Ayer65 NuevoOrdenMundial Segura
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Estudios
Ensayos Bibliográficos
ISSN: 1134-2277
ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA
MARCIAL PONS, EDICIONES DE HISTORIA, S. A.
MADRID, 2007
EDITAN:
Asociación de Historia Contemporánea
www.ahistcon.org
Marcial Pons, Ediciones de Historia, S. A.
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Correspondencia y administración
Marcial Pons, Ediciones de Historia, S. A.
C/ San Sotero, 6
28037 Madrid
EL NUEVO
ORDEN MUNDIAL
Y EL MUNDO
ISLÁMICO
Esta revista es miembro de ARCE.
Asociación de Revistas Culturales
de España.
SUMARIO
DOSSIER
ESTUDIOS
ENSAYOS BIBLIOGRÁFICOS
Sobre líderes, elites y culturas(s) política(s), Demetrio
Castro ............................................................................ 295-313
Introducción:
El nuevo orden mundial
y el mundo islámico
Antoni Segura
Universitat de Barcelona
Para la historia del desarrollo del discurso islamofóbico con anterioridad al 11-S,
HALLIDAY, F.: Two Hours that Shook the World. September 11, 2001: Causes & Conse-
quences, Londres, Saqi Books, 2002, pp. 87-120.
9
Algunos consideraran que sólo se trata de una casualidad o de saber aprovechar
un contexto que facilita la realización de atentados, pero los tres más sangrientos de
Al Qaida o grupos afines en países occidentales coinciden con los países de los tres
presidentes que apoyaron la guerra de Iraq y se hicieron la foto de las Azores el 17 de
marzo de 2003. Los atentados del 11-S son, evidentemente, anteriores, pero no así los
de Madrid (11 de marzo de 2004) y de Londres (7 de julio de 2005), que se produje-
ron cuando la invasión de Iraq ya se había consumado.
muy desfavorable
País EE.UU. Corea Conflicto a los Estados Unidos en Bush
Irán de los musulmanes
en Irak del Norte Palestino
2006 2006 2006 2006 2000 2003 2006 2006 2004 2005
EUA 46 31 34 43 — — — 50 32 22
Reino Unido 34 41 19 45 83 70 56 30 18 14
Francia 31 36 16 35 62 43 39 15 29 34
Alemania 51 40 23 51 78 45 35 25 46 47
España 38 56 21 52 50 38 23 7 - 37
Indonesia 7 31 4 33 75 15 30 20 — —
Egipto 14 56 14 68 — — 30 8 — —
Pakistán 4 28 8 22 23 13 27 10 — —
Turquía 16 60 6 42 52 15 12 3 — —
Jordania * 19 58 18 67 25 1 15 7 — —
Líbano — — — — — — — — — —
Marruecos — — — — — — — — — —
* Los primeros datos disponibles de Jordania en lo que respecta a la opinión favorable a los Estados Unidos son del 2002.
2002 2004 2006 2003 2005 2005 * * 2003 2005 2003 2005
Reino Unido 69 63 49 — — — — — — —
Francia 75 60 43 — — — — — — —
Indonesia 31 23 39 27 15 50 59 36 53 16
Egipto — — 10 — — — — — — —
Pakistán 20 16 30 33 25 50 46 52 28 18
Turquía 30 22 14 13 14 47 15 6 37 38
Jordania 13 2 16 43 57 68 56 61 25 19
Líbano — — — 73 39 62 19 4 27 19
Marruecos — — — 40 13 81 49 26 27 12
* Apoyo a los atentados suicidas y a la violencia contra los civiles.
** Apoyo a los atentados suicidas y a la violencia contra los civiles en Irak.
Fuente: Richard WIKE y Nilanthi SAMARANAYAKE, Where Terrorism Finds Support in the Muslim World, Pew Global Attitudes
Project, Informe del 23 de mayo de 2006 (http://pewresearch.org/obdeck/?ObDeckID=26); THE PEW RESEARCH CENTER, Support
for Terror Wanes Among Muslim Publics, Informe del 14 de Julio de 2005 (http://pewglobal.org/reports/pdf/248.pdf), y America’s
Image Slips, But Allies Share U.S. Concerns Over Iran, Hamas, Informe del 13 de junio de 2006 (http://pewglobal.org/reports/
21
Introducción: el nuevo orden mundial
display.php?ReportID=252) 11.
Antoni Segura Introducción: el nuevo orden mundial
12
Citado por FISK, R.: op. cit., p. XXI.
incluso, en una ocasión, con los judíos. La respuesta, pues, viene dada
por una elección contemporánea: el pasado no justifica necesaria-
mente el presente. Hace algunos años fui invitado a la Universidad de
Pekín por el Departamento de Relaciones Internacionales y tuve la
oportunidad de conocer a un grupo de académicos chinos. Les pre-
gunté cuál era su programa de investigación y ellos me contestaron
que su objetivo era desarrollar teorías sobre relaciones internaciona-
les basadas en el confucianismo. No tuve ninguna duda de que llega-
ron a aquellas conclusiones que encajaban con sus intereses, enfati-
zando la defensa de su territorio nacional, de su crecimiento
económico y de todo aquello que fuera necesario para situar a su país
en un contexto global.
Así pues, la cultura no lo explica todo. Es más, en las relaciones
internacionales puede que explique muy poco. Pensemos en Saddam
Hussein: nunca fue un militante islámico, fundó un régimen secular,
eliminó a la oposición islámica y sus discursos se inspiraron en el
nacionalismo, no en la religión. La política exterior de la República
Islámica de Irán está supuestamente elaborada sobre una base reli-
giosa, sin embargo, el país mantiene buenas relaciones con la India
antimusulmana y da apoyo al gobierno chino, que mantiene un con-
flicto con los musulmanes uighur en Xianjiang. En la frontera de Irán
hay una disputa entre los cristianos armenios y los chiíes de Azerbai-
yán sobre la región de Karabagh. Irán da su apoyo a los armenios por-
que su rival estratégico, Turquía, respalda a los azerbaiyanos. ¿Dónde
se encuentra, en estos casos, el choque de civilizaciones?
De un modo parecido debemos ir con cuidado a la hora de califi-
car el ejemplo de la ex Yugoslavia como un «choque de civilizaciones».
Actualmente se dice que hasta su ruptura, en 1992, Yugoslavia estaba
formada por tres comunidades que siempre se odiaron las unas a las
otras: los serbios (ortodoxos), los croatas (católicos) y los bosnios
(musulmanes). Eso no es verdad. En otros tiempos, Yugoslavia se mos-
tró como una unión exitosa en la que las tres comunidades hablaban la
misma lengua, serbocroata; hoy, por el contrario, mediante una absur-
da farsa lingüística, cada comunidad reclama hablar en su propia len-
gua. Muchos son los que han explicado la crisis en Yugoslavia a través
de elementos que no se basan en la teoría del choque de civilizaciones
y hacen lo correcto. Las guerras de los noventa no fueron el resultado
de unas grietas culturales sino de la competición entre las elites posco-
munistas que usaron, exageraron e inventaron diferencias culturales.
nativa es, en el mejor de los casos, algo muy aburrido, una determina-
da estrategia o congresos; en el peor, una parálisis política, miedo y, en
algún punto del camino, la bala, el cuchillo, la cárcel o algo peor. Den-
tro de las culturas deberíamos aceptar, incluso celebrar, la diversidad
cultural, en vez de considerarla una fuente de rivalidad y conflicto
entre ellas. Deberíamos reconocer, y cuando sea posible fomentar, la
discusión, los préstamos y la mezcla. Como dijo Mahoma: ikhtilak
ummati rahma, «la diversidad de mi pueblo es una bendición». Este
sabio hadith aparece hoy como un lejano lamento por las incendiarias
banalidades del profesor Samuel Huntington.
Introducción
mente del 35 por 100 en 2003 al 34 por 100 en 2030. Se prevé que
su demanda crezca anualmente un 1,4 por 100, de los 79 millones
de barriles diarios (Mbd) de 2003 a 92 Mbd en 2010 y 115 Mbd
en 2030).
Del incremento de 36 Mbd previstos entre 2003 y 2030, las regio-
nes en desarrollo contabilizarán algo más del 70 por 100. El incre-
mento de la demanda de petróleo de los países asiáticos totalizará 26
Mbd, con China absorbiendo ella sola casi un tercio de esta cifra. El
consumo de petróleo en América del Norte también crecerá con fuer-
za, de 24,1 Mbd en 2003 hasta cerca de 30,6 Mbd en 2030. La deman-
da en otros países de la OCDE se incrementará sólo modestamente.
América del Norte seguirá siendo, de lejos, el mayor mercado para el
petróleo.
Dos terceras partes del incremento de la demanda mundial de
petróleo provendrán del sector del transporte ya que no se prevé que
ningún otro combustible alternativo pueda, de aquí a 2030, desafiar
seriamente el uso de los derivados del petróleo. Se estima que en 2030
el transporte absorberá el 54 por 100 del consumo total de petróleo,
frente al 47 por 100 actual y el 33 por 100 en 1971. Esta fuente de
energía primaria permanecerá como un combustible marginal en la
generación eléctrica ya que el declive en su utilización en los países de
la OCDE será superior al pequeño aumento que experimentará en los
países en desarrollo. Previsiblemente, los sectores industrial, residen-
cial y comercial tan sólo incrementarán ligeramente su consumo de
petróleo. La mayor parte de éste tendrá lugar en los países en vías de
desarrollo, en los que el gas natural todavía no será un serio competi-
dor en los procesos industriales ni para el calentamiento del agua y de
los hogares.
La demanda de gas crecerá más rápidamente que la de cualquier
otro combustible, con la excepción de las fuentes energéticas renova-
bles no hidráulicas. Con un crecimiento anual del 2,1 por 100, en
2030 el consumo de gas será más de un 70 por 100 superior al actual
y hacia 2015 habrá sustituido al carbón como segunda fuente de ener-
gía primaria mundial. Su porcentaje sobre el total de la energía pri-
maria consumida en el mundo pasará de un 21 por 100 en 2003 a un
24 por 100 en 2030.
Este ascenso en la demanda de gas tendrá lugar en todas las regio-
nes. En términos de volumen, el crecimiento será encabezado por
América del Norte, seguida por los países europeos de la OCDE. En
Reservas
globales por descubrir totalizan una cifra inferior a una cuarta parte
de las reservas mundiales inventariadas. Los segundos toman como
ciertos los cálculos del Servicio Geológico de los Estados Unidos
(USGS) 7 que invocan el progreso tecnológico para incrementar nota-
blemente el volumen de las reservas recuperables de los campos ya
descubiertos y, también, para encontrar y desarrollar nuevos recursos
que hoy en día resultan inaccesibles.
