Delgado Bruno Constitucion 1993
Delgado Bruno Constitucion 1993
Delgado Bruno Constitucion 1993
Facultad de Derecho
2017
RESUMEN
El objeto del presente trabajo de investigación académica es estudiar cuáles son los
alcances de la Constitución económica peruana de 1993 como cláusula pétrea para
luego analizar si la petrificación de dicha parte de la Constitución es compatible con los
derechos civiles y políticos de los ciudadanos, el pluralismo político y la democracia en
su conjunto. Asimismo, para la realización de este estudio, se buscará desarrollar cómo
es que el derecho puede jugar un rol decisivo, más no exclusivo, en el desarrollo de
instituciones con vocación de permanencia en el interior de un país, de conformidad con
la teoría económica institucional y cómo estos elementos se vinculan con el concepto de
desarrollo en un sentido amplio. Luego, se analizaran las fuentes antes indicadas
conjuntamente con doctrina y jurisprudencia, nacional e internacional, en materia de
reformas constitucionales, para así, ensayar una respuesta crítica frente a la petrificación
de la Constitución económica peruana de 1993.
La Constitución económica peruana de 1993 como cláusula pétrea:
¿Constitucionalización del desarrollo o menoscabo a la democracia?
“La Constitución debe permanecer incompleta e inacabada por ser la vida que pretende
normar vida histórica y, en tanto, sometida a cambios históricos” – Konrad Hesse.
RESUMEN: El objeto del presente artículo de investigación es estudiar cuáles son los
alcances de la Constitución económica peruana de 1993 como cláusula pétrea para
luego analizar si la petrificación de dicha parte de la Constitución es compatible con los
derechos civiles y políticos de los ciudadanos, el pluralismo político y la democracia en
su conjunto. Asimismo, para la realización de este estudio, se buscará desarrollar cómo
es que el derecho puede jugar un rol decisivo, más no exclusivo, en el desarrollo de
instituciones con vocación de permanencia en el interior de un país, de conformidad con
la teoría económica institucional y cómo estos elementos se vinculan con el concepto de
desarrollo en un sentido amplio. Luego, se analizaran las fuentes antes indicadas
conjuntamente con doctrina y jurisprudencia, nacional e internacional, en materia de
reformas constitucionales, para así, ensayar una respuesta crítica frente a la petrificación
de la Constitución económica peruana de 1993.
Introducción
La idea del desarrollo como una etapa de la evolución ‘natural’ de los pueblos, que
llegaría en algún momento y como consecuencia del sólo pasar del tiempo
(CONTRERAS 2009: 55-56) ha sido superada por los enfoques contemporáneos de
desarrollo, según los cuales hay múltiples factores que pueden derivar en la obstrucción
del progreso que se espera alcanzar (URIBE 2008: 49-65). En ese sentido y como
veremos más adelante, los discursos de desarrollo contemporáneos reconocen la
necesidad de que se implementen políticas públicas que contravengan las dificultades
que obstaculizarían el desarrollo de los países (URIBE 2008: 49-65).
Consecuentemente, es claro que los discursos sobre el desarrollo están sujetos a una
mutabilidad histórica que los sitúa en un contexto particular, sin que ésta realidad pueda
ser ignorada.
Así pues, como primer punto, podemos concluir que existen diversos discursos o
aproximaciones para entender o definir el desarrollo y cómo conseguirlo. El objeto de
esta sección es ilustrar al lector respecto a la existencia de éstos múltiples y
concurrentes discursos contemporáneos. A manera de referencia, consideramos
pertinente referirnos a algunos de estos modelos: (i) desarrollo como crecimiento
económico (teoría neoclásica) (ROS 2004: 199-200), (ii) desarrollo como crecimiento
económico endógeno (ROS 2004: 199-200), (iii) desarrollo como ampliación de
capacidades (SEN & KLIKSBERG 2011: 69-75), (iv) la doctrina social de la iglesia
(URIBE 2008: 107-121), (v) el desarrollo sostenible y el enfoque ambientalista (URIBE
2008: 189-201) entre muchos otros.
