Dimensiones. El Espacio y Sus Significad PDF
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DIMENSIONES
El espacio y sus significados
en la literatura hispánica
ISBN: 978-84-16938-60-5
Depósito Legal: M-19.161-2017
Impreso en Grafilia
Impreso en España - Printed in Spain
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución,
comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de
propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra
la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos
(www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
Parte I
COORDENADAS
Sangama ...................................................................................................... 50
Conclusión................................................................................................... 51
Bibliografía................................................................................................... 52
Capítulo 6.—Un viejo que leía novelas de amor o la aventura de una iden-
tidad en construcción, por Claudia Marcela Páez Lotero ........................ 71
Bibliografía .................................................................................................. 76
Capítulo 9.—El cuerpo (textual) de Lina Meruane, por Juan Pablo Marco-
leta Hardessen .............................................................................................. 97
Bibliografía .................................................................................................. 104
Parte II
DOMINIOS
Parte III
UMBRALES
Parte IV
CONTORNOS
Parte V
ÓRBITAS
Capítulo 43.—El viaje de Cristóbal Colón al Chile de los años 80. Una
lectura de Cipango de Tomás Harris, por Mónica Moreno Ramos........... 441
Introducción ................................................................................................ 441
Colón y la desmitificación del descubrimiento: una lectura de la dictadura
pinochetista desde la extrañeza radical ................................................... 442
Bibliografía ................................................................................................. 446
Parte VI
HORIZONTES
Capítulo 46.—Creación del paisaje en Naufragios, por Elena López Silva.... 469
Bibliografía ................................................................................................. 475
Capítulo 51.—El viaje más allá del territorio tangible: los Diarios in-
dios de Chantal Maillard, por Francisco José Jurado Pérez ...................... 517
En tránsito hacia el despojamiento ............................................................... 518
Tan solo la mirada del observador ................................................................ 519
La conversión en el camino........................................................................... 522
Bibliografía ................................................................................................. 525
Las editoras,
Raquel Crespo-Vila
Sheila Pastor
1
Este trabajo se encuadra dentro de las actividades financiadas por las Ayudas a la Formación
del Profesorado Universitario (FPU14/00928), del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
2
[M. F. de Laviano], La conquista de Madrid por el rey don Ramiro y Conde Fernán González.
Barcelona, Imprenta de Pablo Nadal, 1797.
3
Sorprende su ausencia en el completo catálogo de Aguilar Piñal y en el de Herrera Nava-
rro (que recogemos en el listado bibliográfico final): no la localizamos ni por el título, ni por la
materia, ni listada como obra de Laviano o anónima. Para encontrar datos más fiables sobre su
representación y autoría tenemos que recurrir a R. Andioc y M. Coulon, Cartelera teatral madri-
leña del siglo XVIII (1708-1808), Madrid, Fundación Universitaria Española, 2008.
4
Solo contamos con un estudio de esta comedia, realizado por R. Cotrait («Pour une bi-
bliographie de Fernán González. II. Une Comedia nueva anonyme de 1797: La conquista de
Madrid por el Rey Don Ramiro y Conde Fernán González», Bulletin Hispanique, 72, núm. 3-4,
1970, págs. 346-359) como parte de una serie de artículos en los que rescataba del olvido obras
desconocidas sobre Fernán González. Efectivamente, al aparecer citada en diferentes catálogos
con el título recortado de La conquista de Madrid fácilmente pasó desapercibida tanto para los
estudios del teatro dieciochesco como para las aproximaciones críticas del siglo xx al tratamiento
literario de la figura del conde castellano.
5
Ob. cit., págs. 950-951.
6
Laviano desarrolla principalmente argumentos bélicos —basados en mitos clásicos, la his-
toria goda o en episodios de la Reconquista—, con especial hincapié en la importancia de la
defensa de la patria (M. Ratcliffe, «Las raíces épicas en el siglo dieciocho español: cuatro obras
de Manuel Fermín de Laviano». Actes del X Congrés Internacional de L’Associació Hispànica de
Literatura Medieval, vol. III. Symposia Pholologica, 12, Valencia, Institut Interuniversitari de Fi-
lologia Valenciana, 2005, pág. 1357). Un repaso al Catálogo de Aguilar Piñal y a los fondos de la
Biblioteca Histórica de Madrid (donde se conserva un buen número de manuscritos y partituras
de obras del autor) arroja trece títulos.
7
Ob. cit.
8
También M. Ratcliffe (Mujeres épicas españolas: silencios, olvidos e ideologías. Woodbridge,
Tamesis Books, 2011, págs. 103-104) reseña esta comedia, si bien reproduciendo las conclusiones
de Cotrait con pocas modificaciones, y señalando cómo la acción amorosa supera en interés a la
militar. Nuestra opinión, sin embargo, es opuesta.
9
Véase J. Cañas Murillo, «Apostillas a una historia del teatro español del siglo XVIII», en
Anuario de Estudios Filológicos, XIII, Cáceres, UEx, 1990, págs. 53-63.
XII. […] El conde acometió por la puerta del Sol, donde seis veces arrimó
escalas y otras tantas las cortaron los moros, pero al fin rotas las puertas y apor-
tillado el muro, entró la villa, a tiempo que nuestros segovianos impelidos de
lo que el rey les había dicho, habían escalado la torre de una puerta, y enviado
aviso al rey como ya tenían alojamiento en Madrid y su alteza podía aposentarse
en ella. Y acudiendo el rey con su tercio fue del todo conquistada la villa, los
moros de guerra pasados a cuchillo, y cautivos los restantes, desmantelando
y abrasando la villa por no poder entonces sustentarse. Así lo dan a entender
Sampiro, y don Rodrigo, diciendo: Confregit muros eius; y, don Lucas de Tuy
añade et ipsam incendio tradidit. Y el arcipreste de Talavera Alfonso Martínez
en su Atalaya de Corónicas ya citada, dice: Entró este rey don Ramiro en el reyno
de Toledo, e tomó a Madrid, e derrocó los moros de ella, e levó infinitos cautivos
della, e tornose a su tierra. La historia del conde lo cuenta por menudo refiriendo
cómo el conde quedó muy mal herido.
10
Ya en 1551 tenemos noticia de los linajes heráldicos de Día Sanz y Fernán García, de los
que da cuenta Garci Ruiz de Castro en su Comentario sobre la primera y segunda población de
Segovia: abogado segoviano, Ruiz de Castro recopila diversos datos sobre las familias, los hechos
famosos y los milagros ocurridos en la ciudad de Segovia. Fray Juan de Orche, en su Historia de
la vida del glorioso San Frutos (1610), también recoge el episodio de la conquista, ambientándola
en la toma de la villa a manos de Alfonso VI. Gil González Dávila, en su Teatro de las grandezas de
la Villa de Madrid, narra la leyenda como una grandiosa conclusión a un largo y constante vaivén
de reconquistas y pérdidas de la villa entre cristianos y musulmanes. Gerónimo de Quintana, en
su crónica titulada A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia de su antigüedad,
nobleza y grandeza, contradice al tratado sobre blasones y linajes de Diego Fernández de Mendoza,
quien ofrece un relato de la conquista diferente en apariencia pero prácticamente igual en cuanto
al trasfondo, en el que un aguerrido y temerario soldado segoviano acudió a la llamada de tropas
de Ramiro II, sufrió también el desprecio del monarca en pago a su osadía, y le correspondió
encabezando la conquista de la villa y abriéndose paso por una de sus puertas.
11
Ramiro II asaltó la villa en su camino a Toledo, pero no la conquistó. Acabará finalmente
en manos cristianas durante el reinado de Alfonso VI. Como veremos, la adscripción del conde
a este episodio (hecho que nunca se confirmó en las crónicas medievales más tempranas) es
anacrónica, y sirve a los intereses propagandísticos de Colmenares.
XIII. Este fue el suceso de nuestros segovianos Día Sanz y Fernán García
en la conquista de Madrid; omiso, como otros muchos, de nuestros antiguos
coronistas, y escrito con poca advertencia de algunos escritores nuestros, poco
cuidadosos y menos advertidos; y por eso impugnado de algunos modernos,
a quien no respondemos por no hacer de la Historia controversias, pues la
verdad tiene fuerza en sus fundamentos, y el crédito libertad en el albedrío de
cada uno12.
tornó el rey para Sant Fagunt e el Conde para Carrion» (Ramón Menéndez Pidal, Reliquias de la
poesía épica española, ed. de Diego Catalán, Madrid, Gredos, 1980, pág. 174).
16
Véase a este respecto R. Menéndez Pidal, «Notas para el romancero del conde Fernán
González», Homenaje a Menéndez y Pelayo en el año vigésimo de su profesorado, vol. 1, Madrid,
Victoriano Suárez, 1899, págs.429-507; M. Á. Pérez Priego, «Actualizaciones literarias de la
leyenda de Fernán González», La leyenda. Antropología, historia, literatura. Actas del coloquio
celebrado en la casa de Velázquez, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1989, págs.
238-252; F. J. Grande Quejigo, «Ramón Menéndez Pidal y la leyenda de Fernán González en
sus versiones medievales», R. Menéndez Pidal / R. Otero Pedrayo. Simposio Actas, A Coruña, ed.
Do Castro, 1991, págs. 43-61.
17
Véase la Estoria de España, en la que la rebeldía es muy tenue, o Lope de Vega en El conde
Fernán González, quien, aunque respeta el motivo del caballo y el azor, finalmente suprime todos
los pasajes más comprometidos, y defiende la pertinencia y necesidad de la monarquía.
18
Dos meses antes, en diciembre de 1785, se estrenó El castellano adalid, o la toma de Se-
púlveda por el conde Fernán González, también de Laviano. A la campaña de Sepúlveda se alude
al comienzo de La conquista de Madrid; igualmente, es un episodio que Colmenares incluye en
su crónica justo antes del relato de la toma de la capital. Esto demostraría que Laviano empleó
dicha crónica para redactar una bilogía sobre las campañas del conde con temática segoviana.
No quiere decir, no obstante, que el rey sea una figura intocable y perfecta:
su autoridad queda reforzada por su humanidad, patente en su necesidad de
consejeros que le guíen en la toma de decisiones correctas. En este caso, tal res-
ponsabilidad recae sobre Fernán González, configurado como figura intachable,
acorde con su carácter legendario, y capaz de imponer mesura y prudencia –no
reñidas con arrojo y valentía– en su señor.
Bibliografía
Aguilar Piñal, F., Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, Madrid, CSIC,
1981-2002.
Andioc, R. y Coulon, M., Cartelera teatral madrileña del siglo XVIII (1708-1808),
Madrid, Fundación Universitaria Española, 2008.
Cañas Murillo, J., «Apostillas a una historia del teatro español del siglo XVIII», Anua-
rio de Estudios Filológicos, XIII, Cáceres, UEx, 1990, págs. 53-63.
Colmenares, D., Historia de la insigne ciudad de Segovia y conpendio de las historias de
Castilla, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999, http://www.cer-
vantesvirtual.com/obra/historia-de-la-insigne-ciudad-de-segovia-y-compendio-de-
Otra cosa crítica sobre identidad es que es en parte la relación entre uno y
el Otro. Solamente cuando hay un Otro puede uno saber quién es uno mismo.
Para descubrir ese hecho hay que evidenciar y desatrancar la larga historia del
nacionalismo y del racismo. El racismo es una estructura del discurso y la repre-
sentación que intenta expulsar simbólicamente al Otro —lo borra, lo coloca
allá en el Tercer Mundo, en el margen2.
1
Ponencia realizada en el contexto de la investigación doctoral en curso «La Raza en la
literatura: Alborada de Iris (1930-1946) y la Retórica de la Modernidad en una escritora de Van-
guardia». La autora es becaria doctoral por la Comisión Nacional de Investigación Científica y
Tecnológica de Chile (CONICYT) en el Programa de Doctorado en Ciencias Humanas mención
Discurso y Cultura de la Escuela de Graduados de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Uni-
versidad Austral de Chile en cotutela con el Programa en Estudios Comparatistas de la Facultad
de Letras de la Universidad de Lisboa.
2
S. Hall, Sin Garantías: Trayectorias y problemáticas en Estudios Culturales (textos publicados
originalmente entre 1991 y 2007), E. Restrepo, C. Walsh y V. Vich (eds.), Colombia/Ecuador/
Perú, Envión Editores, 2010, pág. 344. Cursivas son mías.
Primer libro de la serie y primera novela de larga extensión publicada por Iris.
Posiblemente fue escrita antes de 1910, por lo tanto tardó alrededor de veinte años
en salir a la luz. La novela se sitúa temporalmente a inicios del siglo xix y narra cier-
Universitaria, 1930; Alessandri: evocaciones y resonancias, Santiago, Empresa Letras, 1932; Por él,
Santiago, Imprenta Universitaria, 1934; Entre dos siglos, Santiago, Editorial Ercilla, 1937; Cuando
mi tierra era Niña 2 vols., Santiago, Editorial Nascimento, 1942; Cuando mi tierra fue Moza 3
vols., Santiago, Editorial Nascimento, 1943-1946; Au-delà…: poéme de la doleur et de la mort:
fragments d’un journal de la mort, Santiago, Imprenta La Sudamericana, 1948; Fue el enviado: no
lo olvidemos, Santiago, Editorial Nascimento, 1950.
7
B. Subercaseaux, ob. cit., pág. 93; P. Poblete y C. Rivera «El feminismo aristocrático:
violencia simbólica y ruptura soterrada a comienzos del siglo xx», Revista de Historia Social y de
las Mentalidades, núm. 7, 2003, pág. 71.
8
Andrés Bello nació en Caracas en 1781. Se radicó en Chile, donde ocupó altos cargos en
diversos ministerios y una senaduría. En 1842 se fundó la Universidad de Chile donde Andrés
Bello sirvió como rector hasta su muerte en Santiago el 15 de octubre de 1865. Redactó el Código
Civil y orientó a numerosos intelectuales del país y exiliados. Fue nombrado en 1851 miembro
honorario por la Real Academia Española. Además realizó trabajos de recopilación histórica,
como Resumen de la historia de Venezuela (1810) y de reflexión filosófica, como Filosofía del en-
tendimiento (póstuma, 1881), pero su obra de mayor relieve es Gramática de la lengua Castellana
destinada al uso de los americanos (1847), considerada uno de los textos más importantes en
la historia científica de la lengua española. En Chile publicó también Principios de ortología y
métrica de la lengua castellana (1835); Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana
(1841); numerosos poemas, entre ellos «La oración por todos», y frecuentes artículos literarios y
científicos en El Araucano. Ver Memoria Chilena.
9
W. D. Mignolo, «América: la expansión cristiana y la creación moderna/colonial del racis-
mo», en La Idea de América Latina. La herida colonial y la opción decolonial, Barcelona, Editorial
Gedisa, 2007, págs. 27-74; W. D. Mignolo, «La colonialidad: la cara oculta de la modernidad»,
en Catalog of museum exhibit: Modernologies, Museo de Arte Moderno de Barcelona (Spanish
translation of «Coloniality: The Darker Side of Modernity»), 2009, págs. 39-49.
10
«Nieto de un oidor de la Real Audiencia […] hijo de un vocal de la primera Junta Nacional
de Gobierno […] y vinculado con las familias más aristocráticas de Santiago, su vida conjuga
el poder y la riqueza junto con un prestigio constantemente amenazado por sus osados actos
políticos. Fue justamente su carácter individualista y trasgresor, el que muchas veces lo hizo ca-
minar al margen de las normas políticas y enfrentarse con otros líderes patriotas, especialmente
con O’Higgins. Empeñado en liberar a Chile de la dominación española, viajó a Estados Unidos
buscando apoyo y consiguiendo aportes económicos para la realización de su plan estratégico. Su
espíritu progresista lo llevó a ser uno de los pocos criollos abiertamente independentista, en una
época en la cual la mayoría de los habitantes de Chile aún permanecían fieles al rey del España
[…], muchos historiadores le atribuyen un papel preponderante en el proceso de independencia
nacional, considerándolo «el primer jefe de la Patria libre» y un personaje cuya figura se encuen-
tra fuertemente unida a la conciencia colectiva nacional en la forma de uno de sus héroes más
apreciados.» Ver Memoria Chilena.
cipales: las hermanas Alba y Luz Morgan Lynch11. Ambas, jóvenes mujeres de la
élite, están ligadas a dos personajes masculinos respectivamente. Héctor Bello,
un abogado de familia ilustre pero venida a menos, casado con la única mujer
de los cinco hermanos de una familia tradicional de Santiago; Bello tiene un
talento literario mal comprendido y aparece, además, sofocado por las obliga-
ciones familiares12. Juan García, por su parte, joven músico de vida precaria,
trabaja, estudia y pertenece a la Federación de Estudiantes, tiene un talento
natural para la oratoria y la creación musical, lo que atrae a varios aristócratas
a interesarse en él.
El personaje de Bello está ligado a tres mujeres, su esposa, su amante y una
tercera, su inspiración espiritual: la mencionada Alba. El personaje de Héctor
Bello, similar en algunos aspectos a Pablo de la primera entrega, despliega, sin
embargo, una complejidad psicológica mayor que aquel. Un elemento en común
es que ambos caen subyugados bajo la mística de una mujer llamada Alba13.
Esta novela se sitúa en un momento transición política, durante las candida-
turas presidenciales de la elección de 1920, donde aparece un candidato favorable
a las clases media y baja, lo que conmocionó a la élite más conservadora. Apa-
recen en escena los dirigentes estudiantiles (tildados de anarquistas), algunos de
ellos cercanos a la élite, particularmente a ciertas mujeres de la élite.
En esta novela, el paternalismo de algunos con los sujetos de clases sociales
inferiores, representadas en los sirvientes de origen africano de la primera novela,
se transforma en repudio generalizado ante las costumbres degradadas del «ple-
beyismo». La servidumbre pasa a un segundo plano y es ahora la relación entre
la aristocracia y las clases medias educadas la que toma protagonismo.
La regeneración de la raza
Por otra parte, el bajo pueblo o los rotos, es decir, mestizos, negros, mulatos
e indios pertenecen a razas «embrionarias»16. Hay algunas sirvientas en la novela
que logran escapar levemente a la determinación del color, siendo ejemplo de
dignidad, como la negra Basilia. Llegan a ser parte de la familia por ser muy
religiosas y correctas; aunque nunca dejan su condición de negras y esclavas.
Para muchos en la aristocracia, no obstante, lidiar con la «chinería»17 es algo
complejo y desagradable. La servidumbre está presente en la narración desde la
perspectiva de los amos, pues todos tienen negros y mulatos esclavos de servicio.
De hecho, la cotidianidad pasa por hablar de las fechorías perpetradas por los
criados y esclavos y de la necesidad que se tiene de ellos.
14
Cueca, ‘baile nacional de Chile tras la Independencia, originado en las fondas o chinga-
nas, lugares de recreación del bajo pueblo durante el siglo xix. Hay estudios que avalan su ori-
gen africano, emparentado con danzas afroperuanas como la Zamacueca’. C. Spencer Espinosa,
«Imaginario nacional y cambio cultural: circulación, recepción y pervivencia de la zamacueca en
Chile durante el siglo xix», Cuadernos de Música Iberoamericana, vol. 14, 200, págs. 143-176.
15
Iris, Cuando mi Tierra Nació. Santiago, Editorial Nascimento, 1930, pág. 78. Cursivas
son mías.
16
Iris escribe en sus memorias: «El roto es embrionario y se halla en el primer plano evolutivo
que separa al animal del hombre, pero no es necio, egoísta ni empedernido de corazón como el
futre». I. Echeverría Bello, Memorias de Iris, pág. 260.
17
En varias ocasiones, al conjunto de la servidumbre se le dice la «chinería»: de la palabra
quechua «china», que significa criada, doméstica o empleada para los mandados, en su acepción
más común, ver L. Prieto, «Quechuismos en el léxico de la prensa de Santiago de Chile», Boletín
de Filología, Tomo XLI, 2006, págs. 138-139.
En general, las esclavas más dignas son las que demuestran valores superiores,
como la devoción religiosa, un trato dedicado a los niños y a los animales, lealtad
a la familia aristocrática en donde sirven, en definitiva, respeto a las jerarquías.
A pesar de estas excepciones, hay una brecha insalvable entre los rotos y chinos
con la aristocracia, que se relaciona con una esencia espiritual determinante que
proviene del origen y las costumbres, es decir de la sangre y la raza. Un día lle-
gando Beatriz a casa de su hermana, visitó a una esclava vieja y enferma, negra
de confianza que también conocía desde niña, llamada Ña Eufrasia:
18
Iris, Cuando mi Tierra Nació, Santiago, Editorial Nascimento, 1930, pág. 273.
19
Iris, ob. cit., pág. 110. Cursivas son mías.
20
Mismo nombre de la mama que cuidaba de las hijas de Inés Echeverría en Ocoa (Chile).
No sabemos si tan solo utilizaría el nombre de Peta Quevedo, o las características físicas sería
coincidentes, pues en la novela se lee: «Perezosas, glotonas y embusteras [la chinería], tan pronto
estaban sublevadas como sometidas a la voz de Peta Quevedo, cuyo mestizaje se acusaba en
blanqueo del rostro y suavidad de los rasgos, todavía tan toscos de las otras esclavas. Domada en
ella la bestia primitiva, ejercía influencia sobre ellos, a quienes dominaba con energía y bondad.»
Iris, Cuando mi Tierra Nació, pág. 121.
cruel ironía al dolor de los humildes»24; «¡Qué asco le daba esa india sucia […]!
Necesitaba Juan refugiar en alguna parte esa profunda vinculación que lo liga
a los de arriba, por la perfectibilidad del tipo humano, que ofrecían ante estos
asquerosos embriones, de que el Ama era viviente ilustración»25.
Por otra parte está Héctor Bello, hombre de 40 años lleno de dudas y pro-
yectos, en franca crisis existencial durante toda la novela y es quien lleva el peso
de la trama principal. Cuando se lo caracteriza, se hace en términos de linaje,
fórmula típica en las novelas de Iris:
Lleva en su sangre una legión de artistas, idos en plena juventud, que fue-
ron sus progenitores —los Bello— quienes reclaman a Héctor la realización de
ensueños, que la muerte frustrara26. Alto, delgado, con […] facciones finas y
mirada luminosa, algo abstraída a ratos, Héctor Bello es un magnífico documento
de raza. Impulsivo, apasionado y esbelto, llena y alegra los lugares donde pene-
tra27 [Héctor, según linaje] por el lado paterno, pertenecía […] a la aristocracia
intelectual y por la línea materna a la nobleza de sangre vasca28.
24
Iris, Cuando mi tierra fue Moza, Tomo I, Santiago, Editorial Nascimento, 1943, pág. 28.
25
Iris, ob. cit., pág. 32. Cursivas son mías.
26
Iris, ob. cit., pág. 57. Como se ha adelantado, en este punto y en reiterados momentos
cuando la narración refiere características y experiencias de Héctor Bello, nos podemos preguntar
¿Héctor es Iris? En la vida real, Juan Bello Dunn —hijo de Andrés Bello— (casado con Rosario
Reyes Gómez), fue abuelo de Inés Echeverría, escribió cuentos y folletines teatrales en los diarios
El Crepúsculo y El Progreso y en la Revista de Santiago, además de traducir del francés textos de
Michelet y Seneuill; murió a los 35 años dejando a dos hijas, Rebeca e Inés Bello Reyes. Inés
Echeverría perdió a su madre a los pocos días de nacer (Inés Bello Reyes) y también presenció
siendo una niña la enfermedad (mental) de su tía Rebeca Bello Reyes, quien fuera madre de una
sola hija, Rebeca Matte Bello, primera escultora chilena (1875-1929).
27
Iris, ob. cit., pág. 64. Iris escribe en sus memorias, en una fecha no definida, pero segura-
mente después de 1925, al recordar los primeros 15 años del siglo xx: «Celebran mis chascarros,
les divierte mi gracia, o las personas y cosas que ridiculizo…» I. Echeverría Bello, Memorias de
Iris, pág. 95.
28
Iris, ob. cit., pág. 105. Todas las cursivas son mías.
29
Iris, ob. cit., pág. 59.
30
«Tan fuerte es el ambiente del hogar, que Elisa, casada por amor y en oposición a los suyos,
no evoluciona y el avance espiritual de su esposo constituye su tormento.» Iris, ob. cit., pág. 64.
inicio y fin del deseo corporal. Es el amor que se constituye de espíritu e in-
telectualidad, reflejado por una parte en la naturaleza y por otra en la creación
artística. El Amor unirá a la aristocracia de sangre espiritualmente avanzada y a
la aristocracia intelectual.
Héctor está llamado a la pro-creación de su raza. Su linaje, sus ancestros le
han inscrito el camino y él, andando aparentemente a la deriva, ha ido dando
palos de ciego buscando inspiración y objeto para su obra. Gracias a Alba ha
podido encausar esa fuerza vital que lo compele a no acatar: «Germina en su
mente el plan de una “Obra” de renovación social y trasmutación de valores,
aumentando su intuición…»34.
Las dos novelas analizadas de la serie Alborada, auguran un cambio espiri-
tual, político y social mediante la rememoración e interpretación del pasado,
inscribiéndose dentro de la lógica patriótica de la novela histórica, sin embargo,
agregando un cariz psicológico e introspectivo a los devenires políticos que acon-
tecen en derredor de los personajes. Los personajes femeninos, las dos Albas, son,
sin duda, una realización de la mujer ideal pensada por Iris como la culminación
de una evolución racial, mientras que los personajes masculinos, Pablo y Héctor,
son los llamados a encauzar activamente esta renovación.
Pese a la notoria potencia que existe en una parte de la aristocracia, la que
se ha abierto a la espiritualidad, para llevar adelante la Alborada de la patria,
los personajes subalternos, en ambos casos, juegan un importante papel en esta
renovación, sin embargo, no es posible verificar si podría ser aceptable en efecto
la mezcla de linajes o si simplemente los nobles pueden acercarse a los plebeyos
para iluminarlos y mostrarles la senda de la evolución. Pareciera que la opción
es más bien la segunda.
De esa manera, aunque vemos en estas novelas un intento por traspasar los
prejuicios de la época, su estructura discursiva se mantiene en las redes de la
concepción racialista35 de la sociedad y dentro, asimismo, de la retórica modera.
Bibliografía
Echeverría Bello, I., Memorias de Iris. 1899-1925, Santiago, Ed. Aguilar, 2005.
Hall, S., Sin Garantías: Trayectorias y problemáticas en Estudios Culturales (textos publi-
cados originalmente entre 1991 y 2007), E. Restrepo, C. Walsh y V. Vich (eds.),
Colombia/Ecuador/Perú, Envión Editores, 2010.
Iris, Cuando mi Tierra Nació. Santiago, Ed. Nascimento, 1930.
—— Cuando mi tierra fue Moza, Tomo I, Santiago, Ed. Nascimento, 1943.
34
Iris, Cuando mi tierra fue Moza, pág. 306.
35
T. Todorov, Nosotros y los otros. Reflexión sobre la diversidad humana, México, Siglo xxi
Editores, 2000 (1.ª edición de 1989).
Introducción
2
«Exposición Amazónica de Lima» en R. Porras Barrenechea y V. A. Belaunde, El Perú y la
Amazonía, Lima, 1961, pág. 25.
3
P. Laña Santillana, Más allá de la trocha, Lima, Comité del IV centenario del descubri-
miento del río Amazonas, 1943.
4
La primera edición de 1942 se hizo en Lima en la Imprenta Torres Aguirre, edición que
hemos consultado, pero las citas en este trabajo corresponden a la edición de 1975.
5
Ver por ejemplo los trabajos de Doris Sommer o de Fernando Unzueta.
Más a ll á d e l a t r o c h a
Poco se sabe sobre Pilar Laña Santillana y su obra. Giovanna Minardi, espe-
cialista en narrativa femenina hispanoamericana, la cuenta entre las narradoras
peruanas más destacadas de la generación del 40 pero describe su prosa como
«ruralismo melancólico, entrevisto con ojos urbanos en el que personajes y con-
flictos se insinúan débilmente» 9. Pilar Laña Santillana habría nacido en 1904
en la ciudad de Jauja. Forma parte de los círculos letrados limeños y funda en
Lima una revista femenil llamada Social en 1931. Publica en 1933 un libro de
poesía Espirales, una guía sobre la ciudad de Lima en inglés Lima the historic
capital of South America junto con otra escritora peruana Catalina Cassinelli en
1942 y publica finalmente su primera novela, Más allá de la trocha, en 1943. Se
trata de una autora que forma parte de la élite cultural limeña y que no duda en
reivindicar la prepotencia de la capital peruana. Sin embargo, el incentivo del
contexto de celebración del centenario es tal que Pilar Laña realiza un viaje a la
Amazonía con el objetivo de escribir su primera novela.
Más allá de la trocha es de hecho el relato de un viaje: el de tres hermanos, Rena-
ta, María Luz y Gerardo, un joven que quiere entrar en negocios con un hacendado
cafetero en la Amazonía peruana. El viaje se realiza en dos etapas: la primera de
Lima hasta un caserío en la selva alta donde los hermanos se reúnen con su primo
Enrique, un ingeniero en el proyecto de construcción de la carretera central para
reunir la Costa al interior del país. La segunda parte del viaje se realiza hasta la
hacienda en el que el grupo de limeños y Enrique aprenden a conocer el mundo
de los cafetales. Renata, personaje principal de la novela, descubre allí el estado de
«salvajismo» en el que se encuentran los indígenas —probablemente Asháninkas—
8
B. Westphal, La géocritique : Réel, fiction, espace, Paris, Minuit, 2007.
9
G. Minardi, Cuentas: narradoras peruanas del siglo XX, Lima, Ed. Flora Tristán, Santo
Oficio, 2000, pág. 22.
10
M. W. « Más allá de la trocha de Pilar Laña Santillana» en Folklore. Tribuna del pensamiento
peruano, año 2, núm. V y VI, Lima, 1943.
11
P. Laña Santillana, Más allá de la trocha, ob. cit., pág. 8.
12
Notemos las destacadas excepciones de José B. Samanez y Ocampo y su Exploración de los
ríos peruanos de 1883-1884 y de Carlos Fry con su diario de viaje La gran región de los bosques de
1886. En el siglo xx encontramos también el notable ejemplo del prefecto Hildebrando Fuentes
con su Loreto: apuntes geográficos, históricos, estadísticos, políticos y sociales de 1908.
13
Ibíd., pág. 5.
Sangama
14
E. More, «Reportaje a Arturo D. Hernández» en Reportajes con radar, Lima, Pacha, 1960.
15
A. Hernández, Sangama, Lima, Peisa, 1975, pág. 49.
16
Primer encuentro de narradores peruanos, Lima: Latinoamericana Editores, 1986, pág. 48.
17
U. J. Zevallos Aguilar, « Topografías, conocimientos locales y modernización de la Ama-
zonía en Sangama (1942) de Arturo Hernández» en Las provincias contraatacan. Regionalismo y
anticentralismo en la literatura peruana del siglo XX, Lima, Vicerrectorado académico de la Uni-
versidad Nacional Mayor de San Marcos, 2009.
que Sangama es un descendiente de los últimos Incas y que tiene como objetivo
encontrar en la Amazonía la clave para el restablecimiento del imperio incaico.
La expedición de Sangama es un fracaso: solo consigue encontrar un mensaje
de sus antepasados que niega la posibilidad de un regreso de la civilización Inca.
Este se suicida y Chuya y Abel deciden seguir explorando la selva para empezar
una nueva vida, un nuevo tipo de colonización18. Una colonización más mode-
rada que la que tuvo lugar durante el boom del caucho y que causó la muerte de
miles de indígenas, una tragedia que no es realmente denunciada por la novela.
La ausencia de la denuncia de estos abusos conocidos por el autor ya que había
crecido en el mundo de la explotación cauchera coincide con el mensaje que
va hilvanando Arturo Hernández en la novela: la selva es un territorio fuera de
la Historia. La tragedia del boom del caucho es materia del olvido. El destino
de Chuya y de Abel es simplemente recomenzar un movimiento de conquista
y colonización. Y es que en la selva en la que Arturo Hernández plasma a sus
personajes, uno no se adentra hasta el futuro del país como en la novela de Pilar
Laña, uno vuelve a empezar. La selva de Hernández es la de un presente perpe-
tuo. Como lo señala Catherine Heymann19, la temporalidad en Sangama es la
temporalidad de los ciclos naturales, en la totalidad de la novela se encuentran
únicamente dos referencias cronológicas, de las cuales solo una se refiere a la
historia de la Amazonía. Se trata de una mención a la fundación del puerto de
Iquitos, fecha sobre la cual debaten aún los historiadores por falta de acta oficial.
El pasado histórico en Sangama solo existe en las referencias al imperio incaico
y es motivo de desencanto. La gloria de lo incaico no podrá renacer, ni siquiera
en el territorio selvático que históricamente había sido asociado al refugio de
los últimos Incas, una idea que había contribuido a consolidar el mito de un El
Dorado perdido en la Amazonía. El personaje de Sangama al buscar esta gloria
pasada que es la misma que se reivindica en todos los proyectos de definición de
la peruanidad concluye «he sido vencido por la selva, como es derrotado todo
el que vive soñando. Viví por el pasado y para el pasado…Y la selva portentosa,
que alimentaba mi obsesión tenía fatalmente que inmolarme!»20
Conclusión
18
Manuel Cornejo Chaparro habla de Sangama como la novela que puede redimir la trage-
dia del caucho al presentar esta pareja que renueva la idea de colonización de la selva en « Una
selva de espejos. La época del caucho y Sangama» en L. Córdoba; F. Bossert; N. Richard (eds.),
Capitalismo en las selvas. Enclaves industriales en el Chaco y Amazonía indígena (1850-1950), San
Pedro de Atacama, Ediciones del Desierto, 2015.
19
C. Heymann, «Sangama, una novela por (re)descubrir», ALP Cuadernos Angers - La Plata,
núm. 4, 2011, págs. 17-25.
20
A. Hernández, Sangama, ob.cit., pág. 296.
Bibliografía
1
D. Palaversich, «Ciudades invisibles. Tijuana en la obra de Federico Campbell, Luis Hum-
berto Crosthwaite, Francisco Morales y Heriberto Yépez», Iberoamericana, XII, núm. 46, 2012.
2
J. Villoro, «Estrella de la calle, de Luis Humberto Crosthwaite», Letras Libres, México
D.F., 2000.
3
Citado por P. Ábrego, «La frontera como sistema simbólico en la literatura mexicana con-
temporánea», Revista Surco Sur, vol. 2, University of South Florida, 2011, pág. 47.
4
Citado por P. Ábrego, ob. cit., pág. 49.
sido cuestionada por distintos críticos —entre los cuales Misha Kokotovic5
y Gilberto Giménez6—, porque quitaría al sujeto y al espacio su pertenencia
al territorio y convertirías estos en elementos imaginados.
Con respecto al caso específico de Tijuana, de acuerdo con García Can-
clini la ciudad representa «el mayor laboratorio social de la posmodernidad».
Según Kokotovic dicha teoría subestimaría «la desigualdad creciente de las
sociedades latinoamericanas» porque:
por más que García Canclini insista en la naturaleza conflictiva del concepto,
la hibridez sugiere, por el contrario, una combinación armoniosa, casi natural,
de diversos elementos culturales, y de esta manera se presta, por lo menos en la
academia norteamericana, a un multiculturalismo oficialista cuidadosamente
depurado de referencias a conflictos de intereses materiales7.
5
M. Kokotovich, «Hibridez y desigualdad: García Canclini ante el neoliberalismo», Revista
de crítica literaria latinoamericana, núm. 52, Lima-Berkeley, 2000.
6
G. Giménez, «La frontera norte como representación y referente cultural en México», Cul-
turas y representaciones sociales, México D.F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2007.
7
M. Kokotovich, ob. cit., pág. 290.
8
F. Montezemolo, «Cómo dejó de ser Tijuana laboratorio de la posmodernidad. Diálogo
con Néstor García Canclini», Alteridades, vol. 19, Universidad Autónoma Metropolitana, México
D.F., 2009.
9
M. S. Tabuenca Córdoba, «Aproximaciones críticas sobre las literaturas de las fronteras»,
Frontera Norte, vol. 9, Tijuana, Colegio de la Frontera Norte, 1997.
Bueno, la verdad es que en la historia del ser humano hay delantes y pa-
trases, y si pudiera hacerte un dibujo pensarías que es una carretera, simón,
pensarías que es un mapa porque eso es la vida, rectas, curvas, vados, puentes,
accidentes… Mira esta raya: el punto de origen es cuando naces, luego le sigues
y pasa tu infancia y adolescencia y por allí el camino empieza a convertirse en
dos. En esa época tomas decisiones elementales que bien podrían cambiar el
rumbo de la carretera10.
10
L. H. Crosthwaite, Estrella de la calle sexta, México D.F., Tusquets Editores, 2000, pág.32.
11
Ibíd., pág.13.
12
Ibíd., pág.18.
Soy papá de nadie; fui papa de alguien, pero ya no. Se me acabó la pater-
nidad justo en este punto de la carretera, mira, aquí donde la curva se vuelve
muy pronunciada, donde es peligroso, donde uno debe bajar la velocidad
porque si no… A partir de ese instante el camino volvió a cambiar, dio una
vuelta en u, se desgradó, se acabó el asfalto, se volvió terracería… Así fue
cómo volví a nacer13.
13
Ibíd., págs. 34-35.
14
Ibíd., pág.110.
Ahí estamos con el Saico y esta vez somos más, está la clica completa. Hasta los
rucos están ahí»15.
Sin embargo, resulta interesante notar cómo se representa de forma distinta
la violencia «cotidiana» —en muchos casos contra las mujeres por parte de sus
parejas o de sus padres, que está más o menos tolerada— y la que llega desde
afuera.
La representación de la violencia como algo muy cotidiano recuerda las pala-
bras de Rossana Reguillo con respecto a las consecuencias del neoliberalismo y de
la globalización en el contexto latinoamericano en «Formas del saber. Narrativas
y poderes diferenciales en el paisaje neoliberal»16. Reguillo analiza la búsqueda
de sentidos de pertenencia dentro del contexto neoliberal; búsqueda que en
muchos casos lleva a la vuelta a formas de organización jerárquicas, encabezadas
por líderes carismáticos o autoritarios según el contexto, que ofrecen respuestas
a la falta de certidumbre sufrida por los sujetos en la «sociedad líquida», toman-
do las palabras de Bauman. Eso resulta muy evidente el «El gran preténder»:
«La única neta es que el Saico era el bato más felón del barrio, o no? Tú ibas al
taller donde jalaba, y si tenías algun problema (que si buscabas un toque, que si
querías chingarte a un bato, que si te urgía una feria…) el mero Saico era quien
te hacía el paro»17. En «El gran preténder» el destino del líder del barrio parece
coincidir con la decadencia de este último. El sentido de pertenencia, la violencia
y el papel central del tiempo encuentran en las palabras del narrador de «El gran
preténder» su síntetis: «ya se acabó, comentan los morros. El Saico no está, el
Mueras no está, el Chemo no está»18.
Desde el punto de vista estructural la antología juega con la imagen de la
frontera. El volumen se compone de tres textos. El primero y el tercero, largos,
relatan las historias de personajes que, como se ha visto, tienen o han desarrollado
a lo largo del tiempo una relación de pertenencia con Tijuana. El cuento más
corto, «Todos los barcos», se encuentra en el centro y muestra ciertas diferencias
interesantes de los otros. En este caso sus personajes no tienen vínculos con
Tijuana; como se ha visto, solo quieren celebrar un sábado por la noche. Son
los turistas del fin de semana, el estereotipo del ciudadano estadounidense en
búsqueda de diversión. Propongo que este cuento y sus personajes se encuentran
en el medio del volumen porque representa el cruce, la relación con el vecino
del norte: representa la Frontera con F mayúscula y por esto se sugiere que tiene
que encontrarse en el medio.
El estilo de Crosthwaite logra respetar las diferencias entre los personajes:
el protagonista de «Sabaditos en la noche», un gringo desplazado hace mucho
tiempo a Tijuana, en su monólogo alcohólico da fé de su procedencia, mezclan-
do palabras de los dos idiomas pero eligiendo ya la forma escrita del castellano,
15
Ibíd., pág. 106.
16
R. Reguillo, «Formas del saber. Narrativas y poderes differenciales en el paisaje neoliberal»,
Cultura y neoliberalismo, Buenos Aires, CLACSO, 2007.
17
L. H. Crosthwaite, ob. cit., pág. 82.
18
Ibíd., pág. 82.
transcribiendo así los sonidos del inglés. El narrador en tercera persona de «El
gran preténder» demuestra su procedencia del barrio del Saico, su mirada de
adentro, a través de un habla fiel a la jerga y al lenguaje verbal utilizado por los
personajes del cuento, confirmando su cercanía con ellos. El narrador de «Todos
los barcos», al relatar las hazañas del chico estadounidense de paso a Tijuana,
muestra su distancia del contexto en el que se encuentra, a través de un lenguaje
correcto y de frases cortas, fragmentadas, que nos muestran la dimensión men-
tal en el que el protagonista busca refugio, en el intento de huir de la realidad
Tijuanense, que no le inspira ninguna empatía.
Bibliografía
Ábrego, P., «La frontera como sistema simbólico en la literatura mexicana contempo-
ránea», Revista Surco Sur, vol. 2, University of South Florida, 2011, págs.47-52.
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logo con Néstor García Canclini», Alteridades, vol. 19, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, México D.F., 2009, http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_ar
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—— De Macondo a McOndo. Senderos de la postmodernidad latinoamericana, México
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—— «Ciudades invisibles. Tijuana en la obra de Federico Campbell, Luis Humberto
Crosthwaite, Francisco Morales y Heriberto Yépez», en Iberoamericana, XII, núm.
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http://www.letraslibres.com/mexico/libros/estrella-la-calle-luis-humberto-crothwaite.
Introducción
Perú es uno de los países hispanoamericanos que mejor conservan los dos
mundos paralelos que analizaré posteriormente: el indígena y el occidental, auna-
dos en una misma sociedad. Este país andino fue el centro del Imperio Inca, cuya
capital estaba en Cuzco —ciudad todavía existente—, por lo que la importancia
que tenía el país antes de la llegada de los españoles a América era considera-
ble. A su vez, físicamente, Perú aúna las tres geografías más características del
continente: la costa, la sierra y la selva; la costa del Océano Pacífico, la sierra
de la Cordillera de los Andes y la selva amazónica. Existen muchas diferencias
entre estos tres contextos no solo geofísicamente, sino también en sus gentes.
Es decir, existen ciertas disputas entre los costeños y los serranos, por ejemplo,
como señalará José María Arguedas en sus obras, peruano y defensor incansable
del universo indígena y sus derechos. El relato «Warma kuyay» servirá de ejem-
plo y de introducción del choque cultural y ambiental entre esos dos universos
antes mencionados; será, también, la propia vida del autor la que mostrará las
diferencias entre uno y otro.
1
Terminología planteada en su tesis doctoral La narrativa indigenista: un planteamiento y
ocho incisiones, de 1971.
2
A. Cornejo Polar, «Sobre el “neoindigenismo” y las novelas de Manuel Scorza», Revista
Iberoamericana, 127, 1984, pág. 549.
3
Ibíd., pág. 550.
4
M. Vargas Llosa, La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo,
Madrid, Santillana Ediciones Generales, 1996, pág. 59.
5
Ibíd., pág. 62.
esto por lo que «nunca se tuvo antes en las letras hispanoamericanas un acceso
tan profundo al alma indígena, nunca antes se pudo fusionar o compenetrar
tanto el “yo” del narrador con el “ellos” (los indios), nunca se recreó el universo
andino tan radicalmente “desde dentro”»6.
Arguedas vivió entre estos dos mundos, por lo que conocía sus costumbres y
sus mitos a la perfección. Y, según Vargas Llosa, esta doble vida lo convirtió en un
privilegiado, por un lado, por tener la oportunidad de conocer en profundidad
cada uno de los entresijos de estas dos «tradiciones históricas», en «sus miserias
y grandezas»7 y, por otro lado, en un desarraigado, por no llegar a identificarse
completamente con ninguno de estos dos universos, lo que le haría sufrir nu-
merosas crisis que lo llevarían al suicidio en 19698; él mismo dice que no llegó
a «conocer como es debido ninguna ciudad de ninguna parte»9.
«Warma kuyay»
El relato que analizaré forma parte del volumen Agua (1935), que in-
cluye otros dos cuentos («Agua» y «Los escoleros»), cuentos considerados
«semiautobiográficos»10. «Warma kuyay» cuenta la historia de Ernesto, un niño
mestizo que vive en la hacienda Viseca con Kutu, un indio mayor que él. Er-
nesto está enamorado de Justina, pero esta mantiene una relación con Kutu,
pues consideraba a Ernesto y su amor hacia ella un cuento de niños. Un día, el
cruel Don Froilán abusa de Justina, y Kutu se venga de ello haciendo daño a los
becerros que había en la hacienda. Al principio, Ernesto acepta esta venganza,
pero llegado el momento se da cuenta de que esa no es forma de vengarse de
Don Froilán, sino que lo que de verdad tiene que hacer Kutu es matarlo «con tu
honda, Kutu, desde el frente del río, como si fuera puma ladrón»11. Kutu no lo
hace y Ernesto lo tacha de cobarde, y todos comienzan a considerarlo «maula»,
razón esta por la que se va del pueblo; Ernesto por fin se queda con Justina en
la hacienda, pero sabe que nunca podrá llegar a nada con ella porque seguirá
considerándolo un niño: «Justina tiene corazón para ti [para Ernesto], pero eres
muchacho todavía, tiene miedo porque eres niño»12.
El título del relato ya nos indica su tema: warma kuyay que, en quechua,
significa amor de niño; así lo reconoce el protagonista Ernesto al final del cuen-
6
T. G. Escajadillo, «El indigenismo narrativo peruano», Philologia Hispalensis, 4, 1989,
pág. 123.
7
M. Vargas Llosa, ob. cit., pág. 13.
8
Ibíd., pág. 14.
9
J. M. Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo, Madrid, Colección Archivos, 1990,
pág. 81.
10
J. Rodríguez-Luis, Hermenéutica y praxis del indigenismo. La novela indigenista de Clorinda
Matto a José María Arguedas, México, Tierra Firme, 1980, pág 123.
11
J. M. Arguedas, «Warma kuyay», Relatos completos, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pág.
90.
12
Ibíd., pág. 90.
to, a lo largo del cual podemos sentir todos los sobresaltos del primer amor, sus
sufrimientos, sus angustias y sus anhelos. Sin embargo, dicho amor evoluciona
hacia un amor menos humano, pero con igual poder hacia la naturaleza y hacia
los animales, asunto este muy ligado a la cultura indígena. En este terreno, ve-
mos que los tres destinatarios del amor de Ernesto tienen una estrecha relación
con la vida indígena: la india Justina, los animales cuidados por los indios en la
hacienda, y la naturaleza idealizada llena de simbolismo.
Ya en la evolución del tema del relato se contraponen dos mundos: el indio
frente al blanco. El universo indio viene representado por Kutu, y el blanco por
el protagonista Ernesto, aunque la situación familiar del niño lo coloca más bien
en el mundo de los indios, por la estrecha relación que mantiene con ellos. Es
aquí donde podemos relacionar al protagonista del cuento con la vida del propio
autor, pues Arguedas, como más arriba he indicado, se crio con los sirvientes
indios de su casa.
Seguidamente, el relato se estructura en cuatro partes, diferenciadas tipográ-
ficamente. La primera y la segunda transcurren por la noche: «Noche de luna
en la quebrada de Viseca»13; la tercera se desarrolla durante el día, con el «cielo
limpio y alegre»14; por último, en la cuarta parte no se especifica el momento.
Parece que la oscuridad de la noche acentúa los miedos, el deseo, la vergüenza
del niño, a la vez que ampara las burlas que hacen de él e incluso los delitos
cometidos por los adultos. Por su parte, el día aclara el ambiente, donde la na-
turaleza es más nítida y es escenario de la evolución del argumento: Kutu se va
y Ernesto queda resignado con su amor de niño. La ausencia de temporalización
en la última parte hace resaltar la importancia de otros aspectos en la vida del
niño, como la desubicación que sentirá siempre por los cambios continuos en su
vida, pensamiento extensible a la vida del autor. En esta última parte, el adulto
Ernesto evocará su vida en la hacienda de Viseca y se definirá a sí mismo como
«amargado y pálido, como un animal de los llanos fríos, llevado a la orilla del
mar, sobre los arenales candentes y extraños»15.
Me gustaría, en este punto, estudiar la narración del relato, pues será una
forma de relacionar los acontecimientos del relato y la forma de presentarlos con
la vida del autor y la influencia que esta pudo tener en la redacción de este y otros
cuentos y novelas, como Los ríos profundos (1958). En primer lugar, la técnica
utilizada es la narración en primera persona, autobiográfica, con el objetivo de
asegurar la cercanía entre el narrador y protagonista (Ernesto) y la relación con
el autor. En ocasiones, el narrador pasa a ser omnisciente y convencional; en
cambio, otras veces aparecen retazos de monólogo interior, sobre todo en aque-
llos momentos en los que se cuenta algún episodio intimista, propio del autor,
donde abre paso a la narración más pura para contar fragmentos de la vida en
la casa o de la convivencia con los indios: «me abracé al cuello del cholo. Sentí
13
Ibíd., pág. 87.
14
Ibíd., pág. 93.
15
Ibíd., pág. 94.
entre esos dos mundos: los indios, alegres, bailan canciones agradables, cariñosas,
que hablan de los animales y los recuerdos, del mes de mayo y la primavera, y
del amor; el mundo de los blancos viene representado por Don Froilán, quien
aparece gritando «¡Largo! ¡A dormir!», y «los cholos se fueron en tropa hacia la
tranca del corral»22, abandonando los cánticos alegres y festivos para hacer caso
al patrón de la hacienda, autoritario, severo e insensible. También, Justina podría
considerarse como el personaje que representa la injusticia y la situación en la
que vive el resto de indios: ella baila, canta, pero tras esto, Don Froilán abusa de
ella, como jefe de la hacienda y encargado de mantenerla, aunque sea mediante
el abuso y la explotación de sus trabajadores, es decir, de los indios.
José María Arguedas, como escritor comprometido con sus orígenes y vi-
vencias, realizó también ciertas críticas a estudiosos que analizaban la situación
del indio en Perú. En primer lugar, es muy crítico con la generación hispanista
—aquella que defendía apasionadamente «la Conquista, la Colonia y los aportes
españoles a la historia y culturas peruanas»23—, entre la que se incluyen Riva
Agüero, Víctor Andrés Belaúnde y Raúl Porras Barrenechea. Aunque Arguedas
muestre claramente su oposición a este pensamiento, no tiene un punto de vista
determinado, pues en ocasiones se aproxima a Luis E. Valcárcel y su tesis histo-
ricista y racista —superioridad de la cultura inca sobre la europea, de la sierra
sobre la costa, y del «Cusco autóctono sobre Lima»24—; otras, a José Uriel García,
quien opta por un proceso integrador y comprensivo de la pluralidad peruana; y
sobre todo, a José Carlos Mariátegui —fundador de la revista Amauta— y su ini-
ciativa revolucionaria y marxista25. Seguidamente, en su madurez irá cambiando
levemente de perspectiva para afirmar que el indio debe integrarse en la sociedad
sin llegar a occidentalizarse, mediante un «proceso en el cual ha de ser posible la
conservación o intervención triunfante de algunos rasgos característicos […] de
la tradición hispano-quechua»26, considerando que la tradición incaica es lejana
y optando por una sociedad peruana formada por una pluralidad. Defiende el
colectivismo y la fraternidad de la comunidad india como rasgo que debe pervivir
y superar el intento «devorador» de la cultura occidental. Pero, en palabras de
Vargas Llosa, este pensamiento será una «quimera» o «utopía arcaica» y pasará
a ser el apoyo en el que basará toda su obra27. Y en muchas ocasiones, caerá en
la tentación de identificar a los costeños y blancos como los malvados, y a los
22
Ibíd., pág. 88.
23
M. Vargas Llosa, ob. cit., pág. 69.
24
Ibíd., pág. 84.
25
Ibíd., pág. 97.
26
Ibíd., pág. 99.
27
Ibíd., pág. 100.
serranos e indios como los personajes que encarnen el bien; la raza diferenciaría
el bien y el mal28.
Arguedas afirma que
el hecho de que la población nativa del Perú no fuera aniquilada por los con-
quistadores españoles […] tuvo consecuencias de importancia decisiva para el
proceso de la cultura en el Perú. Al mismo tiempo que los recientes estudios
etnológicos revelan que la cultura india ha conservado en nuestro país una in-
tegridad mucho mayor de lo que realmente se suponía, se reafirma con pruebas
cada vez más abundantes la existencia de un proceso de fusión entre la cultura
invasora y la nativa29.
Sin embargo, este proceso de fusión solo ha tenido lugar en las capas socia-
les intermedias de los valles costeños, pues en las regiones nativas más alejadas
de los centros neurálgicos del país, este proceso avanza a un ritmo mucho más
lento30. Por consiguiente, esta intención unificadora no dejará de ser una utopía
arcaica. Arcaica porque lo arcaico en Arguedas es el «legado cultural, tradición y
sedimentación histórica»; y utopía, porque esa esperanza de justicia social para
con los indios será «la proyección de un sueño y la recuperación simbólica de
lo perdido»31.
