El Cristiano y La Historia - Theodor Haecker
El Cristiano y La Historia - Theodor Haecker
El Cristiano y La Historia - Theodor Haecker
VJ
CO
EL CRISTIANO Y LA HISTORIA
\/ / ·
i Ediciones Rialp, S. A . i
;
i
\
Madrid
1 9 5 4
Título original alemán:
Traducción de
M ANUEL G A R R ID O
D
C 1
"0
Todos los derechos reservados para todos los países de habla española
por EDICIONES RIALP, S. A .— Preciados, 3 5 .— Madrid
INDIGE
Págs.
I ntroducción ..................................................................................... 9
E p íl o g o .......................................................................................... 157
A nexo 159
N T R O D U C C I O N
| í.
|
9
Theodor Haecker
U
Theodor Haecker
12
Introducción
13
li
Theodor Haecker
15
Theodor Haecker
16
Introducción
17
2
Theodor Haecker 1
FEU
Dieu d’Abraham, Dieu d’Isaac, Dieu de |
Jacob, non des philosophes et des savants. I
■I
18
introducción
1
Introducción
i 1
escatológica, humano-divina, que se sirve de í
aquélla.
H e aquí un principio inicial, importante para l
las afirmaciones que siguen. Y otra verdad, deri I
vada de é l: este m undo es rigurosamente perece
dero, y nada acontece n i ha acontecido desde que 1
existe que sea tan cierto como su destrucción —y
i
su restauración, aunque en otro orden— . Es un
postulado, una tesis, una realidad esperada sin la 1
cual no es posible una existencia cristiana, sin la
I
cual el cristiano no es nada más que un loco.
Considérese qué diferentes serán la concepción I
de la historia del hombre que tiene ésta, yo di
1
ría la fe; — porque ((fe» ha llegado a ser un con
cepto cristiano, y la fe es la fe de la Iglesia— 1
y la concepción de la historia del que no la tiene.
1
1
10
1
Permítaseme, para terminar, la última adver 1
tencia. En líneas anteriores establecí la siguiente
afirmación: antes que una filosofía cristiana al 1
cance, merced a la cooperación de naturaleza y I
gracia (genio filosófico y asistencia del Espíritu
Santo), una estructura definitiva, el ser cristiano 1
ha despertado ya en la conciencia histórica del I
hombre, prisionero de este ser, Es verdad que en
la filosofía medieval cristiana no encontramos la I
1
Theodor Haecker
í \
24 Ü
r-
*
M-
?
CAPÍTULO PRIMERO
D E LA ESEN C IA D E LA H IS T O R IA
[i:
25
Theodor Haecker
1
De la esencia de la historia 1
1
Theodor Haecker
29
Theodor Haecker
30
De la esencia de la historia
32
1
De la esencia 3e la historia
33
3
Theodor Haecker
34
De la esencia de la historia
37
Theodor Haecker
33
i
l
De la esencia de la historia \
a las simples historias o cuentos, porque en ella i
acontecen decisiones; primero para el tiempo, j
luego, y con frecuencia a la vez — el cristiano
está persuadido de ello— , para la eternidad. 1
Decisión es una categoría que sólo pertenece j
a la historia y supone la libertad de la voluntad.
La religión o filosofía que niegan la libertad de \
la voluntad, la auténtica decisión, despojan a la j
historia de su carácter real y sublime, impiden
una auténtica concepción de la realidad histórica. 1
Entonces sólo quedan historias o cuentos de las j
Mil y una noches. La razón estriba en que este
carácter que define a la historia auténtica, el poseer \
la posibilidad de la decisión — posibilidad que es j
en el universo privilegio del espíritu, y en el
«mundo corpóreo», privilegio del hombre— » es 1
la nota determinante más elevada del ser histórico, j
su carácter supremo.
1
40
De la esencia de la historia
41
Theodor Haecker
, ¿
&
x.
7*t
Todo lo que existe en el tiempo, cuan**!?
to es único, empieza y acaba, posee historia; esta
aserción vale para lo mínimo y lo máximo, para i-
el macrocosmos existente, mudable por esencia,,
como para el microcosmos. Si no fuera así, ha
bría que suponer un retorno eterno de todas las
cosas, la especulación primigenia del ateísmo de
sesperado, capitalmente representado por Nie-
tzsche; en tal caso no habría una historia au
téntica, sino ilusoria, sin rigorr dentro de una
identidad absurda en su forma y en su fondo.
