Giménez
Giménez
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Gilberto Giménez
UN ENSAYO DE HOMOLOGACIÓN1
Gilberto Giménez
Instituto de Investigaciones Sociales
de la UNAM
Resumen
1. El problema
Los psicólogos sociales, los antropólogos cognitivistas, los sociólogos y los historiadores
suelen manejar separadamente y en forma paralela una serie de categorías relativas a la
subjetividad que intuitivamente están claramente emparentadas entre sí, - en la medida
en que todas ellas contienen en su núcleo, implícita o explícitamente, la idea de
representación -, pero sin que nadie se haya preguntado hasta ahora sobre sus relaciones
recíprocas, su grado de afinidad y su posible homologación. Tales son las categorías de
representaciones sociales, de habitus, de esquemas cognitivos, de imaginario social, de
ideología y de mentalidades, entre otras. Todas ellas, aunque provienen de tradiciones
disciplinarias diferentes, remiten a la subjetividad de los actores sociales, y uno puede
preguntarse si son homologables al menos parcialmente, si se traslapan y superponen
entre sí, o si son entidades mentales heterogéneas que se acumulan en las recovas de la
subjetividad humana.
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Conferencia Magistral presentada en el Segundo Coloquio Nacional de “Investigación en
Representaciones Sociales. Aportes Epistemológicos y Metodológicos”, el día 24 de octubre de
2013 en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
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Se supone que existe una relación fluida y dialéctica entre los “símbolos objetivados” y las
formas interiorizadas de la cultura. En efecto, por un lado la cultura objetivada no es más
que la materialización de significados, de ideas y de representaciones sociales concebidas
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Por último, hay que tomar en cuenta que no todos los antropólogos admiten la idea de
“cultura interiorizada” como estado psicológico o mental. Para Clifford Geertz, por
ejemplo, la cultura entendida como “telaraña de significados” es esencialmente pública y
debe interpretarse como un texto o como un documento activo.
Lo que se impone [...] es advertir que decir que la cultura consiste en estructuras de
significación socialmente establecidas [...] no es lo mismo que decir que se trata de un
fenómeno psicológico (una característica del espíritu, de la personalidad, de la estructura
cognitiva de alguien... (1992: 26).
No existe realidad objetiva a priori; toda realidad es representada, es decir, apropiada por el
grupo, reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en su sistema de valores,
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dependiendo de su historia y del contexto social e ideológico que la envuelve. Y es esta
realidad apropiada y reestructurada lo que constituye para el individuo y el grupo la realidad
misma (1994:12-13).
El mismo autor define las RS en otra parte del siguiente modo: “Sistemas
cognitivos que tienen una lógica y un lenguaje particulares... ‘teorías’, ‘ciencias’ sui
generis destinadas al descubrimiento de lo real y a su ordenamiento” (citado por
Robert Farr, 1995: 380)
Denise Jodelet (1989), por su parte, afirma que se trata de “una forma de
conocimiento socialmente elaborado y compartido, orientada a la práctica, y que
contribuye a la construcción de una realidad común a un conjunto social” (p. 36).
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Las cogniciones pueden ser descriptivas y prescriptivas, y éstas, a su vez, pueden ser
absolutas y condicionales.
Según Moscovici, las representaciones sociales así entendidas son analizables por lo
menos bajo estas tres dimensiones: elementos de información a propósito del objeto de la
representación; la jerarquización y la organización de estos elementos en un campo de
representación; las actitudes positivas o negativas de los individuos con respecto al objeto
de la representación (Moscovici, 1976).
