Teoria de Los Bloques Funcionales - Parte 1
Teoria de Los Bloques Funcionales - Parte 1
Teoria de Los Bloques Funcionales - Parte 1
He dicho que los procesos mentales humanos son sistemas funcionales complejos
y que no están “localizados” en áreas estrictas, circunscrita del cerebro, sino que
tienen lugar a través de la participación de grupos de estructuras cerebrales que
trabajan concertadamente, cada una de las cuales efectúa su particular aportación
a la organización de este sistema funcional.
De acuerdo con esto, la primera tarea esencial debe ser descubrir las unidades
funcionales básicas que componen el cerebro humano, y el papel ejecutado por
cada una de ellas en las formas complejas de actividad mental.
Existen sólidos fundamentos para distinguir tres principales unidades funcionales
del cerebro cuya participación es necesaria para todo tipo de actividad mental.
Para que los procesos mentales humanos sigan su curso correcto, el estado de
vigilia es esencial.
Solo bajo condiciones óptimas de vigilia es posible que el hombre reciba y analice
la información, que los necesarios sistemas selectivos de conexiones puedan ser
llamados a la mente, que su actividad sea programada, y comprobado el curso de
sus procesos mentales, corregidos sus errores, y mantenida su actividad por el
curso debido
Es bien sabido que esta precisa regulación de los procesos mentales es imposible
durante el sueño; el recurso de reminiscencias y asociaciones que se desarrollan
es desorganizado en carácter, y la actividad mental propiamente dirigida es
imposible “La actividad organizada, dirigida a una meta, requiere el mantenimiento
de un nivel óptimo de tono cortical”, señalo Pavlov hace muchos años, afirmando
hipotéticamente que fuera posible ver el sistema de excitación que se extiende por
todo el córtex de un animal despierto observaríamos “un punto de luz” concentrado,
moviéndose por todo el córtex al cambiar de una actividad a otra, y reflejando un
punto de excitación optima, sin el cual es imposible la actividad normal.
El crédito no solo por indicar la necesidad de un tal estado óptimo del córtex para
que ocurra cualquier forma de actividad organizada, sino también por establecer las
leyes neurodinámicas fundamentales que caracterizan ese estado óptimo del
córtex, es debido a Pavlov.
En estos estados de inhibición, o, como Pavlov los llamaba, estados “fasicos”, la ley
de la fuerza se rompe, y los estímulos débiles pueden evocar respuestas tan fuertes
como los estimulo fuertes (“la fase igualizante”), o bien pueden evocar respuestas
más fuertes que los estímulos fuertes (“fase paradójica”), o bien incluso puede
continuar evocando una respuesta cuando los estímulos fuertes dejan de hacerlo
(“la fase ultraparadojica”).
También es sabido que en un estado de tono cortical bajo, la relación normal entre
excitación e inhibición es alterada, y la movilidad del sistema nervioso, tan necesaria
para que la actividad mental prosiga su curso normal, se pierde.
Estas observaciones muestran que el mantenimiento del nivel óptimo del tono
cortical es esencial para el curso organizado de la actividad mental.
Esto suscita la cuestión de que estructuras cerebrales son las responsables del
mantenimiento del nivel óptimo del tono cortical que acabamos de mencionar.
También sería necesario averiguar que partes del cerebro regulan y modifican el
tono cortical, lo mantienen el tiempo debido y lo elevan.
Un descubrimiento de la máxima importancia, hecho solo hace treinta años, fue que
las estructuras que mantienen regular el tono cortical no yacen en el mismo córtex,
sino debajo de él, en el subcortex, influyendo en el tono de este y al mismo tiempo
experimentando ellas mismas su influencia reguladora.
Esta formación tiene la estructura de una red nerviosa, en la cual se intercalan los
cuerpos de las células nerviosas conectadas entre sí mediante cortos procesos. La
excitación se extiende sobre la red de esta estructura nerviosa, conocida como la
formación reticular, no como impulsos simples aislados y en desacuerdos con la ley
del “todo o nada”, si no gradualmente, cambiando su nivel poco a poco, modulando
así el estado total del sistema nervioso.
Todo esto mostro claramente que la formación reticular del tallo cerebral es un
poderoso mecanismo para mantener el tono cortical y regular el estado funcional
del cerebro, y que es un factor determinante del nivel de vigilia.
Esta es la razón por la cual cuando el cirujano soviético Burdenko estimulaba las
paredes del tercer ventrículo durante las operaciones neuroquirúrgicas, se producía
artificialmente un estado de sueño en el paciente sobre la mesa de operaciones.
