la didáctica de la matemática es una rama de la matemática: no
de la didáctica ni de las ciencias de la educación.
El trabajo central de esta didáctica de la matemática consistiría en vigilar la
denominada "transposición didáctica" entendida como el proceso de modificaciones del
contenido matemático para transformarlo de conocimiento "erudito" en conocimiento
"enseñable". El proceso requiere una "vigilancia epistemológica", (usando el concepto de
Bachelard) que permita el mayor grado de conservación, de pureza conceptual y
metodológica, evitando la "banalización" que se produce cuando se estudia un
determinado objeto al margen de los expertos o especialistas que efectivamente saben
sobre este tema.
Para ello, lo que se enseñe y cómo se lo enseñe tiene que depender exclusivamente
de los matemáticos, que son los únicos que dominan al objeto y sus reglas inmanentes.
Nadie parece hoy dispuesto a cuestionar seriamente la activa participación de los
matemáticos (como de otros especialistas) en la constitución de las propuestas de las
didácticas especiales. Pero posiciones como éstas parecen derivarse, más allá de las
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necesidades epistemológicas, de justificaciones de recortes territoriales y de control del


campo laboral en las escuelas.
En la cuestión de la eliminación simbólica del "otro", se manifiesta un problema de
poder propio de la lógica académica del campo universitario y de la investigación, en
donde históricamente han tenido más status los especialistas de las distintas ciencias
básicas, de las ciencias sociales y aun de la psicología. La didáctica ha tenido un peso
menor en este terreno, relegada implícitamente al campo de las acciones instrumentales.
Hoy se asiste a un movimiento en el que la didáctica busca explícitamente
discriminarse de su papel más técnico, lo que le restaba status dentro del mundo
académico. Mientras tanto, las didácticas por disciplinas procuran su dominio
autonomización en la producción y en la intervención en la práctica escolar.

¿Marcos conceptuales específicos o compartidos?

La autonomización teórica y metodológica de las didácticas especiales


encontraría legitimidad si se comprobase que éstas han alcanzado la producción de
marcos conceptuales propios, de existencia y significación específica en el marco de
cada "micro"-disciplina. Sin embargo, una revisión de la reciente producción en las
distintas materias no parece mostrar este desarrollo.
El concepto de "transposición didáctica" , acuñado bajo el supuesto de su
especificidad para la enseñanza de la matemática, ha generalizado su uso para cualquiera
otra disciplina. El mismo se refiere al tratamiento del contenido, de modo de evitar su
"banalización" y asegurar la conservación de los enfoques epistemológicos y
metodológicos propios del objeto de enseñanza.
Si bien tal propuesta conceptual se encuentra con el obstáculo de que no en todos los
campos disciplinarios la definición del objeto alcanza fuertes consensos en la comunidad
científica, ya es considerada de uso y circulación para la trasposición del contenido de
las distintas disciplinas. Con ello, el aporte de Chevallard -a pesar de su propósito- ha
contribuido al desarrollo de la didáctica general, relativo al tratamiento del contenido de
la instrucción.
Entretanto, las producciones para la enseñanza de las ciencias sociales, las
ciencias naturales, el lenguaje y el arte muestran fenómenos equivalentes.
Más allá del análisis de los problemas de tratamiento de la conciencia y el tiempo
histórico, de la construcción del espacio topológico y social de la geografía, de las
nociones de energía, evolución o materia en las ciencias naturales, del análisis de la
comunicación lingüística, las propuestas de enseñanza giran en torno a factores tales
como:
realizar un trabajo sobre las ideas intuitivas de los alumnos. considerando que son
sujetos que portan significados previos o negociando significados;
más que enseñar nuevos conceptos, hay que cambiar los que ya poseen los alumnos,
produciendo el conflicto cognitivo;
es necesario cambiar los métodos de conocer de los alumnos, avanzando sobre el
"sentido común" o incluyendo la perspectiva psicogenética;
es necesario reconstruir la trama de significados, partiendo del conocimiento o la
resonancia de la vida cotidiana;
se recomienda partir de las construcciones espontáneas para avanzar hacia las ideas
científicas;
la enseñanza debe producir una "toma de conciencia" y la construcción de sentidos;
en la construcción del conocimiento se sugiere problematizar hipótesis e ideas;
en las ciencias sociales se sugiere inc lu ir como contenido crítico. reflexivo,
problematizador. las propias prácticas institucionales sobre lo justo, lo injusto,
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los sistemas de valor. las normas, las recompensas, las formas sociales de vida,
etc;
en variadas materias, aun en las ciencias naturales, se reconoce que, en la práctica,
los docentes nunca dejan de enseñar valores y actitudes.

Las ideas centrales rastreadas pueden intercambiarse entre las diferentes áreas
sin perder su potencialidad, tal como se expresa en su tratamiento compartido entre las
variadas disciplinas. Con ello, estarían resultando producciones significativas
generalizables.
En segundo lugar, puede apreciarse que ellas representan productos de un
"diálogo" entre los especialistas en los distintos campos y los aportes de corrientes
actuales de la psicología cognitiva, en especial las derivadas de las obras de Piaget e
Inhelder (construcción del conocimiento y desarrollo del pensamiento), Bruner
(negociación de significados), Vigotsky (ideas intuitivas y conocimientos científicos,
toma de conciencia, desarrollo en la zona de conocimiento próxima), Ausubel
(aprendizaje significativo) y otras conceptualizaciones.
Retomando el eje de nuestro análisis, pareciera que la didáctica general y sus
especializaciones están mucho más unidas que lo que una primera visión puede suponer.
Mientras tanto, se observa una clara supresión de la figura del "didacta" y la
organización de un diálogo directo entre las especialidades y la psicología cognitiva y
del aprendizaje.

De la didáctica general y las especializaciones

La enseñanza plantea desafíos importantes que requieren propuestas que sólo pueden
elaborarse dentro de la didáctica general: esto es, que no se resuelven desde ninguna
especialización ni desde la psicología.
Recuperar estos problemas significaría retomar cuestiones que han sido
significativas en la historia de la didáctica. Entre ellos podrían destacarse los siguientes:

La formulación de proyectos de organización de la escueta

Las propuestas organizativas de la escuela constituyen una temática con tradición en


los desarrollos de la didáctica. Los representantes del movimiento de la "Escuela Nueva"
percibieron este ámbito de producción didáctica y generaron la escuela de los centros de
interés de Decroly, la escuela del trabajo de Freinet, la escuela "dei Bambini" de
Montessori, el Plan Dalton para la escuela intermedia o secundaria, la escuela "en el
campo" de Reddie y Demolins, entre muchos otros.
Estas propuestas reunieron desde principios hasta procesos, materiales,
distribución del tiempo y del espacio, configuración de las relaciones sociales en la
escuela, grupos de participación y gestión, métodos de trabajo y variadas concreciones.
Hoy las formas de organización vigentes de la escuela presentan claras señales de
crisis: burocratización creciente con serios problemas para la democratización social y
cultural, los resultados de aprendizaje tienden a ser dudosos, distanciamiento respecto de
los cambios que operan en el "mundo externo"', dificultades para convertirse en espacio
de desarrollo de la autonomía y la creatividad de los sujetos, sin lograr cubrir las
necesidades de información de, al menos, los segmentos más dinámicos de la sociedad.
La urgencia de hoy concierne no sólo a comprender a las escuelas como hoy son
(y de la crítica socio-política y pedagógica), sino a proponer sus alternativas y las
formas de realizar los cambios.

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La "disciplina" o las formas de comunicación productiva entre generaciones

La fenomenal transformación que se ha operado en los valores y las prácticas de


las nuevas generaciones, así como en los códigos comunicacionales, aún no ha sido
absorbida en los métodos y en las relaciones de enseñanza. Más que pensar en la
"coexistencia pacífica", se necesita abordar el desarrollo de proyectos de trabajo que
resignifiquen la enseñanza y convoquen el mundo de sentidos de niños y adolescentes.

El estudio y desarrollo de la cuestión metodológica

El desarrollo metodológico que permita conceptualizaciones amplias, inclusivas y


consistentes y la elaboración de criterios que permitan orientar la acción de los docentes
constituye una perspectiva legítima y viable. A título de ejemplo, podría mencionarse el
aporte realizado por Raths cuando formuló criterios para la selección y organización de
actividades de aprendizaje, válidas para distintos contextos, sujetos y contenidos de
enseñanza.
En este sentido, es necesario el desarrollo sistemático de modelos metodológicos de
enseñanza que consideren la relación entre propósitos educativos diseños curriculares,
recursos y teorías psicológicas y sociológicas.
Muy distante del intento de establecer un método único de enseñanza, es apropiado el
desarrollo de una variedad de modelos metodológicos que permitan reconocer las
diferentes situaciones pero que, al mismo tiempo, faciliten al docente diversas opciones
de trabajo.

Los sistemas de evaluación

La evaluación requiere ser resignificada e instrumentada para constituirse en una


estrategia participativa de cambio y superación, más que un sistema de control
"normalizador". La elaboración de un diseño de este tipo afecta la evaluación en el
interior de las distintas disciplinas.

La formación de los docentes

Cualquiera que sea la organización de la escuela que se ha propuesto los


docentes constituyen los actores privilegiados para la concreción de la enseñanza. La
problemática de su formación es asunto de especial interés dentro de la didáctica
general, que no puede agotarse en sus especializaciones.

El diseño de curricula en cuanto trayectorias formativas

Además de tener en cuenta las particulares necesidades emergentes del tipo de


contenidos que se enseñen, la proyección de un curriculum atiende a diversos factores
de importancia: los valores educativos que se persiguen, el contexto, la heterogeneidad
sociocultural, las perspectivas de los actores, los recursos humanos y técnicos, las
experiencias previas en este terreno, entre otros. La cuestión podría residir en la
elaboración de distintos diseños que pudiesen ser analizados y reelaborados por los
docentes a la luz de las características específicas de la escuela en la que actúan. Cual-
quier perfil que adopten tales diseños influye necesariamente sobre las propuestas de
especializaciones didácticas.
Entretanto en el cuadro que se ha intentado delinear, debiera pensarse a la
didáctica general y a las didácticas especiales como campos cooperativos que se
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alimentan mutuamente y construyan alternativas para la acción de los docentes.