A Pascal Moliner (1996: 53) le parece insuficiente este programa, y prefiere partir de la
definición de Flament arriba citada para afirmar que las Representaciones Sociales están
constituidas en primer lugar por cogniciones relativas a un objeto. Estas cogniciones
presentarían dos características esenciales: por una parte se trataría de cogniciones
elementales, que varían según las experiencias de los individuos y de los grupos (v.g. el
trabajo permite ganarse la vida; es una actividad realizada por un sujeto; es una actividad
que ocupa mucho tiempo, etc.); y por otro lado, estas cogniciones se organizan en forma
de estructuras complejas que permiten las actividades de categorización, de
interpretación y de evaluación. Estas estructuras son, por ejemplo, los estereotipos, los
prototipos de una categoría (el modelo o tipo ideal que mejor condensa el sentido de una
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Hay que añadir que, para los teóricos de las R.S., tales elementos no constituyen un simple
reflejo de la realidad, sino una organización significante de la misma que depende a la vez
de factores contingentes (las “circunstancias”) y de factores más generales (contexto
social e ideológico; lugar del individuo en la sociedad; historia del individuo o del grupo;
intereses en juego). Es decir, las representaciones sociales tienen un componente
cognitivo y un componente social; y responden, por lo tanto, a una doble lógica: la
cognitiva (reglas que rigen los procesos cognitivos) y la social (reglas que pueden ser muy
diferentes de la “lógica cognitiva”).
Paso por alto las funciones de las representaciones que se reducen fundamentalmente a
dos: la cognitiva, que permite comprender y explicar la realidad, y la de orientación o guía
de los comportamientos y de las prácticas.
Finalmente, conviene mencionar dos mecanismos centrales que según Serge Moscovici
caracterizan el conocimiento natural o de sentido común: la objetivación (esto es, la
tendencia a presentar de modo figurativo y concreto lo abstracto); y el anclaje (la
tendencia a incorporar lo nuevo dentro de esquemas previamente conocidos). Denise
Jodelet otorga un papel central a este doble mecanismo en su contribución al volumen
colectivo Psychologie sociale (1995: 367 y ss.)
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Como se echa de ver, para Bourdieu el agente social no sólo actúa hacia el exterior, sino
que está condicionado subjetivamente – “desde dentro” – por el sistema de sus
disposiciones adquiridas, esto es, por el habitus.
Pero surge una dificultad cuando se trata de entender esta teoría, porque desde sus
primeras definiciones (elaboradas a partir del análisis de las prácticas rituales de la
sociedad kabil, en Argelia), Bourdieu recurre a dos términos claves para definir el habitus:
el de “disposición” y el de “esquema”.
El término disposición parece particularmente apropiado para expresar todo lo que recubre
el concepto de habitus (definido como sistema de disposiciones): en efecto, expresa ante
todo el resultado de una acción organizadora que reviste, por lo mismo, un sentido próximo
al de términos como estructura; además designa una manera de ser, una propensión o una
inclinación” (Bourdieu, 1972: 752).
2
Esquisse d’une théorie de la pratique, Genève: editorial Droz, p.75, nota 28.
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…sistema de disposiciones durables y trasponibles que [...] funciona en cada momento
como una matriz de percepciones, de apreciaciones y de acciones, y hace posible la
realización de tareas infinitamente diferenciadas... (1972: 178);
Las estructuras que son constitutivas de un tipo particular de entorno (v.g. las condiciones
materiales de existencia características de una condición de clase) y que pueden ser
captadas empíricamente bajo la forma de regularidades asociadas a un entorno socialmente
estructurado, producen habitus, sistemas de disposiciones durables, estructuras
estructuradas predipuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, en tanto
que principio de generación y de estructuración de prácticas y de representaciones que
pueden ser objetivamente ‘reguladas’ y ‘regulares’ sin ser en modo alguno el producto de
obediencia a reglas (1972: 175)
El conocimiento práctico del mundo social que supone la conducta ‘razonable’ en este
mundo pone en operación esquemas clasificatorios (o, si se prefiere, ‘formas de
clasificación’, ‘estructuras mentales’ y ‘formas simbólicas’, expresiones que, si pasamos por
alto sus connotaciones, son más o menos intercambiables; esquemas históricos de
percepción y de apreciación que son el producto de la división objetiva en clases (clases
sociales, clases sexuales, clases sociales) y que funcionan al margen de la conciencia y del
discurso. Siendo el producto de la incorporación de las estructuras fundamentales de una
sociedad, estos principios de división son comunes a un conjunto de agentes de esta
sociedad y hacen posible la producción de un mundo común dotado de sentido, de un
mundo de sentido común (1979: 545 y ss.)