En esa línea de ideas, el llamado mito del desarrollo postula que el desarrollo es una
falsa ilusión de que las economías de los Estados están llamadas al desarrollo y a la
prosperidad universal. Según ésta postura, el mito del desarrollo consiste en asumir que
del seguimiento de un conjunto de recetas económicas se conseguirá el bienestar (DE
RIVERO 2014: 90-111). Así pues, de acuerdo a De Rivero, el desarrollo es un proceso
mucho más complejo que trasciende al mero transcurso del tiempo y al crecimiento
económico, entendido como crecimiento del Producto Bruto Interno (DE RIVERO
2014: 101). Asimismo, De Rivero plantea que, en lo posible, hay que distinguir el
indicador del Producto Bruto Interno de lo que entendemos por bienestar, en lo cual
coincide con Stiglitz:
Ahora bien, los distintos grupos políticos o académicos, en atención a su discurso sobre
el desarrollo y de cómo conseguirlo, se relacionan de una u otra forma con el llamado
mito del desarrollo. Así pues, por ejemplo, algunos sectores se amparan en el mito del
desarrollo, abogando por un modelo con una participación e intervención mínima del
Estado, a través del cual, se permitiría que el mercado procure el desarrollo de forma
casi espontánea. Como ejemplo de lo antes descrito podemos recoger los
planteamientos de Bullard, Córdova y Ortiz de Zevallos (EYZAGUIRRE 2007: 71-97),
según los cuáles la reforma institucional necesaria para alcanzar el desarrollo supone
limitar o eliminar la intervención del Estado por cuánto ésta en líneas generales es un
obstáculo para el desarrollo, sin la cual, se alcanzará el desarrollo a través del libre
mercado de forma espontánea (EYZAGUIRRE 2007: 71-97). Por otro lado, sectores
que abogan por una mayor participación del sector público en la vida económica de la
nación y en la regulación de los mercados cuestionan el mito del desarrollo o la idea de
desarrollo espontáneo (GHEZZI, Piero & GALLARDO, José 2013: 63-96). No
obstante, existen múltiples planteamientos que defienden una visión de desarrollo
economicista que también cuestiona el mito del desarrollo, pero señalando que hay
múltiples factores que pueden imposibilitar el desarrollo de un país a pesar de que este
cuente con índices elevados de crecimiento económico, como es la carencia de
tecnología, entre otros; por lo que se requiere tomar acciones adicionales a la
liberalización de mercados para procurar desarrollo (ROS 2004: 199-200).
En ese sentido, tenemos claro que los enfoques y modelos de desarrollo son múltiples y
muchas veces, contradictorios o irreconciliables. Asimismo, podemos concluir que la
conceptualización de desarrollo que se tiene en un pueblo es mutable en el tiempo. Por
otro lado, la noción de desarrollo también tiene fuertes detractores que se refieren al
mismo como un mito. No obstante, el desarrollo es un concepto necesario, pues a través
del mismo se pueden articular y sistematizar un conjunto de ideas en un discurso que
procura la consecución de objetivos públicos a través de los cuales se consiga el
bienestar. Entonces, ¿cómo es que éste concepto de desarrollo se relaciona con el
derecho como técnica o disciplina jurídica?
El papel del derecho frente al desarrollo es crucial. A través del derecho se puede
procurar la institucionalización de lo que la nación entiende por desarrollo y, de este
modo, orientar la dirección de la actividad del Estado en un sentido u en otro,
estableciéndose prioridades y reglas básicas de juego, las cuales también tienen un
carácter político. Así pues, las Constituciones no juegan un papel neutral respecto a las
visiones del desarrollo, en palabras de De Vega:
Así pues, de acuerdo a la teoría económica institucional, las instituciones son las reglas
de juego formales e informales que se consolidan en las sociedades y que rigen el
comportamiento de los actores inmersos en un espacio (CHAVANCE 2009: 75-76). La
institucionalidad, en cambio, es la predictibilidad, permanencia y vigencia de las
instituciones en un determinado ámbito (ORTIZ DE ZEVALLOS 2007: 89-97). En ese
sentido, podríamos decir que la política de promoción de la inversión privada en el Perú
es una institución y está institucionalizada porque es predecible y se ha mantenido por
casi tres décadas; inclusive, el desarrollo de ésta política ha seguido un proceso de
formación progresivo que fue avanzando por etapas y acompañado por la creación de
múltiples marcos normativos sucesivos (Decretos Legislativos para privatizaciones,
fomento de inversión privada en concesiones públicas y asociaciones público-privadas)
y la creación de instituciones que velen por esta institución (Indecopi, Proinversión,
entre otros). Finalmente, la institucionalización serían las acciones que se tomarían para
darle estabilidad, predictibilidad y vocación de permanencia a determinadas políticas
(ORTIZ DE ZEVALLOS 2007: 89-97). En palabras de Ortiz de Zevallos:
Las instituciones son reglas de juego, son formales si nos referimos a leyes,
normas, reglas que están escritos; en cambio, son informales si estamos hablando
de aspectos más culturales, de comportamiento. Pero no solamente son las reglas
sino son también los mecanismos de ejecución, es decir, hacer cumplir un
mecanismo mediante la aplicación de la norma, el árbitro también está incorporado
en el concepto.
