Algo Básico Acerca Las Dogmáticas Jurídico Penales
Algo Básico Acerca Las Dogmáticas Jurídico Penales
Algo Básico Acerca Las Dogmáticas Jurídico Penales
1
Manual de Derecho Penal, Leyer, Bogotá, 1995, p. 88.
2
El profesor Esiquio Manuel Sánchez Herrera, en su libro Dogmática Penal Fundada en los Principios
Constitucionales con Orientación a las Consecuencias, Stilo Impresores Ltda., Ediciones Jurídicas Gustavo
Ibañez, Bogotá, sin fecha, p. 33, afirma: “El derecho como tal, para su consideración como ciencia se ha
valido de algunas consideraciones y métodos, de suerte que la dogmática en sus inicios fue postulada como
método, precisamente para amentar la importancia del derecho, de manera que ya no fuese considerado
como mera disciplina y por el contrario se le reconociera un sustrato científico”.
otra ciencia o método experimental (filosofía, sociología,
etc.).
3
SÁNCHEZ HERRERA, Manuel Esiquio, ob cit., p. 33: al surgir la dogmática, en sus primeros desarrollos,
fue comprendida como “análisis de la letra de la Ley”.
1.4. Para la dogmática jurídico penal tradicional, solo es jurídico
lo que en forma expresa y literal aparece consignado en la
norma positiva.
2. La dogmática practicable.
4
Dolo y Conocimiento, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, p. 170.
2.2 Las decisiones jurídico penales no se adoptan sólo por su
corrección lógica5. La corrección simplemente teórica y
lógica, no es suficiente. Las teorías dogmáticas, por
consiguiente, no pueden estar al margen de las soluciones
prácticas, y soluciones prácticas no pueden ser sino --desde
la óptica del profesor Marco Gerardo Monroy Cabra6-- las
que se adaptan a las circunstancias sociales, económicas,
políticas y culturales del pueblo al cual se aplican. De nada
sirve --ha dicho Ramón Ragués i Vallès7-- delinear conceptos
que nunca pueden llegar a ser aplicados, por mucho que
estos resulten totalmente idóneos desde el punto de vista de
su elaboración teórica.
5
HASSEMER, Winfried, “Hermenéutica y Derecho”, Revista Anales de la Cátedra Francisco Suárez, N° 25,
p. 67, Universidad de Granada.
6
“Aplicación, Interpretación e integración del Derecho”, tomado del libro Introducción al Derecho, 7ª edición,
Bogotá, 1986.
7
El Dolo y su Prueba en el Proceso Penal, p. 193/194.
dogmática de elaborar los modelos globales de respuesta a
que alude Cancio Meliá8, pero con lo que sí riñe una
dogmática practicable o dogmática aplicada es con las
fórmulas algebraicas que critica Zuleta Ángel9, o las
abstractas ecuaciones de delito vacías de contenido social
que repudia Tocora10, que no se asientan en la dialéctica de
lo concreto11 y no pasan, por lo mismo, de ser meros ejercicios
apriorísticos y especulativos de logicidad general.
8
Conducta de la Víctima e Imputación Objetiva en Derecho Penal, Bosch-U. Externado, Bogotá, 2001, p. 295.
9
Ensayo “Las humanidades del Derecho”.
10
Política Criminal Contemporánea, Temis, Bogotá, 1998, p. 27.
11
La dialéctica de lo concreto a que se refieren Karel Kozik (Dialéctica de lo Concreto, Editorial Grijalbo,
México, 1967, p. 30) y Germán Pabón (De la Teoría del Conocimiento en el Proceso Penal, Ediciones Nueva
Jurídica, Bogotá, 2005, p. 216), es un ejercicio a posteriori --y no a priori, como en el campo de la lógica-- a
través del cual, después de consultar con lo histórico individual, lo socio político, lo económico cultural en un
espacio concreto, se llega a soluciones específicas.
12
La Redacción del Texto Jurídico, p. 255.
conocimiento del todo sin entrar en estrecho conocimiento y
dominio de las partes”.
13
Escribe el profesor Hugo A. Restrepo Montoya, de la U. Javeriana (Derecho Penal Internacional: entre
Garantismo y Eficientismo): el derecho penal de los últimos días, en todo el mundo se está moviendo en medio
dos grandes tensiones: (i) “garantismo penal”, o “derecho penal de ciudadano”, que supone la necesidad de
juzgar al sindicado de la comisión de un delito bajo dos finalidades específicas, una el conocimiento de la
verdad y dos el respeto de las garantías procesales, al punto que no tiene sentido, y, por ello mismo, se considera
ilegítimo un procedimiento penal que obtenga la verdad de los hechos con el desconocimiento de las garantías
procesales del ciudadano, (ii) “eficientismo penal” o “derecho penal de enemigo”, que supone la lucha contra
la impunidad a toda costa, aún con el desconocimiento de garantías procesales, bajo el entendido de que el
delincuente es un enemigo para la sociedad y ésta a través del poder del Estado tiene el deber de sancionarlo.
14
Sentido y Contenidos del Sistema Penal en la Globalización, La Teoría del Hecho Punible en el Derecho
Colombiano, Ediciones Jurídicas Gustavo Ibañez, Bogotá, 2000, p. 340.
correcto pretender soluciones concretas mediante ejercicios
de logicidad abstracta, entre otras cosas porque si se sigue
en la tónica de reiterar “planteamientos cerrados, que sitúan
el debate en el plano de lo meramente abstracto negándole
trascendencia a las direcciones realistas del pensamiento, el
desarrollo venidero corre el riesgo de ser escaso y, en
consecuencia, tales elaboraciones académicas --amén de
inanes-- nada podrán aportar a las transformaciones
sociales”.
