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II CONGRESO INTERNACIONAL
“EL CARIBE EN SUS LITERATURAS Y CULTURAS”
8, 9 y 10 de abril de 2015
Córdoba Argentina
Actas Caribe está distribuido bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-
CompartirIgual 4.0 Internacional.
ÍNDICE
0. Introducción
Un tajo.
Y ahí, en medio del espacio poroso e inquietante que abren, todo fluyendo,
todo en un imprevisible con-tacto. Migrancias, choques y precipitadas caricias,
cruces y contagios de cuerpos, de culturas, de lenguas, de cantos y gritos, de
miradas, de memorias, de afectos. Proliferación indebida. Ahí donde se cortó
buscando el mutismo de las tumbas, la extirpación de lo distinto, los injertos
mezclados con los restos aún palpitantes desencadenaron la proliferación de
aquello que Derek Walcott (1992) llamará una obstinada sobrevivencia. Más allá de
la vida que impone el imperio, los cuerpos resisten. Destrozados, desnudos y
fragmentados existen y, todavía, empujan y se agitan, reclaman de nuevo su
creación: potente en su falta de origen o en la pluralidad indeterminada de ellos,
en el anudamiento de fragmentos ajenos, en el advenimiento de un cuerpo
propiamente impropio, criollizado (Edouart Gissantt) que presiona los límites de
lo uno hasta el extremo. Resistencias, anudamientos y estiramientos que implican
una coreografía festiva, ritmos y melodías ensayando el movimiento convulso de
las olas en su itinerante roce con la tierra y las rocas.
Tal vez, como apunta Eduardo Lalo, esta sobrevivencia del Caribe ha sido
y es invisibilizada, relegada al lugar más oscuro de la negación, a la más opaca
experiencia del turismo all inclusive y el consumo ciego. Tal vez, ya es apenas una
sombra que se agita en la penumbra. Pero se agita. Desde el lugar más oscuro, en
el intersticio de la penumbra vibra, se estremece, se infiltra. Filtra y chorrea por
los tajos más abiertos que nunca. Chorrea e interrumpe el régimen de visibilidad
dominante, chorrea y deja la huella de una apertura indómita que desequilibra
las totalizaciones del poder global.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Selva Ilardo
Universidad Nacional de Tucumán
Para pensar hoy las identidades y las políticas que ellas fundamentan, conceptos como
conflicto, poder, heterogeneidad, alteridad e historicidad son imprescindibles. Los actuales
debates en torno a las identidades, no son nuevos, tienen sus orígenes en conceptos que aunque
sea fragmentariamente fueron cuestionando la identidad como esencia, entidad fija, homogénea
y natural, y por supuesto también las políticas que de ellas derivan.
En este trabajo retomaré algunos de los conceptos que trabajaron los intelectuales
caribeños Fernando Ortiz, Frantz Fanon y Stuart Hall e influyeron en teorías de la identidad. En
estos pensadores, si bien no siempre en el Caribe, sus orígenes influyeron en sus ideas no para
proponer que el pensamiento está necesariamente limitado y ensimismado por el lugar de donde
proviene sino para subrayar que siempre se encuentra moldeado por algún grado de
posicionalidad1.
Transculturación
1
Hall sugirió para esto el concepto: “política de la ubicación” [politics of location] (Hall 2003 271).
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Alteridad
En sus obras Pieles negras, máscaras blancas de 1952 y Los condenados de la tierra
escrita en 1961 Frantz Fanon, analiza el proceso de interiorización de un complejo de inferioridad
basado en las desigualdades socioeconómicas y el deseo de emblanquecer la raza, vividos en la
isla Martinica con la colonización francesa3. En sus escritos refiere a la ambivalencia de la
identidad en los procesos de colonización, ya que "no hay colonizado que no sueñe cuando menos
una vez al día en instalarse en el lugar del colono" (Fanon 2007 34). Fanon comprobó que el otro,
el nativo, que construye el colono es a la vez un objeto de deseo y de desprecio. Este concepto de
ambivalencia se aplicó luego a estudios de la identidad (Bhabha 2002, Todorov 19954) y describe
un proceso simultáneo de negación y de identificación con el otro. La cuestión de la identificación
no es nunca la afirmación de una identidad preestablecida, sino más bien la producción de una
imagen de identidad y la transformación del sujeto al asumir esa imagen. La demanda de
identificación es la de ser para otro, e implica que la representación del sujeto se produce siempre
en el orden diferenciador de la alteridad. Sólo a través del otro, construye el sujeto su identidad y
sitúa su deseo de la diferencia.
El colonizador desea mirarse y percibirse a sí mismo desde el punto de vista del nativo,
porque ese punto de vista le engrandece: ese fenómeno, apunta, es, en términos psicoanalíticos,
una escisión (el deseo de seguir siendo uno mismo y de ser como otro) y una duplicación (el deseo
de ocupar dos lugares a la vez). No sólo el colonizado, sino también el colonizador estaría atrapado
en esa ambivalencia de la identificación paranoica o en la alternancia de fantasías megalómanas
y de persecución. La identidad colonial sería, por ello, una identidad ambivalente, que contiene,
a la vez, temor y deseo. El rechazo y la negación son factores necesarios de la ambivalencia, ya
que todo acto de negación constituye un reconocimiento parcial de la alteridad que se niega. Estos
aportes de Fanon nos permiten estudiar las identidades como procesos de relación intersubjetivos,
2
Se refiere al contrapunteo o controversia musical entre músicos y cantantes rivales. Según Argeliers León:
“La controversia más simple es cuando dos cantores toman cada uno un tema para ofrecerlo, llegando a
increparse personalmente”. La base musical del contrapunteo es el punto guajiro o complejo musical
asociado con el guajiro o campesino cubano. A su vez el contrapunteo se relaciona, musicalmente con el
contrapunto musical, o diálogo entre dos o más instrumentos. Es evidente que Ortiz opta por el término
cubano tanto por su nacionalismo como por su carácter polémico. Igualmente enfatiza que esas
controversias o contrapunteos ocurren tanto entre la “guajiraza montuna”, blancos del campo como entre
“la currería afrocubana”, negros de la urbe. Nota del editor. ((Ortiz. 2002: 136)
3
"Antillano de origen, mis observaciones y conclusiones sólo valen para las Antillas, por lo menos en lo
que concierne al negro en su tierra", expresó el autor refiriéndose a Pieles negras máscaras blancas. (Fanon.
1973:13)
4
"Así pues en vez de aclararse el misterio se vuelve más denso: no sólo los españoles comprendían bastante
bien a los aztecas, sino que, además, los admiraban. Y sin embargo, los aniquilaron; ¿por qué?" (Todorov
139)
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el ser-para-otro, que son retomados por intelectuales como Todorov (1987), Bhabha (2002),
Segato (2007), Grimson (2011) entre otros y traslucen relaciones de poder.
Relaciones de poder
Son muchos los aportes de Stuart Hall a los estudios de la identidad. Como ya
anticipamos, su origen jamaiquino fue determinante para el desarrollo de sus ideas. Su pertenencia
al Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham y los
Estudios Culturales que desde allí se desarrollaron, fueron el contexto teórico-político para su
pensamiento crítico desde los márgenes políticos y epistémicos. Hall realizó numerosas críticas
a los conceptos de identidad como esencia y como construcción, proponiendo un enfoque
intersubjetivo superador que actualmente se puede observar en estudios de la identidad en
Latinoamérica como por ejemplo en trabajos de Briones (2006) Grimson (2011) y Segato
(2007). En cuanto a las críticas que realiza a la concepción de identidad como esencia, leemos
por ejemplo, en su artículo ¿Qué es "lo negro" en la cultura popular negra? (2010), lo siguiente:
5
"La conciencia práctica de ser sujeto de identidad es substituida por una conciencia obligatoriamente
"discursiva" e instrumentalizadora de la propia identidad" omitiendo las formas históricas de "ser otro"
(Segato. 2007)
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necesarias entre las condiciones de una relación social o práctica y la manera de representarlas.
La identidad es la articulación, el encuentro, el punto de sutura:
…entre, por un lado, los discursos y prácticas que intentan interpelarnos, hablarnos
o ponernos en nuestro lugar como sujetos sociales de discursos particulares y, por
otro, los procesos que producen subjetividades, que nos construyen como sujetos
susceptibles de “decirse”. De tal modo, las identidades son puntos de adhesión
temporaria a las posiciones subjetivas que nos construyen las prácticas discursivas.
(Hall 2003:20)
Que las identidades estén discursivamente constituidas no implica que sean sólo discurso
y que se conciban como articulación y no como un proceso unilateral, pone la identificación,
y no las identidades, en la agenda teórica.
Para seguir...
Los aportes conceptuales de los autores de origen caribeños que se han desarrollado son
fundamentales para pensar las identidades como articulaciones sociales emergentes de procesos
de identificación, permeables, heterogéneas e históricas.
Es importante que puedan reconocerse en las identidades las formas históricas de "ser-
para-otro", como producto de una interlocución específica inmersa en relaciones específicas de
poder, relaciones que se visibilizan (o no) y se reproducen. Que puedan reconocerse en las
identidades "las alteridades y el conflicto, que sustenten la construcción de lo público sin
menoscabo de la diversidad" como sostiene Ticio Escobar (2009).
Bibliografía
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Segato, Rita (2007). “Introducción e Identidades políticas/ Alteridades históricas: una crítica a
las certezas del pluralismo global”, en La nación y sus Otros. Buenos Aires, Prometeo.
Todorov, Tzvetan (1987). La conquista de América. El problema del otro. Siglo XXI. México.
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Esa presencia aparece en sus poemas representada, por medio de la música, la cual
permite vislumbrar a partir del ritmo que Guillén entreteje con sus palabras los rasgos que también
conforman la identidad de su tierra. Este ritmo resulta ser uno de los pilares de la identidad
afrocubana que el poeta busca destacar para otorgarle un valor central a aquello que, hasta el
momento, resultaba marginal e imposible de concebir como parte de la literatura. Por lo tanto, el
ritmo a través del cual forja su poesía, ese polirritmo7, según lo define Benitez Rojo, establece
una forma de resistencia de la propia cultura:
6
En palabras de Fuentes, el concepto de Fernando Ortiz es definido como un “Fenómeno amplio y complejo
que es el choque entre culturas, en el que tanto se ganan como se pierden características en pro del alcance
de una nueva figura cultural.” (Fuentes 64)
7
Según Celina Manzoni, la noción de polirritmia establecida por Benitez Rojo remite a ritmos que son
cortados por otros ritmos, que son cortados por otros ritmos y así de forma sucesiva y le otorga a las culturas
caribeñas una forma de resistencia. (cf. Manzoni 6)
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negro bembón;
majagua de dril blanco,
negro bembón;
zapato de do tono,
negro bembón. (…) (Guillén 15)
Además de un visible intento por recuperar el habla del negro que, como dijo Manzoni,
tiene el objetivo de recuperar esa lengua como espacio de resiestencia ya que asume lo popila en
la lengua de la cultura, en este poema, vemos la utilización del ritmo en consideración a lo dicho
anteriormente (cf. Manzoni 13). Es un rimo que remite a la música propia de esa zona, resultado
de la confluencia de culturas y que, asimismo, evoca una cosmogonía, un vínculo con lo ritual y
lo ancestral, con lo espiritual y lo primitivo:
En este sentido, esa música, guiada principalmente por el ritmo, exige una danza
despojada donde el cuerpo desnudo cobra protagonismo:
En consonancia con la recuperación del habla del “negro bozal”, tanto esta filiación con
lo africano como la desnudez de los cuerpos, también se presentan como símbolos de resistencia
porque implica una oposición a la cultura civilizatoria del otro-conquistador al que Guillén
contrapone la figura del negro pero que, sin embargo, también reconoce como parte de la
identidad cubana. Es esta misma desnudez la que sorprendió a los viajeros conquistadores apenas
llegaron a las tierras de aquél continente desconocido. Por lo tanto, revalorizar esa desnudez,
también implica revalorizar esa imagen del Caribe previa a la conquista, es decir, revalorizar lo
propio, lo auténtico, lo autóctono.
Sin embargo, Nicolás Guillén no desconoce tampoco la parte criolla que constituye la
identidad de “lo cubano” y, por eso, como afirma Nancy Morejón en su Prólogo a Sóngoro
Cosongo, al “son” africano, triste y melancólico, el poeta le inyecta el carácter alegre, ingrediente
criollo, que conforma también esa identidad8:
8
“El `son` (…) es de sentido burlón y hasta sarcástico, el que desvela la misma ligereza en la que se
convierte la tristeza y melancolías africanas, para llenarlas de alegría y de `choteo`criollos.” (Fuentes 70)
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Un año después, publica su libro Sóngoro Consongo (1931). Éste trata acerca de la forma
de vida que desarrollan los africanos en Cuba, sus miserias y sus alegrías, sus costumbres y los
vituperios que deben afrontar, pero es también allí donde el poeta introduce la presencia del
blanco. Entonces, como producto de la interacción entre ambos, nace el mulato, que será ahora la
nueva figura protagónica y representativa. De esta manera, Nicolás Guillén reconoce el mestizaje
como lo constitutivo de la identidad caribeña:
Más allá de este abandono del intento de reproducir el habla del negro, siguen
apareciendo poemas como “Canto negro” (Guillén 33) donde, por medio de las onomatopeyas,
que remiten a la lengua africana, vuelve a cobrar valor el significante, en pos de configurar,
nuevamente, en forma de poema, el ritmo característico de dicha cultura y dejar de lado, como
dijimos anteriormente, la predominancia del significado para darle lugar al carácter formal de la
lengua:
¡Yambabó, yambambé!
En ese poema, aparece también un juego de palabras característico de esa zona, entre los
sentidos de la palabra “tumba” que puede referir, al mismo tiempo, al sustantivo “tumba” pero, a
la vez, al verbo “tumbar” que remite, por un lado, a tumbar la caña y, por otro, a “tumbar” a la
mujer en el tumbadero (cf. Manzoni 12), con la connotación sexual propia de dicho sentido. En
relación a esto, la sexualidad es otro elemento que cobra protagonismo en los poemas de este libro
que entra en estrecha relación con la desnudez de los cuerpos mencionada antes y que aboga por
el carácter negro de esa cultura, puesto que deja de lado la racionalidad y civilidad del blanco, en
pos de la irrefrenable sed irracional del negro:
En el agua de tu bata
todas mis ansias navegan:
rumbera buena,
rumbera mala.
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Anhelo de naufragar
en ese mar tibio y hondo:/¡fondo del mar! (Guillén 34)
En otros poemas de este libro, el poeta hace referencia a las palmeras, a las maderas
típicas de la zona, como el ébano, a la “mujer nueva” que es la mujer mulata, es decir, a todo
aquello que conforma ese folclore cubano que se produce como una interacción y posterior
síntesis de las diferentes culturas que entran en diálogo dentro de ese territorio.
De esta manera, mediante su poesía, Nicolás Guillén busca recuperar el componente
africano de dicha cultura pero sin abandonar el carácter mestizo, sino por el contrario, reconoce
este carácter como el principal. Indaga, en sus poemas, sobre “lo cubano” auténtico y busca
conformar la idea de la identidad cubana, de la cubanidad.
Para Roberto Fernández Retamar, poeta de la revolución y representante del
coloquialismo poético, esa concepción de la identidad ya no responde completamente a la imagen
que conforma el Caribe en su época:
En este poema, perteneciente al libro Buena suerte viviendo (1962 -1965), posterior a la
Revolución Cubana, Roberto Fernández Retamar muestra claramente lo que significó el ingreso
de la modernidad para una ciudad como La Habana y como, irremediablemente, todo ese tránsito
de nuevas tecnologías, aunque mucho más austera que en otros territorios, modificó la vida de los
habitantes de esa ciudad, introduciéndose en su cultura y cambiándola para siempre. La
globalización, que tuvo su inicio con la conquista de América, es una máquina irrefrenable que
avanza cada vez con más ímpetu. No se trata, ahora, de mantener una “pureza cultural”, donde
sólo sería puramente caribeño aquello directamente relacionado con lo mulato y sus
características culturales, sino que esa tecnología comienza a ocupar tantos espacios que es
imposible negar su participación en una identidad nacional que se encuentra en permanente
cambio. Entonces, “lo caribeño” comienza a incluir también todos esos nuevos elementos que
forman parte de la cotidianidad de sus habitantes. Lo salvaje, lo irracional, el ritmo se desdibujan
y dan lugar a “lo nuevo” que avanza a paso firme.
De esta manera, la palmera, uno de los símbolos propios del Caribe, imagen prototípica
de esa zona, se desvanece y, en su lugar, aparece el aire acondicionado encargado de eliminar las
diferencias. Podemos pensar a éste como el símbolo de la imposición de una cultura sobre la otra,
el símbolo de la progresiva desaparición de esa cultura autóctona y original. Ni siquiera el clima
propio se conserva: la cultura del otro se ha perpetuado de tal manera que hasta este elemento
natural se encuentra trastocado. Sin embargo, cuando nos referimos al otro, en este caso, no nos
referimos a la cultura europea sino, ahora, a la cultura del consumo: el consumo ha hecho, parece
decirnos Retamar, una segunda conquista que, ya en esa época, estaba produciendo la paulatina
muerte de la cultura autóctona. Esto sucede, en un país que ha comenzado a transitar el
comunismo como sistema político, social y económico. Sin embargo, vemos en este texto de
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Retamar, que la presencia del capitalismo y el consecuente avance del consumismo a nivel
mundial, de algún modo se hace sentir en la isla.
Entonces, la propia identidad no se constituye, como lo establecía Guillén, sobre la
dicotomía blaco-negro que tendrá su síntesis en el mulato, sino que, en este caso, la cuestión pasa
por otro lado: comunismo/capitalismo, cultura/consumismo son los ejes que establece este poeta
como contraposiciones posibles en base a las cuales se configura dicha identidad. El otro ya no
está en España, sino en EE.UU. Por lo tanto, lo básicamente caribeño, pero que Retamar hace
extensivo a todo lo latinoamericano, reside en el espíritu de unión y revolución, de lucha, de
resistencia contra ese sistema que avanza y parece dominarlo todo, en la búsqueda de la alegría –
punto de concordancia con Guillén-, la belleza y la verdad.
No se puede dejar de considerar que Retamar escribe desde una perspectiva marxista,
por lo tanto, cree en la injerencia de la literatura en la realidad. Los derrotados son los
protagonistas de sus poemas: ni blanco, ni negros, ni mulatos o todos ellos juntos. No hay razas.
O, en todo caso, la única “raza” que vale y que, como poeta, él se ve en el deber de revalorizar,
es la de los que luchan contra el poder con el objetivo de lograr un mundo mejor: los “locos,
tristes, ladrones, robados, mendigos, masticados, monstruos, hermanos” (Retamar 175)
A la vez, existen lazos en común con ciertos tópicos trabajados por Guillén, en relación
a la construcción de la identidad caribeña. En el poema “África en ti” (Retamar 188) que no forma
parte de ningún libro independiente pero que aparece recopilado en su antología Una salva de
porvenir (2012), encontramos una alusión al ingrediente africano de su cultura:
Al igual que en la poesía de Guillén, el carácter insular del territorio y, como decíamos
antes, la alegría más allá del sufrimiento, cobra presencia en sus textos:
Aparece también mencionados y exaltados los valores del negro y del mulato pero,
como decíamos anteriormente, el eje a partir del cual construye la identidad cubana trasciende el
concepto de raza y se vincula a la función de cada uno dentro del sistema de producción. No es
sólo el negro que trabaja en el cañaveral, como era el caso de Guillén, el marginal que el poeta
busca redimir, sino cualquier trabajador, cualquiera que sufra la explotación de ese sistema
económico:
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Viajando un poco más en el tiempo, nos encontramos con la poeta cubana Zoé Valdés,
nacida durante el año de la Revolución pero de ideología anti-castrista que actualmente reside –
exiliada- en Francia.
La primera parte del libro Cuerdas para el lince (1999), llamada “Predilección del lince”
(Valdés 12) comienza con un epígrafe de José Lezama Lima que expresa:“¿Qué encontraremos
en aquel confín?” (Ibid.) Esta pregunta, desde el principio del libro, abre el juego para establecer
relaciones entre un acá y un allá cuya distancia es inasible, inalcanzable, imposible. Podemos
pensar que ese “confín” es Europa pero también, pensando el lugar desde donde la poeta escribe,
puede ser el Caribe, aquella tierra recóndita, el otro lado del mundo: las antípodas. De esta manera,
la autora abre el juego para pensar desde dónde está estableciendo su discurso: desde acá o desde
allá, cuál es su punto de partida y cuál su punto de llegada.
Zoé Valdés habla del Caribe pero desde el otro lado, desde la visión de enfrente, y esto
lo lleva a cabo en dos sentidos si pensamos su poesía en relación a la de los poetas anteriores. Por
un lado, escribe desde Europa y, por el otro, escribe desde el capitalismo. Ella habla desde su
individualidad, traduciendo en poesía su experiencia de ascenso social. Aquí la presencia del
ritmo no responde a una búsqueda de la identidad cubana, como ocurría en los textos escritos por
Nicolás Guillén, sino que apunta a una cuestión vinculada a rescatar cierto valor estético en sus
escritos:
Duerme a oscuras
necesita más un pájaro que un timbre
duerme entre tinieblas
necesita más un pájaro que unas pestañas
la amigdalitis endosa el alma
duerme a solas
en mañanas tambaleándose
pulcra besando abejas
necesita más una gárgara que un pájaro
duerme la que late en la nuca
la que aspira porosa el pájaro
tobogán de la torpe. (Valdés 57)
Sin embargo, en estos poemas, construye una imagen de la identidad caribeña, quizás
más allá de las intenciones de la propia autora, pero que ya no está dada por dicotomías sino que
en ella confluyen las diferencias, ya no hay lo uno y lo otro, sino que todo permanece en constante
mezcla y confusión. La figura del lince aparece como representación de esa mezcla, a esta altura
indisoluble e indistinguible. El lince encarna esa indistinción: es salvaje pero a la vez astuto,
habita tanto en África como en Europa, es tanto lo uno como lo otro, lo propio y lo ajeno. En este
sentido, las referencias literarias y culturales que utiliza la autora remiten tanto a Europa (sobre
todo referencias literarias: Proust, Henri Michaux, la cultura greco-latina, el psicoanálisis), como
a África (referencias continuas a la religión egipcia) a Estados Unidos (Sting, el rock en general)
y a Latinoamérica (José Lezama Lima), sin distinción, permaneciendo todas en un marisma de
citas que confluyen y conviven de forma armónica.
Sin embargo, comparte ciertos tópicos con los poetas anteriores como es el caso del mar
y la desnudez. En relación al mar, aparecen los viajes, la soledad, la huida pero también la
confluencia de las distintas culturas, como vemos en el caso del poema citado. El mar traduce
porque el mar traslada sentidos, lleva de un lugar a otro lo mismo pero de modo diferente, une y
al mismo separa esas dos culturas cuyas diferencias parecen, cada vez, más indistinguibles:
Traduce el mar
para consagrar las fuentes del desierto
los santos escupen oasis en las bocas
Él llega como la arena
constante furtivo quemante
ama esa extraña soledad de ola. (…) (Valdés 29)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
También reaparece en la poesía de Valdés, el cuerpo desnudo, pero no es, en este caso,
una desnudez sensual y festiva, sino una desnudez mutilada, sufrida, coartada:
A diferencia de los otros dos poetas, su poesía es intricada y repleta de imágenes que se
superponen unas a otras, dificultando en muchos casos acceder a un significado concreto. El
carácter estético es el que predomina en sus textos. La imagen que de sí misma o de ese “yo lírico”
audazmente femenino que construye la autora es, justamente, a diferencia de los otros dos poetas,
rebosante de un carácter puramente singular. El “yo colectivo”, que predominaba en los poetas
anteriores, se elimina. Síntoma también de la posmodernidad, el individualismo crece al ritmo de
las grandes ciudades:
Bibliografía
Guillén, Nicolás (1947). El son entero. Suma poética (1929-1946). Buenos Aires: ed. Pleamar.
Fernández Retamar, Roberto (2012) Una salva de porvenir. Nueva Antología Personal. Buenos
Aires: ed. Colihue, Col. Musarisca.
Fuentes de la Paz, Ivette (2006). “Lo `africano´ como una de las expresiones de la cubanidad:
el caso del mestizaje en la obra de Nicolás Guillén”, Hipertexto 3: 64-71.
Manzoni, Celina (2007) Teóricos Nº 15 y 16. Literatura latinoamericana II. Buenos Aires:
Universidad de Buenos Aires (U.B.A.).
Valdés, Zoé (1999). Cuerdas para el lince. Barcelona: ed. Lumen.
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Si las regiones en las cuales se ubican hoy Perú y México fueron las que más recibieron
esclavizados africanos durante los siglos XVI y XVII, la presencia más significativa de este tipo
de sistema en colonias seguramente ocurrió en las islas caribeñas, principalmente entre los siglos
XVIII y XIX. Dicha región siempre ha sido un espacio desde y sobre el cual muchos teóricos e
intelectuales se debruzaron para análisis y, de hecho, se perciben características comunes en las
literaturas afro-descendientes que circulan por allá. Se puede citar al escritor y teórico cubano
Antonio Benítez Rojo en La isla que se repite (1998) quien señala que específicamente las islas
del Caribe forman un espacio de diálogo sobre la cultura y la visión de mundo sea en Jamaica,
Cuba, Martinica o Haití, con sus diferentes lenguas y/o dialectos. El cubano define el texto
caribeño en general como “excesivo, denso, uncanny, asimétrico, entrópico, hermético” (Benítez
Rojo, 1998) en el cual no hay centro ni bordes, pero dinámicas más o menos comunes que,
gradualmente, van asimilándose a contextos indoamericanos, africanos, europeos y asiáticos hasta
el punto de esfumarse. La literatura caribeña se desarrollaría, por lo tanto, sin dejar como supuesto
implícito un único eje central, yendo en distintas direcciones estéticas y epistemológicas. El cruce
de culturas ocurrido en Caribe a lo largo de los siglos las diferenció de las culturas hegemónicas
europeas que se sirvieron de los dogmas de la Iglesia Católica y de la imposición forzada de
valores racionales durante el periodo colonial.
Eurídice Figueiredo (2011), investigadora brasileña de la UFF, apunta que si para Edouard
Glissant el origen de los afrodescendientes es el barco negrero, para Benítez Rojo (1998) el
universo de la Plantación de caña de azúcar constituye el inmenso archivo de Caribe, cuyo macro-
sistema explica la cultura y el modo de vivir de los caribeños hasta nuestros días. Utiliza
Plantación con P mayúscula para indicar no solo la existencia de plantaciones como también el
tipo de sociedad que resulta del uso y abuso de ellas. La Plantación “produjo” alrededor de 10
millones de africanos esclavizados, además de ayudar a producir capitalismo mercantil e
industrial al mismo tiempo en que aceleró el subdesarrollo africano:
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Seamos realistas: el Atlántico es hoy el Atlántico (con todas sus ciudades portuarias)
porque alguna vez fue producto de la cópula de Europa – ese insaciable toro solarcon
las costas del Caribe; el Atlántico es hoy el Atlántico – el ombligo del capitalismo –
porque Europa, en su laboratorio mercantilista, concibió el proyecto de inseminar la
matriz caribeña con la sangre de África (…) hay que convenir en que a.C. (antes del
Caribe) el Atlántico ni siquiera tenía nombre. (Benítez Rojo, 1998, s/p).
En el espacio del Caribe, cuya condición colonial trajo consigo la pérdida de una gran parte
de su memoria, a menudo se problematiza la relación entre el discurso literario y el devenir
histórico; para tanto, es una literatura que se caracteriza por la búsqueda de una identidad
sociocultural desde la indagación del pasado. A partir de la publicación de El reino de este mundo
(1949), del cubano Alejo Carpentier, las novelas históricas caribeñas contribuyeron a incrementar
cada vez más un proceso de descolonización cultural desde su propio imaginario. Para Silva
(2014), la publicación marca un momento importante en la literatura hispanoamericana y mundial:
el cubano Alejo Carpentier rescata, al (re)contar la historia de la revolución que resultó en la
primera (y única) República Negra de las Américas – Haití – los valores culturales de los
africanos, prohibidos y rechazados durante la travesía al continente americano y en la sociedad
esclavista. Al describir el término real maravilloso como un concepto-clave de las Américas,
ejemplificado a través de la práctica del vudú, el autor hace una interpretación activa y consciente
de la realidad hispanoamericana, conformada por las diversas identidades de los habitantes del
continente, con destaque a la de los negros, que traen consigo una cultura proliferante, una religión
viva, que se mezcla a las prácticas europeas e indígenas realizadas en espacio americano.
Paradójicamente, Benítez Rojo (1998) señala que a pesar de ser una de las primeras tierras
en América a ser conquistadas y colonizadas por los europeos, es, en términos culturales, una de
las regiones menos conocidas del continente, básicamente por su fragmentación, inestabilidad,
aislamiento, desarraigo, además de su dispersa historiografía. Todavía añade que el mundo
contemporáneo sigue navegando el Caribe con los mismos juicios y propósitos de Cristóbal
Colón: los ideólogos, tecnólogos, especialistas e inversores llegan con el propósito de aplicar
“acá” los métodos y dogmas de “allá”, y acaban definiendo la región solamente en términos de
su resistencia a las distintas metodologías imaginadas para su investigación. Los diferentes
idiomas que se hablan en las islas – español, francés, inglés y holandés – juntamente con los
dialectos aborígenes que se unieron a los europeos formando el créole, el papiamento y el
surinamtongo dificultan la comunicación, así como los códigos caribeños que conforman la
región como una “espesa sopa de signos”. Al referirse al Caribe bajo la nueva perspectiva de
estudio del Caos9, señala que mismo con el desorden es posible observar estados o regularidades
dinámicas que se repiten globalmente. Sin embargo, aunque esté de acuerdo con la teoría de
Glissant sobre “el Mismo y el Diverso”, en la cual el martiniqueño pone en relación la cultura
occidental (Mismo) con las culturas aborígenes (Diverso), el cubano prefiere hablar de “conjunto
discontinuo” que estaría muy a tono con los objetivos del Caos: “Caos mira hacia todo lo que se
repite, reproduce, crece, decae, despliega, fluye, gira, vibra, bulle” (Benítez Rojo, 1998, s/p).
La existencia de una literatura caribeña abarca dos visiones: ora no hay una literatura
caribeña, sino literaturas locales, escritas desde los distintos bloques lingüísticos del Caribe, ora
hay dinámicas comunes que se expresan con más o menos regularidad dentro del Caos
asimilándose gradualmente a contextos africanos, europeos, indoamericanos y asiáticos hasta
esfumarse ya que se desarrolla en un espacio sin centro y sin límites. En La isla que se repite, al
sugerir que se vaya más allá del sistema de oposiciones binarias al cual se le encerró al Caribe:
negro/blanco, esclavo/amo, anticolonialista/colonialista, dominado/dominador, elite/pueblo, etc.,
9
El autor utiliza Caos con mayúscula para diferenciarlo de la definición convencional.
24
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Benítez Rojo acota que se puede considerar el Caribe desde el ángulo más amplio de un sistema
interactivo, que a partir de la particularidad de su literatura nacional/regional se involucra en un
espacio más abierto de caracterizaciones y definiciones que puede encontrar similitudes entre las
producciones culturales debido a su origen histórico. Sin embargo, el ensayista no pretende buscar
el origen de lo caribeño por considerar una tarea inútil, y busca comprender de qué forma las
literaturas van desarrollándose en este espacio.
Aunque este trabajo se proponga a analizar la producción literaria de lengua española del
espacio caribeño, no hay como no citar importantes intelectuales y escritores francófonos de las
islas colonizadas por los franceses. La contribución francesa para las independencias y
aboliciones fue menester en el desarrollo de las colonias europeas, y los textos de los francófonos
son intentos de representación de un pensamiento colectivo sobre el Caribe. Alrededor de los años
30, con el surgimiento de movimientos como el negrismo cubano o la negritud francófona, las
artes de origen africano comienzan a ser observadas y valoradas por los negros y, luego, por todo
el mundo. Los intelectuales de la isla de Martinica Aimé Césaire (1913 – 2008), Franz Fanon
(1925 – 1961), Edouard Glissant (1928 – 2011), Raphäel Confiant (1951, -) y Patrick Chamoiseau
(1953, -), el cubano Nicolás Guillén (1902 – 1989) y los haitianos Jacques Roumain (1907 – 1944)
y René Depestre (1926,-)10 pensaron el tema del negro incluido en el sistema de transferencias
culturales caribeñas, renovando las imágenes de los afrodescendientes de esclavizados en los
contextos nacionales de las letras de sus respectivos países.
En los estudios para el desarrollo de este trabajo, el concepto que conlleva la investigación
es el de transculturación, propuesto por el cubano Fernando Ortiz en los años 40, volviéndose un
concepto clave de las identidades americanas al presuponer que del contacto entre dos o más
culturas siempre surgirá algo nuevo, en permanente transformación. Para Zilá Bernd, aunque
cuando las colectividades tienen la tendencia de reproducir las matrices, hay desvíos,
transgresiones, desplazamientos, sino subversión total de los modelos. Benítez Rojo también
rechaza el concepto de mestizaje pues la concepción del término vino desde afuera, en una
observación sobre el ser caribeño:
Edouard Glissant, novelista, poeta y ensayista, postula como marca de la identidad una
visión geopolítica, y no una definición étnica y epidérmica como la de la negritud: para él, la
antillanidad se define por un sentimiento de la unión de las islas, lo que él llamará de Poétique
de la Rélation/Poética de la Relación, apuntando a la complementariedad de las islas
multifacéticas por las identidades plurales, por el hibridismo y también por la créolisation.
Glissant usa una palabra de su invención, digénesis, para hacer referencia a la gestación de esas
culturas que tuvieron por vientre el barco negrero y que descubrieron el mundo en la sangre y el
terror. Figueiredo (1998) señala que el martiniqueño no apreciaba los esencialismos universalistas
de la negritud de Aimé Césaire y de la criollización de Jean Bernabé, Patrick Chamoiseau y
Raphäel Confiant, pues había percibido tempranamente que los pueblos híbridos del Caribe tenían
mucho más en común entre sí que con esa generalidad que se designaba por el nombre de negros.
Observa Martinica, su isla natal, aislada de las otras islas, mirando siempre hacia afuera (África
y/o Francia) cuando, en realidad, formaba parte de un archipiélago al cual le daba la espalda. Hay
10
Quedamos solamente con los escritores e intelectuales de las islas caribeñas. Sin embargo, la región del
Caribe abarca todos los países bañados por el mar Caribe. Entonces, pasamos a contar con otros textos que
desarrollan la temática de la diáspora negra dentro del contexto caribeño: León Gontran Damas, de la
Guayana Francesa (1912 – 1978), los estadunidenses Langston Hughes (1902 – 1967) y Claude McKay
(1889 – 1948) y el colombiano Manuel Zapata Olivella (1920 – 2004) son nombres representativos del
pensamiento de la negritud.
25
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
que recordar que, desde 1635 hasta hoy, Martinica es un departamento de ultramar francés que
constituye una región ultra periférica de la Unión Europea (así como la isla de Guadalupe y la
Guayana Francesa) y que en la época de Césaire y Franz Fanon los libros escolares de las Antillas
enseñaban sobre “nos ancêtres les Gaulois” y las cuatro estaciones de “notre climat tempéré”
(Figueiredo, 1998).
Según Benítez Rojo (1998, s/p) “si tomamos las novelas más representativas del Caribe
vemos que en ellas el discurso de la narración es interferido constantemente, y a veces casi
anulado, por formas heteróclitas, fractales, barrocas o arbóreas.” La producción de una literatura
afro hispano caribeña con el protagonismo del negro se fija en especial en las islas de Cuba y
Puerto Rico, además del Caribe guatemalteco, colombiano y venezolano. Desde la época colonial,
el negro figura como protagonista en novelas que se leían en los círculos culturales de Cuba, y
entre los años de 1838 y 1841 comienzan las producciones del metagénero testimonio
antiesclavista. Según las investigaciones del proyecto Vozes negras no romance
hispanoamericano, durante el siglo XIX se publicaron 16 novelas cuyo protagonista era negro, y,
de éstas, 9 eran de escritores cubanos y 1 de un escritor de Puerto Rico (los demás, 3 eran de
colombianos, 2 de venezolanos e 1 de guatemalteco). Dichas novelas se caracterizaban por
presentar una visión estereotipada del negro sumiso, obediente, distante de sus orígenes africanos
y cada vez más deseando igualarse a los blancos en su cultura y costumbres o entonces marcadas
en relatar apenas la violencia y los abusos psicológicos sufridos por los negros esclavizados.
El siglo XX se caracterizó por la producción de novelas históricas con temática afro del
Caribe continental en especial por parte de los colombianos Manuel Zapata Olivella y sus
hermanos Juan Zapata Olivella (1922 - 2004) y Delia Zapata Olivella (1926 – 2001) que
privilegiaron la voz afro colombiana en poesías, novelas, ensayos y centros folklóricos de rescate
de la cultura afro11. De acuerdo con Valero (2013), en Colombia solo a mediados del siglo se
adjunta el prefijo afro para caracterizar la literatura escrita por determinados autores (de diferentes
orígenes, distintas filiaciones estéticas y variadas visiones de mundo) que intentaban construir
una etnicidad incluyéndose en un complejo de significados históricos y culturales. La gran obra
de la literatura afro colombiana - ¿y por qué no decir afro hispanoamericana? – es la novela
Changó, el gran putas (1983), de Manuel Zapata Olivella12, considerada la saga de la negritud en
tierras colombianas – y americanas en general – presentando como tema la diáspora del pueblo
africano en las Américas y la formación de la cultura afro hispanoamericana13. Abarca 5 siglos de
la odisea del pueblo africano en este continente, en que cada parte de la obra se basa en un hecho
histórico concreto y como tal se encuentra delimitada por un espacio, un tiempo y personajes
específicos.
Los negros se muestran, en la mayor parte de la novela, como la voz colectiva, juntamente
con los orishas – como Changó – y los ancestros. Según el mito africano, Changó, en su forma
11
Se puede apuntar otros colombianos que también produjeron novelas históricas con protagonistas negros:
Gregorio Sanchez (Las brujas de la mina, 1938); Arnoldo Palacios (Las estrellas son negras, 1949); Hazel
Robinson (No give up, man! No te rindas!, 1959); Germán Espinosa (La tejedora de coronas, 1984) y
Francisco González (María sigue siendo virgen, 2000). Las novelas de Juan Zapata Olivella son Historia
de un joven negro (1983); Pisando el camino de ébano (1984); Cincuenta testimonios (1985); Tres mulatos
de la revolución (1986); Entre dos mundos (1990) y Una mujer sin raíces (1991).
12
Otras novelas históricas del Zapata Olivella más reconocido: Tierra mojada (1947); Chambacú, corral
de negros (1963) y En Chimá nace un santo (1964). Asimismo hay que destacar su autobiografía en
¡Levántate, mulato! Por mi raza hablará el espíritu (1990) y las producciones ensayísticas Las claves
mágicas de América (1989) y El árbol brujo de la libertad; África en Colombia: orígenes, transculturación,
presencia, ensayo histórico-mítico (2002).
13
La autora de este trabajo hizo su disertación de maestría cotejando las obras Changó, el gran putas (1983)
y Viva o povo brasileiro (1984), de João Ubaldo Ribeiro. Liliam Ramos da Silva es la investigadora del
primer trabajo académico de Zapata Olivella hecho y publicado en Brasil. La investigación está disponible
en <http://www.lume.ufrgs.br/handle/10183/4530>
26
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
humana, era el rey de la ciudad de Oyo, capital Yoruba. Con el paso del tiempo, se volvió tan
cruel y tirano, que el pueblo ya no lo soportaba más y lo echó del palacio con sus mujeres (las
más conocidas son Iansá, Oshún y Oba). Al no conseguir regresar, y abandonado por todos, se
ahorca en la floresta; la noticia corre y los nuevos jefes de Oyo van hasta la floresta pero no
encuentran el cadáver, que desapareció en las entrañas soturnas de la tierra. Los jefes, ahuevados,
construyen un templo en el lugar del suicidio y vuelven exclamando que Changó no estaba
muerto, sino se había transformado en orisha. Él lanza una maldición diciendo que los negros
serían desterrados, así como él, y serían llevados a un continente lejano y extraño, y buscarían por
muchos siglos sus orígenes perdidos.
Ya el siglo XXI fue provechoso para la producción literaria de las islas hispano caribeñas.
Cuba vuelve a figurar como uno de los países que más produjo literatura afro y también Puerto
Rico aparece en el escenario especialmente con Mayra Santos-Febres (1966, -). La escritora negra
puertorriqueña publica Cualquier miércoles soy tuya (2002) en la cual cuenta la historia de un
periodista echado de su trabajo y que decide ser escritor. Al entablar una amistad con un
inmigrante ilegal haitiano que se pasa por dominicano que se pasa por puertorriqueño (y eso
ocurre a menudo en Puerto Rico), los dos se verán involucrados en un gran misterio que girará
alrededor de un motel, en una clara representación de las ciudades latinoamericanas y también
del espacio del Caribe. Nuestra señora de la noche (2006) se pasa a mediados del siglo XX y
contará la historia de una protagonista negra y pobre que se convertirá en madama de uno de los
prostíbulos más importantes de Puerto Rico: se trata de una novela histórica contemporánea en la
cual el pasado se recuerda desde los márgenes, los límites y la exclusión. La novela Fe en disfraz
(2009) narra la vida de la historiadora venezolana negra Fe Verdejo, que, casi por casualidad,
encuentra documentos relativos a esclavas negras latinoamericanas del siglo XVIII en una
biblioteca de Chicago. Dichos documentos la llevarán a Brasil donde encontrará el traje lujoso
utilizado por la esclava liberta Xica da Silva. A través de Fe, se conoce la historia de varias
mujeres esclavizadas que, por el juego dolor – placer, luchan para de alguna manera vencer al
amo, escondiendo parte de su piel, la metáfora de su dolor. La utilización del traje de Xica da
Silva como disfraz le permitirá encontrar otro modo de relacionarse consigo misma y con los
demás; sin embargo, la ruptura del traje simbolizará la reconciliación con el pasado histórico y la
necesidad de sanar las heridas para seguir viviendo. El viaje que la historiadora hace en el tiempo
le permite al lector pensar en las relaciones amo/esclavo que tienen lugar en la época
contemporánea. Se percibe, por lo tanto, que la escritora puertorriqueña es una de las grandes
voces negras femeninas actuales que rescatan el tema de la esclavitud en comparación con los
días de hoy, pensando en las vivencias contemporáneas de blancos y negros.
Desde Cuba, se puede citar la escritora contemporánea Teresa Cárdenas (1970, -).
Vencedora del premio Casa de Las Américas por Cartas a mi mamá (1997), cuya narradora es
una niña negra sin nombre que no le conoció a su madre y le escribe cartas contando el paso de
su vida. Cárdenas comienza a escribir por no identificarse con los personajes blancos de las
historias infantiles que leía cuando niña: “As famílias eran felizes e brancas, sem problemas. Eu
queria um libro no qual eu aparecesse” (BLOCH, 2014, s/p). La escritora recrea en sus narrativas
la ancestralidad y los mitos de los africanos que, arrancados desde África, mezclados, no tuvieron
árbol genealógico y solamente trajeron sus historias orales. En Echú y el viento (2006), recrea la
leyenda de los dioses del panteón yoruba Echú (rey de los caminos del mundo) y Osain (dueño
de las hierbas de las matas). En Tatanene Cimarrón (2006), la obra infantil-juvenil revela la
mirada de una adolescente cuyo abuelo, Tatanene, descendiente de cimarrones, es un defensor
incansable de la libertad. También vencedor del Casa de Las Américas, Perro Viejo (2006) es una
novela histórica que se pasa a fines del siglo XIX donde la esclavitud todavía es una realidad en
Cuba. El protagonista Perro Viejo es un esclavizado cuyo nombre fue dado por el mayordomo de
la plantación porque, como los perros que perseguían los esclavizados fugitivos, Perro Viejo
siempre está buscando el olor de su madre, que no conoció. La historia se refiere constantemente
a las memorias de sus 70 años como esclavizado y, a través de estos recuerdos, el lector ve el
horror y el desespero de alguien que experimentó sucesivas pérdidas y la brutalidad de los señores
de esclavizados. Las problemáticas sociales y el racismo son constantes en sus textos.
Obviamente, mucho más en cuanto la literatura afro fue producida en el espacio de las islas
hispano caribeñas, en especial los géneros de la poesía y el ensayo. Sin embargo, el foco de esta
27
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Abajo, se presenta la lista general de novelas cuyo protagonista es negro, sus escritores,
año y país de publicación14:
SIGLO XIX
1 - Petrona y Rosalía (1838), de Félix Tanco y Bosmeniel (Colombia)
2 - Francisco, el ingenio o las delicias del campo (1840), de Anselmo Suárez y Romero (Cuba)
3 - La sibila de los Andes (1840), de Fermín Toro (Venezuela)
4 - Sab (1841), de Gertrudiz Gómez (Cuba)
5 – La marquesa de Yolombó (1845), de Tomás Carrasquilla (Colombia)
6 - El Jíbaro: cuadro de costumbre de la isla de Puerto Rico (1849), de Manuel Alonso (Porto
Rico)
7 - Autobiografía de un esclavo (1849), de Juan Francisco Manzano (Cuba)
8 - Historia del Perinclito Epaminondas del Cauca (1863), de Antonio Irrisari (Guatemala)
9 - Manuela (1867), de Eugenio Díaz (Colombia)
10 - La campana de la tarde (1873), de Julio Rosas (Cuba)
11 - Florencio Conde (1875), de José María Samper (Colombia)
12 - El negro Francisco (1880), de Antonio Zambrano (Cuba)
13 - Zarate (1882), de Eduardo Blanco (Venezuela)
14 - Cecilia Valdez (1882), de Cirilo Villaverde (Cuba)
15 - Carmela (1887), de Ramón Meza (Cuba)
16 - Sofia (1891), de Martín Morúa Delgado (Cuba)
17 - Romualdo, uno de tantos (1891), de Francisco Calcagno (Cuba)
SIGLO XX
18 - Roque Moreno (1904), de Teresa González (Perú)
19 - El espejo y la ventana (1914), de Adalberto Ortiz (Ecuador)
20 - En este país (1916), de Manuel Urbaneja Alchepohl (Venezuela)
21 – Matalaché (1928), de Enrique López Albújar (Perú)
22 - Nochebuena negra (1930), de Juan Pablo Sojo (Venezuela)
23 - Ecue – Yamba – O (1933), de Alejo Carpentier (Cuba)
24 - Don Goyo (1933), de Demetrio Aguilera Malta (Ecuador)
25 - Canción de negros (1934), de Guillermo Meneses (Venezuela)
26 - Pobre negro (1937), de Romulo Gallegos (Venezuela)
27 - Las brujas de la mina (1938), de Gregorio Sanchez (Colombia)
28 – Over (1939), de Ramón Marrero (República Dominicana)
29 - Juyungo (1942), de Adalberto Ortiz (Ecuador)
30 - El reino de este mundo (1949), de Alejo Carpentier (Cuba)
31 - Las estrelas son negras (1949), de Arnoldo Palacios (Colombia)
32 - No give up, man! ¡No te rindas! (1959), de Hazel Robinsosn (Colombia)
33 - Chambacú, corral de negros (1963), de Manuel Zapata Olivella (Colombia)
34 - Memorias de un cimarrón (1966), de Miguel Barnet (Cuba)
35 - Cuando la sangre se parece al fuego (1971), de Manuel Cofiño (Cuba)
36 - Yemanyá y Ochun (1980), de Lydia Cabrera (Cuba)
37 - Changó, el gran putas (1983), de Manuel Zapata Olivella (Colombia)
14
Contribuciones son bienvenidas. Si el lector conoce alguna obra que pueda formar parte del corpus, favor
enviar mail a [email protected]
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Consideraciones finales
Se percibe, a través de los resultados preliminares, que existe una producción expresiva
de escritos cuyo protagonista es negro y que éste desarrolla su visión de la historia bajo su punto
de enunciación. Sin embargo, ¿cuáles obras circulan por las Américas? Y las que circulan, ¿qué
hace con que sean más reconocidas que otras? Todavía hace falta al grupo de investigación
identificar cuáles novelas publicadas se caracterizan por representar la verdadera voz del negro y
cuáles son apenas un préstamo para evidenciar la ideología del escritor (como es el caso de Isabel
Allende en La isla bajo el mar, cuya protagonista, Zarité Sedella, representa la voz negra
femenina pero, además de eso, acota la ideología feminista de la escritora).
Con los resultados de las investigaciones, se pretende publicar una obra crítica de la
literatura afro-hispanoamericana que, modestamente, pueda dar cuenta de una visión generalizada
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
de las novelas publicadas que utilicen el discurso del protagonista negro: si está en primera
persona, cuál idea que defiende, cuáles sus actitudes delante de la sociedad, si el escritor es negro,
comprometido por la causa, si suele publicar tratando sobre la temática, etc. Y, futuramente,
pensar en cuáles fueron traducidas al portugués y cuál su recepción en Brasil de estas obras.
Bibliografía
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Desde el Caribe francófono, Edouard Glissant articula una forma de expresión total que
entreteje relaciones múltiples -étnicas, económicas, históricas, lingüísticas, literarias, culturales-
en una disposición de planos y matices que titilan, se entrelazan, chocan, conviven en un conjunto
vital y siempre en movimiento. En esta trama rítmica y multiple, Glissant analiza la situación
cultural de Martinica y en la red de vasos comunicantes que traza, su análisis se abre al Caribe y
a todos los pueblos como trama de una totalidad. No es de sorprender entonces que su Tratado
del todo-mundo se inicie con la sección “El grito del mundo”. Lo local y global; el pasado, el
presente y el futuro en planos inextricablemente entrelazados muestran una textura donde las
polaridades de la compartimentalización occidental entran en profundas relaciones; imagen
especular del Caribe, geográfica e históricamente insular, escindido de las culturas amerindias;
dividido entre estados imperiales, compartimentalizado políticamente y también en términos
lingüísticos y étnicos; aislado internamente en lo geográfico comunicacional. Aún así, la “unidad
submarina” lo atraviesa y lo conjuga.
Las conceptualizaciones de Glissant se plasman en la estructuración discursiva de su propia
escritura, cuyas formas son la propuesta para un discurso caribeño. Todas están atravesadas por
la “opacidad” que Glissant reclama “para poder reaccionar contra las reducciones a la engañosa
claridad de los modelos universales” (1997: 31).
La lectura de algunos escritores contemporáneos del Caribe anglófono, en el marco de mis
lecturas de Glissant, me ha llevado a indagar en algunos aspectos que, a mi entender, tejen redes
entre la escritura de uno y otros. He focalizado mi atención en la obra de Jamaica Kincaid, Opal
Palmer Adisa y Lawrence Scott y he encontrado que, en la diversidad distintiva de cada uno de
ellos, hay un derecho a la opacidad que se reclama y se afirma. Me he detenido en particular en
los aspectos formales de los textos narrativos de estos escritores y, con especial atención, en los
rasgos que hilvanan el conjunto de la obra narrativa de Jamaica Kincaid y Opal Palmer Adisa.
Jamaica Kincaid es el nombre que adoptó Elaine Potter Richardson, nacida en Antigua
en 1949, pocos años después de emigrar a los Estados Unidos de América. Entre 1987 y 2002
publicó una serie de obras narrativas de ficción: la primera, una colección de cuentos; las
restantes, novelas. En la sucesión de sus relatos, Kincaid reelabora una historia personal marcada
por una relación traumática con su madre, la ausencia de su padre biológico y la alienación. Este
conjunto, que he abordado como una autobiografía serial, no canónica, desborda y va más allá de
lo personal e íntimo, también de lo referencial o mimético de lo autobiográfico, e inscribe a los
personajes de estas narrativas en el devenir de una trama histórica que se corporiza en sus vidas
cotidianas (cf. alterbiografía en el sentido de Evans Braziel (2010) y metabiografía en el sentido
de de Toro (2007)).
Luego de once años de silencio narrativo, Kincaid publica en 2013 su quinta novela, See
Now Then. See Now Then recupera el círculo de relaciones familiares que parecía hasta hace poco
cerrarse con Mr. Potter (2002) y avanza en el bios hasta el presente. Si bien los nexos con el
referente Jamaica Kincaid son vastos y variados, me interesa aquí indagar cómo lo autobiográfico
15
Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación Subjetividades, lengua(s) y representación en
las literaturas chicana, puertorriqueña y del Caribe anglófono (UNCo), dirigido por la autora, y se
desprende de mi proyecto de tesis para el Doctorado en Letras de la Universidad de Córdoba, "La narrativa
caribeña anglófona actual: identidad y escritura en Jamaica Kincaid y Opal Palmer Adisa", dirigido por
la Dra. Laura Pollastri (UNCo).
31
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Opal Palmer Adisa nació en Jamaica en 1954 y como Kincaid emigró en su adolescencia
a los Estados Unidos de América. Palmer Adisa publica su segunda y más reciente novela,
Painting Away Regrets, en 2011. Esta obra hilvana episodios de la vida de una mujer caribeña en
16
Fragmentos de obras publicadas por Kincaid se inscriben en citas textuales como pasajes de textos
escritos por la Sra. Sweet o como registro de sus pensamientos sobre su vida.
17
Anclo este enlace en las palabras de la autora respecto al momento en que The New Yorker, a través su
editor William Shawn, le permitió publicar en la década de 1970:
Las palabras que digo, los pensamientos en mi cabeza, eso era mi escritura y no necesité haber
venido de la gente que había montado a horcajadas el mundo por tanto tiempo, no necesité
venir de la gente que había imaginado y luego hecho real el mundo en el que vivía. Ese
momento fue mío. Al principio fue mi palabra y mi palabra fue el mundo tal cual le ordené que
fuera. (Talk Stories 39)
32
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
la actual Nueva York con historias de la tradición Yoruba. Este ensamble cultural que se articula
en la estructura formal de la novela es el que también permite al personaje femenino central
recuperarse; Cristine emerge fortalecida y rearmada en el marco de los lazos de espiritualidad
comunitaria. El entramado textual que opera en la interrelación de mundos culturales distintos a
la vez que imbricados y acompasados dialécticamente reafirma mi caracterización del conjunto
narrativo de esta autora, que incluye, además de sus novelas, series de micro-relatos y dos
colecciones de cuentos.
La obra narrativa de Palmer Adisa está atravesada por un rasgo estilístico que defino
como “fragmentarismo productivo” en tanto que el ensamble de retazos dispares adquiere un
potencial enorme de generación de sentido y una carga ideológica significativa respecto a la
identidad cultural caribeña. Los fragmentos que estructuran la obra narrativa de esta escritora son
de naturaleza variada: genérica, en tanto formas narrativas convencionales o particulares de
perfiles culturales distintos; genérica, también, en cuanto a la relación compleja de lo femenino y
masculino; lingüística, puesto que los fragmentos corporizan variedades marcadas por
circunstancias sociales, políticas e históricas; también polifónica y heteroglósica en el sentido de
Mikhail Bakhtin.
A partir de la extrapolación de algunos conceptos de la teoría del fragmento al ámbito
cultural, observo que, aún cuando retazos de totalidades distintas, estos fragmentos no pueden
concebirse con certeza, o sin cierta incomodidad, como ruinas, alegoría o duelo (Walter Benjamin
1990; Idelber Avelar 2000ª, 2000b). Los retazos culturales a los que aludo no pueden fijarse solo
en el ámbito fijo del pasado, en un tiempo estático, borrando así, como dice Glissant, “la
naturaleza enmarañada de lo vivencial y promoviendo la idea de una supervivencia impoluta”,
que sugiere seres y culturas fijas, inmutables. Por otra parte, hay también fragmentos de una
supuesta totalidad vigente, la de las formas de la colonización y su herencia. Este conjunto de
fragmentos de mundos distintos entretejen otro plano, heterogéneo y batallante, en el que los
fragmentos de la historia cercenada muestran una vitalidad significativa en el entramado con los
otros, fisurando la aparente compacta solidez de lo hegemónico —lo ruinoso, entonces y en todo
caso, se ubicaría en el devenir ruina de la ilusión de una cultura monolítica.
El modo de articulación de los fragmentos indica el otro aspecto central de la estética de Palmer
Adisa. Las partes se ensamblan desdibujando fronteras y desarticulando territorios, espacios
delimitados y apropiados a partir de estructuras de poder y patrones de jerarquías excluyentes. La
escritora juega con los contornos de lo textual y lo paratextual; compone cuadros a partir de
fragmentos dispares; crea galerías de espejos entre estructuras formales y temáticas; ofrece
perspectivas duales tanto hacia los objetos de sus narraciones como hacia sus aspectos formales.
Corporiza en sus textos formas diversas de criollización y crea un continuum de zonas de frontera;
muestra las endijas y resquebrejamientos, las distintas caras, miradas, y voces que subyacen a la
engañosa superficie homogénea que envuelve las representaciones de mundo. En este sentido,
podríamos decir que Palmer Adisa estructura un espacio de criollización que, siguiendo
nuevamente a Glissant, clama por instaurar la opacidad como forma de resistencia contra la
supuesta transparencia de verdades absolutas.
33
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Conclusión
18
Two truths are told,/As happy prologues to the swelling act / Of the imperial theme. -I thank you
gentlemen- / This supernatural soliciting / Cannot be ill, cannot be good. If ill, / Why hath it given me
earnest of success / Commencing in a truth? I am Thane of Cawdor: / If good, why do I yield to that
suggestion / Whose horrid image doth unfix my hair / And make my seated heart knock at my ribs /Against
the use of nature? Present fears /Are less horrible imaginings: /My thought, whose murder yes is but
fantastical, / Shakes so my single state of man that function / Is smother'd in surmise, and nothing is, / But
what is not. ( Macbeth, I.iii. 127-143)
Estas líneas refieren al poder de las apariencias engañosas, una preocupación que Shakespeare corporiza
en las referencias a los equívocos y su uso en la obra citada. Según Luz Aurora Pimentel (2006 :160), el
equívoco (equivocation) “designa un discurso falaz que recurre a la polisemia de la lengua con el solo y
deliberado objeto de engañar”.
34
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
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37
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Mateo Paganini
(Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichon, UNC)
Por largo tiempo había tenido que trotar el fraile para, finalmente, arribar al sitio que lo
identifica y refleja: la mínima planta, arrancada y trasplantada a una tierra y un cielo extraños.
El ciclo casi mítico del hombre americano, victima incesante de todos los tiempos,
componedor de lo imposible, pasa también por ese breve y fulminante encuentro entre el
alma y el paisaje, entre soledad e imagen perdida, entre el sentimiento desgarrado de
inseguridad y ausencia y el de la evocación que irrumpe, cubriendo, imantado, idealizando
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
lo que cuando fue (cuando lo tuvimos) no fue más que un lugar común al que la imposibilidad
de volver presagia. (17)
Sorprende que al leer este instante en las Memorias de fray Servando Teresa de Mier,
aparece como una mera crónica de un dato insignificante: “Vi en el Jardín botánico de Florencia
sobre una maceta nuestro maguey con su letrero: ʽAlve mexicanoʼ; así le llaman los botánicos, o
agave, así como llaman al chocolate (o ciocolatta, como dicen los italianos) teobroma, o bebida
de los dioses” (Mier 1917 325). No se percibe el desconsuelo arrollador del que nos habla Arenas,
aparece más bien como algo que de tanto estar a la vista se vuelve invisible en su significación; o
en todo caso se trataría de un dios oculto en los detalles, que al modo de La carta robada de Allan
Poe, de tanto estar en la superficie no se percibe.
En realidad es Arenas, lector de las Memorias de Servando, quien puede ver toda la vida
del fraile sintetizada en el agave mexicano. Pero esta afirmación nos lleva a decir que es el
biógrafo, o en este caso el novelista, quien puede encontrar ese momento metafórico en una vida.
La postura de Bajtín concordaría con esta propuesta, en tanto el héroe autobiográfico jamás podría
tener una imagen acabada de sí mismo, este reflejo sólo podría ser percibido por otro; lo cual
explica de un modo bastante gráfico, mediante la figura del espejo, en la que sólo el otro puede
tener una imagen acabada del yo que se presenta de un modo autorreferencial. Incluso el yo al
mirarse en el espejo debe contemplarse desde el exterior como si fuera otro. Esta situación para
Bajtín no se da sólo en un plano visual, sino que “es mucho más difícil ofrecer una imagen íntegra
de la apariencia propia en un héroe autobiográfico de una obra verbal donde esta apariencia,
impulsada por el movimiento heterogéneo del argumento, debe cubrir a todo el hombre” (Bajtín
2008 39). De modo que debiéramos pensar en estos dos actores involucrados en la escena
autobiográfica.
Quizás el instante del que habla Arenas se acerque más al “momento autobiográfico” (de
Man 1991 114) que destaca Paul de Man como “una alienación entre los dos sujetos implicados
en el proceso de lectura, en el cual se determinan mutuamente por una sustitución reflexiva
mutua” (Ibid.). En el sentido más biográfico habría algunas coincidencias entre Servando y
Arenas: ambos supieron en sus vidas de calabozos y exilios; ambos, en contextos muy diferentes,
se sintieron perseguidos y ambos, en fin, sintieron una particular inclinación hacia las letras. Pero
no se trataría de una simple identificación de Arenas con Servando, o que éste, a partir de algunas
similitudes biográficas, utilice la vida del fraile como pretexto para hablar de su propia vida. A
pesar de que el autor de El mundo alucinante afirme esta identidad, en un prólogo a modo de carta
dirigida a Servando: "Lo más útil fue descubrir que tú y yo somos la misma persona" (Arenas
2005 23); en un tono ciertamente irónico y alegórico. La identidad es justamente lo que se pierde
en las páginas de Arenas, como sostiene María Begoña Pulido Herráez:
Arenas transgrede constantemente la identidad del fraile y sin embargo, su vida está
contada en la novela; algo del valor biográfico sobrevive a las metamorfosis que el texto propone.
Algunos datos biográficos de Servando se mezclan con acontecimientos que Arenas hubiera
querido que sucedan, pero éstos no llegan a desdibujar su retrato vital. No parece casual que fray
Servando en numerosas ocasiones haya sido acusado de mitómano, delirante y de ser el fabulador
de su propia vida. Veamos algunas de las frases con que Servando describe su escritura, o hasta
podríamos decir su estética: “Aunque con veinticuatro años de persecución he adquirido el talento
de pintar monstruos, el discurso hará ver que no hago aquí sino copiar los originales” (Mier 1917
2). Describe esta experiencia tortuosa, paradójicamente, como un talento estético, se sabe
hiperbólico; al tiempo que su escritura argumenta en pos de una finalidad apologética y de
denuncia. Hasta en sus autorretratos, suele definirse en función de esta experiencia: “un hombre
a quien sus persecuciones han dado celebridad” (Mier 1944 103). Pero quizás donde más queda
refleja la modalidad de su estética es una carta que escribe a uno de sus confidentes:
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
La sátira general con que describe su vida y retrata a sus perseguidores, no parece sólo un
desahogo catártico, sino que al mismo tiempo se preocupa por divertir al lector; quizás aquí se
devela algo de su arte de contar historias autobiográficas. Mucho se le ha reclamado al fraile de
megalómano y de siempre situarse en el centro de la escena. Pero este rasgo parece ser también
el que lo redime de sus pesares.
Respecto a los pesares, Leonor Arfuch piensa no sólo en un valor biográfico – como el
desarrollado por Bajtín – sino también en un valor memorial (Arfuch 2013 24) que implicaría al
pasado traumático que pudo sufrir un individuo o un pueblo. En este sentido, si bien Servando
podría ser considerado una «víctima de la Inquisición», el eterno perseguido de los poderes
coloniales y eclesiásticos, no parece ser un buen representante testimonial de los abusos
cometidos; porque su escritura satírica desdibuja el rostro sufriente de la víctima, ni tampoco
parece ser éste el rasgo que lo distinga. Cuando Lezama Lima lo elige para protagonizar el
“calabozo romántico” (Lezama Lima 2005 127) de La expresión americana, no son sus dotes
sufrientes los que lo caracterizan, sino su modo de retratar la historia, y es esto lo que lo convierte
en uno de los «sujetos metafóricos» de la serie que sostiene Lezama.
Si pensáramos nuevamente en la afirmación de Arenas sobre «la metáfora de la Historia»,
Servando se nos aparece no ya como la «víctima de la Historia» (Arenas 2005 19), ni tampoco
como aquel que puede modificarla, sino como el que puede contar su historia; y es este rasgo el
que parece haber determinado la predilección de Lezama Lima y Arenas por el fraile.
Todo lo que se reprocha de inverosímil en las Memorias de Servando aparece redoblado
en El mundo alucinante, más allá del relato de vida del fraile podríamos decir, que entre una obra
y otra pervive su estilo; las hipérboles que Servando dibujaba con sus recuerdos persisten en
Arenas, y hasta el punto de generar cierto brillo emulativo: en varios acontecimientos de su propia
vida Arenas parece estar siguiendo las huellas del fraile, como si ese fantasma lo determinara. Esa
identidad de la que habla Arenas entre su persona y el fraile, no parece ser sólo alegórica, sino la
de una alienación biográfica entre ambos. El fraile seguramente soñó con sus futuros biógrafos al
narrar sus proezas, y Arenas seguramente recordó al fraile en sus calabozos y exilios.
Bibliografía
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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Junot Díaz nació en 1968 en la República Dominicana, donde fue criado por su madre y
abuelos hasta que su padre, quien había emigrado a Estados Unidos, llevó a él y su familia a vivir
a New Jersey en Estados Unidos. Estos eventos influirían en su libro de relatos Drown (1996).
Estas historias son sobre la transición de los personajes de la cultura dominicana a la
estadounidense, así como Díaz transitó esa transición. Es necesario tener en cuenta que Díaz
utiliza la lengua dominante en sus obras. De esta forma, usa la lengua inglesa para dar voz a la
comunidad latinoamericana en Estados Unidos, aunque incorpora términos y frases en español
que integran la experiencia hispana a los relatos.
El objetivo de esta ponencia es analizar la tensión intercultural entre una comunidad
dominante, la cultura blanca angloparlante estadounidense, y una no dominante, la de la
comunidad hispana que habita en Estados Unidos. El enfoque del análisis será el proceso de
identificación a través de la lengua, ya que las lenguas que hablan los personajes se relacionan
fuertemente con su posición en el continuo centro-periferia.
El uso de español e inglés en Drown establece relaciones de inclusión y exclusión que
ponen de manifiesto las tensiones interculturales entre Latinoamérica y Estados Unidos, así como
la implosión de la cultura periférica dentro de la central. A través del habla de los personajes se
pueden establecer grados de otredad, relaciones de inequidad entre culturas periférica y central, y
estrategias lingüísticas de los sujetos periféricos para encontrar una forma de acercarse al centro,
todas estas variables que influyen la construcción de la identidad de los personajes.
Para analizar este proceso, se tomará el enfoque discursivo para hablar de la identidad
cultural de Stuart Hall, que “…ve la identificación como una construcción, un proceso nunca
terminado: siempre ‘en proceso’” (15). Este proceso implica la construcción y deconstrucción de
la categoría de identidad, que se ve construida y deconstruida a través del habla de los personajes.
Precisamente, es a través del discurso que se construyen las identidades. Las estrategias de
enunciación utilizadas son un espejo donde se pueden observar las relaciones de poder de la
cultura. Muestran el proceso constante de identificación, lo que desafía la idea de identidades
culturales estáticas.
En los personajes seleccionados para el análisis, se observa cómo los personajes, en sus
procesos de construcción de identidad, toman algunos elementos de la cultura central y otros de
la periférica en un proceso complejo en el que su situación fronteriza evidencia identidades
dinámicas. La identificación de los personajes no es un proceso determinista, ya que se percibe
que su trasfondo cultural no moldea en forma invariable su identidad, sino que es solo un punto
de partida para la construcción de sus identidades a través de sus experiencias de vida. Estas
trayectorias vitales transcurren a través de múltiples centros y periferias. Seguimos la perspectiva
de Amaryll Chanady, quien afirma que
…los centros y las periferias no existen aislada sino relacionalmente; que una
periferia sólo puede ser definida en relación a un centro (aun cuando sea provisional);
que los centros y las periferias no son entidades estables y homogéneas: que existen
periferias dentro de otras periferias así como existen periferias dentro de centros
(Chanady: 10).
Considerar que los personajes de los relatos se relacionan con solo un centro y solo una
periferia sería simplificar demasiado la relación entre estos conceptos. Se debe tener en cuenta
que las sociedades retratadas son culturalmente diversas y que están constituidas por múltiples
centros y periferias.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Las historias de Drown son sobre las transiciones de los personajes, de la niñez a la
adultez, de la cultura dominicana a la cultura estadounidense, de la(s) periferia(s) al centro(s). En
el relato “Negocios”, el narrador, Yunior, nos cuenta la historia de su padre, Ramón de las Casas,
que migra hacia Estados Unidos solo, dejando a su familia en Santo Domingo, sin saber inglés.
Al llegar a Estados Unidos, no solo es extranjero, sino que además no cuenta con la herramienta
lingüística que necesita para sobrevivir en un país angloparlante. Desde el primer momento que
llega a Miami, es evidente que su vida va a ser muy difícil si no aprende inglés. Encontrar la salida
del aeropuerto se vuelve una tarea increíblemente difícil por no poder leer las indicaciones ni
pedir ayuda a los demás. Afortunadamente, llega a Miami, una ciudad en la que el inglés no es la
única lengua. Hay otros inmigrantes como él con los que puede comunicarse en español. Al salir
del aeropuerto, encuentra a un taxista que habla español. Pero luego le cuesta hacerse entender en
el hotel para alquilar una habitación. Esas primeras horas le dan una pista de cómo sería su vida
si continúa monolingüe. Si no desarrolla la habilidad de comunicarse en la lengua dominante de
su nuevo país de residencia, no logrará el éxito económico que vino a buscar. Recordemos que
Ramón no hablaba inglés antes de decidir migrar, por lo que tiene que aprenderlo, ya en Estados
Unidos, como una necesidad de supervivencia.
El narrador de Drown, que es miembro de la periferia, se refiere a un auto de agentes
federales con las palabras en español “la migra” y “blancos” (175). Al usar esas palabras en
español, se puede entender mejor la reacción que provocan en los sujetos periféricos elementos
que representan el poder del centro. El efecto no sería el mismo si se usaran los términos en inglés,
porque esta lengua transmite la visión del centro. Los términos en español transmiten la visión
que los inmigrantes, como sujetos periféricos, tienen de los instrumentos de poder con los que
cuenta el centro para mantenerse en esa posición.
La forma de pronunciar las palabras también puede mostrar la posición periférica de un
personaje. Después que los agentes federales antes mencionados le ofrecen a Ramón llevarlo unos
kilómetros, ya que estaba caminando de Miami a Nueva York, Ramón responde una pregunta con
un “jes” (175). Muestra su foraneidad al pronunciar esa palabra con un sonido del español.
Segundos después, intenta sonar menos inmigrante al pronunciar con mucho cuidado “New
York”, omitiendo los sonidos que lo relacionan a su origen hispano, o sea, sin pronunciarlo
“Nueva Yol”. A pesar de sus esfuerzos, los agentes saben que Ramón no es del lugar y marcan
esa diferencia refiriéndose a él con frases como “you spiks” o “they don’t play polkas in Cuba”
(176). Los pronombres “you” y “they” indican que los agentes no sienten que Ramón pertenezca
a su grupo. Es más, observamos que no les importa saber sobre ese otro, al asumir que Ramón es
de Cuba. El centro parece ignorar que hay diversidad en la periferia, ya que al ser hispano asumen
que es cubano y no consideran la posibilidad de que su origen sea otro país del Caribe o
Latinoamérica en general.
De acuerdo al texto, los inmigrantes llegan a Estados Unidos en busca del progreso
económico. Para lograrlo, se vuelve esencial aprender la lengua dominante. Sin ella, permanecen
en los niveles más bajos de ocupación. Así y todo, el manejo de la lengua de los poderosos no
garantiza el éxito económico que buscan. El texto de Díaz expone que los extranjeros que hablan
inglés fluidamente también pueden enfrentar dificultades en el trabajo, ya que las mejores
posiciones pueden estar reservadas para sujetos pertenecientes a la cultura central en algunos
lugares. Por ejemplo, después de años de vivir en Estados Unidos, y ya hablando inglés, Ramón
obtiene un buen trabajo en una fábrica. Sin embargo, no consigue buenos horarios a pesar de tener
el mejor rendimiento porque los trabajadores blancos se quedan con los mejores turnos.
Después de años de esfuerzo tratando de vivir su vida en inglés, Ramón regresa a Santo
Domingo a visitar la familia de su nueva esposa y se ve expuesto al español hablado abiertamente
por todos en todos lados. “For nearly four years he’d not spoken his Spanish loudly in front of the
Northamericans and now he was hearing it bellowed and flung from every mouth” (197-198). Ya
no está acostumbrado al español, tras años de tratar de no usarlo en Estados Unidos. La lengua
que ahora solo acostumbra a usar en la esfera privada emerge nuevamente en todos los contextos,
sin las restricciones que tiene en Nueva York. En este viaje, Ramón se siente como un turista en
la ciudad que solía ser su hogar. Sus años de residencia en Estados Unidos y su contacto con otra
cultura lo han llevado a una posición entre en el mundo, en la que ya no pertenece a un solo lugar.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
“Como lo señala Edward Said, la migración y el exilio suponen una ‘forma de ser discontinua’,
una disputa con el lugar de origen” (Chambers 2).
En el relato “Drown”, el narrador recuerda su adolescencia, especialmente a su amigo
Beto, a quien ha dejado de ver. Se puede observar la tensión que se produce debido al apremio
que siente Beto por dejar la posición periférica en que se encuentran. Incluso cuando los
inmigrantes pueden interactuar con los hablantes nativos, un uso considerado incorrecto de la
lengua inglesa puede ser objeto de desprecio porque es una marca de la diferencia en relación con
la posición social. Los sujetos del centro tienen la ventaja de contar con educación en la lengua
que hablan, lo que les da la posibilidad de imponer sobre los Otros su noción de corrección. Esta
imposición lleva a los inmigrantes a necesitar desarrollar un mejor nivel del inglés considerado
correcto para tener más posibilidades en la cultura de llegada. Incluso si los inmigrantes logran
un buen nivel de Standard English, ocupan una posición subordinada en la cultura central porque
los personajes de la cultura dominante los construyen como sujetos inferiores.
Al mismo tiempo, casi no se observan intentos de parte de hablantes nativos de inglés
para usar español cuando se comunican con personajes cuya primera lengua es el español. La
lengua de la periferia no se valora por el centro de la misma forma que la lengua del centro se
valora desde la periferia. Los personajes periféricos evalúan la lengua dominante como importante
si quieren moverse más cerca del centro, mientras que los personajes de la cultura central no le
dan importancia a la lengua de la periferia. Esto se relaciona con que no se suele observar
esfuerzos para moverse del centro hacia la periferia. Por este motivo, los personajes del centro no
consideran que el español sea una herramienta necesaria para lograr un objetivo deseable.
La carga de comunicarse en la otra lengua recae sobre los personajes periféricos. Los que
no usen la lengua dominante quedan sin posibilidades de acercarse al centro. En el relato
“Drown”, el narrador recuerda su adolescencia, especialmente a su amigo Beto, quien quiere
escapar de su barrio y, por extensión, de su cultura de origen. Se puede observar la tensión que se
produce debido al apremio que siente Beto por dejar la posición periférica en que se encuentran.
Para poder hacerlo, planea ir a la universidad. Como el conocimiento es tan relevante para su
estrategia, a Beto no le agrada que Yunior sepa palabras que él no sabe. Cuando Yunior le dice el
significado de “expectorating” en un cartel al lado de la pileta, Beto se enoja. Yunior dice, “He
hated when I knew something he didn’t”, y agrega, “he thought I didn’t read, not even
dictionaries” (94). Como Yunior no tiene la intención de dejar el lugar en ese momento de su
vida, Beto asume que no lee y que no le importa aprender nuevas palabras en inglés. Ser capaz de
utilizar palabras del registro formal es importante para alguien que quiere ir a la universidad, y
por esto Beto parece interpretar que él, por ser el que quiere penetrar la frontera entre centro y
periferia a través de la educación, debería ser el que sabe más palabras. Podemos observar lo
consciente que es Beto de su necesidad de tener un excelente manejo de la lengua dominante si
quiere abandonar la periferia.
La lengua hablada por los personajes influye su proceso de identificación porque la lengua
señala el estado central o periférico de la comunidad de los personajes y sus grados de otredad,
mientras que al mismo tiempo los personajes pueden usar el lenguaje para cambiar su posición
en el continuo centro-periferia. Aunque el lenguaje no sea el único elemento que provoque tensión
en la posición intercultural de los personajes de los relatos, su importancia es considerable. La(s)
lengua(s) hablada(s) por los personajes pueden incluirlos o excluirlos de los diferentes centros y
periferias de los que son partes. También señala la inequidad entre su posición colectiva y la de
los grupos más dominantes, mientras simultáneamente influye su proceso de identificación. Como
consecuencia, se puede considerar al lenguaje como el espacio en el que se cruzan diferentes
aspectos de las situaciones interculturales presentes en los relatos.
En el marco de Drown, no se puede usar al español para el progreso económico. Sin
embargo, tiene la función muy importante de fortalecer los vínculos de los personajes con su
cultura de origen. Esto ocurre cuando los personajes hablan o escuchan exclusivamente español,
como cuando Yunior y su madre miran juntos el canal de televisión en español. Ya sea que miren
el noticiero en español o una película doblada al español, esos momentos compartidos frente el
televisor mejoran su convivencia y construyen un refugio de su lengua nativa de la presión externa
que les impone la lengua inglesa en sus vidas diarias, y de esta forma se fortalecen sus vínculos
con su origen latino.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
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Resumen
El regreso al origen tal vez sea uno de los temas más recurrentes en la poesía y la narrativa
del escritor colombiano Héctor Rojas Herazo. Sus poemas recrean la infancia perdida, el lugar de
procedencia, el trópico, la casa de la abuela y, en fin, la nostalgia por un pasado entrañable. Sin
embargo, su poesía no es simplemente un viaje hacia el pasado, sino que, más allá de ello, la
anábasis de la poética rojasheraciana radica en el regreso y el extravío hacia la propia materialidad
del cuerpo y de la memoria – lugares de comienzo y de fin, de extravío y de voluntad – a través
del acto de la escritura. Desde uno de sus primeros poemas, “El habitante destruido”, publicado
en la Revista Mito, el escritor toludeño manifiesta los primeros trazos de una propuesta poética
única: la del habitante que hace parte del gran desplazamiento de masas hacia la ciudad debido,
por un lado, a las oportunidades laborales generadas por la industria y, por otro, al fenómeno de
violencia política y civil en Colombia. Así como en la poesía de muchos escritores
latinoamericanos de estas décadas, la de Rojas es el testimonio de la fragmentación de un mundo
entrañable. El habitante destruido, aunque violentado por la ciudad, sigue siendo habitante, pues
su morada va mucho más allá del espacio geográfico: la habitación del habitante es su memoria
(“La casa entre los robles”), su cuerpo (“Primera afirmación corporal”) y su escritura. En este
sentido, la escritura, la poesía, es el vínculo primero de los hombres; una acción de resistencia, de
oposición contra lo inevitable: el progreso técnico e industrial. En el caso de un país como
Colombia, el desplazamiento de las masas hacia la gran ciudad no ha sido sólo a causa de la
modernización y sus supuestas bondades, sino que, además, siempre ha ido de la mano de métodos
violentos de apropiación de la tierra y la erradicación de todo pensamiento progresista.
El habitante de Tolú
Héctor Rojas Herazo20 nace en Santiago del Tolú, Departamento de Sucre, Colombia, en
el año de 1920. Rodeado por su familia materna, sus tíos y su abuela, el escritor crece en una casa
que siempre va a recordar por su ruina y que va a marcar, así como la abuela misma, toda su obra
literaria: “La casa, lo que todos en la familia llamaban pomposamente la casa, no era nada distinto
a un montón de fieles y voluntariosos escombros.” (Rojas, 2003: 21) En Santiago de Tolú, aun
siendo un niño, descubre su afición por la pintura y por la escritura; ambas, formas del “garabato”
y la “señal” rojasheraciana. Allí, en ese recóndito pueblo del caribe colombiano, cursa sus
primeros estudios hasta que decide encargarse, él mismo, de su educación. A los veinte años
incursiona en el mundo del periodismo y publica sus primeros poemas. Trabaja en los diarios El
Universal, Diario de Colombia, El Relator de Cali, La Prensa, El diario (Barranquilla) y El
Tiempo, El Espectador, entre otros importantes periódicos de la época. Su trabajo periodístico,
como bien lo ha señalado Jorge García Usta en el prólogo a Vigilia de las lámparas (2003), lo
lleva a relacionarse con diferentes escritores y grupos literarios, tales como el llamado Grupo
Barranquilla – conformado por escritores y artistas como Álvaro Cepeda Samudio, Ramón
Vinyes, José Félix Fuenmayor, Alejandro Obregón y Gabriel García Márquez –; La Revista (y
grupo) Mito, fundada por Jorge Gaitán Durán, en la que publicaron escritores como Álvaro Mutis,
Eduardo Cote Lamus, Álvaro Cepeda Samudio, Fernando Charry Lara, Rogelio Echavarría,
19
Ponencia realizada para el “II Congreso Internacional: El Caribe en sus Literaturas y Culturas”,
Universidad de Córdoba (Argentina), Abril de 2015.
20
En adelante HRH
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Carlos Obregón y el mismo Gabriel García Márquez. Sin embargo, Rojas Herazo será siempre un
escritor sin “capilla literaria”, como él mismo lo afirma en una de sus editoriales del Diario de
Colombia (García, U. 2003). Su producción poética está conformada por Rostro en la soledad
(1952), Tránsito de Caín (1953), Desde la luz preguntan por nosotros (1956), Agresión de las
formas contra el ángel (1961) y Las úlceras de Adán (1995). También es autor de tres novelas:
Respirando el verano (1962), En noviembre llega el arzobispo (1966), Celia se pudre (1985); y
de un libro de ensayos, Señales y garabatos del habitante (1976), entre otras publicaciones y
obras pictóricas.
La presente ponencia tiene como objetivo principal dar a conocer la poética del habitante,
nombre con el que, basado en conceptos propios de la poesía rojasheraciana, he bautizado esta
lectura sobre la obra del escritor colombiano. El núcleo de la poética de HRH consiste, desde este
punto de vista, en una afirmación radical del cuerpo en tanto hábitat originario y estructura
orgánica y material por excelencia. Esta afirmación implica: 1. Una apuesta por recuperar/regresar
a los vínculos originales con la naturaleza, la animalidad y la vida entendida como devenir; 2. La
desesperanza – y en ella el exilio y la orfandad – como condición del habitante rojasheraciano; 3.
La construcción de un hábitat utópico – basado en la imaginación y la memoria – como forma de
resistencia frente a las dinámicas de la modernidad, del progreso técnico y de la guerra21. El
hablante de la poética rojasheraciana es el hombre de siempre, el hombre primitivo, el hombre-
niño: un ser inocente y asustado que se acerca al mundo como por vez primera. Por su parte, la
morada del sujeto rojasheraciano no es sólo su propio cuerpo, sino que éste se replica en casa,
memoria, tradición, infancia, imaginación, escritura y utopía.
21
Podríamos pensar, en este sentido, que la forma que cobran las dinámicas del progreso técnico, industrial
y tecnológico, en países como Colombia, consiste en la imposición violenta de un modelo económico que
va de la mano.
48
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
se muere por la tarde / para encender al alba su garganta, / un hombre que conoce sin
saberlo / a todo lo que vive y se incorpora, / a todo lo que muere y resucita, / a lo que
duerme entre la sal y el cielo. / No me pongan un rótulo. / No le pongan color a mi
destino. / No me pinten de azul o de amarillo / o de rojo encendido o verde mora / el
sudor de mi axila o mi cabello. / No pongan a derecha mis sentidos / ni a izquierda
mi dolor y mi sonido. / Yo soy de aquí. De aquí, de donde piso, / de donde crezco y
muero, / donde tiemblo y espero, / donde tengo parada mi estatura / y mis cinco
sentidos verticales. / No me llamen, siquiera, por un nombre. / Llámenme
simplemente / como se llama frío a lo que hiela / o fuego a lo que quema / o viento
a lo que esparce y multiplica. / Porque ésto soy, no más, esto que miran / sufrir
aprisionado en el vacío: / una mezcla de sangre, hueso y nada, / de agua sedienta y
anhelante frío.22
22
El cambio de “formato” sobre la forma original del texto se realizó solamente por motivos de impresión.
La versión original del poema es en verso y sin barras.
49
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
cada vez más escondidas zonas, se instale y presida en los más recónditos
aposentos. (Mutis, 265)
Entre estos aposentos a los que se refiere el autor de La Mansión de Araucaíma (1973)
podríamos sugerir al mismo cuerpo. Allí, en ese reino glandular, la lucidez del yo poético penetra
hacia zonas ocultas que, a través de las palabras del poeta, revelan una belleza nueva y extraña.
Una vez terminada la declaración de su aislamiento, el hablante afirma su procedencia, su lugar:
“Este soy yo. (…) lo repite una casa y una aldaba” (100). La casa, por lo tanto, es una repetición
del cuerpo, un cuerpo que contiene otros cuerpos, una especie de hábitat de segundo orden. El
cuerpo, por su parte, es también un “pueblo celular” (101). Luego, el mundo es también un cuerpo
de cuerpos, hábitat, alberge, sistema orgánico.
Pero también el cuerpo es el lugar del desterrado, del “naufrago”, un “lugar de castigo”
(García Santos, 2011), tal como lo entiende Emiro García Santos, entre otros. Es el lugar al que
ha sido confinado el hombre después de su pecado o, en otro sentido, después de perder su origen
divino. En términos nietzscheanos, después de la muerte de Dios. Por lo tanto, la morada orgánica
es un lugar de pena, de castigo, pero también de placer y de cobijo. Al perder la divinidad el
hombre ha de regresar a lo más primitivo, al punto de partida que lo vincula con todos los seres
vivientes. Por ello el habitante clama porque no se le trate de determinar, de definir o de etiquetar:
“No me pongan un rótulo”. La afirmación de la corporalidad implica también la afirmación por
la vida y por el devenir, ese “ser estando” (Chamorro, 2008) del que habla Alicia Chamorro; por
una afirmación metafísica del acaecer, contraria a la inmovilidad sugerida por la tradición
aristotélica y racionalista.
La reivindicación del cuerpo también tiene que ver con la guerra y con la política. El
cuerpo es una apuesta bio-política (Muhle: 2009) frente al poder tanato-lógico de la tradicional
clase dirigente colombiana; razón por la cual el hablante pide que no se le pinte de ningún color,
entre los cuales incluye el azul y el rojo – colores de los dos partidos tradicionales colombianos
– junto con el verde mora, que bien podría referirse a todos los grupos militares armados que
hacen parte del conflicto colombiano y en consonancia con su opinión de que “ninguna idea
merece un cadáver”. Más allá de los colores, de las diferentes ideologías o posturas políticas, la
postura rojasheraciana apuesta por la utopía, por el respeto de la vida en todas sus formas y por
la integridad humana, empezando, por supuesto, por el hábitat originario, nuestro vínculo con la
naturaleza: el cuerpo. Es éste el motivo por el que el sujeto poético pide que ni siquiera se le
llame por un nombre, sino que se le mencione de la misma forma como se nombran los elementos
naturales: el fuego, el agua, el viento, la tierra.
A modo de “conclusiones”
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
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García Santos, Emiro (2011). Héctor Rojas Herazo: el esplendor de la rebeldía. Cuerpo trágico y
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_________________ (2013). Héctor Rojas Herazo: Obra Poética 1938-1995. Bogotá: Instituto
Caro y Cuervo. Impreso.
51
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Introducción
Virgilio Piñera llega a Buenos Aires en Febrero de 1946 cuando se está llevando a cabo
la empresa de traducción al castellano de Ferdydurke del polaco Witold Gombrowicz. Junto a
otro cubano y compatriota como Humberto Rodríguez Tomeau, preside un comité de traductores
conformado por el propio Gombrowicz, Adolfo de Obieta y el poeta-pintor Luis Centurión. Como
se sabe, la aparición en castellano de Ferdydurke en 1947 –novela publicada inicialmente en 1937
en el escenario polaco de entreguerras– es un intento fallido por instalar el “ferdydurkismo” en
Argentina. No obstante y pese a este fracaso, se advierte un punto de confluencia entre ambos
escritores y las formas que consideran valiosas de hacer literatura. Esto último resulta vital pues
se traduce no sólo en lo que más tarde podemos identificar como una poética escrituraria
específica en cada caso sino también en reuniones, tertulias, conferencias y hasta en un proyecto
de creación de una revista orientada a provocar el mundo literario de ese contexto organizado en
torno al liderazgo de la mítica Sur que nunca se concretó. En tal sentido, nuestro trabajo se
propone examinar ese punto de “encuentro” o de “diálogo” entre Piñera y Gombrowicz a la luz
de Cuentos Fríos (1956) y de la poética de la forma y la inmadurez plasmada en la novelística
gombrowicziana, respectivamente. Para ello, se tendrá en cuenta el tópico del viaje, el problema
de la traducción, los gestos vanguardistas, el absurdo, el humor y la tensión entre centro y
periferia. Con un agregado más: tanto la práctica discursiva en el ámbito de la literatura como así
también el resto de las acciones realizadas por Piñera y Gombrowicz deben ser entendidas en el
marco de procesos de gestión de la propia competencia que cada uno de ellos realiza, en principio,
para definir su identidad social en el campo literario argentino de ese período23.
Según refieren aquellos que conocieron a Gombrowicz, hay una constante como nota
característica que se mantiene a lo largo del tiempo y de su trayectoria, incluso antes y después
23
Decimos “en principio” habida cuenta de que cada uno de estos escritores participa, simultáneamente, en
más de un sistema de relaciones en el cual quiere ser reconocido e incorporado como escritor profesional.
En el caso de Piñera, estamos frente a una trama o sistema de relaciones de origen ligada a la literatura
cubana nucleada, especialmente, en torno a la revista Orígenes y, más tarde, al escenario argentino en el
cual, a su vez, participa en diferentes círculos, por caso el de Gombrowicz. Si reparamos en este último, no
debe perderse de vista que se que se trata de una identidad social como escritor que, una vez en Argentina,
Gombrowicz gestiona en el interior de una nueva trama de relaciones tras su llegada en agosto de 1939.
Estamos ante un sistema nuevo y diferente al de la literatura polaca de entreguerras al que Gombrowicz
pertenecía antes de llegar a nuestro país y al que, de una u otra manera, va a seguir vinculado a través de
los intelectuales polacos emigrados en París y reunidos en torno a la revista Kultura. En otras palabras, si
bien la trayectoria de Gombrowicz por el escenario argentino abarca casi veinticuatro años, igualmente se
trata de un sujeto “migrante”, no liberado de su lugar en Polonia pero que, dadas las circunstancias que se
le presentan, gestionará en un primer momento su competencia para ser incorporado en el campo literario
argentino contemporáneo. Sólo una vez que las acciones realizadas en tal sentido “fracasan”, Gombrowicz
va a reorientar el proceso de gestión hacia otro objetivo ubicado en el extranjero, con sede en París.
52
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
del llamado “período argentino” (1939-1963): hablamos de la actitud provocativa que registran
sus contemporáneos y que el autor de Ferdydurke usa, –en el marco de un proceso de gestión de
la propia competencia– como una forma de auto-construcción que parece resultarle eficaz, al
menos, frente a algunos de sus interlocutores en el escenario local. Esta predisposición puede ser
identificada ―tanto en el ámbito argentino como posteriormente en el extranjero― en su práctica
de la escritura ―donde tiende a construirse en los términos de un escritor heterodoxo y polemista,
formado en la vanguardia más exquisita y en los grandes clásicos de la literatura occidental y de
la filosofía moderna― como así también en sus intervenciones públicas.
En relación con el proceso de gestión de la propia competencia en Argentina, no debe
perderse de vista que se trata de una orientación reiterada en las acciones de Gombrowicz puesta
de manifiesto en su participación en reuniones y/o tertulias; las clases de literatura que dicta para
un auditorio acotado24; las disertaciones en las que discurre sobre lo literario; las críticas dirigidas
hacia algunos agentes y agencias del campo intelectual argentino de ese período como la SADE
o algunos miembros del grupo Sur.
La polémica, el escándalo, la provocación ―como formas de construir su identidad social
como escritor― y su puesta en valor están conectados con la “excentricidad” y con aquellas
operaciones que a veces llevan a Gombrowicz a presentarse frente a sus pares como conde o
aristócrata conectado con la nobleza de su país25. Sobre la actitud provocativa, leemos:
Le había propuesto dar clases a un grupo de personas [señala Silvina Ocampo] […]
Nunca conseguimos ponernos de acuerdo sobre el asunto. Me proponía cosas raras
y se enojaba porque no aceptaba sus ideas. No nos entendió y no lo entendimos [en
referencia al grupo Sur] […] Era muy orgulloso; es lo que explica su
comportamiento. Era más antisocial, salvaje […] que agresivo (Ocampo, Silvina.
En: Gombrowicz, Rita 2008 70).
Al margen de las valoraciones presentes en los testimonios citados ―que por momentos
se deslizan hacia el plano de la psicología y del comportamiento de Gombrowicz26― lo cierto es
que estos pasajes dan cuenta del escándalo, la provocación y la polémica como notas que definen
uno de los aspectos de la gestión del agente polaco. Este hecho mueve a Di Paola ―escritor ligado
al grupo de Tandil― a ponderar esta predisposición del escritor polaco para la acción:
[…] en los primeros días mostró su hilacha de contradictor, con gran costo.
Conectado con [Enrique] Rodríguez Larreta27 para conseguir un trabajo, disputó con
24
Como las impartidas al círculo íntimo de la hija del poeta Arturo Capdevila en las cuales desprecia y
demuele sistemáticamente autores europeos, como Huxley o Duhamel, en sintonía con el gusto de su
auditorio.
25
Esta estrategia es recuperada de manera explícita en Trans-Atlántico (1953), en especial, al comienzo de
la historia y de forma indirecta en el resto de su novelística al pronunciarse sobre hábitos, costumbres,
creencias y prejuicios tanto de la nobleza polaca o como de los habitantes de las zonas rurales de su país.
Asimismo, a propósito de las estrategias de auto-construcción del “Conde sin Condado” (Di Paola 2000
374) véase, entre otros, los testimonios de Pla, Berni y Piñera recogidos en Gombrowicz, Rita (2008).
26
Dimensiones que exceden los alcances del marco teórico desde el cual reflexionamos y, por lo mismo,
de nuestro trabajo.
27
Este narrador argentino es considerado uno de los más importantes exponentes de la prosa modernista de
ficción. En 1896, se inició como periodista escribiendo en las páginas del diario La Nación. Publicó su
53
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
él por unos muebles de estilo que el europeo Gombrowicz había reconocido […] el
Conde sin Condado desenvainó esa triste tarde su ironía […] Adiós trabajo, adiós
relaciones con la vida literaria argentina, adiós a la vida burguesa, adiós Larreta. Pero
eso tal vez sirvió para acelerar una forma de relación que más tarde o más temprano
hubiera sucedido. El modo más bien complaciente de nuestra vida intelectual de esos
años […] tenía poco sabor para el bélico paladar gombrowicziano (Di Paola 2000
373-374).
En este sentido, al observar la trayectoria de Gombrowicz casi a fines de los años cuarenta
y tras el fracaso de la traducción colectiva de Ferdydurke (1947), encontramos un ejemplo
acabado de esta actitud provocativa que registran sus contemporáneos y que constituye, como se
desprende del testimonio citado anteriormente, un punto de encuentro o de filiación con Piñera:
en agosto de 1947, Gombrowicz habla sobre literatura en una conferencia titulada “Contra los
poetas”28. Sobre esta disertación, se lee:
Fray Mocho era un pequeño centro cultural, frecuentado por la bohemia intelectual.
Comprendía una librería, un restaurante y un café. Gombrowicz tuvo la idea de dar
allí una conferencia contra los poetas […] La librería estaba llena. Ferdydurke había
aparecido en abril y esta conferencia tuvo lugar algunos meses más tarde.
Gombrowicz había escrito su texto en español y lo había hecho corregir […] Piñera
leía poemas mostrando el aspecto grandilocuente y ridículo de ciertos versos […]
Había gran animación. Alguien se levantó y nos insultó. Nos silbaron. Gombrowicz
se sentía en su elemento. Le gustaba este ambiente de polémica (Rodríguez Tomeu.
En: Gombrowicz, Rita 2008 119).
[En Memorias, del compositor Juan Carlos Paz] Ciclo de conferencias sobre temas
literarios, organizado por la Librería Fray Mocho. La de hoy corresponde a la poesía,
y a juzgar por la actitud del disertante ―Witold Gombrowicz―, será más bien
dedicada a la antipoesía […] Gombrowicz […] dominando el tema plenamente,
demuele el sentir y el decir poético hasta el límite de la posibilidad. Indignación de
poetas, sensación en los no-poetas, pero gran interés en general. A manera de
caballero defensor de la dama agraviada, toma la palabra un poeta y opinador en
temas de arte […] [en un momento anuncia] la lectura inmediata de una de sus más
recientes producciones. Al cabo de la lectura, Gombrowicz le agradece sus palabras,
su poema y… ‘porque el señor […] me ha confirmado en la certeza de que un poeta
es un ser que carece de la noción de ridículo’ (Paz. En: Grinberg 2004 101-102)29.
primer relato, Artemis, de estilo modernista, en la revista La Biblioteca que dirigía Paul Groussac. Entre
sus principales obras se destacan: La gloria de don Ramiro (1908), Zogoibi (1926) y su ensayo, Las dos
fundaciones de Buenos Aires (1933). Fue, además, viajero, diplomático en París (entre 1910 y 1919),
profesor de historia medieval en el Colegio Nacional Buenos Aires, miembro de la Real Academia Española
e integrante de la Academia Nacional de Historia en nuestro país. Durante los años en que residió en España
adquirió piezas de arte y mobiliario para sus casas argentinas. Sobre este último aspecto se recorta la
anécdota referida en el testimonio de Di Paola.
28
La conferencia se realizó el 28 de agosto de 1947 en el centro cultural Fray Mocho de Buenos Aires. El
texto fue publicado más tarde, en 1955, en la revista Ciclón de La Habana (Gombrowicz 2006 11).
29
Sin embargo, más allá de sus intervenciones polémicas y provocadoras, hay pasajes de la conferencia que
dan cuenta de la auto-percepción del agente sobre el lugar periférico que aún ocupa en la esfera de la
literatura local: “Sería más razonable de mi parte no meterme en temas drásticos porque me encuentro en
desventaja. Soy un forastero totalmente desconocido, carezco de autoridad y mi castellano es un niño de
pocos años que apenas sabe hablar. No puede hacer frases potentes, ni ágiles, ni distinguidas ni finas […]
A veces me gustaría mandar todos los escritores del mundo al extranjero, fuera de su propio idioma y fuera
de todo ornamento y filigrana verbales para ver qué quedará de ellos entonces […] No cabe duda de que la
tesis de esta nota: ‘que los versos no gustan a casi nadie y que el mundo de la poesía versificada es un
mundo ficticio y falsificado’, parecerá desesperadamente infantil […] Lo interesante es que no soy un
ignorante absoluto en cuestiones artísticas ni tampoco me falta la sensibilidad poética […] Lo que
54
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
La de Gombrowicz, [Aurora] enteramente escrita por él, consistía sólo en una página
grande […] plegada en cuatro. Se tiraron cien ejemplares que se distribuyeron
gratuitamente entre todos nuestros amigos, y también entre los miembros del grupo
Ocampo. Yo tenía amigos en esa facción […] en el artículo de fondo se ocupaba de
la Literatura Perfecta, la actitud servil de numerosos intelectuales argentinos con
respecto a París. Naturalmente, atacaba a Victoria Ocampo […] la revista no tuvo
repercusión y no hubo segundo número (Rodríguez Tomeu. En: Gombrowicz, Rita
2008 91-92).
difícilmente aguanta mi naturaleza es el extracto farmacéutico y depurado de la poesía que se llama ‘poesía
pura’ ” (Gombrowicz. En: Gombrowicz, Rita 2008 120).
30
Pensemos aquí en el “operativo bochinche” ―realizado antes de la aparición de Ferdydurke en el medio
local― a través del cual el mismo Gombrowicz ―con la ayuda de los escritores cubanos― trata de instalar
una discusión sobre su novela. Al respecto, en carta de Gombrowicz a Piñera, se lee: “La próxima aparición
de Ferdydurke despierta cada vez mayor interés y no me acuerdo de que ningún libro fuese tan discutido
antes de nacer. Si Ferdydurke no desmiente lo que se dice de él, será un verdadero acontecimiento literario
de primera magnitud” (Gombrowicz. En: Gombrowicz, Rita 2008 98). De igual modo, en relación con esta
estrategia desplegada por el polaco y secundada por los cubanos, tanto antes como después de su aparición,
anota Piñera: “Así, pues, Ferdydurke acababa de nacer en su versión al español […] En los días que
siguieron a la salida de la novela, Gombrowicz no se dio descanso en lo que se refiere a la promoción. A
este objeto fuimos él y yo a Radio El Mundo, donde tuvo lugar una entrevista sobre su Ferdydurke.
Gombrowicz estaba obsedido, literalmente desesperado, por la ‘salida’ de Ferdydurke” (Piñera. En:
Gombrowicz, Rita 2008 88).
31
Piénsese de nuevo en el rechazo de Gombrowicz por el panteón de escritores europeos consagrados en
Londres y París. Del igual modo, si se atiende al escenario argentino, las novelas se diferencian de las
formas o modos dominantes de hacer literatura de este período, tanto de los modelos asociados al
cosmopolitismo y las poéticas promovidas por el grupo Sur, como de la literatura ―inscripta en distintas
variantes del realismo― producida por autores como Manauta, Wernicke, Varela y Kordon.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
¿Qué decir sobre Piñera, el escritor cubano llegado a la Argentina en el verano de 1946
cuando ya se habían traducido al español los tres primeros capítulos de Ferdydurke? Como se
sabe, cuando Lezama Lima y Rodríguez Feo fundaron la revista Orígenes en 194432, Piñera formó
parte del plantel inicial de colaboradores, a pesar de que mantenía importantes discrepancias
estéticas con el grupo de poetas de la revista.
Fue en uno de sus viajes a Buenos Aires como corresponsal de la mítica revista cubana,
en donde conoció a Witold Gombrowicz a través de Adolfo de Obieta, director de la revista
Papeles de Buenos Aires y, por esa vía, llega a constituirse en el presidente del comité de
traducción al español de la primera novela del autor polaco publicada inicialmente en 1937 en el
escenario europeo de entreguerras.
Con el tiempo y como consecuencia de su participación en el interior de distintos sistemas
de relaciones tanto en nuestro país como en el extranjero, Piñera también estuvo ligado a algunos
interlocutores del grupo Sur como Graziella Peyrou, José Bianco y hasta conoció al mismo Borges
y a Victoria Ocampo. Incluso, ya después de mediados de los años cincuenta, una vez que rompe
sus vínculos con la revista Orígenes colaboró con algunos artículos en la revista argentina Sur y
en las francesas Lettres Nouvelles y Les Temps Modernes.
Ahora bien, a la par de lo señalado hasta el momento, la reseña escrita por Gombrowicz
tras la aparición de los Cuentos Fríos de Piñera en El Hogar en 1956 (Gombrowicz 2001b 273)
da cuenta una vez más de este punto de encuentro o de filiación entre ambos escritores.
¿Por dónde puede pasar tal afinidad? En principio, se advierte que la literatura de Piñera
está construida conforme a una poética alejada tanto del “realismo socialista como del modelo
‘barroco cubano’ de Lezama Lima o Carpentier” (Berti 2001)33. No obstante, sus irregulares
participaciones en la revista Orígenes ―junto a su vínculo con estos escritores insulares― pueden
considerarse como la vía de acceso que, ya en Buenos Aires, coloca a Gombrowicz en sintonía
con la relevancia del barroco durante este período a nivel continental. Hecho que, por lo mismo,
explicaría la filiación gombrowicziana de Trans-Atlántico (1953) ―la primera novela escrita en
Argentina― con la estética barroca entendida como una opción discursiva orientada a favorecer
su legibilidad.
De igual modo, la lectura de los textos reunidos en Cuentos Fríos, pone en evidencia que
se trata de una escritura “otra” o experimental que está atravesada por el humor, la naturalización
de lo insólito o anormal, lo descarnado, lo absurdo o el sinsentido, la obsesión por el cuerpo y por
sus partes, llegando incluso al canibalismo como práctica cotidiana. Pensemos aquí en “La caída”,
“La carne”, “Las partes” o en “Cosa de cojos”, por señalar algunos de sus cuentos. A modo de
ejemplo y acerca del canibalismo en “La carne”, se puede leer:
Sucedió con gran sencillez, sin afectación. Por motivos que no son del caso exponer, la
población sufría de falta de carne. Todo el mundo se alarmó […] Sólo que el señor Ansaldo no
siguió la orden general. Con gran tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de cocina, y,
acto seguido, bajándose los pantalones hasta las rodillas, cortó de su nalga izquierda un hermoso
filete […] Sentóse a la mesa y comenzó a saborear su hermoso filete (1956 13).
32
El primer número de la revista aparece en 1944 y constituye una de las tribunas literarias más importantes
de ese período a nivel continental.
33
Aun cuando, en palabras de Berti, José Bianco ―ligado al grupo Sur― no se equivoca al afirmar que
“Piñera en el fondo ‘no es menos barroco’ que Carpentier o Lezama, […] [dado que] su barroquismo no
proviene del estilo sino de ‘la acción misma’ de sus ficciones” (Berti 2001).
56
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Al abrir la puerta de mi cuarto vi que mi vecino estaba de pie en la puerta del suyo.
[…] lo que me chocó fue precisamente esa parte de su cuerpo que correspondía a su
brazo izquierdo: en aquella región, la tela de la capa se hundía visiblemente y
establecía una ostensible diferencia con la otra, es decir, con la región de su brazo
derecho (1956 21).
Tras una secuencia de salidas reiteradas a un pasillo en común y de encuentros en los que
reverbera una “anomalía” no descifrada en el cuerpo del vecino, el “yo” testigo de la situación –
movido por la curiosidad y la furia desatada en él ante tamaño espectáculo en proceso que, de
pronto, queda en suspenso– irrumpe de manera violenta en ese espacio privado que corresponde
a la “otredad”; espacio que se encuentra ubicado en el extremo opuesto de su cuarto. Y allí, la
escena final –aunque insólita– es por demás elocuente y esclarecedora:
Clavados con enormes pernos a la pared se veían las siguientes partes de un cuerpo
humano: dos brazos (derecho e izquierdo), dos piernas (derecha e izquierda), la
región sacro-coxígea, la región torácica, todo imitando graciosamente a un hombre
que está de pie como aguardando una noticia. No pude mirar mucho tiempo pues se
escuchaba la voz de mi vecino que me suplicaba colocar su cabeza en la parte vacía
de aquella composición. Complaciéndolo de todo corazón tomé con delicadeza
aquella cabeza por su cuello y la fijé en la pared con uno de esos pernos enormes,
justamente por encima de la región de los hombros (1956 22-23).
Con un dato más, en filiación con la naturalización de lo anormal: ubicada la cabeza del
otro en el lugar correspondiente en ese rompecabezas humano, el “yo” testigo –que completa esta
obra de arte emparentada con una performance– se “adueña” de la capa abandonada por aquél, se
cubre con ella y atraviesa la puerta como un rey habida cuenta de que tal accesorio ya “no le sería
de ninguna utilidad” (1596 23) a su vecino.
En palabras de Alberto Garrandés (2012), algunas zonas de la narrativa de Piñera
configuran una “prosa objetivista” y revelan a un escritor “situado en la perspectiva de lo
impersonal, de modo que la alienación adquiere un esplendor que la entroniza y que anula todas
las confrontaciones” (10). Más aún, en algunos casos, la vía o estrategia discursiva para alcanzar
esa objetivación y/o distanciamiento frente a los hechos narrados tiene que ver con la ironía, el
humor y el absurdo. Rasgos que, como se sabe, atraviesan “muchos de sus cuentos y hasta (…)
algunos de sus poemas” (Del Pino 2012 7). Con un agregado más: por momentos, la cuentística
de Piñera suele imponer juegos de sentido que corresponden a otra lógica del lenguaje que torna
creíbles acontecimientos que rozan el sinsentido o lo irracional. Pensemos aquí en el protagonista
de “En el insomnio”, un suicida que persiste en la solución de su conflicto y muere sin poder
dormirse puesto que, precisamente, “el insomnio es una cosa muy persistente” (Piñera 1956 79).
Una vez más, el absurdo, la mutilación o intervención sobre el cuerpo, lo obsesivo, la
naturalización de lo “anormal” y hasta un problema en torno a los modos de conocimiento frente
a una realidad plagada de enigmas –aunque banales– constituyen algunos de los tópicos que
pueden identificarse en la cuentística del escritor cubano.
Si reparamos en lo señalado hasta ahora acerca del mundo narrativo de Piñera, puede
sostenerse que, tanto el absurdo como el humor son, al menos parcialmente, algunos de los
ingredientes que conforman el sustrato que explicaría la afinidad y el punto de encuentro entre
Gombrowicz y el autor de Cuentos fríos. También podría pensarse en la relación fluida entre vida
pública y teatralidad –ponderada por algunos críticos al referirse a Piñera– como una pieza clave
en la afinidad o punto de unión entre ambos, sobre todo, si recuperamos aquellos testimonios que
hemos citado al comienzo de nuestro ensayo en los cuales se destaca el carácter histriónico,
provocativo y agonístico de vincularse y de intervenir en reuniones, tertulias o conferencias. Lo
cierto es que, cada uno de ellos construyó ―a partir de estas opciones discursivas y de otras más
que hacen a la especificidad de cada una de sus poéticas― una literatura vanguardista y
experimental, una literatura heterodoxa y diferente a la que se escribía en esa coyuntura, ya sea si
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
se piensa a nivel local (Argentina) o continental (Cuba), ya sea si se pone la lupa en el escenario
europeo que sigue a la segunda guerra mundial34.