La influencia del nivel superior del tallo cerebral y de la formación reticular sobre la
regulación del estado de vigilia ya no está en duda, y este hecho ha tenido como
resultado la estrecha atención que se presenta a las estructuras de la primera
unidad del cerebro.
Observaciones posteriores han mostrado que el sistema reticular del cerebro tiene
ciertos rasgos de diferenciación o especificidad en cuanto a sus características
anatómicas (Broda, 1957; Scheibel, 1958) y también en cuanto a sus fuentes y
manifestaciones, aunque esta especificidad y diferenciación no tiene nada en
común con la modalidad de los órganos sensoriales primarios y, como han
demostrado Anokhin (1959, 1962, 1963) y Yoshii (Yoshiietal., 1969), son únicos en
carácter.
Estas situaciones son las fuentes primarias de activación. Pueden distinguirse como
mínimo tres fuentes principales de esta activación; la acción de cada una de ellas
se transmite a través de la formación reticular y, más significativamente, por medio
de sus varias partes.
Otras formas más complejas de este tipo de activación están relacionadas con los
procesos metabólicos organizados de ciertos sistemas conductuales innatos; son
ampliamente conocidas como sistemas de conducta instintiva (o reflejo
incondicionado) sexual y de alimentación. Una característica común de estas dos
subdivisiones es que los procesos metabólicos y humorales que tienen lugar en el
cuerpo son en estos casos la fuente de activación.
Estudios con microelectrodos han mostrado que los núcleos no específicos del
tálamo y también del núcleo caudado y del hipocampo están estrechamente
vinculados de manera funcional con el sistema de reflejos orientador.
Una gran parte de la actividad humana evoca por intenciones y planes, por
proyectos y programas que se forman durante la vida consiente del hombre, que
son sociales en su motivación y que se efectúan con la íntima participación,
inicialmente externa, y más adelante interna, del lenguaje.
Cada intención formulada en el lenguaje define una cierta meta, cada vez que la
meta es alcanzada, la actividad se detiene, pero cada vez que no es alcanzada,
conduce una mayor movilización de los esfuerzos.
Las fuentes de esta actividad que son máxima importancia, dado que concierne a
la comprensión de la conducta humana, fueron desconocidas durante mucho tiempo
y solo recientemente se ha efectuado un importante progreso hacia la elucidación
de este problema.
Sin embargo, una serie de estudios han mostrado que, por intermedio de estos
tractos cortico-reticulares, la estimulación de las áreas individuales del córtex puede
evocar una reacción de “arousal” (despertar) generalizada, facilitar los reflejos
espinales, modificar la excitabilidad de los músculos a través del sistema de fibras
aferentes gammas, incrementar la excitabilidad del aparato coclear y bajar los
umbrales de sensación discriminatoria.
Mientras los específicos haces de estas fibras (que suben o bajan el tono de sistema
sensorial o motor) aparecen en las zonas corticales primarias (y hasta cierto punto,
en las secundarias), las influencias activadoras más generales sobre la formación
reticular de tallo cerebral se originan primordialmente en la región frontal del córtex.
Estas fibras descendentes, que van desde córtex prefrontal (frontal medio y orbital)
hasta los núcleos del tálamo y tronco cerebral forman un sistema mediante el cual
los niveles superiores de córtex, participando directamente en la formación de
intenciones y proyecto, reclutan los sistemas inferiores de la formación reticular del
tálamo y del tronco cerebral, modulando así su trabajo y haciendo posible las más
complejas formas de actividad consiente.
Las zonas mediales de los hemisferios celébrales pertenecen, en cuanto a su origen
y estructura, principalmente al paleo-córtex, archicortex, y córtex intermedio. Y
mantiene una conexión particularmente estrecha con las formaciones reticulares del
tallo cerebral.
Los primeros autores agruparon todas estas estructuras bajo el nombre común de
rinencéfalo (que la investigación posterior no ha sostenido), pero autores
posteriores, teniendo presentes su estrecha conexión con las estructuras de las
partes superiores del tallo cerebral y del hipotálamo y con sus funciones viscerales,
han preferido describirlas como el “cerebro visceral”. Sin embargo, ninguno de
estos apelativos es totalmente acertado, ya que la función más notable de estas
estructuras comprende procesos de conciencia de memoria.
En este sentido las zonas mediales de los hemisferios pueden ser consideradas
como un sistema superpuesto a la estructura de la parte superior del tallo cerebral
y de la formación reticular.
Esta descripción de las propiedades de las zonas mediales del córtex ayudara a
explicar el tipo de alteración de conducta que aparece como resultado de una lesión
patológica en ella, pues este tipo difiere acusadamente de la alteración de los
procesos mentales que resulta de lesiones locales de la zona del cortex.