Así, Arguedas buscará un espacio donde recrear ese legado prehispánico
—identidad del indígena—, pero sin éxito, por lo que será este el motivo por
el cual Vargas Llosa piense «a Arguedas como el representante de un proyecto
demagógicamente sentimentalizado, románticamente definido en torno a un
claroscuro de dolor y lirismo, exaltación y melancolía»32, donde su poética y
biografía se comunican y complementan mutuamente. Siente nostalgia por ese
mundo perdido —utópico y arcaico— al que tan estrechamente estaba ligado,
ese mundo «incontaminado de modernidad, alejado de la costa y de todo lo que
es extranjero»33, que defendía con tanta pasión. Según Vargas Llosa, quien se
basa en las palabras del propio Arguedas, este fue retratando el Perú desde lo más
recóndito hasta lo más universal; es decir, centra su primera publicación (Agua,
1935) en un pueblecito; la segunda (Yawar Fiesta, 1941) en Puquio, una pro-
vincia; y en Todas las sangres (1964), dice que consiguió «retratar el conjunto de
la vida peruana»34, puesto que Perú está formado por «todas las sangres»: indios,
cholos, criollos, etc., lo que forma esa pluralidad que refería antes.
28
M. Vargas Llosa en J. M. Arguedas, Todas las sangres, Madrid, Alianza Editorial, 1982,
pág. ix.
29
J. M. Arguedas, Mitos, leyendas y cuentos peruanos, Madrid, Ediciones Siruela, 2009, pág. 17.
30
Ibíd., pág. 17.
31
M. Moraña, Arguedas/Vargas Llosa. Dilemas y ensamblajes, Frankfurt am Main-Madrid,
Vervuert-Iberoamericana, 2013, pág. 52.
32
Ibíd., pág. 53.
33
M. Vargas Llosa en J. M. Arguedas, Todas las sangres…, ob. cit., pág. xi.
34
M. Vargas Llosa, ob. cit., pág. 306.
Conclusiones
35
R. González Vigil en J. M. Arguedas, Los ríos profundos, Madrid, Cátedra, 1958, pág. 26.
36
Ibíd., pág. 30.
37
Ibíd., pág. 31.
Bibliografía
Un viejo que leía novelas de amor (1989), novela del escritor chileno Luis
Sepúlveda (1949), relata cómo Antonio José Bolívar Proaño se ve forzado a
participar en la caza de una tigrilla para mantener seguro al poblado en el que
vive. A través de esta historia se cuenta la vida de Bolívar Proaño, un hombre
viejo, oriundo de la sierra de Ecuador que gracias a un acuerdo con el gobierno
decide irse a vivir en condición de colono a un pueblo en el Amazonas. Durante
su viaje hacia la Amazonía ecuatoriana, Bolívar Proaño se detiene en tres espacios
y en cada uno de ellos su identidad se ve afectada. El presente trabajo tiene por
objetivo analizar cada uno de esos espacios y su relación con la construcción de
la identidad del protagonista de Un viejo que leía novelas de amor. A su vez, se
pretende observar si los cambios de esa identidad terminan idealización a Bolívar
Proaño, en la medida en que este podría ser asumido como un sujeto ejemplar,
pues a pesar de que no logra dominar la selva si consigue convivir con ella1.
Fernando Aínsa explica cómo la Amazonía ha sido objeto de diversas repre-
sentaciones literarias en Latinoamerica generando un subgénero temático, esto
1
Para ello, ha sido tenida en cuenta la siguiente bibliografía complementaria: L. Hazera, La
novela de la selva hispanoamericana, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1971; J. Marcone, «Del
retorno a lo natural: La serpiente de oro, la “novela de la selva” y la crítica ecológica», Hispania,
vol. 81, núm. 2, 1998, págs. 299-308;D. Tavares y P. Le Bel, «Forcing the boundaries of genre:
the imaginative geography of South America in Luis Sepulveda’s Patagonia Express”, Area, vol.
40, núm. 1, 2008, págs. 45-54.
es, la novela de la selva. Y observa que en el corpus que compone este subgénero
se presenta un tema constante: el del «viaje-búsqueda, especie de peregrinaje
iniciático, de despojamiento de lo fútil del mundo desarrollado y de encuentro
con valores primordiales en el corazón de la selva virgen americana»2; viaje que
se realiza en un movimiento centrípeto, desde las orillas del continente hacia su
interior, y que además tiene como consecuencia la disolución de la identidad del
héroe en una selva que no tiene centro y que tampoco puede ser pensada como
punto de llegada3. Ese peregrinaje del que nos habla Aínsa también se presenta
en Un viejo que leía novelas de amor. El viaje del protagonista de esta novela se
inicia en la sierra, en San Luis, y tiene como punto de llegada El Idilio, un po-
blado colono. No obstante, el viaje no termina allí sino que se continúa hacia el
interior de la selva del Amazonas.
En un principio, el viaje de Bolívar Proaño no se realiza como búsqueda
sino como huida. El espacio de San Luis le impone al protagonista unos condi-
cionamientos de los que decide escapar. Son pocas las descripciones del paisaje
físico de San Luis que nos entrega el narrador de la novela, apenas nos hace
saber que se trata de un territorio frío, ubicado en las montañas de los Andes,
cerca al volcán Imbabura. Pero en lo que sí se detiene un poco es en describir
las costumbres de la comunidad que habita ese espacio. Nos dice entonces que
se trata de una comunidad campesina pobre, dependiente de la agricultura y la
cría de animales, y en la que además existen unos roles de género que se espera
sean cumplidos. A la edad de trece años a Bolívar Proaño lo comprometen con
Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento Estupiñan Otavalo, y dos años
más tarde los dos jóvenes contraen matrimonio. Se espera entonces que en algún
momento Dolores quede embarazada pero esto no ocurre a pesar de los esfuerzos
de la pareja. Comienzan así los murmullos, primero, sobre la condición de la
mujer: «Está muerta por dentro. ¿Para qué sirve una mujer así? —comentaban»4;
y luego, sobre la fertilidad del mismo Bolívar Proaño. Hasta que un día, para
remediar el problema de la falta de hijos, le proponen al protagonista dejar sola
a su esposa durante los festejos del pueblo para que en «la gran borrachera colec-
tiva» (como la llama el narrador) logre quedar en cinta. Bolívar Proaño se niega
a ser padre de un hijo de carnaval y decide partir aprovechando un programa del
gobierno que ofrece tierras y ayudas a quienes quieran poblar los territorios en
disputa con Perú. Más que una búsqueda de una mejor vida, la partida de Bolívar
Proaño es una huida, escapa de las convenciones sociales de su comunidad y del
peso que debe cargar al no cumplirlas.
Esa huida tiene como punto de llegada El Idilio, el poblado colono en la
Amazonía que apenas se está construyendo: «La única construcción era una enor-
me choza de calaminas que hacía de oficina, bodega de semillas y herramientas, y
2
F. Aínsa, «¿Infierno verde o Jardín del Edén?», Espacios del imaginario latinoamericano, La
Habana, Editorial Arte y Literatura, 2002, pág. 104.
3
Ibíd., pág. 104.
4
L. Sepúlveda, Un viejo que leía novelas de amor, Barcelona, Tusquets, 1989, pág. 40.
vivienda de los recién llegados colonos. Eso era El Idilio»5. Allí la pareja recibe un
documento que los acredita como colonos, dos hectáreas de tierra y herramientas
para trabajar el terreno. La fundación de El Idilio inicia con la intervención de los
colonos, quienes se lanzan a construir viviendas y a limpiar el terreno ocupado
por la selva para destinarlo a la agricultura. Sin embargo, no lo consiguen ya que
la selva reclama su territorio y como consecuencia los colonos comienzan a morir
ya sea de hambre, por enfermedad o por los mismos animales que intentan cazar
para alimentarse. Hasta que un día, cuenta el narrador: «La salvación les vino con
el aparecimiento de unos hombres semidesnudos, de rostros pintados con pulpa
de achiote y adornos multicolores en las cabezas y los brazos»6. Son los indígenas
shuar que deciden enseñarles, como dice el narrador: «el arte de convivir con la
selva». Les enseñan entonces a cazar, pescar y construir viviendas duraderas y les
advierten sobre la imposibilidad de cultivar en esas tierras. Aun así los colonos
siguen empeñándose en sembrar en un terreno poco apto para la agricultura.
A pesar de las ayudas, las dificultades no cesan y durante el segundo año
Dolores muere. La razón de la huida se extingue y Bolívar Proaño culpa a la selva:
«Quería vengarse de aquella región maldita, de ese infierno verde que le arreba-
taba el amor y los sueños. Soñaba con un gran fuego convirtiendo la Amazonía
entera en una pira»7. No obstante, se da cuenta de que no puede odiarla pues
realmente no la conoce. Es así como Bolívar Proaño decide irse con los shuar
a conocer la selva. Es en ese momento cuando el viaje de huida se convierte en
viaje de conocimiento. Este le permite conocer, por un lado, a la cultura shuar:
Bolívar Proaño aprende su idioma, sus técnicas de caza, participa en sus celebra-
ciones, conoce el amor con ellos, etc.; y, por otro lado, conoce la selva: sus ciclos,
su comportamiento, la vida en ella. Todo esto termina transformando radical-
mente a Bolívar Proaño: «La vida en la selva templó cada detalle de su cuerpo.
Adquirió músculos felinos que con el paso de los años se volvieron correosos.
Sabía tanto de la selva como un shuar. Era tan buen rastreador como un shuar.
Nadaba también como un shuar. En definitiva, era como uno de ellos, pero no
era uno de ellos»8. En otras palabras, se transforma física y espiritualmente, lo
cual le impide odiar a la selva, pues en ella se descubre libre y a gusto, hasta el
punto de aprender a amarla y hacerla su hábitat.
El protagonista de la novela de Sepúlveda logra integrarse al espacio de la
selva pero lo que no logra es ser integrado dentro de la comunidad shuar. A pesar
de que dentro de ella supera la prueba de aceptación (sobrevive a la mordedura
de una serpiente equis, lo que los shuar consideran poco usual), Bolívar Proa-
ño termina deshonrándose al dar muerte al asesino de Nushiño, su compadre,
con un arma de fuego y no en un combate valiente, como indica la tradición
indígena, lo que condena a Nushiño a vagar por la selva como un pájaro ciego y
5
Ibíd., pág. 41.
6
Ibíd., pág. 43.
7
Ibíd., pág. 44.
8
Ibíd., pág. 50.
9
Ibíd., pág. 59.
10
Ibíd., pág. 60.
11
Ibíd., pág. 122.
12
S. DeVries, «Swallowed: political ecology and environmentalism in the Spanish American
Novela de la selva», Hispania, vol. 93, núm. 4, 2010, págs. 357-58.
13
L. Sepúlveda, ob. cit., pág. 103.
14
Ibíd., pág. 60.
Bibliografía
Aínsa, F., «¿Infierno verde o Jardín del Edén?», Espacios del imaginario latinoamericano,
La Habana, Editorial Arte y Literatura, 2002, págs. 102-148.
De Vries, S., «Swallowed: Political Ecology and Environmentalism in the Spanish
American Novela de la Selva», Hispania, vol. 93, núm. 4, 2010, págs. 535-546.
Hazera, L., La novela de la selva hispanoamericana, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo,
1971.
Marcone, J., «Del retorno a lo natural: La serpiente de oro, la “novela de la selva” y la
crítica ecológica», Hispania, vol. 81, núm. 2, 1998, págs. 299-308.
Sepúlveda, L., Un viejo que leía novelas de amor, Barcelona, Tusquets, 1989.
Tavares, D. y Le Bel, P., «Forcing the Boundaries of Genre: the Imaginative geography
of South America in Luis Sepulveda’s Patagonia Express», Area, vol. 40, núm. 1,
2008, págs. 45-54.
1
W. Bake Tyrrell, Las amazonas. Un estudio de los mitos atenienses, México, D. F., Fondo de
Cultura Económica, 2001.
2
B. Weinbaum, Island of Women and Amazons. Representations and Realities, Austin, Uni-
versity of Texas Press, 1999, pág. 26.
for understanding and dealing with alien cultures by portraying these cultures
as the inversion of European civilization»3.
Ante la distópica realidad con la que la oficialidad representaba el reino de
las amazonas, bajo el tópico clásico del mundo al revés, el modelo de sabiduría
y justa monarquía es el representado por el modelo de liderazgo encabezado por
el hombre. El reino de las amazonas sirve para dar cuenta de la mistificación que
transforma la cultura canónica en naturaleza universal y única. Los mitos (las
costumbres, ritos, rutinas) de la vida cotidiana son los que se invierten en las
islas de amazonas evidenciando, así, que lo natural no tiene por qué coincidir
con lo acostumbrado.
Lope de Vega en su comedia Las mujeres sin hombres (1621) recupera el mito
de las amazonas a través de la creación de un argumento basado en la llegada de
los héroes griegos a Temiscira, tierra de amazonas, donde Teseo, Hércules y Jasón
intentarán conquistar con sus tropas el reino gobernado por las míticas mujeres.
Lope introduce a tres amazonas protagonistas de la acción: la reina Antiopía, su
rival para el trono, Deyanira, y la amazona Menalipe, las tres se rinden ante la
pasión amorosa, las tres quedan cautivadas por Teseo, cuyo objetivo es enfren-
tarse en batalla a las míticas guerreras.
La intención de Lope al recurrir a autores de la Antigüedad grecolatina es
la de crear un texto con raíces mitológicas pero, a la vez, alejado de las mismas
gracias a la influencia y la manera de componer que supone el Arte Nuevo. De
modo que la tradición mitológica pasa por distintos filtros desde la Antigüedad
hasta el Renacimiento, época en la que se produce la verdadera eclosión mito-
lógica en las composiciones literarias.
Desde la Dedicatoria a Marcia Leonarda, Lope de Vega indica ya las referen-
cias en la que se apoya y subraya ya el valor de las amazonas:
3
A. Taufer, Playing with Gender: A Renaissance Pursuit, ed. J. R. Brink, Urbana, University
of Illinois Press, 1991. pág. 36.
que no es lo que menos acaba sus vidas y consume sus hermosuras. Arriano y
Jenophonte se ríen de tal fábula, yo las hallo en Virgilio y en todos los autores4.
4
L. de Vega, Las mujeres sin hombres, León, Universidad de León, 2008, pág. 98.
5
M. McKendrick, Woman and society in the Spanish Drama of the Golden Age. A Study of the
Mujer Varonil, London, Cambridge University Press, 1974, pág. 180.
y de mí su bruja hermana
¡por Dios! que nos desbalijan
de las almas, y que, hambrientas
o nos asan o nos guisan;
porque comen carne humana
mejor que nosotros guindas (vv 1483-1498).
Se ejecuta así la reescritura del mito acorde a los esquemas cortesanos, amo-
rosos y caballerescos que permite rastrear el arquetipo de la mujer varonil con
rasgos amazónicos; así, el personaje de Gonzalo hace la siguiente descripción de
Menalipe: «¡Discreta, hermosa, valiente: / y todo en una mujer!» (vv 717-718),
encarnando la amazona tanto el tópico clásico de la sapientia et fortitudo como
el de la pulchritudo. Además, las míticas guerreras se convierten en personajes
esenciales de la trama: son las sibilas que anuncian a base de vaticinios el tono
trágico que envuelve la obra.
Si para el mundo clásico las Amazonas constituían la inversión de sus valores
esenciales y, por tanto, se localizan en el polo opuesto a lo deseable y civilizado,
las amazonas situadas en el Nuevo Mundo constituyen en la literatura de los
Siglos de Oro:
Una modalidad de personajes que, sin dejar de representar esa amenaza para
el orden y la civilización androcéntrica por sus múltiples signos de alteridad (lo
femenino, lo bárbaro, lo salvaje), encarnan un mito muy interesante por polié-
drico, ya que emblematizan la contraposición con el Otro americano —difícil
de aceptar en cuanto tal, y, por tanto, transformado según los casos en enemigo
al que combatir, en alteridad a la que domesticar y reconducir al propio hori-
zonte cultural o, incluso, en monstruo no humano al que eliminar—, y sirven
además para consolidar las prerrogativas y los esencialismos de los discursos
oficiales con un valor simbólico asociado redundante con el discurso colonial
sobre la conquista de América como una empresa heroica y viril de expansión
de la civilización del Imperio cristiano español al que todos los autores de la
época (peninsulares y virreinales) se acogieron6.
6
R. Mataix, «Amazonas áureas: un viaje a América de ida y vuelta», Edad de Oro, XXIX,
2010, pág. 217.
Bibliografía
Tan solo tres años transcurridos desde la caída de aquel monólogo perpetuo
materializado en la figura y voz de Francisco Franco, se produjo, en el pano-
rama de la cultura y, más concretamente, en el ámbito de las letras catalanas
femeninas, una auténtica revolución1. El pretexto que motivará nuestro trabajo
será la publicación de la primera novela de Esther Tusquets, El mismo mar de
todos los veranos, en 1978, precisamente2. El hecho de optar por esta obra y
no por un texto señero, como lo fue en su momento Te deix amor la mar com
penyora, de Carme Riera, se debe a su carácter en clave de llamada de atención,
manifestación socio-política clara y su contundente carga ética y moral; todo
ello amparado bajo una perspectiva de género que permitirá recuperar voces y
textos anteriores, así como fraguar una plataforma coherente de producción de
discursos en torno al deseo3. Esta obra interpretó un papel fundamental en la
aparición de otras novelas posteriores, cuyas intenciones se orientaron hacia un
camino marcadamente rupturista de afán renovador4.
1
Dicho viraje se extendió sobre otros puntos geográficos, generando discursos adversos a la
lectura patriarcal imperante en torno a la situación de la mujer escritora en las letras españolas.
2
E. Tusquets, El mismo mar de todos los veranos, Barcelona, Anagrama, 1990.
3
C. Riera, «Te deix, amor, la mar com a penyora», Te deix, amor, la mar com a penyora,
Barcelona, Laia, 1984 [1975].
4
Hablamos de R. Montero, Crónica del desamor, Madrid, Debate, 1979, así como de M.
Roig, La hora violeta, Barcelona, Edicions 62, 1980 [1ª ed. en catalán, L’hora violeta].
5
P. Nieva de Paz, Narradoras españolas en la Transición Política (Textos y contextos), Madrid,
Fundamentos, 2004, pág. 72.
6
C. Martín Gaite, «Una niña rebelde», Ensayos II, Ensayos literarias, Obras Completas V, J.
Teruel (ed.), Madrid - Barcelona, Espasa - Círculo de Lectores, 2003, págs. 844-845.
7
G. C. Nichols, Des/cifrar la diferencia, España, Siglo xxi, 1992, pág. 27.
refractaria a las zonas elevadas del espíritu y a los valores bellos y heroicos de
la Naturaleza»; y la opinión, de corte más general, de José María Pemán:
El mismo mar de todos los veranos intervino sobre esta coyuntura histórica,
política y social, dando a conocer el interés novelístico de Esther Tusquets, no
ya simplemente desde un punto de vista editorial, esto es, como cabeza visible
de la exitosa Lumen. Aludiendo al título del brillante ensayo de Jordi Gracia
La resistencia silenciosa. Fascismo y cultura en España, aquella falsa obstinación
de los grupos de intelectuales que no optaron por exiliarse, les hizo (re)sur-
gir con el vigor de quienes fueron capaces de asegurar la «subsistencia de la
tradición liberal»9. En el caso de las escritoras, escindidas, a su vez, en una
corriente dual: Barcelona y Madrid, la continuidad cultural pudo preservarse
gracias a la labor discursiva ajena al régimen, cuyas intenciones se agrupan
en dos bloques10. Por un lado, como establece José Teruel en relación a la
novela de Tusquets, la (re)presentación de una «propuesta moral»; por el otro,
la reivindicación de infinidad de textos sepultados bajo el sistema de control
emocional franquista: la adhesión a la corriente creativa que habrían venido
desarrollando otras escritoras con anterioridad11. La significación de su gesto
trató de legitimar su discurso e inscribirse así en un sendero expresivo repleto
8
La primera cita mencionada pertenece a la publicación Bibliografía Hispánica, núm.
12, XII, 1945; en cambio, debemos la segunda a la recuperación que efectúa Nichols del texto
de Pemán en Doce cualidades de la mujer, 1947, recogido en el conjunto de ensayos mencionado
en la nota anterior: Ibíd., pág. 13.
9
Tomamos la significación desglosada de la noción «resistencia silenciosa», aplicada a un
ámbito de postguerra en su sentido más inmediato: «la reanudación de la modernidad solo pudo
hacerse de forma marginal, intermitente, disimulada y críptica», Barcelona, Anagrama, 2004,
pág. 37; I. Peiró Martín, Historiadores en España. Historia de la Historia y memoria de la profesión,
Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2013, pág. 253.
10
El núcleo de escritoras catalanas, como Tusquets, Roig, Riera, Rodoreda, Moix, entre
otras, se caracterizó por consagrar, en gran medida, sus producciones narrativas a la construcción
identitaria desde nociones corporales. En cambio, desde Madrid y otros focos, escritoras como
Carmen Martín Gaite, Elena Quiroga o Dolores Medio, optaron por la pronta recuperación de
lugares comunes, en tanto que paraísos perdidos, a la caída de aquel bloque de tiempo perdido,
que debía recuperarse, al modo proustiano, a la caída del régimen dictatorial.
11
J. Teruel, «Representación del lesbianismo en la narrativa de la Transición democrática»,
La mujer ante el espejo: estudios corporales, M. J. Zamora Calvo (coord.), Madrid, Abada, 2013,
pág. 188.
La idea que tenemos del suceder histórico, como la de todo suceder tem-
poral es el de la destrucción: «el tiempo destructor», es la imagen que persiste
en la conciencia de casi todos los hombres; de ahí, que no se haya intentado
hacer la historia de los sentimientos ni de nada de lo que constituye la inti-
midad de la condición humana, pues parecía la historia un suceder de cosas
que anulan a las anteriores, una especie de desfile de instantes que brillan
fugazmente y son sustituidos por otros13.
12
I. M. Zavala, «Las formas y funciones de una teoría crítica feminista. Feminismo dialógi-
co», Breve Historia Feminista de la Literatura Española (en lengua castellana), I, Teoría feminista:
discursos y diferencia, M. Díaz-Díocaretz e I. M. Zavala (coords.), Barcelona, Anthropos, 1993,
pág. 40.
13
M. Zambrano, Islas, J. Luis Arcos (ed.), Madrid, Verbum, 2007, pág. 111.
14
A. Caballé, «Memorias y autobiografías escritas por mujeres (Siglos xix y xx)», Breve
Historia Feminista de la Literatura Española (en lengua castellana), V, La Literatura escrita por
mujer (del S. XIX a la actualidad), I. M. Zavala (coord.), Barcelona, Anthropos, 1998, pág. 136.
20
E. Tusquets, El mismo mar de todos los veranos, ob. cit., pág. 94.
21
E. Tusquets, Confesiones de una editora poco mentirosa, ob. cit., pág. 193.
22
En concreto, la editora menciona en el texto citado a Jorge Herralde de Anagrama y a
Carlos Barral, de Barral editores, ambos íntimos amigos suyos; E. Tusquets, Confesiones de una
editora poco mentirosa, ob. cit., págs. 194-195.
23
A. Mª Moix, 24 horas con la Gauche Divine, Barcelona, Lumen, 2014, pág. 27.
24
E. Tusquets, Confesiones de una vieja dama indigna, 2009, pág. 41.
25
Ibíd., pág. 40; E. Tusquets, Habíamos ganado la guerra, Barcelona, Bruguera, 2008, pág.
154.
31
J. Kristeva, El texto de la novela, J. Llovet (trad.), Barcelona, Lumen, 1970, pág. 15.
32
J. Benet, ob. cit., pág. 228.
33
E. Tusquets, El mismo mar de todos los veranos, ob. cit., pág. 119.
mujeres quedó olvidado públicamente durante casi cuatro décadas, salvo algunas
excepciones, el espacio concéntrico de la casa había ido (re)conquistándose de
forma gradual, así como el afianzamiento de un modelo de escritura desprovisto
de rabia, ya nunca más titubeante. La manifestación y articulación pública de
la performatividad de lo íntimo creó una ilusión de lo privado, entendida como
artificio literario. Las políticas del cuerpo y la historia de los sentimientos ya
no necesitaron de un narrador externo que contase a las mujeres su historia; el
cuento comenzó así a relatarse desde otra perspectiva.
Bibliografía
nos centraremos en las obras: Las Infantas, producción de 1998; Fruta Podrida,
presentada a público el año 2007 y que vio la luz tras la obtención de la Beca
Guggenheim (creada en 1925); y Volverse Palestina, obra que si bien aparece a
modo de crónica el 2014, también lo hace como crónica-ensayo el 2015, carac-
terísticas que se detallarán más adelante.
Cuando titulamos «El cuerpo (textual) de Lina Meruane» se presentan dos
singularidades, la primera de ellas muy elemental pues es de Lina de quien se
realiza esta breve investigación, pero también la idea es rescatar ese «cuerpo
textual» y, a través de este, ver el «alma» de su autora, vale decir, librar de la
presencia lo que dice su esencia. Además de dar cuenta de cómo, leyendo el
cuerpo de diversas maneras, percibimos una realidad sobre la base de una pers-
pectiva diferente.
Cabe destacar además, que las tres obras escogidas han sido seleccionadas
de acuerdo a particularidades de dos ámbitos: uno de ellos temporal; otro de
ellos, estructural. A saber, así como pertenecen a décadas de producción distin-
tas, ello implica que la visión, madurez y/o experiencias de su autora también
se encontraban en una perspectiva diferente la una de la otra. Sin embargo, es
importante destacar que en cuanto a forma y estructura narrativa existen varia-
ciones de producción; así tenemos: Las Infantas es un libro de cuentos, Fruta
Podrida es una novela y Volverse Palestina es un texto crónico-ensayístico bajo
una línea periodística, si así se prefiere. Es por ello que, entonces, estando frente
a «prosa», cada una de estas —cada libro— posee su propia particularidad.
Para ordenar el presente documento, lo dispondremos en tres núcleos esen-
ciales, cada uno de ellos con un tipo de producción, para así examinarlos y
comentarlos de manera individual y personalizada. Así también, para revisar
una visión generalizada en la etapa final.
Las Infantas es un texto relativamente breve que supera las cien páginas
de totalidad. Si bien tiene la característica de ser un libro de «cuentos» bajo
el concepto genérico e histórico que ya todos conocemos —relatos breves,
pocos personajes que participan, el desarrollo es sobre la base de una acción
principal, etc.—, presenta una singularidad sugestiva de analizar. Es intere-
sante, entonces, comenzar esquematizando lo que se expone para una mayor
aclaración.
Si observamos el índice del libro nos damos cuenta que los títulos de los
cuentos están escritos en dos tipografías diferentes, una de ellas en «tipografía
redonda» y la otra en letra cursiva como se presentan aquí, además de estar inter-
calados los unos y otros: Reina de Piques; Desde la espesura del bosque; De mano
en mano; La pensión, cualquier noche; Cuerpos de papel; Departamento urbano;
Cuencas vacías; Tabloides en el quiosco; Hermanastras.
Lo anterior es el primer elemento a destacar en cuanto a la nueva estructura
literaria que ha adoptado Meruane, puesto que lo expuesto tiene una razón de ser.
Cada uno de los cuentos que se encuentran transcritos con «tipografía redonda»
como «Reina de piques» o «De mano en mano» son textos que tienen una inde-
pendencia absoluta el uno del otro. Son textos de lectura individual y no están,
1
M. Areco, «Cartografía de la novela chilena reciente», Anales de literatura chilena, Santiago,
año 12, núm. 15, junio 2011, pág. 179.
2
M. Larrauri, «Incorporables», Las huellas de Foucault en la historiografía, Barcelona, Icaria,
2011, pág. 221.
3
V. Camps, El siglo de las mujeres, Madrid, Cátedra, 1998, pág. 88.
4
Considere el lector crédito a quien escribe; puesto que dicha categorización surge de una
conversación personal con la autora mencionada, imposible de citar.
5
G. Minardi, «El feminismo latinoamericano al margen del discurso hegemónico occi-
dental», Este que ves, engaño colorido: literaturas, culturas y sujetos alternos en América Latina,
Barcelona, Icaria, 2012, pág. 367.
6
M. Larrauri, ob. cit., pág. 215.
7
L. Meruane, Lina, «Cercada y Fruta Podrida: dos modos de lo político», Universidad
Autónoma de Barcelona, (conferencia celebrada el 07-03-2016).
8
T. Eagleton, La novela inglesa, una introducción, Madrid, Akal, 2005.
9
En A. Sossa, «Análisis desde Michel Foucault referentes al cuerpo, la belleza física y el
consumo», Polis, Revista Latinoamericana, 2011.
10
M. Gama, «Cartografía de las fronteras: los cuerpos desobedientes en el cuento “Noche”
de Héctor Manjarrez», El cuerpo del significante. La literatura contemporánea desde las teorías
corporales, D. Falconi y N. Acedo (eds.), Barcelona, UOC, 2011, pág. 225.
11
M. A. Palaisi-Robert, «María Luisa Puga y la textualizac(c)ión del cuerpo enfermo de la
mujer», El cuerpo del significante. La literatura contemporánea desde las teorías corporales, D. Falconi
y N. Acedo (eds.), Barcelona, UOC, 2011, pág. 319.
12
N. Almada, «El deseo se hace cuerpo. Un recorrido por el deseo de los personajes de La
pasión de Jeanette Winterson», El cuerpo del significante. La literatura contemporánea desde las
teorías corporales, D. Falconi y N. Acedo (eds.), Barcelona, UOC, 2011, pág. 85.
Desde las primeras páginas se atiene al verbo «regresar» del mismo modo como
se apela al verbo de «volver», pero este viaje en particular va más allá de lo físico.
El presente texto está estructurado en dos partes fundamentales. La primera
de ellas en el formato de crónica donde cuenta cuáles fueron los periplos para
llegar a una tierra a la que, en realidad, nunca había ido. Encontrarse con fami-
liares lejanos y retomar la idea, probablemente inconsciente en sus inicios, de la
construcción del «yo» y del «de dónde vengo». En definitiva, una construcción
de identidad que se apreciará a lo largo de toda la narración. Pero además de ello,
también existe una segunda parte de ensayo, donde se observa a una Lina que
entra en la biblioteca y se informa para producir un texto ensayístico.
Bajo esta faceta más periodística se vive una escritura del «yo», pero no bajo
una razón de ser autobiográfica del Romanticismo o el yo de Rousseau, aunque
tampoco una perspectiva del xvii cronista (yo soldado, yo mujer que relato),
sino como una construcción de una realidad sobre la base de la identidad. Por
ello, «llegar a ser lo que se es o llegar a ser uno mismo significa tener autono-
mía, crearse una identidad constituida por el complejo de atributos que han ido
formando el yo»13.
Y ese yo se construye por medio de ese viaje, de esa identificación, a sabien-
das que «el concepto de los orígenes significa […] el mínimo de condiciones
necesarias y suficientes para la distinción de las actividades preculturales en
contraposición con las culturales»14.
Ahora bien, esa construcción de identidad se hace en virtud de la palabra,
elemento que se da de manera muy potente en el texto, contraponiendo esencias
similares a «El discurso dominante impone los valores aceptados de los signos
ideológicos. Cada vez que los miembros de la comunidad lingüística enuncian,
ratifican la existencia del discurso dominante»15. Porque es por medio de la pa-
labra que nos hacemos (nos construimos), así como «la simplicidad de hablar,
la palabra sin pretensiones o sin adornos, la palabra directamente veraz […] nos
conducirá a la verdad de nosotros mismos»16.
Es por eso que en esa lucha de lugares, lugares cambiados de nombre que ya
no les pertenecen a los palestinos, se ven situaciones como «resulta significativo
que cuando se pregunta a un palestino por su origen suele responder con el
lugar de donde era su familia en 1948 y rara vez con el lugar donde vive hoy en
día»17. En este sentido, a través del texto se observa que «la palabra» adquiere
un mayor valor significativo, puesto que «los sionistas más sagaces compren-
dieron que era indispensable transformar el lenguaje. Fundar un espacio exigía
13
V. Camps, ob. cit., pág. 84.
14
M. Bovin, et. al., Constructores de otredad. Una introducción a la antropología social y cul-
tural, Buenos Aires, Universitaria, 1998, pág. 117.
15
A. Raiter, Lenguaje y sentido común, Buenos Aires, Biblos, 2003, pág. 175.
16
M. Foucault, El coraje de la verdad, el gobierno de sí y de los otros. Cursos del Collage de
France, H. Pons (trad.), Madrid, Akal, 2008, pág. 75.
17
V. Currea Lugo, Palestina, entre la trampa del muro y el fracaso del derecho, Barcelona,
Icaria, Barcelona, 2005, pág. 67.
hacer desaparecer el pasado (el propio y el ajeno) borrando los viejos nombres
e instituyendo nombres nuevos»18. El poder de la palabra expresado en esta
crónica-ensayo da cuenta de un conflicto que va mucho más allá de la situación
de guerra, a la historicidad de un problema que cada estado o nación plasma con
su propia terminología y que pareciera no tener fin. Es por esta misma razón
que a la autora llame la atención y exponga que «entre las páginas encuentro
esta frase suelta pero poderosa de un sociólogo francés “el fascismo empieza no
con las atrocidades, sino con una determinada manera de hablar, de plantear los
problemas” (Jean Baubérot)»19.
En Volverse Palestina se aprecia el sentido (y la fuerza y la significación de la
palabra), pero esta también está muy ligada al cuerpo, a esta geopolítica del tí-
tulo: las palabras hieren, enmarcan, encasillan, crean guetos, niegan identidad…
y la historia nos ha tristemente enseñado que los guetos matan primero el alma
y después los cuerpos.
Acercándonos a la etapa final del presente trabajo y, habiendo establecido
concepciones y análisis de las obras en cuestión de manera individual y parcia-
lizada; resulta necesario destacar en algunos aspectos observaciones generales
de las obras y su autora. Bajo la lente de las nuevas direcciones de la literatura
contemporánea, se destaca y valora la relación literaria multifacética de Lina
Meruane, produciendo y mostrando perspectivas en cuentos, novelas y ensa-
yos, demostrando así que las direcciones que se pueden tomar para plasmar,
por medio de la palabra, idearios, nociones, narraciones o defensas, no pasan
únicamente por la producción de un determinado tipo de elemento, para así
catalogarse en una determinada área de producción.
Por otra parte, esperamos demostrar, en mejor medida, que una de las formas
de leer el cuerpo es su participación política, puesto que pasa a ser un elemento
constitutivo de nuestro sistema social, quizás en oportunidades sin darnos cuenta
siquiera.
En estos aspectos, y según Beatriz Ferrús (2015), es posible distinguir en Lina
Meruane tres ramas literarias básicas y fundamentales: a) mujer y feminidad,
b) cuerpos y enfermedad, y c) rama periodística-política. Es evidente que, tras
esa clasificación esencial, podemos ahora subrayar que cada una de las obras
expuestas se enmarca dentro de dicha categorización. Respetando el orden co-
rrespondiente, tenemos, evidentemente, a) Las infantas, b) Fruta Podrida, y c)
Volverse Palestina.
Para terminar, es interesante la apreciación de: «Variada y múltiple, la narra-
tiva chilena reciente, la de la posdictadura, ha continuado tradiciones existentes y
todavía vigentes al mismo tiempo que ha buscado nuevos formatos; ha represen-
tado subjetividades conocidas y dado espacio a otras emergentes; y ha planteado
cuestiones del mundo colectivo y del ámbito de lo privado, resemantizando
18
L. Meruane, Volverse Palestina, Barcelona, Random House, 2014, pág. 139.
19
Ibíd., pág. 125.
Bibliografía
Almada, N., «El deseo se hace cuerpo. Un recorrido por el deseo de los personajes de La
pasión de Jeanette Winterson», El cuerpo del significante. La literatura contemporánea
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France, Gros (ed.), H. Pons (trad.), Madrid, Akal, 2008.
20
M. Areco, ob. cit., pág. 180.
21
B. Ferrús, «Sirenas, salvajes y mitologías de género en la narrativa de Cristina Rivera
Garza», Fragmentos de un nuevo pasado. Inventario de mitos prehispánicos en la literatura latinoa-
mericana actual, Usandizaga y Ferrús (eds.), Barcelona, 2011, págs. 108-117.
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Introducción
Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935), escritor brillante, impactó con su obra
Lectura insólita de El capital (1977), al tomar como asunto central el terrorismo
nacionalista vasco. A partir de esta obra Guerra Garrido iniciará una constante
en su obra: la situación política del País Vasco1.
Guerra Garrido en Lectura insólita de El Capital nos traslada al Euskadi de
los años 70, donde cuenta la historia de un secuestro, a manos de ETA, de un
pequeño empresario guipuzcoano (Lizarraga, vecino de una población ficticia
Gipuzkoana de nombre Eibain) y de las múltiples reacciones de las gentes del
lugar afectadas por ese secuestro, cuyas voces evocan la historia pasada (desde la
guerra civil de 1936 a la muerte de Franco), acusan, aprueban, vuelven la cabeza,
fingen, esquivan o calculan los efectos del acto terrorista. En pleno cautiverio,
Lizarraga, reflexiona sobre su pasado y sobre la situación de inseguridad que
su situación de amenaza y prisión provoca. En su aislamiento, llena su tiempo
sumergiéndose en la lectura del único libro que le han dejado sus captores, una
edición abreviada de El capital de Karl Marx.
En esta obra el autor da voz a todo el mundo (amigos, compañeros de trabajo
o de sociedad, familiares, políticos, banqueros o incluso los miembros de ETA),
y gracias a ello sale una interesante amalgama de historias, de puntos de vista,
de opiniones sobre la situación económica, social y política del país.
1
Otras obras del autor relacionadas con este tema son: La costumbre de morir (1981), La
carta (1990), La soledad del ángel de la guarda (2007), Quien Sueña Novela (2010).
que esa acción tendrá graves consecuencias para la gente que le rodea y para
sí mismo.
En esta obra, Atxaga consigue retratar con habilidad el microcosmos de la
exmilitancia y el compromiso enfermizo hasta las últimas consecuencias. Carlos
es ese hombre solo, destrozado por la lucha e incapaz de seguir viviendo.
Esos cielos (1995) destaca por ser una novela estructurada en torno a un
personaje, Irene, donde nos retrata el viaje de vuelta, lleno de incidencias, de
esta ex etarra arrepentida, desde su salida de la cárcel hasta su llegada a Bilbao,
en autobús. La narración se desarrolla en los dos días posteriores a la salida de
la cárcel y el espacio predominante es el autobús donde viaja la protagonista. La
simbología del cielo jugará un papel clave en la obra, ya que refleja los estados de
ánimo de la protagonista, su soledad y su incertidumbre ante un futuro incierto.
La descripción de la protagonista se da en pequeños trazos, treinta y siete
años, menuda, de expresión seria y con una vida al margen de los estándares
convencionales de la época: convivió con un hombre sin casarse con él, decidió
no tener hijos, se divorció, ingresó en la organización armada y abandonó la
organización para reinsertarse.
Atxaga muestra cómo la reinserción de Irene se vislumbra complicada, todo
está en su contra (la policía quiere obligarla a cooperar como informante; la
organización, que la considera una traidora; y su familia, que le reprocha sus
malas elecciones), incluso ella misma, que duda y se reprocha constantemente
por su pasado.
2
A. Rivas Hernández, 2009, «Modos de contar la barbarie en Los peces de la amargura, de Fer-
nando Aramburu», Letras de Deusto, 2009, vol. 39, núm. 125, octubre-diciembre, págs. 223-231.
3
En relación con la sangría que ha causado el terrorismo de ETA en España, Fernando García
de Cortázar en su obra Leer España. La historia de nuestro país destaca las obras de los autores Raúl
Guerra Garrido (Lectura insólita de El capital), Fernando Aramburu (Los peces de la amargura) y J.
Á. González Sainz (Ojos que no ven) como una forma de asomarse a la «miedocracia» implantada
por el nacionalismo en el País Vasco, véase: F. García de Cortázar, Leer España. La historia de
nuestro país, Barcelona, Editorial Planeta, 2010, págs. 489-502.
Conclusión
Todas ellas son novelas interesantes, tanto por su originalidad formal como
por su ambientación. Es muy interesante ver en cada una de ellas cómo se in-
4
J. Á., González Sainz., Ojos que no ven, Barcelona, Anagrama, 2010, pág. 132.
Bibliografía
3
C. Martin, «Bodies of Evidence», The Drama Review, 50, 3 (T19 Fall), 2011, págs. 12-13.
4
C. Vicente Hernando, La escena constituyente, Teoría y Práctica del Teatro Político, Madrid,
Centro de Documentación Crítica, 2013.
5
J.P. Gabrielle, «Tres imágenes del terrorismo rememorado en el teatro español contem-
poráneo: Antonio Buero Vallejo, Jerónimo López Mozo y Paloma Pedrero», Signa: Revista de la
Asociación Española de Semiótica, núm. 20, 2011, pág. 41.
los que logran crear un equilibrio adecuado entre la actualidad del material y
el distanciamiento que este exige para ser contemplado»6.
Es reseñable el caso de este autor, ya que introduce en la dramaturgia docu-
mentos reales camuflados. En Regreso (Itzultze), por ejemplo, hay una escena en
la que dos terroristas están construyendo un zulo. Uno de ellos saca un periódico
en el que lee:
Zigor: … ¡Joder! Esto es un agujero (Silencio. Lee del periódico, en voz alta).
«Cuando entras en ETA se acaba la democracia…».
(Telmo mira lo que lee Zigor)
Telmo: ¿Qué andas con ese periódico…?
Zigor: (Sigue leyendo en voz alta)… «la última decisión democrática que
tomas es la de entrar o no entrar». ¿Has leído lo que dice Kepa Gamarra?
Telmo: Ese… es un traidor7.
desde que salió de prisión, una amplia trayectoria como actor, participando en
películas como Tasio (1984), de Montxo Armendáriz o Celda 211 (2009) de
Daniel Monzón. Definitivamente, nos encontramos ante una nueva dimensión
de lo documental: el propio actor en escena como documento, bien por haber
sido testigo o por haber motivado la creación de la obra. Es este un recurso
muy demandado en el género del Memoir documental, del cual se cuenta con
numerosos ejemplos en el ámbito hispánico: Eta bihar… zer? (2012), creación
colectiva de las compañías Hortzmuga Teatroa, Traspasos Kultur y Gaitzerdi
Teatro, nacida para celebrar «El Año de las Culturas por la Paz y la Libertad»
en Euskadi 2012, contó con un montaje de gran potencia visual que constaba
de cuatro actos en los que cuatro reporteros de guerra, Jon Sistiaga, Hernán
Zin, Mikel Reparaz y Mayte Carrasco, se inmiscuían en el espectáculo para
narrar sus experiencias en países en conflicto (sorprendentemente, a pesar de
la temática, no hubo ninguna referencia al conflicto vasco). Hecha de material
muy diferente, en la aclamada Un trozo invisible de este mundo (2013), de Juan
Diego Botto, el propio actor y director cuenta el relato desasosegado que sus-
cita no conocer el paradero de su padre, también actor, desaparecido durante
la dictadura militar argentina.
Estíbaliz: Catorce años por trescientos sesenta y cinco días son más de cinco
mil días. Lo calculé anoche. Más de cinco mil pastillas para dormir (Le
habla durante un corto período en euskera).
¿Sabes quién me enseñó euskera? Me lo enseñó mi aita. ¿Lo conocías?
Aitor: (Silencio tenso y prolongado) No sabía quién era.
Estíbaliz: (Enfadada) ¿No sabías nada de él?
Aitor: No, nos pasaban el cuaderno escrito a mano, con la logística, la hora…
Estíbaliz: Ya, la culpa era de ellos.
Aitor: No, yo no he dicho eso.
(Estíbaliz se levanta de la mesa, quiere abandonar la sala. Marta, la moderadora,
consigue que se vuelva a sentar.)
9
M. Fox, ob. cit., pág. 22.
10
Entrevista recogida en el reportaje http://www.eldiario.es/cultura/teatro/teatro_eta_via_
nanclares_0_385312460.html (Consultado el 09-04- 2016).
11
Ante la ausencia de una edición impresa, se transcribe aquí el texto, tomado de la gra-
bación de la obra original: https://www.youtube.com/watch?v=jLvJ93BR87Y (Consultado el
09-04-2016)
Iñaki Gabilondo: Una de las peores cosas que te pueden pasar en la vida
es que quieras decir la verdad y no te salga. (Silencio) ¿De verdad, Felipe, crees
que alguna vez ha habido alguna guerra correcta?
Conclusión
Bibliografía
Alba, C., «Regreso o la parábola del terror», en Regreso (Itzultze) de Koldo Barrena,
Madrid, Asociación de Autores de Teatro, 2008.
Barrena, K., Regreso (Itzultze), Madrid, Asociación de Autores de Teatro, 2008.
12
A falta de una edición escrita del texto, la autora de la comunicación transcribe las réplicas
de los personajes tomadas de la grabación del espectáculo, disponible en : https://www.youtube.
com/watch?v=Zudj1Q-P0eU (Consultado el 09-04-2016)
Fox, M., «Teatro español y dramatización del terrorismo: estado de la cuestión», Signa:
Revista de la Asociación Española de Semiótica, núm. 20, 2011, págs. 13-37.
Gabriele, J.P., «Tres imágenes del terrorismo rememorado en el teatro español contem-
poráneo: Antonio Buero Vallejo, Jerónimo López Mozo y Paloma Pedrero», Signa:
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Vicente Hernando, C., La escena constituyente, Teoría y Práctica del Teatro Político,
Madrid, Centro de Documentación Crítica, 2013.
1
Este trabajo está enmarcado dentro del proyecto de investigación para la elaboración de
un Diccionario de teatro comparado [ref. 930128] del Seminario de Estudios Teatrales (SET) de
la Universidad Complutense de Madrid. Además de las referencias citadas aquí también se han
tenido en cuenta: C. L. Álvarez, «Ronda de mort a Sinera, en el Teatro Infanta Beatriz», ABC [20-
V], 1996; M. Bensoussan, «Los mitos de Antígona, de Esther y de Fedra en el teatro de Salvador
Espriu», -V- Didáctica de lenguas y culturas. III Simposio Internacional de la Sociedad Española de
Didáctica de la Lengua y la Literatura, Universidad de La Coruña, 1993; C. Miralles, Sobre Espriu,
Universidad de Barcelona, 2006; Roda, F., «Notas al estreno de la primera versión de Antígona»,
Primer Acto, 60, 1965, págs. 38-39.
2
J. Huerta Calvo et al., «Ronda de mort a Sinera», Diccionario español [de la A a la Z], J.
Huerta Calvo et al., Madrid, Espasa-Calpe, 2005, pág. 621.
3
S. Espriu, Antígona. Fedra, Palma de Mallorca, Moll, 1955, pág. 23.
Desde este prisma —la patria madre y madrastra, la diáspora cultural de una
nación— contempla Espriu las relaciones de Cataluña y España, con la sombra
acosadora de la Guerra Civil como telón de fondo: «Jo sóc d’una vella y cansada
raça que ha peregrinat i ha escoltat», diría el autor en el prólogo de su Antígona5.
En otro lugar hemos indicado que, en nuestra opinión, la huella que dejó la
Guerra Civil en Espriu debe ser considerada casi el eje vertebral de su escritura
dramática, puesto que las principales obras —Antígona y Primera historia de
Esther, sobre todo— pueden leerse como una gran exhortación en contra del
guerracivilismo6. La construcción del espacio mítico de Sinera —anagrama de
Arenys de Mar— es un geo-mitema privilegiado entre otras muchas transfigu-
raciones de la geografía catalana que realizara Espriu en otras obras —Lavínia,
Alfaranja, Konilòsia…—. Sinera aparece ya en textos muy tempranos, y desde el
principio se articula como un vehículo simbólico para la transmisión de la cata-
lanidad. El símbolo mítico redimensiona la geografía, los espacios, los ambientes
y la cultura, y permite la traducción de Cataluña a un registro de universalidad.
En dicho proceso —traducir la tierra, lograr hacer inteligible un modo de ser y
encontrarse en el mundo definido por el lugar que uno habita— la lengua cata-
4
S. Espriu, Antologia poética, Barcelona, Edicions 62, págs. 130-131.
5
S. Espriu, Antígona. Fedra, ob. cit., pág. 16.
6
S. Santiago, «Salvador Espriu», Diccionario de la recepción escénica en España, J. Huerta
Calvo (coord.), 2016 [en prensa].
lana será un baluarte de primera magnitud. Espriu ejerce una presión inusitada
sobre el catalán, que queda elevado a su máxima expresión sintáctica y léxica, al
recuperar vocabulario, expresiones y modismos perdidos desde la Edad Media. El
catalán queda convertido en sí mismo en un espacio geopoético de significación,
en símbolo mítico por excelencia de la tierra catalana: el idioma se transmuta
en espacio. Así lo prueba un espectáculo del 79 en el que este valor geopoético
de la lengua catalana queda explicitado sin fisuras. Nos referimos a D’una vella
i encercada terra, estrenado en el Palau de la Música Catalana; un espectáculo
del músico Manuel Valls en el que Espriu participaría y que buscaba ser una
«propuesta de excursión por los Països Catalans». El espectáculo recorre toda la
geografía bañada por la lengua mítica, la lengua madre catalana, de modo que
es el lenguaje el que vivifica y llena de ser el espacio: una suerte de conversión
topográfica de corte muy heideggeriano mediante la que el lenguaje espriuano
se convierte en un lugar donde ser en el mundo.
Estas mismas características que tanto adornan e individualizan la obra de
Espriu —Cataluña como referente mítico y el catalán como mitema básico—
condicionaron negativamente la salida de los dramas espriuanos fuera de su
vieja y rodeada tierra, y dificultó en grado sumo su comprensión por parte del
público español. Para explorar estas dificultades observaremos los recursos de
significación lingüístico-espaciales que fueron empleados en los estrenos madri-
leños de sus dos principales piezas teatrales: Una altra Fedra, si us plau y Primera
història de Esther.
Una altra Fedra, si us plau comienza con un prólogo metateatral donde la
influencia de Brecht es innegable. Mediante un interesante Verfremdungseffekt
que conecta directamente la obra con las circunstancias en que fue redactada —el
encargo de escribir la obra— se presenta a La Gran Actriz, alter ego de Nuria
Espert, desarrollando una bella loa al catalán, una lengua «parlada per pocs,
però no petita. Fresca, forta, neta, renovada, rejovenida»7. El otro elemento
original de esta breve versión del mito de Fedra es la introducción de un coro
de tres personajes extraído de los arquetipos catalanes contemporáneos: Doña
Magdalena Blani, Doña Tecla Marigó y PuclroTrompel-li. La función del coro
es, al modo clásico, la evaluación moral de la acción, pero a este cometido se in-
corpora otro, nuevamente brechtiano: la evaluación de la construcción dramática
de la escena, es decir, el juicio sobre su teatralidad y sobre el buen o mal hacer
del dramaturgo. La compañía de Espert estrenó en catalán Otra Fedra, si gustáis
el 24 de febrero del 78 en el Teatre Municipal de Girona; la dirección estuvo a
cargo de Lluís Pascual y la escenografía la firmó Fabiá Puigserver. El espectáculo
podía ser representado indistintamente en catalán o español, lo que demuestra
la vocación transregional con que fue concebido8. Llegó al Teatro de la Comedia
de Madrid el 17 de enero del 79 con gran expectación del público y la prensa,
si bien la recepción posterior resultó sorprendentemente fría. La representación,
7
S. Espriu, Otra Fedra, si gustáis, Madrid, Arte Escénico, 21, 1984, pág. 16.
8
Á. Laborda, «Fedra, de Espriu, por Nuria Espert» [17-I], 1979, pág. 52.
Figura 1.—Caricatura del montaje escénico de Una Figura 2.—Nuria Espert en Una altra Fedra, si us
altra Fedra, si usplau aparecida en ABC el 24-I-79 plau con la maqueta del barco
que sumaba material escénico a los 45 minutos del texto de Espriu, disgustó a
espectadores, a críticos y al propio autor, que halló con sorpresa que el introito
en loor del catalán —lo que verdaderamente le había motivado para escribir la
obra— fue suprimido en el montaje. El autor reconoció años después que, por
esta supresión, la obra no había sido aún estrenada con fidelidad al espíritu con
el que fue escrita9.
Pasqual decidió vestir escenográficamente la escena en una clave pura-
mente mediterránea: una playa de clara arena cercada por una valla, también
blanca, con el mar delante —aludido reiteradamente por algunos efectos
escénicos, como la maqueta de un barco— definen un espacio escénico que
a ratos sabe abandonar su apacible aspecto para convertirse en una arena de
lucha (Figs. 1 y 2). Un vestuario blanco y costero, propio de un clima cálido
—indiano, como lo ha definido algún crítico—, el marcado acento catalán
de Espert, que según Llovet la actriz se encargó oportunamente de exagerar, y
la sofisticada música de un chelista con frac situado en un lateral de la escena
terminaron por presentar el mito griego dentro de una atmósfera catalana.
Como decimos, las críticas en Madrid —generalmente proclives al aplauso
de todo cuanto haga Espert y, en aquel momento, de todo el teatro que viniera
de Cataluña— resultaron desalentadoras. «Frío» es un adjetivo compartido por la
crítica de Lorenzo López Sancho —que habla de una «tragedia congelada»10— y
la de Enrique Llovet, que describe un espectáculo «bello, noble, helado y fallido».
Llovet, que titula su crítica con el preclaro nombre de «Otro Espriu, si gustáis»,
achaca el problema precisamente a que el texto se ha traducido al español, pues
«ese Espriu que escribe en castellano no le llega a la suela de los zapatos al que
escribe en catalán». Aun así, elogia el montaje, que califica de «bellísimo»: «Fabiá
Puigserver ha creado un espacio escénico de alta densidad lírica que no permite
9
S. Espriu, Otra Fedra, si gustáis, ob. cit., pág. 7.
10
L. López Sancho, «Primera historia de Esther, de Espriu, en versión del Teatro Lliure»,
ABC [19-XI], 1982.
11
E. Llovet, «Otro Espriu, si gustáis», El país [20-I], 1979.
12
L. López Sancho, ob. cit.
13
Ibíd.
14
Ibíd.
15
Ibíd.
16
S. Espriu, Primera historia de Esther, tr. J. R. Masoliver y R. Pinyol-Balasch (tr.), Barcelona,
Moll, 1986, pág. 17.
