Lucia Garay
Lucia Garay
Lucia Garay
Se parte de la afirmación de que las instituciones educativas son: como objeto social,
complejas, como campo de la acción de los sujetos individuales, grupales o colectivos,
sombreados laberintos. Producto y productora de procesos. Inscriptas en la historia social y
en la historización singular.
Educación y escuelas…
La educación es una función humana y social. Está presente en todo grupo o sociedad;
posibilita su continuación y cambio a partir de la socialización.
Para el individuo singular, es la posibilidad de humanización, su transformación en
sujeto social, la posibilidad de formar su identidad y construir su proyecto histórico
personal.
La educación está asociada, además, al crecimiento económico, al desarrollo social, de
la ciencia y la tecnología y es una herramienta en la lucha por la preservación del medio
ambiente.
Es una función transhistórica: junto con el lenguaje, el parentesco, el trabajo y la
producción, forman parte de los cuatro organizadores fundantes de toda sociedad humana.
La educación es un objeto de estudio e intervención del que se ocupan todas las
ciencias sociales y humanas; también es una cuestión de muchísimos opinantes.
Por su parte, la escuela es una institución, es el modo particular histórico de organizar
la educación; un modelo de formación humana.
La escuela es la institución educativa hegemónica de la modernidad. Absorbió y
desplazó otras instituciones educativas anteriores o contemporáneas a ella, a este proceso
se lo denomina institucionalización.
La escolarización como fenómeno se produce cuando la escuela se instituyó de tal
modo que impregnó con su modelo, como si fuera un paradigma, la vida social y cultural,
haciendo difícil reconocer otras formas educativas no escolares.
La escuela se hace universal, planetaria. Conforma sistemas, los sistemas educativos de
gran tamaño y complejidad. Escolariza las sociedades, monopoliza la asignación de
acreditaciones educativas, crea rutas escolares de larga duración, genera profesionales y
especialistas, burocracias que las administran, da origen a su propio mercado y desarrolla
subsistemas económicos.
Sin embargo, al final del siglo XX la escuela está conmovida por una profunda crisis
institucional. Hoy es claramente reconocible una pérdida de las tradicionales funciones de
los sistemas educativos (formación ideológica, de recursos humanos para el trabajo, de
dirigentes, entre otros).
La caída de la absoluta hegemonía de lo escolar en la educación de la niñez y los
jóvenes es otro hecho reconocible.
La temporalidad institucional
Matriz Institucional
El orden simbólico
Cada institución se inscribe en un orden simbólico, social y cultural global, a la vez constituye su
propia TRAMA simbólica.
Las instituciones educativas socializarán a los individuos en ese orden contribuyendo a formar su
identidad social y cultural.
El orden simbólico es un sistema de símbolos sancionados.
Los símbolos no sólo designan objetos sino relaciones. Remiten a la universalidad.
Un símbolo es un signo abstracto que significa, designa objetos, actos, sentidos. La función
“ordenadora” de estos signos es colocar a los objetos y los sujetos en una red de relaciones
articuladas, causales y posibles, regidas por leyes dentro de un sistema.
Posiciones y funciones: son funciones y posiciones prescriptas, desde lo simbólico, regidas por
una legalidad en el marco del sistema educativo.
El autoritarismo, por definición, tiene en el orden simbólico de nuestro sistema educativo, la
posición directiva.
Una posición no es neutra, introduce un estilo.
Otra función del orden simbólico, es crear sentido. Que los sujetos, los colectivos, perciban
como legítimas estas posiciones y funciones así como las relaciones que engendran.
Esta capacidad de determinar sentido y legalidad se la denomina EFICACIA SIMBÓLICA DEL
ORDEN SIMBÓLICO.
¿En qué se funda esta eficacia simbólica? En valores, en normas legitimadas.
En lograr este carácter conjuntista del sentido tiene un papel principal la socialización
institucional. En el caso de los actores escolares, la eficacia del orden está asegurada por un largo
proceso de permanencia, de escolarización.
Desde este orden simbólico se instituyen identidades (ser escolar, estudiante, docente).
Se significan identidades, relaciones.
Para que la relación se actúe no es necesario recurrir a sanciones. Actúa eficazmente el orden
simbólico en que esta docente socializada.
El orden simbólico escolar es una construcción, sus contenidos y los sentidos que genera, han
ido transformándose.
El carácter simbólico de los tres núcleos que vertebran la formación de maestros – lo moral, el
conocimiento de su materia y el saber pedagógico.