En su World Energy Outlook (2005), la AIE se decanta por la posi-
ción más optimista, afirmando que los recursos y reservas mundiales
de petróleo, aunque no se encuentran uniformemente distribuidos,
son suficientes para cubrir la demanda prevista para 2030. Sin embar-
go, la AIE destaca que para ello harán falta enormes inversiones para
evitar que se alcance el cenit de la producción (peak oil) con anterio-
ridad a la fecha citada. El monto acumulado de dichas inversiones a
escala global ha sido cifrado (World Energy Outlook, 2004) 8 en unos
3 billones de dólares (de 2003) para el periodo 2003-2030, lo que
equivale a un promedio de 105.000 millones por año.
Dentro de este contexto, cabe preguntarse por el papel concreto
de los países de Oriente Medio y norte de África (OMNA) 9. La AIE,
apoyándose en las estimaciones del Oil and Gas Journal (2004) 10,
considera que el subsuelo de la región alberga el 61 por 100 de las
reservas probadas de crudo que quedan en el planeta, totalizando
764.000 millones de barriles, de los cuales 262.000 millones corres-
ponden a Arabia Saudita. Esta cifra dobla a la de Irán, país que ocu-
pa el tercer lugar en el ranking mundial, tras Canadá, aupado al
segundo lugar por la contabilización de sus recursos en petróleos no
convencionales (arenas asfálticas). Tanto Iraq como Kuwait, con
unas reservas superiores a los 100.000 millones de barriles, ocupan
7
UNITED STATES GEOLOGICAL SURVEY: World Petroleum Assesment 2000, Was-
hington, 2000.
8
INTERNATIONAL ENERGY AGENCY: Wordl Energy Outlook 2004, París,
OECD/IEA, 2004.
9
Los seis mayores productores de hidrocarburos de Oriente Medio son Arabia
Saudita, Irán, Iraq, Kuwait, Qatar y la Unión de Emiratos Árabes. Otros países de la
región de mucha menor importancia desde el punto de vista energético son Bahrein,
Israel, Jordania, Líbano, Omán, Siria y Yemen. Por lo que respecta al norte de África,
los tres principales productores son Argelia, Egipto y Libia, seguidos a mucha distan-
cia por Túnez y Marruecos.
10
«Worlwide Look at Reserves and Production», Oil and Gas Journal, 20 de
diciembre de 2004, pp. 22-23.
los lugares cuarto y quinto, de forma que cuatro de los cinco prime-
ros lugares del citado ranking están ocupados por países de OMNA.
Del total de los diecinueve países cuyas reservas probadas superan
los 5.000 millones de barriles, seis se localizan en Oriente Medio y
dos en África del Norte.
La AIE no oculta que las cifras de reservas probadas apuntadas
son cifras suministradas por los gobiernos y que existen dudas sobre
la fiabilidad y exactitud de las mismas, ya que nunca han sido someti-
das a auditorías o verificaciones por parte de organismos externos
independientes. En concreto, existen serias sospechas sobre la fiabili-
dad de un brusco incremento de reservas anunciado por los países de
OMNA. Dichas reservas pasaron de 400.000 millones de barriles a
principios de los ochenta a 700.000 millones en 1989, alcanzando los
764.000 millones a finales de 2004. La mayor parte de este aumento
tuvo lugar en Oriente Medio. Durante la segunda mitad de la década
de los ochenta, tanto Arabia Saudita como Kuwait incrementaron sus
reservas en un 50 por 100 y algo similar hizo la Unión de Emiratos
Árabes e Iraq. Como resultado, las reservas totales de Oriente Medio
pasaron de 398.000 millones de barriles en 1985 a 663.000 millones
en la década de los noventa, de forma que las reservas probadas mun-
diales experimentaron un brusco aumento de más del 40 por 100. Es
posible que la citada revisión al alza refleje estrategias gubernamenta-
les para conseguir mayores cuotas de extracción en el seno de la
OPEP y también, quizás, el cambio de propiedad de las reservas, que
al pasar a manos estatales se libraron de la estricta normativa que la
US Securities and Exchange Commission impone a las petroleras
internacionales a la hora de contabilizar reservas. En cualquier caso,
la opacidad que envuelve la cuestión de las reservas en los países de
Oriente Medio es preocupante y resulta sorprendente constatar cómo
durante la década de los noventa las reservas totales en muchos países
de OMNA permanecieron sin cambios. Por ejemplo, desde 1991 a
2002, las reservas oficiales de Kuwait se mantuvieron inalteradas en
96.500 millones de barriles a pesar de que durante el periodo consi-
derado se habían extraído más 8.000 millones de barriles y no se
había realizado descubrimientos importantes. El caso de Arabia Sau-
dita es aún más chocante: a pesar de la cantidad extraída y de la
ausencia de grandes descubrimientos, en los últimos quince años la
cifra de reservas probadas tan sólo ha sufrido una pequeña oscilación
del 2 por 100, entre 258.000 y 262.000 millones de barriles.
Extracción
ción de 32,3 Mbd en 2004 a 36,9 Mbd en 2010, para alcanzar los 57,2
Mbd en 2030. Esto significa pasar de cerca del 40 a algo menos del 50
por 100 de la extracción mundial.
Por lo que se refiere a los países de OMNA, las previsiones son
que la extracción evolucione de los 29 Mbd de 2004 a 33 Mbd en
2010, para llegar a los 50,5 Mbd en 2030. De estas cifras, que impli-
can asumir un salto de cerca del 35 por 100 a algo menos del 44 por
100 del total de la extracción mundial, el 85-90 por 100 tendrá que ser
garantizado por los grandes productores de Oriente Medio y el resto
por los del norte de África. En particular, Arabia Saudita deberá asu-
mir el liderazgo, aportando cerca del 36 por 100 del total OMNA, lo
que supone incrementar la extracción de 10,4 Mbd en 2004 a 18,2
Mbd en 2030. Otros países de los que se espera un notable aumento
de la capacidad extractiva son Iraq, Kuwait y Libia.
La AIE cifra en 7,3 billones de metros cúbicos (Bmc) la nueva
capacidad de extracción que será necesario poner a punto para cubrir
la demanda global de gas natural prevista para el periodo 2002-2030.
Las previsiones sobre las tendencias regionales en la extracción de gas
natural reflejan en gran medida la mayor o menor proximidad de las
reservas a los mercados. En términos absolutos, la extracción experi-
mentará un mayor crecimiento en las economías en transición y en
Oriente Medio, regiones que destinarán la mayor parte de su incre-
mento de extracción a la exportación hacia Europa y América del
Norte. La extracción también aumentará rápidamente en África y
América Latina.
En relación con la extracción de gas en OMNA, la AIE estima que
entre 2003 y 2030 ésta se triplicará, pasando de 0,385 a 1,211 Bmc, lo
que significa una tasa de crecimiento anual promedio del 4,3 por 100
(la mayor del mundo). Más de dos tercios del citado incremento pro-
vendría de Oriente Medio y, por países, los mayores aumentos se
esperan en Qatar (de 33.000 a 255.000 millones de metros cúbicos,
con un crecimiento anual cercano al 8 por 100), Irán (78.000 a
240.000 millones), Argelia (88.000 a 198.000 millones) y Arabia Sau-
dita (60.000 a 155.000 millones). La enorme expansión de la extrac-
ción prevista para los yacimientos de Qatar e Irán implica que hacia
2010 ambos países superarían a Argelia en el ranking de países extrac-
tores de OMNA. Resulta interesante destacar que en 2010 un tercio
de la extracción de gas natural del conjunto de la región (es decir
165.000 millones de metros cúbicos) provendría del campo supergi-
Comercio
América del Norte también dependerá cada vez más del petróleo de
OMNA, de forma que en 2030 absorberá más del 25 por 100 del total
de las exportaciones de la región (11 Mbd) y durante el mismo perio-
do China multiplicará por cuatro el número de barriles procedentes
de OMNA. Por países, Arabia Saudita retendrá su posición como
principal exportador, pasando de 8,3 Mbd en 2004 a 14,4 Mbd en
2030, lo que supone un incremento promedio del 2,1 por 100 anual.
Este porcentaje solo sería superado por Iraq, país al que la AIE atri-
buye la capacidad de incrementar sus exportaciones a un ritmo anual
del 6,2 por 100, pasando de 1,4 Mbd en 2004 a 2,5 Mbd en 2010, para
después despegar hasta alcanzar los 4,6 Mbd en 2020 y los 6,9 Mbd
en 2030.
En relación con el comercio de gas natural, la AIE pronostica que
para el 2030 el desajuste geográfico entre las regiones que contienen
los recursos y las que concentran la demanda condicionará que los
mercados que hayan experimentado un mayor crecimiento sean
mucho más dependientes de las importaciones. En términos absolu-
tos, el mayor incremento de éstas tendrá lugar en los países europeos
de la OCDE. Estos países verán aumentar sus importaciones de
203.000 millones de metros cúbicos (Mmc) en 2003 a 499.000 Mmc
en 2030, cifra esta última que representará el 64 por 100 de su deman-
da total. Los países de la OCDE de América del Norte (Estados Uni-
dos, Canadá y México) que en la actualidad son, en mayor o menor
grado, autosuficientes necesitarán en 2030 importar cerca de 142.000
Mmc, es decir, un 14 por 100 de su demanda total de gas. Las impor-
taciones netas también crecerán con fuerza en los países de la OCDE
del Pacífico, mientras que China e India se convertirán, antes de
2010, en nuevos importadores de gas natural.
Durante el periodo de tiempo considerado (2003-2030), los gaseo-
ductos seguirán constituyendo las principales vías de transporte de
gas en América del Norte, Europa y América Latina. En la actualidad
existen pocas conexiones entre los principales mercados de América
del Norte, Europa y las regiones asiáticas del Pacífico con los países
productores de América Latina y Oriente Medio. Sin embargo, se es-
pera que dichas conexiones se incrementen notablemente, mediante
una rápida expansión del comercio de Gas Natural Licuado (GNL) y
la construcción de nuevos gasoductos submarinos y de larga distan-
cia. Las proyecciones son que en 2030 más del 50 por 100 del comer-
cio interregional de gas natural se realice mediante el transporte marí-
cercanas a los 150.000 Mmc anuales. Por la misma fecha, a estos dos
países les seguirán Irán, Libia, Egipto e Iraq, con unas exportaciones
netas del orden de los 60.000, 40.000, 30.000 y 20.000 Mmc. respec-
tivamente. El resto de los países de Oriente Medio totalizarán un
volumen cercano a los 40.000 Mmc. En Oriente Medio, el porcentaje
de los volúmenes de gas dedicados a la exportación en relación con
los volúmenes totales extraídos evolucionará del 12,9 por 100 en 2003
al 28,4 por 100 en 2030. Estos porcentajes cambian radicalmente en
el caso del norte de África, con una evolución durante el mismo perio-
do del 50,6 por 100 al 56,9 por 100. El país de OMNA que dedica un
mayor porcentaje de su extracción a la exportación es Argelia, aun-
que dicho porcentaje se mantendrá sin grandes cambios, en torno al
71-73 por 100, hasta 2030.
