Dossier Lectura Escritura para docentesMAC PDF
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UNIVERSIIDAD NACCIONAL D
DE CATAM
MARCA
FACULLTAD DE HUMANIDADES
MÓDU
ULO DE ARTICULACIÓN N COMÚ ÚN
“A
APROXIM
MACIÓN
N A LOS P
PROCESOOS DE LEC URA.
CTURA Y ESCRITU
IMPLICACIOONES PEDAGÓGIICAS”
(DOSSIER DDE CIRCULACCIÓN INTERN
NA)
AUTORES:
LIC. ALEJANDRA MÁRQUEZ
MGTER. LEANDRO C. ARCE
UNIVERSIDAD
N NACIONAL DDE CATAMARCA – FACU
ULTAD DE HUMANIDADEES ‐ MÓDULO DE ARTICULACIÓN COMÚN
“APROXIMACIÓN A LO URA Y ESCRITURA”
OS PROCESOS DE LECTU
LIC. ALEJANDRA MÁRQUEZ / MGTERR. LEANDRO ARCE
APROXIMACIÓN A LOSS PROCESOS DEE LECTURA Y DE ESCRITURA
1. EL PROCESO DEE LECTURA
1.1 ¿Q
¿ UÉ ES LA LECCTURA?
Leeer no es un proceso máágico, naturaal ni mecánicco. Existe la idea ingenua y simplificadora de
que, al pasar la vvista por un escrito, automáticamen nte éste queda registrad do en la men nte, com‐
prenddido y analizzado. En toddo caso, el loograr esta co oncepción “p providencial” de la lectu ura es un
proceeso arduo, gradual,
g inteensivo, longittudinal, al fiinal del cuall tal vez se pueda conse
eguir ese
gradoo de experticcia. No obstante, todos sabemos qu ue la realidad d no es así yy que los lecctores ex‐
os se forman a través de años de lectturas sistemááticas y progresivamentee más comple
perto ejas.
Leeer, entoncess, antes que una mecánica, es un pro oceso.
Obbserve el siguiente texto o:
Ussted ha pasaado la vista p por el escrito
o y ha recono ocido ciertoss símbolos. ¿¿Puede afirmmarse que
lo ha leído? Más aaún: ¿alguien podría deccir que lo ha comprendid do?
Unn lector en fformación, como es el in ngresante a los estudios superiores, posee solam mente los
rudimmentos del aaspecto más elemental d del proceso d de lectura, i.e., sabe deccodificar los símbolos
gráficcos que aparrecen impressos en algún tipo de sopo orte materiaal. Este proceeso de decod dificación
consiste en asignar a cada sím mbolo (letra,, grafema) un equivalentte sonoro (so onido, fonem ma), com‐
binarr estos símbo olos en unidades mayores (palabras) y asociarlas a un signifficado de base. Final‐
mentte, esas palabras se com mbinarán entre sí para fo ormar unidad des de signifficado más abarcado‐
ras (ssintagmas, oraciones, párrafos). Prob bablemente, enfrentado a la lectura d de textos de frecuen‐
te cirrculación soccial (un cuen nto, una noticia, etc.) un lector novatto posea el eentrenamien nto nece‐
sario para realizaar este proceso de deco c cierta peericia, que lee permitirá captar el
odificación con
signifficado de esee texto, proccesarlo y asim milarlo en sus estructurass cognitivas.
Laa lectura es, entonces, u un proceso e estratégico, p puesto que ssupone el m manejo de esstrategias
cogniitivas que deeben recibir eentrenamien nto para pod der ser desarrolladas y loggrar cierta pericia.
Sin embargo, como es de imaginar, lo os textos que circulan en n el ámbito académico no gozan
del mmismo grado de popularidad que los textos masivvos y es prob bable que m muchos ingressantes se
vean enfrentadoss por primera vez en su vvida a un texxto académicco, por cuantto no tendráán posibi‐
lidad de emplean n esquemas previos. Porr tanto, si bie en este lectoor novato po osee algunass estrate‐
gias dde lectura, necesita entrenamiento p para poder aaplicarlas con n cierto marggen de éxito un texto
acadéémico. Esto ees así, puestto que los recursos propiios de este ggénero textuaal implican ggrados de
comp plejidad y dee abstracción u texto narrrativo o de uno informativo. En
n diferentess de los de un
éstoss, los significaados son máás “transpareentes”, más cconcretos, co on referentees contextuales preci‐
sos, ddelimitables y, sobre tod do, conocido os. En un textto académicco, los significados son abstractos
(por más que traaten de una realidad con nocida), dado o que los referentes aludidos son co onsidera‐
dos categorías
c co
onceptuales, forman paarte de consstructos teórricos y, además, están referidos
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mediante un léxico especializado que opaca la decodificación o tiene como resultado una inter‐
pretación fallida o incompleta. Y esto se debe a que, en un texto académico, la suma de significa‐
dos abstractos que aporta cada sintagma, cada oración, cada párrafo, para un lector novato, es un
proceso muy difícil de realizar. Para lograr una comprensión elemental, el lector novato pone en
juego las pocas estrategias de lectura que posee y desvía toda su energía cognitiva a conseguir
una mínima decodificación. Y, por lo general, no logra construir una representación del núcleo
semántico central de un texto.
Lea con atención el siguiente fragmento de un texto académico:
¿Podría afirmar que ha comprendido el texto? ¿Podría explicar con sus palabras cuál es el te‐
ma del texto? ¿Podría dar ejemplos? Piense en cuáles son los principales impedimentos que pre‐
senta el texto para lograr la comprensión.
1.2 ¿QUÉ ENTENDEMOS POR COMPRENSIÓN?
Existe un consenso entre los psicolingüistas en considerar que comprender un texto implica
construir una representación mental del contenido de ese texto. El proceso así definido pareciera
ser una operación sencilla de describir, pero es preciso tener en cuenta algunos factores esencia‐
les que permiten la construcción de esa representación.
En primer lugar, ningún texto se comprende si no existe un esquema conceptual que sirva de
base para la adquisición de conocimientos nuevos. El conjunto de saberes sobre un tema deter‐
minado es lo que se conoce como conocimientos previos, dentro de los cuales podemos conside‐
rar:
• conocimientos estrictamente conceptuales, es decir, aquellos relativos al mundo en gene‐
ral;
• conocimientos específicos sobre un tema en particular; son aquellos saberes que se refie‐
ren a la erudición del lector respecto de un tema en concreto, obtenidos a partir de la rea‐
lización de estudios o investigaciones;
• conocimientos referidos a la lengua y a los textos, esto es, el conocimiento del léxico, de
las posibilidades combinatorias de los elementos lingüísticos y las pistas que ofrece el tex‐
to respecto de su propia organización.
Como se dijo, estas diferentes clases de conocimientos están almacenadas en la mente de los
hablantes en forma de esquemas cognitivos y, como resulta obvio, varían de lector en lector, en
función de factores tales como la edad, el nivel de instrucción, la exposición a la cultura y, funda‐
mentalmente, al ejercicio frecuente y sistemático de actividades de lectura de diversos tipos tex‐
tuales.
