Beltrán, Miguel - La Pasión Del Marqués de Sade PDF

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LA PASION DEL MARQUES DE SADE

MIGUEL BELTRAN

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En su Histoire de la folie a l'dge classique, Michel Foucault denuncia la dico-
tomía entre razón y sinrazón que impuso el cartesianismo, las restricciones a que en
le grand siecle fue sometida la locura por parte del poder (desde la expresión institu-
cionalizada de la misma al internamiento de quienes la padecen, y, claro está, la pros-
cripcibn de toda exposicion discursiva proviniente de la irracionalidad). Para Descar-
tes el sujeto que piensa es inmune a la contaminacibn de la locura; el mismo ejercicio
de la razón -id est, la cogitacion- elimina por su solo acontecer toda experiencia de
sinrazón. Así, la locura se concibe como necesariamente ajena al pensamiento, deste-
nada del dominio en el que residen las pretensiones de verdad que el sujeto proclama.
Se equiparan verdad y razón, y la eminencia del Yo es sustentada sobre su cometido
de percibir lo cierto. De este modo, la razón irrazonable que preservó el Renacimiento
-el raciocinio anal6gico y toda ciencia anüintelectualista cuyo medio fue la intuición
global del mundo y la directa del objeto- se ve repudiada por el cartesianismo. En este
sentido el siglo XVII inculpa -reduciendo10 al concepto de locura- todo comporta-
miento referible al pensamiento libre y al sistema de las pasiones. La expresibn del
libertinaje es, en el siglo XVII, sinrazón, y en consecuencia se la somete al interdicto.
El lenguaje omite su elucidaci6n dado que esta resultaria en palabras sin sigdicado. Su
abolicion es total en el orden escrito.
Sade, en el siglo XVIII, cuestiona el consolidado Yo cartesiano que se erige
prepotente en la articulaci6n entre razón y locura. En sus obras prescnie la ausencia
de sujeto. El hombre es reducido a máquina de pensar y gozar (considkrese el prece-
dente de La Mettrie, sobre todo su Anti-Séneca). Asistimos a la polarización del sujeto
-"la cabeza y los cojonesy'- que no puede interpretarse como un vestigio del dualis-
mo cartesiano, en cuanto que la cabeza no es un sustituto del Cogito, sino el dispo-
sitivo de conjunto cuya rnisibn es prodigar la diversificación, refinamiento e intensi-
dad de los efectos del erotismo. En este sentido cabe mterpretar las palabras de La
Duclós en Cent Vingt journées de Sodome: "Yo afirmaría que no es tanto la sen-
sacion física c m o la moral la que les iieva a estos paroxismos; estoy segura de que si
esas personas n o supieran nada de moral no podrian acceder a semejante paraiso de
voluptuosidad" l . Aún más deliciosamente explfcito, Sade llega a afirmar que cuanto
más espíritu se tiene, mejor se gustan las d u h r a s del sexo. El pensamiento se con-
vierte de este modo en un instrumento del placer; hace posiile la transgresión y lleva
al extremo la anulación del conflicto entre lo que se desea y la ley que establece la
moral. El sujeto cartesiano se disgrega si desaparece este conflicto, y esto es lo que
anhela el Libertino sadiano: Trastocar el orden del universo. El sistema debe confor-
marse al deseo. Siendo así, el goce supremo es "el de la cabeza", y a ello se debe la
preeminencia del sentido auditivo (que debe entenderse propiamente como la del
lenguaje). El Libertino se provee de cuanto pueda satisfacer a los demás sentidos por
(1) Ciento veinte días de Sodoma, Ed. ATE (1983),pág. 174.
la lubricidad, y se deleita en esta situación mediante el relato en detalle, exfoliado,
de las diferentes acciones que suscita la disipación. Queda pues c ~ ~ g u r a el
d oproceso
mediante el cual Sade penetra en l o intelectural. El placer del oído es placer del enten-
dimiento, pues el discurso cifra el libertinaje como asunto de método y conocimiento,
y es el único elemento que posibilita a aquel el saber de sí mismo. De este modo la
línea divisioria que el racionalismo había situado entre saber y deseo desaparece. En
la obra de Sade la filosofía se enseña en el boudoir, el discurso se perpetra en el devenir
orgiastico; todo saber concierne sin mediación al cuerpo, y éste se hace deseable sólo
en la medida en que el lenguaje 10 convierte en el mismo centro de su razón de ser.
La misma desnudez niega la subjetividad. Sade soslaya al sujeto del Cogito
mediante la irnposicion de su reverso, negando los atributos que Descartes confiere
al Yo -inmortalidad, virtud, menosprecio del cuerpo, sumisión social-. Siendo
el goce sólo una exaltación orgánica, los sujetos no son individualizables. Si el do-
mi& te6rico y social de la Razón situó toda transgresión moral en el arnbito del deli-
rio, sade crea la contrasociedad, en la cual eS posible, a la vez, transgredir y saber. Es
ésta un espacio privado de luz, incaccesible a todo exterior; su existencia precisa de
un código que regirá la comunidad (como se observa en Silling *),y cuya inobservan-
cia no es siquiera permitida a los dominadores. No parece preciso explicar que las
sociedades de Sade se imponen bajo la forma de kstitucion y no la de contrato.
Deleuze h a señalado a este respecto que el pensamiento sadiano tiende a establecer
la institucion mediante un estatuto de larga duración, que confiere un poder cuyos
efectos deben perjudicar a terceros. La instituci6n supone la inutilidad de las leyes,
que son sustituidas por un modelo de acción regido por el poder y la fuerza. Su pro-
pia dinámica hace burla de la ley y se considera superior a eila. Sade parece no poder
elegir sino esta radical propuesta frente al intransigente espacio teórico del raciona-
lismo.
Foucault ha definido la obra de Sade como Única teorla de las existencias de la
sinrazón. La exposicibn del iiiertinaje es la de los actos anónimos y acosados que
hasta entonces habían sido reducidos a la reclusión o al internamiento. ';a&
reduce la facultad demostrativa -función suprema del lenguaje para el racionalista-
a instrumento mediante el cual el libertino divulga una constitución o condesciende
al diálogo con su víctima (situacion esta última a la que asistimos con frecuencia en
justine, cuya heroma se convierte en confidente de todos sus ofensores). La intención
del sadiano no es persuadir, sino descifrar al razonamiento en s i mismo como una
violencia, que con su perfecta bgica y poder rigurosos se convierte en un instrumento
de los dominadores. El poder y la verdad confluyen, pues, en la omnipotencia de quien
demuestra. Ello puede explicar que el libertino iniciado en la "Sociedad de amigos
del crimen" deba comprometerse a realizar todos los crímenes, "aún los más execra-
bles'', al mas ligero deseo de sus pasiones, pues la razón debe someterse al &seo. 'Za

