Historia de Una Gaviota y El Gato Que La Enseño A Volar
Historia de Una Gaviota y El Gato Que La Enseño A Volar
Historia de Una Gaviota y El Gato Que La Enseño A Volar
gaviota
y el gato
que la enseñó
a volar
Luís Sepúlveda
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forma de hablar, de nombrar las mismas cosas con
palabras diferentes.
—Qué difícil lo tienen los humanos. Las gaviotas, en
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gaviotas autorizadas por la ley del mar y de los vientos 2
volaran sobre Vizcaya, podría comenzar la gran convención
de las gaviotas de los mares Báltico, del Norte y Atlántico.
Un gato grande, negro y gordo
Sería un bello encuentro. En eso pensaba Kengah
mientras daba cuenta de su tercer arenque. Como todos
los años, se escucharían interesantes historias,
especialmente las narradas por las gaviotas del cabo de —Me da mucha pena dejarte solo —dijo el niño
Peñas, infatigables viajeras que a veces volaban hasta las acariciando el lomo del gato grande, negro y gordo. Luego
islas Canarias o las de Cabo Verde. continuó con la tarea de meter cosas en la mochila.
Las hembras como ella se entregarían a grandes Tomaba un casete del grupo Pur, uno de sus favoritos, lo
festines de sardinas y calamares mientras los machos guardaba, dudaba, lo sacaba, y no sabía si volver a meterlo
acomodarían los nidos al borde de un acantilado. En ellos en la mochila o dejarlo sobre la mesilla. Era difícil decidir
pondrían los huevos, los empollarían a salvo de cualquier qué llevarse para las vacaciones y qué dejar en casa. El
amenaza y, cuando a los polluelos les crecieran las gato grande, negro y gordo lo miraba atento, sentado en el
primeras plumas resistentes, llegaría la parte más hermosa alféizar de la ventana, su lugar favorito.
del viaje: enseñarles a volar en el cielo de Vizcaya. —¿Guardé las gafas de nadar? Zorbas, ¿has visto mis
Kengah hundió la cabeza para atrapar el cuarto gafas de nadar? No. No las conoces porque no te gusta el
arenque, y por eso no escuchó el graznido de alarma que agua. No sabes lo que te pierdes. Nadar es uno de los
estremeció el aire: deportes más divertidos. ¿Unas galletitas? —ofreció el niño
—¡Peligro a estribor! ¡Despegue de emergencia! tomando la caja de galletas para gatos.
Cuando Kengah sacó la cabeza del agua se vio sola en Le sirvió una porción más que generosa, y el gato
la inmensidad del océano. grande, negro y gordo empezó a masticar lentamente para
prolongar el placer. ¡Qué galletas tan deliciosas, crujientes
y con sabor a pescado!
Es un gran chico", pensó el gato con la boca llena.
"¿Cómo que un gran chico? ¡Es el mejor!", se corrigió al
tragar.
Zorbas, el gato grande, negro y gordo, tenía muy
buenas razones para pensar así de aquel niño que no sólo
gastaba el dinero de su mesada en esas deliciosas galletas,
sino que le mantenía siempre limpia la caja con gravilla
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donde aliviaba el cuerpo y lo instruía hablándole de cosas —Eres ágil y despierto, eso está muy bien, pero debes
importantes. cuidar tus movimientos y no salir del canasto. Mañana o
Solían pasar muchas horas juntos en el balcón, pasado vendrán los humanos y decidirán sobre tu destino y
mirando el incesante ajetreo del puerto de Hamburgo, y el de tus hermanos. Con seguridad les llamarán con
allí, por ejemplo, el niño le decía: nombres simpáticos y tendrán la comida asegurada. Es una
—¿Ves ese barco, Zorbas? ¿Sabes de dónde viene? gran suerte que hayan nacido en un puerto, pues en los
Pues de Liberia, que es un país africano muy interesante puertos quieren y protegen a los gatos. Lo único que los
porque lo fundaron personas que antes eran esclavos. humanos esperan de nosotros es que mantengamos
Cuando crezca, seré capitán de un gran velero e iré a alejadas a las ratas. Sí, hijo. Ser un gato de puerto es una
Liberia. Y tú vendrás conmigo, Zorbas. Serás un buen gato gran suerte, pero tú debes tener cuidado porque en ti hay
de mar. Estoy seguro. algo que puede hacerte desdichado. Hijo, si miras a tus
Como todos los chicos de puerto, aquél también hermanos verás que todos son grises y tienen la piel
soñaba con viajes a países lejanos. El gato grande, negro y rayada como los tigres. Tú, en cambio, has nacido
gordo lo escuchaba ronroneando, y también se veía a enteramente negro, salvo ese pequeño mechón blanco que
bordo de un velero surcando los mares. luces bajo la barbilla. Hay humanos que creen que los
Sí. El gato grande, negro y gordo sentía un gran gatos negros traen mala suerte, por eso, hijo, no salgas del
cariño por el niño, y no olvidaba que le debía la vida. canasto.
Zorbas contrajo aquella deuda precisamente el día en Pero Zorbas, que por entonces era como una pequeña
que abandonó el canasto que le servía de morada junto a bola de carbón, abandonó el canasto. Quería probar una de
sus siete hermanos. esas cabezas de pescado. Y también quería ver un poco de
La leche de su madre era tibia y dulce, pero él quería mundo. No llegó muy lejos. Trotando hacia un puesto de
probar una de esas cabezas de pescado que las gentes del pescado con el rabo muy erguido y vibrante, pasó frente a
mercado daban a los gatos grandes. Y no pensaba un gran pájaro que dormitaba con la cabeza ladeada. Era
comérsela entera, no, su idea era arrastrarla hasta el un pájaro muy feo y con un buche enorme bajo el pico. De
canasto y allí maullar a sus hermanos: pronto, el pequeño gato negro sintió que el suelo se
—¡Basta ya de chupar a nuestra pobre madre! ¿Es alejaba de sus patas, y sin comprender lo que ocurría se
que no ven cómo se ha puesto de flaca? Coman pescado, encontró dando volteretas en el aire. Recordando una de
que es el alimento de los gatos de puerto. las primeras enseñanzas de su madre, buscó un lugar
Pocos días antes de abandonar el canasto su madre le donde caer sobre las cuatro patas, pero abajo lo esperaba
había maullado muy seriamente: el pájaro con el pico abierto. Cayó en el buche, que estaba
muy oscuro y olía horrible.
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—¡Déjame salir! ¡Déjame salir! —maulló desesperado. El beso del niño en su cabeza lo alejó de los
—Vaya. Puedes hablar —graznó el pájaro sin abrir el recuerdos. Lo vio acomodarse la mochila, caminar hasta la
pico—. ¿Qué bicho eres? puerta y desde allí despedirse , una vez mas.
—¡O me dejas salir o te rasguño! —maulló —Nos vemos dentro de cuatro semanas. Pensaré en ti
amenazante. todos los días, Zorbas. Te lo prometo.
—Sospecho que eres una rana. ¿Eres una rana? — —¡Adiós, Zorbas! ¡Adiós, gordinflón! —se despidieron
preguntó el pájaro siempre con el pico cerrado. los dos hermanos menores del niño.
—¡Me ahogo, pájaro idiota! —gritó el pequeño gato. El gato grande, negro y gordo oyó cómo cerraban la
—Sí. Eres una rana. Una rana negra. Qué curioso. puerta con doble llave y corrió hasta una ventana que daba
—¡Soy un gato y estoy furioso! ¡Déjame salir o lo a la calle para ver a su familia adoptiva antes de que se
lamentarás! —maulló el pequeño Zorbas buscando dónde alejara.
clavar sus garras en el oscuro buche. El gato grande, negro y gordo respiró complacido.
—¿Crees que no sé distinguir un gato de una rana? Durante cuatro semanas sería amo y señor del piso. Un
Los gatos son peludos, veloces y huelen a pantufla. Tú eres amigo de la familia iría cada día para abrirle una lata de
una rana. Una vez me comí varias ranas y no estaban mal, comida y limpiar su caja de gravilla. Cuatro semanas para
pero eran verdes. Oye, ¿no serás una rana venenosa? — holgazanear en los sillones, en las camas, o para salir al
graznó preocupado el pájaro. balcón, trepar al tejado, saltar de ahí a las ramas del viejo
—¡Sí! ¡Soy una rana venenosa y además traigo mala castaño y bajar por el tronco hasta el patio interior, donde
suerte! acostumbraba a reunirse con los otros gatos del barrio. No
—¡Qué dilema! Una vez me tragué un erizo venenoso se aburriría. De ninguna manera.
y no me pasó nada. ¡Qué dilema! ¿Te trago o te escupo? — Así pensaba Zorbas, el gato grande, negro y gordo,
meditó el pájaro, pero no graznó nada más porque se porque no sabía lo que se le vendría encima en las
agitó, batió las alas y finalmente abrió el pico. próximas horas.
El pequeño Zorbas, enteramente mojado de babas,
asomó la cabeza y saltó a tierra. Entonces vio al niño, que
tenía al pájaro agarrado por el cogote y lo sacudía.
—¡Debes de estar ciego, pelícano imbécil! Ven, gatito.
Casi terminas en la panza de este pajarraco —dijo el niño,
y lo tomó en brazos.
Así había comenzado aquella amistad que ya duraba
cinco años.
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3 morían lentamente, asfixiadas por el petróleo que,
metiéndose entre las plumas, les tapaba todos los poros.
Hamburgo a la vista Esa era la suerte que le esperaba, y deseó
desaparecer pronto entre las fauces de un gran pez.
La mancha negra. La peste negra. Mientras esperaba
el fatal desenlace, Kengah maldijo a los humanos.
Kengah desplegó las alas para levantar el vuelo, pero —Pero no a todos. No debo ser injusta —graznó
la espesa ola fue más rápida y la cubrió enteramente. débilmente.
Cuando salió a flote, la luz del día había desaparecido y, Muchas veces, desde la altura vio cómo grandes
tras sacudir la cabeza con energía, comprendió que la barcos petroleros aprovechaban los días de niebla costera
maldición de los mares le oscurecía la vista. para alejarse mar adentro a lavar sus tanques. Arrojaban al
Kengah , la gaviota de plumas de color plata, hundió mar miles de litros de una sustancia espesa y pestilente
varias veces la cabeza, hasta que unos destellos de luz que era arrastrada por las olas. Pero también vio que a
llegaron a sus pupilas cubiertas de petróleo. La mancha veces unas pequeñas embarcaciones se acercaban a los
viscosa, la peste negra, le pegaba las alas al cuerpo, así barcos petroleros y les impedían el vaciado de los tanques.
que empezó a mover las patas con la esperanza de nadar Por desgracia aquellas naves adornadas con los colores del
rápido y salir del centro de la marea negra. arco iris no llegaban siempre a tiempo a impedir el
Con todos los músculos acalambrados por el esfuerzo envenenamiento de los mares.
alcanzó por fin el límite de la mancha de petróleo y el Kengah pasó las horas más largas de su vida posada
fresco contacto con el agua limpia. Cuando, a fuerza de sobre el agua, preguntándose aterrada si acaso le esperaba
parpadear y hundir la cabeza consiguió limpiarse los ojos, la más terrible de las muertes; peor que ser devorada por
miró al cielo, no vio más que algunas nubes que se un pez, peor que sufrir la angustia de la asfixia, era morir
interponían entre el mar y la inmensidad de la bóveda de hambre.
celeste. Sus compañeras de la bandada del Faro de la Desesperada ante la idea de una muerte lenta, se
Arena Roja volarían ya lejos, muy lejos. agitó entera y con asombro comprobó que el petróleo no le
Era la ley. Ella también había visto a otras gaviotas había pegado las alas al cuerpo. Tenía las plumas
sorprendidas por las mortíferas mareas negras y, pese a impregnadas de aquella sustancia espesa, pero por lo
los deseos de bajar a brindarles una ayuda tan inútil como menos podía extenderlas. —Tal vez tenga todavía una
imposible, se había alejado, respetando la ley que prohíbe posibilidad de salir de aquí y, quién sabe si volando alto,
presenciar la muerte de las compañeras. muy alto, el sol derretirá el petróleo —graznó Kengah.
