GALERÍA LECTORA (Autoguardado)
GALERÍA LECTORA (Autoguardado)
GALERÍA LECTORA (Autoguardado)
Lectora.
En Galería Lectora se maneja la lectura como una diversidad del manejo del
conocimiento debido a que las lecturas se intercalan entre si, haciendo que los
participantes tengan nociones más amplias de interpretar la lectura. Así mismo,
se pueden utilizar diversas dinámicas para su aplicación; lecturas colectivas, en
voz alta, dictado.
AUTOR TÍTULO.
La primera palabra que podemos decir es que en ese momento inicial, no es que
en ese momento inicial , no había hombres, animales, pájaros, pescados,
conejos, arboles, piedras, hondonadas, barranca ni siquiera pájaros, ni yerbas
sino, solo estaba el vacío infinito del cielo.
Aun no se veía la superficie de la tierra sino que solo estaba el mar apresado, y
solo el vacío del cielo.
Aun no había nada junto, nada emitía sonido alguno. Todo estaba inmóvil , no
había nada que ocasionara algún mal ni que hiciera el mas leve ruido. Nada
estaba en pie, ni existía.
Sólo el germen del agua, en la mar sosegada en las aguas serenas. Sólo estaba
el silencio, el reposo, en la obscuridad, en las tinieblas.
Solo estaba el creador y formador , los gérmenes de las cosas estaban puestos
por el con, toda pureza en las aguas.
rosa en un estanque. Así era la rosa que floreció en la rama mas alta del
rosal,
Respira en bronce una vez mas, moldeado por manos filiantes y vaciado del
yeso por fieles fundidores , aquel hombre solar a quien no concibe la
imaginación sino cabalgando en carrera frenética , con la cabeza rayana en las
nubes , sobre caballo de fuego , asido del rayo, sembrando naciones . Burlo
montes, enemigos , discip0lina , derrotas ; burlo el tiempo; y cuando quiso , pudo,
menos mellar el diente a los ingratos . No hay cosa que moleste tanto a los
que han aspirado en vano a la grandeza como el espectáculo de un hombre
grande ; crecen los dientes sin medida al envidioso.
apresuradamente puestos
La competencia presupone un fin común y esto prueba , por una parte, que la
competencia es la asociación y, además competencia no es el egoísmo ¿ Y
acaso el egoísmo obra en la sociedad y por medio de la sociedad , Presupone
un fin común?.Todo egoísmo obra en la sociedad y por medio de la sociedad
Presupone , por lo tanto , la sociedad , es medios de producción comunes , etc.
¿ Es , pues, casual que la competencia y la asociación de que hablan los
socialistas no sean ni siquiera divergentes?.
Era bella , elástica , con una piel tierna del color del pan y los ojos de
almendras verdes , y tenia el cabello liso, negro y largo hasta la espalda y una
aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes .
Estaba vestida con flores muy tenues , pantalones de lino crudo, y unos zapatos
lineales del color de bugambilias . Esta es la mujer mas bella que he visto en
mi vida : pensé, cuando la vi pasar con sus sigilosos trancos de leona
mientras yo hacia la cola para abordar el avión de Nueva York en el aeropuerto
Charles de Gaulle de Paris . Fue una aparición sobrenatural que existió solo
un visitante y desaparecido en la muchedumbre del vestíbulo”.
Madrid, 1937,
En la plaza del Angel las mujeres cosían y cantaban con sus hijos , después
sonó la alarma y hubo gritos, casas arrodilladas en el polvo,
Oh ser total
La conciencia, como reflexión o pretenso conocer del conocer seria, sin el amor
o impulso hacia lo otro, el anzuelo en constante espera de pescarse a si
mismo , Mas la conciencia existente como actividad reflexiva por que vuelve
sobre si misma..Entonces reconoce sus limitaciones y se ve así misma como
tensión erótica, impulso hacia lo otro inasequible.
Es pues , de saber que este sobredicho hidalgo , los ratos que estaba ocioso
(que eran los mas del año), se daba a leer libros de caballerías con tanta
afición y gusto, que se olvido casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun
la administración de su hacienda ; y llego a tanto su curiosidad y desatino en
esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros
de caballería en que leer, y así llevo a su casa todos cuantos pudo haber de ellos
; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los compuso el famoso
Feliciano de Silva ; porque la claridad de su prosa y aquellas entrícadas
razones suyas le parecían de perlas, y mas cuando , llegaba a leer aquellos
requiebros y cartas de desafíos , donde , en muchas partes hallaba escrito: “La
razón se haze , de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo
de la vuestra fermosura” , Y también cuando leía : “..los altos cielos que de
vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican , y os hacen
merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza .”
Existir o no existir , esta es la cuestión ¿Cuál mas diga acción del animo : sufrir
los tiros penetrantes de la fortana injusta u oponer los brazos a este torrente
de calamidades , y darlas fin con atrevida resistencia?.morir es dormir .¿’Y por
un sueño , diremos , las aflicciones se acabaron y los dolores sin numero,
patrimonio de nuestra débil naturaleza?. Este es un termino que deberíamos
solicitar con ansia . Morir es dormir… y tal vez soñar.
Ciudad bella y feliz, inexpugnable provista de puertas bien distribuidas; con calles
grandes, amplias, entre las cuales se destacaba la calle Real, donde el rocío del
agua destruía las volutas de polvo.
Numerosos mercaderes frecuentaban sus bazares y numerosos joyeros
adornaban los escaparates. Casas enormes cubrían su superficie, embellecidas
por sotos y jardines públicos. Fosos redondos e infranqueables la circundaban.
Sus arsenales almacenaban grandes cantidades de armas de todas clases. Arcos
ornamentales coronaban sus puertas, constantemente vigiladas por los arqueros.
Valmiki, el Ramayana.
Periñón fue el primero en visitarme en la casa del aguacate. Reconocí los cuatro
golpes pausados, abrí la puerta y lo vi parado en la calle de tierra, sin sombrero,
con la vara de espantar perros y el capote enlodado, porque acababa de llegar a
Cañada.
- Yo voy a ser tu padrino- me dijo muy serio, antes de entrar, como para
explicar su presencia.
Quise enseñarle mi casa nueva y él aceptó de buen grado. Me siguió por los
cuartos dócilmente pero sin poner mucha atención.
Se apoyó en una mesa que temblaba jaló una silla a la que se le desprendía el
respaldo y cuando fuimos a la ventana para que yo le enseñara el valle, él recogió
polilla con el dedo y se quedo mirando la yema.
La casa del rey tenía muchas más puertas, pero aquella era de las peticiones.
Como el rey se pasaba todo el tiempo sentado ante la puerta de los obsequios
(entiéndase, los obsequios que le entregaban a él), cada vez que oía que alguien
llamaba a la puerta de las peticiones se hacía el desentendido, y solo cuando el
continuo repiquetear de la aldaba de bronce subía a un tono más que notorio,
escandaloso, impidiendo el sosiego de los vecinos (las personas comenzaban a
murmurar, que rey tenemos, que no atiende), daba orden al primer secretario para
a ver lo que quería el impetrante que no había manera de que se callara.
El suplicante decía a lo que venía o sea, pedía lo que tenia que pedir, después se
instalaba en un canto de la puerta, a la espera de que el requerimiento hiciese de
uno en uno, el camino contrario, hasta llegar al rey.
Ocupado como siempre estaba con los obsequios, el rey demoraba la respuesta y
ya no era pequeña señal de atención al bienestar y felicidad del pueblo cuando le
pedía un informe fundamentado por escrito al primer secretario que, excusado
será decirlo, pasaba el encargo al segundo secretario, éste al tercero
sucesivamente, hasta llegar otra vez a la mujer de la limpieza, que opinaba sí o no
de acuerdo con el humor con se hubiera levantado.
El huerto de mi ternura
Que tiembla de mi ternura
La estrofa de una canción;
Y al sonoro y ardiente
Murmurar de cada nota
Siento algo grande de cada nota
Dentro de mi corazón.
Yo te amo…y al acercarme.
Ante este altar de victoria
Donde la patria y la historia
Contemplan nuestro placer;
Yo vengo a unir al tributo
Que en darte el pueblo se afana
Mi canto de mexicana
Mi corazón de mujer.
Osos,
Osos misteriosos
Yo os diré la canción
De vuestra misteriosa evocación.
Osos negros y velludos del riñón de las
Montañas,
Silenciosos viejos monjes de una iglesia inmemorial,
Vuestros ritos solitarios, vuestras practicas extrañas,
Las humanas alimañas
Neronizan y ensangrientan la selvosa catedral.
Osos tristes y danzantes que los zíngaros de cobre
Martirizar; oso esclavo, oso fúnebre, oso pobre,
Arrancado a las entrañas de los montes de Tirol:
Sé leer en vuestros ojos y podemos hablar
Sobre Attatroll…
Osos blancos de los polos, bellos osos diamantinos
Nadie sabe que venís,
Sobre el hielo , de un imperio de hombres blancos
Y divinos, que coronan con castillos argentinos
Su país.