(2) Silling es el nombre de la fortaleza en la que se encierran con sus víctimas los libertinos de
Ciento Ve'eúzte dzhs de Sodoma.
esencia de las obras de Sade es destruir" 3 , precisa Bataille. Destrucción de víctimas
y leyes; la del propio libertino que se ensaña en símismo, y, como coronación parado-
jica, la de la misma obra y de su autor.
(i) En Sade el cuerpo es simple concreccción material, sometida a un despia-
dado proceso de despersonalizacion. Ignoramos de las víctimas sus rostros convulsos,
su temor, el grado de sus sufrimientos, la sangre vertida. Unicamente sus gritos nos
son revelados imprevista y anónimamente. El cuerpo de la víctima es reducido a un
sistema de organos carente de unidad interior, como si de un conjunto de cantidades
se batase. La descripcion de .ys actitudes no cumple otra funcibn que la de pretextar
figuras sensibles sobre las que se construyen demostraciones. Sade ordena todas las
formas del deseo abocándose a una prolija enumeración de su posible satisfacción:
son medidos los organos, registrados los actos, computadas las operaciones. Este pla-
cer por la enumeración tiene su razón de ser en la distinción -puesta de relieve por
Klossowski - entre las dos Naturalezas: Naturaleza Primera, Idea pura del entendi-
miento, estricta negación no sometida a la necesidad de crear; esta Naturaleza no es
dable empiiicamente, puesto que la negci6n que comporta -Sade no lo ignoraba- es
un delirio de la razón, y sólo objeto de esta. Inversamente, la Naturaleza Segunda se
subordina a las reglas y leyes que le son propias; supone el elemento penonal y limi-
tado -humano-, cuyas destrucciones son inevitablemente imperfectas y, en defini-
tiva, envés de otras creaciones, dado que en el desorden originan, sin apelación, un tipo
distinto de orden.
Asi, la perenne consternación del libertino sadiano proviene de su conocimien-
to de que el crimen absoluto le es imposible a su ~nfimanaturaleza. El libertino no
podrá consolarse percatándose de que el dolor de los otros le procura placer, porque
este mismo placer indica que lo negativo se convierte en reverso de una positividad. En
este sentido la enumeracion produce la ficcibn acumulativa que permite -hipotéti-
camente- aproximarse a la Naturaleza Primera, aun cuando la conciencia lúcida de lo
ingente de dicha reiteracion conducira al sádico al aborrecimiento de la misma. El li-
bertino no podre. ya mostrarse excitado por los objetos temporáneos que se apropia
para su placer, sino por el objeto que no está presenta, la idea del Mal. "Sólo me
reconozco h cam bre -confiesa Curval- realizando los actos m& abyectos y sucios'' ,
y Blangis, a su vez, refiere: "Yo he robado, violado, asesinado, incendiado, pero jamás
mi maeal ha sido perseguir un objeto más alla de estas a trociadades, sino la atrocidad
misma. Mi placer radica n o en el objeto, sino en el hecho abstracto de que practico
la maldad; por ello b e tenido unas fuertes erecciones, lo que quiere decir quela esen-
cia del libertinaje está en el mal mismo, y no en el objeto; 9 éste no comportara el
mai, estoy seguro de que n o provocaría en m i una ereccibn" '. Los personajes de Sa-
de se desesperan atormentadamente, ya que les consta la insignificancia de sus cri-

