Miguel de Mañara. Discurso de La Verdad
Miguel de Mañara. Discurso de La Verdad
Miguel de Mañara. Discurso de La Verdad
DISCURSO
DE
LA V E R D A D
DEDICADO
-COMPUESTO POR
ASOCIACION DE C A T Ó L I C O S EN MADRID,
CON UNA BREVE NOTICIA DE LA VIDA DEL AUTOR.
MADRID.
IMPRENTA DB ALEJANDRO OOMBZ F U B N T E N E B R O .
Bordadoras, 10.
1878.
v/
HARVARD COLLEGE LIBRARY
BOUGHT FROM THE
AMEY RICHMOND SHELDON
FUND
PRÓLOGO
DE ESTA EDICION DE MADRID.
MTRO. F R . JUAN DE Z A M O R A .
LICENCIA.
D R . D . GREGORIO B A S T A N Y ARÓSTEGUI.
DE
LA VERDAD.
S i.
S".
Allí hay vida, donde bien se vive; algunos co-
mienzan á vivir cuando van á morir. Miren ¿qué vida
alcanzarán los que al entrar en el otro siglo quieren
empezar su buena vida? Ofrecen á Dios sacrificios
de muertos, que son los dias de su vejez, débiles y
miserables. Si acá viéramos que un hombre de
ochenta años pretendía entrar por paje del Rey, ¿no-
haríamos burla de su imprudencia, pues empezaba á
servir cuando era razón estuviese cargado de méri-
tos como de años ? Pues lo mismo les sucede á estos
mentecatos. No es bueno ni malo el vivir, pues es
común á los hombres y las bestias; sólo el vivir bien
es loable.
S ni.
Es nuestra vida como el navio, que corre con
presteza, sin dejar rastro ni señal por donde pasó:
pasa con la misma priesa nuestra vida, sin dejar de
nosotros memoria. ¿ Qué se hicieron tantos Reyes y
Príncipes de la tierra , que dominaban el mundo ?
¿Dóndeestá su majestad? Buscad á Alejandro , lla-
mad á Escipion, y quizá estarán en alguna tapia
sus cenizas, ó barda de alguna huerta. Preguntadles
cómo les va, y mudamente responderán: Vanitas
vanitatum, et omnia vanitas. Y si, como el bien-
'3
a ver turado S. Agustín dice en la Ciudad de DÍQS %
§ IV.
«
Si tuviéramos delante de los ojos la verdad, ésta
es, no hay otra, la mortaja que hemos de llevar, ha-
bía de ser vista todos los dias por lo ménos con la
consideración, que si te acordaras que has de ser cu-
bierto de tierra y pisado de todos, con facilidad ol-
vidarías las honras y estados de este siglo; y si con-
H
sideras los viles gusanos que han de comer ese cuer-
d o , y cuán feo y abominable ha de estar en la sepul-
f tura , y cómo esos ojos, que están leyendo estas le-
tras, han de ser comidos de la tierra, y esas manos
han de ser comidas y secas , y las sedas y galas que
hoy tuviste se convertirán en una mortaja podrida,
los ámbares en hedor, tu hermosura y gentileza en
gusanos, tu familia y grandeza en la mayor soledad
que es imaginable.
Mira una bóveda, entra en ella con la conside-
ración, y ponte á mirar tus padres ó tu mujer (si la
has perdido), los amigos que conocías. ¡Mira qué
silencio! No se oye ruido: sólo el roer de las car-
comas y gusanos tan solamente se percibe. Y el
estruendo de pajes y lacayos, ¿dónde está?
—Acá se queda todo.
Repara las alhajas del palacio de los muertos :
algunas telarañas son. ¿Y la mitra y la corona ?
1 . —También acá la dejaron.
8 v.
Con estas consideraciones, hermano mió, tú ol-
vidarás el mundo y su embeleso. Muy cerca tienes el
dia, que te llamará la muerte ; y entónces, ¿ de qué
te aprovecharán estas niñerías, en que ahora te ocu-
pas ? ¿Qué te aprovechará en aquella hora ser rico,,
poderoso, grande ó pequeño? Sino lo que decía
aquel rey Josafat, estando á la muerte: «Sé que
muero en estos ricos y adornados palacios, y no sé
adónde seré hospedado esta noche.» Ciego eres, si no
ves estas cosas; desventurado de ti, que surcas el
mar y la tierra por juntar riquezas para dejarlas á
otros; y cuando ménos pienses entrarás desnudo en
una sepultura llena de huesos y calaveras, que será
tu oscuro aposento hasta el fin del mundo. Mira
¡ cuánto há que poseen este aposento los difuntos!
