La Gloria de José
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Testigos de Jehová
Publicaciones > Revistas > La Atalaya | agosto de 2014
EJEMPLOS DE FE | JOSÉ
José debe de tener a lo más 17 años. Ahora mira al oeste, hacia el mar
Grande. Con ojos entrecerrados observa el Sol, que se oculta en el horizonte.
¿Cómo es posible que su mundo se haya derrumbado de esa manera? ¿Cómo
es posible que sus hermanos hayan estado a punto de matarlo y que lo hayan
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20/2/2018 “Escuchen, por favor, este sueño”. La historia de José y sus hermanos | Ejemplos de fe
vendido como esclavo? Apenas puede contener las lágrimas. ¡Y lo peor es que
no tiene ni idea de lo que sucederá con él!
Aunque Raquel fue estéril durante mucho tiempo, finalmente logró quedar
embarazada y dio a luz a José. Jacob le dio un trato especial a este hijo de su
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Con tantos mimos, muchos adolescentes se harían unos malcriados, pero José
imitó las hermosas cualidades de sus padres y cultivó una fe sólida, así como
un agudo sentido del bien y del mal. A los 17 años, mientras estaba ayudando
a sus hermanos a cuidar las ovejas, se dio cuenta de que habían hecho algo
malo. ¿Se quedaría callado pensando que así ellos lo aceptarían? La Biblia
no dice lo que pasó por su mente, pero sí dice que hizo lo correcto: se lo
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contó a su padre (Génesis 37:2). Tal vez esa acción valiente confirmó la
opinión que Jacob tenía de su hijo. José es un excelente ejemplo para los
jóvenes cristianos. Si saben que su hermano o un amigo han cometido un
pecado grave, no deben quedarse callados, sino asegurarse de que se enteren
quienes estén en posición de ayudar al pecador (Levítico 5:1).
Pero hay otras lecciones que podemos aprender de la familia de José. Aunque
hoy día los siervos de Dios no practican la poligamia, existen entre ellos
muchas familias con padrastros, hijastros y hermanastros. Los miembros de
esas familias deben recordar que el favoritismo causa divisiones. Los padres
sabios hacen todo lo posible por confirmarles tanto a sus hijos como a sus
hijastros que los quieren, que cada uno tiene cualidades valiosas y que todos
pueden contribuir a la felicidad de la familia (Romanos 2:11).
La Biblia cuenta que cuando sus hermanos vieron que su padre lo amaba más
que a ellos, “empezaron a odiarlo, y no podían hablarle pacíficamente”
(Génesis 37:4).* Aunque es comprensible que se pusieran celosos,
no debieron dejarse llevar por esta emoción tan dañina (Proverbios 14:30;
27:4). ¿Le ha sucedido a usted algo parecido? ¿Alguna vez ha sentido envidia
porque alguien recibió la atención que usted quería? Pues no olvide a los
hermanos de José. La envidia los empujó a hacer cosas terribles de las que
más tarde se arrepintieron. Su ejemplo nos recuerda a los cristianos que lo
mejor es “[regocijarse] con los que se regocijan” (Romanos 12:15).
De seguro, José percibió el odio de sus hermanos. ¿Se habrá quitado la túnica
cuando estaba con ellos? Tal vez se sintiera tentado a hacerlo. No obstante,
debemos recordar que Jacob se la había dado como muestra de su cariño y
aprobación, y José no quería perder la confianza de su padre, por lo que
siempre la llevaba puesta. Su ejemplo nos enseña mucho. Aunque Dios no es
parcial, a veces trata con especial favor a algunos de sus siervos. Además,
espera que su pueblo se distinga de este mundo corrupto e inmoral.
La conducta de los cristianos verdaderos es como la túnica de José: los hace
diferentes de quienes los rodean. Claro está, en ocasiones, su manera de
comportarse produce envidias y rechazo (1 Pedro 4:4). ¿Deberían ocultar lo
que son para evitarse problemas? No, tal como José no ocultó su túnica
(Lucas 11:33).
Los dos sueños vinieron de Jehová y los dos eran proféticos. Dios quería que
José diera a conocer el mensaje que contenían. En cierto sentido, el muchacho
debía actuar como los profetas de épocas posteriores, quienes informarían los
mensajes y advertencias de Dios a su pueblo rebelde.
