Beltrán, Miguel - La Pasión Del Marqués de Sade PDF
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MIGUEL BELTRAN
(2) Silling es el nombre de la fortaleza en la que se encierran con sus víctimas los libertinos de
Ciento Ve'eúzte dzhs de Sodoma.
esencia de las obras de Sade es destruir" 3 , precisa Bataille. Destrucción de víctimas
y leyes; la del propio libertino que se ensaña en símismo, y, como coronación parado-
jica, la de la misma obra y de su autor.
(i) En Sade el cuerpo es simple concreccción material, sometida a un despia-
dado proceso de despersonalizacion. Ignoramos de las víctimas sus rostros convulsos,
su temor, el grado de sus sufrimientos, la sangre vertida. Unicamente sus gritos nos
son revelados imprevista y anónimamente. El cuerpo de la víctima es reducido a un
sistema de organos carente de unidad interior, como si de un conjunto de cantidades
se batase. La descripcion de .ys actitudes no cumple otra funcibn que la de pretextar
figuras sensibles sobre las que se construyen demostraciones. Sade ordena todas las
formas del deseo abocándose a una prolija enumeración de su posible satisfacción:
son medidos los organos, registrados los actos, computadas las operaciones. Este pla-
cer por la enumeración tiene su razón de ser en la distinción -puesta de relieve por
Klossowski - entre las dos Naturalezas: Naturaleza Primera, Idea pura del entendi-
miento, estricta negación no sometida a la necesidad de crear; esta Naturaleza no es
dable empiiicamente, puesto que la negci6n que comporta -Sade no lo ignoraba- es
un delirio de la razón, y sólo objeto de esta. Inversamente, la Naturaleza Segunda se
subordina a las reglas y leyes que le son propias; supone el elemento penonal y limi-
tado -humano-, cuyas destrucciones son inevitablemente imperfectas y, en defini-
tiva, envés de otras creaciones, dado que en el desorden originan, sin apelación, un tipo
distinto de orden.
Asi, la perenne consternación del libertino sadiano proviene de su conocimien-
to de que el crimen absoluto le es imposible a su ~nfimanaturaleza. El libertino no
podrá consolarse percatándose de que el dolor de los otros le procura placer, porque
este mismo placer indica que lo negativo se convierte en reverso de una positividad. En
este sentido la enumeracion produce la ficcibn acumulativa que permite -hipotéti-
camente- aproximarse a la Naturaleza Primera, aun cuando la conciencia lúcida de lo
ingente de dicha reiteracion conducira al sádico al aborrecimiento de la misma. El li-
bertino no podre. ya mostrarse excitado por los objetos temporáneos que se apropia
para su placer, sino por el objeto que no está presenta, la idea del Mal. "Sólo me
reconozco h cam bre -confiesa Curval- realizando los actos m& abyectos y sucios'' ,
y Blangis, a su vez, refiere: "Yo he robado, violado, asesinado, incendiado, pero jamás
mi maeal ha sido perseguir un objeto más alla de estas a trociadades, sino la atrocidad
misma. Mi placer radica n o en el objeto, sino en el hecho abstracto de que practico
la maldad; por ello b e tenido unas fuertes erecciones, lo que quiere decir quela esen-
cia del libertinaje está en el mal mismo, y no en el objeto; 9 éste no comportara el
mai, estoy seguro de que n o provocaría en m i una ereccibn" '. Los personajes de Sa-
de se desesperan atormentadamente, ya que les consta la insignificancia de sus cri-
(18) Cent Vingt jo~rrnéesde Sodoine. Citado por Foucualt, op. cit.. pis. 296.
(19) Sade, Oeuvres VII, 401.
jación infligida al lenguaje se convierte en el puro modelo del crimen, su más alta
posibilidad. ' E l crimen mara1 -escnie Sade-, aquel al que se llega por escrito" l o .