Las reflexiones aquí presentadas llevarían a plantear la necesidad de reconstruir la
dimensión normativa de la didáctica general, en cuanto criterios y estrategias para
orientar la acción de los docentes.
La orientación técnica de la didáctica -en los distintos temas que le atañen- no es
sinónimo de tecnocracia o tecnicismo: las estrategias y técnicas de acción no son ciegas
ni asépticas. Reconocen fundamentos en el conocimiento producido y en la
intencionalidad ético-social de los actores.
En este camino, cabe pensar que el papel bisagra de la didáctica, entre la teoría y la
acción, necesitaría la recuperación del discurso de la pedagogía. Este no se agota en la
integración de la sociología del curriculum, del análisis institucional, de la psicología del
aprendizaje ni en cualquier teoría descriptivo-explicativa. Aunque la pedagogía se nutra
de aquellos aportes, su estatuto teórico implica básicamente la construcción de un
proyecto de política social y cultura en el campo de la educación, que otorgue sentido a la
proyección de la enseñanza.

Capitulo 3
Un capitulo pendiente: el método
en el debate didáctico contemporáneo
Eldelstein, Gloria

En didáctica la cuestión del método o de lo metodológico se abandona o se


disuelve en otras conceptualizaciones en la década del '80. Si bien estos años son
fecundos en producciones que implican un significativo aggiornamento de viejas
categorías de la didáctica (los objetivos, los contenidos, el curriculum, la evaluación,
etc) y la incorporación de otras nuevas ( la transposición didáctica, el curriculum oculto,
la cultura académica, el discurso en el aula, la negociación de significados. etc),
prácticamente no hay trabajos que incluyan la cuestión del método como variable,
dimensión o categoría sujeta a revisión.
En este sentido, llama significativamente la atención que en la primera mitad del
siglo hay permanentes referencias al papel que desempeña lo metodológico en la
actividad pedagógica. En general se habla de "métodos", en plural, aludiendo a
construcciones elaboradas sobre la base de experiencias educativas concretas, sin
explayarse demasiado en desarrollos discursivos de orden teórico.
Se alude entre otros, a los métodos Montessori. Decroly, de proyectos (Kilpatrick),
el método de trabajo libre en grupos (Cousinet) y los métodos Freinet y Winnetka,
ligado al Plan Dalton (Washburne).
Estas experiencias dan cuenta de una propuesta pedagógica que va mucho más allá
de los procesos interactivos en el aula, en tanto implican verdaderos proyectos
institucionales en el sentido en que hoy los entendemos. Se difunden en tratamientos
particularmente descriptivos que llegan hasta mediados de la década del '60. A partir de
allí se produce una interrupción significativa en relación con el tema.
Por ello la autora inicia el desarrollo del tema con la reconstrucción crítica de los
trabajos producidos en los `70.
Una primera respuesta al silenciamiento al que se hace referencia se encuentra en
estos trabajos, que coincide con la irrupción de la corriente que ha tomado para sí el
nombre de Tecnología Educativa y desde cuya propuesta pedagógica se genera un
fuerte impacto en las derivaciones didácticas que por esos años sostienen las reformas
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educativas. En el caso del método/metodología, se traduce en un corrimiento por el que


la atención se centra en las técnicas, los procedimientos, los recursos y las habilidades
en ellos implicadas.
Esta vertiente tecnicista incide tanto desde las primeras manifestaciones del
conductismo como a partir de otras más avanzadas, principalmente Skinner, Gagné,
Pophan y Baker, con fuertes implicancias en el campo didáctico.
Es destacable que la tesis que se sostuvo durante mucho tiempo fue la de la
universalidad del método, entendido básicamente como una serie de pasos rígidos,
secuenciados: reglas fijas; sumatoria de técnicas y procedimientos válidos para resolver
cualquier problema, en cualquier situación o contexto.
Se trata, según señala A. Díaz Barriga, del mito del orden natural. orden único
para enseñar y aprender, relacionado con una concepción de ciencia, de verdad, que
niega el conjunto de relaciones que inciden en los procesos de conocimiento. La idea de
orden único lleva a priorizar la prescripción, desde la que se intenta regular la actividad
docente.
Sintéticamente: el centro es la instrucción; el soporte, la técnica; el efecto
buscado, la efectividad en los resultados.
El docente es imaginado como un ingeniero conductual del que se requiere
dominio del modelo más que de la disciplina o campo de conocimiento en torno del que
trabaja, y del cual es mediador central en los procesos de apropiación por parte del
alumno.
Desde la visión de la autora abordar el aspecto metodológico sólo adquiere sentido
cuando es tratado primeramente como un problema de conocimiento.
Coincidiendo con A. Díaz Barriga, se podría decir que no hay alternativa
metodológica que pueda omitir el tratamiento de la especificidad del contenido. Sólo
desde el contenido y una posición interrogativa ante él es posible superar la postura
instrumentalista en relación al método.
El método está condicionado en gran medida por la naturaleza de los fenómenos y
las leyes que los rigen, lo que hace que cada campo de la ciencia o de la práctica elabore
sus métodos particulares. Es decir que el método está determinado por el contenido
mismo de la realidad indagada. Dependerá entonces de las formas particulares de
desarrollo que asume esa realidad concreta a investigar. Los métodos no son simples
operaciones externas, procedimientos formales que se agregan mecánicamente y desde
afuera a aquello que es objeto de indagación.
Ahora bien, así como no hay alternativa metodológica que pueda obviar el
tratamiento del contenido, es evidente que hay otra cuestión de ineludible consideración:
la problemática del sujeto que aprende. El reconocimiento de estas dos variables como
determinantes en toda definición metodológica clarificaría la imposibilidad de un
modelo único, generalizable, permitiendo además acuñar en relación con lo metodológico
una nueva categoría en el campo de la didáctica: la de "construcción metodológica".
¿Por qué plantear lo metodológico como una construcción?.
Se podrían destacar algunas cuestiones que fundamentan este supuesto:
Coincidiendo con Díaz Barriga, el método implica una articulación entre el
conocimiento como producción objetiva (lo epistemológico objetivo) y el conocimiento
como problema de aprendizaje (lo epistemológico subjetivo).
Definir lo metodológico implica el acercamiento a un objeto que se rige por una
lógica particular en su construcción. A ello hay que responder en primera instancia.
Penetrar en esa lógica para luego, en un segundo momento, atender al problema de
cómo abordar el objeto en su lógica particular a partir de las peculiaridades del sujeto
que aprende. Esto es plantearse las vías que permitan "deconstruir ciertas estructuras
producidas para ser apropiadas, construidas o reconstruidas por el sujeto de
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aprendizaje"
La construcción metodológica así significada, se conforma a partir de la estructura
conceptual (sintáctica y semántica) de la disciplina y la estructura cognitiva de los
sujetos en situación de apropiarse de ella. Construcción por lo tanto, de carácter
singular, que se genera en relación con un objeto de estudio particular y con sujetos
particulares. Cobra relevancia, asimismo, reconocer que la construcción metodológica se
conforma en el marco de situaciones o ámbitos también particulares. Es decir, se
construye casuísticamente en relación con el contexto (áulico, institucional. social y
cultural).)
Es significativo tener en cuenta que la adopción de una perspectiva metodológica
en la enseñanza proyecta un estilo singular de formación. Estilo que deviene de las
adscripciones teóricas que adopta el docente en relación con cuestiones sustantivas
vinculadas al enseñar y el aprender. Estilo que, en consecuencia, en su complejo
entramado expresa también su trayectoria (de vida, académica, de trabajo), aun cuando
pueda no ser objetivada, en tanto se juega en la práctica.
En relación con esta cuestión, G. Avanzini se refiere a un tercer elemento o
parámetro determinante en lo relativo al método junto a la disciplina y el alumno, en sus
peculiaridades, que es el tema de las finalidades. Ello implica la adopción de una
perspectiva axiológica, una posición en relación con la ciencia, la cultura y la sociedad.
Las técnicas y los procedimientos, en la visión que sostiene la autora, se
constituyen, en consecuencia, en instrumentos válidos, formas operativas articuladas en
una propuesta global signada por un estilo de formación, que integra a modo de
enfoque, perspectivas de corte filosófico-ideológico, ético y estético, científico y peda-
gógico.
En este sentido, cabría señalar -coincidiendo con J. Gimeno Sacristán que el
método no es un elemento didáctico más, expresa una síntesis de opciones. Opciones
relativas a la estructuración de los contenidos disciplinares, de las actividades, de los
materiales, a la organización de las interacciones entre los sujetos; a la sistematización
didáctica misma.
Idea que, en suma, sostiene en contraposición a toda perspectiva tecnicista, que el
método no remite sólo al momento de la interacción en el aula: participa en las instancias
de previsión, actuación y valoración crítica, de lo cual puede inferirse su papel decisivo
a la hora de generar una propuesta de enseñanza.
Este planteo otorga al docente una dimensión diferente. Si en la concepción
instrumentalista quedaba signado por la posición de ejecutor de las prescripciones
elaboradas por otros. En la perspectiva que esboza la autora, el docente deja de ser actor
que se mueve en escenarios prefigurados para devenir en "sujeto que, reconociendo su
propio hacer, recorre la problemática de la fundamentación y realiza una construcción
metodológica propia"
Hoy no es dable pensar en opciones metodológicas válidas para diferentes campos
de conocimiento ni en la homogeneidad en el interior de cada uno de ellos.
Implica reconocer al docente como sujeto que asume la tarea de elaborar una
propuesta de enseñanza en la cual la construcción metodológica deviene fruto de un
acto singularmente creativo de articulación entre la lógica disciplinar, las posibilidades
de apropiación de ésta por parte de los sujetos y las situaciones y los contextos
particulares que constituyen los ámbitos donde ambas lógicas se entrecruzan. La
adopción por el docente de una perspectiva axiológica, ideológica (en el sentido de
visiones de mundo), incide en las formas de vinculación con el conocimiento cuya in-
teriorización se propone y, por lo tanto, también tiene su expresión en la construcción
metodológica.
A partir de los "80 la expresión estrategia/s viene a reemplazar en programas y
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textos los capítulos que tradicionalmente se ocupaban de la problemática del método.