Según el World Energy Outlook (2005) los beneficios obtenidos
por los países de OMNA en concepto de exportaciones de petróleo y
gas pasarán de 313.000 millones de dólares en 2004 a 360.000 millo-
nes en 2010, para alcanzar los 635.000 millones en 2030. Estas cifras
(todas ellas en dólares de 2004) resultan menos espectaculares cuan-
do se expresan per cápita. Como resultado del rápido crecimiento
demográfico, los beneficios per cápita obtenidos por la exportación
de petróleo por el conjunto de los países de OMNA quedan actual-
mente muy por debajo de los obtenidos en 1973 y a principios de la
década de los ochenta. En 2004 dichos beneficios rondaron los 900
dólares, lo que representa un 32 por 100 de los conseguidos durante
el año récord de 1980. El escenario de referencia de la AIE prevé que
tales beneficios alcancen los 1.100 dólares en 2030.
Interrupciones de suministro
Inversiones
Incertidumbres
sus exportaciones. Los riesgos asociados a esta opción son que otros
países actuaran en sentido contrario, aumentando rápidamente su
capacidad de extracción y, sobre todo, que los precios altos, además
de hacer más competitivas las energías renovables, podrían acarrear
una caída de la demanda global que reduciría las exportaciones y los
beneficios derivados de las mismas.
Asimismo, los gobiernos podrían decidir ralentizar la extracción
para asegurar a las generaciones futuras los beneficios generados por
la venta de los hidrocarburos. Sin embargo, esta opción solo parece
plausible para unos pocos países de OMNA (como por ejemplo, la
Unión de Emiratos Árabes) con un Producto Interior Bruto per cápi-
ta elevado y con poca presión para incrementar, en un contexto de
crecimiento demográfico moderado, los beneficios necesarios para
financiar programas sociales y de infraestructuras. Además, una deci-
sión de este tipo podría aumentar los precios internacionales del cru-
do con los efectos negativos apuntados en el párrafo precedente.
La posibilidad de que los países de OMNA no consiguieran reu-
nir a tiempo el capital necesario para hacer frente a las inversiones
previstas podría darse por dos razones. En primer lugar, porque en
los países en los que la industria del petróleo está en manos de com-
pañías estatales, la financiación de nuevos proyectos puede resultar
problemática en el caso de que deba recurrirse a préstamos externos
y la deuda externa sea alta. En segundo lugar, porque la mayor o
menor apertura del sector petrolero a la inversión extranjera, así
como los regímenes fiscales y los términos legales y comerciales ofer-
tados, puede bloquear o retraer dicha inversión.
En muchos países de OMNA, los gastos en educación, sanidad,
defensa y otros sectores de la economía —que incluyen los servicios
públicos de electricidad y agua— pueden demandar un creciente
porcentaje de los beneficios gubernamentales y, por tanto, limitar el
flujo de capital hacia el sector del petróleo y el gas. A este respecto no
puede olvidarse que las previsiones del escenario de referencia de la
AIE para el periodo 2003-2030 contemplan un rápido aumento de la
población en todos los países de la región, con una tasa de crecimien-
to anual promedio del 1,7 por 100. Esto significa que incluso en los
países abiertos al capital foráneo, las necesidades derivadas de la
expansión demográfica pueden forzar a los gobiernos a aumentar las
tasas y royalties sobre la extracción de hidrocarburos, lo que tendría
un claro impacto sobre los márgenes de beneficio y las inversiones.
Conclusiones
6
ARNOVE, A. (ed): Iraq under Siege. The Deadly Impact of Sanctions and War,
Cambridge, South End Press, 2000.
7
La resolución 1511 de Naciones Unidas, promovida por Estados Unidos y apro-
bada por el Consejo de Seguridad el 16 de octubre de 2003, daba una ambigua pátina
internacional a la ocupación de Iraq al reconocer al Consejo de Gobierno Iraquí nom-
brado por el representante del Gobierno Provisional de la Coalición, Paul Bremer,
calificándolo como «un importante paso» en la dirección de una entidad soberana
reconocida internacionalmente.
Cyprus, apoyado por Irán, ninguno. Hamid Karzai fue elegido primer
ministro. El cometido del GAT era convocar una Loya Jirga que ela-
borase una nueva Constitución y celebrar elecciones legislativas y pre-
sidenciales.
En términos políticos, el GAT estaba dominado esencialmente
por la Alianza del Norte y los realistas, a pesar de que éstos últimos
estaban muy lejos de contar con base social ni influencia entre los
afganos, sus partidos, milicias o grupos tribales. En términos étnicos
se daba una supremacía de los tayikos (vinculados a la Alianza del
Norte y que asumían los tres principales portafolios: Exteriores, Inte-
rior y Defensa) que representan el 25 por 100 de la población, sobre
los pastunes que representan el 38 por 100. Es cierto que Karzai es
pastún, pero es más cierto que sobre todo era el hombre de Estados
Unidos y que había sido impuesto en el cargo por las presiones de
Washington. Hamid Karzai es también ciudadano estadounidense, y
fue mánager de la gigantesca empresa americana de petróleo Unocal,
periodo durante el cual trató sin éxito de convencer al régimen tali-
bán de construir el Trans-Afghan-Pipeline (TAP) que a lo largo de
1.700 kilómetros transportaría el gas de Turkmenistán a través de
Afganistán hasta un puerto de Pakistán.
En consecuencia, las sospechas de la dominación tayiko-Estados
Unidos del proceso político engendró muchas resistencias y descon-
fianzas entre importantes grupos pastunes (que además serán objeto
de persecución por las fuerzas estadounidenses en algunas regiones
sospechosas de complicidad con los talibanes o Al Qaeda). Asimis-
mo, Karzai, aunque pastún, es totalmente dependiente de Estados
Unidos porque no cuenta con ninguna milicia ni grupo de poder afga-
no que le sea verdaderamente leal, de manera que eso le hace depen-
diente también de los señores de la guerra aliados, cuya alianza es
siempre volátil. Todo ello hace de Karzai un líder de gran debilidad y
cuya fuerza emana de la potencia extranjera que ocupa militarmente
el país, en tanto que su gobierno limita su control a la región de
Kabul. En el resto del país dominan poderosos caciques locales como
el uzbeko Abdul Rashid Dostum, instalado en Mazar-i-Sharif, que
controla cinco provincias del norte y cuenta con una milicia de unos
8.000 hombres; Ismail Khan, de Herat, que controla otras cinco pro-
vincias en el oeste y cuya milicia supera los 5.000 hombres; Moham-
mad Karim Jalili, líder de la coalición shií hazara, que controla un
gran espacio del Afganistán central y cuya milicia alcanza los 8.000
of Public Health publicada en la prestigiosa revista médica The Lancet (El País, 29 de
octubre de 2004), señalan que según estimaciones muy prudentes habrían muerto
100.000 civiles iraquíes desde el comienzo de la invasión hasta la fecha de realización
del estudio, muchos de los cuales procedían de los bombardeos y las operaciones
terrestres del ejército estadounidense.
25
Datos aportados por el informe «A Failed “Transition”: the Mounting Costs of
the Iraq War», The Institute for Policy Studies and Foreign Policy In Focus (septiembre
de 2004).
divisiones entre los árabes suníes y los chiíes y kurdos, así como acen-
tuar los sentimientos sectarios y comunitaristas entre estos tres gru-
pos demográficos dominantes en Iraq.
Faltó una estrategia estadounidense que utilizase su indudable
liderazgo para atenuar la marginación de los suníes y prestar atención
a sus inquietudes, de manera que no se les transmitiese la idea de que
eran los grandes perdedores en la nueva remodelación del Estado.
Por el contrario, si bien era la ocasión para que tanto Washington
como el gobierno iraquí (de predominio chií y kurdo) mostrasen su
habilidad para debilitar a la resistencia a través de una estrategia polí-
tica de inclusión árabe suní, la falta de responsabilidad de Estado que
mostraron los líderes chiíes y kurdos a favor de sus intereses particu-
lares y la prioridad estadounidense de que se cumpliesen los plazos
establecidos por encima de los resultados para hacer frente a su cada
vez más difícil agenda interior sobre Iraq, llevaron a la situación
inversa a la deseada: se ha enardecido aún más la resistencia y favore-
cido la violencia étnica y sectaria con serios riesgos de derivar en gue-
rra civil.
Por un lado, el texto constitucional iraquí tiene dos defectos sus-
tanciales: la falta de consenso y la ambigüedad/debilidad del propio
texto. Los árabes suníes se sintieron progresivamente marginados de
las negociaciones que comenzaron en agosto de 2005. De hecho, el
Comité Constitucional acabó siendo trasladado a un foro informal de
líderes chiíes y kurdos cuando la presión estadounidense les exigió
que cumpliesen con el plazo establecido y renunciasen a una amplia-
ción legalmente posible de seis meses. Los borradores que salían de
dicho foro eran expuestos a los suníes, los cuales a su vez los rechaza-
ban dado que se sentían excluidos y su sentimiento de «complot» se
afirmaba al considerar que lo que se les proponía amenazaba su pro-
pia existencia.
Las objeciones suníes se referían de manera especial a la nueva
estructura federal que exigían kurdos y chiíes porque, desde su pun-
to de vista, facilitaba implícitamente la disolución del país, lo que les
dejaría cercados territorialmente y sin fuentes de riqueza dado que los
yacimientos petrolíferos están en el norte y sur. Por su parte, acepta-
ban, dado que ya es un hecho consumado, la idea de una región kur-
da (pero en los límites actuales, sin incluir Kirkuk) e integrar ciertos
niveles de descentralización, pero su rechazo era radical con respecto
a la pretensión de los líderes chiíes en el gobierno de crear una enor-
antes existió en Iraq, entre kurdos, chiíes y suníes que está empezan-
do a forjar identidades excluyentes y en conflicto. El liderazgo polí-
tico del gobierno iraquí ha tenido una enorme responsabilidad en
ello. Los kurdos, primero de todos, buscan crear las condiciones
para su futura secesión, y los líderes chiíes del Consejo Supremo de
la Revolución Islámica en Iraq (CSRII) y de al-Da`wa buscan maxi-
mizar sus propios beneficios mostrándose indiferentes a la viabilidad
del futuro Estado iraquí. Ante esto se está afirmando una identidad
árabe suní que se siente en peligro.
Existe una interesante excepción en este marco de división comu-
nitaria representada por el movimiento chií que lidera Muqtada al-
Sadr, quien mantiene buenas relaciones, incluso a veces alianzas tácti-
cas, con representativos grupos políticos árabes suníes como la
Asociación de Ulemas. Muqtada al-Sadr es sin duda un actor de gran
peso en la actual escena política iraquí dado que cuenta con una gran
popularidad y capacidad de movilización social, si bien desde la
revuelta de Najaf en agosto de 2004 ha mantenido una línea de con-
tención y ha evitado enfrentarse a las moderadas directrices que ema-
nan del entorno de Ali Sistani. Su legitimidad entre los chiíes emana
de su procedencia familiar: hijo del ayatolá Muhammad Sadiq Sadr y
sobrino del gran marya` Muhammad Baqr al-Sadr, ambos asesinados
por el régimen de Saddam Husein. No obstante, ni su juventud ni su
abierto militantismo le permiten convertirse en una autoridad islámi-
ca como es Ali Sistani. Es más un líder político que espiritual y por
ello hasta la actualidad ha mantenido una posición de respeto y no
confrontación con las directrices que emanan del marya` Sistani 28.
