Pastoral Americana - Philip Roth
Pastoral Americana - Philip Roth
Pastoral Americana - Philip Roth
Sebastián Plá
Universidad Iberoamericana.
Desde nuestra perspectiva, Contra la historia oficial se asienta en el campo del uso
público de la historia. En primer lugar, por tener la explícita intención de llegar a
amplios sectores no especializados de la población y darles la oportunidad de acercarse
a otras interpretaciones históricas del pasado nacional, más allá de la historia oficial.
Un segundo aspecto del uso público de la historia es su dimensión política. Por lo
general los usos públicos de la historia moralizan con la recuperación veraz o
abiertamente mentirosa del pasado para alcanzar espacios de poder, sean estos
coyunturales, como los partidos políticos, o estructurales, en donde los historiadores,
con legítima ambición, han buscado posicionarse a lo largo de la historia de los
Estados-nación. Por último, Crespo hace referencia a la historia que se enseña en las
aulas y, por tanto, al uso público y político de la historia con mayor alcance, aunque en
la actualidad ya no necesariamente con mayor impacto. Contra los dos últimos usos,
tradicionalmente manipulados ideológicamente (p. 18), levanta su pluma este
historiador. El éxito o no de este pronunciamiento depende de la mirada de cada
lector.
El libro tiene como hilo conductor para el análisis histórico a Nicolás Maquia-velo. Las
acciones de los personajes históricos se miden en muchos casos con la lejanía o con la
cercanía al pensador florentino. A partir de ahí, dando un viraje significativo con
formas de interpretación histórica tradicionales, los personajes son juzgados a partir
de una visión de realpolitik. Hernán Cortés fue un conquistador, pero dueño de una
habilidad política que era necesaria para alcanzar sus objetivos. Maximiliano de
Habsburgo, incapaz de gobernar con la fuerza y sin el temple que requiere el ejercicio
del poder, no pudo con su romanticismo político al tratar de conjuntar bajo su gobierno
a sectores enemistados por años de guerra civil. Porfirio Díaz recibió el título de
dictador y, al mismo tiempo, es condecorado como portento de la historia por su
habilidad y fuerza para pacificar el país. La historia oficial no debe, considera Crespo
con razón, enaltecer personajes en forma de ídolos, sino desdoblar su personalidad y
entenderlos como hombres de Estado y, por lo tanto, con una lógica política propia.
La historia nacional en este texto se describe en cuatro partes, a las que se suma un
epílogo. La primera trata sobre el legado colonial o, más exactamente, sobre lo que
considera el nacimiento de las primeras características de la identidad mexicana. Se
revalora a Cortés, se reconoce a Moctezuma, se matiza la personalidad de Cuauhtémoc
y se realza la figura de los dos Martín Cortés, el legítimo como el primer insurgente y
el segundo como mártir olvidado del primer movimiento de independencia. Esto se
debe a que este último probablemente representa
Por último, el autor discute el porfiriato y la revolución. Porfirio Díaz, bajo la óptica de
análisis maquiavélico, es calificado de dictador y portento de la historia. Díaz,
considera Crespo, es ubicado en las mazmorras de la historia oficial, lo que oculta
"muchos eventos y correrías dignas de un héroe de novela" (p. 239). Por su parte, de
Francisco I. Madero se matiza su carácter revolucionario, pues estaba centrado en
aspectos políticos, no sociales y económicos, y su movimiento, como lo ideó
originalmente, jamás deseó la guerra. Al igual que Maximiliano, considera Crespo,
Madero pecó de falta de instinto político, al grado de ubicar él mismo el puñal de la
traición justo en su espalda. Finalmente, hay una propuesta importante, quizá la más
difícil de aceptar por la historia oficial nacional: el lugar clave que ocupa Estados
Unidos en el ejercicio del poder en la historia política mexicana. Reconocer, dice el
autor, a los vecinos del norte como fulcro de la balanza, es asumir nuestra debilidad
institucional que, históricamente, no hemos podido superar.
Queda claro que más allá de las versiones propuestas de los personajes históricos más
conocidos de nuestra historia nacional, el título de Contra la historia oficial es por
demás errado, pues lo más próximo al contenido del texto sería Por una nueva historia
oficial, título, por cierto, que sería menos eficaz en el mundo de las ventas editoriales.
Pero no sólo en las propias palabras del autor se revela este desliz, sino en la
estructura propia de la historia que fomenta, la cual reproduce las características
básicas de este gran Otro denominado historia oficial.
Otra omisión importante es no escuchar las múltiples voces con las que se construyen
las interpretaciones de la historia nacional o siquiera estudiar otros referentes en los
que se manifiesta la historia oficial. Seguir pretendiendo, como lo hace Crespo, que la
historia oficial baja desde los estratos del poder político y académico de manera
impoluta y se impregna en los sentimientos identitarios de los jóvenes mexicanos que
pacientes esperan en las aulas del sistema educativo, es desconocer la pluralidad de la
sociedad mexicana; es ignorar los avances curriculares para la enseñanza de la historia
en educación básica que, muy criticables, son en ocasiones mucho más innovadores
que las propuestas de Crespo; es también creer de manera arbitraria que la única
forma válida de conocimiento histórico es la historiografía profesional, y es limitar el
uso público de la historia a las fronteras nacionales que, en una era global,
posnacional, parecen ser bastante reducidas.
Reseñas
Guadalupe Gómez-Aguado
En primer término, surge la duda: ¿a qué "historia oficial" se refiere Crespo? ¿La "de
bronce" explicada en su momento por Luis González y que comenzó a gestarse en el
siglo XIX? ¿A la historia construida a partir del triunfo de los gobiernos revolucionarios?
¿O la difundida por la llamada "reacción", es decir, la derecha, que también ha tratado
de difundir su propia visión del pasado de México? En torno a esas cuestiones es
preciso admitir que cada etapa histórico-política se ha caracterizado por la forma de
abordar el pasado, de explicarlo, entenderlo y enseñarlo, como advierte Manuel
Larráinzar, un historiador decimonónico, "sin la historia nada se sabría de cuanto ha
sucedido y se ha inventado desde que existe el mundo, y ni los pueblos ni los
particulares tendrían regla segura que los guiase en el curso de la vida". Es decir, la
enseñanza de la historia, desde ese punto de vista, sería esencial para comprender el
pasado y el presente. Además, al mostrar "los procedimientos por medio de los cuales
ha ido mejorando o empeorando la condición humana" podría dar elementos para
explicar las desgracias del hombre y su incapacidad para salir del "estado de
infelicidad" característico de la vida política y social de los pueblos.
