Resumen Amadis

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Libro I, Capítulo 1 Por la noche, Elisena y Darioleta se acercan a la habitación de Perión que, dormido, tiene una

pesadilla: sueña que alguien entra en su habitación, le mete las manos en el costado, le extrae el corazón y lo arroja al
río. Cuando Perión protesta por esta acción, la otra persona le contesta que todavía tiene otro corazón, pero que
también lo perderá cuando se lo robe...
Perión se despierta sobresaltado por el sueño y al notar la presencia de las doncellas cree que vienen a atacarlo, y salta
de la cama con escudo y espada en mano. Darioleta le saca del error, guarda la espada de Perión y deja a los dos
amantes solos. Perión le promete matrimonio a Elisena... justo antes de consumar el acto. Los encuentros se repiten las
diez noches siguientes. Pasado ese tiempo, Perión debe partir, pero antes le deja su anillo a Elisena.
Elisena se queda preñada. Para evitar la deshonra y la muerte, urde un plan con Darioleta. Les pide a sus padres que la
permitan retirarse a una apartada estancia del castillo donde vivirá sola y meditando y a la que solo su doncella tendrá
acceso. Pasan los meses. Darioleta le aconseja que mate al bebé en cuanto nazca. Elisena no quiere, y al final deciden
abandonarlo.
Cuando Elisena da a luz, Darioleta coloca al niño en un arca con ricos pañales y con la espada y el anillo de Perión.
Escribe una nota:"Amadís sin Tiempo, hijo de Rey", la cubre con cera y se la coloca al cuello. Cierra el arca y la
arroja al río. El arca baja por el río hasta llegar al mar.
Gandales, noble escocés, regresa a su patria desde la Pequeña Bretaña. Encuentra el arca, la sube a bordo, y al abrirla,
descubre al bebé. Su mujer, que le acompaña, acaba de parir a su primer hijo, Gandalín. Sienten pena del bebé del arca
y lo adoptan. Llegan al puerto escocés de Antalia y desde allí se encaminan a su castillo.

Libro I, Capítulo 2 Perión, atormentado por la pesadilla, pide consejo a sabios y adivinos, que le pide un plazo de 10
días para interpretarla. Pasado ese tiempo, éstas son las respuestas:
1-Alberto de Campania: "Alguien os robará una villa o castillo. Pasado los años os volverá a robar otro castillo, esta
vez obligado por otro."
2-Antales: "Todo ha pasado ya. Y ha sido alguien que os ama."
3-Ungan el Picardo: " Un mujer os ama. Entró en vuestra habitación con sigilo. Las manos en el costado es el coito. El
primer corazón es vuestro hijo que su madre arrojará al río. El segundo corazón es otro hijo que también perderás, ésta
vez en contra de la voluntad de su madre."
Días después Perión pasea por el bosque. Encuentra a una doncella que le dice: "Cuando recobres lo que has perdido,
Irlanda perderá su Flor" y súbitamente se va.
...
Gandales cría al bebé del Arca al que llaman Doncel del Mar. Un día, Gandales encuentra a una doncella que le dice:
"Si muchos conocieran lo que tienes, te matarían, porque guardas en tu casa la causa de su muerte." Y se va. Es la
misma misteriosa y ataviada doncella que habló con Perión en el bosque. Al poco rato reaparece la doncella
perseguida por un caballero. Gandales se interpone y la defiende. Ambos caballeros acuerdan cruzar las lanzas. Hay
otra doncella que asiste al misterioso caballero y que permanece algo apartada. Gandales derriba al otro caballero pero
cuando va a rematarlo, la primera doncella intercede por él. La doncella consigue doblegar la voluntad del caballero
vencido como por encanto. Luego le pide a Gandales que expulse a la segunda doncella que presto lo hace. Luego la
primera doncella se presenta. Es Urganda la Desconocida. Y le explica el sentido de sus primeras palabras:
El Donceldel Mar será la flor y nata de la caballería andante. Por último, se va acompañada del caballero vencido que
es su amor. Más tarde Gandales vuelve a encontrarse con la segunda doncella que le reprocha sus actos. Le explica
que Urganda es una peligrosa encantadora que ha hechizado a su amante, el caballero vencido.
Libro I, Capítulo 3 Pasan los años. El Doncel del Mar y Gandalín crecen juntos. Cuando cumplen los siete años, el
rey Languines y la reina visitan el castillo de Gandales. La reina ve como el Doncel del Mar defiende a Gandalín de un
muchacho mayor y más fuerte. La reina se encapricha del Doncel y pretende llevárselo. Éste acepta solo si le
acompaña su amigo Gandalín. Gandales se despide del Doncel con lágrimas en los ojos. Les explica a los reyes la
historia del Doncel y también lo que le contó Urganda.
Garinter, rey de la Pequeña Bretaña, muere sin descendiente varón. Languines, rey de Escocia, ocupa ese trono en
nombre de su esposa, la hija de Garinter. Relegan a la otra hija, Elisena, en una pequeña villa, Arcate, como única
herencia. Elisena le pide ayuda a Perión que corre en su auxilio y le pide que se case con él. Cuando Languines conoce
el compromiso matrimonial, llega a un acuerdo con Perión y le devuelve su reino a Elisena. Ya casado, Perión se
encuentra con un ermitaño que le confirma que su esposa Elisena le ama de corazón y le relata su encuentro con una
misteriosa doncella que le aseguró que de la Pequeña Bretaña saldrían dos dragones, con señorío en la Gaula pero con
su corazón en la Gran Bretaña y que serían bravos y feroces, pero también mansos y humildes. Perión le cuenta su sueño
a Elisena y le pregunta si ha tenido un hijo. Elisena lo niega. Con los años tienen dos hijos: Galaor y Melicia. Galaor es
raptado cuando tiene tiene 2 años y medio por un gigante, Gandalac de Leonís, que aprovecha la estancia de la familia
real en el castillo costero de Bangil. Gandalac escapa por el mar. Elisena, desesperada, le confiesa a su marido la verdad
sobre su primer hijo. Perión la perdona. Gandalac lleva a Galaor a su ínsula y confía su crianza a un ermitaño. Le explica
que lo ha raptado porque una doncella le vaticinó que Galaor le vengaría de la ofensas recibidas de otro
gigante, Aldabán que mató a su padre y le arrebató la posesión de la Peña de Galtares
En Gran Bretaña reinaba Falangriz que murió sin hijos. Su hermano Lisuarte se había casado con Brisena, la hija del
rey de Dinamarca. El Consejo de Gran Bretaña le ofrece el trono a Lisuarte que lo acepta.

Libro I, Capítulo 4 Lisuarte, camino de Gran Bretaña, llega a Escocia. Languines lo recibe con honores. El mar está
agitado y el clima político en Gran Bretaña es inestable. Languines se ofrece a cuidar de su hija Oriana hasta
que Lisuarte se consolide en el trono de Gran Bretaña. El Doncel del Mar y Oriana se conocen y se enamoran. El
Doncel tiene 12 años.
Pasado algún tiempo, el Doncel le pide a Languines que lo nombre caballero. El rey se niega porque lo ve aún poco
maduro. Gandales le envía al Doncel los objetos que le acompañaron en el arca. Cuando llega el paquete están
presentes Oriana y otras damas. Todas sienten curiosidad por ver el contenido del paquete: la espada, el anillo y el
papel encerado. Oriana quiere quedarse con el papel y el Doncel se lo cede. Languines le cuenta al Doncel la historia
de su salvamento y le hace saber que nadie conoce su linaje.
Meses después llega el rey Perión que busca aliados contra el rey Abiés de Irlanda que ha invadido su
reino. Languines le promete ayuda y su hijo Agrajes se le ofrece como caballero. El Doncel le pide ayuda
a Oriana para conseguir ser caballero. Oriana habla con Mabilia y ésta convence a su tío Perión que, antes de
marcharse, nombra caballero al Doncel. Al día siguiente, el Doncel parte en busca de aventuras con Gandalín como
escudero. 1ª aventura: El Doncel y Gandalín encuentran a un caballero muerto y junto a él, otro que está malherido. A
su lado hay una mujer que se entretiene en hurgar en sus heridas para atormentarlo. El Doncel la aparta y el herido les
cuenta que se trata de su esposa infiel y que su amante es el caballero muerto a quien venció en buena lid. Ella
intentaba rematarlo aprovechando sus graves heridas. La mujer huye y el Doncel y su escudero conducen al herido
hasta una ermita para que lo curen. La mujer habla con sus tres hermanos. Les miente diciendo que el Doncel
y Gandalín han matado a su marido. Los hermanos salen en su busca y les atacan. El Doncel vence a los tres y luego
les desvela las intrigas de su hermana. Por último, les envía custodiando a la mujer y al caballero herido a casa del
rey Languines.
Libro I, Capítulo 5: El Doncel se encuentra con Urganda la Desconocida que le regala una lanza y se va. Luego
encuentran a la Doncella de Dinamarca que les acompañará unos días. Un escudero les invita a pernoctar en su
castillo. Al día siguiente continúan su camino hasta alcanzar un río. Al otro lado se divisa un castillo. Vadean el río en
fila india y por este orden: doncella, Gandalín y Doncel. 2ª aventura: Cuando la Doncella llega al otro lado aparecen
de pronto seis soldados que la apresan. El Doncel acude en su ayuda y vence a los seis. Entra en el patio del castillo y
descubre al rey Perión que es atacado por dos caballeros y diez peones. El Doncel mata a los dos caballeros y a varios
peones. El resto huye al interior del castillo. El Doncel los persigue a pie y llega a una escondida cámara donde
encuentra a un viejo postrado en la cama: es el dueño del castillo, tío del rey Arbiés, que intenta reclutar caballeros
para su sobrino aunque sea a la fuerza. El Doncel, de una patada, vuelca la cama pero no lo mata respetando sus canas.
Regresa con Perión y se da a conocer. El rey le agradece su ayuda y continúa su camino. La Doncella de Dinamarca le
revela que su señora es Oriana y se despide para seguir su camino.
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Galaor, de 18 años, quiere ser caballero. El gigante Gandalac le adiestra. Al año siguiente lo nombra caballero.
3ª aventura: El Doncel llega al castillo de Galpano, un pérfido caballero que rapta doncellas y las viola, y si no se
someten, las decapita. Reta a caballeros y les roba todas sus pertenencias, y si no se someten, los decapita...
Libro I, Capítulo 6 Al llegar al castillo ve salir a una doncella muy apesadumbrada, acompañada de un doncel y un
escudero. Le cuenta que Galpano la ha violado y humillado. El Doncel ataca a cuatro soldados del castillo: mata a dos
y los otros, huyen. Entra en el castillo y se encuentra a dos caballeros. Son los hermanos de Galpano. Mata al primero
y derriba al segundo. Aparecen tres peones. Hieren a su caballo y lo derriban. El Doncel, a pie, mata al caballero y a
un peón y pone en fuga al resto. Monta en el caballo del segundo caballero y sigue su recorrido por el castillo.
Encuentra a un tercer caballero. Es Galpano. Cruzan lanzas y ambos caen al suelo. Continúan la lucha a
pie, hiriéndose mutuamente. El Doncel vence finalmente y decapita a Galpano. La doncella recoge el yelmo del
vencido como prueba de su cumplida venganza. Es doncella de la casa de Agrajes. Le pide al Doncel que le diga su
nombre para conocer a su salvador. Tras hacerse de rogar un poco, el Doncel se lo dice. Ella se va. El Doncel, muy
malherido, continúa su camino sobre el caballo de Galpano. Se encuentra con un caballero que había sido vencido
por Galpano. Al conocer su muerte a manos del Doncel, se congratula. Invita al Doncel a su castillo para que se
reponga de sus heridas con los atentos cuidados de la sobrina del caballero.
Libro I, Capítulo 7 Al castillo de Languines llegan los tres caballeros, la pérfida esposa infiel y el caballero
engañado y malherido. Le cuentan al rey lo acaecido. Nadie relaciona al heroico caballero con el Doncel del Mar. El
rey imparte justicia: ordena quemar a la mujer. También llega el escudero que cuenta como un caballero
de Languines ha librado a Perión de una celada mortal. La Doncella de Dinamarca, que llega poco después, confirma
la historia. Ninguno de los dos conoce el nombre de tan esforzado héroe. Por último, llega la doncella violada con el
yelmo de Galpano y cuenta su historia. Ella, por fin, les desvela el nombre del misterioso caballero: es el Doncel del
Mar y tiene intención de ir a la Gaula a ofrecerse al rey Perión. Agrajes decide hacer lo mismo.
Libro I, Capítulo 8 Al castillo de Languines llega Galdar de Rascuil, caballero de Lisuarte. Viene en busca
de Oriana para llevarla junto a sus padres. Mabilia la acompañará en correspondencia a los años vividos en
Escocia. Oriana, al recoger sus cosas, encuentra el papel encerado que le regaló el Doncel. Emocionada los estruja
junto a su pecho. Al hacerlo, la cera salta y descubre el mensaje escrito: "Este es Amadís sin Tiempo, hijo de Rey". Se
lo cuenta en secreto a la Doncella de Dinamarca y la envía para que busque al Doncel y le revele su verdadero
nombre. Y para que le pida que la busque en Gran Bretaña cuando acabe sus aventuras en la Gaula.
Oriana, Mabilia y todo su séquito parten hacia la Gran Bretaña.
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4ªaventura: El Doncel estuvo 15 días descansando en el castillo del caballero, curado por su sobrina. Una vez
restablecido parte con Gandalín. Se lamentaba en voz alta por su poco linaje y por la alta cuna de su amada. Un
caballero que pasaba por ahí quiso saber el nombre de tan alta dama. El Doncel se negó a dar su nombre y el caballero
le retó. Lucharon y el Doncel lo vence con facilidad y le deja irse en paz. Aparece una doncella que lo busca. Trae un
mensaje de Agrajes: lo espera en la costa para partir juntos hacia la Gaula. La doncella lo conduce al campamento.
Allí vuelve a encontrar al caballero vencido que, con ayuda de un compañero, le vuelve a retar. El Doncel vence a
ambos. Agrajes lo reconoce y se abrazan. Parten a Palingues donde embarcan hacia la Gaula. Llegan a Galfán y, por
tierra, a Baladín, un castillo donde Perión resistía a duras penas. El rey Perión se alegra de contar con la ayuda de
quien le salvó en el castillo del Viejo. Le presenta a la reina Elisena.
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El rey Abiés, su primo Daganel y Galaín, Duque de Normandía, planean una celada contra el
rey Perión. Daganel y Galaín se presentarán con escasas fuerzas ante Perión y lo atraerán hasta el bosque de Galpano,
donde Abiés esperará con el grueso de su ejercito y lo aplastará.
Ejecutan el plan al día siguiente. El pequeño grupo se presenta ante el castillo de Perión. El rey sale a combatir junto
con el Doncel, Agrajes y el resto de caballeros. El Doncel derriba y hiere de gravedad a Galaín. Lucha fieramente y
alcanza a Daganel. Casi lo vence. Perión ataca a Daganel y lo remata. Destrozan la avanzadilla. Aparece Abiés, con su
ejercito fresco y numeroso. Los soldados de Perión retroceden hacia el castillo. El Doncel se mantiene firme en su
posición. Le acompañan Agrajes y el mismo Perión. Defienden la puerta e impiden la entrada de los
enemigos. Abiés se entera de la muerte de Galaín y de Daganel. Ve al Doncel montando el caballo de Galpano y lo
reconoce como el responsable de tanto contratiempo. Le reta a combate singular de once contra once para el día
siguiente.
Libro I, Capítulo 9 5ªaventura: El Doncel sale a la batalla acompañado por Perión y Aganón, veterano caballero que
le porta la lanza. El Doncel monta un caballo blanco y lleva un escudo con leones. Abiés le espera en el campo de
batalla, montado sobre un caballo negro y llevando un escudo con la imagen de un gigante. Luchan durante horas,
primero a caballo y luego a pie. Se destrozan las armaduras mutuamente, se hieren numerosas veces y de gravedad. En
un último esfuerzo, Abiés descarga su espada a dos manos sobre el Doncel, que detiene el golpe y se lo devuelve
haciéndole un gran corte en el muslo y derribándolo. Abiés agoniza en el suelo. Habla con Perión, le devuelve todas
las tierras que le ha conquistado, expresa su deseo de ser enterrado en Irlanda y muere. El Doncel regresa victorioso al
castillo.
Allí le aguarda la Doncella de Dinamarca, enviada de Oriana, que le muestra la carta encerada y le transmite el deseo
de Oriana de que se ponga a servicio del ReyLisuarte para estar juntos. El Doncel decide marchar a Gran Bretaña tras
unos días de reposo para sanar sus heridas.
Libro I, Capítulo 10 El rey Perión tenía un anillo idéntico al que regaló a Elisena que luego colocaron en el arca junto
al Doncel. Cuando tiempo después, Perión le pidió a su esposa el primer anillo, ésta, por vergüenza, le dijo que lo
había perdido. Una tarde, el Doncel paseaba por el castillo vio llorando a Melicia. Al preguntarle que le pasaba, le dijo
que había perdido el anillo que le había confiado su padre mientras él echaba la siesta. El Doncel, para consolarla,
le dio su propio anillo que la niña encontró muy parecido al perdido. Cuando Perión despertó su hija le devolvió el
anillo, pero mientras se vestía encontró el segundo anillo, en un rincón de su cuarto, donde lo perdió la niña. Le
preguntó a Melicia, que confesó que el anillo se lo había dado el Doncel. El rey sospechó que su esposa lo estaba
engañando con el Doncel y fue a por ella. La reina, al ver los dos anillos, confesó el nacimiento de su primer hijo y de
como lo metieron en el arca junto al primer anillo, la carta y la espada. Ambos caen en la cuenta de que el Doncel
puede ser su hijo perdido y acuden presto a su cuarto. El rey ve la espada y la reconoce como suya. Emocionados,
despiertan al Doncel y le preguntan por sus padres. El Doncel les cuenta sus historia y ellos se le presentan como sus
verdaderos padres. El Doncel les muestra la carta y la reina reconoce la letra de Darioleta. A partir de este momento el
Doncel pasa a llamarse Amadís. La doncella de Dinamarca, al conocer las nuevas noticias, parte de inmediato para
informar a su señora Oriana. Agrajes, primo de Amadís, recibe un mensaje por medio de la doncella violada
por Galpano. Se lo envía su amada Olinda, la hija del rey Vanaínde Noruega. La conoció cuando visitó su país
acompañando a Galvanes Sin Tierra, su tío paterno. Tras los festejos, reconocimientos y honores, Amadís decide
partir hacia Gran Bretaña para visitar a su amada. Se despide de sus padres y embarca hacia las islas en compañía
de Gandalín, su escudero. Al desembarcar se encuentra con una doncella enviada por Urganda La Desconocida que
viene en su busca.
Libro I, Capítulo 11 Galaor, preparado para armarse caballero, le pide al gigante que le lleve ante el rey Lisuarte. El
gigante accede. Llegan al castillo de Bradoid que está rodeado de agua y de terrenos pantanosos. Ven un grupo de
gente frente al puente de acceso al castillo: un caballero con leones en su escudo, un escudero y dos doncellas.
6ªAventura: El Caballero de los Leones quiere entrar en el castillo. Salen dos caballeros acompañados de varios
peones. El Caballero de los Leones derriba a ambos: el primero cae al suelo, el segundo al agua. Salen tres caballeros
más: El Caballero de los Leones atraviesa al primero con su lanza, de un tajo le corta el brazo derecho al segundo y
derriba al tercero. Éste último es el jefe y lo conmina a rendirse. Una de las doncellas se acerca, es Urganda la
Desconocida. Le dice al caballero vencido que libere a su amigo y que le entregue a la doncella que lo apresó: desde el
castillo liberan a un caballero y entregan a la doncella. Urganda la encanta y aquella se arroja al agua. El caballero
liberado le pide a Urganda que no la mate y ésta accede.
Galaor, que ha visto todo, decide que el Caballero de los Leones es preferible a Lisuarte para que le arme caballero. Se
acerca para pedírselo. Aconsejado por Urganda, el Caballero de los Leones accede y le nombra caballero. Luego le
regala una espada que pende de un árbol siguiendo las indicacioners de Urganda. La doncella de Galaor habla
con Urganda. Ésta le cuenta que el Caballero de los Leones es Amadís, hijo del rey Perión de la Gaula y le aclara los
acontecimientos previos de esta aventura: Urgandale pidió a Amadís que liberara a un caballero amigo suyo que había
sido encantado por la sobrina de la dueña del castillo (es la que entregan desde el castillo y que Urganda encantará a
su vez).
Tras armar caballero a Galaor, ambos grupos se separan. Más tarde, Urganda revela a Amadís la identidad del
caballero novel: es Galaor, su hermano perdido. Ya tendrán tiempo de reencontrarse...
El novel caballero Galaor se reune con Gandalaz. Éste le pide que combata a Aldabán para vengar la muerte de su
padre y recuperar la Peña de Galtares. Galaor accede y se ponen en marcha. De nuevo en cuentran a Urganda la
Desconocida: le cuenta quien es Amadís, que es su hermano y que ambos son hijos de rey. Gandalaz confirma la
historia. Continúan camino y acampan por la tarde. Llegan dos doncellas, cada una por su camino. La primera dice
que viene a contemplar por mandato de su señora la lucha de un caballero contra el gigante Aldabán. La segunda tenía
otros planes, pero al oír los de la primera, decide acompañarla y presenciar tan emocionante combate. Galaor les dice
que también va hacia allí y que pueden ir juntos. Ellas acceden. Esa noche, todos juntos, comieron y
holgaron. Galaor le pide al gigante que le deje ir solo a la lucha. Gandalaz accede a regañadientes. Galaor parte
acompañado de las dos doncellas y de tres escuderos. Poco antes de llegar acampan junto a una ermita cercana a la
Peña. El ermitaño le confiesa e intenta disuadirlo de su empeño sin conseguirlo.
Al día siguiente, tras oír misa, Galaor parte hacia la Peña de Galtares y reta al gigante Aldabán. Las doncellas se
apartan y se sitúan junto a un bosquecillo cercano para verlo todo cómodamente.
Libro I, Capítulo 12 1ª aventura de Galaor: El gigante Aldabán sale protegido con grandes planchas de hierro y
armado con una maza. Lucha contra Galaor, pero tras una esforzada lid, Galaor lo derriba y lo decapita. Libera a
varios caballeros encadenados y toma posesión de la Peña de Galtares en nombre de Gandalaz. La segunda doncella
prosigue su viaje hacia la corte del Rey Lisuarte. Va en busca de su hermano, un caballero del rey. La otra doncella le
propone a Galaor presentarle a su señora. Galaor accede y la acompaña. Durante el viaje, la doncella se despista y
equivoca el camino, en el bosque de Brananda, entre los condados de Clara y de Gresca. De repentees atacada por un
feo enano y cinco peones. Al oir sus gritos acuden Galaor y su escudero. Galaor mata a dos hombres y aturde al enano
y pone en fuga alresto. En un descuido, el enano se escapa. Continúan camino hasta el río Bran. La primera en pasarlo
en una barca será la doncella. Galaor espera en la orilla. De pronto reaparece el enano auxiliado por cinco caballeros y
lo atacan. Galaor se defiende: derriba a uno, mata a otro y el tercero huye con el enano. Galaor interroga a caído. Le
dice que han venido engañados por el enano, que creían venir a liberar a una doncella que Galaor tenía
prisionera. Galaor le aclara la situación y vuelve con la doncella. Llegan al castillo de la madre de la doncella. Luego
siguen viaje hasta Grandares. Se dirigen al alcázar de la villa. Allí se encuentran con otra doncella que pregunta por el
nombre de los padres de Galaor. Éste cuenta lo que sabe. Luego lo acompañan por varias estancias del castillo, donde
yacían dueñas y doncellas. Llegan a una cámara donde hallan a una hermosa doncella: es Aldeva, la hija del rey
de Serolís, que se ha criado en la casa del duque de Bristoya. Esa noche Galaor holgó a su placer con Aldeva...Por la
mañana se marcha. Al salir se tropieza con el feo enano de marras que da la voz de alarma y despierta a los
guardias. Galaor intenta eliminar al enano, pero aparece tanta gente que no puede atraparlo y decide escapar al bosque.
El enano acusa ante el duque a la doncella de haber deshonrado su casa. El duque la mete en prisión, pero ella no
traiciona a Aldeva.
Libro I, Capítulo 13 Amadís llega a un castillo. Es de noche pero está iluminado. Oye bullanga y alegres voces.
Pide hospitalidad pero se la niegan. Reclama el nombre de tan inhospitalario caballero: es Dardán. Amadís le reta,
pero Dardán le contesta que no son horas. Amadís sigue su camino. Encuentra a dos doncellas que le invitan a pasar la
noche en su campamento. Le explican que van a la corte del rey Lisuarte para ver un Juicio de Dios: una viuda espera
un campeón que la defienda de su hijastra que le quiere quitar toda su herencia. La hijastra ya tiene el suyo: es Dardán.
Al enterarse, Amadísdecide ofrecerse a la viuda para luchar contra Dardán. Sin embargo, les pide a sus compañeras
que guarden su identidad y sus intenciones en secreto hasta el momento oportuno. Acuerdan continuar el viaje juntos.
A la mañana siguiente, se tropiezan con dos caballeros que pretenden raptar a las doncellas y violarlas...
7ª Aventura: Amadís se enfrenta a ellos y derriba a ambos. Continúan camino. Acampan junto a un río. No están del
todo instalados cuando aparecen de nuevo los dos caballeros. Esta vez pretenden luchar a espada. Amadís lucha contra
ambos a la vez: uno, malherido, cae al suelo y se declara vencido. El otro, también herido, huye. Amadís hace jurar al
herido del suelo que no forzará doncellas y le deja marchar.
8ª Aventura: Siguen camino hasta las cercanías de Vindilisora. Amadísquiere presentarse en el último momento, así
que acampa allí mismo. Las doncellas continúan hasta la villa. Acuerdan que le avisarán en el momento oportuno.
Mientras espera, ve llegar a una comitiva. Es la viuda a la que pretende defender. Habla con ella pero no le cuenta sus
intenciones. Las doncellas vuelven por la noche con noticias de Dardán. A la mañana siguiente regresan a la
villa. Amadís se queda esperando en un bosquecillojunto al campo de combate. Van llegando el rey, los caballeros, las
doncellas, el público en general...Dardán reta al defensor de la viuda: nadie se presenta. Han de esperar hasta la hora
tercia. Poco antes de que expire el plazo aparece Amadís. Se planta ante Dardán y se presenta como aquél a quien
negó hospitalidad. Se ofrece como valedor de la viuda. Comienza la lid que es esforzada y larga: primero con lanzas,
luego con espadas y, por último, a pie. Amadís lleva ventaja y su victoria parece inminente, pero en un momento oye
la voz de la Doncella de Dinamarca y la reconoce. Su pensamiento vuela hacia su amada Oriana y pierde la
concentración. Dardán lo aprovecha, recupera terreno y consigue empujar a Amadís hasta los límites de la
derrota. Amadís reacciona y en un último esfuerzo derriba a Dardán y le obliga a reconocer su derrota. Dardán no
tiene más remedio que hacerlo. Luego, Amadís, humilde, escapa hacia el bosquecillo.
La amiga de Dardán lo repudia tras su derrota. Dice que prefiere a Amadísantes que a él o a cualquier otro. Dardán,
dolido y enfurecido, la ataca y la mata de un golpe. Dándose cuenta de lo que ha hecho, se suicida atravesándose con
su propia espada.
Libro I, Capítulo 14 El rey Lisuarte ordena enterrar al caballero y a la doncella en el mismo campo de combate bajo
dos leones de piedra. El rey y toda su corte están intrigados por el caballero desconocido. Oriana y la Doncella
de Dinamarcaintuyen que se trata de Amadís.
Amadís regresa al campamento. Allí le esperan las dos doncellas y su escudero Gandalín. Come y descansa. Envía a
su escudero en busca de la Doncella de Dinamarca para que le transmita su mensaje a Oriana.Gandalín la encuentra y
la doncella lo lleva ante Oriana, que le da su anillo para que se lo lleve a Amadís. Lo cita esa misma noche en un
huerto bajo la ventana de su alcoba. Oriana duerme con Mabilia que ya está enterada de sus amoríos secretos. Esa
noche, Amadís y Oriana se encuentran y charlan largamente: él en el huerto, ella en la ventana. Al final
aparece Mabilia. Cuando amanece, Amadís se va.
El rey Lisuarte apresa a la viuda hasta que su valedor se dé a conocer. Cuando se enteran las dos doncellas (ambas son
primas hermanas de la viuda) acuden desconsoladas en busca de Amadís que accede a dar la cara.
Libro I, Capítulo 15 Amadís se acerca a la villa, se reune con la viuda y, juntos, acuden a ver al rey. Amadís se
ofrece como caballero. Lisuarte le invita a pasar unos días en su corte. Lo deja en compañía del
rey Arbán de Norgales y del conde de Gloucester. Lisuarte se entera al fin que Amadís es hijo del rey Perión. La reina
y Oriana le piden a Amadís que sea su caballero, y éste accede.
Galaor atraviesa el bosque de Amida tras abandonar Bristoya. La herida que le hizo uno de los caballeros del río se
había agravado. Encuentra a un escudero y le pide un lugar donde curar sus heridas.
2ª aventura de Galaor: El escudero, desabrido, le responde que solo le puede indicar un sitio de donde no saldrá si osa
entrar. Galaor, enfurecido, le obliga a punta de espada a que le lleve a ese lugar: es un castillo y el escudero sirve a su
señor. A las puertas del castillo encuentra a un caballero con cinco peones. Le pide hospitalidad para curar sus heridas.
El caballero le invita a entrar pero cuando está en el patio lo atacan a traición. Galaor se revuelve con fiereza y mata al
caballero y a tres peones. Aparecen dos caballeros y diez peones: Galaor y su escudero luchan contra ellos. Su
escudero quiere ser caballero pero hasta que sea armado solo puede enfrentarse a los peones. Galaor se ofrece a
armarlo caballero en la primera ocasión que tengan. Entre los dos matan a todos sus adversarios. El desabrido
escudero avisa al señor del castillo, que llega e increpa a Galaor por haber matado a sus tres primos. Luchan.Cuando el
señor del castillo ve perdido el combate intenta escapar saltando por una ventana hasta un andamio, pero el peso de la
armadura le hace calcular mal el salto y cae hasta las peñas y muere. Galaor descubre a una doncella prisionera y la
libera. Es una hermosa mujer que le cura. Se gustan mutuamente y tienen un encuentro amoroso. Por la noche le
cuenta su historia: es hija de Teolís el Flamenco, conde de Clara, pero vivía en un monasterio con su madre. El señor
del castillo se enamoró de ella y la pidió en matrimonio. Su madre se la negó. Él, enfurecido, la raptó y la encerró en
las mazmorras de su castillo hasta que consintiera en casarse. Allí ha estado hasta ser liberada por Galaor. Al día
siguiente, Galaor la lleva al convento junto a su madre, donde terminan de curarle.
Libro I, Capítulo 16 Agrajes, tras la guerra de Gaula, se prepara para viajar a Noruega. Quiere ver a su
amada Olinda. Entre tanto se desata una gran tempestad. Descubre una nave en peligro y ordena encender fogatas que
sirvan como guía. La nave llega a buen puerto. En ella viajan varias doncellas. Agrajesla acoge en su casa. Cuando las
ve, descubre entre ellas a su amada Olinda, la hija del rey de Noruega. Con gran regocijo se juntan: esa noche
satisfacen todos sus deseos largamente procrastinados.
Olinda le cuenta que su padre la envía a la corte del rey Lisuarte. Agrajesle habla de sus planes de visitarla en
Noruega, pero ahora cambiará su destino y la verá en Gran Bretaña. Al tiempo se reunirá con su
primo Amadís. Olinda embarca y se dirige a Vindilisora, donde la reciben con alegría. Agrajes viaja a Escocia, su
tierra, y le pide permiso a su padre para ir a Gran Bretaña. Convence a su tío, Galvanes Sin Tierra, de que lo
acompañe. Juntos parten por mar hacia Gran Bretaña. Arriban a Bristoya, continúan por tierra y se internan en un
bosque. Encuentran a una doncella que les pregunta por la Peña de Galtares. Busca al caballero que venció al
gigante Aldabán, Galaor, hermano de Amadís. Agrajes se alegra de saber que su primo está vivo y es tan buen
caballero. La doncella busca a Galaor para que libere a la doncella que le condujo ante Aldeva, que está presa por
culpa del enano de Bristoya. El duque va a quemarla antes de seis días. Los dos caballeros deciden ayudarla. Se
presentan ante el duque y proclaman que el enano miente. El enano pide a un sobrino suyo que lo
defienda. Agrajes lucha contra él. Es un combate fiero y largo, muy esforzado. Al final, Agrajes vence, pero como el
vencido ha sido tan buen contrincante, quiere perdonarle la vida. Le pide que declare que el enanomiente. El vencido
no quiere hacerlo porque el enano es su tío, lo crió desde niño y siente un afecto sincero por él, aunque accede a
liberar a la doncella encarcelada. Pero el duque se niega a hacerlo a pesar de que el valedor del enano ha sido
derrotado. Galvanes le reta por no cumplir con lo prometido. El sobrino del enano se postra ante el duque y le ruega
que libere a la doncella. El duque se vuelve a negar. Al día siguiente sale escoltado por catorce caballeros para quemar
a la doncella junto al río. Agrajes y Galvanes atacan al grupo: derriban y matan a varios caballeros. El resto huye. El
duque viendo el desastre, también huye. Galanes lo persigue, aunque el duque consigue zafarse de él. El escudero
de Agrajeslibera a la doncella y la lleva junto a Agrajes y Galvanes. El duque, en el bosque, consigue reagrupar a 10
de sus hombres. Los divide en dos grupos de cinco. Se pone al mando del primero y se separan. Descubre
a Agrajes con Galvanes y la doncella y los ataca con su grupo. Agrajes, de un tajo, le corta la nariz al duque que
huye. Agrajes y Galvanes acaban con el resto de caballeros. Luego, la doncella les guía hasta el castillo de Olivas,
caballero enemigo del duque, que les acoge con alegría. El duque había matado al primo de Olivas y éste quiere pedir
justicia ante el rey Lisuarte. Los dos caballeros se ofrecen para ayudarle en su demanda. Juntos parten
hacia Vindilisora.
Libro I, Capítulo 17 Largo tiempo descansó Amadís en la casa del rey Lisuarte. Una doncella llega con intención de
visitarle, le dio noticias de su hermano Galaor, de como venció y mató al gigante Aldabán. Amadís relata la hazaña de
su hermano a Oriana y a los reyes. Decide partir en su busca, traerlo a la corte y convencerlo que sirva al rey Lisuarte.
9ªaventura de Amadís: Amadís parte en compañía de Gandalín. Se topan con una dueña y dos doncellas y cuatro
escuderos que transportan a un caballero malherido. Le cuentan que fue derribado por otro caballero que guardaba un
puente y que es un declarado enemigo de los caballeros del rey Lisuarte. Este odio se debía a que un de los caballeros
de Lisuartehabía matado a su amigo Dardán. Amadís se ofrece a vengar al caballero herido y pide que uno de los
escuderos lo guíe hasta el puente. Al llegar, habla con el caballero: le confiesa que fue él quien mató
a Dardán. Combaten y Amadís lo vence y le corta la cabeza. Amadís envía al escudero de vuelta con su dueña para
que le cuente lo sucedido.
10ª aventura de Amadís: Continúa su camino y se encuentra con un enano a caballo, servidor de la Casa del conde de
Clara. Amadís le pregunta por Galaor. El enano se ofrece a guiarle a cambio de un favor. Amadís accede. El enano le
conduce hasta un castillo donde pasar la noche. Al día siguiente continúan viaje. Descubren a un caballero que lucha
contra otros dos. Amadís pregunta por la razón de la pelea: al parecer, el caballerosolitario se jactó de valer más que
los otros dos juntos. Amadís les convence de que dejen de pelear por causa tan vana. Ellos le preguntan si conoce al
que venció a Dardán. Cuando les dice que es él mismo, los tres caballeros lo atacan de inmediato. Amadís se defiende
y mata a dos. El tercero huye.
11ª aventura de Amadís: Pasa la noche en compañía de un ermitaño. Siguen viaje al día siguiente. Llega hasta un valle
con dos altos pinos: bajo el primero ven a un caballero que descansa tendido en el suelo; bajo el segundo, otro
caballero a caballo que acaba de derribar a otros dos caballeros. El enano le explica: el primer caballero
es Angriote de Estravaus que pretende a una doncella de esta tierra de la que está enamorado llamada Grovenesa. Ella
no lo amaba, pero tanto insistió con los parientes de la mujer que le concedieron su mano. Ella, prometida a la fuerza,
le dijo que nunca lo amaría, salvo si cumpliera uno de sus deseo. Angriote lo aceptó antes de conocerlo. Ella buscaba
la forma de poner en peligro la vida de su futuro marido: le pidió que guardase un puente durante un año y que pelease
con cualquier caballero que no admitiera que ella era la más hermosa. El segundo caballero es el hermano de Angriote,
y lo ayuda en su misión. Ya llevan tres meses guardando con éxito el puente. Amadís baja hasta el puente y no quiere
reconocer que Grovenesa es la más bella.
Libro I, Capítulo 18 Amadís lucha contra el hermano de Angriote y lo derriba. El vencido acepta su derrota.
Luego, Amadís se enfrenta a Angriote: primero cruzan lanzas, luego espadas y por fin, a pie hasta que Amadís obtiene
la victoria. Sin embargo le promete terciar a su favor con su mujer y quedan emplazados en la corte de Lisuarte.
Amadís continúa camino junto al enano. A los cinco días llegan al castillo de Valderín. El enano le cuenta que allí
vive un caballero que mató a su amo cruelmente. Desde entonces el enano trae a cuanto caballero
puede convencer hasta allí para vengar su muerte. Hasta ahora todos han sido vencidos. Es la razón por lo que ha
llevado a Amadís hasta este lugar. El caballero del castillo es Arcalaus el Encantador.
12ª aventura de Amadís: Amadís entra en el castillo. No ve a nadie. Oye lamentos que salen de una cueva. Entra en
ella y descubre a seis hombres armados con hachas y escudos que custodian varias celdas. Se enfrenta a ellos, mata a
cuatro y dos se rinden. Ordena abrir la primera celda: sale Grindalaya, la amada de Arbán de Norgales. Amadís la
conduce al exterior. Cuando salen de la cueva, descubren a Gandalín atado a un poste y al enano colgado de una viga
por una pierna sobre una hoguera. Amadís los libera pero descubre que Arcalaus ha cerrado la puerta del castillo y
están atrapados. Grindalaya cuenta como fue raptada por Arcalaus con encantamientos, porque es el gran enemigo
de Arbán de Norgales. Aparece Arcalaus y Amadís se bate con él. Es una intensa y prolongada lucha
pero Amadís obtiene una cierta ventaja. Arcalaus se retira al interior del castillo y se refugia en el interior de una
cámara donde una doncella los estaba observando. Desde allí, Arcalaus reta a Amadís a que le siga. Nada más entrar
en ella, Amadís pierde sus fuerzas de súbito y cae sin sentido al suelo, como muerto. Arcalaus le quita su armadura y
sus armas y se las pone. Luego ordena a la doncella, que es su esposa, que nadie toque a Amadís hasta que fallezca de
pura inanición. Encarcela de nuevo a Grindalaya, al enano y a Gandalín y parte a la corte del Lisuarte para reclamar la
gloria de haber derrotado a Amadís.
Libro I, Capítulo 19 La mujer de Arcalaus era una buena persona y no estaba de acuerdo con las acciones de su
esposo. Aparecen de pronto dos doncellas cargadas de candelas que ponen en torno a Amadís. Una de ellas saca un
libro de una arquita que llevaba y hace un conjuro. Del suelo de la cámara aparece un libro. Lo parte en cuatro trozos y
los quema en las cuatro equinas de la habitación con ayuda de las candelas. Al terminar, Amadís despierta. Le cuentan
lo que ha hecho Arcalaus. Amadís se viste con las armas de su enemigo y libera a Gandalín y al enano. También libera
al resto de prisioneros. Uno de ellos, Brandoibas, es de la casa del rey Lisuarte y decide acompañar a Amadís. El resto,
agradecidos, retornan a sus respectivas casas. Amadís, por deferencia a la mujer de Arcalaus, no incendia su
castillo. Brandoibas y Grindalaya parten hacia la corte de Lisuarte. El enano le solicita a Amadís que lo admita como
su vasallo. Amadís accede. Junto con Gandalín, se ponen en camino en busca de Galaor.
13ª Aventura de Amadís: Encuentran a la doncella que liberó a Amadís de su hechizo. Está llorando porque un
caballero le ha robado su arquita y otro ha raptado a su compañera con intención de violarla. Amadís se lanza en su
persecución. Encuentra al ladrón del arca y lo reta y lo derriba. Devuelve el arca a su dueña y va en pos del segundo
caballero. Lo encuentra cuando está intentando violar a la doncella. Le reta, luchan y le vence con facilidad. Le deja
tirado en el suelo, más muerto que vivo. Amadís reconoce a la doncella: es la que acompañaba a Urganda la
Desconocida ante el castillo de Baldoid. La doncella del arca es sobrina de Urganda y la envió para librar
a Amadís del encantamiento.
Libro I, Capítulo 20 Arcalaus se presenta ante Lisuarte con las armas y el caballo de Amadís. Le explica que lo ha
vencido en buena lid y que está muerto. La noticia corre como un reguero de pólvora. Al enterarse, Oriana cae sin
sentido, como fulminada. Mabilia y la Doncella de Dinamarca la atienden y se recupera, pero triste, pesarosa y con
ideas suicidas. Pero al día siguiente llega Brandoibas acompañado de Grindalaya. Brandoibas cuenta sus desventuras
a Lisuarte y su liberación gracias a Amadís, desmintiendo a Arcalaus. Grindalaya transmite la buena nueva a las
doncellas y Orianarevive. Grindalaya se reencuentra con su amado, Arbán de Norgales. Grindalaya es hija
de Ardrod de Serolís y hermana de Aldeva, que vive con el duque de Bristoya. La reina acoge a Grindalaya y ordena
que traigan a la corte a su hermana Aldeva.
Libro I, Capítulo 21 Galaor permanece dos semanas en un monasterio para curar sus heridas. Recuperado, parte.
Encuentra a un caballero junto a una fuente, armado pero sin caballo.
3ª Aventura de Galaor: Cuando le pregunta por su montura, el caballero le cuenta que unos ladrones han matado a su
caballo. Galaor le ofrece el palafrén de su escudero. El caballero acepta, pero antes le sugiere que beba de la fuente.
Dicen que su agua es milagrosa y cura cualquier envenenamiento. Cuando Galaor desmonta para beber, el caballero se
apodera de su caballo y escapa a todo galope. Galaor le persigue en el palafrén, más lento. Al poco encuentra a una
doncella. le pregunta por el caballero de la fuente. Ella le promete ayuda a cambio de un favor. Le conduce hasta una
tienda y le dice que allí está el caballero de la fuente. Pero es una trampa. La doncella está compinchada con el
caballero de la fuente, y éste le espera al acecho y fuertemente armado. Galaor lucha contra él y le vence. A pesar de
las súplicas de la doncella, lo mata. La doncella se queja de que Galaor no haya cumplido su promesa y pide su vida a
cambio de la de su amado. Galaor recoge sus armas y su caballo y prosigue su camino. La doncella le
sigue, insultándole y esperando ver su muerte. Galaor llega al bosque de Angaduza.
14ª Aventura de Amadís: Amadís se topa con una carreta de la que tiran doce caballos, cubierta de una rica tela y
guardada por ocho caballeros. Amadís quiere saber lo que se oculta en la carreta. Un caballero se lo impide.
Como Amadís insiste en su idea, tiene que luchar contra los ocho: mata a algunos y derriba a otros con facilidad. Al
último, que ha derribado, le levanta el yelmo y descubre que es casi un anciano. Otro caballero escapa en dirección a
un castillo cercano. Amadís levanta la tela y descubre una estatu de un rey con la cabeza hendida. Junto a ella, una
dueña y una hermosa niña. Amadís pregunta por la estatua, pero la dueña se niega a responder. Amadís continúa viaje.
Al poco rato le alcanza el caballero viejo. Trae un mensaje de la dueña que le invita a pasar la noche en el
castillo. Amadís acepta. Entra confiado en el castillo y, de súbito, se ve rodeado por caballeros y soldados que le
quieren apresar. Amadís se defiende con bravura. Mata a seis y deja a otros tantos malheridos, pero el número de sus
oponentes es tan grande que apresan al enano y a Gandalín. Amadís también está a punto de ser apresado, pero
aparece la niña hermosa, que admirada de su valor se decide a ayudarle. Ordena a su doncella que suelte unos leones
que tienen encerrados. Los leones atacan a los soldados y Amadía aprovecha para zafarse de su acoso y salir del
castillo. En el interior la gente no sabe como desembarazarse de los leones. La dueña, desde un balcón,
le ruega a Amadís que les ayude. Amadís se niega. Más tarde es la niña quien le suplica. Ahora accede a ayudarlas.
Abre la puerta y los leones escapan. La dueña le invita a pasar la noche en el castillo. Amadís pregunta por la estatua.
La dueña le dice que representa a un rey, padre de la niña, asesinado por su hermano de un tajo en la cabeza para
luego usurpar su trono. La niña fue rescatada por el caballero viejo que la llevó al castillo de la dueña, su tía, para que
la cuidara. El cadáver del rey yace en la carreta, bajo la estatua. La dueña le pide que vengue esta afrenta, aunque cree
que son necesarios dos caballeros más, porque hay que eliminar al usurpador y a sus dos hijos. Amadís promete volver
en un año acompañado de dos caballeros (piensa en Galaor y en Agrajes) que le ayudarán en la empresa. Por la noche,
la doncella de la niña le desvela que fue la niña quien le ayudó al liberar a los leones. Amadís, agradecido, se ofrece a
la niña hermosa como su caballero. Ardián, el enano, cree que Amadís se ha enamorado de la niña. El usurpador se
llama Abiseos y sus dos hijos, Darasión y Dramís. El reino usurpado es Sobradisa que linda con Serolís. Al día
siguiente antes de marchar, Amadís se despide de la niña. Ésta le regala la espada de su padre.
Libro I, Capítulo 22 15ª Aventura de Amadís y 4ª Aventura de Galaor:
Amadís se interna en el bosque de Angaduza. Encuentra a un caballero y a una doncella. El caballero, de súbito,
intenta cortarle la cabeza al enano. Amadís se interpone para defenderlo. Luchan a caballo y luego a pie. Es una lucha
fiera, igualada, sin ápice de descanso que les lleva a ambos al borde de la muerte.
Llega otro caballero y le pregunta a la doncella por el motivo del combate. La doncella contesta que luchan porque
ella ha conseguido provocar el enfrentamiento, y que sería feliz si ambos murieran en la lucha. Le cuenta que es la
sobrina de Arcalaus, que odia a Amadís, uno de los contendientes, y que el otro, Galaor, mató a su amado.
Como compensación le pidió la cabeza del enano para provocar una pelea entre ambos. El caballero, sin mediar más
palabras, de un tajo le corta la cabeza a la doncella. Luego, a gritos, detiene la lucha entre hermanos que, al
reconocerse, se abrazan emocionados. El caballero es uno de los prisioneros de Arcalaus que liberó Amadís. Se
llama Balais de Carsante. Les invita a su castillo para que curen sus heridas y descansen. Amadísenvía al enano a la
corte del rey Lisuarte para que informe del reencuentro y anuncie su pronta llegada.
Libro I, Capítulo 23 El rey Lisuarte estaba de caza por los alrededores de Vindilisora cuando llegan Galvanes sin
Tierra, Agrajes, Olivas y la doncella que salvaron de la quema ordenada por el duque de Bristoya. Olivas acusa al
Duque ante el rey de la muerte de su primo. Lisuarte le promete que le ordenará que se presente ante él para responder
de estas acusaciones. Ya en palacio, Agrajes visita a su amada Olinda. Y a Oriana. Y a Melicia... En ese momento
llegan Angriote de Estravaus y su hermano y se presentan ante el rey. Arbán de Norgales reconoce a Angriote y lo
elogia ante Lisuarte. Al poco, llega el enano Ardián y les cuenta el encuentro entre Amadís, Galaory Balais. Todos
esperan impacientes el regreso de los héroes..

Libro I, Capítulo 24 5ª Aventura de Galaor: Amadís y Galaor, una vez recuperados de las heridas sufridas en su
enfrentamiento, retoman su camino. Balais les acompaña. En un cruce de la senda encuentran a un caballero muerto
con el cuello atravesado por una lanza sin nadie que custodie el cadáver. Galaor decide quedarse a resolver el misterio
y convence a los otros dos para que lo acompañen. Ven pasar a un caballero con dos escuderos y una doncella a la que
golpea con saña en la cabeza con el palo de una lanza. Amadís decide a perseguir al grupo. Galaor y Balais se quedan
junto al muerto. Al cabo de un rato llega un caballero renqueante y les cuenta que ha luchado con Amadís y ha
perdido. Galaor y Balais se ríen y el otro, enfurecido, corta la riendas del caballo de Galaor de un tajo y
huye. Balaiscorre en busca del caballo de Galaor, que se queda solo con el cadáver y sin montura. Se queda dormido.
Al despertar descubre que el muerto ha desaparecido. Decide irse caminando. Encuentra a unos caballeros que le
informan de que han visto a tres doncellas y diez escuderos que llevaban unas andas. Galaor se encamina hacia esa
dirección. Al poco rato, encuentra a una doncella. Le pregunta si sabe algo del cadáver desaparecido. Ella le invita a
montar en su palafrén y le conduce hasta un castillo. Le dice que si quiere averiguar la historia del caballero muerto
tiene que entrar en el castillo. Galaor así lo hace y descubre en el patio del castillo el cadáver del caballero. Pregunta
por él y le dicen que es Antebónde Gaula, dueño del castillo, que se casó con una dueña y tuvo una hermosa hija. Un
caballero vecino se enamoró de ella pero no fuecorrespondido por la doncella. El caballero despechado la raptó e
intentó imponer su amor. Ella le dijo que solo se casaría con un caballero tan bueno como su padre. El raptor,
enfurecido, sale en busca de Antebón. Lo encuentra desarmado y a pie, y sin darle opción lo mata atravesándole el
cuello con su lanza. Desde entonces exponen el cadáver en el cruce a la espera de un caballero
vengador. Galaor se ofrece como tal. Le proporcionan un caballo y se dirige al castillo del caballero raptor que se
llama Palingues.
Libro I, Capítulo 25 Llega al castillo pero no le abren la puerta. La única forma de acceder al interior es subido a un
cesto que izan a lo alto de la muralla. Galaor se coloca en él y lo suben. Arriba hay dos caballeros que lo han izado.
Intentan forzarle para que haga un juramento de fidelidad a Palingues. Galaor se niega y lucha contra los dos y los
mata. Arroja los cadáveres al exterior del castillo para que las doncellas que lo han acompañado los identifiquen:
ninguno de ellos es Palingues. Baja por las escaleras y entra en el palacio. Encuentra a la hija de Antebón que le indica
quien es Palingues. Éste intenta huir hacia la torre, pero Galaor lo alcanza y lo mata de dos mandobles. Ya no quedan
caballeros en el castillo. Abren las puerta y salen a reunirse con las doncellas. Galaor se presenta a la hermosa hija
de Antebón que se llama Brandueta. Mientras las doncellas preparan la comida, Galaor y Brandueta, en agradable
intimidad, aprovechan para visitar la cama de la doncella y satisfacer sus deseos...
Comen en el castillo y tras la siesta parten a reunirse con la madre de Brandueta que los recibe con alegría. Invita
a Galaor a pasar la noche en su castillo con los mejores agasajos. Por la noche vuelve a recibir la furtiva visita
de Brandueta y, de nuevo, satisfacen sus deseos...varias veces
Libro I, Capítulo 26 16ªAventura: Amadís persigue a un caballero que lleva a una doncella prisionera y la que
golpea con la vara de su lanza. Se tropieza con un caballero curioso que no le deja continuar la persecución hasta que
le cuente la historia. Amadís lo despacha fácilmente y lo deja maltrecho y con la pierna herida (éste es el caballero del
capítulo 24 del que se burlan Galaor y Balais y que, mosqueado, le corta las riendas al caballo de Galaory se lo
espanta). Amadís alcanza a la pareja. Le pide al caballero que libere a la doncella. El otro se niega. Amadís lucha con
él y lo derriba sin gran esfuerzo. El vencido pide clemencia. Amadís se acerca confiado, pero el otro le
ataca alevosamente con la espada y le mata el caballo. Amadís, lleno de ira, se revuelve y le cercena la cabeza de un
tajo. La doncella le agradece su ayuda y le pide que la acompañe hasta un castillo. Amadís se apropia del caballo del
muerto y emprenden camino. A medianoche se detienen para pasar la noche bajo un árbol. Todos duermen cuando
aparece un caballero que se acerca con sigilo. Despierta a la doncella y le pregunta si quiere acompañarlo. Ella, medio
dormida, cree que se trata de Amadís y monta en su caballo. Cuando descubre su error grita pidiendo
ayuda. Amadís corre en su busca pero pierde su rastro en el bosque. Llega a un castillo y pregunta pero no le dan
razón. Sin embargo, Amadís rodea el edificio y por un ventanuco de la parte trasera divisa al caballero raptor junto a la
doncella. Amadís exige que la libere pero el raptor se niega y lo emplaza para el día siguiente. Allí
queda Amadís hasta el alba. Con los primeros rayos del sol sale un caballero del castillo. Amadís le parte un brazo y lo
derriba. Entra en el castillo. Tras la puerta le esperan otros dos caballeros. Lucha contra ambos. Mata al primero y
derriba al segundo, que pierde su yelmo en la caída. Aún sin yelmo insiste en seguir la lid. Amadísle golpea de plano
con la espada en la cabeza y lo deja aturdido. Se rinde. Amadís avanza por el castillo. Se encuentra con otros tres
caballeros. Lucha con ellos fieramente. Uno se rinde y el resto huye. Amadís los persigue y se tropieza con un grupo
de mujeres. La más hermosa y principal le retiene y le pregunta por sus intenciones. Amadís reclama a la doncella
raptada. La mujer hace llamar al caballero raptor. Mientras llega, le explica a Amadís que toda esta parafernalia está
montada para atraer al castillo a un tal Amadís y hacerle cumplir la promesa dada a Angriote de Estravaus (ver
capítulo 17). La mujer, que es Grovenesa, la prometida de Angriote, le pide a Amadís que busque a ese tal Amadís y
le obligue a cumplir la palabra dada. Amadís, sin desvelar su identidad, acepta el encargo.
Libro I, Capítulo 27 Llega el caballero raptor. Se llama Gasinán y es tío paterno de Grovenesa(la amada de Angriote)
y su pariente más querido. Gravisán se niega a liberar a la doncella. Amadís lucha con él y lo derriba. Gasinán se
protege tras un pilar de piedra. Amadís le ataca con la espada pero golpea en el pilar y se le parte en tres
pedazos. Amadís descabalga casi desarmado. Se defiende como puede con su escudo y el puño de su espada. La
situación es harto complicada, pero Amadís se abalanza sobre Gasinán y lo abraza hasta hacerlo caer con toda su
fuerza sobre una gran piedra. Gasinánqueda aturdido. Amadís aprovecha para arrebatarle la espada y le conmina a
rendirse. Grovenesa intercede por su tío. Amadís le perdona la vida si liberan a la doncella y si Grovenesa se
compromete a ir a la corte del rey Lisuarte y, allí, satisfacer un deseo de Amadís. Grovenesa accede y manda traer a la
doncella. Cuando llega, ésta agradece a Amadís su esfuerzo pero dice que prefiere quedarse con Gasinán: durante el
secuestro, raptor y raptada se han enamorado. Amadís se despide pero antes Gasinán le regala su espada.
Libro I, Capítulo 28 Balais le sigue la pista al caballero que espantó al caballo de Galaor. Se tropieza con cinco
ladrones que intentan violar a una doncella. Balais mata a cuatro. El quinto se rinde y pide clemencia. Balais le hace
prometer que cambiará de vida y será un hombre de bien. El ladrón cumplirá su promesa y se hará ermitaño, de los
más piadosos de esas tierras.
Balais se reune con la doncella, que es hermosa y atractiva, y la piropea. Ella le para los pies. En su combate contra los
ladrones, el caballo de Balais ha muerto y tienen que irse montados en el palafrén de la dama. Al día siguiente
encuentran a un caballero que sin mediar palabra los ataca y derriba a ambos de un lanzazo. Es el caballero curioso
que dejó sin montura a Galaor. Balais le ataca y le derriba, y de un fuerte golpe en la cabeza con el pomo de su espada
lo deja inconsciente. Le quita la espada y se la parte golpeándola contra una roca. Se apropia de su caballo y parte con
la doncella. Pasan la noche en una casa donde viven dos dueñas. Al día siguiente llegan al cruce del árbol donde les
espera Amadís. Al poco rato llega Galaor. Todos juntos van al castillo de la doncella donde los acogen cordialmente.
Parten al día siguiente.
Libro I, Capítulo 29 Capítulo de audiencias reales:
1-Olivas denuncia al duque de Bristoya ante el rey Lisuarte. El rey le da al duque un mes de plazo para que se presente
en la corte.
2-Una doncella se presenta ante Lisuarte. Le hace prometer que convocará las Cortes en septiembre y que se hará
merecedor de ser cabeza y jefe de tantos caballero buenos que le sirven. Luego se va.
3-Llegan tres caballeros: uno de ellos, desarmado y canoso, lleva una arqueta que ofrece al rey Lisuarte. En
su interior hay una corona de oro para el rey y un rico manto para la reina. Los reyes quieren pagar por estos presentes
pero el caballero se niega a dar precio. Decide dejarlos en préstamo hasta las Cortes de septiembre y entonces les
pedirá un precio justo. El rey acuerda pagarle lo que le pida. El caballero canoso ha de partir a cumplir una obligación
que ha contraído. Sus acompañantes son un caballero que permanece siempre con la cabeza gacha y sin quitarse el
yelmo y un joven que sí se descubre: es un hermoso mancebo. Vanse los tres.
Libro I, Capítulo 30 Amadís, Galaor y Balais llegan a la corte de Lisuarte: alegría, alharacas, regocijo, risas y
chanzas... Amadís presenta a su hermano a toda la corte: reyes, caballeros y doncellas. Se reunen chicos y chicas,
enamorados, tíos y sobrinos,... Galaor descubre que Amadís y Oriana se aman en secreto.
Libro I, Capítulo 31
Lisuarte y el resto de la peña salen con destino a Londres para convocar las Cortes en esa ciudad. Son recibidos con
festejos de bienvenida. Barsiñán, Señor de Sansueña, conspira con Arcalaus y monta un complot para derrocar
a Lisuarte. Acuerdan que Barsiñán obtendrá la corona y a Oriana y Arcalaus será nombrado mayordomo real de forma
vitalicia. Barsiñán y su séquito llegan a Londres. Son recibidos por Lisuarte con honores y toda la
parafernalia. Barsiñán, al darse cuenta del poderío de Lisuarte, cree que ha cometido una imprudencia al aceptar el
complot. Brisena descubre que alguien ha robado la corona de oro y el manto. Ha tenido un sueño en el que veía a una
doncella que abría el arca y se llevaba ambos objetos. Lisuarte decide mantener en secreto el robo.
Lisuarte, todos sus caballeros y otros vasallos se reunen y comen. Grovenesa se levanta, dice que ha cumplido la
promesa que le hizo a Amadís y que quiere que él haga lo mismo. Amadís aclara las confusiones y le pide que se case
con Angriote. Ella accede y el obispo de Salerno, que por ahí estaba, los casa a los postres.
Libro I, Capítulo 32 Lisuarte reune a sus ricohombres y les pide consejo. Barsiñán propone una reunión sin el rey
para que puedan expresarse con mayor libertad. El rey accede y sale. Serolois el Flamenco, Conde de Clara, dice que
deben recomendar al rey que en vez de atesorar riquezas debe intentar atraer a su corte a los mejores caballeros. El
resto de nobles está de acuerdo con él. Barsiñán, por contra, opina que no debe dársele ese consejo. Si así lo hicieran,
en pocos años el reino se llenaría de innumerables caballeros compitiendo entre si. Este razonamiento convence a una
gran parte de los nobles y no consiguen llegar a ningún acuerdo.