Al respecto, y en un esbozo de posibles abordajes del tema, la autora pone a
consideración algunas cuestiones a modo de interrogantes-hipótesis, que den cuenta más
que de un cierre de una interrupción.
Esto requiere vincular la indagación a distintos aportes disciplinarios y enfoques
teóricos.
Un interrogante articularía el problema del encuentro del campo pedagógico con
otros campos disciplinarios y la Didáctica como disciplina sustantiva en su interior. En
este sentido, se podría desde un lugar señalar que, mientras el campo pedagógico se
desarrolla ligado a la filosofía, se advierten claras referencias al tema del método y a lo
metodológico desde lo didáctico. Cuando este campo se separa de la filosofía y se liga
más estrechamente a la psicología y a lo sociología, aparecen las referencias a
estrategias. Desde otro lugar, podría sugerirse una diferente asignación de sentido a esta
relación entre campos: ¿tendría que ver con posiciones hegemónicas en el interior de
ellos y que inciden en lo pedagógico y por ende en lo didáctico?
¿La preeminencia de uno u otro concepto se relaciona con el nexo necesario de
aportes conceptuales provenientes de campos que alimentan los desarrollos teóricos de
otro, en este caso el de la didáctica, o es el resultado de superposiciones en los abordajes
sin las derivaciones específicas pertinentes?
El peso que aún siguen teniendo sobre la didáctica los aportes teóricos de la
psicología, que actualmente trabajan con énfasis el concepto de estrategias de
aprendizaje, ¿no sería un ejemplo de una rápida incorporación del concepto de estrategia
pero entendido casi isomórficamente a la enseñanza? ¿No confirma esto el hecho de que
desde diversos autores que tratan el tema se designe del mismo modo a ambos tipos de
estrategias?
¿Tiene esto que ver con la polisemia del término "método" o se trata de
sustituciones, como en el caso de renombrados didactas que para referirse a este tema
aluden a expresiones diversas como "tareas", "formatos" y sólo tangencialmente al
método?
Podría pensarse en otras hipótesis-interrogantes más arriesgados: ¿es que el
concepto de método liga más a los universales, y desde allí quizás a la perspectiva de la
modernidad, mientras que "estrategia", en tanto implica la multiplicidad, lo plural, la
diversidad, se vincula más al pensamiento posmoderno?
¿Se opta por las estrategias a causa de su movilidad, su capacidad de cambio y, por
lo tanto, de adecuación a las problemáticas del mundo y de la ciencia? En tal caso,
¿podrían las estrategias resolver propuestas de más largo alcance o serían útiles sólo para
resolver situaciones concretas?
¿Será que ya no es posible hablar del método, sin el plural, y que en todo caso es
por ello que la resolución demanda la generación de nuevas categorías como la de
"construcción metodológica", más inclusivas y que integren estrategias y métodos?
La línea de indagación que emana de este conjunto de interrogantes reconoce una
fuerte impronta de reconstrucción de pistas en la historia.
El propósito de la autora no es hacer un tratamiento acerca de la problemática del
método para sugerir una dirección que oriente las búsquedas que se puedan realizar, sino
compartir de qué manera ha orientado y constituyó en perspectiva sus propias
búsquedas.

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Capitulo 4
El campo de la didáctica:
la búsqueda de una nueva agenda
Litwin, Edith

La agenda clásica de la didáctica: un análisis crítico

Al revisar los programas para la formación de los diferentes profesorados o de los


especialistas en educación, en numerosas oportunidades se encuentra alguna unidad
dedicada a las teorías de aprendizaje, las cuales a veces parecen imponerse como si
fueran una de las categorías con las que la didáctica constituye su saber. Esto indica
que las teorías de la enseñanza han reconocido a las teorías del aprendizaje como una
dimensión constit ut iva y que, al no incorporar estas teorías como conocimientos
previos, han asumido sus enseñanzas como una parte fundamental de sus propuestas.
En la década del 70 se consolidaron algunas dimensiones de análisis de la
didáctica, tales como objetivos, contenidos, curriculum, actividades y evaluación. Estas
dimensiones (con algunas variantes. según los casos) constituyen, junto con las
cuestiones acerca del aprendizaje, la agenda clásica de la didáctica, que ha sido
revisada, a partir de esa década, desde una perspectiva fundamentalmente crítica. A partir
de la década del 80 y en lo que va de la década del 90, el campo de la didáctica, como
teoría acerca de la enseñanza, muestra una serie de desarrollos teóricos que dan cuenta
de un importante cambio en sus constructos centrales. Entre otras producciones, se
pueden citar las efectuadas por Michael Apple, Wilfred Carr, Stephen Kemmis, Thomas
Popkewitz y Ángel Díaz Barriga, quienes realizaron diversos estudios en este campo.
Analizaron el currículo, elaboraron trabajos en los que plantearon la importancia del
análisis del currículo oculto y luego del nulo, el reconocimiento del método imbricado en
el contenido y las relaciones entre la práctica y la teoría para la construcción del
conocimiento.
Por ejemplo, Gimeno Sacristán revisó, en su "Pedagogía por objetivos: una
obsesión por la eficiencia", las concepciones pedagógicas y didácticas que restringieron
todo su accionar a la formulación de objetivos y a su cumplimiento como mostración
de una enseñanza eficiente y eficaz imbricada en el proceso de aprendizaje.
Las miradas que los estudiosos construyeron impactaron en el campo de la
didáctica y plantearon la necesidad de recuperar la preocupación por la enseñanza en
sus dimensiones filosóficas, políticas, ideológicas y pedagógicas. También favorecieron
la incorporación de otros estudios del campo de la psicología.

Viejos y nuevos constructos para una reconceptualización del campo

La definición del campo de la didáctica

Se entiende a la didáctica como teoría acerca de las prácticas de la enseñanza


significadas en los contextos socio-históricos en que se inscriben. Las teorizaciones que
dan cuenta del campo remiten a señalar, en primer lugar, qué se entiende por prácticas
de la enseñanza. Constituyen, para la autora, una totalidad que permite distinguir y
reconocer el campo en que se inscriben tanto en sus consideraciones epistemológicas
como en su interpretación socio-histórica. Las prácticas de la enseñanza presuponen una
identificación ideológica que hace que los docentes estructuren ese campo de una
manera particular y realicen un recorte disciplinario personal, fruto de sus historias,
perspectivas y también limitaciones. Los y las docentes llevan a cabo las prácticas en
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contextos que las significan y en donde se visualizan planificaciones, rutinas y


actividades que dan cuenta de este entramado.

La buena enseñanza

Los alcances de la palabra "buena", en este caso, difieren del planteo en que
se inscribió la didáctica de las décadas anteriores, que se remitía a enseñanza exitosa,
esto es con resultados acordes a los objetivos que se anticiparon. Por el contrario, en
este contexto, la palabra “buena” tiene tanto fuerza moral como epistemológica.
Preguntar qué es buena enseñanza en el sentido moral equivale a preguntar qué acciones
docentes pueden justificarse basándose en principios morales y son capaces de provocar
acciones de principio por parte de los estudiantes. Preguntar qué es buena enseñanza en
el sentido epistemológico es preguntar si lo que se enseña es racionalmente justificable
y, en última instancia, digno de que el estudiante lo conozca, lo crea o lo entienda.
Esta significación de la buena enseñanza implica la recuperación
de la ética y los valores en las prácticas de la enseñanza.

La enseñanza comprensiva

Un tema relevante en la investigación psicológica se refiere a los problemas de la


comprensión por campo disciplinario. Pero éstos, investigados por la psicología del
aprendizaje, además requieren de investigaciones en el aula que incorporen esta
dimensión de análisis y la entramen con otros problemas del enseñar.
Para que la enseñanza sea comprensiva debería favorecer el desarrollo de
procesos reflexivos, el reconocimiento de analogías y contradicciones y
permanentemente recurrir al nivel de análisis epistemológico.
Thomas Popkewitz amplía este sentido al plantear la pérdida de la epistemología
social en las materias escolares. Se considera el contenido escolar como fijo y, por
tanto, a los problemas de comprensión como fenómenos estrictamente individuales y
atribuibles al alumno en la mayoría de los casos, o al tipo de explicación o actividad
que genera el docente. Las relaciones entre el saber y las instituciones en los distintos
marcos históricos permitirían comprender e interpretar las prácticas educativas en el
marco de las prácticas sociales y no como fenómenos individuales.
Las buenas propuestas de enseñanza por lo general refieren a tratamientos
metodológicos que superan en el marco de cada disciplina los patrones de mal
entendimiento No se trata de métodos ajenos a los tratamientos de cada contenido, sino
de reencontrar, para cada contenido la mejor manera de enseñanza, entrelazando de esta
manera la buena enseñanza y la enseñanza comprensiva. Reconocer que la
comprensividad es un tema de la psicología conduce a plantear la necesidad de
establecer la relación entre las categorías de análisis de la psicología y la didáctica.
Las categorías de análisis de la psicología y sus dimensiones no deberían
solaparse con las del campo de la pedagogía y la didáctica. También se pueden identi-
ficar en la didáctica otras derivaciones disciplinarías, como las de la sociología, la
filosofía: sus constructos centrales, sus principales preocupaciones. Derivaciones -no
solapamientos- que impliquen reconocer el tejido de las consecuencias sociopolíticas y
morales en el acto de enseñar.

Las referencias al contenido en la didáctica

Interesa reconocer que los currículos escolares seleccionan históricamente


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conceptos, ideas, principios, relaciones dentro de los diferentes campos. Esta selección
es arbitraria y valida determinados conocimientos en un momento particular. Es probable
que científicos o investigadores, en el caso de ponerse a pensar qué conocimientos
seleccionarían con el objeto de ser enseñados, nos remitieran a otros diferentes de los
propuestos por los profesionales que los confeccionan. La problemática que implican los
recortes particulares que se generan permite diferenciar, por un lado, la disciplina y. por
otro, los inventarios organizados para la enseñanza, que dividieron las disciplinas en
asignaturas que consisten en organizaciones arbitrarias con un fuerte poder clasificador.
Recuperada la disciplina, se debiera diferenciar su estructura sustancial de la
estructura sintáctica, entendiendo que la sustancial abarca las ideas o concepciones
fundamentales -que suelen ser las constituyentes del currículo-, mientras que la sintáctica
es la que, enmarcada en cada campo disciplinar, constituye la expresión de los criterios
con que cada disciplina sostiene aquello que es un descubrimiento, una comprobación o
la calidad de sus datos. La diferenciación de las estructuras de las disciplinas y el
reconocimiento de la importancia de la enseñanza de ambas estructuras permitiría construir
puentes entre ellas, reconocer sus fuerzas y limitaciones y enseñar sus modos de
construcción.