Sin embargo, a decir de Isaiah Berlin, esas creencias fueron sacudidas bruscamente
por lo ocurrido en las primeras décadas del siglo XX, cuando fue claro que la
"evolución" histórica de la humanidad quedó rota por el ascenso al poder de
personajes como Adolfo Hitler y José Stalin. De pronto, parecía que los seres humanos
y sus instituciones resultaban ser mucho más maleables, considerablemente menos
"resistentes" de lo que se había pensado. Se habló entonces de un regreso a la
barbarie, que se había creído superada para siempre, y comenzó a buscarse el retorno
a una "edad de oro", una utopía, dado que para volver al pasado —o a lo que se
suponía era el pasado— habría que reproducir las condiciones exactas en las que éste
ocurrió. Por lo demás, la idea de que todo tiempo pasado fue mejor no deja de ser una
quimera a la que se recurre en épocas difíciles, tanto de manera individual, como
comunitaria o nacional.
Por otra parte, los historiadores desistieron de buscar las generalidades que
supuestamente caracterizaban a las sociedades humanas. Las lecciones del siglo XX
dejaron claro que el propósito de la historia ya no era más la búsqueda de las
características compartidas para explicar fenómenos específicos; quien emprendiera un
análisis histórico, en cambio, tendría que encargarse de destacar lo particular y único
de los diversos acontecimientos o circunstancias.
En ese sentido, al leer la serie de ensayos históricos de Contra la historia oficial, escrito
a casi una década de comenzado el siglo XXI, surgen varias cuestiones a discutir. En
primer lugar, ¿qué tipo de historia debe hacerse en los albores de la nueva centuria?
¿por qué si se está en contra de la historia oficial, centrada en los grandes hombres y
en cuestiones políticas, se vuelve a un relato cuyo centro es, nuevamente, el personaje
y su actuar político? Y si lo que se busca es hacer una nueva historia, ¿por qué utilizar
una propuesta que de suyo es tradicional? las respuestas que podemos encontrar en el
trabajo de Crespo nos llevan a reflexionar sobre la dificultad que conlleva la difusión de
la historia lejos de maniqueísmos y desde perspectivas novedosas y amenas para los
lectores no especializados.
De cualquier modo, los episodios rescatados por Crespo se quedan en el siglo XIX. La
revolución y los gobiernos emanados de ésta no merecen la atención del autor, como
si la historia de héroes hubiera terminado con la muerte de Madero y no hubiera nada
qué decir sobre la historia y su enseñanza en el complicado siglo XX. Se echa de
menos una explicación del autor sobre la elección de los temas tratados y la falta de
análisis de temas posrevolucionarios.
En Contra la historia oficial..., Crespo afirma que no debe hacerse una historia de la
guerra, como se ha enseñado tradicionalmente el pasado mexicano, basando la
enseñanza en los cientos de batallas peleadas por la patria. En cambio, propone hacer
una de la democracia y tratar a los héroes "como lo que fueron, caudillos o líderes
políticos, y no como semidioses". Sin embargo, y a pesar de su propuesta inicial, al
hablar de estos personajes acaba nuevamente recurriendo a los conflictos armados,
porque fue en ese ámbito, el militar y el de enfrentamientos bélicos, en lo que se
centró en gran medida la política decimonónica.
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Historia y MEMORIA
Print version ISSN 2027-5137
* Este trabajo se publicó en 2009 en catalán. Era el capítulo introductorio a los trabajos
presentados en las IV Jornadas de Investigación en Didáctica de las ciencias sociales
organizadas por la unidad departamental de Didáctica de las ciencias sociales de la
Universidad Autónoma de Barcelona en febrero de 2007 con el título de Historia, memoria y
enseñanza de la historia: perspectivas europeas y latinoamericanas. Este es el mismo título
del libro coordinado por Joan Pagès y M. Paula González y editado en la Colección
Documentos por el Servei de Publicaciones de la U.A.B. Los autores consideramos
inicialmente la conveniencia de actualizarlo pero al final hemos optado por mantenerlo tal
cual fue publicado. En nuestra opinión, se ha publicado mucho desde entonces tanto a nivel
educativo como en el campo de la historia. Sin embargo, creemos que las líneas maestras
de nuestro trabajo se mantienen bastante parecidas a como las expusimos en 2007 y a los
debates y reflexiones que se generaron a lo largo de las Jornadas.
1
Historiadora, Universidad de Buenos Aires-Argentina. Doctora en Didáctica de las Ciencias
Sociales, Universidad Autónoma de Barcelona, España. Investigadora docente adjunta,
Universidad Nacional de General Sarmiento. Investigadora de Carrera del Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. [email protected].
2
Licenciado en Filosofía y Letras (Historia Moderna y Contemporánea), Universidad de
Barcelona, España. Doctor en Ciencias de la Educación, Universidad Autónoma de
Barcelona, España. Catedrático de Didáctica de las Ciencias Sociales y de la historia,
Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona, España. Coordinador del Grupo de
Investigación en Didáctica de las Ciencias Sociales, GREDICS. [email protected].
Resumen
1. Introducción
Las palabras de Didier Guivarc'h nos resultan un buen punto de partida para nuestra
reflexión. En tiempos en que "la memoria" ha adquirido una especial centralidad, creemos
pertinente interrogar y debatir sobre sus sentidos en el mundo escolar. Por esta razón,
coincidimos con el mencionado autor en que el planteamiento de estos interrogantes
supone abordar un debate más político que técnico e implica arriesgarse a sugerir pistas
que pueden ser contradichas. Asumiendo este riesgo, presentamos aquí algunas
definiciones, debates y perspectivas sobre la historia y la memoria, no con el fin de
sintetizarlas sino con el afán de esbozar una puerta de entrada para su abordaje desde el
campo que nos ocupa: el de la enseñanza de la historia y las ciencias sociales.
2. El concepto "memoria"
¿Cómo puede explicarse la centralidad adquirida por el concepto de memoria en los últimos
años? En principio, y entre otras cuestiones, podemos considerar el impacto simultáneo de
tres "giros": el giro hacia el pasado, el giro lingüístico y el giro subjetivo 5.
El primero de ellos, señalado entre otros por Andreas Huyssen6, resulta uno de los
fenómenos culturales y políticos más destacables de los últimos años en el mundo
occidental. Guerras, genocidios y exterminios han cuestionado el supuesto moderno de
progreso humano desplazando así el interés por el futuro a la atención casi exclusiva por la
recuperación y preservación del pasado. En palabras de Traverso, "la obsesión memorial de
nuestros días es el producto del declive de la experiencia transmitida, en un mundo que ha
perdido las referencias, deformado por la violencia y atomizado por un sistema social que
borra las tradiciones y fragmenta las existencias"7.