El rey vuelve y le exponen las dos opciones. El rey elige la de atraer a su reino a los mejores caballeros, pero siempre
guardando la mayor consideración con los caballeros más veteranos y originales del país. Todos los nobles aclaman al
rey. Aparece la reina y les pide a todos los caballeros que siempre sean defensores con preferencia de dueñas y
doncellas. Todos aceptan.
Libro I, Capítulo 33 17ªAventura de Amadís y 6ªAventura de Galaor:
Una doncella enlutada se presenta ante el rey. Le dice que su padre y su tío están en prisión tras matar a un caballero
en buena lid. La dueña que los ha apresado solo los liberará si la muchacha trae dos caballero tan buenos como el que
murió para que la ayuden en una empresa que tienependiente. La dueña vive en el castillo de Galdenda. El rey asiente
y le propone a Amadís y Galaor como sus dos campeones. Los dos hermanos parten junto a la doncella enlutada.
Atraviesan el bosque de Malaventurada. La doncella se adelanta para preparar el campamento.
Cuando Amadís y Galaor llegan, se encuentran las tiendas ya preparadas y con varios criados. Se meten en una tienda
y los criados retiran todas las armas... ante la pasividad de nuestros confiados héroes. Al poco rato, entran quince
hombres con intención de apresar a los dos caballeros. Tras ellos aparece la dueña, Madasima de Gantasi, que les
ofrece la libertad si se ponen a su servicio y repudian a Lisuarte. Madasima odia a Lisuarteporque sabe que uno de sus
caballeros mató a Dardán (ver cap.13). Al principio, ambos hermanos rechazan la oferta, y aunque desarmados, se
enfrentan a los soldados para evitar que los amarren. Esta resistencia irrita tanto a los soldados que se exceden en su
cometido hasta casi matarlos. Un caballero viejo consigue evitar que los maten, pero no que Amadísreciba una grave
herida de lanza en la espalda. El caballero viejo es el padre de la doncella enlutada, que está apesadumbrada por
la celadatraicionera a la que ha conducido a los dos hermanos. El caballero viejo cura la herida de Amadís. En un
aparte le advierte que no desvele su nombre, pues si se enteran es hombre muerto. Le aconseja que intente seducir
a Madasima para ganar su favor. Amadís descarta la idea por respeto a Oriana. Se lo propone a Galaor y éste acepta
sin dudarlo. El caballero viejo hace de celestina y reune a Galaor con la dueña que queda prendada de tan buen mozo.
Le repite la proposición. Serán libres si repudia a Lisuarte y se compromete a servirla. Galaor acepta y es liberado
junto a Amadís y sus escuderos. Llegan al castillo de Abiés, donde vive una amiga de Madasima. En presencia de la
dueña del castillo y de sus dos hijos, los dos caballeros juran obediencia a Madasima. Acuerdan que partirán en
compañía de los hijos de la dueña a la corte de Lisuarte para anunciarle su cambio de señor. Tienen diez días.
Esa noche Galaor se acuesta con Madasima con asaz disfrute de la dueña. Al día siguiente ella emprende viaje
a Gandasi y los caballero toman el camino de Londres.
Libro I, Capítulo 34 Llega a la corte el caballero que dejó en préstamo la corona y el manto al rey Lisuarte. Le ruega
al rey que se lo devuelva porque le son necesarios. Lisuarte le dice que no puede hacerlo porque le han robado ambos
objetos. El caballero se desespera y el rey le ofrece lo que sea para compensarlo. El caballero le pide a su hija Oriana.
El rey, pillado en su promesa, se la entrega. La acompañará la Doncella de Dinamarca. En la otra ocasión, el caballero
estaba escoltado por dos hombres. El que no quiso mostrar su cara entonces era Arcaláus. Mabilia envía a Ardán, el
enano, en busca de Amadís para que le informe de las malas nuevas. El rey acompaña a su hija hasta el bosque. Allí se
separan. Aparece la doncella del capítulo 29 y le reclama a Lisuarte que cumpla su promesa: la doncella pide
venganza contra un caballero que ha matado a su padre y la ha violado. Este caballero está protegido por un hechizo, y
solo puede ser matado si se hace con la espada que lleva colgada del cuello o la lanza que lleva en su
costado. Afortunadamente, la doncella ha conseguido esas armas por mediación de la amante de ese pérfido caballero,
ya que, en realidad, esa mujer no lo ama. Lisuarte se compromete a cumplir el encargo personalmente. Cambia sus
armas por las que lleva la doncella. Luego, ella le conduce por el bosque hasta encontrar a un caballero con un escudo
verde. Luchan, pero en el primer encontronazo se rompe la lanza de Lisuarte. Y su espada cae hecha añicos con el
primer golpe. El rey ha sido traicionado. En un esfuerzo desesperado, Libro I, Capítulo 35
Amadís y Galaor regresan a Londres. Justo antes de llegar se encuentran con Ardián que les informa de los recientes
acontecimientos y de la infausta situación de Oriana. Amadís, desesperado, galopa en su rescate. Galaor va tras él.
Pasan por Londres sin detenerse bajo la mirada de la desazonada reina y las otras damas. La reina consigue retener
a Gandalínunos instantes para ponerle al corriente de la desaparición de Lisuarte con la doncella y para que le entregue
la espada del rey a Amadís. Prosigue a toda velocidad su camino en busca de su amo. Amadís fuerza tanto a su caballo
que cuando le obliga a cruzar un arroyo, cae de bruces y Amadís con él. Este retraso da tiempo a Gandalín para
alcanzar a su amo. Siguen juntos. Encuentran a unos leñadores que presenciaron la captura de Lisuarte. Les informan
de que el jefe de los captores es Arcaláus y de como se han dividido en dos grupos. Amadís envía a Galaor al rescate
de Lisuarte y él se dirige en pos de Oriana.
18ªAventura de Amadís: Fuerza tanto a su caballo que lo agota. Porfortuna encuentra a un escudero que vela el
cadáver de su amo, muerto en combate frente a Arcaláus. Amadís le ofrece la ayuda de Gandalín para transportar el
muerto a un mejor sitio, a cambio del caballo de su amo. Prosigue solo la persecución. Por la noche se aloja con un
ermitaño que le indica el castillo donde está Arcaláus con las doncellas. Es el castillo de Grumen, el primo
de Dardán. Grumen odia a todos los caballeros de Lisuarte porque uno de ellos mató a Dardán. Amadís no consigue
encontrar una entrada al castillo. Espera en un otero cercano y vigila. Por la mañana, Arcaláus y sus cuatro
compañeros salen del castillocustodiando a las doncellas. Amadís se lanza en tromba sobre el grupo, derriba
a Arcaláus y mata a Grumen. Continúa luchando a espada contra el resto: derriba herido de muerte al primero, le
hunde la espada en el cuello del segundo y el tercero, en vista de lo sucedido, pone pies en polvorosa. Amadís se
revuelve en busca de su amada, pero Arcaláus, que ha vuelto a montar en su caballo, coge a Oriana y huye con
ella. Amadís le persigue velozmente y le golpea de plano para no herir a su amada y consigue que Arcaláus la suelte y
la deje caer. Amadís le deja escapar por socorrer a Oriana. Vuelve con ella al lugar de la escabechina. Allí les espera la
Doncella de Dinamarca que ha guardado la espada de Arcaláus: es la espada que le robó a Amadís, la que perteneció
a Perión y fue colocada en el arca junto al Doncel del Mar. La doncella se la entrega a Amadís. Llega Gandalín y
todos juntos vuelven a Londres. Por la noche acampan en un bosque, junto al río. Gandalín se acerca a un pueblo
cercano a por provisiones, aunque antes le recomienda a Amadís que aproveche el momento con Oriana ahora que
quedan a solas (¡vaya con el escudero! Claro que si fuera Galaor no se lo tenían que decir dos veces...). La Doncella
de Dinamarca, discreta ella, se va a dormir entre unas apartadas y espesas matas. Amadís ya no aguanta más y,
después de 35 capítulos y 18 aventuras registradas, consigue mojar esa noche y "convirtió a la doncella en dueña".
espada de su contrincante y comienza a golpearlo con fuerza. La traidora doncella avisa a Arcaláus, que cerca está,
para que evite la inminente muerte de su primo. Diez caballeros rodean a Lisuarte y le conminan a rendirse. Ante su
negativa, se lanzan sobre él, le apresan y le cargan de cadenas. Luego lo llevan ante Arcaláus que tiene a su vera
a Oriana y a la Doncella de Dinamarca. Arcaláus envía a un doncel con instrucciones para Barsiñán. Manda
a Lisuarte a su prisión de Daganilcustodiado por su primo y diez caballeros más. Él se queda con otros cuatro
caballeros y conduce a Oriana al castillo de Monte Aldín.
Libro I, Capítulo 36 7ªAventura de Galaor: Galaor sigue el rastro de los captores del rey. En su camino se topa con
un caballero que le pregunta donde va. Galaor pasa de él como de la peste. El caballero airado quiere provocar una
pelea, pero Galaor no está para perder tiempo y sigue su camino velozmente. El plúmbeo caballero le persigue. No
puede mantener su ritmo aunque le sigue de lejos. El caballero pelmazo se tropieza con su primo que ha sido derribado
por otro caballero que allá a lo lejos se divisa. El primo, descabalgado, le pide ayuda en su venganza, pero el caballero
plomizo le explica que no puede abandonar la persecución de Galaor. El primo del plúmbeo se apunta a la caza y deja
su venganza para otro día,...Cerca del anochecer, los dos primos divisan a lo lejos a Galaor que ha frenado algo su
marcha. Contra él se dirigen, pero la noche cae y vuelven a perder su rastro. Deciden pasar la noche el una casa
cercana, la morada de una dueña. Galaor recibe la hospitalidad de unos arrieros que pasan la noche en torno a una
hoguera. Al día siguiente, Galaor sube a una colina para otear el horizonte. Allí lo ven los primos y hacia él galopan.
Entretanto Galaor ha descubierto a los diez caballeros que custodian a Lisuarte, y al galope se lanza contra ellos. Se
enfrenta a los cinco de vanguardia: mata al primero, hiere de gravedad en la pierna al segundo, y luego, con la espada,
se enfrenta a los otros tres. Llegan los primos y ven a Galaorenfrentarse sin miedo y con bravura en una lid tan
desigual. Se dan cuenta de que no es ningún cobarde y toman partido por él. Con ayuda de los primos, Galaor vence
fácilmente al resto de caballeros. El caballero pesado es Ladasín el Esgrimidor y su primo, Guilán el Cuidador.
El primo de Arcaláus viendo la cosa fea, intenta aseinar a Lisuarte, pero el rey, en la confusión creada, ha conseguido
apropiarse de la espada y el escudo del primer caballero muerto, a pesar de estar cargado de cadenas. El primo
de Arcaláus le envía un primer golpe que el rey detiene con el escudo. Le devuelve el espadazo y el primo cae del
caballo. En ese momento llega Galaor y lo apresa. Los dos primos reconocen al rey y se postran ante él.
Guilán es amante de la duquesa de Bristoya y el duque cornúpeta sospechó de él la noche que Galaor se benefició
a Aldeva. Galaor encadena al primo de Arcaláus y todo el grupo emprende la vuelta a Londres. Por el camino se
alojan en casa de Ladasín. Allí se reunen con el escudero de Galaor y con el enano Ardián. El escudero de Ladasín se
adelanta para informar a la reina de las buenas nuevas. Esa noche interrogan al prisionero que les informa de
la conspiración de Arcaláus y Barsiñán.
Libro I, Capítulo 37 Los leñadores llegan a Londres y anuncian la captura del rey. Cunde la alarma. Todos los
caballeros salen en su busca. Barsiñán aprovecha el vacío de poder y al mando de seiscientos soldados se apodera a
sangre y fuego de la villa y de su alcázar. Luego, se dirige al palacio para detener a la reina y usurpar el trono. Sin
embargo, todavía queda un caballero leal en la ciudad. Es Arbán de Norgales que ha tardado en conocer el secuestro
del rey y por eso no ha salido de Londres. Al enterarse de la revuelta tramada por Barsiñán, organiza la defensa del
castillo: Reune a los soldados leales que quedan en la ciudad, unos doscientos, y los atrinchera en el palacio. A pesar
de la diferencia de número, los asaltantes son incapaces de tomar el palacio. Pasa todo un día de heroica resistencia.
Por la noche, Barsiñán propone una tregua e intenta convencer a Arbán para que se rinda. Solo obtiene negativas. El
asedio continúa.
Libro I, Capítulo 38 Amadís y Oriana hablan de su secuestro. Oriana le desvela los planes de Arcaláus, de como
pensaba casarla con Barsiñán cuando usurpara el trono y que él mismo gobernaría en la sombra. Amadís cae en la
cuenta del peligro que corre la reina y acelera el regreso. Por el camino se topa con el numeroso grupo de caballeros
que han salido al rescate de Lisuarte. Son más de un millar. A todos encamina por la dirección que tomó Galaor. Cerca
de Londres se encuentra con Grumedán, viejo caballero y mentor de la reina. Amadís le confía a Oriana y continúa
solo su rápida marcha. A las puertas de la ciudad encuentra al escudero enviado por Lisuarte que le da la buena nueva
de su liberación. Amadís descubre que la ciudad entera está en manos de Barsiñán y se introduce en ella secretamente.
Llega hasta el palacio y atraviesa las defensas y se reune con Arbán. Anuncia a la reina la liberación del rey. Luego
organiza el contraataque. Se disfraza, cambia sus armas por un yelmo y un escudo oxidados. Luego bajan las defensas,
como si se rindieran. Los atacantes, con Barsiñán al frente, entran en el palacio real. Los defensores saltan sobre
ellos. Amadís lucha con Barsiñán y le vence fácilmente. Le corta una mano, le hiere de gravedad en un muslo y lo deja
tendido en el suelo. Lucha tan feroz y eficazmente contra los rebeldes que terminan por reconocerle. El pavor cunde
entre las filas de los sublevados. Se retiran desordenadamente perseguidos por los soldados leales. Los que consiguen
escapar se refugian en el alcázar. Barsiñán es apresado.
Mientras, Lisuarte va encontrando caballeros que han salido en su busca y se van uniendo, gozosos, a su grupo. Los
primeros son Agrajes, Galvanes, Solinán, Galdán, Bervás y su sobrino Dinadaus. Van llegando más y más caballeros
hasta formar un grupo de casi dos mil unidades. Encuentran a Oriana custodiada por Grumedán. Llegan a Londres con
la villa ya liberada. Lisuarte se reune con Brisena. Juntan al primo de Arcaláus y a Barsiñán, y tras un juicio
sumarísimo son condenados a morir quemados en la hoguera. Este será el origen de la prolongada enemistad
entre Sansueña y Gran Bretaña durante los años siguientes. Los rebeldes del alcázar, tras cinco días de sitio, se rinden.
El rey imparte justicia según su criterio: a unos mata, a otros no.
Restablecido el orden continúa la vida cortesana. Llega a Londres la dueña amiga de Madásima acompañada de sus
hijos. Vienen a ser testigos de como Galaor y Amadís cumplen su palabra, aunque fuera obtenida por la fuerza. Exigen
al rey que la haga cumplir. Galaor explica como fueron obligados a empeñar su palabra con tan artera treta. Sin
embargo, tanto Galaor como Amadís renuncian a Lisuarte y prometen servir a Madásima. Han cumplido su promesa y
así lo hacen constar la dueña y sus hijos...Pero, acto seguido, torna a hablar con el rey: como no fijaron un plazo de
mantenimiento de esta nueva obediencia, renuncian de inmediato a ella y vuelven a ofrecerse como caballeros al
rey Lisuarte. Así Madásima queda chasqueada.
La dueña, al descubrir la identidad de Galaor y Amadís, declara que cuando Madásima se entere, se suicidará
desesperada, ya que quería dar muerte a Amadís. El rey afirma que es lo mejor que podría hacer. La dueña se va con
viento fresco.
Libro I, Capítulo 39 1ªAventura de Agrajes: Las Cortes continúan doce días más. Luego se disuelven y
cada uno vuelve a sus tierras. El rey Lisuarte mantiene a su vera a algunos caballeros: Ladasín y su
primo Guilán el Cuidador. Este Guilán estaba enamorado de Brandalisa, y su amor era correspondido. Brandalisa era
la esposa de del Duque de Bristoya y cuñada (por parte de su hermana) del rey de Sobradisa.
Por fin llega el emplazado duque de Bristoya y niega ante Lisuarte la acusación de Olivas de que había matado a su
primo sin ningún motivo. El rey aplaza su decisión hasta el día siguiente. El duque espera a sus dos sobrinos para que
le ayuden en un más que probable juicio de Dios, en un combate tres contra tres. Cuando éstos llegan, el duque lanza
el reto a Olivas, que acepta. Agrajes y Galvanes se ofrecen como sus compañeros ya que mantienen cierta enemistad
con el duque (ver cap.16). Contemplarán el combate, preocupadas y emocionadas, Olinda (la amada
de Agrajes), Mabilia (la hermana de Agrajes y sobrina de Galvanes) y Oriana (amiga y residente en la misma corte).
Comienza la lucha: Agrajesy Galvanes se enfrentan a los sobrinos. Derriban a los dos. En su primer encontronazo el
duque hiere a Olivas en el pecho. Agrajes ataca al duque, pero el primer sobrino, que se ha acercado a pie a su tío, le
hiere el caballo y lo derriba. Galvanes continúa enzarzado con el segundo sobrino.Agrajes, en tierra, se defiende como
puede del ataque doble de tío y sobrino. Olivas se desangra sobre su caballo, pero al ver la desesperadasituación de su
amigo, en un esfuerzo supremo, pica espuelas y ataca al duque. Agrajes ya solo tiene que deshacerse del primer
sobrino y tras una fácil y breve lucha, lo mata. Olivas, desfallecido, cae tendido al suelo. El duque se lanza
sobre Galvanes en defensa del segundo sobrino. Agrajesmonta en el caballo de Olivas y se une al trío. De un golpe de
espada le arranca el yelmo al sobrino. Galvanes aprovecha la circunstancia para golpearle con saña y destrozarle la
cabeza. Agrajes lucha contra el duque. El caballo de Galvanes, malherido, muere, y su dueño cae a tierra. El duque ve
su situación desesperada y retrocede intentado escapar de Agrajes. Éste lo alcanza, y de un tajo en el hombro le deja
sin brazo. El duque cae del caballo, pero su pie se queda trabado en el estribo y es arrastrado por todo el campo.
Cuando consiguen detener al caballo, el duque ha muerto con la cabeza hecha trizas. Galvanes y Agrajes se acercan a
Olivas creyéndolo muerto. Olivas está herido de gravedad pero sanará. La reina ordena traer a la corte
a Aldeva y Brandalisa. Se encargará Grumedán. Antes de un mes las damas estarán junto a la reina.
Libro I, Capítulo 40 19ªAventura de Amadís, 8ªAventura de Galaor y 2ªAventura de Agrajes:
En el capítulo 21 se habla de la promesa de Amadís a Briolanja, la hermosa niña, y como ella le había regalado la
espada de su padre. Es la espada que Amadís partió en tres trozos durante su pelea
con Gasinán(cap.27). Gandalín había guardado los pedazos. Ardián, el enano, había interpretdo mal
los gestos entre Amadís y Briolanja, y estaba convencido de que ambos se amaban. El plazo para cumplir su promesa
se acaba y Amadís pide permiso a Oriana para partir. Como necesita a dos caballeros, le acompañan Agrajes y Galaor.
Ya en camino, Amadís pregunta por los pedazos de la espada. Se han quedado en Londres. Amadís envía al enano en
su busca. Ardián regresa a Londres y mientras recoge los fragmentos de la espada, es descubierto por Oriana que le
pregunta que hace ahí. El enano le responde que Amadís necesita los pedazos de espada para entregárselos a la
persona que más ama en este mundo, Briolanja, la niña hermosa. El enano se va y deja a Oriana toda
perturbada, corroída por los celos. Ardián alcanza a la expedición que encabeza Amadís, ignorante de
la conversación entre el enano y Oriana. Encuentran a una doncella que les aconseja que abandonen ese camino
porque, desde hace quince días, un caballero hiere o mata a cualquiera que se atreva a enfrentarse con él. Amadís y sus
compañeros no se acobardan. Le piden a la doncella que les conduzca ante él. Lo encuentran. Es un caballero grande
que monta un caballo ruano, junto a su escudero que porta cuatro lanzas. Es el Caballero de la Floresta. Ha
prometido defender el camino durante quince días, pero aunque ya lleva más de dieciséis, les reta igualmente. Les
propone combatir solo con las lanzas, pues está cansado de luchar con espada. Agrajes se lanza contra él y el caballero
de la Floresta lo derriba. Galaor, igualmente, se abalanza...y del mismo modo, el caballero de la Floresta lo derriba
(quizás el caballo de Galaor estaba muy cansado, ... ejem, ejem). Galaor quiere seguir la lucha a pie y con espada,
pero Amadís le recuerda lo convenido. Amadís es quien se lanza ahora sobre el caballero. Tras un violento cruce de
lanzas, ambos contendientes caen al suelo con sus monturas. El caballo de Amadís cae en mala postura y muere. El
caballero de la Floresta consigue retener las riendas de su corcel, se levanta y monta de nuevo. Amadís le dice que ha
habido un empate y le propone repetir el lance. El caballero opina que ha vencido a los tres y se marcha. Los tres
amigos, mohínos, deciden buscarlo para tener una revancha y le piden información a la doncella para encontrarlo. Ella
les pide que antes se identifiquen. Al conocer sus nombres, le recuerda a Amadís la promesa que le hizo a Briolanja y
que debe cumplirla antes que ir en busca de revancha en pos del caballero de la Floresta. Amadís le da la razón y
decide reunirse con Briolanja. Agrajes le acompaña. Pero Galaor, deseoso de venganza, parte con la doncella en busca
del caballero de la Floresta. Les promete a sus amigos que llegará a tiempo para cumplir la palabra dada.
20ªAventura de Amadís: Llegan al castillo de Torín, de la dueña y la niña Briolanja que al ver a Amadís se enamora de
él. [Aquí viene una disgresiónalgo confusa, anticipando hechos que ocurrirán mucho más tarde. Se nombra, no sé
porqué razón, al infante Alfonso de Portugal. Al final, Briolanja consigue con ayuda de Amadís recuperar el trono de
Sobradisa. Amadís, no sé como, contrae una cierta obligación con Briolanja y ésta le pide que la preñe antes de que se
vaya. Amadís se niega por amor a Oriana y se encierra en una torre aledaña donde ni come ni bebe hasta ponerse en
peligro de muerte. Llegan las noticias hasta la corte del rey Lisuarte, y Oriana, sabiendo que puede morir, le da
permiso para que deje embarazada a Briolanja. Pero ésta, viendo el padecimiento del héroe, lo libera de su obligación
si su hermano Galaor lo reemplaza (¡Quién si no! Galaor siempre dispuesto para estos menesteres)... Y parece que así
sucede, porque al final Galaor se casará con Briolanja]
Libro I, Capítulo 41 9ªAventura de Galaor: Galaor y la doncella persiguen al Caballero de la Floresta durante cuatro
días. Galaor está tan enfurecido que se enfrenta a cuanto caballero se topa, matando a la mayor parte. Llegan a un
valle con un castillo en lo alto. Se acercan a pedir hospedaje. El dueño del castillo que viste una capa escarlata, los
acoge con simpatía. Le cuenta a Galaorcomo sus hijos están malheridos tras un encuentro con un caballero. Les
derribó a ambos y cuando quisieron continuar la lucha a pie y con espadas, el otro se negó y se quiso marchar. Se
montó en una barca para cruzar un río pero los hijos del caballero consiguieron detener la embarcación. En la barca
había una una dueña que intentó mediar pero los hermanos no cejaron en su empeño. Por fin , el caballero accedió y
lucharon. Los venció de nuevo con facilidad, se embarcó y se fue.
Por la descripción de caballero, Galaor reconoce a su adversario. Al día siguiente parte en su busca. Encuentran una
fortaleza. La doncella se adelanta. Vuelve al poco rato acompañada de otra doncella y de diez hombres armados y a
caballo. La segunda doncella es prima de la primera. Se ofrece a guiar a Galaor hasta el Caballero de la Floresta. Les
lleva hasta la costa. Se divisa una isla a unas tres leguas de distancia. Galaor se embarca con las doncellas. Solo puede
pasar un caballero cada vez por condición impuesta por la gobernadora de la isla que protege al Caballero de la
Floresta. Ella se llama Corisanda, Señora de la isla de Gravisanda. Está enamorada del Caballero de la Floresta y, para
evitar que se vaya en busca de aventuras, atrae de vez en cuando a caballeros a la isla para que se enfrenten a su
amado que invariablemente los derrota o mata. El caballero estaba en la floresta donde lo
encontraron Amadís y Galaorcumpliendo una promesa que le hizo a otra doncella (defender el paso durante 15
días). Corisanda, muy a su pesar, le había permitido salir de la isla para cumplir esa promesa. Le había concedido un
un mes de plazo.
Cuando Galaor llega a la isla ya ha anochecido. Desembarcan y acampan. Galaor intenta seducir a la prima de la
doncella. Ella no cae en sus redes aunque en el fondo se siente muy atraída por él. Al día siguiente continúan camino
hasta un castillo. De la muralla cuelga un cuerno. Galaor lo hace sonar. Del castillo sale la señora con su comitiva.
Montan una tienda y en ella se meten. Galaor envía a la prima para que hable con Corisanda y avise al Caballero de la
Floresta. Corisanda lo hace llamar. Cuando llega le besa y abraza y le incita contra Galaor. Comienza la justa, parten
sendas lanzas y destrozan sendos escudos. Galaor saca su espada pero el otro caballero le propone cruzar lanzas otra
vez. Galaor accede a pesar de tener un caballo de inferior calidad. En el segundo encuentro, ambos están a punto de
caer de sus caballos. Ahora sí lucharán a espada: la liza es porfiada, brava y prolongada. Se hieren fieramente,
destrozando escudos y armaduras. Galaor advierte que su caballo desfallece y propone seguir luchando a pie. El otro
no acepta. Galaor se lanza sobre él, lo abraza y caen al suelo. Sigue la pugna a pie. Se hieren con saña y
encono. Galaorpropone un descanso y quiere que el otro le de su nombre. El caballero de la Floresta se niega. Solo
dará su nombre a dos caballeros a quienesaprecia y a ningún otro. Prosigue el combate. Por fin, Galaor,
tras ímprobos esfuerzos, consigue derribar al caballero. Corisanda intercede para salvar la vida de su
amado. Galaor consiente si le dice el nombre del vencido y el esos dos caballeros que tanto aprecia. Corisanda le
desvela que es Florestán, hijo del rey Perión, y los otros dos son Amadís y Galaor, sus medio-hermanos, a los que
profesa una desmedida admiración.
Libro I, Capítulo 42 En su juventud, Perión vivió un tiempo en Alemania. De regreso a su tierra se alojó en casa del
Conde de Selandia. Por la noche una doncella se coló en su cama. Era la hija del conde. Perión se resistió al principio,
pero ella amenazó con suicidarse si no la poseía. Perión consintió en yacer con ella. Y la dejó preñada. Perión siguió
su camino sin conocer tan embarazosa circunstancia. La condesita ocultó su embarazo hasta el final. Cuando iba a
llegar el momento del parto se marchó al castillo de su tía que la acogió cordialmente. Dio a luz un niño de
nombre Florestán que crió la tía guardando el secreto. Cuando cumplió los dieciocho años, la tía llevó a Florestán ante
su abuelo para que lo nombrara caballero, aunque el conde desconocía que era su nieto. Tras la ceremonia, la tía le
desveló el nombre de su padre. Florestán decidió obtener una fama que le hiciera merecedor de darse a conocer a su
padre. Se fue a Constantinopla. Bizancio estaba en guerra. Allí permaneció durante cuatro años acumulando proeza
tras proeza hasta tener las suficientes como para presentarse ante Perión. Cuando volvió, conoció la fama
de Amadís y Galaor. Pensó en acrecentar aun más su curriculum caballeresco para no desmerecer ante
sus mediohermanos. Y en eso andaba, ocupado en sus caballerías hasta que se topó con Galaor.
Amadís y Agrajes permanecen cinco días en el castillo de Briolanja. Luego parten acompañados de Briolanja, la
dueña, dos doncellas y cinco hombres a caballo. Briolanja viste de luto hasta que su padre sea vengado. Briolanja le
pide un favor a Amadís. La dueña le pide otro a Agrajes: Les hacen prometer que no emprenderan ninguna otra
aventura sin el permiso expreso de ambas mujeres. Más tarde les pesará este juramento pues les impide acometer
empresas caballerescas y desfazer entuertos que se van encontrando por el camino. Están atados por la palabra dada y
nada hacen y avergonzados van. Llegan a Sobradisa de noche. Se acercan al castillo de Galumba, vieja dueña, fiel
servidora del padre de Grovenesa, la dueña (no confundir con la otra Grovenesa, la mujer
de Angriote de Estravaus). Galumba escribe una carta y la marca con el sello de Briolanja. Envía a una doncella con la
misiva a la capital del reino, también llamada Sobradisa, para Abiseos, el usurpador, con instrucciones de que se la lea
delante de todos los dignatarios de la corte. Así lo hace. En la carta se habla del asesinato del padre de Briolanja, de la
usurpación del trono y propone un combate de Abiseos y sus dos hijos contra dos paladines que defienden la causa
de Briolanja. Pide seguridad y protección para estos dos paladines hasta que llegue la hora del combate. Abiseos se ve
forzado a aceptar el reto y a conceder inmunidad a sus adversarios hasta el momento de la lucha. La doncella regresa
al castillo de Galumba. Amadís y Agrajes se preparan para la pugna. El día elegido se trasladan a Sobradisa. Empieza
el combate. Amadís lucha contra Dramis y lo mata en el primer encuentro. Agrajes se enfrenta a Darasión. En el
primer choque ninguno de los dos cae. Abiseos ve a Dramis en el suelo y se lanza sobre Amadís: de un lanzazo le
atraviesa el escudo y le alcanza el costado. Amadís se revuelve y le golpea con la espada en la cabeza. Abiseos queda
aturdido, se tambalea y cae al suelo. Amadís acude en ayuda de Agrajes y golpea con fuerza sobre Daramón. Pero éste
se revuelve con furia y le mata el caballo. Amadís cae al suelo. Abiseos, recuperado, se incorpora al
combate. Agrajes golpea con su espada en el yelmo de Daramón y la pierde. Para evitar que le hiera, se arroja
sobre Daramón, lo abraza y ruedan por el suelo. Abiseos intenta rematar a Agrajes pero Amadís se interpone y de un
certero golpe lo derriba y lo deja tendido en el suelo. Agrajes y Darasión consiguen ponerse en pie. Agrajes se apodera
de la espada de su rival y Darasión coge la de Agrajes. Agrajes está herido de gravedad pero no desiste en su lucha.
Luchan los cuatro. Abiseos, en un desesperado ataque consigue herir a Amadís en el hombro. Amadís se revuelve y le
cercena el brazo a nivel del hombro. Abiseos cae al suelo y muere. Agrajes derrota a Darasión y le corta la cabeza.
[Bajo el epígrafe de "CONSILIARIA" vienen unos párrafos farragosos y plúmbeos condenando a traidores y
usurpadores...] Acabada la contienda se acerca uno de los próceres del reino. Es Gomán, que restaura a la
legítima heredera, Briolanja, en el trono de Sobradisa. Amadís reposa durante 8 días en el palacio real
de Sobradisa reponiéndosede sus heridas gracias a los amorosos cuidados de Briolanja. Otra persona cura a Agrajes...
es un hombre.
Libro I, Capítulo 43. Fin del Libro I. Galaor y Florestán curan sus heridas en el castillo de Corisanda. Una vez
repuestos parten para reunirse con Amadís. Florestán le pide a Galaor que, si surge la oportunidad, le deje pelear a él
primero. Galaor lo acepta. Pasan la noche en casa de un caballero taciturno. Galaor le pregunta por la causa de su
tristeza. El huésped se niega a desvelarla. Al día siguiente, el mohíno caballero les conduce hasta la Fuente de los Tres
Olmos. Allí encuentran a tres doncellas y, cerca, a un enano subido a un árbol. Florestán habla con las doncellas. Una
le pregunta si es capaz de sacarla de ese lugar. Florestán asiente y la monta en un palafrén. Al verlo, el enano
comienza a gritar alarmado. A sus voces acude un caballero que se enfrenta a Florestán. El amante de Corisanda lo
derriba fácilmente y le obliga a rendirse y a que libere a la doncella. El vencido consiente y Florestán se lleva a la
doncella. La segunda doncella también le pide ayuda. Florestán la monta en otro palafrén y, de nuevo, el enano lanza
gritos de alarma. Aparece un segundo caballero y Florestán vuelve a luchar contra él. En el primer encuentro Florestán
falla su golpe y el caballero rompe su lanza en el escudo de su rival. En el segundo encuentro Florestán lo derriba. El
caballero queda tendido en el suelo como muerto y Florestán se lleva a la segunda doncella. Luego repara en la tercera
doncella, triste y solitaria, y también se ofrece a llevarla. Ella le advierte que el caballero que la guarda es mucho más
temible que los otros dos, pero Florestán no se arredra y la recoge. El enano grita de nuevo. Sale el tercer caballero
que lleva armas partidas en oro, montado en un caballo bayo y acompañado por dos hombres armados con hachas.
Tras una esforzada pugna, Florestán le vence y le mata.
El melancólico huésped se acerca y le dice a Florestán que está enamorado de la tercera doncella y que ella le
corresponde. Le cuenta que había sido raptada por el caballero muerto. Le pide que se la entregue. Florestán lo hace
gustoso. Galaor se apropia del caballo bayo. Florestán se queda con la primera doncella y le cede la segunda a Galaor.
Por la noche, en casa de la hermana del huésped, disfrutan de ambas doncellas. Al día siguiente llevan a las doncellas
a casa de una tía suya. Por el camino les cuentan la historia de la Fuente de los Tres Olmos: El tercer caballero se
llamaba Alumas y era primo de Dardán el Soberbio. Se enamoró de la tercera doncella, pero ésta estaba enamorada del
huésped. La raptó (causa de la pesadumbre del triste caballero) y para ganar su amor le prometió realizar grandes
hazañas. También le dijo que quería matar a Amadís, pues él había matado a Dardán. Raptó a las otras dos doncellas
para que hicieran compañía a su amada y trajo a dos amigos para que le ayudaran en su guarda y custodia. Cada día
las sacaban a la fuente para incitar al combate a otros caballeros. Llevaban así un año, siempre victoriosos, hasta que
llegó Florestán.
Dejan a las doncellas en casa de su tía y siguen camino hacia Sobradisa. Cuando llegan, la disputa con Abiseos ha
concluido. Llegan a la capital y van al palacio real. Se reunen con Amadís y Agrajes. Amadís al conocer
a Florestán, su nuevo medio-hermano, lo abraza llorando de emoción.

Libro II, Prólogo En Grecia, un rey, cuñado del Emperador de Constantinopla, tuvo dos hijos. El mayor, Apolidón,
era fuerte y valiente. El rey, presintiendo su muerte, dejó su reino a Apolidón y una gran fortuna al hijo menor. Éste,
apocado y envidioso, protestó junto al lecho del moribundo y Apolidónconsintió en ceder el reino a su hermano a
cambio de la fortuna y de la valiosa colección de libros de su padre. Cuando el rey murió, Apolidónpartió en naves
cargadas con sus libros y sus riquezas sin rumbo definido. Llegó a la capital del Imperio Romano. Su
emperador, Siudán, lo recibió con cordialidad. Apolidón se enamoró de Grimanesa, una hermana del Emperador.
Como no les permitieron su enlace, huyeron juntos en sus naves. Llegaron a una isla donde vivía un gigante que los
recibió con hostilidad. Apolidón combatió con él y lo venció, tomando posesión de su isla, la Ínsula Firme.
Pasaron los años. El Emperador de Grecia murió sin descendencia y le ofrecieron el trono a Apolidón que aceptó.
Partió con su esposa y corte a su nuevo destino, pero antes de marchar, lo dispuso todo para que el próximo dueño de
la Ínsula Firme fuera un digno sucesor suyo: colocó una estatua mágica que hacía sonar una trompa que aturdiría y
dejaría maltrechos a aquellos caballeros indignos que osasen entrar el el palacio. Solo callaría si el caballero en
cuestión superase a Apolidón en fortaleza e hidalguía. Si fuera mujer, debería superar en hermosura a Grimanesa.
Luego partieron dejando a un gobernador al cuidado de la isla.
Libro II, Capítulo 44 Amadís, sus hermanos y su primo Agrajes pasan los días en Sobradisa, el reino de Briolanja.
Sin embargo, Amadís añora a Oriana y le pide permiso a la reina para volver con su amada. Durante el viaje de
regreso encuentran a una joven acompañada de dos doncellas y cuatro escuderos. Es la hija de Isanjo, el gobernador de
la Ínsula Firme. Ella les invita a visitar la isla, ya que solo les supondrá dos jornadas de demora en su viaje. Les habla
del Arco de los Enamorados, un lugar donde se oye una melodiosa música si es traspasado por un verdadero
enamorado, al tiempo que su nombre queda escrito sobre la piedra al instante. La doncella cuenta que, en cien años de
existencia, solo dos nombres han aparecido escritos en la losa. Agrajes se propone ser el tercero. Amadís también
quiere intentarlo. Amadís ya tenía noticias de la Ínsula Firme gracias a Arbán, el rey de Norgales.
Llegan hasta donde Isanjo ha acampado, que los recibe cordialmente, los agasaja y da acomodo. Al día siguiente
embarcan hacia la isla. Cuando llegan a la Ínsula, entran en el palacio. En el patio descubren cientos de escudos
apoyados en el suelo, diez colgados un poco más arriba y dos más, colgados en todo lo alto. Los escudos pertenecen a
los caballeros que han intentado entrar en la cámara defendida: los del suelo son de aquellos que no alcanzaron el
padrón de cobre, los diez intermedios, de los que lo alcanzaron pero no lo sobrepasaron, y los dos más altos,
uno pertenece al que superó el padrón de cobre pero no alcanzó el padrón de mármol y el otro, el más eminente, al
caballero que alcanzó el padrón de mármol, aunque no llegó a sobrepasarlo. Amadís repasa los escudos. Descubre el
de Arcaláus entre los diez intermedios, el del rey Abiés de Irlanda que es el segundo de los dos más altos. El más alto
pertenece a Cuadragante, hermano del rey Abiés. Luego acompaña a su primo al Arco de los Enamorados. Agrajes lo
atraviesa y, súbitamente, suena una agradable melodía y su nombre aparece escrito en la piedra a continuación de
otros dos: Mandanil, hijo del duque de Borgoña, y Bruneo de Bonamar, hijo de Valladós, marqués de
Troque. Mandanil ama a Guinda Flamenca, Señora de Flandes. Bruneo ama a Melicia, hermana de Amadís e hija
de Perión. Amadís también se coloca bajo el Arco. La música que surge es extremadamente melodiosa y su nombre
queda inscrito de inmediato.
Mientras tanto, Galaor y Florestán intentan penetrar en la cámara encantada. Florestán supera el padrón de cobre y
alcanza el de mármol, pero allí pierde toda su fuerza y cae desvanecido y es expulsado afuera por una fuerza
misteriosa. Galaor lo intenta. Llega hasta el padrón de mármol y lo abraza con fuerza, pero al poco también se
desvanece y es expulsado. Ardián el enano viendo a los dos caballeros tendidos en el suelo, como muertos, corre a
pedir ayuda a Amadís. Agrajes también intenta entrar en la cámara pero cae entre el padrón de cobre y el de mármol.
Ya solo queda Amadís por intentarlo: supera con esfuerzo tanto el padrón de cobre como el de mármol y llega hasta la
puerta de la estancia. Una mano aparece por el quicio y le coge la suya, al tiempo que una voz le declara Señor de la
Ínsula Firme.
Isanjo y el resto de habitantes de la isla le homenajean y le rinden vasallaje.
Mientras, Oriana, despechada y celosa por el asunto de la espada rota y Ardián el enano (ver cap.40), le escribe una
carta a Amadís poniéndole a caldo, declarando que se siente engañada. Envía la carta mediante un doncel, Durín,
hermano de la Doncella de Dinamarca. Le encarga que le cuente la reacción de Amadís al leer su carta.
Libro II, Capítulo 45 Durín llega a Sobradisa cuando Amadís y sus compañeros ya han abandonado el reino. Les
sigue el rastro hasta encontrarlos en la Ínsula Firme. Llega a tiempo de ver a Amadís bajo el Arco de los Enamorados
y como consigue entrar en la cámara encantada y convertirse en Señor de la Ínsula Firme. Finalizados los homenajes y
agasajos, le entrega la carta. Amadís tras leerla, rompe a llorar desconsolado. Luego, en secreto, abandona la isla
acompañado de Ysenjo, Gandalín y Durín. Llegan a una ermita junto a un bosque. Amadís reza un poco y luego llama
a Ysenjo y ante él, le cede el Señorío de la Ínsula Firme a Gandalín. Le pide a Ysenjoque funde un monasterio de 30
monjes junto a la ermita del bosque. Gandalín no quiere la isla, pero Amadís insiste y además le cede sus armas para
que Galaor le arme caballero. Le pide que transmita a su hermano todo el cariño que le tiene y además le cede
a Galaor al enano Ardián para que le sirva. Se despide con brevedad y de forma súbita monta en su caballo
abandonando sus armas y cabalga hacia el bosque. Desaparece en él antes que sus amigos puedan reaccionar.
Amadís llega a un arroyuelo, descabalga y se tumba en un prado llorando sin parar hasta quedar rendido.
Libro II, Capítulo 46 Gandalín y Durín deciden seguir a Amadís. Ysenjo, por su parte, regresa a
la Ínsula Firme. Gandalín y su compañero terminan por encontrar a Amadís y lo espían entre el follaje. Le oyen
lamentarse y llorar y como habla solo de Oriana, del rey Perión , de Gandales, de Angriote, del rey Abiés y
de Guillán El Cuidador.
Al poco pasa por ahí un caballero que va cantando alegre sus amores con la reina Sardamira y otros más recientes con
la mismísima Oriana. Al oírlo, Gandalín se acerca a Amadís y le incita a luchar con el caballero. Amadís, al principio
reticente, accede a combatir con él. Coge sus armas y su caballo, se acerca al caballero, le reta y le vence. Luego se
acerca a Duríny le dice que regrese y le cuente a Mabilia y a la Doncella de Dinamarcasus cuitas y su desesperación.
A Gandalín le permite que se quede con él pero le ordena que no le estorbe y que le devuelva la espada al caballero
vencido.
Libro II, Capítulo 47 El Caballero vencido se llama Patín, es hermano de Sidón, el Emperador de Roma, y es su
probable sucesor. Estaba enamorado de Sardamira, reina de Cerdeña y sobrina de la emperatriz de Roma. A Patín le
habían hablado de la belleza de Oriana y se propuso conocerla para verificar que no había nadie más bella que su
amada Sardamira. Viaja a Gran Bretaña y se presenta en la corte de Lisuarte. El rey lo agasaja, Grumedán lo acoge en
su casa. Patín conoce a Oriana y se queda prendado de ella. Le pide su mano a su padre. Lisuarte acepta pero no quiere
forzar la voluntad de su hija. Patín, entonces, consigue la promesa de Oriana de que acatará sin rechistar los deseos de
su padre. Patín decide recorrer Gran Bretaña buscando aventuras que acrecienten su prestigio caballeril. Su primer
encuentro es con Amadís y ya conocemos su derrota, fácil y humillante. Patín queda maltrecho y herido, tumbado
junto a un árbol. Allí le encuentra Durín, que acababa de despedirse de Amadís. Patín le pregunta por algún lugar
donde le curen. Se presentan formalmente y Durín le informa de que su vencedor es el Señor de la Ínsula Firme.
Libro II, Capítulo 48 Galaor, Agrajes y Florestán descubren la desaparición de Amadís. Hablan con Ysanjo que les
cuenta lo que sabe. Van al bosque. Encuentran a Patín y a sus escuderos. Patín está tan débil y desfallecido que no
pueden hablar con él. Sus escuderos les cuentan el combate disputado con el Señor de la Ínsula
Firme. Continúan la búsqueda de Amadís, sin éxito, por lo que deciden hacerla por separado. Acuerdan reunirse en la
corte de Lisuarte el día de San Juan. Amadís ya había abandonado el bosque, atravesó campos, valles y montañas
hasta llegar a una ribera donde descansó. Gandalín que lo seguía discretamente, se acuesta a sus pies. Luego le sugiere
que quizás Oriana está mal informada y se ha equivocado con respecto a Amadís. Éste se enfada con su escudero por
dudar de su amada. Cuando Gandalín duerme, Amadís se escapa, ocultando antes el caballo de su
escudero. Amadís atraviesa un bosque hasta una fuente. Junto a ella descansa un viejo. Hablan. Amadís se muestra
desesperado y apesadumbrado. El viejo le explica que es un ermitaño que vive en la pobreza de la caridad de las
gentes, totalmente solo, en una isla situada a siete leguas de la costa. Amadís le pide que le deje acompañarle a
la islitapara hacer penitencia junto a él, lo que le quede de vida. Amadís tiene una pesadilla: ve a Oriana cercada por el
fuego en un palacio y Amadís logra salvarla. El anciano le despierta y le anima a acompañarlo a su isla. Cuando le
pregunta su nombre, Amadís le ruega que le ponga uno nuevo. El viejo lo llama Beltenebros (porque es un mancebo
bello y apuesto pero esta sumido en las tinieblas de la angustia y la desesperación). Llegan a la costa y unos marineros
los acercan hasta la isla, llamada Peña Pobre. Allí se quedan.
Mientras tanto, Gandalín descubre al despertar que su amo le ha abandonado. Como le había escondido el caballo y
los arreos, tarda mucho en reanudar la búsqueda. Recorre el bosque y llega a la fuente donde descubre las armas que
su señor ha abandonado. Están custodiadas por dos doncellas: eran cautivas de Gandinos el Follón. Fueron liberadas
por Guilán el Cuidador y lo acompañaban desde entonces. Guilán había reconocido las armas de Amadís y, temiendo
lo peor, les había encomendado que las custodiaran y las llevaran a la corte del rey Lisuarte. Gandalín decide
continuar su búsqueda.
Libro II, Capítulo 49 Durín llega a Londres y le cuenta a Oriana el resultado de sus gestiones. La recrimina por su
carta y le relata sus funestas consecuencias. Le asegura que Amadís le ha sido siempre fiel. Oriana, al percatarse de su
error, cae fulminada. La Doncella de Dinamarca y Mabilia la atienden con presteza. Como Amadís mencionó mucho a
su padre adoptivo Gandales, creen que puede haber buscado refugio en su casa. Allí envían a la Doncella
de Dinamarca con una carta de Oriana implorando su perdón. La doncella de Dinamarca va acompañada por Durín, su
hermano, y por Enil, su sobrino. Embarcan en Vegil y llegan al puerto escocés de Poligez, cerca del castillo de Gan.
Se acercan a la fortaleza y pronto se dan cuenta de que Amadís no ha pasado por esos lares. Nada cuentan de los
pesares de Amadís y comparten otras noticias y agasajos.
Libro II, Capítulo 50 Guilán el Cuidador se dirige a Londres con las armas y el escudo de Amadís. Se tropieza con
dos caballeros, sobrinos de Arcaláus, que reconocen el escudo de Amadís y se enfrentan a Guilán. Éste mata a uno y al
otro le obliga a huir a la montaña. Aunque queda herido levemente, prosigue su camino sin más contratiempo. Pasa la
noche en casa de un amigo que le repone su lanza rota. Continúa su viaje al día siguiente. Llega al río Guiñón, ancho y
caudaloso. Se dirige al puente y encuentra a su primo Ladasín, que intenta cruzarlo pero se lo impide un caballero que
guarda el paso. Ladasín se enfrenta al caballero pero cae al agua. Por fortuna, Guilán y sus escuderos lo salvan de
morir ahogado. El caballero coge el caballo del vencido y lo encierra en una torre cercana. Guilán, a pesar de la prisa
que tiene, decide vengar a su primo. Se enfrenta al caballero y lo derriba. Éste cae al agua aunque sus escuderos
consiguen sacarlo con rapidez. Siguen luchando a espada, primero a caballo y luego a pie. El caballero es Gandalod,
hijo de Barsiñán, Señor de Sansueña. Odia a Lisuarte y a todos sus caballeros. Ese es el motivo por el que defiende el
puente: para enfrentarse y vencer a cuanto caballero de Lisuarte intente pasar. Tras una encarnizada
lucha, Guilán vence. Le arranca la promesa al vencido de que acudirá a Londres para postrarse ante Lisuarte. En la
torre cercana, cuatro caballeros de Lisuarte, prisioneros de Gandalod, consiguen liberarse tras una esforzada lucha con
los hombres del de Sansueña. Guilán toma posesión de la Torre, a la que tiene derecho por derrotar a Gandalod, y les
pide a los cuatro caballeros que le guarden la fortaleza mientras el cumple con su misión de llevar las armas
de Amadís a Londres. Ya en la corte les cuenta a los reyes su hallazgo y sus temores acerca de la suerte de Aamadís.
Al conocer tan malas nuevas, Oriana se desespera.
También llegan las doncellas de Guilán que relatan su encuentro con Gandalín. Llega Ladasín junto con los cuatro
caballeros y custodiando al prisionero Gandalod. Lisuarte, al conocer su perfidia, le condena a muerte.
Lo defenestran desde lo alto de la torre a cuyo pie quemaron a Barsiñán.
Libro II, Capítulo 51 En la Peña Pobre, Beltenebros conversa con el ermitaño. Le cuenta sus pesadillas y el viejo las
interpreta. Intenta consolarlo, pero Beltenebrospersiste en su idea de penar en la isla de por vida. De tanto en
tanto, Beltenebros va a pescar a una ribera cercana acompañado por dos mozos, sobrinos del ermitaño.
Una noche que estaba penando bajo los árboles, Beltenebros oye tañer unos instrumentos. Se acerca y descubre que
son doncellas. Ellas le piden cobijo para su señora. Beltenebros les ofrece su propia casa. Llega la señora que se arroja
llorando sobre la cama. Las doncellas le explican que se trata de Corisanda, la reina de la ínsula de Gravisán y pena
por el amor de Florestán, hijo de la Condesa de Selandia y hermano de Amadís. Éste no desvela su identidad,
se prersenta como Beltenebros aunque les dice que conoce a Florestán. Al enterarse, Corisanda habla con él para que
le de nuevas sobre su amado. Corisanda y su séquito se quedan cinco días en la isla y luego continúan viaje hacia
Londres, en busca de Florestán. En Londres se reune con la reina que le explica que su amado está buscando a su
hermano Amadís y hasta que no lo encuentre no retornará a Londres. Corisanda le relata su estancia en la Peña Pobre
y su encuentro con el caballero que en ella pena. Las doncellas de Corisanda cantan para la reina y Mabilia una
canción compuesta por Beltenebros para expresar su tristeza. Tras escucharlas, Mabilia interroga a las doncellas sobre
ese misterioso caballero. Ellas se lo describen minuciosamente y Mabilia se da cuenta que se trata de Amadís. Con
prontitud, le cuenta a Oriana su descubrimiento. Deciden enviar a la Doncella de Dinamarca para confirmarlo en
cuanto vuelva de su viaje a Escocia.
Libro II, Capítulo 52 La Doncella de Dinamarca permaneció diez días en Escocia sin hallar noticias de Amadís. Se
despide de los reyes y retorna a Londres. Durante le viaje por mar le alcanza una tormenta que desvía al barco de su
rumbo. Tienen que atracar en una isla que resulta ser la Peña Pobre. Varios marineros la conocían y también a su
morador, el ermitaño Anadalod. Enterada de ello, la Doncella de Dinamarca decide desembarcar y encargarle
unas misas al eremita en agradecimiento por haber evitado el naufragio. Beltenebros, flaco y extenuado por su
penitencia, yacía bajo los árboles, llorando junto a una fuente. Se levanta y se acerca a la ermita para rezar. Los
visitantes también se aceran a la ermita. Son la Doncella de Dinamarca, Durín y Enil. Beltenebros los reconoce y, de
la emoción, se desmaya. El ermitaño lo lleva a su cama pensando que está agonizando. La Doncella de Dinamarca se
interesa por él y se ofrece para cuidarlo. Está un rato curando sus heridas y al poco repara en su cara y lo reconoce. Se
arrodilla ante él y le entrega la carta de Oriana, donde le imploraba su perdón por sus infundadas
sospechas. Amadís decide volver con su amada Oriana. Se despide de Analadod y marcha con el resto. Como está
muy débil, deciden dejarlo en compañía de Enil, sobrino de Gandales, que le servirá de escudero. La Doncella
de Dinamarca y Durín se adelantan para dar la buena nueva en la corte de Lisuarte.
Libro II, Capítulo 53 Galaor, Florestán y Agrajes acordaron separarse y partir en busca de Amadís. Pasado un año
debían reunirse en una ermita cercana a Londres para compartir el resultado de sus pesquisas. Allí se reunen los tres
junto a Gandalín. Su búsqueda ha sido infructuosa. Deciden ir a Londres y si no hay buenas noticias, seguir
sus indagaciones. Se entrevistan con Lisuarteque les dice que no hay vislumbre de Amadís. Las amadas
de Florestán(Corisanda) y Agrajes (Olinda) se regocijan por su llegada. Oriana y Mabilia, con permiso de Lisuarte,
deciden ir al castillo de Miraflores a esperar las noticias de la Doncella de Dinamarca. El rey les pide a los tres
caballero que antes de reanudar sus averiguaciones, le ayuden en una batalla que tiene pendiente con el
rey Cildadán de Irlanda, yerno del rey Abiés. La razón de la disputa son unas parias que Irlanda se niega a pagar a
Gran Bretaña.
Oriana, Mabilia y otras dueñas, escoltadas por Grumedán, parten hacia Miraflores. Les recibe Adanasta, la abadesa del
monasterio contiguo y guardiana de las llaves del castillo. Oriana le encarga a Gandalín que haga una copia de las
llaves para que Amadís disponga de ellas cuando regrese.
Libro II, Capítulo 54 El rey Lisuarte estaba comiendo con Galaor, Florestán y Agrajes cuando llega un caballero
armado con la cara cubierta. Desafía al rey y a sus vasallos de parte de Famongomadán, jayán del Lago Hirviente, y de
Cartadaque, jayán de la Montaña Defendida y sobrino de Famongomadán, de Arcaláus el Encantador y de
Cuadragante, hermano del rey Abiés. Dice que todos ellos van a ayudar al rey Cildadán en la disputa que tiene con
Lisuarte, salvo que éste acceda a ceder a Oriana como doncella de Madasima y futura esposa de Bagasante, hermano
de Madasima. Si accede, se comprometen a ser sus aliados en su lucha contra Cildadán. Lisuarte rechaza la
proposición y le pide una dirección a la que enviará a uno de sus caballeros para que de cuenta de su negativa. El
misterioso caballero le dice que lo envíe a la ínsula Monganza, en el Lago Ferviente. El caballero se llama Landín y es
sobrino de Cuadragante. Declara su intenso deseo de matar a Amadís, que mató a su vez al rey Abiés. Florestán se le
encara y se ofrece a sustituir a su hermano en ese combate.
Lisuarte envía al caballero Filispinel en compañía de Landín para que responda al desafío
El rey llama a su hija Leonoreta para que cante la canción que Amadís compuso en su honor. (Años antes, por broma,
Leonoreta le pidió a Amadís que fuera su caballero. Leonoreta le entregó un prendedor de oro y a cambio Amadís, le
compuso el villancico).
Galaor, Florestán y Agrajes deciden acompañar a Corisanda a su castillo antes de que ocurra la batalla contra el rey
irlandés. Gandalín acude a Miraflores. Coincide allí con la Doncella de Dinamarca que trae la carta de Amadís para
Oriana. La princesa lee la carta y la alegría la embarga. Le dan a Durín los duplicados de las llaves y le explican el
camino que debe tomar. Durín parte en busca de Beltenebros.
Libro II, Capítulo 55 Amadís se recupera rápido en casa de las monjas. Envía a Enil al pueblo cercano para que le
consiga nueva armas. Llega Durín en busca de unas joyas olvidadas por la Doncella de Dinamarca y le anuncia la
noticia del inminente combate entre Lisuarte y Cildadán y del desafío deFamongomadán. Esto último llena de ira
a Amadís. Durín regresa a Miraflores. Amadís, ya armado, emprende el camino acompañado de Enil. Por la noche se
cobijan en la casa de un anciano caballero. Reemprendenla marcha al día siguiente. Amadís lleva siempre la cara
cubierta por el yelmo para impedir que lo reconozcan. Ocho días después se encuentran con un caballero que se
interpone en su camino. Amadís reconoce el escudo, pues era uno de los expuestos en la cámara defendida de la Ínsula
Firme: es Don Cuadragante, que le pregunta si es un caballero de Lisuartey se declara enemigo de todos
ellos. Amadís se presenta como Beltenebros, caballero no vasallo de Lisuarte pero simpatizante del rey.
Luchan. Beltenebros resulta herido en un pectoral, y Cuadragante en el costado y cae a tierra. Se levanta y hiere al
caballo de Amadís y lo hace caer. Siguen la lucha a pie, con espadas, durante varias horas. Al final, tras un certero
golpe de Beltenebros, Cuadragante cae desvanecido. Amadís le arranca la promesa al vencido de que acudirá a la corte
del rey Lisuarte a retirar su desafío y que perdonará a Amadís por la muerte de Abiés.
Beltenebros sobre el caballo de Cuadragante y Enil continúan viaje. Se topan con cuatro doncellas que han
contemplado el combate. La más principal le convida a descansar y curar de sus heridas en su castillo. Pasan tres días
antes de seguir su camino. Por la noche se alojan en casa de un hombre bueno y al día siguiente llegan a los
alrededores de Londres. Se encuentran a un grupo de caballeros y doncellas que han acampado cerca de un río. Los
caballeros están justando e invitan a Amadís a unirse a ellos. Beltenebros declina la oferta y los otros le llaman
cobarde. Siguen su camino para encontrar un vado por donde cruzar. En ese momento les alcanza una de las doncellas.
Les dice que la envía Leonoreta, la hija del rey Lisuarte, que le pide que luche por ella. Beltenebros accede y regresan
con el grupo. En el primer encuentro Amadís derriba al caballero en el primer encuentro y lo deja tendido con la
cadera y tres costillas rotas. Luego derriba fácilmente al segundo y tercer caballero. Al cuarto le rompe escudo y
brazo. Al quinto, Corazón el de la Puente Medrosa, uno de los mejores justadores del momento, lo derriba en el
segundo encontronazo.Beltenebros recoge los caballos de los vencidos, que ahora son suyos y se los envía
a Leonoreta. Los caballeros vencidos ( Nicorán, Galiceo, Giontésel sobrino del rey, Lasamor el de la cadera rota y
Corazón) reconocen que se trata de un gran caballero solo comparable a Amadís. Beltenebroscontinúa la marcha y se
encuentra con tres doncellas descansando junto a una fuente. Le dicen que van camino de Miraflores a visitar a su tía,
la abadesa del convento, y a Oriana, la hija del rey. Beltenebros se ofrece para escoltarlas. Amadís envía a Enil a
Londres para que hable con Gandalín. Acuerda reencontrase con él en cuanto vuelva de sus gestiones en Londres junto
a esa fuente, la de los tres caños.