Este es el crimen del cual Sade entiende hacerje culpable. Sus textos operan una do-
ble traición: Contra los códigos de exclusión de la lengua literaria, al rechazarin toto
los procedimientos metafórico5 (en Sade la exposición es crudamente directa), y trai-
ción a la cultura a través de esta misma corrupción minuciosa de la lengua. El decirlo
todo es el crimen que engendra formalmente todos los que enuncia. Refiramonos
-siquiera brevemente- a este crimen que Sade se goza en reiterar.
La traición se produce por la frontalidad del relato sadiano. En el la imagen,
clara y prodigiosamente delineada, inunda la escena. Se suprime la metáfora, en un
contexto en el que el c6digo literario no podía tolerar ningún enunciado frontal,
con el agravante de que la accion es situada en una sociedad históricamente localizable.
Y es ~ ~ c a t i que
v o en el instante mismo del placer, el signo más notable de que el
orden se derrumba en la pérdida total del lenguaje discursivo, lo que no permite arguir
que Sade ignorase la relación entre lenguaje y orden. En el orgasmo, el grito substi-
tuye a la exposición: intewiene para interrumpir el discurso, consumando su eficacia.
El goce se constituye asf en una asimbólica ruptura del orden. Pero el lenguaje ha
tenido como cometido propiciar esta misma consumacion.
(iiii) Inexorable Sade emprende la más refinada forma de autodestruccibn que
concebirá el pensamiento moderno: la del propio autor a través de su obra. Toda
lectura literal de sus textos es infructuosa, inútil su interpretacion unfvoca. Cualquier
intento de elucidar la coherencia ideológica del Sade autor es ficticio, e insostenible.
El estudio de Kiossowki, ya citado, ha mostrado cabalmente que Sade es inaprehen-
sible a través de sus obras. De las enfrentadas filosofías que sus personajes defienden
no puede atribuirsele ninguna. Sus razonamientos se invalídan mutuamente, discurren
divergentes y múltiples. Frecuentemente explicitan una teología de "el ser supremo
en maldad"; otras veces se sostiene un materialismo ateológico. Se contrapone abierta-
mente la sensibilidad a la depravacion, para luego considerar a una como proyeccion
de la otra. La Naturaleza en estado de perpetuo movimiento -que substituye a Dios-
es alternativamente preferida y denostada. En suma, Sade se substrae a todo pronun-
ciamiento que defina su pensamiento real. Sintomáticamente firma con el seud6nimo
Des Aulnets una carta (26-1-1782) en la que subraya la responsabilidad moral del ser
humano: "Oh, hombre! a tí te toca pronunciarte sobre lo que está bien y lo que está
mal..." l . Con respecto a la valoraci6n de su propia obra es igualmente ambiguo. Sa-
bemos que la pérdida de sus manuscritos durante la revuelta de la Bastilla le abrumó
de tal modo (murio creyendo que sus Cent Vingt journées ... habían desaparecido
para siempre), que puede leerse en su correspondencia: "... mis manuscritos, por cuya
pérdida vierto lágrimas de sangre. ..jamás podré dexribiros mi desesperacih ante
tal pérdida. Es irreparable para m i..." . NO obstante, en carta de 12-6-1797 escri-
y editada en vida del autor: "Quemada y n o la Ieais, si por carnalidad cae en vuestras
m a n a . Reniego de ella" 23. En la primera parte de esta misma obra, se refiere a
'70s sistemas erróneos que ponemos en boca de nuestros personajesff,pero no los iden-
tifica. La insistencia con la que a lo largo de sus textos Sade hace razonable la incli-
nación al Mal, por medio de especiosas argumentaciones, parece hacer lícita la creen-
cia de que toda eila esta destinada a proclamar su deseabilidad. "Sade m 6 el mal"
-sentencia Bataille 24-, pero es verdad que ninguno de los Mosofos sadianos en sus
extensas disertaciones encuentra principio alguno que repare la naturaleza maldita
de sus acciones. Tampoco la pretenden, en tanto que es su caacter transgresor lo