La disciplina y la protodisciplina

Las diferenciaciones mencionadas permitirían distinguir, además, los


conocimientos disciplinarios de los protodisciplinarios; esto es, aquellos que son previos
a la enseñanza de las disciplinas: formas parcializadas que permiten en la edad infantil
su comprensión, su tratamiento y, por tanto, su transposición por los medios de
comunicación. Consiste en la superación de las concepciones intuitivas y constituye una
manera particular de iniciar los tratamientos disciplinarios. Se enseña protodisciplina en
la escuela primaria y son tratamientos protodisciplinares las propuestas de divulgación
científica hechas por los mismos científicos cuando pretenden encontrar formas que
permitan la comprensión de determinados temas para públicos heterogéneos sin poner
en juego las estructuras sintácticas de las disciplinas.
Si se reconoce que los estudiantes difieren: en la manera como acceden al
conocimiento en término de intereses y estilos, habría que preocuparse por generar
puertas de entrada diferentes para que inicien el proceso del conocimiento. Howrd
Gardner señala que se puede pensar en el conocimiento de un tema como en el de una
habitación a la que se puede acceder desde diferentes puertas. Los estudiantes varían,
según Gardner, en el sentido de qué puerta eligen, según les resulte más apropiada para
entrar, y qué ruta es más cómoda para seguir una vez que ganaron el acceso a la
habitación. Un docente habilidoso es una persona que puede abrir un número importante
de diferentes entradas al mismo concepto. Dado que cada individuo tiene también un
área de fortaleza, es conveniente reconocerla en el docente y en los alumnos, no para
actuar en consecuencia sino para reconocer riquezas de enfoques, entender
incomprensiones y tratar de construir puentes entre estilos y posibilidades.

La disciplina y el currículo

Los numerosos estudios realizados durante los últimos años en torno al currículo
han permitido revisar las concepciones en las que se enmarcaron y las implicancias de
estos desarrollos para el campo de la didáctica. De especial interés resultan las ideas y
los cuestionamientos planteados por Stenhouse, que concibe el desarrollo del currículo
como un problema práctico que genera orientaciones para las actividades en el aula.
Implica un enfoque que explica tanto el diseño de las tareas como la comprensión de la
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acción misma, logrando vincular la práctica con la teoría y la investigación con la


acción del profesor.
Ralph Tyler e Hilda Taba propusieron principios o pasos de la elaboración del
currículo que marcaron el acriticismo del campo y negaron sus posibilidades de
comprender e interpretar el hecho educativo.
También en este campo se puede reconocer la corriente denominada conceptual-
empirista, que puso énfasis en las disciplinas y sus estructuras. Bruner, Schwab,
Huebner, Phenix, entre otros, generaron propuestas para mejorar el sistema educativo
proponiendo retornar a los fundamentos de la educación. Esto implicaba, para estos
autores en el momento de su producción, el retorno a la estructura de las disciplinas.
También en estos casos se obvió la producción social del conocimiento y los
condicionantes históricos en las oportunidades para el aprendizaje.
El tercer movimiento teórico importante respecto de este tema que se ha
desarrollado en las dos últimas décadas y que cuenta hoy con numerosos trabajos se
denomina reconceptualista. Michael Apple, Basil Bernslein. Barry MacDonald. Díaz
Barriga, Alicia de Alba, Susana Barco, entre otros, escribieron numerosos trabajos en
los que analizan las racionalidades técnicas de los desarrollos curriculares anteriores y
su significación histórica. También generaron nuevos constructos para el campo del
currículo, llevaron a cabo investigaciones y/o elaboraron nuevos diseños curriculares,
según los casos, desde esta perspectiva. Elliot Eisner incorpora otra categorización: la
del pluralismo cognitivo, que ofrece una nueva síntesis teórica con implicancias en las
prácticas evaluativas y en los diseños de investigación. Se apoya en una visión pluralista
de la inteligencia y del conocimiento e incorpora fuertes derivaciones de la psicología
cognitiva.
La enseñanza de las disciplinas según la autora, debe implicar el reconocimiento
de que los límites que se construyen para los currículos son arbitrarios, convencionales,
que se redefinen constantemente y se transfiguran según los niveles de enseñanza. El
carácter provisional de los conocimientos disciplinares marca también las prácticas de
la enseñanza, las cuales deben inscribirse en ese rasgo sustancial, e imprime en los y las
docentes y alumnos/as una búsqueda y un sentido por la generación de interrogantes.
Esto remite a estudiar la construcción del conocimiento desde el proceso de negociación
de significados que se genera en el aula a partir de interacciones lingüísticas entre
docentes y alumnos.
Cuando David Perkins analiza las características de una enseñanza para la
comprensión señala que debe favorecer el desarrollo de procesos reflexivos como la
mejor manera de generar la construcción del conocimiento, proceso que incorpora el
nivel de comprensión epistemológico, esto es, cómo se formulan las explicaciones y las
justificaciones en el marco de las disciplinas.
En el marco de estas características de la enseñanza es que surgen algunos
interrogantes tales como: ¿qué es una explicación en el marco de una disciplina? ¿Cómo
se tiende a la resolución de problemas? ¿Cuál es el valor de la pregunta didáctica? Otro
tipo de interrogantes surge al revisar una abundante literatura didáctica que destaca, de
manera reiterada, la necesidad de generar en el alumno un proceso reflexivo y crítico.

La pregunta y la explicación didáctica

Al analizar las prácticas de la enseñanza, uno de los problemas que se distingue


con más frecuencia es el carácter no auténtico del discurso pedagógico. La ficción se
observa en dos aspectos. Por una parte, las preguntas que formula el o la profesora no
son tales en tanto sólo las plantea porque conoce las respuestas, y los problemas por
resolver que plantea raramente se plantean así en la vida de los individuos, y. por lo
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tanto, no tienen significación social. Por otra parte, la búsqueda de procesos de


desconstrucción y el señalamiento del error contradicen las propuestas del sistema
educativo tradicional, que desvaloriza el error o. más comúnmente lo castiga, pero que en
ningún caso lo considera, busca, ni propone como paso previo de la construcción del
conocimiento.
Un marco que permita entender estos y también otros problemas del discurso
pedagógico puede inscribirse en una teoría de la acción comunicativa que analice
críticamente la función lingüística en el aula. El discurso educacional se constituye en
un articulador de los marcos personales y los materiales, y contiene una profunda
potencialidad para compartir y negociar significados con el objeto de que los alumnos
construyan el conocimiento.
Se produce la negociación de significados cuando un docente es capaz de
suspender la construcción social para favorecer el proceso de comprensión por parte del
alumno. Para que se produzcan los procesos de negociación el o la docente tendrá que
reconocer por qué el o la alumna/o plantea lo que plantea, tendrá que reconocer el
origen de su afirmación, hacia dónde se dirige su pensamiento, esto es, un proceso de
aprender. Si no se produce este proceso de aprendizaje por parte del docente, no puede
generar una negociación con sentido pedagógico.
En este marco comunicacional es en el que se encuentra sentido a la pregunta
del docente, en tanto abre a un nuevo interrogante, refiere a la epistemología social de la
disciplina, permite reconstruir conceptos, genera contradicciones tratando de recuperar
las concepciones erróneas sobre un concepto para desconstruirlas, etc.
Robert Young señala que las preguntas son una parte muy importante del discurso
en la clase. . Las preguntas que se plantean en el salón de clase conducen a reflexionar
sobre el estímulo que se genera para la reflexión o el papel mecánico y de repetición
que se le asigna al alumno.
Desde la pregunta socrática, que tenía como propósito enseñar a pensar, hasta la
pregunta freireana, que favorece los procesos de emancipación del hombre, se podrían
reconocer múltiples propósitos y estilos que darían cuenta de las implicancias didácticas
de la cuestión.
Así como la pregunta ocupa un lugar privilegiado en el discurso educacional, se
entiende que el tipo de explicaciones que genera un docente necesita también diferenciarse
en el análisis didáctico. Para Leinhardt es posible distinguir en las prácticas de la ense-
ñanza diferentes tipos de explicaciones: las explicaciones basadas en los campos
disciplinarios, las autoexplicaciones y las explicaciones para la clase. Las explicaciones
basadas en los campos disciplinarios se plantean alrededor de convenciones propias de
las disciplinas: cuáles son las preguntas importantes, qué se acepta por evidencia, cómo
debe ser un presupuesto, qué sería reconocido como progreso o como hipótesis en un
campo. Las autoexplicaciones son las construidas por individuos o grupos para
clarificarse a sí mismos significados particulares. Tienen carácter fragmentario y parcial
e implican la puesta en contacto con otros cuerpos de conocimiento. Las explicaciones
para la enseñanza sirven para clarificar conceptos, procedimientos, eventos, ideas, tipos
de problemas que favorecen la comprensión. Suelen ser redundantes y reflejan las
concepciones pedagógicas del docente.
Diferenciar el tipo de explicaciones y generar puentes entre ellas; reconocer
contradicciones, y analizar las creencias que subyacen favorece una interpretación de las
acciones comunicativas en el aula. Las preguntas o los tipos de explicaciones pueden
generar o no un proceso reflexivo que conduzca o promueva la construcción del
conocimiento. La comprensión es un proceso activo y depende de la estructura dé la
clase y de la actividad que genera el o la docente, el tipo de actividad comprensiva que
despliega el o la alumna.
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El pensamiento reflexivo y crítico: docentes y alumnos

Trabajos recientes de David Perkins, Gavriel Salomón, Barbara Rogoff, Ann


Brown y Joseph Campion analizan el proceso del conocer de los niños y de los adultos
y sostienen que llegar a saber algo implica una acción situada y distribuida. Esto es así
por la naturaleza social y cultural del conocimiento y por la naturaleza social y cultural
de la adquisición de ese conocimiento.
La actividad cognitiva -esto es, el pensar- implica un conjunto de
representaciones o conocimientos, afectos, motivaciones, acerca de algo que relaciona
al ser humano con el mundo. Pensar críticamente implica enjuiciar las opciones o
respuestas, en un contexto dado, basándose en criterios y sometiendo a crítica los
criterios. Para efectivizarse se requiere conocimientos sobre un problema o cuestión y
procedimientos eficaces que puedan operar sobre los problemas. Pensar críticamente
requiere, además, tolerancia para comprender posiciones disímiles, y creatividad para
encontrarlas. Para la escuela, el desarrollo del pensamiento reflexivo y crítico implica la
búsqueda de conocimientos y acuerdos reconocidos como válidos en el seno de una
comunidad de diálogo. En este mismo sentido, cuando Ann Brown y J. Campion
analizan las ideas de cognición situada y distribuida, le añaden otra dimensión de
análisis: las escuelas son comunidades de aprendizaje y pensamiento en las que hay
procedimientos, modelos y canales que determinan cómo, qué, cuánto y de que manera se
aprende.
No es posible pensar que se pueden favorecer estas formas de pensamiento sin
contar con un docente que genere para sus propias comprensiones esta manera de pensar.
La enseñanza es un proceso de construcción cooperativa y. por lo tanto, los alcances del
pensamiento reflexivo y crítico se generan en el salón de clase con los sujetos
implicados.
La enseñanza no es algo que se le hace a alguien sino que se hace con alguien.
Esto supone que los fines no se pueden anticipar, sino que se construyen coope-
rativamente, en los contextos de práctica y entre todos los implicados.
E1 análisis del pensamiento del docente remite a pensar en las cuotas de
autonomía que se plantean en su labor, en las consideraciones profesionales y
gremiales de la autonomía y sus implicancias sociopolíticas en los procesos de reforma,
y en las crisis del sistema educativo. Parece contradictorio plantear la construcción
cooperativa en la enseñanza sin preservar la autonomía del docente frente a la elección
de sus prácticas y diseños.
La intención de la autora en este trabajo consiste en recuperar las solicitudes que
los docentes plantean al pensar en sus prácticas, señalando algunos constructos que
podrían favorecer las comprensiones de las prácticas y entendiendo que ése es el papel
que hoy le cabe a la didáctica. Los constructos pueden orientar y ayudar a reconstruir las
prácticas siempre que en ese proceso de reconstrucción se logre trascender al mismo
constructo. Pueden ayudar a pensar de nuevo la tarea que realiza el docente para que, al
volver a pensarla, aprenda de nuevo de ella. Enseñar es, desde la perspectiva de la
autora, aprender. Aprender antes, aprender durante, aprender después y aprender con el
otro.