Osos
Osos misteriosos
Yo os diré la canción
De vuestra misteriosa evocación
¡Arcas! ¡Victimas sangrientas! Plantas, flores, ecos, liras.
- Malhadado y cruento crimen del infausto Lycaón.
David iba adelante, llevaba una pequeña linterna y la columna de luz oscilaba
entre sus pies y los de Juan, el circulo dorado se detenía un instante en el sitio
que debía pisar el hermano menor. A los pocos minutos, Juan transpiraba
abundantemente y las rocas ásperas de la ladera habían llenado sus manos de
rasguños.
Él, en cambio, antes de cada paso, tanteaba la solidez del terreno y buscaba un
apoyo al que asirse; aun así, en varias ocasiones estuvo a punto de caer.
Cuando llegaron a la sima, Juan pensó que el descenso tal vez había demorado
varias horas. Estaba exhausto y, ahora oía muy cerca el ruido a la cascada.
Este era una grande y majestuosa cortina de agua que se precipitaba desde lo
alto, retumbando como los truenos, sobre una laguna que alimentaba un riachuelo.
Alrededor de la laguna había musgo y hierbas todo el año y ésa era la única
vegetación en veinte kilómetros a la redonda.
Guadalajara, que a justo título puede llamarse la reina de Occidente, es, sin duda
laguna, la primera ciudad del interior pues si bien León tiene una población más
numerosa, y Guanajuato la tiene casi igual, la circunstancia de ser la primera de
estas dos ciudades muy pobre y escasa de monumentos, y de estar la segunda
situada en un terreno áspero y sinuoso, aunque rico en metales, hace por
Guadalajara por su belleza, por su situación topográfica, por su antigua
importancia en tiempo de los virreyes, la que no ha disminuido en tiempo de la
República sea considerada superior, no sólo a las ciudades que he mencionado,
sino a todas las de la República.
A la Devoradora de Excrementos.
Consta en actas.
Recuerdo, recordamos
Recuerdo, recordemos
Patina del tiempo, del sol, de las lluvias de las manos consuetudinarias, en los
portones, en los dinteles y sobre los umbrales, risas, gritos, llantos; pero a lo alto,
la fragancia de finos leños consumidos en hornos y cocinas, envuelta para regalo
del cielo con telas de humo.
Pueblo sin fiestas , que no la danza diaria del sol con su ejercito de vibraciones.
Pueblo sin otras músicas que cuando clamorean las campanas propicias a doblar
por angustias y cuando en las iglesias de opresión se desata en melodías
plañideras, en coros atiplados y roncos.
Tertulias, nunca. Horror sagrado al baile; ni por pensamientos: nunca, nunca. Las
familias entre sí se visitan sólo en caso de pésame o enfermedad, quizá cuando
ha llegado un ausente mucho tiempo esperado.
Pueblo seco, sin árboles ni huertos. Entrada y cementerios sin árboles. Plaza de
matas regadas.
El río enjuto por los mayores meses; río de grandes losas brillantes al sol. Áridos
lomeríos por paisajes, cuyas líneas escuetas van superponiendo iguales
horizontes.
Lomeríos, Lomeríos.
Pueblo sin alameda. Pueblo del sol, reseco brillante. Pilones de cantera,
consumidos en las plazas, en las esquinas. Pueblo cerrado. Pueblo de mujeres
enlutadas.
Pueblo solemne.
Agustín Yañez, Al Filo del Agua.
Pues sepa vuestra merced, ante todas cosas, que a mí llaman Lázaro de Tormes
hijo de Tomé González y de Antona Pérez naturales de Tejares, aldea de
Salamanca.
Mi nacimiento fue dentro del río Tormes por la cual causa tomé el sobrenombre y
fue de esta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer de un
aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años. y
estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mi tomóle el parto y
parióme allí. De manera que con verdad puedo decir nacido en el río.
Pues, siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal
hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo que fue preso.
Y confeso y no pegó y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está
en la gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados.
En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi padre,
que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilera
de un caballero que allá fue. Y con su señor, como leal criado, feneció su vida.
Bien es cierto que su acción desencadena una suma de fuerzas enorme que en
caso continuo, hubieran permanecido dormidas; pero no fomenta las ganas de
educarse de hacer las cosas mejor y con más arte.
También fueron aquellos sitios teatro donde la superstición figuro sus quimeras
maravillosas, y en los que pasaron muchos sucesos importantes durante las
guerras civiles. Allí vivió alimentándose de sangre el dragón de Wantley; allí se
dieron muchas de las más descomunales batallas en tiempo de las facciones de
las Rosas; allí, en fin, se señalaron por su intrepidez las gavillas de bandidos,
cuyas hazañas inspiraron tantas canciones a los poetas de aquel año.
Tal es el teatro de los sucesos que vamos a referir, cuya fecha se remonta a los
últimos años del reinado del Ricardo I, cuando sus afligidos vasallos tenían más
deseos que esperanzas de su regreso a Inglaterra, después de tan largo
cautiverio, por hallarse sometidos también a una opresión tanto más insufrible
cuanto que la ejercían manos subalternas.
Con Pedro Zamora anduve cosa de cinco años. Días buenos, días malos, se
ajustaron cinco años.
Después ya no lo volví a ver. Dicen que se fue a México detrás de una mujer y que
por allá lo mataron. Algunos estuvimos esperando a que regresara, que cualquier
día ofreciera de nuevo para volvernos a levantar en armas; pero nos cansamos
de esperar. Es todavía la hora en que no ha vuelto.
Lo mataron por allá. Uno que estuvo conmigo en la cárcel me contó eso de que lo
habían matado.
Me castigaron allí por muchos delitos; pero en porque hubiera andado con Pedro
Zamora. Eso no lo supieron ellos.
Me agarraron por otras cosas, entre otras por la mala costumbre que yo tenía de
robar muchachas.
Ahora vive conmigo una de ellas, quizás la mejor y más buena de todas las
mujeres que hay en el mundo.
La que estaba allí, afuerita de la cárcel esperando quien sabe desde cuando a
que me soltaran.
Volví a sentir el agua fría de la tormenta que estaba cayendo sobre la campana,
esa noche que entramos allí y arrasamos el pueblo.
Casi estaba seguro de que su padre, era aquel viejo al que le dimos su aplaque
cuando ya íbamos de salida; al que alguno de nosotros le descerrajó un tiro en la
cabeza mientras yo me echaba a su hija sobre la silla del caballo y le dada unos
cuantos coscorrones para se calmara y no me siguiera mordiendo.
Era una muchachita de unos catorce años de ojos bonitos que me dio mucha
guerra y me costo buen trabajo amansarla-
Yo agaché la cabeza.
Érase una vez un sujeto, cuyo nombre era Harry, llamado el lobo estepario.
Caminaba con dos pies, llevaba ropa y era un hombre, pero en el fondo era,
aprendido demasiado de lo que las personas con buen entendimiento pueden
conocer, y era una persona muy inteligente.
Pero habían algo que no habían aprendido; a estar conforme con él mismo y de
su vida. Esto no pudo lograrlo.
Tal vez eso viniera de que en el fondo de su corazón sabía (o creía saberlo) que
siempre no era un ser humano, sino un lobo de la estepa.
Que discutan los inteligentes de si de verdad era un lobo, si en algún momento tal
vez antes de su nacimiento, había transformado por obra de un hechicero de lobo
a hombre, pero con un alma de lobo estepario y poseído o dominado por ella, o
por último, si esta creencia de que era un lobo sólo era producto de su
imaginación o un estado patológico.
No iba a dejar de ser probable por ejemplo, que este hombre en su infancia
hubiera sido tal vez fiero, indomable y desordenado, que sus educadores hubieran
tratado de matar en él a la bestia y en su imaginación la idea de que,
efectivamente, era de verdad una bestia cubierta únicamente con una leve funda
de educación y sentido humano. Mucho e interesante, se podría decir de esto y
hasta escribir libros acerca del particular; no obstante, con ello no se daría ningún
servicio al lobo estepario, pues para él era indiferente si el lobo se había metido en
su persona por arte de magia o la fuerza, o que fuera solo una fantasía de su
espíritu.
Lo que los otros pudieran pensar acerca de esto, y hasta lo que él mismo pensara
de esto, no tenía validez para el propio interesado, no lograría alejar de ninguna
manera al lobo de su persona.
Herman Hesse, El Lobo Estepario.
Y el caballo en la montaña.
Es cierto que el escritor no solo puede llegar a ser, por una u otra razón, productor
de crítica; también, y con más frecuencia, es objeto de la misma.