Otra cuestión vinculada con este giro memorialista es la transformación que se viene
produciendo en el campo intelectual en general, y no sólo en el historiográfico, desde los
años 70 aproximadamente. Se trata de la crisis de los marcos estructural-funcionalista y
marxista que junto al impacto del denominado giro lingüístico8 puso en duda los grandes
relatos y las aproximaciones globales. De una historia de grandes modelos interpretativos
se pasó a una historia más sensible a los detalles, mejor dispuesta a los acontecimientos
políticos, y más atenta al oficio historiográfico. Se produjo el retorno a la narración como
forma de escritura de la historia que hace visible los ejes del relato histórico: temporalidad
e interpretación9. La mirada de los historiadores y otros cientistas sociales se posó,
entonces, en lo excepcional o anómalo (la brujería, la locura, lo criminal), hizo visibles
actores o fenómenos hasta entonces ignorados (las mujeres, la vida cotidiana, la literatura
popular) y atendió a sujetos "normales" protagonizando negociaciones o transgresiones
respecto a las imposiciones del poder material o simbólico10.
3. Historia y memoria
Tiempo después, los aportes de Halbwachs fueron retomados por Pierre Nora para delimitar
las diferencias y funcionamientos específicos de la historia y la memoria presentando una
oposición entre ambas. Para Nora, la memoria es la vida en evolución permanente, abierta
al recuerdo y a la amnesia, vulnerable a las manipulaciones y susceptible de estar latente y
de revitalizarse. La historia, por el contrario, es la operación intelectual de análisis crítico
que evita censuras, encubrimientos o deformaciones. Nora planteó que "la memoria es un
absoluto y la historia no conoce sino lo relativo"15 por lo que la relación que se establece es
la de una historia distanciada de la memoria que toma a esta última para analizarla,
reconstruirla científicamente y desacralizarla16.
Como forma de superar la oposición y la analogía entre historia y memoria, otros autores
han hablado de un diálogo, de una conjunción nutrida entre ambas. Es el caso de Paul
Ricoeur quien entiende que historia y memoria son dos formas de representación del
pasado gobernadas por regímenes diferentes: la historia aspira a la veracidad mientras que
la memoria pretende la fidelidad18. La historia basa su pretensión de veracidad en su
función crítica sostenida en tres niveles: documental, explicativo e interpretativo 19. Los
historiadores buscan pruebas documentales para reconstruir los hechos históricos
explicando sus causas, motivos y razones para encadenarlos en la escritura historiográfica.
En este caso, los testimonios, las fuentes orales, las memorias son sometidas a los
resguardos metodológicos de los historiadores como cualquier otra fuente. La memoria, por
su parte, se afana en recuperar celosamente las experiencias de los testigos, en las
historias mínimas, próximas y vitales, en reconocer su carácter único e irremplazable.
Ante estas lógicas tan diferentes, Ricoeur señala que no se trata de plantear una
contraposición de virtudes sino de un vínculo dialéctico, de interpelación e influencia. En
este diálogo, la historia intenta "normalizar" la memoria al enmarcarla dentro de un relato
más general y global. Por su parte, la memoria pretende "singularizar" la historia en la
medida en que es indiferente a las reconstrucciones de conjunto y escasamente proclive a
las comparaciones, contextualizaciones y generalizaciones20. Allí donde el historiador ve
una etapa de un proceso, un testimonio muestra un acontecimiento singular, incomparable
y superlativo21. En este diálogo, no puede subsumirse la historia a la memoria (como si
ésta última remitiera a las vivencias "auténticas") ni tampoco preferir la historia (como si
ella asegurara eludir las "trampas" de la memoria). Lo que se produce es una interacción
mutuamente cuestionadora que somete a la memoria a la dimensión crítica de la historia y
coloca a la historia en el "movimiento de la retrospección y el proyecto" de la memoria22.
Visto desde la historia, la relación con la memoria puede construirse de varias formas: la
memoria puede ser recurso para la investigación en el proceso de obtener y construir
"datos" sobre el pasado23; puede ser un espacio que es "corregido" o normalizado por la
historia (aunque sin caer en la ilusión de que la historiografía asegura ‘la verdad') y
finalmente, la memoria puede ser objeto de estudio de la historia24. Desde el lado de la
memoria, ésta le puede señalar a la historia qué temas debe investigar, preservar y
transmitir (especialmente en trozos del pasado que se conservan a través de la
rememoración) proporcionándole el hilo de Ariadna25.
4. Memoria y memorias
La noción de memoria hace alusión a múltiples cuestiones y a una amplia gama de
experiencias y procesos. De una parte, y habitualmente, es referida como atributo o
capacidad personal e íntima para conservar recuerdos, ideas, datos, etc. De otra, alude a
un proceso y a un contenido social y colectivo.
Tomando la memoria en esta última dimensión, surgen dos definiciones: por un lado, la
que pone el énfasis en lo que se recuerda y se conserva, y, por otro, la que entiende a la
memoria como proceso activo de recuperación o re-construcción simbólica del pasado. Para
muchos autores, la memoria puede considerarse en una faz "habitual" (comportamientos
regulares, hábitos y formas de expresión compartidos socialmente) y en su dimensión
"narrativa", es decir, como capacidad de elaborar sentidos sobre el pasado donde operan la
selección y el olvido. A esta distinción, Yerushalmi agrega que la memoria es aquello que
permanece esencialmente ininterrumpido mientras que la reminiscencia designa el retorno
y recuperación de lo que alguna vez se avasalló y fue olvidado27. Así, estas definiciones
hacen hincapié en dos sentidos diferentes: la memoria como conjunto de representaciones
y narrativas y la memoria como imperativo ético.
A esto, se suman otros dos órdenes diversos que muchas veces aparecen entremezclados
en los debates sobre el tema: de una parte, la noción de memoria como categoría social
(discursos, recuerdos, representaciones), y, de otra, en su dimensión (inter)disciplinar,
esto es, como herramienta teórico-metodológica de un campo que se dedica a su estudio.
La noción de "memoria colectiva" ha sido largamente discutida puesto que tiene dos
problemas: por un lado, puede transmitir la imagen de una entidad reificada por fuera de
los individuos y de las luchas sociales y, por otro, puede dar una idea de construcción
homogénea y unívoca. Esto es problemático porque
Esto se conecta con los conceptos de memoria "débil" y "fuerte", propuestos por Traverso,
es decir, con memorias de diversa visibilidad y fuerza que, lejos de ser propiedades fijas,
van mutando en el tiempo. La memoria de la Shoah es un ejemplo del paso de una
memoria débil a una fuerte que actualmente se ha convertido en una especie de "religión
civil del mundo occidental"32. Aun cuando es difusa, ambigua y problemática, algunos
autores coinciden en señalar que la categoría "memoria colectiva" es más expresiva que
explicativa y resulta operativa para designar ciertas formas de conciencia del pasado
aparentemente compartidas por un conjunto de individuos a fin de dar cuenta de ciertos
acontecimientos memorizados u olvidados por una determinada sociedad33.