Su popularidad procede tanto del apoyo que su movimiento apor-
ta a los sectores chiíes más desprotegidos como al hecho fundamental
de que no pertenece al dominante liderazgo político que ocupan los
iraquíes exiliados llegados al país con la invasión estadounidense.
Desde la ocupación, Estados Unidos ha favorecido de manera mani-
fiesta la entrada en el gobierno iraquí de una clase política proceden-
te del exterior que poco ha logrado enlazar con el sentimiento popu-
lar. Por el contrario, son frecuentemente vistos como ajenos a la
realidad del país, dedicados a rentabilizar personalmente su forma-
28
La cualificación de marya` es la máxima designación de autoridad espiritual-
religiosa entre los chiíes. Quien la obtiene es «ejemplo de imitación», es decir, sus opi-
niones se consideran las más correctas y válidas.
31
«The Costs of War Factsheet Updated», Institute for Policy Studies (26 de octu-
bre de 2005).
Diversos registros
de la República Islámica de Irán
María Jesús Merinero
Universidad de Extremadura
Introducción
TO, J. L. (ed.): Voices of Resurgent Islam, Nueva York y Oxford, Oxford University
Press, 1983, pp. 166-167.
11
Jurisconsulto: especialista en jurisprudencia islámica, es decir, en el fiqh.
12
ENAYAT, H.: «Iran: Khumayni’s Concept of the “Guardianship” of the Juris-
consult», en PISCATORI, J. P. (ed.): Islam in the Political Process, Cambridge, Cambrid-
ge Univesity Press, 1986.
Debates posislamistas
El conflicto de Chechenia
Carlos Taibo
Universidad Autónoma de Madrid
Resumen: Desde finales del siglo XVIII se hace valer una tensa relación entre
Chechenia y Rusia. En 1991, en los estertores de la Unión Soviética, la
primera se declaró unilateralmente independiente. Tres años después, a
finales de 1994, Rusia intervino militarmente y se inició una guerra que se
prolongó hasta mediados de 1996. Tras una breve etapa en la que la con-
frontación amainó, Rusia intervino de nuevo en 1999 y abrió un conflic-
to que se prolonga hasta hoy. La presencia del fundamentalismo islamis-
ta configura, de cualquier modo, una de las muchas claves —entre ellas
la lógica imperial rusa y el relieve geoestratégico y geoeconómico de la
región— que hay que invocar para explicar la textura presente del con-
tencioso checheno.
Palabras clave: Cáucaso, Chechenia, fundamentalismo islamista, petró-
leo, Rusia, terrorismo internacional.
Abstract: Since the end of the XVIIIth century, there has been a tense relation-
ship between Chechenia and Russia. In 1991, while the Soviet Union was
dying, Chechenia declared herself unilaterally independent. Three years
later, at the end of 1994, Russia carried out a military intervention and
there began a war that lasted until the middle of 1996. After a brief stage
in which the confrontation subsided, Russia tried to intervene again in
1999 and opened a conflict that extends up to our days. Anyhow, the
presence of the islamist fundamentalism forms one of many keys that are
necessary to invoke to explain the present texture of the Chechenian dis-
pute, such as the imperial Russian logic and the geostrategic and geoeco-
nomic relevance of the region.
Key words: Caucasus, Chechnya, international terrorism, islamic funda-
mentalism, oil, Russia
Carlos Taibo El conflicto de Chechenia
El escenario
La historia
La Chechenia de Dudáyev
fue adoptada por el poder civil en Moscú. Acaso, y pese a las aparien-
cias, no fue muy grata para las fuerzas armadas 7, que en su acción
exhibieron, de cualquier modo, una notoria improvisación. La opera-
ción no fue en forma alguna un paseo militar —como parecía pensar
el ministro de Defensa ruso, Pável Grachov, cuando anunció que la
toma de Grozni era tarea de un par de horas para un destacamento de
paracaidistas— y encontró una resistencia mucho mayor de la espera-
da. Al poco se hicieron evidentes varias circunstancias: el crecimiento
del número de bajas por ambos bandos, la extensión del conflicto, la
destrucción de núcleos de población enteros y un grave riesgo de
catástrofe ecológica. Las autoridades rusas mostraban una notoria fal-
ta de previsión con respecto a tres horizontes: una futura administra-
ción militar, una eventual resistencia guerrillera y una posible exten-
sión del conflicto a otros lugares del Cáucaso norte 8.
La primera guerra sirvió como excusa, por otra parte, para una
reordenación de las relaciones políticas en Rusia. Rasgo central de la
nueva situación fue el hecho de que el presidente Yeltsin se encontró
con la oposición de figuras y de fuerzas que tradicionalmente lo ha-
bían apoyado. En los hechos sólo una fuerza política de relieve, el
parafascista Partido Liberal Democrático de Vladímir Yirinovski,
respaldó sin fisuras las acciones militares. En paralelo se reveló un
escaso apoyo parlamentario a la intervención en Chechenia, circuns-
tancia que, por lo que parece, no preocupó en exceso a Yeltsin. No
faltaron, por lo demás, militares significados que expresaron, tam-
bién, su disensión.
Agreguemos que en la primera guerra, a diferencia de lo que ocu-
rrió en la segunda, los medios de comunicación rusos pudieron de-
sarrollar su trabajo con relativa independencia 9, con los efectos ima-
7
Véase NÓVICHKOV, N. N., et al.: Rosíiskie Vooruyenniye Sili v chechenskom kon-
flikte, Moscú, Trivola, 1995.
8
Véanse O’BALLANCE, E.: Wars in the Caucasus, 1990-1995, Nueva York, New
York University, 1997; BENNETT, V.: Crying wolf. The return of war to Chechnya, Lon-
dres, Macmillan, 1999; GALL, C., y WAAL, T.: Chechnya. A small victorious war, Lon-
dres, Pan, 1997; KRECH, H.: Der russische Krieg in Tschetschenien 1994-1996, Berlín,
Köster, 1997; KULIKOV, A., y LEMBIK, S.: Chechenski uzel: jrónika voorushénnogo kon-
flikta, 1994-1996 gg, Moscú, Dom Pedagógiki, 2000, y LIEVEN, A.: Chechnya. Tombs-
tone of Russian power, New Haven, Yale University, 1999.
9
Véanse PANFÍLOV, O. (dir.): Yurnalisti na chechenskoi voiné: fakti, dokumenti,
svidételstva, Moscú, Prava chelobeka, 1995, y PANFÍLOV, O., y SIMÓNOV, A. (dirs.):
Informatsiónnaya voiná v Chechne, Moscú, Prava chelobeka, 1997.
1999-2002, Berlín, Köster, 2002. Por las dos guerras postsoviéticas en su conjunto se
interesan DUNLOP, J. D.: Russia confronts Chechnya, Cambridge, Cambridge Univer-
sity, 1998; EVANGELISTA, M.: The Chechen wars. Will Russia go the way of the Soviet
Union?, Washington, Brookings Institution, 2002, y TRENIN, D., et al.: Russia’s restless
frontier: the Chechnya factor in post-Soviet Russia, Washington, Brookings Institution,
2004. También, desde claves antropológicas, TISHKOV, V.: Chechnya; life in a war-torn
society, Berkeley, University of California, 2004, y Obschestvo v vooruyennom konflik-
te: etnográfiya chechenskoi voiní, Moscú, Nauka, 2001.
12
Véanse POLITKÓVSKAYA, A.: Una guerra sucia. Una reportera rusa en Chechenia,
Barcelona, RBA, 2003; Terror en Chechenia, Barcelona, Del Bronce, 2003, y La des-
honra rusa, Madrid, RBA, 2004. Anna Stepánovna Politkóvskaya trabajaba para el
diario Novaya Gazeta y había denunciado contundentemente la política del Kremlin y
de Vladimir Putin en Chechenia. Fue asesinada en el ascensor de su casa de Moscú el
7 de octubre de 2006, día del aniversario de Putin, cuando estaba trabajando en un ar-
tículo sobre la práctica de torturas sistemáticas por el ejército ruso en Chechenia.
También NIVAT, A.: El laberinto checheno, Barcelona, Paidós, 2003, y La guerre qui
n’aura pas eu lieu, París, Fayard, 2004.
13
Véanse, por ejemplo, HUMAN RIGHTS WATCH: Welcome to hell. Arbitrary deten-
tion, torture, and extortion in Chechnya, Nueva York, Human Rights Watch, 2000, y
AMNESTY INTERNATIONAL: Russian Federation: Chechnya. For the motherland, AI,
EUR 46/46/99.
Dos son las ideas que conviene manejar a la hora de dar cuenta del
papel asumido, en relación con el conflicto de Chechenia, por los
diferentes agentes externos 14. La primera llama la atención sobre la
política defendida por Estados Unidos. A menudo se ha sugerido al
respecto que Washington habría estimulado, en 1991, el proceso de
independencia de Chechenia con la vista puesta en generar proble-
mas a la URSS y, luego, a Rusia. El problema de esta versión de los
hechos es doble: si, por un lado, exagera las capacidades de influen-
cia de Estados Unidos en el Cáucaso en el momento mencionado, por
el otro, prefiere ignorar las numerosas, y significativas, claves internas
que explican de manera suficiente la gestación del contencioso che-
cheno. Enunciemos nuestra tesis en otros términos: si en 1991, cuan-
do Estados Unidos estaba objetivamente interesado en desestabilizar
a su rival soviético-ruso, su capacidad de influencia en la región era
muy reducida, en 2006, cuando la presencia norteamericana en el
Cáucaso se antoja evidente, los intereses estadounidenses son otros:
no hay ningún motivo para concluir, en particular, que la Casa Blanca
siente alguna simpatía por una Chechenia independiente que estaría
inequívocamente impregnada, en un grado u otro, por el islam rigo-
rista. Acaso la política presente de Washington remite a la que Henry
Kissinger describió en su momento cuando glosó la actitud de Esta-
dos Unidos en relación con la guerra que libraban, en el decenio de
14
Véase JONSON, L., y ESENOV, M. (dirs.): Chechnya: the international community
and strategies for peace and stability, Estocolmo, Swedish Institute of International
Affairs, 2000.
del nacionalismo árabe» 12. Es más, siguiendo con este mismo argu-
mento, se llega a afirmar que «las raíces de la guerra de 1967 se
encuentran en los acontecimientos de 1961»: de divorcio entre Egip-
to y Siria, de ruptura entre los Estados nacionalistas o «revoluciona-
rios», y de aislamiento de Egipto en el seno de la familia árabe por el
continuo deterioro de sus relaciones con Iraq, Arabia Saudí, Jorda-
nia, Siria y Yemen. La ruptura de la RAU y el consiguiente aislamien-
to de Egipto crearon un vacío en el subsistema de Oriente Medio
debido al papel preponderante que tenía El Cairo en el mismo. En
definitiva, el equilibrio regional fue desestabilizado 13.
