La Logia Viva

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LA LOGIA VIVA. Simbolismo y Masonería. Siete Maestros Masones.

Editorial
Obelisco, Barcelona 2006. 384 pgs.

Acaba de aparecer en la editorial Obelisco de Barcelona (España) un nuevo


volumen de arquitectura firmado por Siete Maestros Masones.

Copiamos a continuación su Prólogo e Indice, también pueden leerse en la


sección ARTICULOS varios de los trazados que contiene.

PROLOGO

"Presentamos aquí una selección de planchas y trabajos leídos por los masones
que han conformado las distintas Logias de la Obediencia Gran Logia Operativa
Latina y Americana. La voz de la Tradición se hace sentir en estos trazados de
arquitectura de los distintos miembros de esos talleres, aunque todos finalmente
se refieren y culminan en lo mismo: el Gran Arquitecto del Universo.

Esta coincidencia signa las distintas voces y hace que un mismo discurso, una
cadencia, que podría ser también un gesto, se advierta a lo largo de esta
compilación; no sólo una misma intención, sino también una pareja entonación
de un canto riguroso. Son, como se dice en uno de esos trazados, radios
emanados de un mismo Centro, evocando así la idea de Armonía con que se
realizan los trabajos de una Logia viva, idéntica al Cosmos y a la Inteligencia que
lo hace posible.

También fijan modelos de pensamiento y coagulan energías arquetípicas en el


seno de la Orden Masónica, que se muestra así como la heredera de una corriente
de pensamiento que discurre a lo largo de la historia de Occidente. De los
presocráticos y Platón hasta nuestros días, ideas vehiculadas a partir
"oficialmente" de comienzos del siglo XVIII, pero cuya existencia, atestiguada
por numerosos documentos, la reconocen en la Edad Media y el Renacimiento, y
aún antes, como heredera de los collegia fabrorum romanos, vinculados con el
simbolismo constructivo y por lo mismo con la Masonería.
Tal vez alguien pueda pensar que los autores de esta selección no han tenido en
cuenta el "secreto masónico", ante lo cual diremos, en primer lugar, que la
Masonería no es una Orden secreta sino discreta, y en segundo término que el
verdadero "secreto" es, como en toda organización iniciática, de naturaleza
metafísica y permanecerá por tanto inaccesible sin ser revelado jamás. Por otra
parte, aquello que es estrictamente secreto para la Masonería son exclusivamente
las palabras de paso, los toques y los signos, y de estos aquí nada se dice.

No sólo hemos mantenido el nombre de Siete Maestros Masones que figuraba en


el anterior volumen publicado por esta editorial, Símbolo, Rito, Iniciación: La
Cosmogonía Masónica, aclarado que la mayoría de ellos también colaboran en
éste, sino que se ha dado lugar igualmente a trazados de nuevos maestros que se
han ido sumando a los siete originales y que trabajan en distintos talleres."

INDICE

PROLOGO
DISCURSO SOBRE LOS SIMBOLOS MASONICOS
LOS SIMBOLOS, LA CIENCIA SIMBOLICA Y LA MASONERIA
NOTA SOBRE LA INICIACION
EL APRENDIZ
EL TRABAJO DEL APRENDIZ
EL VIAJE DEL APRENDIZ MASON
HERRAMIENTAS DE LOS PRIMEROS VIAJES
EL SALARIO DEL APRENDIZ MASON
LAS DOS COLUMNAS
SOBRE LAS COLUMNAS J Y B
NOEMI Y RUTH
LIBERTAD - IGUALDAD - FRATERNIDAD
HUZEI - HUZEI - HUZEI
APUNTES SOBRE EL TEMPLO
LOS OFICIALES DE LA LOGIA: RADIOS DE UN MISMO CENTRO
DISCURSO DE LA H.·. ORADORA A UNA NUEVA HERMANA
DISCURSO DEL H.·. ORADOR A UN NUEVO MASON
PALABRAS DE RECIBIMIENTO DE LA ORADORA A UN NEOFITO
LA DEFENSA DE LA HERENCIA
NOMADAS Y SEDENTARIOS
JERARQUIA Y PROCESO
ADVERTENCIA DEL H.·. SEGUNDO VIGILANTE EN LOGIA
SOBRE ARQUITECTURA Y MASONERIA
LA VIDA COMO RITO
EL FUEGO FILOSOFICO
RECIBIMIENTO EN CAMARA DE COMPAÑERO
LOS TRABAJOS DEL COMPAÑERO
ACERCA DEL NUMERO CINCO Y LA ESTRELLA FLAMIGERA
LA RESURRECCION DEL COMPAÑERO
SOBRE LA PLOMADA
EL NIVEL
SOBRE EL NIVEL
EL NOMBRE SIMBOLICO
TRABAJO MASONICO
ARITMETICA Y MASONERIA
¿QUÉ SIGNIFICA SER MASON?
REFLEXIONES SOBRE EL SER UNIVERSAL
SIMBOLISMO DEL MANDIL
EL ARTE HERMETICO
UN ACERCAMIENTO AL SIMBOLISMO DEL ARCO IRIS
DOS REFLEXIONES BREVES
LA PALABRA DE PASO DEL MAESTRO
LA CATEDRA DE HUESO
LA LETRA G
VOCACION Y OFICIO
HACIA LA PUERTA ESTRECHA
LA TEMPLANZA
LA UNIDAD COMO SIMBOLO
SOBRE LA VIRTUD MASONICA
EL VIGOR DE HERMES
LA LEY DEL SILENCIO
OPERATIVIDAD MASONICA
LA MASONERIA Y LOS OFICIOS TRADICIONALES I
LA MASONERIA Y LOS OFICIOS TRADICIONALES II
DESBASTAR LA PIEDRA BRUTA
LA INSTALACION DE LOS OFICIALES DE LA LOGIA
LAS TRES GRANDES LUCES
SOBRE EL PRIMER VIGILANTE EN LOGIA
LA OFICIALIA DEL PRIMER VIGILANTE
LA LUZ DEL SEGUNDO VIGILANTE
EL SECRETARIO
POR NUESTRAS IMPERFECCIONES
EL MAESTRO DE CEREMONIAS
LA FUNCION DEL TESORERO
EL TESORO DE LA LOGIA
TRES LA DIRIGEN, CINCO LA ILUMINAN Y SIETE
LA HACEN JUSTA Y PERFECTA
EL SIMBOLISMO DE LA ESTRELLA PENTAGRAMATICA
LA ESTRELLA DE CINCO PUNTAS
RITO CONTRA RUTINA. UN ASPECTO DE LA REGLA MASONICA DE 24
PULGADAS
EL SOLSTICIO DE VERANO
EL SOLSTICIO DE INVIERNO
SOLSTICIOS Y EQUINOCCIOS
A LOS HERMANOS DE LA LOGIA
EL SIMBOLISMO DE LA TRIPLE CIRCUNAMBULACION
SOBRE LOS ANTIGUOS DOCUMENTOS
LOS OLDS LANDMARKS
LOS OLD CHARGES
EL ANGULO RECTO DEL EQUINOCCIO DE PRIMAVERA
LA CRUZ TRIDIMENSIONAL
GEOMETRIA Y MASONERIA
SOBRE LOS ELEMENTOS DE EUCLIDES
CUERPOS PLATONICOS
EL NUMERO DEL COMPAÑERO
SOBRE LA PROPORCION QUE TIENEN EL MEDIO
Y LOS EXTREMOS
BREVES PALABRAS DEL H.·. ORADOR EN TENIDA
EXTRAORDINARIA DE EXALTACION AL TERCER GRADO
RECONOCIMIENTO CONYUGAL
TENIDA FUNEBRE
EL MUNDO INTERMEDIARIO
EBLIS - CAIN - HERMES - HIRAM
PLUS ULTRA
SOBRE EL SIMBOLISMO DE LOS ALTOS GRADOS
DISCURSO SOBRE LOS SIMBOLOS MASONICOS *

SIETE MAESTROS MASONES

Penetrar en el mundo de los símbolos es en verdad penetrar en el mundo, porque el símbolo, en


su acepción más amplia, o la simbólica, que es justamente la ciencia que investiga los símbolos de
todas las culturas y civilizaciones que se han sucedido a lo largo de la historia, es una ciencia
multidisciplinar que busca interpretar la realidad del cosmos y del hombre de acuerdo a los
principios y leyes universales. Hablamos del estudio de las Artes Liberales, de las tradiciones y
religiones comparadas, de la antropología, de la historia y la geografía sagradas, de la ciclología,
etc. En realidad toda investigación, toda ciencia y todo arte que estudia finalmente la razón de ser
de las culturas, y en definitiva del hombre, de nosotros mismos, está integrada en esa Ciencia
Simbólica o Ciencia de Ciencias.

Naturalmente los símbolos masónicos pertenecen a dicha Ciencia, como es el caso de los que
decoran la Logia, empezando por las dos columnas J y B, que como se relata en los antiguos
documentos de la Orden fueron descubiertas (o descifrados los signos en ellas grabados) por
Hermes la una y por Pitágoras la otra, los cuales son también los dos grandes patrones de la
Masonería.

Es decir, y como nos recuerda Federico González en Hermetismo y Masonería, Hermes, el dios
Hermes, dona a la Masonería su sabiduría, o sea la Sabiduría, y Pitágoras la gnosis, es decir el
Conocimiento, expresado a través de la Geometría y la Aritmética, que son las ciencias propias de
la Tradición Pitagórica. Estas dos ramas de la Tradición Unánime se fusionan en la Masonería,
conformando su ser y su esencia.

La Logia es una imagen simbólica del Cosmos, y en ella se plasma toda esa sabiduría y esa gnosis;
empezando por la "cadena de unión" que son los 12 signos del zodíaco y que constituye el marco
que rodea la Logia y la protege, cubriéndola y encuadrándola por arriba, estableciendo así sus
límites espacio-temporales. Ese enmarque o zodíaco es para aprender a interpretar y conocer la
máquina celeste, y puesto que estamos hechos a imagen del Cosmos nosotros también somos el
zodíaco. Dentro de ese marco o encuadre se "encierran" una serie de elementos que son todos los
símbolos que están presentes en la Logia, empezando por el principal de todos ellos, que no es
otro que el Delta Luminoso, el símbolo del Gran Arquitecto del Universo. Es decir, que esa
sabiduría y ese conocimiento representados por las dos columnas, por Hermes y Pitágoras, se
concentran y sintetizan en el Delta Luminoso.
En verdad la Logia no está tan sólo iluminada por las luces físicas que se distribuyen en diferentes
lugares en número de 3, 9, 12, o las que sean, dependiendo del Rito o del Grado en que se trabaje,
sino que es por la luz inteligible que emana del Delta por la que la Logia está en realidad
iluminada. Para algunos autores el Delta masónico es de origen pitagórico pues es idéntico en
cuanto a su significado iniciático a la Tetraktys, la cual constituía el símbolo de aquello que los
masones llamamos el Gran Arquitecto, aunque los pitagóricos se referían a él con el nombre de
Mónada o Unidad. En la Masonería el Delta Luminoso es el símbolo de esa Unidad, la cual no
puede ser representada, pues se trata de una idea que no tiene ninguna forma.

Es el tres, es decir el Ternario, o el triángulo, el símbolo de esa Unidad. O sea, la Unidad más el
Binario en que esta se expresa. En efecto, el triángulo es la primera forma, la primera
representación que se puede tener de la Unidad. Por eso el Delta Luminoso es un triángulo. Como
decimos el Delta era venerado por los pitagóricos en la forma de la Tetraktys, la cual tiene también
una forma triangular, y era considerada como el símbolo de la Mónada y del Universo al mismo
tiempo, pues esa forma triangular está constituida por diez puntos dispuestos a cuatro niveles: 1,
2, 3, 4, cuya suma da efectivamente diez. Esos cuatro niveles están indicando la idea del
Cuaternario, del número cuatro1, y no deja de ser interesante observar que en el alfabeto griego
la letra delta ocupa el cuarto lugar. Esos diez puntos o diez números, que repetimos constituyen la
suma de los cuatro primeros dígitos, son el símbolo de la Manifestación Universal, del discurso
cósmico en el despliegue indefinido de todas sus posibilidades. El mismo simbolismo está
sugerido, bajo una forma geométrica distinta, por el círculo y la cruz inscrita en su interior, es decir
por el símbolo universal de la Rueda, siendo esa cruz la expresión misma del Cuaternario, que es el
que hace posible conectar el centro a la circunferencia, y por tanto la Unidad a la multiplicidad, y
viceversa. En realidad la Tetraktys reúne, como el Delta masónico, o la Rueda, los símbolos
geométricos y numéricos que mejor explican el acto misterioso de la Creación, y más allá de ella
nos enseña a concebir en nuestro interior la idea misma de la Unidad o Gran Arquitecto, didáctica
que no sólo va dirigida a la mente racional (a la que ordena), sino sobre todo a despertar la
"intuición intelectual" que reside en el corazón y que es la que verdaderamente nos conduce en el
camino del Conocimiento.

De ahí que para la Masonería sea tan importante el Delta Luminoso como representación
simbólica del Gran Arquitecto. Y subrayamos lo de "representación simbólica" porque
evidentemente los símbolos, aunque manifiesten fielmente la idea que quieren expresar, no son
esa idea, o mejor dicho, son la forma, la piel, que recubre la idea, el espíritu de la cosa
representada. Por eso mismo ni los masones, ni nadie que se dedique al estudio de la Ciencia
Simbólica, deben confundir el símbolo con lo simbolizado. En el caso del Delta Luminoso la idea
que representa no es otra que el Gran Arquitecto, y son los iniciados que investigan en ese
símbolo los que con su trabajo de meditación en él pueden llegar a descubrir en sí mismos y para
sí mismos qué significa el Gran Arquitecto, puesto que éste no es un dogma. En este sentido,
hemos de tener en cuenta que la Masonería no es una religión y por tanto no tiene dogmas. Están
sus símbolos, sus ritos y sus mitos, y cada cual los interpreta según sus propias posibilidades,
nacidas como consecuencia de una sincera reflexión y meditación en ellos.
Como decimos la Masonería carece de dogmas, pero sí tiene principios. Los símbolos que decoran
la Logia son los principios que están expresando las distintas modalidades de la Inteligencia del
Gran Arquitecto; pues finalmente la Logia como imagen del Cosmos no es sino una representación
del cuerpo del Gran Arquitecto. El Cosmos, en realidad, es el símbolo mismo del Gran Arquitecto y
todos los elementos que están dentro de la Logia representan lógicamente distintos aspectos de
su Inteligencia y su Sabiduría. Y la investigación en todos esos símbolos, en su significado, va
dándole al masón la síntesis de la idea que todos ellos están revelando, operación relacionada
directamente con aquella expresión masónica que dice que la labor del masón es "difundir la luz y
reunir lo disperso". Esa luz a difundir es la Luz que emana del Delta Luminoso y que nos permite
reunir el significado profundo de los distintos elementos simbólicos que decoran la Logia, porque
en esa reunión no sólo estamos concibiendo ideas, sino que fundamentalmente nos estamos
reuniendo y concibiendo a nosotros mismos, es decir nos estamos encontrando, descubriendo
nuestro auténtico ser y esencia, pues en realidad se trata de una reintegración interior, y para eso
precisamente es para lo que sirve el símbolo, porque no es la forma de éste la que ilumina la
inteligencia, sino justamente la idea que está plasmada en él. Y eso es muy importante a tener en
cuenta, porque así evitaremos confundir el símbolo con lo simbolizado.

El símbolo tampoco es una alegoría, y eso también es muy importante tenerlo en cuenta, pues
muchos creen que los símbolos lo son. Es decir, "lo que yo me puedo imaginar o suponer que es el
símbolo". No, el símbolo no es el producto de la imaginación ni de ninguna suposición humana. Él
es de origen suprahumano, de ahí su sacralidad, su sabiduría y belleza implícitas, su fuerza y su
energía capaz de transformarnos y hacer de nosotros verdaderamente "hombres libres". El
símbolo constituye una revelación, y su esencia sólo puede ser conocida mediante la "intuición
intelectual", a la que él mismo despierta. Lejos de ser una alegoría, el símbolo expresa netamente
la idea que quiere manifestar. Te está comunicando aquello que en verdad son las cosas, lo que es
la realidad en sus diferentes aspectos. Por eso el interés del masón por reunir todos esos símbolos
en una síntesis, y no hay mayor síntesis que la del Delta Luminoso el cual revela verdaderamente
la idea que está queriendo expresar y uno se identifica con esa idea, puesto que uno es una sola
cosa con ella. Si las ideas que los símbolos están revelando no estuvieran ya en nosotros
previamente, ¿cómo podríamos comprender el símbolo? Nosotros comprendemos lo que somos y
tenemos dentro.

Dicho de otra manera, lo que la iniciación, en este caso masónica, o cualquier iniciación en la vía
del Conocimiento te da, es lo que tú ya posees, es decir te despierta lo que tú ya tienes, no te
añade nada. O sea, no viene nadie a imponerte las manos sobre la cabeza y te da algo que te falta,
sino que lo que hace el símbolo es despertar lo que tú eres, lo que tienes en ti mismo. Por eso
decía antes que el mayor desconocido es uno mismo; uno no se conoce hasta que empieza a darse
cuenta realmente de que no sabe nada. No es que lo advierta sólo mentalmente, sino que todo su
ser vibra, por decirlo de alguna manera, con ese descubrimiento. Ese no saber es el impulso para
conocer. Ahora bien, para el que piensa que ya lo sabe todo, no es posible la iniciación, no es un
iniciable, es decir no tiene posibilidad de conocer.
Por eso se dice que hay que dejar los metales en la puerta del templo, porque esos metales son los
conceptos, ideas falsas e identificaciones de todo tipo que mantenemos con el mundo profano, y
la Logia, es decir la Masonería, nos ofrece una vida nueva, y eso es precisamente lo que nos da la
iniciación. La palabra iniciación viene de la raíz latina in ire que significa ir hacia, emprender un
camino. Así pues se trata de la posibilidad de emprender un camino nuevo. Ahora bien, si aquella
persona que quiere entrar en nuestra Orden viene con la idea de que ya lo sabe todo, de que ya
está de vuelta de todo, que no puede enseñársele nada, pues entonces no sabe uno qué viene a
hacer a la Masonería.

Por ello es que en la iniciación masónica, como todos sabéis, la "desnudez" está representando
justamente eso. Es decir, la idea de que uno está despojado completamente de todo, de aquello
que no le sirve en verdad; porque en lo que la investigación en los símbolos (en este caso los
masónicos) te hace caer en cuenta es en que todo lo que sabes lo tienes que deponer, pues si no
dejas un espacio en ti mismo, cómo vas a poder conocer algo nuevo. Hay un dicho que afirma: "El
que está lleno de sí mismo no tiene lugar para Dios". Es decir, el ególatra que está lleno de sí
mismo no tiene lugar para nada más. De alguna manera todo el que llega del mundo profano
viene lleno de sí mismo, por lo que debe vaciarse para poder llenarse con otras ideas y otras
imágenes acordes con su verdadera naturaleza, a la que va descubriendo.

El símbolo de la copa está expresando esa idea, y es un símbolo muy universal, presente también
en la Masonería, como todos sabemos. Pues en realidad se llega con mucha información pero
ningún conocimiento verdadero, por eso debes aprender a desprenderte de esa vana información,
de esa vana erudición. Pero claro, la copa vacía no se llena con más erudición. Lo que se recibe es
otro tipo de enseñanza. Lo que te enseñan los símbolos masónicos es justamente a ser un hombre
nuevo. En este sentido los Evangelios son muy claros cuando hablan del hombre viejo que ha de
morir para que pueda nacer el adepto, pero ese hombre nuevo somos nosotros mismos. Morir
para nacer, y nacer y conocer son lo mismo. Conocer es co-nacer. Pero si no se muere no se puede
nacer, si la semilla no muere no puede surgir el árbol: la semilla ha de morir, pero antes ha de ser
semilla, o sea antes tenemos que ser reducidos a pura virtualidad, a la única posibilidad que en
realidad somos, porque en verdad uno es una semilla. En este sentido dicen los textos alquímicos
que el hombre tiene que volver nuevamente al seno de la madre; es el "regreso al útero" de que
se habla en esos mismos textos: morir dentro de ese útero para renacer. Por eso es que el ingreso
en la Cámara de Reflexión, en la caverna iniciática, representa el ingreso en la matriz de la Madre
Tierra.

La Tierra como representación de la matriz universal, es decir del seno de la Gran Madre, es tu
alma en verdad. Uno ingresa en su propia alma, en su propia Cámara de Reflexión, que es como el
atanor alquímico, y ahí se despoja de todo. Además en el rito de la iniciación masónica justamente
se está representando eso cuando ingresamos en la Cámara de Reflexión, es decir te quitan los
metales y simbólicamente te desnudan, porque no puedes ingresar en esa caverna, en esa matriz,
con todo lo que tú traes desde fuera; y sólo después de esa muerte simbólica, es decir de morir
verdaderamente al hombre viejo, es que se puede entrar en el Templo, que puedes llamar a las
puertas del Templo. Claro está que has de ser guiado porque en esos momentos de transición
entre lo profano y lo sagrado estás muerto simbólicamente y para nacer tienes que nacer dentro
del Templo. Es por eso que te acompañan hasta la puerta del mismo, y una vez allí llaman y te
abren e ingresas. Recordemos que durante nuestra iniciación nos hicieron arrastrar prácticamente
por el suelo, como diciendo que entras por una puerta muy estrecha, por una puerta por donde
sólo pasa una semilla, lo más pequeño. Entonces se entra en la Logia como germen, como pura
virtualidad, pero esa semilla necesita de los distintos elementos, es decir del agua, del aire y del
fuego, puesto que si no recibe aire, agua y calor (y luz) no puede crecer. Ese es el significado de
dichas pruebas, las cuales están presentes en las iniciaciones de todas las tradiciones, pues como
bien sabéis no son exclusivas de la Masonería.

La Masonería en verdad es una tradición, una organización iniciática que justamente hereda sus
símbolos, ritos y mitos de los Antiguos Misterios. Por eso en el mundo moderno, en nuestro
tiempo, tenemos la gran suerte de que todavía exista una tradición como la masónica que
conserve la estructura de la iniciación. Por ello la Masonería es hoy en día verdaderamente un
lujo, y muchas veces nos olvidamos de esta circunstancia, de la gran fortuna que tenemos de
haber ingresado en la Masonería, o de estar a punto de ingresar en ella, naturalmente si uno
siente la vocación de conocerse a sí mismo. Si no es así, por muchos ritos en que participes, por
muchos grados que poseas, por mucha información que obtengas, si no tienes voluntad de ser,
aquello no va a prosperar, si la semilla no muere nada va a fecundar y nada va a nacer.

Por eso cuando durante el rito de iniciación el candidato entra en la Logia lo hace por entre las dos
columnas, las columnas J y B, que son como las dos piernas de la madre parturienta. Además va
con los ojos vendados, o sea que va a ciegas completamente. La Logia es como su madre, pues en
verdad está siendo parido y ese nacimiento se produce dentro de la Logia, pero como está privado
de la vista, no aprecia nada de lo que hay en ella. Para ver de nuevo, para nacer nuevamente,
antes ha de ser purificado por los elementos. Precisamente la palabra elemento quiere decir
"simple". En realidad esas pruebas por los elementos lo que en verdad están produciendo en uno
es un estado, no de simplonería, sino de simplicidad. Y no hay nada más simple que la Unidad. La
Unidad es lo único que no está compuesto, todo lo demás lo está, de dos, de tres, de cuatro, de
cinco, en fin de varios, de múltiples, pero la unidad no está compuesta de nada, es ella misma. Si
uno no es sí mismo qué va a ser entonces.

Esto es justamente lo que realiza en ti el rito de la iniciación y concretamente el rito de


purificación por los elementos, los viajes por los elementos, pues justamente se llaman viajes, y en
sí mismos constituyen una enseñanza, porque son una representación simbólica de los que se
realizan en la vida, que es en verdad un viaje hacia el Conocimiento, y para ello el hombre nace en
este mundo, aunque la inmensa mayoría lo haya olvidado en este tiempo de tinieblas. En realidad
la Masonería, como toda organización iniciática, lo que hace es darte todo lo necesario para que
puedas manejarte en la vida de acuerdo a los principios e ideas que derivan del modelo cósmico. Y
en uno mismo está el aplicarlas en sus actos y pensamientos, de los que somos enteramente
responsables. "Un masón libre en una Logia libre" dicen nuestros textos, y esa Logia es el mundo.

Todo el rito de iniciación, y no sólo el de iniciación, sino cualquier tenida, es en realidad una
representación de la vida misma, puesto que uno viaja y se traslada de Oriente a Occidente y de
Mediodía a Septentrión. Por ello la Logia es una representación del mundo y uno encuentra su
orden y su ubicación, su destino, en ese mundo, en el cosmos, en la vida, pues decir cosmos, decir
mundo o decir vida es exactamente lo mismo. Por eso se dice macrocosmos y microcosmos, y la
Tabla de Esmeralda Hermética nos enseña: que "lo de arriba es igual a lo de abajo y lo de abajo
igual a lo de arriba". No hay diferencia ninguna, es decir el macrocosmos, el gran cosmos, es
idéntico o está en el microcosmos, está en el hombre, por eso la Logia es justamente una
representación del cosmos, y por eso el hombre reconoce su lugar en él, se siente en su casa. Ya
no se siente un extranjero en el mundo, ya no es un peregrino perdido, ya ha encontrado
realmente lo que quería, pero encontrarlo no es suficiente, ha de saber estar en él.

Cuando ingresamos en la Orden Masónica y nos retiran la venda que cubre nuestros ojos nos
encontramos en la Cadena de Unión, unidos a todos los hermanos. Y una cosa muy importante de
observar es que no hay Masonería sin Logia, es decir que la Masonería no existe sin la Logia, y ésta
no es solamente el recinto físico y concreto, sino fundamentalmente los hermanos que la integran.
En la iniciación masónica recibes también las luces de tus hermanos. Como digo, la Logia no es sólo
el templo físico, la Logia son los hermanos. Por eso se afirma que una Logia es justa y perfecta
cuando se reúnen siete masones, sólo cuando se reúnen siete hermanos se considera que la Logia
está constituida como tal, y eso tiene que ver con lo que decíamos anteriormente de que tú no te
inicias sólo, sino que son los hermanos los que te inician; claro que tú lo vives solo, que la
iniciación es una experiencia personal, pero con la ayuda de los hermanos. Tus luces no son
suficientes, y es por eso que necesitas las de los demás durante todo el tiempo que dura el
proceso masónico, que es gradual, porque aunque comprendas lo que significa el Delta Luminoso,
o cualquier otro símbolo, esa comprensión se va entendiendo también gracias a las propias
experiencias de los que te acompañan en el camino del Conocimiento. La comunicación de esas
experiencias constituye la base del "trabajo colectivo" tal cual se entiende éste en la Masonería, y
ese trabajo es una forma de la invocación al Gran Arquitecto, de la permanente reiteración de Su
Nombre vivida por cada uno de los hermanos como una regeneración permanente y fecunda que
desemboca finalmente en un estado de ser que supera la mera individualidad (y lo "colectivo") por
asunción en lo universal y en la Unidad. Bueno, pues eso es "reunir lo disperso" justamente.

Pero antes de "reunir lo disperso" hemos de recibir la luz, que es la que emana del Delta y que
simboliza la influencia espiritual. Recordemos que cuando nos quitan la venda que cubre nuestros
ojos lo primero que vemos es el Delta Luminoso, y ello se produce estando en la cadena de unión.
Es decir que recibes la luz del Gran Arquitecto, la luz celeste, cenital, integrado en la comunidad
humana. La vertical y la horizontal reunidas en el acto supremo del rito iniciático tal cual se realiza
en la Masonería.

En realidad la iniciación masónica como símbolo de todas las iniciaciones o de la iniciación en sí, es
realmente un misterio, y por mucho que podamos decir, la experiencia de vivir todo eso no está
circunscrita a las palabras. Las palabras como los símbolos mismos, te pueden indicar, te pueden
sugerir, te pueden expresar, pero eso es un descubrimiento también, es decir que tú desvelas,
descubres, rasgas el velo que cubre las apariencias de las cosas, y puedes ir más allá de esas
apariencias.

En el Zohar, o Libro del Esplendor de la Cábala hebrea, hay un pasaje que se refiere a esto que
estamos diciendo. Allí se habla del buscador de la Sabiduría, la cual está simbolizada en esa
tradición, tan próxima a la Masonería, por la Torá celeste. Dice ese texto:

En efecto, la Torá deja salir una palabra de su cofre, y ésta aparece por un momento y se oculta
enseguida. Y en cualquier momento y lugar en que salga de su cofre y se vuelva a esconder con
rapidez, lo hace tan sólo para aquellos que la conocen y están habituados a ella. Porque la Torá es
como una amada hermosa y bien proporcionada que se oculta en un recóndito aposento de su
palacio. Tiene un único amante –cuya existencia todo el mundo ignora– que permanece
escondido. Por amor a ella merodea el amante continuamente ante la puerta de su morada y deja
vagar sus ojos buscándola en todas direcciones. Ella sabe que el amado está constantemente
alrededor de la puerta de su morada. ¿Qué hace? Entreabre ligeramente la puerta en el escondido
aposento donde se encuentra, desvela por un instante su rostro al amado e inmediatamente lo
oculta otra vez. Todos los que quizá pudieran estar junto al amado nada verían ni percibirían.
Unicamente él lo ve, y su interior, su corazón y su alma van en pos de ella, y sabe que por su amor
la amada se ha manifestado un instante y ha ardido en su amor. Lo mismo ocurre con la palabra
de la Torá. Sólo se revela a quien la ama.

El buscador, el amante de la Sabiduría, descubre que ese es su verdadero tesoro, y la busca


constantemente, en silencio, pues sabe que en la unión con ella está su verdadera identidad. Para
el masón ocurre exactamente lo mismo. Una vez que ha recibido el influjo espiritual de la
iniciación, que siempre ocurre en lo más secreto de la cámara de su corazón, descubre que en
realidad la Masonería, como la Sabiduría, sólo se revela y entrega su tesoro a quien la ama.

– Qué hay entre tú y yo? – Un secreto. – ¿Cuál es ese secreto? – La Masonería.


NOTAS

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed.
Obelisco, Barcelona, julio 2006.

1 También el Tetragramma hebreo está formado por cuatro letras.


LOS SIMBOLOS, LA CIENCIA SIMBOLICA Y LA MASONERIA1

SIETE MAESTROS MASONES

Si nos paramos a pensar detenidamente en nuestra actividad diaria, vemos que la presencia de los
símbolos es muy abundante: En química, matemáticas, informática o simplemente en la
regulación del tráfico, los símbolos nos indican asociaciones convencionales, aceptadas
universalmente para el mejor ordenamiento de nuestra actividad. Los logos de todo tipo, el argot
de grupos, equipos, o el generacional, el lenguaje de los mensajes, los iconos y un largo etcétera
son ejemplos de la presencia de los símbolos en nuestra vida.

También estamos familiarizados con el uso de palabras, gestos y objetos representando conceptos
morales, afectivos, intelectuales o religiosos. El corazón como símbolo de amor, determinadas
flores en determinadas circunstancias, banderas, animales, etc. Y por supuesto, conocemos
historias, cuentos y fábulas, guiones de películas, argumentos de ficción, que simbolizan,
representan, determinados tipos, estilos de pensamiento, acción o modelos de vida: la Cenicienta,
el Don Juan, el Héroe, la madre sacrificada, el valor de la amistad, la honestidad, la maldad, entre
otros.

En resumen, en un diccionario podemos encontrar los siguientes sinónimos de la palabra símbolo:


signo, cifra, personificación, insignia, emblema, imagen, representación, efigie, fórmula, letra,
ideograma, blasón, divisa, sigla, inicial. Vemos pues, que nuestra vida está llena de símbolos que
ejercen una acción ordenadora de nuestra conducta, constituyendo una trama invisible conocida y
aceptada por todos los miembros de una misma cultura que hace posible la comunicación, la
relación social, el ejercicio de las profesiones, y, más aún, los símbolos son el tejido del que está
hecha la misma cultura de cada grupo, tanto los pequeños núcleos de población como los grandes
movimientos culturales o religiosos. Es más, imaginemos por un momento qué sería de nuestra
vida individual y grupal si desaparecieran los símbolos y nuestra memoria de ellos; sin signos,
gestos, ni lenguaje. Seguramente podemos estar de acuerdo en que la resultante es sólo caos, en
el que ninguna realización personal o grupal sería posible.

La mayoría de los símbolos a los que nos hemos referido son producidos, inventados, diseñados
por el hombre, conduciéndonos a una especie de automatismo que, bajo la apariencia de facilitar
nuestra vida, nos hacen vulnerables a influencias interesadas. La educación y la publicidad, de
cualquier clase, están llenas de todo tipo de símbolos que despiertan en nosotros determinadas
actitudes con la intención de dirigir nuestra conducta hacia un objetivo prefijado: una forma en
concreto de pensar, el consumo o el voto.

Todo este entramado simbólico sería innecesario para alguno en una isla desierta, que podría
acceder a la comprensión directa de todo su entorno sin necesidad de la intermediación de
símbolos. Pero el número de habitantes, la complejidad de la vida social y económica, la variedad y
diversidad de todo tipo de cosas y opciones, han hecho necesario que, poco a poco, el tejido
simbólico haya ido creciendo, salvando así la distancia que separa al "diseñador de los símbolos" y
aquel al que van destinados. Y si un visitante viene por primera vez a nuestro grupo cultural, será
necesario que se le instruya acerca del código simbólico imperante a fin de que pueda entender
nuestra forma de vida y ser uno más entre nosotros.