Consideraciones finales
Hay quienes sostienen que dada su condición de “desconocido total” Gombrowicz era, ya
entrados los años cuarenta cuando conoce a Piñera, “de escaso interés para los escritores
argentinos que se sentían atraídos por el marxismo y exigían una literatura política o seguían las
tendencias de los literatos parisinos” (Simic 2006 7). Sin embargo, esta “condición de ignoto” de
la que habla Simic debe ser matizada. En principio, se sabe que la publicación de Ferdydurke
(1947) en castellano fue duramente criticada por la mayoría de los escritores del medio local.
Aunque no puede negarse que, salvo excepciones como las de Capdevila, Sábato y Raimundo
Lida, no recibió comentarios de ninguna clase, al menos en la arena de lo público, por parte de
aquellos interlocutores vinculados con algunas plataformas institucionales con gravitación en el
campo literario de ese momento entre las que, sin duda, se encontraba Sur35. Acerca de sus
relaciones con algunos de estos referentes del medio local, precisamente, leemos en Piñera:
Por medio del poeta Carlos Mastronardi, conoce a Borges, Mallea, Sábato, Silvina
Ocampo, Capdevila, Martínez Estrada, Bioy Casares, etc. No tuvo buen éxito con
ellos. Profundas diferencias los separaban y, justo es decirlo, el carácter díscolo de
Gombrowicz (Piñera. En: Grinberg 2004 29-30)36.
Como señaláramos, tampoco puede desconocerse que entre los factores que
condicionaron la legibilidad de la escritura gombrowicziana en Argentina se encuentran las
dominantes narrativas que atraviesan el período 1939-1963 ya que las mismas señalan la norma
y los modelos considerados valiosos a la hora de escribir ficción. Tal es el caso, en un primer
momento, de la literatura y del cosmopolitismo impulsado tanto por Victoria Ocampo, Borges y
los miembros del grupo Sur como por aquellos que escriben en el suplemento literario de La
Nación dirigido por Mallea entre 1931-1958.
Aquí las diferencias con Gombrowicz pasan precisamente por las poéticas, los modelos
y la política de traducciones impulsada por estas instituciones pero, sobre todo, por su
dependencia de las modas parisinas. Del mismo modo, la poética gombrowicziana se opone, en
un segundo momento ―que coincide con la irrupción de los actores de la nueva izquierda
34
En este punto, atender al sistema de traducciones de la revista Sur, ilustra por dónde pasaban los modelos
de escritura europeos de ese período. En palabras de María Teresa Gramuglio, la gravitación de Sur en la
esfera literaria local estuvo sustentada “en el sólido entramado que se configuró entre la literatura, la crítica
y las traducciones publicadas en la revista y ese suplemento insoslayable que fue la editorial Sur”
(Gramuglio 2004 112-113). Se trató de la puesta en circulación en lengua castellana de autores extranjeros
inéditos hasta ese momento entre los que se destacan Virginia Woolf, André Gide, Graham Greene, T. S.
Eliot, William Faulkner, Henry James, entre otros. Asimismo, la revista contó con un valor agregado que
funcionó como un principio de diferenciación en tanto plataforma institucional: varios de los colaboradores
de la publicación dirigida por Victoria Ocampo, además de escribir literatura, llevaron a cabo la tarea de
traducción; empresa que, a su vez, redundó de manera significativa en la construcción de su propia obra
(Prieto 2006 279). Dentro de este grupo selecto de escritores y traductores a la vez, Prieto ubica, en primer
lugar, a Jorge Luis Borges (traductor de Virginia Woolf, William Faulkner, Franz Kafka, Herman Melville).
En segundo orden, se destacan las figuras de José Bianco (a través de las traducciones de Henry James,
Jean Genet y Samuel Beckett), Juan Rodolfo Wilcock (traductor de Graham Greene), Silvina Ocampo
(traductora de Emily Dickinson), Alberto Girri (traductor de Wallace Stevens y de T. S. Eliot), y “ya en la
segunda etapa de la revista, a partir de mediados de los años cincuenta, [se destacan las figuras de] Héctor
A. Murena, traductor de Walter Benjamín, de Alejandra Pizarnik, traductora de Antonin Artaud y de Yves
Bonnefoy, y de Edgardo Cozarinsky, traductor de Susan Sontag” (Prieto 2006 279).
35
De acuerdo con Eduardo Berti, la revista Sur “ignoró olímpicamente Ferdydurke” (Berti 2006 9). No
obstante, es sabido que las desavenencias y el desconocimiento con los intelectuales argentinos fueron
mutuos ya que a Gombrowicz tampoco le entusiasmó Borges ni su grupo (Gombrowicz 2001 8-9).
36
Sobre este tema, véanse también los testimonios recogidos por Rita Gombrowicz, sobre todo, los de
Mastronardi, Roger Pla y Silvina Ocampo (Gombrowicz, Rita 2008).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
intelectual y del grupo Contorno―, a las variantes del realismo propias de autores como
Wernicke, Kordon, Varela y Manauta. En palabras de Rússovich,
[el clima] opresivo de la guerra, aun a la distancia, ligado a una situación política
local aplastante ―fraude y conservatismo―, el advenimiento del peronismo y su
culto por lo folklórico y lo inmediato, no eran quizá condiciones ideales de recepción
de una mentalidad tan extrema de vanguardia, sarcástica y ferozmente
desmitificadora (2000 372)37.
En consonancia con Terán, otra de las razones que pueden explicar el silencio frente a la
literatura de Gombrowicz y la falta de reconocimiento de la crítica local agrupada en Sur, es la
incapacidad de algunos de sus colaboradores para analizar la coyuntura del período 1939-1963
―primero la experiencia peronista; después el fenómeno de la Revolución Cubana― junto con
el marcado “desfasaje de la publicación dirigida por Victoria Ocampo para atender a las nuevas
temáticas y perspectivas teóricas conectadas incluso con la crítica literaria” (Terán 1993 81).
Ahora bien, pese a que la traducción colectiva de Ferdydurke del año 1947 primero y de
la pieza teatral El casamiento (1948) después pasó inadvertida para los colaboradores de las
instituciones con peso en el escenario argentino, no por ello la literatura de Gombrowicz dejó de
despertar interés en otros círculos intelectuales ubicados en posiciones intermedias o en los
márgenes del sistema. Pensemos, una vez más, en Adolfo de Obieta ―director de la revista
Papeles de Buenos Aires ligada a Macedonio Fernández―, Alejandro Rússovich y,
fundamentalmente, en los cubanos Humberto Rodríguez Tomeau y Virgilio Piñera o bien, en
otros sistemas que más tarde –conforme avancemos en la trayectoria de Gombrowicz– incluyen
los nombres de Jorge Di Paola, Jorge Vilela, Miguel Grinberg, Jorge Calvetti y Mariano Betelú,
entre otros. En conjunto, se trata de un puñado de escritores que lo entendieron, que encontraron
un punto de afinidad con la poética gombrowicziana y que hasta pudieron “aprovechar” su
literatura.
A su modo y sin desconocer la singularidad que supone, la situación de Piñera dentro del
sistema de relaciones de la literatura cubana de los años cuarenta y cincuenta –incluso hasta
después de su muerte en 1979– no es muy diferente, a tal punto que gran parte de la crítica
contemporánea se refiere a él en los términos de un escritor excéntrico y marginal. Al respecto,
podemos leer:
Según anota Del Pino, el primer contratiempo de Piñera o su primera “mancha” tiene que
ver con lo biográfico y radica en su condición sexual. No obstante, también “fue incómodo por
artista, por negador, por polémico en un mundo que pretendía declarar la felicidad por decreto, lo
unánime como tendencia dominante” (Del Pino 2012 9). En tal sentido, agrega el crítico, el
silencio y la astucia fueron “dos de las armas de Virgilio para enfrentar la miseria, el menosprecio,
la soledad antes de 1959 y la censura, la muerte civil desde los últimos días de los 60 hasta su
muerte en 1979” (2012 9). Armas, a la que se suma una tercera no menos significativa que las
anteriores: la opción de Piñera y, a través de su práctica discursiva, de sus personajes de ejercer
el derecho a la negativa, al rechazo, a la confrontación, a la polémica. En palabras de César López,
Virgilio Piñera “pertenece al mismo tiempo a una tradición que construye y rompe
constantemente. Hacia atrás, muy siglo XVIII y XIX, hay un antecedente cubano inquietante en
37
“Fue en ese sentido ―agrega Rússovich― que tomó sus distancias, tanto respecto de los nacionalistas
como de la literatura realista y social de izquierda, heredera de Boedo, e incluso respecto de escritores como
Jorge Luis Borges, cuyos textos de la época en la que Gombrowicz comenzó a asomarse a este medio tenían
ya la forma que tanto gravitó en la literatura contemporánea, no sólo argentina” (Rússovich 2000 372).
59
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Córdoba. Formato de Presentación: CD Rom.
38
Para tener una clara noción del alcance de este reconocimiento basta con señalar que, en 1961, Borges
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Resumen
Palabras claves: Migración, Identidad, Memoria Colectiva, Cubanidad, Marielitos e Historia de las
Emociones.
Introducción
Uno de los grandes dilemas que enfrenta la historia como disciplina es la forma a través de la
cual no sólo centra su atención en los grandes procesos sino, también, en la percepción de los individuos
participes de los mismos. Un desafío posible de afrontar a través de la apuesta por las fuentes orales -
una alternativa que conlleva más interrogantes que certezas- o el análisis de las fuentes primarias
escritas.
Ese es el contexto en el cual se inserta la presente investigación, que tiene como fin indagar las
implicancias en la identidad cubana, tomando como referencia las relaciones migratorias entre Estados
Unidos y Cuba, luego de la Crisis del Mariel acaecida en el año 1980. Si bien el propósito es analizar
el proceso desde una perspectiva multi-causal, nuestro análisis se centrará en la percepción del proceso
en los cubanos emigrantes en Miami, Estados Unidos. En este sentido, el orden de la ponencia involucra
una mirada al contexto histórico marcado por la Guerra Fría, análisis de los patrones migratorios y la
crisis en clave identitaria y emocional.
La hipótesis que dio vida a la presente ponencia apunta a que los migrantes cubanos en Miami,
luego de la crisis del Mariel, y la desilusión por el giro de la política de Washington, conformaron a la
larga un nuevo sub grupo dentro de la comunidad cubana en Estados Unidos: una realidad que marcó
no sólo el nacimiento de una nueva identidad en los Marielitos sino, también, la conformación de una
nueva comunidad emocional. Un planteamiento que involucra, sin lugar a dudas, un análisis del
discurso.
Metodología de Investigación
63
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
comprensión de los principios organizadores que dan sentido al discurso que el sujeto efectivamente
expresa” (Martinic, 301)
La importancia de este método consiste en que permite indagar las llamadas representaciones
sociales bajo tres perspectivas: contenido informacional (códigos), estructura (contexto en el cual se da
el discurso) y, finalmente, una dimensión normativa (referente a la forma de valorización de los sujetos).
Cabe señalar que cuando hablamos de representaciones sociales, se hace mención a “sistemas de
referencias que vuelven lógico y coherente el mundo para los sujetos y organizando las explicaciones
sobre los hechos y las relaciones que existen entre ellos. No son un mero reflejo del exterior sino que,
más bien, una construcción que da sentido al objeto o referente que es representado” (Id, 300).
Considerando lo planteado en los anteriores párrafos, en el transcurso de la investigación
revisamos interesantes bibliografías secundarias, fuentes primarias y artículos de prensa referentes al
objeto de estudio. En todas estas fuentes, al final de cuentas, nos permitirá indagar el componente
discursivo.
Marco Teórico
En el desarrollo de la investigación tres serán los conceptos bases que nos ayudarán a cumplir
los objetivos propuestos: Identidad Cubana y Memoria Colectiva, los cuales permitirán analizar desde
la perspectiva socio-cultural el proceso ya mencionado.
La identidad, de acuerdo al sociólogo chileno Jorge Larraín en el artículo El Concepto de
identidad, es la acción donde el ser humano se conceptualiza como objeto y bajo ésta lógica va
construyendo su propia narrativa en interacción con los demás individuos mediante un conjunto de
elementos simbólicos39 que, al final de cuentas, le da significado a las relaciones entre los seres. En este
sentido, la identidad es un proceso que incluye un componente cultural, material y social; lo anterior
porque los seres se definen como sujetos en cuanto a categorías culturales –sexo, género, clase,
profesión etc.-, la proyección realizada se hace en una materialidad concretas como el cuerpo de la
persona y finalmente es fundamental la interacción con los demás que a la larga en múltiples ocasiones
influyen en las decisiones de cada uno de nosotros.
En el caso de Cuba el proceso de identidad, según plantea Enrique Patterson en el artículo Cuba:
discursos de la identidad40, es posible observar tres etapas desde su época como colonia de España hasta
el siglo XX, siendo las siguientes: identidad criolla41, una identidad bajo la lógica de lo abstracto cuyo
fin es eliminar las diferencias (su principal exponente es Martí ), identidad como un sincretismo de
culturas diversas y en ella lo negro representa el elemento portador del sincretismo antes señalado.
La identidad como concepto teórico nos permitirá, en la realización de la investigación, poder
comprender los rasgos característicos de los cubanos y su forma de interactuar entre ellos que, al final
de cuentas, posibilitará responder las interrogantes planteadas en el proyecto referente al impacto, a raíz
de la Crisis Migratoria de Mariel, en la identidad cubana en territorio norteamericano.
Otro de los conceptos que guiarán el proyecto es el término de Memoria Colectiva del sociólogo
francés Maurice Halbwachs, quien la interpreta42 como un proceso de reconstrucción social del pasado
vivido y experimentado por un grupo determinado mediante un proceso comunicativo de reafirmación
de la identidad del grupo en cuestión, donde juega un papel importante los denominados Marcos
Sociales en los cuales se construye la memoria a través de los soportes materiales como libros o lugares
de recuerdos de la memoria. El trasfondo de la memoria colectiva, es una búsqueda de la sociedad de
39
Es importante señalar que la presencia del factor simbólico es el elemento que une identidad y cultura, más
ambos son diferentes. Mientras la cultura es un conjunto de significados simbólicos expresados en distintas
estructuras a través de los que los individuos se comunican entre si, la identidad en tanto corresponde a un discurso
construido en torno a mi mismo en interacción con los demás.
40
Publicado en la revista “Encuentro de la Cultura Cubana” del Instituto de Estudios Cubanos de Miami en el año
1996
41
Ésta se caracteriza por ser excluyente y exclusiva, estando presente en los siglos XVIII y XIX. Es en torno a a
ella que se construyen diversos proyectos políticos como reformismo, abolicionismo, anexionismo,
independentismo en 1868 etc.
42
Halbwachs Maurice, La memoria colectiva, una categoría innovadora de la sociología actual, Prensas
Universitaria, Zaragoza, España, 2004.
64
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conocerse a sí misma y de ésta manera poder encontrar los elementos de continuidad entre el pasado y
presente con el fin de construir una ficción que genere cohesión social como también de sentirse parte
de un grupo social en concreto. Este concepto nos permitirá poder entender las relaciones y canales
comunicativos entre los Marielitos en Estados Unidos y sus familiares en la Isla, en una lógica de
alteridad, es decir, de visión del otro.
Enfoque Historiográfico
Contexto Histórico
Si hacemos un balance de la realidad de ambos países, la década precedente de la Crisis del Mariel, los
años 70, pueden ser considerados como tiempos de cambio en ambos países.
43
Estamos consciente de las dificultades del concepto de comunidades emocionales, en cuanto a que las fronteras
entre las diversas comunidades emocionales pueden ser muy porosas y dinámicas lo que daría como resultado una
alta posibilidad del fin de la comunidad en cuestión. Frente a eso, creemos firmemente que la importancia del
análisis que nos convoca radica en la expresión de dichas subjetividades en un grupo y no en la constitución del
conjunto en cuestión.
65
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Cuando hablamos de Cuba, uno de los rasgos que caracterizaban al país hasta 1970 en cuanto a su
sistema político era su escasa institucionalización, pues estaba centrado en una organización de rasgo
informal basada en militantes fidelistas fieles a los postulados y dictámenes de Fidel Castro. Ésta
realidad cambió luego de diversos éxitos44 en política exterior del Gobierno Revolucionario, pues se
instauró un sistema centralizado y burocrático de administración y mando autoritario, un mando único
necesario, según la ideología cubana, por la necesidad de mantener la independencia nacional y la
unidad del país frente a un posible ataque de Estados Unidos en contra del proyecto revolucionario.
Luego del fracaso del “gran avance en Cuba” (la idea de poder recolectar 10 millones de kilos
de azúcar), se decidió implementar un nuevo sistema político denominado “Poder Popular” formalizado
en el año 1974 y que es llamado por la bibliografía secundaria como “participación controlada”, esto
porque si bien existían las vías para la participación política de los ciudadanos, los candidatos eran
elegidos por una pequeña élite revolucionaria, la “Vanguardia del Pueblo”. La creación del “Poder
Popular” fue en todos los niveles de la sociedad cubana de aquel entonces: municipal, provincial y, por
cierto, nacional. La década de los 70, también, fue una década de crecimiento económico, presentando
una diferencia así con los años 60, lo que fue reflejado con una tasa promedio de crecimiento económico
anual de un 7,5% entre 1970 y 1975 para luego en los siguientes 5 años tener un crecimiento más
moderado con un 4% anual. Ésta tendencia económica continuó en la primera mitad de la década de los
80, momentos en los cuales se sobrepaso la tasa de crecimiento esperada de un 5% para llegar a la
estadística de un 7,3%.
Por su parte, Estados Unidos en las décadas de los 60 y 70 es posible caracterizarlas como una
época de de cambios en distintos ámbitos de la sociedad, siguiendo de ésta manera la tendencia de otros
países de Europa. En los años 60 el Presidente Lyndon Johnson, quien asumió el cargo luego del
asesinato de Kennedy, implementó lo que él mismo dominó como “La Gran Sociedad”, denominación
referente a su programa socio- económico cuyas medidas tenían como fin una guerra total contra la
pobreza expresada, por ejemplo, en la creación de oficinas para capacitar a los más pobres de la
sociedad. El programa llevado a cabo por Johnson no tuvo los resultados esperados y, hacia 1966, el
apoyo al mismo tuvo una importante baja en comparación al aumento de las voces críticas.
En la elección de 1968 triunfó el Republicano Richard Nixon, quien a través de sus promesas
de imponer “la ley y el orden” en un escenario de aumento de la criminalidad y de relajación sexual 45,
logró un aumento del electorado estadounidense: pero las problemáticas de una economía marcada por
una inflación incesante y el caso de Watergate generaron una inquietud en la población acrecentada por
éste último caso. La reacción y participación de Nixon en lo antes indicado, motivó que el Comité
Judicial de la Cámara de Representantes recomendarán el 27 de Julio de 1974 planteará la necesidad de
un juicio político lo cual se traducía en una inminente destitución del cargo, por lo cual decidió
renunciar.
El sucesor de Nixon fue Gerard Ford, quien debió enfrentar un desempleo y una inflación en
el campo económico. En el concierto internacional, optó por una política de distensión, cuyo principal
logro fueron “los Acuerdos de Helsinki de 1975”, en ellos Estados Unidos y los demás países de la
Europa Occidental reconocían el liderazgo y hegemonía de la Unión Soviética en la Europa Oriental a
cambio de un reconocimiento de Moscú de los derechos humanos.
Jimmy Carter, luego de ganar las elecciones de 1976, asume la Presidencia de Estados Unidos
en un contexto de inflación económica que no daba tregua. El principal logro en la política exterior
durante este período fue un acuerdo de paz entre Egipto, encabezado por el presidente Anwar al-Sadat,
e Israel, gobernado por el primer ministro Menachem Begin, poniendo fin a 30 años de guerra. El
Tratado de Paz fue firmado en el mes de Marzo de 1979. La Crisis en la Embajada de Irán en 1979,
producto de la revolución fundamentalista dirigida por el líder musulmán chiíta Ayatollah Ruhollah
Khomeini, marcó el último año de la Presidencia de Carter e impidió la reelección del militante
Demócrata para dar paso a la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca, con lo cual arribaron al poder
las denominadas “fuerzas neo-conservadoras”.
44
El fracaso de la invasión norteamericana en la Bahía Cochinos en 1961 y la Crisis de los Misiles son
ejemplos de los éxitos en política exterior del Gobierno Revolucionario.
45
Es importante entender que ver la década de los 60 y 70 como una época de hippies y de liberación sexual es
simplemente simplificar una etapa de la historia de la humanidad. Al hablar de liberación sexual se está aludiendo
a una visibilización de los sentimientos privados en el espacio público.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Los conservadores triunfaron en las urnas producto de que en Estados Unidos imperaba un
nuevo estado de ánimo, que llamaba a preservar los valores tradicionales y a reforzar la defensa nacional
en un escenario incierto producto de la Guerra Fría. Durante el mandato de Reagan en el plano
económico se dio primacía al sector privado, bajo la creencia de que sólo así repuntaría la actividad
económica; por su parte, la política exterior deseaba darle a Estados Unidos un rol más afirmativo en
cuanto a colaborar en distintas regiones del planeta para la llegada de la democracia. En el período de
Reagan hubo un deterioro de las relaciones con Cuba.
Haciendo un balance de la realidad histórica de Cuba y Estados Unidos durante las décadas de
los años 70 y 80 podemos ver como de la distensión de las relaciones entre ambas naciones de la primera
década se pasó a un deterioro de las mismas, producto de un cambio de las fuerzas predominantes en
el escenario norteamericano: llegada de fuerzas neo-conservadoras representada por la figura de
Reagan. Lo interesante de este período se refiere a como se genera un contraste, por llamarlo de alguna
forma, entre un Conservadurismo estadounidense y un poder institucional cubano, de rasgo autoritario,
que utiliza el factor de Emigración como un elemento de presión a Washington generando episodios
como La Crisis del Mariel.
A lo largo de los siglos XIX y las primeras décadas del SXX, las relaciones migratorias entre Estados
Unidos y Cuba fueron continuas a lo largo del tiempo y una de las principales razones de dicho
movimiento, en el caso de Cuba hacia Estados Unidos, era por razones laborales. Una realidad que
cambió a partir del año 1959, luego del triunfo de la Revolución Cubana con la llegada de parte de las
fuerzas revolucionarias a la Habana, las relaciones entre las dos naciones experimentaron una
trasformación radical: a sólo 150 kilómetros de la costa norteamericana, una Revolución anti-
imperialista y anti-capitalista46 se hacía realidad.
En este escenario, la actitud inicial de la Casa Blanca fue considerar a Cuba dentro del radio
de una política que apuntaba a beneficiar a los emigrantes bajo la figura de “Refugiados” de los países
de influencia socialista, mediante la cual se promovía la emigración ilegal y se recibía a aquellos que
lograban llegar hasta territorio estadounidense como “héroes”, bajo la idea de convertir a éstos últimos
como elementos desestabilizadores del Régimen de Fidel Castro. Fueron recibidos en Estados Unidos
bajo la calidad de refugiados del comunismo.
Cabe señalar que el tratamiento de “Refugiados Políticos” se vio reforzado por la aprobación
el 1 de Noviembre de 1966 de la “Cuban Adjustment Act (Public Law 89-732)” conocida por sus siglas
en inglés como CAA. La mencionada ley tenía como fin “ajustar” el status de toda persona nacida o
naturalizada cubana, una medida que incluía también a los cónyuges e hijos menores, sin importar si
tenían la nacionalidad cubana o no y que hayan sido admitidos en territorio norteamericano bajo
palabra47.
Al hablar de “Refugiado Político” en la época se estaba aludiendo a una figura jurídica que
técnicamente no existía, pero el término propiamente tal tiene antecedentes anteriores a 1959: por
ejemplo el “Tratado sobre Asilo y Refugio Político” de 1939 ocupa la denominación al igual que la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en un informe redactado en el año 1965
referente a las personas llegadas desde Cuba que las llama “Refugiado Político”. Resalta la
intencionalidad de la utilización del término, pues se le da una connotación determinada a la situación
de las personas llegadas desde Cuba: vienen escapando de un Régimen Dictatorial y es por eso que se
debe combatir el proyecto revolucionario en Cuba.
Al momento de los sucesos en Cuba en 1959 estaba en vigencia la Inmigration and Nationality
Act (INA) del año 1952, más conocida como Ley McCarran- Walter y cuya identificación legal era Ley
46
Es importante entender que en sus inicios la Revolución Cubana no estaba adscrita como país satélite de la
Unión Soviética, mas producto de la idea de un posible desembarco de las fuerzas norteamericanas en la Isla y en
un contexto de Guerra Fría, Cuba necesitaba de una de las potencias que la pudiera defender con respecto a la
otra. La única alternativa era optar por la Urss, pero eso no nos permite inferir que Cuba acatara los dictámenes
de Moscú como un simple receptor. La comunicación entre La Habana y Moscú era un proceso bi-direccional.
47
Una situación que en el derecho estadounidense se llama “parolees”
67
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Pública nro 82- 414: la citada normativa, por una parte, establecía categorías de inmigrantes48 y, por el
otro, si bien no establecía reglas específicas para la categoría de “Refugiados Políticos” establecía que
Estados Unidos ofrecería asilo para todos aquellos seres que huyeran de la dominación comunista o de
los Middle- Eastern regímenes.
Después del ascenso al poder de Castro, pasó a primar la imagen del exiliado como una
dicotomía: para Cuba eran traidores y en el caso de la visión de la Casa Blanca se convertían en
refugiados del comunismo. Una dualidad de la imagen que es posible comprenderla a partir de la
denominada “Vida Cotidiana”.
Al abordar el concepto de Vida Cotidiana, es posible poder entender como el ser humano en su
totalidad, parafraseando a Heidegger, se despliega como ser en el mundo y las interacciones que lleva
a cabo con otros individuos de la misma especie. Aquí, la subjetividad social se expresa en dos ámbitos:
la primera conformada por diversas normas, valores y creencias que responden a la construcción de una
ficción cuyo fin es generar cohesión social; por su parte, el segundo alude a diversas necesidades
relacionadas con nuestra propia cotidianidad (lo anterior muchas veces puede estar en armonía o en
desacuerdo con los valores de un momento social determinado).
Bajo este contexto, el conflicto de carácter bilateral entre Estados Unidos y Cuba afectó a todos
los órdenes sociales (político, económico, jurídico, ideológico, social, cultural y familiar), jugando un
rol importante la memoria colectiva que establece una serie de relaciones de rasgo simbólico entre el
pasado, presente y futuro. Lo interesante del fenómeno señalado es que la emigración para el cubano
no es un cambio político y económico sino que su realidad es el contexto donde se conforma el espacio
constitutivo de la decisión de partir. En las indagaciones realizadas a raíz de la investigación49, los
especialistas pudieron concluir que el concepto de representación del individuo se concentra en el
traslado geográfico y ese actuar le permite reestructurar la vida cotidiana en una cotidianidad diferente
influenciada por el concepto de una realidad diferente.
Los investigadores de este proyecto de la vida cotidiana en Cuba indican, asimismo, que
tomando en cuenta la representación social de la emigración para el propio caso de los cubanos es
posible distinguir tres momentos de las olas emigratorias de la Isla. El primero de ellos corresponde a
los inicios de la Revolución y se extiende hasta fines de la década de los 70, caracterizado por las
desestructuración realizada a partir de los cambios sociales con fines revolucionarios como también por
la asociación de la emigración en una dimensión clasista (clase alta, burgueses) y otra política
(batistianos, gusanos y contrarrevolucionarios); el segundo período alude a la crisis de Mariel en la
década de los 80 y la visión del emigrante responde a patrones políticos- ideológicos pues se le ve como
un gusano, contrarrevolucionario y antisocial; por su parte, el tercero está inserto del denominado
“Período Especial” y quienes se van del país son vistos como individuos en búsqueda de nuevas
oportunidades. Nuestro análisis se centrará en la Crisis del Mariel, acaecida en la década de los 80.
48
Entre parientes de ciudadanos norteamericanos y los demás inmigrantes, éstos últimos tenían una cuota
de 270.000 individuos anuales.
49
Díaz Maiky et al. “Representaciones sociales de la vida cotidiana en Cuba”. Revista Cubana de Psicología. v
18. Número1.2001. Periódicos Electrónicos de Psicología. 2 Octubre 2011.
http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_issuetoc&pid=0257-432220010001&lng=es&nrm=is
68
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
educación, integración ciudadana y justicia social enarbolados por los exiliados se ponían en
cuestión ante los hechos ya reseñados. Asimismo, considerando que un grueso importante de los
emigrantes era parte de la intelectualidad cubana, la interrogante que surge es ¿Por qué los
intelectuales deciden marcharse de lo que es denominado el “Paraíso Comunista”?, una realidad
que cuestionaba también el discurso oficial de la época el cual apuntaba a asociar a los emigrantes
como parte de “la escoria de la sociedad”.
La historia de la Crisis del Mariel comenzó a escribirse el 15 de Marzo de 1980 cuando
más de 10.000 personas se agolparon en las afueras de la Embajada del Perú en La Habana con
la esperanza de poder optar a una visa que le permitiese emigrar a Estados Unidos, una gran
aglomeración de gente que motivan la reacción del Gobierno Revolucionario de autorizar la
llegada al Puerto del Mariel de barcos procedentes de Florida con el fin de que los cubanos en
territorio norteamericano fueran a buscar a sus familiares.
Frente a esta realidad, el Presidente Carter anuncia que su país recibirá hasta un total de
3500 cubanos provenientes de la sede diplomática de Perú. El 20 de Mayo de ese año la Casa
Blanca anuncia que los emigrantes cubanos no serán tratados como “Refugiados Políticos” sino
bajo la figura de “solicitante de asilo” y, en concordancia con lo anterior, bloquea las rutas
marítimas a Cuba mediante la acción de la Guardia Costera. El 25 de Septiembre, Castro ordena
el retiro total de los barcos presentes en el Puerto El Mariel y así pone fin a 159 días de esta
emigración masiva al País del Norte, donde el factor migracional fue utilizado como elemento de
presión política a Washington.
La Identidad Cubana
50
Publicado en Cuba Encuentro el 21 de Septiembre del 2005,
69
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Los planteamientos de Díaz de Villegas permiten hacer una relación, por una parte, de las
reacciones de los individuos frente a la alteridad, a una realidad cultural nueva señaladas por
Todorov51 y, por otra, aludir a la noción de cubanidad y el impacto en ella de los procesos
migratorios. Según lo establecido por el pensador búlgaro, son tres los comportamientos de los
individuos frente a otro: juicio de valor (el otro es superior, igual o inferior a mí), acción de
acercamiento o alejamiento en comparación al otro y por último el dilema de conocer o admirar
la identidad del otro. Al llevar a cabo un balance de la situación de los del Mariel, queda en
evidencia, siguiendo las tesis establecidas en el artículo de Villegas, como en territorio
norteamericano trataron a los emigrantes considerándolos seres inferiores en comparación a las
otras olas migratorias, no concediéndoles la categoría de refugiados políticos, por lo cual hubo
una acción de alejamiento y de rechazo hacia la figura de estos recién llegados por un nivel
cultural diferente como asimismo una oposición a la identidad de los individuos de la crisis
migratoria. Ese otro con el que se estaba interactuando no estaba dispuesto a dar espacio a lo
diferente producto de una precaria situación económica y una corriente anti-migración.
Al revisar diversos artículos cuyas temáticas son la “Crisis del Mariel” se ve como la
acción de salir de la Isla representa un nuevo reconocimiento, en el caso de los intelectuales, de
sus capacidades artísticas como de su condición humana. Lo anterior queda en evidencia en el
artículo de Carlos Victoria titulado “Fragmentos del Mariel”, en el cual comenta:
De esta manera el autor recuerda aquellos momentos en donde toda acción llevada a
Cuba debía estar al servicio de la revolución, pues en caso contrario se acusaba a la persona de
traidora a la patria y, en consecuencia, se le condenaba socialmente.
En este sentido, podemos describir los sentimientos de Victoria de un extrañamiento,
parafraseando a Alain Roger, ante el paisaje, o sea, la tierra en la cual vive el intelectual cubano
mencionado ya no tiene significado alguno para él y se siente ajeno a ella, como lo reflejan sus
palabras:
Recuerdo, sí, la costa de la isla, ese instante de dolor y alivio cuando uno dice adiós
a una pasión que llegó a consumirte hasta los huesos. Así se alejan los amantes
gastados, devorados por la desilusión. El que no haya sufrido un amor que se volvió
tortura y del que hay que escapar si es necesario muerto, no sabe de qué hablo.
Recuerdo que la costa era sólo una línea. Tan poca cosa, una vegetación. Las olas
terminaron por borrarla. (Id 135)
La Cuba que ellos conocieron en su niñez ya no existía, era un no lugar que no los
representaba y es por eso que Victoria junto a miles de cubanos decidieron partir en el transcurso
del año 1980.
Otro ejemplo de sentir a la Cuba Revolucionaria como un no lugar se puede ver en el
escrito de Carlos Díaz llamado “El Comandante si tiene quien le escriba”52, donde narra cómo
partidarios de la Revolución repudiaron físicamente y socialmente su no apoyo a la Revolución
Cubana:
Me robaron tres camisas de nylon. Un blue jean. Un viejo Lee. Y una cajita donde
yo guardaba un condón antediluviano. Ésos son los objetos menores. Los mayores,
la casa, el país, los amigos... Y la superstición de pensar que uno ya no era un ser
humano, por tantos meses y meses oyendo que todo el que se iba era una escoria,
51
En su libro “La Conquista de América, el problema del Otro” (Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2006)
52
Revista Encuentro de la Cultura Cubana, número 8/9, Primavera /Verano 1998, Madrid
70
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En estas palabras nuevamente se percibe la sensación de pesar por el curso actual de los
acontecimientos que se está viviendo en Cuba y el actuar de los partidarios de Castro de quitarle
a los opositores la pertenencia a un país, a una sociedad determinada llamada Cuba, y simplemente
degradarlo a la categoría de escoria.
En estos dos casos reseñados en los párrafos anteriores observamos como la memoria
colectiva juega un rol preponderante al momento de recordar. El desafío de los llamados
“Marielitos” fue volver a construir una memoria colectiva, re-significar el pasado para poder
conectarlo con su presente, un presente que ya no tenía como escenario Cuba sino una tierra
extranjera, como el caso de Estados Unidos. Una nueva mirada a la propia vida que dio como
resultado final no sólo el surgimiento de una nueva identidad sino, también, el surgimiento de una
nueva comunidad emocional, en la cual el extrañamiento y rabia por la no aceptación de Estados
Unidos y el rechazo de los compatriotas en Miami se convierten en los sentimientos
predominantes de este grupo.
A modo de conclusión
53
Entendida ésta como un deseo de pertenecer y amar a la Patria
54
Es interesante entender la denominación “Marielitos” en una doble dimensión: por un lado apuntaba a encarnar
tanto a la Habana como a Miami y, por otro, era una especie de etiqueta que permitía la auto-estigmatización.
71
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
un quiebre en el muro construido por cada cubano para adaptar su vida a las necesidades de la
Revolución. Fue el triunfo de la expresión del yo por sobre la masa.
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73
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
La experiencia de leer cualquiera de los textos de Virgilio Piñera suele ser perturbadora.
Lo fue desde un principio, cuando en los años treinta publicó sus primeras poesías que provocaron
el rechazo de algunos de los integrantes del grupo Orígenes, quienes no tardaron en reaccionar.
Cintio Vitier escribió en su crítica al poemario juicios negativos que marcaron por muchas
décadas la lectura de la obra de Virgilio, colocándolo en un espacio marginal del que nunca logró
salir por completo. Jambrina (2012) sostiene que fue Vitier quien estableció las bases
conceptuales a partir de las que tradicionalmente se ha estudiado la obra piñeriana, en especial
asociándola a ideas de vacío y destrucción.
Resulta productivo pensar qué de la propuesta de Piñera generaba reacciones negativas
tan desmesuradas como los gestos del mismo Piñera, amante de los escándalos y las rencillas
teatrales que protagonizó en más de una ocasión y que forman parte de una mitología muy
interesante que se ha construido en torno a su figura.
Es posible que el rechazo que muchos intelectuales de prestigio en la isla experimentaron
frente a su poética lo generara el hecho de que Piñera apostó desde sus comienzos como escritor
a construir un lenguaje desgarrador, directo y corrosivo. Su aparición en el campo literario cubano
fue ante todo una irrupción desestabilizadora porque intentó desde sus inicios incomodar
provocando abiertamente a quienes ocupaban posiciones centrales dentro de dicho campo. Lo
hizo porque propuso una lengua diferente, que, entre otras cosas, indagó en los modos de
representación y en formas alternativas de construir sentido. Piñera mantuvo un fuerte
contrapunteo con los modelos estéticos de su tiempo. Se opuso a la adopción de posturas
hegemónicas, que Quintero Herencia llamó “figuras institucionalizantes”: el tradicionalismo, el
fundamentalismo religioso y la violencia. La traducción de esta postura podría hallarse en el
“impulso minimalista de la escritura piñeriana” (Jambrina: 2012,11)
Tanto en su poesía como en el teatro, trabajó con imágenes que representaban caos y
destrucción, según Rita Martín (2009) que afirma que:
Leemos en el poema “Elegía así” de su primera publicación- el libro que tituló Las
Furias55- versos en los que el sonido de las palabras refleja ecos de ladridos de perros. Propone
una escritura hecha con palabras-ladridos, sonidos monstruosos lanzados por una criatura que es
mezcla de animal y de persona y que se materializan desde su condición de "terrosas". Son
palabras, además, que irrumpen perforando: (…) Invito a la terrosa palabra/que perfora la vida
y los espejos/y el eco de su imagen dividido. / Todo es triste. /Un juego de palabras con ladridos.
Piñera eligió escribir rechazando, por un lado, las formas petrificadas de la cultura cubana
y por el otro intentó obsesivamente escudriñar los modos en que se construyen discursos sobre la
55
Cuando dedica el libro a José Lezama Lima, hace explícita la intención de perturbar e incomodar a los
lectores: “No van contra tu poesía estas Furias; si van contra todo lo que se puede ir y contra todo lo
que no se deba ir” (González Cruz 1993)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Muecas rupturistas
Podemos decir que la escritura de Piñera es corrosiva porque trabaja forzando los límites
de la representación a partir del uso del lenguaje (que Gastón Baquero calificó como "lengua de
lavandera") y la utilización de los tonos, en especial la búsqueda de la "frialdad" para contar los
sucesos más disímiles (como la caída y singular desmembramiento de los dos alpinistas, o un
pueblo que decide entregarse a la antropofagia para no morir de hambre, o el hombre que al
cumplir cuarenta años decide emprender un viaje circular por las carreteras de Cuba trasladándose
en singular medio de transporte: un cochecito de bebé empujado por niñeras organizadas según
un estricto sistema de postas). Sus narradores parecen situarse a distancia de lo que cuentan,
mantienen un alejamiento emocional, o narran con un tono que juega a romper toda
correspondencia con la situación que relatan. Lo observamos, por dar tan solo un ejemplo, en su
cuento "La carne".
Sucedió con gran sencillez, sin afectación. Por motivos que no son del caso exponer,
la población sufría falta de carne. Todo el mundo se alarmó y se hicieron
comentarios más o menos amargos y hasta se esbozaron ciertos propósitos de
venganza (...) Solo que el señor Ansaldo no siguió la orden general. Con gran
tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de cocina y, acto seguido, bajándose
los pantalones hasta las rodillas, cortó de su nalga izquierda un hermoso filete. Tras
haberlo limpiado lo adobó con sal y vinagre, lo pasó- como se dice- por la parrilla,
para finalmente freírlo en la gran sartén de las tortillas del domingo. Sentóse a la
mesa y comenzó a saborear su hermoso filete (Piñera 2004, 27)
El narrador describe hechos insólitos -el autoconsumo en que incurre una comunidad
como práctica que soluciona la escasez de alimentos, y que por eso mismo constituye un motivo
de celebración y de triunfo- pero aclara que lo que cuenta es sencillo ya que ocurrió "sin
afectación" de ningún tipo. Los motivos de la hambruna tampoco serán relatados. El cuento se
construye en negativo, en lugar de contar, se procede a dejar marca de los silencios, es por esto
que el texto avanza de un modo peculiar: explicitando su voluntad de no decir, de no contar.
Mientras tanto, aquello que sí se relata pertenece al territorio del absurdo, no solo por los hechos
que se describen, sino por los modos que el narrador adopta para contarlos. Su literatura se basa
en esos modos con los que tensa el lenguaje, proyectando múltiples figuras dislocadas y extrañas
que corroen el centro del sistema.
En La arqueología del saber, Foucault (2008) postula que la atención en los estudios de
distintas disciplinas se ha desplazado de las unidades, las continuidades "épocas", "siglos", hacia
los fenómenos de ruptura: "por debajo de la persistencia de un género, de una forma, de una
disciplina, de una actividad teórica, se trata ahora de detectar la incidencia de las
interrupciones"(12). Sin embrago, detectar y luego aceptar esas discontinuidades genera
dificultades, porque las reacciones frente al fenómeno de ruptura suelen provocar repugnancia,
por el modo singular en pensar la diferencia, en describir desviaciones y dispersiones, en disociar
la forma tranquilizante de lo idéntico "(...) como si con esos conceptos de umbrales, de
mutaciones, de sistemas independientes, de series limitadas costase trabajo hacer la teoría" (23)
Siguiendo esta idea, podemos decir que la obra de Piñera genera en el campo literario
cubano un impacto, una ruptura que obliga al sistema a realizar una serie de operaciones,
modificándolo. Genera una discontinuidad y transforma los modos de pensar la literatura. Crea
56
Para ampliar estas cuestiones ver Abreu, Alberto. (2000)
57
En Piñera, Virgilio. (1994) Poesía y crítica Compilación y prólogo Antón Arrufat. México: Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
una diferencia que produce mutaciones. No es casual que sea justamente Piñera el escritor de
referencia ineludible para los escritores cubanos de las últimas décadas.
Norge Espinosa (2012) propone que utilizar la lengua de Piñera es, para los escritores
cubanos de las nuevas generaciones, retroceder a los idiomas primarios ("una glosalalia pavorosa"
de angustia, duda y gestos) que parecen no decir demasiado pero que en los textos de Piñera
aparecen como espejos: "nos hacen creer que hay ahí una vida que la literatura cubana no ha
podido repetir, que sigue siendo de una naturaleza tan singular como imantadora” (42)
En este mismo sentido, Antonio José Ponte en su intervención al cumplirse noventa años
del nacimiento de Piñera leyó un texto que tituló "La lengua de Virgilio"59 en el que afirma que
Piñera ha brindado a los nuevos escritores una lengua para decirse y sostiene que su poética
resulta productiva para resemantizar la experiencia literaria cubana. La crisis que el país atraviesa
en estos años (el llamado “período especial”) provoca, en el plano de la cultura, la recuperación
de la propuesta de Piñera que, entre otras cosas, ilumina el nihilismo de la literatura cubana de
esta década. Es el caso de Ponte, que en su escritura utiliza una retórica "erosiva" según Guadalupe
Silva quien señala que escribir es para Ponte derruir: producir fracturas en el orden del discurso
y la representación. Gestos que nos recuerdan la propuesta piñeriana, en particular las ideas de
destrucción sobre las que tanto ha dicho la crítica. El mismo Ponte afirma que en La fiesta vigilada
58
Amplío estas cuestiones en mi trabajo "Virgilio Piñera como personaje: maniobras para la apertura del
canon", en prensa.
59
En Ponte (1993)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
hay voluntad de frialdad, y que la logra mediante el uso de la ironía, dos de las características por
excelencia de la poética de Piñera.
El cuerpo, lo orgánico (la carne, los excrementos, los desmembramientos) aparece en la
propuesta de Piñera como tropo que convierte en centro de preocupaciones y en trampolín para
nuevas asociaciones e ideas, el lugar desde el que se enuncia que es también espacio alejado de
lo espiritual (como contracara del barroquismo erotizante de Lezama y Orígenes60). Hay en su
escritura una obsesión de la carne que se presenta al mismo tiempo como objeto de repulsión y
de deseo. Piñera hace uso de los cuerpos de sus personajes experimentando con ellos, trocándolos,
desmembrándolos. Sadomasoquismo que traslada a la página, a ese otro cuerpo: el texto. Victor
Fowler piensa la cuestión del cuerpo, de lo orgánico, como una de las marcas de la escritura de
Piñera que también retoman los escritores cubanos en los años noventa “pienso en la fascinación
que sobre nuestro presente pareciera ejercer la escritura del cuerpo. Escritura que busca la crudeza
de lo orgánico, que explora, devela, propala lo callado, persigue lo insólito y traza otros, nuevos
límites.”(241)
Piñera es para los nuevos escritores no solo un mito, sino una determinada concepción
de la literatura. Y hay un grupo numeroso de escritores cubanos que se reivindican como sus
descendientes. Esto sucede con Reinaldo Arenas, por ejemplo, que le dedica su novela El mundo
alucinante y también lo presenta como santo laico al que le implora unos meses más de vida para
terminar de escribir Antes que anochezca, o Abilio Estévez que le dedica El reino de este mundo
y elige como epígrafe un fragmento del cuento "El gran Baro" en Los palacios distantes. Pedro
de Jesús titula Cuentos frígidos su libro de cuentos editado en 2000 en clara alusión a los Cuentos
fríos de Piñera. En Las comidas profundas, de Ponte, un fragmento del célebre poema "La isla en
peso" dispara una serie de asociaciones que arman la historia que se cuenta. También Margarita
Mateo Palmer, Karla Suárez, Leonardo Padura, Marcial Gala, por nombrar solo algunos de los
más reconocidos escritores cubanos de estos años, lo siguen eligiendo como personaje o hacen
que otros lo lean o lo citen dentro de sus ficciones.
Más allá del personaje y de su figura de autor que resulta sin dudas tan productiva a la
hora de indagar sobre cómo se construyen los linajes o cuáles son las tensiones dentro del campo
intelectual cubano y qué rol cumple Piñera en estas cuestiones, lo más interesante sigue siendo
observar los modos en que las muecas de Piñera persisten, renacen para la literatura cubana en las
más interesantes propuestas de escritura, a casi cuatro décadas de su muerte.
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60
Ver Milanés, Modesto (2009).
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79
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Para Stuart Hall (1990), la identidad es un objeto social, y como tal, es inteligible y cobra
fuerza sólo dentro del plano social. La identidad cultural, vista como posicionamiento o como
acto preformativo, se erige como un espacio que posibilita la hibridación y la (re)creación del ser.
Si la identidad es performativa, es producto del discurso y, por ende, es susceptible de ser
infinitamente rearticulada. Entonces la capacidad de las minorías de (re)crearse en relación a la
cultura hegemónica está íntimamente relacionada con la habilidad de éstas de hacer circular
(contra)discursos que echen por tierra la violencia epistémica (Spivak 1985) de la cultura
dominante. Las minorías recurren entonces a estratagemas tales como la hibridación (Bhabha,
1994), la carnivalización (Bajtín 1992), la contra-escritura (Ashchroft 1995), entre otras, para
reposicionarse y reinscribirse en relación a la propia cultura y a las otras culturas; y aún cuando
se presentaren como meros reflejos especulares de la cultura dominante, estarían siendo agentes
de su propia (re)construcción identitaria. La experiencia diaspórica se destaca “como una forma
transnacional de creatividad cultural, irreductible a cualquier tradición nacional o base étnica”
(Mellino 133). Judith Ortiz Cofer concibe la identidad, entendida como esencia pura y
trascendente, como uno de los “grandes relatos” de la modernidad que la posmodernidad, el
posestructuralismo y el poscolonialismo ya han deconstruido. La autora no (re)conoce la
identidad desde su esencia o pureza sino desde la heterogeneidad y la diversidad que plantea la
propia diáspora, una experiencia que, según la define Stuart Hall (1990 236), “se va produciendo
y reproduciendo constantemente de una forma nueva, a través de la transformación y de la
diferencia”. Por esta razón, Judith Ortiz Cofer explora la identidad como espacio de inestabilidad
e indeterminancia, “una producción que nunca está completa, siempre en proceso, y siempre
constituida desde la representación y no desde afuera” (Ibid.). Así, los márgenes liminales entre
culturas se vuelven permeables y porosos permitiendo la hibridación y la construcción de una
identidad diaspórica.
La autora Puertorriqueña Judith Ortiz Cofer, nacida en Hormigueros, Puerto Rico, migró
a los Estados Unidos, a muy temprana edad, cuando su padre fue trasladado a una base militar en
Nueva Jersey. Su obra como un todo, cinco novelas, tres antologías de cuentos cortos, cinco
antologías de poemas, inscribe la experiencia diaspórica de su familia y las maneras en que los
distintos miembros aprendieron a lidiar con el desplazamiento, la dislocación y la resignificación
identitaria, lo cual especularmente refleja la realidad de la cultura itinerante puertorriqueña. Los
textos de Judith Ortiz Cofer inscriben la dualidad que estos constructos binarios producen en los
sujetos diaspóricos y exploran la manera en que las culturas itinerantes resignifican su experiencia
al construir espacios transculturales. Por esta razón, su literatura no sólo se explora como
literatura testimonial/confesional, sino como claro ejemplo del género auto-etnográfico (Bochner
2002), dado que la autora utiliza la exploración autobiográfica instrumentalmente para representar
los orígenes étnicos y la problemática identitaria de su comunidad, y para plasmar los avatares de
la diáspora, la transculturación y la hibridación. Judith Ortiz Cofer se autodefine como “una
puertorriqueña que vive en Georgia, Estados Unidos” (Faymonville 159). Para la autora, la
identidad cultural parece “estar construida por dos vectores: el de la similitud y continuidad y el
de la diferencia y la ruptura” (Hall 2001 436). La identidad diaspórica puede entenderse, entonces,
en términos de interrelaciones dialógicas entre estos dos vectores. Mientras uno refleja un sentido
de continuidad con el pasado, el otro refracta una profunda discontinuidad.
La novela The Line of the Sun (1990a), la novela Silent Dancing: A Partial Remembrance
of a Puerto Rican Childhood (1990b) y las antologías de cuentos cortos, An Island Like You:
Stories of the Barrio (2005), y de poemas, A Love Story Beginning in Spanish: Poems (2005) de
Judith Ortiz Cofer conforman un hipertexto que ahonda en la interconexión entre lengua, cultura
e identidad. La autora presenta a la mujer puertorriqueña dislocada en los Estados Unidos, no sólo
atrapada entre dos culturas, sino también entre dos lenguas y dos estereotipos. Por un lado, en
cada novela, en cuento corto y en cada poema, Ortiz Cofer se centra en el mito de la mujer
caribeña como construcción de la mirada colonial y del imaginario colectivo estadounidense.
Según estos estereotipos, la mujer es construida como objeto de goce, de admiración y de sujeción
80
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
pero nunca es vista como sujeto. En términos Foucauldianos (136), las prácticas discursivas
dominantes crean representaciones que construyen, a la vez que controlan, al “otro”, en este caso
al sujeto diaspórico femenino, anulando sus múltiples identidades. Por otro lado, Ortiz Cofer
inscribe en cada historia y en cada poema el mito de la mujer diaspórica desde la perspectiva de
su propia comunidad puertorriqueña. La autora denuncia la fuerte sujeción de la mujer
desterritorializada (Deleuze 1972) mediante la imposición de un sistema de tradiciones,
machismo y preceptos religiosos latinos que se exacerban a la distancia. Su obra, como un todo,
yuxtapone las dos miradas y los dos sistemas de representación en pugna no como eje central de
la discusión sino como estratagema deconstructora (Derrida 1982). La autora desdibuja la
estereotipia de etnia y género desde la hibridez discursiva, ya sea carnivalizando (Bajtín 1992) la
lengua inglesa, mediante inclusión de voces latinas, cápsulas culturales y la transliteración, o
hibridando las dos lenguas, mediante el uso del espanglés y/o el inglés puertorriqueño. Su
propósito es exponer el estereotipo, invertirlo mediante la ironía y la parodia, hasta neutralizarlo,
para finalmente dar espacio a un concepto que imprima la presencia de los nuevos sujetos
migrantes como agentes de la cultura itinerante puertorriqueña. Estos sujetos desarticulan
estereotipos preestablecidos y modifican el entorno construyendo un verdadero espacio liminal
que constituye su identidad diaspórica. Como lo plantea Stuart Hall (2001 224), “la identidad
cultural es una cuestión de ser y de ‘volverse’ al mismo tiempo”. No es algo que ya existe, que
trasciende, sino algo que se construye. De la misma manera en que la identidad no es unívoca,
unitaria, ni estable, sino que está en un constante estado de cambio, las culturas son temporales,
están en relación a otras culturas y están en un constante proceso de transformación.
Judith Ortiz Cofer indaga precisamente en esta marca identitaria, en el estar “en tránsito”
entre dos culturas. La autora problematiza la puertorriquenidad desde lo que el crítico cultural
Homi Bhabha (31) denomina una “existencia fronteriza” al explorar el “lugar de la cultura” como
el “espacio intersticial entre el hogar y el mundo”. Ortiz Cofer plasma en su obra lo que el
antropólogo James Clifford (14) explora como el nodo de toda cultura itinerante, “una residencia
en viaje”, es decir, la interconexión entre rutas/raíces como rasgo distintivo de la experiencia
diaspórica. La autora también textualiza la dinamización de las identidades en tránsito, en
términos del sociólogo cubano Fernando Ortiz, “el proceso de transito de una cultura a otra” (12)
o transculturación, y la manera en que éstas pueden devenir en lo que García Canclini (5)
denomina “culturas híbridas”, Giménez (30) explica como “una nueva conciencia de pertenencia”
y a lo que Castells (22) refiere como “identidad proyecto”. Según García Canclini, “no es posible
hablar de las identidades como si sólo se tratara de un conjunto de rasgos fijos, ni afirmarlas como
la esencia de una etnia o una nación” (7). Para Giménez la identidad es el conjunto de repertorios
culturales interiorizados, es decir, representaciones, valores, símbolos, a través de los cuales los
actores sociales, ya fueren, individuales o colectivos, “demarcan simbólicamente sus fronteras y
se distinguen de los demás actores en una situación determinada, todo ello en contextos
históricamente específicos y socialmente estructurados” (32). Castells agrega que las identidades
proyecto se afianzan “cuando los actores sociales, basándose en los materiales culturales de que
disponen, construyen una nueva identidad que redefine su posición en la sociedad y, al hacerlo,
buscan la transformación de toda la estructura social” (25), lo cual constituye un proyecto de
transformación de la sociedad
Estas identidades parten de la premisa del movimiento como elemento constitutivo del
ser y del desplazamiento y la dislocación como interacción y mediación intercultural. De hecho,
el eje o tropo central que atraviesa la obra de Judith Ortiz Cofer, y que se ve claramente reflejado
en las primeras dos novelas, es la dialéctica entre home/land, entendida como casa, hogar y patria
(el espacio físico, el emocional, y el étnico). Los homes en los textos Judith Ortiz Cofer se
resignifican, en un constante devenir, en espacios geográficos, en objetos diaspóricos, en fronteras
culturales, en lugares de itinerancia, en “espacios fronterizos”, es decir, “los grupos y las
identificaciones no pueden comprenderse en sí mismos, sino en relación con otros, en un
entramado de relaciones que repone una situación de contacto, una situación de frontera”
(Grimson 3). La elección genérica que enmarca la obra de Judith Ortiz Cofer es consistente con
sus tramas, problemáticas, personajes centrales, ejes temáticos y tropos, ya que la autora se
enmarca dentro del género de “viajes iniciáticos” y “ritos de pasaje” (Turner 44; Van Gennep, 12)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
de niñas púberes que están “en tránsito” entre Puerto Rico y Estados Unidos, en pleno proceso de
transculturación.
Según Van Gennep, el rito de pasaje consta de tres etapas: “separación, transición e
incorporación” (11-35). La primera etapa indica un desarraigo, una separación de un grupo de
pertenencia, lo cual lleva a redefinir la identidad. La segunda parte del rito de pasaje marca un
estado liminal o intersticial, ya que el sujeto ya no esta enmarcado en la etapa anterior pero
tampoco en la nueva. En este momento del ser surgen preguntas a cerca de la pertenencia, la
identidad y las relaciones sociales y dan cuenta de una dinamización identitaria. La tercera etapa
del rito no sucede sino hasta que el sujeto vuelve a un estado estable y, por lo tanto, tiene derechos
y obligaciones que se corresponden con normas de conducta, estándares éticos y tradiciones
culturales. De hecho, Judith Ortiz Cofer hace un uso instrumental de un mismo personaje que
atraviesa la etapa liminal del rito de pasaje. Y este personaje no es sino el ater ego de la propia
experiencia diaspórica y de la puertorriquenidad; siempre una niña desplazada y dislocada entre
una madre que vive en aislamiento temporario, para mantener la herencia isleña, y un padre que
se asimila a la cultura estadounidense continental. El quid de la cuestión en la vida de la niña
parece ser la problematización de la encrucijada poscolonial: el tener que elegir entre la
asimilación, la abrogación o el sincretismo. Es entonces cuando parece que el tiempo se detuviera
en la trama. Y es precisamente en este hiato, en este momento de desconexión de las dos culturas
en pugna, de parte la niña como representación del sujeto en tránsito, en el que para Judith Ortiz
Cofer sucede el hecho literario. De hecho, la obra de la autora como un todo, inspirada en lo que
Virginia Woolf (1942: 33) llama “los momentos del ser”, se propone explorar la posibilidad de
reconexión y transformación identitaria de la niña dislocada como representación de Puerto Rico,
una nación ancestral pero a la vez una trans-nación joven.
Todas las niñas, personajes centrales de Judith Ortiz Cofer, tienen textura porque, con
mayor o menor grado de conciencia, cargan marcas identitarias de la doble colonización de Puerto
Rico. De hecho, la obra de Ortiz Cofer hace alusión a la isla de Boriquén, la tierra de los taínos,
primero como mestizaje imperial español y luego como conglomerado multicultural
estadounidense. Y en cada texto literario la personaje central debe re-narrar la historia de
Boriquén/Puerto Rico para poder inscribir su propia historia y lograr consumar el verdadero hecho
auto-etnográfico. Judith Ortiz Cofer traza la interrelación entre patria, diáspora, fronteras y zonas
de contacto, y materializa en su obra la manera en que las identidades en tránsito se dinamizan al
adoptar el “hábito de movimiento” (Faymonville 139) como marca identitaria. Este trabajo aborda
los puntos de encuentro entre las dos primeras novelas de Judith Ortiz Cofer, The Line of the Sun
(1990a) y Silent Dancing (1990b) en lo concerniente a lengua, cultura e identidad desde la
exploración de la manera en que la autora textualiza la diáspora, la itinerancia cultural y la
hibridación lingüística e identitaria. Este enfoque se encuadra dentro del análisis que hacen James
Clifford (1997), Stuart Hall (1990) y Gloria Anzaldúa (1987) acerca de la experiencia diaspórica,
las culturas itinerantes y los espacios fronterizos con el fin de explorar la manera en que Judith
Ortiz Cofer indaga en la interconexión entre rutas/raíces y en el devenir del ser diaspórico para
inscribir la transculturación (Ortiz 1940) como marca identitaria.
La primera novela de Judith Ortiz Cofer, The Line of the Sun (1990a) [Línea del Sol],
explora la puertorriquenidad como cultura itinerante a partir de “los procesos históricos de
dislocación y, por lo tanto, entendida como efecto de la dialéctica entre lo local y lo global, entre
lo que ‘reside’ y lo que está en ‘viaje’” (Clifford 116). Debido a sus identidades diaspóricas, los
sujetos de las culturas itinerantes se enfrentan constantemente a estereotipos étnicos esencialistas
por parte de las culturas dominantes que deben deconstruir para generar un espacio entre que les
permita inscribir un espacio de enunciación propio. The Line of the Sun (1990a 150-172) narra
los eventos que suceden en un ficticio pueblo puertorriqueño llamado Salud durante 1940 y 1950.
La segunda parte de la novela transcurre en los Estados Unidos y narra la experiencia diaspórica
de una de las familias puertorriqueñas que aparecen en la primera parte desde la visión y la voz
narradora de Marisol, una niña que revisita la historia de sus ancestros uniendo los relatos de su
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
madre, su abuela y su tío Guzmán para inscribir su propia identidad. Marisol decide contarle a su
hermano la/s historia/s de su familia, recurrir al pasado para resignificar el presente. La niña evoca
la figura de su abuela cuentista en la gran casa familiar de la isla y se centra en el personaje más
emblemático de su familia de campesinos puertorriqueños, el tío Guzmán. A modo de relato
enmarcado, y entremezclando distintas voces y diferentes versiones de una historia familiar,
Marisol, una niña puertorriqueña desplazada en los Estados Unidos, explora los avatares de su tío
Guzmán, un miembro familiar que “nunca tuvo paz”, hasta que lo llevan con una bruja que lo
ayuda a “conectarse con su verdadero ser”. Es a lo largo de las diversas sesiones espiritistas que
Guzmán se comunica con sus espectros más íntimos y se descubre como “jíbaro”, o campesino
puertorriqueño de ascendencia española. Sin embargo, esa imagen cristalizada del jíbaro se hace
añicos, puesto que la novela expone a esta figura icónica de la sociedad puertorriqueña como “a
aquel que desconoce sus orígenes”. Sin embargo, en cada nueva sesión espiritista, Guzmán, el
jíbaro, ahonda más en lo que subyace a su identidad y descubre una “historia de mestizaje en la
que no hay sólo sangre española, sino también sangre afro-indígena”. El espíritu jíbaro de
Guzmán finalmente se revela en su verdadero ser, como “un guerrero taíno, como el alma del
pueblo originario de la isla de Boriquén, el verdadero nombre de la isla de Puerto Rico”.
La historia de Guzmán como metáfora de las raíces de Puerto Rico es especular a Marisol
quien, dislocada en los Estados Unidos, intenta desenmarañar sus propias raíces en el tropo
home/homeland explorando la triada casa, hogar, patria y la dualidad host/hostility. Una vez más
la auto-biografía, en este caso de Marisol, como alter ego de la autora, se transforma en una auto-
etnografía, como exploración de la puertorriquenidad. The Line of the Sun, expone que si bien las
diásporas representan espacios colectivos, constituyen a la vez lugares diferenciados y
heterogéneos. El rito de pasaje de Marisol comienza cuando su familia migra a los Estados Unidos
pero sólo se consuma cuando ella explora las rutas y las raíces de su historia familiar y de su
cultura toda. El hecho de indagar en el mestizaje de Guzmán hace que Marisol indague en su
propio mestizaje, liberándose así el espíritu de la cultura. Guzmán, el jíbaro, representa el taíno
colonizado por el español y Marisol, la nuevo-riqueña, tipifica a la isleña colonizada por el
estadounidense. Guzmán y Marisol escenifican conjuntamente la gran familia puertorriqueña y la
historia de la doble colonización de Puerto Rico (por España y Estados Unidos). Guzmán y
Marisol personifican los momentos del ser, o del devenir de Puerto Rico, en sus múltiples
dualidades. La novela concluye con un epílogo en el que Marisol vuelve a la isla, a la casa
familiar, a la patria y reúne cartas, recortes, fotos, cuentos, historias para comenzar a contar su
propia historia e inscribirse como parte de Puerto Rico, el final es entonces un nuevo principio.
Los espacios diaspóricos son dinámicos, cambiantes y susceptibles de construcción y
reconstrucción. Como bien lo representa el personaje de Guzmán, las identidades diaspóricas no
son fácilmente asimilables a las culturas dominantes, dado que el daño causado por la
desterritorialización (Deleuze 1972) y la pérdida de la identidad cultural no se puede subsanar
simplemente mediante a la adhesión a una nueva comunidad. The Line of the Sun implica que la
existencia de una cultura diaspórica depende ampliamente de la preservación de la identidad
cultural, ya que esto es lo que mantiene vivo el sistema de representación, la cosmovisión, la
imaginación y el sentir de la comunidad toda. Las comunidades diaspóricas dependen en gran
medida de la porosidad de las fronteras que delimitan su espacio dentro de la comunidad local.
Estas fronteras deben ser entendidas en términos de la definición de Gloria Anzaldúa en
Borderlands/ La Frontera (1987). La noción de “frontera” o “borde” va más allá de la
“imposición de un límite geopolítico”, dado que refiere a las márgenes entre grupos, pueblos y
culturas y a su constante interacción, y se construye como la posibilidad de cruce o pasaje de un
lado al otro de la frontera, como espacio de subversión y de transgresión. Los personajes de
Guzmán y Marisol, como representaciones de la puertorriquenidad revelan que las fronteras
generan espacios liminales que dan identidad al mestizaje y a la hibridación cultural. Mary Louise
Pratt (1999) habla de estas “zonas de contacto” como espacios sociales de encuentro, colisión y
lucha en situaciones en las que se presentan relaciones asimétricas que amenazan con estereotipar,
silenciar o borrar al sujeto dislocado. El borde o espacio fronterizo, entonces, constituye la
posibilidad de un espacio de enunciación que inscribe la dinámica de una identidad diaspórica.
En The Line of the Sun, Judith Ortiz Cofer imprime su identidad plasmándola en el
dialogismo de la polifonía textual, un entramado de voces, opacidades y silencios. El rito de pasaje
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
de Puerto Rico se entrama en la etapa liminal que transita Marisol, en un constante devenir. El
texto inscripto se transforma en un espacio de différance (Derrida 69), y por ende de resistencia,
al constituir “un espacio fronterizo desde el cual se transgrede” (Cixous 92). El poder de la
inscripción yace en que la escritura sobrevive y escapa a la significación unívoca desde afuera
del texto. Cuanto más se releen y replican las palabras, más proliferan en el fluir de significados.
Y como argumenta Spivak (201), a medida que la “tinta de la inscripción se seca”, deja una huella
de la identidad y la cultura, un trazo que se “resignifica en ausencia de la escritora”. Esta
inscripción hace posible que la escritora se apropie de la lengua inglesa y que la recree forjando
un espacio de indecibilidad textual que aloja todas las posibilidades, voces, lugares, historias y
realidades de la cultura, que constituyen una contra-escritura o una contra-poética (Glissant 1990),
marcas de identidad y de autenticidad de una nación en proceso de transculturación.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
dinámica entre las rutas y las raíces, la afirmación del lugar de la patria como una confluencia
entre memoria, narrativa e imaginación, y la celebración del lugar de la identidad como lo que
Judith Ortiz Cofer denomina el “habito del movimiento”. Para la autora, la nueva identidad
puertorriqueña se logra plasmar en una conciencia migrante, en un espacio dinámico de
creatividad, y en un constante devenir del ser. El denominador común de la puertorriquenidad es
la polaridad en continuo movimiento y perpetua tensión, ya que nunca se fusionan sino que se
dinamizan dialécticamente. Ortiz Cofer ha probado desde su escritura y su cosmovisión sobre la
lengua, la cultura y la identidad que los migrantes pueden resignificar su vida al deconstruir el
espacio que los limitaba a tener que elegir entre una de las dos culturas o a estar atrapados en el
“no lugar” (Auge 1990) entre dos culturas. Históricamente, la isla de Puerto Rico has sido
paradójicamente inscripta como dentro y fuera de los Estados Unidos y la identidad
puertorriqueña o la puertorriquenidad dentro de una tensión entre la isla y el continente a fin de
transcender los límites de la lengua, la cultura y la identidad.
Judith Ortiz Cofer desafía entonces todas las fronteras haciendo que confluyan las
multiplicidades en lugar de las singularidades. Silent Dancing explora la medida en que los sujetos
de las culturas itinerantes se enfrentan constantemente a estereotipos étnicos esencialistas, por
parte de las culturas dominantes, que deben deconstruir para generar un espacio entre que les
permita inscribir un espacio de enunciación propia. El texto inscribe la diáspora como una
comunidad de personas que vive en un país, producto del desplazamiento y/o la dislocación, pero
que añora su cultura de origen en tiempo y espacio. Judith Ortiz Cofer indaga en la manera en que
la pertenencia a una determinada comunidad diaspórica es producto de un vínculo inexorable con
una experiencia migratoria, directa o indirecta, y con un sentimiento de co-etnicidad con otros
historiales y narrativas similares. La novela expone que, si bien las diásporas representan espacios
colectivos, constituyen a la vez lugares diferenciados y heterogéneos. Los espacios diaspóricos
se exhiben como dinámicos, cambiantes y susceptibles de construcción y reconstrucción. Las
identidades diaspóricas muestran que no son fácilmente asimilables a las culturas dominantes,
dado que el daño causado por la desterritorialización y la pérdida de la identidad cultural no se
puede subsanar mediante a la adhesión a una nueva comunidad. Por esta razón, las comunidades
diaspóricas se colocan en un constante interjuego de acomodación y resistencia a la cultura
hegemónica local.
Judith Ortiz Cofer prueba en su antología que la existencia de una cultura diaspórica
depende ampliamente de la preservación de la lengua, ya que esto es lo que mantiene vivos el
sistema de representación, la cosmovisión, la imaginación y el sentir de la comunidad toda. Las
comunidades diaspóricas dependen en gran medida de la porosidad de las fronteras que delimitan
su espacio dentro de la comunidad local. Estas fronteras deben ser entendidas en términos de la
definición que da Gloria Anzaldúa en Borderlands/ La Frontera (1987). La noción de “frontera”
o “borde” va más allá de la “imposición de un límite geopolítico”, dado que refiere a las márgenes
entre grupos, pueblos y culturas y a su constante interacción. La concepción de frontera de
Anzaldúa se yuxtapone con la idea de “zona de frontera” de Arteaga (1994) como un espacio
liminal entre culturas y con el concepto de “umbral” de Aguirre & Sutton (2000) como la
posibilidad de cruce o pasaje de una lado al otro de la frontera, como espacio de subversión y de
transgresión. Las fronteras generan espacios liminales que dan identidad al mestizaje y a la
hibridación culturas no como borradura de dos identidades sino como potenciación de ambas.
Mary Louise Pratt (1999) habla de estas “zonas de contacto” como espacios sociales de encuentro,
colisión y lucha en situaciones en las que se presentan relaciones asimétricas que amenazan con
estereotipar, silenciar o borrar al sujeto dislocado. El borde, entonces, constituye la posibilidad de
un espacio de enunciación que inscribe la identidad diaspórica.
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En las últimas décadas ha surgido una literatura cubano americana que refleja la
experiencia del inmigrante o exiliado en los Estados Unidos, sujeto que se debate entre la memoria
y la nostalgia por su tierra natal y la necesidad de adaptarse a la nueva cultura. Oscar Hijuelos en
Our House in the Last World. A Novel. (1983) retrata la vida de la familia Santinio en los Estados
Unidos a partir de los años 40 y cómo Héctor Santinio, el alter ego de Oscar Hijuelos, lucha por
encontrar un lugar al que llamar hogar. Héctor Santinio intenta construir su identidad escindida a
partir de la relación que establece con su padre, con su lengua madre y con el inglés. Me interesa
recuperar en este trabajo el concepto de identidad que plantea Charles Taylor en su carácter
dialógico con el otro. Es a través del diálogo con los otros significantes que Héctor Santinio y los
otros personajes de la novela intentan constituirse como sujetos interculturales.
En su artículo titulado “La política del reconocimiento” (1992) Charles Taylor desarrolla
el concepto de reconocimiento en relación al multiculturalismo. Él expresa que en la política del
multiculturalismo el reconocimiento es esencial especialmente cuando se trata de grupos
minoritarios o subalternos (53). En la primera parte de su ensayo, Taylor se refiere a cómo el
reconocimiento forja la identidad del sujeto tanto en su intimidad como en el ámbito público y
cómo a través del diálogo que establece con los otros y consigo mismo construye su identidad:
“nuestra identidad se moldea en parte por el reconocimiento o por la falta de éste; a menudo
también por el falso reconocimiento de otros” (53). Antes de la modernidad, el reconocimiento
derivaba de categorías sociales que se daban por sentadas, es decir el pertenecer a una cierta clase
social o desempeñar un cierto rol en la sociedad garantizaba un determinado reconocimiento. Sin
embargo en la modernidad, el sujeto no goza de ese reconocimiento a priori sino que debe
ganárselo en su interacción social. Hay dos conceptos fundamentales a los que se refiere Taylor;
por un lado, la concepción de una identidad individual que se construye dialógicamente y no en
soledad, y por otro lado, existe una identidad cultural que se construye sobre la base del
reconocimiento de los otros y que está estrechamente relacionada con el desplome de las
jerarquías sociales en base al honor. Con respecto a la identidad individual, Taylor enfatiza su
carácter fundamentalmente dialógico cuando expresa que “definimos nuestra identidad en diálogo
con las cosas que nuestros otros significantes desean ver en nosotros, y a veces en lucha contra
ellas” (63). En lo que respecta a la identidad cultural, Taylor expresa que antes la identidad del
sujeto dependía de la sociedad y el reconocimiento estaba dado por el honor que se le otorgaba al
individuo. En la actualidad el honor ha sido reemplazado por el concepto de dignidad, en un
sentido universalista e igualitario, compatible con una sociedad democrática. Taylor sostiene que
“la democracia desembocó en una política de reconocimiento igualitario, que adoptó varias
formas con el paso de los años y que ahora retoma en la forma de exigencia de igualdad de status
para las culturas y para los sexos” (56). Es por eso que la construcción de la identidad “tiene lugar
en un dialogo sostenido y en pugna con los otros significantes; y luego en la esfera pública, donde
la política del reconocimiento igualitario ha llegado a desempeñar un papel cada vez mayor” (69).
Esta característica dialógica de la identidad es de suma importancia en el trabajo que me propongo
realizar, porque Héctor Santinio intenta construir su identidad cubana-americana a partir del
dialogo que establece con los otros significantes y con el lugar que ocupa en la sociedad
norteamericana.
Our House in the Last World. A Novel de Oscar Hijuelos, o como ha sido traducida al
español, Nuestra casa en el fin del mundo. Una novela, cuenta la historia de la familia Santinio
una vez que han emigrado a los Estados Unidos. Alejo Santinio, el jefe de familia, casado con
Mercedes Sorrea, proviene de la clase alta cubana y de vivir relativamente bien en una Cuba
estable; sin embargo impulsado por un sueño, decide viajar a los Estados Unidos a probar suerte.
A pesar de trabajar duro, no logra alcanzar el nivel de vida al que estaba acostumbrado en Cuba
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
ni ascender socialmente en el nuevo país. Esta situación se traduce en frustración, en una vida de
barrios marginales, discriminación y pobreza. Su mujer, Mercedes, tampoco consigue adaptarse
en el nuevo país y sus hijos se encuentran a diario con la discriminación de no ser reconocidos
como americanos a pesar de haber nacido en los Estados Unidos.
En el personaje de Héctor se hace evidente cómo la falta de reconocimiento o el falso
reconocimiento al que hace referencia Taylor dificultan su integración en la sociedad americana.
Taylor sostiene que “el falso reconocimiento o la falta de reconocimiento pueden causar daño,
pueden ser una forma de opresión que subyugue a alguien a un modo de ser falso, deformado y
reducido” (54). Taylor entiende que el respeto por la identidad cultural de un sujeto sólo es posible
en un contexto social específico que reconozca al diferente, y dentro del marco de la política del
multiculturalismo. En el caso de Héctor Santinio, la falta de reconocimiento de su cubanidad y
de su americanidad le sumerge en la ambivalencia de la aceptación y/o el rechazo de sus orígenes.
Su pertenencia a Cuba es cuestionada por su propia familia y por los otros cubanos que visitan a
sus padres porque Héctor sobresale por el color claro de su piel;
Héctor parecía un pequeño alemán. Los cubanos de la clase alta que visitaban su casa
siempre alababan su color claro, llamándolo “español, español”. Pero los cubanos
pobres y los latinos pensaban que el color de piel de Héctor era un error de la
naturaleza. Era tan claro como Mercedes pero sin sus facciones oscuras; su piel era
más clara que la de Alejo. (68-69)61
Cada vez que le dicen que no parece cubano se siente excluido de esa tierra de nostalgia
y recuerdos que su madre tanto añora. Su identidad se ve racializada por el color de su piel cuando
los americanos tampoco lo reconocen como cubano; las enfermeras comentaban que “era rubio y
de piel clara y no lucía como los españoles” (94). Sin embargo, Héctor siente la necesidad de ser
aceptado como un cubano más, es por eso que se esfuerza en hablar español cuando vienen de
visita parientes o amigos de Cuba:
La relación que establece con sus raíces cubanas y su pertenencia a los Estados Unidos
es contradictoria: Cuando no lo reconocen como cubano y lo tratan como americano, Héctor se
esmera por probar su autenticidad y demostrar que tiene sangre cubana: “mira mi madre cree en
los espíritus, y el demonio y en Jesús Cristo. ¡Sé sobre Santa Bárbara! ¡Y la Virgen del Cobre!”
(186). En otras ocasiones se hace pasar por americano para que le elogien su dominio del español:
“Hablas muy bien el español para ser americano” (186). Tampoco le agrada estar tan
americanizado, porque lo asocia “con miedo y soledad” (160), lo que señala la marginación en la
viven los grupos de inmigrantes en los Estados Unidos. Héctor experimenta la contradicción de
pertenecer a dos culturas y de no ser aceptado por ninguna totalmente:
Al menos Alejo tenía a su gente, los cubanos, sus hermanos, pero Héctor estaba
afuera en la zona gris, intentando que se lo tragara la tierra para ir algún otro lugar.
(…) siempre sentía que estaba disfrazado, su verdadera naturaleza desconocida por
los otros y quizás por sí mismo. Era parte “Pa”, parte Mercedes; parte cubano, parte
americano- todo envuelto de forma apretada dentro de una piel en la que a veces no
podía moverse. (175)
Al intentar responder a la pregunta de quién realmente es, Héctor entra en diálogo con los
otros significantes, con su entorno familiar en particular. Con su padre tiene una relación
ambivalente: lo idoliza pero también siente vergüenza y enojo por él; se debate entre la necesidad
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Todas las traducciones del texto de Hijuelos al español son de mi autoría
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de imaginarlo como un héroe a imitar y el rechazo que le causa el alcoholismo en el que está
sumergido. De niño, Héctor añora el contacto con su padre y se rehúsa a admitir que nunca lo ha
visitado mientras estuvo internado durante año y medio por un problema de riñón. Es sólo cuando
crece que ve a Alejo tal cual es, como un hombre frustrado, que no es feliz y que ha sido derrotado
por el alcohol. Además, la percepción que tiene Alejo de su hijo hace que Héctor se sienta inferior,
no lo suficientemente cubano para que su padre se enorgullezca de él. Con respecto a su madre,
la sobreprotección de Mercedes le provoca rechazo y cuando Alejo ha muerto y debe hacerse
cargo de ella, lo hace a desgano y con indiferencia, y en algunos casos con poca paciencia y mucha
violencia. De alguna manera culpa a Mercedes por su enfermedad, por su incapacidad de
adaptarse a la vida en los Estados Unidos e incluso por la muerte de su padre. Mercedes es el
lazo más fuerte que Héctor tiene con Cuba a través de los recuerdos de aquella visita cuando tenía
dos años. La Cuba de Mercedes idealizada es la que añora Héctor de adulto. Sin embargo, con el
paso del tiempo esa relación se complejiza porque está cruzada por otros eventos como la
enfermedad que contrajo en Cuba, el cariño de sus tías y la nostalgia de su madre: recuerda Cuba
como la oportunidad de descubrir sabores y olores que nunca había conocido, pero la asocia
también con otros recuerdos no tan lindos:
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Al tiempo ella le hizo desconfiar del español. Las palabras en español iban a la deriva
dentro de él, soñaba en español, pero el inglés comenzaba a zumbar dentro de él. El
inglés se abrió camino a la fuerza partiendo su piel. (95)
De hablar sólo español a ser forzado a expresarse en inglés pasa por un tiempo de silencio
absoluto en el cual cada vez que su madre lo visita y le cuenta historias sobre su hogar él
permanece callado como si la enfermera lo estuviera observando. Igual actitud se observa cuando
después de estar internado por casi un año en el hospital regresa a su casa y su padre le habla en
español y él le responde en inglés, y cuando su padre le reclama que conteste en español, Héctor
se retrae avergonzado y temeroso y se llama al silencio nuevamente. Alejo no puede reconocer al
niño que internó hace un año: “Alejo lo miró a Héctor, preguntándose si éste era su hijo. Allí
estaba, un rubiecito, enfermucho, un cubano de piel clara que no hablaba español” (97). Ya en su
adolescencia cada vez que intenta hablar en español, tartamudea porque su español es
prácticamente inexistente, y “decir una palabra en español lo hacía pensar en una borrachera. Una
oración en español se envolvía alrededor de su cara, amenazaba con arrancarle la piel y tirarlo al
suelo como si fuera Alejo.” (160) El español está íntimamente ligado a la figura de su padre,
hombre al que ve como un fracaso y que se refugia en el alcohol porque no es feliz con su
condición. Su hermano Horacio tampoco aprueba la falta de fluidez en el español de Héctor;
guiado por los celos cada vez que hay visitas habla solo español y de esa manera Héctor se siente
apartado al no poder participar en las conversaciones. En el barrio, ya de por si un barrio marginal
poblado por inmigrantes, Mercedes no lo deja que juegue con los otros niños por miedo a que se
vuelva a enfermar, tampoco lo envía a la escuela por lo que trata de enseñarle a leer en inglés en
su casa:
Es importante rescatar las tres palabras que el personaje asocia con el español-
“recuerdo”, “violencia” y tristeza”. Es el recuerdo de hermosos momentos vividos en la Cuba en
su niñez, pero también es la violencia de Alejo en el ámbito familiar y la eterna tristeza de
Mercedes que no logra adaptarse a la vida en los Estados Unidos. Estas palabras se mezclan en
los distintos discursos que lo cruzan y que marcan su identidad fragmentada.
A modo de conclusión se podría decir que Héctor Santinio parece estar a medio camino de
establecer un diálogo entre las dos culturas que lo habitan. En el último capítulo de la novela, una
especie de viñeta, titulado “Nuestra casa en el fin del mundo” el lector se encuentra con un Héctor
ya adulto que si bien ha superado la muerte de su padre aún parece no estar totalmente integrado
a la sociedad americana. Visita la casa de la niñez y recuerda los miedos que lo invadían de niño.
En una narración en primera persona, el personaje cuenta que con mucho esfuerzo ha logrado
terminar la secundaria, que está trabajando en una empresa de viajes escribiendo folletos de
turismo y que aún vive en el mismo barrio. Está contento con su trabajo, sin embargo reconoce
que no es “lo que querría hacer por el resto de mis días. Quizás tendré suficiente suerte para hacer
lo que quiero - escribir” (227), escribir un libro “algo que agradara a mi madre y a mi Pa, si aún
estuviera vivo” (227). Siente que haber terminado la escuela finalmente significa haber ido contra
todas las expectativas que se tenían de él, que eran solo de fracaso. Es solo a través de la escritura
en un cuaderno de apuntes que puede sentirse cerca de sus orígenes y de sus padres, pero siempre
vuelve al principio, a su madre y a su padre, a su casa de la infancia, a la enfermedad y la nostalgia.
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Bibliografía
Hijuelos, Oscar. (1983) Our House in the Last World. A Novel. Nueva York: Persea books, Inc.
Sarup, Madan. (1996) Identity, Culture and the Postmodern World. Athens, G.: The University
of Georgia Press.
Taylor, Charles. (2009) El multiculturalismo y “La política del reconocimiento”. Madrid: Fondo
de Cultura Económica.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El exilio es una posible clave de lectura de un gran corpus de narrativas del Caribe,
muchas de ellas contadas con voz de mujer y ancladas en circunstancias tan diversas como los
sujetos que las narran. Común a estas experiencias es la imposibilidad de permanencia en la tierra
madre, que se hace “insoportable o inalcanzable”62 (Chancy, 2). Siguiendo a Chancy, la condición
de exilio puede y debe entenderse en relación con un complejo entramado que aborda cuestiones
de género, raza y clase social como variables de la interseccionalidad de opresión.
En su conocido ensayo Reflections on Exile, el crítico palestino Edward Said definió exilio con
un tono más nostálgico, como “la grieta insanable forzada entre un individuo y su lugar de origen,
entre el ser y su verdadero hogar, que provoca una tristeza que no puede superarse” (173). Sus
palabras refieren a una mirada espiritual sobre el exilio que, Chancy observa, pueden permitirse
quienes tienes satisfechas sus necesidades más inmediatas.
Ancladas en distintos momentos del siglo XX pero bajo el sello histórico político del
Trujillato63, las novelas De cómo las muchachas García perdieron el acento (1991) de Julia
Álvarez y Cosecha de huesos (1998) de Edwidge Danticat, narran a la mujer en exilio. En los dos
casos se da cuenta de exilios dolorosos impulsados por decisiones políticas que mucho tienen que
ver con la persecución. Asimismo, las situaciones de la mujer en exilio representadas son muy
diversas y pueden pensarse a partir de las consideraciones teóricas de Said y Chancy.
Siendo el exilio “insoportablemente histórico, producido por seres humanos a otros seres
humanos” (Said 138) no podemos dejar de pensar en la situación que empuja a las muchachas
García de la novela de Álvarez hacia el norte, fuera de su República Dominicana natal hacia los
Estados Unidos. Cuando las niñas de la familia apenas se adentraban en la adolescencia, los
García escapaban de los hombres de Trujillo que irrumpen repentinamente en su hogar en
búsqueda de Carlos García, opositor al gobierno y miembro de un movimiento encubierto que
había planeado un atentado contra el dictador. Como relatan sus hijas: “una década atrás el
dictador fue arrinconado y herido en el camino a un encuentro con su amante. Fue un complot
que nuestro padre ayudó a organizar pero que no resultó” (Álvarez 127). En consecuencia, las
vidas de Carla, Sandra, Yolanda y Sofía a partir de aquél momento se desarrollan en Estados
Unidos. Para las hermanas adaptarse a su nueva vida no fue fácil. La grieta entre una cultura y la
otra presentaría un gran desafío y “perder el acento” implicaría mucho más que cuestiones
relacionadas al habla, se trataría también de los silencios, la incapacidad de decir y decirse,
temáticas vinculadas a la configuración identitaria.
Las hermanas mayores, Carla y Sandra son las que en mayor medida recorren el exilio a
través del cuerpo. En diferentes momentos de la novela sus relatos remiten al bestiario,
configurándolas como “el otro”. Carla sufre acoso por parte de sus compañeros en el patio de la
escuela quienes le arrojan piedras a los pies y descubren su cuerpo para ultrajarla con comentarios
despectivos: “no tiene pechos”, “piernas de mono” (Álvarez 153), dichos que calan hondo en la
adolescente que siente el paso de su cuerpo de niña a mujer, al mismo tiempo que el desarraigo
de su tierra natal: “la niña que ella había sido en su hogar en español estaba mutando. En su lugar
62
Todas las traducciones del inglés al español realizadas en este trabajo son propias.
63
Desde febrero de 1930 hasta mayo de 1961 Rafael Leónidas Trujillo gobernó directa o indirectamente
en la República Dominicana. Su régimen se caracterizó por “la violencia, el terror, la tortura y el
asesinato” (Bethell 230) y su sombra se extendió a la República de Haití. En consecuencia a las medidas
del régimen, muchos dominicanos, como así también haitianos que vivían en la República Dominicana,
generalmente trabajadores de la zafra azucarera, emprendieron el camino del exilio para resguardar sus
vidas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
– casi como si las desagradables palabras de los niños y sus burlas tuvieran el poder de hechizos
– había una adulta peluda de pechos incipientes que nadie amaría jamás” (Id. 153). La segunda
hermana, Sandra, también tiene problemas para construir su identidad. La hermana de apariencia
más “europea”, orgullosa de su aspecto físico, tras dejar la República Dominicana comienza a
estar gradualmente disconforme con la imagen que el espejo le devuelve: “todo empezó con esa
dieta loca” narra Laura, su madre, “¿Puede imaginarse dejarse morir de hambre?” (Id. 51). Así
es que la imagen de Sandi se vuelve eventualmente más difusa ante sus ojos hasta llegar al punto
en que es internada en un psiquiátrico por creer que iba hacia atrás en la cadena evolutiva y se
convertiría eventualmente en un primate. El parangón con el simio no sólo remite a una cuestión
fisionómica en el caso de Carla o desequilibrio mental en el de Sandra, sino que encierra en sí
mismo la incapacidad de comunicarse efectivamente, de decir y decirse. El silencio en el exilio
es forzado en la incapacidad de manejar con fluidez la lengua extranjera o de hacerlo “sin acento”.
Cuando Carla pide a sus compañeros de escuela que dejen de burlarse de ella, los niños reponden
burlonamente “pleese eh-stop” (Id. 153). En el caso de Sandra, el que habla es el cuerpo: su
silencio se traduce en su anorexia, en un cuerpo vacío que no tiene más que decir sino que, por el
contrario, debe leer todos los clásicos, llenarse de información, antes de llegar al aparentemente
inevitable final trágico de convertirse en mono (Id. 54).
Yolanda, la tercera hermana y protagonista de la novela, también experimenta una
relación conflictiva con el lenguaje y en un principio no logra encontrar su propia voz en inglés,
tenía un acento que la avergonzaba. Con su ex-marido, Yolanda “corre como loca a la seguridad
de su lengua nativa a dónde el orgulloso monolingüe John no puede atraparla, incluso
intentándolo” (Álvarez 72). Su conflicto con la lengua es también su manera de intentar redefinir
su lugar, su hogar. Empujada por la nostalgia, por el recuerdo de un pasado mejor, Yolanda en su
vida adulta vuelve a República Dominicana con la esperanza de radicarse y sentirse de regreso en
su hogar. Un poeta que conoce en una fiesta en Santo Domingo le aconseja “no importa cuánto
de la lengua materna se haya perdido, en el medio de una emoción profunda uno vuelve a su
lengua materna (…) ¿En qué idioma, le preguntó mirándola a los ojos, amaba?” (Id. 13). Más
tarde en su estadía en la isla Yolanda decide ir por guavas, una cubierta de su auto se pincha y
cando dos hombres le ofrecen ayuda, ante la incertidumbre y el miedo, responde en inglés, en el
idioma en que se siente segura. El uso del inglés ante una emoción fuerte, como el miedo, denota
que su lugar no está más en la isla que había dejado muchos años atrás. Yolanda ha adquirido una
nueva manera de entender el mundo y expresarlo en palabras. Su cosmovisión es diferente a la
del estadounidense y a la del dominicano y fluctúa entre lenguas, entre maneras de comprender
el mundo y comprenderse y expresarse ella misma, intentando decidirse por uno de los tantos
nombres con los que la identifican “Yolanda”, “Yo”, “Joe”, “Yoyo”, “Jolinda”, “Yocita”.
Sofía o “Fifi”, la más joven de las hermanas, parece no tener problemas para asimilarse a
la cultura estadounidense. Se decide a ser “marimacho”, tomar de los 60 ese aire revolucionario
que le permitiría crecer y convertirse en mujer con más libertades que en su país natal. Cuando
sus padres la envían de vuelta en plena adolescencia a la isla para que volviera a ser “una señorita”,
Sofía se adapta rápidamente y en tan sólo tres meses, sus hermanas encuentran otra versión de
Fifi, una que se asemeja más a sus primas dominicanas que a sus hermanas híbridas. Una versión
que está enamorada de Manuel Gustavo, que ante los ojos de sus hermanas se configura como un
dictador. De manera paralela y con gran maestría en su pluma, Álvarez narra el complot para
“desmantelar” a Manuel, al mismo tiempo que permite entrever el complot que Carlos García
ayudó a orquestar contra Trujillo, que eventualmente lo llevó al exilio. Sofía vuelve a Estados
Unidos, disgustada con sus hermanas, pero al poco tiempo vuelve a embanderarse en su libertad,
en su vida sin tantas restricciones. Si bien Sofía no presenta grandes problemas con la lengua
como si lo experimentan sus tres hermanas mayores, es la que menos recuerdos alberga de la isla,
en tanto, la que más necesitó regresar para reencontrarse a sí misma.
En el comienzo de la novela, que se narra de manera retrospectiva, el lector reconoce que
las hermanas lograron transculturarse. Carla se casó con su analista, Sandra sigue luchando por
conformar el estereotipo físico estadounidense, Yolanda se encontró a sí misma, escribe en prosa
no sólo en versos y Sofía es mamá de una niña que concibió con su esposo Alemán antes de
casarse. Las hermanas se encuentran en un punto de convergencia, dónde ambas culturas se
relacionan en el entremedio. En palabras de Said, lo que las García intentan y logran desarrollar
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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nunca llega al lugar de encuentro. En ese momento pierde a Sebastien. La incertidumbre y la duda
rondaran el cuerpo de su amado para siempre. Nunca se sabrá qué pasó con él y la herida de la
orfandad se reabrirá, nuevamente vinculada al exilio, la pérdida, el desarraigo.
Amabelle logra cruzar el Masacre pero no sin la vivencia del trauma inscripto en el
cuerpo. Las marcas de la caña de azúcar al escapar por los campos y de los golpes recibidos por
su condición de haitiana en la región dominicana de Dejabón la acompañarán de por vida. Su
cuerpo no es más que “un mapa de cicatrices, un testamento estropeado” (Danticat 226, 227) que
recuerdan el trauma que no sana. Amabelle también vio la muerte en el río, dejó a compañeros de
ruta atrás y escuchó las historias de otros sobrevivientes, relatos que llevaría consigo para siempre.
Como bien le había anticipado su padre “La miseria no te tocará gentilmente. Siempre deja
huellas; a veces las deja para que otros las vean, a veces para que nadie, excepto vos sepa de ellas”
(Id. 224). Las huellas visibles en Amabelle se escriben en su cuerpo, errante tras el exilio. Las
invisibles, se hacen presentes en los recuerdos. Sus sueños a veces le ponen fin a éstas huellas,
reencontrándola con la sonrisa de su madre. Otras, le recuerdan el dolor, la imagen de sus padres
ahogándose en el Masacre.
Aún de regreso en Haití, la protagonista se siente exiliada en tanto la tierra no significa
nada para ella: “Todos mis herederos serían como mis ancestros: apariciones, sombras,
fantasmas” (Danticat 278) y uno se preocupa por la tierra cuando tiene a quien heredarla. Continúa
penando por las almas perdidas, por el sentimiento de orfandad que la pérdida del sentido de
pertenencia encierra. Sólo cuando se reencuentre con sus seres queridos, encontrará su brújula, su
norte, su camino de regreso. Este camino de tristeza al mismo tiempo se convierte en emblema
de resistencia: Amabelle no olvidará, y en tanto las vidas que se perdieron en las aguas del río
vivan en su memoria no morirán realmente. Se repite a sí misma constantemente “Su nombre es
Sebatien Onius” (Id. 1) porque los hombres que tienen nombre nunca mueren.
Es en la escena final de la novela en la que la protagonista logra cierto estado de liminalidad, de
equilibrio al encontrarse con las almas perdidas en las aguas del río:
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humano a cambio de su silencio en relación a una travesura. Cuando estaba por efectuarse el
intercambio, la madre de Mundín los descubre en la carbonera, un lugar en el que no se les
permitía jugar y los apresura a adentrarse en la casa. La muñeca cae al piso. Las distintas partes
del cuerpo humano quedan tiradas afuera y recién al día siguiente pueden recuperarlas. Al
reunirlas, narra Yolanda, “no podíamos distinguir los riñones azules de partes de los pulmones, o
el corazón de los lóbulos rosados del cerebro, y a pesar de que Mundín y yo tratamos de usar el
diagrama, no había manera de reubicar todo dentro de la silueta del pequeño hombrecito” (Álvarez
238). Así como sucedió con el juguete, las mujeres en las novelas después de la experiencia del
exilio jamás volvieron a ser las mismas, a “encastrar sus piezas” en el mismo lugar. Sus
identidades viajaron, fluctuaron, se reconfiguraron e intentaron volver a ubicarse en la misma
silueta de la que provenían pero sería imposible: también había cambiado. La experiencia del
exilio trajo consigo la reconfiguración identitaria, la reafirmación de sí mismas y la necesidad de
dejar ir para reencontrase, sin perder demasiado para poder reconocerse.
Bibliografía
Álvarez, Julia. (1991) How the García Girls Lost their Accents. United States: Plume Editions.
Bethell, Leslie. (1990) Historia de América Latina. Tomo 13. México y el Caribe desde 1930.
Barcelona: Crítica.
Chancy, Myriam J.A. (1997) “Searching for Safe Spaces: Afro-Caribbean Women Writers in
Exile”. Caribbean Women Writers in Exile. United States: Temple University Press.
Danticat, Edwidge (1999): The Farming of Bones. New York: Penguin.
Said, Edward W. (2000) “Reflections on exile”. Reflections on Exile and Other Essays.
Cambridge: Harvard UP. pp: 173-186.
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Roxana Azcurra
UNCUYO/ CILHA
Estudiar a Junot Díaz, escritor nacido en República Dominicana y radicado en los Estados
Unidos, cuya lengua materna es el español hablado en las Antillas pero que utiliza el inglés para
el intercambio social y académico, plantea más de un desafío en relación al carácter identitario de
su obra. Intentar circunscribirlo a literatura latinoamericana o anglosajona nos llevaría a caer en
reduccionismos nacionalistas. En su escritura, se plasman la formulación de temas del Caribe-
como una nueva perspectiva de la historia del archipiélago- y de la diáspora latina en Estados
Unidos, mediante un vehículo de expresión que es el inglés marcado por el cambio de código al
español.
Ganador del Pulitzer 64(2008), uno de los máximos galardones que otorga la academia
estadounidense a través de un exigente jurado, el escritor ha ingresado al canon del país del Norte
(De Maeseneer 2011 90). Desde la crítica observamos cierta dificultad a la hora de circunscribirlo.
Se dice que su obra es dominicano-americana, y se lo llama latino-writer, escritor afro-americano,
escritor étnico, escritor hispánico-americano y migrant writer, demostrando de este modo la
inadecuación de las denominaciones actuales para inscribir su creación literaria (Ibid). Este
intento fallido de demarcación de límites no solo proviene de la crítica estadounidense, sino
también del autor al asumirse un do-yo -dominican york- o jersey dominican (De Maeseneer 2014
115). En la entrevista titulada “Estados Unidos tiene pesadillas en español” (Lago), Junot explica
por qué el bilingüismo se vive como una amenaza en Estados Unidos por el temor del avance
hispano y que los escritores latinoamericanos constituyen un canon disperso de chicanos,
caribeños y de otras latitudes, aún no integrados a una tradición local, por eso no se los traduce al
inglés y las editoriales no invierten en ellos. Estas circunstancias sociales explicarían las reservas
a la hora de las denominaciones.
Tal como indica la crítica, la academia latinoamericana también lo reclama como autor
de sus márgenes, cuestión que podemos rastrear en el lugar que hoy se le otorga en ámbitos de
estudio o en la invitación a “Bogotá 39”, evento que congregó a jóvenes escritores del
subcontinente. Jorge Volpi señala el hecho en un sugerente apartado de su libro al que titula
“América Latina, holograma”. El ensayista mexicano declara que este encuentro de características
hollywoodenses, especie de “Latin American Idol” (160), arroja el resultado sorprendente de
contar entre los elegidos con dos escritores cuya lengua es el inglés: Daniel Alarcón, de origen
peruano, y Junot Díaz, dominicano. Y agrega: “Los límites de América Latina se ensanchan a
riesgo de perder uno de sus pocos rasgos de identidad” (Ibid). La consideración de Junot como
autor del subcontinente se ve reforzada por la actitud asumida por su país natal donde se lo valida,
en un acto con ciertos visos políticos, como embajador cultural de República Dominicana en el
mundo (De Maeseneer 2014 116).
Nos proponemos en este trabajo ubicar a Junot en un nuevo escenario vinculado a la
globalización, creador de un discurso supranacional, transnacional o posnacional65 que desborda
64
El premio fue recibido por Oscar Hijuelos (1990), Junot Díaz (2008) y Quiara Alegría Hudes (2012),
todos de origen hispano. Utilizo en este artículo los términos “hispanoamericano” y “latinoamericano”
como sinónimos, a pesar de reconocer que tienen diferencias semánticas sobre todo en el ámbito de los
Estados Unidos.
65
Ninguno de los términos define cabalmente lo que ocurre con su obra. El término “transnacional” se
refiere a algo que sería idéntico en distintas naciones, G. Canclini se refiere a las multinacionales que obran
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
las difusas fronteras del estado-nación. Postulamos la presencia de una obra en la que la pregunta
sobre la identidad es muy difícil, sino imposible de responder desde el paradigma moderno para
el cual la identidad es sinónimo de nacionalidad. Este hecho, sin embargo, no invalida el intento
de reivindicar la latinidad de Díaz y su obra, cuyo asidero se encuentra en la fuerte presencia del
narrador: un latino de la diáspora en Estados Unidos. Al respecto, Julio Ortega señala que el texto
es un objeto no acabado “desplegado entre orillas y discursos” (2006 93) y los nacionalismos una
superstición del siglo XIX (2007 671)66.
El término globalización67, alude a una realidad nueva que se produce en el contexto del
fin de la Guerra Fría. Provoca un renovado discurso que promete otro gran relato: la libre
circulación de bienes y de personas. Paradójicamente, a más de treinta años de haber sido
acuñado68, aún genera disputas por la sospecha de haber ampliado la brecha entre ricos y pobres,
a la vez que reforzado las fronteras nacionales. No resulta casual que la libre circulación de
personas en busca del “sueño americano”, provoque resistencias de parte de los gobiernos de los
países centrales que no están dispuestos a flexibilizar sus políticas de inmigración. En el caso de
Estados Unidos, esta restricción en lugar de detener, ha provocado la ilegalidad de los latinos
contradiciendo uno de los objetivos de la globalización69.
Por el contrario, el intercambio de bienes simbólicos coincide con una mayor apertura.
La repercusión no solo de la obra de Díaz, sino de un amplio grupo de escritores de origen latino
así lo demuestran70. De hecho, un cierto número de editoriales independientes ha surgido en el
último tiempo rescatando las producciones de autores latinoamericanos en español y decenas de
artistas viajan a Estados Unidos como en su momento a Francia. “Nueva república de las letras
latinoamericanas” (Marambio) se denomina a New York en un intento de compararla con la París
del Boom. En este sentido, Julio Ortega se refiere a Junot Díaz como el autor que está forjando la
literatura del siglo XXI en una clara “encrucijada verbal” (Manrique Sabogal) que modificará la
cartografía literaria.
Como podemos observar, el panorama es contradictorio. Indudablemente existe una
disputa impidiendo la total integración de las comunidades de inmigrantes, que en el caso latino
ya no deberían considerarse minorías71. Hoy, los hispanos en EEUU conforman la mayor minoría.
Estas diásporas se componen de poblaciones dispersas entre el país de origen y por lo menos dos
o más lugares de destino. Son poblaciones que no se consideran plenamente aceptadas por lo que
suelen conservar identidad y solidaridad de grupo teniendo como punto de referencia el lugar de
origen, a la vez que se identifican a menudo con varios colectivos nacionales. (Nyeberg Sorensen
168).
Los conceptos de diáspora y espacio no deben soslayarse si intentamos definir la
identidad en la obra de Junot. Claudio Maíz señala la relevancia que tuvo el espacio en el
con relativa independencia de las leyes nacionales, mientras que lo “supranacional” se refiere a un orden
superior a la nación , por ejemplo normas concebidas por los Estados. En lo “post-nacional” término
utilizado por J. Habermas, se puede pensar que la nación está superada.
66
El profesor Ortega prefiere hablar de geotextualidad atlántica, interculturalismo y mezcla.
67
«Globalización» y «homogeneización» son palabras que marcan presencia en el nuevo juego de
lenguaje con que las ciencias sociales proceden a describir el escenario sociocultural que presenta hoy
el mundo.
68
Su origen, proveniente del ámbito económico se supone acuñado por el economista Theodore Levitt quien
lo utiliza en 1983 en la Harvard Business Review. El artículo se titula “Globalization of Markets”.
69
La gestión de Barack Obama para regularizar a unos cinco millones de inmigrante ilegales, cuenta con
aliados y detractores. Recientes deportaciones (cerca de dos millones) llevaron al representante de la
coalición hispana a apodar a este presidente “el deportante en jefe”. La reforma inmigratoria sigue
estancada.
70
Así como Richard Blanco, de origen cubano leyó un poema durante la posesión del segundo mandato de
Barack Obama, en 2013, otros como el escritor Francisco Goldman, de madre guatemalteca, declaran
“somos ciudadanos estadounidenses de facto integrados”. El País. Sección Cultura, 23 de enero de 2013.
71
La migración o movimiento de personas a través de las fronteras nacionales es entendida por las teorías
clásicas, como consecuencia directa de los diferentes niveles de desarrollo económico entre los países
emisores y receptores. Desde la óptica de la globalización, es necesario enfocar los procesos migratorios a
partir de otro concepto: el de diáspora, entendido como un tipo migratorio de carácter mixto en el que es
difícil distinguir factores económicos de políticos.
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Mientras que los que van por arriba son gente ruidosa a la que le gusta llamar la
atención, por el fondo todo son murmullos. Siempre se corre el riesgo de que al salir
esté fuera la policía cosiendo el agua a puñaladas con la luz de sus linternas […]
Tomo asiento cerca del cartel donde figuran las normas que rigen la piscina durante
el día. “Prohibido subirse a hombros de otros bañistas. Prohibido correr. Prohibido
defecar. Prohibido orinar. Prohibido expectorar.”[…] Beto no conocía el significado
de la palabra “expectorar”, y eso que era él el que se iba a la universidad. (Díaz 1996
89).
72
Vale destacar la función que la epopeya Silva a la agricultura de la zona tórrida del venezolano Andrés
Bello, o Facundo de Domingo Faustino Sarmiento, cumplieron en el imaginario colectivo destinado a
identificar espacio con nación.
73
El libro de la colección en inglés es Drown. Fue publicado en español como Negocios y Los Boys
sucesivamente. Este último bajo el sello de Mondadori con traducción de Eduardo Lago. El título muestra
el interés por mantener el bilingüismo de los relatos.
74
El fenómeno migratorio ha crecido en las últimas dos décadas a niveles realmente alarmantes, como
resultado directo del impacto de la globalización sobre las economías nacionales y las graves desigualdades
sociales que esto conlleva. Hoy más que nunca las fronteras se han vuelto muy permeables porque, en lugar
de detener a la gente, son lugares que la gente cruza constantemente (García Canclini, 1999). Según un
informe de la ONU (2000), ya en el año 2000 había 120 millones de migrantes internacionales en el mundo
y, sobre un total de 122 países, 67 eran países receptores y 55, expulsores netos de población.
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Hace un par de semanas, mientras terminaba este libro, puse un mensaje sobre el
fukú en la red, en el foro público de DR […] hoy en día ando medio nerd. La
respuesta fue una fokin avalancha.[…] Y siguen llegando, no solo de domos. Los
portorros quieren hablar del fukú y los haitianos tienen una vaina muy parecida. Hay
millones de historias del fukú. (Díaz 2007 20)
Con el idioma, otro de los pilares que emplearon las banderas nacionales durante la
Modernidad, ocurre un proceso análogo al que se da con el espacio. La diáspora lleva a la
fractalidad lingüística. Nuestro autor declara: "Lo que yo escribo no es esa cosa desaliñada que
llaman espanglish sino una especie de criollo, con palabras y expresiones intercaladas de
español". (Fresneda) Sin embargo, algunos lingüistas opinan que una de las posibilidades a futuro
es que la lengua de Estados Unidos no sea el español, ni siquiera el inglés, sino una mixtura
denominada espanglish y proponen la consideración de este híbrido desde la Sociolingüística
como variedad de mezcla bilingüe o “lenguas entrelazadas” de un grupo étnico que se resiste a la
asimilación completa de un grupo dominante (Moreno Fernández).
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Bibliografía
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Hablar del Caribe como León Marín es verdaderamente un amor tropical. La evocación
de ese amor lo expresa sus sentimientos que bajo el sol caribeño escriben y describen, el cotidiano
andar del Caribe, y tratan de preservar, cuidar, amar, su terruño. Tal es el caso del profesor y
escritor venezolano Rubén Dario Jaimes autor del libro La historia del capricho o los caprichos
de la historia (2011). Él se interesa por expresar en su obra la visión del ser caribeño, donde
apunta hacia el escritor puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá, quien escribe al caribeño en sus
distintas formas de actuación. Estas formas se presenta de “ cierta manera” al punto que se
invierten dentro de un imaginario caribeño enmarcado dentro de un conjunto de valores
colectivos, donde confluyen diferentes manifestaciones caribeñas en todo su esplendor bañado de
mosaicos sociales y culturales. El Caribe es trasculturización, mestizaje, hibrides, fusión y
sincretismo.
Se diría, que el Caribe, es la metáfora de la cultura tamanaca, que forma parte “Wazacá,
del árbol de todos los frutos, de todas las esencias y de todos los encuentros”; porque en el Caribe
recae esa cosmogonía de los tamanacos de esa familia, de ese “árbol del mundo” porque de sus
ramas colgaban todos los frutos posibles y necesarios para alimentar a los tamanacos. Las raíces
del Caribe procuran estar alimentadas de los frutos de ese gran árbol. El Caribe se retroalimenta
de distintas culturas indígenas, africanas. También en sus partes llegaron judíos, portugueses,
árabes, galos, anglosajones, holandeses. Todo conformaría a través de los siglos, lo que se ha
dado en llamar cultura caribeña o carabeñidad. Ahora bien surge la pregunta ¿quién contara todo
esto? Están los que cuentan todo a su antojo “como un capricho”, por parte de algunos que
escriben la historia o dicen escribirla. Se ha dicho que definir al Caribe es demasiado complejo,
por eso se requiere una delimitación geográfica, cultural e histórica. Recuérdese el mismo hecho
de cómo empezó el Caribe. Hay historiadores que han dicho que el Caribe se produce
descubrimiento o encuentro, otros sostienen que fue el desembarco. Pero sea como quiera
llamarse, lo que sí se sabe es que Colón busca las indias occidentales. Pero cuando creyó haber
llegado al lugar buscado aparecen, en su descubrimiento, encuentro o desembarco, unos hombres
que habitaban con sus cuerpos desnudos, dadivosos y cordiales, que andaban con sus propios
modos de vida. Luego como ya se sabe, los españoles traen a africanos que implantan de golpe.
Estos se unen entre si dándose un crisol de razas. Ahí comienza como se diría en Venezuela el
“bochinche” y en Argentina el “quilombo”.
En el párrafo anterior se ha mencionado al Caribe en lo geográfico. Pero del lado léxico
el Caribe está asociado con Canibal. De acuerdo con el diccionario de uso español de María
Moliner en donde Caribe se asocia con la idea de los salvaje u hombre bruto. A partir de tales
nociones se justifican la esclavitud y todos los atropellos que esta significa. Pero es tan complejo
y amplio definir el Caribe que sería interesante buscar una metáfora. Para ello, es mejor dejarle a
los escritores e investigadores.