A la luz de esta nueva información, es posible refinar el concepto de comprensión que adelan‐
tamos al inicio de este apartado. Así, comprender no consiste solamente en trasvasar el conteni‐
do de un texto a la mente del lector, sino que este proceso supone la mediación de las estructuras
de pensamiento que posee ese lector, que no sólo decodifica los signos lingüísticos y los traduce
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en conceptos, sino que además los enriquece a partir de sus esquemas de conocimientos previos.
Esto explicaría por qué las interpretaciones de un texto nunca son idénticas ni estables de un lec‐
tor a otro. Al mismo tiempo, nos permite adelantar hipótesis respecto de las posibles causas del
aparente fracaso en la interpretación de los textos que observamos en las tareas diarias, i.e., que
la falta de marcos cognitivos suficientemente enriquecidos respecto de cierto tema puede impe‐
dir el aprovechamiento de la información que propone un texto para la construcción de una re‐
presentación mental de su contenido.
Ahora bien, ¿cómo funcionan estos conocimientos en la lectura efectiva de un texto en parti‐
cular? Lea con atención el siguiente texto:
MUNDO
LES REGALARON PASAJES GRATIS DE POR VIDA
En primer lugar, la comprensión de este texto será posible para cualquier lector gracias al co‐
nocimiento del mundo. De este modo, no es necesario que el autor explicite datos como a qué se
refieren las palabras “vuelo”, “pasajes”, ni “aerolínea”. Todos estos datos están almacenados en
la memoria y se activarán más o menos automáticamente al reconocer ciertos esquemas o mar‐
cos conceptuales; en este caso, es probable que la mención de las palabras señaladas activen un
esquema vinculado con todos los hechos y características que implican el viajar en avión, aunque
jamás lo hayan experimentado en persona. De ese modo, se evita la inclusión de información
redundante, en virtud de que no es necesaria para la interpretación. Lo mismo ocurrirá con todos
los hechos vinculados con la acción de “dar a luz”, por lo que no será necesario aclarar por qué la
mujer fue afortunada porque viajaba un médico entre la tripulación.
Ahora bien, es posible detectar en el texto una serie de datos que probablemente no serán
aprovechados por todos los lectores y que, si bien no son imprescindibles para la comprensión,
sí manifestarán la consecución de una representación mental más rica que otras. Nos referimos
a la mención de elementos tales como “Air Asia”, “Malasia”, “Kuala Lumpur”, “Penang” o Ku‐
ching”. Es altamente probable que una considerable proporción de lectores desconozcan que
Kuala Lumpur es la capital de Malasia, que a su vez es un país ubicado en el sudeste de Asia o
que consta de una porción peninsular, separada por el Mar de la China Meridional de la porción
oriental. Asimismo, no todos los lectores sabrán que la porción meridional de Malasia está ubi‐
cada en la parte norte de la isla de Borneo y mucho menos que ésta es la tercera isla más gran‐
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de del planeta. Sin duda, esto se trata de una clase de conocimiento no disponible para la ma‐
yoría de las personas, pero que probablemente sea familiar para un geógrafo o para un histo‐
riador especializado en los dominios del Reino Unido y más aún para un habitante de Putrajaya,
(capital política y administrativa de Malasia). Como dijimos, estos conocimientos no son estric‐
tamente necesarios para la comprensión del texto, pero serán indicadores del grado de cono‐
cimiento erudito que posee un lector.
Finalmente, es necesario que el lector tenga conocimientos respecto del tipo de texto, en este
caso, una noticia; por lo mismo, tendrá idea respecto de cuáles son los soportes en que puede
aparecer (diario, páginas web) o por qué el hecho merece ser publicado en el diario. Además,
tendrá conocimientos específicos respecto de cómo se organiza la información, o de qué signifi‐
can las comillas que encierran algunas porciones del texto. También, será capaz de establecer las
relaciones lógicas entre las secuencias que unen conectores como “de inmediato”, “después” o
“por lo que” y podrá reconocer sin mayor dificultad el significado del empleo del subjuntivo en el
primer párrafo del texto (“aterrizara”, “pegara”), sin necesidad de haber cursado estudios grama‐
ticales. Todos estos saberes devienen de la competencia que posee todo hablante respecto de su
lengua y de los textos de circulación social. Es evidente, no obstante, que los textos con mayor
nivel de complejidad, como los que circulan en el ámbito académico, requieran un dominio de
estrategias específicas, dado que se trata de formatos poco usuales en la vida diaria.
De lo dicho anteriormente, se deduce también que los lectores, lejos de ser depósitos inertes
de información, son sujetos activos que interactúan con los textos y que pondrán en juego estra‐
tegias cognitivas especializadas para la lectura y la comprensión. Entre éstas, juegan un papel
preponderante:
• la meta lectora (la intención o el propósito por el cual el lector lee un texto): es claro que
no será igual el propósito de la lectura por placer de una novela de aventuras, que la lec‐
tura obligatoria de un tratado de geometría analítica;
• los conocimiento previos;
• el procesamiento de la información que decodifica del texto;
• la formulación de hipótesis durante la lectura, que le permitirán anticipar la forma como
se desarrollarán los segmentos subsecuentes del texto;
• la realización de inferencias a partir de la información que proporciona el texto respecto
de hechos que no están explícitos;
• la búsqueda de coherencia global (el “sentido” del texto) y local (el significado de cada
una de las oraciones y de la forma como cada una se encadena con la siguiente).
• La elaboración de un texto paralelo que condensa la información principal.
Por todo esto, se vuelve necesario, en primer lugar, replantearnos como docentes el concepto
de lectura que poseemos; en segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, tener presentes
los componentes del proceso de lectura, a fin de proponer actividades que tiendan a lograr antes
que la mera asimilación de información, la construcción, por parte de los alumnos, de un esquema
conceptual enriquecido con los datos que provienen de los conocimientos previos, de modo que
las actividades de lectura resulten en procesos productivos que sirvan de base para la adquisición
de nuevos conocimientos en momentos posteriores de las secuencias de enseñanza‐aprendizaje.
1.3 ¿CÓMO ENSEÑAR A LEER COMPRENSIVAMENTE?
La concepción de la lectura como proceso ha tenido profundas consecuencias en el planteo de
actividades que parten de la lectura como forma fundamental de adquisición de conocimiento. En
este sentido, y considerado desde una perspectiva pedagógica, el acto de lectura es entendido
como una serie de fases que deben tenerse en cuenta cada vez que el docente presente una acti‐
vidad de este tipo. Esas fases son:
• PRE‐LECTURA: Es una fase importante, dado que permite la activación de los conocimientos
previos relacionados con el tema del texto principal que se presentará para leer. Puede
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consistir en la lectura de un texto relacionado, en la presentación de una situación pro‐
blemática para resolver, en un diálogo dirigido sobre temas de la vida cotidiana que se
vinculan con el tema, etc. En esta etapa se definirán (más o menos explícitamente) los
propósitos de la lectura y se propondrá la anticipación de hipótesis de lectura (prediccio‐
nes respecto de cuál será el tema que tratará el texto), a partir del aprovechamiento de
los paratextos (título, subtítulos, índice, solapas, gráficos, etc.). Otro aspecto importante
es solicitar la predicción del tipo de texto mediante la observación de su estructura, la or‐
ganización de sus partes, etc. Para lograr estos objetivos, siempre es recomendable pro‐
poner una lectura superficial del texto a fin de que el lector tenga una idea aproximada de
la disposición, de la extensión y del contenido del texto.