Respecto a "qué" se recuerda y olvida, podemos decir que participan en ello creencias,
saberes, patrones de comportamiento, sentimientos, experiencias, emociones. Todos ellos
son transmitidos, recibidos y modificados en la interacción social, en los procesos de
socialización (por ejemplo, la escuela) y en otras prácticas grupales. En general, la
memoria y el olvido, la conmemoración y el recuerdo, se tornan cruciales cuando se
vinculan a acontecimientos de carácter político y a situaciones de represión, sufrimiento
colectivo y aniquilación34.
Para finalizar, resta decir que en la literatura académica dedicada a la memoria coexisten
variadas denominaciones para referir a su dimensión de conjunto: "memoria(s)", "memoria
social", "memoria colectiva", "memoria histórica"38. Por nuestra parte, y para este artículo,
hemos optado por el término "memoria" considerando siempre el carácter plural y
heterogéneo y atendiendo a su naturaleza inacabada y en construcción.
5. Memoria y olvido
El olvido "evasivo" es un intento de eludir el recuerdo que puede herir y que muchas veces
se presenta en momentos posteriores a guerras, masacres y genocidios. Más que olvido, se
trata de silencio. Es el recuerdo de lo "indecible" de los sobrevivientes de los campos de
concentración, que necesitan del silencio para reencontrar un modus vivendi en un pueblo o
ciudad que asistió a su deportación y para evitar transmitir a sus hijos el sufrimiento vivido.
Es el recuerdo "vergonzoso", por ejemplo, de quienes silencian o son silenciados por la
estigmatización y el rechazo. Es el recuerdo "prohibido" que se esconde y no puede
escucharse en medio de la represión de un régimen totalitario44. Pero los recuerdos
dolorosos, los recuerdos no-dichos no se pierden: son guardados o circulan
clandestinamente. Los silencios se quiebran cuando los testigos sienten que van a
desaparecer –y no quieren que esos recuerdos se pierdan– o cuando se produce un cambio
de régimen político. Allí se abre un período para hablar y escuchar.
Por último, el olvido "liberador" es aquel que nos permite vivir habitualmente puesto que la
memoria total es imposible. Es el que permite liberarnos de la "carga" del pasado para
poder mirar el futuro. Es el olvido que reclamaba Nietzsche frente a la "fiebre histórica"
inútil para la vida45, una manía memorialista que también denuncia Huyssen a principios del
siglo XXI46. Surgen entonces, frente a estos diversos "olvidos", otras preguntas: ¿cuáles
son los contornos de la memoria? ¿En qué lugar delinear los límites de la conservación y la
supresión? Hay necesidad de memoria, frente a sus "asesinos", como denunciaba Vidal-
Naquet47. Hay "abusos de memoria"48, por las repeticiones literales de hechos pasados que
se cristalizan en el presente. Se registra una "superabundancia" de memoria49, evidente en
la fiebre conmemorativa. También ha habido, para muchos, "deber de memoria"50.
Diversos actores sociales, con diferentes vinculaciones con el pasado, construyen e intentan
legitimar y transmitir una narración de sentido sobre ese pasado. Entre estos actores se
destacan los agentes estatales quienes han tenido un papel central en la elaboración de
una "historia nacional y una memoria oficial". En los Estados-nación una de las operaciones
simbólicas más importantes fue la elaboración de un gran relato nacional para la cohesión
del conjunto social a través de un mito colectivo identitario que definía y reforzaba
sentimientos de pertenencia. En este proceso, la historiografía ocupó un lugar privilegiado
produciendo una versión "oficial" del pasado58. Esta memoria narrativa del pasado "común"
fue la que la escuela se encargó de transmitir a través de la enseñanza de la historia y las
ciencias sociales y por medio de la instrucción cívica desde la instauración de estas
disciplinas en la escuela.
Actualmente, resulta más difícil afirmar que la historiografía ocupa el lugar de constructora
de una memoria nacional. En nuestros días, los historiadores no sólo no tienen la potestad
para establecer un "historia oficial" sino que, además, muchos se han centrado en examinar
las "tradiciones inventadas" por los Estados nacionales, convirtiendo a la nación en un
problema de investigación59. Tampoco los historiadores dominan el campo de producción de
narrativas en el caso de los pasados más recientes de fuerte conflictividad social y política
aunque, al mismo tiempo, su papel ético y político es reclamado en los debates públicos60.
Esto es así porque los intelectuales no son los únicos capaces de elaborar narrativas sobre
el pasado, hecho evidente en la proliferación de acercamientos desde otros campos
culturales como la literatura, el cine, el teatro, etc.
Como señala Jelin, "las aperturas políticas, los deshielos, liberalizaciones y transiciones
habilitan una esfera pública y en ella se pueden incorporar narrativas y relatos hasta
entonces contenidos o censurados"61 y entonces aparecen las luchas por la memoria, por el
sentido del pasado, en las que participan actores diversos y plurales con demandas y
reivindicaciones múltiples. Por esto mismo, aunque la memoria es un espacio que
reiteradamente se define en términos de lucha ‘contra el olvido', ‘contra el silencio', o ‘para
no repetir', estas consignas esconden una oposición entre distintas memorias rivales (cada
una de ellas con sus propios olvidos), esto es, "memoria contra memoria"62.
Además de las fechas, están las marcas en el espacio, los lugares de y para la memoria:
monumentos, plazas, memoriales, murales, placas recordatorias son materializaciones de la
memoria. En este plano, existen luchas por las reapropiaciones de ciertos lugares, por el
reconocimiento y la preservación y por el contenido a transmitir en esos espacios65.
Pensar las construcciones y luchas por la memoria –con sus disputas, conmemoraciones,
rituales y lugares– así como en sus usos posibles –literales o ejemplares– resulta de vital
importancia para acercarnos a la construcción, transmisión y trabajo con la memoria en la
escuela.
Fue sobre todo a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial que comenzaron a trabajarse
dimensiones hasta entonces desatendidas por la historiografía tales como la vida cotidiana,
la historia de las mujeres, del mundo del trabajo, las historias regionales, las experiencias
migratorias, etc. Asimismo, al tiempo que los historiadores fueron liberándose de los
prejuicios positivistas –que predicaban la imposibilidad de hacer historia reciente por la
inexistencia de una perspectiva temporal adecuada y por la desaconsejable implicación con
el objeto de estudio– fueron institucionalizándose diversos espacios dedicados a la
investigación del pasado más cercano69.
Estos nuevos temas, muy diferentes a la historia lejana de los grandes personajes, hicieron
necesario reformular las formas de investigar y exigieron incorporar nuevas fuentes. Así, y
con especial fuerza en los años 60 y 70, surgió la denominada "Historia oral", una
metodología que produce y utiliza testimonios orales en la investigación historiográfica. El
fenómeno de la historia oral estuvo ligado a la aparición de testimonios de sobrevivientes
del genocidio nazi aunque también fue haciéndose extensivo a otros temas y procesos
históricos, no necesariamente traumáticos, que permitían dar cuenta de experiencias
individuales y subjetivas de las transformaciones del siglo XX.
