La Alianza Entre Los Francos y La Iglesia Católica
La Alianza Entre Los Francos y La Iglesia Católica
La Alianza Entre Los Francos y La Iglesia Católica
Tras el término del imperio romano de occidente y la descomposición del sistema esclavista, los
pueblos germanos, conocidos como bárbaros se asientan en los territorios que fueron parte del
imperio. Uno de estos pueblos, el franco, se convirtió al cristianismo bajo el rey Clodoveo
estableciendo la dinastía merovingia. Luego de ello por buen tiempo gobernaron los mayordomos,
nobles que asistían a los llamados “Reyes Holgazanes”. Carlos Martel, mayordomo franco, detuvo
la expansión árabe en la batalla de Poitiers (732), impidiendo la expansión islámica en toda Europa
defendiendo el naciente poder la nobleza feudal. Su hijo Pipino “El Breve”, aconsejado por el papa
Zacarías, derrocó al rey holgazán Childerico III y se proclamó rey de los francos, estableciendo la
dinastía Carolingia.
Ya en el poder, los carolingios establecieron una alianza con la Iglesia Católica luego de derrotar a
los lombardos en el norte de Italia que acosaban al papado. Los francos le conceden a la iglesia
católica territorios para su administración. De esta manera la iglesia obtiene poder político y
jurisdiccional: los ESTADOS PONTIFICIOS en Roma (actual Vaticano). A los reyes francos la iglesia
les concedió el "poder espiritual" como una forma de justificar bajo el manto religioso el poder
franco. De esta manera los reyes francos serán “reyes bendecidos por Dios". Así la iglesia establece
una de sus principales estrategias que le han permitido mantenerse con poder hasta hoy: la alianza
con el poder político, con el llamado poder temporal, alianza que le ha servido para proteger sus
intereses y los de la clase dominante.
Unos de los hijos de Pipino, Carlos, es coronado rey (768-814), restablece la unidad de los francos y
desenvuelve la expansión militar por gran parte de Europa central. En ese proceso irá centralizando
el poder de la nobleza feudal e impulsará la cristianización del continente. Consecuencia de ello será
su coronación como emperador en el año 800 por el papa León III, dando forma al IMPERIO
CAROLINGIO en Europa Occidental, imperio germánico y católico que pondrá las bases para el
desarrollo del feudalismo y la consolidación del poder supremo de la Iglesia durante toda la Edad
Media.
a emperador
En cualquier caso, la muerte de Pipino dará pie a una división del reino entre sus dos
hijos, Carlomán y Carlos, hasta la muerte repentina del primero en 771, momento en
que Carlos pasará a heredar todas las posesiones de su padre. Una de las primeras
acciones que lleva a cabo es la de abandonar a su esposa Desiderata, cuyo
matrimonio suponía una alianza con los lombardos, y congraciarse con el Pontífice.
Esto supuso, como era de esperar, la enemistad y el ataque de los lombardos, a lo
que responderá entrando militarmente en la Península Itálica, donde los somete en
774 tras tomar Pavía, y a partir de lo cual se proclama no sólo rey de los francos, sino
también de los lombardos. Desde ese momento, llevará a cabo una serie de
conquistas militares que le llevarían a ser llamado “Carlos el Grande” o “Carlomagno”,
y que abarcarían los territorios de Sajonia, Baviera y el Imperio de los Ávaros. A ello
hay que sumar el intento de frenar el avance del Islam de la Península Ibérica, lo que
daría lugar a la creación de la Marca Hispánica. Carlomagno, como vemos, contribuyó
a aumentar los dominios del reino de los francos hasta convertirlo en un auténtico
imperio, algo que se puso de manifiesto, sobre todo, con su coronación como
emperador en el día de Navidad del año 800.
Imágenes:
El Papado, invento de los francos. Papas carolingios y Estados Pontificios
06.03.13 | 11:49. Archivado en Iglesia Instituciones, Papa, obispos, Política
Ahora (marzo del 2013) mientras pensamos en la elección del nuevo Papa, rey-
heredero de los "estados" que los francos dieron a los primeros papas-reyes
religiosos, será bueno que tengamos en cuenta algunos hechos del pasado. En la
imagen aparece el Papa León III coronando Emperador a Carlomagno, que le sostenía
como Papa y le daba unos Estados Pontificios, pero convirtiéndole de hecho en "rey
vasallo". Buen día a todos.
1. Los Estados Pontificios (754 d.C.)
Aunque los papas anteriores (siglos VI-VII) habían logrado ya mucha autonomía
social y religiosa, ellos seguían dependiendo en el plano social y político de los
emperadores bizantinos, que controlaban de alguna forma su nombramiento y el
desarrollo de su poder. Sólo ahora, al desvincularse de Bizancio y crear los Estados
Pontificios, para dirigir la marcha social y religiosa del occidente europeo, los papas
podrán alcanzar su plena autonomía, apareciendo como “fundadores” de un nuevo
imperio cristiano, en vez de seguir dependiendo de uno que había existido en tiempos
anteriores (el imperio romano-bizantino).
