Boletín Museo Mapuche

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BOLETIN

MUSEO MAPUCHE DE CAÑETE

ISSN 0716-2243

DIRECCION DE BIBLIOTECAS, ARCHIVOS Y MUSEOS


Ministerio de Educación

1
EDICIONES DE LA DIRECCION DE BIBLIOTECAS,
ARCHIVOS Y MUSEOS
Ministerio ~e Educación Púbica

SERG 10 GAETE ROJAS


Ministro de Educación Púb lica
RENE SALAME MARTIN
Subsecretar io de Educación
MARIO ARNELLO ROMO
D irector de Bib liotecas, Arch ivos y Museos
HECTOR ZUMAETA ZUÑIGA
Conservador Museo Mapuche de Cañete

BOLETIN DEL MUSEO MAPUCHE DE CAÑETE

Com ité Ed itorial


HECTOR ZUMAETA ZUÑIG A
DANIEL QUIROZ LARREA
Produ cción
DEPTO ASESORIA TECNICA y PUBLIC ACIONE S
Coord inac ió n y Sup ervisió n Técn ica
SANTIAGO ARANGUIZ SANCHEZ
D iseñ o y Diagra mació n
JA IM E ALEGRIA HERRERA
Compos ició n I BM
ACRHO LTDA.
Impresión
MAX HUBER REPROTECNICA L TOA.

6. Dirección de Bib liotecas, Archivos y Museos


Inscr ipc ión N° 67060
Ed ic ión de 300 ejemplares
Museo Mapuche de Cañete
Casilla 28 Cañete
VIII Región - Chile
1987

2
INDICE

PRESENTACION . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..... . . .. . . . . 5

LA COMUNIDAD DE "HUENTELOLEN": LA CESTERIA COMO


ACTNIDAD ECONOMICA
Héctor Zumaeta Zúñiga . .. ... .. . ..... . . . .. .. ... . . .. . .. . 9

EL PALIN O JUEGO DE LA CHUECA: UNA DESCRIPCION BASICA


Daniel Quiroz Larrea .... ... . . . . . . . . . . . .. . . .. . ... .. ... . 17

LAS CEREMONIAS DEL PUEBLO MAPUCHE


Gabriela del C. Méndez Sáez . . . . . . . . . ..... . .... . . ... . ... . 33

LA PRESENCIA V ASCO-FRANCESA EN LA ZONA DE CAÑETE


Francisco J. Montory T. . . ... . . . . . ' " . .... ....... .. . . . . . . 39

EL EXILIO DE LA FRAGANCIA RESQUEBRAJADA O UNA RE-


FLEXION EN TORNO A LA ANTROPOLOGIA .
Juan Carlos Olivares Toledo . . . ..... .. . ... . . . . . . . . . . . . . . . 51

3
PRESENT ACION

El dia 7 de sepriembre de J 98 7, el Museo Mapuche cumple su primer


decenio de vida como Institución Cultural Educativa dependiente de la Di-
rección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Es motivo de profunda satisfac-
ción conmemorar este decenio con la publicación del segundo número de
nuestro Boletin dedicado a temas A n tropo lógicos y de las Ciencias Sociales.
El Museo abre sus puertas al público visitante inmerso en un medio
socio-cultural de caracteristicas semi-rurales; esta condición permite conside-
rar la importancia de esta Institución que gravita significativamente en el
mayor conocimiento que hoy se tiene de la zona, constituyéndose en uno de
los lugares generalmente más visitados.
A partir de J 979 se diseñó un plan de trabajo que contemplaba priorita-
riamente actividades destinadas a difundir la acción cultural de esta Institu-
ción, informando a la comunidad local por diversos medios - Qué es el
Museo -; esta planificación nos condujO , en los años posteriores, a participar
entusiastamente como Institución capacitada para colaborar con la educa-
ción formal, mediante el acercamiento hacia los estudiantes, profesores y
autoridades locales.
Debemos mencionar como un hecho significativo, que facilitó nuestra
labor en aquella época , J 982, la firma de un convenio de "Desarrollo Cultu-
ral" entre la l. Municipalidad de Cañete y la Dirección de Bibliotecas, Archi-
vos y Museos, que permitió ofrecer a los colegiOS nuestra infraestructura y
asesoria para la formación de Academias Juveniles que agrupaban a estudian-
tes con inquietudes cient¡ficas. Los resultados fueron altamente gratifican-
tes l , asi, paulatinamente se fue perdiendo la imagen de un lugar re/at ivamen-
te desconocido, para transformarse en una Institución que se vitaliza gracias

I Ojeda Cárcamo, Raúl , "Academias Juveniles: Vna nueva experiencia en el quehacer educaciol/al",
Boletín Museo Mapu che, Cañete, N" 1. Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, p. 89·9l.
1985 .

5
(/ /el presencia de estudiantes y adultos, quienes han comprendido que el
Mu seo es un elemento de apoy o didáctico a las actividades educativas y per-
//lite en la esencia de su mensaje, valorar en toda su amplia dimensión nues-
{ro patrimonio cultural que nos identifica como nación.
En el transcurso de los años, ostensiblemente ha estado presente en la
accióll educativa del Museo , la identificación y el valor que la comunidad
debe otorgar a nuestro patrimonio cultural. De diversas formas se ha difun-
dido este propósito , sobre todo si pensamos que nuestra ubicación está en
los cerros de Nahu elbuta y bosques de Arauco, inmersos en este entorno geo-
gráfico , como un homenaje a la cultura mapuche, que en la época contempo-
ránea se mantiene plenamente vigente.
Esta caracteristica peculiar y el contenido del Museo especializado
sobre esta cultura indz'gena, permite que trascienda los limites fisicos de la
Pro l'incia de A rauco , alcanzando una connotación Regional otorgada precisa-
mente por los alcances geográficos y culturales de la sociedad mapuch e.

La extensión cultural ha tenido en estos años una dedicación constante,


cOll stituye esta actividad otro de nuestros objetivos, ofrecemos a los visitan-
tes y comunidad, una alternativa para satisfacer inquietudes culturales me-
diante la presentación de relevantes exposiciones temporales que han tenido
el auspicio de prestigiadas instituciones y servicios afines.

Para este propósito fue necesario poner en valor una sala de ex posicio-
nes temporales, implementada convenientemente, que facilita estas activida-
des dedicadas a nuestros visitantes, permitiendo conocer una faceta diferente
del rol que desarrolla una Institución de esta naturaleza en una Región.
En esta presentación del segundo número del Boletz'n del Museo Mapu-
che. deseamos expresar nuestro reconocimiento a la 1. Municipalidad local,
como asimismo, a los Señores A lealdes, que en el transcurso de los años, han
manifestado su valiosa colaboración, que se traduce en el mejoramiento de
los espacios adyacentes d estinados a la formación de un parque, cuya arbole-
da nativa se vislumbra como el marco más apropiado para el Museo Mapu che.
A esto último deb emos agregar como un aporte especial la con strucción en
1983. de una plaza de juegos infantiles, que permite a los más pequeños de
nu estros visitantes disfnttar d e un dia de visita al Museo.

A 1 cumplirse el primer decenio de vida , el Museo ha dado sus primeros


pasos en el campo de la investigación antropológica , difusión y extensión
hacia la comunidad. Manteniendo, sin embargo, como actividad esencial la
co nservación del patrimonio cultural constituido por la exhibición perma-
nente, como asimismo, por las colecciones provenientes de la cultura mapu-
che que se mantienen en resguardo . Los resultados obtenidos que se derivan
de estas actividades, se manifiestan en uno d e los indicadores más admisibles:
la información estadz'stica que refleja el aumento sustancial en estos últimos
años de público visitante y el conocimiento que hoy se tiene de este Museo

6
A 11 tropológico, que sobrepasa los lr'mites locales por su cont enido r caracte-
r(sticas.
Junto con la publicación de este segundo número del Bolet¡'n , también
oFecemos a los estudiantes, a partir de este afio, una guia didáctica especial-
m ente elaborada para facilitar el conocimiento del Museo y de la Cultura
Mapuche en general.
Deseamos agradecer muy sinceramente a todos los profesionales e inte-
lectuales que colaboran en esta publicación con los resultados d e sus investi-
gaciones, quienes desinteresadamente los han puesto a disposición del Museo .
Finalmente, agradecemos a los numerosos visitantes que nos conocieron
en el transcurso de estos diez años, a ellos se debe en gran medida la conti-
nu idad de este Boletin; como asimismo a la Dirección de Bibliotecas, Archi-
vo s y Museos, por el apoyo que permite mantener en la Provincia de Araueo
esta publicación especializada.

HECTOR ZUMAETA ZUÑIGA


CONSER VADOR

7
LA COMUNIDAD DE "HUENTELOLEN":
LA CESTERIA COMO ACTIVIDAD ECONOMICA
HECTOR ZUMAETA ZUÑIGA *
La comunidad mapuche de Huentelolen, se ubica en la VIII Región , equidis-
tante del Lago Lanalhue y del Lago LIeu-Lleu a orillas del camino que conduce
hacia la Comuna de Tirúa, que corresponde al límite Sur de la Provincia de Arau-
co .

Huentelolen, se puede considerar en algunos aspectos una Comunidad Mapu-


che tradicional , sus miembros están dedicados a la agricultura , pequeña ganadería
y lo más característico , la cestería.

Dentro de su organización social se mantiene vigente el apego a sus tradicio-


nes ancestrales, donde juega un rol preponderante una Machi de avanzada edad
que desarrolla una importante función en el campó de la medicina tradicional y
participa en aquellas festividades qu e organiza la comunidad, guillatún, juegos de
chueca , y rogativas en general. Los habitantes de Huentelolen sienten además res-
peto por su Caciquilla , cuyo rol está representado por una mujer que participa
constantemente en la organización de las actividades festivas y ceremoniales de la
comunidad.

La Caciquilla tiene fluidas relaciones interpersonales con el resto de los


miembros y vecinos, fortaleciendo de alguna manera la cohesión interna de los ha-
bitantes y mantiene un cierto grado de liderazgo que se manifesta en diversas
situaciones, aunque la independencia de cada familia o jefe de hogar sobrepasa la s
posibilidades de líder de esta mujer Caciquilla.

Huentelolen, circunscribe a la: ex-comunidad de Andrés Ponna en el lugar


Los Batros, compuesta por 84 familias y unas 500 personas aproximadamente ,
ex-comunidad de Manuel Alcamán en el sector de Paicavi muy cercano a la ·costa
de la Provincia de Arauco con 29 familias y 165 personas aproximadamente ,
comunidad de María Yaupi viuda de Marileo en el lugar Huayaco, con 31 familias
y l 79 personas.

* Li cen ciado en Antropología , Conservador del Mu seo Mapuche de Cañete. Casilla 28 , Cañet e.

9
La comunidad tiene fácil acceso; esta situación pennite a sus habitantes dis-
poner en fonna regular, de la movilización necesaria para viajar de acuerdo a sus
necesidades a la Comuna de Cafiete, que es el centro urbano más cercano e impor-
tante para ejecutar compras de alimentos y utensilios, vender productos y atender
otras situaciones personales que deben realizarse en esta ciudad de aproximada-
mente 14.000 habitantes.

LA COMUNIDAD DE "HUENTELOLEN" y LOS ARTESANOS

No es atípico hoy día, sefialar que una Comunidad Mapuche o un sector


rurai determinado de la Región, disponga de facilidades para satisfacer necesidades
básicas, como por ejemplo, una escuela para la educación de los nmos.

Huentelolen tiene su escuela, como institución cumple un rol significativo en


la vida de la comunidad , similar a otros sectores rurales. Fue construida hace algu-
nos afias y dispone de un edificio bien mantenido para la atención de los alumnos
de lOa 6 afio de Ensefianza General Básica, algunos continúan posteriormente sus
0

estudios en Cafiete o pennanecen en el campo colaborando con su familia en tra-


bajos agrícolas.

La característica más sobresaliente de Huentelolen y que la distingue de otras


comunidades, se manifiesta a través de la construcción en 1980, con fondos del
Gobierno , de una edificación sólida y amplia, contigua a la escuela , destinada al
funcionamiento
.
de talleres, administración, sala de exposiciones, bafios y mobilia-
/
rio .

Los objetivos del Centro Artesanal, han sido los siguientes:

l. Facilitar la comercialización de los productos de artesanía elaborados por los


artesanos indígenas.
2. Fomentar y mantener este patrimonio cultural mediante la educación técnico-
artesanal de los alumnos indígenas que concurren a la Escuela F-839.
3. Esta~lecer un punto de atracción turístico.

En 1980 se conocía en el sector, la existencia de aproximadamente 59 artesa-


nos dedicados mayoritariamente a la confección de cesterías en ñocha l y mim-
bre2 y algunos a la confección de textiles.

1 Fibra vegetal considerada una maleza.


2 Arbusto flexible apto para la cestería.

10
Terminada la construcción de la infraestructura para el Centro Artesanal la
Gobernación Provincial' de Arauco, a través de diferentes organismos, procedió a
la organización de l'Os artesanos, entregándoles la nueva construcción, como un
taller implementado para el desarrollo de sus actividades y como un punto de
comercialización de sus productos.

El auge que tuvo la cestería en la comunidad fue notorio. la construcción del


edificio y el comercio de los productos actuó como poderoso 'incentivo para reva-
lorizar, por parte de los artesanos, su propio trabajo, dedicando más tiempo al
desarrollo de esta actividad para cumplir con la demanda existente, incluso de
otras regiones.

Actualmente se ha producido una dispersión de los artesanos, algunos de


ellos han emigrado o han buscado nuevas fuentes de trabajo, sin embargo , a través
de los años Huentelolen es conocido en muchos lugares de. Chile por su cestería.

LA CESTERIA

Los antropólogos definen con eSla denominación, a aquellos objetos confec-


cionados manualmente , que utilizan para su elaboración fibras vegetales como ma-
teria prima . El objeto terminado cumple diferentes funciones y usos, desde el ru-
dimentario cesto, hasta muebles, esteras, sombreros o chupallas, techos y otros
elementos destinados a satisfacer necesidades domésticas y en algunos casos pro-
ducir excedentes para su comercialización.

Los cesteros de Huentelolen, utilizan la ñocha como materia prima y aplica n


combinadamente las técnicas de la urdimbre y la trama, cestería en espiral , ceste-
ría entretejida y cestería acordelada, estas técnicas permiten la confección de ob-
jetos diferentes en textura y formas. Los cesteros inconscientemente , a lo largo de
los años, ligado al interés económico han ido acrecentando su trasfondo cultural
y reforzando la ideritidad de esta comunidad mapuche.

Antes de la creación del Centro Artesanal y en los años inmediatamente po.-


teriores, Huentelolen era un sector abundante en la proliferación de la ñocha qu e
desde una maleza se transforma, en manos de los artesanos , en un recurso econó-
mico limitado. Su abundancia permitía el abastecimiento sin mayores dificultad e.,
gracias a la topografía del lugar, que presenta sectores de tierras húm eda s apl¡J .
para el crecimiento de esta fibra vegetal.

11
El incentivo de la cestería como actividad económica puso a prueba la. exis-
tencia de este recurso. Los artesanos han mantenido una explotación constante de
los sectores donde existe materia prima y su utilización sostenida hasta el presente
ha provocado su paulatino y prematuro agotamiento.

Hoy día deben comprar la casi totalidad de la materia prima a proveedores


de lugares lejanos para poder continuar con sus actividades.

Esta situación de escasez de la fibra vegetal y la dificultad para conseguirla,


desanima a otras personas que desearían continuar con esta actividad tradicional.
La cestería de Huentelolen se caracteriza, por sus diversas formas, confeccionada
generalmente con una trama de coirón y una urdimbre de fibra de fiocha , se logra
una considerable consistencia del objeto. Con esta técnica confeccionan Llepu,
objetos similares a un plato de gran tamafio que utilizan los mapuches para limpiar
trigo y otros cereales, canastos con tapa y cestos de formas tradicionales y simples ,
esteras redondas y largas con algunas decoraciones en los bordes. Muñecas que
representan a figuras mapuches con sus vestimentas típicas y otras formas de origi-
nales diseños para diversos usos.

La influencia del turismo y compradores ejerce sobre los artesanos una cre-
ciente motivación innovadora, se advierte gran demanda por determinados obje-
tos, por ejemplo , portamaceteros para plantas decorativas de base plana, redondos
y de fina urdimbre, pequeños manteles decorados con el mismo material, con sus
correspondientes portavasos de similares características. Se aprecia la confección
de diversos objetos con fines decorativos para hogares urbanos y en general , desti-
nados a un mercado que presiona por objetos artesanales, pero cada vez más sofis-
ticados en gustos y diseños.

COMERCIALIZACION DE LA CESTERIA

La demanda por la cestería de Huentelolen alcanza un grado de importancia


comparativamente con otros rubros. Se mantiene durante todo el afio , con un in-
cremento considerable durante los meses de verano , como consecuencia del turis-
mo en la zona.

Estos productos artesanales, satisfacen mayormente. las necesidades de aque-


llos segmentos de la población de ingresos medios o altos, quienes adquieren la
cestería con fines decorativos y domésticos, esto último en menor grado . De este
hecho deriva la fluctuación de los precios que fijan los artesanos, sin embargo , la
calidad y terminaciones de los objetos se han mantenido inalterables.

12
A pesar de la existencia en ciudades vecinas de comerciantes revendedores,
esta comunidad mapuche se mantiene como el lugar por excelencia para la adqui-
sición de cestería, imagen que favorece estas actividades y ayuda a mantener un
poder de compra constante. Los artesanos venden su propia producción directa-
ment e al público uniformando los precios de los objetos de común acuerdo y las
ganancias favorecen su propio pecunio .

Desde un punto de vista económico, se debe reconocer que en los últimos


años, se ha incrementado la cestería como un medio de subsistencia en una comu-
nidad mapuche de escasos recursos económicos, ofreciendo otra alternativa de
trabajo familiar.

PERSPECTN AS DE LOS CESTEROS DE "HUENTELOLEN"

Implementar la creación de un Centro Artesanal en una comunidad mapu-


che es una experiencia nueva, la marcha de un proyecto semejante orientado a
"facilitar la comercialización de los productos de artesanias elaborados por los
artesanos indígenas y fomentar y mantener este patrimonio cultural... " presenta
diversas limitaciones y posibilidades en su desarrollo. En Huentelolen una de las
dificultades más importantes en el presente, está localizada en la escasez de mate-
ria prima para continuar con esta actividad que permita mantener una exposición
variada y permanente de estas artesanías.

Aunque no son comunes en Chile los estudios para el cultivo sistemático de


malezas es importante considerar, para cumplir con los objetiv.os propuestos, una
evaluación especializada de las fuentes de abastecimiento de fibras vegetales en la
Comunidad de Huentelolen y de acuerdo a estos resultados incorporar, si fu~se
necesario , a otras comunidades vecinas como proveedores de materia prima previa-
mente capacitados.

La evaluación debiera recomendar a los artesanos la forma más racional para


el mejor aprovechamiento de esta fibra vegetal considerando su transformación ,
ahora, en un recurso económico limitado , que satisface necesidades de subsisten-
cia de varias familias mapuches de esta comunidad.

Desde otro punto de vista, los artesanos debieran clarificar su identidad étni-
ca, como portadores de una cultura rica en tradiciones y que ellos son los únicos y
genuinos representantes e interesados en mantener vigente, que les permita obser-
var con detenimiento la presión ejercida por los compradores tendiente a introdu-
cir nuevas formas, diseños y técnicas que afectan paulatinamente a las artesanías.
Lentamente pero perceptible en el tiempo, estas artesanías mapuches en proceso
de cambi o, pueden ser asimiladas a las artesanías Huincas~ y perder el sello indige-
nista qUe en este momento tienen y que las hacen se r diferent es y apreciada s
co mo objetos rep rese ntativos de esta cultura de nuestra época co ntemporánea .

Las posibilidades de desarrollo de los cesteros se ve estimulada por fa ctores


externos I! internos. Como factor externo a la comunidad se puede mencionar el
aporte de una infraestructura. Sin provocar alteraciones, por lo menos aún no
vi ualizadas, en los patrones culturales de los miembros de esta comunidad o pro-
mover modificaciones , ca mbios o innovaciones en las técnicas tradicionales em-
pleadas por los cesteros, el Centro Artesanal opera como un Mercado o punto de
reunión info rmal de artesanos y compradores, quienes con anterioridad , mante-
n ían la tende ncia a reunirse para la venta de sus productos y/o viajar a la ciudad
de Cañete co n los mismos fines .