En esta tesitura, de fragmentación y debilidad del mundo árabe, la
guerra de los Seis Días terminó decapitando el panarabismo, acele-
rando su declive y fortaleciendo la tendencia anterior. Los Estados
árabes se replegaron definitivamente a sus fronteras nacionales,
renunciaron a cualquier veleidad panárabe, y siguieron aferrados a
sus intereses nacionales. En realidad, éstas eran sus pautas habituales
de comportamiento, pese a su frecuente demagogia y retórica. Sólo
que ahora, con el manifiesto declive del panarabismo, se sentían más
legitimados para actuar así, clara y abiertamente.
El pulso entre Arabia Saudí e Irán por el liderazgo del mundo islá-
mico y la tutela de sus diferentes movimientos incrementó la rivalidad
regional 18. No exenta del apoyo externo de potencias no islámicas
como Estados Unidos, que favorecía la lectura más conservadora del
islam 19. La prolongada guerra irano-iraquí (1980-1988) y la no menos
dilatada guerra de Afganistán contra la invasión soviética (1979-1989)
permitieron cierto respiro. Las veleidades de expandir la revolución
islamista emulando el caso iraní fueron contenidas: de un lado, sus
promotores estaban ocupados en la guerra con Iraq y, de otro lado,
sus potenciales receptores locales fueron animados a alistarse en las
brigadas de muyahidin en Afganistán. Pero, a la larga, esta política de
distracción resultó engañosa e ilusoria por sus consecuencias impre-
visibles. En un caso, alentó al aventurismo militarista de Iraq en
Kuwait (1990-1991) y, en el otro caso, propició la formación de una
red de terrorismo yihadí (Al Qaeda). Al mismo tiempo mostraba la
siguiente paradoja: se alentaban algunas corrientes islamistas y se
refrenaban otras. Todo dependía de las alianzas internacionales. Si
dichas tendencias favorecían o amenazaban la alianza geoestratégica
de Estados Unidos en Oriente Medio 20.
El fracaso de la modernización
por las antiguas potencias coloniales— que como una auténtica opor-
tunidad para el crecimiento y desarrollo de las potencialidades indivi-
duales y colectivas del conjunto de la región.
co, 2, Desde el islam andalusí hasta el socialismo árabe, Madrid, Alianza Editorial,
1981, pp. 358-362.
islamismo se articula también como una guía moral que, a su vez, dota
de seguridad e identidad, sobre todo en las grandes aglomeraciones
urbanas. En definitiva, los movimientos islamistas proporcionan un
nuevo sentido a las relaciones sociales que han perdido sus originales
vínculos comunitarios mediante la recreación de nuevos lazos grupa-
les, al mismo tiempo que aportan una nueva interpretación de la rea-
lidad social ante la erosión de las tradicionales pautas de socialización
para explicar y desenvolverse en el nuevo mundo.
La labor asistencial de los islamistas, centrada entre las capas más
pobres, no significa que su discurso esté exclusivamente orientado a
esta clase social, ni que sus formaciones políticas sean equivalentes a
los partidos de clase. Por el contrario, suelen estar más cerca de las
organizaciones interclasistas o los denominados partidos catch all
(atrápalo todo); también se caracterizan por un marcado corte popu-
lista y, en ocasiones, como se ha visto, nacionalista. De hecho, podría
establecerse una ruta geopolítica del islamismo atendiendo a la teoría
y la práctica de sus movimientos y formaciones. En contra de la ima-
gen más comúnmente extendida, el islamismo no es un movimiento
monolítico. Frente a la imagen de uniformidad cabe contraponer la
de su heterogeneidad; a la violenta, la pacífica; a la radical, la mode-
rada; a la tradicional, la moderna; y a la teocrática, la democrática.
Cabe agrupar a los movimientos islamistas en tres acepciones: la
política, la de prédica (dawa) y la yihadí o yihadista 34. La primera, el
islamismo político, es la corriente mayoritaria y más extendida en el
mundo islámico. Está formada por movimientos moderados y pacífi-
cos, centrados en la acción política antes que en la religiosa, y que se
presentan como alternativas reales de poder. La formación de los
Hermanos Musulmanes es su buque insignia. Fundada en Egipto
por Hasan Al-Banna en 1928, se extendió a partir de entonces por
prácticamente todo el mundo islámico e inspiró a otras formaciones
homólogas como, por ejemplo, el Frente de Acción Islámica en Jor-
dania y el Frente Islámico de Salvación en Argelia, o bien el partido
de Justicia y Desarrollo en Turquía y en Marruecos. La segunda
denominación, la de prédica (dawa), está más concentrada en la acti-
vidad misionera o proselitista que en la política: busca sobre todo el
34
Entre las diferentes tipologías propuestas, aquí hemos seguido la elaborada por
el International Crisis Group: «Understanding Islamism», Middle East/North Africa
Report, 37 (2 de marzo de 2005).
54
FULLER, G. E.: The Future of Political Islam, Nueva York, Palgrave Macmillan,
2004, p. 14.
55
Ibid., pp. 15-16.
qué ha fracasado la paz? Claves para entender el conflicto palestino-israelí, Madrid, Ins-
tituto Universitario de Desarrollo y Cooperación-La Catarata, 2005, pp. 180-217.
9
SEGURA, A.: «Poder o debilitat?», en Senyors i vassalls del segle XXI. Una expli-
cació fonamental i clara dels conflictes internacionals, Barcelona, La Campana, 2004,
pp. 233-237.
a los israelíes, que había hecho la oferta más generosa posible a los
palestinos y que ellos la habían rechazado, y por último fue el mismo
Barak quien sugirió a los israelíes la necesidad de imponer una sepa-
ración unilateral a los palestinos, la urgencia de alzar un muro. A Sha-
ron sólo le faltaba una explosión de violencia palestina para conven-
cer al electorado de que era la supervivencia del Estado de Israel la
que estaba en juego y que en estas circunstancias su currículum era el
más adecuado para aplastar al enemigo. Era lo que algunos llamaron
«el síndrome de la segunda parte de 1948», en referencia al supuesto
peligro que volvía a correr la existencia misma de Israel 10.
Tercera aparición, Osama Bin Laden, septiembre de 2001. Su
irrupción, por supuesto, fue al margen de los procesos electorales. El
icono del islamismo radical internacional eligió la más cruel de las
operaciones suicidas (y homicidas) para causar daños humanos sin
precedentes en este tipo de atentados: tres millares de muertos. El
golpe devastador contra dos símbolos del poder norteamericano en el
mundo, el World Trade Center y el Pentágono, no dejaban lugar a
dudas sobre la voluntad y la capacidad de fuego de Al Qaida, sobre su
determinación de llevar la muerte al domicilio del enemigo, un terri-
torio exento de actos de guerra desde hacía casi un siglo y medio. Bin
Laden apenas tardó un mes en justificar la acción de los 19 kamikazes
sauditas y relacionarla con el conflicto que más conmueve al mundo
árabe. Lo hizo a través de una grabación de video y audio, emitida por
primera vez el 7 de octubre de 2001 por la cadena de televisión vía
satélite qatarí Al Jazeera: «En cuanto a los Estados Unidos, he de
decir unas palabras a su gobierno y a su pueblo: juro por Dios que
Estados Unidos no vivirá en paz antes de que la paz reine en Palesti-
na, ni antes de que todo el ejército de infieles abandone la tierra de
Mahoma, que la paz sea con él».
La intervención en Afganistán había comenzado, pero todavía no
ha concluido. Más de cuatro años después, Washington ha reducido
al mínimo su presencia en Arabia Saudita, pero ahora sus soldados
mueren en suelo iraquí, luchando precisamente contra Al Qaida allí
donde no existía. En Palestina no hay paz, ni perspectivas de que vaya
a haberla a medio plazo, y son los islamistas de Hamás quienes han
ganado las recientes elecciones democráticas a pesar, o precisamente
10
REINHART, T.: «Octubre de 2000: segunda parte de 1948», en Israel-Palestina:
cómo acabar con el conflicto, Barcelona, RBA, 2004, pp. 91-114.
1948, siempre
13
ÍD.: Palestina, el país captiu, Barcelona, programa 30 Minuts de TVC, 3 de
febrero de 2002.
importan sus casas. Si algo lamento, es no haber destruido todo el campo [...]
Cuando terminaron los combates, nos ordenaron que sacáramos el D-9, por-
que el ejército no quería que los periodistas y los fotógrafos nos vieran en
acción...» 14.
De la Naqba a la nada
17
MORRIS, B.: «Conclusion», en The birth of the Palestinian refugee problem,
1947-1949, Cambridge, Cambridge University Press, 1987, p. 286.
puede decirse honradamente que todos los más o menos 700.000 (palestinos)
que acabaron como refugiados fueron desplazados obligatoriamente o
“expulsados”» 18.
20
MORRIS, B.: «Camp David and After: An Exchange (1. An Interview with Ehud
Barak)», The New York Review of Books, 13 de junio de 2001.
21
AGHA, H., y MALLEY, R.: «Camp David...», op. cit.
23
ELDAR, A.: «The peace that nearly was at Taba <The Moratinos document>»,
Ha’aretz, 14 de febrero de 2002.
Hassan —utilizó este nombre común entre los chiítas para esconder
el suyo en este país de nuevo derrotado por el miedo— vivía con su
familia en unos barracones militares abandonados. Había pasado un
año desde la invasión, y él ya había perdido su modesta casa porque la
especulación era la única actividad económica que habían sabido
exportar las potencias extranjeras. Tenía —dijo— treinta y cuatro
años, pero aparentaba el doble. Su parte izquierda parecía quedarse
siempre un palmo atrás mientras se tambaleaba entre los cascotes. No
podía mover el brazo, y la pierna se arrastraba bajo una galabiyya de
color imposible. Hablaba entrecortado, una frase y tres suspiros chi-
rriantes que escapaban de sus pulmones gaseados. Con sólo diecio-
cho años, Saddam Hussein le había lanzado, como a otros miles de
jóvenes iraquíes, la mayoría de la oprimida comunidad chiíta, a la
reconquista de la península de Fao, en la desembocadura del Shatt el-
Arab. La cobertura de artillería que les daban gaseaba las primeras
líneas iraníes, pero el viento soplaba en dirección oeste y Hassan olió
el característico hedor a huevos podridos. Demasiado tarde.