(3) hlichel Foucualt. Historio de la locicra. (1964). F C E , México (1979)


(4) Georges Batdle. La literanrra y el ~?ial(1957) Ed. wst. (1983), pág. 87.
(5) Piene Klossowki. Sade, »lo11 prochoin. Ed. de Seuil 1947.
(6) Ciento veinte diás de Sodoma, pá:. 86.
menes respecto a la idea que les da origen, el Mal,que n o puede alcanzarse plenamente
sino gracias a h "omnipotencia del razanamiento"; sueñan con un crimen universal
e impersonal, "cuyo efecto -anota Clairwil- prasiguiera pemanen ternente en accion
aún cuando y o deara de actuar, de tal modo que no hubiera un solo instante de mi
'
vida, incluso durmiendo, en el que n o fuera causa de algún desorden" .La pretensi6n
responde el relato sadiano prolongándose, rehaciéndose incansablemente para aproxi-
marse a la suma definitiva. El último número, esta es la paradoja específicamente sa-
diana, entendida como desorden absoluto pero inaccesible: "Cuhtas veces hubiera
querido coger el sol y abrasar can sus llamas al mundo entero, y n o tenerme que ccn-
fomar con pulverizar a media docena de insignificantes seres vivas" '.Ei deseo de
abatir los propios límites da origen a este anhelo de fu46n con la Naturaleza m e -
ra. Imperfectamente resuelta, esta fusión es pretendida por el libertino, en primer lu-
gar, mediante la destruccion de seres semejantes a el mismo, quienes, en tanto que m-
dividuos, desaparecen con la muerte. (El materialismo de Sade le impide ver la destmc-
ción de objetos sino como mera trasposici6n de materia, irrelevante a su afán de di-
solución). La violencia sufrida por u n hombre, en cambio, le substrae al orden de las
cosas finitas, le devuelve a la infinitud. "Hay, par,el hecho de la muerte violenta, mp-
tura de la discontinuidad de un ser" (Bataiile) ; Así, la víctima es entregada a lo ili--
mitado.
(ii) Despues de explayarse en el crimen sobre seres semejantes a él, al liier-
tino le queda el enfrentamiento con la propia muerte. SU Última provocacih es p r o
clamarla deseable, ensalzarla como el máximo goce: "QuB voluptuosidadla de destruir.
No conozco nada que acaricie m& deliciosamente, no existe éxtasis comparable al que
'
se saborea entreghdose a esta divina infamia" O . La reflexión conduce al libertino
a contemplar la propia destruccion como aquella que puede perpetrar con mayor pla-
cer, dado que la posesion del cuerpo al que se destruye es perfecta, y asienta: "Hay
placer en morir" ''. Al mismo deseo de autoanulacion responde el efecto de total
despersonalización en el que se dispone al gmpo orgíaco. 'Za orgía exige la equivalen-
cia de los participan tes. Es, en principio, negacion acabada del aspecto individual" 12,
escribe Bataille. De este modo libertino y víctima se equiparan, sumergitndose en un
conjunto anónimo: "Vi un instante en el que todos los miembros de la sociedad no
formaban más que un sólo y único grupo, n o había ni uno solo que no fuese aFnte
'
o paciente, y sólo se oían suspiros y gritos de descarga" 3 . Se disuelven las identida-
des, la individualidad se abate, los pronombres son impersonales y los verbos pasivos.
Sutilmente el placer por la autodestruccion se concreta en la búsqueda de un
estado de prostracibn anexo al acto libertino. Lo define Curval: "Simplemente es el

(7) Ibid., pág. 101.