que convierte en placenteros sus actos. No hay pues, en mi opini6n, fundamento ni
rigor que permita subordinar la obra de Sade a un principio, del mismo modo que es
dificil reconocer en el hombre desmedidamente generoso que salvó del cadalso a los
Montreul y abogó por la desapancibn de la pena de muerte, al autor & Cent Vingt
Journtes ... Su sadismo parece tener el carácter de una simple perversion intelectual. Y
si es verdad que fue obligado, durante un cierto período, a abandonar Francia, e inclu-
so se le encerr.0 en prision, todo cuanto pudo haberle sido imputado dista enorme-
mente de los honores descritos en sus libros. Por lo demás, habiendo vivido durante
el peraodo del Terror de la Revolucion Francesa, la ocasion que ello pudo ofrecer a
alguien cruel y sanguinario n o fue en modo alguno aprovechada por el. Son ilustrati-
vas, fmaimente, las instrucciones que dejó en su testamento, referentes al lugar en que
debía ser enterrado: "La fosa, una vez recubierta, ser2 sembrada de bellotas, para que
después, al encontrarse el terreno de la citada fosa guarnecido de nuevo y el monte
cubierto como lo estaba antes, las huellas de m i tumba desaparezcan de encima de
la superficie de la tierra como m e ufano de que mi memoria desparezca de la memo-
ria de los hombresJf ". Como si el acatar la volubiüdad de la naturaleza llevara a
Sade a negarse a si mismo y a su obra como realidades constitutivas ...
"Si la naturaleza n o hiciera sino crear, y o podría creer con esos fastidiosos so-
fitas que el más sublime de todos los actos sería &abajar en l o productivo, y acor-
daría con ellos que la negativa de producir debe necesariamente ser un crimen; la
observación mds ligera s o k e las operaciones de la naturaleza, sin embargo, n o
prueba sino que las destrucciones son tan necesarias a sus planes como
la creación ;que una y otra de estas operaciones se enlazan y encadenan tan intima-
mente que es imposible que una pueda obrar sin la otra... la destrucción es una de las
leyes de la naturaleza, como la creacion. Admitido este principio ... iCómopuedo ofen-
der a la naturaleza rechazando crear?" 6 . Afirma pues Sade que la destrucción goza
del mismo estatuto de Licitud que la creacion, propugnada ésta por la reflexibn occi-
dental como iinico objeto de la fdosofía -descripción de gCnesis lineales, de identida-
des, de sistematizaciones, de crfticas inequívocamente constructivas. Numerosos
(27) hfario Praz, La carne, la niorte e il diavoio nella lettwafura romantica. Milano 1930, pág.
104.
(28) Ciento vevite dlus de Sodor?la, pág. 1 3 9 .
(29) Bataille. La literatiira y el tnai, pág. 97.
Nietszche, Foucault denuncia que a través de su obra dernimbada por la locura, el
mundo siente su culpabilidad. En este sentido la paulatina degradación estilistica que
en Francia culmina con algunos pensadores recientes, entre quienes no es extraña la
revalorizacion de Sade (v. gr. la equívoca sintaxis de Bataille, abocada al expresionis-
mo), es significativa. 'i'extos que acusan, se revuelven y ensanchan las fisuras a través
de las cuales el "deiirio" razona y se apropia del lenguaje, abriendo una interrogacion
que se erige sobre la convicción de que toda voluntad de verdad, "prodigiosa maqui-
naria destinada a excluir" (Foucault), constituye una mutílacibn de la misma verdad
en función de los requerimientos del poder, productor de discursos cuyas enuncia-
ciones "verdaderas" cambian, sin embargo, incesantemente. Obras que se pronun-
cian, como réplica al sistema de inclusión y exclusion, contra aquello que ejerce
su presión sobre el discurso y lo legitima a través de instituciones que lo reconducen
e imponen. Obras cuya tesis define a la sola creacibn como un limite. Y el imite
-Bataille nos alecciona- nos es dado hnicamente para ser excedido.