Trabajo Practico N 1

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Trabajo practico n 1

La ultima encíclica del papa francisco: Gaudete et exúltate

Lectura capítulo 1: las principales características del llamado a la santidad son:

El señor nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia
mediocre, el llamado a la santidad es porque a cada uno de nosotros el Señor nos
eligió “para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor”

Los santos que nos alientan y acompañan, se nos invita a reconocer que
tenemos una nube tan ingente de testigos que nos alientan a no detenernos en el
camino, nos estimulan a seguir caminando hacia la meta. Y entre ellos puede
estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas. Quizá su vida
no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron
adelante y agradaron al Señor.

Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros
lazos de amor y comunión. Podemos decir que estamos rodeados, guiados y
conducidos por los amigos de Dios. La muchedumbre de los santos de Dios me
protege, me sostiene y me conduce.

Los santos de la puerta de al lado, No existe identidad plena sin pertenencia a


un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos
atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se
establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular,
en la dinámica de un pueblo.

La santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor
a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa,
en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta
constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante.
Aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios.

El Señor llama, Sed santos, porque yo soy santo. El Concilio Vaticano II lo


destacó con fuerza: Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado,
fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el
Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es
perfecto el mismo Padre.

Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz
lo mejor de sí. Y no que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido
pensado para él. Porque la vida divina se comunica a unos en una manera y a
otros en otra.

También para ti, Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y
ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada
uno se encuentra. Sé santo viviendo con alegría tu entrega. Sé santo amando y
ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. Sé
santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los
hermanos. Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. Sé
santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales.

Elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu
Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu
Santo en tu vida. Cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta
los ojos al Crucificado y dile: Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el
milagro de hacerme un poco mejor.

Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. No,
no hablaré mal de nadie. Este es un paso en la santidad. Vive un momento de
angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe.
Con muchos gestos vamos construyendo esa figura de santidad que Dios quería,
pero no como seres autosuficientes sino como buenos administradores de la
multiforme gracia de Dios.

Tu misión en Cristo, esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación. Cada


santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un
momento determinado de la historia. La santidad es vivir en unión con él los
misterios de su vida. En asociarse a la muerte y resurrección del Señor de una
manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él.

Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión. Inténtalo


escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te da.
Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu
existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso
ocupa en tu propia misión. Y permítele que forje en ti ese misterio personal que
refleje a Jesucristo en el mundo de hoy.

El Señor cumplirá tu misión en medio de tus errores y malos momentos, con tal
que no abandones el camino del amor y estés siempre abierto a su acción
sobrenatural que purifica e ilumina.

La actividad que santifica, tu propia misión es inseparable de la construcción del


reino de cristo: Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia. Tú identificación
con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de
amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo, en todos los
esfuerzos.

Necesitamos detener esa carrera frenética para recuperar un espacio personal, a


veces doloroso pero siempre fecundo, donde se entabla el diálogo sincero con
Dios. En algún momento tendremos que percibir de frente la propia verdad, para
dejarla invadir por el Señor.

Nos hace falta un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como el
servicio, de manera que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la
mirada del Señor. De este modo, todos los momentos serán escalones en nuestro
camino de santificación.

Más vivos, más humanos, No tengas miedo de la santidad. Llegarás a ser lo que
el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de él nos
libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad. Dios, y
no el hombre, es el verdadero Señor de todo ser humano.

No tengas miedo, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte
guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el
encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia. En el fondo, como decía León
Bloy, en la vida «existe una sola tristeza, la de no ser santos.

2)- A qué se refiere el Papa con el gnosticismo actual:

El papa nos habla de dos enemigos de la santidad. Dos falsificaciones de la


santidad que podrían desviarnos del camino, el agnosticismo y el pelagianismo.
Debido a esto ni Jesús ni los demás interesan verdaderamente.

El papa se refiere a las tentaciones que se le presentan a la iglesia: La fascinación


del agnosticismo es la de una fe encerrada en el subjetivismo, donde interesa
únicamente una determinada experiencia o una serie de razonamientos y
conocimientos que se creen puedan reconfortar e iluminar, pero donde el sujeto en
definitiva permanece cerrado en la inmanencia de la propia razón o de sus propios
sentimientos. La diferencia entre la trascendencia cristiana y cualquier forma de
espiritualismo agnóstico está en el misterio de la encarnación. La cercanía a la
gente y oración son la clave para vivir un humanismo cristiano popular, humilde,
generoso, alegre. Si perdemos este contacto con el pueblo fiel de Dios perdemos
en humanidad y no vamos a ninguna parte.

También el pelagianismo Empuja a la Iglesia a no ser humilde, desinteresada y


alegre. Y lo hace con la apariencia de un bien. El pelagianismo nos lleva a tener
confianza en las estructuras, en las organizaciones, en las planificaciones
perfectas porque son abstractas. Nos lleva también a asumir un estilo de control,
de dureza, de normativas. La norma da al pelagianismo la seguridad de sentirse
superior, de tener una orientación precisa.

El Papa afirma entonces que la doctrina cristiana no es un sistema cerrado


incapaz de generar preguntas, dudas, interrogativos, sino que está viva, sabe
inquietar, animar. No tiene un rostro rígido, tiene un cuerpo que se mueve y se
desarrolla, tiene carne tierna: se llama Jesucristo. Por eso, todo será posible con
ingenio y creatividad y dejándose conducir por el Espíritu.

3)- La bienaventuranza,” felices los que tienen hambre y sed de justicia, refleja en
nuestra carrera un importante menester en la sociedad ya que refleja el instinto de
sobrevivir con justicia, como lo dice Jesús” serán saciados” ya que tarde o
temprano la justicia llega.

La justicia que busca Jesús no es la que busca el mundo, muchas veces


manchada, manipulada, por la corrupción, sino, por hacer realidad en la vida de
cada uno siendo justo en las propias decisiones, y buscar la justicia para los
pobres y débiles.

En el derecho la justicia divina es muy importante ya que necesitamos ser


personas con voluntad de saciar a los desamparados, socorrer al oprimido,
proteger el derecho del huérfano, defender a la viuda, como dice el evangelio.

Claro está que en nuestro derecho las decisiones que tomamos ante la ley son
muy importantes ya que se juega todo por el bienestar y la felicidad de todos
nosotros, ser fiel a la voluntad de dios con nuestra vida, es ser fiel a la justicia y la
paz.

4)- Qué sería más importante, para usted, en el camino a la santidad; la alegría y
el sentido del humor o la oración constante? Fundamente su respuesta.

Pienso en primer lugar, mi dignidad como persona y como hijo de dios, que el
camino a la santidad esta en las pequeñas cosas del cada día, la alegría, el
sentido del humor, los gestos, el respeto, la educación bien servida ante la
sociedad, ser servicial, ayudar a los ancianos, a los enfermos, educar y darle amor
a mi esposa, a mis hijos y enseñarles a seguir a Jesús porque el señor nos eligió
para que fuésemos santos e irreprochables ante el por el amor. En fin con una
gran fraternidad y ocupándonos de lo que más amamos y que saquemos lo mejor
de nosotros en nuestro propio camino.

En segundo lugar, también me parece importante que orar en todo tiempo es vivir
en un estado constantemente consciente de la presencia de dios, vivo en una
conciencia profunda y una entrega a nuestro padre, cuando me pasa algo
hermoso y que es muy importante para mi vida se lo comunico y le agradezco con
grandeza a el señor porque él es el que me guía y el que me ama.

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