Fue una decisión de gran alcance, que marca el nacimiento de Europa Occidental, que
se desliga de Bizancio, para volverse latina, bajo dirección y predominio del obispo de
Roma. Hasta ese momento (a mediados del siglo VIII), los papas habían estado de
hecho bajo dominio bizantino (de manera que el «basileus» aparecía como
representante de Dios, protector de la iglesia). Pues bien, a pesar que el Imperio
Bizantino había reconquistado gran parte de su fuerza, con León II y su hijo
Constantino V, el año 754 los papas tomaron una decisión transcendental para
la historia de occidente: Pidieron la ayuda y protección de los reyes francos,
bajo cuyo autoridad se pusieron, recibiendo como signo de autonomía unos
“estados propios” (pontificios), que marcarán la historia de la iglesia latina.
Como gesto de agradecimiento, años más tarde, los papas “coronarán”
emperador al rey franco (año 800), creando un nuevo imperio, que
dependerá de la Iglesia, a diferencia del bizantino, que había nacido de la Roma
pagana y que, por tanto, era independiente de la Iglesia. La iniciativa había partido
del Papa Esteban II (752-757) quien, amenazado por los bárbaros del Norte y sin
confianza en el imperio bizantino, se dirigió a los francos para pedir a su rey, que le
protegiera y le diera unos «estados propios», en los que pudiera actuar con libertad,
sin el control del emperador de Bizancio o de otros reinos bárbaros.
Pipino cumplió la petición y conquistó para Esteban unos territorios llamados “Estados
Pontificios” (754), que se han mantenido bajo el poder del Papa, como Estado
territorial durante más de 1.200 años (hasta la “conquista” piamontesa: año 1870), y
después como pequeño Estado religioso (Ciudad del Vaticano), desde el 1929 a la
actualidad, siendo según eso el más antiguo de los estados de occidente.
Pero no adelantemos acontecimientos. Por ahora estamos ante una diarquía, es decir,
ante dos poderes: el Emperador no logra hacerse Papa (aunque lo intente); el Papa
no podrá ser Emperador (aunque lo quiera). Ambos poderes tienden a combatirse,
pero se necesitan. El emperador necesitaba al Papa, para recibir en nombre de Dios la
corona y la unción (poder sagrado). El Papa necesitaba al emperador, para tener unos
territorios propios, que le parecen esenciales para realizar su función.
... Junto con todos los magistrados, con el senado y los magnates y todo el pueblo
sujeto a la gloria del Imperio de Roma, Nos (Constantino) hemos juzgado útil que,
como san Pedro ha sido elegido vicario del Hijo de Dios en la tierra, así también los
pontífices, que hacen las veces del mismo príncipe de los Apóstoles, reciban de parte
nuestra y de nuestro Imperio un poder de gobierno mayor que el que posee la
terrena clemencia de nuestra serenidad imperial, porque Nos deseamos que el mismo
príncipe de los Apóstoles y sus vicarios sean para nosotros intercesores seguros junto
a Dios.
Deseamos que la Santa Iglesia Romana sea honrada con veneración... y que la sede
santísima de san Pedro sea exaltada gloriosamente aún más que nuestro trono
terreno, ya que Nos le damos poder, gloriosa majestad, autoridad y honor imperial. Y
mandamos y decretamos que tenga la supremacía sobre las cuatro sedes eminentes
de Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla y sobre todas las otras iglesias
de Dios en toda la tierra... Y para que la dignidad pontificia no sea inferior, sino que
tenga mayor gloria y potencia que la del Imperio terreno, Nos damos al mencionado
santísimo pontífice nuestro, Silvestre, Papa universal, y dejamos y establecemos en
su poder gracias a nuestro decreto imperial, como posesiones de derecho de la Santa
Iglesia Romana, no solamente nuestro palacio, como ya se ha dicho, sino también la
ciudad de Roma y todas las provincias, lugares y ciudades de Italia y del Occidente.
Por ello, hemos considerado oportuno transferir nuestro imperio y el poder del reino
hacia Oriente y fundar en la provincia de Bizancio, lugar óptimo, una ciudad con
nuestro nombre, y establecer allí nuestro gobierno, puesto que no es justo que el
emperador terrenal reine allí donde el Emperador celestial ha establecido el
principado de los sacerdotes y la cabeza de la religión cristiana. Cf. R. Romeo y G.
Talamo, Documenti storici, I, Torino 1989, 28-31.