El lenguaje cesa aquí, pero antes ha cesado el .
pensamiento. . ■
Tal vez sea posible establecer la distinción en
tre ambos extremos diciendo : en un retorno eter
no de las cosas, no habría nada verdaderamente
nuevo, mientras lo característico de la historia
auténtica, tal como corresponde al orden verdade
ro del ser es que en ella lo verdaderamente nuevo
acontece sobre la base de lo verdaderamente an
tiguo. Historia es, en un sentido eminente, vincu
lación de lo antiguo y de lo nuevo en el proceso
del devenir. El ser eterno está situado más allá
de ambos conceptos, e incluso puede decirse que
es la identidad de ambos. El Dios vivo es lo ori-
42
1
í
De la esencia de la historia 1
1
ginariamente viejo y lo originariamente nuevo.
Aquí la «y» es un puente veraz, y el lenguaje, un 1
diestro pontífice.
Pero en la margen más remota del ser histó 1
rico — devenir sostenido por el inmutable ser de 1
Dios y tejido por El del principio al fin— , tan
to el cosmos, el universo creado, como el ínfimo 1
grano de arena tienen su historia porque surgen i
y desaparecen, porque tienen su principio y su
fin. Sólo con esta condición puede darse algo que 1
tenga historia: sin ella, nada tiene historia. Así I
se nos dibuja la universalidad de lo histórico como
un modo de ser de la existencia creada, como una \
categorja que corresponde a todos y cada uno de
I
los existentes temporales creados. Existen infini
dad de cpsas cuya historia poco o nada nos con 1
cierne o interesa, infinidad de cosas de las que
í
nosotros sólo por analogía decimos, sin forzar el
sentido de la palabra, que tienen historia, La ver 1
dadera cuestión es: ¿dónde habita lo auténtica
i
mente histórico, aquello en analogía de lo cual
adscribimos a las demás cosas historia? i
La cuestión: ¿dónde habita propiamente algo?
es básica en filosofía; después de la cuestión del 1
«porqué», tal vez la más esencial: ¿dónde habita 1
propiamente un concepto? ¿de dónde procede?
Por analogía entiendo aquí no sólo una mera re 1
lación formal, sino una semejanza, una efectiva 1
similitud sustancial, aunque vaga, remota y vacía.
í
43
s
i
Theodor Haecker
44
ÉiiJÉ
it
4
De la esencia de la historia
45
Theodor Haecker
46
De la esencia de la historia
10
í
Theodor Haeckef i
i
'í
ne principio y final, o sea, al ser divino mismo, y%‘
¡
con frecuencia se olvida la radical diferencia entre
1 lo que tiene historia y lo que es sin historia y pe
netra como inmutable en la historia, o sea los va
I
lores, o, también, las ideas, Se habla de la historial ’"
I de una idea, y se habla impropia y equívoca-^«
mente, porque no es la idea, ser lógico, quien1
1 tiene una historia, sino su realización (he aquí·/·
¡ la diferencia entre un número, por ejemplo, y ,'
una idea; el número no puede ser realizado,4*
í encarnado como ella). Al «desarrollo histórico »jfc
de una idea, desarrollo que supone el libre hacerY
del hombre, precede su posibilidad lógica de des- :
pliegue. Esta posibilidad constituye el único cri
terio para juzgar si una idea ha sido conservada con" Ú
pureza, si siu «historia» es un desarrollo auténtico
o un falseamiento, un fiel mantenerse junto a ella,
o un desertar de ella. Idea es un ser lógico, intem
poral, como su despliegue. Pero su historia, ya lo
sabemos, está ligada al tiempo, sólo en él es p o -,
sible.
La segunda tesis es que el contenido de la his% j
toria se mide según el orden jerárquico de los va
lores y bienes — que es lo que importa— , los
más excelentes de los cuales sólo pasan a la reali
dad y al acto por y en la libertad humana. La
concepción cristiana de la historia es jerárquica.
Como la anterior, tampoco la afirmación defen
dida en esta tesis posee evidencia inmediata ni ha
48
De la esencia de la historia
49
4
fheodor Haectcer
50
CAPÍTULO SEGUNDO
LOS SU JE TO S DE LA H IST O R IA
1.