Las reglas de juego antes descritas, determinarán la conducta de los actores sociales, en
la medida en que las mismas sean aceptadas e incorporadas como hábitos en su actuar
cotidiano (de ser el caso) (NORTH 2012: 16-17), pero también, estas reglas podrán ser
adecuadas o cambiadas por los propios actores en función a sus capacidades de
organización política (GROENEWEGEN & otros 2010: 75), por cuanto estos actores
tienen la posibilidad de perseguir la satisfacción de sus intereses presionando a las
autoridades decisoras (legisladores) o incluso participando directamente de los procesos
políticos (GROENEWEGEN & otros 2010: 75).
Las instituciones incluyen todo tipo de limitación que los humanos crean para dar
forma a la interacción humana. ¿Son formales e informales las instituciones?
Pueden ser una u otra cosa, pero yo estoy interesado tanto en limitaciones formales,
por ejemplo, normas que idean los humanos, como en las limitaciones que
informales tales como acuerdos y códigos de conducta. Las instituciones pueden
ser creadas como lo son las constituciones políticas de los Estados; o bien
evolucionar simplemente a lo largo del tiempo, como evoluciona el derecho
consuetudinario (NORTH 2012: 14).
Así pues, el reto está en generar instituciones formales e informales que propicien el
desarrollo, de acuerdo a la visión de desarrollo a que se está adscrito. Pero a su vez, el
reto está en lograr que estas instituciones no sólo sean declaraciones formales escritas
en las normas, sino que las mismas sean aceptadas e incorporadas en el actuar cotidiano
de la ciudadanía. Asimismo, este enfoque también supone un desafío adicional: la lucha
contra aquellas reglas de juego que no son deseadas, por cuanto suponen consecuencias
lesivas para la vida común en sociedad (NORTH 2012: 17). Entre éstas podemos
recoger la informalidad, la corrupción entre otras malas prácticas institucionalizadas en
nuestra sociedad en distintos ámbitos e intensidades.
Así pues, la teoría económica institucional cumple con aportarnos una nueva visión que
nos permite plantearnos nuevas metas en el proceso de alcanzar el desarrollo, pero
incorporando a su vez, nuevos retos y desafíos que deberán afrontarse como el
entendimiento de que para realizar un análisis predictivo certero, es propicio no atender
únicamente a los datos econométricos que se pueden obtener de los mercados, sino
también estudiar los procesos sociales que influyen en la conducta de las personas
(NORTH 2012: 24-25). En ese sentido, la nueva economía institucional aproximaría
nuevamente a la economía con las demás ciencias sociales. En palabras de North:
De todos modos, este nuevo enfoque teórico nos permite tener una mayor claridad sobre
las dinámicas sociales inmersas en nuestras sociedades. En ese sentido, la nueva
economía institucional (NEI) reconoce la necesidad de que el Estado consolide políticas
e instituciones (reglas de juego elementales y permanentes) que permitan a los actores
económicos superar las fallas de mercado para lograr una optimización del desempeño
de las economías nacionales (OCAMPO MENESES 2007: 151), en palabras de Ocampo:
En este contexto, podemos comprender que el derecho es tan sólo un instrumento más
para generar instituciones, institucionalizar determinadas políticas y mantener la
institucionalidad de otras. Consecuentemente, el rol que corresponde al derecho debe
comprenderse y debe facilitarse que se utilicen múltiples medios para conseguir los
objetivos públicos que procurarán los gobiernos en cada caso concreto. Partiendo del
análisis de estos conceptos y entendiendo que el derecho sí puede coadyuvar a la
institucionalización de políticas entre las cuales pueden estar los modelos de desarrollo,
a partir de ahora nos enfocaremos a analizar si la Constitución Económica de 1993
estaría sirviendo como un instrumento jurídico que busca institucionalizar un modelo de
desarrollo en particular y, si es así, en qué sentido y en qué proporción.