Aparece un carro tirado por doce caballos y guiado por dos enanos, lleno de caballeros prisioneros y cargados de
cadenas y de doncellas que gritan asustadas. Dos gigantes fuertemente armados custodian el carro. Amadísreconoce a
uno de ellos: es Famongomadán. Las tres doncellas se esconden asustadas. Este Famongomadán tiene por costumbre
degollar doncellas en honor a un ídolo que tiene en su isla del Lago Ferviente. Beltenebros reconoce entre los
prisioneros a Leonoreta y a los caballeros y doncellas que la acompañaban. A pesar de su cansancio decide enfrentarse
a los gigantes. Se lanza contra Famongomadán y le clava la lanza en la barriga y lo atraviesa. El gigante tiene tiempo
de lanzarle un venablo que mata a su caballo. Antes de morir pide auxilio al otro gigante, Bagasante, su hijo. Éste se
lanza sobre Amadís blandiendo un hacha. Beltenebros lo esquiva y le hiere en la pierna con su espada. En
un segundo encuentro, Bagasante le clava el hacha en el escudo y Amadís logra herirle en el brazo pero su espada se
rompe en el envite. Beltenebros desclava el hacha de su escudo y el gigante desenfunda su espada. En el tercer
encuentro, Amadísle rompe el yelmo de un hachazo y Bagasante le corta la coronilla del casco sin llegar a herirle,
aunque su espada queda rota. Beltenebrosaprovecha para hendir el hacha en la cabeza
del gigante llevándose una oreja y media quijada. El gigante le hiere en la pierna con la media espada que le queda
antes de caer mortalmente herido. Agoniza en el suelo y Amadís lo remata. Se pone el yelmo de Basagante y monta en
el caballo del gigante. Se acerca al carro y libera a doncellas y caballeros. Les pide que lleven los restos de los
gigantes ante el rey de parte de Beltenebros, caballero que quiere estar a su servicio.
La comitiva llega a Londres y coincide con la arribada de Cuadragante. Lisuarte se maravilla de tan esforzado y
desconocido caballero.
Libro II, Capítulo 56 Beltenebros, tras la aventura, se despide de Leonoreta y de sus caballeros y doncellas. Vuelve
con las doncellas de la Fuente y también se despide de ellas. Envía a Enil a Londres en busca de su primo Gandalín,
para que le consiga nuevas armas y armadura para suplir las suyas, destrozadas en el combate. Conciertan el encuentro
en ocho días, junto a la Fuente de los Tres Caños. Las doncellas continúan viaje hasta Miraflores donde hablan
a Oriana de su encuentro con Beltenebros. La emoción embarga a Oriana al conocer que su amado está tan cerca.
Amadís vaga por el bosque. Llega junto a un arroyo y se tumba para descansar y meditar en la futilidad y mudanza de
la vida. Cuando anochece monta en su caballo y parte a Miraflores. En la huerta del castillo encuentra
a Durín y Gandalín que le sujetan el caballo. Le ayudan a escalar el muro. En lo alto ya le esperan Oriana y Mabilia.
Los dos amantes se abrazan, se besan, ríen y lloran de emoción... Mabilia los conduce hasta los aposentos de Oriana y
allí los deja solos. Ocho días con sus noches permanecen encerrados en los aposentos. Gandalín va y viene de Londres
a Miraflores trayendo noticias de la corte. Enil trae las nuevas armas de Amadís.
El rey Lisuarte está reclutando caballeros para su batalla contra el
rey Cildadán: Florestán, Agrajes, Galaor, Galvanes sin Tierra,... Todos le hablan de un nuevo campeón: Beltenebros.
Algunos incluso hablan de que es superior a Amadís, con gran enojo de sus hermanos. A palacio llega un viejo
escudero acompañado de dos jóvenes. El viejo saluda al rey en griego. Abre una caja forrada con láminas de oro y
saca de su interior una espléndida espada y un tocado de flores. El viejo explica que la espada solo la puede
desenvainar aquel caballero que ame verdaderamente a su amada. Si es así, la hoja de la espada cambia de color
tornándose limpia y clara. Y el tocado, de flores todas distintas, si se coloca en la cabeza de la amada se transforma y
todas las flores se vuelven verdes y hermosas. El escudero declara que lleva sesenta años buscando a ese caballero y a
su dama, recorriendo cortes de reyes y emperadores, para servirlos. Explica que la vaina está fabricada con el hueso de
una serpiente alada que vive en el mar que separa Tartaria de La India. El tocado es de flores de árboles de Tartaria, de
una ínsula a quince leguas de la costa que está protegida por un remolino tan violento y peligroso que pocos hombres
se aventuran a atravesarlo para recoger esas flores. El escudero se presenta como sobrino de Apolidón, hijo de Ganor y
de una hija del rey de Canonia. Siendo joven aspiró a a ser caballero, pero sólo si era armado por el caballero que
fuera el más leal amador del mundo entero.. Pensó que pronto lo encontraría. Pero ya llevaba sesenta años
de búsquedainfructuosa. Además, como seguía siendo escudero, no podía ocupar el trono de su padres que por
derecho le correspondía. Gandalín que ha escuchado toda la historia, corre a Miraflores para contársela
a Beltenebros. Amadís le propone a Oriana que acudan a Londres para ganar ambos trofeos. Así quedan mutuamente
confortados, apartando por siempre todas las dudas que los han atormentado. Acuerdan presentarse en la corte con los
rostros cubiertos para evitar que los reconozcan, Envían a Enil a la corte con un mensaje para Lisuarte pidiendo que
les permita probar la espada y el tocado sin identificarse de antemano.
Libro II, Capítulo 57 Al día siguiente, la Doncella de Dinamarca acude a Londres a conocer la la respuesta. A la
corte ha llegado también Briolanja, con cien caballeros que la ayudan en la búsqueda de Amadís. La acompañan
veinte doncellas, enlutadas hasta que aparezca el héroe. Lisuarte admite las condiciones de Beltenebros y la Doncella
de Dinamarca corre a transmitir el mensaje a Oriana y a su amante. Llegan a la corte. La fama de Beltenebros y su
lucha con Cuadragante y los gigantes les precede. El rey Lisuarte reune a sus caballeros con sus respectivas damas y
comienzan las pruebas. El viejo escudero, de nombre Macandón, trae los trofeos. Lisuarte intentadesenfundar la
espada y no puede. También lo intentan Galaor, Florestán, Galvanes, Grumedán, Brandoibas y Ladasín. Ninguno lo
consigue. Solo Florestán consigue sacarla hasta un palmo. Galaor la saca tres dedos. Guilán el Cuidador lo prueba a
continuación y consigue desenvainarlahasta la mitad. Cien caballeros más lo intentan y todos
fracasan. Dragonísy Palomir la sacan tres dedos, como Galaor. El último en intentarlo es Beltenebros, que desenfunda
totalmente la espada. Entonces la hoja cambia de color: de rojo ardiente a clara y limpia. Beltenebros se
desprende de su vieja espada y la cambia por la nueva.
Sin pausa comienza la prueba del tocado: se lo prueban la reina, Briolanja, las
infantas Eluida y Estrelleta, Aldeva y Olinda. Solo con la última reverdece un tanto el tocado. Luego lo intentan más
de cien doncellas y dueñas y ninguna mejora el intento de Olinda. La última es Oriana y nada más colocarse el tocado,
todas las flores reverdecen y hermosean. Macandón, que tiene todos los complementos preparados, le pide
a Beltenebros que le arme caballero. Beltenebros accede y es nombrado al instante. Luego Beltenebros se ofrece
a Lisuarte para ayudarle en su lucha contra Cildadán. Más tarde Oriana, Amadís y Enil regresan a la Fuente de los
Tres Caños. Se topan con un escudero que reclama a Oriana en nombre de Arcaláus el
Encantador. Beltenebros se niega. Arcaláus envía a su sobrino Lindoraque para que luche con Beltenebros y consiga el
tocado para su amiga Madasima. Lindoraque es hijo de la hermana de Arcaláus y de Cantada, el gigante de la
Montaña Defendida. En el primer encuentro, Lindoraque cae al suelo con un trozo de lanza clavado en en pecho.
Intenta esquivar el segundo ataque de Beltenebros con tan mala fortuna que tropieza y cae sobre el trozo de lanza que
se le clava más profundo, le atraviesa y sale por la espalda y muere. Arcaláus ataca, pero Beltenebros, de un golpe
con su espada le hace pedazos la lanza. Arcaláus huye. Beltenebros corre tras él. Arcaláus arroja su escudo y, al perder
peso, escapa con facilidad de su perseguidor. Beltenebros vuelve con su amada, envía a Enil junto a Lisurte para que
le lleve la cabez de Lindoraque y la lanza y el escudo de Arcaláus.
Beltenebros y Oriana siguen su camino. Descansan junto a una fuente. Llegan a Miraflores donde les reciben Durín,
Gandalín, la Doncella de Dinamarca y Mabilia.
El rey Lisuarte y Galaor se encuentran con una doncella que dice ser Urganda la Desconocida. Les entrega una carta a
cada uno y se despide y se va. Cada uno lee su carta pero no son capaces de descifrar tan enigmáticas misivas, que
hacen referencia a Beltenebros y a la próxima contienda con Cildadán. De regreso a Londres se topan con dos
caballeros, los hermanos Bruneo de Bonamar y Branfil que se ofrecen al rey para el inminente combate. Bruneo es el
enamorado de Melicia, la hermana de Amadís y Galaor. Galaor los acoge en su compañía. Llega Filispinel con la
respuesta de los gigantes. Cuenta que son muchos, gigantes y caballeros irlandeses, y que antes de cuatro días
desembarcarán en el puerto de Vega, donde queda emplazada la batalla. También cuenta que en la isla de Mongaza, en
el Lago Ferviente, están Arbán de Norgales y Angriote de Estravaus, prisioneros de Gromadaza, la giganta esposa de
Famongomadán. Allí sufren crueles tormentos en venganza por la muerte de Famongomadán y de su hijo.
Libro II, Capítulo 58 Beltenebros se queda tres días con Oriana. Al cuarto, parte a la batalla. Envía por delante a su
escudero Enil. Conciertan su encuentro en un castillo cercano al campamento de Lisuarte, propiedad de Abradán, viejo
caballero hospitalario. Llegan sin problemas al castillo y son bien acogidos. También llegan dos sobrinos de Abradán,
escuderos, con noticias sobre Cildadán y su ejercito: ya han desembarcado y se preparan para el combate. Cildadán ha
concedido audiencia a Grumedán y Giontes, sobrino de Lisuarte, y acuerdan lugar y día de la batalla y otra condición:
cada bando solo podrá utilizar cien caballeros. Beltenebros le pide a Abradán que se presente a Lisuarte y que le deje
unirse a su grupo de caballeros. Abradán parte raudo junto a Lisuarte y cumple el encargo. Lisuarte recibe con alegría
la propuesta. Con Beltenebros ya dispone de 99 caballeros. Grumedán elogia a Beltenebros despertando la callada
envidia de Galaor, Florestán y Agrajes. Abradán vuelve a su castillo e informa a Beltenebros de sus gestiones y de que
falta el último caballero. Al oirlo, Enil le pide a Beltenebros que lo arme caballero. Éste accede y Abradán le cede sus
propias armas. Al día siguiente parten con los sobrinos de Abradán como escuderos y, ante Lisuarte, Beltenebros
presenta a Enil como el centésimo caballero.
Se colocan para la batalla. Por delante de Lisuarte y en primera línea: Beltenebros, Enil, Galaor, Florestán, Agrajes,
Gandalac el gigante, Bramandil y Gavus (los hijos de Gandalac), Nicorán de la Puente Medrosa, Dragonís, Palomir,
Pinorante, Giontes (sobrino de Lisuarte), Bruneo de Bonamar, Branfil (hermano de Bruneo) y Guilán el Cuidador. Por
delante de todos, con la enseña real, Grumedán.
En el bando de Cildadán, en primera línea, los gigantes y veinte caballeros. En un otero se oculta el gigante
Madanfabul de la Torre Bermeja con diez caballeros. Su misión es atacar por sorpresa para matar o capturar a
Lisuarte.
La batalla comienza. Pasa el primer tercio de la jornada con un numeroso saldo de muertos y heridos. Beltenebros
destaca matando enemigos, aunque no descuida la protección del rey. Galaor, aguijoneado por la competencia,
también se esmera. Se le encara el gigante Cartadaque de la Montaña Defendida, armado con un hacha. Ya había
matado a seis caballeros, aunque Florestán había logrado herirle en un hombro y sangraba profusamente. Galaor de un
golpe de espada, le corta el hacha por el mango y le hiere en la cabeza. El gigante, al verse desarmado, se abalanza
sobre Galaor y lo atrapa entre sus brazos y caen al suelo. Galaor, presa del fornido abrazo del gigante, está a punto de
morir. Por suerte su espada todavía le cuelga de su mano gracias a una cadena. La agarra con fuerza y se la clava al
gigante entre los ojos. Galaor se levanta tan exhausto y quebrantado que no es capaz de desenclavar la espada de la
cabeza del gigante muerto. Beltenebros se enfrenta al rey Cildadán. De dos mandobles, lo derriba. El rey cae al suelo,
junto a Galaor. Éste recoge la espada del rey irlandés y le descarga varios golpes hasta matarlo. Galaor, tras el
esfuerzo, cae desvanecido sobre el cadáver del irlandés.
Por otro lado, se enfrentan los gigantes Gandalac y Albadanzor a golpe de maza hasta que caen de los caballos.
Gandalac tiene la pierna quebrada y a Albadanzor se le ha roto el brazo. Para entonces, ya pasado el mediodía, han
muerto más de 120 caballeros. Madanfabul piensa que ha llegado el momento de actuar. Sale del otero con sus
caballeros y se lanzan sobre Lisuarte. Beltenebros los ve venir. Cambia su caballo por otro de refresco y se interpone.
Otros acuden en defensa del rey: Florestán, Agrajes, Bruneo, Branfil, Guilán y Enil. Un caballero enemigo se adelanta
a Madanfabul. Es Sarmadán el León, tío del rey Cildadán. Ataca a Beltenebros con su lanza y, aunque se quiebra,
consigue herirlo al atravesar su escudo. Beltenebros, de un espadazo en la cabeza, le hiere en ambos ojos y Sarmadán
cae al suelo. Los caballeros de Madanfabul consiguen neutralizar a los de Lisuarte. El gigante alcanza al rey y lo
atrapa, lo arranca de su silla y corre con él hacia sus naves. Beltenebros lo advierte. Galopa en pos de él y de un golpe
de espada le cercena el brazo con el que sujeta a Lisuarte. Lamentablemente hiere a Lisuarte a la altura de la loriga. El
gigante muere. Beltenebros, voz en grito, desvela su identidad y continúa matando enemigos a diestro y siniestro. Sus
compañeros están muy perjudicados y vienen enemigos de refresco. Amadís cree que Galaor ha muerto, y esa idea
redobla su furia y su bravura. Un gigante, Gadancuriel, toma el liderazgo de las fuerzas invasoras. Amadís, cegado por
la ira, se introduce imprudentemente entre las filas enemigas. Lisuarte lo ve y acompañado de varios caballeros
(Bruneo, Florestán, Guilán, Ladasín, Galvanes, Olivas y Grumedán) se lanza en su auxilio. Amadís, en su ciego
ataque, llega a la zona donde Agrajes, Palomir, Branfil y Dragonís luchan a pie, espalda con espalda, rodeados de
enemigos. Amadís los socorre con ayuda de Florestán y Guilán. Vadamigar ataca con su lanza a Amadís, pero éste le
hunde su espada hasta las orejas y lo mata. Agrajes monta en el caballo de Vadamigar. Florestán derriba a otro
enemigo, Daniel. Le cede el caballo del caído a Landín que está muy malherido. Palomir le trae un caballo a Dragonís.
Ya todos con montura ayudan a Amadís en el combate.
La batalla está ganada. Amadís persigue sin piedad a los que huyen a las naves, furioso por la muerte de Galaor.
Gadancuriel, reuniendo sus escasas fuerzas, lanza un último ataque sobre Lisuarte para permitir la evacuación de los
suyos. Florestán se interpone a pesar de tener la espada rota por la empuñadura. Gadancuriel le parte el yelmo y lo
hiere. Florestán le golpea con la empuñadura y le saca el yelmo. Lisuarte aprovecha para atacarle con su espada y le
parte la cabeza en dos. Al morir su jefe, ya nada impide el extermino de sus hombres: todos son aniquilados.
Luego, Amadís, acompañado de Florestán, Agrajes, Dragonís y Palomir, busca a Galaor. Lo encuentran debajo de
varios cadaveres. Piensan que ha muerto. Amadís lo abraza llorando y Galaor se remueve débilmente. Aparecen doce
doncellas con escuderos y un lecho portátil. Se ofrecen para curar a Galaor pero se niegan a decir donde se lo van a
llevar e impiden que Amadís les acompañe. Consienten en que les acompañe el enano Ardián y el escudero de Galaor.
Colocan al herido en el lecho y lo embarcan. También se llevan el cuerpo del difunto rey Cildadán.
Lisuarte consuela a Amadís por la gravedad de las heridas de su hermano. Ordena enterrar los muertos en un
monasterio cercano. El rey acompaña a los caballeros heridos hasta la cercana villa de Ganota donde son curados.
Mientras, Briolanja visita a Oriana en Miraflores. Se confiesa perdidamente enamorada de Amadís, pero que su amor
no es correspondido, para secreta satisfacción de Oriana. Juntas acuden, diez días depués, a Fenusa, donde la reina
Brisena curaba a su marido. Allí se enteran de que Beltenebros es Amadís. Ambas acuerdan preguntarle a Amadís por
su amada, la del tocado.
Libro II, Capítulo 59 Las doncellas cuidan bien de Galaor. Recupera el conocimiento tras tres días de inconsciencia.
Ve que se encuentra en una lujosa casa sostenida por cuatro columnas de mármol y cerrada con mallas de hierro. La
casa está en una huerta que está cerrada por altos muros. En ellos, Galaor llega a distinguir una pesada puerta de
hierro, también cerrada. No recuerda nada posterior a la batalla, no conoce su desenlace y cree que ha sido hecho
prisionero.
El rey Cildadán no murió en la batalla. Cuando recobra el sentido se encuentra encerrado en una torre. Desde la
ventana de la torre solo puede ver el mar. No ve a ninguna persona pero oye voces en el piso superior.
Galaor recibe la visita de una doncella y de un viejo provecto. La mujer lleva dos cajas, una de hierro y otra de plata.
Le dice que quien le ha llevado hasta allí quiere que Galaor haga su voluntad. La doncella ha sido designada para
curarle las heridas. En un aparte, ella le cuchichea que el viejo pretende envenenarle, pero que ella ha sustituido el
veneno por un ungüento curativo. Luego le comunica al viejo que ya ha embadurnado a Galaor con la pomada
ponzoñosa. El viejo le dice que alargue la agonía del caballero al menos quince días más, para satisfacer los deseos de
venganza de quien ha encerrado a Galaor en esa torre. Se van, pero al poco vuelve la doncella acompañada de otras
dos hermosas jóvenes. Traen comida y se quedan con Galaor, cuidándole y haciéndole compañía.
El rey Cildadán recibe la visita de una dueña de mediana edad y de dos caballeros. Sin mediar palabra, la dueña le
cura y le alimenta. Luego se van.
Galaor se recupera con rapidez. Recibe las visitas de la doncella con regularidad. En una de ellas, ella le pide un
favor. Galaor accede a concedérselo a cambio de conocer su nombre. La doncella le dice que ya debería saberlo, pues
se conocen tiempo ha. Le dice que se llama Sabencia sobre Sabencia y se va. Galaor sospecha que pueda ser Urganda,
mutada de aspecto, antes vieja y ahora joven. Mira a las otras doncellas y han desaparecido. En su lugar están Gasaval,
su escudero, y Ardián, el enano, ambos dormidos. Los despierta. Ellos le cuentan como han sido llevados hasta ahí.
También le hablan de la reaparación de Amadís tras su periodo como Beltenebros.
Urganda, una vez recuperados Galaor y Cildadán, les envía a sus dos sobrinas para su solaz. Son las hijas de su
hermana Grimota que tuvo de una relación con Falangriz, rey de Gran Bretaña, hermano de Lisuarte. Se
llaman Juliana y Solisa. De tanto solaz y atención, ambas quedan preñadas y darán a luz dos varones: el hijo
de Galaor y Juliana será Talanque, el de Cildadán y Solisa, Maneli el Mesurado.
Lisuarte, Amadís y el resto de caballeros supervivientes se dirigen a Fenusa. Allí se reunen
con Brisena, Briolanja, Oriana y otras damas. Son recibidos con alegría, especialmente Amadís, por salvar al rey y ser
decisivo en la batalla. Briolanja le cuenta como reclutó a más de cien caballeros para buscarle. Amadís le replica que
en cuanto sepa de Galaor y ayude en la disputa de Florestán y Landín, la acompañara de regreso a su reino. Luego se
irá a su Ínsula Firme para ordenar sus asusntos. Hablan de la Ínsula Firme y Amadís, galante, pondera la belleza
de Briolanja. Palabras que entristecen a Oriana, que piensa que Amadís la infravalora. Mabilia se lo intenta quitar de
la cabeza, pero luego, cuando se reune con Amadís le aconseja que mida sus elogios para otras mujeres cuando esté en
presencia de Oriana y no avivar sus celos. Aclarado el malentendido, se citan en la huerta por la noche
para solazarse juntos.
Lisuarte convoca a Amadís, que acude acompañado de Bruneo y Branfil. Ven a Cuadragante cumpliendo la promesa
que le hizo a Beltenebros: implora el perdón de Lisuarte y declara haber perdonado a Amadís por la muerte de su
hermano, el rey Abiés. Por su parte, su sobrino Landíntambién declara haber perdonado a Florestán. Todos olvidan su
disputa.
Lisuarte planea liberar a Arbán de Norgales y a Angriote de Estravaus, prisioneros en la
ínsula Mongaza. Amadís prefiere partir en busca de Galaor, acompañado de Florestán y de Agrajes. Cien caballeros
más se ofrecen para ayudarles en su búsqueda.
El rey Lisuarte aparta a Amadís para hablarle confidencialmente...
Libro II, Capítulo 60 Por la noche, tras la cena, Lisuarte y su gente ven como dos fuegos se acercan por el mar.
Todos se asustan. Cuando están más cerca descubren que se trata de una galera que lleva dos grandes cirios prendidos.
La gente se asusta temiendo que el fuego pueda afectar a la villa. El rey acude con cincuenta caballeros a la
costa. Amadís, Guilán y Enil ya se habían adelantado. De la galera desembarca una dama vestida de blanco con una
arqueta de oro en sus manos. De ella saca una candela encendida y la apaga arrojándola al mar. Cuando se apaga,
también se apagan los grandes fuegos. Solo persiste algo de lumbre en los cirios que permite alumbrar toda la ribera.
La dueña retira el paño de la galera y muestra que está toda ornada con ramas y flores. En su interior se oye tañer
instrumentos. La música cesa y al poco salen diez doncellas con guirnaldas de flores y vergas de oro en sus manos. La
dueña le dice a Lisuarte: "Soy Urganda". Viene a avisar a Amadís. No debe perder el tiempo en la búsqueda
de Galaor, no lo va a encontrar. Pero no debe preocuparse por él. Está bien, se recupera de sus heridas con rapidez. El
rey invita a Urganda a su castillo. Ella declina, prefiere quedarse en su galera. Pero le pide que al día siguiente le envía
una escolta de cuatro caballeros: Amadís, Agrajes, Bruneo y Guilán. Todos se van a dormir. El rey deja un grupo de
veinte ballesteros para que custodien la galera.
A la mañana siguiente vuelven los cuatro caballeros designados para la escolta de gala. Llevan doce palafrenes para
las doncellas. La comitiva se pone en marcha. Los cuatro caballeros flanquean a Urganda que expresa su contento de
verse tan bien acompañada..., y porque también ella está enamorada...¿de Amadís?
Llegan a palacio. Urganda habla con el rey y pondera la lealtad de sus caballeros. Luego habla con la reina y alaba el
valor, la lealtad y el amor de Amadís, como símbolo de todos los caballeros del rey Lisuarte. También felicita a la
doncella del tocado, afortunada beneficiaria del gran amor de Amadís. Al oír esto último, Oriana, la Doncella
de Dinamarca y Mabiliatemen que pueda desvelar el amor secreto entre Oriana y Amadís con gran vergüenza para
todas. Amadís, para tranquilizarlas, se adelanta y le pregunta si sabe la identidad de la doncella del tocado. Urganda le
responde que nadie mejor que él para desvelar su identidad, puesto que la libró de Arcaláus y de su
sobrino Lindoraque. Amadís dice que siempre la vio con la cara tapada(?). Urganda responde que se trata de una
mujer bienamada, que vive en el reino de Lisuarte, socialmente bien situada, de madre extranjera y se niega a desvelar
más datos sobre ella. La reina le pregunta si es dueña o doncella. Urganda le responde con evasivas. Llega la
noche. Urganda se aposenta en la misma habitación que Oriana, Briolanja y Mabilia. Hablan y ríen largamente hasta
quedar dormidas. Urganda advierte que Oriana no duerme. Le pregunta por la razón de su desvelo. "¿Es, quizás, la
ausencia de su amante?". Oriana se sonroja, pero Urganda la tranquiliza.No va a revelar a nadie su secreto. Para evitar
que las oigan sus compañeras de habitación, saca un librito y hace un conjuro. Así no despertarán y cualquiera que
entre en el cuarto caerá dormido. Oriana lo comprueba: intenta despertar a Briolanja y Mabilia sin éxito. Llama a la
Doncella de Dinamarca, que en cuanto traspasa el umbral de la puerta cae redonda al suelo. Entonces le pregunta a
Urganda sobre su futuro. Le contesta que un fiero león vendrá y la aterrorizará a ella y a los suyos . De un zarpazo le
quitará su corona que ya no recuperará. Saciará su hambre con su carne y la llevará a una
profunda cueva. Oriana queda despavorida ante tan truculento augurio. Urganda la tranquiliza. Le dice que, con
frecuencia, la gente, ante oscuros designios, suele temer aquello que los debería alegrar. En todo caso ella debe
congratularse de tener tan buenos padres y de amar y ser amada por tan excelente caballero. Urganda esconde
el librito y todas las durmientes, despiertan.
A los pocos días Urganda anuncia su partida. Hace reunir a doncellas y caballeros. Le pide al rey que les lea las cartas
que le había entregado a él y a Amadís. Así todos podrán comprobar sus grandes dotes adivinatorias. Lisuarte así lo
hace.
Luego, Urganda habla a la concurrencia sobre la gran contienda que va a haber entre el Culebro y el León con
implicación de otros animales, entre los que muchas muertes habrá. El León herirá de gravedad al Raposo romano con
gran pesar del Culebro. La Oveja negra se interpondrá entre el León y el Culebro consiguiendo la paz entre ellos.
Llegarán los Lobos que atacarán al Culebro y sus amigos, y los encerrarán en una cueva. El Unicornio despertará al
León que, con sus aliados, socorrerá al Culebro. Lo salvarán in extremis de la muerte. Los Lobos serán exterminados,
el Culebro sanará y se librará de toda ponzoña. La Cervatilla consentirá en ser entregada a las garras del León.
El rey hace escribir toda la profecía de la que no ha entendido ni media palabra.
Urganda habla con Amadís y le pronostica una empresa que le costará sangre y esfuerzo y de la que otro sacará
provecho y mérito. Le pronostica grandes sufrimientos a causa de su espada, hasta tal punto que deseará verla rota o
arrojada a las aguas. Amadís afronta con buen ánimo tan funestos presagios. Urganda se despide de todos, embarca en
su nave y zarpa hasta perderse entre las tinieblas.
Libro II, Capítulo 61 Meditaba Lisuarte un plan para liberar a Arbán de Norgales y a Angriote cuando una nave
arriba a su puerto. De ella desembarca una doncella acompañada por dos escuderos y pregunta por el rey. Es una
mujer alta, un palmo más alta que cualquier caballero de la corte, hermosa y ricamente vestida. Trae cartas de creencia
para el rey y la reina. Viene de parte de Gromadaza, la giganta del Lago Ferviente, aliada de Madasima y de Ardán
Canileo el Dudado. Proponen un combate singular entre Ardan Canileo y Amadís. Si vence Amadís liberarán a los dos
prisioneros y cederán sus tierras a Lisuarte. Si vence Ardán, quieren el cese de hostilidades y la cabeza de Amadís. Si
no acceden, ajusticiaran a los dos caballeros prisioneros. Como garantía, Madasima y doce doncellas más quedarán
bajo la custodia real y pagarán con su vida el incumplimiento de lo que se acuerde. En su reclusión estarán
acompañadas por el rey Andanguel con dos de sus hijos y nueve caballeros.
Amadís acepta el reto con todas sus condiciones. Incluso invita a la doncella a alojarse junto con sus escuderos en su
propia casa, a pesar de que ella le declara un odio mortal. Bruneo se ofrece para sustituir a Amadís en el combate
contra Ardán. La doncella se niega pero le reta a enfrentarse a su propio hermano, si se atreve. Bruneo acepta e
intercambian gajes. Amadís acompaña a la doncella a su casa y para agasajarla, la aloja en las mejores dependencias.
La dejan sola en el cuarto de armas y ella aprovecha para robar la espada de Amadís. Se la pasa a uno de sus escuderos
que la lleva a su barco. Amadís ha dejado a Enil para que asista a la doncella, pero ésta desprecia todos los manjares
que le ofrece. Antes de acabar la cena decide marcharse. Ya en el barco se reúne con Madasima y con Ardán Canileo
y les cuenta el resultado de sus gestiones. Les cuenta como ha hurtado la espada de Amadís. Exultante, Ardán le dice a
Madasima que piensa vengarla ganando a Amadís y devolverle sus tierras. A cambio él espera que ella le entregue su
amor. Madasima calla. Por un lado necesita a Ardán para cumplir su venganza, por otro, ella es hermosa y él, feo y
esquivo. La idea de casarlos ha sido de su madre la giganta.
Historia de Ardán Canileo el Dudado: Natural de Canileo, de sangre de gigantes, era alto pero no gigantesco. Fuerte,
de cara ancha y roma, como de perro (de ahí "canileo"), greñudo y crespo, de aspecto leonino. 35 años de edad y diez
años de victoriosa carrera caballeril.
Madasima le entrega la espada de Amadís a Ardán.
Vuelven de cacería Agrajes, Florestán, Galvanes sin Tierra y Guilán. Se enteran de todo lo ocurrido y lamentan no
haber estado presentes para participar en el combate, sobre toto Guilán conocedor de la bravura en el combate de
Ardán. Todos se quejan a Amadís por no contar con ellos. Les explica que se trata de un combate singular y que solo
él ha sido emplazado.
Al día siguiente, Amadís y sus amigos reciben a mdasima y al resto de rehenes. Ella, vestida de negro, pero muy
hermosa, se inclina ante Amadís que flirtea un rato con ella. Esto inflama de celos a Ardán y se enfrentan
dialecticamente: Ardán le amenaza con cortarle la cabeza y Amadís le asegura que le ganará solo con la intención de
evitar su matrimonio con Madasima. Esta afirmación irrita a Ardián pero alegra secretamente a Madasima. El combate
queda fijado para el día siguiente. El rey ordena cercar un terreno cercano como campo de batalla e invita a Amadís y
a sus amigos a pasar la noche en su castillo. Amadís acepta. Gandalín recoge las armas de su amo y descubre que falta
la espada. Desesperado informa a su amo. Amadís le dice que no tiene importacia aunque en su fuero interno se
preocupa. Le pide que vaya en busca de la espada con la que fue arrojado al mar y que custodia Guilán y que le diga a
Oriana que quiere tenerla siempre a la vista durante el combate.
Llega la noche. Amadís se confiesa. Amanece. Amadís se viste para la pugna. Mabilia le trae unas joyas como
talismanes que llevará bajo la armadura. Le traen el caballo y parte al combate. Florestán le lleva la lanza, Guilán, el
escudo y Bruneo, el yelmo. El rey preside en el campo. Las doncellas y dueñas, en las ventanas. Amadís entra en el
campo, mira a su amada y toma ánimo. Llegan los jueces: Grumedán, Cuadragante y Brandoibas. Aparece Ardán
Canileo, muy bien armado con la espada robada a Amadís. Oriana se asusta al ver su traza. Grumedán asiste a Amadís
y Brandoibas a Ardán. Cuadrante es el encargado de tocar la trompa como señal de inicio. Comienza el combate. En el
primer envite, rompen lanzas y ambos caen de sus caballos. Las dos monturas quedan muertas: la de Ardián con el
cuello roto, la de Amadís con el espinazo quebrado. Amadís se levanta y saca un trozo de lanza que le ha atravesado el
escudo y la manga de la loriga sin herirle. Espada en mano ataca a Ardán. Luchan con bravura. Intercambian duros
golpes. La armadura de Ardán es fuerte pero pesada y su espada es la mejor. La armadura de Amadís es más ligera
pero menos resistente. Ardán recibe muchos más golpes pero sale indemne. Amadís, con menos golpes recibidos,
presenta bastentes deperfectos en su armadura y heridas en sus carnes. Al poco rato, Amadís tiene su escudo
destrozado y su cuerpo teñido con su sangre. A pesar de tener la espada casi despedazada, consigue herir varias veces
a su oponente. Madasima prefiere la victoria de Amadís. Prefiere perder sus tierras a casarse con Ardán. Oriana que ve
sangrar con profusión a su amado, se gira de espaldas porque no puede soportar tal visión. Mabilia la vuelve y la
obliga a mantenerse en su puesto. Las dudas sobre la victoria de Amadís comienzan a asaltar a Brandoibas y
Grumedán. Cuadragante, que ya fue derrotado por Amadís, les contradice. Amadís golpea a Ardán en la cabeza con su
maltrecha espada, que al golpear el yelmo se parte en tres trozos. Ardán queda algo aturdido, pero al advertir que
Amadís está sin espada, se anima y anuncia su victoria voz en grito. Madasima se desespera. Se arrodilla ante la reina
Brisena y le pide protección para que evite su casamiento con Ardán. Al parecer la promesa de matrimonio era válida
solo si Ardán acababa con Amadís en el tiempo que un hombre recorre media legua, pero ese tiempo ya ha sido
rebasado en más de cuatro horas. Se van cumpliendo las profecías de Urganda. Amadís, a la desesperada, se abalanza
sobre Ardán, evita un espadazo, le agarra su escudo y, con un hábil movimiento, se lo arrebata. Recoge la punta de
una lanza quebrada, y así armado, se enfrenta de nuevo a su rival. Ardán le ataca con saña y le lanza un golpe dirigido
a su cabeza. Amadís se protege con el escudo y la espada se clava más de tres dedos en el brocal. Al mismo tiempo
consigue herir a su contrincate con la punta de lanza en el brazo derecho. A causa de esta herida, Ardán es incapaz de
desenclavar la espada. De esta forma, Amadís recupera su espada. Mabilia informa a Oriana del vuelco en el combate
y de la inminente victoria de Amadís. Ardán, desarmado, intenta recuperar su escudo como antes hizo Amadís, pero
éste le golpea en el hombro izquierdo, hiriéndole gravemente. Ardán intenta escapar pero Amadís le sujeta por el
yelmo y le hace caer de rodillas. Le saca el yelmo y de un certero golpe, le cercena la cabeza. Amadís la recoge y la
arroja fuera del campo de batalla. Arrastra el cuerpo hasta una peña y lo arroja al mar. Libera a Arbán de Norgales y a
Angriote y se retira a su posada para curar sus heridas. Arbán de Norgales, bajo la protección de su tía la reina
Brisena, es curado en palacio. Angriote acompaña a Amadís a su posada y ahí es atendido. Más tarde reciben la visita
de homenaje de caballeros, dueñas y doncellas. Mabilia le lleva a Amadís las noticias de su amada.
Libro II, Capítulo 62 El día siguiente es el acordado para el combate entre Bruneo de Bonamar y el hermano de la
doncella alta. Éste se llama Madamán el Envidioso. Ambos acuden al campo flanqueados por jueces y camaradas. La
lucha comienza: parten lanzas en el primer choque. Madamán cae al suelo. Bruneo resulta herido de levedad en el
pecho porque la lanza de su contrario le atraviesa el escudo. Madamán le pide que descabalgue para combatir en
igualdad. Bruneo accede. Continúan la encarnizada lucha. Destrozan escudos y armaduras y se hieren varias veces.
Ambos sangran profusamente. A la vez, sus caballos, que han quedado sueltos, se enzarzan en una pelea a bocados y
coces, tan encarnizada que el caballo de Madamán termina por huir fuera del cercado del campo de justa. Bruneo
consigue una cierta ventaja sobre Madamán. Éste propone una pausa para restañar heridas y recuperar fuerzas. Bruneo
se niega y le ataca con mayor denuedo. Madamán a duras penas contiene su ataque. Madamán se va retirando, corre
hacia la costa y llega al borde de un acantilado. Bruneo le persigue y le empuja. Madamán, despeñado, muere. Su
hermana Matalesa, la doncella alta, corre desesperada hasta allí. Recoge la espada de su hermano, se la clava, muere y
cae también por el acantilado. Llevan a Bruneo en loor de multitud hasta la posada de Amadís. Allí le curan y recibe la
visita de caballeros, doncellas y dueñas. Briolanja decide volver a su reino para ocuparse de sus asuntos. Antes pasará
por la Ínsula Firme para probarse en la Cámara Defendida. Enil la acompañará.
[...]
Historia del rey Lisuarte: Cuando era joven infante, sin reino ni fortuna, viajó por el mundo en busca de aventuras. De
paso por Dinamarca conoció a Brisena, princesa de aquel reino. Se enamoraron y se casaron. Tiempo después heredó
el reino de Gran Bretaña al morir su tío Falangriz sin descendencia. Pasan los años y consigue atraer a su reino a la
flor y nata de la caballería andante: Amadís, Galaor y los demás. Así consigue acrecentar su reino en tierras, honores y
prestigio. Pero no todo iban a ser buenaventuras en su reinado: Lisuarte tenía dos ancianos consejeros, cuñados, que ya
habían asesorado al viejo rey Falangriz. Se llamaban Brocadán y Gandadel. Éste último tenía dos hijos, caballeros
apreciados por su valía en la corte hasta la llegada de Amadís y sus hermanos que oscurecieron sus méritos. Por esta
razón, su padre ideó un plan para conseguir que los rivales de sus hijos se marcharan del reino. Habló con el rey sobre
Amadís: aunque era caballero de gran mérito y había completado numerosos y buenos servicios en favor del reino, no
debían olvidar que se trataba del hijo del Rey de Gaula, reino tradicionalmente enemigo de la Gran Bretaña. Tener a
Amadís y sus hermanos en el corazón del reino era un riesgo que no debía correr.
Lisuarte no queda muy convencido, pero Gandandel habla con su cuñado Brocadán para que lo apoye. La sospecha
prende en el ánimo de Lisuarte, que olvida como Galaor le salvó de Arcaláus o Amadís de Madanfabul. Deja de visitar
a Amadís en su convalecencia.
Lisuarte se reune con Madasima y sus doncellas y con el viejo gigante Andaguel, sus hijos y los nueve caballeros.
Todos ellos eran sus rehenes. Lisuarte exige que le entreguen la ínsula Mongaza, tal como se había acordado.
Andaguel accede. Madasima permanecerá como rehén hasta que se resuelva el pleito. La doncella es escoltada por
varios caballeros, entre otros, Galvanes sin Tierra que termina enamorándose de ella. Le pide en matrimonio y ella
acepta. Galvanes se lo cuenta a Amadís y éste se ofrece para mediar por ellos ante Lisuarte: quizás consiga que les
ceda el señorío de la isla de Mogaza aunque sea sujetos a vasallaje a Gran Bretaña. Entre tanto, Gandandel prosigue en
su labor de zapa para lograr que el rey desconfíe totalmente de Amadís y de sus hermanos.
Una vez repuesto de sus heridas, Amadís se dirige al palacio. Gandandel no ha logrado su objetivo por completo, pero
el rey se resiste a recibir a Amadís. Ante su insistencia, Lisuarte accede a recibirlo, pero en presencia de Gandandel y
Brocadán. Amadís no sospecha que ambos consejeros solo quieren su desgracia. Amadís le pide la cesión del señorío
de Mongaza para Galvanes y Madasima. Lisuarte le responde que ya se la ha prometido a su hija Leonoreta. Amadís
le pide que libere a Madasima para que pueda casarse con Galvanes y que él les cederá su Ínsula Firme hasta que
obtengan un destino mejor. El rey contesta que no tiene intención de liberarla y que, si le viene en gana, la ajusticiará.
Amadís le pide mesura en sus respuestas. El rey responde que si no se encuentra a gusto en su corte puede partir en
busca de lugares más acogedores. La ingratitud del rey es una bofetada para Amadís. Le dice que si no le place su
presencia, se marchará a otras tierras. El rey se retira con sus consejeros, que lo adulan y felicitan por su actitud.
Cuando se lo cuenta a su esposa, Brisena muestra su descuerdo e intenta favorecer a Amadís sin conseguirlo.
Amadís concierta una cita con Oriana por mediación de Mabilia. También convoca a sus camaradas. Por la noche se
reúne con Oriana y se aman. Luego, mientras descansan en el lecho, le cuenta lo ocurrido y su decisión de irse. Oriana
se entristece pensando en la gran pérdida que supone para los caballeros del rey. Al día sigiente se reúne con sus
compañeros y les cuenta el conflicto con el rey y su decisión de partir. Angriote sospecha de los viejos consejeros
como inductores del enfado real. Se lo dice a Amadís y le propone que se enfrenten a ellos y a sus hijos. Amadís no se
lo permite. Angriote se reprime. Amadís dice que piensa despedirse de los reyes y marchar a la Ínsula Firme, donde
nada le faltará. Les dice que también lo recibirán con alegría en la Gaula, el reino de su padre, o en Escocia, de su
primo Agrajes, o en el reino de Briolanja, como corrobora el caballero Tantiles, mayordomo y gobernador de
Sobradisa. Cuadragante le dice que le acompañarán los caballeros que le quieren bien. En cierto momento, Lisuarte
pasa cerca del lugar donde están reunidos. Va de caza con Gandandel, pero no les dirige la palabra, no les mira a la
cara, sigue su camino como si tal cosa.
Libro II, Capítulo 63,Amadís va al palacio para despedirse del rey. [Ahora viene una relación de caballeros cuya
nomenclatura no está muy fijada. Pongo las variantes entre corchetes]Con la misma intención le
acompañan Galvanes, Agrajes y Florestán, Dragonís y Talomir [o Palomir](cohermanos de Amadís), Bruneoy su
hermano Branzil [o Branfil], Angriote, su hermano Grondomán [o Grindonán] y su sobrino Pinorés [o
Pinores]. Cuadragante también se despide del rey reprochándole su actitud, aunque éste desprecia su opinión. También
se marchan Landín (sobrino de Cuadragante), Brián de Monjaste [o Bonjaste] (hijo del rey Ladasán de España y de
una hermana de Perión de Gaula), Gandiel Urlandín (hijo del conde de Urlanda), Grandores, Madancil [o Madansil]
de la Puente de Plata, Nicorán [o Listorán] de la Torre Blanca, Ledaderdín [o Ledaderín o
Ledadín] de Fajarque, Tradiles [o Transiles] el Orgulloso y Don Gavarte [o Gabarte] del Val Temeroso.
Amadís desea despedirse de la reina, pero Lisuarte no se lo permite. Le envía su despedida mediante Grumedán. Se
retira con sus amigos y tras la comida se dirigen hacia la Ínsula Firme: llega a formarse un grupo de más de quinientos
caballeros, todos de gran linaje y pericia con las armas, muchos hijos de reyes, condes y nobles.
Oriana se queda triste y desconsolada, aunque Mabilia la consuela diciendo que hasta ahora Amadís había compartido
la gloria con su padre el rey, pero a partir de ahora será toda para él y en honor a su amada.
Otros caballeros acuden a despedir y honrar a los que se marchan: el
rey Arbán de Norgales, Grumedán, Brandoibas, Quironante, Giontes (sobrino del rey Lisuarte), Listorán el Justador,...
Todos hacen votos de amistad con Amadís. Llega Guilán, atribulado. Su deseo es acompañar a Amadís, obligado por
todos los favores que ha recibido de él y sus hermanos, pero no puede hacerlo por las circunstancias de su vida y de su
hacienda. Se despiden haciendo promesa de amistad eterna. (Guilán también está enamorado de Oriana)
El grupo llega al anochecer a la ribera del mar y acampa. Al día siguiente, Lisuarte advierte cuanto ha menguado su
grupo de caballeros. La duda le asalta: quizás ha obrado equivocadamente. Brocadán y Gandandelintentan que no
cambie de opinión. Lisuarte los rechaza de forma desabrida.
Una doncella de Briolanja llega con noticias para Oriana de la Estancia de Briolanja en la Ínsula
Firme: Briolanja estuvo cinco días en la isla. Primero se alojó en una posada a una legua del castillo. A la hora de
comer la llevaron a una gran sala ricamente labrada. Junto a ella había una cueva oscura y profunda. Más allá, un
castillo con una hermosa torre. Desde las ventanas de la torre se podía ver todo lo que ocurría en la sala. La reina y sus
doncellas comieron en la torre, sus caballeros, en el castillo. Ya estaban en el segundo plato cuando oyeron unos
fuertes silbidos y vieron humo saliendo de la cueva. De ella, súbitamente, salió una serpiente gigantesca que echaba
humo por narices y boca y sacudía con violencia la cola. Tras ella salieron dos leones que lucharon ferozmente con la
serpiente hasta caer desfallecidos. La serpiente los recogió con la boca y se metió en la cueva. Tras este emocionante
espectáculo, la reina y sus acompañantes terminaron la comida. El segundo día llevaron a la reina de excursión por la
isla. Por la noche la alojaron en una cámara ricamente adornada. A medianoche se abrieron las puertas con estrépito:
en la cámara entró un ciervo con candelas encendidas en los cuernos. Era de cuerpo blanco y cuello y cabeza negros,
con un cuerno dorado y el otro rojo. Tras el ciervo, acosándolo, venían cuatro perros. Y más atrás, un cuerno de marfil
con vergas de oro que flotaba en el aire y sonaba excitando a los perros. El ciervo, perseguido por los perros, corrió
por la habitación, saltando sobre las camas hasta verse acorralado y solo pudo escapar saltando por la ventana.
Los perros salieron tras él. La reina y sus doncellas quedaron sobresaltadas, con la ropa de cama revuelta y por el
suelo. En ese momento llegó una niña pequeña con dos doncellas y una dueña con velas encendidas. La niña preguntó
a la reina que hacía levantada a esas horas. La dueña le dijo que esa noche no habría más emociones y que podían
dormir tranquilas.
El tercer día las llevaron a un bosque con pinares, prados y ríos. Llegaron a una casa redonda con doce columnas de
mármol, paredes de cristal, puertas de oro y plata y en cada columna, dentro de la casa, una imagen de cobre de
gigantes armados con arcos y flechas. Si alguien intentara entrar en esa casa sería reducido cenizas al ser alcanzado
por las flechas ardientes de los gigantes. Para mostrárselo, introdujeron en la casa dos gamos y un ciervo. Y
murieron carbonizados. Leyeron un mensaje grabado en las puertas: nadie podrá entrar salvo aquellos que amen tanto
como amaron Apolidón y Grimenesa. Deben entrar juntos, no por separado. Cuando lo hagan y
tengan ayuntamiento en su interior, todos los encantamientos de la isla cesarán. La reina preguntó a Ysanjo y
a Enil por la serpiente y los leones y por el ciervo y los perros. Ysanjo no supo contestar, solo sabía que sierpe y
leones luchaban cada día y los perros acosaban al ciervo cada día y que terminaban arrojándose de la ventana a un
lago que creía que estaba comunicado con el mar.
El cuarto día visitaron el castillo principal. Briolanja pasó bajo el Arco de los Enamorados: la trompa sonó melodiosa
y en el jaspe apareció un nueva inscripción: "Briolanja, hija de Tagadán, rey de Sobradisa, es la tercera doncella que
aquí entró". El quinto día visitó la Cámara Defendida: sobrepasa el padrón de cobre y llega al de mármol. Lo lee y lo
supera pero a tres pasos de la puerta, tres manos surgidas de no se sabe donde la agarran de los cabellos y la arrastran
hasta fuera. Al día siguiente, la reina partió hacia Sobradisa.
Amadís y sus amigos llegan a la Ínsula Firme donde son recibidos con alborozo. Los aposentan en una gran villa
cercana al castillo. La isla tiene nueve leguas de largo por siete de ancho. Apolidón había construido cuatro moradas:
el palacio de la serpiente y los leones, el palacio del ciervo y los perros, el Palacio Tornante (tres veces por día y tres
veces por noche se tornaba tan recio que los que dentro estaban temían que se hundiera) y el palacio del toro (con un
toro que salía de una osura galería embistiendo a la gente y luego rompía una puerta de hierro y se metía en una torre.
Al poco salía con un mono montado en su grupa, manso cual cordero. El mono era viejo, de pellejo colgante y
conducía al toro de nuevo hasta la galería). Llega el ermitaño Andalod de la Peña Pobre para visitar a Amadísque lo
recibe con alegría. Ha fundado un monasterio al pie de la Peña Pobre, en la ermita de la Virgen. Al frente de la
comunidad de treinta frailes ha quedado Sisián. Amadís les concede rentas suficientes para vivir. Andalod se torna a la
Peña pobre. Llega Baláis de Carsante (exprisionerode Arcaláus) que al conocer la marcha de Amadís, también ha
renunciado al servicio del rey Lisuarte. Lo acompaña Olivas. Baláis le trae las últimas nuevas sobre Lisuarte: ha
mandado reunir a todos sus caballeros porque las fuerzas que envió al mando del Conde Latine a Mongaza han
encontrado resistencia. El gigante viejo les entregó todas las plazas y castillos que controlaba, pero Gromanaza, que
posee el castillo más fuerte, el del Lago Ferviente, se niega a entregarlo. Controla además otras tres plazas fuertes
defendidas por imponentes castillos. Antes morirá que entregar sus posesiones y le es indiferente el destino de su
hija Madasimay de sus doncellas. Lisuarte amenaza con decapitarlas si no se le entrega Mongaza antes de un mes.
Amenaza con ocupar por la fuerza el castillo del Lago Ferviente y arrojar a Gromadaza a los
leones. Galvanes recuerda que está obligado a defender a Madasima y pide ayuda a sus
amigos. Flortestán, Brián y Cuadragante están dispuestos a hacerlo. Amadíspropone que se designe a doce caballeros,
uno por doncella, para que luchen por salvar sus vidas. Amadís y el resto quedarán en reserva por si la situación se
complica. Los elegidos son Galvanes, Agrajes, Florestán, Palomir, Dragonís, Brián, Nicorán de la Torre
Blanca, Orlandín, Gavarte, Ymosil (hermano del Duque de Borgoña), Madancil de la Puente de la Plata
y Ledaderdín de Fajarque. Todos de acuerdo parten al día siguiente hacia Tasilán, donde se encuentra Lisuarte.
Libro II, Capítulo 64 Oriana se ha quedado embarazada tras sus escarceos con Amadís. Se lo cuenta a Mabilia y a la
Doncella de Dinamarca. Acuerdan ocultar el embarazo y planear el nacimiento para mantenerlo en secreto. Le pide a
la Doncella de Dinamarca que se haga pasar por la medre del niño y ésta acepta. Deciden que la Doncella
de Dinamarca visite con frecuencia a Adalasta, la abadesa de Miraflores, y cuando Oriana haya parido, la Doncella le
llevará el bebé al convento diciendo que es suyo y le pedirá que lo críe.
Lisuarte se reune con Madasima. La amenaza con decapitarla junto con sus doncellas por el incumplimiento del trato
por parte de su madre Gromenesa. Madasima se arrodilla pidiendo clemencia e implorando el favor de algún caballero
defensor de su causa. Gandandel se opone a concederle el derecho de que un caballero la defienda y
aconseja decapitarla de inmediato. Grumedán, por el contrario, le dice al rey que permita que algún caballero la
defienda. Anuncia que los caballeros de la Ínsula Firme están de vuelta para ese fin, y que pueden enfrentarse
a Gandandel o a sus hijos. Lisuarte pregunta por los caballeros de la Ínsula Firme que van a venir en defensa
de Madasima. Grumedán le dice sus nombres. Cuando los oye, Gandandel teme por sus hijos, pues conoce la destreza,
el valor y la fortaleza de Florestán, Agrajes, Brián y Galvanes. Se reune con su cuñado Brocadán. Planean convencer
al rey Lisuarte de que ejecute a Madasima antes de la llegada de sus valedores. En un cuarto contigüo está Sarquiles,
mancebo sobrino de Angriote de Estravaus. Está enamorado de Gadanza, una sobrina de Brocadán, y por esta razón se
encuentra escondido en casa del consejero. Oye los planes de los pérfidos cuñados y en cuanto puede parte hacia la
corte. Le cuenta las intrigas de tan nefastos consejeros y a continuación parte hacia la Ínsula Firme a reunirse con su
tío. Lo encuentra en compañía de Amadís y Bruneo. Están preparando un barco para un próximo viaje de Amadís a
la Gaula para visitar a sus padres. Sarquiles les cuenta lo que oyó en casa de Brocadán, lo que confirma las sospechas
de Angriote que decide partir con su sobrino para castigar a los inicuos validos por tan nefanda felonía.
Brocadán y Gandandel se reunen con el rey y tratan de convencerle de que ejecute a Madasima antes de la llegada de
los caballeros de la Ínsula Firme. Lisuarte, avisado por Sarquiles, se da cuenta del malicioso proceder de ambos
consejeros. Rechaza sus consejos y lamenta haber obligado a Amadís a partir de su reino. Brocadán cree que ya no
pueden echarseatrás y deben mantenerse firmes en su decisión. Gandandel, dubitativo, ya no sabe que hacer.
Lisuarte, tras la misa matutina, sale de paseo y se tropieza con los caballeros de la Ínsula Firme. Los recibe con
honores. Galvanes solicita el derecho a defender a las doncellas. Lisuarte le responde que no teman, que resolverá lo
que crea más justo. Al día siguiente, Lisuarte asiste a la misa junto a los doce caballeros. Luego hace venir
a Brocadán y Gandandel. Ymosil y Ledaderdín piden su derecho a defender a las doncellas. Gandandel responde que
ellas aceptaron responder con sus vidas si el rey Lisuarte no obtenía la ínsula del Lago Ferviente. Como Gromenesa se
ha negado a entregarla, las doncellas deben morir. Ymosilopina que no. Gandandel opina que sí. El rey tiene que
decidir. Todos se retiran. El rey se queda acompañado de algunos caballeros. Lisuarte le pide consejo a Argamón, su
tío, conde honrado e inteligente. Pero éste le dice que la decisión es única y exclusivamente suya. Lisuarte decide
escuchar las alegaciones de las doncellas. Las traen. Los caballeros de la Ínsula Firme se ofrecen como sus
valedores. Madasima acepta la proposición. Ymosil exige que se presenten doce caballeros que justarán contra
ellos. Gandandel y Brocadán no abren la boca. El rey despide a todos hasta el día siguiente. Habla a solas con los
consejeros. Les dice que ellos o sus hijos deben responder al desafío. Ya en su casa, Brocadán y Gandandel hablan con
sus hijos, que se muestran reticentes a aceptar el reto.
Por fortuna, esa noche llega un mensaje del conde Latine: Gromenesa ha muerto y el conde se ha apoderado de todos
los castillos del Lago Ferviente. Al día siguiente, Lisuarte libera a las doncellas. Madasima se compromete en
matrimonio con Galvanes. Ymosil tercia ante el rey por Madasima. Le pide que no la deje sin
herencia. Lisuarte responde que ya ha cedido Mongaza a su hija Leonoreta. Galvanes insiste en que cambie de
opinión. Lisuarte no da su brazo a torcer. Galvanes le amenaza con recuperar las posesiones de su novia por la fuerza
con ayuda de Amadís. Florestán insinúa la misma idea pero más suave. Brián reitera sobre lo mismo y se declara
amigo y compañero de Amadís. El ambiente se caldea por momentos. Varios caballeros se levantan. El rey alza la
vara para calmar los ánimos. Llegan Angriote y Sarquiles y se presentan ante el rey. Angriote acusa
a Gandandel y Brocadán de desleales y falsos. Les acusa de haber obligado a marcharse a Amadís con malas artes y
consejos felones. Gandandel recuerda los buenos servicios que ha prestado a Falangriz y Lisuarte y acusa
a Angriote de querer desprestigiarlo. Sarquiles cuenta como oyó la conversación entre Brocadán y Gandandel que
confirma su deslealtad. Y si ellos, por razón de edad, intentan eludir el reto, que sean sus hijos quienes respondan.
Aparece Adamas, hijo de Brocadán y sobrino de Gandandel. Acusa de mentiroso a Sarquiles y lo reta. Sarquiles lo
acepta. Todos se retiran a la espera del duelo, al día siguiente.
Lisuarte acompañado de Grumedán y Giontes llama a Brocadán y Gandandel. Les echa en cara que antes tanto le
prevenían de la probable traición de Amadís y ahora, en el momento de defender esa afirmación,
delegan cobardemente en sus hijos. Grumedán les reprocha tan malos consejos dados al rey y la injusticia que se ha
cometido con Amadís. Vanse todos.
Angriote y Sarquiles velan armas en la ermita de Santa María. Al alba, acompañados de los doce caballeros, van al
campo de justa. Allí les espera el rey, el pueblo y los jueces: Arbán, Giontes y Quironante, el
buen justador. Sarquiles y Angriote se sitúan en un extremo del campo. Enfrente están los hermanos Tarín y Corián y
su primo Adamás. Giontestoca la trompa. Se inicia la justa: Tarín y Corián contra Angriote, Adamás contra Sarquiles.
Tarín parte su lanza en su encuentro con Angriote que derriba a Corián de un lanzazo. Tarín ataca a Angriote con la
espada. Intenta herirle en la cabeza, pero falla y solo consigue herir a su caballo en el pescuezo. Angriote tiene tiempo
de derribar a Tarín antes de saltar de su propia montura. Angriote lucha a pie con la espada contra los dos
hermanos. Sarquiles lucha a caballo con su espada contra Adamás. Consigue abrazar a su contrario y ambos caen al
suelo. Angriote corre a socorrerlo perseguido por los dos hermanos. Se mantienen los mismos
enfrentamientos. Angriote contra los hermanos
y Sarquiles contra Adamás. Sarquiles acaba rapidamente con Adamás y ayuda a Angriote. Los dos mano a mano
derrotan con facilidad a lo hermanos que son derribados y muertos. Brocadán y Gandandel se retiran acongojados y
llenos de angustia. También el rey se retira. Le pesa la victoria de los amigos de Amadís. Angriote y Sarquiles se
encaran a los jueces que declaran que ambos han satisfecho su honra. Se retiran con sus amigos, con Madasimay sus
doncellas a sus tiendas para descansar y curar sus heridas.
Libro III, Prefacio. Al rey Lisuarte le irritó la victoria de Angriote y Sarquiles. No porque le apenara la muerte de
los hijos de Gandandel y Brocadán (se había dado cuenta que los consejos que había recibido de ellos eran torticeros e
interesados y ya no les tenía aprecio, ni a los consejeros ni a su descendencia), sino por lo que suponía de gloria
para Amadís y sus caballeros y menoscabo de la suya propia. En cuanto supo que los heridosse habían restablecido lo
suficiente les envió un mensaje con la orden perentoria de que abandonaran presto su reino. Los caballeros protestaron
ante Grumedán, especialmente Brián de Monjaste y Gavarte de ValTemeroso, pero al poco levantaron el campamento
y partieron hacia la Ínsula Firme. Al tercer día de viaje se toparon con Gandeza, la sobrina de Brocadán y amante
de Sarquiles, que se unió al grupo, pues huía de la venganza de su tío. Grumedán transmitió las quejas de los
caballeros a Lisuarte, lo que le produjo una mayor irritación y un mayor empecinamiento en su
postura. Arbán de Norgales intenta mediar. Le dice al rey que aún hay tiempo para recuperar a Amadís y sus
caballeros con unas mínimas concesiones. El rey se aferra a su decisión de ceder Mongaza a Leonoreta e incluso
decide enviar a Cendil de Ganota a desafiar a los caballeros de la Ínsula Firme.
Gandandel y Brocadán recogen a sus muertos y, acompañados de sus esposas, servidumbre y compaña, se retiran a
una pequeña isla, propiedad de Gandandel, donde acabarán sus tristes vidas sin más mención en esta historia.