Es por eso, que el escritor Rubén Darío Jaimes, nos conduce en su libro La historia desde
el capricho o los caprichos de la historia, hacia la compresión de la literatura puertorriqueña
como un espacio ficcional caribeño. Ruben Dario Jaimes, aborda la narrativa del escritor Edgardo
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Rodríguez Juliá para tejer entre lo ficcional y la historia y, así, poder desvelar la especificidad
caribeña de la literatura boricua. Rubén Darío Jaimes, expone: “que para comprender, analizar e
interpretar el discurso caribeño, debe partir de las siguientes modalidades: el erotismo, la ironía,
el humor, y lo grotesco; entre otros motivos que reclaman una lectura” (Darío Jaimes Rubén
2011). Para llegar a escribir la historia desde el capricho o los caprichos de la historia, se vale
de la observación. Al mirar la calle, la plaza, el entorno de Margarita de esa isla caribeña
venezolana donde se retrata “el tropo de mestizaje” para llegar a las obras de su interés del autor
puertorriqueño quien se suma a la nueva novela histórica. En su narrativa explaya la parodia, la
ironía, la carnavalización, que muy bien puede rastrearse en todas y cada una de sus obras.
El escritor venezolano, afirma en su libro que “son los escritores quienes son capaces de contar
la historia” (Darío Jaimes Rubén 2011). Y es eso lo que hace Edgardo Rodríguez Juliá quien está
contando la historia a través de la ficción. En sus obras La renuncia del héroe Baltasar, La noche
oscura del niño Avilés, Campeche. El autor utiliza la intuición para sospechar la verdad. Rubén
Darío Jaimes, propone cierto punto cardinal en el estudio de la ficción histórica de Edgardo
Rodríguez Juliá, en tres razones fundamentales: la primera, es que el problema social y colonial
de la identidad puertorriqueña ha sido un punto de coincidencia de esta generación, lo que el autor
denomina “obsesión histórica” ya que saber quiénes somos es una obsesión del Caribe y por ende
de Latinoamérica. En cierta ocasión en una entrevista entre el escritor venezolano y el
puertorriqueño en un coloquio latinoamericano de narradores en 1992, Edgardo Rodríguez Juliá
comentó:
Llevando esta obsesión, María Julia Daroqui comenta que hay que formular “una nueva
verdadera historia” ( María Julia Daroqui 1990 5). Esa es la contada mediante el autor boricua.
La segunda razón fundamentada por el estudio de Rubén Darío Jaimes, es que la obra del narrador
puertorriqueño tiene como punto de encuentro la ficción histórica. Valga decir que la escritura de
toda su propuesta literaria se gesta en la escritura misma de los relatos apócrifos. Consideremos
que la historia oficial quiere escribir la historia al antojo. De modo que Rodríguez Juliá, cuenta la
historia a su capricho por así decirlo, mediante la ficción para saber el pasado y reencontrarlo con
el presente. Se sostiene la idea de que quizá algo de verdad hay en eso. La tercera razón es que
Edgardo Rodríguez Juliá utiliza la ironía para pisar “la trasfiguración de la memoria” que consiste
en el reconocimiento del pasado. Coherente con una historia alternativa, vigorosa y movilizadora
de una forma de ser y de sentir muy Caribe. Se puede decir que la memoria es la punta de lanza
en la escritura del escritor boricua. No obstante no la podemos reducir a una simple categoría de
suma de recuerdos. Muy por el contrario, memoria en este caso es potenciación de imágenes de
variado signo, que proviene tanto del micro como del macrocosmos del escritor, memoria como
espacio de tiempos y culturas. Por lo tanto, el autor mira hacia el pasado. La producción literaria
de Edgardo Rodríguez Juliá tiene como eje ordenador de su propuesta narrativa más allá de la
novela histórica propiamente dicha “la trasfiguración de la memoria”, porque ésta permite a la
diversidad caótica de la realidad cultural puertorriqueña y caribeña constituirse en entidades que
pudiésemos identificar como universos culturales posibles.
La obra de Edgardo Rodríguez Juliá apunta hacia una poética del mundo mulato. El
escritor en su obra describe al cimarrón que se hace fuerte ante el blanco, la cultura y la unión en
los palenques entre los esclavos se vigoriza ante el “otro”. El retratista mulato José Campeche
produjo obras que serían pretextos para la fabulación. Edgardo Rodríguez Juliá reproduce esto
otorgándole rango de autoridad dentro de la narración y lo registra: “Es compresible que un
mulato, perteneciente a la élite, estuviera más interesado en pintar aquellos personajes
distinguidos (echados de menos por O´Reylly) que en retratar la rusticidad campesina”.
107
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
(Rodríguez Julia 1986 46). Este retrato o forma de retratar del personaje Campeche es un
componente inconsciente en la representación de la imagen que apela a su mirada desde la frontera
del poder. Se puede hablar de una galería intratextual del mundo de los anhelos y los sueños
reprimidos del mundo mestizo.
Se considera entonces que la misma sensibilidad del escritor está a flor de piel. Los escritores
son “adivinos artísticos”. Todo artista tiene el poder de inventar y la invención de la realidad. El
Caribe es, como muestra la obra El entierro de cortijo de Edgardo Rodríguez Juliá, donde como
un espacio ritual se presenta la diversidad cultural, pues Caribe indudablemente es mestizaje. El
Caribe es la afirmación del escritor venezolano Luis Brito García: “el Caribe se fundamenta en la
imbricación de una lengua común como la literatura y un ritmo musical”. (Brito García Luis
1990). Caribe es palenque de sabores, eso se nota en su gastronomía por compartir ciertas frutas
que se dan en la región como la guayaba, la guanábana, la piña, el mango, los plátanos, etc. Las
palabras que se comparten: el chévere, vaina, el uso de pana como en Venezuela y Puerto Rico,
entre otros modismos de la zona caribeña. La música como la salsa y el merengue donde el
erotismo y el deseo están manifiesto en sus canciones. Caribe es una ruta de disfrute y goce del
ser caribeño, del ser bullanguero; según Mireya Fernández Merino, el Caribe está lleno de “ritmos
y cadencias que encuentran eco en nuestro vientre. […]. El Caribe se siente, se gusta, se oye, se
palpa”. (Fernández Merino Mireya 1999 11). La bulla identifica al caribeño que es algarabía en
todos sus rasgos y pieles. Caribe es ritmo como señaló Ángel Quintero Rivera: “el Caribe, antes
del verbo fue tambor, el ritmo”. (Quintero Rivera Ángel 1998 14) El Caribe por ende es chévere
y la obra de Edgardo Rodríguez Juliá canta a todo el Puerto Rico, porque es como los versos de
Noel Estrada:
Bibliografía
Britto García Luis. Si yo fuera Pedro Infante: el culto literario del ídolo. En: Papel Literario. El
Nacional. Caracas, 1990.
Darío Jaimes Rubén. La historia desde el capricho o los caprichos de la historia. Caracas. Fondo
Editorial Ipasme, 2011.
Daroqui, Maria Julia. Escribir en puertorriqueño. Papel Literario, encartado en: El Nacional 22
de julio de 1990:5.
Estrada Noel, citado en: http://es.scribd.com/doc/105606485/Boleros-1#scribd consultado el 17
de julio del 2015.
“Entrevista a Edgardo Rodríguez Juliá”. Actual (2011):199-206.
Fernández Merino, Mireya (1999). Cultura y arquetipos: un acercamiento a la huella negra en
la literatura hispanohablante. En: Aura Marina Boadas y Mireya Fernández Merino. (Comp). La
108
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
huella étnica en la narrativa del Caribe. Caracas. Fundación Celarg. Asociación Venezolana de
Estudios del Caribe.
Quintero Rivera, Ángel (1998). “Salsa, sabor y control”. Sociología de la música tropical.
México, Siglo XXI Editores.
Rodríguez Juliá Edgardo (1986). Campeche, o los diablejos de la melancolía. Hato Rey. Cultural,
Ins-tituto de Cultura Puertorriqueña.
Manuela de Cora María (Comp) (1957). Kuai-Mare: mitos aborígenes de Venezuela. Caracas.
Ed. Oceánida.
Marín León, http://muscol.tropicalisima.fm/index.php?option=com_muscol&view=song&id=29
consultado el 17 de julio del 2015.
109
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Silvana R. López
Facultad de Filosofía y Letras. UBA
En Mayo de 2014, Ricardo Piglia y Luis Gusmán presentaron en la Feria del Libro de
Buenos Aires, la reedición de ¡Cavernícolas! de Héctor Libertella, la primera edición había sido
editada por Per Abbat en 1985. Tanto Ricardo Piglia como Luis Gusmán comentaron el interés
de Héctor Libertella por la escritura en América Latina, “rompiendo con la tradición endogámica
de la literatura argentina, que teníamos nosotros”, señalaba Piglia, “siempre pensando en la
gauchesca, en Roberto Arlt, y los que no pensaban en Arlt, lo hacían en Macedonio, incluso
considerábamos que Joyce era un escritor argentino”.
La conmoción que supuso el descubrimiento y la conquista de América genera un campo
de posibilidades que provocan un modo particular de hacer literatura en Latinoamérica, la mirada
libertelliana sobre lo que se escribe en América Latina es un flujo inesperado, un desvío singular,
que realiza Héctor Libertella en el campo de la literatura argentina cuyas resonancias se leen en
las operaciones de relectura y reescritura de la tradición así como la inserción, en la poética
libertelliana, de otros linajes que se distinguen de los de Jorge Luis Borges y Macedonio
Fernández. Si se piensa la historicidad como la cualidad distintiva de la historia y la historiografía
como los registros históricos, Libertella, en narraciones y ensayos críticos, intersecta historia y
literatura convirtiendo la tradición en un problema literario.
A partir de un análisis de Nueva escritura en Latinoamérica, texto en el que Héctor
Libertella entreteje sus especulaciones teórico-críticas con La expresión americana de José
Lezama Lima, mi ponencia tiene como objeto la lectura crítica de la productividad de ese desvío
que funciona como programa en el pro-yecto literario de Héctor Libertella, se detiene también en
las torsiones que el viaje como dispositivo literario e histórico y sus diferentes sentidos, provocan
en su escritura.
Si se considera la Historia como una linealidad temporal en la que se presentan una
sucesión de textos que constituyen la tradición, Libertella en su reflexión sobre la literatura de
América Latina, fija su mirada crítica sobre textualidades de escritores que producen una
transformación sobre lo existente provocando en su literatura una notable inflexión. En esa
lectura, el viaje, concepto fundamental de su poética, se articula con las dimensiones de
Latinoamérica y el Caribe, provocando que el “viaje” histórico y literario, se cargue de nuevos
sentidos, sea como recurso retórico, como operación crítica y especulativa, como desplazamiento
de ideas y formas representadas a través de una geografía o como espacio de resistencia. Ese
conjunto de operaciones se dan a leer en toda la obra de Héctor Libertella pero particularmente
en la reescritura de la Crónica de Indias “Viaje en torno del globo” (sic Libertella) de Antonio de
Pigafetta, en el relato “La leyenda de Antonio de Pigafetta”(1985); en “La historia de historias de
Antonio de Pigafetta” publicado en ¡Cavernícolas! (1985)75 y la nouvelle El lugar que no está
ahí (2006) como maniobras de reapropiación de una tradición.
La literatura de Latinoamérica es para Libertella un espacio de reflexión crítica y teórica,
el lugar donde se ejerce lo político a través de posiciones y maniobras estéticas. En esa dirección,
México y el Caribe conforman un espacio escriturario en el que se pliega y se repliega su teoría
del árbol de las Escrituras Herméticas Latinoamericanas, que se lee en Ensayos o pruebas sobre
una red hermética, en 1990 –una genealogía de la escritura latinoamericana que parte del Corpus
hermeticum, la tradición cabalística, la tradición hermética, luego el Renacimiento, el Barroco o
75
¡Cavernícolas! es un texto compuesto por tres relatos, “La Historia de Historias de Antonio de Pigafetta”
una reescritura que parodia La primera vuelta al mundo de Antonio de Pigafetta y la figura de Fernando de
Magallanes; “La leyenda de Jorge Bonino” que parodia la biografía del performer argentino del mismo
nombre y una entrevista a Bonino realizada por Tamara Kamenszain; el tercer relato, “Nínive”, parodia las
aventuras de Hormuzd Rassam, el descubridor de las tablillas asirias descifradas por George Smith como
la Epopeya de Gilgamesh.
110
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
76
Ensayo en el que Libertella reescribe artículos ya publicados en las revistas Hispamérica y Dispositio,
entre 1974 y 1976.
77
Entre los procedimientos que Libertella señala como la escritura del cavernícola se lee la “sintaxis
retorcida” y el sentido de “una múltiple filigrana” de Sebregondi retrocede (1973) de Osvaldo Lamborghini;
“el apegarse compulsivamente a su propia letra” y la narración infinita de un instante de Farabeuf (1965)
de Salvador Elizondo; “el gusto por interferir la narración de hechos novelísticos” mediante metamorfosis
y travestismos de Cobra (1972) de Severo Sarduy; la prescindencia de un único narrador en The Buenos
Aires affair (1973) de Manuel Puig, la artesanía de una novela que hace “explícita su trabajo sobre otros
textos” como El mundo alucinante (1970) de Reinaldo Arenas, y la parodia que hace “trizar” los elementos
de una tradición culta- la belle époque- para mostrar “un tipo de artesanía acostumbrada a revolver
111
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
escritor cavernícola toda la literatura le pertenece, tal como sostenían Pedro Enríquez Ureña y
también Jorge Luis Borges. La “nueva escritura” no es un fenómeno, una resultante o un tema del
continente sino una escritura que “se concibe –críticamente- como latinoamericana” que exhibe:
1) la artificialidad de los textos, que marca “el valor del trabajo literario; 2) que la antinaturaliza
y la separa de un juego natural de comunicación; 3) que la exaspera en su calidad de trazo, de
sistema escrito (28).
Esa nueva escritura que se asume “como crítica” demanda, por lo tanto, una crítica y una
teoría, que lea su singularidad. Y en esa dirección, se pregunta Libertella “¿Se trata de traducir
un discurso extranjero?”(59) ¿Cómo reintroducir en el sistema literario latinoamericano el
psicoanálisis, la semiótica, los nuevos materiales y las poéticas? El capítulo se denomina “¿Una
historia poética de la escritura?” El diálogo con José Lezama Lima se patentiza.
Nueva escritura, texto en el que Libertella propone una literatura, una teoría y una crítica para
Latinoamérica, se inserta en los debates en torno a los modos de producción e identidad
latinoamericana, en esa dirección, el ensayo entrecruza el marxismo, el psicoanálisis y la
semiótica –la idea del texto como producción y transformación- con las reflexiones de Ángel
Rama en torno a los procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana, Noé Jitrik y la
intrínseca relación entre producción literaria y producción social, el neobarroco de Severo Sarduy
y su reinvención de lo latinoamericano como potencia en diálogo con los debates del naciente
posestructuralismo francés. En relación con esas especulaciones, para Libertella el modelo
americano de la tradición para esa nueva crítica es La expresión americana de José Lezama Lima.
Ese original y complejo texto de 1957 que construye la Imago –cultural, artística, política- de
Latinoamérica, desde el siglo XVII, el barroco de la Contra-conquista, hasta el siglo XX.
Imágenes, eras imaginarias en las que interviene la memoria, siempre creadora, espermática, del
“sujeto metafórico” que, con “su fuerza revulsiva”, procesa las entidades de la cultura, de la
historia y del paisaje, produciendo “la metamorfosis hacia la nueva visión” (215) para de ese
modo, formar e invencionar un tipo de imaginación (218).
La expresión americana se abre con una reflexión sobre los procesos de conformación de
la imagen a partir de la mirada de Lezama de distintos cuadros de pintores y épocas, por lo tanto,
el escritor hace lo que propone críticamente: el sujeto metafórico y “metamórfico”(Yurkievich
815) mira una forma en devenir, con una sencilla hermenéutica la reconstruye y la ordena
construyendo una “visión histórica” (213) que le otorga “el contrapunto o tejido entregado por la
imago” así, la imagen es la construcción de una ficción debido a que “la técnica histórica no
puede establecer el dominio de sus precisiones” (217).
Libertella toma como modelo esa operación crítica de Lezama en la que la “imagen” se
tiende como pliegue entre lo universal y lo criollo, aparece como depositaria del sentido mientras
opera con maniobras de condensación y desplazamiento y al mismo tiempo, pone en discusión el
evolucionismo crítico. Libertella lee la escritura latinoamericana con ese modelo en el que
Lezama también señala el momento en el que América produce una marca diferencial en
Occidente:
indiferente en las escrituras de cualquier época y lugar” de La orquesta de cristal (1976) de Enrique Lihn.
Las operaciones críticas de esa literatura del continente que propone Libertella en Nueva escritura…
funcionan como el yacimiento de lo que más adelante Libertella propondrá como “ficción teórica”. Resalto
la temprana y lúcida lectura de Libertella de estos textos publicados –a excepción de Farabeuf en 1965- en
la década del 70. Hoy esos textos componen el canon de la literatura del continente por fuera del boom
latinoamericano.
112
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En la productividad de esa marca diferencial que Nueva escritura remarca en los textos
del 65 al 76 y en el texto de Lezama, desde la perspectiva de Libertella, la crítica literaria debe
convocar a otras disciplinas pero sin sujetarse “a un centro”(58) debido a que la manufactura de
la nueva escritura es diversa, heterogénea, que exhibe una lectura de la tradición en la que permean
el gusto y la pasión por “la letra antigua” (Libertella 1990 79,80) como sucede en El mundo
alucinante en el que Reinaldo Arenas articula su devoción por ciertas lecturas pero
interfiriéndolas y así construye un texto que se muestra como un artefacto, como costura de textos;
operación que también exhibe Cobra de Severo Sarduy pero en ese texto la materia no es la
historia sino un gusto por elementos recargados, baratos, camp, rococó.
Me interesa señalar ese desvío de Lezama y de Libertella de la serie causal del
historicismo para leer la literatura latinoamericana, la operación que realiza el sujeto metafórico
de Lezama, la del escritor cavernícola de Libertella, y en ambos, la intervención espermática de
la memoria, el gusto, la pasión y la mirada, que por supuesto no es inocente sino política. Esa
compleja operación crítica se emparienta con lo que, desde hace unos años, plantea Didi-
Huberman en sus lectura de Aby Warburg, Walter Benjamin, y Carl Einstein. Cuando estamos
ante una imagen, estamos ante el tiempo, afirma Didi- Huberman. El pasado y el presente no
dejan de reconfigurarse, con lo cual la imagen –portadora de una memoria- no se encuentra como
un punto sobre la línea de la historia, no funciona como un simple documento de la historia sino
que la imagen es un extraordinario montaje de tiempos heterogéneos que forma anacronismos y
que incluso, concluye el crítico, nos sobrevivirá.
Los textos del pasado, de la tradición, participan de las diversas modalidades de
configuración de la memoria social, uno de los abordajes a ese pasado es la historia, que implica
un necesario apego a la linealidad de los sucesos en el orden en que acontecieron. Libertella en
Nueva escritura, Lezama Lima en La expresión americana, Didi Huberman en Ante la imagen,
abordan el pasado mediante un aparato crítico teórico diverso.
Rescatar la imagen de la iconología y suspenderla en una red tanto de relaciones
antropológicas, siguiendo el método de Aby Warburg, como críticas y dialécticas, según Walter
Benjamin, para colocarla en el centro de un estudio sobre el tiempo, es la teoría de la imagen que
propone Didi-Huberman. Mediante la noción del mundo como imagen -redes-eras- Lezama traza
una “historia poética”, como ha señalado Irlemar Chiampi, de América. Para Libertella, la imagen
devenida forma es la depositaria del sentido que exhibe su posición crítica en su calidad de trazo
literario y diseminante, el cavernícola, por lo tanto, produce sus textos mediante una articulación
entre anacronismo, montaje y ficción, en tanto sujeto metafórico-metamórfico.
En la dirección de Nueva escritura, ¡Cavernícolas! de Héctor Libertella se da a leer como
la narrativización de ese conjunto de presupuestos ficcionales, teóricos y críticos, en el que
confluyen las operaciones de apropiación, de circulación de textualidades de la tradición y que,
desde mi lectura, se configura como la nueva escritura de la piedra, aludiendo a la piedra barroca
que es también la piedra del Inca y de Garcilaso que menciona Lezama Lima en La expresión
americana. “La historia de Historias de Antonio de Pigafetta”, uno de los tres relatos que
conforman el texto pone en escena esas operaciones. Un relato cavernícola al que Libertella
denomina Historia y no Crónica, distinción que surge, según mi hipótesis, de la lectura
libertelliana de los ensayos de Walter Mignolo sobre las cartas, relaciones y crónicas de Indias.78
El relato forma parte de lo que he denominado la serie Magallanes que comienza con una breve
mención del tópico en Aventura de los miticistas (1972) y cuya última versión edita es la nouvelle
El lugar que no está ahí (2006) que incluye la reescritura del texto de Pigafetta, poemas del
mexicano Eduardo Sansores, versos del poeta argentino Arturo Carrera, dibujos del artista
plástico Eduardo Stupía, la presencia de un aborigen que se llama César Aira, formulaciones
narrativas tomadas de la revista Literal, especulaciones metaliterarias de la teoría y de la crítica
del siglo XX.
“La historia de Historias de Antonio de Pigafetta” cede la voz a Magallanes, lo convierte
en un héroe. Pero también en un conquistador que aniquila aborígenes con el flujo de su
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
respiración, como se lee en El lugar que no está ahí: “HASTA LAS VIBRACIONES DE TU
PULMÓN PUEDEN SER USADAS PARA MATAR HOMBRES” (2006 64). A diferencia de la
crónica de Pigafetta, en “La historia…” Magallanes llega a destino y en la última versión edita de
la serie se narra la muerte del conquistador describiendo la imagen de su cuerpo muerto convertido
en un “puercoespín” producto del accionar de ciento veintitrés lanzas y cuarenta o cincuenta
flechas clavadas por los indios, en la “temida Mactán”(73). La violencia de la conquista replica
en la violencia de la escena de la muerte produciendo una multiplicidad de sentidos. Libertella
encuentra en el viaje mítico de Magallanes alrededor del globo lo que Jorge Monteleone sostiene
en su texto El relato de viaje, la posibilidad de transformar una textualidad y de “eludir el ritmo
del tiempo” (13) para diseminarlo, según mi lectura, en una temporalidad narrativa que no busca
lo propio sino la propiedad, no para imitar sino para “críticamente” transformar.
En Ensayos o pruebas sobre una red hermética, Libertella se pregunta “¿Quién es qué
escritor cuando se sienta a escribir una novela histórica sobre la conquista o el descubrimiento?”
(82,83). La respuesta no se deja esperar: la escritura arcaizante remite a un dar vuelta el envés de
una trama, se convierte en una respuesta política y una toma de posición crítica como una actitud
de repliegue y protección que es una de las primeras formas de la diferenciación de una literatura
en relación con otras (82-85). Considero que esa reflexión se liga a la teoría libertelliana de las
Escrituras Herméticas latinoamericanas, donde “la barra del signo se hace cerrojo” (1993 9) y late
la literatura como resistencia y esas escrituras, son, en otro de sus sentidos, el tokonoma en la
pared del poema final de Lezama, “El pabellón del vacío”. Libertella especula en Zettel, unos de
sus últimos libros: “¿Será la historia del barroco, la historia de ese pequeño boquete? ¿Un tiro en
la sien del mercado? “(2009 41).
Bibliografía
Didí- Huberman, Georges (2011). Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las
imágenes. Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
Lezama Lima, José (1998). “La expresión americana”. En Confluencias, La Habana, Letras
Cubanas, p. 211-293.
Libertella, Héctor (2008). Nueva escritura en Latinoamérica. Buenos Aires, El Andariego.
Libertella, Héctor (1985). ¡Cavernícolas! Buenos Aires. Per Abbat.
Libertella, Héctor (1990). Ensayos o Pruebas sobre una red hermética. Buenos Aires. Grupo
Editor.
Libertella, Héctor (1993). Las sagradas escrituras. Buenos Aires. Sudamericana.
Libertella, Héctor (2006). El lugar que no está ahí, Buenos Aires, Losada.
Libertella, Héctor (2009). Zettel, Buenos Aires, Letranómada.
Monteleone, Jorge (1998). El relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco. Buenos Aires, El
Ateneo.
Pigafetta, Antonio (1998). La primera vuelta al mundo. Las mejores crónicas marinas l. Editor y
traductor Diego Bigongiari, Buenos Aires, Ameghino.
Yurkievich, Saúl (Julio-Septiembre 2002). “La expresión americana o la fabulación autóctona”
en Revista Iberoamericana, Volumen LXVIII, Num. 200, p. 815-821.
114
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Las relaciones entre intelectuales y poder han sido problemáticas en Europa y América
desde la época colonial hasta nuestro días y se han acentuado con el arribo del pensamiento
posmoderno. En Europa encontramos aquellos escritores que han contribuido de manera directa
y consciente a la implantación del canon cultural eurocéntrico como Shakespeare y Robert Louis
Stevenson y aquellos que han intentado deconstruirlo desde adentro, verbigracia, Jonathan Swift
y Joseph Conrad. Sin embargo, críticos como Spivak y Beverly nos han mostrado como incluso
estos últimos están insertos en la paradoja que impone el medio académico que usan para tal fin
y que implica que ellos terminan afirmando las condiciones de desigualdad cultural que pretenden
impugnar pues ese medio elitista reafirma la distancia cultural e intelectual entre los dominantes
y los subalternos. En Hispanoamérica, la ciudad letrada cohonestó con el poder con el fin de
acceder a mantener capital cultural y político hasta la época del postboom. Por supuesto existen
intelectuales que rompen con esa colusión con el poder desde la colonia misma. Piénsese por
ejemplo en Guaman Poma, José María Arguedas y el Roa Bastos de Yo el Supremo. Dentro de la
época del postboom existen aún intelectuales que defienden el rol privilegiado y central del
intelectual en el ámbito político y otros que se mueven entre su defensa y su ataque. Y si además
tomamos, por un lado, la lectura del Joseph Conrad del Corazón de las Tinieblas que hace Achebe
y el Severo Sarduy de De donde son los cantantes, podremos afirmar que las relaciones entre los
intelectuales son mucho más problemáticas que simplemente afirmar que el primero de ellos
representa una impugnación al canon occidental por su deseo de mostrar la barbarie de la
colonización africana por parte de los europeos y que el segundo pone en escena críticas al rol del
intelectual a través de las diatribas de las dos prostitutas a la voz autorial y a los dos narradores
que usa en la novela.
Este trabajo se propone problematizar las lecturas que se han hecho de Sab (2003) de
Gertrudis Gómez de Avellaneda en relación a su marcado antiesclavismo como una forma de
criticar a las élites dominantes de la Cuba del siglo XIX y analizar la postura de Benito Pérez
Galdós en su también novela corta Torquemada en la hoguera (2005) frente al ethos neoliberal
que propugnaban las élites burguesas europeas en la época de la colonización tardía de territorios
africanos y asiáticos. Mi planteo central gira en torno a la idea de que Sab no representa un
deslinde de la conciencia intelectual frente al poder hegemónico de la época sino que es pionera
en abonar el camino para que esas élites (entiéndase aristocracia criolla cubana) mantengan el
capital político y económico que habían acumulado hasta principios del siglo XIX y lo aumenten
cuando se de la independencia. Asimismo, esta novela corta no representa una defensa
completamente altruista de la defensa de las libertades de los afrodescendientes en Cuba sino el
inicio de la construcción de una nueva forma de la colonialidad del poder que tendrá su cenit en
Cecilia Valdez de Cirilo Villaverde. Por su parte, Torquemada en la hoguera de Pérez Galdós,
quien perteneció a los más encumbrados círculos intelectuales de su época, sí plantea una
desviación frente a la nueva etapa del eurocentrismo cultural a finales del siglo XIX, el liberalismo
burgués. En esta novela, Pérez Galdós asume una postura más radical que la de Conrad frente a
esta máscara de la colonialidad del poder que le sirve a Europa para justificar la colonización
tardía mencionada.
El liberalismo burgués es entonces la concreción de la colonialidad del poder en el siglo
XIX y principios del XX y es una especie de evolución del ideologema de Civilización y barbarie
que dominó la época colonial y la parte inicial del siglo XIX. Es este ideologema el que se
encuentra en el centro de los procesos de construcción de la nación en Hispanoamérica y en los
115
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
procesos de colonización tardía. Entiendo la colonialidad del poder tal, como la teorizó Aníbal
Quijano (2000), como un patrón de poder que “se funda en la imposición de una clasificación
racial/étnica de la población del mundo” y que “opera en cada uno de los ámbitos y dimensiones,
materiales y subjetivas, de la existencia social y cotidiana” (342). Este patrón de poder mundial
nace con el descubrimiento de América y la necesidad de justificar la dominación de unos pueblos
sobre otros y va cambiando de acuerdo a las necesidades de colonización de las naciones
occidentales. Quijano lo concibe en términos abstractos y muy generales. En el corazón de este
patrón encontramos al eurocentrismo como su perspectiva de conocimiento. Para Quijano el
eurocentrismo no es exclusivo de los europeos sino de aquellos que han sido educados bajo esta
perspectiva (Ibid. 343). En el caso que nos compete podríamos pensar en muchos criollos en
Hispanoamérica.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
good” (Gaus et al). Carlota, la hija de Don Carlos, nunca lo ve como hombre para tener una
relación. Teresa, prima de esta, es quien lo ve como tal pero solo porque ella no está al nivel de
Carlota pues se ve como una “pobre huérfana desvalida”.
Sab, sin embargo sí tiene características cercanas a los amos blancos. Su lenguaje es
fino y pulido como lo advierte el propio Enrique Otway, el pretendiente de Carlota, sus ademanes
formas de comportamiento son también los de sus amos, educados y refinados. Su color es el de
un mulato pues su padre fue un blanco. Además, sabe leer y escribir. Sab, es en suma, un
“blanqueado”. Lo africano en él ha sido “progresivamente reducido” lo cual se enmarca dentro
de una “política semi-oficial” de blanqueamiento en Hispanoamérica en el siglo XIX y principios
del XX (Gudmunson 1986). Aunque parte de la noción de inferioridad innata de la descendencia
africana, este blanqueamiento es un tropo de orden cultural y no simplemente racial e implica la
alfabetización y la urbanización del no-blanco, así como su civilización y su conversión a un ser
racional.
Finalmente, a través de la oposición entre el ethos judeo-cristiano tradicional de la
aristocracia criolla que se transforma en una burguesía que adopta una conciencia moderna como
lo vemos en la familia Gamboa en Cecilia Valdez y el ethos utilitarista de la europa protestante
simbolizado en los Otway, la novela busca entronizar los valores de la ideología liberal burguesa.
Enrique Otway y su padre por consiguiente son “los otros” que ayudan a configurar al nosotros
que planea dominar los destinos de Cuba. Ellos son advenedizos, levantados, que han hecho
fortuna y nombre sin seguir normas de decoro y sin tener alcurnia. El valor central de su ethos es
el del dinero y por eso usan cualquier medio para obtenerlo. Por eso Enrique y su padre ven en
Carlota una oportunidad de mejorar económicamente. Y por eso Enrique ve con buenos ojos el
otorgamiento de la libertad a los esclavos pues sabe que son una carga onerosa a la que hay que
proveer de comida, ropa y medicinas. La familia de Carlota, por el contrario, tiene un apellido,
un linaje, y además se manejan con decoro y probidad. Por supuesto, Don Carlos también sabe lo
oneroso que es mantener esclavos en Cuba en el siglo XIX por el declive de la economía de la
plantación pero su buen nombre y su tendencia a la auto-perfección y su concepción del bien
moral lo llevan a presentar su concesión como fruto de sus altas virtudes.
117
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
ayudarnos los unos á los otros?” (15) y otra que lo recibe diciéndole que no venga a presionarla
que él afirma que su principal característica es la humanidad. Sin embargo, Galdós se asegura de
mostrar la impostura que Torquemada está llevando a cabo pues por un lado cuando habla de esta
manera titubea. Para señalar esto el autor usa los tres puntos. Por supuesto, sus deudores muestran
gran sorpresa y asombro y no quedan convencidos de un cambio tan repentino. Y Al escuchar la
desconfianza de estas reacciona con gestos de violencia verbal y física que muestran que su
verdadera naturaleza es otra. Además el narrador se encarga de mostrar esa verdadera naturaleza
con anotaciones en paréntesis que muestran la impostura como “esforzándose por producir una
sonrisa” (16) o “levantándose con zozobra y enfado” (17).
Por encima de la ironía contenida en su nombre (Francisco, como el santo caracterizado
por el altruismo, la bondad y el desprendimiento de las cosas materiales), la parodia de Galdós se
centra en ironizar los mecanismos que las élites usan para enraizar en la mente de los subalternos
imágenes positivas de ellos que les permitan seguir conservando su lugar privilegiado en el campo
político y económico. Por eso Torquemada no solo se esfuerza en mostrar comportamientos que
informen la adopción de nuevos valores morales sino que se esfuerza porque sus deudores los
tengan por ciertos y expresen la nueva realidad a través del discurso “Toma, y dí ahora que yo no
tengo humanidad” (26), “debíais confesar que soy para vosotras como un padre” (16), “A ver si
hay alguna tarasca de éstas que sostenga que yo no tengo humanidad” (26) “quien dijese que yo
soy inhumano, miente… (26)” Los ejemplos de este estilo abundan en todo el texto y aunque a
veces el mismo Torquemada afirma que no quiere pregonar sus actos para que los otros se enteren
o que no le importa si no le creen o no lo comentan a otras personas, el sigue haciendo actos de
caridad y pregonándolos precisamente para que los otros lo incorporen en su forma de verlo a él
y lo incluyan en sus discursos cotidianos. La voz autorial no cesa en mostrar cuán falsas son esas
acciones y lo hace de manera tal que generan risa en los lectores y desprecio por Torquemada
como cuando este le dice a su hija que ha regalado su capa a un mendigo que en la calle moría de
frío. Ella le pregunta si ha sido la vieja o la nueva, y él le confiesa que le remuerde la conciencia
por no haberle dado la nueva y que se siente mal por haberle contado a ella pues la caridad no se
pregona. Y por si quedara alguna duda sobre la falsedad de ese ethos, la novela termina con la
muerte de Valentín y con Torquemada volviendo a ser el mismo tacaño, individualista y
materialista de siempre.
A manera de conclusión, podemos afirmar que mientras Gómez de Avellaneda en Sab
boceta los rasgos inherentes al ethos liberal burgués con miras a su aprehensión como mundo y
subjetividades posibles en el proyecto de la futura nación cubana, Benito Pérez Galdós no solo
parodia los rasgos de ese ethos como mentalidad dominante y soporte en Europa de los procesos
de colonización tardía sino de la manera en que este es enraizado en las mentes de los subalternas
por parte de las élites liberales burguesas. A pesar de que Gómez de Avellaneda es considerada
como abanderada de causas subalternas, verbigracia, la lucha por la abolición de la esclavitud y
en contra la opresión femenina, su novela termina apoyando la dominación de un nosotros
excluyente sobre los “otros” subalternos. De manera inversa, Pérez Galdós, quien perteneció a las
más altas élites académicas, estructura en su primer Torquemada una deconstrucción de una de
las formas en que las clases dominantes consolidan su hegemonía.
Bibliografía
Gaus, Gerald and Courtland, Shane D. (2003). "Liberalism" (2011). The Stanford Encyclopedia
of Philosophy (Spring Edition), Edward N. Zalta (ed.)
Gómez de Avellaneda, G. (2003). Sab. Biblioteca Virtual Universal. Recuperado de
www.biblioteca.org.ar/
Gudmundson, L. (1986). “De negro a blanco en la Hispanoamérica del siglo XIX: La asimilación
afroamericana en Argentina y Costa Rica”. En: Mesoamérica, Cuaderno 12.
Pérez Galdós, B. (2005). Torquemada en la hoguera. The Project Gutenberg. Recuperado de
http://www.gutenberg.org/files/15206/15206-h/15206-h.htm
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Betina Campuzano
Universidad Nacional de Salta - CIUNSa
Introducción
…me he preparado para aseros una parte de la istoria de mi vida, reservando los mas
interesantes susesos de ella para si algún dia me alle sentado en un rincón de mi patria,
tranquilo, asegurada mi suerte y susistencia, escribir una nobela propiamente cubana.
Carta de Juan Francisco Manzano a Domingo del Monte, 29 de setiembre de 1835
Tal como lo señala el epígrafe inicial, en las palabras de Juan Francisco Manzano (1797-
1854), autor mulato conocido por sus textos poéticos neoclásicos y por Autobiografía de un
esclavo (1835), puede leerse el interés por producir “una nobela propiamente cubana”. Resulta,
pues, llamativa la clara conciencia de este paradigmático poeta decimonónico sobre lo que en la
actualidad conocemos como la configuración de un sistema literario nacional y el lugar
fundacional que su escritura podría ocupar en él. Debemos añadir que este propósito, el de la
escritura fundacional, fue compartido entre los diversos intelectuales próximos a Domingo Del
Monte, como es el caso de Anselmo Suárez y Romero y Cirilo Villaverde (Lienhard 117). De la
misma manera, nos sugiere que, además de un plan escriturario, la autobiografía de Manzano
“refuerza el concepto de un dominio de la escritura capaz de adelantarse a las posibles lecturas
que pudieran hacerse de su texto” (Saumell 8). Bien sabemos que en un sistema literario los textos
que lo conforman se comunican entre sí, con aquellos que se han escrito antes y los que se harán
luego, como bien lo han señalado Ana Pizarro y el grupo de Campinas (1985).
120
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Las vinculaciones entre Manzano y Barnet son evidentes pues -en tanto relatos que
responden a cierto tiempo, espacio y lenguaje- permiten indagar acerca de los sistemas literarios
y los períodos a los que éstos pertenecen. Sin embargo, pese al carácter liminar compartido entre
autobiografías y testimonios, cabe señalar que no son equivalentes sino que constituyen dos
géneros que, aunque pueden conectarse y cohabitar, son diferenciados. Así lo señala Silvia
Molloy cuando explica en Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica
(1996) los criterios del recorte de su corpus: le interesan los textos de autores que en la escritura
tienen conciencia “de lo que significa verter el yo en una construcción retórica” (1996 22). Y
excluye los testimonios, formas de autoescritura, que narran vidas marginales a partir del relato
de informantes generalmente analfabetos. El género testimonial debe ser considerado como un
tipo aparte porque involucra una producción copiosa, posee condiciones singulares y reglas no
escritas. El propósito de Molloy es investigar “cuáles son las fabulaciones a las que recurre la
autobiografía dentro de cierto espacio, de cierto tiempo y de cierto lenguaje, y qué dicen esas
fabulaciones sobre la literatura y la época a que pertenecen” (1996 12). Dicho de otro modo, estas
121
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
…siempre tenia alguna piesa entre manos pa. ganar proivioseme la escritura pero en
vano todo se abian de acostar y entonces ensendia mi cabito de bela y me desquitaba
a mi gusto copiando las mas bonitas letrillas de Arriaza a quien imitando siempre me
figuraba qe. con parecerme a él ya era poeta o sabia aser versos (2009 34).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
79
Así, lo sugieren algunos críticos. Cf. Saumell 2004, 1 - 13
123
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Desde mi infansia mis directores me enseñaron a amar y temer a Dios pues llegaba
hasta tal punto mi confianza qe.. pidiendo al cielo suabisase mis trabajos (26).
…amarra mis manos se atan como las de Jesucristo se me carga y meto los pies en
las dos aberturas qe. tienen también mis pies se atan ¡Oh Dios! Corramos un belo
pr.. el resto de esta exena mi sangre se ha derramado y cuando volví en mi me alle
en la puerta del oratorio en los brasos de mi madre anegada en lagrimas… (28).
En estas escenas del castigo con látigo por parte del mayoral a su madre y de la acusación
del administrador que termina con la reproducción del episodio del Calvario, puede observarse
cómo Manzano recupera las prácticas y la tradición bíblica actualizando, de esta manera, la figura
del mártir y la crística que resultan equiparables a los padecimientos de su condición de esclavo.
El poeta cubano tenía en claro cuáles eran los códigos que presidían la sociedad colonial
y conocía perfectamente a su público. Las revelaciones y omisiones, y el uso cautelar de otros
discursos pueden entenderse como las estrategias que el autor emplea para acomodarse en la
dinámica colonial desde su circunstancia de manumiso, reafirmando así su condición naciente.
Dice al respecto Saumell: “…el relato es a la vez defensa de la persona esclavizada […] y vehículo
de la preparación para la vida colonial en calidad de moreno liberto […] Se comprende por qué
condiciona su proyecto de ‘nobela cubana’ a las garantías de seguridad personal” (13).
…y en una palabra mulato y entre negros; mi padre era algo altivo y nunca permitió no solo
corrillos en su casa pero ni qe. sus hijos jugasen con los negritos de la asienda; mi madre
vivía con él y sus hijos pr. lo qe. no eramos muy bien queridos, todo esto se me presentó a
mi alboratada imaginasion y en aquel momento determiné mi fuga…
Juan Francisco Manzano
Quizá sea preciso aproximarnos a dos nociones que nos permitan relevar de qué modo en
la escritura autobiográfica de Manzano se manifiesta un sujeto que es capaz de escribirse a sí
mismo y, en ese trazarse narrativamente, se construye una identidad móvil que es en realidad, la
coexistencia de múltiples identidades. Qué entendemos por sujeto y qué por subalternidad son
algunos puntos a revisar en este apartado. Desde los estudios latinoamericanos, Mabel Moraña
explica que en la tradición de Occidente la noción de sujeto se configura como una imagen
monolítica, un espacio sólido y coherente, donde la subjetividad se asocia a un espejismo de
unidad armónica y de conciliación de clases, razas o géneros. Las narrativas propias de la
ilustración, el liberalismo o el nacionalismo, por ejemplo, se han ocupado de construir un sujeto
universal y todo lo que no pueda ser visto desde ese ángulo, las variaciones o anomalías, se
entiende en términos de subalternidad (1999 20-22). Por su parte, Gayatri Spivak, quien pertenece
a los intelectuales indios del periodo pos-independencia, en su conocido ensayo ¿Puede hablar el
subalterno? (1988) refiere al silencio estructural que el subalterno –noción propuesta por Gramsci
y que, desde los poscolonialistas, refiere a todo quien esté subordinado en términos de clase, casta,
género o cualquier otra forma- sufre dentro de la narrativa histórica capitalista. Si bien el
subalterno sí habla físicamente, su decir no adquiere estatus dialógico. En otras palabras, no es
un sujeto que ocupa una posición discursiva desde la que pueda hablar o responder.
Resulta evidente que, desde uno u otro posicionamiento, lo que se está cuestionando es la
presencia de un sujeto compacto y armónico, es decir, el sujeto absoluto que puede identificarse
con la divinidad, la ley, la moral o el estado. En contraposición, la propuesta –tal como lo recupera
Moraña a partir de la noción de sujeto heterogéneo del crítico peruano Antonio Cornejo Polar- es
la de pensar el sujeto no como una categoría absoluta sino relacional, en la que se despliegan las
contradicciones de una sociedad. En este sentido, la crítica latinoamericana interroga la idea
misma de subalternidad, pues en ella subyace un rasgo deficitario. Otro aporte puede ser el de
124
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Ernesto Laclau quien, desde la teoría política de la hegemonía, plantea pensar en identificación
antes que en identidad (2003). Toda realidad se estructura en una compleja dialéctica entre
universalidad y particularidad, entre óntico y ontológico, configurando del mismo modo la
identidad de los agentes sociales. Y es la ausencia y el vacío lo que origina al mismo sujeto quien
intentará suturar tal falta. Por eso, y porque no hay posiciones de los sujetos dentro de la
estructura, es que es preferible hablar de identificación que es siempre inestable, que se construye
y se deshace continuamente.
Ahora bien, si recuperamos el epígrafe inicial del apartado, estos aportes puedan
coadyuvar a entender la condición del poeta mulato, demasiado “blanco” para reunirse con los
negritos de la hacienda y demasiado “oscuro” para incorporarse al universo criollo blanco. En un
principio, podríamos decir que se halla en una condición subalterna: para hablar es preciso que su
palabra pase por el tamiz de la escritura y sea legitimada por el círculo de Del Monte. En este
sentido, desde la propuesta de Spivak, su decir no tiene status dialógico. Sin embargo, quizá,
resulte más pertinente pensar este caso en términos de identificación, pues en el mundo de la
plantación o de la hacienda su rol es otro: lee en voz alta o relata de memoria textos para otros
afrocubanos. Es decir, el “yo” que se construye en la Autobiografía oscila entre una particularidad
y una universalidad: lo universal está siempre vacío y, a la vez, lleno de la hegemonía eventual;
por lo tanto, en cada universal –lejos de toda neutralidad- se despliegan luchas por lo hegemónico
entre diferentes contenidos particulares. En el poeta negro, en su condición de mulato, libran una
batalla los contenidos propios de su contingencia como esclavo doméstico y como hombre de
letras. De allí, su oscilación, su identidad que se hace y se deshace. Asimismo, la noción de un
sujeto relacional, fragmentado, desgarrado e intersticial puede ser otra noción explicativa para
este caso.
Además, recordemos que la condición de Manzano se entiende a partir de una
circunstancia inaugural en la sociedad cubana: la manumisión. María del Carmen Barcia Zequeria
en La otra familia. Parientes, redes y descendencia de los esclavos en Cuba (2009) señala que
las relaciones entre las familias de negros y mulatos eran muy fuertes y solidarias, pues tras ellas
residía un propósito central: ascender en la escala social. Para lograr esta “movilidad”, las familias
contaban con diversas estrategias: entre ellas, la adquisición de conocimientos especializados,
música, historia, canto, costura o idiomas. Lejos de los estereotipos que asocian al afrocubano
con la brutalidad, la bestialidad, la consensualidad80 y la matrifocalidad81, la propuesta es ver su
participación dentro de los sectores sociales y los procedimientos que empleaban para su
desenvolvimiento. En el caso de Manzano, además de su afición literaria, se explicitan otras
estrategias:
80
Refiere a las conductas sexuales menos formalizadas que, en realidad, son más bien propias de las
situaciones de hacinamiento urbanas, antes que exclusivas de la población afro.
81
Alude a la madre como el único elemento estable en la estructura familiar.
125
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Si tratara de aser un escto resumen de la historia de mi vida seria una repetision de susesos todos
semejantes entre si pues desde mi edad de trece a catorce años mi vida ha sido una consecusion de penitencia
ensierro azotes y aflisiones asi determino describir na opinión tan terrible como nosiva…
Juan Francisco Manzano
Sujeto descentrado antes que monolítico, identificación móvil antes que identidad
concluida, huella de una voz afrocubana antes que dictado y edición de los criollos blancos, son
éstos los aspectos que hemos intentado delinear en una aproximación a ambos textos, el
testimonial y el autobiográfico.
La Autobiografía, recorrida por dos temporalidades: una cíclica que corresponde a la
historia de desobediencias y castigos, y otra lineal que remite a la escritura (Colombi 1997). Se
sabe que a través de la repetición volvemos al pasado porque la regresión está vinculada con el
futuro y por ello las subjetividades se construyen y modifican. En el texto de Manzano se
explicitan estos mecanismos: la reiteración (“me acuerdo aber visto repetirse esta Exena como en
otras” (18)) y la interpretación de un hecho del pasado que explica el oficio o la ocupación del
presente (“Tenia yo siete u ocho años cuando me preguntaba mi qe. ofisio tenía […] parece qe..
leia yo los días qe en el porbenirme esperaban” (10)). La repetición posee una función liberadora
que permite apreciar lo que el sujeto quiso ser y lo que ha sido. Y, en ese vaivén entre el pasado
y el futuro, elige como quiere que lo recuerden.
El texto autobiográfico de Manzano propone al lector recorrer estas temporalidades por
medio de las cuales se configura la subjetividad de un actor del siglo XIX. En este sentido, la
recurrencia propia de la rememoración, que el autor sugiere cuando presenta los episodios
dolorosos a lo largo de la narración, de pronto se ve abruptamente cortada por la ausencia –
producto de la pérdida por parte de uno de los editores- de una segunda parte, la de la fuga, la del
cimarrón, que nunca leeremos. O que quizá, fortuitamente o no, conocemos a partir de la escritura
de Miguel Barnet. Y es que las recurrencias no sólo suceden al interior de la narración
autobiográfica, también pueden acontecer en las vinculaciones con otros textos del sistema
literario y, por supuesto, suceden todo el tiempo en el propio devenir histórico.
Bibliografía
Barcia Zequeria, María del Carmen (2009) La otra familia. Parientes, redes y descendencia de
los esclavos en Cuba. Santiago de Cuba: Editorial Oriente.
Barnet, Miguel (1987) [1966] Cimarrón. Buenos Aires: Ediciones del Sol.
Colombi, Beatriz (1997) “La letra amordazada: Autobiografía de un esclavo de Juan Francisco
Manzano”, en Noé Jotik (Comp.) Atípicos en la Literatura latinoamericana, Buenos Aires:
Instituto de Literatura Hispanoamericana.
Dorra, Raúl (1997) Entre la voz y la letra. México: Universidad Autónoma de Puebla,.
Even Zohar, Itamar (1978a) “Teoría del polisistema” Poetics and comparative Literature – Tel
Aviv (Trad. Liliana Fortuny).
Even Zohar, Itamar (1978b) “Universales de los contactos literarios” en Papers and Historica /
Poetics. Tel Aviv (Trad. Liliana Fortuny).
126
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Introducción
Es bien sabido que dentro del proceso de modernización de las naciones la prensa ha
jugado un papel fundamental. La prensa es, en efecto, inherente a la modernidad. Las elites
políticas del siglo XIX en la Costa Caribe colombiana y en general en todo el territorio nacional,
evidenciaron pronto las bondades del periodismo como instrumento eficaz para divulgar su
ideario y ganar adeptos. En unos territorios recién emancipados y con unos líderes ávidos de
conformar una nación, la prensa fue convirtiéndose poco a poco en el mecanismo por excelencia
para hacer política, para “explicar y difundir […] las mutaciones culturales propias de la
modernidad […] y cambiar los universos mentales, los imaginarios tradicionales, los valores, los
comportamientos, los lenguajes” (Uribe & Álvarez ix). La “identidad nacional”, entonces, se ve
obligada a transitar por las páginas de los periódicos que elaboran las elites intelectuales.
La prensa literaria es un apéndice de este proceso, aunque no menos importante. Al tener
la literatura un escalón esencial en las estructuras identitarias y la conformación de una “cultura
propia”, al pertenecer a un campo cultural concreto, la prensa que se ocupa de ella no puede ser
menos que protagonista en un proceso de construcción nacional y regional. Así, la prensa literaria
resulta ser un nutrido referente de la construcción cultural y vocera de un proyecto de nación
republicana, sobre todo si se tiene en cuenta que el ámbito político –tan predominante en el
periodismo de esta época– permea prácticamente todas las demás expresiones periodísticas, desde
lo cultural y literario, pasando por lo económico y oficial, hasta lo judicial y religioso.
Con este trabajo intentamos precisar el papel que desempeña la Costa Caribe en la
construcción de nación colombiana y el favorecimiento de una literatura nacional que exaltó los
principios republicanos entre los años 1854 - 1886. En esta región, las publicaciones periódicas
literarias no están concentradas en una única plaza, a diferencia de zonas como Cundinamarca o
Antioquia, donde Bogotá y Medellín absorben prácticamente toda la producción cultural. Puede
que Cartagena, la llamada puerta de entrada de América, sea una de las ciudades que presente
mayor cantidad de publicaciones periódicas literarias, pero los textos de análisis se encuentran
repartidos a lo largo y ancho de la región Caribe, desde Riohacha hasta Panamá, lo que da cuenta
de una preocupación regional por la cultura y el acervo literario.
Para la obtención de las fuentes documentales se utilizó como referencia inicial el trabajo
de Uribe & Álvarez, Cien años de prensa en Colombia (2002), un ejercicio de catalogación que
nos resultó muy valioso para realizar un primer acercamiento al corpus. Asimismo, se realizó un
rastreo en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Colombia en Bogotá, que como biblioteca
central alberga un gran acervo de publicaciones periódicas del país. De cualquier forma, al realizar
un ejercicio de memoria es inevitable enfrentarse con el problema de la recolección de fuentes,
que por efectos del paso del tiempo se han extraviado o presentan en su materialidad algún tipo
de deterioro. Precisamente, pese a que algunas publicaciones se encuentran en los catálogos, ha
sido hasta el momento imposible su localización o no es posible acceder a la totalidad de los
números, como es el caso de algunas publicaciones cartageneras.
Por otra parte, el periodo elegido ofrece un escenario ideal para analizar las
preocupaciones más notables de los intelectuales de la época, tanto en la Costa como en otras
128
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
regiones: 1850 traía consigo una gran atmósfera revolucionaria, producto de los cambios políticos
y económicos que avizoraban los emergentes grupos de comerciantes y artesanos, a tal punto que
en 1854 tiene lugar la revolución Artesano-Militar, cuya derrota casi inmediata deja como
resultado “el inicio de una práctica reiterada de Frente Nacional expresada en la unión de
oligarquías liberales y conservadoras contra las acciones populares” (Tirado Mejía 119). Tras el
periodo de aparente calma, una hegemonía liberal sienta las bases del federalismo radical que más
tarde será abandonado en el año de 1886 con el proyecto regenerador. Numerosas guerras y
levantamientos dan cuenta de un cierto estado de inconformidad generalizado. Y sin embargo,
como apunta Jaramillo Uribe (1995), el país muestra una brillante época intelectual en medio de
un escenario tan convulsionado.
Hay que tener en cuenta que al hablar de “literatura nacional colombiana” se pueden
cometer imprecisiones en su denominación que resultan insoslayables. Puede parecer superfluo
el empleo de uno u otro término, pero en este caso decir “Colombia” o “colombiano”, en el siglo
XIX, significa una cosa bien distinta a la imagen que hoy en día surge. Hablamos de “literatura
colombiana” por cuestiones prácticas, pero en realidad la denominación que colmaba la época era
la de “literatura granadina”.
Colombia fue aquel gran “reino” perdido de Bolívar, y la Nueva Granada es apenas la
región resultante de su división en tres partes (siendo Venezuela y Ecuador las otras dos). En 1854
este territorio se llamaba República de Nueva Granada, en 1858 se llamó Confederación
Granadina y en 1863, por cuenta de la Constitución de Rionegro, pasó a ser Estados Unidos de
Colombia. Aunque tales cambios de nombre puedan resultar caprichosos o escondan movimientos
superfluos, meramente políticos o administrativos, en el afán por construir una identidad nacional
duradera y palpable, lo efímero de aquello que “se nombra” puede ser signo de una disparidad
mucho más saturada y profunda que solo la disputa bipartidista entre federalistas y centralistas.
En cuanto a la región Caribe, también allí hay vestigios de aquella disputa activa y
belicista por los dos modelos organizativos territoriales. Al ser el Caribe una región fronteriza y
por su condición de puerto de entrada, de intercambio de bienes e ideas, las condiciones viales en
la época la convirtieron en una suerte de filtro, de embudo nacional. Llegar a Bogotá desde la
Costa resultaba ser toda una odisea. Si Bogotá fue el epicentro de reproducciones de vida y cultura
europeas, esa capital que absorbió tantos y tan variados recursos materiales y humanos, es difícil
imaginar cuántos resquicios de esa cultura extranjera entraron por el Caribe y cuántos quedan en
los largos y tortuosos trayectos hacia el interior del país.
Resulta curioso que en los estudios históricos sobre el Caribe colombiano lo más común
es encontrar dos tendencias. De un lado, la historia económica y social; y de otro, la historia
migratoria. La primera se centra en puntualizar lo que Fernand Braudel y German Colmenares (y
en algo Jaramillo Uribe) consideraron importante, es decir, lo que se mueve en cifras. La segunda
inicia desde aquella particular mezcla de lo extranjero con lo regional (los apellidos extranjeros,
por ejemplo), la influencia de aquello en la construcción local y nacional. No cabe duda de que,
aunque con algunas bases analíticas previas, el interés por el Caribe colombiano se refleja en la
multiplicación de estudios a partir de la aparición de figuras prominentes del arte y la literatura
en el siglo XX, entre las que descuella García Márquez.
Pero lo que resulta más interesante es descubrir que fue la literatura –o el intento de
mantener publicaciones literarias– el cauce para tratar de construir “civilización”. La dicotomía
civilización/barbarie permea todo el siglo XIX colombiano, sin distinción regional. Para los años
en que nos ocupamos, el “regionalismo” encuentra sus raíces en la organización federal de la
República, acentuada durante los gobiernos liberales en el llamado Olimpo Radical (1863-1886).
Las publicaciones del Caribe dejan ver algunas de esas preocupaciones por competir cultural y
económicamente con otros Estados colombianos:
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
quedarse atrás, porque él está llamado a ser el principal Estado de nuestra República;
tanto por su posición topográfica, cuanto por su comercio i por muchas otras cosas.
I nosotros, que componemos la juventud istmeña, debemos ponernos en guardia,
para rechazar los inconvenientes que se presenten, i poder ser útiles en el porvenir.
(“Invitación para la formación de una Sociedad Colectiva”, Eco juvenil, No. 1, 20 de
Jul. 1876: 2)
[…] según mi impresión personal no son dañinas todas las consecuencias de las
sociedades políticas; el peligro en ella consiste en la ignorancia de los que las
componen, que por esta causa pueden ser fácilmente extraviados a sentimientos
coléricos y antisociales, pues es sabido que la cólera y la desconfianza o la suspicacia
son la tendencia generales de los espíritus incultos, así como el dominio sobre las
pasiones la primera muestra de lo que se llama civilización. (Camacho 83)
El uso de capital privado para generar transformaciones en los espacios y modos de ser
públicos es una fiel muestra del interés civilizatorio de la juventud encargada de mantener el
honor de la libertad conseguida en las luchas contra España. De ahí los esfuerzos de las sociedades
por exhortar a otros jóvenes a la ayuda intelectual y económica para sus periódicos. Es recurrente
leer en aquellas páginas la ineptitud e inactividad en la que ven los jóvenes a su país:
El caso del Eco Juvenil muestra cómo una asociación con fines culturales, la “Juventud
Unida”, usaba su periódico como órgano para difundir todas sus actividades: publican desde los
pormenores de las actas de sus reuniones hasta los movimientos de tesorería. El periódico era
también un medio de demostración pública de que efectivamente se desarrollaban las actividades
propuestas por la “Juventud Unida”, autodenominada Sociedad Literaria.
Y es que la literatura era una suerte de vía de acceso a otras actividades culturales e
intelectuales. Un periódico literario no sólo se dedicaba a la publicación de textos literarios,
disertaba también sobre la educación, la música, el teatro o la historia, y por supuesto la política.
82
Muchacho joven.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El interés por las bellas letras revela un gusto por todo aquello que se consideraba “culto” y
civilizado, pero que no encontraba un apoyo suficiente en el país. Es común encontrar
insatisfacción hacia el impulso que se da a la escritura, como lo expresa La Inspiración, de
Barranquilla: “A pesar de sus gastos no remunerados y de lo árduo [sic] que se hace en este país
la redacción de una hoja cualquiera, no hemos omitido esfuerzo alguno por seguir con nuestro
ensayo literario” (No. 13, 1 de feb. 1882: 1).
La designación de la labor de este periódico como un “ensayo literario” indica que se
veían a sí mismos como principiantes, pero también como incitadores, contra todo pronóstico, de
las bellas letras, como también lo muestran periódicos como El Estudio: “hemos podido al fin
llevar a efecto la publicación de un periódico literario, que sirva de sano abrevadero a toda
inteligencia que quiera ensayar sus fuerzas o derramar su luz sobre los horizontes sin límites del
universo intelectual” (“Prospecto”, El Estudio, No. 1, 1 de feb. 1879: 1). Varios de ellos harán
gala de las dificultades, en un intento por ensalzar sus propias voluntades: “La carrera de la letras,
porque abrigais las simpatías que abriga mi alma, es, sin duda alguna, la que presenta más
dificultades” (“Remitidos”, El Cachifo, No. 4, 31 de ene. 1875: 3). La lectura y escritura como
actividades del mundo civilizado habían sido propiciadas por la imprenta y, en ese sentido, era
considerada como el “sostén de las naciones”.
En tanto hay una falta de aquello que “caracteriza” a una nación, los periódicos literarios,
antes que ser órganos de difusión de las “letras”, se convierten en “manuales de instrucción”, en
observadores de la moral y costumbres públicas. Se aprestan a responder la pregunta popular
autoformulada: ¿Cómo se vive en la civilización? El uso del lenguaje literario para reseñar los
eventos importantes como las fiestas patrias, los certámenes en los colegios o los hechos históricos
evidencia otras dos cosas: la literatura es el medio para aleccionar y domesticar a la barbarie, pero
también –para usar los términos de Foucault– el dispositivo de control de la sociedad sin
instrucción.
Los principios de la Revolución Francesa y la República son salvaguardados por aquellos
que han recibido la debida instrucción. La libertad de prensa se consagra en la afirmación de los
sujetos educados. Quienes elaboran los periódicos se embarcan en la aventura de exhibir dos de
sus patrimonios: el intelectual y el económico. Pero en esa aventura no participa, en la Colombia
de entonces, ninguno de los grupos sociales populares. Uno de los episodios más interesantes de
la revolución Artesana de 1854, es la rápida y decidida respuesta militar en ofensiva contra el
aparente gobierno popular del general Melo, cuyo ingrediente particular es la unión de
conservadores y liberales en “defensa de la legalidad”. Esto llevó al poder a algunos de los más
prominentes políticos de las filas de ambos partidos. Y lo que siguió en la historia fue el intento,
a veces desesperado, por evitar que algún caudillo arrebatara las pretensiones de las oligarquías
republicanas, como el caso del general Mosquera.
El periódico El Manzanares dibuja de manera muy interesante el panorama: la Costa era
federalista, excepto algunos enemigos guajiros y los panameños “traidores” (se decían federalistas
pero apoyaron las fuerzas gubernamentales); Bolívar y Magdalena apoyaban al general Mosquera
que avanzaba desde el Cauca mientras Arboleda viaja desde Europa para hacerle frente a la carrera
militar del caudillo.
Epílogo (conclusiones)
131
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
No deja de ser sorprendente el enorme influjo de “lo europeo” en cada ámbito costeño, y
cómo éste permea casi toda la estructura social, tejiendo sus relaciones políticas y manifestaciones
artísticas. El progreso y desarrollo se asocian a los principios consagrados en la Revolución
Francesa y al modo de vida de las naciones republicanas de Europa occidental. En este sentido,
todas las demás cosmovisiones y manifestaciones populares que se consideran “bárbaras”, o que
no encajan en un proyecto republicano así, son segregadas, eclipsadas o silenciadas.
El insistente clamor que corre por las páginas de los periódicos, en relación con la
dificultad de llevar a cabo sus empresas, se muestra como un intento por ensalzar esa labor
“civilizadora” de las elites. Sin embargo, el carácter tan efímero de las publicaciones no solo
corrobora su discurso, sino que advierte de la enorme voluntad que tuvieron por usar la prensa
como el instrumento para articular un proyecto de nación republicana.
Un paneo inicial a las publicaciones caribeñas muestra las enormes diferencias
cualitativas entre unas y otras. Aunque son enormes las similitudes lingüísticas y los propósitos
políticos que articulan la prensa de estos años, aquellas disparidades exaltan la variedad,
complejidad y exotismo del vasto territorio caribeño colombiano, lo que hace tan interesante una
aproximación analítica de este tipo.
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133
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Katia Viera
Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana / Universidad de La Habana
83
Mayra Montero: Como un mensajero tuyo, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2001.
84
Siempre que me refiera en el texto a ficción, estaré apuntando hacia la reinterpretación de la historia a través de
recursos textuales que le son particulares a la ciencia literaria, como por ejemplo: el narrador, los personajes, las
descripciones poco objetivas de los ambientes.
134
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Diez años más tarde de la aparición del libro de Menton, Fernando Aínsa, en Reescribir el
pasado: Historia y ficción en América Latina, agregó de manera muy lúcida otros elementos a partir de
los cuales puede analizarse una nueva novela histórica. En el mencionado libro apunta los siguientes
aspectos:
Tanto las clasificaciones de Menton como las de Aínsa son válidas para el análisis de una nueva
novela histórica. Puede verse uno y otro modelo como complementarios; uno no excluye al otro. De
hecho, la textualidad histórica del discurso de la que habla Aínsa establece una estrecha relación con la
intertextualidad que propone Menton. Estas dos características tienen un común objetivo: utilizar el
texto histórico como sustento para la narración. Otro tanto sucede con la multiplicidad de puntos de
vista (Aínsa) y lo dialógico (Menton) ya que a través de diversas perspectivas se enriquece el discurso
de una novela. Estos investigadores en sus clasificaciones consideran a la parodia como un principio
estructurador de la nueva novela histórica. Este recurso se concibe a partir de la existencia de un texto
que pueda criticarse, deconstruirse. El carácter metaliterario e intertextual de esta produce un discurso
bi-textual, dialógico relacionado con un texto que intenta provocar autorreflexión, autoconocimiento,
transgresión crítica, subversión ideológica.
La nueva novela histórica de América Latina y el Caribe ofrece una visión crítica del pasado;
permite reconocer al héroe desde su instancia más vital; se sustenta a partir de una documentación
85
Autores como Seymour Menton, sitúan el inicio de la Nueva Novela Histórica con El reino de este mundo, de
Alejo Carpentier, es decir, en 1949. Otros autores -Aínsa, por ejemplo- alejan más el tiempo y colocan el comienzo
alrededor de 1970.
135
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
histórica o desde la invención; se diluye en un tiempo histórico y otro ficcional; permite la confluencia
entre lo histórico/cotidiano y lo simbólico/real; y relee la historia a partir de las necesidades del presente.
♦
Todas las nociones teóricas esbozadas anteriormente son constatables en Como un mensajero
tuyo. Esta novela constituye una reinterpretación del histórico e incierto suceso de la explosión, el 13
de junio de 1920, de una bomba en el Teatro Nacional de La Habana, a partir de la cual desaparece
anónimamente el cantante italiano Enrico Caruso, quien en ese momento interpretaba la ópera Aída, de
Giuseppe Verdi. A través de una prosa fragmentada en diversas partes –pero construida coherentemente
y relacionada con la multiplicidad de puntos de vista de un mismo fenómeno y del propio caos que creó
este acontecimiento en el imaginario de personas de los años 20, y que pervive en los 50 y hasta en los
70–, el discurso total de la novela adquiere relevancia formal y estilística. Ella está relatada por distintas
voces narrativas dentro de las cuales sobresalen dos: la de Aida Petrirena Cheng, aquella bella joven
cubana, mulata y achinada, amante de Caruso, y la de su hija Enriqueta Cheng, quien escribe
cuidadosamente y “tal como dicta” su madre, la “detallada” historia que se le va narrando.
Este relato histórico –que resulta provechoso desde el punto de vista ficcional, pues creó en su
momento un ambiente de confusión, misterio y hubo muchos detalles nunca develados, ni revelados,
de los cuales se aprovecha magistralmente Mayra Montero–, parece ser utilizado en la novela solo como
plataforma para esbozar situaciones más trascendentes; como por ejemplo, los dilemas de la verdad, de
lo verosímil, de lo “realmente” histórico, de la vida cotidiana sesgada por aquel acontecimiento a partir
del cual, como muy bien apunta uno de los personajes de la historia, “a largo plazo, el que más y el que
menos salió de allí con su cadáver a cuestas”.86
Como si todo ello fuera insuficiente, este entorno narrativo propicia, además, la creación de un
ambiente culturalmente complejo, pues son presentados algunos elementos que tipifican y definen la
imagen de una Cuba esencialmente caribeña. Aquellos toman nota de la cultura profundamente mestiza
que aquí pervive, de la pluralidad lingüística, del desconcertante y diferenciado entorno natural caribeño
y del europeo, de la religiosidad. De manera que la historia central que está dada por el suceso de la
bomba que acabaría con Caruso en 1920, se subordina a otras que le van dando cuerpo y sentido a lo
que significa un suceso aislado; se va haciendo una historia cultural a partir del imaginario de las
diversas personas que estuvieron involucradas desde distintas posiciones con este fenómeno.
En esta compleja narración, la confluencia entre los lugares históricos y los simbólicos puede
ser dividida a partir de los tres personajes protagónicos de la novela. Sería posible pensar que existen
entre Aida, Caruso y Enriqueta dos instancias espaciales que los definen e identifican: la del entorno
físico, dividida en interior y exterior y la del entorno simbólico, marcado por los deseos de cada uno de
estos personajes. Aida y Caruso poseen en común el espacio físico interior de la cocina del hotel
Inglaterra, cerrada en sí misma, donde comenzó toda una larga, misteriosa, y silenciada historia de amor
que perdura hasta casi el momento de la muerte de ella. El otro espacio que les es afín es el de los
exteriores, el de La Habana, Matanzas, Santa Clara, Trinidad. Es en este espacio abierto donde la
historia se proyecta hacia fuera, sale al público. Los lugares simbólicos de ambos van en sentidos
opuestos: el de Aida está enclavado en su memoria, capaz de reconstruir antes de su muerte la historia
que marcó su vida. El espacio simbólico de Caruso está en el regreso a Nápoles, ese lugar donde pasó
su niñez y que es recordado desde Regla: “le parecía mentira que, en un pueblo tan lejano y negrero
como Regla, él hubiera encontrado nuevamente aquel sabor, el alimento de su infancia”87
Por su parte, el espacio interior de Enriqueta Cheng está marcado por la casa, un ambiente
cerrado, desde el cual su madre relata una historia también encerrada en sí misma; mientras que, el
espacio exterior está representado por los testimonios ofrecidos, los cuales, sin duda alguna, intentan
establecer una apertura y un enriquecimiento del relato de Aida. Parece ser que el espacio simbólico de
Enriqueta es la escritura misma de la historia de su madre y la de los personajes testigos; y la suma de
estos dos núcleos ficcionales es la que le permite a Enriqueta saber que era “la parte más importante de
lo que ocurrió, el fruto de esa locura, de esa bomba que revolvió a La Habana entera.”88
86
Mayra Montero: Ob. cit., p. 153.
87
Mayra Montero: Ob. cit., p. 80.
88
Mayra Montero: Ob. cit., p. 184.
136
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
(…) “un hombre […] me confió que el Commendatore había huido a Regla, a ese pueblo
de brujos y santeros, el último lugar donde a nadie se le ocurriría buscarlo. De allí viajó a
Matanzas y estuvo en la laguna de San Joaquín, una laguna que se suele usar para despojos
y limpiezas, y sabe Dios qué otros oscurantismos. ¿Se imagina al divo Caruso
desnudándose entre babalawos, cantando con ellos y permitiendo que le pasaran una
paloma por la entrepierna?”89
Este comentario, que sin dudas, delata el tono despectivo y desacralizador de quien lo emite,
resulta altamente significativo si se contrasta con la visión que de este fenómeno ofrece Aida, que creía
en estos rituales y para quien Caruso estaba adaptándose muy bien a la situación que era impuesta por
los orishas de la religión. Ella misma después del despojo que se le hace a Caruso cuenta: “Pensé que
Enrico iba a estar quejoso o triste, pero fue todo lo contrario, parecía más tranquilo. Por el camino, de
regreso me preguntó qué era el aché, y le contesté que era la bendición, la fuerza fina, la maña que a
cada cual le daban los orishas.”90 Si este fragmento se extrae fríamente de su contexto, no se entendería
a cabalidad por qué se asume que Caruso se interpenetra en este mundo. Sin embargo, apenas en cinco
líneas más abajo, Aida hace contrastar la actitud de Caruso y la de Zirato, uno de sus asesores italianos:
“Le vi [a Zirato] en los ojos que se asombraba de vernos tan mojados, y a Enrico quemado por el
sol.”91 Por tanto, hay dos posiciones claramente diferenciadas entre estos dos italianos, uno que ha
tocado el fondo del ambiente cubano y para el cual el despojo espiritual ha sido natural; y otro que ha
estado en las afueras del ambiente habitual de Cuba y no entiende nada de lo que pasa; es decir, frente
a la tranquilidad del primero, se proyecta el asombro del segundo.
Aquellas imágenes degradadas de Caruso –las cuales por añadidura toman nota de los procesos
de aplatanamiento del personaje italiano–, son modificadas por la propia Aida que lo presenta, desde
dentro, como un hombre sentimental, sensible, entregado a los placeres y a la intensidad del amor que
ella le brinda. Esta contraposición de perspectivas entre Aida y los testimoniantes es la que permite que
el personaje de Enrico sea matizado y que se le perciba como a un ser humano flexible, que vive y
padece como otro cualquiera y que, además, ha sido envuelto por un espacio capaz de refuncionalizarlo
todo, incluso a él mismo.
Por otra parte, la novela alude explícitamente a textos de Guiseppe Ungaretti, la ópera Aída, los
cantos y cuentos yorubas y a artículos aparecidos en revistas y periódicos de los años 20. Estos recursos
intertextuales permiten establecer conexiones entre el texto total de la novela –aquel que es escrito por
Enriqueta a petición de su madre y el que es transcrito por ella misma a partir de los testimonios de los
testigos– y la partitura de la composición de Verdi, las tradiciones yorubas y el epílogo. Todos ellos
evidencian la interconexión entre la historia y sus paratextos, los cuales tributan al contenido alegórico
y cultural de la novela. Se establece un paralelismo simbólico entre la historia de la ópera Aída, y
algunos de los mitos y leyendas del panteón afrocubano, lo cual se hace explícito en los comentarios
del babalawo Calazán cuando escucha el resumen del argumento de la obra que hace el propio Caruso.
El carácter trágico de la figura de este último es detallado por las premoniciones de los santos de aquella
religión: al llegar a La Habana, su destino ya había sido adelantado por los orishas. De esa manera,
estética y ficcionalmente, se va actualizando, detallando, releyendo y recreando, desde el presente, un
discurso oficial que tiene como protagonista al ilustre tenor italiano Enrico Caruso. Sin embargo, si se
da un paso más allá en el análisis, se detecta el interés del discurso total del relato por recrear el ambiente
culturalmente complejo en el que se dan cita las diversas acciones de la novela: el Caribe.
89
Mayra Montero: Ob. cit., p. 72.
90
Mayra Montero: Ob. cit., p. 124.
91
Ídem.
137
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Este texto, además, a la manera del propio ambiente caribeño que recrea, posee una diversidad
de modos de expresión en la que se presenta el testimonio, la entrevista, la noticia, la crónica, la
narración en primera persona, el canto religioso, el cuento mágico de las prácticas religiosas de origen
africano y chino, el comentario de un hecho cultural mundano; todo ello combinado a partir de las dos
instancias lingüísticas principales: el discurso oral y el escrito.
♦
En Como un mensajero tuyo, Mayra Montero, sin apartarse de la narrativa histórica, se escuda
en una acontecimiento que presenta una verdad historiada y reconocida, para ofrecer un texto marcado
por la sublimidad del lenguaje y de las imágenes. Texto que se hace verosímil –a la manera de la Crónica
de Indias– gracias a los testimonios de algunos testigos involucrados en el acontecimiento, a las
pormenorizaciones de lugares y sucesos; a las enumeraciones detalladas; a la exactitud de las fechas.
Sin embargo, es lícito pensar que el desarrollo vertiginoso de la ficcionalización de la historia en el
contexto caribeño se dirige hacia una preocupación más amplia que no solo está en recrear un período
histórico concreto o un hecho aislado. Esas preocupaciones van encaminadas a la búsqueda y afirmación
de una identidad propia a partir de las esencias más profundas de la cultura caribeña.
Parece ser que la narrativa histórica contemporánea, nacida de una profunda crisis de la
representación, ya en la literatura, ya en la historia, busca distintas formas para reflejar su problemática
relación con lo real. Por ello, en Como un mensajero tuyo las imágenes concretas de la historia
oficializada se subordinan a la presentación de ideas filosóficas y simbólicas que tienen como
protagonista a un espacio cultural múltiple inundado de mestizajes, plurilingüismo, caos, fragmentos,
relaciones dramáticas entre los paisajes caribeños y europeos; y, también, a un espacio desbordado de
pasiones y energías.
La variedad de los elementos que enriquecen esta narración es la misma con que está compuesta
la isla; resultado de la llegada de distintas culturas, intersección de numerosas civilizaciones. Aquí se
combinan virtuosamente elementos de los mitos y leyendas de origen africano y chino, junto con
aspectos sociales que señalan el interés hacia las múltiples creencias que conviven en Cuba, elemento
este imprescindible para acercarse a la comprensión del país y del entorno caribeño. Todas las
estructuras estético-narrativas de esta novela histórica posmoderna, a saber: reinterpretación de la
historia, simultaneidad de tiempos, multiplicidad de puntos de vista, diversidad de modos de expresión,
ficcionalización de personajes históricos, intertextualidad, espacios yuxtapuestos, distorsión de la
historia a partir de omisiones; confluyen en la creación y construcción de una imagen del Caribe desde
una realidad histórica cubana muy particular.
En esta novela, impresiona –como en toda verdadera obra artística– la construcción de un texto
en el que se reconoce el contenido histórico y ficcional del relato, al héroe desde su instancia más vital,
la confluencia entre lo histórico-cotidiano y lo simbólico-real, la relectura de la historia a partir de las
necesidades del presente; pero en el que también y sobre todas las cosas, confluye armónicamente un
distinguido tenor italiano que canta ópera a la vez que, cantos rituales de origen africano junto a
babalawos cubanos; un hombre que canta en italiano, y luego lo hace en lengua ritual africana. Sin duda
alguna, subyace en este texto histórico-ficcional una imagen del Caribe plural, espacio que es capaz de
asimilarlo todo y de refuncionalizarlo a su antojo, lugar que es a la vez nuestra casa, nuestro sufrimiento,
nuestro jardín invisible.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Resumo
Este artigo tem como objetivo analisar 2 poemas (Me gritaron negra e África Negra) das
poetisas Victoria Santa Cruz (peruana) e Lucrecia Panchano (colombiana). Esses poemas narram
o eu-lírico sobre o grito de liberdade na abertura de espaço para as mulheres negras, crioulas,
pobres e latino-americanas, havendo uma ruptura com o mundo do colonizador. Este trabalho se
embasou através da tendência literária pós-colonialista e dos teóricos Bhabha (1994), Hall e Gay
(2003). A poesia pós-colonialista descreve a luta de um povo contra as situações de opressão, a
revolução crioula gerou um movimento popular com mensagens revolucionarias, devido à
ausência de voz na sociedade e desiludidas com o governo e com as péssimas condições sociais.
Procurando relacionar os poemas à época, criando pontos de ligações entre os poemas aos
acontecimentos de sua geração, como a cultura, a política e o social. Demonstrando através da
identidade do oprimido às circunstâncias sociais e conscientes de seu dever de fazer o bem-
comum, comunicando suas percepções críticas sobre a realidade do seu povo.
Palavra-chave: Identidade Crioula. Cultura. Literatura.
Resumen
Este artículo tiene como objetivo analizar 2 poemas (Me gritaron negra y África Negra)
de las poetisas Victoria Santa Cruz (peruana) y Lucrecia Panchano (colombiana). Esos poemas
narran el yo-lírico sobre el grito de libertad en la apertura de espacio para las mujeres negras,
criollas, pobres y latino-americanas, teniendo una ruptura con el mundo del colonizador. Este
trabajo se basó a través de la tendencia literaria poscolonialista y de los teóricos Bhabha (1994),
Hall e Gay (2003). La poesía poscolonialista describe la lucha de un pueblo contra las situaciones
de opresión, la revolución criolla generó un movimiento popular con mensajes revolucionarios,
debido a la falta de voz en la sociedad e iludidas con el gobierno y con las pésimas condiciones
sociales. Buscando relacionar los poemas a la época, creando puntos de conexiones entre los
poemas a los hechos de su generación, como la cultura, la política y el social. Demostrando a
través de la identidad del oprimido a las circunstancias sociales y conscientes de su deber de hacer
el bien-común, comunicando sus percepciones críticas sobre la realidad de su pueblo.
Palabras-clave: Identidad Criolla. Cultura. Literatura.
Introdução
Este artigo tem como objetivo analisar os poemas Me gritaron negra e África grita,
poemas de Victoria Santa Cruz (peruana) e Lucrecia Panchano (colombiana). Estes poemas
narram o eu-lírico sobre o grito de liberdade das mulheres negras, crioulas e latino-americanas.
92
Aluno do mestrado em Letras: Estudos Literários pela Universidade Federal de Piauí. Professor da
Universidade do Estado do Piauí-UESPI. email: [email protected]
93
Orientador, professor e doutor da Universidade Federal do Piauí-Brasil-UFPI. email:
[email protected]
140
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Este trabalho se fundamentou através da tendência literária pós-colonial, tendo uma ruptura com
o mundo do colonizador, como tema central a voz do oprimido através da identidade latino-
americana. Como também das teorias de Bhabha (1994) e Hall e Gay (2003).
As poetisas Victoria Santa Cruz e Lucrecia Panchano revelam em sua poesia de cunho
político-ideológico da incessante busca da essência da politização. No geral, a simplicidade da
vida em sociedade com o ambiente político é a base de seu proceso criativo.
A poesia de resistência evidente descontente com a caminhada da sociedade e, através
das estratégias da metalinguagem, demonstra os problemas existentes entre a linguagem e a
realidade. Há, na poesia esta luta de espaço e voz, sua arte contesta o caos das realidades vividas
nos seus países: as desigualdades sociais geradas pelos excessos dos colonizadores, como também
do machismo. Suas experiências se refletem no objeto de sua criação.
O objetivo deste estudo é marcar o discurso ideológico das poetisas no contexto histórico
vivido por elas, de acordo com seus textos poéticos, porque sua poesia é filosoficamente capaz de
uma nova verdade, fruto de sua realização imaginação e seu processo criativo. Compreender a
poética específica e suas concepções ideológicas, o olhar sensível que dirige as coisas simples da
vida que, por sua vez, levam o leitor a reflexões profundas sobre a mulher e sua busca. Para tanto,
serão eleitos textos poéticos, a fim de identificar através da metalinguagem, a constituição do
significado de seus poemas.
Assim, os poemas que serão analisados aqui, seguem uma ordem que as autoras, em seu
processo criativo, desconstroem para criar, ou melhor, resignifica as suas experiências de suas
preocupações e permite, através do texto, o diálogo com o leitor que está estudando o texto como
um centro de referência para várias ações de constituição de sentido, incluindo a ação criativa das
autoras não necessariamente têm uma posição de prioridade.
O debate pós-colonial
141
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Liberdade não é algo que você possui, conquistá-la, é a condição humana, sempre e
quando nós humanizemos, a nossa condição é superada, alienada ou crítica. Liberdade é
pertencente ao tema, é como se uma célula é inserida no corpo humano, de modo que a natureza
livre mediante a superação de suas próprias limitações propostas por um sistema ultrapassado.
Sem a natureza humana, é o próprio homem, o livre arbítrio, que determina sua própria a sua
existência. Liberdade qualifica a independência humana, autônoma e espontânea.
Contraditoriamente a realidade vivida, o existencialismo não acredita no poder da paixão.
Compreendendo o fenômeno pertinente ao lugar da mulher dentro do mundo acadêmico
poderíamos nos preguntar de que maneira a produção literária latino-americana retoma esta
representação de si mesma para, ao praticar esses espaços, situar-se dentro de um mundo marcado
pelas correntes migratórias.
A partir dos anos 80 a cultura latino-americana volta à figura negra como estratégia para
entrar no mercado da arte e de passagem revitalizar, armados da pertinente carga de experiências
periféricas, o imaginário de uma cultura ocidental agônica. Em uma interpretação de Victoria
Santa Cruz e Lucrecia Panchano, nada alheia à postura pós-colonial, para a qual estes poemas são
sinais de resistência. Seguindo esta lógica, sua inserção como objeto de mudança na dinâmica do
mercado denota fraqueza e traição. Curiosamente, dita fraqueza ocorre no momento em que as
letras dos poemas tomam para sim aqueles traços da barbárie que significaram o fundamento ou
de sua exclusão ou de sua entrada a uma outra modernidade.
Porque o olhar daquela tentativa se separa das convicções logocêntricas e eurocentristas.
Porém, sobretudo, porque as poetisas se distancia da crença em um cânon quase sagrado como
fundamento da cultura ocidental. O ponto é a estratégia de inserção delas dentro da cultura
ocidental e a maneira em que se junta às polêmicas acerca da identidade, a modernidade e o
mercado.
O pós-colonial como um fenômeno discursivo estratégico, como resultado de um
pensamento pós-moderno e pós-estruturalista. Assim, trata-se de uma reescrita do discurso do
centro e além disso de uma reescrita do discurso da periferia, de um contra-discurso como
discurso subversivo, de reflexão e de tipo crítico, criativo, híbrido, heterogêneo.
A periferia, por seu carácter subalterno, nunca pode fazer a história e por isso somente
ficaram duas opções: por um lado o isolamento e a resistência, e por outro a aceitação reprodutora.
A questão da identidade é um aspecto muito importante na cultura latino-americana, e o problema
de identidade é ao fim uma reclamação de ser reconhecido, de obter uma voz e um espaço.
O pós-colonialismo é uma reação e resistência diante à colonização, ao etnocentrismo,
ao eurocentrismo, à hegemonia cultural, e trata de construir e estabelecer uma identidade latino-
americana. No entanto, este não é um problema próprio da região, senão um problema eterno até
hoje. De todas formas se replanejou no nosso continente e outras partes do mundo no final do
século XX, como reação aos fenômenos de globalização.
A literatura é uma ferramenta para interpretar, porém também reescrever a história, ou
seja, que a literatura interage com a realidade. Seja real ou fictícia toma parte da história e reflete
discursos literários, políticos, econômicos e culturais, mas também os utiliza e os modifica.
Dentro de cada discurso um autor tem o poder de definir a realidade e escrever a história, no
entanto a literatura, por ser ficção, pode tomar papel como contrapartida do poder.
Tradicionalmente, foi o mundo ocidental o que possuiu o poder de escrever a história e definir o
desenvolvimento da mesma e por isso a história sobre o terceiro mundo, em grande parte, está
escrita por um operador externo. Quijano declara que
142
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Conforme o que foi citado por Quijano, a violência epistêmica, orquestrada, estendida e
heterogênea estratégia de construir o sujeito colonial como outro, é parte dessa maneira de
controlar ao subordinado sem violência física, senão através das mentes dos colonizados.
As consequências diretas da colonização são conhecidas, tanto as culturais, como as
econômicas e as sociais, mas as consequências ao longo prazo e as derivadas da descolonização
ficaram mais na sombra. Com o pós-colonialismo, as consequências pessoais dos colonizados
receberam mais atenção e essas teorias investigam como a história criou identidades pós-
coloniais, as quais estão em contraste com as identidades do poder. Podemos ver uma segunda
colonização que toma lugar na mente e consiste em controlar a consciência dos colonizados e
alterar sua cultura para sempre. Estas relações de poder influem em toda a sociedade e constroem
superiores e subalternos em todos níveis. Trata da identidade masculina por cima da feminina, os
adultos por cima das crianças, e o moderno ou progressivo por cima do tradicional ou selvagem
por exemplo.
143
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
único lugar de enunciação. Assim, a leitura a partir dessa perspectiva de transferência, quando o
Ocidente retorna a própria razão, após longos períodos de relações coloniais, podemos ver como
a modernidade e a pós-modernidade têm sido de uma perspectiva marginal, a cultura da diferença.
De acordo com Bhabha afirma que
A poetisa Victoria Santa Cruz é uma Expoente da arte peruana; é compositora, coreógrafa
e desenhista, com destaque na arte afro-peruana e no combate contra o racismo. Ela Participou,
em 1958 (com seu irmão, o famoso poeta Nicomedes Santa Cruz), no grupo Cumanana.
Há uma sutil forma de discriminação e racismo para negros e índios. Foi em 1960, que
Victoria Santa Cruz e o seu irmão Nicomedes iniciaram o movimento da negritude desde as
atividades artísticas. Victoria é um poeta, escritora e filósofa afro-peruana.
Escreveu esta poesia a partir de sua experiência pessoal como uma extensão do
entendimento e encontrar força interior para enfrentar o racismo hostil, como é demonstrado no
poema:
Me gritaron negra
Tenía siete años apenas,
apenas siete años,
¡Que siete años!
¡No llegaba a cinco siquiera!
144
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Y pasaba el tiempo,
y siempre amargada
Seguía llevando a mi espalda
mi pesada carga
¿Y qué? ¡Negra!
Sí ¡Negra!
Soy ¡Negra!
Negra ¡Negra!
Negra soy
¡Negra! Sí
¡Negra! Soy
¡Negra! Negra
¡Negra! Negra soy
De hoy en adelante no quiero
laciar mi cabello
No quiero
Y voy a reírme de aquellos,
que por evitar – según ellos –
que por evitarnos algún sinsabor
Llaman a los negros gente de color
¡Y de qué color! NEGRO
¡Y qué lindo suena! NEGRO
¡Y qué ritmo tiene!
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
145
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Nesse poema, ela teve a noção real do que significa ser afrodescendente e
especificamente: afro-peruana. Isso vai além do fato concreto de descender da África até a auto-
atribuição a uma identidade associada com uma determinada herança cultural. Isso pode traduzir-
se em ter, ou não, uma pele mais escura, mas não é só isso. Significa, acima de tudo, assumir uma
identidade política. Uma identidade política, pois envolve a tomar posição, apropriando-se de um
conceito e separar de outro que lhe colocam desde sempre pejorativamente: o negro nunca é o
bom ou o bonito, que é o sujo, o ruim, o feio.
A percepção que as experiências de discriminação entre as afrodescendentes são
diferenciadas, porque elas respondem a diferentes estereótipos. Há uma lógica perversa de
estereótipos que se reforçam nos meios de comunicação.
Por um lado, haverá diferenças de acordo com os níveis de negritude, o que se aproxima
ao branco é mais bonita, melhor e estilizada, enquanto o que mais se aproxima ao negro, que
podemos imaginá-lo. As características físicas associadas à afrodescendência fazem a diferença
na experiência pessoal de discriminação.
A letra é tão profunda. É uma reflexão sobre a experiência de tornar-se realmente negra,
ou seja, ter a consciência de sua identidade própria. O retrocesso e a vitimização são os primeiros
portos seguros. Depois foi se recompondo, afirmando a identidade, descobrindo-se, olhando-se
com toda a dignidade e respeito no espelho e nos outros. Ela se reconhece como negra, encontra
a sua identidade.
Não é o suficiente para reconhecer-se, é necessário que a sociedade reconheça. É preciso
desafiar esta socialização dominante que leva as mulheres a responder aos padrões de beleza
ocidentais. É de fundamental importância visualizar as experiências cotidianas de exclusão, já
que, infelizmente, são constantes e não isoladas, como muitos acreditam. É necessário que as
mulheres começam a desafiar os movimentos sociais para que se incluam as reivindicações, lutas
e necessidades, para começar a enfrentá-las desde o entorno delas até a sociedade inteira.
Já Lucrecia Panchano é uma professora sem titulação e poeta de costumes colombianos,
nascida em Guapi, Cuaca, Colômbia. É considerada, além disso, também, como uma historiadora
da Região do Pacífico colombiano, pelos conteúdos dos seus poemas, que narram as tradições
culturais da população afrodescendente dessa região. Escreveu versos que falam da vida, do
sofrimento e a redenção da comunidade afro-colombiana. Os textos de Lucrecia têm o tom rural
e exploram as vidas das mulheres da região e seus valores. Vejamos o poema:
África grita
En nuestra fisionomía, pelo y piel, África grita
Grita en la mescolanza de la pigmentación.
Grita en el alma, allí donde lo noble de todo ser habita.
Y hace eco, en los vericuetos de la imaginación.
África grita en las mil voces del ancestro
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Neste poema, ela escreve à sua etnia, ao povo afro, aos seus antepassados, à Tunda, à
mulher, à paz, ao amor, a ela mesma. Seus versos são canções, cantos que exorcizam o seu
desconforto com o racismo, com a guerra. A afrodescendência é a inevitável consanguinidade que
transcende distâncias e fronteiras.
Esta transformação da estética e cultural objeto ontológico e sujeito histórico, ela
consegue através de uma sobreposição curioso das datas, das batalhas, dos fatos, dos nomes
específicos com um mítico, lirismo quase animista encerrando detalhe concreto para espaços
interiores. Estende-se para além do mundo subjetivo e para uma cosmovisão muitas vezes
compartilhada com outras escritoras da diáspora africano. Lucrecia, em África grita, constrói uma
superfície onde a política e a poética da identidade podem ser vistas sob uma nova perspectiva. A
identidade surge, portanto, como um movimento perpétuo, do passado histórico para o futuro, em
um contínuo formado pelos os elementos da negritude, da religião e da Colômbia, dominadas por
elementos coletivos e nacionalistas.
No poema se vê uma proposta política de identidade, abordando questões como a
sexualidade feminina e prazer das mulheres; a viagem transcultural da África para a América, o
exílio e retorno para a cultura ancestral; também enfoca sobre o papel social das mulheres negras;
como esposa, mãe e filha na família, o envolvimento de ascendência africana na transformação
política e social.
A mulher afrodescendência, através da literatura e da poesia, afirma-se como a
protagonista da história que se baseia na sua vida cotidiana; histórias que deviam ser expostas,
promovidas e publicadas para ajudar o auto-reconhecimento dos seus valores: como mulher e
como negra. As mulheres afro-americanas têm historicamente lutado por seus espaços, para serem
respeitadas como sujeitos e protagonistas de sua mudança, através das diferentes organizações de
luta em que participam para conseguir o respeito pelos seus direitos.
Considerações finais
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
colonizadores. São utilizados para criticar o trato dispensado às minorias étnicas por parte de
quem está no poder; a literatura foi o meio empregado para problematizar alguns aspectos sociais
que foram motivo de preocupação por séculos, e mostrou também as valorações sociais, políticas
e culturais desenhadas entre as linhas defendidas nos seus poemas.
Através dos versos tentou apresentar um status mítico para a etapa crítica da história
perdida. A poesia e o pensamento de participar nesta preocupação, já que a atividade de esperança
existe e existirá para defende a identidade negra latino-americana. No entanto, enquanto a utopia
é um lugar nas ideias, a defesa e a resistência são fenômenos históricos. Da mesma forma, a luta
abriu a ideia da crítica no mundo e seus processos. Os poemas trataram de renovar, não só de
enunciar uma visão do mundo, mas para voltar para reprogramar agendar uma realidade imediata.
Bibliografía
148
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Introducción
De Aimé Césaire a Patrick Chamoiseau, pasando por Édouard Glissant y Maryse Condé,
muchos son los escritores del Caribe francófono (Martinica y Guadalupe) que emprendieron una
labor de reescritura de la historia y de la memoria de la esclavitud: de Césaire podemos citar
Cahier d’un retour au pays natal, La tragédie du roi Christophe y Et les chiens se taisaient; de
Glissant, las novelas Le quatrième siècle, La case du commandeur y Sartorius; de Maryse Condé
se puede mencionar Ségou, Moi, Tituba... sorcière noire de Salém y de Patrick Chamoiseau
podemos evocar Un dimanche au cachot (2007), L’esclave vieil homme et le molosse (1997) y
Texaco (1992).
Glissant indaga si la historia de la esclavitud no sería la historia de una neurosis, donde
el tráfico sería el trauma, la represión podría considerarse la intención de realizar el olvido; los
delirios habituales serían los síntomas y el rechazo de volver a “estas cosas del pasado” sería una
manifestación del regreso de lo reprimido (Glissant 1981a 133).94 Podemos recordar que, según
Freud, en la medida en que el hecho fue olvidado (reprimido) es que va a presentar un valor
patogénico. El redescubrimiento del recuerdo y su expresión producen una descarga emocional
que Freud designó como abreacción, proceso que conlleva un efecto catártico. La neurosis afecta
a las personas hasta hoy y la literatura tiene el importante rol de estimular la reflexión.
No, nunca hemos sido amazonas del rey de Dahomey, ni príncipes de Ghana con
ochocientos camellos, ni doctores en Tombuctú siendo rey Askia el Grande, ni
arquitectos en Djenné, ni Madhis, ni guerreros. No sentimos en la axila la comezón
de los que antaño blandieron la lanza. Y ya que he jurado no ocultar nada de nuestra
historia […] quiero confesar que siempre fuimos bastante mezquinos lavaplatos,
limpiabotas sin envergadura, y en los mejores casos, brujos bastante concienzudos y
94
Es de mi responsabilidad la traducción de todos los textos cuyas referencias están en francés.
150
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El único record que los negros esclavos superaron fue el de la resistencia; Césaire usa la
misma palabra que Faulkner al designar la actitud de los negros: “endurer”, “to endure”, en
español, aguantar. Sin embargo, conocer el pasado de gloria de África reconforta al joven poeta
negro que sólo había conocido el lado de la miseria y de la alienación colonial.
Una generación después, Maryse Condé también descubre su identidad antillana en París
al leer justamente Césaire y Frantz Fanon. Al escribir su primera novela, Hérémakhonon (hoy
publicada con el título de En attendant le bonheur), Condé realiza un nuevo regreso a África. En
el caso de Condé, la ida a África no ocurrió sólo en la ficción sino también en la vida real, como
se puede leer en su reciente autobiografía La vie sans fards. La obra de Césaire y su regreso mítico
a África recorren de punta a punta la obra de Condé. La protagonista de Hérémakhonon se
enamora de un africano cuyos ancestros no fueron esclavos, un puro, no contaminado por el
mestizaje, fruto de estupro. Sin embargo, tanto el viaje a África como el amor por el “nègre avec
aïeux” fracasa: ella siempre se siente extranjera en África y su hombre no pasa de un dictador
sanguinario. En su autobiografía, Condé, que se casó con un africano de Guinea, al recibir el
pasaporte de aquel país, revela que sintió que había ido más lejos que Césaire, su mentor. “Esta
reapropiación material de África probaba para mí misma que, yendo más lejos que el líder de la
Negritud, yo empezaba a asumirme” (Condé 2012 68). De todos modos, revela poco después que
agradeció no haber abandonado su pasaporte francés, pues su casamiento fue un fracaso y después
de algunos años de una vida atormentada en África, volvió a Francia y se casó con un inglés.
El regreso a África, que está presente en la obra de Césaire y Condé, sólo aparece de
modo muy alegórico en Sartorius, de Glissant, que considera que el regreso es imposible. Por
más paradójico que pueda parecer, el deseo de volver, al ser satisfecho, no origina necesariamente
ni readaptación ni felicidad. Según Edouard Glissant, el “primer impulso de una población
trasplantada [...] es el Regreso. El Regreso es la obsesión por el Uno: no se debe cambiar el ser.
Regresar es consagrar la permanencia, la no-relación” ” (Glissant 1981a 30). El regreso al Uno
original es imaginaria y, en realidad, se puede transformar en frustración y rabia porque el
trasplantado ya está mestizado. O, en los términos glissantianos, ya había entrado en Relación con
el Otro, acriollándose. Césaire y, principalmente, Condé concordarían con eso, pero se sintieron
atraídos por el sueño del regreso, como si les pudiera apagar siglos de Historia de esclavitud y
colonización.
Maryse Condé tematiza la esclavitud en varias novelas pero, a diferencia de Glissant y
Chamoiseau, que presentan un intenso inventario de la realidad de Martinica, Condé analiza más
el tema de la circulación de los personajes. Ofrece una visión global del problema, desde la vida
en África, pasando por el tráfico negrero, el regreso a África (Ségou) y el tráfico entre las islas
del Caribe y los Estados Unidos (Moi, Tituba, La migration des cœurs). Su obra refleja, de cierto
modo, el nomadismo de su vida, ya que vivió en Francia, en diferentes países de África y en
Estados Unidos –donde trabajó en la Columbia University entre 1985 y 2002–, además,
naturalmente en su isla natal (Guadalupe).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
la esclavitud es un trauma que provocó una neurosis colectiva, se puede observar que, de hecho,
las consecuencias están lejos de agotarse.
Glissant y Chamoiseau estudiaron el material histórico, así como investigaron el
inconsciente individual y colectivo en el sentido de observar cómo el recuerdo de la esclavitud
continúa afectando el ego de los descendientes de esclavos. Para escribir sus novelas, trataron de
imaginar la situación histórica a través de la creación de personajes que habían pasado por la
experiencia del tráfico negrero y de la vida como esclavo.
La cuestión histórica es crucial porque, como afirma Glissant, el Caribe no tiene mitos
cosmogónicos; si existe un origen para los antillanos, éste estaría en el vientre del barco negrero.
Ya Patrick Chamoiseau evoca el tráfico como el “crimen fundador de América” (2002 59), cuya
memoria continúa persiguiendo a las personas. La escritura, en este caso, funciona como la
perlaboración freudiana, es decir, el acto de elaborar psicoanalíticamente el trauma del pasado.
Lo que torna la memoria de la esclavitud tan plena e incómoda […] es que no existe.
Como no se sabe nada, se sabe todo. Y todo parece haber sido dicho, pues nada se
dijo. Entrar con la escritura en esta muerte de la esclavitud es entrar con la vida, pues
toda escritura es, antes que nada, vida. Aunque parezca difícil, bajo el mirar de la
vida, explorar de manera justa y exacta […] el secreto absoluto de esta muerte
(Chamoiseau 2007 181).
Y si el hombre una vez más grita Odono Odono, no es porque en ese momento vuelva
a la entrada de la aldea, en África, donde el traidor condujo a los cargadores de gente.
El hombre no bajó tan profundo en el abismo del océano. Escucha de nuevo sólo el
pesado alcance de sonidos que resonaban antiguamente en las cañas y en las casas el
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Conclusión
Bibliografía
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Quimbois designa el trabajo en el cual se asocian la medicina de las plantas y el saber religioso africano;
popularmente fue asociado al curanderismo
154
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Benjamin, Walter (1993). “Sobre o conceito de história”. Obras escolhidas. Vol. 1. Magia e
técnica, arte e política. San Pablo: Brasiliense.
Benajemin, Walter (2000). Rua de mão única. Obras escolhidas II. San Pablo: Brasiliense.
Césaire, Aimé (1969). Cahier d'un retour au pays natal. Cuaderno de un retorno al país natal.
(edición bilingüe). Prólogo y traducción de Agustí Bartra. México (DF): Ediciones Era.
Chamoiseau, Patrick (1986). Chroniques des sept misères. París: Gallimard.
_________________ (1992). Texaco. París: Gallimard.
_________________ (2002). Biblique des derniers gestes. París: Gallimard (Coll. Folio).
_________________ (2007). Un dimanche au cachot. París: Gallimard.
Condé, Maryse (1976). Hérémakhonon. París: Union Générale d'Éditions.
Chamoiseau, Maryse (2012). La vie sans fards. París: JCLattès.
Derrida, Jacques (2001). Mal de arquivo. Uma impressão freudiana. Tradução Cláudia de Moraes
Rego. Río de Janeiro: Relume Dumará.
Gagnebin, Jeanne-Marie (1993). “Prefácio. Walter Benjamin ou a história aberta”. Benjamin, W.
Magia e técnica, arte e política. Obras escolhidas I.. San Pablo: Brasiliense.
Glissant, Édouard (1964) . Le quatrième siècle. París: Seuil.
______________ (1981 a). Le discours antillais. París: Seuil.
______________ (1981 b). La case du commandeur París: Seuil.
______________ (1990). Poétique de la Relation. París: Seuil.
______________ (1996). Introduction à une poétique du Divers. París: Gallimard.
Halbwachs, Maurice (2009) . A memória coletiva. Tradução de Beatriz Sidou. San Pablo:
Centauro.
155
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Introducción
Mi propósito al presentar este trabajo es referirme a Aimé Césaire, cuya lucha política y
por los derechos raciales está sin lugar a dudas, representada en su arte poética y en su teatro;
asimismo, procuraré establecer un nexo con dos personalidades nuestras: un poeta argentino,
Miguel Angel Bustos ; y un filósofo y antropólogo reconocido desde no hace tanto tiempo ni con
tanto énfasis como merecería; me refiero a Rodolfo Kusch, que ejercitó y transmitió el arte de
escuchar a los pueblos originarios del sur de América.
Nos ocuparemos, centralmente, de la obra teatral de Aimé Césaire, Una tempestad,
reescritura de la obra de Shakespeare La tempestad, lo que paralelamente puede dar lugar a una
cuestión de debate: esto es, si al reeescribirse o adaptarse obras, es lícito que se persiga un objetivo
político o se plantee un propósito social.
Como pensamos que no se puede prescindir de su obra poética, hemos seleccionado
algunos poemas que expresan el grado de compromiso de nuestro autor y permitirán subrayar el
desarrollo de los temas expuestos en el presente trabajo.
El concepto de Negritud
Si hablamos del carácter de lucha política y social que reviste toda la obra de Aimé
Césaire, lo primero que surge es la elección del concepto de “Negritud” como signo y referente
de sus ideas y objetivos ligados a su origen y procedencia, tanto como a la concreción de su
pensamiento.
El término negritud, acuñado por Aimé Césaire junto al poeta senegalés Léopold Sédar
Semghor y León Gontram Damés, de la Guyana Francesa, fue empleado por primera vez en un
artículo publicado por Césaire en la revista universitaria “L’ Étudiant noir”, en 1934. En él
confluían las ideas y las voces de los pueblos colonizados, negros e indígenas; las letras de Césaire
son producto de su propia negritud colonizada, de su toma de conciencia de la diferencia, de la
reivindicación de la memoria, de la fidelidad y la solidaridad hacia sus congéneres.
Su poema “Palabra” demuestra esta intención:
La palabra negro/ llena de bandidos que acechan/de madres que gritan/de niños que
lloran/ La palabra negro/un chisporroteo de carne desgarrada/ sobre la acera de las
nubes/ La palabra negro como la última risa velada de la inocencia/ entre los dientes
del tigre/ y como la palabra noche, una tela que se desgarra/ la palabra negro
tupida como el trueno de un verano/ Que se arroga libertades incrédulas.96
“La poesía es una reflexión sobre la condición humana, por eso es universal” dijo Roger
Toumson, uno de sus antólogos más importantes, al conmemorar a Aimé Césaire, afirmando que
poetas como él sirven para pensar; y que es necesario hacer un balance del fracaso del siglo XX
en materia de colonización .
Si hablamos de los efectos de la colonización, en “Geopolítica del hombre americano”,
Rodolfo Kusch va más allá al afirmar que “desde el siglo XVIII hasta este mundo marginal en el
que estamos viviendo, en el cual simulamos culturas que no son nuestras, nos obsesionamos ya
no con una cultura occidental, sino con residuos que ella ha echado sobre nosotros, como si fueran
inocentes hojitas de coca”
96
Césaire, Aimé. Cadastre et Moi, Laminaire. Points, Poésie
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Y propone, para contraponer a esas culturas impuestas, escuchar las voces del
“Pachacuti”, concepto y término con el que se designa el “horizonte”; también “suelo”, “espacio
en tres dimensiones, universo, espacio temporal, épocas históricas, y también la vida humana en
su expresión temporal y espacial. “Horizonte son los bordes: los extremos del mundo conocido,
más allá del cual, en el Imperio Inca, estaba ’el hervidero espantoso’, donde reinaba el caos.”
(Kusch, 27) 97
El tema del Poder se da con diferentes matices en las dos obras: en “La tempestad”, el
poder parece más centrado en la Naturaleza, que reacciona ante el desafío de la Civilización;
mientras que en “Una tempestad”, al poder ejercido por los colonizadores (Próspero, y por
transición, los que lo han empujado al exilio) se le opone la rebelión de los esclavos (Ariel y
Calibán)
“Eso es despotismo”, le dice Ariel a Próspero, ante sus arbitrariedades; a lo que éste
contesta:” Es así como se mide el Poder. Yo soy el poder”
Cuando Calibán se rebela, Próspero le dice a Ariel:” con su insubordinación, pone en
peligro el orden del mundo ¡la Divinidad puede burlarse!”. Lo que ocurre es que el orden de las
culturas dominantes, basado en la injusticia y la mentira, puede quebrarse y entonces,
paradójicamente, ocurre que los colonizadores pueden pasar a ser dependientes.
Efectivamente, en “Una tempestad”, dice Alonso, rey de Nápoles, al llegar a la isla:
“Creo que hemos caído en manos de poderes que juegan con nosotros al gato y al ratón. Cruel
manera de hacernos sentir dependientes”; a lo que Gonzalo, su acólito, le aconseja que, en la
situación en la que se hallan, lo mejor sería no rebelarse.
Aimé Césaire en su “ Discurso sobre el colonialismo” , reflexiona: “Los colonizados
saben que sus amos mienten, y que, por lo tanto, son débiles” (Césaire,13-14)
97
Kusch, Rodolfo. América Profunda
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Hemos mencionado a Ariel: en las dos obras, aparece como el espíritu mediador entre las
posturas irreconciliables de Próspero y Calibán. La diferencia es que Ariel espera paciente a que
Próspero, que ya lo ha liberado en el pasado de los poderes de Sycorax, la bruja de la isla, lo libere
del todo; en tanto que Calibán , hijo de Sycorax, no reniega de su origen, sino que se rebela contra
su condición de esclavo oprimido.
Albert Camus dice, en su obra El mito de Sísifo: “La única dignidad en el hombre consiste
en la rebelión tenaz contra su condición” (Camus, 80) Podemos mencionar la obra Ariel de José
Enrique Rodó, en la que el autor uruguayo hace referencia a “que, en ciertas amarguras del
pensamiento, existe un punto de partida para la acción; del dolor nace el deseo de lucha para
conquistar o recobrar el bien que se nos niega, que se convierte así en un poderoso impulso de
vida” (Rodó, 11)
Estos ejemplos sirven para demostrar que, en efecto, toda la obra de Aimé Césaire,
ensayística o literaria, está orientada hacia un movimiento anticolonialista de liberación; el
concepto de Negritud representa esa intención de asumir una acción decisiva para la lucha por la
emancipación de las civilizaciones oprimidas, fundada en una toma de conciencia de la
solidaridad de los pueblos negros.
El mito y la magia
“Todos los hombres son semejantes” Franz Fannon cita esta frase de Octave Mannoni y
plantea una controversia con su postura; creemos que ambos, refiriéndose al fenómeno de la
colonización, coinciden en que es el Otro, y en este caso, el negro, el malgache, el que hace
relevante al blanco: es el otro diferente el que nos coloca frente a nuestra “otredad” interna.