Con las alas inmovilizadas, pegadas al cuerpo, las
gaviotas eran presas fáciles para los grandes peces, o
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Hasta su memoria acudió una historia escuchada a Kengah comprendió que las fuerzas no le durarían
una vieja gaviota de las islas Frisias que hablaba de un demasiado y, buscando un lugar donde descender, voló
humano llamado Ícaro, quien para cumplir con el sueño de tierra adentro, siguiendo la serpenteante línea verde del
volar se había confeccionado alas con plumas de águila, y Elba.
había volado, alto, hasta muy cerca del sol, tanto que su El movimiento de sus alas se fue tornando cada vez
calor derritió la cera con que había pegado las plumas y más pesado y lento. Perdía fuerza. Ya no volaba tan alto.
cayó. En un desesperado intento por recobrar altura cerró
Kengah batió enérgicamente las alas, encogió las los ojos y batió las alas con sus últimas energías. No supo
patas, se elevó un par de palmos y se fue de bruces al cuánto tiempo mantuvo los ojos cerrados, pero al abrirlos
agua. Antes de intentarlo nuevamente sumergió el cuerpo volaba sobre una alta torre adornada con una veleta de
y movió las alas bajo el agua. Esta vez se elevó más de un oro.
metro antes de caer. —¡San Miguel! —graznó al reconocer la torre de la
El maldito petróleo le pegaba las plumas de la iglesia hamburguesa. Sus alas se negaron a continuar el
rabadilla, de tal manera que no conseguía timonear el vuelo.
ascenso. Una vez más se sumergió y con el pico tiró de la
capa de inmundicia que le cubría la cola. Soportó el dolor 4
de las plumas arrancadas, hasta que finalmente comprobó
que su parte trasera estaba un poco menos sucia.
El fin de un vuelo
Al quinto intento Kengah consiguió levantar el vuelo.
Batía las alas con desesperación, pues el peso de la capa
de petróleo no le permitía planear. Un solo descanso y se
El gato grande, negro y gordo tomaba el sol en el
iría abajo. Por fortuna era una gaviota joven y sus
balcón, ronroneando y meditando acerca de lo bien que se
músculos respondían en buena forma.
estaba allí, recibiendo los cálidos rayos panza arriba, con
Ganó altura. Sin dejar de aletear miró hacia abajo y
las cuatro patas muy encogidas y el rabo estirado. En el
vio la costa apenas perfilada como una línea blanca. Vio
preciso momento en que giraba perezosamente el cuerpo
también algunos barcos moviéndose cual diminutos objetos
para que el sol le calentara el lomo, escuchó el zumbido
sobre un paño azul. Ganó más altura, pero los esperados
provocado por un objeto volador que no supo identificar y
efectos del sol no la alcanzaban. Tal vez sus rayos
que se acercaba a gran velocidad. Alerta, dio un salto, se
prodigaban un calor muy débil, o la capa de petróleo era
paró sobre las cuatro patas y apenas alcanzó a echarse a
demasiado espesa.
un lado para esquivar a la gaviota que cayó en el balcón.
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Era un ave muy sucia. Tenía todo el cuerpo impregnado de —Voy a poner un huevo. Con las últimas fuerzas que
una sustancia oscura y maloliente. me quedan voy a poner un huevo. Amigo gato, se ve que
Zorbas se acercó y la gaviota intentó incorporarse eres un animal bueno y de nobles sentimientos. Por eso
arrastrando las alas. voy a pedirte que me hagas tres promesas. ¿Me las harás?
—No ha sido un aterrizaje muy elegante —maulló. —graznó sacudiendo torpemente las patas en un fallido
—Lo siento. No pude evitarlo —reconoció la gaviota. intento por ponerse de pie.
—Oye, te ves fatal. ¿Qué es eso que tienes en el Zorbas pensó que la pobre gaviota deliraba y que con
cuerpo? ¡Y cómo apestas! —maulló Zorbas. un pájaro en tan penoso estado sólo se podía ser generoso.
—Me ha alcanzado una marea negra. La peste negra. —Te prometo lo que quieras. Pero ahora descansa —
La maldición de los mares. Voy a morir —graznó maulló compasivo.
quejumbrosa la gaviota. —No tengo tiempo para descansar. Prométeme que
—¡Morir? No digas eso. Estás cansada y sucia. Eso es no te comerás el huevo —graznó abriendo los ojos.
todo. ¿Por qué no vuelas hasta el zoo? No está lejos de —Prometo no comerme el huevo —repitió Zorbas.
aquí y allí hay veterinarios que podrán ayudarte —maulló —Prométeme que lo cuidarás hasta que nazca el
Zorbas. pollito —graznó alzando el cuello.
—No puedo. Ha sido mi vuelo final —graznó la gaviota —Prometo que cuidaré el huevo hasta que nazca el
con voz casi inaudible, y cerró los ojos. pollito.
—¡No te mueras! Descansa un poco y verás como te —Y prométeme que le enseñarás a volar —graznó
repones. ¿Tienes hambre? Te traeré un poco de mi comida, mirando fijamente a los ojos del gato.
pero no te mueras —pidió Zorbas acercándose a la Entonces Zorbas supuso que esa desafortunada
desfallecida gaviota. Venciendo la repugnancia, el gato le gaviota no sólo deliraba, sino que estaba completamente
lamió la cabeza. Aquella sustancia que la cubría sabía loca.
además horrible. Al pasarle la lengua por el cuello notó que —Prometo enseñarle a volar. Y ahora descansa, que
la respiración del ave se tornaba cada vez más débil. voy en busca de ayuda —maulló Zorbas trepando de un
—Escucha, amiga, quiero ayudarte pero no sé cómo. salto hasta el tejado.
Procura descansar mientras voy a consultar qué se hace Kengah miró al cielo, agradeció todos los buenos
con una gaviota enferma —maulló Zorbas antes de trepar vientos que la habían acompañado y, justo cuando
al tejado. Se alejaba en dirección al castaño cuando exhalaba el último suspiro, un huevito blanco con pintitas
escuchó que la gaviota lo llamaba. azules rodó junto a su cuerpo impregnado de petróleo.
—¿Quieres que te deje un poco de mi comida? —
sugirió algo aliviado.
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—¿Y tú? ¿Qué me dices? —increpó Zorbas al otro
5 gato.
—Yo también digo que hace buen día, agradable para
En busca de consejo pasear, aunque un poquito frío.
Arreglado el asunto, Zorbas retomó el camino hasta
llegar frente a la puerta del restaurante. Dentro, los mozos
disponían las mesas para los comensales del mediodía.
Zorbas bajó rápidamente por el tronco del castaño, Zorbas maulló tres veces y esperó sentado en el rellano. A
cruzó el patio interior a toda prisa para evitar ser visto por los pocos minutos se le acercó Secretario, un gato romano
unos perros vagabundos, salió a la calle, se aseguró de que muy flaco y con apenas dos bigotes, uno a cada lado de la
no venía ningún auto, la cruzó y corrió en dirección del nariz.
Cuneo, un restaurante italiano del puerto. Dos gatos que —Lo sentimos mucho, pero si no ha hecho reserva no
husmeaban en un cubo de basura lo vieron pasar. podremos atenderlo. Estamos al completo —maulló a
—¡Ay, compadre! ¿Ve lo mismo que yo? Pero qué manera de saludo. Iba a agregar algo más, pero Zorbas lo
gordito tan lindo —maulló uno. detuvo.
—Sí, compadre. Y qué negro es. Más que una bolita —Necesito maullar con Colonello. Es urgente.
de grasa parece una bolita de alquitrán. ¿Adónde vas, —¡Urgente! ¡Siempre con urgencias de última hora!
bolita de alquitrán? —preguntó el otro. Veré qué puedo hacer, pero sólo porque se trata de una
Aunque iba muy preocupado por la gaviota, Zorbas no urgencia —maulló Secretario y regresó al interior del
estaba dispuesto a dejar pasar las provocaciones de esos restaurante.
dos facinerosos. De tal manera que detuvo la carrera, erizó Colonello era un gato de edad indefinible. Algunos
la piel del lomo y saltó sobre el cubo de basura. decían que tenía tantos años como el restaurante que lo
Lentamente estiró una pata delantera, sacó una garra cobijaba; otros sostenían que era más viejo todavía. Pero
larga como una cerilla, y la acercó a la cara de uno de los su edad no importaba, porque Colonello poseía un curioso
provocadores. talento para aconsejar a los que se encontraban en
—¿Te gusta? Pues tengo nueve más. ¿Quieres dificultades y, aunque él jamás solucionaba ningún
probarlas en el espinazo? —maulló con toda calma. conflicto, sus consejos por lo menos reconfortaban. Por
Con la garra frente a los ojos, el gato tragó saliva viejo y talentoso, Colonello era toda una autoridad entre
antes de responder. los gatos del puerto. Secretario regresó a la carrera.
—No, jefe. ¡Qué día tan bonito! ¿No le parece? — —Sígueme. Colonello te recibirá, excepcionalmente —
maulló sin dejar de mirar la garra. maulló.
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Zorbas lo siguió. Pasando bajo las mesas y las sillas —Sí. Es una buena idea. Iré a ver a Sabelotodo —
del comedor llegaron hasta la puerta de la bodega. Bajaron maulló Zorbas.
a saltos los peldaños de una estrecha escalera y abajo —Iremos todos. Los problemas de un gato del puerto
encontraron a Colonello, con el rabo muy erguido, son problemas de todos los gatos del puerto —declaró
revisando los corchos de unas botellas de champagne. solemne Colonello.
—¡Porca miseria! Los ratones han roído los corchos del Los tres gatos salieron de la bodega y, cruzando el
mejor champagne de la casa. ¡Zorbas! ¡Caro amico! — laberinto de patios interiores de las casas alineadas frente
saludó Colonello, que acostumbraba a maullar palabras en al puerto, corrieron hacia el templo de Sabelotodo.
italiano.
—Disculpa que te moleste en pleno trabajo, pero
tengo un grave problema y necesito de tus consejos —
maulló Zorbas. 6
—Estoy para servirte, caro amico. ¡Secretario! Sírvale
al mio amico un poco de esa lasagna al forno que nos
Un lugar curioso
dieron por la mañana —ordenó Colonello.
—¡Pero si se la comió toda! ¡No me dejó ni olerla! —se
quejó Secretario.
Sabelotodo vivía en cierto lugar bastante difícil de
Zorbas se lo agradeció, pero no tenía hambre, y
describir, porque a primera vista podía ser una
rápidamente refirió la accidentada llegada de la gaviota, su
desordenada tienda de objetos extraños, un museo de
lamentable estado y las promesas que se viera obligado a
extravagancias, un depósito de máquinas inservibles, la
hacerle. El viejo gato escuchó en silencio, luego meditó
biblioteca más caótica del mundo o el laboratorio de algún
mientras acariciaba sus largos bigotes y finalmente maulló
sabio inventor de artefactos imposibles de nombrar. Pero
enérgico:
no era nada de eso o, mejor dicho, era mucho más que
—¡Porca miseria! Hay que ayudar a esa pobre gaviota
todo eso.
a que pueda emprender el vuelo.
El lugar se llamaba:
—Sí, ¿pero cómo? —maulló Zorbas.
—Lo mejor será consultar a Sabelotodo —indicó
HARRY - BAZAR DEL PUERTO
Secretario.