Int ernamente se observa, sin embargo, una mayor definición y reforzamien-


to del rol de los cesteros, como producto de la revaloración de esta actividad con-
siderada ac tualmente importante y productiva , que ha dejado de ser un trabajo
esporád ico y complementario de las actividades agrícolas, para transformarse en
un oficio reconocido como tal por la Comunidad de Huentelolen.

OBSERVACIONES FINALES

En este trabajo se utiliza el enfoque antropológico como herramienta eficaz


para la observación del comportamiento de un grupo de personas integrantes de
de una pequeñ a comunidad, enfatizando en este artículo , en forma resumid a ,
sobre las ac tividades de los cesteros de Huentelolen.

La situación soc iocultural y eco nómica de los cesteros, obviamente es int er-
depend ien te de otras , arbitrariamente la he separado , por lo tanto el artículo no
refleja en realidad una ex haustiva visión de la Comunidad de Huentelolen y de la
idiosincrac ia de sus miembros.

Es co nveniente apreciar que las sugerencias que se desprenden son menciona-


das por el autor como miembro de un Museo Antropológico especializado sobre la
cultura mapuche. Esta Institución se relaciona indirectamente con· el quehacer de
los artesanos, en el nivel de la investigación antropológica de la cultura mapuche

3
Vocablo en lengua mapudungu que se refiere a personas no·mapuche.

14
en general yen particular , en el nive.1 de los registros escritos, fotográficos y otros,
que den cuenta entre otros aspectos, de las formas y diseños de las artesanías en el
presente y de los posibles cambios que eventualmente puedan afectarlas , como
una auténtica expresión de la cultura material de la sociedad mapuche en la época
contemporánea , que en el futuro el Museo deberá incorporar a sus colecciones
para otras generaciones.

BIBLIOGRAFIA
HARDOY, JORGE E. Y MARIO DOS SANTOS. Impacto de la modernización el! Centros históricos
lat inoamericanos. PNUD / UNESCO, 1983 .
JOSEPH, R.H. CLAUDE. La Platería Araucana. Establecimiento s gráficos Balcells & Co . Santiago ,
Chile, 1928. .
Los tejidos Araucanos. Imprenta La Información , Santiago , Chile, 1929 .
DIRECCION DE BIBLIOTECAS, ARCHIVOS Y MUSEOS Y PNUDjUNESCO .50IIJ emos lo nues·
tro. Santiago , Chile, 1986 .

15
, .

.:< .~
"._ r
EL PALIN O JUEGO DE LA CHUECA:
UNA DESCRIPCION BASICA
DAN IEL QUIROZ LARREA *

INTRODUCCION

Cuando , en el mes de septiembre de 19 7, durante el curso de una investiga-


ción etnográfica en San Juan d e la Costa (Provincia de Osorno , X Región ), pasa-
mos una semana en la escuela unidocent e de Paillaimo (Sector Quitra-Quitra ,
Misión de Quilacahuín), tuvimos la oportunidad de observar la vigen cia d el palín
o chueca, un complejo de rasgos culturales asoc iados. pro pio de la sociedad mapu-
che . Un grupo p equeño , de unos doc e niño s, llegaba a las nueve de la mañana a la
escuela , llevando cada uno su propio palo , curvado en uno de sus extremos. Antes
de entrar a clases dejaron sus palos , junto a ponchos y sombreros, alineados y apo-
yados en la pared . Al salir a recreo. a media mañana , uno de los niños sacó una
pequeña bola de madera y com enzaro n a jugar en el patio d e la escuela. Las niñas
observaban y los animaba n . Al so nar la campana llamando nu evam en te a cla se s,
dejaro n el juego y vo lvieron a su s li b ros .

Poco ti em p o d espu és. pudim o yer. esta vez en la ciudad d e Osorno . nu t:'\'a-
ment e el ju ego, a ho ra pract ica d o po r adult os . en el marco d e un festiva l o rgani za -
d o por Radi o La Voz de la Costa y FREDER (Fund ac ión Radío Escu ela para e l
Desarro ll o Rural ). Once ju gadores p or equipo , con camisetas d e futboli st as , pa n-
tal o nes largos arr emangados a la rodilla ya pie pelado, trataban de lanzar una bo la
d e mad era a los ex tremas d el campo de juego , supervisados y controlados por un
árbitro , con pit o y todo. Se tratab a, obviam ente, de un proceso d e id entificac ió n
d e la chu eca con el fútbol.

Más tard e , nos enteramos d e la realización de una serie de torneos de chueca.


co n un cará ct er más bien d emostrativo , como el desarrollado en el marco d el
T ercer F estiv al Ma puch e en Villarrica en tre el 12 y el 15 de febrero de 19 79 (El
Mercurio d e S::lI1tiago, 19 de febrero de 1979), y el Primer y Segundo Campeona-
to Regional de Chueca de Lumaco, el primero a fines de enero de 1980 (La Terce-
ra d e Santiago, 08 .01.80), Y el otro entre el 1 y 2 d e febrero de 1981 (La Tercera
el e Santiago , 0 2 .01 .81).

Lict:nciad o e n Anl ro po lo¡: ía. lJ . d e C hil e. Departament o de Mu seos. Dir ecció n d e Biblio t ecas. rc hivo , l'
Mu seo~ .Cla,ificador 1400 . Sant iago

17
Estas observaciones y datos nos llevaron a plantearnos algunas pregunta s res-
pecto de la vigencia y las transformaciones que el juego ha experimentado entre
los mapuches. El trabajo que presentamos en esta ocasión es el resultado de una
investigación bibliográfica (Manqtiileff 1914; Robles 1914 ; Matus 1920; Coña
1(73) complementada con entrevistas a dos informantes, en sus tiempos mozos
j ugadores habituales de chueca: Armando Marileo, de Pucono (Cañete, Arauco) y
. rcadio Yefi, de Cuinco (San Juan de la Costa, Osorno). Nuestro interés es pre-
cntar una descripción básica del juego, de sus componentes y su mecánica opera-
cional, como una primera aproximación a una comprensión global , evolutiva y
si ntética del juego de la chueca o palín. Hemos dejado para otra ocasión el análisis
de las funciones que el juego cumple en la sociedad mapuche .

l. LOS COMPOMENTES BASICOS DEL JUEGO DE LA CHUECA

Hemos distinguido para efectos de nuestro análisis, tres componentes en el


patín: 1) el escenario, 2) los protagonistas y 3) los implementos.

1. EL ESCENARIO

El campo de juego , pa1iwe, es un terreno limpio , no siempre plano , general-


mente de pasto corto , cuyos contornos se marcan con una zanja , una línea gruesa,
o bien con pequeñas ramas o palitos, de no más de 10 cms de alto. Sus dimensio-
nes son muy variables: más de una cuadra de largo por treinta metros de ancho
(Robles, 258); de doscientos a quinientos metros [de largoJ, por un ancho
que no pasa de unos veinte a treinta (Matus, 25); el largo es como de 100 a 200
pasos por 12 a 25 de ancho (Manquileff, 148). Según A. MarHeo, la cancha debía
tener 300 metros de largo por 20 a 30 de ancho , y para A. Yefi tenía 240 varas
de largo por 25 a 30 de ancho. En los torneos de Lumaco se usa una cancha
de 180 metros de largo por 12 metros de ancho (El Mercurio, 02.01.81).

Se nota, entonces, la enorme variabilidad en las dimensiones del campo de


juego , hecho que se ajusta a las necesidades y disponibilidades de terreno de las
distintas comunidades: 'ieneralmente cada reducción tiene su cancha a propósi-
to (Manquileff, 147). En todo caso, parece predominar una proporción largo :
ancho :: 10: 1 , sin que esto sea obstáculo para que algunos consideren que una can-
cha de 125x30 (4 : 1) sea demasiado angosta (Rob les, 258) Y que para otros u na de
250x20 (12: 1) sea muy adecuada (Matus, 31).

18
Las líneas laterales reciben el nombre de katrül o atajadoras y las de fondo e l
de tripal o salidas: el /argo de las rayas atajadoras queda may or que el ancho d e
las salidas (Coña, 26). En el medio de cada salida se planta una pequeña escul tura
de madera o rewe y en el medio de la cancha se excava un hoyo chico, llam ado
dünülo shenell (Manquileff, 149 ; Coña , 26). En la zona de San Juan de la Costa
los nombres varían un poco : las atajadoras reciben el nombre de kaní y las salidas
el nombre de rayas (ver figura 1).

2. LOS PROTAGONISTAS

Generalmente, lo s contendient es en un encu entro Je chueca son do s co muni-


dad es o reduccion es , encab ezada s por su caciqu es y ma chis: se reúne toda una
tribu en una pampa grande; al/¡' bailan y hacen sa llar lodos sus instrumentos musi-
cales: flautas, tambores, trutrucas .V lOdo lo dem ás (Coñ a , ~ 8) . A veces dos o más
redu cciones se un en para enfrentar a una tercera, o a un grup o de redu ccio nes
(Manquileff, 147 ). Entre los asist entes a u n partido se escogen los jugadore o pali-
fe, qu e son los mejo res di spu estos física m ente .

El núm ero de jugad ores e ta mbién m uy variable: /10 bajando de J' eillle a
treinta por cada lado (Manqu ileff, 74); ocho po r lado (Rob les, 259) ; d e nue~' e a
d iez i siete individuos por cada lado (Matu s. ~5) ; de ve in te para arriba (A. Mari-
leo). La influ encia d el fútb o l ha logrado qu e el núm ero más socorrido sea de on ce
por lado : los contendores fo rmaban parejas alineadas d e 11 jugadores por campo
(El M ercurio, 19.0 2 .79 ), o , co mo en los ca mp eo nat os de Lumaco. ::O por equ ipo .
15 para la cancha y 5 para reservas (La Tercera . 0 8.0 1.80 ). Sin embargo. segú n
J .L. Huilcamán , de Lumaco, es el estil o huinka , pues antiguam ente no habla
limitación de jugadores (La Tercera , 08 .01 .80 ).

Los jugadores se distribuy en en la cancha en parejas. ocupándola en toda su


extensión . Cada pareja o konwen se bu scará durant e to da la partida (ver fi gura 2 :
Matus , 25). En general , los equipos que compiten ll evan el nombre de su redu c-
ciones . Por ejemplo , A. Marileo nos contó qu e el últim o partid o del qu e había
re cibido información había sido el sostenido entre Pangu eco y Cay ucupil , no m bre
de dos reducciones de la zona . En cambio , en algunas zonas de San Ju an de la
Costa , se ha implantado la costumbre de ponerles nombres a la man era de fút bol.
Por ejemplo en uno de sus dibujo s, A. Yefi señala qu e los equipos o clubes . (:'
llamaban Escudo de Chile y Miraflores (ver figura 1).

19
El vestuario de los jugadores es aquél que les permita un cómodo desplaza-
miento por la cancha: los hombres iban descalzos)' vest¡'an pantalones arreman-
gados o "chiripas" [ y ] en la frente lIepaban atados palluelos de colores (El Mer-
curio. 19.02.79). Este tipo de vestimen ta era la tradicional: los jugadores se desnu-
dan desde' medio cuerpo para arriba ; el chamal bien levantado i el ancho calzonci-
llo se eJ/vuelve en la pierna (Manquileff, 74); los jugadores, con el torso desnudo
(Matus. 25) ; los quedeber¡'an tomar parte en el juego se despojaban de los zapatos.
de sus blusas i sombreros (Robles , ~59). En la figura 4 hemos dibujado a los pali-
fes, con su vestimenta tradicional (Matus, 24).

No todos los jugadores cumplían las mismas funciones en el campo de juego.


Sus nombres derivaban de las distintas posiciones en las que se ubicaban al comen-
zar una partida. Esta nomenclatura variaba regionalmente, pues no se usaban los
mismos nombres en todas partes.

M. Manquileff, al describir una partida que ocurre en Huilío , Temuco distin-


gU e las siguientes denominaciones: en el medio de la cancha se ubican los dünüIlfe,
que siempre son los más hábiles i astutos para la chueca (Manquileff, 149); cerca
de ellos están los inadünüllfe ; en los ex tremas están los tripapalitún, los más corre-
dores i forzudos (Manquileff, 149).

A. Yefi , de San Juan de la Costa , Osomo, en un dibujo que nos hizo de la


distribución de los jugadores al comenzar una partida nos muestra qu e desde el
centro hacia los ex tremas, se distinguen los siguientes jugadores: hoyeros. encarga-
dos de apretar la bola en el hoyo y hacerla saltar, tacos, los que toman la bola una
vez que salta del hoyo y tratan de tirarla a la ray a, inalectos, son los m ediocampis-
tas y punteros, uno trata de meter la raya y el otro de tirarla al ka ni. co m o defen-
sa (ver figura 3).

A. Marileo, de Pucono , Cañete, nos contó que, al centro se ubican los dun-,
gulve u hoyero, que son dos que apretan la bola para hacerla salir del hoyo , detrás
están los takuve, que esperan que la bola salte del hoyo para lanzarla lo más lejOS
posible, después están los inalev, que eran escogidos entre los más rápidos de los
jugadores, y se encargaban de acercar más toda v lÍlla bola a la ray a.

En varios lugares, sobre todo cuando se trata de encuentros d emostrativos se


ha incluido un árbitro, dos y, a veces, hasta tres (La Tercera, 08.01.80). qu e se en-
cargan de hacer cumplir nuevas reglas introducidas para modernizar el juego, de
las que hablaremos más adelante.

21
3. LOS IMPLEMENTOS

Los únicos implementos que se utilizan en el juego de la chueca son un ha s-


tón de madera o weño por cada jugador y una pelota de madera o paJi (ver figura
4). El weño era un bastón encorvado i grueso en uno de sus extremos. i de UII
largo, como de un metro diez a un metT-o treinta (Matus, 25). La madera qU t' se
usaba preferentemente era la de luma , pero, por su escasez a veces se usaba tam-
bién la de pilo, temu e incluso boldo . Se buscaba un trozo que tuviera la form a y
las dimensiones deseadas y se la tallaba con un cuchillo y luego se lo engrasaba . La
bola era una esfera de madera con un diámetro que variaba entre los 10 Y 15 cm .
Se usaba también la madera de luma , boldo o michay en su confección. Arcadio
Yefi , de San Juan de la Costa, Osomo , nos relató su confección: de UlI nudiw del
m ichay se sacaba un trocito de madera, con el cortaplumas se redondeaba. lu ego
la quemaban y la forraban con sebo de cordero, la echaban a las brasas y la daban
vueltas hasta que quedaba bie"n negrita. En algunas zonas se la recubría con un
cuero- cosido con nervios de cordero.

D. LOS PREPARATIVOS PARA UN ENCUENTRO DE C8UECA

Entre las distintas y variadas conductas desarrolladas en los días previos y


antes de la realización de una partida de paIín hemos quer.ido distinguir tres, que
nos parecen fundamentales: 1) el desafío , 2) los preparatiYos y 3) las apuest as.

1. EL DESAFIO

Todo partido de chueca comienza con un desafío . Nos parece muy ilu strati-
vo, y por ello lo transcribiremos íntegramente , el que aparece en Manquile ff (147-
]48), quien explica que se trata del que enviara , mediant e un werkén o men sajero ,
el cacique de Pela] al de Tricauco , ambas reducciones pert enecientes a la subdele-
gación de Huilío, Temuco:

Buen amigo: según las relaciones que conservamos de nuestros padres i abue-
los fueron los juegos los que nos unieron en la amistad que hoi nos distingu e. f1ace
ya mucho tiempo que no nos vemos i qu e no nos.brindamos una copa de licor. Al
enviarte hoi mi mensajero me hago un honor en saludarte i en decirt e que organi-
cemos un juego de chueca, para ver si todavla conservamos la destreza i habilidad

23
en el lonkotún i en la carrera; juegos tan illferesalltes de nuestros abuelos. En esta
reunión trataremos de acentuar más nuestra amistad como también la que une a
nuestros mocetones amigos. Como los dos somos vecinos podemos siempre ser los
mejores amigos para jugar después a los del otro lado del n'o; conoceremos más a
nuestros jugadores i sabremos siempre derrotar i beber a costa de los que no sab en
manejar la chueca. Por otra parte, querido amigo , creo que con la llegada de la pri-
mavera debemos organizar un juego de chueca. Jugaremos a los ocho dias de la
luna: carne, mudai i vino.

Una vez aceptado el desafío , están dadas las condiciones para preparar los
detalles previos al partido mismo de chueca. Nos interesa mostrar una manera de
aceptar el desafío, que aparece como canción en Augusta (332):

Llegó un mensaje, un mensaje de nuestro adversario. Lucharemos contra él.


Yo no le tengo miedo. ¿Cuándo jugaremos? Ind(came un día determinado. Déja-
me el día contado. Dentro de cuatro d(as jugaremos. Llevaré conmigo veinte
hombres. Por sí solo llegará pronto ese dIO.. Nos juntaremos en aquella pampa.
Apostaremos una oveja y veinte pesos. Yo sólo los apostaré. Si quieres, apostare-
mos cuanto tú quieras apostar. Yo no temo, tengo animales; y tú vienes de lejos:
¡apostemos mucho!

2. LOS PREPARATIVOS

Los preparativos para un encuentro de palin son numerosos y complejos. Se


instala , en la cancha, un rewe, con la participación del cacique organizador del
encuentro, de toda su gente y también de la machi de la reducción, quienes, el día
antes del partido , se encargan de solicitarle a Ngenechén que siempre los tenga
viviendo en paz , que haya abundancia de alimentos y que los campos produzcan
los frutos que se siembran. Esta ceremonia dura cerca de cinco horas, y los machis,
caciques y sus familiares más directos duermen esa noche en el mismo campo ,
esperando que al día siguiente lleguen los invitados competidores (El Mercurio,
02.01.81). Ese mismo día se arregla la cancha, se la limpia completamente (Cofia ,
25). Luego se procede a marcar las líneas laterales y de fondo y se hace el hoyo
del centro de la cancha (Manquileff, 148). Desde la mafiana del día del desafío
comienzan a llegar los asistentes, de uno y otro equipo , y también los comercian-
tes y observadores (cuando se les permite la entrada), y se instalan en los bordes
de la cancha , cada uno en sus asuntos (Robles, 251-258). Alrededor de las cinco
de la mañana se escucha a la distancia, entre los cerros, el toque de cuernos;
entonces, cuatro jinetes parten a recibir a los invitados llevando banderas blancas
y azules (El Mercurio , 02.01.81). Se hace mucha chicha y hay grandes preparati-
vos respecto de los animales que se carnean (Cofia, 28) y, también , se compran

25
provisiones (Robles, 251). A las mujeres de los organizadores del juego les corres-
ponde preparar la cazuela y comidas para servirlas a los jugadores terminado el
torneo (Coña, 28). Finalmente, cada jugador escoge su rival ; las parejas hacen sus
apuestas y empiezan en seguida la lucha (Coña, 28).

3. LAS APUESTAS

En este tema todos los autores e informantes están de acuerdo. Es uno de los
asuntos más importantes: todos los jugadores apuestan : nadie puede entrar a la
cancha sin cumplir con este requisito [y] nadie puede apostar contra los de su
reducción (Manquileff, 148). En general las apuestas no son muy subidas, cuaren-
ta o sesenta centavos, lo que hacia esclamar a algunos que con ese dinero apenas 'si
podrz'an comprar los gananciosos empanadas i vino i que no les alcanzaba para
invitar a los amigos (Robles, 259). Habiéndose comprometido las apuestas, el jue-
go puede comenzar. El resto de los asistentes , aunque no apuesten , provocan a los
contrarios de uno a . otro lado del circule¿ i los incitan a apostar licor o dinero
(Manquileff, 148).

111 UN ENCUENTRO DE CHUECA

Con el fin de analizar un encuentro o juego de palín lo hemos dividido analí-


ticamente en tres partes: 1) el comienzo, 2) el desarrollo y 3) la cuenta.

1. EL COMIENZO

La forma de comenzar o recomenzar un partido de palín es siempre la misma.