En este rubro pueden señalarse dos niveles uno, de la crítica que podríamos
llamar periodística ( La mas frecuente en nuestros países), y otro, el de la crítica
de mayor envergadura y que se expresa en trabajos de investigación, en el
ensayo o en el libro.
Por ejemplo; en Buenos Aires (un ámbito cultural que conozco bastante bien ya
que residí allí durante tres años) los suplementos culturales o las secciones
literarias de los grandes diarios comerciales, suelen tener su lista negra de autores
apoyada por supuestos en razones políticas, y a partir de esa decisión ninguno de
sus libros será objeto de la menor nota crítica, ni siquiera desfavorable. Estos
suplementos culturales se prohíben incluso señalar que determinado autor no les
gusta.
Los mexicanos tienen una expresiva palabrita, ningunear para designar esa
postura.
Las apreciamos únicamente en sus efectos. Sabemos de ellas, entre otras cosas,
que son siempre para su poseedor, cuando las posee de una manera poco
ordinaria, una fuente de vivísimos placeres.
Así como el hombre fuerte se regocija en ejercicios que llamen sus músculos a la
acción, el analista goza con esa actividad moral que desembrolla. Encuentra gusto
hasta en las más triviales ocupaciones que pongan en juego su talento.
Ama los enigmas, acertijos, jeroglíficos; exhibiendo en las soluciones de cada uno
un grado de penetración, que parece sobrenatural al vulgo. Sus resultados
obtenidos por la verdadera alma y esencia del método, tienen, en verdad todo el
aspecto de la intuición.
Bien dicho está que ganar una batalla es hacer creer a los propios y a los ajenos,
a los amigos y a los enemigos, que se la ha ganado.
Pero como lo que me propongo al presente es contar como se hace una novela y
no filosofar o historiar, no debo distraerme ya más y dejo para otra ocasión el
explicar la diferencia que va de suceso a hecho, de lo que sucede y pasa a lo que
hace y queda.
La mujer tropezó con él, siempre retrocediendo, bajo una linterna suspendida en la
empalizada, que se enciende a la noche. Había pues, allí, al mismo tiempo, el
cerco que huele a madera mojada, la linterna, la mujercita rubia en los brazos del
negro, bajo un cielo de fuego. De haber sido cuatro o cinco, supongo que
hubiéramos notado el choque, todos aquellos colores tiernos, el hermoso abrigo
azul que parecía un edredón, el impermeable claro, los vidrios rojos de la
estupefacción que manifestaban esos dos rostros de niños.
He volcado un frasco de goma sobre el escritorio hoy por la tarde, poco antes de
cerrar la oficina, cuando Pedro ya se había ido. Me he visto atareado para dejar
todo limpio y reformar cuatro cartas que ya estaban firmadas. También tuve que
cambiar la carpeta a un expediente.
Esta era la voz del vientre. Sería una noche sombría y secreta.
Iría por caminos extraviados, calles arriba y abajo, haciendo círculos cada vez
más cerrados, más cerrados, con un estremecimiento de temor y de alegría, hasta
que sus pasos le llevaran de pronto a trasponer cierto sombrío rincón.
Tendrían que anotar agudamente todo lo que los hería o llenaba de oprobios sus
ojos, un círculo de espuma cerveza sobre una mesa sin tapete o una fotografía de
dos soldados en posición de firmes o un cartel chillón de teatro; sus oídos la
recalcada de jerga de los saludos.
El auto arranca.
Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser
ladrones; nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones
y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la
gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se
quitan sino con la muerte. Una, pues, de esta nación, gitana vieja, que podía ser
jubilada en la ciencia de Caco, crió una muchacha en nombre de una nieta suya a
quien puso el nombre de Preciosa, y a quien enseño todas sus gitanerías y modos
de embelecos y trazas de hurtar. Salió la tal Preciosa la más única bailadora que
se hallaba en todo el gitanismo, y la mas hermosa y discreta que pudiera hallarse,
no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la
fama.
Ni los soles, ni los aires ni todas las inclemencias del cielo , a quien mas que otras
gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir sus manos;
y lo que es más que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino
ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y
bien razonada. Y, con todo esto era algo desenvuelta; pero no de modo que
descubriese algún género de deshonestidad; antes; con ser aguda, era tan
honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza cantar
cantares lascivos ni decir palabras no buenas, y, finalmente el águila vieja sacar a
su aguilucho y enseñarle a vivir por sus uñas.
Saldos de 1968.
Sin embargo, en otros tiempos todo ello no había sido más que un velo pasajero y
engañoso para el ojo de Siddhartha que observaba con desconfianza.
Había creído que todo debía ser ignorado por la mente por ser una ilusión fuera
de la realidad, ya que ésta se encontraba más allá de lo visible.
Pero ahora su ojo libre se detenía observaba y comprendía lo que se hallaba ante
su visita; buscaba su patria en este mundo; en fin, ya no estaba en el más allá.
No lo van a creer, dirán que soy un tanto, pero de chico mis ilusiones eran volar,
hacerme invisible y ver películas en mi casa. Me decían: espérate a que venga la
televisión, será como un cine en tu cuarto. Ahora ya estoy grande y me rio de todo
eso. Claro hay televisores por todas parte y se que nadie puede volver a menos
que se suba a un aeroplano. La formula de la invisibilidad aún no se descubre.
Me acuerdo de la primera vez. Pusieron un aparato en Regalos Nieto y en la
esquina de San Juan de Letrán había tumultos para ver las figuritas. Pasaban
nada más documentales perros de caza, esquiadores, playas de Hawaii, osos
polares, aviones supersónicos.
Pero, ¿a quién me estoy dirigiendo? Se supone que nadie va a leer este diario.
En navidad me regalaron la libreta y no había querido poner nada sus páginas.
Qué risa les daría en mis compañeros de escuela enterarse de que yo también
ando con estas mariconadas.
Al redactarlos ordenamos las cosas. Con el tiempo se vuelve interesante ver como
era uno, que hacía, qué opinaba, cuanto ha cambiado. Por cierto, Castañeda me
puso diez en mi composición sobre el árbol y publicó en la revista de la secundaria
los versos, que escribí para el día de la madre.
Hay otro en mi salón que haya leído casi completo El Tesoro de la Juventud, así
como Emilio Salgari y muchas novelas de Alejandro Dumas y Julio Verne.
Me encantan los libros pero el profesor de gimnasia nos dijo que leer mucho
debilita la voluntad. Nadie entiende a los maestros, uno dice algo y el otro lo
contrario.
Escribir tiene su encanto: me asombra ver cómo las letras al unirse forman
palabras y salen cosas que no pensábamos decir.
Además lo que no se escribe se olvida, reto a cualquier a decirme día por día que
hizo al año anterior. Ahora sí me propongo contar lo que me puse.
Tanto la más alta como la más baja forma de crítica son una forma de
autobiografía.
Los que dan un significado feo a las cosas bellas son personas defectuosas.
Los que dan significado bello a las cosas bellas tienen una personalidad cultivada.
Para ellos hay esperanza.
El siglo XIX tiene aversión al realismo porque siente rabia de ver reflejada en él su
propia cara.
La vida moral del hombre forma parte de los temas que trata el artista, pero la
moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto de un medio
imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Todas las cosas ciertas se puedan
probar.
Todo arte es a la vez superficial y simbólico. Los que buscan bajo lo superficial lo
hacen a su propio riesgo. Es el espectador y no a la vida a quien el arte refleja
realmente.
Cuando los críticos no tiene la misma opinión que el artista es que éste esta de
acuerdo consigo mismo.
Nosotros podemos perdonar al hombre hace una cosa útil, mientras no la admire.
La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla intensamente.
Siendo mayor con las máquinas la cantidad de artículos fabricados, hacen falta
más materias primeras, y, por lo tanto, es preciso que las industrias que
suministran estas materias primeras aumenten la cantidad de sus productos.
Entre ellos había uno de menguada estatura, que se apartó de la bandada para
emprender solo y calladito el camino de su casa.
Y apenas notado por sus compañeros aquel apartamento que más bien parecía
huida, fueron tras él y le acosaron con burlas y cuchufletas, no del mejor gusto:
uno le cogía del brazo, otro le refregaba la cara con sus manos inocentes, que
eran un dechado completo de cuantas porquerías hay en el mundo; pero él logro
desasirse y…pies, para que lo quiero. Entonces dos o tres de los más
desvergonzados le tiraron piedras, gritando Miau; y toda la partida repitió con
infernal zipizape: Miau, Miau.
Los viejos coches, con sus cocheros bien arropados, se habían convertido en
rápidos trineos, que saltaban sobre las asperezas de las calles, mientras las
barbas de los conductores se endurecían, congeladas por el hielo…
No había poema más triste y hermoso que el que se puede sacar de la historia
americana. No se puede leer sin ternura, y sin ver como flores y plumas por el
aire, uno de esos buenos libros viejos forrados de pergamino que hablan de la
América de los indios, de sus ciudades y de sus fiestas, del mérito de sus artes y
de la gracia de sus costumbres.