3
Architecture gothique et pensée scolastique, Segunda parte, cap. 2.
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…sistema de esquemas de percepción, de pensamiento y de acción”, que son producto de
aprendizajes asociados a las estructuras características de una clase determinada de
condiciones de existencia...
Pero Bourdieu siempre enfatizó que se trata de dimensiones puramente analíticas, ya que
el habitus se expresa de manera indiferenciada o entremezclada tanto en el plano
cognitivo (conocimiento, percepción), como en el axiológico (apreciación, evaluación), y
el práctico (gesto, postura), desafiando de este modo las “divisiones” establecidas por las
filosofías y antropologías intelectualistas.
Por lo tanto, el esquema existe “en estado práctico”, y se interioriza de modo implícito,
pre-reflexivo y pre-teórico. Estamos ante una teoría del “sentido práctico” que no pasa
necesariamente por la conciencia y el discurso, con lo cual se cuestiona las teorías que
reducen la acción al punto de vista intelectual del observador externo, en detrimento del
punto de vista del agente que actúa. Aunque no se excluye la posibilidad de que el habitus
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El concepto de habitus, inicialmente elaborado para explicar las prácticas rituales de una
sociedad tradicional (la sociedad kabil), ha sufrido sucesivas rectificaciones para adaptarlo
a las características y exigencias de las sociedades modernas.
Estas rectificaciones – que nunca excluyen del todo las formulaciones primeras –
manifiestan el propósito de atenuar su función reproductiva (enfatizada en La
Réproduction, 1970) para subrayar más bien su apertura, su creatividad y su capacidad de
invención.
De aquí una nueva definición del habitus, que enfatiza su carácter generativo a la manera
de la gramática generativa de Chomsky (1987:19): El habitus “está constituido por un
conjunto sistemático de principios simples y parcialmente sustituibles, a partir de los
cuales pueden ser inventadas una infinidad de soluciones que no se deducen
directamente de sus condiciones de producción” (1980: 134-135).
Una segunda rectificación consistió en introducir la metáfora del juego, para reinterpretar
la “disposición estratégica” como sentido del juego, “que permite engendrar una infinidad
de ‘jugadas’ adaptadas a la infinidad de situaciones posibles que ningún regla, por
compleja que sea, puede prever” (1987: 21). Todo ello con el fin de superar la connotación
intencional y racionalista asociada a la noción de estrategia en la tradición intelectualista
de la filosofía occidental. Estas rectificaciones sucesivas, derivadas de su puesta en
práctica en la investigación empírica, demuestran hasta qué punto el concepto de habitus
es un concepto abierto y nunca terminado para Bourdieu.
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Más aún, Doise llega hasta proponer una definición de las RS inspirada en Bourdieu:
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Las representaciones sociales son principios generadores de tomas de posición ligadas a
inserciones específicas en un conjunto de relaciones sociales, y organizan los procesos
simbólicos que intervienen en estas relaciones.
El autor piensa que esta definición, inspirada en Bourdieu, también puede ser ilustrada
por diferentes pasajes de la obra de Moscovici sobre el psicoanálisis, y se queja
amargamente de una alusión despectiva de Bourdieu y Passeron en La reproduction
(1970: 50) por la que asocia la noción de representación a las “ingenuidades de las
filosofías sociales del consenso”.
Es verdad que existe cierto “aire de familia” y cierto paralelismo entre la teoría de las RS y
el habitus de Bourdieu. En ambos casos se trata de fenómenos cognitivos y valorativos
fuertemente orientados a la acción y resultantes de un proceso de “interiorización de la
exterioridad”, es decir, de un entorno social estructurado. Tanto las RS como el habitus
tienen una génesis y un contexto social, y componentes sociales hasta en su contenido,
aun cuando se los considere en un individuo (“sistema subjetivo pero no individual de
estructuras interiorizadas”, dice Bourdieu (1972: 188).
