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Este libro es una radiografía de los jóvenes que aun no cumplen treinta años.
Su manera de vivir y de vestir, de drogarse y escuchar música, de hablar y
divertirse, de practicar política y hacer el amor, de soñar y de un insistir en el
cambio de las estructuras que los manipulan y oprimen, hallan en estas
páginas desenfadadas, ácidas y quizá proféticas su expresión más coherente
y exacta.
«En la ruta de la onda» es entre nosotros el primer intento sistemático y
ambicioso de entender e interpretar a los jóvenes de hoy. Parte del caos (la
bancarrota del estado burgués, la familia, la moral, las leyes de la
convivencia, la religión, el arte y los medios de comunicación masiva) y
aspira a reordenar la vida de manera más justa y provechosa en todos los
órdenes, y a todos los niveles, que permita a los jóvenes ser y comportarse
como hombres que aspiran a vivir una vida más plena en un mundo menos
ingrato e inhumano.
Parmémides García Saldaña publicó con anterioridad un libro de cuentos:
«El rey criollo» y una novela: «Pasto verde». En cierto modo ambas obras
ponen en práctica las intuiciones y certezas que el autor expone y desarrolla
«En la ruta de la onda».
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Parmémides García Saldaña
En la ruta de la onda
ePub r1.0
Titivillus 26.03.16
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Título original: En la ruta de la onda
Parmémides García Saldaña, 1972
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RODANDO ALREDEDOR DE LA ONDA
Los líderes del hippismo fueron los rocanroleros ingleses y norteamericanos: en ellos
se detecta el movimiento: inicio, apogeo y depresión. En ellos se refleja porque
además de líderes, fueron promotores, impulsores y, después de todo el símbolo, el
tótem de la comunidad. Carentes de programas, los líderes y el movimiento fueron
más de la profecía de Papa Marx.
Lo anterior es el resultado de un concierto, al aire libre y gratis, que los Rolling
Stones ofrecieron, en el mes de diciembre de 1969, a sus seguidores, fervientes
admiradores y fanáticos discípulos, en Altamont, lugar cercano a Los Ángeles,
California.
Desde esta distancia, el hippismo se mira como un fenómeno de la burguesía y la
pequeño burguesía de las Estados Unidos de América, promovido y financiado por
The Sharks Trust Co.
Asimismo, desde esta posición, el fin del acontecimiento no resultaba
imprevisible: actores y público eran personas de educación y cultura menos que
media, que en el momento, de su éxtasis fueron fácilmente desviados hacia el mismo
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lugar que los lanzo a su movimiento «antisocial»: el Odioso Establishment.
A larga distancia, el único que soporta la absolución —por la gracia de su
honestidad— es Bob Dylan. Bob Dylan fue el único que trascendió —en el éxtasis—
su papel de Chavo Maldito. Fue el único, también, que llega más allá del papel de
Reseñista de una generación misticopasadosicodélica, oscilante entre Luv n’Piss.
Solamente Bob Dylan[3] alcanzó la visión profética que lo expulsó, para siempre,
del mundo célico de apóstoles y creyentes. Bueno, Bobby Dylan leía a Kant y a
Nietzsche cuando Mick Jagger memorizaba las canciones de Chuck Berry y de
Jimmy Reed[4].
Es necesario que aclare el porqué de toda este rolaqueo; es decir, por que el
concierto de Altamont me motivó a escribir lo anterior: los Hells Angels[5] —
contratados por los Stones para cuidar el Orden— asesinaron a un negro[6].
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rocanrol— se unían para indicarnos que entre el dolor y la angustia, ellos eran los
felices poseedores de la alegría de vivir.
Pero llego la nota disonante: para dar por terminada su triunfal gira en Estados
Unidos, los Rolling Stones ofrecieron un concierto gratis, que terminó con fans
muertos. Diciembre de 1969.
Por supuesto que los Rolling no fueran los asesinos, ni tampoco nadie ha querido
crucificarlos, Pero los Rolling Stones y su concierto mostraron que los festivales de
música pop eran solo el último refugio para contener la paranoia y la esquizofrenia en
que había terminado la Flower Generation.
La sweet soul music había dejado de ejercer hechizo entre sus adeptos, la música
había vuelto a su intrascendencia para ser otra vez, simplemente, música.
Música que fue —imprevisiblemente— desenmascarada por sus más brillantes y
fervientes ejecutivos los Rolling Stones: La Música de Rock es el Show Bizz
Fabuloso de la Historia, desde los tiempos de los trovadores y los juglares.
La Paz y el Amor que se reunían en la Música de Rock no eran más que otro
disfraz de la Democracia Representativa, a través de los chicos, los kids, los hijos.
El éxtasis de las buenas almas se había transformada (súbitamente) en tedio. La
droga había dejado de ser efectiva, El «gran cambio» de la Flower Generation
confirmaba una vez más, la pequeña verdad —very earthy— de Karlitos Marx: las
revoluciones burguesas tienen corta vida, después de éxtasis en éxtasis llegan a un
largo periodo de depresión.
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con fidelidad fotográfica es en los Rolling Stones. Ellos son los que mejor lo han
vista y quienes mejor han asumido su imagen. Sobre todo, Mick Jagger. Él es quien
ha tenido intuición e inteligencia para volver tragicomedia la tragedia. Jagger es
quien mejor ha sabido atrapar la imagen caricaturesca en la que —ya sin gracia— ha
caído el Rocanrolero como Rebelde. Y gracias a él, los Rolling son los que mejor han
aprovechado —desde el principio— la mina de oro del rocanrol. Pero como
elemental de un grupo que graba para los fabricantes de discos, también es un
elemento más del Establishment Show Bizz, y no se salva de la depresión, aunque
gracias a que es millonario su depresión es menor. Jagger tiene el consuelo de cantar:
Después de todo no tiene por qué dejar de ser un joven que se divierte cantando
rocanrol —ganando mucho dinero— para entretener a otros jóvenes como él. Tal vez,
cuando llegue a los treinta años[13], Jagger proponga pequeñas verdades que
resuelvan —en cierto modo— la crisis de la onda evidente desde Altamont.
Porque aunque él y sus Rolling no fueron los culpables del asesinato del negro, si
fueron provocadores y cómplices. Provocadores porque contrataran a los Hells
Angels no para cuidar el orden sino porque así la filmación de su Biggest Show
tendría más impacto y publicidad; cómplices porque en sus declaraciones dijeron que
no entendían lo sucedido: en Londres los Hells Angels se habían comportado como
gente decente, no se explicaban la conducta violenta de Los Ángeles. Wow! El beso
de la vida entre Micky Jagger y Los Nazis de la Onda.
Michael, que está muy enterado de la onda y la política, lo menos que debía saber
es que los Ángeles del Infierno no usan como emblemas la suástica nomas de puro
cotorreo, sino porque son fascistas antes que onderos. Los «angelitos» son el lado
más amplio y grave de la onda. ¿No sabrá Mickey que los Hells Angels son
financiados por organizaciones, bellamente fascistas, como la John Birch Society[14]?
¿Tampoco estará enterado Micky The Jigger que antes del «gran cambio» los Hells
Angels eran contratados —a cambio de dólares y motos y no de quinientos dólares
para cerveza como les pagó él por sus servicios de asesinos— para romper huelgas y
golpear a los primeros que manifestaron repudio a la guerra de Vietnam? ¡Mick ha
participado en manifestaciones en Contra de la guerra de Vietnam! Pero qué puede
hacer un pobre muchacho, excepto cantar en una banda de rocanrol, porque en el
somnolienta Londres no hay lugar para un hombre que pelea en las calles[15]. Wow!
Micky El Anarquista va a asesinar al Zar de todos los Imperios, seguida por la
Caballería Infernal. Wow!
Pero, una cosa es la causa y otra son los billetes. Una cosa es cotorrear de
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revolución y otra es estar en la revolución. Una cosa es ser un rocanrolero y otra es
ser revoltero. Una cosa es ser Mick Jagger «The Goddes of Rock n’Roll» y otra es ser
Abbie Hotfman de los 8(7) de Chicago[16]. (Nota: gracias a Altamont, los Rolling
pagaron menos impuestas al gobierno gabacho).
Flashback necesario para ver a la onda como revolución, por lo menos como
rebelión. (En el contexto actual de Estados Unidos, la onda de los hippies y los
rocanjipis se ha agotado, a tal extremo, que su revolución ha llegado al principio de
su «largo camino de la depresión»).
Terminada la Guerra de Corea, Estados Unidos volvía a la normalidad, la
pesadilla de una guerra mundial había desaparecido para que retornase el «sueño
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americano».
El tres veces héroe de la Segunda Guerra Mundial «Gran Salvador» presidía al
pueblo más rico del mundo, y la promesa de la felicidad para todos había vuelto a
estar al alcance de todas las manos. Ike[19] (¿no es su rostro el de un buen
norteamericano?) era el símbolo más preclaro de la «gran nación norteamericana»: El
Hombre que había conducido con su talento militar o su pueblo a la Gran Victoria.
Ike era el soldado americano que había luchado contra el nazismo, el fascismo y el
militarismo, para defender y preservar la libertad de los hombres libres Ike —como
cariñosamente lo llamaba su pueblo— era el militar de carrera listo para defender a la
Patria y a la Humanidad de aquellos que atentaran contra la libertad, el orden, las
leyes, la justicia.
Ike, en tiempos de paz, era la imagen rediviva del norteamericano amante de sus
instituciones. En su gobierno todo fue auge, progreso, prosperidad, felicidad. Pero un
país latino evidenció que en otras partes del mundo todo era miseria hambre,
explotación, ruina, muerte, esclavitud, horror; obviamente me refiero a Cuba. Hice
esta referencia para comprender a la onda dentro de un proceso histórico de relación
entre Estados Unidos-Rusia y el resto del mundo. Porque obviamente la Guerra de
Corea estuvo incluida en el Pacto de No Agresión y Coexistencia Pacífica, a partir del
Tratado de Yalta[20]. Y Cubita de Moré[21] representa una descomposición, no
incluida, del Pacto, y un resquebrajamiento que ayudó a cambiar —un poco— el
modo de vida de la sociedad gabacha: no sé por qué no se ha escrito nada sobre la
influencia de Cuba[22] en el surgimiento de la onda en Norteamérica. Porque, de
acuerda con la onda, si hay una correlación entre los hombres y los astros, ¿por qué
demonios no va a existir una correlación entre los hombres y las naciones, las
naciones y las naciones? Pero sigamos rolando con la onda, en flashback.
Generalizaciones
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Los jóvenes de todos los tiempos han sido onderos. La onda son los excesos. Vivir la
vida en exceso. Los excesos pueden estar en la diversión que incluye risas, lágrimas y
amor, entre alcohol, cocaína, morfina, heroína, mota, ácido; según los tiempos. Ven,
nena, que rolen los buenos tiempos y que vengan las buenas ondas; let’sball together,
o dicho en, español, chava, véngase a coger. La onda requiere un desgaste anormal
de energía, si no no es onda. La onda tiene que ser irracional, si no pierde su nivel, de
trascendencia. Cuando la onda asciende hasta el nivel trascendente, viajero has
llegado al misticismo; el exceso de alcohol en el cuerpo, de mota en el cuerpo, de
sexo en el cuerpo, de ácido en el cuerpo, conducen a Dios y al diablo: los
constituyentes de las leyes del misticismo y la onda. Pero estar en onda hay que
disipar todo, para estar más cerca del momento más trascendente y metafísico: la
muerte. El gran momento místico está al filo de la muerte porque estamos ante la
resolución del gran misterio. La onda, en su dimensión terrenal, es le desaprobación
del modo de vida de la sociedad. La onda es el desprecio a las normas que ésta
impone al individuo. Y por último, estar en onda es estar al margen, convertirse en
outsider, forajido, disidente, rebelde; en un ser humano fuera de las leyes que rigen el
orden de la sociedad; es oponer la imaginación a la no-imaginación; es parodiar la
disipación que se oculta detrás de la solemnidad del mundo square, cuadrado, chato,
plano y fresa. Wow!
Los primeros onderos de la sociedad norteamericana aparecen después de la
primera Guerra Mundial, son aquellos que con su disipación dan nombre a una
década, la de los roaring twenties[24].
La onda principia entre los aristócratas y los advenedizos —políticos y
comerciantes audaces— con jazz, gin n’ whisky, divi-divis flappers y
freudphilosophers de smoking y corbata de moño, que se divierten, en exceso, en el
Ritz (en el bar, en el salón de baile, donde año con año se presentan las debutantes de
la aristocracia, la alta sociedad), en los picnics en las grandes casas de campo, en los
cabarés más elegantes (lánguidas y casi esqueléticas damas —porque así es la moda,
o la onda— apenas se sostienen en los brazos que las llevan bailando suavemente,
entre las luces de enormes candiles, olores de champaña-gin-whisky y humo de
tabaco que como bruma las envuelve para añadirles magia a sus presencias y que así
ocupen un lugar en el misterio), en los hipódromos, en las exhibiciones de modas,
etc.
Cuando gracias a la Ley Volstead[25] la onda pasó a ser de la aún no respetable
clase media, bajando a los tugurios de gángsteres y prostitutas, y se adjudicó el
carácter de ilegal, la aristocracia se fue a la riviera francesa. De la aristocracia a la
clase media, La onda se ha vulgarizado, ha llegado a su caricatura. La onda se volvió
el burdel donde una talonera esperaba para fichar como acompañante, e ingerir el
alcohol prohibido por la llamada Ley Seca del señor Jones[26].
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Chicago, Chicago, yo quiero bailar;
Chicago, Chicago, yo quiero bailar.
La onda vuelve a aparecer —en grande— después de otra guerra, la segunda. Desde
ahí se inicia la onda que más tarde será mitificada por El Rebelde Sin Causa. El
Rebelde Sin Causa, que parte del Pandillero. El Pandillero que más tarde —gracias a
que el tedio, La mota y la edad conducen a la no violencia— se volverá beatnik y,
luego, «iluminado».
El pandillerismo fue engendrado por el principio de propiedad y el culto a la
muerte que propician las dos guerras. Y que en la mente media norteamericana se
transformó —el culto a la muerte— en el acto más sobresaliente de la vida, gracias al
debate que planteó el cine, dentro del esquema «Bien y Mal: Heroísmo-Cobardía,
Honor-Traición, Trascendencia-No Trascendencia».
Un soldado, en la guerra, era parte del Soldado, en abstracto, como Héroe. ¡Qué
importaba morir si se iba uno directo a la gloria! ¡Si se moría como héroe!
Más tarde, los actores de Hollywood se encargarían de difundir y propagar las
buenas nuevas a los vivos: alguien anónimo, apellidado Jones, había muerto por la
patria para irse al cielo, donde Dios le concedería su visa para renacer de nuevo en la
tierra. Por otro lado, ¿qué es más gracia —más acá—, morir como un pobre diablo
sepultado sólo por la familia, o morir enterrado por la patria con todos los honores
que merece un héroe? ¡Dichoso aquel que fue sepultado por la nación entera, como
héroe! ¿Qué es lo máximo, morir por una enfermedad o por un país? ¡Hagan su juego
señores, las apuestas se depositan en los bancos! ¡En Sharks Bank!
El heroísmo del soldado y el gánster fueron las ondas acelerantes en la
imaginación del muchacho pobre, habitante de los slums[27] de las grandes ciudades
norteamericanas. Los adolescentes pelearon en las calles contra los adolescentes de
otras calles, de otros barrios. Cuando el pleito callejero fue de barrio a barrio, sin
querer se volvió conflicto racial; italianos contra chicanos, polacos contra
puertorriqueños. Conflicto racial similar a la guerra de los gángsters de Chicago.
El pandillero, en su ritual adoptó el heroísmo de sus antepasados, muertos-en-
guerras-entre-naciones-y-guerras-entre-negocios. Para el pandillero, la ganancia del
acto heroico incluía mujeres, fama y respeto. ¿Qué más podía desear un pobre diablo
de un barrio pobre, un futuro Ángel del Infierno?
En esos barrios pobres blancos estaban más cercanas los medios para los excesos:
drogas y sexo.
Los pandilleros en Estados Unidos —algo semejante sucedió en México— fueren
los primeros aficionados prácticos de la onda; fueron los primeros aficionados al
alcohol, las bencedrinas, la mota. De los barrios pobres blancos y sus subterráneos
salieron los pandilleros transformados en beatniks[28].
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Haciendo a un lado la intelligentzia beatnik, el beatnikismo no es otra cosa más
que un pandillero cansado de «romperse el hocico». ¡Es más padre el jazz, el sexo y
la mota! Wow, man, we’re born to be wild, man!
Quien hizo trascendente a la onda beat fue un muchacho que desertó de la
universidad cuando la onda beat llamó su atención. A este muchacho, este
movimiento le dio temas para calmar sus ansias de escritor y ondero. Este muchacho
llegó a ser el apologista de la Beat Generation[29]. Me refiero a Jack Kerouac.
Kerouac hizo trascendente a la onda beat —al menos la trató—, dándole en sus
libros[30], sin querer, un ángulo de rebelión, más allá de ella misma.
Lo que más interesa de Jack es que escribió, muy bien, la tipología beat, antes de
que ésta se intelectualizara, y de movimiento existencial se convirtiera en
movimiento literario.
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chavos de la onda son beatniks con moto, pandilleros con moto, salvajes con moto,
Pandilleros greñudos, nazis con moto. Chicos Malos de Peralvillo con moto, o nazis
de Portales con Moto. Porros con moto.
Cuando los angelitos subieron a la escena norteamericana, Jagger estaba
aprendiendo las definiciones de las leyes de la oferta y la demanda, en London
School of Economies[36]. Cuando Jagger era un chico Establishment, cuando aún
imitaba torpemente el estilo de cantar de Jimmy Reed, cuando aún no soñaba con
aspirar a ser Myra Breckinridge[37] de la onda, sus amados Ángeles del Infierno
andaban golpeando pacifistas y en la onda: ¡Viva el sexo; let’sfuck chick;
jazz’sgroovy, man; really wild; let’s go getstonedwith funky chicks, i’m swingin’ high
cats!
¡La onda de Jack Kerouac, on the road, terminó en melenudos agentes de
publicidad de la suástica y las máquinas Harley Davidson! Wild!
El beatnikismo es una de las dos verdades del hippismo, la otra es el rock.
(Aunque la fórmula del hippie es la del beatnik: música + droga + sexo = onda).
Vayamos al punto de partida de la vereda que siguió el Chavo Gabacho para
llegar a Hippieland: el rock n’ roll.
Como el jazz el rock provenía —en un 90%— de los negros. El rock era una
música que no iba más allá de los ghettos negros, donde se llamaba rhythm & blues
(R&B) y antes, race music[38].
El beatnik había seguido al jazz porque era la música que drásticamente rompía
las inhibiciones sexuales o que más las acentuaba. El jazz era la música que
violentamente promovía el acto sexual entre el cat y la chick, o aprisa lo sublimaba.
Dentro de la vida square norteamericana no se incluía la libertad de hacer el amor
que el jazz proponía. La música del escuer era un sofisma muy bien elaborado por el
Establishment. En cambio el jazz era un reto a la sensibilidad fresa que reflejaba la
música blanca. El jazz, poco a poco, ejerció una situación conflictiva en los
honkeys[39], de pronto los acorrala en un callejón sin salida, los desnudó para
enfrentarlos a su verdadera condición: el hombre que la sociedad norteamericana
había producido era el ser más angustiado y solitario del mundo.
Gracias a que los niggers eran los más olvidados de las dádivas de la sociedad —
dentro de los regalos incluir asesinatos, linchamientos, violaciones de las mujeres
negras— pudieron llegar pronto a su interior, y expresar el ego de la nación con más
autenticidad y precisión. Los más cercanos a los niggers eran los blancos pobres de
los barrios bajos. Estos blancos de los slums fueron los primeros en adherirse a las
propuestas subterráneas del jazz. Estos blancos proletarios fueron los padres
espirituales de los amigos de Mick Jagger, los superfamosos Hells Angels.
Los héroes populares, hasta la década de los cincuenta, hablan sido el soldado, el
gánster, el pandillero y el beatnik. Héroes de la modesta clase media para abajo. Con
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la llegada del rock, la respetable clase media de Estados Unidos incorporará un héroe
más a la Mitología Norteamericana: el rocanrolero. Héroe que antes de ser mito tuvo
que representar el papel de rebelde, chavo maldito. Pero no gratis, sino como
consecuencia del pandillero hecho beatnik.
La muerte violenta de Jimmy Dean acaba la imagen del rebelde sin causa: nadie
de sus seguidores pisará el acelerador de su coche a fondo: su muerte sólo sería una
breve noticia de nota roja.
Muerto el vicario imprevistamente, los que depositaron en él la forma, el gesto y
la presencia, deambularán con el disfraz (el uniforme inevitable de todo rito) que les
impuso y heredó, en espera del sucesor.
Pero los sucesores no reunieron las cualidades necesarias para asumir el carácter
de reflejo y representante de la juventud rebelde.
Hollywood y la industria del vestido, en consorcio, de costa a costa buscaron el
rostro que continuara la línea ascendente de capital que detuvo la súbita muerte de
James Deán[40]. Lanzaron en grande a Sal Mineo[41] pero sólo funcionó como
minihéroe. ¿Algo operó mal en Hollywood? ¿La Industria del Vestido no disfrazó
adecuadamente al nuevo héroe? Nel, sencillamente que con James Dean había
muerto, cinematográficamente, un héroe que en la realidad existencial lo había hecho
desde hacía rato. Pero en Dean se había vislumbrado al nuevo héroe que-provenía-de-
la-clase-media-y-su-modo-de-ver-y-enfrentarse-a-la-vida.
El conflicto del héroe del porvenir no era resolverse a través del pleito callejero:
su situación económica lo orientó a otro sitio: él no tenía que mostrarse a las demás,
sino a sí mismo. Demostrarse a sí mismo —y a papás y mamás de la respetable clase
media— que no había perdido su virilidad. A través de su sexualidad tenía que
afirmar o reafirmar o confirmar su ego, porque su vida-clase-media-respetable lo
había dañado. La visión sexual del chavo estaba dañada por la moral y las costumbres
de la tres veces decorosa clase media. Costumbres y moral que consistían en
conservar la respetabilidad del prestigio familiar y los apellidos de papá y mamá. Este
chavo, a diferencia del chavo clase baja, vivía aceptando los tabúes sobre los que se
encontraba edificada la conciencia de la clase media norteamericana, hasta la llegada
del rock.
Entre el Chavo-Papáymamá ha sido cavada una zanja, en la sumisión que en una
sociedad paternalista se llama respeto.
Ante la mujer, nuestro naciente héroe se aterra. No sabe qué ofrecer, porque no
tiene nada que ofrecer; sólo su imposibilidad de llegar a ser como el héroe
cinematográfico que Hollywood le introdujo a ella en la mente; un héroe que no se
resiste a dejar de posar, grotescamente, como Romeo-Valentino[42].
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Si en México el coche es una prolongación del caballo, en Estados Unidos es una
reafirmación de la propiedad privada. Con su coche el chavo gabacho demuestra que
es de los que poseen la propiedad, miembro representativo de la corporación, la
familia, la parte vital de la nación norteamericana. Él es el coche. Los demás —los
que no son la propiedad— van a contemplar cómo él es el nuevo héroe que con su
rebeldía vuelve obsoletos a los héroes que lo precedieron. Cuando James Dean muere
dentro de su coche sport estrellado en una carretera de Los Ángeles, la propiedad
privada está en peligro, un nihilista ha atentado contra ella. El saldo del acto terrorista
es un precioso coche Porsche consumido por el fuego y el provocador, el causante,
está muerto. En el nombre del auto deportivo, el anarquista daba muerte al zar del
Imperio de todos los Estados Unidos de Amérikkka[43].
Muerto el héroe nihilista, en el camino, el automóvil ha dejado de ser un elemento
efectivo de rebelión, ya no funciona para fugarse de la sociedad.
A la depresión sigue la tranquilidad; al funeral, la fiesta. El Vicario se sacrificó
para la supervivencia de su comunidad. ¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey!
Va a ser tan brillante y luminoso su reinado que, cuando muera, tendrá que ser
sustituido por un comité central. Este nuevo rey habrá de resumir en sí, para que se
concilien, todas las raíces de la rebeldía juvenil. Este rey llego al poder a través de
una lucha parlamentaria. Su reinado es reformista. Con él, las fuerzas antagónicas han
aceptado una tregua para que la violencia latente, en la juventud y adolescencia de
Estados Unidos, no lleguen a la revolucion. Este rey se llama Elvis Presley. Su lema
politico: You ain’t nothing more that a hound dog, cryin’ all the time…[44], cuando los
chavos, vivían en el hotel de los corazones rotos[45].
Los adolescentes gabachos poco a poco habían sido hechizados por la música
racial que tocaban las radiodifusoras negras. Con la popularidad del rhythm & blues
dentro de la comunidad negra, las radiodifusoras negras aumentaron su radio de
acción, tanto que podían ser captadas, sin problemas de interferencia o estática, en
Los barrios blancos. Obviamente, la vitalidad del r’n’b’ era semejante a la de la
adolescencia, que fascinada se estremecía frente a la radio.
Los disc jockeys blancos de las radiodifusoras blancas se dieron color, muy
pronto, de que los adolescentes habían dejado de escuchar los programas de discos de
música blanca y cantantes blancos de las estaciones de radio blancas. No tuvieron que
especular mucho ni proponer nuevos sistemas de radiodifusión y publicidad, sólo
llegar a sus casas y ver la clave del canal de la radio que sus hijos escuchaban. Tal
vez sufrieron complicaciones cardíacas cuando vieron a sus hijos embelesados
escuchando la música de una estación negra. El fantasma negro rondaba los dulces
hogares de la respetabilísima clase media norteamericana. ¡El horror frente a ellos,
como música! ¿Cuánto tiempo para edificar la decencia y la educación y la
respetabilidad de la familia? ¿Cuánta sangre y cuánto sudor y cuántas lágrimas?
Pavor, miedo, angustia resquebrajando la alegría y La felicidad de la cristiana familia
norteamericana. ¡Dios vio, ayúdanos! ¡Señor, tú que nos has hecho la nación más
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poderosa de la tierra, ayúdanos Señor! ¿Por qué nuestros kids, Señor? ¿Qué te
hemos hecho, Señor? ¡En este hogar, Jesús, siempre hemos sido generosos y buenos,
trabajadores y honestos; todo la que poseemos ha sido el producto de nuestro
esfuerzo! ¡La case, el coche, la televisión, la radio, el teléfono, la estufa, el
refrigerador, la máquina cortadora de pasto, toda comprado con el dinero producido
por nuestra trabajo! ¡Todo, Señor, adquirido como la gente honrada! ¡Somos una
digna familia del mundo libre, Señor! ¡Creemos en ti, Señor!
Pero todas las posesiones de la familia hablan llevado el fantasma negro a Home
Sweet Home. La clase media había dejado de pujar para ser una parte sólida del
Establishment, del poder que le arrebató su dulce inocencia norteamericana.
Enajenados los chavos a la ociosidad y acorralados por las instituciones, el rock les
proporcionó el medio para libertar, un poco, su energía dañada, reprimida, desviada,
inútil. La inocencia de Sweet Little Sixteen había terminado en la ninfetomanía de
Lolita[46]. Going to Los Angeles.
La descarga emocional a través del rock y sus representantes, reflejaba un
fenómeno cualitativo que, en poca cantidad, se había dado con el jazz: la identidad
subterránea entre Black Soul & White Soul. Con el rock este fenómeno se reprodujo,
abarcando a la clase más extensa —y menos intensa— de Estados Unidos: la
vilipendiada clase media. El rock catalizó una enfermedad latente en ella: la neurosis
(enfermedad que en los sesentas fue sustituida por la esquizofrenia y/e la paranoia).
Las adolescentes fueron las que llevaron la enfermedad a la superficie, en los
gemidos, los desmayos, los colapsos nerviosos, las lágrimas y los gritos que
exteriorizaban en los teatros donde su «ídolo de carne y hueso», Elvis, temblaba las
piernas, sacudía las caderas, giraba la pelvis, para ilustrar las canciones que cantaba
compulsivamente.
Los movimientos pélvicos con que Elvis Presley acompañaba las canciones,
significaban burdas imitaciones de los bailes negros. Era natural, burdamente y con
torpeza, el blanco empezaba a asumir el indecoroso papel del negro. Con la voz de
Elvis Presley, los blancos trataban de exterminar a los negros; avasallar su
supremacía corporal, sexual. Asumiendo el blanco el papel del negro, el poder
diabólico de la música negra se exterminaría; no sería provocada la cachondearía de
las ninfetitas de la clase media, que fascinadas —hipnotizadas— se sumaban a la
danza negra en alrededor del Diablo. La carne inocente de las ninfetas
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norteamericanas era provocada por Asmodeo. Fascinadas, agitaban sus traseros:
aterrorizadas, sus mamás oraban a Dios. Era tarde, los medios electrónicos de
comunicación —su amada radio, su amada televisión— habían contribuido al
encantamiento.
Pero Asmodeo no apareció de súbito. Hizo su aparición cuando los primeros
esclavos negros pisaron el suelo de Jamestown, Virginia. Sólo que en la década de las
cincuenta, Asmodeo podía funcionar en relación a las leyes de la oferta y la demanda.
El cuerpo de Asmodeo era muy demandado y ofrecido en la bolsa de valores de la
menguada sexualidad blanca. En la piel de los hombres negros y las mujeres negras
estaba implícita la idea blanca del pecado de la carne. Gracias a Dios, la carne de los
blancos no constituía tentación, porque ellos eran más sabiduría que carne
pecaminosa. Con la llegada del rock a la civilización norteamericana, la adolescencia
gritó —histéricamente— que ya no quería que su carne viviera afligida. Su Rey les
cantaba, como negro:
¡Sí, que todos los cuerpos se sacudan el polvo, que todos los cuerpos se agiten, que
la sangre se altere como la de los negros; con el ritmo diabólico, infernal, satánico,
pecaminoso de los negros!
¿Los sureños combatieron porque sabían el significado del negro en la
civilización norteamericana? ¿Sabían que su sociedad no peligraría por la rebelión de
una clase oprimida, sino por la supremacía física de una raza negra? Llegó el negro a
la ciudad y se vistió con la ropa de los blancos y miró a la mujer blanca. Y le cantó a
la mujer blanca. ¿Esa latente autodestrucción en toda voz negra no será esa angustia
por no poseer a la mujer blanca? ¿No será el blues un canto del negro hacia la mujer
blanca?