Unos vivían aisladas y sencillos, sin vestidos y sin necesidades, como pueblos
acabados de nacer; y empezaban a pintar sus figuras extrañas en las rocas de la
orilla de los ríos, donde es más solo el bosque , el hombre piensa más en las
maravillas del mundo. Otros eran pueblos de más edad, y vivían en tribus, en
aldeas de cañas o de adobes, comiendo lo que cazaban y pescaban, y peleando
con sus vecinos. Otros eran ya pueblos hechos, con ciudades de ciento cuarenta
mil casas, y palacios adornados de pintura de oro, y gran comercio en las calles y
en las plazas y templos de mármol con estatuas gigantescas de sus dioses. Sus
obras no se parecen a los de los demás pueblos, sino como se parece un hombre
a otro.
Todo lo suyo es interesante, atrevido nuevo. Fue una raza artística, inteligente y
limpia, se leen como una novela de las historias de los nahuales (sic) y mayas de
México, de los chibchas de Colombia, de los cumanagotas de Venezuela, de los
quechuas de Perú, de los almaraes de Bolivia, de los charrúas del Uruguay, de los
araucanos de Chile.
Alemania ha cedido a sus aliados todos los barcos de su marina mercante que
excedían de 1600 toneladas en bruto; la mitad de los barcos entre 1000 toneladas
y 1600, y una cuarta parte de sus barcos de pesca con redes y otros botes de
pesca.
Así, la marina mercante alemana queda borrada de los mares y no podrá ser
restaurada durante muchos años, para volver a alcanzar los proporciones
corrientes para las necesidades de su propio comercio.
Por lo tanto, no saldrá de Hamburgo ninguna línea, excepto aquellas que las
naciones extranjeras pueden encontrar conveniente para emplear su exceso de
tonelaje.
Alemania tendrá que pagar a los extranjeros, por el transporte de su comercio, los
derechos que quieran exigirle, y sólo obtendrá las ventajas que a ellos les
convenga darle. La prosperidad de los puertos y el comercio alemán sólo podrá
revivir, al parecer, en cierta medida, si logra poner bajo su influencia efectiva a las
marinas mercantes de Escandinavia y Holanda.
Los débiles y los fracasados deben perecer, éste es el primer principio de nuestro
amor a los hombres. La tierra quiere hombres que la dominen, que la descubran,
porque un hombre de verdad jamás renunciara a ser quien tiene que ser…y así
mismo a estos seres débiles estamos dispuestos a ayudarlos a morir, a mostrarles
el destino para el cual han nacido:
- Os idolatro, marquesa,
¿Y vos?
- No se que dirá
- ¿Y si no place a mi tía
La canonesa?
de su sarcasmo el rigor
¡ ni la mueve mi ternura!
Termine mi agonía…
Y pasaba todos los días, flaco, mal vestido, era un soldado. Se hizo mi amigo
porque un día nuestras sonrisas fueron iguales.
Al otro día, cuando él pasaba al cerro le ofrecí las gordas, su cuerpo flaco sonrió y
sus labios pálidos se elasticarón con un “yo me llamo Rafael”, soy trompeta del
cerro de la Iguana.
Si es esto lo que pretenden, confieso que soy un gran orador, pero no lo soy a su
manera; porque repito, no han dicho ni una sola palabra verdadera y vosotros vais
a saber de mi boca la pura verdad, no ¡por Zeus! En una arenga vestida de
sentencias brillantes y palabras escogidas, como son los discursos de mis
acusadores, sino en un lenguaje sencillo y espontáneo; porque descanso en la
confianza de que digo la verdad y ninguno de vosotros debe esperar otra cosa de
mí. No sería propio de mi edad venir, atenienses, ante vosotros como un joven
que hubiese preparado un discurso.
Por esta razón, la única gracia, atenienses, que os pido es que cuando veáis que
en mi defensa emplee términos y maneras comunes, los mismos de que me ha
servido cuantas veces he conversado con vosotros con la plaza pública, en las
casas de contratación y en los demás sitios en que me habéis visto, no os
sorprendaís ni os irriteís contra mi; porque es ésta la primera vez en mi vida que
comparezco ante un tribunal de justicia, aunque cuento más de setenta años.
Por lo pronto soy extraño al lenguaje que aquí se habla. Y así como si fuese yo un
extranjero, me disimularíaris que os hablase de la manera y en el lenguaje de mi
país, en igual forma exijo de vosotros, y creo justa mi petición, que no hagaís
aprecio de manera de hablar, buena o mala y que mireís solamente, con toda la
atención posible, si os digo cosas justas o no, porque en esto consiste toda la
virtud del juez, como la del orador; es decir la verdad.
A Jesús el nazareno.
Al Jesús de la agonía
Y es la fe de mis mayores!
Fue en casa arrastrando dos lingotes metálicos y todo el mundo se espantó al ver
que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las
maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de
desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían
por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta
detrás de los fierros mágicos de Melquiades: “Las Cosas tienen vida propia-
pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es, cuestión de despertarles el
ánima”.
José Antonio Buendía cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el
ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era
posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra.
Melquíades, que era un hombre honrado le previno “para eso no sirve”. Pero José
Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que
cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados.
UrsulaIguarán su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el
desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo.
Vas a pensar mal de mí, dirás que soy una mujer caprichosa. Y tendrás razón.
Pero ¿Quién iba a imaginar que de noche a la mañana las cosas cambiarían tan
radicalmente?
Ayer al conocerte, te dije que en política no hay que dejar nada por escrito. Hoy,
no tengo otra manera de comunicarme contigo. Eso te dará una idea de la
urgencia de la situación.
Me dirás que tu interés en mí- el interés que me mostraste tan pronto nos miramos
en la antesala del Secretario de Gobernación- no es político. Es amoroso, es
atracción física, incluso es simpatía humana pura y simple. Debes saber cuanto
antes, Nicolás querido, que para mí todo es política, incluso el sexo. Puede
chocarle esta voracidad profesional. No hay remedio, tengo cuarenta y cinco años
y desde los ventidós he organizado mi vida con un solo propósito: ser política,
hacer política.
Es mi naturaleza. Es mi vocación.
No creas que eso dejo de lado mi gusto femenino, mi placer sexual, mi deseo de
acostarme con un hombre joven y bello- como tú-…
¿Crees que es igual en amor? Te equivocas. El amor posee una fuerza sin límites
Disolviosé la junta y los guerreros se dispersaron por las veloces naves tomaron
la cena y se regalaron con dulce sueño.
Aquiles lloraba, acordándose del compañero querido, sin que el sueño que todo lo
rinde, pudiera vencerle; daba vueltas acá y allá, y con amargura traía a la memoria
el vigor y gran ánimo de Patroclo, lo que de mancomún con él había llevado a
cabo y las penalidades que ambos habían padecido ora combatiendo con los
hombres, ora surcando temibles ondas. Al recordarlo prorrumpía en abundantes
lágrimas ya se echaba de lado, ya de espaldas ya de pechos; y al fin,
levantándose vagaba inquieto por la orilla del mar y sus riberas; entonces uncía al
carro los ligeros corceles y, atando a él el cadáver de Héctor, lo arrastraba hasta
dar tres vueltas al túmulo del difunto Menetíada; acto continuo volvía a reposar en
la tienda, y dejaba el cadáver tendido de cara al polvo.
Mas Apolo, apiadándose del varón aun después de muerto, le libraba de toda
injuria y lo protegía con la égida de oro para que Aquiles no lacerase el cuerpo
mientras lo llevaba por el suelo.
A todas les gustaba tal propósito menos a Juno, a Neptuno y a la virgen de ojos de
lechuza, que odiaban como antes a la sagrada Ilión, a Príamo y a su pueblo por la
injuria que Alejandro había inferido a las diosas cuando fueron a su cabaña y
declaró vencedora a la que le había ofrecido funesta liviandad.
Homero. La Ilíada.
Cuando consideramos las variedades o razas hereditarias de nuestros animales y
plantas domesticas y las comparamos con especies estrechamente relacionadas
con ellas, percibimos generalmente en cada raza domestica como hemos
observado ya, menos uniformidad de caracteres que en las verdaderas especies.
