Ciudadanía Compleja
Ciudadanía Compleja
Ciudadanía Compleja
19. «... la noción de ciudadanía parece aherrojada por ese espejismo que
supone una pasión por la homogeneidad, incluso en su forma más noble (el
consenso). Como en el mito de Procusto, la voluntad de unidad, de consenso,
esconde no pocas veces un intento de ahogar toda diferencia como obstáculo para
la construcción de un espacio público gobernable , estable y que tiene como
precio la institucionalización (aún más, el incremento) dela exclusión, como coste
<<natural>> justificado». DE LUCAS, J. (2002), «Introducción» de VV.AA. El
vínculo social, entre ciudadanía y exclusión, cit. p. 13.
20. Como señala Ignasi Álvarez, «la exigencia de neutralidad del Estado frente
a distintos valores, tradiciones y concepciones del bien que puedan tener las
distintas comunidades culturales o religiosas, fuertemente arraigada en la tradición
liberal, nace asociada históricamente a la voluntad de superar los conflictos naci-
dos del nuevo pluralismo religioso producido por la Reforma». ÁLVAREZ, I.
(1997) .»La gestión de la diversidad: construcción y neutralización de las diferen-
cias», Cuadernos Electrónicos de Filosofía del Derecho, Nº 0. p. 8.
358 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ
42. PATEMAN, C. Op. cit. pp. 33-34. Véase AMORÓS, C. (1985) Hacia una
crítica de la razón patriarcal. Barcelona. Como subraya Elena Simón, «el patriar-
cado pretende siempre fines cerrados y no revisables, beneficios, ganancia, pero
no se propone objetivos abiertos y reestructurables. Se sustenta en el principio de
dominación nacido de las diferencias discriminatorias. Las diferencias, que proce-
den de la naturaleza y que hacen posible la existencia de todos los seres sin rango
de calidad bonus-malus, y que se manifiesta en la interdependencia y el equili-
brio, se pervierten cuando se construyen culturalmente sobre pilares de dicoto-
mía., bipolaridad y jerarquía. En la cultura patriarcal lo uno relega a lo otro, lo
excluye, lo nombra como inferior, lo hace invisible, lo anula, lo esclaviza». SI-
MÓN RODRÍGUEZ, E. (1999) Democracia vital. Mujeres y hombres hacia la
plena ciudadanía. Madrid, p. 19.
43. Véase, por ejemplo, ROSA COBO, «Multiculturalismo, democracia parita-
ria y participación política». Publicado en la página web e-leusis.net (antes publi-
cado en Política y Sociedad. nº 32, 1999).
44. I. MARION YOUNG (1996) «Vida política y diferencia de grupo», en
Perspectivas feministas en teoría política, cit., p. 100.
45. «Monismo» que se ha calificado como una «ficción jurídica» o una «ilu-
sión ilustrada». FARIÑAS, M.J., Op. cit., p. 37.
46. AGACINSKI, S. (1998) Política de sexos. Madrid, p. 22.
364 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ
Las sociedades actuales, que cada vez más están dejando de respon-
der al hipotético modelo homogéneo sobre el que se construyó el Estado
moderno, requieren un nuevo concepto de ciudadanía construido sobre
la superación de una concepción estrictamente formal de la igualdad y
de la identificación de aquélla con la nacionalidad.58 Esta concepción
es absolutamente insuficiente para integrar la diversidad de culturas,
religiones, en definitiva de identidades, que tratan de convivir en los
viejos Estados nacionales de Occidente.59 Unos Estados que están sopor-
tando sacudidas «nacionalistas» internas, al tiempo que ceden progre-
sivamente soberanía a instancias supranacionales cuyo ejemplo más
71. FERRAJOLI, L., op. cit. p. 82. En el mismo sentido, véase BOBBIO, N.
(1997), «Iguales y diferentes», en Elogio de la templanza y otros escritos morales.
Madrid.
72. «Por identidad, en lo referente a los actores sociales, entiendo el proceso
de construcción del sentido atendiendo a un atributo cultural, o un conjunto
relacionado de atributos culturales, al que se da prioridad sobre el resto de fuentes
de sentido». CASTELLS, M. Op. cit. p. 28.
73. Debemos tener en cuenta que «la consideración de la igualdad como un
<<valor>> (esto es, como una condición ideal de la vida social, que debe perse-
guirse por los poderes públicos) supone necesariamente una remisión a concep-
ciones culturales, históricamente acuñadas y válidas en cada momento, sobre el
contenido de esa condición: la <<igualdad>> aparece así como una concepción
histórica, de contenido en evolución permanente. Por ello, propugnar la igualdad
la igualdad como valor implica una <<apertura>> del texto constitucional, a apre-
ciaciones socio-culturales que incidirían sobre la interpretación de la normativa
constitucional». LÓPEZ GUERRA, L. (2000) «Igualdad, no discriminación y ac-
ción positiva en la Constitución», Mujer y Constitución en España. Madrid, pp.
21-22.