El siguiente poema de Miguel Angel Bustos puede muy bien ilustrar la interacción
colonizador - colonizado a la que nos estamos refiriendo:
98
Césaire, Aimé. Cuaderno de un retorno al país natal. Biblioteca Era, en
www.arquitecturadelastransferencias.net
Fannon, Franz. Piel negra, Máscaras blancas
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
No, yo no voy en este cuerpo que me lleva, ni toco en el agua un elemento que fluye
y se estanca hasta morir. A quien ves, cuando me miras, es aquel rostro que te doy
por miedo jamás ver tu calavera que finge ojos verdes, húmedos lentos sobre tu boca
que recita letanías entre incienso y campanas que están en mí. Oigo tu voz idéntica
en vos, ajena a mi memoria que te quiere inmóvil. Si me siguieras, si llegaras a mi
cristal. En su casa de Fulgores, ¿quién podría decir: yo, me siento el yo de mi rostro
para vos? Estaría en vos y hablaría a aquel mi cuerpo que cree poseerme. …Si
alguien me preguntara qué soy; porque ciertas sombras marean; le diría: no soy todo,
ni nada, ni algo. Con mi cristal soy el planeta que te lleva por mares a tierras de oro
y rapiña y el horizonte te lo doy yo. (Bustos, 247) 100
Los interlocutores en estos versos de Miguel Angel Bustos pueden ser , en definitiva,
alguien que se busca en el ser del otro, que busca esa dualidad que lo explique, o le permita
traducir el destino de la eternidad; y alguien que le dice que sólo está hablando al cuerpo que el
otro cree que es. En estos versos parecen agudizarse las diferencias; eso que Fanon, contempla
cuando advierte como irrealizable el “ser para otro” en una sociedad colonizada, descubriendo
que existe una barrera hasta para la posibilidad ontológica.
El pensamiento de Rodolfo Kusch puede reforzar esta disyuntiva, ya que, con su teoría
del estar aquí, reflejaría la voz del colonizado, cuando éste clama que no puede transportarse muy
lejos del estar aquí, puesto que su negrura está aquí; su indigenismo está aquí.
Civilización y barbarie
Esta dualidad ha protagonizado muchos de los episodios de la Historia desde sus orígenes.
Tomando como escenario la Conquista, Martí se ha referido a ella: “el pretexto de la civilización,
nombre con el que se designa el estado actual del hombre europeo, gracias al cual tiene derecho
natural de apoderarse de la tierra ajena perteneciente a la barbarie, que es el nombre que los que
la desean designan al estado actual de todo hombre que no es de Europa o de la América europea”
(Martí, 1975a: VIII, 442) ; para él un acto de barbarie era atentar contra la vida humana, y en sus
obras hay innumerables referencias al maltrato, abandono, explotación y aniquilamiento del
pueblo indígena por parte de los colonizadores.
Kusch sitúa esa dualidad en territorio inca, caracterizando a esa sensación de barbarie
como un vaho hediento, que parece condensar todas las aprensiones:
“Ese hedor es algo que no logramos entender y que nos provoca un estado emocional de
aversión irremediable. Esa emoción la sentimos como emanar no sólo en el Cuzco, sino en toda
América, en ‘todo lo que se da más allá de nuestra populosa y cómoda ciudad natal’’ (Kusch, 25).
Césaire, en su Discurso sobre el colonialismo, obra que representa su accionar político,
habla de las barbaries cotidianas y vincula éstas a las acciones de destrucción, opresión y
embrutecimiento acarreados por los procesos de colonización. Sin embargo, es en su poesía donde
profiere la magnitud del sufrimiento de los pueblos que padecieron la conquista:
El gran machetazo del placer rojo en plena frente/ había sangre y ese árbol que llaman
flamígero / y que nunca merece tanto ese nombre/ como en las vísperas de ciclones
y de ciudades saqueadas / todas las palabras de todas las lenguas que significan/ morir
de sed y morir sólo cuando morir tenía el sabor del pan/ y de la tierra y el mar un gusto
de antepasados y ese pájaro/ que me grita que no me rinda y la paciencia de los
alaridos/ en cada rodeo de mi lengua (Césaire, 31) 101
En las dos obras de teatro que estamos considerando, hay una reflexión similar en boca
de Gonzalo, el consejero del rey; en La tempestad, al contemplar la danza de los isleños, observa
100
Bustos, Miguel Angel, “ El Himalaya o la moral de los pájaros”, en “Visión de los hijos del mal,
Poesía Completa”
101
Césaire, Aimé, “ Les Armes miraculeuses”
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que éstos, a pesar de su apariencia, tienen modales más delicados que la mayor parte de los
hombres llamados civilizados; y, en Una tempestad el mismo personaje, advierte: “Si la isla está
habitada, y nosotros la colonizamos, habrá que guardarse como de la peste de transmitirles
nuestros defectos; sí, lo que llamamos civilización” (Césaire, 87).
Al parecer, estas reflexiones de los personajes ponen en evidencia esa dicotomía y
anticipan las consecuencias que puede acarrear una acción colonizadora avasalladora.
El tema de la Identidad
La identidad es una ardua búsqueda para quienes llegaron a las tierras colonizadas a bordo
de un barco negrero; en efecto, tienen que redescubrir su identidad, buceando a través del lenguaje
impuesto y de las tradiciones trasplantadas.
Estamos desarrollando distintos aspectos de ese conflicto que surge al enfrentarse
culturas en pugna, y estamos tratando de comprobar de qué manera la acción llevada a cabo por
Aimé Césaire en el campo de lo literario y del desempeño político han tratado de conciliar ese
choque.
En tal sentido, se puede comprobar que su poesía surge como una necesidad, una tabla
de salvación para compensar las penas provenientes del estado de desarraigo.
Para Césaire la identidad tiene que cimentarse sobre lo propio de las culturas, a fin de
reestablecer el nexo entre los hombres y la tierra y restaurar los derechos arrasados por los
procesos de colonización. Si en su poesía lo ha manifestado casi como en un grito, en su prosa,
esta necesidad de raigambre se expresa a través de un discurso netamente político, y se vuelve
una demanda perseverante al ejercer su rol de funcionario como alcalde de Fort-de-France y de
diputado por La Martinica.
Esa afirmación de identidad se manifiesta, asimismo, en Una tempestad, en el diálogo
entre Calibán y Próspero:
Cuando la identidad se esgrime como un acto de rebeldía, se puede inferir que es a causa
de haber sufrido crímenes por tortura, esclavitud o muerte; eso contribuye a la memoria corporal
de la colonización y es parte del reconocimiento: “Soy, luego pienso”. Como tal, esa afirmación
conduce a la emancipación; Calibán encarna aquí las ideas de la negritud, según las cuales el
160
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
colonizado ya no pide amparo al colonizador, sino que exige reconocimiento y reparo. ”Los
tiempos de la colonización nunca se conjugan con los verbos del idilio” 102
Fernández Retamar cita un discurso de Fidel Castro, donde el líder dice:
Quizá Calibán, al rebelarse en contra de una identidad impuesta esté afirmando su derecho
a existir; y, tal como piensa Kusch, esa acción le brinda la posibilidad de conectarse nuevamente
con los dioses, de reunir los opuestos, lo lúcido y lo inlúcido, el día y la noche; es decir, acceder
al misterio de la totalidad del hombre.
Bibliografía
Bustos, Miguel Angel. (2008) Visión de los hijos del mal, Poesía Completa. Buenos Aires:
Editorial Argonauta.
Camus, Albert, (1953) El mito de Sísifo, El hombre rebelde. Buenos Aires: Editorial Losada,
S.A.
Césaire, Aimé, (1970) Les Armes miraculeuses. Poésie. París: Éditions Gallimard.
Césaire, Aimé. (2011) Una tempestad. Buenos Aires: El 8vo.loco ediciones.
Fannon, Frantz. (1974) Piel negra, máscaras blancas. Buenos Aires: Schapire Editor S.R.L.
Fernández Retamar, Roberto. (2000) Todo Calibán. La Habana: Fondo Cultural del ALBA.
Kusch, Rodolfo, (1999) “América Profunda”, Buenos Aires, Editorial Biblos, 1999
Kusch, Rodolfo. (1976) Geopolítica del hombre americano. Buenos Aires: Fernando García
Cambeiro.
Rodó, José Enrique, (2009) Ariel y otras páginas seleccionadas. Buenos Aires. Editorial Dunken.
Shakespeare, William. (2011) La tempestad. Buenos Aires: Ediciones Libertador.
102
Césaire, Aimé, “Cultura y colonización”, en Discurso sobre el colonialismo, Ediciones Akal, S. A.,
2006
103
Castro, Fidel, Discurso del Acto Central en conmemoración del aniversario de Victoria de Playa
Girón, 19/4/71
161
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Pamela M. Swindt
UNL/FHUC/ CEC
Abstract
The studies of Caribbean literature have generated wide interest in recent years.
Developed in multiple languages, this particular literature has different rhytms of evolution. This
fact turns the compared perspective into the most useful tool for the theoretical approach. This
work analyzes the female characters in Moi, Tituba, sorcière… Noire de Salem (Marysé Condé)
and Del rojo de su sombra (Mayra Montero) related to the colonial situation constructed in each
text and the inevitable diáspora signed by two powerful leitmotiv: the sexual imperative and the
Afro-caribbean rituals. The comparative analysis of Tituba’s and Zulé’s roles allows a diaspora
reading and border crossing in ritual code wherein the dictations of nature are sealed by
destination forces. The prevention of washout - materialized in the physical world by spiritual
guides- is ontologically determined as impossible to abide. Also the masculine figure plays
inexorably the rol of misfortune.
Resumen
162
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Desde esta perspectiva iremos entonces abordando algunas variables para el análisis del
desarrollo de los espacios femeninos en ambos textos que nos permitirán por un lado, construir
una serie útil para descifrar las claves de los cruces de frontera y por otro interpretar el rol
femenino de las protagonistas en relación a la situación colonial y a las exigencias de las
tradiciones rituales afrocaribeñas. De esta manera pretendemos reconstruir los recorridos de la
mujer negra antillana a través de las circunstancias comunes que ha experimentado en el
transcurso de su periplo, teniendo en cuenta la proximidad temporal entre la publicación de uno
y otro texto como primer criterio de selección, ya que a pesar de haber sido concebidos en lenguas
diferentes consideramos la posibilidad de que conformen una serie, regida no sólo por la temática,
sino también por privilegiar ópticas tradicionalmente omitidas en las representaciones de la
historia, recuperando voces silenciadas y hechos aparentemente intrascendentes que requieren ser
leídos desde estructuras como la sexual.
Los principales indicadores, entonces, a los que atenderemos, contribuyen al desarrollo
de los espacios femeninos y constituyen las claves para reconstruir la identidad de la mujer
antillana. Seleccionamos aquellos que resultaron más operativos para ello104: uno) la circunstancia
de la concepción de las protagonistas, dos) la educación durante la infancia, tres) las funciones
maternales, cuatro) las acciones manifestadas sobre el cuerpo y cinco) las relaciones que
establecen respecto a la figura masculina.
Al comienzo de Moi, Tituba es posible encontrar la primera clave explícitamente
revelada, ya que el texto comienza de la siguiente manera: “Un marino inglés violó a Abena, mi
madre, en la cubierta del Christ the King, un día de 16… cuando el navío navegaba hacia
Barbados. De aquella agresión nací yo. De aquel acto de odio y de desprecio” (Condé 2010).
En Del rojo de su sombra la escena más próxima al momento de la concepción se
configura en el segundo apartado -consecuencia de que el racconto sea una de las estrategias
principales del texto, por lo que presente y pasado se van alternando a medida que avanza el
relato-: “Zulé Revé (…) había nacido en Grosse Roche y se había criado en un caserío al pie de
la loma Mayombe, junto a la misma quebrada que se llevó, uno tras otro, a casi todos los miembros
de su familia” (Montero; 1992).
Ambas situaciones están por lo tanto, signadas por la desgracia y el infortunio, y las dos
están intrínsecamente enlazadas al motivo del viaje y la migración, en el primero, la madre de
Tituba se encuentra a bordo de un barco negrero rumbo a América, en el segundo, el viaje será
una consecuencia de las inevitables desgracias a las que la familia de Zulé está atada:
Luc Revé (…) comprendió que el amarre estaba en el agua y que para desatar esos
amarres de fondo se necesitaba un fuego que ni con todos los misterios de su parte
él podía ya prender. Por eso decidió emigrar, apartarse con su hija y cruzar la frontera
rumbo a los cortes de caña de la Dominicana (Montero 1992).
104
Los ítems n° uno, tres y cinco fueron propuestos ya con anterioridad por Cremades Cano en el trabajo
titulado “El espacio femenino en las narrativas de las Antillas francesas: autoras y heroínas representativas”
publicado en Anales de Filología Francesa N° 20, 2012, dónde analiza además otros textos de Marysé
Condé.
163
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Tituba invoca el espíritu de Man Yaya para requerir su ayuda en su plan de conquistar a un hombre
y la respuesta que obtiene de la nagó es:
- ¿Por qué las mujeres no pueden prescindir de los hombres? Así serás arrastrada al
otro lado del agua… (Condé 2010).
-Pues entonces cuídate del que venga luego. Tiene tres bolas, como la bestia de
Jacmel (Montero 1992).
Aquella noche, un chorro de sangre negra expulsó a mi hijo fuera de la matriz (Condé
2010).
164
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
para obtener el objeto de deseo que constituyen los cuerpos masculinos, y si bien logran concretar
sus deseos ejerciendo la sexualidad en toda su plenitud y acrecentar sus poderes en tanto mujeres
mágicas mediante ello, no pueden escapar de la fatalidad sobre la que fueron prevenidas
anteriormente por sus mentores. No obstante, la posición que las protagonistas ocupan en la
comunidad es un factor determinante de importancia, ya que al contar con los conocimientos de
los rituales, el uso de hierbas y elementos de la naturaleza, el poder de contactar con los espíritus
o atravesar al otro mundo, y en el caso de Tituba, su permeabilización entre una clase racial
esclava y una libre, pueden instituirse como figuras que desempeñan poder y eludir las
convenciones de lo que una mujer puede sexualmente hacer o no en una sociedad colonial.
Fernández Olmo sostiene al respecto en El placer de la palabra: literatura erótica
femenina de América Latina que la elección de una lideresa espiritual, una mambo, en el caso
del texto de Montero, es muy significativa ya que desde los estudios etnológicos se considera a la
mambo como en igual rango de la contraparte masculina y se le confiere a la mujer un rango
dentro de la jerarquía religiosa, que fuera de ella, en el seno de la sociedad común, estaría
denegada.
Hay un factor que es transversalmente común a la mayoría de las variables que hasta esta
el momento hemos recorrido y al que, como tópico de carácter inevitable, debemos hacer
referencia. Se trata nada menos que del agua, un elemento de las fuerzas de la naturaleza que se
encuentra presente a lo largo de ambos textos, algunas veces de forma solapada y otras de manera
más explícita. El agua juega diferentes roles y sus influjos son determinantes a nivel de la historia:
en Moi, Tituba conforma el vasto océano que rodea el barco dónde Abena es violada, a la vez que
demarca la frontera de la perdición que Tituba debe cruzar rumbo a América en pos de los pasos
de John Indio. En Del rojo de su sombra el agua contiene el amarre que ahoga a casi toda la
familia de Zulé en la quebrada, al mismo tiempo que metafóricamente se encuentra presente en
nombre del lugar de origen –el Lago del Peligro- de Similá Bolossé, la figura masculina con la
que Zulé se relaciona.
Para finalizar, algunas conclusiones preliminares a las que hemos arribado en relación a
los recorridos realizados por la mujer antillana en los textos seleccionados: en primer lugar, los
espacios femeninos que se encuentran configurados pertenecen casi exclusivamente a las
problemáticas que traen aparejadas las lógicas del sistema colonial, el esclavista y el patriarcal.
Las distintas manifestaciones de los cinco indicadores que hemos estudiado funcionan como
estrategias que se dirigen contra un sistema de poder que, como sostiene Mateo Palmer:
Las estructuras de poder circunscritas a lo masculino son socavadas en los textos, a partir
de la recuperación de voces y experiencias que sólo son aprehensibles a través de las estructuras
sexuales -y espirituales en segundo plano-. La cancelación -alcanzada a través del aborto- de la
equivalencia que suele ser establecida entre mujer y madre y que reduce a la mujer a un rol
específico, fuera del cual resulta extremadamente difícil alcanzar una identidad, es otra clave para
interpretar la subversión de la mujer frente a la lógica reproductiva de los tres sistemas con
anterioridad mencionados. De la misma manera funcionan las relaciones que establecen desde la
sexualidad y el ámbito de lo ritual hacia la sociedad y hacia ellas mismas, estas relaciones
funcionan como herramientas o vías de emancipación respecto de la opresión colonial: el lugar
que ocupan Tituba y Zulé como mujeres mágicas les permite moverse y actuar en el espacio, y lo
que es más importante, respecto de los cuerpos, en especial de los que son objeto de deseo –tanto
femeninos como masculinos-, libremente y sin reservas.
Por último, la posibilidad de estas mujeres mágicas de moverse entre fronteras, tanto
espaciales como abstractas, burlando o subvirtiendo prejuicios raciales, sociales y de género,
negociando con los espíritus del más allá y con los dioses, sea quizás, el quid para entender no
sólo la esencia de la figura femenina de estos textos en particular, sino también una veta
trascendental de la identidad de la mujer caribeña en la literatura de fin de siglo.
165
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
Condé, Marysé. (1986) Moi, Tituba, sorcière… Noire de Salem. Paris: Gallimard/Folio.
[Edición en español: (2010) Yo Tituba, la bruja negra de Salem. La Habana: Casa de las
Américas, Traducción de Mauricio Wacquez]
Cremades Cano, Igancio. “El espacio femenino en las narrativas de las Antillas francesas: autoras
y heroínas representativas” en Anales de Filología Francesa N° 20, 2012.
Fernández Olmos, Margarite y Paravisini-Gebert, Lizabeth. (1991) El placer de la palabra:
literatura erótica femenina de América Latina : Antología crítica. 1. ed. México, D.F.: Planeta.
Mateo Palmer, Margarita. (1993) “La literatura caribeña al cierre de siglo” en Revista
Iberoamericana.
--------------------------------. (1990) Narrativa caribeña: reflexiones y pronósticos. Pueblo y
Educación. La Habana.
Montero, Mayra. (1987) Del rojo de su sombra. Barcelona: Tusquets.
166
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Marta Celi
Universidad Nacional de Córdoba
En el año 2004, se publica en París Paradis brisé – Nouvelles des Caraïbes. Se trata de
una recopilación de diez nouvelles reunidas para su publicación en ocasión del ya tradicional
festival Étonnants voyageurs de 2004.
Esta decena de nouvelles dan cuenta de una literatura proveniente de las “islas-espacio
Caribe” (Antillas, continente o diáspora) que se caracteriza por una voluntad común de
denunciar y escribir –ya en clave trágica ya en tono irónico- el dolor de una cultura surgida del
infierno del barco negrero, el régimen colonial, la plantación y el sistema esclavista.
La edición está prologada por Édouard Glissant (1928-2011). En el condensado
texto/prefacio del martiniqués -“Ouverture” (“Apertura” u “Obertura”)-, que lleva por título
“Îles et archipels” (“Islas y archipiélagos”) (cursiva del original), Glissant expone algunas de
sus ideas clave a propósito de problemáticas, reflexiones, polémicas, traumas y rasgos
característicos comunes a los caribeños y que la producción literaria refracta: identidad,
(no)historia, memoria/olvido, lengua/s, lugar/es de origen, creolización, caos-mundo, relación,
Traza...
“Ouverture” -“Îles et archipels”- puede ser interpretada por un lado, como una guía de
lectura e interpretación de las diez nouvelles que corroboran la diversidad de las voces del
Caribe, por otro, como un largo epígrafe que arroja luz sobre el/los sentido(s) de los textos de
ficción reunidos en la antología y, finalmente, como una interpelación a los lectores toda vez
que el martiniqués ve en el llamado “caos Caribe” un orden otro, diverso, múltiple pero
increíblemente unique.
Desde una perspectiva comparatista, nos proponemos revisitar algunos conceptos
glissantianos contenidos en el prólogo con el fin de hacerlos dialogar con “L’envers du décor”
de Ernest Pépin, una de las nouvelles de los diez autores de la compilación: Roland Brival (1950,
167
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
La déportation des Africains dès le début du XVIe siècle, puis celle des Hindous à
partir du XIXe […], la venue incessante des colons européens, des commerçants
d’Asie et du Moyen-Orient, la violente opposition des conditions sociales régies par
l’esclavage dès le début de ces colonies ont introduit là des éléments de complexité,
de vertige social et aussi culturel, qui font la particularité de ce que dans les
Amériques on a appelé la neo-America […] dont participe le Brésil, et au bord de
laquelle nous hésitons encore à distinguer les milliers de ses composantes, partagés
que nous sommes entre la vision d’ensemble et l’analyse de détail, le besoin
instinctif d’être caribéens et la nécessité de combattre ici et maintenant, c’est-à-dire
dans chaque lieu très précisément menacé, les réels innombrables dénis à la
condition humaine. L’une et l’autre exigence sont-elles de vrais inconciliables? Le
vertige est là. (5-6)
Nous avons appris à pister dans le fond de la mer la levée sous-marine des volcans
qui se parlent entre eux, une grande route de lave qui achève et ouvre le cercle entre
les Amériques, et les bornes sont marquées là par les Arawaks qui se précipitaient
du haut des falaises pour échapper enfin, et les bornes sont marquées là, dans ce
fond d’eau, par les Africains jetés du bateau, final de compte nous avons appris,
appris à voir, alors que nous ne repérons pas seulement les crêtes des îles, c’est-à-
dire que nous ne devinons pas seulement la crête d’une seule île à la fois, nous les
voyons toutes ensemble, nous ne les confondons pas, non, […] et ainsi la Caraïbe
pour nous est un cercle qui s’élargit et un écho venu de la terre ferme et infinie, un
roc et un tourbillon, une montagne et un vent, un esprit distinct et une force nue
inséparable, des îles et tout aussi bien des continents, une Préface à un Monde
nouveau. (6) (cursiva del original)
Para entender tal diversidad, el análisis tradicional no es suficiente. Hace luego Glissant
la distinción entre las pequeñas islas y las “islas-continente” (Cuba, Santo Domingo, Jamaica,
Trinidad). Puntualiza que si bien en las pequeñas islas estuvo siempre presente la cuestión de la
emergencia de un espíritu nacional, el desarrollo de una cultura consciente de sus vías y de sus
poderes así como la aparición de un campesinado decisivo, la ausencia de un verdadero país
interior, un arrière-pays, protegido no favoreció victorias anticolonialistas duraderas. Esta es la
primera realidad por la cual la formación de las naciones y el refuerzo de las identidades
nacionales pudieron contribuir por un tiempo a alejar las islas-continente de las Antillas de lo
que él llama la “solidaridad caribe”, que, a su entender, se manifestará más tarde. La segunda
realidad del archipiélago Caribe es que, desde el inicio y luego de la masacre generalizada de
168
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
sus pueblos autóctonos, los países que lo constituyen fueron objeto de la misma colonización
pero no de los mismos colonizadores o colonos.
Verdad harto machacada que esconde a menudo su verdadero alcance, el hecho de que
las culturas: hispánica, anglo-sajona, francesa, holandesa hayan impregnado profundamente
sociedades cuyas “raíces” atávicas105 habían sido manifiestamente erradicadas escondió durante
mucho tiempo los fenómenos comunes de creolización y los paralelos históricos, que
permanecieron inadvertidos. Ejemplo de lo antedicho son los centros urbanos en los que Glissant
encuentra una similitud insoslayable. ¿Cuál es, a su criterio esta similitud? La constatación de
que en realidad son todas ciudades créoles, siendo irrelevantes para nuestro análisis las marcadas
diferentes interpretaciones que la palabra créole revistió de un país al otro y de una época a otra.
Por esta vía, los intercambios, impuestos o no, con las metrópolis europeas, hicieron
olvidar a menudo el carácter generalizado, fundamental y continuo, de los mestizajes que, sabido
es, Glissant define como creolización. Consecuencia: el largo aislamiento impuesto por las
“pertenencias” retrasó el conocimiento común. Afirma Glissant en su Introducción a una
Poética de lo diverso:
Agrega luego que es en las Antillas Menores donde resulta más fácil estudiar o imaginar
la tipología de organización o de desarrollo de esos países teniendo en cuenta la característica
principal de la plantación cual es la de constituir una unidad rigurosamente clausurada. La
evidencia irrefutable de este fenómeno enmascaró la profundidad de sus significaciones o sus
consecuencias. Algunos rasgos permanentes de las sociedades caribeñas, y luego de una gran
parte de las sociedades americanas, están directamente ligadas a la plantación. Producto del
encierro, los dos principales componentes de la población en la neo-América, los plantadores
blancos y los esclavos negros -pobladores que Glissant llama “migrantes desnudos”, es decir,
los que han sido trasladados a la fuerza al nuevo continente y que constituyen la base de la
población de esta suerte de circularidad fundamental que es para él el Caribe- se toparon,
combatieron entre ellos y también se mezclaron. Esta verificación fáctica sustenta la noción
glissantiana de creolización entendida no como una simple mecánica de mestizaje sino como un
mestizaje que produce lo inesperado, lo imprevisible, lo dinámico. Para Glissant, la creolización
no supone una pérdida de rasgos “puros” previos (que, por otro lado, a su criterio no existen en
construcción identitaria alguna: personal, comunitaria, étnico-racial, cultural) que el mestizaje
contaminaría, borraría. Por el contrario, la creolización está preñada de connotación positiva
toda vez que enriquece, produce constantemente algo nuevo, rompe con los muros de los
esencialismos (la “raíz única”) a favor de lo rizomático107 y propicia una dinámica de
(re)construcciones -identirarias, memoriales, históricas, de las moradas (homes)-
ininterrumpidas. En definitiva, Glissant impugna la idea de identidad/es “raíz única” al tiempo
que defiende la/s identidad/es plural/es toda vez que transitan la huella del Ser al siendo (étant):
105
Para Glissant, una cultura atávica es aquella que ha sentido la necesidad de concebir el mito de una
creación del mundo, de una génesis, pues estas culturas tienden a vincular su estado actual con una creación
del mundo a través de una filiación sin fisuras. En esta convicción basan no sólo la legitimidad de la
posesión de sus propias tierras, sino también la de ampliarlas, lo que ha sido el fundamento mismo de la
colonización. Por el contrario, las culturas compuestas no tuvieron el tiempo ni los medios como para crear
el mito de la creación del mundo porque son culturas nacidas de la Historia.
106
En el texto original se utiliza el término “criollización”. Nosotros preferimos el vocablo “creolización”.
107
Toma la noción de rizoma de Deleuze y Guattari.
169
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
“Que el siendo es relación, y recorre. Que las culturas humanas se intercambian perdurando, se
cambian sin perderse: Que se va haciendo posible” (Glissant 2006 167) “en esa huella, del Ser
al siendo” (Glissant 2006 223) donde todo se vuelve objeto de negociación: identidad, pays,
memoria.
Al mismo tiempo, por ser rizomática o, en términos glissantianos, regida por los
mecanismos de la relation y de los encuentros azarosos, es necesariamente caótica.
Precisamente ese “caos” (para la razón occidental y, sobre todo, europea) representa en el ámbito
americano-antillano-caribeño un orden otro, otra manera de entender la vida que no resiste el
análisis “racional”. ¿Según qué “razón”, en todo caso? Los conceptos de Glissant mencionados
acerca de la problemática identitaria se ven reforzados por algunas opiniones del martiniqués
referidas a la identidad de los caribeños en particular, vertidas en una entrevista emitida por TV5
en el programa Invitation au voyage del 14 de febrero de 2005:
Por último, en la “Ouverture” de las nouvelles que nos ocupan, el autor señala otra
característica esencial del “torbellino-embriaguez-remolino-voces Caribe” cual es la resistencia
a la opresión esclavista. Esta resistencia consistía en “escapar de la plantación” y subir a la selva
o a las alturas, el marronnage, en definitiva, que Glissant reivindica como una forma de
oposición social, política y cultural.
En perspectiva dialógica, de entre las Nouvelles109 des Caraïbes que conforman la
antología objeto de estudio analizamos la obra del guadalupeño Ernest Pépin, “L’envers du
décor”110 -una de las trizas de este Paradis brisé- y algunos conceptos de Édouard Glissant
expresados en su “Ouverture”, “Îles et archipels”. Priorizamos las nociones de creolización y
errancia.
“L’envers du décor” relata el viaje de Jean-Paul y Sylvie, una pareja de franceses
europeos111 que decide abandonar Francia para ir a encontrar un mundo y una vida edénica en
Guadalupe, lejos del invierno, de las sonrisas crispadas y de las mezquindades de la sociedad en
la que viven. Viaje geográfico en primer término, pero que se multiplica en otros viajes que los
llevarán a otros destinos vinculados con cuestiones identitarias, con el lugar-pays de pertenencia
elegido, con el reconocimiento de los otros, de ellos mismos y de lo otro, con la identificación
de y la pertenencia a un mundo nuevo al que accederán sólo después de una larga y penosa
iniciación. Itinerario canónico, pues, que reedita las consabidas etapas del trayecto de
aprendizaje en pos de la sabiduría y la experiencia pero con una variante: el regreso al punto de
partida no está entre sus planes. Se van para no volver.
108
(http://www.potomitan.info/atelier/glissant3.php) (Leído el 3 de julio de 2015)
109
El sustantivo nouvelle designa en francés por un lado, un género literario y, por otro, una “noticia”.
Creemos que en el texto en cuestión se juega con esta polisemia.
110
Algunas interpretaciones del título: “El lado oscuro”, “El detrás de escena”, “La parte trasera del
decorado”.
111
Los guadalepeños son ciudadanos franceses toda vez que Guadalupe en uno de los Departamentos de
Ultramar (DOM) de Francia
170
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En clave irónica, Pépin hace desplazar a estos personajes por diversos tramos que los
sitúan en la huella del Ser al siendo mientras se “creolizan” en la senda de la errancia. Sumado
a lo ya apuntado sobre el pensamiento glissantiano, consideramos para nuestra indagación la
siguiente reflexión del martiniqués:
112
En el texto original se utilizan los términos “erranza” y “criollas”. Nosotros preferimos utilizar
“errancia” y “créoles”.
171
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
india muy distinguida, los intimidan con su conocimiento de mundo, su fortuna y su actitud de
gente segura casi arrogante. Empiezan a descubrir la Guadalupe de las exasperantes diferencias
sociales y económicas, de la corrupción, de la riqueza obscena para unos pocos, en resumen, los
primeros indicios de lo que Glissant designa en términos de herencia del sistema colonial, del
régimen esclavista y de la horrorosa vida en la plantación. Descubren también algo de la historia
de Guadalupe, de las luchas entre los independentistas y los que prefieren ser un Departamento
de ultramar, de la cárcel por luchar por una idea, de la composición étnico-racial de Guadalupe,
indios, sirios libaneses, africanos, Blancs-pays, chinos, metropolitanos, africanos “tous
guadeloupéens bien sûr! Sans compter tous les mélangés!” (176) Nada saben los franceses de
1848, ao de abolición de la esclavitud, de Schoelcher, entre tantas otras cuestiones que hacen al
pasado de Guadalupe y de la Francia colonialista y esclavista. El dueño de la residencia es quien
los informa. Abrumado, Jean-Paul reflexiona: “- C’est la première fois que j’en entends parler”.
(177) A lo que replica el anfitrión: “- Eh oui, nous n’avons pas les mêmes livres d’histoire!”
(177) Toman conciencia también de su ignorancia frente a nombres como Saint-John Perse,
Aimé Césaire, Édouard Glissant, Maryse Condé, nada habían leído ni aprendido de las Antillas.
Las profundas diferencias entre colonizadores y colonizados, amos y esclavos, blancos
y negros aparecen en filigrana. Por primera vez Sylvie y Jean-Paul empiezan a concebir un
“nosotros” y un “ellos”. Luego de la visita al dueño de la casa que van a alquilar para vivir
mantienen el siguiente diálogo:
- Ils font les malins, conclut avec dépit Jean-Paul pour tenter de rassurer Sylvie. Et
puis, ce ne sont pas des Guadeloupéens comme les autres!
- Tu sais, toi, ce que c’est qu’un Guadeloupéen?
- Un Français bronzé!
- Je me demande s’ils sont si français que ça!
- Nous verrons bien! Ils parlent français, c’est déjà ça!
- Les Québécois aussi parlent français!
- Massacrent le français, tu veux dire!
- Et les jeunes des banlieues, qu’est-ce qu’ils font?
- Les banlieues, ce n’est pas la France!
- Alors c’est quoi la France?
- Tu me fatigues! (178)
172
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
restaurante de Hermancia furibunda, una negra de vida dudosa cuyo cheque sin fondo fue
exhibido, hace conocer a Jean-Paul situaciones inimaginables. Todo se desencadena con insultos
a los gritos. ¿En qué términos? “Espèce de Blanc sans graines, […] tu débarques ici-dans et tu
crois que tu vas faire la loi! […] C’est du racisme!” (184-185)
A partir de este episodio, todo se precipita. Denuncia por racismo, juicio frente a un juez
corrupto, testigos que no cuentan la verdad, complicidad con Hermancia contra Jean-Paul hasta
de los empleados del restaurante que fueron testigos de todo el violento incidente. Una mujer
que funciona como una de sus mentoras le hace ver lo que él no alcanza a entender:
- Oh, mon Blanc chéri! Tu as beaucoup de choses à apprendre. Le proverbe dit qu’il
faut écouter pour comprendre! L’esclavage!
- L’esclavage? Mais c’est du passé ça!
- Du passé non dépassé!
- Comment non dépassé?
- Mon cher, disons pour aller vite qu’ici, à cause de l’esclavage, il y a les Nègres
noirs, les Nègres blancs, les Blancs nègres et les Blancs blancs.
- […] mais vous êtes tous métis!
- Métis de qui ça? Qu’est-ce qui a toujours dominé? Qu’est-ce qui domine encore?
- Mais je ne domine personne. […]
- Ouais, mais il y a l’histoire, […] elle reste coincée dans un paquet de gorges et de
cerveaux. On se met plutôt du côté du petit, du faible, du souffrant. […]
Vaincu par une logique opaque pour lui, Jean-Paul se tut, accablé. Quelque chose
lui échappait. (185-186)
Jean-Paul reprenait son sérieux, rentrait en lui-même, avalait un verre de rhum sec
en se disant que, peut-être, c’était cela même qu’il était venu chercher ici-dans: une
autre manière de voir la vie. Il souriait alors, presque niaisement, en se disant que
malgré tout, aux côtés de Cornélia, il avait trouvé une forme de bonheur. Pourquoi
pas. Quelque part, il en était sûr, Man Sonson veillait sur lui”. (197)
Fin del y de los viajes: Sylvie y Jean-Paul partieron de Francia creyendo que iban a
conquistar Guadalupe y es la isla quien los conquista a ellos cuando aprenden que todo funciona
173
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
según un “caos orquestado” y que quizá eso vinieron a buscar: “otra manera de ver la vida”.
Separados, los dos encuentran en Guadalupe un lugar y una huella hacia un siendo creolizado.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El Caribe anglófono:
aproximaciones y debates
175
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Fruit of the Lemon es una novela que contiene la historia de Faith Jackson, en Inglaterra
y Jamaica en la década de los ochenta del siglo XX. Esta historia se articula a través del relato
personal de Faith; de ahí que ella sea narradora, testigo y protagonista. Faith es una joven de
diecinueve años nacida en Londres de padres jamaicanos y que, después de sufrir un colapso
nervioso ocasionado por diversas situaciones que se relacionan con el color de su piel, viaja a
Jamaica a pedido de sus padres, quienes consideran que es necesario, que en aquel preciso
momento, conozca sus orígenes.
Jamaica es el hogar de sus padres. Aquel que dejaron por conocer algo mejor y al cual
sienten la necesidad de volver. De esta manera, la autora, representa literariamente el anhelo
humano tan profundo de regresar al lugar donde se encuentran las raíces; al tiempo que representa
también la precariedad del inmigrante, que tiene siempre listo el equipaje para volver en cuanto
le sea posible. Más aún, cuando el que procede de tierras colonizadas descubre, con cierta
desilusión, que el país que muestra su superioridad bajo la figura protectora, lejos de acogerlo e
integrarlo como uno más entre sus ciudadanos, lo desconoce y rechaza.
A propósito del tema de la relación del hombre con su propio país, dice el filósofo e
historiador Mariano Fazio:
Los seres humanos son seres situados, que viven y se comprenden a partir de una
situación espacio-temporal concreta. La tierra donde hemos nacido y la historia que
nos ha precedido condicionan nuestro modo de ver y juzgar el mundo, porque hacen
posible nuestro desarrollo como personas. Por tanto el sentido de pertenencia a una
comunidad nacional concreta es algo natural (Fazio 2013)
Los padres de Faith, aunque sienten cierto apego a Inglaterra, han evitado hablarle de los
grandes sufrimientos que les significó establecerse allí, más bien, quieren olvidarlo. Muestran, al
acumular cajas vacías, un sentimiento que tiene mucho de desarraigo y el deseo, casi inconsciente,
de volver al lugar de origen.
Ya en Jamaica, en casa de su tía Coral, hermana mayor de su madre, Faith ve un album
de fotos de su familia enviadas desde Inglaterra. En algunas no se percibe totalmente la realidad
tal como fue vivida por su familia. Entonces, ella reconoce que sus padres no han querido mostrar
a sus parientes la estrechez, las carencias y mucho menos el desprecio que soportaron. Son
personas con estudios y, sin embargo, no se los aceptaba para vivir de las profesiones para las que
se habían formado en Jamaica. Tienen que conformarse con trabajos de segunda categoría para
poder subsistir.
Su tía Coral, representa la conciencia del avasallamiento y posterior abandono de las
colonias por parte del Imperio. Así lo expresa claramente:
Sabes, Faith, en esos días no aprendíamos acerca de Jamaica en las clases. Oh, no.
Yo sabía todo sobre Inglaterra y nada sobre Jamaica –el lugar donde vivía.
Realmente gracioso. (Levy 1999)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Constance descubrió que la gente de Jamaica había cambiado. Ese fue el peor shock
para ella. Antes que partiera, ella era Señorita Constance- todo el mundo admiraba su
pelo rubio, sus ojos azules, su piel pálida. Pero ahora la gente en la calle hacía sonar
los dientes con desprecio frente a ella. Oh, piensas que eres linda porque eres blanca
(Levy 1999)
Decepcionada por esta situación busca en África sus raíces, cambia su nombre por el de
Afria, sus costumbres, su ropa, todo su aspecto exterior, queriendo encontrarse consigo misma.
Se convierte en activista del panafricanismo y sigue fielmente, como su religión al raftafarismo.
Como lo cuenta Coral, para Constance ahora
Inglaterra es Babilonia, el lugar de pecado donde vive el malvado hombre blanco y les
dice a todos que quiere que lo negro que lleva adentro salga. Cuando muere su padre
no llora y dice que en su lápida debía decir: Perdónenme, porque, para ella, su padre
había venido a Jamaica a oprimir al hombre negro (Levy 1999)
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, no será para los que la rodean más que una pobre
mujer blanca queriendo parecer negra. Con este personaje, Levy, hace testigo al lector de la lucha
interna de quienes han sido despojados de su propia identidad cultural arrebatada por el mestizaje
provocado por el Imperio.
Faith, por otra parte, es la esperanza del cambio a partir de su viaje de reencuentro con
sus raíces y de la aceptación cordial y justa no solo de un mestizaje real sino de las hibridaciones
culturales producto de los hechos históricos también reales.
178
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En general, podríamos hacer una lectura de la obra bajo las teorías postcoloniales,
particularmente desarrolladas en los noventa, que se hacen cargo de los conflictos identitarios
provocados por los imperios y sus fuerzas económicas, lo que resultaría excesivo desarrollar en
esta breve exposición.
Small Island
179
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
inmigrantes negros hijos no reconocidos por la Madre Patria, sino que estos hijos mestizos
nacerán como fruto de la relación entre los habitantes de ambas islas.
Es posible concluir que las dos novelas de Andrea Levy que se cuentan entre los más altos
exponentes de la literatura en lengua inglesa contemporánea –tal como lo atestiguan los premios
y reconocimientos de la crítica literaria-, consiguen representar poéticamente una problemática
actual acuciante, cual es la de las consecuencias en la vida personal y social de las políticas del
Imperio Británico en sus dominios, particularmente en la zona del Caribe. En efecto, Levy
construye una original representación literaria de la búsqueda y afirmación de las identidades
personales tanto en la posguerra en los espacios insulares –Inglaterra y Jamaica-, en Small Island,
cuanto en Fruit of the Lemon, respecto de la situación de una joven inglesa cuyos orígenes raciales
jamaicanos deben ser reconocidos por ella misma para lograr el reconocimiento pleno de su propia
identidad.
En la representación de este difícil proceso de apertura al otro, desde la cultura británica,
realizada por Andrea Levy a través de estos personajes de papel, esta obra consigue un aporte
valiosísimo al enriquecimiento de la propia cultura y un llamado a la transformación personal y
colectiva.
Bibliografía
180
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Andrea Montani
Facultad de Lenguas - Universidad Nacional del Comahue113
Introducción
Tomaremos como punto de partida para esta discusión los reclamos de Thomas en cuanto
al contenido del texto de July, que a menudo le resulta parcial o incompleto. El relato sobre lo
sucedido en Jamaica durante la Guerra Bautista es una de las cuestiones que la enfrentan con su
editor. El único indicio de la rebelión de 1831 en su narración es una cena de navidad que se ve
interrumpida cuando los invitados son anoticiados de que los esclavos se han rebelado y están
quemando plantaciones.
Al supervisar el manuscrito, Thomas reconoce inmediatamente que esta parte del texto
refiere a la noche en que se desató la Guerra Bautista. Abrumado por la indignación ante lo que
él considera falta de información, comienza a dar órdenes de un modo que resulta constrictivo
113
El presente trabajo se encuentra enmarcado en el proyecto de investigación “Subjetividades, lengua(s)
y representación en las literaturas chicana, puertorriqueña y del Caribe anglófono”, dirigido por la Mg.
María Alejandra Olivares. Facultad de Lenguas, Universidad Nacional del Comahue.
114
Todas las traducciones de textos en inglés al español fueron realizadas por la autora a fines de ser
incluidas en este trabajo.
181
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
para su madre/escritora: ella debe escribir sobre los motivos de la rebelión, debe mencionar todo
lo que sabe sobre el líder; ciertamente su narración no puede menos que “dejar en claro que los
esclavos creían haber sido liberados por el rey de Inglaterra” (Levy 77).
Resulta esclarecedor explorar el conflicto entre las distintas versiones sobre la Guerra
Bautista a partir de la distinción entre Historia [con H mayúscula] e historia [con h minúscula]
que propone Edouard Glissant. La primera implica la concepción de la historia como una sucesión
lineal, lógica y cronológica de hechos históricos que siempre avanza hacia el progreso de la
civilización. Según explica Michael Dash, la Historia, que se propone como la promulgación de
la verdad universal sobre el pasado, es entendida por Glissant como una fantasía creada por el
occidente, un discurso cuyo fin es legitimar su propio poder y desplazar a otras culturas hacia la
periferia. (XXIX) Esto hace de la Historia una ficción sumamente funcional para los grupos
culturales que pretenden perpetuar su poder hegemónico.
La Historia, sin embargo, llega a su fin cuando se unen las historias de los pueblos que
alguna vez fueron silenciados bajo la reputación de no tener historia (Glissant 64). La historia
celebra la diversidad y la realidad del pasado como una oscilación constante que fluctúa según
quién tome la palabra. En The Long Song July es quien sostiene la pluma, pero aun así Thomas
intenta entrometerse en el proceso escriturario. Esto queda claramente plasmado en la estructura
de la novela: July la escribe, pero es Thomas quien abre y cierra el relato. Él se atribuye el derecho
de tener la primera palabra y la última.
A diferencia de Thomas, en el tejido de su verdad sobre el pasado, July siempre deja lugar
a las ambigüedades:
Lo que yo sí sé es que mientras los fuegos ardían con furia en las plantaciones y en
los libros; mientras marchaban los regimientos y se reunían las milicias; mientras los
esclavos juraban sobre la Santa Biblia pelear contra los blancos con palos, machetes
y armas; […] en la plantación “Amistad”, lo más fuerte que esta narradora podía oír
era la señorita Hannah mordisqueando los restos de un hueso de jamón. (Levy 78-
79)
Como se puede apreciar en estas líneas de la novela, la narradora procura dejar al desnudo
la distancia entre la historia y la Historia tal como ha sido escrita en los libros. Al entretejer su
versión sobre el pasado con la que defiende su hijo, July convierte su texto en una “zona de
contacto” – en términos de Mary Louise Pratt – y construye, según argumenta Fiona Tolan, “una
historia que […] a través de la polifonía entra en un diálogo disruptivo con la narrativa monológica
de la historia colonial europea” (103).
La puja por el poder sobre la palabra da lugar a la escritura de la novela como un texto
que le otorga poder a July en cuanto le permite apropiarse de su identidad, entendiendo a ésta en
términos de Stuart Hall:
La identidad es el punto de sutura entre, por un lado, los discursos y prácticas que
intentan «interpelarnos», hablarnos o ponernos en nuestro lugar como sujetos
sociales de discursos particulares y, por otro, los procesos que producen
subjetividades, que nos construyen como sujetos susceptibles de ‘decirse’. (1996a
20)
El grupo étnico al que July pertenece es el afuera constitutivo que ha sido indispensable
en el posicionamiento de la cultura imperial como dominante. A través de su acto escritural, sin
embargo, July entra activamente en el ámbito de la representación para construirse a sí misma al
narrar la historia de su vida. De este modo rompe el silencio de quienes han sido representados
por la cultura hegemónica como el Otro diferente: toma las riendas del devenir de su identidad y
participa en la creación de la identidad cultural de su comunidad.
Una de las herramientas del poder hegemónico para afirmarse y perpetuarse como tal es,
como explica Helen Davis, la creación de estereotipos o imágenes esencialistas de quienes antes
fueron esclavos como sujetos primitivos y víctimas indefensas ante el poder del grupo dominante
(185). A lo largo de su relato, July le impide al lector reducir a ella y a su comunidad bajo el
182
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
rótulo de víctimas. Lo hace a través del juego de armar y desarmar identidades. Se escribe a sí
misma – y también a su grupo – en plural; resalta la variedad de facetas y sus distintos “yos”,
moviéndose de uno a otro con soltura. La identidad de July se nos escurre entre los dedos y de
este modo ella evita ser encasillada como “salvaje” o “víctima”.
Así como la historia que July tiene para contar no se condice con la Historia construida
por el grupo cultural dominante, su escritura desafía las formas literarias canónicas de la cultura
occidental. Su construcción textual resiste categorizaciones genéricas tradicionales al plantearse,
en términos de Alfonso de Toro, como una meta-autobiografía a través de la cual la escritora se
distancia de los valores del grupo hegemónico para tejer un texto que le permita recrear su
“identidad dislocada” (Hall 1996b 6) y sus verdades en plural.
La meta-autobiografía problematiza la autobiografía tradicional al desestabilizar la tríada
autor – narrador – personaje autobiografiado. July es la escritora de la novela publicada por
Thomas, aunque la historia es relatada a través de una voz narrativa externa. A su vez, el personaje
bio-grafiado es una tal July que la escritora anticipa no ser ella misma para luego revelar que en
verdad sí lo es. Al desarticular la tríada que Lejeune considera el rasgo distintivo del género
autobiográfico, July no solamente subvierte las convenciones tradicionales de este género sino
que también se opone a la concepción del “yo” como una unidad coherente.
El texto confeccionado por July excede asimismo las convenciones del canon en
cuestiones de estilo, siendo éste otro de los puntos de conflicto entre madre/escritora e hijo/editor.
La voz narrativa comienza el relato con una escena que muestra cómo el capataz abusa
sexualmente de la madre de July. A continuación encontramos las objeciones de Thomas: “éste
es un principio poco decoroso para una historia” (Levy 7). Acostumbrado a las obras de Dickens,
Wordsworth y Shakespeare, entre otros, Thomas juzga el estilo literario en base a sus
conocimientos del canon. A July, sin embargo, más que el canon o un estilo “apropiado”, le
preocupa ser directa con su lector, aunque no siempre sea fiel a los hechos de su propia experiencia
vivencial.
La fidelidad a lo vivido se mide en términos de lo que Thomas percibe como la historia
de July madre/escritora. Él insiste en la identificación del yo narrativo con el personaje bio-
grafiado y la escritora; y funde a todas ellas en la figura de su madre. Thomas juzga y a menudo
cuestiona la veracidad de lo narrado en base a los parámetros de la autobiografía canónica.
Si bien la voz narrativa nos recuerda constantemente que debemos creerle porque está
contando la verdad, ésta a menudo se desdice, se contradice y hace enmiendas en su relato.
Además de jugar con la construcción del texto, hace de la narración en sí misma, así como del
concepto de verdad, un tema central en su historia. En una lucha constante con Thomas, que
insiste en aclarar los muchos puntos oscuros de su pasado, July madre/escritora propone un tipo
de narración que nos remite a Linda Hutcheon cuando expresa que hay “verdades en plural en
vez de una Verdad”, y que “lo que puede parecernos falso es muchas veces la verdad de otros”
(109). En distintos momentos, la narración se detiene en episodios puntuales para ofrecernos un
abanico de testimonios distintos sobre lo acontecido, y más de una vez termina con la conclusión
de que “lo que pasó realmente, querido lector, nunca lo sabremos” (Levy 131).
Uno de los factores que vuelven imposible la tarea de desenterrar la verdad sobre el
pasado es que la construcción del relato de July se basa en la memoria, que de Toro describe como
“una fuente frágil y llena de vacíos” en la que los recuerdos se desdibujan y se pierden “en la
lejanía del tiempo quedando tan sólo fragmentos flotantes que no se dejan reunir en una historia
consistente” (246). El rol de la memoria en las construcciones del pasado y la naturaleza ficticia
de los recuerdos son puestas en escena por la meta-autobiografía.
En el caso de July es central el carácter selectivo de la memoria puesto que lo traumático
de algunos recuerdos los vuelve blanco de la represión intencional: hay etapas de su vida que July
prefiere no incluir en su tejido textual. Esto en parte nos permite comprender los múltiples finales
propuestos. La mayoría son en vano en tanto que cada vez que ella da por terminada su historia,
Thomas le exige continuar para llegar a la Verdad. Cuando éste reclama saber sobre lo sucedido
durante los años en que July vivió en la indigencia, ella resuelve concluir su historia y así poner
fin a las demandas de su hijo/editor.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Conclusión
He dicho antes que el texto de July se enmarca dentro del prólogo y el epílogo escritos
por Thomas. Cabe entonces preguntarnos lo siguiente: ¿A qué estrategias recurre Andrea Levy
para liberar a July, mujer afro-caribeña que se construye en la escritura, del peligro de ser sofocada
por la voz masculina y colonial que da comienzo y fin a su relato?
Thomas representa la cultura hegemónica puesto que, tras ser abandonado por su madre,
se integra a una familia de misioneros ingleses. Pertenece a un mundo donde el conocimiento
válido es aquel generado por la ciencia, donde la Verdad tiene un referente único y estable por
fuera del lenguaje, y donde el progreso se mide en términos económicos. Crece como parte de un
proyecto que sostiene que los “negros” pueden “civilizarse”, o en palabras de July, “vestirse y
hablar como blancos” (Levy 301).
Cuando July se zambulle en el proceso escritural, ella y Thomas quedan atrapados en una
relación de poder asimétrica que evoca las relaciones imperiales. Ella se ve una vez más frente a
la historia de su vida, una historia de subordinación a los intereses hegemónicos, esta vez
representados por su hijo/editor y su empecinamiento en colonizar el texto e imprimir las huellas
de su poder.
July se declara libre, sin embargo, al cristalizar su historia en un texto cuyos aspectos
formales desarticulan los patrones de pensamiento cultivados por el discurso hegemónico. Al
inscribirse a sí misma y a su grupo en la meta-autobiografía, July se opone a la concepción de la
realidad como un ente configurado a priori. El texto de July madre/escritora propone que la
identidad, la verdad y la historia son construcciones textuales en un constante devenir.
En The Long Song, entonces, Andrea Levy pone en escena una puja de poder en la que
July, madre/escritora y representante de una comunidad subordinada logra trascender los
impulsos imperiales de su hijo/editor a través de la meta-autobiografía, una forma textual que le
permite desbordar los límites que Thomas impone a través del prólogo y epílogo. Ella teje un
discurso en que los valores y “conocimientos” de Thomas, aquellos que según él justifican sus
intromisiones en el texto, sencillamente se vuelven vacuos.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Contextos
Uno de los intereses centrales que surgieron con el auge de los estudios poscoloniales a
partir de la década del setenta fue la recuperación de los pasados silenciados, concebidos como
fuente esencial para la constitución de la compleja identidad del sujeto colonizado. Recuperar la
historia desde la diferencia, desde sus márgenes, supone no sólo un trabajo “arqueológico” en la
búsqueda de las huellas de un pasado borrado: implica también cuestionar y repensar lo que
entendemos como historia.
En este sentido, la problematización que hace la Nueva Historia nos remite a los aportes
del historiador Hayden White quien en “The Historical Text as Literary Artifact” subraya la
existencia de un componente ficcional en la historia. La mera organización de los eventos
históricos en una lógica narrativa, plasma la subjetividad del historiador. La crítica canadiense
Linda Hutcheon coincide con White revelando el poder de los historiadores en silenciar y excluir
determinados eventos pasados y realzar otros que tienen que ver con el grupo hegemónico ,, el
grupo dominante, el colonizador. La creciente recurrencia de novelas que toman hechos
documentados en la historia como puntapié para desarrollar narrativas ficcionales da fé del interés
por revisar y reconstruir la historia desde la literatura.
En el contexto de la literatura afroestadounidense, como bien lo explica el literato Ashrad
A. Rushdy, en Neo-slave Narratives: Studies in the Social Logic of a Literary Form (1999) el
panorama político y social de los años sesenta -en particular, el Movimiento por los Derechos
Civiles- generó un cambio en la historiografía de la esclavitud que afectó directamente la
representación de esta historia en la ficción. Emerge como género de resistencia la nueva slave
narrative115, término definido por el erudito Bernard W. Bell en The Afro-American Novel and
Its Tradition (1987) para describir “narrativas modernas, residualmente orales, que abordan el
escape de la esclavitud hacia la libertad” (289). La definición de Bell evolucionó para abarcar
narrativas que comprenden periodos de tiempo previos o posteriores a los años de esclavitud,
espacios transnacionales y también estilos de escritura y formas diversas. Como aclara la crítica
Valerie Smith en “Neo-slave Narratives” en “The Cambridge Companion to the African
American Slave Narrative”, los textos que participan en esta tradición comparten la “centralidad
de la historia y la memoria de la esclavitud para la construcción de las identidades nacionales,
culturales, raciales y de género” (Smith en Fisch 168).
En el contexto de la esclavitud, el rol de la historia en la construcción de la identidad de
la mujer negra, es para la escritora estadounidense-jamaiquina Michelle Cliff, de suma
importancia ya que hace posible –en primer lugar- la visibilización de su existencia, y en segunda
instancia, su participación en actos de resistencia negros que –aunque silenciados- dieron forma
a la historia del Caribe Extendido116. En Free Enterprise (1993), Cliff desdibuja no solo los límites
geopolíticos y temporales que históricamente han separado la experiencia de la esclavitud de
Estados Unidos con el Caribe, sino también la histórica separación disciplinaria historia-literatura.
Celebrando la función política de la nueva slave narrative, Michelle Cliff rescata la figura de la
115
Conservo el vocablo en inglés dada la problemática que presentan las traducciones “narrativa esclavista”
y “narrativa anti-esclavista”. La primera pareciera designar narrativas a favor de la esclavitud y la segunda
lo contrario. En inglés, el término designa “narrativa de esclavos o escrita por esclavos”.
116
Usaré el término “Caribe Extendido” acuñado por el sociólogo Immanuel Wallerstein para referirse a
las regiones tropicales y semi-tropicales de América que comparten la cultura de las plantaciones en el
contexto de la esclavitud que comprende desde Maryland en el estado de Virginia hasta el noreste de Brasil
(Wallerstein 1980). Ver The Modern World System, vol. 2: Mercantilism and the Consolidation of the
European World Economy. New York: Academic, 1980.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
187
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188
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Conclusión
La alusión al Pasaje Medio en la pintura de Turner nos hace reflexionar acerca del mensaje
central de Free Enterprise: los pueblos que vivieron la experiencia de la esclavitud en el Caribe
Extendido comparten entre sí una misma historia de opresión y resistencia. De esta forma, sería
imposible abordar hechos históricos particulares sin repensarlos desde contextos transnacionales.
A partir de la historia de Mary Ellen Pleasant, Michelle Cliff nos enseña como la lucha de
resistencia que representa su protagonista es también la lucha de otras tantas mujeres silenciadas
e invisibilizadas por la historia oficial.
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192
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
relación entre Antoinette y Rochester. Además, proyecta ese halo de misterio que la conecta no
sólo con el trópico, sino también con los ritos africanos, en una comunión con la naturaleza
exultante que impacta a Rochester desde un comienzo. In crescendo, la imagen provocativa de
Antoinette, quien naturalmente abraza ciertas prácticas africanas, gana un misterioso poder que
atrae y repele a su esposo. En ocasión de su luna de miel con Rochester en Granbois, propiedad
que perteneció a su madre, Antoinette protagoniza una tradicional danza africana, en la que inicia
un duelo simbólico con su criada negra, Amélie. Al ritmo de los tambores africanos, danza con
ella la disputa del poder de atracción en Edward Rochester. Claramente, este no es un mundo
Brontë, en el que dominan la compostura, la frialdad y el autocontrol. Tampoco es fielmente un
mundo Rhys, en el que las mujeres beben mucho y aman demasiado en una frenética búsqueda
de sí mismas. El mundo construido por Duigan revaloriza el poder animal(izante) de Rochester,
revelando lo perverso, mezquino y cruel en la fibra íntima del colonizador europeo.
Imposibilitado para comprender lo exótico, atado por la cultura inglesa, y dirigido por
principios patriarcales, Rochester busca el control sobre el misterioso poder de Antoinette. La
violencia se convierte en el medio ideal para subvertir ese poder. Es una violencia física y
simbólica que le otorga al inglés el control del cuerpo y de la psiquis de Antoinette. Con el poder
de animalizar a Antoinette, Rochester destruye la dignidad de su esposa, quien al denigrarse se
convierte en la Bertha de Jane Eyre, la loca encerrada en el ático. Rochester ejerce una violencia
que en la novela de Rhys se funda en la incapacidad de diálogo entre ambos esposos, en la
negación de la dignidad de Antoinette, en su objetivación. Dicha cosificación resulta clave en la
película, aún clasificada condicionada por la crítica, ya que enfatizando el poder sexual de
Rochester logra construir una subjetividad primitiva en contraposición a la supuesta sofisticación
propia de la civilización. Agresivo, denigrante y arrogante, el inglés no sólo interpone sus deseos
a la intimidad de su esposa, sino que además abre su mundo de relación íntima a la sirvienta
Amélie. Imágenes de subordinación tanto en orden físico como simbólico tejen un entramado de
subjetividades que se encuentran y se desencuentran en complejas relaciones de violencia. De
este modo, Duigan logra una constelación de relaciones que no se reducen al erotismo, sino que
construyen esas relaciones de poder que pasan a un primer plano.
En virtud del análisis hasta ahora expuesto, no cabe duda que la crítica a la obra del
director australiano John Duigan ignora el poder estético-ideológico de su lenguaje. Lo que a
simple vista parece ser una obra que raya lo pornográfico, según ciertos críticos, es un signo que
abre un diálogo con la novela de la autora caribeña. En su capacidad de dialogar con el pasado, el
film no deja de expresar una ideología actual, que también puede relacionarse con otras
adaptaciones presentes y futuras de la obra de Rhys. A pesar de que ciertas partes de esta
adaptación no pueden reconstruir la totalidad narrativa en la novela, según la crítica, es
precisamente en los fragmentos donde Duigan logra conversar, cuestionar la obra literaria. Es
principalmente el lenguaje corporal el que crea imágenes para construir la asimetría que marca
las relaciones de poder entre el colonizador inglés y la mujer colonizada. La voz del imperialista
se materializa en el lenguaje de la violencia, articulado por Rochester. De este modo, el film de
Duigan es un cuestionamiento a la mirada civilizada, en cierta forma victoriana, de procesos de
significación que en su perspectiva eurocéntrica, perpetúan el proceso mismo de colonización.
En otras palabras, lejos de su carácter de film condicionado y de reproducir estereotipos y modelos
de representación, Wide Sargasso Sea de John Duigan nos sorprende por su creatividad y
originalidad como artefacto cultural que desafía un abordaje desde nuevas perspectivas.
Bibliografía
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195
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Azucena Galettini
Conicet - ILH (UBA) - IdIHCS (UNLP)
O once again
I am walking
roots
that are easy
Once again
I am talking
words
that are smoothly
Grace Nichols nació en Guyana en 1950 y reside en el Reino Unido desde 1977. Su primer
poemario, en el cual nos detendremos en el presente trabajo, se publicó en 1983, recibió el
prestigioso del Commonwealth Poetry Prize y la situó como una de las poetas más relevantes de
la diáspora caribeña. Titulado I is a Long-Memoried Woman, tiene por protagonista a una esclava
anónima y se divide en cinco partes: “The Beggining”, que trata de sobre la captura en África y
la llegada al Caribe, “The Vicissitudes”, sobre el trabajo forzado; “The Sorcery”, donde se
establece los distintos grados de resistencia a la opresión; “The Bloodling”, en la que se comienza
a vislumbrar una adaptación al nuevo continente y “The Return”, sección en la que los poemas
hablan de la posibilidad de la revolución de los esclavos y de la aceptación del yo lírico de su
propio poder y de su nueva identidad.
El presente trabajo toma su título de unos versos de “Drum spell”, uno de los poemas del
libro. Si bien allí nos encontramos con un yo lírico que cae en cierto estado de ensoñación que la
lleva a transitar nuevamente las raíces y las palabras de su vida en África, creo que es posible
desplazar esos versos para pensar la relación presente entre espacio y escritura en este libro de
Nichols. Caminar las raíces, espacializar la identidad, queda unido al hablar palabras
(corrimiento de la colocación natural, “decir palabras”, que extraña la frase) por la estructura
repetida y el sistema rítmico. Caminar y hablar, el espacio y la palabra. Considero que es posible
afirmar que en este poemario opera lo que denomino una escritura topográfica.
Lugar y escritura conviven etimológicamente en el término topografía, y si bien en la
actualidad lo asociamos con la descripción visual de las peculiaridades de un terreno y, por
extensión, a las características físicas en sí que éste presenta, en realidad, como señala el crítico
literario estadounidense J. Hillis Miller (1995:3-4), la topografía originalmente significaba la
creación de un equivalente metafórico en palabras de un paisaje. Hablar de “escritura topográfica”
puede parecer entonces redundante, sin embargo, no se trata aquí de buscar la descripción del
paisaje presente en la poesía de Nichols. El paisaje es un motor poético, fuente de inspiración,
como la propia autora reconoce al decir:
La poesía a la que me siento más cercana siempre ha sido la que tiene un ojo puesto
en el paisaje (…) Aunque la poesía es primera y principalmente un acto de lenguaje,
me parece que el ritmo se ve afectado por el ritmo más amplio del paisaje vivo
(Nichols, 2000: 211, traducción propia).
196
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
el contenido [...] el material es aquello con lo que los artistas juegan: las palabras,
los colores y los sonidos que se les ofrecen, hasta llegar a conexiones de todo tipo y
a procedimientos desarrollados para el todo: por tanto, también las formas pueden
ser material, todo lo que se presenta a los artistas y sobre lo que ellos tienen que
decidir. (Adorno 2004 [1970], 251)
El espacio, entonces, en tanto material, no pasa a ser algo externo a la escritura, es tan
intrínseco a la poesía de Nichols como las noción de ritmo. La escritura topográfica implica que
el espacio se inscribe en la escritura misma, en el acto poético en sí, es un hecho del lenguaje. No
hay escenario, puesta en escena, telón de fondo: la poesía es el espacio en el que el paisaje se
describe, revela, funda y reintenventa. Y es por ello que hablamos de topografía, pues como
sostiene Miller (1995, 6)
Por restricciones de tiempo hemos seleccionado tres poemas en los que se puede ver en
práctica el funcionamiento de esta escritura topográfica.
En este poema la descripción del paisaje no busca en realidad describir, la mirada que lo
recorre (y para la geografía cultural es la mirada la que permite que exista un paisaje, (Silvestri
y Aliata, 2001; Cosgrove, 2002; Roger, 2007)) no busca la mera representación.
En la primera estrofa prima lo cromático que, en realidad, se presenta como una oposición
entre el verde y otros colores. La supuesta paradoja de que lo que define al verde sean las olas
azules, y las “flame shadows”, se cancela si entendemos ese “verde” como sinónimo de fertilidad,
es decir, si lo enlazamos el adjetivo con el anteúltimo verso (fertile). Lo que define a las islas
pareciera, entonces, estar ligado a la imagen prototípica del paisaje caribeño: la vegetación, el
mar, la sombra (que también nos remite a la vegetación). No obstante, aun cuando el “green
blades” remite, en tanto “briznas”, a la vegetación, también late en el término la idea de “filo”,
197
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
que nos preanuncia el final del poema: se presenta ya una imagen que comienza a desarmar la
visión paradisíaca de la naturaleza. Asimismo, “flame shades” no parece remitir unilateralmente
a la pasible sombra de los Flame Trees (conocidos en español como Asacia Roja, Flamboyant o
Chivato), donde el tree se encuentra elidido únicamente por consideraciones rítmicas. Si por un
instante obviamos la elisión y analizamos el sintagma tal como se nos presenta, el “flame”, como
referencia velada al fuego presenta una ambigüedad: al tratarse de dos sustantivos, podría
significar tanto “sombras inflamadas” (flame como atributo de shades) como “sombras de las
llamas” (flame como especificador de shades) que sugiere la idea de los levantamiento de esclavos
y los incendios en las plantaciones.
En la segunda estrofa, la estructura se complejiza. Si en la primera el único adjetivo que
acompañaba a “these islands” era “green” y el segundo verso especificaba con la estructura “with
+ adjetivo + sustantivo”, en la segunda estrofa se observa la anteposición de estructuras complejas
en función adjetiva. Las imágenes presentes allí también están asociadas al paisaje. Se destacan
la caña de azúcar,117 las palmeras, el viento y el mar. Los gerundios que operan como adjetivos
(“dancing”, “waving”, “blowing”, “growing”) conjuran la imagen de movimiento, de un paisaje
vivo y, al mismo tiempo, parecen desembocar en “hurricane”, con lo cual, es posible ver un
crescendo: de un movimiento suave (la danza, el mecerse) a la fuerza del viento en el huracán.
La tercera estrofa vuelve a simplificar la estructura, reduciendo las frases adjetivas. Las
montañas azules reenvían a las olas azules unidas, tal vez, por la imagen ondulante que comparten.
“Fire flying” remite a “Flame shades”, pone de nuevo el acento en la violencia y remite a las
revueltas de esclavos. Los siguientes dos versos hacen referencia a los pueblos originarios, los
caribes y lo arahuacos. La partición de la raíz y el sufijo que marca la pertenencia no obedece sólo
a las exigencias del ritmo. Es una forma de remarcar justamente la pertenencia: islas que eran de
los caribes y arahuacos.
Los dos últimos versos retoman la estructura del inicio “adjetivo + with + sustantivo”. Lo
interesante es que desde la segunda estrofa se construye una expectativa estrucutural, una
predicación que se realiza con el “fertile”, y se completa plenamente con el “With brutality”, que
cambia el signo de la descripción, o mejor dicho, pone de relieve lo sutilmente ominoso sugerido
en “blades”, “flame shades”, “fire flying” y “hurricane”. La fuerza poética del poema se realiza
gracias a la vehemencia que carga ese “fertile/ with brutality”, lo cual nos lleva al otro factor
esencial del poema: el ritmo envolvente, casi circular.
La rima en la primera estrofa (“blades”/ “waves” / “shades”) une estos elementos pero los
acentos están puesto en green y, por oposición, en los adjetivos cromáticos. La repetición
constante de “These islands” enlaza las estrofas y genera, además, cierta expectativa sonora. Así,
cuando en la segunda estrofa se abre entre “these” y “islands” una brecha, el ritmo se acelera,
pues se busca el “islands” (el sustantivo núcleo de la estructura, al fin de cuentas). Esa aceleración
se acrecienta, a su vez, por el uso del encabalgamiento entre “wind” y “blowing”. El ritmo
envolvente también se logra gracias a la estructura de dos elementos: sustantivo + verboide
terminado en ING. Esta estructura se quiebra con el neologismo “mangroving” no sólo porque se
presenta como una monounidad, sino porque su terminación al ser tan similar a “growing”, se
refuerza el acento natural en la primera sílaba. Este primer quiebre sonoro prepara para el
segundo, la ruptura con la terminación ING en “hurricane”. Como hemos visto, semánticamente
se construye un crescendo que desemboca en la violencia del huracán, crescendo que tiene su
paralilismo en el sistema rítmico. Al acortar nuevamente la estructura en la segunda estrofa, el
énfasis sonoro pasa hallarse en “blue mountain” y “fire flying”. El ritmo se ralentiza ante los
adjetivos “Caribbean” y “Arawakan” y el quiebre del blanco que conllevan. Estos cortes rítmicos
preparan el corte mayor que implica “with brutality”.
Por otra parte, el ritmo también es subsidiario de la distribución de las palabras en la
página, el poema en su carácter no sucesivo. Nichols no es una poeta que trabaje particularmente
con lo espacial en ese sentido. Es por ello que cuando lo hace resulta más llamativo. El corrimiento
del margen presente en la primera estrofa en los versos encabezados por “with” acompaña la idea
117 Cabe destacar que la caña de azúcar no está realmente al mismo nivel que los otros elementos,
pues es un producto importado al Caribe y sustento del sistema de la plantación, sinónimo de la
explotación esclavista.
198
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
de subordinación del primer verso al segundo y la entonación descendente que que hay a partir
del “green”.
Por otra parte, gráficamente, pone de relieve al “these islands”, vital para el ritmo y la
cohesión del poema, como se ha visto. En la segunda estrofa llama la atención el corrimiento de
“blowing”, que por lógica se esperaría al mismo nivel que “palm”. Posiblemente obedezca al
deseo de marcar el encabalgamiento entre “blowing” y “wind”. Sin embargo es evidente que los
versos que contienen tanto “these” como “island” son los que no se presentan con sangría,
ubicándolos como centrales al generar que la vista recaiga en ellos. La sangría en “mansgroving”
se explica por el corte en el ritmo y en la estructura gramatical que implica.
En la última estrofa, se observa un blanco activo entre la raíz de los nombres indígenas y
el sufijo. Más allá de lo ya mencionado en cuanto al ritmo, es posible también ver simbolizado en
ese blanco el vacío entre lo que debería ser y no es. Las islas deberían ser de los caribes y
arahuacos pero no lo son. La sangría en “with brutality”, cuando el resto de la estrofa respeta
rigurosamente el margen, hace que el último verso se destaque.
Vemos, entonces, que desde el plano semántico, rítmico, estructural y gráfico se construye
el poema para esa frase final. ¿Qué implica, entonces, esa estructura para lo que hemos
denominado escritura topográfica? En este poema se videncia el reverso de la visión amable del
paisaje y la naturaleza: todos los elementos están allí, la vegetación, el mar, las montañas, la
abundancia del verde y de sombra, pero como se ha visto ligeramente desplazados de su
connotación positiva, cierta presencia ominosa parece estar detrás de cada uno de ellos. Las dobles
acepciones, las ambigüedades estructurales, la duplicidad de la palabra es la forma de marcar la
duplicidad del espacio. La belleza que esconde el horror de los trabajos forzados.
Este poema, que cierra la cuarta parte del libro, de “Bloodling”, en la que se establece una
progresiva alianza del yo lírico con el nuevo territorio, da cuenta, como su nombre lo indica, de
un renacer, pues la quinta parte, “The Return” trata del nuevo poder que el yo lírico va acumulando
y se entrevé la revolución en camino.
La primera estrofa establece que la conciencia del pasaje del tiempo se da gracias a la
contemplación del paisaje, como si la experiencia subjetiva sólo fuera interpretada a partir de las
huellas físicas del espacio. Sin embargo “the cascade of foam” no es una imagen tan transparente
como podía serlo “blue waves” en el poema anterior. Permite pensar también en una niebla que
se disipa, según lo cual “The hurricane/months” no es sólo la estación de los huracanes sino
199
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
también la de los mayores tormentos. No es que sostenga que se observa un retorno de la relación
romántica con el paisaje, donde los estados anímicos del sujeto se ven reflejados en él, sino más
bien que la ambigüedad de la imagen habilita otras lecturas más allá de una descripción física
que, como hemos ya establecido, nunca es inocente. Es interesante, además, que la dirección de
la vista esté marcada por el “into”. Se mira hacia la profundidad de la cascada y desde allí se
desentraña el pasaje del tiempo
En este poema, en contraste con “These islands” intervienen otros sentidos además de la
vista. En la primera estrofa prima lo visual: los verbos son “look into” y “saw”. En la segunda
estrofa aparece el gusto (taste) pero también la mención al aire y al sol nos remiten a lo que la
piel percibe.
Luego surgen las imágenes auditivas, en el canto de las ranas y en la cuarta estrofa se
produce el desplazamiento metafórico por el cual el sol y el cielo pasan también a cantar.
Asimismo, se produce una alianza con el paisaje, pues también el personaje, el ella al que ahora
se le da voz y es un yo, canta junto con ellos. Esta alianza que se preanunciaba en el poema “The
Wandering”118, y que en el libro es bastante previo a “New Birth”. En él se asigna divinidad a
diferentes aspectos de la naturaleza que se funde en una concepción que hermana a todas las cosas,
un espíritu único que habita en todo, incluso en el yo lírico.
Me interesa detenerme en la última frase “New Birth” pues ese ir más allá de todos los
límites, desbordar y desbordarse, tan caro a la poética de Nichols, nos habla no sólo de un
trascender las limitaciones, los padecimientos, para encontrar una nueva fuerza en la siguiente
serie “The Return”, sino que predica también un trascender el propio cuerpo, es parte de esa
alianza con el paisaje, esa comunión espiritual presente en “The Wandering”, un separarse de sí
que también está presente en el “Of Golden Gods”,119 como se verá el siguiente apartado.
La distribución espacial del texto, como en “These Islands” también pone el énfasis en la
última frase, que visualmente se destaca y que, en cuanto al ritmo, obliga a un staccato entre las
tres palabras “beyond”, “all” y “boundaries”, otorgándole así mayor énfasis. Los
encabalgamientos entre las estrofas tres y cuatro remarcan la subordinación que tienen con
respecto a la primera, pues el verbo que rige es “saw” del cual dependen los “that” que abren las
otras estrofas. Esa dependencia sintáctica del “saw”, que es ver pero también comprender, nos
habla de un comienzo que está regido por la mirada, se construye una voz poética impersonal y
distante, que registra. Pero el quiebre ocurre al pasar al tiempo presente en la cuarta estrofa (las
anteriores estaban en pasado) y dar entrada a la voz de esa ella que puede decir yo. La alianza con
el paisaje no se da sólo por que el sol, el cielo y ella canten, la destrucción de la distancia de la
voz poética para adoptar el yo, esa fundición, es la escritura de la comunión con el espacio.
La distancia entre observador y objeto es justamente uno de los elementos que definen
según el geógrafo cultural inglés Denis Cosgrove, gran especialista en el tema, la relación de la
mirada con la construcción del paisaje.120 La fundición de la voz poética en un yo que se alinea
con el paisaje es la cancelación de toda posibilidad de distancia, de una mirada impersonal. El
corrimiento que se observa en los versos, como si la estrofa imitara una suerte de cascada en la
que un verso cae en el siguiente, no sólo destaca gráficamente esta estrofa y el quiebre que
implica, sino que agrega cierto carácter lúdico, que podemos asociar también con el canto.
El “moving” como único verso se destaca visualmente por la brevedad y lo presenta
descentrado, en oposición a la lógica de los versos anteriores. Ese corte también ocurre en el plano
rítmico y es funcional al énfasis de la última frase, escindida en dos versos. La fundición da paso
118 El poema completo reza: “Spirit of Sky/ Spirit of Sea/Spirit of Stone/ Spirit of Tree/ Spirit that
lurk in all things/ is at one with me”.
119 “The Wandering” es el poema que precede a “Of Golden Gods”. Puede leerse, a partir de sus
títulos, como si fueran parte de un mismo poema dividido en dos.
120 La definición de Crosgrove (2002: 68) sobre paisaje es:
... un área de tierra visible para el ojo humano desde una posición
estratégica. (…) Y, como denota el término «posición estratégica,» el paisaje
establece una relación de dominio y subordinación entre el espectador y el
objeto de visión que están emplazados en distintos lugares (...) el espectador
ejerce un poder imaginativo al convertir el espacio material en paisaje.
200
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
a otro distanciamiento, también marcado por los blancos, el de trascender los límites, que pueden
ser tanto los del propio cuerpo como los que constituyen el espacio.
Alone
skull as empty as a gobi
I watch my chameleon spirit
take its exit
shapely as a distant breeze
across the face of heaven
deepening
from azure
to indigo darkness
circling slowly the
archipelago
of burnished green
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
y los aztecas como meras víctimas, sino que también se remarca las propias matanzas de sus
imperios.
Me interesa particularmente los versos “that, and before, the /genocides – /all a prelude
to my time” porque leo en ellos no sólo la clave del poema, sino la condensación propia de una
escritura topográfica. Si bien es posible leer como referente del “all” a “The aztec rites” y “the
genocides”, considero que la raya aquí no es enfática, reemplazable por un dos puntos que marque
esa relación, sino todo lo contrario, un corte fuerte con los versos inmediatamente interiores que
permite una referencia más amplia para el “all”: todo lo que se ha descripto antes en el poema. Es
decir, toda la descripción de los paisajes por los que el yo lírico hace recorrer su mirada se
condensa en el “all”, pues no es sólo en los ritos indígenas y en los genocidios de la Conquista
que se ve el preludio a la esclavitud. Es en todo el continente, representado en su paisaje, que la
opresión está presente. El espacio es entonces preludio, la espacialidad se temporiza, ruptura con
las nociones puramente materialistas y físicas del espacio. La referencia a la selva boliviana y a
la oscuridad puede pensarse como una alusión a la muerte del Che Guevara, una vez más
trascendiendo lo que sería el presente de la enunciación, como mención a las revoluciones que no
serán, búsquedas de igualdad abortadas.
Condensaciones
Bibliografía
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
La complejidad del espacio caribeño escapa a límites prolijos que intenten captar sus
bordes, éste se escurre por entre definiciones expresadas tanto en términos de códigos lingüísticos
como también geográficos. Quizás sea más relevante pensar, siguiendo al cubano Antonio
Benítez Rojo, en “procesos, dinámicas y ritmos” que caracterizan “la fluidez sociocultural que
presenta el Archipiélago Caribe” para poder así percibir “los contornos de una isla que se repite
a sí misma” (3), es decir, perseguir no la búsqueda de centros ni bordes, sino dinámicas comunes,
matrices culturales del Caribe. Estas regularidades y patrones comunes nos permiten visibilizar
continuidades en una cuenca que se extiende para alcanzar la zona sur de los Estados Unidos, las
islas del Caribe y costas de América Central, como así también el nordeste de Brasil. Subyace a
este espacio de compleja diversidad lingüística y étnica una experiencia colonial imperial similar
marcada por la violencia: la institución de la esclavitud de la mano del sistema de plantación.
En Bridging the Americas, Stellamaris Coser, profesora en America Studies y American
Literature de la Universidad de Espíritu Santo, emplea el término “Caribe extendido”121 para
identificar a sociedades que se desarrollaron sobre la base del cultivo del algodón, el azúcar o las
plantaciones de café; todas éstas empresas sostenidas por mano de obra esclava. Son estas
experiencias las que marcaron patrones comunes que desde una pluralidad de voces y colores a
lo largo de los siglos compartirán preocupaciones políticas e intelectuales que se visibilizan en la
propuesta de Coser, la cual combina consideraciones étnicas, de clase y de género. Su
aproximación al discurso caribeño asocia cuestiones socioeconómicas e históricas tomando como
nudo central la trágica marca del Pasaje Medio. Coser sostiene que “el pasado tiene cicatrices
producidas por el cruce a través del Atlántico” (165)122 y afirma que la escritura es “un nuevo
lenguaje que actúa contra el olvido” (166). Este lenguaje nos permite replantear el significado del
pasado desde formas que son especialmente interesantes en tanto se comparten a lo largo del
Caribe extendido. Estos rasgos compartidos incluyen “un sentido multidimensional del presente,
múltiples capas de voces y perspectivas, el énfasis en lugares y personajes particulares creados
desde elementos autobiográficos” (Id.170), características compartidas por figuras literarias como
William Faulkner, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Toni Morrison, Gayl Jones y Paule
Marshall.
En el presente trabajo me propongo interrogar este complejo espacio desde la narrativa
de escritoras como Toni Morrison, Michelle Cliff y Edwidge Danticat, en cuyos textos se
inscriben huellas estético literarias que dan cuenta de lo que el sociólogo y crítico cultural
argentino Eduardo Grüner denomina “transculturación catastrófica”123, término que captura la
relación de construcción-destrucción que marcó el choque cultural que se inicia con la
triangulación Europa, África, cuenca del Caribe extendido, triangulación delineada por el
121
Ver Prefacio a Bridging the Americas (1994) de Stellamaris Coser. En dicha sección Coser refiere al
concepto de Caribe extendido de Immanuel Wallerstein definido como una zona que se extiende para cubrir
desde Maryland en EEUU a Río de Janeiro en Brasil, pasando por la zona nodal del Archipiélago Caribe.
122
Todas las traducciones son propias.
123
En relación al concepto de “transculturación catastrófica” cabe destacar que dicha conceptualización
supone una re elaboración del concepto de transculturación del antropólogo cubano Fernando Ortíz
expresado en Contrapunteo cubano del azúcar y el tabaco.
203
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
124
Énfasis en el original.
204
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
como elemento común en una especie de textualidad dialógica bajtiniana. El subtítulo pone el
foco en un personaje particular, “A novel of Mary Ellen Pleasant”, quien fue una figura histórica
vinculada a la Rebelión de Harper’s Ferry liderada por John Brown en el contexto del período
previo a la Guerra Civil en los EEUU. Aunque pudiera pensarse que con tal focalización, el
tratamiento se concentrará en tal personaje, la novela abre múltiples historias y voces narrativas
ligadas por el ámbito marítimo.
El entramado narrativo de Free Enterprise podría relacionarse con el juego de palabras
homófonas que Paul Gilroy emplea para distinguir caminos marítimos (routes) más que raíces a
tierra (roots) como clave de lectura al espacio transnacional del Atlántico negro. La novela,
estructurada en cuatro secciones, abre desde la mirada de un personaje, Annie Christmas, quien
con un tono nostálgico mira el atrás. Su mirada retrospectiva está cargada por los recuerdos de lo
que no pudo ser, el fracaso del proyecto que concluyó en Harper´s Ferry y su vínculo con Mary
Ellen Pleasant. El encuentro de estas mujeres nos obligará a remontarnos hacia los años previos
a la Guerra Civil cubriendo un lapso temporal de más de medio siglo, entre 1858-1920, aunque
se extenderá desde diversos recursos literarios para abarcar la época colonial. En la segunda
sección y a modo chauceriano, la actividad de narrar historias en la colonia de leprosos servirá de
marco a otras historias que contribuirán a expandir la línea temporal y la construcción del lugar
para cubrir un espacio extendido desde la zona del Mississippi (Carville) a la isla de Jamaica y
desde allí hacia el Caribe y también las aguas del Pacífico configurando según lo recuerda Annie
Christmas “un confuso universo, este Caribe, sin centro ni bordes. Dónde casi todo era
extranjero […] lenguas que chocaban. Peleaban por hegemonía” (6). Estas historias, de boca de
distintos personajes, trazan líneas cartográficas sobre un ámbito marítimo ligado a la colonización
y al proyecto imperial.
Entre el primero y el tercer relato de las narraciones compartidas en el leprosario se
establece una relación temática que reconstruye los viajes de exploración de la corona británica.
En el primer relato, la voz narradora no se presenta como una voz individual sino que aparece
como un colectivo que se define desde la oposición nosotros-ellos. El primer dato para construir
tal oposición es el encuentro en las aguas próximas a la playa de dos tipos de embarcaciones. La
tensión entre nosotros-ellos está simbólicamente capturada en la imagen de las embarcaciones:
las falúas europeas ligeras y alargadas para alcanzar las playas en contraposición a las canoas de
los pueblos del mar: “sus falúas, sin decoración alguna, tan distintas a nuestras canoas o las canoas
de los Maori, Maya, Arawak, Caribe, Azteca, Ashanti, Yoruba, Samoa, Inuit” (45). El relato se
torna cada vez más preciso y así las referencias permiten identificar el momento histórico: la
llegada de la embarcación Discovery bajo el mando del capitán James Cook y la exploración de
la zona de Kilauea en las islas de Hawai. James Cook, quien fue explorador, navegante y figura
clave de la cartografía británica, perseguía entre sus objetivos científicos la observación del
tránsito de Venus en un proyecto astronómico de mediciones científicas. Sus viajes de exploración
y descubrimiento lo llevaron por Australia y las islas Hawai (1778) dónde encontraría la muerte
en un enfrentamiento con los isleños en su tercer viaje en 1779. Es precisamente el bisnieto del
jefe de la tribu que eliminara a Cook quien narra el encuentro desde una perspectiva que
problematiza los recuentos históricos relativos al canibalismo invitando al lector a repensar la
oposición civilizado salvaje.
En el tercer relato de los que se comparten en el leprosario, el agua es nuevamente clave
en la escenificación del conflicto entre nativos y europeos. En este caso, el marco es Tahití. Las
imágenes de barcos se vinculan a motines, huidas y persecuciones. El hecho histórico alude al
buque HMS Bounty que, con el objetivo de conseguir mantenimiento económico para los
esclavos, llegó a Tahití en octubre de 1788 bajo el mando del comandante William Bligh, quien
había servido a las órdenes de Cook. La misión era recoger plantines del árbol del pan, breadfruit
tree, para transportarlos al Caribe. Al cabo de unos 6 meses el comandante ordenó zarpar. Varios
de los marinos, liderados por el Primer Oficial Fletcher Christian se amotinaron. Su plan era
abandonar al capitán y sus seguidores a su suerte y volver a Tahití y a sus mujeres nativas,
relaciones que habían cultivado al mismo tiempo que los plantines del árbol del pan. Es
precisamente este punto el que se problematiza en el relato. Las versiones sobre los hechos entran
en contraste: por un lado la explicación de la misión en términos de botánica y economía y por el
lado local, el exterminio de la población nativa masculina. En ambos relatos se observa una
205
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
tensión en torno a las versiones de la historia complejizando así la perspectiva europea desde la
mirada local.
El ámbito marítimo también se hace presente en la tercera sección de la novela desde el
uso de un intertexto clave: la pintura El barco esclavista, Slaveship (1840) del pintor británico
William Turner. Diversas voces, entre ellas la de la protagonista y la de un catedrático de Harvard
se entrecruzan en un polifónico abordaje de la historia dentro de la historia. El cuadro es una
marina en la que se puede apreciar las aguas furiosas del mar que dominan todo el paisaje en el
que minúsculo, en el fondo, se ve un barco peligrosamente sacudido por la fuerza del agua. El
óleo sobre lienzo de Turner actúa como nudo central de una serie de discusiones suscitadas a
propósito de la pintura que alude a un hecho histórico clave en los registros sobre los barcos
negreros: la Masacre del Zong125. Las apreciaciones que hacen distintos personajes sobre la
marina ponen de manifiesto una tensión entre la estética de Turner, asociada a la lectura del crítico
de arte John Ruskin, quien, como resalta Paul Gilroy “no fue capaz de abordar la pintura más que
en relación a la estética de la pintura del agua” (14) en contraposición a la mirada de la
protagonista que lee en la pintura la tragedia del Pasaje Medio. Mary Ellen Pleasant reflexiona
sobre las condiciones materiales del hecho histórico que se representa especialmente en la
sinécdoque de brazos y pies entre olas embravecidas, símbolo trágico de la práctica de arrojar
esclavos moribundos para cobrar su seguro por pérdida en altamar (Falola y Warnock 2007).
El ámbito del mar vuelve a aparecer fuertemente ampliando el trazado cartográfico en los
capítulos que aluden al padre y madre de Mary Ellen Pleasant: en el caso de la figura paterna, el
capítulo se titula “Viajero”. Esta figura del navegante, viajero, explorador va a presentar un
contraste con la figura de James Cook ya que en lugar del proyecto científico, este navegante
transporta barriles en los que negros africanos se esconden para alcanzar alguna de las
comunidades rebeldes asociadas a la resistencia contra la esclavitud. Así, dicha embarcación
participa en el proyecto abolicionista de contrabando de negros a Fort Mose, uno de los primeros
asentamientos anglo europeos en las costas de las colonias126. El agua es así elemento central en
la novela Free Enterprise, es el ámbito en el que se trazan líneas, rutas marítimas usando el barco
como una unidad clave “un micro sistema de hibridez lingüística y política” (Gilroy 12), una
unidad político cultural, según lo entiende Gilroy un “cronotopo” (17) bajtiniano.
La cartografía que ofrece Cliff en Free Enterprise se vincula con el proyecto político
literario de la escritora afro estadounidense Toni Morrison (1932-) cuya novela Beloved (1987)
puede leerse como texto fundante en una línea que aborda la cuestión de repensar el pasado, en
especial la institución de la esclavitud. Este tema ha sido una preocupación constante en la
narrativa de Morrison que retoma en A Mercy (2008), su segunda novela sobre la esclavitud.
Ambas novelas reescriben la tradición de la slave narrative127, textos que constituyeron parte
integral de la lucha abolicionista. Lo trágico signa ambos relatos, en el caso de Beloved, Morrison
ficcionaliza la dramática y oximorónica decisión de una esclava fugitiva desesperada: dar muerte
a su propia hija y así librarla de una vida en esclavitud. El personaje de Sethe está inspirado en la
historia de Margaret Garner, que como Mary Ellen Pleasant en la novela de Cliff es también un
125
El Zong era un barco negrero de la propiedad del banquero y esclavista británico William Gregson que
zarpó de Liverpool el 5 de marzo de 1781 hacia las costas de África bajo el mando del capitán Luke
Collingswood llegando a Jamaica en diciembre del mismo año. En la ruta del Atlántico, el Pasaje Medio,
Collingswood ordenó se arrojara más de un centenar de africanos esclavizados por la borda para cobrar el
seguro por pérdida en alta mar. El caso de la masacre del Zong se convirtió en causa central del movimiento
abolicionista. Para mayores datos ver Encyclopedia of Middle Passage de Falola y Warnock.
126
Los primeros asentamientos anglos fueron Jamestown (1607), y Plymouth (1620). Anterior a éstos,
St Augustine (1565) fue un establecimiento español en la Florida. Se convirtió en 1738 en la primera
comunidad de ex esclavos, llamada Gracia Real de Santa Teresa de Mose conocido como “Fuerte Mose”.
La libertad era garantizada para cualquier negro siempre que pronunciara lealtad al rey de España y se
convirtiera al catolicismo. Fue un lugar de refugio, parte del tren subterráneo pero en dirección hacia al
sur.
127
En relación a la narrativa anti esclavista consultar “Discourse on the Slave Narrative and a New
Interpretation of Anti-slavery Ideology” en Antebellum Slave Narratives de Jermaine Archer. NY and
London: Routledge, 2009. En lo referente a la nueva narrativa anti esclavista ver Neo Slave Narratives de
Ashraf Rushdy. NY and Oxford: OUP, 1999.
206
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
personaje histórico. Los registros de la crónica periodística de 1856 relatan su huida al norte
buscando escapar de la vida en la plantación, tras la promesa de libertad que Ohio parecía ofrecer.
Las aguas del río Ohio son en esta novela un elemento clave a la configuración del espacio y la
trama. En sus aguas se yuxtaponen imágenes de vida y muerte, tragedia y resurrección. El sueño
del norte y la libertad se desvanece para Sethe con la apocalíptica aparición de los “cuatro jinetes”
(148) representación de la ley y personificación del Acta del esclavo fugitivo de 1850, por la que
no se reconocía un cambio de estatus por estar en tierras del norte, un esclavo en el norte o el sur
seguía siendo propiedad del amo y reclamarlo estaba amparado por la ley. La técnica narrativa
complejiza el hecho trágico de la muerte de la niña al reconstruirlo desde distintas perspectivas,
en un especie de montaje paralelo cinematográfico. La dramatización de un “dialogismo agónico”
(Grüner 2010 421) se escenifica en los capítulos 20, 21 y 22, en el que intervienen madre e hijas:
Denver y Beloved, ésta última genera numerosos interrogantes. Su silencio se sostiene hasta que
recién en el capítulo 22 su voz complejiza la línea narrativa al liberar una secuencia de imágenes
que pueden leerse como alusiones al viaje forzado del Pasaje Medio. El recuerdo de la oscuridad,
la sed por la falta de agua, la pestilencia y amontonamiento en un espacio compartido por otros
se presenta como un fuerte eco de los recuentos en las narrativas de ex esclavos de su situación al
ser atrapados en África y transportados en los barcos negreros a través del Atlántico.
En A Mercy la polifonía también problematiza la relación madre hija en un diálogo que
no se concreta y que el lector percibe como tal mientras que sus protagonistas viven sus angustias
en silencio. La novela abre con la voz de Florens, esclava cuya madre la “ha ofrecido” a otro
dueño en parte de pago y alterna entre su relato en primera persona y un narrador con foco en
otros personajes. La condición de Florens y la temática de la orfandad es una preocupación
recurrente en la obra de Morrison. En el capítulo final la madre de Florens toma la palabra en lo
que puede leerse como la fractura de un diálogo imposible. Morrison ficcionaliza lo inenarrable,
la muerte y el abandono en relación a trágicas decisiones de una madre en el contexto de la
esclavitud. En el capítulo final, la madre, sólo identificada como tua mãe, intenta poner en
palabras su historia. Su relato gira en torno a una imagen clave, las aguas del mar en las que se
mece un barco: “la casa que flota en el mar […] y los tiburones debajo” (164). Entender su nueva
situación en la casa que flota en el mar, donde vería por primera vez ratas, la lleva a desear la
muerte: “le di la bienvenida a los círculos de tiburones pero me evitaban como si supieran que
prefería sus dientes a las cadenas alrededor de mi cuello y mis tobillos” (Ibid). Tanto en Beloved
como en A Mercy se observa un evidente énfasis puesto en el espacio marítimo y su asociación a
los recuerdos trágicos del Pasaje Medio, siendo la experiencia del barco negrero clave de lectura
en relación a la problemática entre madres e hijas bajo un sistema que atenta contra tal vínculo.
En el caso de la escritora haitiano estadounidense Edwidge Danticat (1969-), el agua
aparece como elemento central en la reconstrucción de la historia como así también en relación a
reconfiguraciones identitarias. En la novela The Farming of Bones (1998), el río Masacre marca
el límite geográfico entre República Dominicana y Haití y al mismo tiempo paradójicamente lo
desdibuja. Es en las aguas del río Masacre donde la protagonista, Amabelle pierde a sus padres,
quienes intentaban cruzar de Haití a Dajabón en busca de oportunidades laborales. Pasados los
años el río volverá a presentarse como ámbito clave pero ahora en el viaje de vuelta a Haití luego
de años de trabajo como doméstica en Alegría. El motivo del viaje de vuelta será político. Los
rumores que corren cada vez más fuertemente en torno a los planes del Generalísimo Trujillo
apuntan a una operación de limpieza en el borde haitiano-dominicano. Las aguas del Masacre son
testigo no sólo de “El Corte”, la matanza en octubre de 1937 por órdenes del General Rafael
Leónidas Trujillo de unos “18.000 haitianos, pudiendo salvar la vida aquellos que lograron cruzar
la frontera o los que fueron protegidos por los ingenios azucareros que no querían perder su mano
de obra” (Bethell 235), sino también de luchas y tensiones de siglos pasados, tensiones entre
poderes imperiales. Es en el agua donde se inscriben las masacres pasadas y presentes que tienen
como punto de contacto luchas vinculadas a la tierra y en especial al azúcar. En The Farming of
Bones, los hechos que llevan a la masacre del Perejil, como también se la conoce, problematizan
la versión oficial que sostenía la matanza se había tratado de problemas fronterizos y así Trujillo
emergía como el defensor de la nacionalidad. En la novela, la voz de Amabelle, quien consigue
cruzar el Río Masacre y así salvar su vida, ofrece una versión muy distinta, más relacionada a un
proyecto de limpieza étnica impulsado por el dictador. Del mismo modo, en el relato “Children
207
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
of the Sea” de la colección de cuentos Krik? Krak! (1995) el agua es nuevamente clave en la
escenificación del conflicto. Jugando con la alternancia de voces, el relato propone un diálogo a
la manera fragmentada de Morrison, un dialogismo agónico entre dos amantes que se separan
forzados por la situación política en Haití. Mientras una de las voces recuerda la relación en un
clima marcado por la violencia política de los Tonton macoutes, la otra se aleja navegando por las
aguas del mar Caribe hacia un trágico final que emula o revive la experiencia del barco negrero
“¿Quieres saber cómo va la gente al baño en el bote? Probablemente del mismo modo que lo
hacían en los barcos negreros. Se apartan y buscan algún rincón […] me avergüenza el olor”
(15). La navegación a mar abierto, los vómitos y descomposturas, los olores, la humillación son
fuertes ecos de un pasado traumático.
En los textos abordados de Cliff, Morrison y Danticat se puede observar un evidente punto
de contacto en su interés por el espacio Caribe concebido desde el agua como elemento unificador
clave de la metaforización de la historia. Según sostiene Cliff en “History as Fiction, Fiction as
History”, “es a través de la ficción que podemos rescatar el pasado” (199) imaginando lo no
imaginado, los espacios vacíos de la narrativa histórica oficial. Especialmente significativa es la
imagen del barco negrero en tanto símbolo de la génesis de la lucha por resistir que en ellos se
gestó. La imagen recurrente del barco, en sus múltiples versiones – barco negrero, buque
explorador, canoas, falúas – se desplaza trazando líneas cartográficas que configuran un espacio
transnacional en el que el Pasaje Medio “emerge no como un quiebre entre pasado y presente sino
como un contínuo […] espacial y temporal […] una imaginación transatlántica” (Diedrich, Gates
y Pedersen 8). Los textos dan respuesta a un deseo expresado por Morrison en el que exponía la
falta de monumentos que permitieran conmemorar el pasado de la esclavitud. Morrison expresaba
su deseo “de tener un lugar donde ir para pensar […] para convocar las presencias o recordar las
ausencias de los esclavos. No hay ni monumento […] ni muro, ni placa, […] no hay ni siquiera
un pequeño banco al costado del camino” (“A Bench by the Road” 44) que simbolice el trágico
destino de tantos. Sin embargo, su intención de conmemorar el pasado se tornó realidad cuando
alrededor de una década posterior a la publicación de Beloved se colocó, dándole forma simbólica
y física a su deseo, un banco en Sullivan Island, Carolina del Sur. Quien se sienta en este banco
mira en dirección al mar, al Atlántico, específicamente al que fuera puerto de arribo utilizado por
los barcos negreros que bajaban su cargamento de esclavos. Del mismo modo que este simbólico
banco mira al mar, los textos de Cliff, Morrison y Danticat contemplan el agua, erigiéndose como
conmemoraciones que dan voz a la ausencia.
Bibliografía
Benítez Rojo, Antonio. (1998) La isla que se repite. Edición definitiva. Casiopea.
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América y el pensamiento crítico de Latinoamérica y el Caribe. Eduardo Grüner Ed. Buenos
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Conversations with Toni Morrison. Ed by Carolyn Denard. US: University of Mississippi Press.
44-50.
209
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Introducción
En el apéndice de 1962 a Los Jacobinos negros (1938), Cyril L. Robert James destacaba
la conformación de una cultura propia en el Caribe al declarar que, por esos años y luego de la
revolución cubana: “la masa del pueblo caribeño no está buscando una identidad nacional: la está
expresando”.
Sin forzar lazos de interrelación, quiero destacar, sin embargo, una convicción similar
en Derek Walcott que puede leerse en “The Caribbean: Culture or Mimicry?” su ensayo
publicado en 197. Allí el autor defiende la legitimidad de la cultura caribeña al mismo tiempo
que se opone a la visión negativa del escritor Vidiadhar Naipaul en obras como The Middle
Passage (1962) o The Mimic Men (1967) donde los artistas e intelectuales del Caribe aparecían
considerados como incapaces o meros imitadores de las culturas metropolitanas europeas.
Walcott, si bien en principio admitía que en el Caribe nada original se había creado, reconocía, al
contrario, una gran potencia creativa en la mimesis o imitación ya que ésta no sólo era “reflejo
sino señuelo” y contaba con su propia capacidad de modificar y transformar. Por otra parte,
condenaba al absurdo filosófico la creencia de que fuera posible imitar en el Caribe aquello que
nunca se había sido ni se había tenido. Su población, producto de diásporas y mestizajes, debía
producir una cultura de acuerdo con sus características y no ser “reflejo” de un sujeto universal
que el colonialismo europeo había impuesto como (el) original.
Prueba de ello es toda su obra en la que el poeta utiliza con virtuosismo no exento de
provocación formas clásicas de la literatura occidental para lograr, por ejemplo, a nivel de la
lengua un “tono”128 que deja escuchar tras del inglés culto ecos y giros de las lenguas vernáculas
o, con respecto a los géneros, la producción de una épica no heroica como es el caso de Omeros
(1990) cuyos héroes no son príncipes guerreros sino desposeídos. Pero es en la descripción de los
paisajes personificados por la luz brillante de los trópicos donde se destacaría lo más importante:
ellos son vistos por ojos de hombres y mujeres a quienes les había sido negada su capacidad de
mirar y transformar durante cientos de años; primero, los de las personas traídas en calidad de
esclavos desde el África a partir del siglo XVI; después, los de sus descendientes mestizos.
128
En entrevista concedida a María Cristina Fumagalli, Derek Walcott sostiene que lo importante en un
poema no es tanto el idioma elegido como vehículo sino su capacidad para expresar el “tono”, “el sonido
de la lengua vernácula”. En Fumagalli, María Cristina “Inmediatez permanente: Una conversación sobre
Dante con Derek Walcott”. Periódico de Poesía, México, nº 68, abril de 2014.
210
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Por mi parte y siguiendo esta indicación de Emery querría señalar en adelante cómo se
produce esa reapropiación de la mirada en Tiepolo’s Hound 129(o El lebrel de Tiepolo libro que
no cuenta con traducción al castellano) una obra de Derek Walcott del año 2000, compuesta de
cuatro libros con un total de 26 capítulos escritos en dísticos pareados. En el poema “3”del libro
I el poeta narrador recuerda su primera visita al Museo de Arte Moderno de Nueva York cuando
contaba veintiún años. Le había maravillado descubrir un cuadro donde, de manera magistral y
con un toque de color rosa, el pintor había dado forma de una sola pincelada a la pata de un perro.
La luminosidad emitida era tan precisa que le había producido una sensación epifánica.
Se trataba de “Cena en la casa de Levi” de Paolo Veronese (1528-1588); sin embargo, con el
paso del tiempo su memoria se confundía; prueba de ello era que no había vuelto a encontrar la
luz de la pata de ese perro en ningún cuadro de los museos donde había vuelto a buscarla ni estaba
seguro, siquiera, de si aquella luminosidad perfecta era obra de Paolo Veronese o de otro
veneciano que se había destacado cien años después: Giambattista Tiepolo (1696-1770). Es así
que en el poema 1, capítulo XXI del último libro, el poeta narrador decide trasladarse a Venecia
convencido de que allí tal vez podría encontrar ese detalle que continuaba en su memoria. La
búsqueda no dio resultados pero no fue inútil; cuando, aún en otro intento y con el mismo fin, se
encontraba hojeando un libro de reproducciones, descubrió una pintura de Giambattista Tiepolo
“Apelles pintando el retrato de Campestes”. En el cuadro, de pie y al costado de la tela donde
trabaja Apelles, un esclavo africano sostiene de una cuerda el perrito blanco de Campestes
mientras, mudo por su privilegio observa los personajes de la escena y la pintura a que da lugar.
Es entonces cuando el poeta (quizás en otro momento epifánico) siente una total identificación
con ese africano porque como él, al costado de la tela, aprende al mismo tiempo a pintar y a
transformarse a sí mismo. A lo cual podría agregarse que también aprende a poetizar a partir de
su mirada como elemento primero.
En apoyo, estas palabras de Walcott citadas por Emery en el capítulo antes mencionado:
“Sólo nuestra propia dolorosa, extenuada mirada, (el aprendizaje de la mirada), puede
encontrarle sentido a la vida de nuestro alrededor”130.
Por otro lado, en Tiepolo’s Hound, la voz poética se acerca a una segunda mirada, la del
pintor Camille Pissarro (1830-1903), descendiente de judíos sefardíes quien, en un “exilio a la
inversa”, había abandonado su Charlotte-Amalie natal en las Antillas menores para instalarse en
París. Sin embargo, una vez cumplida su ambición, siente que nada le pertenece de los museos y
monumentos en la capital de la pintura del siglo XIX. Él es un extranjero allí y no está de acuerdo
con la formas de su tiempo a las que considera meras repeticiones o derivas que comienzan a
agotarse. Resultado, refiere el poeta narrador, en los cuadros de Pissarro se podrá advertir la
descomposición de las moléculas de la luz sobre los paisajes de la campiña francesa que la
acercan a la brillante de los trópicos; incluso, percibir una dimensión sonora como ecos de los
cantos de esclavos en los álamos temblones de Pontoise.
De esa manera en Tiepolo’s Hound, la figura “ficcionalizada”131 del pintor Camille
Pissarro no sería la de un continuador del arte europeo sino la de alguien que se hubiese propuesto
transformarlo. De allí su definitivo aporte al movimiento impresionista en pintura y su influencia
en otros grandes maestros: Cézanne, y Gauguin, sólo dos de ellos.
Tal como se puede observar en toda la obra de Walcott y mucho en este libro, la
importancia de los elementos visuales es tal que, podría decirse, tiene un valor protagónico. Así,
como efectos mágicos o epifánicos, paisajes, objetos y personas se funden en las pinturas
descriptas en el poema y sorprenden al lector cuando parecen dar un salto más allá de las dos
dimensiones de la página para transformarse en objetos que podrían interactuar en el plano de lo
real. Para esto y siguiendo la gran tradición occidental, entre los recursos utilizados se pueden
mencionar los símiles de la épica homérica, las sinestesias y personificaciones y principalmente,
las écfrasis.
129
Walcott, Derek. Tiepolo’s Hound, London, Faber & Faber Limited, 2000.
130
La traducción me pertenece.
131
Walcott reconoce en una entrevista que el retrato que compone en su libro es una versión
ficcionalizada de la vida de Camille Pissarro. En David Huerta, “Entrevista con Derek Walcott”, México,
Letras Libres, nº 22, octubre de 2000.
211
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Excede las posibilidades de este trabajo una adecuada distinción y ejemplificación de los
tipos de écfrasis que han sido estudiadas pero es de destacar la primera y más conocida: ser la
descripción en palabras de una obra de arte visual. Ejemplos canónicos: el escudo de Aquiles en
la Ilíada o el de Eneas que describe Ovidio en la Eneida.
Sin embargo, hay que destacar primero que, en la écfrasis, hay una puesta en cuestión de
la jerarquía y la dominación de los géneros al fijar ésta lo instantáneo de la imagen por sobre el
tiempo del relato que progresa (Krieger, 1992) y segundo, que excede la representación mimética
al agregar a la función referencial una apelativa que, como también en la prosopopeya, hace o
insta a hablar lo que está ausente (Hefferman, 1993).
Sin pretender un análisis detallado, podría decirse, siguiendo las características
mencionadas, que todo el poema que lleva por título Tiepolo’s Hound es un ejemplo de écfrasis.
Se lo puede observar en la descripción de las pinturas con las que el poeta sigue la evolución y el
tratamiento de la luz desde el Renacimiento hasta su descomposición y mixtura en los cuadros
de Pissarro y después en los del Impresionismo, lo cual le permitirá afirmar hacia el capítulo X
del segundo libro: “La pintura es la crónica de la luz”. Es decir, en la pintura, la imagen sería
capaz de revelar una historia en captación instantánea y superar el tiempo progresivo del relato.
Algo que puede compartir con la poesía escrita, siempre y cuando ésta sea capaz de superar las
formas que la han subordinado a ser mera inscripción de la idea o pensamiento racional.
Después de Tiepolo’s Hound, Derek Walcott seguirá ejercitando con maestría el recurso
de lo visual y de las écfrasis en particular. En White Egrets (Garcetas blancas) de 2010 de la cual
he consultado la traducción al castellano de Luis Ingelmo en la edición bilingüe de Bartleby
Editores del mismo año, aparece un tono de melancolía en los recuerdos de un hombre que
envejece. Su memoria es ahora insegura y lo atemoriza la posibilidad de estar perdiendo el don
de la poesía. Sin embargo, aunque el poeta se reconoce una figura prescindente frente a la
permanencia del paisaje y de sus elementos, aún puede observarlos y lo más importante,
nombrarlos.
El poema que lleva el número VI del grupo “En Italia” además de estar constituido por
imágenes que funden el paisaje al interior del poema, aparecen montajes que remiten a las
imágenes-movimiento del cine. Dice la voz poética:
“a pesar de lo cual serio se muestra el verano/pues a la fuerza se dará un adiós a las armas:/a
la beldad de pelo revuelto que se irá. La ausencia de tu axis desplazado, sobre el eje/ de tu
cuerpo el amor gira, oscila el vagón mientras/ corren junto a los tejados, las costas y las/
playas de Liguria. Todo pierde el equilibrio, se tambalea con la vara de la memoria./”
Veloces las imágenes se desplazan y el poeta no puede sino dejar que fluyan y se alejen
porque como un barco que regresa él ya ha plegado sus velas. En el poema, como una mise en
abîme con ecos de Hemingway y más atrás de John Donne, las campanas doblarán por el poeta
luego del adiós al amor y también a la poesía.