—Es exactamente lo que iba a sugerir. ¿Por qué me
Su dueño, Harry, era un viejo lobo de mar que
sacará éste los maullidos de la boca? —reclamó Colonello.
durante cincuenta años de navegación por los siete mares
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se dedicó a coleccionar toda clase de objetos en los cientos reproducciones de la Torre Eiffel, construida la primera con
de puertos que había conocido. medio millón de alfileres de sastre, y con trescientos mil
Cuando la vejez se instaló en sus huesos, Harry mondadientes la segunda; 3 cañones de barcos corsarios
decidió cambiar la vida de navegante por la de marinero en ingleses;17 anclas encontradas en el fondo del mar del
tierra, y abrió el bazar con todos los objetos reunidos. Norte; 2000 cuadros de puestas de sol; 17 máquinas de
Alquiló una casa de tres plantas en una calle del puerto, escribir que habían pertenecido a famosos escritores; 128
pero enseguida se le quedó pequeña para exponer sus calzoncillos largos de franela para hombres de más de dos
insólitas colecciones. Alquiló entonces la casa de al lado, de metros de estatura; 7 fracs para enanos; 500 pipas de
dos plantas, y tampoco fue suficiente. Finalmente, tras espuma de mar;1 astrolabio obstinado en señalar la Cruz
alquilar una tercera casa, consiguió colocar todos sus del Sur; 7 caracolas gigantes de las que provenían lejanas
objetos, dispuestos eso sí según un particularísimo sentido resonancias de míticos naufragios; 12 kilómetros de seda
del orden. roja; 2 escotillas de submarinos; y muchas otras cosas que
En las tres casas, unidas por pasadizos y estrechas sería largo nombrar.
escaleras, había cerca de un millón de objetos, entre los Para visitar el bazar había que pagar una entrada y,
que cabe destacar: 7200 sombreros de alas flexibles para una vez dentro, se precisaba de un gran sentido de la
que no se los llevara el viento;160 ruedas de timón de orientación para no perderse en su laberinto de cuartos sin
barcos mareados a fuerzas de dar vueltas al mundo; 245 ventanas, largos pasillos y escaleras angostas.
fanales de embarcaciones que desafiaron las más espesas Harry tenía dos mascotas: Matías, un chimpancé que
nieblas; 12 telégrafos de mandos aporreados por las ejercía de boletero y vigilante de seguridad, jugaba a las
manos de iracundos capitanes; 256 brújulas que jamás damas con el viejo marino —por cierto muy mal—, bebía
perdieron el norte; 6 elefantes de madera de tamaño cerveza y siempre intentaba dar cambio de menos. La otra
natural; 2 jirafas disecadas en actitud de contemplar la mascota era Sabelotodo, un gato gris, pequeño y flaco, que
sabana;1 oso polar disecado en cuyo vientre yacía la mano dedicaba la mayor parte del tiempo al estudio de los miles
derecha, también disecada, de un explorador noruego; 700 de libros que allí había.
ventiladores cuyas aspas al girar recordaban las frescas Colonello , Secretario y Zorbas entraron en el bazar
brisas de los atardeceres en el Trópico; 1200 hamacas de con los rabos muy levantados. Lamentaron no ver a Harry
yute que garantizaban los mejores sueños; 1300 detrás de la boletería, porque el viejo siempre tenía
marionetas de Sumatra que sólo habían interpretado palabras cariñosas y alguna salchicha para ellos.
historias de amor; 123 proyectores de diapositivas que —¡Un momento, sacos de pulgas! Olvidan pagar la
mostraban paisajes en los que siempre se podía ser feliz; entrada —chilló Matías.
54.000 novelas en cuarenta y siete idiomas; 2
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—¿Desde cuándo pagan los gatos? —protestó
Secretario.
—El aviso de la puerta pone: "Entrada: dos marcos".
En ninguna parte está escrito que los gatos entren gratis. —¡Terrible! ¡Terrible! ¡Ha ocurrido algo terrible! —
Ocho marcos o se largan —chilló enérgico el chimpancé. maulló Sabelotodo al verlos llegar.
—Señor mono, me temo que las matemáticas no son Se paseaba nervioso frente a un enorme libro abierto
su fuerte —maulló Secretario. en el suelo, y a ratos se llevaba las patas delanteras a la
—Es exactamente lo que iba yo a decir. Una vez más cabeza. Se veía verdaderamente desconsolado.
me quita usted los maullidos de la boca —se quejó —¿Qué ha pasado? —preguntó Secretario.
Colonello. —Es exactamente lo que iba a preguntar yo. Al
—¡Bla, bla, bla! O pagan o se largan —amenazó parecer eso de quitarme los maullidos de la boca es una
Matías. obsesión —observó Colonello.
Zorbas saltó al otro lado de la boletería y miró —Vamos. No será para tanto —sugirió Zorbas.
fijamente a los ojos del chimpancé. Sostuvo la mirada —¿Que no es para tanto? ¡Es terrible! ¡Terrible! Esos
hasta que Matías parpadeó y empezó a lagrimear. condenados ratones se han comido una página entera del
—Bueno, en realidad son seis marcos. Un error lo atlas. El mapa de Madagascar ha desaparecido. ¡Es terrible!
comete cualquiera —chilló tímidamente. —insistió Sabelotodo tirándose de los bigotes.
Zorbas, sin dejar de mirarlo a los ojos, sacó una garra —Secretario, recuérdeme que debo organizar una
de su pata delantera derecha. batida contra esos devoradores de Masacar... Masgacar...,
—¿Te gusta, Matías? Pues tengo nueve más. ¿Te las en fin, ya usted sabe a qué me refiero —maulló Colonello.
imaginas clavadas en ese culo rojo que siempre llevas al —Madagascar —precisó Secretario.
aire? —maulló tranquilamente. —Siga, siga quitándome los maullidos de la boca.
—Por esta vez haré la vista gorda. Pueden pasar — ¡Porca miseria! —exclamó Colonello.
aceptó simulando calma el chimpancé. —Te echaremos una mano, Sabelotodo, pero ahora
Los tres gatos, con los rabos orgullosamente estamos aquí porque tenemos un gran problema y, como
levantados, desaparecieron en el laberinto de pasillos. tú sabes tanto, tal vez puedas ayudarnos —maulló Zorbas,
y enseguida le narró la triste historia de la gaviota.
Sabelotodo escuchó con atención. Asentía con
movimientos de cabeza y, cuando los nerviosos
7 movimientos de su rabo expresaban con demasiada
Un gato que lo sabe todo elocuencia los sentimientos que en él despertaban los
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maullidos de Zorbas, trataba de meterlo bajo sus patas —No nos interesa lo que diga del gavilán. Estamos
traseras. aquí por una gaviota —lo interrumpió Secretario.
... y así la dejé, muy mal, hace poco rato... —concluyó —¿Tendría la amabilidad de dejar de quitarme los
Zorbas. maullidos de la boca? —rezongó Colonello.
—¡Terrible historia! ¡Terrible! Veamos, déjenme —Perdón. Es que la enciclopedia es para mí algo
pensar: gaviota... petróleo... petróleo... gaviota... gaviota irresistible. Cada vez que miro en sus páginas aprendo algo
enferma... ¡Eso es! ¡Debemos consultar la enciclopedia! — nuevo —se disculpó Sabelotodo, y siguió pasando palabras
exclamó jubiloso. hasta dar con la que buscaba.
—¡¿La qué?! —maullaron los tres gatos. Pero lo que la enciclopedia decía de las gaviotas no les
—La en-ci-clo-pe-dia. El libro del saber. Debemos sirvió de gran ayuda. Como mucho supieron que la gaviota
buscar en los tomos siete y diecisiete, correspondientes a que les preocupaba pertenecía a la especie argentada,
las letras "G" y "P" —señaló Sabelotodo con decisión. llamada así por el color plata de sus plumas.
—Veamos pues esa emplicope... empicope... ¡ejem! — Y lo que encontraron sobre el petróleo tampoco les
propuso Colonello. llevó a saber cómo ayudar a la gaviota, aunque tuvieron
—En-ci-clo-pe-dia —musitó lentamente Secretario. que soportar una larga disertación de Sabelotodo, que se
—Es lo que iba a decir yo. Compruebo una vez más extendió hablando sobre una guerra del petróleo que tuvo
que no puede resistir la tentación de quitarme los maullidos lugar en los años setenta.
de la boca —refunfuñó Colonello. —¡Por las púas del erizo! Estamos como al principio —
Sabelotodo trepó a un enorme mueble en el que se maulló Zorbas.
alineaban gruesos libros de imponente apariencia, y luego —¡Es terrible! ¡Terrible! Por primera vez la
de buscar en los lomos las letras "G" y "P", hizo caer los enciclopedia me ha defraudado —admitió desconsolado
volúmenes. Enseguida bajó y, con una garra muy corta y Sabelotodo.
gastada de tanto revisar libros, fue pasando páginas. Los —Y en esa emplicope... ecimole... en fin, ya sabes a lo
tres gatos guardaban respetuoso silencio mientras lo oían que voy, ¿no hay consejos prácticos sobre cómo quitar
musitar maullidos casi inaudibles. manchas de petróleo? —consultó Colonello.
—Sí, creo que vamos por buen camino. Qué —¡Genial! ¡Terriblemente genial! ¡Por ahí debimos
interesante. Gavía. Gaviero. Gavilán. ¡Vaya, qué haber empezado! Ahora mismo os alcanzo el tomo
interesante! Escuchen esto, amigos: al parecer el gavilán dieciocho, letra "Q" de quitamanchas —anunció Sabelotodo
es un ave terrible, ¡terrible! Está considerado como una de con euforia al tiempo que trepaba nuevamente al mueble
las rapaces más crueles. ¡Terrible! —exclamó entusiasmado de los libros.
Sabelotodo.
13
—¿Se da cuenta? Si usted evitara esa odiosa pasar, el chimpancé, que terminaba de beber una cerveza,
costumbre de quitarme los maullidos de la boca ya les dedicó un sonoro eructo.
sabríamos qué hacer —indicó Colonello al silencioso
Secretario.
En la página dedicada a la palabra quitamanchas
encontraron, además de cómo quitar manchas de 8
mermelada, tinta china, sangre y jarabe de frambuesas, la
Zorbas empieza a cumplir lo prometido
solución para eliminar manchas de petróleo.
—"Se limpia la superficie afectada con un paño
humedecido en bencina." ¡Ya lo tenemos! —maulló
Sabelotodo.
—No tenemos nada. ¿De dónde diablos vamos a sacar Los cuatro gatos bajaron del tejado al balcón y de
bencina? —rezongó Zorbas con evidente mal humor. inmediato comprendieron que llegaban tarde. Colonello,
—Pues, si mal no recuerdo, en el sótano del Sabelotodo y Zorbas observaron con respeto el cuerpo sin
restaurante tenemos un tarro con pinceles sumergidos en vida de la gaviota, mientras Secretario agitaba al viento su
bencina. Secretario, ya sabe lo que tiene que hacer — rabo para quitarle el olor a bencina.
maulló Colonello. —Creo que debemos juntarle las alas. Es lo que se
—Perdón, señor, pero no capto su idea —se disculpó hace en estos casos —indicó Colonello. Venciendo la
Secretario. repugnancia que les provocaba aquel ser impregnado de
—Muy simple: usted humedecerá convenientemente el petróleo, le unieron las alas al cuerpo y, al moverla,
rabo con bencina y luego iremos a ocuparnos de esa pobre descubrieron el huevo blanco con pintitas azules.
gaviota —indicó Colonello mirando hacia otra parte. —¡El huevo! ¡Llegó a poner el huevo! —exclamó
—¡Ah, no! ¡Eso sí que no! ¡De ninguna manera! — Zorbas.
protestó Secretario. —Te has metido en un buen lío, caro amico. ¡En un
—Le recuerdo que el menú de esta tarde contempla buen lío! —advirtió Colonello.
doble ración de hígado a la crema —musitó Colonello. —¿Qué voy a hacer con el huevo? —se preguntó el
—¡Meter el rabo en bencina!... ¿Dijo usted hígado a la cada vez más acongojado Zorbas.
crema? —maulló consternado Secretario. —Con un huevo se pueden hacer muchas cosas. Una
Sabelotodo decidió acompañarlos, y los cuatro gatos tortilla, por ejemplo —propuso Secretario.
corrieron hasta la salida del bazar de Harry. Al verlos —¡Oh sí! Un vistazo a la enciclopedia nos dirá cómo
preparar la mejor de las tortillas. El tema aparece en el
tomo veintiuno, letra "T" —aseguró Sabelotodo.
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—¡De eso ni maullar! Zorbas prometió a esa pobre Pero una promesa es una promesa y así , calentado
gaviota que cuidaría del huevo y del polluelo. Una promesa por los rayos del sol, se fue adormeciendo con el huevo
de honor contraída por un gato del puerto atañe a todos los blanco con pintitas azules muy pegado a su vientre negro.
gatos del puerto, de tal manera que el huevo no se toca —
declaró solemne Colonello.
—¡Pero yo no sé cómo cuidar un huevo! ¡Nunca antes
he tenido un huevo a mi cuidado! —maulló desesperado 9
Zorbas.
Entonces todos los gatos miraron a Sabelotodo. Tal
Una noche triste
vez en su famosa en-ci-clo-pe-dia hubiera algo al respecto.