Matusalén vivió novecientos años, y há cerca de
cinco mil que está en la sepultura. El santo Rey Da-
vid vivió poco más de sesenta , y há tres mil años
que está en la sepultura. Alejandro no llegó á trein-
ta, y há más de mil años que es tierra. Los pontífi-
ces, los reyes que pasaron, ya son tierra. Tus cono-
cidos (ve acordándote de ellos) vivieron cuatro dias
y serán muertos muchos siglos, y tú serás lo mismo.
Pocos dias vivirás , y muchas edades habitarás con
los gusanos y lombrices de la tierra.
§ VI.
Y lo peor es la seguridad con que vives, murien-
do cada dia. Si te avisasen con certeza que uno de
los criados de tu casa te había de quitar la vida, no
te guardarías de todos? Pues si has de morir infali-
blemente en uno de los siete dias de la semana, que
son criados que te sirven á tus pasatiempos; ¿por
qué no te guardas de ellos, viviendo bien y no fián-
dote de ninguno, como de criados traidores, pues
uno de ellos te ha de quitar la vida? Y no sabes cuál
i6
ha de ejecutar la sentencia de Dios y su santo decre-
to. De aquel gran Soldán de Egipto se cuenta, que
estando á la muerte llamó á su alférez Real, el que
llevaba en las batallas su estandarte, y le dió la mor-
taja con que le habían de amortajar, y le mandó
que fuese por toda la ciudad de Damasco, y á voces
dijese: — «Veis aquí lo que saca el gran Saladino de
todo su imperio; sólo este trapo le acompaña , y en
la tierra deja todas sus guardas y señoríos. »
Zeferino refiere del emperador Severo, que man-
dó hacer un cántaro de bronce para que el dia de su
muerte fuesen echadas en él sus cenizas, y tomán-
dole en las manos dijo : Tú tendrás dentro de tí en
la muerte , á quien en la vida no cabe en el mun-
do. Y así dijo muy bien Epitecto, que este mundo
era una comedia , que en él todos somos farsantes;
unos hacen papel de reyes , otros de esclavos ; unos
de tullidos y otros de ricos; unos de sabios y otros
de ignorantes ; unos apénas representan cuatro pa-
labras , otros tienen el papel muy largo , según e l
autor de esta comedia les dió; y cada uno lo q u e
debe hacer es el papel que le cupiere con perfec-
ción el tiempo que le durare; que el repartir l o s
dichos y papeles al autor sólo le toca, que por p o s -
tre estas figuras que representamos se han de a c a -
bar ; y en quitándonos del tablado de este m u n d o
todos quedamos iguales, y en polvo y tierra resuel-
tos : representamos lo que no fuimos, y no somos l o
que representamos.
*7
§ VII.
2
i8
S VIII.
S IX.
8 x-
§ XIII.
S XII.
§ XIII.
. S XIV.
¿ Qué importa, hermano , que seas grande en el
mundo, si la muerte te ha de hacer igual con los pe-
queños ? Llega á un osario que está lleno de huesos-
de difuntos , distingue entre ellos el rico del pobre,
el sabio del necio y el chico del grande; todos son
huesos, todos calaveras, todos guardan una igual fi-
gura. La señora, que ocupaba las telas y brocados,
en sus estrados , cuya cabeza era adornada de dia-
mantes , acompaña las calaveras de los mendigos.
p~26
l Las cabezas que vestían penachos de plumas en las
fiestas y saraos de las cortes , acompañan las calave-
ras que traían caperuzas en los campos. ¡ Oh justi-
cia de Dios, cómo igualas con la muerte á la des-
igualdad de la vida! ¿ Qué cosa hay tan horrible co-
mo el hombre muerto ? Fantasma á la ilusión de
quien lo conocía, horror á los ojos de quien lo ama-
ba. ¡ Oh instante que mudas las cosas ! ¡ Oh instan-
te del ser al no ser ! ¡ Oh instante, puerta de los si-
glos ! ¡ Oh instante, en que todo se acierta ó todo se
yerra! ¡ Oh instante , en que ninguno dirá yo te pa-
saré seguro! Porque ninguno sabe si es hijo de ira
ó de amor ! ] Oh instante, el que te perdió una vez,
I no te hallará más miéntras Dios fuere Dios!