En el Poema “24” del subgrupo “Cambio radical” se escucha otra vez el lamento por la
pérdida de la memoria: “¿Quién habría pensado que esto sucedería,/ el hotel amarillo que se
esfuma, y ahora,/ ¡Dios!, el nombre de ella? Sólo el sol frente a la costa/dura para un viejo que
observa las mismas olas/”
Y en el número “32” de los agrupados bajo el título “Sesenta años después”, la
inminencia del fin de la vida y de la poesía no sólo se percibe en la propia angustia de la voz
sino en los elementos externos que, inextricablemente, forman parte del poema: “ Sé ahora feliz
en Cap, por las dichas simples: blancas/ garcetas en fila que apuntan la palabra última, /el recitado
del mar que en mi cabeza vuelve/ a colarse con preguntas que borra,…/” Para continuar más
adelante:
212
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
“(…)Si es cierto que mi don/ se ha agostado, que de él poco queda, si razón/tiene este hombre,
nada hay que hacer sino abandonar/la poesía como a una mujer porque la amas/(…)/ ve
entonces hasta el borde del barranco y supéralo,/ los celos, el rencor, la maldad, con la
elegancia / de un rabihorcado que el Barrel of Beef sobrevuela,/su peñón; porque has escrito
bien aquí da gracias,/deja que los poemas rotos se alejen cual banda/ de garcetas blancas que
por fin libres suspiran”
Deja que las trizas de tus poemas se alejen de ti cual una banda
de garcetas blancas en un último y largo suspiro de liberación.
Así, en justificación, concluyo afirmando que el cambio permite observar mejor la fusión
entre las trizas de papel blanco y la imagen de las garcetas volando al proporcionar equidad en la
categoría de lo real para ambos términos. Aunque no se trataría de la equidad poesía-realidad que
soñaba la gran tradición de los románticos, sino una apuesta para transformar desde la poesía y la
literatura la realidad, en este caso, la realidad y la cultura del Caribe. Lo mismo cabría agregar
con respecto al temor que el poeta siente de perder el don de la poesía. Esto no podría suceder,
quedaría anulado por esa integración perfecta de los elementos mencionados, vida y poesía ahora
integrados.
Conclusión
De todo lo expuesto, podemos afirmar que los textos de Derek Walcott aquí citados
operan desde una mirada que se revela mezcla de la pintura y de la poesía al mismo tiempo que
indica otras: la producida entre los habitantes colonos y colonizados, la de sus descendientes
mestizos e incluso la de un personaje paradigmático, el mongrel, un perro mestizo y vagabundo
que hacia el final de la búsqueda del poeta por las pinturas de Tiepolo o Veronese en Tiepolo’s
Hound logra vencer al espectro que, en el pasado, había sido capaz de producir un efecto
epifánico.
Y es que la epifanía ahora puede manifestarse desde el mismo lugar donde ha nacido el
poeta quien, al reapropiarse de su propio entorno, observa y devuelve, en la letra, su propia tierra
al mundo sin mimesis ni reflejos de otras realidades. Es palabra que ahora ocupa un lugar propio,
transforma y recrea.
Bibliografía
213
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214
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Las relaciones culturales entre Cuba y los Estados Unidos han sido muy productivas desde
el siglo XIX. De algún modo, la cercanía del gran país del norte, con su poderío económico y
cultural, ha sido indudablemente un núcleo generador de sentidos (no solo en la literatura sino
también en las artes plásticas, en la música, en la danza, en el cine). Pese a los incontables
conflictos políticos132 entre ambos países –quizás incluso gracias a ellos también-, una gran
cantidad de escritores cubanos, desde Félix Varela, José María Heredia, Cirilo Villaverde y José
Martí en el siglo XIX hasta Jorge Mañach, Reinaldo Arenas, José Rodríguez Feo, Antonio Benítez
Rojo en el siglo pasado e incluso Antonio José Ponte, Enrico Mario Santí y Francisco Morán en
las últimas décadas, por nombrar solo algunos de ellos, se han establecido durante estadías
determinantes para su formación y desarrollo intelectual en los Estados Unidos, principalmente
en Nueva York en el siglo XIX y allí y en Miami en los siglos XX y XXI luego del triunfo de la
Revolución. En el sentido inverso, autores norteamericanos construyeron fuertes y dinámicos
nexos con la isla. Este es el caso, por ejemplo, de Ernst Hemingway, que residió en Cuba durante
las décadas del 40 y 50 y de Calvert Casey que, aunque nació en Estados Unidos, vivió gran parte
de su infancia y adolescencia en La Habana.133 Ottmar Ette sostiene, en esta misma línea, que la
fundación de la literatura cubana en el siglo XIX se debe a “la matriz dinámica que [la] distingue”
desde sus inicios (412) y a las relaciones que la isla construyó con otras naciones: México, España,
Francia e Inglaterra y, por supuesto, los Estados Unidos. En definitiva, “una literatura
fundamentalmente surgida del movimiento y en movimiento” (Ibid.) afirma Ette, “en un diálogo,
a menudo aplazado, entre la isla y el exilio” (Id. 413).
La historiografía cubana carece de documentación suficiente acerca de los vínculos
culturales entre Cuba y los EEUU durante el siglo XIX. Si bien existen numerosos estudios que
se han ocupado de las relaciones de tipo económico-políticas entre ambos países hasta los inicios
de la Revolución (cfr. Cairo 2003), las vinculaciones entre intelectuales requieren aún un
desarrollo más profundo desde un enfoque que revalorice la productividad real de esos nexos. No
nos referimos únicamente a la visión que de los EEUU tuvieron los cubanos luego de la
intervención norteamericana en 1898 sino a la línea intelectual anterior y que llegó hasta José
Martí.
Según relata Ana Cairo, a fines del siglo XVIII surgió en Cuba un pujante interés en el
modo en que se había constituido el entonces joven pero gran país del norte y que se vio plasmado
en la generación de intelectuales que fundó El Papel Periódico de la Havana en 1790 y la
Sociedad Económica de Amigos del País tres años más tarde. Sus inquietudes se dirigían
esencialmente a la formación de las instituciones públicas y a las modernas teorías políticas. La
experiencia norteamericana se mostraba como un cúmulo de posibilidades que permitirían
comparar primero para hallar luego alternativas propias. El presbítero Félix Varela, de gran
influencia en la intelectualidad independentista cubana de inicios del siglo XIX, siguió idéntico
camino en su estadía de casi treinta años en Filadelfia y Nueva York. La segunda figura de
importancia en este sentido fue José María Heredia, que llegó a EEUU en el mismo año que
Varela (1823), esta vez a Boston y luego a Nueva York, donde permaneció dos años antes de
instalarse en México. En esa misma década y durante la siguiente, José Antonio Saco se estableció
132
Entre los que destacamos los intentos de anexión de la isla a los Estados Unidos, la enmienda Platt, la
guerra hispanoamericana y consecuente intervención norteamericana o el bloqueo a la isla luego de la
instalación del gobierno revolucionario.
133
Debido a su estrecho vínculo con la tradición nacional, actualmente su obra se incluye en cualquier
antología de la literatura cubana, como por ejemplo, Fornet y Espinosa Domínguez (2002).
216
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
por algunos años en Filadelfia, donde mantuvo contacto con su maestro Varela.134 Gran parte de
la intelectualidad cubana del momento viajaba a Nueva York en las décadas de 1820 y 1830.
Tanto José de la Luz y Caballero como Domingo del Monte, hicieron lo propio. Este último
publicó en la Revista Cubana su “Bosquejo intelectual de los Estados Unidos en 1840” (2000),
donde expone un vasto conocimiento de la producción literaria norteamericana y del mundo
editorial del momento. En estos apuntes, Del Monte pretende refutar los cargos de los que ya se
acusaba a los Estados Unidos a causa de una supuesta preferencia frente al desarrollo material por
sobre el intelectual135. El punto fundamental del ensayo reclama atención hacia la autonomía
literaria y editorial americana.136 En las estadísticas que presenta demuestra cómo los autores
norteamericanos prescinden de los editores ingleses, marcando simultáneamente un mayor y
creciente interés de los lectores nacionales por sus propias producciones, lo que puede
comprobarse a partir de la cantidad de ediciones y reimpresiones de los títulos que se publican en
el país. Así confronta:
Al paso que estos guarismos prueban que las obras americanas no son del todo
desconocidas en el extranjero, prueban también que los Estados Unidos no dependen
enteramente, como se ha querido suponer, del extranjero para la satisfacción de sus
necesidades intelectuales (Del Monte 171).
Tres décadas más tarde, en 1861, el poeta Juan Clemente Zenea publicó en la Revista
Habanera el ensayo “Sobre la literatura de los Estados Unidos”.137 A diferencia del bosquejo de
Del Monte, su trabajo se ocupa de la literatura entendida, en este caso, fundamentalmente como
oratoria.138 Como Del Monte, intenta acabar con el encasillamiento por el que se expresaba una
falta de desarrollo intelectual en pos del progreso material en los Estados Unidos y señala los
signos de la modernización como altamente positivos: grandes ciudades, ferrocarriles, vapores,
multitudes.139 El sello del país del Norte es, para Zenea, el movimiento que deviene del progreso,
sin que este signifique una falta de interés intelectual.140 Y, aun cuando no pretende equiparar el
134
Su estadía le permitió conocer los entretelones de la política expansionista norteamericana, debatir y
oponerse fervientemente a la opción anexionista. Como sostiene Cairo, su oposición acérrima a la
esclavitud le permitió comprender la diferencia entre los estados esclavistas del sur y los estados libres del
norte y entender así la necesidad de los primeros de anexar la isla de Cuba para proseguir con sus políticas.
Su proyecto de formación de la nación puede sintetizarse en la siguiente cita: “Yo desearía que Cuba no
fuese rica, ilustrada, moral y poderosa sino que fuese Cuba cubana y no anglo-americana” (Saco en Cairo
259).
135
“Ya ves que carecen absolutamente de fundamento los cargos que con frecuencia se hacen a los
angloamericanos de más industriales que letrados”, sostiene (174).
136
Del Monte menciona autores literarios como Washington Irving o Fenimore Cooper al mismo tiempo
que políticos, cuyas obras más reeditadas eran hasta el momento las de Washington y Franklin, así como
otros autores de obras científicas y filosóficas. Discute además la acusación que se realizaba a los
norteamericanos de indiferencia tanto frente al pasado como al futuro. Su réplica rebosa datos de las obras
de lectura en los establecimientos educativos de autores clásicos griegos y latinos y la abundancia de
traducciones no solamente en el campo literario sino en otras áreas del conocimiento: matemática, ciencias
y filosofía.
137
Posteriormente, Zenea publicó en 1876 otro artículo titulado “Ensayo sobre la elocuencia
angloamericana” en El Mundo Nuevo. La América Ilustrada Vol. VII en Nueva York.
138
Por eso señala en particular la obra de políticos como Washington y Franklin, pero también de
reconocidos científicos. Sin olvidar, por supuesto que a comienzos del siglo XIX, existía en Estados Unidos,
como en América Latina, una estrecha relación entre “la ley, la administración y la autoridad de las letras”
y que, en este sentido, previamente al proceso de autonomización literaria, “las letras eran la política”
(Ramos 1989: 63).
139
Expresa Zenea: Todo esto, sin embargo, arguyen muchos, no prueba más que una actividad material, un
engrandecimiento comercial, y cómo nos hemos dado a mirar las cosas bajo este punto de vista con olvido
completo de las obras de ciencias, literatura y bellas artes que allí se han producido, justo será que
examinemos si esto es una verdad o si ya se han reflejado en las manifestaciones escritas un sello de vigor
positivo en su pensamiento (302).
140
La cantidad y la velocidad son cuestiones que marcan la vida cotidiana de los norteamericanos (como
luego lo comprenderá tan bien Martí en sus crónicas, especialmente en “Coney Island”).
217
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
progreso intelectual al engrandecimiento material141, precisa dar cuenta de ese impulso: “La
nación tiene, pues, una voz robusta, clara, enérgica y expresiva: todo lo ha hablado, todo lo ha
publicado a los cuatro puntos del horizonte: todo lo ha enviado en ondas sonoras a las más
apretadas regiones y puede decirse que la patria de Washington es la patria de la palabra moderna”
(325).
Destacamos, no obstante, la reiterada preocupación por el proceso de autonomización
literaria norteamericano que señala Zenea -y que había advertido Del Monte-, porque será un
asunto elemental en el que Martí se mostrará interesado algunas décadas más tarde:
De tan íntima alianza, en ninguna parte mejor que en el Norte América nació con
lozanía el árbol de toda clase de conocimientos, y claramente se ve a este pueblo
formarse en completa madurez: las artes, las ciencias y la literatura han venido a
plantar sus tiendas en estas playas sin echar mucho de menos su patria trasatlántica.
Su primera revolución da a entender que se sintió pronto en posesión de sus derechos
y la lucha actual es otra razón de más, para creer que aún hay exceso de vitalidad
(Zenea 307-308).
Fue con el estallido de la Guerra del 68 que una gran cantidad de intelectuales cubanos
emigró a los Estados Unidos (Cairo 2003). Entre ellos estaban Antonio Bachiller y Morales y
Enrique Piñeyro. Este último escribió el tercer ensayo sobre literatura norteamericana que
completa la serie iniciada con las publicaciones de Del Monte y Zenea. “El primer siglo de
literatura norteamericana” fue publicado en Nueva York en 1876 en El Mundo Nuevo. La América
Ilustrada.142
El encuentro con este breve pero significativo corpus de mediados del siglo XIX143 resulta
significativo en la medida que aporta datos hasta ahora desconocidos y contribuye a dar forma,
en la isla, –así como en la comunidad de cubanos residentes en los Estados Unidos- a una idea de
la literatura norteamericana y de su proceso de autonomización respecto de la matriz europea.144
La aproximación a la literatura norteamericana en Martí parte de un interés genuino en ese proceso
cuyo cuestionamiento valoró en diversos autores que podrían ser considerados fundadores de esa
literatura -en los ensayos que dedicó a Ralph Emerson o Henry Longfellow- y en los escritos
consagrados a Walt Whitman, en una etapa posterior en la que la literatura norteamericana hace
su gran entrada a la modernidad.145
Podría sugerirse que cuando Martí se acerca a la literatura y cultura norteamericana
durante su estadía neoyorquina no le era completamente ajena. Sus proyectos e intereses
(plasmados en traducciones, revistas literarias, programaciones editoriales, prólogos, crónicas,
ensayos) expresan un interés constante y creciente en esa cultura, aun cuando en algunos casos
resulten ambiguos e incluso contradictorios. Estos proyectos permiten pensar el lugar de Martí –
así como lo hicieron los textos mencionados de los escritores cubanos que le precedieron- como
141
Explica: “en tanto que se verificaba una evolución, apenas había iniciado la otra” (303).
142
Aún no hemos podido tener acceso al texto en cuestión.
143
Agradezco a Pedro Pablo Rodríguez, investigador principal del Centro de Estudios Martianos de La
Habana y a la Biblioteca Nacional de Cuba la colaboración para encontrar los artículos mencionados, de
muy difícil acceso. No descartamos la posibilidad de poder ampliar este corpus. Continuaremos la intensa
búsqueda bibliográfica para hallar el camino de la literatura norteamericana en la tradición cubana.
144
Ana Cairo aporta un dato significativo (270). Néstor Ponce de León publicó en La Habana, en la Revista
de Ciencias, Arte y Literatura (abril de 1868) el texto, “Escritores anglo-americanos. Ralph Waldo
Emerson”, al que lamentablemente no pudimos tener acceso, el autor glosa los textos “Naturaleza” y
“Hombres representativos”, dos de los ensayos de Emerson más señalados por Martí, con el propósito de
exhortar a su lectura. Aunque no puede asegurar que Martí pudo leer el texto de Ponce de León pero es
posible conjeturar que debido a la amistad entre ambos autores pudieron haber conversado sobre su mutua
admiración hacia el escritor norteamericano. José Enrique Varona fue un atento lector en los Estados
Unidos de la filosofía de la naturaleza de Emerson y, posteriormente, de Whitman. Varona, que como
Emerson y Martí no siguió una doctrina filosófica se interesó también por la emancipación cultural
planteada por el trascendentalista.
145
Por ejemplo en su interés en la conferencia de Emerson “The American Scholar” de 1837.
218
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
un modo de intervención en la disputa por la tradición. Por otra parte viene a confirmar la lectura
de Díaz Quiñones cuando sostiene que:
146
Principalmente la de Rafael María de Mendive.
147
En 1880, cuando Martí se estableció en Nueva York, vivía allí la mayor comunidad de cubanos fuera de
la isla. De inmediato, Martí se relacionó con diversos círculos de compatriotas, como el Comité
Revolucionario Cubano, que apoyaba la llamada Guerra Chiquita (1878-1880). Todas las semanas llegaban
a la ciudad los periódicos y revistas literarias publicadas en La Habana. Por una cuestión sencillamente
laboral, Martí se integró de inmediato al círculo ligado a las artes: escritores, artistas y periodistas. Fue así
como el pintor Guillermo Collazo Tejada sugirió a Martí como crítico de arte y comenzó a trabajar para el
periódico The Hour. El librero e imprentero Néstor Ponce de León le proveyó el contacto con editoriales
norteamericanas que contrataron a Martí como traductor y le facilitó a su vez el acceso a su gran biblioteca
privada. Gracias a diversas fuentes podemos recuperar la biblioteca de José Martí durante este período. José
Ballón (1995) ha centrado sus investigaciones en las lecturas norteamericanas, mientras que Ana Cairo
ofrece datos concretos sobre las publicaciones cubanas que Martí recibía en su oficina neoyorquina cada
semana. Ambos trabajos resultan fundamentales al momento de reconstruir la biblioteca martiana durante
esta etapa de formación.
148
Es preciso recordar, que algunas décadas antes, Rama (1971), al momento de considerar en la literatura
martiana el carácter de los vínculos entre la modernidad y el proceso de modernización en América Latina
y en los Estados Unidos ya había propuesto reemplazar el concepto de modernización (que vinculaba a
Martí al movimiento modernista) por el de modernidad. De su reflexión se desprende que Rama no intenta
rastrear el concepto de modernismo sino el de modernidad (que se convertirá en adelante en el hilo
conductor de sus ensayos martianos). En lo que respecta al modernismo, Rama parte de definirlo como
“conjunto de formas literarias que traducen las diferentes maneras de la incorporación de América Latina
a la modernidad” (29) para asociarlo, de inmediato, a una fuerza irruptiva y una carga de violencia.
Establece así una diferencia fundamental con la entrada a la modernidad del lado norte del continente.
219
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
latinoamericanas que tuvo a través de sus viajes, en tensión con su experiencia norteamericana,
permitió a Martí hallar un discurso crítico propio en el que pensar el futuro continental. Sin
embargo, aunque Schulman percibe esta cuestión, considera que cuando Martí reflexiona sobre
América Latina lo hace en un diálogo unilateral con la cultura europea. Y, aun cuando Martí
interactúa constantemente con el discurso europeo, establece un diálogo más genuino con su par
norteamericano. Esto es tanto en términos comparativos (nos referimos al modo en que piensa el
desfasaje entre la modernidad y América Latina respecto de los Estados Unidos) como de
exploración, producción e interés que le genera su cultura, su literatura, su filosofía y su política.
Percibimos un cambio en la perspectiva martiana que consiste en no mirar exclusivamente a través
del prisma europeo sino, por el contrario, entender y proyectar a América Latina y recurrir en esa
reflexión a la experiencia norteamericana. La larga residencia de Martí en los Estados Unidos --a
lo que suma la amplitud de textos que le dedica a comprender su cultura-- le permite a Schulman
preguntarse si esa razón resulta suficiente para incluirlo en la tradición de los escritores del norte
utilizando como justificación, por un lado, la antedicha multiculturalidad, y por otro, la puesta en
duda de la nacionalidad, lo que nos lleva a una pregunta que va incluso más lejos: ¿cuál es la
patria del lenguaje?149
Este planteo resulta cuanto menos, polémico e, indudablemente, productivo. Estamos de
acuerdo en que, pese a los decididos alegatos en pos de su “cubanidad”, Martí optó en varias
oportunidades por una Patria Grande que incluyera la América entera.150 Schulman denomina a
este concepto “supranacionalidad”, fundamentando así que Martí no solo merece un lugar entre
los escritores cubanos y latinoamericanos sino que podría insertarse en la tradición
norteamericana. Eso implicaría, para nosotros, cambiar el prisma, renovar la lectura y liberarse
de la angustia de las influencias, recolocando la obra de Martí en el centro del canon occidental
decimonónico y equiparando la literatura martiana con figuras preponderantes de la modernidad
europea, contemporáneas de Martí151 aunque también y muy especialmente con los autores
norteamericanos, construyendo una línea de pensamiento entre Ralph Emerson, Walt Whitman y
Martí que permita indagar, complejizar y reconsiderar el peso que tuvo una tradición de origen
anglosajón en la construcción de la literatura y el pensamiento martiano, un aspecto no
considerado todavía en la bibliografía crítica en toda su importancia. En este punto, nos interesa
subrayar las consideraciones de Díaz Quiñones en el momento en que reflexiona sobre la situación
“entre imperios”, entre dos culturas, de Martí en los Estados Unidos y el modo en que explora la
relación entre la experiencia del exilio y la construcción de tradiciones en la medida que reconoce
la articulación entre lo propio y lo ajeno y la tensión que genera.152 Hemos visto en oportunidades
anteriores (Pampín 2015b) como Martí se posiciona frente al legado literario y el debate nacional
cubano, cuya figura ejemplar fue José María Heredia, en tanto le permite construir su idea de
patria y definir, simultáneamente, “su lugar de enunciación del intelectual nacionalista y
moderno” (Díaz Quiñones 257). Al mismo tiempo su lenguaje resuena, busca más allá, más al
norte en las poéticas de Ralph Emerson y Walt Whitman.
La posibilidad de establecer un diálogo entre Martí y la literatura norteamericana nos
permitirá mostrar el carácter decisivo que tuvo el encuentro de Martí con esa cultura,
especialmente con el discurso trascendentalista de Emerson y la moderna poesía de Whitman,
para orientar sus objetivos estéticos y políticos durante el período neoyorquino.
149
Al mismo tiempo, se plantea revisar “el papel de los no nacidos con el fin de determinar en qué medida
la obra de los autores extranjeros se inserta en la vida y la cultura que no es suya por nacimiento” (63), En
este punto sería preciso tener en cuenta, además, los textos escritos por Martí directamente en inglés para
The Hour y The Sun, sin olvidar, tampoco, los textos escritos en francés para los mismos medios.
150
Lo que desvanece, en algún punto, la idea clásica de nacionalidad que se estaba forjando en el siglo XIX.
Y que puede pensarse incluso a través de su labor diplomática.
151
Como ya lo hiciera Rama (1983) a través de su estudio de la literatura martiana en relación con la poesía
francesa, mediante Arthur Rimbaud y Charles Baudelaire (Pampín 2015).
152
Según Díaz Quiñones, “Martí piensa las tradiciones nacionales, la democracia y la utopía cubanas a la
vez que deja hablar a la nueva tradición poética norteamericana” (31).
220
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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222
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Agustina Giuggia
Escuela de Letras. FFyH. Universidad Nacional de Córdoba.
¿Cómo seríamos los seres humanos, si sobreviviéramos al fin del mundo? Esa es la
pregunta que está en el germen de las obras que analizaré a continuación.
James Berger define al posapocalipsis con una especie de oxímoron: es lo que queda
después del fin. En las dos obras que abordaré hoy (Plop, del argentino Rafael Pinedo y El Asalto,
del cubano Reinaldo Arenas) nos encontramos frente a lo que Geneviève Fabry denomina un
“mitema truncado”. No sabemos con precisión que es lo que ha ocasionado el fin de la civilización
tal cual la conocemos ya que en lo que verdaderamente se centran estos textos es en la
configuración del mundo posterior a la catástrofe.
Tanto en Plop como en El Asalto, nos encontramos con paisajes absolutamente
distópicos: los humanos se manejan por las leyes que dicta la supervivencia. En este sentido,
ambas novelas permiten realizar una lectura sobre la violencia que pone en jaque la condición de
ser humano propia de una civilización en ruinas, a la vez que dan lugar a repensar el papel de las
utopías y distopías en la tradición literaria latinoamericana. En este sentido, puede decirse que
ambas obras muestran el reverso del modelo utópico que marcó a fuego el desarrollo y la imagen
de toda Latinoamérica.
El Asalto es parte de lo que su autor denominó la “pentagonía”: serie conformada por
cinco novelas testimoniales que ponen en evidencia la tensa relación que Arenas mantuvo con la
revolución de Castro y sus políticas de gobierno, entre ellas, la persecución de los intelectuales y
de los homosexuales.
En esta novela, nos encontramos en un mundo posapocalíptico producto de la llamada
“gran guerra”. Los supervivientes viven en un sistema totalitario llevado al extremo, bajo el
estricto control de su líder: el Reprimerísimo, una especie de gran hermano orwelliano que todo
lo ve: “-¡Viva el Reprimerísimo!- vuelve a exclamar. Estas exclamaciones sé que no se dirigen a
mí, sino a los aparatos receptores que pululan por todos los sitios” (Arenas 44).
La novela es narrada en primera persona por el protagonista, un ser sádico y despreciable
que está obsesionado con una sola cosa: encontrar a su madre y matarla:
223
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
reproduce la idea de insularidad, tal como lo expresa Mariela Escobar en su análisis de la obra153.
Además de ello, hay una serie de epígrafes que dan inicio a los capítulos de la novela que hacen
referencia a Cuba. El primero de todos nombra una palabra clave a la hora de establecer la relación
con la isla: Mariel. Sumado a esto, en el final del texto, el protagonista se dirige a descansar al
extremo de la ciudad, donde se encuentra con la arena, elemento que remite a la playa y al mar.
El mismo Reinaldo Arenas ha dicho que su novela no es más que una “(…) árida fábula
sobre el destino del género humano cuando el Estado se impone por encima de sus sueños o
proyectos” (Arenas). Por ese motivo, El Asalto ha sido estudiada como una alegoría hiperbólica
del comunismo castrista. En la obra, encontramos claros elementos que nos permiten evidenciar
dicha hipótesis. En primer lugar, la persecución de los homosexuales que el gobierno lleva a cabo
a través de sus agentes. En segundo lugar, la obsesión desmedida por el trabajo y la productividad.
Aquí podríamos leer esa alegoría hiperbólica que nombré antes. La ocisiocidad está tan
perversamente penada que hasta enfermarse es un delito: “¿Acaso puede un enfermo trabajar para
la mancomunión? ¿Y cuál es uno de los peores delitos que puede cometer uno de nuestros
fraternos si no es dejar de cooperar al bien común?”(Arenas 60). Esa idea de bien común va a ser
objeto de una fuerte ironía a lo largo de todo el relato: “tener frío”, por ejemplo, es un delito,
porque el frío es de todos. Al impedir cualquier expresión de una individualidad, los humanos
pasan a formar parte de una masa uniforme en donde nadie tiene nombre y donde todos se visten,
peinan, duermen y caminan de la misma forma.
En Plop, de Rafael Pinedo ocurre algo similar: la obra nos ubica en un mundo
posapocalíptico sin darnos pista alguna sobre el motivo de la catástrofe. El paisaje está formado
por ruinas de una civilización pasada: no es más que un basural en el que llueve todo el tiempo:
Eran ruinas, rodeadas de matorrales espinosos, algunos tan altos como una persona.
Desde lejos se veían algunas paredes, vigas, puertas, ventanas vacías como ojos de
calavera. Todo cubierto de musgo, hongos y enredaderas de hojas negras (Pinedo 37).
Los hombres, al igual que en El Asalto, viven a partir de las leyes que dicta la
supervivencia. En medio de este mundo cruel y adverso, nace Plop, el protagonista de esta
historia, llamado así por el ruido que hace al caer al barro en el momento de su nacimiento. La
sociedad en la que vive se organiza en diferentes brigadas dirigidas por un Comisario General,
que tiene el poder hasta el momento de su muerte. Las personas son distribuidas en las diversas
brigadas según su fuerza. Los más débiles son enviados al grupo de Voluntarios, en donde la
muerte está asegurada. Esto nos recuerda la distinción que realiza Agamben entre vidas que
importan y vidas que son sacrificables:
Los tontos, débiles o muy rebeldes van a parar a Voluntarios Dos, para que no duren.
Los que tienen enemigos, a Recreación Dos; los que cuentan con un propietario, o
son adquiridos por alguien importante, pueden zafar de esas brigadas y van a
Comando o a Recreación Uno. Al resto, la mayoría, se los asigna a Servicios (Pinedo
22)
Al igual que en El Asalto, las leyes son estrictas y el trabajo duro es cosa de todos los
días. El que no puede trabajar, no sirve y por lo tanto es aniquilado.
Como se puede ver, en este mundo distópico no hay lugar para los débiles y eso Plop lo
sabe muy bien: la novela narra su ascenso hacia la cumbre máxima del poder a través de artimañas
ingeniosas y crueles. Se podría decir que Plop es el sobreviviente por excelencia.
153
Escobar, Mariela Alejandra. “El asalto de Reinaldo Arenas: fin de la agonía”. Cuarto Congreso
Internacional CELEHIS de Literatura: Literatura española, latinoamericana y argentina. Mar del Plata, 7, 8
y 9 de noviembre de 2011.
224
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Con lo dicho hasta ahora queda en claro que tanto Plop como El Asalto son novelas que
se dedican a imaginar lo que pasa después del fin (que no es del todo el fin). Tal como alguna vez
dijo Pinedo, son “ficciones de las ruinas”, es decir, mundos construidos a partir de los desechos
del nuestro. Lo que queda son restos de una civilización borrada. De allí, que la memoria sea un
concepto problemático.
En El Asalto, el recordar es una actividad penada con la muerte:
Este viejo, por ejemplo, (…) ¿Qué ha hecho? El agente me musita (…): El viejo dice
nada menos recordar o haber oído decir que los hombres llegaron alguna vez a la
Luna… Espantado, retrocedo mirando esa masa crujiente y pestífera (…)” (Arenas
80).
En Plop, por su parte, los únicos portadores del recuerdo son los viejos, pero la memoria
no es algo central en su vida debido a que no aporta nada a la supervivencia a la que se ven
supeditados todos los días. Sin embargo, en la novela de Pinedo hay un personaje central que
representa la memoria: la vieja Goro. Ella es la madre adoptiva de Plop y es la única que posee
hojas escritas en un mundo donde la escritura se ha olvidado. Ella es la portadora de la memoria
de una civilización extinguida al ser una de las pocas que sabe leer:
La vieja se metió la mano entre las tetas y sacó un sobre de cuero que llevaba colgado
del cuello. De ahí extrajo unas hojas de papel; Plop nunca había visto tantas juntas y
enteras. Con una voz que él no le había escuchado nunca, sonora, clara, empezó a
leer (…) La vieja parecía tener una estatura mucho mayor que la habitual y si voz
le retumbaba dentro de la cabeza (Pinedo 41).
1 d La degeneración
Evidentemente, en mundos donde lo único que vale son los esquemas de supervivencia,
la cultura no encuentra su lugar. La humanidad del hombre ha desaparecido: éste ha perdido todo
menos el instinto de supervivencia. Todo lo que lo constituía como tal va cediendo espacio al
proceso de bestialización al que se ven sometidos: la degeneración es constante. Tal como nos
dice Gabriel Giorgi, “(…) el animal da cuenta de una vida que se ha vuelto extraña a las formas
de lo humano” (Giorgi 186) y que por lo tanto, abre nuevas políticas de lo viviente.
En El Asalto, dicho proceso está asociado a la alienación productiva: “Bestias
degeneradas es la palabra justa. Una bestia natural no se afana por trabajar de ese modo” (Arenas
37).
El sexo es otro de los elementos en donde se percibe esta animalización de la humanidad:
tanto en El Asalto como en Plop, no es más que un trámite que se hace entre desconocidos y
muchas veces, expresa el poder de uno sobre otro:
En la novela de Pinedo, la palabra que se utiliza para referirse al acto sexual es “usarse”.
Sin embargo, el extremo absoluto de la involución zoológica del hombre es lo que
podríamos llamar “la política del reciclado”, presente tanto en el mundo distópico de Arenas como
225
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
en el de Pinedo. Para entender dicho procedimiento es necesario tener en cuenta que en un mundo
hecho de residuos nada se crea: todo es reutilizado, hasta los mismos hombres154. Cito a Pinedo:
Era la ley. Se debía depurar el Grupo para facilitar el viaje (…). Todos debían
responder por sí mismos. Si alguno no era hábil (…) sólo podía viajar si alguien se
lo apropiaba. Y si durante el camino producía molestias, los dos, apropiado y
apropiador, eran reciclados (Pinedo 16).
El agente, con un ligero movimiento, empuja al no escupitante (o sea, aquel que dejó
de trabajar aunque sea por unos segundos) dentro de la cisterna, la misma, al ser
tocada por el peso del rehabilitado que cae, comienza a mover sus aspas y molinos
dentados. El jugo que extrae corre por el tubo hasta la zanja, y ya en la zanja es
absorbido por la tierra ávida. El resto del no escupitante pasa a formar parte del abono
que se amontona detrás (Arenas 104).
154
Para profundizar más sobre la lectura de “los restos” en la obra de Pinedo, acercarse al texto de Alejo
Steimberg, “El futuro obturado: el cronotopo aislado en la ciencia ficción argentina pos-2001”, en donde
se analiza la novela a partir de la idea de mundo como residuo.
155
Tal como afirma Giorgi, “Si “biopolítica” quiere decir algo —y no es evidente ni obvio que así sea—,
es esa instancia en que “bios”, lo viviente “como tal”, la vida en tanto que tal (life itself, dice Nikolas Rose),
se vuelve un terreno de disputas que son, al mismo tiempo, epistemológicas y políticas” (Giorgi 193).
226
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Para concluir, me gustaría centrarme en los finales de ambas obras. Tanto en El Asalto
como en Plop hay una destitución del poder violenta que da paso a la liberación de la población.
Tanto el Reprimerísimo como Plop son asesinados, uno en manos de su súbdito-hijo y el otro, por
su mismo grupo social. Así, el mundo posapocalíptico narrado nos abre las puertas hacia un nuevo
fin que tampoco podrá ser del todo el fin.
Tal como decía James Berger, el final permite clarificar o descubrir algo trascendente
sobre la condición humana. La historia es cíclica: después de este fin vendrán otros y la
humanidad no tendrá más remedio que reinventarse.
Bibliografía
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228
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En 1839, el escritor cubano Cirilo Villaverde (Pinar del Río, 1812 - Nueva York, 1894)
daba a conocer un cuento, boceto de la novela de ocho capítulos que publicaría ese mismo año
con el título Cecilia Valdés o La Loma del Ángel.156 Sin embargo, no sería sino en 1882 que esta
historia se iba a presentar en su versión reelaborada y definitiva, la cual, a un tiempo, retrata la
sociedad habanera del primer tercio del siglo XIX, traza un alegato antiesclavista y plantea la
cuestión de la dependencia colonial.157 La novela pasó a ocupar entonces un lugar central en el
panorama de las letras cubanas y su autor se vio convertido en figura emblemática: Domingo del
Monte lo llama “el primer novelista cubano” (citado por Martí 1992: 241) y José Martí lo celebra
como “el anciano que dio a Cuba su sangre, nunca arrepentida, y una inolvidable novela” (1992,
241). En este sentido, la doble consideración de la estatura literaria de la obra y el compromiso
patriótico del escritor confluyen en el autor de Cecilia Valdés, ubicándolo en el “panteón
nacional”, junto con figuras que dejaron huella en ambos terrenos.
Por su parte, Reinaldo Arenas (Holguín, 1943 - Nueva York, 1990) comienza a trazar su
paralelo con Villaverde involuntariamente y desde lo biográfico, cuando se exilia a través del
éxodo del Mariel en 1980, para establecer residencia en Nueva York, ciudad en la que su
compatriota se había instalado después de huir de una prisión cubana donde cumplía condena por
conspiración. Luego del centenario de Cecilia Valdés, Arenas comienza a componer una
reescritura paródica que publica en 1987 bajo el título La Loma del Ángel.
156
El subtítulo tiene fundamento en la dedicatoria a don Manuel del Portillo, quien le había encargado al
autor que escriba sobre las ferias que se establecían allí (Schulman XVI).
157
A lo largo del trabajo nos referiremos al texto de Villaverde por su título principal, Cecilia Valdés, y al
de Reinaldo Arenas como La Loma del Ángel. Se citará por el número de página la edición de Letras
Cubanas (La Habana, 1982) para el primero, y la de Eloísa Cartonera (Buenos Aires, 2007) para el segundo.
158
Nos referimos a El mundo alucinante, “El Cometa Halley” y la versión homónima y no tan difundida
de El lazarillo de Tormes. En cuanto a la reescritura de sus propios textos, se trata de una cuestión amplia
que excede el objeto de estas páginas, para sintetizar diremos que Arenas incorpora fragmentos de textos
ya publicados en sus últimas novelas y su autobiografía Antes que anochezca recupera asimismo pasajes o
escenas narrados en clave ficcional en su narrativa temprana.
159
Se trata del artículo “La vanguardia como reescritura de la libertad” ”. Ts. Box 18, Folder 24. Reinaldo
Arenas Papers. Firestone Library, Princeton University, 1985. Escribe Murov: “In 1985, Arenas wrote an
article entitled ‘La vanguardia como reescritura de la libertad’, a version of which would become the
prologue to La Loma del Ángel, in which he outlined his own ideas on the process and purpose of rewriting.
It becomes evident that for Arenas, rewriting was a creative way to question the authority of previous
generation of writers while enabling the artist to rebel against both present and past political and cultural
injustices. A most important element for Arenas was the prominent element of resistance that expresses
229
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Préstamos
Arenas toma de Villaverde, en primer lugar, el título La Loma del Ángel, aunque la
nouvelle iba a llamarse, en un principio, “CECILIA VALDÉS una versión herética de
REINALDO ARENAS” (Ette 103, mayúsculas del original). El título elegido por Villaverde
marcaba desde un principio la estrecha relación entre personaje y espacio: la conjunción
disyuntiva que articula título y subtítulo (Cecilia Valdés “o” La Loma del Ángel, nuestras
comillas), sugiere una relación de equivalencia o intercambiabilidad entre los elementos. Incluso
el nombre propio de la protagonista lleva la marca del lugar de procedencia, al indicar su pasaje
por la Casa Cuna en el apellido “Valdés” otorgado a los niños expósitos, según se afirma en la
novela. Entre personaje y espacio, Arenas se decide por el segundo término y crea para ese
escenario un trasfondo humorístico y legendario: en su versión, el templo ubicado en la cima de
la Loma del Ángel se eleva cada vez más, porque el cementerio sobre el que se erige resulta cada
día más superpoblado. Por otra parte, el “Ángel” que da nombre al lugar no sería otro que el
obispo, que sale durante la noche a seducir a damas y caballeros de La Habana disfrazado de
aquella criatura celestial.
Arenas toma prestados, también, los nombres de algunos de sus contemporáneos, entre
ellos Lydia Cabrera, el padre Gaztelu, Lezama Lima, Novás Calvo, Vicente Echerri, Florencio
García Cisneros, Desnoes, e incluso Roberto Valero, amigo cercano del escritor (Valero 262). A
esto cabe agregar que en la novela se menciona una de las yeguas españolas de la familia Gamboa,
llamada Karmen Valcels (20), y no es difícil reconocer la figura de una famosa editora e impulsora
del llamado boom de la literatura latinoamericana. Por último, ya para un lector familiarizado con
la obra de Arenas, cierta mención a Goya acompañada del apodo “Tomasito” remite a Tomasito
la Goyesca, personaje que volvería a aparecer más tarde en la obra de Arenas.160 Estas “figuras
históricas prestadas” (Nun-Halloran 81) ponen en evidencia el carácter bífido de la burla areniana,
que apunta tanto al pasado como al presente, a los mecanismos narrativos de la ficción como al
funcionamiento del campo literario en el “mundo real”.
Hasta aquí, la ficción acude por préstamo a la ficción ajena y a la historia. Pero, de forma
sesgada, Arenas también toma para sí algunas cualidades de Villaverde o por lo menos las
equipara a las propias con un denominador común: la figura del intelectual disidente que debe
abandonar la Isla. En diferentes textos publicados bajo la firma de autor “Reinaldo Arenas” surge
el nombre de Cirilo Villaverde, destacando atributos biográficos más que literarios. En la
recopilación de su prosa dispersa, leemos: “lo más ilustre del siglo XIX cubano participó
itself through the aesthetics of writing in general and rewriting in particular. […] Alll text, says Arenas,
have pretexts that become ‘pretexts’ for later writing. Rewriting has the capacity to irreverently deconstruct
and enrich earlier texts […]. According to Arenas, rewriting is inextricably linked to the avant-garde attitude
of pushing ahead and moving beyond previously frontiers. Texts are not set in stone in terms of either their
content or their reception” (2005: 133).
160
Este seudónimo enmascara, en Antes que anochezca, a Tomás Fernández Robaina, amigo personal de
Arenas y quien en 2010 dio a conocer la novela-testimonio Misa por un ángel, enfocada en el autor de La
Loma del Ángel.
230
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
activamente en pro de la libertad de Cuba. Tal fue el caso de Cirilo Villaverde (condenado a
muerte por el gobierno colonial) quien para salvar su vida tuvo que huir hacia los Estados Unidos
donde murió luego de más de treinta años de destierro” (2013, 211).
Lo menciona asimismo en el texto autobiográfico Antes que anochezca, incorporándolo
en una de las dos tradiciones intelectuales que traza sobre la historia de la Isla. Por un lado, “la
de los incesantes rebeldes amantes de la libertad y, por tanto, de la creación y el experimento”,
que sería a su vez la de los poetas incomprendidos, los exiliados, línea representada por Villaverde
junto con José Martí, Félix Varela, José María Heredia, José Lezama Lima y Virgilio Piñera. Por
otro lado, “los oportunistas y demagogos, amantes siempre del poder y, por lo tanto, amantes del
dogma y del crimen y de las ambiciones más mezquinas”, entre los que cuenta a Alejo Carpentier,
Cintio Vitier, Eliseo Diego y Nicolás Guillén (2004, 115). Mediante la clasificación de los
escritores en héroes y villanos, Arenas forja un podio en el que él mismo habrá de ubicarse en su
rol de disidente.
A lo anterior se suma una entrevista de 1985, donde Arenas explica que la reescritura de
Cecilia Valdés encontraba su condición de posibilidad en su propia situación de exilio, similar a
la de su antecesor: “es una novela también para recuperar una época, un tiempo y un país que ya
no tengo. Y me imagino que a Villaverde le pasase algo similar en su época. […] porque pueden
verse estos planos de identificación, por ejemplo la mulata discriminada es también el exilado
discriminado” (citado por Ette 101). Nuevamente, Arenas fabrica su propio escaño, ubicado en
posición marginal y en unión hipostática con Villaverde y su protagonista.
Traiciones
En la nota preliminar a La Loma del Ángel, se advierte al lector que la presente recreación
del clásico cubano no es una versión o condensación, sino que se trata de “traición, naturalmente
[…] una de las primeras condiciones de la creación artística” (4). En este sentido, Jorge Olivares
identifica dos tipos de traiciones en esta reescritura: por un lado, traiciones menores como el
cambio de algunos nombres de personajes y lugares; por el otro, traiciones mayores: la inclusión
de “elementos ‘impúdicos’ o ‘groseros’”, la reelaboración o amplificación de lo que en Villaverde
era mención o comentario breve, y, fundamentalmente, “la humorística recreación de conocidos
episodios, en particular cuadros costumbristas, exagerándolos o abultándolos” (172).
Siguiendo esta dirección, y de regreso al prólogo, observamos que la mayor distancia con
el pre-texto se funda en esta abdicación de la estética realista de la cual se precia Villaverde en su
prólogo, postulando como referentes a Walter Scott y Manzoni (53). Arenas, en cambio, se refiere
a la literatura como re-escritura o parodia y trae a colación los nombres de Esquilo, Sófocles,
Eurípides y Shakespeare, junto a Alfonso Reyes, Virgilio Piñera y Mario Vargas Llosa (4), serie
que viene a nivelar los modelos literarios del Viejo y el Nuevo Continente (Ette 92). Extraña
coincidencia de signo opuesto la que se da en el contraste de los prólogos, si se considera que,
aunque difieran en sus propuestas, ambos paratextos funcionan a modo de programa de la novela
y manifiesto intelectual del autor.
Traición también es la del tratamiento de la cuestión de la esclavitud. Aunque la tesis
abolicionista sea un eje distintivo de Cecilia Valdés, en la reescritura el tema se diluye, perdiendo
lugar y “seriedad”. No obstante, esta ausencia no implicaría necesariamente un borramiento del
asunto, si concibiéramos que Arenas evita describir la vida de los esclavos con cualquier tipo de
verosimilitud porque admite su incapacidad para imaginar cómo debe haber sido la vida y el
trabajo del esclavo en el Caribe (Nun-Halloran 84). Aquí la traición parece llevar a la práctica un
reclamo implícito a la novela antiesclavista y la posición del autor (hombre y blanco) que habla
en nombre del Otro. La distancia entre las posiciones autorales de Villaverde y Arenas al respecto
(aspecto extenso y complejo, que excede este abordaje), en este sentido, no debería medirse sin
poner en consideración la diferencia entre las “estructuras de sentimiento” (Williams 2009), para
considerar los cambios culturales en sus procesos formadores y formativos de significados,
valores o creencias.
231
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Reclamos
Entre las diferentes demandas que involucra el texto, hay una que se destaca: la que hacen
al autor (o a los autores) los propios personajes. Uno de ellos se vuelve central, precisamente al
cuestionar el lugar insignificante que ocupa en la trama, en un largo pasaje donde se expresa la
queja de Nemesia Pimienta (amiga y confidente de Cecilia Valdés) por la escasa importancia de
su papel e incluso por la alusión del narrador a su belleza, la cual es calificada como absolutamente
falsa, motivada “por piedad o por convenciones de la narración” (25). El fragmento de La Loma
del Ángel que acompaña a este personaje se suspende intempestivamente mientras, en medio de
su protesta, Nemesia “veía cómo el desalmado autor de la obra se le acercaba amenazante. […]
De un momento a otro le taparían la boca” (27). En este caso Arenas viene a ocupar la posición
autoral (puesto que en determinado momento se hace referencia a la serie “Del Amor”, ausente
en la novela de Villaverde), aunque, como afirma Natalia Crespo, “el pasaje de [Arenas] a
[Villaverde] no se ha pautado textualmente: ambos son ‘el autor’. Pero es sólo uno de ellos,
ironizando su poder como controlador de la narración […], corta abruptamente el fluir de la
conciencia de Nemesia” (41). Hacemos nuestra entonces la afirmación de Roberto Valero cuando
dice que “Tal parece como si Arenas, teniendo en cuenta las más recientes teorías sobre la
importancia del lector y el autor, decidiera no sólo hacer literatura con ellas, sino también burlarse
de las mismas” (263).
Otro personaje crucial en esta recreación es el propio autor de Cecilia Valdés. En un
capítulo titulado “Cirilo Villaverde”, los personajes van a buscar al escritor para que les aclare el
sentido de una construcción verbal ambigua. Lo encuentran en Pinar del Río, donde comenzó a
dar clases a los guajiros cuando llegó a la conclusión de que en la Isla nadie había leído su novela
sencillamente porque eran analfabetos. Allí, ante la evasiva respuesta del autor sobre la frase
cuestionada (“¡Oh! […], eso queda para el curioso lector…” 71), los personajes le dan una golpiza
y, cuando uno de ellos se pregunta si el escritor por fin resultó muerto, la respuesta mantiene el
suspenso: también “queda para el curioso lector” (72).
Igualmente Arenas aparecerá en el texto, pero no como personaje, in corpore, sino como
mención, presencia in verbum, si seguimos la distinción de Sabine Schlickers (2010). El que lo
nombra es Leonardo, quien se refiere al autor como “el sifilítico y degenerado, quien piensa que
es nada menos que el mismísimo Goya” y luego aclara: “(me refiero naturalmente a Arenas)”
(80). De este modo, el gesto irreverente (y eminentemente simbólico) de “matar” a Villaverde, se
resignifica cuando el lector advierte que también Arenas se coloca como objeto de burla. Más allá
de las singularidades de cada (figura de) autor, se percibe un cuestionamiento del rol autoral en sí
mismo. Al respecto, Franklin García Sánchez sostiene:
Lo que el realismo trata de poner entre paréntesis –es decir, que es una ficción- la
metaficción lo expone descarnadamente. Así, si el realismo tiende a apoyarse en un
referente extraliterario, la metaficción contará entre sus estrategias a la parodia,
como forma de ubicación en un circuito intertextual. Asimismo, si la obra mimética
tiende a ocultar la presencia del autor, la metaficción acentuará la presencia autorial
mediante la interferencia de dicha figura en el universo ficticio. (273)
Este universo ficticio de La Loma del Ángel “traiciona” su precedente y, en algún punto,
esta traición vehiculiza su reclamo a Cecilia Valdés. Sin embargo, el texto de Arenas no se
constituye solamente a partir de las relaciones de oposición y semejanza al de Villaverde, sino
que establece un sistema de vínculos que no se dirigen al pasado sino, como ya mencionamos, a
un estado de cosas contemporáneo al tiempo de la enunciación.
Ajuste de cuentas
La Loma del Ángel puede entenderse, desde diversas aristas, como una revancha. Otmar
Ette piensa en un ajuste de cuentas con el castrismo, pero también “con un crudo realismo, no
sólo propagado en Cuba, que se pone al servicio de ciertas exigencias político-ideológicas”
232
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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161
Sobre la posición de Arenas en relación con la estética realista, resulta fundamental el texto “Fray
Servando, víctima infatigable”, que se incluye a modo de prólogo en El mundo alucinante.
233
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
234
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En 1833, Ignacio Vélez Herrera publica en Cuba las Rimas americanas, una obra que es
singular por varias razones. Ante todo, su fecha permite inscribirla tempranamente en la tradición
de antologías americanas que, como bien ha explicado Hugo Achugar (1996, 1997) constituyen
“parnasos fundacionales” con los cuales “los empecinados compiladores” pretenden construir un
determinado imaginario de nación. Asimismo, el paradigmático título de esta antología nos
convoca a la reflexión respecto del lugar que esta obra tuvo en el primer Americanismo,
entendiendo por éste al movimiento letrado continental que expresó durante la primera mitad del
siglo diecinueve la voz de poetas, escritores y pensadores en torno a la configuración de la
identidad americana.
En este sentido, proponemos leer esta antología como una encrucijada de tensiones
respecto de la formulación de un imaginario cubano-americano que entra en conflicto con la
hispanidad y la insularidad en tanto matrices de identificación cultural162.
Detrás de las Rimas americanas asoma la figura de Domingo del Monte (1803-1854). Sus
biógrafos sostienen que fue quien dirigió la edición bajo el seudónimo de Ignacio Vélez Herrera.
El artilugio de enmascaramiento le permitió, además, ser uno de los selectos poetas antologados,
pues sus cuatro romances aparecen bajo la falsa autoría del bachiller Toribio Sánchez de
Almodóvar. Esta presencia borrada pero latente en la antología nos conduce a pensar en las
paradojales relaciones de enunciación que asume Domingo del Monte frente a dos órbitas: lo
hispano y lo americano. Al mismo tiempo, esa oscilación pendular –propia del letrado
moderno163– se ve tensionada por una insularidad que atraviesa y define el lugar de enunciación.
Las Rimas americanas constituyen, en este sentido, un texto que posibilita leer el revés
del proceso de construcción del parnaso patriótico cubano, en un momento socio-histórico clave
signado por la inestabilidad de la Corona española ante la muerte de Fernando VII (1833) y por
el ascenso de la sacarocracia cubana, la elite criolla que después de la Revolución de Haití,
adquiere en pocos años, un poder inusitado en la sociedad colonial y reclama a la metrópoli
mayores privilegios.
Para esta presentación, consideramos oportuno comentar algunos aspectos que nos
permiten situar el texto en las coordenadas del Americanismo y, al mismo tiempo, señalar los
gestos delmontinos que pueden ser leídos como desvíos de la tradición.
Hacia el tercer decenio del siglo diecinueve, cuando las Rimas se publican, ya corre detrás
una incipiente formulación poética de corte americanista iniciada en 1823 con la silva “Alocución
a la poesía” de Andrés Bello. La invocación del poeta a que las musas abandonen Europa para
fijarse en América sella un momento singular que coincide con la formación reciente en
Latinoamérica de estados independientes. El Americanismo de la primera mitad del siglo
diecinueve se propagará, entonces, en distintos discursos que promoverán una identificación del
hombre con la tierra al acentuar un imaginario de lo peculiar y singular americano. La literatura
servirá a estos fines y, por eso, el Americanismo entronca en la tradición de las antologías,
162
Esta ponencia constituye un primer acercamiento a la hipótesis de trabajo. En este sentido, agradezco
los valiosos aportes que realizó la Dra. Nancy Calomarde como jurado en la defensa de mi tesis doctoral.
Sus apreciaciones fueron el punto de partida para pensar la manera peculiar que asume la insularidad en la
Cuba decimonónica, si se tienen en cuenta aspectos que pesan en la configuración de la identidad patriótica
que postula Del Monte, tales como las relaciones culturales con España y con el continente americano.
163
Ver Myers (2008) para la noción de “letrado moderno”.
235
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
definidas como aquellas compilaciones poéticas que constituyeron –uno– de los varios soportes
usados por la clase letrada vinculada al proyecto de Independencia para formular un imaginario
de Estado-nación. En palabras de Achugar, “los primeros de estos libros tuvieron un gesto,
pretendieron darle cuerpo de letra a un sentimiento, a una imaginario de nación” (1997, 13). A la
tradición ensayística que expresaba el valor de lo americano iniciada por Simón Bolívar, Andrés
Bello, José María Torres Caicedo y José Cecilio del Valle, entre otros, se suman las primeras
antologías poéticas americanas como La lira Argentina de 1824, El Parnaso Brasileiro de 1829
y El Parnaso Oriental de 1835.
En la configuración de estas antologías, el letrado decimonónico erigió su autoridad al
posicionarse como mediador e intérprete de las formas simbólicas (Achugar 1997; Guzman 2009;
Pas 2010). El discurso americanista se entretejió tempranamente con esa representación de los
hombres de saber, tanto que –como bien observa Carlos Altamirano “el panteón de hombres
elevados se configuró con los héroes de la emancipación y con los héroes del pensamiento” (2008,
16). En el marco de este tendencia se cristaliza la representación del hombre de letras como
apóstol y visionario, que honra a su país con sus obras y lo inspira con su pensamiento y su acción
cívica. Esta representación se nutre, en consecuencia, de las imágenes de maestro, mentor y guía
para explicar el rol cívico de los letrados, quienes articulan un discurso edificante la patria
americana. Si bien explicitan las peculiaridades y diferencias, al mismo tiempo, convergen en
elementos comunes (históricos, culturales, lingüísticos, religiosos, institucionales, entre otros)
que otorgan una identidad nacional continental.
Ahora bien, las coordenadas ideológicas y estéticas que delimitan la publicación de las
Rimas deben pensarse no solo en relación a esta doble tradición del Americanismo y de la
emergencia de las antologías literarias americanistas, sino además, problematizarse a partir de
considerar la singular inscripción territorial de Cuba: porque es una isla que forma parte del
archipiélago del Caribe y porque su situación de colonialidad extendida hasta 1898 le imprime
necesariamente otros condicionamientos. En este sentido, las Rimas se desvían de la tradición,
pues no constituyen un texto de la Independencia. No obstante, hay una relación entre publicación
y contexto político que se articula en la figura de Domingo del Monte, en tanto convergen en él
diferentes posiciones de enunciación: pues es representante de la sacarocracia y de sus intereses
económicos que instalan a Cuba como el gran ingenio del Caribe (Benítez Rojo 1998); es
asimismo representante de la Ilustración criolla que pregona las luces de la Modernidad al tiempo
que mira con recelo lo bárbaro y atávico del sistema esclavista y, por último, se asume como
descendiente español, de sangre blanca y cultura latina.
Hacia 1830 se aprecia un denodado trabajo de las élites criollas cubanas por descubrir el
país. La tentativa de indagar su medio, de definir su historia propia y el deseo de aclarar la posición
de su cultura respecto de España son aspectos de la autodefinición de la cubanidad criolla que
desembocan en el siglo diecinueve en un sentimiento de patria y, más tarde, en una conciencia de
nación. Sin embargo, este complejo proceso de diferenciación iniciado por los criollos tuvo un
trasfondo económico pues la expansión mercantil que se generó después de la Revolución de Haití
desencadenó una transformación de las relaciones con la metrópoli. La sacarocracia comenzó a
exigir mayores derechos a España y a defender sus intereses. Como este reclamo no fue
concedido, se suscitó una confrontación con el poder colonial, de ahí surge la necesidad de
distinción y autodefinición de la sociedad criolla cubana que se expresa hacia el tercer decenio
del siglo diecinueve en un conjunto muy diverso de documentos y obras164. No obstante, para
164
Esta construcción de la identidad en términos diferenciadores se plasma en una serie de textos, como el
Diccionario Provincial de Voces Cubanas de Esteban Pichardo y Tapia (1836), la publicación de la obra
de Arrate “Antemural de las islas…” (1830), la creación de instituciones que regulan el estudio y la
divulgación de la historia, como la Sociedad Económica Amigos del País (1830) y la Academia Cubana de
Literatura (1834). Al mismo tiempo, la prensa posibilita la difusión del ideario patriótico, publicaciones
tales como El Plantel, la Revista Bimestre, El Aguinaldo Habanero, entre otros, reproducen polémicas,
discusiones e idearios de la identidad cultural que impactan en el público lector. A esto se suman las
publicaciones de las investigaciones que resultan de los viajes exploratorios que lleva adelante A. Von
Humboltd durante 1805 y que contribuyen a la construcción de un imaginario sobre el paisaje natural y
social de la isla.
236
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
evitar una confrontación directa, la élite criolla asumió una postura reformista que sostuvo hasta
la Guerra Grande (1868-1878).
2. La insularidad hispana
165
Benítez Rojo explica que en las sociedades criollas, de tipo ambulatoria, que se generaron en torno al
comercio ilegal del cuero, el esclavo negro tuvo un papel mucho más activo.
166
Este sentimiento de pertenencia se advierte cuando se produjo la revolución azucarera en Cuba y fueron
los criollos cubanos (no los españoles) quienes financiaron la modernización del proceso de producción del
azúcar, generando una economía de plantación azucarera moderna. En esta coyuntura de enriquecimiento
y poder, la sacarocracia y la burguesía cubanas siguieron viviendo en la isla. Si bien las fincas de los
ingenios no eran su residencia permanente, pues solo eran utilizadas como recintos para vacacionar, estas
familias vivían en las ciudades como La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba o Camagüey. Estas clases
pudientes tenían dinero y lo gastaban e invertían en Cuba, a diferencia de los plantadores europeos de las
Antillas pequeñas (holandesas, francesas o inglesas) que gastaban su dinero en las respectivas metrópolis
y que además practicaban el absentismo, encargando sus ingenios a gerentes europeos (Leclercq 2004,
140).
167
Expone Domingo del Monte en un “Informe que eleva como secretario de la Sección de Educación de
la Sociedad Económica del País” en 1836: “104.400 niños y niñas] que sufren en medio de la bastarda
riqueza agrícola de la isla de Cuba, la misma carencia de la enseñanza primaria, primer elemento de toda
verdadera civilización, que sufren por la barbarie de su estado actual los salvajes del Uruguay .(…) Necedad
sería comparar el deplorable estado de la enseñanza primaria de Cuba con el estupendo de los Estados
Unidos de América del Norte, la Prusia de Bengala y en sentido contrario con la Rusia, el Portugal y la
parte meridional de Francia (..) Un gobierno sabio mirará esta enorme masa de cien mil ignorantes, cien
mil revoltosos proletarios, enemigos de la tranquilidad del país, y se interesará sinceramente en la aventura
de éste, procurará afianzar en él el orden, difundiendo y costeando escuelas primarias conforme a los
progresos intelectuales y morales de la época presente, como lo ha hecho el de la Prusia, y conquistar así a
fuerza de luces la paz, la riqueza sólida y la moralidad futura de esta preciosa Antilla (1836, 27).
237
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Los americanos tomaron por modelo a los poetas españoles porque era les era común
el idioma y las costumbres” (…) Pero al mismo tiempo que se aprendía el idioma
poético de los Garcilasos y Riojas se repetía maquinal y desacertadamente las
mismas ideas con la diferencia a favor de los de España, pues ellos cantaban con
vigor poético lo que veían y sentían y los de América solo presentaban en sus versos
un reflejo descolorido, un eco apagado de las imágenes copiadas del tipo primitivo
(…) De la equivocación de estos principios nacieron las innumerables ridiculeces y
el desmayo que se notaba en las composiciones de los poetas cis –atlánticos(II)170.
168
Me ha resultado muy iluminadora la lectura del artículo de Hernán Pas (2010) “La crítica editada. Juan
María Gutierrez y la América poética” para pensar posibles relaciones con esta antología cubana, pues creo
advertir en ella ese sesgo “moderno”, “crítico”, “evaluador” que Pas le reconoce a la Antología de Gutiérrez,
y que constituyen parámetros modernos bajo los cuales se organiza una órbita literaria mediada por el juicio
crítico.
169
Cabe mencionar que el juego de heterónimos es una constante en la literatura de los siglos diecinueve y
principios del veinte, por ejemplo, en el ámbito luso hispano podemos reconocer a Joaquim Machado de
Assis (1839-1908) y a Fernando Pessoa (1888-1935) como algunos de los escritores que emplearon este
recurso.
170
Francisco Fernández de Alba (2011) sostiene que la historiografía parece ser donde se encuentra el
debate más completo sobre cómo definir y estudiar el área atlántica siguiendo como modelo el ejemplar
estudio del Mediterráneo de Fernand Braudel (1973) que consideraba este mar como un entorno
pluricultural en constante renegociación de su identidad e influencia. El resultado es una creciente marea
de estudios que sobrepasan los límites disciplinarios tradicionales dados por la geografía, la política o la
lengua. En un impulso de categorizar los estudios de historia atlántica David Armitage ha propuesto una
división tripartita de los estudios atlantistas. 1) "Circum-atlanticos" son los estudios que toman el Atlántico
como una unidad, una zona de intercambio, circulación y transmisión. El enfoque de este tipo de estudios
está centrado en todo lo que circula en el Atlántico durante el periodo histórico ente el siglo xv y el xix. 2)
"Transatlánticos" son aquellos donde se trabaja a partir de la comparación cotejando las conexiones entre
entidades. Se concentran principalmente en las orillas del Atlántico y asumen la existencia de naciones y
estados. 3) "Cis-atlánticos" son los que se centran en un lugar específico del contexto atlántico, una ciudad,
238
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Quizá la explanación de esta idea servirá a la juventud aplicada para que siga en este
bello ramo del saber humano una ancha y brillante senda, por donde pueda adquirir
con el tiempo alguno de los laureles inmortales que coronaron las sienes de Homero
y Cervantes distinguidos ambos por el tino con que cada cual pintó la fisonomía de
su patria (I).
Por otra parte, queremos reparar en las mutaciones que sufre el vocativo empleado para
denominar a los mismos sujetos: primero evoca a los escritores “hispanomericanos”, luego,
cuando refiere de manera exclusiva a las producciones poéticas producidas en este lado del
hemisferio en divergencia con los de España, los denomina “americanos”, y por último, se refiere
a los poetas “cis-atlánticos”. Las tres denominaciones empleadas como cuasi-sinónimos orbitan
semánticamente en una triangulación de espacios que definen un área de intercambio y circulación
específica. América –el Atlántico –España, delimitan para Del Monte, una zona cultural singular
que no es posible (o al menos, tan simple) deslindar o distinguir. Este uso “distinto” para significar
“lo mismo” refuerza la hipótesis de que en Domingo del Monte y en su proyecto literario cultural
se trasunta una experiencia particular del Americanismo que se define por lo insular e hispano171.
Con la pregunta dirigida hacia los poetas “¿Por qué no volver la vista a este continente de
América?”, Del Monte instala como objeto poético el paisaje americano. La invocación remite
sin dudas al poema de Bello. En idéntico gesto, el prologuista convoca, entonces, a la recuperación
de las imágenes americanas: “las gigantescas y tremendas cordilleras, los caudalosos ríos, el
Niágara, los diamantes de Brasil, los metales de Méjico y Perú” (III).
Los poetas que integran la antología, en palabras del enmascarado Del Monte, “han
abierto la verdadera senda de la poesía americana”, justamente, por dejar de lado la “imitación de
las ideas” (IV). Frente a este panorama, la antología se presenta al lector como la primera obra
que recupera en Cuba la voz de los “verdaderos poetas americanos”, es decir, aquellos que eligen
como inspiración y tema un repertorio local.
El gesto que Del Monte asume con esta antología es construir un parnaso poético
americano, en el cual el autor —criollo, blanco y varón— se construye como autoridad retórica
y, al mismo tiempo, elabora una categoría identitaria como “universal”, que proyecta una “nación
ideal” (Achugar 1996). Una de las estrategias de legitimación que deriva del enmascaramiento
como autor y editor, es la de ubicar al Br. Sánchez de Almodóvar al mismo nivel de distinción
que el reconocido poeta Juan María Heredia, de quienes dice que “fueron los primeros que en la
isla de Cuba dieron el ejemplo de cantar en sus índicas liras las bellezas físicas y las costumbres
de su país” (IV).
Si una antología implica, ante todo, una operación de selección y exclusión, podemos
considerar qué atributos de los autores compilados responden al principio rector de la selección.
En primer lugar, es llamativa la acotada nómina: solo cuatro autores, contando entre ellos al
propio Del Monte, que se esconde bajo el seudónimo de Toribio Sánchez de Almodóvar. La
estado, región o incluso una institución. Más que en el océano se concentran en como algunos lugares han
sido definidos por su relación con el sistema atlántico (11-27). Armitage ve estos tres niveles como
interconectados, de tal manera que sus análisis dependen y se construyen desde los otros, creando nuevos
tipos de conocimientos insertados en áreas que no han sido todavía exploradas.
171
Julio Ortega plantea una mirada “transatlántica” de los estudios latinoamericanos, según la cual, “la
hipótesis de los estudios trasatlánticos propone que un texto que desborda su marco local, en tensión con
otros escenarios de contradicción y asociación, precipita una nueva semiosis, abre otro campo semántico,
y construye otro piso de afincamiento en la interpretación creativa” (Ortega 2011).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
escasez pareciera probar la sentencia del “atraso poético” (la idea de “carencia cultural” es, por
otra parte, recurrente en los textos delmontinos). Aunque las rimas se llaman americanas, el peso
de la elección recae en poetas cubanos contemporáneos a Del Monte: José Policarpo Valdés
(1807-1858), Felix Tanco y Bosmoniel (1797-1871) quien nació en Colombia pero vivió toda su
vida en Cuba y el argentino Ventura de la Vega (1807-1865) que residía en las cortes de España.
Todos tienen en común la amistad con Domingo del Monte. Por otra parte, el número limitado se
asienta en que la obra se presenta como el “Tomo primero”, de lo que se deduce que la intención
de Del Monte era publicar tomos sucesivos.
Por otro lado, la antología revela las tensiones estéticas en torno al Neoclasicismo y el
incipiente Romanticismo. En este sentido, los romances “inventados” por el Bachiller Sánchez de
Almodóvar quiebran el sesgo neoclásico que domina la antología, pues la mayoría de los poemas
seleccionados son odas, elegías, sonetos y versos sáficos.
Con respecto al corpus, en esta ocasión solo mencionaremos de qué manera los romances
de Domingo del Monte instalan una primera matriz simbólica identitaria que liga tres principios:
patria –hombre –raza.
“El montero de la sabana”, “El desterrado del hato”, “El guajiro” y “La Patria” son los
títulos de los cuatro romances de Domingo del Monte que integran las Rimas. Si su intención es
configurar un parnaso nacional, la lectura de los títulos permite identificar campos semánticos
específicos mediante los cuales se elaboran las metáforas de pertenencia. En este sentido, el
análisis del corpus revela que la construcción de la idea de patria se configura a partir de la
identificación del sujeto con la tierra en articulación con otros usos metafóricos, como la sangre
y la memoria (Rojas 2008). De este modo, los cuatro romances proponen ser leídos bajo una clave
de lectura que configura al sujeto criollo, al guajiro, como portador de la cubanidad, sentimiento
que se formula en estrecha vinculación con la tierra. Sin embargo, la metaforización del espacio
no es unívoca, por el contrario, los romances exponen una serie de desplazamientos de las
imágenes de la tierra que van desde el paisaje idílico añorado en el exilio, a la naturaleza romántica
que acompaña las aventuras del guajiro, para desembocar en una tierra explotada y fogocitada por
el ingenio.
Domingo del Monte usa el romance porque es un género que conjuga oralidad y escritura
y ostenta una profunda relación del hombre con la tierra. Con este gesto, recupera un género de
antigua tradición hispana y lo satura de imágenes de Cuba: guajiros y guajiras, hateros que
recorren los montes y la sabana, el mar y el clima cálido, los tabacales y el ingenio con los esclavos
y los mayorales, en fin, imágenes de lo que significaba para el autor la patria cubana.
Es por ello que la elección de este género como vehiculizador de la identidad patriótica
no es casual. Aunque no exista un texto en el cual Domingo del Monte así lo explicite, el romance
opera como puente de la insularidad que hermana a Cuba con España y en ese enlace cultural,
Cuba torna plausible su reclamo de autonomía. El romance sutura las tensiones irresueltas entre
lo americano y lo hispano, y más aún, hace posible la formulación de la identidad de la patria
cubana al conciliar tradición y Modernidad.
Bibliografía
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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Tejada Ripalda, Luis. “El americanismo. Consideraciones sobre el nacionalismo continental
latinoamericano”. Investigaciones sociales VIII.12 (2004): 167-200.
242
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Ese dominio en el plano artístico y cultural tiene su correlato en una serie de acciones
políticas y económicas desarrolladas durante esas décadas, a partir de las cuales los Estados
Unidos penetran en Latinoamérica, principalmente, con el objetivo de que el resto de los países
de la región no imiten la experiencia revolucionaria que Cuba había llevado adelante en 1959.
Entre esas medidas se encuentran la instrucción de distintos ejércitos americanos por parte de
militares estadounidenses y la Alianza para el progreso ideada por el presidente John F. Kennedy;
organización cuyo fin velado era la lucha anticomunista.
El principal desafío entonces para el arte latinoamericano a lo largo del siglo XX ha sido
desoír los seductores cantos de las sirenas que anuncian las últimas modas artísticas y construir
un lenguaje propio, cargado de significados. Los distintos intentos por abandonar esa sumisión a
la cultura hegemónica se tradujeron en diferentes actitudes adoptadas por los artistas del
continente, ya sea en el ámbito de las artes plásticas o en el de las letras. Como advierte Traba, la
literatura quizás haya sido la esfera cultural latinoamericana que ha logrado una mayor autonomía
frente al poder de la civilización estadounidense:
La literatura reveló una extraordinaria capacidad de ver a través de las grietas del
proceso civilizatorio, de ver a través de las invasiones culturales, económicas y
243
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Es en este contexto de pugna por generar un arte propio que surge en Latinoamérica una
modalidad narrativa que la crítica literaria ha denominado utilizando muchas veces de manera
indistinta los nombres de realismo mágico u maravilloso172. Esta estética encuentra su mayor
visibilidad y popularidad en la obra del colombiano Gabriel García Márquez, principalmente con
la novela Cien años de Soledad (1967), pero ya había sido aplicada con anterioridad en obras
como El reino de este mundo (1949) del escritor cubano Alejo Carpentier y Pedro Páramo (1955)
del mexicano Juan Rulfo. La gran difusión de Cien años de soledad marcó a su vez un período
de notable expansión de la literatura latinoamericana en los mercados culturales de los centros
hegemónicos –Estados Unidos y Europa- generando un fenómeno editorial que se conoció como
Boom latinoamericano. Más allá del inusitado marketing y del desarrollo de una industria cultural
hasta entonces inédita para nuestra región, lo que nos interesa analizar es la forma en que esta
estética ha contribuido a generar un discurso artístico propiamente latinoamericano que permita
resistir en el ámbito de las letras y de las artes plásticas los embistes de esas señales de la
civilización estadounidense de las que habla Traba. Además, el surgimiento del realismo
maravilloso supone un visible posicionamiento de algunos artistas latinoamericanos en la realidad
política de la región.
172
El termino realismo mágico fue utilizado por primera vez en 1925 por el crítico de arte alemán Franz
Roh para caracterizar cierto tipo de expresión pictórica que se produjo en su país después del expresionismo.
El estudioso ubica en esta estética a la obra de artistas plásticos como Balthus (Balthasar Kłossowski de
Rola), “el aduanero” Rousseau (Henri Julien Félix Rousseau) y Marc Chagall; entre otros. Casi un cuarto
de siglo después, en Latinoamérica, Alejo Carpentier contrapone al concepto de Roh el nombre de realismo
maravilloso para definir lo que sería una forma artística típicamente latinoamericana: “En realidad, lo que
Franz Roh llama realismo mágico, es esencialmente, una pintura expresionista, pero escogiendo aquellas
expresiones de la pintura expresionista ajenas a una intención política concreta. (…) una pintura donde se
combinan formas reales de una manera no conforme a la realidad cotidiana (…) Lo real maravilloso, en
cambio, que yo defiendo, y es lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos al estado bruto, latente,
omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano” (Carpentier
2007, 65-67)
173
Cuando Marta Traba describe el arte latinoamericano clasifica a los países en abiertos (aquellos que
tienen tasas altas de inmigración y donde las tradiciones indígenas carecen de una presencia cultural
demasiado relevante, como es el caso de Argentina y Venezuela) y cerrados (aquellos con poco índice de
inmigración y una fuerte presencia cultural de las tradiciones indígenas, como Perú y Colombia). Esto
implica que dentro de la periferia de Latinoamérica encontramos países más o menos receptivos a las
tendencias artísticas que emanan desde los centros hegemónicos. En el caso de Alejo Carpentier, resulta
imposible ubicarlo en cualquiera de estas categorías debido a que su trayectoria artística lo coloca en
distintos países de la periferia (Cuba, Venezuela, México, Haití) como también del centro (principalmente
Francia).
244
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Europa Pablo Picasso y esas obras fuertemente afincadas en la realidad latinoamericana que los
muralistas habían desperdigado por las calles mexicanas. Surge entonces en él el planteo acerca
de cuál es el camino que debe seguir nuestro arte:
¿Qué pintura mal imitada de la mala pintura académica de Europa, salvo excepciones desde
luego, se hacía en América Latina en aquellos días en que aparece Diego Rivera? Diego
Rivera es una novedad sensacional y nos planteaba a todos un problema de conciencia: ¿la
verdad es esto o la verdad es lo que está allá?” (Carpentier 2007, 27 )
En su regreso a la isla conforma con otros artistas e intelectuales cubanos, entre los que
se encontraban Julio Antonio Mella, Fernando Ortiz, Emilio Roig y Rubén Martínez Villena;
entre otros, el Grupo Minorista. En el Manifiesto Minorista que crean en 1927, estos pensadores
ven a Latinoamérica como unidad y postulan una especie de internacionalismo revolucionario
entre los distintos países de América Latina, a la vez que pedían por una reforma en la enseñanza
y protestaban contra la invasión de tierras cubanas por parte del capital estadounidense; entre
otros planteos en los que puede leerse la prefiguración de los postulados de los revolucionarios
de 1959.
Su participación en el Grupo Minorista significa para Carpentier el comienzo de una
persecución política que lo obliga a marcharse de Cuba en 1928. Es el poeta surrealista Robert
Desnos, que se encontraba en la Habana participando de un congreso, quien lo ayuda a escapar
de la isla con rumbo a Francia. Una vez en Paris, se incorpora rápidamente al movimiento
surrealista, la vanguardia por entonces dominante en Europa. Con el tiempo, Carpentier comenzó
a percibir que el surrealismo como escuela artística estaba desgastado, que se trataba de un
compendio de técnicas y herramientas estilísticas ya agotadas. Por eso, aún cuando participaba
activamente de una de las generaciones más extraordinarias de la historia del arte europeo, sintió
la necesidad de encausar sus aspiraciones literarias de nuevo a Latinoamérica.
Yo conocía todos los trucos de la escritura automática, del manejo de las imágenes, del
manejo de los elementos insólitos (…) Me hubiera sido fácil en aquel momento ponerme a
hacer surrealismo. Y por un extraño fenómeno, hubo en mí un repliegue. Me dije: ¿pero qué
cosa voy a añadir yo al surrealismo, si lo mejor del surrealismo está ya hecho? ¿Voy a ser un
epígono, voy a ser un seguidor, voy a seguir este movimiento que ya está hecho, que ya está
maduro? Y de repente, como una obsesión, entró en mí la idea de América. De una América
que no había conocido en mis estudios escolares, sobre la cual había leído muy poco y me
daba cuenta de que, sin ella, no me realizaría a mí mismo en la obra que aspiraba a hacer.
(Carpentier 2007, 29-30)
Pero, a fuerza de querer suscitar lo maravilloso a todo trance, los taumaturgos se hacen
burócratas. Invocando por medio de fórmulas consabidas que hacen de ciertas pinturas un
monótono baratillo de relojes amelcochados, de maniquíes de costurera, de vagos monumentos
fálicos, lo maravilloso se queda en paraguas o langosta o máquina de coser, o lo que sea, sobre
una mesa de disección, en el interior de un cuarto triste, en un desierto de rocas. Pobreza
imaginativa, decía Unamuno, es aprenderse los códigos de memoria. (Carpentier 1997, 4)
245
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Al abjurar del surrealismo, Carpentier da cuenta de que los recursos estéticos utilizados -
y agotados ya en su uso repetitivo, o bien, siguiendo a Marta Traba, deteriorados - por los
vanguardistas europeos no sirven para retratar la realidad de América Latina; son insuficientes e
inadecuados. De ahí la necesidad de que sean los artistas latinoamericanos quienes penetren la
realidad del continente y encuentren un lenguaje propio para retratarlo. Esa imposibilidad de
aplicar exitosamente en Latinoamérica modelos pictóricos generados en y para los centros de
civilización europea – es decir, transformar las señales civilizatorias en signos de cultura – es
graficada por el escritor cubano en el prólogo de su novela a través de la metáfora del pintor
europeo devorado por el paisaje americano. La anécdota recuerda a la incapacidad de los
conquistadores que, al llegar a América, se sintieron desbordados por la realidad que los rodeaba
y no supieron como describirla:
Pero obsérvese que cuando André Masson quiso dibujar la selva de la isla de Martinica, con el
increíble entrelazamiento de sus plantas y la obscena promiscuidad de ciertos frutos, la
maravillosa verdad del asunto devoró al pintor, dejándolo poco menos que impotente frente al
papel en blanco. Y tuvo que ser un pintor de América, el cubano Wilfredo Lam, quien nos
enseñara la magia de la vegetación tropical, la desenfrenada creación de formas de nuestra
naturaleza –con todas sus metamorfosis y simbiosis-, en cuadros monumentales de una
expresión única en la era contemporánea.(Carpentier 1997, 4)
Ahora bien, conviene preguntarnos por cuál es la especificidad del realismo maravilloso
que postula Carpentier. Si bien se trata de una forma narrativa que posee elementos comunes a la
literatura fantástica e incluso surrealista, su particularidad reside en la naturalización de lo
extraño, de lo insólito. La crítica literaria brasilera Irlemar Chiampi ha comparado al realismo
maravilloso con otros géneros narrativos en busca de una definición que explique esta estética:
(…) el realismo maravilloso desaloja cualquier efecto emotivo de escalofrío, miedo o terror,
provocado por un acontecimiento insólito. En su lugar, coloca el encantamiento como un efecto
discursivo, apropiado a la interpretación no antitética de los componentes de la diégesis. Lo
insólito deja de ser el “otro lado”, lo desconocido, para incorporarse a lo real: la maravilla es
(está) en la realidad. Los objetos, seres o acontecimientos, que en lo fantástico exigen la
proyección lúdica de dos probabilidades externas o inalcanzables por la explicación, están en
el realismo maravilloso destituidos de misterio. (86)
(…) lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una alteración
de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación
inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una
ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad
en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite”. (4-5)
La historia que narra El reino de este mundo es la de la revolución de los negros que
termina con la abolición de la esclavitud en Haití a comienzos del siglo XIX. Cuando Carpentier
entra en contacto con el relato de los sucesos de la rebelión, descubre que se trató de una revuelta
movilizada por la fe que los esclavos tenían en los poderes licantrópicos de Francois Mackandal,
un sacerdote vudú que poseía el don de mutar en cualquier especie animal. Es la creencia el origen
de la pulsión revolucionaria y lo que permite instaurar el milagro en la realidad latinoamericana.
El realismo maravilloso que el escritor cubano formula por primera vez en 1949 y que luego se
vuelve una tendencia estética, un lenguaje propiamente americano en sus sucesores Gabriel
García Márquez, Arturo Uslar Pietri, Augusto Roa Bastos o Juan Rulfo; encuentra su materia
prima en hechos que marcan la violenta dominación del colonialismo – pensemos en la escena de
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
la masacre de la United Fruit Company en Cien años de soledad como claro ejemplo- y en el gran
acerbo de mitologías que forman parte de nuestra cultura: los delirantes conquistadores que
buscaron en estas tierras la fuente de la eterna juventud, la Ciudad Encantada de los Césares o El
Dorado; los rebeldes revolucionarios, los sanguinarios dictadores y los héroes de las guerras por
la independencia; entre otros protagonistas de una realidad que pareciera el resultado de una
invención fantástica. Carpentier encuentra en el mito la veta de la que se debe nutrir un arte
esencialmente latinoamericano:
Y es que, por la virginidad del paisaje, por la formación, por la ontología, por la presencia
fáustica del indio y del negro, por la revelación que constituyó su reciente descubrimiento,
por los fecundos mestizajes que propició, América está muy lejos de haber agotado su causal
de mitologías. (1997, 6)
Marta Traba destaca justamente el rol que desempeña el mito en la obra de los artistas
que son parte de lo que ella denomina cultura de la resistencia, ese espacio del campo artístico
latinoamericano que ha permanecido inmune a las señales emitidas desde los centros de
civilización. Esta “mitologización” del arte es considerada por ella una de las tendencias artísticas
más importantes de América Latina contra la penetración del Pop-Art estadounidense y las modas
estéticas procedentes de Europa en el período que se inicia en 1950. La mitología resguardaría
entonces a esa franja del arte americano del deterioro intrínseco a las expresiones artísticas que
produce la sociedad de consumo:
247
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Resumen
Costumbrismo colombiano
249
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
que han marcado un hito en la narrativa de este país y en reconocer la incidencia en la creación
literaria actual.
Nuestro país atravesó por un momento cumbre tan desastroso, en donde el fenómeno de
la violencia fue por mucho tiempo su trama, tanto así que ese tiempo estuvo denominado como
‘El periodo de la violencia’, estando enmarcado por varios acontecimientos sociales y políticos,
el cual se fue convirtiendo en el punto de partida de la guerra entre bandos políticos, que para esa
época se generó entre el partido conservador y el partido liberal durante la gesta de los años 1899
y 1902, aproximadamente.
Con esto en mente, aquella narrativa cuya trama se despliega a lo largo de dicho tiempo,
toma como referente histórico ese momento coyuntural, para lo cual, vale la pena detenerse un
poco hasta aquí, pues es importante analizar que este tiempo delimitado entre los años cuarenta
hasta los sesenta sobre el conflicto armado colombiano que quienes se disputaban el poder, en
este momento, eran los partidos entre liberales y conservadores, quienes desataron una
consecución de masacres de alcances ininteligibles, justificados en la filiación de un determinado
partido político.
Dichos sucesos, pronto fueron transferidos a un plano literario, donde se conoció como
la literatura de la violencia, que se define como, “toda aquella producción novelística que refleja
la situación socio-política de Colombia durante las décadas del cuarenta y cincuenta”. (Osorio,
2006) Lo que desarrolla un aspecto en particular, el cual es la ideología, pues por medio de los
asesinatos, las masacres y la violencia en general, se desatan a partir de los presupuestos
ideológicos, porque todo acto de violencia corresponde a una ubicación política e ideológica
clara, en donde los principales exponentes de ese tiempo fueron los liberales y conservadores.
En ese sentido, la narrativa de la violencia se dividió en etapas que configuraron
estructuras y estilos narrativos especiales, que en un principio se encontraban centradas en el
registro testimonial de los hechos acontecidos, otros cuyas producciones intentaban superar el
mero inventario, a partir de lo dicho e investigado por terceros –criterios periodísticos e
investigativos– sobre el conflicto, más que de la experiencia propia, hasta creaciones de mayor
trascendencia que equiparan lo histórico y lo literario en una misma narración.
Retomando las etapas que configuraron la narrativa de violencia, nombradas
anteriormente, Oscar Osorio propone varios puntos que las explican mejor:
En esta fase el suceso histórico se antepone al hecho literario, esto es, el mero registro
testimonial o inventario de lo concurrido, de forma descriptiva y logra evidenciar
la narración pura de los hechos violentos de la época, a partir de la creación de
personajes cuyas acciones manifiestan las emociones y experiencias que el escritor
distingue en el hecho, sin preocuparse por la forma escritural de la obra misma ni
establecer una estructura narrativa, sino que se presenta el suceso tal cual.
En otra etapa que presenta Óscar Osorio, se toma ya un detalle para establecer el
mejoramiento del aspecto literario, puesto que aquí hay una preocupación, tanto en la seriedad
de los criterios históricos, como en la mejoría estética de los textos, de ahí se comienza a presentar
un interés por el manejo de los personajes y surge así una conciencia por el arte y una
intencionalidad clara entorno a la denuncia.
Como última etapa, se encuentra reflejada una armonía entre lo histórico y lo literario,
pues allí no se deja de lado la intención de propagar el hecho histórico, pero tampoco la
deslegitimación del valor estético encontrado allí. Se profundiza en la exanimación de los
diferentes fenómenos sociales y culturales en su totalidad, pero sobre todo, el ingenio del escritor
en el tratamiento que le otorga al lenguaje.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Por lo tal, para aterrizar en nuestro tema en cuestión, el presente escrito, tomará como
punto de referencia, la obra “Las horas secretas” de la escritora Colombiana Ana María Jaramillo,
en la cual se logra identificar aspectos estéticos que se pueden contrastar con el costumbrismo y
la literatura sobre la violencia. En la novela, la trama es narrada por una mujer que sostiene una
relación pasional con un guerrillero militante del grupo insurgente M-19, la narradora en un
intento en trasmitir todo el dolor que le provoca la muerte y perdida del “Negro” se refleja también
como un símbolo de critica a lo que surgió en el país en los años ochenta y noventa.
Se opta por trabajar la novela Las horas secretas que fue publicada en el año 1992, puesto
que en ella recrea acontecimientos recientes de la historia de Colombia, concretamente la
coyuntura política y social vivida durante parte de los años ochenta, en donde se desató el proceso
de paz, el intento de reincorporación a la vida civil de los insurgentes y la toma del palacio de
justicia. En la obra, se maneja una estructura narrativa que consigue atrapar al lector, pues tanto
la trama, como el manejo el leguaje hace muy fluida su lectura y comprensión de la misma “nos
enfrenta a una narración precisa, contundente, sintética; en pocas páginas y palabras nos da cuenta
de lo que sucedió en varios años de la historia del país”. (Calvo, 2005)
Dentro de las características propias del costumbrismo colombiano, se pueden identificar
puntos intrínsecamente de la novela, como los es el lenguaje descriptivo y expresivo, pues si bien,
esta es una novela que se ubica en la línea de la modernidad y en esta se expresa una escritura en
la que los hechos son muy concretos y factibles al momento de hacer lectura.
No pude dormir me sentía inquieta, tenía miedo, el lugar me parecía inseguro, la cama dura,
los zancudos me picaban, no tenía ganas de hacer el amor. Me levanté varias veces al baño y
la ansiedad fue mayor cuando él, por tranquilízame, me mostró una pistola que tenía dizque
para su seguridad. (Jaramillo 1990 57)
En ese pequeño fragmento, se hace evidente cómo la escritora manifiesta por medio un
lenguaje muy cotidiano y coloquial diferentes facetas de su novela, lo cual es vivo ejemplo de
cómo por medio del tratamiento del lenguaje recrea las situaciones de un carácter tal, que no se
muestra grotesco ni paupérrimo, sino por el contrario se vuelve más llamativo para el lector; en
general, a lo largo de la obra, se muestra en ese mismo estilo, demostrando la fluidez que la
escritora maneja. De igual modo, las palabras utilizadas son muy sencillas y esto hace que sea
mejor su comprensión por parte de sus interlocutores, además de esto cuando la obra maneja un
estilo erótico, es muy común que se utilice este tipo del lenguaje, porque enriquece la escritura.
Esta obra, al mismo tiempo, representa rasgos costumbristas y evidencia a fondo el tema
de la literatura sobre la violencia, pues Ana María Jaramillo, por medio de este escrito busca
251
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
deleitar y evidenciar aquellos momentos que fueron eminentes en el país y marcaron la historia,
en ella se evidencia la violencia por parte del gobierno y el abuso de autoridad que existió y aún
existe en nuestra patria Colombiana.
¿Qué haría ahora? Estaban resistiendo como héroes, pero el mundo entero era un mudo testigo de
tan atroz matanza, era lenta y efectiva, era el infierno mismo. Nadie decía nada, nadie hablaba para negociar,
nadie proponía un alto al fuego. El mundo entero fue cómplice del extermino. (Jaramillo 1990 68)
Lo citado anteriormente, nos remite a los hechos ocurridos el día miércoles 6 de
noviembre de 1985, que fue la toma del palacio de justicia en la ciudad de Bogotá, la protagonista
está presenciando en las calles lo que pasa y relata con palabras propias lo que ve y siente de ese
“infierno” que se vivió ese día histórico para el país. Allí explica la violencia concreta y
simbólica de ese suceso, como se expresa en la siguiente: “Estos 25 mil cadáveres no serían
problema, el verdadero encarte sería los del Palacio de Justicia. Por eso optaron por la fosa común
y encima les echaron cadáveres traídos desde las faldas del volcán, contaminados con gangrena
gaseosa para alejar los malos espíritus.” (Jaramillo 1990 78)
A partir de lo anterior, es indiscutible que la intención de la autora, es exponer las
atrocidades de ese mal sistema, es hablar de aquellas cosas que se saben pero que todos callan,
los que han silenciado su voz por miedo a la barbarie que se ha presentado como los fenómenos
de la muerte y la violencia, entendiendo esto como la gran labor que cumple la literatura, al tener
la posibilidad de reflejar las distintas condiciones en las que vive Colombia. Desde los 90’s hasta
nuestros días se ubican crímenes que han quedado en la impunidad, asesinatos y desapariciones
que han pasado desapercibidos por la actitud indiferente de los ciudadanos que dejan de lado
estos hechos.
En resumen, esta novela, consigue reunir aspectos que se contrastan con los dos
movimientos artísticos señalados, puesto que, por un lado el manejo del lenguaje capta los
momentos como si se estuvieran presenciando en el presente, gracias a este podemos realizar una
imagen metal y quizás fotográfica de lo que se vio, y por otro lado, se especifica muy bien el tema
de la violencia que da la posibilidad de relatar lo que pasó en realidad, en cuanto a los discursos
políticos y los diferentes momentos cumbres que vivió un país, abordadas desde la crítica a la
sociedad de manera degradante y en su efecto mostrándolo como un mecanismo de denuncia a
los conflictos sociales existentes.
Conclusiones
Los dos movimientos literarios, tanto la novela sobre la violencia como el costumbrismo,
presentan rasgos particulares, que si bien no son iguales, demuestran algunos aspectos similares
a lo largo de la percepción estética, estos se encuentran directamente representados en la obra
Las horas secretas que paralelamente logran evidenciar un recorrido histórico-analítico, en cuanto
a los movimientos políticos y sociales dados en el país, reflejando lo sucedido para generar un
conocimiento más profundo sobre ello a quienes quizás no fueron participes latentes en estas
épocas claves.
A esto se le añade, la intervención crucial que tiene la literatura, puesto que, es gracias a
ella que se relatan los hechos críticos que algunos no son capaces de expresar directamente ante
la sociedad, sino que acude a la escritura como método reflexivo para dar cuenta de los conflictos
culturales, hacerlos palpables y crear una crítica en sus lectores con respecto a su contexto
histórico y actual.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
Calvo, Mery Cuz. (2005). Un acercamiento a la palabra femenina en Las horas secretas.
POLIGRAMAS 22.
Jaramillo, Ana María. (1990). Las horas secretas. México: Ediciones sin nombre.
Osorio, Oscar. (2006). Siete estudios sobre la novela de la Violencia en Colombia,. Poligramas
, 98.
Reyes, Carlos José. El costumbrimo Colombiana. Manual de literatura.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Encuentro en revistas
Haciendo de esta imagen nuestro nudo teórico, logramos definir ciertas líneas que
momentáneamente organizan las reflexiones que hemos estado contrastando, disputando,
reescribiendo desde que la performance se convirtió en objeto de nuestras indagaciones
estéticas. Intentamos a continuación esbozar algunas guías activadas, en gran medida, para
ubicar nuestra curiosidad y nuestra tarea crítica en torno a tres cuestiones que pulsan en el texto
de Morejón:
255
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
256
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
días después. Ese borde conflictivo entre la política cultural y la política del arte exhibe la
fricción entre un lenguaje estético ya reconocido pero no inserto en la lógica de la exhibición, y
la ausencia de instrumentos legales para interrumpir la performance. Son estos instantes, estas
imágenes de lo ocurrido que hacen converger la insuficiencia de los sistemas para producir,
comprender, explicar y poner bajo el manto de la ley el arte de acción. En consecuencia, para la
esfera del arte el problema radica en la captación disciplinar en clave estética mientras para la
esfera política se reconoce la dimensión de “obra” por el hecho de realizarse en un museo, no
obstante, la desobediencia del artista conlleva un proceso judicial.
Mediante esta reconstrucción quebradiza de los acontecimientos intentamos dar resumida
cuenta del enorme desarrollo de ideas sobre la materia y la materialidad en un tipo singular de
temporalidad manifiesta en la acción, siempre efímera, con la que se hace performance pero cuya
incisión en la experiencia a modo de “interrupción” crea la posibilidad de presenciar, mediante
los criterios que propone la esfera del arte, unos sucesos frente a los que los recursos de
comprensión estética heredados no nos son útiles. Nuestra tarea crítica, por lo tanto, está
atravesada por la falta/falla/carencia: en general, repetimos, trabajamos con restos, memorias de
lo sucedido. Esta singular acción crítica es la de archivar y, aunque sea constitutivamente
contradictoria con nuestro objeto, creemos que tiene el valor de darle al acontecimiento una
historicidad diferente que se sostiene por la narración. Esto es, por ejemplo, cuando mencionamos
una performance lo hacemos como testimonio que ordena los restos y los recuerdos que quedaron
de ella, testimonio de algo que experimentamos como espectadoras, incluso tratándose de material
virtual, o que alguien, a su vez, nos transmitió. Como en un salto quiasmático, somos la extrañeza
de lo más extraño de nuestro objeto de estudio. En este sentido, nos respalda la idea de Carlo
Guinzburg para quien trabajar con los sucesos del pasado requiere administrar la “tensión entre
narración y documentación”. Y esto no es sólo una argumentación a favor de las fallas que pudiera
tener nuestro trabajo documental, es precisamente parte de nuestros objetivos recrear la potencia
de aquello que no ha desaparecido sólo porque no deja resto objetual. En todo caso, algo de lo
experiencial pasa al enunciado en parte de sus evocaciones que sólo son evocativas si nos
comunican. Otra vez somos deudoras de las ideas de Oyarzún, pues tras la lectura de sus tesis
sobre el ready-made, sobre el impasse que implica cierta disposición de algo donde no se lo
espera, no puede menos que llevarnos a reconocer que el allí es compartido, que el intento de
comprender es común pero que la falta de palabras para transmitir la sensibilidad de lo inesperado
es íntima.
Por otra parte, al ser el marco teórico sobre la performance un marco en construcción,
mayormente extranjero y, por todo esto que expusimos, desplazado de cada experiencia
concreta, nos coloca en otros dilemas de la legibilidad: cada objeto con el que nos enfrentamos
resemantiza y discute los conceptos con los que trabajamos. De allí que, desde nuestro punto de
vista, la performance en tanto acción pero también como modelo de reflexión teórica tiene la
potencia de instalar debates sobre las palabras, sus pertenencias nacionales y culturales; su
alcance articula las problemáticas relaciones entre arte y política pero en relación con unos
objetos que señalan siempre su carácter indisciplinado en determinado tiempo y lugar, y esto sí
es irrepetible, motivo por el cual hace sensibles en cada caso distintas categorías de percepción
de la realidad.
De hecho, no habíamos pensado en trabajar en torno a la territorialidad cuando nos
propusimos cuestionar(nos) con esta videoperformance de Carlos A. Aguilera, pero,
evidentemente, el acto de pensar Cuba o el Caribe implica en sí mismo territorializaciones y así
lo exige un corpus de obras que irrumpen e interrumpen un panorama identificable. Desde la
sensibilidad que existe a la hora de utilizar la palabra performance, término que proviene de una
lengua que se supone que no es nuestra, hasta la importancia que adquiere el lugar donde cada
realización situada, la acción ausente nos lleva a buscar su hospedaje. Por ejemplo, frente a una
acción como la que hizo Ángel Delgado, podemos abordar el concepto: defecar en un sector
arrancado de la página de un periódico durante una exhibición grupal de artistas plásticos
257
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
174
Suely Rolnik, en Furor de archivo (2010) y refiriéndose específicamente al arte de los setenta, advierte
el peligro de que la comprensión de prácticas producidas en Sudamérica pase por modelos forjados en el
eje Europa Occidental-EE.UU., ya que de esta manera se reduce la “potencia pensante” de estas obras donde
las disputas políticas están sutil y complejamente jugadas en la técnica misma de la obra desde
procedimientos que se acercan más a lo micropolítico. Nuestro ejercicio de territorializar el objeto con el
que estamos trabajando parte de esa preocupación.
258
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Por el contrario, el gesto primero de ligar la performance al video, y con ello al archivo,
reinserta el acontecimiento en el flujo histórico pero para disputar de otra forma los sentidos que
allí se están gestando, reinserción fortalecida por la labor crítica, ya que podríamos haber
encontrado Retrato de A.Hooper y su esposa en youtube, sin más datos, como un video más.
Así, se despliegan nuevos procesos vinculados a la efimeridad, la reproductibilidad, la
territorialidad y la convergencia de los lenguajes artísticos que desafían las fronteras políticas y
estéticas.
Cabe aclarar, sin embargo, que hablar aquí de archivo no implica hablar de un momento
de inmovilización que anule la potencia desestabilizadora de las prácticas artísticas, como
veremos. Más bien, al pensar en la videoperformance, pensamos en que la desaparición corroe
las formas hegemónicas de archivo atravesadas por la dominación/reducción y la durabilidad,
ahora, no anula la “potencia pensante” (Rolnik, 118) de la obra “para hacer factible su
continuidad en función de las fuerzas que piden paso en nuestro presente (128).
La videoperformance que nos interpela en este momento, específicamente, está
compuesta por una voz que recita el poema de Aguilera mientras vemos una boca cuyos
movimientos están desfasados del decir que oímos: entre imagen y sonido hay un abismo que
no es el habitual. Este modo de permanencia que el autor agencia, cuestiona las categorías
genéricas operando una serie de cortes que enrarecen los hábitos de recepción: la voz no le
corresponde al movimiento de la boca, el poema es narrativo pero con versos de una o dos
palabras, la lectura parece escritura, la enunciación es tan maquínica que agota la escucha y la
vacía convirtiéndose en significante puro. De este modo, se logra esquivar la reproductibilidad
del arte como mercancía generando nuevas formas de asociar arte y política alejadas de las
estrategias pedagógicas/zantes obvias. Él mismo lo dice con las siguientes palabras, al mismo
tiempo que reflexiona sobre la insularidad como un aislamiento de la literatura cubana con
respecto a la modernización vanguardista:
259
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
sentido que esa voz deshumanizada, ajena a su órgano fonador, habla el discurso de otro. Lo
que sucede aquí es que, otra vez, podemos abordar la videoperformance en sí misma, o podemos
interceptarla con el poema narrativo escrito por el artista. Teniendo en cuenta que se trata de un
poema “vertical” (Dimkovska, [2006] 2008), la primera contienda es con la palabra encriptada
por una escritura anómala:
La
tarde
en
que
Hooper
,
Andrew
alias
“
el
granjero
”
Hooper […] (11)
Entonces, por un lado, la voz se escucha agotada, desajustada del ritmo vocal y con ello
afecta el discurso en la medida que su entonación está agotada también.
Todos sabemos lo que significa la tensión entre voz y escritura en América Latina,
también sabemos el poder de la oratoria política en nuestra historia, pero qué sucede mediante
la ruptura de ilusión de unidad. En clave psicoanalítica Mladen Dolar dice algo precisamente
pertinente en relación a la operación aguileriana:
Entonces, entre el orden del poema y su dimensión de lectura, hay una asimilación que
la voz viene a hacer chirriar pues desentona, no puede modularla. De este modo, la transferencia
de un lenguaje a otro inhibe la hermenéutica, y así, hace difícil el seguimiento del relato. Es
más, podríamos imaginar que la voz es la resonancia de la escritura, como ese sonido interior
del escribir respondiendo a la mecánica de la mano. A modo de resumen de lo dicho hasta aquí,
y retomando la afirmación de Dolar, podemos pensar, por un lado, que al enrarecer la unidad de
la boca y la voz, el sujeto y sus palabras, el sonido y la escucha, el sentido y las palabras,
Aguilera trabaja, desde la misma técnica, con nuestras experiencias estéticas de recepción. Ese
impasse producido en nuestra subjetividad. En todos los casos, cada vez que intentamos
explicar, el enrarecimiento está mediado por el cuerpo y la experiencia cuando atraviesa la
narración.
La video-performance exacerba la distancia fantasmática entre el sujeto y la voz al
romper la correspondencia entre boca y sonido, como indicando que ese relato es de otro, un
otro que enuncia mecanizadamente sobre una boca independiente, independizada del habla, que
modula, saborea, simula, relaja sin decir nada. Esta dispersión de objetos constitutivos vuelve a
reunirse en la obra según nuestra lectura y escritura, con lo cual se da al mismo tiempo una
acción de fractura y de recomposición enrarecida pero plausible de posterior interpretación, es
260
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
han
considerado
ese
lugar
,
como
un
locus
evidente
de
orden
y
,
no
,
como
un
locus
donde
se
pudiera
pensar
el
orden (24-25)
Bibliografía
261
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Morejón Arnaiz, Idalia (2014). “Repertorio de poesía y performance. Cuba años 90. Entrevista a
Carlos Aguilera y video performance”, en Badebec. Revista del Centro de Estudios de Teoría y
Crítica Literaria 7, p. 207-221.
Oyarzún, Pablo (2010). Anestética del ready-made. Santiago, LOM.
Rolnik, Suely (2010). “Furor de archivo”, Revista electrónica Estudios Visuales 7, p. 115- 129
Schneider, Rebeca (2011). “El performance permanece”. Estudios avanzados de performance.
Ed. Diana Taylor y Marcela Fuentes. D.F.: Fondo de cultura económica, p. 215-240.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Introducción
Los cambios en las estructuras políticas y económicas no afectan sólo las esferas sociales
y privadas, sino que también la posibilidad que los artistas e intelectuales insertos en un campo
cultural175 determinado tienen para discutir ciertos temas, en cuanto su relación con el habitus176
hegemónico legitima o no su discurso. Ello, porque si bien el campo cultural es autónomo, de
todas formas dialoga con el campo de poder al cual se enfrenta o adhiere. Sin embargo, para la
conformación de este campo cultural autónomo es necesario primero un campo de poder que le
permita desarrollarse sin pretender “(…) legislar en materia de cultura en nombre de una autoridad
que no fuera propiamente intelectual (…)” (Bourdieu, Campo intelectual 10) y un espacio público
que admita la circulación adecuada de los textos, en relación al público lector y a los productores
literarios. ¿Qué ocurre entonces con el campo cultural cuando está restringido por un Estado
dictatorial y la esfera pública por ende no está abierta para todos los individuos? ¿Cuáles son las
estrategias que los escritores e intelectuales deben utilizar en esos casos para expresarse en contra
del campo de poder? Ejemplo de ello es el pueblo haitiano, que debido a las intervenciones
internacionales y a una sociedad altamente segregada, ha resultado en el debilitamiento de su
campo cultural y el estrechamiento de la esfera pública, dejándole poco espacio a los artistas e
intelectuales para crear contra discursos estructurados y capaces de incidir en el campo de poder.
Retrato y crítica de lo anterior es la novela Brother I’m dying, de la escritora Edwidge
Danticat, quien representa la evolución del espacio público del Haití postcolonial a través de su
propia historia y la de su familia, utilizando una narrativa testimonial para así darle un carácter
personal y auténtico a la crítica social inscrita dentro del relato. De ahí surgen las figuras de dos
intelectuales que desafían a esta esfera pública que los margina y anula como individuos. En
primer lugar, a partir de la figura de Uncle Joseph, la autora esboza a un posible intelectual capaz
de conformar un espacio de contra público dentro de una nación donde la esfera pública está, si
no clausurada por una dictadura, abierta sólo para unos cuantos. Por otra parte, la autora se perfila
a sí misma a través del proceso escritural y de las estrategias de posicionamiento y negociación
dentro del campo cultural al cual pertenece, como una intelectual que intenta incidir en el campo
de poder para crear un contra discurso que intenta desnaturalizar ciertos conceptos y valores que
atentan en contra de la identidad177 de gran parte de la comunidad haitiana.
De esta forma, con el propósito de dilucidar estas dos representaciones del intelectual, en
primer lugar se indagará en la dialéctica entre la vida de Uncle Joseph y los cambios políticos que
suceden en Haití desde 1950 hasta el 2004, centrando la atención en los cambios que dicho
personaje debe realizar para adecuarse a las rápidas transformaciones de la esfera pública. Luego,
se analizarán las estrategias de negociación y formas de posicionamiento que Edwidge Danticat
175
El campo cultural “es un espacio de relaciones objetivas entre posiciones –la del artista consagrado y la
del artista maldito por ejemplo- y sólo se puede comprender lo que ocurre en él si se sitúa a cada agente o
a cada institución en sus relaciones objetivas con todos los demás” (Bourdieu, Razones prácticas 60).
176
Los habitus “implican el conocimiento y reconocimiento de las leyes inmanentes al juego, de lo que está
en juego” (Campo de poder, Bordieu 120) y todo el banco de valores y bienes simbólicos que constituyen
al sujeto y al campo al cual pertenece. El sujeto participa del campo, al igual que el campo participa de su
subjetividad.
177
Se entiende por identidad “al punto de encuentro, al punto de sutura entre, por un lado, los discursos y
prácticas que intentan <<interpelarnos>>, hablarnos o ponernos en nuestro lugar como sujetos sociales de
discursos particulares y, por otro, los procesos que producen subjetividades, que nos construyen como
sujetos susceptibles de <<decirse>>” (Hall 20).
263
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
utiliza para instalarse en un campo cultural que está fuera de su país de origen, con el fin de
transformar dicho campo y, así, traspasando los límites, incidir con su discurso en el campo de
poder. Todo esto, para desentrañar el discurso sociopolítico que se esconde tras la novela y cuáles
son las posibilidades de cambio que la autora propone en su diálogo con la sociedad.
Capítulo I
La esfera pública “designa el foro de las sociedades modernas donde se lleva a cabo la
participación política a través del habla” (Fraser 97) y que puede estar a favor o en contra de las
políticas del Estado. A diferencia de esta última institución, los integrantes de la esfera pública
no tienen atributos legales, sino más bien es a partir de la opinión pública que esta “entidad” ejerce
presión al Estado para que se haga responsable de ciertas materias ciudadanas. Sin embargo, como
lo expresa Fraser, “estas condiciones eventualmente se erosionaron cuando los estratos no
burgueses ganaron acceso a la esfera pública” (100) y dejaron en evidencia la división social y la
lucha de clases se posicionó en el centro del debate. Así, la esfera pública, idealmente
democrática, se revela como un espacio que le garantiza a un público restringido la capacidad de
gobernar y se convierte en el lugar institucional de mayor importancia para la construcción del
consentimiento que define el modelo dominante.
Justamente esto es lo que ha sucedido en Haití donde la aristocracia mulata ha tomado el
poder. Desde entonces, según Fouron, la sociedad haitiana se ha caracterizado por su segregación
y dominio de una elite cerrada, que sistemáticamente le ha negado a las masas urbanas y a los
campesinos, cualquier posibilidad de aspiración legítima al poder. Esto lo han logrado manejando
tanto la riqueza material como el habitus de la esfera pública hegemónica, al desprestigiar la
lengua creole, el vudú y las herencias africanas, para privilegiar el francés, la religión católica y
la cultura europea; todos rasgos característicos de la clase alta haitiana. Ello, debido a que el
habitus garantiza la continuidad de las prácticas de dicha comunidad a través del tiempo, pues
ningún tipo de dominio puede sostenerse sin hacer creer que las bases sobre la que se sustentan
sus creencias son naturales. De ahí que es mucho más difícil combatir un mundo donde la
violencia es simbólica en vez de física, pues la lucha radica es desnaturalizar los estereotipos y
concepciones de los grupos dominantes, que han llegado ahí marginando las costumbres de los
subordinados. Además, la aristocracia mulata ha logrado mantener al pueblo subordinado
aliándose con los militares, la clase negra emergente compuesta de tecnócratas y algunas
adineradas familias negras recién llegadas a la isla, con los cuales han manejado al Estado y la
economía del país. Consiguiendo así su riqueza a base de lo que Fouron denomina la
monopolización del comercio doméstico e internacional y usando al Estado para extraer riquezas
de las masas. (Fouron 133). De ahí que este sector dominante se alinee siempre con gobiernos
que permitan el libre acceso de Estados Unidos y organismos internacionales al mercado. Con
esta actitud que segrega, la esfera pública se transforma en un espacio cerrado e impenetrable para
las masas, cuya mejor opción es construir un espacio contra público. Es decir, formar esferas con
discursos diferentes que desafíen a la esfera dominante y que, a la vez, valide la identidad de los
excluidos.