(8) Bataiile. El erotisnlo (1957) Ed. Cast. (1979) Tusquets editores.
(9) Citado por Evola. Metafrrica del sesso, pág. 158.
(10) Sade, Oez~vres,IX, 437.
(11) Bataille. Elerotisrno, pág. 179.
(12) Sade, Oruvres, VIII, 425.
(13) Ciento veinte dias de Sodorna, pág. 52.
estado al que se llega después de experimentar una terrible devastadora lubricidad. El
desengañ o, el hastío, es paralelo a la intensidad de la pasión que precede aI estallido.
EI h m t r e , entonces, se muestra tal como es; una vez apagada ésta, la pasián es una
sensadbn superpuesta, que nos hace odiar la felicidad, parque la felicidad nos ha ex-
tenuado" 14. El acto libertino desemboca deliberadamente en el hastío, Cste es el
término al que tiende, aún de modo subrepticio, el personaje sadiano, en un intento
que responde al impulso de llegar al limite de lo posible. EI mismo goce no es sino
la pBrdida mortal que extenfia al cuerpo al tiempo que lo colma. Ello explica también
la preferencia por practicas sexuales cuyo efecto es la total esterilidad. El elogio
de la sodomía se une a un razonamiento contra la "propagacion"; la sodomía es la
eleccion del goce que derrocha, que dilapida sin finalidad, ajeno a toda disposición
proyectiva. Más allá de esta, la masturbación, que niega el intercambio; Sade la de-
fine como la forma de sexualidad más perversa, substraída a todo posible control, y
que responde "k encerramiento especular del sujeto en su fantasía". Los hiertinos
que aparecen en las narraciones de La Duelos "descargan" ~610mediante esta práctica,
que se convierte en la más intransitiva forma de autosuficiencia. Del mismo modo
la consideracion del excremento -y la excitacion a e? debida- tiene por objeto la vin-
culación del elemento fecundo con lo estCrii. Así pues, el sistema del iiiertino es en
esencia el de la improduccion.
Bataille ha reafirmado la inefable proximidad entre la disolucion y la volup-
tuosidad: "En ,el momen t o de la fiebre sexu al... gastamai nuestras fuerzas sin mesura,
y a veces, en la violencia de la pasion diiapidamai, sin provecho, recursos considera-
bles" 15. El líbertino no accede a la verdadera felicidad sino gastando vanamente,
asegumdose de la inmediata inutilidad, del caracter estéril de su acto. Así, Blanchot
sitiia en el mismo centro del universo sadiano la exigencia de aislamiento moral, que
se eleva como una inmensa negacibn. La libertad desenfrenada engendra el vacio, al
que responde la deliberada desvinculación de toda moral. De este modo sintetiza
Blanchot el placer de la transgresion, al que se subordina la imperiosidad de cual-
quier otro impulso: "EI individuo de h o y representa cierta cantidad de fuerza; la
mayor parte del tiempo dispersa sus fuerzas alienánddas en beneficio de esos simula-
cros que llama los demás, Dios, el Ideal; con esta dkpersión comete el error de agotar
sus posibiiidades despiifarrbdolas, pero aún más de fundamentar su conducta sobre
la deblidad ... Pero el hombre verdadero sabe que esta solo, y acepb estar1o;niega
todo l o que en él, herencia de 1 7 siglos de cobardiá, se remite a otros ,por ejemplo,
]&tima, gratitud, amar, son sentimientos que 41 destruye; destruyendolas, recupera to-
da la fuerza que hubiese tenido que dedicar a estos impulsos debditadores, y, l o que es
aún m& importante, extrae de ese trabajo de destruccion el comienzo de una energía
'
verdadera" 6 . En tanto que el libertino se eleva sobre estos "~imulacros'~,la írans-
gresión consiste en malgastar su energía rehuyendo tales finalidades. El individuo sa-

(14) Bataiile, El erotistr~o,pág. 235.