—Debo consultar el tomo ocho, letra "H". Con
seguridad ahí está todo lo que debemos saber del huevo,
pero por el momento aconsejo calor, calor corporal, mucho A la luz de la luna, Secretario, Sabelotodo, Colonello y
calor corporal —indicó Sabelotodo con tono pedante y Zorbas cavaron un agujero al pie del castaño. Poco antes,
didáctico. procurando no ser vistos por ningún humano, arrojaron a
—O sea que a echarse junto al huevo, pero sin la gaviota muerta desde el balcón hasta el patio interior.
romperlo —aconsejó Secretario. Rápidamente la depositaron en el hoyo y la cubrieron de
—Es exactamente lo que yo iba a sugerir. Zorbas, tierra. Entonces Colonello maulló con acento grave:
quédate junto al huevo y nosotros acompañaremos a —Compañeros gatos, esta noche de luna despedimos
Sabelotodo para ver qué nos dice su empilope... los restos de una desafortunada gaviota cuyo nombre ni
encimope... en fin, ya sabes a lo que me refiero. siquiera llegamos a conocer. Lo único que hemos logrado
Regresaremos por la noche con las novedades y daremos saber de ella, gracias a los conocimientos del compañero
sepultura a esta pobre gaviota —dispuso Colonello antes de Sabelotodo, es que pertenecía a la especie de las gaviotas
saltar al tejado. argentadas, y que tal vez venía de muy lejos, de allí donde
Sabelotodo y Secretario lo siguieron. Zorbas se quedó el río se une al mar. Muy poco supimos de ella, pero lo que
en el balcón, con el huevo y la gaviota muerta. Con mucho importa es que llegó moribunda hasta la casa de Zorbas,
cuidado se tendió y atrajo al huevo junto a su barriga. Se uno de los nuestros, y depositó en él toda su confianza.
sentía ridículo. Pensaba en las mofas que, si llegaban a Zorbas le prometió cuidar del huevo que puso antes de
verlo, le dedicarían los dos gatos facinerosos a los que se morir, del polluelo que nacerá de él y, lo más difícil,
había enfrentado por la mañana. compañeros, prometió enseñarle a volar...
—Volar. Tomo veintitrés, letra "V" —se escuchó
musitar a Sabelotodo.
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—Es exactamente lo que el señor Colonello iba a
decir. No le saques los maullidos de la boca —aconsejó
Secretario.
... promesas difíciles de cumplir —prosiguió impasible
Colonello—, pero sabemos que un gato de puerto siempre
cumple con sus maullidos. Para ayudar a que lo consiga,
ordeno que el compañero Zorbas no abandone el huevo
hasta que nazca el polluelo y que el compañero Sabelotodo
consulte en su emplicope... encimope... en fin, en los libros
esos, todo lo que tenga que ver con el arte de volar. Y
ahora digamos adiós a esta gaviota víctima de la desgracia
provocada por los humanos. Estiremos los cuellos hacia la SEGUNDA PARTE
luna y maullemos la canción del adiós de los gatos del
puerto.
Al pie del viejo castaño los cuatro gatos empezaron a
maullar una triste letanía, y a sus maullidos se agregaron
muy pronto los de otros gatos de las cercanías, y luego los 1
de los gatos de la otra orilla del río, y a los maullidos de los
gatos se unieron los aullidos de los perros, el piar lastimero Gato empollando
de los canarios enjaulados y de los gorriones en sus nidos,
el croar triste de las ranas, y hasta los destemplados
chillidos del chimpancé Matías.
Las luces de todas las casas de Hamburgo se Muchos días pasó el gato grande, negro y gordo
encendieron, y aquella noche todos sus habitantes se echado junto al huevo, protegiéndolo, acercándolo con toda
preguntaron a qué se debía la extraña tristeza que la suavidad de sus patas peludas cada vez que un
súbitamente se había apoderado de los animales. movimiento involuntario de su cuerpo lo alejaba un par de
centímetros. Fueron largos e incómodos días que a veces
se le antojaron totalmente inútiles, pues se veía cuidando a
un objeto sin vida, a una especie de frágil piedra, aunque
fuera blanca y con pintitas azules. En alguna ocasión,
acalambrado por la falta de movimientos, ya que, según las
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órdenes de Colonello, sólo abandonaba el huevo para ir a después de verlo pasar la aspiradora por la sala y los
comer y visitar la caja en la que hacía sus necesidades, dormitorios, le oyó decir:
sintió la tentación de comprobar si dentro de aquella bolita —Y ahora el balcón. Entre las macetas es donde más
de calcio efectivamente crecía un polluelo de gaviota. basura se junta.
Entonces acercó una oreja al huevo, luego la otra, pero no Al oír el estallido de un frutero rompiéndose en mil
consiguió oír nada. Tampoco tuvo suerte cuando intentó pedazos, el amigo corrió hasta la cocina y desde la puerta
ver el interior del huevo poniéndolo a contraluz. La cáscara gritó:
blanca con pintitas azules era gruesa y no dejaba traslucir —¿Te has vuelto loco, Zorbas? ¡Mira lo que has hecho!
absolutamente nada. Sal ahora mismo de aquí, gato idiota. Sólo faltaría que te
Colonello , Secretario y Sabelotodo lo visitaban cada clavaras una astilla de vidrio en las patas.
noche, y examinaban el huevo para comprobar si se daba ¡Qué insulto tan inmerecido! Zorbas salió de la cocina
lo que Colonello llamaba "progresos esperados", pero en simulando una gran vergüenza, con el rabo entre las patas,
cuanto veían que el huevo continuaba igual que el primer y trotó hasta el balcón. No fue fácil hacer rodar el huevo
día, cambiaban de conversación. hasta debajo de una cama, pero lo consiguió, y allí esperó
Sabelotodo no dejaba de lamentarse de que en su a que el humano terminara la limpieza y se marchara.
enciclopedia no se indicara la duración exacta de la Al atardecer del día número veinte Zorbas dormitaba,
incubación: el dato más preciso que consiguió sacar de sus y por eso no percibió que el huevo se movía, lentamente,
gruesos libros fue el de que ésta podía durar entre pero se movía, como si quisiera echarse a rodar por el piso.
diecisiete y treinta días, según las características de la Lo despertó un cosquilleo en el vientre. Abrió los ojos,
especie a la que perteneciera la gaviota madre. y no pudo evitar dar un salto al ver que, por una grieta del
Empollar no había sido fácil para el gato grande, huevo, aparecía y desaparecía una puntita amarilla.
negro y gordo. No podía olvidar la mañana en que el amigo Zorbas cogió el huevo entre las patas delanteras y así
de la familia encargado de cuidarlo consideró que en el piso vio cómo el pollito picoteaba hasta abrir un agujero por el
se juntaba demasiado polvo y decidió pasar la aspiradora. que asomó la diminuta cabeza blanca y húmeda.
Cada mañana, durante las visitas del amigo, Zorbas —¡Mami! —graznó el pollito de gaviota.
había ocultado el huevo entre unas macetas del balcón, Zorbas no supo qué responder. Sabía que el color de
para poder así dedicarle unos minutos a aquel buen tipo su piel era negro, pero creyó que la emoción y el bochorno
que le cambiaba la gravilla de la caja y le abría latas de lo transformaban en un gato color lila.
comida. Le maullaba agradecido, restregaba el cuerpo
contra sus piernas, y el humano se marchaba repitiendo
que era un gato muy simpático. Pero aquella mañana,
17
2 Salió al balcón y esperó pacientemente a que una
mosca se pusiera al alcance de sus zarpas. No tardó en
No es fácil ser mami cazar una y se la entregó al hambriento.
El pollito cogió la mosca con el pico, la apretó y,
cerrando los ojos, la tragó.
—¡Rica comida! ¡Quiero más, mami, quiero más! —
—¡Mami! ¡Mami! —volvió a graznar el pollito ya fuera graznó entusiasmado. Zorbas saltaba de un extremo a otro
del huevo. Era blanco como la leche, y unas plumas del balcón. Tenía reunidas cinco moscas y una araña
delgadas, ralas y cortas le cubrían a medias el cuerpo. cuando desde el tejado de la casa de enfrente le llegaron
Intentó dar unos pasos y se desplomó junto a la panza de las voces conocidas de los dos gatos facinerosos a los que
Zorbas. se había enfrentado hacía ya varios días.
—¡Mami! ¡Tengo hambre! —graznó picoteándole la —Mire, compadre. El gordito está haciendo gimnasia
piel. rítmica. Con ese cuerpo cualquiera es bailarín —maulló
¿Qué le daría de comer? Sabelotodo no había uno.
maullado nada al respecto. Sabía que las gaviotas se —Yo creo que está practicando aerobic. Qué gordito
alimentaban de pescado, pero ¿de dónde sacaba él un tan rico. Qué grácil. Qué estilo tiene. Oye, bola de grasa,
pedazo de pescado? Zorbas corrió a la cocina y regresó ¿te vas a presentar a un concurso de belleza? —maulló el
haciendo rodar una manzana. otro.
El pollito se incorporó sobre sus tambaleantes patas y Los dos facinerosos reían, seguros al otro lado del
se precipitó sobre la fruta. El piquito amarillo tocó la patio.
cáscara, se dobló como si fuera de goma y, al enderezarse De buena gana Zorbas les hubiera hecho probar el filo
nuevamente, catapultó al pollito hacia atrás, haciéndolo de sus garras, pero estaban lejos, de tal manera que volvió
caer. hacia el hambriento con su botín de insectos.
—¡Tengo hambre! —graznó colérico—. ¡Mami! ¡Tengo El pollito devoró las cinco moscas pero se negó a
hambre! probar la araña. Satisfecho, hipó y se encogió, muy pegado
Zorbas intentó que picoteara una papa, algunas de al vientre de Zorbas.
sus galletas —¡con la familia de vacaciones no había mucho —Tengo sueño, mami —graznó.
que elegir!—, lamentando haber vaciado su plato de —Oye, lo siento, pero yo no soy tu mami —maulló
comida antes del nacimiento del pollito. Todo fue en vano. Zorbas.
El piquito era muy blando y se doblaba al contacto con la —Claro que eres mi mami. Y eres una mami muy
papa. Entonces, en medio de la desesperación, recordó que buena —repuso cerrando los ojos.
el pollito era un pájaro, y que los pájaros comen insectos.
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Cuando Colonello, Secretario y Sabelotodo llegaron, —Pues el rabo todavía me apesta a bencina... ¿dijo
encontraron al pollito dormido junto a Zorbas. usted calamares a la romana...? —preguntó Secretario
—¡Felicidades! Es un pollo muy bonito. ¿Cuánto pesó antes de trepar al cubo.
al nacer? —preguntó Sabelotodo. —Mami, ¿quiénes son éstos? —graznó el pollito
—¿Qué pregunta es ésa? ¡Yo no soy la madre de este señalando a los gatos.
pollo! —se desentendió Zorbas. —¡Mami! ¡Te ha dicho mami! ¡Qué terriblemente
—Es lo que siempre se pregunta en estos casos. No lo tierno! —alcanzó a exclamar Sabelotodo, antes de que la
tomes a mal. En efecto, se trata de un pollo muy bonito — mirada de Zorbas le aconsejara cerrar la boca.
preguntó Colonello. —Bueno, caro amico, has cumplido la primera
—¡Qué terrible! ¡Terrible! —exclamó Sabelotodo promesa, estás cumpliendo la segunda y sólo te queda la
llevándose las patas delanteras a la boca. tercera —declaró Colonello.
—¿Podrías decirnos qué es tan terrible? —consultó —La más fácil: enseñarle a volar —maulló Zorbas con
Colonello. ironía.
—El pollito no tiene nada de comer. ¡Es terrible! —Lo conseguiremos. Estoy consultando la
¡Terrible! —insistió Sabelotodo. enciclopedia, pero el saber lleva su tiempo —aseguró
—Tienes razón. Tuve que darle unas moscas y creo Sabelotodo.
que muy pronto querrá comer de nuevo —reconoció —¡Mami! ¡Tengo hambre! —los interrumpió el pollito.
Zorbas.
—Secretario, ¿qué espera? —preguntó Colonello.
—Disculpe, señor, pero no lo sigo —se excusó
Secretario. 3
—Corra al restaurante y regrese con una sardina —
ordenó Colonello.
