Antropologia Filosofica

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Gnoseología

filósofa

LA EMPATÍA SEGÚN E. STEIN

E. Husserl trató el tema en un curso que dictó en la Universidad de


Gotinga sobre Naturaleza y Espíritu; en las primeras páginas de Ideas II; en la
quinta de las Meditaciones cartesianas; en Para una fenomenología de la
intersubjetividad. E. Stein lo eligió para su tema de tesis doctoral: El problema
de la empatía (1917) y también lo trata en su Introducción a la filosofía (1919-
1932).
Examinando la subjetividad humana Husserl indicó la presencia de
distintos actos o vivencias como el percibir, el recordar, imaginar etc. a los
cuales les corresponde algo que es percibido, recordado, imaginado, etc. Entre
estos actos identificó un acto particular que denominó Einfühlung. El término
alemán Einfühlung se traduce en español por empatía, que significa sentir en o
sentir dentro. La esencia del acto empático consiste en darse cuenta de la
experiencia vivida por otro, pero sin que haya coincidencia entre las vivencias
de ambos sujetos. E. Stein analiza la empatía sirviéndose de ejemplos tomados
de la vida cotidiana: si alguien que veo o encuentro prueba alegría o dolor, yo
puedo captar qué está probando, pero ciertamente no pruebo “su” alegría o
dolor.
La vivencia de cada sujeto es siempre algo único, que no puede ser
experimentada de manera plena y originaria por otro. Según E. Stein los dos
sujetos permanecerán siempre separados y no lograrán nunca una
identificación total. Sin embargo, con el acto de empatía se supera el peligro de
solipsismo (solus ipse) y el conocimiento se abre a la dimensión social y
comunitaria.
E. Husserl y E. Stein para explicar el acto empático parten de la
distinción entre experiencia originaria y experiencia no originaria. El acto de
empátizar es un hecho originario de la conciencia empatizante, pero el
contenido que empatiza, por ejemplo la alegría de otro, no le es dada a la
conciencia empatizante de manera originaria. La alegría es originaria de la otra
persona, la que es empatizada1:

“Mientras vivo aquella alegría de otro no siento ninguna alegría originaria, ella
no brota viva de mi yo, tampoco tiene el carácter del haber-estado- viva- antes,
como la alegría recordada. Pero mucho menos aún es mera fantasía sin vida
real, sino que es el otro sujeto quien prueba de manera viva la originariedad,
aunque yo [que empatizo] no vivencio esa originariedad; la alegría que brota de
él es alegría originaria, aunque yo no la vivencio como originaria. En mi
vivenciar no originario me siento, en cierto modo, conducido por uno originario,
que no es vivenciado por mí y que empero está ahí, se manifiesta en mi
vivenciar no originario. Así tenemos, en la empatía, un tipo sui generis de actos
experienciales.”2

La empatía comporta una neta distinción entre los sujetos; se


comprende de este modo porqué ellos mantienen su individualidad, ligada
también profundamente a su corporeidad, aún pudiendo reconocerse
mutuamente y comunicarse.

1
Cf. E. STEIN, Obras Completas, II, Sobre el problema de la empatía, Monte Carmelo- El Carmen-
Espiritualidad, Burgos 2005, 84; ed. Trotta 27.
2
Ibíd., 88.
2

Otra noción clave para comprender la empatía es la de


“presentificación”. Con la presentificación se observa algo que en este
momento no está presente en carne y hueso, sino algo que lo estaba o lo
estará. Por ejemplo, el recuerdo presentifica lo que en otro momento estuvo
presente en carne y hueso para mí y la imaginación puede presentificar (hacer
presente) lo que en el futuro estará presente en carne y hueso. Por lo tanto,
“presentificar” es hacer presente mediante una representación. La memoria y la
imaginación presentifican una vivencia pasada o futura, respectivamente. La
empatía se distingue del recordar y del imaginar porque lo que ella presentifica
no es una vivencia mía, sino algo que me trasciende.

“Aquello que presentifica [la empatía], no es una “impresión” propia, sea


pasada o futura, sino una actual moción vital originaria de otra persona, una
moción que no está en vinculación continuada con mi vivenciar y que no puede
hacerse coincidir con él. Yo me sitúo en el interior del cuerpo percibido, como si
yo fuera su centro vital, y realizo, “como quien dice” [casi] un impulso del mismo
tipo de aquel que pudiera desencadenar un movimiento- percibido, “como
quien dice” [casi] desde el interior- un movimiento que se podría hacer
coincidir con el percibido externamente”.3

