El Origen de Las Cruzadas
El Origen de Las Cruzadas
El Origen de Las Cruzadas
La I Cruzada fue predicada por el Papa Urbano II en el Concilio de Clermont (1095), tras
la conquista de Jerusalén por los turcos seljúcidas (1076) y las peticiones de ayuda del
emperador bizantino Alejo I Comneno. Aparte de la recuperación de los Santos Lugares,
con su clara connotación religiosa, los Papas vieron las Cruzadas como un instrumento
de ensamblaje espiritual que superase las tensiones entre Roma y Constantinopla, que
además elevaría su prestigio en la lucha contra los emperadores germanos, afianzando su
poder sobre los poderes laicos. También como un medio de desviar la guerra endémica
entre los señores cristianos hacia una causa justa que pudiera ser común a todos ellos, la
lucha contra el infiel.
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La I cruzada (1095-1099)
GRUPOUPEL - 25 DE AGOSTO DE 2010 - 13:05
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La II Cruzada (1147-1149)
GRUPOUPEL - 25 DE AGOSTO DE 2010 - 13:02 - CULTURA GENERAL
Predicada por San Bernardo de Clairvaux tras la toma de Edesa por los turcos, y dirigida
por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, terminó con el fracasado asalto a
Damasco (1148).
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La IV Cruzada (1202-1204)
GRUPOUPEL - 25 DE AGOSTO DE 2010 - 10:41
Inspirada por Inocencio III ya contra Egipto, terminó desviándose hacia el Imperio
Bizantino por la intervención de los venecianos, que la utilizaron en su propio beneficio
Tras la toma y saqueo de Constantinopla (1204) se constituyó sobre el viejo Bizancio el
Imperio Latino de Occidente, organizado feudalmente y con una autoridad muy débil.
Desapareció en 1291 ante la reacción bizantina que constituyeron el llamado Imperio de
Nicea, al tiempo que Génova sustituía a Venecia en el control del comercio bizantino.
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La VI Cruzada (1228-1229)
GRUPOUPEL - 25 DE AGOSTO DE 2010 - 09:24 - CULTURA GENERAL
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También fue iniciativa de Luis IX. Dirigida contra Túnez concluyó con la muerte de
San Luis ante la ciudad sitiada.
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Por último, y a pesar de los réditos políticos que las Cruzadas tuvieron para el Papado
como director de la política exterior europea, pronto se encontró Roma con voces que
criticaban su uso como instrumento al servicio de los intereses papales, sobre todo
desde que no se limitaron a los musulmanes, y se dirigieron también contra los
disidentes religiosos o los enemigos políticos.