Incluso existe plena coincidencia en la manera en que ambas teorías explican el cambio:
tanto las RS como el habitus cambian cuando cambia el contexto social, cultural e
ideológico donde operan.
Por lo tanto, se trata de procesos cognitivos fuertemente impregnados por lo social. Por
eso Moscovici y Doise afirman que las RS ocupan una posición “mixta”, en la encrucijada
de una serie de conceptos sociológicos y una serie de conceptos psicológicos. Esto hace
posible que autores pertenecientes a diferentes disciplinas puedan encontrarse en esta
misma encrucijada, sin tener conciencia de ello. Tal sería el caso de Bourdieu, según Doise.
Sin embargo, no puede menos que señalarse una diferencia fundamental: el habitus de
Bourdieu se define siempre en términos de esquemas, en el sentido preciso que este
término ha tenido en la tradición estructuralista lévi-straussiana, y no en términos de un
conjunto formado por la enumeración abierta de ciertos elementos como creencias,
valores, actitudes, opiniones e imágenes, por más de que se diga que están jerarquizados
entre sí.
Aunque hay que reconocer que algunas investigaciones concretas también describen las
RS como un conjunto de esquemas dicotómicos articulados entre sí. Por ejemplo, a partir
de un conjunto de documentos fílmicos, literarios publicitarios e institucionales, M.J.
Chombart de Lauwe (1972) descubre en ellos una RS de la infancia constituida por una
serie de oposiciones categoriales como lo auténtico a lo inauténtico, la naturaleza a la
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En cambio, los teóricos de las RS casi nunca adoptan un esquema generativo en sus
definiciones, salvo algunas alusiones fugaces de Jodelet en su capítulo sobre este tópico
en Psychologie sociale (1984: 375), donde afirma que las RS son “teorías implícitas” que
“funcionarían como sistemas generadores”. Constituye una excepción, como hemos visto,
la definición de Doise (1986: 87), donde adopta explícitamente un enfoque generativista
de las RS, siguiendo deliberadamente a Bourdieu. Y en la obra colectiva Representaciones
sociales y análisis de datos, Doise et al. (2005) mantienen este enfoque generativo en el
plan general del libro, significativamente prologado por el propio Bourdieu.
Otra diferencia entre la teoría de las RS y la del habitus radica en que Bourdieu enfatiza
fuertemente el carácter no consciente de este último, ya que lo que él llama “sentido
práctico” no pasa por la conciencia ni por el discurso, sino que se incorpora a la misma
acción. Por eso Bourdieu afirma que el habitus es “el inconsciente social” en cada uno de
nosotros. Así se explica el hecho de que las prácticas producidas por el habitus presentan
todas las propiedades de las conductas instintivas y, en particular, el automatismo. Ahora
bien, este énfasis no hemos encontrado en los teóricos de las RS, sino en forma muy
atenuada, como cuando Jodelet habla de las R.S. como “teorías implícitas”.
Una última diferencia radica en lo que Bourdieu llama “incorporación” del habitus, es
decir, su inherencia al cuerpo. Por lo tanto, el habitus marca también al cuerpo, de donde
resulta el concepto de hexis, que designa específicamente las actitudes corporales,
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6. Esquemas cognitivos
Para entender bien el estilo de razonamiento de esta teoría necesitamos reconstruir
brevemente la historia de su desarrollo. Para ello voy a apoyarme en la obra de Roy
D’Andrade (2001) The Development of Cognitive Annthropology, que considero la mejor
introducción a esta teoría.
6.1. La problemática
Según el autor a quien estoy siguiendo, los objetivos de la antropología cognitiva son las
siguientes:
Hasta qué punto el modo de organización y el uso del conocimiento constituye una
cultura, es decir, algo heredado y aprendido colectivamente de las generaciones
precedentes.