Habida cuenta del desarrollo y extensión de la historia oral, la historiografía –y con ella
otras ciencias sociales– ha reflexionado profundamente sobre sus potencialidades y límites
así como en las características de sus fuentes70. Así, entre otras potencialidades, se ha
remarcado cómo la historia oral permite acceder a las experiencias directas de diversos
actores sociales y posibilita ver con más claridad sus subjetividades. Asimismo, en el cruce
de los testimonios con otras fuentes históricas puede apreciarse cómo los contextos
influyen en las vidas de las personas al tiempo que es posible advertir cómo esas personas
despliegan estrategias frente a esos contextos. Además, y como ya señalamos, se ha
destacado que esta historia permite reconstruir aspectos y procesos históricos antes
desatendidos por la historiografía –tanto por la falta de documentos escritos como por la
falta de preocupación por la "historia desde abajo"–.
Entre los límites, se ha señalado que las fuentes orales son esencialmente subjetivas y, por
lo mismo, están sometidas al olvido, la distorsión y el error. Sin embargo, y como afirma
Alessandro Portelli,
Asimismo, se ha subrayado que los testimonios orales producen cierta "fascinación" por la
aparente facilidad de acceso a los datos y por la potencia y legitimidad fundada en la
posición del testigo que emerge como portador de la verdad por el hecho de haber "visto" o
"vivido" directamente tal o cual evento o experiencia72. Esto coloca a las fuentes orales
frente al peligro de su uso acrítico: los testimonios que hablan del horror y del dolor pueden
quedar encerrados en una "cristalización" inabordable mientras que los que hablan de
experiencias de vida pueden producir la distorsión de ser considerados como reflejo "fiel"
de la historia. Como se verá más adelante, una reflexión similar, sobre las posibilidades y
los límites de la historia oral, se ha dado en el campo educativo por cuanto esta historia
adoptó una fuerte presencia en la escuela y, sobre todo, en la enseñanza de la historia.
Más tarde, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la historia y las ciencias sociales en la
escuela buscaron formar al "ciudadano-participante" a través de un conjunto de saberes y
capacidades para la participación activa en el sistema democrático. Aunque en muchos
casos la enseñanza de la historia siguió reproduciendo relatos cerrados a fin de moldear
consciencias y comportamientos75, la memoria adoptó nuevos sentidos. En un primer
momento, mantuvo un espíritu reinvindicativo: el fin de la Segunda Guerra Mundial era la
manifestación del triunfo de la democracia en el que subyacía una cierta esperanza y en el
que cabía la exaltación. Más tarde, cuando se reactivó el debate en torno al genocidio nazi
hacia 1980 –por la aparición de testimonios y la profusión de aniversarios y recordatorios
del Holocausto–, la memoria tomó otro cariz: el convencimiento del fracaso del proyecto
ilustrado76.
En el campo escolar, por su parte, hace tiempo se viene pensando cómo liberarse de esa
historia plagada de figuras heroicas a la vez que despolitizada por falta de conflictos y
entramado social. Así, se busca una narrativa que sea simultáneamente aglutinadora y
plural, que permita unir sin homogeneizar ni borrar diferencias, que pueda dar cabida a la
diversidad étnica, social y cultural que caracterizan a nuestras sociedades en la actualidad.
En este sentido, creemos que la posibilidad de un relato plural, de una narrativa inclusiva
que nos posibilite "sentir" que formamos parte de una comunidad y de la construcción de
su futuro, no debería presentarse como contrapuesta a una historia para "pensar" y
problematizar.
Por otro lado, en la escuela aparece fuertemente la noción de memoria asociada al pasado
cercano y traumático donde ya no hay héroes sino víctimas. En este sentido, y en el caso
europeo, Auschwitz78 se presenta sintetizando el exterminio nazi y condensando, por
extensión, las guerras, totalitarismos, genocidios y crímenes contra la humanidad del siglo
XX79. En la perspectiva latinoamericana, las experiencias de los Estados terroristas de los
años 70 y 80 del siglo XX se vinculan con pasados dolorosos y abiertos que imponen
ineludibles desafíos morales y políticos. Así como para el mundo académico el genocidio
nazi ha constituído un quiebre en su reflexión, en el mundo escolar ha pasado a ser
considerado un saber básico que todos los estudiantes deberían comprender80. Tal sentido
de la memoria en la escuela es visible, por ejemplo, en las recomendaciones del Consejo
Europeo y en distintas propuestas que ha impulsado en los últimos años81. Así, por medio
de diversos proyectos82, la historia más reciente resulta un contenido escolar ineludible y la
memoria un deber fundamental de la escuela.
La discusión en torno a esta memoria ha sido cómo sortear los riesgos de la sacralización.
¿De qué manera evitar quedar encerrado en la experiencia intransitiva de una memoria
literal que sólo habilita la preservación (puesto que de otro modo se profanaría)? 83. El
debate en el campo escolar se ha centrado, también, en cómo evitar la pedagogización en
términos de cristalización, cómo evitar la simplificación de creer que conocer garantiza "no
repetir" cuando lamentablemente el siglo XX –y lo que va del siglo XXI– demuestra que la
memoria no garantiza "profilaxis". Al mismo tiempo, la escuela se plantea de qué modo ha
de sustentar su papel ético y político evitando tanto los discursos bien intencionados como
aquellas posiciones pesimistas que aseveran que la escuela ya no tiene poder en la
formación de representaciones. Por nuestra parte, creemos que si bien la escuela ha
perdido potencia "simbólica", la enseñanza de la historia está convocada y debe esmerarse
en buscar los mejores recursos para multiplicar las preguntas, plantear problemas y
continuar debatiendo imaginarios socialmente sedimentados y anquilosados. No es fácil,
pero no podemos sustraernos a este desafío.
Dadas las diversas memorias que aparecen en la escuela, entendemos que un desafío
interesante para la enseñanza de la historia y las ciencias sociales es que estas nociones de
la memoria aparezcan y se entrecrucen en ella. Esto es así puesto que estas memorias
necesariamente se relacionan: no resulta posible sostener una crítica "antigenealógica"
sobre la memoria nacional sin revisar el trabajo sobre las memorias traumáticas del siglo
XX. De la misma manera, no es posible tomar la memoria de los protagonistas "anónimos"
de la historia más contemporánea insertando las voces de los protagonistas en el tejido
histórico y social sin que esto nos haga examinar y cuestionar la historia nacional "oficial".
Benoît Falaize, en "La enseñanza de la Shoah ante otros temas controvertidos en la escuela
francesa" también destacó la relación entre historia, memoria y enseñanza de la historia.