Podemos destacar de lo anteriormente expuesto que el símbolo ejerce un poder ordenador de la


vida, sin el cual estaríamos inmersos en el caos. Y que, en la medida en que el hombre ha ido
incrementando la complejidad de su cultura, se ha visto impelido a ordenar sus nuevas
construcciones culturales con más códigos simbólicos. Desde luego, este orden actual al que nos
referimos, como ya hemos dicho, ha sido puesto arbitrariamente por el hombre. Partiendo de este
plano conocido y accesible, pensemos ahora en otro tipo de símbolos, aquellos que representan
una realidad inaccesible a la observación directa y a la comprensión de la razón. Pensemos en lo
que el hombre ha encontrado ya hecho en la naturaleza, en sí mismo, en el universo entero: el
cielo con sus cuerpos celestes moviéndose sincronizadamente, la tierra y sus reinos y seres que la
pueblan, los elementos de los que todo está hecho, las estaciones y los ciclos, el día y la noche, las
formas que se repiten en todos los seres, los colores, olores y sabores, en las leyes de atracción y
repulsión por las que se produce todo movimiento, la polaridad y su alternancia..., en fin, en el
orden y las leyes en base a las cuales se sostiene lo que llamamos el mundo, el universo y nosotros
mismos. Cada una de estas manifestaciones es un SIMBOLO. Estudiar los símbolos es el objeto de
la Ciencia Simbólica.

La Ciencia Simbólica nos enseña que todos los seres de la creación son el cuerpo, la manifestación
de una realidad oculta en ellos mismos, imperceptible por nuestros sentidos, y que pertenece a un
orden superior. De la misma forma que una pintura es la materialización de la idea del artista, la
cual se oculta en su interior y se manifiesta a través de la pintura misma, así las obras que nos
presenta la naturaleza contienen y manifiestan la idea del Creador constituyéndose por ello en su
símbolo.

Entonces, toda la creación puede ser comprendida como un código simbólico armónico, en el que
todo está interrelacionado: el cielo, la tierra, los diferentes reinos y los seres que la habitan, lo
infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, separado en reinos y planos pero coordinado
por las mismas leyes, animado y sostenido por el mismo Espíritu.

Y en esta inmensa sinfonía, el Hombre aparece en el centro de la creación, reflejo directo del
Creador; microcosmos, capaz de repetir el gesto creacional a través de sus manifestaciones
culturales: el lenguaje, las letras y las palabras; los números; las artes en todas sus formas: pintura,
escultura, arquitectura, música, danza, atuendos, ornamentos, tejidos; los oficios, las
construcciones, los juegos, simbolizan ideas arquetípicas, que adquieren un carácter universal,
como demuestra el hecho de que se hayan repetido en diferentes lugares y épocas.
Podemos decir que el símbolo es el cuerpo de una idea ordenadora. En la mente del Creador se
diseñó la manifestación como un ingenio completo y armónico, que diera forma a las indefinidas
posibilidades de expresión de sus propios atributos. Lo que vemos, y también lo que no vemos,
pero está manifestado, es el cuerpo de esa idea creadora y cada una de las criaturas constituye la
exteriorización de esas leyes, de esa intención ordenadora y expresiva.

El símbolo tiene una doble naturaleza: la de la materia de que está hecho, los cuatro elementos, y
la de la Idea que expresa, siendo realmente ambas cosas materia e Idea. La Idea adquiere así una
dimensión activa, que suma a la potencia organizadora la potencia ejecutora, es decir, la idea
creadora es una Idea-Energía. Por su doble naturaleza, partiendo de su parte material podemos
acceder a ese plano superior del que el mismo símbolo participa, siendo conducidos por su
mediación, como si de un vehículo se tratase, a la región de lo sobrenatural y suprahumano. Los
símbolos, en primer lugar son percibidos por nuestros sentidos. A partir de ahí, tenemos la
posibilidad de penetrar a través de esa apariencia y recorrer el camino que nos llevará hasta
planos más sutiles, más allá del espacio, del tiempo y del movimiento incesante de este plano
donde nada perdura. Es decir, el símbolo puede conducirnos desde el mundo material hasta el
espiritual. Es, pues, un vehículo de ida y vuelta, mediante el cual las energías sutiles descienden y
nosotros podemos ascender, constituyendo el único medio conocido de realizar este viaje en el
que el espíritu se materializa y la materia se espiritualiza.

La capacidad de diseñar y utilizar símbolos le ha sido dada al hombre desde el comienzo de los
tiempos, o, dicho de otra forma, la naturaleza del hombre es sensible al influjo de los símbolos y él
mismo es capaz de elaborarlos. Para que la influencia de los símbolos pueda ejercerse en nosotros
es necesario, primero que los reconozcamos como tales para después acercarnos a su estudio,
contemplación y meditación en una disposición receptiva, abierta y confiada. El símbolo es
enormemente generoso con quien lo atiende y respeta, abriendo poco a poco una suerte de
inteligencia nueva en el hombre, no la lógica que nos desarrolla nuestra educación habitual, sino la
Inteligencia del Corazón, la Intuición Superior mediante la cual el hombre puede alcanzar el
conocimiento de sí mismo.

Los símbolos tienen la facultad de responder a nuestras preguntas, de abrirnos las puertas al
conocimiento de la realidad que se oculta en el interior de nosotros mismos y de todo lo creado,
realidad más REAL que aquella que perciben nuestros sentidos, que es anterior y es la causa del
universo, como nuestra idea de un proyecto es anterior y es la causa de su realización.

El universo entero es un solo símbolo que debemos aprender a conocer primero en sus partes, de
la misma forma que debemos leer cada una de las palabras de un libro para comprender la obra
completa. En la lectura que podemos hacer de los símbolos vamos reconociendo poco a poco la
Unidad inalterable e inmóvil que subyace a toda la manifestación. En el origen de los tiempos el
hombre primordial sabía leer directamente estos símbolos en la naturaleza y en él mismo y poseía
un conocimiento directo del Ser. En la actualidad el hombre necesita ser enseñado a distinguir
estos símbolos sagrados de los símbolos comunes elaborados por nuestra sociedad y
posteriormente a acercarse a ellos, a conducirse con ellos y a través de ellos poder acceder al
Conocimiento. Este es el sentido y la razón de ser de la Tradición, tronco común del que brotan
Tradiciones como la Hermética, la cual se concreta actualmente en nuestra Orden, la Masonería
Universal, la que conserva no sólo el saber de la Ciencia Simbólica, sino la capacidad operativa de
transformar a un hombre común, profano, en un hombre iniciado, regenerado en su seno, nacido
de nuevo mediante la influencia de la Iniciación, quien podrá, con su trabajo, firme propósito y
actitud receptiva CONOCER a través de los símbolos al SI MISMO, o, lo que es lo mismo,
reintegrarse, desde este mundo plural, disperso y cambiante, en la unidad inmutable del SER.

La Masonería se expresa en un cuerpo simbólico constructivo que se concreta en símbolos


visuales, sonoros y gestuales, a la vez que historias ejemplares, mitos, a través de los cuales
podemos comprender la Cosmogonía y responder a las preguntas: ¿quién soy?, ¿de dónde
vengo?, ¿a dónde voy? Los símbolos actúan así como puente que permite y facilita el desarrollo de
las cualidades superiores del ser humano, aquellas que le otorgan realmente la realización de sus
potencialidades, la mayor parte de ellas ni siquiera esbozadas en el hombre común que sólo ha
recibido la educación ordinaria de su entorno cultural.

Siendo la construcción misma un símbolo de la Obra del Creador, ningún símbolo le es ajeno a la
Masonería, la cual, a través de sus grados, va penetrando en el conocimiento hasta que el masón
es capaz de reconocerse a sí mismo como símbolo del ABSOLUTO y fundirse con Él, meta última de
la Tradición.

Así, la Ciencia Simbólica conserva para el hombre actual la posibilidad de una realización humana
que supera infinitamente cualquier oferta de realización prometida por no importa qué medio
común y profano. Los símbolos están siempre ahí. Sólo debemos acercarnos a ellos dejando de
lado las enseñanzas recibidas por nuestra educación convencional, con una mente y un corazón
abiertos y receptivos, aceptando los postulados básicos de que la Vida es algo más de lo que
nuestros sentidos perciben y el Hombre algo más que el personaje puntual que cada uno de
nosotros representamos en este plano. En cuanto se establece la primera relación amorosa entre
nosotros y los símbolos, estos nos tenderán la mano y el hilo invisible de la Tradición nos
sostendrá en una cadena que, en definitiva, es una cadena de Amor.

NOTA

1 Este trazado pertenece igualmente al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Ed. Obelisco,
Barcelona, julio 2006. Ver noticia y prólogo de la edición en la sección LIBROS.
NOTA SOBRE LA INICIACION *

SIETE MAESTROS MASONES

Se dice que es mediante la reiteración incesante del Nombre Divino (o sea la Unidad) como ese
Nombre impronunciable finalmente se realiza en el interior de la conciencia de quien se abre a Él
por la Voluntad del Gran Arquitecto del Universo.

Cosmogonía Masónica: Símbolo, Rito, Iniciación, pág. 96.

Para el aprendiz, la Iniciación es la penetración en el misterio más profundo. ¿Quién soy, de dónde
vengo, a dónde voy? Preguntas que se hace todo aprendiz al comienzo del viaje por el laberinto de
las transmutaciones materiales y psíquicas en búsqueda de su Origen e Identidad verdadera. Es un
viaje hacia adentro, hacia lo oculto y escondido bajo todo el ropaje de la apariencia y la forma. Es
la penetración en otra realidad, divina y sagrada, la toma de conciencia de su verdadera
naturaleza; es la penetración en los misterios del No-Ser y del Ser, de la Sabiduría e Inteligencia
Divinas, rayo fecundador del Espíritu, transmitiendo el Orden, por medio del Verbo divino, la
Palabra a aquel o aquella que con amor y pasión se abre a que se Haga en él, y así, retornar a su
morada divina, a su estado primordial recobrando la Memoria, en el Centro, imagen del Eje por
donde ascenderá a la cima de la montaña Polar (lugar mítico y simbólico donde se produce la
verdadera trans-formación) para morir a la plenitud del Ser, y no siendo, fundirse en la No
Dualidad o Suprema Identidad. Estados todos de la conciencia.

Y ¿cómo se opera esta realidad, esta toma de conciencia? Muy por encima del adepto mismo,
pues es la Voluntad divina actuando en él. Se dice que la "palabra perdida" la tiene que des-cubrir
cada quien en sí mismo y por sí mismo. Entrando en el "no tiempo" podrá escuchar el lenguaje
silencioso que emana desde lo más profundo de su ser desplegándose y dándose a conocer,
manifestándose a sí mismo. Es la Unidad que habita en el centro del corazón, el Atma, que
inmanente se vuelve Presencia real dándose a conocer y conociéndose a través del hombre; la
total identidad entre el sujeto y el objeto de conocimiento, revelándose a sí mismo en las
múltiples formas simbólicas y niveles jerárquicos. Por eso se dice que esta vía es la Vía Simbólica,
pues todo es un símbolo de otra cosa. El símbolo es fundamental, siendo el intermediario o
mensajero, el vínculo o puente que transmite aquella realidad incomunicable por su propia
naturaleza. El Conocimiento: la realidad sagrada, concéntrico y sintético, en sí mismo e
instantáneo. Esencia donde reside la luz increada y de donde todo emana conformando las Ideas
Arquetípicas que rigen el cosmos y el hombre, generando la Imagen y la Forma. El silencio sonoro
que se expande emitiendo el sonido, la música, la palabra, a todos los confines de la creación,
conformando un ritmo que obedece a esas leyes arquetípicas que rigen el cosmos en el tiempo y
el espacio cíclico produciendo la Armonía Universal: el Rito ejemplar por excelencia.
Esto le sucede siempre al adepto en lo más íntimo de su conciencia, pues está contenido dentro
del Universo, es uno con Él y en Él, y por eso es que se reconoce a sí mismo. El hombre no puede
conocer lo que le trasciende si no es gracias a eso que le trasciende, transmitido por la influencia
espiritual que ilumina su inteligencia haciendo inteligible el Plan del Gran Arquitecto del Universo.
Y por eso es uno con su respiración, uno con su ritmo, con su sonido y silencio, con su expansión y
contracción, y uno en esa Unidad de donde nunca ha salido más que ilusoriamente. ¿Quién es
quien conoce? Extraordinaria función la que le toca al hombre, ser centro del Universo y a su vez
el sujeto a través del cual Él se conoce.

Las ideas dan forma al adepto, fijan el orden y la ley. Y el hombre se reconoce en ese orden, que es
ciertamente el Recuerdo, ya que no le es ajeno y sabe que eso es así por la intuición intelectual,
cayéndose la venda que le impedía ver y des-cubriendo lo que estaba tapado, aquella "sorpresa"
que yacía escondida bajo el velo, situada en el centro. La verdadera Naturaleza en todo su
esplendor. Poderosas son las ideas-fuerza conducentes a las transmutaciones materiales y
psíquicas que el adepto sufre, a tal punto que puede experimentar dolores físicos afectando la
salud. Templar el fuego de la pasión es labor de alquimistas. Mantener el fuego en el justo
equilibrio, ni tan fuerte que queme el recipiente ni tan suave que no disuelva lo denso de la
materia a transformar.

Por eso la importancia del descanso y la respiración: inhalar y exhalar, concentrar y disolver,
contener y soltar. Los dioses se alimentan de la sangre del adepto que se sacrifica a la Gloria del
Gran Arquitecto del Universo, según nos lo enseñan los mitos y es descuartizado, para luego re-
unificarse, re-integrarse en lo verdadero y eterno. La consagración de la vida es un acto creativo.

¡Qué ignorantes somos los humanos, y qué alejados estamos de la Esencia verdadera!

Gracias a la guía de la Doctrina, a la Enseñanza conservada en la Tradición Unánime y Primordial y


vehiculada por el símbolo y el rito, y a los trabajos realizados en nuestros talleres, a la transmisión
oral, la palabra fecunda, y a la vehiculación del libro, textos sagrados donde sabios, iniciados y
comentaristas de todos los tiempos han legado a la humanidad la revelación del Verbo que a su
vez les fue transmitida, convirtiéndose su lectura concentrada en un auténtico rito iniciático, es
que el aprendiz va leyendo en el "libro de la Vida" y puede, así, construir su cuerpo luminoso
despertando todas las potencialidades inherentes a sí.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed.
Obelisco, Barcelona, julio 2006.
EL APRENDIZ *

SIETE MAESTROS MASONES

Situado, jerárquicamente hablando, en la base de la construcción sin ella nada se realizaría. Es el


comienzo, y la parte necesariamente más sólida, no se permiten aquí filigranas ni arabescos; los
cimientos se hunden en la tierra para que el edificio pueda elevarse. La tarea del aprendiz, en
cierto modo, como la construcción de los cimientos, es dura y oscura pero imprescindible.

Se dice que el recién iniciado es como un niño que acaba de nacer y está, por lo que respecta a ese
nuevo mundo o plano, en idéntica condición. Conviene al aprendiz tener presente esta situación
de precariedad al comenzar su trabajo en el tallado de la Piedra. Este, como dicen los alquimistas
respecto al mantenimiento del fuego de la Obra, ha de ser constante, ni muy fuerte ni muy débil;
en el primer caso se corre peligro de romper la Piedra, o sea, en términos alquímicos, de quemar
la cocción; en caso de ser débil, el fuego puede no lograr cocer nada y la Piedra no ser desbastada.

Para el trabajo el iniciado dispone de algunas herramientas; y, gracias a éste, va aprendiendo a


utilizarlas; en un comienzo el Cincel y el Mazo, relacionados con la recta intención y la voluntad.
Ambos, Mazo y Cincel, han de trabajar conjuntamente, sin violencia pero con la fuerza y la
suficiente precisión para que la Piedra pueda ser liberada de sus aristas. Añadiremos a estas
herramientas otro compañero de viaje que no ha de faltar al aprendiz: el silencio, que le ayudará a
recogerse, a retirarse hacia el centro para emerger desde allí. En algunas Logias se recuerda a los
hermanos que el aprendiz no tiene voz ni voto.

Después de un primer periodo llamado propiamente de aprendizaje, uno puede empezar a


trabajar pero le es imposible decir que ya terminó de aprender; así también, el verdadero masón
se considerará siempre aprendiz, sea cual sea el grado que ostente y el salario que reciba, ya que
la Enseñanza se irá haciendo en él, en la medida en que se vuelque en ella. La Iniciación es la
transmisión de una influencia espiritual; ésta, en principio virtual, se va actualizando en la medida
que el iniciado, siempre A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·. , se pone manos a la obra.

En el camino del conocimiento se impone un abandono de los egos que usurpan la identidad del
Ser, hay que desenmascararlos, con paciencia y sin contemplaciones, sin apego ninguno a algo que
realmente no es, lo cual, por cierto, nos lleva a la liberación progresiva de nosotros mismos y por
tanto a la Libertad.
Entre los números es el tres el relacionado con el grado de aprendiz: tres son los viajes en el rito
de iniciación, tres años su edad, tres los pasos de su marcha con la que rompe el ritmo de su andar
en el mundo profano y penetra en el templo.

Deshacerse de ese hombre viejo es trabajo del aprendiz quien, situado al norte, en el frío, donde
apenas llega la luz del sol trabaja para alcanzar ese Sol, buscándolo en sí mismo.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed.
Obelisco, Barcelona, julio 2006.
EL TRABAJO DEL APRENDIZ *

SIETE MAESTROS MASONES

La Masonería proviene de una iniciación de oficio derivada de las corporaciones de constructores


medievales, las que le han transmitido su estructura, grados iniciáticos y su simbólica relacionada
con el Arte de Construir.1 En toda Civilización tradicional cualquier actividad humana es
considerada como derivada de los principios vigentes. Este vínculo provoca una "transformación"
en la actividad humana que pasa a integrarse en la tradición, constituyendo así, para aquel que la
realiza, un medio de participación efectiva en ella, lo que significa que reviste un carácter
estrictamente "sagrado" y "ritual"2.

La Masonería trabaja, simbólica y ritualmente en la edificación del templo universal a la Gloria del
Gran Arquitecto, principio espiritual que dirige sus trabajos y cuya "influencia" es transmitida en la
iniciación al neófito.

Esta construcción es simultáneamente interior y exterior; interior en cuanto el masón es él mismo


un templo en el que se manifiesta el espíritu, exterior en cuanto que es una piedra del templo que
levanta junto a sus hermanos de todos los tiempos "extendidos sobre toda la superficie de la
tierra".

Participar de esta Obra, ser obrero activo en esta construcción requiere un aprendizaje del oficio,
lo que incluye el manejo de las herramientas y el conocimiento de las reglas correspondientes que
rigen la edificación; este aprendizaje constituye la base del trabajo interior y supone una
verdadera ascesis tendente a la obtención del Conocimiento.

Respecto al término "ascesis" y su verdadero significado citaremos al hermano René Guénon:

La palabra ascesis designa propiamente un esfuerzo metódico para alcanzar un cierto objetivo, y
más particularmente un objetivo de orden espiritual.3

El catecismo del Aprendiz define claramente en qué consiste su trabajo que no es sino

desbastar la Piedra Bruta, a fin de despojarla de sus asperezas y acercarla a una forma en
consonancia con su destino.
Esa Piedra Bruta es el símbolo del Aprendiz, la piedra que habiendo sido extraída de la cantera del
mundo profano es trasladada al Atrio del Templo, lugar donde trabajan los aprendices.

Desbastar la Piedra quiere decir despojarse de los prejuicios, creencias, opiniones y valores que
han sido aprendidos y asumidos como propios a través de la educación, costumbres y ambiente
profanos, mundo al que en su proceso iniciático el Aprendiz debe morir para renacer como
Hombre Nuevo.

Para acometer semejante tarea, el Oficio proporciona al iniciado tres herramientas esenciales; el
Mazo, el Cincel y la Regla de 24 pulgadas.

El Mazo simboliza la fuerza de la voluntad, es el impulso de querer despojar a la Piedra de sus


imperfecciones, lo que implica que el Aprendiz debe reconocer y abandonar los múltiples egos que
dan forma a su individualidad, tan irreales e impermanentes los unos como la otra.

Manejar el Mazo requiere destreza, hay que aprender a graduar la fuerza y la intensidad del golpe.
Golpear con excesivo ardor puede hacer que la Piedra se rompa haciéndola inadecuada para su
colocación en el Templo, por el contrario golpear sin la suficiente fuerza puede hacer imposible su
desbastado. De la misma manera, golpear con mucha rapidez puede llegar a fatigar al Aprendiz y
hacerle errar la precisión necesaria del golpe, realizarlo con lentitud puede hacerlo indolente y no
digno de pertenecer al oficio.

La segunda herramienta, complementaria del Mazo, es el Cincel, símbolo de la inteligencia y el


discernimiento; dirige con precisión la fuerza del Mazo; relacionado con el rayo es la Luz que golpe
a golpe va penetrando en el corazón, disipando las tinieblas de la ignorancia y ordenando el caos
interior.

Para que el Cincel sea plenamente efectivo es necesario que se mantenga perfectamente afilado
mediante la meditación y el estudio de los códigos simbólicos correspondientes.

El trabajo masónico requiere paciencia y perseverancia, es un Arte que se practica las 24 horas del
día, no en vano se afirma que el masón lleva consigo su propia logia.

La Regla de 24 pulgadas, tercera de las herramientas, es el símbolo de la Ley y la rectitud, es la


norma que permite al aprendiz realizar su trabajo "rectamente".
Guénon4 señala que la regla conlleva la noción de ritmo, pues si se divide la Regla de 24 pulgadas
entre dos, obtenemos dos de 12 pulgadas cada una, de las cuales, 12 se corresponderían con el
ciclo ascendente del día y doce con el ciclo descendente, por extensión día y noche, inspiración y
expiración… etc.

Dijimos al comienzo que todo Arte o Ciencia tradicional reviste un carácter sagrado y ritual; si
efectivamente el trabajo del Aprendiz es fundamentalmente el realizado sobre la Piedra, este no
puede ser cumplido de cualquier manera, antes bien debe estar signado por ese carácter sagrado
y ritual, siendo la Plomada del Hermano Seg.·. Vig.·. quien le indica cómo hacerlo.

Por un lado simboliza la dirección y el sentido hacia donde debe dirigir su intención que no puede
ser sino vertical y hacia lo Alto, y por otro lado y simultáneamente, al estar suspendida en lo alto y
ser su sentido descendente simbolizando las influencias celestes que fecundan las Tierras Vírgenes
–el propio Aprendiz– le muestra la actitud de perfecta receptividad que debe presidir su actividad,
no dando nada por sabido y estando abierto a toda posibilidad ofrecida por el propio proceso
iniciático.

En cuanto a los trabajos del aprendiz lo primero es llevar la idea de rito a todos los ámbitos de la
vida y su cotidianidad personal, y lo segundo es saber que esto no debe realizarse nunca de
manera literal, de una forma lineal, sino que más bien se trata de vivir al ritmo del compás
cósmico, advirtiendo la sacralidad del entorno físico-anímico derivado de un ser espiritual, tan
invisible como inteligente.5

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed.
Obelisco, Barcelona, julio 2006.

Sobre el origen de la Masonería y las herencias que la han conformado ver "Tradición Hermética y
Masonería", cap. II de Hermetismo y Masonería: Doctrina, historia, actualidad, de Federico
González, Ed. Kier, Buenos Aires 2001, y "La Simbólica de la Franc-Masonería" de Francisco Ariza
en SYMBOLOS núms. 1 y 2.

R. Guénon. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos. Ed. Ayuso, Madrid 1976. Cap. VIII.
3

Initiation et réalisation spirituelle. Ed. Traditionnelles, París 1998. Cap. XIX.

Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage. Ed. Traditionnelles, París 1992, tomo II,
pág. 179.

Federico González. Simbolismo y Arte. Libros del Innombrable, Zaragoza 2004, cap. VI.
EL VIAJE DEL APRENDIZ MASON *

SIETE MAESTROS MASONES

He titulado así este trabajo pues con la Iniciación realmente se emprende un viaje, una aventura,
la más asombrosa que existe para un ser humano, el viaje hacia el interior de uno mismo, hacia
nuestro verdadero Ser, nuestra patria de la que un día salimos sólo ilusoriamente.

Y, para volver a ella, a ser conscientes del misterio que somos, vamos de la mano de los Misterios
de la Masonería, reconociendo en nosotros mismos la energía que vehiculan los símbolos. Así
empezamos por los que corresponden al aprendiz masón, iniciando nuestro andar por las aguas de
nuestra psique. Y, escuchando en silencio, van cambiando de color, cada vez más oscuro hasta que
aparece el "negro más negro que el negro", capaz de disolver todas las estructuras del "hombre
viejo", haciendo así posible que gracias a la Luz nazca el "hombre nuevo", ordenado según lo
sagrado. Que de la Piedra Bruta de la que partimos se vayan puliendo los cantos y se puedan ir
intuyendo las seis caras y el centro de la Piedra Cúbica que todos portamos en nuestro interior.

Para ello, ya el día de la Iniciación el Hermano Experto nos presenta el Martillo y el Cincel; con
dichas herramientas damos tres golpes simbólicos en la Piedra Bruta, pues ésta no se puede pulir
de cualquier manera, se precisa de la voluntad del que empuña el Martillo, bien dirigido por la
axialidad del Cincel. Ya que, teniendo presente la verticalidad que nos une al G.·. A.·. D.·. U.·., y
bajo su influjo y dirección, es como nuestra voluntad entronca con la Suya y es posible tallar la
Piedra, formar parte consciente de su Gran Obra.

También la tercera de las herramientas del aprendiz, la Regla de las 24 divisiones, nos viene a
recordar que todas y cada una de las horas del día son sagradas. Que no es posible pulir la Piedra a
ratos o a medias, para una verdadera transmutación todo está incluido en el Trabajo.

Y así, en la penumbra de Septentrión, donde se halla y en relación con la Luna (pasiva, que no
brilla por ella misma, sino que su luz es reflejo del astro solar), en silencio y escuchando, es posible
discriminar lo que es. Empezando la construcción del Templo interior y de su Altar, despertando el
oído del corazón. Invocando las Tres Luces: la Sabiduría que concibe, la Fuerza que ejecuta, y
cuando lo realiza según la Sabiduría del G.·. A.·. su expresión es Armonía, es Belleza. Entonces, el
Templo que somos podrá ser receptáculo y nuestro corazón podrá despertar al misterio del
hombre, a lo que él mismo simboliza, la unión del Cielo y la Tierra, y que el Altar de nuestro
Templo nos recuerda con las Tres Grandes Luces: el Compás (el Cielo), la Escuadra (la Tierra) y la
expresión escrita de dicha unión, el Libro de la Ley Sagrada.
Así podemos andar hacia la dimensión universal del hombre, simbolizada en la Logia por sus seis
direcciones (Oriente-Occidente, Norte-Sur, Cenit-Nadir), y teniendo siempre presente este punto
inmóvil manifestado por la Estrella Polar de donde descienden a modo de plomada las influencias
espirituales, verdadero alimento alrededor del cual gira todo el firmamento.

Son pues estos símbolos, y todos los demás que junto a ellos conforman un universo donde ni
sobra ni falta ninguno, verdaderos tesoros en el viaje del aprendiz masón, que por este andar
recibe su salario donde le corresponde, en la columna B.·., ya que es muriendo a lo que no es
como va tomando Vida y Fuerza nuestra verdadera identidad.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed.
Obelisco, Barcelona, julio 2006.
HERRAMIENTAS DE LOS PRIMEROS VIAJES *

SIETE MAESTROS MASONES

¡Al Gran Hermes Trismegisto, el tres veces Grande, transmisor de la Sabiduría Divina; a las Musas,
inspiradoras de las Ciencias y las Artes Sagradas, acójanme en su enthousiasmós divino para así
poder escuchar la Música Celeste y unirme en esa música a la Gloria del Gran Arquitecto del
Universo!

No cabe la menor duda en el corazón de aquel que ha sido iniciado en la Masonería, heredera en
Occidente de la Tradición, Unánime y Primordial, de que ha recibido una inmensa gracia que le
sobrepasa y trasciende. Le ha sido transmitida la Luz, la influencia espiritual que ha despertado en
él la conciencia del mundo Divino, Sagrado, misterioso y oculto, pero verdadero, perceptible,
inteligible –real– que es su origen y verdadera identidad. No es la luz brillante que distrae y deleita
los sentidos, sino aquella que al cerrar los ojos, absorbe el recuerdo del presente eterno, el
silencio, lo que siempre es, centro de donde todo emana y a donde todo vuelve. Brillo interior que
reconoce el Cielo y la Tierra como la totalidad de una sola cosa, que todo lo abarca y que el
hombre sintetiza y une, el cual tomando conciencia de su función unificadora logra que resuene
en él la Belleza de una única Realidad; el Principio en cuyo pensamiento todo es eternamente, el
Principio de la luz infinita no manifestada. Luz que desciende por el Verbo y el soplo del espíritu
fecundando toda la creación, manifestándose así el Principio, el Uno, en Todo.

Así ha sido penetrada, fecundada, el alma del recipiendario que se ha abierto a recibir la Luz de la
Inteligencia, la gracia del Espíritu que sopla donde quiere y cuando quiere. Pero para que la Luz, el
sonido inaudible, que yace inmanente en el hombre pueda desplegarse, él deberá antes morir a
todo lo aprehendido del medio profano que niega lo sagrado e impide que el alma pueda
emprender el viaje

de las tinieblas a la luz, del caos al orden, de la potencia al acto,

como dicen los Siete Maestros Masones1. El aprendiz ha pasado por su primera muerte simbólica,
pero debe, a través de un proceso, morir verdaderamente al hombre viejo, ignorante, ilusorio,
inexistente. Sumergido, se arrastra entre nubarrones, en la sombra, dominado por sus más
obscuros instintos y lucubraciones, en su "protagonismo", en el error, a falta de una inteligencia
ordenadora que lo acerque a su verdadera esencia. En el rito de iniciación, el Ven.·. Maestro le
dice al recién iniciado al término de su primer viaje:
Caballero, el viaje simbólico que acaba de hacer es la imagen de la vida humana. Los ruidos que ha
escuchado simbolizan las pasiones que la agitan; los obstáculos que ha encontrado significan las
dificultades que le hombre sufre y que no puede vencer ni rebasar mientras no adquiera la fuerza
espiritual y los conocimientos que le permitan luchar contra la adversidad, gracias también a la
ayuda que pueda recibir de sus semejantes. Estas dificultades son mayores para los que no poseen
la Luz, y que por ello ignoran las leyes profundas del Cosmos y obran muchas veces contra estas
leyes.

La ascensión que Ud. ha intentado en estas circunstancias debía ser, fatalmente, seguida de una
caída, que hubiera podido ser mortal, sin la ayuda de manos fraternas que le han sostenido en el
momento más crítico.

Esta experiencia simbólica debe incitarle a la moderación en sus deseos, a la prudencia en sus
ímpetus; constituye "La prueba del Aire" de los antiguos Misterios, que viene después de la
"Prueba de la Tierra" que ha sufrido durante su estancia en la "Cámara de Reflexión".

Por eso se le dice al aprendiz que lo primero que debe hacer es pulir la Piedra Bruta, símbolo de su
naturaleza grosera e imperfecta, con gran rigor y amor, ayudado por el Mazo, el Cincel y la Regla
de 24 pulgadas, herramientas que le han sido dadas para estas primeras pruebas y que
posibilitarán buscar dentro de sí, oculto en esa Piedra, su verdadero ser. La mente no puede con
ella misma; no puede dominar sus pasiones, sus impulsos, las ilusiones, sus pensamientos
automáticos aprehendidos del medio profano. Pero gracias a la influencia espiritual que ha
recibido mediante el rito iniciático y la Inteligencia iluminadora que ha fecundado su alma, es que
puede observar "un plano desde otro". Observa sus densidades, las pasiones, los "enemigos
internos" que aparecen nomás pueden; se los aguanta y frenándolos, "poniéndose al orden", los
disuelve en el fuego del amor, en la unión que se ha producido en el corazón por el rigor de la
inteligencia que discierne y separa, pule y conduce a lo esencial y verdadero. Es la "recta
intención", ese amor por la verdad, que hace posible que la fuerza de la voluntad pueda ejercer
una acción real destruyendo todo lo superfluo, las adherencias que cubren lo esencial, creando un
espacio para que aflore la "presencia real" que yace inmanente en su seno. Así podrá emprender
su viaje, primero separando y luego reuniendo lo disperso, hacia la reintegración de sí mismo y
cumplir con su verdadero destino completando la obra inacabada de su Padre, como verdadero
intermediario uniendo lo que no puede unirse si no es por mediación del hombre regenerado.

