Nicastro Revisitar La Escuela
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Capitulo 4
Revisitando algunos conceptos
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El espacio escolar
Al hablar del espacio, se alude a un término atravesado por la polisemia, que va desde
pensarlo como espacio geográfico, a pensarlo como una noción de la física o una
categoría de la sociología, de la psicología de los grupos y las organizaciones, etcétera.
Aquí se hace referencia a espacios que están atravesados por el tiempo, por lo cual
tienen, como primer rasgo, el movimiento, la transformación. Esto implicaría pasar de la
idea de territorialización, en la cual prima la idea de espacio tísico y concreto, a la de
desterritorialización ligada a los fenómenos de globalización, atravesamiento y
transversalización que diluyen fronteras, acortan distancias, cuestionan los límites,
entrando a jugar simultáneamente sobre distintas líneas de fuerza.
A su vez, cada espacio es único y, a pesar de referencias a espacios comunes en cada caso,
las acciones y relaciones que alojan son de diferente tipo.
Tal como lo señala Mundo el espacio es una condición de posibilidad para la existencia
del hombre.
Este autor propone dos maneras de tratar el espacio; en un caso, como un objeto
exterior al sujeto y. en otro caso, concebido como lugar.
Cuando se trata al espacio como un objeto exterior a uno, que cada cual toma a su
manera, donde cada uno se sumerge o entra en el las operaciones habituales que se
ponen en marcha son: la medición, el cálculo, la organización, el ordenamiento de
distribuciones de personas y objetos, el control, etcétera.
En esta línea Giddens comenta que, en varias ocasiones, sólo tiene en cuenta al
espacio en su "cualidad de envase". Según este autor, en estos casos el espacio es, ante
todo, una localización disponible para el afincamiento de una organización; en nuestro
caso, la escuela.
También desde esta postura, el espacio se asocia al resultado de otra operación
ligada a un acto de percepción sensible, como si se tratara de un dato producido por los
sentidos y como si sólo implicara el reconocimiento de un fenómeno.
Al hablar de espacio como objeto exterior al sujeto, se lo caracteriza teniendo en cuenta
su cualidad de espacio físico y material, al hablar de lugar se hace hincapié en la
dimensión simbólica.
Así un espacio ocupado, vivido, se convierte en lugar en tanto posibilita puntos de
identificación, relaciones con la historia, posibilidad de historizar y hacer memoria con
otros, entramarse en significaciones singulares y situacionales, etc.
Sus rasgos centrales tienen que ver con la producción de interre1aciones, desde las
más colectivas a las más íntimas, con la coexistencia de lo múltiple; es decir, allí se
encuentra más de una historia, más de una palabra, más de una experiencia y, por último,
y en relación a lo anterior, lo atraviesa un movimiento constante que lo deja abierto y en
pleno acontecer.
El espacio, en tanto lugar, funciona como un soporte que andamia, por igual, el
desarrollo de los grupos, de las personas y de los colectivos. En ese soporte es que
pueden anclar 1as prácticas y los modos de trabajar para hacer de un espacio un lugar
habitable. En este sentido, esas prácticas, esos modos, de hacer, de enseñar, de aprender,
de relacionarse con los otros, de resolver problemas, de comunicarse, de hacer uso del
poder, etc., son en sí mismos las maneras de hacerse lugar en el espacio de la escuela.
Según Berger el lugar es más que una zona. Un lugar está alrededor de algo. Un
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El tiempo institucional
que dan cuenta de esos hechos, atravesadas por las operaciones de la memoria y el
olvido.
Este tiempo histórico es lo que se denomina historia, en tanto relato que requiere de
una transmisión, en el cual no necesariamente el pasado deberá invadir el presente quedar
a merced de ese pasado.
Este relato toma presencia en un narrador que no sólo tiene entre manos un problema
de hacer circular información de unos a otros, o de generar comunicación entre unos y
otros, sino que se traía de una cuestión ligada a la transmisión.
La transmisión supone algo de acto en tanto acontecimiento y algo de tramitación
silenciosa; y requiere, como condición ineludible, de un otro que reciba y que, a su vez,
tenga la tolerancia suficiente como para soportar el hecho de que recibe sólo una parte;
que recibe en tanto se entrama en una historia; que recibe y -a pesar del legado- sigue
siendo libre.
El acto de revisitar promueve, por lo menos, cuatro posiciones posibles: el que mira y
con su mirada provoca; el que se posiciona como testigo; también quien ocupa el lugar de
coautor de las producciones logradas y, por último, el intermediario o mediador.
Se trata de lugares que se juegan simultáneamente, más allá de su presentación por
separado a los fines de lograr un tratamiento en mayor profundidad.
Un acto de volver la mirada que provoca es el que, a través de un dispositivo
analizador construido, como pueden serlo , por ejemplo, una entrevista, una secuencia de
trabajo, el encuadre de una reunión, etc., promueve la emergencia de un material del tipo
de las evocaciones, relatos y narraciones.
En esta instancia, la entrevista, como técnica de recolección de información, se apoya
en determinada teoría de la técnica, que la define y fija los puntos de su encuadre. Sin
embargo, según el propósito y el diseño en el que se enmarque esta técnica, puede
adoptar diferentes encuadres y colaborar más o menos con el propósito de revisitar la
escuela.
Lo provocador tiene que ver con facilitar el trabajo de la memoria; algo así como
poner en situación de recuerdo a los otros, invitarlos a recordar, a nombrar, o a dejar sin
nombrar; en síntesis, a volver a mirar.