«Conforme a ese documento, el papa Silvestre I habría recibido de parte del antiguo
emperador Constantino la ciudad de Roma y otros territorios. Según la leyenda, el
Papa Silvestre habría incluso bautizado a ese emperador a quien la Edad Media
concebía, sin duda, como el primer emperador cristiano. Esa apelación a Constantino
servía incluso para dar una base legal a la donación de Pipino, porque también en
occidente, al menos en la corte papal de Roma (e incluso quizá en la corte de los
francos), se tenía la conciencia de que sólo el emperador de Constantinopla podía
promulgar una disposición de ese tipo. Este documento, fue puesto muchas veces en
discusión, pero sólo fue desenmascarado definitivamente a finales de la Edad Media,
por obra de Lorenzo Valla». (Cf. A. PIAZZONI, Historia de las elecciones
papales, DDB, Bilbao 2005, 93-94).
Hoy, tras doce siglos y medio de existencia de los Estados Pontificios) podemos
afirmar que su nacimiento, avalado por una ficción jurídica, ha implicado dos grandes
riesgos o problemas para la Iglesia.
‒ La Iglesia necesita ayuda externa. La iglesia papal, cuya existencia parecía antes
garantizada por el Imperio Bizantino, pide ayuda a los nuevos poderes de occidente
(francos, luego germanos). De esa manera, para mantener un tipo de autoridad, ella
quedó de hecho, con frecuencia, bajo el poder civil de los nuevos gobernantes de
occidente, mientras se abría una brecha cada vez mayor con los cristianos de oriente.
‒ Iglesia, una soberanía política. A fin de fundar y defender su autoridad religiosa
(cosa legítima y necesaria), la iglesia papal asumió de hecho un poder político
(siempre problemático), tomando así una decisión que será causa de disputa con
muchos reyes y emperadores de occidente. La Iglesia de Roma ha vinculado desde
entonces el poder civil y el religioso, conforme a un modelo de gobierno que sólo
ahora (siglo XXI) está concluyendo.
Hoy (2013) puede parecernos que aquella solución era equivocada, y más debiendo
apelar a la “invención” de documentos para fundamentarla. Pero no es fácil juzgar el
pasado con nuestras categorías, y lo que hoy interpretamos como riesgo de los papas
pudo parecer, en otra perspectiva, una victoria cristiana (en línea política, no
evangélica).
4. Los Estados de la Iglesia romana
‒ Admonitio Generalis. A los dos años del concilio de Nicea II, antes de haber sido
coronado emperador (cuando sólo era Rey de los Francos), Carlomagno publicó una
“Admonitio” o Instrucción General (año 789), para organizar de un modo unitario la
vida litúrgica del conjunto de sus estados, realizando para ello una reforma, cuyos
gestores fueron los capellanes clérigos, es decir, los miembros de su “Capella”
palatina, que ofrecen el modelo de la liturgia de sus reinos. Carlomagno convocó los
mejores intelectuales de la época (Teodulfo, Paulino de Aquileia) y los puso bajo las
órdenes de Alcuino de York, quien aparece como el hombre más importante de la
iglesia occidental de este momento (desde el 782).
‒ Revisión y unificación de las tradiciones, influjo monacal. La Reforma de
Carlomagno ha de entenderse desde la experiencia de los benedictinos, que aparecían
como portadores de las costumbres de Roma, de manera que la vida religiosa de
occidente se estructura y unifica siguiendo la tradición de los monjes. Esa reforma
aceptó, al mismo tiempo, algunas tradiciones propias de los francos y ciertos usos de
los monjes celtas, creando una liturgia más sobria que la bizantina, pero también
muy rica, en el aspecto musical y literario, sin necesidad de iconostasios, es decir, de
una separación estricta entre clero y pueblo. De todas maneras, en occidente se
impuso también, a partir de este momento, una visión sacralizada de la Eucaristía,
como indicará la controversia suscitada por Pascasio Radberto en torno a la
transubstanciación (en torno al 840). Iglesia uniforme, iglesia imperial. De la reforma
de Carlomagno seguimos viviendo. Ella estuvo bien hecha y algunas de sus medidas
han marcado hasta hoy aspectos importantes de la vida de la Iglesia:
‒ Escritura, Biblia. Los copistas de Carlomagno unificaron los tipos y formas de las
letras, creando las minúsculas, que han pervivido hasta la actualidad, e introdujeron
unos signos diacríticos (de separación, puntuación e interrogación) que han sido
importantes desde entonces. Los teólogos de Carlomagno unificaron también la
versión latina de la Biblia, partiendo del texto de la Vulgata. De ese tiempo son las
famosas “Biblias de Alcuino”, que están en la base de la transmisión bíblica posterior
en occidente.
‒ Liturgia, Canto Gregoriano. Surgió entonces la uniformidad de la liturgia, con un
Canon (Romano) de la misa y unos formularios comunes para la Celebración de las
Horas, tanto de los monjes como del clero secular. Poco a poco, esta liturgia (que se
llamará “romana”) acabará por imponerse en occidente (como sucederá en España en
el siglo XI). En este momento se sitúa también la expansión y unificación básica del
“Canto Gregoriano”, que recibió ese nombre por pensar que había sido promovido por
el Papa Gregorio Magno (590-604), aunque tenía orígenes más antiguos e influjo
oriental (siríaco, bizantino).
