Capitulo2ccd PDF
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LA CONCEPTUALIZACIÓN COGNITIVA
· ¿Cuáles son sus problemas actuales, cómo se desarrollaron y cómo persisten en este
momento?
El terapeuta establece, entonces, una hipótesis acerca del modo como el paciente llegó a
desarrollar su trastorno psicológico particular:
El lector A piensa: “Esto es realmente bueno. ¡Por fin encuentro un libro que me
enseñará a ser un buen terapeuta!”. El lector A se siente bastante entusiasmado.
Al lector E se le ocurren otras ideas: “Esto es demasiado difícil. Yo soy demasiado tonto y
nunca lo aprenderé. Nunca seré un buen terapeuta”. El lector E se siente triste.
Por ejemplo, mientras usted lee este texto, puede identificar distintos niveles en
sus propios pensamientos. Una parte de su mente se concentra en la información que
aparece en el texto, está comprendiendo e integrando los datos fácticios que este provee.
En otro nivel, es posible que usted esté desarrollando una actividad rápida de evaluación.
Esta actividad corresponde a los llamados pensamientos automáticos, que no surgen de
una deliberación o un razonamiento, sino que parecen brotar de manera automática y
suelen ser veloces y breves. Es posible que usted no sea demasiado consciente de estos
pensamientos y que sólo tome conciencia de la emoción que surge de ellos. Por esta
razón, muchas veces los pensamientos automáticos son aceptados como ciertos, sin ser
sometidos a ninguna clase de crítica. No obstante, es posible aprender a identificar los
pensamientos automáticos por medio de la observación de los cambios afectivos.
Cuando usted note que se siente disfórico, pregúntese: ¿Qué es lo que acaba de pasar
por mi mente?
Si usted identifica sus pensamientos automáticos, probablemente podrá evaluar, al
menos hasta cierto punto, la validez de ellos. Si se da cuenta de que hizo una
interpretación errónea y logra corregirla, seguramente descubrirá que su estado de ánimo
mejora. En términos cognitivos, cuando los pensamientos disfuncionales son sometidos a
la reflexión racional, las emociones suelen modificarse. El capítulo 8 ofrece una guía
acerca de cómo evaluar los pensamientos automáticos.
Cabe preguntarse de dónde surgen los pensamientos automáticos. ¿Por qué razón
distintas personas interpretan la misma situación de modos completamente diferentes?
¿Por qué una misma persona puede interpretar una situación de dos maneras distintas en
dos momentos diferentes? La respuesta a estas preguntas se relaciona con un fenómeno
cognitivo más perdurable: las creencias.
Las creencias
Estas creencias influyen en la forma de ver una situación, y esa visión a su vez influye en
el modo como piensa, siente y se comporta. Se describe, a continuación, la relación entre
las creencias intermedias, las creencias centrales y los pensamientos automáticos.
Creencias Centrales
Creencias Intermedias
Pensamientos automáticos
¿Cómo se originan las creencias centrales y las intermedias? Desde las primeras etapas
de su desarrollo, las personas tratan de comprender su entorno. Necesitan, además,
organizar sus experiencias de una manera coherente para lograr la adaptación que
necesitan (Rosen 1988). Sus interacciones con el mundo y con los demás las llevan a
ciertos aprendizajes que conforman sus creencias y son variables en cuanto a su grado
de exactitud y funcionalidad. Las creencias disfuncionales pueden ser “desaprendidas” y
en su lugar se pueden aprender otras creencias basadas en la realidad y más funcionales.
Esto es muy importante para los terapeutas cognitivos.
El modelo cognitivo, tal como fue explicado hasta el momento, se puede ilustrar de la
siguiente manera:
Creencias Centrales
Creencias Intermedias
Las preguntas básicas que se plantea el terapeuta son: “¿Cómo llegó este
paciente a esta situación? ¿Qué debilidades y acontecimientos de su vida (traumas,
experiencias, interacciones) fueron significativos al respecto? ¿Cuáles son sus
pensamientos automáticos y de qué creencias surgen?”
Creencia Central
Soy Incompetente
Creencia Intermedia
Si no comprendo algo a la perfección, soy un tonto
Comportamiento
Cerrar el libro
Fisiológica
Dolor de abdomen
Figura 2.1 El modelo cognitivo
Es importante que el terapeuta se ubique en el lugar del paciente para que pueda
sí desarrollar empatía respecto de la situación que está atravesando, comprender cómo
se siente y percibir el mundo a través de sus ojos. Las conductas, las percepciones, los
pensamientos y emociones del paciente se harán comprensibles a partir de su historia y
su conjunto de creencias.
Ejemplo de un caso
Sally es una estudiante universitaria de 18 años, que cursa su primer año de carrera.