Con tacto, José les dijo a sus hermanos: “Escuchen, por favor, este sueño que
he soñado”. Ellos comprendieron de inmediato lo que les dijo y no les gustó
nada, así que le reclamaron: “¿Vas a ser rey sobre nosotros de seguro?, ¿o vas
a dominar sobre nosotros de seguro?”. El relato dice que “hallaron nueva
razón para odiarlo por sus sueños y por sus palabras”. Cuando les contó el
segundo sueño a ellos y a su padre, la reacción no fue mucho mejor: “Su
padre empezó a reprenderlo y a decirle: ‘¿Qué significa este sueño que has
soñado? ¿Acaso yo y también tu madre y tus hermanos vamos a venir de
seguro e inclinarnos a tierra ante ti?’”. Con todo, Jacob se quedó pensando en
el asunto. ¿Podría ser que Jehová se estuviera comunicando con su hijo?
(Génesis 37:6, 8, 10, 11.)
José no fue ni el primer ni el último siervo de Dios a quien rechazaron y
persiguieron por el mensaje que se le pidió proclamar. El principal mensajero
de Jehová fue Jesús, y él les advirtió a sus discípulos: “Si ellos me han
perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán” (Juan 15:20). Los
cristianos de todas las edades tienen mucho que aprender de la fe y el valor
del joven José.
No mucho después, Jacob le encargó algo a José. Sus hijos mayores estaban
cuidando los rebaños en el norte, cerca de Siquem, lugar donde hacía poco
habían hecho muchos enemigos. Era lógico que Jacob estuviera preocupado
por ellos, así que envió a José a comprobar que no les hubiera pasado nada
malo. ¿Cómo se habrá sentido José? Sus hermanos lo odiaban a muerte y él lo
sabía. ¿Qué harían cuando les dijera que su padre lo había enviado?
Independientemente de la reacción, José estaba decidido a obedecer (Génesis
34:25-30; 37:12-14).
El viaje fue largo, tal vez de cuatro o cinco días a pie. Siquem estaba a unos
80 kilómetros (50 millas) al norte de Hebrón. Pero al llegar, José se enteró de
que sus hermanos se habían marchado a Dotán, que estaba unos
22 kilómetros (14 millas) más al norte. Ya cerca de allí, sus hermanos
alcanzaron a verlo y sintieron que les hervía la sangre. Entonces se dijeron:
“¡Miren! Ahí viene ese soñador. Y ahora vengan y matémoslo y arrojémoslo en
una de las cisternas; y tenemos que decir que una feroz bestia salvaje lo
devoró. Entonces veremos en qué vendrán a parar sus sueños”. Rubén
intervino y los convenció de que no lo mataran; les dijo que solo lo arrojaran
en una cisterna. Su intención era rescatarlo en algún momento (Génesis
37:19-22).
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allí. Como Dotán estaba cerca de la ruta comercial que llevaba a Egipto,
no tardó en pasar una caravana de ismaelitas y madianitas. El trato quedó
cerrado antes de que Rubén regresara: José fue vendido por 20 siclos (Génesis
37:23-28; 42:21).*
No, José aún tiene algo que sus hermanos no han podido arrancarle: la fe. Él
conoce muy bien a su Dios, Jehová, y no hay nada que pueda cambiar eso,
ni la pérdida de su hogar ni los sufrimientos que vivirá durante el largo viaje a
Egipto; ni siquiera la humillación de ser vendido como esclavo a un egipcio
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^ párr. 15 Según algunos investigadores, los hermanos de José interpretaron este regalo
como una prueba de que su padre tenía la intención de transferir al muchacho el derecho del
primogénito, es decir, del hijo mayor. Ellos sabían que José era el primer hijo que Jacob había
tenido con su esposa preferida, la mujer con la que él hubiera querido casarse primero.
Además, Rubén, el primogénito, había deshonrado a su padre al acostarse con una de sus
concubinas y había perdido el derecho que le correspondía (Génesis 35:22; 49:3, 4).
^ párr. 25 Incluso este pequeño detalle de la Biblia es exacto. Según documentos de la época,
el precio que se pagaba por un esclavo en Egipto era 20 siclos.
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