Saddam, como muy acertadamente recordaba este superviviente
de los ocho años de la guerra Irán-Iraq, era entonces un aliado de
Occidente que colaboraba en la contención de la República Islámica
de Irán, encabezada por aquel otro enemigo número uno, el ayatolah
Jomeini. Sus gases —los mismos con los que «mató a su propio pue-
blo», en frase incansablemente repetida por Bush, Blair y Aznar cuan-
do se referían a los terribles crímenes de Saddam contra los kurdos,
aunque nunca mencionaron a las víctimas iraníes— procedían de Ale-
mania, Holanda... y de los propios Estados Unidos. Básicamente gas
mostaza, gas tabún y gas nervioso, que abrasaban y paralizaban. Se
habían exportado camuflados bajo la ambigua denominación de
«pesticidas». Saddam ya había gaseado a miles de iraníes cuando
Ronald Reagan envió a Donald Rumsfeld de visita al dictador iraquí
en 1983. Las licencias de exportación iban a agilizarse 26. Quizás por
eso se juzgó a Saddam en un tribunal de opereta, en Bagdad y dentro
del búnker que comparten las embajadas norteamericana y británica
con el gobierno del «nuevo Iraq», y no ante una corte internacional
de justicia que pudiera haber hecho preguntas incómodas.
La villanía de Saddam no saltó a las primeras páginas hasta su
invasión de Kuwait en 1990. Aun así —Hassan también lo recordaba
26
FISK, R.: La Gran Guerra..., op. cit., pp. 247 y 310-311.
Espejismos de la derrota.
La ayuda republicana
a los refugiados de la Guerra Civil 1
Abdón Mateos
UNED-CIHDE
1
Este artículo es un avance del próximo libro La batalla de México. El final de la
guerra civil y la ayuda republicana a los refugiados, 1938-1943. Fue apoyado con los
proyectos de la DGESYC, PB 98-0013, «Historia de las relaciones hispano-mexicanas
durante el siglo XX», y UNED 2002, «La JARE en México» (en colaboración con
Ángel Herrerín), así como una estancia sabática concedida por la UNED en El Cole-
gio de México durante el curso 2001-2002. Una versión diferente de este texto, titu-
lada «La financiación del exilio», fue presentado al Congreso internacional «La Gue-
rra Civil», Madrid, Ministerio de Cultura, noviembre de 2006.
Abdón Mateos Espejismos de la derrota
llas en el tema de la ayuda a los refugiados, sino que realiza críticas exa-
geradas hacia la gestión de los dirigentes republicanos. Según este his-
toriador, los líderes republicanos se dedicaron a la «alta política» olvi-
dándose del problema de los refugiados. Del mismo modo, presenta la
gestión de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE)
como «sectaria e inoperante» y a sus dirigentes los descalifica por su
baja «catadura moral». Asimismo, la intervención e incautación del
Gobierno mexicano de Manuel Ávila Camacho hacia los bienes repu-
blicanos administrados por la Diputación Permanente de las Cortes y
la JARE respondería al despilfarro y mala administración de los mis-
mos 5. Estas críticas exageradas y el apasionamiento hacia el tema de la
ayuda republicana a los refugiados han impregnado a buena parte de
la historiografía que se ha ocupado de estos temas. Para José Carlos
Gibaja, la acción de Prieto en la JARE respondería no tanto a su senti-
do de la responsabilidad y a sus cualidades morales, sino a la lucha por
consolidar su posición en el socialismo español y seguir desempeñan-
do un papel político de primera fila 6. A su juicio, la gestión de la dele-
gación de la JARE en México fue lenta, cínica, cicatera en las ayudas y
oscura en sus cuentas. Del mismo modo, otros autores, como Francis-
co Caudet, han insistido en temas como la carencia de inventario o la
mala gestión, siguiendo la estela de autores coetáneos interesados en
descalificar a sus adversarios políticos, entre los que cabe destacar a
Amaro del Rosal y Virgilio Botella 7. Alicia Alted, en su última obra,
evita entrar en los temas más polémicos de la gestión de las institucio-
nes de ayuda, considerando, con razón, que las finanzas del exilio
están pendientes de aclarar 8.
Otro de los temas debatidos reside en la cuantía de los fondos
manejados por los líderes republicanos, en otras palabras, la financia-
5
La última gesta. Los españoles que derrotaron a Hitler, Madrid, Aguilar, 2005,
pp. 90 y 105.
6
Indalecio Prieto y el socialismo español, Madrid, Pablo Iglesias, 1995, p. 254.
Para Gibaja, Prieto actuó «... guiado por su instinto político que le decía que podía ser
una gran oportunidad, tal vez la última, para jugar un importante papel político».
7
ALTED, A.: «Ayuda humanitaria y reorganización institucional en el exilio», en
CUESTA, J., y BERMEJO, B. (eds.): Emigración y exilio. Españoles en Francia, Madrid,
Eudema, 1996; estudio preliminar de Alicia ALTED a BOTELLA, V.: Entre memorias,
Sevilla, Renacimiento, 2002. En la misma línea, véase CAUDET, F.: Hipótesis sobre el
exilio republicano, Madrid, FUE, 1997.
8
ALTED, A.: La voz de los vencidos. El exilio republicano de 1939, Madrid, Agui-
lar, 2005.
pués de una derrota en una guerra civil tan devastadora, los derrota-
dos republicanos pudieron realizar una labor de asistencia a las vícti-
mas del franquismo, testimoniando, desde los primeros meses de la
victoria de Franco, una voluntad de oposición y de defensa de la legi-
timidad democrática. Además, dada la utilización de recursos del
Estado y la polémica asociada a esta gestión de la ayuda, me parece
que esclarecer la historia de estas instituciones contribuirá a la recons-
trucción de la conciencia histórica o, en otros términos, de una cultu-
ra cívica democrática. La conmemoración del cincuentenario de la
muerte de Juan Negrín, último presidente de Gobierno de la Segun-
da República, también hace especialmente oportuna la revisión de
uno de los aspectos peor conocidos de su gestión: la financiación del
exilio.
Espejismos de la derrota
que concertar empréstitos con Stalin sin que éstos estuvieran clara-
mente respaldados con reservas de oro y plata 10. En todo caso, el plan
de emigración masiva asistida por el Gobierno de la República que
propugnaba Prieto contemplaba una colonización agraria de tipo téc-
nico (con obras hidráulicas de regadío), la implantación de pesque-
rías y de empresas siderúrgicas. Suponía una forma de trasladar el
proyecto reformista republicano y la utopía regeneracionista de Inda-
lecio Prieto al «Nuevo Mundo».
En todo caso, después de junio de 1938, con la estabilización del
Gobierno Negrín y de la situación de los frentes, no se volvió a hablar
del plan de emigración de responsables republicanos a México en
previsión de la derrota. Ni el embajador en funciones, Félix Gordón
Ordás, destinado a Cuba, ni el encargado de negocios recibieron ins-
trucciones para preparar la evacuación o para sondear a la Adminis-
tración mexicana hasta nada menos que el 17 de febrero de 1939. El
nombramiento de Julián Zugazagoitia como nuevo embajador en
México el 12 de enero de 1939, y el plácet de las autoridades mexica-
nas, no está claro que llevara aparejada una misión confidencial de
preparar la emigración de responsables republicanos.
Dada la vorágine de esos días terminales de la Segunda República
resulta complicado reconstruir los propósitos del Gobierno Negrín
en relación con el problema de los refugiados en Francia, la futura
evacuación de la zona central y la emigración colectiva a México. El
estado de la Hacienda republicana era crítico desde comienzos de
1938 11, una vez liquidadas las reservas de oro, por lo que la moviliza-
ción financiera incluyó la venta de las reservas de plata en Estados
Unidos y Francia y de otros bienes de particulares. Para ello, en mayo
de 1938, el nuevo ministro de Economía y Hacienda, Francisco Mén-
dez Aspe, creó una Comisión Especial de Hacienda en la Embajada
de París. Para febrero de 1939, los recursos obtenidos por la Comi-
sión empezaron a venderse o transferirse a cuentas bancarias de per-
sonas de confianza ante la amenaza del reconocimiento de Franco por
parte de Gran Bretaña y Francia. El Gobierno, de regreso a Alicante,
10
Véase el pionero estudio de VIÑAS, A.: El oro de Moscú, Barcelona, Grijalbo,
1979.
11
Pascua proponía hacer ver a los soviéticos «[la] necesidad [de que] se nos dé
facilidades de crédito ya que hemos venido pagando hasta el presente contra presen-
tación documentos embarque (del oro)». Pascua a Negrín, 26 de enero de 1938;
Negrín a Pascua, 9 y 13 de febrero de 1938, Archivo Fundación Negrín, Las Palmas.
Conclusión
31
Memoria de la CAFARE, 1943, Fondo JARE, AMAE.
the arrival of «new men», young men without any previous political or
administrative experience, and hence not part of the pre-Civil War «tra-
ditional Right». Instead, these men made their reputations and political
contacts through their direct participation in the «National Uprising»,
and signified a much more heterogeneous social group than those that
constituted the traditional local elite.
Keywords: Francoism, state functionaries, local authorities, Falange,
social networks.
13
El discurso agrarista y su vinculación con la política agraria: DEL ARCO BLAN-
CO, M. A.: Las alas del ave fénix. La política agraria del primer franquismo (1936-1959),
Granada, Comares, 2005, pp. 33-54.
14
GEA: «Propiedad y explotación en la Historia Agraria de Andalucía. Una
visión de conjunto», en GONZÁLEZ DE MOLINA, M. (ed.): La historia de Andalucía a
debate, II, El campo andaluz, Barcelona, Anthropos-Diputación de Granada, 2002.
15
Ambas localidades vuelven a confirmar la tesis que sostenemos en el presente
trabajo. Para Santa Fe, DEL ARCO BLANCO, M. A.: El primer franquismo en Andalucía
oriental..., op. cit., caps. 3 y 4. Para Marbella, véanse el título anterior y, además: «Los
franquistas de Marbella. Personal político y apoyos sociales del primer franquismo
(1937-1951)», en Homenaje a Antonio Serrano, Marbella, Cilniana (en prensa).
16
La población en 1940: Alcalá la Real, 25.558 habitantes; Berja, 12.480, y Mon-
tefrío, 13.246. INE: Reseñas estadísticas de las provincias de Almería, Granada y Jaén,
Madrid, 1956.
17
Los ayuntamientos de estos municipios asistirían a un proceso de regeneración,
relevo y alternancia en el poder local durante los años cuarenta. Véase DEL ARCO
BLANCO, M. A.: «Hambre de siglos». Mundo rural y apoyos sociales del franquismo en
Andalucía Oriental (1936-1951), Granada, Comares (en prensa), cap. 4.
sobrepasa la cifra máxima (para Alcalá la Real) de 41,3 años. Las eda-
des medias de todo el periodo no llegan a 41 años 18.
18
No obstante, pese a la apuesta por un personal relativamente joven, los límites
estuvieron siempre en la mayoría de edad: ningún gestor o alcalde rozaría o estaría por
debajo de los 21 años (Ley de 13 de diciembre de 1943). La llamada a la juventud tam-
bién se reflejaría en el Derecho: por la citada Ley, se rebajaba la mayoría de edad para
los hombres de 23 años, fijados en la época republicana, a los 21.
19
El funcionamiento de los poderes locales en el mundo rural altoandaluz, en
DEL ARCO BLANCO, M. A.: «Hambre de siglos»..., op. cit.