Cada cacique trae su propia bola y se escoge , entonces, con la que se comenzará el
juego. Esta puede ser cambiada por la otra después de obtenidos dos puntos (Man-
quileff, 149). Se pone la bola en el hoyo del centro de la cancha . Se acercan los
hoyeros, los que después de entrechocar sus chuecas por tres veces tratan de sacar
la bola del hoyo: todos permanecen silenciosos i se oyen los golpes que dan con
las chuecas cruzadas los dünüllfe i al tercer golpe la chueca va al suelo , tratando
cada clIal d e sacar o tirar para su lado la bola , paJi (Manquileff, 149 ). Según algu-
no s autores, la sacada de la bola es, sin duda , el momento más interesante del jue-
go . po rqu c es el principio d e la batalla [ .. . ] (Matus, 26). Generalm ente es un mo-
m ento d e mucha tensión y los asistentes animan 'a sus jugadores con gran fervor y
decisión.

2. EL DESARROLLO

Una vez qu e la bola ha salido del hoyo , pu ed en entrar en juego todos los ju-
gado res, si quieren, pero siempre qu edan algunos a retaguardia para impedir una
sorpresa (Matu s, 26). Cada equipo trata de enviar la bola hacia las líneas de fondo ,
un part id o L .. ] empuja la bo la hacia su m eta , el otro partido trata de atajarla
(Coñ a, '2 7).

Si la bola sal e por las líneas de fondo , el equipo que lo logra obtiene una
raya o punto y si sale por las líneas laterales es una quemada o fuera (Robles, 259),
es kani para A. Yefi y kaichi para A. Marileo. Cada vez que la bola sale de los lími-
t es de la can cha , sea en el sentido de las líneas laterales o de fondo , el juego se rei-
n ic ia desde el ho yo al centro de la cancha , en la forma que hemos descrito. El úni-
co mom ento qu e esto no sucede es cuando uno de los dos equipos ha obtenido los
cu at ro puntos de ventaja , con lo que se daba por terminado el encu entro . Cada
dos ra ya s se usa ca mbiar d e lado , aunque no su cede así en todas part es.

Dura nt e el transcurso d el partido , los jugadores son ruidosam ent e alentados


p o r su ca-resid ent es , con canciones las mujeres y gritos los hombres , todos alusi-
vos a la s condiciones y características del juego: alU ef ectúan sus bailes y llaman a
la bola mientras que los L .. jugadores] luchan para sacarla cada uno en su favor;
Can tan asi: 've n bola , qu e ganen nu estros marido s'. Ma s también en la m eta d el
lado opuesto hay mujeres qu e hacen otro tanto cantando cancion es de chueca
ellas también (Coñ a, 28).

So n num ero sas la s jugadas que pueden ob servarse durant e un encu entro de
chu eca y su s nombres, por supuesto , también varían regionalm ent e. Po r ejemplo ,
en la zo na de San Juan d e la Costa , ten emos la s siguientes jugadas: 1) si un juga-
dro logra lanzar la pelot a a una distancia considerable se dice qu e hizo un witro ;
'2 ) si le pega en el aire es un maiko ; 3) si se la entrega a un compañero es un pase;
4 ) si se lanz a la pelo ta , voluntaria o involuntariament e, por las líneas laterales es
kani ; 5 ) ta mbi én es kani si el jugador lanza la bola ha cia su propia línea' d e fondo
(n o exi ste el autogo l en la chu eca). Existen algunas jugadas algo bru sca s que son
lícita s: 1) mancornar o tomar de la cintura al riva l; 2) dar caballazos o empujarlo
co n el cu erp o . En cambio es ilícito enyugar al rival , es decir , tom ar la chu eca por
a mbos ex tremos y go lp ear con fuerza el pecho del contrario .

27
3. LA CUENTA

Tradicionalmente una 'partida-de palín se jugaba a cuatro rayas libres. Esto


significa que el partido terminaba cuando la diferencia en las anotaciones era de
cuatro . Co mo una manera de mostrar la mecánica, transcribiremos el desa rrollo de
la cuenta en el partido que relata Manquileff: uno toma la bola, en su chueca la
eleva i o tro al vuelo le da un golpe que al fin sale a detenerse más allá de la m eta
[ uno por cero ... J; un partido lleva dos, cambian lado i bola [ ... J; sacan ahora los
perdidos dos rayas, se establece el empate [cero a cero, ya queJ si el que pierde
hace un punto, se le rebaja al otro uno ; C ... J el partido que lleva dos saca uno ,
lleva tres [y J el bando que entera primero cuatro puntos, gana (Manquileff, 150-
151 ). Sólo si la bo la por cuatro veces seguidas sale por el lado de un mismo parti-
do , sólo entonces hay victoria; pero si se hacen continuamente empates lo s dos
partidos. en este caso no hay decisión tan luego (Coña, 27). Como se lo explica-
ron a L. Robles , tienen que sacar libres las cuatro rayas, señor, nos dijo uno al
olmos que hablan ganado los del platero, esplicándonos que la ray a de los de
Rapiman hada disminuir en una las que llevaban sus co ntrarios; de modo que
podlan contar sólo tres estos últimos (Robles, 262). Esto ha sufrido algunas modi-
ficaciones , sobre todo en lo que respecta a los campeonatos que hemos llamado
demostrativos, y se juega por un tiempo determinado , una hora , una hora y
media , etc.

Una vez que el partido ha finalizado toman asiento sobre pellejas o frazadas ,
cada U/lO junto co n su rival [o konwenJ. Lu ego comen, beben y se emborrachan
(Coñ a. 28).

COMENTARIOS FINALES

Nuestro interés fue mostrar algunos aspectos básicos del juego de la chueca
sin adentrarnos en otros más complejos. Se ha discutido mucho su origen: alguno~
plantean su procedencia hispana, ya que en la península existe un juego muy pare-
cido ; otros señalan que es un juego netamente mapuche. En todo caso , sabemos
~ue en el siglo XVII el juego se había extendido también a los criollos, quienes
lntrodujeron en él algunas pequeñas modificaciones, hasta que el gran número de
desgracias que a menudo ocurrz'an hicieron que el Gobierno Español lo prohibiera
severa:nente (Matus, 29). Ot.ros se han preocupado de estudiar el papel que juega
el pahn en la estructura SOCIal mapuche y plantean que su función última es pre-
parar para la guerra, descargar agresividad, entretenerse, etc. Como ya lo hemos
seflalado . nuestro interés era únicamente, por ahora , mostrar el juego.

28
En la actualidad subsiste la éhu ec a. sin grandes modificaciones a la forma tra-
dic ional. También se da. paralelament e , otra manera d e jugar, má s mod erna y
semejante a nuestro deport e m ás popular , el fútbol. Esta última es la forma como
se ju ega en los torneos demo strativos que se realizan en el marco de festivales
llamados mapuches en la Regi ó n d e la Araucanía.

Muchos han tratado de reglam entar el juego y así hacerlo más inofensivo. 1n-
clu so un profeso r , Dn . Leot3 rd o Matu s. mu y lipdo a las disciplinas antropológicas
(fu e J efe de la Secc ió n .\ntropo logía d el Museo Nacional de Historia Natural , a
comienzos del prese ntt' siglo ). trat ó de introducirlo en la escu ela como deport e y
e labo ró un pequ eño reglam ent o (ve r apéndice). En los torneos de Lum ¡¡co se usa
tambi én un reg lam ento , reda cTado por perso nas antiguas co nocedoras de lo m ás
antiguo de la tradición del pa/¡'II, COII caciquillos y palifes de la comuna de Luma-
ca. El manual se había h echo , según lo allí escrito , con el ánimo qu e sirva de gran-
d eza en bien d e la cOl1sen'ació n d e lIu estras tradiciones y costumbres, para que
ellas IZO mueran como muchas p erso nas piensan que los mapuch es ya no Tenem os
io propio, d e nuest ros antepasados (La Tercera , 08.01.80).

Se han p erdido o acomodado las formas antiguas en algunos lugares por nece-
sidad. pues como lo señala José Luis Huilcamán , de Lumaco , Mall eco , Ten emos
que adaptarnos al m edio en qu e como pu eb lo éTnico estamos viviendo, más bien
sob reviviendo, cuando todo se da en contra d e nu estra raza. A pesar de todo , el
palín o chueca es un juego todavía \'igent e.

AGRADECIMIENTOS

Quiero expresar mi más profunda gratitud a mi colega y amigo Juan C. Oliva-


res, quien m e facilitó desinteresadamente sus notas de campo. También d eseo
reconocer el valioso aporte de Armando Marileo , funcionario del Museo Mapu che
. de Cañete, quien no tuvo reparos en transformarse en un informant e m ás d el
autor , a pesar de sus múltiples obligaciones. Finalmente , mi sincero agrad ecimien-
to a Arcadio Yefi y Ornar Larraín , por lo logrado de sus dibujos .

APENDICE

Leotardo Matus , profesor y durante un tiempo Jefe de la Secc ión Antropolo-


gía d el Museo Nacional de Historia Natural, propuso una forma d e reglamentar e l
juego de la chueca (Matus, 31-34), como una forma d e poder difundirlo en la s
escu elas públicas y masificar su práctica. Hemo s qu erido , en esta oportunidad.
darlo a conocer t extualm ent e pues muestra una percepción p¡¡rticularmcnte po si-
tiva hac ia la práctica del juego de la chueca , aunque muy influ enciado por los
reglam entos d el fú tbol y el hocke y.

29
REGLAS PARA ELJUEGO DE LA CHUECA

La chueca es un juego deportivo que se practica por dos partidos , que preten-
den llevar hacia la raya contraria una bola que ha sido colocada dentro de un hoyo ,
en el centro del campo elegido para el juego .

l. El número de jugadores es variable i depende del tamaBo de la cancha en que


se va a jugar. Debe ser siempre impar i se reparten igual número a cada lado
del centro.
En un terreno de unos 250 metros pueden jugar nueve a once jugadores por
lado . El ancho de la cancha depende también del largo de ella , i para 2 50 me-
tros, bastaría 20 ue ancho.
Los contornos de la cancha se marcarán con una línea bien visible , con una
pequeña zanja o con ramas verdes .
Las sustancias que más se prestan para esto son: el aserrín blanco , la cal , la
ceniza , la tiza, la harina cruda , i a falta de todo esto , las ramas verdes de los
árboles que se entierran en el suelo de distancia en distancia.
Las líneas más cortas de la cancha o rayas (huirín) sirven de límites i por ahí
debe pasar la bola para ganar un punto .
Las líneas de los costados (manple) la derecha , (hueleple), la izquierda , serán
trazadas en ángulo recto , con las rayas de tal manera que la cancha resulte un
triángulo perfecto [ ...J.
Una línea bastante visible indicará cuál es la mitad de la cancha, i en el medio
de esa raya , se abrirá la tronera para enterrar la bola.

2. El tiempo que debe durar la partida es ilimitado i depende del número de


punto . o rayas a que se juegue, cosas que determinan antes de la partida am-
bos capitanes, de acuerdo con el juez. Jeneralmente se juegan tres juego s se-
guidos, i el que triunfa dos veces es el ganador.
Para comenzar una partida se rifa primero el lado , i el que gana tiene derecho
a elejir el mejor, tomando en consideración el declive del terreno , el sol i
hasta el viento.
Al partido que ha perdido el lado , es al que le corresponde sacar la bola .
A las órdenes del capitán, cada partido tomará su colocación en la cancha ,
llevando la chu eca al hombro.
Al primer pitalO del juez, partidarios i contrarios cruzan sus chuecas.

Al segundo pitalO se separarán los jugadores, tomando la colocación que más


le convenga. pero siempre al frente de su contrario , i a l tercer pitazo , e l juga-
dor. designado por la suerte para sacar la bola, gritará en alta voz: chueca, a
lo cual su contrario le preguntará a cuántas, i una vez que el otro dice el nú-
mero (a 3 por ejemplo), el que va a sacarla , da sobre la chueca, de su contra-
rio , los golpecitos convenidos, sin que éste pueda mover su chueca , e inme-
diatamente después del último golpe, ambos tratan de sacar la bola que ha
sido enterrada de antemano.

30
Entre tanto la bola no salga, ninguno de los jugadores puede tomar parte en
la lucha i deben sólo estar muí listos esperándola.

3. Los partidos cambiarán de lado cuando han terminado un juego (jeneralmen-


te tres rayas), i se les dará un descanso de cinco minutos antes de comenzar
la segunda partida.
Este descanso será de diez minutos entre la segunda i tercera partida.
:\1 principiar una segunda partida, la bola será sacada por el partido que per-
Jió la primera .

4. Se dará un punto (thoy) cuando la bola (paJi) pasa la raya contraria. Si la


bola sale por un ángulo de la cancha, el punto no vale. i la bola vuelve al cen-
tro. de donde es golpeada por el mismo jugador que la sacó por el ángulo.

5. Cuando la bola sale por uno de los lados [ ... J, un jugador del mismo partido
que la echó tiene la obligación ,de servirla desde el mismo punto por donde la
bola salió . Este servicio se hará respetando el mandato del jugador contrario
que es quien tiene derecho de golpearla primero, sin que ningún otro jugador
del partido que la echó fuera pueda intervenir, hasta que no haya sido toca-
da , la bola, por la chueca de un contrario.
El jugador que va a golpear la bola puede pedirla alta, media o baja, como
mejor le convenga i el que la sirve no puede dejar de obedecer, pues si no
hace lo que se le ordena, el juez lo castiga, dando un golpe libre al partido
contrario.

6. Los fallos del juez (ranmevoe) son inapelables i nadie tiene derecho a recla-
mar en contra de ellos por ningún motivo.

7. Si un jugador levanta la chueca más arriba de la cabeza, juega con una mano ,
o tira su chueca para atajar la bola, o la ataja con el pie, o se pone intencio-
nalmente delante de un jugador para interceptarle el paso, comete una falta
que se castiga dando un golpe libre al partido contrario , desde el mismo pun-
to donde se cometió la falta.

. 8. Durante el golpe libre o cuando un jugador está completamente solo (sin


tener a 10 mts un contrario) se le permite levantar su chueca (uño) a la altura
que quiera, pegarle a la bola con una o dos manos, arriarse con ella hasta
donde quiera, etc.

9. Si un jugador diese un golpe, empellón o saltase sobre otro, con intención de


derribarlo, será echado inmediatamente de la cancha, sin que pueda ser reem-
plazado por ninguna reserva.

10. La bola con que se juega será hecha de lana bastante apretada , sirviéndole de
armazón una pelotita de corcho.
Será forrada con cuero delgado i bien redonda.

31
Cuando los jugadores ya sean bastante diestros, se hará de cáñamo, sólo en
casos mui limitados se permitirá jugar con bola de madera liviana. El diáme-
tro de la bola no podrá ser mayor de 7.5 cms.

11. El uño será de madera mui liviana i elástica i torcido, en uno de sus estremos.
Medirá de 1 mt. 10 cms. a 1 mt . 30 cms. de largo, i 2,5 a 3 cms. de grueso.
Todos los de un mismo equipo serán pintados de un mismo color.
Igualmente los trajes de los equipos.contrarios, deberán ser todos iguales.

12. Cuando en un punto cualquiera de la cancha, se agrupen más de seis jugado-


res peleándose la bola, el juez ordenará parar el juego, i en ese punto se lan-
zará la bola al aire; pero sólo estando cerca de él un jugador de cada partido ;
los demás no pueden estar a ,menos de cinco metros de distancia.

13 . El juez será nombrado de común acuerdo por los capitanes (thoquis) i su


deber será hacer cumplir estrictamente las reglas del juego i decidir sin demQ-
ra cualquier cuestión que se suscitare durante una partida.
Deberá llevar un , apunte para 'l,notar el resultado de cada juego i nombrará
dos ayudantes para que lo ayuden a vijilar los límites de la cancha.

, BIBLIOGRAFIA

AUGUST A, F. Lecturas araucanas. Padre de las Casas, San Francisco, 1934.


COÑA, P. Testimonio de un cacique mapuche. Santiago, ICIRA, 1973 0930J
MANQUILEFF , M. Comentarios del pueblo araucano. 11. La Jimnasia nacional. Revista de Folklore Chi.
leno. IV: 76-219 , 1914.
MATUS, L. Juegos i ejercicios de los antiguos araucanos. Santiago, Universitaria, 1920.
ROBLES, E. Costumbres i creencias araucanas. El juego de la chueca (palín). Revista del Folklore Chileno
III : 251 -265,1914. , " .

32
LAS CEREMONIAS DEL PUEBLO MAPUCHE
GABRIELA DEL c. MENDEZ SAEZ *

Mapuche, hombre de la tierra , moreno por muchos soles, de innegable fama a


través de los siglos. ¿Quiénes son en la actualidad ? ¿Qué hacen?

Se les ve afanados en sus labores agrícolas , o dando un toque personal a un


tejido en ñocha o en coirón, otros vienen de la pesca, mientra la Machi inicia los
preparativos para una ceremonia.

Son ellos, el pueblo mapuche , que ha vencido al tiempo y aún se afe rran a
sus tradiciones , un tanto cambiadas por la cultura que ha roto el cerco misterioso
que encerraba celosamente, un ramillete de creencias y seres míticos . cu yas histo-
rias corren de boca en boca.

Cañete , ciudad enclavada en el corazón de Arauco, es testigo de la tradición


más auténtica del pueblo mapuche.

Lugares como L1oncao , Pangueco , Huentelolén , Los Huapes, por nombrar


algunos , albergan famosos personajes vinculados histórica y familiannente a va-
lientes caciques de siglos pasados.

Por iniciativa de las autoridades, Cañete ha sido escenario de tres encuentros


del folklore de la raza mapuche, en donde han tenido la oportunidad de mostrar
diferentes aspectos de su cultura, como ser : artesanía , danzas , música, in strum en-
tos, ceremonias , comidas, etc .

* P r ofe~ora de l.:,ducación General Básica en Escuela F-832 de Cañete . Egre:.llua de la Fscuela !\3l'Íona l d I!
r ol Uore con I ~Iw c iali cbd en Folk lore y Educación . Concepción. 1987 .

33
En su afán por conservar sus tradiciones y hacer que la juventud actual,
considere y defienda la identidad cultural de su pueblo, éstos se han repetido por
varios anos consecutivos en diferentes lugares de la provincia.

En cada una de estas ocasiones, se han reunido grupos venidos desde las
reducciones más apartadas, con el fin de mostrar en forma auténtica, aspectos mu-
sicales y ceremoniales que aún se conservan en plena vigencia.

Siendo el aspecto ceremonial el que más ha llamado la atención a los estudio-


sos del folklore; el presente artículo estará destinado a comentar las distintas cere-
monias que aún se practican en los lugares antes mencionados.

Son pocas las personas que han tenido la oportunidad de presenciar estas
ceremonias que se realizan junto al árbol sagrado de la Machi, 'en la canch'a de
chueca antes de un partido, o en la casa de un enfermo que solicitó la visita y
atención de su Machi; pero son muchas las que quisieran vivir la inolvidable expe-
riencia de asistir a alguna de ellas.

El Machitún: Es una de las ceremonias más comunes entre el pueblo mapu-


che. Consiste en el conjunto de preparativos y ceremoniales que la Machi , con la
ayuda de cuatro o cinco vecinos, realiza con el fin de diagnosticar y curar a un
enfermo.

La Machi posee varios poderes que le permiten comunicarse con poderosos


espíritus. Esto lo consigue con la ayuda del Kultrún , que es el instrumento sagra-
do de la Machi. El sonido de su instrumento y concentración , le permiten que sus
poderes vayan al cosmos a buscar una comunicación con los espíritus y ellos son
los qu e le hablan y aconsejan para que sane a su enfermo.

Al nombrar el kultrón , es necesario destacar que éste desempefia una función


importante dentro de la ceremonia del Machitún. La Machi lo toca en su posición
baja , es decir , sobre el cuerpo del enfermo en los ritos terapéuticos y sobre la ropa
del enfermo en el rito de diagnóstico de la enfermedad .