Anyway, en la ciudad, el negro se convirtió en un gato que le maullaba a la
lánguida mujer blanca. El blanco se dio cuente, estableció la distancia a través de
recluir a los negros en barrios miserables y darles drogas. Un negro que miraba a una
blanca corría el peligro de ser asesinado. ¡Un cerdo negro mirando a una mujer
blanca; un descendiente de esclavos, una bestia mirando a la pura mujer blanca! ¡Un
atentado, un acto de terrorismo que era castigado con la muerte! Pero el gato negro
era un habitante de la noche, que le hablaba a la blanca con el lenguaje secreto de la
música, cachondeaba a la blanca desde la barda, cuando la blanca angustiosamente se
debatía en la cama, al lado de un hombre agotado por el exceso de trabajo, los
insomnios cotidianos entre los maullidos que se volvían pesadillas. Estos maullidos
nocturnos le recordaban que desde hacía mucho tiempo su poder había sido destruido
por su mujer. La lánguida mujer blanca lo había sometido. En las comuniones
eróticas, su poder se derrumbaba; entre la oscuridad, noche a noche, se presentaba su
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debilidad. Su debilidad era la consecuencia de su poder. Su poder se diluía entre la
oscuridad. En la noche había empezado su decadencia. Otra decadencia más de otra
clase ociosa más, que inocentemente había llegado al aislamiento, que sólo toleraba
gracias a las diarias dosis de ginebra o whisky.
Si la verdad de la sociedad blanca residía en la mentira de su asexualidad, había
que invertir términos. ¡Y llegaste divino Heffner! ¡Y le diste al pueblo
norteamericano la nueva frontera de la mujer blanca! La lánguida mujer blanca se
convirtió en una vaca vigorosa y excitante como la mujer negra, la vampiresa se
transformó en tigresa: una mujer producto demostrativo de la superioridad del
hombre blanco sobre la bestia negra. Alimentada con Gerber, la ninfeta blanca se
desnudó para aquellos que viéndola en una revista formaban parte de los que tenían el
dinero y la diversión. A la sensualidad negra, el blanco impuso el hedonismo; al
erotismo primitivo le impuso un erotismo elaborado. ¡Hemos llegado a Babilonia!
Sólo Bob Dylan no está de acuerdo. En Blonde On Blonde[49], nos enfrenta ante la
verdadera verdad de la pareja blanca: desolación, desafecto, desamor, círculos
obsesivos entre la propiedad. Blonde On Blonde, es, sin duda, el disco más
significativo de Bob Dylan. No dudo en decir que es el disco que comprende e
interpreta, como ningún otro, a la era sicodélica.
En Blonde On Blonde, Dylan va más allá de la onda y el misterio, llega a los
orígenes que refunden el principio y el fin del camino, sobre los que se rige la
sociedad norteamericana, En Blonde On Blonde, Dylan retomó la profecía de su
paisano Marx: la depresión que sigue al éxtasis. A Dylan, desde su nivel poético, en
el éxtasis, le fue revelada que la sombra de Dios es el Diablo.
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el inocente, un fascista! Jack Kerouac viviendo con su mami y con su esposa Estela,
quien no le da permiso de tomar su amado whisky! ¡Jack Kerouac matando el tiempo
frente al TV set, sentado en su sillón favorito, bebiendo cerveza Herr Schulz y, de vez
en cuando, mirando el retrato que pintó del Papa Paulo VI! ¡Jack Kerouac, como todo
inocente individualista, leyendo National Review! ¡Solo, muy solo, terriblemente
solo! ¿Cómo un gato en la noche?
¡Estoy viendo a Corrina, fan de Elvis en sus teens, aplaudiendo la actuación de
los Lettermen en un centro nocturno de Los Angeles!
Trágico, para Corrina las sexy waves se han alejado forever, forever. También para
su esposo Johnny Smith[51] la onda cálida se ha ido. Pero ondas nostálgicamente
cálidas llegan hasta él cuando mira a las ninfetortas desnudas del «Playboy». ¡Viva
Heffner[52]!
¿Te acuerdas mi vida que nuestra canción era «Tu significas todo para mi» de
Neil Sedaka[53]? ¿Te acuerdas cuando bailábamos «Corre Sansón corre[54]»? Y entre
el sueño llegan los recuerdos. El amor joven:
¡Las campanitas, los pajaritos, los sueños, las canciones de nuestro romance, ah, oh,
ah, aaaaaaahhhhh! Suspiros, sólo entre el tiempo, hacia nuestro frenesí. ¿Te
acuerdas cuando tú y yo éramos la onda?
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de cierta música negra. Volviendo «limpio» el canto negro, la sociedad blanca no
podía reclamar que la música de rock n’ rol era promiscuidad. Por otro lado, se
desviaba la cachondería de esa parte del rock. Porque cuando Lolita perdía su
inocencia antes de los dieciséis años, la música se la regresaba. Después de todo, el
demonio negro era el único ser humano norteamericano que creía en la inocencia de
Lolita.
Con el rock, el negro le decía a la adolescente blanca que él creía en ella, que él
con su música le conservaba la inocencia. El rock era el lado luminoso del negro. Es
decir, el lado de su alma más que de su corazón. Estoy pensando en quien considero
el artista —el músico— negro más importante que ha dado la sensibilidad negra:
Chuck Berry. Cuando Elvis se retorcía en su ambigua sexualidad, Chuck Berry
componía las canciones más tiernas y dulces que el rock ha aportado a la canción pop
norteamericana. Sus canciones —lo pienso ahora— son la alegoría más hermosa que
se ha construido en torno a la adolescente blanca.
La paradoja de Estados Unidos: el negro provocando amor en la blanca con su
alma, bellas palabras y música tierna; mientras, el blanco haciendo movimientos
compulsivos al borde de la obscenidad para que la blanca se diera cuenta de que él
también tenía cuerpo, tratando de maullar como Gato Negro para provocar la
sensualidad de la blanca. ¿Esquizofrenia?
Pero asumir el papel de negro —aunque fuera sólo como ingenua caricaturización
— era atentar contra la moralidad de la clase media. Así que Elvis fue obligado a
rasurar sus amadas y rebeldes patillas y, luego, enviado a Alemania a cumplir su
servicio militar para volverse-todo-un-hombre-norteamericano-digno-de-su-patria. El
rebelde se volvió un chavo fresa. Muchos de sus seguidores, como él, fueron
reclutados; otros, enfilaron hacia la cordura, y sus sueños de alocados rocanroleros se
perdieron entre las aulas universitarias. ¿Te acuerdas cómo bailaba Elvis? ¡Cantaba
padrísimo, You ain’t nothing more than a hound dog!
Elvis Presley y su séquito dejaron como herencia en su testamento la música de
rock n’ roll en el aire de Estados Unidos e Inglaterra, cuando John Lennon, George
Harrison, Mick Jagger, Brian Jones, Keith Richards, Bob Dylan eran muchachitos-
estudiantes-de-secundaria que empezaban a sentir extrañas sensaciones, mirando a las
teeny boppers[57] o «jaiesculeras».
Y los/las adolescentes que hablan admirado a Elvis Presley se volvieron buenos
muchachos y buenas muchachas, que transcurrieron su pubertad y pasaron a su
juventud entre la diversión y los estudios.
El destrampe de esta juventud —antes de la llegada de las Beatles a Estados
Unidos— se localizaba en las tablas de «surfear» deslizándose sobre las olas de las
playas californianas, donde las ya mujeres, en bikini, coma vacas echadas, doraban
sus cuerpos con el brillante sol de California.
La juventud norteamericana era sana, normal, atenta a adquirir destreza, en los
bailes de moda: the twist, the stroll, the jerk, the monkey, the skating, the surfin’. Esa
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juventud era feliz de correr por los highways dentro del último regalo de daddy, el
adorado Li’l Cobra, el amada GTO, el deseado Mustang.
Cuando los Beatles —en 1964— llegaron a Estados Unidos nunca previeron que
iban a ser los profetas de un movimiento juvenil de la respetable clase media
norteamericana. Esa juventud —sana y estudiosa— que habitaba las playas de
California, los campus de las universidades del Establishment y los gimnasios de
High School. Esa juventud, que identificaba su mello de vida en las canciones de los
Beach Boys[58](Surfin USA, Surfin Safari, Catch a Wave).
En los chicos playeros de California se encontraba el centro de la circunferencia
donde habitaba la sana juventud de la clase media; en gustos, enajenaciones, manías y
propiedades.
Pero se desconocía a cierta juventud que más tarde sería definitiva para el rock: la
identificada en torno a la folk music. Esta cierta juventud no recibía la publicidad de
aquella que se divertía en las playas de California, porque ésta era una juventud
rebelde, disidente, nihilista pero combativa. En ellos se iniciaba lo que la estulticia de
la clase media llamaría la canción de protesta. A través de su pasión por la música
folklórica norteamericana —blues, country n’ western music— estos jóvenes trataron
de rescatar la inocencia norteamericana del polvo y el cemento, la muerte y el vacío.
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embriagaban con cerveza —de seguro obsequio de la marca que consumían—,
recibían cheques anónimos para el mantenimiento de sus motos. Cuando los chavos
rebeldes expresaban su bondad por causas justas, Mick Jagger empezaba su lucha por
ser el símbolo sexual de los 60’s por llegar a ser Mick Rachel Jagger Welch o Mick
Myra Jagger Breckinridge. En ese tiempo —cuando Jagger cantaba canciones
fusiladas de los negros— aún estaba lejos la reconciliación entre «el rebelde sin/con
causa de izquierda y el rebelde sin/con causa de derecha». Insurgentes y Realistas aún
no se daban el primer beso. Mick Jagger y sus Rolling Stones aún no eran una pieza
más del juego de ajedrez de los Tiburones (Tiburcios ñis, diría un chavo de la onda).
Mick Rachel Jagger Welch aún no era el Evtushenko[60] de Inglaterra, la Myra
Breckinridge, como lo nombró Abbie Hoffman, la Burlesque Girl, como lo llamó
Bob Hite[61], el famoso Oso que canta con Canned Heat.
El movimiento negro en pro de los derechos civiles creció, aceleró el nacimiento del
movimiento estudiantil en Berkeley[62], Columbia, Cornell. Aclaro, la lucha de los
negros provocó la participación de los estudiantes norteamericanos en la vida política
de Estados Unidos, dentro y fuera de las universidades, cosa que no había sucedido
antes en la historia de dicho país.
Esa naciente juventud rebelde, en la vos y la creación de Bob Dylan, tuvo su
manifiesto: «The Times They Are A-Changin’[63]». En esta canción Bobby —como le
decimos sus amigos— no sólo profetiza tiempos turbulentos por venir, sino
comprende las causas de su visión profética. ¿Por qué se rebela la juventud contra sus
mayores? El problema no es contra papáymamá sino contra los «Superhombres
Maestros de la Guerra y sus compinches». Mientras que Bob Dylan y sus
representados aspiran a un modo de vida más justo en la sociedad norteamericana,
mientras obstinadamente tratan de que su país no sea el «verdugo» de otros pueblos,
de otras naciones. Mick Jagger menea su británico traserito ante las incipientes
ninfómanas que lloran, gritan, se masturban, ante el incipiente «idolo fálico». Mick
sabe muy bien que la provocación de la cachondería está en la música negra; sabe que
las tortitas son racistas y que no van a masturbarse ante un negro, así que asume el
papel de negro y gratuitamente le llega su, papel de chavo maldito. ¡Rimbaud[64], en
escena, cantando rocanrol! ¡Nel! Mick Jagger es el héroe de esas chavos, pone por los
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suelos a las tortas, les dice sus verdades, es el gato, el caifán, el-que-las-controla.
¿Rimbaud cantando rocanrol en el Fórum de Los Ángeles frente a una multitud de
ninfetas y ninfetos?:
Si, las nenas deliran cuando Micky les canta «She Said Yeah», porque Mick
Jagger es la imaginación colectiva de carne y hueso, saltando, gritando, provocando
la distensión, el orgasmo. ¿Vivimos en una sociedad voyerista? ¿Baby lonia?
Cuando las quinceañeras impacientes y los quinceateros yeah yeah gritaban y
saltaban en el Fórum de Las Ángeles ante el falo de Jagger, el movimiento estudiantil
se extendía, avanzaba de universidad en universidad. En su programa de acción, estos
eran algunos puntos: 1) fin de la Guerra de Vietnam: 2) dejar a Cuba en paz; 3) la
Universidad al servicio de la humanidad, del bien y no del mal; que fueran
cristianamente centros de cultura, y no fábricas de armas de guerra como el napalm.
La canción folk, con sus nuevos representantes (Bob Dylan, Peter-Paul-Mary,
Joan Baez[66]), aumentaba día a día el número de simpatizantes, en los conciertos que
se celebraban en los campus de las universidades progresistas. Ellos querían cambiar
los tiempos: esta cierta juventud que no se reflejaba en el mundo que reflejaban los
Stones, los Beach Boys, the FAB Four. Los rocanroleros reflejaban el mundo funny de
la clase media, la perversión que los adultos habían hecho de los adolescentes, el
pavoroso melodrama de esa clase media, Por otro lado, gracias a Dios, los
rocanroleros —usando la música negro— reflejaban la resurrección del cuerpo. Tal
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vez participando en la frenética danza de la soledad —rhythm & blues— sus cuerpos
sacudirían toda la muerte, el odio, el vacío que les habían heredado de generación en
generación, desde que los primeros peregrinos fundaron la Nueva Inglaterra.
Los chavos amantes del rock querían divertirse. Está bien, el hedonismo por fin
sería permitido a la adolescencia. Okey, es padre la onda; es padre hacer el amor;
haciendo el amor no se le hace mal a nadie, sólo se llega un poco a la muerte y de
vuelta se renace. Es precioso amar, okey; ¿quién está en contra de que los jóvenes
hagan el amor? No creo que los Tiburones están en contra, ellos fueron los que
propugnaron, primero que nadie, para que make love fuera sólo fuck. Pero la juventud
disidente no sólo quería hacer el amor sino meterse en la política para que todo el
mundo hiciera el amor. Sí, no sólo los jóvenes norteamericanos tenían el derecho de
hacer el amor, sino también los jóvenes de Cuba y los jóvenes de Vietnam y los
jóvenes de Santo Domingo y los jóvenes de Corea y los jóvenes de
Checoslovaquia[67]. Para que todo el mundo hiciera el amor no debía haber guerra. La
guerra es enemiga del amor. Pero los Estados Unidos siempre habían estado en guerra
a partir de la primera Guerra Mundial. ¿Por qué? ¿Para defender la libertad y el
amor? Nel, sino para que ningún pueblo del mundo, excepto el norteamericano,
hiciera el amor. Y esto lo sabían los chavos disidentes. ¡Fin a la guerra de Vietnam
para que todos hagan el amor! ¡Pero decir que se pusiera fin a la guerra de Vietnam
era faltar el respeto del Establishment! ¡Era meterse en política! ¡Decir que ellos
apoyaban a los negros en su lucha era meterse en política! ¡Simpatizar con Cuba era
meterse en política! ¡Dios. Satanás está aquí, nos ronda el fantasma del comunismo!
¡Las antes apolíticas universidades son la mecha para incendiar el Establishment!
¡«Vade Retro», Diablo, vete ya, ya, ya!
La juventud norteamericana ya no ama la paz, ya no ama su casa, ya no ama su
escuela, ya no ama su iglesia, ya no ama su coche, ya no ama su nena desnuda del
Playboy, ya no ama su tabla de surfin’, ya no ama sus discos de los Beatles; ahora,
ama la violencia, ama el odio, ¿por qué? Nosotros les enseñamos buenas costumbres,
nosotros de jóvenes fuimos buenos, inocentes, respetuosos, nosotros… ¿Qué hacer?
She Loves You Yeah Yeah Yeah! Los Beatles. El oficio de rocanrolero como el fin
supremo de la juventud. Cualquier chavo, tocando la guitarra y cantando, puede
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llegar a millonetas antes de cumplir los treinta años. La canción folk aplastada por el
rock. Exportación de grupos ingleses, para promover la creencia de una juventud
dedicada a la alegría. El rocanrolero tiene que volverse un objeto imprescindible del
modo de vida norteamericano. Los adolescentes tienen que tener su «caja idiota» en
los conciertos «en vivo» de sus «ídolos».
Fiebre de rock, fiebre de dinero, fiebre de alegría; la clase media vive en el
paraíso, los buenas tiempos han llegado, Pero los disidentes siguen desfilando,
rebelándose. El rock n' roll no es suficiente para paralizar el descontento, la rebeldía,
la participación.
Los Tiburones están preocupados, no tienen que ir muy lejos, hay una literatura
(Rabelais, Gautier, Baudalaire, Huxley, Ginsberg, Burroughs, Castañeda, Benítez et
al) que habla de Los Paraísos Artificiales[68], del cielo más que del infierno. Del
mundo místico que aún conservan ciertas tribus de indios de México.
Antes de que la juventud rebelde cambie los tiempos terrenales hay que enviarlos
a la Luna, a Venus, a que, viajen por todo el Universo. Al rock se le unen las drogas
alucinógenas: mariguana, LSD, peyote, teonanácatl[69]. Luego las del otro lado: las
terrenales, las subterráneas a partir de la mariguana, las de los negros.
¡Aleluya, ha llegado el Mesías! ¡Ha llegado el profeta que tiene la palabra del
cielo! ¡Aleluya Maese Timothy Leary! ¡Los fariseos te han detenido en la frontera
con México por poseer la yerba que conduce al cielo! ¡No hay duda, eres el salve
maestro! Y el maestro habla a sus ovejas: Les voy a dar el símbolo de la palabra:
Ele… Ese… De… ¡El Gran Alquimista ha llegado a AmériKKKa con la Piedra
Filosofal! ¡Salve Zoroastro! ¡Salve Paracelso! ¡Salve Hermes Trimegisto! Y el mesías
vuelve a hablar a sus discipulos: ¡Turn on, drop out! ¡Oh, cómo vivir en el Paraíso!
Para el Tiburón el problema se resolvió cuando el adolescente y el joven salieron
del Establishment, El Estanquillo de Tiburón no corría peligro de ser destruido por la
violencia. Después de Leary, ¿quiénes promovieron el aceite? Los Beatles declarando
a la prensa las maravillas terapéuticas del ácido. Luego, las autoridades, encarcelando
a los chavos por drogadictos, sus fans. Luv n’Peace.
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EN LAS CORRESPONDENCIAS
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Los Beatles fueron a la India en busca de una religión antiestablishment, a
meditar para alcanzar la serenidad de todos las santos, ¡San Pablo de regresa a la
tierra! El amar otra vez reinando en el mundo. Juan Cristo Lennon. Jorge Krishna
Harrison, Paul Carnero McCartney. El Reino del Amor en la Tierra. Todos somos
uno. Amor. Debemos de amarnos los unos a los otros, alcanzar la eternidad porque
todo es nada es todo es uno. Debernos de preparamos para todos juntos ver la luz,
resistir el brillo intenso de la luz a la hora de nuestra muerte para ser en la nada el
todo, la unidad, Alfa y Omega. Llegar a la séptima dimensión. Todos estos pinches
problemitas terrenales de guerritas, de filosofías, son insignificantes. ¡Yo he visto a
Dios! ¡Yo siento a Dios dentro de mí! ¡Estoy Puro, limpio de odio! ¡No participo en
la violencia, porque soy todo amor, amor!
¡Dejad que los Tiburones hagan su juego! ¡Dejad que ellos se devoren! ¡Déjenlos
solos! ¡Nosotros estamos brillando como el sol!
Muy pronto la iluminación se tornó demagogia: Todo lo que tengo que decide es
que debes ser libre. Palabras proféticas entre la bruma del misterio de John Cristo,
Lennon. Los Beatles se dieron cuenta muy pronto que a su maestro
Motohashishfuckin’ le gustaba más el «estado del dinero» que el estado místico. ¡Oh,
Dios mío, qué decepción para los buscadores de la luz! ¡La luz se volvió dinero!
A la onda hippie pronto se le añadió otra frase, sin que el maestro Tim la
prepusiera. Desde entonces, las tres frases indispensables de la onda son: Turn on,
Drop out, Get Sick.
Al poco tiempo los reyes hechos ídolos dejaron de aparecer en público. Pero el
Tiburón tenía sustitutos para el querido público de la onda. Un público con el único
problema existencial de no regresar a la tierra. ¿Para qué estar en un mundo violento,
donde sin piedad te exterminan? ¿Para qué estar en un mundo llena de violencia,
siendo uno hecho de amor? La música es amor, Dios es amor, yo soy amor; amar y
paz, hermano; yo no soy un soldado que mata chales en Vietnam. No es mi guerra, es
la guerra del Establishment, su negocio; yo, chavo florero, no estoy involucrado en el
show bizz del Tiburón, yo traigo mi onda y no molesten. Agarra la onda que es
sencilla, agarra tu onda y ya.
Pero la vida es padre, padrísima, pronto a la depresión le envió un rayo de luz,
que iluminó los cerebritos de ciertas chavos de la onda. Los antecedentes de estos
chavos se reunían en torno a que en su época de estudiantes fueron disidentes,
radicales. Cuando vieron que la onda hippie andaba en lo grave, estos chavos le
agregaron a sicodelia el patín de la política. A la pasividad vegetal del chavo florero
le añadieron su imaginación interior más allá del lugar común.
El hippismo mostró que la luz que iluminó a los chavos amorosos sólo cambió su
exterior. Los que abandonaran la actitud inmóvil —o sea les chavos que llegaron a la
Política— llamaron a su onda yippie. La psicodelia no los había despegado de la
tierra sino exteriorizado toda la imaginación existente en sus cerebros. Imaginación
movilizada por la lectura de Marcuse, McLuhan, Bakunin, Lenny Bruce. Estos
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chavos se destraumatizaban, también, con películas de Groucho Smith y Charles
Engels Chaplin.
Desde mi Shorty punto de vista, el movimiento yippie ha sido el movimiento
juvenil con más imaginación, con incluso más que el francés. El movimiento yippie
demostró su imaginación en Chicago.
Decir que la Convención Demócrata del 68 era una farsa, era lo más acertado,
pero también el lugar más común. Así que los yippies no se conformaron con aceptar
la farsa pasivamente, sino que fueron a Chicago a parodiar la farsa. Fueron a celebrar
la Convención yippie para apoyar la candidatura del Cerdo cuando los delegados del
Partido Demócrata —en su mayoría— iban a apoyar a Humbert Humphrey. De la
farsa electoral —en el Auditorio Municipal— fueron a hacer un espectáculo para
todo el pueblo norteamericano. La farsa no fue para unos cuantos sino para todo el
público, porque la escenificación se trasladó del Auditorio Municipal a las calles. Y
se demostró que Street Fighting Man no es un «hombre que pelea en las calles, sino
un hombre que se comunica en las calles», porque los «que pelean en las calles son
los cerdos». Por la onda yippi de Chicago se mostró la Conciencia Televidente: no
traspasar el lugar común + clase media + nostalgia + empty brain — tan siquiera algo
de cultura + estar in sports. Ése es el verdadero nombre de Mr. Power’s Violence.
Lo más importante fue que en Chicago se llevó a cabo la Primera Manifestación
del Poder de la Imaginación más Padre ante/contra The Pig Power. Allí ¡oh my
beloved Chicago!, el amor de ácido se solidarizó con Black Panthers, tomando de
estos primeros revolucionarios provenientes del lumpenproletariado su lenguaje para
nombrar al Poder.
Abhie Hoffman propuso los siguientes puntos de acción para Chicago:
Pero los yipis no pudieron llevar a rabo sus propósitos; los demócratas no saben
reír, los pigs no saben reír, el televidente no sabe reír, porque la alegría y la anti
solemnidad yipi fue reprimida con «mace y cachiporras». Y como hubo violencia en
las calles, a los yipies se les acusó de promotores de disturbios. Los yipis son el ya
famoso «juicio de las siete de Chicago». (Los yipis son los «anarquistas» con el mejor
sentido del humor, para vivir en estos tiempos; un humor reflejado en las películas de
Arthur Penn y Buster Keaton y Bob Dylan).
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¡Y yoooooooo que te creía el Rey de todo el mundo[73]!
El representante lo mira.
Abbie: Mira, es que podríamos usar una lana para nuestro juicio, tú sabes, la onda de los Siete de
Chicago. Te Prometo que te los pago cuando acabe toda la onda.
Representante: ¡No!
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Mutis del Repre.
Abbie: Mick, ¿puedes prestarnos alguna feria para nuestro juicio? Hacer la Revolución cuesta caro, tú
sabes.
Mick (mirando en el espejo si su peinado quedó «sexy», lentamente da vuelta y mira a Abbie):
Nosotros también tuvimos nuestros juicios.
En Los Ángeles, Mick Jagger, en escena, había saltado sobre un sombrero modelo
«Tío Sam»; Abbie Hoffman y sus amigos habían ido a Wall Street y arrojado
quinientos dólares a las puertas de la Bolsa de Valores. Abbie Hoffman estaba en
Chicago porque sería juzgado por los disturbios de Chicago: Mick Jagger estaba en
Chicago para provocar la cachondería de ninfetos y ninfetas, pasados y pasadas. En
1968, los asistentes a la Convención Demócrata en el Auditorio Municipal,
provocaron la golpiza de los kids. En 1669, los asistentes al Concierto de los Rolling
Stones, provocaron un orgasmo colectivo cuando Jagger les cantó «Satisfaction».
Abbie estaba en Chicago para seguir cotorreando la onda de su revolución; Jagger
además para provocar la cachondería, estaba para que fresas y onderos gritaran Paz y
Amor, hicieran el signo de la V. We Love you, Mick!
Y cuando Jagger cantaba «Street Fighting Man» en Altamont, sus guardias del
orden (Angélicos del Infierno) asesinaban a un negro, peleaban sobre el escenario.
Cuando Mick Jagger cantaba I’m Jumpin Jack Flash, in fact it’s a gas, y los
Angélicos, con tacos de billar, golpeaban a un negro, entre cuatrocientos mil
admiradores de los Rolling Stones, en Altamont, Abbie Hoffman, Jerry Rubin, David
Dellinger, Tom Hayden, John Froines, Lee Weiner, Rennie Davies (Juez: ¿Usted sabe
cómo me llamó Bobby Seaale? Rennie: Lo llamó fascista y cerdo. Juez: Muchas
veces. Rennie: Muchas veces, pero no las suficientes), esperaban ser juzgados, por
perturbadores del sistema, en Chicago.
Mick Jagger cantaba en Altamont ante pasados de mota, ácido, vino, mezcalina,
morfina, My name is called Disturbance/I’ll Shout/I’ll Scream/I’ll Kill the King and
rail at all his servants!/ But what a poor boy can do/Except to sing a rock n’ roll
band/Cause in sleepy London Town there ain’t no place for a Street Fighting Man!
¿No les dije que Jagger está muy enterado de la política? Se enteró de la onda de
Chicago y de la onda de Paris. La onda de las banderas negras. Como es
revolucionario, pues de volada a solidarizarse con los revolucionarios de París y
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Chicago, la onda disidente. Pero mejor ir a Bakunin, al anarquismo ruso. Mick
recurre al manifiesto anarquista de abril de 1862, a la onda esa de gritaré y mataré al
rey. La onda del manifiesto anarquista dice: «¡Entremos en el Palacio de Invierno y
exterminemos a sus ocupantes!». Mick dice: Mataré al rey y (según versión al
español de José Agustín y Juan Tovar) vilipendiaré a sus sirvientes. ¡Ah, que
muchacho este Jagger tan anarquista! ¡Tan rebelde, tan provocador, tan revoltoso, tan
perturbador! Cuando estuvo ante el Juez inglés que lo juzgó por «moto», profirió
algunas frases célebres parecidas a la que dijo Fidel cuando fue juzgado por asaltante
del Cuartel Moncada: La historia me absolverá[75].
Cuando el juez sentenció a Tom Hayden (SDS), éste dijo que lo único que lo
molestaba de ir a la cárcel era que quería tener un hijo. El juez respondió; «Pues ahí
es donde el sistema no puede hacer nada por usted». Hayden contestó: «El sistema no
puede hacer ningún bien tratando de prevenir el nacimiento de un nuevo mundo…
Vea alrededor y encontrará la prueba de que su mundo está agonizando».
De Monterrey (el primer festival de rock al aire libre, con los grandes grupos, los
grandes gurús de la onda, del rock, donde todos llevaban flores en el cabello, todas
estaban llenos de amor, brillando, cuando la música de Ravi Shankar hizo llorar a la
multitud, la música de Jimmi Hendrix incendió el mundo, la música de Jefferson
Airplane volvió amorosos a todos, donde diez mil guitarras eléctricas provocaron tres
días de amor y comprensión, en 1967) a Altamont, la magia misteriosa del viaje se ha
desvanecido, esfumado, la magia blanca se ha transformado en magia negra, la Bella
Durmiente ha sido desencantada, las flores se han marchitado, la rebelión ha
¿desaparecido? El Tiburón tiene el estómago repleto de sardinas, desgraciadamente
(¿o agraciadamente?), el Che nació en Argentina y Mick Jagger en Inglaterra. Los
pequeñoburgueses buscan el camino de la salvación personal. La música ha vuelto a
su simplicidad, ya no tiene la apariencia de multiplicidad. ¿Ha muerto el mito?
De Los Tres Grandes —Beatles, Rolling Stones, Dylan— el único que no formó
parle del juego fue Bob Dylan (sin él el rock hubiera sido la mediocridad). Dylan fue
el único gurú que rechazó ser gurú, fue el único que no quiso aceptar el papel de
héroe en la farsa; por esto ahora es el compositor más brillante y genial de los
sesenta.
Antes de tener una guitarra, un cigarro de mota, un chocho de aceite, Bob Dylan
tuvo el blues, amó a la gente jodida, a la gente pobre, a la gente que todos
explotamos, a la gente que todos matamos (porque todos somos uno), a la gente que
todos olvidamos. Bob Dylan amó desde siempre a los vilipendiados de su país. Su
música viene de Woody Cuthrie, Charlie Patton y Jimmy Reed.
Bob Dylan renunció, con carácter de irrevocable, a que el Establishment lo
hiciera un símbolo disponible para idiotizar a la adolescencia y a la juventud; se
resignó, bellamente, con su vocación de hombre, compositor y cantante. ¡Johnny B.
Goode llegó a ser una gran estrella del rock!
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Blues es funky
Blues es lo grasiento
Para tener el blues
Hay que ir pa’bajo
Pa’bajo pa’bajo
Lenta lentamente
Y ya que hayas descendido
Hasta la tierra de los hoyos
Encontrarás el blues
El sentido de lo funky
El sentido de lo groovy
El sentido de lo wild
El sentido de la underground
Así que
Goin’down goin’ down
Show Show Show…
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DEL LENGUAJE DE LA ONDA Y OTRAS ONDAS
Si vemos a la onda como una rebelión en contra del orden de la sociedad, tenernos
que procurar la creencia de que existe una visión colectiva en la que se agrupan
disidentes al «modo general de vida». Los disidentes se reúnen en torno a ciertas
ideas comunes, establecen una comunidad distinta dentro del común denominador
que rige en la sociedad. Los que forman esa otra comunidad dentro de «la
comunidad», con su disidencia plantean modificaciones y alteraciones en el «modo
general de vida del orden establecido», cambios en el statu quo. En el principio, los
cambios se proponen con nuevas ideas en el aire que modifiquen los sistemas que
rigen el orden económico, político, moral, etc. Luego, las ideas son reemplazadas por
la acción. Cuando a través de la acción se han impuesto las nuevas ideas a las viejas,
se ha producido una revolución en el «modo general de vida de la sociedad». Casi
siempre las nuevas ideas surgen de un grupo que por su escaso número de asociados
parece insignificante para subvertir el orden. Este grupo que subvierte el orden para
que se trastorne el «orden establecido» es la que se conoce como Avant Garde, la
vanguardia, chavos y chavas.