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Capítulo 5
La clase escolar. Una mirada desde la didáctica de lo grupal
Souto, Marta

Introducción

Este trabajo tiene como propósito sistematizar de manera sintética los aportes que
desde el pensamiento de lo grupal puede hacerse a la didáctica en lo que he dado en
llamar la didáctica de lo grupal.
La autora, intenta comunicar en forma sintética lo que ha producido y llamado
didáctica de lo grupal, haciendo referencia a la clase escolar como objeto.
¿Por qué referirnos a la clase escolar? Consideramos que la clase escolar es un
campo de problemáticas específico y en este sentido objeto de estudio propio de la
didáctica. Ello es así porque:

Toma el acto de enseñanza, el acto pedagógico en el ámbito más habitual de


concreción. Allí es donde los procesos se producen, la enseñanza se transforma
en acto, el aprender se provoca y genera. Los procesos se realizan en el
espacio y tiempos compartidos, pasan al acto, a la producción, devienen. En la
clase escolar se manifiesta el acto pedagógico en formas diversas de
concreción.
Permite comprender los sucesos en su significatividad social, humana, real;
con sentido y contenido social.

El estudio de la clase escolar, desde nuestra perspectiva:

Resalta el lugar de la práctica pedagógica, del hacer, de los sucesos concretos.


Facilita la reflexión, la construcción del conocimiento y de teorías a partir y a
propósito de ella y utiliza al mismo tiempo las teorías existentes para su
comprensión y reformulación.
Acentúa la importancia de la situación, de aquí y ahora del lugar donde los
procesos de interacción se producen.

El encuadre situacional enfatiza lo que está sucediendo en el presente, en un


momento de ese devenir, en la transversalidad temporal. Pero ese momento actual, ese
corte transversal contiene y actualiza la historia.

Incluye y resalta el carácter histórico, el suceder en el tiempo, la evolución de


los procesos a través de momentos diversos, la contextualización de los
hechos en una realidad histórico-social.
Permite un abordaje dialéctico de los sucesos en sus contextos reales
resaltando el lugar del conflicto., de la contradicción, del movimiento, del acto
en curso, de la historia.
Incluye la relación de múltiples líneas o dimensiones que se entrecruzan: de orden
social, institucional, grupal, interpersonal, individual, técnico; en niveles explícitos e
implícitos; en registros imaginarios, simbólicos y reales, etcétera.
Facilita un abordaje comprensivo y complejo de la enseñanza.
Requiere la contribución y la conjugación de aportes de diferentes disciplinas
y teorías, provenientes de campos diversos. De allí, la necesidad de un
enfoque multirreferencial.
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La clase escolar se plantea, como un campo de problemáticas que es objeto de


estudio de la didáctica. No lo planteamos como objeto único, pero sí, relevante.
La mayor parte de las concreciones del acto pedagógico se dan y consisten en
clases escolares. De allí su importancia en la didáctica. Pero quedan, asimismo, otras
que se realizan en ámbitos no escolares (no formal e informal) y modalidades no
presenciales que también constituyen situaciones de enseñanza y, a nuestro entender son
objeto de estudio de la didáctica.
Por ello, decimos que la clase escolar es un objeto (en el sentido ya explicitado) y
no el objeto de estudio de la didáctica.

El carácter complejo de la clase escolar y de su conocimiento. Planteos


epistemológicos.

Plantearemos inicialmente que el conocimiento didáctico es un conocimiento


complejo de una realidad compleja. ¿Qué significa esto?, ¿Dónde hay complejidad?
La encontramos allí donde hay:
Dificultad, donde nuestra mente queda perpleja, donde el pensamiento causal,
lineal, resulta insuficiente para entender las incongruencias que se presentan.
Interacción, encastramiento de acciones, ligazón de partes en el todo. Las
partes se incluyen a la vez en el todo, pero el todo también en las partes.
Heterogeneidad, contradicciones, paradojas, conflictos que para conservar su
sentido no pueden ser reducidos, sino que requieren explicaciones dialógicas
que respeten su carácter heterogéneo y analicen su complementariedad
Fenómenos aleatorios, incertidumbre. Donde aparece lo imprevisible, lo que
no responde a leyes conocidas ni a sus consecuencias. Donde el caos deja de
ser un vacío, aún no existente y se le otorga presencia Donde el desorden tiene
lugar, al igual que el orden. Donde el principio de incertidumbre es incluido.
Necesidad de explicaciones por leyes y relaciones no sólo de causalidad lineal,
sino también retroactiva y recursiva.
Posibilidad de transformación, de evolución, donde el desorden es generador
de orden.

Podríamos preguntarnos. ¿Por qué incluir la incertidumbre, el desorden, la


interacción, el azar, la singularidad… en las clases escolares y en su estudio? ¿qué
lugar tiene la complejidad en la didáctica? ¿En qué didáctica?
Nos acercaremos a esta problemática epistemológica planteando campos
complejos, que se alejan de la didáctica con el propósito de establecer un contacto con
ellos que permita a posteriori repensar la perspectiva de estudio de la complejidad.
Los tres campos problemáticos aluden al: origen del universo, al origen de la vida
y su evolución y al aprendizaje por comprensión. Estos tres campos tienden a plantear y
mostrar el mundo del complejo. Por un lado la realidad aparece estructurada en campos
complejos del que dan cuenta diversas disciplinas científicas y teorías. Por otro, el
conocimiento y el pensamiento como funciones superiores implican procesos que van
mucho más allá de las asociaciones y requieren de reestructuraciones cognitivas con
componentes emocionales que dan coherencia y ordenan lo disperso permitiendo así el
avance del conocimiento, generando nuevos órdenes en el desorden
En las teorías cognitivas actuales se pone en tela de juicio el supuesto más
arraigado de nuestra tradición científica: que el mundo es independiente de quien lo
conoce. En cambio la inevitable conclusión es que conocedor y conocido, sujeto y
objeto se determinan uno al otro y surgen simultáneamente. Así se postula que las
aptitudes cognitivas están inextricablemente enlazadas con una historia vivida, tal como
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una senda que no existe pero que se hace al andar y que el cerebro es un órgano que
construye mundos en vez de reflejar o representar un mundo predefinido.
Se trata, entre otras cosas de:

replantear la relación sujeto-objeto de conocimiento en el sentido de superar su


separación y oposición y postular la mutua relación e influencia al conocer;
cuestionar el concepto de objeto discreto, separable, aislable de quien lo
conoce y del campo en el cual surge,
advertir limitaciones en el pensamiento determinista, lineal y en sus ideales de
ininteligibilidad para buscar nuevas formas que incorporen las incongruencias,
la singularidad, las irregularidades, el desorden, que son a su vez productores
de nuevos órdenes.

Valga esta recorrida para traer desde otras ópticas los planteos de complejidad
que retomamos en didáctica.
“El conocimiento didáctico es un conocimiento complejo de una realidad
compleja”.
A su vez las clases se caracterizan, desde nuestra perspectiva, por su complejidad.
Podríamos pensarlas como sistemas complejos, en el sentido de un campo donde un
conjunto de procesos, elementos y sujetos diversos se interrelacionan constituyendo un
sistema nuevo con auto-eco-organización, en que la totalidad es más que las partes y
éstas conservan sus rasgos propios sin subsumirse al todo.
En la clase escolar se articulan elementos y procesos de muy diversa índole que,
puestos en interacción, producen sucesos singulares, acontecimientos, que transcurren
en el espacio y en el tiempo, y en un ambiente más allá de ellas mismas.
Más allá de las previsiones hechas y de las decisiones tomadas por el docente los
sucesos de la clase a la hora de la interacción toman causes no previstos. Un mismo plan
de trabajo en manos de un mismo docente, al ser llevado a la acción en dos grupos-clase
distintos, se transforma. Ello es así, en función de los sujetos y sus motivaciones, de las
relaciones entre ellos y con el docente, de la historia de ese grupo escolar, sus éxitos y
fracasos, del nivel previo de los alumnos, de las configuraciones grupales, de los
significados que circulan a nivel de lo imaginario, del prestigio-desprestigio del curso
en la escuela, de las modalidades de control y del poder que el docente utiliza en cada
grupo, de las representaciones que circulan acerca de la tarea y del saber específico que
se enseña, de condiciones temporales, espaciales, etcétera.
La impredecibilidad, la inmediatez, la simultaneidad de micro-sucesos, los
cambios azarosos, los niveles diversos en los que se producen esos sucesos muestran
con claridad la complejidad.
Una clase puede ser observada y analizada desde un único cauce, buscando las
irregularidades en los procesos de enseñanza, la causalidad en este proceso y el
producto, etcétera. Puede también ser un objeto de abordaje que intente dar cuenta
desde una mirada holística de la globalidad, buscando las relaciones, los encastres
diversos, las contradicciones y complementando los análisis desde múltiples niveles.
La complejidad de la clase hace más evidente cuando pensamos en los diversos
niveles y ámbitos desde donde abordarla: individual (que podrá ser cruzado y
multiplicado por los 20 ó 30 participantes); interpersonal (en las distintas
combinaciones posibles entre los participantes), abarca también lo interaccional y
vincular en las relaciones con el conocimiento, con la tarea, con los recursos etcétera;
grupal ( en las estructuras, las configuraciones, y los significados compartidos y no
compartidos); institucional (en normas, distribución de funciones y roles, estilos,
culturas, mandatos, fantasías, compartidas, guiones, etcétera); social (en ideologías,
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representaciones, expectativas, lenguajes, diferencias de pertenencia , etcétera); técnico-