En relación a la posición de testigo, se alude al testigo de alguien que testimonia. En este
sentido escucha al otro, lo acompaña en su hacer, en su decir, y en su día a día. En este
punto es oportuno advenir sobre un hecho que se reitera: en muchos casos, y en los
primeros momentos, la sensación es la de que no hay nada nuevo para mirar y de que de lo
ya visto, no hay nada nuevo para comentar. Por lo tanto, este revisitar necesita de un tiempo
para tomar posición.
Otro de los lugares que se reconoce es el de coautores de la trama que se revisita. Esta
coautoría queda puesta en evidencia sobre todo en el momento en que se reconstruyen
con el otro relatos que dan cuenta de lo que ocurre en la escuela. Es el trabajo de sutura
que une algo de lo separado y que enuncia aquello que no se puede suturar, es el trabajo
de intentar dar continuidad a lo vivido, en un intento de integrar y re-unir partes,
fragmentos, posturas, posiciones.
Se desprende como hipótesis que en realidad, el lugar de coautor es la contracara de
otra posición posible que puede asumir quien revisita la escuela y que se denominan: el
coleccionista. Volver a mirar la escuela implica avanzar sobre la recolección de
testimonios, al modo de quien realiza un inventario o colección, implicándonos como
protagonistas. Así se colabora en la restitución de sentidos: en la construcción de
significados; en la interpretación de los hechos y la vinculación de acontecimientos; en
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el planteo de preguntas.
La última posición alude a la intermediación. El proceso de intermediación se asienta
tanto en la incorporación del que revisita la escuela desde el lugar de intermediario entre
unos y otros y entre cada uno y su propia historia en nuestro caso, desde su volver a mirar
-como en los marcos desde los cuales se promueve la circulación e intercambio de la
información, y la reflexión sobre la misma.
tiene lugar la repetición. De ahí que algunos rasgos se presenten de manera frecuente:
intentar desempeñarse de manera similar a los antecesores, mantenerse prácticamente
indiscriminado bajo el ilusorio supuesto de que, en realidad, este "ser igual al antecesor"
es un hecho posible.
Desde este supuesto se establece una relación de intensa dependencia en el sentido de
que los modelos de trabajo, las experiencias llevadas adelante, los proyectos, las
prácticas, etc., son los que sostuvieron los predecesores. Por lo tanto, se plantea como
imprescindible ser y hacer como ellos y así continuar con su obra.
En general el sentimiento por excelencia que se despliega es el de lealtad hacia
quienes aparecen en el lugar del ideal, lealtad que conlleva un doble circuito de
cumplimiento:
• cumplir con los deseos de los antecesores, los fundadores, los que estuvieron
antes y llevar adelante el proyecto de escuela que, en algunos casos, ellos idearon;
• cumplir con la expectativa de los otros sobre lo que significa ser director, ser
docente, ser alumno.
Una figura típica para ejemplificar este tipo de dinámica es la del "replicante"; y. en
el caso de las personas y los grupos, esto supone el ser algo así como un doble de los
anteriores.
En este movimiento replicante hay una negociación, apenas manifiesta, por la cual
unos, los antecesores, aseguran el éxito o dan claves para la resolución de diversas
situaciones y problemas; y otros, sus seguidores, aseguran la continuidad de proyectos,
prácticas, concepciones.
Este tipo de funcionamiento de puertas hacia adentro -y desde quienes intentan
ocupar ese lugar de dobles- reditúa en algunos beneficios, ya que nadie es cuestionado
en su hacer y todos se erigen como modelos para otros. A nivel más profundo, el de las
emociones y los sentimientos que se despiertan en los otros, los sucesores se resguardan
de ser desaprobados, no queridos o no aceptados, ya que el pasado vivido por todos es la
garantía acuñada.
Siempre hay riesgos, como por ejemplo, el quedar enajenado en historias de otros; con
vínculos enquistados que no permiten ni el cambio ni el crecimiento, ni la transformación.
En ciertos casos, algunos son especialmente elegidos para ser los portadores de estos
mandatos; y. según las historias vividas, a veces es el director el portador de esa historia
en el presente -y garante de su sostenimiento-, y a veces son los docentes, o algunos de ellos
-los históricos-; también, en ocasiones, lo son las familias -sobre todo aquellas que tienen
determinada trayectoria con la escuela-.
De esta manera, se establece una dinámica por medio de la cual se renuevan los
términos de los mandatos, en el sentido de que cada uno, en este "portar", trae al presente
esos contenidos, e intenta asegurar la continuidad de los contenidos culturales,
colaborando a sellar el vínculo de cada uno con el proyecto, con los otros, y con lo que
se viene haciendo.
Es a partir de este protagonismo colectivo, que cada uno se transforma en algunos
casos, en un heredero que repite la historia, teniendo que dejar en herencia estos
mandatos, sin hacer modificación alguna, a los que vendrán más adelante. Es decir que el
heredero es quien recibe la herencia y la pasa sin cambios, como si se tratara de un texto
que requiere de fidelidad absoluta.
De esta manera, cada grupo a lo largo de la historia sostiene una representación de sí
como un grupo de elegidos; un grupo ideal y potente que debe llevar adelante
determinado encargo. Lo que se vivió como exitoso no debe perderse, para lo cual la
memoria colectiva sostiene el recuerdo de los buenos resultados y de aquéllos que
fueron sus promotores y protagonistas.
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El aplastamiento de la memoria
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