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Esta corriente entra en crisis en Psicología entre los años 1950 y 1960, debido a diferentes
factores que aquí no voy a detallar.
En efecto, según Chomsky, para aprender a hablar una lengua se requiere aprender una
gramática, que consiste en un pequeño conjunto de reglas que puede generar todas y
solamente las frases gramaticalmente correctas en esa lengua; de aquí su dicotomía:
competencia / performance.
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con el conocimiento de los pueblos nativos sobre biología, zoología, astronomía y tópicos
semejantes. Así, el antropólogo lingüista Floyd Lonsbury se interesa en el análisis
semántico de los sistemas de parentesco, y analiza las terminologías y términos de
parentesco, así como sus relaciones (= estructura). El problema: ¿cómo identificar las
imágenes mentales y cómo están organizadas? Respuesta: hay que identificar “unidades
de ideas” y su organización. Es el modelo del análisis “por rasgos distintivos”.
Este modelo de análisis se extiende a las taxonomías populares (plantas, flores, colores y
hasta las clasificaciones taxonómicas del término “leña” en lengua tzeltal (Metzger y
Williams, 1966)
Al poco tiempo se logra cierto consenso en torno al término “esquema”. Así, para el
psicólogo cognitivista George Mandler (1984) el esquema se define como “una
representación claramente delimitada, distinta y unitaria”, pero de carácter abstracto.
Pone como ejemplo el esquema de perro: se trata de un patrón mental que delinea “la
figura de un animal de 4 patas de una manera general, sin limitarse a una determinada
figura proveniente de la experiencia, ni de cualquier otra imagen posible que yo pueda
representar en concreto”.
Así entendido, el esquema surge de la interacción con la realidad, con el entorno. Se trata
de representaciones abstractas, de las regularidades del entorno, y no de copias calcadas
al carbón. Un esquema puede estar encajado en otro esquema más amplio (el de la
escritura puede estar encajado en el de “aula”, y éste, a su vez, en el de escuela, etc.). Es
decir, los esquemas pueden estar estructurados jerárquicamente.
Por último, los esquemas constituyen también mecanismos que procesan información y
que se activan automáticamente de modo inconsciente.
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La organización mental de los esquemas así entendidos permite entender ciertos términos
que parecen indicar que ciertos esquemas no se llenan a plenitud, v.g., “garrapatear”
(caligrafía deficiente), “iletrado” (no plenamente escolarizado). Estos términos sólo
pueden entenderse por referencia al esquema de “buena caligrafía” y de “escolarizado”,
respectivamente.
Un esquema no tiene sólo una función representacional, sino que también constituye un
procesador muy especial. Es decir, constituye una especie de dispositivo mental que
produce una interpretación compleja a partir de mínimos datos (imput); por lo tanto, no
debe ser pensado como una especie de “pintura” en la mente.
Este modelo, aplicado al análisis cultural, tiene implicaciones para el estudio de la cultura.
Por ejemplo, excluye la idea de “reglas” (que respondería a un modelo lineal), clarifica la
relación indisociable entre “estructura mental” y “estructura del mundo exterior”, y
excluye la idea de la cultura como un “velo” que se interpone entre el mundo y la mente
(hipótesis Sapir / Whorf).
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REPRESENTACIONES SOCIALES, HABITUS y ESQUEMAS COGNITIVOS
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Dentro de esta manera de concebir el esquema, hay que distinguir entre redes cognitivas
relativamente estables, y las reacciones (interpretaciones) siempre cambiantes que son
respuestas de dichas redes a eventos particulares.
Hay que distinguir, por lo tanto, entre “modelos culturales”, “esquemas”, redes,
comprensión (understanding) y conocimiento por un lado, y “meaning” o
interpretaciones, por otro, para referirnos a pensamientos, sentimientos y asociaciones
menos conscientes evocados cuando los esquemas de la gente topan con el mundo en un
momento determinado.