17
Ibíd., pág. 26.
22
L. López Sancho, «Primera historia de Esther…», ob. cit., pág. 67.
23
T. Moix, «La Esther catalana», El País [20-XI], 1982.
24
E. Haro Tecglen, «El idioma de un gran poeta», El País [18-IX], 1982.
respecto al registro lingüístico del catalán que presenta la obra, y que impide
su «exportación» fuera del ámbito de dicha lengua: se trata, nos dice, de «un
texto cuyas bellezas se pierden en gran parte para quien no conozca a fondo el
idioma catalán»25. Tras aludir a que el propio Pasqual considera en el programa
de mano que el texto es intraducible, Haro Tecglen concluye en un alarde de
inusitada humildad: «no me siento capacitado para hacer una crítica completa
de la obra, privado como estoy de entrar en la profundidad del lenguaje en que
se basa»26. La misma postura con respecto al efecto distanciador que produce
el registro lingüístico del texto manifestó años después Marcos Ordoñez en un
artículo de título esclarecedor: «La invención de Espriu». Allí, tras despachar a
la Fedra como «gélida y decepcionante», hace una acusación velada sobre el exce-
sivo valleinclanismo de la Esther, no sin antes calificarla como «una de las obras
más abstrusas, formal y argumentalmente, de la historia del teatro catalán»;
un texto, dice, que «oscila entre lo mimético y lo literalmente ininteligible»27.
Todo esto nos permite concluir que la llegada del teatro de Salvador Es-
priu a los escenarios madrileños ha estado caracterizada, en primer lugar, por
el enconado esfuerzo del dramaturgo, a nivel textual, y de los teatristas, en el
escénico, por verter su idea de la catalanidad y la esencia, topográfica y espacial
de Cataluña entre las paredes de una caja de espectáculos. En segundo lugar, por
el parcial fracaso de dicha traslación —del espacio geográfico al espacio lingüís-
tico y simbólico, y de ellos al espacio escénico—, atendiendo al color y tono de
las críticas que tales esfuerzos recibieron en Madrid. Pareciera que la capital, al
25
Ibíd.
26
Ibíd.
27
M. Ordoñez, «La invención de Espriu», El País [4-V], 2002.
mismo tiempo que abría de par en par sus puertas al teatro de Espriu, cerraba
para él su corazón, incapaz de sincronizarse con los latidos de un teatro alto y
bello cuya máxima aspiración fue siempre la restauración del vínculo perdido
entre dos pueblos. Es difícil que esta evidente incomunicación no evoque el
presentimiento de una herida oscura cuya sutura está hoy, quizás, más distante
que nunca. «Escassa imaginació i excés de geni, defects nacionals de Pèrsia,
admetem-ho», dice Espriu sobre aquellos aqueménides que no comprendieron
al pueblo de Israel.
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A nadie se le escapa ya que los últimos años del siglo xx y los primeros del xxi
han supuesto una nueva «vuelta de tuerca» en la historia de la humanidad. Las
transformaciones operadas por el capitalismo financiero global, su simbiosis con
la estética y los mass media, y, especialmente, la revolución acaecida de la mano de
lo digital y las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación —capita-
lismo artístico lo denominan Gilles Lipovetsky y Jean Serroy1— han transfigurado
la vida cotidiana de los habitantes de buena parte del mundo, especialmente de
Occidente, alterando también los resortes de la creación artística.
Como explica el esteta francés Nicolas Bourriaud, debido a la globalización
y a la facilidad ofrecida por las TIC para acceder y vincular todo tipo de infor-
mación2, ahora se crea a través del apropiacionismo y el reciclaje (postproducción)
de signos y símbolos de todo el orbe. De este modo, los autores y receptores se
convierten en radicantes y semionautas3; errantes que vagan, asumen y vinculan
nuevos significantes y significados tomados de cualquier tradición, género y
lugar, siguiendo la pulsión entre lo local y lo global —lo glocal— descrita por
1
G. Lipovetsky y J. Serroy, La estetización del mundo. Vivir en los tiempos del capitalismo
artístico, Barcelona, Anagrama, 2015 (1.ª edición 2013).
2
Véase también J. L. Brea, Cultura RAM. Mutaciones de la cultura en la era de su distribución
electrónica, Barcelona, Gedisa, 2007.
3
N. Bourriaud, Radicante, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2009.
Paul Virilio4. Todo ello, según Bourriaud, conlleva la aproximación del arte a un
nuevo flujo vanguardista, pero una «vanguardia que ya no va abriendo caminos,
la tropa se ha detenido, temerosa, alrededor de un campamento de certezas. El
arte [en las vanguardias históricas] tenía que preparar o anunciar un mundo
futuro: hoy modela universos posibles»5.
La narrativa es uno de los resquicios artísticos en los que mejor se pue-
den percibir estos fenómenos, especialmente en algunas obras producidas a
partir de la década de 1990, fecha paradigmática del inicio de la masificación
de Internet y de la globalización capitalista; y, sobre todo, a partir de 2001,
cuando estos fenómenos se recrudecen y surgen múltiples espacios de disen-
sión a lo largo del orbe. Así lo han reseñado ya importantes teóricos a través
de múltiples denominaciones como, por ejemplo, Narrativas del ensamblaje
mediático6, de la conciencia mediática7, metaficción virtual 8, literaturas ergó-
dicas9, pangeicas10, postnacionales11, afterpop12, postautónomas13, mutantes14, o
realismos del simulacro15.
Estas nomenclaturas entrañan diversas particularidades y características pro-
pias, pero todas ellas reseñan unas particularidades comunes apoyadas, como
señalan Fernando Rodríguez de la Flor y Daniel Escandell, en una transforma-
ción de la figura del escritor. Este ha abandonado su «torre de marfil» y una
metodología de creación de «clara resonancia “fáustica”» para situarse frente
a las TIC, «“el cuarto conectado” con el mundo, tanto dispuesto para recibir
señales suyas como para emitirlas». De ellas recoge los múltiples datos y signos
—las «escrituras del aire»— que puede aprovechar en sus creaciones16. Así «el
4
P. Virilio, «Red Alert in Cyberspace», The New York Times, 1997 (1.ª edición 1995).
5
N. Bourriaud, Estética relacional, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2008, págs. 10-11 (1.ª
edición 1998).
6
J. Johnston, Information Multiplicity, American Fiction in the Age of Media, Baltimore,
Johns Hopkins U. P., 1998.
7
E. Paz Soldán y D. Castillo (eds.), Latin American Literature and Mass media, New York/
London, Garland Publishing, 2001.
8
L. Carrera, La metaficción virtual, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2001.
9
E. J. Aarseeth, «No linealidad y teoría literaria», Teoría del hipertexto, G. P. Landow
(coomp.), Barcelona, Paidós, 1997, págs. 71-108.
10
V. L. Mora, Pangea. Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo, Sevilla, Fundación
José Manuel Lara, 2006.
11
B. Castany-Prado, Literatura Posnacional, Murcia, Ediciones de la Universidad de Murcia,
2007.
12
E. Fernández Porta, Afterpop: la literatura de la implosión mediática, Córdoba, Berenice,
2007.
13
J. Ludmer, «Literaturas postautónomas», en Ciberletras: Revista de crítica literaria y de
cultura, núm. 17, 2007.
14
J. Ortega, Julio, y J.F. Ferré, Juan Francisco (eds.), Mutantes. Narrativa española de última
generación, Córdoba Berenice, 2007.
15
J. Montoya, Realismos del Simulacro: imagen, medios y tecnología en el Río de la Plata, [Tesis
doctoral], Granada, Universidad de Granada, 2008.
16
F. Rodríguez de la Flor; D. Escandell Montiel, El gabinete de Fausto. «Teatros» de la escritura
y la lectura a un lado y otro de la frontera digital, Madrid, CSIC, 2014, pág. 185.
17
Ibíd., pág. 21.
18
Como indica Vicente Luis Mora:
Nos acercamos a un momento muy similar a los comienzos del siglo xx. Ahora estamos en-
trando en un período de crisis artística que conducirá, en la segunda década del 21, a las nuevas
vanguardias: un nuevo Surrealismo, un nuevo Dadaísmo, un nuevo Cubismo, etc. Es normal que
esto suceda, porque las estructuras narrativas y poéticas se esclerotizan y necesitan reinventarse.
[…] Lo que ocurre es que las nuevas líneas de fuga del arte y la literatura del 21 tenderán a ser
diferentes que las del xx, porque el mundo en que se desenvolverán es pangeico, ramificado,
interconectado, continuo.
V. L. Mora, «Conferencia sobre blogs y literatura», Diario de Lecturas, 2009, <http://vicen-
teluismora.blogspot.com.es./2009/06/conferenencia-sobre-blogs-y-literatura.html>
Otros teóricos, como Javier Aparicio Maydeu, prefieren hablar de una coacción sobre la
imaginación del autor operada por la simbiosis capitalismo / TIC:
¿Es posible hoy pensar en una creación sin bridas, al margen de las presiones e imposiciones
comerciales, con independencia de la prisa y de las condiciones que el mercado impone y que la
tecnología permite, como permite su monitorización y una evidente facilidad para pensar en la
publicación y la promoción de la obra antes incluso que en su creación y en las bondades y virtu-
des que un día quisieron los autores en privado que tuviera antes de compartirlas con el público?
J. Aparicio Maydeu, La imaginación en la jaula. Razones y estrategias de la creación coartada,
Madrid, Cátedra, 2015, pág. 24.
19
D. Romero, «La literatura digital en español: estado de la cuestión», Texto Digital vol. 7
núm. 1, Florianópolis, Santa Catarina, Brasil, 2011, pág. 59.
20
Como señala Daniel Escandell, solo debería tildarse como narrativa digital a aquella que
se crea en y para ser reproducida directamente en medios digitales. D. Escandell, Narrativa digital
hispana: el blog como espacio de creación a comienzos del siglo XXI, [Tesis doctoral], Salamanca,
Universidad de Salamanca, 2012, pág. 143.
23
J. Calles, Literatura de las nuevas tecnologías. Aproximación estética al modelo literario español
de principios de siglo (2001-2011), [tesis doctoral], Salamanca, Universidad de Salamanca, 2011.
24
No en vano el propio autor ha vivido en Pekín desarrollando su labor docente en la Peking
University y en la BLCU (Universidad de Lengua y Cultura de Pekín).
25
M. Espigado, El cielo de Pekín, Madrid, Lengua de Trapo, 2001, pág. 176.
26
Ibíd., págs. 18-19.
27
P. Virilio, «Red Alert in Cyberspace», The New York Times, 1997 (1.ª edición 1995).
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1
El manuscrito fue dado a conocer en el Catálogo del Archivo del Conde de Campomanes, com-
pilado por el bibliotecario Jorge Cejudo López en 1975 (J. Cejudo López, Catálogo del Archivo del
Conde de Campomanes (fondos Carmen Dorado y Rafael Gasset), Madrid, Fundación Universitaria
Española, 1975, pág. 34). La revelación de su existencia dio lugar a la publicación casi simultánea
de las ediciones hechas por Stelio Cro en Canadá en 1975 [S. Cro (ed.), Descripción de la Sinapia,
península en la tierra austral: A Classical Utopia of Spain, Hamilton, Ontario, McMaster University,
1975) y por Miguel Avilés Fernández en España en 1976 (M. Avilés Fernández (ed.), Sinapia:
una utopía española del Siglo de las Luces, Madrid, Editora Nacional, 1976].
2
M. Avilés Fernández (ed.), ob. cit., pág. 134.
10
Ibíd., págs. 131-132.
11
Ibíd., pág. 73.
12
Ibíd., págs. 111-112.
13
Ibíd., pág. 113.
Otro aspecto que denota la orientación restrictiva del orden social en Si-
napia son sus relaciones con el mundo exterior. El deseo de prevenir la infil-
tración de innovaciones dañinas a través del contacto con extranjeros fomenta
la aversión de los sinapienses a viajar fuera del país y a permitir la entrada de
visitantes foráneos:
14
S. Cro, «Las reducciones jesuíticas en la encrucijada de dos utopías», Las utopías en el
mundo hispánico: actas del coloquio celebrado en la Casa de Velázquez, Jean-Pierre Étienvre (ed.),
Madrid, Casa de Velázquez, Universidad Complutense, 1990, págs. 41-56.
15
M. Avilés Fernández (ed.), ob. cit., pág. 114.
16
Ibíd., pág. 123.
17
La palabra aparece transcrita así en el manuscrito, reproducido en S. Cro (ed.), Descripción
de la Sinapia, península en la tierra austral.
18
M. Avilés Fernández (ed.), ob. cit., pág. 124.
viaje, un aspecto que será más bien preconizado posteriormente por los ideales
de la Ilustración española.
El único saber foráneo que es aceptado en la península es aquel considerado
realmente beneficioso y correctamente filtrado durante el proceso de traducción
a la lengua sinapiense. Esta actitud de inspección y censura de toda producción
intelectual exterior recuerda la actividad represora de la Inquisición española:
«Los libros de los extranjeros son prohibidos, si no están traducidos en sinapien-
se, por orden del senado, el cual hace imprimir con gran cuidado todas las obras
que por su orden escriben los académicos»19.
Con el fin de aprovechar al máximo el conocimiento traído de fuera, existe
en Sinapia una red de intelectuales que llevan a cabo una meticulosa labor de
organización y refinamiento de la información recolectada: los mercaderes de luz
peregrinan por todas partes recogiendo material escrito para el mejoramiento de
las ciencias y artes; los recogedores extraen toda la información que sea útil para el
avance científico; los repartidores clasifican la información recogida; los mineros
infieren o corrigen definiciones científicas; los destiladores formulan teoremas
basados en las definiciones; los bienhechores resuelven problemas usando tanto
las definiciones como los teoremas; y, finalmente, los aumentadores plantean
conclusiones iluminadoras en función de los descubrimientos realizados. Este
tratamiento utópico de la difusión del conocimiento es claramente influido por la
estructura de la sociedad de científicos descrita en la utopía de Francis Bacon. La
Casa de Salomón, también llamada el Colegio de los Trabajos de los Seis Días, se
jacta de haber dominado la naturaleza a través de un quehacer racional y conjunto.
Sin embargo, a diferencia de la perspectiva utópica de Bacon que funda el éxito
de una nación ideal en su capacidad de ampliar y enriquecer su conocimiento
mediante el cuestionamiento de prácticas humanas arraigadas, la desconfianza
de los sinapienses hacia todo lo que esté fuera de su territorio deviene en una
intolerancia ideológica que obstaculiza el progreso humano.
Puesto que toda forma de subjetividad es juzgada como sospechosa e inútil
en Sinapia, el cultivo de las artes no es tan valorado como el de las ciencias ya
que las disciplinas artísticas son vistas como engañosas e improductivas. La única
vía para acceder al verdadero conocimiento es el uso de métodos considerados
racionales: «Válense para descubrir la verdad […] de las vías matemáticas de
división y de unión, procurando evitar todos los errores de los sentidos, de las
pasiones y de la educación […]. Del artificio retórico hacen poco caso, como de
cosa que disminuye el crédito y solo tiene eficacia mientras engaña. La poesía
usan por la armonía y agrado de la música, pero muy natural, quitando todo
relumbrón, juego de palabras y agudeza pueril»20.
Cualquier invención práctica o intelectual es tratada con suspicacia y solo
puede ser implementada tras recibir aprobación oficial de las autoridades: «Todo
inventor, con aprobación del senado, puede servirse de su invención para sí y
19
Ibíd., pág. 127.
20
Ibíd., pág. 128.
para su familia, pero no los demás, hasta haber el senado permitido en común
el uso de ella»21. Más aún, las invenciones no aprobadas quedan registradas por
escrito, una medida que se asemeja a los procedimientos de la Inquisición du-
rante la compilación de listas de textos literarios prohibidos: «De las invenciones
cuyo uso no permite el senado, conserva por escrito en sus archivos la noticia,
los modelos y las muestras»22.
Se aprecia, entonces, que Sinapia es una utopía que no estimula el desarrollo
de habilidades creativas porque constituyen el germen de proyectos innovadores y
alternativos que pueden interferir con la uniformidad ideológica del país. Como
fiel creyente del pragmatismo, el autor anónimo destaca la importancia de man-
tener siempre un objetivo útil, especialmente en el ámbito estético. La poesía, la
pintura, la arquitectura y la escultura deben ser estimadas principalmente en cuan-
to a sus contribuciones prácticas para el perfeccionamiento de la vida en Sinapia.
Aunque en el texto las artes son concebidas como manifestaciones naturales de
las necesidades humanas físicas y del pensamiento, son también tipificadas como
áreas superfluas y corruptibles del conocimiento, lo cual se opone por completo al
posterior debate ilustrado en torno a la confrontación entre naturaleza y cultura.
Conclusión
Bibliografía
Avilés Fernández, M. (ed.), Sinapia: una utopía española del Siglo de las Luces, Madrid,
Editora Nacional, 1976.
Cejudo López, J., Catálogo del Archivo del Conde de Campomanes (fondos Carmen Do-
rado y Rafael Gasset), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1975.
21
Ibíd., págs. 129-30.
22
Ibíd., pág. 130.
Rafael Azcona fue uno de los escritores más relevantes del siglo xx en España
y una de las figuras clave de la historia del cine en nuestro país. Desarrolló su
carrera artística, fundamentalmente, como articulista, novelista y guionista, pro-
fesión, esta última, en la que cosechó más éxito y fue más productivo: noventa y
siete de sus guiones llegaron a ser rodados. Ha trabajado con grandes directores
a nivel nacional e internacional, como Luis García Berlanga, José Luis Cuerda y
Marco Ferreri, y es el guionista que más premios Goya ha recibido.
La mayoría de los estudios que se han llevado a cabo hasta el momento se
centran en su papel dentro del cine. No es de extrañar, pues destacó con maes-
tría en el campo de la comedia y aún hoy en día se le sigue considerando un
referente. Sin embargo, Azcona, aunque guionista, fue más que un guionista.
Fue un autor, y sus principales características y sus rasgos definitorios pueden
ser encontrados en todas sus obras, independientemente del formato en el que
estas fueran escritas.
La notoriedad de su trabajo como guionista ha contribuido a relegar su obra
literaria a un segundo plano, aunque puede decirse que la principal causa de que
sus publicaciones escritas no obtuvieran la relevancia que merecen, tanto en el
1
J. Cantavella, «Rafael Azcona, escritor y guionista de cine: “Escribo guiones porque me
resultan más cómodos que las novelas”», Diario de Navarra, 20-XI-99: «Sin falsas modestias te
diré que me habían hablado de reeditar estos textos, pero siempre había dicho que no. Ha sido
el editor Juan Cruz, que es un individuo insistente, el que me lo ha dicho tantas veces que al
final lo ha conseguido.»
2
J. A. Ríos Carratalá, La obra literaria de Rafael Azcona, Alicante, Universidad, 2009, pág. 14.
3
J. M. Amibilia, «Rafael Azcona, escritor: “Para mí, escribir es penoso”», La Razón, 30-X-99.
Ríos Carratalá ha estudiado a fondo su obra literaria y explica que las ca-
racterísticas principales de las novelas de Rafael Azcona podrían reducirse a
que todas ellas son obras con una trama principal muy sencilla, situadas en un
espacio-tiempo muy preciso, con personajes no del todo protagonistas, puesto
que tiende a los retratos corales, con relatos compuestos por la sucesión de
diálogos directos y descripción de la acción, como en una búsqueda natural de
un estilo cinematográfico. Sus personajes no suelen estar descritos más que con
unas pinceladas y no tiene el autor interés en mostrarnos sus rasgos psicológicos,
aunque la mayoría comparten la característica «azconiana» del impulso de la
vida; quieren vivir, y es esa idea de vivir la vida que cada uno de sus personajes
tiene lo que los convierte en seres extravagantes, a veces con tintes grotescos4.
Españoles y europeos
4
J. A. Ríos Carratalá, La obra literaria de Rafael Azcona, Alicante, Universidad, 2009,
págs. 26-35.
5
A. S. Harguindey; R. Azcona, y M. Vicent, Memorias de sobremesa, Madrid, Santillana,
1998, pág. 73.
6
J. A. Ríos Carratalá, La obra literaria de Rafael Azcona, Alicante, Universidad, 2009,
pág. 138.
7
J. R. Cardona y A. Serra Cantallops, «Historia social del desarrollo turístico en Ibiza (dé-
cadas de 1960 y 1970). Análisis desde perspectivas historiográficas», Investigaciones Turísticas,
núm. 5, 2013, págs. 88-89.
del padre de Antonio, para veranear en Ibiza, garantizándole que allí vivirán
uno de los veranos de sus vidas rodeados de todos los placeres terrenales: buen
clima, buena comida y buenas mujeres europeas que no han sido educadas por
sus madres para mantenerse decentes. Juntos parten hacia la isla prometida con
cientos de planes gestados todos ellos en torno a la idea de mantener cuantas
más relaciones sexuales, mejor, y allí se instalan y se adaptan enseguida al modo
de vida de la isla: levantarse tarde, beber alcohol desde primera hora, bajar a la
playa, hablar con unos y con otros, comer, echar la siesta y salir cada noche a
descubrir en qué rincón de esta isla está la fiesta. A Antonio le entra por los ojos
prácticamente cualquier tipo de mujer, aunque luego él no sea muy diestro a la
hora de «entrar» a dichas mujeres. Miguel, sin embargo, comienza a sentir algo
por una de las turistas más enigmáticas, Odette, una joven francesa que no habla
mucho y siempre está leyendo.
Miguel, creyéndose enamorado de Odette, intenta cortejarla por todos los
medios que conoce, hasta que finalmente consigue su propósito. Después de
acostarse juntos, la pareja comienza una relación, a veces de verano, teniendo
presente que las vacaciones terminarán y cada uno tendrá que regresar a su lugar
de origen, a veces eterna, en los contados momentos en los que la pareja cree
posible el continuar viéndose cuando salgan de Ibiza. Este jugueteo amoroso se
trunca cuando Odette se da cuenta de que se ha quedado embarazada. La noticia
devuelve bruscamente a Miguel a la realidad, a su realidad, a la pensión en la
que vive en Madrid, a su trabajo de delineante, a su vida mediocre pero resuelta
en la que no tienen cabida ni una novia francesa ni un bebé concebido fuera
del matrimonio, así que propone a Odette el aborto como única solución a su
problema. La pareja deja Ibiza para viajar a Barcelona donde ella podrá abortar
clandestinamente y él la dejará coger un tren antes de lo previsto sin oponer
mucha resistencia, dando así por terminado su verano.
8
Ibíd., pág. 61.
9
Ibíd., pág. 62.
10
Ibíd., pág. 62.
pañola de los últimos años cincuenta, una realidad concebida por una manera
de pensar retrógrada y machista, valores fomentados por el régimen franquista.
Por último, en el mismo capítulo se vuelve a describir Ibiza, esta vez a través
de un mapa, la representación más certera de un espacio:
El empeño del autor en presentar Ibiza desde varios puntos de vista termina
con esta última descripción. Es significativo que sea Miguel, el personaje más
sensato, quien sea capaz de ver Ibiza en el sentido más plano posible, como
plano es el mapa que está mirando. Miguel llega a la isla casi resignado, traído
casi a la fuerza por su compañero, y es incapaz de ver el paraíso que Antonio le
ha descrito anteriormente. Miguel arrastra consigo la mentalidad mediocre de la
clase acomodada española de aquella época, y aunque por un momento parece
contagiarse del entusiasmo de los europeos que conoce durante estas vacaciones,
contagiarse también de su vida europea, pronto volverá al letargo de la menta-
lidad franquista que es, al fin y al cabo, el tema de esta novela.
Resignados a Madrid
Cuando Azcona se sienta a reescribir esta novela, más de cuarenta años des-
pués de su publicación, ha de volver a Ibiza, lugar donde llegó a sentirse libre.
No obstante, siendo como él fue un hombre tan sensato, no mostró, ya en pleno
siglo xxi, cuando Ibiza se había convertido en un lugar completamente opuesto
al que él había conocido, un ápice de nostalgia. «Todos los paraísos andan per-
didos», le contesta a Ríos Carratalá cuando tratan este tema12.
11
Ibíd., págs. 66-67.
12
J. A. Ríos Carratalá, La obra literaria de Rafael Azcona, Alicante, Universidad, 2009,
pág. 139.
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Madrid, Fundamentos, 2009.
En estas tragedias se diferencian dos espacios: por un lado, los «lugares nefan-
dos», donde se producen los lances violentos, y, por otro, los «lugares amenos»,
que se vinculan al entorno natural, un territorio para las cuestiones de amor y
la huida de la cruel realidad. Trataremos de construir una interpretación sobre
el espacio en torno a la tipología, la descripción y la escenografía. Este trabajo,
por tanto, pretende aportar algunos matices hermenéuticos sobre el espacio y la
violencia en la dramaturgia trágica renacentista.
3
A. Hermenegildo, Teatro de palabras: didascalias en la escena española del siglo XVI, Lleida,
Universitat de Lleida, 2001.
4
A. Hermenegildo, La tragedia en el Renacimiento español, Barcelona, Planeta, 1973.
5
G. dos Santos y J.M. da Costa Esteves, «Castro d’António Ferreira (1528-1569)», Ch.
Couderc y H. Tropé (eds.), La tragédie espagnole et son contexte européen (XVIe-XVIIe siècles), París,
Presses Sorbonne Nouvelle, 2013, págs. 31-42.
6
P. Romero Portilla, «Implicaciones gallegas en el caso de Inês de Castro», Revista da Facul-
dade de Letras, 2, 15, 1998, pág. 1498.
7
Citamos por J. Bermúdez, El tirano en escena. Tragedias del siglo XVI, edición de A. Her-
menegildo, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002. En las páginas que siguen únicamente aludiremos
al número de versos.
8
M. L. Freund, «Algunas observaciones sobre Nise lastimosa y Nise laureada de Jerónimo
Bermúdez», Revista de Literatura, 19, 37-38, 1961, pág. 104, valoró la «naturaleza estilizada».
9
M.ª Zambrano, Persona y democracia. La historia sacrificial, Madrid, Anthropos, 1992,
pág. 44, explica que «la historia ha sido representación trágica, pues solo bajo la máscara el
crimen puede ser ejecutado. El hombre que no mata en su vida privada es capaz de hacerlo por
razón de Estado».
10
M. García-Bermejo Giner, «Estando letras y armas en su punto: el teatro y los aledaños del
poder en España a fines del siglo xvi», F. Gernert et al. (eds.), Del pensamiento al texto. Textuali-
zación del saber en el Renacimiento español, Vigo, Academia del Hispanismo, 2013, págs. 85-122.
11
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define cetro como «vara de oro u
otra materia preciosa, labrada con primor, que usaban solamente emperadores y reyes por insignia
de su dignidad».
de avalar su sacrificio: «Pon los ojos, / señor, en ese sceptro y alto nombre /
que Dios te dio» (vv. 1404-1406). La joven intenta que vea el cetro para que
comprenda su misión benefactora. La solución trágica difumina el valor que
lo identifica al poder real.
Por su injusta actuación el rey queda rebajado a la máxima degradación
política. El cetro (σκῆπτρον/sceptrum), símbolo de una autoridad salvífica,
en manos del monarca se transforma, metafóricamente, en un arma homicida,
la cual más tarde se corresponderá con la espada que los cortesanos utilizarán
para cometer el crimen. Suponemos que don Alfonso avala la sentencia tra-
zando con el cetro un movimiento proxémico que imprime una ralentizada
verticalidad descendente. Esta actuación evoca, mediante un continuum tem-
poral, el gesto violento que los sicarios realizarán con el instrumento punzante
para perpetrar el asesinato de Inés.
Una transición escénica enmarca la acción en una estancia palaciega. Así
lo connota la acotación implícita en la que González da paso al sacrificio:
«Ya, doña Inés, la puerta está cerrada» (v. 1408). Las espadas («duros hierros»)
serán las armas homicidas. Quizá el espacio se subdivida en un interior, donde
se produce la agresión fatídica, y un exterior, que sería la zona en la que se
encuentra el público. El espectador escucha el mandato («vamos muera» [v.
1607]) pronunciado por González. La tragedia llega al clímax cuando Coello
y López Pacheco asesinan a la joven: «duros hierros […] tan delicadas carnes
traspasaban» (vv. 1662-1664). Aquí se establece la fusión simbólica entre el
cetro y la espada, y se evidencia el espacio palaciego como el escenario de la
violencia.
12
R. Guirard, La violencia y lo sagrado, Barcelona, Anagrama, 1995, pág. 22, indicó que
«ante la sangre derramada, la única venganza satisfactoria consiste en derramar a su vez la sangre
del criminal».
13
M.ª Zambrano, ob. cit., pág. 42, apunta cómo «no hay palacio renacentista, ni castillo
medieval que no tenga la prisión bajo sus salones. […] la misma prisión es palacio, solo que su
interior es mazmorra».
nivel textual nos permite certificar la posible presencia de cuatro objetos rituales
que sirven para consumar la sádica venganza. Y a nivel espectacular potencian
una representación aterradora.
Conclusión
14
El cepo (del latín cippus) es «un instrumento construido con dos maderos gruesos, que
unidos forman en el medio unos agujeros redondos, en los cuales se aseguraba la garganta o la
pierna del reo, juntando los maderos» (DRAE).
15
El potro, o ecúleo, era un «aparato de madera en el cual sentaban a los procesados, para
obligarles a declarar por medio del tormento» (DRAE).
16
El azote es un «instrumento de suplicio formado por cuerdas anudadas y a veces erizadas
de puntas, con que se castigaba a los delincuentes» (DRAE).
espacio que servía como refugio de los peligros de la Corte. Pero la desgracia que
le acontece ciega su juicio, convirtiéndose en héroe furiosus que cae en un estado
de ira. Las fronteras espaciales entre la realidad y la locura se quiebran con el
injusto crimen de Inés, lo que desata el instinto depredador del rey atormentado
por el sufrimiento para precipitarse en la tragedia17. El dramaturgo renacentista a
través de los «espacios de la violencia» ofrece una reflexión filosófica: la necesidad
de la templanza y la moderación en las acciones humanas.
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—— «La tragedia de Inés de Castro», La Nación, 9 de julio de 1914.
Zambrano, M.ª, Persona y democracia. La historia sacrificial, Madrid, Anthropos, 1992.
17
Miguel de Unamuno, «La tragedia de Inés de Castro», La Nación, 9 de julio de 1914.
Tabla 1.—Los espacios en Los enemigos hermanos, Cuanto se estima el honor y El nieto
de su padre. Las letras entre paréntesis corresponden a lugares diferentes en un mismo
ámbito espacial
Acto Los enemigos hermanos Cuanto se estima el honor El nieto de su padre
monte (A) casa de Celia delante de la casa de
i monte (B) casa de placer del prínci- Armesinda: montes
palacio del Duque pe: jardín montes (A)
palacio del Duque
terrero cerca del palacio casa de Celia monte (cerca de robles)
ii real habitación de Palacio montes (A)
habitación del Palacio sala de Audiencia pública vega
sala del Palacio
escondite de Otón
Palacio real casa de placer del príncipe
monte (B)
cárcel del Duque cerca de la cárcel del Du-
iii monte (C)
delante de la cárcel que: selva
monte, cerca de una cueva
cerca de una cueva palacio real
palacio real
2
F. Antonucci, «Algunas notas sobre la autoría de El nieto de su padre», Criticón, núm. 51,
1991, págs. 7-20.
3
C. Bruerton, «The Chronology of the Comedias of Guillén de Castro», Hispanic Review,
XII, 1944, págs. 89-151.
4
Para las citas textuales de Los enemigos hermanos y de Cuanto se estima el honor utilizo la
edición de la Segunda parte de las comedias de don Guillen de Castro (G. de Castro y Bellvís, Cuanto
se estima el honor, y Los enemigos hermanos en Segunda parte de las comedias de Guillén de Castro,
Valencia, Miguel Sorolla, 1625). Para El nieto de su padre sigo la edición de J. Martínez (G. de
Castro y Bellvís, Obras de don Guillén de Castro, E. Juliá Martínez (ed.), Madrid, Tipografía de la
Revista de Archivos, iii vols., págs. 1925-1927). Remito entonces solo a los números de página,
a falta de disponer de una edición con numeración de versos.
Otón
Iré a fenecer mis días
entre asperezas extrañas,
que en los montes habrá entrañas
tiernas a las quejas mías (pág. 132b).
Poco después, cuando está hablando con su amada Briseida, vuelve a afirmarlo:
Cuanto se estima el honor presenta una relación muy interesante entre espacios
y personajes sobre todo en referencia al príncipe de Sicilia. Al comienzo de la
obra, Celia explica a su criada Teodora que está a punto de ir con la Princesa a
ver al príncipe:
La casa de placer a que remite Celia es un espacio hasta entonces solo aludido
o, según la terminología de Cantalapiedra, enuncivo5. Como puede ocurrir, el
5
F. Cantalapiedra, Semiótica teatral del Siglo de Oro, Kassel, Reichenberger, 1995.
Ataulfo
Deja esta Corte que ha sido
nube a este reino español
y ve a su Corte, que el sol
no ha de estar siempre escondido (pág. 200a).
Avido
Toca y entremos triunfando
en la ciudad que me aguarda,
y del padre de su nieto
aquí la comedia acaba (pág. 235b).
6
F. Antonucci, El salvaje en la Comedia del Siglo de Oro. Historia de un tema de Lope a Cal-
derón, Pamplona, Toulouse, Anejos de RILCE, L.E.S.O., 1995, http://www.cervantesvirtual.
com/obra/el-salvaje-en-la-comedia-del-siglo-de-oro-historia-de-un-tema-de-lope-a-caldern-0/.
lejanía espacial permitía que los dramaturgos tratasen temas delicados como la
tiranía sin atacar directamente el poder establecido. En la obra, este elemento se
traduce en la ambientación de Hungría o Bohemia, pero también en un lugar
más cercano a la realidad española como Inglaterra, Francia, Nápoles o Sicilia,
lo cual, no obstante, es compatible con una ambientación fundamentalmente
indefinida.
El espacio de las comedias analizadas se concretiza en tres procesos diferentes:
Los enemigos hermanos se sitúa explícitamente en el reino de Hungría, un sitio
privilegiado para la ambientación palatina que aparece tanto en otras obras de
Castro, por ejemplo El amor constante, La justicia en la piedad, o El caballero
bobo, como en otras de Lope (La ventura sin buscarla y El animal de Hungría).
De ambientación más cercana a la realidad española es Cuanto se estima el honor,
que sí se sitúa en Sicilia, pero en una época remota y de forma muy difuminada.
De hecho, a pesar de la cercanía geográfica, los espacios se configuran como
meros marcos narrativos, ya que la historia ocurre en Sicilia y la princesa es hija
del rey de Nápoles, pero no hay otras referencias a lugares concretos. La falta
de precisión es interpretable como un recurso narrativo necesario para alejar la
acción del ambiente español (de hecho, la trama podría desarrollarse en Bohemia
o en Inglaterra sin problemas). Como prueba de esto, también cabe considerar
que la guerra contra Nápoles que se cita al final del primer acto solo sirve para
justificar que el rey tenga que dejar el poder en manos del príncipe. Además, esta
se interrumpe dos veces a lo largo de la obra y siempre por razones escénicas,
nunca históricas.
De la misma forma, también en El nieto de su padre nos encontramos con
sitios a-tópicos que remiten a España, pero carecen de una determinación espa-
cial y cronológica: la España a la que se refieren los personajes, de hecho, adora a
los dioses del Olimpo, está compuesta por las provincias bética y tarraconense, y
llama Betis al Guadalquivir. En definitiva, en este caso, Guillén de Castro utiliza
una lejanía cronológica que supone un espacio totalmente diferente del de la
España del Siglo de Oro. Otro elemento que tiene relación con el género de las
obras es el recurso de la ocultación de la identidad, a su vez relacionado con los
espacios. En Cuanto se estima el honor, Celia se esconde en casa de la princesa
cuando todos creen que ha muerto; en Los enemigos hermanos, se le acusa a Otón
de no ser hijo del Duque; en El nieto de su padre, Avido desconoce su verdadera
identidad y no sabe que es nieto e hijo del rey. Al relacionar este recurso con
los espacios, se nota que la ocultación de la identidad se realiza en un sitio que
está lejos de la corte. Celia, al principio del acto segundo de Cuanto se estima
el honor, sale vestida de villana (como especifica la acotación) y la princesa re-
mite al lugar donde está escondida: «Bien lo hace el labrador/ que te aposenta
en su casa» (pág. 177b). Otón, como hemos visto antes, cuando piensa tener
una identidad diferente de la suya, quiere irse a los montes para esconderse; en
El nieto de su padre, Avido ha sido criado en los montes por el viejo Arquelao,
el padre de Alarico. Los espacios, por tanto, se configuran como un elemento
imprescindible para realizar el recurso del ocultamiento de la identidad y repre-
Bibliografía
Antonucci, F., «Algunas notas sobre la autoría de El nieto de su padre», Criticón, núm.
51, 1991, págs. 7-20.
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de 2003), E. Galar y B. Oteiza (eds.), Pamplona, I. E. T., 2003, 159-85.
1
N. D. Shergold, y J. E Varey, «Some Early Calderón Dates», BHS, XXXVIII, 1961,
págs. 278-279.
2
Sobre la relativa simplicidad de los corrales de comedias, véase el capítulo «Espacio escéni-
co», de J. E Varey, Cosmovisión y escenografía: el teatro español en el Siglo de Oro, Madrid, Castalia,
1987, págs. 217-225.
3
M. Zugasti, «El jardín: espacio del amor en la comedia palatina. El caso de Tirso de Moli-
na», El Espacio y sus representaciones en el teatro español del Siglo de Oro: homenaje a Frédéric Serralta:
actas del VII Coloquio del Geste, F. Cazal, C. González y M. Vitse (eds.), Madrid, Iberoamericana,
Frankfurt am Main, Vervuert, 2002, págs. 583-619.
4
F. A de Guevara, Menosprecio de corte y alabanza de aldea, Madrid, Espasa-Calpe, 1952.
5
B. Oteiza, «Sobre los espacios del sosiego en el teatro de Tirso de Molina», Madrid, Ibe-
roamericana, 2002, pág. 420.
lugar dramático en el lugar escénico, como por ejemplo la cárcel que favorece
las peores maniobras de la reina.
Semíramis
cuán a mi honra de ellos he salido,
y mi famosa Babilonia cuánto
6
F. Gilbert y T. Rodríguez, Le théâtre tragique au Siècle d’Or: Cristóbal de Virués, La gran
Semíramis, Lope de Vega, El castigo sin venganza, Calderón de la Barca, El médico de su honra, Clefs
Concours, Paris, 2012, pág. 124.
Por fin, la última vía tiene una función a la vez política y privada: Celabo
entra en el «retrete» del rey, (v. 960) para secuestrar a Nino y llevarlo por la fuerza
al subterráneo, pasando «por la escala secreta de la torre» (v. 985), un corredor
escondido que conoce bien y que «con su llave maestra» abre «las puertas» (v.
989). En esta «mazmorra escura» (v. 116), el rey es preso y abandonado antes de
ser empozoñado por su esposa, a quien le había pedido que le llevara un vaso de
veneno. Los corredores y sus galerías favorecen por lo tanto las misiones secretas
organizadas por la reina con sus dos esbirros. Luego, Zopiro le cuenta a la reina
el segundo secuestro aún más perverso, puesto que supone una usurpación de
identidad: lleva al príncipe Zameis Ninias al templo de las Vestales, un joven-
cito inocente que estaba jugando «en su sala» (v. 1023). El paso del palacio a
la «tribuna» del templo no se describe pero, si el texto no menciona una vía de
comunicación, eso supone un recurso a la fuerza por parte de Zopiro sobre un
niño sin defensa. Ninias es llevado hasta otro lugar de encierro: privado de su
identidad sexual, «de mujer vestido» (v. 1060). La reina pide que lo vistiera con
un vestido, convirtiéndole en una mujer:
Así libre de gobernar sola, la reina utiliza una vez más el aposento para llevar
la ropa de su hijo y hacerse pasar por él delante de la corte: «Yo me entro a lo que
digo a mi aposento. / Dame Zopiro, este vestido» (vv. 1080-1081). También en
este cuarto prepara el vaso de veneno destinado a matar a su esposo que se está
pudriendo en la cárcel: «vuela a mi aposento / y trai el vaso que en la mesa he
puesto» (vv. 1362-1363). Por lo tanto, este espacio personal y oculto favorece
las fusiones entre erotismo y muerte y se convierte en un lugar de hipocresía, de
mentiras y de duplicidad identitaria. Sin embargo, en el tercer acto, el palacio y
su aposento traicionan a la reina, que confiesa una pasión prohibida: los deseos
incestuosos hacia su hijo. Este espacio íntimo que solo es visible para el público
asocia traiciones mortales y perversas de la reina pero funciona también como
lugar de un erotismo prohibido y criminal. En este aposento, la reina expresa a
su hijo la pasión que siente por él antes de invitarlo a gozar de este amor, lo que
rechaza el príncipe, horrorizado por estos deseos contra-naturales:
Lo llamaré el símbolo de la Cárcel; pero hay que tener en cuenta que esto
no es una encarcelación para castigar un crimen, puesto que en ningún caso ha
habido delito, lo cual, naturalmente, aumenta aún más el carácter metafórico
de esta cárcel. […] Finalmente, aunque el símbolo se encarne solamente en
uno o dos personajes de una obra, no por eso deja de ser universal: Calderón
lo concibe, en realidad, como algo connatural a la vida humana: la humanidad
está condenada al dolor, es decir, es prisionera en la Cárcel7.
Como en esta obra, los personajes gritan para manifestar rabia y sentimien-
tos de injusticia en el mundo de las tinieblas. Semíramis aparece a la izquierda
de la escena en una cueva de un monte de Ascalón: «Ha de haber una puerta
de una gruta al lado izquierdo, y dentro den golpes, y dice Semíramis dentro»
(pág. 69). Desde la celda, pide a Tiresias, el viejo sacerdote que vigila la gruta
a que la deje salir para encontrar las tropas del rey que está al punto de llegar:
7
A. A. Parker, «Metáfora y símbolo en la interpretación de Calderón», Oxford, 1964,
págs. 144 y 153.
a Semíramis gallarda
contigo a Nínive lleva,
por sus calles y sus plazas
en tu real carro, vestida
de plumas, joyas y galas.
Triunfe […]
(Primera parte, II, vv. 2081-2086).
8
M-E, Kaufmant, Poétique des espaces naturels dans la «comedia nueva», Madrid, Casa de
Velázquez, 2010, pág. 68.
9
C. Couderc, Le théâtre espagnol du Siècle d’Or (1580-1680), Paris, Presses Universitaires
de France, 2007, pág. 147.
poder. Le indica cómo llegar hasta el cuarto del Rey para raptarlo y encerrarlo
en su propio cuarto, un lugar bien escondido:
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y M. Vitse (eds.), Madrid, Iberoamericana, Frankfurt am Main, Vervuert, 2002,
págs. 583-619.
1
A. Quondam, El discurso cortesano, Madrid, Polifemo, 2013.
2
E. Torres Corominas, «Introducción», en A. Quondam, El discurso cortesano, Madrid,
Polifemo, 2013, págs. 7-18.
3
A. Quondam, ob. cit., pág. 332.
A. Vosters, «el Menosprecio fue el primer tratado de toda una serie de libros,
cartas y poemas que salían hacia mediados del siglo xvi y que tienen por tema
la antítesis entre la corte y la villa»9.
Entre la literatura de ficción del siglo xvi, probablemente fueron las formas
pastoriles las que experimentaron una mayor influencia tanto de la asunción del
modelo cortesano como de la oposición entre corte y aldea. Frente a la realidad
de la sociedad cortesana el pensamiento renacentista encuentra salida en la al-
dea, en el beatus ille, en la línea de la tradición bucólica clásica. Así, al menos en
parte, puede entenderse el desarrollo de géneros como la égloga —tanto en su
vertiente lírica como en la dramática— y la novela pastoril. La antítesis plantea-
da, entonces, se duplica: no es solo una oposición espacial (aldea frente a corte o
frente a ciudad), sino también temporal (tiempo clásico frente a tiempo actual).
Sin embargo, la literatura pastoril no se configura necesariamente como
una crítica al modelo cortesano. No se trata nunca, por utilizar términos
guevarianos, de un «menosprecio de corte» absoluto, sino de una reflexión
profunda sobre la forma de vida cortesana. En estas coordenadas se sitúan, en
parte, las églogas de Garcilaso de la Vega, que difícilmente pueden entenderse
sin tomar en consideración el pensamiento del poeta toledano sobre la corte y
el modelo cortesano. En este sentido, no parece casual la vinculación biográfica
entre las églogas —especialmente la segunda— y las estancias de Garcilaso
en la corte napolitana, en la que se estaba desarrollando el modelo pastoril
que, sobre todo a partir de la Arcadia de Sannazaro, se difundiría por Europa
en las décadas siguientes10. Así, explica Antonio Gargano: «Desde luego, la
conjunción —del género y de la ciudad— no puede considerarse casual, y
ello no solo por las obvias razones inherentes a las visicitudes biográficas, sino
también —y sobre todo— por motivos inseparables de la cultura literaria que
se había ido formando en la capital aragonesa primero, y virreinal después»11.
La Arcadia fue también, principalmente, el patrón sobre el que se cons-
truyó el género de la novela pastoril, iniciado en España por Jorge de Mon-
temayor con Los siete libros de la Diana (c. 1559), que alcanzó un éxito
extraordinario durante la segunda mitad del siglo xvi. Si ya desde las églogas
dramáticas de Juan del Encina y Lucas Fernández existía, en ocasiones, una
identificación entre pastor y cortesano, dicha identificación es del todo in-
disociable tanto en La Diana como en el resto de novelas pastoriles. Incluso,
resulta hoy plenamente aceptada la hipótesis de que la mayor parte de las
novelas del género (sino todas) funcionan como novelas en clave, describien-
do hechos reales acontecidos en la corte, por más que sea difícil establecer
9
S. Vosters, Antonio de Guevara y Europa, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2009,
pág. 259.
10
C. Vecce, «L’egloga Melisaeus di Giano Anisio tra Pontano e Sannazaro», S. Carrai (coord.),
La poesia pastorale nel Rinascimento, Padua, Antenore, 1998 págs. 213-234.
11
A. Gargano, «La égloga en Nápoles entre Sannazaro y Garcilaso», B. López Bueno (coord.),
VI Encuentro Internacional sobre Poesía del Siglo de Oro, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002,
págs. 57-76 (citada pág. 57).
este sentido, es el lugar propicio para el desarrollo del ejercicio poético, pero
a su vez supone una asociación con una ciudad determinada (el Guadalquivir
o Betis con Sevilla, el Henares con Alcalá, el Tormes con Salamanca, el Tajo
con Toledo…); es, en cierta medida, la naturaleza imaginada desde la ciudad
y sus límites. En cualquier caso, pesa más la representación del locus amoenus
que la asociación con una determinada ciudad. Así, por ejemplo, en Ninfas y
pastores del Henares (1587), su autor, el canario Bernardo González de Bobadi-
lla, describe un paisaje que solo conoce gracias a las narraciones de un amigo,
como él mismo declara en el prólogo: «Parece cosa extraordinaria ponerme a
referir las propiedades y términos de la tierra que jamás vieron mis ojos»17.
No cabe extrañar la escasa presencia del Manzanares, en tanto que el río
madrileño fue siempre, por su naturaleza poco caudalosa, un espacio difícil-
mente literaturizable, como notaron entre otros Góngora y Lope de Vega. Por
otro lado, el desarrollo del género se produjo durante la segunda mitad del xvi,
es decir, cuando Madrid apenas comenzaba a convertirse en una corte literaria,
y carecía de los ingenios poéticos que tendría después18. Así, la única novela
pastoril cuyo título contiene el río Manzanares es La pastora de Manzanares y
desdichas de Pánfilo, sin datación segura, pero ya del siglo xvii.
Se suele tomar como final del género Los pastores del Betis, de Gonzalo
de Saavedra (1633), aunque pueden tenerse en consideración algunos otros
textos epigónico19. No obstante, el esplendor de la novela pastoril se desarrolla
fundamentalmente en el siglo xvi, hasta la publicación de La Arcadia de Lope
de Vega (1596) que, como otras obras narrativas del Fénix, cuenta con un
notable éxito. Después, lo pastoril sigue teniendo una importancia conside-
rable, pero va siendo progresivamente disuelto en el interior de otros géneros
literarios. El ejemplo más conocido es, posiblemente, el caso del Quijote, en
el que existen varios episodios pastoriles (Grisóstomo y Marcela, la fingida
Arcadia…) subordinados a la acción principal. Ya María del Pilar Palomo20
establece una hibridación entre novela pastoril y novela cortesana en La cintia
de Aranjuez, publicada en 1629. Los elementos cortesanos, violentos y urbanos
de La Cintia han sido aludidos también por Castillo Martínez, que además ha
analizado estos elementos —generalmente pertenecientes a las novelas cortas
españolas— en El pastor de Clenarda, publicado en 162221.
17
B. González de Bobadilla, Nimphas y pastores del Henares, Alcalá de Henares, Juan Gra-
cián, 1987, s/f.
18
A. Carreira, «La corte y sus ingenios: escritores madrileños anteriores a 1700, 1ª parte»,
A. Sánchez Robayna (coord.), Literatura y territorio: Hacia una geografía de la creación literaria
en los Siglos de Oro, 2010, págs. 59-72.
19
C. Castillo Martínez, «Los libros de pastores: un género de éxito en el Siglo de Oro»; Per
Abbat: boletín filológico de actualización académica y didáctica, núm. 6, 2008, págs. 9-28.
20
M. P. Palomo, La novela cortesana: Forma y Estructura, Barcelona, Planeta, 1976, pág. 29.
21
C. Castillo Martínez, «Novela pastoril y novela corta: cruce de caminos», I. Colón Calde-
rón et. al. (coords.), Los viajes de Pampinea: novella y novela española en los Siglos de Oro, Madrid,
Sial, 2013, págs. 231-232.
En una aldea que está hasta dos leguas de aquí, donde hay mucha gente
principal y muchos hidalgos y ricos, entre muchos amigos y parientes se con-
certó que con sus hijos, mujeres y hijas, vecinos, amigos y parientes nos vi-
niésemos a holgar a este sitio, que es uno de los más agradables de todos estos
contornos, formando entre todos una nueva y pastoril Arcadia, vistiéndonos
las doncellas de zagalas y los mancebos de pastores. Traemos estudiadas dos
églogas, una del famoso poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoes en
su misma lengua portuguesa, las cuales hasta agora no hemos representado27.
Bibliografía
27
M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Madrid, Espasa-Círculo de Lectores,
pág. 1203.
Introducción
Horas más tarde corrió la misma suerte que escritores como Francisco Urondo
o Haroldo Conti, todos ellos secuestrados y desaparecidos hasta la fecha.
Aunque pueda parecer sorprendente, a pesar de que han transcurrido más
de tres décadas desde la aparición del informe Nunca más, aún pueden rescatarse
valiosos testimonios olvidados en viejos papeles y hojas volanderas que se han
conservado hasta nuestros días, presas del azar. En particular, este trabajo se
propone rescatar la labor del activista y militante argentino Víctor Bosch, quien
se dedicó entre los años 1978 y 1980 a redactar y distribuir manualmente una
serie de informes en los que denunciaba abiertamente la represión política y
moral durante la presidencia de Jorge Rafael Videla. Su ausencia de los archivos
de la memoria histórica puede resultar desconcertante al descubrir que detrás de
este seudónimo se esconde la figura del escritor Néstor Perlongher (1949-1992),
miembro destacado durante los años 1971 y 1976 del Frente de Liberación
Homosexual de Argentina (FLH), hecho de sobra documentado en la historia
del activismo sexual latinoamericano. Para hablar de esta breve producción,
se analizará seguidamente uno de los escasos cuatro documentos de los que se
dispone, titulado «Informe sobre Córdoba»1.
Dado que la localización del informe es muy precisa —la ciudad de Córdo-
ba—, debe establecerse, como primer principio de análisis espacial, que todo
lugar, por el mero hecho de ser descrito, resulta trascendido «en logos. La re-
presentación se filtra y distorsiona a través de mecanismos que transforman la
percepción exterior en experiencia psíquica y hacen de todo espacio un espacio
experimental y potencialmente literario»2. No en balde, el documento comienza
con un pretérito imperfecto de indicativo, más apropiado para el género del
cuento popular y la tradición oral folclórica que para un documento pretendi-
damente exhaustivo y categórico en su denuncia: «Córdoba era una hermosa
ciudad del interior de la República Argentina, famosa por la dulzura de sus
mancebos, quienes, pese a la honda tradición católica local, sabían zafarse de las
ataduras de la culpa y entregarse generosamente a la delicia de la transa gay, en
esas paradojas típicamente latinoamericanas»3.
1
N. Perlongher, Un barroco de trinchera. Cartas a Baigorria, 1978-1986, Buenos Aires,
Mansalva, 2006, págs. 79-85. Los textos restantes escritos y difundidos bajo el seudónimo de
Víctor Bosch por Néstor Perlongher son: «Informe sobre Chile» (Ibíd., págs. 87-93); «Por una
política sexual»; «Todos son policías», y «Acerca de unos edictos», este último publicado en la
revista Persona, año 2, núm. 10, enero-febrero de 1982 (véase N. Perlongher, Papeles insumisos,
Buenos Aires, Santiago Arcos, 2004, págs. 122-139). El informe seleccionado para este trabajo
puede considerarse, en buena medida, fiel representación de todo el conjunto y, por lo tanto, los
análisis subsiguientes son extensibles a todo el corpus.
2
F. Aínsa, Del topos al logos: propuestas de geopoética, Madrid/Frankfurt am Main, Ibe-
roamericana/Vervuert, 2006, pág. 11.