Podría asentarse que la vanguardia es la consecuencia de una gracia gratuita que
poco a poco avanza de persona en persona, para en un momento dado reunirlas de
súbito alrededor de la revelación. La asistencia a este momento mágico (casi divino o
totalmente) es escaso, sólo unos cuantos seres humanos escuchan la verdadera
palabra, sólo unos cuantos son dotados de ella. Bienaventurados son los que
estuvieron presentes, ellos personificarán la nueva rebeldía en contra de un mundo
agonizante obstinado tercamente en vivir.
Estos primeros, pocos rebeldes, no parecen ser como todos los humanas su
rebeldía los transforma en su interior y en su exterior; sus rostros reflejan bellas
almas dedicadas a rearmonizar el cielo y la tierra, el sol y la luna, a los seres
humanos. Sus miradas centellean luz y verdad, secretamente comunican que su
destino va más allá del tiempo presente. Por ellos, la sociedad (desde la esclavitud
hasta el capitalismo y el socialismo ruso) ha experimentado momentos de
luminosidad y éxtasis. Por su gracia, en ciertos mementos de la historia todos hemos
sido uno porque todos hemos sido como ellos.
Al colocarse al margen de la sociedad, establecen, de hecho, la negación de esta.
Su nuevo comportamiento en la sociedad ve a contraer el modo de vivir y va a
proponer otro, con distintos sistemas y órdenes de existir. Modos de vida y sistemas
de existir a partir de la sociedad establecida. Según el momento en que se producen,
variara los resultados.
Muchos movimientos de vanguardia han modificado los sistemas económicos:
otros, la conciencia moral colectivo.
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Hay momentos en que la vanguardia es la retaguardia de un fenómeno
revolucionario. Es decir que aparece como vanguardia lo que en realidad es la
nulificación de toda perspectiva de cambio en una sociedad establecida. Esta
retaguardia con apariencia de vanguardia se presenta como droga curativa de la
enfermedad de la sociedad. Y a la larga se observa que tal medicamento es una
talidomida. Esa retaguardia que pretende dar la impresión de vanguardia cree que sus
alucinaciones son iluminaciones, cree que la salvación de todos está en esas
alucinaciones del delirio: el delirio ineludible transmitido por una sociedad con
fiebre, que batalla por su vida, heroicamente, al filo de la muerte.
Cuando dicha retaguardia con apariencia de vanguardia surge, es difícil ubicarla,
apreciarla, Por lo general proclama el restablecimiento del entendimiento humano, la
compasión; por lo general proclama las verdades absolutas como muestra de que
predomina el bien sobre el mal, lo justo sobre lo injusto, lo bello sobre lo feo, lo
infinito sobre lo finito. Es inherente a esta «vanguardia» proclamar la originalidad de
sus ideas; ante ella no han existido mundos anteriores; delante de ella, está el paraíso.
Pero después del éxtasis, las bondadosas intenciones de los predicadores terminan en
las montañas, lejos de la miel y el incienso. Es que ha llegado el momento de la
salvación personal. Las «vanguardistas» se alejan en busca de su salvación, tratando
de que nadie les arrebate los secretos del camino del cielo. Y en la búsqueda de la
salvación personal, la «vanguardia» deshace su imagen, deja atrás el vestido y el
lenguaje que en un tiempo dado la identificaban como tal, En realidad su euforia no
fue producid por iluminaciones, sino por alucinaciones ególatras. Su «vanguardismo»
ha vuelto, en la serenidad, a la retaguardia de las ideas que ellos sólo anticiparon con
su disidencia. A esta «vanguardia» en un tiempo le conoció como fascismo, nazismo,
o algo así.
«Vanguardias» de tal índole están formadas por aquellos «molestos» que
consideran que la sociedad la integran «idiotas» y no enajenados. «Revolucionarios»
así consideran que la sociedad no ha sabido apreciar su talento. Cuando el talento de
algunos de ellos es reconocido por la sociedad, calman sus ansias de transformar
todo. El Poder ya los ha tomado en cuenta. He aquí la trampa. Han pasado a ser
caricaturizados por la sociedad que combatían, han sido contagiados por la
enfermedad que los aterrorizaba. Para evitar el suicidio, se asocian con sus
semejantes, conjuran al ruido para huir del aislamiento, hablan y hablan para no
escuchar el silencio: porque a través del silencio se vuelve al pasador al principio de
sus vidas. Ese principio que los inició en el oficio de buscadores de la verdad. Ese
principio que es un corredor oscuro con una puerta cerrada al fondo, que todas los
que formaron esa vanguardia quisieron abrir primero para lograr nuestra salvación.
Para ser de vanguardia se requiere el oficio. Como todo oficio, la vanguardia tiene
sus materias, sus años escolares y su terminología. Y si consideramos a la onda como
vanguardia, habrá que ver los requisitos que se requieren para el oficio de chavo de la
onda. Materias, grados y terminología para obtener el diploma de «chavo ondero,
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chavo maestro ondero, chavo guía ondero», a—según.
Según el título obtenido se puede ejercer como «conjurador, brujo, maestro,
gurú». Y se puede ser erudito en esoterismo. O sea, se puede ser oficial de un oficio
subterráneo por antonomasia, No cualquiera es admitido en la onda, no cualquiera es
capaz de llegar al Paraíso. No cualquiera puede tener tan buena alma como para
llegar a grados tan célicos.
De los cientos de miles que a través de la historia han tomado cursos de lo onda
sólo unos cuantos han sido aprobados. Y no todos los que se han graduado han
ejercido el oficio de tiempo completo.
1. Lengua de la Onda
2. Hagiografía de la Onda
3. Geografía de la Onda
4. Sexología de la Onda
5. Farmacología de la Onda
6. Musicología de la Onda
7. Fenomenología de la Onda
El lenguaje de la onda
O goin’ down slow
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grasosos y prietos del mundo que viven entre el azote y el aliviane. Doncha dig it?
Move out motherfucher! Up against the wall motherfucker! Los tecolotes sacan la
fusca y tú te pirabas de boleto pa’ que no te apañen porque, ñis, está muy cabrera que
babalú cuando estás pacheco. Enton’s te metes a un hoyo y le llegas a las rojas y lo
nadagrubi se hace funky y descuadrado y very heavy, when you’re goin’ down slow,
slow, slowwwwwww.
¡AAAHHHHH
¡AAAHHHHH
¡AAAHHHHH
HHHHHH
HHHHHH
HHHHHH
HHHHHH
HHHHHH
HHHHHH
HH!
HH!
HH!
GROOOOOOOOVVVVY! FUNKISISISIMO
GROOOOOOOOVVVVY! FUNKISISISIMO
GROOOOOOOOVVVVY! FUNKISISISIMO
GROOOOOOOOVVVVY! FUNKISISISIMO
GROOOOOOOOVVVVY! FUNKISISISIMO
GROOOOOOOOVVVVY! FUNKISISISIMO
GROOOOOOOOVVVVY! FUNKISISISIMO
RIGHT ON!
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Nada de simonel, agarre su patín
De pronto llegaron las palabras, nadie sabía quién las había creado. Tampoco nade
sabía de dónde venían…
En el principio fueron palabras prohibidas, parecían formar el lenguaje de un
terrorista, de un anarquista, de un revolucionario de la nada.
Ante el pudor de la gente respetable, las palabras eran bombas que explotaban
frente a su menguada, hipócrita moralidad.
Las palabras eran bombas de destellos multicolores entre el mundo blanco y
negro de la gente decente, Las palabras eran las bombas que precedían una
modificación en el modo de vida de nuestra pequeña burguesía y parte de la
burguesía. Las palabras profetizaban la resurrección de algunos chavos y chavas.
Presuponían un cierto retorno a la sencillez. Las palabras eran una mentada de madre
y una patada en el culo a la respetable sociedad mexicana, pacífica y próspera gracias
a más de un millón de hijos de la chingada que murieron porque no tenían nada y con
su vida trataron de conseguir algo para sus semejantes.
Extraño a la gente respetable, el lenguaje de la onda molestaba, retaba a su
estabilidad emocional. El reto se hizo peligroso. Era clave, signo, santo y seña de una
especie de secta que trataba de imponer una nueva religión que predicaba un modo
distinto do vivir, ajeno a México. Esa secta estaba formada por activistas que
predicaban sus nuevas creencias sobre el oficio de vivir y buscaban así atraer
prosélitos.
Como toda religión no institucionalizada, se la consideró perjudicial, dañina,
subversiva. Como naciente religión que trataba de predicar la bondad y la hermandad
fue perseguida, proclamada como falsa, materialista diabólica por escribas,
sacerdotes y fariseos.
No fue necesario que esa nueva religión preestableciera un lenguaje diferente para
ser atractiva. El Poder, al marginarla, desconocerla y arrimarla al delito de disolvente
de la sociedad, le dio gratuitamente la oportunidad de inventar una lengua que se
acercara a definirla: cifra, jeroglífico, signo, señal provenientes de la oscuridad del
subterráneo a la sombra de las calles.
La clandestinidad tuvo que imponer un esfuerzo a la imaginación de los creadores
del lenguaje de la onda. El lenguaje tuvo que cerrarse sobre sí mismo, para que espías
y enemigos no tuvieran acceso a los secretos de la nueva secta.
De la secta que fundó la nueva religión y fundamentó el lenguaje no se sabe
mucho, casi nada, excepto lo que se ha dicho de tiempo en tiempo: «la leyenda de la
nueva religión».
No se sabe nada del patriarca, del maestro de esta nueva iglesia los apóstoles más
iluminados no han escrito aún las sagradas escrituras.
Ahora, la religión nueva suma muchos fieles que se adhirieron lenta
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silenciosamente en las cavernas. Ahora, su lenguaje enfrenta dos modos de vivir. Los
extremas tensos luchando caóticamente entre la piedra, el polvo y el cemento de la
folk y cosmopolita ciudad de México. La onda atentando contra la superestructura de
la pirámide azteca. La onda horrorizando la conciencia de la clase media de
«Nacotlán». La onda provocando trastornos en la estructura del «fresafascismo». La
onda subvirtiendo el orden. La onda recorriendo el seno de la familia mexicana.
¡Vade Retro!
Las agitadores de la onda son adolescentes y jóvenes, menores de treinta años.
Ellos son vilipendiados, injuriados, despreciados por la sociedad que desde las
posiciones de «el progreso» y «la justicia social» no puede explicarse su existencia en
México. Estos agitadores atentan contra el orden y la ley porque no sirven, porque
viven derrotados; son vagos, son unos perdidos para la sociedad. ¡Para la Revolución
Mexicana!
Para la Institución, la agitación de estos rebeldes no tiene razón de ser. No
pertenecen a la adolescencia y a la juventud estudiosas, no se preparan para servir a la
patria, no pretenden funcionar dentro de la patria. Su rebeldía no tiene bandera,
tampoco escudo. No los protege la escuela, la familia, la política. Están detrás de la
cerca del estanquillo nacional. Su modo de vida se define un poco metafóricamente
como «Me Vale Madres». O sea: que la sociedad se vaya a La chingada. Yo me voy a
otro lado, dejo de participar en el juego de los irigotes.
Y, de pronto, los sonidos se hicieron palabras; de las tinieblas, a la luz. Los
iniciados en la onda tuvieron su idioma. Extraño a la sociedad mexicana, parecía
lengua de extranjeros. Vino de las fronteras de la ciudad de México. Vino de las
subterráneos; de los maceguales a los hijos de los siervos de los señores, es decir, de
la ñeriza a la clase media.
¡Esos carnales!
Diferir del modo general de hablar es tratar de no ser como los demás, es salirse de
las leyes y el orden que preestablecen un lenguaje común. No se acepta ese lenguaje
común porque no se acepta ser como las personas que lo hablan entre sí. Retirarse de
ese medio normal de intercomunicación es no aceptar a la sociedad que se define le
busca definición en las palabras de un Idioma determinado. El lenguaje está para
amoldarse a los términos que el estado de la sociedad requiere.
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Aquellos que se marginan de la sociedad inventan un nuevo lenguaje que
identifique y defina su posición de enfrentamiento. En la creación de un lenguaje
nuevo reside la sobrevivencia de la nueva comunidad. Puñal y escudo.
Al margen, el disidente tiene que nombrar de nuevo a las personas y a las cosas,
porque las relaciones van a ser distintas. Va a vivir de manera diferente. Está al
principio de su experiencia. Está en el principio de un camino que conduce a un lugar
distinto al que la mayoría habita. Su nuevo lenguaje, de volada, será el nuevo modo
de vida en torno al cual se agruparán otros como él; las nuevas palabras, hijas, serán
los ladrillos, las piedras del futuro templo de la nueva secta de vivir la realidad. Las
palabras serán partes que irán formando, modelando, amalgamando el alma de la
fraternidad, Entre más disidente sea la comunidad más cerrado será el lenguaje, es
decir: entre mayor sea el reto al bienestar de la sociedad, más cerrado será el círculo
de iniciados en el nuevo lenguaje. Pienso en otro caló dentro del caló: el peligro
dentro del peligro, la revolución dentro de la revolución, la disidencia dentro de la
disidencia, la dialéctica dentro de la dialéctica, el caos dentro del urden, el orden
dentro del desorden, el desorden dentro del orden, el azúcar dentro de la sal, la sal
dentro del azúcar, la semilla dentro de la sandia, la loquera dentro de la cordura, la
cordura dentro de la loquera, la loquera dentro de la loquera, la cordura dentro de la
cordura, el orden dentro del orden… El cotorreo dentro del cotorreo… Ahora sí no
me medí.
El desafío está más cerca de la muerte, el lenguaje de los asesinos es siempre más
cerrado, más esotérico que el de los rateros. En cambio el lenguaje de los políticos
amplio, «abierto», El lenguaje de la onda está siempre al borde del abismo, siempre al
borde.
Hablar como chavo de la onda es simplemente mentarle la madre a una sociedad
cuya querida madre es una puta, vieja, demacrada, ojerosa, miope, fodonga que
cuando se para frente a un espejo cierra los ajos y se piensa Raquel Welch o Mick
Jagger. A los sesenta años, la madre talonera de esta chava se cree respetable. Esta
señora fue dueña de burdeles, madrota. Ahora vive en Las Lomas, sus hijas en el
Pedregal de San Ángel. Y sus discípulas son las madres de una espléndida juventud
dorada que prolonga Sunset Boulevald hasta las principales avenidas de la ciudad de
México. Esas señoras y sus descendientes son las que han propiciado el nacimiento
prematuro de la onda en México, por la gracia de su dorarla ociosidad revolucionaria.
Sin la existencia de una burguesía sólida, rodeada de una clase media buscona de
ídem posición, no se explica la onda en México. ¿Habrá onda psicodélica en Perú,
Brasil, Guatemala, Chile? I reckon that it ain’t, possible, man.
Para la clase media de acá la onda llegó de riverol, entró por Laredo, Ciudad
Juárez, Tijuana, Piedras Negras, vino de across-the-river. Pero todo llegó rolando con
el rock: que los Beatles son macizos, que Bob Dylan es un pasado, que los Rolling
Stones se atacan con todano. En fin, que la onda del rock se debía a la «maestrísima
alma materísima de la macisisima María Juana». ¿A poco? Simón, dicen que los
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Rolling Stones dicen en Satisfaction esa onda: «pero él no puede ser un hombre
porque no fuma los mismos cigarros que yo». ¿Ya? ¿A poco habla de la mota? Pos sí.
¡Ah! Y dicen que Bob Dylan en Rainy Day Women 12 & 35 dice que todos deben
fumar mariguana, que Stoned es estar hasta el gorro, atascadísimo.
¡El vicio de los valerosos soldados de la revolución mexicana —la cucaracha, la
cucaracha ya no puede caminar, porque le falta mariguana que fumar—, los
pepenadores mexicanos, los rateros mexicanos, los asesinos mexicanos! Y de la clase
media, por fin, salieron los primeros adeptos a la yerba prohibida. ¿Dónde comprar la
yerba que consumían sus «ídolos»? ¿Dónde conseguir la yerba prohibida para poder
ser semejantes a sus «ídolos», los casi dioses? Easy, en las esquinas de los barrios
bajos, en cualquiera de los cientos de ciudades perdidas que hay dentro de la ciudad
de México, en las que los habitantes se rigen por otras leyes, otro orden social. Donde
su aislamiento les impone un modo de vida regido por una moral muy alejada de la
que predomina en la mayoría de los habitantes de la ciudad de México.
Las primeros que se aventuran tienen que desproveerse de todo lo que los
identifique con la sociedad que arrojó a seres humanos a deambular y poblar el
mundo de las ciudades perdidas. Para ser aceptados por los pobladores de las
ciudades perdidas, los primeros que se aventuran tienen que solidarizarse a través del
lenguaje, establecer una especie de pacto subterráneo. Al realizar el trato de compra-
venta de la mariguana, de inmediato se es como el habitante de la ciudad perdida, se
está al margen de las leyes como él. Tenemos que ser como sus hermanos del alma.
Fumar mariguana implica un acto ilícito, sancionada y penado por la sociedad y
sus leyes. Una fumada de mariguana nos convierte inmediatamente en maleantes.
Delincuentes que, por un acto voluntario, nos hemos apartado de la sociedad. Desde
el primer cigarro de mariguana que consumimos nos hemos desvinculada de la
familia, la patria, la sociedad que nos rodea. Ya no estamos entre ellos sino alrededor.
Con la primera fumada de mariguana nuestros principios y nuestra libertad quedan
condicionados. ¿Cómo podremos permanecer libres si somos macizos?
Siendo ilegal la mariguana, su uso y abuso requieren de un rito. Rito que celebran
aquellos que la consumen. Un rito que requiere un lenguaje ceremonial de
identificación entre los iniciados. La mariguana nos da otro lenguaje, Por otra parte,
fumar mota es tratar de ingresar gratuitamente a otro mundo; vamos hacia lados
desconocidos de nuestra realidad, hacia secretos velados para los demás, hacia otro
lado de la fantasía. Fantasía entre un mundo subterráneo, prohibido.
Esa fascinación por lo prohibido nos acerca a la tierra desconocida, y en la
búsqueda de esa tierra se inicia la aventura. Sólo se parte con el conocimiento de que
en el camino se va a encontrar otra cosa que no estaba en el mundo habitual. Ese
mundo que se trata de borrar de la mente cuando se inicia la aventura, Es cuando nos
atrevemos a retar todo.
De una colonia clase media a un barrio superpobre, se va olvidando que se
pertenece a un mundo autorizado, se va quedando atrás el mundo del orden, el
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progreso, la legalidad, el bienestar, se va dejando de ser parte de todos los valores
morales que la sociedad ostenta.
Desde el momento en que se recibe el primer paquete de mariguana, se inicia el
desafío, el combate entre el outsider y la sociedad. Como los habitantes de las
ciudades perdidas, habrá que andar con cuidarlo, atento siempre alrededor, listo a no
caer en trampas para ratones; habrá que ser como los gatos entre la oscuridad, muy
buzo ñero. La gente no debe saber nuestra onda, no debe darse color de nuestro iris,
no debe enterarse de que en ese preciso momento traemos otra onda, ha de ignorar
que ya no somos como ellos.
En principio así fue la onda, muy disimulada, vivida subterráneamente. Tan
disimulada que la gente no se dio cuenta que paralela a la Onda Gabacha corría la
Onda Tacuara. ¡Ésele!
El primer modelo de ondero a seguir fue sin duda Marlon Brando. Vistiendo y
gesticulando como él en El salvaje[76] automáticamente se era el rebelde. Adoptando
la personalidad de Marlon Brando en El salvaje se mostraba que no se quería vivir
como los demás.
Para ser de alguna onda se requiere una poca de gracia que la objetívice, que la
exteriorice ante los demás. Lo inmediato es la identificación de varias ondas en una.
El uniforme es la seña identificadora, es la advertencia pública de una onda que
difiere de la onda general. Con el uniforme el individuo, que antes era parte de la
pluralidad, trata de singularizarse. Vistiendo como Marlon Brando, caminando como
Marlon Brando, gesticulando como Marlon somos la persona que Marlon Brando es
en la pantalla cinematográfica: Marlon es el füehrer, el ídolo a propagar. El Líder
sobre todo, arriba y adelante de todos. El hombre múltiple en busca de su unicidad, el
hombre anónimo en busca de su trascendencia. Imitando «los atavíos» del héroe
somos el héroe. Asumimos su modo especial, singular de hablar. Pero como el héroe
habla inglés habrá que amoldarte un lenguaje que traducido respete su lugar de
procedencia. De prisa, los imitadores de Marlon Brando buscan ese lenguaje
equivalente, ese modo parecido de hablar, prohibido y subversivo, que atente contra
las buenas costumbres. El único que tiene las palabras que más se acercan a la
imagen del héroe y su modo de hablar es el habitante de los barrios bajos de México.
Allí está el lenguaje: grasiento, espeso.
Playera blanca, chamarra de cuero, botas negras de cuero, cabello envaselinado y
abultado, copete de pachuco, cola de pato, la mirada desafiante, las manos en las
bolsas laterales de la chamarra, pantalón de mezclilla, el cigarro inmóvil prensado por
los labios, los pasos en lenta marcha como un vaquero a punto de duelo (el muchacho
atascado de problemas, el muchacho incomprendido, el muchacho con ansias de
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heroicidad); disfrazado, el adolescente mexicano ha encontrado un uniforme de
acuerdo a su circunstancia, pero como réplica de un héroe juvenil elaborado en un
país altamente desarrollado.
Nuestro primer ondero juvenil carecía de originalidad, de ascendencia mítica. Lo
único original en él le fue dado por la coincidencia de que el lenguaje de los barrios
bajos norteamericanas es semejante al de los barrios bajos mexicanos, porque viene
de seres humanos que viven al margen de los buenos tiempos ociosos que la
respetable sociedad disfruta.
Las distorsiones que en esos barrios sufre el lenguaje son una consecuencia del
resentimiento que el medio ambiente crea entre sus habitantes. En el lenguaje de los
barrios bajos —del lumpenproletariado— está el muro que defiende a los pobladores
de los intrusos que tratan de inmiscuirse en las penas de sus almas. Blues es penas.
Adoptado por el pretendiente a héroe juvenil el lenguaje es entonces escudo y
puñal. Por un lado va a rasgar las formas de la sociedad que han determinado el
lenguaje colectivo. En esta posición el lenguaje de la onda es afrenta, reto, desafío a
las buenas costumbres y defensa, parapeto, guarida de las costumbres prohibidas.
El lenguaje de la onda no es insulto, ni albur a la sociedad, sino obstáculo para
diferenciar un mundo que trata de vivir en la aventura, de otro que niega toda
posibilidad de vivirla.
En el lenguaje de la onda está el síntoma del adolescente clase media por vivir la
aventura. Ir hacia ese modo distinto de hablar —penetrando en los barrios bajos— es
viajar hasta la fuente de la libertad que se cree localizable en los impulsos, en el
instante. En ese instante donde no interviene la conducta condicionada,
predeterminada por la educación y las convenciones, sino que sólo requiere la
participación del individuo en el momento: la vida hay que vivirla. En el otro lado de
la conciencia.
El lenguaje de la onda desconoce sistemas, leyes, porque es creado de lo efímero,
es creado para el instante. El lenguaje de la onda, así visto, es una de las formas que
contienen el signo de la rebeldía. Pasando el tiempo tal vez es el único resto más o
menos perdurable del cadáver de toda onda, porque en él esa onda —una onda—
trató de definirse, perpetuarse, buscar una interpretación a su divergencia.
Brandito ya tiene el uniforme que lo hace temido, despreciado. Su creencia en ese
aspecto temible y despreciable lo hacen sentirse. El uniforme es para indicar su
presencia a los otros. Él tiene el poder en las calles donde ha llegado su fama. Y sólo
comparte el poder con los que personifican como él mismo el papel de branditos en
la ciudad de México.
Estos brandos traducidos al mexicano son los pioneros de la onda que llegaron a
la ciudad de México en la primera mitad de la década de los cincuenta. ¿Cuál era su
onda?
Las pandillas: Chicos Malos de Peralvillo, Gatunos del sur de la ciudad de
México, Los Nazis de Portales, Los Azotes de la Narvarte, los de la Roma, Célebres
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fueron «El Flotador», «La Monina», «Pepencho», «La Marrana», «El poli», ¡Aquí la
Guerrero!
Sus victorias en pleitos callejeros contra pandillas de otras calles los hicieron
famosos más allá de sus colonias. Se les temió y aborreció. Fueron los «chavos más
malditos» de México. Arrojados, audaces, valientes, sin miedo al peligro, al filo de la
muerte. Fríos ante la calaca. El cine estaba en las calles. «Juventud desenfrenada[77]»
que fue sólo el reflejo de la desenfrenada mente del cine mexicano. Marlon Brando se
ha multiplicado. Marlon Brando se ha vuelto representación, reflejo. La onda fue el
golpe acertado al enemigo, el descontón preciso, La onda fue ser el más listo, tiro con
las viejas. La onda fue traer la mejor nalga. La onda fue ser el más chingón para los
chingadazos. La onda fue aguantar todo más que los cuates: más alcohol en la sangre,
más venidas con las viejas. La onda es resistencia.
Entre más rudo, frío, indiferente, se era el más chingón.
¿Y quién tenía un lenguaje tan áspero, salvaje, original, audaz como nuestro
ondero brandonero?. Pues el ñero. Mis ñeros, que son mis carnales, mis hermanos del
alma, mis camaradas, mis tovariches, mis partners.
Is barniz. El ñero es nuestro manito, nuestro compita, el carnal que comparte
nuestras penas y nuestras alegrías, nuestro blues y nuestro rhythm & blues. Nuestro
ñero entiende nuestra onda porque anda en la misma onda que nosotros. Con el
mismo blues en la sangre.
Y el lenguaje de los pelados, los gañanes, los rotos, los jodidos, los nacos va
subiendo por el cuerpo de la sociedad como una infección. (¡Ved la ciudad de México
y encontraréis el camino que siguió el lenguaje de la onda! Cuesta arriba, de la sima a
la cima de la Pirámide de Nacotitlán de las Granadas. De las cuevas y las chozas en el
fondo del Valle a las Lomas de la ciudad).
Entre los fieros, los más listos con las mujeres reciben el don de pertenecer a la
especie de los Gatos, Mientras más seductor de gatitas es un gato, mayor rango
adquiere. (Escuchen la canción de Mike Laure[78], «El gato de Angora»). Bueno,
ustedes tuvieron una pésima versión del Gato en Los caifanes[79]. Más o menos le
llegaron a la onda. Pero aquí trataré de lanzarla sin complejos nacunos.
Aquel que llega a Gato es porque se ha transformado en gatos. Sus movimientos
son cautos, felinos, de extraña belleza. Los Gatos hablan en voz baja, cuando hablan
mueven lentamente brazos, manos, piernas, mecen el cuerpo para ilustrar las
palabras. Sus miradas indican que se encuentran siempre al acecho. Sus vidas están
dedicadas a las satisfacciones que ofrecen las presas, de carne fresca. Comer para
ellos es coger. Para atraer a la presa, estudian sus movimientos.
Siempre están alertas al movimiento de las nalguitas, al perfume de los
bizcochitos que indica el grado de la cachondería. Siempre atentos a las miradas de
las gatitas.
Para la conquista y la seducción los Gatos son rápidos, habladores, cautelosos.
Atacan en el momento preciso. A los verdaderas Gatos no se les va una. Entre la
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ñeriza son los que vencen cuando atacan a las mujeres.
Dentro del ñis, aquel que no logra transformarse en Gato tiene que conformarse
con la apariencia animal que le impuso el destino: Mosca, Chivo, Alacrán, Ratón.
El Gato no es el chulo, sino el muy acá de la ñeriza, el que domina a las mujeres,
el que les truena los dedos. Él no es un perro con las mujeres, es un Gato. Un Gato
siempre está acá: ¡chico!
Y en la primera mitad de los cincuenta, el chavo de la clase media es fascinado
por la magia que estos Gatos ejercen sobre las «gatitas», los «bizcochos». Para los
Gatos no hay bardas, rejas, muros: la propiedad y sus códigos no existen. El Gato no
respeta nada, no hay propiedad privada ante una buena presa. El Gato tiene la
facultad física y la intuición para saltar sobre las cercas, los muros. El Gato siempre
está en movimiento en busca de carne fresca. No conquista como tigre, sino con la
fascinación concéntrica que poco a poco va ejerciendo sobre la víctima: el Gato la
atrae con movimientos delicados y elegantes. No tiene escrúpulos, nada puede
detener sus carnívoros propósitos, es el mejor amigo de la noche. Tal vez
descendiente de los vampiros, desaparece cuando llega el día. El día lo notifica, lo
anonimiza.
Pero llega la noche y el perfume de una «gatita» lo atrae. No actúa como chulo:
su poder no está en la inmovilidad sino en el movimiento. No es derecho, sino
mañoso; para él vale más maña que fuerza. No ataca de frente como los cabrones,
sino que antes anda por las ramas. De los animales del zoológico de los barrios bajos
es la mascota favorita de las hembras de todas las especies. Aguarda siempre a que la
vaca mueva la cola, la loba aúlle, la tigresa lo mire, la cierva pestañee. En la
oscuridad sólo los ojos del gato brillan.
Esos Gatos de los barrios bajos estaban «en onda» cuando los chavos de la clase
media llevaban «románticas» serenatas a sus posibles noviecitas santas. ¡Divino
tesoro es la juventud!
Rosada juventud entre sueños de pureza,/ tú y yo tomados de la mano,/ te adoro,/
te amo con el debido respeto que merece mi noviecita santa,/ mi tal vez esposa,/la
probable madrecita de mis hijos,/ despierta dulce amor de mi vida porque traigo
serenata hasta tu balcón para pedirte perdón porque anoche soñé que te bajaba el
calzón.
El buen chico de la clase media en las fiestas sabatinas bailaba de cachetito con su
noviecita santa gracias al previo consentimiento de mamacita y bajo su aprobadora
mirada. Mamá consentía porque él era un buen chico, de buena familia, decente y con
futuro.
De vez en cuando el buen chico «burdeleaba» como papá, de vez en cuando. Las
putas para coger, las noviecitas santas para «estar enamorado». I’m in the mood for
love, darlin’ because you’re near me. Shibum, shibum, shibum, shibum, tralalalalá.
You put your right foot in, you put your right hand in… Well, Papa loves mambo,
Mama loves mambo…
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En esos tiempos la ciudad de México estaba atascada de burdeles, para que los
chavos de la clase media calmaran sus fiebres primaverales. Ya sin calentura, el
chavo volvía a ser otra vez el buen chico amoroso de la noviecita santa. «¿Quién si no
fui yo pudo encender en ti la llama del amor?». Love’s a many splendored thing[80].