Lisuarte reune a sus leales caballeros y les contagia su odio contra los caballeros de la Ínsula Firme. Envía a Cendal a
la Ínsula para desafiarlos. Lisuarte se retira a Gracedonia, villa cercana a Miraflores. Oriana se alegra de esta decisión:
se acerca el momento del parto y así se facilita el cumplimiento de sus planes.
Dos leguas antes de llegar a su destino, los doce caballeros se encuentran con Amadís que viene acompañado por dos
mil trescientos caballeros muy bien armados. Amadís los recibe con alegría. Llega Cendal. Ve la multitud de buenos
caballeros que rodean a Amadís y sus ojos se humedecen al pensar en la gran pérdida que ha sufrido su rey. Pero se
recompone presto y se planta ante Amadís. Le transmite el desafió de Lisuarte: que no osen recuperar Mongaza y que
ninguno de los caballeros de la Ínsula Firme se atreva a poner sus pies en tierra de Lisuarte bajo pena de muerte.
Cuadragante le responde que no tiene ninguna obligación con Lisuarte y que tenga cuidado con él. Amadís decide
consensuar una respuesta al rey entre todos sus compañeros. Invita a Cendal a su ínsula y le propone que pase por el
Arco de los Enamorados. Cendal se maravilla de tan feraces campos y tan fuertes castillos. Amadís lo aloja en su
mejor posada.
Dragonís y Palomir son hijos de Grasujis, rey de la Alemania Profunda, y de Saduva, hermana del rey Perión de
Gaula. Como éstos, muchos otros caballeros de la Ínsula Firme son de linaje real, ducal o condal y todos ellos han
traído gentes y barcos de sus respectivos paises con el objetivo de conquistar Mongaza. Dragonís y Palomir designan a
un caballero de su reino, Sadamón, como portador del mensaje de respuesta a Lisuarte: ya que el rey les amenaza y
desafía, que se guarde de ellos, que en cuanto estén preparados tienen intención de conquistar Mongaza y restituir a
Galvanes en el lugar que se merece.
Amadís, por su parte, envía a don Gandales con un mensaje personal para el rey: no teme a su desafío, no sospechaba
de su ingratitud y le pesa haberle servido, aunque no piensa conquistar Mongaza por deferencia a la reina Brisena.
Pero que si Lisuarte quiere su enemistad, la tiene plenamente. Agrajes le dice a Gandales que transmita a la reina su
deseo de que su hermana Mabilia abandone la corte de Lisuarte (con pesadumbre para Amadís, pues contaba con
Mabilia para mantener su relación con Oriana, mas no se atrevió a contradecirle). Cendal, Gandales y Sadamón parten
juntos a cumplir su misión. En diez días llegan a la corte de Lisuarte. Sadamón transmite su mensaje y dice que no
habrá paz entre ellos hasta que Lisuarte no restituya a Madasima y Galvanes en el trono de Mongaza. Lisuarte se
niega. Gandales le transmite el mensaje personal de Amadís. Todos aprecian su lealtad. El rey los invita a comer junto
con sus caballeros. Después de comer Gandales visita a la reina y le transmite el mensaje de Agrajes. Oriana llora,
Mabilia Llora. Don Gandales dice que la llevará junto a la reina Elisena de Gaula y su prima Melicia. La reina no
quiere que Mabilia salga de la corte sin haberla casado. Consulta su decisión con su eposo que accede a que Mabilia se
quede. Gandales advierte que la doncella prefiere quedarse junto a Oriana y no insiste en llevarsela. Brisena agradece
la decisión de Amadís y se lo hace saber a Gandales. Oriana también habla con él: le envía recuerdos a Amadís.
También Mabilia hace lo mismo: envía recuerdos para Agrajes y Amadís. Gandales y Sadamón retornan a la Ínsula
Firme. Al salir ven las tropas que Lisuarte ha preparado para defender Mongaza. Lisuarte las ha colocado allí a
propósito, para atemorizar a los caballeros de la Ínsula Firme. Ven que los jefes del ejercito son Arbán de Norgales y
Gasquilán el Follón (hijo de Madarque, gigante de la Ínsula Triste, y de una hermana de Lanzino, rey de Suecia). Este
Gasquilán es tan esforzado que cuando murió su tío Lanzino, le ofrecieron el trono de Suecia. Pero cuando se enteró
del conflicto surgido entre Amadís y Lisuarte, abandonó su reino para medirse con Amadís, por amor a una doncella.
Gandales y Sadamón regresan a la Ínsula Firme. Se reúnen con Amadís y le informan de sus gestiones. Le hablan de
Gasquilán y de su deseo de competir con Amadís. Cuadragante, Brian y otros se mofan entre risas de tan descabellado
propósito. Listorán de la Torre Blanca ya le conoce. Amadís le pide que le informe: Listorán le cuenta quienes eran
sus padres, como alcanzó su trono, su historial caballeresco. Cuenta como compitieron en un torneo, como se
derribaron mutuamente aunque la victoria final fue para Gasquilán, "a los puntos". Llegan los capitanes de las naos:
Están dispuestas para zarpar. Embarcan armas, caballos y caballeros. Amadís los despide emocionado. Cuadragante le
muestra su pendón: doce doncellas con flores blancas en las manos. Amadís les das consejos de como conducirse y los
despide. Con él se quedan Bruneo y Gandales. En la nave de vanguardia van Madasima y Galvanes. Tras siete días de
navegación alcanzan las costas de Mongaza, cerca del castillo del Lago Ferviente donde se acantonan más de
trescientos caballeros mandados por el Conde Latine y por Galdar de Rascuil. Los de la Ínsula Firme intentan
desembarcar en silencio sin que lo adviertan los del castillo. Pero al alba son descubiertos y del castillo salen dos
grupos, uno al mando de Latine y el otro por Galdar, y atacan a los de la Ínsula Firme. El conde Latine ataca al grupo
donde van Galvanes, Agrajes, Gavarte, Orlandín, Osinán de Borgoña y Mandacil de la Puente de Plata. El de Galdar,
al grupo de Florestán, Cuadragante, Brian y Angriote. Se produce uina terrible contienda de lanzas, saetas y piedras,
con muchos muertos y heridos. Los del castillo consiguen impedir el desembarco durante varias horas. Florestán está
en un batel con Enil y con su primo Amorantes de Salvatierra. En otro están Brián, Comán y Nicorán. En otro
Cuadragante con Landín y Orián el Valiente. Angriote está con su hermano Gradovo y su sobrino Sarquiles. Florestán,
impaciente, propone lanzarse al agua a caballo y ganar tierra. Los otros le gritan que todavía están muy lejos de la
orilla y las aguas son muy profundas, salvo Brian que secunda su decisión. Ambos se arrojan al agua seguidos de sus
compañeros. A continuación les imitan Cuadragante y Angriote. Todos juntos luchan en el agua contra innumerables
contrarios que les impiden alcanzar la orilla. Dragonís y Palomir, con el agua al cuello, porfían y empujan hasta
alcanzar un lugar donde el agua les llega a la cintura. Con gran esfuerzo, los caballeros de la Ínsula Firme consiguen
tomar tierra. Galdar, que lo ve, se achanta y ordena el repliegue de sus fuerzas. Es atacado por Florestán y Brian y cae
al suelo malherido. Sus hombres le recogen y lo montan en otro caballo. Se retiran y ven que el conde Latine hace lo
mismo, porque Agrajes y Galvanes han conseguido tomar su posición. Latine había encerrado en la prisión del castillo
a Dandasido, hijo del Gigante Viejo, junto con veinte hombres de la zona, por sospechar que le eran desafectos.
Durante la batalla, los carceleros se asoman para contemplarla a las ventanas de la torre. Dandasido y sus compañeros
lo aprovechan para escapar. Cogen desprevenidos a los carceleros, los matan y se apoderan de la torre. En la villa, la
gente del pueblo llano advierte la toma del castillo y también se sublevan. Latine y Galdar, pillados entre dos frentes,
solo aciertan a refugiarse en una casa. Galvanes, Cuadragante y Angriote escoltan a Madasima hasta la villa. Más de
cien villanos salen a recibirla y se postran ante ella y su marido. Dandasido también entrega el castillo a Madasima.
Ymosil y Agrajes pretenden exterminar a todos los hombres de Lisuarte, pero Cuadragante y Florestán se oponen.
Creen que pueden ser útiles como rehenes. Angriote y Gavarte consiguen la rendición de Latine, Galdar y sus
hombres.
Al día siguiente llegan noticias del desembarco de Arbán y Gasquilán al mando de tres mil caballeros. Deciden
esperarlos en la villa, para descansar y recuperarse de la batalla.
Libro III, Capítulo 65 Amadís se quedó en la Ínsula Firme con Bruneo y Don Gandales. Éste le cuenta
sus conversaciones con Brisena y lo que pasó con Mabilia y Oriana. Le entrega la carta de Mabilia donde le escribe
que Oriana está preñada. Amadís, embargado de emoción, llora y le invade la melancolía. Decide embarcar con
destino a la Gaula. Zarpan. A los pocos días se topan con una hermosa isla. Deciden detenerse y explorarla. El capitán
de la nao les intenta disuadir: es la Ínsula Triste, morada del gigante Madarque. En los últimos quince años, cualquier
intruso, fuera caballero, doncella o dueña, ha sido muerto o apresado. A pesar del aviso del capitán, persisten en su
idea pero tomando precauciones: desembarcan Amadís y Bruneo, bien armados y acompañados de dos
escuderos, Gandalín y Lasindo. Cabalgan por la isla, ascienden a la cima de una montaña desde donde ven un castillo
que suponen del gigante. Oyen un sonido de cuerno que proviene del castillo. Por el capitán saben que se trata de la
señal de salida del gigante para exterminar a sus enemigos, si sus vasallos son incapaces de hacerlo. Nuestros héroes
avanzan. De pronto oyen un fuerte estrépito de golpes, lanzas y espadas. Se acercan y descubren a dos caballeros con
sendos escuderos rodeados de una multitud que quiere acabar con ellos, aunque los cuatro se defienden bravamente.
Se acerca un enano. Es Ardán. Le dice a Amadís que los caballeros son Galaor y el rey Cildadán, que se encuentran
en dificultades y que los socorra. Amadís y Bruneo se lanzan en su auxilio. En ese momento llega Madarque, montado
a caballo y armado con un pesado venablo. Amadís envía a Bruneo en defensa de su hermano y él se queda para
enfrentarse al gigante.
En el primer envite, Amadís derriba al gigante que cae arrastrando al suelo a su propio caballo. Le cae encima y le
parte la pierna. El gigante queda atrapado por el peso de su caballo y con la pierna rota. Amadís se vuelve en ayuda a
su hermano. Bruneo ya ha matado al sobrino del gigante y hace estragos en el resto de
atacantes. Galaor y Cildadán consiguen nuevas monturas y continúan con bravura la lucha. Los atacantes se ven
derrotados y emprenden la retirada hacia el castillo. Al llegar allí, nadie les abre la puerta por orden previa del gigante.
Al verse atrapados, se postran ante Amadís pidiendo clemencia. Galaor y los otros pretender exterminarlos
pero Amadís no lo permite. Todos juntos se acercan al gigante y le liberan del peso del caballo. Galaor, que conoce y
aprecia a su hijo Gasquilán, Rey de Suecia, intercede por él y le perdonan la vida. Aunque Amadís le hace prometer
que se convertirá en un buen cristiano, y con él, todos sus seguidores, y que liberará a todos sus prisioneros.
El gigante accede y solicita que lo lleven al castillo. Ya en su interior, Galaor y Amadís se abrazan fraternalmente.
Liberan a los prisioneros que son casi un centenar: treinta caballeros y más de cuarenta dueñas y
doncellas. Amadís los envía ante la reina Brisena para que le presenten sus respetos. Se marchan en barcos cedidos por
el propio Amadís. Después de comer visitan al gigante en su alcoba, donde le cuida y cura su hermana, la
giganta Andandona, quince años mayor que él y que lo había criado como un hijo. Era grande, fuerte y fea, de pelo
cano y crespo y desgreñado. Muy hábil con el arco, cazaba fieras y alimañas y se vestía con sus pieles. Odiaba a los
cristianos y, como se verá, indujo a su hermano a luchar contra la cristiandad hasta que Perión acabó con él.
Los hermanos le piden que ratifique su promesa de convertirse en cristiano. El gigante lo hace. Amadís y los suyos
zarpan hacia la Gaula. La giganta Andandona les espera emboscada en lo alto de una peña costera...
Cuando el barco pasa cerca de la peña, la giganta les dispara flechas a destajo. Una de ellas le atraviesa el muslo
a Bruneo. La giganta resbala y cae al agua. Desde el barco le disparan flechas, pero ella las esquiva buceando hasta la
orilla. Cuando sale del agua, Amadís y Cildaránconsiguen herirla con sendas flechas. La giganta consigue huir con las
saetas clavadas en su cuerpo y se esconde entre los arbustos. Los del barco quieren desembarcar para atraparla y
matarla, pero la gravedad de la herida de Bruneo les hace desistir de la idea. Deciden continuar viaje hasta la Gaula.
Llevan a dos prisioneros del gigante, naturales de la Gaula, que les cuentan la historia de la giganta enfatizando su
maldad. Andandona aún tiene tiempo a encaramarse a un otero y, con el puño en alto, gritarles agrias amenazas. Ya en
alta mar, Amadís le cuenta a Galaorlos últimos acontecimientos: su distanciamiento de Lisuarte, la boda
de Madasima y Galvanes, la expedición a Mongaza. Galaor se entristece con estas nuevas. En un aparte le pregunta
por la razón que le impulsó a apartarse del mundo bajo el nombre de Beltenebros. Amadís le contesta
con evasivas y Galaor no insiste. Llegan al pueblo de Mostrol en la Gauladonde les esperan el rey Perión y la
reina. Amadís les envía un mensajero que les dice que viene acompañado de Bruneo y Cildadán, pero nada dice
de Galaor. Perión se alegra, pues sabía el afecto de Bruneo por sus hijos y de Cildadán pensaba obtener noticias
de Galaor. Amadís y Galaordesembarcan y se dirigen directamente al castillo a ver a su madre. Se hacen anunciar sin
desvelar su identidad hasta el último momento. La reina cuando los ve, se desmaya de la emoción: no veía
a Galaor desde que fue raptado por el gigante. Sus hijos la atienden presto, y cuando se recupera, todo son alegrías y
alharacas. Amadís le habla de la herida de Bruneo. La reina lo dispone todo para atenderlo. Melicia se ofrece para
cuidarlo. Amadís pondera las virtudes caballeriles de Bruneo,... además de ser un amador de excepción, como
demuestra su paso por el Arco de los Enamorados (con gran sonrojo de Melicia, enamorada de Bruneo).
Llega Perión acompañado de Cildadán. Más besos, abrazos y lagrimas de emoción. Traen a Bruneo y lo alojan en
palacio. La reina y Melicia se encargan personalmente de su cuidado. La reina se va y Melicia y Bruneocuchichean un
rato. Melicia le cambia la cura y lo deja descansar. Al salir de la alcoba se tropieza con Lasindo, escudero de Bruneo,
que ya estaba en el ajo. Intercambian palabras al respecto.
Galaor se reune con Amadís, Perión y Cildadán. Les pide consejo respecto a su relación con Lisuarte. ¿Debe
permanecer con él o irse con Amadís? ¿Tiene que despedirse de Lisuarte o largarse a la francesa? Perión le dice que
no hay deshonra en abandonar a Lisuarte para seguir a su hermano. Galaor quiere presentarse ante Lisuarte antes de
decidir si lo abandona o no. Cildadán lo acompañará, ya que la derrota sufrida ante Amadís lo ha puesto a servicio
de Lisuarte. Zarpan al día siguiente con destino a Gran Bretaña.
Mientras tanto, Lisuarte ha conocido la derrota de su ejercito en Mongazay prepara un rápido contrataque. Tres días
antes de embarcar sale de cacería acompañado de su mujer y su hija, para relajarse antes de la batalla. Pero su mente
está en la derrota de Mongaza.
Libro III, Capítulo 66 Galaor y Cildadán se dirigen con rapidez al lugar donde se encuentra Lisuarte. Se han enterado
de su inminente partida hacia Mongaza. En un bosque encuentran una ermita con doce escudos cárdenos y uno blanco
orlado en oro apoyados contra la pared. Hay unos escuderos que no les dan razón sobre los propietarios de los
escudos. Aparecen doce caballeros acompañados de sendas doncellas y una dueña con un joven. A Galaor y
a Cildadán les llama la atención la apostura del joven. La dueña les pregunta si son caballeros de Lisuarte. Les pide
que intercedan con el rey para que nombre caballero al joven apuesto. Galaor y Cildadán aceptan. Todos juntos salen
en busca de Lisuarte que está por los alrededores, de cacería. Al poco tiempo descubren al grupo de Lisuarte del que
se adelanta Don Grumedán. Se saludan afectuosamente y charlan un trecho. Grumedán los conduce ante el rey que
también los recibe con cordialidad. Galaor le pide el favor para que arme caballero al joven neófito. Lisuarte pregunta
por su linaje. La dueña le dice que es de sangre real pero que no puede precisar más. El rey consulta con Galaor que le
incita a que lo nombre caballero.Lisuarte, por fin, acepta. Manda traer al joven. Todos y todas se maravillan de su
apostura. Comienza el rito de la iniciación en la caballería: la espada, por petición propia, se la
da Oriana. Lisuarte arma caballero al joven. La dueña parte con las doncellas. El joven caballero, Norandel, y sus doce
compañeros se quedan junto a Lisuarte, a su servicio. La dueña, al despedirse, le pasa secretamente una carta al rey
para que la lea a solas. Lisuarte, en cuanto puede, la lee: es una misiva de Celinda, hija del rey Hegido, Señora del
castillo del Gran Rosal. Le recuerda la relación que tuvieron tiempo atrás, cuando Lisuarte vagaba por el mundo como
caballero andante. En aquel tiempo Lisuarte liberó a Celinda del cerco al que fue sometida por Antifón el
Bravo. Lisuarte mató a Antifón y Celinda se entregó a Lisuarte. De aquella relación salió el joven efebo al que
acababa de nombrar caballero. Y le envía un anillo que el propio Lisuarte le había regalado a Celinda como prueba de
lo que había escrito.
Lisuarte recuerda aquella aventurilla de juvenrud y el anillo le confirma la veracidad de la carta. El mozo le agrada.
Decide guardar secreto hasta ver como se desenvuelve como caballero.
La cacería continúa. El rey, muy alegre, bromea con Galaor y Cildadán y los convida. En un aparte de cuenta
a Galaor el verdadero origen de Norandel. Galaor se ofrece para ser el compañero de su hijo durante 1 año. Lisuarte se
lo agradece y acepta encantado. Vuelven al grupo. Galaorse ofrece a Norandel como su compañero durante un año
y Norandelacepta de inmediato. Lisuarte anuncia que la partida hacia Mongaza será antes de tres
días. Galaor y Cildadán le brindan su apoyo. Al día siguiente salen de paseo a caballo. Lisuarte le encarga
a Galaor que le desvele a Orina la verdadera identidad de Norandel. Galaor se separa del grupo con Oriana y le cuenta
que Norandel es su hermano. Al día siguiente los caballeros embarcan y zarpan de Jafoque en dirección a Mongaza.
Llegan a su destino. En el puerto de Mongaza les espera Arbán de Norgales. Les cuenta que ha acaecido una cruel
batalla que han estado a punto de perder. Arbán se vio obligado a ordenar la retirada y que sus mermadas fuerzas se
guarecieran entre unos peñascos. Gasquilán fue herido gravemente por Florestán y Arbán lo ha evacuado por mar para
que sea curado. Cuenta que han conseguido atrapar a Brián de Monjaste que, imprudente, se infiltró entre las líneas
enemigas con el objetivo de matar a Arbán. Han sufrido muchos ataques de los caballeros de la Ínsula Firme, pero
desde la peñas donde se han hecho fuertes han podido contenerlos. Lisuarte ordena desembarcar y acampar con el
resto del ejercito.
A Oriana le llega el momento del parto. Se reune secretamente con Mabiliay la Doncella de Dinamarca. Tras varias
horas de sufrimiento en silencio da a luz un niño. Cuando sus amigas lo limpian descubren unas letras blancas
marcadas bajo la tetilla derecha y unas letras rojas bajo la tetilla izquierda. No las entienden, las blancas son caracteres
latinos y las rojas, caracteres griegos. Luego envuelven al niño y Mabilia lo descuelga por la ventana hasta la calle,
donde ya espera la Doncella de Dinamarca escoltada por su hermano Durín. Juntos con el niño emprenden camino
hacia el convento de Miraflores. Ya han acordado con la abadesa la crianza del niño. Atajan por el bosque para ir más
ocultos. Llegan hasta un claro del bosque con una fuente. El camino seguía adelante por un valle espeso e intrincado.
En las cercanías hay una ermita donde vive Nasciano, santo eremita conocido por su devoción y apreciado por
personas y animales. Ninguna fiera osaba atacarle. Cerca de su ermita había una cueva habitada por una leona y sus
cachorros. Nasciano con frecuencia los visitaba y les daba de comer. La Doncella de Dinamarca, cansada y sedienta,
ve la fuente y le pide a su hermano que paren ahí para descansar y beber. Mientras bebe, la Doncella le confía el
pequeño a su hermano. De repente se oye el rugido de un león, y los caballos salen desbocados con la Doncella
todavía montada. Durín corre tras ella y consigue alcanzar al caballo y detenerlo, pero ha dejado abandonado al niño
sobre un tronco. La leona se acerca al bebé y lo coge con su boca y se lo lleva a su cueva. Allí se topa
con Nasciano que le arrebata al niño y la reprende. Luego la obliga a amamantar al bebé. La leona obedece como
un corderito. Nasciano tiene un sobrino. Lo envía en busca de sus padres que viven más allá del bosque. El sobrino se
pone en marcha pero tarda más de diez días en completar su misión. Durante ese tiempo el bebé sobrevive con la leche
de la leona, y si ésta está de caza, con la leche de una cabra y de una oveja. Cuando Durín regresa al tronco y no ve al
niño y descubre las huellas de la leona, supone que ha sido devorado y regresa para dar la mala nueva a su hermana.
La Doncella de Dinamarca se desespera, no sabe que hacer. Durín decide acercarse a Miraflores y luego regresar
con Oriana y decirle que todo ha ido bien. Más adelante y en combinación con Mabilia, le contarán la verdad.
A los diez días llegan la hermana y el cuñado de Nasciano. Éste les propone que cuiden del niño hasta que sepa hablar.
Entonces se lo devolverán para que el ermitaño lo eduque. Están de acuerdo. Desvisten al niño y descubren las
palabras marcadas en su cuerpo: las blancas dicen "ESPLANDIAN", son incapaces de descifrar las rojas. Se lo llevan
y lo crían. Pasado el tiempo se lo devuelven a Nasciano.
Libro III, Capítulo 67 El rey Lisuarte llega con su ejercito de refuerzo a Mongaza y encuentra a Arbán agazapado
entre peñascos con lo que queda de sus hombres. Lisuarte agrupa sus tropas y organiza el contraataque. Divide los
efectivos en tres grupos: Quinientos caballeros al mando de Galaor. Junto a él irán Norandel, Guilán el
Cuidador, Ladasín, Grimeo el Valiente, Cendil de Ganota y Nicorán de la Puente Medrosa. Un segundo grupo de
setecientos caballeros comandados por Cildadán. Con él van Ganides de Ganota, Acedís el sobrino del
rey, Guadasonel Fallistre, Brandoibas, Taisán y Filispinel. El tercer grupo queva por el centro está formado por varios
caballeros como don Grumedán, Balabán, Leonís y Arbán y su misión es la de salvaguardar al rey. Son muy
superiores en número a las tropas de la Ínsula Firme, en una proporción de 5 a 1. Además, estos últimos tienen
importantes ausencias: Brian de Monjaste está preso y Agrajes ha salido de viaje en busca de víveres y de
refuerzos. Galvanes distribuye sus fuerzas en dos grupos: uno de 106 caballeros y otro de 109. En el primer grupo
van Florestán, Cuadragante, Grovadán (hermano de Angriote), Sarquiles, Gasinán (cuñado de Angriote y portador del
pendón), Branfil, Gavarte de la Val Temerosa, Olivas, Balais y Enil. En el segundo van Galvanes, los dos
hermanos Palomir y Dragonís, Listorán de la Torre Blanca, Dandales de Sadoca y Tantalís el Orgulloso, amén de
numerosos arqueros y ballesteros.
Los dos ejércitos se plantan frente a frente. Florestán y Cuadraganteenvían a Elián el Lozano como mensajero. Le
piden al rey Lisuarte que ambos bandos prescindan de arqueros y ballesteros y que la suerte de la batalla la decidan
solo los caballeros. Elián es hijo de una hermana de Cuadragante y del conde Liquendo, primo hermano del
rey Perión. Eliánconsigue transmitir el mensaje a Lisuarte que acepta las condiciones.
La batalla da comienzo. Norandel derriba a Gavarte. Galaor y Cuadragantese derriban
mutuamente. Cendil y Elián quiebran sus lanzas en el envite, se hieren pero se mantienen en sus
monturas. Galaor y Cuadragantesiguen su pelea a pie. Todos los grupos se juntan. Ruido ensordecedor: gritos,
trompetas, relinchos, clarines,... Hay muertos por doquier. Norandely Guilán apoyan
a Galaor. Florestán y Angriote hacen lo propio con Cuadragante. Galaor y Cuadragante consiguen montura
y continún la lucha a caballo. El grupo de Cildadán ataca con fuerza pero Galvanes y los suyos se defienden con
eficacia. Florestán se esmera en la lucha porque quiere dejar muy altos el nombre de Amadís y los de su
linaje. Florestán ataca a Cildadán. Ambos caen al suelo y continúan a pie. Enil y Angriote le traen un caballo
a Florestán. Dragonís hiere de gravedad en la cabeza a Cildadán. Norandel lo ve y avisa a Galaor. Ambos acuden a
socorrer al herido y lo sacan del combate. El rey Lisuarte, temiendo que sus hombres vayan a ceder terreno, se lanza al
ataque gritando "¡Clarencia!" (su apellido). Se abalanza sobre Galvanes, rompe la lanza y continua luchando con su
espada. Florestán, Cuadragante, Angriote y Gavarte luchan hombro con hombro con denuedo. Lisuarte se teme la
derrota. Habla con Grumedán de Noruega, con un malherido Guilán y con Arbán. Les confiesa su temor de ser
derrotados, pero "antes muerto que vencido", y espoleando a su caballo, se mete otra vez en el combate. Lucha con
espada contra Cuadragante y le hiere en la cabeza. Se interponen, por un lado Galaor y Norandel, por el
otro Florestán y Angriote. Lisuarte mata al caballo de Florestán, que cae al suelo, aunque se levanta con rapidez para
herir al caballo de Lisuarte que también cae al suelo. Luchan a pie. Lisuarte hiere a Florestán. Éste, que recuerda las
grandes mercedes recibidas y el gran respeto que tenía al rey, se limita a defenderse sin querer atacarlo. Filispinel le
ofrece su caballo al rey. Lisuarte monta y deja a Florestán malherido. Cuadragante le trae un caballo. Lisuarte ve que
se está dando un vuelco a la situación y reanuda, infatigable, el ataque. Los caballeros de la Ínsula Firme resisten
como pueden. La superioridad numérica comienza a imponerse. Florestán, Cuadragante, Angriote y Gavarte pierden
sus monturas. Malheridos, desfallecidos, caen rendidos al suelo y son hechos prisioneros. También apresan a los que
acuden en su rescate: Palomir, Elián, Branfil, Enil, Sarquiles y Maratros de Lisanda(primo de Florestán). Casi atrapan
a Galvanes, pero Dragonís lo rescata y se lo lleva, muy malherido, hasta el Lago Ferviente. En definitiva, los reparos
de Florestán y el ardor guerrero de Lisuarte han decidido la batalla. Así le pasó a Héctor durante la guerra de Troya,
cuando le perdonó la vida a Áyax Telamón y al final perdió la guerra.
Galaor advierte, muy apenado, las graves heridas de su hermano Florestán. Lisuarte ordena que lleven al herido a una
tienda para que sea curado y ofrece a sus propios cirujanos. Al día siguiente, Lisuarte se reunecon sus caballeros y les
pide consejo: debe continuar el ataque contra lo que queda del ejército de la Ínsula Firme o esperar y recuperarse de
tan extenuante batalla con el riesgo de que regrese Agrajes con refuerzos. Galaor aconseja atacar. Todos están de
acuerdo.
Las fuerzas reales al mando de Galaor atacan a los caballeros de la Ínsula Firme que se han refugiado en la sierra. Con
gran esfuerzo consiguen obligarles a replegarse en el castillo del Lago Ferviente. Lisuarte inicia el sitio del castillo
tanto por tierra como por mar. El sitio dura trece meses. Agrajes, durante ese tiempo, es incapaz de romper el cerco y
llevar los víveres a los sitiados. Se inician conversaciones para negociar la rendición. Pero Lisuarte quiere tomar el
castillo por la fuerza y causar gran mortandad entre sus enemigos. Sin embargo llegan preocupantes noticias desde
Gran Bretaña. Agramonte, tío del rey y regente en su ausencia, le comunica que hay un levantamiento general de
varías ínsulas contra Gran Bretaña, al parece urdido por Arcaláus. Los sublevados han elegido comlíder al rey
Arábigo, señor de las Ínsulas de las Landas. Agramonte le pide que abandone la campaña de Mongaza y regrese de
inmediato a Gran Bretaña para preparar la defensa. Esta noticia obliga a hacer una rápida negociación de la rendición
y a dar concesiones a los vencidos. Galvanes y Madasima salen del castillo y postrados ante Lisuarte, le entregan las
llaves. El rey le pasa las llaves a Brandoibas. Galaor le aconseja clemencia y mesura. Lisuarte sigue su consejo y le
cede la Ínsula Ferviente a Galvanes aunque conservará su señorío sobre el territorio y sobre Galvanes y sus
hombres. Galvanes acepta el vasallaje. Lisuarte retorna a su reino, acompañado de Galvanes. El viaje dura quince días.
Una nueva guerra se avecina contra los siete reyes de las ínsulas
Libro III, Capítulo 68 Bruneo y Amadís pasan unos días en la Gaula. Bruneo está feliz por estar cerca de Melicia y
no tiene ni ojos ni pensamientos para nada más. Amadísestá triste y abatido por estar lejos de su
amada Oriana. Amadísacostumbra a pasear por la costa, acompañado únicamente por Gandalín, con los ojos puestos
en Gran Bretaña, a la espera de barcos que traigan nuevas desde esas tierras. Una tarde llega un barco. Amadís envía
a su escudero para que se entere de noticias de Gran Bretaña que calmen su desasosiego. Gandalín llega al puerto y
descubre a Durín, el hermano de la Doncella de Dinamarca, que desembarca en ese momento. Ganadalín lo conduce al
lugar donde les espera Amadís. Llegan a tiempo de ver como un gigante le lanza
un venablo a Amadís. Gandalín y Durín gritan al unísono y Amadís reacciona y consigue evitar que la lanza arrojadiza
le alcance por muy poco. El gigante le lanza un segundo venablo y vuelve a fallar. Amadís, espada en mano, corre en
pos de él, pero el gigante huye rápido y escapa montado en el caballo del mismo Amadís. Aún tiene tiempo de gritar:
"¡Soy Andandona! He fallado esta vez, pero no fallaré la próxima."Amadís, al ver que se trata de una mujer, desiste en
su persecución. En cambio, envía en su busca a Gandalín con ordenes de matarla. Mientras Gandalín parte a cumplir
su misión, Durín le cuentas las noticias a Amadís: el nacimiento del niño y como lo llevaron al convento
de Miraflores (pero no le cuenta como lo perdieron...). Le transmite un mensaje de Oriana: que no salga de
la Gaula hasta que ella se lo diga. Amadís se alegra por el nacimiento de su hijo pero le irrita el deseo de Oriana de
que permanezca ocioso en la Gaula. En ese momento llega Gandalín: la cabeza de la giganta, atada por los cabellos
al petral de su caballo, pende bamboleante. Cuenta como en su huida, la giganta ha caídodel caballo. Gandalín la ha
arrollado con el suyo y aprovechando que ha quedo tendida en el suelo, le ha cercenado la cabeza... Amadís le envía
un mensaje a Oriana por mediación de Durín: que no le deje ocioso en la Gaula, que este descanso forzado va en
detrimento de su buena fama...
Bruneo, ya recuperado de su herida, quiere partir mundo adelante para mejorar su currículo caballeril. Le pide
a Amadís que le acompañe. Amadís, atado por los deseos de Oriana, declina la oferta. Bruneo parte con la promesa de
matrimonio con Melicia ya asegurada...
Amadís se quedó trece meses y medio en la Gaula, el tiempo que duró el sitio del castillo del Lago Ferviente. Durante
ese tiempo en paro, vio como su fama se oscurecía por la de otros caballeros más activos. A Amadís le reconcomía
esta idea.
Cuando el rey Arábigo y los seis reyes concentraron sus fuerzas en la península Leónida (paso previo antes de invadir
la Gran Bretaña), muchos caballeros se ofrecieron a Lisuarte para ayudarle en la
defensa: Galaor, Brian de Monjaste (que aportaba dos mil caballeros enviados por el rey Ladasán de España, padre
de Brian), Galvanes (como su vasallo tras la derrota del Lago Ferviente), Cuadragante, Listorán de la Torre
Blanca, Ymosil de Borgoña y Mandancil de la Puente de Plata.
Oriana le envía una carta a Amadís rogándole que no combata contra su padre. A cambio, le permite que vaya donde
quiera, sea la Gaula u otro lugar. Se la envía dentro de otra carta que Mabilia dirige a su primo.
Amadís está comentando con unos amigos el levantamiento contra Lisuarte. En ese momento llega un caballero
cansado, herido y con su armadura destrozada. Es grande y está bien armado. Amadís le ayuda a descabalgar y
descubre que es Florestán, su hermano. Se lo presenta a Perión y le desvela su identidad. Florestán se postra ante él
para besarle los pies. Perión, al enterarse de su nueva paternidad, se alegra, lo levanta, le coge las manos, le abraza, le
besa, le lleva a palacio. Allí es alojado y curado. Es presentado a la reina y a Melicia. Florestán les dice que viene de
Gran Bretaña. Le preguntan por el levantamiento de los Siete Reyes. Florestán opina que Lisuarte lo tiene difícil.
Ya a solas, Florestán y Amadís conversan. Florestán le dice que se comenta por los
mentideros caballeriles que Amadís se ha retirado de la caballería andante. Amadís lo niega con rotundidad.
Por la noche, Amadís medita. Quiere intervenir en el conflicto de los Siete Reyes, pero no puede hacerlo en el bando
levantisco porque se lo ha prometido a Oriana y no quiere pelear junto a Lisurte porque está dolido de su
desagradecido comportamiento con él y sus hermanos. Tras pensarlo mucho decide luichar en el bando de Lisuarte:
así favorece los intereses de su amada Oriana y además el bando de Lisuarte está en minoría y le placeayudar al más
débil. Al día siguiente les comunica su decisión a su padre y su hermano. Les explica que su decisión no está motivada
por su afecto a Lisuarte, que no tiene, sino porque es bando contendiente más débil y en él militan sus amigos
(Cuadragante, Galaor, Brian,...). Perión se ofrece para acompañarle aunque dada la premura de tiempo no podrá
aportar muchos caballeros. Florestán les recuerda que Lisuarte le hubiera dejado morir en el campo de batalla y solo la
intervención de Galaor le salvó la vida. No quiere ayudar a Lisuarte, pero apoyará a su hermano y a su padre. Además,
en el acuerdo de rendición de Mongaza se estipuló que durante dos años Galvanes debería servir a Lisuarte, y puesto
que Florestán debe servir a Galvanes, no tiene más remedio que servir a Lisuarte. Los tres deciden acudir de incógnito.
De pronto llega una doncella con tres escuderos. Traen un caballo cargado con un pesado fardo. Ella dice que viene en
busca del rey Perión y de sus dos hijos. Viene de parte de la Dueña de la Ínsula no Hallada y les trae unos presentes.
Desata el fardo y saca tres escudos (sierpes de oro en campos de plata), tres sobreseñales (distintivo o divisa) y tres
yelmos (blanco, cárdeno y dorado) y los reparte entre los tres. Amadís se queda con el yelmo dorado, Perióncon el
blanco y Florestán con el cárdeno. Su ama les envía estos presentes porque sabe que van a la batalla contra los Siete
Reyes donde podrán usar estos pertrechos. No precisa como ha averiguado que van a pelear ni como los ha encontrado
en ese lugar y momento tan precisos. La doncella come y parte hacia Gran Bretaña.
Perión dispone una nave. Parte junto a sus hijos hacia Gran Bretaña por la noche. Acampan junto a un bosque. Envían
un agente para que se entere de donde será la batalla y con un mensaje para Galaor donde le escriben que, sintiéndolo
mucho, los tres se quedan en la Gaula y que se cuide. El agente vuelve y les dice que las fuerzas de los Siete Reyes
sonnumerosísimas, de todas las razas, idiomas y procedencias. Han cercado el castillo de unas doncellas, y los sitiados
están a punto de sucumbir. El agente ha visto a Arcaláus brujuleando entre los reyes y proclamando que la gran batalla
será dentro de seis días. Los Gaula descansan en el bosque, cazando y bebiendo agua fresca, a la espera de la gran
batalla. Al cuarto día regresa de nuevo el agente. Les dice que ha entregado la carta a Galaor, que la ha leído
con lágrimas en los ojos lamentando la ausencia de sus hermanos. También les dice que, aunque están en inferioridad
numérica, los valerosos caballeros de Lisuarte se dirigen al rescate de la doncellas del castillo. Están a dos días de
camino.
Lisuarte sube a un otero a media legua del castillo. Allí, los dos ejércitos se observan a distancia. El ejército de
los Siete Reyes dobla al de Lisuarte. Esa noche se preparan para la inminente batalla. Los seis reyes rinden honores a
su líder, el rey Arábigo.
Al día siguiente, el rey Arábigo organiza su ejercito en nueve grupos de mil caballeros cada uno excepto el suyo
propio que es de mil quinientos. Al mando de cada grupo van los seis reyes y otros nombrados caballeros. Lisuarte les
pide a Galaor, Grumedán, Angriote y Cuadragante que organicen su ejército: forman cinco grupos. Al mando del
primero irá Briancon los mil caballeros españoles enviados por su padre. El segundo, al mando de Cildadán, formado
por su gente y algunos añadidos más. El tercero, al mando de Galvanes y su sobrino Agrajes, formado por los
caballeros afines a éstos, que por ellos venían y no por amor al rey Lisuarte. El cuarto lo manda Giontes, el sobrino del
rey. El quinto lo manda Lisuarte y está formado por dos mil caballeros.
A Galaor, Cuadragante, Angriote, Gavarte de Val Temeroso y Agrimón el Valiente les pide que se queden junto a él
para protegerle.
Comienza la batalla. En ese momento llega el rey Perión escoltado por sus hijos. Llevan sus armaduras y escudos
nuevos. Vienen de incógnito. Nadie los reconoce y hay un momento de incertidumbre porque nadie sabe a que bando
van a apoyar. Los tres caballeros divisan a Brián y su grupo y se unen a ellos, con gran contento de Brián. Se
enfrentan a las tropas del rey Targadán. El grupo de Brián se lanza al ataque con saña y bravura. Periónle clava la
lanza en el pecho al rey Targadán y lo derriba. Amadís atraviesa de un costado a otro con su lanza a Abdasián el
Bravo que cae al suelo muerto. Florestán hiere a Carduel que cae con su silla a los pies del caballo. Los enemigos
rodean a los tres caballeros, pero éstos hacen estragos entre sus filas. Derriban a más de diez caballeros, pero el
número de enemigos es tal que necesitan la ayuda de Brián y de sus españoles. Acude un tercer grupo
de insurgentes para contener el ataque. El rey Arábigo le pide a Arcaláus que concentre sus fuerzas en ese punto, para
detener el ataque de los tres caballeros y evitar que se produzca la desbandada de sus tropas. Lisuarte también
concentra la mayor parte de su ejército en ese punto. La batalla se centra en torno a los tres caballeros. Perión, llevado
por su entusiasmo, se infiltra entre las filas enemigas. Lo hubiera pasado mal si sus hijos, atentos, no lo hubieran
apoyado. El caballo de Amadís es herido de muerte y Amadís se que a pie. Los de Perión y Florestán también están
malheridos. Los dos deciden descabalgar y unirse a Amadís para pelear a pie. Los enemigos les rodean en gran
número, pero ellos se defienden bravamente. Lisuarte ve su apurada situación y se lanza en su ayuda acompañado de
los siete caballeros que lo escoltan. Se baten con fiereza y fuerza. Hieren el caballo de Lisuarte que cae al suelo. Es
auxiliado por Angriote, Agrimón y Landín. Angriote le cede su caballo. Landín y Agrimón le traen otro caballo
a Angriote. Mientras llegan, Lisuarte no se separa de él. Galaor y Cuadragante luchan alrededor de ellos para evitar
que alguien pueda herir a Lisuarte. Dos caballeros de refresco entran en liza por el bando insurgente. Son dos
campeones con fama de no tener igual. Son BrontajarDafanía y Argomades de la Ínsula Prófuga. Incursionan entre las
filas enemigas dando mandobles a diestro y siniestro con gran destrozo. Se oyen gritos que anuncian la derrota
de Lisuarte. El rey responde que antes muerto que vencido.
Amadís y Florestán han conseguido caballos. Ven como esos dos campeones están destrozando física y moralmente a
las tropas de Lisuarte. Amadís estudia la técnica de Brontajar: hiere y derriba a los caballeros con su espada. A veces
la suelta (la lleva atada con una cadena) y con sus brazos agarra y derriba a otros. Amadís, lanza en ristre, se abalanza
sobre él. Brontajar lo ve venir y también coge su lanza. El choque es brutal, rompen lanzas, perforan escudos, chocan
caballos. Brontajar pierde el conocimiento, cae al suelo y se rompe una pierna. El caballo de Amadís se tambalea pero
se mantiene en pie. Amadís queda aturdido sobre su caballo, sin capacidad de defenderse de otros
enemigos. Florestán y Perión acuden en su ayuda. Cuando llegan, Amadís, parcialmente recuperado, alcanza a
defenderse a duras penas. más caballeros llegan en su apoyo: Brián, Agrajes y Galvanes. Entre todos hacen gran
matanza entre los insurgentes. Amadís, completamenterecuperado, ve como Lisuarte es atacado por el rey
Arábigo, Argomades, dos sobrinos del rey Arábigo y sus huestes. Amadís da la orden de socorrer al rey. Todos acuden
hacia allí.
Amadís se enfrenta aArgomades que le lanza un mandoble y se lo clava tres dedos en el yelmo. Amadís le hiere en el
hombro izquierdo, cortando la loriga, la carne y el hueso: el brazo le queda colgado del costado. Es el golpe más fuerte
que en toda la batalla se ha dado o se dará.
Argomades se retira malherido. Las doncellas, desde la torre del castillo, aclaman al caballero del yelmo
dorado. Ancidel, sobrino del rey Arábigo, ataca a Amadís. Golpea en la cabeza de su caballo y lo
mata. Florestangolpea a Ancidel en el yelmo y lo hace caer a los pies de Amadís. Ancidel, antes de caer, consigue
herir con su espada a Florestán en el costado. Lisuarte y el rey Artábigo concentran sus fuerzas para enfrentarlas en
cruel combate. Durín, al ver a Amadís sin caballo, le lleva una nueva montura. Amadís se lo agradece llamándolo
por su nombre. Durín le pregunta con insistencia por su identidad. Amadís se lo dice discretamente antes de retornar
con nuevos bríos al combate. Ahora está seguro de que sus hazañas llegarán a oídos de Oriana por boca
de Durín. Lisuarte lucha contra el rey Arábigo, le hace retroceder y le obliga a protegerse entre sus hombres. El rey
Arábigo va maldiciendo a Arcaláus que le convenció para invadir Gran Bretaña asegurándole un fácil
triunfo. Galaor lucha con Salmadán pero su espada está tan desgastada que ya no corta. La tira, se abraza a su enemigo
y lo hace caer. Salmadán se parte el cuello y muere. Amadís a marchas forzadas se recupera de tantos meses de
ociosidad en la Gaula. No menos bravos son Perión, Florestán, Agrajes, Galvanes, Brián, Norandel, Guilán y el
rey Lisuarte. Los insurgentes comienzan a retirarse en desbandada, unos hacia los montes, otros hacia los
barcos. Lisuarte y los suyos los exterminan en su huida. Muchos son muertos, muchos son hechos prisioneros. Solo
unos pocos alcanzan el barco del rey Arábigo. Es noche cerrada cuando la batalla se da por acabada. Lisuarte ocupa
las tiendas enemigas acompañado de sus caballeros. Los tres caballeros misteriosos se ocultan en el bosque. Envían a
un escudero con un mensaje para el rey: se excusan por no presentarse ante él, le ruegan que su parte del botín se lo
entregue a las doncellas de la torre. Ya en el bosque, acampan, se asean, cenan y duermen.
Lisuarte pregunta por los tres caballeros. Sospecha que el del yelmo dorado es Amadís, pero Galaor lo niega debido a
la carta que recibió justo antes de la batalla. Llega el escudero con el mensaje de los tres caballeros. Esa noche
descansan en las tiendas del rey Arábigo. Al día siguiente, tras el reparto del botín, cada uno parte a su
hogar. Lisuartevuelve a Gandapa donde se reune con su hija.
Libro III, Capítulo 69 Los tres caballeros descansan unos días en el bosque antes de retornar a la Gaula. Embarcan
pero se levanta un fuerte viento que los desvía de su ruta. Intentan volver a las costas de Gran Bretaña pero se
extravían a causa de la tormenta. A los cinco días llegan a una isla dominada por una gran montaña. Desembarcan a la
espera de que amaine la tormenta y para abastecerse de agua potable. Deciden explorar la isla. Salen los tres
acompañados de sendos escuderos. Gandalín se queda guardando el barco. Avanzan por un valle hasta llegar a un
llano donde se topan con una doncella ricamente vestida junto a una fuente. Está acompañada de otras dos doncellas y
dos escuderos. Están de caza y llevan halcones y canes. Ella les reconoce por sus armas como los "3 caballeros de las
sierpes" y les saluda con alegría pero solo por señas, ya que es muda. Responden a su saludo. A pesar de su mudez les
parece una mujer muy hermosa. La doncella abraza a Amadís e invita a los tres a su castillo. Cuando llegan, descubren
que es un espléndido edificio. Allí son atendidos obsequiosamente por dueñas y doncellas. Los alojan en una rica
cámara de 20 codos de alto (unos 9 ó 10 metros), los cubren con preciosos mantos, les dan de cenar, escuchan música,
ven juegos de luces y a dormir. Se acuestan cada uno en su cama con sus armas junto a ellos. Duermen plácidamente...
Pero todo es una trampa: la habitación tiene un mecanismo que accionado por una palanca hace que la cámara entera
descienda hasta un foso de veinte codos. [Aquí viene un poco de reflexión filosófica: la hermosa doncella muda es
como ese mundo hermoso que nos lisonjea, hace que nos relajemos y cuando nos queremos dar cuenta ya estamos en
lo hondo de un pozo]
Despiertan los tres caballeros. Todo está a oscuras. Cogen sus armas y a tientas exploran la habitación. Tras puertas y
ventanas solo palpan muro. Oyen ruido arriba y comprenden que han caído en una trampa. Se abre una ventana en lo
alto y aparece un robusto caballero, de rostro temible, pelo cano, vestido de luto y con una manopla de paño blanco en
su mano derecha. Se les presenta como Arcaláus el Encantador. Les anuncia que están a su merced y que nada bueno
les espera. Su intención es vengarse en ellos por el que le cortó la mano. Una doncella señala a Amadís como el
caballero del yelmo dorado. Es la doncella muda que ya habla. Se llama Dinarda y es hija de Ardán Canileo. Es
malvada y odia a Amadís. Se hace pasar por muda como estrategia para cumplir su misión. Arcaláus les dice que les
cortará la cabeza y se las enviará al rey Arábigo en compensaciónpor la derrota porque ellos han sido factor
fundamental en la misma. Cierra la ventana y la cámara queda a oscuras.
Perión habla de la cruel paradoja de encontrarse ahí después de haber escapado de una fiera batalla donde podrían
haber muerto, para caer en el engaño de una doncella flaca y muda. Pero tiene la esperanza de salir de ahí. Estas
palabras animan a sus hijos. Pasan el día sin comer ni beber. Tras la cena, Arcaláus se vuelve a asomar con Dinarda y
dos ancianos. Les dice que no piensa darles de comer y que ha capturado a los escuderos y al enano.
Piensa torturarlos hasta que desvelen la identidad de los tres caballeros. Padre e hijo conocen así la noticia de
la captura de Gandalín, Ardian y de Orfeo, el repostero real. Amadís intenta disculpar su ayuda
a Lisuarte recordándole que el hombre a quien más odia el rey Lisuarte es Amadís. Dinarda le aconseja que no los
mate de hambre antes de decidir su destino. Arcaláus les da de comer una empanada de tocino y para beber, agua y
vino.
Gandalín, Ardián y Orfeo son encerrados junto a otro caballero, su esposa y su hijo, que ya llevan más de un año de
encierro. Les informan que los tres caballeros también han caído presos y están encerrados en el castillo. Resulta que
la estancia donde están encerrados está situada justo debajo de la cámara donde están retenidos los tres caballeros, y
que el mecanismo que hace subir y bajar la habitación se encuentra a su alcance. Gandalín, Orfeo y los dos prisioneros
unen sus fuerzas y consiguen mover una palanca que hace que la habitación-trampa comience a subir. Perión se da
cuenta de que el cuarto se mueve y avisa a sus hijos. Los tres se arman y cuando llega a arriba, derriban la puerta y
salen al castillo donde luchan con bravura y lanzan estentóreos gritos. Arcaláus los oye y temiendo una traición huye
hacia una torre casi desnudo. Retira la escalera movediza y mira por la ventana. Se da cuenta de que son solo los tres
caballeros que han escapado, pero que acaban rápidamente con la resistencia de los soldados
de Arcaláus. Gandalín, Orefeo y Ardán gritan pidiendo auxilio. Amadís reconoce sus voces y los libera. Encuentran
sus caballos y otros que dan al caballero prisionero y a su familia. Salen del castillo, pero antes le prenden fuego. Se
mofan de Arcaláus que ha quedado encerrado en su propia torre. Embarcan en su galera.
Ya en el barco, cuando se quitan las armaduras, la dueña reconoce a Perión y se postra ante él. Le pregunta
por Amadís y Perión se lo presenta. La dueña, de nuevo se postra, esta vez ante Amadís. Le confiesa que es Darioleta,
la doncella que lo arrojó al mar cuando era un bebé y le pide su perdón. Amadís sabe que cumplía los deseos de su
madre y la perdona.
Continúan su viaje hacia la Gaula.
Arcaláus queda encerrado en su torre, desnudo y rodeado de llamas. Aguanta como puede hasta que pueden entrar y
socorrerle, pasados tres días. Lo encuentran medio muerto, con síntomas de asfixia. Lo sacan al exterior donde poco a
poco se recupera para descubrir las ruinas de su castillo. Promete vengarse de los tres caballeros y matar en el acto a
cualquier caballero de Lisuarte que caiga en su poder. Descansa durante cuatro días, reponiéndose de sus achaques.
Luego parte escoltado por siete de sus caballeros. Al poco de iniciado el viaje se topan con dos caballeros
de Lisuarte. Arcaláus envía a sus siete hombres para acabar con ellos. En el primer encuentro mueren dos caballeros
de Arcaláus. Los otros cinco rompen lanzas y siguen la lucha a espada. Los dos caballeros de Lisuarte matan a tres
enemigos más. Los dos restantes huyen en desbandada hacia el bosque. Los caballeros
de Lisuarte son Galaor y Norandel. Se acercan al lugar donde está Arcaláus y sus sirvientes. Los criados
huyen cobardemente y abandonan a Arcaláus y Dinarda. Galaor le dice que su deseo es matarlo de inmediato, pero se
va a contener y lo enviará ante Grumedán para ser juzgado. Arcaláus arteramente, cambia su semblante fingiendo gran
alegría. Les cuenta que es primo de Grumedán y que ha sufrido grandes desventuras. Galaor y Norandelaceptan
escuchar su historia: "Paseaba por el Bosque de la Laguna Negra, cuando una dueña se me presentó. Me pidió ayuda
en un conflicto que tenía. La acompañé y solucioné su problema ante el conde Guncestre. Satisfecho del deber
cumplido, regresé a mi castillo. Me topé con aquel caballero que habéis matado que me apresó con intención de
arrebatarme mi castillo. Me tuvo encerrado durante 1 año hasta que cedí a sus pretensiones de apoderarse de mi
castillo. Tanto tiempo de cautiverio me dejó tan débil que, como veis, solo en andas puedo desplazarme. Íbamospara
formalizar la transferencia de la propiedad. Mi intención era, en cuanto pudiese, dirigirme a mi primo Grumedán o al
rey Lisuarte para pedir justicia. Si para ellos no fuera posible, me dirigiría a Amadís o a su hermano Galaor para
pedirles ayuda. Pero todo eso ya no es necesario, ya que vosotros me habéis vengado cumplidamente." Los
cándidos Galaor y Norandel le creen a pies juntillas. Le preguntan su nombre. Arcaláus les dice que se
llama Granfiles (verdadero primo de Grumedán, a quien Galaorconoce de oídas). Galaor y Norandel también se
presentan. Arcaláus se despide con insincero agradecimiento y se va. Galaor y Norandel acampan.
Mientras Norandel y Galaor descansan, llega un escudero que les cuenta que en un edificio cercano se han refugiado
las doncellas que acompañaban a Granfiles (Arcaláus, en realidad). Se acercan a la torre y las llaman a voces. Ellas se
asoman y les piden ayuda para salir del edificio. Galaor se encarga de Dinarda, que viste una saya escarlata y una capa
de jamete blanco. A Galaor, la doncella le parece un bellezón. Norandel ayuda a la otra. Todos juntos se acomodan
junto a una fuente comiendo y bebiendo las viandas encontradas en las alforjas de Granfiles-Arcaláus. Tras la
cena Galaor se lleva a Dinarda tras los matorrales. Ella lo ha reconocido y se le muestra receptiva por si cambian las
tornas y puede servirle de aliado. Él quiere ligar y ella se deja. Esa noche Galaor hace una nueva muesca en el pomo
de su espada en su particular ranking sexual. Norandel intenta lo mismo con la otra doncella, pero ella es más reticente
y se excusa diciendo que sin el permiso de su ama Dinarda, ella no hace guarreridas sexuales. Norandel conoce la
historia de Dinarda, sabe quienes son su padre y su tío y que su objetivo en la vida es vengar la muerte de su padre.
Después de mucho "cabalgar" vuelven Galaor y Dinarda. Él viene alegre y satisfecho, ella mohína y taciturna. En un
aparte, Norandel le desvela la identidad de su amante. Galaor, que se ha prendado de Dinarda, decide reunir
a Amadís con ella y conseguir el perdón para su hermano. Dinarda habla con su doncella y se entera con gran pesar de
que su identidad ha sido desvelada. Le ordena a su doncella que acceda a las pretensiones de Norandel para tener a
ambos caballeros contentos y ganar su favor. Por la noche ambos caballeros tienen a sus damas receptivas y
dispuestas. Buscan lechos discretos donde amarse. Galaor le pregunta por el nombre del caballero que los quería
matar. Galaor se refiere al primer caballero que ha derribado y matado. Dinarda cree que se está refiriendo a su tío y le
responde que se llama Arcaláus. Galaor cae en la cuenta de que Arcaláus le ha engañado y ha escapado. Dinarda, en
su fuero interno se alegra de que su tío escapara, pero cara a Galaor se muestra cariñosa y muy enamorada. Al día
siguiente continúan viaje hacia la Gaula. Arcaláusse refugia en otro de sus castillos donde, hirviendo de odio, se cura
de sus heridas y maquina su venganza.
Galaor y sus compañeros buscan un puerto para embarcar hacia la Gaula. Al tercer día llegan a un castillo y piden
albergue. Es el castillo de Ambades, primo de Arcaláus. Ambades reconoce a Dinarda. Ésta, en cuatro palabras, le
pone al tanto de la situación, pero le encarece que no ataque a Galaor: le recuerda con que facilidad despachó a los
siete caballeros de su tío. Ambades finge hospitalidad. Acuerda con Dinarda que al día siguiente, cuando reanuden la
marcha, ellas se retrasarán y en cuanto Galaor y Norandel salgan del castillo, cerrarán las puertas y ellas quedarán a
salvo dentro. Así ocurre: al día siguiente, Galaor y Norandel se despiden montan en sus caballos y salen del castillo.
Las doncellas se quedan atrás. Ambades aprovecha para subir el puente levadizo y los deja con tres palmos de
narices. Galaor reclama a las doncellas, pero Dinardadesde lo alto del muro le reitera su odio a Amadís, extensivo a su
hermano. Le espeta que si se le ha entregado ha sido por miedo. Norandelllama a la otra doncella que le contesta que
solo sigue las ordenes d su señora. Norandel reta a Ambades con el objetivo de recuperar a las doncellas. Pero el
primo de Arcaláus desprecia el reto y los hace huir con una andanada de flechas. Galaor y Norandel prosiguen solos su
viaje. Llegan al puerto de Alfial donde embarcan para la Gaula. Llegan sin novedad. Desde la costa ya le
esperan Amadís y Florestán que lo han reconocido en la distancia. Hay alegría mutua por el
reencuentro. Florestánpresenta a Norandel y a Amadís. Acompañan a los recién llegados ante Perión. Amadís está
preparado para salir en busca de aventuras. Galaor le dice que gustoso le acompañaría pero que una misión le retiene.
Cuando le preguntan por ella, responde que es la de encontrar a los tres misteriososcaballeros de las sierpes, artífices
de la victoria sobre los Siete Reyes. En un aparte, Amadís les dice a Florestán y Perión que le cuenten la verdad
a Galaor solo después de su partida para evitarle trabajos innecesarios. Esa noche hubo fiesta y risas. A la mañana
siguiente tras la misa matinal, Amadís parte acompañado de Gandalín y el enano. Florestán le pide acompañarlo,
pero Amadís no se lo permite: quiere ir solo para pensar mejor en su amada Oriana y porque piensa exponerse a
situaciones tan extremas y peligrosas que solo la gloria o la muerte le espera. Se despide y marcha. Cuando ya le han
perdido de vista, Perión le desvela a Galaor la verdadera identidad de los caballeros de las sierpes. Norandel le pide
los yelmos y las armas. Perión se los da. Galaor y Norandel cuentan su aventura con Arcaláus y Ambades. Tras unos
días regresan a la Gran Bretaña.
Libro III, Capítulo 70 Cuando Esplandián cumplió los cuatro años, el ermitaño Nasciano se lo trajo para que viviera
con él. Le acompañó su sobrino, de la misma edad que Esplandián, y su madre, que los había criado, para que siguiera
cuidándolos. Esplandián enseguida hizo amistad con la leona que, de vez en cuando, visitaba al
ermitaño. Esplandián le da de comer y, desde entonces, la leona lo visita cada día. Tiempo después, el ermitaño le
regala un arco y Esplandián comienza a salir de caza con la leona, encargada de levantarle las piezas. Le acompañan
dos ballesteros amigos de Nasciano, con quienes aprende todo lo que hay que saber del arte de la caza.
Amadís, tras abandonar la Gaula, llega a Alemania, donde en poco tiempo se hizo un nombre como desfacedor de
entuertos y victorioso caballero. Es conocido como el Caballero de la Verde Espada o el Caballero del Enano. Pasa
cuatro años por esa tierra. Al llegar el invierno decide marcharse a Bohemia donde reinaba el rey Tafinor que tenía
fama de ser un monarca bueno, poderoso y rico. Tafinor está en guerra con Patín, Emperador de Roma y rival
de Amadís por el amor de Oriana. Ya en Bohemia, se encuentra un río. En la otra orilla ve mucha gente que cazan con
aves de cetrería. Un jerifalte atrapa una garza y cae a los pies de Amadís que descabalga y les grita a los otros si ceba
al ave. Le contestan que sí. Tafinor está en ese grupo de gente. Como lo ven junto a Ardián, sospechan que pueda ser
el famoso Caballero del Enano (o de la Verde Espada) La fama de sus hazañas alemanas le precede. Sandián,
caballero-caudillo de Tafinor confirma que el misterioso caballero ciñe una espada verde. Tafinorse apresura a vadear
el río. Se planta ante Amadís y se presenta como el rey de Bohemia y le da la bienvenida. El Caballero de la Verde
Espada se ofrece como su vasallo en su lucha contra Patín. Roma quiere someter a Bohemia. Tafinor se resiste a pesar
de la desigualdad de fuerzas. El rey acepta el ofrecimiento del Caballero de la Verde Espada y lo aloja en su casa y le
proporciona la compañía de su hijo Grasandor y de su primo, el conde Gaitines.