‒ Confesión de fe. Los teólogos de Carlomagno tuvieron un interés especial en
unificar la confesión de fe, y así lo hicieron al oponerse al posible “adopcionismo
hispano” (concilios de Frankfurt y Aquisgrán: 794 y 800), al insistir en el culto de las
imágenes (como en Oriente) y al introducir el “filioque” en el Credo de
Constantinopla.
Estos cambios, que han marcado la vida cristiana de occidente, siendo
aceptados básicamente por Roma, estuvieron vinculados con un nuevo
método de formación (estudio y teología), que se irá extendiendo desde la
corte imperial a la iglesia latina, con dos elementos fundamentales: (a) Estudio de
la Biblia y de los Santos Padres, especialmente latinos. (b) Aceptación de la filosofía
antigua, con las artes liberales, que forman el trívium (gramática, retórica y
dialéctica). Esa reforma, animada por figuras como Alcuino de York (735-804), recoge
la síntesis de los grandes trasmisores del conocimiento antiguo en la nueva Edad
Media, como Isidoro de Sevilla (555-636) y Beda el Venerable (672-735). En este
contexto el emperador Carlomagno aparece como defensor de la fe y árbitro teológico
de la cristiandad occidental.
6. Segunda mentira jurídica. Falsas decretales seudo-isidorianas
Estas Decretales marcan la historia de la Iglesia posterior, ofreciendo una base para
entender su nueva constitución y gobierno. Ellas han definido su teología y derecho
canónico a lo largo de la Edad Medía, sobre todo a partir del siglo XI, cuando, tras
siglo y medio de eclipse del papado, se realiza la Reforma Gregoriana (mediados del
siglo XI), que ha ratificado el centralismo papal de la Iglesia de occidente, hasta la
actualidad. Siglos más tarde (ya en el XV) se descubrió su falsedad (es decir, su
carácter apócrifo), pero no por eso se rechazó su contenido.
Ostrogodos en iItalia.
Suevos en Portugal.
Visigodos en España.
Hunos en Rusia, Ucrania, Rumania, Bulgaria, Moldavia.
Vándalos en Túnez.
Anglosajones en Inglaterra.
Sistema feudal
La Iglesia en la Edad Media: resumen
Índice
Todo esto, al ser una organización en la cual no se hacían reparticiones, hacía que fuera creciendo y que
cada monasterio, convento, parroquia o archidiócesis fueran teniendo cada vez más poder sobre el resto de
la sociedad. De hecho, no es raro ver en muchos libros la denominación de la Iglesia medieval como la de
señores feudales, pues al fin y al cabo estos tenían feudos, los cuales eran trabajados por campesinos.
Por otro lado hemos mencionado con anterioridad que eran los que guardaban el saber, ya que eran los
únicos que sabían leer y escribir y, por tanto, todos los documentos del pasado se conservaban en sus
bibliotecas. Del mismo modo, en un principio, hasta la aparición de la burocracia palaciega, fueron los que
redactaban los contratos de arrendamiento e incluso los testamentos, como cualquier otro documento
necesario, es decir, todo el mundo debía de acudir a ellos para obtener dichos productos.
Por último también debemos de tener en cuenta que el miedo a no llegar al paraíso en la vida futura era tal
que toda la sociedad estaba supeditada a los designios de la Iglesia, realizando las tareas en relación a los
horarios de los monjes. Todo lo que se saliera de la norma habitual, estaba mal visto por la sociedad y, por
tanto, podía ser condenado por la Iglesia.
En esta otra lección de unPROFESOR te descubrimos un resumen de la Europa feudal para que conozcas
mejor cómo estaba el viejo continente durante esta época.
Clero secular
Estaba formado por los arzobispos, obispos y párrocos, es decir, aquellos miembros de la Iglesia que
vivían dentro de la sociedad, o lo que es lo mismo que realizaban sus actividades en las ciudades y de cara al
público.
Dentro de este grupo, podemos decir que los párrocos eran el eslabón más débil de la cadena al ser los más
pobres, estos dirigían las parroquias, es decir, pequeños distritos. A la unión de un conjunto de parroquias se
le denominaba diócesis la cual estaba dirigida por el obispo y la unión de varias diócesis formaba
una archidiócesis la cual encabezaba el arzobispo.
Clero regular
Será una parte del clero que tendrá unas reglas propias, siendo una de las más importantes y conocida la
regla de ora et labora, o lo que es lo mismo reza y trabaja (a parte de las que mandaba la Iglesia).