Sólo por la Gracia y la invocación desde lo más profundo del corazón es que puede verse desnudo,
sin apariencia, en todo el dolor de su imperfección y estupidez, pero también sólo por la gracia es
que puede reconocerse en lo verdadero, mediante la inteligencia, el pensamiento, la meditación
en el orden que le ha sido transmitido por la Iniciación, la Enseñanza y la Doctrina, conservadas en
la tradición Hermética, Pitagórica y Masónica de modo permanente hasta nuestros días, revelada
"más allá del tiempo". Esto es decir, en términos de la Tradición Masónica –Arca, Templo y modelo
arquetípico–, que el trabajo por el cual debe empezar todo aprendiz en la construcción de sí
mismo, es pulir su Piedra Bruta, símbolo de la naturaleza deforme, imperfecta, inacabada y
también caótica del hombre profano y del mundo que lo ha conformado. Para poder darle forma
acorde a su destino, debe ser tallada y pulida, simultánea y conjuntamente por el Cincel, que
simboliza el rigor de la Inteligencia, rayo fecundador y ordenador, y el Mazo que simboliza la
fuerza necesaria de la voluntad, que tiene que ejercer para golpear con firmeza las irregularidades,
templando el carácter, separando lo sutil de lo grosero y denso, discerniendo lo sagrado de lo
profano, lo falso de lo verdadero y eterno dando lugar al nacimiento del hijo del Cielo y la Tierra.

Es pues, en el dolor y el llanto, en el sacrificio, en el sufrimiento de desbastar la Piedra, el "hacer


sagrado", en la realización de que no somos nada y la gran carcajada que esto también produce,
en el reconocimiento de nuestra naturaleza grosera e imperfecta y su posibilidad de
transformación, que se puede querer (que es una acción de la voluntad) remontar a la plenitud del
Padre; darse a luz a sí mismo, por sí mismo, en sí mismo.

Invocando constantemente ser guiado y protegido en todo momento por los dioses, por Hermes,
guía divino, desde las profundidades del infierno (lo inferior) a lo más alto de los cielos (los estados
superiores de ser), el aprendiz masón emprende la tarea de construir su templo interno a imagen
del Orden Divino concebido en el pensamiento del Gran Arquitecto del Universo, y conociendo ese
Orden, haciéndolo en sí a la Gloria de su Creador es que se reconoce en su verdadera esencia,
según lo revela la tradición.

Pero para que esta transformación, este orden, pueda operarse haciéndose real y las posibilidades
inherentes al ser puedan desplegarse y encarnarse, el aprendiz deberá mantener vivo el fuego
interno, la pasión y el amor por el Conocimiento, penetrando en el rito, en el pensamiento de
Aquel que todo lo concibe, en la recreación constante del orden de la creación, de los atributos
divinos, la meditación creativa y la invocación del corazón, el estudio y el descanso. Así como la
Creación se manifiesta en el tiempo, ordenado por las leyes y ciclos cósmicos, y en el siempre
presente, así también el aprendiz deberá ordenar su tiempo y trabajar arduamente, día a día,
momento a momento, ya que la construcción se hace en el tiempo, cíclico, con pautas e
intervalos, y en el eterno presente. Este orden diario está simbolizado por la Regla de 24 pulgadas
o divisiones que, como lo apunta el ritual de instrucción de Primer Grado,

… simboliza el día del masón, para quien todas las horas deben ser empleadas útilmente.

La Regla también es símbolo de la rectitud como el eje que porta el Maestro de Ceremonias en
forma de bastón en las circunvalaciones alrededor del Ara o centro de la Logia, simbolizando la ley,
la medida y por lo tanto el tiempo y los ciclos, las revoluciones de los planetas creando escalas,
pautas, intervalos, términos que se manifiestan en el plano horizontal por el movimiento aparente
del sol en el día y en el año marcando las estaciones, el ritmo y el orden.

En la instrucción del Primer Grado le es preguntado al aprendiz:

– ¿En qué consiste el trabajo del aprendiz?

– En desbastar la Piedra Bruta, a fin de despojarla de sus asperezas y acercarla a una forma en
consonancia con su destino.

– ¿Cuál es la Piedra Bruta?

– Es el profano, producto grosero de la naturaleza, que el arte de la Masonería debe pulir y


transformar.

– ¿Cuáles son las Herramientas del aprendiz?

– La Regla de 24 pulgadas, el Mazo y el Cincel.

– ¿Qué representan?

– La Regla de 24 divisiones recuerda la alegoría egipcia de las 24 puertas atravesadas por el sol en
su marcha aparente, y simboliza el día del masón para quien todas las horas deben ser empleadas
útilmente; el Mazo representa la Voluntad, normalmente aplicada a la transformación del Profano
en Iniciado; el Cincel representa la inteligencia que perfecciona esta Gran Obra.

Entonces, acallando el ruido interno, los demonios, podrá entrar en el verdadero Silencio donde se
une al Pensamiento Divino, a lo Verdadero, en el ahora y siempre donde todo es Uno. Sólo allí se
puede pensar que la Piedra se pule de verdad en unión a la Voluntad Divina, según lo atestiguan
unánimemente los textos sagrados, comenzando por el Corpus Hermeticum.
NOTAS

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

1 Siete Maestros Masones, Símbolo, Rito, Iniciación: La Cosmogonía Masónica. Ed. Obelisco,
Barcelona 1992. 2ª ed.: Ed. Kier, Buenos Aires 2003.
EL SALARIO DEL APRENDIZ MASON *

SIETE MAESTROS MASONES

Los aprendices masones reciben su salario en la Columna B.·., al filo de la medianoche. Ese salario

es la recompensa del trabajo producido por el Obrero,

y se traduce

en el perfeccionamiento gradual de sí mismo,

según podemos leer en el Ritual de Instrucción del Primer Grado del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado.

En la Edad Media se denominaba salarium a la suma que se daba a los soldados para que
compraran sal. Esa sal servía para condimentar y conservar el alimento con el que los guerreros
saciaban su hambre. Análogamente, el salario recibido junto a la columna que recuerda al
aprendiz masón que "en él está la Fuerza" hace posible su plena satisfacción.

En efecto, esa satisfacción es completa, y así lo testimonian las columnas de Mediodía y


Septentrión al cierre de los trabajos de la Logia. El salario del aprendiz masón es tal que ningún
esfuerzo queda sin recompensa. Y si ello es así es porque existe una identidad entre el salario y la
obra de desbaste de la Piedra Bruta que el aprendiz realiza con sus herramientas simbólicas. En la
obra está la paga, así como la recompensa de Ruth, la moabita que trabaja y se cobija junto a Booz
(o Boaz), es lo que ella espiga.

No hay en el pago al aprendiz negocio, ni toma ni daca, ni trueque, sino gracia. Booz no sólo
ordena a sus criados que permitan recolectar a Ruth, sino que además les pide que saquen espigas
de las gavillas y las dejen caer para que la recompensa de la nuera de la viuda se acreciente. Una
gracia: esta es la naturaleza del aumento de salario que el aprendiz masón recibe al cabo de su
vacilante recorrido por Septentrión.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed.
Obelisco, Barcelona, julio 2006.
LAS DOS COLUMNAS *

SIETE MAESTROS MASONES

El pórtico del Templo sustentado por dos columnas es la zona de pasaje que separa la Logia de los
Pasos Perdidos, o mundo profano.

Al aspirante, que nace con la iniciación a un tiempo y un espacio sagrados, que sale de las tinieblas
para recibir la Luz, le es enseñado a colocarse entre estas dos columnas de la entrada, en el lugar
central o medio donde se produce el equilibrio o armonización de toda dualidad a través del eje
vertical invisible. En ese punto, entre columnas, y estando al orden, el masón se mantiene en una
actitud receptiva y es así como recibe la instrucción del grado y le son comunicados los signos,
palabras y toques que la Masonería atesora para él; pero también es ahí, entre columnas, donde
toma decisiones definitivas para su proceso iniciático, cuyo compromiso ratificará en el Altar de
los juramentos.

Leemos en el capítulo segundo de la obra Hermetismo y Masonería1 que en el antiguo manuscrito


masónico Cooke de la Biblioteca Británica, escrito alrededor del año 1400, se dice que toda la
sabiduría anterior al diluvio de Noé fue recogida en dos grandes columnas. Más tarde, una de ellas
fue descubierta por Pitágoras y la otra por Hermes el Filósofo, los cuales transmitieron las
enseñanzas que ellas contenían a los hombres. Y citando textualmente:

Es obvio que esas columnas, u obeliscos, asimilados a los pilares J. y B. son las que sostienen el
templo masónico –y a la vez permiten el acceso al mismo– y configuran los dos grandes afluentes
sapienciales que nutrirán la Orden: el hermetismo que asegurará la protección del dios a través de
la Filosofía, es decir del Conocimiento, y el pitagorismo que dará los elementos aritméticos y
geométricos necesarios que reclama el simbolismo constructivo.

Añadiendo, más adelante, que ambas columnas se perciben además, como las piernas de la Madre
Logia que pare al Neófito

por la sabiduría de Hermes, el gran iniciador, y por Pitágoras el instructor gnóstico.

En otro orden, estas dos columnas del Templo Masónico simbolizan también la dualidad presente
en la creación, la multiplicidad en que se manifiesta la Unidad al reflejarse a sí misma.

La misma dualidad que representan los principios activo y pasivo en el Azufre y el Mercurio; el
yang y el yin, las fuerzas expansiva y contractiva o centrífuga y centrípeta que rigen todo
movimiento binario. Así como igualmente lo hacen el día y la noche, el Sol y la Luna y también, en
un aspecto, simbolizan la Luz y las Tinieblas. Lo masculino y lo femenino que diferencian todo lo
creado y definen sus características y en definitiva todos y cada uno de los pares de opuestos que
uno pudiera nombrar.

Pero es claro que para que dos cosas, conceptos o ideas se opongan necesariamente tiene que
haber algo común a ambas y que es aquello que las une y las hace complementarias.

Tomando los principios básicos en que se funda la ciencia alquímica encontramos al Azufre y al
Mercurio que se neutralizan en la Sal. Yin y yang se armonizan en el Tao.

La Cábala nos muestra que en el Arbol de la Vida, imagen del orden permanente de la creación, la
columna del Rigor y la columna de la Gracia se hallan equilibradas en el Pilar central.

En el Caduceo de Hermes o Mercurio vemos cómo energías contrarias y por ende, cualquier par de
opuestos, en este caso representados por dos serpientes, se unen por la acción de un eje central
que las concilia, las ordena y las trasciende. Ellas, como se expresa en dicha obra,

… representan la dualidad, propia de todo lo creado en el Cosmos. Y la interacción de estas


serpientes enrolladas en el eje universal en tres niveles refleja, por un lado el plan del Universo, y
por otro la conjunción de los opuestos efectuada igualmente en todos los mundos. Mediante esta
unión de los contrarios puede irse escalando a través del eje hasta que esa dualidad es superada
por la función polar del eje mismo, que trasciende los opuestos, y victorioso se eleva hacia un
espacio definitivamente otro.

En el mismo sentido dice el hermano René Guénon en El Simbolismo de la Cruz2:

La unidad principial exige que no hayan oposiciones irreductibles; pues, aunque bien es cierto que
la oposición entre dos términos existe en las apariencias y posee una realidad a un cierto nivel de
existencia, esta oposición debe desaparecer como tal y resolverse armónicamente, por síntesis o
integración, pasando a un nivel superior. … El mismo complementarismo, que sigue siendo una
dualidad, en un cierto grado debe borrarse ante la unidad, al neutralizarse y equilibrarse en cierto
modo sus dos términos, al unirse hasta fusionarse indisolublemente en la indiferenciación
primordial.
Volviendo al templo masónico podemos distinguir en su interior dos columnas: una que se
proyecta a septentrión, nocturna y a la izquierda donde tienen su lugar los aprendices, y otra a
mediodía, diurna y a la derecha donde lo tienen los compañeros; ambas se extienden, por así
decir, ocupando los laterales del laberinto de mosaico también imagen de la dualidad.

El masón en su camino iniciático viaja por el filo o justo medio, armonizando y conciliando los
contrarios en su recorrido desde las tinieblas hacia la luz, en un proceso de retorno al verdadero
Origen que es suprahumano y supracósmico.

En la instrucción del Primer Grado, a propósito del estudio de los misterios del número tres, se
dice que

hay lugar a llevar a la Dualidad hacia la Unidad por medio del número Tres. El Ternario, síntesis de
lo que parece opuesto, constituye para nosotros la representación inteligible de la Unidad. Por
esta razón la Masonería recuerda la luz del ternario por sus principales símbolos.

Sabemos que el simbolismo matemático, aritmético y geométrico es especialmente apto para la


transmisión de verdades de orden superior, tal como lo testimonian las enseñanzas pitagóricas, la
esencia de las cuales fue recogida por las Artes Liberales medioevales y renacentistas y la propia
Masonería. En palabras de los Siete Maestros Masones:

todas la tradiciones de la antigüedad, rindieron de alguna manera culto a este número, y vieron
siempre en la Tríada o Ternario un gran misterio, que se expresa también a través de los Tres
Principios que regulan toda la creación, que no son otra cosa que la unión de los contrarios.

René Guénon en un artículo recogido en el Cuaderno de la Gnosis nº 4 (Ed. Symbolos) titulado


Sobre los Números y la notación matemática, explica mediante este simbolismo que el Ser-Unidad
se manifiesta en la multiplicidad indefinida de los números, dado que los contiene "como potencia
de ser", y que estos dimanan de él como submúltiplos de sí mismo. Todos los números, nos dice,
pueden considerarse como emanados por parejas de la Unidad; se trata de parejas que
matemáticamente corresponden a la fórmula "1/n multiplicado por n", que siempre es igual a 1;
números inversos o complementarios pero indiferenciados en el seno de la Unidad y que no serán
distintos más que cuando se los considere separadamente, apareciendo entonces la Dualidad; una
dualidad indivisible, reflejo de la Unidad primordial.

Y dice textualmente:

Y, así como no podemos concebir al No-Ser más que a través del Ser, no podemos concebir al Ser-
Unidad más que a través de su manifestación ternaria, consecuencia necesaria e inmediata de la
diferenciación o de la polarización que nuestro intelecto crea en la Unidad.

En la geometría, dicen los Siete Maestros Masones, la unidad se polariza en la línea recta; pero esa
línea, para que pueda tener dos polos, tiene que tener también un punto central a partir del cual
la polarización se produjo.

En medio del Paraíso Terrenal, que representa el centro del mundo, se halla plantado, como un
eje, el Arbol de la Vida. El mismo que también encontramos en medio de la Jerusalén Celeste y
que simboliza la Unidad.

René Guénon, en el capítulo IX del Simbolismo de la Cruz, recoge y estudia este símbolo del
Génesis y nos recuerda que también en medio del Jardín del Edén

se halla el Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal del cual Adán tiene prohibido comer el fruto.

Bien y mal son términos claramente opuestos y característicos de la dualidad, la cual no conoce
Adán hasta el momento de su caída, es decir, cuando probando del fruto del Arbol de la Ciencia, se
aleja de ese centro o estado sin dualidad en el que se manifiesta la Voluntad del Cielo o donde se
es uno con ella.

Aunque se dice también en el Génesis que después de comer del Arbol de la Ciencia, Adán sólo
tenía que "tender la mano" para coger de nuevo el fruto del Arbol de la Vida, pudiendo recuperar
de este modo, con la voluntad de este gesto, el "sentido de la unidad" y volver al centro, o lo que
es lo mismo, restaurar el estado primordial y, así, la posibilidad de la realización del Ser total.
El símbolo del Arbol Sefirótico reúne en sus tres columnas al Arbol de la Vida en su eje o pilar
central y al Arbol de la Ciencia en sus dos columnas de Gracia y Rigor. Los cuatro mundos o planos
en los que jerárquicamente están distribuidas las energías que lo configuran son un modelo del
universo y del proceso de manifestación mismo, por el cual sabemos que todo parte de la Unidad
y vuelve a la Unidad y que, en este recorrido o intervalo, se produce la ilusión de la dualidad.

La iniciación y sus viajes son análogos a la creación misma. Es esta una Gracia que se realiza con la
ayuda de los vehículos y soportes legados por la Tradición con el estudio y la meditación de los
símbolos, los ritos y la vivencia o encarnación de los mitos. Se trata de un trabajo de invocación, de
memoria y reconocimiento, el viaje mítico que se emprende "naciendo" entre columnas a un
espacio-tiempo otro, donde dos energías opuestas inicialmente se perciben también como
complementarias, y conjugándose en armonía se reconocen en sí, indistintas e integradas a una
sola y única realidad o Principio Unico, Absoluto, eternamente Presente, Ilimitado, Vivo y Actual.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva: Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

1 F. González, "Tradición Hermética y Masonería".

2 Ed. Obelisco, Barcelona 1987, cap. VII.


SOBRE LAS COLUMNAS J y B *

SIETE MAESTROS MASONES

La riqueza simbólica de los dos solsticios es verdaderamente inagotable y nos ofrece siempre
diferentes niveles de lectura, todos ellos perfectamente coherentes entre sí. Quiero señalar de
forma muy breve uno de los aspectos de esa simbólica, aquella que se refiere a las letras J y B, que
como sabemos son las iniciales de las dos columnas que enmarcan la entrada de nuestro templo, y
también del templo de Salomón, su prototipo y modelo. Estas dos iniciales se corresponden con
las de Juan Bautista y Juan Evangelista, también llamado Juan Boanergés, nombre que significa
"Hijo del Trueno", referido tanto al Evangelista como a su hermano Santiago, que es el patrón de
los alquimistas como todos sabéis. Que las iniciales de los nombres de los dos patrones de la
Masonería (Juan Bautista y Juan Boanergés = J y B) sean las mismas que las de las dos Columnas no
ha de deberse a una simple "coincidencia" o "azar", que no existen para la Ciencia Simbólica, sino
que ha de responder a algo mucho más profundo relacionado con la enseñanza cosmogónica e
iniciática de nuestra Orden.

Tengamos en cuenta que las dos columnas son una sola en su realidad arquetípica, pues ambas
están situadas en los extremos de un mismo eje, el eje de los solsticios, significando la palabra
solsticio "el sol se detiene", que es lo mismo que decir que el tiempo simbólicamente no
transcurre, esto es, que no existe, y que por tanto la idea de dualidad, movimiento y sucesión
propia del transcurrir temporal ha sido reintegrada en la Unidad de su origen eterno. Asimismo los
dos solsticios ocurren simultáneamente, pues cuando en el hemisferio norte es el solsticio de
invierno, en el hemisferio sur es el solsticio de verano, y viceversa, de ahí que se diga que cuando
la "puerta de los dioses" se abre (en el solsticio de invierno), también lo hace simultáneamente la
"puerta de los hombres" (en el solsticio de verano).

Por otro lado, las letras J y B son también las iniciales de Jerusalén y Belén, que como sabemos son
las dos ciudades, o los dos extremos en el espacio y el tiempo, entre los que transcurre la vida de
Cristo, que no es otro que esa realidad arquetípica en la que se unen los contrarios aparentes
representados por los dos San Juan o los dos solsticios. El mismo Cristo, en cuanto a su condición
humana, es salido del tronco de David y por tanto de la tribu real de Judá (J), que junto a la de
Benjamín (B), fueron las dos tribus que constituyeron el reino de Judá.

Toda esta simbólica, que nos describe una historia y una geografía sagradas, adquiere un sentido
nuevo cuando advertimos que las mismas iniciales J y B son también las de las letras hebreas Iod y
Beth (la J es idéntica a la I), y cuyos valores numéricos son 10 y 2 respectivamente. Atendiendo a
esos valores numéricos, el primero (10) expresa la idea de ciclo completo y acabado, en tanto que
el segundo (2), indica más bien la idea de comienzo y principio, pues Beth es asimismo la inicial de
Bereshit, la primera palabra con la que se inicia el Génesis y el Prólogo del Evangelio de San Juan:
"En el Comienzo", o "En el Principio". En relación con el tiempo esos valores numéricos se están
refiriendo al comienzo y al fin de la manifestación, o de cualquier ciclo, como por ejemplo la vida
de Cristo "encuadrada" entre Belén y Jerusalén. Pero si sumamos, es decir si unimos, 10 y 2 el
resultado es 12, que en este contexto se corresponden con las 12 puertas de la Jerusalén Celeste,
o con los "doce soles" que aparecen simultáneamente en el centro de ella como los doce frutos
del Arbol de la Vida, cuando todo el ciclo de la humanidad (el Manvántara) haya sido consumado
en la Unidad, dentro de la cual "no hay acepción de personas", o de individualidades.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva: Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
NOEMI Y RUTH *

SIETE MAESTROS MASONES

En el Antiguo Testamento, en el Libro de Ruth, se cuenta que Elimélek, cuyo nombre significa: mi
Dios es rey, su esposa Noemí, que significa: mi dulzura, y sus dos hijos varones, se establecieron en
las tierras de Moab procedentes de Belén de Judá. Al cabo del tiempo Elimélek murió dejando
viuda a Noemí con sus dos hijos. Estos tomaron por esposas a dos mujeres moabitas, Orpá y Ruth.
Años después los maridos de ambas también murieron, quedando Noemí sola con sus dos nueras.
Entonces, Noemí, anciana y sin otros hijos, comprendió que no podía dar nada a las dos jóvenes y
les pidió a éstas que volvieran con sus respectivas familias y rehicieran sus vidas junto a los suyos,
ya que ella había decidido retornar a la tierra de sus antepasados. Orpá, que significa: la que
vuelve la espalda, accede y deja a Noemí, pero en cambio Ruth, cuyo nombre significa: la amiga, se
niega a abandonar a su suegra:

No me ruegues que te deje y que me aparte de ti; porque adondequiera que tú vayas, yo iré; y
dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios,

y la acompaña en su regreso a Judá. Ruth toma pues la decisión de continuar adherida a la familia
de su difunto esposo, y por eso mismo a su Tradición. Ya en Belén, y dado que era el tiempo de la
siega, Ruth va a recoger espigas a los campos de Boaz, un pariente de Noemí, recibiendo de éste
como salario por su trabajo, una porción de grano, suficiente para alimentarse ella y Noemí. Boaz
queda impresionado por el trabajo sin descanso de la joven moabita así como por la noble acción
de ésta hacia su suegra.

Finalmente cuenta el relato cómo siguiendo las instrucciones de su suegra, Ruth se casará con
Boaz, por ser éste el pariente a quien corresponde, según las costumbres del levirato (costumbre
que tenía como fin evitar que las viudas quedaran sin recursos), el rescate de la joven, es decir que
debía actuar como goel el hermano (levir) del esposo, o bien el pariente más próximo, lo cual
significaba atender o desposar a la mujer de la familia que ha quedado viuda y sin hijos. Siendo por
sus cualidades, según continúa el relato bíblico, que Ruth se hace merecedora de restablecer esta
cadena dinástica.

He aquí cómo es a través de Ruth, que con firme decisión restituye la Tradición, que Noemí se
convierte de nuevo en madre espiritual de Ruth y en la abuela legítima del hijo que su nuera tiene
con Boaz, ya que de acuerdo a las leyes tradicionales de la tierra de Judá, el hijo de Ruth, Obed, (el
servidor), es hijo de viuda, puesto que Boaz pasa a ocupar el puesto del esposo muerto,
restableciéndose con el fruto de este levirato, el lazo de la genealogía de David, de la que nacerá el
propio Cristo.
Los masones podemos reconocer en este relato del Libro de Ruth una historia simbólica,
tremendamente rica y muy cercana a nosotros mismos por cuanto nos consideramos "Los Hijos de
la Viuda".

El que Ruth, ante la disyuntiva de desligarse de la Tradición donde fue recibida por matrimonio,
esto es, libremente y por amor, decidiera permanecer vinculada a ella, ofrece una
correspondencia simbólica perfecta con el propio proceso de la iniciación, y con las pruebas de
que consta, las que siempre exigen un acto de afirmación permanente. Un acto que nos de la
medida de nuestra libertad.

Tras recibir la iniciación virtual, el aprendiz masón debe perseverar por comprender los símbolos y
los ritos de la tradición a la que se ha adherido, procurando a través del estudio y la investigación
desvelar su mensaje, para que esa iniciación se haga efectiva. Por ello es imprescindible integrarse
totalmente en la Orden, confiar en los símbolos y ritos que la Masonería, rama de la Tradición
Primordial, ha puesto a nuestro alcance, convencidos de que sólo la adhesión sincera al modelo
habrá de culminar dándonos los frutos que nuestro propio esfuerzo habrá merecido. Convencidos
de que sólo el conocimiento del modelo nos habrá de dar la cualificación que necesitamos para
trascenderlo.

Recordaremos que es precisamente en la columna B, donde los aprendices masones reciben su


salario, como Ruth recibió de Boaz, el cereal que ganó con su trabajo. El hecho de que en algunas
Logias la Biblia se disponga abierta justamente por el Libro de Ruth, muestra la importancia que
para los masones tiene el mensaje implícito en esta leyenda mítica, que aparece además como
símbolo en ciertos altos grados.

En realidad se trata de ser coherente con el propio camino emprendido, con un "ponerse al orden"
de aquella energía que nos hizo tomar una decisión y una vía en busca de una salida vertical que
nos libere del plano chato de una existencia vulgar. Cualquier resultado que obtengamos
dependerá de la importancia que demos en nuestra vida a esa toma de decisión inicial, y de la
perseverancia en el estudio y el trabajo, pues en eso radica el rito del masón, y por consiguiente es
el único modo capaz de hacernos vencer flaquezas y pérdida de memoria. En definitiva si en algún
momento ha existido furor intelectual, la tarea consiste en conseguir mantener el fuego vivo, es
decir nuestras ganas de Conocer, o la pasión por el Conocimiento.

Tanto Orpá como Ruth tienen en sus manos la decisión de seguir o no la Tradición de sus esposos;
ya que a ambas se les presenta la oportunidad de escoger libremente continuar adheridas o por el
contrario desvincularse de ella; es pues una referencia simbólica que tiene que ver con el libre
albedrío, y en definitiva con la opción de escoger, que siempre es una manera de definirnos. El
masón, como Ruth, debe seguir a su corazón y sus más nobles sentimientos antes que el
argumento razonado y egoísta por el que se decanta Orpá.

Esta idea está perfectamente expresada también en la carta VI del Tarot, El Enamorado. En esta
lámina se ve a un joven que se halla entre dos mujeres que le invitan a seguir el camino que cada
una de ellas representa. Mientras una le señala sus partes exteriores, sus ropajes, atrayéndole
hacia la corriente del punto de vista exterior y profano, la otra, que le está señalando su corazón,
le muestra la vía de las pasiones más elevadas, el corazón como símbolo del Amor Verdadero.
Aunque lo que mayormente están indicando ambas simbólicas, la bíblica y la hermética, es que
está siempre en la libertad de cada cual escoger el camino más acorde con nuestra naturaleza. El
libre albedrío no puede ejercerse si antes no se reconocen esas dos fuerzas, la espiritual-
intelectual, y la material, y se aprende a distinguir de qué modo ejercen su influencia sobre
nosotros. Los pitagóricos expresaban esta misma idea mediante la letra Y. Un mismo tronco que se
bifurca en dos direcciones, idéntico a la idea contenida en el caduceo de Hermes.

Los masones somos Filósofos de la Naturaleza. De la Cosmogonía extraemos el conocimiento de


nuestra ciencia, la Ciencia Sagrada, que es aquella que nos enseña a descubrir las relaciones
armónicas del Universo, y donde vemos el símbolo de una arquitectura Divina. Por eso somos
también constructores de ideas y amantes de la Cultura y del Saber acumulado por nuestros
maestros y antepasados. Arquitectos de un modelo de sociedad que organiza de igual modo tanto
al grupo social, como el interior de cada hombre, porque hemos comprendido que micro y macro,
(Hombre y Cosmos) son sólo dos puntos de vista desde donde enfocar una misma realidad, el Ser
Universal.

Por eso, y porque no se construye una obra grande si no se empieza por lo más pequeño de ella, el
masón trabaja fundamentalmente en la sociedad interna, jerarquizando y priorizando dentro de sí,
ya que la obra de su interés es él mismo. El Arte Real, como también se denomina a la Masonería,
consiste en lograr la coherencia de aquello que se edifica en todos los actos de nuestra vida, no en
vano se dice en nuestro ritual

acabar fuera la obra emprendida dentro de nuestro Templo.

Cada vez que realizamos una tenida revivimos, mediante el rito, una energía-fuerza con la que
alimentamos la llama de nuestro corazón, encendida el día de nuestra iniciación, pero es fuera del
Templo, en nuestra cotidianidad donde debemos hacer que siga ardiendo la llama ardiente de ese
amor, contagiando toda actividad y pensamiento de nuestra vida; esa es nuestra obra interna y a
la vez nuestra obra en el mundo.
Para finalizar quiero traer a luz las palabras de Federico González vertidas en su libro Simbolismo y
Arte que son síntesis y brújula de una enseñanza antigua:

En cuanto a los trabajos del "aprendiz" lo primero es llevar la idea de rito a todos los ámbitos de la
vida y su cotidianidad personal. Lo segundo es saber que esto no debe realizarse nunca de manera
literal, de una forma lineal, sino que más bien se trata de vivir al ritmo del compás cósmico,
advirtiendo la sacralidad del entorno físico-anímico, derivado de un ser espiritual, tan invisible
como inteligente. No es pues sólo una sistematización de gestos e invocaciones que siempre
acaban de forma esclerotizada, sino la intuición de la Verdad y la Belleza reunidas armónicamente
en el cuerpo de la Inteligencia universal, deidad tan precisa como esquiva, siempre aérea y
radiante.1

En nuestra Logia, que es una representación simbólica de todas las fuerzas que rigen en el mundo,
la columna B (Boaz) donde se sitúa el 1er. Vigilante, es la columna de la Fuerza, y es ahí donde los
aprendices masones reciben su salario, es decir es de la propia fuerza, y de la propia iniciativa, de
donde el masón obtiene su recompensa, ya que esa "propia fuerza" individual, no es otra que la
Propia Fuerza del Creador, es decir, del Eterno Maestro de Obras como llamó nuestro antepasado
Cornelio Agrippa, al Gran Arquitecto del Universo. Por eso se dice en nuestros rituales:

Porque el sol finaliza su curso en el Oeste; también el 1er. Vigilante está allí para pagar a los
obreros pues los salarios [es decir las obras] son la fuerza y el sostén de la existencia.

NOTAS

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

1 Federico González, Símbolismo y Arte. Cap. VI: Arte Teúrgica. Ed. Libros del Innombrable,
Zaragoza 2004.
LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD*

SIETE MAESTROS MASONES

"Libertad, Igualdad, Fraternidad", como todos sabemos, es una divisa de nuestra Orden. La
Libertad está relacionada con la Sabiduría; "la verdad os hará libres" dice el Evangelio; también
con la Escuadra de brazos desiguales, emblema del Ven.·. Maestro de la Logia. El hombre libre es
aquel que permaneciendo en la horizontal es guiado por la vertical; en la Escuadra, horizontal y
vertical se unen en un punto, ese punto común es el centro del que dimana la acción del hombre
libre que, situado en la horizontal, esta abierto a los influjos liberadores del cielo. Como el Loco del
Tarot, camina sin mirar a derecha ni a izquierda. Así como el comodín reemplaza a cualquier carta,
el Loco es el hombre que asumiendo su papel de intermediario entre el Cielo y la Tierra, está a la
orden siendo así instrumento allí donde se le indique. No importa cómo ni cuándo estará
dispuesto pues, liberado de todo deseo, o interés, puede asumir cualquier papel o función.

La Igualdad podemos relacionarla con el Nivel, con la Fuerza. Saberse iguales a los demás, no en la
forma, sino en la esencia, es reconocer un Origen común; Origen que a la vez es nuestro Destino.
Esto lo ha olvidado la civilización occidental, que ha conseguido en su carrera hacia el
individualismo más atroz un anonimato laboral y social para la inmensa mayoría de sus miembros.
Por una mal entendida igualdad está llegando a la uniformidad. ¿Cómo puede sentirse un
miembro de una comunidad que sabe que no es necesario ni importante en ella?, ¿que cualquier
otro puede ocupar su lugar? En lo laboral uno hace un trabajo como podría hacer otro, es una cosa
u otra según lo hayan determinado las circunstancias; incluso aun cuando haya sido por propia
elección, está igualmente mediatizada, pues en una sociedad como esta nada guía al individuo a
conocer su verdadera naturaleza; y por tanto a saber cuál es su lugar, su función dentro del
conjunto.

Las cosas están mucho mejor diseñadas de lo que el hombre cree; no hay en la creación piezas
repetidas, inútiles o secundarias; por el contrario cada criatura tiene su lugar, su función única e
intransferible, pues su misma existencia responde a ella. Somos hijos únicos de un mismo Padre,
ahí reside la maravilla de la igualdad de los hombres, de los seres. La manifestación es la
concreción, la multiplicación, el despliegue de una potencia generadora que en sí misma es una y
que no sale de sí misma, de ahí se contempla como Una en la multiplicidad de sus hijos que sólo,
aparentemente, dejan de estar en ella cuando miran egóticamente hacia sí mismos y
desconociendo y profanando las leyes que rigen el Cosmos, del que forman parte, se consideran
acabados y limitados por facultades que no van más allá de lo individual; con lo cual, ellos, en toda
su ignorancia, dictan normas, establecen formas de vida, se preocupan desaforadamente en
conseguir independencia, autonomía, etc. No es de extrañar que los miembros de esta sociedad
busquen tanto la libertad, la igualdad, pues verdaderamente la han perdido; pero la buscan, en
una dirección equivocada, invertida podríamos decir.
El hombre alejándose de la Unidad se sumerge en la uniformidad, en el anonimato, en la soledad;
no hay selva ni desierto peor que las grandes ciudades modernas.

Finalmente la Fraternidad podemos relacionarla con la Belleza y con el emblema del 2º Vig.·. de la
Logia, es decir la Plomada.