51
/
Theodor Hdecket
(1 ) N a d a e n e s t e m u n d o m a te r ia l
h u m a n o , so p o rte d e l alm a,
resp on d a, en la lu z o en la so m b ra ,
¡o h n a d a , q u e no hable de A lg o m á s A lt o !
52
Los sujetos de la historia
53
Theodor Haecker
lia
56
Los sujetos de la historia
57
Theodor Haecker
4.
59
Theodor Haecker
5.
Theodor Haecker
62
Los sujetos de la historia
6.
64
Los sujetos de la historia
7.
65
5
Theodor Haecker
66
Los sujetos de la historia
8.
67
Theodor Haecket
68
Los sujetos de la historia
69
Theodor Haecher
9.
10 .
El cristiano, naturalm ente, ignora como cual
quier otro hombre lo que va a pasar mañana,
pero posee una llave de la historia que al final ha
de abnrlo todo. Esta proposición tiene un valor
riguroso, universal, aplicable a los órdenes. Su fe
y su philosophia perennis, su metafísica, sanciona
da por la fe, le proporcionan un criterio fijo para
juzgar de la historia, incluyendo, como es lógico,
§u forma primera de historia política o del poder,
71
Theodor Haecker
|
Consiste en considerar la justicia o injusticia del
hacer y el obrar como fluyendo del ser — increado
y creado — en su más plena riqueza, cuando sejt
cumplen los decretos divinos y los naturales, los *
implantados en la naturaleza y los revelados his- ,
tóricamente. Para la metafísica del cristiano, que
el cristiano no abandona en realidad siri abando- ’
nar con ella la fe verdadera, el ser es, conforme al
orden, anterior al obrar, aunque ambos se den a
la vez. De análoga forma, justicia e injusticia per
tenecen al ser de los pueblos e individuos antes de i:
manifestarse en hechos y acciones. Primero se dan -
en el sentir, pensar y querer, y luego se manifies- .
tan en hechos.
11 .
Un criterio para usar con rectitud del poder
lo constituye, por ejemplo, la protección de las
cosas que son por sí impotentes. Lo que hay de
más débil en el mundo es el niño, el pequeño que
necesita ser amamantado. Con esta figura de im
potencia vino al mundo la Segunda Persona de
la Trinidad, que es la Omnipotencia m ism a;
y siglos antes, Dios había preferido revelarse a los
profetas, con la proximidad de lo íntimo, en el
susurro apagado de una ráfaga leve mejor que en
el rayo, fen el estampido del trueno o en la torm en
ta de su omnipotencia y vigor.
72
Los sujetos de la historia
EL PROGRESO H ISTÓ R IC O
1.
75
Theodor Haecker
76
Él progreso histoncó
2.
77
Theodor tiaecker
r ·-- : 3. . g’|
78
El progreso historico
79
Theodor Haecker
4.
#: ,
80
El progreso histórico
5.
81
1 6
Theodor Haecker
6 .
Si desde el principio la totalidad de la crea- ;
ción posee —'¿cómo negarlo?— una esencia pro'
gresiva, si existe un progresar de la materia inen U
te a la materia viva, de la piedra a la planta, de
la planta al animal, del animal al hombre, no por
eso negaremos una verdad tan patente que mere'
ce ser expuesta a la más intensa lu z: el hombre
no ha participado activamente en nada; todo ha
'j;
■; 'í
82
El progreso histórico
83
?t
Theodor Haecker
-
por lo que amenaza dominarlo la superbid de que
él es también» sustancialmente, creador o coopera*
dor en la creación de este mundo. A veces lo ex*
presa así: «Dios no es sin mí». Tales palabras
no carecen de fundamento, Pero llevan a una teo*
logia falsa. Porque Dios necesita del hombre des*
de que por libre voluntad lo elevó al reino de la
gracia, desde que no sólo para todos los tiempos,
7.
84
■
■■.'■Ü J I.U
El progreso histórico
8.
85
Theodor Haecker
i
*
lo posee.
»
A
9.
¿
..«
— -
Cabe, sin embargo, presentar una objeción:
-
ningún ángel es creador, ni el ángel puro ni el
caído. O sirven como 'instrumentos y conservan
la creación del Dios omnipotente, o la aniquilan
____________________________
e impiden. N o son creadores, ni de la nada como
Dios, ni bajo el supuesto de materia creada como,
en imagen, lo es el hombre, autor de cultura.