Unos días después, el rey acompañado por el Caballero de la Verde Espada (CVE) y por sus caballeros, sale de paseo.
La tregua con Patín está punto de expirar. Ven como se acercan doce caballeros con su armas liadas en palafrenes. El
rey reconoce a Garadán, primo de Patín, de escudo con dos águilas sobre campo cárdeno. El rey expresa su enojo pero
el CVE le aconseja que lo reciba cortésmente pero sin servilismo. Tafinor le hace caso. Cuando llegan Garadán y los
suyos, les ofrece con hospitalidad. Garadán trae un mensaje de Patín: quiere terminar pronto el conflicto y le ofrece
a Tafinor un combate para decidir el destino de la guerra. Le ofrece que elija la modalidad que más le convenga: una
batalla contra Salustanquindio, príncipe de Calabria, de cien caballeros contra otros cien, o bien un combate de doce
contra doce. El CVE pide pruebas de que Patín respetará lo que se acuerde. Garadán se sorprende que un simple
caballero le quite la voz al rey Tafinor. El rey se lo presenta como el CVE. Al conocer su identidad, Garadán tiene dos
sentimientos encontrados: conoce sus hazañas en Alemania y le preocupa que milite en el bando contrario, pero por
otro lado, le apetece la posibilidad de medirse con él. El CVE dice que cualquiera de las dos modalidades le vale, que
luchara en el bando de Tafinor para conseguir la mayor gloria. Tafinor lo abraza agradecido y le pide que escoja él el
tipo de combate. El CVE se niega. Tafinor consulta con sus caballeros: la opinión está dividida. El Conde Galtines le
pide al CVE que exprese su opinión que se decanta por la lucha 12x12. Tafinor acepta y le dice su elección
a Garadán. Garadán y el CVEcruzan palabras amenazadoras. La tensión crece. Antes de que se acuerde la hora de la
batalla se enzarzan en una escalada de bravatas y terminan retándose para luchar de inmediato, sin esperar al combate
12x12. Lucha. En el primer embate rompen lanzas y escudos. Garadán cae, Amadís se mantiene a caballo pero herido
en un brazo. Su caballo cae desfallecido. Ambos se enfrentan a pie con la espada. El CVE le ataca con tal fiereza que
Garadán va reculando e intentar aplazar la lucha para el combate del día siguiente. Pero Amadís se niega y la lucha
continua. El CVE le hunde la espada en la cabeza y Garadán muere.
Tafinor conduce al CVE hasta su tienda para que descanse y se reponga para la batalla del día siguiente. Los romanos
se llevan el cuerpo de Garadán. El desánimo cunde entre sus filas: no pueden renunciar al combate 12x12 porque eso
deshonraría al Emperador Patín, pero tampoco quieren luchar porque sin Garadán y con el CVE como rival no tienen
ninguna posibilidad de vencer. Algunos proponen abandonar el campo y excusarse ante el Emperador echando la
culpa al fallecido Garadán por su imprudente duelo con el CVE. Toma la palabra Arquisil. Ocupa el segundo puesto
en la linea sucesoria del Imperio Romano. Por esta causa, Patín lo odia y lo envía a arriesgados combates fuera de la
seguridad de la corte romana. Arquisil se ofrece para luchar contra el CVE y convence a sus hombres para que no
abandonen su deber.
El día siguiente es el fijado para el combate 12x12: Arquisil y el Caballero de la Verde Espada (CVE) se
enfrentan directamente. Tras el primer cruce, Arquisil es desplazado a las ancas de su caballo, pero con agilidad
se recoloca en la silla. El CVE le golpea con su lanza rota y le arranca el yelmo. Está a punto de rematar la faena pero
en ese instante le atacandon oponentes. Uno de ellos hiere a Amadís en el muslo, que se revuelve con furia y de un
tajo con su espada mata a su caballo. El caballo cae arrastrando a su jinete que se rompe la pierna al chocar contra el
suelo. Arquisil, recompuesto, ataca con su espada al CVE, que se revuelve y de un tajo le cercena el brazo. Luego se
dirige en ayuda de Grasandor y el resto de compañeros. Arquisil, a pesar de su grave herida, no ceja en su ataque y se
lanza sobre el CVE. Amadís, que no quiere ensañarse con él, solo para sus golpes sin atacarle. Interviene en lo que
puede en el resto de combates. Poco tiempo después, todos los caballeros romanos están muertos o
malheridos. Grasandor derriba a Arquisil pero Amadís evita que lo mate. El CVE insta a Arquisil a declararse vencido
y preso. Arquisilclaudica. Se retiran para curar sus heridas en el castillo de Tafinor. Arquisilpide licencia para reunirse
con sus hombres, recoger los cadáveres y acomodar a los heridos. Amadís le pide que se comprometa por su honor a
regresar en cuanto acabe. Arquisil así lo promete. Lo dejan libre y Arquisilse va. El CVE cura sus heridas en la corte
de Tafinor. Una vez repuesto, le expresa su deseo de partir ya que la guerra con Roma ha sido
ganada. Tafinor habla con él a solas antes de que se marche. Le pide que le revele su verdadero nombre. Amadís se lo
dice confidencialmente y parte hacia Romania.
Libro III, Capítulo 71 Lisuarte sale de excursión acompañado por la reina, por Oriana y por algunos cortesanos. Van
a la Fuente de la Siete Hayas. Del cercano bosque ven salir a una leona acompañada por un niño de cinco años: es
Esplandián. El grupo observa como Esplandián caza un ciervo ayudado por la leona y por el sobrino de Nasciano.
Lisuarte se planta ante Esplandián y le pregunta quien es y donde vive. El niño le explica que vive con un ermitaño y
le invita para que visite su morada. Lisuarte acepta y acompaña al niño. Nasciano le recibe y le cuenta la historia de
Esplandián, como lo encontró, como se lo dió a su hermana y a su cuñado Sarguil para que lo criaran y como, desde
hace unos meses, vive con él acompañado por su sobrino que también se llama Sarguil. Lisuarte se acordaba de
Sarguil padre, que fue un buen vasallo suyo. Se ofrece para favorecer tanto al hijo como a su compañero de juegos.
Lisuarte regresa a su campamento. La reina le cuenta que durante su ausencia ha venido Urganda que le ha dejado una
carta. En ella, Urganda le recomienda que favorezca a Esplandián porque va a ser un gran caballero que dará gran
lustre a la casa de Lisuarte. El rey reune a sus caballeros y cortesanos. Les hace oír la carta de Urganda y les comunica
que ya ha encontrado al tal Esplandián. Al poco rato llegan Nasciano, Sarguil, Esplandián y la leona con varias
piezas de caza que reparten. Nasciano vuelve a contar la historia de Esplandián, y Oriana, Mabilia y la Doncella
de Dinamarca caen en la cuenta de que Esplandián es el hijo de Oriana. Lisuarte le pide a Nasciano que le ceda a
ambos niños para su educación. El ermitaño, con pesar, accede. Esplandián en principio destinado al servicio de la
reina, termina estándolo al servicio de Oriana, su madre, con gran placer de ésta. En secreto de confesión, Oriana le
revela a Nasciano que es la madre del niño, pero le tranquiliza diciéndole que tiene promesa de matrimonio
de Amadís.
Libro III, Capítulo 72 Amadís anduvo un tiempo por Romania, viviendo grandes aventuras y alcanzando grandes
victorias, pero con la perenne congoja por estar lejos de su amada Oriana. Lloraba por las esquinas y Gandalín lo veía
penar. Tras dos años de su partida de la Gaula llegan a Sadiana, puerto de mar rumano cercano a Grecia. Se topan con
un grupo de damas y caballeros. Amadís, melancólico, los evita. Pero un caballero desafiante y una doncella se le
acercan. La doncella le pide, por ruego de su señora que lo ha reconocido como al Caballero de la Verde Espada
(CVE)-famoso por estas tierras-, que acuda junto a ella, pues tiene algo que decirle. Amadísaccede a condición de
saber primero que quiere el caballero prepotente que la acompaña. La doncella se muestra reticente pero termina por
contárselo: el caballero, al conocer los deseos de su dama, se ha ofrecido a traer al CVE ante ella aunque sea a la
fuerza. La doncella advierte a Amadís de que se trata de uno de los mejores caballeros de esas tierras. Amadís quiere
saber de que es capaz ese caballero. Hace ademán de seguir su camino y el otro se interpone y le increpa: le llevará
ante su dama ý le obligará a ir montado al revés, sujetando la cola de su caballo con la mano y con el escudo atado a la
espalda. Si no accede, piensa matarlo. Luchan. Rompen lanzas y el caballero, llamado Brandasinel, cae al suelo. El
escudo de Amadís se perfora y la punta de la lanza de su adversario llega a herirle en la garganta. Brandasinel queda
tendido en el suelo como muerto. Gandalín lo examina: no está muerto. Lo reaniman. Amadís le pone la espada en el
cuello y le conmina a presentarse ante su dama de la ridícula manera que había pensado para el CVE si quiere salvar
su vida. Brandasinel, a pesar del deshonor y la vergüenza, accede. Amadísle dice a la doncella que avise a su señora,
llamada Grasinda, de que van a presentarse ante ella.
Grasinda los recibe y ve llegar a Brandasinel en tan bochornosa postura. Invita al Caballero de la Verde Espada (CVE)
a su castillo y ofrece a su mejor cirujano para que lo cure. Grasinda es viuda y sin hijos, y posee una gran fortuna.
Cuando ve al CVE limpio y con su mejor traje, queda prendada de su hermosura y se propone casarse con él. Indaga
discretamente sobre su fortuna e historia, preguntando a Gandalín. Éste no suelta prenda, pero como adivina las
intenciones de Grasinda, le dice con rotundidad que el CVE está profundamente enamorado de otra dama. De esta
forma consigue desencantarla. Grasinda le pregunta al CVE por sus proyectos: él quiere ir a Grecia. Grasinda le ofrece
un barco totalmente pertrechado a condición de que vuelva a verla en un año. Amadís acepta. Grasinda también le
cede a su médico, Helisabad, para que lo acompañe en su viaje. Poco tiempo después emprenden el
viaje. Amadís decide no ir directamente a Constantinopla, sino visitar las tierras e ínsulas de Romaniay Grecia que
todavía no conoce. Durante semanas recorren numerosos territorios, desfaciendo entuertos, corriendo aventuras,
siempre victoriosos. Amadís sufre muchas heridas que cura el diligente Helisabad. La tripulación termina
por hartarse de tanta correría y le plantean un ultimátum: deben llegar a Constantinopla y volver a Sadiana antes de
que pase el año prometido. Amadís consiente.
Patín, Emperador de Roma, fue pretendiente de Oriana, pero Amadís lo derrotó y tuvo que abandonar la Gran Bretaña.
Al morir Siudán sin hijos, Patín accedió al trono romano. Entonces se vio en excelente posición para volver a
pretender la mano de Oriana. Envía una delegación a Gran Bretaña para concertar el matrimonio: en ella
van Salustanquidio (primo de Patín y Príncipe de Calabria), Brodandil de Roca, la princesa Sardamira(de Cerdeña,
antiguo amor de Patín) y el Arzobispo de Talanca.
Libro III, Capítulo 73 El Caballero de la Verde Espada y sus hombres se dirigen en barco hacia Constantinopla, pero
una tempestad los desvía de su rumbo y les hace llegar a la Isla del Diablo. Helisabad les cuenta la historia de esa isla:
Allí señoreaba Bandaguido, gigante fiero y batallador, que había sometido a las ínsulas de los alrededores. Casó con
una giganta buena con quien tuvo una hija, Bandaguida. Ésta, que se hizo muy hermosa, no consiguió pretendiente,
pues todos temían a su padre. Al final, Bandaguido y su hija tienen una relación incestuosa. Decidieron asesinar a la
madre, la giganta buena. La hija condujo a su madre hasta un huerto y en un descuido la arrojó a un pozo donde la
giganta se ahogó. Bandaguido anunció su boda con su propia hija. Un oráculo vaticinó que de esa unión surgiría el ser
más fuerte y bravo del mundo entero. Brandaguido engendró en su hija un monstruo, el Endriago: cubierto de pelo por
completo, y sobre el pelaje, durísimas conchas impenetrables, de recios brazos y piernas, con negras alas
membranosas, con cuatro colmillos de más de un codo de largo, de ojos rojos y brillantes. Cuando nació, su padre lo
puso al cuidado de sucesivas dueñas. La primera ama de cría que lo amamantó, murió empozoñada. Las siguientes se
negaron a cuidarlo. El gigante pidió consejo a su oráculo, que estaba formado por tres ídolos: un hombre, un león y un
grifo. El hombre dijo que la apariencia de su hijo tenía como fin acabar con la cristiandad, el león dijo que le había
dado su fuerza y el grifo, que le había dado sus alas, sus garras y su agilidad. Le aconsejaron que para su crianza
siguiera sacrificando amas, pero que cuando muriera la tercera, lo alimentara con leche de vaca durante un año. Así lo
hizo. Al cabo de un año, Bandaguido y su esposa-hija acudieron a ver a su retoño. Cuando su madre se acercó, el
Endriago saltó sobre su cara y la hirió con tanta gravedad que la mató. El gigante intentó defenderse, pero el monstruo
le arrancó una pierna y Bandaguido murió emponzoñado. El Endriago escapó del castillo matando a gente por doquier
y se refugió en los montes. Se dedicaba a recorrer la isla devorando a cualquier ser vivo, animal o persona, que tuviera
la desgracia de toparse con él. En poco tiempo, ya sea por muerte o huida, la isla quedó deshabitada.
Han pasado cuarenta años desde entonces. Amadís decide desembarcar y acabar con el monstruo.
Desembarcan en la isla. Todos están atemorizados. Amadís acomoda a la tripulación en el castillo, que está
deshabitado como el resto de la isla, y parte acompañado por Gandalín en busca del Endriago. Cuando lo encuentran,
los caballos se asustan tanto que no pueden acercarse a él cabalgando. Amadís lo ataca a pie. El primer lanzazo le
atina en un ojo, y allí le deja clavada la punta de su lanza. Luego le golpea el cuerpo con su espada, pero
las conchas son tan fuertes que no hace mella en ellas. Amadís sospecha que su único punto débil son los ojos y allí
dirige sus golpes. Con un afortunado mandoble, Amadís introduce su espada por el orificio nasal del monstruo que
atraviesa los huesos del cráneo hasta alcanzar los sesos. Amadís aprovecha esta herida casi mortal para
clavar varias veces la espada en la boca de la bestia. El Endriago muere tras lanzar un horrísono grito de
agonía. Amadís cae desfallecido por el esfuerzo realizado y las heridas sufridas. Gandalín le auxilia. Pide ayuda
haciendo sonar su cuerno. Acuden el enano y Helisabad. El médico atiende a Amadís. Lo llevan en andas al castillo,
donde se recupera. A los tres días, Amadís ya está dispuesto a partir hacia Constantinopla y retornar junto
a Grasinda una vez cumplido el plazo de un año.
Libro III, Capítulo 74 Helisabad aconseja a Amadís que le escriba al Emperador de Constantinopla para darle a
conocer por anticipado su aventura con el Endriago y pedirle ayuda para abastecer su barco y presentarse dignamente
ante él. Como Helisabad ya conoce al Emperador, Amadís le pide que sea él mismo quien escriba
la carta. Helisabad así lo hace. Envía el mensaje por medio de su fiel escudero y pariente y miembro de la tripulación.
El mensajero llega a Constantinopla en tres días y le entrega la carta a su destinatario. El Emperador lee asombrado la
misiva. Uno de sus cortesanos, el conde Saluder, ya conoce la fama del Caballero de la Verde Espada, puntualmente
informado por su hermana Grasinda. El conde corrobora la identidad del CVE y asegura la veracidad de los hechos
narrados en la carta. El Emperador decide ayudar al CVE y traerlo a su corte. Manda aparejar varios barcos con
hombres y vituallas y los envía en busca del CVE y sus hombres. Al mando de la expedición va el
conde Saluder y Gastiles, sobrino del Emperador, hijo de su hermana, la duquesa de Gajaste. En los barcos viajan
varios artistas que medirán, estudiarán y harán bocetos del monstruo, con el fin de hacer una estatua de metal.
El CVE ya los espera en la isla. Ha preparado el castillo para recibir a sus huéspedes con el mayor agasajo posible.
Les muestra los restos del Endriago. Todos quedan espantados. Los artistas hacen sus mediciones y bosquejos.
Permanecen tres días en la isla antes de partir hacia Constantinopla.
Cuando llegan, el pueblo recibe al CVE con entusiasmo. Amadís está ataviado con ricos ropajes que le regaló el rey de
Bohemia. Se reune con el Emperador, que lo recibe cordialmente y lo invita a su palacio. Lo aposenta en una lujosas
habitaciones junto con Helisabad y con la compañía de Gastiles y Saluder. El Emperador le pide a su esposa que
agasaje al invitado. La Emperatriz lo hace con el mayor gusto. El CVEconversa amigablemente con la Emperatriz a
pesar de la barrera del idioma: Helisabad le había enseñado los rudimentos de la lengua. El Emperador manda traer a
su hija Leonila. Viene acompañada de dos infanta, hijas del rey Barandel de Hungría. Leonila es una niña de 9 años
tan bonita como era Oriana a su edad. Tanto le recuerda a su amada que Amadís no puede contenerse y sus ojos se
llenan de lágrimas. El Emperador lo advierte y quiere saber la causa. Gastiles le aconseja que le pregunte
a Helisabad pues hace tiempo que lo conoce. El médico no sabe, pero sospecha que el CVE está enamorado y llora la
ausencia de su amada. El Emperador quiere que el CVE se quede en su corte y le pide a Helisabad y a su esposa que le
convenzan. Tanto el médico como la Emperatriz aconsejan al CVE que se quede en la corte imperial, pero éste declina
la oferta. El Emperador le ofrece el oro y el moro, pero Amadísvuelve a rechazar cortésmente la proposición.
Llega Leonila con una corona de oro en su cabeza y otra en sus manos. se acerca al CVE y le pide que entregue la
corona de oro a la más hermosa doncella que conozca, y la corona que lleva en sus manos, de perlas y piedras
preciosas, se la de a la más hermosa dueña que conozca. Además se reserva una tercera petición. Amadís le devuelve
la corona de oro a Leonila, pues es la más hermosa doncella que conoce. Leonila le formula su tercera petición: que le
revele el nombre de su amada. Amadís se niega, pero sí le dice que es la persona a quien entregará la corona de perlas
y piedras preciosas. Leonila le regala un anillo con dos rubíes, uno rojo y otro blanco. Hablan de Apolidón, abuelo
de Leonila y findador de la Ínsula Firme. El CVE le cuenta la historia de como un caballero consiguió reconquistar la
Ínsula Firme. Le dice que se llama Amadís de Gaula, hijo del rey Perión. El Emperador cuenta la historia de como se
partió la piedra del anillo: siendo Apolidón Emperador de Constantinopla, recibió un regalo del rey de
Judea, Felípanos. Eran doce hermosas coronas de perlas y piedras preciosas. Una de ellas, la que ahora tiene el CVE,
tenía engastada una piedra. Apolidón le regaló la corona a su esposa Grimanesa. Peroantes partió la piedra. Una de las
mitades la volvió a engastar en la corona y con la otra se hizo el anillo.
Seis días estuvo el CVE en la corte imperial, pero el plazo del año acordado iba a cumplirse. Pidió permiso al
Emperador para cumplir su promesa y volver con Grasinda. Leonila le pide que retrase su marcha dos días más para
que lo agasajaran en condiciones. El CVE se ve rodeado por más de veinte risueñas y juguetonas doncellas y accede.
Pasan los días, tres con el Emperador y su corte y dos más junto a Leonila y sus doncellas. Allí conoce a Menoresa,
Señora de la ínsula Gadabasta. Llega el día de la partida. Menoresa le regala seis espadas para repartir entre sus
amigos. Leonila le pide que vuelva pronto o al menos que envíe a alguien de su linaje. Amadís piensa en su
hermano Galaor, pero no será él quien acudirá a Constantinopla, sino otro, como se verá en "Las sergas
de Esplandián".
Mientras, la comitiva para el casamiento de Patín continúa su viaje a Gran Bretaña. Por donde pasan, anuncian
que Oriana es la virtual Emperatriz de Roma. Y en todos esos reinos anhelan que una mujer de esa categoría no se
case con un hombre tan odioso como Patín. La comitiva arriva a Gran Bretaña por el puerto de Zamando y mandan un
mensajero que los anuncie a Lisuarte.
Libro III, Capítulo 75 Tras veinte días de travesía, el barco del CVE llega a la villa de Grasinda. Allí ya tenían
noticias de su aventura con el Endriago. Grasinda se alegra mucho y da ordenes de recibirlo con todos los honores.
El CVE agradece a Grasinda los fieles y profesionales servicios prestados por Helisabad. Al día siguiente, Grasinda le
plantea su demanda: un año antes, en la boda del Duque de Basilea, Grasinda estuvo acompañada por su
hermano Saluder. En los postres, Saluder, demasiado exultante por los efectos del festejo y los manjares, se le ocurrió
declarar a su hermana como la doncella más hermosa de toda Romania y añadió que esa opinión la defendía con sus
armas. Nadie le llevó la contraria y así quedó la cosa. Ahora Grasindaplantea su demanda: Grasinda quiere que
el CVE la lleve hasta la corte de Lisuarte donde muchas y muy hermosas doncellas hay y que allí, el CVEdeclare lo
mismo que su hermano y que lo defienda con sus armas: que en esa corte no hay doncella más bella que la mujer que
con él va. Una vez conseguido ese galardón, Grasinda quiere ir a la Ínsula Firme y visitar la cámara secreta donde solo
pueden penetrar aquellas mujeres que igualen en hermosura a Grimanesa.
Al verse en esta tesitura, a Amadís le da un vahído. Para él es una complicada encrucijada. No quiere defraudar
a Grasinda que tantos favores le ha concedido, pero tampoco quiere usar sus armas para luchar en contra del prestigio
de Oriana. Tras unos instantes de incertidumbre y abatimiento, encuentra la solución y se repone: Grasinda quiere
quedar por encima de todas las doncellas de la corte de Lisuarte, pero Oriana ya no es doncella sino dueña. Y así,
aunque Oriana tenga valedores que luchen por defender su prestigio como doncella, Amadís los podrá derrotar sin
escrúpulos de conciencia...Aunque será conveniente para su relación con su amada que antes y en secreto, la ponga en
antecedentes y le explique la situación...¡Oriana es tan comprensiva!
Amadís, repuesto de su aturdimiento inicial, acepta la demanda de Grasinda
Al día siguiente, el CVE sale de cacería acompañado de varios monteros. Captura dos venados y descubre otro, muy
hermoso. Con Gandalín sale en su busca. Azuza a los perros que terminan por cazar la pieza. Gandalín la remata. Se
ha separado tanto del grupo que deciden acampar en un claropara descansar. De pronto aparece un caballo que porta a
un caballero blanco y con aspecto de estar muerto o gravemente herido. Del fondo del bosque se oye un quejumbroso
lamento. Se trata de Bruneo de Bonamar, que así gime por su cautiverio. Se lamenta a voces porque nunca
más volverá ver a su amigo Amadís, ni a su amada Melicia. Ha caído en esta trampa cuando se dirigía en busca
de Amadís acompañado de Angriote de Estravaus que también ha desaparecido. Amadís habla con él intentando
consolarle. Bruneo lo confunde con Lasindo, su escudero, a quien envió en busca de un sacerdote. Bruneo le contesta
pidiéndole que le lleve a Meliciauna manga tinta en su sangre como recuerdo y prueba de su amor por ella y de su
dedicación a la misión encomendada. Amadís se descubre y ambos se abrazan emocionados. Llega Gandalín que
ayuda a acomodar al cautivo. Luego parte en busca de Helisabad. Cuando llega el médico, cura al herido con rapidez y
eficiencia. Bruneo, en poco tiempo, estará fuera de peligro. Amadís le agradece al galeno su actuación con efusividad.
Por fin llega Lasindo. Trae las cabezas de dos caballeros. Amadís y Gandalín se le acercan. Lasindo intenta huir pero
lo alcanzan con facilidad y se dan a conocer. Lasindo les cuenta que las cabezas pertenecían a dos caballeros que se
jactaban de haber dado muerte a Bruneo. Por ello, Angriote les había vencido y cortado la cabeza. Lasindo volvía para
honrar el cadaver de Bruneo o cuidarlo si todavía estuviera vivo. Lo conducen hasta Bruneo. Lasindo le cuenta
como Angriote, después de vengarlo, seha retirado a un monasterio. Amadís le pide que le guíe a ese monasterio.
Envían a Bruneo asistido por Helisabad a la villa de Grasinda y Amadís, Gandalín y Lasindo parten en busca
de Angriote.
Amadís y sus compañero encuentran pronto a Angriote, que está a punto de luchar contra cuatro caballeros. Amadís,
con la armadura de Bruneo, se une al combate. Del primer lanzazo derriba y mata al primer caballero queresulta
ser Brandasidel. Angriote se defiende de los otros. Amadís se revuelve contra ellos. Angriote derriba a uno
y Amadís mata a otro a espadazos. El cuarto huye perseguido por Amadís. El huido cae en el río cuando intenta
cruzarlo y muere ahogado. Amadís vuelve con Angriote que aún piensa que es Bruneo. Amadís se da a conocer. Se
abrazan emocionados. Uno de los agresores todavía vive. Amadís lo interroga, espada en mano. Angriote lo reconoce
como uno de los tres que marcharon con Bruneo con la excusa de rescatar a una hermana suya. Angriote se había
quedado con un caballero viejo que le había alojado y que tenía a su hijo preso. Angriote se quedó para liberarlo. Los
tres caballeros felones aprovecharon que quedaron solos con Bruneo para traicionarlo y dejarlo por muerto.
Luego Angriote había decapitado a los otros dos cuando los encontró jactándose de su felonía. Amadís le pregunta por
el motivo de su traición. El caballero vencido cuenta el odio de Brandasidel por el CVE desde que éste lo humilló
ante Grasinda. Cuando supo que Bruneo y Angriote eran sus amigos y que iban en su busca, decidió
matarlos. Amadís le perdona la vida al felón.
Recogen los caballos y retornan a la villa. Angriote le cuenta las nuevas de la corte de Lisuarte. Le habla del nuevo
doncel de grandes aptitudes recién llegado a la corte. Le habla de su extraño origen, de su edad, 12 años, y de que
sirve a Oriana junto con el hijo de Angriote, Ambor de Gandel. Angriote compara a ambos muchachos y declara con
pesar que su hijo pierde en la comparación porque es perezoso. Amadís le consuela. Dice que es muy pronto para
valorar la capacidad de su hijo. Le propone tomarlo como escudero para formarlo mejor como caballero andante.
Así, Gandalín podría ascender a caballero, que ya lleva tiempo congelado en el escalafón. Angriote acepta la
propuesta agradecido.
Angriote le cuenta que durante sus andanzas han conocido la aventura del Endriago y le pide detalles. Amadís le
remite a Gandalín y Helisabad. Llegan a la villa y visitan a Bruneo, todavía en el lecho del dolor. Curan a Angriote de
una grave herida en la pierna. Amadís les cuenta sus planes de acompañar a Grasinda a Gran Bretaña. Deciden volver
todos juntos, una vez recuperados. Un domingo de mayo, todos embarcan con destino a Gran Bretaña.
Libro III, Capítulo 76 La Expedición de Patín pasa por Lombardía. Desde allí embarcan hacia Gran Bretaña. Llegan
al puerto de Fenusa, donde se encuentra Lisuarte y su corte. Les recibe cordialmente, escucha su petición y les pide un
mes de plazo para dar su respuesta a Patín. Mientras, acuerdan que Sardamira y sus doncellas se alojen en Miraflores,
junto a su hija Oriana. El rey intuye que su hija no está muy inclinada al casamiento y con la cercana compañía
de Sardamira, que le hablará de las maravillas de Roma, espera que cambie de parecer. Sardamira parte
hacia Miraflores escoltada por Don Grumedán y por los caballeros romanos y sardos (pues era reina de Cerdeña).
Acampan junto a un río y cinco caballeros dejan sus escudos fuera de las tiendas. Grumedán les advierte que dejar los
escudos a la vista es una provocación y que cualquier caballero que pase se sentirá obligado a retarles. Los caballeros
responden que conocen esa costumbre y que los han dejado así adrede. Al poco rato pasa por ahí Florestán que
regresaba de una larga e infructuosa expedición en busca de su hermano Amadís. Sabedor de la llegada de los
romanos, se acerca para preguntar por alguna novedad sobre su hermano. Se acerca a las tiendas, que tenían las alas
levantadas y se queda absorto contemplando la belleza de Sardamira. Una de sus doncellas le afea su conducta y le
señala los escudos de los caballeros romanos. Florestán se excusa. La doncella leexige que se marche o se verá las
caras contra los romanos. Florestán se envalentona y pretende vencer a los cinco y llevarse sus escudos a la Ínsula
Firme. Grumedán, que estaba cerca, escucha todo en silencio y complacido. Florestán se acerca a los escudos y los
toca uno a uno con la punta de su lanza. Luego se aparta y se prepara para el inicio de la justa. Los romanos montan en
sus caballos y se lanzan en tropel sobre Florestán, que debe pararlos y recordarles que según las reglas de la justa,
deben enfrentarse a él de uno en uno y siguiendo el orden establecido por él mismo al tocar sus escudos. Grumedán lo
confirma y se ofrece para sustituir a Florestán, en el caso de que fuera vencido en las primeras justas. Florestán se
prepara para los combates singulares.
El primer caballero jactancioso se lanza contra Florestán. Rompen las lanzas en el encontronazo. El romano cae y se
parte el brazo derecho y queda tendido en el suelo conmocionado. Florestán ordena a su escudero que recoja el escudo
del caído y lo cuelgue de un árbol cercano. Florestánse coloca en posición a la espera del segundo caballero.
Comienza la justa. Florestán golpea tan fuerte al romano que le arranca del caballo con silla de montar incluida. Su
lanza atraviesa el escudo y hiere al romano en la carne. Desde su caballo Florestán ironiza: "Puesto que habéis
conservado vuestra silla, quedáosla, que yo me quedaré con vuestro caballo". Y lo dice en voz muy alta, con sorna y
guasa, para que lo oigan las damas y el resto de los romanos. Grumedán hace un jocoso comentario sobre la aptitud
caballeresca de los romanos. Gramador, el más principal de todos ellos, se irrita y dice que pronto llegará su turno y
hará callar a Florestán. Y que todavía tendrá fuerzas para ajustar cuentas con Grumedán. Éste le responde que no tiene
inconveniente en luchar con él si se da el caso. El escudero de Florestán recoge el segundo escudo romano. Le retiran
al herido la punta de lanza que le hiere el costado. El romano lanza un alarido de dolor y pide confesión.
Florestán se enfrenta al tercer caballero, que monta un potente caballo, aunque sale con menos ímpetu que sus
compañeros precedentes. Entra en la justa de soslayo y yerra el golpe con su lanza. Florestán. le alcanza en el yelmo,
le rompe los lazos y se lo arranca. El romano a duras penas consigue mantenerse encima de su caballo agarrado al
cuello de su montura. Florestán le ataca con saña con su lanza. El romano se defiende con su escudo,
aunque Florestán lo hace tan fuerte que el romano tiene que ir retrocediendo. Florestán le golpea en la cabeza y el
romano, aturdido, pierde las riendas. Florestán arroja su lanza y le arranca el escudo al romano. Le golpea dos veces
con él en la cabeza hasta que el caballero cae al suelo. Florestán se lleva caballo y escudo del romano y vuelve a
ponerse en posición. Tras cruzar lanzas con el cuarto caballero, el romano cae al suelo y se parte el tobillo sin poder
levantarse. Florestán hace recoger el cuarto escudo. Llega el turno de Gradamor que se lanza
sobre Florestán vociferando amenazas. Tras un durísimo choque, Florestán perfora el escudo de su rival y lo
derriba. Gradamor cae en una charca embarrada. Florestán se lleva escudo y caballo. Grumedán comenta jocoso que
luchará contra Gradamor en cuanto éste seque sus armas y consiga otro caballo. Sardamira se irrita por las
baldías bravatas e incompetencia de sus caballeros. Gradamor se levanta cubierto de lodo y, encolerizado, reta
a Florestán a seguir el duelo a espada, ya sea a pie o a caballo. Florestán, con sorna, acepta continuar la lucha a pie.
Luchan con saña, pero pronto se ve que Florestán es con claridad muy superior a Gradamor, que va perdiendo terreno
paulatinamente. Gradamorintenta retirarse hacia la tienda de Sardamira, buscando la clemencia de la reina,
pero Florestán le corta el paso y sigue golpeándolo con fiereza hasta que el romano cae extenuado al
suelo. Florestán le quita el escudo y se lo pasa a su escudero. Le arranca el yelmo y lo lanza al barrizal. Luego coge
a Gradamor de una pierna y lo arrastra por el campo con la intención de arrojarlo de nuevo a la charca. Gradamor pide
piedad a gritos. Sardamira, sabedora que Gradamor escogió a priori un combate a muerte, se inhibe. Florestán le
recuerda las condiciones previas al combate y que lo va a matar salvo que acceda a dos
peticiones. Gradamor las acepta. La primera petición es que cada caballero romano vencido escriba su nombre en los
brocales de sus respectivos escudos. Gradamor llama a gritos a su escudero y con su propia sangre escriben el nombre
de los caballeros en los escudos. Florestán monta en su caballo ágil y brioso, como si no hubiera hecho ningún
esfuerzo y se pavonea ante las damas con el yelmo puesto con el fin de que Grumedán no lo reconozca. A él le pide
que decida sobre el destino de Gradamor. Grumedán le perdona la vida. Florestán consiente aunque se mofa del caído
diciendo cuan generosos sonlos romanos que le dan armas, escudos y caballos a un caballero al que apenas conocen.
A Gradamor, mohíno y quebrantado, le escuecen estas palabras. No así a Grumedán que ríe abiertamente. Gradamor le
pide a Grumedán que lo lleven a la tienda. Grumedán le pide a Florestán que se identifique, pero éste se niega
alegando la descortesía que tuvo para con la reina Sardamira. Le pide que le transmita sus excusas y que esperará su
respuesta en la Ermita Redonda. También le pregunta a Grumedán si tiene noticias de Amadís, pero éste no sabe nada.
Se despiden. Florestándispone que sus escuderos devuelvan los caballos a la primera doncella de Sardamira, salvo el
de Gradamor, que se lo regala a Grumedán. También les da ordenes para que desvelen su identidad a Don Grumedán.
Éste transmite las excusas de Florestán a la reina y le cuenta quien es: hijo del rey Perión y de la condesa
de Salandia. Sardamira ya tenía noticias de Florestán por medio de los hijos del marqués de Ancona. Cuando era
joven, Florestán vivió tres años cerca de Roma peleó junto a los hijos del marqués ganado fama y honores. También
sabe que no es muy apreciado por Patín porque es hermano de Amadís (y ya sabemos cuanto le odia). La reina cree
que ese odio se debe a que Amadís se adelantó en la conquista de la Ínsula Firme. Grumedán la saca de su error y le
cuenta la disputa que tuvieron aquella noche en el bosque, tiempo ha.
Libro III, Capítulo 77 Sardamira se reía recordando como Patín, que había venido a Gran Bretaña a medirse con
otros caballeros por amor a ella, nunca le había contado su derrota frente a Amadís. Sardamira le pide a Grumedán que
vaya en busca de Florestán y que le pida que sea su escolta hasta Miraflores, ya que ha dejado tan maltrechos a sus
caballeros. Sardamiraenvía la ermita redonda a la primera doncella con una carta de presentación y con cuatro
escuderos en busca de Florestán. La doncella se reune con el caballero y le transmite la petición de la
reina. Florestánacepta gustoso. La doncella cena con él y luego charlan un rato. Por la noche, la aloja en la ermita y él
duerme bajo unos árboles. Al día siguiente se reunen con Sardamira y Grumedán. Florestán le cuenta a Grumedánque
ha enviado los escudos de los romanos a Gandales que está en la Ínsula Firme. Florestán, cuando llega ante la reina,
quiere besarle la mano pero Sardamira se lo impide y pone su mano en su loriga en señal de reconocimiento y
confianza. Le agradece su ayuda. Florestán pide perdón por su atrevimiento del primer día y se poner a su total
disposición. Envían a los caballeros heridos a una villa cercana donde los curarán. El resto de la expedición se pone en
marcha hacia Miraflores. Oriana la recibe con cordialidad aunque le apena el motivo por el que han venido a Gran
Bretaña, pero se alegra mucho al ver a Florestán y don Grumedán. En un aparte pregunta a Florestán por los motivos
del despego y alejamiento de él y de sus amigos de la corte de Lisuarte. Y llora reconociendo en el rostro
de Florestán los rasgos de su hermano, su amado Amadís. Y por su mente cruza la idea de suicidio, arrojándose al
mar, si su padre la obliga a casarse con Patín. Florestán la consuela diciendo que Amadís seguramente está bien
haciendo grandes hazañas por lejanas tierras. Sardamira, que oye mentar a Amadís, se lamenta de que Patín lo odie
tanto. Ella dice que solo hay un caballero a quien detesta más : uno que luchó junto al rey Tafinor de Bohemia y que
mató a Garadán, el segundo mejor caballero romano tras Salustanquidio y que liberó a Bohemia del yugo romano.
Este caballero, de nombre desconocido, se hacía llamar el Caballero de la Verde Espada o Caballero del Enano. Iba
acompañado de un enano y portaba una espada verde. Al oír la descripción, Florestán, Oriana y Mabilia reconocen
a Amadís. Todos se retiran a descansar.
Oriana se reune con Mabilia y la Doncella de Dinamarca. Comentan lo dicho por Sardamira y todas coinciden: el
Caballero de la Verde Espada es Amadís. Mabilia les cuenta un sueño que ha tenido: estaban todas encerradas en una
oscura cámara y Amadís las liberaba y las coloca en lugar seguro en una alta torre. Oriana desea que el sueño se
cumpla. Mabilia le recomienda que hable con Florestán para que, de acuerdo con Galaor, impidan el compromiso
de Oriana con Patín.
Curiosamente, Galaor ya está aconsejando a Lisuarte en contra de ese casamiento: están ambos cazando y el rey le
pide su opinión. Galaor se muestra contrario. Opina que sería ceder el trono de Gran Bretaña a un extranjero,
porque Oriana quedaría supeditado a él. Además opina que no es necesario como aliado, pues hasta ahora se han
desenvuelto perfectamente sin él. El rey le agradece su opinión, aunque en el fondo le disguste. Galaor le comunica al
rey que parte hacia la Gaula por expresodeseo de su padre, Perión. Lisuarte le da permiso pero antes de partir debe
dejar por escrito su opinión sobre la boda de Oriana y Patín, por si Lisuarte necesitara de ella cuando se reuna con su
Consejo. Galaor está en contra del compromiso tanto porque cree que no beneficia a Gran Bretaña como por sus
sospechas de la relación de Amadís con Oriana.
Oriana le pide a Florestán que medie por ella ante Lisuarte para impedir su compromiso con Patín. Florestán quiere
ayudarla pero le recuerda que no es vasallo de Lisuarte, que el rey odia a Amadís, su hermano, y que por estas
razones, no podrá serle útil. Sin embargo le propone ir a la Ínsula Firme y hablar de su problema con Agrajes y que él
intente convencer a Lisuarte. Florestán se dispone para la marcha. Su despedida de Sardamiraestá cargada de mutua
cordialidad (¿o algo más que cordialidad?) . Florestán parte hacia la Ínsula Firme.
Libro III, Capítulo 78 El CVE navega junto a Grasinda y sus amigos destino a Gran Bretaña. Bordean las
costas españolas hasta llegar al Atlántico. El final del viaje se acerca, y eso les llena de alegría. Amadís decide
cambiar una vez más de apodo. Desde ahora se hará llamar El Caballero Griego. Reparte las espadas que le
regaló Menoresa: una a Angriote, otra a Bruneo y se reserva la última para él mismo. Gandalín guarda la espada verde
para que no delate a su señor. El mar está bravío y Grasinda sale a cubierta para apoyarse en la borda. La acompañan
el Caballero Griego, Angriote y Bruneo. Ven acercarse una fusta. A gritos les piden que se identifiquen: son de la
Ínsula Firme. Intercambian unas frases y se dan a conocer: son Dragonís y Enil que han salido en busca de Amadís.
Les informan que Lisuarte está en Tagades, frente a la costa normanda, con su corte y los expedicionarios romanos.
Están negociando la boda entre Patín y Oriana. Les cuentan como sufre Oriana ante esa perspectiva, con cierto alivio
por parte de Amadís. Saben todas estas noticias por boca de Florestán que ha llegado a la Ínsula Firme para reunirse
con Agrajes, Mandancil de la Puente de Plata, Gavarte del Val Temerosos
y Elián el Lozano, Cuadragantey Landín. Florestán les trajo esas nuevas y les contó sus combates contra los caballeros
romanos de Sardamira.
Amadís llama en un aparte a Gandalín y le dice que pase con el enano a la fusta de los de la Ínsula Firme. Una vez allí,
les contará que el Caballero Griego es Amadís, que les pide que vuelvan a la Ínsula Firme y allí se preparen y reunan a
todos los caballeros de la Ínsula Firme a la espera que Amadís se una a ellos en unos quince días. Dragonís y los suyos
así lo hacen. Grasinda y sus hombres continúan viaje a Gran Bretaña.
Lisuarte, en Tagades, recaba consejo sobre el casamiento de su hija. Llama a Argamón, su tío, que estaba enfermo en
su casa aquejado de gota. Argamón sospecha para que lo llama su sobrino y aunque no
quiere comprometerse no puede desoír su llamada. Ante el rey, Argamón sigue indeciso, señala los pocos pros y las
abundantes contras del proyecto matrimonial. Aún así, sigue sin definirse ni tomar postura.
Grasinda y sus compañeros llegan a Tagades. Grinfesa, una doncella hija del mayordomo real y que habla francés,
será la mensajera. La engalanan y le dan una carta en latín para Lisuarte y Brisena y la joven parte hacia la corte
acompañada por sus dos hermanos y dos escuderos. Al mismo tiempo, el Caballero Griego prepara otro batel donde
embarca Lasindopara ir a tierra. Su misión aparente es la de preguntar por su amo Bruneo, pero la real es indagar
sobre la situación.
La doncella llega a la villa y pregunta por el palacio real. Se encuentra con Esplandián y con Ambor de Gandel (o
de Padel), el hijo de Angriote, que sirven a la reina y han salido a la caza de esmerejones. Esplandián le da sus piezas
a Sarguil y se ofrece para acompañar a Grinfesa hasta palacio. Ella acepta su ofrecimiento y Esplandián conduce al
grupo ante el rey. La doncella le entrega la carta y le pide que la lea en presencia de la reina. El rey la manda llamar y
la reina Brisena acude acompañada de todas sus damas. Leen la carta: Grasinda les saluda y se declara la mujer más
bella de Romania. Ahora quiere extender ese título a la corte de Lisuarte. Se proclama más bella que cualquier
doncella de la corte de Lisuarte. Y para refrendar esa afirmación cuenta con el Caballero Griego, que la defenderá con
el poder de sus armas contra cualquiera que la niegue. Lisuarte accede a dar publicidad a su proclama y les permite
desembarcar. Salustanquidioy sus cien caballeros romanos se ofrecen para defender la hermosura de las doncellas
de la corte de Lisuarte. Grumedán aconseja esperar hasta que lleguen Galaor y Norandel, a cinco días de distancia, o a
que se recupere Guilán el Cuidador. Lisuatre no quiere esperar y le da la oportunidad a Salustanquidio. Éste, además,
reta a Grumedán y a sus caballeros, una vez que acaben con la primera contienda contra el Caballero
Griego. Grumedán acepta el reto y deja un anillo como prenda. Crece la irritación entre los caballeros locales y los
romanos. El conde Agramonte pide al rey que ponga paz y éste envía a ambos bandos a sus respectivas posadas. El
conde le señala a rey la soberbia de los romanos, de como han menospreciado a sus fieles caballeros y de la
inconveniencia de haber concedido la mano de Oriana a Patín. Lisuarte dice que ya ha empeñado su palabra y que no
hay marcha atrás. Le pide a su tío Agramón que sea juez en los combates que se avecinan. Lasindo, testigode los
acontecimientos, vuelve al barco para contarlos al Caballero Griego. Le cuenta la decisión de Lisuarte de entregar
a Oriana a Patín una vez que acabe el reto de Grasinda. Amadís se alegra de que sus rivales sean los romanos y no su
hermano Galaor que ya le puso en grandes apuros en otra ocasión. Todos se van a dormir, a la espera de los
acontecimientos del día siguiente.
Libro III, Capítulo 79 Grasinda desembarca, muy hermosa y engalanada, acompañada de los tres caballeros y de
cuatro doncellas, seguidos de un gran séquito. Lleva una corona que prueba que fue nombrada la más bella
de Romania. El Caballero Griego lleva una armadura blanca y cordones de oro. Bruneo, armas verdes. Angriote,
armas de plata y oro. Éste último escolta a la doncella mensajera. Bruneo, a la hermana de la mensajera. Amadís,
a Grasinda. Llegan a la plaza. El CG coloca la doncella de Grasinda sobre un padrón en medio de la plaza como señal
del desafío. Se acercan al lugardonde esperan el rey Lisuarte y los romanos. El CG ve a la reina, a Olinda(que iba a ser
coronada) y a otras damas, pero no a Oriana. Habla en griego con el rey, con Angriote como intérprete, y reitera el
reto. La apostura del CG impresiona al gentío, lo que irrita a Salustanquidio que les increpa. El romano pide la corona
de Olinda para colocarla en el padrón. Olinda se niega, pero la reina coge la corona y se la entrega a Salustanquidio.
El CG y Salustanquidio se preparan para la justa. Chocan en medio de la plaza. El CG le hiere bajo el brocal
del escudo y se lo arranca. La lanza le golpea en el costado sin llegar a traspasar la armadura. Sin embargo, del
impulso, Salustanquidio cae al suelo, rompiéndose el brazo y varias costillas. El CG le pone la lanza en el rostroy le
exige que ceda ambas coronas a Grasinda. Salustanquidio calla. El CGhace su demanda al rey o si no le cortará la
cabeza al vencido. Lisuarteaccede y le dan las dos coronas al vencedor. El CG envía a la doncella mensajera
a Lisuarte para que le diga que no quiere luchar contra caballeros británicos, pero que no tiene inconveniente en
medirse con los romanos. Además, no hay caballeros locales disponibles: muchos marcharon con Amadís, Galaor está
ausente, Guilán enfermo, Cendil de Ganota herido en la pierna (de un flechazo en un accidente de caza causado por el
romano Brojandel de Roca)...
El segundo caballero romano en fama es Maganil. Pero tanto él como sus dos hermanos declinan el reto del Caballero
Griego alegando que deben enfrentarse a don Grumedán en el duelo aplazado y como sustitutos de Salustanquidio.
Llegan más romanos: Gradamor y Lasamor. Son sobrinos de Brojandel de Roca, hijos de su hermana. Aceptan el
reto. Gradamor, incluso, rompe el escudo que el CG había dejado en el padrón. Amadís, irritado, lo embiste sin
preocuparse de conseguir otro escudo. De un lanzazo derriba a Gradamor y lo deja desfallecido y tendido en el suelo.
Luego, ataca con la espada a Lasamor. Le propina varios golpes, le hiere, lo desarma y agarrándole del escudo, lo tira
al suelo. Lasamor se pone en pie y se une a su hermano, ya recuperado. El CG descabalga y espada en mano y con el
escudo de Lasamor ataca a ambos hermanos, que se defienden a duras penas. Hiere en la pierna a Lasamor que cae de
rodillas. Le pega un puntapié en el pecho y lo deja tendido. Acomete a Gradamor que huye hacia el rey
pidiendo clemencia. Como no se la conceden, huye hacia el centro de la plaza y se protege tras el padrón de piedra.
El CG le acosa con múltiples golpes de espada sacando chispas cuando pega en el padrón. Gradamor, agotado de
esquivar golpes, cae al suelo exhausto. El CG coge su escudo y se lo rompe en la cabeza. Gradamor, aturdido y con el
rostro ensangrentado, pide clemencia al CG, que hace como si no entendiera. El CG le obliga a levantarse a base de
golpes llanos de espada. Por señas le indica que se suba al padrón. Una vez arriba, tira de él y lo hace caer cuan largo
es. Lo deja tendido en el suelo, inconsciente. Luego coge a Lasamorde los pies y lo arastra junto a su hermano.
Esplandián, que estaba contemplando el reto, cree que los va a decapitar. Se apena por los romanos
y acercándose al CG le pide clemencia para los vencidos. Amadís hace como si no entendiese. Viene Agramonte y le
traduce. El CG acepta y le cede los romanos. El CG le pregunta a Agramonte sobre Esplandián. El conde le cuenta la
historia del doncel. Amadís le pide que le muestre las letras que lleva tatuadas en el pecho. Esplandián así lo hace.
El CG vuelve junto con Grasinda al barco y zarpan hacia la Ínsula Firme. Angriote y Bruneo se quedan, en secreto,
para ayudar a Grumedán en su combate pendiente con los romanos.
Libro III, Capítulo 80 Oriana seguía en Miraflores con Sardamira. En cuanto Lisuarte acordó su casamiento con
Patín, mandó a su sobrino Giontes para que la trajese a la corte. Giontes fue acompañado de varios
caballeros: Gangel de Sadoca, Lasamor y otros. Encuentran a Oriana exhausta de tanto sufrir y llorar. Se la tienen que
llevar en andas, acompañada de Sardamira y el resto de las damas. Al segundo día de camino encuentran a un
caballero sobre un caballo pardo, bien armado y con cuerdas, sobreseñal y pendón verdes. El caballero pide permiso
para hablar con Oriana. Se lo niegan aunque Orianatiene interés en saber quien es y lo que quiere. El caballero de las
Armas Verdes (CAV) y Giontes se aprestan a la lucha. En los primeros encuentros parten lanzas. El caballo
de Giontes da un mal paso y cae arrastrando a su amo. Giontes se queda con el pie atrapado en el estribo y no puede
levantarse. Gangel de Sadoca embiste al CAV. Éste falla con la lanza. Gangel le acierta en el escudo, pero su lanza se
parte sin más daños para el CAV. En el segundo encuentro, el CVA parte su lanza sobre el cuerpo de Gangel y lo
derriba. Le toca el turno a Lasamor. El CAV esquiva su golpe y consigue desprender la lanza de las manos
de Lasamor. Se golpean con los escudos hasta destrozarlos. El CAV le rompe un brazo a Lasamor. El CAV, espada en
mano, desiste de seguir hiriéndole al ver a Lasamorincapacitado con su brazo roto. Le da un golpe llano con su espada
y permite que Lasamor huya. Al ver la facilidad con que ha vencido, Oriana sospecha que el CAV es Amadís.
El CAV se acerca a las damas, entrega una carta a Oriana y dice que viene de parte de Agrajes y Florestán. Hace
además de retirarse. Oriana le pregunta su nombre. El CAV dice que es Gavarte del ValTemeroso, uno de los
caballeros repudiados por Lisuarte. A pesar de eso, Gavarte se ofrece a servir a Oriana para lo que necesite. Y se
despide.
Sardamira comenta jocosa que penosos caballeros les han enviado como escolta. Todos han sido vencidos por un
único caballero. Oriana lee la carta. Agrajes y Florestán le cuentan que Gandalín y el enano han llegado a la Ínsula
Firme y que Amadís llegará antes de ocho días. Estánpreparando una flota para acudir en su rescate.
Las damas llegan a la corte. Oriana ve a los romanos y se echa a llorar desconsolada. El rey le dice que no llore, que
tiene nuevas que la alegrarán. Oriana le pide a Arbán de Norgales que interceda por ella ante su padre para evitar el
casamiento. El rey la visita acompañado de Argimón y Grumedán. Oriama se postra a sus pies y le dice que si la
obliga a casarse con Patín, se matará. Y que piensa renunciar a sus derechos sucesorios en favor de su
hermana Leonoreta, con el consiguiente chasco para los romanos, que, por esta razón, pueden tornarse en enemigos
de Lisuarte. El rey le dice que lo va a meditar y que le hará saber su decisiónpor medio de la reina.
Argimón, Arbán y Grumedán se reunen con el rey e intentan convencerle para que rompa el compromiso. El rey se
mantiene en sus trece. Argimóncree que este empecinamiento es un gran error que tendrá graves consecuencias y
quiere desentenderse del asunto. Le pide licencia al rey para volver a sus tierras y abandonar la corte. Lisuarte le da
permiso sin pestañear.
El rey llama a Brojandel de Roca. Le dice que mantiene el compromiso a pesar de tanto consejo en contra. Le anuncia
que al cabo de tres días embarcará a Oriana con destino a Roma y que se vaya preparando. Durante estos tres días
tendrá a su hija a buen recaudo. Brojandelaprovecha para hacerle la rosca al rey. Opina que, aunque ahora Orianaestá
triste, cuando llegue a Roma y vea su magnificencia y lujo, olvidará todo su pesar. Lisuarte le concede la mano
de Olinda a Salustanquidio, en cuanto entregue a Oriana al Emperador.
Al día siguiente, Maganil y sus hermanos comparecen ante el rey y Grumedán. Les recuerdan la justa que tienen
pendiente. Aunque, en consideración a su edad, consienten en desistir si Grumedán se declara vencido. Grumedán se
levanta airado y les cita para luchar a la mañana siguiente. Lisuarte le pregunta quienes serán sus
compañeros. Grumedándice que espera la llegada de Galaor y que ellos dos se bastan para derrotar a los tres
romanos. Lisuarte se ofrece como su compañero en la contienda. Grumedán, emocionado, abraza llorando a su rey
pero declina la oferta para no comprometer a su señor. Grumedán va a su posada y escoge a dos caballeros de su
propia casa aunque poco avezados en la caballería. Por la noche oyen la misa e imploran la ayuda
divina. Grumedán se dispone a velar sus armas cuando llega una doncella con una carta de Grasinda. Ésta le envía una
hermosa espada, regalo del Caballero Griego, y le ofrece la ayuda de dos de sus mejores caballeros. Grumedánacepta
espada y caballeros. Sale al campo y se reune con sus nuevos compañeros. Lisuarte, que no los reconoce, hace llamar
a la doncella-mensajera y le pregunta por ellos. La doncella responde que el Caballero Griego tiene informes muy
favorables sobre don Grumedán y por eso ha decidido ayudarle. Lisuarte no lo demuestra, pero en el fondo está muy
satisfecho de que Grumedán reciba una ayuda tan fuerte.
Arbán de Norgales y el conde de Clara son los jueces de la justa por parte de Grumedán. Por parte romana,
son Salustanquidio y Brojandel. Llegan los tres romanos, altos y membrudos, acompañados con gran estrépito de
gaitas y trompetas. Los romanos exigen que Grumedán se declare vencido o piensan llevarse a Roma su cabeza y la de
sus dos compañeros. La reina, preocupada, comenta la situación con Guilán y Cendil. Guilán la tranquiliza un poco.
Se inicia la justa...
Los tres romanos caen en el primer encuentro. Grumedán y sus compañeros quedan a caballo, ilesos, salvo el
Caballero de las Armas Verdes (Bruneo, en adelante el CAV) que sufre una pequeña herida en el costado izquierdo. El
CAV le dice a Grumedán que, puesto que los romanos han caído al suelo, descabalguen y continúen la lucha a pie. Así
lo hacen. Los romanos se defienden con dureza. Grumedán, empujado por su enfado, se adelanta y queda más
expuesto a los golpes. De pronto sufre una grave herida. Sus compañeros reaccionan, redoblan sus golpes y
acuden en su ayuda. En poco tiempo los romanos quedan extenuados, sangrando por múltiples heridas, con los
escudos rotos y los yelmos abollados. Maganil, viéndose perdido, se retira bajo la ventana de la reina para pedir
clemencia. Le persigue el Caballero de los Veros de Oro y Plata (Angriote, en adelante el CVOP) que lo atrapa, le
arranca el yelmo y hace ademán de cortarle la cabeza. La reina intercede y le perdona la vida. Grumedán ha derribado
a otro romano y de rodillas sobre su pecho le da grandes golpes en la cara con la manzana de su espada. El romano, a
voces, pide clemencia y se declara vencido. El CAV hace huir del campo al tercer romano y se reune con sus
compañeros. Los vencedores se presentan ante el rey. El CAV y el CVOP se despiden y retornan junto al Caballero
Griego. La doncella-mensajera habla con Lisuarte. Le dice que su merecida fama de hombre justo y defensor de
doncellas la va a perder cuando se conozca el trato que está dando a su propia hija. Lisuarte la despide algo mohíno.
El CAV y el CVOP vuelven a los barcos para informar a Amadís y a Grasinda de lo cerca que está la fecha de entrega
de Orianaa los romanos. Cuentan su exitosa combate y la doncella recuerda que solo faltan dos días para que
entreguen a Oriana a los romanos. Llegan a la Ínsula Firme en dos días. Les recibe Gandalín, el resto de caballeros y el
pueblo llano de la Ínsula Firme. Grasinda pregunta la causa de tan emotivo recibimiento. El Caballero Griego le
confiesa que es Amadís, Señor de la Ínsula Firme. Gandales les recibe con palafrenes para las damas, el
más hermoso con adornos de oro para Grasinda. Desembarcan en la playa
y allíson recibidos por Agrajes, Cuadragante, Florestán, Gavarte del ValTemeroso, Dragonís, Orlandín, Ganjes de Sad
oca, Argomón el Valiente, Sardanán (hermano de Angriote), Pinores y Sarquiles ( ambos hijos
de Sardanán), Madansil de la Puente de Plata, Enil y otros caballeros hasta un total de treinta. Todos comen en
alegre compañía. En la sobremesa, Amadís habla a la concurrencia: les cuenta su trayectoria caballeril de
los últimos años y habla del desatino que Lisuarte reserva para su hija Oriana. Les propone hacer algo
para impedirlo. Agrajes está de acuerdo en ayudarle. Y tras él, el resto de de caballeros de la Ínsula Firme, se le unen
como un solo hombre. Grasinda se congratula de tanta adhesión y decide quedarse en la Ínsula Firme hasta
la resolución de la aventura. Amadís la acomoda en casa de Ysanjo, el gobernador. Helisabad se ofrece como médico
de la fuerza de rescate. Una vez preparados, embarcan y se disponen a interceptar a los romanos.
Libro III, Capítulo 81 El rey Lisuarte está determinado a entregar a su hija a los romanos. Nada le hace cambiar de
opinión. Intenta convencer a su hija por las buenas sin éxito. Airado, habla con su esposa, la reina, para que lo intente,
cosa que hace muy a su pesar. Tampoco Brisena consigue convencer a Oriana, que del disgusto y la pena se queda
traspuesta por un vahido. El rey dispone que la embarquen en ese estado. Olinda, de rodillas y llorando, le implora al
rey que la envíe de vuelta con su padre, que ella tampoco quiere ir Roma. Lisuarte, inflexible, también la obliga a
embarcar. Las acompañan Mabilia y la Doncella de Dinamarca. Con lágrimas en los ojos, Lisuarte se despide de su
hija. Está triste pero firme en su decisión. La encomienda a Salustanquidio, Brojandel de Roca y al Arzobispo
de Talancia. Se va dejando a todas las doncellas tristes y llorosas. Salustanquidio y Brojandeldeciden encerrar
a Oriana junto a Mabilia en un camarote ricamente ornado. El resto de damas se quedan
con Sardamira. Salustanquidio, muy enamorado de Olinda, se la lleva a su nave junto a unas pocas doncellas. Con
todo dispuesto, zarpan hacia Roma. Colocan la enseña imperial en el mástil de la nave que lleva a Oriana. Al poco de
iniciar viaje aparece la flota de la Ínsula Firme, por babor. Vienen en tres grupos que pugnan por abordar la nave
imperial y ser los primeros en liberar a Oriana: En el primero van Agrajes, Cuadragante, Dragonís y Listorán de la
Torre Bermeja; en el segundo, Florestán, Gavarte del Val Temeroso, Orlandín e Ymosil; en el tercero va Amadís.