15
Esiquio Manuel Sánchez Herrera, Fernando Velásquez, Fernando Tocora, Orlando Gómez (él ha dicho que
la imputación objetiva no resuelve nada. Ver “El Homicidio”, Temis, p. 212), Nodier Agudelo, Barreto Ardila,
solo para mencionar algunos.
16
Restrepo Montoya, ob. cit., señala: “La Europa Continental y América Latina, desde finales del siglo
diecinueve, todo el siglo veinte y lo que llevamos del presente, han seguido fielmente los postulados y
evoluciones de la escuela dogmática penal alemana, que lleva su nombre, precisamente, porque parte del
supuesto de que la ley dada es un dogma”.
17
Según las “Conversaciones: Doctor SANTIAGO MIR PUIG con JESÚS BARQUIN SANZ”, las teorías de
Jakobs tienen un eco limitado, por no decir que escaso en Alemania, sobre todo entre los autores de peso. Y
curiosamente cuando en Alemania comenzaron a decaer, es que en España llegan a un buen momento.
moderado de Roxin y el sociológico sistémico de Luhmann,
perdiendo de vista que soluciones funcionalistas como la tan
socorrida imputación objetiva --que tanto ha influido nuestra
teoría del delito y de la pena en estos últimos tiempos--
representa, en términos de Mauricio Martinez18 (que
precisamente proviene de la Universidad de Saarland, en
Alemania), un lamentable retroceso eficientista19 para la
justicia penal, con el agravante de que en el propio lugar en
donde tuvo origen tal teoría, todavía no pasa de ser una
propuesta marginal desde la academia, pese a que se
introdujo a comienzos de la década de los 80’s.
En el libro “Norm, Person, Gesellschaft”, Jakobs --llevándose por delante la dimensión ontológica de lo
humano-- sostiene algo difícilmente aceptable: “en este modelo de sociedad basado en las relaciones
económicas, es persona quien produce; quien todavía no produce, pero producirá; es persona quien ya no
produce pero que produjo manteniendo la condición de persona aunque solo sea para estabilizar la expectativa
de quien todavía está trabajando; pero quien ni produce, ni ha producido, ni producirá no es persona”.
18
La Pena, Garantismo y Democracia, Ediciones Jurídicas Gustavo Ibañez, Bogotá, 1999, p. 119.
19
Alejandro Aponte, en su documento PDF, “El Derecho Penal en una Perspectiva de Paz: De la Tensión
entre “Eficientismo” y Garantismo en el Caso Colombiano”, dice del eficientismo lo siguiente: “Se impulsa
un modelo de derecho penal endurecido y levantado sobre una idea particular de “eficacia” o de “eficiencia”
de la administración de justicia. La eficacia es entendida prácticamente como la producción a toda costa de
sentencias condenatorias o, en todo caso, como la producción de decisiones que afectan de manera directa la
libertad de las personas. No en vano el derecho penal eficientista se articula, por ejemplo, sobre una regulación
más allá de todo límite razonable de la detención preventiva. Una persona está detenida “preventivamente”
hasta que el Estado prácticamente le consiga las pruebas para condenarlo. En la práctica eficientista el
proceso penal se convierte, en sí mismo, en la pena. Esta visión particular de la eficacia y de la eficiencia, ha
dado lugar a la consolidación del modelo eficientista de derecho penal. En una visión escéptica sobre el valor
de los derechos y de las garantías, los partidarios del modelo eficientista los consideran más como obstáculos
para el ejercicio de la función penal. En este modelo prevalece la eficacia sobre los derechos fundamentales,
la eficacia sobre la legitimidad del sistema penal. Aquí adquiere todo su dramatismo la tensión entre
eficientismo y garantismo”.
Y acerca del mismo fenómeno dice Hernando Barreto Ardila (El Sistema Penal en Tiempos de Redefiniciones
Etiológicas Posmodernas”): el eficientismo le asigna a la noción de libertad un rol de derecho funcional que
facilita la primacía del interés general sobre el derecho fundamental individual. La persona deja de ser un fin
en sí misma y se convierte en un medio, utilizable por el Estado, que ninguna reserva tiene para sacrificarle sus
derechos si de por medio está la conveniencia general. A algunos bienes sociales como la seguridad y la
tranquilidad, o a expresiones como “respeto por las instituciones”, se les atribuye la categoría de derechos de
la sociedad, frente a los cuales los derechos fundamentales de las personas está legítimamente llamados a ceder.
Este enfoque es el que claramente se ve en la forma como las Cortes colombianas leen el problema de la cláusula
exclusoria.
2.10 Los dogmáticos “puros”, es decir, aquellos para quienes son
más importantes los purismos jurídicos y el análisis aséptico,
ahistórico y abstracto que las soluciones que conduzcan a
decisiones razonables y materialmente justas, siguen algo así
como la lógica de aquel individuo posmoderno al que se
refiriera Gilles Lipovetsky20, al cual aprovisionan de
compendios, libros prácticos y utilitarios, manuales, guías de
toda índole y textos útiles para la actividad profesional con
modelos, esquemas, fórmulas, estándares como los de las
ciencias exactas y “derecho formulario”, en donde “no es la
pasión por el pensamiento lo que triunfa, sino la exigencia de
saberes y de informaciones inmediatamente operacionales”,
para que encuentre soluciones “técnicas” y eficientistas.
20
Doctor honoris causa de la Universidad de Sherbrooke, 2001, Metamorfosis de la Cultura Liberal, Editorial
Anagrama S. A., Barcelona, 2003, p. 110.
21
MUÑOZ CONDE, Francisco, Introducción a Claus Roxin, Política Criminal y Sistema de Derecho Penal,
1989, p. 25.