instrumental (en procedimientos, estrategias, técnicas etcétera).
Porque consideramos que la inclusión de estos niveles es necesaria para
comprender y modelizar la enseñanza es que la didáctica grupal trabaja desde la
perspectiva epistemológica de la complejidad, buscando en las situaciones las claves
para la comprensión de su singularidad y en la multirreferencialidad el sustento teórico
necesario.
La enseñanza ha sido pensada desde la didáctica de distintas maneras pero ha
predominado un tipo de conocimiento que basándose, en un estado ideal, en un deber
ser, intentó normalizar los procedimientos, los métodos, las técnicas por aplicar para
lograr ese deber ser. Se construyeron así “modelos para” que, a diferencia de otras
disciplinas, no se derivaron de modos descriptivos o explicativos.
Desde el surgimiento de las primeras postulaciones teóricas de esta disciplina la
misma se proyecto como una normatividad altamente estructurada, con sólidas
prescripciones acerca del “saber hacer” del maestro para lograr ‘el debe ser’ del modelo
pedagógico propuesto”. Hay entonces un deber ser socialmente establecido, ideal, de
perfección”, hay un “modelo para” del que se derivan normas para imponer y cumplir
en la enseñanza. No hay cuestionamiento acerca de la validez de los principios en que se
apoya. No hay teoría a la cual referir el modelo.
También se asocia el nacimiento de la didáctica al control sobre la conducta de las
personas, a la disciplina. Educar era cuestión de disciplinamiento antes que de
instrucción. El poder y el control y las formas de ejercerlo ocuparon desde los orígenes
un lugar importante en al didáctica y en la enseñanza.
Ya en el siglo XX el pensamiento tecnicista permitió el planteo de la didáctica
como ciencia aplicada. Las técnicas de enseñanza y las teorías que la justifican
dependen de los métodos de las ciencias positivas. La psicología conductista se
constituye en un fundamento de las técnicas de enseñanza. La enseñanza misma busca
soluciones objetivas desde un pro ceso neutro cuya racionalidad se asienta en la
medición y el control de la objetividad. El poder encuentra aquí otros mecanismos.
Apoyado en una conducción del conocimiento y de la ciencia positiva ejerce el control a
través de las técnicas aprobadas, estandarizadas, con valor de verdad absoluta. Enseñar
deja de ser cumplir y ejecutar normas y prescripciones y se convierte en disponer las
condiciones técnicas para un aprendizaje eficiente.
Estas formas de conocimiento didáctico, a nuestro criterio, son reduccionistas; en
tanto separan de las situaciones a la enseñanza, consideran sólo variables técnicas.
Recién a partir de los 70 aparecen diversas corrientes nuevas que confluyen en un
pensamiento didáctico crítico. Las teorías interpretativas y las críticas aportan el valor
de lo subjetivo, de los significados, del mundo simbólico, de los sentidos sociales para
iluminar la comprensión de las prácticas escolares cotidianas, en tanto prácticas
sociales. Se rescatan los actores: docentes y alumnos, los espacios y los contextos, la
historicidad etcétera. La teoría educativa se construye sobre los problemas prácticos y
busca solucionarlos a partir de su comprensión. Aparece una forma de pensamiento
abierta, cuestionadota, preocupada por la transformación y el cambio.
Se incluyen las estructuras y las relaciones de poder, la organización socio-
industrial, las relaciones psicosociales, las motivaciones profundas de los actores en el
estudio de las situaciones de enseñanza que lejos de ser encapsuladas y aisladas son
estudiadas en sus contextos y en los movimientos de unificación-diferenciación,
reproducción-resistencia que reciben y generan. El carácter de denuncia que estas
posturas asumen parece dificultar el progreso hacia nuevas propuestas y pone en
evidencia una nueva forma de poder que nos parece necesario cuestionar.
Es aquí donde ubicaríamos las propuestas más actuales, entre las cuales incluimos
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las presentadas en ese libro, las cuales intentan retomar aquel antiguo carácter de
disciplina de acción, que busca un deber ser pero dentro del marco del pensamiento
crítico.

Algunas conceptualizaciones centrales

Una situación de enseñanza debe ser abordada desde diversos niveles de análisis.
Dichos niveles, hacen referencia a teorías que provienen de distintas disciplinas y
abordan el objeto de estudio desde aspectos y niveles de complejidad diversos.
La didáctica específicamente se ocupa del análisis mutirreferencial de las
situaciones de enseñanza concretas y de las formas de operar en ellas.
La didáctica que postulamos estudia el acto pedagógico como objeto formal, y las
situaciones de enseñanza-aprendizaje como objeto concreto. La clase escolar constituye,
la forma más habitual de concreción.
Para comprenderla y analizarla se requiere de un enfoque que permita el cruce y la
convergencia de distintas disciplinas y teorías.
La clase escolar es el escenario donde se producen las prácticas pedagógicas. En
ellas se reflejan, se dramatizan configuraciones propias de la dinámica institucional.,
pero también surgen y se extienden a la institución núcleo de significación propios.
La clase es, al mismo tiempo, lugar de encuentro y de contraposición entre deseos
individuales y formaciones grupales e institucionales.
Es en ella donde se organizan las relaciones con el saber, que se cumple la
función de saber. Es por esta función que sus actores se nominan como docente alumno
y que se definen los lugares asimétricos en la relación. La presencia del saber otorga al
espacio su valor, su especificidad.
Un análisis de la clase escolar desde la complejidad permite plantear diversas
líneas de significación:
La clase como ambiente en el que transcurre la vida cotidiana de sus actores y
donde se produce sentido a las interacciones en torno al saber.
La vida social de la clase, las relaciones de poder y saber en ella, las paradojas en
la comunicación.
La vida inconsciente de la clase como espacio intersubjetivo, como campo
transferencial y vincular y como red de identificaciones.
Las clases como espacios tácticos de enseñanza en función de metas y
dispositivos técnicos.

En el estudio de la clase escolar es de interés destacar que es necesario:


comprender la clase en conexión e interacción, con lo que la rodea, encastrada
en ello desde movimientos diversos. Los social y lo institucional son
constituyentes, a traviesan transversalmente la clase construyendo su trama.
Considera una construcción dialéctica permanente, un proceso de totalización
en curso, nunca acabado. Ello es así, más allá del grado de codificación que
tenga la clase.
Incluir la diversidad de componentes, relaciones, dimensiones que atraviesan
la clase y permiten pensarla como campo problemático.
Priorizar un ámbito y un nivel para el estudio de la clase escolar: el grupal.
Desde él pueden abarcarse: el conjunto de sucesos en su devenir, en su
historicidad, con la amplitud necesaria para impedir recortes artificiosos y
captar el medio ambiente escolar de forma natural, las interacciones y
encastramientos de elementos diversos, las articulaciones y entrecruzamientos

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con los contextos que en la vida grupal se constituyen en texto y forma parte
de su trama compleja.

Es en el campo grupal donde se articula lo individual, lo institucional, lo social, lo


ideológico, etcétera. Dichas articulaciones dan carácter singular a cada clase escolar y
a los sucesos o eventos que en ella se producen. Por ello la necesidad de desarrollar una
didáctica que descubra las peculiaridades y las analice, que atribuya significado y
sentido a la realidad del aula desde múltiples referencias teóricas y que dé lugar a
formas de operación en la práctica acorde a los significados encontrados.
Podría plantearse un campo más amplio que indagara las relaciones entre la
modalidad de enseñanza utilizada, la formación del docente sus creencias, sus formas de
pensamiento, etcétera.; las interpretaciones pedagógicas explícitas e implícitas; las
característica socioculturales de los alumnos; las características personales de cada uno
de ellos en particular, las relaciones interpersonales, el conocimiento en cuestión, su
concepción, su validez, etcétera; la organización para la enseñanza, las transformaciones
que el conocimiento hubiera sufrido; la propuesta pedagógica, los procedimientos,
métodos, estrategias y técnicas utilizadas para enseñar; las características de la escuela
como institución, su ideología, sus estilos de autoridad y concepciones pedagógicas, su
imagen, su estructura, de poder, sus concepciones respecto al conocimiento, a la
especialidad o la modalidad que en ella se imparten, los rasgos que desde la etapa
fundacional la definen; la relación entre los hechos y las representaciones psíquicas y
sociales que de ellos tienen los actores institucionales, los significados compartidos o
divergentes a nivel simbólico t también imaginario; en fin, las configuraciones que
surgen en la trama de relaciones.
Hacer un análisis didáctico desde lo grupal implica indagar en estas diversas
direcciones.

La investigación de las clases escolares

Referencias al proceso de investigación

Para estudiar las clases escolares en la enseñanza media hemos diseñado un tipo
de investigación que intenta conocer la realidad de las aulas en su ambiente natural. Se
trata de una línea de investigación cualitativa, de tipo clínico. Son estudios de casos que
intentan reconstruir, comprender e interpretar las características peculiares que
presentan las clases escolares investigadas, priorizando un enfoque grupal. La
institución escolar es también objeto de análisis y las relaciones clase-escuela son
especialmente indagadas. Dentro de cada institución se estudian dos cursos.
Para realizar dicho estudio utilizamos un dispositivo metodológico que combina
un conjunto de técnicas diversas que apoyan datos sobre diversos aspectos de ese objeto
de investigación comprendido, tal como ya hemos señalado, en su complejidad. A
través de estas diversas técnicas conocemos la realidad del aula desde distintas
dimensiones y niveles de análisis.
Observaciones naturistas de clase, entrevistas semiestructuradas a docentes,
directivos y alumnos, técnicas sociométricas, técnicas proyectivas y documentos
conforman el dispositivo metodológico.
Así, conocemos los sucesos fundamentalmente en su fase interactiva, la dinámica
manifiesta y latente del grupo clase, las configuraciones que se estructuran, las
representaciones psíquicas y sociales de los actores, los resultados y los procesos en
marcha etcétera.
El análisis de cada tipo de datos permite la formulación de hipótesis interpretativas
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que se confrontan con las provenientes de los otros datos para así, dar cuenta de la
multiplicidad de factores y de significados que en una clase tienen lugar de forma
simultánea. La interpretación final de cada clase, cada curso y de cada escuela retoma
los resultados de los análisis y establece relaciones entre ellos.
La construcción de tipologías a partir de los análisis de datos realizados nos ha
permitido ir avanzando en niveles de generalidad creciente que en el momento actual
nos faculta a iniciar una investigación de tipo cuali-cuantitativo, con al finalidad de
construir una tipología de la clase escolar aplicable al conjunto de las escuelas de
enseñanza media.
Nos ubicamos en una concepción en que la interpretación es comprensión. Por un
lado comprensión de las significaciones y los sentidos de la acción social para los
actores. Se trata de hacer una representación de lo que los protagonistas de la clase hace,
dicen y sienten para descubrir significados, sentidos. El investigador descubre el sentido
que los sujetos dan a su conducta. Pero, va más allá y le otorga un nuevo sentido en
función de las teorías que pone en juego a interpretar.
La elaboración teórica se realiza también a lo largo de la investigación. La
investigación tiende a producir teoría, no a verificarla.
Las categorías de los análisis surgen de los datos y se transforman con ellos.
Conocer una clase escolar, es conocer una lógica implícita que ya funciona en el
escenario que el observador presencia. Es representante esa lógica. Para ello es
necesario el referente teórico. Para nosotros, se trata de comprender y reconstruir los
ambientes, los mundos y las lógicas que atraviesan una clase (individuales,
institucionales, sociales) y no reducidos a una única visión.
En nuestro caso, al entender a la clase como objeto y campo complejo la
referencia a las teorías y disciplinas diversas se hace necesaria. También la búsqueda de
la diversidad, de la heterogeneidad por detrás de la aparente uniformidad de lo escolar.
Necesitamos saberes provenientes de dominios para poder articularlos y conjugarlos
según las configuraciones cambiantes que se advierten en el campo de la clase en el que
se produce la enseñanza.
Para ello es necesario poner al propio investigador en situación de autoanálisis.