• LECTURA: Luego de la pre‐lectura, se inicia la fase de lectura propiamente dicha. En esta
etapa es recomendable, sobre todo en las propuestas iniciales, realizar lecturas en voz al‐
ta, realizadas por los alumnos o también por el docente. Durante el avance de la lectura,
el docente deberá proponer momentos de evaluación, a fin de que el alumno se pregunte
si comprende o no lo que lleva leído hasta el momento. De este modo, si quedan lagunas
que puedan interferir en la comprensión, será posible volver atrás y releer lo ya leído has‐
ta que el alumno lo comprenda. Es recomendable también preguntarse acerca de si el
texto está bien organizado, cómo se estructura la información de párrafo a párrafo y
cómo ésta progresa en un determinado sentido. A la par, es conveniente establecer mo‐
mentos para revisar las hipótesis de lectura formuladas en la etapa anterior. Como se ad‐
vierte, el proceso de lectura no debe ser necesariamente (y más que nada en las activida‐
des iniciales) un acto solitario y monótono que no se pueda interrumpir. Al contrario, el
docente deberá tender a hacer explícitos estos momentos de evaluación, de modo que
vayan internalizándose en el alumno como una parte necesaria de todas las lecturas que
realice en adelante. De ser posible, el docente procurará también llamar la atención res‐
pecto de las pistas que ofrece el texto y que orientan al lector a establecer relaciones sig‐
nificativas entre párrafos o entre porciones más vastas de información.
• POST‐LECTURA: Es deseable que, al finalizar el proceso de lectura, el lector posea una idea
más o menos acertada respecto de cuál es el tema principal del texto y cuáles son los te‐
mas relacionados, pero no centrales. En cualquier caso, se recomendará una nueva lectu‐
ra, más profunda, con el propósito de establecer con mayor nivel de precisión el tema
principal, tomando notas respecto del contenido más significativo. Luego de esto, puede
solicitarse la realización de una actividad que permita la (re)organización de la informa‐
ción de forma sintética. Puede tratarse de un esquema, de una síntesis o un resumen, un
comentario escrito, etc. En cada caso, esta actividad deberá ajustarse al tipo de texto y la
propuesta deberá ofrecer la suficiente libertad para que se convierta en una herramienta
de la que el lector pueda apropiarse y ajustarla a su propio proceso de lectura. En este
sentido, no es recomendable insistir demasiado en la perfección formal de la herramienta
(por ejemplo, realizar un mapa conceptual tal y como se haya enseñado en clase). Al con‐
trario, estas herramientas deben tender a convertirse en estrategias que el lector interna‐
lice progresivamente, hasta lograr una cierta independencia en la concreción de un pro‐
ceso de lectura eficiente. Luego de esta etapa de organización de la información, podrán
plantearse otras actividades que tiendan a interactuar con el contenido. Puede tratarse
de actividades de escritura o de discusión oral respecto de algún punto crítico del texto.
En cualquier caso, el objetivo es que el estudiante pueda manipular la información y re‐
significarla en función del empleo de sus conocimientos previos o de los datos provenien‐
tes de lecturas anteriores e incluso de la lectura de nuevos textos con los que puedan tra‐
zarse paralelos o contrapuntos.
Estas tres fases deben, como se dijo, hacerse más o menos explícitas durante las primeras pro‐
puestas de lectura e ir dándolas por sentado una vez que se hayan vuelto prácticas relativamente
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inconscientes y virtualmente automáticas, en otras palabras, una vez que se hayan convertido en
verdaderas estrategias que los estudiantes dominan.
Como ya se habrá deducido, la tarea de trabajar la lectura consiste principalmente en la ense‐
ñanza de estrategias, sobre todo frente a lectores inexpertos, a fin de que puedan progresivamen‐
te controlar y monitorear su propio proceso de lectura. Estas estrategias deberán tender a que los
estudiantes:
• concienticen las finalidades de la lectura, sean propias o impuestas;
• activen los esquemas mentales a partir de la primera aproximación al texto;
• activen los conocimientos previos necesarios;
• puedan predecir, hipotetizar el contenido, el formato y la progresión de la información
e inferir relaciones lógicas entre distintas porciones del texto;
• monitoreen su propio proceso de comprensión.
Es cierto que dominar pedagógicamente estas estrategias no es tarea fácil. Sin embargo, existe
una clave por la cual empezar y es, indudablemente, el analizar el propio proceso lector y trans‐
formar ese conocimiento procedimental de lector experto en instrumento didáctico para fomen‐
tar y acompañar el desarrollo de la competencia lectora en los lectores novatos. A partir de allí,
las investigaciones sobre los procesos de lectura pueden brindar algunas herramientas útiles,
como las que hemos mencionado aquí, y que pueden entenderse como el inicio de una tarea lar‐
ga, centrada en el reconocimiento de los procesos implicados en la lectura con el objeto de mejo‐
rar el desempeño de los alumnos ingresantes a los estudios superiores.
2. LA ESCRITURA COMO PROCESO
2.1. ¿QUÉ ES LA ESCRITURA?
Desde una perspectiva amplia, y al igual que la lectura, la escritura es una práctica del lengua‐
je. Su relevancia social estriba en el hecho de que acceder a su dominio no sólo implica poseer el
manejo de un determinado código, sino también supone el ingreso al mundo de la cultura escrita.
Si acotamos el enfoque a la acción de escribir, podemos decir que la escritura es un proceso
que involucra no sólo al acto de escritura en sí; también implica a factores sociales, culturales,
cognitivos y subjetivos.
Observe la siguiente historieta:
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Addemás del effecto humorrístico de la situación pre esentada, la historieta n nos permite e entender
de qu ué modo se p produce y co oncreta un prroceso de esscritura.
Laa escritura nu unca es auto omática o, po or lo menos, no debería serlo. Desdee una sencillaa nota de
avisoo o pedido que dejamos sobre la meesa antes de e salir de nueestra casa, uuna carta fam miliar, un
trabaajo monográfico o una p ponencia, tod dos estos tippos de texto suponen, a diferente escala, re‐
flexió
ón y sistemattización.
El objetivo dee estas accio
ones es plasm
mar satisfacttoriamente en
e los textoss aquello qu ue quere‐
mos eexpresar o dar a conocerr.
Laa finalidad deel escrito, el tema y reprresentación d del destinataario guían la búsqueda d de los da‐
tos pertinentes y su presentación en el teexto.
A medida quee se avanza een la compo osición de suu escrito, el eescritor va ccorrigiendo e el texto a
travéés de operaciones de red ducción o supresión de e elementos, d de expansión n o inclusión n y de re‐
formulación por sustitución o reordenam miento. El proceso de revisión equiivale a la ed
dición del
textoo, en el sentid do que el térrmino tiene en computación: se proccede por borrrado, insercción, tras‐
lado y reemplazo de elementos, sean éstos letras,, palabras, construccion
c nes, frases, párrafos,
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parágrafos. El proceso concluye cuando el texto alcanza su versión final, lo más cercana a las ex‐
pectativas del escritor (ARNOUX, 2002: 136).