Los romanos, intuyendo malas intenciones de la flota que se les avecina, se preparan para la defensa. Distribuyen a los
ballesteros. Brondajel está en la nave que lleva a Oriana. El primer grupo de la Ínsula Firme aborda la nave
de Salustanquidio. El segundo grupo ataca la nave donde van el duque de Ancona y el Arzobispo de Talancia. El
grupo de Amadís aborda la nave que porta el estandarte imperial. Le pide a Angriote que luche a su lado. Éste acepta
sin dudar, por supuesto. Amadís intenta abarloar su nave con la imperial, pero los romanos lo impiden con flechas,
lanzas, piedras, garfios y otros utensilios. Tantiles de Sobradisa, mayordomo de Briolanja, tiene una idea: lanzar desde
el castillo una pesada ancla atada con una gruesa cadena para trabarla en la otra nave y, tirando, juntar los dos barcos.
Ponen en práctica la idea con éxito. Amadís salta al abordaje flanqueado por Angriote y Bruneo. Aunque cae de
rodillas sobre la cubierta enemiga, se levanta con rapidez. Sus compañeros le animan gritando su nombre. Lo
oye Mabilia que corre a avisar a Oriana de que Amadís está a bordo para rescatarla. Amadís lucha con Brojandel de
Roca, le golpe con la espada n el yelmo y Brojandel cae al suelo. Le quita el yelmo y le golpea en la cara con l pomo
de su espada mientras le pregunta por el paradero de Oriana. Brojandel le señala el camarote cerrado. Amadís, con
ayuda de Angriote y de Bruneo, derriba la puerta. Encuentran a Oriana y Mabilia. Amadís y Oriana se
abrazan. Amadís sale a terminar la batalla. Da orden a Landín de Fajarque de que no se mate a aquellos romanos que
se rindan.
Amadís pasa a la galera de Enil y Gandalín y abordan la gran nave de Salustanquidio, que ya había sido abordada
por Agrajes. Cuadragante, que ya estaba a bordo, ayuda a Amadís a subir a la nave. Agrajes pelea con saña. Los
romanos, al ver a Amadís, huyen arrojándose al agua o en pequeños botes hacia los barcos que todavía no han sido
abordados. Agrajes lucha con Salustanquidio y le hiere en el brazo. Salustanquidio cae al suelo y pide
clemencia. Agrajes, que ama profundamente a Olinda, no está dispuesto a perdonar al romano y le corta la cabeza. A
continuación se reune con su amada Olinda.
Amadís, Cuadragante, Listorán y Landín se embarcan en la galera de Enil y se dirigen hacia la partte de la batalla
donde pelea Florestán. Por el caminose topan con uno de los barcos de Florestán, al mando de Ysanes, un pariente
suyo por parte materna. Ysanes les anuncia la victoria de Florestán. Ha capturado al duque de Ancona y al Arzobispo
de Talancia. Amadís ordena que su flota se reagrupe alrededor de la nao romana con el estandarte imperial y hacer un
consejo. Hacen balance de la batalla: ningún barco romano, incluidos bateles y botes, ha escapado. Ha sido una
victoria completa. Bondajel de Roca espera preso en la galera. Sardamirale pide ayuda a Oriana para que no la maten
o la deshonren y reclama a Florestán como su valedor. Florestán accede gustoso a serlo. Amadís se acerca y
tranquiliza a la reina: si tiene a Florestán como valedor, nada tiene que temer. Florestán le dice a Sardamira que se
trata de Amadís. Sardamira lo reconoce y elogia. Amadís la lleva junto a Oriana y charla con Mabilia. Oriana perdona
a Sardamira por los malos ratos pasados porque sabe que hizo todo obligada por el Emperador.
Llegan Agrajes y Olinda. Oriana se levanta presurosa para abrazarla. Y recibe cordialmente a Agrajes y a
sus acompañantes, en especial a Gavarte del Val Temeroso. Amadís y Oriana decien, por el momento, mantener sus
amoríos en secreto hasta llegar a la Ínsula Firme. Los caballeros discuten donde llevar a Oriana: a la Gaula, a Escocia,
a la Ínsula Firme,...Llega Mabilia y les transmite el deseo de Oriana: quiere ir a la Ínsula Firme hasta que su padre la
perdone. Todos los caballeros le prometen que estarán a suservicio hasta ser restituida en su reino. Cada uno retorna a
su barco correspondiente. Escoltando a Oriana quedan Bruneo, Landín de Fajarque, Gordán (el hermano
de Angriote), Sarquiles (el sobrino de Angriote), Orlandín (el hijo del conde de Irlanda) y Enil ( que tenía tres heridas
pero callaba porque era sufrido y esforzado). Y así la flota emprende el camino de retorno a la Ínsula Firme.
Libro IV, Capítulo 82 La batalla naval acabó. Salustanquidio ha muerto. Brojandel de Roca, el arzobispo
de Talancia, el duque de Ancona y otros notables romanos han sido hechos prisioneros. En la nave
donde Salustanquidio yace muerto, sus soldados y amigos manifiestan su duelo estentóreamente. Los hombres
de Agrajes que los custodian no saben como acallar el bullicio. Amadís ordena colocar el cadáver en un arca y
sepultarlo. También decide perdonar la vida a los vencidos. El murmullo de los llantos llega a la nave
de Oriana. Allí está Sardamira que desconocía la suerte de Salustanquidio. Al enterarse, llora desconsolada y se
lamenta con grandes voces. Oriana, que le ha perdonado por su actuación en la misión imperial y que, en el fondo, la
aprecia, llama a Mabilia para que intente consolar a la reina. Mabiliahabla con ella, y aunque no logra mitigar su
dolor, le asegura que Orianavelará por ella salvaguardando su integridad física y su honor.
Libro IV, Capítulo 83 Los caballeros de la Ínsula Firme se reunen en consejo en la nao de Florestán. Deciden volver
a la Ínsula. Agrupan a todos los presos en una nave al mando de Gavarte del Val Temeroso y de Landín, el sobrino
de Cuadragante. En otro barco, que irá al mando de Gandales y Sadamón, colocan el botín. El resto de caballeros
viajará en sus respectivas naves. Zarpan de vuelta a casa. Angriote y Bruneo informan a Oriana de los panes. A golpe
de trompeta, el viaje de retorno se inicia con grandes alegrías y alharacas.
[Mira Lisuarte lo que ha ocurrido. Tú que llegaste a lo más alto y que por tu cerrazón estás a punto de caer a lo más
bajo...] A los siete días llegan a la Ínsula Firme. Son recibidos con entusiasmo por el pueblo, que ya había sido
informado de la gran victoria y del rico botín.
Libro IV, Capítulo 84 Grasinda, conocedora del regreso de la victoriosa expedición, se engalana y sale a
recibirlos. Oriana le pregunta si esa es la que ganó la corona a la más bella con el Caballero Griego. Bruneo se lo
confirma. Desembarcan a las damas: a Oriana, Cuadragante y Agrajes; a Sardamira, Florestán y Angriote;
a Mabilia, Amadís; a Olinda, Bruneo y Dragonís; al resto de doncellas, otros caballeros. Oriana y Grasinda se abrazan
cordialmente. Grasinda se sorprende de la belleza de Oriana y la ensalza ante Amadís, más satifecho que un
ocho. Oriana, azorada, se retira con Olinda. Llegan al castillo. A Oriana la alojan en la Torre de la Huerta, el mejor
sitio del castillo (donde Apolidón hizo sus mejores encantamientos y donde residía habitualmente). La torre tiene tres
plantas, con tres habitaciones en cada una. Está plantada en medio de una huerta que está rodeada de un alto muro de
canto y betún. Hay muchos y frondosos árboles en la huerta, tanto frutales como ornamentales. Y fuentes, y flores,...
La cara interna del muro está forrada de varios portales d los que penden redes doradas por donde entresale la
vegetación. El suelo está enlosado con piedras preciosas traída de Oriente: unas rojas como rubíes, otras blancas como
cristal. Cuatro fuentes rodean la huerta. De ellas mana el agua de las montañas que sale por cañerías de cobre con
formas de animales para vertirse en pilas doradas y redondas. Esta agua sirve para regar la finca. Allí se aposentaron
Oriana y Mabilia junto con otras damas. Amadís dispuso que fueran atendidas por un numeroso grupo de dueñas y
doncellas. Oriana pidió que ningún caballero entrara en la huerta para preservar su intimidad hasta que ella
consiguiera el perdón de su padre. Amadís accede por mantener el buen nombre de su amada, a pesar de su deseo de
estar con ella. El resto de caballeros se distribuyen por la Ínsula, donde son atendidos y agasajados, todo a cuenta del
pecunio de Amadís, derivado de las rentas que le proporciona la Ínsula Firme y de las generosas donaciones de su
madre.
Libro IV, Capítulo 85 Amadís, preocupado por el desenlace de esta controvertida acción bélica, convoca a
reunión a todos sus caballeros en la posada de Cuadragante. Les habla: "A pesar de que podríais disfrutar en
vuestros países de origen de una vida regalada y llena de placeres y bienes, habéis elegido ser caballeros andantes,
oficio que poco provecho económico os ha dado y en cambio os ha acarreado graves heridas y un riesgo constante de
muerte. Y ahora tras el gran acto de heroísmo al rescatar a Oriana de la felonía que planeaban para ella Lisuarte y
Patín, ¿qué debemos hacer?"
Tras el discurso de Amadís, todos permanecen callados hasta que Cuadragante rompe el silencio. Quiere dar su
opinión. Agrajes le anima a que la manifieste. Cuadragante dice que se envíe un mensaje a Lisuarteexplicando su
acción, que están obligado a defender a doncellas que vean forzada su voluntad. Le darán a Lisuarte la oportunidad de
reconocer su error y si hace justicia con su hija, se la devolverán. En cuanto a los caballeros de la Ínsula Firme, deben
estar preparados para cualquier contingencia, pues desconocen cual será la respuesta de Lisuarte. Por tanto, no estaría
de más avisar a príncipes amigos y parientes para que les auxilien si fuera necesario.
Libro IV, Capítulo 86 Los caballeros están de acuerdo con la proposición de Cuadragante. Así, Amadís pedirá ayuda
a su padre, el rey Perión, si la necesitara. Agrajes, a su padre, el rey de Escocia. Bruneo, a su padre, el marqués, y a su
hermano Branfil. Y así sucesivamente...Cuadragante envía a su sobrino Landín a Irlanda para visitar a la reina.
Aunque el rey Cildarán, su marido, está obligado a acudir en defensa del rey Lisuarte, ella les favorecerá a ellos.
Llega un caballero armado a las puertas de castillo acompañado de varios escuderos. Es Brian de Mojaste, hijo
de Ladasán, rey de España. Brian es muy apreciado por el resto de caballeros por su lealtad y amistad
inquebrantables. Brian abraza con emoción a su primo Amadís (la madre de Brian es hermana de Perión) y le dice que
en su busca viene. Loscaballeros agasajan a Brian y Agrajes le pone al día sobre la disputa con Lisuarte y la custodia
de Oriana. Brian aprueba la acción pero pide audiencia a Oriana para ponerse a su servicio. Cuando la ve, le cuenta
que regresó a España tras la Guerra de los Siete Reyes para ayudar a su padre en su lucha contra los moros. Allí se
enteró de la desaparición de Amadís y había vuelto para encontrarlo. El primer sitio donde miró fue la Ínsula Firme,
isla ganada por Amadís, con la suerte de encontrarlo a las primeras de cambio. Brian se ofrece a servir a Oriana y ésta
se lo agradece.
Libro IV, Capítulo 87 ¿Por qué tantos y tan dispuestos se ofrecían a Oriana? ¿Por las mercedes de ella
recibidas?¿Porque conocían sus amores con Amadís? No, porque todavía no había alcanzado un status tan alto que le
permitiera conceder mercedes y sus amores con Amadís se mantenían en total secreto. Era porque su templanza,
cortesía y humildad habían cautivados sus voluntades. Porque los grandes que son altivos y desdeñosos
son desamados por sus inferiores.
[...] Oriana habla con Agrajes. Le expresa su confianza en él y cuanto le agradece a su padre que la hubiera acogido en
su infancia y por concederle a Mabilia como fiel compañera. Le pide a Agrajes que interceda ante su padre para lograr
que desaparezcan las desavenencias con Amadís. Agrajes le contesta que a pesar de los servicios prestados a Lisuarte,
no le perdona su falta de agradecimiento tras el asunto de la isla Mongaza, arrebatada por Lisuarte a su tío Galvanes.
[...] Se reunen con el resto del grupo. Agrajes no le quita ojo a Olinda. [...]
Se envían embajadores al rey Lisuarte: Cuadragante y Bruneo.
Libro IV, Capítulo 88 Amadís visita a Grasinda en sus aposentos. Le pregunta si tiene deseos de volver a su tierra.
Ella responde que va a enviar a Helisabad para que prepare una flota que esté siempre presta para acudir en ayuda
de Amadís. Por su parte, ella prefiere quedarse en la Ínsula Firme y acompañar a Oriana y a las demás
damas. Amadís la abraza emocionado y le pide a Helisabad que lleve una carta suya para el Emperador de
Constantinopla que, como antiguo rival del Emperador romano, no dudará en enviarle ayuda militar. Amadís habla
con Don Gandales y Oriana. Les dice la voluntad de Grasinda. Oriana acepta su ofrecimiento gustosa. Amadís escribe
la carta para el Emperador de Constantinopla: le dice que ha llegado el momento de cumplir la promesa de ayuda que
le brindó antaño. Helisabad, carta en mano, embarca y parte hacia Constantinopla.
Libro IV, Capítulo 89 Amadís se reune con Tantales, mayordomo de Briolanja. Le pide que vaya a reunirse con su
señora y que le pida que se prepare para enviarles ayuda si la necesitaren. Tantales parte presto.
Amadís envía a Gandalín a la Gaula con mensajes para sus padre. A su padre, Perión, le pide que prepare ayuda por si
la necesitara. A su madre le pide que permita a Melicia acudir a la Ínsula Firme para que acompañe a Oriana.
Agrajes envía a Gandales a Escocia para solicitar auxilio a su padre, el rey.
Libro IV, Capítulo 90 Cuadragante habla con Landín, su sobrino. Lo envía a Irlanda para que hable con la reina,
también sobrina de Cuadragante, a espaldas del rey Cildarán (fiel aliado de Lisuarte). Le pide ayuda para formar una
flota que esté preparada para ayudar a los de la Ínsula Firme. Bruneo de Bonamar envía a su escudero Lasindo en
busca de su padre, el marqués, y de su hermano Branfil, para que vayan reclutando soldados para formar un
ejercito. Bruneo lo hace con gusto para ayudar a Amadís, pero más aún por complacer a Melicia, su amada.
Libro IV, Capítulo 91 Amadís envía a Ysanjo, caballero muy honrado de la Ínsula Firme, a Bohemia, con una carta
para el rey Tafinor, pidiendo ayuda para su causa.
Libro IV, Capítulo 92 Gandalín, antes de partir a la Gaula, visita a Mabilia por indicación de Amadís. Ella lo recibe
en presencia de Oriana. Le dan cartas para Perión, la reina, Melicia,... Gandalín vuelve con Amadís por indicación
de Oriana. Amadís lo envía a Agrajes. Agrajes lo vuelve a enviar junto a las damas...
Después de tanta ida y venida (con un Gandalín, suponemos que mareado y hasta las narices) , Agrajes decide animar
a Oriana, supuestamentemelancólica, y organiza una visita de los caballeros más bizarros y apuestos de la Ínsula
Firme a la Torre de las Damas.
Libro IV, Capítulo 93 Llegan los caballeros y se reparten entre las
damas. Amadís dispone que Brian y Cuadragante vayan con Oriana, él mismo
con Mabilia, Agrajes con Olinda, Florestán con la reina Sardamira, Bruneo y Angriote con Grasinda,...y el resto de
caballeros con el resto de las damas. Todos conversan largamente.
Mabilia le dice a Amadís que haga venir a Gandalín: quiere darle unas últimas instrucciones y más mensajes
para Perión, su madre y su hermano. Cuando Gandalín acaba con Mabilia, Amadís lo envía junto a Oriana. Ella
también tiene mensajes que quiere que le lleve el escudero. Oriana acerca a Brian al resto de las damas. Se guasea
amablemente de él, pero Brian aguanta la broma con donosura. Por fin, en un aparte, Oriana y Amadís se encuentran y
hablan de su amor y de sus deseos. Luego, Oriana lo envía junto a Mabilia. Ésta le desvela el embarazo, el parto, el
extravío y crianza de Esplandián, su hijo, que vive ahora en la corte de Lisuarte. Amadís ya tenía referencias
de Esplandiángracias a Angriote. Al conocer que se trata de su hijo, se alegra enormemente. Habla
con largeza con Mabilia.
Gandalín, por fin, parte para la Gaula. Damas y caballeros quedan en la Ínsula Firme, solazándose con los ingenios y
maravillas creados por Apolidón y que salpican la isla. El siguiente capítulo habla de Lisuarte, de todo lo que le
acaeció durante todo este tiempo.
Libro IV, Capítulo 94 Retrocedemos en el tiempo y vemos que ha ocurrido con Lisuarte: El rey acompaña a su hija
hasta los barcos romanos. Oriana está triste y Lisuarteintenta consolarla aunque se mantiene firme en su decisión. Se
la encomienda a Salustanquidio y Brojandel y vuelve a su palacio. Allí reina la melancolía: nadie por los pasillos, ni
damas ni caballeros. Brandoibás le dice que la reina está llorando en sus aposentos. El rey va en su busca.
Cuando Brisena lo ve llegar, se desmaya de la emoción y el disgusto. El rey la coge en brazos y la reanima, aunque
luego le reprocha su tristeza, ya que ha convertido a su hija en una de las mujeres más eminentes del mundo.
El rey camina por el palacio. No encuentra a nadie salvo a Arbán y Grumedán, tristes por la marcha de Oriana. El rey,
en el fondo acongojado, decide preparar una cacería que le alivie de la melancolía. Al día siguiente se dispone a salir
con Arbán cuando se tropieza con algunos romanos supervivientes de la Batalla naval contra la Ínsula Firme que
acaban de llegar a la costa. Lisuarte expresa sus condolencias por la muerte de Salustanquidio y se ofrece a ayudarles a
liberar a sus compañeros prisioneros y vengar la afrenta. Los manda a la villa junto a la reina pero les pide que no
revelen las malas nuevas. Luego, continúa con su cacería durante tres días más. Regresa con la cara alegre pero con el
corazón compungido. Visita a su esposa que lo recibe de buena cara. Lisuarte le cuenta como Amadís ha derrotado a
los romanos, ha destruido la flota romana y se ha apoderado de Oriana. Lisuarte le dice que está obligado a tomar
represalias. La reina intenta atemperar: ya que su hija había sido entregada en custodia a los romanos, son éstos
quienes deben tomar la iniciativa en la venganza. Pero Lisuarte mantiene su decisión y se va. Se reune
con Arbán, Grumedán y Guilán. Les cuenta lo sucedido y les pide consejo. Durante varios días medita lo que va a
hacer. La reina recibe la visita de Durín, el hermano de la Doncella de Dinamarca, recién llegado de la Ínsula Firme.
Trae una carta de Oriana que le anticipa la llegada de Brian y Cuadragante, y le pide a su madre que interceda ante el
rey para que los reciba favorablemente. La reina lee la carta y llora desconsolada.
Libro IV, Capítulo 95 Carta de Oriana a su madre: Le habla de cuán desgraciada se sintió por cumplir los deseos de
su padre, tanto que deseó la muerte. Le cuenta como fue liberada por los caballeros de la Ínsula Firme y de
lo honestamente que ha sido acogida en la isla. Le escribe que varios caballeros de la Ínsula Firme se dirigen hacia la
corte de Lisuarte en misión diplomática. Oriana le pide a su madre que interceda por ellos ante su padre.
La reina Brisena decide hablar con su marido y enviar una respuesta con el resultado de sus gestiones por medio
de Durín. Lisuarte visita a su esposa en sus aposentos. Brisena se arroja a sus pies, hincada de rodillas, y llorando le
muestra la carta de su hija. Tras leerla, Lisuarte le dice que recibirá a la delegación insulofirmeña y escuchará sus
razones. Brisenaenvía un mensaje por medio de Durín: hasta que los caballeros de la Ínsula Firme no lleguen
ante Lisuarte no sabrán por qué derroteros irá, si habrá o no concordia. Mientras tanto, le implora a su hija que se
comporte como la princesa real que es. Durín regresa a la Ínsula Firme sin noticias halagüeñas.
Una mañana, Lisuarte, tras oír la misa matutina acompañado de sus ricoshombres, recibe la visita de un escudero que
trae una carta credencial que entrega al rey. Lisuarte le pregunta quien es su amo. El escudero responde que
son Cuadragante y Brian de Monjaste, que han llegadodesde la Ínsula Firme por mandato de Amadís. Desean saber si
serán recibidos por el rey. Tras meditarlo unos minutos, Lisuarte le responde que la delegación insulofirmeña será
recibida y escuchadas sus alegaciones. El mensajero vuelve a su nave con la repuesta real.
Cuadragante y Brian salen de la nave ricamente ataviados y con sus mejores armas. Tardan tres días en llegar
ante Lisuarte. La gente los ve pasar y los maldicen por haber traicionado al rey Lisuarte. Sin embargo, otros más
sabedores del asunto, culpan al rey por haberse dejado aconsejar por hombres envidiosos y malvados. Llegan a la
corte, se presentan ante el rey y lo saludan con cortesía. Lisuarte les recibe con amabilidad. Cuadragante le elogia por
permitir su visita. Le cuenta que viene enviado por Amadís y los caballeros insulofirmeños. Le reprocha que haya
desheredado a su hija mayor y se la haya entregado a los romanos. Los caballeros de la Ínsula Firme decidieron
rescatar a la princesa. De ahí, el asalto y posterior derrota de la flota romana. Oriana y sus doncellas están en la Ínsula
Firme donde han sido acogidas con la mayor hospitalidad, reverencia y devoción. Le pide al rey que restituya a su hija
en sus derechos al trono y que perdone a los caballeros de la Ínsula Firme.
El rey responde con dureza: no hay gloria en asaltar a unos romanos que viajaban sin recelo ni especial defensa. Los
caballeros de la Ínsula Firme no son quienes para rectificar una decisión que ha tomado un rey cuyaautoridad
proviene directamente de Dios. Brian responde que solo han de responder por sus actos ante su propia honra y ante
Dios. Se despiden del rey y salen. Grumedán les acompaña hasta las puertas de la villa. Grumedán les dice que
confiaba en la reconciliación de Lisuartecon los caballeros insulofirmeños, pues conoce la nobleza y discreción de
ambas partes. Pero ahora, tras la entrevista, cree que esa reconciliaciónestá más lejos que nunca. Les
pregunta por Amadís, cómo se encuentra y que ha sido de su vida...

Brian dice que Lisuarte ha cometido una gran injusticia con su hija y que los caballeros de la Ínsula Firme solo han
querido repararla. Y si el rey no se aviene a razones, se va a meter en un conflicto del que va a salir malparado. Le
desvela que el Caballero Griego era en realidad Amadís, con gran sorpresa de Grumedán. Les pregunta por los dos
caballeros que le cedió el Griego para que le ayudaran en su disputa contra los romanos. Brian responde riendo que
eran Angriote y Bruneo. Grumedán entiende que la fácil victoria obtenida se debe a la gran calidad de los dos
caballeros que le flanqueaban. Cuadragante afirma que Grumedán se hubierabastado solo para acabar con los
romanos. Grumedán expresa sus simpatías por los caballeros insulofirmeños y que está dispuesto a favorecer una
solución al conflicto.
Mientras cabalgan por las calles de la villa, ven venir a Esplandián y a Ambor, el hijo de Angriote. Esplandián lleva
un gavilán y monta un rico palafrén regalo de la reina Brisena. Cuando llegan ante los caballeros de la Ínsula Firme,
les saludan cortésmente. Brian pregunta por el joven. Grumedán le dice que se llama Esplandián y que Urganda la
Desconocida ha profetizado grandes cosas sobre él. Cuadragante ya tenía noticias del doncel. Le pide a Grumedán que
lo llame para hablar con él. Grumedán le llama y le presenta a los caballeros como compañeros del Caballero
Griego. Esplandián expresa su deseo de saber noticias del Caballero Griego. Cuadragante le dice que pronto lo van a
ver y que su verdadero nombre es Amadís. "¿El famoso Amadís?", pregunta Esplandián. "El mismo",
responde Cuadragante. Esplandián elogia el valor, la nobleza y la cortesía de Amadís, el Caballero Griego. Los
caballeros insulofirmeños se despiden del joven, recomendándole que crezca en nobleza y bondad. Grumedán se
despide de ellos y retorna a la villa con Esplandián. Brian y Cuadragante embarcan y vuelven a la Ínsula Firme.
Libro IV, Capítulo 96 Lisuarte se reune con Grumedán, Arbán y Guilán. Les pide consejo sobre lo que debe hacer en
el conflicto con la Ínsula Firme. Reconoce que le han infligido un gran menoscabo y su orgullo exige
una reparaciónsatisfactoria. Arbán, sensato y leal, sabe que Lisuarte no tiene intención de hacer las paces con
los insulofirmeños, pero le recuerda que los caballeros de la Ínsula Firme son fuertes, bravos y poderosos, como le
demostraron cuando le servían, que su fama ha atraído a la flor y nata de la caballería de toda Europa incrementando
su poderío. Por otra parte, le recuerda al rey que nunca hasta este momento se había encontrado tan desasistido de
buenos caballeros, ya que los más nobles y fuertes se han ido con Amadís. Ahora están expuestos a sufrir los ataques
de los enemigos de Gran Bretaña, antes frenados por la presencia de Amadís y sus amigos. Por último, le dice que le
corresponde a Roma antes que a Lisuarte responder al supuesto agravio. Lisuarte acepta su consejo y decide enviar
a Guilán a Roma. Llevará un mensaje para el Emperador: Lisuarte le entregó a su hija en contra de sus naturales. Por
el camino, Amadís y los suyos asaltaron la comitiva y se llevaron a su hija a la Ínsula Firme. Ahora le toca a Roma
responder a la afrenta. Lisuarte esperará la respuesta romana antes de actuar.
Guilán parte hacia Roma.
Lisuarte habla con Brandoibas y lo envía a la Ínsula Mongaza para que Galvanes envíe su ejercito en su ayuda, y que
luego se dirija a Irlanda para pedir el auxilio del rey Cildadán. Con la misma misión, envía a Finispinel a Suecia, para
que hable con el rey Gasquilán. Envía otros mensajeros en busca de más aliados. Manda acaparar armas y caballos por
todo el reino.
.....................................
Arcaláus el Encantador, durante todo este tiempo, ha permanecido refugiado en sus castillos, rumiando su venganza
contra Lisuarte y Amadísy meditando sus maléficos planes. Cuando le llegan las noticias del enfrentamiento
entre Amadís y Lisuarte, cree que ha llegado su oportunidad, la hora de la revancha. Decide reclutar un tercer ejercito
que luchará contra el mermado bando que venza en la confrontación Lisuarte-Amadís. Así obtendrá una fácil victoria
y una venganza tanto sobre Lisuarte como sobre Amadís. Parte en busca de aliados: le explica sus planes al rey
Arábigo y lo convence. Luego visita a Barsiñán hijo. Le propone que se una a él para vengar las muertes de su padre y
de su hermano Gandalot. Barsiñán hijo acepta. Arcaláus también consigue el apoyo del rey de la Profunda Ínsula y de
los familiares de Dardán el Soberbio..
Libro IV, Capítulo 97 Cuadragante y Brian retornan a la Ínsula Firme. Una tormenta les alcanza y pierden el
gobierno de su nave. Cuando la tormenta pasa, descubrenque le ha desplazado hasta las cercanías de Sobradisa, el
reino de Briolanja. Retoman el rumbo hacia la Ínsula Firme, pero al poco tiempo ven que se acerca un gran navío
ricamente engalanado, lleno de caballeros y doncellas. Envían a un escudero en un batel para saber quien viaja en ese
barco. Los ocupantes del navío le dicen al escudero que viajan con la reina Briolanja hacia la Ínsula Firme. El
escudero les dice que ellos tienen el mismo destino y retorna a su nave para informar a sus amos. La noticia alegra
a Cuadragante y Brian y ordenan que su nave se acerque al navío de Briolanja. Los ocupantes del navío reconocen a
los caballeros de la Ínsula Firme y avisan a su reina. Briolanja ya sabia por su mayordomo Tantiles de la misión que
los había llevado ante Lisuarte. Los caballeros insulofirmeños llegan al navío y se postran ante Briolanja para besarle
la mano. La reina no lo permite, los hace levantarse y los abraza cordialmente. Les dice cuanto se alegra de verlos. Les
pregunta como han llegado hasta allí. Ellos le cuentan sus peripecias en la corte de Lisuarte y como la tormenta les ha
desviado de su rumbo y les ha llevado junto a ella. Briolanja también sufrió la tormenta, pero su navío, más grande y
poderoso, de fuertes maromas y pesadas anclas, había resistido sus embates sin gran quebranto. Les dice que ya
conocía su misión diplomática gracias a Tantiles. Le había encargado que reclutara un ejercito para ayudar a la Ínsula
Firme. Ahora lo ha dejado al gobierno de Sobradisa y Briolanja viaja a la Ínsula Firme para acompañar a Oriana ensu
destierro. Ahora que la fortuna les ha reunido deciden hacer el viaje juntos. Los caballeros insulofirmeños se
aposentan en el navío de la reina.
Tiempo atrás, Briolanja había recuperado su reino gracias a Amadís y Agrajes que mataron al usurpador Abiseos y a
sus dos hijos. Quedó con vida el tercer hijo de Abiseos, Trión, que entonces era aún un niño. Triónquedó recluido en
el único castillo que le dejaron como herencia de su padre, al cuidado de caballeros fieles a Abiseos. Creció bajo su
influencia en el odio a Briolanja y con deseo de recuperar el trono que creía merecer por derecho. Cuando supo de la
partida de la reina hacia la Ínsula Firme acompañada por un grupo mínimo de caballeros pobremente armados pensó
que su oportunidad había llegado. Fletó dos barcos y con cincuenta caballeros, varios ballesteros y arqueros se lanzó
en pos del navío de la reina.
Lo intercepta sin saber que Cuadragante y Brian están a bordo. Briolanjareconoce a Trión y les dice a los
caballeros insulofirmeños que se trata de su peor enemigo. Los caballeros se ofrecen para organizar la defensa de la
nave. Trión dispone sus naves para que ataquen el navío real por amboscostados. Cuadragante defenderá el costado
que va a atacar el barco que lleva a Trión. Brian con la mitad de las fuerzas reales defenderá el otro costado del ataque
de la segunda nave. Cuadragante dice a sus hombres que no impidan el abordaje de Trión.
Las naves de Trión atacan simultáneamente el navío de Briolanja. Es una dura e intensa acometida. Trión, soberbio y
ansioso de victoria, piensa que va a lograr una fácil victoria. Cree que va a encontrar una débil resistencia. Aborda la
nave sin recelo. En ese momento Cuadragante y sus hombres se muestran. Trión lo reconoce de inmediato, pero no
evita el combate directo. Se dan grandes golpes, las chispas saltan por doquier,... pero Cuadragante, más alto y fuerte,
de un golpe le arrebata la espada y Trióncae de rodillas. Cuadragante ordena que lo apresen. la lucha continúa. Mata al
primer asaltante que se topa de un espadazo en la cabeza. El resto de enemigos se percatan de la situación y tratan de
volver a su barco. Pocos alcanzan la nave, muchos mueren ahogados. Al poco rato, Cuadragante y sus hombres han
despejado la cubierta. Envía parte de sus fuerzas en apoyo de Brian que ha abordado la otra nao. Con la llegada de los
refuerzos acaban con la resistencia con rapidez y Brian se apodera del barco. Avisan a Briolanja de la victoria.
Briolanja sale a cubierta y ve a Trión prisionero. Agradece la inestimable ayuda de Cuadragante y sus
hombres. Cuadragante le pregunta por el destino que le reserva a Trión. Éste se postra de rodillas ante la reina e
implora su perdón. Briolanja, noble y generosa, le perdona la vida, pero ordena que lo encierren en una
cámara. Brian viene herido: una saeta le ha atravesado escudo y brazo. Briolanja lo cura con presteza. La nave
de Trión consigue escapar. Briolanja y sus amigos continúan viaje hacia la Ínsula Firme, ya sin contratiempos.
Amadís y sus amigos habían salido a holgar paseando por una vega cerca del castillo. Ven como se acercan barcos a la
isla. Se dirigen al puerto y se topan con los escuderos de Brian y Cuadragante que les anuncian su llegada. Todos se
reunen alegremente en la orilla del mar. Brian comenta, alegre, a Amadís el rico botín que traen. Amadís le ruega que
se lo muestre. Brian envía una barca al navío donde monta Briolanja para desembarcar. Todos quieren besarle la
mano, pero ella se niega, y reparte abrazos a diestro y siniestro. El abrazo a Amadís es el más largo y emotivo, pues no
lo veía desde Fenusa, tras la batalla entre Lisuarte y Cildadán. Aunque ya no alberga esperanzas de casamiento con él,
todavía sigue muy enamorada. Amadís le dice que su presencia va a ser motivo de alegría para Oriana y para todos los
caballeros de la Ínsula Firme. Briolanja le responde que cuando recibió su carta, le faltó tiempo para embarcarse y
reunirse con ellos. Todos acuden al castillo. Avisada Oriana, envía a Mabilia y Grasinda para recibir a la reina. Ella se
queda junto a Sardamira, esperándola, mientras le explica quien es Briolanja.
Cuando la comitiva llega al castillo, todos se abrazan con alegría y emoción. Oriana presenta a Briolanja y Sardamira,
que se saludan cortésmente. Oriana agradece a Briolanja su visita. La reina responde que acude en ayuda
de Amadís en cuanto Tantales, su mayordomo, le informó de la situación. Está preparando un ejercito para utilizarlo si
fuera necesario. mientras tanto ha preferido acudir a la Ínsula Firme para acompañarla. Oriana responde que
desea fervientemente que la misión encomendada a Brian y Cuadragante ante su padre haya dado sus frutos y no sea
necesario el ejercito de Briolanja. Ésta, que ya conoce el fracaso de la delegación diplomática, se lo calla. Hablan
largo rato de cosas más agradables. A la hora de cenar, la Doncella de Dinamarca aconseja a Oriana que permita
a Briolanja que se retire, pues vendrá cansada del viaje. Oriana aloja a ella y a sus doncellas en sus
propias dependencias. Briolanja pregunta a Oriana sobre Grasinda. Oriana le cuenta su historia, de como vino a la
corte de Lisuarte por agradecimiento a Amadís, a quien conoció con el sobrenombre de Caballero de la Verde Espada.
Fue ella quien le curó sus heridas tras el combate contra el Endriago. Briolanja se hace el propósito de hablar
detenidamente con Grasinda para que le relate todas esas aventuras. Briolanja habla de su admiración y gratitud
por Amadís. Oriana le responde que ella está más agradecida y admirada por todo lo que Briolanja ha hecho
por Amadís. Envían a la Doncella de Dinamarca a por Grasinda. Mientras siguen charlando y comiendo.
Llega Grasinda. Briolanja la abraza con cariño. Le pide que le cuente su relación con Amadís. Grasinda se lo cuenta
todo (ver tomo III). Mucho se ríen de las desventuras de Brandasidel cuando se vio obligado a cabalgar de espaldas. Y
contó las aventuras de Amadís en Romania y Alemania. Y la batalla que libró con Cuadragante y la del rey de
Bohemia y los once caballeros,...Grasinda les confiesa que quedó tan maravillada de sus proezas, tan agradecida de
sus favores, tan fascinada por su apostura, que abandonó su ciudad y sus riquezas para seguir a ese caballero sin
nombre ni posesiones con la esperanza de casarse con él. Al notar su reticencia, indagó con Gandalín que le confirmó
sus sospechas: Amadís amaba a otra. Por esta causa, Grasinda había decidido apartarlo de sus
pensamientos. Briolanja responde, jocosa, que Amadís se ha dedicado a romper corazones por doquiera que anduvo...
Y siguieron hablando hasta la hora de dormir. Y cada una se fue a su cama donde descansaron y holgaron.
Libro IV, Capítulo 98 Al día siguiente se celebra una reunión de todos los caballeros de la Ínsula Firme. Después
de oír misa, escuchan el relato de Brian y Cuadraganteacerca del resultado de su misión diplomática. Ambos
caballeros detallan el paupérrimo resultado de sus gestiones.
Agrajes toma la palabra. Por respeto a Oriana ha esperado al resultado de la misión diplomática. Pero ahora
que Lisuarte ha rechazado la paz, se siente libre para expresar su opinión: prefiere la guerra a una paz engañosa que
los coloque en situación de ser traicionados por Lisuarte. Todos los caballeros están de acuerdo con Agrajes.
Amadís, aunque su intención era mantener el bienestar de su amada por encima de todo, también se muestra de
acuerdo con su primo. Habla Angriote: él no es tan partidario de la confrontación, pero se pliega ante la mayoría.
Se levanta la sesión y acuerdan poner en guardia a toda su gente.
Libro IV, Capítulo 99 Helisabad llega a la tierra de Grasinda. Se reune con los regentes y les muestra los poderes que
trae. Les pide que cumplan las órdenes de Grasinda. Los regentes actúan con diligencia. Para organizar
el reclutamiento de hombres y víveres designa a su sobrino Libeo. Así, Helisabad puede partir hacia Constantinopla.
El Emperador lo recibe y lee la carta de Amadís donde desvela su identidad como el Caballero de la Verde Espada. El
Emperador se queja a Helisabad por no haberle dicho antes quien era el Caballero de la Verde Espada. Helisabad se
excusa diciendo que Amadís no mostró su identidad hasta llegar a Gran Bretaña. Le cuenta los gloriosos combates que
tuvo allí contra Salustanquidio y sus caballeros romanos, haciéndose llamar El Caballero Griego, y el combate de
don Grumedán y sus dos compañeros contra los romanos, y el negocio de Lisuarte con su hija y los romanos, como se
la entregó inicuamente. Y como fue rescatada por Amadís y sus fieles amigos... El Emperador decide ayudar a los de
la Ínsula Firme. Su sobrino Gastilesse ofrece para comandar la expedición. El Emperador acepta pero designa al
marqués de Saluder para que comande la flota junto a su sobrino. Helisabad agradece al Emperador por su ayuda y
retorna a la tierra de Grasinda.
Libro IV, Capítulo 100 Gandalín llega a Gaula. Se reune con Perión y le plantea la situación. Perión responde
que Amadís cuenta con todo su apoyo. Galaor se encuentra allí, convaleciente de una enfermedad. Perión le dice
a Gandalínque no le cuente nada del asunto. Norandel, hijo de Lisuarte, está también allí, visitando al
enfermo Galaor. Perión también le dice a Gandalín que no le cuente nada, que ya se encargará él mismo
de decírselo en el momento oportuno.
Gandalín visita a Galaor para contarle noticias de su hermano, pero a instancias de Perión, no le cuenta nada del
conflicto con Lisuarte. Galaor lo recibe en el lecho del dolor, enfermo, flaco y demacrado. Le pregunta emocionado
por Amadís. Gandalín le cuenta sus aventuras por Romania y le dice que su hermano desconoce la enfermedad
de Galaor. Si lo supiera, le faltaría tiempo para venir a verlo. Norandel saluda a Gandalín y también pregunta
por Amadís.
Llega Perión. Se lleva a Norandel y, en un aparte, le aconseja que regrese raudo a Gran Bretaña, pues sospecha que su
padre lo necesita. Le pide que no diga nada a Galaor para no perjudicar su recuperación. Esta acción de Perión tiene
un doble objetivo: enviar a Norandel junto a Lisuarte en un momento de necesidad y evitar que Norandel vea como
prepara hombres y armas en ayuda de Amadís. Norandel se despide de Galaor diciéndole que se va en busca de
aventuras para mejorar su currículo caballeril. Galaor, que se siente muy enfermo, lamenta no poder acompañarle,
pero le desea lo mejor.
Norandel se despide de Perión, de su esposa y de su hija. Todos hacen los mismo expresándole sus mejores
deseos. Norandel parte a Gran Bretaña y llega sin novedad. Se presenta ante su padre, el rey Lisuarte. Todos le reciben
con alegría.
Libro IV, Capítulo 101 Lasindo, escudero de Bruneo, llega a su destino. Le reciben el Marqués y Branfil, padre y
hermano respectivamente de su amo. Branfil lamenta no haber participado en la batalla del rescate de Oriana. Le pide
a su padre que acceda a la demanda de Bruneo y que le envíe ayuda a Amadís. El marqués acepta.
Permite que Branfil se reuna con los caballeros de la Ínsula Firme y prepara una flota con numerosos hombres bien
armados para enviarla en apoyo de Amadís.
Libro IV, Capítulo 102 Ysanjo llega a Bohemia y se reune con el rey Tafinor que recibe con alegría las noticias
sobre Amadís. Tafinor llama a su hijo Grasandor. Le recuerda que están obligados con el Caballero de la Verde
Espada que tanto les favoreció en su conflicto contra Roma. Le muestra la carta donde Amadísdesvela su identidad y
les pide ayuda. Grasandor, entusiasmado, le pide permiso a su padre para acudir de inmediato junto a veinte caballeros
escogidos y unirse a los caballeros de la Ínsula Firme. El conde Galtines se encargará de conducir el ejercito
que Tafinor prepare en ayuda de Amadís. Tafinor, aunque prefiere que su hijo no se arriesgue, está obligado a
devolver el favor a Amadís, y le permite que se marche con los veinte caballeros. Grasandor selecciona a sus
compañeros y parten de inmediato.
Libro IV, Capítulo 103 Landín, sobrino de Cuadragante, llega a irlanda y se reune en secreto con la reina. Ésta,
aunque sabía que Amadís había matado en combate a Abiésde Irlanda, considera que es mejor reparar males actuales
que antiguos. Habla con gente de confianza para que ayuden a Cuadragante sin que se entere su esposo, el
rey Cildadán. Su intención es destruir a Lisuarte y así liberar a Irlanda del yugo de Gran Bretaña. En los
siguiente capítulos se hablan de las gestiones de los enviados de Lisuarte.
Libro IV, Capítulo 104 Guilán, tras veinte días de travesía, llega a Roma. Patín le recibe con gran despliegue de fasto
y alharacas. El Emperador esperaba recibir a su prometida Oriana escoltada por su primo Salustanquidio. Hace ya un
tiempo que recibió una carta de Salustanquidio anunciado su prontallegada y ya se estaba impacientando por su
tardanza. Patín reconoce a Guilán. Lo había visto en la corte de Lisuarte cuando visitó la Gran Bretaña. Le pregunta,
confiado, donde ha dejado a Oriana y Salustanquidio. Guilán le presenta la carta de creencia de Lisuarte y le cuenta lo
sucedido: la partida de la expedición romana, el ataque de los caballeros de la Ínsula Firme, la muerte
de Salustanquidio, la captura de Brojandel, el Arzobispo de Talancia, el Duque de Ancona....y Orianaconducida
con Sardamira a la Ínsula Firme. El rey Lisuarte no ha querido emprender una acción de rescate hasta saber lo que
Patín quiere hacer. El Emperador queda abrumado aunque acierta a contestar que es a él a quien corresponde
responder a esta afrenta. Guilán ofrece las fuerzas de Lisuarte para una acción conjunta.
Guilán parte de regreso a Gran Bretaña. No está contento. Patín le transmite una pobre impresión: cree que es un
hombre desconcertado y de frágil voluntad. La ineptitud del jefe será fácil encontrarla entre los que manda. Un aliado
así solo puede traer mengua y deshonra para el rey Lisuarte. Todo el camino de vuelta va lamentado que los errores
de Lisuarte hayan conducido a la pérdida de unos caballeros tan valiosos como Amadís y sus amigos y que ahora los
tengan como adversarios. Guilán llega a Gran Bretaña y le cuenta a Lisuarte como le han ido sus gestiones. Le
transmite sus dudas sobre la capacidad de Patín y de sus hombres. Lisuarte responde que él confía en Guilán para que
comande sus tropas y las de los romanos y así suplir la incapacidad de los aliados.
Lisuarte se entera que Amadís se ha aliado con el Emperador de Constantinopla, el rey Perión y el rey Tafinor.
También descubre que el rey Arábigo y Barsiñán hijo preparan un gran ejercito aunque todavía no se sabe con que
intenciones. Llega Brandoibás de Irlanda: el rey Cildadán enviará tropas en apoyo de Lisuarte. Galvanes Sin Tierra
envía un mensaje. Le suplica a Lisuarte que no le fuerze a luchar contra Amadís y contra su sobrino Agrajes. Está
dispuesto a renunciar a la Ínsula Mongaza si Lisuarte se empeña en mantener el vasallaje. Lisuarte reconoce que es
una obligación desmedida y permite que Galvanes se inhiba y que conserve la Ínsula Mongaza. Ya habrán otras
ocasiones para cumplir con su vasallaje. Llega Filispinel con buenas nuevas: El rey Gasquilán de Suecia les apoya y
enviará fuerzas.
Lisuarte envía a su sobrino Giontes a Roma con un mensaje para Patín: concentrará sus fuerzas cerca de Vindilisora.
Allí aguardará al ejercito de Patín y al resto de aliados para emprender juntos la campaña contra la Ínsula Firme.
Giontes parte hacia Roma.
Libro IV, Capítulo 105 Grasandor parte en una fusta hacia la Ínsula Firme con veinte caballeros escogidos. Durante
la travesía, una noche se topa con la nave de Giontesque va hacia Roma por mandato de Lisuarte. Grasandor aborda la
nave que va sin protección y apresa a Giontes. Le interroga: Giontes le dice que s caballero del rey Lisuarte y le pide
que le deje libre para poder cumplircon la misión que le ha encomendado su rey. Grasandor, aunque van a ser
próximos adversarios, le promete la libertad si se identifica y explica su misión. Giontes le cuenta todo y Grasandor le
deja marchar libremente.
Cada uno retoma su rumbo. Grasandor envía un mensajero a su padre, el rey Tafinor, para que le cuente la misión
de Giontes en Roma y para que acelere el envío de tropas a la Ínsula Firme al mando del conde Galtines.
Grasandor llega a la Ínsula Firme. Es recibido por Amadís, Cuadragante y Agrajes, con gran alegría. Grasandor dice
que viene en compensación a los grandes favores que Amadís le hizo al reino de Bohemia. Les cuenta su encuentro
con Giontes y su misión en Roma. Y de como ha avisado a su padre para que acelere en envío de tropas de refuerzo y
lleguen antes que los romanos. Amadís aposenta a Grasandor y a sus hombres. Todos los caballeros de la Ínsula Firme
pasan a visitarle y honrarle. Grasandor les recibe enorgullecido de tanta atención por gente de tanta valía.
Conocido el informe de Grasandor, los caballeros de la Ínsula Firme deciden avisar al resto de aliados para que
también aceleren su llegada. Así, el rey Perión llega con 3000 caballeros; el rey Tafinor envía 1500
caballeros; Tantiles, 1200; Branfil, el hermano de Bruneo, llega con 600; Landín, sobrino de Cuadragante, con 600
caballeros irlandeses; el rey Ladasán de España envía 2000 caballeros; Gandales trae 1500
caballeros escoceses enviados por el rey Languines, padre de Agrajes; Gastiles, sobrino del Emperador de
Constantinopla, llega con 8000 caballeros. El rey Perión es quien llega primero, por cercanía y premura. Es recibido
con manifestaciones de alegría. Toda la Ínsula Firme le homenajea a su llegada.
Oriana está triste. Maldice esta discordia que enfrenta a su padre con su amado. Las señoras que la acompañan
intentan consolarla y distraerla. La suben a una alta torre del castillo y le muestran el despliegue de tropas en la
explanada que hay frente a la fortificación. Mabilia le pregunta si no cree que tiene al mejor amigo y servidor del
mundo. Oriana contesta que está en una cruel disyuntiva entre el amor de su vida y su padre, a quien ama a pesar de la
injusticia que con ella cometió. Teme perder a alguno de los dos y de ahí su tristeza.
Oriana llora y Mabilia la intenta consolar. Al rato, se retiran a sus habitaciones.
Perión, acompañado de Grasandor y Agrajes, quiere visitar a Oriana. Le solicita audiencia. Oriana le recibe
acompañada del resto de las damas. Se saludan con cordial cortesía. Perión saluda también al resto de damas.
Mabilia quiere arrodillarse ante él, pero el rey se lo impide y la abraza concariño. Le dice a su sobrina que pronto
llegará Gandalín con su hija Meliciapara acompañarlas. Mabilia se alegra por la inminente llegada de su
prima. Oriana también tiene ganas de conocerla.
Perión le dice a Oriana que ha venido a servirla y que mucho se extraña de la actitud de Lisuarte y de su
empecinamiento en una decisión palmariamente errónea. Oriana señala que Perión se merece la fama que tiene en el
mundo entero de hombre preclaro, y que es un digno padre de tan dignos hijos. Le pide que si hay una
mínima posibilidad de mediar ante su padre para evitar el conflicto, que interceda. Perión se lo promete aunque piensa
que ya es demasiado tarde. Oriana le agradece su intención.
Mientras Perión habla con Oriana, Grasandor y Agrajes hacen lo mismo con Sardamira, Briolanja, Olinda y el resto de
las damas. Grasandor se maravilla de la belleza de Oriana y de las otras mujeres, pero queda prendado de Mabilia nada
más verla. Y se enamora. Grasandor es un joven caballero que apenas ha salido de Bohemia. Le pide a Agrajes informes
sobre las damas, en especial de Mabilia. Agrajes le cuenta sonriendo que se trata de su propia hermana, la mujer de
mejor talante que conoce y la más digna de ser amada. Grasandor calla íntimamente arrebolado.
Briolanja le dice a Agrajes que quiere hablar con él y con Cuadragante y Brian. Agrajes envía a un sirviente en busca
de los dos caballeros. Cuando llegan, los tres se reunen con Briolanja. La reina les pide consejo sobre el destino de Trión,
hijo del usurpador Abiseos. Por un lado, cree que merece un castigo por su traición, pero por otro, Briolanja se siente
obligado a protegerle, quizás porque ha sido mal aconsejado desde su infancia. Brianle recomienda clemencia. Los otros
dos están de acuerdo. Briolanja hace traer a Trión, que llega humilde y pacífico. Briolanja le recuerda la traición de su
padre y la que él mismo ha cometido. Por otro lado, ella dice que tiene en cuenta su inexperta juventud, los malos
consejeros que ha sufrido y los lazos de sangre (Briolanja y Trión son primos). La reina, antes de tomar una decisión
sobre él, quiere saber cuales son sus intenciones. Triónreconoce que ella es la legítima reina de Sobradisa y le pide
perdón por su alevosa traición. Se ofrece para ser su más leal vasallo. Briolanja le perdona y le deja
libre. Trión se hinca de rodillas y le besa las manos. De ahora en adelante, será el caballero más leal a Briolanja de
toda Sobradisa.
Briolanja le ordena a Trión que se ponga a disposición de Amadís. Triónobedece con presteza. El resto de la
concurrencia, damas y caballeros, alaban la belleza, el buen juicio y la clemencia de la reina. Perión se despide de las
damas. Briolanja le encarga a Agrajes que presente a Trióna Amadís y le cuente su historia.
Perión llega al real al mismo tiempo que Balais de Cascante que viene acompañado de veinte caballeros. Balais fue
uno de los caballeros liberados por Amadís del castillo de Arcaláus. Fue quien decapitó a la doncella que
tan arteramente enfrentó a Amadís con Galaor. Balaisinforma de que Lisuarte está acampado cerca de Vindilisora con
casi seis mil caballeros y numerosos soldados de a pie. Ya ha llegado la gran flota romana y
también Gasquilán de Suecia con 800 caballeros y el rey Cildarán con 200 más. Balais cree que no se moverán en 15
días porque los romanos han llegado muy fatigados tras la larga travesía marítima. Balais sabe todas estas noticias
porque posee un castillo próximo a Vindilisora, y su gente le informa cumplidamente de lo que acaece en sus
cercanías. Al día siguiente llega Helisabad con 500 caballeros y arqueros. Amadís lo recibe junto a Angriote y Bruneo.
Los aposentan en el real. Libeo, sobrino de Helisabad, comanda las tropas. Llevan a Helisabad ante Perión. Amadísse
lo presenta a su padre. Perión le agradece que sanara a su hijo tras el combate contra el Endriago. Helisabad trae
noticias: Patín zarpó de Roma al mando de diez mil caballeros y Gastiles, sobrino del Emperador de Constantinopla,
llegará con 8000 caballeros a la Ínsula Firme en unos tres días.
Libro IV, Capítulo 106 Giontes, tras su encuentro con Grasandor, llega a Roma. Allí apresuran los preparativos y la
flota romana, armada y pertrechada, zarpa presta hacia Gran Bretaña. La expedición romana arriba sin novedad a las
cercanías de Vindilisora. Lisuarte, junto al rey Cildadán, sale a recibir a sus aliados. Los aposenta para que descansen
de tan agotadora travesía. Patín está ansioso por combatir, pero Lisuarte sabe cuan necesario es el descanso para la
tropa. Descansan ocho días.
Durante ese tiempo, el Emperador y otros caballeros, entre los que está Arquisil, su primo, han salido una mañana a
pasear a caballo. Ven llegar a un caballero y a su escudero. Es Enil, sobrino de Gandales. Enil saluda al grupo. Le
preguntan que quiere. Enil se presenta como emisario de Amadís, Señor de la Ínsula Firme. Viene en busca
de Arquisil. Éste se da a conocer y le pregunta que quiere de él. Enil le recuerda que Amadís, con el sobrenombre de
Caballero de la Verde Espada, se enfrentó a Garadán y a otros once caballeros durante el conflicto entre Roma y
Bohemia. Amadíslos venció. Uno de los vencidos fue Arquisil. Amadís le perdonó la vida con la condición de que
quedara a su disposición en cuanto se lo reclamara. Ese momento ha llegado y Amadís espera que Arquisil cumpla
con su obligación. Arquisil reconoce que está en deuda con Amadís y le pide permiso al Emperador de Roma para
abandonar su puesto, ya que no puede combatir contra él. Patín, de carácter explosivo, le dice
a Enil que pronto expulsará a patadas a Amadís de esa cueva de ladrones que es la Ínsula Firme, donde se esconde.
A Arquisil le permite que se retire y le promete que pronto le liberará de esa obligación a la que está sometido.Enil,
sañudo y sin temor, responde que Amadís ya conoce a Patín. Que de aquel encuentro caballeril, el Emperador no salió
tan bien librado. Y lo que le espera va a ser tanto o más difícil que ese primer combate.
El rey Lisuarte, que aprecia a Enil, viendo el cariz que toman los acontecimientos y para evitar las represalias de Patín,
toma a Enil de la mano y lo lleva a su tienda para que descanse, cene y esté protegido. Patín se retira sañudo. Arquisil,
acompañado de Enil, va a su tienda y recoge sus cosas, se arma y junto a Enil se va del campamento. Llegan a la
Ínsula Firme sin novedad. Arquisil se sorprende de las numerosas tropas que ahí acampan ( acababa de llegar el
ejercito del Emperador de Constantinopla), pero nada dice que demuestre su asombro. Enil lo conduce ante Amadís,
que lo recibe con cordialidad. Durante 4 días, Amadís presenta a Arquisil a cuanto caballero se pone por
delante. Arquisilse maravilla ante tal concentración de caballeros de fama bravos y de calidad. Se da cuenta de que se
avecina una confrontación que será recordada por los siglos de los siglos, que Patín va a necesitar a sus mejores
hombres para salir airoso de este enfrentamiento y que él mismo se va a perder la ocasión de su vida y de su carrera
caballeresca. Esta última idea le apesadumbra. Decide tentar las intenciones de Amadís. Lo encuentra en la tienda del
rey Perión, reunido con otros caballeros. Arquisilpide permiso para hablar y Perión se lo
concede. Arquisdil cuenta como luchó contra Amadís y como fue vencido. Cuenta como le perdonó la vida con
nobleza y como quedó obligado a él. Ahora está ahí cumpliendo esa obligación. Arquisil le ruega a Amadís, apelando
a su nobleza, que le permita participar en la inminente batalla y servir como es debido a su señor, Patín. Luego, si
sobrevive, Arquisil se compromete a regresar y ponerse a disposición de Amadís. Éste acepta su propuesta y le
permite volver con Patín.
Te preguntarás, amable lector, por qué dedicamos tanto tiempo a explicar las desventuras de Arquisil, caballero de
poco bagaje caballeresco por lo que sabemos de él hasta ahora. Te avanzo, aunque esto destripe el argumento,
que Arquisil llegará a ser Emperador de Roma y que durante toda su vida querrá a Amadís como su hermano y lo
considerará el artífice de su llegada al trono imperial.
Arquisil regresa al campamento romano sin novedad. No se tropieza con ningún caballero andante con ganas de pelea.
Todos están concentrándoseen uno u otro bando para el gran combate que se avecina y no están
para aventurillas individuales. Una vez en el campamento, Arquisil se guarda de revelar lo que ha visto en el
campamento insulofirmeño. Se reune con Patín y le cuenta que sus enemigos son numerosos y de gran calidad. A
Patín, que aprecia a Arquisil y confía su criterio, se le desinfla su ardor guerrero. Hasta ahora pensaba que se
enfrentaba a una empresa fácil: con sus hombres y los de Lisuarte pensaba cercar la Ínsula Firme y obtener una
victoria sin esfuerzo... Ahora ya no lo tiene tan claro.
Pasan 15 días de alardes y concentración de fuerzas: 10.000 caballeros romanos, 1500 de Lisuarte, 800
de Gasquilán de Suecia y 200 del rey Cildadán. Se inicia el movimiento de fuerzas. Patín separa el ejercito en tres
haces: la primera, al mando de Floyán, hermano de Salustanquidio, de 2500 caballeros. La segunda, de igual número,
dirigida por Arquisil. La tercera, con 5000, en retaguardia y a su mando. Al rey Lisuarte le pide que marche en
vanguardia junto a sus hombres. Lisuarte los divide en dos haces: la primera, de 2000 caballeros, comandada
por Arbán de Norgales, quien irá acompañado por Norandel, Guilán, Cendil de Ganota y Brandoibás. La otra, al
mando de Gasquilán y Cildadán, con los 3000 hombres que aportaban más 1000 más cedidos
por Lisuarte. Grumedán será quien custodie el estandarte, aunque siga lamentando que su señor haya trocado a sus
antaño caballeros, ahora enemigos, por los poco fiables actuales aliados. [Aquí bailan un poco las cifras. Queda claro
que los romanos son 10.000, pero Lisuarte tenía 1500 y en el párrafo siguiente tiene 3000.
Y Gasquilány Cildadán tenían 1000 ( 800+200) y seis líneas más abajo son 3000.] [Bueno, para aclarar las cosas (o
liarlas más, nunca se sabe) he consultado otras fuentes. Tras una exhaustiva revisión bibliográfica (ejem, ejem) las
cifras quedan así: Roma envía 10.000, Cildarán 200, Gasquilán 800 y Lisuarte 6500. Y el reparto en haces es: Floyán
2500, Arquisil 2500, Patín 5000, Arbán 3000 (de Lisuarte), Cildarán 1000 (800+200) y Lisuarte 3500(los que restan)]
Libro IV, Capítulo 107 Perión, hombre sensato y celoso guardián de su honra, había sido puesto en la tesitura de
defender a su hijo del ataque de Lisuarte. Sabía que Lisuarte era un hombre enconado en sus venganzas. Por tanto,
dispuso de agentes secretos que le informaran de los movimientos de las tropas enemigas. Además se reunió con sus
capitanes y los caballeros da más linaje para que todos juntos se ejercitaran con las tropas, como preparación al gran
combate que se avecinaba. Todos los hombres lo hicieron gustosos conocedores de estar dirigidos por un gran general
Dieron comienzo las maniobras. El real fue levantado. Perión cabalgaba en medio de su ejercito flanqueado por tres
escuderos armados y diez pajes a caballo. Perión ya era mayor, de pelo y barba canos y rostro rubicundo por el
esfuerzo y la emoción de la inminente batalla. Su entusiasmo se contagiaba a sus hombres y les infundía valor y
confianza.