[ ¡Para siempre, para siempre, sin término, ni fin !
§ XV.
¡ Oh locos , que no veis estas verdades ! ¡ Oh hi-
jos de Babilonia, los que habitais en sus delicias y
bebeis de las inmundicias de su cáliz , por defuera
oro y por dentro veneno ! ¡ Oh ramera prevarica-
dora de la verdad , pues llamas males á los bienes y
bienes á los males! Todo tu cuidado es borrar l a
razón del hombre , imágen de Dios , y el que nació
para compañero de los ángeles, hacerlo compañero
de las bestias , dando fuerza con la abundancia de
tus vicios á nuestros apetitos para que reinen sobre
la razón, y que ella cautiva, todo el edificio humano
venga al suelo. Estas transmutaciones hace con los
hijos del siglo esta ramera, á quien tiene ciegos con
las riquezas y delicias de este mundo. Y así, decía el
apóstol S. Pedro que no era otra cosa este mundo, si-
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n o una casa llena de humo, adonde ciegos los ojos de
l a razón, no ven la verdad de las cosas : es un Babel
d e confusion , donde unos á otros no se entienden,
todos desunidos para el bien y unidos para el mal: es
u n engaño con apariencia de verda^. Quien ve al
poderoso le llama rico y es mentira , porque le fal-
taji á su codicia todos los bienes ajenos. Dícenle que
e s señor, y no lo es, porque no tiejie los bienes,
ántes los bienes lo tienen á él; y así no se ha decir:
Pedro tiene cien mil ducados, sino cien mil ducados
tienen á Pedro. No se ha de decir: Pedro puede
mucho, sino Pedro puede nada. Al fuerte y temera-
rio le llaman valiente , y es todos los dias vencido
de sus pasiones. Llaman belleza á la compuesta de
carne podrida, que mañana será gusanos : al vir-
tuoso llaman hipócrita ; y al hipócrita, hombre ajus-
tado : al liberal, pródigo ; y al pródigo, hombre bi-
zarro : al verdadero, buen hombre (que ya el serlo es
oprobio); y al embustero, cortesano: al bufón, hom-
bre ligero ; y al que es modesto , pesado. Este es el
vocabulario de la casa de los locos y del palacio del
humo, donde reina Babilonia, y adonde habitan las
bienaventuranzas temporales , que hoy son y maña-
na no parecen , opuestas á las bienaventuranzas de
Dios nuestro Señor, que habitan en la casa de la
luz.
Dice el mundo : bienaventurados los ricos. Dice
Dios : bienaventurados los pobres. Dice el mun-
do : bienaventurados los que se huelgan y rien.
Dice Dios : bienaventurados los que lloran. Dice el
mundo ¡ bienaventurados los que son estimados.
Dice Dios: bienaventurados los que padecen per-
secución. Tan opuestos como son los autores son
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opuestas las doctrinas. Cristo nos dice (S. Matth.,
cap. 6): «Quien es de este mundo no es de Dios; ser-
vir á Dios y á las riquezas, no puede ser : agradar á
dos señores tan opuestos, es imposible.» Estos son
dos caminos mjiy distantes, uno va al occidente del
infierno, otro al oriente del cielo. Cualquier paso
que damos en ellos nos aparta del camino opuesto;
y así cada uno jnire cómo anda, que sus pasos le di-
rán el fin que lleva.
S XVI.
§ XVII.
§ XVIII.
s XIX.