Lo que presentifica la empatía no es una percepción auténtica, por eso


E. Stein habla de un casi. El casi de la empatía es importante porque no sólo
ofrece un margen a la libertad del otro, sino también explica la posibilidad de
error de quien empatiza, error que puede ser corregido en sucesivas
presentificaciones. Sin embargo, es de fundamental importancia, en este
proceso cognoscitivo y de acercamiento a la vivencia de otro, que no es nunca
de identificación, la percepción externa en cuanto es ella la que convalida el
acto empático. Si la empatía no estuviera motivada por la percepción externa
del otro no se diferenciaría de la mera fantasía. Sin embargo, es importante
aclarar que el valor cognoscitivo de la empatía es inferior al de la percepción
externa porque tiene siempre necesidad de rectificación a través de la
percepción, en cuanto no puede ser confirmada por sí misma. Una vez más la
percepción es la fuente principal desde donde se inicia el conocer.
Este texto de E. Husserl es muy claro al respecto:
“Comprendo la conciencia ajena sobre la base de la empatía. Se podría decir: se
trata entonces de un proceso analógico y éste presupone, conforme a su esencia,
como plenitud final la posibilidad de una percepción adecuada. Por lo tanto debe
subsistir la posibilidad de que mi tener empatía encuentre su plenitud en una
percepción de las vivencias del otro. Así como la creencia relativa a una imagen
encuentra su plenitud si yo veo la cosa en sí misma y en el momento en el cual la
reconozco como aquello que estaba representado imaginativamente. Ahora bien,
en este caso la representación de una imagen presupone una cosa concreta, que
tiene su lugar en el mundo, pues a esta última pertenece una representación que
me indica intencionalmente una cierta vía, a través de la cual me dirijo a la [cosa]
misma y puedo verla en sí misma. Pero, ¿qué cosa sucede a propósito de la
empatía? Veo mi mano, tengo una representación [relativa al hecho de que
es] tocada, entonces pertenece al punto tocado la sensación del tocar. Si es
tocada la mano de otro, pertenece a él también una sensación del tocar, que yo
me represento sólo imaginativamente (en realidad no es imaginativamente sino
en una cierta creencia de presentificación). Pero ¿cómo puede tal creencia

3
E. STEIN, Introducción a la filosofía, Obras Completas vol. II, Monte Carmelo, Burgos 2005, p. 826.
3

confirmarse a través de la percepción? No puede. La empatía no concuerda con


una confirmación obtenida perceptivamente. Esto llevaría a una contradicción.”4

El proceso de analogía del cual habla Husserl, no debe entenderse como


un razonamiento por analogía, sino como un movimiento espontáneo, no
reflexivo.
E. Stein explicita las condiciones de posibilidad del acto empático en su
Introducción a la filosofía:
“1) La unidad del movimiento percibido externamente y del movimiento
percibido internamente, y por lo tanto, un movimiento percibido en carne y
hueso, o bien del impulso del movimiento originariamente consciente, tal como
se encuentra de manera originaria en la propia experiencia, y que hace que se
fusionen de tal manera los múltiples componentes de la aprehensión, que uno
motive el pasaje al otro, exige la complementación a través del otro. 2) La
libertad de la fantasía, que me permite efectuar la presentificación de los
impulsos que no realizo realmente en el presente y que eventualmente no he
aún realizado; 3) El destacar lo que hay de típico y común en el movimiento
ajeno y en el propio, que hace que aquél aparezca como análogo de éste y que
permite que sea comprensible la co-aprehensión de una análoga realización
interna de lo que es percibido exteriormente”.5

El valor cognoscitivo de la empatía es inferior al de la percepción.


Sabemos por experiencia que existe la posibilidad de que el otro nos engañe,
es decir, que falsee lo que siente a través de gestos.
A E. Stein le interesa estudiar fenomenológicamente qué es lo que
permite captar a un ser viviente animado como sujeto espiritual, de qué tipo es
el acto libre y cuáles son la cualidades más altas poseídas que emergen del
núcleo individual. Ella explicita que la percepción externa nos da únicamente el
cuerpo físico, mientras el individuo en cuanto tal, como ser psicofísico, se
constituye mediante actos de empatía. En efecto, si se mira a un ser humano a
los ojos se puede vislumbrar su yo, se puede captar su grado de tensión, y es
posible ver en la continuidad de la mirada que él está guiado espiritualmente.
Por lo tanto, a través de una cualidad sensible del cuerpo viviente (Leib) es
posible ir al alma, al espíritu de una persona.
E. Stein da gran importancia a la expresión mímica, corpórea, más que a
la palabra, porque a través de este tipo de expresión es posible ir más allá del
lenguaje; a través del timbre de voz o de una mueca es posible captar el estado
de ánimo de quien habla. De todas maneras, ella le reconoce también al
lenguaje verbal una función primaria para conocer la vida interior de otro, como
Husserl, en el segundo libro de Ideas, sostiene que para que haya una relación
entre hombres es necesario hablar.
La empatía de la vida espiritual es distinta a la de los estados de ánimo
sensibles ya que para esta última no es necesario que la persona esté
presente. Por ejemplo, si sé que a una persona le ha llegado una noticia que
esperaba con ansia, comprenderé también su alegría. 6 Obviamente la
percepción de su expresión será una confirmación válida y absoluta a lo que
creía en ausencia de la persona.
Es importante aclarar que el movimiento de comprensión y de
reconocimiento del otro no tiene una dirección unívoca, es decir de mí al otro,
4
E. HUSSERL, Fenomenología de la intersubjetividad, I, IV, 8-9.
5
E. STEIN, Ibíd., p. 827.
6
Ibid., p. 838.
4