En el caso de las viñetas que presentamos, es posible identificar en ellas muchos de los pasos
mencionados como también una meta comunicativa bien clara por parte de la protagonista:
“despedirse” de Rolando.
2.2. LOS PASOS DEL PROCESO DE ESCRITURA
Como señalamos anteriormente, elaborar un texto supone un proceso. Dicho proceso implica
tres acciones básicas: planificar, textualizar y revisar.
Veamos en qué consiste cada una de ellas:
• Planificación: en esta etapa el escritor genera ideas y la organiza, determina el propósito de
la escritura en función de la intención comunicativa y
del destinatario. Escribir parece muy sencillo: nos
• Textualización: es el conjunto de procedimientos que sentamos ante un papel en blan-
permiten transformar los insumos de la planificación co y escribimos lo primero que se
en unidades concluidas y autónomas, según formatos nos viene a la cabeza. Esta
reconocidos socialmente. Esta etapa se concreta con fórmula puede ser un buen co-
la elaboración del primer borrador del texto. mienzo. Pero sólo eso: un co-
• Revisión: una vez finalizada la escritura se debe pro‐ mienzo. Escribir bien requiere
ceder a efectuar correcciones y reajustes que mejo‐ preparación y revisión.
ren el texto y lo tornen eficaz. Se trata de la revisión
final, puesto que durante el proceso de textualización
las revisiones parciales son constantes.
¿Qué propiedades debe reunir una producción escrita luego del proceso que describimos? A con‐
tinuación, veamos las principales preguntas que debería formularse quien escribe un texto según
en qué etapa del proceso se encuentre:
PLANIFICACIÓN
¿Para quién voy a escribir?
Precisar el destinatario condiciona el vocabulario, el tono, el nivel de formalidad, la presencia o no
de ilustraciones, etc.
¿Escribo para mí o en representación de otros? Si soy un emisor portavoz de otros el contenido
del texto será producto de acuerdos previos.
¿Para qué escribo?
Determinar la intencionalidad del escrito: informar, solicitar, obtener respuesta, etc.
¿Sobre qué voy a escribir?
Se escribe según la situación comunicativa y el tema influye en la elección del tipo de texto.
¿Qué tipo de texto produciré?
¿Dispongo de toda la información necesaria?
¿Dónde y cómo obtendré la información?
¿Cómo organizo las ideas?
Determinar la distribución de la información y el punto de vista adecuado para que no se produz‐
ca una sobrecarga informativa.
¿Qué estrategias utilizo para organizar las ideas?
¿En qué orden convendrá presentar esa información?
¿Puedo tener una representación del texto como producto final?
TEXTUALIZACIÓN
¿Estoy aportando la información que había previsto?
¿Permito que se rescate información implícita?
¿Mantengo las segmentaciones adecuadas? Párrafos, apartados, etc.
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¿Las ideas están conectadas?
¿Están conectadas las unidades del texto?
REVISIÓN
Confronto el escrito con la planificación previa.
Ajusto, reviso y reescribo todo lo que creo conveniente.
Resuelvo las incongruencias o contradicciones que pudieran aparecer en el escrito.
Constato que he usado el léxico adecuado al área.
Presto atención a la ortografía.
PENSAR Y REFLEXIONAR
Le proponemos, en función de lo que hemos desarrollado, que analice su forma de escribir.
¿Aplica, de forma más o menos clara, las fases del proceso de escritura? ¿Con cuál de las
tres está más familiarizado?
Reflexione sobre por qué puede ser importante cada una de las fases que describimos.
Intente encontrar el mayor número de argumentos posibles para cada una de ellas.
3. ¿CÓMO ELABORAR GUÍAS DE LECTURA QUE APUNTEN A LA COMPRENSIÓN?
La construcción de una ‘estrategia de enseñanza’ para ejercitar ‘estrategias de lectura’ incluye
dos componentes básicos: una instancia de secuenciación del acto mismo de lectura y la búsque‐
da de la significatividad psicológica para el alumno de dicho acto. El paso siguiente, una vez que
ustedes como lectores expertos han identificado las potencialidades lingüísticas y discursivas del
texto que trabajarán, consiste en encontrar como docentes el camino didáctico para instalar ese
abordaje.
Antes de entrar de lleno en la descripción de las estrategias, revisemos rápidamente cuáles son
las prácticas de lectura a las que suelen proponerse a los alumnos. Esto supone una revisión críti‐
ca de las propias prácticas, sin ánimos de herir susceptibilidades. No se trata de defender lo que
hacemos, por las razones que podamos emplear como justificativos; se trata de someternos
abiertamente a una autocrítica que puede llevarnos a mejorar nuestras estrategias docentes y,
fundamentalmente, a mejorar la calidad del aprendizaje de nuestros estudiantes.
Le pedimos que lea con atención el siguiente texto, que probablemente ya conozca, pero que
replicamos aquí debido a su eficacia explicativa:
Sartro y Nipo fitolearon a junipear por la arusa. Nipo estaba cotaniro, pero Sartro no cilaraba que taropear…
Una psora achetaba el joro, y Nipo fatató el mosero de Sartro…
Es probable que usted afirme que este texto no tiene sentido, puesto que emplea un léxico
que no responde al español, entre otras cosas. Sin embargo, lo invitamos a responder por escrito
la siguiente “guía de comprensión” del texto:
1) ¿Qué hicieron Sartro y Nipo? ………………………………………………………………………………………………
2) ¿Cómo estaba Nipo? ………………………………………………………………………………………………………
3) ¿Sartro cilaraba? ¿Qué? ………………………………………………………………………………………………….
4) ¿Quién achetaba el joro? ………………………………………………………………………………………………..
5) ¿Qué fatató Nipo? …………………………………………………………………………………………………………..
Después de responder la guía, ¿es capaz de afirmar que ha comprendido este texto? Un docen‐
te que conciba la lectura como acto mecánico se inclinaría a afirmar que sí, en vista de que los
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alumnos han respondido correctamente las preguntas que formuló y que se basan en porciones
del texto. Sin embargo, preguntas como las realizadas sólo tienden a entrenar a los estudiantes en
una destreza básica, cual es la simple localización de información y su posterior transcripción.
Observe que ésta es una práctica recurrente en la enseñanza, cualquiera sea el nivel de que se
trate, y supone que mediante la localización correcta de los segmentos a los que alude la pregun‐
ta se ha comprendido el texto. Desgraciadamente, como todos podemos concluir, esto está muy
lejos de ser cierto. En todo caso, se ha demostrado que uno puede aprovechar ciertas pistas lin‐
güísticas que permiten encontrar en el texto lo que el docente pregunta, pero esto no pasa de un
mero “copiar y pegar”. Una guía que tendiera a ‘verificar’ (por emplear una palabra no del todo
feliz) si los estudiantes han comprendido el texto obligaría a la realización de ciertas inferencias y
a la verbalización de una interpretación personal de los hechos presentes en el texto, a fin de
constatar qué conocimientos previos ha empleado el lector para elaborar un esquema de inter‐
pretación. Así, hubiera sido conveniente preguntar: ¿A qué se deben las actitudes de los persona‐
jes? ¿Qué causas y consecuencias tiene el hecho de que Nipo haya fatatado el mosero de Sartro?
