Cornford, Francis. de La Religión A La Filosofía (Prefacio)

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FRANCISM. CORNFORD

DE LA RELIGIÓN
A LA FILOSOFÍA

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EDITORIAL ARIEL, S. A.
BARCELONA
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¡, PREFACIO.

Quizá los términos religión y filosofía. sugieran a la mayoría


de las personas dos campos delimitados de.pensamiento entre los
que, si bien -como hacían los griegos- incluimos bajo el noÍn"
bre de filosofía a la ciencia, suele sostenerse que existe entre ellas
cierto. tipo de guerra fronteriza; Cabe también considerarlas
como dos fases o modos sucesivos de la expresión de los senti-
mientos y creencias que el hombre abriga sobre el mundo: y '.
eltítulo del presente libro ~omporta que centraremos nuestra aten-
ciQn en el período que, en la historia del pensamiento occiden~
, tal, señala el tránsito de la una a la otra. Se acepta, en general, ..:~:
que loshelenos dieron el paso decisivo unas seis centurias antes de .
: nuestra era. En aquel momento, prevaleció un nuevo espíritu
deinvestigación al pronunciarse sobre temas fundamentales que,
hasta entonces, habían sido objeto de la fe tradicional. Aquí,
~, sin embargo, deseo probar que el advenimiento de ese espíritu no
,;~.:, significó la completa y súbita ruptura con los viejos modos de
pensar.
Existe una continuidad real entre la primera especulación