22
En su libro más reciente (“Derecho Penal Liberal de Hoy”, Ediciones Gustavo Ibañez, Bogotá, 2002, p. 248),
el profesor Juan Fernández Carrasquilla, sostiene que la bandera de “lucha eficaz contra la impunidad”, que
enarbolan los defensores del eficientismo, es decir, aquellos para quienes la eficacia o eficiencia de la justicia
se mide por el número de detenciones o condenas, por el endurecimiento de los procesos y de las penas y por
el mayor intervencionismo sancionatorio desde el punto de vista cuantitativo, “tiene su sentido y sus límites
precisos en las garantías penales y procesales, ideadas desde la ilustración para preservar los derechos
fundamentales de las personas”, esto es, los derechos humanos que son derechos morales universales.
del remedio dogmático que proponen e ignoran los
verdaderos efectos que ella es capaz de producir en la
sociedad, privilegiando de ese modo los juicios jurídico
formales de mera validez y desechando de plano los juicios
de efectividad, que son juicios de tipo sociológico,
descriptivo y fáctico que, de formularse, bien podrían lograr
que los operadores ensamblen de modo razonable,
proporcional, necesario y útil la dogmática con la política
criminal.
23
Fundamentos de Derecho Penal, Bosch, Barcelona, 1984, p. 35.
axiológicamente justas. No por otra razón habrá de ser que
el profesor español Jesús María Silva Sánchez24, insiste en que
“la política criminal debe hacer uso de la escala de valores y
fines que subyacen en la sociedad y en la misma constitución
para su cometido”. En esa medida, una política criminal en
sentido amplio, debe tener en la dogmática a una de sus
herramientas, no solo de represión, sino de prevención, sin
perder de vista que cualquier solución a la que insten,
produce un impacto jurídico, sociológico y político criminal.
24
Aproximación al Derecho Penal Contemporáneo, Editorial Bosch, Barcelona, 1992, p. 48.
25
ROBLES, Gregorio, PDF, “La decisión en el Derecho y la Tópica Jurídica”.
necesariamente una elección valorativa, un esquema
axiológico26.
26
ROBLES, Gregorio, ob. cit.
27
Tratado General de Filosofía, Editorial Porrúa, México, 1965, p. 641.
postre no resulten desnaturalizados los fines superiores que
informan su ámbito28, de suerte que --por ejemplo-- nadie
pueda enarbolar la rigidez dogmática de una cláusula para
sacrificar el principio de justicia.
28
PDF, Precomprensión y Jurisprudencia, Renato Rabbi-Baldi.
29
¿Deben Nuestros Jueces ser Filósofos? ¿Pueden ser Filósofos?, Traducción de Leonardo García Jaramillo,
New York, 2000.
Cajas30, el primero porque insta a los jueces a que realicen
nuevas doctrinas que constituyan reglas rígidas e inflexibles
que, en su momento, puedan ser aplicadas mecánicamente;
el segundo, porque adopta como táctica el decir lo menos
posible para justificar la decisión, o en dejar sin decidir lo que
más se pueda, entre otras cosas cuando el tema a decidir es
muy “espinoso”.
30
“Minimalismo Judicial: ¿Cass Sunstein en la Corte Constitucional?”.
31
“Toda la “teoría pura” kelseniana se puede sintetizar en una fórmula bien simple: si usted, profesor, quiere
hacer auténtica ciencia jurídica, describa las normas jurídicas en vigor y explique de cuántas maneras pueden
No parece que haya discusión en cuanto a que,
efectivamente, una primera exploración dogmática en
abstracto permita identificar las 4 o 5 formas de interpretar o
leer que pueda plantear una determinada norma, y hasta
ahí la verdad es que no Hay problema. El problema surge es
cuando uno --como decisor-- escoge cuál de ellas es la que
se debe aplicar. Por ejemplo: frente a una norma que
presenta dos formas de entendimiento, una en sentido
amplio y otra en sentido restringido a favor de alguna
garantía, v. gr: la libertad, es evidente que coexisten una
forma de interpretación democrática y otra autoritaria, entre
las cuales el decisor está legitimado para optar.
interpretarse. Pero si lo que a usted le gusta es dictaminar sobre cuáles son justas e injustas, cuáles deben o
no deben ser aplicadas y cómo deben los jueces fallar exactamente cada caso, reconozca honestamente que
usted anda haciendo política e intenta que la práctica del Derecho pase por el aro de sus personales
convicciones. Está en su derecho, pero llame a las cosas por su nombre y no disfrace de ciencia perfecta su
ideología particular. Por eso Kelsen molesta tanto a toda esa sarta de charlatanes que fingen que sus palabras
expresan la verdad objetiva sobre el Derecho y no la mera opinión personal de individuos que sólo quieren
más influencia social y mejor sueldo”.
Claramente, entonces, el campo de acción de la
dogmática “a secas”, o de la concepción cientificista que
defienden los más recalcitrantes seguidores del purismo
kelseniano32, no se extiende más allá del ejercicio
académico, y en el mejor de los casos apenas sí va hasta el
primer paso que se da para identificar las varias formas como
una norma puede ser interpretada.
32
En “Epistemología Jurídica y Argumentación” (PDF, Daniel Gómez Tamayo), “la epistemología jurídica
se centrará sobre el estudio del objeto de la justicia que es el derecho (Ius), y no la norma (Lex) como lo planteó
Hans Kelsen en su teoría pura, así, el positivismo quiera prescindir de una concepción Ius-naturalista de la
realidad jurídica, o así pretenda desconocer unos principios universales, naturales e inmutables; lo único que
se puede obtener con ese método es la definición de ley positiva, o nomoi, pero, nunca se podrá llegar a la
esencia del “Ius”, del derecho, de lo justo”.
33
SALCEDA OLIVARES, PDF, “¿Crisis política o muerte de la política?”.
conduce a las formas en que aquella se expresa en la vida
cotidiana de las personas.
34
“Según su grado de profundidad y su relación a la verdad, los griegos distinguían entre doxa y epistéme.