Perión habla con Cuadragante: le encomienda la vanguardia de su ejército. 1500 hombres de Perión junto con los 500
caballeros irlandeses irán comandados por Cuadragante. Le
acompañarán Amadís, Angriote, Gavartedel Val Temeroso, Enil, Balais de Cascante y Landín. Agrajes dirigirá en el
segundo haz formado por 1600 caballeros aportados por el propio Agrajesy Bruneo de Bonamar. Además de éste
último le acompañará Branfil, hermano de Bruneo. Grasandor estará al frente del tercer haz de 2000 caballeros
(hombres de Bohemia, Sobradisa y los que trajo Trión). Le acompañarán Florestán, Dragonís, Landín de Fajarque
y Elián el Lozano. Brián de Monjaste, sobrino de Perión, comandará el cuarto haz, con los 5000 caballeros españoles
que envía su padre. Junto a él cabalgaranMancián de la Puente de Plata, Sadamón y Urlandín (hijo del
Conde Urlanda). Gandales dirigirá un quinto haz de 1000 caballeros que servirá de apoyo al resto de haces.
Perión, acompañado por Gastiles, dirigirá a resto de caballeros y a los hombres de Constantinopla.
Las maniobras se desarrollan con normalidad, con gran estrépito de trompetas y atabales. Oriana y el resto de las
damas las contemplan y ruegan a Dios por sus valedores. [También aquí las cifras varían según la fuente revisada. El
reparto queda así: Cuadragante, 3000 (1500 de Perión y 500 irlandeses); Agrajes y Branfil, 1600 (??, aunque Agrajes
aportaba 1500 y Branfil 600); Grasandor con los hombres de Bohemia y Sobradisa, 2700; Brian, 5000 (sus 2000
españoles y 3000 de Constantinopla); Gandales, 1000 caballeros de Gaula; Perión con Gastiles, 5500 (500 caballeros
de Perión y 5000 de Constantinopla)] Dejemos a nuestros héroes ejercitándose y veamos que hace
su archienemigo, Arcaláus el Encantador...
Libro IV, Capítulo 108 Arcaláus se había asociado con el rey Arábigo, Barsiñán de Sansueña, el rey de la Profunda
Ínsula (superviviente de la Batalla de los Siete Reyes) y con los parientes de Dardán el Soberbio. Cuando supo de la
llegada de las fuerzas de Lisuarte y de Amadís, envió a Garín, hijo de Grumén (muerto por Amadis) con la noticia
para sus aliados. Garín llega a tierras de Arabia y se reune con el rey Arábigo en su capital, también llamada Arábiga.
El rey ya tenía dispuestas sus tropas, unos 12.000 soldados. Todos juntos parten hacia Sansueña. Llegan a Califán,
importante villa de Sansueña, donde se avituallan y se suman a las tropas de Barsiñán. Tras escasos días de descanso,
se dirigen a Gran Bretaña, al encuentro de Arcaláus. Éste posee un inexpugnable castillo con puerto de mar. Arcaláus
ha reunido a 600 caballeros que odian por igual a Amadís y a Lisuarte. Arcaláus les informa que los dos ejércitos
enemigos han iniciado sus movimientos. Su mutuo enfrentamiento es inminente con gran contento de los allí reunidos.
Se ponen, a su vez, en marcha. En vanguardia, Barsiñán, con 2000 caballeros y algunos arqueros y ballesteros.
Arcaláus comanda el segundo haz, de 600 caballeros. El tercer haz lo dirigen el rey Arábigo y el rey de la Profunda
Ínsula. Con ellos van los seis caballeros, parientes de Brotajar Danfanía, muerto por Amadís en la Batalla de los Siete
reyes. Estos seis caballeros vienen de la isla Sagitaria, de donde provienen los Sagitarios (¿Centauros?). Vienen para
vengar la muerte de su mejor y más famoso caballero. El Duque de Bristoya también se apunta a la aventura, pero solo
cuando descubre el numeroso ejercito que Arcaláus ha reunido. Lo hace para vengar la muerte de su padre causada por
Galvanes, Agrajes y Olivas y para recobrar sus tierras. El rey Arábigo lo acepta por conveniencia. Necesita a alguien
conocedor de las tierras británicas. El Duque posee algunos castillos y villas que les servirán de apoyo logístico. Le
conceden al Duque el mando de 500 caballeros.De esta forma el ejercito se pone en marcha con sigilo, para aguardar
acontecimientos y actuar cuando la situación les sea propicia
Libro IV, Capítulo 109 Lisuarte y Patín salen del real de Vindilisora al frente de su ejercito. Hacen jornadas corta
para no fatigar a la tropa. Les llegan noticias de que Perión y sus hombres se dirigen hacia ellos. Lisuarte envía una
avanzadilla de 50 caballeros al mando de Ladasín el Esgrimidor, primo hermano de Guilán. A los tres días, la
avanzadilla de Ladasín se topa con la que ha enviado Perión, 40 caballeros al mando de Enil. Ambos jefes envían
mensajeros para avisar a sus respectivas tropas. No se enfrentan porque tienen orden expresa de no hacerlo. Llegan los
dos ejércitos que quedan frente a frente, cada uno en un extremo de un campo amplio y llano. Ambos ejércitos
acampan en sus reales y cavan fosos y construyen defensas.
Gandalín llega de la Ínsula Firme acompañando a Melicia. Se ha dado mucha prisa porque quería llegar antes del
inicio de la gran batalla. Amadís se había criado en casa de Gandales como un hijo. Gandalín, el verdadero hijo de
Gandales, lo consideraba su hermano hasta que Amadís se hizo caballero y se desveló su identidad. Desde entonces,
Gandalín le había servido como fiel escudero, aunque su deseo más íntimo era el ser caballero a su vez y honrar así a
su familia. Amadís se resistía a la idea de perder tan leal servidor. Fue su confidente y su puntal en los momentos más
melancólicos. Le había sido imprescindible para mantener su relación clandestina con Oriana. Gandalín había
aguantado mucho en ese statuspor el amor y respeto que sentía por Amadís. Pero ahora que la Gran Batalla se avecina
y que Amadís tiene a su amada Oriana a su vera, Gandalín cree que el momento de ser armado caballero ha llegado.
Después de informar a Amadís de la llegada de su hermana, de las noticias sobre la Gaula, del estado de salud de
Galaor y de las recomendaciones de la reina, se lo lleva a un lugar apartado y le expone su deseo de ser armado
caballero.
Amadís, en un principio reticente, cae en la cuenta de lo injusto que sería negarse a su petición. Aparta sus egoístas
deseos y acepta su demanda. Lamenta no haberle preparado unas armas acordes a su nueva categoría caballeresca.
Gandalín le responde que Galaor, como no puede usar las suyas por su enfermedad y conocedor del ansia de Gandalín,
le cedió sus propias armas y su caballo. Gandalín aceptó el caballo, la loriga y el yelmo, pero el resto de la armadura
ha de ser blanca como corresponde a un caballero novel. En cuanto a la espada, confía en que Amadís le dé una de las
que le regaló la reina Menoresa.
Amadís le propone que vele armas la noche previa a la Gran Batalla y que a la mañana siguiente Perión le arme
caballero. Gandalín declina la oferta. Solo Amadís puede armarle caballero. Amadís se pliega a sus deseos. Como
también Lasindo, escudero de Bruneo, va a ser armado caballero, Gandalín propone una ceremonia conjunta,
incluyendo el velatorio de armas. Amadís váse emocionado y visita a su padre que anda ocupado aderezando sus
huestes para la Gran Batalla. Los espías del rey Arábigo vigilan el campamento insulofirmeño desde una montaña
cercana. Luego se van para informar a su señor. El rey Arábigo dispone que su ejército se acantone en las montañas a
la espera de acontecimientos. A pesar del sigilo con que el rey Arábigo hace sus movimientos, noticias de su
desembarco llegan tanto a Perión como a Lisuarte que extreman sus precauciones contra él.
Patín está impaciente por acabar la campaña para regresar a Roma cuanto antes. Así es su carácter, inconsistente y
voluble. También los hombres de Perión quieren entrar pronto en combate. Pero Perión prefiere demorar ese momento
hasta que sus tropas estén perfectamente preparadas. Y ese momento ha llegado... Tras oír la misa, el rey Perión
ordena a sus huestes que se preparen para la batalla. Al alba, ambos ejércitos se ponen en movimiento. Todos los
caballeros salen con sus mejores armas. Patín lleva armas, yelmo, escudo y sobreseñales, todo negro.
El escudo negro tiene una figura femenina en oro que representa a Oriana. En las sobreseñales lleva bordadas unas
cadenas que simbolizan las que va a usar para prender a Amadís. Tras él va Floyán. Tiene armas amarillas y negras a
cuarterones. Arquisil lleva armas azules y blancas con adornos de plata y flores doradas. Lisuarte porta armas con
águilas blancas, y un águila solitaria en su escudo. El rey Cildadán lleva armas negras sin ningún adorno (es tan
austero desde que fue derrotado por Lisuarte y se convirtió en su tributario). Tampoco Arbán, Grumedán y Guilán
llevan ningún adorno, triste por enfrentarse a sus otrora amigos.
En el otro bando, Perión sale con armas claras y limpias como el acero con sobreseñales de seda colorada y montando
un magnífico caballo español y con la enseña del Emperador de Constantinopla. El rey Ladasán de España ha enviado
varios caballos de pura raza como regalo. Amadís lleva sus famosas armas verdes con leones dorados. Cuadragante,
armas pardillas con flores plateadas y monta otro de los caballos de Ladasán. Bruneo porta sus armas habituales. En su
escudo hay dibujados una doncella y un caballero hincado ante ella. Florestán lleva armas coloradas con flores
doradas y su correspondiente caballo español. Agrajes, armas rosadas y en su escudo, una doncella que aprieta un
corazón contra ella. Angriote lleva armas de veros azules y plata. Llegan Gandalín y Lasindo, con armas blancas como
corresponde a caballeros noveles. Amadís acompaña a Gandalín ante Perión. Antes le dice que durante el combate no
se separe de él. Así podrá auxiliarle y compensar su inexperiencia en la batalla. Gandalín le promete que así lo hará.
Llegan ante Perión. Amadís le dice a su padre que va a armar caballero a Gandalín pero quiere que sea el rey quien le
de la espada. Perión reconoce el caballo de Galaor y le pregunta a Gandalín por su hijo. Gandalín le pone al corriente
de la evolución del enfermo. Le han ocultado que van a enfrentarse a Lisuarte para no perjudicar su convalecencia.
Durín le entrega una espada a Perión. Amadís nombra caballero a Gandalín. Le coloca la espuela derecha mientras
Perión le ciñe la espada. La emotiva ceremonia concluye con parabienes de todos los presentes. Bruneo arma caballero
a Lasindo y Agrajes le ciñe la espada. Estos dos caballeros noveles van a hacer tan buen papel en la batalla que se
avecina y ganarán tanta honra y prestigio que les bastará para el resto de sus vidas.
Las tropas continúan su camino. En poco tiempo ambos bandos quedan a la vista. Amadís ve que frente a él está la
enseña de Roma. Se alegra porque así no tendrá que luchar directamente con Lisuarte, por quien todavía siente algo de
consideración, en recuerdo de los viejos tiempos y por ser el padre de su amada. No piensa lo mismo Agrajes, pues
desde la derrota de Mongaza, odia profundamente a Lisuarte y quiere tener una cumplida venganza.
A punto de iniciarse la batalla y con los sonidos de trompetas y añafiles, llega un escudero desde el bando romano.
Pregunta por Amadís. Es el escudero de Gasquilán de Suesa y trae un mensaje de su amo: le propone a Amadís una
justa previa a la batalla porque está deseoso de enfrentarse al mejor caballero del mundo. Amadís acepta el desafío.
Libro IV, Capítulo 110 ¿Por qué este empeño de Gasquilán, príncipe de tan lejanas tierras, por enfrentarse a Amadís?
Era hijo, como sabéis, de Madarque, jayán de la Ínsula Triste, y de la hermana de Lancino, rey de Suesa. Al morir éste
sin hijos, Gasquilán heredó el trono de Suesa. Gasquilán se enamoró de Pinela, princesa de un reino colindante a
Suesa, la Ínsula Fuerte. Por ella, Gasquilán emprendió grandes y esforzadas aventuras. Pero Pinela que conocía su
carácter soberbio y follón, además de saber que era hijo de gigante, lo rechazó. Pero los consejeros de la princesa,
temiendo la airado despecho de Gasquilán, le sugirieron a su señora que no lo rechazara tan abruptamente. Entonces,
Pinela le dijo a Gasquilán que había prometido a su padre que solo se casaría con el mejor caballero del mundo. Ella
había hecho sus indagaciones, descubriendo que ese caballero era Amadís de Gaula. Gasquilán, todo soberbia y
presunción, decidió enfrentarse a Amadís y demostrarle a la princesa que el mejor caballero era él. Por esa razón se
había aliado con Lisuarte en la campaña de la Ínsula de Mongaza. Lamentablemente para Gasquilán, Amadís no había
participado en esa guerra. Además, salió malherido de aquella empresa, pues tuvo un encontronazo con Florestán.
Después de aquello, Amadís había partido de incógnito como el Caballero de la Verde Espada en busca de aventuras
por Alemania, Bohemia, Romania y Grecia, y Gasquilán le había perdido la pista.
Ahora, con la reaparición de Amadís, y aprovechando el litigio con el rey Lisuarte, Gasquilán tenía una segunda
oportunidad de enfrentarse a su rival.
El escudero vuelve junto a su amo Gasquilán con la conformidad de Amadís. El rey de Suesa reclama sus armas:
sobreseñales y sobrevistas de campo pardillo y con grifos dorados, yelmo y escudo, de acero limpio. En medio del
escudo lleva un grifo sujeto por clavos dorados y guarnecido de perlas y piedras preciosas. El grifo estruja un corazón
entre sus garras. Representa la esquivez y crueldad de su amada. Gasquilán pide permiso a Patín para tener la justa con
Amadís antes de la batalla. Se jacta de que le vencerá fácilmente en el primer encuentro. Patín, que ya conoce la
fortaleza de Amadís en carne propia, duda en su interior de las petulantes palabras de Gasquilán.
Comienza el duelo. Ambos caballeros cabalgan, lanza en ristre, uno contra otro. El choque es brutal. Rompen sus
lanzas y chocan sus escudos con tanta violencia que Gasquilán cae al suelo cuan largo es, con tan mala fortuna que se
parte el brazo y queda inconsciente en el suelo, como muerto. En el choque, el caballo de Amadís se parte el espinazo
y nuestro héroe tiene que poner pie a tierra. Se acerca a Gasquilán para comprobar si está vivo o muerto.
Patín, que contempla el resultado de la justa a distancia, cree que Gasquilán ha muerto y ordena a Floyán que ataque
con su escuadra. Cuadragante, en cuanto advierte el movimiento de los romanos, ordena a sus hombres que avanzen
para defender a Amadís y que maten sin piedad a los adversarios. Gandalín, que ve a Amadís a punto de ser embestido
por los romanos, se lanza en su auxilio. El primer romano con quien se topa es el mismo Floyán. Lo derriba y el
romano cae al suelo. Gandalín, aunque pierde los estribos, consigue mantenerse a caballo. Llegan más romanos, en
gran número, y consiguen rescatar a Gasquilán que ya había recobrado el sentido. También le dan otro caballo a
Floyán. Cuadragante, por su parte, en su contraataque, derriba a cuatro contrarios. Del primero que vence toma el
caballo y se lo cede a Amadís. Acompañan a Cuadragante Gavarte del Val Temeroso y Landín, que hacen gran
destrozo entre las filas romanas. El griterío y el ruido es tan ensordecedor que no se oyen unos a otros. Se ven caballos
sin jinete y caballeros tendidos en el suelo, muertos o malheridos... Floyán en cuanto se ve de nuevo a caballo y
armado, deseoso de ganar honra y vengar a su hermano Salustanquidio, se lanza de nuevo al fragor del combate.
Floyán ataca a Angriote y le da tan gran golpe que rompe su lanza y casi lo derriba. Saca la espada y se lanza sobre
Enil y le golpea duramente en el yelmo y saltan chispas. Floyán pasa tan rápido entre ambos rivales que ninguno
puede responder a su ataque y herirlo. Floyán persiste en su ardoroso ataque. Se topa con un caballero irlandés, de la
casa de Cuadragante, y le dan un golpe tan grande en hombro que le corta armadura, carne y hueso. El irlandés cae al
suelo y es evacuado. La batalla acabó para él.
Amadís, con Balais de Carsante y Gandalín, se lanza sobre las huestes romanas haciendo grandes estragos. Causa tal
espanto que sus rivales se van apartando a su paso. Flamíneo, hermano bastardo de la reina Sardamira, decide
enfrentarse con él. Le ataca y rompe la lanza sobre su escudo, destrozándolo. Amadís intenta herirle con la espada
pero falla el golpe y solo hiere a su caballo en el lomo, junto a los arzones de la zaga, tan profundo que caballo y
caballero caen al suelo. Cuadragante y sus hombres están a punto de derrotar a sus rivales, pero llega Arquisil con
refuerzos y equilibra la situación. La lucha es tan esforzada que caen más de un millar de caballeros de uno y otro
bando. Arquisil se enfrenta a Landín. Luchan tan fieramente que rompen lanzas y ambos caen al suelo. Floyán con
cincuenta de los suyos continua el combate. Socorre a Flamíneo y le proporciona un nuevo caballo. Floyán ve a
Arquisil pie a tierra y grita a sus hombres para que auxilien al capitán romano. Y arremete en su ayuda. Le siguen más
de 500 caballeros romanos. Angriote, Enil y Gavarte ven lo que se avecina y avisan a voces a Cuadragante que acude
con numerosos caballeros en defensa de Landín. Cada bando consigue rescatar a su caballero: Cuadragante a Landín,
Flamíneo y Floyán a Arquisil. El campo de batalla queda cubierto de caballeros muertos y heridos.
Amadís, por su parte, sigue asolando las huestes romanas. Patín se lanza al ataque con el grueso de su ejército. Su
primer encuentro es con Balais. Quiebra la lanza sobre su escudo y lo derriba. Crecido por este primer éxito, exhorta a
sus hombres para que continúen la lucha sin piedad. Se mete entre las filas enemigas dando golpes a diestro y
siniestro, haciendo gran destrozo. Se topa con Cuadragante, también espada en mano. La lucha es fiera pero
Cuadragante es más fuerte y consigue que Patín pierda los estribos y tenga que abrazar el cuello de su caballo para no
caer.
Constancio, joven mancebo hermano de Brojandel de Roca, ve a su Emperador en peligro. Pica espuelas y se abalanza
contra Cuadragante lanza en ristre. Le atraviesa el escudo y le hiere en el brazo. Cuadragante se defiende con su
espada. Patín tiene tiempo para ponerse a salvo. Constancio, que ve a su señor en zona segura, continúa su cabalgada y
llega a la zona donde Amadís estraga a los romanos. Constancio se maravilla ante las proezas de Amadís. Ve a un
caballero, antiguo gobernador del Principado de Calabria, que ataca a Amadís. Con su espada consigue herir a su
caballo en el cuello. Amadís le devuelve el golpe y de un espadazo le parte en dos yelmo y cabeza. El caballero cae
muerto al suelo. Constancio llama a gritos a Floyán y señala a Amadís como aquel que está destrozando a los
romanos. Constancio y Floyán lo atacan a la vez dándole grandes golpes. Amadís se revuelve: de un espadazo le parte
el escudo a Constancio y le golpea en el yelmo tan fuerte que el romano cae al suelo aturdido. Veinte caballeros
acuden en apoyo de Floyán y Constancio. A pesar de la superioridad numérica, son incapaces de vencer a Amadís que,
sin embargo, derriba contrarios con golpes certeros. Patín y sus hombres también llegan en auxilio de Floyán y
Constancio. Un ballestero a caballo informa de la situación a Cuadragante que reune a mil caballeros de su haz y corre
a ayudar a Amadís.
Libro IV, Capítulo 110 Tal es la cantidad de contendientes que se acumulan en esa zona que apenas pueden moverse.
En esos primeros choques caen más de doscientos caballeros. Amadís se defiende con bravura rodeado de contrarios.
Ve como llega Cuadragante con refuerzos y arrecia sus golpes y avanza para reunirse con sus compañeros. Mientras,
Floyán, Arquisil, Flamíneo y sus hombres pugnan por derrotar a Agrajes y a sus compañeros que están descabalgados.
Florestán, a caballo, con algunos otros caballeros, intenta defenderlos. Los insulofirmeños se defienden reciamente y
consiguen detener el ataque romano. Llegan más asistencias: Amadís, Cuadragante y Gandales con ochocientos
caballeros de refresco. A pesar de los ánimos de Patín, que tras su encontronazo con Cuadragante se dedica más a
dirigir que a combatir, los romanos ceden terreno, y Agrajes, Angriote y Bruneo pueden hacerse con caballos. Los
romanos se repliegan hacia la zona donde combaten las fuerzas de Arbán de Norgales.
Es la hora del ocaso. Al caer el día, la batalla se interrumpe con grandes pérdidas en ambos bandos, aunque en el
romano son mucho mayores. Amadís y sus hombres, dueños del campo de batalla, recogen a sus heridos y fallecidos.
Quedan tendidos en el campo todos los romanos muertos y heridos. De estos últimos, muchos fallecerán porque sus
compañeros no salen a recogerlos. Los gritos y lamentos son tales que se oyen en ambos campamentos. Se hacen tan
insoportables que, al fin, ambos bandos acuerdan una tregua de 24 horas para permitir la recogida de heridos y
cadáveres. La mañana siguiente es la acordada para el inicio de la tregua: salen a recoger a sus muertos y heridos. En
pocas horas el campo de batalla queda despejado. El resto de los hombres pasan el día aderezando sus armas y
curando a sus caballos. A Cuadragante le curan su herida y luego prosigue sus actividades sin mayor novedad. Al día
siguiente se reanudará la batalla. Los jefes militares deciden que las primeras filas de vanguardia las ocupen los
caballeros que todavía no hayan entrado en combate.
Libro IV, capítulo 111 Lisuarte coloca a Arbán de Norgales, a Norandel y a Guilán el Cuidador en primera fila. Por
detrás se sitúa él mismo con Cildadán y el resto de caballeros que lucharon el día anterior. Aún más atrás se coloca
Patín y sus hombres. El rey Perión coloca en primera fila a su sobrino Brian de Monjaste. Detrás irá él mismo con
Gastiles y los hombres que menos intervinieron el día anterior.
Se reanuda la batalla. Las huestes de Arbán y Brian se enfrentan con tanta dureza que más de quinientos caballeros
caen a las primeras de cambio. Brian se topa con el rey Arbán. Cruzan y rompen lanzas pero ambos salen indemnes
del lance. Sacan las espadas y se golpean y hieren mutuamente. Norandel y Guilán luchan hombro con hombro
haciendo gran destrozo entre las filas enemigas. Fileno, caballero español pariente de Brian, reagrupa las fuerzas
españolas y dirige un contraataque contra los hombres de Norandel y Guilán y consigue contenerlos. La lucha es
violenta y feroz. La situación es inicialmente igualada pero los españoles, mejor encabalgados, consiguen decantarla a
su favor. Hubieran obtenido la victoria ero Lisuarte y Cildadán acuden tiempo con tropas de refuerzo. Perión ve que
la insignia de Lisuarte ha entrado en combate y eso le decide a intervenir él mismo. Se lanza a la zona donde pelea
Lisuarte con denuedo y valentía. Perión, entre filas enemigas, reparte mandobles a diestro y siniestro. Se topa con el
rey Cildarán. Ambos se reconocen y deciden evitar el combate directo. Pasan uno al lado del otro sin tocarse y se
dedican a derribar a otros muchos caballeros.
Patín ve la situación muy confusa. Cree que sus aliados están en peligro. Ordena a sus capitanes que ataquen con sus
haces. Los insulofirmeños que advierten el ataque romano, contraatacan con las fuerzas de retaguardia. El choque de
tanta hueste intensifica el desorden, la confusión y el desconcierto. Están tan apretados y revueltos que ni sitio tienen
para manejar las espadas. Se traban con abrazos intentando derribarse de los caballos. Mueren muchos más pisoteados
por los caballos que por heridas de arma. El estruendo es enorme y retumba por todos aquellos valles. [Aquí viene un
inciso previniendo a reyes y grandes señores: antes de acometer empresas han de mirar bien las posibles desgracias e
inconvenientes que le pueden acaecer a sus súbditos, como puede verse en el ejemplo del rey Lisuarte, tan sabio y
discreto por lo general pero tan mal aconsejado en el conflicto que nos ocupa]
Agrajes lucha con denuedo. Su intención es enfrentarse al mismo Lisuarte. Lo divisa, por fin, entre la multitud:
Lisuarte acaba de derribar a Dragonís de un lanzazo y está a punto de herirle con la espada. Agrajes le grita que se
enfrente con él, su máximo odiador. Lisuarte se revuelve y se lanza contra Agrajes. Se juntan tanto que se quedan sin
espacio para manejar las espadas. Agrajes suelta la suya y se abraza al rey con intención de derribarlo. Pero Lisuarte
es fuerte y está a punto de vencer a Agrajes. En ese momento llegan compañeros en su apoyo: Perión, Florestán,
Landín y Enil. También llegan, en apoyo de Lisuarte, Guilán, Norandel, Brandoibás y Giontes, el sobrino del rey.
Todos se enfrentan espada en mano porque las lanzas ya están rotas. Cada bando intenta ayudar a su respectivo
compañero, pero Agrajes y Lisuarte están tan fuertemente asidos que no los pueden separar. No se derriban porque sus
amigos, cada uno por su lado, los sostienen, Llegan más caballeros, entre ellos Cuadragante que se lanza sobre la
pareja. Agarra a Lisuarte y tira tan fuerte que casi derriba a los dos. No le golpea con la espada para no herir a Agrajes.
Arbán de Norgales ve a Lisuarte en gran peligro y se abalanza sobre el grupo para abrazar con fuerza a Cuadragante.
Así quedan los cuatro ( Agrajes, Lisuarte, Cuadragante y Arbán) agarrados entre si y rodeados de caballeros que
combaten fieramente: Perión y los suyos, por un lado y Norandel y Guilán y los suyos, por el otro.
En ese momento llegan Patín y el rey Cildadán con más de 3000 caballeros y por el otro lado, Gastiles y Grasandor
acompañados también por una numerosa tropa. El choque de ambas fuerzas es tan violento que consigue que los
cuatro se suelten de su abrazo. Los cuatro quedan montados en sus caballos pero tan cansados que apenas pueden
mantenerse sobre las sillas. La superioridad numérica es de la gente de Lisuarte pero la bravura y la pericia de Perión,
Florestán y Cuadragante equilibra la situación.
Entonces llega Amadís, que hasta ese momento combatía por el lado derecho del campo de batalla. Ha matado a
Constancio de un solo golpe y ha desbaratado las filas romanas por ese lado. Trae la espada tinta en sangre hasta la
empuñadura. Con él vienen Gandalín y el conde Galtines y Trión. Ve a su padre rodeado de enemigos, entre ellos
Patín, el Emperador de Roma. Pica espuelas y se lanza sobre Patín. Floyán se interpone en su camino para defender la
vida de su señor. Florestán lo advierte y se enfrenta a Floyán. Se dan grandes golpes por la cima de los yelmos.
Floyán, desacordado, cae al suelo y muere pisoteado por los caballos. Amadís, con la mirada fija en Patín, se introduce
entre las filas romanas impetuosamente derribando a cuanto caballero se interpone en su camino. Llega por fin unto al
Emperador. Le da un espadazo tan fuerte encima del yelmo que deja a Patín aturdido. El Emperador deja caer su
espada y se tambalea semiinconsciente. Antes de que caiga, Amadís le propina un nuevo golpe sobre el hombro: corta
armadura, carne y hueso. El brazo le queda colgando y Patín cae al suelo y muere. Los romanos que ven el luctuoso
suceso avisan a los compañeros a voces. Llegan Arquisil, Flamíneo y otros. El combate se recrudece el la zona donde
pelean Amadís y Florestán. En otro lugar, Perión Agrajes y Cuadragante se enfrentan a Lisuarte y Cildadán con tanta
dureza que en esa zona la mortandad será la más alta del día. Brian y Gandales han conseguido reagrupar a más de
seiscientos caballeros y se lanzan al ataque en el lugar donde lucha Amadís y obligan a retroceder a los romanos.
Arbán de Norgales advierte que los romanos van perdiendo terreno y recomienda a Lisuarte que retrocedan con ellos
para no quedarse al descubierto, con grave riesgo de sus vidas. El rey Lisuarte avisa a Cildadán y mandan hacer una
retirada ordenada, aguantando la acometidas enemigas, hasta ponerse a la altura de sus aliados romanos. Entonces,
Norandel, Guilán, Cendil de Ganota y Landín se pasan a las filas romanas para reforzarlas, aunque ese esfuerzo parece
en vano pues todos tienen la impresión de que la batalla ya está perdida.
Amadís valora la situación: por el lado romano ve como han recogido el cuerpo de Patín y empiezan a retirarse y
desperdigarse. En el otro lado, ve como Lisuarte resiste a duras pena las acometidas de sus adversarios. En
consideración a su amada Oriana y por deferencia por los buenos tiempos pasados con Lisuarte, se acerca a Perión en
compañía del conde Galtines. Como el ocaso ya está próximo, le propone que cese el combate. Perión, hastiado de
tanta muerte estéril de caballeros tan nobles, acepta la propuesta. Agrajes, enterado de la decisión, se acerca furioso e
increpa a Amadís por desaprovechar la oportunidad de aniquilar a los enemigos. Amadís responde que cuando caiga la
noche va a ser difícil de distinguir amigos de enemigos. Pero Agrajes adivina cuales son las verdaderas razones de
Amadís y acepta su decisión a regañadientes. Aunque le dice que "si no quiere vencer, no tendrá derecho a señorear y
quedará como simple caballero andante".
Cuadragante, como irlandés que es, aprecia y respeta al rey Cildadán. Por eso también se alegra de la decisión de
detener el combate. Perión y Cuadragante comienzan a apartar a los caballeros que pelean en sus cercanías. Amadís y
Gastiles hacen lo mismo por su lado. El rey Lisuarte que veía todo perdido pero estaba dispuesto a morir en el campo
de batalla, se sorprende de que sus adversarios dejen de luchar. Cildadán le recomienda que aprovechen la oportunidad
que les brindan los contrarios y que se retiren. Así se hace: Arbán de Norgales, Guilán el Cuidador, Arquisil y
Flamíneo organizan la retirada. Una vez acampados ambos bandos en sus reales, se acuerda una tregua de dos días.
Así cada parte podrá recoger a sus muertos y heridos. Los llantos y lamentos por los entierros son muchos, sobre todo
por la muerte del Emperador romano, pero no se detallarán para no resultar enojoso o prolijo.
Libro IV, capítulo 112Cuando Lisuarte llega a su tienda le pide a Cildadán que se quede con él para ir juntos ofrecer
sus respetos al cuerpo de Patín. Lo encuentran en su tienda, yacente y rodeado de sus deudos y los principales
caballeros romanos. Aunque de natural soberbio y desabrido, era franco y liberal con los cercanos. Por eso sus
súbditos cortesanos lamentan sinceramente su pérdida. Los reyes Lisuarte y Cildadán ven reunida en torno a Patín a
toda la plana mayor romana. Lisuarte les persuade para que se retiren a descansar y recuperarse del esfuerzo pasado.
Lisuarte y Cildadán se ofrecen para ocuparse del entierro del Emperador. Los romanos se retiran. Lisuarte ordena que
lleven cadáver al monasterio de Luvania como paso intermedio hasta su traslado definitivo a la Capilla de los
Emperadores en Roma. Una vez dispuesto ésto, los dos reyes se retiran a la tienda de Lisuarte, donde cenan juntos.
Lisuarte pone buena cara pero está afligido en su interior: tras dos días de intensos combates se da cuenta de su
inferioridad frente a los insulofirmeños. Un tercer día de batalla solo puede depararle deshonor y derrota e incluso la
muerte. Después de cenar, Cildadán se va a su tienda.
La noche pasa sin novedad. Por la mañana, Lisuarte oye misa y vuelve a la tienda de Patín con Cildadán. Floyán ya se
ha llevado el cuerpo del Emperador a Luvania. Lisuarte hace llamar a Arquisil, Flamineo y al resto de romanos
principales. Lisuarte les transmite sus condolencias por la muerte de su señor, pero les dice que sigue firme en sus
deseos de venganza. Solo se irá del campo de batalla vencedor o muerto. Quiere saber cuales son las intenciones de
los romanos. Arquisil responde que desde la fundación de Roma los romanos han realizado grandes y honrosas
hazañas. Como dignos sucesores de esos gloriosos romanos, ellos piensan cumplir con su deber sin desmayo. Arquisil
se ofrece para ocupar la vanguardia cuando comience el tercer día de batalla y luchar denodadamente como si el
Emperador estuviera aún vivo.
A Lisuarte le complace la lealtad romana. Se va con Cildadán y le dice que no las tenía todas consigo con los
romanos, pero que Arquisil le merece toda su confianza además de ser un hábil y esforzado caudillo. Así está
dispuesto a afrontar el tercer día de batalla con el único objetivo de vencer o morir en el intento. Cildadán, aunque
pesaroso por estar obligado en esta empresa por ser tributario de Lisuarte, es un aliado leal y esforzado. Le responde
que tiene todo su apoyo y que está dispuesto a morir en la batalla si fuera necesario. Lisuarte le agradece sus palabras.
Toma interiormente la decisión de liberarle de su vasallaje si salen con bien de tan incierta empresa. Se retiran a sus
tiendas para descansar a la espera de la batalla definitiva.
Libro IV, Capítulo 113 Estaba Nasciano en su esquiva ermita donde moraba desde hacía más de 40 años cuando le
llegan las noticias del enfrentamiento entre Lisuarte y Amadís. Nasciano ya conocía, por la confesión de Oriana, la
identidad y origen de Esplandián. Decide que debe intervenir para detener tan sangrienta confrontación. Quiere
conseguir el casamiento de Amadís y Oriana. Se dirige a la Ínsula Firme montado en su burro. Tras varias jornadas
largas y penosas llega a su destino, pero el rey Perión ya ha partido con su ejército a la batalla. Nasciano se entrevista
con Oriana. Le cuenta que a pesar de su retiro se ha enterado del conflicto entre Lisuarte y Amadís causado por el
futuro matrimonio de Oriana con Patín. El ermitaño quiere impedir esa matanza que ofende a Dios y a la humanidad
entera. Puede hacerse fácilmente si revela a Lisuarte el secreto de Oriana que conoce bajo secreto de confesión. Oriana
accede a que desvele su secreto. Le encomienda a Esplandián y le pide que se lo traiga a su lado. Nasciano se despide
y monta de nuevo en su burro para cumplir su misión. Sus años son tantos y su caminar tan vagaroso que solo puede
llegar a su destino cuando las dos batallas han concluido. Encuentra a los soldados curando heridos y enterrando
muertos. Se espanta ante tal matanza. Pregunta por la tienda de Lisuarte y allí va. El rey lo reconoce y se postra ante él
y le pide su bendición. Nasciano se la da y lo hace levantar. Él mismo se arrodilla ante el rey para besarle las manos.
Lisuarte se lo impide, lo levanta y lo abraza. Lisuarte le invita a comer, ordena que traigan viandas y comen en
amigable compañía. Luego se retiran a un rincón apartado de la tienda. Lisuarte indaga por la razón de su venida.
Nasciano le suelta una larguísima y perifrástica perorata contándole como se enteró del conflicto y de la causa de este
enfrentamiento y que no puede casar a Orina porque la princesa ya tiene marido. Lisuarte piensa que Nasciano ha
perdido el juicio debido a su avanzada edad. Le dice que Oriana está soltera y que aunque la deja sin derecho al trono
de Gran Bretaña, a cambio le ofrece el trono de Roma, de mucha más alcurnia.
Nasciano le cuenta el secreto de su hija: como se prometió en matrimonio a Amadís cuando la liberó de la prisión de
Arcaláus, como se entregó a él y como engendró a Esplandián. Lisuarte se queda estupefacto al saber que Oriana está
virtualmente casada con Amadís y que Esplandián es su nieto. Dice que si lo hubiera sabido todos estos muertos
podrían haberse evitado. Nasciano le responde que no pudo decirlo antes por el secreto de confesión, pero ahora
Oriana le ha dado el permiso para levantarlo... El rey Lisuarte se aparta para meditar en solitario sobre lo que acabar
de conocer. Piensa en el valor y honradez de Amadís, en todos los grandes servicios que le debe a él y a su hermano
Galaor, en su hermoso nieto Esplandián de brillante futuro vaticinado por Urganda,.... Vuelve con Nasciano y le dice
que sus palabras le han hecho cambiar de parecer. Ya no quiere venganza ni más muertes. Le pide que sondee a
Amadís y si está conforme, él está dispuesto a firmar la paz.
Nasciano, feliz por la decisión del rey, parte de inmediato para hablar con Amadís antes de que acabe la tregua. Se
topa con Esplandián que ha acudido al real acompañado de Sarguil, su compañero de infancia y actual criado, enviado
por Brisena para llevarle noticias del transcurso de la guerra. Nasciano lo ve muy crecido y hermoso. Esplandián lo
abraza emocionado. Lisuarte contempla la escena. Desde que sabe que es su nieto ha visto florecer en su interior un
súbito amor de abuelo y no puede apartar los ojos del doncel, su recién descubierto nieto. Esplandián lo ve, se postra
ante él y le entrega la carta de la reina Brisena. Nasciano le pide licencia para que Esplandián le acompañe en su
misión. Lisuarte accede.
Nasciano en su burro y Esplandián y Sarguil en palafrenes parten hacia el campamento enemigo. Llegan allí y se
dirigen a la tienda de Amadís. Éste, que no conoce a Nasciano, se sorprende al ver un anciano venerable ante su
tienda. Ve a Esplandián, al que tampoco reconoce, y se maravilla de su hermosura. Cuadragante sí que lo reconoce. Se
acerca al doncel y lo abraza y recuerdan como se conocieron. Se vuelve a Amadís y le refresca la memoria, cuando
Amadís era el Caballero Griego y se encontró con Esplandián. Amadís cae en la cuenta. La alegría le embarga y
quiere abrazar al muchacho ( pues ya sabe que es su hijo). Pero Esplandián lo detiene y le dice que antes debe saludar
al venerable y provecto Nasciano. Amadís ya conoce su fama de santidad y se arrodilla ante él y le pide su bendición.
El eremita se la da. Luego, Amadís abraza a Esplandián. El doncel respeta y admira a Amadís porque sabe que es el
mejor caballero del mundo. Es su ídolo desde que le vio vencer a los romanos. Su mayor deseo es servir con él y
aprender el arte de la caballería. Solo la aparición del actual conflicto le había frenado para solicicitar la licencia a
Lisuarte e irse con Amadís.
Nasciano le pide a Cuadragante que se lleve a Esplandián mientras él habla reservadamente con Amadís: le resume su
vida desde que fue abandonado en el arca hasta convertirse en el mejor caballero, gracias a la intervención divina. Ya
es hora de que Amadís corresponda y le devuelva el favor a Dios...Le cuenta como ha pedido permiso a Oriana y le ha
desvelado al rey que están prometidos en secreto y que han tenido un hijo. Le dice que Lisuarte ha recibido la noticia
con tranquilidad y alegría y desea concertar la paz con Amadís. A éste le tiembla el corazón y las carnes al conocer la
noticia. Acepta la paz propuesta por Lisuarte y le pide a Nasciano que hable con su padre, el rey Perión, para acordarlo
todo.
Perión también se maravilla de la apostura de Esplandián. Nasciano le cuenta su historia y Perión recuerda las
profecías de Urganda sobre Esplandián, llamado a hacer grandes hazañas. Luego, el ermitaño le cuenta la propuesta de
paz de Lisuarte. La opinión de Perión es favorable, pero antes reune a sus principales caballeros para que ellos den su
beneplácito. Les explica la situación y tras unos minuros de deliberación, Angriote de Estravaus, como portavoz, toma
la palabra: dice que están de acuerdo con la paz. Han alcanzado gran honra y han conseguido que Lisuarte reconsidere
la injusticia cometida con Oriana. Como el inicio del conflicto fue encomendado a Brian y Cuadragante, es justo que
también sean ellos dos quienes lo terminen. Así, acuerdan que estos dos caballeros, en nombre del rey Perión, inicien
las negociaciones de paz.
Libro IV, Capítulo 114 Nasciano se reune con Lisuarte y le cuenta lo hablado con Perión. Lisuarte lo deja en su
tienda y se retira a parlamentar con sus aliados. Va a la tienda de Gasquilán, el rey de Suesa, que aún estaba postrado
en cama a causa de su pelea con Amadís. Lisuarte a convocado allí a Cildadán y al resto de caballeros principales,
tanto suyos como romanos. Les comunica la propuesta de Perión callando lo referente a la relación entre Amadís y
Oriana, y les pide su parecer, sobre todo a los romanos que han sufrido tan alta pérdida. Cildadán y Gasquilán están de
acuerdo con lo que decida Lisuarte pero le ceden la palabra definitiva a los romanos. Habla Arquisil. Dice que si Patín
estuviera vivo, a él le correspondería decidir. Como ha muerto tanto Arquisil como el resto de romanos aceptarán lo
que determine Lisuarte. Complacido por su respuesta, Lisuarte toma la responsabilidad de dar contestación a Perión.
Nombra a Arbán de Norgales y a Guilán el Cuidador como los negociadores de la paz. Luego se reune con Nasciano,
le comunica el nombre de sus interlocutores y le pide que vuela con Perión para darle la respuesta. Lo mejor es que
cada bando se retiren del campo de batalla mientras duren las negociaciones. Lisuarte tiene intención de retirarse con
su ejército a la cercana villa de Luvania. Nasciano queda complacido con la respuesta de Lisuarte. El ermitaño no solo
sabe de cosas divinas, también tiene conocimiento de cosas más mundanas. En su juventud fue un afamado caballero
en la corte del rey Falangriz. Nasciano le pide que fije un día para que se reunan los negociadores de ambos bandos en
un punto neutral a mitad de camino. Nasciano regresa con Perión y le cuenta el resultado de sus gestiones. Perión
acepta levantar el campo y retirarse. Al día siguiente, al son de trompetas y añafiles, ambos ejércitos empiezan a
retirarse. Este movimiento es advertido de inmediato por el rey Arábigo que los vigila montaña arriba.
Libro IV, Capítulo 115 El rey Arábigo y sus aliados (Barsiñán y Arcaláus) llevaban un tiempo apostados en lo alto
de las montañas vigilando las tropas de Lisuarte y Perión. Habían enviado varios espías para que escudriñaran ambos
reales. La intención del rey Arábigo era actuar cuando el desgaste del combate debilitara a ambos ejércitos. Pero
llegan los espías con noticias adversas: se están levantando los dos reales sin que la derrota de uno de los bandos se
haya producido. El rey Arábigo, temiendo algún tipo de aveniencia entre Lisuarte y Perión, decide atacar a Lisuarte
antes que a los hombres de Amadís. Espera obtener más de la derrota del rey británico. Retrasa el ataque hasta la
noche. Envía a su sobrino Esclavor, experto guerrero, con diez hombres para que sigan el rastro del ejercito de
Lisuarte.
El rey Lisuarte, aunque desconoce su paradero, ha desconfiado de la gente del rey Arábigo desde el principio. Gente
suya de la comarca le avisan de movimientos de tropas enemigas por los cerros de aquellas sierras. Lisuarte sabe lo
maltrechas que están sus tropas tras la batalla. Posiblemente no resistirían un ataque del enemigo. Convoca al rey
Cildadán y al resto de sus capitanes. Les da a conocer los informes de sus espías. Ordena que la tropa se mantenga
alerta y bien armada, preparada para un posible ataque. Todos acatan las órdenes marcialmente. Grumedán y
Brandoibás le dicen reservadamente al rey que le cuente la situación a Perión por si fuera necesaria su ayuda, pues el
rey Arábigo es tan enemigo de Lisuarte como de Perión. Además, dicen, solicitar su ayuda puede afianzar la paz
recién conseguida. Pero Lisuarte, más deseoso de conservar su honra que su vida, les contesta que piensen solo en
responder duro a ese posible ataque y no buscar a otro para que les saque las castañas del fuego. Luego envía a
Filispinel al mando de una avanzadilla de veinte hombres. Permite que el resto de la tropa descanse. Su ejército ya se
había desplazado más de cuatro leguas desde el emplazamiento del real. El objetivo es alcanzar Luvania y eludir un
peligroso ataque nocturno, teniendo en cuenta lo maltrechos y extenuados que están sus hombres.
Filispinel no tarda en descubrir en las montañas a los espías de Esclavor. Deduce acertadamente que las tropas del rey
Arábigo están cerca y envía un aviso urgente a Lisuarte. El rey conduce con rapidez a sus hombres hacia Luvania. Es
una plaza débilmente fortificada, pero mejor defenderse ahí que luchar a campo abierto. Esclavor, al notarse
descubierto, da aviso al rey Arábigo, su tío, para que ataque a Lisuarte antes de que se aleje demasiado de las
montañas. Llega su emisario al campamento del rey Arábigo, pero su ejército no está preparado para un ataque tan
repentino. Se habían hecho a la idea de atacar por la noche. Se ponen en marcha pero con lentitud y pierden un tiempo
precioso en abandonar la montaña, ya que se habían acantonado en lo más áspero y fuerte de ella. Llegan al llano y
persiguen a los de Lisuarte, pero van tan retrasados que solo pueden alcanzarlos en las inmediaciones de Luvania.
Arcaláus, que se sabe muy superior en fuerzas, no se preocupa porque Lisuarte se refugie en la villa.
Entre tanto, Nasciano había enviado a Esplandián y Sarguil en busca de Lisuarte para informarle de como iban los
preparativos para la negociación de paz. Llegan al real de Lisuarte y ven que ya lo han levantado. Siguen su rastro y
alcanzan a ver a las tropas del rey Arábigo en pos de las mermadas fuerzas de Lisuarte. Esplandián ya tenía noticias
del rey Arábigo. Lo había mencionado la reina Brisena. Sabía que era un feroz enemigo. Deciden volver y contar lo
visto al rey Perión. Cabalgan lo que queda del día y toda la noche para llegar al alba al real de Perión. Se dirigen a la
tienda de Amadís donde se encuentran con Nasciano que les pregunta porqué vienen tan apresurados. Esplandián le
dice que tiene que hablar primero con Amadís. Entra en la tienda y lo despierta. Le cuenta como el ejército del rey
Arábigo acosa al rey Lisuarte y le pide ayuda. Amadís se levanta presto y va a ver a su padre. Le cuenta lo que ocurre
y le pide licencia para socorrer a Lisuarte. Perión le da permiso. Le dice que se adelante con un grupo de gente
escogida y él les seguirá con el resto del ejército. Manda tocar trompetas y añafiles. La tropa está dispuesta para
marchar en pocos minutos. El rey Perión reúne a sus capitanes. Les propone socorrer a Lisuarte y todos están de
acuerdo en hacerlo. Amadís con Cuadragante, Florestán, Angriote, Gavarte de Val Temeroso, Gandalín, Enil,
Helisabad y 4000 caballeros parten presto en primer lugar.
Libro IV, Capítulo 116 El ejército del rey Arábigo alcanza a los hombres de Lisuarte en las inmediaciones de
Liuvania. El rey Lisuarte dispone a sus tropas en dos haces: el primero al mando del rey Cildadán, con Norandel,
Arbán de Norgales, Guilán el Cuidador y Cendil de Ganota, de dos mil caballeros: el segundo, con Arquisil, Flamíneo,
Giontes y Brandoibás, de seis mil caballeros. Son fuerzas temibles si estuvieran descansados y bien armados, pero tras
la batalla contra los insulofirmeños se encuentran exhaustos, maltrechos y con la mayoría de sus armas deterioradas.
El rey Arábigo coloca a Barsiñán en la vanguardia, deseoso de ganar honra y de vengar a su padre y hermano, al
mando de un haz de dos mil caballeros.
El día amanece claro. Pronto los rivales se divisan. Comienzan las acometidas. En los primeros encuentros muchos
caballeros son descabalgados. Barsiñán quiebra su lanza y, espada en mano, reparte golpes a diestro y siniestro.
Norandel se topa con el tío de Barsiñán, hermano de su madre y regente de Sansueña durante la minoría de edad de su
sobrino. Norandel le propina tal lanzazo que le perfora escudo y loriga y le atraviesa el pecho y le saca la punta por la
espalda. El tío de Barsiñán cae muerto al suelo. El rey Cildadán también derriba a otros destacados caballeros de
Barsiñán. Lo mismo hacen Guilán y Arbán y los otros caballeros de Lisuarte. El haz de Barsiñán está a punto de ser
desbaratado pero recibe el apoyo de los hombres de Arcaláus, muy hábil con las armas a pesar de ser manco de la
mano derecha por obra de Amadís. La llegada de los refuerzos de Arcaláus da un giro a la batalla. Muchos caballeros
de Lisuarte son derribados aunque Cildadán, Norandel, Guilán y Cendil luchan con bravía infatigablemente. Pero su
esfuerzo no es suficiente para contener el empuje de Arcaláus. Tiene que intervenir Lisuarte con el resto de sus tropas.
El rey Lisuarte, desdeñando el riesgo de muerte, se pone en primera fila de combate. Se topa con un hermano de
Alumas (aquel primo de Dardán el Soberbio muerto por Florestán en la Fuente de los Tres Olmos), lo derriba y lo
mata. Las fuerzas de refresco hacen gran destrozo entre los enemigos. Lisuarte, inmerso en el fragor del combate,
derribando adversarios por doquier, se interna excesivamente entre las filas contrarias. Arcaláus advierte que ha
separado imprudentemente de sus hombres y avisa a Barsiñán que, flanqueado por diez caballeros, se lanza sobre el
rey británico. El ataque es tan brutal y desproporcionado que consiguen derribar a Lisuarte. Filispinel y 20
compañeros corren en su ayuda. Consiguen rechazar a Barsiñán y Arcaláus que estaban a punto de rematar a Lisuarte.
Arcaláus envía más caballeros y están a punto de vencer, pero la llegada de Cildadán, Arquisil, Norandel y Brandoibás
impide la victoria enemiga. Norandel se deja caer del caballo, recoge la espada de Lisuarte del suelo y se la entrega al
rey. Le cede su caballo para que se ponga a salvo. Luego, Brandoibás le proporciona a Norandel un nuevo caballo.
Arcaláus envía un mensajero al rey Arábigo para que les envíe tropas de refuerzo. El rey Arábigo y los seis caballeros
de la Ínsula Sagitaria y sus hombres atacan. Hacen gran destrozo entre los caballeros de Lisuarte que ya muestran
preocupantes signos de fatiga. Los seis caballeros de la Ínsula Sagitaria estragan las filas británicas que empiezan a
perder terreno.
Lisuarte ordena el repliegue de sus hombres hacia Luvania mientras él se queda con Cildadán, Norandel, Guilán,
Arquisil y otros caballeros escogidos, protegiendo la retaguardia. Lisuarte y sus caballeros se comportan con bravura,
heroicamente, pero la superioridad enemiga es aplastante. Muchos mueren en esta fase de la batalla. La presión
enemiga los empuja contra los muros de la villa. Arbán y Grumedán (que lleva la enseña real) son derribados. Lisuarte
está apunto de ser apresado, pero sus amigos lo agarran y lo meten por la fuerza en el interior de Luvania. Las puertas
se cierran. Pocos hombres del grupo de Lisuarte consiguen ponerse a salvo.
Los hombres del rey arábigo se apartan un poco de los muros de la villa para evitar el fuego de arcos y ballestas.
Apresan a Arbán y a Grumedán. Los llevan ante su rey. Arcaláus los quiere matar pero Arábigo no lo permite. El
ejército de Lisuarte ha quedado desbaratado y vencido. La mayor parte de sus caballeros están o muertos o
prisioneros. Él mismo está, acompañado de unos pocos, sitiado en una pequeña villa de débiles defensas. Hasta aquí le
había conducido el haber prestado oído a las insidias de Brocadán y Gandandel que le enemistaron con Amadís. ¿Y
ahora? ¿Serán Brocadán, Gandandel o alguien de su linaje quienes le socorran? No, por cierto. Si dependiera del
auxilio de esos envidiosos, Barsiñán obtendría una cumplida venganza por la muerte de su padre y el rey Arábigo y
Arcaláus, una gran victoria que les resarciría de la derrota de la batalla de los Siete Reyes. Por suerte para Lisuarte, el
auxilio vendrá por parte de Amadís que, olvidando la injusta ingratitud de Lisuarte y pensando solo en realizar actos
nobles y virtuosos, acude en rescate de este rey vencido y sitiado, en peligro de muerte y con su reino al borde del
caos.
Con Luvania sitiada, el rey Arábigo se reune con sus consejeros y capitanes. Tiene dos opciones: atacar la villa de
inmediato para no dar tiempo a establecer mejores defensas o permitir que sus hombres recuperen fuerzas con el
descanso nocturno y retrasar el ataque al día siguiente. Solo quedan dos horas de luz. El rey Arábigo decide iniciar el
ataque de inmedio, antes de que caiga la noche. Si no consiguen entrar antes del fin del día, continuarán a la mañana
siguiente. Él mismo con Arcaláus y el rey de la Profunda Ínsula atacarán por un lado. Barsiñán y el Duque de
Bristoya, por el otro. Todos los hombres del rey Arabigo se van colocando en sus posiciones. Las trompetas darán la
señal de inicio para el asalto a Luvania. El sitiado Lisuarte no descansa. Ya se ve perdido sin remedio. La villa tiene
pocas posibilidades de defensa. No resistirá un asedio. Ha tomado la decisión de morir antes que ser preso. Organiza a
sus caballeros y a la gente de la villa. Los coloca en los puntos más débiles de la fortificación. Les exhorta y anima a
luchar para salvar sus vidas.
El ataque final da comienzo. Los asaltantes avanzan sin temor con el apoyo de arqueros y ballesteros. Se saben
virtuales vencedores. Llegan a los muros de la ciudad. Los sitiados se defienden con saetas y piedras. La muralla no es
muy alta y en algunos puntos ya está derruida. En ellos se producen los primeros combates cuerpo a cuerpo. Los
defensores, a pesar de su cansancio e inferioridad numérica, se baten con valentía y bravura. Consiguen contener el
fiero ataque enemigo. Se producen numerosas bajas en ambos bandos. Los asaltantes están a punto de entrar en la
ciudad cuando cae la noche. El ataque se interrumpe. Aseguran el cerco de la villa y descansan para reanudar el asalto
al día siguiente.
Libro IV, Capítulo 117 Amadís se ha adelantado con algunos compañeros para auxiliar al rey Lisuarte. Se apresuran
intentado llegar a tiempo. Quiere conseguirlo para que Oriana sepa como siempre está presto para servirla. Tienen que
recorrer trece leguas. Marchan sin descanso todo el día. Al caer la noche aún están a tres leguas de Luvania. Los guías
les han conducido cerca de las montañas para atajar a rey Arábigo y para evitar alguna celada traicionera. Por
desgracia, los guías se extravían y no saben a ciencia cierta si aún no han llegado a Luvania o se han pasado de largo.
A pesar de su templanza, Amadís no puede contener su enfado y maldice su mala ventura. Cuadragante, preocupado
por la suerte de su amado rey y compatriota Cildadán, le dice que no se acongoje, que confíe en Dios que seguro les
despejará el camino. El grupo permanece parado e indeciso, sin saber a donde dirigirse. Amadís les pregunta a los
guías si la montaña está cerca. Ellos piensan que sí. Amadís envía a Gandalín con uno de los guías hacia la montaña,
en busca de un otero o lugar elevado donde divisar los fuegos del real de Lisuarte o de sus enemigos.
Gandalín sube por la sierra que tiene a mano izquierda. Llegan a un altozano y lo suben. Cuando miran hacia el llano
descubren los fuegos de un real. El guía estudia la situación y traza el camino para conducirlos a esa posición.
Regresan al campamento e informan a Amadís. Éste ordena levantar el campamento y reanudar la marcha antes del
alba. Cabalgan con rapidez pero con orden. Al extraviarse han perdido contacto con el rey Perión y el resto del
ejército. Van rápidos pero, a pesar de todo, al romper el alba todavía están a una legua de Luvania.
Al amanecer, los caballeros del rey Arábigo se preparan para el combate. Pronto están al pie de las murallas forzando
los portillos. Tras una resistencia inicial, la debilidad de los defensores se hace patente. Los asaltantes entran en la
villa. Los combates se generalizan por las calles de Luvania. Allí luchan Lisuarte y sus hombres. Mujeres y niños les
ayudan como pueden arrojando objetos desde las ventanas. El estruendo de voces, lanzazos, cuchilladas y pedradas es
enorme y ensordecedor. Lisuarte y sus fieles están acorralados. Ya se ven perdidos pero prefieren morir a ser
apresados. Redoblan sus esfuerzos y, por un momento, consiguen contener a los asaltantes.
El rey Arábigo ha entrado en la villa con Arcaláus y los seis caballeros de la Ínsula Sagitaria. Siempre tiene cerca de sí
a estos caballeros bravos y esforzados. Para el rey son su salvaguardia. Envía a dos caballeros de la Ínsula Sagitaria
por una calle travesera hacia la zona donde luchan Barsiñán y el duque de Bristoya. A los otros cuatro caballeros les
ordena que ataquen a Cildadán, que está acompañado de Arquisil, Flamíneo y Norandel. Les dice que el momento de
vengar la muerte de Brontajar Danfanía ha llegado. Los cuatro caballeros de la Ínsula Sagitaria se lanzan en tromba
espada en mano sobre sus enemigos. El rey Cildadán los ve venir, grandes y desmesurados, y grita a sus compañeros
que van a morir pero antes se han de llevar por delante al mayor número de contrarios. El enfrentamiento es de gran
dureza. Cildadán se protege con su escudo de un espadazo por encima del yelmo que le propina uno de los caballeros
de la Ínsula Sagitaria. El golpe es tremendo y la espada corta el cerco de acero del escudo y se queda trabada. El
caballero no puede desenclavar la espada. Tira tan fuerte que le arranca el escudo a Cildadán. Éste contraataca y de un
certero golpe le corta la manga de la loriga y le cercena el brazo que cae al suelo con la mano todavía asida a la espada
y al escudo de Cildadán. El caballero se retira malherido. Cildadán se vuelve en apoyo a sus compañeros que luchan
contra los tres restantes caballeros de la Ínsula Sagitaria.
Con el apoyo de Cildadán, los caballeros de Lisuarte vencen fácilmente a los de la Ínsula Sagitaria. Los otros dos que
fueron por el otro lado han conseguido acorralar al rey Lisuarte y a sus compañeros en un callejón donde han quedado
encajonados sin apenas sitio para manejar la espada. La posición de Lisuarte es desesperada. Si alguien no lo remedia,
el pequeño grupo de Lisuarte va a caer antes de media hora. Justo en ese momento llegan Amadís y sus compañeros.
Tras un rápido análisis de la situación se dividen en dos grupos: Amadís por un lado y Cuadragante por otro. Entran
simultáneamente a voz en grito ("¡Gaula!,¡Irlanda!") matando a muchos adversarios. Los del rey Arábigo intentan
escapar encerrándose en las casas. Los gritos de los insulofirmeños son tan estentóreos que se escuchan en la zona
donde Lisuarte ha sido acorralado. El desconcierto cunde entre las filas arábigas. Sospechan que ha llegado ayuda para
Lisuarte. No saben si acabar con Lisuarte de una vez o echarse hacia atrás y luchar con los recién llegados. Por contra,
los gritos de los insulofirmeños han servido para animar a los del pequeño grupo de Lisuarte que redoblan sus
esfuerzos. El combate ha cambiado radicalmente. Los soldados arábigos han quedado pillados en una pinza y son
derrotados con facilidad.