~; racional y las representaciones religiosas que entrañaba; yeso


no es únicamente asunto de analogías superficiales, como la ale-
górica igualdad de los elementos con los dioses de la fe popular.
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. La filosofía heredó de la religión algunas grandes concepciones
-por ejemplo, las ideas de «Dios», «alma», «destino» y «ley»-
que continuaron siendo el centro de los movimientos del pensa-
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miento racional y determinaron sus principales direcciones. La
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,~.','~ religión se expresa así misma mediante símbolos poéticos y per~
sonajes míticos: la filosofía prefiere el ienguaje de la seca abs-
tracción y habla de substancia, causa, materia y otros. Pero su
diferencia exterior tan sólo disfraza una afinidad interna y fun-
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damental entre esos dos períodos sucesivos de una misma con-
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.~pd6n. Las maneras de pensar que, en filosofía, logran defini- ·I)~,"·'··"
escuelas occidentales; ,dominadas por los ¡jitagóricos, se enraizan
dones daras y afirmaciones explícitas ya estaban implícitas en las ····lr:
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en ciertaS creencias en torno a la naturaleza de lo divino:y del
irtácionales intuiciones de lo mitológico. '. , .
.,". de~Íino del abrÍa humana. Sobre tales ciencias construyen la filo~o"
, Diógenes Laercio agrupó a los filósofos en dos familias, la '1,:
sofía de la naturaleza. Agarrándose, con no menor energía que
jónica y la itálica, encabezadas, respectivamente, por Anaximan- la tradición de los científicos, al convencimiento, caracteristica- ~:
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drú y Pitágoras, y parece que ya los mismos griegos adivinaron mente heleno, de que el mundo ha de ser racional, aquellas filo-
.' que eran dos las tendencias que habían conformado sus siste- sofías.occidentales se presentan corno una serie de intentos por
,;'::-'mas de pensamiento. Corno trataré de mostrar, estaban en lo justificar esa fe en la razón. Parménides, de manera temeraria,
'\'. cierto' al opinar así: existian dos tradiciones, que pueden califi- condena al mundo sensible a ser irreal cuando le parece que éste
",," .carse, respectivamente, de «científica» y «mística» y que, movi- se halla en pugna con las consecuencias lógicas de su precon-
das:por dds' impulsos que es posible distinguir, terminaron por cepciqn religiosa. Empédocles derrocha raudales de ingenio por
,di\iergir; según líneas cada vez másdispates, alllegár a conclu- conseguir una reconciliación con la ciencia. Platón sucumbe en el
.sion~s~bpuestas;Ap1bos impulsos todavía 'actúan en e! pensa- esfuerzo titánico de mantener los pies en la tierra y sostener
t',,·, mientb actu~Ü'por la simple tazón de que corresponden a dos ne- el cielo. Asi, lo que más preocupa a estos tres filósofos, queda
;,J, á§idades permanentes de la naturaleza del hombre y, a la vez, resumido en los términos «Dios» y «alma»: precisamente esos
" " catacterizañdos conocidos tipos de temperamento humano. vocablos de los que la ciencia prescinde con tanta complacencia .
.' " .Enhuestros días, se ha entendído e interpretado con mayor Esas dos tendencias, o temperamentos, que, en la serie de
•flÍeilidad la tendencia científica, porque coincide con el hábito de sistemas filosóficos han dejado tan claro testimonio de sus carac-
--pimsamientd'de una edad que también comporta ese carácter. teristicas aspiraciones y visiones de la vida y la naturaleza, no
'lirtplHida por una profunda necesídad de dominar el mundo aparecieron de pronto en la centuria de Anaximandro y Pitá-
baciéíidcilo inteligible, la ciencia' avanza firmemente hacia su goras.La musa filosófica no es una Atenea sin madre: si el
ItH!tá;haCiil.un modelo conceptual perfectamente claro de la rea- intelecto individual es su padre, su antepasado más antiguo y
lidatI! adaptado de tal modo que explique todos los fenómenos augusto es la religión. Anterior a Anaximandro hallamos el jonio
con la fórmulaIilás simple que pueda encontrarse. Malheur au Hornero, con su tropel de luminosos olimpicos; tras Pitágoras
vague: míeux vaut le jaux! En las escuelas jónicas de la Grecia vislumbramos las contorsionadas formas de Orfeo y Dioniso. Es,
otienÜl.l, la ciencia alcanza su cenit con el atomismo. Cuando pues, natural suponer que las dos tradiciones filosóficas están em-
contemplamos su logro final, advertimos que, al suprimir «lo parentadas, respectivamente, con los tipos de religión helena
vagO»! no ha hecho sino prescindir de todas aquellas cosas en que -el olímpico y eldionisíaco- en que aquellos mismos tempera-
. el otro tipo tnentalhalla toda la valía y significación del universo. mentos en contraste habían hallado símbolos rníticos para expre-
. 'Lds dioses han desaparecido; el alma ha quedádo reducida a un sar sus sentimientos respecto a la vida de la .naturaleza y del
,polvode'partículas materiales; la vida, en definitiva, ha abando- hombre.
'nado a la naturaleza, tal es la predestinada conclusión de una .Principiando con la tradición de los científicos, intentaré
ciencia que, al inspirarse en la ideal lucidez de lo geométrico probar la posibilidad de seguir un auténtico hilo conductor
, ' deséchó la biología. Admirable en cuanto instrumento de bús- desde el supremo logro de aquella ciencia-la representación de
qubdaenla haturaleza inerte, pulsa, sin embargo, una tecla que un mundo de átomos individuales, gobernados por el azar o la
horroriza a los hombres que, movidos por su temperamento necesidad- hasta la máxima consecución de la religión olímpica,
opuesto a aquél, no querrán buscar lo vivo entre lo inerte. reflejada en el supranatural mundo homérico de dioses individua-
El espiritu místico, aguijoneado por una necesidad distinta, les subordinados al destino (Moira). Esa sujeción de todos los
avanza en otras direcciones. Para Pitágoras, la filosofíano cons- ' poderes individuales, divinos y humanos, a la Moira es el más
tituía una rnera curiosidad, sino un modo de vida y de muerte. Las profundo y -a primera vista--e1 más desconcertante dogma de

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10 DE LA RELIGIÓN A LA FiLOSOFÍA
f.unÓl;lmentaldeJoQos ellos: el de la «natu,raleza deJas cosas>},l¡;¡
este tipo de religión. Trataré así en el prirriercapítulo de es- physis. En la filosofía griega, el objeto, denotado po~ taltérrrú~~.
bozar un análisis de laMoira que, en e1'pasadú,actúadesde es uno concreto: -Se trata de un continuo material que, a la vez,
Aniudmandro hasta Homero y Hesíodo, con ánimo dedejat clara "
es~ivo y divino, alma y Dios, una substancia, por tanto,. in-o.
la persistencia de tal concepción a lo largo de todo el transcur- vestida con propiedades míticas. Esasubstancia, Yno losmúltiples
so de la ciencia helena, en la cual llena el puesto que ahdra ocupa fenómenos que la naturaleza nos presenta a través de nues- ..•....•

la ley natural. tros sentidos, constituye el objeto primordial de la primera especu~