Mira como el amable Padre desde lo alto los mi
ra, y con amorosos ojos los bendice y con el bácul<
pastoral de su providencia los anima, diciendo poi
Ezequiel (Efech., cap. 34): «Yo buscaré mis ovejas
y las visitaré de la manera que visita el pastor si
ganado cuando lo halla descarriado: y así yo visita
ré mis ovejas y las sacaré de todos los lugares po
donde andaban descarriadas, y en el dia de la nub
y de la oscuridad sacarlas he de entre los pueblos
juntarlas he en diversas tierras, y traerlas he á 1
suya, y aposentarlas he en los montes de Israel
donde descansarán sobre las yerbas verdes, y será
apacentadas en pastos muy abundosos, y las que me
ran en el desierto estarán seguras de los bosques
puestas al rededor de mi collado; derramaré sobi
ellas mi bendición y enviaré las aguas lluvias á s
tiempo , las cuales serán benditas , esto es , salud*
bles y provechosas, y no dañosas á los pastos d<
ganado.» ¿Es buen pastor el que con este amorcuid
y trata á los suyos? ¿Quieres más bendiciones qu
éstas que echa el Señor á sus siervos, que suben e;
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te santo monte del desengaño? Este es el camino,
este es el capitan, estas las promesas, cuyo fin es el
reino eterno.
S XX.
§ xxiv.
Trae S. Pedro Damiano un símil muy evidente
para crédito de esta verdad. Dice el Santo : — Si un
hombre quisiera hacer una jornada que nunca hu-
biese hecho, y para acertarla mejor se informase de
un práctico del camino, preguntándole las señas y
los pasos que tenía; y el práctico le dijese que en
saliendo de la ciudad á media legua encontraría con
una cruz, que dividía dos caminos, que en llegando
á ella tomase el camino de mano derecha, y á breve
encontraría una laguna muy grande, que en llegan-
do tomase el camino de la otra mano , y que vería
luego un castillo puesto en un alto monte, que ca-
minase derecho á él, y que en llegando le fuese ro-
deando , y á sus espaldas hallaría el lugar ; si el ca-
minante saliese confiado con estas señas, y camina-
se todo el dia sin ver la cruz, sin encontrar la lagu-
na, ni descubrir el castillo, y que cerraba ya la no-
che, ¿ qué diría de su jornada ? Pues abre tú ahora
los ojos , ántes que llegue la noche de tu muerte , y
mira si en el camino de este mundo , donde todos
somos viadores, encuentras con las señas que te dan
la vida y camino de los santos para el reino de Dios;
y si no encuentras con ellas, erraste el camino, m o -
rador eres de Babilonia y esclavo del demonio, para
cuyo desdichado fin mejor fuera que nunca hubie-
ras nacido, ni tu madre te hubiera arrojado al
mundo.
35
$ XXIL
§ XXIII.
§ xxiv.
Mira en este desdichado monte, á quien el mun-
do llama felicidad, la multitud de gente que le ha-
bita : mira la confusion, y babel, y vocería con.
que unos á otros no se entienden.
Mira los ambiciosos, qué tristes, y qué ham-
brientos de bienes de fortuna : hasta los montes de
oro y plata tienen á las espaldas, no porque la des-
precian , sino porque esta gente nunca mira lo que
tienen, sino lo que les falta.
Mira los deshonestos encenagados en los pan-
tanos de la lascivia, sin tener aun habilidad para
dar voces, porque su torpeza es tanta que ni áun
hablar les deja.
Mira los envidiosos comiéndose á bocados, sien-
do alimento de sí mismos. Mira los murmurado-
res de todo descontentos, y nada les parece bien,
sino el decir mal.
Mira cuánto ladrón, cuánto homicida, cuánto
embustero , cuánta soberbia , cuánta vanidad ocu-
pa la corte de esta ramera. También tiene este
maldito pueblo sus ermitaños y penitentes, unos
que profesan virtud por sus comodidades, otros
que viven solitarios por no hacer bien á nadie,
otros que no comen de miserables, otros hacen
penitencia por que los alaben; y ha llegado la locura
á tal extremo, que hay quien derrame su sangre por
parecer bien.