Recurrió a la terapia porque experimenta en forma persistente sentimientos de tristeza,
angustia y soledad. En la admisión se determinó que sufría un episodio de depresión
mayor de moderada severidad, que había comenzado durante su primer mes de clases,
cuatro meses antes de iniciar la terapia.
Este proceso llevó a Sally a consolidar una creencia central negativa acerca de sí
misma. Sin embargo, las creencias negativas de Sally no eran sólidas como una roca.
Su padre, aunque no pasaba tanto tiempo con ella, era mucho más optimista y
comprensivo. Cuando le enseñaba a jugar béisbol, por ejemplo, la alentaba diciéndole
“Está bien….buen golpe…lo estás logrando…sigue así”. También algunos de sus
maestros la elogiaban por su desempeño en la escuela y muchas veces tenía
experiencias positivas con sus amigos. Se daba cuenta de que cuando se esforzaba,
podía hacer algunas cosas mejor que sus amigos: por ejemplo, jugar al béisbol. De esta
manera, Sally también desarrolló una creencia positiva que balanceaba otras de sus
ideas: creía que era competente en algunos aspectos.
Las otras creencias centrales de Sally, en relación con la gente y el mundo eran,
en su mayoría positivas y funcionales. Creía que las personas eran, en general,
amistosas, confiables y positivas y percibía el mundo como un lugar relativamente seguro,
estable y predecible. Antes de comenzar la terapia, Sally nunca había expresado las
creencias centrales acerca de sí misma, los demás y el mundo. En la juventud, sus
creencias centrales más positivas habían sido las dominantes hasta que se deprimió y sus
creencias centrales negativas se activaron.
Tal como había ocurrido con sus creencias centrales, Sally nunca había llegado a
expresar en forma completa estas creencias intermedias, pero sin embargo, ellas incidían
en su pensamiento y guiaban su conducta. En la escuela secundaria, por ejemplo, ella no
intentó participar en la redacción del periódico, aunque le interesaba, porque pensó que
no escribía suficientemente bien. Antes de los exámenes siempre se sentía angustiada
porque pensaba que no aprobaría, y culpable porque creía que debía haber estudiado
más. Cuando predominaban sus creencias centrales más positivas, en cambio, sus
sentimientos eran más positivos, si bien nunca llegaba a considerarse por completo una
persona competente. Así desarrolló la siguiente presunción: “Así trabajo mucho, podré
superar mis deficiencias y rendir adecuadamente en mis estudios”. Cuando estaba
deprimida, por el contrario, Sally no creía en esta presunción, sino que la sustituía por la
creencia: “Debido a todos mis defectos, nunca lograré nada”.
Como la idea de ser incapaz era muy dolorosa para Sally, desarrolló algunas
estrategias de comportamiento para protegerse de ese sufrimiento. Tal como le indicaban
sus creencias intermedias, se esforzó mucho en la escuela y en los deportes. Además,
solía preparar en exceso cualquier trabajo y estudiaba mucho para los exámenes.
Asimismo, controlaba la aparición de señales de incapacidad y redoblaba sus esfuerzos
cada vez que no podía aprender algo. Pocas veces pedía ayuda a otras personas, ya que
temía que se dieran cuenta de su falta de talento.
Sus creencias hacían que Sally tuviese una propensión a interpretar los hechos de
un modo negativo. Ella no cuestionaba esos pensamientos, sino que los aceptaba sin
crítica alguna. En realidad, no son los pensamientos y creencias los que provocan la
depresión, pero una vez que esta se instala, las ideas negativas influyen fuertemente
sobre el estado de ánimo. Su depresión, sin duda, fue causada por una variedad de
factores biológicos y psicológicos. Por ejemplo, a medida que pasaban las semanas,
Sally experimentaba cada vez más pensamientos negativos y se sentía cada vez más
desalentada y triste. Comenzó entonces a dedicar al estudio una cantidad enorme de
tiempo y, sin embargo, no lograba demasiada porque su nivel de concentración era muy
bajo. Continuaba siendo muy autocrítica y tenía hasta pensamientos negativos referidos
a su depresión. Pensaba, por ejemplo: “¿Qué me sucede? ¿Por qué me siento tan
desanimada? No tengo remedio”. Se fue aislando de sus nuevos conocidos y dejó de
llamar a sus viejos amigos, de modo que perdió apoyo. Dejó de correr, nadar y realizar
otras actividades que antes le habían dado un cierto sentimiento de plenitud. Fue así
perdiendo estímulos positivos. En algún momento su apetito disminuyó, comenzó a
experimentar perturbaciones en el sueño y a estar nerviosa y desatenta. Seguramente,
Sally tenía una predisposición genética para la depresión, pero además, su percepción de
las circunstancias y su comportamiento facilitaron la expresión de esa vulnerabilidad
biológica y psicológica para la depresión.
Resumen