Acaso la Fraternidad sea de las tres la más difícil de entender. Hemos podido comprobar que
muchas veces en las Logias la fraternidad es entendida en su sentido más chato y horizontal; no
nos referimos a aquellas Logias donde en nombre de la fraternidad lo que se da es el amiguismo
más burdo; si no que queremos señalar que la fraternidad, el afecto, cuando no está guiado por la
Sabiduría, por el amor a ella, puede convertirse en un verdadero obstáculo; como un cemento que
amalgama aquello que debería ser disuelto.

Cuando lo que reúne a los hermanos es la búsqueda de la Verdad, y el trabajo es a la A.·. L.·. G.·.
D.·. G.·. A.·. D.·. U.·., el afecto entre ellos es algo espontáneo y natural, como no podría ser de otro
modo. Ahora bien, cuando se busca el afecto (teñido de paternalismo o de cualquier otro ismo del
tipo) olvidando así el trabajo, o invirtiendo el orden de prioridades los resultados no son sino
problemas, choques, dependencias, presiones, pequeñeces, asuntos de poder. Todo eso con la
mejor voluntad de aquellos que entienden la fraternidad como algo almibarado y se mueven en la
horizontal, olvidando que es en la vertical, en la Plomada, donde hay que poner el acento para así
verdaderamente ser, aunque eso le cueste a uno estar completamente solo. Unicamente cuando
uno renuncia a la compañía la encuentra verdaderamente:

en la Unidad no hay soledad ni miedo.

Como siempre en este trabajo la renuncia interna es necesaria para que se nos dé, sin peligro,
aquello a lo que renunciamos. Es también por eso que cuanto uno da más, más recibe, cuanto más
se entrega más dueño es de sí mismo, cuanto más sirve, mayor es su autonomía.

Queridos hermanos, quiera el G.·. A.·. D.·. U.·. que la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad sean una
realidad en nosotros y en nuestro Taller.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
¡HUZEI, HUZEI, HUZEI! *

SIETE MAESTROS MASONES

Es de la expresión Huzei, que está relacionada con la Fuerza que emana del Gran Arquitecto del
Universo, de donde el masón extrae su fuerza, y es por eso que los hermanos la repetimos con
gran energía, tanto durante el rito de apertura de la Logia como en el de su clausura, y en esta
alocución participan todos los miembros del taller. Concretamente la "aclamación escocesa"
¡Huzei, Huzei, Huzei! se pronuncia justo después de haberse consagrado el Templo a la Gloria del
Gran Arquitecto del Universo y a petición del Venerable Maestro que pide a todos que le asistan
con fuerza y júbilo en la ofrenda de los trabajos que acaban de iniciarse. Lo cual indica que estos
deben ser emprendidos con energía, y vividos como un rescate de la luz oculta entre las tinieblas
que supone el mundo profano, equivalente a un viaje simbólico en busca del conocimiento que se
opone a la ignorancia.

Nuevamente, y a petición del Venerable Maestro, la expresión se repite en el momento en que los
trabajos se cierran y los hermanos están prontos a separarse y por tanto necesitados de ánimo
para mantener despierta y en alerta la conciencia una vez clausurada la hora de la reunión.

La aclamación ¡Huzei, Huzei, Huzei!, va seguida de la divisa "Libertad, Igualdad Fraternidad" y es,
además, la proclama con la cual todos los asistentes a una tenida celebran unánimemente con
alegría, algún acontecimiento que tenga que ver con el bien general de la Orden, de la Logia o de
algún hermano en particular.

Pero sobre todo la aclamación escocesa, como la divisa "Libertad, Igualdad, Fraternidad", o
también el "¡Viva, Viva, Siempre Viva!" que se emplea en otros Ritos, es una exclamación de poder
tal cual son todas las palabras de invocación al ánimo y al valor con el cual deben acometerse las
grandes empresas, aquellas donde es de vital importancia para asegurarse la victoria, mantener la
unidad de las voluntades, pues ya se sabe que es en la unión donde está la fuerza. Por eso, esa
arenga, es un grito que proclama la imperiosa necesidad que hay en el Mundo de alcanzar la
unidad entre los hombres y como mínimo, entre todos los masones, pues aunque participemos de
Ritos diferentes lo que cuenta, al fin y al cabo, es que todos juntos conformemos la Gran Logia de
la Masonería, representada por cada una de sus Obediencias y talleres donde se repite con el
ánimo adecuado ese grito de invocación unísono de glorificación a una idea, la Unidad del Ser,
simbolizada por la unión entre los hermanos de la Logia que hacen la proclama.

En verdad, sólo después de esta aclamación unánime, ¡todos a una!, comienzan verdaderamente a
ejecutarse los trabajos de una Logia, pues si la primera parte del ritual de una tenida tiene que ver
con los símbolos y los ritos de fundación y consagración del espacio, este clamor alienta a la
acción, aunque no a cualquier acción, sino a un estado del alma similar a poseer una determinada
energía con la cual ayudarnos a lograr la unión perfecta entre los hermanos con el fin de que
podamos, todos juntos, expandir la luz obtenida a través del rito regenerador, en todos los
ámbitos de nuestra vida.

Sin embargo el poder de esta aclamación, que la Logia vive como acto expansivo, activo y yang,
sólo es efectivo, no lo olvidemos, si nace de una íntima concentración, de un silencio interno y de
un corazón sincero por parte de cada uno de los miembros que la proclama, y cuya confianza la
tenga depositada en el estudio y la meditación de los símbolos que la Masonería tiene a nuestro
alcance, de tal modo que sea de esa revelación directa, obtenida del esfuerzo del propio trabajo
de donde cada uno de los hermanos extraiga la fuerza que finalmente ayude a construir la Logia.
Ya que la alianza entre los hermanos es el símbolo de la Unidad del Gran Arquitecto que
desdoblándose en miríadas de seres produce la manifestación, siendo esta la verdad que
protegemos en nuestros corazones, la que nos une a todos los verdaderos iniciados y es, por
cierto, y valga la paradoja, el secreto masónico que con mayor ardor se grita y símbolo del misterio
de la confraternidad.

Porque el masón, el verdadero masón, no trabaja con hipótesis, ni especulaciones, ni está


interesado en las luchas de poder tanto políticas como religiosas, negocios éstos abocados al
fracaso por cuanto abonan las mentes de aquellos que las disputan haciendo nacer en ellos la
discordia, camuflada en los separatismos, los fanatismos, las injusticias y las corrupciones del
planeta, todo lo cual es una ofensa a la Diosa Inteligencia, abanderada de la causa ma-só-nica.
Nuestro objetivo es construir el Templo Universal, cuyos planos siguen las leyes de la Cosmogonía
diseñadas por el G.·. A.·. D.·. U.·.

La Masonería es una escuela de aprendizaje, una vía hermética e intelectual de la doctrina


tradicional transmisora, a través del rito y del simbolismo constructivo, de una enseñanza
ancestral basada en la Ciencia de las analogías y las correspondencias capaz de ayudarnos a
desentrañar el misterio del cosmos y de todos los seres que lo habitan. Es pues propio de la Vía
Simbólica mediar entre los distintos niveles de la realidad empezando por el descubrimiento de la
propia identidad, puente hacia el Conocimiento esencial. Es mediante la Ciencia Simbólica, que
nos enseña a descubrir el Orden Universal, que podemos comprender lo absurdo de las
discordancias entre los seres, lo cual es una ilusión burda nacida de la ignorancia y del fanatismo.
La falta de conocimiento de ese Orden se traduce, entre otras cosas, en una total ausencia de
valores que han abocado al fracaso a los hombres de hoy.

Por eso los grandes iniciados, y los auténticos maestros de todas las tradiciones siempre nos instan
a que investiguemos los secretos de la Cosmogonía, a que conozcamos sus leyes, y a que
construyamos con conocimiento. Recordándonos que nuestros símbolos no son alegorías, son una
ciencia hermética, tradicional, verdadera y muy efectiva. Alertándonos además que debemos
mantenernos atentos, y no faltar al deber: expandir la luz en el Mundo.
Hay que imponerse a la estulticia y anunciar que sólo el Conocimiento hace libres a los hombres y
nos da la medida de nuestra propia dimensión, clamar que el espíritu y la materia, que el cielo y la
tierra, conforman un todo jerarquizado, y que es el hombre, el iniciado, el que establece la
comunicación entre ambos.

Comprobemos cómo los masones, los verdaderos masones, los maestros herméticos, nunca se
conformaron a la injusticia, a la falta de escrúpulos, a la falta de libertad para el crecimiento de los
pueblos, difundiendo en cambio la Cultura, difundiendo la Ciencia Sagrada. Nuestros útiles,
nuestras herramientas, nuestros símbolos no dejan resquicio al equívoco. La construcción ha de
ser siempre vertical, siempre ascendente, trabajando constantemente a la Gloria de Aquel que nos
da la fuerza, el Gran Arquitecto del Universo, al que ofrecemos todos nuestros esfuerzos y en el
que está permanentemente depositada nuestra esperanza.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
LOS OFICIALES DE LA LOGIA

RADIOS DE UN MISMO CENTRO *

SIETE MAESTROS MASONES

El paso de un hermano masón por los distintos cargos de una Logia durante los sucesivos cursos
masónicos, le permite observar desde perspectivas distintas un mismo centro, conocerse con los
ropajes que le otorgan las respectivas funciones, acceder mediante distintos soportes a espacios
más internos; lo cual no debe verse como nuevas facetas que se añaden o superponen, sino al
contrario, como claves para una visión cada vez más despojada, real y sintética de la Orden y de sí
mismo.

En verdad esta experiencia es comparable a lo que en la tradición hindú es el estudio de los


darshana, que contemplan una única doctrina desde diferentes ángulos y que al mismo tiempo la
reflejan desplegándola. A este respecto nos dice René Guénon:

En la unidad esencial de una misma doctrina tradicional, coexisten una multiplicidad de puntos de
vista que no afectan en nada esta unidad. Por lo demás, en todas las cosas cada uno aporta
evidentemente en su comprensión una especie de perspectiva que le es propia, y, por
consecuencia, se podría decir que hay tantas maneras de comprender más o menos diferentes,
como hay individuos, pero esto no es verdad sino en el punto de partida, porque, desde el
momento en que se eleva uno por encima del dominio individual, todas estas diferencias, que no
provocan ninguna incompatibilidad, desaparecen necesariamente. (Introducción General al
Estudio de las Doctrinas Hindúes, cap. VIII).

De igual modo, en el Templo, cada hermano desde su periferia particular contempla el mismo
centro, la meta perseguida es la misma: la obtención del Conocimiento, la cual además es la que
alumbra cada punto de la circunferencia y le da su razón de ser. Y si hay tantos modos de
comprensión, de encarnación de la Verdad última, como individuos, es que cada cual aporta en
dicho acto de identificación su realidad irrepetible. Observado desde la manifestación, cada cual
materializa el Principio con un perfil particular, característico, y el camino descendente trazado
hasta este punto es el mismo que en sentido inverso deberá seguir de regreso al origen, mediante
la memoria. Y en la medida que este recuerdo se hace efectivo, lo individual sin desaparecer deja
de tener este relieve que el mundo le otorga, y cobra primacía lo que nos es común por lo más
alto, es decir lo universal que nos confiere la verdadera originalidad, nos hace verdaderos
masones, es decir hombres y mujeres libres, efectivizándose una fusión neta y no confusa. La
espiritualización de la materia simultánea a la materialización del espíritu, expresión hermética
que sintetiza la consumación de la Gran Obra, es una realidad cierta y reconocible desde el
interior, por aquel que la experimenta, y aunque no sea demostrable, certificable desde el
exterior, si que es conocida por cada hermano, como un secreto que se vivifica desde el ángulo
que le otorga su cargo.

Ahora bien el símbolo de la rueda que con tanta nitidez sintetiza este proceso, que el lenguaje
expresa con dificultad, no consta de indefinidos radios sino que éstos se agrupan en un número
significativo. Así los darshana, es decir puntos de vista de la doctrina hindú, se concretan en un
número determinado, como también las tradiciones, concreciones espacio-temporales de la
Tradición Primordial, y del mismo modo todas las expresiones de la unidad, que adopta un
número distinto de radios para plasmarse según los niveles y aspectos bajo los que se contemple.
En el caso que nos ocupa, los oficiales de la Logia, al igual que las sefiroth del Arbol de la Vida
Cabalístico toman el número diez para expresarse, la totalidad comprendida dentro de la unidad.

En el marco de la Logia cada oficial tiene una función específica que le distingue de los demás y
que contribuye a mantener la armonía de la misma, la cual se vertebra ordenadamente, ya que
como la numeración misma, los oficiales siguen una relación jerárquica, desde el número uno
correspondiente al Ven.·. Maestro, hasta el número diez, el Hermano Guardatemplo. Jerarquía
que se manifiesta en la Logia como en el cosmos entero, del cual ésta es un símbolo exacto, y que
se expresa en todas sus interrelaciones y su organización. De aquí que pueda afirmarse que se
trata de una Logia justa y perfecta. Entre el uno y el diez: tres la dirigen, cinco la iluminan y siete la
hacen justa y perfecta.

Jerarquía que viene expresada en el Templo a través de sus medidas y proporciones, de la


distribución de los elementos simbólicos, también de la ordenación y secuencia de sus distintos
rituales (de apertura y clausura de los trabajos, de iniciación y aumento de grado) y muy
especialmente en las funciones de los oficiales, y lo que sus respectivos cargos simbolizan. Y aquí
se ofrece a nuestra meditación la analogía existente entre estos dos pantáculos ("pequeño todo");
por un lado las diez sefiroth del Arbol de la Vida con la especial energía que cada una de ellas
simboliza, y del otro los diez oficiales de la Logia. En varios tratados y manuales masónicos se
proponen diferentes relaciones que hacen corresponder una sefirah a cada oficial; son
aproximaciones todas ellas válidas, sin olvidar que dichas correspondencias no pueden ser nunca
unívocas ni excluyentes. Bien al contrario, la meditación en todas ellas así como en otras que
podamos vislumbrar, se complementan y enriquecen, produciendo lo que podemos denominar
"chispas de conocimiento". Se abren vías distintas a las habituales, vías en apariencia extrañas por
indefinibles, pero cercanas, familiares y que por no ser duales sino unitivas, resultan mucho más
efectivas y certeras.

Así por ejemplo, las Tres Luces, es decir el Ven.·. Maestro y los dos Vig.·., se corresponderían desde
un punto de vista con las tres primeras sefiroth Kether, Hokhmah y Binah atendiendo a su
primacía. Aunque si consideramos la situación física dentro del Templo, es decir presidiendo el
Oriente y a ambos lados de la puerta del Templo en Occidente, más bien se relacionarían con
Kether, Hod y Netsah respectivamente. También es sugerente asimilarlos al pilar del medio del
Árbol de la Vida, y de este modo el Ven.·. Maestro, Kether, se sitúa en Olam ha Atsiluth, el Mundo
de las Emanaciones, correspondiente al grado de maestro; el 1er. Vig.·., Tifereth, en Olam ha
Beriyah, Mundo de la Creación, correspondiente al grado de compañero, de cuya instrucción es
responsable; y el 2º Vig.·., Yesod, en Olam ha Yetsirah, Mundo de las Formaciones,
correspondiente al grado de aprendiz y de cuya instrucción es igualmente responsable.

También es un soporte para la meditación la clara analogía existente entre las columnas de
Mediodía y Septentrión de la Logia con los pilares de la Gracia y el Rigor del Arbol Sefirótico. La
aparente polaridad nos acerca a lo indivisible. ¿No son en última instancia el Azufre y el Mercurio
alquímicos aproximaciones al equilibrio que representa la Sal? El movimiento centrípeto y el
centrífugo nos hablan del no-movimiento. Todo el esquema del Arbol, su división en planos y
columnas, es un instrumento didáctico que nos acerca a una realidad ajena a cualquier
clasificación, a través de aparentes compartimentos somos impelidos, es decir recordamos la
unidad indisoluble. Todos los espejos reflejan una única realidad. ¿Hasta qué punto un acto que
parece riguroso es en realidad misericordioso, mientras que otro bajo la apariencia de la gracia
puede transmitir todo su rigor? El Hermano Orador, que preside la columna del Mediodía, el pilar
de la Gracia, es el encargado de velar por el cumplimiento de la Ley masónica. El Hermano
Tesorero en el mismo eje, es el responsable de que todos los hermanos estén a plomo con el
Tesoro de la Logia. Mientras que desde la columna de Septentrión, pilar del Rigor, el Hermano
Hospitalario, depositario del Tronco de la Viuda, hace efectiva una de las virtudes masónicas por
excelencia: la Caridad.

Y así podríamos continuar contemplando relaciones entre los cargos, y las ideas-fuerza que cada
sefirah transmite y sintetiza, atendiendo también a su analogía con las figuras geométricas,
metales, planetas y arcanos del Tarot. Estas chispas a las que hemos aludido se producen en
verdad en un espacio anterior al de la palabra, pero gracias a la Enseñanza que hemos recibido
encuentran también la palabra para expresarse. Los símbolos no sólo despiertan sino que también
vehiculan.

Cada hermano, ocupe un cargo de oficial o no, desde su sitial ejercita la labor para la cual ha
estado llamando a los trabajos: que a través de las palabras y los signos recuerde su origen. Todo
en la Logia está sabiamente dispuesto para que perseverando recupere la unidad, y a través de
ella lo que es anterior a la palabra y aún a cualquier destello, el silencio.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed.
Obelisco, Barcelona, julio 2006.
DISCURSO DE LA ORADORA A UNA NUEVA HERMANA *

SIETE MAESTROS MASONES

Desde esta tribuna de Oradora y en nombre de todos los hermanos de esta Respetable Logia, me
cabe el honor de daros la más calurosa bienvenida a esta antigua e ilustre Institución, conocida en
todo el mundo como la Orden de la Franc-Masonería.

Su fama y notoriedad, debida a los altos ideales que desde siempre ha representado y difundido,
así como por su amor hacia las Ciencias y las Artes que enseña y practica han hecho que nuestra
Orden recibiera el respeto y la admiración de generaciones de seres humanos que han recibido de
ella sus influjos.

A nuestra Orden han pertenecido los más insignes hombres y mujeres del pasado, hermanos
nuestros que, antes y después de pasar al Oriente Eterno, dejaron a la humanidad, y
especialmente a todos los iniciados, sus conocimientos del Arte Real, depositados tanto en sus
obras arquitectónicas como en sus tratados sobre las Artes y las Ciencias Sagradas.

Siendo la Arquitectura el símbolo o arte de concebir las ideas más elevadas, y la Construcción el
arte de realizarlas, es por lo que los masones ven en su Oficio un modo de recrear el Modelo del
Mundo y el vínculo de conexión vertical con la Inteligencia creadora, que en Masonería recibe el
nombre de Gran Arquitecto del Universo.

Entre nuestros antepasados más ilustres han habido reyes como David, Salomón o Balkis, la reina
de Saba. Príncipes como Edwin, y hombres de conocimiento como el sabio Pitágoras, el glorioso
Platón, el gran Hermes Trismegisto, el geómetra Euclides, el maestro Hiram, la fiel amiga de la
Tradición, la noble Ruth, y tantos otros cuya lista sería imposible de enunciar, y cuyo ejemplo y
memoria nos ayudan a marchar, a pie firme,

por las vías que nos han sido trazadas.

Las puertas del Templo, a las que hoy habéis llamado de forma ritual, se han abierto para vos,
pues no hay otro requisito principal para franquearlas que llamar a ellas y reivindicar el lugar que,
junto a nuestros afines, nos está reservado ocupar en este concierto cósmico, que la Logia
simboliza. Ya que tal y como está dicho:
Pedid y se os dará: La Luz

Buscad y encontraréis: La Verdad

Llamad y se os abrirá: La Puerta del Templo

Sabed, querida hermana, que nos honramos en compartir con vos nuestro secreto, la conciencia
de saber que la armonía de nuestra Logia es la imagen del templo que cada uno de nosotros, con
la ayuda y la luz de los hermanos, construimos en nuestro interior, para mayor Gloria de aquel que
nos reúne y nos concentra, dándonos la fuerza necesaria para que cumplamos con nuestras
sagradas obligaciones de masones, extender nuestra Logia hasta cubrir con ella a toda la
humanidad. Si no, ¿por qué los trabajos masónicos se realizan a cubierto? Pues:

… porque todas las fuerzas que están destinadas a desplegarse útilmente fuera del Templo deben,
al principio, estar concentradas sobre sí mismas para adquirir su máxima energía expansiva.

En esta ocasión solemne, y de vigor para nuestro centro de fuerzas, donde todos somos uno,
invocamos con más energía que nunca la Sabiduría del G.·. A.·. D.·. U.·. para que nos guíe e ilumine
y podamos culminar la obra de la Masonería: restaurar la Unidad y la Paz en el Mundo, o lo que es
lo mismo, la Concordia en los corazones.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
DISCURSO DEL ORADOR A UN NUEVO MASON *

SIETE MAESTROS MASONES

El Venerable Maestro me pide que os hable brevemente de los principios del Arte Real, labor a la
que los masones nos dedicamos en nuestros Templos, edificados a la Gloria del Gran Arquitecto
del Universo, pues es Él quien nos transmite, a través de los símbolos, los ritos y las leyendas
sagradas, la influencia espiritual que ilumina nuestras conciencias y nos permite discernir la luz en
las tinieblas, el orden en el caos, lo universal en lo particular o individual, lo de arriba en lo de
abajo, el Cielo en la Tierra, la Unidad en la multiplicidad, en suma la Deidad en el hombre.

Por eso es importante y fundamental que conozcáis el significado profundo de nuestros símbolos,
que son esencialmente ideas y principios eternos revestidos de formas para que nuestra
inteligencia, que es nuestro espíritu, pueda comprender y abrirse a los misterios de la Creación, a
las leyes que rigen su armonía y equilibrio, gracias a las cuales podemos acceder a la
contemplación de la Belleza, que, como decía nuestro antepasado Platón, es "el esplendor de lo
verdadero". Conoceréis también el valor del rito, que consiste en vivir esos misterios en nosotros
mismos, es decir en "encarnarlos", pues el rito no es sino la "idea en acción" descendida al plano
concreto, estableciendo un eje interior que vertebra y da sentido a la totalidad de nuestra
existencia, en amplitud, anchura y profundidad, abarcando todo lo que somos, de acuerdo a los
planes emanados de la Voluntad del Gran Arquitecto, el único y verdadero Artista cuyo gesto
creativo es el modelo al que imitamos y el que inspira todos nuestros trabajos, actos y
pensamientos. Prestad asimismo atención concentrada a las leyendas que constituyen los relatos
ejemplares de nuestra historia sagrada. Con ellas recibiréis la herencia de una memoria que os
permitirá conocer la realidad del mito y la virginidad de un tiempo siempre presente y vertical.

Participar de esa herencia es entregarse y amar al Conocimiento. El Arte Real que practicamos en
nuestros Talleres se llama así porque él os despertará a la verdadera realidad, y ésta es la que
acontece en el interior de vuestro corazón. Sed bienvenidos, pues, Querido Hermano, a la Orden
masónica, heredera de los Antiguos Misterios, aquellos que debéis actualizar para que la
regeneración prometida por la iniciación que acabáis de recibir os convierta en un auténtico "hijo
de la luz".

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
PALABRAS DE RECIBIMIENTO DE LA HERMANA ORADORA A UN NEOFITO *

SIETE MAESTROS MASONES

Querido hermano, como representante de los hermanos de la cadena tradicional a la que os


habéis incorporado, os transmito nuestra más calurosa bienvenida y la profunda alegría de contar
con un obrero más que se une a esta gran obra de construcción universal.

Acabáis de entregar vuestra vida individual a la gran aventura del Conocimiento que os irá
desvelando, al ritmo que los dioses tengan trazado, el verdadero sentido de vuestra existencia, de
la de vuestros congéneres y del universo entero, pues ya sabemos que

Todo es Uno y Uno es Todo.

El giro que se ha producido es trascendental; de una existencia profana que sólo mira ad-extra,
esto es, desorientada y absurda en medio de un mundo marcado por el error y la ignorancia, a la
posibilidad de adoptar un nuevo punto de vista, el que le ofrece el Arte Real, que restituye a cada
ser, cada cosa, circunstancia o acontecimiento, su verdadera esencia, su sacralidad, el
entendimiento que todo es obra de un Principio Supremo, totalmente invisible e infinito, que por
un acto enteramente misterioso se refleja a sí mismo y origina todos los mundos o planos de la
Realidad. Se trata del advenimiento de una visión interior, que se proyecta hacia dentro o hacia el
origen del Ser.

Simbólicamente, y por tanto realmente, el hombre viejo que hay en vos ha muerto y por el
descenso de la influencia espiritual que se produce en este rito iniciático, ha nacido un hombre
nuevo. Ahora todo os resultará genuino y asombroso; nada sabéis de esta nueva visión hasta que
comencéis a empaparos de ella; absolutamente todo debe ser reaprendido a través de la más alta
capacidad que es la "intuición intelectual" y cuya residencia simbólica se sitúa en el corazón del
hombre o en el Ara del Templo. Os habéis convertido en un explorador que busca la realización
espiritual cuyo alcance es mucho más amplio y va mucho más allá de la cuestión puramente social
o psicológica. Se trata de la posibilidad de la Liberación total y eso está por encima de lo individual
e incluso de lo universal.

La Masonería, como arca viviente de símbolos y ritos antiquísimos, os ofrece una fuente
inagotable de vehículos que os ayudarán, si sois paciente y perseverante, a desvelar los arcanos
más profundos del hombre y del cosmos. Miréis donde miréis, a Oriente u Occidente, al Mediodía
o a Septentrión, hacia el Cenit o el Nadir, los símbolos están ahí, con toda su energía, para
transmitiros ideas-fuerza. Todo lo que oigáis a partir de ahora surge de un soplo divino,
suprahumano, diseñado para promover el despertar de la conciencia. Cada gesto es prototípico,
cada mito un relato arquetípico. Aquí no hay invención humana, sino un inconmensurable y
generoso gesto divino del que habéis comenzado a participar conscientemente.

Este Misterio os hace enmudecer, de ahí que esta labor se emprenda en silencio y desde el
silencio.

No sé leer ni escribir, sólo sé deletrear,

repetíais hace unos instantes. Y desde este estado de apertura, inocencia o desapego, coged con
alegría las herramientas y poned manos a la obra, estudiad, meditad, invocad a los dioses, ofreced
toda vuestra voluntad y recta intención y dejad que el Espíritu haga el resto. Trabajo solitario e
intransferible y al mismo tiempo grupal, porque ¿qué busca vuestro hermano sino lo mismo que
vos? La Masonería o Arte Real es una labor de cooperación; cada cual pone lo que es o lo que
reconoce ser en cada momento, para contribuir así a la edificación del gran Templo Universal, en
donde todo está perfectamente armonizado, según unas leyes precisas, que no rígidas. Todos los
iniciados somos obreros de una misma Obra, o voces de un mismo coro, o bailarines de una misma
danza trazada por un Principio Único que los masones llamamos G.·. A.·. D.·. U.·. .

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
SOBRE ARQUITECTURA Y MASONERIA *

SIETE MAESTROS MASONES

Si Arquitectura y Masonería figuran parejas en el frontispicio de este trazado ello es debido a que,
en otros tiempos, eran una, y ésta lo era por la Geometría.

Dios geometriza siempre1, mide todo en todo momento, tanto lo visible como lo invisible. Su Fiat
Lux saca el orden del caos estableciendo la manifestación, el cosmos, donde todo ser está
forzosamente en alguna parte, en un determinado lugar,ocupa un determinado sitio, y lo que no
está ni en la Tierra ni en parte alguna del Cielo no es absolutamente nada2. Todo ser ha sido
medido, determinado en sus condiciones de existencia, ha sido hecho lo que es, pues la medida de
una cosa es la razón de ser de dicha cosa. La Geometría, contemplada en un sentido más interior
que el que le confiere externamente su etimología, puede entenderse como la ciencia por la que
se mide toda la manifestación. Desde el cuerpo y la extensión, pasando por el alma y lo sutil, hasta
el espíritu y lo universal, todo tiene medida, todo su límite. Sólo el Principio Absoluto, el Infinito,
escapa a toda medida y geometría. Él es el único que mide y no puede ser medido, que traza y no
puede traza alguna alcanzarle.

La Arquitectura, por su parte, es una ciencia adornada de otras muchas disciplinas y


conocimientos… las Bellas Letras, Dibujo, Geometría, Optica, Aritmética, Historia, Filosofía,
Medicina, Música, Astrología… Es práctica y teórica. La práctica es una continua y expedita
frecuentación del uso, ejecutada con las manos, sobre la materia correspondiente a lo que se
desea formar. La teórica es la que sabe explicar y demostrar con la sutileza y leyes de la
proporción, las obras ejecutadas.3 Así pues, según dice Vitruvio, la Arquitectura es una ciencia o,
lo que es lo mismo, un arte, en cuanto que está estrechamente vinculada con la Geometría y la
Aritmética que pertenecen al conjunto de las artes o ciencias liberales, aquellas que son libres y
nobles por sí mismas.

Además, en la Arquitectura, como

En la producción de cualquier cosa hecha con arte, o en el ejercicio de cualquier arte, están
implicadas simultáneamente dos facultades, respectivamente imaginativa y operativa, libre y
servil. La primera consiste en la concepción de alguna idea en una forma imitable, y la segunda, en
la imitación (mimesis) de ese modelo invisible (paradeigma) en un material determinado, que es,
así, informado. La imitación, el carácter distintivo de todas las artes, tiene, por consiguiente, un
doble aspecto: por una parte, el trabajo del intelecto (noûs) y, por otra, el de las manos (cheir).
Estos dos aspectos de la actividad creadora corresponden a los "dos en nosotros", esto es, nuestro
Sí espiritual, o intelectual, y nuestro Ego sensitivo y psicofísico trabajando juntos (synergoi)… La
obra de arte es, pues, un producto a la vez de la sabiduría y el método, o la razón y el arte (sophia
o logos, y techne) … estas ideas encuentran expresión mitológica en términos de la relación entre
Atenea y Hefesto, siendo la primera la diosa de la Sabiduría que surgió de la cabeza de su padre
Zeus, y el segundo el titán herrero cuyas maravillosas obras son producidas con ayuda de Atenea
como coadjutora (syntechnos). Atenea y Hefesto "comparten una naturaleza común al haber
nacido del mismo padre", y viven juntos en un santuario (hieron) común… ella es "la mente de
Dios" (he theou noesis, o nous)… y él es "el noble vástago de la luz"… "Hefesto, famoso por su arte
(klytometis), ayudado por Atenea de los ojos brillantes, enseñó obras gloriosas a los hombres de la
tierra"4; o fue Prometeo quien… robó "la sabiduría artística inmanente (entechnon sophian) y el
fuego" y los dio a los hombres "como dote divina" (moira)5 … Aquí, las palabras entechnos y moira
significan que el "artista humano que está en posesión de su arte" (entechnos demiourgos)6 es tal
por participación (methexis, metalepsis) en el poder creador del Maestro Arquitecto7.

Los artistas siempre han sido conscientes de que el acto de crear ha de ser instigado por algo que
no está en la mano del hombre.

El fenómeno creativo ha de dar cuenta de sí mismo. Y este testimonio no puede significar sino que
el espíritu humano no crea únicamente a partir de sus propias fuerzas, ni siquiera en las
condiciones más favorables, sino que necesita el roce y la inspiración de un fabuloso Otro, y que la
eficacia de ese Otro, sea cual fuere el talento humano, constituye la parte más importante del
proceso creador en su globalidad. Eso es lo que han proclamado siempre los creadores de todos
los tiempos, al declararse inspirados por un ser más alto. Cuando Homero apela a su musa para
que lo instruya, cuando Hesíodo cuenta que ha escuchado el canto de las Musas y que ha sido
ungido poeta por ellas, estamos acostumbrados a no ver en ello más que la consecuencia
necesaria de una fe en los dioses que a nuestros ojos carece de toda validez. Pero, si atendemos a
Goethe cuando afirma muy serio que los pensamientos más sublimes no están en manos de los
hombres, sino que éstos han de recibirlos con temeroso agradecimiento en su calidad de dones y
de obsequios, entonces podemos considerar las confesiones de un Homero, de un Hesíodo, y de
muchos otros, bajo una nueva luz. Ya creamos en Apolo y en las Musas, o no, debemos reconocer
que los actos creadores de gran envergadura requieren necesariamente la conciencia viva de la
presencia de un ser superior y que nuestro juicio del fenómeno que entraña dicha creación jamás
podrá ser justo si no acepta este hecho.8

En cuanto a la Arquitectura, este doble aspecto que acabamos de ver, y que es tal por
participación en el poder creador del Maestro Arquitecto (el Gran Arquitecto del Universo),
consiste en una manera de construir (techne) y en el modo de concebir (logos) esa manera de
construir.
Él (Moisés) vio con el ojo del alma las formas inmateriales (ideai) de las cosas materiales que había
que hacer, y estas formas tenían que ser reproducidas como imitaciones sensibles, por decirlo así,
del gráfico arquetípico y de los modelos inteligibles…9.

Contemplamos aquí, bajo las expresiones formas inmateriales, gráfico arquetípico, modelos
inteligibles, lo que señalábamos más arriba, esa Geometría cuyas trazas alcanzan el mundo de las
ideas, esa "Cosmometría", valga la palabra, que debe ser reproducida por la Geometría que la
imita en los modelos sensibles y cuyas trazas visibles (formas, figuras) son imágenes de las trazas
inteligibles (ideas, números) de aquella otra. Todas las cosas reciben sus formas por medio de las
ideas y los números. Lo que el hombre construye no son sino imitaciones sensibles… de los
modelos inteligibles… que ve con el ojo del alma, es decir que concibe con el intelecto (nous).