Estaba formado por personas que optaban por aislarse del mundo. Estos aunque también eran poseedores de
grandes dominios de tierras, de hecho aunque vivían fuera de la sociedad, tenían mucha fuerza dentro de
esta, siendo algunos de los monasterios grandes rivales de las propias parroquias o diócesis.
La primera orden que apareció en Occidente fue creada por San Benito de Nusia, el cual fundaría la orden
benedictina, la cual obligó a sus integrantes a cumplir los votos de obediencia, castidad y pobreza.
De esta manera aparecieron durante el medievo una serie de movimientos o pensamientos heterodoxosque
fueron considerados por la Iglesia de Roma como herejías, a continuación veremos las más importantes:
Priscilianismo
Por otro lado y uno de los puntos fundamentales para que se quisiera acabar desde un principio con dicha
corriente, era que fueron defensores de darle a la mujer un papel fundamental dentro de la Iglesia, en la cual
debería de disfrutar de amplia libertad, además de poder llegar a ser autoridades. Esta corriente se expandió
por gran parte de la Península Ibérica, en la cual ganó muchos adeptos.
Tras ser traicionado por algunos de sus seguidores, Prisciliano sería ejecutado, otros personajes importantes
fueron apresados y el resto de los adeptos fueron considerados herejes, por lo que sufrieron el destierro
además de ver cómo se les embargaban sus bienes.
Cátaros o albigenses
Es la más conocida dentro de las herejías acaecidas durante el medioevo. Se puede decir que se localiza
en el sur de Francia y en el norte de Aragón y Navarra.
Los cátaros defendían que en el mundo había dos realidades, el mundo físico “creado por el Diablo” y el
mundo celestial “creado por Dios”. Dentro de su doctrina el alma era lo más importante, no creían en los
sacramentos salvo en la transición de la muerte, único momento en el cual se expiaban los pecados. Por
tanto tampoco estaban a favor del cobro de los sacramentos por parte de la Iglesia.
Dicho pensamiento fue altamente perseguido en el S XIV momento en el cual se realizó una cruzada sobre
estos para exterminarlos, momento que además aprovechó Francia para arrebatarle la Navarra francesa al
reino de Navarra.
Los husitas
Se localiza en Bohemia en el S XV y su principal figura sería Jan Hus, el cual estaba en contra de la
jerarquía de la Iglesia. Esto provocaría una verdadera guerra civil en el año 1419 y duraría hasta el año 1434
“guerras husitas”.
La reforma cluniacense surgió en el año 909 en la abadía de Cluny, la cual se caracterizaba en la idea de
volver a los orígenes del monacato, tras un periodo de relajación de costumbres y de exuberancia. Por tanto
la penitencia se convertiría en uno de sus modos de vida (siendo muy estrictos). Estos fueron protegidos por
el Papa en todo momento y su esplendor llegó en el S XII, periodo en el cual llegaron a tener unos 1500
monasterios por toda Europa.
La reforma cisterciense, apareció cuando los cluniacenses se olvidaron de la idea primigenia de su orden y
fue otro giro de tuerca hacia la pobreza y el respeto de las normas. Su figura principal fue Bernardo
de Claraval. Estos se caracterizaron por buscar zonas de muy difícil acceso para encontrar la paz espiritual.
En su momento de más esplendor contaría con 700 monasterios pero al igual que le paso a su predecesora
caerían en el olvido sus ideales.
Toda esta corruptela eclesiástica se comenzó a vivir con Sixto IV, de nombre secular
Francesco Della Rovere, fue el papa n.º 212 de la Iglesia católica, desde el 9 de agosto de
1471 hasta su muerte el 12 de agosto de 1484. Perteneció a la Orden Franciscana. Sus
habilidades intelectuales fueron demostradas mientras estudiaba filosofía y teología en la
Universidad de Pavía. Después de sus estudios, dictó cátedra en varias universidades
italianas de importancia.
En 1464 se convirtió en Ministro general de la orden franciscana. El papa Paulo II lo elevó
al cardenalato en 1467.
Como muchos papas, Sixto IV incurrió en el nepotismo. Nombró en cargos de autoridad y
de ingresos a más de 25 sobrinos y parientes, entre ellos ocho cardenales. Casó dos
sobrinos con princesas bastardas de Nápoles, otro con la heredera del Ducado de Urbino,
otro con los Sforza de Milán. Todo tan rápidamente y en tan poco tiempo que nadie llegaba
a hacer el recuento de aquella parentela.
Sixto IV empezó a vender indulgencias.