Acostado el paciente bajo ramas de canelo, sus vecinos le acompanan con


música y oraciones para facilitar el trance de la Machi, la cual inicia el rito acer-
cándose al enfermo y comunicándose con los espíritus más poderosos. Luego de
realizada la ceremonia , la Machi se retira y el enfermo descansa, cesa la música,
mientras los vecinos se retiran a sus viviendas. La Machi dará los remedios que le
fueron aconsejados durante su trance, para complementar la mejoría del paciente ,
que ya ha dado muestras de recuperación durante la ceremonia.

34
El Machitún se conserva vigente , especialmente en aquellos lugares apartados ,
en donde los mapuches no cuentan con un consultorio, médico o donde la fe hacia
su Machi es más poderosa que cualquier otro medio científico.

El cambio o renuevo del Canelo: Es una ceremonia muy significativa para el


pueblo mapuche , especialmente para la Machi, ya que se trata de renovar el altar
sagrado en donde ella se comunica con su Dios y los espíritus.

o
El rewe canelo, está hecho de un tronco de árbol sin defectos y cortado de
un lugar especial del bosque . Con este tronco se confecciona una escala y luego se
entierra en el patio de la casa de la Machi. Este será el altar que estará renovándose
cada cierto t iempo , ya que es en él, donde la Machi sube a comunicarse con su
Dios, cada vez que siente el llamado .

La Ceremonia consiste en sacar los adornos secos y renovarlos , éstos pueden


,ser ramas de canelo , helechos, flores de notros y de copihues. Una vez que el rewe
está renovado, la Machi acompañada por sus ayudante o .curiches, canta y baila
para posterioremente subir a agradecer a Dios. Al terminar la ceremonia, la Machi
invita a los presentes a una comida, la que termina con mucha alegría .

Frente a su rewe, la Machi se postra todas las mañanas y pide protección a su


Dios, para su familia y para todo el pueblo mapuche. Este altar acompaña a la
Machi, durante toda su vida y en ocasiones, cuando ella tiene sueños que le comu-
nican algo , se levante a la hora que sea, para comunicarse, según ella, con los espí-
ritus que llegan hasta el rewe en magníficos caballos.

El Nguillatún: Es una de la ceremonias más largas e importantes y en donde


se reú ne gran cantidad de mapuches junto a su Machi.

Esta ceremonia consta de dos partes bien definidas; la primera es un servicio


de acción de gracias a Dios por haber permitido al pueblo mapuche, vivir en tierra
tan generosa y por todo lo que ellos han logrado poseer a través del tiempo . Todo .
esto se realiza teniendo como música de fondo el sonido acompasado de sus ins-
trumentos, tales como la trutruca , pifilcas, cascabeles, ñonquilñ y KultTÚn. Además
de rea lizarse los bailes propios del pueblo mapuche .

La segunda parte, expresa una petición a la que los mapuches llaman rogativa
a Dios, para que si llueve y el agua inunda sus sembrado , él detenga la lluvia y si
por el co ntrario se presenta un año seco, solicitan qu e riegue la tierra para salvar
sus frutos de la seq uía . Esta ceremonia se realiza también en caso de qu e el paí. ,
ciudad o región sufra alguna calamidad, ya sea , inundaciones, sequías , terremot o.
o si n iestro s.

3S
En relación a su religión. los mapuches so n monoteístas, creen en un Dios
Todopoderoso y ellos lo adoran alrededor del rewe , guiados por la Machi que es
como una sacerdotisa de su pueblo .

Por siglos se ha mantenido la creencia s de qu e su Dios se separa en varios


espíritus que le ayudan;} gobernar el mund o y ellos invocan a un deteminado
esp íritu según su necesidad .

Esta ceremonia dura aproximadamente dos días y se inicia por la tard e de


un día , preferentem ente en fin de semana , cuando todos se encuentran en calma ,
luego de haber concluido sus labo res.
En algunas reducciones . la Machi permanece en oración durante toda la
noche y finaliza la rogativa al atardecer del otro día , para ello sacrifican el corde-
ro más bonito de toda la co mu nidad. La sangre de este animal se convierte en una
ofrenda , cuando untándola con ramas de canelo , árbol sagrado de este pueblo , es
ofrecida , gota a gota , a su Dios. En la mañana , cuando el sol está alto , los mapu-
ches se postran ante el sol y agradecen ; luego se vuelven hacia el Oeste y agradecen
a Dios por las innumerables riquezas que les otorga el mar , luego se postran hacia
el Sur para que soplen los vientos del buen tiempo y los frutos maduren y haya
cosecha abundant e para ellos y para sus hermanos chilenos.

Si hay sequía se postran hacia el Norte , pidiendo a Dios que les otorgue
lluvia abundante para que riegue la tierra y la mantenga fértil. Esto también lo rea-
lizan frente a una cascada de agua , ya que existe la creencia de que un espíritu de
Dios habita en estas aguas .

La ceremonia del nguillatún termina con una rogativa de la Machi , para que
Dios conserve al pueblo mapuche, con sus tradiciones y para que las pueda realizar
libremente. Ruega por Chil e y sus gobernantes . Terminada la ceremonia, se reúnen
los asistentes para servirse lo s alimentos qu e cada familia ha traído y que general-
mente consiste en carne asada. hortalizas, mot e y muday , la bebida de los arauca-
nos desde tiempos remoto s.

Casamiento mapuche: La ceremonia del casamiento mapuche, de acuerdo a


las costumbres de este pueblo , ha desaparecido , por lo que ha pasado a considerar-
se una ceremonia extinta.

La civilización, las diferentes religiones, se han adentrado paulatinamente en


las reducciones mapuches y hoy, el casamiento entre mapuches es exactamente
igual a cualquier pareja de la ciudad .

Antiguamente, el matrimonio mapuche comenzaba corno un verdadero nego-

36
cio entre el novio y su familia , con el padre de la novia y familiares. El novio
debía pagar un precio por su novia. que pod ía consistir en semillas de cereales,
herramientas para trabajar la tierra , útiles para la casa, animales , etc.

Luego de discutir largamente sobre el precio de la dama , el padre daba su


consentimiento para el matrimonio y en el caso de que el novio fuera del entero
agrado de la familia , se le devolvían algunas de las cosas en calidad de regalo al
futuro matrimonio. Terminado este trámite comercial , que a veces duraba mucho
tiempo , se realizaba la ceremonia propiamente tal , en que la concurrencia , junto
con los novios , bailaban y pedían a su Dios la bendición hacia la pareja de novios ,
para que se les otorgara una numerosa familia , muchos animales y buenas cosechas
para su sustento.

En la actualidad , el antiguo casamiento es una leyenda , la fiesta matrimonial


con música y bailes autóc't onos ha pasado a ser un recuerdo entre las personas más
antiguas de la reducción.

En cambio es común ver salir a una pareja de jóvenes mapuches desde la


Oficina del Registro Civil , en dond e han contraído el compromiso del matrimo-
nio , luego , seguramente lo harán en la iglesia más cercana a su reducción y por la
religión que ambos han elegido. Su fiesta de bodas, sigue la corriente actual yesos
novios tendrán una comida en su honor y los buenos deseos de sus familiares e
invitados.

En el aspecto recreativo también existe el ceremonial y éste está relacionado


con el juego de Chueca. Sabemos que desde siempre, el pueblo mapuche mantiene
en las cercanías de sus reducciones , un terreno destinado a una cancha para jugar a
la chueca. Cada vez que uno o más grupos se desafían , mujeres y niños se engalan
para asistir a este encuentro, sus grupos musicales se hacen presente para acompa-
ñar a los deportistas con música y bailes autóctonos. Antes de comenzar el parti-
do, se inicia la ceremonia de invitación de un grupo a otro , mediante bailes y
cantos. Cuando se juntan ambos , los jugadores se reúnen alrededor de la Machi,
quien procede a bendecir los "uñas", que son especies de bastones que se utilizan
en el juego ; además, pide a su Dios que el juego se realice en forma ordenada y
que gane el mejor de los equipos.

Durante todo el juego hay música y gritos para avivar a los equipos ; cuando
se anota un punto , el grupo que acompaña al ganador, canta y baila para celebrar.

Al términar el encuentro se saludan y al son de su música, se retiran de la


cancha para dar comienzo a una comida.

En todas las ceremonias nombradas , se de'staca el papel de la Machi, la que


gracias a sus poderes mantiene , en cierto modo , la unidad de su pueblo.

37
Antes de terminar el presente artículo , es necesario reflexionar en relación
al número de Machis que existen en la actualidad. Según encuestas realizadas en
los sectores de Lloncao , Huentelolén , Los Huapes , Pangueco , Antiquina , Ranquil-
hue, Tirúa, etc. , éstas estarían desapareciendo. Se sabe que la persona pred estina-
da a ser Machi, recibe el mandato mediante un sueño y esto su cede cada vez con
menos frecuencia.

Existen actualmente varios sectores indígenas que no cuentan ya con su


Machi y cuando sienten la necesidad de comunicarse con su Dios , o sanar un en-
fermo, deben pedir que les asista alguna de un lugar cercano .

Así es el misterioso mundo mapuche , así han hecho historia a través de los
siglos, así conservan y defienden en gran medida la identidad cultural qu e les dio
fama en tiempos de Conquista.

BIBLlOGRAFIA

ISAMITT, CARLOS. El Machitún y su s elementos musicales de carácter mágico . Revista de Arte, 1934 .
GREBE, MARIA ESTER. Cosmovisión Mapuche. CUadernos de la Realidad Nacional, 1972.

38
LA PRESENCIA VASCO-FRANCESA
EN LA ZONA DE CAÑETE
FRANCISCO J. MONTORY G. *

INTRODUCCION

Este trabajo, preparado especialmente para el Boletín del Museo Mapuche de


Cañete , presenta diversos antecedentes relacionados con la llegada y estableci-
miento de ciudadanos vasco-franceses y franceses a fines del siglo XIX, en las
regiones de Cañete , Lebu , Los Alamas y sus alrededores.

Se presentan también ciertos aspectos de las relaciones de los miembros de


esta colonia extranjera con el territorio que los acogió y con sus otros habitantes,
tanto indígenas como de origen chileno-español , destacándose su plena integra-
ción a la nacionalidad chilena .

Para una mejor comprensión de actitudes y modos de pensar y actuar, se


incluye en primer lugar un resumen de antecedentes relacionados con el origen an-
cestral de la raza y el pueblo vascos.

En seguida se analizan algunas situaciones de la Francia imperial de mediados


del siglo pasa do y se proponen a lgunas razones que habrían impulsado a mu chos
vasco-franceses y franceses a trasladarse a Chile , en especial a la Araucan ía o Fron-
tera.

En tercer lugar , se estudia el tema de la situación de este territorio. en parti-


cular de la costa de la Baja Front era en los años inmediatamente siguientes a la

* Ingeniero Civil.

39
Pacificació n . que co rrespond e :.1 la ¿poca de llegada de la may oría de lo s vasc,
franceses y fran ceses .

Finalmente se detallan a pecIo s de l desarroll o de la colonia po r ellos consti-


tuida y su influencia en tod a la regi ó n.

Cabe destacarse que en el trabajo de sínt esis qu e fu e nece ario desarrollar.


los diversos temas no se tocaron con la profundidad qu e el autor hubiera desead o
y además hub o otros qu e no fue posible incluir aqu í.

ORIGEN ANCESTRAL DEL PUEBLO VASCO

En un pasado remoto y lejano , que todavía no han logrado precisar con cer-
teza la historia y la arqueología, llegó a establecerse a ambos lados de la Cordille-
ra de los Pirineos y junto al Golfo de Gascuña o de Vizcaya, una pueblo de origen
caucásico , proveniente de algún lugar ignoto, que se denominaba a sí mismo como
euzkaldun y a su lenguaje euzkera. Aquella migración pareciera haber ocurrido
durante durante la Edad del Hierro .

Mucho antes de que las legiones de la Roma imperial se acercaran a esas


tierras, ya los euzkaros defendían tenazmente su libertad enfrentando a cuanto
invasor llegó .

La denominación de vascos o vascones les fue dada por los romanos, perdu-
rando hasta nuestros días.

Tras la caída del Imperio Romano , los vascos debieron enfrentar las invasio-
nes de visigodos, francos y otros pueblos bárbaros germánicos.

Cuando los árabes y otros pueblos islámicos comenzaron a dominar la Penín-


sula Ibérica a partir del año 711 , la región vasca permaneció libre , defendida por
un poderoso ejército, por las escarpadas serranías pirenaicas y por sobre todo. flor
la ardorosa necesidad de libertad e independencia de los vascos. .

Más tarde, durante la formación y consolidación de los estados nacionales de


Francia y España a fines de la Edad Media, el país vasco quedó dividido política-
mente entre ambas nacion es.

40
· Las provincias vascas de Alaba (Alava), Biskaia (Vizcaya), Gipuzkoa (Guipuz-
coa) y Nabarra (Navarra) quedaron formando parte de España, mientras que Bena-
barre (Bass-Nabarre), Laburdí (Labourd) y Zubero¡l (Soule) eran incorporadas a la
corona francesa.

En el primer caso, las cuatro provincias corresponden a la geografía política


vigente hoy en España y en el otro, las tres provincias vasco-francesas están com-
prendidas en el Departamento de Bajos Pirineos desde 1790.

Estas siete provincias históricas conforman el país vasco, lo que es graficado


a través de la divisa de su escudo: Zazpiak Bat (Siete y Uno). También es prover-
bial la suma de los nacionalistas vascos: 4 + 3 = 1, que hace referencia a que las
cuatro provincias vasco-españolas más las tres vasco-francesas conforman una sola
patria : Euzkadi.

El país vasco-español, es una de las regiones más industrializadas y progresis-


tas de España, ocupando un porcentaje importante de su territorio total, mientras
que en Francia el país vasco-francés es pequeño, siendo más bien una curiosidad y
un lugar turístico .

Según decían nuestros abuelos vasco-franceses, la diferencia entre ambas ver-


tientes del pueblo vasco está en que los vasco-franceses son primero franceses y
después vascos, mientras que los vasco-españoles son primero vascos y después
españoles.

SITUACION DE FRANCIA Y LOS VASCOS


A MEDIADOS DEL SIGLO XIX

Hubo dos situaciones importantes que impulsaron a vasco-frances~s a emigrar


a partir de mediados del siglo XIX.

Por una part~ , bajo el gobierno de Napoleón 111. en la Francia del Segundo
Imperio se creaba una verdadera conciencia nacional del papel mesiánico y princi-
pal que debía tener Francia en todo el mundo . Sus intluencias se repartían por
muchos lugares, pacíficamente como su cultura y productos o militar y colonial-
mente en las zonas más atrasadas o menos desarrolladas. Un deseo de aventuras se
apoderaba de la juventud francesa.

Por otra parte, en aquellos años la economía del país vasco-francés era bási-
camente agrícola , existiendo multitud de medianas y pequeñas propiedades agríco-
135 dicielltemente trabajadas. Lógicamente también se desarrollaban actividades
.:-o merciales complementarias.

Dado que las familias vasco-francesas tenían numerosos hijos y que las pro-
. piedades se heredaban preferentemente por el sistema del mayorazgo , a muchos
jóvenes se les hacía estrecha su tierra y anhelaban viajar.

Las posibilidades dentro de la misma Francia eran difíciles, ya que en el


luminoso París (entonces capital del mundo según los franceses) , los vascos eran
considerados unos provincianos montai'íeses pro venientes de la frol1tera con
EspaFía.

Paralelamente, una serie de situaciones e informaciones que recibían ,


los hacía mirar hacia un lejano país que llamaban Chilí.

Durante el siglo pasado , en las más variadas formas, Francia demostró su


interés por la parte suroccidental de América del Sur. No sólo la cultura francesa y
sus productos comerciales invadían las zonas pobladas y civilizadas de Chile , tam-
bién ellos habían puesto sus ojos en lo que aún eran regiones no colonizadas, espe-
cialmente en el extremo austral y en la Araucanía.

Ya en 1843 , cuando durante el gobierno del General Manuel Bulnes, Chile


reafirma su soberanía sobre el lejano sur y se funda el Fuerte Bulnes en el Estre-
cho de Magallanes, un buque de guerra francés, la corbeta Phaetón , que venía con
intenciones de tomar posesión del Estrecho en nombre de Francia , llegó sólo un
d ía después que arribara la goleta chilena Ancud, al mando de Juan Williams.

Más adelante, a partir de 1858, otro francés comenzaba a hacer noticia en la


Araucanía o Frontera. El abogado Aurelie Antoine de Tounnes se hizo proclamar
por una junta de caciques mapuches como Rey de la Araucanía y Patagonia.
Orelie, como le recuerda la historia, incitó a las tribus mapuches a la revuelta en
varias ocasiones, ofreciéndoles armas y soldados para expulsar a los invasores chi-
lenos. Esto creó serios problemas a las tropas chilenas comandadas por Cornelio
Saavedra y Pedro Lagos.

La novelesca vida de O.relie pasó por emboscadas, traiciones, prisiones, decla-


raciones de locura por parte del Estado de Chile, deportaciones, coronación real,
etc. Para algunos, Orelie no fue más que un Joco y romántico aventurero francés,
pero para otros fue un verdadero Adelantado del imperialista Napoleón III. No en
vano, durante la segunda estadía de Orelie en la Araucanía, en 1870, el buque de

42
guerra francés D'Entrecasteaux estuvo tondeado en los puertos de Corral y Lebu .
Más curioso resulta saber que ese fue el buque que trajo a Orelie secretamente en
su segundo viaje.

Tras el "exilio final de su Majestad Orelie Antaine 1" a Francia, se dedicó allí
a publicar libros y revistas sobre la Araucanía, en los que defendía sus derechos
reales sobre las tierras de la Araucanía y Patagonia.

Muchas de estas historias de ese lejano y exótivo Chilí llegaban a oídos de los
vasco-franceses, aumentando las inquietudes de aquellos de espíritu joven y em-
prendedor.

Además todo esto era forzado por folletos publicitarios y carteles distribui-
dos por la Agencia General de Colonización de Chile en Europa, abierta en París
por el Gobierno de Chile el! O de octubre de 1882.

Pero lo que más los entusiasmaba eran las cartas que enviaban algunos que ya
habían partido a esas tierras. Algunas familias como la Duhart y la Etchepare ya
habían visto alejarse a algunos de sus hijos hacia las tierras de la Araucanía.

En el diario El Mercurio de Va!paraíso , del 16 de marzo de 1883 , se destaca-


ba la siguiente noticia: Personas llegadas del Sur a Santiago nos informan que los
vascos establecidos en Lebu, Osorno y Unión poseen establecimientos industriales
j70rescientes y empiezan a competir con los de la colonia alemana.

Este es un argumento que olvidó hacer valer el Señor Ministro Aldunate en el


Congreso a los Señores represent.mtes que combatieron la inmigración de familias
vascas, porque a su juicio no vendrian a ser los vascos, sino despostadores de ani-
males, peones o polidas, pero no industriales.

La Región de la Araucanía o Frontera , por aquellos años en la etapa final de


la Pacificación e incorporación al imperio de las leyes de la República , ofrecía a
los vascos-franceses tierras vírgenes para la agricultura , ganadería y desarrollo de
industrias anexas como las curtiembres , molinos de trigo y el comercio.

Ad emás, a los vasco-franceses ese lejano Chilí no debía resultarles muy extra-
ño , ya que hacía más de trescientos años que vasco-españoles estaban emigrando a
ese país y sus descendientes dominaban en la aristocracia política y económica de
Chile.

Paradojalmente , a pesar de que los vascos han sido muy apegados a su terru-
ño , a lo largo de la historia se ha transformado en grandes emigrantes.

La siguiente frase, escrita en idiomas euzkera, francés y castellano, tomada

43
del himn o (jU lo' l' 1 poe l:1 Ip Ll rraguinrrt! dedicó al lege nd ario roble d e G ué mi c:1 tam -
bi én resullle el esp íritu pio ne ro y colonizad o r d e la raza vasca :

" C//I lÍlI da :: ahal ::az u f1lunduan [rl/flla"


"gcrl1l e cr érl' lId re t o i .ti-l, ir pour le //I o l/de"
"ger//lino .l' exriende fII ; hlfo p or el mundo :',

LOS VASCO-FRANCESES Y LA ARAUCANIA

La llegada de los vasco-franceses a diversos lugares de la Araucanía no fu e eJ


resultado de una inmigración organizada y formal, sino que fue una espontánea
corriente inmigratoria que comenzó hacia 1860 y duró aproximadamente hasta
1920 . La mayor intensidad se alcanzó entre los años 1 870 Y 1890 .