3
N. Perlongher, Un barroco de trinchera. Cartas a Baigorria, 1978-1986, ob. cit, pág. 79.
4
F. Aínsa, ob. cit., pág. 229.
5
M. Novaro y V. Palermo, La dictadura militar (1976-1983): del golpe de Estado a la restau-
ración democrática, Buenos Aires, Paidós, 2003, pág. 88.
6
N. Perlongher, Un barroco de trinchera. Cartas a Baigorria, 1978-1986, ob. cit., pág. 79.
12
M. Novaro y V. Palermo, ob. cit., pág. 165. Más adelante, Novaro y Palermo afirman que
el resultado del Mundial en relación a la fingida «actitud de “no saber”» lo que estaba sucediendo
en el país por parte de los argentinos, intensificó esta postura, «ya que con el clima de victoria
emergió, en muchos, la sensación de que lo peor había pasado» (Ibíd., pág. 207).
13
A. Avellaneda, Censura, autoritarismo y cultura: Argentina 1960-1983, Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, 1986, págs. 13 y 46. Con el propósito de aludir tan solo a
algunos casos de censura cultural ocurridos en el año 1980, se refieren a continuación varios
sucesos de los que se pretende también mostrar los límites de la represión moral: la suspensión
del programa de teleteatro Mundo de juguete, del Canal 13; la cancelación en toda Argentina
del núm. 690 de la revista Siete Días a causa de la foto de portada que mostraba a la actriz
Stefani Sandrelli en bikini; en los mismos términos, la distribución de la revista Radiolandia
2000 fue interrumpida a causa de la imagen de Graciela Alfano con una larga camisa que dejaba
al descubierto sus piernas hasta el medio muslo; además, en diciembre de 1980 se autorizó la
retirada del núm. 215 de la revista La semana que en su tapa retrataba a la actriz y modelo Bo
Derek con el hombro desnudo y medio pecho cubierto por una túnica que dejaba adivinar su
seno izquierdo (Ibíd., págs. 192-196).
14
N. Perlongher, Un barroco de trinchera. Cartas a Baigorria, 1978-1986, ob. cit., pág. 83.
15
Ibíd., pág. 84.
16
M. Novaro y V. Palermo, ob. cit., pág. 54.
intenso trabajo que el Ministerio de Cultura y Educación desde 1976 llevó a cabo
con el objetivo de implantar la asignatura de Formación Moral y Cívica en la
escuela secundaria. Los propósitos fundamentales que rigieron esta gran empresa,
declarados en más de una ocasión por los sucesivos ministros encargados de la
cartera de Educación, fueron: «lograr que el alumno “conozca los fundamentos,
principios y normas del orden moral —universal y absoluto— y sea capaz de dar
razón de ellos, (y que aplique) las normas morales a situaciones particulares de
su vida diaria —individual o comunitaria— para lograr la moralidad de vida”»17.
Así pues, tras esta detallada revisión del contenido del informe de Víctor
Bosch, debe plantearse una pregunta ineludible: ¿cómo justificar su valor de re-
sistencia y la posibilidad de sobrepasar la frontera del imaginario para concretar
un «topos» de alteridad desde el cual establecer las trincheras de la lucha contra
la acción de la Junta Militar?18
17
A. Avellaneda, ob. cit., pág. 189. A este respecto, conviene recordar el catálogo de libros
recomendados por el Ministerio de Cultura y Educación a los docentes argentinos, en el que
tienen cabida algunos títulos como La grandeza del orden divino, de Ernst Burhart; La conducta
en la vida, de Alexis Carrel; El hombre y el dinero, de Jacques Ellul; Encíclicas Pontificas; El orden
moral, de Carlos A. Sacheri; Del libre albedrío, de San Agustín o Summa Teológica, de Santo
Tomás de Aquino (Ibíd.).
18
Sin lugar a dudas, la discusión sobre la frontera alrededor del año 1980, en lo que a las
prácticas sexuales y la represión del gobierno militar se refiere, era un asunto de vigencia insoslaya-
ble. Una situación semejante ocurrió en Brasil. Como años más tarde Néstor Perlongher escribiera
en su obra La prostitución masculina, resultado de sus investigaciones de maestría sobre la activi-
dad prostibularia masculina en São Paulo, a comienzos de la década de los ochenta la explosión
masiva de una visibilidad de la homosexualidad en el entorno social trajo como consecuencia la
constante alerta sobre la conflictiva idea de frontera. Valga como epítome el denominado «Ope-
rativo Richetti», una operación policial apoyada por comerciantes y vecinos de barrios burgueses
que se saldó con el arresto de más de 1.500 personas. Su propósito fue la expulsión inmediata de
homosexuales, travestis y trabajadores sexuales de estas áreas urbanas (Véase N. Perlongher, La
prostitución masculina, Buenos Aires, La Urraca, 1993 págs. 46-47).
19
N. Perlongher, Un barroco de trinchera. Cartas a Baigorria, 1978-1986, ob. cit., pág. 80.
Víctor Bosch lo enuncia de manera clara: los sucesos ocurridos allí a finales de
la década del sesenta: «Ciudad caliente también en el combate, marcó, al lanzarse
a la insurrección popular de 1969 —conocida como el “Cordobazo”— el inicio
de una serie de luchas confusamente “revolucionarias”; una ciudad, en definitiva,
“hiperpolitizada”»20. Se comprende, pues, la importancia de situar en Córdoba
el lugar de enunciación porque este viene a determinar la existencia real de una
potencia singular del «topos» para rearmar un foco de lucha activa en contra del
Estado. Esto adquiere mayor evidencia cuando se advierte que a lo largo de todo
el informe parece sugerirse un desplazamiento del sujeto de la revolución, de tal
modo que la resistencia sexual, a través de prácticas consideradas abyectas por
el poder militar, encarna ahora el eje de la acción que apenas cinco años atrás se
levantaba alrededor de la lucha guerrillera.
Para sostener esta tesis, debe tenerse en cuenta que los sucesos del Cordoba-
zo por primera vez desde el comienzo de la Revolución Argentina suponen «el
protagonismo activo del pueblo en sus reclamos, la confianza en su movilización
más que en las viejas estructuras y dirigentes, la aceptación de la violencia como
método válido para enfrentar la represión, la derrota de las fuerzas policiales, la
participación directa del Ejército en la represión y por lo tanto la visualización de
este por parte del pueblo como su enemigo»21. Tal es así que Córdoba fue uno de
los núcleos en los que se produjo una de las mayores concentraciones de actividad
guerrillera del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) junto a las ciudades
de Tucumán y Rosario22. Y es justamente esta última la que aparece al lado de
Córdoba en el informe de Bosch, con el propósito de concretar y reforzar la idea
de los espacios de resistencia. Como ocurrió en Córdoba, la ciudad argentina de
Rosario enfrentó varios sucesos revolucionarios en el año 1969 (circunstancia que
se denominó el «Rosariazo»), en los que universitarios y trabajadores actuaron
como voceros de la denuncia de las condiciones laborales y la intervención del
gobierno sobre la enseñanza pública.
Es entonces cuando se aprecia con mayor juicio el argumento esbozado
apenas unas líneas atrás: la sustitución de la figura del guerrillero por la del
homosexual como nuevo sujeto articulador de la revolución futura. En palabras
de Bosch: «En la ciudad de Rosario se han reanudado con ímpetu las razzias
masivas típicas de la época de la lucha antiguerrillera; solo que, en vez de buscarse
subversivos —ya no los hay— tales operativos se dirigen contra los homosexua-
les, prostitutas, vagos, hippies y gente rara en general»23. Con la esperanza de
un espacio para alternativas revoluciones encarnadas en nuevas subjetividades,
el informe declara finalmente la potencialidad del «topos» urbano como lugar
que vuelve efectivo un movimiento contrario a la represión antisubversiva del
gobierno militar. Así, esta determinación habrá de abrir nuevas esferas de so-
20
Ibíd., pág. 79.
21
O. Anzorena, Tiempo de violencia y utopía: del Golpe de Onganía (1966) al Golpe de Videla
(1976), Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1998, pág. 63.
22
Ibíd., pág. 121.
23
N. Perlongher, Un barroco de trinchera. Cartas a Baigorria, 1978-1986, ob. cit., pág. 82.
Conclusión
Bibliografía
24
F. Aínsa, ob. cit., pág. 11.
25
N. Perlongher, La prostitución masculina, ob. cit., pág. 107.
1
F. Aínsa, «Propuestas para una geopoética latinoamericana», Archipiélago, Vol. 19 (72)
2011, pág. 4. Véase del mismo autor el texto Identidad cultural de Iberoamérica en su narrativa,
Madrid, Gredos, 1986.
2
A. Carpentier, «La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo» (Conferencia en
la Universidad de Yale, 1979), Los pasos recobrados, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 2003, pág.166.
3
A. Benítez Rojo, La isla que se repite. El Caribe y la perspectiva posmoderna, Hanover, Edi-
ciones del Norte, 1989, pág. XII.
4
R. González: «Prólogo», Edgardo Rodríguez Juliá, La noche oscura del niño Avilés, Caracas,
Biblioteca Ayacucho, 2002, pág. 7.
7
Ibíd., pág. XIV.
8
A. Benítez Rojo, La isla…, ob. cit., pág. XXXIV.
9
A. Benítez Rojo, Paso de los Vientos, Barcelona, Casiopea, 2000, pág. 15 (En adelante todas
las citas pertenecen a la presente edición, por lo que solo se señalará entre paréntesis el número
de página).
que este remoto lugar» (pág. 127). Más cerca del centro del poder colonial y
de sus beneficios así como de la corrupción inferida por el narrador, al señalar
que estaba habitado por «la crema y nata de la mismísima mierda, la mierda
del Nuevo Mundo, la mierda colonial, la peor de todas las mierdas porque es
la única que no tiene conciencia de sí, la única que no se huele a sí misma»
(pág. 127). A partir de aquí, comienza el discurso a rasgar las vestiduras desde
lo más alto de los poderes hasta el más bajo, representado en el cura que llega al
pueblo, y luego se enfrenta a una realidad de desobediencia a la autoridad: la de
quedarse en ese sitio antes que acatar la orden de desalojo. «¿Qué vas a decir, si
ya anoche cruzaste el Rubicón? O mejor, el Paso de los Vientos, el estrecho de
peor fama que hay en el Nuevo Mundo.» (pág. 137) Así, el cuento expone las
microhistorias de la colonia, la de los escenarios casi innombrables, ausentes o
desconocidos de la historiografía, lugar de rebelión, de desobediencia y, a ello,
termina suscribiéndose el cura.
Otro tema de gran relevancia corresponde al surgimiento de los bucaneros
y piratas en el Caribe. En el cuento «La isla del tabaco», el narrador parte del
detalle puntual, de la forma cómo se llevó a cabo la división de la isla, pues
desde el inicio el texto da pistas de ello: «El duelo tendrá lugar en una isla del
Caribe, uno de esos breves territorios que por su carencia de perlas y metales
preciosos fueron colonizados tardíamente.» (pág. 139) Así, la propuesta estéti-
ca del escritor cubano apunta hacia la «carencia», no al relato cuyo espacio es
maravilloso o paradisíaco; al contrario, es la apuesta por el lugar de poco atrac-
tivo para los colonizadores, el territorio que los principales señores no ocupan
porque carece de riquezas auríferas, sin condiciones de vida medianamente
seguras. Son los lugares estratégicos que llegaron a habitar hombres fugitivos
de ciudades europeas, interesados también en saquear el botín español o recibir
rentas provenientes de América, fueran estas por las vías del decreto autorizado
por sus monarcas que, paradójicamente antes se negaban a cumplir y, al final,
obtenían y se repartían beneficios económicos producto de saqueos y contra-
bando. Lo que destaca el narrador es la presentación del duelo entre Poole y
Pentier, un acontecimiento aparentemente sin trascendencia de dos hombres
que se disputan la isla. En ese sentido, argumenta: «¿Cuál fue la extraordinaria
decisión tomada ese día por Poole y Pentier? Ninguna. El esquema preparatorio
del duelo fue elaborado por una máquina de poder sobre la cual los duelistas
no tenían el menor control.» (pág. 140).
Estamos frente a unos de los acontecimientos relevantes de la historia del
Caribe que desarrolla Fernando Ortiz en Contrapunteo del tabaco y del azúcar
(1940), la configuración de dos elementos propios de la isla de Cuba que da-
rán la vuelta al mundo: la explotación y el sostén de una economía agrícola en
dimensiones de exportación internacional bajo un sistema, la esclavitud. «Así,
Crumber regresó del río Wyapoko con los bolsillos vacíos, pero con la memoria
llena de vivencias. Por ejemplo, al llegar a Guyana encontró varios grupos de
aventureros, irlandeses en su mayoría, que cultivaban tabaco para introducirlo de
contrabando en el reino.» (pág. 145) Y, aunque en Londres fue Walter Raleigh
al estilo del ensayo, hace que la trama se profundice e indague en las posibi-
lidades de realización de sus personajes y, a su vez, apunte a la especificidad
del tema seleccionado. Así el duelo organizado entre británicos y franceses por
quedarse con la isla fue «una conspiración» (pág.167). Se dirige a un lector con
el que establece un puente para resolver o aclarar las trampas de los personajes
que ocultan la historia y mantienen falsas versiones de cara a sus protectores
económicos, sean ingleses o franceses. Y frente al descubrimiento del engaño,
interroga la voz narrativa: «¿Quiero insinuar con esto que el duelo fue una su-
perchería, un simulacro, una payasada que nunca ocurrió? Todo lo contrario:
el duelo ocurrió exclusivamente para la historia.» (pág. 169) Juego de máscaras
que la ficción revela.
De cara al disfraz que monta la Historia, el cuento abre la posibilidad de
narrar otra versión, de indagar lo que aconteció según algunos historiadores y
lo que, por contrapartida se difundió como historia oficial, en unas versiones
distorsionadas que hacían su viaje de América a las metrópolis europeas. Así,
la narrativa de Benítez Rojo revisa y desmitifica la historia y, en esa línea, la
escritura aporta nuevos tratamientos para reelaborar los procesos culturales
caribeños que aún se siguen descubriendo y constituyen materia para la ficción.
Sus textos trascienden a grandes escritores que forman parte de este corpus
narrativo, como Alejo Carpentier, del que si bien retoma algunos rasgos del
realismo mágico en cuentos como «La tierra y el cielo»; en otros, como «La
isla del tabaco» y «Luna llena en Le Cap» toma partido ese despliegue crítico
de la voz histórica, de sus máscaras y paradojas, en un conjunto de relatos que
exploran voces y sujetos de la cultura caribeña en la que «Los términos unidad,
coherencia, verdad, síntesis, origen —y otros— se desmantelan»10, y se des-
plaza la idea de totalidad de la historia y el discurso por la del acontecimiento
marginal, residual y del sujeto que logra irrumpir en la escritura no desde la
jerarquía institucional, sino desde una manera oblicua, transversal y asimétrica
como Paso de los Vientos, espacio cultural referido en su ensayo La isla que se
repite, en abierto diálogo de nombres, lugares, libros e historias frente al espejo
de la literatura.
Bibliografía
Aínsa, F., «Propuestas para una geopoética latinoamericana», Archipiélago, Vol. 19 núm.
72, 2011, págs. 4-12.
Benítez Rojo, A., La isla que se repite. El Caribe y la perspectiva posmoderna, Hanover,
Ediciones del Norte, 1989.
—— Paso de los Vientos, Barcelona, Casiopea, 2000.
Carpentier, A., Los pasos recobrados, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 2003.
10
F. Moulin Civil, «La cuestión del Caribe en La isla que se repite (1989-1988) de Antonio
Benítez Rojo», Anuario del Archivo Histórico Insular, núm. 5, 2004, pág. 364.
1
El trabajo que aquí se presenta corresponde a una síntesis del apartado teórico de una
investigación mayor relacionada con la novela histórica en Hispanoamérica.
2
M. Perkowska, Historias híbridas: la nueva novela histórica latinoamericana (1985-2000)
ante las teorías posmodernas de la historia, Madrid, Vervuert, 2008, pág. 19.
3
H. White, Ficción histórica, historia ficcional y realidad histórica, Buenos Aires, Prometeo
Libros, 2010, pág. 203.
4
A lo largo de este estudio se utilizará como sinónimos las palabras: «hecho» o «aconte-
cimiento histórico» para aludir a las situaciones pasadas que luego pasan a formar parte de la
historia.
5
No nos compete a nosotros cuestionar las distintas acepciones que se tienen del concepto
y disciplina histórica; no obstante, no podemos desconocer las actuales corrientes que se alejan
de la noción positivista de la historia, que proponía una historia más científica, acercándose a los
lineamientos de las ciencias naturales.
6
N. Jitrik, Historia e imaginación literaria: las posibilidades de un género, Buenos Aires,
Editorial Biblos, 1995, pág. 55.
7
A. Viu, Imaginar el pasado, decir el presente: la novela histórica chilena (1985-2003),Santiago
de Chile, RIL Editores, 2007, pág. 51.
Esto último, sin duda, derivó en un problema que ha sido foco de exhaustivos
análisis en los distintos campos de estudio. Para Roland Barthes, esta noción
8
A. Danto, Historia y narración: ensayos de filosofía analítica de la historia, Barcelona, Paidós:
I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1989, pág. 35.
9
N. Jitrik, Historia e imaginación literaria. Las posibilidades de un género, Buenos Aires,
Biblios, 1995, pág. 53.
10
R. Collingwood, Idea de la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1968, pág. 130.
11
Ibíd., pág. 134.
12
R. Barthes, El susurro del lenguaje: más allá de la palabra y la escritura, Barcelona, Paidós
Comunicación, 1987, pág. 168.
13
Ibíd., pág. 176.
14
H. White, El contenido de la forma: narrativa discurso y representación histórica, Barcelona,
Paidós, 1992, pág. 21.
15
A. Danto, ob. cit. pág. 24.
16
M. Perkowska, ob. cit. Pág. 74.
17
F. Nietzsche, J. Llinares y G. Meléndez, Nietzsche: antología, Barcelona, Ediciones Penín-
sula, 2003, pág. 98.
18
Por ahora no es nuestra intención dar a conocer los distintos momentos de la novela his-
tórica desde su nacimiento, tan solo proponemos, en este capítulo, dar cuenta de los problemas
intrínsecos que atañen a un género que podemos considerar como híbrido.
19
N. Jitrik, ob. cit. pág. 59.
20
A. Alonso, Ensayo sobre la novela histórica. El modernismo en «La gloria de don Ramiro»,
Madrid, Gredos, 1984, pág. 12.
21
J. Ortega y Gasset, La deshumanización del arte, Madrid, Editorial Castalia, 2009, pág. 20.
uno pretende ser la verdad, otro pretende ser la recuperación poética de esa «ver-
dad» o bien alguna de las posibilidades de aquel discurso oficial (Aristóteles lo
concibió de esa manera). Mientras que, al otro lado, el lector decidirá qué tipo
de texto quiere leer y asumirá su lectura como tal. El verdadero problema que
en estas pocas hojas sugerimos, y que es posible identificar en la novela histórica
contemporánea, se relaciona con la apropiación que hacemos de cada texto, y
esto tiene que ver con la memoria y el imaginario que nos creamos. Nos dice
Fernando Aínsa que «la “mentira” literaria puede también cumplir una misión
[…], la de ser un complemento posible del acontecimiento histórico, su posible
metáfora, su síntesis paradigmática, su moraleja». Esta afirmación concuerda
bastante con lo que aquí pretendemos plasmar; Aínsa irá más allá y dirá que
«en algunos casos es la literatura la que mejor sintetiza, cuando no configura la
historia de un pueblo», haciendo alusión a la Ilíada, La Eneida, el poema del Mío
Cid, etc. Y en Hispanoamérica serán las ficciones fundacionales —en las que
profundiza Doris Sommer— las que «legitiman la historia o cristalizan una cierta
idea de la identidad nacional»26. Lo que dice Aínsa en ningún caso lo ponemos
en duda, aunque creemos —siguiendo la historia literaria en Hispanoamérica—
que la actual novela histórica, en sus cruces y discusiones interdisciplinarias,
ya no pretende seguir construyendo nación sino más bien busca cuestionarla y
replantear la identidad que se ha configurado en los países latinoamericanos con
nuevas formas, propuestas y lecturas del pasado y, por sobre todo, a través de los
puentes y relaciones que se tienden entre la historia y la literatura.
Bibliografía
26
F. Ainsa, «Invención literaria y “reconstrucción” histórica en la nueva narrativa latinoame-
ricana», en La invención del pasado. La novela histórica en el marco de la posmodernidad, Madrid,
Iberoamericana, 1997, pág. 122.
Jitrik, N., Historia e imaginación literaria. Las posibilidades de un género, Buenos Aires,
Biblios, 1995.
Nietzsche, F., Llinares J. y Meléndez G., Nietzsche: antología, Barcelona, Ediciones
Península, 2003.
Ortega y Gasset, La deshumanización del arte, Madrid, Editorial Castalia, 2009.
Perkowska, M., Historias híbridas: la nueva novela histórica latinoamericana (1985-
2000) ante las teorías posmodernas de la historia, Madrid: Frankfurt am Main, Ibe-
roamericana; Vervuert, 2008.
Vidal Barría, C., «Historiografía y literatura. Un acercamiento a los textos literarios de
filiación histórica», La historia en la literatura y la literatura en la historia latinoame-
ricana y caribeña, Barranquilla, Universidad del Norte, págs. 269-283.
Viu, A., Imaginar el pasado, decir el presente: la novela histórica chilena (1985-2003),
Santiago de Chile, RIL Editores: Universidad Adolfo Ibáñez, 2007.
White, H., Ficción histórica, historia ficcional y realidad histórica. Buenos Aires, Pro-
meteo Libros, 2010.
—— El contenido de la forma: narrativa discurso y representación histórica, Barcelona,
Paidós, 1992.
O quizás no. Quizás sea una sensibilidad. Hablando del libro de viajes ho-
mónimo de Gutiérrez Solana, La España Negra (1920), advertía Andrés Trapiello
que «la España Negra, empieza siempre en uno mismo, solo con mirar atrás de
donde todos miran»2. Justificaba así el escritor que Solana hubiera iniciado en
el Santander de su infancia el crudo paseo por los paisajes que configurarían su
testamento literario. En este juicio quedaba latente la visión mítica que Manuel
Sánchez-Camargo, su biógrafo, había conferido a la vida del artista, hasta mez-
clarla no pocas veces con la paleta lúgubre de sus fondos, porque «el negro»,
decía, «como color, distingue a Solana. Es casi su secreto»3. Coincidía en esto con
los primeros caravaggistas españoles, pintores nacidos al filo del año 1600, que
encontraron en los modelos naturales del italiano y en sus atmósferas de sombras
una solución escénica para hacer más creíble la historia —y el espacio— que per-
filaban. Por encima de todos ellos sobresaldría José de Ribera. Un personaje cuya
leyenda, igual que la de Caravaggio, de perseguido y de perseguidor, estuvo a la
altura de su obra, y también de su apodo, Lo Spagnoletto. No extraña pues, como
describe Palma Martínez-Burgos, que el siglo xix se cebara con los tormentos de
Ribera y pasara a proyectarse como paradigma «de lo tenebroso y lo macabro,
tanto que Byron llegó a decir que mojaba su pincel con la imagen de todos los
santos […] De hecho, durante un tiempo pensar en José de Ribera era evocar o
tenebrosas escenas de martirio o viejos penitentes de piel reseca»4 o monstruos
de pechos y barba, o un enemigo de la frescura —pre-romántica— de artistas
como el napolitano Salvator Rosa. Precisamente esa dialéctica de oposición con
el italiano será una de las claves del abarrocado drama de 1988, Salvator Rosa,
de Francisvo Nieva, donde el tétrico Ribera llegará a bramar: «¡Viva España,
viva el realismo y viva la naturaleza muerta!». Una exclamación que —entrando
ya en materia— ¿acaso hoy no podríamos atribuir a una versión esperpéntica
de Quevedo?
Francisco de Quevedo, como personaje literario, corrió en el siglo xix una
suerte muy diferente a la de Ribera. Según ha estudiado la profesora García
Valdés, el poeta se convirtió en el eje heroico de hasta nueve comedias román-
ticas que —en torno a la cenital Don Francisco de Quevedo (1848) de Eulogio
Florentino Sanz— proyectaron al autor como un alma esforzada, de ingenio
burlesco y preclaro frente a las intrigas que sobre el reino urdía el desacreditado
Conde-Duque de Olivares. Tanto es así que en estos tiempos se propagaban
obras inéditas atribuidas al madrileño que padecían, decía Menéndez Pelayo,
«el grave inconveniente de alterar la fisonomía de Quevedo conforme al sentir
2
A. Trapiello, «Introducción», La España Negra, J. Gutiérrez Solana, Granada, Comares,
2000, pág. 10.
3
Solana, Madrid, Atlas, 1945, pág. 218.
4
«El naturalismo del Siglo de Oro español», Arte y Realidad en el Barroco. Modelos del natu-
ralismo europeo en el siglo XVII, VV. AA., Madrid, Edición Universitaria Ramón Areces, UNED,
2012, pág. 98.
Vieja roñosa, pues te llevan, vete; En las guedejas vuelto el oro orujo,
no vistas el gusano de confite, y ya merecedor de cola el ojo,
pues eres ya varilla de cohete. sin esperar más beso que el del brujo.
5
En C. C. García-Valdés, «Con otra mirada: Quevedo personaje dramático», La Perinola:
Revista de investigación quevediana, núm. 8, 2014, pág. 178.
6
F. de Quevedo, Poesía varia, J. O. Crosby (ed.), Madrid, Cátedra, 2014, pág. 369.
7
Ibíd., pág. 372.
En esta fijación, al cabo caricaturesca, coincidirá con quien acaso fue el gran
teórico de la caricatura, Charles Baudelaire, que encontró en estos «monstruos
desconyuntados que alguna vez fueron mujeres» uno de sus más provocativos
reclamos (flores marchitas de su jardín). Sucede de tal modo en su composición
«Las viejecitas» cuya última estrofa, remite, sí, al espacio y monumento pasajero
por excelencia del Romanticismo, pero también del estoicismo y del desengaño
de corte más quevedesco: la ruina.
encuadraría los espacios y la reputación del poeta áureo. Y es que, como dijo
Francisco Nieva, Quevedo, capaz de la expresión de lo infame y de lo excelso, ya
había distinguido «la vida española estampada en negro y oro»11. Sería Baudelaire
quien, entre medias de ambos escritores, evocaría la belleza proverbial de «un
sol negro si se pudiese concebir un astro negro capaz de verter luz y felicidad»12.
Pero al francés no le vinculan tanto como sería deseable a esa goyesca cadena
de observadores que hoy comprende a Larra, a Solana, a Valle-Inclán, al mismo
Nieva…, y que tiene a Quevedo como primer eslabón. Autores conscientes de
una realidad grotesca española tan marcada en su recepción que de alguna forma
sus sátiras se habían de limitar a sus fronteras. Pasamos así de las lacras generales
a las particulares; de la geografía no marcada de «Poderoso caballero es don Di-
nero» a, como sentencian los sepultureros de Luces de bohemia de Valle-Inclán,
«En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí
todo lo manda el dinero»13.
No puede extrañar que el Siglo de Oro y la Edad de Plata, dos acuñaciones
tan brillantes, se comuniquen mediante este oscuro punto de encuentro entre
sensibilidades. Así las cosas, la famosa «leyenda negra», lejos de nacer, como
marbete, en un remoto limbo temporal, irrumpe (tras haber sido esbozada por
Emilia Pardo Bazán [París, 1899] y Vicente Blasco Ibáñez [Buenos Aires, 1909]
en sendas conferencias sobre el Desastre colonial) en 1914. Entonces el historia-
dor Julián Juderías recupera y cristaliza en un ensayo la cromática etiqueta como
reacción contra «esa leyenda de la España inquisitorial, fanática, violenta […]
que, habiéndose empezado a difundir en el siglo xvi, a raíz de la Reforma, no ha
dejado de utilizarse en contra nuestra desde entonces, y más especialmente en
momentos críticos de nuestra vida nacional»14. El último de esos momentos sería
la campaña estadounidense para la Guerra de Cuba, que —voladura del Maine
aparte— presentaría a la metrópoli como una nación bárbara y tirana. Hubo
otra reacción frente a esta imagen de España; la de bucear en sus aspectos más
crudos, darles pábulo para comprender la alargada decadencia del país y poder,
así, reflotarlo. Hoy no cabe duda de que el éxito de esta leyenda ahumada no
se debe tanto a la campaña extranjera como al interés interno en perpetuarla15,
y en volver la vista atrás a las primeras expresiones y a los primeros retratistas
que supieron detectar sus fallas. Entre ellos un Goya o un agudísimo Quevedo.
11
En J. Cruz, «Homenaje a Francisco de Quevedo en el milenario del castellano» [entrevista
a Francico Nieva], El País, 11 de noviembre de 1978, págs. 14-15.
12
El spleen de París: pequeños poemas en prosa, trad. y ed. de Pablo Oyarzún R., Santiago,
LOM Ediciones, 2008, pág. 89.
13
Madrid, Espasa-Calpe, 2006, pág. 166 [la cursiva de la cita es mía].
14
J. Juderías, La leyenda negra: estudios acerca del concepto de España en el extranjero, Valla-
dolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 2003, pág. 24.
15
Remito, por su fortuna a la hora de asentar esta concepción, a trabajos como los de Wi-
lliam Maltby (La leyenda negra en Inglaterra: desarollo del sentimiento antihispánico, 1580-1660,
México, Fondo de Cultura Económica, 1982), Ricardo García Cárcel (La leyenda negra: historia
y opinión, Madrid, Alianza, 1992) o Alfredo Alvar Ezquerra (La leyenda negra, Torrejón de Ardoz,
Akal, 1997).
Quiere en las venas del Inglés tu espada En las venas Sajónicas tu Espada
matar la sed al Español sediento, el acero calienta, y macilento
y en tus armas el Sol desde su asiento te atiende el Belga, habitador violento,
mira su lumbre en rayos aumentada. de poca tierra, al Mar y a ti robada.
Por ventura la Tierra de envidiosa Pues tus vasallos son el Etna ardiente,
contra ti arma ejércitos triunfantes, y todos los Incendios que a Vulcano
en sus monstruos soberbios poderosa; hacen el metal rígido obediente,
Sobra decir que sonetos de este tipo arrojan una visión muy distorsionada de
la opinión de Quevedo de las glorias militares españolas, y sin embargo resultan
suficientes para apuntar su representación más hostil como personaje. Es una iro-
nía temporal: buena parte de los argumentos con los que el autor defendió la idea
cultural de España de los ataques extranjeros (de la leyenda negra) de su tiempo,
pasados los siglos entraron a formar parte de la ideología que hemos identificado
con tal leyenda. Y es que esta se adapta a los nuevos ojos. Cuesta asimilar hoy la
ofensa auténtica que manifiesta el poeta en La España defendida por la contro-
versia sobre la venida o no del apóstol Santiago a España. Lo cierto es que, como
afirma Victoriano Roncero: «Quevedo asume para España la protección divina:
España se ha convertido en el brazo de Dios para luchar contra los enemigos de
España, que son los enemigos de Dios»18. «¡Santiago y cierra, España!», que podría
rematar Calderón, y, en solfa, los vanguardistas de la Edad de Plata.
Es en estos años de vanguardia, de hecho, cuando la figura y la herencia poéti-
ca de Quevedo se resquebrajan en favor de su gran adversario, al fin redescubierto
—y liberado de sus ataques— en el 27, Góngora. El ritmo dislocado y la sensua-
lidad adjetival del «perro de los ingenios de Castilla» se propagaban en la nueva
poesía, significativamente asociados a un concepto espacial de «luz»… Y frente
a ello queda la catadura de un Quevedo en sombras, de tipos ajados, solanesco
avant la lettre, cuya fijación por lo deshabitado (basta leer «A Roma sepultada en
sus Ruinas») apenas sería reescrita por Alberti. No ayudó que fuera en esa época
cuando se dio el mayor impulso para exhumar las raíces judeoárabes del legado
hispánico. Quevedo, pagado de su ideario —humanista después de todo— no
podía ocultar sus caricaturas de largas narices y fariseos ni hasta en sus exaltacio-
nes a Cristo, como en los cuadros flamencos. La historia tampoco jugaría a su
favor en lo que atañe a sus sátiras contra médicos y boticarios, representantes de
una anacrónica ciencia, de batas blancas… Y mientras tanto, los adjetivos que
descalifican al autor se suman en un baile frenético: «misógino», «antisemita»,
«misántropo», etc., en efecto más propio de un muñeco que de un visionario.
Quién sabe si en la relectura de las antologías del poeta no se levantará mañana
un poco versado lector extranjero o extrañado (por seguir con el doble cariz de la
Leyenda) ante los tópicos más indigestos, como el de la pederastia, que recoge su
apenas conocido «Epitafio a un bujarrón», cuyo principio dicta:
16
F. de Quevedo, ob. cit., pág. 86.
17
Ibíd., pág. 83.
18
«Introducción», en F. de Quevedo, España defendida de los tiempo de ahora y de las calum-
nias de los novelereos y sediciosos, Pamplona, Eunsa, 2013, pág. 19.
19
F. de Quevedo, ob. cit., pág. 550.
20
«Introducción. Cómico y grotesco», en Ch. Baudelaire, Lo cómico y la caricatura, Madrid,
Visor, 2001, pág. 36.
Bibliografía
21
F. de Quevedo, ob. cit., pág. 116.
Orazi, V., «Il monstrum misogino in Quevedo», Leyendas negras e leggende auree, Firenze,
Alinea, 2011, págs. 253-265.
Quevedo, F. de., Poesía varia, J. O. Crosby (ed.), Madrid, Cátedra, 2014.
Roncero López, V., «Introducción», en Francisco de Quevedo, España defendida de
los tiempo de ahora y de las calumnias de los novelereos y sediciosos, Pamplona, Eunsa,
2013, págs. 10-33.
Sánchez-Camargo, M., Solana. Madrid, Atlas, 1945.
Trapiello, A., «Introducción», La España Negra, J. Gutiérrez Solana, Granada, Coma-
res, 2000, págs. 7-20.
Valle-Inclán, R. del, Luces de bohemia, A. Zamora Vicente (ed.), Madrid, Espasa-
Calpe, 2006.
1
Este estudio forma parte del proyecto del Plan Nacional de I+D+i La cultura literaria de
los exilios españoles en la primera mitad del siglo xix, ref. FFI2013-40584-P.
El Español Constitucional
meses después. Sin embargo, tras la caída del Trienio Liberal en 1823 y la vuelta
al exilio de los constitucionalistas, retoma su actividad hasta 1825.
En total, cuenta con treinta y nueve números —organizados en cinco to-
mos— y cada uno de ellos se divide en tres secciones principales: Política, Cien-
cias y artes, Variedades (en ocasiones, se suma una sección política anexa al final
del ejemplar). El Español Constitucional es una publicación eminentemente
política, con una postura ideológica bien definida: la crítica al absolutismo, la
defensa de la Constitución y del liberalismo, la lucha contra el despotismo y
la libertad de la Patria, una patria a la que se le canta y se añora desde el exilio.
En este sentido, debemos destacar la importancia que la poesía toma en el
periódico, pues el género lírico se adapta perfectamente a las características que
interesaban a la publicación para transmitir sus ideas: un mensaje directo y con-
ciso, cargado de sentimiento. Es tal la relevancia que tiene en el conjunto de la
publicación, que aparece una subsección titulada Poesías Originales Inéditas. Así,
entre sus números encontramos un gran número de poemas de índole satírico,
reivindicativo, nostálgico, dolido y sentimental acerca de la situación política y
social que vive el país y, cómo no, sobre el propio exilio.
3
Una reflexión general y esclarecedora acerca de la relación entre literatura y exilio es la
que encontramos en el libro El sol de los desterrados, de Claudio Guillén, Barcelona, Quaderns
Crema, 1995.
El destierro
Entre estos motivos literarios, destaca sin duda alguna la presencia del exilio.
La emigración se hace presente en casi la totalidad de estos poemas de El Español
Constitucional. En «El patriota-liberal preso», todo lo bueno huye de España
con la llegada del absolutismo:
Sin embargo, en este poema encontramos una visión más personal del des-
tierro, al ser el yo poético el que alude a su propia emigración.
En este tono más personal, también hallamos otros poemas como la «Epístola
de un emigrado liberal, emigrado a Filis», la «Imitación de un fragmento de la
Oda 3ª del libro 1º de Horacio» o la «Epístola a Floro», que recoge el motivo
del naufragio, tan común en la poesía del exilio:
4
El Español Constitucional, II, núm. 11, julio 1819, págs. 216-224. Todos los fragmentos
citados pertenecen a este periódico.
5
III, núm. 21, mayo 1820, págs. 381-385.
6
III, núm. 19, marzo 1820, págs. 215-219.
España
7
IV, núm. 30, julio [agosto] 1824, págs. 541-543.
8
«El patriota-liberal preso», II, núm. 11, julio 1819, págs. 216-224.
Fernando VII
La figura de «El Deseado» es también uno los motivos más recurrentes dentro
de los versos críticos que se encuentran El Español Constitucional. Sin embargo,
las aproximaciones al monarca absolutista toman diferentes perspectivas. «Las
hazañas de Fernando VII» supone un duro ataque hacia el Borbón; con un tono
severo, repasa la historia contemporánea de España y las acciones del rey en un
intento de denostar su imagen:
hecho en 1814— y deja a los liberales con una sola opción si quieren huir de la
prisión o la muerte: el exilio.
La partida
15
Por diez años con retención, y pena de la vida si quebranto el presidio: también fueron
quemados mis papeles públicamente por mano del verdugo en la Plazuela de la Cebada, al pie
de la Horca. [N. del A.]
16
IV, núm. 25, marzo 1824, págs. 59-68.
Inglaterra
El país de acogida también suele estar bastante presente en este tipo de com-
posiciones. En este caso, es Inglaterra y Londres, la tierra a la que se le canta,
símbolo e imagen de la libertad y el progreso. Así ocurre en los poemas «A Lady
Jenny Oxford» y en la «Elegía patriótica». La epístola a la dama inglesa narra,
tras la soledad y la tristeza del desterrado, la llegada a las costas británicas, una
tierra que alaba y admira por los avances de su sociedad (siempre en comparación
con la España absolutista):
17
IV, núm. 26, abril 1824, págs. 130-138.
18
IV, núm. 30, julio [agosto] 1824, págs. 541-543.
Exilio y libertad
Uno de los conceptos e ideales que gozan de una situación preferente dentro
de la mentalidad del emigrado es la Libertad, y quizás con mayor razón en la
del desterrado constitucionalista, pues en ella se basa su visión política y social.
19
IV, núm 26, abril 1824, págs. 129-130.
20
Ibíd.
21
V, núm. 34, diciembre 1824, págs. 139-141.
Por lo tanto, si la Libertad peligra, el ser humano debe huir para preservarla,
al ser esta el gran bien que posee el hombre:
Y esa alma libre convierte los aspectos negativos del exilio en positivos, ayu-
dando —al igual que la mujer y la amada— a sostener el ánimo del emigrado.
A su vez, el exilio puede ser un elemento positivo para el desterrado, al gozar
allí de esa Libertad que se le niega en su Patria. Ejemplos de ello los encontramos
en la «Epístola a Floro» y en la «Epístola patriótica. A Silvio», en el que se definen
los elementos positivos de la emigración a Inglaterra:
22
III, núm. 18, febrero 1820, págs. 140-145.
23
Ibíd.
Bibliografía
Guillén, C., El sol de los desterrados: literatura y exilio, Barcelona, Quaderns Crema,
1995.
Llorens, V., Liberales y románticos. Una emigración española en Inglaterra (1823-
1834), 2.ª edición, Madrid, Castalia, 1968.
Muñoz Sempere, D., y alonso garcía, Gregorio (eds.), Londres y el liberalismo his-
pánico, Madrid, Iberoamericana/Frankfurt am Main, Vervuert, 2011.
Vilar, Juan B., La España del exilio. Las emigraciones políticas españolas en los siglos
XIX y XX, Madrid, Síntesis, 2006.
Fuentes hemerográficas
24
III, núm. 20, abril, 1820, págs. 293-298.
25
II, núm. 12, agosto 1819, págs. 302-306.
Introducción
partir de la naturaleza, pasando por distintos estadios desde el lugar físico hasta el
conceptual; fundador en el exilio del lugar conceptual por medio de un lenguaje
poético que es paisaje, espacio de conciencia recreativo y creativo: significante
del mundo o mundo en sí mismo.
A través de este recorrido se busca plantear el paralelismo entre las teorías
antropológicas-epistemológicas sobre nación e identidad, y la propuesta «poética
del espacio» de base filosófico-filológica; la necesidad de un replanteamiento de
los modelos de estudio cultural y literario; y la posibilidad de un estudio de «la
poética espacial del exilio» guiado a través de cuatro herramientas imprescindi-
bles: filología, historia, antropología y filosofía.
4
Lube (M. Lube, «El espacio “en” y el espacio “de” la antropología. El debate epistemológico
para la etnografía de los fenómenos globales», Gazeta de Antropología, núm. 27 (2), 2011) analiza
esta revolución de los estudios antropológicos, comenzada en la década de los 90 del pasado siglo,
protagonizada por Marcus Gupta, Ferguson, Clifford y el citado Appadurai.
5
L. Hutcheon, «Repensar el modelo nacional», Naciones literarias, D. Romero López, Do-
lores, Barcelona, Anthropos, 2006, págs. 283-284.
6
«Si un lugar se puede definir como relacional, histórico y vinculado con una identidad;
un espacio que no se puede definir como relacional, histórico o vinculado con una identidad
se definiría como un no-lugar» (L. Rico, «Espacios de comunicación intercultural», Spaces of
Intercultural Communication: An Interdisciplinary Introduction to Communication, Culture, and
Globalizing/localizing Identities, New York, Hampton Press, 2003, pág. 5). Ejemplo de «no-lugar»
sería, por ejemplo, el aeropuerto. Mientras que Víctor Turner habla de «liminalidad», Bhabha lo
hace del «beyond» y el «in-between».
7
Safran (W. Safran, «Diasporas in Modern Societies: Myths of Homeland and Return», Dias-
pora: A Journal of Transnational Studies, núm. 1, 1991, págs. 83-84) parte, actualiza y desarrolla
la propuesta de Walker Connor en su artículo «The Impact of Homelands Upon Diasporas».
Naturaleza > lugar físico > lugar híbrido físico > lugar híbrido conceptual >
lugar conceptual puro
14
M. Foucault, Las palabras y las cosas, México, 1978, pág. 19.
15
J. L. Pardo, Sobre los espacios pintar, escribir, pensar, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1991,
págs. 63-64.
16
No pasa desapercibida la conexión entre la constitución del puente y la del Elogio del hori-
zonte de Chillida, construcción física y conceptual con exterioridad pero que también encierra un
témenos, un espacio interior de espiritualidad, de conciencia, un puro Dasein concentrado (entre
el mundo y el ser). Léanse respecto a esta y otras obras del escultor las reflexiones de la filósofa
estética Ana María Rabe en artículos como «El arte y la tierra en Martin Heidegger y Eduardo
Chillida». Arte, individuo y sociedad, núm. 15, 2003, págs. 169-191.
«Contemplar los discursos como espacios», apunta José Luis Pardo, «hacer
geografía del lenguaje, considerar el conjunto de las cosas dichas como un inmen-
so paisaje»17, igual que es el paisaje natural la lengua propia de las formaciones
terrestres. El lenguaje puede emplearse como significante del mundo, abstrayén-
dolo como el mapa en la re-creación; pero también puede configurarse mundo
en sí mismo, concretizando un universo en el cual continuar fundando lugares.
Inmenso paisaje, nebuloso no-lugar hallando su geografía en el lenguaje.
Bachelard comienza La poética del espacio (1965) enunciando su aspira-
ción a desentrañar una «fenomenología de la imaginación», lo cual traduce
como «estudio del fenómeno de la imagen poética cuando la imagen surge
de la conciencia»18. En oposición a la metáfora, la imagen es «obra pura de la
imaginación»19. La imaginación-conciencia poética es capaz de percibir la rea-
lidad que la rodea de un modo profundo y exquisitamente sensitivo que excede
las limitaciones físicas, desplegando gracias a un poder creativo único una serie
de resonancias metafísicas: las imágenes poéticas20. La imagen poética es enten-
dida, por tanto, como entidad con una «realidad específica» configurada por una
conciencia inauguradora de nuevas formas, no descriptiva o sustitutiva de otras
entidades. Una vez introducidos estos primeros conceptos, Bachelard ensarta
en estas líneas otra idea clave, la del espacio del lenguaje: «la imagen aislada, la
frase que la desarrolla, el verso o estrofa donde la imagen poética irradia, forman
espacios de lenguaje que un topoanálisis debería estudiar»21. La conciencia inau-
gura realidades al inaugurar imágenes, y con ellas, mundos nuevos: «Cuando la
imagen es nueva, el mundo es nuevo […] actos creadores del poeta que expresa
el mundo, un mundo que se abre a nuestros ensueños»22.
«Por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se
dice». Pero también puede residir en lo que se dice todo aquello que nunca se ha
visto. Espacio de conciencia, espacio poético, universo de superación del aquí y
el allí, más allá de la tierra, y el cielo y el mar. Más allá de la sospechosa nación,
del despojado territorio. Lugar que en su estatismo, convertido en primer amarre
seguro, apacigüe las ansias de paz del ser dislocado.
Bibliografía
Abellán, J. L., El exilio como constante y como categoría, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001.
Appadurai, A., La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización,
Montevideo, Fondo de Cultura Económica, 2001.
Bachelard, G., La poética del espacio, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1965.
17
J. L. Pardo, Sobre los espacios pintar, escribir, pensar, ob. cit., pág. 15.
18
G. Bachelard, La poética del espacio, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1965, pág. 9.
19
Ibíd., págs. 107-110.
20
Ibíd., pág. 28.
21
Ibíd., págs. 19-20.
22
Ibíd., pág. 79.
Introducción
1
Fernando Larraz recoge en su libro El monopolio de la palabra. El exilio intelectual en la
España franquista, los títulos más importantes de las novelas publicadas en España sobre el tema
del exilio franquista. Véase al respecto el capítulo vii «El exilio republicano en la literatura penin-
sular de los años 50 y 60» de la obra citada en la bibliografía. Madrid, Biblioteca Nueva, 2009.
Eran, en primer lugar, los peregrinos que desde hacía tres años huían del
hambre y de la destrucción buscando siempre un lugar seguro, un imposible
punto de paz. De Málaga a Valencia, de Madrid a Valencia, de Valencia a Bar-
celona, para desparramarse en todos los pueblos catalanes y volver a emprender
la marcha ante nuevas señales de alarma. Porque ya habían perdido su casa y su
mediano o pobre pasar […] Era una masa de peregrinos que había aceptado,
resignada, su destino errante, y caminaba sobre el lodo y el polvo de todas las
carreteras, sin saber nunca cuál sería el fin2.
2
C. Castroviejo, Los que se fueron, La Coruña, Ediciones del Viento, 2009, pág. 16
(1.ª edición de 1956).
Francia
Al triste asombro que genera entre los refugiados este recibimiento, poco
amistoso, por parte de las tropas coloniales le siguen la separación de los hombres
de las mujeres y los niños, sin tener en cuenta los lazos familiares, la requisa de
los bienes y el traslado a los «campos de acogida» donde la autora vuelve a poner
el acento en la coordenada espacial para expresar la desolación y el abandono
que sufren los refugiados españoles en Francia.
Este intenso apartado dedicado a los campos de concentración se abre con
una imagen desoladora: «En un principio era la arena rodeada de alambradas.
[…] Bajo el cielo, la arena y las alambradas: nada más»5. En las líneas siguientes
la autora señala la falta total de organización, de alimentos, de tiendas de cam-
paña, de ropa seca y de materiales de cura para los heridos. A esta descripción
se suma la denuncia indignada ante la cruel paradoja que supone la aparición
3
Ibíd., pág. 29.
4
Ibíd., pág. 53-54.
5
Ibíd., pág. 63.
Poco se puede decir después de leer este pasaje demoledor en el que Concha
Castroviejo denuncia las condiciones inhumanas de los refugiados, a través de la
descripción de un espacio absolutamente desprovisto de cualquier tipo de abri-
go, en el que el individuo se encuentra totalmente desprotegido, entre el suelo
húmedo y el cielo encapotado, por un lado, y la alambrada y el mar por el otro.
La narración de la peregrinación de los refugiados continúa, siguiendo los
que logran salir de los campos de concentración, hacia París, donde muchos
intentan retomar la normalidad, aunque la ciudad francesa no deja de ser per-
cibida como un espacio hostil por dos razones: en primer lugar, por la imposi-
bilidad de encontrar un trabajo, ya que la legislación francesa no permitía que
los extranjeros se empleasen legalmente, por lo que vivían continuamente bajo
la amenaza de una nueva deportación a los campos y, en segundo lugar, por la
amenaza de la Segunda Guerra Mundial que estallaría en pocos meses.
México
La acogida
Es sobre todo por esta segunda razón que los protagonistas, Diego y Beatriz,
por separado, emprenden el viaje hacia México, al igual que la mayoría de los
personajes secundarios de la novela.
Si hasta aquí hemos podido apreciar que los personajes se movían en un
espacio siempre hostil: desde el territorio de hambre y destrucción de la España
en guerra, hasta el espacio de sospecha y delación del París antes de la guerra,
pasando por la total desolación de los campos franceses; con la llegada a México
6
Ibíd., pág. 63-64.
El mar inmóvil era casi opaco, azul turquesa bajo el cielo del trópico. Sobre
la franja amarilla de las playas se alienaban palmeras oscuras. Tras la avenida del
muelle, cubierta por pesados camiones, brillaba el blanco caserío de la ciudad:
Veracruz. Empleados de emigración y representantes del SERE esperaban el
atraque en el muelle y una fila de indios vestidos de lienzo blanco llegaban con
cartelones de bienvenida. […] La plaza grande de Veracruz centrada de jardines
y cercada de portales, blanca, luminosa y abierta, recibió, cordial, el cansancio,
la ilusión y la sed de la expedición española […]7.
Vivir de nuevo
7
Ibíd., pág. 178.
8
Como afirma Jordi Gracia en un capítulo significativamente titulado «Vivir de veras»,
en su libro A la intemperie, es en América, y sobre todo después del final de la Segunda Guerra
En esta segunda parte de la novela, se produce una clara separación entre los
ambientes urbanos, donde se encuentran la mayoría de los personajes, incluida
la protagonista, Beatriz, y el ambiente natural de la selva, donde se desarrolla la
vida de Diego. En estos dos escenarios opuestos se expresa el desarraigo de los
exiliados de dos maneras muy diferentes:
En la ciudad, en los ambientes cerrados de los cafés donde tienen lugar las
tertulias de los refugiados, se materializa la necesidad de encontrarse, de per-
manecer unidos ante lo desconocido y de socorrerse mutuamente. El hábito
de reunirse cotidianamente no decae con el tiempo, al contrario los círculos
de exiliados se refuerzan con el pasar de los años asumiendo nuevas funciones
como la de compartir información y experiencia y la de proteger la identidad
cultural del grupo9. Concha Castroviejo utiliza el espacio del café para hacer el
punto de la situación de los refugiados en dos momentos clave de la narración:
en primer lugar a su llegada a México, cuando se describen las circunstancias
en las que estos deben comenzar a rehacer sus vidas y, en segundo lugar, tras un
par de años, para realizar un balance del desarrollo de los primeros proyectos de
los personajes. El café se presenta en ambas ocasiones como un núcleo al que
los exiliados no pueden resistir y que no pierde su poder de atracción ni con el
paso del tiempo ni con el variar de la situación material de los individuos. Si
en los primeros días «Cada refugiado, al sentirse solo, descuidaba su urgencia
inmediata para buscar el punto de reunión y contacto con otros refugiados»10,
dos años más tarde la necesidad de reunirse no decae en absoluto: «[…] unos
y otros, desde los enriquecidos hasta los empobrecidos, no podían resistir a la
atracción del núcleo común, para girar alrededor de los mismos problemas y de
los mismos recuerdos»11.
A través de la personalidad y de la experiencia de Diego Noya, el protagonista
masculino, Concha Castroviejo nos brinda otro punto de vista sobre el desarraigo
y sobre la relación que establecen los exiliados con la tierra de acogida. De hecho
este personaje decide alejarse de sus compatriotas y emprender un viaje hacia el
interior de México para buscarse a sí mismo y descubrir qué ha quedado de él
después de la experiencia traumática de la Guerra Civil y de la derrota.
En la selva, Diego se relaciona de una manera muy especial con la tierra de
acogida, primero en la extracción del caucho y luego en el cultivo del café en
la plantación de un emigrado alemán. En la soledad de la selva Diego aprende
Mundial, cuando los refugiados españoles se hacen realmente a la idea de que el destierro no es
una circunstancia momentánea y comienzan a sentir la necesidad de reanudar sus vidas, por lo
que empieza a establecerse un vínculo, a veces contradictorio y doloroso con el país de acogida,
pues algunos perciben esta nueva relación como una «traición» a su verdadera patria, España.
9
El «café de refugiados» se convirtió en toda una institución en el exilio, de la que dan cuenta
numerosas obras literarias, entre ellas destaca «La verdadera historia de la muerte de Francisco
Franco», de Max Aub, que trata en clave de humor el hartazgo que le produce a un camarero
mexicano la presencia continua de republicanos españoles en su café. En Escritos sobre el exilio,
M. Aznar Soler (ed.), Sevilla, Editorial Renacimiento, 2008, (1.ª edición de 1960).
10
C. Castroviejo, ob. cit., pág. 183.
11
Ibíd., pág. 263.
Porque he amado a esta tierra que me dio asilo, a esta buena tierra, áspera
a veces y a veces hostil, por eso quiero volver a la mía.