Análisis de algunos rasgos de las clases escolares

Lo que presentaremos a continuación son algunos rasgos de las clases escolares


que hemos encontrado en la investigación “La clase escolar en la enseñanza media”.
Estos rasgos han aparecido en las observaciones del medio natural del aula y
consideramos que son reveladores de lo que acontece en muchas clases escolares,
aunque en cada una toma significados peculiares.
Nos referiremos a rasgos encontrados en torno a dos dimensiones: el tiempo y el
espacio.

El tiempo en las clases

Hemos encontrado que dentro de la escuela y de las clases existe un tiempo


propio. Podríamos hablar provisoriamente de una atemporalidad, en tanto:
El tiempo real, social, el de los sucesos de la vida externa a la escuela no está
presente dentro de ella;
El tiempo personal, vivido por cada uno de los actores no tiene cabida;
El tiempo compartido dentro del aula parece no suceder, no se toma conciencia
de la historicidad de los hechos vividos en la escuela, muy escasamente se

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registra su cronología. Se vive un eterno presente, el de “dar clase”; pasado y


futuro quedan excluidas de esta temporalidad.
No se trabaja en su reconstrucción. No interesa por ello el proceso compartido en
su historicidad.
Hay una negación del transcurrir, del devenir, del movimiento, del cambio. Esto
trae aparejada una dificultad para tomar conciencia del enseñar como un hecho social e
histórico y para aceptar las transformaciones.
Las siguientes situaciones y referencias lo muestran:
El tiempo real que transcurrió no fue registrado, es ignorado. Parecería que “la
escena continúa” más allá del tiempo transcurrido.
La observación muestra que las clases no tienen, por lo general, una iniciación,
un desarrollo, un cierre. Esto se evidencia en que las clases se suceden unas a
otras sin cortes desde la organización misma de la enseñanza. No hay un
período de tiempo destinado al reencuentro de docente y alumnos, ni tampoco
a establecer una relación con la temática, la propuesta pedagógica en
desarrollo, desde el punto en que hubiera quedado en la clase anterior. Todo
es “desarrollo”, “dar clase” como si se continuara en una línea de montaje
ininterrumpida. Son pocas las clases en las que cada encuentro se toma en sí
mismo y desde allí se lo relaciona con lo ya compartido y con lo programado
para el futuro. Las secuencias se cortan por cambios temáticos, a veces por las
evaluaciones, para luego seguir en una continuidad ininterrumpida.
Los conocimientos impartidos suelen carecer de referencias temporales, a éstas
sólo se las incluye como un dato más, fuera de contexto, como mera
cronología.
Las ideas, los conceptos, se transmiten sin regencias a los tiempo históricos en
que fueron creados.
Los contenidos quedan así alejados de sus tiempos. Los sujetos que participan en
las clases también.
Los estudios realizados sobre esta dimensión nos permiten afirmar que en la
escuela y en las clases el tiempo toma características de lo que hemos denominado
“tiempo programático”. Entendemos por tal el tiempo de desarrollo de programas, de
secuencias temáticas, contenidos. El devenir está dado por el pasaje a través del
programa. Avanzar en él significa tiempo del año escolar transcurrido.

El espacio en las clases

Los espacios escolares, la distribución, el mobiliario, las paredes, los escritos, los
dibujos del aula están cargados de significados.
En la vida cotidiana se construyen esos significados. El espacio registra “huellas”
de esa vida que los grupos-clase pasan en el aula. En este sentido podemos afirmar
metafóricamente que “los espacios hablan”.
En nuestras investigaciones realizamos una primera aproximación a la escuela
conectándonos con sus espacios: fachada, aulas, pasillos, sala de profesores, dirección,
etc. Observamos detenidamente la distribución, las condiciones ambientales, el
mantenimiento, las inscripciones, los adornos, los materiales didácticos, etc.
Los actores se apropian en mayor o menor medida de esos espacios y transmiten a
partir de ellos su forma de vivir, de estar en las clases.
Tomaremos dos situaciones para ilustrar esto:
Alumnos y docentes se mueven en el aula sin manifestar preocupación ni
disgusto por la organización descrita. Parecen aceptarla como su espacio
cotidiano. La impresión que el aula provoca a quienes la observan es de
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desorden, descuidado, suciedad, desprolijidad. El espacio áulico parece


mostrar agresión, rechazo, malestar, violencia. Un análisis de la complejidad
de esta clase y de esta institución es necesario para entender la enseñanza en
este medio ambiente.
Una escuela antigua, con paredes pintadas con colores vivos, con motivos
vinculados a los adolescentes. El interior es oscuro pero cuidado. Un aula
ordenada, con bancos en fila. En la pared del fondo hay un agujero que
conecta con otra aula. Permite pasar información. Papeles que van y vienen,
tironeos de ropa, preguntas y respuestas que forman parte de pruebas escritas,
mensajes verbales en algún recreo. Los alumnos conocen este agujero y lo
utilizan. Los docentes, en cambio, no manifiestan conocerlo. El agujero del
fondo ¿qué significados encierra?, ¿qué circula en torno a él? El cuidado por
una enseñanza de calidad, el predominio de lo racional, el control y la
neutralidad afectiva son algunas características de esta vida escolar. Una vida
paralela a la vida “oficial” se expresa en torno al agujero. El espacio, su
organización, su distribución, integra la complejidad de una clase y es
revelador de muchos significados. Hemos tomado aquí dos dimensiones y
señalado características que en nuestra investigación constituyen rasgos
específicos de las clases. Pueden mostrar el proceso por el cual a través de la
investigación avanzamos en el conocimiento de las clases, en sus prácticas, y a
partir de ellas en la producción teórica de la didáctica grupal.

Orientaciones para el trabajo pedagógico

¿Qué características adopta una propuesta de enseñanza desde la perspectiva hasta


aquí presentada?
Desde nuestra perspectiva el trabajo pedagógico se ubica en el nivel técnico-
instrumental.
El trabajo pedagógico debe tener estas características:
Estar orientado a la clase en su conjunto y en su complejidad.
Tomar el ámbito grupal como prioritario y operar desde el nivel técnico en el
campo grupal.
Tomar la clase desde una doble perspectiva: como objeto de análisis y como
objeto de operación. La acción se centra en la segunda.
Considerar a la tarea como articuladora y organizadora de la clase. Ello
requiere de una perspectiva desde la complejidad.
Apoyar las propuestas de acción en los significados provenientes de los
análisis de lo social y de lo psíquico, buscando las mutuas relaciones y
atravesamiento.
Utilizar tipos de pensamiento coherentes con la complejidad, no
simplificadores ni reductores. Para ello se requieren formas de pensamiento
estratégico y comprensivo, esquemas flexibles y reversibles. Es decir, que
trabaje con la incertidumbre, el azar, la diversidad, las transformaciones, el
movimiento; que busque bifurcaciones más que caminos únicos, diferencias
más que uniformidades. Se trata de un pensamiento abierto, crítico y
autocrítico, que acepta la incertidumbre y la frustración propias del
conocimiento.
Indagar acerca de los significados que los distintos actores atribuyen a los
actos.
Considerar la historicidad de los sucesos y su connotación social, tomando en
cuenta la historia del grupo-clase, su devenir.
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Analizar lo singular, lo idiosincrásico, tanto como lo general.


Plantear propuestas con alternativas variadas y no únicas o uniformes, que
permitan acceder a las metas desde los diversos caminos.
Trabajar sobre interrogantes y no sobre certezas.
Incluir la existencia del mundo y de la realidad psíquica al igual que la externa,
la significación de las conductas desde lo latente e inconsciente y la presencia
de lo emocional en las clases como estructurante de la trama de relaciones.
Plantear explícitamente y trabajar en consecuencia sobre los aprendizajes
sociales, éticos y actitudinales, además de los cognitivos y motores.
Pensar el rol docente como el de un coordinador que interviene desde el campo
de lo grupal facilitando los procesos de aprendizaje individual y los de
interacción, y generando ambientes favorables al cambio.
Se desempeña desde su calidad de experto en: el conocimiento disciplinar que
enseña, las formas de enseñanza y las estrategias que favorecen el desarrollo
de la grupalidad.
Cumple con la doble función de atender a los problemas de la enseñanza, y de
la gestión y administración de la clase.
Desempeña roles diversos que apuntan a la producción de tareas; a proveer el
conocimiento necesario para los alumno; al seguimiento de los procesos
dinámicos que tienden a la transformación y el trabajo sobre las estereotipias;
al análisis de situaciones de conflicto grupal y a su abordaje como problemas;
a la toma de consciencia y al autoanálisis de cada sujeto.
Crea dispositivos metodológicos diversos para permitir la producción y a
través de ella el logro de aprendizajes integrados (sociales, cognitivos,
actitudinales, etc.) y para que actúen como reveladores y analizadores de los
significados y las representaciones que circulan en la clase.
Se cuestiona acerca de su lugar de poder en la clase, el tipo y las fuentes de
poder que utiliza y la calidad afectiva de los vínculos que establece con los
demás.
En los dispositivos metodológicos que crea, utiliza técnicas diversas
(individuales, grupales, colectivas) y las combina creando estrategias y
alternativas de acción variadas.
El trabajo con la diversidad, la heterogeneidad, con alternativas variadas de
acción, con combinatoria de técnicas en función de las demandas, el desarrollo de
estrategias de análisis y de interpretación del complejo ambiente de clase, el eje puesto
en lo grupal sin por ello excluir lo individual, institucional, etc., la observación continua
de los sucesos y su análisis como base para la toma de decisiones en la acción son ideas
centrales para un trabajo pedagógico que intente dar cuenta de la complejidad de lo que
acontece en las aulas y que genere intervenciones favorecedoras de los aprendizajes de
los alumnos.