Los vasco-franceses que iban llegando en esa época se fuero n instalando prin-
cipalmente en los nuevos territorios de la Araucanía , en especial entre la Cordille-
ra de Nalhuelbuta y el mar. Cañete , Lebu , Los Alamos y otros lugares cercanos
eran los preferidos. Algunos se quedaron en la zona d e Concepción y otros se fu e-
ron mucho más al Sur, hacia La Unión y Osorno .

Los recién llegados se iniciaron en el comercio , la agricultura o establecieron


pequeñas industrias.

Todos mantenían abundante correspondencia con sus familiares d e Francia ,


contándoles la buena p ersp ectiva que aquí se presentaba. De este modo se fu eron
entusiasmando hermanos, primos y amigos hasta qu e la cantidad de vasco-france-
ses llegó a ser muy numerosa .

La zona costera de la Baja Frontera estaba en plena etapa de su real incorpo-


ración a la República . El 2 de diciembre de 1862 , se había fundado Lebu, el 25 de
en ero d e 1866 se construyó el Fuerte de Quidico , y el 12 de noviembre de 1868
se reco nstruyó Cañete . Esta ciudad fue fundada originalmente por el Gobernador
de Chile , don García Hurtado de Mendoza, ello de enero de 1558 . La última
recon strucción de Cañete fu e efectuada por una expedición militar comandada
por el Teniente Coronel Marco Aurelio Arriagada , formada por 300 infantes del
Regimiento r de Línea , una Compañía de Artillería y civiles auxiliares de caballe-
ría.

Por esos años los cuatro principales caciques aliados del gobierno, que habita-
' ban la región cañetina eran Hueramanque, Juan Mariñán, Juan Polma e Ignacio
Lepiñanco .

44
De acuerdo a un Decreto del 29 de marzo de 1860, emitido en Santiago por
el Presidente de la República don Manuel Montt, estos caciques fueron designados
Gobernadores de sendos distritos comprendidos entre los ríos Pilpilco-Lebu por el
Norte y el Río Tirúa por el Sur.

De estos cuatro caciques mapuches costinos aliados de la República, el más


poderoso e influyente fue Mariñán , Gobernador de la zona de Tucapel y Cañete .

Cabe destacarse que la presencia chilena en la región cañetina comenzó en


forma estable en el año 1848 , cuando el sacerdote franciscano Buenaventura
Ortega fundó la misión de Tucapel Viejo.

En los años siguientes a su reconstrucción , Cañete presentaba el aspecto típi-


co de los nuevos pueblos que iban naciendo en la Frontera. Rústicas casas de ma-
dera , con techos de paja y totora las más humildes , tejadas las elegantes. Otras
estaban formadas por gruesos muros de adobes . Las calles polvorientas o bien
llenas de barro rojizo eran delimitadas por recios varones de añosos árboles,
co locados frente a las casas y tiendas.

La actividad era incesante. Piquetes de soldados de los Regimientos 4° y 7° de


Línea resguardaban el pueblo , vigilaban los pasos cordilleranos de Cayucupil y del
Lago Lanalhue , mantenían abiertas las rutas a Lebu , Purén y Quidico y además
manten ían discreta vigilancia sobre las tribus mapuches, especialmente las que aún
permanecían en estado de rebeldía.

En el pueblo mismo la actividad militar se centraba en torno al Cuartel Gene-


ral instalado en una gran casa de adobes, de color rojo , ubicado en calle Prat con
Villagrán , frente a la Plaza de Armas.

En otro aspecto , Cañete era un enjambre de ciudadanos originarios de diver-


sos lugares tales como Chillán, San Carios, Concepción, Cauquenes, Parral y otros
pueblos de aquella zona .

Entre ellos había todo tipo de personas: elegantes señores, humildes campesi-
nos, comerciantes , artesanos , aventureros y salteadores.

J unto a esta heterogénea población de civiles y militares , llegaban de paso a


Cañ ete o grupos de indios de paz que venían a comprar, vender o conchavear pro-
ductos (tru equ e). Cac iques y moceton es vestidos de chiripa y ponchos , elegantes
chinas (mujere s mapuches) ataviadas con chamales y adornadas con trariloncos y
trapelacuchas. junto a sus pequ eñas gueñis (niños) contribu ían a dar más variedad
a la múltiple población .

Completan el panorama algunos sacerdotes franciscanos que viven y realizan


misiones en la zona y un grupo de extranjeros que comienzan a llegar desde leja-
nas tierras. La gran mayoría de estos eran vasco-franceses y franc eses.

4S
En la ti erra caiietina. el1 donde ahora se hab la mapu che, caste lla no. fran cés y
\·asco. los le nguaraces o trad uc to res so n personajes muy so lici tados .

Los primero años de co lo ni zac ió n fueron difí cil es y con resu ltad os poco
ale nt ado res. Esto e claramente cap tado por el esc rit o r e in vestigado r franc és J ea n
Pierre Blancpa in , quien man ifi est a lo sigui ent e:

Pero . al parecer. f u eron los imemos infi'uct uosos d e co lonizació n nacional en


Lebu. Calle!e )' ~ ngo!. los qu e d ecidiero n en 1877, a los suceso res d e MOlltl
a llamar nu el'OS inmigrames europeos. A poyados el1 lo s resulrados ob lenido s
en Llanqu il/Ue, y haciendo eco del POSiTivismo oficial, mu chos respo nsab les
sigu en creyendo que el europ eo es el único capaz d e acep Tar el d esaf¡'o d e!
mundo virgen, d e sacudir la indolencia nacional y d e tra nsformar, jUllfo COI1
in Tegra rse a ella, una sociedad illmól'il cuyo retardo resa lTa cada vez más.

En el año 188 1 se produjeron en la zona las últimas bat a llas d e la s ca mpañ as


de la Pacificación. En la Baja Frontera. las tribus costinas se sublevaron el 5 d e
n ovie mbre, especialmente las d e Imperia l, Tirúa y Quidico .

Cerca de dos mil mapuche s destru yeron Nueva Imperial y se dirigiero n al


Norte para atacar Cañet e y Lebu. A m edida qu e avanzab an por la costa se le iban
ag rega ndo nuevas tribus en arma s. Esto produjo gran alarma e n Cañete en tre las
autoridades, colonos extranjeros y población en general.

Ante la gravedad de los hechos , el día 6 salió de Cañet e el Comandante d e


Guardias Cívicas don Félix Antonio Agua yo, con cuarenta jinetes armados . A su
tro pa se le fueron agregando otros , hasta reunir 400 hombre s a l llega r a Quidico .
Cabe recordarse qu e la s tropa s d el Ejército de Línea estaban todos enviados al
Ko rt e, participando en la Gu erra d el Pacífico co ntra Perú y Bolivia .

Una ava nzada al mand o d e l Capitán d e Mili cia s José Lui s Aguayo se trabó en
co mbat e co n los mapu ch es qu e venía n de m ás al Sur , en Loncotipai , a l Sur d e
Tirúa . El ot ro com bate se de sarrolló en Relún , donde un a co lumna a l ma ndo d el
Teniente de Gu ardias Cívi cas Patricio Rojas derrotó a la s fuerzas del Caciqu e
Cayupi.

Para t ermin ar de tranquili zar la regi ó n de la Baja Frontera fu e necesario qu e


el Gobierno envia ra refu erzo s d esd e Va ldivia , Talcahu ano y Lota .

A m edid a qu e pasa ban los años de fin es d el siglo XIX y de comienzos d e l


ac tu al, mu chos fueron los ap ellid os de origen vasco -francés, fran cés y también
vasco -españ ol. qu e se fu eron oye ndo nombra r en Ca ñ et e, Lebu , Los Alamas y
orro s jugares cercanos :

Barthabure, Bichend aritz , Bordagaray , Callier. Cigarroa , Charó , Dolhatz ,


nuh a rt . Ec haiz , Elice iry , EJi sse t che , Etchepare, Etch ega rai. Etcheverr y, Ey hera-

46
mendy, Ganderats, Harismendy, Hiriart, Hiribarren, Irazoqui, lriarte, lrigoyen ,
Jaureguiberry, Lasserre, Lafontaine, Larroulet, Lascorret, Larret, Manchot.
Mendiboure, Montory, Otondo, Pierry, Pouchucq, Petit-Larrent, Salaberry ,
Vicenty, etc.

El primer vasco-francés que llegó a la región cañetina fue don Pedro Etche-
pare, en el año 1870.

Pareciera ser que la Cordillera de Nahuelbuta, con sus cerros, valles y loma-
jes aledaños, dotados de un clima marítimo templado, les recordaba gratamente
sus lejanas tierras pirineicas.

En un sentido más amplio, la relación de los vascos con esta región comenzó
ya hace más de cuatrocientos años. Cuando el toqui Lautaro y sus fuerzas mapu-
ches destruyeron el Fuerte Tucapel a fines del año 1553 , pocos días antes de la
Batalla de Tucapel y de la muerte del Conquistador de Chile don Pedro de Valdi-
via, quien dirigió la desesperada y finalmente inútil defensa del fuerte, fue su Capi-
tán don Martín de Ariza, un aguerrido oficial vasco-español.

DESARROLLO DE LA COLONIA VASCO-FRANCESA

Para los vasco-franceses de la región cañetina, uno de sus lugares de reuniones


y encuentros sociales era el Frontón de Pelota Vasca.

En el afio 1886 se construyó e inauguró en Cañete este recinto deportivo. en


un sitio que el Gobierno de Chile donó para tal efecto a la colonia vasco-francesa
residente. El lugar estaba ubicado entre las calles Esmeralda y 7° de Línea. Como
en aquella época no exist ían las agrupaciones con personería jurídica, se optó por
inscribir la propiedad a nombre de la firma vasco-francesa más pudiente de la
zona , la Casa Duhart. Hasta 1984 existía aún en calle Esmeralda una alta muralla
de ladrillos que había pertenecido al frontón.

Este rudo deporte , que requiere gran estado físico y agilidad por parte del
jugador se practicaba en el frontón cañetino con la modalidad del uso de la chiste-
ra. Esta es una cesta cóncava de mimbre , con un guante de cuero incorporado al
extremo , que permite recibir e impulsar la pelota contra el frontón a muy alta
velocidad. La chistera hab ía sido creada y desarrollada en el pa ís vasco-francés a
mediados del siglo XIX .

47
En general , y a diferencia de otras colonias ex tranjeras , los franceses y vasco-
franceses no constituyeron grupos demasiado cerrados, integrándose rápidamente
sus miembros a la cultura y vida nacionales . Por cierto que recordaban orgullosos
su origen y mantenían antiguas tradiciones y costumbres traídas desde Francia ,
parte de los cuales también transmitieron a las familias chilenas.

A pesar de la buena integración de los franceses y vasco-franceses a la socie-


dad cañetina , hubo por cierto rivalidades con los chilenos en diversos campos ,
tales como el comercial, deportivo , político y social.

En las zonas central y sur de la provincia de Arauco los vasco-franceses y


franceses, por razones obvias, tuvieron múltiples contactos con los mapuches, ya
que comenzaron a habitar un mismo territorio, en conjunto con los chilenos y los
miembros de otras colonias extranjeras.

Dado que los vasco-franceses y franceses y sus descendientes de primera


generación fueron principalmente agricultores y comerciantes, en ambas activida-
des hubo múltiples contactos entre ambos grupos étnicos.

Curiosamente, a fines del siglo pasado y a comienzos del act.ual, los mapu-
ches preferían por lo general ser clientes y hacer negocios con los establecimientos
comerciales de los vasco-franceses y franceses. Parece que el recuerdo ancestral de
las guerras de Arauco contra los españoles y de las no tan lejanas campañas de
Pacificación por parte de los chilenos, los hacía desconfiar de los huincas y de sus
tiendas.
I

En aquella época, el comercio cañetino estaba básicamente en manos de los


vasco-franceses y franceses y en menor grado, pertenecía a chilenos de origen
español y a algunos españoles.

Dado este contacto comercial directo , era común hacia fines del siglo pasado
y comienzos del presente, que jóvenes vasco-franceses que eran empleados de las
tiendas y establecimientos comerciales de propiedad de sus padres o patrones, ade-
más del francés y castellano, aprendieron a hablar en idioma mapuche.

La agricultura permitió también amplios contactos entre los vasco-franceses


y franceses con los mapuches.

Muchos mapuches eran inquilinos y jornaleros en los predios y haciendas.


Además existía una vecindad territorial entre muchos de esos fundos y las reduc-
ciones mapuches, en donde ellos habitaban.

En este caso se daba también la situación de que mapuches de alguna Reduc-


ción vecina , fueran Medieros en siembras de papas y trigo, con el dueño del fundo .

Por supuesto que esta relación entre mapuches y agricultores franceses y


vasco-franceses y sus descendientes no siempre fue buena. .

48
· , A fines del siglo XIX yen' el primer cuartO' del siglo actual, la influencia de
los vasco-franceses, franceses y sus descendientes era grande en la región cáñetina.

C~ntrolaban la mayoría del comercio , industrias , y poseían grandes extensio-


nes agncolas.

En el aspecto político, algunos abrazaron 'ideas del antiguo Partido Radical y


otros, la de los partidos de derecha. ' - , .

, ~n 10 deportivo, el antiguo frontón de pelota vasca, seguía siendo un lugar


l~p,ort~~te de reunión , ahora transformado 'e n canchas de tenis yen picadero de
eq ultaclOn . ' ,

El Club Deportivo Comercio , formado básicament~ por los hijos de los' vasco-
franceses y franceses tenía destacada actuación en competencias de fútbol y atle-
tismo . Curiosamente este Club debió ser disuelto voluntariamente por sus miem-
bros hacia 1925 , ya que sus continuos triunfos en las canchas provocaba una irra-
cional reacción de muchos espectadores, chilenos de origen español, en contra de
los gringos. (Expresión con que se designaba y se continúa llamando en la región
cañetina a los vasco-franceses, franceses y a sus descendientes).

Posteriormente la mayoría de estos jóvenes deportistas se integró al naciente


Club Deportivo Juvenil , creado el 3 de diciembre de 1925.

Por otra parte , los lazos afectivos con Francia seguían fuertes entre los hijos
de los vasco-franceses y franceses. En muchos casos, varios de estos jóvenes fueron
llevados a educarse en Bayona , principal ciudad del país vasco-francés. Además,
diarios y revistas franceses llegaban periódicamente a los hogares cañetinos de los
miembros de la colonia.

Durante la Primera Guerra Mundial ,' varios de los vasco-franceses y franceses


fueron a Europa a defender su Madre Patria y luego regresaron.

En o tros campos de la actividad cotidiana, hubo también influencias, caso


peculiar es el de las cecinas. Los vasco-franceses trajeron sus propias técnicas de
producció n de derivados del cerdo , las que se extendieron y popularizaron rápida-
mente por la zona .

Ha sta hoy perduran tales procedimientos y rec~tas que hacen que las cecinas
de la regió n cañetina sea n muy apetecidas, siendo claramente diferentes en gusto a
las cecinas de origen español que se producen en la zona central y a las alemanas
de más al sur. En general , la influencia cu linaria de los vasco-franceses y franceses
todavía perdura.

Las actividades culturales tampoco les eran ajena~. Los hijos de los franGeses

49 .
y vasco-franceses eran el alma y motor de grupos de música y teatro qu e por aque-
llos años desarrollaba la juventud cañetina.

Un hecho curioso que resume la gran influencia que tuvo por aquellos años la
colonia francesa y vasco-francesa en Cañete , es que el 14 de julio , día na cional de
Francia , era en la región un día tan importante como el 18 de Septiembre. El
comercio cerraba, se orga nizaban fiestas , en las casas de los miembro s de la co lo-
nia se enarbolaban ambos pabellones tricolores, azul , blanco y rojo y el Orfeón de
Cañete recorría las calles tocando La Marsellesa y la Canción Nacional.

Finalmente tras el paso de los años los hijos y nietos de los vasco-franceses y
franceses que fueron llegando en aquellos lejanos días, se incorporaron pl enam en-
te a la nacionalidad chilena , repartiéndose por todo el país. La boina vasca de los
abuelos se transformó en un sombrero de huaso en los nietos , mientras que en
Naahuelbuta aún se escuchan los sones de trutrucas y kultrunes.

FUENTES DE INFORMACION y BlBLIOGRAFIA

El autor, cañetino y nieto de vasco-francés, realizó este trabajo en base a antecedentes tan dispares
como experiencia e investigación personal, tradiciones familiares transmitidas oralmente por padres, tíos y
abuelos y con el apoyo de la bibliografía que se cita a continuación:

CHANOINE J .B, DARANA IZ. CUriosistes du Pays Basque (Tome 1 et Tome 11). Librairie Lasserre,
1927, Bayonne.
FERNANDEZ·PADRAL, PEDRO XA VIER. Linajes vascos y montañeses en Chile. Talleres Gráfico s
San Rafael, 1930, Santiago .
CAMPOS MENCHACA, MARIANO JOSE SJ . Nahuelbuta. Editorial Francisco de Aguirre, 1972 ,
Santiago.
N.N. Crónica Militar de la Araucania (Tomos 1 y 2). (Publicación de fines del siglo XIX o de comienzos del
actual).
MONTORY G., FRANCISCO J. De los Pirin eos a Nahuelhuta (Biografía de Pedro Montory Athens) .
1985 .
. BLANCPAIN, JEAN-PIERRE. [,os alemanes en Chile (1816·1945). Colección Histo-Hachete, 1985 .

50'
EL EXILIO DE LA FRAGANCIA RESQUEBRAJADA
O UNA REFLEXION EN TORNO A LA ANTROPOLOGIA
JUAN CARLOS OLN ARES TOLEDO *

1. ¿DONDE ESTA LA ANTROPOLOGIA CHILENA?

Al nihilismo de la civilización blanca que destruye lo que toca , el antropólo-


go responde repitiendo en el salvaje la operación salvaje, la que transforma lo pere-
cedero en forma simbólica, representación de una vida diferente para siempre, de
lo que ella habría podido ser sin nosotros. lean Duvignaud 1 •

Motivado por claros designios que nacieron conmigo, sin hacer mucho caso a
las tendencias intelectuales de la antropología del presente, ayudado por mis hu-
manas fuerzas, todavía apuntaladas con Lorazepan 2 mg, Amitriptilina 25 mg,
Meleril 100 mg y Carbonato de Litio 300 mg, todas bestias de la química de nues-
tros días y todas las noches, fármacos necesarios para el antropólogo viajero que
después de recorrer los inconmensurables círculos de las eternidades reales y tam-
bién las irreales, retorna a este mundo que se fragmenta irremediablemente, para
advertir. junto con Nietzsche que , quien sigue estos caminos particulares no se
encuentra a nadie por ellos /. ..1, nadie acude a auxiliarle; él solo tiene que librarse
de todos los peligros, de todos los azares, de todas las maldades y de todas las tor-
mentas que sobrevengan 2 , así, horrendamente solo y con mucho amor, sin gran-
des fronteras que detengan mi creación antropológica y con la sabiduría casi silen-
ciosa de Black Bird Crow, mi maestro en estos menesteres inmensos y complejos
de la antropología y la vida toda , rasgando él las penumbras con sus patas de pája-
ro , abriéndole paso a una claridad ~alvaje , cuyo resplandor nunca me cegará que
nunca me impedirá ver, le entregué significados arrancados al mundo a unas pala-
bras sueltas, sin más destino que morir ellas en el olvido de la insignificancia y dí
origen a Prácticas alucinógenas entre los moradores de la Cordillera de la Costa 3
mi primer intento de relato etnográfico publicado después de ese largo viaje deli-
rante y con el gran pensador alemán, de hoy y siempre , quiero deciros. en efecto .
amigos. lo que hada allá abaja , quiero deciroslo en este prólogo tardío. ya que he
vuelto y he salido del pas0 4 • Buscaba la verdad antropológica, no la verdad parti-
dista del militante , del creyente o del simpatizante, ni siquiera la filosófica, mucho

* Licenciado en Antropolog ía. Univer sidad de Chile. Huanhualí 291 , Villa Alemana .