Conozco las ilusiones de los desterrados que sueñan con el regreso a una
patria que ha de ofrecerles riqueza y prosperidad. […]
Yo no pretendo invocar derechos. No vuelvo a mi tierra al impulso de sue-
ños o de ilusiones. Vuelvo por otro impulso más fuerte: el de saber quién soy
y cuáles son mis dimensiones. Me había diluido en los grandes espacios, en el
vacío de la vida extraña, en la continua renovación de horizontes. Después del
primer choque, el que sirve de contraste, el que afirma y acuña, corría el riesgo
de esfumarme, de perder el perfil. […] Por eso quiero volver a ser yo. Saber
cómo soy con los dos pies sobre mi suelo. Esa es la fuerza que me falta. […]
Quiero ver dibujarse mis costas del Norte donde el mar bate y canta, eterno,
bajo el sol o la niebla, y decir entre mi íntimo, reducido horizonte, en donde
yo quedé perfilado y medido: «Aquí no soy extranjero».
Por eso vuelvo a mi tierra12.
El exilio, en cuanto implica una salida forzosa del país, lleva en sí la idea
del retorno y la imagen de la patria como contrapartida del país de acogida está
siempre presente en la mente de los exiliados13. La mayoría de las veces se trata
de una imagen idealizada que con el tiempo transforma los paisajes y los recuer-
dos haciéndolos cada día más amables. Sin embargo, la visión de Diego Noya
no tiene nada que ver con este tipo de ilusión idealizada, al contrario expresa
un punto de vista lúcido sobre España y un deseo de reintegrarse a su espacio
natural que manifiesta más bien una necesidad existencial que un capricho sen-
timental o patriótico.
Conclusión
12
Ibíd., págs. 11-12.
13
Sobre el retorno véase el artículo de Maryse Bertrand de Muñoz «El regreso: tema can-
dente de los exiliados» y el de Vicente Llorens «El retorno del desterrado», ambos citados en la
bibliografía.
Bibliografía
Aub, M., «La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco», Escritos sobre el exilio,
M. Aznar Soler (ed.), Sevilla, Editorial Renacimiento, 2008 (1.ª edición de 1960).
Bertrand de Muñoz, M., «El regreso: tema candente de los exiliados», Historia social y
del movimiento obrero: Retornos (de exilios y migraciones), J. Cuesta Bustillo (coord.),
Madrid, Fundación Largo Caballero, 1999, págs. 321- 356.
Castroviejo, C., Los que se fueron, La Coruña, Ediciones del Viento, 2009 (1.ª edición
de 1956).
Gracia, J., A la intemperie, Barcelona, Anagrama, 2010.
Larraz, F., El monopolio de la palabra. El exilio intelectual en la España franquista, Ma-
drid, Biblioteca Nueva, 2009.
Llorens, V., «El retorno del desterrado», Estudios y ensayos sobre el exilio republicano de
1939, M. Aznar Soler (ed.), Sevilla, Renacimiento, 2006, págs. 105-127.
14
C. Castroviejo, ob. cit., pág. 206.
1
R. Gómez de la Serna, «Buenos Aires», en Explicación de Buenos Aires, Obras, vol.1, Madrid,
Fundación José Antonio de Castro, Madrid, Fundación José Antonio de castro, 2012, pág. 683.
También han sido consultadas: R. Gómez de la Serna, Una teoría personal del arte, A. Martínez-
Collado (ed.), Madrid, Tecnos, 1988. págs. 55-78, 173-183, 184-200. L. Granjel, Retrato de Ra-
món. Vida y obra de Ramón Gómez de la Serna, Madrid: Guadarrama, 1963; Ph. Lejeune, Le Pacte
autobiographique, Paris, Seuil, 1975; G. Mercadier, «Autoportrait avec retouches: Ramón Gómez
de la Serna», L›autoportrait en Espagne. Littérature et peinture, Aix-en-Provence, Publicaciones
de la Universidad de Aix-en-Provence, 1992; C. Nicolas, Ramón y la greguería. Morfología de un
género nuevo, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1988; J. Pérez Bazo (ed.), La vanguardia en
España. Arte y literatura, Toulouse, CRIC & OPHRYS, 1998.
en julio de 1948, desde la misma capital argentina. Ya han pasado casi diez
años desde el final de la Guerra Givil española y la decisión de Gómez de la
Serna de exiliarse a Argentina. La redacción de dicho texto interviene unos
meses antes de su vuelta efímera a España para volver a encontrarse con sus
amigos y participar de nuevo en la vida cultural madrileña en particular y
española en general. Entonces, Explicación de Buenos Aires aparece como un
primer balance sobre ese exilio americano. La larga ausencia supone pues una
introspección idónea para la escritura autobiográfica, si consideramos que en
sus primeras obras vanguardistas el escritor español pone en tela de juicio el
concepto mismo de autor, o ese yo que sufre del que se vale para parodiar las
novelas decimonónicas. De hecho, su exilio argentino, además de voluntario,
no significó ningún compromiso político por parte del escritor español, lo
cual le causó un doble rechazo tanto por parte de los republicanos como por
parte de los franquistas. Entonces, el interés de ese texto radica en rastrear
las dos dinámicas antagónicas que vertebran el libro que nos ocupa. Por una
parte, se trataría de buscar las huellas de una obra pasada e irónica, señal de
su espíritu subversivo y libre; y por otra parte, cabría notar el incipiente «yo»
autobiográfico como si Ramón tratara de explicarse sobre su posición neutra
al describir más bien un espacio interior antes que porteño.
A primera vista, Explicación de Buenos Aires puede dar la impresión de
tener una estructura desordenada, al límite del caos. El libro se compone de
64 apartados, todos encabezados por un título que no es más que el tema de-
sarrollado. Y cada tema corresponde a lo que Gómez de la Serna considera una
cara de Buenos Aires. De hecho son como las piezas de un rompecabezas que el
propio lector tuviera que ensamblar. Reencontramos la escritura fragmentaria
que caracterizaba las primeras obras del escritor español y de la cual se valía
para desvalorizar la novela lineal del siglo anterior. Aquí ese modus operandi va
cobrando otro sentido. El desorden, el paso de un tema a otro en un santiamén,
como por ejemplo el paso del tango melancólico a las costumbres culinarias,
parece reproducir el fluir del pensamiento, el vaivén de los recuerdos que
afloran a la superficie de la mente de manera anárquica.
Pero es más, ya desde el primer apartado, ese espacio físico y geográfico
identificado como la ciudad de Buenos Aires se hace inmaterial a medida que
vamos leyendo. El primer capítulo, como lo indica el verbo ser en el título
«Buenos Aires es…» consiste en una definición del lugar. Cada frase empieza
con un infinitivo que invita al lector a que vuelva cada vez al título, «Buenos
Aires es…», como para completarlo. Ese vaivén entre el texto y el título dibuja
un movimiento circular que insiste en la introspección. Ese proceder anafórico
hace que salgamos del movimiento del tiempo lineal más bien relacionado al
tiempo presente, a un tiempo de acción para entrar en otro tiempo, un espa-
cio temporal circular, ese tiempo de los mitos, de los orígenes. Y de hecho,
al recorrer las primeras líneas de Explicación de Buenos Aires, notamos la re-
creación de un espacio español hasta madrileño, o sea materno, a través de la
descripción que nos ofrece Ramón Gómez de la Serna de la capital porteña. Ya
que Buenos Aires es: «Llegar a una Sevilla que estuviese en Cataluña»2, Buenos
Aires es: «Querer ir a la Puerta del Sol y quedarse en la Gran Vía»3 o Bue-
nos Aires es: «Encontrar […] un rincón de Carabanchel y […] Tetuán de las
Victorias»4, dado que Buenos Aires es al final: «Ver como se repite el mundo,
aun habiendo venido a parar tan lejos…»5. Ya de entrada, el escritor frustra
el propio objetivo que se dio ya que al evocar Buenos Aires va describiendo
las ciudades españolas. La urbe porteña es un recuerdo, una estampa española
que hace de ella un espejismo, una realidad inasequible ya que es pura ficción
al pasar por el prisma de la imaginación nada objetiva del artista español. Por
eso, aún al describir unos elementos prosaicos porteños, el escritor madrileño
volverá a una realidad española y personal.
Ese espacio interior e híbrido, es decir, medio porteño medio español que
nos ofrece, viene empapado de melancolía. Nada más abrir el segundo capítulo,
Ramón Gómez de la Serna evoca ya el desgarramiento con su patria al llegar
a Buenos Aires; hasta lo compara con el dolor que sufre una pareja separada
por una inmensa distancia. No consigue encontrar la estrella en el cielo que
lo une con su patria amada como lo pueden hacer los enamorados separados,
como si al final él estuviese solo y nadie lo esperase allí, al otro lado del océano:
Han pasado muchos años desde aquel primer viaje, el año 31, y muchas
noches se nos pierden en la confusión de las innumerables que aquí se sostiene
que son más innumerables que en cualquier otro cielo. La apuesta es fuerte
porque es difícil contar todas las estrellas de un trecho de cielo tan ancho,
[…]. Lo que más nos desconcierta precisamente es que este cielo sea diferente
al otro, al que hemos tenido sobre nuestra cabeza toda la vida, y pensamos
en que aquí resultaría inútil ese juramento que hace el enamorado que viaja
a la amada que se queda lejos: el juramento de mirar una misma estrella du-
rante las noches de la separación. […] Yo, sin embargo, confieso que sigo sin
acabarla de ver, dedicado a mirar el confuso y esplendoroso cielo de aquí, y a
veces sospecho si será una superstición y una figuración6.
7
Ibíd., «Las castañuelas que pasaron el mar», pág. 780-781.
8
Ibíd.
9
Ibíd., «Desaparición de cafés», pág. 868.
10
Ibíd., pág. 869.
cafés no mueren de gripe sino que «el cierre […] se debe a que siempre le han
envidiado los bancos y las tiendas de tela»11. En efecto, el espacio de los cafés
es idóneo para el establecimiento de esos de tipos de empresas ya que pueden
montar «enseguida […] el laberinto de sus mostradores y […] (las) rejas de
oro (en) todos los espacios libres entre columna y columna, asomándose
cajeros y controladores por las puertecitas de jaula de canarios que se llaman
ventanillas»12. Por fin, cierra su demostración con gran ironía. Dice: «Es a
la vez una venganza del dinero, implantado su poder allí donde tan mal se
hablado de él, y la cremástica —crema de oro— vence a los despectivos. ¡Para
que aprendan!»13. Pero en medio del tono ligero se desprende y retumba aún
más fuerte la cruda realidad, denunciando así uno de los males del siglo xx.
De hecho, si los objetos a lo largo de su obra cobran vida, las personas son
deshumanizadas a la imagen de esos empleados de bancos y tiendas que se en-
cuentran animalizados por ser comparados a pájaros encerrados en una prisión
de oro. Pero es más. Si el dinero deshumaniza, le quita sobre todo al hombre
la palabra y ese enlace social que le permite intercambiar con los demás. Por
eso desaparecen los cafés. La verdadera explicación radica en ello. Y para
ilustrar mejor su propósito, el propio autor se pone en escena al reproducir
dos situaciones de café. Primero, expone una conversación bajo en forma de
diálogo en la que cada participante cuenta sus proyectos. Cuando uno quiere
hacerse comerciante, Ramón le contesta que a él le gustaría ser un «Espíritu
puro». Esta expresión suena cual grito de independencia. Más adelante, el
escritor recrea otra anécdota de café bajo forma de narración como si ya se
esfumaran las palabras. Ahora, la gente no habla y se pasan «las horas muer-
tas mirando fijamente al vacío»14. Por eso, el propio autor intentó salvarlos
y «tomaba tres cafés y varias copas para “compensar”, pero era inútil, porque
los demás no querían contribuir […]»15. Aunque este discurso sobre los cafés
suena otra vez melancolía por aludir a la actividad pasada de Ramón en el café
Pombo de Madrid cuando acudía a las tertulias de las vanguardias literarias
de principios de siglo, es sumamente tajante y performativo. Quiere mostrar
cómo los objetos de consumo o de venta, como el café, se vuelven la propia
finalidad cuando la palabra se convierte en el instrumento para permitir ese
intercambio mercantil y ya no intelectual para producir pensamientos. El ob-
jeto ya no está al servicio de los intercambios humanos sino que los humanos
se ponen al servicio de los objetos. Ramón Gómez de la Serna describe un
mundo al revés donde su posición de intelectual está puesta en tela de juicio y
se siente profundamente solo porque el pensar es consustancial a la actividad
de todo artista. Cada objeto porteño o español descrito a lo largo de la obra
pondrá en escena antagonismos y contradicciones de los cuales intentará cada
11
Ibíd., pág. 870.
12
Ibíd.
13
Ibíd.
14
Ibíd., pág. 869.
15
Ibíd.
Bibliografía
Gómez de la Serna, R., «Explicación de Buenos Aires», Ramón Gómez de la Serna, Vol.
I, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2012, págs. 681-896.
—— Una teoría personal del arte, A. Martínez-Collado (ed.), Madrid, Tecnos, 1988.
págs. 55-78, 173-183, 184-200.
Granjel, L., Retrato de Ramón. Vida y obra de Ramón Gómez de la Serna, Madrid:
Guadarrama, 1963.
Lejeune, Ph., Le Pacte autobiographique, Paris, Seuil, 1975.
16
Ibíd., «Balcón de la perspectiva», págs. 889-890.
1
J. Monleón, «Con José Ricardo Morales, peregrino en su patria y autor de ninguna parte»,
Triunfo, núm. 563, Madrid, 1973, pág. 34.
2
Ibíd.
cuestión del exilio, cuáles son las bases que sustentan su teoría del destierro y
cuál es la relación que el dramaturgo establece entre el destierro y el trabajo
literario. La propuesta dramática de José Ricardo Morales, que deriva de todas
estas reflexiones, nos desvela a un autor cuya mirada no se detiene en Chile o
en España específicamente, pues no emana de estos espacios sino que suscita
temas tan universales que se enmarcan en un discurso de carácter transnacio-
nal. Su singularidad como dramaturgo, desplegada durante los setenta y siete
años de destierro en Chile, aunque lo ha excluido del discurso canónico y de
los escenarios —por lo que representa «el drama del desterrado, sin tierra y
sin público»3— es, justamente, el factor que le ha aportado más independen-
cia creativa. Así, el estudio de una de sus obras mayores, Cómo el poder de las
noticias nos da noticias del poder (1969), nos ayudará a desentrañar el carácter
pionero de su propuesta dramática pues, como el mismo Morales aseveraba
al final de la entrevista de 1973: «la condición del artista no es solo reflejar lo
que hay, sino olfatear, descubrir lo que llega o está escondido»4.
Señala Ricardo Doménech en El teatro del exilio (2013) que, cuando
llegó la democracia a España, el teatro del exilio republicano de 1939 estaba
agotado, ya fuere porque muchos de sus representantes habían muerto —Sa-
linas, Aub, Casona o Camps—, o porque, los que quedaban, hacía tiempo
que habían dejado de escribir teatro; sin embargo, añade: «solo había una
excepción indiscutible: José Ricardo Morales»5. Aunque Morales manifiesta
su sentimiento de pertenencia al grupo de intelectuales españoles republica-
nos exiliados, su obra dramática es inclasificable porque su concepción del
fenómeno exiliar discrepa de la definición más convencional: como señala
Pablo Valdivia, es poseedor de una «concepción dramatúrgica general que
se corresponde con la amplia perspectiva con la que mira al mundo, anclada
firmemente en la asunción de su condición personal de “infirme”»6, es decir,
de desterrado.
En una entrevista publicada por Eduardo Godoy en Primer Acto en 2003,
a la pregunta de si su obra puede considerarse como autobiográfica, Morales
responde: «No lo creo. A lo sumo, tal vez aparezca en ella la óptica del des-
terrado, viendo a mi tierra de lejos, como una totalidad»7. En efecto, si bien
el dramaturgo sufrió la experiencia traumática de la Guerra Civil, en la que
participó activamente, de los campos de concentración y del destierro, este
nunca es asumido como una experiencia coyuntural, sino que es visto como
3
M. Aznar, «El teatro en su exilio chileno de José Ricardo Morales (1938-1992)», J. R.
Morales, Obras completas. Teatro, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2010, pág. 10.
4
J. Monleón, ob. cit., pág. 36.
5
R. Doménech, El teatro del exilio, Madrid, Cátedra, 2013, pág. 217.
6
P. Valdivia, José Ricardo Morales de mar a mar. Teatro transnacional, exilio y periferia, Sevilla,
Renacimiento, Biblioteca del exilio, 2015, pág. 73.
7
E. Godoy, «José Ricardo Morales: la trayectoria de todo un dramaturgo», Primer Acto:
cuadernos de investigación teatral, núm. 298, Madrid, 2003, pág. 31.
8
P. Valdivia, ob. cit., pág. 107.
9
J. R. Morales, «Teatro de y en el exilio», Teatro, Madrid, Taurus, 1969, pág. 42.
10
J. R. Morales, «Teatro de y en el exilio», ob. cit, pág. 44.
11
J. R. Morales, «Desde aquella llegada del Winnipeg…», Primer Acto: cuadernos de inves-
tigación teatral, núm. 325, Madrid, 1990, pág. 109.
12
J. R. Morales, «Teatro de y en el exilio», ob. cit, pág. 44.
13
J. R. Morales, «Desde aquella llegada del Winnipeg…», ob. cit., pág. 109.
Con un título cuyo juego semántico ya nos desvela la esencia crítica del texto,
Cómo el poder de las noticias nos da noticias del poder (1969) cuenta las alianzas y
corruptelas que se traen entre manos un periodista y un ministro, cuyo deseo es
el de ostentar altos cargos de poder para controlar a la sociedad. La barahúnda
de personajes secundarios que los acompaña, víctimas y cómplices de la trama,
fundamentan la crítica mordaz de Morales hacia la influencia de los medios de
comunicación de masas en la construcción del presente y la impostura de la
realidad, el triunfo del entretenimiento sobre la información, la banalidad del
14
Hace referencia a la actitud asumida por Ortega y Gasset en El espectador. En la misma
línea, Morales, recuerda también el autorretrato juvenil que fingió Albert Camus en L’étranger.
J. R. Morales, «Desde aquella llegada del Winnipeg…», ob. cit., págs. 108-109.
15
J. R. Morales, «La disidencia del escritor», Obras completas. Ensayos, Valencia, Institució
Alfons el Magnànim, 2012, pág. 70.
16
J. R. Morales, «La disidencia del escritor», ob. cit., pág. 73.
17
J. R. Morales, «Sobre mi teatro», Teatro, Madrid, Taurus, pág. 39.
18
C. Ortego, «José Ricardo Morales: un escritor en el “aparte” del destierro», J. R. Morales,
Teatro ausente, A Coruña, Ediciós do Castro, 2002, pág. 25.
La reina: Miau.
El periodista: (Sorprendido.) ¿Dijo miau?
La reina: Miau. […]
El periodista: Yo la interpreto, señorita. ¡Hay que tomar medidas! (Saca una
cinta métrica.) Cuello, 43, Busto, 205. Cintura, 16. Medidas ideales. Tiene
razón de protestar contra el abuso del bikini por todas las que no disfrutan de
semejantes proporciones clásicas. Yo le sugiero… Yo le sugiero…19
Los artistas: (A coro) Yo, yo. Yo, yo. (Traen varias esculturas.)
El ministro: (Al Artista bajo.) Elija.
El artista bajo: (Escoge tres esculturas. Con escrúpulos.) ¿Qué dirá la crítica?
El artista gordo: En general, suele decir muy poco.
El artista bajo: ¿No me descubrirá las influencias?
El periodista: Claro que aunque no existan las inventa, y así, a su vez, influ-
ye… (Profesoral.) Pero en sus obras reconocemos una franca originalidad en
la que concuerdan tres estilos antagónicos, reflejo de la enorme riqueza de su
yo, que más que yo es un tú y un él; es decir, un nosotros parecido a vosotros
y algo diferente de ellos.
El ministro: (Al Artista bajo.) Y por estas razones, tan rigurosas como jus-
tas, el jurado, con el acuerdo unánime de sus miembros, le otorga el premio
oficial del salón oficial para artistas oficiales. ¡Le felicito! (Abraza al Artista
bajo. Gran ovación. Llegan los fotógrafos.) Y este año, para contribuir a la
campaña de ahorro obligatorio, el gobierno ha resuelto entregar a la vez el
premio de arte oficial para artistas oficiales, al gran premio de la exposición
universal canina y el premio de productos pecuarios del país. ¡Premio canino!
19
J. R. Morales, Obras completas. Teatro, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2010,
págs. 816-817.
20
Ibíd., pág. 831.
21
Ibíd., págs. 833-834.
22
A. Mendez Rubio, Perspectivas sobre comunicación y sociedad, Valencia, Universidad de
Valencia, 2004, pág. 80.
* * *
José Ricardo Morales, el último dramaturgo del exilio, falleció en su casa del
destierro el 17 de febrero de 2016 a los cien años. Dotado de un profundo pen-
samiento humanista, su trayectoria como dramaturgo y ensayista no está sujeta a
ninguna construcción ideológica ni a intereses históricos o particulares. Su obra,
como la del resto de exiliados, fue ninguneada por el discurso historiográfico
construido durante el franquismo y hoy día sigue sufriendo las consecuencias
23
Su estreno en la España franquista en 1972 no pasó desapercibido pues el montaje dirigido
por Monserrat Julió e interpretado por el Grupo Ercilla solo pudo ser representado si se censura-
ban, entre otros elementos, el contenido de algunos diálogos como las alusiones a la monarquía
anticonstitucional hereditaria, a un mandatario llamado Francisco y a la manipulación de las
noticias por los gobernantes. Véase V. Azcue, «El estreno de La adaptación al medio y de Cómo
el poder de las noticias nos da noticias del poder de José Ricardo Morales», Laberintos, 16, Valencia,
2014, págs. 215-255.
24
Expresión lopesca con la que Morales explica que sus obras no son pesimistas sino que
hacen de su aparente negatividad el medio de denunciar aquello se ha de impedir: la pérdida del
hombre en el mundo. J. R. Morales, «Sobre mi teatro», ob. cit., pág. 39.
Bibliografía
Azcue, V., «El estreno de La adaptación al medio y de Cómo el poder de las noticias nos
da noticias del poder de José Ricardo Morales», Laberintos. Revista de estudios sobre
los exilios culturales españoles, núm. 16, Valencia, 2014, págs. 215-255.
Aznar Soler, M., «El teatro en su exilio chileno de José Ricardo Morales (1938-1992)»,
en Morales, J. R., Obras completas. Teatro, Valencia, Institució Alfons el Magnànim,
2010, págs. 9-26.
Doménech, R., El teatro del exilio, Madrid, Cátedra, 2013.
Godoy, E., «José Ricardo Morales: la trayectoria de todo un dramaturgo», Primer Acto:
cuadernos de investigación teatral, núm. 298, Madrid, 2003, págs. 28-35.
Ortego, C., «José Ricardo Morales: un escritor en el “aparte” del destierro», en Morales,
J. R., Teatro ausente, A Coruña, Ediciós do Castro, 2002, págs. 7-67.
Méndez, A., Perspectivas sobre comunicación y sociedad, Valencia, Universidad de Va-
lencia, 2004.
Monleón, J., «Con José Ricardo Morales, peregrino en su patria y autor de ninguna
parte», Triunfo, núm. 563, Madrid, 1973, págs. 34-36.
Morales, J. R., «Sobre mi teatro», en Burlilla de don Berrendo, Pequeñas causas, La
Odisea, Oficio de tinieblas y otras obras, Madrid, Taurus, 1969, págs. 37-40.
—— «Teatro de y en el exilio», en Burlilla de don Berrendo, Pequeñas causas, La Odisea,
Oficio de tinieblas y otras obras, Madrid, Taurus, 1969, págs. 41-44.
—— «Desde aquella llegada del Winnipeg…», Primer Acto: cuadernos de investigación
teatral, núm. 235, Madrid, 1990, págs. 105-109.
25
P. Valdivia, ob. cit., pág. 163.
Morales, J. R., Cómo el poder de las noticias nos da noticias del poder, en Obras completas.
Teatro, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2010.
—— «La disidencia del escritor» en Obras completas. Ensayos, Valencia, Institució Alfons
el Magnànim, 2012, págs. 43-75.
Valdivia, P., José Ricardo Morales de mar a mar. Teatro transnacional, exilio y periferia,
Sevilla, Renacimiento, Biblioteca del exilio, 2015.
1
Y. Salazar Estrada, El sujeto emigrante en el cuento ecuatoriano 1972-2014 (Tesis de Docto-
rado presentada al Departamento de Filología Española IV) de la Universidad Complutense de
Madrid, Madrid, Inédita, 2016, págs. 250-256.
ya no son los mismos. Frente a los radicales cambios operados, el migrante los
siente extraños y él mismo se percibe como un desconocido, como un extran-
jero en el propio país de partida, conforme lo testimonia alguien que vivió esta
compleja experiencia: «lo peor es que sentía que “no soy de ningún sitio”. Pensé
en el proyecto, tantas veces imaginado, de volver a ver mi ciudad, y recordaba
lugares donde he vivido, pero me daban pánico: ahí están mis muertos, mis
ausentes, lo que se ha terminado. Para mí, “la ciudad que era” ya no está»2.
Lo que sucede es que la realidad es muy diferente al quimérico y nostalgioso
recuerdo, ya que si el emigrante tenía la esperanza de encontrar todo igual a
cuando abandonó el país, «la comprobación de los cambios en las personas y
las cosas, los hábitos y las modas, las casas y las calles, las relaciones y los afec-
tos, le harán sentirse un extraño. Ya ni el idioma le sonará como el mismo»3.
Debido a estos radicales cambios en lo que dejó el emigrante o creyó dejar
al momento de partir y por los cambios y transformaciones que, también, se
han generado en su identidad personal emergen realidades paradójicas, entre
quienes han regresado, luego de un dilatado y complejo proceso emigratorio:
«se trata de emigrantes que, una vez retornados a su tierra, quedan tan im-
pregnados de la cultura y costumbres del país en el que han permanecido años
y han desarrollado satisfactoriamente una parte significativa de su vida, que
son considerados “cuasi” extranjeros en su lugar de origen»4. Es que «ningún
retorno es solamente retorno; es una nueva migración, con todas las pérdidas,
temores y esperanzas que le son inherentes. Los que vuelven no son los mis-
mos que se fueron, y el sitio al que vuelven tampoco es el mismo»5. Lo que
sucede es que los emigrantes al desarrollar su vida cotidiana en otro contexto
socio económico, bajo reglas, usos y costumbres culturales diferentes a las de
partida, ya no se sienten plenamente miembros de la sociedad de origen, por
cuanto el vínculo con el país natal se debilita a medida que transcurren los
años lejos de él, en la sociedad de acogida6; sin embargo, por más años que
hayan transcurrido, tampoco se sienten integrados en los países de destino, ni
llegarán a ser nativos.
En palabras del ensayista hispanouruguayo Fernando Aínsa, el sujeto que
emigra ya no es el mismo que retorna; por cuanto, «partir, viajar y descubrir
inducen a una pragmática de la inversión de las perspectivas: se espera de una
alteridad desconocida, a menudo imaginaria, una contribución a la explica-
ción de los propios fundamentos. En este sentido, el viaje es diferenciación y
2
L. Grinberg; R. Grinberg, Migración y exilio. Estudio psicoanalítico, Madrid, Alianza Edi-
torial, 1996, pág. 120.
3
Ibíd., págs. 124-125.
4
Ibíd., pág. 125.
5
Ibíd., pág. 142.
6
D. Muñoz Carrobles, Lenguas y culturas en contacto en contexto urbano. El caso de la comu-
nidad rumana en Madrid (Tesis de Doctorado presentada al Departamento de Filología romá-
nica, filología eslava y lingüística general de la Universidad Complutense de Madrid), Madrid,
Universidad Complutense de Madrid, 2013, pág. 290.
autoafirmación por contraste. El que vuelve será siempre un ser diferente del
que se fue»7.
Por ello, si bien los emigrantes ecuatorianos siempre piensan en el retorno
a su país, cuando regresan se reencuentran con los fantasmas del pasado que
les hacen pensar, un tiempo después, en marcharse otra vez; en razón de que
«luego de la alegría por volver a encontrase y abrazarse con su familia, mani-
fiestan haberse encontrado con un país de origen, costoso, inseguro, y extraño,
en el cual muchos de los amigos de siempre parecen haberse desaparecido de
la faz de la tierra y otros, los que sí están, son percibidos de tal manera que
parecen no ser los mismos de antaño»8. En razón de lo antes expresado, en no
pocos casos, el regreso se transforma en una nueva emigración, cuando no en
desencanto y frustración; sin embargo, el retorno, a pesar de todos los riesgos
de desengaño que asedian a los emigrantes y de los cuales ellos tienen plena
conciencia, se mantiene como una meta irrenunciable, sobre todo porque
constituye uno de los mejores mecanismos de autodefensa, mientras dura la
permanencia en el país de destino9.
Lo que acontece es que el retorno a casa, al hogar y todo lo que quedó en
el lugar de partida constituye una aspiración difícil de concretar; por cuanto si
física y materialmente llega a efectivizarse, la evidencia es cruel: «el paisaje que
añoraba ya no existe y el nostálgico comprueba con dolor que el regreso que
deseaba es imposible, del mismo modo que es imposible regresar a la infancia,
a la adolescencia o cualquier otra edad temprana. Al pasado»10. El retorno al
país, al tiempo y a las personas que quedaron en el lugar de partida es impo-
sible, además, porque en cuanto el emigrante abandona el lugar de origen, en
su mente lo va convirtiendo en un territorio de fantasía, de ensueño, en un
verdadero paraíso perdido, que está muy lejos de corresponderse con lo que
realmente se dejó atrás.
En los textos de los cuentos ecuatorianos analizados se advierte que pese a que
la añoranza por el país que se abandonó y el deseo de retornar a él se mantengan
siempre vivos en la mayoría de los emigrantes; sin embargo, como se patentiza
en uno de los relatos testimoniales de Galo Galarza Dávila, un emigrante que
visita la ciudad de Quito, con el propósito de preparar el terreno para el retorno
definitivo termina convenciéndose de la conveniencia de no volver nunca jamás,
porque la ciudad y el país no ofrece ninguna garantía de estabilidad económica
y política futura e incluso, luego de haber vivido en un ambiente sociocultural
de un mayor nivel de respeto, orden y seguridad en las calles y carreteras, ya
7
F. Aínsa, Palabras nómadas: Nueva cartografía de la pertenencia, Madrid-Frankfurt, Ibe-
roamericana-Vervuert, 2012, pág. 167.
8
J. Murillo Muñoz, Rostros de la migración. Experiencias comentadas de inmigrantes colom-
bianos y ecuatorianos en España, Bogotá, Códice, 2009, pág. 184.
9
I. D`Ors, «Léxico de la emigración», La inmigración en la literatura española contemporánea,
Andrés-Suárez, I.; Kunz, M.; D`Ors, I., Madrid, Verbum, 2002, pág. 72.
10
A. Tello, Extraños en el paraíso: inmigrantes, desterrados y otras gentes de extranjera condición,
Barcelona, Flor del Viento Ediciones, 1997, pág. 150.
En el relato «La casa de Esther», de Gladys Rodas Godoy, se narra una si-
tuación dolorosa, en la que se pone en evidencia los avatares de una emigrante
ecuatoriana que arriba a España con la ilusión de trabajar en lo que sea, todos los
días y todas las horas que tenga oportunidad de hacerlo, a fin de reunir el dinero
que le permita construir una casa para compartirla con su hijo; ella, de su parte,
hace todos los esfuerzos para que en poco tiempo sus sueños se hagan realidad;
sin embargo, son los propios hermanos que permanecen en el Ecuador quienes
usufructúan del dinero proveniente de los esforzados trabajos y sacrificados aho-
rros de la mujer emigrante; en razón de lo antes expresado, Esther en nada mejora
la calidad y condiciones de vida que tenía previsto antes de emprender el viaje
emigratorio; como dice el narrador omnisciente: «seis años de su vida se habían
esfumado sin ningún provecho para ella, se rompieron sus sueños, la confianza
en su familia. Se apagó el deseo de volver a su tierra ni siquiera el amor a su hijo
le ayudaba a comprender lo que habían hecho con ella»14. Por este motivo, el
retorno al lugar de origen carece de todo sentido y es preferible continuar so-
breviviendo en el extraño y lejano país elegido como destino de la emigración.
11
Agentes de la policía. Vigilantes, policías civiles o municipales (Real Academia Española,
2015).
12
Gesto obsceno que consiste en levantar un brazo con el puño cerrado y el dedo corazón
extendido, golpeando simultáneamente el antebrazo con la otra mano (Asociación de Academias
de la Lengua Española, 2010).
13
G. Galarza Dávila, La Dama es una trampa, Quito, Eskeletra, 2009 (1. ª edición de 1996),
pág. 187.
14
G. Rodas Godoy, La casa ajena (relatos), Quito, s.n.t., 2014, pág. 111.
15
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 23. ª ed. Madrid, Espasa
Calpe, 2014.
16
J. Valdano Morejón, Identidad y formas de lo ecuatoriano, Quito, Eskeletra, 2007, pág. 10.
17
J. Astudillo; C. Cordero, Huayrapamushcas en USA: Flujos migratorios de la Región Centro
Sur del Ecuador a los Estados Unidos, Quito, El Conejo, 1990, pág. 34.
18
I. Chambers, Migración, cultura e identidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1995, pág. 50.
19
J. Lucas et al, Inmigración e integración en la UE. Dos retos para el s. XXI, Vitoria, Irudi,
2012, pág. 80.
20
J. Murillo Muñoz, ob. cit., pág. 95.
21
J. Las Heras Mosteiro; A. Otero Puime; C. Gallardo Pino, «El proceso migratorio y su
repercusión en la salud. Voces de ecuatorianos en Madrid», Original, núm. 106, p. 222-232,
2008, pág. 226.
25
Ibíd., págs. 104-105
26
G. Rodas Godoy, ob. cit., págs. 122-123.
27
Ibíd., págs. 161-162
Conclusiones
Bibliografía
Zumthor
Introducción
Ben Dā’ūd
6
J. M. Monsalvo Antón, Teoría y evolución de un conflicto social. El antisemitismo en la
Corona de Castilla en la Baja Edad Media, Siglo XXI Editores, Madrid, 1985, pág. 207.
7
Obsérvese la elección de mantener el hebraísmo en lugar de traducir esta perífrasis de
creación medieval ‘hombre principal’ o, de manera más literal, ‘fuerte de principado’.
8
Nótese la políptoton en el segundo hemistiquio formado por el perfectivo qal en un sin-
tagma preposicional junto al sustantivo de la misma raíz: «gābar… u-bi-gəbûrāh».
9
Lit.: los reyes de ‘Éreḇ. Cf. 1 Re 10,15.
10
E.d., le rindieron homenaje y le hicieron formar parte de su gobierno concediéndole un
alto cargo.
11
La edición de los hebraístas Cantera y Millás traduce ‘tramadores de revuelta’, refiriéndo-
se a los que podrían considerarse heraldos de una sublevación o conspiradores. Cfr. F. Cantera
Burgos y J. M. Millás Vallicrosa, Las inscripciones hebraicas de España, Instituto Arias Montano
CSIC, Madrid, 1956, pág. 71.
12
Aunque el significado del sustantivo hebreo məzimmāh es positivo, en determinados con-
textos connota la conducta sibilina de conspirar y conducirse mediante la estafa y el engaño.
13
Parece referirse el verso a los individuos maquinadores de rebelión o conspiradores del v.
4 anterior. Estamos ante un verso oscuro. Llama la atención el empleo de esta forma participial
pasiva del verbo cóncavo empleado en el final del verso anterior sûr ‘apartarse, desviarse’. La
edición de los hebraístas Cantera y Millás traduce ‘hijos de la desobediencia’. F. Cantera Burgos,
F., Millás Vallicrosa, Las inscripciones…, ob. cit., pág. 71.
14
El mes de tammûz se corresponde con junio-julio del calendario gregoriano.
15
So 1,15.
Los tres espacios concretos son, en primer lugar, la sepultura y los aspectos
biográficos; Sefarad y la tragedia acaecida, en segundo lugar y, finalmente, en el
Edén. La narración poética nos relata la información histórica de lo acaecido al
protagonista epigráfico partiendo de un primer y más largo bloque significativo
que arranca de un espacio próximo señalado por el sintagma preposicional bě-
qéber zeh ‘en esta sepultura’ (v. 1) —por tanto, un tiempo presente (un aquí y un
ahora)— y desencadena el recuerdo del intachable carácter del fallecido hasta la
primera mitad del v. 4. El aspecto perfectivo de las formas verbales que siguen
relatando la historia del protagonista nos conduce hasta el v. 5. Este constituye
el verso de transición al segundo bloque articulatorio de la narración (vv. 6-7)
que se halla anclado al adverbio ’az ‘entonces’ precedido del sintagma verbal bā’
’el Sefarad ‘vino a Sefarad’ (v. 5) y evidencia el cambio de acontecimientos que
desembocarán en la muerte del personaje principal. El último sintagma preposi-
cional: bě-gan ‘Ēden ‘en el jardín de Edén’ (v. 8) marca el tercero y último bloque
articulatorio de la composición que, bajo la forma del aspecto imperfectivo,
presenta los deseos y las bendiciones que ocurren en un espacio y en un tiempo
no abarcables por lo humano.
con gloria y con riquezas’. Ahora bien, el v. 3 que se halla en medio del paralelo
enumerativo proporciona una valiosa información que enriquece el contenido
semántico del segundo elemento posterior expresado mediante un nuevo para-
lelismo. La primera oración verbal: «‘ābad lā-‘ibrîm ‘sirvió a los hebreos’», que
se compone de la tercera persona singular del perfectivo qal + complemento
preposicional (preposición lámed + sustantivo masculino plural), encuentra su
correspondencia sintáctica en la segunda oración que se compone igualmente de
la tercera persona plural del perfectivo esta vez pi‘el + complemento preposicional
(preposición lámed + pronombre afijo de tercera persona masculino singular):
«ḥil.lěqû lô ‘y repartieron para él’». Advertimos que no se trata de mera repetición
o amplificación vacía: el talento consejero y la atrevida fuerza del protagonista se
emplean al servicio de segundos y de terceros (los suyos, los hebreos) y los Reyes
de Arabia le recompensan con «kābôd ‘honor, peso honorable de gloria’» y con
puestos de mando «miśrāh ‘principado’» en pago por su labor. La repetición sin-
táctica quiástica del v. 3 intermedio, en la que él servía a su pueblo y los reyes le
recompensaban a él, logra un efecto de justicia y acentúa la justa retribución: la
siembra del consejo y de la fuerza para otros permiten cosechar el poder, la gloria
y las riquezas para él mismo.
Entendemos pues que la violencia de su dominio no obedece a la arrogancia
justificada por una elevada posición social, sino a la noble seguridad que ciñe los
lomos de un varón que, haciendo gala de valiosas propiedades físicas y morales,
beneficia a su prójimo y se inviste de autoridad indiscutible y reconocida.
El reconocimiento deseado de todos aquellos a quienes sirve con su cargo,
no obstante, halla su oposición en la envidia de los heraldos de la sublevación.
Esos «dōběrē sārāh ‘habladores de rebelión’» que componen la segunda mitad
del v. 4 marcan la transición al segundo bloque significativo.
mismo modo que el poeta incidía en las impecables acciones del protagonista,
insiste ahora mediante paralelismos en la antitética actuación de los personajes:
frente a la potencia del consejo y la fuerza de Mošeh que beneficia a sus próximos,
los rebeldes maquinadores envidian a Mošeh; frente a la potencia del poder, la
gloria y las riquezas que Mošeh había acumulado gracias a su conducta ética y
generosa, los běnē Sûrāh conspiran contra Mošeh. Completamos la imagen esce-
nográfica de la segunda unidad temática en la que los personajes atrapados por
los celos y la insatisfacción al compararse con su noble y ejemplar alter ego son
incitados por la envidia a confabular. La situación de inferioridad del individuo
victimado respecto al conjunto opresor, cuya supremacía numérica se manifiesta
en la pluralidad de los sintagmas nominales y de los verbos, aumentan la simpa-
tía en quien observa, escucha, lee, imagina el progreso de los acontecimientos.
Aumenta la tensión dramática.
Mediante una elipsis el compositor nos priva de conocer el desenlace exacto
de la escena ofreciendo como único elemento catártico las dos imprecaciones /
maldiciones —la primera de ellas incompleta— del v. 6 que anticipan una muer-
te que será confirmada en el v. 7: «lě-šimāmôn tihyeh, wē-hargāw yeḥezû ṣārāh
“¡[…] En consternación / se convierta y sus asesinos visionen reveladoramente
estrechez angustiosa!”». La fecha numérica del fallecimiento es resumida dentro
del mismo v. 7 en un segundo complemento circunstancial temporal que remite
a tiempos proféticos bíblicos de cólera divina «bě-yôm ‘ebrāh «en día de ira».
Conclusiones
Bibliografía
Assis, Y. T., «Responsa Rabínicos y Cartas Reales: fuentes para el estudio de la historia
de los judíos en la Corona de Aragón», Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia
Medieval, vol. 6, 1993, págs. 363-376.
Cantera Burgos, F. y Millás Vallicrosa, J. M., Las inscripciones hebraicas de España,
Instituto Arias Montano CSIC, Madrid, 1956.
Feliu, E., «Quatre notes esparses sobre el judaisme medieval», Tamid, núm. 2, Barcelona,
1998-1999, págs. 81-122.
Izquierdo Benito, R., «Los judíos de Toledo en el contexto de la ciudad», Espacio, Tiempo
y Forma, Serie III, Historia Medieval, vol. 6, 1993, págs. 79-102.
Monsalvo Antón, J. M. Teoría y evolución de un conflicto social. El antisemitismo en la
Corona de Castilla en la Baja Edad Media, Siglo XXI Editores, Madrid, 1985
Ray, J. La frontera sefardí. La reconquista y la comunidad judía en la España medieval, P.
Sánchez León (trad.), Madrid, Alianza Editorial, 2009.
De Los Ríos y Serrano, J. A. Estudios históricos, políticos y literarios sobre los judíos de
España, Madrid, 1848.
Zumthor, P., La medida del tiempo, Madrid, Catedra, 1994.
Elena Poniatowska
que Uruguay fue tal vez la única democracia real del continente1. Sin embargo
este proyecto eclosionó; transcurrida las décadas de los 60 y 70 el país ingresa
en el colapso económico, la inestabilidad política y una dolorosa fractura social:
era —efectivamente— el preludio de las dictaduras militares del Cono-Sur.
El presente análisis tiene como objetivo identificar las estéticas punk y de
resistencia en el proceso de la postdictadura o la transición uruguaya; es decir:
entre los años 1985 y 1999. Esta aproximación tiene como protagonistas a la
generación de los 80 y 90, también conocida como movimiento contracultural.
Intentaremos comparar, por lo tanto, la dimensión político-estética de las nuevas
narrativas jóvenes en la sociedad uruguaya a través de textos de Julio Inverso y
Lalo Barrubia. Estamos acá ante el corolario de la Suiza de América.
1
E. Hobsbawm, Historia del siglo XX, México, Fondo de Cultura Económico, 2011.
2
I. Avelar, Alegorías de la derrota: La ficción postdictatorial y el trabajo del duelo, Santiago,
Editorial Cuarto Propio, 2000, pág. 315.
Movimiento contracultural 80 y 90
3
J. Inverso, Papeles de Juan Morgan, Montevideo, Estuario Editora, 2011, pág. 121.
que llegaba a todas las artes y todos los sectores urbanos del Montevideo de fina-
les de siglo. Este proceso de renovación en los cuadros culturales se vivió con una
inusitada violencia en la historia uruguaya. Los jóvenes artistas, congregados en
los bajos-fondos de la capital uruguaya, reclamaban una transformación necesaria
en la política pero también en la estética nacional. Estamos aquí ante un enfren-
tamiento generacional sin precedentes. Hugo Achugar, crítico cultural, señala:
En este sentido, jóvenes artistas de todas las disciplinas (literatura, arte plásti-
ca, cine y danza) comenzaron por aquellos años una movida callejera que apunta-
ba contra la hegemonía política (heredera de la dictadura) y contra la hegemonía
cultural (aquella izquierda oficial que señala Achugar). Estas manifestaciones
dieron origen a la brigada callejera Tristán Tzara, comandada por grafiteros que
exponían su arte-protesta por los muros de Montevideo. Algunos rezaban: «votá
a nadie, nadie te da pelota»; o aquella emblemática frase que escribieron en
la pared de la Cinemateca en protesta hacia su director: «Manolo siniestro
stalinista basta de Wadja queremos Andy Wharhol»5.
A su vez, la movida contracultural dio origen a uno de los largometrajes
más significativos de la época: Mi mamá era punk de Guillermo Casanova. En
este documental de 40 minutos podemos apreciar los disturbios provocados por
los jóvenes en las calles de aquella época: los grafitis de la brigada de artistas,
el lanzamiento de bombas molotov en las esquinas del Palacio Legislativo y las
protestas subversivas contra las redadas de la policía. En este documental pode-
mos ver a una joven Lalo Barrubia —una de las escritoras más consagradas en
la actualidad— arremetiendo contra el país y contra su gente.
En una novela posterior, pero ambientada en los 90, pegame que me gusta,
la narradora arremete con la misma virulencia punk que deja percibir en el
documental:
4
H. Achugar, La balsa de la medusa. Ensayos sobre identidad, cultura y fin de siglo en Uruguay,
Montevideo, Trilce, 1994, pág. 50.
5
J. Inverso, Papeles de Juan Morgan, Montevideo, Estuario Editora, 2011, pág. 11.
y establecer una relación de poder, como me había pasado con Jota. Creí que
podía ir por el mundo pateando y apedreando todo lo que fuera injusto, o sea
todo, desde el estúpido sentido del progreso al estúpido feminismo, una lucha
en esencia innecesaria, casi patética, reivindicar derechos que se tienen por na-
turaleza. Tomátelos y dejate de joder. Crecí rompiendo cadenas que volvían a
cerrarse delante de mí y por eso romper no tenía un sentido, un objetivo, solo
era el grito aislado de alguien que pretende una pureza moral que no existe6.
político —es decir: las resistencias punks— donde se encuentran los escritores
de los 90. Abanderados con una estética gótica (como vemos en el documental
de Guillermo Casanova) los jóvenes de la movida contra-cultural no buscan un
proyecto político, sino más bien derribar el presente, administrado por el capital
financiero internacional.
Estéticas punk
10
F. Aínsa, Del canon a la periferia. Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya,
Montevideo, Trilce, 2002, pág. 131.
Conclusiones
11
J. Inverso, Papeles de Juan Morgan. Montevideo, Estuario Editora, 2011, pág. 27.
12
F. Aínsa, Del canon a la periferia. Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya,
Montevideo, Trilce, 2002, pág. 131.
Bibliografía
Fuentes Primarias
Fuentes Secundarias
Achugar, H., La balsa de la medusa. Ensayos sobre identidad, cultura y fin de siglo en
Uruguay, Montevideo, Trilce, 1994.
Aínsa, F., Del canon a la periferia. Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya,
Montevideo, Trilce, 2002.
Avelar, I., Alegorías de la derrota: La ficción postdictatorial y el trabajo del duelo, Santiago,
Editorial Cuarto Propio, 2000.
Benjamin, W., Tesis sobre la historia y otros fragmentos, México, Contrahistorias, 2005.
Hobsbawm, E., Historia del siglo XX, México, Fondo de Cultura Económico, 2011.
Shaw, D., Nueva narrativa hispanoamericana. Boom. Posboom. Posmodernismo,Cátedra,
Madrid, 2005.
Klein, N., La doctrina del «shock»: el auge del capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós,
2007.
Filmografía
Introducción
1
V. Quirarte, Enseres para sobrevivir en la ciudad, Colombia, Luna Libros, 2012 (1.ª ed. de
1994), pág. 36.
Ciudad
Ramón López Velarde (1888-1921) —el que para muchos es el mejor poeta
de México— ya trazaba estos cuatro pilares en su poema «El sueño de los guantes
negros», de El son del corazón ([1919-1921] 1932). Sus primeros versos forman
parte de la tradición: «Soñé que la ciudad estaba dentro/ del más bien muerto
de los mares muertos»2. Otros poetas de los que Quirarte hereda este mapa ver-
sal son Efraín Huerta (1914-1982), Elva Macías (1944) o, más recientemente,
Samuel Noyola (1965) y Luigi Amara (1971), entre muchas otras voces.
Rubén Bonifaz Nuño dirigió la tesis doctoral que Quirarte publicó en 2001
con el título Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de México (1850-
1992). En ella recrea la historia de Ciudad de México a partir de las personali-
dades (escritores, arquitectos, políticos…) que marcaron los enclaves temporales
más importantes de las calles a las que actualmente dan nombre. La función de
la literatura, desde sus orígenes, es fijar por escrito lo que es importante para una
comunidad; y Vicente Quirarte logra recoger en este ensayo histórico los hitos
que durante un siglo y medio configuraron la esencia de los mexicanos: la calle.
Por otra parte, el chilango dedica una serie de poemas a algunas plazas y lu-
gares emblemáticos de Ciudad de México en su poemario «Calles», que aparece
2
R. López Velarde, El son del corazón, México, Bloque de Obreros Intelectuales, 1979 (1ª
ed. de 1971), págs. 205-206.
en la recopilación de textos que lleva a cabo en Nombre sin aire (2004): el cine
es el escenario en el poema «Elogio de la calle» y en «Cine Máximo»; la noche
y las clases bajas («estibadores» o «prostitutas») en «Viejo centro» y en la prosa
poética de «Trenes en la noche»; la lluvia en «La diosa y los vándalos»; y el alba
en «Ritual del navegante».
Si Praga no se entiende sin Kafka, si Dublín no es lo mismo sin Joyce, si París
se disfruta más tras leer a Baudelaire, o si Madrid se avergüenza con Larra…,
podemos decir que Ciudad de México se perfora con Vicente Quirarte3. Cada
una de sus palabras estructura versos que semejan peseros, estrofas que parecen
cuadras, narrando acciones o lugares que están intrínsecamente relacionados
con Distrito Federal, «en el cuaderno a cuadros/ donde los edificios /con letra
de niño escriben sus mayúsculas»4. La ciudad para Vicente Quirarte es insomne.
De igual modo, el poeta es nictálope: ve mejor de noche que de día. El ritmo
de sus calles, aun sin peatones, no descansa. Además, es al anochecer cuando la
iluminación (pese a ser escasa todavía) aporta un juego mágico de luces y sombras
que enriquece más si cabe este ecosistema.
Ejemplo de la sociedad en la ciudad es el poema «Pasaje Zócalo-Pino Suárez»5
que Quirarte dedica a la ruta de metro que conecta con el centro histórico, la
antigua Tenochtitlán, presente en el libro Como a veces la vida (2000):
3
En la entrevista que le realizamos al autor en 2013, Quirarte prioriza el espacio urbano en
su obra: «Mi primer poema publicado lleva por título “Elogio de la calle” que después tomé para
mi biografía literaria de la Ciudad de México. Desde los poemas de mi primer libro, Teatro sobre
el viento armado [publicado el mismo año que Calle nuestra, en 1979], la ciudad es territorio
para el encuentro, la confrontación, el deseo, la pérdida y el triunfo, el ejercicio de la soledad y
la camaradería. En el texto introductorio a mi libro Amor de ciudad grande procuro dar respuesta
a tal pasión».
4
V. Quirarte, Nombre sin aire, Valencia, Pre-Textos, 2004, pág. 47.
5
V. Quirarte, Como a veces la vida, Valencia, Pre-Textos, 2000, págs. 139-141.
6
Las cursivas son nuestras.
Sociedad
Quirarte retrata a los ciudadanos del Distrito Federal, entre otras manchas
urbanas. Lo hace de una forma peculiar y actual, consciente de los intereses que
nos mueven y nos conforman en este siglo; pero sin desatender los modelos
clásicos. Estamos, pues, ante «peatonautas» (en palabras de Ramón Carrillo).
La cámara fotográfica capta la vida metropolitana en «Conjunto de lesiones»8:
Señor mi Padre,
ahora Martín tan niño y tan mi viejo:
7
M. Piña Zentella, «Trazo urbano en la obra de Vicente Quirarte», en Revista de Literatura
Mexicana Contemporánea, vol. 14, núm. 36, México, Eón, 2008, pág. 26.
8
V. Quirarte, Como a veces la vida, ob. cit., págs. 41-44.
9
La cursiva es nuestra.
Suciedad
10
V. Quirarte, Nombre sin aire, ob. cit., pág. 40.
11
I. Gunia, ¿«Cuál es la onda»? La literatura de la contracultura juvenil en el México de los años
sesenta y setenta, Madrid, Vervuert, 1994, pág. 133.
12
J. E. Pacheco, Tarde o temprano [Poemas 1958-2009], Barcelona, Tusquets, 2010, pág. 169.
13
V. Quirarte, El peatón es asunto de la lluvia, México, Fondo de Cultura Económica, 1999,
pág. 114.
14
Es nuestra la cursiva.
a destrozarse el alma.
Escucha los tambores
concertar en el pecho
tu sitio en la batalla.
Suicidio
15
V. Quirarte, Nombre sin aire, ob. cit., pág. 52.
16
V. Quirarte, Como a veces la vida, ob. cit., págs. 28-29.
Las preguntas no las pudo responder Ignacio, pues tomó la misma decisión
que el padre de Vicente. Quirarte tiene la oportunidad de sanar la herida me-
diante la escritura y la (re)creación de un espacio cívico y poético «que la restaura,
que la revela, que la cuida, que la reta»17.
Conclusión
Bibliografía
Bonifaz Nuño, R., De otro modo lo mismo, México, FCE, 1996 (1.ª edición de 1979).
Carrillo, R., «Brevísima y veloz presentación del peatonauta», Casa del tiempo, núm.