La clase media en México ya se acomodaba, empezaba a soñar ya no tenía muchas
preocupaciones para que sus incipientes sueños rosados se nublaran. Pero la clase
media de más abajo aún luchaba afanosamente por acomodarse al Sueño Mexicano.
Los chavos de esta parte de la clase media trataban de ser como los acomodados,
vivir como los acomodados. Pero la quincena de papá sólo servía para vivir
decorosamente, al día. Papá ni siquiera tenía coche
El «chavo clase media a secas» miraba cómo el «niño bien» hipnotizaba a las
muchachas (lo miraba desde las ventanas) con el zumbido áspero y poderoso del
motor de su coche nuevo. Las muchachas (o chicas) seguían fascinadas al niño bien
como las ratas por flautista de Hamelin.
«Niño bien» no necesitaba hablar, en su buena ropa from San Antonio, Texas,
residía su simpatía, y su destreza para conquistar en el año del modelo de su
automóvil. El «chavo clase media a secas» nomás miraba. En el callejón tejía la piel
de gato, disimulando su cólera. Desde las azoteas de los edificios observaba a las
«gatitas» que le pertenecían subir a los coches de les hijos de los caballeros coyotes,
los ya entonces cotizados juniors. Y la vida del chavo, oscilando entre el silencio y la
oscuridad, se consumía en olvidar que no le había tocado ser parte de los afortunados.
Así deambuló por pasillos oscuros de edificios de la Colonia Roma, la Narvarte,
la Del Valle, la Medianía. Y olvidó el lenguaje de su medio, dejó de expresarse como
todos, dejó de usar las palabras que lo acercaban al «niño-bien». Y pronto le llego,
gratuitamente, el nueva lenguaje de acuerdo a su realidad y a su transformación: el
lenguaje ñero.
De sus guaridas, de sus cuevas salen los gatos a la noche. Gatos en bola, trazando
círculos en la esquina. Los cabrones de la Álamos se creen muy tiros, muy chiros,
¿qué les parece, si nos aventamos una sopita con ellos? Por mi ya vas, ñero, yo no
soy gallina, no se me frunce el culo. Vamos partirles la madre, nos van pelar la
verga, son bien culeros, a l’ora de l’ora, Los vamos poner como camotes, morados.
¡Ya vas! ¡Esos chómpiras de La Narvarte!
¿Qué? ¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeee?
¡Los adolescentes de la Clase Media hablando como los pelados de la colonia
Buenos Aires —nomás— across-the-Piedad-River—, que es de puros rateros y
asesinos y mariguanas! ¡Muchachos con educación, hablando como rateros,
mariguanos, asesinos, barbajanes! ¿Qué? En vez de tratar de subir a bajar hasta
«bajo». En vez de tratar de hablar con propiedad a expresarse como la canalla, la
gleba, la peluza, la plebe, el populacho, la gente de lo pior que habita la ciudad de
México. Pos sí, digo, yo por una puta vieja nomás no me parto madre, son
retraidoras y re’putas, dicen que hay dos clases de pinches viejas: Las que cogen y
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las que están muertas. De verda’ ñero, digo, una pinche vieja nomás te trae
chingaderas y penas, digo, yo por una pinche vieja ni madres, en cambio por un
cuate que deveras es cuate, hasta la camisa, ñero, por Dios. Las pinches viejas
nomás están pa’joderte, pa’certe sufrir, manís, en cambio los cuates son muy
derechos…
Antes del arribo del rock a México, la clase media, como la clase baja ya tenia su
parque zoológico. Paquito, lalito, manolito, juanito, pepito, chavito, tavito, netito de
pronto se transformaron en animales: «La Marrana», «El Sapo», «El Oso», «El
Tigre», «El Perro», «El Lobo» et al. Ya no trataban de ser «decentes», sino
«pelados»: ya no trataban de ser respetables, sino léperos. Ya no querían portarse bien
sino mal, como muchachos desenfrenados, «chavos me vale madres».
Habitantes de un zoológico en zona permitida, sin rejas para separar las distintas
especies y razas animales, las batallas por la sobrevivencia se iniciaron. Los del zoo
de la Roma contra los del zoo de la Guerrero, los del zoo de la Narvarte contra los del
zoo de la Del Valle. Gatunos contra Perrunos. Marranos contra Lobos. Flota contra
flota, pandilla contra pandilla: cadenas de bicicletas contra botas de cuero tipo El
Salvaje, navajas automáticas de botón contra cinturones de cuero con hebillas tejanas.
La lucha por la propiedad del territorio se había iniciado en las calles de lo ciudad de
México.
El cine norteamericano de «salvajes» y «rebeldes sin causa», en vivo en las calles
de México City. Los Herederos de la clase media haciendo pública una actitud vital
hasta entonces desconocida para la sociedad mexicana, porque antes sólo era de Los
olvidados: esos seres humanos recluidos en los barrios bajos, las ciudades perdidos de
la ciudad de México.
Los «niños bien» ya no tenían, el terreno libre, porque los Gatos de la clase media
poseían ya su propiedad privada en las calles donde dominaban por la fuerza: en la
ciudad de México terrenos prohibidos, regulados por la violencia callejera, el
desenfado, la aventura: pueblos con sus héroes, popularizados por los corridos
callejeros. El pueblo de Narvarte cantando a sus héroes, a sus campeones, a sus
grandes chingones. Asimismo, el pueblo de la Roma, el pueblo de Portales, el pueblo
de la Del Valle, el pueblo de la San José Insurgentes. En todos esos pueblos avanzaba
el Ejército de la onda.
En los territorios conquistados regia la anarquía. La policía permanecía en los
limites. ¡Peligraban el orden y las leyes! Los insurgentes eran muy populares y sus
filas se engrosaban con más disidentes de la clase media. ¡La ciudad de México a
punto de caer en el caos! ¡La subversión contaba con la aprobación de la mayoría
juvenil! ¡En las católicos hogares de la clase media se hablaba ya el lenguaje de la
revolución!
Ese lenguaje era una bomba en el culo de todos aquellos que empleaban el
lenguaje menguado de una clase media desde entonces neurótica. Fue cuando el
gobierno —a través de sus fuerzas policíacas— inventó las «Julias» (camionetas-
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celdas) para iniciar la «Operación peine y tijera». Y las camionetas de la policía
empezaron a recorrer las calles de México, en busca de los rebeldes. Su uniforme
brandonesco los delataba. Pronto las calles se vieron vacías. Los chavos rebeldes
empezaron a abandonar su apariencia ¡Aguas, ai vienen los azules! ¡Pélate! Y
muchos rebeldes fueron aprehendidos y puestos a la sombra, tras las rejas, como
delincuentes, proscritos.
Y de vez en cuando las anécdotas de triunfos aislados contra el Ejército de
represión: «Pos fíjate, mano, que la Marrana ayer le puso en toda su madre a un
tecolote». Los rebeldes del Ejército de la onda fueron encarcelados bajo el delito de
disolución del trabajo: vagancia.
Como esa onda significaba la fraternidad en contra de las instituciones patriarcal
y maternal, los héroes buscaron a sus manitas. Unas cuantas muchachas de la clase
media personificaron a las fervientes fans de las hazañas de los héroes callejeros, «La
Peque» anduvo con «El Oso», «La Muñeca» con «El Piluso», «La Chapis» con «El
Perro». Ellas fueron las primeras que siguieron a sus hermanos del alma en la lucha
contra los Símbolos de la Respetabilidad y la Autoridad. Esas Chavas Locas
apoyaron a sus «hermanos» en su batalla contra el Orden. Ellas fueron las Primeras
Damas desordenadas provenientes de la clase media del DF; las primeras gordas
destrampadas, que estuvieron siempre más allá del recato y más acá del relajo.
Vaciladoras, alocadas, muy locas. Siempre emocionándose con las hazañas de sus
héroes. Fuera de la decencia, formaron parte del imprescindible elemento femenino
en la representación callejera.
Antes de la llegada del rock a México, James Dean había infiltrado cierto
lenguaje extraño a nuestra idiosincrasia en las adolescentes de la clase media
acomodada. Estos primeros sirvientes del colonialismo mental del adolescente
mexicano no decían, por ejemplo, no seas culero, sino, no seas gallina, gracias a los
subtítulos en español de los diálogos de la película Rebelde sin causa, protagonizada
por James Dean. Y decían no seas gallina, en el mismo tono en que le decían a James
Dean: You’re a chicken.
Pero si antes del rock, los rebeldes juveniles se buscaban a si mismos en el pleito
callejero, desde el rock se tratarán de encontrar en la problemática que esta música
popular norteamericana propone desde su ingreso en los cerebros de la chaviza
mexicana.
El rock es el lazo definitivo de unión entre la onda mexicana y la onda
norteamericana. Por el rock, la onda mexicana se da la mano con la onda gabacha.
Con el rock, y desde él, se pueden establecer las semejanzas que se dan a ambas
ondas y las coincidencias en sus orígenes. También, las analogías que existen entre el
lenguaje norteamericano… y el lenguaje mexicano de la onda. Por ejemplo, tanto
aquí como allá un Chavo Ondero es un Gato (Cat). Ambos lenguajes nombran casi
igual a las cosas y a las personas porque provienen de las tinieblas.
Antes de la llegada del rock a nuestro amado país azteca, situado, según se dice,
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en la región más turbia del aire, la música predominante era la tropical cubana. O sea,
el gusto general tendía a saborear más la música negra que la blanca. Y con la música
tropical cubana el lenguaje de los negros se introduce en la onda nacolitana (Hago
este pertinente aclaración para después hablar de la subversión de la mentalidad de
los chavos clase media por los negros, tanto aquí como across-the-river).
La aclaración anterior obedece a que hay que tener muy en cuenta que las
primeras canciones de rock son de compositores negros, por lo que obviamente
contienen el modo de ser de los negros gabachos, y su peculiar estilo de transformar
el lenguaje anglo-norteamericano.
Como los compositores de rock —al igual que las de canciones tropicales
cubanas— son negros, su lenguaje ha de ser el que se habla entre ellos, en sus calles
un lenguaje vulgar, prosaico, corriente. El rock —en un 80%— procede de los
ghettos negros, los barrios más bajos de las ciudades gabachas. Y obviamente la
gente de esos barrios es iletrada, ignorante, analfabeta. Lógicamente las palabras que
flotan en el aire de todos los barrios paupérrimos donde los negros han sido recluidos,
tienen que atentar contra la decencia y la respetabilidad de la clase media gabacha.
Para esa clase media norteamericana —el modelo que ha seguido la ciase media
mexicana, como consecuencia de nuestro colonialismo económico— tales palabras
son tan sucias como las calles de los barrios negros. Esas palabras, sin duda
provienen del lumpenproletariado, de la «peluza negra», de la «degeneración negra»,
de la «depravación de los primitivos negros». ¡Maldito el día que pisaron la sagrada y
cristiana tierra de Amérikkka!
¡Los Teenagers gabardinos fascinados por las letras groseras, puercas, de esas
canciones de rock! My God! ¡Las nenitas gabachas cantando canciones con letras que
expresan la degenerada mentalidad de la raza negra! ¡Padre nuestro que estás en los
cielos!
Si al principio del rock «en español» las letras hubieran provenido del lenguaje
ñerito, se las hubiera considerado subversivas. Imagínense a las chavas fresas de
entonces oyendo tan disco:
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descendieron de la civilización al mundo primitivo de los barrios bajos. ¿Por qué esa
atracción hacia el lenguaje de barriada? ¿Por qué valiéndose del lenguaje ñerito
trataban de identificarse con el modo de vida de la ñeriza? ¿Por qué esa derrota de las
costumbres civilizadas? ¿Por qué el fracaso del éxito?
Poco a poco los chavos de la clase media mexicana se fueron familiarizando con
ese extraño lenguaje de las criadas, los gatos, los mecanicos, los pachucos, los
caifanes, la mera ñeriza, la naquiza que todo buen mexicano desprecia.
Pero en esos tempraneros tiempos del rock en México, la clase media mexicana
no se apropió del lenguaje ñerito. Sólo unos cuantos se peinaron, vistieron,
caminaren, hablaron con los Gatos ñeros.
La mayoría adolescente de la clase media estaba muy ocupada en acomodarse y
en saborear y gozar los frutos del dinámico éxito económico de papá. Y papá, feliz de
que sus retoños disfrutaran el producto de su trabajo. Mamá, feliz de que sus amados
hijitos vivieran un mundo que a ellos les había sido negado.
El adolescente clase media acomodada rebelde era la transición entre Marlon
Mando y Elvis Presley y James Dean. La rebeldía del admirador de James Dean (sus
violaciones de la ley y el orden) sirvieron para demostrar a los demás que Papá era
una gente importante e influyente en la ciudad de México. Deanito se sentía
rebeldemente feliz corriendo el coche de Papacito, presumiendo en fiestas que era el
«hijo de su papá», adornándose con la onda de que Daddy tenía mucha lana y Daddy
le daba todo el dinero que pedía para trajes de casimir inglés, ropa norteamericana,
esclava de oro, etcétera. Este Chavo hacia bien su papel de Don Juan, su coche traía
enamoradas a todas las niñas de los colegias para gente risueña.
En resumen, el lenguaje ñerito —que es el de la onda, hay que insistir con
terquedad— no se propaga en los cincuenta como en las sesenta.
Para los chavos de la onda de los sesenta, el lenguaje ñerito significó
identificación, unión. A través de él establecieron un contacto subterráneo para
solidarizarse en Onda y comunicarse con la fraternidad. A través de ese medio velado
de hablar radicó el secreto de la fascinación de pertenecer a un rito prohibido. Rito
que fue el de Los chavos macizos. Nuestra primera adolescencia de enervados
proveniente de la clase media. Nuestra chaviza grifa.
Los chavos grifos, esos primeros guerrilleros que se levantaron en armas contra la
industria del alcohol para proclamar el establecimiento de la sociedad maciza.
Mota es palabras. Palabras es grifa. Las palabras de los fresas son concretas,
cuadradas, unívocas, vacías, sin secretes. En cambio las palabras de los grifos son
equívocas, ambivalentes, ambiguas: siempre rodando, siempre en movimiento.
Las palabras del fresa siguen una ruta lineal, una imaginación chata; en cambio
las del ondero imaginan un camino circular, concéntrico. Las palabras de la onda
siempre están en transformación, giran en el aire, explotan, caen como luces
multicolores. ¿Posee tanta imaginación nuestra clase media? Nel, los maestros son los
ñeros macizos, esos máis que le dan vueltas a todo, hasta a las palabras; palabras que
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surgen cuando la mente abandona la lógica y entra a las asociaciones para empezar a
nombrarlo todo, again.
¿Por qué dicha constante transformación del lenguaje de la onda? Porque en los
ñeros no hay futuro, saben que viven en un mundo donde el Gato es subversión. Ellos
no pueden ir a las cosas directamente, porque tienen que darle vueltas a la vida.
Vueltas a la vida a cada instante Porque para los ñeros la vida no vale nada, ñis. ¡Ésa
es la grasa! ¡Lo funki!
En el lenguaje ñerito no puede haber método, porque las palabras se esfuman, se
transforman en signos, en señales que a veces se descifran con el silencio.
Para el lenguaje ñerito no hay nada definitivo, establecido, porque no parte de la
propiedad, sino atenta contra ella.
En el lenguaje ñerito nada está dicha porque las palabras son circunferencias
alrededor del centro del centro.
El lenguaje ñerito no es la expresión de la realidad, sino su sustitución, su
representación simbólica.
El lenguaje ñerito es una simbología dinámica de asociaciones inmediatas,
anterior a la lógica. Tan cierto que difícilmente llegaremos a las raíces etimológicas
de las palabras del lenguaje ñerito. No llegaremos nunca porque su energía está en el
misterio. Misterio que se amolda con ambigua exactitud al esoterismo que las drogas
alucinógenas provocan en el cerebro humano. ¿Qué fue primero en la onda, el
lenguaje o las drogas?
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EL SEXO Y LA ONDA ENTRE EL ROLAQUEO DE
OTROS PATINES
Chuck Berry
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la batalla subterránea por el dominio de la mujer. Siendo el Jefe, la prima donna se
rendirá, caerá a su pies, y en este acto estático se registrará la sumisión de la mujer.
El desafió al peligro y la rebelión del pandillera en contra de la sociedad es el
problema de su enfrentamiento con la mujer. La gloria de su heroísmo están en razón
directa de su triunfo sobre la mujer (Dime qué puesto ocupas en la pandilla y te diré
qué complejo sobre la mujer tienes).
La batalla de los pandilleros es pública, la guerra sexual es privada. La batalla de
los pandilleros es en la calle. La guerra de los sexos es en el cuarto. La batalla de los
pandilleros requiere uniforme. La batalla de los sexos desnudez. El Gran Jefe
Carismático —el único pandillero que nació con ángel— está desnudo ante la mujer
más amable; desnudo física y espiritualmente. En los abrazos, los besos, los gemidos
del acto íntimo se esfuma la magia del héroe, su poder sacerdotal se desvanece: su
dominio cede paso a las angustias que lo enviaron a pelear contra sus semejantes (tal
vez hermanos del alma en pena), en las calles del barrio, ¡Edipito destronado! ¡El
campeón sin corona! ¡El Rey guillotinado! ¡Otelo sucumbiendo entre los dulces
suspiro de la lánguida Desdémona!
16. Y aconteció que apretándole ella cada día con sus palabras e
importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.
17. Descubrióle pues todo su corazón, y díjole: Nunca a mi cabeza llegó
navaja[83].
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que él es más verga. ¿Los hijos contra los padres?
No es ocioso señalar que los garrotes que usan los Policías son primitivas
representaciones de la verga como orden, autoridad, ley, poder. En caso de que
alguien rompa el orden, la autoridad representada por el policía lo someterá a
vergazos (garrotazos). (Tampoco es ocioso Señalar que cuando alguien va a fornicar,
dice, voy a echarme un garrotazo). Demostrando que se es una verga para algo, las
mujeres vendrán sumisas. Éste ha sido el problema desde que empezó la historia: la
sumisión de la mujer.
Todos los ritos que se han inventado en la civilización (incluyendo la batalla de
pandillas) se deben a ese bello ser fascinante que fue hecho de una costilla. ¿Por que
el hombre ha imaginado juegos de destrucción? ¿Juegos de destrucción que reafirmen
su supremacía? ¿Quién tiene verdaderamente el Poder, papá o mamá?
Desde el pandillero el asunto sexual se trata de resolver en la promiscuidad
sexual. El Jefe es el jefe con las mujeres. En el periodo de su mandato, su poder se
extiende, sexualmente, de mujer en mujer; gracias al poder, las mujeres acuden a él.
Pero lo único evidente es que en ninguna se reconoce, con ninguna se identifica.
Desde la nostalgia sólo son trozos de un espejo, que nunca llegaran a unirse para
reflejar la verdadera imagen de ella.
Cinco muchachos en escena, cinco piedras rodantes, ellas gritando, sus rostros
gesticulantes, entre el ansia y la satisfacción, entre la angustia y la lujuria. Al
pandillero lo ha sustituido el rocanrolero. Las fraternidades van a combatir por la
supremacía y el poder desde La escena. El héroe juvenil ahora es un actor, tratando
de dominar a las mujeres a través de los sonidos ásperos, distorsionados, neuróticos,
disonantes de las guitarras eléctricas y los ruidos desesperados, angustiados y
convulsivos de sus voces.
Pero antes de llegarle a este momento de la onda —el paso de la guerra callejera a
la paz teatral— sigamos rodando sabroso. Dejemos al pandillero —una melancólica
ausencia de nuestro tiempo— y volvamos a nuestro Gato Ondero.
Es fácil encontrar al Gato. Basta ir cuesta abajo. Por cualquier avenida de
cualquier colonia clase media. De noche. Pronto se llega a una barriada; a una colonia
proletaria donde abundan las vecindades.
Toda las clases sociales producen su bohemia, gente que se dedica a la diversión,
a la fantasía, al arte. La Clase Dorada como la Clase Desheredada tienen su
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intelectualidad.
A esta intelectualidad (bohemia) podríamos llamarla el sector que se dedica —de
tiempo completo o casi— a la ociosidad. Dentro de tal ociosidad algunos se hacen
artistas, otros don juanes, otros playboys.
El Gato seria el Don Juan y el Play Boy, a la vez, de las colonias proletarias.
Para ser don juan, playboy o artista se requiere cierta disciplina, cierto rigor, cierta
destreza que adquirir, para ejercer con habilidad el oficio. Ser Gato, entonces,
necesita de un aprendizaje del oficio. El Gato, a diferencia del Padrote (otro actor
digno de estudio en la onda, ya que es el compañero inseparable, el elemento
imprescindible de la prostituta, quien de tiempo completo se dedica a la onda) no
conquista a las mujeres para vivir de ellas, sino para ser el más acariciado por ellas.
El Padrote es rígido, pétreo; el Gato flexible, amoldable, acuoso. El Padrote es un
poste en la esquina, el Gato un farol que mueve el viento. El Padrote es una piedra
clavada en el cemento, el Gato es una piedra rodante. El Padrote es áspero, rudo,
mandón; el Gato es suave, cariñoso, amable. El Padrote es derecho, nunca anda sobre
las ranas. El Gato es marrullero.
El Padrote es el padre de las putas, el único que ejerce la autoridad sobre ellas; el
único que las domina. Sólo a él las prostitutas le dan las nalgas «por amor», porque es
el único que las somete. Sólo el Padrote es deseado porque es el único objeto
inconmovible de la puta. Ante él, toda la tristeza y el resentimiento que caben en el
alma de la puta desaparecen, porque él es esa fuerza que está por encima del dolor y
las penas del alma. Con el Padrote no hay blues —penas— para las putas. A esto se
reduce la atracción que el Padrote ejerce sobre la prostituta. Pera alguien le hace la
competencia en el dominio de mujeres: el Gato. Si el Padrote es el padre, el Gato es
el hijo. El Padrote está en ese oficio (cobrando por las servicios que le presta a la
puta) para golpear, el Gato para que le rasquen la espalda. El Padrote vive para la
prostituta, como objeto de adoración. En cambio el Gato es su adorador.
El Gato concentra su atención en la onda, cuyo eje es la mujer. Para atraerla,
conquistarla, seducirla, hacerla caer, no tiene que ser macho, cabrón, ojete, hijo de
puta, sino suave, de poca madre, muy acá, muy chiro.
Su Labor de seducción es circular, en espiral (de la rueda a su centro), alrededor,
hasta que la circunferencia del circulo se cierra en el sexo de la mujer.
El Gata gesticula, se mueve, se agita, salta, provoca el erotismo de la mujer a
distancia. El Gato siempre tiene palabras, movimientos para encantar a la mujer
deseada, punto final de su onda.
Las ondas que el Gato crea alrededor de la mujer son la fantasía necesaria para
que el momento culminante del ceremonial resulte tan mágico coma la idea de
seducir. Esas ondas son adornos que tienen que investir a la mujer para su
divinización. El fin del Gato es prostituir.
La diosa de las mujeres no es una para el Gato, sino todas las que pueda seducir.
Todas las presas son dignas de adoración.
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En esa fascinación por vencer a la mujer prohibida está la relación entre el Gato y
el chavo de la onda. El chavo de la onda —siguiendo el camino solitario y nocturna
del Gato— pretende hacer caer a la mujer prohibida. Es decir, el chavo que agarra la
onda pretende que la chava entre en la onda. Esta chava no es de una clase social
inferior, sino de la suya. Pretende que su hermana, su vecina, entren a la onda,
abandonen la vida fresa. Se prostituyan.
¿Por qué se dieron los chavos de la clase media el primer toque de mariguana?
¿Por buscar a Dios nuestro señor? ¿Para encontrar un padre celestial? ¿Para encontrar
un padre bueno, bondadoso, comprensivo? ¿Acaso el primer toque de mota fue para
localizar al «padre a toda madre»? ¿La Virgen de Guadalupe?
La onda empieza acá, en el hogar, en los pequeños problemas familiares, y en
principio, todas las ondas giran alrededor del sexo. Why? Because. Why? Because.
Why? Because…
Porque el chavo en sus teens (thirteen-fourteen-fifteen-sixteen-seventeen-
eighteen-nineteen) trata de reconocerse en el sexo. ¿Cómo tratar de comprobar la vida
adolescente si no es comprobando el cambio que se ha sufrido biopsíquicamente? El
chavo trata de comprobar en dónde reside el cambio de su persona.
El chavo no posee nada en la adolescencia, no significa nada (ingeniero fulano de
tal, mucho gusto en conocerlo) ni tiene propiedades en la sociedad (¡qué bonito
coche!); su única posibilidad de ser alguien está en su sexo. Haciendo el amor,
descubrirá quién es, En las múltiples y complejas sensaciones del acto sexual tratará
de encontrar su nueva persona. En esas sensaciones tratará de descubrir lo que es y lo
que ha dejado de ser.
Como el Gato el chavo Ondero se dedica de tiempo completo al erotismo. Como
el Gato, el chavo Ondero en el acto erótico trasciende la vida alrededor, evade los
conflictos que lo lanzaron al camino, va en busca de si mismo, de su instantánea
liberación.
El Gato y el chavo Ondero sólo tienen compromisos con la noche, la luna, la
música, la Fiesta. Toda su atención está concentrada en la llegada de la hora de la
ceremonia nocturna. Rock es Noche, baby.
Llega la noche y la onda sale de la oscuridad a la ciudad iluminada por la luz
neón que la rescata del abismo. El culto alrededor del fuego ha empezado.
Los Gatos onderos desafino la oscuridad para que su sensualidad incendie la
noche.
En el sexo de la mujer, en su reincidencia, está el secreto de la onda. En la onda
reside el otro lado de la madrecita santa, abnegada, dulce y tierna. En la onda, la
mujer ya no es el orden, sino la libertad, libertad nocturna, desafiante del sueño de los
habitantes de la ciudad de México. Libertad nocturna entre el rumor del silencio.
Y la onda empieza buscando el sexo en la noche. Cuando la música flota en el
viento, el Gato va al Salón de Baile. La música lo sacude, A dos mil y pico de metros
sobre el nivel del mar, en una ciudad que no huele a agua de coco ni a palmera
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salvaje ni a brisa marina sino a polvo, sudor, gasolina, carnitas, la música tropical
hace vibrar los nervios del Gato, le electriza la piel. El Gato, a través de la música
tropical, se convierte en hermano del alma del negro. ¿Por qué esa comunión? ¿Por
qué ese deseo de regresar al mundo primitivo, a la vida tribal?
¿Por qué? ¿Acaso somos hermanos del alma de las negros en nuestro deseo de
muerte?
Tal vez la onda —iniciada por los negros allá y los nacos acá— sea una necesidad
de morir de las razas sometidas, cuando aún no ha llegado a las clases que participen
del poder. Las marquesinas de los salones de baile entrometen sus nombres entre la
oscuridad de la ciudad de México: California Dancin’ Club (a) El Califa; El Azteca
(a) El Nahual; El Chamberi (a) El Chamoy; El Smyrna (a) El Esmeril. ¡Viva la grasa!
En la noche arden los anuncios de neón (rojos, azules, verdes) chorreado de los
cabarés, donde la música tropical ha establecido su territorio. Fuego en la noche
mexicana, entre anuncios de cabarés con nombres exóticos (Savoy, Dandy, Bombay),
por la presencia de los negros y sus ritos, detrás de la música obsesionada, frenética,
salvaje que tejen los sonidos de las trompetas, las tumbas, los bongós, el cencerro, el
güiro, las tardas, el piano, y la voz rasposa, ronca, demolida, cachonda y adolorida de
la (o el) cantante negro (o negroide).
En la música tropical que se difundió —popularizó— en México se halla una
parte muy significativa de nuestra sensibilidad. En el gusto por la música tropical
cubana está parte del feeling del pueblo mexicano visto desde los desposeídos.
Los desposeídos son nuestros pioneros de la onda; los primeros que le llegan al
blues (la canción ranchera) y al rhtyhm & blues (la tropical cubana); los primeros que
se lanzan al camino como los beatniks. Ellos son nuestros hipsters, las señores padres
de nuestra Hippie Generation.
Los primeros mexicanos que sienten el blues del negro a través de la música son
los Gatos. Con la música, el Gato descubre su sensualidad (música tropical) y sus
penas del alma (el bolero). De vez en cuando regresa a su blues, que es la música
ranchera. (EL blues y la canción ranchera son expresión de los vencidos).
Los Gatos establecen un puente entre las ondas del negro cubano y el negro
norteamericano. Por el Gato nuestro lenguaje de la onda coincide a veces, con el
gabacho.
Entre la noche, La música del negro cubano, el baile, el alcohol, la mariguana, la
«gatita», se consume la existencia de los Gatos; nuestros hipsters, los primeros
hermanos del alma (Soul Brothers) que México ha aportado a la onda.
Los Gatos, como las putas, desaparecen cuando llega el sol. La fiesta se reiniciará
en la noche, otra vez, suave, candente. Cálida, cachonda.
Gracias a la música tropical cubana, el mexicano hace de su blues una onda más
sabrosa, menos adolorido. Con la música cubana, el mexicano le da sabor a su
cinismo (como el blanco en Estados Unidos por el rhythm & blues). Para muestra
basta un botón: El que siembra su maíz/que se coma su pilón/La mujer es como La
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gallina/que cuando se muere el gallo/a cualquier pollo se arrima.
Y ahora que role y ruede, role y ruede la onda y que llegue hasta la clase media,
otra vez. ¡Que la sangre se alborote! ¡Buenas vibraciones del cuerpo: que vibren bien
nuestros nervios, que vibren bien nuestros músculos, que vibre bien nuestro sexo, que
vengan para los chavos los buenos tiempos!
¡Siempre en onda, chavo, siempre en movimiento hasta morir! Todo a morir.
Morir con sabor, con risa. Ahora les toca a ustedes ser gatos, chavos de la clase
media. Ahora les toca a ustedes ir al camino, en busca de la aventura. Para eso
fueron boy scouts de chavos, para eso los adiestraron era el arte de la exploración.
No le tengas miedo al misterio, chavo. Toda la vida aún es misterio. Encuentra pues
tu grandeza, tu verbo, en las profundidades de tu universo individual; tú tienes que
ser el anticipo del nueva hombre que vivirá solamente en estado de amor. Toda la
vida ti la armonía del mundo está en ti, arriba y adelante. Y tu alma se embellece,
tienes tanto amor que no sabes explicarlo, porque no hay palabras para amores tan
magnificas. Te encuentras a ti mismo. Encuentras que eres una pequeña cosa, un ser
humano finito dentro del infinito. Y llegamos al fin del viaje. ¿Qué vamos a hacer con
tanto amor? ¿Qué vamos a hacer con tanta paz? ¿Qué vamos a hacer con tanta
tranquilidad? ¿Qué vamos a hacer con tanta belleza dentro de nosotros? Niños otra
vez, inocentes y puros como niños, llenos de experiencia pero sin poder decir nada,
sin haber cambiado nada excepto el sentido de una enfermedad colectiva que parte
de egolatría: la idolatría.