7.1.-Significados culturales
Al igual que los antropólogos y los psicólogos cognitivistas arriba mencionados, inscriben
la teoría del esquema en la definición misma de la cultura, pero adoptando lo que hemos
denominado “modelo conexionista” o neuronal.
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Se supone, desde el punto de vista de los cognitivistas, que los esquemas son algo así
como los principios generadores de los significados culturales. Por lo tanto, hay que
complementar nuestra definición de estos últimos, y las autoras lo hacen del siguiente
modo:
Ahora bien, ¿qué es lo que hacen concretamente los esquemas? Según Strauss y Quinn las
siguientes tareas:
Las autoras ilustran cómo operan hipotéticamente los esquemas con el ejemplo de dos
comerciales de dos marcas diferentes de cerveza en la televisión (1997: 48).
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El espectador infiere a partir de lo que está viendo que en el primer caso se trata de
personas educadas, probablemente de clase media alta o alta, que han frecuentado la
Universidad. Y además se fija en otro indicio: lo que están bebiendo es una marca muy
cara de cerveza. En el segundo caso el espectador infiere que se trata probablemente de
un grupo de obreros o de trabajadores de servicio, poco educados, de malos modales, no
suficientemente escolarizados, etc. Además se fija que están bebiendo una marca de
cerveza muy popular y barata. Y así, van añadiendo una serie de suposiciones e
interpretaciones que desbordan las informaciones e indicios que aparecen directamente
en la escena.
Pues en estos casos, dicen Strauss y Quinn, el espectador de ambas escenas están
poniendo en juego sus esquemas interiorizados acerca de marcas de cerveza, de clases
sociales, de las buenas maneras de comportarse en público, de la calidad de la ropa, etc., y
hasta de la publicidad comercial televisiva orientada a nichos particulares de
consumidores potenciales en una sociedad industrializada. Y se trata de interpretaciones
que el espectador hace rápidamente y sin esfuerzo alguno, y que van mucho más allá de
las informaciones realmente disponibles. Esto sería lo que hace el esquema.
El modelo conexionista ofrecen muchas ventajas, según las autoras; entre otras, permite
explicar tanto la estabilidad como el cambio y la innovación cultural así como la variación
contextual o situacional del sentido. Además, permite explicar las variaciones del sentido
en función de las clases sociales, subculturas, etc.
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SELECCIÓN DE METÁFORAS
Es decir, los esquemas culturales son unidades cognitivas compartidas que funcionan
articulada y paralelamente generando razonamientos, discursos y conceptos, y
seleccionando metáforas ilustrativas acerca de objetos y eventos del mundo al toparse
con ellos en la vida cotidiana. Aplicando esta teoría a la idea de matrimonio dentro de
la cultura norteamericana de la clase media, la figura anterior podría completarse
esquemáticamente de la siguiente manera, siguiendo el razonamiento de Strauss y
Quinn en su investigación sobre esta materia:
sobre el matrimonio
SELECCIÓN DE METÁFORAS
roca, producto manufacturado bien hecho, que funciona bien, viaje en conjunto,
caminar juntos, etc.
matrimonio
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Así, las experiencias infantiles semejantes, que son compartidas, explican las
“comprensiones” o “interpretaciones acerca del amor y del matrimonio. Por eso éstas son
tan motivantes. La tesis que sostienen las autoras a este respecto puede resumirse de este
modo: los ideales de duración marital, la voluntad de compartir y la satisfacción mutua
forman un complejo sistema cuyas raíces fincan en la experiencia infantil de los
americanos.
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A su vez, estas ideas acerca del amor provienen de las ansiedades infantiles de no ser
abandonado, de recibir calor y protección de las personas que lo toman bajo su cuidado.
Se trata de un complejo psicodinámico que se comparte substancialmente.
Todo esto quiere decir que las ideas de los americanos sobre el matrimonio están
estructuradas por sus ideas sobre el amor, y no al revés.
En segundo lugar, la idea de que el habitus, al igual que los esquemas cognitivos, se
adquieren y funcionan en forma no consciente, sin pasar por la conciencia y el discurso.