En la novela la autora explora a partir de la figura de Uncle Joseph, las posibilidades que
un ciudadano fuera del poder social y económico tiene para ingresar y actuar en una esfera pública
de la cual ha sido marginado y por la cual ha sido violentado física y simbólicamente. Este
personaje es un sujeto que en su juventud, cuando la agricultura deja de ser un modo viable de
ganarse la vida, se traslada del campo a la capital. Ahí, decide situarse en el barrio de Bel Air, el
cual se caracteriza por ser en sí un ícono de la marginalidad, además de contener una importante
carga histórica relacionada con la lucha por la justicia social. Rasgos que la autora se preocupa de
seleccionar y mencionar para situar físicamente a este importante personaje en un entorno que si
bien fue efectivamente su hogar, en la novela carga con un valor simbólico determinado, pues
“the hill in Bel Air […] has been the site of a famous battle between mullato abolitionists and
French colonists […] More than a century later […] when the U.S. Marines landed in Haiti […]
Haitian guerrilla fighters, called Cacos, organized attacks against U.S. forces from Bel Air”
264
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
(Danticat 29). De esta forma, ya al momento en que Uncle Joseph se separa de su hogar paterno
para construir su propia familia, éste se posiciona en medio de un lugar cuyo valor simbólico
manifiesta la elección y validación de la lucha del pueblo en contra de la dominación.
Además, no hay que olvidar que Bel Air fue el centro de los seguidores de Daniel Fignolé,
héroe de Uncle Joseph y político que fundó el Mouvement Ouvriers-Paysans (MOP), cuya
ideología socialista se centraba en darle a los obreros y campesinos la posibilidad de acceder a la
esfera pública dominante que hasta entonces estaba controlada por la elite mulata. Proponía que
el progreso del país radicaba en políticas de empoderamiento de la raza negra, porque como
explicaba el protagonista, “certain people think that in order for the country to progress, only the
rich minority need suceed. This country cannot move forward without the mayority. Without us”
(Danticat 31). Fignolé, a pesar de permanecer en el gobierno solo por diecinueve días, le otorga
a Uncle Joseph un propósito y un rol en su comunidad, pues lo hace ver que es posible crear un
espacio alternativo donde reconstruir una identidad social, que a pesar de haber sido destruida
sistemáticamente por el grupo social dominante, sigue latente. Por eso le parece tan importante
recalcar durante la difusión de los discursos de Fignolé en su casa, que el verdadero poder radicaba
en sus mentes, no en las armas (32), pues descubre el poder del discurso y de los bienes
simbólicos.
Sin embargo, si bien Uncle Joseph iba encaminado a convertirse en un intelectual, tal
como lo define Said, es decir, como “un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar
y articular un mensaje, una visión, una actitud, una filosofía o una opinión para y en favor de un
público” (Said 30), el derrocamiento de Fignolé y la consiguiente asunción al poder del dictador
François “Papa Doc” Duvalier a la presidencia, le hicieron darse cuenta de la precariedad del
poder político de Haití. Así, para llenar su vacío ideológico “he joined a Baptist congregation […]
using the time he would have spent at demonstrations and meetings to go to church. The Baptist
offered the promise of a peaceful and stable life” (Danticat 33). Podría argüirse que Uncle Joseph
optó por aliarse con la estabilidad de los vencedores en vez de considerar la experiencia de los
subordinados, mas él no se cuadra con el gobierno de turno, si no que elije quedarse en Haití
peleando de la única forma posible. En otras palabras, si deseaba quedarse en la isla, no podía
desafiar abiertamente a la dictadura, pues hay que comprender que al asumir Duvalier el poder,
la esfera pública se cierra completamente y no hay espacio para la discusión racional respecto a
los problemas sociales de la minoría, pues cualquier disidencia era acallada con métodos violentos
y represivos.
Como consecuencia de lo anterior, la esfera pública se retrae y lo único que el personaje
puede hacer para quedarse activamente en Bel Air es crear comunidad y educar, es decir
resguardar a su grupo de la violencia y otorgarles capital simbólico, para así asentar las bases para
la creación posterior de una contra esfera pública subalterna que desafíe el poder. Convertirse en
pastor Bautista es la estrategia que utiliza para desafiar al campo de poder en su propio
territorio178. Uncle Joseph vendría siendo un protointelectual, en el sentido de que intenta
allanarle el terreno a los críticos que vendrán, pues se da cuenta que la violencia y la falta de
educación no permitirán el surgimiento de un espacio organizado y estable capaz de confrontar al
Estado. Frente a esta realidad, Uncle Joseph elige la religión. Esto último se da como una
consecuencia circunstancial en la vida Joseph Danticat, sin embargo lo importante, tal como está
expresado en la novela, no es la doctrina Bautista ni los contenidos teológicos y morales de las
prédicas, sino la función que cumplía en su comunidad en Bel Air, donde muchos de los asistentes
a su parroquia habían sido también seguidores de Fignolé. Uncle Joseph además de predicar en la
parroquia, se preocupó de establecer una escuela, un comedor y luego un hospital, es decir,
otorgarle a los vecinos de Bel Air la posibilidad de surgir y formar la comunidad que el Estado y
la elite les negaba. Además, en sus prédicas, tal como lo expresa Mira, el padre de Edwidge, “he
talked a lot about love. God’s love, the love we should have for one another. He knew all the
verses for love. […], he would have made a very good politician, but my brother was a better
178
Claro está, que este análisis no surge a partir de la persona de Joseph Danticat si no del personaje Uncle
Joseph, que si bien está basado en el primero, la articulación que de él se da en el texto, permite estas
interpretaciones. Lo que se pretende en este artículo, es dilucidar cómo la autora representa la posibilidad
de un agente de cambio dentro de la isla.
265
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
preacher” (Danticat 35). Es decir, lo importante para la autora no es el contenido religioso de las
prédicas, si no el valor de comunidad, de conformar un habitus representativo que los reconstruya
como individuos. Así, dentro de la violencia desatada que impedía toda posibilidad de crear algo
nuevo y mantenía al pueblo recluido en su posición social, él les daba las herramientas
intelectuales y valóricas para salir de su condición.
Cuando la mayoría de los ciudadanos prefieren irse al exilio, ya sea por profesar ideas
distintas o por susto a que los mate un mouton solo por decir algo incorrecto, Uncle Joseph decide
quedarse. Sin embargo, a medida que avanzan los años la situación se va poniendo cada vez más
difícil, pues la represión y la extrema pobreza en que el gobierno mantenía a la población provocó
a fines de los años setenta un éxodo masivo de la población haitiana. Es justo en este período
cuando el personaje comienza de a poco a perder su voz, hasta finalmente quedar mudo producto
de un cáncer que resulta en la extirpación de la laringe. Resulta trágico el hecho real de que a
alguien que trabaja con su voz se le quite la posibilidad de hablar, sobre todo si de ello depende
el placer de su diario vivir. De ahí que al volver a Haití, Uncle Joseph se muestra contrariado,
desesperado y deprimido por no poder expresarse más que con gruñidos inaudibles que debían
ser interpretados por su sobrina y nieta. Si consideramos lo que dice Fraser respecto a que “la
participación implica poder hablar con “la propia voz”, de manera que se construya y exprese
simultáneamente la propia identidad cultural a través del modismo y estilo” (118), Uncle Joseph,
quien fue siempre un gran orador, pierde la posibilidad de participar en la comunidad que tan
rigurosamente ayudó a construir. Ni siquiera puede despedirse de Granmè Melina en su funeral,
momento en que se concentra la frustración y dolor de aquel que había cambiado su voz por una
cura (Danticat 75). Es el dolor de aquel que ha sido tan marginado y violentado simbólicamente
a través de la desacreditación de todo aquello que lo identifica (es haitiano, viene del campo, habla
Creole, vive en Bel Air, dentro de otras cosas), que finalmente ha quedado invalidado para hablar.
Dentro de la isla no hay espacio para un discurso que no sea el dominante, cualquier otro es
acallado o desprestigiado, con ello viene el silencio y la muerte de cualquier legado que haya
quedado de la tradición haitiana, en este caso, representado por Granmè Melina, su vida y sus
historias. En cierta forma es el precio que debe pagar al quedarse en Haiti; relegado y apartado en
un espacio amurallado desde fuera por lo prejuicios, donde reside el otro al que se le teme y aparta,
el “sidoso de nacimiento”, ladrón, inculto y subdesarrollado, cuyo discurso no es valioso y por
ende se silencia y se olvida.
Sin embargo, en 1983 cuando viaja a Nueva York a controlar su enfermedad, descubre la
posibilidad de volver a hablar utilizando una laringe artificial y si bien, como él mismo expresa,
“to my ear […] it sounds like two voices, my own voice inside my head and the one you hear. I
know that voice is going to sound strange to people […] but it’s better than not speaking at all”
(Danticat 132). Este hecho coincide con eventos políticos importantes, como el comienzo de las
revueltas en contra de Jean-Claude Duvalier, quien es derrocado finalmente en 1986. En otras
palabras, está la esperanza de que comience a abrirse un espacio para la disidencia, un espacio de
contra público que se contraponga a aquella esfera pública que ha ostentado el poder por tanto
tiempo. Es el momento también en que aquellos haitianos que viven en el extranjero comienzan
a unirse en protesta y mostrar los problemas del Caribe, aunque en un idioma prestado: el inglés.
Debido a la presión de esta comunidad, que visibilizó los conflictos dentro del país que se
derrumbaba tras la devastadora lucha entre dos facciones de los militares, diferentes organismos
internacionales intervinieron y en 1990 el General Prosper Avril renuncia y tras unas elecciones
democráticas, Jean-Bertrand Aristide asume la presidencia en febrero de 1991. Si bien Uncle
Joseph lo considera un buen candidato y le recuerda a Fignolé, no le interesa ya entrar en política,
pues se acabó la época del idealismo político, lo importante es velar por las necesidades básicas
de su comunidad. Por eso se queda en Haití a pesar de las revueltas.
Tras el golpe de estado que derroca a Aristide siete meses después de haber asumido el
poder, comienzan varias protestas en Bel Air en contra del gobierno militar, las cuales son
acalladas a la fuerza, quemando casas y matando a cientos de los vecinos de Uncle Joseph, quien
en lugar de irse a otro lugar, se levantaba cada mañana a contar los cadáveres botados en las calles
de Bel Air. (Danticat 139). Queda claro entonces, que aunque significara poner en riesgo su vida,
mientras su comunidad lo necesitara, él se quedará ahí, identificando los cuerpos y haciendo un
registro de las personas muertas, para que sepan, para que nadie olvide que ahí fueron asesinadas
266
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
personas reales, con nombre y apellido y familiares que los extrañan. Por eso evita además las
protestas y hablar en contra de los militares, no porque los apoye o por cobardía, sino para poder
permanecer ahí donde sabe que lo necesitan; es una estrategia, la única posible si desea ser la voz
crítica dentro del país. Su función es totalmente distinta a la de un intelectual en una zona de paz,
aquí su mayor valor y contra discurso radica en no dejar olvidar, en ser la memoria de las
atrocidades cometidas.
Sin embargo, el 2004 cuando Uncle Joseph queda atrapado en medio del combate entre
las pandillas antigubernamentales y los Militares haitianos ayudados por las fuerzas
“pacificadoras” de la ONU y es finalmente acusado por su propia comunidad de traidor, no le
queda otra que dejar Bel Air. Se paraliza al ver la violencia que aquellos que él mismo ayudó y
vio crecer profesaban hacia él; la intervención extranjera finalmente había roto el precario
equilibrio que había logrado sostener estos últimos años con los pandilleros. Los golpes de
estados, las matanzas perpetradas por los militares y la MINUSTAH, los ofrecimientos de dinero
a los ciudadanos que reportaran a los miembros de las pandillas y todo aquello traído desde fuera
de la comunidad, había logrado generar tal clima de terror y violencia que la confianza en el otro
no era una opción. Cualquiera podía ahora ser un traidor, incluso aquel que los alimentó, educó y
guió durante tantos años. Queda claro entonces que estas operaciones de paz ordenadas por la
ONU para “salvar” a Haití de la violencia, no hicieron más que intensificar las divisiones internas,
agregando enemigos al escenario y dejando a ciudadanos inocente expuestos a los vaivenes de
esta lucha. Así, amenazado de muerte, Joseph Danticat se ve forzado a abandonar su comunidad
sin aquellos registros que daban testimonio de lo que ahí algún día existió. Más aún, cuando logra
llegar a Estados Unidos y es detenido en un lugar de tránsito para inmigrantes ilegales
mayoritariamente haitianos, y le quitan todo derecho humano y muere como consecuencia de
aquel maltrato, se entierran junto a él las memorias de este Bel Air que alguna vez fue el punto
de inicio del primer país del Caribe liberado por los propios esclavos. Todo lo que queda es la
imagen impartida por la prensa internacional, de una sociedad incapaz de gobernarse por sí
misma, donde todos sus ciudadanos son violentos y se agreden unos a otros.
En definitiva, Uncle Joseph podrá no ser el modelo de intelectual crítico que
desenmascara las tretas del poderoso y expone las verdaderas razones tras los diferentes pactos
políticos, sin embargo podría decirse que él logró adecuar los principios de la función del
intelectual a las circunstancias que le tocó vivir, para así intentar inscribirse como agente de
cambio y voz de la memoria, sin tener que salir del lugar al cual deseaba transformar. Luchó
contra el campo de poder dentro de su propio espacio, doblegando sus reglas sin romperlas,
lentamente intentando incidir en él e instalar desde ahí el cambio. Lamentablemente, a pesar de
los innumerables intentos, la creación de un espacio de contra público con bases discursivas y
racionales, no es posible aún en Bel Air debido a la violencia y divisiones sociales que
interrumpen y no dejan ver la realidad tras los disturbios; verdad que Edwidge Danticat intenta
develar en esta novela.
Capítulo II
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los grandes países reorganizaron sus estructuras
políticas, económicas y sociales, tomando parte ya sea por Estados Unidos como el Imperio
capitalista, o la U.S.S.R como el gran modelo comunista. De esta acomodación global no quedan
fuera los países del Caribe, muchos de los cuales habían hace poco logrado independizarse –
aunque bien precariamente- de los colonos europeos. Así, aprovechándose de la precariedad
económica en que muchos países habían quedado tras la explotación colonia, Estados Unidos, a
través de diversas organizaciones internacionales, intervino en los problemas políticos de muchas
de las naciones caribeñas, para así sacar provecho económico de la segregación social y pobreza
de los países en cuestión. Se articula entonces un nuevo tipo de dominación, diferente al de la
época de la colonia, pero que de todas formas implica un campo de poder situado fuera del país
en cuestión, donde el poder no es ejercido por una nación-estado si no por organizaciones
globales. Este período de aparente libertad nacional, es denominado por Raphael Dalleo como
267
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
poscolonialidad179, en cuanto, “is meant to convey the sense signified by the term
“postmodernity” of the new context that goes beyond political status to include economic, social,
and technological changes” (Introduction), en contraste con el término poscolonial, que solo alude
a lo político y no a un cambio en la totalidad de la esfera pública.
En este período, el control no se ejerce siempre físicamente, como ocurrió en la
modernidad, si no que se intervienen los discursos sociales de las diferentes esferas públicas en
todos los niveles, a partir de los medios masivos de comunicación, con los cuales el intelectual
debe combatir. Sobre la necesidad de mantener el poder y proteger los intereses económicos
propios, se articula un discurso de ayuda y protección de los organismos internacionales hacia los
países caribeños; discurso que las elites rescatan y validan, en cuanto les otorgan el poder
económico y social. Por ello, en este período la función de los escritores es repensar los
estereotipos de raza, clase, género y cualquier otro tipo de rasgo que implique una identidad social
relacionada con la época de los escritores anticoloniales, quienes, sin intención, ayudaron a la
conformación de la actual esfera pública: burguesa y exclusiva. Debido a lo anterior y a la
creciente influencia de los medios masivos de comunicación, los escritores de la poscolonialidad
perdieron el aura de autoridad que envolvía al intelectual anticolonial (Dalleo, cap. 7). Esto los
sitúa en una difícil posición; la de encontrar el rol público de la literatura en una sociedad
poscolonial, cuyas transformaciones sociales, políticas y económicas han exiliado al escritor de
la esfera pública. Por eso, muchos de los intelectuales encontraron en los estudios culturales un
espacio “to channel the utopian aspirations once invested in literature” (Cap. 8), mientras otros
buscaron crear nuevos horizontes literarios a partir de la novela testimonial o de la inserción de
la cultura popular en sus relatos, todos los cuales implican “nostalgic attempts to reconstruct the
anticolonial relationship between writter and public while acknowledging its imposibility”
(Introduction).
Con respecto a Edwidge Danticat, es notable el esfuerzo que ella realiza para recrear este
vínculo de una manera estratégica, es decir, aprovechando su posicionamiento en el campo
cultural y el conocimiento de las reglas, critica el mismo espacio que la acoge como escritora, sin
perder por ello su legitimidad tanto en la academia como en el mercado. Podría decirse que son
variadas las críticas políticas presentes en la novela, pero la más patente y la que desafía
frontalmente la esfera pública en la cual está inserto el campo cultural al que ella pertenece, es la
crítica en contra del gobierno de Estados Unidos. El hecho de que haya ganado variados premios,
como el National Book Critics circle Award For Autobiography, y que la academia la reconozca
como una excelente escritora, además de ser profesora universitaria, la sitúa en una posición
privilegiada dentro del campo cultural, lo cual además legitima su discurso. Asimismo, muchas
de sus novelas se han convertido en bestseller, lo cual le da la validación del mercado, logrando
así romper el círculo academicista que excluye al público de la relación con la obra y atomiza el
campo cultural. Esto último es de suma importancia para la autora, quien se esfuerza por
conectarse con el público lector a través de la historia de sus novelas, de ahí que cuando se le
pregunta si sus novelas y cuentos son un tratado político ella responde: “I hope it’s all that, but I
think If I set out to write it that way, I’ll write a tract […] I am first telling an engaging story that
then leads people to think and question and possibly act for change” (Palmer 352). Claramente su
foco está en incidir en la opinión pública a través de su literatura, aunque sabe que es un trabajo
delicado y arduo dado que “a lot of readers facing my work have a load of stereotypes in mind.
Some are willing to release them. Others are not” (347). Por eso, al escribir sus relatos, Danticat
se sumerge en las reglas del juego, que conoce muy bien, y las utiliza de tal forma de poder, al
mismo tiempo, entregar lo que se espera de una autora caribeña –una literatura personal, que se
enfoque en su lugar de origen, comunique los problemas propios de esa área y cómo ella ha
logrado conciliar su identidad- con una fuerte crítica política a la esfera pública y a la comunidad
que constituye los propios lectores que la convirtieron en bestseller.
Para lograr esto, Danticat, utiliza una mezcla entre el testimonio (si lo vemos desde la
perspectiva de la historia de su tío) y la autobiografía para desarrollar un contra discurso político
que acusa y evidencia las injusticias cometidas por los organismos internacionales hacia Haití
179
Dalleo lo llama postcoloniality, pero al no encontrarse una traducción oficial del texto, en este trabajo
se utilizará la palabra poscolonialidad como su traducción al español.
268
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
poscolonial. Para ello, une los eventos familiares con los políticos, crea un entrelazado que deja
en claro como los problemas políticos de Haiti no son un abstracto, sino que es una realidad que
afecta a personas particulares con identidades reales, como su Uncle Joseph, quien tuvo que huir
de su hogar para evitar ser asesinado por las pandillas, o su padre, quien imbuido en una vida
monótona y sin sentido, vivía con el temor de ser asesinado por los matones de la dictadura. Todos
hechos particulares, que le sucedieron a personas con nombre y apellido y cuyas historias fueron
presenciadas por la novelista, como nosotros podemos ver pasar frente a nuestros ojos la vida de
nuestros familiares. No se trata aquí de arquetipos ni estereotipos, sino de personajes reales que
representan el diario vivir de una comunidad determinada del Caribe180. Es esta encarnación de
los personajes lo que le otorga autenticidad a la historia en un momento en que las técnicas
literarias han perdido fuerza al no representar a aquel sujeto subalterno a quien supuestamente se
le estaba otorgando voz por primera vez. De ahí que, al comienzo de la novella, ella aclare: “I
write this things now, some as I witnessed them and today remember them, other from official
documents, as well as the borrowed recollections of family members. But the gist of them was
told to me over the years, in part by my Uncle Joseph, in part by my father […] this is an attempt
at cohesiveness” (Danticat 25-6). Establece con estas palabras la autenticidad de los hechos, por
eso además no aparecen en su historia personajes de la elite mulata, ni la vida privada de los
políticos y militares, pues no corresponden a la historia personal de la escritora en Haiti.
Al escribir sobre la problemática haitiana, Danticat no deja que el público olvide la
existencia y el sufrimiento del país o que se deje guiar por los comentarios de la prensa o discursos
oficiales de los organismos internacionales. Ella entrega el otro lado de la historia, el que no
alcanza a llegar a los demás países, transformándose así en la voz de aquel que no puede hablar,
como su tío, de quien se había vuelto doble interprete “both from silence to voice and Creole to
English” (Danticat 129). Le da voz al que no tiene, al que se le ha silenciado por que no se le
entiende o porque su versión de los hechos devela realidades que no se quieren mostrar. Por eso
además la autora escribe en inglés, pues sabe que si bien no es su idioma primero, es el idioma
que le da tanto la posibilidad de llegar a un mayor número de personas, como de pelear en el
campo de batalla del enemigo utilizando sus propias armas. Por eso, a lo largo de todo el relato
se cruza como un constante un contra discurso que pone en tela de juicio el discurso oficial de la
participación “altruista” de Estados Unidos en los conflictos haitianos desde los años cincuenta
hasta ahora. Para ello, Danticat realiza una conversión de sentido y de valor a los acontecimientos
históricos y familiares, al hacerlos objetos de reflexión y material de su novela, procesándolos de
acuerdo a las reglas del campo cultural y de su relación con el campo de poder.
De ahí, sin expresarlo directamente, si no remitiéndose a hechos familiares, visibiliza
cómo Estados Unidos, a través de los organismos internacionales como la ONU o el Banco
Mundial, ha utilizado y manejado al gobierno de Haití para lograr sus propósitos económicos,
incluso a veces haciendo caso omiso de la violencia dentro de la isla. Ejemplo de ello es que
durante la era de Duvalier, donde la represión era absoluta y había temor e inestabilidad, los
organismo internacionales no intervinieron, pues no era ni un gobierno socialista, como Fignolé,
ni interfería con el capitalismo, pues al país podían importarse zapatos y prendas que incluso
dejaron sin negocio a la manufactura nacional, como ocurrió con el padre de Edwidge, quien
prosperó como sastre “until the 1960s, when used clothes from the United States […], became
readily available” (Danticat 49). Asimismo, cuando después de que derrocan a Aristide por no
respetar los acuerdos con los organismos internacionales, suceden una suma de actos violentos en
manos del ejercito de la ONU, donde miles de vecinos de Bel Air mueren, siendo testigo y víctima
de este suceso el tío de Edwidge, el discurso oficial se refirió al tema anunciando que sólo dos
personas murieron durante la operación. (Danticat 178). Sin embargo la autora, a través del
testimonio de su tío, recrea el otro lado de la historia “undoes history as it has been written by
preserving subjective, non-cronological accounts of her family’s recollections of historical and
180
Incluso, en una entrevista que le hacen respecto a otras novelas, ella es enfática respecto a sus
personajes y responde frente a la pregunta de si son arquetipos: “Maybe some novelists think like this,
but I don’t think of my characters as archetypes. I think of them as people, individuals like you and me.
Otherwise, I’d be writing myth and not the types of stories I do” (Palmer 349).
269
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
political incidents as well as every day violence” (Dufault 100). Por eso es tan importante la
escena donde su tío, obsesivamente salía todas las mañanas a reconocer los cuerpos mutilados en
las calles, escribiendo en su libreta los nombres de cada uno de ellos, personalizando así estas
muertes, dándoles un rostro y una historia, la cual su tío conocía bien.
Por otra parte, el contra discurso de la autora también se enfoca en revisar y reconstruir
el estereotipo de Haití que se ha ido construyendo en el resto del mundo. Estereotipo que no ha
hecho más que ayudar a Estados Unidos a perpetuar su dominio sobre dicha nación. De ahí que a
los medios de comunicación lleguen reportes altamente racistas como el siguiente: “<<It is a
physical sweep of the streets>>, Daniel Moskaluk, the spokesman for the UN trainers of the
Haitian police, will later tell the Associated Press, <<so that we can return to normal traffic in this
area, or as normal as it can be for these181 people>>” (Danticat 172). ¿Qué se refieres al decir
“these people”? Danticat no lo responde directamente, pues como ella bien sabe, lo conveniente
no es un ataque frontal, si no de soslayo dar una respuesta, mostrando personajes que no quieren
violencia, sino paz y prosperidad para su nación, como ella, Uncle Joseph o Marie Micheline,
quien muere como resultado de fuego cruzado entre diferentes facciones de los militares. Ejercito
que tanto caos ha causado en Haití y que fue entrenado por los Estados Unidos en la época de la
United Fruit Company. Tal como presenta un periodista respecto a su muerte, Marie Micheline
“was in many ways a reflection of Haiti and its potential, a flicker of light frustrated in its attempt
to shine” (Danticat 135). Finalmente, lo que subyace toda la historia es quién es el real responsable
de que estos intentos de “luz” sean frustrados. Creo que Danticat lo resume claramente cuando,
en la novela, expresa la vivencia de Leoné
Like my uncle, Leoné had spent her entire life watching the strong arm of authority
in action, be it the American marines who’d been occupying the country when she
was born or the brutal local army they’d trained and left behind to prop up, then
topple, the puppet governments of their choice. And when the governments fell,
United Nations soldiers, so-called peacekeepers, would ultimately have to step in,
and even at the cost of innocent lives attempt to restore order (171).
Conclusiones
A lo largo del análisis de la novela Bother I’m dying, se han perfilados dos tipos de
intelectuales, cada uno forjado de acuerdo al entorno en que se desarrolla y a la posición que
ocupa en el campo en el cual se desenvuelve. Por una parte, encontramos a un tipo peculiar de
intelectual como lo es Uncle Joseph, quién decide quedarse en Haití porque “exile is not for
everyone. Someone has to stay behind, to receive the letters and greet family members when they
come back” (Danticat 140). Sin embargo con esta decisión, él también limita su posibilidad de
acción como intelectual, pues se encuentra en un campo cultural sesgado, donde la elite mulata
sostiene el poder económico, político y cultural, que ha creado un campo de poder con un habitus
altamente excluyente y segregador. De todas formas, él logra conformar un espacio estratégico
para que los marginados puedan validar su identidad y así a partir de la conformación de una
comunidad cohesionada, incidir en las políticas del país.
181
La cursiva es mía.
270
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Por otra parte, Danticat, quien se muda de Haití y se radica en Estados Unidos, aprovecha
su posición como intelectual destacada, para demostrar a partir de su narrativa cómo la identidad
grupal o nacional es una realidad construida (Said 53) y que la literatura es un espacio aún válido
para construir, deconstruir y reconstruir identidades. Al mismo tiempo, maneja el habitus del
campo cultural al cual pertenece y comprende que un ataque frontal no es la estrategia adecuada
para generar este cambio, lo cual no la detiene, sino que la lleva a la comprensión de que si bien
los escritores son los que ayudan a definir las reglas del campo literario, entonces, ella debe
manejarlo para cambiar su rango de posibilidades. Al mismo tiempo, nosotros como lectores,
debemos entender que un “close reading of the work of particular writters can show both how
they understand the position available to them and how they work to change the range of
possibilities” (Dalleo, Preface).
En definitiva, a través de la novela, Edwidge Danticat actúa como puente entre los que se
quedan y se van, dándole un enfoque distinto a lo que normalmente se ha dado en los estudios
culturales, donde se ha validado y analizado el efecto del exilio en los sujetos desarraigados y que
viven en territorios que no les pertenecen de “nacimiento”, pero no se ha puesto el énfasis en
descubrir ya sea cómo se apropian de estos lugares a partir de las vivencias y los lazos afectivos
que ahí desarrollan o cómo utilizan ese espacio ganado para denunciar lo que ocurre en sus tierras
de origen.
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271
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Nancy Calomarde
Universidad Nacional de Córdoba
En su artículo, “La vuelta de Cuba a las Américas”, del pasado 25 de febrero, publicado
en el diario madrileño El país, Rafael Rojas, uno de los más destacados intelectuales del exilio
cubano, afirmaba- a propósito del acercamiento entre la Casa Blanca y La Habana- que
inicialmente la ideología nacionalista revolucionaria cubana había pensado a Cuba como un país
ubicado en la frontera entre las dos Américas. Las voces más radicales de esa tradición iniciada
con Martí, no descuidarían la preocupación por la independencia insular, independencia
especialmente respecto del siempre acechante intervencionismo de Estados Unidos, sin llegar a
la fractura diplomática o a la confrontación militar. La última opción, la de una ruptura bilateral
con Washington, carecería de antecedentes históricos hasta 1960 y solo se podría explicar en el
contexto de la Guerra Fría y la alianza de la dirigencia revolucionaria con Moscú, afirma Rojas.
Debajo de esa trama en un texto de ocasión, pueden escucharse las voces de una intensa
polémica cubana, muchas veces desatendida, en uno de sus matices. Una prolífica bibliografía se
ha ocupado desde diferentes perspectivas de repensar el lugar geopolítico y geocultural de la isla,
su carácter insular, su significante bifronte de puerta de acceso a “la otra” América, sus cruces,
hibridaciones y ambigüedades: Cuba es la cárcel- norteamericana de Guantánamo pero está
también la isla cubanoamericana de Miami. La isla ha sido pensada, además, como la
actualización del paraíso terrenal que desde el relato de las crónicas construyó el mito de la
(segunda) isla del descubrimiento. También ha sido estudiada como el territorio épico de la
revolución latinoamericana: desde la isla se proyectaría a todo un continente la gesta política, un
modelo propio y alternativo de sociedad y de estado. Ahora bien, dentro de esa trama, y pese a la
desatención de la crítica, una sesgada línea de lectura, ha atravesado las discusiones. Se trata de
una operación que articula el discurso letrado cubano en torno a un repertorio de imágenes,
metáforas, argumentaciones y sentidos respecto de la localización de la isla dentro de dos
universos contiguos aunque leídos principalmente como antitéticos. Dicha operación modula un
discurso idiosincrático que ubica a Cuba en el espacio imaginario del Caribe o en el espacio
imaginario de Atlántico. El carácter liminar y acuático del insularismo configurado en el cruce
oceánico habilita, no solamente una zona de proximidades territoriales y sentidos históricos de
pertenencia, familiaridad, comunidad, sino -de modo sobresaliente- una determinada
configuración geocultural que proyecta una genealogía, un sistema de alianzas y un universo de
sentidos peculiar respecto a las experiencias de territorialidad.
El autor de la isla sin fin, al retomar la noción de frontera, actualiza algunas de esas
voces del pasado, un repertorio de textos que piensa el lugar de la isla como frontera-nexo entre
las Américas. Así concebida, a partir a de una serie de metasignificantes que organizan una
constelación de ideas, proyectos estéticos y políticos y diversas formas de discursividad, la
ubicación de Cuba en el genotexto Atlántico permite un doble operación: por una parte construye
una genealogía occidentalizadora y cosmopolita que selecciona cierta idea de la excepcionalidad
insular “la isla distinta en el cosmos o la isla indistinta en el cosmos” de Lezama; pero también
cierta familiaridad cósmica con otras experiencias geoculturales: la idea de “nuestras islitas” (para
referirse a la hermandad cubano española) de María Zambrano (1948).
Esa rica red que la cultura letrada interroga en un abigarrado abanico de textualidades, se
ordena en tenso dialogismo con la otra versión de la insularidad cubana forjada en la imaginación
del Caribe. Regresar a Cuba al espacio simbólico de las Antillas, vale decir, al Caribe, a esa otra
tradición del pensamiento ensayístico y literario, implica también modular una experiencia sobre
la territorialidad insular desde una matriz radicalmente otra. En esta otra serie, los
metasignificantes que van adhiriendo y complejizando la lectura pueden ordenarse en la secuencia
base: Cuba-Caribe-Caníbal-cuerpo, ritmo, inmanencia, África, raza, soledad. Guillén y Piñera,
enmarcan esta constelación sin agotarla, una tradición cuyo texto probablemente más
272
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
paradigmático sea el de 1971, Calibán, de Roberto Fernández Retamar. Recodemos, por otra
parte que se trata de una tradición que no estuvo exenta de contradicciones a la hora de procesar
su sentido en el discurso revolucionario y que si bien Retamar cifró y universalizó esos contenidos
asumiendo-invirtiendo el lugar del monstruoso Caribe-caníbal- Caliban, Vitier- el otro intérprete
y operador ideológico del discurso revolucionario- la vio como regresiva, tanto que para 1948
había procurado sortear ese peso muerto de la cultura cubana con el mito de la teleología insular.
Por otra parte, estas tramas casi nunca se han dado de manera transparente ni carecido de
múltiples contaminaciones. Vale la pena retomar, las tensiones sobre ambos paradigmas que
registra la revista de Orígenes a los largo de sus doce años de vida. La idea de la insularidad
resulta central en el sistema poético del mundo que organiza Lezama, es la isla que despierta a la
poesía con el grupo Orígenes, vale decir renace al sentido y modula el mito. Ahora bien esta
visión se tensa violentamente con otras versiones que cohabitan. Tal el caso de Virgilio Piñera,
representante conspicuo de la tradición de la intrascendencia, del no, de isla como cuerpo, del
Caribe, una posición que haría pública muy tempranamente con el poemario de 1942, La isla en
peso. En el poema Isla donde
Todo indica que muy pronto diremos lo atlántico como hemos dicho lo mediterráneo.
El océanos nos trae en suspenso todas las culturas; las olas roen y destrozan
nuestro promontorios ilógicos; llenan el mar todos los ríos interiores. Y el mar les da
la sal y les da la vida. (Pérez Cisneros, 1944:45)
La teleología Atlántica que inscribe la nota “todo indica que muy pronto…” hace
ostensible la conciencia cultural de un grupo destinado a forjar una utopía transhistórica y
transgeográfica capaz de desplazar la hegemonía meditarrénea por la de un mundo reunido bajo
otra lógica. Se trata de una lógica que no desplaza del centro a la vieja Europa sino que la
reinventa bajo un sistema nuevo sistema de alianzas. Es eso lo que permite la utopía Atlántica:
unir América con Europa bajo el signo desjerarquizador de una diálogo entre pares. El mar
aparece dibujado en su doble movimiento: por un lado corroe “los promontorios ilógicos” de una
cultura encerrada, aislada, excesivamente insular y por otro lado revivifica trae “la sal y la vida”.
La contracara de “la maldita circunstancia del agua por todas partes” piñeriana, del mar como
artífice del aislamiento y la condena a ser solo cuerpo caribeño. Agrega el autor: “Si el interior es
“río perdido en la arena”, río desangrado, “provinciano”, la cultura atlántica sería “confusión y
mezcla” que es lo mismo que decir “vitalidad” (45). En este mapa, La Habana constituye la
paradigmática ciudad atlántica, “emulsión ideal de tres continente realizado por cables
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
submarinos y compañías de barcos, como la vía romana costera realizó en otros tiempos el
braceaje de África, Asia y Europa” (45).
El conjunto de esa mezcla vivificante que Pérez Cisneros lee en la obra de Portocarrero
es lo que le permite concluir que “Solo con lo atlántico abarcamos a la vez la línea nórdica, lo
monstruoso románico, lo barroco español, el hieratismo indo-mexicano, el romanticismo emotivo
criollo, la rigidez bizantina, lo depurado gótico, la asepsia novecentista, todos presnetes y vivos
en esta obra” (46). La operación de sacar a la isla de la tradición caribeña implica sustraerla de la
condena al aislamiento, a repetirse a sí misma, a mirarse las entrañas, a corporizarse. Implica
también desplazarla de la herencia de “bruma, confetti, vermina, podredumbre y descuartización
hacia una cultura de “acordes, religiones, sumas y simultaneidad”
Vivifica y destiñe, religa en otra trama las experiencias culturales de sujetos de otras
geografías, la tradición atlántica, la tradición de los hombres que hacen Orígenes inventa otra isla,
otro dibujo y tonalidad como los que percibe en la obra comentada, donde grieta, lodo,
transparencia y cristal, “cuajan” en la obra como en la cultura, sin hacer síntesis, coagulan en un
lugar otro que transforma sin anular las diferencias:
El flujo y el diálogo que el artículo plantea pone en escena el reemplazo de una lógica de
lo sucesivo por otra de la simultaneidad, vale decir entra en sigiloso diálogo con artículos del
mismo número, especialmente con el editorial en el que los directores afirmaban estar en contra
de la dilatada vastedad de un mundo cuantitativo y sucesivo, de herméticas forma de clausura y
de dionisíacas descargas populares, frente a ese universo el hombre de letras debe operar “su
fiera selección”. Frente al aislamiento, “el fragmento y la desventura de habitar con tristeza sus
porciúnculas”, los editores proponen otra aventura, otra forma de nutrición (9). Esta operación
hace visible el sistema través del cual están gestando el proyecto de Orígenes, sistema que integra
no solamente el mito de insularismo tan caro a Lezama, sino también la noción de barroco como
programa cultural que terminaría de cuajar en el trabajo de 1957, La expresión americana.
En efecto, la nota se ubica en el centro de una cartografía de la territorialidad cubana que
no ha dejado de producir intervenciones. El texto de 1937, de autoría lezamiana pero producto
de un diálogo, Coloquio con Juan Ramón Jimenez, configura una de las matrices fundacionales
de esa genealogía: la idea de cultura litoral, desde la isla distinta en el cosmos o la isla indistinta
en el cosmos de Lezama, hasta las islitas de María Zambrano, están sintetizadas en el proteico
coloquio.
El segundo texto dentro de esta superpobalada serie en el que me detendré, se publica en
un año crucial para Cuba y para el mundo, 1989: La isla que se repite, libro de ensayos que
permitió la consagración de su autor, Antonio Benítez Rojo, residente en Estados Unidos desde
1980. Desde un locus diaspórico y en el contexto de una profunda reevaluación de los discursos
culturales de la tradición cubana, el trabajo se organiza en una factura crítico-ficcional que somete
a una operación deconstructiva y resemantizadora ambos legados. En el texto, una serie de líneas
teóricas asociadas a las teorías de la posmodernidad, resultan combinadas con elementos
provenientes de la deconstrucción y la semiología (propios de los ochenta). Esa clara
adscripción se rearticula en el uso de un lenguaje que acusa su cuño teórico. A través de diversas
operaciones, el Caribe se configura en torno a una serie de nociones tales como
metaarchipiélago, performance y caos, free-play, supersincretismo y ritmo- polirritmo. La
visible pregnancia de autores como Francois Lyotard, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Paul de
Man se combinan en una propuesta que, desde una estrategia lúdica y metafórica, reelabora
nociones provenientes de la teoría científica del caos. Por último, como ha señalado De la Campa
“su comprensión del Caribe deriva sobre todo de su previo conocimiento histórico del Caribe
colonial: sincretismo, mitos religiosos e iconográficos, así como del anclaje filológico que
desempeña para abordarlos” (De la Campa: 23).
El lúcido trabajo del autor de El Caribe y su apuesta teórica rastrea las fuentes del ensayo
de Benítez Rojo: la tradición novelística cubana (Carpentier, Sarduy, Cabrera Infante) y la crítica
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
(…) el enchufe que cuenta es el que hace la máquina Caribe cuyo flujo, cuyo ruido,
cuya complejidad atraviesa la cronología de las grandes contingencias de la historia
universal, de los cambios magisteriales del discurso económico, de los mayores
choques de razas y culturas que ha visto la humanidad (435)
Por último, el trabajo propone también una contralectura de la tradición Atlántica desde
una perspectiva poscolonial al hacer visible los procesos de dominación política y económica que
incluyó ese paradigma. Desde dicha economía discursiva del Atlántico, se construye la máquina
Caribe, basada en la economía de la plantación como modelo económico, político y cultural.
Instalada en el Caribe y acoplada al Atlántico y al Pacífico desde el siglo XV, la máquina
consolida un sistema capitalista global desde los inicios de la modernidad hasta el presente,
produciendo millones de esclavos africanos además de una red económica y política que vincula
a India, China, capitalismo mercantil e industrial, subdesarrollo africano, guerras imperiales,
rebeliones revoluciones, dictaduras y “un estado socialista no libre”, concluye el ensayista.
Seamos realistas, el Atlántico es hoy el Atlántico (con todas sus ciudades portuarias)
aunque alguna vez fue producto de la cópula de Europa- ese insaciable toro solar-
con las cotas del Caribe; el Atlántico es hoy el Atlántico- el ombligo del capitalismo-
porque Europa en su laboratorio mercantilista concibió el proyecto de inseminar la
matriz caribeña con la sangre de África; (….) (436)
Coda
Eludir la dictadura de la geografía, imagina Benítez Rojo; o bien volver a la ella para pensar
desde metáforas espaciales y metáforas de movimiento que mitigan el peso avasallador de la
teleología insular, tal como imagina Iván de la Nuez:
Comienza un punto en que el arte aparece como una geografía para circunnavegar,
para entender ese asunto delicado que es el de saber estar en el planeta. Y al revés,
se torna al punto fundador del espacio cubano, en el que la geografía –una ciencia
bastante despreciada por la modernidad insular– operaba como un arte para morar
en el mundo. Así lo entendió nuestro primer cartógrafo, Martín Fernández de Enciso,
quien en su Summa Geografica, escrita en el lejano siglo XVI, nos adelantó que la
suya era una obra que trataba “largamente del arte de marcar” (1997: 137).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Las huellas de ese arte de marcar permite armar una genealogía ensayística, literaria y
crítica permite también reponer esas discusiones en un conjunto de trabajos académicos recientes,
donde conviven discursividades tan disímiles como el imprescindible trabajo de Ana Pizarro, El
Caribe un archipiélago de fronteras fluidas, la línea de los Estudios Transatlánticos que organiza
por Julio Ortega- donde las problemáticas del Caribe y su transterritorialidad ocupan un sitio
destacado-o “Próspero y Calibán, capítulo sorpresa”, un artículo de diciembre último De la Nuez
a propósito del todavía hipotético postbloqueo.
Las huella de la antigua discusión Caribe o Atlántico continúan susurrando en tantísimos
textos y configuran las marcas de una inconclusa conversación cubana, “envés de la trama” que
imagina aquél lugar interocéanico en el mundo y las rutas de los caribes transterritorializados
lidiando con la saturada discursvidad insular “ese momento en el que Calibán, percatado de la
inutilidad de su lucha, opta por abandonar la ínsula y atraviesa el océano para explorar, sobrevivir,
dejando algún rastro en el mar” (de la Nuez, 1997: 150).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Ambrosio Fornet (2001) reflexiona sobre la visión “simplista y maniquea” que las obras
artísticas expresaron durante largo tiempo en torno al tema de la migración. “El que se iba, dejaba
de existir, simplemente; desaparecía de mi vista y de mi vida; se convertía en un fantasma”,
sostiene. Y se pregunta, “¿También nosotros, vistos o evocados desde allá, adquiríamos esa
cualidad fantasmal?”. “Lo cierto es que nos alimentábamos de negaciones recíprocas, como si yo
sólo pudiera afirmar mi identidad negando la tuya, que por lo demás no era tan distinta de la mía”
(Fornet, 2001). Así, la identidad del cubano insular se definía por la negación de la del emigrado.
Esto comenzó a modificarse a partir de la crisis económica que debió afrontar Cuba como
consecuencia de la caída de los socialismos reales y el ingreso en el Período Especial en Tiempos
de Paz. Mauricio Álvarez Arce (2006) señala que en la década del noventa el gobierno cubano
encontró la “necesidad de matizar la imagen del emigrado no como ‘exiliado’, sino como
comunidad externa con vínculos familiares y sociales en su país de origen” (Álvarez Arce, 2006:
37). Consideramos que este viraje lexical se explica por el intento desde el Estado de configurar
una comunidad más amplia e inclusiva para afrontar las incidencias negativas de la crisis sobre la
sociedad y la gobernabilidad. Así, la afirmación de identidades positivas aparece como
consecuencia favorable de los problemas económicos que azotaron al país. Esto se manifestó a su
vez en el cine, donde se podrían señalar tres momentos en el tratamiento de la temática: el primero,
marcado por la des-estigmatización del migrante y la empatía promovida entre personaje y
espectador, en Fresa y chocolate (Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, 1993); el segundo,
caracterizado por el retorno del emigrado y la reconciliación propuestos por Miel para Oshún
(Humberto Solás, 2001); y el tercero, en el que la circulación y la constitución de identidades
transnacionales parecen estar a la orden del día, como lo demuestra el film Amor crónico (Jorge
Perugorría, 2012).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
(…) lo que en otro momento hubiera sido impugnado totalmente, cuando los que partían
eran calificados todos, indistintamente, como “gusanos”, “escorias” o “vendepatrias”,
provoca ahora una identificación emocional, una simpatía. Si hay algo que queda bien
claro es que Diego no es un vendepatrias y, de esta manera, el filme no solo propicia la
revalorización de muchos que tomaron la decisión de partir o se vieron compelidos a
hacerlo, sino que erosiona el discurso político que identifica la permanencia en la isla con
la nacionalidad (Díaz, 2008: 180).
(…) tener una identidad equivalía a ser parte de una nación (…), una entidad
espacialmente delimitada, donde todo lo compartido por quienes la habitaban –lengua,
objetos, costumbres- marcaría diferencias nítidas con los demás. Esos referentes
identitarios, históricamente cambiantes, fueron embalsamados en un estadio “tradicional”
de su desarrollo y se los declaró esencias de la cultura nacional (García Canclini, 2002:
39).
Seyla Benhabib (2006) señala que “la territorialidad se convierte rápidamente en una
delimitación anacrónica de funciones materiales e identidades culturales” (Benhabib, 2006: 291).
Sostiene a su vez “que las culturas se forman a través de interacciones y diálogos complejos con
otras culturas, y que sus límites son fluidos, porosos y controvertidos” (Benhabib, 2006: 297). La
ruptura con el nacionalismo metodológico, que en lo cinematográfico parece haber sido realizada
por Fresa y chocolate, nos permite pensar las identidades y las culturas en estos términos. Miel
para Oshún se erige así como película bisagra que propone una nueva mirada sobre las
migraciones de retorno, haciendo hincapié en la apuesta por la reconciliación con los emigrados.
El protagonista del filme, Roberto (Jorge Perugorría) se vio obligado a abandonar el país de niño,
por decisión de su padre, y ya de adulto retorna en busca de sus raíces y de su madre (es inevitable
en este punto pensar tanto en la biológica como en la patria). Sandro Mezzadra (2005) califica a
los migrantes como “ciudadanos de la frontera” que viven una “doble conciencia” y un “doble
espacio político y cultural” (Mezzadra, 2005: 100). Plantea que los flujos migratorios
contemporáneos implican un “continuo y contradictorio movimiento de desterritorialización y
reterritorialización de la experiencia”, por lo cual determinan “una verdadera descomposición
prismática del espacio y de la pertenencia” (Mezzadra, 2005: 102). Roberto materializa esa doble
conciencia y doble espacio de pertenencia en los que intenta constituir su identidad. Homi Bhabha
(2003) propone el concepto de “entre-medio” de la cultura. Este implica que, en los tránsitos
migratorios, las personas llevan una parte de su cultura total que se desarrolla en un nuevo espacio.
Sostiene que “esta cultura parcial, es el tejido contaminado pero conectivo entre culturas: a la vez
imposibilidad de la inclusividad de la cultura y límite entre ellas. Se trata de algo así como el
“entre-medio” [“in-between”] de la cultura, desconcertantemente parecido y diferente” (Bhabha,
2003: 96). Así parecen configurarse los rasgos culturales de Roberto.
Al trabajar la migración, María Laura Méndez y Pablo Farneda (2010) recuperan una cita
de Edward Said que plantea el concepto de “conciencia contrapuntística”. Ésta remite a que los
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
migrantes son conscientes al menos de dos culturas y ambientes y así “los hábitos de vida,
expresión o actividad en el nuevo ambiente ocurren inevitablemente en contraste con un recuerdo
de cosas en otro ambiente. De este modo, tanto el nuevo ambiente como el anterior son vívidos,
reales, y se dan juntos en un contrapunto” (Méndez y Farneda, 2010: 120). La cubanidad así
puede redefinirse a partir de la “apertura hacia un exterior, hacia un afuera constitutivo y
constituyente de un nos-(en tanto que)-otros” (Méndez y Farneda, 2010: 113). Esta “conciencia
contrapuntística” es visible en Miel para Oshún. Roberto, construye su identidad a partir de sus
experiencias en los Estados Unidos (donde nunca llega a ser considerado un “igual”, un
“ciudadano estadounidense”), así como también desde los recuerdos de la infancia en Cuba y la
búsqueda constante de sus raíces, motor de la trama del film. Lo contrapuntístico, en él, se
manifiesta de modo traumático. En un tramo de la película Roberto tiene una crisis en la que
expone los conflictos de su identidad: “¿Qué es lo que ustedes creen que ha sido mi vida? ¿Qué
he tenido una vida feliz? Pues no. No sé quién soy, coño. Si cubano… americano. Si el uno o el
otro. (…) Yo soy la nada”. A medida que avance el metraje su actitud emocional irá cambiando
y en el final logrará resolver el conflicto de su identidad, integrando los componentes cubanos y
los estadounidenses en una “conciencia contrapuntística”. No es menor en la trama tampoco el
espíritu de “reconciliación” que inunda el film. “Es terrible que hayan sido víctimas de ese
momento en el que les tocó vivir”, dice en un momento Pilar (Isabel Santos), la prima de Roberto,
refiriéndose a sus padres. “Y cada uno pensaba que hacía lo mejor. Es que no pensaron que las
decisiones que tomaran en ese momento después podrían ser definitivas. Por eso no podemos
culparlos”. “Yo no le guardo rencor a mi padre (…) Él también fue una víctima”, dirá él luego.
“Nosotros somos ahora los adultos que fueron ellos hace treinta años. No nos equivoquemos
nosotros. O al menos intentémoslo”, concluirá Pilar.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Farneda (2010), en vinculación con los procesos migratorios, trabajan el concepto de “condición
mestiza”, a la que califican como
(…) una condición subjetiva incompleta, inacabada, (como toda condición subjetiva)
pero aún más radicalmente trastocada: la situación mestiza implica y supone la
invención de un territorio bajo la propia piel, la extrañeza de llevarse el mundo consigo
cada vez, para reinventarlo en otro lugar o en otras condiciones. (…) la condición
mestiza está ligada al desarraigo, no siempre y necesariamente espacial, sino más bien
identitario; está ligada a la necesidad de reinvención (Méndez y Farneda, 2010: 119).
Conclusiones.
182
Lo transnacional aparece también, en Miel para Oshún y Amor crónico en lo que refiere a géneros
cinematográficos, ya que ambas películas se construyen como road-movies.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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282
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sociales porque en la ciudad cada institución cumple hegemónicamente sus objetivos, así, el
transeúnte que pasea por sus calles puede sentirse lúdicamente un aventurero y un conquistador
pero siempre amparado por sus límites y protecciones. Veremos en este texto que la ciudad
destruye los principios reguladores del orden social. Aunque constituye la promesa y el desafío
de ser un pequeño mundo a explorar, lleno de experiencias corporales y emocionales ya que
permite el desplazamiento dinámico y visual, en estas ciudades circula la violencia y la
enajenación. Aquí se recorre una ciudad donde los sueños y deseos utópicos caen en desuso. Las
certezas y contenciones del mundo burgués se corrompen y destruyen en el deambular frenético
de personajes y situaciones violentas, fuera de toda lógica y causalidad.
Baile con serpientes en el nivel del relato o argumento narra historias atravesadas por
el dolor y la soledad. Eduardo Sosa –narrador al comienzo y al final de esta novela dividida en
cuatro partes- es un sociólogo desocupado que vive con su hermana y lleva una vida aburrida
en un barrio periférico de una ciudad llamada Macrópolis. Un día los habitantes del barrio notan
la presencia de un destartalado Chevrolet amarillo estacionado en la calle, fuera de la Villa; allí
vive un mendigo, Jacinto Bustillo, ex contador de una fábrica, echado a la calle por un conflicto
amoroso con su secretaria, lo que desató su actual condición de homeless. Los vecinos quieren
denunciar esta presencia a las autoridades. Sosa se obsesiona con la situación, intenta varios
acercamientos y finalmente logra que Jacinto Bustillo deje acompañarlo en su búsqueda de
basura aprovechable. De pronto, Eduardo Sosa mata a Bustillo con su navaja. De ahí en adelante
Sosa sufre una profunda metamorfosis. Se viste con los harapos del asesinado y regresa al
Chevrolet amarillo lo que permitirá usurpar su identidad. Al entrar, se da cuenta de que no está
solo: cuatro serpientes viven en el auto. Él las bautiza con los nombres Carmela, Loli, Valentina
y Beti. Así, Eduardo se encuentra vagando por las calles de la gran ciudad en el Chevrolet. Los
cinco van sembrando el terror por la ciudad, asesinan a sus habitantes, al mismo tiempo que van
averiguando las razones por las que Bustillo se encontraba viviendo en la calle. Las autoridades
siguen su pista creyendo que van detrás de Jacinto Bustillo, pero no conseguirán nunca atrapar
al verdadero asesino, que, tras un día de vida acelerada, vuelve a casa de su hermana sin ser
siquiera sospechoso.
Este relato resignifica la lógica del género de la literatura utópica, recordemos que en
ella -por lo general- un personaje viajero, navegante, naufraga o llega de forma extraordinaria a
un lugar asombroso, inhabitual y sorprendente. En este caso, casi sin proponérselo, Sosa
deambula “viaja”, sufre su “naufragio” personal dentro de una ciudad. Vive experiencias
insospechadas (como el encuentro con las serpientes) y padece incertidumbres. Transmite la
sensación de no saber con claridad la razón de cómo llegó hasta allí, ni de comprender dónde
se encuentra y por qué.
Si nos adentramos en el nivel del discurso podremos establecer ciertos rasgos
preponderantes que nos permiten establecer las líneas estéticas de la poética del desencanto
sobre el escenario de la ciudad amoderna: tres voces narrativas generan la ruptura del patrón
narrativo convencional, la historia se construye simultáneamente desde tres instancias narrativas
o puntos de vista diferentes. Una voz es la del sicótico, que aparece en la primera y cuarta parte,
como sujeto de la enunciación, éste emplea la primera persona sin esclarecer su identidad: “Yo
era el vecino ideal para fisgonear a ese individuo. Desempleado, sin posibilidades reales de
conseguir un trabajo decente…” (Castellanos Moya 2012 12)
Este personaje, desempleado aunque ha cursado sociología, se encuentra fuera del
mercado laboral, ocupa su vida en leer los periódicos y mirar televisión, de modo tal que llena
su tiempo libre con relatos. Recién conoceremos que se llama Eduardo en la segunda parte,
cuando lo nombre una testigo del caso: “Don Eduardo quizá podría ayudarles, él incluso
platicaba con ese vago, ella los había visto. ¿Por qué no le preguntaban a él? Vivía con su
hermana Adriana y su cuñado Damián, en el segundo piso del edificio B.” (Id. 77)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
La segunda y la tercera parte emplean narradores en tercera que hacen foco en Lito
Handal quien se encarga de la investigación policial y en la periodista Rita Mena quien va a
realizar la cobertura mediática, respectivamente.
Los narradores son homodiegéticos, puesto que son personajes dentro de la historia que
cuentan. Todas estas instancias usan el tipo temporal tardío, lo que le da a la historia una
vitalidad y un aire nuevos, para que todo pueda ser comprendido y la historia esté delimitada
con su principio y su final claros y al mismo tiempo sorprendente ya que cada narrador ensambla
su relato en el que lo antecede, completando o mostrando otra perspectiva sobre los mismos
sucesos.
Estas perspectivas o puntos de vistas se posicionan, a la vez, desde tres géneros
discursivos específicos: así en la primera se pasa de descripciones fieles a la realidad a un relato
con elementos fantásticos. Al nivel real pertenecen las descripciones de los personajes y de sus
respectivas situaciones. Pero la aparición de las serpientes y su accionar como personajes
autónomos que le cuentan a Sosa los detalles de la vida de Jacinto Bustillo, nos introduce en la
clave fantástica a fin de exponer una historia marcada por infidelidades, envidia y venganzas.
El ámbito fantástico se hace notar, por ejemplo, en el hecho de que las serpientes hablen,
piensen, consuman drogas y hasta tienen sexo con Eduardo Sosa. Una serpiente incluso se
enamora de él.
La meta de las serpientes es que su nuevo dueño les dé más libertad, porque ellas anhelan
hacer cundir el pánico en la ciudad y asesinar a muchas personas, para así vengar la vida
fracasada de Jacinto Bustillo. El plan da resultado y Sosa, obsesionado con la vida de Bustillo,
permite que las serpientes salgan del auto. Desde el momento en que los cinco llegan a un centro
comercial, el caos se expande por la ciudad inconteniblemente y comienza la extraña
transformación de Eduardo Sosa en Jacinto Bustillo. Las serpientes matan enloquecidamente.
La segunda parte responde a las características del relato policial, Handal recibe e
investiga el caso: cientos de personas han muerto en forma terrible a causa de mordidas de
serpientes e incluso el presidente del país ha tenido que ser evacuado del palacio presidencial.
Él va tras pistas para reconstruir la verdad de los sucesos. Si bien el investigador necesita
encontrar una lógica criminal a la sucesión de acontecimientos violentos, en la investigación se
percibe una fuera de lógica en la sucesión de muertes y de los movimientos por la ciudad.
El reporte que leyó Handal era escueto: un hombre como de cincuenta años, con fachas
de pordiosero, había llegado en un viejo auto destartalado tipo americano al centro
comercial, y cuando los vigilantes le pidieron que se fuera, salieron las serpientes a
atacarlos; enseguida avanzaron por los pasillos hacia el supermercado, creando pánico
entre empleados y transeúntes. (Id. 58-59)
285
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Rita, cronista y confidente, es autorizada para difundir los hechos: “Ahora sí puede
escribir con libertad, explayarse, relatar con pelos y señales el pánico de los poderosos,
desfogarse en primera persona, sin eludir su propia cobardía, hasta su descontrol inicial.”(Id.
130)
Tanto Handal como Rita Mena aparecen también en otras novelas de Horacio
Castellanos Moya como Insensatez, La diabla en el espejo, Donde no estén ustedes y El arma
en el hombre, y permiten una conexión macrotextual con su universo estético donde domina la
construcción de una ciudad violenta que hace de los personajes seres vulnerables y, por
supuesto, desencantados en relación con el tiempo y el espacio que transitan.
La utilización de diferentes voces narrativas, tanto como de diversos géneros
discursivos, le otorgan a la novela el carácter polifónico que permite tematizar, desde la
materialidad de la escritura, el concepto de lo inasible que es la verdad. No se puede acceder a
ella como una totalidad, sólo se enfocan perspectivas, miradas, posibles sucesos y motivaciones
en territorialidades y temporalidades múltiples y fragmentadas. Un mismo acontecimiento es
narrado una y otra vez desde distintas voces y géneros. La misma historia o suceso se presenta
desde distintos puntos de vista, como si fuera un relato cíclico. Eduardo Sosa, convertido en
Jacinto Bustillo, realiza actos violentos y sin sentido que buscan explicaciones desde la lógica
policial y desde la perspectiva periodística, pero se llega nuevamente al sinsentido ya que nunca
se esclarece la verdad. Sólo se exponen tensiones y conflictos que relativizan las certezas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Si tomamos como referencia los conceptos de Beatriz Sarlo sobre el shopping center,
es elocuente que el primer ataque que realiza Sosa y las serpientes sea justamente a ese espacio
urbano:
…eran un par de vigilantes del centro comercial. Vaya lata. Lo mejor sería esperar a que
se cansaran de estar bajo ese sol y se fueran a comer. Carmela se había puesto tensa,
erguida sobre su cabeza, comenzaba azúmbar.
-Tranquila –le susurré-. Ya se van a ir.
Pero los tipos no se iban, sino más bien hablaban de llamar a una grúa para sacar el auto
del estacionamiento, porque una mugre de esa calaña desentonaba con los reglamentos
del centro comercial […] los vigilantes perdieron todo su aplomo cuando vieron que
Beti caía reptando sobre el pavimento y se dirigía hacia ellos, irguiendo su cabeza plana,
con los ojillos más criminales que nunca y la lengua zumbante. Arrancaron en
estampida, aterrorizados. Pero Carmela tenía otro carácter, y apenas estuvo afuera se
lanzó por los aires y cayó enrollada en el cuello de uno. El pobre no pudo defenderse:
el impacto y la presión lo hicieron cadáver en el mismo instante. (Id. 30)
Beatriz Sarlo plantea que el shopping o centro comercial debería ser el escenario que
asegura alguno de los requisitos que se exigen de una ciudad: orden, claridad, limpieza,
seguridad. Aquí se muestra su vulnerabilidad, no puede cumplir con los principios que se le
atribuyen. Toda la ciudad es sinónimo de violencia y se expresa el desencanto frente a la
modernidad que se materializa en diferentes situaciones a modo de performances que exponen
la violencia por la violencia misma.
Eduardo Sosa, transita continuamente sin plan estratégico, por una ciudad-laberinto que
tiende a borrarse. Dicho territorio se va configurando como una nueva cartografía global,
mientras se expone la inseguridad de habitarla. En el recorrido que realizan en la primera parte
Don Jacinto y Eduardo se trazan formas urbanas disruptoras: al explorar márgenes, tugurios,
zonas rojas de prostitutas, exponen no-lugares, la marginalidad adquiere presencia y
legitimidad “Entonces enfilamos hacia la zona roja, donde la sordidez se enseñoreaba en cada
antro.” (Id. 21) Allí, se explora el sexo/obsceno y se produce una transgresión a los órdenes
artificialmente impuestos: “-Me voy a comer esta carnita…-masculló Coco, frotándose las
manos. Imaginé que el sarnoso tenía intenciones conmigo, pero más bien se abalanzó a la
bragueta de don Jacinto, quien lo dejó hacer, dando sorbos a la botella, respirando con mayor
agitación…” (Id. 23)
La cuarta parte, que cierra el ciclo, pasa del relato fantástico al realista. Eduardo Sosa
llega al punto de partida, el retorno al hogar, vuelve a la casa de su hermana y no explica qué le
sucedió ni por dónde estuvo.
Les dije que necesitaba tomar una ducha, rasurarme y ponerme ropa limpia antes de
contarles. Me metí al baño. Ella llamó entonces al subcomisario Handal para informarle
de mi regreso, pero éste se encontraba en esos momentos extremadamente ocupado
revisando escombros de una huesera donde Jacinto Bustillo, las serpientes y el
Chevrolet amarillo habían sido calcinados por el fuego de los lanzallamas y las bombas
incendiarias. (Id.168-169)
287
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
los principios reguladores del orden social. Prima el sinsentido y los sueños y deseos utópicos
no podrán realizarse.
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288
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Si bien en el imaginario territorial del caribe se da por hecho que se trata de un área
marítima, debemos mencionar que en el caso del caribe colombiano esta región se extiende a
ciudades que no necesariamente están cerca del mar pero que encuentran comunicación con el
mismo a partir de un afluente fluvial: el río Magdalena.
El río Magdalena es sin duda la arteria fluvial más importante de la geografía colombina,
nace al suroeste del país y desemboca en la costa Atlántica, específicamente en la ciudad de
Barranquilla, este río atraviesa el país de sur a norte. Hace más de veinte años existe una iniciativa
popular por crear una nueva provincia a la cual se le dé el nombre de Magdalena Medio, la
iniciativa surge por varias razones pero principalmente queremos mencionar una que tiene que
ver con la idiosincrasia propia de sus pobladores, se trata de una región cuya población ribereña
posee una cultura y unos hábitos muy arraigados que se relacionan con la vida cerca del agua.
La cultura del Magdalena Medio tiene grandes similitudes con la cultura del caribe, en
sus gustos musicales, gastronómicos, algunas afinidades fonéticas, entre otras razones. Es
precisamente en ese escenario que el escritor Gonzalo España [1945, Bucaramanga, Santander,
Colombia] presenta una saga policial cuyo personaje principal es el fiscal Salomón Ventura; un
personaje bastante peculiar si tenemos en cuenta que su lugar de origen es Bogotá y desde esa
mirada evalúa las acciones de unos pobladores que le son distantes en sus comportamientos y
hábitos. Ventura cambia el clima frío de montaña para combatir la impunidad en la calurosa
Alcandora, un puerto fluvial petrolero desde el cual narra algunos crímenes acontecidos a finales
del siglo XX. Alcandora es una representación ficcional de Barrancabermeja, el puerto petrolero
más importante en el Magdalena Medio. Las novelas a las que hacemos referencia son: Mustios
pelos de muerto (2001), La canción de la flor, (2008), Un crimen al dente (2000) y El caso
Mondiú (2011).
La saga policial de Gonzalo España ofrece cuatro títulos como ya hemos mencionado; en
estas novelas, el crimen se presenta como un reflejo de la sociedad, es decir, la sociedad es vista
desde el crimen. Para comenzar, llama la atención que, siguiendo el derrotero de los maestros del
género policíaco como Agatha Christi y Sir Arthur Conan Doyle, por citar algunos nombres,
Gonzalo España tiene a un único protagonista de las hazañas narradas en las cuatro novelas, el
fiscal Salomón Ventura, quien habita un espacio ficticio que también se repite, Alcandora, siendo
el cronotopo y el protagonista de los ejes de la saga. Cabe resaltar que, como héroe de la novela
moderna, el fiscal se acerca más al arquetípico del idealismo abstracto, llegando incluso a parecer
un antihéroe. El sueño del fiscal Ventura es instalar allí la justicia. Y aunque él por lo general
289
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
fracasa, se convierte junto con el abogado Cristófor [quien realmente soluciona los casos] en una
utopía de justicia; estos personajes no son solamente una referencia literaria a grupos de
personajes en otras series de novela policiaca sino que son ante todo un reflejo de la realidad
abstrusa y absurda.
Gonzalo España eligió como escenario de los casos de su fiscal la mencionada ciudad
Alcandora, con los mechones siempre encendidos de su refinería, que, por cierto,
tiene muchos rasgos de la actual Barrancabermeja, en pleno Magdalena Medio de
Colombia. Sin embargo, este escenario le brinda al autor todas las posibilidades para
crear su mundo ficcional. (Pöppel 263)
El tiempo en que transcurren las historias se puede ubicar en la década de los noventa,
época en la que se creó la figura de la Fiscalía colombiana como entidad de la rama judicial
encargada de la instancia de investigación de los hechos punitivos.
Esta fidelidad del autor colombiano hacia el contexto en el que se enmarca la acción de
sus novelas policíacas, no es gratuita: es el escenario perfecto para mostrar la lentitud y los
sinsentidos del sistema judicial, el ideal inalcanzable tras el que va el protagonista, la sinrazón
que lo hace evocar a Liz, su esposa, sabiéndola perdida por una causa que cada vez menos se
muestra como válida, la búsqueda de la justicia.
Todas las novelas van a contar con un grupo de personajes que van evolucionando a
medida que se desarrollan las historias pero que en esencia hacen una caricatura de la justicia:
290
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
del caribe. Los aspectos que a continuación vamos a mencionar son: el clima, la música, la
gastronomía y el uso del lenguaje, específicamente algunos idiolectos.
La primera novela de la saga, Implicaciones de una fuga psíquica (1995) que luego se
reeditó bajo el título de Mustios pelos de muerto (1999)183 nos presenta los datos iniciales sobre
los personajes que seguirán construyendo esta saga literaria, llama la atención que hay un fuerte
contraste entre las costumbres del recién llegado fiscal y su esposa provenientes de la capital
Bogotá al puerto de Alcandora: “La marimorena comenzó apenas al descender del avión. Bastó
el aletazo de calor sofocante que invadió el interior de la nave tan pronto abrieron la portezuela.”
(España 2001 18)
Bogotá es una ciudad ubicada a 2600 metros de altura sobre el nivel del mar y mantiene
una temperatura promedio anual de 14 grados centígrados, a causa de su gran altitud, tiene un
clima frío de montaña; mientras que por otra parte, Alcandora [Barrancabermeja ficcionalizada]
está a 75,94 metros de altura y con una temperatura promedio anual de 28 grados, es la sexta
ciudad más calurosa del país. De hecho de las diez ciudades más calurosas, tres de ellas no
pertenecen al caribe colombiano, aspecto que queremos señalar como una de las principales
características que sustentan nuestra hipótesis sobre un caribe de agua dulce en la región del
Magdalena Medio colombiano.
Precisamente el clima será la causa de la primera batalla que pierde el fiscal Ventura en
este puerto y es con su esposa, una psicóloga de la capital que considera como una tortura y
literalmente un suicidio el hecho de querer establecer una vida en Alcandora. Liz no solo no
soporta las condiciones climáticas y la pobreza del pueblo, sino que tampoco soporta la constante
irritación que le impone vivir junto a una refinería, de hecho se escuchan exclamaciones como:
¡Huelo a negra! (…) El clima de Alcandora le producía alarma por lo que pudiera causarle a su
piel. (…) – No podré resistir este infierno. No me acostumbraré (España 2001 20, 22, 24)
Hay constantes menciones del clima en cada una de las novelas que componen la saga,
de hecho en su segunda novela, Cinco disparos y una canción (2008) se hace una descripción del
clima para hablar de alguna manera, a manera de metáfora, del estado de los personajes:
Durante las siguientes semanas la rudeza del clima se tornó insoportable, al punto de
que durante la noche era casi imposible dormir a causa de la humedad y las
tormentas, y durante el día la temperatura se elevaba tanto que se vivía amodorrado.
(España 2008 67)
Este episodio sucede tras una entrevista fallida que le hace el fiscal Ventura a una presunta
culpable. El clima es de este modo, una metáfora del sentir interno de los personajes y de la
lentitud de la justicia. Se trata de una atmosfera enrarecida que sume al fiscal en una etapa de
pesimismo que coincide con el discurso proferido por el ministro de justicia en el cual afirmaba
que el país rebasaba la más alta tasa de criminalidad en el mundo, y al mismo tiempo la más baja
en efectividad judicial. Respecto a la inconclusividad o asertividad al momento de solucionar los
crímenes nos dice Guillermo Tedio:
(…) el Caribe es un espacio donde el calor y el bochorno, dos malestares del tórrido
trópico, hacen que las cosas y proyectos queden inconclusos y se practique la
costumbre casera del “mientras tanto” y la interminable espera de “mañana lo
termino”(…) Esa inconclusividad del mundo caribe es una especie de herencia
maldita, de acostumbramiento genético quizás, de habitus del genoma caribeño, que
no solo hace inacabados a los propios nativos sino que atrapa a todos los extranjeros
que caen por estas tierras, embrujados por el trópico que los acoge, mastica y devora
183
En esta ponencia se trabaja con la edición de 2001.
291
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
en una especie de abrazo sensual del que no pueden escapar y en el que mueren
plácidamente. (Tedio s.p.)
Carlos Randel Sotomonte, ex cantante de ópera detenido por los imprevistos del
destino y los encantos de una buscona llamada Marlena en la olvidada Alcandora,
pretendió continuar en el puerto la que había sido su vida, proseguir la carrera del
arte, y por eso fundó la primera y única escuela de bel canto que se haya establecido
en el lugar. (España 2008 97)
También en cuanto a la música, quisiéramos destacar un ritmo que fue muy popular en la
década de los ochenta y que nace de la fusión entre la música electrónica y algunos ritmos del
caribe, se trató de un nuevo estilo del carimbó que comenzó a reproducirse en todo el noreste de
Brasil y se llamó lambada. Un ritmo pegadizo, llamativo, bailable, una melodía evocadora y
sensual que acompañaba a una danza de pronunciados movimientos de caderas. Se trataba de la
adaptación caribeña de la canción andina Llorando se fue.
(…) la lambada había hecho irrupción en el puerto. Se bailaba en las calles, en los
bares, en los aposentos, en el interior de los buses, en las cocinas; (…) se bailaba en
el club de los altos ejecutivos de la petrolera, se bailaba en cualquier lugar del
pequeño mundo. Para esta música contagiosa no existían barreras sociales, ella
homogenizaba las diferencias de clase. (España 2011 52)
El tercer aspecto al que nos referiremos en esta ponencia tiene que ver con la gastronomía,
tema sobre el cual gira la trama de la tercera novela titulada Un crimen al dente, (2000) mención
directa desde su título que nos lleva a descubrir el asesinato del dueño del restaurante italiano del
puerto.
Para aquellos cuya vida transcurre cerca del agua, nada más inmediato que sus platos se
nutran con lo que les ofrece este preciado líquido, por eso no es de extrañar que en la novela se
mencionen platos con exquisitas recetas a base de pescado. Si bien está el restaurante italiano
292
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
como protagonista de la historia, a la par de las pastas, los ñoquis, los raviolis y las famosas salsas
como el pesto, se mencionan platos como: la ensalada de frutos del mar y las zarzuelas de
diversidad de pescados, el plato más reconocido del restaurante: “Costaba carísimo pero la gente
lo prefería a cualquier otro plato” (España 2000 101). En contraste con este famoso restaurante,
también se menciona uno más modesto llamado El popular, cuyo plato mejor logrado era la sopa
de pescado.
En cuanto a la bebida, se mencionan más los licores destilados que los fermentados, si
bien por tratarse de un restaurante italiano no deja de mencionarse el vino, cobra mayor
importancia el whisky. Según un informe de la firma Pernod Ricard, la costa caribe colombiana,
y en especial el departamento de Bolívar, son de los mercados más activos en el sector de licores.
Para algunas firmas de licores, las regiones costeras son las más conocedoras de whisky
en el contexto latinoamericano. Se puede notar la participación de esta bebida desde el acompañar
una conversación como ser el licor más vendido en eventos de gran importancia, para el caso de
Colombia, como el Carnaval de Barranquilla. De hecho Colombia es el tercer mayor consumidor
de whisky en la región superado por Venezuela y Brasil.
La foto fue puesta a propósito en las manos de la barrendera de la planta baja del
Palacio, una mulata vieja con muchas verrugas en el rostro llamada Eloísa, prostituta
retirada del oficio desde hacía por lo menos tres lustros. Eloísa la tomó y la examinó
como si se tratara de un acertijo. De pronto, su cara se iluminó con la luz del asombro
(…) La mano con que se cubrió de urgencia los labios no impidió que la exclamación
llenara todo el recinto: -¡Cipote mondiú! (España 2011 27)
En esta novela el crimen que se debe resolver está envuelto en un complot erótico, su
trama gira alrededor de un relato en el cual un pobre jardinero, barrendero y analfabeta pierde la
vida y las familias más adineradas del puerto se ven envueltas en este escándalo, en un país que
se caracteriza por su impunidad, la muerte de un hombre sin dinero no tendría tanta trascendencia
si su muerte no estuviera conectada con hombres y mujeres de poder.
El muerto, José Bonifacio, era conocido por su incapacidad cognitiva, tanto que se le
apodaba como el bobo de la calle novena, desde el momento de su asesinato y tras filtrar unas
imágenes en el periódico local, los habitantes de Alcandora también conocieron que Bonifacio
tenía un miembro viril muy grande y que las mujeres de élite en esa ciudad gozaban de sus favores
sexuales; más allá de lo caricaturesco que pueda parecer esta trama, tras la investigación de este
caso se van conociendo casos de corrupción y delito entre los empresarios más influyentes de la
industria petrolera.
Una tarde despaché a la criada con un encargo que le tomaría varias horas en la
ciudad y lo tomé de mi cuenta [a Bonifacio], lo arrastré al baño y lo lavé, lo acaricié,
lo excité y luego lo violé a mi entera satisfacción, haciendo con él el amor como se
hace con un burro. (…) Fue así como logré convertirlo en un instrumento dócil y
maravilloso (…) porque excedía en tamaño y vigor a todo lo necesario. (…) En más
de una ocasión necesité guardar cama luego de usar brutalmente sus prodigios.
(España 2011 212, 213)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El origen más lógico de la palabra viene del verbo “mondar”, que significa pelar. Pero los
costeños decidieron acoger otra teoría, más colorida: dicen las leyendas locales que la palabra
cobró vida como consecuencia del encuentro de dos mundos, cuando las prostitutas francesas
llegaban al Caribe para buscar fortuna en los burdeles con los comerciantes y se encontraban con
la privilegiada constitución física de los negros.
Pero si bien esa puede ser una explicación, algunos atribuyen ese fenómeno lingüístico a
otros visitantes:
“La United Fruit Company trajo a la región a un personal jamaiquino para trabajar en las
plantaciones de banano, eran muy grandes y muy fuertes; los fines de semana se ‘mamaban’ en
ron todo el billete y cuando llegaban donde las buenas chicas, se bajaban los pantalones y ellas
solo podían decir ‘¡Mondieu!’”, cuenta el escritor Luis Guillermo Martínez en el documental La
mondá, que produjeron Andrés Vega y Elkin Ramos en el 2012, y es uno de los primeros
acercamientos documentados a la etimología de la palabra. En el mencionado Carnaval de
Barranquilla, una de las comparsas más importantes en el mismo y con mayor participación es el
desfile de las marimondas, una especie de máscara con formas fálicas.
Bibliografía
294
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
184
“A ilha de Marajó, constituída por uma flora seletiva, de vegetais afeitos ao meio maremático e ao
inconsistente da vasa, é uma miragem de território. Se a despissem, ficariam só as superfícies rasadas dos
“mondongos” empantanados, apagando-se no nivelamento das águas; ou, salteadamente, algumas pontas
de fraguedos de arenito endurecido, esparsas, a esmo, na amplidão de uma baía. Á luz das deduções
rigorosas de Walter Bates, comprovando as conjecturas anteriores de Martius, o que ali está sob o disfarce
das matas é uma ruína: restos desmantelados do continente, que outrora se estirava, unido, da costa de
Belém à de Macapá (...)” (12).
185
Añade, más adelante, Oliveras: “En consecuencia, las llamadas artes del tiempo, como la poesía, el relato
o el mito, cuando metaforizan se acercan a las artes del espacio. Esto significa que ellas mueven a la
imaginación a condensar en una misma porción de espacio dos objetos de reinos distintos. La captación del
‘deviene’ pasa a ser en estos casos vívida captación del ‘es’” (64).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Entre dos conceptos espaciales antagónicos, tierra y mar, según las tradiciones
occidentales –por ejemplo, contenidas en los relatos bíblicos- que representan estabilidad e
inestabilidad, lo fijo y el movimiento, respectivamente, existe un punto donde esos dos espacios
parecen converger: el río. Los ríos aparecen como figuras excéntricas, pues sus aguas corren sobre
la tierra en un circuito delineado, lo inmoto de las márgenes se une a la fluidez de la corriente, lo
estático a lo inconstante. Su marca es la ambigüedad entre dos universos contradictorios (Freire
Gomes 2001).
Plínio Freire Gomes, precisamente, señala que esa dicotomía en torno al río dará lugar a
dos simbologías opuestas aunque ligadas: una, en que el río es representado como terminus
natural, como marco de una identidad colectiva que no puede ser superado sin algún tipo de
peligro, pues del otro lado se extiende un territorio habitado por pueblos salvajes; la otra asocia
al río, ya no a la demarcación de un territorio, sino a la idea de que sus aguas forman un fissum
geográfico (fisura, grieta o falla), una hendidura (fenda) en el paisaje, los ríos tendrían la
posibilidad de permutar los espacios, de ser atajos que rompen el confín de dos dominios
incomunicados (47-48).
El río es la figuración a partir de la cual se posibilita, entonces, la pretensión de esta
ponencia de poner el acento en una tónica que se delinea como un igarapé más que como un
varadouro. Este último es el corte rígido y transversal que conecta un río con otro por tierra; el
igarapé, por el contrario, representa los pequeños e intrincablemente navegables cursos de agua,
es un pequeño río, que nace entre la vegetación y desagua en un río mayor, es vía (de
comunicación), pero es también el canal estrecho entre una isla fluvial y otra o entre una isla y
tierra firme, con posibilidad de pasaje apenas por una canoa.
Islas
El número 4 de la Revista SIWA, publicada hacia fines de 2014, está dedicada al Islario
general de todas las islas del mundo. La revista abre, a manera de editorial, con un exordio a “La
insularidad como objeto y condición” del que se rescatan aquí algunas ideas centrales. Las islas,
dicen los editores, “tornan inquietos los mapas, los obligan a enmendar su plana, a desdecirse.
Ningún error, en la historia de la cartografía, ha provocado tanto revuelo como la mención –con
lujo de detalles-, de islas que jamás existieron” (5). Vuelven a vincularse las islas y los espejismos
y, asimismo, las islas y los mapas a través de una relación agónica.
La mayoría de los mitos geográficos incumben a islas; tal es así que los mitos de origen
de cielo e infierno de la tradición occidental se figuraron en islas. “Al tratarse de universos
cerrados en sí mismos permiten el libre ejercicio de todos los caprichos, los derechos, las
aberraciones. Si el Paraíso es una isla, algunas de las más célebres cárceles también lo son” (5).
Las islas tienen su propio género literario, nombrado como “islario”: “un atlas que comprende
exclusivamente mapas de islas” (Ibid.) con indicaciones de su posición, las distancias entre unas
y otras, su extensión, sus límites y su historia.
Si bien la palabra “islario” es hoy una palabra marginal, ausente, el encanto y la seducción
de las islas parece perdurar en formas sorprendentes, no sólo en la literatura o en las ciencias
geográficas, sino como metáforas cuya potencialidad de reflexión filosófica, teórica y crítica aún
ofrece un panorama para el pensamiento de la contemporaneidad. Esa persistencia y ese deseo de
escribir sobre las nuevas islas, las redefiniciones de límites y confines, de zonas y regiones, es
decir, sobre los cuestionamientos y configuraciones de las territorialidades (latinoamericanas) en
el siglo XXI, reinscribe la palabra “islario” en estas reflexiones en torno a aquellos bordes que se
resquebrajan al ser desplegados. El objetivo consiste en pensar una operatoria literaria y crítica
que se elabora en el presente, en un aquí y ahora de América Latina, que se pregunta por las
redefiniciones de matrices fundamentales, tales como espacio y tiempo, territorialidad y
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
“La isla a mediodía” de Julio Cortázar, relato que conforma Todos los fuegos, el fuego,
descubre, sin lugar a dudas, una zona, claramente representada por la isla como espacio y porción
territorial, que se elabora como concepto literario: una zona intersticial.
La isla de Xiros se instala en el imaginario del personaje como un espacio irreal,
condensación de su deseo manifiesto en la mirada obsesiva y seducida. La isla obnubila a Marini,
a tal punto que solo la visión a mediodía –cuando la sombra se reduce al mínimo- es clara,
mientras que en otras ocasiones es borrosa: la fotografía de la isla “salió borrosa”. El verbo
obnubilar se liga al velo, aquello que oculta. Así, se establece una correlación entre la figuración
de esta isla y el espejismo de una posible nueva vida187.
Es notable el hecho de que Marini fotografíe ese territorio insular condensación de sus
deseos por una temporalidad diferente, deseo de una especie de corte con su presente,
particularmente notable si se consideran las teorizaciones de Barthes, quien sostiene que una
fotografía
186
Disponible en:
http://www.macba.cat/uploads/20080408/Georges_Didi_Huberman_Cuando_las_imagenes_tocan_lo_rea
l.pdf
187
Es indecidible, además, la cuestión acerca de la ilusión, el ensueño o la realidad de la isla: “Nada de
eso tenía sentido, volar tres veces por semana a mediodía sobre Xiros era tan irreal como soñar tres veces
por semana que volaba a mediodía sobre Xiros. Todo estaba falseado en la visión inútil y recurrente;
salvo, quizá, el deseo de repetirla, la consulta al reloj pulsera antes de mediodía, el breve, punzante
contacto con la deslumbradora franja blanca al borde de un azul casi negro, y las casas donde los
pescadores alzarían apenas los ojos para seguir el paso de esa otra irrealidad”.
297
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
La isla es, ante todo, una geografía ambigua, pues “entre el océano que es el límite
de lo conocido y lo infranqueable y el continente que se identifica con lo conocido y
la civilización, existen tierras mediáticas que son las islas, que participan de uno y
del otro, geográfica, psicológica y quizás metafísicamente. Están, en cualquier caso,
en el límite del mundo, ni fuer, ni en él, en la franja indiscernible del interior y el
exterior” (Delgado Pérez 40).
(BE) —En un momento aludes a una "visión estereoscópica”, la cual resulta muy
efectiva. No sólo evoca al hombre de ciencia que había en el Che sino que planteas
una sensación humana.
188
Al respecto de las relaciones entre islas y fotografías, Ezequiel de Rosso señala, en su genealogía de
islas “terminales” en la literatura argentina, sostiene “En el centro de los relatos sobre islas se ubica, pues,
la necesidad de registrar la experiencia. Esa experiencia, sin embargo, estará lejos de ser una experiencia
de resurrección: si no se muere, en las islas se verifica, al menos, la imposibilidad de empezar de nuevo”
(2014 199). Esto se observa, también, en otro cuento de Cortázar mencionado por de Rosso: “Apocalipsis
en Solentiname” (1974) cuyo núcleo es el registro y sus posibilidades, pues la fotografía revela aspectos
que permanecían ocultos a la realidad vista por los propios ojos.
298
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Este es el espacio propuesto en “La isla a mediodía”, aquel espacio entre cada una de las
imágenes que cada ojo obtiene, es decir, el espacio entre visiones diferentes, que otorga además
un relieve fuera de lo normal, cierta materialidad, a la imagen189.
La ciudad ausente, de Ricardo Piglia, avanza un poco más en esa estereoscopía. Novela
compleja de corte macedoniano, adelanta algunas preocupaciones en torno a los espacios, las
territorialidades y temporalidades: la máquina de traducir es una máquina de transformar que
sintetiza lo que vendrá. En ese sentido, la preocupación por el origen da lugar a la preocupación
por la transformación190.
El personaje, Junior, configura, a partir de sus recorridos y búsqueda, un espacio que es
un entre-lugar: espacio ausente-presente de la novela, entre ficción y realidad, delirio, doble, vida
y muerte. Y es, justamente, la isla la que representa ese “entre” de la máquina, la isla del Tigre,
doble a su vez de “La Isla”, relato producido por ella.
La máquina es un “entre” anacrónico: es una fábrica de réplicas microscópicas, dobles
virtuales; pero la máquina, también, trama datos reales, se ve influida por fuerzas externas. La
máquina es “pura energía”, de allí que su metáfora sea la isla:
189
Podemos contrastar esta propuesta cortazariana con la postulación de Godard sobre la idea de estéreo
para las imágenes, a la que “grafica” en la forma de dos triángulos entrecruzados (una estrella), para
significar las diferentes posibilidades (ángulos) desde los que una imagen puede ser vista. Allí aparece la
noción de intersticio, lo que sucede entre dos imágenes es lo que a Godard le interesa y lo que, en el cine,
produce el montaje, así considerado, lo interesante no la síntesis, sino lo que se genera en la fricción, en
el in-between del corte. En esa zona intersticial, ese entre una imagen y otra, residiría lo real, el abismo
de la representación de la imagen, lo que permanece sin representación.
190
Al respecto de la tensión origen-transformación, de Rosso sostiene que “En la isla innominada del relato,
la inestabilidad de la lengua (cuya contracara es la obsesividad del registro) se torna origen. En la isla los
cambio en el lenguaje son tan abruptos y veloces (‘en la isla, ser rápido es una categoría de la verdad’) que
las identidades se construyen y desarman sin solución de continuidad” (202). El enfoque aquí propuesto se
concentra más bien en la importancia concedida a esas transformaciones que hacen inviables identidades
coherentes y fijas y no en la idea de origen, sino como ficción, única vía posible.
299
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Mentir ya no es una alteración de la ética, sino una falla en una especie de máquina
a vapor del tamaño de esta uña (…) la verdad es un artefacto microscópico que sirve
para medir con precisión milimétrica el orden del mundo. Un aparato óptico, como
los conos de porcelana que los relojeros usan cuando desarman los engranajes
invisibles de los complejísimos instrumentos que controlan los ritmos artificiales de
tiempo (99. El destacado es mío).
Se traza aquí lo indecidible a partir del concepto de falla, una hendidura, un giro en falso,
pero a su vez, muy cercano a la verdad. Hay una reflexión en torno al concepto mismo de ficción
como espacio intermedio, indecidible: la verdad es un aparato óptico, pero si todo se funda cada
vez y nada permanece ni puede ser recordado (de Rosso 202), subsiste únicamente una ficción,
genealogías del espacio insular.
“Macedonio [dice el mismo personaje] tenía una conciencia muy clara del cruce, la orilla
a partir de la cual empezaba otra cosa”. Pero él es un náufrago, no llega a la otra orilla, sino que
vive en una isla (imaginaria).
Ese espacio insular metaforiza un entre y se instituye como concepto que nos introduce
de lleno en las reflexiones filosóficas macedonianas sobre ese espacio “inter” en el que mentir es
una falla y la realidad un artificio. Piglia, en esta “novela”, suma al cono de porcelana, aparato
óptico, otra mirada a partir de la máquina que crea visibles: nuevamente, estereoscopía.
Estas escrituras dialogan de manera directa con la noción elaborada por Silviano Santiago
en su ya clásico ensayo “El entre-lugar del discurso latinoamericano” (1971).191 Florencia
Garramuño sostiene que, además de ofrecer una lectura de la literatura latinoamericana, el
concepto de entre-lugar es una tentativa de encontrar un método crítico diferente que, dejando de
lado la noción de influencia, permita construir una nueva teoría sobre la literatura latinoamericana.
Es necesario liberarse de la imagen de una América Latina “sonriente y feliz, carnaval y fiesta,
turismo cultural”, develar el espejismo, quitar aquello que obnubila. Y esa nueva forma de pensar
esta teoría va de la mano de una nueva práctica de la ficción que Garramuño identifica en
transformación a partir de los años ’70 a la que, asimismo, se suma un nuevo modo de intersección
entre discursos literarios, críticos y teóricos.
La noción de entre-lugar propuesta por Silviano Santiago da por tierra con los conceptos
de original, historia y unidad y devuelve una apuesta a las diferencias y la valorización del
pensamiento “de lo impuro”, según Garramuño (2008 55). El entre-lugar (Santiago 2000) marca
el afuera de las oposiciones binarias y aporta la dimensión del tránsito, en vínculo con nociones
de dispersión y de serie.
191
“El entre-lugar del discurso latinoamericano” fue escrito originalmente en francés. La versión en
portugués data de la publicación en libro de Uma literatura nos trópicos (1978) y la traducción al español
aparece en Absurdo Brasil, compilación de Adriana Amante y Florencia Garramuño (2000).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
De este modo, la serie que podría trazar este itinerario sería infinita, tal es la reapropiación
de esta metáfora insular de las territorialidades del presente leídas por el bies del entre-lugar. Sin
embargo, incluimos un último excursus por algunas consideraciones que plantea “Un arte de hacer
ruinas” (2002) de Antonio José Ponte.
A la manera del río que marcábamos al comienzo, este cuento dibuja otro espacio “entre”
configurado por los extensos túneles de Tuguria, que a su vez se instituye como ciudad: una
ciudad hundida –un fissum, una fisura, como se dijo más arriba. Tuguria es un entre el arriba y el
abajo y es, un “espacio que parecía no tener fin”, un espacio que –como sostiene el profesor D.-
es tiempo. “El tiempo, como deben haberte enseñado, es un espacio más” (128). Como las dos
caras de la misma moneda que el estudiante extrae del cuenco, espacio y tiempo se imbrican y
condensan en la gran metáfora que es el túnel. Pero la moneda, además, es falsa: su función parece
estar ligada a un código secreto: “A mí me ronca arriba / A mí me ronca abajo”. Esa moneda es
un juguete, “Para uno de esos juegos donde compras y vendes propiedades”. Ese código secreto
permite el acceso a ese espacio que es tiempos de la memoria y también tiempo del presente en
ruinas, permite el acceso a ese entre tensionado entre “flotación” o “estática milagrosa” y
tugurización. Nuevamente la ruina, asociada a la imagen y la metáfora de una historia de tiempos
simultáneamente “apilados”, “amontonados” encarnados en la isla.
El horizonte de una isla se alcanza rápidamente si ésta se bosqueja como límite, pero si
ésta se excava como un entre, el movimiento no se anula y se entra, aún en la aporía, es decir,
con/en la dificultad para pasar. El túnel de Tuguria es la caverna, el hueco y solo se llega a él
excavando: haciendo huecos, perforando la ciudad para ingresar en otra densidad que es la ruina,
una densidad espectral.
Los planos de la ciudad que se despliegan en el túnel figuran que “allí existía una ciudad
muy parecida a la de arriba”. Sin embargo, esa ciudad no es su doble sino que entre ambas se
configura el territorio como pasadizo, como el igarapé fluvial.
Mapas
Como si Betmoora encarnara en Tuguria y ésta en La Habana, “Un arte nuevo de hacer
ruinas” enseña la productividad del concepto de entre-lugar al dar cuenta que esta categoría
teórico-crítica no es solo una categoría territorial, aún cuando nos permita pensar la territorialidad,
sino que su potencia de pensamiento y de reflexión alcanza el cuestionamiento de las categorías
sobre las que se asienta la experiencia moderna y contemporánea de la literatura. En este sentido,
este relato muestra las superposiciones de diferentes temporalidades y espacialidades, todas ellas
conviviendo en tensión simultáneamente: los personajes cohabitan múltiples mundos. Lo que
persiste parece ser la ruina. O la ruina es su modo imagético de ser.
301
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Las islas, como espacios geográficos delimitados por cortes marítimos o fluviales, que
han sido objeto de una larga tradición filosófica, histórica y literaria, asumen en la
contemporaneidad un rol de dispositivo teórico-crítico, ya no en imaginarios ligados a lo utópico
–que se remonta a Moro- sino como categoría para asir las tensiones, distancias y quiasmas, que
se asientan en una metáfora territorial. El uso imagético de ese concepto nos informa acerca de
las preocupaciones actuales por las relaciones entre literatura y territorialidad en los enclaves de
fines del siglo XX y comienzos del XXI.
Bibliografía
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Iván Segarra-Báez
Universidad Metropolitana de Puerto Rico en Bayamón
Introducción
El tema del dolor en la literatura caribeña es una constante continua e indisoluble entre
todas las islas de la zona caribeña. Cuando se analiza más allá de las ideologías políticas,
estilísticas, culturales y nacionales de estas islas se encuentran puntos de intercomunicación entre
una isla y las otras.
Esta investigación estudia algunos puntos de conexión, tanto históricos como literarios,
entre las diferentes islas caribeñas. Por ejemplo, Jamaica es una colonia de Gran Bretaña desde
1670 donde se ha impuesto el idioma inglés sobre el idioma nacional. Haití después de ser la
primera república americana que proclamara la Revolución negra en 1804, ha pasado a ser la
república más pobre de América. Cuba se levanta bajo el dominio del régimen de Fidel Castro en
1959. La República Dominicana durante el período de 1930 al 1961 vive uno de los peores
períodos históricos bajo la Era Trujillista y Puerto Rico desde el 1898 lucha con la invasión
norteamericana. Las principales Antillas caribeñas durante largos períodos de su historia han
estado a merced de metrópolis extranjeras; las cuales, de una forma u otra, han influido positiva
o negativamente en el desarrollo de su vida social, cultural y política. De más está señalar, que en
la gran mayoría de ellas, Estados Unidos durante algunos períodos o intervalos de tiempos se ha
inmiscuido en su desarrollo cultural y nacional.
Por ello, se estudia el tema del dolor en esta zona caribeña. Hay un hilo muy fino entre
la historia oficial del Caribe, la nacionalidad, la imposición, la cultura, el espacio geográfico y
político con el tema del dolor. Cada una de estas islas se representa a sí misma, se reinventa y se
construye a través de la historia y la literatura, como una camisa de fuerza para liberarse de su
dolor más constante, más fuerte y más avasallante.
En este artículo se analiza el tema del dolor en la literatura dominicana y cómo varias
temáticas repercuten en su desarrollo. Primero se presenta la Era de Trujillo (1930-1961). Luego
la lucha de la frontera entre Haití y República Dominicana (1934-1937), la muerte de las hermanas
Mirabal (1960), la muerte del dictador Rafael Leónidas Trujillo (1961) y cómo los poetas de la
generación del sesenta (1960-1970) crean una literatura donde se presenta el dolor ya sea de forma
directa o indirectamente. Finalmente se presentan las conclusiones y recomendaciones sobre el
tema.
Para poder entender el Caribe, la historia y la literatura se tienen que comprender los
orígenes de estas islas y las idiosincrasias sociales, históricas y raciales. El hombre que no conozca
la historia, por lo tanto, no puede conocer la cultura. El dolor es parte de esta historia, y aunque
duela, y no se quiera escuchar hay que recrearlo para poder adelantar las investigaciones de los
seres que ofrendaron la vida en el pasado y se han caracterizado como los verdaderos héroes de
la historia y la literatura moderna. Se cruza o se navega por un hilo muy fino. Se espera, en el
último suspiro, no caer, y seguir hacia adelante. Nunca el pasado tuvo más vigencia que ahora,
cuando se conoce que el tema se sostiene por sí mismo. Pero cuidado, que la historia está ahí, y
algunas veces, la desinformación y los datos imprecisos la cambian para desenfocarla. La
literatura del pueblo dominicano no se puede escribir sin los acontecimientos que sucedieron en
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
la década de los años sesenta (1960-1970). Por ello, se rastrea el dolor mediante los eventos que
acontecieron en la República Dominicana en aquella época.
La Era de Trujillo
La Era de Trujillo (1930-1960) ha sido una de las más sangrientas dictaduras armadas de
la zona caribeña. El pueblo dominicano ha resistido durante más de treinta y cinco años de los
abusos, la dictadura y los designios de un dictador. Esta lucha silenciosa entre las fronteras, tanto
interna como externamente, ha hecho del pueblo dominicano una encrucijada que configura la
personalidad dentro del mundo caribeño como uno de los países donde se ha vivido más
crudamente el dolor. Trujillo mantuvo un régimen de terror por toda la isla de La Española y
todavía hoy, hay designios del paso del dictador por esta isla cuando se analiza la historia.
Los asesinatos a plena luz del día, los raptos y muertes de ciudadanos de forma individual
o en cercos colectivos de grupos a balazo y a machetazo limpio, impuestos por el dictador hizo
que la literatura fuera un arma por donde el pueblo dominicano se expresara y diera noticias suyas
al resto del mundo. En busca de esas noticias es que se inicia esta investigación sobre la literatura
dominicana.
Esto indica que ambos pueblos vivían pacíficamente en el Caribe por más de un siglo
compartiendo el territorio fronterizo y no existen entre los dos pueblos rivalidades en la zona
fronteriza hasta que llegó la figura del dictador Rafael Leónidas Trujillo y lo cambió todo, al
masacrar, perseguir y eliminar del territorio nacional a los haitianos, hecho este último que ocurrió
en 1937. Ninguno de los dos pueblos, puede ser culpado por los designios inescrupulosos de un
dictador sin conciencia civil, moral o espiritual. La historia ya ha demostrado que ambos pueblos
viven pacíficamente. Más adelante Moya Pons añade:
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
ordenando luego que todos los haitianos que hubiera en el país fuesen
exterminados. En los días que siguieron al 4 de octubre de 1937, Trujillo
hizo perseguir y dio órdenes de asesinar a los haitianos donde quiera que
se encontraran muriendo unos 18,000 de ellos en todas partes del país,
pudiendo salvar la vida aquellos que lograron cruzar la frontera o los que
fueron protegidos por los ingenios azucareros que no querían perder su
mano de obra. (Moya Pons, 2002, 519)
Moya Pons en el Manual de historia (1981), aclara que los fines del dictador Rafael
Leónidas Trujillo no son los de la nacionalidad, sino los del “monopolio industrial” que establece
en la República Dominicana, donde toda la riqueza queda en manos del Estado y que él mismo
controla. Cuando la empresa no generaba el ingreso deseado, Trujillo se la devolvía al gobierno,
cuando era prospera la compraba; o sea, él mismo se servía con la cuchara grande a costilla de los
ciudadanos del país. Trujillo creó un monopolio tanto político como económico, donde sólo él era
el beneficiario de los bienes y riquezas del Estado.
El concepto del dolor, la literatura y la historia deben ser sinónimos para un mejor
entendimiento de la literatura caribeña ya que están en cada una de estas islas oceánicas, y la
República Dominicana no es la excepción. El régimen de Trujillo fue uno nefasto, doloroso, cruel
y abyecto para los habitantes de esta hermana isla caribeña, ya que vivieron muchas de las peores
crueldades dentro del territorio nacional. Nívea de Lourdes Torres Hernández (2002), sostiene
que:
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Se sabe que el tema del dolor en la literatura dominicana debe estar más allá de la época
que se estudia en esta investigación; pero aquí sólo se realiza un breve y apretado recuento de la
generación de escritores del sesenta, cómo se defienden del dictador y luchan por lo que cree el
pueblo dominicano. Habrá que buscar la justicia más allá del tiempo de las mariposas y de los
otros seres que pagaron con la vida el tema del dolor que se trabaja. La lucha por la justicia
dominicana no ha terminado, apenas comienza a vislumbrarse alrededor como una de las islas
marginadas, desoladas y abandonadas a su suerte. El binomio vida y muerte siempre ha estado
muy presente dentro de los grandes temas de la historia y la literatura. El dolor es un tema
fundamental para entender la historia y la literatura del Caribe próspero y silente que se tiene por
delante. Miguel Ángel Fornerín (2004), plantea cuando habla del miedo y del régimen de Trujillo
lo siguiente:
La Era era el final del miedo de los alzados en un país donde la polis se
conformaba con el revólver. Y la policía era el oficio de los militares
patriotas. Trujillo era el miedo. Su sonrisa irónica de sangre. Su rostro
duro de dictador en la fotografía con quepis. Trujillo era el temor y el
miedo. Apenas alboreaba mi vida cuando caía la Era. Tal vez también
sentí el miedo. Lo encontré en las palabras de mis abuelos. “Las paredes
oyen”. “Pasaban los carriles del SIM y todo se cubría de un profundo
silencio”. (Fornerín, 2004, 85)
El dolor en la literatura dominicana está en todas partes y se riega por todos lados. Las
paredes se personifican, tienen ojos, lenguas y oídos mortales que le dirán a Trujillo qué pasa o
deja de pasar en una casa o en el hogar dominicano más cercano. Es la generación del miedo, del
terror y la angustia, donde la figura del dictador está por todas partes. Hay que callar y esperar
para ser parte de este tema que se desarrolla ahora. La Era de Trujillo se levanta como un telón
para dar pasó a esta investigación; el dolor en la cuenca del Caribe.
¡Los fusiles viene, los fusiles van, se tapan los ojos, se reza y se calla durante largo
tiempo! Pero ahora, no. Es tiempo de mariposas y de ver lo que no se ha visto. Después de los
dictadores siempre hay un tiempo de bonanza, de ver la luz más lejos, de esclarecer la verdad y
decir lo que por alguna razón se quedó atrás y no se dijo. Se espera que está investigación habrá
nuevas y futuras grietas de conocimientos para futuros investigadores que vendrán después de
ella; ya que el dolor está suelto por el Caribe haciendo estragos, y ya es hora de recogerlo,
acallarlo, escucharlo y detenerlo.
Tal vez, uno de los episodios más dolorosos de la historia dominicana sea la muerte de
las hermanas Mirabal a manos y ordenanza de Rafael Leónidas Trujillo y su inescrupuloso poder
político. El afán de crecer, del lucro personal, de sembrar el terror y el miedo, a diestra y siniestra,
por todo el territorio de la nación dominicana es lo que lleva a consolidarse los intereses de las
hermanas Mirabal, quienes luchan en contra del poder del dictador a finales del año de 1960. Pues
ven que cada día, más personas inocentes mueren a manos del tirano. El hecho de su muerte es
lo que las inmortaliza en la historia y la literatura dominicana para siempre. Dedé Mirabal (2009),
relata ese último episodio, en los siguientes términos, según versión de Chujo Pimentel Líster:
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Las secuelas de la Era de Trujillo se dan durante un año y medio después de la muerte de
Trujillo. En ese período, la familia de Trujillo es expulsada de la República Dominicana, Joaquín
Balaguer, quien había asumido la presidencia del dictador y quien era uno de sus más fieles
seguideros intenta congraciarse con el pueblo bajando los precios de los alimentos básicos y
eliminando los impuestos de los principales artículos. Enfrenta una huelga general que dura doce
días en diciembre de 1961. Las constantes presiones lo obligan a ceder y a permitir la instauración
de la Unión Cívica Nacional, organismo político dentro del gobierno. En enero de 1962, Balaguer
organiza un intento de golpe de Estado al presentar una junta cívica-militar presidida por el
licenciado Humberto Bogaert y dos trujillistas-balagueristas más. El pueblo dominicano en
acuerdo nacional reacciona con una huelga general que paraliza el país completo. La junta cae y
Balaguer tiene que huir del país hacia el exilio.
En 1962 se celebran las primeras elecciones liberales las cuales gana Juan Bosch como
presidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), y quién toma posesión el 27 de febrero
de 1963. Pero sus ideas populistas y reformistas no cayeron bien delante del grupo de empresarios
dominicanos quienes lo acusaron de ser un revolucionario como Fidel Castro. Bosch como
intelectual y hombre de letras no quiso enfrentarlos. El grupo de empresario creó el Partido
Acción Dominicana Independiente (ADI), quienes conjuntamente con el Consejo Nacional de
Hombres de Empresa (CNHE) y los miembros de la Iglesia Católica Dominicana organizan
diversas concentraciones de campesinos y protestan ante el gobierno de Juan Bosch, al cual ven
como una amenaza porque piensa que tiene un ala comunista y el pueblo dominicano no ve con
buenos ojos la obra de Juan Bosch en ese momento. El pueblo dominicano piensa que Juan Bosch
es otro dictador más tratando de llegar al poder.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Luego caerá el Triunvirato y el pueblo dominicano se divide en dos grupos, los que desean
que vuelva Juan Bosch para que termine su gobierno constitucional y los que desean que se realice
una junta militar para el remplazo del Triunvirato. Ante la inminente inestabilidad del gobierno y
el surgimiento de la guerra civil que comenzó a darse en Santo Domingo el 25 de abril de 1965,
el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, ordena la intervención de cuarenta y dos
mil soldados de la marina norteamericana con el pretexto de “salvar vidas y proteger los intereses
norteamericanos en el país”. (Moya Pons, 2002, 534) Esta intervención indebida de los Estados
Unidos es lo que plantea esta investigación en curso. ¿Cómo los Estados Unidos o las metrópolis
extranjeras intervienen en los países o repúblicas de la zona caribeña?... Esto para efectos
investigativos ha sido nombrado como la “cultura del pueblo-óvulo versus la cultura nacional del
país intervenido y subyugado al poder del otro.”
El 1 de junio de 1966 se finaliza la guerra civil cuando ambos bandos optaron por resolver
el conflicto convocando a unas elecciones y estableciendo el gobierno provisional de Héctor
García Godoy. La campaña electoral fue realizada entre los candidatos: Joaquín Balaguer y Juan
Bosch, quienes retornaron del exilio al país. Las elecciones la ganó Joaquín Balaguer y Juan
Bosch se fue al exilio en España.
Los escritores de la generación del sesenta inician la libre expresión mediante diversas
posturas literarias en aquella época. La literatura es el medio por donde el pueblo se expresa y por
donde se puede conocer la temática del dolor del pueblo dominicano de entonces.
Franklin Gutiérrez (2004), sostiene que a esta generación de escritores del 1960 le
anteceden los poetas de la Generación del 48: Máximo Avilés Blonda, Lupo Hernández Rueda,
Abelardo Vicioso, Víctor Villegas y Abel Fernández Mejías, entre otros.
Eugenio García Cuevas (2011), plantea que otro de los grupos eran los poetas que
precedieron a los escritores de la Generación del 1960 y constituyen el grupo La poesía
sorprendida (LPS), quienes también lucharon por presentar el tema del dolor en la literatura
dominicana con su propuesta literaria. Algunos de estos escritores son Franklin Mieses Burgos,
Antonio Fernández Spencer, Aída Cartagena Portalatín y Freddy Gatón Arce, entre otros más de
aquella generación. (García Cuevas, 2011, 41). Gutiérrez afirma en el Diccionario de la literatura
dominicana que:
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Se debe señalar según lo expuesto por Gutiérrez (2004) que la literatura dominicana de la
generación de escritores del sesenta (1960) se constituirá en dos grupos principales: la Generación
del 60 y los Poetas de post-guerra. Estos escritores guardan una estrecha relación entre sí por las
múltiples circunstancias históricas y sociales en las que sus obras se ven inmersas.
Los escritores de esta generación del 1960 se dividen en dos períodos. El primer período
lo constituyen los escritores que escriben entre 1961 hasta 1965, y en cuyas filas desfilan Miguel
Alfonseca, Jeannette Miller, René Del Risco Bermúdez, Antonio Lockward, Juan José Ayuso,
Pedro Caro, Añes Bergés, Grey Coiscou, Héctor Dotel y el dominicano-haitiano Jacques Viaux.
Afirma Flanklin Gutiérrez que:
El segundo grupo de los poetas de la Generación del sesenta (1960) lo constituyen los
poetas de la Poesía de Post-guerra. Estos poetas fueron los que en plena guerra civil de abril de
1965 y durante la primera década que siguió asumen la postura de repudiar la intervención
norteamericana. Estos poetas se subdividen en dos grupos: los escogidos y los excluidos.
a) Los escogidos
b) Los excluidos
Por el grupo de los excluidos se encuentran José Enrique García, Josefina De la Cruz,
René Rodríguez Soriano, Pedro Pablo Fernández, Tomás Modesto Galán, Radhamés Reyes
Vásquez, Wilfredo Lozada, Domingo De los Santos y Chiqui Vicioso.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Según Franklin Gutiérrez (2004) las principales revistas literarias de estos escritores son:
El Puño (1966) donde escriben Iván García, Miguel Alfonseca, René Del Risco Bermúdez,
Marcio Veloz Maggiolo, Enriquillo Sánchez y Ramón Francisco. La isla (1967) con los escritores
Norberto James, Antonio Lockward, Andrés L. Mateo, Wilfredo Lozano y Fernando Sánchez
Martínez. La antorcha (1967) reúne a los escritores como Mateo Morrison, Alexis Gómez, Rafael
Abreu Mejías, Enrique Eusebio y Soledad Álvarez. En La máscara (1968) colaboran los
escritores Lourdes Billini, Héctor Díaz Polanco y Aquiles Azar. El Movimiento Cultural
Universitario (MCU) será el organismo que reunía a todos los escritores de aquella época.