¿Cómo explicarse esto? La cuestión entre el
ángel que cayó y su. Creador fue la cuestión orí'
ginal del Poder. ¿Quién poseía el poder? ¿Quién
debía poseerlo? Esta cuestión condujo a las prime' J
ras escisiones de la fe dentro de la Iglesia, a la '4
separación de los gnósticos. La rebelión primera
perseguía el poder, y el más embriagador deseo del \
ángel caído es alcanzar el poder sobre el hombre,
que tiene algo aue él no tie n e : poder, dentro de
la creación — a la que pertenece— , producir algo
nuevo guiáíndose por ideas propias. A unque su
intelecto sea superior comparado al humano, aun" ¡
que conozca por ideas, de un modo distinto e in-
comparablemente más perfecto que el hombre,
nunca podrá el ángel ser «creador». Le falta la
segunda condición — la de abajo— ; le falta el
cuerpo, pertenecer a este mundo corpóreo. Por un ¡
86
■
r ’wá
El progreso histórico
l
CAPÍTULO CUARTO
LAS T R E S PO TE N C IA S Q U E O PE R A N LA
H IST O R IA
1.
2.
Tres potencias hay, según el conocimiento de
fe del cristiano, que operan la historia, tres po
tencias de naturaleza en sumo grado incompara
ble, pero ordenadas conforme a una jerarquía
que conserva la unidad última de todo acontecer
histórico. El orden jerárquico supone la invulne
rabilidad de la unidad. La historia se torna fa
talmente caos sin la fe en la unidad del Dios tri-
Unitario.
Este misterio, que de estremecedora manera
anuncia el Evangelio de San Juan (cap. 17), figura
ya al principio de la concepción cristiana de la otra
historia. La unidad y la unicidad pertenecen a la
esencia del poder ; la unidad y la unicidad absolu
tas a la esencia de la omnipotencia, El Señor de la
historia es así, de un modo incomparable, inarre-
batable, universal, Dios Mismo, el Creador; sin
su voluntad, esto es, sin la total plenitud de su
ser, /no cae un gorrión del tejado; sin su indi
visible operar no se da la historia de una amiba.
H e aquí el principio primero y dominante, in
controvertible, de la consideración cristiana de
la historia: Dios es Señor de la historia. Todo
lo demás es tentación o ataque contra la fe ; es
desesperación, incredulidad, deserción y pecado.
La fe cristiana en la «victoria», en el éxito de
91
Theodor Haecker
n
Las tres potencias que operan la historia
3.
93
Theodor Haecker
94
Las tres potencias que operan la historia
4.
95
Theodor Haecker
5.
96
Las tres potencias que operan la historia
97
7
Theodor Haecker
6.
7.
99
V
Theodor tiaecket
/
cia divina, ya se ha dicho, es incomparable por
su más íntima esencia— en un común operar his
tórico» exige tensión de pensamiento y un alerta
incesante. Pero no hay otro camino, si no se quie
ro perder de vista la totalidad del acontecer. Nada
teme tanto el verdadero pensador o investigador
como omitir algo del ser, porque sabe que su pen
sar ha de seguir al ser. La ruina de la filosofía
europea, y de la filosofía de la historia en tanto
que la hubo, fue haber relegado al olvido este-
temor saludable conformándose con lo «más có
modo». El cronista que empezaba la historia de
su pequeña comunidad con la creación del mundo,
Adán y Eva y la caída del pecado, tenía más sen
tido para las indisolubles cuestiones del todo y de
sus partes que innumerables historiadores, coro-
nlados de sabiduría, que ponen, por ejemplo, el
principio de la Revolución Francesa en el año
1789 y su situación económica.
La concepción cristiana de la historia se acer
ca más que ninguna otra al ser de la historia por
que no omite nada esencial. Por eso combate — sin ■
negar en cada caso su verdad— a toda religión o
filosofía de perspectiva unilateral, sea que robe a
Dior, su dignidad como el maniqueísmo, que equi
para metafísicamente mal y bien, situándolos en
uno y el mismo grado de ser (no basta que prefie
ra moralmente como valor el bien al mal, porque
ambos poseen ya el mismo ser); sea que niegue el
100
Las tres potencias que operan la historia
101
1
'.f
i
CAPÍTULO QUINTO
í
LA U N ID A D D E LA H ISTO R IA
I
1
i
\
\
I.