Así pues, la libre iniciativa privada protege la libertad de los particulares en sentido
abstracto de decidir y de ejercer la actividad económica de su preferencia dentro del
marco de la Ley y sin intervenciones de los poderes públicos salvo para la protección de
derechos de terceros y siempre dentro del marco de la legalidad. En palabras del
Tribunal Constitucional (en adelante, TC): “toda persona natural o jurídica tiene
derecho a emprender y desarrollar, con autonomía plena, la actividad económica de su
preferencia, afectando o destinando bienes de cualquier tipo a la producción y al
intercambio económico con la finalidad de obtener un beneficio o ganancia material.”
(TRIBUNAL CONSTITUCIONAL 2003).
Ahora bien, este principio de subsidiariedad suele ser compatibilizado con la llamada
cláusula del Estado Social o el principio de solidaridad; en ese sentido, frente a la
directriz que busca limitar la actividad del Estado a lo esencial, se yuxtapone el mandato
de solidaridad, lo que permite que cuando surja la discusión sobre si el Estado debe
intervenir o no, ésta controversia se resuelva en una dinámica de caso por caso:
En ese sentido, una primera señal que nos indica que nuestra Constitución Económica
está institucionalizando un modelo de desarrollo economicista y ligado al modelo de
crecimiento económico neoclásico con un enfoque que privilegia el crecimiento del PBI
per cápita, es que el principio de subsidiariedad está mucho más robustecido que el
principio de solidaridad, siendo así que resulta difícil considerar a éste último como un
mandato que pueda generar una tensión con respecto al primero. En ese sentido, la
fórmula interpretativa que se canonice con respecto al principio de subsidiariedad será
la que determine que tan limitante es o si, por el contrario, permite que, dentro del
marco de nuestra Constitución Económica, puedan ejecutarse modelos de desarrollo
distintos. Consecuentemente, una interpretación extensiva del principio de
subsidiariedad será muy limitante y reducirá drásticamente el margen de juego de la
dirección de la política económica del Estado; mientras que, una interpretación
restrictiva del principio de subsidiariedad, seguirá perfilando un rol subsidiario para el
Estado y uno predominante para el mercado, pero con una institucionalidad más
pacífica respecto a iniciativas públicas que procuren el bienestar general por conductos
distintos del llano crecimiento del PBI per cápita.
Ahora bien, lo antes descrito resulta más grave cuando se consolidan criterios
interpretativos tan extremos como el que Indecopi estableció mediante Resolución
3134-2010/SC1-INDECOPI con respecto al principio de subsidiariedad. El problema de
ésta interpretación es que, para Indecopi, la actividad empresarial del Estado no se
limita a la actividad empresarial que procura un fin de lucro, sino que va más allá y
llega a sugerir que cualquier actividad del Estado que suponga la sustracción de
demanda potencial del sector privado, supondría un acto contrario al principio de
subsidiariedad (INDECOPI 2010). Si bien Indecopi sustrae de su marco de aplicación a
las llamadas ‘actividades asistenciales’ del Estado, la falta de claridad de este concepto
puede derivar en interpretaciones como la siguiente:
Parecería que la idea es que la actividad asistencial es una que no compite porque
los consumidores a los que va dirigida carecen de recursos, y por tanto el subsidio
no le quita propiamente ventas al sector privado, pero cumple con un fin social
definido en la Constitución. En tales casos el programa debería estar diseñado para
llegar solo a los sectores que quiere beneficiar y limitar su impacto a estos sectores
(BULLARD 2011: 203).