(15) híaurice ~ l a n c h o tLmrneárnont
. e t Snde. Ed. de hlinuit 1949, pág. 256-7.
(16) Citado por Blanchot, op. cit. pag. 236.
diano goza del vacío aceptado, de la realización de lo estéril, de la experiencia sin
proyección.
LLegados a este punto, la búsqueda de destrucción anula la lujuria. Sade nos
advierte de que el crimen "carnetido en el endurecimiento de la parte sensitiva", el
crimen oscuro y secreto -en tanto que acto de un alma que, hbiéndolo destruido
todo, acumula una inmensa fuerza- es mucho más preciable. Desde la negación del
projimo hasta la propia, el libertino, avido de una ilimitada expansión, llevado por
el razonamiento hasta el límite de lo posible, accede al aislamiento moral, donde in-
cluso el placer es accesorio: Importa sólo el crimen, prescindiendo de quién sea la
víctima. La Idea, exigencia anterior al individuo y que le abarca, impone su movi-
lizaci~n,subyugándole. Uno de los personajes de Sade llega a pronunciarse de este
modo, habiendose convertido para é l el placer en deseo de consunción: "Me gusta
tu ferocidad. Júrame que un día también seré tu victima; desde que tenia quince
años mi cabeza n o se abrasa más que con la idea de perecer víctima de las cmelespa-
siones del libertinaje. No quiero morir mañana, sin duda; mi extravagancia no llega has-
ta ahi'. Pero no quiero morir más que de esta manera; convertirme al marir en la oca-
'
sion de un crimen es una idea que se me su be a la cabeza y me embriaga" '. El pla-
cer que conlleva la conciencia de la propia destnicci6n por la muerte culmina una vida
a la que solo justifica la necesidad de destruir. La última profanacion del libertino -de-
sear su propia muerte, proclamar su voluptuosidad- es reducir el por ve^ a algo
indigno de atencibn, inmeritorio, exento de interés. Elhiertino pretende no recrearse
en nada imperecedero, nada que tenga un lugar en la civilizacion o la historia, nada que
presuponga una huella, un enclave, una perseverancia en el ser. Su intencibn es, inver-
samente, difamar toda perduracion. En la propia muerte es consumado todo. Pere-
ciendo víctima del cúmulo de crímenes que desata, el libertino se regocija del triun-
fo que el Crimen, divinizado, celebra en Última instancia sobre 61 mismo.
(iii) Sade veja al lenguaje al obligarlo a tomar a su cargo las palabras que dan
cuenta de lo reprobable. Sus textos proclaman la soberanía moral del mal a través
de una enunciaci6n desmetaforizada de lo que no es confesable. De esta forma tiene
lugar la más radical modalidad de lo obsceno, la que se inscribe en el orden más eficaz
e irreductible: El lenguaje. Sade hace confesar a este que su eficiencia presupone es-
tratificaciones mantenidas por el poder. Hiriendo reiteradamente el cuerpo de la ins-
titución linguística, los textos sadianos son un dispositivo que obliga a aqueiia a exhi-
bir la violencia que comporta toda enunciacion. El lenguaje en Sade se convierte en
relato discontinuo, cuyo orden pertenece exclusivamente al libertino. (En consecuen-
cia, el lector de Sade se convierte en un cómplice, confabula con 61, dado que no le
esta vedada la recepcion del lenguaje y, por ello mismo, adquiere la categoría de do-
minador). El lenguaje es impropio de la víctima, porque confiere poder. Su materiali-
zacibn -ya lo hemos visto- es la causa misma del goce. Por larga y abstracta que fuere,
la disertacion no es susceptible de provocar aburrimiento, dado que en sí misma es
placer y condicion directa de su intensidad. El discurso afirma el placer en tanto que

(17) Jlrrrir~e.Ed. Espiral Ficción, pig. 6 3 .


consiente al desenfreno físico que piense y programe. Permite el acceso al verdadero
libertinaje, al inscribirlo en el espacio del discurso. Este es, par excellence, el crimen
sadiano. La transgresión que consiste en convertir a la violencia -cuya esencia es si-
lencio- en texto, expresi6n hegemónica del hombre civilizado; si el lenguaje ha teni-
do como misión reducir la violencia, Sade transmuta su cometido más lnclito al for-
mular a éste del mismo modo en que se ha venido propugnando su exclusion.
Los torturadores de Sade se abandonan a largos discursos en los que se demues-
tran su razón. Pese a que los juicios que defienden son con frecuencia contradictorios
entre sí, su afirmaci~n de la primacia del crimen es unánime. De este modo se que-
branta el silencio propio de la violencia, en un discurso que es en realidad paradójico,
dado que el hombre "solitario" n o se explica ni justifica jamás. Como refiere Blan-
chot, el solitario moral se encamina hacia la negacion total; a la de todos los demás
primero, y, por una especie de lógica monstruosa, a la de sí mismo.
En tanto que lo que sostiene no puede eludirse sin que nos ignoremos a noso-
tros mismos, el pensamiento de Sade no es reductiile a la locura. Sus obras nos obli-
gan a apurar nuestra parte oscura, revelándola, a aceptarla aún cuando fuere sblo por
su misma condicibn de ineludible. La conciencia debe extender sus límites con el fin
de abarcar los deseos de la violencia, hacer a Csta reflexiva. Sade explora decidida-
mete la conciencia para acendrar el placer. Y su vinculación entre conciencia y vio-
lencia -entendimiento y goce-, operada a través de la posibilidad de discursar sobre
los objetos de la pasión, emplaza al saber como mediador entre el deseo y su traduc-
cion en efectos. Sade se empeña en introducir en la conciencia aquello que subleva
a la conciencia. Su conviccibn de que lo más afrentoso es, a la vez, el más alto provo-
cador de placer, le conduce a formular de manera discursiva la irregularidad moral
y cuanto el racionalismo silencio como locura.
El decirlo todo es la consumacidn de aquello mismo sobre lo que se informa.
Es llevar hasta el extremo -irónicamente- los preceptos de la confesion espiritual.
Y la declaración, la confesión -ya lo sabemos- anula la culpabilidad. Con Sade
descubrimos que la verdadera razón no está Libre de vínculos con la locura. Lo que el
cartesianismo sometid pero que subsistía inefable en la oscuridad no revelada, reapa-
rece en Sade como discurso y verdad. Los Libertinos sadianos, encerrados en obscuras
fortalezas, reencuentran esta verdad olvidada, y, no obstante, subsistente: Ningún de-
'
seo es contra natura -"Nada ofende a la naturaleza" s- puesto que es dado al hom-
bre por ella misma, y es ella la que le adiestra en los mismos medios que le permiten
su satisfacción. La locura que provoca el deseo, los crmenes, las más inenarrables pa-
siones, son prudencia y razón, ya que se integran en el orden de la naturaleza. &de
nos insta, impllcitamente, a su exhaustivo acatamiento: "No conocerás nada si no has
'
conocido todo" 9 . Todo es la Naturaleza revelada y manifiesta.
Si el lenguaje es la forma misma de la ley, si mediante él se construye toda
sociabiiidad, si su cometido es vigilar con el mis extremado rigor, entonces toda ve-