51
menos la periodística y allá abajo , entre las grietas azules de la realidad descubier-
ta , sólo encontré realidade s culturales, una carencia etnográfica y la ausencia de la
antropología y tuvimos que señalar la necesidad estricta de propon er una nu eva
forma de relaro etnográficos. Indiscutiblemente , no pretende ser una nueva etno-
grafía. La historia del desarrollo de la antropología americana y europea , el bison-
te blanco de una gran mayoría de los antropólogos chilenos, está saturada de ten-
tativas que pretendieron generar una nueva etnografza 6 • Tentativas fracasadas qu e
aportaron poco y nada al desarrollo de la disciplina . Por el contrario , generaron
confusión y oscurantismo. Abrieron caminos que no llegaron a part e alguna. Des-
. de ese instante, todo ha sido un recomenzar. Por eso, no pretendemos serlo ni
considerarnos, en el momento de las evaluaciones y recuentos hi stóricos , como
una tentativa más en el esfuerzo de generar una nueva etnografía. Prim ero, debe-
mos dar los pasos requeridos para crear una etnografía chilena. Carecemos de ella.
Muchos de los informes etnográficos que preparan los antropólogos chilenos son
similares a la tradicional composición que debe realizarse , en los colegios del país ,
cuando los alumnos vuelven a clases, en nuestro especial mes de marzo , en la asig-
natura de Castellano , titulada , ¿Qué hicimos en el verano? No es nuestra intención
desmerecer a los escolares. Para ser justos, no hay necesidad d e aiíadi.r que, a este
respecto , cualquier trabajo de campo cientIfico está muy por encima del m ejor
logro amateur, / ... / no hay duda, Malinowski no estuvo nunca en Chile / ... / sin em-
bargo , hay un punto en que ha menudo sobresalen. Se trata de la descripción d e
los rasgos ¡'ntimos de la vida indz'gena, de la capacidad para hacernos llegar estos
aspectos con los que sólo es posible familiarizarse a través de un estrecho contacto
con los indz'genas, cualquiera sea la forma , durante un largo perz'odo de tiempo 7.
Por eso , un primer paso , el movimiento primordial hacia la creación , consiste en
proponer una manera diferente de escribir el relato etnográfico , cuyo propósito es
lograr entregar el material cultural de problemátic.as espeCIficas en la dinámica de
los estilos de vidas , siempre y cuando , este material cultural o data cultural se
haya logrado conseguir mediante un acabado y sistemático trabajo de campo jy
asz'j el lector pueda estimar con precisión , de un vistazo , el nivel de trato personal
que el autor tiene con los hechos que describe y hacerse una idea de en qué condi-
ciones obtuvo la información d e los indz'genas 9 • No es relato de una novela , reali-
zado por un escritor o un escribidor (esto último para no enojar a Vargas LI~sa).
Sin duda , de ellos, de los escribidores y otros demonios de la palabra tenemos
mucho que aprender. Acotamos que, la extrema especialización de las disciplinas
universitarias conduce generalmente a la formación de trabajadores a destaja que
se condenan ellos mismos a redactar minuciosas, sabias pero ilegibles monogra-
f¡'as JO , de esta forma, una especie de resentimiento parece surgir en estos medios
sabios que testimonian hacia lo que llaman literatura, un desprecio concentrado
que no es más que - Nietzsche ya lo habla notado- una forma sofisticada de ren-
cor o de envidia ll • Yo no tengo grandes rencores ni envidias sofisticadas, por eso,
no desprecio en su totalidad a la literatura y aún más, me siento un poco poeta y
el poeta , es el guardián del mito y de la imagen hasta que lleguen tiempos mejo-
res 12 • Sin embargo , esto debo decirlo, no me agradan algunos representantes de
ciertas generaciones literarias chilenas, sobre todo, aquellos que buscan desespe-
radamente la universalidad y el cosmopolitismo y otros ismos obscuros. En gene-
ral , estas tendencias se sustentan sobre un desarraigo profundo y una carencia de

52
sentido histórico 13 . Aclamados. como el grupo rock Los prisioneros y toda la mal-
dición de malinche que se nos vino encima cuando el caballo viejo y flaco de
Diego de Almagro cruzó despavorido los desiertos norteños en donde siglos más
tarde, ahora, pastan y balan las ovejas del poeta Raúl Zurita, el único descubridor
del Desierto de Atacama, esa noble tarea de peregrinos que estaba incluida en el
destino de los arqueólogos. A veces, como alucinaciones, escuchamos el relato de
la visión de otro peregrino, José Berenguer, rodeado por el aliento denso, obscuro
del encuentro . Mas, a pesar de estos susurros, ¿dónde están los arqueólogos? En-
tonces, una nueva forma de escribir el relato etnográfico, es la construcción de un dis-
curso sobre y acerca del material cultural, esas desconocidas cosas tangibles e in-
tangibles, esas ausentes realidades de los estilos de vida, que nos son ajenos y con
las cuales trabaja la antropología, y que se constituyen en problemática antropoló-
gicas específicas cuando, discriminando la diversidad, profundidad y complejidad
del fenómeno cultural en base a arbitrios previamente establecidos y definidos , el
antropólogo decide dedicar su atención sobre algunas de estas problemáticas. Es
un hecho certero , al definir una problemática antropológica , hemos delimitado la
realidad. Sin embargo, a pesar de haber delimitado la realidad , sosteníamos en
nuestro artículo que, los estilos de vida están envueltos en la realidad tota[14 . Una
muchacha dijo , esa realidad eterna y todo lo que ella significa va junto o está in-
serta dentro de un todo aún mayor 1.../ es un todo Universal que incluye lo espiri-
tual y material que nuestro mundo es l ../ abarca al Hombre en toda su magnitud
y también la naturaleza l ../ abarca desde el más profundo sentimiento hasta la
densidad más desconocida 15 • Aquí, como dijo un poeta al volver del viaje, la reali-
dad secreta brillaba como un fruto maduro 16 • Al mirar más allá de las fronteras
reales de su objeto de estudio, el antropólogo, descubre que ese objeto continúa
encadenado a la inmensidad eterna de la realidad total y se horroriza, y siente
miedo cuando se percibe él mismo también prisionero de aquella realidad total ,
sin poder, pese a sus esfuerzos intelectuales, colocar una distancia real entre él y el
objeto. Si su actitud, frente al hecho' de ser un habitante involuntario o volunta-
rio de ese océano eterno, quizás por culpa de las tendencias intelectuales contem-
poráneas que le susurraron al oído que se podía establecer una distancia real entre
él (sujeto) y la problemática a investigar (objeto); cambia, después de mucho
sufrir, podrá liberarse y no dudamos que su trabajo será más veraz, más antropoló-
gico y fundamentalmente, más humano. Entonces, de manera brutal , para espan-
tar a las polillas y los escarabajos, establecemos que la categoría antropólogo-
estilo de vida (sujeto-objeto) es l ../ una unidad indivisible dentro del universo real
total 17 • Decir esto, .es un acto ' heroico 1.. ./ desmitifica a los antropólogos que pre-
tenden manejar una problemática o fenómeno cultural y los pone en su lugar l8 •
No abandonamos nuestra posición. La realidad total es una realidad eterna y
rodea a los estilos de vida y al antropólogo. De esto se desprende que, la única
verdad es que la antropologia estudia estilos de vida y sobre eso deb emos centrar-
nos l9 • Este camino, entrega al antropólogo, un marco guia semejante a un papel
blanco cuyo margen está lleno de sabiduria']J) . La etnografía a crear, sustentada en
estos principios e ideas, es todavía una etnografía sin definición , sin nombre , es
una bandada de palomas ciegas lanzadas al misrerio 21 • ¡Venid a mirar cómo
vuelan los pájaros guiados por la fragancia de la realidad! ¡Mirad!

53
Desde su naclnllento . la antropología, al pretender estudiar los estilos de
,'id a. e ha relacionado e. trecha y vitalmente con los viajes. Aquí, el acto mismo
del Jliaje etnológico supera la simple naturaleza del viajen . El viaje ya es algo más
que un ir y venir sin sentido . Ll evan al hombre desde el manantial de su propio
estilo de vida hasta las vastedades obscuras, desconocidas, mágicas y misteriosas
de otro estilo de vida, su preocupación fundamental y su razón de ser. Desde sí
mismo el antropólogo viaja a la otredad de una realidad que había permanecido
ausente . Es un peregrino que busca similitudes y diferencias, su estilo de vida .
Con él a cuestas va a todas partes. Mas, algunos antropólogos que se creen listo s,
niegan que su estilo de vida , esas diferencias y similitudes puedan tener injeren-
cia en el trabajo antropológico. Estas perso nas , llegan a manifestar, públicamen-
te y sin verguenza que ellos han asumido sus prejuicios y suspendidos los juicios,
como si esta actitud y posición fuese suficiente para realizar un trabajo veraz,
completo, profundo y fundamentalmente objetivo. Esto último , pareciera ser la
razón profunda de su trabajo, mucho más que los aspectos descriptivos y explica-
tivos en el proceso de conocer los estilos de vida. Entonces, la objetividad del tra-
bajo , la investigación y la docencia , es efecto de la asunción de los prejuicios y la
suspensión de los juicios. A fuerza de buscar una objetividad que pareciera no
existir en la realidad, el antropólogo abandona juicios y prejuicios, vacía sus con-
tenidos mentales y se convierte en un desarraigado. Entre estos peregrinos extra-
viados encontramos al antropólogo infiltrado por la psicología, el poseído por la
contracultura, el planificador que sobrevuela la realidad a 3.000 pies de altura y
otras bestias que no es necesario, todavía, identificar. ¡Mirad a vuestro alrededor!
Otro grupo de antropólogos que se consideran aún más listos, niegan que los
marcos teóricos y metodológicos que utilizan en su labor antropológica , tengan
ingerencia en la definición sustancial de los significados ocultos y ausentes de la
realidad trabajada. Estos antropólogos, que abandonaron el ámbito de la creación
(en tanto la hayan intentado en alguna oportunidad) de nuevas directrices en
busca de la verdad antropológica y se cobijaron bajo el techo descolorido de los
libros de teoría y metodología, están por ahí, diseminados sobre la delirante geo-
grafía de nuestro territorio , aferrados a la ciega convicción que les proporcionan
sus teorías y métodos, y el apoyo condicional de verdaderas transnacionales del
conocimiento científico, norteamericanas, europeas del Este y el Oeste y algunas
"tercermundistas", cuyos científicos han reiterado la prueba de tales teorías y mé-
todos, generalmente en nuestros tercermundistas países, acción imitada por nues-
tros antropólogos hasta la saciedad y sin siquiera plantear una innovación o alguna
crítica renovadora, incluso, muchas veces, la acción imitada es hecha de manera
defectuosa e incorrecta. Estos antropólogos, sin oponerse a la multinacional ,
gozan de buena salud y de regulares rentas. Ellos sostienen y se consideran buenos
científicos y que sólo ellos lograrán el ansiado (por todos nosotros) desarrollo de
la antropología chilena. Inmersos en una escatología homogeneizante, desarrollis-
ta, inclusive un poco mesiánica, se nutren del deseo de la universalidad. Sin embar-
go, esto no es más que el reflejo de un profundo desarraigo. En este grupo , encon-
tramos antropólogos atrapados por ideologías políticas y religiosas, fundamental-
mente. Aves raras que han hecho de la obscuridad, su reino. Las posiciones descri-
tas anteriormente, que representan extremos, suelen presentarse, algunas veces,

S4
(~ t!zcladas. A pesar de este esfuerzo integrador, han fracasado, a igual como han
tracasa~o al actuar independientemente. El fracaso no ha sido reconocido. ¡Yo 10
denuncIo en este momento! ¡Por qué tan duro!, dijo en otro tiempo el carbón de
co cina al diamente; ¿no somos parientes cercanos?23 . Duro con los ~ ntropólogos ,
porque dejaron de lado la realidad y porque ven la categoría antropólogo-estilo de
vida como una unidad divisible dentro del universo real total. Su trabajo es un
quehacer desarraigado y por lo tanto , carece de significación (en el sentido de im-
portante) en el logro del relato (principalmente) y la explicación de fondo . A ellos
les digo , haciendo mías las palabras de Nietzsche , los creadores son duros, en efec-
to /. . ./ y una bienaventuranza tiene que pareceros el imprimir vuestra mano sobre
milenios como si fuesen de cera /. . ./ sólo lo totalmente duro es lo más noble de
tod0 24 • La literatura en cambio , al contrario de la antropología , de los antropólo-
gos, no han dejado de lado a la realidad eterna. He ahí, los ejemplos de relato que
significan El reino de este mundo de Carpentier, Cien años de Soledad de García
Márquez y Los trenes de la noche, un poema largo de Teillier Sandoval, para nom-
brar uno de los nuestros, tal vez , el mejor. Aquí, también recordamos a Barquero .

Sin conocer la realidad eterna, jamás comprenderemos el profundo, diverso ,


complejo y real significado de los estilos de vida , sobre los cuales yace nuestro
país. La realidad eterna nos abre las puertas, esas puertas nuevas (probablemente
conocidas de antaño) que llevan al conocimiento certero , nos orienta a nuevos
caminos sin fin (alejados del rumbo cotidiano de los que siguen a la rosa náutica
anclada en el mar obscuro de la ignorancia), nos destroza (he ahí mis alucinacio-
nes, he ahí mi llanto, he ahí todos mis sueños erosionados por el tictaqueo incesan-
te de la realidad tremenda), nos confunde (a veces, pareciera que el recuerdo
tuviera existencia real y presente) y nos deja prisioneros en un vacío insondable.
Este vacío , el terrible espacio es un vado fértil j .../ su exploración constituy e el
punto de giro hacia el cambio 25 • Sustentado y firmemente empotrado en ese
cambio , nuestro camino pareciera llegar a muchos destinos y no somos prisione-
ros de nada y de nadie , distintos a nuestros colegas desarraigados que creen , me-
diante la imitación , haber solucionado prácticamente todos los problemas pro-
pios y específicos de una disciplina científica como lo pretende ser la antropolo-
gía chilena , cuya primera síntesis sobre los estilos de vida indígenas de nuestro
territorio , los otros , recordemos , fue hec ha en 1882 , por José Toribio Medina ,
casi 11 años después de Systems of Consaguinity and Affinity of the Human
Family , escrito por Lewis Henry Morga n 26 • Esta contemporan eidad , ahora, es
un recuerdo fugaz en el se no de una disciplina en estado crítico , después de
haber tenido un promisorio comienzo que parece culminar con el profundo tra-
bajo de Martín Gusinde , el mejor y último etnógrafo que pudo cono cer y descri-
bir lo s estilo s de vid a que un día . ex istieron en el territ orio austral del continente.
Adscrito a un a corrient e antropo lógica particular, buscaba estilos de vida que
hab ía n estado ausentes del relato etnográfi co de los antropó logos y qu e eran
necesari os para fund amentar de fac to , su perspec tiva antropológica. Sin embargo ,
se encontró con una verd adera ausencia qu e sólo los arqueólogos podrán hacer
prese nte , una ausencia corta cuyos fragmentos, crea rán el pasado. La vida rota
por las balas, el veneno y la intolerancia de la diferencia. Es muy probable que es,a

55
creación haga justicia al trabajo de Gusinde. Esto tardará un tiem po . Nuestro
arqueólogos, si exceptuamos a M. Masson e, sólo tienen ojos y aliento para el
desierto nortino y (María Eugenia Solari acompaña a) los franc eses sólo vienen
una vez al ai10 a Patago nia (Carlos Ocampo nos ha prom etido una po esía sobre la
mu ert e de Tenenesk). El sentimiento de ausencia, genera un giro en Gusind e, cam -
bio que se manifiesta en su relato et nográfico . Pregunta , ¿en dónd e están los hom-
bres fu ertes, las mujeres de presencia gallarda y hermosa, la alegre juventud ... :'
¿Dónde las mozas que buscaban marisco en la play a y los jóvenes qu e se adiestra-
ban en el manejo del arco ? ¿Dónde los cazadores y sus familias ?27 . Se responde.a
sí mismo y dice , ¡Pereciero1l .. .! ¡Están anonadosj28. ¿La causa d e esta ausencIa
verdadera?: Gusinde responde nuevamente , 1.. ./ esta obra de d eso la ción no la co n-
sumó ni la peste ni la guerra, sino el roce con los blancos y la codicia de los CÍJ'ili-
zados 29 • Este sacerdote cristiano y etnógrafo , contemporáneo de Malinowski ,
ambos separados por miles de kilómetros y todas las vastedad es culturales que la
distancia cobija , inicia su labor etnográfica en las tierras australes el día 8 de
diciembre de 1918 30 . En octubre de ese mismo año , Malinowski nos dice qu e, ob-
tiene información de un cierto número de indz"genas Dobu y d el distrito meridio-
nal de Massin (interrogados en Samarai)31. Este polaco peregrino señala , también
ca me tz', una y otra vez , faltas de cortes(a que los ind¡genas, bastante familiarizado's
conmigo, no tardaron en seiíalarme /. . ./ tu ve que aprender a comportarme y, hasta
cierto punto, adquirz' el sentido de las buenas y malas maneras indígenas /. . ./ y fu e
gracias a esto, a saber go zar de su compañza y a participar en algunos juegos y
diversiones, como empecé a sentirme de verdad en contacto con los indzgenas /. . ./
y ésta es ciertamente la condición previa para poder llevar a cab o con éxito cual-
quier trabajo de camp033. Por otra parte, el cura errante, Gusinde , dic e, /. . ./ nun-
ca el extranjero podrá adaptarse por completo a las costumbres y modales de un
pueblo , si no se presenta a él asimilándose todas las peculiaridades y la idiosincra-
sia de ese mismo pueblo /. . ./ y si no se amolda a su sentir con el fin d e nivelar las
diferencias esenciales de la resp ectivas culturas, nunca jamás puede conseguir el
extranjero la confianza de un pueblo , indolente a su presencia e indiferencia a sus
intereses científicos 1. ../ sin la explotación de la confianza absoluta del indz"gena,
cualquier trabajo o empeño qu e se haga en este sentido , quedará sin resultad0 33 .
No hay duda , Martin Gusinde y Bronislaw Malinowski están hablando de lo
mismo . El éxito del trabajo etnográfico se sustenta en la capacidad de poder ser el
otro y el viaje antropológico permite que éste pueda transformarse hasta ser el
otro. Este en aquél. Así, el descubrimiento del otro nos obliga a cambiar nuestro
ser 34 • Ante la ausencia que comienza a ser presencia cuando el peregrino arriba a
su destino . no hay otra posibilidad que ser como ese otro, si no , el desarraigo ,
realizará su trabajo hasta aniquilar al viajero y sin éste no es posible la etnografía .
Si no se logra ser el otro, se confunden todos los caminos y es posible que nunca
se logre encontrar ese por el cual se retorna a casa . Mas, antes de convertirse y ser
el otro, el antropólogo debe vencer al vacío. Allí, en aquella lucha salvaje, se en-
cuentra algo asi" como un shock existencial sin el cual nQ hay experiencia antro po-
lógica 35 . Atravesar las puertas de la realidad eterna es el sacrificio que el antropó-
logo ofrece para aplacar las fuerzas que quieren llevarlo lejos de sí, aquel cambio,
muchas veces tormentoso, que le permite ser otro, encontrar arraigo. El cambio de
estilo de vida como ofrenda, una entrega llena de soledad. Inmerso en una eterni-
dad que no puede ser segmentada y dividida. cada vez que se siente a sí mismo se