Las características cardinales de todos los pacientes de este grupo son un definido
apagamiento de tono tendencia hacia un estado akinético y tendencia a fatigarse
rápidamente.
Esta integridad si bien algunas veces pueden presentarse una distorsión de las
experiencias afectivas, es una característica que distingue esencialmente este
grupo de pacientes de los de síndrome frontal.
Sin embargo, estos hechos constituyen solo el fondo general para las alteraciones
de la actividad mental observadas en las pacientes de este grupo, las cuales,
aunque variaban en intensidad, formaban el centro de síndrome indicado.
Los pacientes de este grupo exhibían defectos de orientación con respecto a sus
alrededores mucho más frecuente que pacientes con lesiones en otras zonas.
A menudo no podían estar seguros de donde estaban, y bien sugerían que estaban
en el hospital, o bien en servicio activo, en la policlínica, en casa, con sus amigos,
que estaban “únicamente tumbados para descansar” o, finalmente, que estaban en
alguna situación “transitoria” tal como la estación del ferrocarril, en un lugar que no
podían identificar con exactitud.
A menudo estaban poco orientados con respecto al tiempo, y aunque incluso podían
decir aproximadamente el periodo del año o incluso el mes, cometían grandes
errores al decir las horas del día; bien sacudían sus hombros importantemente
cuando se les pedía que señalaran la hora del día; o bien llegaban incluso a decir
una hora que difería mucho de la verdadera.
Quizás el síntoma más obvio de los pacientes con lesiones en las zonas medias de
los hemisferios es un defecto de memoria que refleja una disminución general del
tono cortical y muy diferente en carácter del defecto modalmente específico de los
procesos mnésicos (procesos de la memoria) hallado en pacientes con lesiones
locales de las zonas laterales del cerebro.
Grunthal (1939) estableció que defectos de la memoria del mismo tipo también
pueden aparecer como resultado de una lesión de los cuerpos mamilares, los
núcleos de enlace sobre lo que convergen las fibras procedentes del hipocampo y
que también reciben fibras de otras estructuras cerebrales profundas.
En pacientes con lesiones más extensas (por ejemplo, grandes tumores intra
cerebrales, profundos, situados hacia la línea media, afectando varios hemisferios),
la situación es muy diferente y los síntomas de una alteración de memoria, aunque
todavía de carácter modalmente no especifico, son más graves.
El hecho de que esta alteración del recuerdo este basada, no en un total obliteración
de las huellas, sino en su excesiva inhibición por los estímulos interferente, está
claro porque después de que ha transcurrido un cierto tiempo, las huellas del cuento
“olvidado” pueden repentina e involuntariamente reaparecer con una reminiscencia.
Esta capacidad de inhibición incrementada de huellas también se manifiesta en las
acciones del paciente. Si, después de ejecutar una acción (dibujar una forma o situar
un peine debajo de la almohada), se le da a realizar otra tarea que le distraiga
(interferente), su primera acción queda “olvidada” hasta tal punto que incluso si se
le muestra el dibujo que ha hecho o se le pregunta como llego el peine a estar
debajo de la almohada, no puede recordar que el mismo haya hecho la acción y
niega obstinadamente haberlo hecho. Estos fenómenos indican alteraciones muy
graves de la memoria en los pacientes de este grupo, y, realmente, mantienen cierto
parecido con el cuadro del síndrome de Korsakov.
Una de las observaciones más interesantes es que si la lesión ocurre en las partes
posteriores de las zonas medias del córtex y su resultado afecta bilateralmente al
hipocampo, esta capacidad de inhibición incrementada de huellas puede llegar
hacer total y ausente de cualquier forma de confabulación paralelamente si la lesión
ocurre en las partes anteriores de esta zonas e interesa las zonas medias de los
lóbulos frontales.
Al intentar reproducir una anécdota corta que se le ha leído, el paciente será incapaz
de prevenir la intrusión de asociaciones irrelevantes y la reproducción selectiva de
la anécdota se hace totalmente imposible.
Estas alteraciones constituyen un nexo de unión con algunos de los mecanismos
patofisiológicos del síndrome de Korsakov y son, por tanto, del mayor interés.
Así por tanto los sistemas de las primeras unidades funcionales no solo mantienen
el tono cortical, sino que también experimentan ellos mismos la influencia
diferenciadora del cortex, y la primera unidad funcional del cerebro trabaja en
estrecha cooperación con los niveles superiores del cortex, tema al que nos
referiremos de nuevo.
Bibliografía