Tomando el caso de la Shoah, punto insoslayable de la reflexión europea sobre la violencia
del siglo XX, el autor puntualiza cuáles son las dificultades y riesgos de la enseñanza de
éste y otros temas controvertidos y socialmente vivos. A partir de su análisis, propone
algunas pistas didácticas para tratar los temas sensibles en clase de historia basadas en la
problematización, la rigurosidad conceptual y la relación de saberes –no solo
historiográficos– necesarios para su tratamiento. La propuesta de fondo de Falaize es,
retomando a Paul Ricoeur, pensar una "pedagogía justa de la historia", que pueda construir
una historia crítica sin desestimar la fuerza social de la memoria en juego, que pueda ser
fiel al pasado sin negar su verdad.
10. Conclusiones
La relación entre historia y memoria fue abordada por todas las contribuciones señalando la
necesidad de conocer, comparar y trabajar sus lógicas y aspiraciones diferentes en torno al
pasado. Sin caer en la competencia entre ambas o la preferencia por una de ellas, la opción
educativa parece establecerse en el espacio de la necesaria interacción entre historia y
memoria, recordando que la historia no puede juzgar a la memoria sino comprenderla e
integrarla en un relato más denso y plural comprendiendo que la memoria colectiva es un
hecho social que no se puede negar ni excluir.
La relación entre historia, memoria y testimonios fue analizada en términos del valor
educativo de la historia oral en la escuela y en la necesidad de evitar un acercamiento
ingenuo a esas fuentes. Por ello, se propuso una enseñanza de la historia y las ciencias
sociales sensible a los protagonistas y un trabajo con la memoria que finalmente se dirija a
potenciar el conocimiento histórico.
La relación entre historia, memoria e identidades apareció también en los aportes y debates
de las citadas jornadas donde se coincidió en señalar de qué manera la historia y la historia
escolar en muchos países (tanto europeos como latinoamericanos) se asentaron en un
relato y una memoria homogeneizadores y excluyentes. Por lo mismo, se acordó en la
necesidad de discutir a qué construcción identitaria abona hoy la escuela.
En estrecho vínculo con lo anterior, apareció también en el debate la relación entre historia,
memoria y temas socialmente vivos. A partir de las investigaciones compartidas en las
Jornadas, apareció con claridad cómo, ante estos temas problemáticos y abiertos, se vuelve
necesario tener en cuenta las representaciones sociales, las prácticas escolares, las
representaciones de profesores y alumnos, al tiempo que resulta inevitable aceptar el
carácter controversial de la historia y la memoria.
Desde luego, los aportes hasta aquí señalados no agotan el tema pero permiten abrir un
debate fecundo y necesario para la enseñanza de la historia y las ciencias sociales que
deberá ser profundizado en los próximos años. Siete años después, pensamos que nuestra
reflexión sigue siendo válida y puede ser útil para plantearse de manera rigurosa la relación
entre memoria e historia en la enseñanza de la ciudadanía.
Notas
3
Didier Guivarc'h, "La mémoire collective. De la recherche à l'enseignement", en: Cahiers
d'histoire immédiate 22 (2002) http://w3.univ-
tlse2.fr/grhi/cahier/select_articles/guivarch.htm(4 de febrero de 2009).
4
Enzo Traverso, Els usos del passat. Història, memòria, política (València: PUV, 2006).
5
Marina Franco y Florencia Levín, "El pasado reciente en clave historiográfica", en Marina
Franco y Florencia Levín, comps., Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo
en construcción (Buenos Aires: Paidós, 2007).
6
Andreas Huyssen, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de
globalización (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002).
7
Enzo Traverso, Els usos del passat…,16.
8
El concepto "giro lingüístico" engloba autores y estudios que han reconsiderado la
importancia del lenguaje y la narración en la construcción historiográfica. El arco es amplio
e incluye extremos como Hyden White que considera que un texto historiográfico es
análogo a un texto de ficción.
9
Peter Burke, "Historia de los acontecimientos y renacimiento de la narración", en Peter
Burke (ed.) Formas de hacer Historia (Buenos Aires: Alianza, 1993).
10
Las referencias aquí son múltiples. Citamos, a modo de ejemplo, la obra El queso y los
gusanos de Carlo Guinzburg, El queso y los gusanos, (Barcelona: Muchnik, 1981).
11
Beatriz Sarlo, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una
discusión (Buenos Aires: Siglo XXI, 2005).
12
Enzo Traverso, El usos del passat…
13
François Dosse, La historia. Conceptos y escrituras (Buenos Aires: Nueva Visión, 2004).
14
Maurice Halbwachs, La memoria colectiva (Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza,
2004).
15
Pierre Nora, "Entre mémoire et histoire. La problématique des lieux", en Pierre Nora
(dir.) Les lieux de mémoire, (Paris: Gallimard, 1984): XIX.
16
Sobre esta idea, Nora emprendió la dirección de Les lieux de mémoire, en la que se
reformulaba la historia nacional francesa a partir de paisajes, símbolos, monumentos,
instituciones, etc.
17
Esto fue señalado, por ejemplo, por Perry Anderson para la propia obra de Nora que fue
criticada por el poco espacio que el historiador otorgó a la Francia colonial (citado por
EnzoTraverso, El usos del passat…).
18
Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido (Madrid: Trotta, 2003).
19
Paul Ricoeur, La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (Madrid: Arrecife UAM,
1999).
20
Enzo Traverso, El usos del passat…
21
Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria (Barcelona: Paidós, 2000). Todorov señala
que este argumento es frecuente en el debate sobre el exterminio de los judíos perpetrado
por los nazis, donde la comparación con otros genocidios resulta ofensiva porque parece
minimizarlo y atenuarlo. El autor critica esta postura y habla de los riesgos de una
"memoria literal".
22
Paul Ricoeur, La lectura del tiempo pasado…,52.
23
Philippe Joutard señala que no hay historia de las violencias extremas sin el recurso a la
memoria de los salvados. Cuando faltan archivos y fuentes escritas, los testigos se
convierten en piezas claves para la reconstrucción de esas experiencias no sólo en el
espacio historiográfico sino también en el jurídico. Philippe Joutard, "Memoria e historia
¿cómo superar el conflicto?", Historia, antropología y fuentes orales, Vol. 38 (2007): 115-
122.
24
Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria (Madrid: Siglo Veintiuno, 2002).
25
Philippe Joutard, "Memoria e historia…
26
Enzo Traverso, El usos del passat…
27
Yosef Yerushalmi, "Reflexiones sobre el olvido", en: AA.VV, Usos del olvido (Buenos
Aires: Nueva Visión, 1989), 16.
28
Michael Pollack, Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a
situaciones límites (La Plata-Argentina: Ediciones Al Margen, 2006).
29
Elizabeth Jelin, Los trabajos…
30
Paul Ricoeur, La lectura del tiempo pasado…,21.
31
Elizabeth Jelin, Los trabajos…,5-6.
32
Enzo Traverso, El usos del passat…,72.
33
Joël Candau, Antropología de la memoria (Buenos Aires: Nueva visión, 2002).