. Cuando lleguemos a Hornero, quizá la mayoría de los estúdio- lación; y de sus propiedades inherentes, en cuanto material, vi-
sos piense qm: ya h'ernos arribado a las columnas de Hércules viente y divina, es posible deducir los diversos sistemas, enconso-
y que mejor será que no curioseemos en la tiniebla prehistórica nancia con el modo de interpretar qué implican tales propiedades.
que los avatares de la tradición han dejado virgen. Pero el pro-
blema del porqUé los griegos creyeron que hasta los mismos
l He llamado a esta s~bstancia el dato de la filosofía, para.dejar
sentado que no la inventaron los filósofos, sino que se deriva de 1.-

dioses 'eran vasallosde la autoridad moáil, si bien impersonal y f


una representación subyacente en t()das las formas y símbolos de
sin designio de la Moira, resulta demasiado fascinante para que lo 1 pensamiento religioso. En el tercer capítulo remito los orígenes de
}
abandonemos y nos empuja a aventuramos en el nebuloso océa- aq1,1éllaa un estadio mágico, aún más antiguo que el religioso,
'no de la hipótesis. En el segundo capítulo dejamos constancia y sigo el proceso de su diferenciación en las varias categorías del
de tal procelosa travesía. Para servimos de norte recurriremos politeísmo heleno, sobre todo. en las opuestas figuras del dios
·al teorema, mantenido por la nueva escuela de sociólogos fran- mistérico Y del olímpico. E'1 significado de tal oposición en-
ceses, .de que la clave de la representación religiosa está en la es- t~ela religión, cuyo más luminoso símbolo era Apolo, y la fe mís-
tructura social de la comunidad que la elabora. Debo a Émile tica del sufriente Dioniso, lo adivinó, por obra y gracia de su pura
Dutkheimya sus colegas de L 'Annéé Sociologique I la resolución imaginación, Friedrich Nietzsche, partiendo de un estudio directo'
de ese fundamental problema de la religión olímpica que ofrezco de la tragedia griega. De él aprendimos por qué Dioniso y Apolo
aquí. Me parece, además, que en tal campo también he obtenido se-reparten, en el reino del arte, las cumbres del Pamaso. Pero
argumentos para dilucidar ciertos esquemas de concepción muy gespl,lésciesu muerte se han adquirido nuevos conocimientos res-
abstractos y persistentes en toda la filosofía antigua, tales como el pecto a los problemas de la génesis histórica. Así, Themis, laobra
agrupamiento de los cuatro elementos y la separación y reunión de Jane Harrison (Cambridge, 1912) constituye un gran avance en
de parejas de cualidades contrarias. Esas aplicaciones partieulares el estudio de las primeras fases, no sólo de la religión de los grie-
del teorema principal las he expuesto aquí no como resultados que gOs, sino de la religión en general. Por mi parte, he disfrutado
hubieran corroborado prueba alguna, sino como ilustraciones que de la inmensa ventaja de reflexionar sobre los principales puntos
pudieran sugerir a investigadores con más completo bagaje psico- con la propia autora. y son muchas las conclusiones que, pro-
~, . lógico.y etnológico una línea de trabfljo hasta aquí descuidada. cedentes de tal fuente, he adoptado aquí. De esta suerte, he po- .
_Nos queda aún un gran concepto filosófico-religioso, el más dido considerar de manera muy sumaria cierto número de puntos
relacionados con el desarrollo de la religión griega, remitiendo al
, 1. En especial, el trabajo del profesor Durkheim «Représentations indivi- lector a la fuente de la que proceden mis propios conocimien-
duel1eset représentations col1ectives»,' Revue de Métaphysique et de Mora- tos. La colaboración de Jane Harrison ha sido también de extraor-
ie,VI (1898), p. 273; «Sociologie religieuse et théorie de la connaissance»,
lbíd., XVII (1909); De la divisio~ du travail social, 3.' ed. (1911); el de Durkheim dinario valor al revisar la presente obra, que cabe considerar
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y Mauss, «Classifications primitives», Année Sociologique, VI; el de Hubert y como un.vehículo de esos mismos principios de interpretación en
Mauss, «Théorie générale de la magie», Ann. Soc., VII. El articulo «La socio- el campo de la filosofía.
logie de M. Durkheim», Revue Philosophique, XXXVI (1911), pp. 42-71 Y ,
"