I
La historia es para el cristiano, primariamente,
historia, universal. Ya hace tiempo que la física (
dejó de hablar de sistemas cerrados en su explica i
ción de lo real, por considerarlos meras ficciones.
El último terrón del más mísero campo participa í
en la historia de esta bella y bendita tierra que, a I
su vez, participa en la historia del sol, de la luna
y de la legión infinita de estrellas. El últim o hom i
bre sobre la tierra pertenecerá, como nosotros, a
I
la historia de lá humanidad.
I
103
I
Theodor Haecker
104
La unidad de la historia
105
Theodor Haecker
2.
106
La unidad de la historia
3.
103
La unidad de la historia
109
Theodor Haecker
110
La unidad de la historia
5.
111
Theodor Haecker
112
La unidad de la historia
113
8
Theodor Haecker
114
I
í
C APÍTULO S E X T O l
EL M É T O D O H ISTÓ R IC O 1
í
1
1
1
í
i
I
1.
\
1
El método del conocimiento histórico es el tes*
{
timonio. Testimonio y testigo pertenecen esen
cialmente a la historia como tal, a toda historia, 1
sea cualquiera su contenido. Las ideas, cuando
í
las hay, están presentes por sí mismas en el espí
ritu humano, ellas mismas sopi testimonio. Pero
los hechos — y de hechos vive, esencialmente, la
historia— necesitan un testigo y un testimonio í
para ser captados y transmitidos, tanto los hechos I
de la historia profana como los de la revelación
sagrada.
I
115
I
1
Theodor Haecker
116
El método histórico
2 .
El fin de una ciencia auténtica es poseer la ver
dad sobre su o b jeto: saber — no crear, hacer, de
cidir— que es, qué es y cómo es. E l engaño, el
error, la observación! incompleta o falsa, la con
clusión precipitada, pueden oponerse a este fin;
pero en el caso de la historia puede oponerse,
además, la mentira. Esto la distingue de toda
otra ciencia. E n las demás ciencias la falsedad
puede introducirse bona fide; en la historia pue
de deformar la imagen de la verdad no sólo bona,
sino también mala fid e : mediante la m entira.
En un sentido enfático, la historia se ocupa
del hombre entero. El querer y el sentir intervie
nen aquí como en ninguna otra ciencia, ¿Necesita
un matemático o botánico asegurar que su saber
discurre sine ira et studio? Pero al historiador
que pretenda excluirlos de modo explícito le ju
garán una mala pasada. El noble recinto de la
ciencia, donde el espíritu es señor incontestable,
luz esencialmente esclarecedora, puede, en el caso
117
Theodor Haecker
118
I
í
(
El método histórico
i
ser de este m undo — lo ha creado Dios—-, sino .
que debe acogerlo en su conocer humildemente
postcreador. Si el querer del hombre lleva el i
accent aigu y su sentir el accent grave, su pensar (
y conocer llevan el accent circonflexe, como être '
y connaître en la lengua más lógica, más próxi» (
ma al pensar y conocer de los pueblos cristianos.
Pero los tres, sentir, pensar y querer, deben ser '
verdad. j
En la historia — único campo posible en el
mundo creado para esta verdad total— no ha su» ^
cedido esto más que una vez : en la historia del (
Hombre-Dios, era los Evangelios y en la tram a
histórica del dogma cristiano, contenida desde los 1
comienzos en la profesión apostólica, la Confess'o j
fidei.
3. <
119 1
1
Theodor Haecker
120
El método histórico
4.
121
Theodor Haecker
■ — j — ■— · - -
todos» o «a muchos» o a los alumnos preparados
es propia del concepto de ciencia, que supone un
cierto plano común. Cualquier tipo elevado de
concepción de la historia supone la historia com-
m unis, así como la teología revelada supone la
teología natural y la metafísica. Para la historia
y sus,hechos existe una universal capacidad hu
mana de comprensión; esta capacidad se toma
*- -
123
El método histórico
5.
124
Él método Histórico
6 .