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Capitulo 6
La corriente critica en didáctica:
una mirada elíptica a la corriente técnica
Barco, Susana

Entre las corrientes mencionadas con frecuencia en el ámbito pedagógico, puede


citarse la corriente "crítica", que encuentra también su expresión en el terreno de la
didáctica.
Podría afirmarse que en el ámbito de la didáctica se formulan "críticas" todas y
cada una de las veces en que un autor analiza una producción teórica y/o unas
realizaciones prácticas que no coincidieron con los fundamentos de su propio funcio-
namiento y que impiden el logro de los objetivos propuestos. Desde allí se marcan errores
y se sugieren modos de operar (a veces sólidamente fundamentados) para mejorar, bien
las prácticas, bien las argumentaciones con que éstas se sustentan. En este sentido sería
difícil sostener la existencia de una corriente crítica en la didáctica, como propia de este
siglo.
En el siglo XX una fuerte corriente impulsa la constitución de la ciencia social
crítica, movimiento éste adscrito a la Escuela de Frankfurt -con sus sucesivas y
diferenciadas "generaciones"-. Uno de sus teóricos Horkheimer afirma respecto de la
crítica:

El esfuerzo intelectual, en definitiva práctico, por no aceptar sin reflexión y por


simple hábito las ideas, los modos de actuar y las relaciones sociales dominantes,
el esfuerzo por armonizar entre sí y con las ideas y mitos de la época los sectores
aislados de la vida social; por separar uno de otro el fenómeno y la esencia, por
investigar los fundamentos de las cosas; en una palabra, por conocerlos de una
manera definitivamente real.

Así planteado, el término cobra una dimensión que, sin apartarse de la etimología,
abre un espacio sustantivo a la reflexión y a la búsqueda (como develamiento) de
supuestos subyacentes, planteando además el carácter permanente de la actividad
crítica. Asimismo esta actividad se orienta -desde éste posicionamiento- hacia la
transformación social solidaria y la emancipación del entendimiento mediante los
procesos develadores y desmitificadores que implica.
La crítica compromete la voluntad política de generar propuestas superadoras de
aquello sujeto a su análisis, aunque haya quienes la descalifiquen por considerarla
destructiva, desconociendo el potencial creativo que se desarrolla a partir de todo
develamiento.
Mientras que desde la acepción corriente del término lo que se plantea es un
reajuste procedimental en virtud de la necesidad de garantizar el logro de determinados
fines, la segunda propuesta no se detiene en este reajuste sino que indaga, esclarece más
allá de lo procedimental -sin excluirlo-, revisa sentidos y significados, bucea en la
historicidad y tensa las prácticas con las formulaciones teóricas.
Con algunas aclaraciones en mano, se puede intentar un rastreo de la corriente
inicialmente mencionada. Gimeno Llorente consigna una vertiente alemana de esta
corriente, que no es homogénea en cuanto a su posicionamiento y donde no todos los
autores citados abrevan en las fuentes de las tres generaciones frankfurtianas. También
indica una vertiente anglosajona de esta corriente, en la que incluye a autores
norteamericanos tales como Apple, Giroux y Popkewitz; ingleses como Young, Sharp,
Green y Carr, o australianos como Kemmis y Grundy. Para el caso latinoamericano
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podrían agregarse Díaz Barriga. Burlan, Remedi. De Tezanos -entre otros-, así como
también se podría reconocer el aporte de diversos españoles como Gimeno Sacristán,
Pérez Gómez y Contreras Domingo, que han dado a conocer aportaciones en este
sentido. Pero lo que se advierte es que, en todo caso, algunos de los autores remiten más
al clásico trabajo de Carr, W. y Kemmis, que apelan al trabajo con fuentes. Nótese que
gran parte de la producción citada no puede catalogarse como corriente en el campo
didáctico, sino que se inscribe mayoritariamente en el ámbito de lo curricular. De allí
que hablar de una corriente constituida y consolidada en el terreno de la didáctica, como
un teorizar acerca de la práctica de la enseñanza, resulte apresurado y riesgoso. Tal vez
resulte conveniente una cierta cautela en el "etiquetamiemo", que muchas veces queda
reducido a una declaración inicial referida las más de las veces a cuestiones
epistemológicas preliminares, que luego no resultan sostenibles desde el resto de la
producción y menos desde las prácticas.

Abriendo perspectivas

Un análisis crítico, desde la perspectiva ya enunciada, es un proceso abierto,


nunca cerrado, que incluye líneas sincrónicas y diacrónicas que a veces se superponen y
entremezclan. Para avanzar en un ejemplo y en tareas ya comenzadas, pueden retomarse
trabajos conocidos como el de Remedi, E, quien desconstruye el libro de Tyler, R., texto
subyacente a la gran mayoría de los proyectos curriculares de las tres últimas décadas.
Según Tyler, el currículo opera sobre la base de la existencia de un método
racional para encarar, analizar e interpretar el currículo y el sistema de enseñanza en
cualquier institución educativa. Para él la racionalidad implica la realización de objetivos
definidos en condiciones determinadas, siendo el "control" efectivo de la realidad la guía
de la acción racional propugnada. Diferencia también currículo de sistema de enseñanza,
donde el primero ofrece conocimientos que crean opciones alternativas y delimitan
finalidades, es decir, constituyen los enunciados de fundamentos de qué, por qué. a
quiénes y cuándo se enseñará lo seleccionado, en tanto que el sistema de enseñanza
determina los modos o procedimientos adecuados para enseñar con eficacia lo
seleccionado.
La psicología educativa tendrá un rol fundamental en la organización de modos y
formas de organización del aprendizaje cuya finalidad se ha establecido en la
fundamentación curricular, y de lo que se trata ahora es de organizar objetivos
operativos, seleccionar actividades y experiencias para evaluar conforme a los objetivos
que van señalando avances desde la incompletud y carencia del alumno, hacia el modelo
de su deber ser observable en término de conductas graduadas y secuenciadas. El
docente, considerando los contenidos (en los que incluye valores, actitudes, etc) y la
conducta expresada en términos de objetivos, promoverá la experiencia mediante la cual
el alumno aprenderá. Para lo que interesa a este trabajo conviene tomar Principios
básicos del currículo. En el primer capitulo, bajo el titulo de “Estudio de los propios
educandos como fuente de objetivos educacionales”, la afirmación principal corresponde
a dejar sentado que educar es modificar la conducta humana. A partir de ello, se
establece la observación de la conducta de los niños, para concluir un segundo párrafo
diciendo:
La observación de los educandos indica metas educativas sólo si se comparan los
datos obtenidos con niveles deseables o con normas admisibles que permitan establecer
la diferencia entre la condición actual del alumno y lo aceptable.
En otras palabras, la necesidad equivaldría a una zona intermedia entre lo que es y
lo que debe ser.

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Si bien es cierto que la referencia al alumno es directa y es mínimo el desarrollo


dedicado al docente, esto se explica por su carácter facilitador. No queda claro cómo se
produciría el tránsito desde ese estado de incompletud hacia lo deseable, por parte del
docente. Lo que sí queda claro es que para Tyler el alumno es un punto nodal del
currículo y que el docente, más que enseñar, media entre el alumno y el aprendizaje que
éste realiza mediante actividades en las que se involucran contenidos y conductas
No se trata aquí de reivindicar un lugar de centralidad excluyente para el docente,
pero sí de plantearse las dificultades que la propuesta entraña para pensar la didáctica
como una teoría de las prácticas de enseñanza, cuando uno de los sujetos implicados en
ellas es desdibujado de esta forma.
La publicación del aludido texto en nuestro medio se produce a comienzos de la
década del 70. Su divulgación no fue masiva, y más bien se produjo a nivel de técnicos en
confección de currículos a quienes hacía preguntarse cuál es su concepción de docente;
cuál es el lugar del sector social docente y de la historicidad de sus prácticas; cuál es el
modo de relación que establece con el conocimiento, sea éste el relativo a los contenidos
específicos objeto de enseñanza o el concerniente a sus propias prácticas; y así muchas
más. Pero la respuesta a estas cuestiones podría parecer como segmentada, por lo que tal
vez convenga otra de carácter más general que permita producir articulaciones.
Tomando aportaciones habermasianas puede recordarse que este autor determina
tres tipos fundamentales de saberes, a partir de los intereses constitutivos de éstos, y los
que denomina, técnico, práctico y emancipado. El interés técnico, generado en el marco
de las ciencias empírico-analíticas, halla su base en la experiencia y en la observación, y
su objetivo fundamental es el de controlar el ambiente, actuando sobre él de acuerdo con
leyes de fundamento empírico, de las que se derivan reglas técnicas. El interés práctico,
que apunta básicamente a la comprensión, al otorgamiento de significado a las acciones
del hombre en el mundo al que pertenece, se organiza en las ciencias histórico-
hermenéuticas.
En cuanto al interés emancipatorio, éste genera teorías críticas que procuran el
develamienlo de las deformaciones, presiones y restricciones que operan en el
conocimiento acerca de las personas y sobre la sociedad. Su objetivo fundamental es
promover la autonomía y la responsabilidad de personas y grupos respecto de sus
propias vidas.
Como ha sido señalado ya por numerosos autores, la perspectiva tyleriana se
encuadra dentro del interés técnico.
Si se acepta como válida la racionalidad propuesta por Tyler, basada en el interés
de tipo técnico, será menester admitir también un lugar de técnico para el docente, como
un competente y eficaz selector y organizador de recursos. En cuanto al currículo, éste
será a su vez un instrumento mediatizador del control de las conductas de los alumnos
en relación con el medio, una forma del control social. Desde esta perspectiva, será fácil
pensar que la didáctica puede ser reducida también a una disciplina de orden técnico con
las múltiples implicancias que esto conlleva.

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