Las razas domesticas tienen a menudo un carácter algo monstruoso; con esto
quiero decir que; aunque difieren entre ellas y con respecto a otras especies del
mismo género, en algunos detalles insignificantes, a menudo difieren
extremadamente en alguna parte, tanto cuando se les compara entre sí como
también- y más especialmente- cuando se les compara con las especies en
estado natural a las que se hallan más estrechamente vinculadas. Con estas
excepciones (y con las de la perfecta fertilidad de las variedades cuando se cruzan
tema que trataremos después), las razas domesticas de la misma especie difieren
unas de otras del mismo modo en que se diferencias en la mayoría de los casos
son de grado menor. Esto deben ser reconocidos por cierto, pues las razas
domesticas de muchos animales y plantas han sido clasificadas por algunos
jueces competentes como meras variedades. Si existiera cualquier distinción bien
marcada entre una raza y una especie domestica no se repitiría perpetuamente
esta fuente de dudas. A menudo se ha afirmado que las razas domesticas no
difieren de otras en demostrarse que esta afirmación no es exacta; pero las
naturalistas disienten mucho en cuanto a determinar que caracteres son de valor
genérico, siendo actualmente empíricas todas las apreciaciones de esta clase.
Cuando se explique cómo se originan los géneros en estado de naturaleza se vera
que no tenemos derecho a esperar a menudo muchas divergencias genéricas
entre nuestras razas domesticadas.
¡Ah! Cuán penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva,
cuyo recuerdo renueva mi temor; temor tan triste, que la muerte no lo es tanto.
Pero antes de hablar del bien que allí encontré, revelaré las demás cosas que he
visto.
No sabré decir fijamente cómo entre allí; tan adormecido estaba cuando abandoné
el verdadero camino. Pero al llegar al pie de la cuesta, donde terminaba el valle
me había llenado de miedo el corazón, mire hacia arriba, y vi su cima revestida ya
de los rayos del planeta que nos guía con seguridad por todos los senderos.
Figuróseme que venia contra mí con la cabeza alta, y con un hambre tan rabiosa
que hasta el aire parecía temerle.
Ahora me siento un poco consolado, es decir…no del todo. Pero sé muy bien muy
bien que regreso a su planeta, porque al levantarse el día no encontré su cuerpo.
No era un cuerpo tan pesado…y me gusta en la noche escuchar las estrellas. Son
como quinientos millones de cascabeles…
¡Al bozal Que me había dibujo para el principito me había olvidado de añadirle la
correa de cuero!
A veces me digo: ¡Seguramente que no! El principito encierra su flor todas las
noches bajo su campana de vidrio y vigila muy bien a su borrego…entonces soy
feliz y todos las estrellas ríen dulcemente.
Algunas veces me digo “¡ Uno se distrae una y otra vez, y eso basta!
Ha olvidado una noche la campana de vidrio o bien el borrego, salió sin ruido
durante la noche…entonces los cascabeles se convierten en lágrimas…
He ahí un gran misterio. Para vosotros, que también amaís al Principito, compara
mí, no hay nada semejante en el universo si en alguna parte, no se sabe donde un
borrego, que nosotros no conocemos, ha comido, o no, una rosa…
Mirad el cielo. Preguntaos: ¿El borrego ha comido, o no, la flor? Y vereís cómo
todo cambia…
Reina en mi espíritu una alegría admirable, muy parecida a las dulces alboradas
de primavera, de que gozo aquí con delicia. Estoy solo, y me felicito de vivir en
esta comarca, la más de propósito para almas como la mía; soy tan dichoso, mi
querido amigo, estoy tan sumergido en el sentimiento de una existencia tranquila,
que no me ocupo de mi arte. Ahora no sabría dibujar , ni siquiera hacer una línea
con el lápiz; y , sin embargo, jamás he sido un mejor pintor. Cuando el valle se
veía en torno mío con un encaje de vapores; cuando el sol de mediodía centellea
sobre la impenetrable sombra de mis bosque sin conseguir otra cosa que filtrar
entre las hojas algunos rayos hasta el fondo del santuario; cuando, tendido sobre
la crecida hierba cerca de la cascada, mi vista, más próxima a la tierra, descubre
multitud de menudas y diversas plantas; cuando siendo más cerca de mi corazón
los rumores vivientes de ese pequeño mundo que palpita en los tallos de las hojas,
y veo las formas innumerables de los gusanillos y de los insectos; cuando siento,
en fin , la presencia del todopoderoso, que nos ha creado a su imagen y el aliento
del infinito amador, que sostiene y nos mece en el seno de una eterna alegría,
amigo mío, si las luces del crepúsculo llegan a mis ojos del cielo y el mundo que
me rodean reposan en mi alma como la imagen de una mujer adorada, entonces
suspiro y exclamo: “¡ Si yo pudiera expresar todo lo que siento!
¡ Si todo lo que dentro de mí se agita con tanto calor, con tanta plenitud, pudiera
yo extenderlo sobre el papel, convirtiendo este en espejo de mi alma, domo mi
alma de espejo de Dios infinito. Amigo…pero me abisma y me anonada la
sublimidad de tan magníficas imágenes.
Suele ser costumbre al final de las novelas y luego se muere o se casa el héroe o
protagonista, dar noticia de la suerte que corrieron los demás personajes. No la
vamos a seguir aquí ni a dar por consiguiente noticia alguna de cómo les fue a
Eugenia y Mauricio, a Rosario, a Luduvina y Domingo, a Don Fermín y Doña
Edelmira, a Víctor y su mujer y a todos los demás que torno de Augusto se nos
han presentado, ni vamos siquiera a decir lo que de la singular muerte de éste
sintieron y pensaron. Sólo haremos una excepción y es un favor del que más
honda y sinceramente sintió la muerte de Augusto que fue su perro, Orfeo.
Algunos que hemos visto el país a través de la ventanilla del tren, o que lo hemos
observado un poco en las minas o haciendas, describimos esta tierra al sur del río
Bravo como regida por un paternalismo benevolente, en el que un hombre grande
y bueno todo lo ordena bien para su tonto pero adorado pueblo. Yo encontré que
México no era ninguna de esas cosas.
Descubrí que el verdadero México es un país con una Constitución ni las leyes
escritas tan justas en general y democráticas como las nuestras; pero donde ni la
constitución ni las leyes se cumplen. México es un país sin libertad política , sin
libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin
partidos políticos, sin ninguna de nuestras queridas garantías individuales, sin
libertad para conseguir la felicidad. Es una tierra donde durante más de una
generación no ha habido lucha electoral para ocupara la presidencia donde el
poder Ejecutivo lo gobierno todo por medio de un ejército permanente; donde los
puestos políticos se venden a precio fijo. Encontró que México es una tierra donde
la gente es pobre porque no tiene derechos; donde el peonaje es común para as
grandes masas y donde existe esclavitud efectiva para cientos de miles de
hombres. Finalmente, encontré que el pueblo no adora a su presidente; que la
marea de la oposición hasta ahora contenida y mantenida a raya por el ejército y
la policía secreta, llegará pronto a rebasar este muro de contención. Los
mexicanos de todas clases y filiaciones se hallan acordes en que su país está a
punto de iniciar una revolución en favor de la democracia; si no una revolución en
tiempo de Díaz, puesto que este ya es anciano y se espera que muera pronto, si
una revolución después de Díaz.
Era un deslizarse como un aceite tibio, la superficie tersa, pulida en una atmósfera
sin movimiento que sobre la piel se sentía igual que una sábana gigantesca a la
que terminaran de pasar por encima una plancha caliente.
Las casitas de madera del puerto, montadas en zancos sobre la orilla del río para
quedar a salvo de las crecientes, parecían temblar, con ligeras y cambiantes
distorsiones vistas a través del vaho abrumador quieto, de un aire que no se
movía, de un aire que estaba ahí embozado, muerto como el cielo una apenas
ondulada línea blanca de gis, un humo concreto, corporal macizo, que no
terminaría de salir nunca de las pequeñas chimeneas de lámina que veían encima
de los techos.
La calle, tendida al borde del río con sus tabernas, sus burdeles, sus barracas
para comer, tenía una quietud extraña, un ruido, una delirante inmovilidad ruidosa,
con aquella música de la sinfonola, en absoluto una música no humana, que no
cesaba jamás, como si la ejecutaran por sí solos unos instrumentos que se
hubieran vuelto locos.
Eso hacía que las propias gentes- también los perros y los cerdos, irreales hasta
casi no existir- parecieran más bien cosas que gentes, materia inanimada
desprovista totalmente de pensamiento en medio del calor absurdo que lo
impregnaba todo.
El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión
para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y
celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos.
Nuestro calendario está poblado de fiestas. Ciertos días, lo mismo en los lugarejos
más apartados que en las grandes ciudades, el país entero reza, grita, come, se
emborracha y mata en honor de la Virgen de Guadalupe o del general Zaragoza.
Cuentan que hubo una vez un rey persa que amaba la caza. Había adiestrado un
halcón al que llevaba consigo a todas partes, y le había colgado al cuello un vasito
de oro en el cual le deba de beber.
Y he aquí que un día el rey y sus hombres salieron a cazar y, mientras tendían las
redes para atrapar aves, se les acercó una orgullosa gacela.
- ¡ Dios sea loado!- exclamó-, ¡esta en juego mi cabeza!- salió al galope con
el halcón en el puño.