Sin las formas inmateriales (ideai), y sin el gráfico arquetípico y los modelos inteligibles (el
número), las artes, y por tanto la Arquitectura y la Masonería, no serían tales, ya que careciendo
de modelos que reproducir serían estériles; y los artesanos, si todavía se podría llamarles así en
este caso, se verían igualmente impotentes de realizar algo con arte, pues, hicieran lo que
hiciesen, su labor quedaría reducida a algo así como una mera operación servil, y ellos reducidos a
la condición de simple "mano"10. Sin número, peso y medida, las artes serían relativamente sin
valor… "y una cuestión de mera práctica y trabajo"11.

Mediante la Arquitectura y la Masonería, el hombre de las culturas tradicionales, consciente de su


participación en el poder creador del Maestro Arquitecto, concibió y construyó edificios y ciudades
siguiendo los modelos inteligibles. Y lo hizo

… con atención a la firmeza, utilidad y hermosura12

o, lo que es lo mismo, con arreglo a los arquetipos universales, Sabiduría, Fuerza y Belleza, los tres
pilares que sostienen el cosmos; pues todo edificio, ya sea templo, o casa (templo igualmente), de
cualquier cultura tradicional, imita ese otro gran edificio que es el cosmos, y el arquitecto y el
masón de esas culturas siguen el paradigma del Gran Arquitecto del Universo, el Maestro
Arquitecto, creando el Mundo mediante el número, peso y medida.

La Arquitectura y la Masonería se conciben pues en base al número y la medida, en cuanto ideas o


formas inmateriales, y se construye concretando el número y la medida en formas materiales; por
esto están íntimamente vinculadas con el doble aspecto de la Geometría que hemos señalado
antes. Los antiguos constructores conocían, por la Tradición, el significado interno del número y de
la medida, y su manifestación externa en las artes; conocían que no hay forma sin idea ni número,
ni idea ni número sin una inteligencia y voluntad que la conciba y realice al mismo tiempo, y
reconocían su participación en esta inteligencia y voluntad del Maestro Arquitecto al verse
capaces de imitar su obra.

Pero, ¿qué necesidad impulsa al hombre de las culturas tradicionales, al arquitecto o al masón, a
imitar en sus obras el poder creador del Maestro Arquitecto? Lo impulsa una necesidad interior
que responde a las necesidades del "hombre completo"13, que no sólo vive de pan, sino de
aquello que el hombre es realmente más allá de lo contingente e individual del estado en el que se
encuentra ahora transitoriamente, esa necesidad que una vez cumplida le hace tomar conciencia
de lo que él es realmente,

de lo que es, de un modo permanente e inmutable, fuera de toda sucesión temporal u otra, pues
todos los estados del ser, considerados en su principio, están en perfecta simultaneidad en el
eterno presente14.

Este es, en el fondo, el fin y verdadera utilidad de la imitación que hace el arquitecto y el masón de
la obra del Maestro Arquitecto; y lo es también de las ciencias y artes tradicionales. Esto es lo que
el hombre de las culturas tradicionales conoce.

En toda civilización de carácter estrictamente tradicional, todas las cosas comienzan


necesariamente por el Principio o por lo que es más próximo a él, para descender luego a
aplicaciones cada vez más contingentes; y, además, inclusive estas últimas no se encaran jamás
desde un punto de vista profano, que no es, según lo hemos explicado a menudo, sino el resultado
de una degradación por la cual se ha perdido la conciencia de la vinculación de estas aplicaciones
al Principio… Pero hay más todavía: la fundación de las ciudades, la elección de su sitio y el plan
según el cual se las construía se hallaban sometidas a reglas pertenecientes esencialmente a la
"ciencia sagrada" y, por consiguiente, estaban lejos de responder solo a fines "utilitarios", por lo
menos en el sentido exclusivamente material que se da actualmente a esa palabra; por
completamente extrañas que sean estas cosas a la mentalidad de nuestros contemporáneos, es
preciso sin embargo tomarlas en cuenta, sin lo cual aquellos que estudian los vestigios de las
civilizaciones antiguas jamás podrán comprender el verdadero sentido y la razón de ser de lo que
observan, aún en lo que corresponde simplemente a lo que se ha convenido en llamar hoy el
dominio de la "vida cotidiana", pero que entonces tenía también, en realidad, un carácter
propiamente ritual y tradicional.15

No ocurre así en nuestra sociedad actual, la cual no solamente está alejada en extremo de lo que
es una sociedad tradicional sino que es verdaderamente su inversa, hasta el punto de que
constituye realmente una sociedad antitradicional en el pleno sentido de la palabra. Aquí las
necesidades del hombre, y del arte y la ciencia, están igualmente invertidas, como no puede ser de
otro modo, con respecto a las de la sociedad tradicional, y sólo responden ya a condicionantes
económicos, sociales, utilitarios, en suma, de interés y utilidad exclusivamente material e
individual por los que se rige esta sociedad que parece como si quisiera vivir sólo de pan.

... para las civilizaciones tradicionales o culturas arcaicas, es decir para aquellas que vivían el
Conocimiento y que nos lo legaron como la expresión suprema de su propia esencia… el esquema
social no era arbitrario ni casual, ni todo el aparato cultural, su Tradición, una mera suma de
convenciones cualesquiera. Sino que simbolizaban otras realidades que se manifestaban por su
intermedio a los efectos de establecer un enmarque, apto para vivenciar diversos niveles de
conocimiento y para efectuar diferentes maneras de existencia; por ello es que se dice que los
orígenes de cualquier cultura son sagrados. De más está subrayar que esta frase en nada se refiere
a la concepción de lo sagrado que en general posee el hombre contemporáneo. El cual, por otra
parte, no es enteramente responsable, ni culpable de sus propias concepciones. Heredero de una
Tradición degradada, habitante de una ciudad profana, que ha perdido la memoria de todas las
cosas, teniéndose que identificar con ella para poder subsistir, es inevitable que el sello de la
ignorancia –y por lo tanto del sufrimiento– se halle marcado sobre su frente.16

Desde luego que estas voces, y otras que suenan en armonía con ellas, no llegan a la mayoría de
los ciudadanos de hoy día, pero hay algo que, en mayor o menor medida, les llega: su asombro al
contemplar las ciudades y los edificios de las culturas antiguas que responden a las necesidades
del 'hombre completo'; pues, como no puede ser de otro modo, en el fondo de su ser, sin ellos
saberlo, subyace esa necesidad. Su asombro responde a que estas obras expresan y reflejan la
participación consciente, a todos los niveles, de los antiguos constructores en la obra del Gran
Arquitecto del Universo, el único que construye iluminando y dando vida a toda obra. Y su
asombro se vuelve confusión cuando perciben, del modo que sea y sin saber muy bien cómo, que
sus actuales ciudades y edificios carecen de luz y vida, pues, retomando el ejemplo de la mitología
griega que hemos visto más arriba, en la sociedad contemporánea, Atenea no inspira hoy ya las
obras que Hefesto realiza, y que, por consiguiente, nacen muertas.

Pero si esto es lo que sucede en gran parte de nuestra sociedad, no por ello ha dejado de existir en
su seno agrupaciones, la Masonería es una de ellas, que, remontándose ininterrumpidamente a
los tiempos de las sociedades tradicionales y a sus gremios de constructores, guardan y transmiten
el carácter de éstas, y, con él, la enseñanza de las artes y ciencias tradicionales, es decir de la
"Ciencia Sagrada". Las antiguas cartas de la Franc-Masonería, que se remontan a los siglos XIV y
XV, y que se las conoce actualmente con el nombre de Antiguos Deberes (Old Charges),
testimonian esta transmisión. En ellas está recogido, con más o menos detalle y extensión, el
relato histórico del digno oficio de la Masonería, y los Deberes propios por los que se regía el
oficio; el relato histórico, que constituye la memoria viva del oficio y de sus dignos oficiales a
través de los tiempos, se remonta a su origen mítico enlazando así con la Tradición primordial; y
los Deberes mantienen viva la regla (Usos y Costumbres) del hacer diario de este oficio. Antiguos
Deberes, herramientas (la totalidad de sus símbolos) del oficio, y ritos constituyen hoy, en la
Masonería, un todo donde está depositada la enseñanza de la "Ciencia Sagrada", y, con ella, la
posibilidad que tiene hoy el hombre de vivir participando conscientemente en la obra del Gran
Arquitecto del Universo, es decir tomando conciencia de lo que realmente es.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

1 Platón.

2 Platón, Timeo, 53 a.

3 Vitruvio, De Architectura, Libro primero, cap. 1º.

4 Himnos Homéricos 20.

5 Platón, Protágoras 321 D-322 A.

6 Platón, Leyes 903 C; cf. Fedro 277 B, y Banquete 209 A.

7 A. K. Coomaraswamy, "Atenea y Hefesto". Sobre la doctrina tradicional del arte. Ed.


Olañeta, Palma de Mallorca, 1983.

8 W. F. Otto, Dioniso, Mito y Culto. Ed. Siruela, Madrid, 1997.

9 Filón, "Moisés", 2.74-76. Citado por A. K. Coomaraswamy, op. cit.

10 Cf., A. K. Coomaraswamy, ibid.

11 Platón, Filebo. Citado por A. K. Coomaraswamy, ibid.

12 Vitruvio, De Architectura, Libro primero, cap. 3º. Versión de José Ortiz y Sanz, Madrid
1787, ed. facsímil de varios Colegios de Aparejadores, Oviedo, 1974.

13 Cf., A. K. Coomaraswamy, op. cit.

14 René Guénon, La Metafísica Oriental. Ed. Olañeta, Palma de Mallorca 1984.

15 René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Eudeba, Buenos Aires 1976,
cap. XXIX.

16 Federico González, Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon. Muñoz Moya Eds.,
Sevilla 2000, cap. III: "¿Qué es la Tradición?".
LA VIDA COMO RITO *

SIETE MAESTROS MASONES

Repetidamente hemos hablado en nuestras tenidas de la necesidad de vivir la vida como un rito.
Rito y orden son equivalentes, es pues un orden lo que se impone, claro está, pero este no es el
seguimiento de un horario establecido de antemano que nos limitamos a cumplir mejor o peor,
con más o menos alegría. El rito supone estar en un tiempo presente y cualquier corsé que le
apliquemos será más en contra que a favor.

Literalidad, normas, estrechez de miras, tontera, deseos de cumplir ¿ante quién?, búsqueda de
aceptación y reconocimiento, búsqueda de méritos, miedo a abandonarse a la Providencia,
pereza, flojera, poner condiciones; nada de eso tiene que ver, como sabemos, con vivir la vida
como un rito. El presente está más allá de la dualidad, por tanto toda pregunta del tipo ¿lo habré
hecho bien?, ¿lo habré hecho mal?, está de más; el juicio debe cesar para que la justicia impere.
Esta, la Justicia, no se inclina hacia derecha ni izquierda, el fiel de la balanza, su eje, es uno con la
vertical.

El rito diario requiere mantener una visión sagrada del tiempo, vivir el día como lo que es: una
nueva jornada en la que todo puede suceder, por otro lado cualquier actividad nos puede ayudar a
pulir nuestra Piedra Bruta.

En la naturaleza los seres desarrollan sus posibilidades espontáneamente. Reconozcamos nuestra


posición en ella. Sólo el hombre, en la creación, está dejado a su libre albedrío; el hombre tiene la
posibilidad de conocer su función; ésa es la manera en que puede traspasar los límites de su
individualidad, sumándose a la obra del Creador haciendo de Su Voluntad su voluntad, diciendo,
como nos dice la Oración enseñada por Jesús a sus discípulos:

hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo

(entendiendo también esa tierra como la materia de nuestra obra, es decir la Piedra Bruta que
somos), lo cual tiene que ver con la expresión masónica de "estar al orden".

De todos modos queremos recordar que, finalmente, todos los seres colaboran en la obra del
Creador, unos lo hacen consciente y voluntariamente, otros inconscientemente. En la cadena de
unión se pregunta "¿por qué está rota la cadena?", la respuesta es: por nuestras imperfecciones.
Podemos aplicar esto al tema que estamos tratando, el vínculo que une al ser con el Principio ha
de permanecer consciente, y esto, dependerá de que las imperfecciones de uno, sus egos, no lo
impidan, en cuyo caso se debilita, pudiendo llegar a estar prácticamente roto.

El triple gesto simbolizado por las tres Gracias: dar, recibir y devolver, es un gesto Prototípico;
símbolo del ser del hombre en el mundo y de su salida del mismo. El hombre, dándose recibe la
gracia divina, sus dones, que él, a su vez, devolverá al Padre a través de sus hermanos.

Dice el I Ching:

lo importante es que las cosas sean hechas, el mérito de hacerlas bien puede dejársele a otro.

Dice también:

Toda labor debe realizarse por ella misma, tal como el tiempo y el lugar lo requieran y sin codiciar
de reojo un posible éxito, pues de ese modo dará su fruto y lo que se emprenda tendrá éxito.

Todo nos es dado, no hay mérito en las obras del hombre; sin embargo, a veces, éste se hace
merecedor de ello y su receptáculo, por una economía divina que nunca llegará a conocer
completamente.

En este triple gesto que las tres Gracias simbolizan, tal vez lo más difícil sea comprender el último
de ellos: DEVOLVER. El hombre devuelve lo recibido renunciando a los frutos de su trabajo. No hay
otra manera. Con este gesto, por otro lado, queda liberado de la acción; es por el desapego a las
obras que el hombre renuncia a sus frutos sean los que sean, cosa, por otro lado, que a él no le
importa ya. La no identificación con el sujeto que actúa es un primer paso hacia el desapego de los
resultados de la acción. Es asumir que uno es colaborador en una obra que no le pertenece; que es
instrumento en manos de Aquel que la lleva a cabo; y en esto, al hombre, le cabe la posibilidad de
comprender ese gesto, sumarse a él, conocer la Obra y hacerla suya sabiendo, sin embargo, que
no lo es.

El gesto de devolver no es ad-extra como el de dar, ni ad-intra como el de recibir; es uno y otro, el
gesto es doble y el acto de dar y recibir se produce simultáneamente.

La vida entera es un rito; la obra, la acción de la naturaleza un gesto ritual permanente al que el
hombre puede sumarse sacrificando (de sacrum facere: hacer sagrado) así su vida. El despertar al
conocimiento, a la comprensión de los ritos transmitidos por una u otra forma tradicional,
requiere de un amor, un respeto, una vocación por el cumplimiento de aquel gesto Prototípico y
ordenador del G.·. A.·. D.·. U.·. que la Naturaleza nos muestra, y que, por analogía, el hombre
traslada a su quehacer diario.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
EL FUEGO FILOSÓFICO *

SIETE MAESTROS MASONES

Pontanus en su Epístola del Fuego Filosófico afirma que todo el magisterio de la Piedra se
encuentra en las breves palabras del único Hermes. Veamos que dice Hermes en su discurso La
Clave:

La mente, pues, cuando marcha del cuerpo terrenal se reviste inmediatamente de su propia
vestimenta adecuada, esto es, una vestimenta de fuego…,

y añade más adelante:

la mente es la hacedora de las cosas, y al hacer las cosas usa al fuego como instrumento.

La mente, nous, espíritu, corresponde al fuego, siendo análogo a la voluntad. El fuego filosófico se
identifica pues con la voluntad en cuanto ascesis encaminada a obtener un desarrollo espiritual.

Este fuego disuelve las "conchas", las impurezas incrustadas en el alma o mundo intermedio, cuyas
densidades impiden a las influencias celestes descender a la Tierra Filosófica, del mismo modo que
impide ascender las influencias telúricas hacia la Bóveda Celeste.

El mundo intermedio o alma es el lugar donde ambas influencias sutiles deberían mezclarse y
rectificarse mutuamente, por eso la primera operación de la Obra es la purificación de la Materia,
para lo que previamente el Artista debe haber aprendido a encender el fuego extrayéndolo, por
los medios apropiados, de la Mina donde arde consumiéndose a sí mismo en espera de ser
liberado, así como a manejarlo según los grados convenientes a cada fase de los Trabajos. Pues si
su presencia ha de ser constante, sin él no sería posible realizar la Obra, su intensidad no es
siempre la misma.

El fuego, siendo un elemento natural, aunque de origen celeste, sufre alteraciones de grado según
las leyes que rigen la Naturaleza, por lo que ésta ha de ser nuestra primera maestra y guía.
Así pues, una vez el aprendiz del Arte conoce la Materia, el Fuego y sus grados, puede comenzar
los Trabajos de la Obra, y empezará por la putrefacción, pues la vida sólo puede surgir de la
muerte, y sin regeneración no es posible extraer el calor del Azufre ni la humedad del Mercurio.

Es necesario añadir que aun cuando se habla del fuego en singular, como siendo uno, habría que
considerarlo como doble; uno celeste y otro terrestre. El celeste es puro, luz que no quema,
mientras que el terrestre ilumina pero quema, y es impuro. Sin embargo los dos son necesarios.

El fuego terrestre es connatural a todo ser, siendo aquel calor que anima la vida y la sustenta. Pero
así como en los seres sin razón dicho fuego es el que les permite sobrevivir, en el ser humano,
dotado de razón, puede ser el aguijón que le hiera y la cadena que le ate a los mundos inferiores, o
bien la chispa que prenda en él la llama oculta en el fondo de la Mina.

Ahora bien, puesto que es necesario un impulso hacia lo superior, éste sólo se producirá si el
fuego celeste desciende y anima al fuego terrestre; de esta forma será posible el ascenso de la
oscuridad a la luz.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
RECIBIMIENTO EN CÁMARA DE COMPAÑERO *

SIETE MAESTROS MASONES

Como voz de los hermanos de la Logia y por extensión de todos los masones esparcidos sobre la
faz de la tierra, os damos la bienvenida en la Cámara de Compañero y os manifestamos la sincera
alegría por la ganancia que representa tal adhesión para nuestra Orden. El silencioso trabajo
operado en la caverna del corazón del obrero durante el primer tramo del recorrido iniciático, se
ve ahora recompensado con su Aumento de Salario.

Es momento de pasar simbólicamente de la receptividad a la acción, del silencio a la palabra, de la


quieta contemplación a la labor incesante de invocación, investigación y construcción, aplicándose
sin dilación al reconocimiento interno de la misteriosa estrella pentagramática que refulge en el
corazón y a la identificación con la letra 'G' que figura en su mismo centro. El cinco es el módulo
que sintetiza las enseñanzas del segundo grado, su esencia. Esta idea y las múltiples adaptaciones
a que da lugar son guía y síntesis perfecta de este estado.

Podría decirse que el Aumento de Salario representa para el iniciado la apertura cada vez más
consciente del pensamiento a la realidad del Ser, lo cual aportará cuantiosos beneficios, pues
dejando de ser aquello que uno creía ser –esto es, un amasijo de falsas identidades o egos cuyo
único destino es la hoguera–, se operará la transmutación de los estados más densos en otros más
sutiles, se reconocerá la universalidad de los arquetipos y tras la culminación de la construcción
del templo interior, se estará en disposición de salir por su sumidad, 'ganando' la conciencia de la
Suprema Identidad. Aunque sea paradójico, aumentar de salario es despojarse del error y los
condicionamientos y, simultáneamente, experimentar con plenitud la realidad del Ser, para, una
vez completada la obra, vivir la 'Liberación' final. Ese es el verdadero salario del masón, la
recompensa por la labor y el fin que constantemente se actualiza en el eterno presente con el rito
de la memoria.

Pero también sabemos que la Iniciación puede contemplarse como un proceso gradual. Al
compañero le toca clavar su mirada interior en el Sol, centro del cosmos, del ser, del árbol, reflejo
de la luz primera inmaterial; y por ello, en el segundo grado simbólico, se abre ante el iniciado un
abanico de posibilidades insospechadas y virginales de Conocimiento, que de comprenderse
cabalmente, restituirán la dormida conciencia del 'Hombre Verdadero', preámbulo del 'Hombre
Universal'. El obrero ya puede leer en el Libro de la Vida y por eso se le entrega el Universo entero
–macro y microcosmos–, como objeto de estudio y meditación, y siendo el hombre el sujeto
central e intermediario de este Orden, por la misma gracia del Conocimiento, se operará la síntesis
de Todo en Uno y Uno en Todo.
Al compañero se le sugieren nuevas puertas de acceso al conocimiento del Sí Mismo, se le brindan
todas las Ciencias y Artes sagradas –siendo la Arquitectura una de las más destacadas–, como
vehículos para aprehender los arcanos del Ser, así como también la posibilidad de encarnar las
historias sagradas y ejemplares de los grandes iniciados de todos los tiempos. A las herramientas
propias del aprendiz, esto es, al Mazo, al Cincel y a la Regla, se añaden ahora la Palanca, el Nivel, la
Plomada y la Escuadra, y este valiosísimo septenario de útiles aplicados convenientemente sobre
la conciencia, contribuirán a la edificación del templo universal e interior, bellísimo edificio que,
construido según las leyes cosmogónicas emanadas del G.·. A.·. D.·. U.·., hace aparente lo que es
absolutamente no Aparente.

Si para el masón el trabajo es el soporte primero con el que cuenta para la realización espiritual,
en el segundo grado simbólico éste adquiere un papel verdaderamente central, deviniendo el rito
una actividad esencial para crecer, aprehender, transmutar; en definitiva, para que actualizando la
realidad del Ser, experimentar, al nivel que fuese, la verdad suprema del No-Ser. Es por eso que se
glorifica al trabajo, pues toda la regeneración que promueve es en pos de la identificación con el
Gran Arquitecto.

Querido Hermano, sed bienvenido entre los compañeros, es decir, entre los que comparten el pan,
el alimento espiritual que, producido en la entraña de la tierra, nos sustenta en nuestro viaje hacia
lo celeste.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
LOS TRABAJOS DEL COMPAÑERO *

SIETE MAESTROS MASONES

Querida hermana, acabáis de ser elevada al grado de Compañero, por lo que desde hoy,
trabajaréis con los otros Compañeros en esta Cámara y ocuparéis el lugar del Mediodía donde el
Sol ilumina con toda su intensidad permitiendo ver con toda claridad cuanto os rodea.

Como Aprendiz habéis trabajado sobre la Piedra Bruta y os habéis ejercitado en el manejo del
Mazo y el Cincel, lo que os ha enseñado que la voluntad y la inteligencia han de ir unidas para que
el resultado deseado sea obtenido.

El "querer" sin saber "cómo" no es suficiente, de igual modo que el saber "cómo" no sirve de nada
si no se es capaz de llevarlo a la práctica.

Hoy se os han mostrado nuevas herramientas cuyo manejo deberéis aprender y se os han
revelado enseñanzas a cuyo estudio y meditación deberéis aplicaros.

Permitidnos que hagamos un breve repaso de las mismas.

En el Primer Viaje habéis llevado el Mazo y el Cincel, herramientas que ya conocéis y que os vienen
a recordar lo ya dicho, pero además debéis comprender que es apoyándoos en lo que ya sabéis
como podréis continuar vuestro viaje hacia el Conocimiento y asimismo enfrentaros a los nuevos
retos que el Grado de Compañero os propondrá.

En el Segundo Viaje se os ha dado la Regla y la Palanca. La Regla marca la proporción y la dirección


conque debe aplicar sus fuerzas el Compañero con la Palanca; esta a su vez multiplicará vuestras
fuerzas permitiéndoos mover aquellos objetos símbolo de los obstáculos que encontraréis en
vuestro camino y ante los que vuestras solas fuerzas naturales no bastarían.

En el Tercer Viaje os fueron entregadas la Plomada y el Nivel.

La primera simboliza la rectitud del masón, ligada al eje vertical o eje del mundo; es el principio
activo que impulsa a progresar por medio del esfuerzo personal, tiene aún otro sentido y es el que
se desprende de su verticalidad, que "cae a peso" en dirección al centro de la tierra, iluminando lo
más recóndito de la conciencia del hombre.

El Nivel, estrechamente ligado a la Plomada simboliza la igualdad esencial que es común a todos
los seres, igualdad cimentada sobre el trabajo que se realiza sobre el mundo que nos rodea pero
sobre todo sobre uno mismo.

Esta igualdad se vive en la Logia, donde los hermanos despojándose de su individualidad –los
metales– se transforman en una Entidad colectiva reflejo del Uno y Todo.

En el Cuarto Viaje se os presentó la Escuadra, formada por la reunión de la horizontal y la vertical,


lo que simboliza el equilibrio entre lo activo y lo pasivo. Símbolo también de la rectitud con la que
el Masón debe sujetar sus pasiones y de la virtud que debe rectificar su corazón.

Finalmente el Quinto Viaje lo habéis realizado sin portar herramienta alguna, salvo vuestras
propias manos desnudas.

La mano está ligada al conocimiento, todo lo que puede ser objeto de estudio y meditación, está al
alcance de la mano; es gracias a las manos que es posible utilizar las herramientas que permiten al
Masón operar la transformación de la materia.

Las manos estructuran, forman, modelan y dan ritmo; una no es nada sin la otra, y sin embargo las
dos manos, en realidad son una. Expresan las dos caras de la unidad, el conocimiento único que se
manifiesta en la dualidad por el número cinco, cifra, os recordamos, de vuestra edad simbólica
como Compañero.

Característica del Quinto Viaje es la retrogradación, en efecto este Viaje se realiza en sentido
contrario a los viajes anteriores, igual que el Sol, después del Solsticio de Verano, empieza un
movimiento en sentido inverso en relación con el anterior.

Uno de los sentidos de esta retrogradación es el que lo relaciona con la facultad de la memoria,
revisando el camino recorrido y analizando retrospectivamente los diferentes acontecimientos de
la vida del iniciado masón.

Es también un retroceso cuyo sentido es tomar mayor impulso para continuar adelante.
También en los sucesivos Viajes que habéis realizado se os han revelado enseñanzas sobre las que
debéis meditar.

Así, en el primero se os mostraron los cinco sentidos a través de los que el hombre capta el mundo
que le rodea; pero así como para el hombre ordinario ese mundo sensorial constituye el límite de
su realidad, para el iniciado se le revela como un símbolo de realidades superiores, constituyendo
las letras del Libro de la Vida que ha de aprender a leer.

Se trata, pues, de ir más allá de los sentidos.

En el Segundo Viaje se os enseñaron los distintos estilos arquitectónicos que el Masón debe
conocer; el Dórico que representa la Memoria; el Jónico referido a la facultad del lenguaje; el
Corintio y el Compuesto que representan la capacidad de concebir ideas generales y abstractas
respectivamente, facultad que denominamos razón; finalmente el Toscano que representa la
facultad de percibir las cosas exteriores, formándose un reflejo interior que reproduce la
sensación como percepción.

En el Tercer Viaje se os mostraron las Artes Liberales a cuyo estudio debéis aplicaros; estas en
número de siete son las siguientes: Gramática, que enseña a hablar y escribir correctamente;
Retórica que enseña a hablar bien; Lógica, que enseña al hombre a discernir entre la verdad y la
falsedad; Aritmética que enseña a calcular y contar toda clase de números; Geometría, que enseña
a Medir y la Medida de la Tierra; Música, que da al hombre habilidad para cantar enseñándole el
Arte de la Composición; Astronomía, que enseña al Hombre a conocer el curso del Sol, la Luna y las
Estrellas.

En el Cuarto Viaje se os mostraron los nombres de algunos grandes Iniciados. Esto debe haceros
reflexionar sobre el hecho de que el iniciado masón nunca está solo pues es un eslabón de una
Cadena que sin interrupción se transmite desde el Primer día de la Creación y continuará hasta el
Último.

Por fin en el Quinto y último de vuestros viajes se os ha revelado el verdadero significado del
Trabajo.

Lo que para el profano que se mueve en el mundo sólo es un medio de satisfacer sus necesidades
y deseos de poder y poseer, para el iniciado masón se trasforma en oportunidad de participar en
la siempre renovada Obra de la Creación como un Obrero consciente a la Orden del Principio
Espiritual que denominamos Gran Arquitecto.

De esta manera el Trabajo se transforma en Arte y el Obrero en Artesano.

Finalmente habéis contemplado la Estrella Flamígera en cuyo centro se halla la misteriosa letra G;
ella es guía y meta de vuestros esfuerzos y aspiraciones, aplicaos a su contemplación y meditación
pues encierra el verdadero secreto de la Regeneración, el cual si os hacéis acreedora a ello os será
Revelado.

Querida hermana, ya veis la cantidad de temas que el Grado de Compañero os propone para
realizar vuestro Trabajo; no dudamos que continuaréis trabajando con la diligencia y la
perseverancia que lo habéis hecho hasta ahora.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
LA RESURRECCIÓN DEL COMPAÑERO *

SIETE MAESTROS MASONES

En la exaltación el compañero resucita maestro. Aquí, después de pasar por su segunda muerte y
tercer nacimiento, llamado también resurrección, alcanza, al menos virtualmente, el "estado
primordial" del hombre; nombre con el que

se designa en todas las tradiciones a la realización o el desarrollo de todas las posibilidades que
están contenidas virtualmente en la individualidad humana, de la que constituyen como
prolongaciones múltiples que se extienden en diversos sentidos más allá del dominio corporal y
sensible; siendo por estas prolongaciones por las que seguidamente podrá establecerse la
comunicación con los otros estados.1

… todas las tradiciones, incluida la de Occidente (pues la misma Biblia no dice otra cosa), están de
acuerdo en enseñar que este estado es el que era normal en los orígenes de la humanidad,
mientras que el estado presente no es sino el resultado de una caída, el efecto de una especie de
materialización progresiva que se ha producido en el curso de las edades, durante el transcurso de
cierto ciclo.

Todas las tradiciones designan a esta realización de la individualidad integral como la restauración
de lo que llaman el "estado primordial", estado que es contemplado como el del hombre
verdadero, y que escapa ya a varias de las limitaciones características del estado ordinario,
especialmente a la que es debida a la condición temporal. El ser que ha alcanzado este "estado
primordial" no es todavía más que un individuo humano, no está en posesión efectiva de ningún
estado supra-individual; y sin embargo está desde este momento liberado del tiempo, la sucesión
aparente de las cosas se ha transformado para él en simultaneidad; posee conscientemente una
facultad que le es desconocida al hombre ordinario y que podríamos llamar el "sentido de la
eternidad".

La restauración del "estado primordial" es la primera etapa de la realización metafísica del ser, y el
fin del proceso de la realización iniciática en la Masonería de los tres grados. A partir de aquí la
realización metafísica ofrece la posibilidad de continuar "a la conquista de los estados superiores y
finalmente del estado supremo e incondicionado".

Restaurar el "estado primordial" del hombre verdadero en el hombre actual es, como va dicho,
recuperarlo, recobrarlo, hacer que el hombre en su actual estado humano se vuelva a poner en el
estado que la primera humanidad tuvo; seguir el sentido del quinto viaje del aprendiz en su pase a
compañero. Verdaderamente aquí no hay progreso y evolución sino regreso e involución. El
proceso de la realización iniciática puede contemplarse como una marcha hacia atrás, un volver,
desandando un camino olvidado por donde antes ya se pasó, al centro de partida, al punto de
origen.

En este peregrinaje se muere y se nace a cada paso, pues toda muerte a un estado lleva consigo el
nacimiento al estado siguiente. El maestro que nace es el compañero muerto o, dicho de otra
manera, el compañero muerto resucita maestro. En la exaltación el compañero revive, valga la
paradoja, la muerte del maestro Hiram. El maestro constructor, intérprete de los planos del
Templo que concibe y levanta el Gran Arquitecto del Universo. Intermediario entre Este y los
obreros que colaboran en la Obra, el Templo del hombre, verdadera "construcción humana" que
concierne a las posibilidades del mundo intermedio del alma, como preparación para la realización
de las posibilidades del mundo superior.

Por la leyenda del rito de exaltación el compañero se identifica con Hiram porque también él va a
transformarse, desprendiéndose de la carne en la fosa de este mundo, en mediador entre ambos
planos. La aplicación del triple poder del Gran Arquitecto del Universo, con el que ordena y
gobierna todas las cosas, le resucita liberando su alma para la ascensión a los mundos superiores,
frutos que la Acacia le ofrece. Así, el nuevo maestro puede decir ahora que la Acacia le es
conocida.

La leyenda del maestro Hiram es el símbolo por el cual el compañero se identifica con el maestro
interno. Como todo símbolo, conecta dos realidades y las pone en comunicación. Saca al
compañero fuera del tiempo, si así podemos decir, y lo sitúa unido al maestro y a la cadena de sus
antepasados, los constructores libres, allí donde cesa la sucesión aparente de las cosas y todo es
simultáneo, viviendo el tiempo mítico, el presente eterno.

Aquí es donde por primera vez en su corta marcha toma conciencia, en la medida que sea, de lo
que puede ser un estado no medido por la forma ni por el tiempo. Esta es la resurrección que abre
la posibilidad de ascender a los estados superiores del ser y a la Unión suprema. La puerta que
alcanzan los que

son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección (Lucas, 20, 36).

NOTA
* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y
Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

1 La metafísica oriental, de René Guénon. Esta obra expone de manera sintética, precisa y
directa, lo que es la metafísica, y la realización metafísica, sus medios, etapas y características. Las
siguientes citas también le pertenecen.
SOBRE LA PLOMADA *

SIETE MAESTROS MASONES

Veíamos en un trabajo anterior que la Masonería considera a las herramientas entre sus símbolos
constructivos, y hablábamos concretamente del Nivel, el cual determina la horizontal por la
Plomada, o perpendicular, es decir por la vertical. Se señalaba allí que la fórmula tradicional "El
Cielo cubre, la Tierra soporta" determina, con concisión, los papeles de estos dos principios
complementarios, vertical y horizontal, con respecto al conjunto de la manifestación universal. Se
decía que el Templo que los masones construyen A.·. L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·. se eleva vertical
sobre su base horizontal formando una Escuadra perfecta.