La doxa u opinión era un conocimiento superficial, parcial y limitado, vinculado a la percepción sensorial,
primaria e ingenua. El conocimiento dóxico versa sobre las apariencias, no sobre la realidad. Se trata de un
conocimiento fenoménico y, en consecuencia, engañoso e, incluso, falso. De ahí que sea catalogado como un
conocimiento inferior, empírico, característico de la gente no instruida, inculta, es el saber vulgar. Actualmente
esta valoración negativa sobrevive cuando se homologa a opinión, al sentido común o al conocimiento
ordinario que, por su carácter acrítico, asistemático y contradictorio, se opone al conocimiento científico:
explicativo, sistemático, metódico y crítico.
Epistéme, por el contrario, suele traducirse como conocimiento científico, pero para los griegos tenía aún el
carácter especializado que hoy se atribuye a la ciencia. Para ellos era un saber absolutamente necesario,
porque penetraba hasta las causas y fundamentos de las cosas; objetivo, porque dependía de la naturaleza
misma y no de nuestras construcciones artificiales; sistemático, porque estaba organizado de acuerdo con
parámetros lógicos y racionales: no era el resultado de una mera acumulación sin orden ni concierto. En
consecuencia, era un conocimiento pleno, total, no fragmentario ni parcial, ya que versaba sobre la realidad
misma, comprendía sus conexiones profundas, necesarias y últimas, de modo que era capaz de dar razón del
por qué íntimo de las cosas. El significado de epistéme ha variado a lo largo de los siglos, pero su vieja
aspiración de alcanzar un conocimiento cierto, verdaderamente explicativo, bien fundamentado, organizado
sistemáticamente y, a ser posible, riguroso y exacto, siguen vivos en las ciencias y la filosofía”.
35
DÍAZ GÓMEZ, Álvaro, “Una Discreta Diferenciación entre la Política y lo Político y su Incidencia sobre
la Educación en cuanto a Socialización Política”, Reflexión Política, Junio 2003, N° 9, Universidad Autónoma
de Bucaramanga, p. 48-53.
la apariencia de una ciencia que cumple únicamente una
función técnica, cuando en realidad cumple una función
política de primer orden36 en la medida en que --como lo
resalta el profesor peruano Iván Guevara Vásquez37-- “el
derecho tiene en la política su matriz, al modo de una madre
primigenia”.
36
Cabría aquí el juez de Dworkin, para quien el rol depende de que el caso sea fácil o difícil. En punto a lo
primero, tiene una discrecionalidad limitada y amarrada en sus decisiones, y prueba de ello es que en la
actividad interpretativa, justificativa y adjudicativa, él tiene que buscar la única respuesta correcta según la
norma. En punto a lo segundo, la respuesta correcta no será la que se infiera directamente de la norma, sino
aquella opción sustentada que más se adecúe a la solución del supuesto fáctico concreto según las reglas, los
principios, la equidad, la jurisprudencia y la moralidad política. “Esa actividad hermenéutica dice Dworkin
tiene tres fases que son en su respectivo orden: la pre -interpretativa, la interpretativa y la post interpretativa.
En la primera fase, el operador jurídico describe los supuestos fácticos concretos para formarse una primera
impresión del caso, e identifica los posibles métodos interpretativos que le pueden servir para encontrar el
sentido semántico correcto de la norma ambigua; en la segunda fase, el juez asume una postura interpretativa
frente a los supuestos fácticos concretos y entra a examinar y valorar el caso: “sub-iudice” a la luz de la regla
de reconocimiento, las leyes, los principios, los valores de la moral política y los precedentes judiciales;
finalmente, en la tercera fase, el juez justifica su decisión correcta con la construcción de un discurso
interpretativo y argumentativo fuerte y persuasivo” (Epistemologia Jurídica y Argumentación, Daniel Gómez
Tamayo).
37
El Carácter Epistemológico de la Dogmática Jurídica.
38
Del Realismo al Trialismo Jurídico, Reflexiones sobre el Contenido del Derecho y la Formación de los
Juristas, Temis, Bogotá, 1998, p. 24.
soluciones jurídicas debieran adoptarse sólo por su
corrección lógica, o porque presentan una envoltura teórica
impecable, sin tomar en consideración que si deben
arbitrarse es también por su justeza axiológica y por los
resultados político criminalmente satisfactorios que, en el
marco de una determinada realidad social, están llamadas
a producir.
39
Ob. cit., p. 43.
40
El de la tolerancia, la ecología, el respeto a los niños, la exigencia de límites, el voluntariado, la lucha contra
la corrupción, la autonomía razonable.
41
El del “primero yo”, el culto al éxito individual por todos los medios, la flexibilización o negación de los
valores morales, el que tiende a relativizar, trivializar o desculpabilizar ciertos fraudes.
salario y en el empleo (es decir, menos salario y menos
empleo), la sociedad democléptica (o sea, una sociedad no
solo acostumbrada al fenómeno de la corrupción, sino que
participa en ella), los desajustes en materia de educación y
de vivienda, la privatización poco responsable e incluso la
violencia económica, que es la peor de todas las violencias.
42
Ob. cit., p. 37.
43
Fundamentos de Derecho Penal, Bosch, Barcelona, 1984, p. 35.
44
Política Criminal y Sistema de Derecho Penal, Bosch, Barcelona, 1972.
45
El Error en Derecho Penal, Tirant lo Blanch, Valencia, 1989.
garantista, y esa clase de dogmática solo puede
conseguirse si la articulamos con la política criminal46.