56 .
siente como soledad 36. Entonces, sentirse solos posee un doble significado: por una
parte consiste en tener conciencia de sí, por la otra, es un deseo de salir de sí37 • Este
deseo de salir de sí, transforma a éste en aquél, a Martin Gusinde en Ventura Tene-
38
nesk yen ese instante, ya puede decir, me he amoldado a ser tan íntimamente que
he sentido con ellos y como ellos 39 • Igual hecho intenta manifestar y decirnos Mali-
nowski: poco después de haberme instalado en Omarakana (Islas Trobriand),
empecé a tomar parte, de alguna manera, en la vida del poblado, a esperar con im-
paciencia los acontecimientos importantes o las festividades, a tomarme interés
personal por los chismes y por el desenvolvimiento de los pequeños incidentes
pueblerinos; cada mañana, al despertar, el día se me presentaba más o menos
como para una indígena~ . El antropólogo como ofrenda es la transformación del
hombre en otro hombre, motivado por la soledad que lo impulsa a derrotar el
vacío para buscar así, en la ausencia, distintos estilos de vida en donde poder ser
otro. De fondo, en esta idea , están el viaje y el arraigo como factores fundamenta-
les de la acción etnográfica. El desarraigo impide el trabajo etnográfico. El antro-
pólogo como peregrino posee el destino mágico de ser otro. De encontrar en un
lar diferente un nuevo mundo donde habitar. Allí están todos los significados
ausentes. La búsqueda parece terminar. Entonces, la propuesta de una nueva
forma de encarar el trabajo etnográfico y su relato , nace fundamentalmente , desde
el vacío fértil , ese vacío que un esquizofrénico no puede derrotar y cuya expresión
es el desarraigo total de la realidad , sin ninguna posibilidad de poder volver a in-
gresar a ella. Vacío fértil como consecuencia de un deseo profundo de ser antro-
pólogo. Como dice Hui Neng, desde el principio ninguna cosa es 41 y , aunque la
greda puede ser moldeada en un jarro , la utilidad del ja"o reside en lo que no está
allí~. Allí donde no hay nada , donde todo pareciera estar ausente, está todo. En
la ausencia está la presencia. Sólo es necesario buscar y en esta búsqueda hay que
renunciar, sacrificarse, ser ofrenda , caminar en el vacío para surgir desde la otra
realidad tranformado en otro, habitando el lar, la tierra. Ahora, sobrecogidos,
envueltos en las penumbras aún heladas que presagian la nueva madrugada , espera-
mos que nuestra propuesta colabore para que nuestra olorosa antropología chile-
na, pueda volver rápidamente a la realidad eterna o como le hemos llamado , la
real realidad. Su mediodía, la altura que Gusinde , sin saberlo, mostró. Sin duda ,
quisiéramos contar con las rabietas del distinguido y polémico Marvin Harris ,
quien , está profundamente aburrido de leer monografías etnográficas. Sin embar-
go , él no sabe que yo existo . Deberé conformarme con quienes están aún en casa.
Entre éstos, también existen personajes aburridos , como Harris, de leer relatos
etnográficos, de esos que hacemos acá, profundamente modestos. ¿Cómo han po-
dido leer tan poco en tanto tiempo? Son los celacantos, fósiles vivientes que habi-
tan la profundidad opaca de las aguas de la ignorancia , herederos del natura1ism~
colonialista que pretenden morir con gloria , después de haber disfrutado de una
tibia jubilación. De hecho, existe una mentalidad de los grupos cientlficos que los
sociólogos nunca han estudiado y que merece una particular atención puesto que
da forma a un sistema de valores medios que recollocen los gobiernos y los esta-
dos l ..! esta mentalidad define también las normas de una ciencia mediocre
q/le no perturba las normas establecidas, que no hace hablar de ella , que no moles-
ta por talento: la acumulación de conocimiento 43 • Nosotros , los que miramos a la

57
tierra , queremos cambiar la historia. ¡Que no sea necesario repetir la denuncia de
Martin Gusinde! Entonces. el alarido tremendo en la noche, ¿qué significa?

Volver al trabajo de campo, es una ruptura revolucionaria con el pasado y el


futuro. En ningún caso con el origen. Es necesario derribar el follaje otoñal de
nuestro pasado antropológico para encontrar el principio . Sabemos que allí estuvo
el cura errante . Ahí su ausencia que pretendo transformar en presencia. A cada
instante retorna ~ parece ser que nosotros seremos capaces de atrapar la clara luz
de ese cometa. Por ello. el abandono de las viejas, obsoletas y fracasadas formas ,
es ingresar a la noche. no para' encontrar la muerte, por el contrario , encontrar la
vida y retornar a este mundo entrelazado en las guirnaldas de la claridad. Es la
búsqueda, bajo las hojarascas de la realidad, de la gota de rocío. Allí vive la etno-
grafía lárica y su madre , la antropología de las ausencias, en definitiva , una antro-
pología libertaria .

2. UN PEDAZO DE SANGRE TRANSPARENTADA

Más que la muerte de dios -o más bien, en el surco de esta muerte y de


acuerdo con una profunda correlación con ella-, lo que anuncia el pensamiento
de Nietzsche es el fin de su asesino; es el estallido del rostro del hombre en la risa
y el retorno de las máscaras; es la dispersión de la profunda corriente del tiempo
por la que se sen tia llevado y cuya presión presupom'a en el ser mismo de las
cosas; es la identidad del Retorno de lo Mismo y de la dispersión absoluta del
hombre. M ichel Fa ucauIt 44 •

En esta incesante búsqueda recuerdo una lluvia toda clara y tremenda, el


ruido del agua que se desploma en silencio , mi sangre emparentada la mira con en-
vidia, sin misterios, rauda , cayendo sobre mi rostro, creando un arcoiris de asom-
bro , resquebrajando el follaje frágil del árbol anciano, un vegetal, guardián secreto
en el oficio bendito de custodiar el devenir de los difuntos sepultados en tierra de
los antepasados, nacidos aquí mismo, donde nacieron también los desheredados
de nuestro presente , no lo olvidemos, en el punto más alto de la colina todavía sin
erosión, el cementerio y desde allí, todo viaje al subterráneo mágico de los mares
de Huentia0 45 , comienza y otro guardián inmemorial es el viento agorero como
traro , pájaro ave transparente cuyo mensaje escrito con letras de aire, repleto de
noticias cotidianas y novedades sacras susurra implacable sobre los difuntos, sobre
la cabellera amarilla del musgo colonizando los estacones de roble putrefacto, el
lindero terreno del cementerio de Cuinco con sus casas muy pequeñas y descolori-
das, otras grandes y las hay de tamaño incierto también, todas creciendo de la
tierra con el trabajo de los deudos llorosos, moquillentos los huérfanos y si no me

58
creen, tengo una foto, otra y aún otra más, tengo mi memoria que casi no conoce
olvido, mi diario de campo, aunque a veces todo parece haber sido un sueño un
delirio , sin embargo, lúcidos después del retorno, sabemos que toda ausencia bus-
ca refugio alrededor de las mismas realidades abandonadas, sin obligación el cre-
yente en Huentiao abraza la muerte y con ella, sobre una sombra divina, rumbos
del mar se va, al fallecer y para él, las cosas de la realidad bruscamente desapare-
cen y, a pesar de los susurros del ave, debo relatarle la presencia de la quila , la
murra , la mosqueta, el pasto ballica, el trébol de enanas flores azules, margaritas
blancas desparramadas en la vastedad de la pradera y aquí no acaba el relato, ahí
están el panguí , la chilla, la huiña , el chingue, el ratoncito lanoso y de los emplu-
mados , el churrín , el fío fío , el chucao y el huet huet y , el difunto, en ese instan-
te me hace callar, es 10 de noviembre, ya llegan los parientes con muday , con
chicha de manzana , de arveja, miltrines, carne de oveja vieja , tabaco y ramos de
ordinarias flores porque las tierras erosionadas de los indígenas ya no pueden parir
una bell eza grandiosa y colorida , aun así, aquí nada se marchita , la vida y la muer-
te retornan eternamente y ahí yo , en el atardecer, entre las sepulturas, tendido
boca arriba bajo la lluvia, azotado por el viento , por la boca me salen sueños y por
los ojos me salen los ramajes espinosos del latúe 46 y por las manos sangre y , en el
cuajarón de sangre transparentada y sus profundidades , el viento despliega la vasta
envergadura de sus alas eternas y todo mi cuerpo se llena con esa cosa horripilante
que hay en el viento y que está en el hombre también: el espíritu de la muerte.

Ahora , salto sobre los charcos y dejo mis huellas tibias en el barro oloroso ,
corro tras las palabras que todo no lo dicen y, una vez más , intento relatar mi pro-
puesta antes. que el mundo acabe. No olvidemos ninguna tragedia . Mientras el tañi-
do desgarrado de nuestra conciencia sea un sonido real , la tarea del antropólogo
debe continuar 47 • La búsqueda de las ausencias no debe ser abandonada.

Entonces, distante de aquí, en otra tierra , diferente , de territorios inmensos,


repl eta toda de manzanos floridos de nares blancas y rosadas, en cuyo s ramajes se
refugia el gorrión de la persecución humana porque allí pareciera ya no hab er sitio
para los animales (el panda blanquinegro , entero , tierno, se esconde temeroso en
la frágil foresta de bambú ), un hombre, ya no hombre sino un líder , anduvo du-
rante años persiguiendo una libertad que no estaba en ninguna parte porque la
libertad es todavía , un poema de Paul Eluard 48 . Sin embargo, despu és de a lzarse
co n el poder y todo su ser . todos nosotros , de todas las tierras , pudimos escuchar
la voz de Mao Tse Tung: yo creo que la situación im emacio l/al, Iza llegado a un
m o mento d ecisivo . Exisren ahora dos vienros en el m un do : el viento d el Esre y el
riell to d el Oesre 4 9 . Mao, d e manera maniqu e ísta , opone dos fuerzas que se despla-
zan en dire cciones opuestas, en sentido contrario . Mas. el viento es una bestia uni-
versal qu e no conoce dirección y corre, Mao, de sde todas las profundidad~s , en
todo s los sentidos posibles. ¡Mirad desde vuestra tumba la rosa de los VIentos
apuntando en todas las direcciones de la tierra y el universo! ¡Mirad la veleta que
es un solo de stello de luz al girar en lo alto de la torre !

59
¡Dios ha muerto !So . El hombre está enfermo SI • La voluntad de la nada , el
nihilismo. está aquí. Somos nosotros , los nihilistas, todos nosotros, qu e el domin-
go creemos en Dios, qu e hacemos uso de las diversiones masivas, del tiempo libre
organizado por los otros. para no ser devorados por el horroroso'aburrimiento d e
una vida que no quiere nada s2 . Consecuencia de una falsa interpretación acerca de
la existencia humana. la bestia milenaria , cobra tremenda forma e intenso movi-
miento , viva emerge desde los cañaverales de la mentira y, en nuestra realidad , nos
atemoriza y desgarra por entero. Aquí , en un mundo miserable , el nihilismo no es
consecuencia de la miseria . La miseria no impugna nada. Sólo en la interpretación
concreta, cristiana acerca de la existencia' humana , descansa el nihilismo s3 , Aquí ,
la locura de milenios es la interpretación idealista del hombre y del mundo 54 . El
nihilismo significa que , los valores supremos han perdido su crédito j. .. / falta el
fin /. ..! falta la contestación al por qué ss . Así, el universo nos parece desvaloriza-
do, falto de sentido S6 • Tal carencia es consecuencia del desplazamiento del centro
de gravedad, que ya no está en la vida , sino en el más allá, en la nada y se le ha
hurtado a la vida carácter de centro de gravedad s7 • Entonces, ese odio contra lo
humano , más aún, contra lo animal, contra lo material, esa repugnancia ante los
sentidos, ante la razón misma, el miedo a la felicidad ya la belleza, ese anhelo de
apartarse de toda apariencia , cambio, devenir, muerte, deseo , anhelo mismo
- ¡todo eso ~ignifica , atrevámonos a comprenderlo-, una voluntad de la nada , una
aversión contra la vida, un rechazo de los presupuestos más fundamentales de la
vida, pero es, y no deja de ser, una voluntad ... ! Y repitiendo al final lo qu e dije al
principio: el hombre prefiere querer la nada a no querer.. , 58 . En este atardecer
frío y lluvioso , bajo cuyo amparo creamos, lentamente , nuestra propuesta , Nietzs-
che nos acompaña y mientras escribo, puedo verle calentar sus manos , incompara-
blemente bellas y noblemente formadas 59 , en la estufilla que también entrega
calor a mi cuarto. Desde el pasado se desprende su voz y se nos anticipa y dice, la
humanidad no representa una evolución hacia algo mejor, o más fuerte. o más
alto , al modo como hoy se cree eso /. ,.; el progreso es meramente una idea moder-
na, es decir, una idea fa Isa 60 • En este instante, asoma frente a nuestros ojos, cuan-
do la misma lluvia de siglos cae otra vez sobre la ciudad , la tremenda fuerza del
mensaje del solitario de Sils-María y ya no de él, las palabras dicen la vida misma
es para m( instinto de crecimiento, de duración, de acumulación de fuerzas, de
poder: donde falta la voluntad de poder hay decadencia / .. .! y a todos los valores
supremos de la humanidad les falta esa voluntad 61 • La consecuencia es que, son
valores de decadencia, valores nihilistas los que, con los nombres más santos, ejer-
cen el domini0 62 • Así, sólo los valores superiores son eternos y, por consiguiente,
realmente reales 63 • ¡Mirad! ¡De estos valores está hecha nuestra realidad total,
nuestra realidad eterna, la real realidad que rodea a los estilos de vida y al antro-
pólogo!

Ahora, abandonamos el manicomio de Basilea y dejamos allí, al viajero y sus


frascos de cloral, sus panecillos, el té y toda la soledad del hombre al transitar su
ocaso, intentando ascender. Entonce~, el que la propia -vida ae Nietzsche atravesa-
ra las estaciones y transformaciones que exigía para el hombre en general, revela

60
solamente que su pensamiento era un pensamiento serio y que le obligaba a él
mismo 64 • Nos obliga , a pesar de todo dolor.

Entonces, ¿qué hay en los vientos, Mao Tse Tung? Ustedes, todos aquellos
que se parecen a Mao, incluso los otros, los que aborrecen a Mao, ¿qué hay en los
vientos? No me contestes Mao, permanece en silencio, acomódate en tu tumba y
escucha con atención, como si escucharas el destello de la vida toda perecedera
arrastrándose entre las sombras que te rodean. Los otros, ·dejen por un momento
sus afanes y oficios de muerte, en silencio sobre los muros de la noche, pennanez-
can los fusiles, callen y también escuchen: en los inconmensurables vientos hay
una imagen poética. Bien saben ustedes que estas imágenes poéticas, poseen auten-
ticidad, constituyen una realidad objetiva y nos dicen algo sobre el mundo y ese
algo, aunque parezca disparatado, nos revela de veras lo que somos6S • Imagen que
brota en la vastedad antigua del poeta, el creador de la verdad 66 • Poeta, aquel cuya
poiesis se orienta a la verdad originaria, al comienzo de una nueva comprensión
del universo 67 • Así, la imagen poética de los vientos soplando por toda la realidad ,
nos relata la representación de una fuerza, profundamente real. Los vientos todos,
representan el espíritu de la muerte, es thanatos, esa es la fuerza y ella, con su pre-
sencia nos señala que el nihilismo, está aquí, ahora. Los vientos soplan en todo el
universo , en la tierra y sus realidades: entre ellas, el hombre y los estilos de vida.

En el amanecer, desde la densa neblina , surge mi rostro y todo mi cuerpo


entumecido por la escarcha, la misma caparazón transparente , donde, todos los
días del invierno , la realidad, por un instante , permanece atrapada y aquella pri-
sión sólo es desgarrada por el manotazo de las llamas de los trozos de ulmo ardien-
do con furia. Deshecha en vapores tenues, la escarcha dolorida aúlla y asustados,
los queltehues y las bandurrias alzan el vuelo desde las praderas cubiertas de blan-
co. La realidad libertada, se pone en movimiento. La hembra que encendió el fue-
go, entre las penumbras de la cocina fogón, busca refugio en la profundidad gris
del silencio. Mi rostro pronuncia su nombre y su nombre, Cristina, se pierde entre
el crepitar de los leños. Cuando aquí, en Cuinco, se levantan las gotas de rocío ,
.toda ciudad queda distante y todo regreso a ella es incierto. El antropólogo, es el
peregrino delirante , resquebrajado por los itinerarios de la búsqueda demencial de
la otredad : El hombre que vence al nihilismo. Sin embargo , de nuevo en la ciudad ,
aún no encuentro , en las panaderías, la misma fragancia que tenía tu pan. Tam-
bién (esto debes saberlo), ninguna de las muchachas citadinas que ahora he cono-
cido , lleva consigo el mismo olor azumagado de tu cuerpo azotado por las lluvias y
el abandono . Ahora puedes miranne , es otro día en Cuinco. La luz es una cosa
real. Devienes desde tu refugio y me anuncias la lluvia , para un día de éstos y traes
otra taza de café Truma0 68 mezclado con higos secos y te vuelves a hundir en
las penumbras.

Donde acaba el nihilismo. todavía más profundo en el vacío, más hondo en


la ausencia , desde la gota de rocío , bastante cerca de la tierra 69 , alza vuelo mi pro-
puesta : el exilio de la fragancia resquebrajada. debe terminar. Necesario es, para
nuestro tiempo , crear una antropología libertaria. porque, la libertad del hombre

61
creador no pu ed e ser m enoscabada por la libertad diÍlilia 70 , tamp oco por poder
alguno cuyo sustento sea siquiera un trazo desvaído de divinid ad , Es hora de
regresar a caS¡l, al lar, la t ierra : apaga esa estrella, que esp ero unos barco s que
suben. sonando d el sur a m i encuentro y, estrújam e so les que hablen de trigales,
porqu e en mi tardanza. se agacha otro entierro , d eja qu e m e acu est e sobre tu
hombro grave, triza mi m em o ria con un gesto tierno, téjem e una espera con mu e-
lles J' ma res, Y Ilolcan es I;ivos, )' árboles secretos y pfdele al mapa que te cu ente
un /'limb o para que podamo s m orir de regreso 7 1 , El roc ío es inmutable al azote de
los vientos,

3. LA OBSCURIDAD DE LA LUZ

La realidad que reve la la poesia y que aparece detrás de/lenguaje - esa reali-
dad lIisible sólo por la anulación de/lenguaje en qu e consiste la operación poéti-
ca- es literalmente insorportable y enloqu ecedora. A 1 mismo tiempo , sin la visión
de esa realidad ni el hombre es hombre ni el lenguaje es lenguaje. La poesia nos
alimenta y nos aniquila, nos da la palabra y nos condena al silencio. Octavio Paz 72 •

La casa , en el borde de la profunda quebrada donde el renoval es todavía un


sotobosque bajo y no mu y denso , entera es de madera , de ancha tabla traslapada ,
techo de tejuelas de alerce de la cordillera costina , labradas hace muchos años, en
una vega junto al río Contaco , después de bajar los hombres , desde los altos aler-
zales, los inmensos troncos en biloche 73 , no lejos de aquí, de Cuinco , sin ventanas
la casa y distante de la luz del sol , entera la casa poseída por las obscuridades pro-
pias de todo lugar distante. Entre las penumbras, en el vacío , en una esquina , la
vieja estufa encendida sólo durante algunas horas del día y el brasero de latón
grueso , grande y redond o , en el centro del cuarto , siempre repleto de brasas de
ulmo delirante y durante horas , dormito en la payasa , puesta sobre una t arima de
madera junto al brasero , teridido entre cueros de oveja , a veces, como en un ensue-
ño , escucho los alaridos de la lluvia desgarrada por el viento que viene del mar y
me levanto , bebo un trago largo de vino tinto, grueso y oloroso , desde la puerta
entreabierta , a la distancia , sólo puedo ver la luz t enue de las velas encendidas a
los difuntos del cementerio y su casas pequeñas en lo alto de la colina . Me acerco ,
nuevamente al brasero y la cocina , repleta de obscuridades y penumbras desgarra-
das, pareciera ' estar vacía, sin embargo, en ella, el estilo de vida de los costinos,
otorga , en referencia 'al vacío , a cada realidad , un lugar en el mundo. Algunas ban-
cas de madera alrededor de la estufa y el brasero, el molino de larga manija donde
la hembra muele el trigo , desde clavos de ancha cabeza puestos en hilera pende la
ropa añ eja y entumecida , y junto a la tarima donde duermo , enfrentando la estu-
fa , en la cual , hierve incesante el agua de vertiente en una tetera, en una olla , una
mesa ~ubietta de utensilios de aluminio y oUones de fierro fundido y bajo ella ,
una caja donde se guardan los abarrotes . Vuelvo a beber vino y alguien, enciende
una vela y junto a esa nueva claridad frágil, emerge a este mundo, también desde
el vacío , el rostro de Belarmino Antiñir.
En la cocina de su casa, el vacío es una cosa real. Se manifiesta en la carencia
de luz. Sombras, penumbras y obscuridades hacen el vacío. Es la ausencia de clari-
dad. Belarmino Antiñir no necesita de ella, porque heredó de sus antepasados,
guerreros Cuncos, el plano que permite ordenar la realidad desde el otro lado del
. '
espeJo, desde la ausencia, el vacío. Nosotros, antropólogos peregrinos, que. vemos
el mundo y sus realidades desde la perspectiva de la claridad, poder descubrir ese
otro mundo, oblig¡l al giro, al cambio y con el transcurrir del tiempo, después de
habitar durante muchos días en aquella cocina costeña, en el sur, sabemos el lugar
de cada cosa que manifiesta su ser y significado en la realidad, la presencia creado-
ra del hombre, de los estilos de vida.