¿Qué relación implícita existe entre ‘junipear por la arusa’ y estar ‘cotaniro’? (MARÍN, 1999:228).
Como es evidente, no es posible responder estas preguntas debido a la falta de conocimiento
básico del léxico de este texto. Esta misma imposibilidad es prueba indiscutible de que no ha
habido comprensión.
Muchas veces, los docentes que entregan a sus alumnos textos disciplinares se sienten frus‐
trados debido a que ni siquiera son capaces de responder a la consabida pregunta de “¿cuál es el
tema del texto?”. Y esto está justificado, puesto que esa pregunta es decididamente clave para
evidenciar la comprensión de un texto, (aunque requiere un proceso previo de “buceo” en el tex‐
to para poder responder atinadamente). Sin embargo, es necesario revisar si esa lectura ha sido
suficientemente orientada, sobre todo si nos encontramos ante lectores inexpertos. Veamos otro
ejemplo de esta actividad esencial. Les pedimos que lean con atención este texto:
En realidad el procedimiento es bastante simple. Primero dispones las cosas en grupos diferentes. Por supuesto, un
montón puede ser suficiente, dependiendo de cuánto haya que hacer. Si tienes que ir a alguna otra parte debido a la falta de
medios, éste sería el paso siguiente; en caso contrario, todo estaría prácticamente listo. Es importante no abarcar demasiado.
Esto es, es mejor hacer pocas cosas cada vez que demasiadas. Al principio esto puede parecer no tener importancia, pero las
cosas pueden complicarse fácilmente. Un error también puede costar caro. Las primeras veces todo el procedimiento pare-
cerá complicado. Pronto, sin embargo, se convertirá en otra faceta más de la vida. Es difícil prever algún fin a la necesidad de
esta tarea en el futuro inmediato, pero nunca se sabe. Una vez completado el procedimiento se dispone de nuevo el material
en grupos diferentes. Después puede colocarse cada uno en su sitio. Al cabo de algún tiempo todo se habrá vuelto a usar y
habrá que repetir una vez más el ciclo entero. Sin embargo, esto es parte de la vida.
Luego de la lectura, ¿puede responder a la pregunta de cuál es el tema del texto? Más ajusta‐
damente, ¿a qué actividad se está haciendo referencia en concreto? Consulte las respuestas de
otra persona que haya leído el mismo texto. Es altamente factible que ninguna de las respuestas
coincida o que no haya incluso respuesta.
No debería asustarse si no logra determinar el tema, puesto que se trata de un texto experi‐
mental, empleado en investigaciones sobre el problema de la lectura y comprensión de textos
(BRANSFORD & JOHNSON, 1973), con el propósito de estudiar las estrategias que ponían en juego los
lectores para dar coherencia a un texto cuando el referente es demasiado ‘opaco’. Ahora bien, si
confronta este texto con el empleado en la página 3, probablemente no advierta mayores dife‐
rencias en cuanto a la imposibilidad de construir una interpretación profunda. Y esto es así mu‐
chas veces en la lectura de los textos académicos. La falta de dominio de estrategias léxicas, fun‐
damentalmente, o de pistas que orienten al lector a la selección del marco de interpretación ne‐
cesario para comprender un texto, llevan al fracaso en el intento de comprensión. Por ese motivo
es ineludible disponernos a modificar aquellas prácticas asentadas por la costumbre y que dan por
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“APROXIMACIÓN A LOS PROCESOS DE LECTURA Y ESCRITURA”
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sentado que la lectura es un acto mecánico, que en cierta forma viene dado y que no debe ocupar
lugar en el desarrollo de nuestras actividades planificadas. Al contrario, si nuestro objetivo es
lograr que los estudiantes progresen en la construcción de su bagaje de conocimientos disciplina‐
res, debemos preocuparnos por que sus estrategias de lectura estén suficientemente entrenadas
en el manejo de los textos propios de nuestras disciplinas, lo cual requiere un trabajo inicial sos‐
tenido, centrado en el manejo y dominio de estas estrategias, con el objeto de lograr que estas
prácticas se internalicen y pasen a formar parte de las estructuras cognitivas de los estudiantes.
No es un trabajo fácil, pero es responsabilidad del docente, quien conoce las características de los
textos que propone para la lectura, el enseñar estrategias para reconocer los rasgos propios de la
escritura académica de los textos de cada disciplina. Desafortunadamente, no existen recetas
mágicas, pero sí hay una base a partir de la cual comenzar a explorar el cambio de nuestras
prácticas, a fin de ir modificando la realidad que tanto nos preocupa.
Antes de seguir, y para calmar ansiedades, el tema del pseudo‐texto de BRANSFORD & JOHNSON
es “el lavado de ropa”.
3.1 ¿CUÁLES SON LOS EJES DE LA ESTRATEGIA DIDÁCTICA?
1) La estrategia de base es la que debemos construir a partir del concepto vigente de lectura
como proceso. Por esta razón, será una estrategia que desarrollarán en tres fases (pre‐
lectura/lectura/post‐lectura). Éstas provienen del marco referencial que habilita a se‐
cuenciar didácticamente en tres “partes” la estrategia.
2) La estrategia debe centrarse en el alumno y su actividad cognitiva y no exclusivamente en
el texto. El texto es el anclaje para elaboración del significado que hace el alumno y no el
“centro” del trabajo de lectura.
Veamos un esquema de este planteo:
3.2 ESQUEMATIZACIÓN DE LA ESTRATEGIA
3.2.1 FASE DE PRE‐LECTURA
El alumno se pregunta en relación con el texto:
1‐ ¿Qué tengo que leer? (Descripción del texto y sus elementos paratextuales, edición, etc.)
2‐ ¿Para qué tengo que leerlo? (Finalidad lectora)
3‐ ¿Cuál es mi objetivo? (Propósito lector)
4‐ ¿Qué sé sobre el contenido del texto? (Exploración de saberes previos)
5‐ ¿Qué sé sobre el autor, sobre el contexto? (Contextualización)
6‐ ¿Qué preguntas le puedo hacer al texto?
7‐ ¿Cuáles son mis expectativas frente al texto? (Arriesgar una predicción sobre el contenido
texto.)
3.2.2 FASE DE LECTURA (Análisis del proceso lector)
El alumno se pregunta en relación con el texto:
1‐ De lo que leí, ¿qué recuerdo?
2‐ ¿Me costó trabajo leer el texto? ¿por qué?
3‐ ¿Modificó el texto mi conocimiento sobre el tema? ¿Me hizo reflexionar? ¿Me informó?
4‐ ¿Qué opino de lo que leí?
3.2.3 Fase de post‐lectura (Análisis del texto)
El alumno se pregunta en relación con el texto:
Conforme se produce la profundización de la lectura, el alumno entabla un vínculo más cerca‐
no con el texto. Crece la interacción entre ambos.
1‐ Instancia de aplicación de una guía de lectura (Organización/división del texto en párra‐
fos).