8, septiembre, 2014, págs. 31-33, http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/08_
sep_2014/casa_del_tiempo_eV_num_8_31_33.pdf (consultado el 27-02-2016).
Celorio, G., México, ciudad de papel, Discurso de ingreso a la Academia Mexicana de
la Lengua & respuesta de Clementina Díaz y de Ovando, México, UNAM, 1997,
http://www.elem.mx/obra/datos/7287 (consultado el 23-08-2016).
17
G. Celorio, México, ciudad de papel. Discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la
Lengua & respuesta de Clementina Díaz y de Ovando, México, UNAM, 1997, en línea.
18
M. Piña, ob. cit., pág. 23.
1
J. Peñate Rivero, «Fútbol y literatura: juego entre líneas», Versants: revue suisse des littératures
romanes, núm. 40, 2001, pág. 112.
2
R. Caillois, Los juegos y los hombres: la máscara y el vértigo, México, Fondo de Cultura
Económica, 1986, pág. 32.
3
J. Huizinga, Homo ludens, Madrid, Alianza, 2008, pág. 35.
4
M. A. Ortiz, Fuera de juego, Barcelona, Caballo de Troya, 2013, pág. 82.
5
J. E. Ayala-Dip, «La realidad de un núcleo suburbano», El País, 10 de octubre de 2014,
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/10/08/babelia/1412780859_901429.html (Consultado
el 05-09-2016).
6
I. Martín Rodrigo, «Miguel Ángel Ortiz: “Me gusta la idea de madurar al mismo tiem-
po que mis personajes”», ABC, 14 de septiembre de 2015, http://www.abc.es/cultura/cultu-
ral/20141230/abci-miguel-angel-ortiz-201412261359.html (Consultado el 05-09-2016).
11
S. Sanz Villanueva, «Antihéroes de hoy», Cuadernos hispanoamericanos, núm. 776, 2015,
pág. 112.
12
P. Nacach, Fútbol. La vida en domingo, Madrid, Lengua de Trapo, 2006, pág. 45.
13
J. Huizinga, Homo ludens…, ob. cit., pág. 12.
14
R. Caillois, Los juegos…, ob. cit., pág. 33.
Bibliografía
1
Este trabajo se ha realizado gracias a una ayuda FPU (ref. FPU14/03593), otorgada por el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Asimismo, se vincula con los objetivos del grupo
de investigación «Sociedad y literatura hispánicas entre la Edad Media y el Renacimiento» (ref.
941032) de la Universidad Complutense de Madrid.
2
Infierno xxxiv vv. 112-117. Dante Alighieri, Divina comedia, G. Petrocchi (ed.), L. Mar-
tínez de Merlo (trad. y notas), Madrid, Cátedra, 2011, pág. 296. Alain Milhou, Colón y su
mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid, Casa-Museo de Colón y
Seminario Americanista de la Universidad, 1983, págs. 403-413.
3
A. Milhou, ob. cit., págs. 330-335.
4
J. M. Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (Siglos XIII-XVI),
Madrid, Eudema, 1988, págs. 71-77.
5
H. Schedel, [Liber chronicarum.] Das Buch der Chroniken und Geschichten, Nürnberg,
Anthonien Koberger, 23 diciembre 1493, fol. xviir y F. Gómez Redondo, Historia de la prosa
de los Reyes Católicos: el umbral del Renacimiento, Madrid, Cátedra, 2012, ii, págs. 1960-2018.
6
A.Milhou, ob. cit., págs. 289-400.
del poder civil, pues la idea de un rey mesiánico se emplea como uno de los
fundamentos del poder real, es decir, un mecanismo de afirmación del poder de
un rey que ha sido elegido por Dios para cumplir un plan político completo,
concebido desde la propia divinidad y con unos objetivos susceptibles de tener
una interpretación religiosa. La Casa de Aragón, por medio de su herencia si-
ciliana, se convierte en la receptora de esta idea, y Fernando el Católico será la
corporeización de ese morciélago: un rey mesías capaz de ponerse al mando de
grandes empresas políticas y religiosas7.
Jerusalén, en tanto que espacio simbólico de territorio conquistado, aparece
en el tratado apologético de los Reyes Católicos con una característica singular:
es el epílogo de la Conquista y la expansión de la fe cristiana. Granada está en
el visor de este binomio regio para obtener una península unida política y re-
ligiosamente. Tras la toma del reino nazarí, las ambiciones de los monarcas se
extendían por el Mediterráneo y el Norte de África, y todo parecía indicar que el
último escalafón de conquistas era Jerusalén, tal como declaraban los autores de
un puñado de textos donde el engranaje de la propaganda regia medía la pulsión
política del momento: el interés de unos reyes por aparentar ser los elegidos por
Dios para llevar a cabo la toma de los Santos Lugares. Pero Jerusalén no era un
plan inmediato; era la conquista soñada de un territorio utópico, importante por
su significado político; precisamente, esta desemantización de toda característica
física es la concepción que aparece en los textos conocidos por Pedro Cátedra
como «historiografías en verso»8.
Jerusalén se convierte en una dama expectante; ejemplo de ello son Las
excellentias de la reina doña Isabel, texto hoy perdido de Pedro Gracia Dei o el
Panegírico a la Reina Doña Isabel de Diego Guillén de Ávila. Del primero de
ellos, se conoce la referencia por la ya mítica biblioteca de Hernando Colón.
Varios testimonios de su propiedad están en el inmenso Abecedarium, el catálogo
de su anaquel, en la columna 725 y 540, con el número de registro 4007. En
el Regestrum de sus libros se localiza una entrada del texto que refiere, tanto su
composición en coplas castellanas como su despicit con la cita «ganéis Jerusalén»,
es decir, la toma de la Casa Santa no supone solo el fin del poema, sino que
simbolizaría el cierre de las «excelencias» del reinado de Isabel9. Transcribo a
continuación la entrada: «Las exçellentias de la Reina doña isabel de castilla en
7
Ibíd., págs. 318-372, 387-400; J. M. Nieto Soria, ob. cit., págs. 61-77 y 238-239.
8
P. Cátedra, La historiografía en verso en la época de los Reyes Católicos. Juan Barba y su «Con-
solatoria de Castilla», Salamanca, Universidad, 1989, págs. 15-38. Á. Gómez Moreno, «El reflejo
literario», Orígenes de la monarquía hispánica: propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), J. M.
Nieto Soria (dir.), Madrid, Dykinson, 1999, págs. 315-339, para un estudio de la propaganda
real desde el punto de vista literario. Para la visión providencialista y mesiánica de Isabel y Fer-
nando, A. Milhou, ob. cit., págs. 318-400, 435-449 y J. M. Nieto Soria, ob. cit., págs. 65-77.
9
A. M. Huntington, Catalogue of the Library of Ferdinand Columbus, New York, Kraus Re-
print, 1967, núm. 4007 y en el Abecedarium B y Supplementum, ed. facsímil de los manuscritos
conservados en la Biblioteca Colombina de Sevilla, Madrid, Fundación Mapfre; Sevilla, Cabildo
de la Catedral de Sevilla, 1992. La explicación y la transcripción también la ofrece Cátedra, ob.
cit., pág. 30.
yes: en ese momento entran las referencias a Jerusalén y los Santos Lugares13. La
ciudad se recubre con una película anhelante y ambiciosa, incapaz de ver más allá
de un trofeo que exhibir ante el resto del mundo. La Casa Santa sufre un vaciado
de localización cartográfica, su mención solo encierra un significado simbólico
de victoria que ya de por sí garantizan los evangelistas; es más, el espacio que
ocupa Jerusalén se despedaza en partículas identificativas de la propia ciudad: el
Monte del Calvario, la Vera Cruz, Santa Elena… Elementos y personajes ligados
necesariamente a la ciudad.
13
M. C. Marín Pina, «Composición y cronología del Cancionero de Pedro Marcuello»,
Archivo de filología aragonesa, núm. 44-45, 1990, págs. 168-178.
14
P. Marcuello, ob. cit., pág. 29.
15
Ibíd., pág. 145.
16
E. Ruiz-Gálvez Priego, ob. cit., págs. 169-186; A. Deyermond, «Ideology, Liturgy, and
Image in the Cancionero of Pedro Marcuello», The Spain of the Catholic Monarchs: papers from
the Quincentenary Conference (Bristol, 2004), ed. D. Hook, Bristol, Department of Hispanic,
Portuguese, & Latin American Studies, School of Modern Languages, University of Bristol,
2008, págs. 177-205.
Vera Cruz, también pierden parte de sus rasgos definitorios para cincelarse como
sinécdoques que remiten necesariamente a la propia ciudad. El miembro es capaz
de remitir a un todo ya no físico, sino idealizado y simbólico; de esa forma, estos
elementos cimientan el propio espacio de la ciudad, que se eleva con la victoria
y restauración cristiana: la Nueva Jerusalén. No en vano, las visiones tienen su
anclaje en la gran empresa política de significación religiosa que encierra la mi-
sión de un monarca mesiánico, que además beben de las supuestas profecías que
proyectan ese futuro dorado. Las coplas de Marcuello funden ese valor ideológico
con la mentalidad tardomedieval17:
Se evoca el futuro del rey Fernando más allá de la península; sin embargo
las palabras de la Sibila no son ninguna afirmación encajada en el papel, sino
que traspasan la frontera literaria para bucear en una sociedad obsesionada con
la relación entre las profecías, la venida del Anticristo y la Nueva Jerusalén. Las
tradiciones joaquinistas y milenaristas que tanta aceptación tuvieron desde el
siglo xiii en la Corona de Aragón se amalgaman con la ola de profecías mesiáni-
cas ligadas a San Isidoro en la Castilla desde la segunda mitad del siglo xv. A su
vez, la visión real de la venida próxima del Anticristo conllevaba, como habían
defendido los milenaristas y los seguidores de Joaquín de Fiore, la vuelta a la
religión interior y el desprecio por los lujos de Roma. El Apocalipsis de San Juan,
que narra la venida del Anticristo y el Juicio Final, fue una lectura muy presente
a lo largo de la Edad Media: para muestra, el Beato de Liébana y la fragua del In-
fierno medieval. Ya en el siglo xv la explosión de la inminente llegada es contante
desde las predicaciones de Vicente Ferrer, los poemas catalanes del Anticristo o
textos castellanos como el Libro del Anticristo de Martínez de Ampiés, traductor
también del Viaje de la Tierra Santa19.
La conquista de Jerusalén es una acción asociada a pronósticos de tinte
apocalíptico, un sustrato de la visión providencialista de la historia entreteji-
17
E. Ruiz-Gálvez Priego, ob. cit., págs. 183-186.
18
P. Marcuello, ob. cit., pág. 29.
19
J. Guadalajara Medina, El Anticristo en la España medieval, Madrid, Ediciones del Labe-
rinto, 2004.
se puede establecer en otra parte de Europa o incluso América una vez que se
descubra, igual que Colón creía que su hallazgo era un hecho mesiánico25. El
anhelo de recuperar los Santos Lugares cada vez se diluye más entre el mar de
guerras y el desinterés de unos reyes que prefieren tomar los territorios con los
que obtengan unas ventajas económicas claras, amén de un Papado cada vez
más ocupado en sus desavenencias internas.
Todo lo que se ha hablado de Jerusalén en las líneas anteriores, desde su
importancia como apéndice de las conquistas peninsulares, el significado
simbólico de su conquista para el Nuevo David o el papel que desempeña
con la llegada del Anticristo, no vale nada si no se afronta la otra cara de la
expansión territorial. Los intereses prácticos para el gobierno, la economía,
el comercio y el control del Mediterráneo se vislumbran entre las florituras
que adornan los textos propagandísticos. Nicolás Maquiavelo en su libro El
príncipe alaba a Fernando de modo privativo. Bajo el marbete parlante, «De lo
que debe hacer el príncipe para ser estimado», las palabras del italiano dicen
«Nada hace estimar tanto a un príncipe como las grandes empresas», y añade
que las acciones de Fernando lo han convertido por su fama en el «primer
rey de los cristianos»26. Maquiavelo esboza el cuadro de un príncipe cristiano
perfecto que sirve de bisagra entre el manual de gobernantes y la mentalidad
reinante por esos años.
La expansión y conquista de territorios lejanos toma forma de una «cam-
paña publicitaria» de cara al exterior, una propaganda que conforma el prín-
cipe virtuoso comparable al rey virtuosísimo y cristianísimo, sombra reflejada
en el cristal castellano de los fundamentos del poder real27. La conquista de
Jerusalén no es más que una excusa para continuar con la expansión de los
territorios amparados en la toma del espacio simbólico de la ciudad; así una
vez que acaba el interés por continuar navegando más a Oriente, el sueño santo
desaparece y se camufla entre la propia Castilla. La Jerusalén celeste, mesiánica
y renovada ya no interesa. Las lágrimas no tienen valor, solo las monedas y el
poder que resuena en Roma y al otro lado de la Mar Océana28. Nadie quiere
Jerusalén realmente, solo quieren lo que significa: la fama y el recuerdo del
monarca que la recupere. La Iglesia la ignora y los reyes creen que la Nueva
Jerusalén tomará su forma renovada en sus territorios. Jerusalén no tenía ya un
valor real, sino sentimental, como lo tienen los símbolos; por eso se convierte
en un espacio simbólico no solo de la literatura y la historia, sino de toda la
cultura occidental.
25
A. Milhou, ob. cit., págs. 436-449.
26
N. Maquiavelo, El príncipe, La mandrágora, H. Puigdoménech (ed. y trad.), Madrid,
Cátedra, 2003, págs. 159-160.
27
J. M. Nieto Soria, ob. cit., 1989, págs. 79-90, 229 y 253-254.
28
A. Milhou, ob. cit., págs. 449-459.
Bibliografía
1
S. King, Escribir la catalanidad: lengua e identidades culturales en la narrativa contemporánea
de Cataluña, Woodbridge, Tamesis, 2005, pág. 88.
Hace ya más de medio siglo que dejo de ser un islote solitario en las afueras.
Antes de la guerra, este barrio y el Guinardó se componían de torres y casitas
de planta baja: eran todavía un lugar de retiro para algunos aventajados comer-
ciantes de la clase media barcelonesa, falsos pavos reales de cuyo paso aún hoy
se ven huellas en algún viejo chalet o ruinoso jardín. Pero se fueron. Quién sabe
si al ver llegar a los refugiados de los años cuarenta, jadeando como náufragos,
quemada la piel no solo por el sol despiadado de una guerra perdida, sino
también por toda una vida de fracasos, tuvieron al fin conciencia del naufragio
5
J. Marsé, Últimas tardes con Teresa, Barcelona, De Bolsillo, pág. 19.
6
M. Rodoreda, El carrer de les Camèlies, Barcelona, Club Editor, 1981, págs. 60-61.
7
J. Marsé, ob. cit., pág. 35.
nacional […]. Muy pronto la marea de la ciudad alcanzó también su falda sur,
rodeó lentamente sus laderas y prosiguió su marcha extendiéndose por el Norte
y el Oeste, hacia el Valle de Hebrón y los Penitentes8.
…roza la entrada lateral del Parque Güell viniendo desde la plaza Sanllehy y
sube por la ladera oriental sobre una hondonada llena de viejos algarrobos y
miserables huertas con barracas hasta alcanzar las primeras casas del barrio: allí
su ancha cabeza abochornada silba y revienta y surgen calles sin asfaltar, torcidas,
polvorientas, algunas todavía pretenden subir más en tanto que otras bajan, se
disparan en todas direcciones […] se ven casitas de ladrillo rojo levantadas por
emigrantes, balcones de hierro despintado, herrumbrosas y minúsculas galerías
interiores presididas por un ficticio ambiente floral, donde hay mujeres regando
plantas que crecen en desfondados cajones de madera y muchachas que tienden
la colada con una pinza y una canción entre los dientes9.
8
Ibíd., pág. 36.
9
Ibíd., pág. 5.
10
E. Miret, «Barcelona, espacio real, espacio simbólico», La renovation du roman espagnol-
depuis1975, Y. Lissorgues (coord.), Toulouse, Presses Universitaries du Mirail, 1991, pág.126.
11
A. Rodríguez Fischer, Ronda Marsé, Barcelona, Candaya, 2008, págs. 64-66.
12
F. Díaz de Castro y A. Quintana Peñuela, Juan Marsé, ciudad y novela: Últimas tardes con
Teresa: Organización del espacio y producción de la imagen, Palma de Mallorca, Servei de publica-
cions de la Universitat de Palma de Mallorca, 1984, pág. 26.
Estos y otros recursos narrativos aportan veracidad a la novela. Por ello, Últimas
tardes con Teresa supone un avance en los presupuestos realistas del momento.
A su vez, describe los problemas sociales de la época a través de la relación de
dos espacios opuestos: barrios burgueses y suburbios. Por otro lado, relaciona a
los personajes de dos status opuestos: burguesía y lumpen. Para ello, emprende
un desclasamiento de los personajes. Ambos sueñan con un mundo diferente,
lo cual les lleva a salir de su medio para conocer otros mundos: el Pijoaparte
pugna por salir de su pobreza y Teresa Marset se deja llevar por una ideología
contraria a la de su clase. Esto hace que el mundo de la apariencia es uno de los
temas relevantes de la obra. Las descripciones de Marsé y el desclasamiento de
las clases sociales permiten crear un fresco social de la sociedad del momento.
Marsé describe a un personaje integrado en el medio, mientras que Rodoreda
no integra tanto al personaje en el entorno barraquista de la ciudad. Los espacios
y los ambientes son mentales, fruto de sus observaciones y la percepción personal
de ellos. Este proceso se ve reflejado en la descripción de los espacios a través de
los objetos, los cuales adquieren una significación propia. Asimismo, la autora
emplea abundantes personificaciones y metáforas: «La barraca era un sarau de
llaunes. De seguida va ser negra nit»13. El movimiento de las latas —producido
por las fuertes lluvias— crean unas sensaciones sinestésicas: visuales y auditivas.
Cecilia vive la barraca desde el interior, mientras que Manolo Reyes vive
más de puertas hacia afuera en colectividad. Por el contrario, los personajes de
Rodoreda se relacionan poco entre ellos. Tan solo se aprecia el contacto entre
vecinos en los enfrentamientos entre Eusebi y Andreu.
Esto último nos lleva a comprobar que Marsé conocía mejor el ambiente de
los suburbios que Rodoreda. Prueba de ello es que su editor Joan Sales no tuvo
buena impresión cuando leyó el manuscrito por primera vez y sugiere a Rodoreda
dar algunos retoques en la descripción del vecindario y otros en la caracteriza-
ción de Eusebi14. Según el editor, el barrio debía subrayar las diferencias con los
habitantes de barrios más céntricos y, para ello, le sugiere que esté poblado por
gitanos y seres aún más marginales. A su juicio, la autora no había subrayado la
marginalidad sino la sorpresa que había causada en ella. En cuanto al personaje
de Eusebi el editor le aconseja crear un raté15. En efecto, la autora no hace la
exploración de los personajes que hace Marsé. Pero, todo indica que la autora
siguió los consejos de su editor y amigo ya que representa a Eusebi como un
personaje víctima de las circunstancias. Rodoreda continúa con la tradición de
las novelas anteriores a la guerra en las cuales los personajes de los suburbios se
relacionaban con delincuentes o rebeldes sindicales.
Marsé conocía los suburbios ya que se ubicaban próximos a su barrio. En su
estancia en Francia explicará a una alumna a quien le daba clases de español y
13
M. Rodoreda, El carrer de les Camèlies, ob. cit, pág.70.
14
Carta del 18 de febrero de 1966 de Joan Sales a Mercè Rodoreda; contenida en M. Ro-
doreda y J. Sales, Cartes completes: 1960-1983, Barcelona, Club Editor, 2008.
15
Adjetivo que en francès quiere decir «fracasado».
16
«A menudo tengo la impresión cuando leo esta novela […] que la miseria que conoció
en el primer exilio en Francia no era tan diferente de estas barracas y otros pasajes y escenarios
de su obra. Una de sus mejores intuiciones y hallazgo fue buscar, recoger y trabajar lo que había
sido y era común y entre los que se fueron» [Trad. del autor]. M. Ibarz, Rodoreda: exili i desig,
Barcelona, Empúries, 2008, págs. 116-117.
17
M. Pessarrodona, Mercè Rodoreda y su tiempo, Barcelona, Bruguera, 2007.
18
En los años anteriores a la publicación de El carrer de Les Camèlies, el escritor y perio-
dista Francisco Candel publicó en la revista Serra d’Or algunos artículos sobre los desperfectos
causados por las inundaciones en los suburbios; un hecho que repite en el artículo «Esa amiga y
enemiga de los barrios» en Agua en septiembre de 1962. Asimismo, en su novela Han matado a
un hombre, han roto un paisaje (1959) narra los problemas que se producían cuando se desbordaba
el río Llobregat. Algunos fotógrafos, como Carlos Pérez de Rozas, retrataron el extrarradio en
épocas de inundaciones. También en 1962 se produjeron una serie de inundaciones que afectó a
Barcelona y a sus comarcas de alrededor. Los barrios suburbiales se vieron seriamente afectados.
sentido, sus novelas no reproducen la influencia del realismo sino más bien del
período de anteguerra: el simbolismo.
Otro punto en común es la importancia que los autores otorgan a la
unidad de vivienda; las barracas o viviendas autoconstruidas se convierte en
sinécdoque de la vida en el inframundo:
[…] su casa, que forma parte de un enjambre de barracas situadas bajo la últi-
ma revuelta, en una plataforma colgada sobre la ciudad: desde la carretera, al
acercarse, la sensación de caminar hacia el abismo dura lo que tarda la mirada
en descubrir las casitas de ladrillo. Sus techos de uralita empastados de alquitrán
están sembrados de piedras. Pintadas con tiernos colores, su altura sobrepasa
apenas la cabeza de un hombre y están dispuestas en hileras que apuntan hacia el
mar, formando callecitas de tierra limpia, barrida y regada con esmero. Algunas
tienen pequeños patios donde crece una parra19.
19
J. Marsé, ob. cit., pág. 39.
20
M. Rodoreda, El carrer de les Camèlies, ob. cit. págs.56-57.
21
G. Bachelard, Poética del espacio, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1975, pág.
75.
22
«Charnego» es la persona que reside en Cataluña pero que sus orígenes proceden de otro
lugar. Por lo general, es una persona que no emplea la lengua catalana. Este término resurge
con el ensayo de F. Candel Els altres catalans (1964), que trata precisamente sobre la vida en
los suburbios de Barcelona. A su vez, este ensayo represente una propuesta de integración de la
inmigración en la sociedad catalana.
una frontera mental para separar las áreas que son antagonistas para la identi-
dad cultural. Algunos de estos autores proyectan un sentimiento de alteridad y
priorizan en su escritura el uso de la lengua catalana, un propósito que entronca
con la tradición de la «Reinaxença»23 en que cultura y lengua forman un tronco
común. Sobre esta cuestión, B. Łuczak opina que los espacios suburbiales frente
a un barrio burgués representa «La oposición de dos espacios discursivos»24. Es
decir, la situación de la lengua y la cultura catalana en el momento. No obstante,
la hostilidad no se limita a las familias nacionalistas si no que se extiende a toda
la clase burguesa. Como bien expresa la madre de Teresa Serrat cuando dice: «Tú
ya no te acordarás, pero cuando eras una niña, un salvaje del Carmelo estuvo
a punto de matarte…»25, el sentimiento de otredad supone un impedimento
para la integración del inmigrante del suburbio.
Al hilo de esto último, Marsé ha recibido acusaciones por ambientar espacios
barceloneses sin emplear la lengua catalana. Y es que no deja de resultar extra-
ña la poca presencia del extrarradio en los autores barceloneses que escribían
en catalán. Sobre esta cuestión, Stewart King considera que el autor considera
estos espacios ajenos a su realidad26. Por lo general, son autores que han vivido
una represión social y cultural. La lengua castellana no la sienten como propia y
consideran la periferia como un perido hostil frente a sus anhelos de libertad, con
lo cual, el compromiso que establecen con la novela será diferente a los autores
de habla castellana. Este punto de vista lo mantiene Julià Guillamon, basándose
en los artículos de Carles Soldevila y José M.ª de Sagarra, quien considera que
si los autores catalanes mantienen un conflicto entre indígenas y forasteros di-
fícilmente ambas lenguas podrán compartir un espacio novelesco27, hecho que
explicaría, según Maria Dasca, «la ausencia de una literatura sobre la immigra-
ció catalana coetània al fenomen migratori»28 ya que les novelas vinculadas al
realismo social excluyen al emigrante castellanohablante y, en la mayoría de las
ocasiones, la compleja realidad suburbial, tal y como constatan Rodoreda en
literatura catalana y Marsé en literatura castellana.
Conclusiones
23
Movimiento cultural catalán de la segunda mitad del siglo xix que pretende hacer renacer
la lengua catalana como lengua literaria y de cultura.
24
B. Łuczak, Espacio y memoria: Barcelona en la novela catalana contemporánea, Poznań,
Wydawnictwo Naukowe, 2011, pág. 77
25
J. Marsé, ob. cit, pág. 198.
26
S. King, ob. cit.
27
J. Guillamon, «La novel·la catalana de la immigració», L’Avenç, núm. 298, 2005, pág. 47.
28
M. Dasca, «La immigració com a fenomen de la literatura catalana», Cercles: revista
d’història cultural, núm. 18, 2015, pág. 61.
una u otra será diferente. Por otro lado, la literatura sobre la inmigración —y
sobre barrios suburbiales29— plantea una diferencia entre la literatura castellana
escrita por autores residentes en la ciudad de la escrita en lengua catalana por
autores que permanecen en el exilio.
Una de las diferencias es la posición del autor. Las obras escritas en castellano,
con autores que habían empleado las técnicas del realismo en cualquiera de sus
vertientes, adquieren un tono más crítico. No obstante, algunos autores, como es
el caso de Marsé, presenta una renovación en la prosa a lo largo de los sesenta. En
cambio, la literatura catalana, con Rodoreda como autora representativa, tiende
a crear una visión más personal. Esta no siempre es coetánea y la construcción
narrativa y estilística se aproxima más a los presupuestos del costumbrismo. Por
otro lado, la narratio tiene como objetivo reivindicar una cultura y para ello
recurre a un elemento identitario como es la lengua.
Ambos autores emplean el monolingüismo en la obra. No obstante, Marsé
trabaja con varios registros lingüísticos que Rodoreda no emplea. Marsé crea un
juego de oposiciones a través del lenguaje. Sin embargo, se plantea de forma
diferente en la literatura catalana debido al sentimiento de alteridad que los au-
tores sienten frente a la inmigración. Con esta cuestión, Marsé demuestra cómo
una buena configuración del espacio permite conseguir una crítica, al margen
de la lengua empleada.
Las novelas analizadas dialogan con la topografía, el urbanismo desenfrena-
do, con el sentimiento de desarraigo y con la historia —la ciudad de posguerra—.
Demuestran, una vez más, la importancia de la configuración del espacio para
conseguir este diálogo interdisciplinar. Rodoreda y Marsé plantean de forma
diferente cómo es la vida en los confines. En ocasiones, sus descripciones y sus
retratos informan más allá de una prensa manipulada. En definitiva, se acercan
a través de la novela al silencio de una época.
Bibliografía
Bachelard, G., Poética del espacio, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1975.
Cuenca, J. M.ª, Mientras llega la felicidad. Una biografía de Juan Marsé, Barcelona,
Anagrama, 2015.
Dasca, M., «La immigració com a fenomen de la literatura catalana», Cercles: revista
d’història cultural, núm. 18, págs. 61-78, 2015.
Díaz de Castro, F. y Quintana Peñuela, A., Juan Marsé, ciudad y novela: Últimas tar-
des con Teresa: Organización del espacio y producción de la imagen, Palma de Mallorca,
Servei de publicacions de la Universitat de Palma de Mallorca, 1984.
29
Algunos autores consideran la novela de suburbio como un subgénero de la novela ur-
bana. En nuestro caso, desestimanos esta categoría ya que consideramos que el propio espacio
no crea un género o subgénero. La configuración de este se puede adaptar a diferentes géneros
o estéticas literarias.
Introducción
Ignacio Agustí y Mercè Rodoreda son dos de los autores más relevantes de
la literatura catalana del siglo xx. A pesar de su importancia dentro del mundo
literario, ambos escritores han caído en el olvido. Estos dos novelistas resultan
dos figuras diametralmente opuestas, empezando por su ideología. Frente al am-
biente progresista y de izquierdas en que se movía Rodoreda, destaca la afiliación
de Agustí a la Falange Española. Precisamente la ideología de cada uno influye
en la recepción que tendrán a nivel nacional: el éxito de ventas que constituye la
novela Mariona Rebull (1943) encumbra a Agustí como uno de los representan-
tes más significativos de la cultura oficial promovida por el franquismo. Por el
contrario, la obra de Rodoreda será bien recibida en el extranjero, no contando
con la misma acogida en su país de origen. Es digno de destacar que la obra de
esta escritora ha sido traducida a más de cuarenta idiomas.
Igualmente contrapuesta es su manera de entender la literatura. Mientras
que el autor de La ceniza fue árbol (1943-1972) se recrea en la descripción de los
ambientes en que se desarrollan sus historias, la autora de La plaza del Diamante
(1962) prescinde de extensas descripciones del cronotopo para centrarse en la
psicología de los personajes, aportando una mayor profundidad de la que puedan
tener los protagonistas del otro autor. También son distintas las temáticas que
escogen: Agustí relata las vivencias de la clase acomodada mientras que Rodoreda
se decanta, en la mayoría de sus creaciones, por mostrar la realidad de las clases
populares durante la posguerra.
El objetivo de esta comunicación es plantear cómo cada uno de estos autores
tiene una manera diferente de plasmar la ciudad de Barcelona en sus escritos así
como la influencia que los espacios tienen en la configuración de los personajes.
4
Ibíd., pág. 217.
5
Ibíd., págs. 22-23.
6
Ibíd., pág.43.
7
Ibíd., pág.64.
8
Ibíd., pág.102.
9
Ibíd., pág.105.
10
Ibíd., pág.206.
11
Ibíd., pág.151.
12
Ibíd., pág.185.
13
Ibíd.
en su mismo banco «le conté que había tenido cuarenta palomas…»14. En cierta
forma, este enclave se convierte en un refugio en el que puede recrearse en ese
pasado que le cuesta tanto dejar atrás.
En conclusión, el espacio en la obra de Rodoreda resulta un elemento esen-
cial, puesto que no solo constituye el lugar en que se desarrolla la trama de
la obra sino que también cuentan con un significado propio, produciéndose
relaciones y similitudes con las vivencias de los personajes. También enfatizan,
en momentos concretos, la situación y el papel que tienen los personajes en la
obra. En definitiva, los espacios también aportan complejidad a la historia de
Natalia. El que la escritora no se detuviera en realizar descripciones detalladas de
Barcelona se puede entender como una manera de universalizar su relato, para
que no fuera visto simplemente como una novela catalana.
14
Ibíd., pág.190.
15
I. Agustí, La saga de los Rius. Las dos primeras novelas: Mariona Rebull y El viudo Rius,
Barcelona, Destino, 2013.
16
Ibíd., pág.13.
17
Ibíd.
18
Ibíd.
19
Ibíd.
20
Ibíd.
La ciudad, repleta de calles construidas hacía siglos en las que vivían y tra-
bajaban las familias pertenecientes a diferentes gremios que daban nombre a
las calles, e incluso a los barrios, y que «aromatizaban las losas con la fragancia
del trabajo transmitido de padres a hijos y a nietos siglos atrás»21. La calle de la
Platería era una de esas calles emblemáticas en la que los joyeros y los plateros,
que eran el gremio más rico de la ciudad y entre ellos la familia Rebull, tenían sus
viviendas y sus talleres. En el frontispicio de cada local se podía leer el apellido
del maestro joyero que correspondiera y allí estaban apretados los empleados
unos con otros mientras trabajaban. Frente a esas calles hacinadas, se encuentra
el puerto frente al mar donde los hombres miran al horizonte y piensan que
cuando llegue el momento recibirán «cristiana sepultura, junto al mar»22.
Los progresos del maquinismo empiezan a transformar poco a poco, como la
vida de sus habitantes, el aspecto físico de la ciudad. Esta empieza a ensancharse
y la periferia se llena de fábricas textiles y almacenes. Los nuevos «magnates de
la industria primeriza-de guardapolvo y un traje al año-»23, que habían heredado
el apellido y el comercio de sus progenitores, comienzan a instalar sus telares en
la zona alta de la ciudad repleta de descampados y zonas de monte donde nadie
pensó nunca edificar, por lo que el autor dice de la ciudad condal, con su habitual
lirismo descriptivo, que «avanzaba como una lava de oro por la planicie […]»24.
Allí arriba, en la colina, empiezan a gestarse grandes fortunas a la sombra del
comercio textil. Mientras, hombres y mujeres se desplazan cada mañana por las
laderas que rodean la ciudad, camino de las fábricas donde les esperan los telares
para empezar a urdir los paños y las telas con la vaga esperanza de alcanzar un
futuro mejor, todavía incierto.
La geografía urbana se transforma bruscamente creando dos espacios muy
diferenciados: la urbe propiamente dicha y la periferia industrial situada a las
afueras. Ignacio Agustí, utiliza un vocabulario y expresiones diferentes cuando
la acción trascurre en un contexto físico o en otro. La zona urbana es tratada
con frecuencia de forma poética, recordemos que el autor era poeta y periodis-
ta, utilizando expresiones y frases que parecen prosa lírica. Por el contrario, las
descripciones del espacio industrial son más frías y no presentan ningún tipo
de alarde poético.
Con el impacto económico de la nueva industria, las costumbres de los ciu-
dadanos también han cambiado: si antes las gentes «iban a pasear por el Paseo
del General, andén del mar, por el cual la brisa marina penetraba, oreando sus
almas»25, ahora paseaban por la calle de Fernando luciendo sus mejores galas «que
cobraban un lustre senatorial»26. Las gentes han cambiado hasta en la forma de
vestir y de pensar, al igual que la ciudad que también cambia su fisonomía, se
21
Ibíd., pág. 17.
22
Ibíd., pág. 17.
23
Ibíd.
24
Ibíd., pág. 56.
25
Ibíd.
26
Ibíd.
27
Ibíd., pág. 186.
28
Ibíd., pág. 187.
29
Ibíd.
30
Ibíd., pág. 297.
31
Ibíd., pág. 299.
32
Ibíd., pág. 324.
33
Ibíd., pág. 379.
34
Ibíd., pág. 365.
35
Ibíd., pág. 464.
Bibliografía
Agustí, I., La saga de los Rius. Las dos primeras novelas: Mariona Rebull y El viudo Rius,
Barcelona, Destino, 2013.
Luczac, B., Espai i memòria. Barcelona en la novel-la catalana contemporània (Rodoreda-
Bonet-Moix-Riera-Barbal), Barcelona, Fundació Mercè Rodoreda. Institut d´Estudis
Catalans, 2012, págs. 39-80.
Rodoreda, M., La plaza del Diamante, Barcelona, Salvat Editores, 1994.
Introducción
1
E. W. Soja, «Postmodern geographies and the critique of historicism», Postmodern Conten-
tions, New York, The Guilford Press, 1993, págs. 114.
2
M. Bal, Teoría de la narrativa: una introducción a la narratología, Javier Franco (trad.),
Madrid, D.L, 1987, pág. 107.
3
H. Lefebvre, La producción del espacio, Emilio Martínez Gutiérrez (trad.), Madrid, Capitán
Swing Libros, 2013, pág. 86.
4
M. Castells, La cuestión urbana, Irene C. Oliván (trad.), México, Siglo XXI, 1974, pág. 141.
5
R. G. Golledge, «Learning About Urban Environments», Timing Space and Spacing Time,
Vol. 1, London: Edward Arnold, 1978, págs. 78.
6
K. Lynch, The Image of the city, Cambridge, The M.I.T. Press, 1960, págs. 41-42.
7
R. Lehan, The City in Literature. An Intellectual and Cultural History, California, University
of California Press, 1998, pág. 8.
El carreró del Xup […] iniciaba a poco de su arranque una cuesta suave
que se iba acentuando hasta formar dos peldaños, continuar en un rellano y
morir escasos metros más adelante contra un muro asentado sobre los restos
de una muralla antigua, quizá romana. De este muro manaba constantemente
un líquido espeso y negro que a lo largo de los siglos había redondeado, pulido
y abrillantado los peldaños que había en el callejón; por ello estos peldaños se
habían vuelto resbaladizos13.
12
Ibíd., pág. 173.
13
Ibíd., pág. 10.
El viajero que acude por primera vez a Barcelona advierte pronto dónde
acaba la ciudad antigua y empieza la nueva. De ser sinuosas las calles se vuelven
rectas y más anchas; las aceras, más holgadas; unos plátanos talludos las som-
brean gratamente; las edificaciones son de más porte; no falta quien se aturde,
creyendo haber sido transportado a otra ciudad mágicamente14.
14
Ibíd., pág. 165.
15
Ibíd., págs. 49-50.
16
Ibíd., pág. 51.
17
Ibíd., pág. 50.
Contaba con una enorme sala de estar y dos habitaciones más pequeñas que
daban al sur y que se podían utilizar como dormitorios o como estudios. Había
una habitación diseñada para la sirvienta que daba al norte. El suelo, de placas
de teca estrechas, relucía con el brillo de la cera marón pulida. El mobiliario de
estilo europeo estaba hecho de palisandro22.
elemento definitivo. Así se percibe cuando el señor Cheng y Jian Lili observan
a través de las calles de Waitan:
Fuera del edificio, las luces de la noche y de las estrellas relucían sobre el
río y la calle estaba llena de vida, con sus gentes y sus coches. La excitación los
contagió23.
Conclusión
Bibliografía
Bal, M., Teoría de la narrativa: una introducción a la narratología, Madrid, D.L, 1987.
Castells, M., La cuestión urbana, Irene C. Oliván (trad.), México, Siglo XXI, 1974.
Certeau, M. de., La invención de lo cotidiano, vol. 1, Alejandro Pescador (trad.), Mé-
xico, Universidad Iberoamericana. Departamento de Historia, Centro Francés de
Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1996-1999.
Golledge, R. G., «Learning About Urban Environments», Timing Space and Spacing
Time, Vol. 1, London: Edward Arnold, 1978, págs. 76- 98.
Lefebvre, H., La producción del espacio, Emilio Martínez Gutiérrez (trad.), Madrid,
Capitán Swing Libros, 2013.
23
Ibíd., pág. 188.
Lehan, R., The City in Literature. An Intellectual and Cultural History, California, Uni-
versity of California Press, 1998.
Lynch, K., The Image of the city, Cambridge, The M.I.T. Press, 1960.
Mendoza, E., La ciudad de los prodigios, Barcelona, Editorial Seix Barral, 1986.
Soja, E. W., «Postmodern geographies and the critique of historicism», Postmodern
Contentions, New York, The Guilford Press, 1993, págs. 113-136.
王安忆, 长恨歌, 海口, 南海出版公司, 1995.
—— La canción de la pena eterna, Carlos Ossés (trad.), Madrid, Kailas Editorial, 2010.
1
La presente investigación ha sido realizada durante el beneficio de una Ayuda del Programa
de Formación del Profesorado Universitario del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
(referencia: AP2012/01402).
2
R. Chirbes, El novelista perplejo, Barcelona, Anagrama, 2002, pág. 63.
3
En la orilla obtuvo el Premio Francisco Umbral al Libro del Año 2013 y el Premio Nacional
de la Crítica 2014 y contribuyó a que su autor recibiera el Premio Nacional de Narrativa 2014.
En el homenaje en recuerdo a Rafael Chirbes organizado en la Biblioteca Nacional de España
el 9 de diciembre de 2015, su editor, Jorge Herralde, comentaba que esta novela, como tantas
otras del novelista valenciano, había nacido con la voluntad de ser un «antibest-seller» y que,
paradójicamente, se había convertido en una de las novelas más vendidas y mejor valoradas de
los últimos veinticinco años porque enlaza con la indignación de la gente. Véase M. Rodríguez
Rivero, J. Herralde, S. Sanz Villanueva y M. Sanz, «Recuerdo a Rafael Chirbes», homenaje cele-
brado en la Biblioteca Nacional de España el 09-12-2015. Disponible en https://www.youtube.
com/watch?v=E6ZvHt2YuB0.
4
En palabras de Jean-François Carcelén, «Más que espacio o escenario, el marjal es prota-
gonista, por su dimensión metafórica y simbólica.» En «En la orilla de Rafael Chirbes: paisaje
después de la canalla», Ínsula, núm. 803, noviembre 2013, pág. 13.
5
R. Chirbes, En la orilla, Barcelona, Anagrama, 2013, pág. 106.
6
Carcelén habla de soliloquio, diálogo imaginario, diálogo transcrito (ob. cit., pág. 12).
11
A. Garrido Domínguez, «El espacio», El texto narrativo, Madrid, Editorial Síntesis, 1996,
pág. 208.
12
Antonio Garrido Domínguez da el ejemplo por antonomasia de Vetusta «y, en mayor o
menor medida, los espacios de Jefferson en Faulkner, Macondo en García Márquez o Santa María
en Onetti». En A. Garrido Domínguez, «El espacio en la ficción narrativa», Mundos de ficción
(Actas del VI Congreso Internacional de la Asociación Española de Semiótica, Investigaciones
Semióticas VI), J. M. Pozuelo Yvancos y F. Vicente Gómez (eds.), Murcia, Servicio de Publica-
ciones de la Universidad de Murcia, 1996, pág. 722.
13
En J. J. Ordovás, «Rafael Chirbes: “sin historia no hay novela”», Turia: Revista cultural,
núm. 109-110, 2014, págs. 324-340,
http://www.ieturolenses.org/revista_turia/index.php/actualidad_turia/cat/conversaciones/post/rafael-chirbes-sin-historia-no-hay-novela/
14
R. Chirbes, En la orilla, ob. cit., pág. 380.
15
Ibíd., págs. 12-13.
16
Definición según Ricardo Gullón en Espacio y novela, Barcelona, Antoni Bosch, 1980,
pág. 5.
vencidos eran cazados como conejos, se entregó. Es así como, tras salir de la
cárcel y prohibírsele marchar del pueblo, vive en el insilio. El taller se convierte
en el símbolo de su resistencia, el único lugar donde puede mantener su lema
marxista: «ni somos explotadores, ni somos especuladores»17. Una máxima que,
de una forma u otra, todos sus hijos traicionan. Los problemas económicos de
Esteban, sin ir más lejos, parten de infringir esa norma paterna e invertir en
proyectos urbanísticos para disfrutar de una jubilación tranquila.
También él vive su particular insilio. Su resentimiento no es solo hacia el
padre, ausente en su guerra mental, o derivado de la situación económica y la
hipocresía social, sino que, principalmente, surge de haber renunciado a sus
sueños por el único amor de su vida, Leonor, la cual lo abandonó por su rico e
influente amigo Francisco: «ella vuela y se salva, yo me anclo a tierra por ella y
me quedo solo, braceando en el barro, y me condeno […]»18. Es así como Este-
ban queda estancado en Olba, tirado en la orilla, en ese espacio encarnación de
la opresión: «No me bastaba con abrir la ventana para expulsar la angustia, los
muros estaban en torno a Olba»19. De este modo, la focalización del espacio a
través del protagonista lo convierten en un lugar de desencanto que mimetiza sus
sentimientos y cuyo simbolismo se ramifica en el espacio natural de la comarca.
23
Se puede interpretar el marjal como una frontera entre dos lugares que, de acuerdo con
Bal, juega un papel especial y atrapa a quien esté allí. Véase M. Bal, Teoría de la narrativa (una
introducción a la narratología), Madrid, Cátedra, 1987, pág. 52.
24
R. Chirbes, En la orilla, ob. cit., pág. 42.
25
Se observan ecos de la novela de Blasco Ibáñez en las palabras de Esteban hacia los muertos
que han alimentado la fauna del pantano —«vivimos de lo que matamos» (ibíd., pág. 147)— y
que recuerdan las del superviviente Tío Paloma; el olor a pescado podrido de todo lo que se cría
en el pantano (pág. 186); el apelativo de «migratorios hijos del pantano» (pág. 191); o la me-
táfora de los seres anfibios, aplicada a quienes se escondían en el pantano durante la posguerra
(pág. 358), entre otros.
26
En M. C. Bobes Naves, La novela, Madrid, Síntesis, 1993, pág. 174.
27
R. Chirbes, En la orilla, ob. cit., pág. 154.
28
R. Chirbes, «“En la orilla”, Chirbes y la crisis», entrevista por M. Sollo Fernández, Biblio-
teca pública, RNE, 14-01-2014.
Bibliografía
39
Ibíd., pág. 415.
40
R. Chirbes, Por cuenta propia, ob. cit., pág. 27.
Garrido Domínguez, A., «El espacio», El texto narrativo, Madrid, Editorial Síntesis,
1996, págs. 207-237.
— «El espacio en la ficción narrativa», Mundos de ficción (Actas del VI Congreso Inter-
nacional de la Asociación Española de Semiótica, Investigaciones Semióticas VI), J.
M.ª Pozuelo Yvancos y F. Vicente Gómez (eds.), Murcia, Servicio de Publicaciones
de la Universidad de Murcia, 1996, págs. 719-727.
Gullón, R., Espacio y novela, Barcelona, Antoni Bosch, 1980.
Labastida, M., «De Mimoun a Misent, los rincones literarios del universo del autor»,
Las Provincias, 16-08-2015,
http://www.lasprovincias.es/culturas/201508/16/mimoun-misent-rincones-literarios-
20150816004504-v.html (Consultado el 12-09-2016).
Labrador Méndez, G., «En la orilla de Rafael Chirbes: proteínas y memoria», Turia:
Revista cultural, núm. 112, 2015, págs. 225-234.
Muñoz, I., «Sendas de la verdad incómoda», Ínsula, núm. 803, noviembre 2013,
pág. 9-11.
Ordovás, J. J., «Rafael Chirbes: “sin historia no hay novela”», Turia: Revista cultural,
núm. 109-110, 2014, págs. 324-340.
http://www.ieturolenses.org/revista_turia/index.php/actualidad_turia/cat/conversacio-
nes/post/rafael-chirbes-sin-historia-no-hay-novela/ (Consultado el 12-09-2016).
Rodríguez Rivero, M.; Herralde, J.; Sanz Villanueva, S. y Sanz, M., «Recuerdo
a Rafael Chirbes», homenaje celebrado en la Biblioteca Nacional de España el
09-12-2015, https://www.youtube.com/watch?v=E6ZvHt2YuB0 (Consultado el
12-09-2016).
Roberto Juarroz
1
E. Wolkening, «Anotando al margen de Cien años de soledad», Lectura crítica de la literatura
americana: actualidades fundacionales, ed. S. Sosnowski, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1997,
pág. 55.
2
Macondo aparece por primera vez en 1955 en La hojarasca y su mayor esplendor se en-
cuentra en Cien años de Soledad en 1967. Balandú es nombrado en 1973 en Aire de Tango y se
consolida en La Casa de las dos Palmas en 1989.
3
G. García Márquez; M. Vargas Llosa, La novela en América Latina: diálogo, Lima, Ediciones
UNI, 1968, pág. 24.
4
C. Fuentes, «Tiempo y espacio en la novela», Valiente Mundo Nuevo: épica, utopía y mito
en la novela hispanoamericana, Madrid, Mondadori, 1990, pág. 47.
5
G. Bachelard, La poética de la ensoñación, México, Fondo de Cultura Económica, 2011,
pág. 153.
6
G. García Márquez; P. Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba: conversaciones con Plinio
Apuleyo Mendoza, Buenos Aires, Sudamericana, 1993, Ebook.
7
A. Escobar, Memoria compartida con Manuel Mejía Vallejo, Medellín, Biblioteca Pública
Piloto, 1997, pág. 107.
8
G. García Márquez, Vivir para contarla, Barcelona, Mondadori, 2002, pág. 10.
9
R. Jaramillo, «Manuel Mejía Vallejo, la palabra toma la palabra», Gaceta Colcultura,
núm. 39, 1983, pág. 36.
10
G. García Márquez; P. Apuleyo Mendoza, ob. cit. pág. Ebook.
11
I. D. Carmona, «Ficción en tierra de mito. Escritura y fundación en América Latina»,
Escritos, vol. XVII, núm. 19, 2009, pág. 521.
12
M. Mejía Vallejo, «Razón de ser», Cuentos de zona tórrida, Bogotá, Norma, 1995, pág. 9.
13
G. García Márquez, Cien años de Soledad, Madrid, Unidad Editorial, 1999, pág. 11.
14
M. Mejía Vallejo, Y el mundo sigue andando, Bogotá, Planeta, 1984, pág. 50.
15
G. García Márquez, Cien años… ob. cit. pág. 218.
16
M. Mejía Vallejo, La Casa de las dos Palmas, Bogotá, Planeta, 1990, pág. 45.
17
C. Hernández, «Mujer y desequilibrio social desde una novela colombiana», Estudios de
Literatura Colombiana, núm. 24, 2009, pág. 67.
18
G. García Márquez, Cien años…, ob. cit. págs. 319-320.
Conclusión
19
M. Mejía Vallejo, Los invocados, Medellín, Biblioteca Publica Piloto, 2002, pág. 195.
20
C. Fuentes, «Prólogo» en G. García Márquez, Cien años… ob. cit. pág. 7.
tropical de exuberancia fugaz, donde todo pasa rápido y se olvida, donde una
familia puede fundar un pueblo, crecer en él y desaparecer en el transcurso de
pocos años. Aquello que se reúne en esta condición tropical se individualiza y
particulariza en el ritmo con el que ese trópico es narrado: una cosa revela el
vallenato bailable y alegre que canta el Caribe, otra cosa el tiple nostálgico y
profundo que suena en las alturas andinas.
Bibliografía
las próximas líneas quisiera dar una muestra del modo en que el dramaturgo
toledano ha utilizado, como recurso humorístico, una tradición particular pro-
veniente de localidades españolas para crear todo un entremés y de la manera
en que rescata una leyenda local para señalar la acción concreta de una burla.
Una tradición popular que el dramaturgo toledano gustó de dar forma en-
tremesil fue la fiesta de las mayas, cuyos orígenes y cuyas variantes se despliegan
desde la Antigüedad hasta nuestros días y por una extensa geografía. Ya las
antiguas fiestas de mayo se extendían por todo territorio romano y aún no han
abandonado las celebraciones actuales en diversas regiones de la península ibé-
rica. Un festejo, con sus cantarcillos y bailes propios, que penetró sin remedio
en la literatura hispánica desde la Edad Media y en las tablas de nuestro teatro
poco después. Llegados al siglo xvii, el ingenio satírico de Quiñones no vino más
que a continuar la senda de fijar la huella de esta actividad tan arraigada entre
su público. Su contribución a darle su propia forma dramática se materializa
en la pieza titulada La maya, impresa por primera vez en la Jocoseria de 1645.
Se trata de un ejemplo más recogido por el extraordinario estudio que sobre
esta tradición folclórica realizaron Ángel González Palencia y Eugenio Mele y
publicaron allá por el año 1944. Una obra que registran brevemente junto a los
testimonios históricos y literarios medievales y los títulos y citas de autores como
Lope de Vega, Antonio de Zamora, Tirso o Quevedo, quienes bien toman la
celebración como núcleo argumental, bien únicamente aluden a sus elementos
básicos. Para profundizar con mayor detalle la información sobre la fiesta de
la maya, su reconocimiento como el origen de la lírica romance y su recorrido
histórico por nuestra literatura es justo remitir al lector a tan magistral trabajo,
La Maya. Notas para su estudio en España1.
Dentro de las fronteras hispánicas se sitúa lo que vendría a ser una primera
muestra literaria dedicada a este festejo, esto es, la referencia que en un cantar
de escarnio canta Barroso sobre la celebración de las mayas:
1
A. González Palencia y E. Mele, La Maya. Notas para su estudio en España, Madrid, CSIC,
1944.
2
Ibíd., págs. 9-10.
En castellano y muy cercano en el tiempo (en la mitad del siglo xiii) se lee
otra referencia en las páginas del Libro de Alexandre:
Durante los siglos siguientes irán recorriendo nuestro folclore versos que
cantan a la primavera, al calor, a las flores, a la calandria y al ruiseñor, a la her-
mosura, al amor. En torno a estos lugares comunes se consolidaban rituales cada
vez más concretos donde se iban fijando determinados elementos. Centrándonos
en la variante tomada por Quiñones, encontramos breves descripciones históricas
sobre los rasgos distintivos de una acostumbrada especie de escenificación de la
fiesta de la maya. En ellas se observan esos elementos básicos, esto es, una joven
acompañada de un grupo de mujeres que piden por ella.
Covarrubias manifestó conocer esta tradición popular en la definición que escri-
be sobre el vocablo maya, con la particularidad de asociarlo al matrimonio: «maya
y mayo es una manera de representación que hacen los muchachos y las doncellas,
poniendo en un tálamo un niño y una niña, que significan el matrimonio». A
continuación añade que «está tomado de la antigüedad porque en este mes era
prohibido el casarse, como si dijésemos ahora cerrarse las velaciones». Además, en
la definición de cara cita los versos que solían recitar las muchachas que pedían
para la maya: «Las doncellas que piden para hacer rica la Maya dicen este cantar:»
Por su parte, Rodrigo Caro en sus Días geniales o lúdricos (1626), nos ofrece
una valiosa explicación sobre esta celebración en el capítulo titulado «Estimación
de los muchachos, Mayas y sus ritos», donde registra esta costumbre tal y como
se realizaba en Andalucía, concretamente en Sevilla:
3
Ibíd., págs. 10-11.
4
S. de Covarrubias Horozco, Tesoro de la lengua castellana o española, edición integral e ilus-
trada de Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Madrid-Frankfurt am Main, Iberoamericana-Vervuert,
2006.
sienta con mucha gracia y majestad, fingiendo la chicuela mucha mesura; las
demás la acompañan. Sirven y obedecen como á reina, entreteniéndola con
cantares y bailes. Suélenla llevar al corro. A los que pasan por donde la maya
esta piden para hacer rica à la Maya: y á los que no le dan les dicen ‹Barba de
perro, que no tiene dinero›, y otros oprobios à este tono5.