Mira los poderosos con la profanidad que sirven
á su loca señora. ¡Qué coches, qué literas, qué
estufas no ha inventado su comodidad! \ Qué
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comidas, bebidas, y olores su gula! Los tabi-
ques de sus casas son cristales, sus templos un
aposento de sus casas, adonde desde sus camas
profanan (no adoran) el estupendo y santo sacri-
ficio de la Misa, haciendo el sacerdote (como yó
he visto) primero á ellos la reverencia para em-
pezar , que á Dios nuestro Señor , en cuya presen-
cia tiemblan los ángeles, y el firmamento se humi-
lla. Si cuando Dios nuestro Señor se apareció en la
zarza en el monte Oreb á Moisés , porque quería ver
aquel misterio , le dice Dios , que aquella es tierra
santa, que se descalce, ¿ qué debe hacer el que ve, y
oye el santo sacrificio de la Misa, adonde está Dios
humanado, como estaba en el fuego de la zarza ? Y
ha llegado el tiempo que delante de estos epulones
(por nuestros graves pecados) no solo los sacerdotes
de Dios les hacen reverencia, sino que acompañan
las visitas hasta los estrados. ¡ Oh desdichado siglo !
¡ Oh tiempo lamentable ! ; Oh locos engañados!
Dónde está el culto y veneración que teneís á Dios,
pues así tratais á sus criados ?
Si en tiempo de S. Gregorio el Magno decía (no
viendo estas bajezas, sino algunas tibiezas en los
sacerdotes de Dios) que en aquel siglo había sacer-
dotes de palo, que celebraban en cálices de oro ; y
que en el tiempo antiguo había sacerdotes de o r o ,
que celebraban en cálices de palo : ¿qué diría si
viese esta? ignominias ?
39
§ xxiv.
Pues no es la peor gente que tiene Babilonia : á
esta otra más pésima la acompaña. Estos son unos
filósofos mesurados, llenos de ciencia vana de
quienes Cristo nuestro Señor nos aconseja huyamos,
porque son falsos profetas, que tienen pieles de
ovejas, y por dentro son lobos carniceros, que des-
pedazan nuestras almas con sus doctrinas falsas y
engañosas. Estos son los peores; porque los que
hasta aquí hemos referido con el letargo de los vi-
cios-, no hablan de la virtud, sino vicio y más vicio,
y no buscan otra razón que dar pasto á sus apetitos.
Pero éstos están llenos del cáliz de Babilonia hasta
la boca, por donde lo derraman , llegando á ejecu-
tar la mayor maldad que en la corte de la ramera
se hace, que es hacer de los vicios virtudes , de las
ofensas servicios, y de la malicia bondad , diciendo
es agradable á Dios lo que su Divina Majestad abo-
rrece , diciendo es lícito y loable lo que de su natu-
raleza es malo y pecaminoso.
Dice el padre maestro Avila, apóstol de la
Andalucía, que esta gente es peor que Lutero,
y da la razón; porque á la doctrina de Lutero,
como dañosa y herética, cerramos los oidos á sus
razones, conociendo ese veneno de nuestras al-
mas; pero la doctrina de éstos, júzganla como
medicamento saludable, y como á tal abrimos la
boca de nuestro corazon, adonde recibimos en lu-
gar de salud peste, y en lugar de vida, muerte.
Dicen, si ven la soberbia en las alhajas, grandeza
y ostentación , que el estado lo pide.
40
Si 110 dan limosna, que primero es pagar las deu-
das : si no las pagan, que el sustento de la casa, por
ley natural, lo prohibe.
Si están en la Iglesia irreverentes , que no se ha
de mostrar la virtud en cosas exteriores : si no fre-
cuentan los Sacramentos , que es reverencia á tan
alta Majestad.
Si es gloton y regalado, que no hace daño lo
que entra por la boca, sino lo que sale por ella:
si come carne y no ayuna es por una enfermedad
que tuvo ahora cuarenta años, y por no tener
ninguna hasta que se muera, que la prudencia es
madre de las virtudes. ^
Si va á la comedia, que es acto indiferente.
Si es usurero, que el uso de las tierras hace le-
yes. Si es simóniaco, que no toma dinero, sino
lo recibe. Si vende la justicia, que hay leyes
para todo. Si está amancebado, es pecado de
flaqueza. Si homicida, que en el primer ímpetu no
hay pecado. Si ladrón, la extrema necesidad carece
de ley. Si es desbaratado y loco , que la virtud de
la eutropelia lo permite.
¡Oh malditos hijos de Baal, no sois vosotros
israelitas de corazon simple y recto, sino hijos
del demonio, ministros de Babilonia, doctrineros
de Belcebú, y pervertidores de la doctrina de Jesu-
cristo !
41
1 - $ XXVI,
§ XXVII.