(18) Cent Vingt jo~rrnéesde Sodoine. Citado por Foucualt, op. cit.. pis. 296.
(19) Sade, Oeuvres VII, 401.
jación infligida al lenguaje se convierte en el puro modelo del crimen, su más alta
posibilidad. ' E l crimen mara1 -escnie Sade-, aquel al que se llega por escrito" l o .
Este es el crimen del cual Sade entiende hacerje culpable. Sus textos operan una do-
ble traición: Contra los códigos de exclusión de la lengua literaria, al rechazarin toto
los procedimientos metafórico5 (en Sade la exposición es crudamente directa), y trai-
ción a la cultura a través de esta misma corrupción minuciosa de la lengua. El decirlo
todo es el crimen que engendra formalmente todos los que enuncia. Refiramonos
-siquiera brevemente- a este crimen que Sade se goza en reiterar.
La traición se produce por la frontalidad del relato sadiano. En el la imagen,
clara y prodigiosamente delineada, inunda la escena. Se suprime la metáfora, en un
contexto en el que el c6digo literario no podía tolerar ningún enunciado frontal,
con el agravante de que la accion es situada en una sociedad históricamente localizable.
Y es ~ ~ c a t i que
v o en el instante mismo del placer, el signo más notable de que el
orden se derrumba en la pérdida total del lenguaje discursivo, lo que no permite arguir
que Sade ignorase la relación entre lenguaje y orden. En el orgasmo, el grito substi-
tuye a la exposición: intewiene para interrumpir el discurso, consumando su eficacia.
El goce se constituye asf en una asimbólica ruptura del orden. Pero el lenguaje ha
tenido como cometido propiciar esta misma consumacion.
(iiii) Inexorable Sade emprende la más refinada forma de autodestruccibn que
concebirá el pensamiento moderno: la del propio autor a través de su obra. Toda
lectura literal de sus textos es infructuosa, inútil su interpretacion unfvoca. Cualquier
intento de elucidar la coherencia ideológica del Sade autor es ficticio, e insostenible.
El estudio de Kiossowki, ya citado, ha mostrado cabalmente que Sade es inaprehen-
sible a través de sus obras. De las enfrentadas filosofías que sus personajes defienden
no puede atribuirsele ninguna. Sus razonamientos se invalídan mutuamente, discurren
divergentes y múltiples. Frecuentemente explicitan una teología de "el ser supremo
en maldad"; otras veces se sostiene un materialismo ateológico. Se contrapone abierta-
mente la sensibilidad a la depravacion, para luego considerar a una como proyeccion
de la otra. La Naturaleza en estado de perpetuo movimiento -que substituye a Dios-
es alternativamente preferida y denostada. En suma, Sade se substrae a todo pronun-
ciamiento que defina su pensamiento real. Sintomáticamente firma con el seud6nimo
Des Aulnets una carta (26-1-1782) en la que subraya la responsabilidad moral del ser
humano: "Oh, hombre! a tí te toca pronunciarte sobre lo que está bien y lo que está
mal..." l . Con respecto a la valoraci6n de su propia obra es igualmente ambiguo. Sa-
bemos que la pérdida de sus manuscritos durante la revuelta de la Bastilla le abrumó
de tal modo (murio creyendo que sus Cent Vingt journées ... habían desaparecido
para siempre), que puede leerse en su correspondencia: "... mis manuscritos, por cuya
pérdida vierto lágrimas de sangre. ..jamás podré dexribiros mi desesperacih ante
tal pérdida. Es irreparable para m i..." . NO obstante, en carta de 12-6-1797 escri-