Antes de que el animal lograra refugiarse en una cueva, el rey soltó al halcón, que
se abatió sobre la gacela y la golpeó repetidamente con el pico en los ojos hasta
dejarla ciega.
Entonces Sindibad empuño su maza y derribó a la gacela de un enérgico mazazo.
En seguida, bajo del caballo para descuartizarla, y, tras colocar los despojos en la
grupa del caballo emprendió el camino de regreso.
Esta claro que la militancia del partido, sobre todo los funcionarios y empresarios
del mismo, esperan obtener una retribución personal del triunfo de su jefe, ya sea
en cargos o en privilegios de otro tipo. Y lo importante es que lo esperan de él y no
de los parlamentarios, o al menos no sólo de ellos.
Ya en la aurora se sonríe mirando huir a la oscura noche. Ya con sus rayos dora
las nubes de oriente.
Huye la noche con perezosos pies, tropezando y cayendo como un beodo, al ver
la lumbre del sol que se despierta y monta en el carro de Titán. Antes que tienda
su dorada lumbre, alegrando el día y enjugando el llanto que vertió la noche, ha de
llenar este cesto de bien olientes flores y de yerbas primorosas.
La tierra es la vez cuna y sepultura de la naturaleza, y su seno educa y nutre hijos
de varia condición pero ninguno tan falto de virtud que no de aliento o remedio o
solas al hombre. Extrañas son las virtudes que derramó la prodiga mano de la
naturaleza, en piedras, plantas y yerbas. No hay ser inútil sobre la tierra, por vil y
despreciable que parezca. Por el contrario el ser más noble, si se emplea con mal
fin, es dañino y abominable. El bien mismo se trueca en mal y el valor en vicio,
cuando no sirve a un fin virtuoso.
En esta flor que nace duermen escondidos a la vez medicina y veneno: los dos
nacen del mismo origen, y su olor comunica deleite y vida a los sentidos, pero si
se aplica al labio, esa misma flor tan amorosa mata el sentido. Así es el alma
humana; dos monarcas imperan en ella, uno la humildad, otro la pasión; cuando
ésta predomina, un gusano roedor consume la planta.
Siempre parecía tan limpia, tan elegante, que yo pensaba: ¿ cómo alas otras
nunca las ve así? Y no es que cambiara mucho de vestido, al contrario, tenía
mucha ropa. Cuando estábamos estudiando y se manchaba las mansos con tinta,
botaba los libros al suelo y se iba a lavar.
Presta un Gillette y verás, no se notará nada”. Ella no aceptaba. Era lo único que
le ponía furiosa.
Sus sienes comenzaban a latir- se movían despacito, como su corazón bajos sus
cabellos negro-, su boca se fruncía. Pero, al volver del caño ya estaba sonriendo
de nuevo.
A veces yo lo veía llegar del colegio y pensaba: “Ni una arruga, ni una mancha”.
También tenía un vestido a cuadros que le cubría los hombros y se cerraba en el
cuello con una cinta.
Era sin mangas y ella se ponía en cima una chompa color canela, se abrochaba
sólo el último botón y, al caminar, las dos puntas de la chompa volaban en el aire y
que bien se la veía. Ése era el vestido de los domingos, con el que se iba a ver a
sus parientes. Los domingos eran los peores días.
Se llama de este modo y este otro. Estoy segura que le dará gusto conocerte”.
Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto
decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo
zafarse de sus manos muertas.
Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio…El olvido en que nos tuvo, mi
hijo, cóbraselo caro.
Gregorio dirigió luego la vista hacia la ventana; el tiempo nublado (se sentían
repiquetear en el cine del alféizar los gotas de lluvia) lo llenó de una gran
melancolía.
Su voluminosa cabeza hallábase cubierta por una larga cabellera de un color que
hubiera pasado por rojo hasta en la misma Inglaterra y que caía sobre sus
espaldas atléticas. Aunque sus movimientos eran fáciles, movía poco los brazos,
cual hombre que ignora o desdeña el lenguaje de los gestos. Todo en él revelaba
temperamento perfectamente sosegado; tranquilo, aunque no indolente. Se veía
claramente que no pedía nada a nadie que trabajaba cuando le convenía y que
dada la calma con que se tomaba las cosas, no era fácil que nada le causase
sorpresa ni sobresalto.
Comprendí su manera de ser por el modo como escuchaba el islandés la
apasionada fecunda de su interlocutor de su interlocutor. Permanecía inmóvil con
los brazos cruzados ante los múltiples gestos de mi tío; para negar movía la
cabeza de izquierda a derecha y, para afirmar la inclinaba, mas de tan
imperceptible manera, que sus largos cabellos apenas se movían; era la economía
del movimiento llevada hasta la avaricia.
- Ayuda a todos como si fueran tus hermanos, esta es una de las pruebas
más difíciles de nuestra generación, por primera vez en México podemos
decir esto: VAMOS A DEMOSTRALE AL MUNDO QUE SI PODEMOS.
Porque ¿ Donde hallar, pongo por caso, mejor pintura de Rodolfo Fierro- y Fierro
y el villismo eran espejos contrapuestos, modos de ser reflejaban infinitamente
entre sí- que en el relato que ponía a aquél ante mis ojos, después de una de las
últimas batallas, entregado a consumar, con fantasía tan cruel como creadora de
escenas de muerte, las terribles ordenes de Villa? Verlo así era como sentir en el
alma el roce de una tremenda realidad cuya impresión se conservaba para
siempre.
Aquella batalla, fecunda en todo, había terminado dejando en manos de Villa no
menos de quinientos prisioneros. Villa mando separaros en dos grupos: de una
parte los voluntarios orozquistas a quienes llamaban “colorados” de la otra, los
federales. Y como se sentía ya bastante fuerte para actos de grandeza, resolvió
hacer un escarmiento con los prisioneros del primer grupo, mientras se mostraba
benigno con los otros. A los colorados se les pasaría por las armas antes de que
oscureciese; a los federales se les daría a elegir entre unirse a las tropas
revolucionarias o bien irse a sus casas mediante la promesa de no volver a hacer
armas contra los constitucionalistas.
Según Tácito, los germanos eran un pueblo muy numeroso. Por César nos
formamos una idea aproximada de la fuerza de los diferentes pueblos germanos.
Según él, los usipéteros y teócteros, que aparecieron en la orilla izquierda del Rin,
eran 180.000, incluidas mujeres y niños.
Los descubrimientos hechos en los pantanos de Schleswig son del Siglo III a
juzgar por las monedas romanas que forman parte de los mismos.
Así pues, por aquella época había ya en las orillas del Mar Báltico una industria
metalúrgica y una industria textil desarrollada y una industria textil desarrollados,
se desplegaba un comercio activo con el imperio romano y entre los ricos existía
cierto lujo, indicio todo ello de una población más densa. Pero también comienza
la ofensiva general de los germanos en toda la línea del Rin, de la frontera
fortificada romana y del Danubio, desde el Mar del Norte hasta el Mar Negro,
prueba directa del aumento constante de la población, la cual tendía a la
expansión territorial.
La lucha duro tres siglos, durante los cuales todas las tribus principales de los
pueblos góticos (excepto los godos escandinavos y los burgundos) avanzaron
hacia el sudeste, formando el ala izquierda de la gran línea de ataque, en el centro
de la cual los altoalemanes (Herminones) empujaban hacia el alto Danubio y en el
ala derecha los istevones, llamados a la sazón francos a lo largo del Rin.
Fue por eso un acosa terrible para esta dama oír al pintor hablar del deseo de
retratar a su joven esposa. Pero era humilde y obediente, y se sentó sumisa
durante largas semanas en la sombría y elevada habitación de la torre, en donde
la luz se filtraba sobre el pálido lienzo, solamente desde el techo.
Entretanto él, el pintor, ponía su gloria en su obra que adelantaba de día a día y
de hora en hora.
No quería ver que los colores que extendía sobre el lienzo eran arrancados de las
mejillas de la que estaba sentada junto a él.
Y cuando hubieron pasado muchas semanas y no quedaba casi nada que hacer, a
no ser un ligero toque en la boca y una pincelada en un ojo, el espíritu de la dama
palpitó aún, como el cabo de una vela va a apagarse.
Presa la reina hacía tiempo de grave cuidado, se consume en el oculto fuego del
amor. Constantemente retorna a su animo el gran valor del héroe y el lustre de su
linaje; lleva imborrable en el pecho su imagen, sus palabras, y la angustia no le
permite dar a sus miembros apacible descanso.