Si, nada ha cambiado excepto que nos hemos vuelto la parodia de nuestros
semejantes, asumiendo nuestro personaje con una solemnidad más anciana que la
manera de vivir que rechazamos. Y nuestra visión sexual es idéntica a la promiscua
visión sexual de la que provenimos. Y ante nosotros las sentencias bíblicas, ante
nosotros Cristo y sus doce apóstoles y la Magdalena, ante nosotros los manuales
orientales de erotología. Ante nosotras un mundo de maldiciones que pesan sobre
nuestras cabezas. Sobre nuestras cabezas la soga, la guillotina; bajo nuestros pies
tierra movediza; alrededor todavía la vorágine entre el progreso, la justicia social, la
ley y el orden, Nuestras almas bellas, limpias, puras, aún conviviendo can los
fantasmas de la destrucción, las regimientos de hombres azules y verdes que nos
persiguen, nos acosan, nos aniquilan. Frente a tal horror: antes de cambiar al mundo,
cambia tu mente, te dijeron los Beatles en «Revolución». Y si cambias tu mente y tu
sacrificio eso se lo debes a los nuevos sacerdotes del Establishment, a los cómplices
de las eternas mentiras. Si has llegado al cielo, chavo ondero te no metas en la
política. Es necesario que no te metas, apenas van un millón de vietcongs muertos. Y
ellos no son tus hermanos, tus hermanos son las cuarenta mil soldados
norteamericanos que se murieron por babosos, por no haber agarrado la onda de Paz
y Amor y por no haber agarrado la onda de Mick Jagger de que todos debemos tener
alguna satisfacción y de que cuando nos demos un toque de mota no hay razón para
sentir miedo de volvernos paranoicos. No tienes por qué alinearte si posees un
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corazón bello y una alma purificada, hermosa, floral. Tan floral que puedes anunciar
productos para embellecer a las personas humanas. Practica la yoga para alejar de ti
las tentaciones de la carne. ¡Ah, la carne!
Los hombres malos que se detienen en el poder —que no quieren agarrar la onda
— son los que han orillado a las jóvenes a la rebelión, a la revuelta, para luego
sacrificarlos en la calle, para luego recluirlas en loa manicomios y en las cárceles. No,
no estoy hablando de ti que eres a toda madre, que estás muy puro, que tienes muy
buena onda, que eres el que en los viajes obtiene más revelaciones estoy hablando de
los azotados, de los pasados, de los locos, de los que por pendejos no pudieron llegar
a niveles tan chingones como tú. No estoy hablando de los que leen a William Blake,
Aldous Huxley, EL libro de los muertos. Estoy hablando de los que siempre han sido
sacrificados por las ilusiones de los líderes, los ególatras, los genios. Estoy hablando
de los que necesitan saber que los símbolos de la onda son productos muy bien
elaborados por el show bizz. Que para Lennon-y-McCartney-Harrison-Jagger-y-
Richards brilla más el dinero que el sol. Luz es dólares. ¿No lo dijo Marx, Mick
Jagger?
Y si tú eres un chavo de la onda que escucha la sabia voz de María, deja que los
fieles a la sumisión sean, deja que los fieles a los tabúes sexuales sean, deja que los
fieles al grito de guerra sean, deja que sean también los fieles al holocausto y los
fieles al asesinato de aquellos que creen en que la salvación de una raza está en el
ejercicio de su vocación crítica, aunque ésta sea de la clase media.
Cabelleras águilas, caballeros tigres danzando alrededor del fuego sacramental,
mientras los señores contemplan a los hombres fuertes que serán los sucesores del
poder. ¡Mierda! ¡Fuck!
Un poder que no obstante su folklorismo innato (congénito) ahora pacta alianzas
con los hombres blancos y barbados de allá del otra lado.
Nuestra hermosa superraza de bronce (en la que Cuauhtémoc reemplaza a
Batman) domesticado por los güeros de allende y aquende. Y gracias a que ya no
somos «indios», México avanza, a grandes pasos, a su lado más civilizado y soñado-
deseado, la superprolongación de Los Ángeles, California, USA, ¡Viva el país de les
cocos! We’re coconuts!
La transformación de la ciudad muda a nuestra chaviza. Si la Ciudad se hace cada
vez más gringa (gabacha maestro), también se hace más gringa la chaviza. Y no sólo
muda la presencia exterior de sus personas, sino la interior ídem.
No es gratuito que la ciudad do México adopte la fachada de Los Ángeles, pues el
Nuevo México es una ciudad que fue planeada y construida de acuerdo al «sueño
norteamericano»: sueño elaborada para la clase media Norteamérica. Por la que la
prolongación de Los Ángeles en México se explica de acuerde ese «sueño
norteamericano», perseguido a su vez por nuestra clase media en ascenso, que tuvo
que soñar una ciudad semejante a Los Ángeles. Si se culpa a la chaviza de la onda de
falta de imaginación es porque su patrón —o sea la chaviza de la onda de Los
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Ángeles— carece de ella. We’re coconuts! We’re proud of it!
Como prolongación de la clase media de United States, la autóctona tuvo que ir
ascendiendo con modos semejantes al modelo. Tanto que cuando la clase media
norteamericana sufrió un cambio en su modo de vivir, la nacional también. Cuando
allá surgió el híppismo de la clase media, acá también.
Las fuentes de liberación a las que recurrieron los jóvenes de la clase media
norteamericana fueron las mismas para la chaviza mexicana. La chaviza gabacha
como la tacuara encontraron su nueva visión de lo sexual en la clase baja. Allá en los
negros, acá en los mestizos de los barrios bajos: los ñeros.
Ciertos negros y mestizos de los barrios pobres (pránganas) habían dedicado su
vida más al sexo que al trabajo, tal romo lo comprueban toneladas y toneladas de
canciones populares a través de este siglo, en ambas países.
Antes de que el rock tuviera supremacía sobre otras músicas populares, tanto en
México como en Estados Unidos, la música popular predominante era la de le gente
pobre (dígase en lenguaje oficial, la gente de escasos recursos económica): negros en
Estados Unidos, mestizos en México. La problemática principal: el desamor entre la
pareja, causa perturbadora del amor (Semejanza entre letras negras y letras de
Agustín Lara: Aventurera y otras.).
A partir del rock, la clase media (por medio de los hijos, los menores de treinta
años) expresará su angustia sexual en la canción popular, pero en términos diferentes
a los anteriores (cuando los padres —los mayores de treinta años— se expresaban en
las voces de los Panchos, los Diamantes et al), que eran retorcidos, «barrocos».
Con el rock quedará abolido para siempre el espíritu de Agustín Lara que persistía
en la mentalidad de la clase media desde los años veinte. Con el rock, puede decirse,
la clase media mexicana intenta ser contemporánea de las clases medias de las países
desarrollados y superindustrializados. Es que en la clase media de acá ya no hay
conflictos tan aniquilantes como «allá en mi tierra, allá en mi pueblo, allá en mi patria
chica», porque vive en La Gran Ciudad de México, que le ha enseñado el significado
de ¡Viva México! ¡Mé-xi-co! ¡Mé-xi-co!
Para los nacidos en la ciudad de México el arraigo de sus mayores a la Patria
Chica ya no tiene significado. Sus cerebros ya no pueden dirigirse al «Rancho
Grande[84]» ni sus corazones conmoverse con «La Borrachita[85]». Tampoco sus
almas pueden ensombrecerse con «Ella» y «Tu recuerdo y yo[86]». La expansión de la
clase media en la ciudad de México ha sepultado la provincia, aunque subsiste la
imaginación regionalista.
Con el desarrollo económico de México (desde su dependencia de la economía
norteamericana) los valores tradicionales de la clase media provinciana han sido
demolidos, derribados como las viejas casonas porfiristas, y la nueva moralidad
(acelerada por nuestro semi-colonialismo económico) se va reflejando en las casas y
los edificios que se construyen en México a partir de los años cuarenta, cuando el
militarismo va a ceder el poder al civilismo.
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Y no porque en le ciudad no sea posible conservar las buenas costumbres, sino
porque en la ciudad ya no hay costumbres, sólo leyes normas sujetas al movimiento
económico y a la distribución de las mercancías.
En la ciudad silla existe un comportamiento a partir del instinto de conservación.
La asociación de seres humanos se rige por las relaciones de producción, donde
buenos y malos desaparecen. En la ciudad sólo hay categorías —lugares— en la
administración y distribución de los bienes de uso y consumo.
Con su expansión la ciudad enseña la disolución, la nulificación, el vacío entre
nosotros y nuestros semejantes, el hueco entre nosotros y los de arriba, nosotros y los
de abajo. La ciudad nos enseña (acto obligatorio) a avanzar en la vida, replegándonos
de ella. Conforme avanzamos, creemos que estamos participando en la construcción
de un templo magnifico, para luego enterarnos que hemos edificado un espacio
reducido y cerrado a semejanza de nuestra paranoia, nuestro aislamiento.
Antes de que México (¿sólo México?) fuera un país cuyo nombre significa una
nación en el mundo, la nostalgia por la perdido era una medicina efectiva para los
mexicanos. Lo mexicano mitigaba un poco el dolor. Pero a partir de la resolución del
conflicto armado de 1910 —provocado por el deseo de internacionalización de la
burguesía mexicana— los mexicanos vuelven realidad el abrazo de Acatempan y se
dedican a construir, a progresar, a tratar de que México entre de lleno —con mucho
orgullo— en el siglo XX. Nostalgia y progreso sostienen el alma de la nación
mexicana, hasta que aparecen mexicanos que no encuentran correspondencias con la
nostalgia y el progreso que impulsaran la creación de la «nueva nación mexicana»,
como consecuencia de la consumación de la sangre, el sudor y las lágrimas de un
pueblo en armas, en llamas, en muerte.
Olvidar las causas del dolor, los motivos de la venganza, parecían ser las
consignas detrás de la nueva apariencia de la ciudad de México. Y ya no queríamos
ser «indios». El orgullo de lo indio ya no funcionaba en la nueva sociedad, El indio
ya había recibido su gran oportunidad de ingresar a la civilización occidental. Y el
indio —que es el mestizo— como el negro (en Estados Unidas) llegaron al poder, Y
avergonzados de su piel, trataron de ser blancos.
La ciudad de México llego ser una verdadera ciudad —una polis— como
consecuencia de que México participaba (o quería participar) en la economía mundial
como una «nación independiente», gracias a la Revolución Mexicana. México había
dejado atrás el Feudalismo y había ingresado al Capitalismo, al reino de las
mercancías. Nada de United Fruit ni Standard Oil, sino todo, todo ¡nuestro! ¡México
para los mexicanos!
¿Cómo lograrlo? Pues siendo una gran nación. Y ¿cómo ser una gran nación? Dos
caminos: o la revolución mexicana seguía la vía del Socialismo o permanecía en el
Capitalismo. La elección fue fácil: la burguesía tenía el poder y, para engrandecerlo,
México tenia que seguir el camino del Capital.
¿Cómo dar el gran salto? Pidiendo prestado Capital a los ricos del mundo. Y los
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ricos del mundo le prestaron dinero a los burguesitos mexicanos. Y nuestra
mentalidad de canción ranchera fue cambiando poco a poco. ¿Nos volvimos
malinchistas? Nel. El progreso había llegado México. Habíamos ingresado al mundo
de las mercancías. El arraigo a la tierra se nublaba con el humo de las chimeneas de
las fábricas, las tonadas rancheras se perdían entre el ruido de las máquinas, la pasión
por lo indio era vencida con la participación en el mundo de los negocios que
regulaban el progreso de México. ¿Las conflictos raciales entre lo español y lo
mexicano se los tragó la ciudad?
Y los que nacieron en la ciudad fueron regidos por ella. Su educación la
orientaron la radio, el cine, la televisión. Estos «chilangos» de la nueva ciudad de
México nacieron desarraigados, sus, pensamientos fueron al otro lado, al fin del
sueño. Vanamente se les trató de inculcar «creencias mexicanas»: amor a la Virgen de
Guadalupe, a Dios nuestro señor, a la patria mexicana, a los «héroes mexicanos», a la
enseña patria. Para ellos el amor a la patria era sólo palabras, palabras que se
desvanecían con el mundo de la cosa pública. Tanto se habían perdido que la pasión
del patriotismo quedaría en nuestro tiempo reducida a los triunfos y las derrotas de la
selección mexicana de fútbol.
¿Traidores a la patria? No, por fin Realistas e Insurgentes, Conservadores y
Liberales se sentaron a la mesa a gozar los frutos de la equitativa distribución del
Poder. We’re coconuts!
Ninguno traería a casa un extranjero sin el consentimiento del otro. Nadie
utilizaría el fervor patrio para exterminar al enemigo. El pastel de México era de
todos. Gracias a Dios, los padres no sacrificarían a los niños, ya no los obligarían a
ser «héroes derrotados». Gracias a conservadores y liberales, reeleccionistas y
antirreeleccionistas el pueblo de México ya no tendría que ser mexicano en la muerte,
sino en el trabajo «creador y edificante». Se hizo la paz. México se dedicó a trabajar.
En la paz ya no hay que defender la propiedad de todos, sino la privada. Los
enemigos no están fuera de las fronteras, sino en las casas de al lado. Gracias a la paz,
los símbolos que utiliza el poder para el dominio pierden sentido: la bandera es sólo
un pedazo de tela, el escudo nacional un trauma ancestral, la patria, las empresas y
los negocios de los poderosos. ¿Cómo conservar entonces el amor a la patria? ¿Cómo
conservar ese amor a la patria por el cual se está dispuesto a dar la vida? Nada menos
que creando juegos que contengan los elementos sustitutivos. ¿Desde cuándo
inventaron los ingleses el fútbol y los norteamericanos el béisbol? Si la religión es el
opio del pueblo, los deportes son la televisión.
Pero la droga de la chaviza de la clase media fue otra: la onda del chavo gringo.
Gracias a la paz, los valores tradicionales se desintegraron, y la clase media aspiró a
alcanzar el nodo de vida del modelo norteamericano de esa misma clase: casa, coche,
trabajo y tiempo libre para diversiones. Aliada a la clase ociosa, la clase media pudo
llegar al modo de vida de su próspero hermano de Norteamérica. Participante de la
ociosidad de la clase ociosa, la clase media obtuvo —en su nivel— los beneficios del
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dinero y la buena vida. Servidora de La clase ociosa —la burguesía que tomó el
poder de la Revolución Mexicana—, la clase media pudo dedicar parte de las
ganancias de su trabajo a la diversión, al relajo, a la comodidad: casa propia, coche
propio, lavadora, Licuadora, radio, televisión, refrigerador, etc. ¡Ya vivíamos como
nuestros primos del Norte! ¡Ya los habíamos perdonado por lo de Texas, al fin! We’re
coconuts!
Con el auge económico promovido por la dependencia de México al Capitalismo
Norteamericano, nuestra clase media tuvo tiempo para engrosar sus filas año a año,
debido a que nuestro país, «en vías de desarrollo», necesitaba una burocracia
administrativa y comercial para la fluencia de la producción.
Rescatados del feudalismo por la revolución violenta de 1910 los hombres
batallaron en la ciudad a efecto de resolver sus conflictos ancestrales y, sobre todo,
vitales. La ciudad, de golpe, situó al mexicano en el presente. Los sobrevivientes
fueron las primeras victimas y los primeros vencedores de la Revolución Mexicana.
Del campo y la provincia a la ciudad, el mexicano rompió con su pasado, que hasta
1910 fue el de siempre: ¿Qué es ser mexicano? ¿Qué es lo mexicano? ¿Por qué soy
mexicano? ¿En qué soy mexicano? ¿De dónde vengo y a dónde voy?
Nuestra ideología adquiere de pronto en la ciudad de México una nueva visión
independiente de las caracterizaciones y representaciones de lo mexicano. La nueva
manera de ser del mexicano será moldeada por una ciudad que es el centro receptor
del mundo al cual está unido económica, política, social, moral y tecnológicamente.
La revolución violenta de 1910 nos enfrentó al conocimiento del mundo, nos rescató
aparentemente de nuestra pugna ancestral. Desde el triunfo de la Revolución
Mexicana somos parte del mundo dividido en dos sistemas económicos, políticos y
morales: el capitalista y el socialista. Dependemos (económico-social-politico-
moralmente) de la transformación que experimenta el hombre a partir de la división
del mundo en estos dos sistemas económicos antagónicos. Hasta la conciencia
religiosa del mexicano cambió de acuerdo a las transformaciones del mundo
promovidas por ambos sistemas. Con la revolución de 1910, el mexicano se propuso
resolver sus conflictos religiosos. Al incorporarse México a la vida del mundo, esos
conflictos encontraron soluciones muy alejadas de la tradición. La ciudad de México
le dio a la religiosidad mexicana la oportunidad de salir, para siempre, del aislamiento
beato y provinciano. Con el advenimiento del socialismo en Rusia, varia la
religiosidad del mundo, pues la bondad y el amor cristianos estarán en tela de juicio a
partir de entonces. La religión cristiana tendrá que salir otra vez a las calles a predicar
la palabra de Dios nuestro señor, del padre celestial a fin de que las ovejas
descarriadas vuelvan al rebaño.
La confrontación de lo profano y lo sagrado —en los países en las que se
manifestó el movimiento hippie— fue la repetición de una actitud rebelde existente
desde la fundación de la propiedad privada. Esa confrontación de lo profano y lo
sagrado —el hombre masa vs el hombre individuo— constituyó el grito repetitivo en
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contra de la deshumanización del hombre a partir de la revolución industrial.
Revolución técnica que obligó al hombre a dejar el campo para poblar la ciudad. No
es gratuito que la revolución mística de Estados Unidos se haya producido cuando
surgió otro resquebrajamiento —las guerras de liberación política de los países
subdesarrollados— en el capitalismo financiero. Esa revolución mística no se debió a
una «irracionalidad» desde siempre presente en el hombre, sino a una muy consciente
«racionalidad» del individuo ante la enajenación. El hombre se afana por trascender
en el más allá porque el más acá, actualmente, niega toda posibilidad.
Consecuencia natural —¿fatal?, ¿trágica?— de nuestra incorporación al siglo XX
es que la tradición —nuestra pugna entre lo español y lo indio— se ha ido como
nulificando. El golpe capitalista rompió nuestro ego, lo dividió. Y de pronto nos
encontrarnos participando en el mundo. De repente el pasado inmediato pareció
remoto: Porfirio Díaz vs Madero, Obregón contra Villa, Carranza contra Zapata. Los
Señores Moctezuma y los Señores Cortés. De pronto, gradas a la violencia de la
revolución de 1910, se truncaron los valores morales que sostenían la vida apacible
de «la sociedad», Los valores de esa sociedad que obtenía los beneficios económicos
en el siglo XIX fueron violados por otra incipiente sociedad, apenas configurada en los
conflictos que los caudillos representaban, y que se dirigía a la industrialización, a la
participación en el proceso de producción, regido desde entonces por The Big Money
de los Estados Unidos de América.
En la ciudad la burguesía concretizaba sus «anhelos revolucionarios»: los de no
formar parte ya de los hijos de la chingada. Y con el tiempo el escaparate de la
Revolución Mexicana necesitó su estanquillo (PRI), porque la burguesía
revolucionaria ya había logrado esa concretización de sus «anhelos» en una ciudad
que creció y creció dentro de la Revolución Mexicana.
Los mexicanos pues, se dedicaron, a convivir en el trabajo fecundo y creador
cristalizado en nuestra gran ciudad de México. Los mexicanos se dedicaron a
participar —dentro de sus capacidades condicionadas por la clase social a La que
pertenecían— en la creación de los medios de consumo y distribución, para dedicarse
a vivir lo mejor posible. Y todos cooperaron a efecto de que la gran mayoría viviera
lo mejor posible. Vivir lo mejor posible era la premisa y hacia allí se dirigieron todos
los esfuerzos. Como nación adolescente (es decir, anal con pretensiones fálicas),
todos fueron respetuosos de la premisa del padre. Un padre que ya no nos trataba a
golpes, sino que nos daba dinero para nuestro progreso.
La ciudad de México en su adolescencia se enfrentó a un dilema: la solución de
los conflictos del pasado inmediato (todo lo que había involucrado el movimiento
violento de 1910) o una visión «realista» (que ya estábamos en el siglo XX) de las
cosas comunes, es decir: de la patria, de la nación mexicana, de la sociedad que la
revolución violenta había establecido.
En nuestros mayores el conflicto —entre el pasado provinciano y el presente
citadino— fue chistoso. Progresó de generación en generación, en degeneración-en-
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degeneración; drama, comedia, farsa, parodia. Todas las tradiciones y todas las
moralidades (convergentes en la mentalidad del siglo XIX que la revolución
violentamente trastornó) habían sido ultrajadas: y la ciudad de México contribuyó a
exterminarlas de la conciencia mexicana, ¿forever, pa’siempre?
La cooperación para construir la ciudad de la Revolución Mexicana fue la
medicina que nos alivió de esa enfermedad que en inglés se llama homesickness.
Trabajando en la construcción de la gran ciudad olvidamos nuestras problemas
celulares, nerviosos, emocionales y sexuales, para adecuarnos al mundo de la
civilización del siglo XX.
La ciudad había sido la tentación y nosotros habíamos sucumbido, porque era
demasiado atractiva, demasiado cachonda, demasiado diabólica, demasiado blanca.
La ciudad nos hizo como los cocos: cafés por fuera, blancos por dentro.
Un ciudadano que encuentra su crítica verdadera en Paz y en Fuentes, En ellos la
literatura mexicana incursiona por las calles de la ciudad de México, en busca de los
nuevos mexicanos: El Laberinto de la soledad, Libertad bajo palabra, La región más
transparente, La Muerte de Artemio Cruz. Es decir, el personaje central (el tema, of
course) es La Ciudad de México que habitan los hijos de Pedro Páramo[87].
Falda recta abajo de la rodilla; mocasines negros y tobilleras blancas; suéter estrecho
como untado al cuerpo para que los senas ejerzan el papel de sobresalientes
cualidades de la mujer; el cabello ensortijado (de permanente); los labios pintados de
rojo llama; las mejillas polveadas con tan poco de colorete para chapearlas: ellas.
Cuello sport saliendo debajo del suéter dorado o negro o rojo con una sigla en el
frente; pantalones abombados (de embudo); mirada y peinado Robert Mitchum[88]:
ellos.
Ellos y ellas bailando en la fiesta del sábado organizada por el Club Social de la
Colonia Mediania, donde se reunía la juventud alocada de finales de los cuarentas y
principios de los cincuenta, entre el eco de las goyas universitarias y los huelums
politécnicos que resonaban en el estadio de CU, donde los equipos de fut americano
del poli y la uni combatían por la supremacía estudiantil.
¿A quién amaban ellas? ¿A Emilio Tuero, a Jorge Negrete, a Pedro Infante[89]?
¡Por Dios, no! ¡México ya era internacional! ¡México tenia de presidente a un
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hombre con ideas modernas! ¡En México gobernaba un hombre que sabia que para
dejar nuestro complejo naco teníamos que agabacharnos!
¡Señoras y señores, el presidente de México, don Miguel Alemán Valdés! No creo
que sea gratuito que el cómico de esa época, Tin-Tan, se apellidara también Valdés.
No es gratis porque en esos tiempos en que la inversión de capital extranjero es
enorme en nuestro país, también se invierte too much de la idiosincrasia of our
blondie cousin you know, entra la rola, carnal, de los gabachos, El cómico es ese
pachuquito que ya se liga a las güeritas, 'cause we’re like latin lovers, you know.
Sigo mi patín. El ídolo que destrozaba los corazones de las señoritas de esos
tiempos ya no era Emilio Tuero, Jorge Negrete, Pedro Infante, sino un italiano de
América: Frank Sinatra[90].
Frank Sinatra era el galán por antonomasia de las muchachas que aspiraban a
novias de estudiantes universitarios y politécnicos; y Lana Turner[91] el patrón de esas
chavas alocadas de aquellos tiempos en que se iniciaba la división de nuestro ego
nacional: you know when and how my friend? ¡Mexicanos al grito de guerra, el acero
y el dinero os lanzaran al talón!
Don Miguel Alemán Valdés —¿pariente de Germán?— fue el heraldo del gran
cambio. ¡La nación entera lo eligió como señor presidente de los Estados Unidos
Mexicanos y así la nación dijo Adiós A las Armas[92].
Por fin, los habitantes de la ciudad, los civiles, habían llegado al Poder. Los
generales revolucionarios dejaron que los cachorros —los que se cultivaron en los
Altos Estudios del derecho y la jurisprudencia— le entraran al mando en la
administración de La cosa pública de la gloriosa Revolución Mexicana.
Es obvio que los civiles en el Poder fomentarán el desarrollo económico —
industrial— del país. ¿A través de una revolución económica aprendida en las aulas
universitarias de Altos Estudios? Nel, maestros, la onda se fue por otro lado:
cruzando el puente sobre el Rio Bravo —Rio Grande— y yendo a Washington D. C.,
para que el bombero atómico Harry S. Truman; alentara a los capitalistas
norteamericanos a invertir en México. Y con el Big Money from United States of
America llegó la Cruzada Civil adora with dólares. Wow!
Nuestra gente urbana sufrió su primer trastorno mental. Cúlpese al dólar de esa
división del ego que experimentó nuestra mexicana clase media. El ego dividido, la
persona resquebrajada: una sección chovinizante, la otra extranjerizante. ¡Muy mal!
La pujante clase media dañada desde el comienzo de su vida en la ciudad, por las
furiosas ganas de Poder de la nueva burguesía revolucionaria, que para afianzar un
gobierno sólido, duro, firme y demás cosas, tuvo que recurrir al país más rico del
mundo. ¡Demasiada confusión! ¿Verdad? ¡Demasiados esfuerzos! ¿Verdad?
Era natural, Si todas las clases privilegiadas anteriores a la de la Revolución
Mexicana habían sido extranjerizantes, ¿por qué jijos de la chingada no lo iba a ser
una clase que se había partido la madre con todas las de la ley? ¿No, hijos?
Cuando don Miguel Alemán llegó a ser electo presidente de los Estados Unidos
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Mexicanos, esa clase se representaba en él; en él se miraba participante de los
beneficios de la Revolución Mexicana. No sólo unos cuantos tenían oportunidad de
llegar al poder —los militares—, sino todos, cualquier hombre de camisa de cuello
duro, corbata y traje de casimir. Alemán había vencido a mi general Don Miguel
Henríquez Guzmán (hombre emérito de armas de la revolufia): el hombre que la
revolución había preparado para los estudios había triunfado. Las ideas del hombre de
traje de casimir y camisa de cuello duro superaban al hombre de uniforme militar. El
poder ya no era de unos cuantos militares —que constituían la élite de la revolución
— sino de todos. Todos los que ya soñábamos llegar a parecernos a Frank Capone
Sinatra. ¿No? ¿No? I feel so sad…
Agringándose, la Middle Class ocultaba su lado terrible, el lado oscuro; con su
agringamiento (el carnal Tin-Tan era muy fufurufo y muy pachuquito, vestido como
Cool Cat de los Gringo Balls, partner) la clase media maquillaba de blanco su rostro
para de una vez por todas no terminar entre los vencidos. El folk-amor a lo indio (lo
mero mexicano, manito, ¡viva México, hijos de la chingada!) era el chiste, el albur, el
bajón (the put down) que la clase media disparaba en público para aclarar que su
oscuridad (The Brown Power) ya no era parte de su nefastísimo complejo escondido
detrás de su fascinante sentido negro del humor.
Imitando el modo de vestir —que incluía el de pensar— de la juventud
norteamericana, la juventud de la clase media mexicana verificaba una vez más el
lugar común de nuestra pugna interior: we are coconuts, señorr!
Pugna interior que en ese momento se complicaba con el inicio de la loquera
contagiada por el American Way of Life And His Dream. Loquera incipiente que
reafirmaba que nuestra pasión por lo mexicano radicaba en no querer seguir siendo
mexicanos: prietos jodidos, explotados, esclavizados; gatos, criados de los güeros y
de los prietos medio güeros.
En nuestra sumisión al modo de vida americano y su sueño, seguía latente esa
vieja batalla a muerte contra nuestro lado vencido, que tampoco la Revolución
Mexicana había resuelto. A-según creo yo, señor.
Tin-Tan (el mexicano de la frontera que se viste como gringo y que habla mitad
en inglés y mitad en español) tal vez nos represente con fidelidad en esos tiempos
(¿sólo en ésos?), en que el mexicano creía ejercer una atracción irresistible sobre la
gringa, la princesa que peinaba sus cabellos dorados. ¿Por qué desde entonces el
mexicano se cree un chingón para seducir a las güeras? ¿Por qué intentó desde
entonces conquistar a la mujer del güero? Tal vez porque es horrible pertenecer a un
color de piel que nos identifica con los jodidos, los golpeados, las olvidados, los hijos
de la chingada de siempre, Y tal vez con nuestra obsesión por la conquista de la güera
gabacha —al lado de otras zonas no blancas— hayamos contribuido a la soberbia del
barbado hombre blanco. Quizá fuimos todos los pueblas pobres los que provocamos
esa paranoia del hombre blanco que cierta vez se llamó Nazismo-Fascismo. ¿No será
ésta una de las motivaciones principales del fascismo? ¿FASCISMO?
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After all, la blanca es la mujer más fascinante del mundo, ha sido la mujer de los
reyes y sus servidores; over all, es la mujer que siempre ha estado del lado de los
poderosos, de los triunfadores. Mainly, es la única mujer que ha devorado al Rey del
Mundo, la única que desde su languidez le cortó la melena al león cuando este
aparentemente invencible animal dormía sobre sus senos.
Ya lo decía Ezequiel (el profeta, no el ministro de relaciones exteriores del
gobierno de mi general Avila Camacho):
Y:
Buenos vecinos de los gringos, se les pidió que impartieran cursos sobre la
próspera y productiva carrera del American Way of Life. Ya estábamos hartos de ser
parte de los hijos de la chingada, queríamos ser parte de los chingones. Así que venga
el swing y el be bop, para los que han dejado de ser nacos, indios. Que venga esa
música de acuerdo si nuestra flamante vida civil, que venga esa música para que sirva
de fondo a nuestra marcha hacia la Plastic Civilization. Fulano es un agricultor nylon,
Pero, la música de los negros.
Identificándonos con el american-way-of-life hemos dejado de ser Pueblo.
Nuestro equipo favorito de fútbol soccer —el Aclancle— será sustituido por el
América. Ser chilango (mexicano del Defe) ya no será una maldición por desarraigar
sino un orgulloso privilegio concedido por la civilización.