46
La Corte Constitucional en su sentencia C-646 de 2001, consigna lo que para ella constituye política criminal:
“es apropiado --dice-- definir la política criminal en un sentido amplio. Es ésta el conjunto de respuestas
que un Estado estima necesario adoptar para hacerle frente a conductas consideradas reprochables o
causantes de perjuicio social con el fin de garantizar la protección de los intereses esenciales del Estado y de
los derechos de los residentes en el territorio bajo su jurisdicción. Dicho conjunto de respuestas puede ser de
la más variada índole. Puede ser social, como cuando se promueve que los vecinos de un mismo barrio se
hagan responsables de alertar a las autoridades acerca de la presencia de sucesos extraños que puedan estar
asociados a la comisión de un delito. También puede ser jurídica, como cuando se reforman las normas
penales. Además puede ser económica, como cuando se crean incentivos para estimular un determinado
comportamiento o desincentivos para incrementarles los costos a quienes realicen conductas reprochables.
Igualmente puede ser cultural, como cuando se adoptan campañas publicitarias por los medios masivos de
comunicación para generar conciencia sobre las bondades o consecuencias nocivas de un determinado
comportamiento que causa un grave perjuicio social. Adicionalmente pueden ser administrativas, como cuando
se aumentan las medidas de seguridad carcelaria. Inclusive pueden ser tecnológicas, como cuando se decide
emplear de manera sistemática un nuevo descubrimiento científico para obtener la prueba de un hecho
constitutivo de una conducta típica”.
De alguna manera, pues, coincide la Corte Constitucional con la posición planteada por el profesor Luis
Fernando Tocora, en su libro Política Criminal Contemporánea --Temis, Bogotá, 1998, p. 13-- cuando señala
que la política criminal no es solo la que se circunscribe a las conductas que se definen como delitos y a las
cuales se les asigna una pena, pues esta es apenas una política penal, o una política que privilegia la represión
en desmedro de la prevención.
La verdadera política criminal --básicamente preventiva-- implica otras respuestas extrapenales o
extrapunitivas, como por ejemplo, los programas de educación, de empleo, de socialización solidaria y
participativa, de integración comunitaria, de resolución de conflictos previos que podrían escalar a conflictos
más graves de repercusión penal, de seguridad social
47
Cuadernos de Política Criminal, N° 41, mayo/agosto de 1990, “La Legalidad Violenta”, p. 305/319.
le permiten identificar las necesidades e intereses del sistema
social.
48
Ob. cit., p. 27.
49
La Corte Constitucional ha recalcado que el sentido de toda norma jurídica depende del contexto dentro del
cual es aplicada (sentencia C-557 de 2001), y ese contexto no está conformado únicamente por la dimensión
jurídica. Tiene otras dimensiones: la política, la económica, la sociológica y la cultural.
Si bien el pragmatismo es un movimiento filosófico surgido a
finales del siglo XIX en Estados Unidos a través de William
James, que a partir de la ética eudémica o ética del
pragmatismo privilegia el sentido de lo práctico y reduce lo
verdadero a lo útil, de tal modo que las diversas instituciones
del derecho penal y procedimental resultan midiéndose de
acuerdo con el éxito que tengan en la práctica, en
Colombia --merced a una peligrosa distorsión-- se ha venido
confundiendo con aquella suerte de simplismo, facilismo y
pragmatismo eficientista que entiende como éxito y como
justicia eficaz50, la mayor cifra estadística de capturas,
condenas, detenciones, acusaciones y la evacuación del
mayor número de procesos.
50
Señala Joseph Raz (El positivismo jurídico exclusivo. Una introducción a la teoría de Joseph Raz ), que la
eficacia de un sistema jurídico depende de dos factores: de la conformidad general de los ciudadanos al que
determina el Derecho y, del hecho de que los tribunales y otras agencias aplicadoras del Derecho, empleen las
sanciones concernientes cuando de la desobediencia a las normas jurídicas.
Raz explica la tesis social como aquella que afirma que el Derecho es una cuestión de hechos sociales.
práctica, encontrarle respuesta razonable51 a los problemas
terrenales por los cuales atraviesa la sociedad en el día a día.
51
Según el profesor argentino Armando S. Andruet (La Motivación de las Resoluciones Judiciales y su
Razonabilidad), “lo racional corresponde a la razón matemática, a las verdades evidentes, constringentes y
teoréticas. Lo razonable en cambio, es aquello que se corresponde inicialmente al sentido común, a la razón
práctica, y admite varios niveles. Por tal modo, al ser el mundo de lo jurídico propio del saber práctico, no
puede sino que aspirar como buen paradigma al carácter de razonabilidad”.
Una lectura sobre el maestro Luis Recasens Siches, nos muestra la parte filosófica de la dogmática:
“El logos de los asuntos humanos o lógica de lo razonable. Recasens Siches considera que los juristas han
cometido un grave error en la teoría y la práctica jurídicas del siglo XIX, por haber querido tratar los
contenidos de las normas jurídicas empleando métodos de la lógica tradicional, es decir, de la lógica
habitualmente llamada matemático-física, deductiva, silogística, sistemática, de la lógica que va desde su
fundación en el Organon de Aristóteles, hasta las lógicas contemporáneas; que si bien esa lógica vale para la
matemática, la física y otras ciencias de la naturaleza, es inservible para el tratamiento de los problemas
prácticos de conducta humana, domésticos, familiares, económicos, sociales, jurídicos, etc. Ahora bien, esa
lógica de "lo racional", la lógica pura, la lógica matemático física, todas consideradas como lógica
tradicional no constituyen la totalidad de la lógica ya que es sólo una parte del logos, hay otra parte del logos
--que es tan lógica como la racional pero diferente de ésta-- que se denomina el logos de los asuntos humanos
o lógica de lo razonable. Lo razonable pertenece al campo de la razón con igual o tal vez mejor derecho que
lo meramente racional desde el ángulo formalista. Pertenece al reino de la lógica pero es diferente a la lógica
de lo racional formalista, en el sentido tradicional es necesario tener en cuenta el campo de lo razonable como
otro sector de la razón que también podemos denominar el logos de lo humano. En síntesis, estamos hablando
de la aplicación del logos de lo razonable a la interpretación de normas, a las decisiones administrativas y a
las sentencias judiciales, porque en materia de interpretación, debemos trabajar con razones. La lógica de lo
razonable es una razón impregnada de puntos de vista estimativos, de criterios de valoración, de pautas
axiológicas que además lleva las enseñanzas recibidas de la experiencia propia y de la experiencia del prójimo
a través de la historia. Por lo tanto, estamos dentro de un campo lógico, pero no de la lógica de lo racional,
sino de la lógica de lo humano o de lo razonable. El problema de la interpretación del Derecho es un problema
de lógica material, de lógica de los contenidos y no de lógica formal. Ante cualquier caso, fácil o difícil, hay
que proceder razonablemente, percatándonos de la realidad y del sentido de los hechos, comprendiendo las
valoraciones en que se inspira el orden jurídico positivo, viendo el propósito de la norma en cuestión y
apreciando las valoraciones complementarias que produzca el Juez en armonía con dicho orden jurídico
positivo, y, relacionándolos. De ese modo se debe llegar a la solución satisfactoria. Conviene destacar que este
movimiento se ha gestado a partir de una Filosofía del Derecho que ha prestado mayor atención a la
interpretación judicial”.