¿Quién es ese nuevo huésped que ha entrado en nuestra morada? ¡Qué gallardía
presencia la suya! ¡Cuán valiente, cuán generoso y esforzado! Creo en verdad, y
no es vana ilusión, que es el linaje de los dioses. El temor vence a los flacos
pechos, pero él ¡por cuáles duros destinos no ha sido probado! ¡ Qué terribles
guerras nos ha referido! ¡Si no llevase en mi animo la firme e inmutable resolución
de no unirme a hombre alguno con el lazo con yugal desde la muerte dejó
cruelmente burlado mi primer amor; si no me inspirasen un invencible hastió el
tálamo y las teas nupciales, acaso sucumbiría a esta sola flaqueza! Te lo confieso,
hermana; desde la muerte de mi desventurado esposo Siqueo, desde que un cruel
fraticidio regó de sangre nuestros penates, ése sólo ha agitado mis sentidos y
hecho titubear mi conturbado espíritu; reconozco los vestigios del antiguo fuego,
pero quiero que se abran para mi los abismos de la tierra, o que el padre
omnipomansión de las sombras del Erebo y al la que yo te viole o de que infrinja
tus leyes.
Virgilio. La Eneída.
Así medran. Siguen el camino de las menores resistencias, nadando con ella, en
su rodar aguas abajo no hay mérito: es simple incapacidad de nadar aguas arriba.
Crecen porque saben adaptarse a la hipocresía social como los lombrices a la
entraña.
Viven de los demás y para los demás sombras de una grey, su existencia es el
accesorio de focos que la proyectan. Carecen de luz, de arrojo, de fuego, de
emoción. Todo es en ellos, prestado.
Jugando llamarán;
¡ Así no te querrán!
Toda ciudad se ofrece a nuestros ojos como una comunidad; y toda comunidad
se constituye a su vez en vista de algún bien ( ya que todos hacen cuanto hacen
en vista de lo que estiman ser un bien). Si pues todas las comunidades humanas
apuntan a algún bien, es manifiesto que al bien mayor entre todos habrá de estar
enderezada la comunidad suprema entre todas y que comprende a todas las
demás; ahora bien; ésta es la comunidad política a la que llamamos ciudad.
Así pues, no se expresan con acierto quienes creen ser lo mismo el poder político
que el poder real, y lo mismo uno y otro que el poder que se tiene sobre la familia
o sobre los esclavos.
Quienes son de ésta opinión consideran que todos estos poderes difieren entre si
no específicamente sino por el mayor o menor número de los sujetos pasivos del
poder, de tal modo que si son pocos tendremos el poder del amo y si más, el del
jefe de familia, y si mas aún, el del gobernante o del monarca. Con arreglo a esta
concepción, no hay diferencia alguna entre una gran casa y una pequeña ciudad;
y en lo que hace a la distinción entre el poder político y el poder real, estímase que
será real cuando se trate de un poder personal y que, por el contrario, será real
Aristóteles. Política.
Y la experiencia me enseña
Que el hombre que vive, sueña
Disponiendo y gobernando,
Y en cenizas le convierte
En el sueño de la muerte?
Su miseria y su pobreza;
Y en el mundo, en conclusión,
Pues bien, la historia les ha mostrado estas otras relaciones sociales. Los
terratenientes feudales, no aplanados del todo por la reforma campesina tan
escandalosamente mutilada a favor de los intereses, se ha reanimado (por algún
tiempo) y han mostrado de modo palpable cuáles son estas otras relaciones
sociales nuestras, además de las burguesas. Y lo han mostrado en forma de una
reacción tan desenfrenada, tan increíblemente absurda y feroz, que nuestros
demócratas. Se han acobardado, se han agazapado en lugar de avanzar,
transformando en social democracia su ingenua democracia, que ha sido capaz de
percibir el carácter burgués pero no comprenderlo; han retrocedido hacia los
liberales y ahora se enorgullecen de que su lloriqueo…digo, de que sus teorías y
sus programas los comparte “ toda la prensa sería y decente”.
Resulta, por ejemplo, que los “amigos del pueblo” pueden, por sí solos, arreglarlo
todo.
Vladimir Lenin. ¿Quiénes son los Amigos del Pueblo? y como Luchan Contra los
Social Demócratas.
Nosotros lo vimos,
Nosotros lo admiramos.
De allí la arrebataban,
En el fuego mismo, la comían.
Plumajes de quetzal,
En efecto, desde que me he presentado ante esta numerosa asamblea, desde que
me he dispuesto a hablar, ¿no se refleja en sus rostros una vivacidad y alegría
inusitadas? ¿ nose ha desarrugado su entrecejo? Y las carcajadas que se han
escuchado por todas partes, ¿no reflejaban el contento que embargaba sus
corazones y el placer que les causa mi presencia? Al contemplarlos ahora me
parece estar viendo a los dioses de Homero embriagados de nectar y “népenthes”.
Antes los veía tristes e inquietos como si fuera gente que acabase de salir del
antro de Trofonio.
Igual que el astro rey disipa con sus primeros rayos matinales las tinieblas que
cubrían el horizonte o cuando la primavera trae consigo las juguetonas bandadas
de suaves céfiros: todo cambia de pronto sobre la tierra, un colorido más brillante
embellece los objetos, la naturaleza rejuvenecida ofrece a nuestros ojos un
espectáculo más agradable y placentero.
Un edificio gris de sólo treinta y cuatro pisos. Sobre la entrada principal se lee:
La enorme sala de la planta baja estaba orientada hacia el norte. A pesar del calor
de fuera y de la temperatura casi tropical del interior, una luz fría cruda, pálida, e
invernal se filtraba a través de los cristales buscando con avidez alguno de los
cuerpos yacentes amortajados; alguna pálida forma de carne de gallina, producto
de disecciones académicas, pero sólo encontrarlo en el laboratorio. El invierno
respondía al invierno. Los trabajadores llevaban batas blancas y las manos
enfundadas en guantes de goma de un color pálido, cadavérico.
La primavera imprime:
El principado surge gracias al pueblo o a los grandes, según que el uno o el otro
de estos dos partidos tenga ocasión para ello; cuando los grandes ven que no
pueden resistir al pueblo, comienzan a formar una gran reputación a uno de ellos,
y lo convierten en príncipe, para poder bajo su sombra desahogar sus
inclinaciones. Entonces el pueblo, viendo que no puede resistir a los grandes,
apoya también a uno de ellos y lo nombra príncipe, para que con autoridad le
defienda. El que llega al principado con la ayuda de los grandes se mantiene con
más dificultad con la ayuda del pueblo; porque se encuentra príncipe rodeado de
muchos que se tienen por iguales que él, y por esto no puede mandarlos ni
manejarlos a su manera.
Pero el que alcanza la soberanía con el favor popular, se encuentra solo, y tiene
alrededor poquísimos o ninguno que no estén dispuestos a obedecerle. Además,
no se puede con honestidad satisfacer a los grandes sin agraviar a los otros, pero
sí se puede satisfacer a los grandes, queriendo éstos oprimir, y aquél no ser
oprimido. Por otra parte, un príncipe no puede estar nunca seguro del pueblo si le
tiene por enemigo, por ser demasiados: de los grandes, en cambio, puede
asegurarse, por ser pocos. Lo peor que pueda esperar un príncipe del pueblo que
no le ama es ser abandonado por él; pero si le son contrarios los grandes, no sólo
debe temer verse abandonado, sino también destruido por ellos; porque teniendo
tales hombres más previsión y astucia, avanzan siempre a tiempo para salvarse, y
buscan dignidades al lado de aquel que esperan que venza. Además, el príncipe
está en la necesidad de vivir siempre con el mismo pueblo; pero puede obrar
ciertamente sin los mismos magnates, ya que puede hacer otros nuevos y
deshacerlos todos los días, así como darles crédito o quitárselo a su antojo.
¿No les pagan precisamente para eso? ¿ Simplemente lo cuentan así por puro
placer? No hay magnificencia alguna en aquellas sucias salas , y el oro no se
apiña a montones en las mesas, sino que apenas si lo hay. Sin duda alguna vez ,
en el transcurso de la “saison”, surge de pronto algún tipo raro, algún inglés, o
algún asiático, o turco, como este año, que de pronto pierde o gana en gordo;
todos los demás juegan gúldenes contados y ,por regla general siempre en la
mesa hay muy poco dinero. No había hecho yo más que entrar en la sala de juego
( por primera vez en mi vida), y durante algún rato no me acabé de decidir a jugar.
Además, que allí se apretujaba la gente. Pero de haber estado yo solo, creo que
me habría salido en seguida y no habría llegado a jugar. Confieso que me
palpitaba el corazón y había perdido la sangre fría; sabia de fijo, y hacia tiempo lo
tenía que producirse en mi destino algo radical y definitivo. Así era menester que
fuese y así sería. Por ridículo que pueda parecer el que me hiciese tantas
ilusiones con la ruleta, más ridícula todavía me parece a mí la opinión rutinaria, por
todo mundo admitida, de que es estúpido y necio esperar algo del juego. ¿ Y por
qué el juego ha de ser peor que cualquier otro medio para adquirir dinero, que el
comercio, pongo por caso? Cierto que gana de ciento uno. Pero…a mí eso ¿Qué
me importa?