34
Elizabeth Jelin, Los trabajos…,10-11.
35
Les cadres sociaux de la mémoire, obra anterior a La mémoire collective, fue publicada
en 1925 y reeditada en 1994.
36
El lenguaje es un marco que aporta convenciones verbales con poder evocador: así, por
ejemplo, Bastille evoca la Revolución francesa; Auschwitz, al Genocidio nazi; Villa Grimaldi
a la dictadura chilena, la ESMA, a la última dictadura militar en Argentina, etc.
37
Sobre las diversas memorias en torno al 12 de octubre y las diversas historias escolares
al respecto, pueden verse los trabajos de Mario Carretero, Documentos de identidad. La
construcción de la memoria en el mundo actual (Buenos Aires: Paidós, 2007) y Mario
Carretero, Alberto Rosa y María Fernanda González, Enseñanza de la historia y memoria
colectiva (Buenos Aires: Paidós, 2006).
38
El concepto "memoria histórica" es más utilizado en España. José Maria Ruiz Vargas la
define como "la recuperación de la verdad desde la memoria herida de las víctimas" José
María Ruiz Vargas, "Trauma y memoria de la Guerra Civil y de la dictadura
franquista", Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, No. 6. (2006): 39 Pueden
verse más referencias de su utilización en la Revista Hispania
Nova http://hispanianova.rediris.es, y en la Revista Historia Actualhttp://www.historia-
actual.com.
39
Yosef Yerushalmi, "Reflexiones…,17.
40
Tzvetan Todorov, Los abusos…,15-16.
41
Yosef Yerushalmi, "Reflexiones…,16.
42
Paul Ricoeur, La historia… y Paul Ricoeur, La lectura del tiempo pasado…
43
La voluntad política de olvido puede llevar a posiciones paradójicas como la frase de
Himmler a propósito de la "solución final": "una página gloriosa de nuestra historia que
nunca ha sido escrita y que jamás lo será". Citado por Tzvetan Todorov, Los abusos…,13.
44
Michael Pollack, Memoria, olvido, silencio…
45
Friedrich Nietzsche, Segunda consideración intempestiva. Sobre la utilidad y los
inconvenientes de la Historia para la vida (Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2006 [1873]).
46
Andreas Huyssen,En busca del futuro perdido…
47
Pierre Vidal Naquet, Los asesinos de la memoria (Madrid: Siglo XXI, 1994).
48
Tzvetan Todorov, Los abusos…
49
Jöel Candeau, Antropología…69.
50
Primo Levi, Los hundidos y los salvados (Barcelona: Muchnik Editores, 2001). El
imperativo de "deber de memoria" se conecta estrechamente con la experiencia
concentracionaria de las víctimas del nazismo, desde donde surgió una abundante literatura
que articula silencios, testimonios, narrativas personales, traumas, etc. Primo Levi se
reconoció en el deber de la memoria, en la obligación de hablar de inmediato, impelido por
una "delegación" en su carácter de sobreviviente. Sin embargo, Si esto es un hombre,
escrito por Levi al volver de Auschwitz fue rechazado por varias editoriales. En 1958, al ser
publicado por Einaudi, el libro alcanzó resonancia internacional. Véase: Daniel Lvovich,
"Historia reciente de pasados traumáticos. De los fascismos y colaboracionismos europeos a
la historia de la última dictadura argentina", en: Marina Franco y Florencia Levín
(comps.) Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción (Buenos
Aires: Paidós, 2007).
51
Michael Pollack, Memoria, olvido, silencio… Otro ejemplo de esta apertura a la escucha es
el caso de los republicanos y republicanas españoles en campos de concentración nazi,
cuyos primeros testimonios aparecen en 1977 y se multiplican después de 2000. Pueden
verse las referencias en Joan Pagès y Montserrat Casas, Republicans y republicanes als
camps de concentració nazi. Testimonis i recursos didàctics per a l'ensenyament
secundari(Barcelona: Institut d'Educació - Ajuntament de Barcelona, 2005).
52
Elizabeth Jelin, Los trabajos…98.
53
Susan Sontag, Ante el dolor de los demás (Madrid: Alfaguara, 2003): 134.
54
Beatriz Sarlo, Tiempo pasado…,26.
55
La autora retoma los aportes de conceptualizaciones psicoanalíticas de Freud (trabajo de
duelo, de recuerdo y de elaboración) y la lectura de Ricoeur.
56
Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos
históricos (Barcelona: Paidós, 1993).
57
Michael Pollack, Memoria, olvido, silencio…,18.
58
Benedict Anderson, Comunitats imaginades. Reflexions sobre l'origen i la propagació del
nacionalisme (València: Afers, 2005). Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde
1780 (Barcelona: Crítica, 1991). En este proceso, aparecían algunas luchas por la memoria
entre actores o colectivos que reclamaban (y reclaman) reconocimiento y legitimidad, es
decir, un "lugar" en la historia. Es el caso de colectivos que fueron oprimidos o marginados
como los pueblos indígenas en América latina, los afro-descendientes en Estados Unidos,
etc.
59
Elías Palti, La nación como problema. Los historiadores y la "cuestión nacional" (Buenos
Aires: Fondo de cultura económica, 2002).
60
Incluso también en ciertos procesos judiciales, como en Francia a propósito del caso
Papon -funcionario acusado de la deportación de judíos durante la ocupación alemana-
Véase Enzo Traverso, El usos del passat…
61
Elizabeth Jelin, Los trabajos….42.
62
Elizabeth Jelin, Los trabajos….6.
64
El 11 de septiembre es una fecha sin duda conflictiva en Chile, donde el mismo hecho –el
golpe militar de Pinochet en 1973– es recordado de diferentes maneras por la izquierda y
por la derecha, por el bando militar y por el movimiento de derechos humanos. Azun
Candina, "El día interminable. Memoria e instalación del 11 de septiembre de 1973 en
Chile", en: Elizabeth Jelin (comp.), Las conmemoraciones: las disputas en las fechas «in-
felices» (Madrid: Siglo XXI, 2002b).
65
Victoria Langland y Elizabeth Jelin (comps.), Monumentos, memoriales y marcas
territoriales (Madrid: Siglo XXI, 2003).
66
Elizabeth Jelin, Las conmemoraciones…,2.
67
En el caso español, esto fue evidente en 2005 cuando se retiró la estatua ecuestre de
Franco situada en el centro de Madrid. Las disputas por la memoria fueron allí explícitas y
cargadas de sentidos políticos sobre el pasado y el presente.
68
Tzvetan Todorov, Los abusos…
69
Por ejemplo, el Institut d'Histoire du Temps Présent, creado en Francia en 1978, el
Institut für Zeitgeschichte (Alemania) y el Institut of Comntemporary British History (Gran
Bretaña). Véase la reseña de estos espacios institucionales en Julio Aróstegui, La historia
vivida. Sobre la historia del tiempo presente (Madrid: Alianza, 2004).