Lo que yo pienso, concretamente, se encuen
tra en varios pasajes de las obras de uno de los
más grandes ciudadanos suizos, Cari H ilty , que
ha calado hondam ente en el sentido cristiano de
la historia. Pero se encuentra, sobre todo, en u n
pasaje de la Grammar of A ssent del cardenal in
glés N ew m an. Allí leem os:
«Si un Papa excomulga a un gran conquista
dor y éste, hablando al respecto, dice a uno de sus
amigos: ¿Pero acaso cree que el mundo ha retro
cedido mil áños? ¿Cree que a mis soldados se les
van a caer las armas de las m anos? Y si, después
de dos años, durante la retirada por los campos
nevados de Rusia, según el informe de dos histo
riadores contemporáneos, 'el ham bre y el frío
quitaban a los soldados las armas de las manos’,
’las armas caían de las manos del más valiente y
vigoroso’ y ’los soldados, demasiado débiles para
levantarse del suelo, yacían sobre la nieve’, ¿n o
es esto, aun sin ser milagro, una coincidencia tan
125
Theodor Haeckef
i]§¡jp.¡ ■' :
i ' - t r -
jU i #!·;! * i H r i i - ; :
' '’
especial» que hay derecho a llamarla justicia de
Dios? Así juzga un historiador no católico, sino
protestante».
Aquí aparece nítidamente mi pensamiento. La
campaña de Napoleón sobre Rusia, la retirada y
aniquilamiento de su ejército, son hechos h istori'
eos simples, testimoniados y comprobados de ma
nera irrefutable para la ciencia. N o han sido ni
serán refutados. ¡ E n cuán distintas esferas de in
terpretación y de sentido penetran estos hechos!
E n la esfera de lo militar, de lo político, de lo
geopolítico, de lo económico, de la psicología
de las razas, de los pueblos o de los individuos,
esferas todas con su caudal de circunstancias, co
nexionadas en sí mismas, cerradas ontològica y
lógicamente... En cualquiera de estas esferas se
pretende incluirlos antes que uno llegue y los in
terprete como consecuencia del anatema de un
Papa.
Bien entendido : la conformidad a las leyes del
acontecer de tipo militar, político, geopolítico,
económico, de psicología de razas, de pueblos o
de individuos es respetada por entero, de la misma
manera que cuando un m ártir cristiano muere en
la arena son respetadas las leyes biológicas, psico
lógicas, caracteriológicas, sociales, si bien la últi
m a explicación plena de sentido para la m uerte del
m ártir fue la Encarnación, el amor a Cristo que
la Encarnación despierta y la decisión de obede-
126
Èl mètodo historico
ί
I
I
CAPÍTULO SÉPTIMO
R E C A PIT U L A C IÓ N
129
9
Theodor Haecket
130
Recapitulación
131
Tkeodor Haecker
2.
132
Recapitula-ción
133
Theodor Haecker
134
í
í
Recapitulación t
135 i >
i
Theodor Haecker
136
R ecapitulación
4.
137
Theodor Haecker
5.
6.
140
v
Recapitulación
7.
141
Theodor t i decket
\
142
CAPÍTULO OCTAVÓ
LA IGLESIA EN LA H IST O R IA
1.
143 /
Theodor Haecker
144
La Iglesia en la historia
2.
145
to
Theodor Haecker
146
La Iglesia en , la historia
147
Theodor tíaecker
3.
148
La Iglesia en la historia
149
Theodor Haecker
4.
150
La Iglesia, en la historia
151
I
!
ί
i
i
i
ί
i
I
!
)
CAPÍTULO NOVENO
P R I V I L E G I O S
154
Privilegios
155
Theodor Haecker
157 ·
Theodor Haecker
158
A N E X O
159
Theodor Haecker
160
ODA A ORIENTE
O salutaris hastia
qaae coeli pandis ostium!
161
ti
Theodor Haecker
162
Anexo
163
Theodor Haceher
164
Anexo
165
Theodor Haecker
166
Aixexo
Dicen que,
al dirigir la mirada hacia el infinito semblante del cielo,
los únicos signos que veo son aquéllos
que poseen su verdadero sentido
cuando solemnemente ocupan el lugar que les corresponde
Theodor Haecker
168
BIBLIOTECA DEL PEN SA M IEN TO ACTUA
DIRIGIDA POR RAFAEL CALVO SERER
Manuales de la
este l ib r o se t e r m in o de im p r im ir en
l o s t a l l e r e s d e e s t a d e s , a r t es g r X f ic a s ,