sino que es recíproco; en efecto, la constitución del individuo ajeno es


condición de la constitución del individuo propio: mientras capto el cuerpo de
otro como mi semejante, me capto también a mí mismo como semejante a él o
a ella, así a nivel psíquico me pongo desde su punto de vista para mirar mi vida
psíquica, adquiriendo la imagen que el otro tiene de mí.
Por lo tanto, la experiencia del otro captada por empatía es fundamental
para la comprensión que cada uno pueda tener de sí mismo, porque a través
de aquella comprendo la mía y, viceversa, soy capaz de comprender al otro a
través de la experiencia que tengo de mí mismo:

“En el vivir ingenuo soy conciente de mis vivencias y de su expresión, sin


que éstas lleguen a ser para mí un objeto; y en la vida solitaria del alma
difícilmente existirá un motivo para dirigir la mirada comprensiva hacia todo
ello (…), cuando percibimos al otro, aprendemos a conocer los fenómenos
expresivos, observados de manera objetiva y la vida del alma es observada
por medio de la expresión. La presentificación empatizante de la vida
expresada del alma, (…) remite al propio vivenciar como a su origen (…) y de
igual manera remite a tal vivenciar la coincidencia del cambio del cuerpo
viviente, presentificado por medio de la empatía con la manifestación externa
percibida. En sentido inverso haré entonces que el cambio percibido de mi
cuerpo viviente, que yo capto como fluyendo de una vivencia, llegue también a
coincidir con una expresión presentificada que es típica del otro. Por lo tanto, la
mirada dirigida a la vida psíquica del otro (…) nos enseña a conocer la nuestra,
tal como se presenta observada desde el exterior”.7

Por lo tanto, la experiencia empática es importante no sólo como


instrumento para conocer al otro, sino también para conocerse a sí mismo. Es
precisamente en este intercambio de experiencias en el que se conoce de
manera plena el universo humano. Sin confrontar con el otro, no se llega a
mirar en las profundidades de uno mismo. El otro es fuente de experiencias
que probablemente uno solo, ya sea por la conformación del propio carácter, ya
sea por factores educativos, no lograría jamás entender.
La comprensión de sí mismo y de los otros no es natural ni inmediata, no
porque falle la empatía, sino porque en los hombres hay una natural renuencia
a mostrarse a los otros y sobre todo a uno mismo tal como se es. Por ello, a
través de este callarse se tiene la ilusión de huir de la mirada del otro, que para
Stein no es como para Sartre el infierno, sino que representa no sólo una
modalidad cognoscitiva de los otros, sino también de sí mismo. Entonces, para
las relaciones humanas es fundamental la apertura y la disponibilidad a aceptar
a los otros.
El solipsismo afirma Husserl es una ficción o abstracción. La empatía es
una experiencia que permite el constituirse de la comunidad entre los hombres.
Stein lleva hasta el fondo su razonamiento y llega a la paradoja de que existe
incluso, gracias a la empatía, la posibilidad de una comunidad de vida entre
ejércitos que luchan entre sí. En efecto, afirma la discípula de Husserl, cuando
el enemigo siente el ardor y la fuerza que invade al adversario, toma él mismo
fuerza y continúa con mayor vigor e ímpetu la batalla. Ciertamente es
paradojal, pero esto pone en evidencia un aspecto importante de la visión de
Stein: es necesaria la apertura al otro, lo cual no quiere decir que haya que ser
necesariamente su amigo, sino que esta apertura es un primer escalón para la
7
Cf. Ibíd., p. 839-40.
5

comprensión, para la posibilidad de entenderse y de fundar una comunidad que


pueda definirse como humana. El encierro en sí mismo imposibilita toda
cultura. El dejarse interrogar y cuestionar, sin temores de mostrarse como uno
es, representa el único instrumento que llevará a la humanidad a convertirse
verdadera y auténticamente en sí misma.

La posibilidad de que el sujeto se manifieste debe ponerse en relación


con el amor. Para poder conocer a otro hay que amarlo. El otro, que no es un
mero objeto, sino sujeto, se da a conocer, se abre a otro, cuando se siente
aceptado y amado. Ciertamente, es justo suponer que nadie puede amar lo que
no conoce, pero para conocer a otro debemos conocerlo amándolo. No
conocer primero con la finalidad de amar, sino conocer amándolo. Hay una
estrecha relación entre conocimiento y amor.

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