Llegó el swing (Benny Goodman, Glenn Miller) y la clase media se alejó de su
pasado citadino: del Follies Bergere (donde Cantinflas y Manuel Medel y Rosita
Fornés et al se constituían en los Grandes Artistas de la Ciudad de México), del
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Margo (donde la Sumukei movía muy sabroso la panza y la Tongolele sacudía
también muy sabroso las nalgas), el Tivoli (¡pelos, pelos!, exigían los de gayola a la
stripteaser que se sobaba los senos para provocar la cachondería colectiva, el
orgasmo colectivo), del Salón México (donde las gatas de México con sus galanes
bailaban el danzón y la guaracha, para deleite de las patronas que desde las mesas en
la oscuridad contemplaban a las que la Revolución había dejado de criadas y no había
colocado —como a ellas las voyeuristas damas— en una clase social de los de
arriba), de la XEW (la Voz de la América latina desde México), de Lucha Reyes. Los
nuevos tiempos eran de Tin-Tan, de los mexicanos nadando en el Río Bravo para
llegar al otro lado, donde se ganaba lana que permitía darse la buena vida.
La establecida clase media de la ciudad de México no necesitó para «apocharse»
irse de bracero. La radio traía el swing, la industria disquera la presencia de las
grandes orquestas para que a 78 RPM hicieran danzar a las muchachas como chicas de
un país civilizado. La mujer mexicana ya no buscaba ser vernácula, folclórica ni
bravía, es decir ya no quería ser soldadera, miliciana, sirvienta, sino toda una mujer,
toda una playmate, toda una pin up girl, una chica suave, cachonda, «independiente».
Para demostrar su avance en el camino, empezó a decir, okey-darlin, en vez de «si
manita». Ya no mostraba su sumisión al macho mexicano admirando a Jorge Negrete
y a Pedro Infante, sino expresaba su sentido de la mujer emancipada siendo otra fan
de Andy Rusell[95] y Frank Sinatra, en la ciudad de México.
Los muchachos ya no bailaron guaracha ni danzón[96] (música de negros) sino
boogie, swing, foxtrot (música de negros distorsionada para el gusto de los blancos).
Los adolescentes casi jóvenes dejaran de pensar en nuestra nacionalidad y en
nuestro grandioso arte mexicano (devoto a nuestro pasado indio) para darle a don
Salvador Novo la oportunidad de trabajar de planta como el Cronista de la Moderna
Ciudad de México.
¿Y qué onda con el sexo la de esos chavos de los cuarentones tiempos que se
hicieron cincuentones? ¿Qué onda con los young lovers de esos tiempos de guerra
que llegaron a la Paz?
Aquí en Nacotitlán muy mal. Salvo uno que otro héroe y heroína que se
aventuraban a llevar su amorosa pasión hasta la cama de un hotel (antes del
matrimonio, despedidas de soltera y soltero, comprar los muebles y el vestido de
novia.), en general, everything muy fresa, las chavas muy rejegas, muy cohibidas, los
chavos muy traumados: todo porque era muy arriesgado hacer el amor sin las
subversivas anticonceptivas, Pero sobre los temores, la cimentación del futuro, la
confirmación de las convenciones sociales creadas por la posición económica de la
familia… construyendo con responsabilidad y ambición el hogar que sus hijos
abandonarían para despertarlos del American Dream, darles la voz de alarma de que,
después de todo, México no anda desde hace mucho muy bien que digamos.
Para la juventud de los cuarenta (the junior middleclass, of course) la
problemática sexual se mediatizaba entre el burdel y la sala de la casa de la muchacha
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decente, entre la puta y la santa. El joven de esa época no dudaba que La visión
sexual de los adultos era correcta.
Y la década de los cuarenta hacia los cincuenta —entre mi general Ávila
Camacho y mi licenciado Alemán Valdés— fue decisiva.
Todo empezó en Nat King Cole: las coplas de una guitarra preceden a los violines
que envuelven la voz melosa, dulcísima casi blanca del negrito (ya no dice grosería’
sino batalla divirtiendo a los honkeys para entrarle al negocio de tiendas de
autoservicio) que resbala suavemente las frases de Mona Lisa:
Y siguió cuando el lado serio de Tin-Tan triunfó en el Hit Parade con el nombre
de Andy Rusell, quien con voz más dulce que el aguamiel estremeció a la
muchachada de allende y aquende…
Si, tal vez de last time para el gabacho que estaba a punto de ser reclutado por el
ejército de su país y enviado al Segundo Frente a defender la libertad de todos las
hombres buenos de la tierra. Aún nadie pensaba que a las japoneses, por amarillos,
les echarían dos bombitas atómicas, como publicidad y escarmiento.
Y el latin lover entró en escena. Las chavas del suéter Se desmayaban cuando
Frankie cantaba:
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tranquilos, en paz.
Después de que nuestro equipo (el seleccionado de los hombres fuertes de nuestra
alma máter) ha ganado (o perdido), ¿quién tiene ganas de celebrar el triunfo haciendo
el amor? Nobody, las nenas están fuera de peligro, nada más preocupadas en el futuro
luminoso que a sus corazones promete el pujante ascenso de su clase media. Fútbol
americano, te debo todo, nada perturba la tranquilidad residente entre mis piernas,
nada perturba mi paz pubiana, nada angustia mis muslos; casi en el paraíso, las nenas
de la clase media tararean chibum, chibum, trararararara, chibum, chibuuuumm.
La clase media ha encontrado ya un buen método para no mezclarse con la clase
de pelados; enviar a sus hijos a las escuelas particulares de curas y monjas. Bajo la
religión católica, nuestra creciente y ascendente clase media (¡pa’rriba, pa’bajo,
pa’los lados vamos todos las medianos!), ha llegado al punto de educar a sus hijas
como la gente decente. Gracias a la educación impartida por curas y monjas tiene
algo en que creer —aferrándose a nuestra magnifica tradición católica— para no caer
en los vicios de la degenerada y viciosa clase baja. Obviously, la religión católica
sirve de escudo perfecta a una clase que ya participaba —y recibía regalías— de las
«derechos de la propiedad». El catolicismo era un buen vehículo (aparte de ser el
camión del cielo) para que los hijos de la clase media defendieran y ampliaran sus
territorios.
En el casa de la mujer, gracias a los impedimentos carnales antes del matrimonio,
su entrega era más deseada y cotizada en el mercado de bisteces de la «clase de
Medianía».
Y sobre la virginidad de las muchachas, la clase media reafirmaba su lugar como
participante de la propiedad y defensora del Poder-Emanado-de-la-Revolución-
Mexicana-de-1910.
Una mujer violada (toda la estructura-económico-socio-moral establecida en el
himen) antes del matrimonio no era digna representante de su clase: había caído muy
bajo. ¡Cómo iba a querer por esposa a una mujer violada ese hombre dedicado a vivir
dentro de los moldes de la clase media! ¡Las putas no pertenecían a la clase media,
las putas eran de la clase baja! ¡La madre de los hijos del hombre de la clase media
tenia que ser una mujer tan pura como su madrecita santa! No está de más repetir que
El brindis del bohemio es una vamos-a-decir-poesía que tífica la sensibilidad de la
clase media y su problemática de la mujer. Y tampoco este por demás citar algunos
inmortales versos de semejante vamos-a-decir-poesía:
Y como número especial en nuestro telehomenaje a las telecabecitasblancas
MEXICANAS, algunos fragmentos de la magistral poesía del inmortal bardo
mexicano Guillermo de Aguirre y Fierro (¡agárrense bien, no se vayan a caer!): Bebo
y brindo, clamó el interpelado (¿interqué, abuelita?); brinda por mi pasado, que fue
de luz, de amor y de alegría; y en el que hubo mujeres seductoras y frentes soñadoras
que se juntaron con La frente mía. Brindo porque mis versos cual saetas lleguen
hasta les grutas formadas de metal y de granito: del corazón de lo mujer ingrata que
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a desdenes me mata… ¡Pero que tiene un cuerpo muy bonito! Porque a su corazón
llegue mi canto, porque enjuguen mi llanto sus manos que me causen embelesos,
porque con creces mi pasión pague… ¡vamos!, porque me embriague con el divino
néctar de sus besos. Se brindó Por la Patria, por las flores, por los castos amores. Y
llegó el brindis de Arturo, el bohemio puro que después de que se fumó su puro,
interpeló: Brindo por La mujer, mas no por ésa en la que halláis consuelo en la
tristeza, rescoldo del placer, ¡desventurados!; no por ésa que os brinda sus hechizos,
cuando besáis sus rizos y sus senos postizos artificiosamente perfumados. Yo no
brindo por ella, compañeros del drama del alma, brindo por lo que me brindó sus
embelesos me envolvió en sus besos: Por la que me arrulló en la cuna, por la que me
dio el ser y fue La que me vio nacer. Brindo por ella la que dijo que en vez de Arturo
me pusieran Edipito.
Pero ya en los cincuenta la onda no era tan melodramática. Refrigerada (la
influencia norteamericana en la idiosincrasia chinaca) la torta, se conservaba fresa y
fría, la codicia entre los hombres crecía, crecía. Medianita se acicalaba pa’ la Llegada
del mejor partido.
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Papá. El Jefe.
Descendiente de un forjador del Poder. Junior es respetado y reverenciado por los
que aún conservan la servidumbre rural en la ciudad.
Junior se burla de la autoridad (pasando altos, corriendo su coche más allá de la
velocidad permitida, etc.) porque su padre es la autoridad. Junior se burla de los
sirvientes de papá que se creen la autoridad, entre los aplausos de sus peones (los
jijos de los que no se pusieron abusados a l’ora de l’ora) y la admiración de sus
criadas.
Pero tan profunda admiración por el padre, traumatizó a Junior. La sombra de
papá era demasiado para él. Junior empezó a autodestruirse (¿o cochedestruirse?), sus
actos de heroísmo se volvieron tremendamente compulsivos, extremadamente
violentos. Lo que fue un cotorreo a los criadas de papá se volvió un atentado contra la
autoridad de papá. En su autodestrucción, Junior trataba de liquidar esa macabra
autoridad de papá, esa imagen de la mujer detrás de papá. ¿Cómo? Junior, que lo
tenia todo, se emborrachaba, seducía (con el coche y el dinero de papá) mujer tras
mujer, corría en su coche a velocidad prohibida.
La mayoría de las viejas le dieron las nalgas, la mayoría de los cuates lo admiro,
se emborracharon con él; la mayoría contó sus hazañas: «Fíjate que Junior se madreó
un policía, fíjate que Junior le mentó la madre a un agente de tránsito, fíjate que
Junior se desquintó a fulana». Nadie fue tan admirado, codiciado, deseado, amado y
odiado como Junior. Y Junior murió asesinado por un oscuro agente de la policía, en
una noche de parranda. Después de su muerte sus admiradores siguen recordando
cuando Junior recorría las calles de la Medianía, con su autocaballo: las mamás
histéricas amarraban a sus hijas; muchas temblaban de quién sabe qué cosa y estaban
dispuestas a morir de amor.
Todos aún recuerdan el canto de junior el muchacho más alegre de la Medianía:
¡Háganse a un lado, si no quieren quedar embarrados en el asfalto, que aquí está
nada más que Mick Páramo Revisitado!
Empecemos esto párrafo sin medirnos (nos): La siguiente generación fue
tranquila, poro más desconcertada. La latente violencia en ella se dio muy reprimida
(¿sublimada?). Ésta fue una generación descendiente de la estable buena vida de la
clase media. Se personificó primero en Tony Curtis; luego, en James Dean.
Ante el «trágico» fin de sus predecesores (sin oficio ni beneficio) prefirieron
buscar refugio en el ocio y el placer, aunque nunca olvidaron haber pertenecido a una
generación «soñadora» y «romántica».
Los integrantes de esta generación más tranquila que ondera, dedicaran sus
tiempos de ocio y placer a la conquista «romántica» de muchachas decentes, futuros
baluartes de la honestidad de la mujer de la clase media. Y para identificar por
completo a la clase media mexicana con su prima la norteamericana, los jovencitos
de esta generación soñante dedicaron buena parte de su tiempo de cachondeo a la
conquista de gabachas estudiantes en los Summer Courses de la Universidad
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Nacional Autónoma de México.
El gusto musical de esta generación era más hibrido que confuso, oscilante entre
el bolero («Cerca del mar», «La gloria eres tu», «Gema», «El reloj», «La barca»,
Despierta dulce amor de mi vida, si es que acaso te encuentras dormida), La rumba
(«Las muchachas», «Bernabé», «Vuela paloma vuela», «El bote de vela»), la música
instrumental de las grandes orquestas de Música Pop Gabacha (Ray Anthony. Percy
Faith, Ray Conniff-Chorus & Orchestra)[101] y los boleros ranchecos que cantaba el
inmortal Javier Solis («Rumbo perdido», «Llorarás» et al).
La mayoría de los que formaron parte de esta romancera y soñante generación
terminó con una mujer cuyo único requisito indispensable fue ser miembro del club
de las vírgenes de la clase media cómoda. Ellos, I think, aún recuerdan a esas
gringuitas a las que les hicieron temblar el corazón desde sus audaces proposiciones
de un idilio salvaje, in a veritas peculiar latin lover mood. ¡Es que los gringos no
eran tan calientes como ellos!, que los gringos no tienen la sangre tan cachonda como
nosotros los latinos!
Con la llegada del rock, una onda nació y varias murieron juntas. Con el rock, el
sexo se vuelve un elemento fundamental de afirmación y no de renegación. En la
juventud que se identificará con (en) el rock se localiza una nueva visión de la vida
sexual de la adolescencia y la juventud de la clase media de la ciudad de México.
¿Gabacha? Más bien: una visión sexual 4/4. You know what I mean.
One, two, three o’clock, four o’cLock, rock; five, six, seven o’clock, eight o’clock,
rock: we are gonna rock tonight! Reloj no marques las horas porque voy a
enloquecer… Rock, baby, rock! Rock around the clock!
Quienes primero identifican su persona con el rock son los adolescentes y jóvenes
aún no mayores de veinte años de la clase media intermedia. Esa que vive al día, sin
la seguridad de la media acomodada, Esa que quiere acomodarse.
Cuando el rock llega a México, los chavos de dicha intermedia clase aún viven en
el mundo de la navajas de botón, las cadenas, los pantalones de mezclilla, las
chamarras de mezclilla (con siglas o signos en la espalda, hechas con estoperoles), los
cinturones de hebilla tejana, el cabello largo y copete estilo pachuco: aún pretenden
demostrarse a si y entre si mismos que existen por el dominio territorial de las calles
de la colonia donde el sueldo de papá decidió establecer el hogar de la familia. Aún
su identidad está en las calles que conquistan y dominan, controlan. Aún se
preocupan más por la retención del territorio dominado. Prefieren el aislamiento en la
horda fraternal. Con el rock —sacudiendo el interior de nuestro rebelde— el clan se
va a enterar de que su aislamiento no es otra cosa que el extraño temor que siente por
la mujer. Por ella, la mala que tiene el sexo.
En aquellos tiempos dorados del rock de los cincuenta, la música pop no lanzó a
los tiernos chavos de la clase media a una nueva actitud sexual, sólo la prefiguré.
Prefiguración que aún no modifica radicalmente el molde nacolitano de la midleclass.
La buena rola en ese rock de los cincuenta residió en que, metafóricamente,
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desvistió’a la clase media del atavío pseudo-moralista y mostró que su decencia,
buena educación, buenos modales, buena familia eran demagogia pura, pura mierda;
exhibió que los herederos del sistema-clase-media tenían las mismas obsesiones que
la clase de las gañanes, los pelados, los corrientes, los jodidos, la plebe. Obsesiones
que convergían en la angustia del sexo, entre matices profundamente
melodramáticos.
No obstante que la clase media educaba a sus hijos en escuelas particulares (para
que no se ensuciaran de ideas ateas y corruptoras, y no se mezclaran con la plebe), los
hijos tenían ciertas propensiones y preocupaciones parecidas a las de la naquiza.
Las obsesiones que la chaviza de la clase media —en los cincuenta— tenía
alrededor del sexo, se reflejaban en las fiestas (reuniones en torno a las identidades)
donde se empezaba a bailar el rock.
Pero como entonces la chaviza de la clase media era aún muy fresa, todavía muy
ligada umbilicalmente a su cuadrada familia, no se dio cuenta del color del iris que
alentaba contra la estructura sexy-familiar de la sexy clase media, siñorrr. Why, baby,
why? Because, as a matter of fact, en esas vueltas y vueltas alrededor del círculo
establecida entre la pareja, bailando rock n’ roll, los retoños les decían a pá y má que
querían saber qué era eso que la gente pelada llamaba coger. ¿Qué diferencia hay
entre coger con la queridaputa y acostarse con la esposa?
Bailando el rock n’ roll la chaviza de la clase media sin querer faltaba al respeto a
las firmes bases del hogar que la calidad moral de sus queridísimos padres había
edificado, representando un acto sexual a distancia. Bailando el rock los chavos les
decían a sus mayores que sus cuerpos ya sentían «cosas», vibraciones simultaneas
entre la música.
Pero las todavía mejores convenciones-del-futuro de la clase media, amante del
respeto, tipificada por las tres veces famosa Colonia Narvarte-Del Valle, orientaron a
los hijos hacia el buen camino. La mayoría de los chavos y las chavas de aquellos
primeros tiempos rocanroleros a-hoy componen los herederos de la transa: ese sector
de la juventud mexicana pujante-positiva-activa-progresista-responsable que participa
en la creación del bienestar del país, dentro de la cosa pública y la cosa privada, como
parte de la institución: gobierno & iniciativa privada.
Aquellos que estuvieron brincoteando alrededor del rock, en las cincuenta, a-hoy
son un pilar prometedor para el sostén del sistema familiar, constituyen la fuerza
motriz del matrimonio, claro que adaptado al mundo de a-hoy. Esos danzantes
alrededor de los cincuenta ya no están out de lo «moderno» como sus papás, sino «in
la onda» del mundo de a-hoy. Ya no compran discos de Pedro Infante o José José o
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Raphael o Jorge Negreke o Lola Beltrán o Lo Quesea, pero de los Beatles sí, de los
Lettermen si, de Sergio Méndez y su Brasil Fascista 70' si. Los nuevos matrimonios
—compuestos por los jóvenes que tienen en sus manos el futuro de México— ya no
bailan tango ni danzón, mambo ni chachachá, sino bossanova y rocknroll. (Dígase,
bosanoba y rroquenrrol, gracias.).
La sordidez en el matrimonio ya no se localiza en los tugurios, sino en el dorado
esplendor de los Nite Clubs In. En el nuevo matrimonio mexicano ya no hay
«pecado», Porque los integrantes están viviendo como los seres civilizados y
educados de un país civilizado, educado, progresista, avanzado y próspero, cuya
economía depende de Estados Unidos, of course.
En aquellos cincuenta, las chavas de la clase media conservaron integra su
virginidad, salvo excepciones, obviously. Pero los chaval, no. Los chavos, gracias a la
bonanza familiar, tenían a las sirvientas o criaditas. Tenían a esas gatitas que los
domingos (cuando la señora de la casa les da el día libre) iban al Califa (o al
Chamberi o al Colonia o al Tacuaro) a mover el bote con el guapachoso ritmo de la
música tropical.
El chavo —para atentar contra su virginidad antes del matrimonio— también
tenía a las prostitutas. Pero las prostitutas no fueron tan frecuentadas por los chavos
como por los padres de los chavos y los padres de los padres de los chavos de la clase
media mechicana. Por otra parte, el chavo de los cincuenta tenía un amuleto, el coche
de papá. Amuleto que atraía a las chavitas que taloneaban por unas cuantas vueltas en
coche. Más bien: que quedan fajar.
La onda era sencilla: «papá, préstame el coche: cómo no, hijo, nadas más que me
lo traes temprano; si, papa». Y el chavo —manejando el carro de la familia y
acompañado de sus amigos— paseaba por las avenidas de la ciudad, echando los
perros a las chavas, Ai van unas, párate. Hola, ¿qué hacen? Pos nada ¿y ustedes?
Tampoco. Las invitamos a dar la vuelta. Ay no, van a pensar mal de nosotras.
N’ombre, digo, damos la vuelta, cotorrearnos. ¿Tú qué Cree, mana? Bueno, vamos.
Pero nos dejan temprano. Hecho.
Los chavos las paseaban en los botes de papá, y ellas, en gratitud, dejaban que los
chavos de los coches se las fajaran. Por un rato de diversión, en bote, una buena
cachondiza. Mientras tanto, la noviecita santa estaba ausente de las tentaciones del
diablo, gracias a Dios.
Con el rock se abrieron los cafés-cantantes. El café-cantante era un buen lugar
para la onda del sexo, Las chavas ya no tenían que ejercitar el talón, andando de aquí
para allá, sino sentaditas, escuchando rocanrol, esperaban a que los chavos —bien
vestidos, jugueteando las llaves del coche de papá con una mano— las atacaran. Todo
más fácil: «Hola, amigas ¿puedo sentarme? Si. ¿Qué hacen? Pos aquí, Qué les
parece si al rato vamos a dar Vuelta en mi coche…». El chavo vivía tranquilo, de vez
en cuando la chava le daba las nalgas.
En Estado Unidas, como en México, la decadencia de la onda (que incluyó un
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nuevo modo de la sexualidad adolescente-juvenil) de los cincuenta, Llegó con la del
rock menguando la euforia de las teens que secretamente se venían entre las
canciones de Elvis Presley. El rock perdió vitalidad (Elvis Presley cantando Torna
Sorrento) y la calma llegó a Mexico. La cordura llevó a los entonces chavos hacia las
meditaciones del futuro. Los chavos se volvieron hombres responsables, para el
porvenir de La Patria.
La actitud de la chaviza de la clase media hacia el sexo, en esos años cincuenta,
siguió como antes de la llegada del rock a México. Las chavas conservaron el honor
de la familia entre las piernas, para llegar a casarse como muchachas decentes y así
asegurar el futuro de sus vidas y de la Mujer Mexicana. ¡Muy bien, tortas que fueron
las adolescentes de los fifties, tienen diez y paloma en Moral!
El apagón del rock se debió a que se le encauzó hacia un negocio más que a lo
que fue en sus comienzos: una rebelión juvenil en contra de ciertas estructuras do la
Institución.
Pero llegaron los Beatles: England’s Phenomenal Pop Combo. ¡Qué buena onda,
carnal, manito del alma! ¡Qué buena onda ñero, partner! Hemos llegado a la onda
—the thing— de los sesenta.
Tomando en cuenta que el espejo de los sesenta fue la música de rocanrol, giraré
alrededor de la música ondera en, México.
Pos los chabos clase media pos ya lebantaban tortas con sus botes y pos ai se
alibianaban la cosa del sexo. Pero pos no era muy buen patín que digamos porque
por la regular pos las tortas eran comestibles para todorcios. Digo, las chabas
rolaqueras pertenecían al género de aquellas pos que les decíamos guerreras o
danzarinas o milicianas del faje, y pos, digo, este tipo de chabas pos proliferaron en
los cafés rocanroleros y en los cafés rumberos, donde pos había de todano, digo,
ambos fresas mezclados con los que podrían ser nuestros este, como se dice,
Angélicos del Infierno, desmotorizados, claro; nuestro Pais; aún no da oportunidad a
la ñeriza de motorizarse; si, este, clubes de la clase media acomodada entre los
chabos de la ñeriza chabos de la Narvarte y chabos de La Portales. Pero estaba
hablando de las chabas, pa’acabar pronto las únicas chabas que cogían eran putas
de alma y corazón. Pero pos a esta distancia hay que considerar a esas chabas
danzarinas como las antes de las chabas de la onda-de-a-hoy. Digo…
Pos el chabo ondero de aquellos tiempos (resolución de todas las ondas del
rebeco gabacho: BrandoDeanPresleyChakiris) como te decía, pos se alibianaba esa
carga del sexo con las chabas de los barrios bajos, «populares»; pero con las chabas
fresas (natas y cremas en esos tiempos) se retorcía, se azotaba, se daba de sentones.
So, la chabas-noviesitas-santas, las muchachas puras y tan vírgenes como lo
guadalupana son las madres de lo cool, de la frialdad. Nieves de fresa con crema.
Frias, rosas y blancas, esa chabas que desde siempre se autollamaban las desentes
dominaban (controlaban, como se dice) las ásperas ansias sexuales de nuestros
incipientes e insipidos chabos onderos de la respetable clase media mejicana,
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¡lástima!, tipificada, hay que insistir con terquedad, en los connotados habitantes de
las Colonias Narvarte y Del Valle. Ante la chaba desente, toda onda se esfumaba
desolada. ¿Quéaser? Dejar que los tiempos rolaran para que llegara el cambio
mentalidad de la chaba de la clase media. Como yo te dije, ¿no?, la fórmula de La
Qnda muy simple: Música + Drogas + Sexo. Y Pos ya te’ dije, sin grotescas
imitaciones, la onda beat (bit) tubo su música (el jazz, yas) su droga (polvo moto y
vino) y su sexo (homosexo y hetorasexo y kamasutrasexo). Así que pos los chavitos
posteriores a la onda beat ya tenían ejemplos para su onda que se reúne con el rock.
Digo, hay otros contactos, la madre da rock fue negro (rhythm & blues), y, este, esa
seño además de estar fascinada por hacer el amor, estaba encantada de la-mor…
(Tomado de una cinta grabada por el autor para ser incluida en este libro. Gracias.).
Aqui en México, los menores de veinte años, en 1964, se apasionaran por el rock
más que por una muchacha. Al principio fue sólo el modo de expresarse en la moda,
que reflejaba tiempos de mutabilidad. Pero el rock no era sólo una moda, sino un
modo de reflejar la mutualidad de los tiempos cambiantes. ¡Sabor!
Los rocanroleros fueron sufriendo transformaciones (interiores o exteriores) que
se reflejaron, claramente, en la música y letra de sus canciones.
La mota y la heroína de los beatniks (que los benatniks hablan tomado de los
negros gabachos) pasó a los rocanroleros. Poco a poco la mariguana fue cambiando a
los rocanroleros —punta de lanza de la rebelión juvenil de los países más
imperialistas en la economía mundial—; los sonrientes y acelerados chavos se
volvieron pasivos, despreocupados, antisolemnes. Sus canciones alegres se hicieron
tristes, melancólicas, pesimistas. Los chavos alegres se convirtieron en un mal
ejemplo para la juventud. Pero ¿por qué estos chavos que gracias al rock se habían
hecho ricos fumaban la yerba que aquí sólo era droga de pepenadores y soldados?
Bueno, en realidad no sé por qué fumó mota George Harrison/John Lennon/Mick
Jagger/Keith Richards/Boh Dylan (el rocanrolero). ¿Fumarían mota porque hay una
realidad más amplia de la que nosotros aceptamos? La mota, la yerba de le
Cucaracha[103].
Yo voy a decir por qué los narvarteños fumaron y fuman mariguana: «Nos
sentíamos muy solos de tanto aburrimiento. Arriba —como una plancha de acero a
punto de caer sobre nuestros medianas cabezas— un profundo resentimiento contra
todo. Ese todo que era no ser de los hijos del Poder. Enfrente una pavorosa
perspectiva de vacío. Enfrente el mundo inalcanzable del dinero. Alrededor, el
blues,» (Cotorreos del autor).
Para estos chavos era aterrador participar a medias de la bonanza económica del
país; era deprimente verse siempre abajo de los de arriba. El mundo de «sacrificios»
de sus padres les infundía miedo, inseguridad_ Además, el tiempo con rapidez los
resquebrajaba, en vez de acercarlos a su identidad. Identidad que trataban de
encontrar afanosamente en los espasmos simultáneos a la eyaculación seminal de su
exaltado instante de erotismo. Toda la educación para vivir el presente, en la realidad
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—con los pies en la tierra— se realizaba (o trataba de realizarse) una y otra vez en el
coito, Pero había un problema: la entrega de la mujer era condicionada por el azar, no
por un pacto mutuo, un acuerdo reciproco. Los chavos se cogían a la que podían y no
a la que querían. ¿Por qué esta rola de querer coger y coger y coger y…? ¿Cómo
alivianar la ansia de coger?
Si, ¿por qué tantas ganas de coger? ¿Herencia del viejo bravo mundo de papá?:
Papá (salvo las excepciones obvias en toda generalidad), no cogió con mamá hasta la
noche de bodas. Y la manera en que papá cogía con mamá era distinta a como cogía
con la queridaputa. Con mamá (cuando mamá era novia de papá), papá había
reprimida sus impulsos sexuales, había aplazado sus deseos para formar con mama un
hogar; su relación no era en la carne sino en el amor encarnado en el espíritu de la
familia con creencias cristianas. Papá había respetado a mama porque era una mujer a
su nivel. Y todo este pedo detrás del chavo de la clase media. Detrás de él un pasado
hipócrita, cuya moralidad era la protección de los intereses económicos de la familia.
Pero el chavo del que estoy hablando, quería hacer el amor con su semejante, con la
chava que vivía entre sus prójimos, la que vivía en la misma calle o en la misma
colonia que quería hacer el atraer con la chava que era de su condición económica y
no con las mujeres «fáciles».
El chavo ya no deseaba sólo bailar con su amada, sino amarla, hacerle el amor
(mejor: hacer con ella el amor). El chavo ya no quería nada más tomarla de la mano,
tampoco expresarle su amor solamente con «serenatas» de romancero, sino quería…
pues, coger, como todos llaman al acto sexual. Él ya tenia ganas de amar el cuerpo de
su novia. A-según el cuerpo de ella indicaba bailando rocanrol, parecía que la nena
dulce también tenía idénticas ganas de hacer el amor; también tenía ganas de que a
quien amaba le hiciera el amor (mejor: hacer el amor con él). Pero esto ha sido
siempre, dice Perogrullo. Sil, no obstante ya no se trataba de las excepciones sino de
la generalidad. Aunque los nuevos tiempos ofrecían la perspectiva de una
desinhibición sexual de la chaviza, la onda no fue así, sino que el chavo empezó a
fumar mota. Mota para tolerar a sus padres, mota para despejar la tensión cuando ella
caminaba por la calle, cachondísima en su vestido de verano. Mota para salirse de los
moldes.
Y la onda creció, y la onda se elevó, se rompieron las convenciones, se adoptó el
modo de vida de los hermanos de la onda de Gabacholand; a los indecisos entre lo
cuadrada y la onda, thanks to the pot, les fue revelado que nacer el amor con la chava
que se ama no es nada malo, que después de todo, coger es hacer el amor. Gracias a la
mota —que sacudió los cerebros de la clase media y en parte a ciertas
supraestructuras— la chava también entendió que el patín del sexo no es tan
complicado. Pero ¿hasta qué nivel ha sido efectivo este patín desenajenante?
Dentro de la onda dio amplia oportunidad a las chavitas para hacer el amor, más
acá de lo bueno que de malo.
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THE ROLLING STONES NOW AND AGAIN
Goethe
Son las palabras que he escogido para Brian ese muchacho que a los 26 años murió
para engrandecer, publicitariamente, la imagen dirty, «agresiva», «rebelde» de los
Rolling Sones. Jagger tuvo otras, más etéreas que pueden resumirse como «aunque te
hayas ido, sé que aún vives entre nosotros, tú has pasado a mejor vida», or something
like that.