Siguiendo con el estudio de estas herramientas, vamos a referirnos aquí a la Plomada, o


perpendicular. La palabra Plomada significa: obra de fábrica levantada a plomo, y también pared.
Esta herramienta, formada por una pesa de plomo suspendida de un cordel, se la representa
suspendida de la clave de un arco y tocando el suelo, es decir representando el "Eje del Mundo", la
dirección de la "Actividad del Cielo" que veíamos en el trabajo anterior.

… el Señor estaba sobre un muro hecho a plomo, y en su mano una plomada de albañil… el Señor
dijo: He aquí, yo pongo plomada en medio de mi pueblo Israel… (Amós, 7, 7).

Según ciertos antiguos rituales de la Masonería, la letra G está dibujada en el centro de la bóveda,
en el punto preciso que corresponde a la Estrella polar; una plomada, suspendida de esta letra,
cae directamente al centro de una esvástika trazada en el suelo, y que representa así el polo
terrestre: es la plomada del Gran Arquitecto del Universo, que, suspendida del punto geométrico
de la "Gran Unidad", desciende del polo celeste al polo terrestre, y es así la figura del "Eje del
Mundo"1.

René Guénon da la explicación de este simbolismo,2 el cual está recogido por otra parte en un
antiguo catecismo de compañero3, y a ella nos remitimos dada su importancia en el tema que
estamos tratando, copiando solamente, debido a su extensión, el último párrafo:

Si se piensa en que todo ello pertenece a un simbolismo que puede llamarse verdaderamente
"ecuménico" y que por eso mismo indica un vínculo bastante directo con la tradición primordial,
puede comprenderse sin esfuerzo por qué "la teoría polar ha sido siempre uno de los mayores
secretos de los verdaderos maestros masones".

En toda obra constructiva, la vertical y la horizontal se materializan primeramente en las trazas


geométricas de la obra, los trazados arquitectónicos, y después en los diferentes elementos
constructivos de la misma, pero más allá de estas formas concretas, y precediéndoles en cierto
sentido, está su significado interno, la idea, la cual pertenece al mundo informal (Olam ha-Beriyah
del Arbol Sefirótico) y por consiguiente no tiene una representación concreta. El arquitecto o
maestro constructor, antes de trazar, conoce la idea de lo que quiere llevar a cabo y, sólo después,
realiza los trazados mediante los cuales es llevada a cabo la construcción, la cual no es en cierto
modo sino la incorporación de la idea, y todo aquel que alcanza a comprender lo que este cuerpo
encierra conoce la idea de la que ha partido; en suma, la construcción deviene así un símbolo,
como las propias herramientas de la construcción por las que se lleva a efecto son también un
símbolo. Así la plomada es un símbolo, que encierra, en este caso, la idea de vertical.

En geometría, recta vertical es aquella recta que es perpendicular a la recta, o plano, horizontal;
proviene, como toda recta, de la polarización del punto. Con respecto a la esfera celeste, la
vertical une el Cenit y el Nadir, mientras que, en el plano del horizonte, la horizontal une el Norte y
el Sur, el Este y el Oeste.

El número 2 se representa geométricamente por la línea, polarización del punto (1 + 1 = 2); el


número 4 por la cruz de dos dimensiones, la intersección de la vertical y la horizontal coplanarias,
doble polarización del punto, [(1 + 1) + (1 + 1)] = 4); el 6 por la cruz tridimensional, intersección de
los tres vectores de coordenadas espaciales, triple polarización del punto, [(1 + 1) + (1 + 1) + (1 +
1)] = 6).

La figura geométrica que llamamos recta vertical, o eje vertical, es, como hemos dicho, una de las
formas que adopta, en el plano de la concreción física, la idea de vertical, la cual pertenece
propiamente al mundo de los arquetipos universales, y expresa el vínculo primordial entre lo de
arriba y lo de abajo, y, por consiguiente, entre todo lo comprendido entre ambos. Por lo tanto, la
vertical se contempla, desde este punto de vista, como una entidad intermediaria, o mediadora,
que relaciona todos los diferentes niveles que existen entre lo de arriba y lo de abajo, los cuales se
representan geométricamente por rectas horizontales, planos horizontales, o por los propios
puntos de la recta vertical, los cuales representan en este caso la integridad de la recta o del plano
horizontal perpendicular a la recta vertical en ese punto. La recta vertical que atraviesa los
indefinidos planos horizontales es la representación geométrica simplificada de la relación
existente entre todos los dife-rentes niveles o planos de existencia, y, también, entre los múltiples
niveles o estados del ser; desde el nivel superior de lo ontológico (Olam ha-Atsiluth en el Arbol
sefirótico), pasando por los niveles intermedios de lo cosmológico (Olam ha-Beriyah y Olam ha-
Yetsirah) hasta el nivel inferior de la concreción física en que aparece la manifestación en su
aspecto más externo y solidificado (Olam ha-Asiyah), restando todavía por arriba, si así se puede
decir, más allá de Kether (La Corona), más allá de la no-manifestación, más allá del horizonte de la
eternidad, el misterio insondable de En-Sof (El Infinito), que la vertical no puede en modo alguno
alcanzar por su propia razón de ser, limitada.

Esta representación no es otra que la del Eje del Mundo, el Arbol de la Vida, verdadera columna
que sostiene los mundos y en torno al cual gira el universo; pilar por el que se transmite la
"Actividad del Cielo", actividad no actuante del Principio, llevando permanentemente de la
potencia al acto todas las posibilidades de manifestación en Él contenidas, que en modo alguno
son externas a Él, y por lo tanto nunca han salido de Él más que como una ilusión o un sueño de
los estados de existencia o de los estados del ser, la cual se desvanece al tomar conciencia o
adquirir conocimiento de ello, y a esta toma de conciencia es lo que se llama el retorno al
Principio, de la manifestación toda, y, por consiguiente, del ser, pero que en realidad no es tal
retorno ya que nunca ha salido del Principio.

Así pues, el significado de la Plomada, se puede contemplar, podríamos decir en cierto modo, en
los dos sentidos de su dirección. Contemplada de arriba a abajo (sentido descendente), expresa la
transmisión de la influencia espiritual del Principio a toda la manifestación (de Kether a Malkhuth),
por la que la mantiene unida a Él dándole su razón de ser; contemplada de abajo arriba (sentido
ascendente), señala la posibilidad que tiene, en todo momento y lugar, todo lo que existe de
elevarse hasta unirse al Principio (retorno desde Malkhuth a Kether), gracias a la transmisión
desde lo alto de la influencia del Principio, sin la cual no sería posible. Es por esto, y por lo dicho
anteriormente, que estos dos sentidos, sólo son tales, si así podemos expresarlo, desde el punto
de vista inferior de los diferentes planos de la manifestación y de los estados del ser, pues desde el
punto de vista del Ser Universal, el único esencial y real, no son verdaderamente más que uno, el
sentido único de la "Actividad del Cielo", e incluso, puesto que ésta es no actuante, se puede decir
que no hay sentido alguno.

Hay que señalar, por otra parte y en lo que respecta al estado del cual debe partir actualmente el
ser humano en vista a su realización metafísica, es decir en lo que a la reconstrucción del templo
se refiere, que la plomada se pone no sólo en la construcción por encima del nivel del terreno sino
también en la construcción bajo rasante; y, en el orden lógico de construcción, primero hay que
profundizar y establecer los cimientos bajo tierra, y sólo después de esto se puede construir a la
luz del día. En otras palabras: toda construcción se levanta desde su propia base y no en el aire.

Por lo tanto, la construcción del hombre nuevo, el hombre en vía de elevarse y recuperar su
estado original, el estado de "hombre verdadero", se levanta desde su propia base, que no es otra
más que la de su estado actual, su estado de "caída", y es desde aquí desde donde construye "a
plomo" el templo. El hombre que yace en tierra se tiene que incorporar y levantar.
Asciende de la Tierra al Cielo, desciende de nuevo a la Tierra, y une los poderes de las cosas de
arriba y de las de abajo.4

En un ritual masónico del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, se dice que la Plomada simboliza la
búsqueda de la Verdad para adquirir el conocimiento de sí mismo, tanto en lo profundo de los
cimientos como en lo alto del techo.

Philibert de l'Orme (h.1510-1570) menciona una regla plomada en su Tratado de Arquitectura


publicado en 1567. Este término, plumb rule, se recoge también en algunos manuscritos
masónicos ingleses. Aún sin conocer la forma de esta herramienta, este término hace pensar, no
obstante, en la conexión que puede haber entre las dos herramientas a que alude, ambas, por
cierto, axiales, y mediante las cuales se puede determinar las relaciones entre los diversos puntos
y planos de la obra, pues, como se ha dicho ya al principio, los diferentes niveles de la obra se
miden en la vertical. Además, la palabra regla quiere decir también norma, ley, en cierto sentido la
propia Tradición, y está relacionada con rectitud, regularidad, recta.

Por otra parte, la Geometría, entendida en su sentido más amplio, es la ciencia de la medida, y es
asimismo, según señalan repetidamente los Antiguos Deberes, sinónimo de Masonería. De manera
que la regla plomada expresaría tanto la relación entre Tradición y rectitud vertical, como entre
Masonería y vertical, y por consiguiente entre Masonería y Tradición; así pues, podríamos decir
que es en la vertical, elemento común a ambas, donde la Masonería entronca con la Tradición, lo
cual nos lleva a retomar de nuevo las palabras de René Guénon, dichas anteriormente:

la teoría polar ha sido siempre uno de los mayores secretos de los verdaderos maestros masones.

II

Continuamos aquí la plancha anterior sobre el simbolismo de la Plomada teniendo in mente


comentar unas representaciones geométricas del tiempo que tienen que ver con la vertical.

El tiempo, una de las condiciones que determinan este mundo, puede ser representado
geométricamente por medio de una línea horizontal; esta representación, que llamaremos
representación horizontal del tiempo, se puede decir que contempla el tiempo como
unidimensional, como una sucesión de instantes (espacios entre los puntos de la recta horizontal)
que se suceden ininterrumpidamente en un solo sentido continuándose indefinidamente; recorrer
esta línea en sentido contrario es sólo facultad de la memoria, hasta donde ésta alcance.

El tiempo puede ser representado geométricamente también por una hélice cilíndrica de eje
vertical, es decir por una curva alabeada, una hélice, situada sobre la superficie de un cilindro. La
hélice es el camino más corto entre dos puntos de la superficie cilíndrica, y está engendrada por
un punto que se mueve en la superficie del cilindro según un movimiento circular y otro rectilíneo,
ambos uniformes. Se llama 'paso de hélice' a la longitud comprendida entre dos pasos sucesivos
de la hélice por una misma generatriz del cilindro; se llama 'espira' a la parte de la hélice
comprendida en un paso de hélice, es decir correspondiente a una vuelta completa de la curva;
esta otra representación, que llamaremos representación vertical del tiempo, se puede decir que
contempla al tiempo en la tridimensionalidad, como una sucesión de ciclos (espiras de la hélice)
que devienen sucediéndose también indefinidamente.

Es evidente que la representación vertical del tiempo conlleva una serie de relaciones, dentro de la
propia representación, de las que la representación horizontal carece. La representación vertical
del tiempo hace posible que se establezcan una serie de relaciones, a través de las generatrices
verticales del cilindro, entre los diferentes puntos de la hélice, lo cual no es posible evidentemente
en la representación horizontal. Por ejemplo, un punto cualquiera de la hélice, es decir un punto
situado en una de las espiras que la forman, pertenece a una generatriz del cilindro, paralela al eje
vertical de la hélice, que contiene una serie de puntos que pertenecen a otras espiras de la hélice,
es decir que diferentes puntos de ésta, pertenecientes a diferentes espiras de la misma, están
relacionados entre sí en la vertical. Dicho de otra manera, en la representación vertical del tiempo,
los diferentes momentos de cada ciclo están relacionados con los diferentes momentos de los
restantes ciclos. Y esta aplicación es válida a todos los niveles, ya sean cósmico, histórico o
humano.

Va de suyo, que la representación, que hemos llamado vertical del tiempo, es una simplificación
que no contempla en absoluto la gran complejidad de los diferentes ciclos temporales, pues
únicamente se refiere a un tipo de ciclo dentro de un cierto dominio en particular. Para
contemplar el tiempo en toda la extensión de esa gran complejidad de ciclos en todos los
dominios en los cuales entra como condición propia de dichos dominios, habría que contemplar
ciclos de diferentes extensiones, es decir espiras de diferentes radios, y de diferentes pasos de
hélice lo que implicaría diferentes hélices cilíndricas; nada que se parezca a la representación
horizontal, que hemos comentado, del tiempo.

La representación geométrica del tiempo mediante la hélice cilíndrica de eje vertical, nos muestra
el carácter cíclico, o circular, del tiempo. Las múltiples espiras en que se desarrolla la hélice
representan otros tantos ciclos temporales unidos entre sí. De igual manera a como una espira de
la hélice parte de un punto de la misma y girando siguiendo su superficie alcanza otro punto que
apenas puede distinguirse del de partida, tan próximos están entre sí, así sucede con un ciclo
temporal. Nunca una espira de la hélice retorna al punto de partida, sino a un punto, que por más
cercano que lo queramos, es otro; solamente cuando se observa la hélice a vista de pájaro, o
desde abajo, es decir cuando se proyecta en el plano, parece que la espira es un círculo, y que su
indefinido desarrollo no es sino un continuo retorno, un círculo que gira incesantemente, sobre sí
mismo, alrededor de un punto, el eje de la hélice, un girar y girar de rueda de molino. Tampoco
ningún ciclo, dentro del desarrollo del cosmos, retorna y se repite, ni se repite tampoco ningún
estado del ser, en vía de su realización metafísica.

Otro aspecto del simbolismo de la vertical que hay que señalar es el que tiene que ver con la
memoria. También aquí se puede contemplar dos aspectos: la memoria, podríamos decir,
horizontal, y la memoria vertical. En ambos casos, no se conoce el comienzo ni el fin del tiempo,
aunque no cabe ninguna duda de que el tiempo, como el espacio, tiene un origen y un final pues
son finitos, ya que uno hace finito al otro, podríamos decir, y por consiguiente limitados. Pues, el
espacio no es el tiempo, luego uno limita al otro y, como todo lo que tiene límites, tienen
comienzo y fin. Por consiguiente la perennidad, la perpetuidad, esa continuidad indefinida del
tiempo, es, por el hecho de pertenecer al tiempo, limitada y finita. Y cuando decimos que la
eternidad es una perpetuidad sin comienzo, sucesión ni fin, es un sin sentido del lenguaje, que el
hombre, en su impotencia, se hace la ilusión de abarcar; pues una perpetuidad, sea la que sea,
estaría contenida dentro del tiempo. El que por medio de la palabra eternidad se intente expresar
un concepto con el que concebir una duración sin límites conlleva en sí mismo la contradicción y el
absurdo. Si se quiere expresar alguna característica de la duración esta expresión no puede
designar algo ilimitado pues la propia duración es limitada, y si se quiere expresar aquello que no
tiene límites no se le puede encerrar en el tiempo, ni, por lo demás, en el espacio, la materia, la
forma o cualquier otra cosa finita.

El tiempo como tal no tiene representación, lo que representamos son sus ciclos.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

1 René Guénon, La Gran Tríada, cap. XXV, "La Ciudad de los Sauces".

2 Artículo "La letra G y el esvástica", publicado en Etudes Traditionnelles, julio-agosto de


1950, y recopilado en el libro Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XVII.

3 Prichard, Masonry Dissected, 1730.

4 Hermes Trismegisto. La Tabla de Esmeralda. SYMBOLOS Nº 11-12, 1996: "Tradición


Hermética".
EL NIVEL *

SIETE MAESTROS MASONES

La plancha grabada que queremos leer hoy nos habla del NIVEL, una de las joyas que adornan
nuestra Logia. En el Antiguo Rito de York, a la pregunta del Ven.·. Maestro al Primer Vig.·. de por
qué está situado en Occidente, responde: para

Asistir al Ven.·. M.·. al abrir y cerrar su Logia, pagar a los obreros sus salarios, si alguno se debe, y
ver que ninguno se vaya insatisfecho, si está en mi poder prevenirlo, siendo la armonía la fuerza
de todas las instituciones, y más especialmente de esta nuestra.

El Nivel, símbolo de armonía, equilibrio, justicia y rectitud es emblema del Primer Vig.·., y por
tanto relacionado con la FUERZA.

El Nivel muestra el equilibrio, pero a la vez también el desequilibrio, hace justicia a la rectitud
confirmándola y hace salir a la luz la injusticia señalándola. Siempre supone un esfuerzo añadido
negar lo que no es y es obligación del Primer Vig.·. que, tras los trabajos, los obreros estén
contentos y satisfechos; que sean cuales sean las desarmonías que se hayan producido en ellos,
éstas hayan sido reconducidas o reordenadas para sumarse a la armonía total.

No es el líquido, mejor dicho la parte llena de él, lo que hace que el Nivel sea tal, sino
precisamente la parte vacía, esa burbuja que balanceándose en el líquido nos señala la
horizontalidad de una superficie; nos referimos aquí a un tipo de Nivel, que todos hemos tenido
ocasión de ver alguna vez: la herramienta que utiliza el albañil actual en su trabajo.

Si grande es la importancia de la precisión del Nivel como herramienta de construcción externa,


más lo será para el masón la precisión de su Nivel interior, pues es con éste que trabajará en la
construcción de su templo interno, ayudado por otras herramientas propias del grado de
compañero, como son: la Palanca, la Escuadra y el Compás, más las que ya tenía como aprendiz: el
Cincel, el Mazo y la Regla, y aún podemos añadir la Cuerda de Nudos, la Tabla de Trazar, la Espada,
la Paleta y la Llana que también son herramientas de que dispone el compañero. Estas son más
numerosas y su trabajo no es tan oscuro como el del aprendiz, al igual que su lugar en la Logia,
que ahora ya no está en el Norte donde apenas llega la luz solar, sino en el Sur donde ésta alcanza
su plenitud; pero, a su vez, necesita una mayor iniciativa y un poner en acto lo que ha aprendido
en el grado anterior.
El Nivel indica, como decíamos antes, equilibrio, quietud, armonía y podemos relacionarlo con la
esperanza, virtud que le corresponde al grado de compañero. El Nivel como un alma en reposo
simboliza la esperanza de la unión, de la transmutación, la posibilidad de un alumbramiento.
Primero uno tiene Fe en que esta es posible. Es la Fe del aprendiz sin la cual nunca llegará a ser
compañero, y a ésta se le suma la Esperanza como un paso más en el camino del Conocimiento. El
compañero no sólo tiene Fe en su acceso al Conocimiento, sino que lo espera, espera que se haga
en él.

La Esperanza es simbolizada por el Apóstol Santiago, quien en la Divina Comedia interroga a Dante
sobre ella y éste responde:

… la Esperanza es una expectación cierta de la vida futura, producida por la Gracia divina y los
méritos anteriores.

Queremos finalizar este breve trabajo con una cita del libro El Manual del Compañero de A.
Lavagnini:

Debemos desarrollar y trabajar la piedra de nuestra individualidad en aquella forma que mejor se
le adapte, según su particular naturaleza, para ocupar el lugar más apropiado en el Edificio de la
humanidad y de la Creación, expresando en ella, como mejor podamos, aquella parte que nos es
dado hacer patente del Genio Sublime del Artífice del que somos otras tantas manifestaciones.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
EL NOMBRE SIMBÓLICO *

SIETE MAESTROS MASONES

En el momento del nacimiento, y antes incluso, nuestros progenitores nos imponen un nombre, el
cual servirá desde entonces para identificarnos, aportando además información sobre aspectos de
nuestra naturaleza física y anímica. Este nombre es una de nuestras primeras señas de identidad,
la cobertura más externa de nuestro ser y uno de los puntos de partida del autoconocimiento. Con
la Iniciación a los Misterios, que supone una primera muerte simbólica, y por tanto real, y un
renacimiento simultáneo, el segundo nacimiento o la apertura a la sacralidad de la vida y de
nosotros mismos, se hace necesario descubrir el nuevo nombre que corresponde a una modalidad
diferente del ser. A diferencia del primero, éste solamente puede designárselo uno mismo, lo cual
da idea del proceso totalmente interior y esotérico que supone la Iniciación.

Después de la muerte iniciática supe que me llamaba María Magdalena, apelativo que sintetiza el
error y el sin sentido en el que había vivido hasta entonces, entregada siempre a mil empresas
exteriores, complacida en los egos, deseos y pasiones aunque siempre insatisfecha, y al mismo
tiempo representa el descubrimiento de la posibilidad de empezar una vida nueva, real y con
sentido vehiculada por los símbolos y ritos iniciáticos.

Más allá de una lectura puramente literal, descubrimos en Magdalena la mujer prostituta, el
símbolo de ese aspecto femenino de cada ser humano que se libra a innumerables amantes,
representantes de los falsos masculinos con los que deseamos desposarnos, y que la hacen
permanecer apegada al error, ignorancia y al olvido del Sí mismo. Así son las cosas cuando uno se
aferra a la dimensión profana de su ser y del mundo. Pero Magdalena se arrepiente, en el sentido
de reconocimiento de su error, y al derramar el perfume de nardo sobre la cabeza de Cristo, besar
sus pies y enjugarlos con sus lágrimas y cabellos, representa a la humanidad entera regresando a
su verdadero Esposo.

La feminidad inconsciente, que se traduce en un afán de generación indefinido, insaciable y sin


rumbo, se orienta hacia una actividad totalmente receptiva, hacia un desapego de todo lo
superficial e ilusorio (ya sean prejuicios, egos, estereotipos, moralinas, etc.), y hacia una apertura a
la dimensión sagrada de su ser. Magdalena es la que reconoce en Cristo el masculino con el que
realizar las nupcias interiores y más allá de eso, el origen y destino, el principio y el fin de toda su
labor.
Con Magdalena puede empezar la obra alquímica de transmutación, que simbólicamente se
traduce en la realización de su primer nombre: María. Esta es el arquetipo de la Virgen-Madre-
Esposa, el símbolo del alma individual y universal que debe someterse a un proceso de
regeneración integral para poder ir siendo desposada por el Espíritu en los sucesivos matrimonios
que pueblan el camino hacia la Liberación total de toda contingencia, y la consecución de lo que
en el hinduismo se denomina la Identidad Suprema.

II

Después del aumento de salario a compañera reconocí un nuevo nombre en mi interior: Estrella,
como símbolo de una realidad más profunda de mi individualidad, y con tal nombre os ruego que
me llaméis. R. Guénon, en el capítulo dedicado a los nombres profanos y simbólicos del libro
Apreciaciones sobre la iniciación, dice así:

Podemos ir aún más lejos: a cada grado de iniciación efectiva corresponde todavía otra modalidad
del ser; aquel [refiriéndose al iniciado] deberá pues recibir un nuevo nombre por cada uno de
estos grados… Un nombre será tanto más verdadero cuando corresponda a una modalidad de
orden más profundo ya que, por ello mismo, expresará alguna cosa que estará más próxima a la
verdadera esencia del ser.1

La Estrella Pentagramática es uno de los símbolos fundamentales del compañero masón. Situada
sobre el sitial de la Ven.·. Maestra, entre el Sol radiante y la Luna espejante, decora el cielo del
Oriente y es nuestra guía y esencia como compañeras. Recordemos la carta XVII del Tarot que
lleva dicho nombre, y en la que aparece una mujer desnuda, cubierta todavía de una túnica de
piel, liberándose de toda atadura y prejuicio, abierta a los efluvios celestes simbolizados por las
ocho estrellas que bañan su cabeza. Imagen arquetípica del hombre nuevo, regenerado por el
mensaje universal de la Tradición, ésta no opone ninguna resistencia a la llamada del Espíritu, tan
es así que su vacuidad le permite oír nuevas voces y mensajes representados por el pájaro negro,
mensajero de los dioses y memoria de todo lo que aún debe ir muriendo. Esta carta es un canto a
la poética, al arte de conocerse a sí mismo, a la naturaleza como vehículo de dicho conocimiento,
a la belleza del universo como expresión de la Verdad inexpresable, a la fluidez de todo cuanto se
sabe que parte de un todo indivisible.

Y en medio de este cántico el ser humano deviene un intermediario entre lo alto y lo bajo, que
recibe y da y nada guarda para sí, ni su propio paso por este estado del ser universal, hecho que
queda reflejado en las dos vasijas que sostiene la mujer cuyo contenido acuoso es derramado al
caudal de la vida. La larga cabellera azul que cubre su cabeza a modo de cascada nos sugiere que
el dominio que se nos brinda como soporte, estudio y meditación es el del alma, individual y
universal, mas recordando que es el Espíritu el que alumbra todo conocimiento. El suelo sobre el
que se apoya es dorado, presagio de la tierra prometida, de las delicias que aguardan a todo ser
que decide entregarse a la aventura de conocerse a Sí mismo y encarnar y ser uno con el Misterio
insondable.

Para terminar recordaremos un nuevo fragmento del capítulo del hermano R. Guénon citado
anteriormente:

Ahora bien, todo lo que hemos dicho hasta aquí de esta multiplicidad de nombres que
representan otras tantas modalidades del ser, se relaciona únicamente con extensiones de la
individualidad humana comprendidas en su realización integral, es decir, iniciáticamente, con el
dominio de los "misterios menores", tal como lo explicaremos a continuación de una manera más
precisa. Cuando el ser pasa a los "misterios mayores", es decir, a la realización de estados
supraindividuales, pasa por ello mismo más allá del nombre y de la forma, ya que, como enseña la
doctrina hindú, éstos (nâma-rûpa) son las expresiones respectivas de la esencia y de la substancia
de la individualidad. Tal ser, en verdad, ya no tiene nombre, ya que éste es una limitación de la
cual está liberado en lo sucesivo; él podrá, si ha lugar, adoptar cualquier nombre para
manifestarse en el dominio individual, pero ese nombre no le afectará de ninguna manera y le será
tan "accidental" como una simple vestidura que se puede quitar o cambiar a voluntad.

Así pues, estos nombres simbólicos son el revestimiento, el ropaje con el que se cubre el ser, que a
lo largo del camino iniciático debe ir siendo desenmascarado, para dar nacimiento a ese verdadero
NOMBRE que somos y que en sí es impronunciable, sin atributo, sin medida, que todo lo es y no lo
es.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

1 René Guénon, Aperçus sur l'Initiation, cap. XXVII. Eds. Traditionnelles, París 1992.
TRABAJO MASONICO *

SIETE MAESTROS MASONES

Históricamente la Masonería actual aparece en el siglo XVIII como resultado de formas iniciáticas
muy anteriores. Lo que de éstas debía conservarse la Masonería lo hizo adaptando las formas y
conservando el contenido. Esto es lo esencial, que la Masonería es una Orden iniciática que
transmite una iniciación, la cual posee una característica: que se trata de una iniciación de oficio.

Simbólicamente los masones trabajamos en la construcción del Templo del Espíritu; construcción
que es simultáneamente exterior e interior, y las herramientas simbólicas son las mismas que
utilizaban los constructores de catedrales. El Mazo y el Cincel, el Nivel y la Plomada, la Escuadra y
el Compás, son los útiles con los que contamos y que debemos aprender a utilizar en nuestra
propia actividad diaria, sea cual sea.

De este modo, el trabajo –del que Guénon afirma que tal como lo entienden los contemporáneos
es una anormalidad, por haber perdido la vinculación con su principio edificante– dejará de ser
sentido como una carga o un mero medio de satisfacer necesidades y devendrá una actividad
iniciática integrada en el proceso del trabajo interior, que no es sino

aquello que puede hacerse con uno mismo en vista a alcanzar un desarrollo espiritual en la
medida que sea.1

Desde esta perspectiva, la iniciación de oficio otorgada por la Masonería pertenece al ámbito de lo
que la Tradición Hindú denomina karma-yoga, entendiendo por karma acción ritual. Es decir, no se
trata en modo alguno de la acción por la acción, compulsiva, frenética y desorientada, expresión
de la falta de equilibrio interior, ni por supuesto de la acción realizada con vistas a obtener
resultados materiales inmediatos. No tiene, en fin, nada que ver con lo que los modernos
llamarían una actividad eficaz, productiva y rentable. Antes bien, se trata de la acción dirigida y
ofrecida por y al Principio Superior a cuya Gloria se realiza.

Ni que decir tiene que aun cuando el soporte que la Masonería utiliza para su trabajo iniciático es
la acción, ésta se sustenta en la meditación, la lectura de los textos sagrados y la oración.

Para terminar esta breve reflexión podríamos definir a la Masonería como una Orden iniciática
depositaria de la Tradición Hermética de Occidente que transmite una iniciación de oficio, lo que
por otro lado nos lleva a concluir que lo fundamental en la Masonería en sí, es aquello de lo que es
expresión, es decir la Tradición Hermética, manifestación a su vez de la Tradición Primigenia

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

Acerca del mismo tema, y profundizando en su significado iniciático y simbólico, ver "Sobre la
'Glorificación del Trabajo'", de René Guénon (cap. X de Initiation et réalisation spirituelle. Ed.
Traditionnelles, París 1998).
ARITMETICA Y MASONERIA *

SIETE MAESTROS MASONES

Los principios universales que rigen la manifestación son la causa y la razón de ser de las ciencias y
artes tradicionales. Dicho de otra manera, las ciencias y artes tradicionales buscan el conocimiento
de las cosas desde la perspectiva del polo superior de la manifestación universal, desde su lado
esencial y cualitativo, del lado de la luz que establece el orden en todas las cosas, por ello evocan y
expresan, cada una en su ámbito, el orden y los principios que las rigen, poniéndolos al alcance del
ser humano que las medita y estudia.

Las ciencias y artes tradicionales constituyen las ciencias y artes sagradas; el conocimiento de las
cosas contempladas como sagradas o, lo que es lo mismo, de las cosas vistas como gobernadas
por los principios universales, de los que dependen totalmente. Se las denomina indistintamente
como ciencias o como artes ya que ambos términos tienen el significado de habilidad, maestría,
virtud, para hacer una cosa.

Las artes tradicionales son medios de realización para el ser humano y no solamente medios
teóricos de conocimiento de las cosas, pues en ellas el conocimiento es sintético e interno y no
analítico y externo. Es un conocimiento efectivo, en el sentido de que quien conoce hace efectivo
en sí aquello que conoce o, dicho de otra manera, es aquello que conoce. La utilidad de las artes
tradicionales, verdadera utilidad que nada tiene que ver con la "utilidad" y "funcionalidad"
modernas, consiste en su aplicación al ser humano, por la cual éste puede ponerse en
comunicación con los principios que las establecen y realizarlos interiormente.

No ocurre así con las ciencias modernas, las cuales proclaman su independencia de todo principio
de orden superior y no reconocen el polo esencial y cualitativo de la manifestación,
desarrollándose en un sentido puramente substancial y cuantitativo con vistas a las aplicaciones
prácticas a las que son susceptibles de dar lugar, el ámbito de la industria y la tecnología. Las
ciencias contemporáneas buscan el conocimiento de las cosas desde el polo inferior de la
manifestación, imponiendo un punto de vista en el que se sustituye el principio esencial por el
principio substancial, la cualidad por la cantidad, presentando así invertido el orden real de las
cosas. De esta forma, las ciencias despojadas de su sentido sagrado son ajenas a toda idea de
realización espiritual del ser humano, pues al contemplar exclusivamente el lado substancial de la
existencia, la parte individual podríamos decir, y desconocer, o ignorar, el lado esencial, la parte
universal, ésta queda fuera de su alcance.

Lo mismo podemos decir de las artes modernas y contemporáneas, desvinculadas de las ciencias
como queriendo representar el aspecto "trascendental" de la cultura actual. Lo cual es imposible
pues queda igualmente fuera de su alcance al desarrollarse únicamente en el campo psicológico y
sensorial, el cual pertenece también al polo inferior de la manifestación, a su parte individual. En
las artes contemporáneas la aplicación se centra en el ámbito de lo estético, de lo sensible y
psicológico, en el mundo intermedio al cual se quiere hacer pasar por el mundo superior o
universal. Y así la "utilidad" y "funcionalidad" del arte moderno en modo alguno tienen por fin la
realización universal del ser humano, pues el mundo de lo universal le sobrepasa y queda fuera de
su alcance como sucede con las ciencias.

Las siete artes liberales nacieron bajo el signo de las artes tradicionales y fueron desarrolladas y
transmitidas bajo este ascendente a la posteridad. Desde la antigüedad clásica, a través de los
collegia fabrorum romanos, algunas pasaron a los gremios de constructores libres de la Edad
Media y del Renacimiento quienes las transmitieron, a su vez, en el paso del Renacimiento a la
Edad Contemporánea, a los masones especulativos de los siglos XVIII y XIX de donde han llegado
hasta nuestros días, estando guardadas hoy en el simbolismo de la Masonería. Aquí se conservan
los principios de esta herencia de nuestros antepasados científicos y artistas.