Esta apretada síntesis de la poesía dominicana se ha hecho con el fin de poder encauzar
el estudio de la poesía del dolor en la literatura dominicana, ya que se entiende, que todavía no se
ha realizado el estudio que propone esta investigación, y el cual parte, desde las obras de la
generación del cuarenta; poemas como por ejemplo: “Yelidá”, “Hay un país en el mundo”,
“Compadre Mon”, “Poemas de una sola angustia”, “Vlía”, “Trópico íntimo”, “Clima de
eternidad” y “Amén de mariposas”.
Dentro de la producción de la Generación del 1960, están: “Los bellos rostros”, “Canto a
Proserpina” y “El enfermo lejano” de Luis Alfredo Torres; “Decir de las sombras”, “El palacio
de justicia”, “Canto”, “Elegía a Juan Lockward”, “Para que el nombre” de Marcio Veloz
Maggiolo; “El viento frío”, “El diario caminar…”, “Pequeña muerte”, “Soy tu…”, “Soneto ante
la rosa”, “Por la muerte de todos”, “Palabras al oído de un héroe”, “Justificación de la oda” de
René Del Risco Bermúdez; “Bienaventurados los cimarrones”, “Miga de pan, Amor. La vieja
rebeldía” de Juan José Ayuso; “Coral sombrío para invasores”, “La sangre que frutece” de Miguel
Alfonseca; “Yografía”, “La loca”, “Después de todo, me callo…”, “Mi lengua” de Jeannette
Miller, entro todos los demás que se quedan.
Se entiende que estos poemas conforman y recogen parte de la temática del dolor en la
literatura dominicana y que deben estudiarse en conjunto por su contenido generacional y por la
correspondencia entre una y otra generación para poder entender la cultura dominicana y cómo el
dolor se presentan en su idiosincrasia cultura, social y política.
Imposible resulta analizar todos estos poemas en esta ponencia literaria; tan sólo se opta
por un breve análisis sobre dos de las piezas: “Amen de mariposa” de Pedro Mir y “La loca”,
poema de Jeannette Miller para contextualizar a la mujer dominicana en dos tiempos distintos.
Pues se entiende que la mujer de América ha sido en la mayoría de los casos silenciada dentro de
la literatura convergente en donde escribe.
Amén de mariposas
“Amén de mariposas” (1969) es el poema escrito por Pedro Mir, y el cual se divide en
dos tiempos. En el primer tiempo, resume la tragedia de las hermanas Mirabal y como fueron
asesinadas por el régimen de terror de Rafael Leónidas Trujillo cuando el dictador las mandó a
matar. Pedro Mir inicia el poema con los versos: “Cuando supe que habían caído las tres hermanas
Mirabal/ me dije:/ la sociedad establecida ha muerto”. (Mir, 2009, 108- 122)
Desde este inicio, se infiere, que la sociedad dominicana callaba, pero estaba unida como
siempre. La muerte de las hermanas, trastoca el terrible dolor que socaba a toda la sociedad
antillana de la cuenca y traspasa el dolor de unos pocos para erigirse en la lucha de un pueblo en
contra de un tirano. Nunca ha existido causa sin un mártir.
La razón del ser espiritual colectivo se encauza en una catarsis espiritual y liberadora
donde todos son parte de la misma razón y verdad. Han muerto las tres mariposas, las cuales
representan la revolución de la nación entera. Mir se vuelve más incisivo cuando señala en su
largo poema: “habían caído/ asesinadas/oh asesinadas/ a pesar de sus telares en sonrisa/ a pesar
de sus abriles en riachuelo/ a pesar de sus neblinas en reposo”.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Prosigue el poema con los siguientes versos: “La espada tiene una espiga/ la espiga tiene
una espera/ la espera tiene una sangre/ que invade a la verdadera/ que invade al cañaveral/ litoral
y cordillera/ y a todos se nos parece/ de perfil en la bandera/ la espiga tiene una espada/ la espada
una calavera”
Estos versos conjuran el profundo dolor por la muerte de las tres jóvenes de la patria que
ofrendaron la vida por los ciudadanos de la nación dominicana. Desde esta perspectiva la sangre
corre por todos los litorales de la nación dominicana reclamando la liberación y la afrenta del
tirano frente al pueblo. El tema del dolor se justifica, se acrecienta, se materializa, se personaliza,
en cuerpo, en seres, en espíritus que no tenían por qué morir.
Finaliza la primera parte del poema con los versos: “Pero aún no era el fin/ oh dormidas/
aún no era el fin/ no era el fin”.
El segundo tiempo se inicia con “Cuando supe que una pequeña inflamación del suelo/
en el Cementerio de Arlington/ se cubría de flores y manojos de lágrimas/ con insistencia de
pabellones y caballos nocturnos/ alrededor de un toque de afligida trompeta/ cuando todo
periódico se abría en esas páginas/ cuando se hicieron rojas todas las rosas amarillas/ en Dallas/
Texas”.
El poeta ya sabe que la muerte de las tres hermanas Mirabal no ha sido en vano sino que
la tragedia trasciende los periódicos y las lágrimas para reclamar la libertad del espíritu
dominicano en general. Ya la noticia está en todos los periódicos y el homenaje póstumo en el
Cementerio de Arlington, Virginia proclama las virtudes de las heroínas Mirabal.
La segunda parte del poema es un largo homenaje a la gesta de las hermanas Mirabal y
finaliza el poeta Pedro Mir con los versos siguientes:
“Cuando hay una hora en los relojes antiguos y los / modernos/ que anuncia que los más
grandes imperios del planeta/ no pueden resistir la muerte muerte/ de ciertas ciertas/ debilidades
amén/ de mariposas”.
La loca
El segundo poema que se analiza es “La loca” de Jeannette Miller para contextualizar a
la mujer dominicana en dos tiempos distintos. Se transcribe el poema integro por su brevedad y
para un mejor análisis.
Ella
se levanta cada día con el alba
dormita a pleno sol
reserva los momentos de silencio para la soledad.
Recostada en una puerta imaginaria ve la vida
la paciente vida que no le toca vivir.
Recorre las calles tras la voz que se la lleva
sorprende con absurdos quejidos a quienes la rodean
llena su círculo fatídico en busca de pretextos.
Falta de todo.
Reducida en sus ansias,
recibe la noche en retirada
sucia de golpeante vida
en el pecho un animal furioso. (Rueda, 1999, 431)
312
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El poema se inicia con la vida de una mujer dominicana, la cual se levanta cada día, con
el amanecer. Se infiere que mientras camina al trabajo “dormita a pleno sol”. Esta mujer trabaja
afanosamente puesto que a través de una “puerta imaginaria ve la vida”; o sea, que tal vez esta
mujer es una empleada doméstica, la cual trabaja en una casona como sirvienta de un alto
ejecutivo, y por ello, ve la vida, “la paciente vida que no le toca vivir”. Se debe recordar que la
mujer dominicana es una trabajadora incansable; y muchas han servido durante años en los
trabajos más humildes que nadie ha querido desempeñar. Pero vale la pena resaltar que el trabajo
honra, no importa el oficio que se haga. Miller ha sabido escoge a su protagonista de este poema,
una simple mujer dominicana, de carne y hueso. Desde aquí el dolor es más avasallante, cruel y
nefasto porque trasgrede los sueños y los deseos de una mujer. No hay cosa más deplorable que
ver los sueños de una mujer sucumbir ante la vista larga de un tirano.
Esta mujer recorre las calles, no habla, es un régimen dictatorial y la mujer no tiene voz,
por ello, no habla. Entonces la voz se oye, son “absurdos quejidos” que sorprenden a los que la
rodean. Es una mujer humilde porque está “falta de todo”; como muchas mujeres dominicanas
de aquella época durante el imperio del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Entonces, la mujer
recibe a la noche con su “golpeante vida” y “en el pecho un animal furioso”. Se infiere que la
mujer es golpeada por la sociedad y por el régimen del terror del tirano, pero que muy dentro del
ser porta “un animal furioso” en contra del régimen y la miseria que le ha tocado vivir, día a día.
Desde esta perspectiva es que se estudia la Generación del 1960 en la cuenca del Caribe
y cómo el tema del dolor es una constante entre todas estas islas oceánicas que han quedado
varadas en el tiempo y en la historia, trastocadas por los intereses de las grandes metrópolis que
las condenan a una rehistoria diáfana e intervenida entre todas las islas de la zona.
Conclusiones
A la conclusión que se puede llegar es que la temática del dolor está viva en la literatura
de la zona caribeña y que aún no se ha estudiado a cabalidad. El dolor es un elemento
importantísimo en el futuro estudio de la literatura caribeña. Existe una correlación entre la
historia, la literatura y la temática del dolor entre los escritores de la cuenca caribeña.
Recomendaciones
Las recomendaciones finales a las que se puede llegar es que el tema del dolor es virgen
entre los estudios culturales de la cuenca caribeña y antillana. El dolor hay que verlo como una
puerta por donde se puede llegar a conocer mejor la historia y la literatura de estas islas.
Las islas de las Antillas demandan más estudios encauzados en esta dirección de la
literatura. La temática del dolor también hay que verla en la cuentística y en la novela de esta
zona. El tema del dolor es virgen en muchas de las literaturas de la zona porque nadie todavía lo
ha estudiado a cabalidad como tema de investigación. Por ello se realiza esta investigación en esa
dirección temática. Se espera que otros investigadores también realicen esfuerzos en esta
investigación, ya que hay una gran variedad de temas en desarrollo, que sustentan el que se
propone.
Bibliografía
313
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bosch, Juan. (2007). De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El caribe frontera imperial. Treceava
edición. Santo Domingo, República Dominicana. Editorial alfa y Omega.
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314
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Laura M. Febres
Universidad Metropolitana
Del exilio y la diáspora venezolana en la segunda mitad del siglo XX y principios del
XXI hemos recogido cuatro muestras en el libro aún inédito La mirada femenina de la
emigración, Voces femeninas del destierro que cronológicamente muestran la variedad de este
fenómeno en Venezuela. Estas muestras han sido comentadas por distintas profesoras y escritoras.
Escucharemos sus voces resumidas en esta ponencia.
Las migraciones como el exilio, en cualquier tiempo y lugar, están marcadas por una
buena dosis de nostalgia y melancolía. Si bien, en las primeras está presente, la esperanza de una
tierra nueva y probablemente de una vida mejor, siempre estarán acompañadas de una sensación
de pérdida de la historia que se deja atrás. No en vano la gente, aunque haya emigrado, continúa
vinculándose con aquel entorno cotidiano y próximo, donde ha vivido, especialmente, los
primeros años de su vida. El individuo y el grupo social internalizan de tal modo el modelo de
vida o cultura propia de ese entorno, que les moldeará su comportamiento a lo largo de su
existencia; y luego fuera de ese espacio-matriz, llevan en su memoria los patrones culturales
aprendidos y asimilados afectivamente. Es decir, el patrón de comportamiento, que inicialmente
se correspondía con un espacio geográfico concreto, es decir con el “espacio vivido”, luego se
separa de éste, toma vida propia, y pasa a formar parte de un modo de ser, de una forma de vivir,
en la cual siempre estará presente la identidad primigenia.
De alguna manera, el individuo construye un universo identitario que responde a
estímulos que tienen sus propias referencias en los significados que cada uno da a su contexto
cultural y afectivo. Aplicando aquello de la teoría del viaje que expone Vladimir Propp, en
Morfología del cuento popular ruso, donde toda historia transcurre siempre a través de un
constante ir y retornar, que puede resumirse metafóricamente en “el viaje”; el migrante trata de
poner en acción una serie de mecanismos interactivos que le permitan hacer ese viaje interior o
mental al pasado o al mundo de vida que dejó atrás. No es fácil cortar el cordón umbilical.
Es decir, son los nexos de pertenencia, las afinidades, las prácticas sociales y lingüísticas
internalizadas por un colectivo en el transcurrir del tiempo, los que le darán el sentido identitario
con un territorio determinado. Estamos hablando de elementos cargados de emotividad y
subjetividad, que el investigador puede interpretar cualitativamente.
Cuando conocemos relatos de vida de personas que han tenido que salir de su pueblo o
de su ciudad para ir a vivir a otros lugares, como es el caso, que ahora nos interesa, de personas y
familias andinas que, en la cuarta y quinta década del siglo pasado, se mudaron a Caracas, no
podemos menos que preguntarnos: ¿Por qué salieron de su pueblo, ciudad o región? ¿Cómo fue
ese proceso de desplazamiento? ¿Cómo lucharon con el desarraigo y la nostalgia? ¿Cómo vivieron
esa identidad primigenia fuera del contexto original? ¿Cuáles valores y costumbres trasplantaron?
La ruptura entre la Venezuela agraria y la petrolera, que se inició desde los años veinte,
y se acentuó a mediados del siglo XX, se caracterizó por el empobrecimiento de los campos y
agotamiento de los pueblos tradicionales y ciudades, ante la emergencia de nuevos centros
urbanos y del explosivo crecimiento de la metrópoli caraqueña. Con estas circunstancias se inició
un importante proceso migratorio de la población rural, especialmente de mano de obra, hacia los
nuevos centros de trabajo ubicados especialmente en las zonas petroleras, pero al mismo tiempo
se llevó acabo otro tipo de desplazamiento, mucho más heterogéneo, de personas con familias
enteras que se iban de un pequeño centro a otro más próspero. Algunas veces se trataba de
315
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
mudanzas desde un pueblo a la ciudad más cercana; otras, era ir hacia una ciudad más grande,
también cercana; y la mayoría de las veces, se migraba para ir hacia “la capital de la República”,
donde se esperaba tener acceso a nuevas fuentes de trabajo, mejores centros de enseñanza o
niveles superiores, y donde se asomaba la posibilidad de encontrar una vida más estimulante,
añadida a una sensación de pérdida de la historia que se deja atrás. No en vano la gente, aunque
haya emigrado, continúa vinculándose con aquel entorno cotidiano y próximo, donde ha vivido,
especialmente, los primeros años de su vida. El individuo y el grupo social internalizan de tal
modo el modelo de vida o cultura propia de ese entorno, que les moldeará su comportamiento a
lo largo de su existencia; y luego fuera de ese espacio-matriz, llevan en su memoria los patrones
culturales aprendidos y asimilados afectivamente. Es decir, el patrón de comportamiento, que
inicialmente se correspondía con un espacio geográfico concreto, es decir con el “espacio vivido”,
luego se separa de éste, toma vida propia, y pasa a formar parte de un modo de ser, de una forma
de vivir, en la cual siempre estará presente la identidad primigenia.
De alguna manera, el individuo construye un universo identitario que responde a
estímulos que tienen sus propias referencias en los significados que cada uno da a su contexto
cultural y afectivo. Aplicando aquello de la teoría del viaje que expone Vladimir Propp, en
Morfología del cuento popular ruso, donde toda historia transcurre siempre a través de un
constante ir y retornar, que puede resumirse metafóricamente en “el viaje”; el migrante trata de
poner en acción una serie de mecanismos interactivos que le permitan hacer ese viaje interior o
mental al pasado o al mundo de vida que dejó atrás. No es fácil cortar el cordón umbilical.
Es decir, son los nexos de pertenencia, las afinidades, las prácticas sociales y lingüísticas
internalizadas por un colectivo en el transcurrir del tiempo, los que le darán el sentido identitario
con un territorio determinado. Estamos hablando de elementos cargados de emotividad y
subjetividad, que el investigador puede interpretar cualitativamente.
Cuando conocemos relatos de vida de personas que han tenido que salir de su pueblo o
de su ciudad para ir a vivir a otros lugares, como es el caso, que ahora nos interesa, de personas y
familias andinas que, en la cuarta y quinta década del siglo pasado, se mudaron a Caracas, no
podemos menos que preguntarnos: ¿Por qué salieron de su pueblo, ciudad o región? ¿Cómo fue
ese proceso de desplazamiento? ¿Cómo lucharon con el desarraigo y la nostalgia? ¿Cómo vivieron
esa identidad primigenia fuera del contexto original? ¿Cuáles valores y costumbres trasplantaron?
La ruptura entre la Venezuela agraria y la petrolera, que se inició desde los años veinte,
y se acentuó a mediados del siglo XX, se caracterizó por el empobrecimiento de los campos y
agotamiento de los pueblos tradicionales y ciudades, ante la emergencia de nuevos centros
urbanos y del explosivo crecimiento de la metrópoli caraqueña. Con estas circunstancias se inició
un importante proceso migratorio de la población rural, especialmente de mano de obra, hacia los
nuevos centros de trabajo ubicados especialmente en las zonas petroleras, pero al mismo tiempo
se llevó acabo otro tipo de desplazamiento, mucho más heterogéneo, de personas con familias
enteras que se iban de un pequeño centro a otro más próspero. Algunas veces se trataba de
mudanzas desde un pueblo a la ciudad más cercana; otras, era ir hacia una ciudad más grande,
también cercana; y la mayoría de las veces, se migraba para ir hacia “la capital de la República”,
donde se esperaba tener acceso a nuevas fuentes de trabajo, mejores centros de enseñanza o
niveles superiores, y donde se asomaba la posibilidad de encontrar una vida más estimulante.
2.- Algunas escenas de “INNA al aire: Vida y Opiniones de una mujer trasplantada (Zarandeos
infinitos y una mirada impávida)
Natividad Barroso García
Mi madre se había identificado tanto con Venezuela que recuerdo claramente una
anécdota que le sucedió una de las veces cuando fue a Canarias, después de haber fallecido mi
padre. (La he titulado: “El extraordinario efecto de esta Tierra de gracia”). Ella se había comprado
un apartamento en la isla de Gran Canaria, donde vivía su hermana Nievita. Lo había dejado
alquilado y mi tía se ocupaba de cobrar el alquiler y depositárselo en una cuenta de banco. En ese
viaje, trató de actualizar la situación del apartamento, pero cuando fue a hablar con los inquilinos
surgió una situación problemática que la afectó muchísimo. Al regresar a la casa de mi tía, entró
316
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
en el zaguán, tocó el timbre y se cayó inconsciente. Había sufrido una embolia y estuvo entre la
vida y la muerte. Había quedado paralizada de la mitad del cuerpo. Cuando llegó el médico, con
gran desespero y en la media lengua que le salía, dijo: “Quiero morir en mi patria, pónganme en
el avión para irme para mi patria.” Al oír eso, mi tía le dijo: “Pero Pilar, si tú estás en tu patria,
estás en Canarias, en España.” Mi madre, sobresaltándose y expresando angustias dijo: “No, no.
Mi patria es Venezuela. Pónganme en el avión. Quiero morir allá. Mi patria es Venezuela.” El
médico tuvo que decirle: “Usted no puede moverse por ahora. Yo me comprometo a que cuando
se mejore, si así lo quiere, me aseguraré de que la lleven al avión para Venezuela.” Solo así se
quedó tranquila y dejó que la medicaran. Mi tía se había quedado muy impresionada y desde
entonces se le despertó la curiosidad por conocer ese país que había hecho que una mujer de
carácter firme como su hermana (en su adolescencia había sido del Partido socialista obrero) y
que había llegado a este país ya bien adulta, casada y con hijos, a la hora de su posible muerte
clamara por él como su patria. Años después, mi hermano y yo pudimos lograr que vinieran ella
y su esposo Joaquín. Pasaron una temporada aquí. Conocieron bastante a Caracas y la costa
central. Los llevamos por parte del oriente, el centro, Falcón, Zulia, los Andes. Mi tía se
sorprendió mucho cuando llegamos al Páramo de Mucuchíes y empezó a nevar por donde está el
Observatorio. En seguida se puso a filmar la escena afirmando que, de lo contrario, no le iban a
creer cuando dijera que había estado en medio de una nevada en este país tropical. Se fueron
encantados,
En la misma novela Pobre Negro, Rómulo Gallegos relata cómo vivió el esclavo
afrodescendiente el momento del decreto que abolía la esclavitud en Venezuela:
“Ya semos libres, manitos”.
317
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
…que Caracas había sido durante casi tres décadas, el refugio de muchos
inmigrantes, que cualquier venezolano nacido en los sesenta debía tener, cuando
menos, uno de los cuatro abuelos españoles, un tío o una tía casado con algún
colombiano, uno o más cuñados hijos de italianos o portugueses y algún entrañable
amigo de la infancia proveniente del cono sur. (Suárez, 2010: 87)
Suárez presenta como personaje muy principal a Octavio Modotti (no en vano apodado
El dromedario); el dromedario es un animal parecido al camello, su nombre proviene de la palabra
griega δρομάς (dromas, calle,) y el sufijo latino arius (pertenencia); un animal de la calle,
autosuficiente, incansable, adaptable a cualquier circunstancia, que desempeña un papel esencial
en la vida de los nómadas del desierto; y ¿ es que acaso Octavio no era el astro sol para ese grupo
de latinoamericanos que orbitaban alrededor de él, sin estar muy claros qué estaban haciendo en
una universidad norteamericana y qué es lo que querían ? El dromedario era el referente para
aceptar el “sin sentido” de las existencias de las personas que por carecer de identidad, se ven
obligadas a aceptar TODO, y Modotti había renunciado a TODO haciendo gala de su magistral y
dromedaria habilidad para adaptarse a TODO.
En la novela (pp. 152-164) hay una descripción donde se evidencia que aunque ya Dhuha
Contreras se había asumido orgullosamente anómica cuando vivía en Venezuela, entre otras
cosas, por su relación pasional con el director del plantel para el cual trabajaba como profesora
(Hernán Carrasqueño, casado, treinta años mayor que ella y esposo de la administradora del
plantel) y por su relación con Víctor (alumno de ella, de dieciocho años, es decir, cinco menos
que ella, con quien fumaba marihuana en la casa de la madre de él, después de hacer el amor); no
fue hasta llegar a Pittsburgh e influenciada por el profesor Modotti, cuando sintió que aunque
ciertamente para ella habían sido conductas aceptadas personalmente y sin remordimientos, pero
eso sí, prohibidas y represivas, eran después de todo, absolutamente naturales:
¿Cómo podría volver a Venezuela después de todo aquello? ¿cómo conversar con su
madre sin sentirla profundamente equivocada? ¿cómo ver a Cristóbal sin que le
acechara la pregunta de bajo qué pretexto se habían soportado durante casi seis años?
¿cómo reunirse con el resto de los hermanos Lozada sin tener la sensación de que
ellos pertenecían a una galaxia desaparecida hace millones de años?
No es fácil, además, somos minoría… a fin de cuentas la desterrada soy yo. (pp.163-
164)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
La idea de que una mujer emprenda un viaje en solitario hacia la región guajira es algo
que no deja de parecer inverosímil a los venezolanos de la actualidad, debido a que es una zona
de graves problemas de seguridad como la presencia del narcotráfico, el contrabando de
extracción, (bachaqueo) y otros. Sin tener en cuenta de que esta región es inhóspita por su propia
naturaleza árida y despoblada.
Ay, señorita…Yo a usted le voy a decir una cosa que es la purita verdad- sentenció
el anciano mirando con dificultad un reloj viejo con el vidrio roto que tenía puesto
sobre el mesón- es casi medianoche y es muy peligroso que usted esté manejando
sola por esta zona, ¿acaso no ha escuchado que por estos lados hay mucha
guerrilla…? ¿Qué secuestran y se llevan a quien sea, no importa de dónde venga ni
para dónde vaya? Ni que bonita sea ni cuánta platica traiga metida en la cartera -el
viejo dejó escapar una sonrisa que le simpatizó a ella para nada y remató diciendo:
usted está en zona roja. (FONSECA, 2011: 40-41)
A través de estos cuatro relatos vemos las diferentes versiones que se han dado del
problema de las migraciones de la mujer en Venezuela que van de una visión positiva del traslado
como en los dos primeros relatos a una bastante negativa de ellos, como observamos en los dos
últimos donde se percibe una crisis identitaria marcada de los personajes.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Introducción:
321
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
fundado; es esta la razón de que los mitos constituyan los paradigmas de todo acto
significativo humano. (p. 25).
De esta forma realizo la especificación de los tres ejes básicos que sustentarán esta
investigación.
Desarrollo
Estas líneas citadas, mencionan varios territorios unidos, “la mitad, por lo menos, del
barrio Getsemaní y de la isla adyacente, hoy unida a la tierra firme por modernos rellenos”… Ese
aspecto es importante para esta discusión, porque en las informaciones que obtuve con ex-
habitantes del barrio también se menciona tal unión. Pero lo más interesante es que existe una
imposibilidad, por parte de estas personas, para dar razones que expliquen el por qué le pusieron
un nombre como “Chambacú” a esa unión de tierras; especialmente cuando antes se denominaba
a una parte “Isla de Elba”. Este aspecto lo relacionaré con el análisis de la novela.
Bossa Herazo, más adelante, en su texto, escribe unas líneas que contienen datos
históricos sobre la controversia del origen de tal palabra. “Los nombres de <<Chambaca>>,
<<Chamboco>>, y<<Chambacú>>, figurando en encomiendas de finales del siglo XVI y
comienzos del siglo XVII, cuando apenas empezaba la trata de esclavos africanos por el puerto
de CARTAGENA, da asidero para creer que estos topónimos son catíos”. Y sobre la posibilidad
de ese origen indígena, buscando en un diccionario de palabras catías Pinto G (1974),
encontramos la significación de la palabra “Chambacú”, dividida morfológicamente; es decir, la
raíz “Chamba”, que quiere decir canoa; y la terminación “Ku”, que designa nariz, punta,
extremidad.
Sin embargo, a pesar de todos estos datos, puedo observar que existen ciertos “vacíos” en
cuanto a la construcción historiográfica del origen de ese territorio; debido esto en gran parte a la
falta de documentación pertinente sobre estas épocas específicas, y la posible génesis lingüística
de estas palabras. Tales vacíos historiográficos fomentan “creencias” en variados grupos sociales.
Dichas “creencias” podrían ser sustentadas por historiadores de diversas corrientes. Así
como Bosa Herazo (1981) afirma que por el motivo crucial concerniente en que en los siglos XVI
y XVII, el tráfico de esclavos por Cartagena apenas comenzaba; también pueden existir los
historiadores que demuestren lo contrario basados en otros datos que “les dé asidero para creer”
en otra cuestión.
Ahora bien, en cuanto a la novela, Manuel Zapata Olivella estructuró su obra en tres
partes, cada una con un tópico social específico. La primera, “LOS RECLUTAS”, que gira en
322
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
torno a la formación del batallón Colombia que luchó en la guerra de COREA sobre la década del
cincuenta; la segunda, “EL BOTÍN”, que se configura como el nudo principal de la historia; y la
tercera, “LA BATALLA”, donde se dan las señales de la lucha por Chambacú.
Sin embargo, la raíz principal del texto se encuentra en las vivencias de una familia que
sufre la miseria del barrio, y que atraviesa numerosos problemas: “La cotena” es la madre, la
cabeza de la familia, viuda y con cinco hijos, cada uno de ellos en su propia labor. Máximo, el
único que se interesa por la lectura y que lleva una vida oscura dentro de una actividad
reaccionaria; Críspulo es gallero dedicado; Clotilde, la hija que sigue los pasos de la madre
lavando la ropa de “los ricos de Manga”, y además con un hijo de origen incierto; José Raquel,
que después de la guerra termina metido en la marihuana y el alcohol; y un boxeador,
“Medialuna”, que es noqueado por el hambre y la debilidad.
Estos personajes representan las puntas más visibles de la novela; pero igualmente Zapata
Olivella escogió para cada quien una situación específica con el fin de garantizar las imágenes
que definen lo que el barrio encierra en sus complejas relaciones humanas. Así, la obra se
estructura alrededor de un aspecto muy visible. El origen del barrio, las personas que viven en él,
y que adoptan la representación que bajo ese nombre los distingue del resto de la ciudad.
Ahora, es importante decir aquí que las significaciones del origen del barrio no
necesariamente se encuentran en la primera parte del texto, o en las primeras líneas. En Chambacú
Corral de Negros existen significaciones referentes a la fundación del barrio diseminadas casi por
toda la obra. Esto obedece, también, a que son los mismos personajes quienes están regresando al
origen del territorio: cada vez que se enfrentan a una situación difícil recuerdan esa memoria atada
a una tierra que les brindó sustento en una ciudad hostil. Así se establece, además de la
pertenencia territorial, que observaré en una parte especial de este trabajo, la aplicación del primer
esquema operativo: Memoria = Tierra.
En este punto visualizo la relación: escritura – territorio – memoria. Relación que Ivette
N. Hernández (1994) analiza en el texto que ya cité en la introducción: El Desorden de un Reino,
Historia Y Poder en el Carnero. Ahí se encuentran estas líneas que fundamentan mis reflexiones
sobre este asunto:
Es claro que el discurso narrativo precisa de un territorio, y que con base en este se funda
el origen de un grupo social. Por lo cual, escribir sobre la memoria colectiva de un conjunto de
personas, es igual a escribir sobre el territorio que le sirvió de representación, o que los acogió
para que se definieran como un “nosotros”. No importa qué designación existiera antes; lo que
importa es que el grupo existe porque se “funda” en ese espacio.
Ahora bien, el discurso narrativo, o “el relato” como lo llama Ivette Hernández, adquiere
solidez cuando “desterritorializa”, es decir, cuando “ignora” las anteriores “memorias”. En el caso
de Chambacú, el autor de la novela articula un discurso que ofrece un origen diferente. Que no
tiene en cuenta la posibilidad de que una palabra como “Chambacú” sea de origen indígena; y
que es más, define una génesis territorial gracias a la acción de seres históricos y heroicos como
Benkos Biohó y humanitarias como las efectuadas por Pedro Claver.
Ahora, configurando un segundo esquema operativo: destierro = olvido, debo decir que la novela
Chambacú Corral de Negros, presenta una serie de aspectos en cuanto a su construcción misma
que la inscriben dentro de la estética moderna. Esto quiere decir que el tratamiento del tema en la
obra obedece a la visión de un autor que implanta unas estrategias discursivas variadas: existe
más libertad en cuanto a la distribución del espacio-tiempo situacionales, y la configuración de
los personajes se realiza a partir del ejercicio de la memoria y el dialogismo.
Los signos de la violencia en la novela de Manuel Zapata Olivella, no significan una fase
separada de la existencia del barrio. Es decir, tales señales no se presentan explícitamente para
323
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
referir el desalojo, sino que la fundación se presenta igualmente conjugada en las mismas líneas
significativas. Observo el siguiente ejemplo: “La policía llegó en apoyo de los intrusos. Destruía
y desalojaba. Ellos calzaban y volvían a armar sus casuchas” (p. 24). Líneas de este mismo corte,
que muestran las señales de la violencia, uniendo fundación y desalojo en un mismo mensaje, se
encuentran por casi toda la novela sin importar las partes que componen dicho texto.
Puedo leer otras significaciones que se expresan a través de palabras claves. Se
encuentran, esta vez, en la última parte, “LA BATALLA”. Ahí se presentan significaciones
claves como: “Jamás se juntaron tantos en la isla”. Aquí el nombre original de tal territorio, en la
novela, se borra para ser suplantado por el de Chambacú. Entonces estoy frente al hecho crucial
de esa “apropiación semántica” y “construcción territorial” que Mignolo señala. Es decir, para
Zapata Olivella el nombre original de ese territorio primario, “ELBA”, no dice nada, no representa
nada. En cambio, “Chambacú” sí define a un grupo social, y representa una cohesión que es
también una “clase de poder”, recordando las palabras de Michael Foucault que cité en la
introducción.
Por tal razón Zapata Olivella busca construir una memoria grupal referida a un territorio,
pero en lucha constante contra un olvido que significa igualmente una división, una separación
de los individuos de tal grupo, causada obviamente por la amenaza del destierro.
Ahora bien, las dos definiciones clásicas de mito, la de Lévi Strauss y Mircea Eliade,
tienen su espacio también en esta discusión. El mito surge para dar soporte a la construcción de
una memoria, y por tanto, para mantener la cohesión del grupo social en cuestión.
De esta manera, no es difícil pensar que lo que Manuel Zapata Olivella realiza en la
novela Chambacú Corral de Negros, al unir ciertos episodios históricos coloniales referentes a
personajes heroicos, y sucesos de cimarronaje, con un fenómeno relativamente reciente, se remite
a la intención de proporcionar una explicación sobre ese sufrimiento marginal; o mejor, esta
intención se efectúa por “una necesidad o un deseo de comprender el mundo que lo circunda, su
naturaleza y la sociedad en que vive”. Manuel Zapata Olivella busca la cohesión y la
reivindicación del grupo social habitante de Chambacú al ofrecer una explicación del maltrato
histórico y la esclavización del negro africano. Pero la mención en la novela de seres heroicos,
también se incluye en esa intención reivindicatoria. Benkos Biohó y San Pedro Claver,
sensibilizan al lector sobre la explicación o justificación para realizar actos de liberación o
emancipación. Mircea Eliade se refiere así: “Dicho de otro modo, el mito, cuenta cómo gracias a
las hazañas de los seres sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad
total o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una
institución” (p.25) Por tanto, lo que Zapata Olivella intenta, en el acto de escritura de unir un
pasado histórico colonial, describiendo sujetos y acciones de seres heroicos, con un suceso
relativamente reciente, es dar una explicación del origen del grupo que habita en Chambacú, y
además, buscar una cohesión social, una defensa ante la amenaza de un destierro, de un olvido.
Conclusiones
Esta investigación constituyó una reflexión acerca de la importancia que tiene para los
estudios afro-latinoamericanos la discusión de una literatura Caribeña. Esta discusión debe
abordar el aspecto territorial dentro de sus observaciones. La concepción del territorio es un tópico
que merece, hoy más que nunca, un análisis profundo sobre todo por las formas como se podría
estudiar en las obras de diferentes autores del Caribe tanto continental como insular.
Esta investigación, por lo tanto, aportó reflexiones sobre la posibilidad de discutir en torno
de una literatura Caribeña plenamente diferenciada de una concepción de la nacional, con base en
las tipificaciones particulares de la disputa por el territorio. Y desde ese punto, pienso, se podrá
iniciar el Reconocimiento de una tradición. Esta tradición es fundamental a la hora de hablar sobre
la evolución de una literatura afrocaribeña. Por tal razón, las visiones sobre la ciudad, el campo,
las historias orales que se entretejen con la construcción ficcional, la perspectiva de escritores
contemporáneos, son matices que merecen estudios más profundos y rigurosos.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
TRAGEDIAS CONTEMPORÁNEAS
Eduardo Lalo (Puerto Rico, 1960) y Rafael Spregelburd (Argentina, 1970) son autores
contemporáneos que adoptan diversos medios: novela, poesía, instalaciones, fotografía y cine
documental en el caso de Lalo, teatro, televisión, cine y periodismo en el caso de Spregelburd,
quien fue, con una de sus obras breves, también objeto de curaduría artística en una instalación
(Baeza 2014). Ambos comparten, además, el ejercicio del ensayo y la presencia en entrevistas, en
los que reflexionan sobre su propia obra, descolocando sistemáticamente a espectadores, lectores
y críticos. Su imprevisibilidad recuerda la declaración de Michel Foucault en el prólogo de La
Arqueología del Saber (1969): “No estoy donde ustedes tratan de descubrirme sino aquí, de donde
los miro, riendo […] Más de uno, como yo sin duda, escribe para perder el rostro. No me
pregunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de estado civil la que
rige nuestra documentación. Que nos deje en paz cuando se trata de escribir.” (29).
Ser contemporáneo es sinónimo de imprevisibilidad, porque implica “una relación
singular con el propio tiempo que adhiere a éste y, a la vez, toma su distancia” (Agamben 77). El
presente al que adhieren los personajes de Simone, novela de Eduardo Lalo (2012) y de Spam,
ópera hablada de Rafael Spregelburd (2013) es el de la ideología triunfante de la finitud: la lógica
del consumidor occidental obligado a participar en la circulación de mercaderías. Es una
subjetividad resignada, que se satisface con lo que se puede comprar, y es compatible con el hecho
de que el sistema que reparte sea injusto e injustificable. La satisfacción es fugaz, porque no se
puede comprar todo lo que se desea y, sobre todo, porque las mercaderías son perecederas, están
hechas para transformarse en residuos: Badiou (2014) da el ejemplo de las impresoras que llevan
incorporada en su sistema la fecha de caducidad.
Ahora bien, ser contemporáneo es también tomar distancia de su tiempo y estas obras
toman distancia de la finitud. Es un destino trágico: “Escribo para defender nuestro derecho a la
tragedia”, expresa Lalo (2005, 94), y la última palabra de Spam también es “tragedia”. Desde
Hegel la tragedia ha sido definida en oposición al drama vulgar: en éste el individuo no es
responsable de sus actos sino víctima, sea de la fortuna adversa o de la sociedad; en la acción
trágica moderna, en cambio, la libertad y la conciencia individual son determinantes, el hombre
está dividido y el conflicto está dentro suyo (Heilman 79). En las obras que me interesan aquí
colapsan la sumisión y el rechazo al presente y los personajes son al mismo tiempo víctimas y
responsables. Mi hipótesis, además, es que se trata de tragedias “optimistas”, para usar una
expresión del mismo Spregelburd (2012). El final trágico es ineludible, pero lo que importa es la
manera de llegar a él.
Basura
Los personajes de Simone y de Spam hablan manifiestamente desde la nada y desde la
finitud. El narrador de la novela lo dice literalmente desde la primera página: “Pensar desde la
nada, desde este nada pasa [...] Escribir desde un final que no dejará de ser, que acaso no haya
sido otra cosa que final” (19). Monti, en Spam, ha perdido la memoria. Ninguno de los dos ha
dejado huellas: “aquí nunca pasaba nada. Nada de lo que hiciera yo o gente como yo no crearía
más que breves ondas en un estanque” le dice el novelista Noreña al narrador de Simone (34),
cuyos zapatos, si tuvieran pintura, hubieran cubierto las calles y las aceras de San Juan (76). Antes
de perder la memoria el personaje de Spregelburd disfrutaba borrando los archivos de su
investigación sobre una lengua cuyas fuentes se habían borrado también: “yo no hago copias”,
aclara (acto 2, día 7). Cuando, amnésico, busca huellas de su identidad en internet, descubre que
el nombre indicado en su pasaporte – Monti – es el del primer ministro italiano, y la web sólo
propone referencias al político: “soy invisible en el mundo real. E invisible también en el mundo
virtual” (acto 10, día 15). 192
192
Un buzo que encuentra en la isla de Malta le aconseja, además borrarlo todo (Acto 7, día 6).
326
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Aunque forman parte de ese mundo hay en los protagonistas, sin embargo, una
convivencia consciente con la basura. El de Simone parece coincidir completamente con la
ideología de la finitud: “he estado siempre como lo describo aquí: rodeado de fragmentos, de
pedazos de cosas con que poblar las horas. He aprendido a vivir entre el detrito, satisfecho de no
estar satisfecho” (38). El de Spam: “todo se dirige hacia la nada y [que] yo soy un pasajero, pero
avisado” (acto 28, día 28). En un mundo efímero que desaparece, ellos desaparecen
deliberadamente. 194 Las tareas son superfluas, como una cosecha de mangos que se pudren, en
Simone, “sin que hubiéramos hecho ni siquiera un intento por probarlos” (70) y como las
intervenciones sin firma en la ciudad. 195
Las palabras también son residuos. El narrador-protagonista de Simone es un escritor, el
de Spam un lingüista, y son espectadores – más que lectores – de una proliferación verbal que los
acosa. Se trata de palabras sueltas que, como las de Google - uno de los mecanismos operadores
de Spam – “están liberadas de su habitual sujeción a las reglas del lenguaje. Son nubes de palabras
que funcionan como colecciones de términos más allá de la gramática” (Groys, 195). El escritor
lee los anuncios de los negocios, “ese larguísimo texto urbano [...] cartografía de las palabras de
tantos seres anónimos, puestas en rectángulos de plástico o convertidas en estructuras de neón”
(46).196 El lingüista trabaja sobre una lengua desaparecida, la de los eblaítas – enteramente
inventada por Spregelburd – que carece de preposiciones, y está compuesta sólo de sustantivos.
197
El problema es la ausencia de preposiciones, como “entre”, que deben ser reemplazadas cada
193
los zapatos que usa fueron de su padre (51), las palabras de la camiseta de un hombre en Río Piedras
son “vestigios de un mundo desaparecido” (54) y una de sus citas más importantes tiene lugar en una casa
de antigüedades, en “un caos de objetos que eran restos de vidas que nada tenían que ver con la mía” (82).
194
El narrador de Simone expresa “la voluntad de perderme en una soledad que era a la vez una crisálida y
un arma arrojadiza, mi inútil desaparición y mi inútil violencia” (38) y escribe con tizas (52). El buzo de
Spam disfruta perdiéndose: “a mí me gusta el deporte, y el silencio de los peces / que, como testigos
milenarios, se mecen indolentes,/ mientras el mundo hecho de tierra se disuelve” (Acto 20, día 21).
195
“No había una autoridad personal mayor que la de esfumarse sin huellas, como si nada de lo hecho
con dedicación y gran trabajo hubiera existido” (Lalo 2012,116)
196
“Tras las palabras queda el enigma. Pero todo sabe a plástico, a sol, a baterías doble A de un aparato
hecho en China” (49). “No podría irme nunca de la ciudad que había recorrido así convertida en una página
(202)
197
Así, “gozaban de un léxico riquísimo, el más rico del que se tenga memoria en la historia de las
lenguas”(Acto 2, día 7).
327
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
vez por otros sustantivos 198 Las nuevas palabras terminan por ser escritas en la arena, y con la
arena, desaparece la lengua eblaíta. “Y sólo podemos vivir en el presente. / Y toda historia es
poesía. / Todo es poesía.”(Acto 26, día 30).
Mensajes
Ahora bien, a diferencia de otros residuos, las palabras interpelan porque “son
neuroestimulantes”, como le explica Monti a su exalumna Cassandra. Varios estudios
neurológicos han demostrado, efectivamente, que la música vocal estimula zonas diferentes del
cerebro que la instrumental: desde que hay palabras se activa el córtex auditivo izquierdo
(Wilkinson) y lo mismo sucede cuando se las ve. Así, de pronto, se convierten en mensajes: “en
torno mío ahora encontraba mensajes, aun si no me eran destinados”, constata el escritor (59).
Cuando le llega un primer mensaje real, dice, “no pensé que tuviera que ver conmigo. Parecía una
consigna, una protesta dirigida a todos y a nadie” (35). Incluso cuando ya ha recibido varios se
pregunta si es el único destinatario: “¿Cómo estar seguro que el o la que me manda los mensajes
lo hace exclusivamente conmigo? No puede, como el fanático que pega sus alegatos por la ciudad,
¿enviarlos a muchos? ¿No puedo estar siendo parte de una red de víctimas, de un espectáculo, de
una obra de arte o una broma sucia?” (73).
La red de víctimas es también digital, y el spam que recibe Monti está indudablemente dirigido a
muchos: es el típico pedido de un número de cuenta bancaria para girar millones de dólares.
Ambos profesores – el de Simone enseña literatura, el de Spam lingüística - se sienten aludidos
personalmente, y reaccionan. Los mensajes piden respuesta.199 El primer texto callejero de
Simone se pregunta “¿Hasta qué punto podemos construir una sociedad basada en la mentira y el
olvido?” (35). La descripción que hace de sí misma, precisamente, es mentirosa: no se llama ni
Lina ni Simone, no es una niña rubia blanquita de pelo corto y ojos azules sino “una mujer de
mediana edad”, con un ligero sobrepeso y pelo “negro y muerto”: es “Li, una china habitante de
una isla del Caribe” (94). El lingüista es consciente de que la niña malaya del spam, abusada por
su tío, es un fraude, y sabe también que su propia respuesta tiene otros motivos que ayudarla:
Cabe preguntarse entonces porqué esos mensajes, poco fiables, hacen mella. En primer
lugar, porque son esperados, como dice el lingüista en la cita anterior. El profesor de Simone
198
: “Los soldados se hacían escribas,/los príncipes se hacían escribas,/ los herreros se hacían escribas./ Las
mujeres se hacían escribas.”(acto 24 día 30) . El diccionario “iba creciendo, incansable/ adosado a la ciudad
civil y a sus muros inscribibles/ como un musgo,/ como un moho,/ como una piel,/ como un eslogan.”(acto
15, día 23).
199
el primero, aunque es una inscripción callejera, va acompañado de un papel bajo la puerta del profesor
que exige “quiero que me lea [..]. que me lea y leerlo a usted” (35). El spam urge también con el peligro
que corre la remitente: “Necesito su ayuda urgente” (acto 4, día 2). En ambos casos, la descripción es la
de una muchacha joven y aniñada 199 y terminan con cortesía: “Agradezco su atención y sinceridad.
Atentamente, Simone” (35). Algo menos convencional en Spam, “Si esta propuesta de negocios de la
familia ofende a la moral y valores éticos,/ acepte mis disculpas sinceras vete a tomar por tu propio culo
blanco”, traducción simultánea de “do accept my sincere apology go fuck yourself in your white ass.”
(acto 4, día 2).
328
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
confiesa también “aquí estoy, esperando el próximo mensaje, algo que no tengo en mí y que
deseo” (41). Son palabras ajenas, - citadas en el caso de Simone,200mal traducidas en Spam - pero
resuenan gracias a la transposición: “Sabía que sólo la transposición nos asegura la verdad” (63)
dice un mensaje de Li, frase que se repetirá posteriormente “escrita y numerada cien veces” (74).
Los spam de Google en la obra de Spregelburd son el ejemplo más cómico de esa transposición
(día 2, acto 4 y – no representado aún – día 29, acto 30). Ambos protagonistas descubren además
que los mensajes transponen sus propias palabras y que eso que “no tienen” son ellos mismos: el
niño que fue Monti, cuya firma descubre en el libro de visitantes de la catedral de La Valleta, los
niños que llaman la atención del escritor en San Juan: “Tuve la certeza que así debí de ser” (51)
piensa primero, “Una vez fui ese niño” confirma más tarde (66). “Agrande su pene”, es el spam
que se multiplica en la bandeja de entradas de Monti para diversión de los espectadores y va
yuxtapuesto a los mails de la estudiante Cassandra y al Spam de la joven malaya amenazada por
un tío “with a big dick”: son contrapuntos a la arrogancia del personaje.
En el caso del escritor lo que le muestra la muchacha china, como un espejo de aumento,
es su humillación. Li adoptó el nombre de Simone Weil porque la francesa “estudiaba de rodillas,
pasaba horas leyendo de rodillas. Era una filósofa humillada” (95). Para el protagonista la
humillación es ser puertorriqueño,201lo que lo lleva a hacerse pasar por paraguayo durante un
viaje. Ha llegado “al conocimiento y al asco” (61) como su amigo Diego, quien sólo al vivir lejos
“se dio cuenta de la infamia que había vivido” (21). Sabe que la ciudad es una trampa – es una de
sus pesadillas – y que no tiene salida (82) y eso lo reconoce también al exceso en Li: “¿No es el
escritor ya una especie de ser al margen de todo? “Le pregunta “Pero una china en Puerto Rico es
muchísimo más extremo” (98) contesta ella y agrega: “He estado siempre en ese mundo. En el
mundo Li Chao; el planeta cuya población total está constituida sólo por mí: una china entre más
de un billón de chinos, una china en una isla en la que no hay chinos fuera de los restaurantes,
una china que lee y hace garabatos”(99).
Lo chino dentro del mundo conocido es el misterio, lo incomprensible, lo que intimida tanto en
Spam - donde está gráficamente descrito por un chip misterioso introducido en muñecas 202 - como
en Simone. Ahora bien, Li Chao/Simone quiere escaparse de ese mundo. El escritor, en cambio,
sabe – y ese conocimiento es su tragedia – que aunque desprecie Puerto Rico no puede ni quiere
irse. Por eso le fascina un hombre que pasa sus horas en un aeropuerto sin viajar, siempre a la
frontera del viaje (26). Él también se fue de Puerto Rico, como muchos, pero tuvo que regresar
“sin saber verdaderamente a qué” (33). 203 Sabe, sin embargo, porqué se queda: “al final, quedo
yo”, escribe (58). “Sin saberlo, había llegado a mi lugar. Éste era el que debía ser, a ése que
desprecie tanto era a quien quería parecerme” (87). Es en San Juan donde es consciente de su
tragedia, de su división: “Aquí soy frágil como en ningún otro sitio. Aquí están mis grietas” (197).
Las palabras que alcanzan a Monti son siempre las mismas: “volver a casa”. En su
descripción de la lengua de los eblaítas menciona que no podía usarse la expresión “en casa” (acto
2, día 7). La madre de la niña que descubrió la muñeca con el chip chino fallado siente que le
están haciendo “un daño en su propia casa”” (acto 7, día 6). “No podré volver a casa”, constata
Monti cuando es perseguido por la mafia china (o malaya, acto 9, día 3). Así, antes de dejar
Nápoles, donde vive, se envía una carta a sí mismo, y la firma como Nicolino Monti -su hermanito
nonato - que dice “Despierta. Es hora de volver a casa” (acto 13, día 5). El “despertar” es la
conciencia: es análogo al “darse cuenta” trágico del narrador de Simone. Así, al final de Spam un
telegrafista aconseja “lo mejor es que cada uno vuelva a casa/ y se abrace largamente con quien
200
Simone – la remitente - cita incluso a Walter Benjami: “la única obra realmente dotada de sentido – de
sentido crítico también – debería de ser un collage de citas, fragmentos, ecos de otras obras” (53).
201
“A diferencia de los españoles, que “no se dan cuenta de cuán cerca están de ser nuestra copia, los
puertorriqueños están “ acostumbrados a no valer”, dice Noreña (173).
202
“Es algo en China” dice la juguetera. Y la madre de la niña damnificada: “yo sinceramente no es que de
los chinos me fíe demasiado” “usted desconfía de los chinos?” le pregunta un periodista. “ Sí. Es el único
pueblo que, digamos, me da miedo” (43.24).
203
Viendo el puerto, reflexiona que “la llegada de las naves intensificaba el sabor de la ciudad” y
comprueba algo “extrañamente increíble: San Juan existía como destino, como punto de llegada para
otros” (36).
329
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
pueda”. (Acto 30, día 26). En el último acto llega la carta, y el nombre de Nicolino, que pudo
haber sido el suyo, desencadena los recuerdos.
Despierto.
Era un día común;
La lluvia, apenas llovizna.
Los autos marchaban como siempre en lenta caravana.
Y nada en el aire,
En el silencio, en el bullicio, nada en las palabras,
Nada entre ellas,
nada en los huecos impalpables que dejaban,
podía predecir esta tragedia. (Acto 31, día 31).
Decisión
Esperar la vuelta a casa o el final trágico no es lo que nos mantiene en vilo a los
protagonistas y a los lectores/espectadores. No hay teleología en la estructura de las obras -
fragmentos como pantallazos de cronología imprecisa en Simone, actos que son flashbacks en
Spam – pero hay en ambas una narración llena de suspenso, puntuada por la expectativa de los
mensajes. Hay una búsqueda, hay acciones que se encadenan. “El drama lo concentra siempre
todo alrededor de un conflicto”, admitía Lukács en 1936, pero “solamente la práctica humana
puede mostrar concretamente la naturaleza de los individuos [...] y solamente por esto resultan
los individuos interesantes unos para otros” (184). Lo que importa, como en la lengua de los
eblaítas, es lo que hacen “entre” los mensajes, lo que provoca la transposición. “¿Qué hubo entre
esas profecías y el presente? (acto 3, día 13) se pregunta Monti y cuando se envía la carta a sí
mismo decide: “Mientras tanto [...] soy libre de perderme en este infierno” (acto 13, día 5).
El escritor puertorriqueño se lanza a la aventura y es consciente de eso: “Con este paso
es posible que nada sea como antes” (58) se dice al contestar el mensaje de Li. ”Había afirmado
con una certeza portentosa que quería a una mujer desconocida. Resultaba evidente que corría un
grave riesgo” (87). La narración es imprescindible, sin embargo: “me sentaba a escribir la historia
de nuestro encuentro. Ya no podía dejar pasar la vida presuponiendo que no pasaría nada” (128)
“Poner la vida en un libro [...] así la vida tenía un norte” (86). Lo que sucede, explica, es que “lo
amoroso constituye una historia, y las historias tienen siempre un desenlace. Al final está la
muerte física u otra de sus formas” (157). Spregelburd prefiere la analogía con la física, que
acentúa la postergación del desenlace:
[El] paradigma de la entropía positiva, que sostiene que si bien el universo debería
tender a una forma estable, fría, gris y sin vida, los infinitos roces y fricciones entre
los sistemas – aislados pero en colisión – hacen que la energía se renueve siempre y
permita postergar ese final fatalmente anunciado. Permita eso que llamamos – tanto
en física como en poesía – la vida. (2012, 23-24).
Los personajes avanzan hacia el final movidos por la falla inherente tanto al mundo como
a ellos mismos: esa es u contemporaneidad, su “estar satisfecho de no estar satisfecho:”. El
profesor puertorriqueño sale a dejar el desenlace escrito en los muros y aceras de la ciudad (201),
Monti despierta al recibir su propia carta y los dos han narrado lo sucedido. El final es inevitable,
pero entretanto la acción y el relato sostienen a personajes y espectadores, eternamente.
330
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
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Entrevista a Eduardo Lalo”. CELEHIS – Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas. Año
21, N. 24. 215-241.
331
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Noelia Dignani
Universidad Nacional de Córdoba
Introducción
Espacios superpuestos
332
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El mito de la isla como territorio ligado al paraíso perdido, fundado por aquella primera
mirada occidental de Colón sobre la geografía cubana, es parodiada en el texto de Zoé Valdés
“Retrato de una infancia habanaviejera”, incluido en la antología de Nuevos Narradores Cubanos.
Allí, la tensión entre lo cubano y lo extranjero se reconfigura a partir de la mirada de un fotógrafo
extranjero que se enfrenta con la experiencia de una niña cubana. Esto remite también a la cuestión
de qué es lo propio y qué es lo universal. Iván de la Nuez advierte en “El Destierro de Calibán”
sobre el peligro de caer en un nacionalismo exacerbado en la medida en que la revolución
universaliza la cultura, no sin vanidad, ya que su problema es “el problema”. La niña cubana no
puede pensar el mundo fuera de Cuba “El mundo entero, el imposible” (Valdés, 21).
Zoe Valdés expone allí el proceso de mitologización de la isla como territorio paradisíaco
y lo parodia:
Ya usted sabe, aquí estamos para servirle, Cuba es un eterno verano, venga a vivir
una tentación. (Valdés, 20).
A través de una estrategia narrativa que consiste en el recurso a lo visual que desnuda la
tensión existente entre la mirada del otro sobre Cuba en contraste con la mirada del propio yo (la
niña cubana) sobre sí misma y su país:
…ese conjunto de personajes tú los ves y los fotografías y ya, y luego te largas a
tu país, pero lo bueno de la foto, lo que tú te pierdes, es ese más allá que hay de
la puerta padentro, detrás del niche canoso. Por esa puerta padentro hay una
lobreguez que le para los pelos de punta al más pinto. ¡Una miseria que quisieran
las favelas venezolanas o brasileras! (…). Debe de ser extrañísimo eso de ser
extranjero, (…) sin inquietarse por si llegó el huevo o si la leche se cortó con el
calor (…) A mí cuando me preguntaban de chiquita que quería ser cuando sea
grande respondía que extranjera. (Valdéz, 19, 21).
Yo me fui al baño. Algo que no sabría explicar, una sospecha, hizo que empujara
una puerta, y entrar en la habitación del final del pasillo fue como entrar a otra
casa. (Ponte: 134)
Las monedas falsas que se fabrican en esa habitación sirven de contraseña para el ingreso
a otro espacio: un túnel, descubierto en medio de una avenida poco iluminada, que encierra a su
vez un segundo túnel, el cual desemboca en una especie de ciudad subterránea, levantada con los
“derrumbes” de la ciudad de arriba:
333
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Yo tendría que cruzar su entrada y buscar una puerta que contenía una puerta más
pequeña (…) sólo así (…) habría llegado a Tuguria, la ciudad hundida, donde
todo se conserva como en la memoria. (Ponte: 138)
Pero esta ciudad subterránea, a diferencia de la ciudad “de arriba”, es una ciudad desolada
y enorme, anclada en el pasado, hecha sólo de memoria, de la que ya no se puede salir.
En los relatos de Yoani Sánchez, la imposibilidad del espacio real lleva a la configuración
de un alter-espacio, un espacio otro hecho de virtualidad: un sitio llamado “Generación Y”, una
“bestia virtual” pero cuya anatomía se nutre de la “Cuba real”. En estos textos particularmente,
se percibe lo que Calomarde denomina “el desarme del mito político latinoamericano”, ya que el
lazo que une a esa generación es:
…la dosis necesaria [de cinismo] para habitar una sociedad que sobrevivió a sus
propios sueños, que vio agotarse el futuro antes de que llegara. (…) En ausencia
de utopías a las que aferrarse la nuestra es una generación de plantas en el suelo,
vacunada de antemano contra los ensueños sociales. (Sánchez: 8).
Aquí también el espacio se configura como un espacio dentro de otro, “la blogósfera
dentro de la isla” donde todo funciona por oposición al mundo real: allí es posible decir todo
aquello que el narrador no se atreve a decir en la vida real, y ese espacio virtual funciona de
manera inversa al espacio de la realidad:
Así que mientras pierdo amigos en el mundo real (…) el ciberespacio me genera
nuevas y virtuales compañías (Sánchez: 13).
Allí, en esa especie de alter-espacio, sí es posible construir una identidad, y sentirse una
ciudadana.
Por otro lado, en el relato de Mitrani, “No hay regreso para Johnny”, el espacio se
configura en la tensión allá-aquí (Estados Unidos-Cuba). El personaje de Johnny figurativiza a
Estados Unidos, el cual:
Los discursos de los personajes van articulando una visión en contrapunto del “allá”
(Estados Unidos) y del “aquí” (Cuba), donde:
…si los hospitales aquí son gratis, de que si las operaciones allá cuestan miles de
dólares y aquí, hasta uno de nosotros puede hacerse una.”. (Mitrani: 147).
Mirá ahora la cara que pone la gente cuando me bajo del carro con Johnny, (…)
yo misma empecé a verme distinta, a descubrir mis virtudes, a darme valor.
(Mitrani, 151).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El espacio imposible
Los países invisibles son aquellos que han sido intervenidos por el discurso del
otro y éste habló y habla por ellos convirtiéndose en el experto de las máscaras
mudas o apenas balbucientes en que dicho discurso los ha convertido”. (Lalo, 31).
En el recorrido del espacio vuelve a ser fundamental la mirada: para Eduardo Lalo
“caminar una ciudad equivale a descubrir su escritura.”. La mirada define y delimita, construye
y ordena, y el texto se convierte en la huella de ese ordenamiento.
Finalmente, en “Aquí yace cualquier hombre”, de Michel Encinosa Fu, también el
espacio se tensiona entre el “aquí” y el “allí, como en el relato de Mitrani, pero en este caso por
la inminente partida de una realizadora cubana pronta hacia el exilio “con matrimonio y todo”. El
aquí es el espacio de lo imposible, de lo que no se pudo o no se puede hacer, los personajes del
“aquí” son todos artistas frustrados, dedicados a otros oficios, que no han podido hacer nada con
su arte. El “aquí” es la frustración, la imposibilidad, “nadar y nadar sin alcanzar la orilla”. Nada
se puede hacer permaneciendo aquí, pero hacerlo allá carece de sentido y así lo advierte el
personaje que ya ha decidido partir:
Quiero hacer cosas, cosas muy grandes, geniales, que le abran los ojos a la gente,
y quiero hacerlas aquí, para la gente de aquí. ¡Aquí, coño! (Encinosa Fu, 21).
En este caso, la tensión entre poder-hacer (allá, afuera) y no-poder-hacer (aquí, adentro)
llega al extremo de la muerte. Un altar de basura desmemoriado se levanta en el espacio de la
muerte, altar sin nombre, sin fama, sin memoria. El narrador es un escritor que nunca ha sido
335
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
leído porque nunca ha podido publicar un libro, lo que nos recuerda a aquello de tradición
invisible escrita pero sin leerse, perdida, desamparada, sin casa aun en su casa. (Lalo).
A modo de conclusión
Iván de la Nuez propone dejar atrás el paradigma del sujeto histórico cubano asociado
con Calibán, paradigma de la barbarie y rebelde ejemplar, y focalizar en el momento en que
Calibán abandona la isla, imagen más operativa para identificar al nuevo sujeto cubano signado
por la migrancia y el exilio. Los procesos migratorios han provocado la cancelación del contrato
entre cultura nacional y territorio; la cultura nacional ya no equivale a la producida en la isla,
abriendo una extensión de los espacios productores de cultura. De allí la noción de
“transterritorialidad”. El arte se vuelve entonces una geografía para circunnavegar, para entender
“el saber estar en el planeta”, convirtiéndose en el punto fundador del espacio cubano. (De la
Nuez, 1997).
Los textos propuestos para este corpus presentan una particular construcción de los
espacios, organizados la mayoría a partir de la oposición aquí-allá.
Ante el desgarro entre el sujeto y su espacio de pertenencia, que se vuelve el espacio del
no-poder, se construyen a través del discurso otros espacios, que se superponen y se multiplican,
y la identidad se fragmenta también signada por aquel desgarro. El discurso busca entonces
reconstruir un espacio en ruinas, un espacio lejano o un espacio que se vislumbra como imposible.
Como dice Reynaldo, todo lo que el hombre hace se cae, por lo tanto la única realidad
que permanece es la que se construye a través de la palabra.
Bibliografía
Material Audiovisual
Borchmeyer, Florián y Hentshchler. Habana. Arte Nuevo de hacer ruinas. 2006. (Disponible en
http://www.youtube.com/watch?v=khrpQ5uQqwI. Fecha de último acceso: 27/11/2014).
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Resumen
Palabras Clave
Territorio, Pluriversidad, Contexto, Memoria, Narrativas.
Introducción
204
Doctora en Pedagogía. Universidad de Bolonia –Italia (09/07/2013). Título en Sociología.
Universidad de Bolonia Italia (30/04/ 2009) Especialista en Derechos Humanos. Escuela de
Administración Pública ESAP- Bogotá (25/02/2000). Coordinadora de la Maestría en Educación del
Sistema Universitario Estatal del Caribe (SUE CARIBE). Docente investigadora adscrita al grupo
AA‟IN -Núcleo para los estudios inter y multiculturales- Universidad de la Guajira Riohacha, con
experiencias de trabajo compartido con el pueblo U’wa en Colombia y con comunidades indígenas
Tsotsil y Tseltal en el estado de Chiapas-México y con comunidades de la Nación Quechua en el
municipio de Cochabamba, en el Estado Plurinacional de Bolivia, con publicaciones en distintas
revistas arbitradas. Correo: [email protected]
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Enfoque Metodológico
La Matriz TerritorioCuerpoMemoria
Imagen No. 1
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
TerritorioMemoria
Establecer este dialogo implica la conexión con las diversas interpretaciones que dan
sentido al territorio como aquel espacio tiempo donde el cuerpo y la memoria se entrenzan,
dando origen a los diversos modos como los pueblos construyen, custodian y transmiten el
conocimiento.
En este sentido, comparto el significado del territorio, “kinal”, para el pueblo Tseltal de los altos
de Chiapas en México.
“Kinal quiere decir medio ambiente y en algunas ocasiones terreno, pero significa
también mente, y la mente se configura en gran parte por la experiencia del medio
ambiente y al mismo tiempo el medio ambiente se reconfigura según las acciones de
los humanos. El K’inal no es solamente el territorio, visto que también “Ch’ul Chan”
(la sagrada serpiente, el cielo) forma parte del K’inal. K’inal, es donde transcurre
toda la vida, sobre la Tierra y en el Aire. El K’inal esta también la dimensión donde
el Cuerpo deja el Ch’ulel. El K’inal está conectado con otros mundos y otros niveles
del “Ch’u Chan; es también el Espacio/Tiempo” (Paoli, 2003: 43)
En esta dimensión del territorio se tejen también los tiempos de la memoria, tiempos
cíclicos que no responden a los tiempos lineales desde los cuales se registra la historia oficial,
como se puede comprender en los estudios realizados por Reyes en una compilación sobre la
cosmovisión de los pueblos andinos, mayas y Nahuas.
Un territorio donde reposan los tiempos y los sujetos de la narración, otorgando fuerza a
la memoria de un aquí y un ahora que no se desconecta del pasado como bien se expresa en la
cosmovisión de la nación Quechua del Estado Plurinacional de Bolivia, donde el pasado está
adelante y el futuro está atrás y donde la voz que nombra habla desde un “Jiwasa” –nosotros más
los otros - en la gramática aymara.
339
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Finalmente, un territorio que otorga a los seres humanos una nueva percepción del
espacio y del tiempo trascendiendo la estrechísima visión a la que le condena el individualismo,
aquello que el biólogo mexicano Víctor Toledo llama “Conciencia de especie”, la cual relaciona
en modo directo con la “topoconciencia” que permite al individuo incorporarse, es decir, tomar
conciencia de su propio cuerpo y de su ubicación en el espacio y la “cronoconciencia”, que
permite derrumbar la construcción de la modernidad que conforma una época donde los
individuos tienden a ser mutilados en su capacidad para percibir el tiempo como proceso de la
memoria histórica. (Toledo, 2009: 220).
Imagen No. 2
Así entonces, narrar el Caribe Colombiano implica un abordaje desde orillas y bordes que
permitan la lectura de las diferentes corpografías, es decir algo que vaya más allá de las divisiones
geopolíticas y que permita configurar desde la conexión TerritorioCuerpoMemoria las diferentes
realidades que configuran los contextos pluriversos de los cuales la presente colaboración se
ocupa.
340
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
considerando que en Colombia existen ciento dos pueblos indígenas, sesenta y ocho lenguas
nativas y catorce familias lingüísticas(MEN, 2013), diversidad de la cual el Caribe Colombiano
cubre un espacio significativo como podemos observar en el mapa, presentado a continuación que
aglutina por departamentos las siguientes culturas indígenas. Atlántico: Mokana. Cesar: Arhuaco,
Kogui, Wiwa, Kankuamo, Bari, Chimila. La Guajira: Arhuaco, Kogui, Wayuu, Wiwa.
Magdalena: Arhuaco, Chimila, Kogui, Wiwa. Sucre: Senú. Córdoba: Embera Katío, Senú.205
Imagen No. 3
Hablar entonces del Caribe Colombiano sólo desde una orilla trae a la luz los registros
que reflejan el continuum de la Historia Nacional en Colombia como una construcción desde los
grupos dominantes que la han escrito desfigurando y fragmentando las narraciones de la memoria
colectiva de los pueblos a través de instrumentos tan eficientes como la educación y la religión,
pilares fundamentales en la construcción del Estado-Nación, que como bien lo explica Anderson
se consolida precisamente a partir del surgimiento de la lengua escrita que abrió caminos a la
institucionalización de una lengua común, una religión común y una cultura común con la
metrópoli.
La memoria da cuenta de aquellos registros simbólicos donde los lugares, los tiempos y
los lenguajes de la memoria tejidos desde la oralidad van tejiendo caminos que se encuentran o
205
Fuente: DANE CENSO 2005. Libro “Colombia una Nación Multicultural. Su Diversidad Étnica” -2007
Información extraída de la Tabla 1. Pueblos indígenas o Etnias predominantes, según divisiones territoriales
y departamentos
341
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
se desencuentran dependiendo del locus de enunciación, es decir, quien narra, quien nombra,
quien suplanta a quien o quien dice representar a esos “otros” de los cuales solo se conocen los
registros escritos de una historia muchas veces mal contada.
La Historia cuantifica cifras, estadísticas y a través de una línea del tiempo presenta
escritos producto de dinámicas generadas desde estructuras de poder. Poner al centro del debate
la memoria como hilo conductor de los registros del Caribe Colombiano obliga a una reflexión
obligada sobre la distancia marcada por los procesos andinocéntricos desde los cuales el gobierno
central ha marginado no solo las regiones sino los procesos y los cuerpos que conforman el
llamado Caribe Colombiano, entre ellos el Caribe Seco del cual da cuenta la profunda
investigación realizada por el investigador Ernell Villa, presentada en su tesis doctoral.206
Reflexiones Finales
En este sentido se refuerza la intención de poner al centro del debate académico las
exclusiones legitimadas desde la constitución de los Estados-Nación a través de prácticas que al
tiempo que propician prácticas de negación, sostienen la violencia epistémica, consolidando
prácticas de “colonialidad del poder, colonialidad del saber y colonialidad del ser”. (Walsh, 2010),
colonialidad de la cual han sido objeto no solo los pueblos indígenas, las companias Rom (gitanos)
sino en forma marcada la población afrocolombiana, palenquera y Raizal, que asciende a
10.562.519, cuya localización si bien se concentra en las regiones de la llamada región Caribe, no
siempre, como se puede apreciar en el siguiente mapa, son bañadas por costa alguna, situación
que quiere llamar la atención sobre el uso inadecuado del topónimo de “costeño” con el cual se
refieren en todo el país a los habitantes de la región Caribe, generando estigmas y consideraciones
que no reflejan las dinámicas identitarias, culturales y lingüísticas propias de los contextos
pluriversos.
Imagen No. 4
206
Para profundización consultar la tesis doctoral del autor. “Recorriendo Memoria Encontrando Palabra:
Las Narrativas de las comunidades negras del Caribe Seco Colombiano. Una instancia de Educación
Propia.”
342
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografia
207
Cátedra de Estudios – Afrocolombianos. Revolución Educativa, Colombia Aprende, Bogotá 2004. - p,
25
343
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
344
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
345
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En 1961, en el marco del Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba, Fidel Castro
(1961) señalaba “Que cada cual escriba lo que quiera […]. Nosotros no le prohibimos a nadie que
escriba sobre el tema que prefiera. Al contrario. Y que cada cual se exprese en la forma que estime
pertinente y que exprese libremente la idea que desea expresar […]. Pedimos al artista que
desarrolle hasta el máximo su esfuerzo creador […]”.
Existía, muy tempranamente en el proceso revolucionario, una controversia explicita sobre
los caminos a seguir en cuanto a la creación artística y el quehacer de los artistas e intelectuales
en la construcción del socialismo. El hecho de que Fidel señalara la libertad como elemento
central de la creación artística, se debe a que se distinguían al menos dos puntos de vista al
respecto: el que abogaba por un arte más libre, heterodoxo, y otro que veía en el realismo socialista
el referente a seguir en Cuba. Se desarrollaba, en términos de Bourdieu, un debate dentro del
campo intelectual.208 Como ejemplo significativo se encuentra la polémica entre Blas Roca y
Alfredo Guevara en 1963. Blas Roca defendía la tesis de que el realismo socialista era la escuela
por la que el arte cubano debía optar, pues permitía retratar el entusiasmo y la realidad
revolucionarios, mientras tanto Alfredo Guevara la impugnaba al considerar que el realismo
socialista reducía las expresiones artísticas a cuestiones meramente políticas.
El socialismo y el hombre en Cuba, de Ernesto Guevara, publicado por vez primera un 12
de marzo de 1965 en Marcha, se inserta en esta polémica trascendental sobre el arte en la
construcción del socialismo cubano. En primer lugar, el Che recalca que en el lapso vivido
entonces en Cuba se estaba en una fase no prevista por Marx, una etapa “de transición”, el periodo
de “construcción del socialismo”. Que respalde su proposición en Marx, en un diálogo con él, es
un aspecto que le servirá para inmediatamente contrarrestar las ideas del “escolasticismo que ha
frenado el desarrollo de la filosofía marxista”.209
Guevara insistirá en que en su realidad concreta, en ese periodo de construcción socialista,
la “economía política no se ha desarrollado, debemos convenir en que todavía estamos en pañales
y es preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales del mismo antes de
elaborar una teoría económica y política de mayor alcance” (264). Puntualiza que “Desde hace
mucho tiempo el hombre trata de liberarse de la enajenación mediante la cultura y el arte”, y anota
que en el capitalismo “Los rebeldes son dominados por la maquinaria y sólo los talentos
excepcionales podrán crear su propia obra. Los restantes devienen asalariados vergonzantes o son
triturados”. Porque “Si se respetan todas las leyes del juego se consiguen todos los honores; los
que podría tener un mono al inventar piruetas”. En el capitalismo, “se combate la idea de hacer
del arte un arma de denuncia”. En Cuba, “La investigación artística cobró nuevo impulso”, sin
embargo “en los propios revolucionarios se mantuvo muchas veces esta actitud, reflejo del
idealismo burgués en la conciencia" (265). A la vez que realiza esa crítica, no pierde de vista que
en procesos parecidos al cubano:
208
Pierre Bourdieu, “Campo intelectual y proyecto creador”, en Nara Araujo, Textos de teorías y crítica
literaria: del formalismo a los estudios poscoloniales, México, UAM Iztapalapa, 2003.
209
Ernesto Guevara, “El socialismo y el hombre en Cuba”, Escritos y discursos, tomo 8, La Habana,
Editorial Ciencias Sociales, 1977.
346
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
casi sin conflictos ni contradicciones, que se buscaba crear […] Así nace el realismo
socialista […] (Guevara,1977)
210
Michel Foucault, Las palabras y las cosas (una arqueología de las ciencias humanas), México, Siglo
XXI, 2007, p.44.
347
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
historia contada, la idea de una nueva narrativa que fusione una apuesta artística con las
preocupaciones políticas. El hombre nuevo, en ese sentido, va naciendo también desde el escritor.
El arquetipo del hombre nuevo, el personaje del guerrillero, encontró igualmente una caja de
resonancia en la narrativa mexicana.211
En Cuba, la desaparición de la Unión Soviética y el periodo especial afectaron
significativamente el devenir de la literatura que derivó en el replanteamiento del hombre nuevo
en tanto modelo. Jorge Fornet ha caracterizado a ese tipo de literatura como “literatura del
desencanto”. En Los nuevos paradigmas. Prólogo narrativo al siglo XXI, señala dos momentos
de quiebre para la narrativa de Cuba que iniciarían el desencanto: la caída en combate del Che y
el caso Padilla. Los cuentos, las novelas, cuestionaron la idea del hombre nuevo convertido en
parte fundamental del discurso estatal cubano. Vale aclarar, además, que esa narrativa abarca
diferentes promociones de escritores cuyas obras aparecieron entre las décadas de 1980 y 1990.
Las iniciales de la tierra (1986) de Jesús Díaz, plantea el problema de la transformación
del hombre nuevo en la vida cotidiana cubana y, especialmente, la paradoja de cómo ser ejemplar
militante del partido ante problemas tan poco “serios”, tan intrascendentes, como las relaciones
amorosas o las rivalidades políticas con otros militantes. La novela señala la contradicción
constante, la aspiración entre el futuro y lo nuevo, y el presente que se vuelve viejo. Carlos Pérez
Cifredo, quiere ser ese hombre nuevo pero su drama reside en que no acaba de serlo, en que no
ha podido serlo en todos los ámbitos o, tal vez, en ninguno.
El lobo, el bosque y el hombre nuevo de Senel Paz es el texto que, a decir de Jorge Fornet,
“fue a la vez una inauguración y una clausura”. En el cuento de Paz, “aún había sitio para la
utopía, para ese Hombre Nuevo” (Fornet 2007). Desde esa perspectiva, lo que se suscita es, desde
luego, una revisión del hombre nuevo a través de los personajes centrales del cuento: David y
Diego. Éste último es relevante en el texto, pero quizá lo sea más fuera de él, en un debate con la
realidad cubana. Ivonne Sánchez Becerril (2013), ha trabajado sobre las repercusiones del hombre
nuevo en la literatura de Cuba, especialmente en la novelística y anota al respecto “El ¿mito?,
¿fantasma?, ¿sueño?, del HN (Hombre Nuevo) ha sido en la narrativa cubana, a partir de los
noventa, una especie de metonimia de la situación de la isla; pero también una metáfora que
aborda la problemática de la experiencia en constante confrontación que viven los sujetos que se
formaron en un diálogo con ese ideal”. Es de llamar la atención que tanto para críticos literarios
como para los escritores, en especial si se trata de literatura cubana, se tome inevitablemente al
hombre nuevo como referencia obligada para problematizar sobre la realidad cubana.
Pero la influencia del Che y del hombre nuevo en la literatura latinoamericana está
fuertemente marcada en el Libro de Manuel de Julio Cortázar. La novela publicada en 1973, a
dos años de ocurrido el caso Padilla, es la obra que más explora, por la temática, por el intento de
conjugar literatura y compromiso político, el ideal del hombre nuevo en el sentido planteado por
el Che. Cortázar reconocería, luego de su publicación y las críticas que acarreó, que Libro de
Manuel no estaba literariamente lograda, que tenía fallas, pero valía en su voluntad de forma, en
la exploración del lenguaje, y en las críticas que sus personajes hacían a la militancia de izquierda,
desde la izquierda.
Cortázar centra su crítica mordaz en la forma de entender la revolución y la militancia
política. Por eso, los personajes de La Joda, especialmente Andrés, suerte de alter ego
cortazariano, cuestionarán desde diferentes planos la revolución: en el amor, en el arte. No es un
hecho menor que Cortázar, plenamente convencido de que el futuro de la humanidad debía ser
socialista, increpara sin sentimiento de culpa el camino que Cuba había tomado en cuestiones
culturales. Esa novela del cronopio trata de recuperar al hombre nuevo de Guevara en el sentido
más lato. Libro de Manuel es un libro de optimismo desencantado: al mismo tiempo que aboga
por la necesidad de la revolución, cuestiona las formas burocráticas, las censuras, la mojigatería
revolucionaria.
En un momento del relato Andrés señala “Cuando ves cómo una revolución no tarda en
poner en marcha una máquina de represiones psicológicas o eróticas o estéticas que coincide casi
simétricamente con la máquina supuestamente destruida en el plano político y práctico, te quedás
211
Patricia Cabrera López y Alba Teresa Estrada, Con las armas de la ficción: el imaginario novelesco de
la guerrilla en México, México, UNAM/CEIICH, 2012.
348
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
pensando si no habrá que mirar más de cerca la mayoría de nuestras elecciones” (192). No se
trata pues de negar la revolución sino de la forma en que ésta, ya hecha e institucionalizada,
impone trabas al arte que, en palabras del Che, debe significar para el ser humano “una emanación
de sí mismo”. Libro de Manuel interroga constantemente ese hacer revolucionario que “en lo que
llevamos visto el hombre nuevo suele tener cara de viejo apenas ve una minifalda o una película
de Andy Warhol” (98).
La dicotomía de los personajes de La Joda, si acaso existiera, no está entre el pasado y el
futuro abstracto, sino entre lo que se vive y lo que esa vivencia posibilita para vivir. En Cortázar
la situación de artista, de creador, es la condición sine qua non para la liberación completa del ser
humano. De hecho, el intento de fundir la literatura y el compromiso político es una manera de
renovación, humana, literaria, intelectual. Lo “auténticamente revolucionario” en Cortázar está
basado en el rechazo de todo dogmatismo que pone trabas a la expresión artística. Libro de
Manuel apela también a una nueva manera de entender la revolución y la militancia política, sin
que ninguna de las dos signifiquen, necesariamente, el deshacerse de gustos y placeres que en el
lenguaje más acartonado de los burócratas revolucionarios pudieran tacharse de burgueses o
contrarrevolucionarios. Es relevante, por eso, que Andrés sea el personaje que concluye con la
tarea que La Joda se había impuesto: los recortes, los informes, sobre la tortura y el saqueo en
Latinoamérica para que el pequeño Manuel, en el futuro, supiera de esas atrocidades.
Si el Osvaldo Puente, de Benedetti, lucha por coexistir con el burgués que fue, el Andrés
cortazariano sabe que el hombre nuevo es la espiral de sí mismo. No le pesa y no intenta jamás
renunciar al que fue, sino que también con esas reminiscencias del pasado se transforma. El
hombre nuevo es, desde la perspectiva de Cortázar, mucho más parecido a Andrés que a cualquier
militante revolucionario cuya vida deja fuera el amor, el erotismo, el juego, el placer. Porque
solamente a través de esas pasiones humanas el hombre nuevo puede construirse, porque ellas,
como el arte, son “emanación de sí mismo”.
A cincuenta años de su publicación, El socialismo y el hombre en Cuba, los problemas
que aborda, la polémica sobre el arte y el ser humano, son de una extraordinaria vigencia. Sobre
todo, en este contexto donde la tendencia del consumo, de deshumanización, es apabullante. El
Che creo, como los buenos escritores, un personaje literario que anda sus propios caminos, que
se emancipó de su ensayo para convertirse en un personaje paradigmático, desde y para la
literatura.
Bibliografía
Bourdieu Pierre (2003) “Campo intelectual y proyecto creador”, en Nara Araujo, Textos de teorías
y crítica literaria: del formalismo a los estudios poscoloniales, México, UAM-Iztapalapa, p.157-
184.
Cabrera López Patricia y Estrada Alba Teresa (2012). Con las armas de la ficción: el imaginario
novelesco de la guerrilla en México, México, UNAM/CEIICH.
Castro Fidel (1961). Palabras a los intelectuales, discurso pronunciado el 30 de junio, disponible
en www.cuba.cu/gobierno/discursos.
Cortázar Julio (2009). Papeles inesperados, México, Alfaguara.
Fornet Jorge (2007). Los nuevos paradigmas. Prólogo narrativo al siglo XXI, La Habana,
Editorial de Letras Cubanas.
Foucault Michel (2007) Las palabras y las cosas (una arqueología de las ciencias humanas),
traducción de Elsa Cecilia Frost, México, Siglo XXI.
349
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Gilman Claudia (2003). Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario
en América Latina. Buenos Aires, Siglo XXI.
Guevara Ernesto (1977). “El socialismo y el hombre en Cuba”, Escritos y discursos, tomo 8, La
Habana, Editorial Ciencias Sociales, p.253-272.
Sánchez Becerril Ivonne (2011). La sombra del hombre nuevo en Ena Lucía Portela, disponible
en www.academia.edu.
350
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Luego del triunfo revolucionario en Cuba, los debates respecto de la noción de intelectual
ocuparon la agenda latinoamericana, en el amplio campo de la izquierda. Diversas
investigaciones, en los últimos años, se han ocupado de la índole de esos dilemas y tensiones
generados en la década de 1960 respecto del lugar y del papel de los intelectuales y de los
escritores en el ámbito político, también de la relación entre la producción artística, dentro de ella,
la literaria y la militancia o de las posiciones de los escritores y artistas vinculadas a los cambios
sociales y políticos. 212 La mención rápida al contexto cultural y político de la década de 1960 se
torna necesaria porque el nicaragüense Sergio Ramírez, autor de quien he de hablar en este
simposio, en 1959, inició sus estudios universitarios en la ciudad de León, Nicaragua. La
universidad, en este caso, constituyó un espacio propicio para consolidar su formación intelectual
e integrarse a una comunidad discursiva que discutía y fundaba sus opiniones no en la autoridad
de clase, sino en la fuerza de sus argumentos y en la aprehensión de un capital discursivo para
operar cognitiva e ideológicamente. Ramírez, en una entrevista en 2004,213 vincula su formación
política con las vivencias universitarias. Él mismo elabora un relato de su propia iniciación
política ligada a acciones callejeras relacionadas con la lucha contra la dictadura somocista;
reconoce que como consecuencia del reciente triunfo de la revolución cubana, existía en
Nicaragua un clima favorable a la lucha armada; narra los acontecimientos que originaban
situaciones de agitación política; entre ellos, el apoyo de Cuba a posibles acciones en contra de la
dictadura somocista.214 De hecho existieron, en Nicaragua en ese año, intentos de derrocamiento
del régimen.215 El clima de confianza en el cambio se traducía en acciones de agitación y de debate
materializadas, por ejemplo, en protestas callejeras realizadas por los estudiantes universitarios.
La más recordada y cruenta fue la masacre de estudiantes en León, el 23 de julio de 1959.216
212
Claudia Gilman, Nadia Lie, Juan Carlos Quintero Herencia, entre otros.
213
La entrevista fue realizada por Silvia Cherem y publicada bajo el título Una vida por la palabra.
214
Ramírez relata el inicio de su experiencia de vida en la universidad; señala que se habían suspendido las
clases universitarias debido a los rumores acerca del desembarco en Nicaragua de un grupo de opositores a
Somoza, encabezados por Joaquín Chamorro y Luis Cardenal quienes, sin ser marxistas, habían solicitado
el apoyo del Che Guevara. Aunque Cuba apoyaba a otro grupo de nicaragüenses que sí eran marxistas,
integrado por Carlos Fonseca, entre otros, Guevara les aseguró su apoyo si lograban ingresar en Nicaragua.
Ese desembarco proveniente de Costa Rica fracasó. Poco tiempo después, ya cuando habían comenzado las
clases, se produjo el otro intento preparado desde Honduras que sí tenía el apoyo del Che como delegado
de Fidel Castro para atender a los grupos revolucionarios en América Latina, que buscaran derrocar a los
dictadores. Entre la Guardia somocista y el ejército de Honduras, los masacraron ─tal acontecimiento se
conoce como la masacre de El Chaparral. Incluso se había difundido la noticia de que Carlos Fonseca había
muerto quien, en realidad, había sido herido y trasladado a Tegucigalpa (Cherem 73).
215
Ramírez señala que se habían suspendido las clases universitarias debido a los rumores acerca del
desembarco en Nicaragua de un grupo de opositores a Somoza, encabezados por Joaquín Chamorro y Luis
Cardenal quienes, sin ser marxistas, habían solicitado el apoyo del Che Guevara. Aunque Cuba apoyaba a
otro grupo de nicaragüenses que sí eran marxistas, integrado por Carlos Fonseca, entre otros, Guevara les
aseguró su apoyo si lograban ingresar en Nicaragua. Ese desembarco proveniente de Costa Rica fracasó.
Poco tiempo después, ya cuando habían comenzado las clases, se produjo el otro intento preparado desde
Honduras que sí tenía el apoyo del Che como delegado de Fidel Castro para atender a los grupos
revolucionarios en América Latina, que buscaran derrocar a los dictadores. Entre la Guardia somocista y el
ejército de Honduras, los masacraron ─tal acontecimiento se conoce como la masacre de El Chaparral.
Incluso se había difundido la noticia de que Carlos Fonseca había muerto quien, en realidad, había sido
herido y trasladado a Tegucigalpa (Cherem 73).
216
Ramírez narra los sucesos de ese día con detalle; relata que luego de la noticia de la represión a los
grupos revolucionarios, los estudiantes decidieron suspender una movilización festiva y reemplazarla por
una que manifestara el luto por los caídos y el rechazo a la dictadura. Luego de un altercado con la Guardia,
351
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Ramírez manifiesta haber sido partícipe testigo de esos hechos y los considera definitivos para su
toma de consciencia política.
Es posible conjeturar que los debates en torno al lugar de los escritores en los procesos
revolucionarios difundidos por Casa de las Américas, por ejemplo,217 eran conocidos en
Nicaragua porque el grupo al que pertenecía Ramírez conformó el denominado Frente Ventana,
un colectivo político cultural, cuya acción más destacable fue la publicación de la revista del
mismo nombre, durante cuatro años (1960 y 1964), que demuestra una puesta al día respecto de
cuestiones literarias, aunque también tuvo el perfil de una revista universitaria, por lo cual
aparecen notas sobre el compromiso de la universidad y sus intelectuales con la sociedad y la
coyuntura política. Sin embargo, el carácter de la iniciación del propio Ramírez y el modo en que
los jóvenes que más tarde integrarán el Frente Sandinista asumen la tarea revolucionaria es bien
diferente a cómo se vivía y conceptualizaba la cuestión en el contexto cubano. Aunque la mayoría
de ellos eran escritores, poetas particularmente, no conciben la tensión entre política y literatura
o entre militante y letrado, con la carga de culpabilidad expuesta paradigmáticamente por Roberto
Fernández Retamar en el conocido poema “El otro”,218 por ejemplo, ni se hacen cargo del pecado
original según señalaba el Che en el recordado artículo de 1965, publicado en Marcha. 219
“Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original” (y del realismo socialista)
A partir de la conjetura planteada arriba referida al modo en que los nicaragüenses, que
luego integrarán el Frente Sandinista de Liberación Nacional, asumieron el vínculo entre las
actividades intelectuales (entre ellas la literatura y la revolución) propongo un análisis del cuento
de Sergio Ramírez “Charles Atlas también muere” porque en gran medida ese texto condensa la
posición que Ramírez asumirá en el gobierno revolucionario, una especie de “escriba de la
nación”, y expresa una concepción no tensa entre la producción artística (la creatividad
intelectual) y la acción revolucionaria. El cuento fue publicado en 1976, en un volumen que lleva
el mismo título, aunque fechado en 1970.
El cuento se inicia con un exergo, una frase en inglés tomada de The Miami Herald:
“Charles Atlas swears that sand story is true” (Charles Atlas jura que la historia de la arena es
verdadera).220
La imagen de Charles Atlas, un hombre con gran desarrollo muscular que, en algunas
revistas, aparece con un globo terráqueo en sus espaldas como el dios griego221 y, en otras,
cuando ya parecía todo solucionado y los estudiantes se retiraban hacia la universidad, los soldados
arrojaron gases lacrimógenos y abrieron fuego hacia la multitud de espaldas, en retirada, como
consecuencia hubo gran cantidad de heridos y cuatro jóvenes muertos (Ramírez 1971, 121-126 y Cherem,
75 y ss.).
217
Roberto Fernández Retamar publica “Hacia una intelectualidad revolucionaria en Cuba”. Casa de las
Américas 40 (enero/febrero 1967): 4-18 y el número 45 de Casa de las Américas, del mismo año dedica un
dossier titulado “Situación del intelectual latinoamericano”. Escriben allí Julio Cortázar, Mario Vargas
Llosa, Mario Benedetti, René Depestre, Roque Dalton, Enrique Lihn, Alejandro Romualdo, entre otros.
Más tarde, en 1969, se edita el libro El intelectual y la sociedad, por la editorial Siglo XX, que consta de
un conjunto de ensayos breves y son presentados como una “conversación”. Escriben Fernández Retamar,
Roque Dalton, Edmundo Desnoes, René Depestre, Carlos María Gutiérrez, Anbrosio Fornet.
218
“Nosotros, los sobrevivientes/ ¿a quiénes debemos la sobrevida?/ ¿quién se murió por mí en la ergástula/
quién recibió la bala mía/ la para mí, en su corazón?/ ¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,/ sus huesos
quedando en los míos;/ los ojos que le arrancaron, viendo/ por la mirada de mi cara,/ y la mano que no es
su mano,/ que no es ya tampoco la mía,/ escribiendo palabras rotas/ donde él no está, en la sobrevida?"
(Morán, Francisco ed., 167)
219
“[…] la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son
auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero
simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original”
(217).
220
En castellano: “Charles Atlas jura que la historia de la arena es verdadera” (traducción propia).
221
Por ejemplo, la portada del folleto o revista Salud y fuerza perdurables por Charles Atlas tiene una foto
de un hombre con músculos muy marcados, con una de las rodillas apoyadas en el piso y globo terráqueo
352
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
sobre la espalda. En el interior, aparecen fotografías, que muestran distintas partes del cuerpo con sus
músculos en posición de tensión. http://www.todocoleccion.net/reviata-salud-fuerza-perdurables-por-
charles-atlas-ano-1954-mi-secreto-tension-dinamica-ver-fot~x28008784
222
Ángelo Siciliano era el nombre de Charles Atlas, hasta que decidió cambiarlo legalmente (en 1912);
un inmigrante italiano que llegó a Estados Unidos a los once años y, según el relato difundido, un niño
débil de quien todos se burlaban, por lo que comenzó a ejercitarse con pesas, sin resultados hasta que
descubrió el método de tensión y relajación con el uso sólo de unas cuerdas. Los datos referidos tanto
al comic publicitario como a la vida de Charles Atlas fueron tomados de “The insult Ad That Made an
Iron Out of Mac”. Comic History. Hogan’s Alley. The magazine of the Cartoon Arts. May 09, 2012.
http://cartoonician.com/2012/05/the-ad-that-made-an-icon-out-of-mac-2/
223
“Desde muy niño había sufrido por el hecho de ser un pobre enclenque. Recuerdo que una vez paseando
por la plaza de San Fernando con mi novia después de misa ─tenía yo quince años─ dos tipos grandes y
fuertes pasaron junto a nosotros y me miraron con burla; uno de ellos se regresó y con el pie me lanzó arena
a los ojos […]” (Ramírez Cuentos 122).
353
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
“hombre nuevo” que promete el anuncio: “I can make you a new man, too, in only 15 minutes a
day!”,224 que aparecía en algunas revistas.
La idea guevarista del hombre nuevo, altruista, solidario, desinteresado, que lo mueve un
afán de lograr el bienestar colectivo, así como la autonomía política y cultural del país, se
contrapone con el sujeto construido en el cuento. Al comienzo de “El socialismo y el hombre en
Cuba”,225 Ernesto Guevara señala que en el período inicial de la lucha, el individuo fue el factor
fundamental.
“Cada uno de los combatientes de la Sierra Maestra que alcanzaron algún grado
superior en las fuerzas revolucionarias tiene una historia de hechos notables en su
haber […]. Fue la primera época heroica […] en la actitud de nuestros combatientes
se vislumbra al hombre del futuro” (Guevara 205).
Ahora en mi ancianidad, al escribir estas líneas, me cuesta trabajo creer que Charles
Atlas no vive y no sería capaz de desilusionar a los muchachos que todos los días le
escriben, solicitando informes sobre sus lecciones, atraídos por su figura colosal, su
rostro sonriente (135).
El esquema narrativo propuesto permite construir una lectura en dos partes: anverso y
reverso. En la primera, el narrador protagonista logra convertirse en el “hombre nuevo” a través
de seguir los pasos del curso por correspondencia adquirido con las utilidades de la delación. La
224
Una colección muy completa de fotografías de anuncios publicitarios del “Curso de tensión dinámica”
puede consultarse en http://www.flickriver.com/photos/mando_gal/sets/72157600611052047/
225
El artículo fue publicado en Marcha en marzo de 1965 y un mes más tarde en la revista cubana Verde
olivo.
226
En el cuento se ficcionaliza la muerte de Charles Atlas a causa de cáncer de mandíbula. El cuento está
fechado en 1970 y el fallecimiento de Charles Atlas se produce en 1972, a causa de un problema cardíaco.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
construcción discursiva del relato copia las frases de la publicidad: “Hacía apenas cuatro años que
el grandulón había lanzado arena a mis ojos y yo ya me sentía otro […] Ya era un hombre nuevo,
con bíceps de acero […]” (123). La segunda, ya en Nueva York, narra el camino hasta conseguir
entrevistarse con Charles Atlas quien cuenta su vida con “una voz que resonaba extrañamente,
como si hablara a través de de una bocina muy vieja” (133); recuerda a su madre y a su Calabria
natal, cómo inició los cursos por correspondencia ─por sugerencia de una escultora que lo
utilizaba como modelo, llamada Ethel; la novia del protagonista también se llama Ethel─, la
historia de la arena en los ojos, entre otras anécdotas; varias de las cuales habían sido narradas
como propias por el narrador protagonista. Esta segunda parte desnuda el procedimiento narrativo
de Ramírez: la copia de la copia. El personaje narrador es una réplica de Charles Atlas y su relato
es una réplica de los sucesos difundidos por la publicidad atribuidos a Charles Atlas. Un personaje
que es una réplica construida por los medios masivos no tendrá una conciencia que le permita
mirar más allá del discurso de la publicidad. No puede hacer otra cosa que lamentar haber
conocido el lado humano de Charles Atlas, es decir, el reverso del concepto guevarista de hombre
nuevo.
La presencia de los elementos del Pop Art en la narrativa de Ramírez implica
probablemente que su preocupación estaba en consonancia con los debates sostenidos en Estados
Unidos y en algunos países de Europa, respecto de la incidencia de los medios masivos de
comunicación, en la sociedad y de la reproducción técnica a gran escala de bienes culturales. Esos
debates tuvieron un desarrollo y una conceptualización en la propia denominación “industria
cultural”, acuñada en 1947 por Theodor Adorno y Max Horkheimer; en el planteo de Herbert
Marcuse, en El hombre unidireccional, de 1954; en el libro del canadiense Marshal Mc Luhan,
publicado en 1964 Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano.
También en el período pos Segunda Guerra, en el contexto de la Guerra Fría, se desarrollaba, en
ciertos centros académicos estadounidenses, la teoría sistémica de la comunicación que fue
utilizada con fines políticos en relación con los denominados, en ese entonces, países del Tercer
Mundo, incluida América Latina.
Por un lado, puede afirmarse que la modernización técnica de los medios masivos y sus
productos, más las teorías y debates concitados en referencia a ellos constituyen una adyacencia
en la cual Ramírez se ve impactado como escritor; por otro lado, es probable que ese vínculo con
la estética del Pop art, sobre todo en sus textos posteriores a su residencia en Berlín, se haya
consolidado precisamente en esa ciudad. Según Andreas Huyssen, después de mediados de la
década de 1960, en Alemania Occidental, “una ola de entusiasmo por el Pop arrasó a la República
Federal […] el pop se convirtió en sinónimo del nuevo estilo de vida de la generación más joven,
un estilo de vida que se rebelaba contra la autoridad […]” (245). Mientras la crítica cultural, según
el mismo autor, tradicionalmente conservadora acusaba a este movimiento como “arte de
supermercado”, un público joven interpretaba al arte pop norteamericano como una crítica y una
protesta más que como “afirmación de una sociedad opulenta” (246). Esta mirada alemana del
pop bien puede haber rozado al joven Ramírez en su permanencia de unos dos años en Berlín,
entre 1973 y 1975. Es preciso recordar que, en su publicación en el volumen Cuentos, “Charles
Atlas también muere” tiene al final consignado el año 1970, aunque su primera publicación data
de 1976. Podría conjeturarse que durante esos años podría haber tenido lugar el proceso de
escritura y de revisión del cuento.
También, como se sabe, desde 1930 se produjo en los países centrales y, en particular, en
Estados Unidos, un proceso de aceleración técnica en el campo de la industria cultural y, en
consecuencia, un desarrollo y una presencia notable en la vida de las personas de los medios
masivos de comunicación, sobre todo, a partir del cine hablado y veinte años más tarde, de la
televisión. En ese marco, hacia 1959, según constata Renato Ortiz, “el campo de la cultura erudita
se encuentra tensionado […] está en cuestión el monopolio de la definición de qué es el
‘verdadero’ arte” y menciona el encuentro realizado en Estados Unidos y organizado por
Tamiment-Institute y por la Revista Daedalus, espacio en el cual “la polémica sobre cultura de
masa y arte es la división de aguas; galvaniza las energías intelectuales de los participantes”
355
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
(98).227 Además, en el contexto de la Guerra Fría, en Estados Unidos, tanto a través del
funcionalismo como de la teoría de los sistemas, las ciencias políticas se centraron en el campo
problemático de la comunicación de masas, por ejemplo Ithiel de Sola Pool elaboró un modelo
para alimentar las estrategias contrainsurreccionales en el Sudeste de Asia y en América Latina
(Mattelart 45). Estos aspectos, en cierto sentido, configuran un marco para la emergencia de
núcleos problemáticos vinculados con la cultura de masas en la narrativa de Ramírez. No es casual
que el protagonista del cuento sea un telegrafista y que se deje permear por el modo
norteamericano de cultura, centrado en el consumo de productos banales y con una conciencia
moldeada por los mass media.
La mirada revolucionaria de este escritor nicaragüense consiste, según esta lectura, en
poner en evidencia la potencia de los discursos en las relaciones coloniales modernas. Se apropia
de los materiales culturales y discursivos/lingüísticos, en este caso de los mass media y sin asumir
un cuestionamiento dogmático los convierte en potencia crítica al transformarlos en modos de
elaboración literaria. Como afirmaba Noé Jitrik en 1966: “lo revolucionario de un escritor consiste
en la iluminación crítica que del mundo hace mediante la palabra y no en el sistema de
declaraciones que inventa […]”.
Bibliografía
227
El debate fue presidido por Paul Lazarsfeld y participaron entre otros intelectuales Hannah Arendt, Leo
Lowenthal, James Baldwin, Daniel Bell, entre otros (Ortiz 98).
356
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Martha Campobello
Universidad de Morón
228
En esta categoría se puede incluir también a Abilio Estévez, particularmente su novela Inventario
Secreto de La Habana. Jorge Fornet caracteriza su obra como “narrativa del desencanto” en tanto que se
vinculan con el fracaso de la revolución, la crisis económica primeramente debido al fracaso de la zafra de
los Diez Millones y luego a la caída de la Unión Soviética que desmoronó la economía y la moral cubana.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Muchos años tendrían que pasar para que las verdades volvieran a serlo (si tal
milagro es posible) y para que la justicia de la historia cayera sobre nuestras cabezas.
Y a esa justicia y a la de Dios me remito ahora, confiando en que tal reparación de
mi memoria alguna vez sea posible. (Padura 2014, 296-297)
Esto abre otra línea de lectura de la novela, el estatuto de la verdad del discurso histórico,
cuestión que aparece planteada desde el inicio a través del personaje de José de Jesús Heredia,
hijo del poeta, quien tematiza el problema de la manipulación del discurso histórico por parte del
poder. Más allá de la anécdota sobre qué destino merecen los papeles de Heredia –duda que acosa
a José de Jesús, encargado más de una vez, de restañar la memoria de su padre-, a través del
pensamiento de este personaje el narrador pone en tela de juicio el discurso histórico y su
pretensión de verdad haciendo hincapié en la apropiación y el trastocamiento por conveniencia
que el poder hace sobre la Historia:
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
-El poder es como una droga y la borrachera de la historia puede ser su peor efecto.
-La historia es una puta, señor Heredia. Mal agradecida…-dijo, como si se le perdiera
una palabra y se puso de pie.
-Pero la escriben los que tienen el poder. Aunque la otra Historia, la de verdad, es la
que vale al final. Lo terrible es que no se aprenda de ella, jamás se aprende. Los
pueblos nunca escarmientan… (Padura 2014, 315)
Frente a este planteo el texto se mueve en dos direcciones: por un lado, en el nivel de la
historia, los papeles de Heredia nunca son encontrados; por otro, la novela en sí misma, la
escritura, los reconstruye. De modo tal que es la ficción, es el texto literario el que va a reparar,
corregir, recuperar la memoria del poeta. La literatura no sólo impugna el criterio de verdad del
discurso de la historia, sino que viene a completar o enmendar la misma. Al respecto, Hayden
White en su análisis sobre las relaciones entre la ficción, la historia y la verdad recuerda que
Michel de Certeau sostenía que la ficción es el otro reprimido del discurso histórico en tanto que
la ficción está interesada en lo real a lo que se acerca desde el plano de lo imaginable y lo posible,
mientras que el discurso histórico se limita a lo verdadero documentado y señala:
Una simple consideración verdadera acerca del mundo basada en lo que el registro
documental nos permite decir acerca de lo que pasó en él en tiempos y lugares
particulares puede proveer conocimiento de sólo una porción muy pequeña de
aquello de lo que la “realidad” consiste. Sin embargo, […] lo real consistiría en todo
lo que puede ser verazmente dicho acerca de lo que podría posiblemente ser. Algo
como esto podría haber sido lo que Aristóteles tenía en mente cuando, en lugar de
oponer la historia a la poesía, sugirió su complementariedad, uniendo ambas a la
filosofía en el esfuerzo humano por representar, imaginar y pensar el mundo en su
totalidad, tanto efectivo como posible, tanto real como imaginado, tanto conocido
como sólo experimentado. (White 2010, 169)
La novela de mi vida incluye al final, se podría decir que a modo de apéndice, una “noticia
histórica”: esto es, un paratexto cuya escritura no es ficcional y permite completar datos
biográficos sobre los personajes reales que habitan la novela. Así historia y ficción se conjugan y
construyen el verosímil de la novela y, de algún modo, ponen en escena lo que plantea Hayden
White, la complementariedad de historia y ficción a la hora de hablar de lo real.229
La escritura de Heredia cifra un secreto. El personaje de Fernando Terry pone en marcha
una pesquisa que lo lleva a entrevistar a diferentes personajes de Matanzas que por una u otra
razón estuvieran conectados con la Logia masónica para dar con ellos y cabe preguntarse cuál es
ese secreto pues si el texto de Heredia es una novela, no tiene sentido tanto ocultamiento y si es
229
Sobre la participación de Heredia en la historia de Cuba sabemos que bajo el influjo de la gesta
emancipadora en el continente proliferaron en la Isla logias masónicas y sociedades secretas. La
conspiración en la que participa Heredia en 1823 organizada por la logia de los Soles y Rayos de Bolívar
fue abortada. La novela dirá hacia el final quién es el traidor. Otro personaje que ingresa en la novela en
relación con el poeta es el presbítero Félix Varela, mentor de las ideas independentistas. La novela lo
sitúa como profesor de filosofía en el Seminario de San Carlos en La Habana, diputado a Cortes en 1821
y luego exiliado. Radicado en Estados Unidos, comenzó a publicar allí el periódico El Habanero dedicado
a la divulgación del ideario independentista. Su esfuerzo, sin embargo, como ocurriera con José María
Heredia tardaría largos años en fructificar pues las circunstancias, tanto internas como externas, no
resultaban favorables al independentismo cubano sobre todo por la oposición de hacendados renuentes
a la liberación de los esclavos de las plantaciones.
360
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
una autobiografía, entonces, dice algo del orden de lo real, cuenta una verdad que no debe ser
dicha. ¿Cuál es esa verdad? El enigma se sostiene en toda la novela. La búsqueda de Fernando
es aparentemente infructuosa: este personaje no accede a esa verdad, pero el lector sí, De modo
que la novela de la vida de Heredia, a través de la escritura de Padura, dice, desde la ficción, algo
del orden lo real: la persecución política a la que el intelectual con espíritu libertario está sometido,
y esta problemática persiste. Verdad ficcionalizada y comprobada en la historia literaria cubana.
Otra modulación del desencanto.
La búsqueda de la verdad nos lleva a otro tema. La traición y la justicia. Toda la novela
está atravesada por estas problemáticas. ¿Qué justicia busca Heredia? El reconocimiento luego de
haber sido traicionado por quien fuera su amigo, Domingo del Monte, quien delata a Heredia
como conspirador en la causa independentista contra la corona española. Delación que lleva al
poeta al exilio, caer en desgracia y ser olvidado y luego de padecer las penurias de la enfermedad
y la pobreza, ser sepultado en una fosa común. El peor de los desencantos para quien fuera el
primer poeta romántico cubano, célebre por su “Oda al Niágara”.
La traición supone un posicionamiento en relación con el poder, eje central que plantea
Padura en La novela de mi vida: el vínculo entre los intelectuales y el poder. Este tema abre la
novela poniendo el foco en Fernando Terry y abriendo una estructura paralela que sostiene la
arquitectura de la novela. El protagonista principal regresa a la isla, luego de dieciocho años de
exilio con un permiso especial –como le ocurriera a Heredia en su último viaje- para completar
su investigación sobre los papeles de Heredia, tema de su tesis de doctorado. El regreso tiene el
sabor amargo del desencanto pero, además, una vieja herida que no cesa sobre quién de su grupo
de amigos -los llamados Socarrones- lo había traicionado ante la Seguridad del Estado, asumiendo
que él compartía una mirada crítica y desencantada sobre la política cubana, asunto que motivara
la expulsión de su cargo como profesor en la Facultad de Letras y el posterior exilio. Los paralelos
entre la historia de Heredia y de Fernando Terry son ostensibles en la novela. Se arma una
estructura de equivalencias en que una historia en el presente de finales del siglo XX tiene su
correlato en el siglo XIX y viceversa. El retorno implica para el personaje de Fernando también
una búsqueda de la verdad sobre la traición, sobre quién del grupo de los socarrones delató que él
sabía que uno de sus amigos, Enrique, quería marcharse de la isla en forma ilegal. El enigma –
como en la otra historia- también se sostiene a lo largo de la novela.
El encuentro con sus antiguos amigos, los personajes de Álvaro, Arcadio y Conrado,
permite al narrador, de alguna manera, categorizar las posiciones de los escritores y las tendencias
de la literatura dentro de la isla: en primer lugar, aquellos escritores que se hacen cargo de las
problemáticas sociales con una mirada crítica, posición representada por Álvaro, marginal, fuera
del circuito de circulación, cuya inclinación poética consiste en “…mirar de frente a la desgarrante
cotidianeidad de la vida, de la cual Álvaro extraía la materia de su agresiva poesía…” (Padura
2014, 38)
Luego, los escritores que escriben con cierta autonomía y son complacientes con el
gobierno, premiados y reconocidos, representados por Arcadio y calificado por Álvaro como un
hipócrita oportunista:
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Finalmente aquellos que se asimilan a las estructuras del poder y hacen usufructo de las
ventajas de ese acercamiento mostrando las posibilidades de ascenso para quien no es disidente.
Esta última cuestión es representada por Conrado:
Sin duda Conrado había explotado al máximo su ambición y su capacidad innata para
mutar y, cazando y exprimiendo sus oportunidades, realizó sus sueños de ascenso y,
luego de ser el primer universitario de su paupérrima familia, la emprendió con ahínco
para superar todos los escalones del encumbramiento hasta llegar a ser un poco más
que Alguien en la Vida, al menos en el más visible de los terrenos: casa en Miramar,
auto japonés climatizado, reloj suizo de oro, mujer y dos amantes, ropa elegantemente
informal y un envolvente aroma de colonias indelebles tachonaban la evidencia de sus
triunfos. […] El guajiro sabía que le faltaba alma (para ser escritor), sinceridad y
espíritu de riesgo… (Padura 2014,40)
Diferentes posiciones sobre las que el texto permite reflexionar para dar lugar a la
cuestión principal, esto es, la novela muestra qué pasa con un escritor que se ubica en la disidencia,
en la lucha contra la tiranía y, en definitiva, cuál es el lugar del escritor y del arte en la sociedad
cubana. La respuesta se la da, en la ficción, el poeta Heredia al general Tacón:
-Tiene razón. Ningún poema va a tumbar a un tirano. Pero les hace una muesca, que
a veces es indeleble. Porque recuerde que queda la otra Historia, la de verdad, que
un día borrará su nombre de los edificios que construyó y que escupirá su tumba ya
que hoy no puede escupir su figura. Y con esa Historia, si es que vale algo, estará mi
poesía. Y eso, ni todo su poder lo podrá evitar. (Padura 2014, 316)
Con la llegada del amanecer el ensalmo se deshizo y Fernando pudo sentir cómo los
años regresaban a ocupar su sitio irreversible en el destino de los personajes trágicos
que les ha tocado vivir: sin voluntad propia, sin expectativas ni futuro discernible,
cargados con el fardo de un futuro avasallante, marcado por frustraciones, las
sospechas, las distancias, y los resquemores. […] ¿Siempre habrá sido así?, se
pregunta entonces, al recordar las veleidades del destino de José María Heredia,
arrastrado por los flujos y los reflujos de la historia, el poder y la ambición, atrapado
en un torbellino tan compacto que lo llevó a sentir, con apenas veinte años, el signo
novelesco que marcaba su existencia. ¿Es posible rebelarse?, se pregunta después,
ya por pura retórica, sólo para abrir más la herida, pues sabe que el acto de la rebeldía
es el primero que les ha sido negado, radicalmente extirpado con todas sus
posibilidades y sus anhelos. Sólo le queda cumplir su moira, como Ulises enfrentó
la suya, hasta el final. (Padura 2014,342)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
posibilidad, como ha afirmado Padura en diferentes entrevistas, de redimirse tanto para los
personajes como para el autor, a través de la escritura, la rebelión de la palabra que rompe el
silencio. Un antídoto contra la desesperación y el desencanto.