5
R. Caro, Días geniales o lúdricos, Sevilla, 1884, págs. 283-284.
6
Ob. cit., pág. 47.
Hacia finales del mismo siglo xvi, escucharon los espectadores los mismos
cantos populares en boca de las «mozas de Tordesillas, / con pandero y castañetas»9
en el anónimo Baile de la Maya. Una pieza donde quedan reflejados fielmente los
versos escenificados con que el primero de mayo se pedía, por diversas regiones
españolas, para la joven hecha maya:
otra pieza con título parecido, Mayo, conservado en la Biblioteca del duque de
Osuna y que empieza con el verso siguiente: «Gran rato ha de haber, amigas».
Posteriormente a Quiñones escribirá su propia versión Antonio de Zamora en
el Baile de la Maya, donde recopila los mismos elogios y peticiones a través de
estos idénticos cantarcillos populares citados.
Sin duda, Luis Quiñones de Benavente no podía ser ajeno a la vibrante
popularidad de esta costumbre festiva ni a la práctica de tomarlo como material
dramático. Por el contrario, la aprovechó para crear uno de sus entremeses no
antes de 1626, según aclara Hannah E. Bergman en una nota previa a su edición
de la pieza en el Ramillete de entremeses y bailes. Para argumentar esta hipótesis
argumenta que la obra pertenecía a Bartolomé Romero, quien formó su propia
compañía ese año14.
Desde el inicio de este entremés la acción se instala en un día de mayo con
su apacible ambiente primaveral. Ante las pocas posibilidades de conseguir me-
rienda a cambio de favores, doña Testera anuncia la burla que llevarán a cabo en
virtud de su propósito. Ella misma declara que hará de maya con una graciosa
descripción del empleo que acaso se estaba dando en aquellos tiempos, en pri-
mero de mayo, a la práctica de esta popular costumbre:
Una vez que está todo dispuesto, doña Testera confirma que también está
preparada en su disfraz con un neologismo por composición, uno de los que
tanto creó el dramaturgo toledano: «¡Hola!; mirad si estoy carimayada»16. Des-
de entonces el sustantivo maya irá experimentando cambios morfológicos con
efectos cómicos admirables.
Sale don Pasquín e intenta huir del engaño de estas damas, pues conoce per-
fectamente la estrategia. Parece que estas mayas abundan por las calles de Madrid:
Tras ver que don Pasquín no es fácil de convencer, pues hasta es capaz de
robar los cuartos que habían colocado ellas en el plato para disimular, doña
Testera prueba con el canto. Y así volvemos a escuchar el estribillo popular: «Dé
para la maya, que es linda y galana». Don Pasquín hace que se ablanda y les hace
creer que les dará dineros; pero en su lugar golpea a la dama con una piedra. En
este enfrentamiento entre burladores, don Pasquín le hace meter la mano en la
faldriquera para coger el dinero y ella se encuentra con un lagarto. Después doña
Mauricia con un «¡Agua va!» lo moja.
La pieza se cierra con un canto que resume los giros de esta burla (de doble
dirección) y la petición de las mayas:
17
Ibíd., pág. 370.
18
Ibíd., págs. 371-372.
Con este entremés Quiñones acierta a elaborar una sátira sobre la tradi-
ción popular de la maya, que sería reconocida por los espectadores madrileños
y sus reacciones de complicidad con don Pasquín, habiendo tenido que estar
soportando este modo de mendigar durante esos días de mayo, como una «tra-
paza» más (como dice el pobre Pasquín), de las numerosas que circularían por
Madrid en aquella época. Sátira que construye el autor, por un lado, mediante
la acción del engaño; y, por otro, a través de las piruetas verbales a partir de la
palabra maya, sus semas y su relación con jocosas dilogías (carimayada, mayan,
mayo). Asistimos, por tanto, a la parodia entremesil de una práctica folclórica
de orígenes remotos que, habiéndose popularizado como una tradición con su
ritual particular por la península ibérica, parecía estarse convirtiendo (al menos
en Madrid) en una burla, en un fraude más.
19
Ibíd., págs. 376-377.
Soldado […]
En la torre de Babel,
junto a Medina del Campo,
a una dama hermosa y rica
en el pozo Airón la echaron.
Nunca más salió a ver luz,
y lastimados del caso,
Explica que los autores que han investigado esta inscripción sostienen que el
teónimo Aironi de Uclés y los múltiples lugares modernos que llevan el nombre
20
Ibíd., pág. 516.
21
L. Quiñones de Benavente, Entremeses, H. E. Bergman (ed.), Anaya, Salamanca, 1968,
pág. 123.
22
M. Salas Parrilla, «Nuevos datos y documentos acerca de Airón, dios prerromano de los
pozos», Culturas Populares (en línea), mayo — agosto, 2006, 2.
23
J. L. García Alonso, «De etimología y onomástica. Deo Aironi y Pozo Airón», Serta Pa-
laeohispanica J. de Hoz Palaeohispanica, núm. 10, 2010, págs. 551-566.
24
Ibíd., págs. 554-555.
25
Ibíd., pág. 555.
26
Ibíd.
27
Ibíd.
28
Ibíd.
29
Ob. cit., pág. 2.
30
M. Salas Parrilla, Airón. Dios prerromano de Hispania. Madrid, El autor, 2005.
Bibliografía
31
Ob. cit., pág. 8.
32
Ibíd., pág. 11.
33
J. de Arce de Otárola, Coloquios de Palatino y Pinciano, J. L. Ocasar Ariza (ed.), Madrid,
Turner, 1995.
Palencia, Á. G. y Mele, E., La maya. Notas para su estudio en España, Consejo Superior
de Investigaciones Científicas. Instituto Antonio de Nebrija, Madrid, 1944.
Quiñones de Benavente, L., Entremeses, H. E. Bergman (ed.), Biblioteca Anaya, Sa-
lamanca, 1968.
—— Entremeses completos I, I. Arellano, J. M. Escudero y A. Madroñal (eds.), Madrid,
Iberoamericana, Vervuert, 2001.
Salas Parrilla, M., Airón. Dios prerromano de Hispania, Madrid, El autor, 2005.
—— «Nuevos datos y documentos acerca de Airón, dios prerromano de los pozos», Cul-
turas Populares (en línea), mayo-agosto 2006.
Vega, L. de, El peregrino en su patria, libro III, «Auto de la Maya», J. Bautista Avalle-
Arce (ed.), Madrid, Castalia, 1973.
italiano. El prólogo del que nos ocuparemos es desde esta perspectiva muy útil
para comprender la relación intelectual que unió a Henríquez Ureña y a Dante
y para entender en qué modo la Commedia le sirvió de modelo para sus traba-
jos: un Dante revisitado e reinterpretado desde el punto de vista particular de
la erudita antillana2.
Prólogo
2
Véase C. Henríquez Ureña, «Viaje a Italia», Diarios y temas diversos, Camila Henríquez
Ureña Obras y apuntes, Santo Domingo, República Dominicana, Ban Reservas, 2004, tomo IV,
págs. 3-35.
3
Camila Henríquez Ureña después de su doctorado en Pedagogía se fue a los EE.UU., donde
tomaría cursos de literatura comparada de lenguas romances en la Universidad de Minnesota y
estudiaría durante tres años (1918-1921) la Divina Comedia.
4
Véase el trabajo póstumo: C. Henríquez Ureña, C., Dante Alighieri, La Habana, Univer-
sidad de La Habana, 1974.
rencias5, así como para el resto de las actividades ordinarias de enseñanza. Este
prólogo6 permite por tanto entrar en el laboratorio de la estudiosa y entender
de manera cercana su pasión por Dante.
Contexto histórico7
Para hablar de la gran obra clásica italiana Camila Henríquez Ureña nos
las sitúa donde se produjo: la Edad Media. Rebate al político y escritor italiano
Francesco de Sanctis8 que, a finales del siglo xix, alegaba que la Edad Media era
una época poco dada a la creación artística. Que el pensamiento de De Sanctis
ha sido superado es un dato ya sabido y conocido, pero en la segunda mitad del
siglo xx, cuando Henríquez Ureña escribe, el prólogo este aspecto no era tan evi-
dente y la instruida dominicana insiste en que la Edad Media no era un período
de decadencia, ya que tenemos dignos ejemplos en el arte como las catedrales
góticas de Colonia o Chartres. Y en literatura tenemos el monumento literario
por excelencia: La Divina Comedia.
Se trata de documentos culturales muy complejos; como dice Henríquez
Ureña: «Ante una catedral gótica nos hallamos como ante un gran libro que
descifrar. Muchas horas, días, años será necesario agotar para completar su
lectura»9; para estudiar, tratar y comprender la obra de Dante ella misma
dedicó tres años de su vida y, para testimoniarlo, recuerda en los primeros
párrafos de este prólogo en clave autobiográfica los versos de Dante en los
cuales indica el esfuerzo y la fatiga por él usados para la lectura y estudio de
5
Tenemos constancia de que Camila Henríquez Ureña ofreció una conferencia sobre la
Divina Comedia en 1928 en el Centro de Altos Estudios de la Asociación de Maestros italianos
de Oriente en Santiago de Cuba.
6
Hay carta fechada el 21 de agosto de 1968 escrita por Camila Henríquez Ureña y dirigida
a Ambrosio Porner del Instituto del Libro donde explica: «Estimado amigo: Le envío el prólogo
que usted ha tenido a bien pedirme para la proyectada edición bilingüe de la Divina Comedia. He
puesto las notas (referencias bibliográficas) al final, en página aparte, para que usted las coloque
donde crea conveniente. He leído los trabajos de Genaro Godoy y de Luigi Florentino que irán
en el ápendice. En el segundo he encontrado algunos errores que creo se deben a mala interpre-
tación […]». En C. Henríquez Ureña, «De Camila a instituciones» en Epistolario y documentos
personales, Camila Henríquez Ureña Obras y apuntes, Santo Domingo, República Dominicana,
Ban Reservas, 2006, tomo x, pág. 207.
7
G. Godoy, «Dante en la época de Dante», Dante Alighieri, La Divina Comedia, Infierno,
B. Mitre (trad.), La Habana, Cuba, Instituto del Libro, 1968, págs. 448-493.
8
Francesco De Sanctis (Morra Irpina, 1817-Nápoles, 1883) político, crítico e historiador de
la literatura italiana. Escribió su Historia de la literatura italiana (Storia della letteratura italiana),
obra fundamental de la historiografía del siglo xix, ya que es la primera obra compacta y coherente
que sintetiza toda la literatura italiana hasta aquella fecha. En F. de Sanctis Storia della letteratura
italiana, Milano, BUR Biblioteca Univ. Rizzoli, 2006; véase más en http://www.liberliber.it/
online/autori/autori-d/francesco-de-sanctis/ (consultado el 21-02-2016).
9
C. Henríquez Ureña, «Prólogo» a Dante Alighieri, ob. cit., pág. 8.
la Eneida de su guía Virgilio: «il lungo studio e il grande amore» («el largo
estudio y el grande afecto»)10.
Título
Contenido
10
Dante Alighieri, «Prólogo», ob. cit., I 83.
11
Véase más en Epístola XVII, en Tutte le Opere di Dante, Florencia, G. Barbera, 1919,
págs. 436-442; también en Dante Alighieri, Obras completas, Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1965.
12
Dante, con nueve años en 1274, conoció a Beatriz, la bellísima joven que inspirará to-
das las reflexiones de amor de su obra poética, aunque al parecer solo la vio en tres ocasiones y
nunca llegó a dirigirle la palabra. Beatriz, la dama noble Bice hija de Folco Portinari, se casó con
Simone dei Bardi y murió a temprana edad, hacia 1290, cuando contaba unos 20 años; http://
www.treccani.it/enciclopedia/dante-alighieri/ (consultado el 12-2-2016).
13
Ibíd.
Estructura
Personajes
Camila Henríquez Ureña comparte la opinión del estudio del filósofo e his-
toriador francés Étienne Gilson que nos indica que el más real de todos los
personajes es Beatriz que, además de ser la inspiradora de los mejores poemas de
Dante, es figura llena de complejidad en el nivel alegórico en la Comedia, porque
«la alegoría era para Dante, la forma de expresión que mejor se correspondía a
su pensamiento»14. Además Camila, apoyándose en las reflexiones del crítico
Auerbach15, señala que la manifestación de la vida eterna de los personajes más
importantes de la obra: Beatriz, Virgilio y Catón de Utica son el completamiento
de su manifestación en la vida terrestre. Así, si Beatríz significó para Dante el amor
que lo llevó a hacerse poeta, también se completa en el mundo eterno al aparecer
14
E. Gilson, Dante et la philosophie. París, Vrin, 1939, pág. 15; véase también http://www.
treccani.it/enciclopedia/etienne-gilson/ (consultado el 14-02-16).
15
Erich Auerbach, (Berlín-1892, Conneticut-1957) filólogo, romanista y crítico literario.
Conocido dantista. Su obra maestra es Mímesis. El realismo en la literatura occidental (1946).
Véase más en http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/auerbach_erich.htm (consultado el
06-03-2016).
para guiarlo hacia el amor y la perfección absoluta. Lo mismo que Virgilio ocupa
un lugar de guía en el viaje del alma de Dante por motivos de predilección per-
sonal, ya que en el terreno terrestre Virgilio fue un maestro y la razón humana
para Dante, y se completa en el terreno eterno al ser el guía en la parte del viaje
más penosa, donde el protagonista Dante está aún lejos de la luz divina. Catón
de Utica es en la historia un defensor de la libertad política, y se completa en el
Purgatorio donde aparece como guardián de la libertad espiritual de los elegidos.
Finalidad
Contenido histórico-político
16
Monarchia: un tratado en el que Dante expone sus teorías políticas sobre la organización
política del mundo. Algunos estudios fechan la obra hacia 1300, mientras que otros la creen escrita
alrededor del viaje del emperador Enrique VII de Luxemburgo a Italia, el año 1310 ya en la época
del destierro del poeta.Se tratan tres asuntos políticos principales: la monarquía (gobierno de uno
solo) es necesario para que el mundo y el hombre consignan el objetivo de ser mejores; el pueblo
romano es el elegido por Dios para fundar y desarrollar la idea de monarquía universal; el imperio
y la autoridad del emperador emanan directamente de Dios, y no son sistemas y dignidades que
los cuales el hombre debe dirigir sus acciones: uno se cumple en la vida eterna y
es la salvación del alma y para ello es guiado por la fe. El otro fin se debe cumplir
en la tierra: el hombre guiado por el buen uso de su libre albedrío y ajustando sus
acciones a una línea moral trazada por la razón. Por estos pensamientos Dante
será acusado de hereje. En efecto Monarchia fue un tratado polémico. El papa
Juan XXII lo mandó quemar y, después de ser impreso por primera vez en 1559,
fue incluido en el Índice de libros prohibidos de 1564 por orden de Pío IV17.
En relación con estas dualidades, Dante deduce que la humanidad necesita
dos guías: Dios confió en dos autoridades que deben ser autónomas, el Papa, que
conducirá a los hombres hacia la vida eterna, y el Emperador, que guiará a los
hombres en la vida terrestre para la felicidad temporal. Henríquez Ureña insiste
que la doctrina de Dante otorgando a la vida terrestre un grado de autonomía
era muy sorprendente para el pensamiento de la época. Y el pensamiento de
exaltar los valores de la vida temporal puede considerarse no ya medieval, sino
prerrenacentista.
Pensamiento político-religioso
deriven del papa. D. Alighieri, Monarchia, Madrid, Tecnos, 1992; más en http://www.treccani.
it/enciclopedia/monarchia_%28Enciclopedia-Dantesca%29/ (consultado el 06-03-2016).
17
Hay un pequeño error de imprenta o un lapsus por parte de la educadora en el prólogo
escrito por Camila Henríquez Ureña, porque ella escribe que «En 1554 el tratado De Monarchia
fue puesto en el Índice»; C. Henríquez Ureña, «Prólogo», ob. cit., pág. 21.
El Infierno
Henríquez Ureña señala correctamente que Dante agrupa a los pecadores del
Infierno18 según criterios heterogéneos: el grado de voluntad de mal y la gravedad
del pecado cometido, juzgado sobre categorías morales, cívicas y religiosas. No
completa del todo el análisis de los penitentes en el Purgatorio y de las ánimas
beatas en el Paraíso: Henríquez Ureña recuerda, de hecho, como estos son agru-
pados y ordenados según los impulsos hacia el mal de los que deben purificarse,
mientras que no recoge que la estructura del Purgatorio tiene como criterio de
orden los grados de debilidad con los que en la vida las ánimas purgatoriales
practicaron el amor hacia Dios19. Por cuanto respecta a los bienaventurados en
el Paraíso, Henríquez Ureña reconoce una característica importante: la beatitud
de las ánimas beatas no es diferente por cantidad sino por cualidad; pero no
subraya los motivos de esta diferente cualidad, debida a un comportamiento en
18
El Infierno, está dividido en nueve grandes círculos que forman un embudo que se adentran
en la Tierra. A cada círculo corresponde una categoría de castigo infernal. En el primero está
colocado el limbo, zona reservada a los inocentes que no han recibido el bautismo cristiano. En
el segundo círculo se examinan las penas de los condenados. Y siguen, por este orden, los círculos
destinados a los golosos, los avaros, los coléricos y llenos de odio, los herejes, los violentos, los
defraudadores y los traidores. En C. Clavería Laguarda, «Dante Alighieri» en Enciclopedia Gran
Referencia Anaya, Barcelona, 2000, tomo 6, pág. 2218-2221.
19
Léase Purgatorio, xvii; D. Alighieri, ob. cit., 1968.
vida que siendo virtuoso y devoto a Dios ha sido de todas formas influenciado
por una excesiva aunque no pecaminosa pasión terrenal.
En el Infierno, las almas están más interesadas por el presente del mundo
terrenal, sin embargo, en el Purgatorio y Paraíso el interés va decreciendo, porque
el camino a la salvación implica no mirar atrás.
Estos muertos del ultramundo intemporal se van presentando a Dante vivo,
explicando sus dramas individuales que revelan su personalidad, ya sean pasiones,
goces o sufrimientos, eternamente revividos. Henríquez Ureña expresa también
correctamente como el mayor dramatismo del Infierno lo haya convertido en el
cántico más popular y el mejor conseguido desde el punto de vista poético. El
dramatismo y la pasión son aspectos que Dante utiliza para reflejar su debilidad
hacia muchos de los personajes que aparecen en el Infierno, así aparecen grandes
personalidades, unas que él admiraba otras que no soportaba. Pero Henríquez
Ureña nos dice que con un atento análisis, el dramatismo en realidad crece en
los otros dos cánticos, obtenido con modalidades poéticas diversas respecto al
Infierno: es un dramatismo menos evidente, explícito o patético, y más exquisito
cuyas características son ahora un creciente deseo de purificación o un mayor
deseo de gozar de la visión de Dios.
Henríquez Ureña tiene razón al decir que la buena realización de las almas
no depende de su fuerza o debilidad, de su prestigio o anonimato, sino de la
eficacia con la cual Dante consigue modelarlas sobre la base de sus características
terrenales.
Es verdad y también Henríquez Ureña lo reconoce, que hacia algunos de
los personajes del Infierno Dante demuestra una particular comprensión hu-
mana: se trata, no de una compasión cristiana, o una piedad que justifique sus
acciones en vida, sino una empatía terrenal porque Dante reconoce sus propias
convicciones en las ideas y en las conductas tenidas en vida por los pecadores;
permanece, sin embargo, la condena cristiana, que es más importante: prueba de
ello es que estas ánimas se encuentran en el Infierno condenadas para siempre,
sin posibilidad de redención, ya que cometieron pecados que en el mundo del
más allá se condenan para siempre.
Poesía y lengua
20
C. Henríquez Ureña, «Prólogo», ob. cit., pág. 31.
«El poeta»
La traducción
Traducir la obra del gran poeta es tarea casi insuperable según Henríquez
Ureña, solo puede realizarse por aproximación. Pero es necesaria una traducción
porque no todos pueden dominar todas las lenguas de cultura. Así los lectores
no italianos tienen que conformarse con leer las traducciones porque su cono-
cimiento es deseable y necesario.
Henríquez Ureña diferencia las traducciones en prosa, que no exigen ca-
pacidad poética, de las traducciones en verso que requieren capacidad poética
porque si no la traducción sería lamentable. Pero no es el caso de la traducción
21
G. Contini, Un’idea di Dante. Saggi danteschi, Torino, Piccola Biblioteca Einaudi, núm. 92,
2001. Complétese con http://www.treccani.it/enciclopedia/gianfranco-contini_(Dizionario-Bio-
grafico)/ (consultado el 04-04-2016).
Conclusiones
El inmenso amor que sentía Camila Henríquez Ureña hacia las grandes lite-
raturas de todos los tiempos, resulta evidente en este ensayo-prólogo, donde su
erudición se hace evidente, aunque con algunas limitaciones ahora ya superadas
por otros estudiosos del siglo xxi. El estudio riguroso de la obra maestra italiana
por excelencia que es la Divina Comedia tuvo como objetivo por parte de Camila
Henríquez Ureña no solo el enriquecimiento cultural y el disfrute, sino que su
meta final sería compartir e integrar sus hallazgos: hemos advertido que lo que
más destaca en Dante y con lo que se siente más identificada es su humanismo
en el sentido de la valentía que demostró Dante en sus elecciones y que iban a
contracorriente para su época. Elecciones basadas en criterios y valores humanís-
ticos, como la estima de Dante, pero también de Camila Henríquez Ureña, hacia
los grandes personajes de la historia y la literatura con sus virtudes y sus defectos,
pero sobre todo estima por los hombres extraordinarios que fueron inteligentes
y grandes pensadores. Analizando este prólogo hemos observado que ha sido de
esta forma que Camila Henríquez Ureña ha visto a Dante. Ambos comparten
la misma visión: el objetivo es difundir a la humanidad lo que han aprendido y
experimentado en sus respectivas vidas22.
22
En la órbita de este estudio, menciono también: D. Alighieri, La Vida Nueva, Madrid,
Siruela, 1985; D. Alighieri, Teoría del traductor. Introducción a la Divina Comedia, Alicante,
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2012; J. L. Borges, Nueve ensayos dantescos, Madrid,
Espasa Calpe, 1982; L Fiorentino, «Radiografía de la Comedia», Dante Alighieri, La Divina
Comedia, Infierno, B. Mitre (trad.), La Habana, Cuba, Instituto del Libro, 1968, págs. 437-447;
G. Petrocchi, Dante. Vida y obra, Barcelona, Crítica, 1990; P. V. Mengaldo, P. V., Dante Alighieri,
Opere minori: De vulgari eloquentia. Introduzione, 1996.
Bibliografía
1
W. Siemens, «Celestina as Terra Nostra», Mester, núm.11 (1), 1982, pág. 57.
2
C. Fuentes, Terra Nostra, México, Alfaguara, 2012, pág. 13.
3
Ibíd., pág. 12.
4
Ibíd., pág. 37.
5
Ibíd., págs. 39-40.
6
Ibíd., pág. 40.
7
Ibíd., pág. 41.
8
Ibíd., pág. 43.
9
Ibíd., págs. 641-642.
10
Ibíd., pág. 628.
gún ella «el mundo será libre cuando los cuerpos sean libres»11. Celestina encarna
así un erotismo natural y vital, opuesto a las prácticas de abstinencia, violación y
necrofilia de la familia real española, prácticas que se describen repetidas veces y
de forma pormenorizada en Terra Nostra. Este vínculo con el Diablo y este ero-
tismo representan dos características del personaje de Celestina ya presentes en
el texto medieval pero que la crítica y los escritores del siglo xx van a interpretar
como las dos únicas fuentes posibles de emancipación y autonomía del personaje
marginal, porque asociado al hampa prostibularia, que representa Celestina.
Carlos Fuentes parece recuperar esta interpretación al asociar los diferentes ava-
tares de Celestina con el movimiento milenarista, que considera, según Norman
Cohn —fuente documentada de Terra Nostra— la relación carnal como vector
de emancipación del ser humano y de su comunicación con lo divino.
Para responder a la orden del diablo, esta segunda Celestina del relato pasa el
testigo de su misión subversiva a una tercera Celestina cuyos labios tatúa gracias a
un beso que le transmite al mismo tiempo su memoria, su identidad y su marca
demoníaca: «Crece, haz por parecerte a mí, te dejo los labios heridos, en ellos
mi memoria, en ellos mis palabras, sabrás y dirás cuanto yo supe y dije, sabré y
diré, […] tú te llamas Celestina, tú recuerdas toda mi vida, tú vives ahora por
mí, tú estarás dentro de veinte años, la tarde de un catorce de julio, en la playa
del Cabo de los Desastres»12.
La meta de esta cita consiste en recoger a Pelegrino, náufrago procedente
del Nuevo Mundo, para que cuente sus aventuras en la corte de España y así
trastorne las concepciones del Viejo Mundo. Veinte años más tarde, la Celestina
de los labios tatuados despierta efectivamente, gracias a un beso, a Pelegrino.
Amnésico, el joven se interroga sobre la identidad de la chica, quien le dice: «Yo
me llamo Celestina. Deseo que oigas un cuento»13, haciendo así eco a la función
narrativa asumida por la Celestina parisina de principios de Terra Nostra. Las
cosas se complican: Celestina está narrando en el seno de otra historia narrada
por otra Celestina. Las Celestinas y las narraciones se ponen en abismo de forma
mutua. Además, esta Celestina de los labios tatuados se vuelve también, como la
Celestina precedente, portadora de un mensaje disidente que revela a Pelegrino
durante su narración:
Quiero que rompas el orden de este lugar como se rompe una perfecta copa
de delgadísimo cristal: tus ojos y tu voz serán dos poderosas manos llegadas de
un mar inconquistable; todo lo pueden repetir mis labios tatuados; me llamo
Celestina; […] mis labios están marcados con las palabras de la secreta sabi-
duría, el conocimiento que nos aparta por igual de príncipes, de filósofos y de
peones, pues ni el poder ni los libros ni el trabajo revelan, sino el amor; pero
no un amor cualquiera, compañero mío, sino un amor por lo cual se pierde
11
Ibíd., pág. 627.
12
Ibíd., pág. 664.
13
Ibíd., pág. 128
cadena de memorias que se construye hasta la parisina del siglo xx, cambia radi-
calmente de caracterización después de transmitir su memoria a la Celestina de
los labios tatuados. Esta Celestina, envejecida, se ha transformado, en efecto, en
la Celestina de Fernando de Rojas, es decir en una vieja alcahueta que remedia
los virgos y extorsiona dinero a sus clientes. Dicha Celestina ayudará luego a
que Felipe II gane los favores sexuales de una novicia. Además de estos rasgos
comunes con la protagonista de Rojas, esta madre Celestina solo se expresa, en
Terra Nostra, a través de un patchwork de réplicas sacadas de La Celestina original.
Así se dirige, por ejemplo, a su joven homónima: «Alalé, moza, ¿a quién engañas?
Virgo de hembra sé oler a la legua, pues pocas vírgenes, a Dios gracias, has tú
visto en esta villa, de quien yo no haya sido corredora de su primer hilado. En
naciendo la muchacha, la hago escribir en mi registro, y esto para que yo sepa
cuántas se me salen de la red. Engañarás al mundo entero, mas no a la madre
Celestina, que si no he renovado mil virgos, no he renovado ninguno»18. Esta
réplica representa aquí una combinación de varios parlamentos del acto III de
la Tragicomedia de Rojas, en el que Celestina hace muestra de su orgullo profe-
sional ante Sempronio.
Además de multiplicarla en distintos personajes, Carlos Fuentes también
fusiona la figura de Celestina con mitos provenientes de otras culturas. Celestina
se ve así integrada en una peculiar combinación con mitos pre-hispánicos. En
efecto, durante sus aventuras en tierras mexicanas, Pelegrino es guiado y formado
en los misterios del Nuevo Mundo por una mujer, a veces joven, a veces mayor,
que llama la Señora de las mariposas. Esta denominación, así como los aderezos
que atavían a este personaje, identifican a esta Señora con la divinidad azteca
Tlazolteotl, diosa de las relaciones carnales, de los partos y de la purificación.
Como demostró Folke Gernert19, este personaje se vincula directamente, en Terra
Nostra con las Celestinas del Viejo Mundo por sus mismos labios tatuados pero
también por su función común demediadora y de guía iniciática cuya sensua-
lidad fascina al novicio. El mismo Pelegrino asocia la Señora de las mariposas
y la Celestina de los labios tatuados de la que dice «ella es mi guía, en ambos
mundos, sin ella lo olvido todo»20. Según Gernert, este comentario subraya: «el
carácter pscicopompo de la mujer tatuada que —como las mariposas en el ima-
ginario indígena—conduce las almas de un mundo a otro poniendo en contacto
entidades diferentes. En este sentido se explica la etiqueta onomástica Celestina
que desde el principio de la novela funciona como medianera entre diferentes
planos narrativos e ideológicos gracias a la sabiduría y al don de la palabra, es
decir a las artes retóricas que la alcahueta de Rojas dominaba magníficamente»21.
18
Ibíd., pág. 729.
19
F. Gernert, «Mestizaje pitopoético en Terra Nostra: Carlos Fuentes entre el panteón preco-
lombino y los mitos hispánicos», Actas del Congreso Internacional «Mito y subversión en la novela
contemporánea», J. M. Losada Goya y M. Guirao Ochoa (eds.), Newcastle, Cambridge Scholars,
2012, págs. 475-488.
20
C. Fuentes, ob. cit., pág. 575.
21
F. Gernert, ob. cit., pág. 482.
22
A. Caso, El pueblo del sol, México, Fondo de Cultura Económica, 1953; J. Ordiz, El mito
en la obra narrativa de Carlos Fuentes, León, Universidad de León, 2005.
23
Véanse a este respecto C. Fell, «Mito y realidad en Carlos Fuentes», Carlos Fuentes desde
la crítica, G. García Gutiérrez (dir.), México, Taurus Aguilar, 2001, págs. 145-153; o el mismo
C. Fuentes, La nueva novela hispanoamericana, México, Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1969.
24
S. Juan-Navarro, «Sobre dioses, héroes y novelistas: la reinvención de Quetzalcóalt y la
escritura de la conquista en “El Nuevo Mundo” de Carlos Fuentes», Revista Iberoamericana, núm.
174, 1996, págs. 103-128.
25
García Nuñez interpreta precisamente Terra Nostra como la alegoría de la lucha perma-
nente del mundo hispánico por su libertad. Véase F. García Núñez, Fabulación de la fe: Carlos
Fuentes, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1989.
26
Bataillon, M., La Célestine selon Fernando de Rojas, París, Didier, 1961.
27
Al respecto, véanse: Costa Fontes, M., The Art of Subversion in Inquisitorial Spain. Rojas
and Delicado, West Lafayette, Purdue University Press, 2005; Heusch, C., L’invention de Rojas: la
Célestine, París, PUF, 2008; Maestro, J. G., El personaje nihilista. La Celestina y el teatro europeo,
Madrid-Fráncfort, Iberoamericana-Vervuert, 2001.
28
«Este es mi cuento. Deseo que oigas mi cuento. Oigas. Oigas. Sagio. Sagio. Otneuc im
sagio euq oesed. Otneuc im se etse», C. Fuentes, ob. cit., pág. 41.
Bibliografía
Introducción
Este trabajo tiene como objetivo realizar una introducción al diálogo que
Cipango de Tomás Harris lleva a cabo con los Diarios de Cristóbal Colón2.
Dicho autor ocupa, actualmente, un lugar consagrado en el campo cultural
chileno gracias a obras como esta, de la que el crítico Grínor Rojo3 afirmó que
era el poemario nacional más relevante desde Canto General. El poeta tuvo un
papel decisivo en el renacimiento artístico de Concepción, ciudad del sur de
Chile, durante la dictadura de Pinochet y supone una de las voces destacadas
de la llamada Generación del 80 o del 87. La primera edición de Cipango salió
1
CONICYT-PCHA/ Doctorado Nacional/2016-folio 21161193.
2
En el marco de este trabajo han de considerarse los trabajos de S. Bianchi, «Reiterar la
forma de lo inasible: una mirada a la poesía de Tomás Harris», Mapocho. Revista de Humanidades y
Ciencias Sociales, núm.41 I sem., 1997, págs. 225-228; de A. Castillo-Berchenko, «La métaphore
du naufrage dans la poésie chilienne d’aujourd’hui», Cahiers d’études romanes, núm. 1, 1998,
págs. 123-138; de A. Figueroa, El imaginario postapocalíptico en el arte penquista actual, Concep-
ción (Chile), Libros de Nébula, 2013; G. Triviños, Las plumas del colibrí: quince años de poesía
en Concepción, 1973-1988, M. N. Alonso (et al.), Santiago de Chile, Instituto de Promoción y
Desarrollo, Centro de Estudios Sociales, 1989.
3
Interesan aquí dos trabajos de G. Rojo: «Tomás Harris o de la fiebre del oro en Orompello»,
Cipango, Tomás Harris, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1996, págs. 12-21; y
«Sobrecogedor desquiciamiento», El Mercurio, 9 de octubre de 2005, pág. 18.
a la luz en 1992, con un claro afán aglutinador, pues cuatro de sus cinco partes
habían sido publicadas con anterioridad como obras autónomas en los años 80.
El diálogo que Tomás Harris entabla con la Crónica de Indias tiene im-
portantes antecedentes en la literatura hispanoamericana, entre los que se
encuentra Ernesto Cardenal. Carlos Trujillo4 ha reconstruido su influencia en
la poesía chilena de los años 70 y 80 y ha apuntado las evidentes conexiones
existentes entre Cipango y libros como El estrecho dudoso. Araceli Tinajero
también ha señalado esta influencia en base a la reconstrucción histórica que,
desde la literatura, lleva a cabo el sacerdote nicaragüense: «Cardenal recons-
truye la historia de la conquista y sobre todo hace hincapié en los problemas a
los que se enfrentaron los conquistadores para saciar su sed de conocimiento
y riqueza. Ese énfasis marca la visión apocalíptica de la conquista porque se
enfoca en las frustraciones y la muerte»5. Ernesto Cardenal, según Carlos Tru-
jillo, tuvo una escasa difusión antes del golpe de Estado de 1973, cuya causa
achaca a la existencia de un escenario dominado por la figura central de Pablo
Neruda6. Sin embargo, esta situación se revertió tras la llegada del régimen
militar, de manera que dos fueron las figuras tutelares para los nuevos poetas:
Nicanor Parra y Ernesto Cardenal, seguidos muy de cerca por Enrique Lihn
y Jorge Teillier7.
4
C. Trujillo, «Ernesto Cardenal y la poesía chilena de los años setenta y ochenta: visión
personal de un poeta del sur», Alpha, núm. 26, 2008, págs. 281-291.
5
A. Tinajero, «Cipango, la Generación nn y la poesía de la violencia en Chile», A Contra-
corriente, núm. 8, 2010, pág. 449.
6
C. Trujillo, ob. cit., pág. 282.
7
Ibíd., pág. 284.
8
«Entrevista a Tomás Harris», Revista Lecturas, 4 de julio de 2013, http://www.revistalec-
turas.cl/video-harris, min. 0:17-0:23.
9
M. Sepúlveda Eriz, Ciudad quiltra. Poesía chilena (1973-2013), Santiago de Chile, Cuarto
propio, 2013, pág. 79.
10
T. Todorov, La conquista de América. El problema del otro, México, Siglo xxi, 2010, pág. 14.
11
S. Mansilla Torres, El paraíso vedado. Ensayos sobre poesía chilena del contragolpe, Valdivia:
Paginadura, 1999, pág. 91.
12
L. Calderón, «Iconografía e iconología en el imaginario de Cipango de Thomas Harris»,
2014, http://letras.s5.com/thar091114.html.
13
En este sentido, dejamos conscientemente de lado, por ejemplo, la relación que existe
entre el Colón que retrata en algunos pasajes Tomás Harris y el Colón tramposo del Retablo de las
Maravillas que dibuja Alejo Carpentier en El arpa y la sombra. Esta conexión ya ha sido apuntada,
brevemente, por Óscar Galindo en su artículo «Las poéticas (neo) barrocas de Diego Maquieira
La cuarta parte del libro, titulada «El último viaje», se inicia con un poema
llamado «Océano de las tempestades»14. Este poema inserta, versificándolo, un
fragmento de la relación colombina del cuarto viaje que se corresponde con la
carta que Colón escribió a los Reyes Católicos el siete de julio de 1503. La parte
seleccionada15 se centra en la descripción de un océano embravecido, según
apunta el título. Sin embargo, el texto nos obliga a acudir a la fuente original
para ampliar y contextualizar esta situación. Lo interesante del hipotexto16 es que
adelanta dos líneas fundamentales de «El último viaje», por lo que este poema
funciona como marco introductorio a esta sección.
En primer lugar, el tema del naufragio se relaciona con una metáfora muy
fecunda para hablar de los proyectos políticos no fraguados17. Todo ello se en-
marca dentro de un contexto literario de época donde la concepción de progreso
y de racionalismo positivista saltó por los aires. Esto tiene mucho que ver con la
irrupción del golpe de estado de 1973 en el panorama político chileno. Tomás
Harris, en una entrevista realizada por Pedro Pablo Guerrero, explica su trabajo
en términos de una escritura poética que se piensa a sí misma como catástrofe,
como testimonio del naufragio de las grandes utopías políticas del siglo xx18. En
consecuencia, es obvio que esta escritura tiene muy presente, por la nacionalidad
del autor, no solo el fracaso de la vía democrática al socialismo liderada por Sal-
vador Allende, sino el modo en que ese fracaso se materializó. La segunda línea
que adelanta el poema «Océano de las tempestades» entronca con la idea de la
pérdida de referencias espaciales, la pérdida de la rosa de los vientos que se leerá,
más adelante, desde un punto de vista metafórico. Este punto de vista conecta
con un asunto del que ya hemos hablado: la dificultad, dentro de un contexto
dictatorial donde la información era parcial y enmascaradora, para aprehender
lo que verdaderamente estaba sucediendo y, en correspondencia, la constante
sensación de desorientación del sujeto.
Podemos hacer un paralelismo entre la labor de montador que aquí posee
Tomás Harris —el texto se inserta literalmente, pero segmentado en versos,
y Tomás Harris», Alpha, núm. 31, 2010. Sin embargo, se necesita un análisis más profundo que
requeriría más espacio del que aquí poseemos.
14
T. Harris, Cipango, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1996, pág. 123.
15
C. Colón, Los cuatro viajes. Testamento, C. Varela, Madrid (ed.), Alianza Editorial, 1986,
pág. 284. «Nueve días anduve perdido sin esperança de vida. Ojos nunca vieron la mar tan alta,
fea y hecha espuma. El viento no era para ir adelante ni dava lugar para correr haçia algún cabo.
Allí me detenía en aquella mar fecha sangre, herviendo como caldera por gran fuego. El cielo
jamás fue visto tan espantoso».
16
Utilizamos aquí la terminología de G. Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado,
Madrid, Taurus, 1989.
17
Es significativo que otro de los libros publicados por Tomás Harris se llame Los 7 náufragos.
Santiago de Chile, Red Internacional del Libro, 1995, el cual retoma posteriormente muchas
imágenes y temas de Cipango.
18
P.P. Guerrero, «Un mundo sin héroes» (Entrevista a Tomás Harris), El Mercurio, 23 de
marzo de 2002, pág. 7. Otra entrevista de interés es: D. Calderón, «Conversación con un hombre
oscuro» (Entrevista a Tomás Harris), Mar desnudo. Revista cubana de arte y literatura, núm. 2,
2007, http://mardesnudo.atenas.cult.cu/?q=hombre_oscuro.
19
C. Almonte; A. Meller, «Neoconceptualismo, literatura y collage», 2010, http://www.
letras.s5.com/ca300710.html
20
T. Harris, Cipango, ob. cit., pág. 172.
21
«Y yo así lo tengo, porque creo que, si es así como por señas que me hizieron todos los
indios d’estas islas y aquellos que llevo yo en los navíos, porque por lengua no los entiendo, es la
isla de Çipango, de que se cuentan cosas maravillosas; y en las esferas que yo vi y en las pinturas
de mapamundos es ella en esta comarca». C. Colón, ob. cit., pág. 80.
22
B. Pastor, Discursos narrativos de la conquista: mitificación y emergencia, La Habana, Edi-
ciones Casa de las Américas, 1983, pág. 8.
23
T. Harris, Cipango, ob. cit., pág. 173.
Bibliografía
24
T. Todorov, ob.cit., pág. 15.
25
Ó. Galindo, «Tomás Harris: las navegaciones y naufragios de la historia», Las metáforas
impuras. Escritura, sujeto y realidad en la poesía chilena actual, tesis de doctorado, Universidad
Complutense de Madrid, 1999, pág. 556. De este mismo autor también conviene mencionar:
«Escritura, historia e identidad: poesía actual del sur de Chile», Poetas actuales del Sur de Chile.
Antología Crítica, Ó. Galindo y D. Miralles (eds.), Valdivia, Paginadura Ediciones, 1993, págs.
163-193; «El imaginario insular antiutópico en la poesía chilena reciente», Revista Austral de
Ciencias Sociales, núm.4, 2000, págs. 175-185.
Colón, C., Los cuatro viajes. Testamento, C. Varela (ed.), Madrid, Alianza Editorial,
1986.
«Entrevista a Tomás Harris», Revista Lecturas, 4 de julio de 2013, http://www.revista-
lecturas.cl/video-harris
Figueroa A., El imaginario postapocalíptico en el arte penquista actual, Concepción
(Chile), Libros de Nébula, 2013.
Galindo, Ó., «Escritura, historia e identidad: poesía actual del sur de Chile», Poetas
actuales del Sur de Chile. Antología Crítica, Ó. Galindo y D. Miralles (eds.), Valdivia,
Paginadura Ediciones, 1993, págs. 163-193.
—— «Tomás Harris: las navegaciones y naufragios de la historia», Las metáforas impuras.
Escritura, sujeto y realidad en la poesía chilena actual, tesis de doctorado, Universidad
Complutense de Madrid, 1999, págs. 548-561.
—— «El imaginario insular antiutópico en la poesía chilena reciente», Revista Austral de
Ciencias Sociales, núm.4, 2000, págs. 175-185.
—— «Las poéticas (neo) barrocas de Diego Maquieira y Tomás Harris», Alpha, núm. 31, 2010,
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22012010000200014&script=sci_arttext
Genette, G., Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Madrid, Taurus, 1989.
Guerrero, P.P.; «Un mundo sin héroes» (Entrevista a Tomás Harris), El Mercurio, 23
de marzo de 2002, págs. 6-7.
Harris, T., Los 7 náufragos, Santiago de Chile, Red Internacional del Libro, 1995.
—— Cipango, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1996.
Mansilla, S., El paraíso vedado. Ensayos sobre poesía chilena del contragolpe, Valdivia,
Paginadura, 1999.
Pastor, B., Discursos narrativos de la conquista: mitificación y emergencia, La Habana,
Ediciones Casa de las Américas, 1983.
Rojo, G., «Tomás Harris o de la fiebre del oro en Orompello». Cipango, Tomás Harris,
Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1996, págs. 12-21.
—— «Sobrecogedor desquiciamiento», El Mercurio, 9 de octubre de 2005, pág. 18.
Sepúlveda Eriz, M., Ciudad quiltra. Poesía chilena (1973-2013), Santiago de Chile,
Cuarto propio, 2013.
Tinajero, A., «Cipango, la Generación NN y la poesía de la violencia en Chile», A
Contracorriente, núm. 8, 2010, págs. 448-452.
Triviños, G., Las plumas del colibrí: quince años de poesía en Concepción, 1973-1988, M.
N. Alonso (et al.), Santiago de Chile, Instituto de Promoción y Desarrollo, Centro
de Estudios Sociales, 1989.
Trujillo, C., «Ernesto Cardenal y la poesía chilena de los años setenta y ochenta: visión
personal de un poeta del sur», Alpha, núm. 26, 2008, págs. 281-291.
Todorov, T., La conquista de América. El problema del otro, México, Siglo xxi, 2010.
momento, empiezo a ver detrás del conjunto, la idea: hay algo que preocupa a
este pensador entre lo geoespacial y lo filosófico más allá de la elección de los
términos. Especialmente, porque una lectura más profunda permite ver cómo
esa necesidad de ubicar, de dar coordenadas, de centrar entre puntos cardinales
realidades y culturas ha sido un empeño constante de Reyes. La «total circunfe-
rencia» de la que nos da cuenta Borges a propósito del mexicano puede ser buena
metáfora de lo que vengo a explicar sobre este recorrido.
Alfonso Reyes traza un círculo de relaciones entre una Grecia fabulosa, un
Descubrimiento mítico, desnaturalizado y un proyecto americano utópico.
Como intentaré exponer brevemente a continuación, nada de lo que escribe es
azaroso, todo está relacionado y focalizado en crear la nueva épica americana
en consonancia y síntesis de su historia embarrada de occidente, una visión
humanística a la altura de su propia biografía, originada en Monterrey, a medio
camino entre Atenas y Anáhuac.
Para ello hay que atender a cómo la Grecia mítica que nos ofrece Reyes coin-
cide con la visión del México humanista que nos propone. Un México que debe
dar un servicio universal a América como para Europa lo ofreció sin saberlo la
república griega. El interés está calculado antes de empezar, por ello se arriesga
a traducir a Homero cuando «ignoraba el dialecto del autor y lo descifraba ape-
nas». Para ilustrar lo que quiero decir, pondré un ejemplo. Quizás muchos de
vosotros, como yo mismo, recibisteis una educación y una idea de Grecia basada
en una imagen marmórea e impoluta, absolutamente blanca y armónica. Y por
eso, al descubrir el Bunte Götter para nosotros supuso justamente un maravi-
lloso aprendizaje a la vez que una decepción estética. Ese aprendizaje es el que
proporciona Alfonso Reyes a México e Hispanoamérica, acerca una lejana Atenas
a orillas de Tenochtitlán. Una didáctica de los textos de Berard, Guthrie, Jaeger,
Egger, Edmonds, etc. como actualizando el laborioso examen que estos helenistas
hicieron del mundo griego con la finalidad de aportar en el mismo castellano
del lado de allá la «visión de los antiguos», pero también «la suma del arte» en
general, haciendo suya la frase de Hölderlin. Como afirma Carlos Montemayor:
1
C. Montemayor, C., «El Helenismo De Alfonso Reyes», Vuelta, núm. 154, Años XII,
México, septiembre de 1989, pág. 4.
que sentía por esa Grecia inexistente más allá de la literatura es la que quiere para
México, pero reconociendo también las idiosincrasias y singularidades propias
y de su país y de América. Digamos que Grecia para Alfonso Reyes es la vieja
koiné de la que extrae símbolos comunes trucándolos en historia de México. Así,
Ifigenia pugna por su libertad, pero no por medio de la sangre y la venganza, sino
justamente por lo contrario. Ifigenia renuncia a la violencia y perpetuar su linaje
a ocupar el lugar que le corresponde, por un bien mayor. El proceso creativo de
Alfonso Reyes es circular respecto del mitológico. Para quien no lo recuerde, en
la saga mítica de los aqueos, Agamenón ordena sacrificar finalmente a Ifigenia,
la que tras múltiples vaivenes acepta su destino por un bien mayor en Áulide,
en el último momento es secuestrada por Artemisa, quien la lleva a Tauride.
Allí, convertida en sacerdotisa, es rescatada por Orestes accidentalmente años
más tarde. Esta es la única tragedia sin muerte al final, resuelve la condena en la
que los Aqueos se habían visto envueltos desde el rapto de Helena. Desde aquí
parte Alfonso Reyes, pero en el suyo «a diferencia de cuantos trataron el tema
desde Grecia hasta nuestros días, ha perdido la memoria de su vida primera e
ignora cómo ha venido a ser, en Táuride, sacerdotisa del culto bárbaro y cruel
de su divinidad protectora, Artemisa»2. Ese olvido convierte la obra en un acto
de anagnórisis total: con el hermano, con su estirpe y consigo misma; el núcleo
dramático consiste en que Orestes le comunica a Ifigenia el mandato de Apolo de
volver a Micenas a generar hijos con el fin de continuar la cadena de venganzas;
ella rehúsa regresar.
En la venganza, desde Nietzsche a Deleuze han visto las trazas de un peca-
do original laico en el que circularmente el hombre deambula. Comentaristas
de Alfonso Reyes han encontrado en Ifigenia Cruel un alegato exculpatorio de
su ausencia de venganza. Su padre muerto por la Revolución y no reclamado
más que una disimulada huida a París con cargo institucional incluido. Yo no
me atrevo a decir más de lo que ya se ha dicho al respecto. En cualquier caso,
Grecia será desde la primera etapa de estudio hasta el poema que menciono el
espacio de lo exacto y calculado, el ideal de perfección moral y donde la lejanía
nos permite redimir pecados y rencores. Ante la grandeza de lo heleno, Alfonso
Reyes limpia todo el pasado: el del México más inmediato y aquel originado en
la violencia y el arrebato. En sus palabras, «es como si hubiéramos creado una
minúscula Grecia para nuestro uso»3. No en vano, su Homero en Cuernavaca es
un poemario autorreferencial en el que se coloca como el autor de la Ilíada (obra
que versionó en castellano sencillo).
A este respecto cabe destacar su idea de América y cómo esta entronca con
la idea del origen de México. Si soñábamos con Venus de Milo sin manos y
Atenas blancas y pulidas, Anáhuac será «la región más transparente del aire».
Pero, ¿qué es Visión de Anáhuac [1519]? A la posteridad pasará como el dador
2
A. Reyes, Obras Completas II, México, FCE-UNAM, 1982, pág. 81, Comentario a Ifigenia
cruel.
3
A. Reyes, Obras Completas X, México, FCE-UNAM, 1996, pág. 352.
de un título, ni más ni menos, de una célebre novela del Boom. Más allá de eso,
se entremezclan un sinfín de opiniones. Lo cierto es que fue considerado ensayo
histórico (e incluso hoy se le agrupa entre sus ensayos). Ruiz Soto en «Re-visión
de Anáhuac» a propósito dice:
Lo cierto es que el propio Reyes admite que es un libro «donde hay de todo y
cabe de todo, propio hijo caprichoso de una cultura que no puede ya responder
al orbe circular y cerrado de los antiguos, sino a la curva abierta, al proceso en
marcha»5.
En Visión de Anáhuac el narrador acude a la historia (las propias crónicas)
y a la tradición literaria para describir el Nuevo Mundo e identificar las pautas
que inauguran la búsqueda del «alma nacional». En sus palabras:
7
A. Reyes, Obras Completas II, México, FCE-UNAM, 1983, pág. 9
8
Ibíd., pág. 6.
9
A. Ruiz Soto, «Re-Visión De Anáhuac», ob. cit., pág. 266.
Bibliografía
Castañón, A., Alfonso Reyes. Caballero De La Voz Errante, Bogotá, Tercer Mundo Edi-
tores, 1991.
Montemayor, C., «El Helenismo De Alfonso Reyes», Vuelta, núm. 154, Años XII,
México, septiembre de 1989.
Paz, O., La Casa De La Presencia. Poesía E Historia, México, FCE, 1995.
Reyes, A., Obras Completas I, México, FCE-UNAM, 1955.
—— Obras Completas II, México, FCE-UNAM, 1983.
—— Obras Completas IX, México, FCE-UNAM, 1955.
—— Obras Completas X, México, FCE-UNAM, 1996.
Ruiz Soto, A., «Re-Visión De Anáhuac», Voces para un retrato. Ensayos sobre Alfonso
Reyes, Víctor Díaz Arciniega (Comp.), México, FCE-UNAM, 1990, págs. 252-268.
10
A. Reyes, ob. cit., pág. 21
11
O. Paz, La Casa De La Presencia. Poesía E Historia, México, FCE, 1995, pág. 286.
Consideraciones previas
Para entender las coordenadas en las que los personajes literarios de los ac-
tores se van a mover en la ficción, en primer lugar hay que definir e identificar
qué se entiende por actor en el ámbito literario, búsqueda que nos va a llevar
a la antigüedad grecolatina. En palabras de Jean Duvignaud: «El actor es el hi-
pócrita, que significa “representar un personaje”. Habitar un ser que no se es y,
sobre todo, por ese medio, obtener la adhesión de los demás hombres.»1, esto
es, conseguir la catarsis, ese concepto aristotélico tan necesario e indisoluble al
teatro. Asimismo, el hipócrita con su máscara tenía al principio la misión de
interpretar en contraposición a la inactividad y mecanicismo del discurso del
coro trágico griego.
Una confusión terminológica entre el hipócrita griego y el histrión romano,
como recuerda Evangelina Rodríguez Cuadros, va a hacer que se continúe hacia
la Edad Media con el desprecio social del actor, ya que el histrión romano, que
no el hipócrita griego, «pasará a ser considerado (por la patrística medieval) un
depósito negativo de la moral, reclutado de entre una hueste marginada del
cuerpo social»2 y es que los primitivos histriones etruscos eran volatineros casi
siempre esclavos o extranjeros. Hechas estas aclaraciones merece la pena dete-
nerse de nuevo en la complejidad del hecho dramático recogiendo de nuevo las
palabras de Duvignaud:
Estas afirmaciones nos van a llevar a tres puntos clave que se van a suceder
en los textos a los que nos vamos a referir más adelante: en primer lugar, que la
literatura (como reflejo de una sociedad) se va a servir de esa doble interpretación
de los actores para sus tramas; en segundo lugar, la atracción de los escritores
por los mundos marginales y mágicos de la recreación escénica y en tercer lugar,
por la cercanía de los mundos interpretativos del actor a los mundos sociales
del espectador.