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Le proponemos la siguiente guía orientativa a partir de un texto disciplinar seleccionado alea‐
toriamente (éste se encuentra en un anexo, al final). Sugerimos que realice una lectura atenta del
texto para comprender mejor la propuesta de lectura:
“Pobreza y familia”
Guía de trabajo
1) Realice la lectura de los paratextos: título del libro, título del capítulo, contratapa, fecha de
publicación.
a) ¿Qué ideas puede anticipar respecto del contenido del texto?
2) Lleve a cabo una lectura atenta (si es posible, en voz alta).
3) Luego de la lectura:
a) En una oración, indique cuál es para ud. el tema o tópico del texto.
b) Por los datos que ofrece el texto, ¿cuál puede ser el origen de la autora? ¿En qué época
puede haber sido escrito el texto? Identifiquen los elementos del texto que les permiten
responder a estas preguntas.
c) Numere cada párrafo del texto.
d) Para esclarecer el significado de algunas palabras o expresiones:
1. A partir del co‐texto, determine el significado que adquieren las siguientes expresiones:
• “dinámica familiar” (§1)
• “creciente polarización social” (§1)
• “bienestar familiar” (§2)
• “atomización” (§2)
• “grupo doméstico” (§3)
• “vulnerabilidad” (§3)
• “curso de vida (de la familia)” (§4)
• “hogares consolidados” (§4)
• “ciclo doméstico” (§4)
• “feminización de la pobreza” (§5)
• “envejecimiento de la población” (§6)
• “fuerza de trabajo” (§8)
• “intensificación laboral” (§8)
• “patrones de residencia” (§10)
• “redes informales de ayuda mutua” (§11)
• “unidades sociales suprafamiliares” (§12)
• “colectivización del consumo” (§12)
• “división sexual del trabajo doméstico” (§13)
• “distribución ‘clientelística’” (§14)
2. De acuerdo con el contenido del texto, ¿puede decirse que los conceptos de ‘hogar’ y
‘familia’ son equivalentes? Fundamente su afirmación a partir de la información brindada
en el texto.
e) Determine cuáles son los tópicos o conceptos centrales que organizan el contenido del
texto (no pueden ser más de dos o tres) y los conceptos secundarios, asociados a éstos
(los llamaremos ‘subtópicos’).
f) Establezca una relación entre esos conceptos centrales (por ejemplo: causalidad, conse‐
cuencia, problema‐solución, comparación, oposición, seriación, descripción, etc.).
g) Sintetice en un esquema (preferentemente un cuadro) el contenido de cada párrafo.
h) Determine cuál es el párrafo a partir del cual se articulan las relaciones establecidas en el
punto e).
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i) Evalúe la conclusión que se ofrece en el §14. ¿Considera que es una conclusión general,
vinculada con todo el contenido del texto, o una conclusión parcial, relacionada con algún
subtópico?
j) Explique cómo interpreta el empleo de los signos de exclamación que emplea la autora en
el §11.
k) Indague en el texto y extraiga las palabras destacadas con comillas. Analice cada caso y
determine cuál es el sentido con que se emplean.
l) Según su interpretación, ¿la autora está a favor del desarrollo de planes de asistencia so‐
cial? Fundamente su respuesta con argumentos del texto.
m) Explique cuál es para ud. la intención de la autora del texto y a quién está dirigido.
n) Indique en qué tipo textual ubicarían el texto leído.
o) Ahora está en condiciones de responder con mayor seguridad la siguiente pregunta: ¿Cuál
es el tema o tópico del texto?
p) Revise su respuesta a la consigna a) y evalúe si la comprensión lograda luego de realizar
las actividades propuestas modificó o profundizó su percepción del contenido del texto.
4) Para escribir I:
a) Reflexione acerca de algún aspecto puntual de los leídos en el texto que le interese parti‐
cularmente. Delimite bien qué partes del texto se refieren a esa temática.
b) Elabore un esquema en el se organicen esas ideas. Puede hacer uso de sus conocimientos
previos sobre el tema.
c) Escriba el borrador de una carta de lectores (o carta al director) que usted enviaría a un
diario local, en la que haga reflexionar a los lectores sobre la temática elegida por usted.
Preste atención a las convenciones de este género discursivo.
5) Para escribir II:
a) Relea el texto y el esquema de contenido elaborado.
b) Como se observó en el punto h), el texto no ofrece una conclusión respecto del planteo
principal que realiza la autora. Organice los contenidos y piense en una posible conclusión
de no más de un párrafo.
c) Elabore el borrador de esa conclusión. Luego, léasela a un compañero y pídale sugeren‐
cias respecto del contenido y de la forma como está escrito. Procure advertir los posibles
errores que haya cometido.
d) Reescriba esa conclusión, teniendo en cuenta las sugerencias que se le hicieron. Procure
corregir los posibles errores.
6) Para escribir III:
a) Relea el texto y el esquema de contenido elaborado.
b) A ud. le piden que realice una reseña1 del texto. Aproveche la síntesis realizada, para es‐
cribir en borrador la reseña. Recuerde incorporar su opinión personal, que por lo general
se ubica hacia el final del escrito.
c) Entregue su borrador a un compañero, para que éste le haga las sugerencias que vea con‐
venientes. Tome nota de esas sugerencias.
d) Reescriba el texto, procurando corregir los errores que se hayan cometido y atender a las
observaciones realizadas.
1
La reseña es tipo textual que describe o resume los aspectos más significativos de un texto o algún contenido audiovisual o escrito, a
la vez que presenta la opinión del reseñador. Generalmente, es un texto breve que ofrece una visión panorámica y a la vez crítica
sobre algo. Es frecuente que en revistas y periódicos aparezcan reseñas de libros, películas, exposiciones y otros eventos que aproxi‐
man a los lectores, al público y a los espectadores hacia el objeto descrito. Así, las reseñas sirven para motivar el interés de las perso‐
nas o para persuadirlas. Una buena reseña necesariamente debe reflejar la interpretación y evaluación crítica de quien la realiza.
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Consignas Operación cognitiva buscada
1 (pre‐lectura) Activación de conocimientos previos: elaboración de un marco (frame) para la interpretación
2 (lectura) Lectura atenta
3 (pos‐lectura)
3.a Identificación del tópico: Inferencia macroestructural (previa, superficial)
3.b Contextualización: Enriquecimiento del frame
3.c Segmentación del texto en bloques informativos: Inferencias super y macroestructurales
3.d.1, 3.d.2 Precisión del contenido de palabras y expresiones: Inferencias léxicas (y fraseológicas)
3.e Jerarquización de conceptos: Inferencias macroestructurales
3.f Establecimiento de relaciones macroestructurales
3.g, 3.h Jerarquización del contenido
3.i Inferencia evaluativa
3.j, 3.k Inferencias microestructurales (con repercusión en la macroestructura)
3.l Inferencias macroestructurales y evaluativas (elaborativas)
3.m Inferencia pragmática o ilocutiva
3.n Inferencia superestructural
3.o Delimitación del tópico: Inferencia macroestructural (profunda)
3.p Autoevaluación de la comprensión: Evaluación metacognitiva
4. BIBLIOGRAFÍA
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N NACIONAL DDE CATAMARCA – FACU
ULTAD DE HUMANIDADEES ‐ MÓDULO DE ARTICULACIÓN COMÚN
“APROXIMACIÓN A LO URA Y ESCRITURA”
OS PROCESOS DE LECTU
LIC. ALEJANDRA MÁRQUEZ / MGTERR. LEANDRO ARCE
ANEXO: TEXTO “FAMILIIA Y POBREZA” ”
En: JELIN
E , E. (1998
8): Pan y afecctos. La transsformación d
de las familia
as. Buenos A
Aires: Fondo de Cultu‐
ra Eco
onómica, ppp. 97‐104.