El peligro acecha
—¿Y por qué yo, eh? ¿Por qué tengo que ser siempre
el gato de los mandados, eh? Que me moje el rabo con
bencina, que vaya a buscar una sardina. ¿Por qué siempre
Las complicaciones empezaron al segundo día del
yo, eh? —protestó Secretario.
nacimiento. Zorbas tuvo que actuar drásticamente para
—Porque esta noche, señor mío, cenaremos
evitar que el amigo de la familia lo descubriera. Apenas oyó
calamares a la romana. ¿No le parece una buena razón? —
abrir la puerta, volcó una maceta vacía sobre el pollito y se
indicó Colonello.
sentó encima. Por fortuna el humano no salió al balcón y
desde la cocina no oía los graznidos de protesta. El amigo,
19
como siempre, limpió la caja, cambió la gravilla, abrió una —Quién iba a decir que encontraríamos un desayuno
lata de comida y, antes de marcharse, se asomó a la tan bueno, compadre. Es chiquito pero se ve sabroso —
puerta del balcón. maulló uno.
—Espero que no estés enfermo, Zorbas. Es la primera —¡Mami! ¡Socorro! —graznaba el pollito.
vez que no corres en cuanto te abro una lata. ¿Qué haces —Lo que más me gusta de los pájaros son las alas.
sentado en esa maceta? Cualquiera diría que estás Este las tiene pequeñas, pero los muslos se le ven
ocultando algo. Bueno, hasta mañana, gato loco. carnuditos —apuntó el otro.
¿Y si se le hubiera ocurrido mirar debajo de la Zorbas saltó. En el aire sacó las diez uñas de sus
maceta? De sólo pensarlo se le aflojó el vientre y tuvo que patas delanteras y, al caer en medio de los dos tunantes,
correr hasta la caja. les aplastó la cabeza contra el suelo.
Allí estaba, con el rabo muy levantado, sintiendo un Trataron de levantarse, pero cuando quisieron hacerlo
gran alivio y pensando en las palabras del humano. cada uno de ellos tenía una oreja traspasada por un
"Gato loco." Así lo había llamado. "Gato loco." arañazo.
Tal vez tuviera razón, porque lo más práctico hubiera —¡Mami! ¡Me querían comer! —graznó el pollito.
sido dejarle ver el pollito. El amigo habría pensado —¿Comernos a su hijo? No, señora. De ninguna
entonces que sus intenciones eran comérselo y se lo habría manera —maulló uno con la cabeza pegada al suelo.
llevado para cuidarlo hasta que creciera. Pero él lo había —Somos vegetarianos, señora. Vegetarianos estrictos
ocultado bajo una maceta. ¿Era un gato loco? —aseguró el otro.
No. De ninguna manera. Zorbas seguía rigurosamente —No soy una "señora", idiotas —maulló Zorbas
el código de honor de los gatos de puerto. Había prometido jalándoles las orejas para que pudieran verlo.
a la agonizante gaviota que enseñaría a volar al pollito, y lo Al reconocerlo, a los dos facinerosos se les erizó el
haría. No sabía cómo, pero lo haría. pelo.
Zorbas tapaba concienzudamente sus excrementos —Tiene un hijo muy bonito, amigo. Será un gran gato
cuando los graznidos alarmados del pollito lo hicieron —aseguró el primero.
volver al balcón. —Eso se ve de lejos. Es un gatito muy guapo —afirmó
Lo que vio allí le heló la sangre. el otro.
Los dos gatos facinerosos estaban echados frente al —No es un gato. Es un pollo de gaviota, estúpidos —
pollito, movían los rabos excitados y uno de ellos lo aclaró Zorbas.
sujetaba con una zarpa encima de la rabadilla. Por fortuna —Es lo que siempre le digo a mi compadre: hay que
le daban la espalda y no lo vieron llegar. Zorbas tensó tener hijos gaviotas. ¿Verdad, compadre? —declaró el
todos los músculos del cuerpo. primero.
20
Zorbas decidió terminar con aquella farsa , pero venga, a pasarle botellas cada vez que el mono tiene sed.
aquellos dos cretinos se llevarían un recuerdo de sus El pobre Matías es un alcohólico, ha perdido la vergüenza y
garras. Con un enérgico movimiento recogió las patas cada vez que se embriaga le da por entonar unas canciones
delanteras y sus garras partieron una oreja de cada uno de terribles. ¡Terribles! —maulló Sabelotodo.
esos cobardes. Maullando de dolor escaparon a la carrera. —¿Y qué decir del daño que hacen
—¡Tengo una mami muy valiente! —graznó el pollito. intencionadamente? Pensad en la pobre gaviota que murió
Zorbas comprendió que el balcón no era un lugar por culpa de la maldita manía de envenenar el mar con su
seguro, pero tampoco podía meterlo en el piso porque el basura —agregó Secretario.
pollito lo ensuciaría todo y acabaría siendo descubierto por Tras una corta deliberación acordaron que Zorbas y el
el amigo de la familia. Tenía que buscarle un refugio pollito vivirían en el bazar hasta que éste aprendiera a
seguro. volar. Zorbas iría hasta su piso todas las mañanas para que
—Ven, vamos a dar un paseo —maulló Zorbas antes el humano no se alarmara, y luego volvería a cuidarlo.
de tomarlo delicadamente entre los dientes —No estaría mal que el pajarito tuviera un nombre —
sugirió Secretario.
—Es exactamente lo que iba a proponer yo. Me temo
4 que el quitarme los maullidos de la boca es superior a sus
fuerzas —se quejó Colonello.
El peligro no descansa —Estoy de acuerdo. Debe tener un nombre, pero
antes hay que saber si es macho o hembra —maulló
Zorbas.
No bien había terminado de maullar y ya Sabelotodo
Reunidos en el bazar de Harry, los gatos decidieron
había botado del estante un tomo de la enciclopedia: el
que el pollito no podía seguir en el piso de Zorbas. Eran
volumen veinte, correspondiente a la letra "S", y pasaba
muchos los riesgos que corría, y el mayor de todos no era
páginas buscando la palabra "sexo".
la amenazante presencia de los dos gatos facinerosos, sino
Por desgracia la enciclopedia no decía nada acerca de
el amigo de la familia.
cómo reconocer el sexo de un polluelo de gaviota.
—Los humanos son, por desgracia, imprevisibles.
—Hay que reconocer que tu enciclopedia no nos ha
Muchas veces con las mejores intenciones causan los
servido de mucho —se quejó Zorbas.
peores daños —sentenció Colonello.
—¡No admito dudas sobre la eficacia de mi
—Así es. Pensemos por ejemplo en Harry, que es un
enciclopedia! Todo el saber está en esos libros —respondió
buen hombre, todo corazón, pero que, como siente un gran
ofendido Sabelotodo.
cariño por el chimpancé y sabe que le gusta la cerveza,
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—Gaviota. Ave marina. ¡Barlovento! El único que chirriar una tubería por la que se deslizaba. Pasados unos
puede decirnos si es macho o hembra es Barlovento — minutos vio reaparecer sus ojos rojos en la penumbra.
aseguró Secretario. —El jefe te recibirá. En el sótano de las caracolas,
—Es exactamente lo que iba a maullar yo. ¡Le prohíbo detrás del arcón pirata, hay una entrada —chilló la rata.
seguir quitándome los maullidos de la boca! —rezongó Zorbas bajó hasta el sótano indicado. Buscó tras el
Colonello. arcón y vio que en el muro había un agujero por el que
Mientras los gatos maullaban, el pollito daba un paseo podía pasar. Apartó las telarañas y se introdujo en el
entre docenas de aves disecadas. Había mirlos, papagayos, mundo de las ratas. Olía a humedad y a inmundicia.
tucanes, pavos reales, águilas, halcones, que él miraba —Sigue las cañerías de desagüe —chilló una rata que
atemorizado. De pronto, un animal de ojos rojos y que no no pudo ver.
estaba disecado le cerró el paso. Obedeció. A medida que avanzaba arrastrando el
—¡Mami! ¡Auxilio! —graznó desesperado. El primero cuerpo sentía que su piel se impregnaba de polvo y de
en llegar junto a él fue Zorbas, y lo hizo a tiempo, pues en basura.
ese preciso momento una rata alargaba las patas Se adentró en las tinieblas hasta que llegó a una
delanteras hacia el cuello del pollito. cámara de alcantarillado apenas iluminada por un débil haz
Al ver a Zorbas, la rata huyó hasta una grieta abierta de luz diurna. Zorbas supuso que estaba debajo de la calle
en un muro. y que el haz de luz se colaba por la tapa de la alcantarilla.
—¡Me quería comer! —graznó el pollito pegándose a El lugar apestaba, pero era lo suficientemente alto como
Zorbas. para levantarse sobre las cuatro patas. Por el centro corría
—No pensamos en este peligro. Creo que habrá que un canal de aguas inmundas. Entonces vio al jefe de las
maullar seriamente con las ratas —indicó Zorbas. ratas, un gran roedor de piel oscura, con el cuerpo lleno de
—De acuerdo. Pero no les hagas muchas concesiones cicatrices, que se entretenía repasando los anillos del rabo
a esas desvergonzadas —aconsejó Colonello. con una garra.
Zorbas se acercó hasta la grieta. Su interior estaba —Vaya, vaya. Miren quién nos visita. El gato gordo —
muy oscuro, pero logró ver los ojos rojos de la rata. chilló el jefe de las ratas.
—Quiero ver a tu jefe —maulló Zorbas con decisión. —¡Gordo! ¡Gordo! —gritaron a coro docenas de ratas
—Yo soy el jefe de las ratas —escuchó que le de las que Zorbas sólo veía los ojos rojos.
respondían desde la oscuridad. —Quiero que dejen en paz al pollito —maulló
—Si tú eres el jefe, entonces ustedes valen menos enérgico.
que las cucarachas. Avisa a tu jefe —insistió Zorbas. —Así que los gatos tienen un pollito. Lo sabía. Se
Zorbas escuchó que la rata se alejaba. Sus garras hacían cuentan muchas cosas en las cloacas. Se dice que es un
22
pollito sabroso. Muy sabroso. ¡Je, je, je! —chilló el jefe de —De acuerdo. Podrán pasar por el patio, pero de
las ratas. noche, cuando los humanos no las vean. Los gatos
—¡Muy sabroso! ¡Je, je, je! —corearon las demás debemos cuidar nuestro Prestigio —señaló Zorbas
ratas. soltándole la cabeza.
—Ese pollito está bajo la protección de los gatos — Salió de la cloaca retrocediendo, sin perder de vista ni
maulló Zorbas. al jefe de las ratas ni a los ojos rojos que por docenas lo
—¿Se lo comerán cuando crezca? ¿Sin invitarnos? miraban con odio.
¡Egoístas! —acusó la rata.
—¡Egoístas! ¡Egoístas! —repitieron las otras ratas.
—Como bien sabes, he liquidado a más ratas que
pelos tengo en el cuerpo. Si algo le pasa al pollito tienen 5
las horas contadas —advirtió Zorbas con serenidad.
—Oye, bola de sebo, ¿has pensado en cómo salir de
¿Pollito o pollita?
aquí? Contigo podemos hacer un buen puré de gato —
amenazó la rata.
—¡Puré de gato! ¡Puré de gato! —repitieron las otras
ratas. Pasaron tres días hasta que pudieron ver a
Entonces Zorbas saltó sobre el jefe de las ratas. Cayó Barlovento, que era un gato de mar, un auténtico gato de
sobre su lomo, aprisionándole la cabeza con las garras. — mar.
Estás a punto de perder los ojos. Es posible que tus Barlovento era la mascota del Hannes II, una
secuaces hagan de mí un puré de gato, pero tú no lo vas a poderosa draga encargada de mantener siempre limpio y
ver. ¿Dejan en paz al pollito? —amenazó Zorbas. libre de escollos el fondo del Elba. Los tripulantes del
—Qué malos modales tienes. Esta bien. Ni puré de Hannes II apreciaban a Barlovento, un gato color miel con
gato ni puré de pollito. Todo se puede negociar en las los ojos azules al que tenían por un compañero más en las
cloacas —aceptó la rata. duras faenas de limpiar el fondo del río.
—Entonces negociemos. ¿Qué pides a cambio de En los días de tormenta lo cubrían con un
respetar la vida del pollito? —preguntó Zorbas. chubasquero de hule amarillo hecho a su medida, similar a
—Paso libre por el patio. Colonello ordenó que nos los impermeables que usaban ellos, y Barlovento se
cortaran el camino al mercado. Paso libre por el patio — paseaba por cubierta con el gesto fruncido de los marinos
chilló la rata. que desafían al mal tiempo.
El Hannes II también había limpiado los puertos de
Rotterdam, Amberes y Copenhague, y Barlovento solía
23
maullar entretenidas historias acerca de esos viajes. Sí. Era Barlovento escuchó con movimientos apesadumbrados
un auténtico gato de mar. de cabeza.