Con respecto a las Resoluciones de Indecopi y a los criterios antes referidos, cabe
precisar que es al Tribunal Constitucional a quien compete exclusivamente la labor de
interpretar la Constitución y sus principios tal y como es el principio de subsidiariedad
(HUAPAYA, Mario & TERRAZOS, Juana 2008: 284). En ese sentido, considero que
hasta que el Tribunal Constitucional no valide los criterios fijados por Indecopi, estos
no pueden ser tomados como lecturas constitucionalmente válidas del principio de
subsidiariedad o cuando menos, definitivas. No obstante, con lo antes observado, es
claro que diseño de nuestra Constitución Económica institucionaliza un modelo de
desarrollo que prioriza el crecimiento económico, el crecimiento del PBI y el rol de los
mercados por sobre modelos más ligados al bienestar como cumplimiento de derechos y
satisfacción de necesidades, como es el enfoque de las capacidades de Sen (SEN 2000:
74-75).
El modelo antes descrito contrasta con el propio de la Constitución de 1979. Así pues,
respecto de la relación entre ambos modelos económicos, el TC señala que:
En ese orden de ideas, las acciones del Estado deben estar vinculadas al fomento,
estimulación, coordinación, complementación, integración o sustitución, en vía
supletoria, complementaria o de reemplazo, de la libre iniciativa privada. La
subsidiariedad se manifiesta como el acto accesorio o de perfeccionamiento en
materia económica, que se justifica por la inacción o defección de la iniciativa
privada (TRIBUNAL CONSTITUCIONAL 2003)
Una cláusula pétrea es lo que el TC ha reconocido como los límites materiales expresos
o implícitos a la reforma constitucional. En ese sentido, una ley que modifique una
cláusula pétrea de la Constitución sería una ley de reforma constitucional
inconstitucional (TRIBUNAL CONSTITUCIONAL 2002). En palabras de Landa:
En ese sentido, una cláusula pétrea será aquella que no puede ser modificada por ningún
medio, incluyendo la reforma constitucional. Los efectos de una cláusula pétrea serán
que dicha cláusula no sea susceptible de modificación. No obstante, ¿cuál es el alcance
de los efectos de una cláusula pétrea? ¿es aplicable a todo tipo de reforma
constitucional? Según Bachof: “Una ley de reforma constitucional puede contravenir
desde un punto de vista formal o material las disposiciones de la Constitución formal”
(BACHOF 2008: 56). Nótese que hace referencia exclusivamente a las leyes de reforma
constitucional, pero ¿qué ocurre con las reformas totales a la Constitución?
1
Cabe resaltar que Landa hace referencia exclusivamente al artículo 58° de la Constitución cuando se
refiere a la petrificación de los principios de la Constitución Económica. Esto es importante y se analizará
en su momento, toda vez que el principio de subsidiariedad se encuentra regulado en el artículo 60° de la
Constitución y no es posible que este principio se desprenda del artículo 58°.
Ahora bien, si bien las cláusulas pétreas sólo suponen límites a las leyes de reforma
constitucional parciales, lo cierto es que, al no existir mecanismos formales de
sustitución total de la Constitución en tanto no hay norma alguna que los regule
(TRIBUNAL CONSTITUCIONAL 2002), resultaría prácticamente imposible realizar
una sustitución total ordinaria de la Constitución sin recurrir a leyes de reforma
constitucional (a menos que se convoque a una nueva Asamblea Constituyente,
inclusive tomando en cuenta que no existe norma alguna que la regule) (TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL 2002). En ese sentido, el único canal claro, válido y regulado para
modificar la Constitución es el que corresponde a las leyes de reforma constitucional,
que, tal y como hemos visto, están limitadas por las cláusulas pétreas. Esta limitación a
las leyes de reforma constitucional supone un menoscabo a las libertades políticas de los
ciudadanos de decidir democráticamente las reglas del país en el cual desean vivir, tal y
como veremos más adelante.