(20) Correspondar~ce,p3g. 182-3. Publicado por Bordin, Paris, 1 9 2 9 , 4 ed.


(21) Ibid.,pág. 14-15.
(22) Jirstu7e. Trad. esp. Espiral Ficción. Prefacio, pág 5 .
be a Reinaud, su abogado en Provence, refirikndose a Justine, primera de sus nove; l s

y editada en vida del autor: "Quemada y n o la Ieais, si por carnalidad cae en vuestras
m a n a . Reniego de ella" 23. En la primera parte de esta misma obra, se refiere a
'70s sistemas erróneos que ponemos en boca de nuestros personajesff,pero no los iden-
tifica. La insistencia con la que a lo largo de sus textos Sade hace razonable la incli-
nación al Mal, por medio de especiosas argumentaciones, parece hacer lícita la creen-
cia de que toda eila esta destinada a proclamar su deseabilidad. "Sade m 6 el mal"
-sentencia Bataille 24-, pero es verdad que ninguno de los Mosofos sadianos en sus
extensas disertaciones encuentra principio alguno que repare la naturaleza maldita
de sus acciones. Tampoco la pretenden, en tanto que es su caacter transgresor lo
que convierte en placenteros sus actos. No hay pues, en mi opini6n, fundamento ni
rigor que permita subordinar la obra de Sade a un principio, del mismo modo que es
dificil reconocer en el hombre desmedidamente generoso que salvó del cadalso a los
Montreul y abogó por la desapancibn de la pena de muerte, al autor & Cent Vingt
Journtes ... Su sadismo parece tener el carácter de una simple perversion intelectual. Y
si es verdad que fue obligado, durante un cierto período, a abandonar Francia, e inclu-
so se le encerr.0 en prision, todo cuanto pudo haberle sido imputado dista enorme-
mente de los honores descritos en sus libros. Por lo demás, habiendo vivido durante
el peraodo del Terror de la Revolucion Francesa, la ocasion que ello pudo ofrecer a
alguien cruel y sanguinario n o fue en modo alguno aprovechada por el. Son ilustrati-
vas, fmaimente, las instrucciones que dejó en su testamento, referentes al lugar en que
debía ser enterrado: "La fosa, una vez recubierta, ser2 sembrada de bellotas, para que
después, al encontrarse el terreno de la citada fosa guarnecido de nuevo y el monte
cubierto como lo estaba antes, las huellas de m i tumba desaparezcan de encima de
la superficie de la tierra como m e ufano de que mi memoria desparezca de la memo-
ria de los hombresJf ". Como si el acatar la volubiüdad de la naturaleza llevara a
Sade a negarse a si mismo y a su obra como realidades constitutivas ...
"Si la naturaleza n o hiciera sino crear, y o podría creer con esos fastidiosos so-
fitas que el más sublime de todos los actos sería &abajar en l o productivo, y acor-
daría con ellos que la negativa de producir debe necesariamente ser un crimen; la
observación mds ligera s o k e las operaciones de la naturaleza, sin embargo, n o
prueba sino que las destrucciones son tan necesarias a sus planes como
la creación ;que una y otra de estas operaciones se enlazan y encadenan tan intima-
mente que es imposible que una pueda obrar sin la otra... la destrucción es una de las
leyes de la naturaleza, como la creacion. Admitido este principio ... iCómopuedo ofen-
der a la naturaleza rechazando crear?" 6 . Afirma pues Sade que la destrucción goza
del mismo estatuto de Licitud que la creacion, propugnada ésta por la reflexibn occi-
dental como iinico objeto de la fdosofía -descripción de gCnesis lineales, de identida-
des, de sistematizaciones, de crfticas inequívocamente constructivas. Numerosos

(23) Ibid. pág. 14-15.