Mercado de indulgencias
Cómo se inventa el Purgatorio
Pues todo depende de cómo se interprete la
Biblia... La Iglesia católica recuerda las palabras de
Jesucristo referidas en Lucas 12:58-59: “Cuando vas
con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el
camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y
este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el
último centavo”. De estas palabras se argumenta que, si del Infierno no se puede salir,
debe existir un lugar donde se cancele esa deuda, pues además, hablando de la
“Jerusalén Celestial”, el libro Apocalipsis dice: “Nada manchado entrará en ella” (Ap. 21,
27). Luego, con la parábola del funcionario que no quiso perdonar, en Mateo 18:21-35,
Jesús compara el Reino de los Cielos con alguien que pide perdón, pero niega hacerlo;
aun así, advierte que el hombre puede cumplir su deuda: “Y tanto se enojó el señor, que lo
puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Y Jesús añadió: “Lo
mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a
su hermano” (Mateo 18:34-35). Cabe recordar incluso que Jesucristo enseñó a orar
poniendo la condición de ser perdonados, perdonando: “…y perdona nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Así, como en el
Cielo no hay “verdugos” que cobren la deuda, el catolicismo concibe -o inventó- un lugar
intermedio donde los salvados purifiquen las deudas pendientes.XXXX
Existe otro pasaje en el que Jesucristo habla de la existencia de otro mundo después de
éste, donde se perdonan los pecados: "Dios perdonará incluso a aquel que diga algo
contra el Hijo del hombre; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no lo perdonará ni en
el mundo presente, ni en el venidero". (Mateo 12, 32).
Pintura del Altar: Almas pobres en el purgatorio
En 1.ª de Corintios San Pablo habla más claramente del
Purgatorio:
La obra de cada uno se verá claramente en el día del juicio
porque ese día vendrá con fuego, y el fuego probará la
calidad de la obra de cada uno. Si la obra que se construyó
resiste, recibirá su salario. Si la obra se quema, será
castigado, aunque se salvará como quien escapa del
fuego. (1 Cor. 3, 13-15).
Hay además algunos teólogos y místicos que señalan que
el Purgatorio se vive aquí en la tierra, siendo
experimentada la purificación después de la muerte mientras que se vaga como alma en
pena. Los vivos no podrían ver a las almas en pena salvo algunas excepciones. En este
sentido, alma en pena pareciera corresponder al concepto de fantasma. Al respecto, el
Apocalipsis anuncia: “El Anciano me replicó: «Esos son los que vienen de la gran
tribulación; han lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero»”.
(Apocalipsis 7:14).
Encontramos un gran número de santos que han experimentado visitas de almas del
Purgatorio, las cuales son permitidas por Dios para que se interceda de una manera más
intensa por ellas tras estos encuentros sobrenaturales. Cabe destacar que en el Purgatorio
existen tantos estadios como personas, quedando algunas almas en un estadio muy
próximo al Infierno y otras cercanas al Cielo.
Hay además algunos teólogos y místicos que señalan que el Purgatorio se vive aquí en la
tierra, siendo experimentada la purificación después de la muerte mientras que se vaga
como alma en pena. Los vivos no podrían ver a las almas en pena salvo algunas
excepciones.
En el Antiguo Testamento, en el libro segundo de los Macabeos (12:45): “Pero él presumía
que una hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de
ahí que su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mandó pues ofrecer ese sacrificio
de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados”.
De este pasaje, y desde la “perspectiva” católica, se piensa que los pasajes anteriores dan
a entender que en el "estado de purgación" las almas podrán ser purificadas (limpiadas) de
la mancha de ciertos pecados, ya perdonados en cuanto a culpa; ese otro mundo no puede
ser el Infierno, pues en él ya se está condenado; tampoco el Cielo pues nada que tenga
mancha entrará ahí, por lo que este lugar debe ser un estado temporal.
Ánimas del Purgatorio de Alonso Cano en el Museo de Bellas Artes de Sevilla
Lo cierto es que en ninguna parte de la Biblia se reconoce ningún purgatorio, solo
han sido interpretaciones sesgadas de la Iglesia católica, obviamente para poder soportar
los infames “certificados de indulgencias” con el objeto de recibir prebendas para la Iglesia.
Los cristianos no creen en el purgatorio
La mayoría de las iglesias cristianas rechazan la creencia en el Purgatorio; de hecho, la
Reforma luterana se inició precisamente con la denuncia que Lutero hizo contra la venta de
indulgencias. Lutero, fundador del protestantismo, describe el Purgatorio como una
invención humana que confunde al hombre y le hace creer que hay perdón después de la
muerte por medio de la compra de indulgencias y otros mecanismos.
Otro argumento que afirman los cristianos no católicos está en el hecho en considerar que
las muestras bíblicas que señalan "un estado de purgación" solo se encuentra en los
llamados libros deuterocanónicos, los cuales, desde su concepción, no deberían ser
aceptados como canónicos.
Todo parece demostrar que la representación de un purgatorio con fuego para el
castigo temporal de las almas en pena solo se hizo para vender indulgencias que
supuestamente acortaran el tiempo de sufrimiento
Según la perspectiva protestante no hay Purgatorio ni perdón de pecados después
de la muerte, sino que sólo hay dos estados posibles para el alma después de la
separación del alma y el cuerpo: el Cielo para aquellos que tuvieron en vida fe en el perdón
total de los pecados a través del sacrificio de Cristo, y el Infierno para los que no tuvieron
fe o la perdieron durante las pruebas de la vida.