FedorDostoyevski. El Jugador.
No es ingrata e inicua la República que tan generosa se muestra con los nobles-
que así les llaman- con los banqueros y demás gente ociosa con los aduladores y
lo que proporcionan placeres frívolos, mientras no cuida de los carboneros,
peones, carreteras y artesanos sin los que no existiría ninguna República.
En semejante compañía, donde unos desprecian las opiniones ajenas y los demás
sólo valoran las propias.
Y ciertamente cuando sólo uno viene en el lujo y los placeres mientras a su
alrededor todo son lamentos y gemidos, cuida de una cárcel y no de un reino.
Bendito sea Dios, que quiso fuese hacía las letras y no hacia otro vicio que fuera
en mi casi superable; y bien se infiere también cuán contra la corriente han
navegado (o, por medio decir han naufragado) mis pobres estudios.
Hombres, si es que así se os puede llamar siendo tan brutos ¿Por qué esa tan
cruel determinación?
Yo nací noble; este fue de mi mal el primer paso que no es pequeña desdicha
hacer noble a un desdichado.
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que los primeros días
hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y
les mandó construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes
que no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían.
Esa obra era un escándalo, porque la confusión y de los hombres. Con el andar
del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia ( para hacer
burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde
vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró
socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le
dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía un laberinto mejor y que, si Dios era
servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus
capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa
fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey.
Lo amarró encima de un camello veloz y lo, llevó al desierto. Cabalgaron tres días,
y le dijo: “Oh rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste
escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el
mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosa galerías
que recorrer, ni muros que te veden el paso”.
Luego desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de
hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.
Mas, si se preguntara, por qué signo puede reconocerse si un pueblo dado está
bien o mal gobernado, la cosa cambiaría de aspecto y la cuestión podría de hecho
resolverse.
Sin embargo, no se resuelve, porque cada cual quiere resolverla a su manera. Los
súbditos ensalzan la tranquilidad pública, los ciudadanos la libertad individual; el
uno prefiere la seguridad de la posesión, el otro la de las personas; éste dice que
le mejor gobierno debe ser el más severo; aquél sostiene que el más suave, cuál
quiere el castigo del crimen, cuál su prevención; el uno considera que es
conveniente hacerse temer de sus vecinos, el otro que es preferible permanecer
ignorado; quién se contenta con el dinero circule, quién exige el pueblo tenga pan.
Pero aun cuando se llegase a un acuerdo sobre estos puntos y otros semejantes,
¿Qué más se habría avanzado? Las cualidades morales carecen de medida
precisa; luego aun estando de acuerdo respecto del signo, ¿ cómo acerca de su
apreciación?
No vayáis, pues, a buscar en otra parte tan disputado signo. El gobierno bajo el
cual, sin extraños medios, sin colonias, los ciudadanos se multiplican, es
infaliblemente el mejor. Aquel bajo el cual un pueblo disminuye y decae, es el
peor. Calculadores ; “el asunto es ahora de vuestra incumbencia: contad, medid y
comparad.
Jean Jacques Rousseau. El Contrato Social.
Era el odio de Dios. Dios mismo estaba ahí apretando en su puño la vida,
agarrando la tierra entre sus dedos gruesos, entre sus descomunales dedos de
encima y de rabia. Hasta un descreído no puede dejar de pensar en Dios. Porque ,
¿Quién si no él? ¿Quién si no una cosa sin forma, sin principio ni fin, sin medida,
puede cerrar las puertas de tal manera?
Todas las puertas cerradas en nombre de Dios. Toda la locura y la terquedad del
mundo en nombre de Dios. Dios de los ejércitos, Dios de los dientes apretados;
Dios fuerte y terrible, hostil y sordo, de piedra ardiendo, de sangre helada. Y eso
era ahí y en todo lugar porque Él, según una vieja y enloquecedora maldición, está
en todo lugar: en el silencio siniestro de la calle; en el colérico trabajo; en la
sorprendida alcoba matrimonial; en los odios nupciales y en las iglesias, subiendo
en anatemas por encima del pavor y de la consternación. Dios se había
acumulado en las entrañas de los hombres como sólo puede acumularse la
sangre, y salía en gritos, en despaciosa, cuidadosa, ordenada crueldad.
En el norte y en el sur, inventando puntos cardinales para estar ahí, para impedir
algo ahí, para negar alguna cosa con todas las fuerzas que al hombre le llegan
desde los más oscuros siglos, desde la ceguera más ciega de la historia.
Apenas llegamos al mar, botamos nuestra negra nave al agua divina. Después,
ya izado el mástil y tendidas las blancas velas de la negra nave, cargamos las
víctimas ofrecidas. Y luego nosotros mismos embarcamos, llenos de tristeza y
derramando abundante llanto. Y Circe la de la hermosa caballera. Diosa terrible y
elocuente, nos envió un viento propicio por detrás de la nave de azulada proa, y
este viento, excelente colaborador, hinchó las velas.
Homero. La Odisea.
De ahí que los grandes, vastos desiertos, como el inmenso Chamo en la Tartaria,
hayan sido siempre el escenario en que la imaginación ha visto terribles sombras,
duendes y fantasmas.
Nadie hubiera imaginado que los humildes colonos del Hudson y del Delaware,
pacíficos y hacendosos, se irían apoderando paso a paso de las mejores y
mayores extensiones de la tierra, hasta formar la república que hoy constituye uno
de los mayores de la Historia.
Envió el rey Alfonso a Ruy Díaz mío Cid por las parias que le tenían que dar los
reyes de Córdoba y de Sevilla, cada año. Almutariz, rey de Sevilla, y Almudáfar,
rey de Granada; eran a la sazón tan enemigos que se odiaban a muerte. Y
estaban ayudaban; con el conde García Ordóñez y Fortún Sánchez, el yerno de
rey don García de Navarra y Lope Sánchez…y cada uno de estos ricos hombres
ayudaba con su poder a Almudáfar, y todos fueron contra Almutamiz, rey de
Sevilla.
Ruy Díaz el cid, cuando supo que así venían contra el rey de Sevilla que era
vasallo y pechero del rey don Alfonso, su señor, túvolo a mal y mucho le pesó, y
envió a todas cartas de ruego para que no fuesen contra el rey de Sevilla ni le
destruyeran sus tierras por la obligación que tenían con el rey don Alfonso ( y si, a
pesar de todo, así le quisieren hacer, supiesen que no podía estar el rey don
Alfonso sin ayudar al vasallo, pues que su pechero era). El rey de Granada y los
ricos hombres no hicieron caso alguno a las cartas del Cid.
Cuando aquello vió Ruy Díaz el Cid, reunió todas las fuerzas que pudo encontrar
de cristianos y de moros, y fue contra el rey de Granada para expulsarle de las
tierras del de Sevilla. Y el rey de Granada y lo ricos hombres que con él estaban,
cuando supieron que de tal manera iba, enviáronle a decir que no saldrían de la
tierra porque él lo mandase. Ruy Díaz. Cuando aquello vió, estimó que no estaría
bien el no ir a acometerlos, y fue contra ellos, y luchó contra ellos en el campo,
durando la batalla desde la hora de tercia hasta el mediodía, y fue grande la
mortandad que hubo de moros y de cristianos de la parte del rey de Granada, y
venciólos el Cid y los hizo huir del campo. Y en esta batalla apresó al Cid al conde
don García Ordóñez, a quién arrancó un mechón de la barba…y a otros muchos
caballeros y a tanta gente que no podía contarse; y túvolos el Cid presos tres días
y luego los soltó a todos. Cuando los hubo presos mandó a los suyos recoger los
bienes y las riquezas que quedaran en el campo, luego el Cid con toda su
compañía y con todas sus riquezas en busca de Almutamiz, rey de Sevilla, para
darle a él y a todos sus moros cuanto reconocieron que era suyo, y aún cuanto
quisieran tomar de los demás. Y desde allí en adelante llamarón moros y
cristianos a este Ruy Díaz de Vivar el Cid Campeador, que quiere decir
batallador.
Almutamizdióle entonces muy buenos regalos y las parias que había ido a
cobrar… Y volvióse el Cid con todas sus parias en busca del rey don Alfonso, su
señor. El rey recibióle muy bien y mucho le plugo, y se puso muy contento de
cuanto allá hiciera el Cid.
Por esto le tuvieron mucha envidia y le buscaron mucho daño, enemistándole con
el rey…
El rey, como estaba sañudo y muy airado con él, les dio crédito…y le envió luego
a decir el cid por carta que saliese de todo el reino.
El Cid, después que hubo leído la carta, como quiera que desde entonces tuviera
gran pesar, no quiso hacer otra cosa porque no tenía de plazo sino nueve días
para salir de todo el reino.