74. PÉREZ ROYO, J. Op. cit., p- 294.
75. FARIÑAS DULCE, Mª J. op. cit. p. 168. Hay que tener en cuenta que,
como ha señalado F. VALLESPÍN, mientras que el debate igualdad/desigualdad
remite a una discusión moderna, el debate igualdad/diferencia nos sitúa en un
discurso posmoderno. «Igualdad y diferencia» en MATE, REYES (ed.), (1995)
Pensar la igualdad y la diferencia. Madrid, pp. 15 ss.
76. COBO, R. Op. cit. p. 64.
370 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ
tica es «una tarea sin fin, que se reproduce a sí misma: toda gestión
de las diferencias se realiza mediante diferencias y a la vez genera
nuevas diferencias».77 De esta manera, y como apunta Sylviane Aga-
cinski, deberemos darle la vuelta a la clásica sentencia de Terencio,
«Nada humano me resulta extraño», ya que «la apertura a la tolerancia
se baja mejor en un principio inverso, según el cual se acepta que el
humano nos resulta a menudo, y muy profundamente, extraño».78
Sólo desde el reconocimiento de ese «derecho a ser diferente»
puede ser respetada la «dignidad» del ser humano que, de acuerdo con
el art. 10.1 de nuestra Constitución, es «el fundamento del orden
político y de la paz social» (art. 10.1 CE).79 Sólo desde una concepción
inclusiva de la ciudadanía será posible superar las discriminaciones y
lograr una igualdad real, sustancial, efectiva, entre todos los ciudada-
nos y ciudadanos. Algo que en nuestro sistema constitucional es un
claro mandato dirigido a los poderes públicos, los cuales están obli-
gados a remover los obstáculos que impiden que la igualdad sea real
y efectiva (art. 9.2 CE). La igualdad del individuo y de los grupos en
que se integra. Como bien señalara Ignacio de Otto, el art. 9.2 repre-
senta un principio guía de una «política de derechos fundamentales»,
es decir, de una política dirigida a conseguir las condiciones básicas
para el ejercicio efectivo de todos los derechos y libertades.80 Un
97. Más que pensar en la adhesión a unos principios universales como condi-
ción de la tolerancia, «habría que decir lo contrario: es tolerante quien sabe de la
particularidad, opiniones e intereses que explican y limitan al tiempo su posición
en el conjunto de la sociedad, quien está seguro de no representar a la totalidad ni
tener el monopolio de las buenas intenciones, quien no excluye al discrepante
como <<irracional>>, aunque lo considere profundamente equivocado. No re-
únen estas condiciones, por el contrario, quienes pretenden estar hablando desde
una posición imparcial, cuando no hacen otra cosa que investir a un conjunto
histórico específico de disposiciones del carácter de universalidad y racionalidad».
INNERARITY, D. op. cit. p. 99.
98. Véanse las mismas conclusiones de Kymlicka sobre las políticas de inmi-
gración. KYMLICKA, W. op. cit. p. 203. En este sentido, podemos concluir con
Rubio Carracedo que «la diversidad bien entendida conduce a la universalidad».
Un universalismo ponderado apoyado en el diálogo intercultural. «¿Derechos
liberales o derechos humanos?», en RUBIO CARRACEDO, J; ROSALES, J. M.;
TOSCANO, M. op. cit. p. 166.
99. Véase al respecto María de Lourdes Souza, «La individualidad posmoder-
na: una lectura del pensamiento de Pietro Barcellona y Boaventura de Sousa
Santos», Op. cit. pp. 219 ss.
100. BARCELLONA, P. Op. cit. p. 24.
101. Javier De Lucas habla incluso de rescatar el «sentimiento de piedad»
como expresión de nuestra capacidad para «extender la humanidad». DE LUCAS,
J. (2003), cit., p. 42.
102. DE JULIOS-CAMPUZANO, A. Op. cit. p. 23.
INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 375
108. Llama la atención sobre estas dificultades Will Kymlicka, el cual reconoce
que puede estar justificado en determinados contextos un cierto grado de repre-
sentación especular. KYMLICKA, W. Op. cit. pp. 187ss. Sobre esta cuestión,
véase Anne Phillips, «La política de la presencia: la reforma de la representación
política», en LUKES, S. Y GARCÍA, S. Op. cit., pp. 235 ss.
109. Véanse las conclusiones que en este sentido plantea KYMLICKA Will op.
cit., pp. 195 ss.
110. YOUNG, I. Op. cit. p 113.
111. HABERMAS, J. «¿Qué significa <<política deliberativa>>?, (1999), cit. p.
258.
112. HELD, D. op. cit. p. 325. Sobre la idea de «autonomía», véase Christine di
Stefano, «Problemas e incomodidades a propósito de la autonomía: algunas consi-
deraciones desde el feminismo», en CASTELLS, C. Op. cit. pp. 53 ss.
113. YOUNG, I. Op. cit. p. 196.
INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 377
4. CONCLUSIONES
120. Como señala HÄBERLE (2002) los derechos fundamentales han de ser
depósito de alternativas e innovaciones. La teoría constitucional se convierte así
en una «teoría constitucional de la tolerancia». HÄBERLE, P. (2002) Pluralismo y
Constitución. Estudios de Teoría Constitucional de la sociedad abierta. Madrid,
pp. 68-70.
380 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