Ahora bien, cabe decir que la sola petrificación del artículo 58° de la Constitución de
1993, no bastaría para determinar que la Constitución Económica está petrificando un
modelo de desarrollo; por cuanto, no se puede desprender del artículo 58° la
institucionalización de un enfoque de desarrollo específico. En ese sentido, a nuestro
entender, la interpretación legítima de la incorporación de una cláusula pétrea
económica es aquella que se limite a canonizar el artículo 58°. Por otro lado, si se
interpretara que la petrificación correspondiente alcanza a todo el capítulo de principios
generales (incluyendo el principio de subsidiariedad del artículo 60° de la Constitución)
entonces estaríamos ante una petrificación ilegítima e inconstitucional.
En ese sentido, cabe preguntarnos: ¿no somos libres los ciudadanos de organizarnos
políticamente para procurar la reforma del capítulo económico de la Constitución? ¿Por
qué no sería legítimo que en ejercicio de nuestros derechos civiles y políticos
demandemos una reforma del capítulo económico de la Constitución? Y es que,
efectivamente, tal y como están dadas las cosas, no sería factible, por ejemplo, plantear
una reforma constitucional para restaurar el capítulo económico de la Constitución de
1979 porque nos está vetado modificar la referida cláusula pétrea.
De la misma opinión es Cairo, quien señala que los pueblos no pueden verse
imposibilitados de modificar la Constitución que rige a la comunidad de la cual sus
ciudadanos son parte:
Cabe precisar que la perspectiva de Sieyés a la que Cairo hace referencia en su texto es
la propia de uno de los pensadores y promotores de la revolución francesa. El mismo
que es uno de los teóricos más importantes en la reflexión sobre el poder constituyente y
los poderes constituidos. En palabras de Cairo: “La teoría del Poder Constituyente
elaborada por Sieyes es parte del sustento de la Revolución Francesa, un movimiento
social y político que condujo al establecimiento del sistema democrático constitucional”
(CAIRO 2010: 12).
En esa línea de ideas, cabe destacar que la petrificación de aspectos constitucionales tan
políticos como lo es el modelo económico de la nación o el enfoque de desarrollo que a
través del mismo se canoniza, es un acto profundamente antidemocrático. Esto es así,
por cuanto, en estricto, los llamados límites materiales que se reconocen en una
Constitución o cláusulas pétreas buscan excluir del debate público aquellas cláusulas
que son canonizadas:
Por estos motivos, es que De Vega sentencia que lo que en verdad se esconde detrás de
muchas cláusulas pétreas es una subyacente debilidad institucional de aquello que se
pretende petrificar o la falta de respaldo en la opinión pública de un aspecto político
determinado sobre el cual no se quieren cuestionamientos:
Con lo cual, lo que se vendría a indicar es que los límites explícitos para lo que
sirven, en la mayoría de los casos, es para poner de manifiesto debilidades políticas
e institucionales graves. Cuando un régimen se encuentra lo suficientemente
respaldado por la opinión pública, se ha dicho, no necesita apelar al artificioso
procedimiento de las cláusulas de intangibilidad (De Vega 1999: 248).
Que el presente ensayo sirva como un pequeño aporte para poner en discusión este
tema, que a pesar de su gran importancia, no ha generado el debate que, en su momento,
debió haber generado.
5. A modo de conclusión
2 Cabe decir que lo propio ya se dio en el caso de Gregorio Santos, candidato a la Presidencia de la
República, quien planteó reformar la Constitución Política del Perú por las limitaciones económicas que
según su postura, nuestra Carta Fundamental impone. Ciertamente, lo que el candidato en su momento
seguramente ignoraba, es que la petrificación de la Constitución Económica habría hecho que su
propuesta sea inviable políticamente. Al respecto, resulta pertinente preguntarnos si Gregorio Santos y sus
electores deberían tener o no el derecho de organizarse políticamente para procurar fines como los antes
descritos. Lo cierto es que en una democracia liberal, independientemente de si coincidamos con él o no,
no tendríamos por qué cuestionar la legitimidad de un proyecto político semejante.