Vacío es una extraña palabra. Todavía más extraño es el propio vacío. Aquí,
la ausencia que sólo es la otra faz de la presencia. Entonces, lo que es, lo que no
es, lo hacen ser. Se extiende, por un lado, infinitamente, lejos del átomo y, por el
otro, infinitamente, lejos ' las constelaciones. Allí, en alguna parte del recorrido
fantástico, el estilo de vida, la única creación del hombre, realidad descubierta con
el advenimiento de la antropología y el retorno de hombres ya no hombres, sino
antropólogos, nosotros mismos. El vacío, también buscó refugio en los estilos de
vida y la obscuridad de la luz, las pulsaciones del vacío, genera las diferencias y
similitudes. En el mundo de Antiñir, el vacío es el escenario de la creación, sin
embargo', para nosotros, es destrucción.

Madre, durante años, ella, la realidad cristiana, estuvo horadando túneles y


galerías, concertando la unión tremenda de los vacíos naturales, dispersos de ma-
nera rigurosa sobre un mapa que soy yo mismo y durante años, sin que pudiera yo
darme cuenta cabal de aquel trabajo silencioso, repleto de misterio y ciertamente
mágico, vino ese instante horroroso donde la realidad me penetró entero. A medi-
da que pasaba el tiempo, la realidad necesitaba de más vacíos donde esconder los
tesoros arrancados a la eternidad y cuando yo, no pude entregarle nuevos vacíos,
porque otro más me transformaba en nada más que polvo oloroso disperso en el
viento, en ese instante, el abrazo nihilista y luego, la caída, la decadencia y la vida
miserable. El abandono, como Nietzsche lo entendía, los sepultereros contraen
enfermedades a fuerza de cavar. Bajo viejos escombros descansan vapores malsa-
nos. No se debe remover el lodo. Se debe vivir sobre las montañas74 • No quiero ser
polvo en el viento, tampoco un antropólogo nihilista. Sin embargo, el lindero del
nihilismo, posee un instante que sólo es un vacío. Madre, quise arrastrarme fuera '
de él, pretendí también, mantener centrada mi mente, pero no pude y el vacío
creció, todo lo llenó. Cuando mi mente se resquebrajó en fragmentos informes, mi
voluntad le perteneció . Aquel esfuerzo de años, que pretendió derrotar el vacío
nihilista, fue inútil y un día, próxima la muerte, la visión me desgarró por entero,
cuando uno se duerme en el vado, permitiéndose dejar llevar por la corriente, se
encuentra con cosas sorprendentemente nuevas 7S • Una de aquellas cosas nuevas,
además del plumaje del pájaro, fue comprender que el camino de salida, el derro-
tero hacia la gota del rocío, hacia la etnografía lárica, la antropología de las ausen-
cias, antropología libertaria, cruza los vacíos y se hunde, profundo en dirección de
la tierra. Entonces, el vacío se transforma en vacío fértil. Aquí, el vacío es vacío,

63
pero no está vacío. es 1111 (a os /lellu s de posihilidade.l'7t>. Una de ellas, es el retorno
a la tierra al lar y la superación del hombrc'. de aquel hombre que se hunde en su
ocaso y el otro. transvalorado . que asciend e hacia el mediodía 77 porque , el camino
hacia el dla es a {rapés d e la lIo rl! e78 . Es necesario cruzar sin tropiezo el piso de
tierra de la cocina d e Bela rmin o Antiñir y rodar gritando. por la colina desforesta-
da que comienza a ser erosionada por la lluvia y los vientos , los mismos vientos de
siempre , vientos de mu erte cabalgando sobre el nihilismo .

Vacío es un trazo . aparentemente transparente , de la eternidad , nunca la


misma eternidad , a pesar de ser eterno . Como todas las realidades. el dev enir de mi
existencia será el vacío porque en otfo tiempo , mi existencia ya fue un vacío .
Entre aquellos vacíos , un instant e: esa es mi eternidad , mi libertad .

4. LA RESTITUCION DEL APOCALIPSIS

En algún apartado rincón del universo vertido centelleantemente en innume-


rables sistemas solares, hubo una vez una estrella en la que unos animales inteli-
gentes descubrieron el conocimiento. Fue el minuto más arrogante y más falaz de
la 'la historia universal': de todos modos sólo fue un minuto. Tras unas pocas aspi-
raciones de la naturaleza, la estrella se enfrzo y los animales inteligentes tuvieron
que morir. Alguien podria in ventar una fábula similar y , sin embargo , no habria
demostrado de un modo satisfactorio hasta qué punto el intelecto humano cons-
tituye, en la naturaleza , una excepción lamentable , vaga , fugitiva, inútil y arbitra-
ria. Hubo eternidades en las que él no existl'a; si vuelve a desaparecer no habrá
pasado nada. En efecto, el intelecto en cuestión no tiene otra misión más amplia
que trascienda la vida humana . Es simplemente humano y sólo su poseedor y su
productor se lo toman la/1 patéticamente como si los goznes del mundo giraran
sobre él. Friedrich N ietzsch e 79 •

La soledad es real. No hay nadie más en el bosque y después de ser arrancada


por los vientos, el movimiento de la hoja rasgando el aire al hundirse en las maris-
mas y charcos de la muerte , es algo parecido a ella. Aquel atardecer de lluvia , en la
selva olorosa, toda encaramada en las alturas inmensas y reales de la cordillera cos-
tina, tendido sobre las hojarascas putrefactas y el musgo siempre verde, pude escu-
char, atemorizado , el susurro del tiempo arrastrándose entre las penumbras del
bosque, asustando al traro carroñero que alzó vuelo al desplegar su itinerario vasto
en la obscuridad y en ese instante, el arañazo artero de la eternidad rasgó el claro
rostro del olvido y desde profundidades inconclusas, afloró mi llanto desconsola-
do y los recuerdos de años , rodaron por la espesura. Allí , la soledad. Aquello, el
trazo tremendo del silencio, la estela opaca de nuestra mano rota al hundirse en
la realidad de los estilos de vida , es la soledad: creo que la soledad es un atributo

64
del hombre, especialmente de esa especie de hombre que se ha dado en llamar
antropólogo loo.! cuando hablo de antropólogo estoy pensando en el superhombre-
nietzscheano, es decir, también algo que debemos superar l ..'; creo que la soledad
es el escenario bajo el cual los hombres se encuentran. Sobre todo los hombres
diferentes: el antropólogo y su informante, Juan Carlos Olivares y Arcadio Yefi.
Sólo bajo este escenario se producen encuentros fecundos 80 . Aquello, la fugaz
sombra que se acerca temerosa, al encuentro con la nueva realidad por descubrir,
el forastero y sus derroteros de peregrino, motivado por la soledad, a una búsque-
da demencial que sólo terminará con la muerte , es el antropólogo: lo sale uno a
encontrar, le habla con todo respeto y cualquier favor que se le pueda hacer, hay
que servirle a ese cristiano, porque, anda muy lejos de sus partes en donde él vive,
de donde nació, donde se crió. Entonces, uno tiene que ser bueno con esas perso-
nas, porque esas personas andan entristecidas de su alejada parte de donde vienen
/. .. 1 y hay personas que no los quieren ver, porque dicen, a éste no lo conozco
/. .. 1 y todos son hijos de Dios /.oo/ uno tiene que tratar de ayudar, de ayudarse
unos con otros y entonces, si usted no me ay udara, en ninguna parte me conversa-
ra /oo'; usted sabe que con la misma vara que mide, será medido /. ..1 dice Dios,
entonces eso es opinión mfa 81 •

Busco, entonces, estilos de vida y aquella vez , en Butahuillimapu, el encuen-


tro sólo fue el principio de la visión : ahí, el viento cercenando los ramajes frondo-
sos de la lluvia , el musgo trepando por la madera para colgar sus sueños en el blan-
co tendido de la araña vagabunda , el murciélago ciego con su pelaje de tonalidades
cobrizas, murmura , en lo alto del campanario de la Misión, el catecismo dominical
que sólo él, escucha ahí la abuela , que por las mañanas, peina su cabellera con es-
carchas y amoníaco, también el grito , que navega en los rastros claros de la noche,
después de arrastrarse por la garganta de la mujer que se desnudó entre los cafiave-
rales, para retener al forastero , el cuajarón de sangre que se desmorona por los
intestinos del apuñalado de la fiesta , durante el año, por todas esperada , los ojos
cálidos del brujo Alcafuz, titilando, en la noche que muchos parecen temer , el cre-
pitar del ulmo seco en el fogón anclado en los párpados del atardecer, también,
un caballo , herido por las moras, al galope , cruza la pradera erosionada y , por las
mañanas, un arcoiris se desprende cuando un picaflor enano picotea los ojos del
aguacero , el antropólogo ebrio, orina entre las tumbas del cementerio , el viento
carajo que viene del mar, descerrajó los nidos y una bandada de pájaros voló en
dirección del sur, la flor del latúe se alimenta con el aroma de los difuntos. Aquí,
en las calabazas colgadas bajo el techo del corredor, duerme la primavera y , por las
tardes, los olorosos hongos de los pinares, en una sartén, se fríen en manteca de
cerdo. Aquí, el silencio se parece demasiado a las espigas de la avena moviéndo se
con el viento de la madrugada. Aquí, el sueño me alcanzó entre los laberintos de
la eternidad . Entonces, la muerte. La abuela paterna de Arcadio Yefi , había sido
mapuche: la abuelita m¡'a fue de la piclmtá, de allá, de los mapuch es. En uno de
sus muchos viajeS al nort e, el abuelo Fermín, de regreso a Huacamapu , le había
traído consigo, después de haberla raptado y ella , entregada a la soledad, se trans-
formó y luego. después de afios, cuando los suyos vinieron a buscarla, no se quiso
marchar y un día , abandonó el mundo , tal como lo hacía, al morir, cada costino :

65
mi abu elita. murió por aqu/. murió por enf ermedad. Era muy conocida la ah ueli-
tao Cuando falleció, se pasaron d e 250 p ersonas en el fun eral. Está sepultá' aq uz'
1... 1 los velatorios aquz'. en estas partes d el sur, se velan y se da d e co m er en la
noche, se da de comer, se dan presas. carn es, si hay harina, se da harina y si en
caso hay chichita. tamb ién se da. Se le da comida a la gent e y la -chicha no es para
euradera. asI' no más, sus corriditas. Toda la gente está al resp eto, mirando el cadá-
ver que se encuentra aMo Despu és d e tres haches, se saca al parqu e y se le instala
en el cem enterio de Cuin co /. . ./ se hace un hoyo , con una pala /. .. 1 d e un m etro
para adelante /. .. 1 antes, en los tiempos muy antiguos, ah z'. le po nian bastimentas ,
troquín se llamaba , en lengua /. ../ hoy dI'a , cuando murió mi mamá , hace poco
falleció ella y la pusieron con zapatos í. ..1 los hijos no quisiero n d ejarlos /. .. 1 los
pusieron en el ataúd /. ../ son cosas que parecen y a están de más, o sea que, zapa-
tos, sombreros y sombreros buenos, ¡no! Yo , por eso , le digo a mis hijos que no,
que no m e pongan nada d e sombrero, de ninguna cosa, qu e todo qued e para los
hijos, pueden tener utilidad 1.../ asi es la vida por aqui.

Como la abuela y la madre de Arcadio Yefi, abandonaré el mundo . Sin saber-


lo , entraré en la tierra y le dejaré a los descomponedores, la tarea fatigosa de trans-
formar la muerte en el canto triste del chucao , en la alegría del escarabajo negro
que retoza con la gota de rocío que se escurre desde la flor trompetera del chami-
co , en la sangre hedionda que mana , desde las tinieblas del abandono , en los nudos
del tiempo rastrero qu e se desploma el vacío cuando el invierno sacude sus alas, en
la abeja atragantada con el polen de la flor blanca del ulmo y cuando retorne a
este mundo , será a lo mismo : a la soledad que me convirtió en antropólogo , al
ocaso después de vencer al nihilismo. Sin embargo , aquéllo tampoco lo sabré .
Entonces nada habrá pasado .

5. DEDICADO

Dedicado a quienes mostraron los derroteros del ocaso: Friedrich , Arcadio ,


Daniel. También, recordamos a Peter Stump , víctima de la Inquisición en 1590 ,
ejecutado por licantropía .

6. AGRADECIDO DE

Personajes que se atrevieron a comentar pasajes de este escrito. Mi tremendo


amigo, Fernando Arnello V., alumno de Licenciatura en Antropología, Universi-
dad de Chile, fue uno de ellos. También, Carolina Botto B., Luis Cornejo B. y
Francisco Gallardo 1. del Museo Chileno de Arte Precolombino, Teresa Monteci-
nos, alumna de Licenciatura en Antropología , Universidad de Chile, Nuriluz Her-
masilla O. del Museo Sociedad Fonck, en Viña del Mar, María Eugenia Solari A.
de la Ilustre Municipalidad de Viña del Mar y, a mi maestro y guía, Black Bird
Crow .

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7. REFERENCIAS BffiUOGRAFICAS

1 DUVIGNAUD, J . El lenguaje perdido: ensayo sobre la diferencia antropológica, México, Siglo XXI,
p. 152, 1977.
2 NIETZSCHE, F. Aurora, Buenos Aires, Ediciones del mediod ía, p. 7, 1967 .
3 OLIVARES, J.C . Prácticas alucinógenas entre los moradores de la Cordillera de la Costa, Bol. Mus.
Mapuche Cañete, 1: 39-52 , 1985b.
4 Id. nota 2, p. 7.
5 Id. nota 3, p. 49 .
6 CONKLIN, H. Etnografía, en: Llobera, J., (ed.), La antropología como ciencia, Barcelona, Anagrama,
pp. 153-163, 1975 .
7 MALINOWSKI, B. Los argonautas del Pacífico Occidental. Barcelona , Península, p. 34, 1975 .
8 Id . nota 3, p. 49 .
9 Id . nota 7, p. 2l.
10 Id . nota 1, p. 153.
11 Id. nota 1, p. 153.
12 TEILLIER, J . Mu ertes y maravillas, Santiago , Universitaria , p. 14, 1971.
13 Id . nota 12, p. 17 .
14 Id. nota 3, p. 49 .
15 Comentario de Teresa ~onte c inos a un trabajo de Olivares, J.c. . que lleva por t ítulo , El nacimiento de la
etnografía lárica. Santiago . 1986, mecanografiado.
16 Id . nota 12, p. 85 .
17 Co mentario d e Daniel Quiroz a un trabajo de Olivares, 1986 (ver nota 15 ).
18 Id . nota 17.
19 Id . nota 17.
:!O Id . nota 15 .
21 GARCIA LORCA. F. Camas I/uevos.
n Id . nota l . p. 124.
23 NIETZSCHE, F. Oepúsculo de los idolos, Madrid. Alianza . p. 139. 1975.

67
24 Id. nota 23. p. 139.
25 VAN DUSEN, W. WU \Vei. No·Mente y el vacío férti l, en: Steven s, J. , {ed .) . Esto es Cuesta lr, Santiago .
Cuatro Vientos Editorial, pp . 9 1·97, 1978 .
26 Id . nota 1 . p. 51.
27 GUSINDE. M. Expedició n a la Tierra del Fuego, Santiago , Universitaria . p. 28. 1980.
28 Id . nota 27. p. 47.

29 ld . nota 27, p. 47.


31 Id . nota 27 . p. 28 .
31 Id . nota 7, p. 34.
32 Id . nota 7, p. 26.
33 Id. nota 27 , p. 66 .
34 Id . nota 1, p. 150.
3S Id. nota 1. p. 157.
36 PAZ, O. El laberinto de la soledad, México, F.C.E., p. 175 , 1950.
37 Id. nota 36 , p . 175.
38 Id . nota 27, p . 1 31.
39 Id . nota 27 , p. 79 .
40 Id. nota 7, p. 25 .
41 Citados por Van Dusen, W. Id . nota 25, p . 91.
42 Id . nota 41 , p. 91.
43 Id . nota 1, p. 153.
44 FOUCAULT, M. Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, p . 374, 1984.
45 Sobre Huentiao, ver Foerster (1985).
46 Sobre ellatúe (Latua publifora), ver Olivares (1985).
47 Sob re la tarea del antropólogo, ver Olivares (1985).
48 QUIÑONES, G. (ed.), Po esía combatiem e, Santiago , Quimantú , p. 199 , 1973 .
49 USCATESCU, G. Pro ceso al humanismo, Madrid, Guardarrama, p. 86,1968 .
SO NIETZSCHE, F. Así habló Zaratustra, Madrid , Alianza, p. 34, 1978.
51 ZA VATER, F. (ed .) inventario , (Textos de Nietzsche), Madrid , Tauru s, p. 49, 19 73.
52 FINK, E. La Filosofía de Nietzsche, Madrid , Alianza, p. 78 , 1979.
53 Id. nota 51 , p. 132.
54 Id . nota 52 , p. 87.
55 Id. nota 51, p . 132.
56 Id . nota 51 , p . 133.
57 NIETZSCHE, F. El anticristo, Madrid, Alianza, p . 74, 1979 .
58 NIETZSCHE, F. La genealogia de la moral, Madrid , Alianza, pp . 185 , 186 , 't980 .
59 SANCHEZ, A. Introducción, en : Nietzsche, F., 1978 , Así habló Zaratustra, Madrid , Alianza , p . 13 ,
1978 .
00 Id. nota 57, p . 29 .
'61
Id . nota 57 , p . 30 .
62 Id . nota 57 , p. 30.
63 MARCUSE, H. Citado por Uscatescu, G., 16 . nota 49, p. 90 .
64 Id . nota 52, pp . 85-86.

68
(" PAZ . O . I;'lar¡'o y /u lira. ~te:,(lCO, F.C.E .. pp. 107-108. 19 72.
M Id . ll ü t:1 52, p. 73.

67 Id . nota 52 , p . 73 .
68 El café Trumao es un sucedáneo del café, fabricado en el pueblo de Trumao (Provincia de O ~orno , X Re-
gión), en base a la cebada y se bebe, preferentemente, como infusión, por la mañana. Para mejo -
rar el sabor, se le agregan higos secos y molidos.
(fJ Sobre el concepto de tierra en Nietzsche, ver Fink , (1979) , Id . nota 5 2.
70 Id . nota 52 , p . 89 .
7\ MANNS, P. Concierto de Trez Vella , en: La muerte no va conmigo, Santiago , ALe 503 , 1985 .
72 PAZ, O. El mono gramático, Barcelona , Se ix Barral, p. 113 ,1 974.
73 El biloche es una carreta de madera a medio labrar, sin ru edas y que se utiliza para arrastrar , con ayuda d e
tracción animal, los tron cos ya talados, limpios y si n ramajes, ha cia lugares planos, donde se podrá
continuar con la faena de hacer leña.
74 Id. nota 50 , p. 261.
75 Id . nota 25, p. 95.
76 Id . nota 25, p. 96-97 .
77 Id . nota 50 , p. 31-46.
78 Id. nota 25, p. 96.
79 NIETZSCHE, F _ El libro del filósofo, Madrid , Tauru s, p. 85 , 1974.
80 QUIROZ LARREA, D. Carta del 16 de mayo , año de 1986 .
8\ OLIVARES, J .C. Un encuentro con Arcadio Yefi Melillanca : bajo la hojarasca estaba la gota de rocío ,
Bol. Mus. Mapuche Cañete, 1: 19-2 7, 1985a.

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