El actor, por tanto, va a vivir siempre entre la realidad y la ficción, lo que va
a permitir, tanto a la sociedad como a la literatura, crear, modificar y reproducir
1
J. Duvignaud, El actor. Bosquejo de una sociología del comediante, Madrid, Taurus, 1966,
pág. 11.
2
E. Rodríguez Cuadros, La técnica del actor español en el Barroco: hipótesis y documentos,
Madrid, Castalia, 1998, pág. 53.
3
J. Duvignaud, ob. cit., págs. 11-12.
un mundo mítico donde va a ser el eje vertebrador y del que no se puede separar,
convirtiéndose de este modo en un metahombre:
Poesía
4
F. Fernán Gómez, Puro teatro y algo más, Barcelona, Alba, 2002, págs. 86-87.
5
L. Fernández de Moratín, Obras de D. Leandro Fernández de Moratín, Tomo IV (obras
sueltas), Madrid, Aguado, 1831, pág. 248.
6
Leopoldo Alas Mínguez (1962-2008) escritor, periodista y luchador de los derechos de los
colectivos de LGBT. La trayectoria literaria de Leopoldo Alas (1981-2005) abarca todos los géne-
ros literarios: poesía, narrativa (breve y larga), ensayo y divulgación y teatro. Sus casi 25 años de
vida intelectual comienzan con la recopilación de cuentos África entera toca el tam tam (Altalena,
1981) y acaban con la novela A través de un espejo oscuro (Ocho y medio, 2005).
7
A. Castro, «Los palcos de Leopoldo Alas, nueva publicación de Olifante», El Día
(26/04/1988).
8
L. Alas Mínguez, Los palcos, Zaragoza, Olifante, 1988, pág. 33.
Prosa
9
A. López Pinciano, Philosophía Antigua Poética, Madrid, Fundación José Antonio Castro,
1998, pág. 527.
10
M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. de J. M. Lucía Mejías, Madrid, Verbum,
2015, pág. 391.
17
J. L., Castro de Paz, Fernando Fernán-Gómez, Cátedra, Madrid, 2010, pág. 318.
18
F. Fernán Gómez, El viaje a ninguna parte, Madrid, Catedra, 2002, pág. 253.
Teatro
De todos los textos teatrales que nos ofrece el barroco para hablar de los
actores, hemos elegido el que sin duda es su mayor exponente, la tragicomedia
de Lope de Vega Lo fingido verdadero. Esta obra del Fénix, aparecida en 162119
(pero estrenada hacia 1609), relata el martirio de san Ginés, un actor romano
convertido al cristianismo durante la representación de una «comedia del cris-
tiano bautizado» por lo que se convierte en patrón de los cómicos. San Ginés es
pues un actor formidable, a través del cual Lope habla del oficio del actor así:
19
El texto aparece en la Décima sexta Parte de las Comedias de Lope de Vega Carpio.
20
F. Lope de Vega, Lo fingido verdadero, ed. de Mª Teresa Cattaneo, Roma, Bulzoni, 1992,
pág. 100.
Léntulo […]
prenderos es crueldad,
responded con brevedad,
¿sois cristianos?
Todos No, señor.
Léntulo Pues con esa confesión
solo, salid desterrados
de Roma.
Marcela A los pies sagrados
del César pide perdón.
Léntulo Salid luego.
Octavio No estaremos
en Roma un punto, señor.
Léntulo Yo diré al Emperador que os vais.
Todos Juntos nos iremos. (vv. 2955-2965)21.
21
Ibíd., pág. 155.
22
La nómina de autores y sainetes que hemos rescatado y consultado para este trabajo se
puede ver en el Cuadro 3.
23
Las fechas que se aportan de estos textos en el Cuadro 3 corresponden al año de edición
de los mismos, no de su estreno teatral.
Conclusión
En este rápido repaso por las letras españolas no hemos tratado de revisar la
metateatralidad pura, sino de establecer un acercamiento literario aproximado
e incompleto a los vínculos que se dan entre el teatro, y en concreto el oficio de
los cómicos, y los otros géneros. Todas las obras y fragmentos aquí reproduci-
dos han ayudado a fijar la imagen de los cómicos en el inconsciente colectivo:
vagabundos (El viaje a ninguna parte) e indeseables en muchas ocasiones, pero
necesarios siempre (como en el fragmento del Quijote) por una sociedad que
necesita distraerse y también volver la vista hacia sí misma para redescubrirse en
la escena (¡Ay, Carmela!, Yo fui actor cuando Franco); una escena donde el actor
debe brillar por una interpretación naturalista (como demuestran Lope de Vega
o Pinciano) según el gusto cambiante del espectador que decide el apogeo o caída
de los géneros y las técnicas (tal es el caso del auge del sainete en el siglo xviii o
la decadencia y agotamiento un siglo después de la técnica de la declamación).
De esta forma hemos ahondamos de nuevo en el mundo de la literatura y los
viajes, un viaje en este caso que corre paralelo a la realidad (vida) y la ficción
(teatro) y que se une en el camino en un mismo protagonista: el actor que vive
su vida y la de los demás.
Bibliografía
1
F. Calvo Serraller, «Concepto e historia de la pintura de paisaje», Los paisajes del Prado,
Madrid, Nerea, Fundación de Amigos del Museo del Prado, 1993, pág. 12.
tiene un hombre de acercarse a un lugar de su entorno. Para ello sigo las expli-
caciones de Alain Roger, quien señala que la naturaleza se puede experimentar
estéticamente de dos formas: in situ, es decir, desde dentro, manipulando los
elementos que la componen (los árboles, el agua, la tierra…); e in visu, contem-
plándola y creándola desde lejos2. Ninguna supone un obstáculo para interpre-
tarla igualmente según las ventajas e inconvenientes de todo lo que la integra.
Ambas experiencias existían en el siglo xvi, pero orientadas hacia la utilidad y
no hacia el placer estético. Para que aparezca la idea de paisaje es preciso dejar
de lado la utilidad, y fijarse en la naturaleza como un todo y en los sentimientos
que esa mirada produce. Se trata de empatizar con la naturaleza, de otorgarle
una dimensión sentimental y convertirla en el alma del «país», que como dice
Roger3 es la palabra de la que se deriva «paisaje» en la mayoría de las lenguas
occidentales. Son los pintores los que se fijan poco a poco en que la contempla-
ción de la naturaleza tiene interés por sí misma, y entonces empezarán a surgir
los paisajes, primero en dibujos y luego ya en pinturas, lo que da una idea de su
creciente importancia. En este caso es el arte el que influye en la sociedad y le
enseña que existe algo, un concepto que aún no conocía y que supone un modo
nuevo de mirar: el paisaje. La siguiente cita de Oscar Wilde ilustra esta idea:
[…] la Vida imita al Arte mucho más de lo que el Arte imita a la Vida. […]
¿De dónde, si no de los impresionistas, hemos sacado esas maravillosas nieblas
pardas que se arrastran por nuestras calles, empañando los faroles y transforman-
do las casas en sombras monstruosas? ¿A quién, si no es a ellos y a su maestro,
debemos las bellas brumas argentadas que se posan sobre nuestro río y con-
vierten la curva del puente y el balanceo de la barcaza en leves formas gráciles
y fantasmales? El extraordinario cambio que se ha producido en el clima de
Londres de diez años acá se debe enteramente a una particular escuela de arte.
[…] Pues ¿qué es la Naturaleza? La Naturaleza no es una gran madre que nos
haya parido. Es creación nuestra. Es en nuestro cerebro donde cobra vida. Las
cosas son porque las vemos, y lo que veamos, y cómo lo veamos, dependen de
las Artes que nos hayan influido. […] En la actualidad, la gente ve nieblas, no
porque haya nieblas, sino porque poetas y pintores le han enseñado la belleza
misteriosa de tales efectos. Podrá haber habido nieblas en Londres desde hace
siglos. Seguramente las hubo. Pero nadie las veía, y por lo tanto nada sabemos
de ellas. No existieron hasta que el Arte las inventó4.
En palabras de Javier Maderuelo: «El paisaje no es, por lo tanto, lo que está
ahí, ante nosotros, es un concepto inventado o, mejor dicho, una construcción
cultural»5. Y como cualquier producción cultural, es algo que no surge de la
2
A. Roger, Breve tratado del paisaje, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, págs. 21-25.
3
Ibíd., pág. 23.
4
O. Wilde, La decadencia de la mentira, Madrid, Siruela, 2000, págs. 61-63.
5
J. Maderuelo, El paisaje: génesis de un concepto, Madrid, Abada, 2005, pág. 38.
6
Ob. cit., pág. 55.
7
Ob. cit., pág. 18.
8
E. Pupo-Walker, «Valoraciones del texto», Los naufragios, Madrid, Castalia, 1992, pág. 135.
9
A. N. Cabeza de Vaca, Los naufragios, Madrid, Castalia, 1992, pág. 194.
10
Ibíd., págs. 292-293.
11
Ibíd., pág. 184.
12
Ibíd., pág. 203.
cios que proporciona: la que ofrece ventajas le parece hermosa. En una de sus
convivencias con los indios en la que pueden comer fruta de sobra dice: «Por
toda la tierra ay muy grandes y hermosas dehesas y de muy buenos pastos para
ganados, e parésceme que sería tierra muy fructífera si fuesse labrada y habitada
de gente de razón»13. Por el contrario, en los pasajes en los que no encuentran
qué comer, la tierra es mala e inútil.
Cabeza de Vaca llega a utilizar el paisaje incluso como argumento lógico. Casi
al inicio de la narración, en un momento en el que le dice a Pánfilo de Narváez
que no deben internarse hacia una dirección, explica que por allí la tierra es des-
poblada y seca, y después los hechos le dan la razón. Luego, ya casi al final de sus
aventuras, ocurre una situación parecida pero esta vez son unos indios los que se
niegan a guiar a Cabeza de Vaca y sus compañeros por un camino porque dicen
que la tierra es muy mala y falta de agua por allí, es decir, lo mismo que le había
dicho él a Pánfilo de Narváez. En este caso Cabeza de Vaca se empeña en que
deben seguir esa ruta y al final los indios los acompañan y el desenlace también
le da la razón a pesar de que había manifestado una postura completamente
contraria frente a la ocasión anterior. Es muy posible que el narrador creara en
estos dos fragmentos un paisaje que le sirviera para situarlo como protagonista,
porque no hay que olvidarse de que Cabeza de Vaca escribe su relación una vez
que ya ha vuelto, así que puede manipular los hechos de la manera que más le
convenga para dar forma a su relato.
Hasta aquí los rasgos en común con los textos de otros viajeros por el Nue-
vo Mundo, porque la Relación de Cabeza de Vaca cuenta también con unas
características que la diferencian de todas las demás. Normalmente se señalan la
contención y la objetividad frente a la amplificatio que exhiben otros cronistas.
Pero es que la experiencia de Cabeza de Vaca fue asimismo muy distinta a las
que vivieron otros, porque él se vio obligado a interaccionar con el medio sin
saber si regresaría a la civilización y luchando únicamente por su superviven-
cia. La empresa de Pánfilo de Narváez termina definitivamente en el relato de
Cabeza de Vaca cuando el narrador reproduce en estilo indirecto la declaración
de Narváez de que ya no deben mandar unos sobre otros sino preocuparse por
salvar la vida. Sumando todo esto, se justifica por tres caminos que la mirada de
Cabeza de Vaca sobre el paisaje esté orientada hacia la utilidad:
—— En primer lugar, como hombre del siglo xvi que aún no contempla la
naturaleza como un todo estético.
—— A esto se añade el interés por los cronistas de Indias de resaltar las carac-
terísticas del Nuevo Mundo de cara a su explotación.
—— Por último, Cabeza de Vaca tiene que luchar por su supervivencia,
de modo que todos los recursos del paisaje que pueda aprovechar son
imprescindibles.
13
Ibíd., pág. 247.
La vida de Cabeza de Vaca con los indios supone una experimentación del
paisaje in situ según la clasificación de Alain Roger. En varias ocasiones deben
cruzar ríos que les cubren hasta las rodillas o hasta el pecho, caminar sobre pie-
dras que les hacen sangre en los pies o pelar frutos desconocidos para poder co-
mer o beber su jugo: «anduuimos por ellos hasta legua y media con el agua hasta
la mitad de la pierna, pisando por encima de hostiones, de los quales rescebimos
muchas cuchilladas en los pies»14. Los indios también aparecen descritos como
una sociedad que interacciona con el paisaje en función de lo que pueden obtener
de él; por ejemplo, un pueblo construye sus casas con techos bajos y al abrigo de
la montaña para que las grandes tempestades de viento no las destruyan: «casas
pequeñas y edificadas baxas y en lugares abrigados, por temor de las grandes tem-
pestades que continuamente en aquella tierra suelen auer […] cercados de muy
espesso monte»15. Aplicando la medición antropológica del espacio de Edward
T. Hall que recoge Fernando Aínsa16, la relación que llegó a establecer Cabeza de
Vaca con el territorio americano fue la más próxima, la de intimidad; y en esto
se diferencia también del resto de historiadores de Indias de su época. Aunque
la narración está hecha a posteriori, una vez que ha regresado a la civilización,
Cabeza de Vaca llegó a perder su identidad en los años que pasó con los indios,
y durante ese período no supo si la iba a recuperar, si iba a volver alguna vez a ser
Cabeza de Vaca. Él vivió en sus propias carnes cómo era el territorio americano
porque pasó a formar parte de él y quizá esta es también una razón de que no lo
mitifique tanto, porque lo ha conocido desde dentro. Es lo que les ocurre a los
campesinos con el terreno en el que trabajan, del que no pueden distanciarse y
que por tanto no pueden percibir como una entidad ajena que contemplar. Por
ejemplo, Cabeza de Vaca y sus hombres nombrarán a una isla como la isla del
«Malhado», que contrasta con la connotación optimista que recibieron diferen-
tes enclaves que nombraron otros colonizadores, como San Salvador o Buena
Esperanza. No se puede hablar del paisaje como un todo en el pensamiento de
Cabeza de Vaca, ni muy posiblemente en el de otros cronistas de la época que
viajaron al Nuevo Mundo con una finalidad muy específica puesto que, como
recoge Maderuelo, «el paisaje es el resultado de la contemplación que se ejerce
sin ningún fin lucrativo o especulativo, sino por el mero placer de contemplar»17.
El momento en el que Cabeza de Vaca puede reclamar su identidad es cuan-
do encuentra, junto con los otros tres compañeros supervivientes y que habían
sufrido el mismo proceso que él, a un grupo de conquistadores cristianos. Y lo
que ha supuesto para Cabeza de Vaca todos esos años en los que estuvo perdido
lo refleja muy bien el narrador cuando describe el encuentro con los soldados
y declara: «Estuuiéronme mirando mucho espacio de tiempo, tan atónitos que
14
Ibíd., pág. 195.
15
Ibíd., pág. 198.
16
F. Aínsa, «Del espacio vivido al espacio del texto. Significación histórica y literaria del estar
en el mundo», CUYO. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, núm. 20, Cuyo, 2003, pág. 26.
17
Ob. cit., pág. 38.
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Wilde, O., La decadencia de la mentira, Madrid, Siruela, 2000.
18
Ob. cit., pág. 296.
Introducción
Nació en 1890 como El Heraldo de Madrid, aunque tan solo tres años más
tarde perdería el artículo de su cabecera. Fundado por Felipe Ducazcal como pu-
blicación vespertina con una tendencia demócrata avanzada, llegó a tirar diversas
ediciones diarias. Sus primeros directores fueron Augusto Suárez Figueroa y José
Gutiérrez Abascal, asumiendo después Eugenio González Sangrador también la
propiedad del mismo. En 1893 será adquirido por José Canalejas, convirtiéndose
en órgano del Partido Liberal, manteniendo su tendencia demócrata y anticle-
rical, y siendo partidario de la confrontación bélica de 1898. A partir de 1902
lo dirige José Francos Rodríguez. Será un gran diario de información general,
con gran aceptación por parte de la clase obrera, dando amplio despliegue a las
noticias de sucesos, y a las de carácter social y político, en cuyo perfil encajará
bien Colombine.
En 1906 es adquirido por la Sociedad Editorial de España, conocido trust
de la prensa, que compra también El Imparcial (1867-1933) y El Liberal (1879-
1939), y se hará partidario de Segismundo Moret, el otro gran líder del Partido
Liberal. Lo dirige Baldomero Argente y, desde 1909 a 1926, José Rocamora. José
Echegaray y Luis Bello estarán entre sus colaboradores y redactores, y en 1909
entra Ramiro de Maeztu, que publica artículos desde Londres. Entre sus firmas
figuran otros notables de las letras, como Miguel de Unamuno, o de la política,
como el diputado Santiago Matáix.
Aliadófilo durante la Primera Guerra Mundial, en 1917 contará con colabo-
radores de todas las tendencias y, un año después, pasará a la Sociedad Editora
Universal, de los hermanos Manuel y Juan Busquets, propietarios del matutino
El Liberal. Su actitud contra la dictadura de Primo de Rivera y su desafección
En un difícil contexto social para la mujer, allá por los albores del siglo xx,
en el que aún la ciencia intentaba demostrar la inferioridad femenina, hubo un
grupo de pioneras que luchó por hacerse un hueco en un ámbito profesional
casi exclusivamente reservado al género masculino. Partiendo de «periodistas-
escritoras» referentes del xix, empiezan a destacar en las publicaciones periódicas
españolas con escritos calificados como feministas o con temas que solían consi-
derarse competencia de hombres, como el antibelicismo. En este contexto surge
la figura de Carmen de Burgos (1867-1932), almeriense afincada en Madrid,
más próxima ya al prototipo de periodista del siglo xx y que será popularmente
conocida por su seudónimo, Colombine. Carmen abanderará el papel pionero
de las periodistas españolas de su época, representando claramente un antes y
un después en el quehacer femenino de la prensa, dejando un tanto al lado a la
«escritora-periodista» y apostando por la profesional de la información, en una
transición que incorporará una firme posición de compromiso político-social,
sin renunciar al valor estético del lenguaje literario.
Considerada la primera periodista española por lograr trabajar no ya como
colaboradora puntual sino como redactora en la plantilla de un medio, inicia
uno de los más importantes ascensos de su carrera periodística en 1903 en el
Diario Universal, a cuyo director, Augusto Suárez de Figueroa, que ya había sido
el primero en dirigir el Heraldo de Madrid, debe el seudónimo que la hizo famosa.
No mucho después llegaría a este periódico, para el que ya en 1909 narraría la
Guerra de Marruecos, con unas crónicas cuyo antibelicismo tuvo que atenuar
ante la censura de Antonio Maura. Si bien es cierto que en sus comienzos trata
en sus artículos temas en apariencia más triviales, destinados «a la mujer» dentro
del gusto de la época (modas, infancia, crónicas sobre la realeza o la aristocracia)
y curiosamente no tan distantes de mucho de lo que se publica hoy, su carácter
renovador le llevaría a convertirse en la primera cronista parlamentaria en España
y en la primera española corresponsal de guerra. Sus aptitudes para los temas
1
G. Toll, Heraldo de Madrid, tinta catalana para la II República española, Sevilla, Renaci-
miento, 2013.
tratar refinados gustos europeos, a los que dirige su incisiva mirada en su ruta
por el viejo continente. Es el caso de «La moda… del perrito», donde establece
un satírico paralelismo entre animal y persona: «El perro, en su trato con los
humanos, adquiere nuestros defectos. Monsieur Cane se avergüenza de tratar a
los desarrapados compañeros de plazuela, siente el orgullo de raza, y desdeña a
los inferiores»5.
Carmen de Burgos reemplaza la tradicional crónica de viajes por un periodis-
mo con sello propio para informar de cuestiones político-sociales que considera
de mayor relevancia. Recurre a la hibridación de géneros, adereza de forma
particular la información con la opinión, supedita la descripción de lugares a
la de personajes y actitudes, aunque no renuncia a la plasticidad del lenguaje,
utilizando un personalísimo estilo rupturista. Hay otras crónicas de viajes en las
que su uso del género mostrará una más convencional panorámica de las tierras
que visita, pero la supremacía de la expresión de las costumbres y particularidades
de quienes se encuentra con fines adoctrinadores siempre estará por encima de
otros aspectos en su particular visión del lugar.
Cuando, años más tarde, en 1914, se halle en su segundo viaje por Europa,
visitando los países nórdicos, el destino le llevará de nuevo a servirse de la crónica
de viajes en una original transición, esta vez hacia el periodismo de guerra. El
estallido de la Primera Guerra Mundial, que también relatará para el Heraldo,
sorprende a Carmen en Noruega dispuesta a viajar a Rusia con su hija y el con-
flicto les obliga a regresar a España. Ambas experimentan la irracionalidad de la
guerra, cuyos inicios narra en crónicas como «El viaje trágico», en la que relata
la difícil situación a la que se tuvieron que enfrentar al ser confundida por los
alemanes con una espía rusa por «el peligro de los cabellos negros»6.
5
Colombine, «La moda… del perrito», Heraldo de Madrid, 7 de marzo de 1906, pág. 4.
6
Colombine, «El viaje trágico», Heraldo de Madrid, 25 de agosto de 1914, pág. 1.
7
V. Said Armesto, «La montaña de la Miel», Heraldo de Madrid, 13 de septiembre de 1905,
pág. 3.
8
J. A. Durán, «La novelesca historia de los Armesto de Pontevedra», La Cueva de Zaratustra-
Taller de Ediciones JA Durán, 2014, http://tallerediciones.com/cuza_new/?p=2324. (Consultado
el 20-12-2015).
9
J. A. Durán, ob. cit.
10
C. Villanueva, Víctor Said Armesto. Una vida de romance, Santiago de Compostela, Uni-
versidade de Santiago de Compostela, 2014.
narias, que por un prodigio de equilibrio cuelgan, sin derrocarse, sobre nuestras
cabezas, formando pavorosas arcadas, cúpulas sombrías y sonantes bóvedas»11.
Cuenta también cómo, en su camino por la tierra leonesa fronteriza con
la gallega, en el entorno del Lago de Carucedo, encuentra un manantial, que
«gotea lacrimoso y triste sobre un estanque melancólico, cubierto de verdosa y
menuda arborescencia». Cerca de él, decide trabar palique, «en demanda de no-
ticias, consejos y romances», con unas mujeres y un mozo: «Sentados en círculo
ante nosotros, nos relatan antiguas leyendas de “moras encantadas”, y el astroso
rapazuco salmodia en una lengua que gorjea, llena de diminutivos, las trovas de
Malvelina, Bella Infanta y La esposa infiel.» Continúa su crónica incluyendo el
romance de Bernardo del Carpio y realizando un alegato a favor del estudio de la
tradición oral, al resaltar que se trata de «una leyenda cuya publicación no debe
retardarse, por razones que seguramente conocen nuestros eruditos en materia
de épica popular española». Por ello reproduce fielmente su versión oral, que
pone en boca del mozo, como «incipiente juglar».
En su concepto de crónica, todo un tratado de la escritura de viajes al más
puro estilo del tradicional gusto por el lenguaje estético, dibuja una descripción
del paisaje en la que la expresividad léxica adquiere gran protagonismo, intro-
duciendo asimismo elementos de opinión al resaltar «la labor anónima» del
«ignorado» pueblo español a través de la evocación de la esplendorosa historia
de la zona de la «montaña de la Miel», ante sus ojos «fluyendo estérilmente, sin
águilas que la visiten», pero poseedora de un rico pasado, en el que las legiones
romanas, según Plinio el Viejo, expoliaron el oro de las montañas, modelando
la peculiar orografía del entorno, esculpido con los túneles de la mayor mina
de oro a cielo abierto del Imperio. Un paisaje de «rocas, como talladas por el
cincel de un escultor titánico, fingen quimeras y dragones de fantástico cuerpo»,
describiría Armesto, retratando con todo detalle paisajes y personajes, transmi-
tiendo como valioso legado antiguas historias de esta tierra que sus gentes llaman
también de «la montaña de la Miel», porque «en todas las oquedades y grietas
del acantilado millares de abejas labran sus panales, y una catarata de miel se
desborda en rubios pabellones pendiente abajo como un derretimiento de las
montañas auríferas del monte».
Con todo, Víctor Said Armesto fue, «como el resplandor, efímero. Todo
estaba iniciado, pero casi nada concluido»12. Con su prematura muerte truncó
una de las trayectorias más brillantes de los intelectuales de la Generación del
14. En 1916, la espiritista Amalia Armesto Aldao visitaba la tumba perdida de
su único hijo en el Cementerio del Este de Madrid. «Aprovechaba esas visitas
para dar a Vitiño noticias de Pontevedra, la gran pasión compartida por todos
los integrantes de esta familia novelesca». Emocionada, sentenciaría: «Vitiño no
me contesta, pero sé que me ve y que me oye».
11
V. Said Armesto, ob. cit.
12
J. A. Durán, «La reconversión del último Armesto», La Cueva de Zaratustra-Taller de Edicio-
nes JA Durán, 2014, http://tallerediciones.com/cuza_new/?p=2346. (Consultado el 22-12-2015).
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1
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25 de agosto, 1913, pág. 1.
2
Ibíd.
3
Ibíd.
4
M. de Unamuno, «Las Hurdes (Notas de un excursionista) II», Los Lunes de El Imparcial,
1 de septiembre, 1913, pág. 1.
5
M. de Unamuno, «Las Hurdes (Notas de un excursionista) III», Los Lunes de El Imparcial,
6 de septiembre, 1913, pág. 1.
6
M. de Unamuno, «Las Hurdes (Notas de un excursionista) IV», Los Lunes de El Imparcial,
8 de septiembre, 1913, pág. 1.
7
Ibíd.
8
M. de Unamuno, «Sobre eso de Las Hurdes», El Liberal, 22 de junio, 1922, pág. 1.
9
M. de Unamuno, «Molestias contra la Grandeza», El Liberal, 27 de junio, 1922, pág. 1.
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F. A. Ros, «Tristes tópicos sobre el turista inocente», Gazeta de Antropología, 26 (1), 2010, pág. 5.
ocio y recreación»2. Junto a estas zonas recreativas, se forman unos grandes espa-
cios de anonimato que el antropólogo francés Marc Augé denomina los no lugares.
Según él el no lugar es la oposición del lugar en el sentido simbólico del lugar
antropológico: «si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional
e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni
como relacional ni como histórico, definirá un no lugar»3. Augé comenta las ca-
racterísticas de este no lugar señalando que: « […] el no lugar es lo contrario del
lugar, un espacio en el que quien lo atraviesa no puede interpretar nada ni sobre
su propia identidad (sobre su relación consigo mismo), ni sobre sus relaciones con
los demás»4. Según Augé, el mundo actual se caracteriza por la superabundancia
de acontecimientos, lo que provoca que el ser humano viva en la época que él
llama la sobremodernidad, la cual es la responsable de la creación de los no lugares.
Es en el turismo, muy conforme con el espíritu de la sobremodernidad, donde
se encuentran los arquetipos de estos espacios de anonimato. Los aeropuertos,
las estaciones ferroviarias, las cadenas hoteleras etc. son grandes zonas artificiales,
anónimas, indiferentes, creadas para las necesidades de la industria turística.
La autopista parece ser un ejemplo perfecto de este espacio de anonimato,
de un lugar de tránsito, una parte molesta pero imprescindible del viaje donde
se intenta pasar el mínimo tiempo posible, ya que allí no cabe fascinación ni
sorpresa. Moverse por la autopista no es un viaje en sí mismo, es lo que antecede
al verdadero destino uniendo el punto de partida con el de la llegada. Viajar por
la autopista es un requisito para llegar a los sitios alejados de la misma forma
que lo es coger un avión y pasarse largas horas en el aeropuerto.
Por lo tanto para Cortázar y Dunlop la autopista formaba parte del gran paisaje
de los no lugares de su mundo. No se imaginaban que esta superficie gris y monó-
tona podría llegar a ser la protagonista de su viaje. Con el surgimiento del plan de
viaje París-Marsella su visión de este espacio empezó a cambiar. Los protagonistas
se dieron cuenta de que justamente las desventajas de la autopista, su anonimato y
su función del lugar de paso, la hacen totalmente única. Paradójicamente, la auto-
pista al no ser un escenario habitual del viaje se convierte en un escenario perfecto.
5
C. Dunlop; J. Cortázar, Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París —Mar-
sella, Barcelona, Muchnik Editores, 1983, pág. 20.
6
Ibíd., pág. 28.
7
Ibíd., pág. 28.
8
F. A. Guzmán Rubio, «Los relatos de viaje en la literatura hispanoamericana: cronología
y desarrollo de un género en los siglos xix y xx», tesis doctoral dirigida por Tomás Albaladejo
Mayordomo y Luis Alburquerque, Universidad Autónoma de Madrid, 2013, pág. 395.
Decidir viajar por la autopista es decidir darle otro valor a una experiencia
ya conocida, donde al no poder modificar el paisaje resulta necesario cambiar
la manera de vivirlo. Esto da lugar al surgimiento de dos autopistas: la real,
entendida como el espacio físico de la carretera y la otra, la verdadera, la que
están persiguiendo los protagonistas: «esta autopista paralela que buscamos solo
existe acaso en la imaginación de quienes sueñan con ella; pero si existe […]
no solo comporta un espacio físico diferente sino también otro tiempo»12. Los
protagonistas saben que para llegar a esta otra autopista hay que aprender a mirar
«con los ojos verdaderamente abiertos». Silvia Alderoqui, siguiendo el concepto
de Benjamin, sugiere que Cortázar y Dunlop son capaces de mirar la autopista
con «la mirada de la Medusa, cuyo ojo ilumina lo inusual y lo particular con la
certeza de que allí hay una clave. La mirada de la Medusa captura lo fugitivo,
luego el rigor histórico restituye la espesura a ese detalle microscópico»13. Esta
nueva forma de ver la autopista, de admirar lo que ni siquiera parece digno de
contemplación, da lugar a «la alteración paulatina de la noción usual de autopis-
ta, la sustitución de su funcionalidad insípida y casi abstracta por una presencia
llena de vida y de riqueza […] una pieza de teatro que nos fascina y de la que
somos los únicos espectadores»14.
Asimismo, durante su viaje los protagonistas se dan cuenta de que lo que real-
mente les interesa explorar no es la autopista en sí, la autopista entendida como
9
Para más sobre happening en Cortázar véase: J. Peris Blanes, «El happening y la creación
de situaciones en dos novelas de Julio Cortázar espacios de liberación y metáfora de la escritura»,
Mitologías hoy, núm.8, 2013, págs. 23-40.
10
A. García Ramos, «Reseña. Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-
Marsella», Anales de literatura hispanoamericana, núm. 13, 1984, pág. 216.
11
E. Bou, «Bienvenidos a ninguna parte, Viajes a no-lugares», Scritture plurali e viaggi tem-
porali, Venecia, 2012, pág. 119.
12
C. Dunlop; J. Cortázar, ob. cit., pág. 43.
13
S. Alderoqui, «Pasajes al patrimonio: el derecho a la herencia», Dibam, 2009, disponible
en: http://www.dibam.cl/dinamicas/DocAdjunto_1387.pdf., pág. 6.
14
C. Dunlop; J. Cortázar, ob. cit., págs.76-77.
‘carretera con calzadas separadas para los dos sentidos de la circulación […] sin
cruces a nivel’15, sino lo que la rodea, la sucesión constante de los paraderos con
sus parkings, los verdaderos escenarios de las vivencias de los protagonistas. Por
lo tanto el viaje que realizan no es un trayecto por la carretera sino una aventura
en la Parkinglandia. Este recorrido en el que, aparentemente, no cabía sorpresa
les revela su gran secreto: lo importante del viaje por autopista no es, como se
pensaba al principio, la autopista.
Así, como cada vez parece más claro, nuestra expedición es ante y sobre
todo un cabotaje de este archipiélago de parkings. Jamás lo hubiéramos creído
antes, porque en el recuerdo de los viajes usuales la autopista era señora y señe-
ra. Poco a poco nos convencemos agradablemente de que nuestra expedición
deriva, como la de Colón, hacia un resultado totalmente distinto del esperado.
El Almirante buscaba las Indias y nosotros Marsella; él encontró las Antillas y
nosotros Parkinglandia16.
15
http://dle.rae.es/?id=4U9ht5a
16
C. Dunlop; J. Cortázar, ob. cit., pág.108.
17
Ibíd., pág.108.
18
Ibíd., pág. 130.
19
El viaje asociado al sentimiento de la libertad es una de las matrices de significado de los
relatos contemporáneos de viaje. Para más información véase: K. Zygmunt, «La construcción de
la experiencia del viaje en la escritura: figuras del escritor viajero contemporáneo», Kamchatka.
Revista de análisis cultural, núm. 2, 2013, págs. 105-136.
20
F. A. Guzmán Rubio, ob. cit., pág. 373.
De alguna manera, probar que podíamos llevar a cabo ese viaje era pro-
barnos que teníamos armas contra lo tenebroso, no solo en sus grandes mani-
festaciones como la que acababa de dejarnos tan frágiles, sino también en sus
expresiones más solapadas, la banalidad de las obligaciones cotidianas, esos
compromisos que no significan nada en sí mismos pero que en conjunto alejan
cada vez más de ese centro donde cada uno espera vivir su vida. Recibimos la
enfermedad de Julio como una advertencia. No vivir su vida en lo que tiene de
más real es un crimen, no solo con respecto a uno mismo, sino a los otros21.
21
C. Dunlop; J. Cortázar, ob. cit., pág.33.
22
Ibíd., pág. 33.
23
Ibíd., pág.33.
24
Ibíd., pág.43.
nicas del pasado, sino incluso más allá, fuera de la órbita terrestre, a la manera
de los viajes espaciales que entonces, y aún hoy, se encuentran a medio camino
entre la realidad y la ciencia ficción. Los viajeros (los autonautas), por su parte,
abandonan su aparente rol de meros conductores para convertirse en explo-
radores de lugares extraños, peligrosos y desconocidos que, más que transitar
por una autopista común y corriente, se comportan con el extrañamiento y la
curiosidad con que lo harían unos auténticos viajeros espaciales25.
Como se puede ver, el viaje no se plantea solo como una aventura, sino que
también es entendido como una expedición científica. Los protagonistas son
los exploradores de la autopista, la autopista es su objeto de estudio que tienen
que trabajar con todo el rigor científico posible: «pero así como el zoólogo que
se adentra en el reino de los insectos no puede considerarse un verdadero cien-
tífico si descarta de sus estudios a todos aquellos insectos que le repugnan, de la
misma manera nosotros debíamos lanzarnos a la autopista con nuestros ojos de
exploradores tan prontos a sondear lo que tuviera de malo como de bueno»26.
La pareja afirma que quiere extraer «un conocimiento sólido» de todos los para-
deros por lo que decide vivir por lo menos algunas horas en cada uno de ellos.
La forma de escribir su diario de ruta, con el predominio de frases cortas, a veces
solo con palabras clave, recuerda los textos científicos. Aunque los protagonistas
hablan constantemente de sus «obligaciones científicas», tal y como comenta
Osuna Barriga «Cortázar y Dunlop no necesitan y no desean anticipar el tipo
de información que van a recolectar, ni lo que van a hacer con ella; se lanzan a
la exploración de un entorno utilitario y fútil de experiencias impredecibles»27.
Asimismo, quedan sin aclarar muchos otros aspectos de su trabajo (la forma,
dimensión y soporte de su texto) lo que «resulta inaceptable en un proyecto de
investigación científica, pero para el proceso particular de esa creación artística
es vital»28.
25
F. A. Guzmán Rubio, ob. cit. pág. 380.
26
C. Dunlop; J. Cortázar, ob. cit., pág.29.
27
J. G. Osuna Barriga, «Un viaje a ninguna parte: la investigación-creación como vehículo
de validación institucional de la producción artística», Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes
Escénicas, núm. 7 (1), 2012, pág. 6.
28
Ibíd., pág. 6.
29
C. Dunlop; J. Cortázar, ob. cit., págs.127.
Entre la autopista y sus exploradores nace un vínculo de mutuo cariño que los
protagonistas comparan incluso con una relación amorosa:
[…] esta otra autopista que poco a poco nos deja penetrar en sus secretos,
tomándonos cariño como se lo vamos tomando nosotros a ella, y así con poco
ruido y sin violencia entramos en posesión de sus caminos, senderos y lugares
recónditos, y eso se asemeja al hecho de ir poseyendo a un ser amado en la cama,
con caricias y miradas y murmullos […] Así con la autopista: sabemos que en
muchos aspectos no es lo que pensábamos antes30.
La autopista un río rosa, sobre el cual flota una bruma violeta apenas per-
ceptible, y los autos y los camiones pasan como fantasmas […] Extraño silencio
lleno de murmullos, roto de tiempo en tiempo por el arrancar de un camión, por
los frenos estrepitosos de un tren, silencio hecho de sonidos y rumores y cuya
existencia —de la que participa cada uno de nuestros gestos— nos confirma
de algún modo que estamos ahí donde creemos estar, que el objetivo del viaje
ha sido alcanzado, y solo nos queda por decirnos, con esa sonrisa que acaso sin
saberlo significa que darás otro paso adelante y que me encontraré de nuevo en
30
Ibíd., págs. 103-104.
31
R. Pellicer, «Parodia y paradero: Los autonautas de la cosmopista de Julio Cortázar y Carol
Dunlop», Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey, núm. 17, 2004, pág. 41.
32
Canfield, M., «Invención del Cronopio: de la fantasía onírica a la fantasía literaria»,
Cuadernos de Literatura, 9 (18), 2005, pág. 55.
33
C. Dunlop; J. Cortázar, ob. cit., págs. 247.
tus brazos, que ese objetivo que no es más fijo que los paraderos, que el mundo
o las estrellas, lo estamos viviendo con una naturalidad cada día mayor34.
Me despego del paradero, más alada que un personaje de Chagall; soy esa
montaña allá lejos, bebo el azul de esos árboles que apenas pueden distinguirse
como entidades precisas, resbalo a lo largo de la cantera allá a lo lejos, y siempre
en el paradero y siempre inmóvil, la ronda continúa hasta el vértigo, ese vértigo
que da en algunos raros momentos de la vida la visión de 360 grados que se
aniquila y se crea al mismo tiempo36.
Tal y como comentó Alazraki sorprende el gran poder de esta cinta de asfalto,
que representa la tecnología más deshumanizada, de convertirse en una ruta de
reencuentro de lo humano37.
La autopista no es solamente el espacio de autoexploración, funciona tam-
bién como creadora de sentidos. En el paradero de Beaune-Taill el museo de
Arqueódromo le recuerda a Cortázar los libros que había leído de niño, le hace
pensar sobre la historia y la lectura, así como su relación con estas dos realidades.
También la, al principio poco significante, observación de las alondras le recuerda
su infancia y le hace reflexionar sobre el viaje que están realizando y sobre ellos
mismos en este recorrido.
viajes admirables y horas de perfecta armonía, pudo superar ese mes fuera del
tiempo, ese mes interior donde supimos por primera y última vez lo que era la
felicidad absoluta»40.
Conclusiones
Bibliografía
40
Ibíd., págs. 305-306.
41
Ibíd., pág. 115.
42
Ibíd., pág. 306.
2
El Cristoforo Colombo existió realmente. Con bandera italiana, el transatlántico fue botado
en 1953 y desmantelado en Taiwan en 1982; entre 1973 y 1977 cubrió el trayecto entre Génova
y Buenos Aires, con escalas en Barcelona, Río de Janeiro y Montevideo, tras lo cual pasó a fungir
de hotel flotante en Puerto Ordaz, Venezuela, hasta 1981.
3
M. Abal, «Apariciones y desapariciones de Felisberto Hernández», Jot Down Magazine, 2011,
http://www.jotdown.es/2011/11/apariciones-y-desapariciones-de-felisberto-hernandez, (consultado
el 08-09-2016).
4
F. Hernández, Cartas y partituras, D. Morena (ed.), Montevideo, Paréntesis, 2016, pág. 57.
5
D. Moyano, Libro de navíos y borrascas, Gijón, Noega, 1984, pág. 11.
La novela crea un espacio —mítico, acaso, como el del viaje puede ser-
lo— o lo inventa, como en la novela fantástica, o en la Comedia del Dante,
para instalar en él una metáfora (viaje = vida = busca, descenso a los infiernos)
genuinamente reveladora, como toda metáfora debe serlo. La Biblioteca y el
Laberinto, de Borges, y la Niebla, de Unamuno, son espacios que se confun-
den e identifican con la metáfora que nace con ellos y los explica. Espacios-
metáfora, autosuficientes en su reducción del todo a la imagen7.
En las dos novelas las metáforas de la vida como viaje y del viaje forzado
como metáfora de una vida en fuga se retroalimentan. Algo más adelante, si-
guiendo este hilo, Gullón hablaba de «la disolución del ser en el espacio» como
uno de los fenómenos comunes en la novela contemporánea, una idea que
Robert T. Tally desarrolla por su cuenta en Spatiality: tomando de Lukács la no-
ción de trascendental homelessness, cuya traducción mejor tal vez sea «desarraigo
trascendental», Tally propone una asociación de conceptos que debieran expli-
car el sentir particular del ser humano en la espacialidad física, pero también
figurada, de la posmodernidad. Una etiqueta que epocalmente explica mejor
a Moyano que a Hernández, pero a nivel exegético encuadra perfectamente a
los narradores hernandianos. Tally vincula el existencialismo de raíz sartreana
6
F. Hernández, Tierras de la memoria, en Narrativa Completa, J. Monteleone (ed.), Buenos
Aires, El Cuenco de Plata, 2015, pág. 238.
7
R. Gullón, Espacio y novela, Barcelona, Antoni Bosch, 1980, pág. 9.
One must have the freedom to create one’s own meaningful existence,
establishing a sense of place and purpose in the world, via a project in which
the individual subject orchestrates the elements or aspects of life in some
meaningful way […]; Sartre’s answer is that we create meaning or give shape
to our existence through our projects. In the anxiety that causes one to feel
disoriented or lost, one has the freedom to project a kind of schematic repre-
sentation of the world and one’s place in it11.
8
R. T. Tally, Spatiality, Londres / Nueva York, Routledge, 2013, págs. 55 y ss.
9
R. Gullón, ob. cit., pág. 21.
10
D. Moyano, ob. cit., pág. 37.
11
R.T. Tally, ob. cit., págs. 65-66.
12
D. Moyano, ob. cit., pág. 61.
13
G. Bachelard, El agua y los sueños, Madrid, FCE, 1994, pág. 250.
14
Ibíd., pág. 251.
en vez de meterte más en el mundo te saque de él. Una canción como una
tregua. Y con cuatro estrofas todo dicho, como en la vidala15.
Figura 1
Figura 2
al que aferrarse a ser un recinto en el que se puede entrar: «la noche antes había
revuelto en él las manos, la cabeza y toda el alma hasta muy tarde». Algo similar
sucede con el relato «Mi cuarto en el hotel», anterior, donde leemos: «había
pensado cosas que me parecía que me agrandaban el espíritu, las paredes y las
cosas me daban la sensación de estar saturadas de aquellas cosas, como si fueran
las maderas de un instrumento viejo en el que hubiera tocado muchos años»19.
Es evidente que el recurso del arte como evasión de un cronotopo impuesto
no es nada nuevo en la literatura, pero sí es llamativa la sinergia entre música y
palabra que hay en estos relatos. Una vivencia tan intensa de la música resulta
19
F. Hernández, «Mi cuarto en el hotel», Ibíd., pág. 530. No todas las obras de Hernández
tienen un narrador común (Las hortensias, Libro sin tapas y algunas otros no lo tienen) ni es irre-
batible que algunas lo tengan, pero está mayoritariamente establecido que muchos relatos breves, y
especialmente las novelas cortas de la «trilogía de la memoria» (Por los tiempos de Clemente Colling,
El caballo perdido y Tierras de la memoria) comparten el mismo narrador en primera persona, ya
que referencias, sucesos y detalles biográficos coinciden.
natural, al cabo, en dos autores que pasaron toda su vida intelectual divididos
entre música y letras, y que tantas veces, por razones diferentes cada uno, necesi-
taron inventar refugios y pensar vías de fuga a las que solo ellos pudieran acceder.
En Spatiality, Tally sugiere que, en este nuevo enfoque de la literatura como
un fenómeno esencialmente espacial, si los libros actúan como y se leen como
mapas, los escritores devienen cartógrafos de los mundos a los que dan lugar, y los
lectores deben leer como leería un geógrafo. Esta analogía cuadra especialmente
bien para con estas dos novelas, dado que en el fondo ambas consisten en dos
narradores que dibujan mundos propios mientras son llevados a destinos que
no deseaban en el mundo real. Para encajar aún mejor con la idea de un mapa o
planisferio, el mundo creado termina donde termina el mapa, especialmente si el
mapa es una esfera. Tierras de la memoria y Libro de navíos y borrascas presentan
una estructura absolutamente circular: ambas son discursos enunciados en el
desplazamiento, ambas empiezan y terminan cuando lo hace el viaje, y ambas
empiezan y terminan con los mismos elementos narratológicos. Cuando el mapa
dibujado por el autor, el mundo particular por el que nos ofrece transitar, choca
con el mundo real, el discurso de lo imaginado dentro de la narración choca,
inevitablemente, con el discurso de lo narrado, y por eso las dos historias acaban
con absoluta brusquedad cuando acaban los desplazamientos. El pianista de Fe-
lisberto Hernández sigue sentado en el tren, molesto con su compañero de viaje,
y describe su «despertar» con una intensidad inusitada: «después de haber dado
el grito que hizo derrumbar las paredes del sueño y me dejó con los ojos abiertos
en plena noche, seguí revolviendo los escombros para ver de dónde había salido
el grito»20; los «escombros» forman parte de las «tierras de la memoria» que ha
recorrido durante el viaje. Solo el último párrafo de la novela sucede fuera del
tren. El Rolando de Moyano, recién desembarcado en el puerto de Barcelona,
escribe: «íbamos sobre un mapa que no habíamos dibujado nunca en el cuaderno,
con una idea muy vaga de sus contorno». El anciano que le acompaña en el taxi
le pregunta: «¿Usted cree que volveremos pronto?». «Justo a tiempo para podar
la viña»21, contesta Rolando. Su último pensamiento en la novela es para la parra
donde había quedado colgando el violín.
Los dos narradores describen mundos donde la realidad necesita ser mante-
nida a raya, necesita ser reimaginada por los sujetos que la transitan, y los dos
cuentan viajes donde los anclajes con el origen geográfico y personal de cada uno
necesitan ser invocados y reafirmados cuando hay ocasión. La propia individua-
lidad y la dimensión de lo musical como expresión y salvaguarda de la misma
actúan como pasajes seguros hasta el final de estos viajes, y, en cierto sentido,
también como pasajes de vuelta. La decisión autoral de desafiar la linealidad
temporal y la coherencia espacial forzada por ellos mismos resulta totalmente
con la concepción diseminada y poco hilvanada del mundo contemporáneo que
sancionaba Tally; como escribía Bertrand Westphal en referencia a Heráclito, en
20
F. Hernández, Tierras de la memoria; Ibíd. pág. 277.
21
D. Moyano, ob. cit., pág. 315.
Bibliografía
22
«The river metaphor is no longer valid»; B. Westphal, Geocriticism, New York, Palgrave
Macmillan, 2011, pág. 15.
1
C. Maillard, India, Valencia, Pre-Textos, 2014, pág. 11.
2
Este concepto entrecomillado hace referencia a aquello que sucede en el acontecer de un
instante y a lo que no se le pretende dar una narración mediante el lenguaje por los matices y
cargas semánticas colaterales que pueden producirse en al encorsetar la realidad en conceptos.
En última instancia este término remite a la insuficiencia del lenguaje como elementos mediador
entre lo que sucede y su representación. El término está extraído del poemario Matar a Platón
(2004), de Chantal Maillard.
misma»3. Los cuadernos conforman una trilogía compuesta por las estancias
en Jaisalmer, Bangalore y Benarés, lugares de los que deja testimonio en textos
escritos en 1992, 1996 y 1999 respectivamente y con los que representa unas
trayectorias vitales que transcurren entre la desorientación que implica traspasar
los lindes de lo acostumbrado y el peregrinaje de la mirada observadora que
se deshace del observador y se diluye en sí misma. Las estadías de Maillard en
India no terminan con estos viajes y estos testimonios, sino que continúan a
lo largos de los años como fuente tanto de aprendizaje como de expresión, tal
y como atestigua la redacción de India (Valencia, Pre-Textos, 2014 [1.ª ed.]),
libro en el que la poeta y ensayista recoge gran parte de su producción poética,
narrativa y ensayística basada en sus experiencias de viaje y en cuyo volumen
se hayan también insertos los Diarios indios.
Las preguntas filosóficas acerca de quién soy o por qué estoy aquí son
cuestiones de profundo calado sobre las cuales Maillard sugiere la inviabili-
dad de respuesta no por motivos de contenido, sino de forma: «teniendo en
cuenta que toda pregunta lleva en sí su respuesta, si a estas no hemos podido
responder no estaría de más considerar la posibilidad de que estuviesen mal
formuladas […] pudiera ser que partan de un supuesto erróneo; la idea de que
el pronombre “yo” sea algo más consistente y real que un signo lingüístico»4.
Este planteamiento en torno a una falaz trascendencia de ese «yo» fuera de
su régimen lingüístico es un elemento que planea sobre el conjunto de los
Diarios indios, en el cual la noción del «yo-sujeto» característico de la tradición
filosófica occidental transita por un proceso de disolución que se aproxima a
las enseñanzas de la filosofía oriental. De este modo, el desplazamiento hacia
la impermanencia se torna en el viaje que la poeta emprende hacia India, un
lugar sobre el que deja recaer simbólicamente la representación de las doc-
trinas orientales.
Traspasar las fronteras terrenales en los Diarios indios se convierte por tanto
en un ejercicio para traspasar los límites del propio conocimiento mediante
la discontinuidad de lo cotidiano, fuera de los lindes de aquello que queda
encorsetado por la repetición de lo habitual. La aventura posibilita un espacio
de azar ajeno al devenir uniforme e impregnado de sentido de la cotidianidad
a través del cual retirarse de ese centro rutinario y significativo para, de esta
forma, poder establecer un nuevo marco de relaciones con el entorno fuera de
las convenciones practicadas, «como con un instinto místico, en el punto en el
que la marcha del mundo y el destino individual aún no se han diferenciado,
3
C. Maillard, India, ob.cit., pág. 21.
4
Ibíd., pág. 9.
por decirlo así, uno de otro; por eso mismo, tiene en general el aventurero, con
facilidad, un rasgo de “genialidad”»5.
Las condiciones que proporciona el viaje para una exploración ulterior pue-
den llegar a tornarse en continuidad por momentos, motivo por el cual el tránsito
que se realiza en India llega en ocasiones a plantearse como un lastre para poder
afrontar la mirada del observador fuera de las cargas conceptuales y así captar
«lo-que-ocurre» en el instante de una forma menos modificada por las categorías
del conocimiento. La voluntad que surca el peregrinaje por estas nociones se
ampara en una tentativa a través de la que llevar a cabo «un regreso a la oscu-
ridad. De lo que hablo es desnacer. […] Arrancarse a la luz, huir de la llanura
y de las formas amables, es desnacer. Invertir el impulso de la existencia, cerrar
los ojos del cuerpo, desatender las múltiples llamadas que enamoran»6, esto es,
desasirse de la voluntad por nombrar «lo-que-ocurre», de ese «enamoramiento»
por categorizar, ya que en última instancia esa voluntad lo que practica es el
nombrarse a sí misma.
La representación literaria del desplazamiento que suponen los Diarios indios
coincide con el deslizamiento de ese «yo» categórico e identitario en un mismo
espacio, el que configura India, por lo que el viaje territorial se superpone al viaje
espiritual, quedando ambos indisolublemente ligados: «El viaje en el espacio
simboliza el paso del tiempo, el espacio físico lo hace para la mutación interior,
todo es viaje, pero se trata de un todo sin identidad. El viaje trasciende todas las
categorías, incluso la del cambio»7. De este modo, la posibilidad de un desnacer,
solo se puede dar en tanto que la discontinuidad del viaje permite la observación
desasida de fijaciones conceptuales conocidas que puedan impregnar el ejercicio
de vaciamiento para un autoconocimiento fuera de las narraciones de sentido. Es
en este punto en el que la desrealización del «yo» se torna en mirada tanto hacia
el exterior como el interior y así se vacía la mirada de dicotomías categóricas para
acontecer en «lo-que-ocurre», para convertirse en observación y permanecer en
ella: «Aprendo mis límites cuando con paciencia mido el peso de mi cuerpo, el
ángulo que traza su sombra en las paredes y esas líneas que procuro borrar a fin
de no perturbar lo visible. Aprendo mis límites proporcionalmente al deseo de
convertirme en mirada y descansar en ella»8.
5
G. Simmel, El individuo y la libertad, Barcelona, Península, 1986, pág. 18.
6
C. Maillard, India, ob. cit., pág. 30.
7
T. Todorov, Los morales de la historia, Barcelona, Paidós, 1993, pág. 91.
8
C. Maillard, India, ob. cit., pág. 39.
9
C. Magris, El viaje infinito, Barcelona, Anagrama, 2008, pág. 14.
10
Ibíd., pág. 14.
11
C. Maillard, India, ob. cit., pág. 107.
12
S. Empírico, Esbozos Pirrónicos, Madrid, Gredos, 1993, pág. 317.
13
C. Maillard, «La razón posmoderna: ¿Pensamiento débil o razón estética?», El giro posmo-
derno, J. R. Carrazedo (ed.), Suplemento núm. 1 de la revista Philosophica Malacitiana, Málaga,
Universidad de Málaga, 1993, pág. 115.
La conversión en el camino
14
C. Maillard, India, ob. cit., pág. 62.
15
Nagarjuna, Fundamentos de la vía media, J. Arnau (ed. y trad. del sánscrito), Madrid,
Siruela, 2004, pág. 203.
16
Ibíd., pág. 203.
20
C. Maillard, India, ob. cit., pág. 80.
21
Ibíd., pág. 109.
Bibliografía
22
Ibíd., pág. 123.