La Fonte Amor Al Prójimo

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De la primera carta del Apóstol San Juan

4,20-21

Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, y a la vez odia


a su hermano, es un mentiroso; pues quien
no ama a su hermano, a quien ve, no puede
amar a Dios, a quien no ve. Y nosotros hemos
recibido de él este mandamiento: quien a
Dios, ame también a su hermano.

Del libro de las Moradas de Santa Teresa de


Jesús (5M 3,11)

Cuando yo veo almas muy diligentes a


entender la oración que tienen y muy
encapotadas cuando están en ella, que
parece no se osan bullir ni menear el
pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver
cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el
negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes
dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene
algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella,
como porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta es la verdadera unión con su voluntad

De la primera carta del Apóstol San Juan


4,20-21

Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, y a la vez odia


a su hermano, es un mentiroso; pues quien
no ama a su hermano, a quien ve, no puede
amar a Dios, a quien no ve. Y nosotros hemos
recibido de él este mandamiento: quien a
Dios, ame también a su hermano.

Del libro de las Moradas de Santa Teresa de


Jesús (5M 3,11)

Cuando yo veo almas muy diligentes a


entender la oración que tienen y muy
encapotadas cuando están en ella, que
parece no se osan bullir ni menear el
pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver
cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el
negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes
dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene
algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella,
como porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta es la verdadera unión con su voluntad
Del Evangelio según San Lucas (10, 25-37)

"Se levantó un legista, y dijo a Jesús para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para
tener en herencia vida eterna?» Él le dijo: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?”.
Respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Díjole entonces: “Bien has
respondido. Haz eso y vivirás.» Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi
prójimo?” Jesús respondió: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.
Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un
levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino
llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas
aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al
día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: “Cuida de él y, si gastas algo
más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó
en manos de los salteadores?” Él dijo: “El que practicó la misericordia con él.» DÍjole Jesús: «Vete
y haz tú lo mismo.””

Del Manuscrito C de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (Ms. C 20r°)

Si el lienzo pintado por un artista pudiera pensar y hablar, ciertamente no se quejaría de ser
tocado y retocado una y otra vez por un pincel; ni tampoco envidiaría la suerte de este
instrumento, ya que se daría cuenta de que no es al pincel sino al artista que lo maneja a quien
debe él la belleza de que está revestido. El pincel, por su parte, no podría gloriarse de la obra
maestra hecha por él; sabe que los artistas no se preocupan, que no hacen caso de las
dificultades, y que gustan a veces de escoger instrumentos débiles y defectuosos...

Madre mía Amada, yo soy un pincelillo que Jesús ha escogido para pintar su imagen en las almas
que usted me ha confiado. Un artista no
se sirve sólo de un pincel, necesita por lo
menos dos. El primero es el más útil, con
él da los colores generales y cubre
totalmente el lienzo en muy poco tiempo;
del otro, del más pequeño, se sirve para
los detalles.

Madre mía, usted me representa


el pincel precioso que la mano de Jesús
toma con amor cuando quiere hacer un
gran trabajo en el alma de sus hijas, y yo
soy el pequeñito del que Él se digna
servirse luego para los detalles menores.

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