20
Para la imagen política contabilizamos los datos por nombramientos, y no por
gestores.
Alcalá
Berja Montefrío
la Real
Afiliados después del 18 de julio 91,80 60,00 38,46
Afiliados antes del 18 de julio 6,56 34,55 61,54
No afiliados 1,64 5,45 0,00
Total 100,00 100,00 100,00
Total cargos analizados: Alcalá la Real, 61; Berja, 55; Montefrío, 26.
Fuente: idem cuadro 4. Elaboración propia.
30
SANZ HOYA, J.: «FET-JONS en Cantabria...», op. cit., p. 299. PAREJO, J. A.: La
Falange en la sierra norte de Sevilla (1934-1956), Sevilla, Universidad de Sevilla-Ate-
neo de Sevilla, 2005; id.: Las Piezas Perdidas de la Falange: el sur de España, tesis doc-
toral, Universidad de Sevilla, 2005. También, para el poder local urbano de Cataluña,
MARÍN I CORBERA, M.: Els ajuntaments franquistas..., op. cit.
Alcalá
Berja Montefrío
la Real
Adhesión a Falange tras el 18 de julio 16,46 11,48 0,00
Adhesión al Alzamiento e integración
18,99 9,84 33,33
en el Ejército
Adhesión al Alzamiento y prestación
3,80 0,00 8,33
de servicios en la retaguardia
Adhesión a las Guardias Cívicas u
17,72 0,00 4,17
otras milicias derechistas
Perseguido y/o encarcelado 11,39 0,00 0,00
Perseguido y/o encarcelado y ex com-
27,85 59,02 54,17
batiente
Otras actuaciones 3,80 19,67 0,00
Total 100,00 100,00 100,00
Total cargos analizados: Alcalá la Real, 79; Berja, 61; Montefrío, 24.
Fuente: idem cuadro 4. Elaboración propia.
31
FONT I AGULLÓ, J.: «“Nosotros no nos cuidábamos de la política”. Fuentes ora-
les y actitudes políticas en el franquismo. El ejemplo de una zona rural, 1939-1959»,
Historia Social, 49 (2004), pp. 49-66.
32
Por ejemplo, Berja y Almería no caerían en manos de los sublevados hasta fina-
les de marzo de 1939, por lo que la inmensa mayoría de sus gestores serían persegui-
260
Alcalá la Real, Berja y Montefrío. Caracterización socio-profesional
del personal político (porcentajes)
Profesión 1 * Profesión 2 ** Campos de interés ***
Grandes propietarios (+ 100 Has) 8,06 2,04 2,78 8,06 2,04 2,78
Medianos propietarios (31-100 Has) 3,23 2,04 5,56 6,45 2,04 8,33 9,68 4,08 13,89
Medianos propietarios (16-30 Has) 4,84 5,56 4,84 5,56 9,68 0,00 11,12
Miguel Ángel del Arco Blanco
Pequeños propietarios (6-15 Has) 6,45 4,08 5,56 3,23 4,08 5,56 9,68 8,16 11,12
Pequeños propietarios (0-5 Has) 1,61 8,16 8,33 24,19 10,2 2,78 25,81 18,36 11,11
Propietario/Labrador **** 6,12 8,33 2,04 8,16 8,33
Total propietarios 16,13 20,41 33,33 46,77 20,41 25,00 62,90 40,82 58,33
Arrendatarios, colonos y aparceros 5,56 5,56
Funcionarios
Profesionales (abogados, médicos,
notarios, jueces, farmacéuticos) 6,45 18,37 2,78 16,13 6,12 11,11 22,58 24,49 13,89
Funcionarios de categoría inferior
(jefes de negociado, oficiales
administrativos, recaudadores) 2,04 1,61 2,04 1,61 4,08
Profesionales en bajas condiciones
de ejercicio (pasantes abogado,
maestros, veterinarios) 3,23 10,2 2,78 1,61 2,78 4,84 10,20 5,56
Ejército 1,61 1,61
comercio
Pequeños comerciantes, propieta-
rios de industrias domésticas, 12,9 18,37 16,67 3,23 4,08 2,78 16,13 22,45 19,45
pensiones y restaurantes
Obreros especializados (pintores,
electricistas, ebanistas, herreros, 3,23 2,78 2,04 3,23 2,04 2,78
mecánicos)
Total comercio e industria 25,81 22,45 27,78 29,03 14,29 16,67 54,84 36,74 44,45
Total cargos (%) 51,61 77,55 72,22 48,39 22,45 27,78 100 100 100
Total cargos (cargos) 32 38 26 30 11 10 62 49 36
* Porcentaje de profesiones en relación con el número de gestores con una sola profesión.
** Porcentaje de profesiones en relación con el número de gestores con dos profesiones.
*** Porcentaje del total de profesiones entre el total de gestores de los que disponemos de datos.
**** No conocemos la extensión de su propiedad.
Fuente: Alcalá la Real: AHPJ, Hacienda, Catastro de rústica. Cédulas de propiedad. Cajas 17721-17739 y 8489-8497. Matrículas
industriales, años 1936, 1945 y 1951. Berja: AHPA, Hacienda, Catastro de rústica. Cédulas de propiedad. Cajas GH 716 y GH 2143.
AMB, Matrículas industriales, años 1936, 1945 y 1950. Leg. 270, Libros 321 y 325. Montefrío: AHPG, Hacienda, Catastro de rústi-
ca. Cédulas de propiedad. Leg. 192/4-192-6 y 193/1-193/3. AHMM, Matrículas industriales, años 1936, 1940, 1945 y 1948, Sig. 5.4.
261
«Hombres nuevos»
Conclusión
48
MIR, C.: Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación en la Cataluña rural de
posguerra, Lérida, Milenio, 2000; id.: «El estudio de la represión franquista: una cues-
tión sin agotar», Ayer, 43 (2001), p. 28.
49
PAYÁ LÓPEZ, P: «Violencia, legitimidad y poder local. La construcción simbó-
lica de la dictadura franquista en una comarca alicantina. El Vinalopó medio, 1939-
1948», Pasado y Memoria, 1 (2002), pp. 197-222.
50
Hemos estudiado esta nueva gestión del poder local en DEL ARCO BLANCO, M. Á.:
«Hambre de siglos»..., op. cit.; véase también LANERO TÁBOAS, D.: Sindicalismo agrario
franquista..., op. cit.
La legislación de la familia
en los países árabes
Caridad Ruiz-Almodóvar
Universidad de Granada
en cada país establece aún grandes diferencias entre los sexos y con-
sagra la dependencia de las mujeres a los hombres. Pero estas leyes no
sólo están en contradicción con sus respectivas constituciones, sino
que también al no regularse la familia por el código civil, restringen la
aplicación de estos códigos únicamente a los ciudadanos musulma-
nes, excepto en Túnez que rige para todos los tunecinos; por ello cada
confesión religiosa no musulmana bien ha elaborado una ley propia o
bien sigue las normas de su religión. Es decir, que en este terreno los
habitantes de los países árabes son considerados creyentes o miem-
bros de una comunidad religiosa antes que ciudadanos, lo que impli-
ca además una desigualdad entre los musulmanes y los que no lo son.
El resultado de esta diferente concepción legislativa es una duali-
dad legal que ha dado como resultado graves contradicciones en la
sociedad, incidiendo con mayor fuerza en las mujeres ya que el siste-
ma familiar convierte los derechos de éstas en pura teoría e impregna
a todas las instituciones de actitudes sexistas, que los Estados justifi-
can por su protección al modelo jurídico tradicional de la familia.
Centrándonos en los códigos de estatuto personal 1, el único apar-
tado que continúa como fiel reflejo de la concepción coránica, y por
ello su regulación es similar en todos los códigos, es la herencia. En
cambio la legislación del matrimonio, su disolución y filiación no
mantiene esta uniformidad, dado que aunque todos estos códigos se
basan en el derecho islámico no son exactamente iguales debido a
varios factores: la escuela jurídica suní que utilicen como punto de
partida, los principios de otras escuelas jurídicas que incluyan, las
prescripciones de derecho positivo que se introduzcan y las reformas
que se hayan realizado. Actualmente, los códigos que presentan
mayores innovaciones con respecto al derecho islámico son los códi-
gos argelino, marroquí y tunecino, cuyas últimas modificaciones han
supuesto un gran paso hacia la igualdad; en el polo opuesto se
encuentran los códigos sudanés y yemení.
1
La traducción completa de los códigos de estatuto personal de los países árabes,
excepto de Arabia Saudí, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos y Qatar en los que sigue
rigiendo el derecho islámico, se encuentra en RUIZ-ALMODÓVAR, C. (ed. y trad.): El
derecho privado en los países árabes. Códigos de Estatuto Personal, Granada, Universi-
dad de Granada-Fundación Euroárabe de Altos Estudios, 2005.
Además hay tres códigos que han introducido otra novedad para
acabar con otra práctica muy común: las grandes diferencias de edad
entre los cónyuges. Así el código jordano (art. 7) instituye un límite
máximo de veinte años entre ambos si la novia aún no ha cumplido 18
años; el kuwaití (art. 36) determina que la proporción en la edad entre
los cónyuges es un derecho de la esposa, y el sirio (art. 19) establece
que la edad de los cónyuges debe ser análoga.
El consentimiento 7. Todos los códigos instituyen la necesidad de
contar con el consentimiento de ambos cónyuges para la validez del
matrimonio. Esta obligatoriedad finaliza con la práctica legal de casar
tanto a los hijos como a las hijas sin contar con ellos, por la facultad
que tiene en el derecho islámico el padre o tutor de decidir por ellos.
Sin embargo, esta unanimidad de que exista el consentimiento de
los cónyuges no se mantiene cuando los códigos definen cómo se
expresa dicho consentimiento, puesto que mientras todos ellos ofre-
cen al novio la posibilidad de concluir su matrimonio por sí mismo o
a través de su tutor matrimonial, en cambio, en cuanto a la novia,
unos códigos 8 le brindan a ella las mismas posibilidades que al novio,
sin embargo los otros 9 le prohíben concluir el matrimonio por sí mis-
ma y lo tiene que hacer a través de su tutor matrimonial. Esta imposi-
bilidad de la mujer a expresar por sí misma el consentimiento es el
reconocimiento legal del concepto tradicional de que la mujer es una
menor durante toda su vida.
En Marruecos ha desaparecido esta discriminación femenina,
pero su eliminación ha sido de forma progresiva. En la primera
redacción del código se mantenía la prohibición de que las mujeres
concluyeran el matrimonio por sí mismas; en su reforma de 1993 se
permitió casarse por sí mismas, únicamente, a las mujeres mayores
de edad y huérfanas de padre y, finalmente, ahora se ha eliminado
totalmente.
En cuanto al tutor matrimonial 10 tiene que ser pariente agnaticio,
sano de mente y púber —el código argelino ha introducido la posibi-
7
Arts. 9 argelino; 4 iraquí; 14 jordano; 8 kuwaití; 35 libanés; 11.a libio; 10 marro-
quí; 26 mauritano; 16.a y 17 omaní; 5 sirio; 12 y 14.a, b, c, d, e sudanés; 3 tunecino; 7
y 8 yemení.