FAMILIA Y POB
BREZA
La dinámica de las familiass, tanto sus vín nculos intrafammiliares y sus redes
r de pa-
rentessco como su reelación respectto de los demáás ámbitos insttitucionales (la escuela y la
salud, el mercado dee trabajo y las instituciones políticas,
p la relligión y la vidaa recreativa),
reflejaa al tiempo quue construye las diferencias de clase sociaal. En todas laas clases, la
dinámmica familiar esstá muy marcaada por la situaación económ mica general, quue afecta de
manerra específica la forma en quue se logra accceder y articuular los diversos recursos
para ele mantenimien nto, para el biienestar y paraa elaborar o prreservar un esttilo de vida.
¿Qué pasa con las familias
f de meenores recursoos económicoss, aquellas quee se encuen-
tran en
e situaciones de carencia dee recursos parra llevar adelan nte las tareas ded manteni-
miento cotidiano? ¿Hay algo para decir respecto o de la relaciónn entre familiaa y pobreza?
El temma es importante para una perspectiva
p deemocrática e iggualitaria, ya que
q está cla-
ramen nte demostraddo que el creccimiento econ nómico no es, en sí mismo o, fuente de
equidaad social. En América
A Latina (con excepciión de Uruguaay) los proceso os económi-
cos dee los últimos veinte años han h aumentado o la desigualdaad social, mosstrando ten-
denciaas regresivas en n la distribució
ón del ingreso y una crecientte polarización n social.
El bienestar familiar se haalla condicionaado por la man nera en que los miembros
del grupo aprovechann las oportuniddades que la esstructura prod ductiva y socio o-política les offrece en cada momento.
Esta proposición,
p apparentemente banal o de sen ntido común, tiene otro men nsaje: los seres humanos no o son entes
pasivo os que reciben n las influenciass del medio, siino agentes activos de su pro opia realidad, een condiciones sobre las
cualess, una vez dadaas, resulta difíccil intervenir a partir de la attomización y el e aislamiento ddel mundo "prrivado" fa-
miliar. Se requieren movimientos sociales y acciiones colectivaas, pero esto ess harina de otrro costal. Volvvamos, por
el mom mento, a la fammilia y a la pobbreza.
En coyunturras de crecimieento económicco, la dependeencia de factorres externos all grupo domésstico se in-
tensifiica —principallmente el ingreeso que los miiembros recibeen por su trabaajo, pero tamb bién el acceso que
q tengan
a biennes y servicios públicos—. En E situaciones de recesión y escasez, el traabajo asalariado o de los miemmbros adul-
tos se intensifica, peero también dee niños y anciaanos, se alargaan las jornadas de trabajo, see reduce el con nsumo y se
incremmenta el trabajo doméstico. Sin embargo, no n todos los hogares
h están igualmente
i preeparados para reaccionar
ante situaciones
s de crecimiento y de adversidadd. Hay hogarees cuya vulneraabilidad es tal que no puedeen aprove-
char lo os beneficios del
d crecimiento o ni defenderse del deterioro o.
En primer luugar, hay relacción entre la pobreza y la co onformación del d grupo doméstico, aunquee no sea li-
neal. Más
M bien está condicionada por la tasa dee dependencia económica, ess decir, el núm mero de person nas que no
trabajaan y deben serr mantenidas por p el ingreso de d cada trabajaador. Esto estáá ligado a la ettapa del curso de vida de
la fam
milia y el grupo o doméstico. En un mismo o estrato sociaal, o sea, dentrro de sectoress sociales con niveles de
educación y de capaacitación laborral relativamen nte similares (eestamos hablan ndo de niveless bajos), son lo
os hogares
jóvenees y los ancian nos los que tiienen mayor número
n de deependientes y menor capaciddad de generaar ingresos
múltip ples. Los hogaares adultos o consolidados,
c con hijos que ya han crecido o y pueden inccorporarse a laa fuerza de
trabajo o, poseen mayyor capacidad de ingresos, ya que más miembros m de la
l familia se h hallan en conddiciones de
buscarr trabajo. En consecuencia,, la etapa del ciclo domésticco y las características interrnas del hogarr ayudan a
expliccar cuáles son los
l hogares co on más probab bilidades de sallir de la pobrezza en coyunturras de bonanzaa, y resistir
mejorr en momentoss de crisis.
Los hogares pobres tiendeen a ser más pequeños que los l no pobres. Existen dos ssituaciones don nde la vul-
nerabiilidad es especcialmente noto oria: los hogarees encabezados por mujeres,, principalmen nte con hijos pequeños, y
los hoogares de viejo os. El aumento o en la proporcción de hogarees encabezadoss por mujeres es un hecho destacado
d y
que ha dado lugar a numerosos estudios.e Antees, se trataba fundamentalm
f ente de mujerres viudas, a menudo
m de
edad mayor
m y con hijos
h que podíaan participar acctivamente en la fuerza de trrabajo. En las últimas décadas, ha sido
agregaado el efecto de d los cambioss en los patron nes de formaciión de la famillia, especialmeente en lo relattivo al ma-
trimon nio y la separaación. Si en rellación con las mujeres profeesionales de loss sectores meddios el hecho de d encabe-
zar unn hogar con suus hijos puede ser el resultado o (a menudo elegido)
e del aum mento en la taasa de divorcio
o que refle-
ja unaa mayor auton nomía y libertaad, en las clasees populares muchas
m veces se trata de situuaciones de ab bandono y
violenncia. En estas condiciones, el e resultado, casi
c indefectibllemente, es laa pobreza —a veces extrema— de las
mujerres y sus hijos. La feminizaciónn de la pobreza implica que ho ombres y mujeres experimen ntan la pobrezaa de mane-
ras differentes. Ésta puede referirsse a la cuestión n de si hay más mujeres que hombres pob bres. Más impoortante, sin
embarrgo, es la dimeensión cualitattiva del fenómeno, centrado en la severidaad de la pobreza y en la mayyor dificul-
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tad de las mujeres para salir junto a sus hijos de la pobreza en la que están entrampados. La amplia gama de este-
reotipos y discriminaciones a la que están sujetas —desigualdad de oportunidades en educación, empleo y acceso
a crédito y a capital— implica que las mujeres tienen menos oportunidades. La pobreza acentúa la desigualdad de
género, y frente a la adversidad, las mujeres son las más vulnerables.2
La pobreza también afecta de manera desproporcionada a los viejos. La probabilidad de no llegar a ser un
viejo pobre depende, en las clases trabajadoras, de haber logrado un ingreso diferido adecuado (jubilación) y/o de
la ayuda familiar de hijas e hijos. En la Argentina contemporánea, la incidencia de la pobreza entre los viejos (que
tienden a ser las viejas, por las diferencias en expectativa de vida) es muy significativa. Hay tres procesos conver-
gentes que contribuyen a la intensificación de este fenómeno y al hecho de haber adquirido la notoriedad que
conocemos: la crisis del sistema de seguridad social y jubilación, el proceso de envejecimiento de la población
(cada vez hay más viejos por cada persona económicamente activa) y los procesos de empobrecimiento y desem-
pleo de sectores medios —a quienes les resulta cada vez más difícil derivar recursos para el mantenimiento de sus
parientes ancianos—.