—¡Ahoi! —maulló Barlovento al entrar en el bazar. —¡Por la tinta del calamar! Ocurren cosas terribles en
El chimpancé pestañeó perplejo al ver avanzar al el mar. A veces me pregunto si algunos humanos se han
gato, que a cada paso balanceaba el cuerpo de izquierda a vuelto locos, porque intentan hacer del océano un enorme
derecha, ignorando la importancia de su dignidad de basurero. Vengo de dragar la desembocadura del Elba y no
boletero del establecimiento. se pueden imaginar qué cantidad de inmundicia arrastran
—Si no sabes decir buenos días, por lo menos paga la las mareas. ¡Por la concha de la tortuga! Hemos sacado
entrada, saco de pulgas —gruñó Matías. barriles de insecticida, neumáticos y toneladas de las
—¡Tonto a estribor! ¡Por los colmillos de la barracuda! malditas botellas de plástico que los humanos dejan en las
¿Me has llamado saco de pulgas? Para que lo sepas, este playas —indicó enojado Barlovento.
pellejo ha sido picado por todos los insectos de todos los —¡Terrible! ¡Terrible! Si las cosas siguen así, dentro
puertos. Algún día te maullaré de cierta garrapata que se de muy poco la palabra contaminación ocupará todo el
me encaramó en el lomo y era tan pesada que no pude con tomo tres, letra "C" de la enciclopedia —indicó
ella. ¡Por las barbas de la ballena! Y te maullaré de los escandalizado Sabelotodo.
piojos de la isla Cacatúa, que necesitan chupar la sangre de —¿Y qué puedo hacer yo por ese pobre pájaro? —
siete hombres para quedar satisfechos a la hora del preguntó Barlovento.
aperitivo. ¡Por las aletas del tiburón! Leva anclas, macaco, —Sólo tú, que conoces los secretos del mar, puedes
¡y no me cortes la brisa! —ordenó Barlovento y siguió decirnos si el pollito es macho o hembra —respondió
caminando sin esperar la respuesta del chimpancé. Colonello.
Al llegar al cuarto de los libros, saludó desde la puerta Lo llevaron hasta el pollito, que dormía satisfecho
a los gatos allí reunidos. después de dar cuenta de un calamar traído por Secretario,
—Moin! —se presentó Barlovento, que gustaba quien, siguiendo las consignas de Colonello, se encargaba
maullar "Buenos días" en el recio y al mismo tiempo dulce de su alimentación.
dialecto hamburgués. Barlovento estiró una pata delantera, le examinó la
—¡Por fin llegas, capitano, no sabes cuánto te cabeza y enseguida levantó las plumas que empezaban a
necesitamos! —saludó Colonello. crecerle sobre la rabadilla. El pollito buscó a Zorbas con
Rápidamente le contaron la historia de la gaviota y de ojos asustados.
las promesas de Zorbas, promesas que, repitieron, los —¡Por las patas del cangrejo! —exclamó divertido el
comprometían a todos. gato de mar—. ¡Es una linda pollita que algún día pondrá
tantos huevos como pelos tengo en el rabo!
24
Zorbas lamió la cabeza de la pequeña gaviota.
Lamentó no haber preguntado a la madre cómo se llamaba Afortunada creció deprisa, rodeada del cariño de los
ella, pues si la hija estaba destinada a proseguir el vuelo gatos. Al mes de vivir en el bazar de Harry era una joven y
interrumpido por la desidia de los humanos, sería hermoso esbelta gaviota de sedosas plumas color plata. Cuando
que tuviera el mismo nombre de la madre. algunos turistas visitaban el bazar, Afortunada, siguiendo
—Considerando que la pollita ha tenido la fortuna de las instrucciones de Colonello, se quedaba muy quieta
quedar bajo nuestra protección —maulló Colonello—, entre las aves embalsamadas simulando ser una de ellas.
propongo que la llamemos Afortunada. Pero por las tardes, cuando el bazar cerraba y el viejo lobo
—¡Por las agallas de la merluza! ¡Es un lindo nombre! de mar se retiraba, deambulaba con su andar bamboleante
—celebró Barlovento—. Recuerdo una hermosa goleta que de ave marina por todos los cuartos, maravillándose ante
vi en el mar Báltico. Se llamaba así, Afortunada, y era los miles de objetos que allí había, mientras Sabelotodo
enteramente blanca. revisaba y revisaba libros buscando el método para que
—Estoy seguro de que en el futuro hará algo Zorbas le enseñara a volar.
sobresaliente, extraordinario, y su nombre será incluido en —Volar consiste en empujar el aire hacia atrás y hacia
el tomo uno, letra "A", de la enciclopedia —aseguró abajo. ¡Ajá! Ya tenemos algo importante —musitaba
Secretario. Sabelotodo con la nariz metida en sus libros.
Todos estuvieron de acuerdo con el nombre propuesto —¿Y por qué debo volar? —graznaba Afortunada con
por Colonello. Entonces, los cinco gatos formaron un círculo las alas muy pegadas al cuerpo.
en torno a la pequeña gaviota, se levantaron sobre las —Porque eres una gaviota y las gaviotas vuelan —
patas traseras y estirando las delanteras hasta dejarla bajo respondía Sabelotodo—. Me parece terrible, ¡terrible!, que
un techo de garras maullaron el ritual del bautizo de los no lo sepas.
gatos del puerto. —Pero yo no quiero volar. Tampoco quiero ser gaviota
—¡Te saludamos, Afortunada, amiga de los gatos! —discutía Afortunada—. Quiero ser gato y los gatos no
—¡Ahoi! ¡Ahoi! ¡Ahoi! —exclamó feliz Barlovento. vuelan.
Una tarde se acercó hasta la entrada del bazar y tuvo
un desagradable encuentro con el chimpancé.
—Sin hacer caca por ahí, ¡pajarraco! —chilló Matías.
6 —¿Por qué me dice eso, señor mono? —preguntó con
timidez.
Afortunada, de verdad afortunada —Es lo único que hacen los pájaros. Caca. Y tú eres
un pájaro —repitió muy seguro el chimpancé.
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—Se equivoca. Soy un gato y muy limpio —contestó Haciendo pucheros, Afortunada le refirió todo lo que
Afortunada buscando la simpatía del simio—. Ocupo la Matías le había chillado. Zorbas le lamió las lágrimas y de
misma caja que Sabelotodo. pronto se oyó a sí mismo maullando como nunca antes lo
—¡Ja, ja! Lo que ocurre es que esa pandilla de sacos había hecho:
de pulgas te han convencido de que eres uno de ellos. —Eres una gaviota. En eso el chimpancé tiene razón,
Mírate el cuerpo: tienes dos patas y los gatos tienen pero sólo en eso. Todos te queremos, Afortunada. Y te
cuatro. Tienes plumas y los gatos tienen pelo. ¿Y el rabo? queremos porque eres una gaviota, una hermosa gaviota.
¿Eh? ¿Dónde tienes el rabo? Estás tan loca como el gato No te hemos contradicho al escucharte graznar que eres un
ese que se pasa la vida leyendo y maullando ¡terrible!, gato porque nos halaga que quieras ser como nosotros,
¡terrible! ¡Pajarraco idiota! ¿Y quieres saber por qué te pero eres diferente y nos gusta que seas diferente. No
miman tus amigos? Porque esperan a que engordes para pudimos ayudar a tu madre pero a ti sí. Te hemos
darse un gran festín contigo. ¡Te comerán con plumas y protegido desde que saliste del cascarón. Te hemos
todo! —chilló el chimpancé. entregado todo nuestro cariño sin pensar jamás en hacer
Aquella tarde los gatos se extrañaron de que la de ti un gato. Te queremos gaviota. Sentimos que también
gaviota no acudiera a comer su plato favorito: los nos quieres, que somos tus amigos, tu familia, y es bueno
calamares que Secretario escamoteaba de la cocina del que sepas que contigo aprendimos algo que nos llena de
restaurante. orgullo: aprendimos a apreciar, respetar y querer a un ser
Muy preocupados la buscaron, y fue Zorbas el que la diferente. Es muy fácil aceptar y querer a los que son
encontró, encogida y triste entre los animales disecados. iguales a nosotros, pero hacerlo con alguien diferente es
—¿No tienes hambre, Afortunada? Hay calamares — muy difícil y tú nos ayudaste a conseguirlo. Eres una
indicó Zorbas. La gaviota no abrió el pico. gaviota y debes seguir tu destino de gaviota. Debes volar.
—¿Te sientes mal? —insistió Zorbas preocupado—. Cuando lo consigas, Afortunada, te aseguro que serás feliz,
¿Estás enferma? y entonces tus sentimientos hacia nosotros y los nuestros
—¿Quieres que coma para que engorde? —preguntó hacia ti serán más intensos y bellos, porque será el cariño
sin mirarlo. entre seres totalmente diferentes.
—Para que crezcas sana y fuerte. —Me da miedo volar —graznó Afortunada
—Y cuando esté gorda, ¿invitarás a las ratas a incorporándose.
comerme? —graznó con los ojos llenos de lágrimas. —Cuando eso ocurra yo estaré contigo —maulló
—¿De dónde sacas esas tonterías? —maulló enérgico Zorbas lamiéndole la cabeza—. Se lo prometí a tu madre.
Zorbas.
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La joven gaviota y el gato grande, negro y gordo —Probando extensión de los puntos c y d —obedeció
empezaron a caminar. El lamía con ternura su cabeza, y Afortunada extendiendo las dos alas.
ella le cubrió el lomo con una de sus alas extendidas. —¡Perfecto! —indicó Sabelotodo—. Repitamos todo
una vez más.
—¡Por los bigotes del rodaballo! ¡Déjala volar de una
vez! —exclamó Barlovento.
7 —¡Le recuerdo que soy responsable técnico del vuelo!
—contestó Sabelotodo—. Todo debe estar
Aprendiendo a volar convenientemente asegurado, pues de lo contrario las
consecuencias pueden ser terribles para Afortunada.
¡Terribles!
—Tiene razón. El sabe lo que hace —opinó Secretario.
—Antes de empezar revisaremos por última vez los —Es exactamente lo que yo iba a maullar —refunfuñó
aspectos técnicos —maulló Sabelotodo. Colonello—. ¿Dejará usted alguna vez de quitarme los
Desde la parte más alta de una estantería , Colonello, maullidos de la boca?
Secretario, Zorbas y Barlovento observaban atentamente lo Afortunada estaba allí, a punto de intentar su primer
que ocurría abajo. Allí estaban Afortunada, de pie en el vuelo, porque la última semana habían ocurrido dos hechos
extremo de un pasillo que habían denominado pista de que hicieron comprender a los gatos que la gaviota
despegue, y Sabelotodo al otro extremo, inclinado sobre el deseaba volar, aunque ocultara muy bien su deseo.
tomo doce, letra "L" de la enciclopedia. El volumen estaba El primero ocurrió cierta tarde en que Afortunada
abierto en una de las páginas dedicadas a Leonardo Da acompañó a los gatos a tomar el sol en el tejado del bazar
Vinci, y en ellas se veía un curioso artefacto bautizado de Harry. Tras disfrutar una hora de los rayos del sol,
"máquina de volar" por el gran maestro italiano. vieron a tres gaviotas volando arriba, muy arriba.
—Por favor, comprobemos primero la estabilidad de Se las veía hermosas, majestuosas, recortadas contra
los puntos de apoyo a y b —indicó Sabelotodo. el azul del cielo. A ratos parecían paralizarse, flotar
—Probando puntos de apoyo a y b —repitió simplemente en el aire con las alas extendidas, pero
Afortunada saltando primero sobre la pata izquierda y bastaba un leve movimiento para que se desplazaran con
luego sobre la derecha. una gracia y una elegancia que despertaban envidia, y
—Perfecto. Ahora probaremos la extensión de los daban ganas de estar con ellas allá arriba. De pronto los
puntos c y d —maulló Sabelotodo, que se sentía tan gatos dejaron de mirar al cielo y posaron sus ojos en
importante como un ingeniero de la NASA.
27
Afortunada. La joven gaviota observaba el vuelo de sus —¡Por las descargas de la anguila! Las gaviotas son
congéneres y, sin darse cuenta, extendía las alas. las aves más fuertes del universo —aseguró Barlovento—.