8
Arts. 4 iraquí; 14, jordano; 35 libanés; 17 y 25 marroquí; 8 sirio; 9 tunecino.
9
Arts. 11 argelino; 8, 27 y 30 kuwaití; 9 libio; 9 mauritano; 19 omaní; 34.1 sud-
anés; 7.2 yemení.
10
Arts. 11 argelino; 9-10 jordano; 29.a kuwaití; 10-11 libanés; 7.a, b libio; 25
lidad de que la novia elija para dicha función a cualquier otro hombre
sin necesidad de que pertenezca a su familia—, además algunos códi-
gos especifican también que debe ser musulmán si la novia es musul-
mana. Los códigos mauritano, omaní, sudanés y tunecino también
disponen que sea varón, aunque esto es una redundancia ya que todos
los códigos, incluidos estos cuatro, establecen que tiene que ser
pariente agnaticio por sí mismo, es decir, varón por línea de varón.
De esta definición se desprende la imposibilidad de la mujer para
ser tutora matrimonial, con lo que se obliga a la madre que sea tutora
legal de su hija a delegar en un pariente masculino, tal como lo espe-
cifica el código mauritano (art. 12).
En los casos en los que no exista ningún tutor, esta función
recae en el juez 11, pero éste no podrá ser tutor de la mujer que esté
bajo su tutela cuando él mismo sea el novio o lo sea un miembro de
su familia 12.
La presencia de dos testigos. El contrato matrimonial necesita
para su validez que esté rubricado por dos testigos que, con su pre-
sencia, den fe de la existencia de dicho contrato. Para poder asumir
esta función se requiere ser sano de mente, púber, digno de confian-
za, capaz jurídicamente, musulmán si ambos cónyuges son musul-
manes, oír a los novios y comprender que el objetivo de sus palabras
es el matrimonio.
Aunque unos códigos detallan más que otros estas condiciones que
cualifican a una persona para poder actuar como notario del contrato
matrimonial, básicamente todos ellos coinciden excepto en un punto
en el que no mantienen esta unanimidad, que es en cuanto al sexo de
dichos testigos, si bien todos los códigos en general mantienen la dis-
criminación femenina, parcial o totalmente. Mientras que en unos
códigos 13 se le reconoce a la mujer la capacidad para ser testigo en el
matrimonio de manera explícita, aunque no en igualdad con el hom-
bre, ya que respetan la prescripción coránica de la sura II: 282 y espe-
cifican «dos testigos varones o un hombre y dos mujeres», y en otros 14
que dividirán los gastos entre todos ellos según sus posibilidades y no
según su parte de la herencia, excepto en el código yemení, que es
según dicha parte. Los parientes 45 tendrán derecho a manutención
siempre que sean incapaces de hacerlo ellos mismos, correspondien-
do el deber de mantenerlos a sus herederos según su parte en la
herencia.
El repudio 46. Es la disolución del matrimonio por deseo del mari-
do sin necesidad de causa alguna ni proceso legal. El código marroquí
(art. 78) ha eliminado esta definición para convertirlo en la disolución
del matrimonio ejercida tanto por parte del marido como de la espo-
sa bajo control judicial y cumpliendo unos requisitos. Con ello no
sólo se otorga también a la esposa la posibilidad de romper su matri-
monio por este procedimiento, sino que se dificulta el proceso. Ade-
más en el artículo 70 se define tanto el repudio como el divorcio de
«mal menor» y se desaconseja su utilización.
El repudio es el procedimiento más usual y aceptado por la
mayoría de la población para poner fin al matrimonio vigente en
todos los códigos excepto en el tunecino y en el argelino. El código
tunecino (art. 31) lo suprime totalmente y establece como única for-
ma de romper el matrimonio el divorcio con igualdad para el mari-
do y la esposa. Por el contrario en el argelino lo único que desapa-
rece es el término «repudio» para sólo existir el término «divorcio»,
pero continúa su espíritu con lo que se mantiene implícitamente, ya
que es causa de divorcio la simple voluntad del marido, como se
establece en el artículo 48; en consecuencia no desaparece el dere-
cho unilateral del hombre a romper su matrimonio, sino que sólo
existe una pequeña limitación al exigir que el juez sea el que pro-
nuncie el divorcio, además la esposa no tiene esa misma posibilidad,
puesto que ella sólo puede pedir el divorcio por unas causas muy
concretas establecidas en el código y además tras su demanda
comienza un proceso que concluirá con la sentencia judicial a su
favor o no.
Aunque todos los códigos, excepto el tunecino, mantienen esta
forma del derecho islámico para disolver el matrimonio, los legisla-
45
Arts. 77 argelino; 62 iraquí; 173 jordano; 201 kuwaití; 156 mauritano; 66 oma-
ní; 159-160 sirio; 88 sudanés; 157 y 164 yemení.
46
Arts. 48-52 argelino; 1-5 bis egipcio; 34-39 iraquí; 83-101 jordano; 97- 98, 102-
110 kuwaití; 102-118 libanés; 28-34 libio; 78-93 marroquí; 83-91 mauritano; 81-93
omaní; 85-94 sirio; 128-141 sudanés; 58-70 yemení.
entre los cónyuges. La novedad que introduce este caso es que no hay
que probar las alegaciones durante el proceso, con lo que el tribunal
únicamente tendrá que intentar reconciliar a los cónyuges con la ayu-
da de dos árbitros y en caso de no conseguirse dicha reconciliación
emitirá la sentencia de divorcio, lo que otorga mayor poder a las
mujeres para poner fin al matrimonio.
A pesar de estas limitaciones, el divorcio supone un gran avance
en los derechos de las mujeres.
Cuando se produce la ruptura del matrimonio, sea de la forma que
sea, la repudiada, divorciada, viuda o soltera, como fruto de la anula-
ción de su matrimonio, tiene que cumplir su periodo de continencia
sexual y tiene derecho a percibir su dote aplazada y su manutención
durante el periodo de continencia sexual, así como a mantener la cus-
todia de sus hijos.
La filiación 49. Es el primer derecho de todo nacido por el que
accede a la religión y al apellido de su padre, pero únicamente la filia-
ción paterna proporciona la condición de legítimo, siempre que
dicho hijo nazca entre el periodo mínimo y máximo fijado para el
embarazo y en circunstancias que permitan las relaciones sexuales.
Para ello todos los códigos fijan el periodo mínimo del embarazo en
seis meses, que es lo establecido en el Corán y recogían todas las
escuelas jurídicas; en cambio en cuanto al periodo máximo, por el
contrario, discrepan tanto con el Corán como con las escuelas jurídi-
cas al fijarlo en un año desde la fecha de disolución del matrimonio,
excepto en el argelino que es diez meses, en el yemení nueve meses y
el iraquí que no indica nada.
En este punto los códigos argelino y marroquí han dado un gran
paso de mayor adecuación a su sociedad al introducir varias innova-
ciones. El argelino ahora permite al juez recurrir a los medios científi-
cos a la hora de establecer la filiación, convirtiéndose en el primer
país árabe que recoge en el código de familia la posibilidad de utilizar
las pruebas de ADN (art. 40) y también ha sido el primero en permi-
tir a los cónyuges recurrir a la inseminación artificial (art. 45 bis) siem-
pre que sea con los espermatozoides del esposo y el óvulo de la espo-
49
Arts. 40-46 argelino; 15 egipcio; 51-54 iraquí; 147-149 jordano; 166-172 kuwai-
tí; 53-56 libio; 142-162 marroquí; 59-69 mauritano; 70-77 omaní; 128-136 sirio; 96-
108 sudanés; 68-76 tunecino; 121-126 yemení.
nes de la tutela, pero para ello el tutor legal tiene que descuidar los
bienes del menor y el juez encargarle a ella ocuparse de algunas de
dichas tareas.
El deber paterno de ser el tutor de sus hijos menores o incapacita-
dos se convierte en un derecho prioritario suyo en detrimento de la
madre porque la tutela nunca es compartida ni siquiera durante la
vida conyugal.
La sucesión 56. Es la transferencia de todos los bienes, derechos y
obligaciones que deja la persona fallecida. Es el único apartado de la
legislación de la familia que continúa como fiel reflejo de la concep-
ción coránica. Por ello todos los códigos mantienen la discrimina-
ción tanto en razón del sexo como de la confesión religiosa. Así las
mujeres siguen heredando la mitad que los hombres en su mismo
grado de parentesco y circunstancias, y el no-musulmán no hereda al
musulmán 57.
Únicamente se ha modificado un poco en los códigos iraquí
(art. 91.2) y tunecino (art. 143 bis) al establecer que las hijas o nietas,
aunque su padre o abuelo dejen herederos en las ramas colaterales,
tienen derecho a percibir también lo que quede del caudal heredita-
rio después de deducir lo que corresponde a cada heredero forzoso;
con lo cual se favorece a las hijas o nietas frente a los hermanos y tíos
del causante, así como frente al Tesoro Público en el caso de ausencia
de herederos colaterales. Asimismo supone una mejora la innovación
introducida en los códigos iraquí (art. 74) y marroquí (art. 369) al
extender también a los nietos varones por línea de las hijas la obliga-
ción de su abuelo o abuela de hacer testamento a favor de ellos en el
tercio disponible del caudal hereditario cuando la madre de éstos
fallezca antes que dicho abuelo o abuela. En los demás códigos úni-
camente se recoge esta obligación para los nietos por línea de los hijos
fallecidos antes que el causante.
Para finalizar señalar que estas leyes, desde sus primeras codifica-
ciones, significaron una mejora en la condición jurídica de las mujeres
y que la mayoría de las reformas se han realizado con el objetivo de
adecuarlas a los cambios sociales, ofrecer soluciones a los problemas
56
Arts. 126-183 argelino; 1-48 egipcio; 86-91 iraquí; 281-336 kuwaití; 321-395
marroquí; 232-310 mauritano; 232-279 omaní; 260-297 sirio; 344-400 sudanés; 85-152
tunecino; 299-347 yemení.
57
Arts. 6 egipcio; 293.a kuwaití; 332 marroquí; 237 mauritano; 239 omaní; 264.b
sirio; 351 sudanés; 305 yemení.
op. cit., pp. 271 y ss. La vigencia de algo de esos puntos de vista para la crítica moder-
na en ROMEO, M.ª C.: «La tradición...», op. cit., p. 83.
4
GONZÁLEZ CALLEJA, E.: «El Cañón del “Variedades”. Estrategias de supervi-
vencia del progresismo en el último tercio del siglo XIX», en SUÁREZ CORTINA, M.
(ed.): La Redención del pueblo..., op. cit., p. 403.
5
Carta a Romero Robledo de 1872, citada por DARDÉ, C.: «Sagasta o cómo sobre-
vivir en política», en MORENO LUZÓN, J. (ed.): Progresistas..., op. cit., p. 119.
6
Ibid., p. 120