Las sociedades construyen sus órdenes simbólicos. La educación, como sus instituciones, ocupa
un lugar en estos órdenes que inciden, en la formación de las tramas simbólicas institucionales. La
eficacia de estas tramas será más fuerte cuando el orden simbólico social las confirme y legitime. La
transformación de lo simbólico institucional no es independiente de las transformaciones n lo
social.
La crisis actual de la educación y de la escuela es una crisis institucional estructural porque, se
ha roto, ha perdido legitimidad, el orden simbólico unívoco que estructuró las funciones y la vida
institucional de la educación y la escuela argentina por más de un siglo.
Al fin del Siglo XX la revolución de la comunicación y la información que trajo consigo la
globalización contactó a los hombres y a las comunidades con la variedad de las costumbres, con la
heterogeneidad cultural y sus transformaciones en el tiempo.
Concedemos a ésta ruptura del orden simbólico escolar – el modelo de la escuela pública estatal,
laica y gratuita – un peso igual, o mayor, que a los factores estructurales de naturaleza material en la
crisis institucional tanto de la educación como de las escuelas.
Los individuos en tanto SUJETOS, no son pasivos. Toman POSICIONAMIENTOS en relación a las
funciones que desempeñan, a las relaciones que los involucran. Intervienen activamente,
posicionándose, a partir de su capacidad singular de producir sentido y de RESIGNIFICAR
introduciendo la SUBJETIVIDAD.
Los sujetos pueden posicionarse conflictivamente o de modo ambiguo, variables y
contradictorios; privilegien una instancia: lo social, lo político e ideológico, lo afectivo, lo profesional
y técnico, etc. Puede posicionarse desde su identificación (más fuerte) con otras instituciones (la
familia, la iglesia, el credo).
Puede posicionarse privilegiando la subjetividad intrapsíquica, que lo domine un
posicionamiento conflictivo, circunstancia que incrementará su malestar, e incluso, introducir
conflictos institucionales.
Aceptar estos supuestos, implica reconocer que allí donde suponemos unicidad, homogeneidad,
hay heterogeneidad, diferenciación.
Hacerse sujeto es una construcción en la que el proceso de SOCIALIZACIÓN ocupa un lugar
central. Socialización mediatizada por las instituciones (lenguaje, familia) que al ser común a una
sociedad y a una época, al estar atravesada por el orden simbólico social, genera sujetos que
comparten zonas de identidad común, zonas de homogeneidad.
Cada unidad institucional, cada establecimiento, reconstruye y resignifica, produciendo redes
simbólicas singulares.
Hay un “lugar” que cada sujeto tiene anticipadamente asignado en la institución a partir de
posiciones sociales y pedagógicas – legitimadas por el orden simbólico- : lugar de alumno, lugar
directivo, lugar de enseñante.
Desde este concepto podríamos decir que una institución es una trama de posiciones
interconectadas más o menos instituidas. Trama compuesta por múltiples redes desde donde se
asignan lugares y roles.
Hay condiciones técnico-pedagógicas y simbólicas para acceder y permanecer en estos lugares.
A estos “lugares” en la institución, derivados de las posiciones estructurales, los completa un
“otro lugar” que a los sujetos y los grupos, les son otorgados por las tramas de vínculos
intersubjetivos.
Buena parte de la significación profunda, de los vínculos que los sujetos entablamos en y con las
instituciones, provienen de las tramas intersubjetivas. Pensarme fuera de esas tramas no sólo es no
estar sino no ser; carecer de indicios en la realidad que indiquen filiación, permanencia, identidad.
El ideario escolar que remite a posiciones pedagógicas y sociales, roles y funciones, definen
simbólica y reglamentariamente lugares igualitarios y homogéneos enunciados y formalmente
garantizados. Sin embargo, los “otros lugares” que se estructuran desde las tramas intersubjetivas y
los marcos que implícitamente las regulan suelen contradecir y confrontar aquellos lugares, roles y
funciones. Negar legitimidad desde lo vincular a lo que está legalmente establecido crea conflictos y
hasta verdaderas paradojas educativas e institucionales; legitimidad y legalidad formal,
deslegitimidad y hasta incitación a la transgresión a las normas desde las tramas vinculares en la
institución.
Al registro privado de los actores, se despliegan e impactan en el espacio público que es el
espacio de las instituciones educativas.
La escucha analítica en el ámbito institucional exige un centramiento sin concesiones en dos
postulados: uno, comprender y hacer comprender a los sujetos el carácter necesario del
desentrañamiento de las tramas vinculares intersubjetivas y la causalidad social e institucional de su
constitución y modos de funcionamiento en las dinámicas escolares para que, a partir de esta
comprensión crítica, puedan simbolizarse, metabolizarse, transformarse; otro, centrarse en las
relaciones, los vínculos y sus efectos y no en las personas que los actúan.