Y ahora si entro de lado a este otro rolaqueo grueso de los «famosos», «geniales»,
«fabulosos», «únicos», ¡Rolling Stones!
Pero tú has de rodar y rodar cual las piedras que van rueda y rueda, sin hallar un
pedazo de tierra donde descansar, dice más o menos la letra de cierto bolero
inmortalizado por la divina mater et magistra del blues chinaco, Maria Victoria (ese
símbolo del mexinaco aún no visitado por el experto sociólogo de la clase media
tacuara, careaguita): nuestra Bessie Smith[105].
Como ustedes habrán captado, la piedra que rueda ha sido una metáfora
recurrente en la canción popular para expresar un modo de vida «existencialista»,
antagónico al «fetichista» de la Sociedad Square.
Piedras que ruedan y ruedan y que por una maldición del destino no hallan un
pedazo de tierra donde descansar, Ésas no son piedras de toque, ni ancilares ni
angulares, sino rodantes, girantes like everything. No son piedras negadas al
movimiento sino reafirmantes (negaciones de las negaciones) de él. No son las
piedras sólidas del hogar, sino las que se consumen en el camino. No son piedras que
sirven para el establecimiento (¿Estanquillo?), sino para el rompimiento, la
subversión, el desorden. Son las piedras que llegaron para no quedarse. Son las
piedras que David le lanzó a Goliath. Piedras rodantes fuera de todos los cuadrantes,
más allá de los limites de circulo cuadrado. Piedras en rebelión permanente, nunca
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iguales a si mismas. Madres de los huérfanos salvajes: blandly mother/Takes him
strolling/by railroad and by the river/—he’s the son of absconded/hot rod angel[106]—
(Allen Ginsberg).
Piedras rodantes atentas al grito del Angel de la Rebelión: «I’m with you in
Rockland/where you bang on the catatonic piano the soul is innocent/and inmortal it
should never die ungodly in an armed madhouse[107]». (Allen Ginsberg).
Piedras rodantes chocando contra los muros del Establishment: «Moloch!
Moloch! Robot!, aparments!, invisible suburbs!, skeleton treasuries!, blind capitals?,
demonic industries!, spectral nations invincible madhouses!, granite cocks!,
mounstrous bombs![108]» (Allen Ginsberg).
Piedras rodantes que llegaron a la música de rocanrol en la presencia de cinco
(chamaquitos o kids) ingleses: Mick Jagger (26 de julio de 1944: Leo), Keith
Richards (19 de diciembre de 1944: Sagitario), Brian Jones (29 de febrero de 1944:
Piscis), Charlie Watts (2 de junio de 1941: Géminis), Bill Wyman (24 de octubre cíe
1941: Escorpión).
Cuando Sir Winston Churchill batallaba, desde los altos niveles de la diplomacia,
para que Los Aliados (Inglaterra, Estados Unidos de América, URSS y Francia)
ganaran la guerra segunda del siglo XX, contra el Nazismo Alemán, el Fascismo
italiano, el Militarismo Japonés, cinco señoras inglesas —todas ellas amas de casa—
se dedicaban a cambiar pañales sus a sus bebitos, concebidos entre las voces terribles
de las sirenas de alarma y los bombardeos enemigos.
Cuando memito (billy) y carlitos (charlie) tenían cuatro años de vida, y miguelito
(micky kitty) y kitito (keithy) y brianito (brian) apenas uno, la industria disquera de
Inglaterra (la más poderosa del mundo) iniciaba su expansión más allá de la
Commonwealth, para dedicarse a la creación de «ídolos» de la música pop en
Norteamérica: Nat King Cok (too marvelous for words), Andy Russel («Bésame
mucho»), Frank Sinatra (if you are young), Dino Martin[109] (That’s amore).
Terminada la guerra los vivos quedar cantar porque habían llegada otra vez les
tiempos de paz, los tiempos de dicha y felicidad. Los Tiburones habían sacrificado a
millones de seres humanos para que el fantasma del nazismo se fuera de la tierra, así
que para los sobrevivientes quedaba la buena-buena vida. La V de Winston Churchill
se había impuesto a la Cruz Gamada de Hitler y Peggy Lee meneaba la cadera a ritmo
brasileiro, para que el hombre de América y el Viejo Continente tuviera la esperanza
(Mañaaaana, mañaaaana) de los buenos tiempos cálidos, en la recién establecida paz.
Y los cinco muchachitos de esta historia rodante crecieron y fueren a la escuela,
en los tiempos en que mamá escuchaba en la radio los grandes hits de Nat King Cole
(Mona Lisa), Frank Sinatra (If You Are Young) y Dean Martin —quien insultada a sus
vástagos cuando ellos aún no soñaban llegar a ser Las Grandes Estrellas del Rock—
(Everybody Needs Somebody to Love). Y en las fiestas las mamacitas de los cinco,
muchachitos de nuestra historia bailaban las piezas de la orquesta de Lex Baxter,
cuando Sonny James cantaba para los enamorados «Young Love», y Nelson Riddle y
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su orquesta bosquejan «Abril en Portugal».
Desde la radio, Dino Martin era el hombre de la época con «Memories Are Made
of This», mientras las mamacitas soñaban a sus hijos «de grandes’» como
profesionistas (from Essex, from Cambridge, from Oxford).
Brian, Mick y Keith nacieron en la clase media (from Engiand, man), Charlie y
Bill en la laborista (from England, man). O sea que las cinco eran pertenecientes a las
clases de los sirvientes del imperio Británico. Los cinco fueron chicos que crecieron
en un país desarrollado, que después de la segunda Guerra Mundial seguía
dominando menos que más la economía del mundo (al lado de sus aliados, of course).
La posguerra procreó nihilismo en en países capitalistas que habían regido y
ganado la guerra. Robert Mitchum y Marlon Brando fueron el producto
cinematográfico elaborado por la Industria del Cine Norteamericana. En sus gestos,
sus miradas, sus poses, expresaban a los resentidos por los heroicos tiempos de guerra
que querían vivir con intensidad, éxtasis, desde su profunda auto-destrucción. Pero
los moldes de la sociedad (planeada, cuadrada, clasificada) norteamericana (e
inglesa) negaban la noción de la aventura; la vida era solamente una consagración a
Moloch (Dios hambriento que exigía el sacrificio de los hijos).
En Estados Unidos los nihilistas dejaron la vida estable del hogar-dulce-hogar y
fueron al camino a rodar, en busca de la onda. Jack Kerouac (the man who created
the word: hipster) rescató del polvo del camino a esas piedras rodantes que se
inmovilizaron en el tiempo como The Beat Generation (¿papacitos de The Beatles
Generation?); «… en la sección negra de Denver, deseando que yo fuera un negro,
sintiendo que lo mejor que el mundo blanco había ofrecido no era sufuciente
noche…».
Jack era un «white man» desilusionado del American Way of Life & His Dream,
quería vivir como el Negro, en la onda y en la música del Negro, across the top of
cities contemplating jazz,/ through the negro streets at down looking for an angry fix,/
to holy Bronx on benzedrine,/ trough Colorado in myriad stolen noght cars,/.[110]
Ellos, las piedras rodantes siempre On The Road, ellos who retired to Mexico fo
cultivate a habit, buscando the madman burn and angel beat in time, nothing but
hopeful little bit of hallucination[111].
Ellos with radient cool eyes hallucinating Arkansas and Blake-Light tragedy
among the scholars of war, returning trough Laredo with a belt of marijuana for New
York. Ellos, exactamente como El Blues de Pulgarcito[112].
Ellos (daddies de las piedras rodantes) que esperaban el amanecer en los sótanos
de Frisco, Denver, New York, New Orleans, escuchando el sax de Charlie Parker, el
piano y La voz de Ray Charles, la guitarra y la voz de Leadbelly. Ellos, esos blancos
hermanos del alma de los negros jodidos, pateados por la vida, cuando nuestros cinco
muchachitos escuchaban atentos a los maestras de la escuela, quienes les enseñaban
todo (dentro de un país imperialista), pero que «weren’t cool man», porque todo el
tiempo they fillin them up with their Tules.
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Antes de que los Beatles, los Stones et al fueran fascinados por el rock {música
de procedencia negra en un 80%}, el jazz (música ciento por ciento negra), el jazz
había hipnotizado a Jack & Friends. La música negra (de los partneritas) era la única
que sacaba a los «white men» del aburrimiento de la clase ociosa, era la única que los
despertaba del sueño americano o la única que los libraba de la pesadilla entre el
sueño americano.
El jazz (que enloqueció a Kerouac & Amigos) era hijo del blues (blues, esta
palabra que esconde los secretos del alma negra, las ambigüedades de su feeling).
Blues, música que resume la historia del negro en los Estados Unidos de América,
Esa historia en los campos —de caña y algodón— del sur, en las ciudades del norte.
El blues refleja esas sucias calles de los barrios bajos —sólo para negros— de
Chicago, New York, Frisco, Los Ángeles. En el blues está el why de la
autodestrucción y la fascinación por exceso de los negros norteamericanos. En el
blues está la historia de cuatrocientos años de esclavitud de todos los negros del
mundo que descienden de aquellos que fueron vendidos a los blancos por los reyes
tribales de las costas de África. En el blues está la vida entre la pobreza y los vicios
de una raza vencida que tuvo que aceptar ser el lumpenproletariado de los Estados
Unidos de América.
Pues el blues en las grandes ciudades norteamericanas sufrió una transformación,
del lamento pasó al grito, de la calma al delirio. El jazz llegó al be bop, el blues al
boogie y al rhythm & blues. La música para ser escuchada se volvió música para ser
bailada. De música de las penas del alma pasó a música de las necesidades del
corazón, dando preponderancia al ritmo y no al blues; didya dig it, man? Del campo a
la ciudad la condición del negro varió, tuvo la oportunidad de pertenecer a una clase
del sistema capitalista. Gracias a la ciudad, el negro la unificación del presente con el
pasado, pudo establecer la cultura negra en medio de la cultura blanca. En las
grandes ciudades, el blues de burdel se hizo blues de salón de baile. La música negra
dejó de gimotear para invitar a los negros a bailar, a goza’ la vida, mamaíta.
En las cincuenta la economía norteamericana da oportunidad a los negros para
difundir los productos de su cultura, pasada y presente. Los negros establecen radio-
difusoras y disqueras. (El negro sólo tiene dos caminos para no vivir como el negro
de los slums: el deporte y la música. La música expresa el lado enfermo del negro, su
drama de ser un hombre de color en el mundo de los blancos).
La ciudad le dio al negro la oportunidad de hacer lo-que-se-le-diera-la-gana en su
tiempo libre. En la ciudad los negros, como los blancos, podían dedicarse a la
diversión. Y la onda ofreció a los negros lo que la vida norteamericana les negaba: la
oportunidad de expresar que ellos también eran seres humanos y no las bestias de
siempre ni los payasos de los blancos. Los negros se manifestaron en la música que
salía del alma, porque la música que salía del cerebro era propiedad privada de los
blancos, quienes detentaban la educación universitaria.
La música negra —como toda la música primitiva— era, sobre todo, ritmo. Ritmo
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para la danza ritual del blues negro que necesitaba el acto de comunión alrededor de
su raza: papaíto quiere ama, a mamaíta, papaíto quiele que mamaíta sea buena y
dulce con e’, papaíto quiele que mamaíta sienta e’ du’ce-du’ce amó’. El diablo negro
se paseaba, como gato, sobre los techos de los hogares de la raza blanca.
El diablo negro empezaba a fascinar los corazones de las timidas —y
supertraumadas— chavitas blancas de la respetable middleclass. ¡Asmodeo, vete de
aquí!
Ese Nigger Ghost que rondaba las casas de la respetabilísima raza blanca era el
otro lado de Natalio Rey Cole (Mona Lisa, Mona Lisa men have named you/You’re so
like the lady with the mistic smile): el negro ya no quería ser un negro chistoso que
ansiaba llegar al mundo blanco y trataba de ser blanco (ese negrito fascinado por la
piel blanca y los ojos güeros); el negro queda ser negro, otra vez. ¡Asmodeo, aunque
toques no te dejo entrar!
De pronto, la industria disquera se dio cuenta de que los negros, a través de la
música en el aire, masturbaban y seducían a la chaviza blanca. Nada lenta, eliminó el
peligro, sustituyó el color de los que hacían esa música; los cantantes niggers fueron
sustituidos por los honkeys.
Como Rhtyhm & Blues eran palabras íntimamente ligadas a los niggers, los
honkeys buscaron un nombre que escondiera la procedencia de la nueva música que
pervertía a la adolescencia gabacha. Me parece que fue un disc jockey de Detroit
quien encontró el nombre. Hallado el nombre, pronto la industria disquera encontró al
rey de esa nueva música que con el tiempo sus fans le darían el rango de clásica
(Mick Jagger al lado de Beethoven, Paul Me Cartney al lado de Wagner, John Lennon
al lado de Bach): Elvis Preslev —chófer de camión en Memphis—, quien subvirtió la
libis de las chavitas blancas, diestras en el arte del hanky-panky.
El Rey y su música provocaban tumultos entre los súbditos, Los adolescentes
querían ser como él, las adolescentes querían entregarse a él. Un rey muy amadisimo
y adoradisimo por su fanpueblo.
El Rey (mi rey, mi majestad, mi ídolo) temblaba la pierna, lanzaba al aire su voz
rasposa (negroide) y las nenas gritaban, lloraban, caían desmayadas porque el Rey las
había enfermado de amor. Los adultos se encontraron ante la sorpresa y el horror de
los espectáculos alrededor del Rey y la música de sus dominios. ¡Asmodeo, ya te dije
que en este hogar cristiano no te vamos a dejar entrar! ¡Vete de aquí, déjanos solos,
con nuestro tv set!
Y toda madre se preguntaba en sus pesadillas: ¿Qué pasa? Lo que pasaba era que
la chaviza blanca quería hacer el amor, y los que hablaban de hacer el amor eran los
niggers, en su música.
Elvis Presley cantaba I Need Your Love Tonight en la radio del coche estacionado
en el autocinema, y la pareja adolescente se consumía en el fuego de su pasión, las
voces de la película en exhibición y la noche. ¡Asmodeo, aunque sigas tocando, no
puedes entrar, Sweet Li’l Sixteen no puede pecar!
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Pero el chavo quería hacer el amor con Sweet Little Sixteen, en cualquier lugar, en
un coche, en la sala de la casa de SLS. Y Sweet Little Sixteen, me parece, también
quería hacer el amor, hacer esa cosa que definía una palabra tan grosera como fuck. Y
más peros cuando Elvis Presley cantaba: One night with you, baby, just only one
night, baby, you gotta-gotta-gotta come on in one night with me, if you know what i
mean… Pero… but as a matter of fact, la distancia entre los dos cada día que pasaba
se hacía más y más grande, y nada de nada. El Lobo cultivaba a Li’l Red Riding Hood
para discípula de Humbert Trumpet.
¿Qué podía hacer un pobre muchacho solitario? Pues cantar en una banda de
rocanrol, y esforzarse por llegar a ser toda una verdadera estrella del rocanrol.
Muchas ilusiones alrededor de esa meta: Estrella de Rocanrol: cochenaves
supersports, casasupergrubi, ropitamuyacá, el resto, el güato, el chorro, el montón de
fans, de chavas desmayadas y chavos adoradores, una estrella del rock como Elvis
Presley, que vivía como un ex Rey del Rock.
Y los súbditos del Rey empezaron a conspirar para derribarlo del trono, Los
conspiradores formaron fraternidades (en England y USA), a fin de sustituir al Rey
que había envejecido. Los delfines —los rebeldes— esperaron el momento oportuno
—cuando se dieran las condiciones socio-económicas— para asesinarlo.
¡El Rey ha sido asesinado! ¿Quién mató a Presley? The Beatles! ¿De qué? The
Beatles. Habían llegado del otra lado del Atlántico para exterminarlo y habían
cumplido su misión.
Cuando los Beatles asesinaran a Elvis Presley, la muerte del Rey se festejó. La
caída del Rey trajo la fiesta.
The Beatles aparecían como los cabecillas de la revolución que había derribado al
Rey en el Poder. ¿Quiénes eran? The Beatles eran cuatro muchachitos del Puerto de
Liverpool, S. A., que habían sido súbditos incondicionales del Rey. Pero cuando el
Rey envejeció, los cuatro se asociaron a la conspiración que flotaba en el aire de
Inglaterra y de Estados Unidos.
The Beatles tomaron lecciones para el manejo de los instrumentos de la
subversión (batería, guitarras eléctricas, micrófonos, cables, amplificadores, etc.), y
cuando se consideraron aptos para la revuelta, se lanzaron al camino. Con la llegada
de los Beatles al trono del Rock & Roll se cumplieron las palabras de un profeta de
esta revolución, Chuck Berry.
Detrás del grupo triunfante estaba la fraternidad que encabezaba al grupo más
radical de la revuelta:… Ladies n’ Gentlemen… The Fabs Rolling Stones!
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Con su nombre indicaban que pertenecían a la más radical tendencia
revolucionaria del camino de la música, y no ocultaban su admiración por la música
negra. Debido a eso habían llamado a su fraternidad con el título de un panfleto
subversivo del maestrisimo negro, Muddy Waters (a) M. Morganfield.
El líder de la fraternidad estudió en la London School of Economics. El líder de la
Rolling Stones Fraternity se llama Michael Philip Jagger.
Una compañera de estudios en la London School of Economics, cuenta de Mick:
«Míguelito era muy raro, un muchacho retraído, más bien; casi no se llevaba con
nadie, no era, como se dice, muy comunicativo; este, y se vestía diferente a los
demás, siempre muy informal, siempre con cabello largo, como los estudiantes de
Arte; parecía un muchacho al que no le interesaba nada, terminó el segundo año y ya
no lo volví a ver en la escuela».
Como cualquier muchacho de la clase media inglesa se dedicó, viciosamente, a
invertir los domingos que le daba papá a comprar discos de rock & roll. En los discos
de rock descubrió la race music.
Sin embargo, llegó el tiempo de volverse un muchacho serio y Michael ingresó a
la Escuela de Economía. Pero Miguelito no podía romper con su pasado inmediato de
adolescente, seguía soñando con llegar a ser el líder de una gran banda, seguía
mirando su nombre en luces: Micky Jagger Goode Tonight!
Un buen día Micky tuvo varias como revelaciones que se resumieron en lo
siguiente: la música negra va a penetrar, en breve, el alma blanca; la raza blanca
quiere mover las nalgas como los negros. Los chavos y las chavos de la clase media
quieren dedicarse, en bola, a la onda, al patín groovy. Quieren hacer el amar, pero
cálido y cachondo como el blues y el ritmo de los negros de Estados Unidos de
América.
Y Mick decidió dejar los estudies de economía para ser un cantante de rock,
oficio que con el tiempo le daría más dinero que la economía.
La industria disquera londinense —entre la euforia del rock de los cincuenta—
había creado «dobles» de las estrellas gabachas del rock: de Elvis Presley, Cliff
Richard: de los Ventures, los Shadows, y así por el estilo. Del misma modo, la
industria disquera había promovido —entre otras cosas—: «la dedicación al rock da
mucho dinero si llegas a ser una gran estrella de rocanrol en el show bizz».
En Estados Unidos, los Beach Boys (Capitol Records), eran los ejemplos a seguir,
los nuevos ídolos del rock, cuando los Beatles lo eran de las inglesitas.
Los Beach Boys lanzaron —la industria disquera detrás de ellos— un ritmo
nuevo para la chaviza blanca (en esos mismos tiempos los negros lanzaban etiquetas
y etiquetas a su ritmo y blues: watusi, jerk, negro twist, monkey, mashed potatoes):
The Surfin’.
Con una canción —Surfín’ USA— estos chavos coloraron su ritmo en los cuerpos
de la chaviza gabacha. Pero detrás del nuevo ritmo y la nueva canción de los Beach
Boys había una onda retegacha: el ritmo era el ritmo y blues de los negros y la
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canción era Sweet Little Sixteen de Chuck Berry, con la única diferencia que los bb’s
habían cambiado la letra de Berrv por otra letra idiota. En vez de, for example, all the
cats are gonna dance with sweet little sixteen: all the beach boys are gonna crazy
with the waves of California, outside, inside USA; en vez de una canción de simpatía
a la nena de dieciséis años, una versión de amor a la tabla de surf. ¿Es que estaban tan
idiotizadas la adolescencia y la juventud gabachas? The surfin’ era uno de los
deportes favoritos de esa juventud, así que a hacer canciones —con ritmo negro—
que hablen de lo bello que es surfear.
Con los Beach Boys la industria disquera hacia cantos alegres a las pasiones de
los chavos norteamericanos: el surf, el auto GTO, the woman thing. Con los Beach
Boys la chaviza gabacha amaba el rock, siempre y cuando no tuviera la noción de lo
«nigger», que era la noción de lo «dirty». Con los Beach Bays la chaviza gabacha (o
gabardina), que estaba dentro de la cosa del ocio, se expresaba como una juventud de
la comodidad.
Hasta que llegaron The Beatles (Bícles, ñis, bicles). Entonces, los Beach Boys
tuvieron que echarse unos cuantos aceites para desenajenarse de la tabla de surfin’,
del GTO y del Fútbol Americano.
«Los idolos del Mersey Sound van a venir a Estados Unidos The most Fabulous
Combo from England. Dentro de una semana tendremos entre nosotros a los
Torbellinos, de Liverpool, ¡en vivo!».
Llegaron a Estados Unidos los torbellinos de Liverpool y arrasaron con todos los
chavos playeras y su dizque-original música.
«En Inglaterra son la máximo. Lo adolescencia inglesa se les entrega, su música
“en vivo” provoca lo mismo que Elvis en sus buenos tiempos».
Detrás de la magia de las Beatles, el departamento de promoción y publicidad de
la industria disquera. Detrás de las «cuatro melenudos de Liverpool», el departamento
de modas de Capital Records Inc. Frente a los Beatles, una adolescencia con ganas de
creer en algo.
Oh! I wanna tell you something/I think you’ll understand/That I say you
something/When I wanna hold your hand/want tu hold your/Or something like
that/[113].
Cantaban John Lennon y Paul Mc Cartney, George Harrison requinteaba, Ringo
Starr le pegaba a la batería. El teatro repleta de fans de «los cuatro genios de
Liverpool» —70% ninfetas, 30% ninfetos— convertido en un manicomio, como diría
cualquier gacetillero de música pop.
Nadie trataba de encontrar explicaciones a «lo que pasaba» cuando las Beatles
actuaban «en vivo». Como en los buenos tiempos del Rey, las ninfetas gabachas se
juntaban para gritar, llorar y azotarse porque los Beatles eran «¡lo máximo, lo
máximo!».
La gente del show bizz observando tras bambalinas. Nadie escuchaba las
canciones de los Beatles, Parecía que nadie iba a escuchar a los Beatles «en vivo»,
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parecía que a nadie le interesaban las canciones de los Beatles.
Qué importaba! La chaviza quería reunirse para gritar, gritar, gritar… Caía el
telón y las ninfetas automáticamente corrían al escenario, entre gritos y lágrimas, para
tratar de tocar a los cuatro jovencitoss (kids) británicos que habían interpretado
canciones que nadie había escuchado. ¿Querían tocar a los Beatles para agradecerles
la terapéutica masturbación de grupo que practicaban en ellas, cuando los Beach
Boys estaban dedicados a fornicar con Mustang USA?
Las canciones de The Beatles eran sencillas, Tal vez no traían nada nuevo a la
música, pero eso no importaba. Lo importante era reunirse y gritar y agotar las
energías del cuerpo, cuando The Beatles cantaban para nadie:
Love, love me do
You know I Love you[114]…
No era importante escuchar una y otra vez el disco de 45 rpm que configuraba la
presencia de los Beatles en cada uno de sus fans, no importaba que los Beatles
dijeran: Little child, little child, want you dance with me? I’m so sad and lonely, baby,
take a chance to me[115], sino coleccionar fotos de los cuatro greñudos de Liverpool,
enterarse de sus vidas intimas, tener fe en algo.
En esos actos rituales que se celebraban en los teatros donde los Beatles actuaban
«en vivo», el abismo, el conflicto que en The Rolling Stones abandona su apariencia.
Las hijos-de-familia-clase-media querían romper con el aburrimiento, querían acción,
aventura.
La aventura sólo era posible en la música de rocanrol.
Y en un café rocanrolero (de onda más o menos semejante a los que hubo en esta
ciudad allá por finales de los cincuenta y principios de los sesenta) Mick meets Keith.
Como Mick, Keith es un chavo de la clase media (su papacito es ingeniero
electricista), que también se emociona comprando discos de rhythm & blues. Los
ídolos de Mick son los de él: Chuck Berry, Bo Diddley, Jimi Reed, Muddy Waters. Su
gusto por la música les sugiere La idea de formar un conjunta de rocanrol…
Y en ese cafe rocanrolero, Mick y Keith meet Brian. Brian es el más vivido, el más
corrido, el que tiene más mundo andado de los tres. De los tres, es el chavo de feria.
Sus papacitos viven en un barrio pa’ la gente de billetes (Chelsea). Cuando encuentra
a Mick Keith, Brian está recién llegado de una gira rolaquera por los Países Bajos y
otros, donde anduvo rodando, tocando guitarra y armónica.
Y empezaron a ensayar. Y pusieran un anuncio en una revista de jazz, solicitando
un bajista y un baterista. Y dos chicos de familias obreras solicitaron los empleos
fueron aceptados. Y los cinco se dedicaron a ensayar en un departamento alquilado
(gracias a los daddies de los niños bien del grupo) para llegar a ser grandes estrellas
del rocanrol.
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Y una vez que estaban oyendo un elepé de Muddy Waters, escucharan la canción
Rolling Stone. Entonces Mick dijo: ¡Ya tengo el nombre para la banda! Sus otros
compañeros preguntaran, ¿cuál? Pues, The Silver Rolling Stones. Y después de
largas horas de discusión decidieron quitarle la plata al nombre y la banda se quedó
con The Rolling Stones…
Según las canciones de éxito de los Beatles, los tiempos eran aún muy fresas para
los Rolling Stones. Las ninfetas aún no sentían las primeras tentaciones. Hasta
«Satisfaction», los Rolling estuvieron atrás de los Beatles, como sombra. ¿Por qué
como sombra de los Beatles?
Los Beatles eran la imagen de los-chicos-buenos, graciosos, chistosos; los Rolling
Stones eran los chicos léperos, las ovejas negras. Los Beatles eran los buenos hijos
orgullo de toda madre, los Rolling Stones, la pesadilla de toda madre. El azote de las
tortas.
Cuando los Beatles empezaron a dedicarse al rock, sus mamás soñaban que sus
hijos serían grandes estrellas como Elvis Presley y no chamaquitos de los barrios
obreros de Londres. Cuando los Stones decidieron dejar la vida cómoda de la clase
media, sus mamacitas lloraron y sufrieron mucho, sus hijos andaban por el mal
camino. Cuando las Beatles cantaban I Want To Hold Your Hand, los Rolling Stones
cantaban I Just Wanna Make Love To You, Baby.
Y los Rolling Stones se lanzaron al camino, contradiciendo todos los valores que
la clase media había depositado en la virginidad de sus hijas. Los Stones atentaron
contra ella, abierta y cínicamente. Nada de decir las cosas como los Beatles —quiero
bailar contigo toda la noche—, sino, torta, quiero hacerte el amor toda la noche: all
night long.
La onda de los Stones es sencilla: si ella está idiotizada por los anillos de
diamantes y los coches, hay que decir que es una estúpida. Si ella dice que el amor es
muy bonito cuando la toman de la mano, voy a decir que lo que ella quiere es
acostarse. Además, le voy a decir que es hipócrita, vacía, convenenciera, que no hace
el amor porque le gusta hacer el amor, sino que hace el amor para continuar jodida.
Mick Jagger había retomado la imagen dirty, rebelde, de Elvis Presley
desarrollando la representación fálica del Rey, Chavos y chavas (No Satisfaction!
Nooooo Saaaaaatisfaaaaaaaacceetiooooonnn!) participaban en una masturbación
colectiva cuando Mick Jagger cantaba arriba del acompañamiento musical de sus
compañeros de onda.
En 1969 se celebra en Woodstock, New York, un superfestival de rock que reúne
a medio millón de pasados freeks para escuchar música, fumar mota y viajar en
aceite, entre las superaceleraciones de los rocanroleros. Un establishment dentro del
Establishment: The Hip Society In The Square Society. Ha llegado la hora para Los
anarquistas Rolling Stones: I’ll shout, I’ll scream, I’ll kill the King…
Flashback: Para los fans de la música pop llega una mala noticia; Brian Jones
muere ahogado en la alberca de su casa. ¿Suicidio? The most rolling stone ha muerto
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tan agresivamente como la música que había hecha con su guitarra.
Al igual que todos los buenos rocanroleros, hermanos del alma de negros como
Charlie Parker, entregó su vida a la música que identificó a una generación. Llegó a
ser héroe y dio a cambio su vida. Había llegado el fin de la representación: el
autosacrificio del héroe a cambio de la salvación de los demás.
Los tiempos hablan cambiado. Monterey —primer festival de pop music— había
llegado a Woodstock: la música había establecido sus dominios. La sociedad maciza
dentro de la Sociedad etílica: una locura dentro de otra locura.
Woodstock fue el éxtasis de la revolución hippie representada por el requinteo de
Jimmi Hendrix; las mentadas de madre a la sociedad cuadrada de Country Joe Mc
Donald; las invitaciones al amor cálido de Canned Heat; la apología del rock de The
Who: la vuelta a los buenos tiempos ingenuos de Ten Years After; el pasón en la voz
de Joe Cocker.
Entre el éxtasis, la muerte de Brian Jones, Si, el más azotado de los Stones. El
más azotado, pero quien había tenido el cincuenta por ciento de la responsabilidad del
éxito de los Stones, con su guitarra, desde Newest Hitmakers hasta Beggars Banquet,
Trough the past darkly, Not Fade Away, Salt of the Earth.
Cuando la nueva sociedad floral vivía entre la paz y el amar, un rocker moría
violentamente, terriblemente, a los 26 años.
Más de trescientos mil fans de tus Stones se reunieron en Hyde Park (Woodstock
nation all over the worid) para escuchar a Mick Jagger cantar Jumpin’ Jack Flash y
preguntarse al unisono, ¿quién es el verdadero símbolo sexual de la época, Mick
Welch o Raquel Jagger?
En el concierto gratuito en Hyde Park basta que Mick Jagger inicie la cuenta one,
two, three, four…
Los Rolling Stones en el Poder de la revolución del Rock! ¡Los subversivos del
orden moral de la clase media han tomado el poder! Ahí está Dirty Cool Mick Jagger
saltando, sacudiendo el micro, aceleradísimo, representando los deseos y los ideales
de una generación:
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Desde el cielo, una débil melodía a varias voces: and if… we sing this song all
together… then we’ll see where we all come from[118]
From heaven to hell, from life to death from womb to tomb, oh, yeah!