La Aritmética, la ciencia tradicional de los números tomados en su sentido analógico y simbólico, la


cuarta de las artes liberales, la que encabezaba el quadrivium de los pitagóricos, está depositada
en la Masonería. En la Aritmética tradicional, como en la Aritmética pitagórica, los números:

no son de ningún modo los números en el sentido cuantitativo y ordinario de esta palabra, sino
que son al contrario puramente cualitativos, correspondiendo inversamente del lado de la esencia
a lo que los números cuantitativos del lado de la sustancia1,

como Jámblico pone de manifiesto en su Vida Pitagórica2 cuando dice:

Pitágoras decía en su Discurso Sagrado que Orfeo dijo que la esencia de los números es el principio
más providencial de todo el cielo, de la tierra, y de la naturaleza intermedia. Decía que el número
es lo más sabio, y añadía que era hermosa la contemplación del cielo en su conjunto y la
observación de los astros que se mueven en él, pero que ello se debía a la participación de la
esencia primera e inteligible. La primera esencia era la naturaleza de los números y proporciones
que se extienden a través de todas las cosas, de acuerdo con los cuales todo está armónicamente
dispuesto y convenientemente ordenado.

Por otra parte,


… las ideas platónicas son, bajo otro nombre, y por filiación directa, la misma cosa que los
números pitagóricos3,

arquetipos o principios esenciales de las cosas, que representan el lado cualitativo de la


manifestación.

De manera que la Aritmética tradicional no tiene nada que ver con la Matemática moderna cuyo
desarrollo ignora el sentido simbólico del número, ya que únicamente ve en él una mera cantidad,
cuando no tan sólo un signo. Para la Matemática moderna y contemporánea,

… la unidad es el primer número de la serie natural de los números enteros, que se obtienen
partiendo de la unidad y añadiendo sucesivamente otra unidad. No es lo mismo en la Aritmética
pitagórica. En efecto, aquí la misma palabra mónada designaba la unidad de la aritmética y la
mónada entendida metafísicamente, diríamos hoy. El paso de la mónada universal a la dualidad no
es tan simple como el paso del uno al dos por adición de dos unidades.

Para la matemática pitagórica, la unidad no era un número, sino el principio, el "arcano" de todos
los números, digamos que era el principio y no el comienzo. Como el dos no era tampoco para
ellos un número sino el principio de los números pares. Como el tres, que solamente puede ser
considerado como el acoplamiento de la mónada y de la díada que da como resultado la
manifestación o la epifanía de la mónada en el mundo de la extensión.

La distinción entre números pares e impares se remonta sin duda a Pitágoras, y su teoría esconde
la ciencia lógico-matemática de los pitagóricos. Dios se complace en los números impares, dice
Virgilio. La tradición masónica está de acuerdo sobre el carácter sagrado o divino de los números
impares, como lo prueban los números que expresan la edad iniciática, las luces, las joyas, los
hermanos que componen un taller, etc.

Los pitagóricos concebían los números formados y constituidos o representados por puntos
dispuestos diferentemente.4

Distinguían entre números lineales, planos, y sólidos: Los lineales estaban representados por
puntos alineados; los planos, por puntos formando figuras planas como el triángulo, números
triangulares, el cuadrado, números cuadrados, y demás polígonos, números poligonales; y los
sólidos estaban representados por figuras sólidas o poliedros como el tetraedro, números
tetraédricos, la pirámide, números piramidales, y los paralelepípedos con forma de poliedro
regular, números poliédricos. Así pues, la Aritmética de los pitagóricos, a través de la
representación geométrica de los números, está directamente relacionada con la Geometría, de
manera que ambas forman a modo de una sola ciencia. Esto mismo sucede en la Geometría y
Aritmética de la Masonería. Por ello, la comprensión de los números pitagóricos, tanto desde el
punto de vista simbólico como analógico, ayudará a la comprensión de los números sagrados de la
Masonería.

Si, como acabamos de decir, los números pitagóricos han pasado a la Masonería, esta misma idea
simbólica del número ha venido también a parar a ella proveniente de otra tradición, la hebrea. En
efecto, en la Cábala se dice:

El Uno, la causa de las causas, ha producido diez sefiroth ["numeraciones"], que son las causas
primeras, con el fin de gobernar por su intermedio los mundos. Habiéndolos manifestado
jerárquicamente los ha dotado de manifestaciones espirituales que sirvan a las almas humanas
como medios de pasaje entre su mundo y tu mundo infinito. (Tikkuné Zohar).

Las sefiroth, pues, constituyen los "puentes" entre los diferentes mundos, ligándolos y
relacionándolos; idea que no puede ser más acorde con el carácter de correspondencia y analogía
que caracteriza a los símbolos. Las diez sefiroth son, así, los intermediarios del Uno, los
mediadores entre el Sí mismo y la manifestación, los principios esenciales y cualitativos por los
que el Uno ordena todas las cosas sacándolas del caos. La Masonería ha recogido, de manera
similar a como hiciera con los números pitagóricos, los principios expresados por la Cábala, como
lo prueban las columnas del templo, las palabras sagradas, la luz iniciática, los pilares de la Logia,
etc.

Por lo tanto, la Masonería guarda los principios de la Aritmética y Geometría pitagóricas y los
principios expresados por el Arbol de las sefiroth de la Cábala. Y ello no quiere decir, de ninguna
manera, que la Masonería sea hoy la guarda de un sincretismo constituido por restos, o partes, de
diferentes formas tradicionales; por el contrario, en ella se halla depositada actualmente la
Tradición en Occidente, preservada a través de los diversos elementos rescatados de esas
diferentes formas, hoy más o menos desaparecidas, los que al expresar los principios universales
síntesis de la única realidad, hacen que aquélla, a su vez, sea síntesis y expresión de esa misma
realidad.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
1 René Guénon, El Reino de la Cantidad, cap. I: "Cualidad y Cantidad".

2 Ed. Etnos, Madrid 1991.

3 René Guénon, ibid.

4 Arturo Reghini, Les Nombres Sacrés dans la Tradition Pythagoricienne Maçonnique, cap. I:
"La Tétractys Pythagoricienne et le Delta Maçonnique". Ed. Archè, Milano, 1985.
¿QUE SIGNIFICA SER MASON? *

SIETE MAESTROS MASONES

¿De dónde vengo? ¿Quién soy? y ¿A dónde voy?. Preguntas que se plantea todo masón en cada
etapa de su proceso iniciático, y que invocan a Mnemosine, diosa Memoria, indispensable para
que devuelva el recuerdo, olvidado, de la Verdadera Identidad.

Conócete a ti mismo

dice la máxima hermética, origen y razón de todos nuestros trabajos, sacrificios, búsquedas,
estudios y más altos propósitos, que, de llevarlos a término, nos convierten en verdaderos héroes
por las dificultades que este proceso implica, sobre todo el combate a muerte propiciado por
Marte, dios de la guerra y el rigor intelectual, contra la falsa identidad, la ignorancia, los falsos
egos, la inercia, la gravedad, la ilusión; permitiendo que la Luz de la Inteligencia nos fecunde
haciendo inteligibles los Misterios del Ser, penetrando en el tiempo mítico, y fundiéndonos así en
el fuego de la Unidad.

Primero habrá que remontarse al Origen, Divino, no profano, o sea, al Artífice, al G.·. A.·. D.·. U.·.
cuyo Pensamiento todo ha concebido y concibe eternamente y que a través de su Sabiduría, el
Verbo o la Palabra, produce el Fiat Lux fecundando con sus Chispas Divinas, en su Inteligencia
Receptiva, la Potencia de Crear, dando ésta a su vez un Orden a toda la creación que se despliega
por medio del movimiento, manifestando así sus atributos. Es decir, habremos de remontarnos a
los Principios, a la Ontología, a la Tri-Unidad del Ser de donde emanan los tres principios: el activo,
el receptivo y la unidad que los genera, une y conjuga, imprimiendo el Orden y las Ideas
Arquetípicas en cada uno de los tres planos o mundos jerarquizados en los que se manifiesta el
tiempo como una imagen móvil de lo Eterno, dividiendo el espacio que es uno solo, dando forma a
todos los seres y las cosas, concretándolos en la materia.

Este discurso, es posible gracias a una Doctrina, una Enseñanza y una Iniciación verdadera en los
Misterios del Ser, que Isis vela y revela, y que por la Gracia del Espíritu, el soplo Divino, anima la
materia muerta, fecundándola y haciendo posible que esa Luz que yace oculta dentro de la nuez o
semilla, en las profundidades de la tierra, bote su cáscara y germine "dándose a luz" a sí misma,
iluminando esa alma que habrá de volver a su origen atraída por aquello que reconoce como
semejante, devolviéndole la Memoria de su Origen Divino; fecundándole con el ardor o amor por
su verdadero Padre, olvidado en el descenso a lo múltiple y fragmentado, uniendo la Tierra, que le
ha nutrido, al Cielo, por la atracción ejercida por el Principio de donde nunca se ha salido más que
ilusoriamente.
La unidad se manifiesta a través de números, pues está escrito que

Dios hizo todas las cosas con número, peso y medida.

Este movimiento, a manera de una escala descendente por medio de la cual se manifiesta la
unidad, también se puede ver en la serie numérica. Esta fragmentación de la unidad en lo múltiple
la podemos observar claramente en el desarrollo de los primeros nueve números que manifiestan
todo lo creado.

Los números son portadores de ideas-fuerza que permiten comprender la estructura y orden
cósmico; nos indican cualidades del ser, medidas y proporciones que nos describen el desarrollo
del discurso del Creador y la ruta de retorno a la unidad que todo lo contiene y que a su vez es
inmóvil pues no hay nada fuera de ella. Es la primera determinación que al manifestarse lo hace
polarizadamente en dos opuestos, o sea por una vertical que se refleja en la horizontal cruzándose
en el centro formando una cruz, los que se conjugan y unen en este último siendo esa la dinámica
de todo lo creado.

El número cinco es por excelencia el número del compañero.

El cinco está ubicado en el centro de los primeros nueve números lo cual lo signa como un
intermediario entre la unidad o punto, y el nueve, circunferencia o periferia de la rueda, o sea, que
viene a ser un número central donde se conjugan las dos polaridades: espíritu y materia,
sintetizándose en perfecta unión; razón por la cual es el número con el que se identifica al
hombre, siendo a éste a quien le toca unir Cielo y Tierra, arriba y abajo, en el centro de su ser.
Visto bajo esta perspectiva podríamos decir que el cinco resulta de la suma del primer número par
o sea el dos, femenino, y el tres, primer número impar, masculino, debido a lo cual es llamado
"nupcial" por los pitagóricos, ya que efectivamente une y conjuga en sí estos dos principios.

Desde otro aspecto más elevado el cinco también nace de la suma de la unidad con el cuaternario
o sea como la Quintaesencia o Eter que reúne en sí a los cuatro elementos desde donde emanan
hacia afuera retornando a él, y a los cuatro mundos o planos que coexisten en el hombre; punto
central, axial y polar de donde todo emana y a donde todo vuelve, sede o habitáculo de la unidad
en el hombre, la Ciudad Celeste donde habitan los inmortales, los dioses y donde se sintetizan en
Uno solo. También se puede ver a la Quintaesencia como la proyección vertical del punto desde el
centro del cuadrado hacia el cenit, y polarizándose en dos opuestos desde esa sumidad hacia la
base formando un triángulo que en el plano vendría a ser un cuadrado con un triángulo superior,
imagen del Templo; en lo volumétrico, podría verse como un cubo con un triángulo equilátero con
base cuadrada a modo de una pirámide superior formando una Piedra cúbica en punta, símbolo
de la Perfección de la Obra.

El hombre, al poder ser inscrito dentro de una estrella de cinco puntas, y ésta a su vez dentro de
un círculo, nos señala la analogía entre macro y microcosmos, o sea, que el hombre no sólo está
contenido dentro de la totalidad simbolizada por el círculo, marcando sus límites que son análogos
a los del macrocosmos, sino que siendo un espacio análogo, abarca todas las posibilidades en él
contenidas. En otras palabras, podemos decir que el hombre está creado a imagen y semejanza
del cosmos entero. Si buscamos con el compás el centro de esta figura veremos que éste se ubica
en los genitales señalando de esta manera su potencia generativa y creadora, capaz de reproducir
en sí mismo todo el orden cósmico. Esto nos conduce a considerar el lugar central que ocupa el
hombre en el cosmos sintetizándolo todo en el centro de su corazón.

Podemos decir que aquel iniciado que ha logrado, a través de múltiples pruebas, estudios y
trabajos pulir su Piedra bruta haciéndola poco a poco cúbica perfecta, ha comprendido que su
verdadera función es restituir en sí mismo el lugar central que le ha sido dado y que le
corresponde según el plan del G.·. A.·. D.·. U.·.. Su verdadero propósito es retornar a su origen
divino y tomar conciencia de la divinidad en él y así poder unir la Tierra –todo ese mundo según lo
perciben los sentidos, transformándolos,– al Cielo, a la realidad verdadera, divina y eterna en el
centro de su ser donde el tiempo se detiene y asiste a las nupcias reales, simbolizadas por el
resultado de la suma de los dos primeros números par e impar (2 y 3). Nupcias propiciadas por
Venus y Amor generando un nuevo mundo análogo a aquel del Creador; o sea que no sólo une en
su centro las dos energías cósmicas, positiva y negativa, sino también lo alto y lo bajo y lo de atrás
y adelante, es decir, el pasado y futuro en el siempre presente donde el tiempo no es más que
espacio único.

Como masones hemos recibido un legado revelado desde tiempos inmemoriales continuando así
la cadena invisible de la Tradición de todos los tiempos –transmisión de la Sabiduría Perenne–
resguardada en Occidente en la Masonería, recipiendaria de este tesoro del cual somos, a su vez,
guardianes, receptores, conservadores y transmisores. De aquí la responsabilidad que nos toca
conservando la Doctrina en toda su verdad y transmitiéndola a aquellos que aún tienen oídos para
escuchar.

Al compañero le toca una función intermediaria, esto es, ayudando a aquellos aprendices que
precisan de su apoyo y ánimo para continuar labrando su Piedra bruta dentro del orden que su
grado precisa. Por otro lado, el compañero ayuda en todo lo posible al maestro haciendo cualquier
trabajo que le sea requerido de buena gana y con amor. Sabemos que el trabajo por el trabajo
mismo es un sinsentido, pero el trabajo encaminado al conocimiento de sí mismo y a la Gloria del
G.·. A.·. D.·. U.·., glorifica al masón. Así lee el Recipiendario al final de su Quinto Viaje:
¡Gloria al Trabajo!

Con ese ánimo debemos emprender nuestras labores, aunque sabemos que las circunstancias de
la vida muchas veces se nos presentan adversas.

Gracias a las herramientas que el Recipiendario recibió en sus Cuatro Viajes, dado que el Quinto y
último lo efectuó con las manos vacías, ha podido seguir el camino vertical emprendido como
aprendiz. Con la ayuda del Mazo y el Cincel, herramientas con las que hasta entonces había pulido
su Piedra bruta, ahora rectifica, confirma y hace suyo lo aprendido y siendo uno con ello se
encamina a transformarse en Piedra cúbica Perfecta. Nos recuerda el Muy Ven.·. Maestro:

Aprended a conocer bien vuestra profunda naturaleza, para no mentiros nunca a Vos mismo…
deberéis des-arrollar vuestros cinco sentidos, porque constituyen el medio indispensable de
control para esta búsqueda, como también son los útiles necesarios para la toma de contacto con
el exterior.

Con la ayuda de la Palanca, en la que puede apoyarse con las dos manos, el ahora compañero
multiplica su fuerza que hará posible se establezca y fije lo logrado hasta entonces, elevándose a lo
más alto moviendo aquellos obstáculos de una vez por todas, ya que como dice el Ritual:

… una voluntad inquebrantable, inteligente y desinteresada triunfa de todos los obstáculos.

Esta voluntad guiada por la Regla que recuerda la ley, la norma y direccionalidad a seguir, nos
muestra la manera como hemos de emprender nuestra construcción:

… sed una Columna viva que se eleve hacia lo alto, sin dejar de apoyarse en la Tierra que os ha
dado la vida. Seréis así uno de los pilares inquebrantables de nuestro Templo.

La Plomada y el Nivel nos recuerdan que la verdad es vertical y que para que este edificio pueda
elevarse, el terreno deberá estar perfectamente nivelado, o sea, que la tierra deberá estar a
plomo con el Cielo para que la elevación del templo sea perfecta. Estas herramientas nos
recuerdan las Artes Liberales de las cuales debe hacer uso el compañero en la penetración del
Conocimiento del Ser, ya que estas artes y ciencias nos enseñan a conocer en profundidad el
significado de la Palabra y del Logos espermático, el ritmo y la metría del cielo y la tierra, el
movimiento de los astros, sus cualidades y los efectos que ejercen sobre los seres y las cosas, el
devenir y todo el orden de lo creado, o sea las ideas y las formas por medio de las cuales se
manifiesta el G.·. A.·. D.·. U.·., sin olvidar que siempre debe proceder con prudencia y modestia.
Con la Escuadra, símbolo de rectitud e instrumento de arquitectura por el cual somos probados,
podremos rectificar todos los ángulos de nuestra Piedra para que sea un cubo perfecto apto para
ser colocado a la par de otras Piedras igualmente cúbicas, elevando así el Templo Universal a la
Gloria del Gran Arquitecto.

Finalmente, la vista puesta en la misteriosa Letra G que resplandece en el centro de la Estrella


Flamígera nos remite a considerar no sólo su ubicación central sino polar. Colocada, en el grado de
compañero, en el lugar más elevado de Oriente entre el Sol y la Luna nos da a entender que esta
Letra situada en el interior de la Estrella está simbolizando algo mucho más profundo y misterioso
que lo que podría simbolizar cualquier palabra que empiece con la letra G latina, letra
perteneciente a una lengua moderna. Recordando lo que nos dijo el Muy Venerable M.·. al ser
esta Estrella desvelada:

Hermano Recipiendario, considerad atentamente la Estrella Misteriosa cuyos rayos luminosos


llaman por primera vez vuestra mirada. En su centro resplandece la Letra "G". Es el gran símbolo
del Compañero y, como todos los símbolos, puede ser interpretado de diversas maneras.
Mencionamos, en primer lugar, la interpretación tradicional dada por los antiguos manuales: "El
Gran Arquitecto, creador del Mundo entero, o bien el que ha sido elevado hasta lo más alto del
Templo sagrado".

A nuestro entender, este símbolo podría considerarse como el Principio Supremo, la Luz Divina o
el Sol oculto en el Universo1, la Estrella Polar de la cual pende la Plomada de la Deidad hasta el
centro solar, o corazón del Hombre regenerado, de donde emana la revelación, la voz interior que
guía al Compañero masón en los más profundos secretos, elevándolo por el eje hasta el Polo, a lo
más alto del Templo, a la cúspide donde se funde en el fuego de la Unidad.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelo.

1 René Guénon: "La Letra G y el Svástica", Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada,


págs. 103-106. Eudeba, Buenos Aires.
REFLEXIONES SOBRE EL SER UNIVERSAL *

SIETE MAESTROS MASONES

Todo acto creativo es bello porque reproduce el gesto primordial que el hombre sacraliza al
recrearlo. Todo obedece a arquetipos. No hay nada fuera de ellos y en la medida en que el hombre
es consciente de ello los toma como su modelo y ejemplo; no hay nada fuera del arquetipo. Es el
orden en el cual se manifiesta la Unidad en toda la Creación repitiéndose siempre en todos los
planos. Basta penetrar la apariencia de las cosas y los seres, de los mitos, los ritos y símbolos para
ver que todo responde a una realidad otra, viva, que es la verdadera, y que el hombre mismo
puede descubrir, traspasando lo aparente que a su vez manifiesta y oculta la esencia única. Las
formas visibles manifiestan formas invisibles que provienen de ideas que a su vez producen
imágenes conformando la visión, análoga al discurso del Verbo, la Palabra, o el sonido del Fiat Lux
que conducido por el aire y el viento penetra en el oído, como un soplo, produciendo la audición.
Estas visiones y audiciones conducen en última instancia a Aquel que las produce, las genera. Un
Pensamiento Eterno, una mente que concibe todo, es todo y está en todo siempre –Uno– que
siendo la primera determinación se le suele nombrar en términos negativos, pues por su propia
naturaleza es innombrable, incognoscible, indescriptible. Sólo se le conoce por su manifestación
cuando, al desplegarse la unidad, se fragmenta ilusoriamente desde la perspectiva del hombre
quien no puede concebirla si no es por la dualidad, o sea, el sujeto que conoce y lo otro.

Y es más, no es el hombre como tal quien conoce sino en tanto que él está comprendido en la
Unidad, la cual yace en el centro de su corazón, que a través de la sangre impulsa, anima e ilumina
todos los sentidos transformándolos en verdaderos receptores y traductores de lo más íntimo y
misterioso, percibido por mediación de la Belleza de la que dice Ficino

es el esplendor del rostro de Dios.

Pero para conocerle hay que descubrir a Isis tras los velos con los cuales se oculta, es decir, tal
como lo hace aquella Gracia de "La Primavera" de Botticelli que está de espaldas con la mirada
hacia Hermes quien separa o penetra con su varita las nubes, desvelando los misterios de la
Sabiduría. En otras palabras, remontarse a los principios, a la ontología, de donde emanan el
orden y las ideas, la creación manifestada por númenes-dioses, ángeles arquetípicos por medio de
los cuales revivimos las gestas míticas originales, verdaderamente heroicas por la naturaleza de los
obstáculos e impedimentos causados por el olvido, nuestra falsa identidad y la ilusión, además de
la atracción cada vez mayor hacia lo más bajo y obscuro impulsada por los tiempos cíclicos
acelerados que nos toca vivir apagando la llama y cerrando el espacio a toda luz.
Pero tan poderoso es el imán de lo verdadero que al que se entrega a su atracción, a la Voluntad
Divina, le es permitido por su cercanía recibir los destellos y percibir el misterio inagotable por
mediación de la Belleza y la Armonía en todo, o sea por el Amor que todo une, es decir, en las
verdaderas nupcias de lo celeste y lo terrestre, propiciadas por Venus, en la perfecta unión.

Vista así, la individualidad es un intermediario, un vehículo en el cual acontece un proceso


arquetípico y que a su vez conduce a la Verdadera Identidad, u Hombre Verdadero donde se
trasciende lo individual para fundirse en lo Universal pudiendo acceder al auténtico Origen, la
Quinta Esencia.

El hombre, como centro del universo que es, comprendiendo y sometiéndose a la función que le
toca, a través del sacrificio, ocupando el lugar central que le corresponde –como lo atestiguan
todas la culturas tradicionales– en la estructura y orden generado por la Unidad, de la cual es
parte y está contenido, es que es, o sea, que se es en la medida que se entra en la unidad de un
orden.

Y sólo allí, siendo plenamente Uno podrá intuir lo que está más allá del Ser, desapareciendo o
fundiéndose en el No Ser, lo no determinado, el No Saber, la Quietud Absoluta, la última
identidad.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
SIMBOLISMO DEL MANDIL *

SIETE MAESTROS MASONES

Esta plancha es la respuesta a una sugerencia de un querido hermano que despertó en mí el


interés por este símbolo. Encontrar algo escrito acerca de él ha constituido un cierto trabajo de
búsqueda y reflexión en que el propio símbolo me ha ido dando pistas y ha tenido a bien
revelarme algunos de sus misterios. Y esto es lo que quiero compartir con vosotros, con mi
agradecimiento hacia la sugerencia y hacia el mismo símbolo.

El mandil es la vestimenta masónica por excelencia. Es, sin duda, herencia de la Masonería
Operativa, ya que en determinados oficios el uso del mandil, como el de los guantes, es
fundamental por criterios de comodidad y seguridad. A menudo es de cuero. Constituye, como la
piel, una barrera entre el hombre y la materia. Sobre él recaerán los golpes fallidos o los
resbalones de los instrumentos que trabajan la Piedra, y protege de sus esquirlas durante el
desbastado o la talla. También de la suciedad. El aprendiz necesita el peto levantado por la
especial rudeza del trabajo de desbastado. Antiguamente su mandil cubría los muslos, los costados
y el tórax.

Es la primera decoración que el Ven.·. Maestro pone al nuevo aprendiz, gesto de transmisión por
el cual se le da esta insignia distintiva del masón, que tan rotundamente ensalza el valor del
trabajo. Así, tras el primer abrazo fraternal que el aprendiz recibe inmediatamente después de su
recepción, el Venerable M.·. le ciñe el mandil diciendo:

Recibid este mandil, distintivo del Masón, más honroso que todas las condecoraciones humanas,
porque simboliza el trabajo, primer deber del hombre y fuente de todos los bienes, que os dará el
derecho de sentaros entre nosotros y sin el cual nunca debéis estar en la Logia.

Dice el Génesis que Dios vistió de piel a Adán y a su mujer y los envió fuera del Jardín del Edén
"para que trabajaran la tierra". Puede entenderse de esto que Dios dotó al hombre de cuerpo
físico para que ejercitase, trabajase, sus cualidades divinas en la tierra. Podemos deducir de esto
que cuando nos ponemos el mandil, estamos recordando la naturaleza y la finalidad mismas del
hombre tal como ahora lo conocemos: espíritu revestido de materia que trabaja la tierra para
plasmar en ella sus capacidades, que a través de este trabajo puede conocerse a sí mismo, pues
ese mundo exterior puesto a su disposición refleja a su vez de forma simbólica su propia esencia.
Así que el mandil es al masón como el cuerpo físico es al hombre. El mandil representa al masón
mismo. Nos recuerda que aquí todo el trabajo se hace a través del plano físico, que visto así no
resulta un nivel inferior, sino el plano substancial en el que la esencia se encarna para poder de
ese modo tomar parte en la gran Construcción Universal. Como el propio cuerpo físico, porta las
huellas de la vida vivida y del trabajo realizado. Como todos los símbolos tiene diferentes planos
de lectura y en él, todo es significativo: la forma, el color, el tejido, el lugar que ocupa sobre el
cuerpo.

El mandil del aprendiz es blanco. Refleja así su buena voluntad y su pureza de intención: ha pedido
la Luz, ha buscado la Verdad y ha llamado a las puertas del Templo y ése, su trabajo hasta ahora,
es lo que acredita su blanco mandil. En los restantes grados sigue teniendo un fondo blanco,
recordando esta rectitud de intención que debe acompañar siempre el trabajo del Masón. En los
grados de aprendiz y compañero es de cuero, y en los demás grados puede ser de seda o satén: la
densidad del cuerpo físico se va sutilizando en la medida en que el trabajo implícito en la iniciación
se va realizando produciéndose así una vuelta hacia el origen, hacia el hombre primordial.

La costumbre de cubrir o proteger simbólicamente la región hipogástrica es común entre distintas


civilizaciones y culturas: ceñidor de los israelitas, delantales blancos persas, fajas sagradas de los
brahmanes, mantos blancos de los esenios, mandiles blancos japoneses, han sido usados en
ceremonias iniciáticas y rituales. Dado que el objeto de trabajo, la Piedra bruta, somos nosotros
mismos, se deduce de ello que es nuestro propio plano inferior del que nos tenemos que proteger
y a la vez sobre el que tenemos que trabajar a fin de lograr el máximo progreso moral y espiritual,
cumpliendo así con el mandato de "dominar la tierra sabiamente".

Puede decirse que el mandil tiene tres partes: una triangular, una cuadrada y unas cintas que lo
rodean y sostienen. Como el propio cuerpo humano parece tener cabeza, tronco y extremidades:
el plano interior, el plano exterior y la trama universal que todo lo relaciona. Como en la propia
Logia, el Delta preside el trabajo en el Templo, recorrido por la Cadena de Unión. Visto así, se
establece una superposición de planos: Mandil, Hombre, Templo, Universo.

El mandil se asocia igualmente con LIBERACION: este simbolismo se basa en la hazaña realizada
por el herrero Kaveh, en la Persia del s. VII d. C., en la que enarbolando su mandil de herrero sobre
una lanza, atacó y venció al tirano Zohac. Sin profundizar mucho en este simbolismo, aprecio que a
pesar de todas las diferencias de forma, coincide plenamente con el del trabajo: con nuestro
esfuerzo y perseverancia (enarbolando el mandil como bandera) podemos vencer las pasiones que
nos tiranizan, estableciendo un gobierno de libertad y progreso en nosotros mismos. Así pues,
TRABAJO y LIBERACION son la misma cosa.
El mandil pone también de manifiesto que el hermanamiento y la jerarquía constituyen la base de
la trama con la que el Gran Arquitecto ha realizado su obra: todos los masones llevamos mandil
(todos los masones hacemos de nuestra vida un trabajo tras la iniciación) y sin mandil, sin trabajo,
no hay un masón auténtico. Pero cada mandil es distinto en función del trabajo realizado, siendo
éste el único que establece distinciones, no reconociéndose otras diferencias que las marcadas por
el trabajo que cada uno realiza o ha realizado. Esta consideración puede hacerse extensiva a todas
las criaturas con las que en esencia estamos hermanados y en relación a las cuales estamos
jerarquizados, en función del trabajo que hemos realizado o que realizamos.

Nunca hubiera pensado que esta humilde prenda, que yo misma me he ceñido a veces tan
despreocupadamente, encerrara el simbolismo de la razón de ser de la propia existencia del
hombre y por supuesto del trabajo masónico. Estando muy lejos de haber agotado el simbolismo
del mandil, compruebo fascinada que cualquier símbolo encierra en sí TODO EL SIMBOLISMO, y
que si pudiéramos comprender uno cualquiera de ellos, nos habríamos comprendido a nosotros
mismos. Al Hombre y al Universo.

Compruebo también que el símbolo es algo vivo. Símbolo y simbolizado parecen interpenetrarse y
se puede establecer una comunicación con él mediante la cual se va revelando y se va mostrando,
dejándose ver y comprender, y respondiendo a las preguntas, hasta que su profundidad agota mi
capacidad de preguntarle y me rindo, sabiendo que tengo ante mí todas las respuestas… a
preguntas que aún no sé formular.

El Arte hermEtico

El Arte es un don del cielo. Nadie que no haya sido invitado se acercará al banquete de la
Sabiduría.

Este don consiste en una llamada que será experimentada como un distanciamiento del mundo y
la intuición de que existe otra realidad distinta de la que nos muestran nuestros sentidos.

Sólo después de muchos esfuerzos, de mucho sufrimiento, de haber superado con paciencia y
perseverancia los múltiples obstáculos de todo tipo que se le habrán presentado, llegará el Artista
a conocer la materia de la Obra y su preparación, después de lo cual, como unánimemente han
afirmado los maestros herméticos
el resto es un juego de niños.

Si algo caracteriza al Arte Hermético es precisamente la absoluta libertad que da a sus adeptos. No
hay reglas, ni prácticas prescritas, no hay nada que se tenga que hacer… y precisamente esto abre
ilimitadas posibilidades pues todo está por hacer y todo se puede hacer. Cada adepto recorre su
propio camino y su compromiso es con la Verdad que se revela en él gracias a su identificación con
el Noûs, el Intelecto de Hermes. A medida y en la medida que esto se produce le son reveladas, o
no, las prácticas que le corresponden, aquello que debe hacer justo en el momento que se le
presentan; las cuales no tienen por qué coincidir necesariamente con las de otros adeptos.

El Arte Hermético se expresa formalmente a través de la Alquimia, y aunque se le suele identificar


con el trabajo sobre los metales, su simbolismo no se limita al mundo mineral, pudiendo
presentarse con cualquier otro simbolismo, el vegetal, el astrológico, incluso el constructivo o el
pictórico.

Del mismo modo, no hay que entender la Alquimia, "técnica" del Hermetismo, en un sentido
limitado, pues a lo que alude, sea cual sea el simbolismo en el que se exprese, es al proceso
iniciático mismo.

Intención y disponibilidad, paciencia y perseverancia son las condiciones que necesita poseer y
practicar aquel que aspire a descubrir el secreto del Arte, y son también las herramientas que,
como expresan algunos rituales masónicos, "abrirán nuevas vías" en el camino del Conocimiento.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
EL ARTE HERMÉTICO *

SIETE MAESTROS MASONES

El Arte es un don del cielo. Nadie que no haya sido invitado se acercará al banquete de la
Sabiduría.

Este don consiste en una llamada que será experimentada como un distanciamiento del mundo y
la intuición de que existe otra realidad distinta de la que nos muestran nuestros sentidos.

Sólo después de muchos esfuerzos, de mucho sufrimiento, de haber superado con paciencia y
perseverancia los múltiples obstáculos de todo tipo que se le habrán presentado, llegará el Artista
a conocer la materia de la Obra y su preparación, después de lo cual, como unánimemente han
afirmado los maestros herméticos

el resto es un juego de niños.

Si algo caracteriza al Arte Hermético es precisamente la absoluta libertad que da a sus adeptos. No
hay reglas, ni prácticas prescritas, no hay nada que se tenga que hacer… y precisamente esto abre
ilimitadas posibilidades pues todo está por hacer y todo se puede hacer. Cada adepto recorre su
propio camino y su compromiso es con la Verdad que se revela en él gracias a su identificación con
el Noûs, el Intelecto de Hermes. A medida y en la medida que esto se produce le son reveladas, o
no, las prácticas que le corresponden, aquello que debe hacer justo en el momento que se le
presentan; las cuales no tienen por qué coincidir necesariamente con las de otros adeptos.

El Arte Hermético se expresa formalmente a través de la Alquimia, y aunque se le suele identificar


con el trabajo sobre los metales, su simbolismo no se limita al mundo mineral, pudiendo
presentarse con cualquier otro simbolismo, el vegetal, el astrológico, incluso el constructivo o el
pictórico.

Del mismo modo, no hay que entender la Alquimia, "técnica" del Hermetismo, en un sentido
limitado, pues a lo que alude, sea cual sea el simbolismo en el que se exprese, es al proceso
iniciático mismo.
Intención y disponibilidad, paciencia y perseverancia son las condiciones que necesita poseer y
practicar aquel que aspire a descubrir el secreto del Arte, y son también las herramientas que,
como expresan algunos rituales masónicos, "abrirán nuevas vías" en el camino del Conocimiento.