Desde el punto de vista al que arribaremos en el capítulo ter-


160-195, escrito por G. Davy, proporciona una valiosa reseña de la obra de aquél.
Quiero también expresar mi deuda respecto al libro del profesor L. Lévy-Bruhl
¡ cero, nos parece descubrir que la filosofía, al relegar los ela-
Lesfonctions mentales dans les sociélés inférieures (1910). r
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bE LA RELIÓí6N A'LA FILOSOFíA

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dé la 'feligi6~ y retornar a l~'«iülttiraIeza de las (
j~ogas»h,:h l:eálidadvüel~ea:lá &preseritaCión'btigltJaria de laql1e
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Ui6s.«metafísica» en vez dé «supranatura.1»n<rs~ deduce que
eh'síhayaml1dado esencialmente de carácter. Antes bien, lo que
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.h¡¡"'cámbiarlo ésla actitud del hombre respecto, a ella, actitud re..

eih~; de brotáfde la acCión yla emoción, pasa a had~rlo de la


refle'xí6h:yel intelecto. Su primera reacción, la errtotiva, originó CAPíTULO PRIMERO
íós'sÍffibolos 'tleIinito, los objetos'de la: fe; su "'nuevo procedi-
.nii~tit(die a'riálisis critico la disecCionáén conceptos y de éstos EL DESTINO Y LA LEY
ttétliicelos diférentes tipos de teoría sistéirtatica~'Al moldear tales
sfstemas/ §iÍ1~etnbargo, la estálá de valores prd¡;ia de. aquellos
abS':·t~rii'perai:nentos que estabail en pugna continúa ejerciendo i. Los TÉRMINOS DEL PROBLEMA
~:,"§Íi InflUéiiCia' iriéonscierite,y divide el flujo del pensamiento en t
!.t
;"'~'es6s'dÓféarlales cuya causa diséutiremos en los dos capítulos que El origen de la filosofía griega constituye un problema no sólo
" iibs sitveÍÍ tle conclusión. .
t de exttaordinario interés, sino que, a primera vista, parece en
~i·~:;':;!ipá~á
comodidad dé! iector inglés hago frecuentes referencias 1 extremo prometedor de soluciones. En "cuanto a la mayor parte
;:' a'Ui segtlridá ediCión del trabajo del profesor Burnet Early Greek
¡ de las cuestiones relativas a un origen, la historia nos abandona:
t':-:Pj¡j/o:sopñers(E.G.P.2), y he tomadbliberalespréstamos de los los primeros eslabones de la tradición, los que deseamos expli-
;\
:fragmenfos qué lá obra contiene. Por lo que se refiere a los frag- car, se hallan en la tiniebla de lo prehistórico. La epopeya homé-
:fueñtds ensi;'refuito al libro de Diéls Die Fragmente der Vor- rica, por ejemplo; se nos presenta como un producto acabado
sdkfdtiker, segunda edición, Berlín, 1906 (D.F. V.2). y no hay ni siquieral1n atisbo de prueba documental que registre
u"I>edicó esta obra a un científico, con la ésperanza de que en- los estadios anteriores a las más antiguas partes de la [[fada. Sin
~tieritreen el alguh toque salvador de ese espíritu emparentado embargo, sé ádmite, por lo general, que los comienzos de la filo-
con·er;apellidó dél que es tan dignamente portador. sofía se encuentran en el éampo de la historia. Desde que losperi-
" ~i~~~~:~.l~:'l
patéticos se afanaron en compilar las primeras historias de la ~
:¡:::" .:~ F. M. CORNFORD filosofía se ha convenido en datar la inicial especulación sistemá-
Trihitjí C'oUege,Cambridge, abril de 1912. ticade carácter cientifico a partir de la escuela de los milesios,
:!
cuya actividad se desarrolla en el siglo sexto antes de Cristo. I
Tenemos cierto conocimiento de primera mano dela labor de los
filósofos que vivieron en las dos centurias transcurridas entre
.. :~
Tales y Platón, gracias a los fragmentos que de sus escritos nos
j:
han llegado; también contamos con una tradiCión doxográfica,
:=(1 J L,.,:
derivada de los peripíitéticos, que recoge las «opiniones» sobre los
I
-~,"
que ellos consideraban ser los más notables puiüoS de reflexión.
Esto nos posibilita construir un tipo dehistorüi, basada en docu-
• ,e." II mentos, de la filosofía heíeria desde su comienzo hasta su' fin;
",
\

I
1, La primera fecha cierta nos·.laproporciona un eclipse de Sol acaecido en
el añ'o 585; se afirma que Tales, el fundador de la escuela, lo había predicho,
I,

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