(24) Bataille. La literunira y el mul, pág. 89.
(25) ApoUinairc. L'Oeiivre de Sude. Paris 1909, pig. 145.
(26) Sade, Oeirvres VIII, 308.
razonamientos -celebre es el de Domalcé en Lo Philosophie dans lc Boudoir- reve-
lan el error de toda reflexión que ignore el poder de la destruccion y el mal. La obra
de Sade gesta la contradicción debido a que su objetivo es ser centro de una volunta-
ria condenación. Toda ella es una transposición de los signos que el universo clasico
postulo inamovibles. Creemos sin embargo errónea la consideracibn de Praz ',según
la cual Sade sostiene categóricamente que el Mal constituye la esencia de Dios y10 la
Namra. Admitido este supuesto -arguye Praz- el sádico que desee gozar del placer
de la transgresión no tendrá otra alternativa que la práctica de la bondad y la virtud,
dado que en tstas consiste la única violencia posible contra lo que, según el supues-
to, constituye el fondo Ciltimo de la creación. La obra de Sade, sin embargo, reitera
la imposicion de una naturaleza cuyo carácter esencial es otro, a saber, la inconstan-
cia, la falta de proyeccion, la ateleologfa, y que, por ello mismo, induce a ' l ' h m e
réel" -definido como el que adopta su moral compelido por las satisfacciones inme-
diatas que esta elección pueda proveerle- a la apreciacion únicamente de acciones
cuyos ñnes sean no-mediatos las sensaciones físicas: "¿Vas a comparar un goce
quimérico, como es hacer el bien, con el real de hacer el mal?. E1 uno está llena de
prejuicios; el segundo se funda en la m ó n ; el primero logra un placer efímero a tra-
vés de la más falsa de nuestra sensaciones: el argullo; el otro, aparte de que contra-
dice las opiniones comunes, es capaz de inflamar todas las pasiones en un verdadero
goce del espii-itu" 2 8 . Se repudia todo maniquehmo moral, lo que hace anotar a
Bataille, refiriendose nuevamente a Cent Vingt journées ...: "Este libro es el único
ante el cuai el espiritu del homhre da la medida de lo que es... el lenguaje del univer-
so lento, que degrada, con golpe certero, que martiriza y destruye a la totalidad de
seres a los que dio vida" 2 9 . La imaginacion revela lo infame y lo sobrepasa, trans-
formando en expresión razonada las mociones incontroladas sobre cuya negación
se constniye el edificio social y la imagen del hombre. El racionalismo propugn6
la supresión -en el ámbito del discurso- del deseo que altera la claridad de la concien-
cia. Sade anuncia la realidad de la conciencia del deseo. A travCs de el el mundo
occidental adquiere la posibilidad de conjurar lúcidamente lo irracional haciCndolo
irrumpir en la conciencia.
Desde Sade se acendra en el pensamiento moderno la inquietud con respecto
a lo decible. Tiene lugar un cuestionamiento concreto y persistente de las operacio-
nes de exclusion que el lenguaje describe (un hilo sinuoso conduce estas reflexiones,
sometidas a ocultarnientos y apariciones sobitos). En la perpleja confluencia entre
desconfianza y texto se reflejará la búsqueda de una fulguracion pura, sin proyeccion.
Su cometido es soliviantar los presupuestos de la razón occidental, los conceptos que
Csta considera incomrnovíbles y cuyas esencias han sido construidas -como la genealo-
gfa nos permite comprobar- a partir de formas que les son extrañas. Refiriéndose a

(27) hfario Praz, La carne, la niorte e il diavoio nella lettwafura romantica. Milano 1930, pág.
104.
(28) Ciento vevite dlus de Sodor?la, pág. 1 3 9 .
(29) Bataille. La literatiira y el tnai, pág. 97.
Nietszche, Foucault denuncia que a través de su obra dernimbada por la locura, el
mundo siente su culpabilidad. En este sentido la paulatina degradación estilistica que
en Francia culmina con algunos pensadores recientes, entre quienes no es extraña la
revalorizacion de Sade (v. gr. la equívoca sintaxis de Bataille, abocada al expresionis-
mo), es significativa. 'i'extos que acusan, se revuelven y ensanchan las fisuras a través
de las cuales el "deiirio" razona y se apropia del lenguaje, abriendo una interrogacion
que se erige sobre la convicción de que toda voluntad de verdad, "prodigiosa maqui-
naria destinada a excluir" (Foucault), constituye una mutílacibn de la misma verdad
en función de los requerimientos del poder, productor de discursos cuyas enuncia-
ciones "verdaderas" cambian, sin embargo, incesantemente. Obras que se pronun-
cian, como réplica al sistema de inclusión y exclusion, contra aquello que ejerce
su presión sobre el discurso y lo legitima a través de instituciones que lo reconducen
e imponen. Obras cuya tesis define a la sola creacibn como un limite. Y el imite
-Bataille nos alecciona- nos es dado hnicamente para ser excedido.

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