52
Ob. cit., p. 38.
53
Ob. cit., p. 15.
dolo esté en el tipo subjetivo como lo sostenía el finalismo de
Welzel, o en la culpabilidad como lo plantea el causalismo
de clásicos y neoclásicos, sino la solución justa de los casos
priorizando el problema, aunque sin abandonar del todo el
sistema.
54
Tratado de Derecho Penal, Parte General, Tomo I, Ediciones Doctrina & Ley, Bogotá, 2001, p. ix.
55
BERNAL PULIDO, Carlos, El Neoconstitucionalismo y la Normatividad del Derecho, U. Externado, Bogotá,
2009, p. 24.
propugnan los dogmáticos puros, es decir, aquellos cuya
preocupación es elaborar axiomas, fórmulas generales,
“ecuaciones jurídicas”, con la pretensión --no del todo
satisfecha, por lo menos hasta ahora-- de resolver todos los
casos a través de ellas.
56
Desde el punto de vista del neoconstitucionalismo (ver PDF, Notas sobre el Estado Constitucional, María del
Carmen Ainaga, Investigadora de la Universidad de Veracruz), “ no todo Estado en la configuración moderna
constituye en sí mismo un Estado Constitucional, toda vez que se impone no solo la existencia de un
ordenamiento fundamental, que sea norma de normas, causa motor del Estado, sino que tal ordenamiento debe
estar impregnado de valores humanistas a favor de los derechos y libertades fundamentales y de todo el
conjunto de técnicas y procedimientos que hacen posible su existencia y disfrute ante la invasión, intromisión
o actuaciones nugatorias en su contra, sea del poder público o de algún sujeto privado en su dimensión física
o jurídica”.
La prevalencia del ser humano como centro y eje de cualquier configuración política y estatal, es rasgo distintivo
consustancial al Estado Constitucional. El Estado Constitucional implica, por consiguiente, “la
constitucionalización del Estado, sin que el Estado y la Constitución material que lo define y determina, sean
axiológicamente neutrales: se impone un conjunto valorativo que se ancla a la protección y seguimiento de los
derechos humanos. De esa manera se caracteriza el Estado Constitucional como ‘una estructura de principios
y valores suprapositivos’, siendo así que “la constitución del Estado Constitucional constituye más bien una
estructura de valor material que, en tanto tal, reclama por sí misma su validez y obligatoriedad” (Carlos de
Cabo Martin, Contra el Consenso. Estudios sobre Estado Constitucional y el Constitucionalismo del Estado
Social, Universidad Nacional Autónoma de Madrid, Madrid, p. 323).
manera previa, si lo que ella requiere es una teoría en
términos de Guastini57 --lo cual creemos poco probable-- o
una doctrina58, o una teoría constitucional estructural,
trasversal y extra o metajurídica59, en términos del profesor
57
Le fonti del Diritto, e L’ interpretazione, Giuffrè, Milán, 1993, p. 335: Una teoría de la interpretación jurídica
es un análisis donde se describe el modo como los intérpretes actúan de hecho, es decir, una teoría no les dice
a ellos lo que deben hacer o como deben hacerlo, sino que nos cuenta cómo es que hacen en la práctica.
58
GUASTINI, Ricardo, Dalle Fonti Alle Norme, Giappichelli, Torino, 1990. P. 133: la doctrina utiliza un
discurso directivo, se mueve en el ámbito del deber ser y está formada por enunciados normativos, valorativos
y no simplemente descriptivos. El estudio doctrinal es un estudio político o ideológico de interpretación, cuya
finalidad es proponer, sugerir o recomendar a los intérpretes acerca de cómo deben operar. Este discurso --por
lo menos según Guastini-- es el que por lo general desarrolla la dogmática jurídica. No es susceptible de control
empírico, pues cumple una función prescriptiva (en esta forma entiende la profesora María Concepción Gimeno
Presa, Interpretación y Derecho, p. 18, los planteamientos de Guastini).
Hay que examinar con mucho cuidado los planteos de Guastini, cuando él dice --como tan esquemáticamente-
- que una teoría es esto, una doctrina es esto otro. Si fuese por lo que dice Guastini, nuestro trabajo tendría que
denominarse algo así como “doctrina acerca de la cláusula exclusoria”, porque lo que pretendemos no es
describir cómo es que en esa materia operan los operadores, sino sugerir, recomendar o proponer cómo deberían
actuar y de qué criterios --no solamente jurídico formales, sino constitucionales, políticos, filosóficos y socio
culturales-- deberían dar cuenta esos operadores.