Bibliografía
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Bs. As., UBA, Facultad de FyL. Instituto de Literatura Hispanoamericana. 73-77
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Wieser, Doris, Leonardo Padura: "Siempre me he visto como uno más de los autores cubanos”
en http://www.ucm.es/info/especulo/numero29/padura.html.
363
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Ahora me comen.
Ahora siento cómo suben y me tiran de las uñas.
Oigo su roer llegarme hasta los testículos.
Tierra, me echan tierra.
Bailan, bailan sobre este montón de tierra
y piedra
que me cubre.
Me aplastan y vituperan
repitiendo no sé qué aberrante resolución que me atañe.
Me han sepultado.
Han danzado sobre mí.
Han apisonado bien el suelo.
Se han ido, se han ido dejándome bien muerto y enterrado.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Las palabras parecen provenir de lo más profundo, son lanzadas como una exclamación
que ha conseguido, finalmente, escapar. La escritura de Reinaldo Arenas, como señala Jacobo
Machover: “se desarrolla para hacer frente a la desesperación y para cuestionar un sistema, un
orden moral y político, que lo obliga a tener que elegir entre el suicidio, el exilio y la cárcel, o a
soportar esas tres calamidades a la vez” (Memoria 103). Es por ello que entre los leitmotiv en la
obra del escritor cubano se destaca la huida, como una obsesión; el sexo como causante de la
represión, pero también como destino y como fuerza de la rebelión; y sobre todo el de la opresión:
“Todos los personajes de sus novelas, así como él mismo en su autobiografía, tienen que aguantar
una situación de encierro insoportable en lugares sórdidos, donde dan vueltas alrededor de sí
mismos. No hay puerta de salida, excepto la muerte” (Machover, Memoria 103).
De aquí que no resulte raro que ―como lo hicieran Virgilio Piñera y Cabrera Infante―
Arenas también retrate la isla como un paradigma del infierno y también como una prisión. En el
siguiente soneto, perteneciente a la serie “Sonetos desde el infierno”, el poeta reflexiona acerca
de su condición en el encierro y en el anhelo de la huída:
En los tercetos la esperanza con forma de pájaro, es vencida, borrada, se vuelve incluso
una alucinación. El espacio en que se yace carece de fascinación, al contrario, es un universo
cerrado sin progresión ni salida.
La isla se alza como un baluarte y su historia es sacralizada por el régimen y su principal
dirigente; pero Reinaldo Arenas responde con la urgencia que caracteriza sus escritos. El Central
apareció en forma de libro en 1981:
fue concebido durante los meses que Reinaldo pasó cortando caña, como medida de
castigo por su conducta impropia, en el central azucarero «Manuel Sanguily» en la
provincia de Pinar del Río. De esta experiencia germinal, puesto que la esclavitud en
la isla está relacionada con la tierra, la historia y el nacimiento de la nación, surge El
Central, poema de aliento épico en el que la barbarie sufrida por indios cubanos y
luego por los negros esclavos africanos se encuentra con las nuevas formas de
esclavitud impuestas por el régimen totalitario. Continuidad histórica de abusos y
despotismo. Poema que proclama: nuestro destino es la esclavitud y el espanto; lo
que cambia es el escenario en que la esclavitud y el espanto se padecen (Abreu,
Inferno 13).
En este poemario los episodios históricos se entretejen con la experiencia personal del
autor: el canto va proyectando imágenes que evocan el pasado de Cuba manchado de sangre e
injusticia y el presente como continuo en el que los crímenes no cesan, el esclavismo permanece;
incluso podemos leer que las calamidades de su época se asemejan a las anteriores:
Hablar de la historia
365
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Arenas es el portavoz de los que fueron obligados a callar, al hacer esto lucha contra la
Historia de los vencedores. Mientras la Historia es una repetición de la dominación consecutiva;
el poeta reivindica la voz de la masa, su propio dolor se inserta en el de la masa, y acusa al Estado
y a sus servidores por la opresión que ha durado tantos siglos.
A través de términos gastados como el compromiso, la Historia o la política, los
regímenes vigentes ejercen su poder; al acapararlos, los ocupan para manipular a la masa. Estos
conceptos son un medio de opresión concreto e ideológico a la vez; en el poema no sólo se rechaza
la Historia, además, se explica lo que hay tras el protocolo de los actos oficiales:
Querido,
detrás de todas esas fiestas públicas. Detrás de todo desfile,
himnos, despliegue de banderas y elogios. Detrás de toda ceremonia
oficial, se esconde la intención de estimular tu coeficiente
de productividad y de explotarte (Arenas 2001 35).
El trabajo siempre está al servicio del poder, para el poeta, siempre se trata de
servidumbre; nunca es voluntario, como lo proclama la ideología del castrismo.
El trabajo conduce al hombre al abotargamiento, debido a él se excluye cualquier otra
actividad, sobre todo las que atañen al pensamiento, a la escritura, a la propia sexualidad.
En un régimen totalitario pensar y escribir resultan actos subversivos; la disidencia
comienza por ahí, en la simple decisión de sentarse a pensar, o de ponerse a escribir, sin importar
nada más, en su poema “Si te llamaras Nelson”, Arenas reflexiona sobre esto:
Si te llamaras Nelson
grabarías en la memoria esta escena
y luego clandestinamente
en el breve descanso o el pase reglamentario
(veinticuatro horas)
escribirías.
Pensar y escribir se convierten entonces en actividades secretas, ya que son ellas las que
provocan la represión; y es sin duda el ambiente que lo rodea el que determina la gravedad de
estos actos. El sistema rechaza toda forma de individualidad, ya que si ella existe se desarrolla el
análisis, la crítica, la duda; y si esto toma forma en un individuo puede ser peligroso para el estado
y por ello es reprendido.
Si te llamaras Nelson
estarías ahora siendo interrogado
no porque hayas protestado públicamente
no porque hayas salido a la calle con tus hermosos cabellos sueltos
no porque hayas criticado abiertamente
como haces aquí
el sistema (allí nadie se atrevería a tanto)
sino porque alguien descubrió que eras poeta
o algo por el estilo
y por lo tanto ya esgrimen contra ti
“el cuerpo del delito”.
Reinaldo Arenas fue incasablemente acosado, perseguido; de ahí que no resulte raro que
todas sus hazañas y dificultades quedaran plasmadas a lo largo de su obra, los poemas no fueron
la excepción.
366
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
A pesar de que el autor estuvo preso en incontables ocasiones; consiguió salir siempre venturoso.
A lo largo de su obra describe el horror que le tocó vivir; decidido siempre a emprender la escritura
a costa de todo, su obra y su biografía se volvieron una sola, así exclama:
Si te llamaras Nelson
estarías ahora intentando salir de tu país
estarías ahora lanzándote al mar
estarías ahora siendo capturado en pleno vuelo
estarías ahora siendo capturado antes de que iniciases
la estampida
(el mejor delator es allí siempre tu mejor amigo) (Arenas 1989 123)
Siempre sintió que la porción de mundo a la que estuvo confinado era una aproximación
del infierno. En su poesía las palabras van ahogándose en las sensaciones de impotencia y
desconcierto, pero es la rabia misma la que las hace emerger de nuevo, la que hace rugir el
discurso, la que azota ―inclemente― como marejada. Tenemos ante nosotros la visión del
desencanto. La persecución, el acoso, la censura trajeron hiel a la vida del poeta. Su poesía carece
de destellos de alegría. En todos hay una queja honda, un dolor sumamente agrio, tras los parajes
sombríos nos encontraremos siempre con la angustia, con el desconsuelo, con el averno, con el
deseo de muerte, pero también con la ironía. No hay una mejor forma de burlarse del discurso del
poder que ocupando este método. En el poema en prosa titulado “Epigrama” el gesto irónico con
que cierra el poema, consigue estremecernos y al mismo tiempo genera un gesto de burla para los
que ostentan el poder:
Un millón de niños para los cuales jamás habrá niñez, más sí el odio, las bastas
plantaciones que hay que abatir.
Un millón de niños manejando un martillo descomunal para quienes toda posibilidad
de belleza o expansión o ilusión será un concepto irrisorio, mariconil, o más bien
reaccionario.
Un millón de niños perennemente desfilando ante una pantalla y una polvareda y un
estrépito ininteligible.
No en balde, oh, Fifo, has abarrotado la isla con inmensas pancartas que dicen LOS
NIÑOS NACEN PARA SER FELICES.
―Sin esa explicación, ¿quién podría imaginarlo? (Arenas 1989 21).
El panorama que nos presenta Arenas es totalmente siniestro: niños siendo explotados, el
poema constituye un acto de denuncia. El inminente espanto del que fue testigo no le impidió
callar, al contrario, luchó desesperadamente para seguir ejerciendo su derecho a alzar la voz. Para
el individuo siempre resulta más complicado sobrevivir, debe nadar a contracorriente, y su
voluntad es puesta a prueba en todo momento. El poeta cubano, a pesar de las represalias que
sufrió, siempre opto por revelar lo que sucedía ante sus ojos. Le tocó permanecer en Cuba en una
época muy difícil, en la que todos eran sospechosos y cualquiera podía ser delatado. El ser
contrarrevolucionario implicaba varios aspectos que no sólo tenían que ver con la disidencia
política; las desviaciones sexuales también eran consideradas de esta índole y fueron ampliamente
sancionadas: “Arenas fue casi siempre un marginal. Su existencia implicaba de por sí un
cuestionamiento de la moral del régimen” (Machover, Memoria 14). Asimismo el sólo hecho de
escribir o pensar de forma diversa a la línea de pensamiento revolucionaria convirtió en
marginales a varios escritores, a partir de las “Palabras a los intelectuales” discurso dirigido por
Fidel Castro en 1961 en el que emitió su famosa frase: “Dentro de la Revolución, todo; contra la
Revolución, nada”. “Los escritores, artistas y creadores en su conjunto iban a tener que tomar
posición a favor o en contra de la doctrina política vigente, sin la más mínima posibilidad de
crítica. Diez años más tarde estalla el «caso Padilla»” (Machover, Memoria 13).
Por su parte, a Reinaldo Arenas seguir existiendo libremente le resultó cada vez más
difícil, tras meses de ser perseguido y asediado, fue finalmente apresado; pero esto no bastó para
367
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acallarlo, desde la prisión continuó escribiendo y consiguió sacar varias de sus novelas a través
de algunos amigos. En su poema “Autoepitafio” da cuenta de las calamidades por las que transitó:
Al salir de prisión era un apestado en su propio país, nadie le dirigía la palabra, a nadie
podía pedirle ayuda. La hostilidad afuera de la cárcel fue peor que la que sufrió dentro de ella,
según Jacobo Machover: “fue víctima de un ostracismo feroz. Su rebelión desenfrenada lo llevó
a tener que asumir cierta marginalidad, incluso en Estados Unidos, por su intransigencia frente al
régimen y a algunos sectores del exilio que, a su parecer, mantenían cierta complacencia con el
castrismo” (Memoria 14).
Es en 1980 cuando, de manera casi clandestina, aprovechando el éxodo masivo del
Mariel, Arenas puede abandonar la isla. Una vez establecido en Nueva York, fundó una revista
que llevaba el emblemático título: Mariel. De esta forma crea una comunión intelectual y política
con los cubanos que, al igual que él, escapaban de la isla en el mismo momento y por los mismos
medios; será alrededor de esta revista que un grupo de escritores se aglutina para producir su
propia reescritura de la tradición, pero una reescritura que invierte la lógica con la cual se
constituyen las literaturas nacionales. No más un canon que se constituye a través de la exclusión
de ciertas temáticas, obras y autores, sino un canon precisamente para esas temáticas, obras y
autores excluidos, expulsados de la literatura nacional. Un anticanon que se apropia del santo grial
de la literatura nacional, la figura tutelar de Martí, convirtiéndola también en una figura excéntrica
y marginada.
Resta decir que para Reinaldo Arenas el exilio no resultó un sitio confortable, por el
contrario, fuera de su país tuvo que soportar, de igual manera innumerables actitudes de rechazo;
donde pensaba hallar solidaridad, encontró desconfianza, incomprensión y hostilidad. Por otro
lado, en lo concerniente a su obra, una vez en el extranjero, su capacidad de creación metafórica
mermó; no así sus obsesiones políticas: espiritualmente Arenas seguía gritando contra toda clase
de injusticias, clamaba venganza en contra del régimen que aniquiló gran parte de su vida.
Arenas quien siempre soñó con ser libre, se escapó por la ventana de la imaginación, para
crear y crearse en otros mundos posibles. Si su poesía que en todo momento se desborda, es una
metáfora del mar: un vaivén de nombres y ritmos que ondulan a contracorriente.
Su voz, a la que intentaron tantas veces enmudecer, consigue, finalmente, fundirse con el
permanente estallido del mar.
Bibliografía
Arenas, Reinaldo (1989). Voluntad de vivir manifestándose. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
______________ (2001). Inferno (poesía completa). Pról. Juan Abreu. Barcelona: Lumen.
Machover, Jacobo (2001). La memoria frente al poder : escritores cubanos del exilio :
Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas. Valencia: Universitat de Valéncia.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
(…) un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político como para poder
interpretar las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas suyas y
transmitirlas como orientación a la masa, (…) de disciplina ideológica y
administrativa, (…) cuya fidelidad está probada y cuyo valor físico y moral se ha
desarrollado al compás de su desarrollo ideológico, de tal manera que está dispuesto
siempre a afrontar cualquier debate y a responder hasta con su vida de la buena
marcha de la Revolución (Guevara 2004a 243).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
resolver trasuntan el resquebrajamiento de una propuesta cultural que parece condenada al fracaso
desde su origen.
En Pasado perfecto debe investigar el asesinato de un viceministro –Rafael Morín-,
alguien que ha conocido en su adolescencia, como estudiante en el Preuniversitario. Desde
entonces lo percibe sospechosamente intachable: dirigente oportuno, políticamente correcto,
siempre en ascenso. A través de sus pesquisas el detective descubre que ya adulto, es apreciado
por ser trabajador, generoso y autocrítico. Es aparentemente un “hombre nuevo”, que sin embargo
es corrupto, y ante la inminencia de ser descubierto intenta escapar de Cuba en componendas con
otro sujeto de su mismo estatus, quien finalmente lo asesina. A lo largo de su investigación, Mario
Conde no olvida el lugar que ha ocupado en su pasado este “hombre nuevo”: ha sido el dirigente
que reprime a los estudiantes del Preuniversitario que participan de la “escuela al campo”230,
cuando se rebelan ante las exigencias del director; es el que va a censurar la libertad literaria de
los jóvenes que se atreven a escribir en una revista estudiantil; y es el que hasta le arrebata la chica
de la cual el futuro detective está enamorado. De alguna manera el joven Mario Conde ha sido
una víctima de este hombre nuevo. El ha sido parte de la “masa” sometida “…a estímulos y
presiones de cierta intensidad”, por el ahora asesinado.
En la siguiente novela, Vientos de cuaresma, el detective debe resolver el asesinato de
una “mujer nueva”: Lisette Núñez. Esta vez se trata de una joven profesora, nacida en la
Revolución, que tiene un expediente tan intachable que Conde se pregunta: “¿Cómo es posible en
diez años de vida no tener un solo olvido injustificable, no cometer un solo error, ni siquiera
cagarse en la madre de nadie?” (Padura 2001 36) Sin embargo, la investigación de su muerte
visibiliza fenómenos desconocidos en la vida del detective, y en los que está involucrada la
asesinada: la droga entre los jóvenes, el soborno entre profesores y estudiantes, las mafias.
También en este caso sus pesquisas lo remiten a su pasado. Lisette ha sido profesora de su antiguo
Preuniversitario. Allí descubre que sus alumnos tienen conductas marcadas por una ética no muy
distinta de la que practicó en su adolescencia: la lealtad entre los amigos, no ser “soplón”, y si es
necesario engañar para obtener buenas notas. En definitiva constata que debajo de la máscara del
hombre nuevo, al fin presente en las nuevas generaciones, siguen imperando aquellas formas
conductuales que estaban llamadas a ser barridas por la nueva sociedad. La “masa” –los jóvenes-
y el “hombre nuevo” –la profesora asesinada- aparecen interactuando a través de la corrupción,
la droga y la delincuencia.
La saga de Mario Conde continúa en Máscaras, novela en la que debe investigar el
asesinato de un travesti, hijo de un connotado dirigente de gobierno y uno de sus representantes
a nivel internacional. Se trata de un indudable miembro de la Vanguardia, de otro “hombre
nuevo”, que sin embargo no puede tolerar la opción sexual de su hijo, al que termina asesinándolo.
La investigación del crimen conduce al detective a entrevistarse varias veces con un dramaturgo
homosexual, Manuel Marques, a todas luces sujeto a censura durante el denominado “Quinquenio
gris”231, quien le muestra las consecuencias de su condición: algo inaceptable dentro de la nueva
sociedad. Por su intermedio descubre además un mundo que hasta entonces le ha sido vedado,
invisibilizado, y por supuesto reprimido: el de los homosexuales. Al mismo tiempo, Mario Conde,
alarmado, observa algo que ya se insinúa en la novela anterior: el derrumbe de la Central de
Policía. Él y todos sus colegas están siendo investigados por corrupción. Incluso su jefe, a quien
admira por su ética. De alguna manera, en la trama de la novela, todos están siendo partícipes del
derrumbe de un mundo propuesto, donde solo algunos lo disfrutan mientras otros son sus
víctimas, pero donde ninguno parece creer en él.
230 A partir de 1966 en Cuba fue política la movilización masiva, sistemática y organizada de los estudiantes a
realizar, por períodos de un mes, trabajos en áreas rurales. A esta movilización se le denominó “La escuela al
campo”. Esta política estaba orientada –como no- a la formación del “hombre nuevo” entre los jóvenes. Al respecto
ver a (Figueroa 1974).
231 El “Quinquenio gris” refiere a la etapa en que, -a partir de 1971 y hasta 1976- la creación artística cubana estuvo
sujeta a una fuerte censura por parte de la institucionalidad cultural. El contenido de ciertas obras fue considerado
poco expresivo del “momento histórico” que se vivía, o reflejo de una alienación propia del capitalismo. En el
período también fue puesta en duda la “integración revolucionaria” de varios artistas y escritores. Entre los criterios
para juzgarlos se consideró incompatible con la condición de revolucionario la homosexualidad. Para conocer mejor
el período del “Quinquenio Gris” ver a (Fornet 2007 y del Valle 2009).
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
De hecho, parece llevar una guerra personal contra sus manifestaciones. Sospecha de
aquel que es ministro o que ejerce o ha ejercido un cargo importante dentro de la Vanguardia,
más aún si uno u otro se encuentran involucrado en un delito. Estos individuos son presentados
en las novelas concientes de su impunidad, incluso cuando han sido desplazados del poder que
ostentaban. Un ex ministro que a inicios de la Revolución distribuye las casas abandonadas por
los emigrados políticos en los mejores barrios de la Habana es interpelado por Mario Conde
respecto a la que se auto asigna, y éste le responde con ironía: “Era nuestro turno, al fin y al cabo.
Justicia histórica, recompensa por el sacrificio y la lucha, el momento de los desposeídos, ¿no?”
(Padura 1998 64). Pero además el personaje tiene en su casa un cuadro de Matisse. Ambas cosas
exasperan al detective, por lo que nuevamente lo interpela: “¿…no le parece realmente
bochornoso tener en esa pared (...) un cuadro millonario, comprado con su cargo, mientras allá
abajo hay gentes que se pasan la semana comiendo arroz y frijoles después de trabajar ocho o diez
horas y a veces no tienen ni una pared para colgar un almanaque?”. La respuesta a la pregunta
denota la impunidad de quien se percibe aún intocable: “No, claro que no me abochorno. Porque
la vida es como dijo el viejo congo: al que le cocó le cocó… Y al que no le tocó, lástima, pero ése
se jodió, ¿no?” (Padura 1998 65).
En rigor, el detective duda de todos los que enarbolan al “hombre nuevo” como recurso
de juicio, de evaluación, o de “parametrización” de las personas. Allí caben no sólo los miembros
de la Vanguardia oficial, los miembros de la nomenclatura, sino todos los que proclaman estar
integrados a la sociedad revolucionaria. En palabras de uno de los personajes alguna vez
marginado por su homosexualidad: “…todos los policías por cuenta propia, los comisarios
voluntarios, los perseguidores espontáneos, los delatores sin sueldo, los jueces por afición, todos
esos que se creen dueños de la vida, del destino y hasta de la pureza moral, cultural y hasta
histórica de un país…” (Padura 2012a 105)232.
Ante un relato acerca del hombre nuevo que se ha desperdigado entre una comunidad que
hace de su uso un abuso en función de expectativas y ambiciones individuales, Mario Conde
responde con una suerte de contra poder basado en la ética, pero no la de la entrega y del sacrificio,
o de la solidez ideológica, sino aquella que surge de la propia lucha contra la omnipresencia del
relato acerca del “hombre nuevo”, aquella que comparte con sus amigos, y que le permite vivir
como un individuo honesto consigo mismo en medio de la marea avasallante de pruebas y
convocatorias al sacrificio en nombre de lo colectivo.
Una expresión cubana recurrente de los años setenta decía que “tu no te perteneces a ti
mismo, perteneces a la Revolución”. Mario Conde y su entorno afectivo han logrado pertenecerse
a si mismos, sufriendo a veces las consecuencias de su opción, pero también conquistando y
reconquistando su propia ética, como supervivientes de una sociedad que no es lo que alguna vez
fue anunciado, pero que es incesantemente proclamada como el horizonte, el único horizonte
posible. Su ética le permite atacar, denunciar, y llegado el caso avasallar a quienes, más allá de
su posición, enarbolan al “hombre nuevo” para recrear nuevas formas de oportunismo, de
privilegios, y de opresión.
De cierta manera, Mario y cada uno de sus amigos han logrado descolonizarse, pero del
“hombre nuevo”, y de aquella promesa que tan vehemente y autoritariamente se anunciara en la
década de los sesenta. De cierta manera, constituyen un otro “hombre nuevo”, nacido desde el
hombre y la mujer común. Por eso también la tetralogía termina con su principal personaje
renunciando a ser policía, tal vez como una manera conservarse como lo que es, un individuo
lleno de contradicciones, pero aferrado, en medio de todos sus problemas y los de otros, a su ética.
232El personaje es Alberto Marqués, que de alguna manera recuerda al dramaturgo Virgilio Piñera, marginado del
medio cultural cubano en la década del setenta por su homosexualidad. Al respecto ver (Quezada 2014). También
recomendamos leer el testimonio de Eduardo Heras León y su experiencia al ser sometido a crítica su libro de
cuentos Los pasos en la hierba. Acusado de “contrarevolucionario”, fue separado de la revista El Caimán Barbudo
donde trabajaba, expulsado de la Universidad de La Habana en donde era docente, y enviado a laborar en una
fábrica. De sus protestas dirá “...No había nada que hacer. No había manera de defenderse. No había forma de
acudir a ninguna instancia que, por lo menos, provocara un diálogo, una investigación, una polémica (…) me
parecía estar reviviendo los conflictos de José K. en El Proceso”. Ver (Heras León 2007). La cita se encuentra en la
página 11.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Bibliografía
Guevara, Ernesto (2004a). “El cuadro, columna vertebral de la revolución”. En Ernesto Guevara,
Obras Escogidas, Santiago de Chile, Editado en Digital por Resma, p. 242-245.
Guevara, Ernesto (2004b). “El socialismo y el hombre en Cuba”. En Ernesto Guevara, Obras
Escogidas, Santiago de Chile, Editado en Digital por Resma, p. 413-425.
Figueroa, Max; Prieto, Abel; Gutiérrez, Raúl (1974). La Escuela Secundaria Básica en el Campo:
una innovación educativa en Cuba, París, Editorial de la UNESCO.
Padura, Leonardo (2001). Vientos de cuaresma, Barcelona, Tusquets Editores.
Fornet. Ambrosio (2007), “El quinquenio gris: revisitando el término”, Conferencia en Casa de
Las Américas, La Habana, 30 de enero de 2007,
http://www.criterios.es/pdf/fornetquinqueniogris.pdf.
del Valle Casals, Sandra (2009), “Revolución, política y cultura”, en Perfiles de la cultura
cubana, nº 3, enero-septiembre del 2009, La Habana, Instituto Cubano de Investigación Juan
Marinello.
Padura, Leonardo (2012a). Máscaras, Buenos Aires, Tusquets Editores.
Padura, Leonardo (2012b). Pasado perfecto, Buenos Aires, 2ª edición, Tusquets Editores.
Padura, Leonardo (1998), Paisaje de otoño, Barcelona, Tusquets Editores.
Quezada, Homero (2014). “Persona y representación: Virgilio Piñera en Máscaras de Leonardo
Padura”. En Cuadernos Americanos 148, México, 2014/2, p. 105-114.
Heras León, Eduardo (2007). “El Quinquenio Gris: testimonio de una lealtad”. Conferencia leída
por su autor, el 15 de mayo de 2007, en el Instituto Superior de Arte (La Habana), como parte del
ciclo «La política cultural del período revolucionario: Memoria y reflexión», organizado por el
Centro Teórico-Cultural Criterios. http://www.criterios.es/pdf/herasleonquinquenio.pdf.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
(Piñera, 39), pues se trata justamente de liberar a Lezama del pesado “abrigo” que le impone la
protección oficial: 233
[P]ublico estas páginas para ayudar a que la obra y vida de José Lezama Lima no
resulte tan mal administrada como la de José Martí. Para que no echen a perder a
futuros lectores las páginas de Orígenes. Porque la verdadera pérdida del libro no
está en su desaparición, en su censura. Llega, no cuando los inquisidores ordenan la
fogata, sino en el momento en que frases entresacadas de esos libros negados pasan
a formar parte del sermón de los inquisidores y fortalecen la digestión de la
ortodoxia. (Ponte 2004: 13)
Volver a Lezama o volver a Orígenes, leerlos de otra manera, sería entonces preservarlos
de la lente interpuesta por una mirada leal a la ortodoxia. Sería abrir la posibilidad del
disentimiento al habilitar el juego de la lectura (un modo de “revivir” los textos fosilizados), e
incluso retomar aspectos de aquella literatura proveniente de un “antiguo régimen” anterior a la
transformación revolucionaria. Por ejemplo, la figura del hombre de letras que rehúsa tratos con
el poder. O la del hedonista de la cultura. O la del émulo antillano de un dandismo intolerable
para una moral del sacrificio. Esto se puede ver no solo en los textos en los que Ponte lee
directamente a Lezama y otros origenistas de una manera francamente provocativa, sino también
en aquellos en los que están implícitas estas figuras del letrado y las bellas letras. Quisiera tomar
nota de estos aspectos en tres libros de Ponte escritos en la década del noventa: Un seguidor de
Montaigne mira La Habana (1995), Las comidas profundas (1997) y El libro perdido de los
origenistas (2002). Debido a la brevedad de esta comunicación, me voy a concentrar en aspectos
muy puntuales de estos textos. En el primer caso, la referencia a Montaigne, en el segundo, a la
metáfora del alimento, y en el tercero, a la del libro.
Montaigne, el ensayista
233
La figura del abrigo como metáfora de la investidura sacralizadora aparece en “El abrigo de aire”,
ensayo de Ponte sobre José Martí incluido en El libro perdido de los origenistas.
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Por su forma abierta, por su maleabilidad retórica y por destinar todos sus recursos al
despliegue de ideas, el ensayo es el género idóneo para debatir con las formas cristalizadas del
discurso social. Es por esto que Rojas, entre otros, reconoce en el ensayo un instrumento que
permite reponer en la escena intelectual un tipo de enunciador que había sido expulsado de las
letras cubanas desde que el Estado revolucionario desarticulara las mediaciones públicas del
campo intelectual: “Hablar, hoy, de grupos intelectuales en Cuba, de una ciudad letrada, es
aferrarse a una ficción estéril […] en la Revolución el espacio público se cierra y las poéticas
literarias deben eludir otro vínculo que no sea el de las redes –visibles o invisibles– del poder”
(Rojas 42). Ese intelectual orgánico al que alude Rojas no podría ser, propiamente hablando, un
ensayista, en la medida en que debe limitar las derivas personales de su opinión privada en favor
del discurso oficial. Los ensayos de Montaigne tenían por el contrario la particularidad de situar
la opinión personal en el centro de los más variados asuntos, desde la educación de los hijos o el
uso de las palabras hasta las postas de camino y los dedos pulgares. La novedad de este tipo de
discurso al que Montaigne llamó essai (literalmente “ensayo” en el sentido de poner a prueba,
sopesar, examinar) se comprende al leer “De la experiencia”, donde el humanista justifica su
método mediante una defensa de la provisoriedad del conocimiento y un rechazo de los sistemas
escolásticos, a los que reprocha su pretensión de universalidad: “Concédese autoridad de ley a
infinidad de doctores, a infinidad de decretos y a otras tantas interpretaciones. ¿Vemos sin
embargo un final a la necesidad de interpretar?” (Montaigne 340-341). En la imagen que da de sí
Montaigne cultiva la modestia sistemática; hace grabar en su escudo el lema Que sais je? (qué sé
yo), como cifra de su postura ante el poder del conocimiento. Hay que pensar además que él
escribía sobre el trasfondo de las guerras de religión, en un momento políticamente álgido del
reformismo protestante. Escribía buscando los instrumentos que le permitiesen escapar del
dogmatismo. En el siglo XX, intelectuales como Jean Starobinski (1998) van a ligar la
importancia histórica de Montaigne como creador del ensayo al compromiso ético que deriva de
limitar los alcances de la ley a través de un pensamiento conjetural y cauteloso. No solo
Starobinski, sino entre muchos otros también Adorno (1962) va a reconocer en el género del
ensayo una herramienta poderosa contra el autoritarismo.
En todos estos aspectos Ponte es, en efecto, un continuador de Montaigne. El primer
capítulo de Un seguidor de Montaigne…, titulado “Ciudades del origen”, recrea el mismo gesto
de estupor que podía verse en el humanista frente a la inconmensurabilidad del universo. “Durante
un tiempo, no sé si de meses o de años, me pregunté por el comienzo del mundo”, escribe Ponte
al inicio del libro. Según él esta pregunta solo podía llevarlo a dos límites morales, la locura o la
soberbia. Pero logra sortear los extremos por el camino de la duda y, más modestamente, hace a
un lado la pregunta por el universo para interrogar sus propios orígenes familiares. Llega así a
una conclusión tan simple como lapidaria: en la búsqueda del origen no se encuentra sino el azar:
“Un mínimo desencuentro entre mi padre y mi madre y se perdía todo” (37). Todo aquello que a
posteriori parecerá necesario podría haber sucedido de otro modo, en sus inicios. Podría no haber
sido. Esta mínima reflexión le alcanza para introducir la sospecha sobre los fundamentos de
cualquier teleología, cualquier concepción de la historia humana que le asigne una causa y sentido
final. Es un ademán del más puro ensayismo en el estilo de Montaigne: plantear una cuestión
filosófica, acudir a los maestros, desechar a los maestros, buscar en la experiencia próxima y
extraer una lección basada en los datos (humildes) del saber individual.
“La Habana de Paradiso”, otro capítulo de este libro, habla también de la ciudad y sus orígenes.
El texto pasa de un tema a otro sin que parezca claro hacia dónde va, hasta que finalmente se
descubre –o se cree entender– que sigue el mismo andar caprichoso del flâneur, figura a la que
remite el propio texto en cierto punto. El texto emula al paseante urbano que, como el ensayista,
liga indisociablemente la escritura a la experiencia. Es sabido que el flâneur se desplaza por las
calles libremente, sin la pretensión de agotar el mapeo de la ciudad. No busca el punto de vista
panorámico sino la perspectiva próxima, la sorpresa detrás de una columna, tras un pasillo o a la
vuelta de la esquina. La ciudad y la curiosidad del flâneur son una misma cosa, y así también se
describe Ponte como lector. Se muestra como un lector azaroso que hojea libros sin planes
previos. No como alguien que lee sistemáticamente, como haría Carpentier –lector de obras
completas– sino como quien que toma y deja, olvida con facilidad, guarda volúmenes sin tocar o
relee según sus preferencias, tan solo para sentir el placer del tiempo que transforma las palabras.
376
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Es de esa forma que Ponte recorre la ciudad y dibuja sus itinerarios. “La Habana en Paradiso”
menciona más de una vez el trabajo de triangulación con el que los topógrafos demarcan el
territorio de una ciudad. Y en verdad el propio ensayo traza sus triangulaciones. La última se
compone de tres figuras capitales: Baudelaire, Benjamin, Lezama. El poeta de la ciudad corrupta,
el ensayista de los pasajes y el novelista de Paradiso. Ese triángulo podría leerse como un mapa
íntimo de Ponte, el mapa que lo enmarca como lector de la ciudad lezamiana. En la visión de
Ponte, aquella ciudad también surgía del capricho, el gusto de recorrer y recordar. La ciudad-
paraíso no se parecía en nada a la familia-nación continua y homogénea que van a delinear tanto
Cintio Vitier como su esposa, la poeta Fina García Marruz. La ciudad de Lezama deriva de la
primera persona, es una extensión de su mano. La de los otros aspira a un ideal y no deja de ser
idealizante. Ponte sustrae al autor de Paradiso de ese lugar modélico y lo lee con sus propios
subrayados, no solo para marcar los caprichos de Lezama, sino también los suyos. Recorre sin el
afán de una comprensión total, hojea sus páginas favoritas, relee Paradiso a su gusto, de otra
manera.
El gusto
La metáfora del alimento y junto con ella la del gusto, presiden el siguiente libro de
ensayos, Las comidas profundas (1997). El título parece aludir al libro publicado cien años antes
por André Gide, Los alimentos terrestres (Les nourritures terrestres, 1897), una oda a la
sensualidad y el arte de vivir que también era a su vez un libro de viajes, en el que la comida se
unía al apetito de sensaciones nuevas. La alusión a este libro que festejaba la abundancia del
mundo es la primera ironía de Ponte. Ya que los siete ensayos de Las comidas profundas se
componen a partir de una escena de escritura en la que el autor se autorrepresenta con hambre,
escribiendo obstinadamente sobre una mesa vacía en cuyo mantel se ven estampadas las imágenes
de los alimentos de los que carece. El fondo de esta escena es la carestía del Periodo Especial, un
momento en el que efectivamente escaseó la comida en Cuba. Aunque esa tremenda crisis de los
primeros años noventa es introducida en el texto a través de la propia escena de escritura –en la
que se perfila además la soledad cubana tras la desaparición del campo soviético–, el objeto de su
libro no es tan solo esa denuncia de la pobreza y el aislamiento, sino la relación entre el deseo y
la producción discursiva, una relación mediada por figuras propiamente estéticas y retóricas tales
como las del gusto y la sustitución metafórica. Escribir sobre comidas en tiempos de carestía es
ante todo sustituir los alimentos reales por otros imaginarios. Ponte descubre incluso una rica
tradición cubana de desencuentros entre lo soñado y lo real, empezando por El espejo de paciencia
de Silvestre de Balboa (1608) hasta llegar a las exuberancias del neobarroco lezamiano y
sarduyano. La ironía es que tanto la tradición nacional de la cornucopia como esa misma riqueza
de tradiciones imaginarias se despliegan sobre una mesa vacía en la que la comida es apenas un
estampado sobre el mantel de hule. ¿Qué surge de esta situación? Una espera de siete ensayos.
Como si se dijera: el tiempo de la creación literaria.
La relación del hambre con el tiempo, o sea con el tiempo de la espera, recorre todo el
libro. El hambre se parece a la obligación de comer en el sentido de que ambos suprimen la
fugacidad de las horas. La obligatoriedad de la ingesta, tan típica de la infancia, hace del tiempo
una forma de prisión: “la tortura del tiempo que no pasa, el tiempo del castigo, el presente” (Ponte
2010: 18). El niño que cierra la boca frente al padre que pretende convencerlo de que hay que
comer, esta poderosa imagen de subyugación amorosa, sugiere la fugaz entrada al ensayo de otra
imagen, la de un Estado queriendo nutrir al hombre nuevo sin reconocer la importancia del apetito,
ni la íntima relación entre el deseo y la desobediencia. El ensayo, en contrapartida, se pasea a
gusto por una gran tradición de excentricidades culinarias: la piña de Carlos V, los caprichos
gastronómicos de la marquesa de Mont-Roig, la devoración de zapatos en un Londres libertino.
Todas estas postales de riqueza no hablan, en realidad, del valor nutritivo de la comida (la parte
“útil” del alimento), sino del placer exclusivo del gusto, la fantasía y aun el antojo (lo “dulce”,
diría Horacio, de la poesía). Se refieren en definitiva al deseo, sin el cual el acto de comer
resultaría tan imposible como el de copular –fantástica utopía de una comunidad enteramente
racional, sin caprichos ni apetititos–. La relación de la comida con el erotismo convoca, por
377
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
El libro perdido de los origenistas termina de cerrar esta figura. Pero ¿qué significa
exactamente el título? ¿Es el libro que perdieron los origenistas, el libro perdido sobre el que
escribieron los origenistas o el libro nunca escrito sobre los origenistas? La ambigüedad no hace
más que subrayar en todos estos casos la existencia de una falta. Lo “perdido” señala algo
inacabado, imperfecto. Una carencia imprecisable que no solo sugiere la imposibilidad del
“lleno”, en el aspecto que fuere, sino que a su vez introduce una figura tan cara al discurso
origenista como al de la Revolución: la de una comunidad plena de forma y de sentido. La figura
va tomando distintos significados a lo largo del texto de Ponte. Remite a la “súmula nunca infusa
de excepciones morfológicas” de Oppiano Licario. A cierto episodio de una novela de Eliseo
Diego. A la poesía “maldita” de Casal. A la negatividad-negada de Virgilio Piñera. Al abrigo
perdido de Martí… Pero sobre todo remite polémicamente a Cintio Vitier y su obsesión con la
teleología de la nación cubana, en cuyo centro “solar” sitúa a José Martí como Palabra Absoluta.
La referencia al “libro” –así referido, en singular– lleva a pensar en el simbolismo occidental y
judeocristiano del Libro como suma de todo saber. Vale recordar que Cintio Vitier tradujo en la
revista Orígenes el texto de Mallarmé, “Una tirada de dados no abolirá el azar”, poema hermético
sobre la utopía de una lengua absoluta. Lo “perdido” en el texto de Ponte no apunta sin embargo
tanto al mito mallarmeano del Libro Total como a la totalización que pretende la ideología: el
“lleno” del Estado ocupándolo todo. A ese lector monológico que “entresaca” frases de los libros
para hacerlas formar parte del “sermón de los inquisidores”, según dice Ponte en el prólogo (2004:
13), aquí se le opone un lector que privilegia lo fragmentario y subraya en todo caso la deriva de
234
Señala Auerbach que Montaigne expresa la transición entre la vieja cultura caballeresca y el ideal
moderno del hombre cultivado –tan claro, por cierto, en Lezama y su modelo de “señor barroco”–. Durante
el siglo XVI, explica Auerbach, “[s]urgió la capa de las que más tarde fueron llamadas gentes ‘educadas’.
Y como ésta se reclutó entre los círculos más influyentes, social y económicamente, para los cuales la buena
educación y las maneras, la amabilidad en el trato, el tacto en el manejo de los hombres y la presencia de
espíritu eran más importantes que cualquier competencia de especialista; como en dichos círculos, aun
cuando fueran de procedencia burguesa, dominaban todavía conceptos de valor aristocráticos y
caballerescos que fueron reforzados por los ideales antiguos del humanismo […] por todas estas formas se
produjo una especie de subordinación y menosprecio de la especialización. […] Por algo fue Montaigne el
primero en escribir para la capa de ‘educados’ que acabamos de describir; con el éxito de sus Essais, el
público de los cultos se hace presente por primera vez.” (Auerbach 287-288)
378
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
las interpretaciones. Precisamente era éste el tipo de lector que Montaigne defendía en sus ensayos
ante los pretensiones escolásticas de los savants: “Yo, que no veo en ellas [las ideas] más que lo
que me dice la práctica, sin regla, presento las mías de modo general y a tientas. Como aquí:
escribo mi pensamiento en artículos descosidos, como cosa que no puede decirse de una vez y en
bloque” (Montaigne 351).
Apuntar a “lo perdido” significa, pues, en el caso de Ponte, ejercer un modo particular de
lectura. Supone acercarse a los textos en tanto textos y traerlos, como dice Ponte en su ensayo
sobre José Martí, a “la pelea temporal de las literaturas” (2004: 134). Leer lo olvidado, lo perdido,
lo negado, sería entonces su forma post-origenista de regresar a Orígenes. No para encontrar allí
un origen nuevo, purificado ahora de la “mala” lectura oficial (una lectura en todo caso plausible,
ya que el origenismo ciertamente admitía ese giro teleológico que le dio Vitier), sino para discutir
con el mito de una continuidad sin fisuras entre la revelación poética y la revelación política. O
para retomar el término que utiliza Ponte en su prólogo: para contrarrestar el trabajo de la
ortodoxia, la doxa única. Regresar a Orígenes, concluyo entonces, es recuperar ciertas figuras que
antes de la Revolución solían asignar valor a la literatura como una práctica no solo distinta sino
“distinguida”. Lo cual en parte explicaría la preferencia por ciertas formas antiguas, modos
lejanos de hablar y de situarse, de gesticular y de sentirse, que Ponte imagina ligados a cierto
repertorio de imágenes anteriores a 1959: el misterioso “Caballero de La Habana” que se pasea
por el casco viejo de la ciudad, el exotismo casaliano, el gusto tan burgués y “decadente” de las
cosas exquisitas. No son los abalorios de un tiempo dorado sino los signos de una tradición que
se convoca para reabrir el juego de la polémica. Estos textos de Ponte en efecto retoman aquel
juego, no ya solo para disentir, sino para practicar una nueva y a la vez antigua manera de ejercer
en público el uso de la palabra.
Bibliografía
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Vitier, Cintio (1990). Ese sol del mundo moral. La Habana: Unión.
379
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Laura Maccioni
CIECS- CONICET-UNC
235
En su artículo Jesús Barquet enumera los logros de Arrufat en ese momento: “Es jefe de redacción de
la revista Casa de las Américas de 1960 a 1965, recibe la Mención de Teatro en el Premio Casa de las
Américas por El vivo al pollo y Mención en Poesía en el mismo premio en 1963 por Repaso final, su
teatro es constantemente escenificado […] Su obra se publica ampliamente: en poesía aparecen En claro
(1962), Repaso final (1964) y Escrito en las puertas (1968); en narrativa, Mi antagonista y otras
observaciones (1963); en teatro, su recopilación Teatro (1963) y Todos los domingos (1965); como editor
publica las antologías Cuentos (1964)de Julio Cortázar y Teatro (1964) de Augusto Strindberg; y en lo
referente a crítica y polémica literaria, aparecen numerosos artículos e intervenciones suyas en diversas
revistas nacionales (Barquet 61).
236
En “El socialismo y el hombre en Cuba”, el Che comenta que el Estado cubano está en vías de
perfeccionamiento de los procedimientos para la generación de una nueva conciencia social, que se
fundan en premisas casi conductistas: “[…] la masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las
tareas que el Gobierno fija, ya sean de índole económica, cultural, de defensa, deportiva, etcétera. La
iniciativa parte en general de Fidel o del alto mando de la Revolución y es explicada al pueblo que la toma
como suya. Otras veces, experiencias locales se toman por el Partido y el Gobierno para hacerlas
generales, siguiendo el mismo procedimiento. Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. […] Debemos
mejorarla durante el curso de los próximos años, pero en el caso de las iniciativas surgidas en los estratos
superiores del Gobierno, utilizamos por ahora el método casi intuitivo de auscultar las reacciones
generales frente a los problemas planteados” (36).
380
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Ser mortal es estar yéndose siempre: nos estamos despidiendo en el momento mismo en
que creemos estar presentándonos con nuestro nombre. Y como el cuerpo, lo propio del lenguaje
es, también, su pasar. Pues, si como dijo Heráclito, todo fluye, lo que el signo nos trae a la
presencia no es más que manifestación de lo que está dejando de ser, de lo que fue. Pero semejante
consigna supone una afrenta a la lógica de la identidad. ¿Quién es el que habla, quién el que está
ahí cuando se dice “yo”, “estoy” o “ahora”?
El poema “Agnición”, de Repaso final nos trae la respuesta: la posibilidad de acceder a
un saber sobre sí mismo reside en los otros. La agnición -o anagnórisis-, que Aristóteles definía
en su Poética como el cambio desde la ignorancia al conocimiento, está supeditada a la memoria
ajena, de modo tal que son los otros quienes, con su testimonio, ponen a salvo mi existencia,
rescatándola (rescatándome) tanto de la muerte como de mi propio olvido. Dice allí:
237
En su libro En claro, publicado en 1962, pueden leerse los siguientes versos del poema “El viajero”,
luego recogido junto a otros poemas en Repaso final: “Decía Heráclito que nada permanece. / Pienso que
los viajeros pierden su identidad. / Las aguas de los hoteles/ se llevan nuestras manos por el desagüe, / y
los días destruyen atareados mis ojos.” (1964 25).
381
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
esa fe en la empiria según la cual el sujeto, estando en el escenario de los hechos y en el origen
de su propio discurso, puede dar cuenta de lo que pasa/lo que pasó mediante su testimonio, Arrufat
vacía ese lugar desde el cual, quien lo ocupa, puede legítimamente reclamar creencia: el sujeto
que configuran sus poemas es, recordémoslo, apenas uno de paso. Pero tampoco se trata de de
una subjetividad burguesa, autónoma e individual. Por el contrario, en Arrufat la subjetividad está
ligada a las inscripción de lo otro en lo mismo, a la diferencia como rasgo constitutivo de la
identidad, al “uno es dos” heracliteano.
Por eso la anagnórisis está ligada a la reescritura. En el encuentro del yo con el otro – y
con ese otro que es un texto – , tiene lugar el proceso de agnición al que refiere el poema, en el
sentido de que el otro aporta un conocimiento acerca del yo que éste ignoraba, pero que se ilumina
en el momento mismo en que tiene lugar el contacto entre ambos. Lo que ese encuentro revela es
que no hay un yo que lee, sino que ese yo es materialmente creado como retorno del acto de
lectura. La causa es posterior al efecto puesto que el yo es, finalmente, el lugar de hospedaje
provisorio para múltiples voces ajenas.
De aquí que para Arrufat hablar de la materialidad de la literatura no remite a la
reconstrucción sociológica de sus condiciones históricas, sino que, fundamentalmente, tiene que
ver con el hecho de que también ella participa del ciclo dialéctico de destrucción/producción
heraclitiano, fabricando con sus propios medios – el lenguaje – otra cosa , de la que son muestra
las infinitas posibles reescrituras de un texto que se separan de la versión anterior (no podríamos
decir del “original”) por una diferencia apenas perceptible. Del mismo modo, para Arrufat la
transformación revolucionaria de la subjetividad ocurre en la imposible resolución de la tensión
entre repetición y novedad, tensión que la idea de la revolución como retorno a un origen más
puro y nacimiento de un Hombre Nuevo debe necesariamente negar para resultar verosímil. En
este sentido, la administración estatal de la memoria, la demarcación del espacio según fronteras
que recortan lo que queda dentro o contra y el reordenamiento oficial de los calendarios a partir
de fechas en las que el tiempo supuestamente comienza de nuevo desconocerían este constante
movimiento de destrucción y creación a partir de lo mismo que para Arrufat caracteriza la vida.
Debe entonces leerse como una humorada que en ese escenario preñado de anuncios apocalípticos
titule a su poemario Repaso final. Título oximorónico, porque afirma que finalizar es un pasar
otra vez (que es finalizar que es un pasar otra vez que es finalizar…) Pasar es, así, traer otra vez
el pasado; el poeta es ese que re-pasa, y en ese rescate de los restos cumple su función política.
La declarada deuda de Arrufat con la antigüedad clásica se muestra también aquí: el trabajo del
poeta, instruido por las musas, hijas de Mnemosine, forja la cohesión y la identidad de la polis
sobre el recuerdo de las hazañas de los héroes. Sólo que en Escrito en las puertas – como ocurre
también en Los siete contra Tebas – Arrufat prefiere recuperar la voz de los seres simples,
hombres y mujeres del pueblo. Después del poema “Uno de paso” la voz lírica da inicio a su viaje
por una ciudad arreglada como un guión teatral en el que cada personaje tiene su entrada, que es,
al mismo tiempo, parlamento y puerta. Cabe preguntarse entonces: ¿habla el habitante, o la
inscripción de su puerta ya ha hablado por él? ¿Quién habla cuando habla el hijo, Luisa y Miguel,
la puta, la lavandera, el médico, y otros cuyas palabras recoge el poeta? ¿Acaso lo que dicen no
es también un re-paso o re-cuento de lo ya dicho, vuelto a decir otra vez por el ocasional ocupante
de cada habitación? Sí, a condición de que -como ha señalado Gilles Deleuze en Diferencia y
repetición (2002)- se admita que en la repetición lo que ocurre es la transgresión, puesto que la
enunciación de lo ya dicho es siempre un apartarse del modelo, la repetición, entonces, no es la
oportunidad de confirmar la fidelidad a algún enunciado fundamental, sino la oportunidad de
renovación del lenguaje, de emergencia de lo nuevo.
Pero, si seguimos en la dirección de esta regresión a un origen imposible, ¿no cabe, ahora,
apuntar el dedo hacia el poeta mismo y preguntarse quién habla cuando él habla? La respuesta
llega al final del viaje, con el poema “En la última puerta”. Leemos allí:
382
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En esa última puerta se cumple la agnición preanunciada: y entonces, al fin, sabemos que
no era sólo el poeta quien hablaba, sino también los muertos. O, lo que es lo mismo, la palabra
pronunciada por otro, el lenguaje como producción material que subsiste a sus productores y
queda como sedimento en el río de la historia, listo para reemerger, pero esta vez diciendo otra
cosa. Así, lo que muere es, en verdad, lo que queda, y de aquí que la agnición esté ligada a la
herencia. Podríamos apuntar aquí que en el campo del derecho sucesorio agnición es la expresa
declaración de aceptación de los bienes a heredar por parte del heredero: no se hereda por
obligación, sino porque se acepta. Esto significa que no hay sucesión de herencia sin posibilidad,
por parte del recipiente, de rechazar, seleccionar o alterar el lote heredado. Nuevamente es la
fidelidad lo que se pone en cuestión: el poeta no sólo rompe con la ilusión de la serie sucesoria,
sino que además revela que esa serie está desde siempre ya rota, llena de intervalos y lagunas.
Con esas palabras de la tribu, el heredero siempre puede actuar y hacer con ello otra cosa. Así, la
herencia jamás es predestinación, sino oportunidad de agnición, de advenimiento de otra
subjetividad. No de otra cosa hablaba Los siete contra Tebas: Polinice y Etéocles reciben la
herencia de la casa de Layo, pero hacen con ella dos cosas muy distintas. Mientras que Polinice
reclama toda su herencia – el trono, la fortuna – Etéocles ha renunciado a parte de ella al repartir
sus bienes con el pueblo tebano. Es, en este punto, un traidor a su linaje, dice Arrufat (Bejel 8).
Sin embargo, si bien Etéocles ha fundado otra justicia y ha socializado la riqueza, apartándose del
derecho paterno que defiende su hermano, comparte con Polinices un rasgo de su herencia que
los iguala: lo que el Coro entiende como soberbia, la concepción del poder como un atributo que
se detenta individualmente y se ejerce a solas238.
Frente al hombre nuevo que prescriben las políticas del gobierno revolucionario, puede
concluirse que Arrufat se posiciona ante este modelo problematizándolo al menos en dos aspectos.
Por un lado, complejiza la relación con el pasado, que en el discurso oficial se centra alrededor
de la exaltación épica, la ejemplariedad y el culto a los héroes. Alejándose de esta idea
moralizadora del pasado, Arrufat va a pensarlo en términos de herencia, de algo que es propio y
ajeno a la vez y cuyos componentes – lenguajes, gestos, ciudades, formas de hacer – constituyen
la materia misma a partir de la cual nos constituimos de modo nunca definitivo. Por otro lado,
complejiza la doctrina materialista que en el discurso del gobierno revolucionario se ha
cristalizado en la convicción de que hay una “naturaleza” humana cuyo desarrollo ha sido
envilecido y oprimido, pero que puede alcanzar su forma más acabada si, como decía el Che, es
“sometid[a] a estímulos y presiones de cierta intensidad” (1980 40): esto es, a una pedagogía que
desde el exterior actúe sobre las conciencias, liberándolas. Nada más extraño para Arrufat que
esta creencia: todo hombre es el ocupante de un lugar que ya ha sido habitado – toda conciencia
es ese lugar ocupado ya por otros – y, por tanto, siempre se está de repaso. En este sentido, para
Arrufat no hay ningún sujeto ni vanguardia privilegiada que nos haga descubrir el “verdadero”
mundo puesto que no hay un mundo anterior a nuestra propio hacer colectivo. La herencia de esa
realidad fabricada en común – herencia que es también apertura a la transformación – aporta la
materia con la que se llevan a cabo incluso los acontecimientos más excepcionales de la historia.
En un momento en el que la palabra “cultura” ha ceñido exclusivamente su referente al campo de
238
Las intervenciones del Coro cuando Etéocles decide batirse contra su hermano sugieren esta
interpretación, como cuando dice: “Te estrechas a ti mismo, Etéocles. Tu mano/ en el aire tu otra mano
encuentra. / ¡Serás, como él, víctima de la soberbia!/ La soberbia reina en un cuarto oscuro, /con un
espejo donde se contempla para siempre. / Aparta ese espejo. Recuerda / que hay otros hombres en el
mundo” (1968b 81). Isabelle Torrance (2007) ha profundizado en este punto.
383
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
las múltiples instituciones culturales creadas por la revolución y a sus intervenciones y a sus
políticas específicas, este rescate de lo común, en su doble acepción, insiste en reivindicar los
procesos a través de los cuales los hombres se han ido haciendo a sí mismos. Ese rescate explica
también la obsesión de Arrufat por “las pequeñas cosas”, y también su preferencia por la cita que
se atribuye a Heráclito239 cuando, al ver vacilar a sus visitantes en el umbral de su cocina, los
anima a pasar a ese escenario humilde, diciéndoles: “Entrad, aquí también hay dioses”.
Bibliografía
239
Las palabras de Heráclito son el primer verso de “En la puerta del hijo” (1968a 12) y el primer renglón
de “La empanada de rosas” (1997 95). La cita, que vincula cocina y divinidad, es la “puerta” de acceso a
un poema acerca de la madre, en el primer caso, y a un pequeño ensayo–relato que discurre en torno a la
comida cubana, en el segundo.
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385
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En los estudios sobre la Revolución cubana ocupa un lugar importante la relación entre los
intelectuales y la política. Las razones son diversas y muy conocidas: durante los años ’60 y ’70
los intelectuales ganan un protagonismo inédito y muchos de ellos se pronuncian sobre ese
acontecimiento que cambiaría el curso de América Latina, además de que durante la Revolución
aparecen empresas insignes como Lunes de Revolución y Casa de las Américas y se viven
situaciones dramáticas como el encarcelamiento de Herberto Padilla en 1971. En conjunto, y
como demuestran los estudios sobre la historia intelectual, entre los que se destacan Entre la
pluma y el fusil de Claudia Gilman, Tumbas sin sosiego de Rafael Rojas y el texto sobre el caso
Padilla de Nicolás Casullo (2008), la Revolución cubana puso a prueba, por tratarse de una
situación extrema, la relación siempre compleja y ambivalente que existe entre la política y los
intelectuales. En un sentido general, Tulio Halperín Donghi (1998) demuestra que esa relación es
al fin de cuentas una subordinación que se vuelve visible durante las revoluciones, porque si bien
los intelectuales pueden socavar una realidad política determinada, no pueden ponerse a la cabeza
del nuevo proceso sin trocar su rol por el del político, el ministro o el gobernante. Ese límite, que
demuestra una subordinación del hombre de ideas a un sistema político que lo excede, se
encuentra desde muy temprano en la Revolución cubana, como podemos verlo en las famosas
“Palabras a los intelectuales”, discurso en el que Fidel Castro establece una diferencia entre un
“nosotros los revolucionarios” e incluso un “nosotros los que formamos parte del gobierno” y un
“ustedes los intelectuales”. Pero las relaciones que existen entre ambas esferas no se reducen a la
sola implantación de un poder jerárquico, porque también existen vínculos positivos, de
influencias mutuas y de importantes coincidencias entre el ideario que proyectan los intelectuales
y aquél que viene a materializar el nuevo orden político que surge en 1959.
Aunque el tema excede el reducido espacio de una ponencia, está claro que para abordarlo
es necesario trazar una frontera entre los intelectuales que comienzan su obra después de la
Revolución y aquellos que tienen una obra consolidada antes de 1959. Para decirlo con el Che
Guevara, una cosa son los intelectuales que nacieron con el pecado original de la burguesía, y otra
muy distinta los que se forman dentro de las nuevas instituciones educativas y culturales240. A su
vez, dentro de los que tienen una obra consolidada antes de 1959, habría que distinguir entre los
que coinciden o están cerca del socialismo y aquellos que pertenecen a zonas ideológicas distintas.
De todos modos, la Revolución es inicialmente mucho más que una posición ideológica concreta,
porque expresa anhelos que son transversales a la población y que tienen expresiones políticas
diferentes y variadas241. Por ese motivo, las relaciones entre los intelectuales y la política también
se advierten, y quizá de manera más expuesta, en aquellos que si bien no comulgaron con el
socialismo, coincidieron con parte del ideario que la Revolución vino a materializar. En ese
campo, José Lezama Lima cumple un rol simbólico: lidera un grupo importante de intelectuales,
apoya en lo público el proceso abierto en 1959 y hace una serie de críticas en privado, a las que
tuvimos acceso gracias a la publicación de su correspondencia en 1979. Por otra parte, Lezama
reflexiona de manera sostenida sobre la organización social y cultural en términos generales y de
manera muy particular sobre la situación cubana, de modo que encarna bien esa función
característica del intelectual que es pronunciarse sobre la dirección que debe tomar la sociedad.
Efectivamente, a lo largo de su obra Lezama se refiere a lo político de manera constante, con ideas
firmes y organizadas de un modo que creo que debemos calificar como racional y configura en
240
Me refiero al conocido texto “El socialismo y el hombre en Cuba”.
241
Como dice Halperín Donghi en Historia contemporánea de América Latina, “La revolución que
triunfa en el Año Nuevo de 1959, que no es por entonces una revolución social, es en cambio la siempre
renaciente revolución cubana, que sigue aspirando a una rehabilitación a la vez moral y nacional” (1997:
529).
386
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
este sentido un pensamiento que se mantiene coherente y no cambia tras 1959. Para poner de
relieve esa coherencia, es importante entonces que nos detengamos en el sistema de ideas que
maneja antes de la Revolución.
Desde el principio de su obra Lezama desarrolla lo que podríamos llamar una teoría política,
que tiene su momento de mayor esclarecimiento a mediados de los años ’50. Ese sistema tiene
tres elementos fundamentales. El primero se encuentra no sólo en su obra sino también en la Cuba
de la época republicana. Para decirlo con los argumentos de Rafael Rojas, el campo intelectual de
la primera mitad del siglo está atravesado por la idea de que la Revolución de Independencia
quedó inconclusa ya que no pudo desplegar todas sus potencialidades. El tema se encuentra en la
revista de avance, como demostró Celina Manzoni, y la respuesta es igual de temprana: la
encontramos en el líder de la Reforma Universitaria Julio Antonio Mella, que hace un llamado
para volver a José Martí porque está convencido de que su obra puede orientar el triunfo definitivo
de la Revolución. Lezama retoma esta visión, por supuesto abandonando la militancia política y
trasladándola a la reflexión poética y cultural, a través de los conceptos de penetración ambiental,
sentimiento de lontananza e imagen, palabras con las que presenta un programa que podemos
comprender a partir de la propuesta de Reinhart Koselleck (1993) de espacio de experiencia y
horizonte de expectativas: por una parte se vuelca a la edad dorada de principios de siglo y formula
un proyecto conservador a través de las raíces hispano-cristianas de la cultura, mientras que por
la otra establece como horizonte de expectativas un futuro abierto de realización nacional242.
El segundo elemento de su pensamiento político se encuentra en los conceptos de ciudad-
estado e ideal medieval de la vecinería, que presenta en Sucesiva o las coordenadas habaneras.
Aunque la crítica ha insistido sobre el perfil conservador que tienen estas crónicas de fines de los
años ’40, los conceptos que acabo de mencionar presentan una visión democrática e incluso
progresista sobre la sociedad. La ciudad-estado aparece en la famosa defensa de las capitales
chicas que Lezama hace en la crónica más citada del grupo. En ella menciona como ejemplos a
Atenas, Florencia y Weimar, lo cual significa que presenta un modelo democrático en el pleno
sentido de la palabra, porque retoma ciudades que se han transformado en ideales de la
democracia y porque con ellas propone la participación activa de los ciudadanos en las decisiones
que afectan a la comunidad. El segundo concepto es el “ideal medieval de la vecinería”, que
Lezama define como “el orgullo de crecer en un barrio, que a su vez crece dentro de la ciudad,
que a su vez tiene que manifestarse ya en forma universal” (598). Aunque el uso de la palabra
“medieval” se presta a confusiones, porque todavía pesa en nosotros la idea de que la Edad Media
es una época autoritaria y oscura, lo cierto es que las ciudades-estado vivieron su esplendor en la
Baja Edad Media y desaparecieron con el Renacimiento, ese período en otros campos luminoso,
que en lo político significa un franco retroceso243. Ajustándose a los hechos, Lezama articula el
ideal medieval y la ciudad-estado. De manera coherente, critica el peso autoritario del Gobierno
y propone que el poder pase del Estado a la sociedad civil244.
El último elemento de su teoría política es la figura del mártir. En su obra, el mártir está
ligado a la idea de que el hombre es un ser de carencia que busca de manera desesperada una
restitución en el futuro. Bajo sus términos, el ser humano busca perpetuamente la infinita
posibilidad. Para que la sociedad tome conciencia de esa utopía es necesario que alguien, por
ejemplo Jesucristo, se sacrifique. El mártir se convierte de este modo en una imagen que conecta
esta vida de carencia con el más allá de la redención. Aparte de las implicancias literarias y
filosóficas que posee, el mártir ocupa un lugar central en el pensamiento político de Lezama,
como podemos verlo en La expresión americana. En ese libro habla de las revoluciones de
independencia a través de Fray Servando, Miranda, Simón Rodríguez y Martí. Los cuatro son
héroes que sufrieron la pobreza y el olvido y varios de ellos fueron encerrados en prisión. Lezama
242
Lezama da este salto de la política inmediata a la “política del espíritu” en la revista Verbum, en la que
se separa desde la nota editorial de las luchas estudiantiles en la universidad. Me he referido a este tema
en “José Lezama Lima y la búsqueda de una cultura nacional” (2012).
243
Para la ciudad estado y la baja edad media, me baso, entre otros, en Maurizio Viroli (2009).
244
Por esta vía participa del pacto republicano al que se refiere Rafael Rojas (2006: 92-143) y establece
una estructura abierta en tanto está en condiciones de apoyar ideas conservadoras o libertarias según las
circunstancias en las que interviene.
387
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
convierte este último martirio en símbolo: el héroe sufre encerrado, del mismo modo que los
virreinatos se encuentran encadenados a la metrópoli, pero puede ver y por consiguiente puede
señalar por la ventana el futuro de la libertad.
La teoría política que acabo de comentar presenta dos características en las que me parece
importante detenerme para completar este panorama. En primer lugar, más allá de las inflexiones
conservadoras o progresistas que le da de acuerdo con las circunstancias, lo que Lezama elabora
es una teoría sobre la nación. En su sentido moderno, la nación es como dice Benedict Anderson
una comunidad imaginada, que para sustentarse necesita de los tres elementos con los que trabaja
Lezama: la existencia de un tiempo histórico compartido, la creación de un espacio público y el
recuerdo de una serie de héroes que hicieron posible la vida nacional. En este sentido, el escritor
diseña un pensamiento político que permite comprender y al mismo tiempo habitar la época
republicana, en tanto es una forma nacional que se encuentra situada entre la Independencia
inconclusa y un porvenir en el que se espera una plena realización nacional. En segundo lugar, la
teoría política de Lezama tiene un carácter proyectivo inconfundible. Si hemos de encontrar algún
aporte de su obra al pensamiento político, éste se encuentra en que analiza la sociedad no tanto
por la estructura institucional que posee, sino por los deseos y los proyectos a futuro. En este
sentido, la teoría política de Lezama es una intervención en lo público para definir un camino a
seguir cuyo planteo programático se encuentra en el ideal medieval de la vecinería. Cuando
Lezama encadena el barrio, la ciudad y lo universal podemos entender ahí un programa mediante
el cual exige la existencia de una estructura política que parta de los ciudadanos y culmine en un
estado que represente de manera orgánica a la base social. Esto significa que en los años ’50
Lezama propone un proyecto revolucionario en un sentido estricto. Nos puede engañar la idea de
que la poesía es el único camino para una política verdadera, nos puede engañar el sesgo
conservador de muchas de sus opiniones, pero Lezama propone una serie de transformaciones
que apuntan a una distribución diferente del poder y a la creación de un Estado que exprese al
pueblo cubano.
Cuando triunfa la Revolución de 1959, el escritor piensa el fenómeno gracias a estas ideas
que termina de perfilar en los años ’50. Pero es ampliamente conocido, sus opiniones son
diferentes e incluso contradictorias en el ámbito de lo público y en el mundo privado. En lo
público, Lezama apoya la Revolución en los ensayos “Lectura”, “26 de Julio: imagen y
posibilidad” y “Che Guevara, comandante nuestro”, en los que piensa la Revolución con los tres
elementos que conforman su teoría política: los mártires, la Revolución Inconclusa y las
esperanzas de la sociedad245. El ensayo más claro en este sentido es “Lectura”, que escribe poco
después del 1º de enero de 1959. En ese texto recuerda la manifestación contra Machado de 1930,
en la que cae herido de muerte Rafael Trejo. Para Lezama, la muerte del dirigente estudiantil hizo
que el pueblo tomara conciencia de que la Independencia estaba inconclusa y tuvo entonces una
imagen de la infinita posibilidad que aguardaba en el futuro. Ese futuro, descubre ahora Lezama,
ese futuro que comprende con Rafael Trejo pero que antes había comprendido con Martí, encarna
finalmente con la Revolución de 1959.
Pero si en lo público la Revolución abre un presente luminoso, en las cartas Lezama hace
una crítica sostenida en tanto repite con amargura que el acontecimiento también produjo el exilio
de sus hermanas y de varios de sus amigos. De este modo, en la correspondencia muestra el
reverso de la imagen que presenta en los ensayos. En lo público los mártires son Trejo, Martí y
los caídos de la Revolución; en las cartas Lezama vive el sacrificio en primera persona, porque
muestra que la Revolución se levanta sobre la destrucción de su vida privada: Le escribe a Eloísa
en 1961: “Los cubanos queríamos y habíamos olvidado la gran tradición de las lágrimas
y el sacrificio” (1979: 132); tres años después le comenta a Carlos Luis en 1964: “No
sabíamos que aquellos días felices que pasábamos entre amigos, ya hoy son un recuerdo
desesperado” (92); dos años más tarde le dice a a su hermana en 1966 que se ha “quedado
como un perro apaleado solo y lastimado por todas partes” (187). En los ensayos la herida
de la Independencia se cierra con el triunfo de 1959; en la cartas la Revolución engendra “la
pavorosa inquietud de un destino incierto”. En lo público celebra un Estado que realiza los anhelos
245
Todos los textos se encuentra recopilados por Ciro Bianchi Ross en Imagen y posibilidad.
388
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
de los cubanos; en la correspondencia demuestra que el Estado ocupa todos los rincones de la
sociedad y obliga a que las críticas únicamente se hagan en privado.
Aunque siempre está la tentación de ver en las cartas las verdaderas opiniones de un
escritor, en el caso de Lezama los ensayos y la correspondencia son dos mitades complementarias.
En conjunto dicen que una revolución no se hace solamente con la creación de nuevas
instituciones, sino también con la destrucción de parte de la antigua sociedad. Pero además los
ensayos y la correspondencia muestran que existe una relación profunda entre el pensamiento
político de Lezama y el tiempo ambivalente y contradictorio de la Revolución. En los años ’50 el
escritor sostiene que la nación se define a partir de las esperanzas en un futuro de redención
nacional. El triunfo de 1959 cubre parte de esas esperanzas, porque salda la herida que había
quedado abierta con la Independencia, pero para hacerlo necesita superar y por lo tanto destruir
la nación en la que se formulaba ese deseo. Si en la correspondencia Lezama encarna la figura del
mártir, representa también a la sociedad republicana en la que se formó: la Revolución cumple
con las expectativas, pero también fractura la familia, expulsa a parte de los amigos y disuelve la
comunidad imaginada que Lezama había animado con sus revistas y mediante las cuales había
comprendido lo nacional.
La obra de Lezama revela un sentido trágico de la historia. Esa tragedia se encuentra
articulada a partir de las relaciones que existen entre la teoría política de los años ’50 y la
Revolución. Por una parte, el escritor entiende el tiempo de la República a través de la
Independencia frustrada y por lo tanto formula un proyecto de redención nacional. La Revolución
de 1959 demuestra que para que ésta se cumpla es necesario que desaparezca la antigua sociedad.
Este tiempo trágico afecta de manera profunda a las subjetividades, porque se produce un quiebre
entre una subjetividad que estaba organizada alrededor de la esperanza y otra que tiene que
centrarse en la realización. Si los ensayos y la correspondencia muestran los efectos del nuevo
orden político, las contradicciones que hay en ellos ponen de relieve que Lezama sigue caminos
diferentes para reintegrarse subjetivamente, ya que en lo público se asume dentro de la
Revolución, mientras que en privado se repliega en la nostalgia de la nación que acaba de
desaparecer. Por este camino, el escritor se vuelve una figura representativa para las relaciones
entre los intelectuales y la Revolución, ya que en los ensayos y la correspondencia muestra tres
caminos que pueden seguir aquellos que lo acompañan: reafirmar el apoyo a la Revolución,
acentuar las críticas desde el exilio o replegar la obra en el pasado, solución que Lezama desarrolla
de manera impecable para darle un cierre a su obra, como se advierte en el último poema de
Fragmentos a su imán. Para los intelectuales formados en la primera mitad del siglo, los tres
caminos revelan formas de reintegración histórica y subjetiva, pues responden de manera
revolucionaria, crítica o nostálgica a la fractura traumática de la Revolución.
Bibliografía
Anderson, Benedict. (1993) Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del
nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
Castro, Fidel. (1980) “Palabras a los intelectuales” Revolución, letras, arte. La Habana: Letras
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Casullo, Nicolás. (2009) “Los años setenta: cultura y política” Las cuestiones. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
Gilman, Claudia. (2003) Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario
en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI.
Guevara, Ernesto (1977). “El socialismo y el hombre en Cuba”. En Escritos y discursos, tomo
VIII, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1972, 260-272.
389
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
390
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Este trabajo reflexiona sobre la figura del intelectual, a partir de la experiencia en Cuba
de René Depestre, focalizada en textos de 1967 y 1968, en los que define la intelectualidad
latinoamericana y el rumbo de la creación estética, en vínculo con la responsabilidad del artista.
El primero, presentado en el Segundo Congreso de Escritores Latinoamericanos (México): “El
escritor latinoamericano y sus responsabilidades”; el otro, escrito para el Congreso Cultural de
La Habana: “El intelectual revolucionario y sus responsabilidades para con el Tercer Mundo”.
En ellos, Depestre exige el compromiso de la escritura en un proyecto creador propio, genuino y
despojado de marcas colonialistas e imperialistas, en el que el carácter revolucionario del hombre
tercermundista responda a sus necesidades para su completa liberación y descolonización. La
responsabilidad estética y moral con una identidad, liga al intelectual latinoamericano a un
propósito concreto: restablecer una comunidad cultural y una conciencia colectiva, para proteger
la memoria de los silenciados y construir una nueva voz junto al hombre nuevo.
En diálogo con el ideario de la Revolución Cubana y el pensamiento guevarista, introduce
reflexiones de Frantz Fanon, entrelazando la experiencia de los pueblos expoliados, pues la
hermandad tercermundista interpela a Latinoamérica, África y Asia, tornándose inevitable no
pensar en las realidades de quienes atraviesan procesos de descolonización e intentan reconstruir
una tradición. Fanon y el “Che”, estructuran el pensamiento de Depestre y ofrecen los
lineamientos para una nueva literatura y para el tránsito de la intelectualidad del Tercer Mundo.
Alejados de los enfoques del colonizador, se sitúan en la defensa de una conciencia, un
pensamiento y un lenguaje propios. Son los intelectuales europeos (Jean-Paul Sartre o Michel
Leiris) quienes se acercan a estas realidades, apoyan los proyectos culturales y toman partido
desde sus escritos por la definitiva liberación de estos pueblos.
En “Mis años-luz en Cuba” (1968), texto que abre Por la poesía, por la revolución (1970),
donde están estos ensayos, Depestre hace una semblanza de su estadía en ese país y da su
impresión sobre los líderes que marcaron su compromiso con la Revolución Cubana: Castro,
Guevara y Cienfuegos. Expresa lo que significa para su identidad y formula posibles definiciones
del acto creador y del rol del artista en países subdesarrollados con pasados coloniales. La realidad
tercermundista interpela la pronta intervención del individuo en los asuntos sociales, políticos y
culturales y es el llamado a la participación colectiva y a la hermandad entre los pueblos.
Respecto de la relación entre poesía y responsabilidad de los intelectuales hacia la
revolución, Depestre sostiene:
Estas líneas plantean la realidad del escritor y el papel de su producción, cuyo fin es responder a
las exigencias de sus pueblos y hacer coincidir lo individual y lo colectivo, en la exploración del
lenguaje. Por eso, en la creación la sociedad deberá reconocerse y valorar el carácter
transformador de la literatura y el arte como armas para la liberación, a través de la articulación
crítica, la búsqueda estética y la responsabilidad cívica y moral del artista.
En “El intelectual revolucionario y sus responsabilidades para con el Tercer Mundo”,
traza las bases para acciones comunes para la total descolonización de las diversas culturas
tercermundistas. Esto lleva a cuestionar y a redefinir la posición de los intelectuales en relación
con sus actividades en la construcción de una identidad colectiva, para reflexionar sobre la
responsabilidad y “las formas militantes y dinámicas de solidaridad entre los hombres de cultura
391
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
del mundo entero” (140). Esta actitud revolucionaria solidaria con los oprimidos, en una
perspectiva de descolonización, hermana las voces silenciadas de África, Latinoamérica y Asia,
promoviendo la exigencia creativa para combatir la violencia “del neocolonialismo europeo y el
imperialismo norteamericano” (141), que paraliza la producción artística.
La liberación y la descolonización, deben continuar su itinerario revolucionario y evitar
el estancamiento, como sucedió con pueblos víctimas de políticas que entorpecen su crecimiento,
como, por ejemplo, las burguesías haitianas, asiáticas y africanas, que luego de la
descolonización, causaron males comparables a los de la colonia:
Depestre critica esas conductas, reivindicando a los pueblos que no caen en esas experiencias y
huyen de esos dramas socioeconómicos y socioculturales, como Cuba y Viet Nam, que supieron
hacer la revolución y donde “la descolonización es una creación social ininterrumpida” (142).
Para los que buscan salir de la opresión, el compromiso con proyectos revolucionarios en
todos sus modos y prácticas, es imprescindible si se desea defender la emancipación y continuar
con la producción de cambios y beneficios para fortalecer la lucha contra los poderes extranjeros
que asedian las libertades de los pueblos. Depestre entiende que la cultura es esencial y no puede
adoptar formas que obstaculicen el constante movimiento creativo:
246
Más de veinte años después, Depestre en una entrevista con Marras se define como un gato escaldado:
“Nous sommes chats échaudés” (1992: 337). Allí, reflexiona sobre la historia y el destino de
Latinoamérica, la Revolución cubana, la negritud, la literatura y el rol de los intelectuales. Lamenta que
nuestro continente siempre haya estado ligado a ideas importadas y que nunca haya tenido ideas de fondo
propias. Considera que desaparecieron las ideologías, que América Latina no encontró su ser y que si bien
tuvo su punto de referencia en la Revolución cubana, incluso el mito de la revolución se hundió como
todos los mitos. A su vez, que la Revolución bolivariana quedó inconclusa, pues América Latina hizo
392
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
con la idea de proyectos genuinos. Además, en este escrito sigue señalando al verdadero enemigo
de los pueblos subdesarrollados:
naciones. Para Depestre los mitos continúan en el plano literario ya que en el político fueron un desastre.
Pero, los intelectuales pueden contribuir a la mutación espiritual. Los escritores son gatos escaldados que
vienen viendo cómo la ideología se fue afirmando en masacres y gulags. Hoy, escritores e intelectuales
deben replegarse en la literatura y la creación, procurando una real utopía, una utopía con los pies sobre
la tierra, que permita el sueño y la realidad, para evitar estar siempre en función del futuro. A Cuba le
faltó sostener la invención y la imaginación que tuvieron para tomar el poder, pero que luego perdieron.
Depestre concluye afirmando que ya no representa paradigmas ni ideales y la considera una especie de
patrulla perdida.
247
“Pour l’Europe, pour nous-mêmes et pour l’humanité, camarades, il faut faire peau neuve, développer
une pensée neuve, tenter de mettre sur pied un homme neuf” (Fanon, 2002: 303).
393
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
“Elevar hacia lo universal las situaciones particulares de nuestros pueblos, buscando nuevos
puntos de articulación de la literatura y el arte con las realidades y los sueños de América” (156).
Para completar el perfil del intelectual latinoamericano, tomaremos planteos de Depestre
en discusiones con otros pensadores, sostenidas en La Habana en 1969 y reunidas en El intelectual
y la sociedad, sobre el proceso de elaboración de un pensamiento colectivo, desde los enfoques
de Dalton, Desnoes, Fernández Retamar, Fornet y Gutiérrez. En sus intervenciones, reflexiona
sobre las preocupaciones de los intelectuales en torno a la literatura, deteniéndose en los franceses
que, ideológicamente en posiciones similares, apoyaron los fenómenos suscitados en
Latinoamérica, pero cuyas disertaciones no responden a las realidades de estos pueblos, ya que la
pregunta sobre el poder de la literatura en Cuba no está formulada en abstracto y no encuentra
respuestas en París. Para él, la responsabilidad del escritor y su rebelión toman “un carácter nuevo,
en un país como Cuba, donde el poder político y social […] es el principal rebelde” (1988: 44).
En este sentido, el intelectual no debe pretender querer ser más polémico que los hombres que
forjaron la revolución.
La Revolución, que Depestre considera un proceso de autocrítica individual y colectiva,
permite a los colonizados establecer sus lazos de solidaridad y fraternidad, pues la transformación
política, social, cultural, artística y literaria se extiende a todo el Tercer Mundo y no se estanca
solo en Latinoamérica. El intelectual articula su mirada con conciencia colectiva crítica que
responde a la revolución en su recorrido: “¡Descolonizar las estructuras socioeconómicas del
subdesarrollo, y luego descolonizar la mente, […] los corazones, […] las conciencias […] destruir
los tabúes, los mitos nocivos, los dogmas y demás manifestaciones de la miseria espiritual del
hombre y de la mujer subdesarrollados!” (46).
El intelectual, al servicio de una literatura comprometida, da cuenta de un perfil militante
y didáctico, al difundir el estado de cosas y los fines perseguidos por la revolución. Ese valor
pedagógico no es inmediato y lo tendrá si la obra está bien lograda: así podrá incidir sobre las
masas. En cuanto a la estética, el valor de las obras está en su función y en lo que representa para
la sociedad como “expresiones felices de las nuevas realidades que nacen del poder creador de la
Revolución” (93). Respecto de su responsabilidad moral, el intelectual participa en distintas tareas
de la revolución desde la militancia. De este modo, el poder del escritor en países subdesarrollados
consiste en “un poder de comunicación entre hombre y hombre, un poder de verdad que atañe a
la nueva condición encontrada por el hombre a causa de su descolonización, la nueva identidad
cuyo duro y necesario aprendizaje está realizando” (50). La responsabilidad del intelectual con la
revolución alcanza varios aspectos del ser y lo lleva a intervenir, pero el escritor gracias a la
creación literaria tiene la especificidad de esta experiencia mediadora entre el pasado y el presente
para la transformación del hombre:
El intelectual que no tenga las cualidades que hacen al hombre de acción no tiene
que desarrollar en sí mismo un complejo de Sierra Maestra. No tiene más que seguir
la verdad de su vida, con la mayor honestidad y […] llegará, con las condiciones
específicas de la literatura, a crear una poesía involuntaria que los hombres de acción
han lanzado en la vida social de Cuba (94).
394
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
248
“Incluso la belleza de su piel se convirtió en eterna fuente de frustraciones, en infranqueable obstáculo
entre la situación genérica que se le imponía ya fabricada y su realización en la historia y la sociedad.
Reificación y alienación sobrepasaban los límites de la trama económica y social del trabajo servil para ir
a penetrar, a través de los poros del negro, hasta las estructuras viscerales de su despedazada personalidad”
(344-345).
395
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
apasionado e irracional hacia lo vital, hacia la “emoción negra”. La mirada de Césaire no cae en
un primitivismo, un retorno a un pasado, que convertiría a los pueblos liberados en nuevas
víctimas del mundo desarrollado.
Por su parte, Michel Leiris exige un urgente progreso técnico en países subdesarrollados
para mejorar las condiciones y resistir a las presiones y ataques del imperialismo. Para esto, hay
que estimar las condiciones locales (geográficas y humanas) para un conocimiento completo de
los recursos naturales y culturales del país. Por un lado, utilizar todo lo que sea útil para todos y
no solo para una clase privilegiada y, por otro, luchar contra el imperialismo. En este sentido, la
Revolución es una “incitation directe à la recherche” (1969: 141), para una investigación más
moderna, una “guérilla de la recherche” (142) puramente local que contrarreste el bloqueo, pero
también como extensión del saber humano. A través de la sociología y la etnología, pueden
recuperarse las riquezas culturales en la nueva cultura que instaura la Revolución, desde la
ampliación y la superación, conservando elementos tradicionales y orientándolos hacia nuevos
objetivos e integrados en el contexto revolucionario. Frente a la etnografía, a la historia y a la
arqueología establecidas desde afuera con marcos colonialistas, Leiris opone una etnografía, una
historia y una arqueología locales para: a) la toma de conciencia del pueblo de lo propio y la
liberación del complejo de inferioridad y la tendencia a subestimar su cultura en relación con la
del colonizador o la clase dominante; b) la descripción de la historia y la etnografía desde la
mirada del otro para que la cultura del hombre desalienado sea integral.
Para Leiris es necesario crear archivos como testimonios de culturas perimidas, para
evidenciar el pasado y el futuro y erradicar toda noción de cultura fija, pues es algo que está en
constante movimiento. Si la sociedad quiere mantenerse viva, debe impulsar al máximo la
investigación y comprometerse con la creación249. Como Depestre, se pregunta si el arte y la
literatura deben ser inmediatamente útiles a la Revolución (reivindicativo, didáctico o
propagandístico) y revolucionarios en sus dominios (ruptura violenta con el academicismo). Por
una necesidad táctica, toda revolución debe afirmar su propaganda, sin subestimar a las masas y
exigiendo esfuerzo de comprensión. Para ser revolucionarios y responder a las necesidades de la
revolución el arte y la literatura “ne doivent pas simplement viser à exalter, propager ou orienter
l’esprit révolutionnaire, mais tendre […] à transformer d’ores et déjà en préfiguration du futur
‘homme intégral’ l’homme d’aujourd’hui qui commence à peine à se défaire de ses chaînes”
(149). Para su valor revolucionario, la obra auténtica y creativa debe escapar a los estereotipos y
trabajar sin directivas foráneas ni ideas preconcebidas, dando cuenta el artista de sus habilidades
artesanales en la creación de una obra magistral, pero principalmente en experimentar y
aventurarse en el movimiento creativo. Esa experimentación la facilita la Revolución, pues la
libre experimentación representa el medio para escapar al doble peligro que amenaza a la
creación: imitar moldes externos e inspirarse en los tradicionales con intención de alcanzar un
arte nacional, equivalente a estereotipos que no llevan a la autenticidad. El artista no se saciará
con la cultura existente, sino impulsará la investigación y la exploración para romper con lo dado
y crear lo nuevo. Un pueblo revolucionario garantizará el ejercicio de la absoluta libertad de
investigación, pues los resultados de trabajos en libertad contribuirán a que la Revolución avance
hacia la libertad total.
En “L’etnographie devant le colonialisme” (1950), Leiris critica la etnología clásica y
eurocéntrica, para formar nuevos modos de abordar la cultura y pensar el rol profesional respecto
de esta disciplina, apelando al compromiso con los oprimidos y exigiendo a los provenientes de
naciones colonizadoras adoptar una postura crítica frente a criterios colonialistas, aun cuando
estén en contra de los intereses de sus países250. Pide, en el intelectual, tomar partido contra errores
249
“Un point plus litigieux est la question de l’impulsion à la création littéraire et artistique, car si, dans
le domaine des sciences, il est aisé de comprendre que la recherche appliquée n’est pas seule à devoir être
encouragée, ses progrès étant liés à ceux de la recherche pure, il peut sembler que, dans le domaine des
lettres et des arts, ce qui est pure recherche n’est qu’un luxe dont la Révolution, aux prises avec des graves
urgences, peut fort bien se passer.
Par définition, la Révolution appelle un art et une littérature révolutionnaires, soit quelque chose d’autre
qu’un art et une littérature tendant au maintien du statu quo ou visant au pur divertissement” (147-148).
250
“Humainement, pour la raison dite plus haut (notre appartenance à une nation colonisatrice et notre
caractère de fonctionnaires ou chargés de mission du gouvernement de cette nation), il ne nous est pas
396
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
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Dalter, Eduardo. (2014) Viento Caribe. Poesía de Guadalupe, Guayana. Martinica y Haití:
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Zeta. pp. 337-366.
possible de nous désintéresser des actes de l’administration coloniale, actes dans lesquels nous avons
nécessairement (en tant que citoyens et en tant que missionnés) notre part de responsabilité et dont il ne
saurait suffire, si nous les désapprouvons, de nous désolidarise de manière simplement platonique. Nous,
qui faisons métier de comprendre les sociétés colonisées […] dans la mesure qu’il y a pour nous quelque
chance d’être écoutés, nous devons être constamment en posture de défenseurs de ces sociétés et de leurs
aspirations, même si de telles aspirations heurtent des intérêts donnés pour nationaux et sont objet de
scandale” (88).
397
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Introducción
Esta ponencia se propone analizar el proyecto literario del poeta Sergio García Zamora
(Esperanza, 1986) a la luz de algunos tópicos que hacen a la identidad de la autodenominada
Generación 0 cubana: la privatización de la escritura, en el sentido de repliegue en la propia
subjetividad; la crítica a las políticas culturales del gobierno cubano; los debates en torno a la
legitimidad para elaborar argumentos propios, válidos a los intereses del país, según éstos sean
enunciados desde adentro o desde fuera de la Isla; la representación de las continuidades
económicas y sociales del denominado “Período especial”; el turismo, los dólares y la fiesta como
factor de deseo. Con esta línea de análisis como eje me propongo rastrear los reparos que
manifiesta la obra de García Zamora respecto de la necesidad de dinamitar el lenguaje y las
estructuras formales del poema, tan presente en los poetas nacidos en la década del ’80.
Además, un rasgo propio de su búsqueda estética será recurrir a materiales textuales de
la tradición canónica cubana, Nicolás Guillén, José Martí, incluso también de la Biblia, que lo
distancian de las nuevas tendencias y su ansia de actualización literaria universal, tanto como de
los nuevos soportes poéticos: la performance y el videoarte.
La crítica social y el sondeo en el ser cubano son herencia guilleniana. Los jóvenes
poetas cubanos no lo asumen así, aunque ellos resultan paradójicamente sus más
genuinos continuadores. No son culpables si conviene al poder eternizar el llamado
pintoresquismo, dígase negrismo y afrocubanismo, de Guillén. (…)El poder se ha
398
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
En consonancia con sus compañeros de generación, se lee en sus poemas una crítica ácida
de las políticas culturales, las censuras y las exclusiones de aquellos que no se alinean con la
ideología oficial. Sin embargo, como buen filólogo (no hay que olvidar que su tesis de licenciatura
versa sobre la relación entre El presidio político en Cuba de José Martí y la Biblia), legitima y
fundamenta las posturas políticas de sus textos recurriendo a la ciudad letrada de la Revolución,
en los ensayos y artículos son comunes las citas de Vitier o Fernández Retamar precisamente para
cuestionar y denunciar la pragmática cultural que las niega, como él mismo declara en una
entrevista “yo quiero ser un poeta de vanguardia sin olvidarme de la tradición” (Martin 2013),
esta tradición como vemos intenta ser de lo más abarcativa e integradora.
En el poemario El Valle de Acor (2012)251 se intenta representar el drama del hombre y
su patria, para ello el autor recurre a la etimología de la palabra acor que en hebreo significa
turbación y en latín acidez. Sobre estos dos polos versará la posición del poeta que intenta corroer
las rígidas estructuras impuestas para la creación en la isla y cuyo costo será la experiencia de la
turbación.
En la Biblia hebrea hay dos alusiones al Valle de Acor que potencian la multiplicidad
semántica del poemario, por un lado el espacio de turbación y de castigo que nos relata Josué y
que se cita en el libro de García Zamora pero por otro lado el lugar de la esperanza y la
reconciliación del que da cuenta el profeta Oseas cuando se refiere al Valle de Acor como una
puerta de esperanza. La Biblia cuenta que Oseas por orden de Dios tuvo descendencia con una
prostituta, sobre esta prole recayó la siguiente maldición: “sí, su madre se prostituyó, la que los
concibió se cubrió de vergüenza, porque dijo ‘iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan
y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas’, por eso voy a obstruir su camino con
espinas, la cercaré con un muro, y no encontrará sus senderos” (Oseas 2.7-2.8). Los
desplazamientos referenciales dan cuenta por una parte del fenómeno de las jineteras en el
contexto del Período especial, pero también podría interpretarse esta cita como la prostitución de
la Revolución al adorar a un Dios falso, la URSS y no Baal como en el relato de Oseas, el cual es
considerado una especie de amante corruptor. Luego de la caída del muro, la sociedad cubana se
encuentra aislada, esperando detenida como los adolescentes del poema “La sombra del buen
vivir” en el lobby del Hotel Nacional. Estos estudiantes se miran como Narciso en los espejos del
lobby “y se han visto entre el arribo de extranjeras almas: / piel espléndida, ojos imposibles /
deliciosa familia / que despierta al vampiro y al caníbal” (García Zamora 2012 27) pero mientras
ellos se adormecen en sus sillones fantaseando “La sombra del buen vivir está sobre ellos, / en
los cuartos / que están sobre ellos.” (Id. 28)
En este sentido, es posible pensar la poesía de García Zamora y de sus contemporáneos
como continuadora del deconstruccionismo del imaginario revolucionario y sus grandes
narrativas que se propuso en los ’90 el denominado Nuevo ensayo cubano. Un estado de derrota
y de decadencia se percibe en varios poemas que remiten a los mismos conceptos que maneja
José Antonio Ponte con la imagen-fuerza de Cuba como ruina. Para nuestro poeta situado en la
provincia de Villa Clara, la ciudad devastada, metropolitana, central, da lugar al sujeto devastado,
así es que en lugar de derruidas estructuras y escenarios vemos la decadencia, el vaciamiento, la
inercia del hombre cubano:
251
Otros títulos publicados por el autor: Autorretratos sin abejas, Ediciones Sed de belleza, Santa Clara,
2003; Tiempo de siega, Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, 2010; El afilador de tijeras, Ediciones Sed de
belleza, Santa Clara, 2010; Poda, Casa Editorial Abril, La Habana, 2011; Día mambí, Editorial Vigía,
Matanzas, 2012; Libro del amor feliz, Editorial Acana, Camagüey, 2013; Las espléndidas ciudades,
Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, 2013; La violencia de las horas, Ediciones Matanzas, Matanzas, 2013;
Pabellón de caza, Ediciones Sed de belleza, Santa Clara, Pensando en los peces de colores, Voces de Hoy,
Miami, 2013); permanece inédito La condición inhumana de 2014.
399
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Cuando leo la Biblia no lo hago como un religioso, sino como un poeta, porque sin
lugar a dudas ella constituye un referente obligado dentro de la cultura occidental
(…)es tan válido como la mitología grecolatina(…) Y es que tanto esa tradición
bíblica como la grecolatina permiten establecer referentes, elaborar una forma de
codificar la cultura (Martin 2013).
El fin último de estos usos será un estado de posesión desacralizadora, iconoclasta, que
por un lado homenajea pero por otro discute a los autores convertidos en símbolos y que se
constituyen en partes de una maquinaria poética que excede los límites de la materia sugerida. La
deriva de sentidos muchas veces se cifra en un nombre: “a François Villón, el maldito, lo suben
y lo bajan de la horca un poeta después de otro. No escribí para esto, dice Villón, no robé ni maté
para esto. si quieren entonar mi balada, pónganse la soga al cuello” (García Zamora 2014 6).
400
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Conclusión
¿Es posible pensar la diferencia entre la propuesta estética del autor y el resto de su
generación como un problema similar al que se presenta en el campo literario argentino, en el
sentido de una relación desfasada entre literaturas metropolitanas y periféricas, es decir, del
interior profundo, en tanto dos esferas de circulación prácticamente autónomas, dado que las
metrópolis por lo general realizan un ombliguismo autolegitimador a la hora de editar autores de
provincias, que sólo ven la luz en grandes tomos de obras completas en su mayoría post-mortem?.
En una entrevista García Zamora bordea la cuestión:
Estamos un poco desorientados. No sabemos cuáles son las corrientes ni las escuelas
que dominan en el mundo, los grandes premios existentes y los libros laureados,
cuáles son las vertientes que se están cultivando (...) Desde la provincia resulta
doblemente terrible. No hay figuras que imanten movimientos, que funden escuela.
Y eso constituye, a mi modo de ver, una catástrofe en la literatura. Antes en Cuba
todo el tiempo hubo paradigmas. Villa Clara es uno de los territorios privilegiados,
se enorgullece de ser una ciudad letrada, hay un movimiento autoral muy fuerte, pero
eso no lo es todo (Izquierdo 2013).
252
Ha obtenido los siguientes reconocimientos: Premio Calendario 2010 por Poda ; Premio Fundación de
la Ciudad de Santa Clara por El Valle de Acor en 2011; Premio Digdora Alonso 2011 por Día mambí;
Premio Nacional “Fundación de la Ciudad Fernandina de Jagua 2012” por La borrasca, Premio Nacional
“Manuel Navarro Luna”; Premio Nacional “José Jacinto Milanés 2012” por La violencia de las horas;
Premio de Poesía Emilio Ballagas por La sobrevida en 2012; Premio de Poesía La Gaceta de Cuba 19ª
edición por La condición inhumana en 2014.
253
Vega Chapú, Arístides (comp.) (2013). Bojeo a la isla de Cuba (Antología de 6 poetas cubanos),
Editorial Betania, Madrid. La antología reúne a poetas residentes en Santa Clara, Cuba (Sergio García
Zamora, Arístides Vega Chapú); Montreal, Canadá (Ihosvany Hernández González); Santa Cruz de
Tenerife, España (Sonia Díaz Corrales); Nueva York, Estados Unidos (Juan Carlos Recio Martínez) y
Miami, Estados Unidos (Féliz Anesio).
401
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Esta búsqueda del espacio de la trasterritorialidad no ya por parte del exiliado, sino por
parte de cierta línea abierta al interior de la cultura estatal, implicaría la asunción de la trans-
identidad que esta condición supone y que se preocupa por buscar en el pasado, en el presente
crítico o en el aislamiento lo que la revolución en su momento no supo construir, como fuera el
hecho de permitir la libre singularidad y diversidad identitaria. La poética de García Zamora se
incluiría dentro de este proceso mayor de búsqueda de un territorio cultural deseado en el que el
escritor y sus colegas se sientan acogidos, protegidos y difundidos más allá de su pensamiento
político.
Bibliografía
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García Zamora, Sergio. (2012) El Valle de Acor. Santa Clara: Editorial Capiro,.
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2013)
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Izquierdo, Irene. “Sergio García Zamora. Cómo fundar un reino”, Bohemia (05/07/2013)
Martin, Omar. “Yo quiero ser un poeta de vanguardia”, Verbiclara (15/02/2013)
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II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
Introducción
En este trabajo propongo volver sobre la figura del “hombre nuevo” en tanto modelo del
sujeto revolucionario guevariano para revisar algunas de sus reescrituras en los cuentos “La
caminata” (1969) de Eduardo Heras León y “La yegua” (1968) de Norberto Fuentes.
Propongo observar en estos cuentos la puesta en escena de sujetos disidentes, que no se
adaptan al modelo del “Guerrillero heroico guevariano” que identifica Duchesne Winter, y que
dan cuenta de otras figuraciones posibles: el desertor, el débil, el traidor, el macumba, el
homosexual.
Se abre así una zona en la literatura que escapa a la épica revolucionaria y permite entrever
otras escrituras de la experiencia cubana. Intentaré mostrar que estos héroes fracasados responden
en cierta medida a los debates en torno a la figura del intelectual revolucionario, la literatura y la
estética hacia fines de la década del 60 en Cuba.
Desarrollo
403
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
254
Principalmente Pasajes de la guerra revolucionaria y La guerra de guerrillas.
Guevara afirma que el individuo “juega el papel de movilización y dirección en cuanto que encarna las
255
404
II Congreso Internacional del Caribe en sus Literaturas y Culturas.
llegado bien, Lorenzo Peña, yo lo sabía. Pero no lo dije por espíritu de grupo”. En el hombre
nuevo no hay valores extraordinarios, la vanguardia no es, como quiere el Che, los mejores entre
los buenos. El narrador confiesa que traicionó “por ese sadismo natural que llevamos dentro todos
los hombres”.
El sentido educador del sacrificio y del trabajo, aquí se ve desarticulado: el narrador
confiesa que “era esa caminata lo que te daba derecho a hablar de frente con la cabeza en alto y a
mirar un poco desde arriba al que no había llegado. La caminata que te graduaba un poco más de
hombre y un poco más de revolucionario. Aunque no lo fueras”.
Condenados de Condado, la colección de cuentos de Norberto Fuentes ganadora del
premio Casa de las Américas en su categoría en 1968, narra la lucha contra la guerrilla
contrarrevolucionaria en el Escambray. Los personajes de cada cuento se entrecruzan y
reaparecen en las historias sucesivas, creando una comunidad singular en la que héroes y
criminales, bandidos, justicieros y revolucionarios se confunden. Como en “La caminata”, poco,
o casi nada del “hombre nuevo” guevariano queda en pie. Los diferentes personajes dan cuenta
de las distorsiones del modelo original.
“El capitán Descalzo” es un jefe militar que se queda en el campo porque en La Habana
debe usar las botas reglamentarias que no le caben en los pies. Así como su cuerpo no se adapta
al uniforme, sus acciones de guerra se apartan de la magnanimidad del más fuerte y el respeto del
vencido del “guerrillero heroico”: liquida con machetazos a sangre fría a los
contrarrevolucionarios que llegan a su granja huyendo, desahuciados y hambrientos, luego de
darles pan para comer.
“La yegua” es también el nombre de uno de los cuentos y de un personaje: el topógrafo
de una cuadrilla que, acusado de homosexual una noche de lluvia, se suicida sospechosamente
ametrallándose la sien. La intolerancia y el machismo de los personajes se conjugan con la
condena a esa debilidad tan temida por Guevara por ser contraria a la moral del hombre nuevo: el
narrador duda de la homosexualidad de ese soldado pues “se había batido con nosotros a lo macho
y había visto a ñámpitis con la cabeza desflorada y los pedazos de cerebro regados afuera como
si fueran rebanadas de cebolla, y por eso nosotros creíamos que era bragao como nosotros”. El
riesgo de la debilidad está siempre presente y ante ese peligro la alternativa es la animalización:
no sólo el homosexual es una yegua, que representa un riesgo y a la que hay que eliminar; sino
que además, la prueba de la hombría es la carnicería humana y su contemplación satisfecha luego
de su perpetración.
A modo de conclusión, quisiera volver sobre un fragmento de “El socialismo y el hombre
en Cuba”. Allí Guevara rechaza al realismo socialista como la estética privilegiada de un arte
revolucionario, tal como ocurrió en la experiencia soviética. En cambio, el Che afirma que “no se
puede oponer al realismo socialista la libertad, porque esta no existe todavía, ni existirá hasta el
completo desarrollo de la sociedad nueva”. Esto equivaldría a “ponerle una camisa de fuerza a la
expresión artística del hombre que nace y se construye hoy”.
Claudia Gilman lee la década de los 60 en América Latina como una época marcada a
fuego por el faro de la experiencia Cubana, una década signada por los debates en torno a la figura
del intelectual, su relación con los movimientos revolucionarios, su rol en el tercer mundo y en el
continente, la pregunta sobre cuál es la estética revolucionaria propia de América Latina. En estos
cuentos, sin embargo, no encontramos una imagen del intelectual, no hay preguntas metaliterarias,
no hay una reflexión sobre el lugar del testimonio, sobre la mímesis realista u otras estéticas que
pudieran tomar su lugar. En estos cuentos no observamos la formulación de una imagen del
intelectual puro, sino que se la encuentra por defecto.
Los héroes fallidos que pueblan los cuentos de Heras León y Fuentes, contrapuestos en
numerosos aspectos al “guerrillero heroico” guevariano, permiten leer a contrapelo una
intervención en los debates que signaron la época, mediante la defensa de un espacio propio desde
donde narrar la experiencia colectiva.
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Bibliografía
Duchesne Winter, Juan. (2010) La guerrilla narrada: acción, acontecimiento, sujeto. San Juan,
Puerto Rico: Ediciones Callejón.
Fuentes, Norberto. (2010) “La yegua”. Los condenados del condado.1968. Buenos Aires,
Colección Capítulo, 1971. Seix Barral.
Gilman, Claudia. (2012) Entre la pluma y el fusil. Buenos Aires. Siglo XXI.
Guevara de la Serna, Ernesto. (1965) “El socialismo y el hombre nuevo en Cuba”. Marcha.
Montevideo.
Heras León, Eduardo. (1969) “La caminata”.
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Unido a este concepto de economía de enclave, aparecen (como ya lo hemos referido) las
“regiones de enclave” que presentan particularidades económicas, sociales y político-
administrativas, caracterizadas256 por:
5. Presenta un espacio nacional y otro espacio extranjero, el primero contando con las
mejores condiciones infraestructurales y de vida, y el segundo, un espacio de
inferiores condiciones en donde se va a dar la realización y reproducción de la fuerza
de trabajo nativa.
256
Ver Luís Humberto Hernández Riveros. “La formación de regiones de enclave en Colombia. ¿Un caso
de ingobernabilidad? Pensamiento Jurídico. Universidad Nacional de Colombia. Unibiblos. Bogotá, 2001:
159-182.
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Continuando este recorrido por las novelas de enclave en Colombia hacemos una mínima
referencia a dos novelas: La vorágine (1924) de José Eustasio Rivera y Toá. Narraciones de
caucherias (1933) de Cesar Uribe Piedrahita, que tratan el tema de las caucherías y la explotación
forzada de este recurso natural en las selvas colombianas de los ríos Caquetá y Putumayo,
efectuada por la histórica Casa Arana. Hombres seducidos por la fiebre del caucho pero
coaccionados por los capataces, trabajan en condiciones de explotación esclavista en una “selva
sádica y virgen” donde las sanguijuelas son una plaga que atosiga al cauchero y “… mientras el
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cauchero sangra a los árboles, las sanguijuelas lo sangran a él” (1984:139) y lo que queda de esto,
dice el fragmento inicial de la carta de Arturo Cova es, un “ambular vagabundo como los vientos
y un extinguirse como ellos sin dejar más que ruido y desolación” (1984:8). Así pues, desde este
paisaje, consecuencia de una economía de enclave, Clemente Silva habla de las costumbres de
los empresarios de caucherías, denuncia la vida brutal de los trabajadores y comienza la protesta
y acusación contra las injusticias sociales.
Por otra parte, Fernando Soto Aparicio, en La rebelión de las ratas (1962), inicia su
novela, indicando que el valle ha sufrido una transformación generada por la irrupción del
progreso, de la industria minera y de la explotación de carbón a gran escala por la “Compañía
Carbonera del Oriente” que trae consigo la presencia de migrantes tanto extranjeros como nativos,
motivados todos por la sed de fortuna. Esta transformación se describe así:
[…] era necesario que el valle perdiera su aspecto bucólico para que la nación
recobrara su estabilidad económica. Al menos, tales cosas decían los oradores que
acudieron a convencer a los campesinos de la conveniencia de abandonar las
cosechas, de trocar la azada por la piqueta, de cambiar el maíz por las piedras negras
del carbón, y de acabar con los mansos burrillos de carga para reemplazarlos por los
camiones de color rojo oscuro, como teñidos de sangre (1991, 5-6).
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llamada Teraco, donde es testigo del maltrato a los que se ven sometidos los indígenas y
campesinos de la región. Posteriormente, obtiene un cargo ministerial, con el cual pretende
defender los derechos de los trabajadores de la región petrolera.
Finalmente, La novia oscura (1999) de Laura Restrepo, novela que revela algunos
acontecimientos que marcaron la historia de Colombia con respecto a la intrusión de la poderosa
multinacional norteamericana “Tropical Oil Company”, en una zona abandonada y desfavorecida
por el gobierno nacional pero rica en recursos naturales, en la cual los obreros
Listos ya para el mercado de trabajo, con las manos y los pies empedrados de callos,
habían emprendido la peregrinación hacia el famoso campo 26 de la Tropical Oil
Company, que se levantaban en medio de la insensatez de la selva como un gran
barrio industrial, gris y reiterativo en su estruendo metálico y encerrado entre
alambre de púas. Guachimanes armados mantenían a salvo de todo acecho un
tesoro de balancines y de torres, de machines, turbogeneradores, catalinas,
calderas y unidades de bombeo (1999, 140).
Conjuntamente a este hecho histórico que marcó la historia Colombia, Restrepo recrea un
lugar de tolerancia llamado “La Catunga”, ubicado en la ciudad de Tora (Barrancabermeja), donde
las prostitutas participan de forma activa en este mundo petrolero, aliviando las penurias de los
trabajadores, acompañándolos en sus soledades y apoyándolos en la “huelga del arroz”, que es
decisiva para la nueva posición que adquieren estos frente a las compañías extranjeras. En
consecuencia, por ese entonces a la ciudad de Tora se la distinguían:
[…] en las vastedades del mundo de afuera como la ciudad de las tres P, putas, plata
y petróleo. Petróleo, plata y putas. Cuatro Pes en realidad, si acordamos que también
era paraíso en medio de tierras asoladas por el hambre. ¿Los amos y las señoras de
este imperio? Los petroleros y las prostitutas. (1999, 11)
Ahora bien, la crítica literaria cuando se ha ocupado de novelas relativas al tema de los
pobladores y las regiones en donde ha habido explotación de recursos naturales, lo ha hecho
teniendo como fundamento las características de la novela social en sus diferentes categorías,
como: indigenista, regionalista, proletaria, de la tierra, agraria, de la selva, de la revolución,
antiyanqui, de la mina, del petróleo, de la violencia y novela bananera, sobresaliendo el ambiente
de preocupación social, la actitud crítica y de denuncia, que expresa el compromiso de los autores
con la problemática del país. Igualmente, algunos estudios de este tipo de novela dan cuenta de
las múltiples descripciones que presenta la narración, al evocar los paisajes desde varios
componentes: la selva, el río, la montaña, los bosques, las lagunas y la sumisión del hombre a esta
geografía, impulsado por la empresa explotadora del recurso natural.
Empero, estas obras no son reclamadas dentro de una categoría específica, por ello es
asumida desde diversas tendencias críticas, que se relacionan unas a otras por el tema de los
recursos naturales, más no desde una categoría totalizadora que dé cuenta de la temática en su
globalidad, como pretendemos estudiarlas desde la teoría de la economía y región enclave, para
llenar no solo los vacíos de la historia literaria y política de nuestro país, sino además porque
creemos que estas novelas son una medida plausible de la experiencia de los actores sociales
marginados (el obrero, el campesino, la prostituta) en la reconstrucción de la identidad regional,
donde se han enclavado las transnacionales en nuestro país.
Por ende, a través de la categoría “novela de enclave”, podemos recuperar memorias
aparentemente olvidadas, que miran críticamente la realidad, por medio de una elaboración
simbólica de gestos, actitudes, juegos del lenguaje, metalenguajes, arquetipos, mitos, que en
conjunto rescatan problemáticas generadas por la explotación de recursos naturales a gran escala
(y sus terribles consecuencias), que aún sigue vigente en nuestro país.
En definitiva, cuando revisamos los estudios de lo que hemos llamado “novela de enclave
colombiana”, encontramos que ha sido mínimo el análisis que dé cuenta de la reacción estética
(literaria) y sobre la situación que se presenta en las regiones narradas, su valor social, económico,
ecológico y político que llama la atención.
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