Más de trescientos mil extasiados, tratando de disipar los contrarios, tratando de
concentrar toda la paz y el amor de todos los seres humanos, todos en uno, en
Michael Philip Jagger Welch, Su Satánica Majestad imperial del Rock, The Rock The
King… And the Queen?
«Vi a los Rolling Stones en San Diego. ¡Son Lo máximo! ¡Jagger, no se mide, yo
me quería morir, después de verlo, palabra que me quería morir!».
La chava, pasadísima en la buenísima onda: «nada aplatanados, nada azotados,
sino muy acá, nada locos, sino muy acá, con mucha luz dentro y fuera de ellos».
Ciudad tras ciudad, la gira de los Stones fue UN SUPERÉXITO. En todos lados,
All Sold Out.
En Nueva York, las chavas que algún día, soportaron los choteos del briago Dean
Martin, se hospedaron en El Plaza, donde el espíritu de Francis Scott Fitzgerold cuidó
sus sueños.
Johnny B. Goode había llegado a ser una estrella —superestrella maestro— del
Rock.
Y todo hubiera sido maravilloso, funky genial, groovy, lo máximo si en el
concierto de los Stones, en Altamont, California, los Hells Angels no hubieran
asesinado a un negro. En eso estuvo lo malo, que el asesinado fuera un negro, cuando
Jagger cantaba Simpathy for the Devil.
Blanqueando la música de Berry y Reed los Stones habían llegado al éxito.
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EN LA MÚSICA DEL ROCANROL
SERGE’S SONG
by The Paranoids
Los peregrinos blancos llegaron a América en el siglo XVII. Para estos primeros
habitantes civilizados del Nuevo Mundo, América era la tierra prometida, bendita,
que ofrecía una vida tan maravillosa como la naturaleza de la terra nova. Terra
mater.
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Esos peregrinos hablan llegado al fin del viaje a una tierra casi virgen, que
esperaba ser explorada para que allí creciera un mundo nuevo y un hombre nuevo.
Ellos hablan emprendida la aventura desde el mundo viejo. Habían dejado Europa
porque en Europa no podían vivir, porque las leyes que los regían habían sido
formuladas en su contra. Lo dejaron todo en su tierra materna, lo poco que tenían,
porque no compartían el esplendor de la civilización. Sobre el esplendor, tampoco
compartían la libertad.
Por la gracia del sacrificio y el trabajo infatigable se establecieron los cimientos
del nuevo mundo; parecía que la razón había encontrado, al fin, su lugar de
residencia; parecía que con la edificación de una sociedad humana en el nuevo
mundo la luz no cedería sitio a las tinieblas.
A lo largo de las costas del Atlántico, los hombres edificaron sus nuevas
sociedades, las colonias aparecieron una detrás de otra.
Llegó el momento en que los peregrinos necesitaron a otros hombres para trabajar
la tierra. Como no había indios suficiente para ser sometidos y esclavizados, los
peregrinos recurrieron a los negros que desde tiempo los portugueses habían
sometido al esclavismo. Desde el siglo XV España, Portugal, Inglaterra, Francia,
países avanzados de la Civilización Cristiana, hallaron productivo el tráfico y la venta
de los negros de África para utilizarlos como instrumentos de trabajo.
Los peregrinos llegaron a América para fundar una sociedad justa, Desde su
protestantismo, respetaban y seguían con fidelidad absoluta las palabras de Cristo. En
el Libro encontraron las palabras para justificar y ejercer la esclavitud sobre los
negros.
El esclavo negro estaba fuera de peligro; El amo blanco le respetaba la vida
porque lo necesitaba para trabajar la tierra. Su vida ya no transcurría al filo de la
muerte como cuando sus padres dependían del traficante de esclavos.
Los negros no habían sido vencidos, sometidos como los indios de México; su
cultura no había sido violada, trastornada; su pasado no había sido destruido; a su
cultura no se le había sobrepuesto otro orden, En América los negros no tenían
pasado, sólo vestigios de una remota lejanía en la memoria.
Los primeros esclavos negros que llegaron a América tuvieron que dar gracias a
sus dioses por haberlos salvado de la muerte en la travesía. Fue milagro de sus dioses
arribar con vida a la tierra del traficante blanco. La religión que al blanco le
proporcionó las justificaciones para esclavizar al negro, a éste le dio consuelo para
tolerar la existencia de su raza en tierra extraña; la religión fue el refugio que le
permitió soportar esa enfermedad que padeció desde el momento en que fue
arrancado de súbito de su pasado.
Gracias a la liturgia protestante, el negro pudo adaptar sus cantos ceremoniales,
pudo prolongar su mundo mágico.
Y sucedió que los negros se hicieron cristianos; sus cantos primitivos Se
volvieron cantos de cristianos protestantes; los Evangelios fueron cantados por ellos y
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nació The Gospel. Detrás de los versículos de los Evangelios cantados, el pasado del
negro. La misa blanca fue un pretexto para la misa de los esclavos. Y los cantos
profanos de trabajo se hicieron blues.
El esclavismo fue introducido en Estados Unidos en los tiempos en que era
colonia de Inglaterra. La compra-venta de negros se llevó a cabo por The English
Royal African Company, con sede en New York (antes Nieuw Amsterdam). Cuando
Estados Unidos se independizó, en la Declaración de Independencia, en 1775, los
negros continuaron sometidos a la esclavitud, hasta la Guerra de Secesión. Abolida la
esclavitud al fin de dicha guerra, el negro continuó sometido. El Sur creó su gran
ciudad, New Orleans. Y algunos negros dejaron el campo para establecerse en ella.
Así, el blues del campesino se volvió el blues del citadino.
El negro campesino inicia en la ciudad, que le da el modo de vida de la
civilización, su largo camino de lumpenproletariado. El negro, en la ciudad, tiene la
oportunidad de la unión, de establecer un mundo dentro del mundo blanco. Establece
un mundo más o menos semejante al del blanco, en trabajo y en diversiones.
Entre las diversiones de los blancos está la prostitución, los burdeles para el relajo
después del trabajo agotador. El mundo negro también establece centros de diversión
parecidos a los de los blancos. El lumpenproletariado, el proletariado y la clase media
de los negros crean su submundo de diversión, edifican burdeles con las mujeres de
su raza.
En el burdel el negro es otra vez un ser humano, donde su piel no es distinta a
otra. Allí canta, bebe y coge.
(Reckless Blues).
En los burdeles los negros cantan las penas y las alegrías del alma (en la misma
época en que los mexicanos hacen lo mismo, según canciones de Agustín Lara).
En los burdeles está la música de los negros de la ciudad: una música olorosa a
perfume barato restregado en los cuerpos de las prostitutas, a vaselina untada en los
cabellos de los hombres, a bourbon y a humo de cigarros de tabaco sureño.
En el burdel el negro transforma su mundo: halla los frutas, del placer y la noción
del pecado carnal y en las canciones de blues imagina un mundo de vida y muerte,
amor y desamor. De los burdeles salieron el blues y el jazz a las calles.
Y en ese origen burdelero está el secreto de la fascinación que el rock ejerció
sobre los jóvenes blancos: soledad y soledad y soledad; y el resto de soledad, el resto
de soledad, en la ciudad.
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Es ocioso decir que los negros, en Estados Unidos, se sentían hijos de puta… El
Master John South cogiendo con la esclava (o sirvienta) negra, el Master John
Louisiana asesinando (o linchando) al esclavo negro.
En la ciudad la negra tuvo la oportunidad de ser como la blanca, y el negro de
vivir el drama de la deshonra a partir de la prostitución de las hijas, de las hermanas,
de las vecinas, etc.
Música de burdel, el blues urbano y el jazz tenían que ser la expresión de la
aflicción del espíritu ante la sapiencia de la carne y de la sangre. En esa música se
expresaban las exigencias de la sangre y de la carne.
Alcohol, mariguana, heroína, cópula: el amor como prostitución, detrás del rock
n’roll. Cómo raíz del rock n’ roll, un fascinante mundo del subsuelo de consagración
y devoción a la noche.
Los blancos no eran hijos de puta, como los negros, ni hijos de la chingada como
los mexicanos.
Durante la depresión económica lo negros emigraron a las grandes ciudades del
norte en busca de trabajo y de comida. El blues viajó de Nueva Orleans a Chicago,
Detroit, a Nueva York. Acabada la mala onda de la depresión económica, la negriza
retornó a la vida frívola, sus barrios bajos en el subsuelo de la noche volvieron
repletarse de música, cópula, drogas: jazz, chicks, mariguana; la onda de los black
cool cats.
En la nación más próspera de la tierra, los negros seguían vilipendiados,
destruidos mantenidos en la pobreza, la sordidez, la miseria espiritual. En tales
condiciones, el negro sólo podía tolerar la vida viviendo el presente en paroxismo.
Jazz, sex y drugs para alcanzar el éxtasis individual y llegar a la cima del reto a la
muerte (¿a la vida?). En el jazz, en el blues: fascinación por los terrenos prohibidos.
La música pasó de los burdeles a los salones de baile de las barriadas negras.
La ciudad coadyuvó (¿se dan color de las palabras tan acá que estoy empleando?)
a limpiar la suciedad de la música negra, cuando la negriza se dedicó al trabajo para
iniciar la formación de su clase media.
«Pos yo me acuerdo que la música eran las canciones de Bing Crosby y Frank
Sinatra y Nat King Cole. Pos la música pop blanca era muy blanca, me acuerdo.
Otros nombres de la música pop eran Andy Russel, Tony Bennett, Peggy Lee,
nombres que para los jóvenes de a-hoy no significan nada».
La música pop de los blancos era muy blanca, muy rosácea. Las canciones no
empleaban lenguaje «vulgar», sólo de vez en cuando se permitían la libertad del
retruécano. Las letras expresaban la cursilería «poética» de la clase media (when you
raise your eyes/you make believe/all the stars come out/and paint the world of
blue[119]).
Lo que me sugieren las canciones pops que popularizaran las celebridades de esos
tiempos es disipación, aislamiento, la infalible paranoia que se presenta con la
propiedad.
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En general, los blancos norteamericanos de la clase media vivían cómodos,
contentos, sin preocupaciones económicas, felices de transcurrir en la paz y la
prosperidad. La segunda Guerra Mundial había solucionado los problemas de
inflación de la economía norteamericana, y así llegó la cordura y la sobriedad en los
cincuenta; cordura y sobriedad que se expresaban en letras de canciones como: Fairy
tales will come true if you are young at heart…
Uno de nuestros grandes compositores (hermano del alma de los blues men de los
veinte y los treinta) de la música pop mexicana es Agustín Lara. En sus canciones se
refleja toda una larga época de la sensibilidad del mexicano habitante de la ciudad de
México.
Más o menos, la paz se ha hecho en México, En bola, la gente emigra del campo
a la ciudad. Las ciudades comienzan a crecer, principalmente la de México. Los
inmigrantes empiezan a constituir la parte medular y fundamental de lo ciudad: la
clase trabajadora y la clase media. Y esta parte medular y fundamental de la
estructura de la ciudad, refleja sus anhelos y aspiraciones en las canciones de Agustin
Lara, el padre del blues urbano mexicano.
Las canciones de Agustín Lara coinciden en «espíritu» con las de los bluesmen
porque reflejan el mundo del placer que el burdel configura.
Para el bohemio en decadencia que Lara representa, la mujer mexicana (la
morena) está muy lejos de ser el ideal deseado, la mujer «adorada». Hay que ir a la
Madre Patria en busca de la musa y la tradición que la bola (la gleba, diría Federico
Gamboa) destruyó; hay que pensar como «blanco» en una tierra donde las miradas de
la raza oscura, matan. Al través de España, viajando en la nostalgia, los blancos de
México pretenden recuperar en sus artistas bohemios, como Lara, las buenos viejos
tiempos de Fuegos fatuos y Pimientos dulces (Amado Nervo) de la belle époque
porfirista (corridas de toros, mujeres fragantes, flores de azahar, cordon bleu, el fru-
fru de las sedas y todo lo demás), refugiando su perdurabilidad en los burdeles de la
ciudad de México, after Revolution. Pero las putitas «rumberas» del porfiriato
empezaban a competir con las «morenitas» que la Revolución había sacado de los
ranchos. Estas morenitas no le interesaban a Lara, sino las hueritas. A ellas implora
(y con él la ciudad entera):
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Voluptuosa melancolía
en su talle mórbido enrosca
el Placer su caligrafía
y la Muerte su garabato,
y en un clima de ala de mosca
la Lujuria toca a rebato[123]…
Madrid, Madrid,
pedazo de la Expaña en que nací,
por algo te hizo Dios la cuna del
requiebro y el chotiz[124]…
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mexicano, en la ciudad de México, todavía seguía prendida a las faldas de las frescas
y tímidas muchachas lugareñas.
Con las medidas revolucionarias adoptadas por el gobierno del general Cárdenas,
regresó el mexicano al momento en donde esta tierra, este aire, este paisaje, esta
región, todo esto soy yo.
Las medidas del gobierno do Cárdenas le dieron al Pueblo la oportunidad de
sentir que había sido el promotor, impulsor y director de la última lucha violenta por
El Poder de la Nación. Y, musicalmente, lo ranchero se impuso a lo citadino, lo naco
a lo chistoso (¿o al revés?); Lucha Reyes a María Luisa Landín. El involuntario buen
humor de Siqueiros (el show bizz detrás de toda rebelión) llevó al extremo la euforia
por lo mexicano: Supercuauhtémoc precedió a todos los héroes del comic (Superman,
The Fantastic four Batman) y del super-Cine (El Detective Privado, El Soldado
Norteamericano, El Cowboy) de Hollywood.
La canción folk (esa bella canción que aún perdura gracias al Charro Avitia) se
volvió la cursilería épica de un pueblo en vías de perder el sentido épico de la
historia.
Proclama revolucionaria: Todo lo que atente contra la mente establecida. ¿De qué
hablas? Si lo establecido es usar calzones, hay que dejar de usar calzones y promover
la idea revolucionaria de que la gente no debe de usar calzones. ¿Ésa es la onda? No
se, pero no hay que usar calzones y parte del capitalismo tendría que dedicarse a
fabricar otra casa, porque los calzones han dejado de ser un negocio del capitalismo.
«La etapa de gobierno 1934-1940 constituye una lógica consecuencia del proceso
histórica de México en la integración de su nacionalidad. Todos nuestras grandes
movimientos revolucionarios han respondido a la aspiración colectiva de estructurar
la personalidad de México con los atributos esenciales de libertad, justicia e igualdad
todos ellos han tendido a destruir la deprimente servidumbre de indígenas y mestizos,
el dogmatismo confesional y educativo, el monopolio de la tierra, el acaparamiento
de las riquezas del subsuelo, la exclusividad del comercio y de la industria, los
privilegios económicos y políticos apoyados en mercedes reales, en inmunidades y
fueros religiosos o de casta o en absurdas e injustas concesiones que consagrando una
lesiva distribución de la riqueza, agravaron la explotación de las grandes masas de
trabajadores. Nuestras trascendentales luchas sociales… no son sino aspectos del
mismo fenómeno de consolidación de la nacionalidad, dificultada por el aislamiento
y las diferentes condiciones étnicas, culturales… circunstancias [que] contribuyeron
a mantener la pobreza, la insalubridad y el analfabetismo han sido factores de
dominación [el subrayado es mío], que lo mismo en la época de la Conquista, que en
las tendencias expansionistas del siglo pasado, o en de las actuales imperialismos
financieros internacionales, han pretendido debilitar la capacidad productiva de los
trabajadores disolver la conciencia colectiva, estorbando la conjunción de las
fuerzas defensoras de las instituciones y de la soberanía, siempre opuestas a que
México sea tratado como una colonia más en el juego de los equilibrios político-
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internacionales…» (????!!!!!).
«En el régimen que está por concluir, la manifestación de las ideas nunca fue
objeto de inquisición judicial o administrativa; ha sido efectiva la libertad de
prensa… Frente a disidencias provocadas por sectores que pretendían regresiones en
los aspectos fundamentales del programa revolucionario, el Presidente abandonó la
vieja táctica de ahogar en sangre…».
Como habrán leído, el texto es bellísimo, lo tomé de un libro llamado Seis años
de gobierno al servicio de México, donde se muestra la consagración de Cárdenas a
su patria. Luego, pues llegó don Mi General Ávila Camacho:
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dejaba la vida ingenua y rural por la citadina y talonera. La muchacha pobre, cansada
de la pobreza, subía al tren para ir a la ciudad a dedicarse al productivo oficio de
prostituta. El Poder en definitiva había sido tomado por los burgueses (Obregón,
Calles, Cárdenas, Miguel Alemán, Trouyet), para introducir el «imperialismo
financiero» (Jenkins y Cia.) a México City Hall.
No es gratuito que en nuestra historia patria (!), en los cuarenta se creara el
Instituto Mexicano del Seguro Social, cuando había sido establecida la estructura
económica, social y política de la Revolución Mexicana, y se encontraba legalizado
el statu quo existente desde el Gobierno Constitucionalista del anciano de las largas
barbas, Don Venus Carranza y Pocahonda.
La segunda Guerra Mundial le proporcionó a México la oportunidad (el chance,
carnal) de dedicarse a lo suyo. Dedicándose a lo suyo, la ciudad creció, creció…
Entre el trabajo y la diversión: el teatro de revista y la radio. En ambos sitios el
mexicano concentra y representa su ser. Aunque la vasta mayoría es de mentalidad
ranchera, ya se viste como catrín, muy fufurufo.
La música pop representa los anhelos, los sueños y las pesadillas de la clase
media, que constituye mayoría de la ciudad de México. Una clase media que habita
desde la barriada hasta la colonia pa’gente decente. La burguesía está dedicada a lo
suyo, cuando Los Panchos cantan «Rayito de luna» y Jorge Negrete canta «La
chancla».
¡Hey familia!, danzón dedicado al Cachorro de la Revolución. ¡Señoras y
señores!, ladies and gentlemen, The Mexican Revolution Show presents… Lawyer
Miguel Alemán, The Newest President Of The United States of Mexico… with The
Nylon Mexican Revolution Band!
(¡Clap, clap, clap, clap, clap, clap!).
La gorra militar y la fusta han cedido el poder a la toga y el birrete; los generales
han entregado el poder a sus hijos. Los que se chingaron y sacrificaron (los
generalazos) aplauden a hijo que, gracias a la revolución, pudo estudiar y terminar
una carrera en la universidad. La señora Revolución está very happy, al filo de las
aguas (lágrimas), cuando su retoño se halla a punto de ser investido con la Banda
Tricolor que simboliza la Presidencia de la República de los Estados Unidos
Mexicanos. EL hijo del General está ya preparado para asumir el Poder del Padre,
Gracias a Dios, los militarotes le han dado el poder a la Gente Educada.
Eso que se llama Pueblo goza la vidorria con el sabor del danzón y la guaracha, lo
romántico del bolerín. El cubano enciende entonces los cuerpos de un pueblo
danzante por definición. Enton’s el pelado se viste como catrín, es muy pachuco y
canta sus penas y alegrías al sonoro rugir de Los Panchos, con el refinamiento
delagentedecente.
La música cubana (ese bárbaro del ritmo que si llama Beny Moré ya nos canta el
«Yiriyiribom», con mucho sabol tlopical) conmueve a la capital mexicana, al mero
Deefe. La Rumba y la Conga se envuelven a las candentes y vibrantes cinturas de
Antes que Presley, Bill Haley (un ex-músico-cantante de country music) habia
llegado al HP con Se You Later Alligator. ¿Quién era el perro hambriento y quién el
cocodrilo? E+L+L+A=ELLA. ¿Quién? La mujer, the woman.
El rock surgió atentando contra La Mujer, cuando Nat King Cale cantaba
«Fascination» y los Four Aces «Love’s a many suplendored thing» y «Three Coins in
the Fountain», cuando aquí en Nacololco los jóvenes depositaban la expresión de su
ideología del amor en canciones como: Reloj no marques las horas porque voy a
enloquecer[131], el mar nos arrulló y fue testigo de nuestro amor[132].
Los adultos veían en el rock otra moda más de lo gabacho, que desde hacía
mucho tiempo estaban re’locos; pero no presentían la fascinación que ejercería sobre
sus hijos e hijas, para invitarlos a una rebelión en contra del Orden Establecido.
El rock lanzó al aire interrogantes: ¿por qué los blancos se apropiaron de un ritmo
que expresaba el mundo «marginal» de los niggers? ¿Por qué el alma blanca fue
hechizada por el feeling del alma negra?
Cuando ELvis Presley cantaba en un teatro, las adolescentes gritaban, lloraban, se
desmayaban: ¿Por qué ese delirio colectivo casi místico? ¿Por qué un muchacho
blanco sureño, cantando rocanrol, provocaba ese frenesí en la adolescencia gabacha?
Al fin de la segunda Guerra Mundial, Frank Sinatra había provocado una histeria
semejante en las mujeres. ¿Por qué, por qué? ¿Por qué se suicidó Marilyn Monroe’?
Su madre le dijo:
Algún día serás un hombre
Y serás el líder de una gran vieja banda.
Mucha gente desde muy lejos
Vendrá a escucharte tocar tu música
hasta que el sol se vaya.
Tal vez algún día tu nombre estará en luces
diciendo Johnny B. Goode esta noche
¡Sigue, Johnny, sigue, sigue, sigue!
En «Satisfacción» estriba el meollo del patín, the kick, man. La conducta de los
seres humanos está regida por ese Monstruo que se llama Mass Media Inc. (Like The
Rolling Stones, like the CBS, like de FBI. like Paul Me Cartney› like Creendence
Clearwater Revival, like Telesistema Mexicano & la Competencia, like Partido
Revolucionario Institucional, like la Concanaco & la Concamin).
Los Byrds entonces cantan Turn, Turn, Turn (To evr’y thing, there is a season),
una canción del máis Pete Seeger, hecha con versículos del Eclesiastés. En los
ghettos negros se respiran aires de violencia (las palabras de Abby Baby Lincoln han
sido escuchadas por algunos: Refiriéndome a ustedes, gente de color, permítanme
decirles que Dios los ha hecho libres. Aunque han sido privados de los derechos que
¡La juventud del ácido sigue a sus maestros! ¡Los Beatles guiarán a toda la
chaviza a la verdad! Ellos tienen La Palabra, ellos tienen la Verdad. ¡Los Beatles en la
India en busca de la Verdad!
Como música, Stg. Peppers, es la obra maestra de los Beatles. Un álbum con
bellas piezas, lleno de colores, sonidos y aromas.
A través del rock, los Beatles habían cumplido su misión humana, aportando una
obra que epitomizó el éxtasis de toda una generación creyente en las flores, los
colores, los sonidos.
Rimbaud
Baudelaire
De las Beatles a los Rolling Stones. De Sargent Pepper’s Lonely Hearts Club
Band a Their Satanic Majesties Request.
Their Satanic Majesties Request (Sus satánicas majestades solicitan) está en el
nivel del ácido. Si en Sgt. Pepper’s el mundo terrenal está visto como circo, como
fiesta, en Their Satanic está visto desde su indeterminación, desde su apariencia. Los
Rolling no toman al mundo como un teatro (Sgt. Pepper’s, Being For The Benefit of
Mr Kite, Love Rita) cotidiano de muecas y movimientos escénicos de soledades, sino
como un mundo que se procesa en computadoras. La «irracionalidad» de la vuelta al
Amor
de Parménides
1970
Antes de la muerte de Alan Wilson.
Antes de la muerte de Janis Joplin.
Antes de muerte de Jimmi Hendrix.
Antes de la muerte de Jim Morrison.
importantes del siglo XX, gran guitarrista, es también pionero del rock. Jimmy Reed
(Mathis James Reed, 1925-1976) fue un compositor y músico negro. Fue un
innovador con el blues electrónico (instrumentos de cuerda con amplificador),
inspirador del rock posterior. <<
requintista de Los Locos del Ritmo. Forma parte del primer álbum del grupo: ¡Rock!
<<
<<
1959, un día después de la huida del dictador Fulgencio Batista a EUA. Se establece
como forma político-económica al socialismo. EUA decide «castigar» la política
socialista cubana e impone un embargo-bloqueo en 1960. Aislada, Cuba recibe apoyo
de la URSS y permite la colocación de misiles en 1962, clave en el desarrollo de la
Guerra Fría. <<
plantó cara al modo de vida estadounidense proponiendo una nueva manera de pensar
y actuar, una cultura distinta. Entre sus principales características están el rechazo a
los valores estereotipados y autoritarios —familia entre ellos−, la libertad sexual, el
uso de drogas para desenajenarse socialmente y el estudio de la filosofía oriental, lo
cual los lleva a plantearse la vida, en forma existencialista, como un permanente
camino para aventurarse. Tuvo gran influencia en el movimiento hippie. Entre sus
representantes principales están Jack Kerouac, Neal Cassady, William Burroughs y
Allen Ginsberg. <<
negro de blues y folk. Tocaba muchos instrumentos, pero destacó más por su manera
de tocar la guitarra y su voz. Su canción más famosa es, quizás, «Midnight Special».
Charlie Parker (Charles Christopher Parker, Jr., 1920-1955) fue un saxofonista negro
de jazz y be bop, género del cual es iniciador. Una de sus composiciones más famosas
es «Ornithology». Bird (1988), la película de Clint Eastwood, se basa en su vida. <<
Wexler (Gerald Wexler, 1917-2008), quien llegó a ser uno de los más importantes
productores musicales en EUA. Buscó con ello evitar el prejuicio racial que
acompañaba en la posguerra al término race music o race records, el cual se usaba
despectivamente. <<
William Shakespeare, capaz de romper toda atadura familiar y social, y llegar hasta la
muerte, en nombre del amor, mismo plenamente correspondido, y al mismo grado,
por su contraparte femenina en el drama: Julieta. Rodolfo Valentino (Rodolfo Pietro
Filiberto Raffaelo Guglielmi di Raffela, 1895-1926) fue el actor icono del
romanticismo de su época, sex symbol, como «latin lover», del cine hollywoodense
de la década de 1920. Murió a los 31 años. <<
viva la memoria de los crímenes cometidos por el Ku Kux Klan (KKK). <<
canción de Jerry Leiber y Mike Stoller forma parte del álbum Jailhouse Rock (Rock
de la cárcel). <<
1966. Es uno de los primeros discos dobles de la historia de la música y cierra una
trilogía, cuyos demás componentes son Bringing It All back Home (marzo, 1965) y
Highway 61 Revisited (agosto, 1965). <<
—Rick Cartey y Carole Joyner— lo fue menos que la de intérpretes posteriores como
Tab Hunter, Sonny James, The CrewCuts y Connie Smith. <<
canciones de rock & roll. El nombre proviene de un juego fonético con una parte de
la letra: al hablarle a su hijo, el campesino que quiere ser estrella de rock, la madre le
dice «Johnny B. Goode Tonight» (Johnny, sé bueno esta noche, sé un éxito). En la
versión original en lugar de country boy la letra decía color boy, chico «de color»,
negro. Es otra de las canciones retomadas e impulsadas por Elvis Presley. <<
indica a unas muy especiales: las que van a los grandes centros comerciales en
viernes con su mochila vacía para llenarla con las cosas que puedan llevarse.
Además, las boppers son las seguidoras de los jóvenes «prometedores», sean atletas o
artistas. No van tras su dinero, simplemente buscan lucirse en público con el
afamado. <<
<<
género folk y fue grabada en 1962. Es en honor del activista Woody Guthrie
(Woodrow Wilson Guthrie, 1912-1967), el legendario guitarrista, cantante y
compositor folk que en 1943 pintó en su guitarra el mensaje «Esta máquina mata
fascistas». <<
ruso. <<
rock Canned Heat, al cual perteneció desde 1950 hasta su muerte. Lo apodaban «El
Oso» («The Bear») por su gran tamaño. <<
de la poesía. Junto con otros, como Baudelaire, Mallarme y Paul Verlaine, forma
parte de la selección de poetas especiales que este último antologa en un libro que
daría nombre al conjunto: Les Poètes Maudites, Los poetas malditos. <<
protesta —entre sus éxitos, Lemon Tree y If I Had a Hammer (The Hammer Song)—,
de los más exitosos de la década de 1960. Comenzaron en 1961. Sus miembros eran
Peter Yarrow, Paul Stookey y Mary Travers.
A Joan Báez (Joan Chandos Báez, 1941-vive) se le conoce como «La reina de la
canción de protesta». Comenzó su carrera musical en 1958 y rebasó las fronteras de
EUA dando espectáculos en América latina (gira en 1981), destacando también por la
grabación del disco Gracias a la vida (1974) en memoria de las víctimas de la
dictadura chilena. Sigue siendo una destacada cantante y activista. <<
enfrentó varias veces a los policías, y también vivió la prisión. Fue asesinado, sin
embargo, por un miembro de un grupo más radical: BGF, Black Guerrilla Family. <<
grabar él con su esposa Yoko Ono. En el Festival de Toronto de 1969 se creó una
banda para apoyar a la pareja con sus álbumes ajenos a Los Beatles. Fue Plastic Ono
Band. <<
moralina hace ver a los jóvenes como individuos sin valores que, por ello, cargarán
trágicas consecuencias. <<
género del rock & roll. En 1959 formó su grupo: Los Cometas. <<
a las bandas juveniles. Una joven pareja de clase alta recorre en una noche la ciudad
de México junto a la banda, fascinándose con ella y transgrediendo costumbres. El
papel de «El Capitán Gato» lo realizó Sergio Jiménez. <<
Henry King. Sucede en Hong Kong entre 1949 y 1950 y plantea la relación amorosa
entre Ha Suyin, la viuda de un médico, y Mark Elliot, un periodista estadounidense.
La canción de la película, «Love is a manysplendored thing», de Sammy Fain, ganó
el Premio de la Academia a la Mejor Canción Original. <<
Paz; los dos segundos, de Carlos Fuentes. Pedro Páramo es de Juan Rulfo. <<
director y cantante. Fue miembro y líder del «Rat Pack». Pocos cantantes han
alcanzado una fama similar a la suya. Se le apodó «La Voz». <<
Nació en Los Ángeles y se hizo famoso por cantar boleros y balada romántica en
español y en inglés. <<
por Nat King Cole. Fue escrita para la película Captain Carey, USA (1950). <<
«Papa loves mambo», de All Hoffman, Dick Manning y Bix Reichner. <<
popular, de baile o jazz que recibieron el nombre de «orquestas» por tener un número
mayor de miembros que en los grupos musicales de la Época. La de Glenn Miller aún
se considera una de las más grandes de todos los tiempos. Destacaban por su música
festiva, alegre. <<
primera se publicó en 1806; la segunda apareció póstuma en 1832, tras morir su autor
—Johann Wolfgang von Goethe, su nombre completo— ese mismo año). <<
del Blues» por el grado de popularidad que alcanzó en las décadas de 1920 y 1930 y
el de influencia en las generaciones musicales posteriores. <<
beats a México. Las citas en prosa y con cursivas son de este libro. <<
<<
Galindo. <<
dos grupos de pandilleros. West Side Story (1961) fue dirigida por Robert Wise y
Jerome Robbins. <<