NOTA

* Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y


Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
UN ACERCAMIENTO AL SIMBOLISMO DEL ARCO IRIS *

SIETE MAESTROS MASONES

Después de ordenar Dios a Noé y a toda su familia abandonar el Arca y hacer descender
a cuantos animales había refugiado en ella durante el diluvio, Dios bendijo a Noé y a sus
hijos, y les dijo:

"… Vosotros, pues, procread y multiplicaos, pululad sobre la tierra y dominadla… En


cuanto a mí, he aquí que voy a establecer mi pacto con vosotros y con vuestra
descendencia… y con todos los seres vivientes que con vosotros hay… y no será más
exterminada criatura alguna por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para
exterminar la tierra."

Y añadió Dios:

"Esta es la señal del pacto que por generaciones eternas establezco entre mí y vosotros y
todos los seres vivientes que con vosotros existen: he colocado mi arco en las nubes para
que sirva como señal de alianza entre mí y la tierra… y cuando yo agolpe nubes sobre la
tierra aparecerá el arco en las nubes; y recordaré la alianza que hay entre mí y vosotros…
y las aguas no servirán más de diluvio para destruir todo mortal; pues aparecerá el arco
en las nubes y lo veré, recordando el pacto eterno entre Dios y todos los seres vivos…". Y
aún dijo Dios a Noé: "Esta es la señal de mi alianza, que he establecido entre mí y todo
mortal que sobre la tierra existe". Génesis 9, 1-17.

A este arco dio su nombre la diosa Iris, en cuyo árbol genealógico podemos observar que
en ella se mezclan los cielos, la tierra y las aguas, lo que le otorga la naturaleza de
mensajera de los dioses. Se la representa como una hermosa joven alada que
frecuentemente lleva mensajes de los dioses a los hombres.

Ya con el nombre de Arco Iris vuelve a mencionársele en el Antiguo Testamento, en


el Eclesiástico de Ben Sirac, alabando la Gloria de Dios, con estas palabras:
Mira el arco iris y a su Hacedor bendice, ¡qué bonito en su esplendor! Rodea el cielo con
aureola de gloria, lo han tendido las manos del Altísimo. (43, 11-12).

Y más adelante, elogiando a los patriarcas:

… como el sol que brilla sobre el Templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las
nubes de gloria. (50, 7).

El arco iris tiene seis colores que representan literalmente las diferentes radiaciones de
que se compone la luz solar: tres colores primarios, el azul el amarillo y el rojo, y tres
colores complementarios, el anaranjado, el violeta y el verde.

Podemos representarlo geométricamente colocando los tres colores primarios en los


vértices de un triángulo y los tres complementarios respectivos en los vértices de otro
triángulo inverso con respecto al primero, de modo que cada color primario y su
complementario quedan situados en dos puntos diametralmente opuestos. La figura
resultante es la de la Estrella de David, o "sello de Salomón" en la que la tríada
primordial se refleja en la creación como en un espejo (pág. anterior).

Si se traza la circunferencia que circunscribe a este doble triángulo, cada uno de los
colores complementarios ocupará en ella el punto medio del arco comprendido entre los
puntos donde se sitúan los dos colores primarios de cuya combinación surge (y que son
los dos colores primarios distintos de aquel que tiene por complementario el color
considerado).
Si unimos ahora cada color primario con su complementario, obtendremos una rueda de
seis rayos, representación plana de las seis direcciones del espacio (arriba y abajo,
adelante y atrás, derecha e izquierda), que se oponen dos a dos mediante tres rectas que
se extienden desde el centro (correspondiendo a las tres dimensiones del espacio).[1]

Los tres diámetros de la rueda de seis rayos son los que unen los vértices opuestos de los
dos triángulos del "sello de Salomón". La correspondencia entre las seis direcciones y los
seis colores es exacta: las dos representaciones se identifican.

Al igual que el papel que el centro desempeña respecto a las seis direcciones del espacio,
el centro de la figura que representa a los seis colores del arco iris está situado en el
punto en el que los aparentes opuestos (que son en realidad complementarios) se
resuelven en la unidad. Este séptimo término no es verdaderamente un color, como el
centro tampoco es una dirección. Así como el centro es el principio originario del
espacio, con las seis direcciones, así también dicho término ha de ser el principio del que
derivan los seis colores y en el cual están sintéticamente contenidos. Este color es el
blanco, incoloro, como el punto es adimensional. Todos los colores son en realidad una
refracción de la luz blanca, así como las direcciones del espacio son el desarrollo de las
posibilidades contenidas en un punto primordial. Sería pues el blanco, el supuesto
Séptimo color del Arco Iris y no el índigo, reconocido popularmente como tal, ni ningún
otro color.
El arco iris se considera un símbolo genérico de unión entre el cielo y la tierra. En este
sentido su simbolismo podría asemejarse al del puente, vehículo de unión entre cielo y
tierra y por lo tanto símbolo axial que une y a la vez separa sutilmente los mundos,
unidos al comienzo y separados por el mismo hecho de la manifestación. A pesar de esta
consideración genérica, no parece que haya una identificación verdadera entre ambos
símbolos. Precisamente la consideración bíblica que el arco iris tiene de alianza entre
Dios y el Hombre, lo relaciona más bien con las corrientes cósmicas por las cuales se
opera un intercambio de influjos entre el cielo y la tierra antes que con el eje por el que
se realiza una comunicación directa entre los diferentes estados. En este sentido su
simbolismo se asemejaría al de la lluvia, el rocío y la propia luz, cuyo poder vivificante
representa exactamente el poder de los influjos celestes o espirituales.

En este sentido cabe considerar que para que el efecto del arco iris se produzca debe
haber agua en suspensión, la cual ha de ser iluminada por el sol y el hombre-observador
debe encontrarse entre el agua y el sol. Para que esta cortina de agua se encuentre en
forma de nube, elevada, debe haberse producido el fenómeno de la evaporación, o
atracción del agua hacia el sol, su depuración y vivificación. Este agua retornará en su
momento a la tierra en forma de lluvia. El arco iris pone de manifiesto la naturaleza del
plano intermedio, el plano de las aguas, uniendo y separando el mundo espiritual del
mundo material. En él se producen fenómenos naturales de conexión entre su plano
superior e inferior, poniéndose de manifiesto el papel que al hombre le corresponde de
enlazar él mismo ambos mundos mediante el Conocimiento: El fenómeno del arco iris es
virtual, potencial, debiendo existir un observador en un punto determinado para poder
apreciarse su manifestación. Esto supone que cada observador está percibiendo
verdaderamente un arco iris distinto, incluso que, en la medida que nos movemos o
desplazamos, estamos viendo una manifestación distinta de este fenómeno, otro arco
iris, podríamos decir.

Como símbolo sagrado, el arco iris puede revelarnos la Idea que encarna, Idea que él
mismo vela mediante su forma y manifestación particular. A su meditación, estudio y
contemplación activa, es nuestro propósito dedicarnos, con la esperanza de lograr
utilizarlo como vehículo en este viaje iniciático al que hemos sido invitados y a cuya
llamada deseamos ardientemente responder.[2]

NOTAS

[*]
Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y
Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.

[1]
Las representaciones geométricas han sido tomadas del acápite "Aritmosofía y
Geometría" del Programa Agartha. Revista SYMBOLOS, Nº 25-26, 2003.
[2]
Nota: Se han transcrito párrafos y, en general, este trabajo está inspirado en la obra
de René Guénon: Símbolos fundamentales de la Ciencia sagrada, caps. LVII: "Los siete
rayos y el arco iris", LX: "La luz y la lluvia", y LXIV: "El puente y el arco iris".
LA UNIDAD COMO SIMBOLO 1

SIETE MAESTROS MASONES

El símbolo de la analogía por excelencia, es decir el símbolo del símbolo si así pudiera decirse,
es el sello de Salomón, o también Estrella de David, o sea la conocida estrella de seis puntas,
formada por dos triángulos equiláteros invertidos uno con respecto al otro.

Esa representación geométrica y su expresión numeral se corresponden en el Árbol de la


Vida sefirótico de la Cábala con Tifereth y su ubicación central en el medio del Eje del mundo –
equiparada a la del sol en el cosmos y al corazón en el hombre– vinculada al número seis y a "la
división de las aguas", que las separa en las superiores y las inferiores: los dos triángulos
invertidos a los que anteriormente nos referíamos o el cielo y la tierra, unificándose esas
energías opuestas en el cuerpo del símbolo, o en la sefirah Tifereth querepresenta así lo que se
dice en el texto hermético de la Tabla de Esmeralda:

"lo de abajo es igual a lo de arriba, y lo de arriba, igual a lo de abajo, para obrar los milagros de
una sola cosa,"

fundamentando así la realidad de la analogía y la posibilidad de ser, tanto en el microcosmos como


en el macrocosmos, ámbito este último del Ser Universal del que el individual es un reflejo.

Empero, más allá del sol, en la sumidad vertical del eje, donde no se espeja la horizontalidad se
encuentra la Unidad, Kether: el Origen y Ser de toda la Creación, que es un despliegue de las
posibilidades en ella contenidas, lo que genera la serie numeral emanada de sí hasta la
multiplicidad, o lo que es lo mismo la escala que determina la sinfonía armónica que
llamamos mundo: a saber, la conjunción de cielo y tierra que la Estrella de David simboliza, y que
se sintetiza en un séptimo punto invisible que es el centro de la figura y que numéricamente está
representado así: 7 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1, o sea, que se reduce a
la unidad, a la que expresa en este nivel, la que comprende tanto el triángulo superior (cielo)
como el inferior (tierra) con el que se complementa.

Se trata de las proyecciones indefinidas del Ser Universal hasta los límites que la determinan,
manifestadas por el círculo y la circunferencia que lo define y une los puntos extremos de este
sello salomónico, cuyo valor es nueve y que sumada a su centro expresa al diez, signando así la
totalidad de la creación que ya estaba contenida en la unidad (10 = 1 + 0 = 1). Anteriormente en
la escala ya se había manifestado en el cuaternario (4 = 1+ 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1) que fija
cualquier creación.
Así vemos que la unidad se encuentra en el comienzo de las numeraciones que determinan cada
uno de los mundos jerárquicos del modelo de Árbol de la Vida: Atsiluth, Beriyah, Yetsirah y Asiyah.
Debiéndose aclarar que estos cuatro planos se equiparan con los tres que señalan todas las
tradiciones (cielo, hombre, tierra; cielo, tierra, inframundo; Dios, hombre, naturaleza, etc.) ya que
el mundo de Beriyah y Yetsirah, correspondiente a la psiqué, o mundo interme-diario, puede
considerarse uno solo, separado por la "superficie de las aguas" en aguas superiores e
inferiores, o sea en el psiquismo superior e inferior que incluye los planos de la creación y la
formación. Para terminar con este repaso, queridos hermanos, de cosas que muchos de ustedes
habéis estudiado, diremos que el plano de Asiyah consta únicamente de la sefirah
Malkhuth, equiparada planetariamente a la tierra y que constituye sólo la realidad
inmediata tal cual pueden percibirla los sentidos y la que el hombre profano conoce, mientras
que el mundo de Atsiluth, conformado por las tres sefiroth superiores que son la triunidad de los
Principios creadores, está vinculado con la Ontología, dejando para la metafísica todo lo que
está más allá del Ser.

Así se lo considera desde el punto de vista individual o universal, micro o macrocósmico. Estamos
en este último caso en el plano más alto de la creación, es decir de la sumidad del Ser coronada
por el número uno, síntesis de todo el Árbol creacional, a la que los masones llaman Gran
Arquitecto del Universo, pues es el que diseña y proyecta toda la creación que sus
colaboradores –o numeraciones– ejecutan y llevarán a feliz término de modo gradual y en la
que él mismo participará por su propia emanación encontrándose de modo inmanente en todos
los planos, de forma oculta aunque generándolos siempre, presente en todas las cosas
simbolizadas por esas numeraciones. Es decir, un plan tan admirablemente realizado por el Gran
Arquitecto que es y está en todo. Motivo por el que no puede haber otra creación fuera de la suya,
puesto que la unidad es la totalidad, la sintetiza, y la totalidad no es sino la unidad y no la suma de
cualesquiera de sus partes. Por todo ello puede ser considerada como el símbolo más
extraordinario de lo que No Es, del Caos Primigenio al que viste con la Belleza de su orden, en el
que no falta ni sobra nada, en la armonía perfecta del Universo, que se expresa tanto por
el "bien" como por el "mal".

De hecho, esa unidad es el menor de los números aunque todo esté comprendido en ella y
cualquier número la contenga dentro de sí. Su representación geométrica es apenas la de un
punto y por lo tanto es casi virtual. De allí que la mejor forma de nombrar lo que ella simboliza es
efectuarlo de modo negativo, lo que hace la teología negativa, o agregando a sus atributos la
partícula "in": inconmensurable, infinita, ininteligible, increado, etc., es decir un rotundo no, más
adecuado a su representación de lo que No es, de lo in-existente, de la nada anterior a lo inicial,
de lo indiferenciado del sagrado caos preexistente, asimilado a la oscuridad, y al silencio del cual
surge la Unidad, o el Verbo, produciéndose el Fiat Lux en la mente del Gran Arquitecto y con
él la primera determinación.
Agregamos que gracias a ella y al Orden que establece es que podemos re-conocer todo esto, lo
cual confirma el valor de la manifestación Universal y su sentido, al igual que el de la Unidad,
entendiéndola como el símbolo más importante de todo cuanto pudiera ser simbolizado y el
Origen de toda simbolización, ya que es por medio del Orden que se puede expresar el Caos.

Aunque habría que establecer una diferencia neta entre dos Caos: el Caos de lo increado que
precede a la Unidad y que podría ser llamado el cero metafísico (En Soph en la Cábala) y el caos
de lo profano en que está sumido cualquier ser que no ha recibido la verdadera iniciación,
ejemplificado por la confusión y la mezcla que tiene como causa la casualidad; uno es
supracósmico y no humano, o suprahumano, el otro es infrahumano o infracósmico, es decir
infernal o inframundano. Ambas posibilidades situadas en lo superior e inferior de un mismo eje,
aunque análogas, y por lo tanto invertidas la una con respecto a la otra.

En realidad la triunidad de los principios ontológicos conforma el arquetipo inteligible de la


emanación (Atsiluth) que se manifiesta recién a partir del cuaternario (Hesed) es decir del plano
de la creación (Beriyah), o sea del mundo sutil aunque sin formas que progrede de modo
descendente mediante el septenario (Netsah) al plano de las formaciones (Yetsirah) que es sutil
aunque formal y que desemboca finalmente en el mundo "material" tal cual lo perciben los
sentidos (Asiyah) el cual consta de una sola numeración (Malkhuth), la número 10 (1 + 0 =
1), directamente ligada de forma refleja con la unidad (Kether) y por lo mismo análoga y por ello
también invertida a ella, en el plano de la manifestación grosera.

Por lo que puede verse que la unidad en cada uno de los mundos en que se expresa –
específicamente en las tradiciones monoteístas– y a los que ella misma genera, es el símbolo
de la creación y por lo tanto el mayor de los símbolos ya que lo visible es una imagen análoga de
lo invisible y el vestido esplendoroso con que se presenta entre los hombres.

Y para acabar de burilar esta plancha, queridos hermanos, señalaremos que es mucho más fácil y
común, vivenciar la realidad por sus aspectos positivos, es decir por la belleza de la forma o la
perfección del concierto cósmico, que por los negativos, o sea por todo aquello que la creación
No-Es, aún en los aspectos más elevados de la Triunidad de los Principios que conforman la
Ontología, o el Ser Universal, que ya hemos dicho son incluso no manifestados, aunque
inteligibles; más fácil que llegar a Conocer –lo que es conocer verdaderamente– lo
ininteligible, lo que No Es, lo que el Gran Arquitecto del Universo en última instancia simboliza, a
saber: lo no sujeto a ninguna determinación, lo increado, el Cero metafísico, lo que es sin duda la
mayor de las gracias que debemos a nuestro Gran Arquitecto del Universo.

Como corolario de todo esto es importante destacar que en otro ámbito vinculado a lo que
acabamos de señalar se produce algo similar. En efecto se trata de la no aceptación del mal,
excluyéndolo de la constitución del mundo y el hombre, negándolo lisa y llanamente sin
comprender que la enfermedad, el dolor, la guerra, la muerte, el fracaso, o sea, todo lo negativo,
conforman la mitad de la creación y son tan sagrados como el bien, la belleza, la armonía,
el éxito, la salud y la inteligencia cósmica.

El desorden es tan sagrado e importante como el orden cósmico. Y ambos emanados de la misma
fuente, la deidad, cuyo símbolo más alto es la unidad, que al fragmentarse produce las dos
columnas del Arbol Sefirótico, expresión de dos energías, una positiva y otra negativa que deben
ser permanentemente conjugadas por los aprendices al conocimiento, que no pueden sólo
aceptar una de ellas con exclusión de la otra, o sea la positiva, negando la opuesta y dejándose
engañar por las "virtudes" de la escogida, siempre relativa, lo cual puede ser la más pesada y grave
obstrucción en el camino del conocimiento.

NOTA

1 Este trazado pertenece al volumen de arquitectura recién publicado: La Logia Viva, Ed.
Obelisco, Barcelona, julio 2006. Ver noticia y prólogo de la edición en la sección LIBROS.
EBLIS - CAIN - HERMES - HIRAM *

PHOENIX

Phoenix Es poco conocida aún por investigadores especializados la filiación directa de los iniciados
herméticos y masónicos a su propia Tradición. Muchos de ellos conocen su origen cainita y la
figura de Tubalcaín sin que sin embargo puedan fijar con claridad esta genealogía espiritual
supracósmica y por lo tanto no humana. En efecto Caín no es hijo como Abel de Adán y Eva, sino
del mensajero de la Luz, Eblis, o Lucifer en la tradición bíblica, que fecundó a aquélla; así Abel hijo
de la pareja humana es fruto de la tierra, mientras que Caín es un ser espiritual nacido de la Luz y
por lo tanto engendrado por los efluvios celestes y sin padre terrenal conocido. Como se ve
claramente, la generación de Abel, que se corresponde por otra parte con el nomadismo, el
tiempo y el pastoreo, es distinta a la de Caín, que se vincula con el espacio, la agricultura, el uso
del intelecto de manera práctica en el sentido del dominio de la naturaleza, en especial en lo que
toca al arte y la ciencia de la construcción.1 Bajo este aspecto, Caín es un hijo "contranatura" con
respecto a la "naturalidad" propia de la especie representada por Abel.

Eblis, el Espíritu de Luz, es pues el antecedente de una gran dinastía que, como veremos, se
reproduce de modo paralelo a las genealogías de los hombres comunes. Sin embargo, este Espíritu
de la Luz, o Lucifer, ha sido siempre odiado por estos últimos que sin poder comprenderlo se han
vuelto siempre contra él de modo radical, a tal punto que en el Corán se lo equipara con el mismo
Satán. Por eso es que Caín corrió la misma suerte y sobre sus espaldas se descargó la furia no sólo
de Adán sino también de su madre Eva y su hermano Abel, es decir de toda su familia meramente
humana y es por ese motivo que Caín tuvo que asesinar en defensa de su auténtico linaje a Abel,
lo que además de indicarnos un cambio de ciclo signado por la salida del paraíso (donde se
recolectaba directamente de los árboles) y posteriormente por el abandono de la actividad
pastoril frente a la cultura del agro, igualmente, en la polivalencia de los símbolos, señala la
destrucción del hermano humano que cada uno de nosotros lleva también dentro de sí. Siguiendo
con Eblis o el Espíritu o Angel de Luz, se dice que fue denigrado por no querer obedecer a Adán, un
simple humano, y por ese motivo expulsado del Paraíso constituyéndose en un espíritu que da
origen a la estrella Polar al desprenderse el brillante luminoso que tenía sobre su frente y que esa
misma condensación de la Luz, llamada Estrella Polar, como se ha dicho, es también la residencia
espiritual del auténtico Rey del Mundo, el Agartha; estos últimos símbolos, o mejor realidades
espirituales, son los que han guiado a los auténticos iniciados de este Manvántara y de la
descendencia de Eblis, o Iblis, y a la cual pertenecen tanto Enoch, y Hermes, como Hiram Abif,
constructor del Templo de Salomón.2 La Biblia nos cuenta también que la Reina de Saba, Balkis,
quiso conocer Jerusalem; una vez allí la reina negra rechazó al más sabio de los reyes y se
enamoró del oscuro Hiram del que ni siquiera se conocía la ascendencia carnal. En este mismo
sentido se quieren señalar dos puntos: uno, que en el libro de Salomón "El Cantar de los Cantares"
se menciona directamente a una amada negra que se supone con toda razón es la Sabiduría, y su
relación con el color de la piel de Balkis, Reina de Saba, y en segundo lugar que de este último
pueblo, primero judío, luego cristiano, y posteriormente también con vínculos con el islam nace la
secta de los sabeos que tenía como inspirador al profeta Idris, identificado con el dios Hermes.
Igualmente que, en el siglo XII en el mismo Islam otra agrupación de fieles importante se dice que
tenían a Eblis como su patrono y deidad protectora por el hecho de que este no había querido
reverenciar a Adán, personaje exclusivamente humano al que sentía inferior a su propia
categoría.3 En este caso se trata de la orden Adawiyah de la cual derivan los Yazidis o Yezidis del
islam Kurdo, todos ellos emparentados entre sí. Se trata entonces de una diferencia entre los
iniciados, representados por Eblis o Iblis, el Espíritu de la Luz, y los meros profanos, hijos terrenos
de Adán y Eva, y de dos razas absolutamente diferentes, una de ellas intelectual y la otra
simplemente profana. Queremos terminar estas líneas significando que esta diferencia se
encuentra impresa desde el principio de este ciclo en la esencia misma del cosmos y que su pugna
no podrá cesar por la envidia nacida de la incomprensión de los simples mortales en contra de los
hijos del Espíritu, que no ha de terminar hasta el fin de este gran ciclo, siendo los primeros
múltiples y emparentados con la religión, y los últimos -los hijos de la Luz- escasos y asociados con
la metafísica. Es decir, respectivamente con lo horizontal y lo vertical, o lo cuantitativo y lo
cualitativo.

* *

Queremos referirnos ahora a aquellos buscadores del Conocimiento que comenzaron ya hace un
tiempo el camino de regreso a la Unidad, símbolo supremo del Ser Universal, que se refleja
analógicamente en la unidad del ser individual.

En este largo peregrinaje de retorno se presentan instancias difíciles, dudas y vacilaciones, falta de
referencias y falsas ilusiones, sensaciones de vaciamiento y depresión que en muchas ocasiones
desembocan en la desesperanza. Empero estas situaciones no son sino estados del alma propios
de quien se adentra en la interioridad de sí mismo y sufre los despojamientos necesarios para el
nacimiento del hombre nuevo y su propia construcción, lo cual es equiparado a pruebas que el ser
debe atravesar para re-conocerse en su propia naturaleza.

Todo ello es normal, como decíamos, para aquellos hombres y mujeres que pretenden mediante
un proceso radical desembarazarse de su programación y los condicionamientos que los tienen
aprisionados hasta la asfixia en el hombre viejo, que sin embargo lucha denodadamente con la
ventaja que le da la certificación oficial que le otorga el medio social y los usos y costumbres que le
ha implantado en su psicología, apoyada por la dificultad de un trabajo ritual de esta naturaleza
que no cuenta con el cobijo ni el amparo de nada de lo conocido o aquello con lo que simplemente
estamos habituados, sino que por el contrario, trata de romper con ello.

Por lo que hemos expuesto hasta aquí, se ve que los llamados al conocimiento necesitan
desarrollar un trabajo ritual en el que deben destacarse el estudio y la meditación y purgar su
psicología para ser verdaderamente elegidos, es decir, traspasar los términos de sus limitaciones
intelectuales-espirituales, para acceder a una nueva raza: la de los cainitas, en detrimento de las
ataduras, múltiples egos, y la ignorancia del "inocente" y correcto Abel, sujeto a la tierra y a lo
meramente humano, y sin posibilidades de acceso a otros estados superiores del Ser Universal. Es
decir, que lo que es sólo virtual debe efectivizarse mediante una labor concentrada, sujeta a un
orden y a la concepción de una nueva visión, que va apareciendo y tornándose cada vez más clara
a medida que se va recorriendo la Vía Simbólica.

De hecho, el recorrido de un primer tramo del camino hacia el ser es ya un grado que diferencia al
esforzado postulante del simple profano. Pero en ello asimismo se encuentra un peligro al suponer
que ese primer nivel que se corresponde con la psiqué puede dar todo a lo que verdaderamente
se aspira en esta senda que nada tiene que ver con un pequeño poder o la soberbia del que
necesita ser más que un simple mortal sin pretensiones iniciáticas -por muy distintos motivos- y
que muchísimas veces es enormemente superior en diferentes órdenes al personaje -en
numerosas ocasiones interno- al que nos estamos refiriendo. Por lo que puede observarse la
cantidad de riesgos a los que está sometido aquél que se encuentra interesado en el tema de la
Ciencia Sagrada que de modo perverso puede confundir tanto con el fraude como con el
fanatismo. Así pues no están ausentes en este proceso los extravíos, que en algunos casos pueden
fijarse de modo definitivo. Queremos aclarar que en muchos de estos casos el origen debe
buscarse en el orgullo y la soberbia de los futuros neófitos, originados en las limitaciones de sus
inteligencias respecto a la supremacía de la fuerza de las pasiones que los agitan y al no someterse
a la voluntad de las energías celestes a las que se desafía desproporcionadamente confiando en
las propias fuerzas, que por ser tales, se consideran erróneamente como superiores a cualesquiera
de las que se les podrían oponer; igualmente esto es válido con respecto a las adhesiones, con
respecto a determinadas teorías, personalidades, o "escuelas" con las que estos sujetos se
identifican, sin advertir en la mayoría de los casos el engaño del que son víctimas conscientes, o
sea voluntarias.4

Aunque estos casos, sin ser excepcionales, no son los que queremos tratar ahora, sino aquéllos en
que estos primeros estados del mundo intermedio ya han sido superados, pero hemos deseado
señalarlos para que no se confundan con otros planos de mucho mayor nivel, incluso de otra
naturaleza, y que también forman parte del descubrimiento de la propia identidad, o sea nuestra
correspondencia con el Ser Universal.

* *

Es conocida la sentencia "Conócete a ti mismo" ubicada a la entrada de la Academia Platónica, la


cual es el verdadero programa y al mismo tiempo el fin de la filosofía. Pues dada la analogía, es
decir la correspondencia entre el macro y microcosmos, incluye el Conocimiento esencial del
Universo.

La identidad del ser individual es pues desde los orígenes, el objetivo de la filosofía y a través de
éste la comprensión de la máquina del mundo. Por lo que el discernimiento de la verdadera
naturaleza del ser humano es el primer objetivo del Conocimiento filosófico, lo que da lugar a una
rama de la misma Filosofía, la Ontología, que trata específicamente del ser humano como del Ser
Universal, o sea del Cosmos, preparando así el campo de la Metafísica, que como su nombre lo
indica, se sitúa más allá del mero conocimiento humano, y de la cual podría decirse se interesa por
lo supracósmico y lo supraindividual.

En cuanto a la Biblia y las tres religiones que derivan de sus textos, el Ego sum qui sum se refiere
obviamente a la identidad del Ser Universal, que se refleja en el ser individual.

Pero no para todos los pueblos y religiones esto es tan marcado y algunas como el hinduismo, el
budismo o el taoísmo no ponen su énfasis en el ser humano como tal, valoración propia de
Occidente y su cultura, y mucho menos en su personalidad como lo hace desde tiempos recientes
la Psicología, aunque para todas estas concepciones tanto orientales como occidentales el hombre
juega un papel central en la creación.

La identidad es, en suma, el problema central de nuestra civilización, y una verdadera necesidad
en el ámbito de nuestras perspectivas, cualesquiera que ellas fuesen, pues constituye el núcleo
mediante el cual cualquier posibilidad es válida y toda perspectiva inteligible. Y la búsqueda del yo
se transforma así en el hombre actual en el motor de sus legítimos afanes y en el meollo de la
construcción de su ideario.

El trabajo iniciático, al que anteriormente nos hemos referido, adquiere en Occidente similares
características, y es a partir del conocimiento del ser individual, y de su realización efectiva, que se
posibilita conocer al Ser Universal -ya que no se puede resignar lo que no se posee- y siguiendo
con todo ello, abrirse al Conocimiento del No Ser, de lo que No es, lo cual constituye el campo de
lo que se ha dado en llamar la Teología Negativa.

Pero ¿qué es este ser? y ¿cómo puede conocerse? o, al menos, ¿de qué forma acceder a él? Estas
preguntas, formuladas explícitamente o no, conforman el bagaje del hombre contemporáneo, al
menos el de la minoría de los que pueden tener inquietudes de este tipo y que se diferencia de la
inmensa mayoría sumida en el sueño y lo consuetudinario. Las tres grandes preguntas de la
Filosofía: ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿A dónde voy?, no dejan de referirse expresamente a
ello, siendo la proposición central la que genera las otras dos colocadas simétricamente a sus
extremos.

Sin embargo puede observarse a simple vista que el quién soy se efectúa desde un sujeto que
ignora la respuesta y la pone como fuera de sí mismo, lo cual supone un propósito de búsqueda y
un anhelo de integración con algo que se desconoce y que vendría a responder y por lo tanto a
completar la preposición que subyace a la pregunta.

Pero esta última actitud, natural si se quiere y propia de quienes comienzan la aventura del
Conocimiento y el retorno a la morada de sí mismos de donde han salido, lugar del que se
encuentran exiliados por una suerte de solidificación de sus posibilidades, corre el peligro de
constituirse en un objetivo a cumplir que siempre está como fuera del propio ser humano que,
empero, es el protagonista fundamental de esta gesta y de las largas y esforzadas labores que la
jalonan y que siempre se alejan a medida que nos acercamos a la realización de ella, tal cual el
viejo ejemplo del burro al que se le coloca por delante una zanahoria atada a un palo.

Por eso en determinado momento de este extenso camino que incluye la pérdida en el laberinto,
la travesía de ríos, la lucha contra los titanes de las pasiones, etc. etc., en suma, las pruebas
iniciáticas, es bueno volver a las preguntas iniciales que ya son diferentes con respecto a las
distintas etapas recorridas, como ya nos ha sucedido igualmente en otras con anterioridad, y con
el caudal de todo lo aprendido y la experiencia adquirida en la batalla por obtener el Graal de la
conciencia, preguntarse una vez más por la identidad siempre en fuga, ya que la ignorancia casi se
ha transformado en nuestro estado habitual y ciertas ilusiones y pasiones no han tenido más que
desaparecer por las propias circunstancias de nuestro viaje interior. Detenerse entonces con
confianza y conciencia en el camino -como el sol en los solsticios- y advertir que la identidad ya
viene puesta y que el ser es, ni más ni menos, todo lo que es, y eso eres tú; así de sencillo.

Así el ser que fue cambiando en el recorrido, cada vez ha sido algo menos rígido, y real, con que
identificarnos, cada vez ha sido menos algo con lo que fuera posible esa identificación. Siendo así
con respecto a lo concreto, sujeto a peso y medida, y a cualquier indefinido, habiéndose
transformado en algo incapaz de ser clasificado, ni siquiera aprehendido y que sin embargo está
aún más cerca que nuestro propio corazón y que se parece cada vez más a lo que no es, que
cualquier otro fenómeno, cosa, o ser del que pudiera decirse que es algo.

Y así el iniciado, el auténtico maestro hermético o masón habrá alcanzado en esta instancia un
grado intelectual propio de un auténtico cainita.5

NOTAS

* Este trazado ha sido incorporado en el volumen de arquitectura La Logia Viva, Ed.


Obelisco, Barcelona 2006. Ver noticia y prólogo de la edición en la sección
LIBROS.

1 En relación con el predominio de Caín sobre Abel del que estamos hablando, hay una
inversión en el significado de la "inocencia" de Abel. Ver en este sentido "Caín y Abel", cap. XXI de
El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos de René Guénon, donde entre otras cosas dice
el autor que la historia de Caín y Abel sin duda tendría diferentes características y sería susceptible
de diferente interpretación desde el punto de vista de los pueblos sedentarios, o sea de los
creadores de la investigación y las artes del espacio y ciencias correspondientes, es decir de la
cultura que desemboca en las grandes civilizaciones.

2 Enoch y Lamec aparecen en la genealogía de Caín y también en la de Set. En la de Caín,


Lamec es padre de Jabel y Jubal e igualmente de Tubalcaín y Noemá, y en la de Set, lo es de Noé.

3 Aún considerando el nivel más alto de Adán o sea el Adán Universal (Adam Kadmon), o el
Cosmos como Adán, Eblis se siente superior a él dado su origen supracósmico, es decir no
humano.

4 Son bien ilustrativos al respecto los ejemplos de la mujer de Lot (Génesis 19, 26) y de
Orfeo en su retorno de los infiernos al volverse a mirar a su esposa difunta, Eurídice, lo que en
ambos casos les había sido prohibido.

5 "En los términos de la filosofía tradicional, a 'Dios' se le llama propiamente 'nada', y Dios
no sabe lo que él es, debido a que él no es ningún 'qué'." A. K. Coomaraswamy: "Gradación y
Evolución II" (en: What is Civilization?).

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