Por eso las autoras afirman que los esquemas cognitivos funcionan “habituslike”, es decir,
a la manera del habitus de Bourdieu (1997: 184.) Incluso consideran que también se
puede aplicar a los esquemas cognitivos la definición del habitus en términos generativos
como esquemas que “engendran una infinidad de prácticas adaptadas a situaciones
siempre diferentes, sin que estos esquemas se constituyan como principios explícitos,
salvo excepcionalmente” (Bourdieu, 1980: 175).
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En Bourdieu y Boltanski (1976) « La production de l’idéologie dominante ».
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Aparentemente, el propio Bourdieu parece concebir las cosas de este modo. Así, por
ejemplo, en La Réproduction (1970: 50-51) se refiere explícitamente al “repertorio de
representaciones sociales” de los psicólogos como sólo posibles y pensables a través de
sus formas a priori, que son los habitus. En efecto, para Bourdieu, el habitus como sistema
de esquemas que definen el campo de lo posible y de lo pensable al interior de una
formación social, se presenta como un principio de inteligibilidad de la unidad y de la
diversidad de las representaciones sociales y de las ideologías. Es lo que expresa con todas
sus letras en su definición del habitus como “sistema de disposiciones durables y
transponibles, estructura estructurada predispuesta a funcionar como estructura
estructurante, es decir, en tanto que principio generador y organizador de prácticas y de
representaciones ...” (1980: 88-89).
También para Strauss y Quinn los esquemas son “estructuras mediadoras” que funcionan
como principios generadores, ya que permiten realizar tareas, como las del razonamiento
sobre un determinado tópico u objeto (1997: 163-164). Así, por ejemplo, los esquemas
culturales sobre el matrimonio están constituidos por unidades cognitivas compartidas
(estructura profunda) que funcionan articulada y paralelamente generando
razonamientos, discursos y conceptos sobre el matrimonio, y seleccionando metáforas
ilustrativas acerca del mismo (estructura de superficie). Aquí se sitúan, según nosotros,
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Lo que pasa es que los esquemas cognitivistas son mucho más elaborados y teóricamente
más satisfactorios que los de Bourdieu. Así, por ejemplo, para los cognitivistas el poder
generador de los esquemas no es sólo una metáfora, como en Bourdieu, sino un proceso
real de transformación cuyo mecanismo se puede explicar. Así, para Strauss y Quinn el
modelo cultural del matrimonio puede generar una infinidad de razonamientos sobre este
tema por una especie de inferencia lógica espontánea, porque sus unidades cognitivas
están ligadas entre sí grosso modo por relaciones causales: v.g., el matrimonio exitoso es
el que dura, y el matrimonio que dura es exitoso. Por supuesto, no se trata de inferencias
lógicamente estrictas, sino sólo plausibles, propias del sentido común.
Se ha dicho que la primera década de este siglo, entre el 2000 y el 2010, ha sido la era de
las ciencias cognitivas. Como hemos visto, ellas se han desarrollado en diferentes etapas.
Entre 1960 y 1970, la informática ha desempeñado el papel de ciencia-piloto. Pero a partir
de los años 1980, las neurociencias se constituyen en pivotes de las ciencias cognitivas.
Eso explica el desarrollo de los modelos neuronales, como el conexionismo y la
inteligencia distribuida. Actualmente, las ciencias cognitivas recubren un vasto campo
donde coexisten enfoques diversificados. Como dice Jean-François Dortier (2013), las
ciencias cognitivas están llegando a un momento culminante de su historia: han invadido
casi todos los campos de la psicología y e incluso han desbordado sobre algunos de sus
ámbitos conexos
Autores citados
ABRIC. Jean-Claude, 2003. “La recherche du noyau central et de la zone muette des
représentations sociales”. En Jean-Claude Abric (ed.), Méthodes d’étude des
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BOURDIEU, Pierre, 1980. Le sens pratique. París: Les Éditions de Minuit.
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