—Miren eso. Quiere volar —comentó Colonello. No hay pájaro que sepa volar mejor que una gaviota.
—Sí, es hora de que vuele —aprobó Zorbas—. Ya es Los maullidos del gato de mar calaban muy
una gaviota grande y fuerte. profundamente en el corazón de Afortunada. Golpeaba el
—Afortunada, ¡vuela! ¡Inténtalo! —le animó suelo con las patas y su pico se movía nervioso.
Secretario. —¿Quieres volar, señorita? —inquirió Zorbas.
Al oir los maullidos de sus amigos, Afortunada plegó Afortunada los miró uno a uno antes de responder.
las alas y se acercó a ellos. Se tumbó junto a Zorbas y —¡Sí! ¡Por favor, enséñenme a volar! Los gatos
empezó a hacer sonar el pico simulando que ronroneaba. maullaron su alegría y enseguida se pusieron patas a la
El segundo hecho ocurrió al día siguiente, cuando los obra. Habían esperado largamente aquel momento. Con
gatos escuchaban una historia de Barlovento. toda la paciencia que caracteriza a los gatos habían
...y como les maullaba, las olas eran tan altas que no esperado a que la joven gaviota les comunicara sus deseos
podíamos ver la costa y, ¡por la grasa del cachalote! para de volar, porque una ancestral sabiduría les hacía
colmo de males, teníamos la brújula descompuesta. Cinco comprender que volar es una decisión muy personal. Y el
días y sus noches llevábamos en medio del temporal, sin más feliz de todos era Sabelotodo, que ya había
saber si navegábamos hacia el litoral o si nos internábamos encontrado los fundamentos del vuelo en el tomo doce,
mar adentro. Entonces, cuando nos sentíamos perdidos, el letra "L" de la enciclopedia, y por eso se encargaría de
timonel vio la bandada de gaviotas. ¡Qué alegría, dirigir las operaciones.
compañeros! Pusimos proa siguiendo el vuelo de las —¡Lista para el despegue! —indicó Sabelotodo.
gaviotas y conseguimos llegar a tierra firme. ¡Por los —¡Lista para el despegue! —anunció Afortunada.
colmillos de la barracuda! Esas gaviotas nos salvaron la —Empiece el carreteo por la pista empujando para
vida. Si no las hubiéramos visto, yo no estaría aquí atrás el suelo con los puntos de apoyo a y b —ordenó
maullándoles el cuento. Sabelotodo.
Afortunada, que siempre seguía con mucha atención Afortunada empezó a avanzar, pero lentamente, como
las historias del gato de mar, lo escuchaba con los ojos si patinara sobre ruedas mal engrasadas.
muy abiertos. —¡Más velocidad! —exigió Sabelotodo. La joven
—¿Las gaviotas vuelan en días de tormenta? — gaviota avanzó un poco más rápido.
preguntó. —¡Ahora extienda los puntos c y d! —instruyó
Sabelotodo.
Afortunada extendió las alas mientras avanzaba.
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—¡Ahora levante el punto e! —ordenó Sabelotodo. primeros fracasos, y con maullidos temblorosos intentaba
Afortunada elevó las plumas de la rabadilla. disculparse:
—¡Y ahora, mueva de arriba abajo los puntos c y d —No lo entiendo. He revisado la teoría del vuelo
para empujar el aire hacia abajo y simultáneamente encoja concienzudamente, he comparado las instrucciones de
los puntos a y b! —instruyó Sabelotodo. Leonardo con todo lo que sale en la parte dedicada a la
Afortunada batió las alas, encogió las patas, se elevó aerodinámica, tomo uno, letra "A" de la enciclopedia, y sin
un par de palmos, pero de inmediato cayó como un fardo. embargo no lo conseguimos. ¡Es terrible! ¡Terrible!
De un salto los gatos bajaron de la estantería y Los gatos aceptaban sus explicaciones, y toda su
corrieron hacia ella. La encontraron con los ojos llenos de atención se centraba en Afortunada, que tras cada intento
lágrimas. fallido se tornaba más triste y melancólica.
—¡Soy una inútil! ¡Soy una inútil! —repetía Después del último fracaso, Colonello decidió
desconsolada. suspender los experimentos, pues su experiencia le decía
—Nunca se vuela al primer intento, pero lo que la gaviota empezaba a perder la confianza en sí
conseguirás. Te lo prometo —maulló Zorbas lamiéndole la misma, y eso era muy peligroso si de verdad quería volar.
cabeza. —Tal vez no pueda hacerlo —opinó Secretario—. A lo
Sabelotodo trataba de encontrar el fallo revisando una mejor ha vivido demasiado tiempo con nosotros y ha
y otra vez la máquina de volar de Leonardo. perdido la capacidad de volar.
—Siguiendo las instrucciones técnicas y respetando
las leyes de la aerodinámica es posible volar. No olviden
que todo está en la enciclopedia —apuntó Sabelotodo.
—¡Por la cola de la raya! —exclamó Barlovento—. ¡Es
8 una gaviota y las gaviotas vuelan!
Los gatos deciden romper el tabú —Tiene que volar. Se lo prometí a la madre y a ella.
Tiene que volar —repitió Zorbas.
—Y cumplir esa promesa nos incumbe a todos —
recordó Colonello.
—Reconozcamos que somos incapaces de enseñarle a
Diecisiete veces intentó Afortunada levantar el vuelo, volar y que tenemos que buscar ayuda allende el mundo de
y diecisiete veces terminó en el suelo luego de haber los gatos —sugirió Zorbas.
conseguido elevarse unos pocos centímetros. —Maúlla claro, caro amico. ¿Adónde quieres llegar? —
Sabelotodo, más flaco que de costumbre , se había preguntó serio Colonello.
arrancado los pelos del bigote después de los doce
29
—Pido autorización para romper el tabú por primera y Era ya de noche cuando acabaron. Zorbas se acercó a
última vez en mi vida —solicitó Zorbas mirando a los ojos a ellos para conocer la decisión.
sus compañeros. —Los gatos del puerto te autorizamos a romper el
—¡Romper el tabú! —maullaron los gatos sacando las tabú por una sola vez. Maullarás con un solo humano, pero
garras y erizando los lomos. antes decidiremos entre todos con cuál de ellos —declaró
"Maullar el idioma de los humanos es tabú." Así solemne Colonello.
rezaba la ley de los gatos, y no porque ellos no tuvieran
interés en comunicarse con los humanos. El gran riesgo
estaba en la respuesta que darían los humanos. ¿Qué
harían con un gato hablador? Con toda seguridad lo 9
encerrarían en una jaula para someterlo a toda clase de
pruebas estúpidas, porque los humanos son generalmente
La elección del humano
incapaces de aceptar que un ser diferente a ellos los
entienda y trate de darse a entender. Los gatos conocían,
por ejemplo, la triste suerte de los delfines, que se habían
comportado de manera inteligente con los humanos y éstos No fue fácil decidir con qué humano maullaría Zorbas.
los habían condenado a hacer de payasos en espectáculos Los gatos hicieron una lista de todos los que conocían, y
acuáticos. Y sabían también de las humillaciones a que los fueron descartándolos uno tras otro.
humanos someten a cualquier animal que se muestre —René, el chef de cocina, es sin duda un humano
inteligente y receptivo con ellos. Por ejemplo, los leones, justo y bondadoso. Siempre nos reserva una porción de sus
los grandes felinos obligados a vivir entre rejas y a que un especialidades, las que Secretario y yo devoramos con
cretino les meta la cabeza en las fauces; o los papagayos, placer. Pero el buen René sólo entiende de especias y
encerrados en jaulas repitiendo necedades. De tal manera peroles, y no nos sería de gran ayuda en este caso —
que maullar en el lenguaje de los humanos era un riesgo afirmó Colonello.
muy grande para los gatos. —Harry también es buena persona. Comprensivo y
—Quédate junto a Afortunada. Nosotros nos retiramos amable con todo el mundo, incluso con Matías, al que
a debatir tu petición —ordenó Colonello. disculpa tropelías terribles, ¡terribles!, como bañarse en
Largas horas duró la reunión a puerta cerrada de los pachulí, ese perfume que huele terrible, ¡terrible! Además
gatos. Largas horas durante las cuales Zorbas permaneció Harry sabe mucho de mar y navegación, pero de vuelo creo
echado junto a la gaviota, que no ocultaba la tristeza que que no tiene la menor idea —comentó Sabelotodo.
le producía el no saber volar. —Carlo, el jefe de mozos del restaurante, asegura que
le pertenezco y yo dejo que lo crea porque es un buen tipo.
30
Lamentablemente, él entiende de fútbol, baloncesto, y provocaba hondos suspiros a los gatos que pasaban por
voleibol, carreras de caballos, boxeo y muchos deportes allí.
más, pero jamás le he oído hablar de vuelo —informó —¿El humano de Bubulina? ¿Por qué él? —consultó
Secretario. Colonello.
—¡Por los rizos de la anémona! Mi capitán es un —No lo sé. Ese humano me inspira confianza —
humano dulcísimo, tanto que en su última pelea en un bar reconoció Zorbas—. Le he oído leer lo que escribe. Son
de Amberes se enfrentó a doce tipos que lo ofendieron y hermosas palabras que alegran o entristecen, pero siempre
sólo dejó fuera de combate a la mitad. Además, siente producen placer y suscitan deseos de seguir escuchando.
vértigo hasta cuando se sube a una silla. ¡Por los —¡Un poeta! Lo que ese humano hace se llama
tentáculos del pulpo! No creo que nos sirva —decidió poesía. Tomo diecisiete, letra "P" de la enciclopedia —
Barlovento. aseguró Sabelotodo.
—El niño de mi casa me entendería. Pero está de —¿Y qué té lleva a pensar que ese humano sabe
vacaciones, ¿y qué puede saber un niño de volar? —maulló volar? —quiso saber Secretario.
Zorbas. —Tal vez no sepa volar con alas de pájaro, pero al
—¡Porca miseria! se nos acabó la lista —rezongó escucharlo siempre he pensado que vuela con sus palabras
Colonello. —respondió Zorbas.
—No. Hay un humano que no está en la lista —indicó —Los que estén de acuerdo con que Zorbas maúlle
Zorbas—. El que vive donde Bubulina. con el humano de Bubulina que levanten la pata derecha —
Bubulina era una bonita gata blanquinegra que ordenó Colonello. Y así fue como le autorizaron a maullar
pasaba largas horas entre las macetas de flores de una con el poeta.
terraza. Todos los gatos del puerto pasaban lentamente
frente a ella, luciendo la elasticidad de sus cuerpos, el brillo
de sus pieles prolijamente aseadas, la longitud de sus
bigotes, el garbo de sus rabos tiesos, con intención de 10
impresionarla, pero Bubulina se mostraba indiferente y no
aceptaba más que el cariño de un humano que se instalaba
Una gata, un gato y un poeta
en la terraza frente a una máquina de escribir.
Era un humano extraño, que a veces reía después de
leer lo que acababa de escribir, y otras veces arrugaba los
folios sin leerlos. Su terraza estaba siempre envuelta por Zorbas emprendió el camino por los tejados hasta
una música suave y melancólica que adormecía a Bubulina, llegar a la terraza del humano elegido. Al ver a Bubulina
recostada entre las macetas suspiró antes de maullar.
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—Bubulina, no te alarmes. Estoy aquí arriba. dichoso porque estaba a punto de terminar un poema y los
—¿Qué quieres? ¿Quién eres? —preguntó alarmada la versos le salían con una fluidez asombrosa. De pronto,
gata. desde la terraza le llegaron los maullidos de un gato que no
—No te vayas, por favor. Me llamo Zorbas y vivo era su Bubulina. Eran unos maullidos destemplados y que
cerca de aquí. Necesito que me ayudes. ¿Puedo bajar? sin embargo parecían tener cierto ritmo. Entre molesto e
La gata le hizo un gesto con la cabeza. Zorbas saltó intrigado salió a la terraza y tuvo que restregarse los ojos
hasta la terraza y se sentó sobre las patas traseras. para creer lo que veía.