Desde esta misma perspectiva consideran, no hay pasajes bíblicos que puedan ser
interpretados como la existencia de un estado intermedio entre el Cielo y el Infierno, tal
como el Purgatorio.
Para el pensamiento protestante, la idea de Purgatorio anula y sustituye el sacrificio de
Cristo, que es completo y eterno. Jesús, como Dios Salvador, realizó una obra de
redención y remisión de pecados completa a través de su sacrificio en la cruz.
Si bien es cierto que en el presente no se emiten certificados de indulgencias a cambio de
oro o plata, estas siguen existiendo, bien sea ofreciendo misas por las ánimas en el
purgatorio, u otro tipo de servicios que presta la Iglesia, previo pago de una limosna. En el
fondo siguen vendiendo las indulgencias.
Comprando indulgencias
En la doctrina católica, la indulgencia, a
diferencia del sacramento de la penitencia o
reconciliación, no perdona el pecado en sí mismo,
sino que exime de las penas de carácter temporal
que de otro modo los fieles deberían purgar, sea
durante su vida terrenal, sea luego de la muerte en
el purgatorio. La indulgencia no es un sacramento
como la penitencia. Puede ser concedida por el
papa, los obispos y los cardenales, a quienes, por
ejemplo, visiten determinado santuario, utilicen
ciertos objetos de culto, realicen ciertos peregrinajes, o cumplan con otros rituales
específicos o ofrezcan algún servicio que preste la iglesia. Al final, quien recibe la
indulgencia habrá hecho de una u otra forma su aporte a la Iglesia.
Recordemos que los abusos y el tráfico económico al que dieron lugar constituyeron el
motivo principal que indujo a Martín Lutero a enfrentarse con la Iglesia Católica.
Carta de Indulgencia de 1455
Historia de las indulgencias
Los primeros antecedentes de la práctica de indulgencias se remontan al siglo III. En el
cristianismo antiguo, la penitencia impuesta a los pecados confesados era severa, y la
correspondiente a los pecados considerados especialmente graves, como la apostasía o el
homicidio, además, era pública. En los casos más graves, el pecador pasaba a formar
parte del llamado ordo poenitentium y estaba, entre otras cosas, obligado a vestirse sólo
con pieles de cabra para ser objeto de oprobio y ridículo frente a la comunidad. Debía,
además, portar el cilicio para infligirse mayor sufrimiento. Esta situación ultrajante que
podía durar largos años no facilitaba ni la rehabilitación ni el reingreso a una vida normal.
Posteriormente, surgieron prácticas tendentes a reducir el rigor de dicha pena para facilitar
el reingreso en la comunidad a miembros que habían cometido apostasía en razón de
persecuciones: los llamados lapsi (los caídos, los que han tropezado). Así surgió la
costumbre de visitar a confesores apresados que esperaban el martirio solicitándole que
intercedieran en su favor frente al obispo. Si el futuro mártir estaba de acuerdo, le otorgaba
una carta denominada libellum pacis, para que en virtud del sacrificio que iba a tener lugar,
el obispo redujese por razones piadosas la pena del requirente. En esta fase, la
indulgencia no era dependiente de una acción o prestación que el pecador debía realizar,
sino de una especie de compensación mística de los sufrimientos de uno contra la remisión
de la pena por los pecados de otro.
Un cilicio, objeto que se incrusta en la piel para autoinfligirse dolor y con ello
practicar la mortificación.
La Edad Media
A principios del siglo VIII los obispos comenzaron a reducir la duración o la gravedad de las
penas impuestas, siempre a personas determinadas, a cambio de la realización de
acciones concretas, tales como la visita a un lugar santo o una mortificación como ayunar o
dormir en lechos sembrados de ortigas.
En el siglo XI aparecen por primera vez las indulgencias generales por la remisión de
penas temporales otorgadas por el papa o los obispos para cualquier persona que
realizase una obra meritoria, tales como la visita de un monasterio recientemente
consagrado o dádivas a los pobres.
En el siglo XII, la práctica recibe una primera definición jurídica por medio de los decretos
pontificales donde se establece una clara distinción entre la absolución (reservada a Dios)
y la indulgencia, que permite la reconciliación con la Iglesia. La indulgencia se obtiene en
contrapartida de un acto a favor de la Iglesia. Se aplicaba sólo a las personas que, según
la fórmula utilizada, eran "vere penitentibus et confessis", esto es verdaderamente
arrepentidos y confesados.