70
Por ejemplo, en la revista Historia, Antropología y Fuentes Orales, editada en Barcelona.
71
Alessandro Portelli, "Lo que hace diferente a la historia oral", en: Dora Schwarzstein
(comp.) La historia oral.(Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1991): 42-43.
72
Jaume Peris Blanes, citado por Marina Franco y Florencia Levín, El pasado reciente…,45.
73
Christian Laville es quien propone esta distinción entre "citoyen-sujet" y "citoyen-
participant" para referirse a las diferentes finalidades formativas de la historia en la
escuela. Cristhian Laville, "La guerre des récits. Débats et illusions autour de
l´enseignement de l´histoire", en: Henro Moniot y Maciej Serwanski, L´histoire et ses
fonctions. Une pensée et des practiques au présent (París: L´Harmattan, 2000).
74
En los casos europeos, la conformación de los estados nacionales con sus memorias
oficiales reunió grupos diversos en un solo conjunto. Para el caso latinoamericano, significó
separar pueblos en distintos países con fronteras largamente discutidas y batalladas.
75
Christian Laville, "La guerre des récits…; Mario Carretero, Documentos…
76
Manuel Cruz, "Recordamos mal", en: Cómo hacer cosas con recuerdos. Sobre la utilidad
de la memoria y la conveniencia de rendir cuentas (Buenos Aires: Katz editores, 2007).
77
José Borrás Llop, "Fuentes orales y enseñanza de la historia. Aportaciones y
problemas", Historia y fuente oral No. 2 (1989), 137-151.
78
Para muchos, Auschwitz se ha convertido en un término alternativo al de Holocausto y
Shoah largamente discutidos. El término Holocausto era usado tradicionalmente para
referirse a los rituales en que se ofrendaba un animal en sacrificó para los dioses. Por eso,
muchos consideran inaceptable su utilización para hablar del exterminio nazi. Shoah es un
término hebreo que significa catástrofe, calamidad. Para algunos tampoco es apropiado
porque, por un lado, es un término asociado a un fenómeno natural y no uno producido por
seres humanos y, por otro, se considera que es privativo del ámbito judío lo que le resta
universalidad. Muchos autores han preferido hablar de genocidio, término incorporado en la
Convención Internacional de 1948 de la ONU para referirse a la destrucción total o parcial
de un grupo de personas que comparten características comunes (nacionalidad, etnia, raza,
religión, ideología, etc.)
79
Theodor Adorno fue uno de los primeros en utilizar el nombre de Auschwitz para definir
la fábrica más grande de muerte conocida en la historia, colocándolo, además, en el mundo
educativo al airmar que "la exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas
las que hay que plantear a la educación". Theodor Adorno, "La educación después de
Auschwitz", en: Educación para la emancipación. Conferencias y conversaciones con
Hellmut Becker(1959-1969) (Madrid: Morata, 1998): 79.
80
Howard Gardner, La educación de la mente y el conocimiento de las disciplinas. Lo que
todos los estudiantes deberían comprender (Barcelona: Paidós, 2000).
81
El Consejo Europeo deine la educación como el espacio para introducir en la práctica
cotidiana los principios de los derechos del hombre, la democracia, la tolerancia,el respeto
mutuo, el Estado de derecho y la resolución pacífica de los conflictos. Pueden verse los
documentos y propuestas en http://hub.coe.int/web/coe-portal.
82
Véanse, por ejemplo, los programas "Enseñar la memoria: educación para la prevención
de crímenes contra la humanidad", "Enseñanza de la historia", "Educación para la
ciudadanía democrática", entre otros. Para un análisis exhaustivo de estas propuestas,
véase el trabajo de Joan Pagès, "El lugar de la memoria en la enseñanza de la historia",
Iber. Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia, No. 55, (2008).
83
Tzvetan Todorov, Los abusos…
84
José Borrás Llop, "Fuentes orales…
85
Para un panorama de los temas de la investigación en didáctica de la historia y las
ciencias sociales en el mundo anglófono, francófono, italiano y español pueden verse los
trabajos de Joan Pagès, "Líneas de investigación en didáctica de las ciencias sociales", en:
Pilar Benejam y Joan Pagès (coords.) Enseñar y aprender ciencias sociales, geografía e
historia en la educación secundaria (Barcelona: Horsori) y Rodrigo Henríquez y Joan Pagès,
"La investigación en didáctica de la historia", Educación XXI, No. 7 (2004) 63-83. Para el
caso de Latinoamérica, véase Sebastian Plà y Joan Pagès (comps.) (en prensa) La
investigación en la enseñanza de la historia en América Latina(México: Publicaciones de la
Universidad Pedagógica Nacional y Bonilla Artigas Editores).
86
Henri Moniot y Maciej Serwanski, L´histoire et ses fonctions...
87
Nicole Tutiaux y Didier Nourrison, Idéntités, mémoires, conscience historique (Lyon :
Publications de l'Université de Saint-Étienne, 2003).
88
Mario Carretero, Alberto Rosa y María Fernanda González, La enseñanza…
89
Mario Carretero, Documentos…
90
Raimundo Cuesta, Los deberes de la memoria en la educación (Barcelona: Octaedro,
2007).
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(comp.) La historia oral. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina,
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Yerushalmi, Yosef. "Reflexiones sobre el olvido". En: AA.VV. Usos del olvido. Buenos Aires:
Nueva Visión, 1989. [ Links ]
[Paulovich ]
La noticia de perfil
El grito de Abaroa
-
La novel periodista me preguntó si yo lanzaba carajazos cuando estoy irritado o cuando quiero
mostrarme tal como soy al describir situaciones extremas, a lo que respondí: más vale un
carajazo a tiempo que mil razones expresadas con delicadeza, tal cual sucedió en ese momento
que no tiene parangón en nuestra Historia, donde los patriotas de fachada predican: “más vale
una retirada a tiempo que una derrota vergonzosa”, que posiblemente sea pronunciada por los
falsos héroes de nuestra política actual, donde la valentía de algunos sólo es demostrada
cuando pelean con una mujer.
Iba a dar por concluida esta columna, cuando la púdica cholita me dijo “parece que ahora los
carajazos solo sirven para ocasiones muy contadas, que en el vocabulario de la actualidad se
llaman “ampliados”, “cumbres” y “asambleas”, cuando se juntan los íntimos del poder con las
organizaciones sociales, de las cuales participa el vicepresidente Álvaro García Linera o el
exministro de la presidencia Juan Ramón Quintana, quienes no gustan de carajear en público,
pero lo hacen cuando no los escucha la prensa.
Al grito de “¿rendirme yo?, ¡que se rinda su abuela… carajo!”, nos comprometimos Macacha y
yo a desmentir la maniobra de algunos militares que, tardíamente, tratan de darle un grado
militar al mayor de nuestros héroes civiles.