Si convenimos en que el discurso prescriptivo que queremos construir es de cara al Estado Constitucional,
tendremos que apartarnos del positivismo jurídico, pues como dice Atienza (en el prólogo del libro La Excusa
del Positivismo, de Iñigo Ortiz de Urbina, p. 17, y Atienza ahí se revela como prologuista de nivel), esa forma
de pensamiento o de entendimiento “no permite operar con sentido en los sistemas jurídicos de los estados
constitucionales”. Y esto además se subraya porque la doctrina de Guastini --por lo menos en términos de
Gimeno Presa (Interpretación y Derecho, p. 33)-- se sitúa dentro del denominado positivismo jurídico
científico, que es la que propone una aproximación científica al estudio del derecho. Desde esa concepción, en
cuanto teoría de la ciencia jurídica, “sólo el derecho positivo es susceptible de conocimiento”.
Alessandro Somma, para aterrizar en el terreno del positivismo científico, dice:
“los positivistas consideran que el derecho es establecido por el pueblo --o mejor, por el espíritu popular-- al
igual que otras manifestaciones culturales, como el idioma y el arte. Sin embargo, corresponde a los estudiosos
elaborar una manifestación semejante del espíritu popular y, en particular, reducirlo a un sistema coherente
y completo de conceptos y preceptos. Esta forma de positivismo, llamado positivismo científico, se afirma en
las experiencias en las cuales se da una reacción en contra de las máximas de la ilustración interpretadas por
el positivismo legislativo.
“se termina por reconocer el carácter absolutamente no descriptivo de la aproximación cultivada por el
positivismo legislativo y por el positivismo científico. El estudioso que haga uso de él no se limita a reconstruir
un sistema vinculante de normas emanadas por el poder político o producidas por el espíritu popular, sino que
construye un sistema, reconduciéndolo formalmente a una fuente externa, con el único fin de legitimar su poder
o el poder del cual es expresión.
Y precisamente la reflexión de los comparatistas resalta la idea según la cual la mera descripción constituye
un hecho irrealizable debido a la insuprimible parcialidad del observador. Ciertamente los cultores del derecho,
como los destinatarios de su actividad, buscan ocultar todo aquello que no pueda ser elevado a un nivel de
objetividad. Pero la comparación, en cuanto discurso en torno al derecho, «no puede ser neutral»: ella contiene
«la dirección científica cultural del descriptor intérprete» y está, por tanto, caracterizada por una elevada tasa
de «subjetividad»:
59
Una metateoría, según Guastini, corresponde a todo un discurso referido a lo afirmado en una teoría.
Constituye un metalenguaje y sus enunciados pueden ser descriptivos si se limitan a constatar lo expresado por
el teórico, o normativos si indican lo que una teoría debería o no debería haber expresado.
Alain Ghozi, pero de cualquier modo de una vez hay que ir
diciendo, como lo señala el profesor Somma, la mera
descripción --que es en lo que Guastini dice que consiste
una teoría-- “constituye un hecho irrealizable debido a la
insuprimible parcialidad del observador ”, y en ese sentido
estamos de acuerdo en que una teoría puramente
descriptiva cual si fuese aséptica, absolutamente neutral no
es posible en cuanto discurso en torno al derecho, porque
“no puede ser neutral, contiene «la dirección científica
cultural del descriptor intérprete” y está, por tanto,
caracterizada por una elevada tasa de “subjetividad”60. Y así
nos lo subraya Somma:
60
Somma, ob. cit., p. 56.
61
Esta es una cita que Somma, hace de NIPPERDEY, H. C., Soziale Marktwirtschaft und Grundgesetz, 3.
Aufl., Köln, etc., 1965, pp. 21 y ss.
virus del positivismo62, lo cual se refleja en los formantes63, (ii)
el problema de la cláusula exclusoria no es simplemente
jurídico y por eso mismo obliga a desenvolverse en análisis
constitucional, político criminal y socio cultural, incluso
filosófico, debe estructurarse un discurso que, aparte de
recalcar la forma como los operadores del derecho vienen
operando en esa materia (discurso descriptivo), defina la
forma como deberían hacerlo (discurso prescriptivo).
62
Nos remitimos a los términos del profesor Alessandro Somma (Introducción Crítica al Derecho Comparado,
Ara Editores, Lima, 2006, p. 105).
63
Es un concepto del profesor Somma, ob. Cit., p. 63, para referirse al conjunto de reglas elaboradas por los
diversos operadores del derecho (conjunto de reglas legales, doctrinales, extraídas de los ejemplos, enunciadas
por las cortes y aplicadas por las cortes).
64
Decimos que en forma adicional, porque ya tenemos planteados otros interrogantes que resultan
fundamentales para efectos de la lectura, interpretación y aplicación de la cláusula exclusoria: (i) ¿la cláusula
exclusoria debe ser asumida o entendida como principio o como regla?, (ii) ¿el método de aplicación es, por
consiguiente, la ponderación o la subsunción?, (iii) ¿en qué clase de dogmática debe fundamentarse la
aplicación de la cláusula exclusoria?, (iv) ¿es admisible la prueba ilícita cuando se arbitra, se procura o se
obtiene con el fin de demostrar la inocencia?, (v) ¿el problema de la cláusula exclusoria es exclusivamente
jurídico?, (vi) ¿cuáles son los límites formales, materiales, sustanciales, etc., de admisibilidad de la prueba ilícita
cuando es con fines de inocencia?, (vii) ¿la presunción de inocencia es un principio que posee mayor peso que
la cláusula exclusoria? ¿la cláusula exclusoria es apenas una regla que desarrolla un principio como el de
inocencia? ¿qué sucede si resulta que tal principio es de una mayor envergadura, que se sobrepone a la
problemática culpable-inocente? ¿qué tan relevante es para el discernimiento del alcance de la cláusula
exclusoria la problemática culpable-inocente?, (viii) ¿cuáles pueden ser las razones jurídicas, políticas y
filosóficas determinantes de que, en el marco de un Estado Constitucional, no se haya positivizado como
excepción a la cláusula exclusoria su obtención con fines de inocencia, y por vía jurisprudencial siga siendo tan
difícil que se abra espacio?, (ix) frente a la aplicabilidad de la cláusula exclusoria ¿qué papel está llamado a
cumplir el principio sumo, esto es, el principio de justicia o principio de los principios?, (x) ¿cómo debe
resolverse la tensión que evidentemente se plantea entre seguridad jurídica y cláusula exclusoria?, (xi) si tanto
la presunción de inocencia como la cláusula exclusoria pertenecen a la categoría del debido proceso, es
evidente que al admitir como excepción la prueba ilícita obtenida con fines de inocencia, se plantea otra tensión:
excepción a prueba ilícita vs debido proceso ¿cómo se resuelve esa tensión?, (xii) ¿qué implicaciones se
derivan de que sea el inculpado inocente, un tercero o el Estado quienes obtengan y ofrezcan la prueba ilícita
con fines de inocencia?, (xiii) ¿Qué sucede en torno a otra de las importantes tensiones que plantea introducirle
la excepción en referencia a la cláusula exclusoria: principio de legalidad vs cláusula de exclusión?