Las instituciones, desde la perspectiva de la teoría de la nueva economía institucional,
desarrollada por North, son reglas de juego formales e informales que limitan la
actuación de las personas en una determinada sociedad. Mientras que las reglas de juego
informales están referidas al comportamiento y/o a las costumbres de las personas que
influyen en su actuar cotidiano, las reglas de juego formales son las normas que rigen en
una determinada sociedad. Estas instituciones tienen efectos sobre la economía de los
países por cuanto también influyen sobre sus actores económicos y condicionan sus
actividades.
Bibliografía
BACHOF, Otto
2008 ¿Normas constitucionales inconstitucionales? Lima: Palestra Editores.
BÁRCENA, Alicia
2012 “Cambio estructural para el Desarrollo”. En: Cambio estructural para la
igualdad: Una visión integrada del desarrollo. Santiago de Chile: CEPAL.
Disponible en URL:
<http://www.cepal.org/pses34/noticias/documentosdetrabajo/4/47424/2012-
SES-34-Cambio_estructural.pdf>.
BULLARD, Alfredo
2011 El Otro Pollo. La Competencia Desleal del Estado por Violación del Principio de
Subsidiariedad. En: Revista de Derecho Administrativo N° 10, Lima, pp. 199-
209.
CHAVANCE, Bernard
2009 Institutional Economics. Nueva York: Routledge.
CONTRERAS, Carlos
2009 “La idea del desarrollo económico en el Perú del siglo XX”. En: Gonzales de
Olarte, Efraín e Iguiñiz Echeverría, Javier (compiladores). Desarrollo económico
y bienestar. Homenaje a Máximo Vega-Centeno. Lima: Fondo Editorial de la
PUCP, pp. 55-81.
DE RIVERO, Oswaldo
2014 El mito del desarrollo y la crisis de la civilización. Cuarta edición. Lima: FCE,
pp. 90-111.
DE VEGA, Pedro
1999 LA REFORMA CONSTITUCIONAL Y LA PROBLEMÁTICA DEL PODER
CONSTITUYENTE. Madrid: Editorial Tecnos.
GROENEWEGEN, John & SPITHOVEN, Antoon & VAN DEN BERG, Annette
2010 Institutional Economics. An Introduction. Nueva York: Palgrave Macmillan.
INDECOPI
2010 Resolución 3134-2010/SC1-INDECOPI, Aprobada el 29 de Noviembre de 2010
.
2010 Resolución 2550-2010/SC1-INDECOPI, Aprobada el 14 de Setiembre de 2010.
LANDA, César
2006 CONSTITUCIÓN Y FUENTES DEL DERECHO. Lima: Editorial Palestra
Editores.
NACIONES UNIDAS
2013 OBJETIVOS DEL MILENIO. INFORME 2012. Nueva York: Naciones Unidas.
NORTH, Douglass
2012 INSTITUCIONES, CAMBIO INSTITUCIONAL Y DESEMPEÑO. México
D.F: Fondo de Cultura Económica.
NUSSBAUM, Martha
2011 Crear capacidades. Propuesta para el desarrollo humano.
ROS, Jaime
2004 LA TEORÍA DEL DESARROLLO Y LA ECONOMÍA DEL CRECIMIENTO.
México DF: Fondo de Cultura Económica.
SAR, Omar
2012 REFORMA CONSTITUCIONAL. Un proceso recurrente a lo largo de nuestra
historia. Lima: Editorial Adrus.
SCHULDT, Jürgen
2012 Desarrollo a escala humana y de la naturaleza. Lima: Universidad Pacífico, pp.
59-87
SEN, Amartya
2009 La idea de la justicia. Madrid: Editorial Taurus.
2007 Primero la gente: una mirada desde la ética del desarrollo a los principales
problemas del mundo globalizado. Barcelona: Ediciones Deusto.
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
2002 Sentencia recaída en el Expediente N° 00014-2002-AI/TC, publicada el 21 de
Enero de 2002.
VEGA-CENTENO, Máximo
2003 El desarrollo esquivo. Intentos y logros parciales de transformaciones
económicas y tecnológicas en el Perú (1970-2000). Lima: Pontificia Universidad
Católica del Perú.
VILLACORTA, Alberto
2003 LOS LÍMITES DE LA REFORMA CONSTITUCIONAL. Lima: Editorial
Grijley.