Bubulina se acercó a olerlo. Bubulina se tapaba las orejas con las dos patas
—Hueles a libro, a humedad, a ropa vieja, a pájaro, a delanteras sobre la cabeza y, frente a ella, un gato grande,
polvo, pero tu pelo está limpio —aprobó la gata. negro y gordo, sentado sobre la base del espinazo y la
—Son los olores del bazar de Harry. No te extrañes si espalda apoyada en una maceta, sostenía el rabo con una
también huelo a chimpancé —le advirtió Zorbas. Una suave pata delantera como si fuera un contrabajo y con la otra
música llegaba hasta la terraza. —Qué bonita música — simulaba rasgar sus cuerdas, mientras soltaba enervantes
comentó Zorbas. maullidos.
—Vivaldi. Las cuatro estaciones. ¿Qué quieres de mí? Repuesto de la sorpresa no pudo reprimir la risa y,
—quiso saber Bubulina. cuando se dobló apretándose el vientre de tanto reír,
—Que me invites a pasar y me presentes a tu humano Zorbas aprovechó para colarse en el interior de la casa.
—contestó Zorbas. Cuando el humano, todavía muerto de risa, se dio la
—Imposible. Está trabajando y nadie, ni siquiera yo, vuelta, se encontró al gato grande, negro y gordo sentado
puede importunarlo —respondió la gata. en un sillón.
—Por favor, es algo muy urgente. Te lo pido en —¡Vaya concierto! Eres un seductor muy original, pero
nombre de todos los gatos del puerto —imploró Zorbas. me temo que a Bubulina no le gusta tu música. ¡Menudo
—¿Para qué quieres verlo? —preguntó Bubulina con concierto! —dijo el humano.
desconfianza. —Sé que canto muy mal. Nadie es perfecto —
—Debo maullar con él —respondió Zorbas con respondió Zorbas en el lenguaje de los humanos.
decisión. El humano abrió la boca, se dio un golpe en la cara y
—¡Eso es tabú! —maulló Bubulina con la piel erizada apoyó la espalda contra una pared.
—. ¡Lárgate de aquí! —Ha... ha... hablas —exclamó el humano.
—No. Y si no quieres invitarme a pasar, ¡pues que —Tú también lo haces y yo no me extraño. Por favor,
venga él! ¿Te gusta el rock, gatita? En el interior, el cálmate —le aconsejó Zorbas.
humano tecleaba en su máquina de escribir. Se sentía
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—U... un ga... gato... que habla —dijo el humano leche, y él se acomodó en el sofá con una copa de coñac en
dejándose caer en el sofá. las manos.
—No hablo, maúllo, pero en tu idioma. Sé maullar en —Maúlla, gato —dijo el humano, y Zorbas le refirió la
muchos idiomas —indicó Zorbas. historia de la gaviota, del huevo, de Afortunada y de los
El humano se llevó las manos a la cabeza y se cubrió infructuosos esfuerzos de los gatos para enseñarle a volar.
los ojos mientras repetía "es el cansancio, es el cansancio". —¿Puedes ayudarnos? —consultó Zorbas al terminar
Al retirar las manos el gato grande, negro y gordo seguía su relato.
en el sillón. —Creo que sí. Y esta misma noche —respondió el
—Son alucinaciones. ¿Verdad que eres una humano.
alucinación? —preguntó el humano. —¿Esta misma noche? ¿Estás seguro? —inquirió
—No, soy un gato de verdad que maúlla contigo —le Zorbas.
aseguró Zorbas—. Entre muchos humanos, los gatos del —Mira por la ventana, gato. Mira el cielo. ¿Qué ves?
puerto te hemos elegido a ti para confiarte un gran —invitó el humano.
problema, y para que nos ayudes. No estás loco. Yo soy —Nubes. Nubes negras. Se acerca una tormenta y
real. muy pronto lloverá —observó Zorbas.
—¿Y dices que maúllas en muchos idiomas? — —Pues por eso mismo —dijo el humano.
preguntó incrédulo el humano. —No te entiendo. Lo siento, pero no te entiendo —
—Supongo que quieres una prueba. Adelante — aceptó Zorbas.
propuso Zorbas. —Buon giorno —dijo el humano. Entonces el humano fue hasta su escritorio, tomó un
—Es tarde. Mejor digamos buona sera —corrigió libro y rebuscó entre las páginas.
Zorbas. —Escucha, gato: te leeré algo de un poeta llamado
—Kalimera —insistió el humano. Bernardo Atxaga. Unos versos de un poema titulado "Las
—Kalispera, ya te dije que es tarde —volvió a corregir gaviotas".
Zorbas.
—Doberdanl —gritó el humano. Pero su pequeño corazón
—Dobreutra, ¿me crees ahora? —preguntó Zorbas. —que es el de los equilibristas—
—Sí. Y si todo esto es un sueño, qué importa. Me por nada suspira tanto
gusta y quiero seguir soñándolo —respondió el humano. como por esa lluvia tonta
—Entonces puedo ir al grano —propuso Zorbas. que casi siempre trae viento,
El humano asintió, pero le pidió respetar el ritual de la que casi siempre trae sol.
conversación de los humanos. Le sirvió al gato un plato de
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—Entiendo. Estaba seguro de que podías ayudarnos — —Pero si nadie tiene intención de hacerte daño. Te
maulló Zorbas saltando del sillón. pedimos un favor, eso es todo —maulló Zorbas.
Acordaron reunirse a medianoche frente a la puerta —El horario de apertura es de nueve de la mañana a
del bazar, y el gato grande, negro y gordo corrió a informar seis de la tarde. Es el reglamento y debe ser respetado —
a sus compañeros. chilló Matías.
—¡Por los bigotes de la morsa! ¿Es que no puedes ser
amable una vez en tu vida, macaco? —maulló Barlovento.
—Por favor, señor mono —graznó suplicante
Afortunada.
—¡Imposible! El reglamento me prohíbe estirar la
mano y correr el cerrojo que ustedes, por no tener dedos,
sacos de pulgas, no pueden abrir —chilló con sorna Matías.
—Eres un mono terrible, ¡terrible! —maulló
Sabelotodo.
—Hay un humano afuera y está mirando el reloj —
maulló Secretario, que atisbaba por una ventana.
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—¡Es el poeta! ¡No hay tiempo que perder! —maulló
El vuelo Zorbas corriendo a toda velocidad hacia la ventana.
Las campanas de la iglesia de San Miguel empezaron
a tañer los doce toques de medianoche y un ruido de
cristales rotos sobresaltó al humano. El gato grande, negro
Una espesa lluvia caía sobre Hamburgo y de los y gordo cayó a la calle en medio de una lluvia de astillas,
jardines se elevaba el aroma de la tierra húmeda. Brillaba pero se incorporó sin preocuparse de las heridas en la
el asfalto de las calles y los anuncios de neón se reflejaban cabeza y saltó de nuevo hacia la ventana por la que había
deformes en el suelo mojado. Un hombre enfundado en salido.
una gabardina caminaba por una calle solitaria del puerto El humano se acercó en el preciso momento en que
dirigiendo sus pasos hacia el bazar de Harry. una gaviota era alzada por varios gatos hasta el alféizar.
—¡De ninguna manera! —chilló el chimpancé—. Detrás de los gatos, un chimpancé se manoseaba la cara
¡Aunque me claven sus cincuenta garras en el culo yo no tratando de taparse los ojos, los oídos y la boca al mismo
les abro la puerta! tiempo.
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—¡Tómala! Que no se hiera con los cristales —maulló El gato grande, negro y gordo y la gaviota iban muy
Zorbas. cómodos bajo la gabardina, sintiendo el calor del cuerpo
—Vengan acá, los dos —dijo el humano tomándola en del humano, que caminaba con pasos rápidos y seguros.
sus brazos. Sentían latir sus tres corazones a ritmos diferentes, pero
El humano se alejó presuroso de la ventana del bazar. con la misma intensidad.
Bajo la gabardina llevaba a un gato grande, negro y gordo, —Gato, ¿te has herido? —preguntó el humano al ver
y a una gaviota de plumas color plata. unas manchas de sangre en las solapas de su gabardina.
—¡Canallas! ¡Bandoleros! ¡Pagarán por esto! —chilló el —No tiene importancia. ¿Adónde vamos? —preguntó
chimpancé. Zorbas.
—Te lo buscaste. ¿Y sabes qué pensará Harry —¿Entiendes al humano? —graznó Afortunada.
mañana? Que tú rompiste el vidrio —maulló Secretario. —Sí. Y es una buena persona que te ayudará a volar
—Caramba, por esta vez acierta usted al quitarme los —le aseguró Zorbas.
maullidos de la boca —maulló Colonello. —¿Entiendes a la gaviota? —preguntó el humano.
—¡Por los colmillos de la morena! ¡Al tejado! ¡Veremos
volar a nuestra Afortunada! —maulló Barlovento.
—Dime adónde vamos —insistió Zorbas. delgado rayo de luz, empezaron a subir una escalera de
—Ya no vamos, hemos llegado —respondió el caracol que parecía interminable.
humano. —Tengo miedo —graznó Afortunada.
Zorbas asomó la cabeza. Estaban frente a un edificio —Pero quieres volar, ¿verdad? —maulló Zorbas.
alto. Alzó la vista y reconoció la torre de San Miguel Desde el campanario de San Miguel se veía toda la
iluminada por varios reflectores. Los haces de luz daban de ciudad. La lluvia envolvía la torre de la televisión y, en el
lleno en su esbelta estructura forrada de planchas de puerto, las grúas parecían animales en reposo.
cobre, que el tiempo, la lluvia y los vientos habían cubierto —Mira, allá se ve el bazar de Harry. Allá están
de una pátina verde. nuestros amigos —maulló Zorbas.
—Las puertas están cerradas —maulló Zorbas. —¡Tengo miedo! ¡Mami! —graznó Afortunada.
—No todas —dijo el humano—. Suelo venir aquí a Zorbas saltó hasta la baranda que protegía el
fumar y pensar en soledad durante las noches de campanario. Abajo, los autos se movían como insectos de
tormenta. Conozco una entrada para nosotros. ojos brillantes. El humano tomó a la gaviota en sus manos.
Dieron un rodeo y entraron por una pequeña puerta —¡No! ¡Tengo miedo! ¡Zorbas! ¡Zorbas! —graznó
lateral que el humano abrió con la ayuda de una navaja. picoteando las manos del humano.
De un bolsillo sacó una linterna y, alumbrados por su —¡Espera! Déjala en la baranda —maulló Zorbas.
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—No pensaba tirarla —dijo el humano. las grúas del puerto, sobre los mástiles de los barcos, y
—Vas a volar, Afortunada. Respira. Siente la lluvia. Es enseguida regresaba planeando, girando una y otra vez en
agua. En tu vida tendrás muchos motivos para ser feliz, torno al campanario de la iglesia.
uno de ellos se llama agua, otro se llama viento, otro se —¡Vuelo! ¡Zorbas! ¡Puedo volar! —graznaba eufórica
llama sol y siempre llega como una recompensa luego de la desde la vastedad del cielo gris.
lluvia. Siente la lluvia. Abre las alas —maulló Zorbas. El humano acarició el lomo del gato.
La gaviota extendió las alas. Los reflectores la —Bueno, gato, lo hemos conseguido —dijo
bañaban de luz y la lluvia le salpicaba de perlas las plumas. suspirando.
El humano y el gato la vieron alzar la cabeza con los ojos —Sí, al borde del vacío comprendió lo más importante
cerrados. —maulló Zorbas.
—La lluvia, el agua. ¡Me gusta! —graznó. —¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que comprendió? —preguntó el
—Vas a volar —maulló Zorbas. humano.
—Te quiero. Eres un gato muy bueno —graznó —Que sólo vuela el que se atreve a hacerlo —maulló
acercándose al borde de la baranda. Zorbas.
—Vas a volar. Todo el cielo será tuyo —maulló Zorbas.
—Nunca te olvidaré. Ni a los otros gatos —graznó ya
con la mitad de las patas fuera de la baranda, porque,
como decían los versos de Atxaga, su pequeño corazón era FIN
el de los equilibristas.
—¡Vuela! —maulló Zorbas estirando una pata y
tocándola apenas.
Afortunada desapareció de su vista, y el humano y el
gato temieron lo peor. Había caído como una piedra. Con la
respiración en suspenso asomaron las cabezas por encima
de la baranda, y entonces la vieron, batiendo las alas,
sobrevolando el parque de estacionamiento, y luego
siguieron su vuelo hasta la altura, hasta más allá de la
veleta de oro que coronaba la singular belleza de San
Miguel.
Afortunada volaba solitaria en la noche hamburguesa.
Se alejaba batiendo enérgica las alas hasta elevarse sobre
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