asunto de la cláusula exclusoria las preguntas a las cuales
dice el profesor Manuel Atienza65, debe enfrentarse el estudio
de la interpretación del derecho: (i) ¿qué es un enunciado
interpretativo?, (ii) ¿cuándo y quiénes interpretan?, (iii)
¿cómo, de qué manera, ha de proceder --o procede de
hecho-- el intérprete, esto es, qué técnicas o métodos
interpretativos utiliza?, (iv) ¿en qué se fundamentan tales
métodos, esto es, qué teoría de la interpretación --que
ofrezca una respuesta al qué es, porqué y para qué
interpretar-- debe asumirse?, (v) ¿hasta dónde llega la
interpretación, esto es, cuáles son sus límites?, (vi) ¿en qué
punto se deja de interpretar y se pasa a crear o inventar
algo?, (vii) ¿de qué criterios disponemos para juzgar la
corrección de una interpretación, (viii) ¿qué es una buena
interpretación?
65
Esas preguntas las condensa la profesora María Concepción Gimeno Presa (Interpretación y Derecho, U.
Externado, Bogotá, 2001, p. 20) y son las mismas que incluyó el profesor Atienza, en “Estado de Derecho,
Argumentación e Interpretación”, Anuario de Filosofía del Derecho, XIV, 1997, p. 468.
66
La Persecución Penal: Legalidad y Oportunidad, Dr. Winfried Hassemer, Profesor de Derecho Penal, de
Derecho Procesal Penal y Sociología del Derecho de la Universidad de Frankfurt del Meno
procesal penal no reside sólo en la realización del derecho
penal, sino que, al mismo tiempo, persigue fines propios (de
allí que se diga también: es derecho constitucional
reformulado); la verdad se presenta de manera tal que
resulta ser una verdad formalizada por las reglas procesales
(por ejemplo: prohibiciones probatorias).
67
“La situación actual de la Ciencia del Derecho Penal sigue caracterizándose por su aislamiento del resto
de las demás ciencias sociales y humanas. A ello ha contribuido y contribuye todavía hoy una hipervaloración
del pensamiento dogmático sólo preocupado por atrapar en sus rígidas leyes teoricocognoscitivas aquellas
partes de la realidad que se reflejan en las normas jurídicas. Todo lo que está más allá de las previsiones
normativas jurídicas, es soslayado, cuando no olímpicamente despreciado, como irrelevante o carente de
interés. La idea que sirve de base a esta construcción es, desde luego, ciertamente atractiva: construir, a partir
del derecho positivizado en la ley, un artificio sistemático perfectamente coherente, sin fisuras de ningún tipo,
con el que poder solucionar los casos previamente seleccionados, aplicando solamente el aparato conceptual
jurídico elaborado por la dogmática”.
Penal), constituyen una invitación a que un fenómeno como
el de la cláusula exclusoria, se sustraiga del positivismo, ya
legislativo, ya científico, y por ende de la dogmática propia
de un orden producido por la “ortodoxia teórica”, según los
términos de Somma68, y una alternativa no se descarta que
sea la orientada a las consecuencias.
68
Ob. cit., p. 49.
69
Somma, ob. cit., p. 51.
70
Somma, ob. cit. P. 51.
El hecho de constatar empíricamente que el positivismo
legislativo y el positivismo científico se desarrollan como base
de modelos político normativos decididamente
contrastantes, que sin embargo apuntan a legitimarse por
medio de similares discursos en torno al derecho71, muestra
claramente que el análisis de fenómenos como las
prohibiciones probatorias, no se circunscribe en forma
excluyente a lo jurídico.
71
Somma, ob. cit., p. 51.
72
Somma, ob. cit., p. 52.
4. La dogmática autárquica en el sentido de dogmática
autoritaria.
73
GÓMEZ LÓPEZ, Jesús Orlando, Tratado de Derecho Penal, Parte General, Tomo I, Ediciones Doctrina y
Ley, Bogotá, 2001, p. 469.
Ninguna dogmática jurídico penal que se diga compatible
o armónica con la forma político organizacional o de
gobernabilidad consagrada en la Constitución Nacional,
puede quebrantar los principios políticos, penales,
suprapenales, culturales o antropológicos, etc., “a partir de
los cuales y con los cuales --dice el profesor Gómez López--
puede y debe edificarse el sistema penal en una sociedad
democrática”.
74
“ARTICULO 4o. La Constitución es norma de normas. En todo caso de incompatibilidad entre la
Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales.
Es deber de los nacionales y de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución y las leyes, y respetar y
obedecer a las autoridades”.
75
GÓMEZ LÓPEZ, Orlando, ob. cit., p. 470.