Ya en esa época existían costumbres objetables, principalmente la simonía: Los fieles
buscaban negociar con hombres de iglesia actos de caridad contra dinero contante y
sonante. Los concilios de los siglos X y XI se esfuerzan en limitar el poder de apreciación
de los clérigos fijando tarifas generales. Pero en contrapartida, a partir de ese momento, la
indulgencia se transformó en una arma de la política pontifical: La indulgencia plenaria
apareció hacia la mitad del siglo XI, donde se utiliza para apoyar acciones y políticas
reputadas convenientes, tales como la reconquista española.
Durante la edad media, el "curso" de las indulgencias acusa una gran baja: Se necesita
cada vez menos esfuerzo para obtener indulgencias cada vez más significativas. Por
ejemplo, se conceden indulgencias a cambio del respeto de tratados o de la palabra
empeñada, lo que pese a la laudable finalidad, equivalía a recompensar la "ausencia de
pecado". También se negocian dispensas de ciertas obligaciones. De allí por ejemplo el
origen de algunos apelativos populares como aquel de "Torre de manteca", referido a la
Catedral de Nuestra Señora de la ciudad de Ruan: El sobrenombre se debe a la presunta
venta de derogaciones concedidas para poder consumir carne durante la cuaresma, que
habría servido para financiar su construcción.
Las sumas obtenidas en contrapartida de las indulgencias financian, en el mejor de los
casos, la construcción de edificios religiosos, la realización de obras caritativas y las bellas
artes, pero en el peor de los casos, alimentan el tren de vida de prelados corruptos.
La Reforma
La prédica de indulgencias fue denunciada ya por John Wickliffe (1320-1384) y también por
Jan Hus (1369-1415) que cuestionaron los abusos que su práctica originaba.
Pero recién en el primer cuarto del siglo XVI, tienen lugar los hechos de mayor significación
histórica: El primero es la indulgencia acordada en 1506 para quienquiera ayudase a la
construcción de la basílica de San Pedro y, por sobre todo, el verdadero detonante: El
escándalo que surge en el Sacro Imperio Romano Germánico a raíz de la campaña
organizada por Alberto de Brandeburgo, arzobispo de Maguncia, y llevada a cabo por el
predicador de indulgencias Johann Tetzel.
En razón de los mismos, Martín Lutero atacó el principio mismo de la práctica en Las 95
tesis de Wittenberg. Según Lutero, sólo Dios puede justificar a los pecadores. Combate
tanto las indulgencias por las almas en el purgatorio (Tesis 8-29) al igual que aquellas en
favor de los vivos (tesis 30-68).
En el primer caso, los muertos, sostiene, estando muertos, no se encuentran más ligados
por los decretos canónicos. Como resultado, es la idea misma del purgatorio que resulta
cuestionada. Lutero acusa así a la Iglesia de instrumentalizar el miedo al infierno. En lo que
respecta a los vivos, Lutero sostiene que el arrepentimiento basta para lograr la remisión
de penas, sin necesidad de cartas de indulgencia. Por el contrario, sostiene, la práctica de
las indulgencias desvía a los pecadores de su verdaderos deberes: caridad y penitencia.
Es esta la querella que está al origen del cisma catolicismo-protestantismo.
La reacción a la Reforma
Luego de la Reforma Protestante, la Iglesia puso un freno a los abusos. León X recuerda,
con motivo de la condenación de Martín Lutero, la distinción entre la remisión de la pena
temporal y el perdón de los pecados propiamente dichos. En el Concilio de Trento por otra
parte se puso fin a la venta de indulgencias.
Un certificado católico romano de haber ido a la confesión desde el año 1521.
La situación actual
Las indulgencias subsisten tanto en la doctrina católica como en la práctica. Totalmente
desconectadas del contexto que las vio nacer, las mismas conservan ciertamente un
interés teológico e histórico. Pero en el terreno temporal, su rol fuera del ámbito
eclesiástico carece de la significación de otras épocas. La práctica de las indulgencias fue
encuadrada por la Congregación de las Indulgencias, creada por Clemente VIII (1592-
1605) e integrada a la Curia Romana por Clemente IX en 1669. Sus competencias fueron
transferidas en 1908 al Santo Oficio y en 1917 a la Penitenciaria apostólica. El Código de
Derecho Canónico de 1983 las regula detalladamente en su Libro IV, Parte I, Título IV,
Capítulo IV, cánones 992 al 997.
En particular, el cánon 992 del Código de Derecho Canónico define la indulgencia en los
siguientes términos:
"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya
perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas
condiciones, consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la
redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de
los Santos".
Plenaria indulgencia. Inscripción en el crucero izquierdo de la Basílica de San Juan
de Letrán (Roma).
Indulgencia del Jubileo de la Misericordia
"Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve
peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas
por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo
profundo de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia
en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que
tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté
unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa
Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas
celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo
en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo".
Taxa Camarae
VENTA DE INDULGENCIAS DE LA IGLESIA CATOLICA, S.A.