En los años noventa, la pobreza en América Latina constituye un fenómeno de carácter urbano. Según
datos del CEPAL, en 1990 abarcaba al 34% de los hogares urbanos de la región (y el 39% de las personas: 116
millones de personas residentes en áreas urbanas vivían en situación de pobreza)3. Su existencia y permanencia
(cuando no su aumento) están ligadas a los cambios en las políticas estatales en la región, fundamentalmente a la
disminución del gasto público destinado a programas sociales, con el doble efecto de disminución de empleos en
el sector público y el deterioro de los servicios, tanto en cantidad como en calidad. Además, la apertura de la
economía y la libre operación del mercado implicó la desaparición de los subsidios estatales a bienes de consumo
masivo y a los servicios de infraestructura urbana: los alimentos básicos, el transporte público, los servicios públi-
cos aumentaron de precio por encima de los índices de aumento de otros bienes y servicios, con lo cual se dete-
rioró la capacidad adquisitiva del ingreso popular. Un primer nivel de respuesta frente al deterioro económico se
da en el interior mismo de los hogares. La primera reacción es intensificar la participación de sus miembros en el
mercado de trabajo: quienes ya trabajaban intentan aumentar sus jornadas; aquellos que no lo hacían salen a bus-
car trabajo. En los años ochenta y noventa, el aumento más notorio es el de las mujeres, con un cambio en los
factores determinantes del trabajo femenino. La incorporación a la fuerza de trabajo no es sólo o fundamental-
mente el resultado de retornos a inversiones en "capital humano", es decir, respuestas esperables al aumento en
los niveles educativos y en las expectativas sociales de autonomía e independencia económica de las mujeres, sino
que un creciente número de mujeres con hijos, escasa escolaridad y cargas de trabajo doméstico considerables
han ingresado a los mercados laborales de las ciudades. En menor medida, también niños y jóvenes participaron
de esta intensificación laboral —sea consiguiendo trabajos casi siempre precarios y mal pagos o (para las mujeres]
reemplazando parcialmente a sus madres en la labor doméstica—. Muchos de los chicos de la calle (o mejor
dicho, en la calle) recogen lo que pueden, se automantienen y regresan a sus hogares periódicamente, con algún
dinero para contribuir al presupuesto familiar.
Mayor número de miembros de los hogares pobres trabajan, con contribuciones económicas cada vez
más significativas en términos relativos (la proporción del ingreso familiar total aportada por el "jefe del hogar"
ha disminuido) pero no absolutos. De hecho, el ingreso de las familias pobres en la región ha disminuido.
Además, existe un límite del aumento de la oferta de trabajadores, que se refleja en el aumento del desempleo.
Llega un momento en el que aunque se intente no se consigue trabajo.
Otras respuestas en el ámbito privado de la familia y el hogar se refieren a disminuir el consumo, intensi-
ficar la labor doméstica para el autoconsumo, reorganizar los patrones de residencia (una vuelta a hogares exten-
didos, fenómeno que se detecta en observaciones de carácter etnográfico pero que todavía no han llegado a im-
pactar los datos estadísticos agregados), incorporar nuevos miembros al hogar (que puedan aportar algún ingre-
so), etcétera.
Hay respuestas más sociales y colectivas en otros niveles. Las redes informales de ayuda mutua, que for-
man parte de la vida cotidiana de la pobreza urbana, pueden seguir activándose, pero tienen un techo. ¡Hay un
límite respecto de cuánto es posible compartir, cuando se tiene cada vez menos, y las demás integrantes de estas
redes son tan pobres como una!
Ahora bien, cuando la familia y el hogar no tienen la capacidad de mantener a sus miembros, ¿quién lo
puede hacer? Una "salida" es la disolución del hogar, la atomización, donde cada individuo intentará resolver su
supervivencia como pueda. Los chicos de la calle y los "sin techo" son, a menudo, el resultado de esta situación.
Unidades sociales suprafamiliares también pueden hacerse cargo de la situación de crisis, e intentar paliarla a
través de la colectivización del consumo. Las ollas populares, los comedores populares, las cooperativas de con-
sumo y de producción, así como los programas de distribución de alimentos son ejemplos de estas respuestas
sociales. Pueden ser parte de programas gubernamentales, proyectos de organizaciones de base que apelan a la
2 Informe de desarrollo humano, Nueva York, UNDP, 1997, p. 64. El informe del año 1997 está dedicado al análisis de la pobreza
en el mundo.
3 Familia y futuro: un programa regional en América Latina y el Caribe, Santiago de Chile, CEPAL, 1994, especialmente el capítulo
preparado por Mercedes de la Rocha, "Familia urbana y pobreza en América Latina", en el que nos basamos para esta sección.
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solidaridad social, o ser promovidas por organismos no gubernamentales. Manifiestan formas organizativas di-
versas. Siempre tienen un fuerte protagonismo de mujeres.
Casi siempre —como ocurrió en la crisis de la hiperinflación de 1989 en la Argentina— se trata de medi-
das de urgencia en respuesta a situaciones de emergencia (los saqueos a supermercados en ese caso). Por lo ge-
neral, estos comedores populares y ollas comunes en momentos de crisis alimentaria han constituido respuestas
transitorias, que no han plasmado en modelos de organización de las tareas cotidianas alternativos a la domestici-
dad familiar. Tampoco han producido impactos sobre la división sexual del trabajo doméstico. Sin embargo, dada
la persistencia y el agravamiento de las situaciones de pobreza extrema, la organización pública del mantenimien-
to cotidiano de parte de la población parece estar convirtiéndose en un fenómeno de carácter relativamente más
permanente. Los comedores infantiles de Caritas y otros organismos no gubernamentales (muy a menudo ligados
a instituciones religiosas), como las iniciativas solidarias individuales o de pequeños grupos están proliferando en
toda la región. El "hogar", en su sentido literal, el fuego común que da calor y permite preparar la comida fami-
liar, como imagen focal de la familia, va perdiendo su lugar cuando no hay ni olla ni fuego, y los chicos van a co-
mer al comedor comunitario.
El peligro reside en que, al no contar con políticas orientadas a eliminar las raíces estructurales de la po-
breza extrema, estas formas de organización asistencialista —al igual que algunos programas estatales basados en
distribución "clientelística" de artículos de la canasta familiar— promuevan tipos de dependencia y de someti-
miento [basados en la "necesidad") que bloqueen el potencial de transformación que la acción colectiva podría
llegar a tener en este campo.
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