El rey Arábigo y Arcaláus ven la batalla perdida. Se refugian en una casa. No tienen intención de morir matando. Son
localizados y apresados sin dificultad. Amadís sigue repartiendo espadazos sin desmayo. Nadie se atreve a
enfrentársele. Aparecen los dos últimos caballeros de la Ínsula Sagitaria y le atacan. Amadís le pega al primero tal
recio golpe en la cabeza que lo deja aturdido y cae de espaldas. Amadís pasa por encima de él para ver como Florestán
y Angriote derriban al otro caballero de la Ínsula Sagitaria. Amadís, Florestán y Angriote van a la zona donde están
Barsiñán y el duque de Bristoya que huyen de la presión de los hombres de Lisuarte. Cuando se ven ante los
insulofirmeños, se rinden y piden clemencia. Amadís se da cuenta de que Lisuarte ya está fuera de peligro. Sin
acercarse a él, coge a los prisioneros y se retira a la zona donde pelea Cuadragante. Descubre que éste ya ha apresado
al rey Arábigo y a Arcaláus. La batalla ha sido ganada.
Amadís abandona la villa sin hablar con Lisuarte. El rey se da cuenta de la victoria. Le pregunta a Guilán de quién ha
venido el auxilio. Éste le contesta que ha sido Amadís y sus amigos y que es preciso que se le agradezca su ayuda.
Lisuarte le pide que vaya en su busca e impida que se marche. Guilán cabalga a toda prisa y alcanza a Amadís. Lo
retiene hasta que llega Lisuarte. Amadís lo ve llegar con la armadura despedazada, lleno de sangrantes heridas y se
apiada de él. A pesar de las discordias pasadas, descabalga y de rodillas quiere besarle la mano. Lisuarte no se lo
permite. Lo levanta y le abraza con fuerza. En ese momento llegan Cuadragante, el rey Cildadán, Florestán y
Angriote. Amadís abraza cariñosamente a Cildadán. Éste, a su vez, abraza a su tío Cuadragante.
Brandoibás avisa a Lisuarte de que sus tropas están exterminando a los hombres del rey Arábigo y le pide que detenga
esa matanza. También Amadís se lo pide. El rey envía a su hijo Norandel para que acabe con la carnicería. Amadís
encarga a Gandalín, Enil y Gandales que se encarguen de poner a buen recaudo a Barsiñán y al duque de Bristoya.
Lisuarte coge del brazo a Amadís y le invita a descansar en la villa. Amadís le dice que tiene que esperar a su padre, el
rey Perión. Lisuarte le dice que le esperarán en la villa y le pide a Cildadán que intente convencer a Amadís para que
se quede. Amadís, todavía reticente, consulta con sus compañeros. Cuadragante le aconseja que se quede y Amadís
acepta su recomendación. En ese momento traen al rey Arbán de Norgales y a Grumedán, recién liberados. Todos
pensaban que los habían matado. Al descubrir que no es así, la alegría se desborda. También llega Arquisil, que ha
estado cuidando a un malherido Flamíneo. Se acerca a Amadís y lo abraza, agradeciéndole su decisiva ayuda.
Por fin llegan las tropas de Perión. Grumedán bromea sobre la tardanza en llegar de este socorro. Lisuarte y Amadís le
siguen la broma. Lisuarte le pide a Cildadán que le acompañe a recibir a Perión. Amadís le recomienda que no lo haga
en su estado, pero el rey se mantiene firme en su decisión. Al final van Lisuarte, Amadís y Cildadán, mientras los
demás aguardan. Durín se adelanta para anunciar a Perión la llegada del trío. Perión toma a Gastiles, Grasandor, Brian
y Trión para que le escolten en su encuentro con Lisuarte. Sabedor del odio que siente Agrajes por Lisuarte, le ruega
que se quede con la tropa para evitarle un mal trago. Agrajes le agradece el detalle. Perión y sus acompañantes se
encuentran con Lisuarte. Se abrazan de buen talante. Perión se asombra al verlo tan malparado. Lisuarte le responde
que gracias a la ayuda de Amadís no lo ha encontrado mucho peor. Y le cuenta con todo detalle como se desarrollaron
los acontecimientos. Y el relato llena de orgullo paterno a Perión, que oye con deleite las hazañas de sus hijos. Ambos
acuerdan restablecer la paz entre las dos familias y los dos reinos.
En ese momento Lisuarte se da cuenta que falta Agrajes y pregunta por él. Perión le contesta que se ha quedado atrás
comandando la tropa. Lisuarte le pide que lo haga venir. Amadís se ofrece a ir a buscarlo. Teme que si va cualquier
otro, se niege a venir. Amadís va en busca de su primo. Le dice que Lisuarte quiere verle y le pide que acuda sin
rencor. Agrajes le contesta que espera que este favor que Amadís le ha vuelto a hacer a Lisuarte le sea mejor
agradecido que los anteriores. Acepta ver a Lisuarte, pero sólo porque se lo pide su primo. Llegan ante Lisuarte.
Agrajes quiere besarle las manos. El rey se lo impide y lo abraza largo tiempo. Luego, bromeando, le dice que seguro
que este rato que han estado abrazados lo ha pasado peor que cuando estuvieron peleando en la batalla. Agaraje,
sonriendo, se reserva la respuesta.
Lisuarte les propone a sus invitados que vayan a descansar: la tropa en la villa y los prados circundantes, los reyes y
caballeros principales en el monasterio. Los médicos de Lisuarte le curan las heridas, pero Helisabad es mucho más
competente que ellos. También Amadís y sus compañeros tienen heridas aunque de mucha menor importancia.
Helisabad se encarga de ellos con pericia. Lisuarte permanece en cama sin levantarse durante diez días. Recibe la
visita diaria de Perión y el resto de caballeros, siempre en alegre y festiva tertulia. Un tema recurrente es la malvada
trayectoria de Arcaláus y sus variadas tropelías. Grumedán dice que la vida de Arcaláus es un ejemplo del porqué
muchos escogen el mal camino: muchos son atraídos por las primeras pero pasajeras satisfacciones y no se dan cuenta
de que al final Dios pone a cada uno en su sitio. Y ese sitio es el que ahora ocupa Arcaláus: preso, viejo y manco. El
camino de la virtud es áspero y difícil y todos estamos por naturaleza más inclinados al mal que al bien. Perión queda
impresionado por la elocuencia de Grumedán y se interesa por su persona.
Llega Nasciano. Ve reunidos en paz y concordia a estos caballeros que tan solo tres días antes se estaban matando y da
gracias a Dios por haber traído la paz a estas partes en conflicto.
Otro día, en la habitual reunión en las habitaciones de Lisuarte, el rey pregunta a Perión como se enteraron de que
estaba siendo atacado por el rey Arábigo. Perión le dice que fue gracias a Esplandián. Lisuarte lo hace venir y le
pregunta que cuente cómo pasó. Esplandián le pregunta que fue Nasciano quien le envió a buscarle. En el camino
vieron los movimientos de los hombres del rey Arábigo y volvieron de inmediato para avisar a Amadís. Lisuarte le
agradece su acción. Nasciano le dice a Esplandián que le bese la mano al rey. Esplandián así lo hace. Lisuarte lo alza y
le besa en la cara. Amadís se da cuenta de que Lisuarte ya sabe que Esplandián es su nieto y ve que siente tanto amor
por él que se reafirma en su idea de servirle lealmente
Gasquilán, el rey de Suesa, tras su combate singular con Amadís había quedado muy quebrantado y maltrecho.
Cuando Lisuarte levantó el real decidió trasladar a Gasquilán por otro camino. Debía ser transportado en andas por sus
hombres, y el camino elegido por Lisuarte pasaba junto a la ribera del río, lejos de las montañas. La primera noche la
pasaron en una arboleda. Al día siguiente reanudaron el viaje, pero muy despacio debido a las graves heridas de
Gasquilán. El viaje a Luvania les costó cinco días. Cuando llegan al monasterio ya todo ha pasado y ninguno de ellos
se ha enterado de la refriega. Le cuentan lo ocurrido. Gasquilán se apena por no haber podio participar en la batalla. Se
queja airadamente porque es un caballero follón y soberbio. Sus bravatas no gustan a quienes las escuchan. Perión,
Cildadán y otros caballeros salen a recibirlo en cuanto se enteran de su llegada. Le ayudan a bajar de las andas y lo
llevan ante Lisuarte. Gasquilán se admira del marcial aspecto de los caballeros insulofirmeños. Pregunta por Amadís.
éste acude a saludarlo, le da la bienvenida y le desea un pronto restablecimiento. Gasquilán lo ve tan sosegado y cortés
que, si no conociera su destreza y valentía (tanto de oídas como en carne propia), le hubiera parecido un caballerete
más indicado para estar entre damas y doncellas que para actos de guerra. Amadís dominaba tanto los aspectos
guerreros como la elocuencia y la cortesía. Gasquilán le cuenta la razón por la que quiso pelear con él: deseaba ganar
el favor de su dama venciendo al mejor caballero del mundo. Amadís, modesto, le responde que no hubiera ganado
mucho por vencer a un caballero de tan poca nombradía como él. Cildadán interviene y pone fin con bromas a este
intercambio de florituras verbales.
Así pasan los días: descansar, curar heridas, hablar en animadas tertulias. Perión desea marcharse a la Ínsula Firme
pero Lisuarte lo retiene. Le ruega que se quede hasta dejar firmado el tratado de paz.
Arquisil le pide a Amadís que le diga donde ha de cumplir prisión a la que está obligado. Amadís le cita para el día
siguiente. Le invita a pasear a caballo y poder hablar a solas.Al alba, tras oír misa, salen a cabalgar. Amadís le doce
que ya sabe que Arquisil es el legítimo sucesor de Patín y que sería muy bien recibido por sus súbditos. Los
principales caballeros romanos están ahí y Amadís se propone liberar a los que tiene presos en la Ínsula Firme para
que todos puedan reunirse y nombrar como nuevo Emperador a Arquisil. Éste le agradece su idea y deja en sus manos
su destino.
De regreso al monasterio, Amadís le propone visitar al hombre que más le odia. Entran en Luvania y van a la casa
donde Gandales tiene presos a Arcaláus y al rey Arábigo. Entran en el cuarto donde están los prisioneros. Amadís
saluda a Arcaláus y éste le pregunta quien es. Amadís le dice su nombre. Arcaláus, por fin, lo reconoce: han pasado
muchos años desde que lo tuvo prisionero en Valderín. Amadís le pregunta si estaría dispuesto a cambiar de actitud y
volver al buen camino. Arcaláus responde que ya es demasiado viejo para mudar de costumbres. Amadís le dice que
entonces no podrá liberarle. Arcaláus le propone la cesión de todos sus castillos y tierras a cambio de su libertad.
Amadís responde con un evasivo sermón y hace ademán de marcharse. Arcaláus le retiene diciendo que se apiade de
él y señalando que el valor de los grandes hombres consiste en vencer y perdonar. Amadís y Arquisil vuelven al
monasterio. Amadís envía al enano Ardián a la Ínsula Firme con mensajes: uno para Oriana y otro para Ysanjo donde
le pide que le envíe a los prisioneros romanos (Brojandel de Roca, el duque de Ancona, el Arzobispo de Talancia y
demás romanos).
Ardián cabalga animoso y sin descanso, día y noche, hasta llegar a la Ínsula Firme. Encuentra a Oriana en la huerta
reposando. Le cuenta el feliz desenlace del conflicto. Oriana entona jubilosas plegarias de agradecimiento. La alegría
es mayor al conocer que el secreto de su hijo Esplandián es ya sabido por un feliz Lisuarte. Briolanja y Melicia
preguntan por ese tal Esplandián y el enano les responde que es tan apuesto que incluso a ellas las haría oscurecer.
Sardamira, preocupada por la suerte de su compatriotas, pregunta por las bajas romanas. El enano responde que, aparte
de las ya conocidas de Patín, Floyán y Constancio, no ha habido más muertes entre los romanos principales. Arquisil
está indemne y Flamíneo, hermano de Sardamira, está herido pero no de gravedad.Sardamira dice que los muertos ya
no se pueden remediar. Espera que los vivos se acuerden entre ellos y reine la paz y la concordia.
Ardián pide permiso para retirarse y entregar la otra carta a Ysanjo. Éste lee el mensaje, libera a los caballeros
romanos y los envía custodiados por varios hombres (entre escoltas y hombres de apoyo, unos doscientos) al mando
de su propio hijo hacia Luvania. Llegan al monasterio. Los romanos le besan la mano a Lisuarte. Pero cuando ven a
Arquisil no pueden contener las lágrimas. Arquisil los aloja confortablemente. Después del descanso Amadís se reune
con ellos. Les dice que en su opinión, Arquisil es el legítimo heredero del trono romano y por esa razón lo libera, y
con él, al resto de romanos. Brojandel de Roca, en nombre del resto, dice que antes de tomar una decisión sobre
Arquisil quieren hablar con Flamíneo. Van a visitarlo a sus habitaciones, donde se recupera de sus heridas. Brojandel
le cuenta la propuesta de Amadís. Flamíneo está de acuerdo. Sin más dilación, todos los romanos se reunen y eligen a
Arquisil como Emperardor de Roma. Se celebra la ceremonia donde todos ellos le prometen vasallaje y Arquisil jura
los fueros.
Libro IV, Capítulo 118 De esta forma, gracias a la intervención de Amadís, Arquisil fue nombrado Emperador de
Roma. Los días pasan. Aún siguen todos juntos en el monasterio de Luviana. Lisuarte se recupera de sus heridas en
gran medida gracias a los cuidados del excelente médico Helisabad. El rey ya puede levantarse. Hace reunir a todos
los reyes y caballeros en la iglesia del monasterio para dar un discurso: después de una introducción general, interpela
directamente a Amadís y le recuerda como llegó a su corte, como venció a Dardán, como trajo a Galaor, excelente
caballero, para que sirviera en la corte de Lisuarte, como salvó a Lisuarte y a Oriana del secuestro de Arcaláus, como
liberó a Briolanja, como detuvo el golpe de estado de Barsiñán padre, como venció a Cildadán en batalla, como
derrotó a Cuadragante, y a Famongomadan y a Basagante, como rescató a Leonila, como acabó con Samardán el León
y con Madanfabul, el gigante de la Torre Bermeja, como ganó a Ardán Canileo el Dudado,...amén de muchos otros
servicios que no detalla. Y cuenta como, aconsejado torvamente por envidiosos servidores, consintió en que se
apartara de su lado. Y a pesar de quedar como enemigos, volvió para ayudarle en la guerra de los Siete Reyes (de
incógnito y con ayuda de Perión y Florestán). Y habla de la segunda batalla y de la providencial intervención de
Amadís para lavar la afrenta hecha a Lisuarte y sus hombres... Y ahora, ¿qué galardón le puede conceder que supere o,
al menos, iguale todos estos grandes servicios de Amadís? Ninguno, claro. El único premio que hiciera justicia a tanto
favor sería darle la posesión de todas las tierras y castillos de Gran Bretaña por casamiento con su hija Oriana. De esta
forma, Lisuarte declara a Amadís como su justo heredero.
Amadís se hinca de rodillas ante él y le dice que su deseo es servirle con la mayor obediencia y acatamiento pero no
por la promesa de reinos y señoríos sino solo por haber permitido su matrimonio con Oriana. Lisuarte lo abraza y le
dice que lo quiere tanto como si fuera su propio hijo. Todos los asistentes se quedan atónitos ante la escena. Nadie
sabía del matrimonio de Amadís y Oriana. Lisuarte le pide a Nasciano que cuente los detalles a la concurrencia.
Nasciano así lo hace. El más asombrado es Esplandián que en un instante pasa de huérfano a tener ante si a sus dos
abuelos y a su padre. Nasciano lo lleva junto a ellos. Esplandián se arrodilla y les besa las manos a los tres.
Amadís se dirige a Lisuarte y le pide su primer favor: que conceda la mano de Leonoreta en matrimonio a Arquisil, el
flamante Emperador de Roma, y que permita que ambas bodas se celebren juntas. Tanto a Lisuarte como a Arquisil les
parece una buena idea. Lisuarte pregunta Perión por su hijo Galaor. Perión responde que está mejor pero aun
convaleciente. Lisuarte le expresa el gran aprecio que siente por Galaor, excelente y leal caballero, y le ruega que se lo
envíe a Vindilisora en cuanto se recupere. La intención de Lisuarte es ir a Vindilisora y recoger a la reina y a
Leonoreta y juntos acudir a la celebración de las bodas en la Ínsula Firme. A Lisuarte le gustaría que Galaor se
reuniera con ellos allí. Perión responde que así se hará. Amadís besa las manos de Lisuarte. Agrajes le pide que
también invite a su tío Galvanes con su esposa Madasima. Lisuarte accede a su petición. Se fija la partida para el día
siguiente. Se acuerda que todos se encuentren en la Ínsula Firme y luego, tras los festejos, cada uno embarcará para
retornar a sus respectivos países.
Libro IV, Capítulo 119 Lisuarte regresa a Vindilisora con su gente y acompañado de Cildadán y Gasquilán. Allí ya le
espera Brisena. El viaje, sin novedad, dura cinco días. Al llegar, su cara refleja una alegría que no siente reamente.
Reconoce que su hija queda muy honrada al casarse con Amadís y ha conseguido la paz con Perión y ha establecido
una estrecha alianza con la Roma de Arquisil...Pero todo se ha logrado tras su derrota. Es Amadís quien se llevará toda
la gloria. La tristeza se ha alojado en su corazón pero también está cansado y enojado por tanta muerte inútil causadas
por motivos mundanos. Como gobernante cabal acepta la situación aunque suponga un cierto menoscabo en su
prestigio. Lisuarte había buscado más su honra que el cuidado de su alma. Dios le ha castigado por su soberbia.
Llega, pues, con alegría fingida, de la mano de Esplandián, para reunirse con su esposa. Brisena ya conoce todo lo
referente al doncel. Lisuarte había enviado previamente a Brandoibás para que la informara. Ambos esposos se
abrazan emocionados. Brisena abraza y besa a su nieto. Dueñas y doncellas van desfilando en el besamanos real.
Cildadán y Gasquilán saludan a la reina. Cenan a continuación. Los reyes alojan a sus invitados en el castillo. Por la
noche, ya en su cámara, el matrimonio real habla. Lisuarte opina que lo mejor es que acepten a Amadís como yerno.
Le comunica a su esposa que ha concedido la mano de Leonoreta a Arquisil. Deben emprender viaje a la Ínsula Firme
para formalizar ambas bodas. La reina le besa las manos en señal de acatamiento. Duermen plácidamente. Al dís
diguiente, Lisuarte le ordena a Arbán, su mayordomo, que haga los preparativos para el viaje a la Ínsula Firme y que
engalanen convenientemente a Leonoreta para presentarla como es debido a su fururo marido.
Libro IV, Capítulo 120 Mientras Lisuarte viaja para reunirse con Brisena, Perión y su gente hacen lo mismo en
dirección a la Ínsula Firme. Amadís viaja acompañado a sol y sombra por Arquisil. Son uña y carne. Hasta comparten
tienda. Brojandel, que permanece en el cargo de mayordomo imperial, le guarda sus cosas y atavíos. El retorno es
pausado y tranquilo. Acampan en lugares agradables y apacibles. Por las noches se reunen en la tienda de Perión o en
la de Amadís. Como la mayoría son jóvenes, las veladas son festivas y jocosas.
Tras unos pocos días de viaje moroso y jaranero, llegan a la Ínsula Firme. Encuentran a Oriana y al resto de damas en
las huertas de palacio. El reencuentro es feliz y placentero. Amadís presenta a Oriana y Arquisil. Ella ya sabe que es
su futuro cuñado. Quiere arrodillarse ante él pero Arquisil no se lo permite. Le dice que es él quien debería arrodillarse
por tantas mercedes que le debe a Amadís, su marido. Agrajes, Cuadragante, Florestán y Brian saludan a Sardamira,
Olinda y Grasinda. Bruneo va directo a reunirse con su amada Melicia. Otros caballeros saludan a otras damas y
doncellas. Todos departen afablemente durante un rato.
Amadís toma a Gastiles, el sobrino del Emperador de Constantinopla, y a Grasandor, el hijo del rey de Bohemia, y se
los presenta a su prima Mabilia. Le pide que se ocupe de ellos y los entretenga. Mabilia les coge de las manos y los
lleva hasta un sofá y se sienta entre ambos. Grasandor está como en una nube. Desde el momento que vió a Mabilia
quedó profundamente enamorado. Ahora que puede hablar con ella y se da cuenta de lo buena, honesta y encantadora
que es, su amor se acrecienta. Amadís quiere hablar con Oriana a solas, pero Arquisil no se separa de él. Llama a
Briolanja, que está con Bruneo y Melicia, y se la presenta. Arquisil se maravilla de tantas damas a cual más hermosa.
Le dice a Amadís que esto no es normal. Pareciera que hubieran sido creadas así de hermosas y perfectas por el mismo
Apolidón. Amadís se ríe de su ocurrencia.
Llega Perión y charlando, retiene a Arquisil junto a Briolanja. Amadís, libre al fin, se reune alegremente con Oriana.
Ella le pregunta que piensa Lisuarte sobre su relación. Amadís responde que en apariencia está feliz y conforme,
aunque no puede asegurar lo que pasa en su interior. El caso es que vendrá a la Ínsula Firme con Briolanja y Leonila.
Oriana le pregunta por Esplandián. Él responde que, por petición de Lisuarte, se quedó con él y vendrá también con la
familia real. El rey Perión invita a toda la concurrencia a cenar en su posada. Cenan amigablemente y luego cada uno
se retira a dormir a sus moradas. Perión le pide a su hijo que se quede para hablar en privado. Le dice que a pesar de
tanta vicisitud, la relación entre Oriana y él ha llegado a buen término. Ahora le corresponde a él, Amadís, conseguir
unos buenos casamientos para sus hermanos, para tanta doncella y dama huésped de la Ínsula Firme y para los
caballeros que tanto le han ayudado. Amadís acepta el encargo.
Amadís reune a todos los caballeros en casa de Agrajes. Les dice que su intención es casarlos y les pide sus
preferencias. Agrajes toma la palabra en primer lugar. Declara a Olinda como su amada. Grasandor dice que se ha
enamorado de Mabilia. Bruneo declara su amor por Melicia. Cuadragante dice que, si ella no tiene nada en contra, le
gustaría casarse con Grasinda. Florestán dice que su intención era regresar a Alemania, la tierra de su madre, pero que
si Sardamira le ofrece su mano está dispuesto a cambiar de idea y de destino. Los demás caballeros, más jóvenes y de
menos renombre, prefieren seguir sus andanzas caballeriles y acrecentar su fama antes de ligarse a una mujer.
Amadís habla: le concede a Cuadragante el señorío de Sansueña. A Bruneo, su futuro cuñado, le otorga el reino
Arábigo. Le pide que, a cambio, le ceda su futuro marquesado a su hermano Branfil. Florestán, además del reino de
Cerdeña de Sardamira, recibirá el señorío de Calabria que fuera de Salustanquidio.
Agrajes, Grasandor y el propio Amadís tendrán que esperar a recibir los reinos que por herencia les corresponden. Los
día siguientes Amadís los dedica a llevar a cabo los planes acordados esa noche. Como es prolijo describir todas las
gestiones realizadas, solo diré que cumplió sobradamente con lo decidido y que todas las bodas se celebraron sin
contratiempo.
Libro IV, Capítulo 121 Amadís habla con su padre. Le pide que haga traer a su madre, la reina Elisena, y a su
hermano Galaor a quien ha reservado a Briolanja como futura esposa. Bruneo, Brafil y Angriote se ofrecen para ir en
su busca. Perión accede a su propuesta aunque le pesa separar a Bruneo de su novia. Bruneo responde que servir a su
futura suegra siempre será beneficioso para su relación con Melicia. Perión le agradece su disposición y le pide que s
interese por la salud de Galaor. En ese momento interviene Ysanjo: dice que ha hablado con unos mercaderes que
hacen el viaje desde la Gaula a Gran Bretaña. Ellos han visto a Galaor y dicen que ya sale a caminar por las calles,
aunque está harto flaco tras su enfermedad. Todos se alegran de la buena nueva.
Al día siguiente, los tres caballeros embarcan con sus escuderos y marineros con destino a la Gaula. El tiempo es
bueno y llegan a la Gaula sin novedad en pocos días. Son recibidos con alegría, en especial por Galaor que abraza
emocionado con lágrimas en los ojos y durante un largo rato a los tres caballeros. Angriote les cuenta las novedades.
Galaor se entera por fin del conflicto que ha enfrentado a su hermano y su padre contra su señor Lisuarte. Se da cuenta
de la complicada disyuntiva de la que se ha librado por su enfermedad y posterior convalecencia. Bruneo, cambiando
de tema, le dice que Amadís le ha concertado matrimonio con Briolanja. Entregan una carta a Elisena y le dicen que
han venido para llevarla a la Ínsula Firme. Angriote le cuenta lo ansioso que está Amadís por reunir a toda su familia y
amigos y disfrutar todos de su actual status, ahora que está en la cima de su carrera caballeresca y va a casarse con su
amada Oriana. La reina da orden de aparejar el barco. Descansan ocho días en esas tierras, pasados los cuales,
embarcan.
Navegando por la mar, divisan otro barco que se les acerca. Galaor envía a su escudero para identificar a sus
ocupantes. Los marineros del otro barco dicen viaja con ellos una dama que se dirige con prisa a la Ínsula Firme.
Cuando la dama se entera que llevan el mismo destino les pide la merced de viajar juntos. La reina Elisena accede a
llevarla con ellos. Angriote va en una chalupa en su busca. Se encuentra con una dama toda vestida de negro, con la
cabeza y la cara cubiertas con un velo negro. Angriote le dice que con ellos viaja la reina de la Gaula. La dama de
negro le pide que le permita hablar con ella. Ya ante la reina, la dama se presenta como la esposa del rey de Dacia.
Cuenta que tuvieron una hija y dos hijos. La hija mayor se casó con el duque de Suecia. La provincia de Suecia es un
señorío colindante con el reino de Dacia. El duque resultó ser un facineroso malvado y dominado por la ambición.
Planeó una felonía para apoderarse del trono de Dacia: asesinar al rey y a sus jóvenes cuñados, el mayor de los cuales
no pasaba de los catorce años. Y puso n marcha sus maquiavélicos planes: con la excusa de pasar unos días de
descanso fue a Dacia. El rey acompañado por sus hijos salió a recibirle confiado. El traidor alevoso aprovechó el
momento para matar al desarmado rey. Los jóvenes príncipes iban algo más retrasados y contemplaron horrorizados la
felonía. Consiguieron huir y refugiarse en la villa cercana. La reina no estaba presente porque se encontraba de viaje a
una romería. El fementido traidor ha cercado la villa donde se refugian los muchachos. Su madre, la reina, al enterarse
del vil complot emprendió camino a la Ínsula Firme en busca de ayuda. Es conocedora de la fama de Amadís como
caballero andante y desfacedor de entuertos.
Elisena la acoge con cariño y le asegura el socorro de los caballeros de la Ínsula Firme. Angriote y sus compañeros, al
oír la triste historia, le piden permiso a Elisena para partir de inmediato en su ayuda. Elisena y Galaor pueden seguir
viaje con la dama hacia la Ínsula Firme. Cuando le pide a la reina de Dacia un guía que les conduzca, ella decide
acompañarlos. Así marchan de consuno, mientras Galaor lleva a su madre a la ínsula Firme donde llegan sin novedad
en pocos días. Todos los habitantes de la ínsula les reciben con alegría y emoción. Amadís besa las manos de su madre
y abraza a su hermano. Se interesa por su salud. Galaor le responde que está mucho mejor desde que sabe que el
conflicto entre él y Lisuarte se ha solucionado y la paz reina entre ambos reinos.
Van al castillo donde les espera Oriana y el resto de las damas. Oriana, Briolanja y Sardamira, con las manos
entrelazadas, se arrodillan ante la reina Elisena, que las levanta y abraza. Luego la saludan Mabilia, Melicia, Grasinda
y el resto de las damas. Oriana saluda con especial cariño a Galaor porque conoce el amor que Amadís siente por su
hermano y sabe de la lealtad y respeto que Galaor siente por su padre Lisuarte.
Amadís lleva a Briolanja ante Galaor y se la propone como su futura esposa. Galaor, desenvuelto y desenfadado,
agradece a Amadís la gran merced que le concede y dice que acepta gustoso solo en el caso de que Briolanja también
esté de acuerdo. La reina calla y se sonroja, lo que la embellece aún más. Galaor la conoció más joven, en Sobradisa,
cuando viajó a ese reino con Florestán, y más tarde en Londres, en la corte del rey Lisuarte. Han pasado los años y
Briolanja ha alcanzado el cénit de su belleza. Aunque, como ya sabemos, Galaor ha conocido y tratado multitud de
mujeres, Briolanja le parece la más hermosa de todas y está encantado en desposarla. Briolanja también estima a
Galaor. Sabe cuan buen caballero es y como lo ama Amadís. Lo acepta como esposo. Se casarán y tendrán hermosos
hijos y mejores caballeros, como se cuenta en "Las sergas de Esplandián".
Todos se acomodan en sus respectivas posadas, a la espera de Lisuarte y su séquito. Durante ese tiempo disfrutarán de
los placeres que ofrece la isla, en especial las actividades cinegéticas. La Ínsula Firme está llena de venados, jabalíes,
conejos y otras bestias que se cazan con perros, redes o persiguiéndolas a caballo. También la cetrería tiene su lugar,
en la caza de liebres o de aves de ribera. Así dejamos a nuestros amigos, holgando y a la espera de la llegada de
Lisuarte. Mientras, veremos como les va a Angriote, Bruneo, Branfil y la reina de Dacia.
Libro IV, Capítulo 122 Los tres caballeros insulofirmeños navegan con la atribulada reina hacia Dacia. Durante el
trayecto, la reina les pide que se presenten adecuadamente y que le detallen sus carreras caballerescas. Ellos dicen sus
nombres y ella los reconoce al instante. Los caballeros de Grecia que poco tiempo ha pasaron por Dacia les narraron el
conflicto que existía entre Lisuarte y Amadís. Contaron los temibles combates que enfrentaron a ambos bandos. En
ese relato nombraron a los caballeros más destacados. Y entre esos nombres estaban los de nuestros tres amigos, para
alegría de la reina, que ahora sabe que lleva un imponente fuerza en ayuda de sus hijos. Angriote se compromete a
cumplir con éxito la misión.
Llegan sin novedad a Dacia. Acuerdan que la reina se quede en el barco hasta que la situación se aclare. Los tres
caballeros desembarcan bien armados , con sus escuderos y acompañados de dos caballeros de Dacia que servirán
como guías. La villa sitiad está auna jornada de viaje. Deciden llevar víveres y forraje para los animales en cantidad
suficiente para evitar los poblados. Al alba llegan al cerco. Sigilosamente escudriñan las fuerzas sitiadoras hasta
descubrir el lugar donde están más dispersas y es más fácil eludirlas y entrar en la ciudad. Se dirigen a los muros de la
villa pero se topan con diez caballeros. Se enfrentan a ellos y derriban a los tres primeros con sus lanzas. Acometen
con tal fiereza al resto, que los hacen huir despavoridos. Angriote decide entrar en la villa para animar a las fuerzas
sitiadas. Llegan a los muros. Los cercados reconocen a los dos caballeros dacios y abren un portillo para que puedan
entrar. Los reciben los infantes que han acudido al alboroto. Se enteran por Angriote de que su madre está sana y salva
y le agradecen la ayuda de caballeros tan afamados. Los conducen al palacio donde los alojan y les permiten descansar
unas horas. En el real del duque todo es griterío y confusión, creados por las voces de los hombres que han salido
huyendo. No consiguen apaciguar la situación hasta que clarea el día. El duque interroga a sus hombres. Le informa
que unos pocos hombres, no más de diez, han roto el cerco y han podido entrar en la ciudad. El duque no se preocupa
demasiado. Su intención es arrasar la villa y a sus ocupantes. Ordena a sus hombres que descansen antes del ataque.
Angriote y sus compañeros, tras su descanso, oyen misa junto a los infantes. Luego les piden que hagan llamar a los
caballeros principales de la villa y que vengan armados lo mejor posible. Su intención es evaluar las tropas de que
disponen y ver si es posible enfrentarse a los sitiadores en campo abierto. Pronto descubren que no. Deciden cambiar
de estrategia: mientras Angriote y Branfil encabezan una incursión distractora, Bruneo y el menor de los infantes, de
doce años, saldrán por el lado opuesto con el objetivo de eludir el cerco y reunirse con gentes de la comarca. Ahora, el
pueblo ha visto como asesinaban a su rey, hacían huir a la reina y casi tienen presos a los infantes y está atemorizado.
La leal gente de Dacia no se atreve a salir de sus casas. Si consiguen que vean al infante liberado y con ayuda de
Bruneo, es posible que puedan infundirles el valor que les falta, reclutarlos y atacar el cerco. En cuanto consigan
reunir un número suficiente de hombres se lo harán saber a los sitiados y harán un ataque combinado para pillar
desprevenidos a los sitiadores en una pinza. En mitad de la noche se pone en marcha el plan.
Angriote y Branfil se ponen al frente de la partida distractora. Salen por una estrecha calle hasta unas huertas cercanas
al real del duque.Se topan con unos veinte caballeros. Los atacan y los derrotan con rapidez. Atraídos por el ruido,
llegan más enemigos desde el real. Los dos caballeros siguen derribando contrarios sin parar. Sus compañeros, por
detrás, van rematando o apresando a los caídos, según el caso. Llega el duque para ver el destrozo que están sufriendo
sus hombres. Monta en cólera y se abalanza sobre sus oponentes. Los hombres que escoltan a Angriote y Branfil no
soportan este contraataque y se repliegan hacia la estrecha calleja por donde salieron. Los dos caballeros
insulofirmeños se quedan solos aguantando los embates del duque y de sus hombres. Consiguen derribar al duque pero
la superioridad enemiga es tal que también tienen que retirarse hacia el callejón. El duque ha caído pero no está
herido. Recibe el rápido auxilio de sus hombres que le facilitan un nuevo caballo. Se da cuenta de las numerosas bajas
sufridas e increpa a sus hombres por ser incapaces de derrotar a dos hombres solos. El duque reagrupa sus fuerzas y se
lanza en tromba hacia el callejón. El ataque es tan fuerte que los sitiados tienen que recular un trecho. El duque cree
que la victoria está cercana e imprudentemente se adelanta y se interna en la callejuela. Se topa con Angriote al que
lanza un espadazo a la cabeza. Éste lo esquiva y le responde con un golpe tan certero y fuerte que logra derribar al
duque. Éste cae al suelo totalmente aturdido. Angriote ordena a sus hombres que apresen al duque. Mientras tanto, él y
Brafil continúan el contraataque y hacen retroceder a los hombres del duque. Sin embargo, Angriote detiene su ataque:
no son suficientes para combatir en campo abierto. Sabiendo que el duque es su prisionero, deciden replegarse y
retornar a la villa.
En la villa les recibe Garinto, el infante. Hacen balance de la incursión: por un lado traen las armas totalmente
deterioradas y los caballos están tan llagados que no esperan que sobrevivan, pero por otro, los hombres solo tienen
heridas de poca importancia y, sobre todo, ha podido capturar al duque. La alegría se extiende entre los sitiados al
conocer que han apresado a su odiado enemigo. El duque permanece inconsciente y no recuperará el sentido hasta el
día siguiente.
Mientras tanto, Bruneo no ha tenido ningún problema para atravesar el cerco. Va acompañado del infante menor y de
un guía. Cabalgan toda la noche y al alba llegan a la villa de Alimenta. Allí había enviado el duque a dos caballeros
para que indagaran sobre la identidad de los hombres que habían roto el cerco la noche anterior y para atemorizar a la
población y exigirles víveres so pena de graves represalias. Bruneo ve a los dos caballeros a las puertas de la ciudad.
El guía le confirma que son hombres del duque. Bruneo confía al guía la seguridad del infante y se abalanza sobre los
dos caballeros. Les reta a muerte. En el primer encontronazo, rompen lanzas y Bruneo derriba a uno de ellos, que se
golpea la cabeza al caer y pierde el conocimiento. Bruneo, espada en mano, se enfrenta al segundo. La luche es intensa
y esforzada, pero Bruneo es mejor y vence: de un golpe certero desarma y casi derriba al contrario que debe agarrarse
al cuello de su caballo para no caer. El caballero suplica por su vida. Bruneo le conmina a rendirse y aquel así lo hace.
Bruneo le obliga a descabalgar y comprobar si su compañero está vivo o muerto. Todavía vive. Le retira el yelmo y se
despeja un tanto. Bruneo llama al guía y al infante. Le dice a éste último que disponga de la vida de los vencidos. Si
quiere puede matarlos. El muchacho decide ser magnánimo y les perdona la vida. Bruneo advierte buenas maneras en
el infante para llegar a ser un gran hombre.
Bruneo y el infante entran en la villa con los prisioneros. La gente del pueblo se maravilla de ver vencidos a aquellos
dos que poco antes habían venido a atemorizarles. Bruneo les increpa por no haber salido en defensa de su rey y de sus
hijos. Los villanos se avergüenzan. Su portavoz los justifica alegando la carencia de un líder que los guiara. Bruneo les
cuenta como la reina les pidió ayuda a ellos, los caballeros de la Ínsula Firme. Al enterarse de que e un caballero de
Amadís todos se ponen a sus ordenes para liberar a los infantes. Bruneo les dice que se preparen juntando armas y
hombres. Mientras, él irá a una villa cercana para reunir más gente. Cuando sean un número suficiente, marcharán
hacia la villa sitiada. Después de comer, Bruneo se dispone para cabalgar a la segunda ciudad. En ese momento llegan
dos peones. Traen noticias de la incursión nocturna de Angriote y sus compañeros. Cuentan como han apresado al
duque y como la confusión reina entre los sitiadores. Se rumorea de que van a retirarse pronto. Los peones son de una
aldea cercana a la villa sitiada, y vienen a prevenir a las gentes de Alimenta para que se guarden de la rapiña del
ejército del duque en desbandada. Ante tal noticia, Bruneo reune a los hombres principales de la villa. Ya no es
necesario juntar más gente, con los hombres de Alimenta será suficiente. Hay que darse prisa y atacar, no sea que toda
la gloria se la lleven los de la villa sitiada.
El resto del día lo ocupan en preparar las armas lo mejor posible. Todos trabajan con diligencia y ánimo que les
infunde el deseo de venganza por la humillaciones sufridas. Llegada la noche, Bruneo da orden de marchar hacia el
sitio. Le pide al infante que se quede en Alimenta, lugar seguro, pero el muchacho insiste en permanecer a su lado.
Cabalgan toda la noche hasta un lugar cercano al real del duque. Bruneo ordena al guía que haga la señal convenida
para sincronizar el ataque con los de la villa. Su intención es atacar un poco antes del alba. Los hombres del duque ya
no tienen ninguna esperanza de rescatar a su jefe. Al ver tanto juego de luz tanto dentro como fuera de la ciudad
adivinan el inminente ataque a dos bandas, y deciden levantar el sitio y huir. Recogen con rapidez heridos y fardaje y
con sigilo se retiran.
Cuando el ataque simultáneo de Bruneo y Angriote se produce, se encuentran con el real vacío. Se dan cuenta de la
huida enemiga y empiezan la persecución. Al principio es muy dificultosa por la falta de luz, pero cuando llega el alba
divisan al ejército del duque y se lanzan sobre ellos. Alcanzan a la infantería, los heridos y el fardaje (intendencia).
Los que van a caballo han acelerado la huida abandonando a sus compañeros más lentos a su suerte. Los hombres de
Angriote y Bruneo hacen gran destrozo entre los rezagados: matan a unos y apresan a otros. Luego regresan
victoriosos a la villa. Mandan traer a la reina que encuentra alborozada a sus hijos sanos y salvos y la villa liberada.
Angriote y sus amigos le piden licencia a la reina para volver a la Ínsula Firme. Ella les ruega que permanezcan en
Dacia dos días más, para ver la coronación de Garinto como nuevo rey y presenciar la ejecución del duque. Ellos
responden que asistirán gustosos a la coronación pero prefieren que el ajusticiamiento del duque sea después de que se
hayan marchado.
Se quedan, pues, para la coronación de Garinto, que se culmina sin novedad y en un ambiente festivo. Bruneo y
Angriote son los encargados de colocarle la lujosa corona en su cabeza. Los dacios obligan al duque a que asista a la
ceremonia y es insultado por la plebe. Los insulofirmeños le piden a la reina que se lo lleven, pues no quieren ver
humillado e injuriado al vencido. La reina quiere recompensarles con oro y joyas. Ellos declinan la oferta. Solo
aceptan como recompensa cuarenta perros de caza (lebreles y sabuesos) que se crían de muy buena raza en ese país.
La reina les pide que se lleven al joven rey a la Ínsula Firme para que, al lado de Amadís, adquiera las virtudes de
buen caballero que poseen todos los caballeros de la Ínsula Firme. La reina les proporciona una fusta para que
navegen de regreso a su tierra. Una vez que han partido, la reina ordena que ahorquen al duque. Angriote y sus amigos
llegan sin novedad a la Ínsula Firme. Dan aviso a Amadís de que les acompaña el rey de Dacia. Amadís, en compañía
de Agrajes, sale a recibirlos. Saluda cordialmente al joven rey e invita a todos a su palacio.
Cuando el ataque simultáneo de Bruneo y Angriote se produce, se encuentran con el real vacío. Se dan cuenta de la
huida enemiga y empiezan la persecución. Al principio es muy dificultosa por la falta de luz, pero cuando llega el alba
divisan al ejército del duque y se lanzan sobre ellos. Alcanzan a la infantería, los heridos y el fardaje (intendencia).
Los que van a caballo han acelerado la huida abandonando a sus compañeros más lentos a su suerte. Los hombres de
Angriote y Bruneo hacen gran destrozo entre los rezagados: matan a unos y apresan a otros. Luego regresan
victoriosos a la villa. Mandan traer a la reina que encuentra alborozada a sus hijos sanos y salvos y la villa liberada.
Angriote y sus amigos le piden licencia a la reina para volver a la Ínsula Firme. Ella les ruega que permanezcan en
Dacia dos días más, para ver la coronación de Garinto como nuevo rey y presenciar la ejecución del duque. Ellos
responden que asistirán gustosos a la coronación pero prefieren que el ajusticiamiento del duque sea después de que se
hayan marchado.
Se quedan, pues, para la coronación de Garinto, que se culmina sin novedad y en un ambiente festivo. Bruneo y
Angriote son los encargados de colocarle la lujosa corona en su cabeza. Los dacios obligan al duque a que asista a la
ceremonia y es insultado por la plebe. Los insulofirmeños le piden a la reina que se lo lleven, pues no quieren ver
humillado e injuriado al vencido. La reina quiere recompensarles con oro y joyas. Ellos declinan la oferta. Solo
aceptan como recompensa cuarenta perros de caza (lebreles y sabuesos) que se crían de muy buena raza en ese país.
La reina les pide que se lleven al joven rey a la Ínsula Firme para que, al lado de Amadís, adquiera las virtudes de
buen caballero que poseen todos los caballeros de la Ínsula Firme. La reina les proporciona una fusta para que
navegen de regreso a su tierra. Una vez que han partido, la reina ordena que ahorquen al duque.
Angriote y sus amigos llegan sin novedad a la Ínsula Firme. Dan aviso a Amadís de que les acompaña el rey de Dacia.
Amadís, en compañía de Agrajes, sale a recibirlos. Saluda cordialmente al joven rey e invita a todos a su palacio.
Libro IV, Capítulo 123 Cuando Lisuarte estuvo de vuelta en Vindilisora, ordenó a su mujer, a su hija, y a su
mayordomo que hicieran los pertinentes preparativos para viajar a la Ínsula Firme. Cuando llegó el momento de partir,
decidió hacerlo con muy poco séquito. Entre esos pocos estaban Galvanes y su esposa Madasima. El rey Gasquilán
retornó a su patria.
La comitiva real hizo un viaje rápido y sin contratiempos. Cuando llegan a cuatro leguas de su destino, los de la Ínsula
Firme deciden salir a su encuentro. Con rapidez se forma un grupo de recepción con todos los caballeros y damas de la
Ínsula Firme y salen en busca del grupo de Lisuarte. Ambos grupos se encuentran a mitad de camino, a dos leguas.
Lisuarte y Perión se abrazan. Amadís viene detrás con Galaor. Cuando Lisuarte ve a este último, flaco y demacrado
tras su enfermedad, las lágrimas llenan sus ojos y le abraza emocionado. Las reinas Brisena y Elisena se saludan a su
vez. Luego, Oriana se acerca a su madre. Ambas se abrazan tan emotivamente que casi pierden el conocimiento.
Hubieran caído si no las sostienen sus acompañantes. Briolanja y Sardamira también saludan a la reina y a la infanta
Leonoreta. Más saludos del resto de damas y caballeros... Después de los innumerables saludos de rigor, todos juntos
se dirigen a la capital de la Ínsula Firme. La reina Brisena se asombra y maravilla ante la magnificencia de lo que ve.
Ella había supuesto que la Ínsula Firme era un señorío de poca importancia. Lo que ahora contempla la saca de su
error. Y una cierta envidia le ensombrece el corazón, pues una corte como aquella desearía para su marido. La
apesadumbra el pensamiento de que Amadís la ha conseguido con el único mérito de sus armas y su caballo. Sin
embargo, a pesar de tener el corazón turbio, pone buena cara y sonríe a todo el que la saluda. Lisuarte, por su parte, no
se separa de Galaor. Oriana ve a Esplandián y queda embelesada. Su madre se lo entrega. Mabilia se acerca y charla
con el doncel. Todos se dirigen al palacio.
Alojan a Lisuarte y a su esposa en las habitaciones de Oriana y a Perión y Elisena en las de Sardamira. Oriana y las
damas que se van a casar se trasladan a lo más alto de la torre. Amadís dispone ricas mesas en los soportales de la
huerta y allí comen todos en alegre compañía. Cildadán se aloja con su tío Cuadragante. Amadís acoge en sus
aposentos a Arbán de Norgales, a Guilán el Cuidador y a Grumedán. Norandel se acomoda con su amigo Galaor.
Agrajes invita a sus habitaciones a su amado tío Galvanes, mientras Madasima se va con Oriana y el resto de las
damas a la torre. Esplandián, de la misma edad que el rey de Dacia, enseguida congenia con él y le invita a sus
habitaciones. Serán grandes amigos y juntos vivirán grandes aventuras como se contará en las "Sergas de Esplandián"
donde, entre otras, conoceremos las andanzas de Maneli, Talanque y Leonorina de Constantinopla.
Al día siguiente se celebran los matrimonios. Todos tienen prisa en volver a sus respectivas tierras: unos para tomar
posesión de sus nuevos señoríos, otros para luchar contra sus enemigos o ayudar a sus amigos. Están todos reunidos
en la huerta cuando oyen un gran griterío de la gente que está fuera. Preguntan por la causa de tanto grito. Les dicen
que algo extraño y espantoso se acerca por el mar. Los hombres van al puerto, las mujeres suben a lo alto de la torre.
Todos ven como se acerca un humo negro y espeso. En medio de ese humo aparece una serpiente mucho mayor que
cualquier barco, de grandes alas, cola enroscada, y de cabeza, dientes y boca grandes y terroríficos. De sus narices sale
el humo negro. Emite espantosos roncos y silbidos. Echa enorme gorgozadas de agua por la boca. Los caballeros que
la contemplan se quedan atónitos, paralizados, sin saber que hacer.
La serpiente se acerca y de pronto da tres o cuatro vueltas de través, sacude las alas y hace crujir sus conchas. El ruido
atemoriza a los caballos que huyen en desbandada. Los caballeros discuten como defenderse del monstruo cuando de
un costado de la sierpe sale un batel todo tapizado de rico paño de oro. En él viaja una dueña flanqueada por dos
donceles. Feos enanos reman. Lisuarte cree que se trata de Urganda la Desconocida pues la escena le recuerda su
última aparición, cuando estaban en Fenusa. Amadís está de acuerdo con Lisuarte. El batel llega a tierra.
Esfectivamente es Urganda. Se muestra ante ellos en su forma real, ni muy vieja ni muy niña. Desembarca
acompañada por sus donceles, muy hermosos y vestidos con ricas vestimentas adornadas con pedrería de gran valor.
Urganda se acerca a Lisuarte con la intención de besarle las manos pero él no se lo permite y la abraza. Lo mismo
hacen Perión y Cildadán. Urganda se vuelve hacia el Emperador de Constantinopla y le dice que aunque no se
conocen, ella sabe que es un hombre noble y de valía. Por eso se ofrece para hacerle el servicio que necesite, que,
aunque viva lejos de su morada, Urganda no tiene problemas en recorrer grandes distancias en poco tiempo. El
Emperador le agradece su oferta y queda muy contento por recibir sus favores. Urganda le dice que gracias a ella le
será restituido el primer fruto de su generación. Urganda habla ahora con Amadís. Le dice que quiere abrazarlo y que
ahora que ha llegado a la cumbre, pocos favores suyos ha de necesitar. Pero debe permanecer vigilante para no perder
lo ganado. Amadís le responde que le agradece todas las mercedes que hasta la fecha le ha concedido. A continuación,
Urganda habla con Galaor. Les dice a él y a Cildadán que quiere hablar con ellos más tarde, pues piensa quedarse unos
días en la Ínsula Firme. Por último, la hechicera envía a los enanos a la serpiente en busca de palafrenes para ella y sus
donceles. Los caballeros salen en busca de sus caballos huidos, aterrorizados por la serpiente. Ya todos con montura
van al palacio donde les esperan reinas y damas. Antes de entrar, Urganda habla con Esplandián y le encomienda un
tesoro para que lo guarde. Y le entrega a los dos donceles (?).
Entran en la huerta. Urganda es recibida por las damas con alegría y cordialidad. Urganda alaba tal colección de
bellezas, grandes en hermosura y virtud. Entra en la torre con ellas. Pide permiso para alojarse junto a Oriana y sus
invitadas. Así pasan la noche en alegre compaña.
Libro IV, Capítulo 124 Dragonís, primo de Amadís y Galaor, mancebo honrado y esforzado, destacado caballero en
la guerra de Mongaza, no estaba presente cuando se acordaron todos estos matrimonios porque había partido del
monasterio de Luvania con una doncella a la que le había prometido un favor: combatió por ella con Angrifo, señor
del Valle del Fondo Piélago que había apresado al padre de la doncella. Fue una lucha dura y cruel porque Angrifo era
un difícil rival. Al fin, Dragonís consiguió vencerle y liberó al padre de la doncella. Ordenó al caballero vencido que
antes de veinte días se personase en la Ínsula Firme y se pusiese a merced de Oriana. Luego, como estaba cerca de
Mongaza, se acercó a visitar a sus amigos Galvanes y Madasima. Estando allí, llegó el mensaje de Lisuarte que les
invitaba a acompañarle a la Ínsula firme. Con ellos, pues, llegó Dragonís al señorío de su primo. Allí presenció los
casamientos que Amadís había acordado. Dragonís estaba contento por la suerte de sus compañeros, pero Amadís se
da cuenta que no es justo que deje así a su primo. Se reune con él y le cuenta como tras la batalla de Luvania, el rey de
la Profunda Ínsula huyó con graves heridas. Luego, por medio de un escudero del rey Arábigo, se enteraron de que
había muerto en el barco. Amadís ha decidido ceder la posesión de la Profunda Ínsula a Dragonís y que éste, a su vez,
ceda sus derechos al señorío paterno a su hermano Palomir. Además le propone que se case con Estrelleta.
Dragonís tenía otros planes: ir con Bruneo y Cuadragante y ayudarles a ganar sus propios señoríos, y luego, visitar al
Florestán, flamante nuevo rey de Cerdeña, buscar nuevas aventuras en Roma y por último, retornar con Amadís. Pero,
acatando la voluntad de su primo, acepta todas sus sugerencias. Amadís le pide a Lisuarte el ducado de Bristoya para
Guilán el Cuidador y que le permita casarse con la duquesa a quien ama. Amadís, que tiene preso al duque, se lo
entregará a Lisuarte. El rey acepta la propuesta pues siente gran cariño tanto por su yerno como por Guilán. Además el
duque debe pagar por sus felonías. Guilán agradece a Amadís sus gestiones y le quiere besar las manos. Amadís no se
lo permite y lo abraza.
Libro IV, Capítulo 125 Los reyes acuerdan que los festejo de boda duren quince días y que las ceremonias se
efectuarán el cuarto día. Llega el día señalado. Los novios se reunen en los aposentos de Amadís vestidos con los más
ricos paños. Lo mismo hacen novias, reyes y grandes señores. Todos se reunen en la huerta y juntos van a la iglesia
donde les espera Nasciano. Tras la celebración de las bodas, Amadís se reune con su suegro. Le pide que hable con
Oriana y le diga que pruebe el Arco de los Enamorados y la Cámara Defendida que ninguna mujer ha podido penetrar
en más de cien años, después de que lo hiciera Grimanesa, la esposa de Apolidón. Lisuarte le dice que no tiene
inconveniente. Habla con su hija y le transmite el deseo de su esposo. Todos escuchan con turbación la orden real,
temerosos de que Oriana no supere las pruebas con su consiguiente menoscabo y vergüenza. Pero al ser orden real y
deseo de Amadís, nadie se atreve a oponerse.Todos van al Arco. Melicia y Olinda también quieren intentarlo. Sus
maridos no quieren forzarlas a probarse en él, pero ellas insisten en hacerlo. Melicia y Olinda son las primeras en
pasar bajo el Arco. La imagen que hay sobre él tañe su trompeta y produce una dulce melodía con gran alivio y
contento de los presentes. Es el turno de Oriana. Un instante antes de pasar bajo el Arco, se gira para mirar a su esposo
y le muestra su sonrojado rostro. Oriana pasa el Arco y la imagen entona un dulcísimo son y de la trompeta salen
despedidas tantas flores y rosas que en poco tiempo el campo queda cubierto de ellas. La melodía es totalmente
diferente a otras y tan dulce que provoca gran deleite entre los presentes y nadie quiere moverse de su sitio.
Oriana se reune con Melicia y Olinda. juntas contemplan la figuras y sus nombres grabados en el jaspe. Vean a
Grimanesa y su belleza les impresiona tanto que dudan que ninguna otra pueda entrar en la Cámara Defendida. Se
quedan un rato embelesadas por lo que ven. Pero al poco tiempo caen en la cuenta de que las esperan fuera y salen
juntas. Van tan alegres que a la concurrencia le parece que son más hermosas que como entraron. Sus respectivos
maridos van a su encuentro. Todos juntos van a la Cámara Defendida. Grasinda también quiere probarla. Amadís les
pide a Olinda y Melicia que la acompañen.[...]
Grasinda entra en la Cámara encomendándose a Dios. Supera el padrón de cobre pero es detenida ante el padrón de
mármol. Allí nota como le tiran de sus largos cabellos y es expulsada del sitio. Cuadragante la recoge. Está tan
enamorado que no le importa el resultado de la prueba. Olinda, de la mano de Agrajes, se dirige a la Cámara. Supera
el padrón de cobre y alcanza el de mármol sin sobrepasarlo. También es expulsada.
Le toca a Melicia. Supera los padrones de cobre y mármol. Todos creen que llegará hasta la Cámara. También lo
piensa Oriana, toda demudada. Pero da un paso más y Melicia es expulsada como las otras. Bruneo pena por ella,
otros ríen disimuladamente. Por último, llega el turno de Oriana. Camina con pasos sosegado y rostro honesto. Supera
si dificultad los dos padrones. A un paso de la entrada a la Cámara empieza anotar muchas manos que le impiden
avanzar. Ella porfía por penetrar en la Cámara. Alcanza por fin la entrada, muy cansada. Se agarra a la jamba. De
pronto aparece un brazo que hace señas a madís para que la acompañe. Una voz dice: "Por fin una belleza ha vencido
a Grimenesa y un caballero ha superado a Apolidón". El brazo tira de Oriana y la introduce en la Cámara Defendida.
Ysanjo declara que desde ese momento todos los encantamientos de la Ínsula Firme han sido deshechos. Luego llegan
las felicitaciones. Continúan los festejos de boda. Comen y cenan. Aposentan a los recién casados en ricas alcobas.
Esa noche, las doncellas pasan a ser dueñas... y las que ya eran dueñas, no menos placer obtuvieron de sus recién
estrenados maridos.
Libro IV, Capítulo 126 Pasados los festejos de boda, Urganda convoca a todas las damas, doncellas y caballeros para
explicarles su presencia. Los reune en una gran sala del alcázar. Mientras espera a que se haga el silencio, se sitúa al
frente de la sala de la mano de sus dos donceles. Inicia el discurso declarándose sabedora de las muchos
acontecimientos pasados y si no ha intervenido ha sido para no interferir en los designios divinos. Recuerda como a
varios de los presentes les vaticinó lo que les iba a pasar, aunque lo hizo de manera encubierta. Ahora va a desvelar
sus acertijos: A Oriana, en Fenusa, le predijo que iba a ser raptada por el León de la Isla Dudada que la devoraría y se
saciaría con su carne. Ese león es Amadís, tan fuerte y bravo, que provine de la Ínsula Firme, tan llena de cuevas y
escondrijos que bien puede ser llamada la Ínsula Dudada. Efectivamente, Amadís la raptó arrebatándosela a los
romanos y ha disfrutado de sus carnes... A Amadís le dijo durante la batalla contra el rey Ardán que daría su sangre
por la ajena. Así fue, pues Amadís luchó en favor de sus amigos Angriote y Arbán de Norgales.
A Lisuarte le recuerda sus profecías sobre Esplandián, criado con tres leches: de leona, oveja y mujer. Le recuerda
como le vaticinó que Esplandián pondría paz entre Amadís y Lisuarte. También habla de la profecía que le dijo a
Lisuarte cuando el rey entregó a Oriana a los romanos. Pero Urganda no quiere recordarle tanta desgracia y muerte
que supuso esa desafortunada decisión y no insiste en rememorarla. Urganda no sólo recuerda sus vaticinios pasados.
También tiene novedades. Coge a sus dos donceles y los presenta: son Maneli el Mesurado y Talanque. Se los
presenta especialmente a Galaor y Cildadán sin desvelar, al principio, que son sus hijos. Vaticina sus futuras hazañas
que les rehabilitarán de su condición de hijos fuera de matrimonio. También deja entender que ella, Urganda, es
estéril.
Urganda habla con Esplandián. Le encomienda a los dos donceles, Talanque hijo de Galaor y Maneli, hijo de
Cildadán. Le serán imprescindibles en sus futuras aventuras. Y le regala la sierpe que guarda en su interior el caballo y
las armas que usará cuando sea caballero y le servirá como nave y refugio para evitar tempestades y adversidades. Por
su causa, en el futuro Esplandián será conocido como el "Caballero de la Gran Serpiente". Luego le dice una profecía
acerca de las letras que lleva grabadas en su costado izquierdo y sobre la batalla librada de la bandada de cuervos
contra el aguilucho y la intervención del halcón neblí. Por último, Urganda se dirige al resto de damas y caballeros
para despedirse. Promete volver cuando nombren caballeros a Esplandián y a sus dos nuevos compañeros y hacer
nuevos vaticinios. Les deja sendos anillos a Oriana y Amadís para que les protejan de los encantamientos de Arcalaus,
que sigue preso. Le encomienda a amadís que no lo mate, que lo mantenga prisionero en jaula de hierro para que así
muera muchas veces y pague sus maldades.
Amadís quiere agradecerle sus favores de algún modo. Ella le responde que ya se sintió recompensada cuando Amadís
le devolvió sano y salvo a su amado caballero (en el castillo de la Calzada, cuando armó caballero a Galaor). Urganda
monta en su palafrén y cabalga hacia el batel donde le esperan los enanos. Navegan hacia la sierpe y se introducen en
ella. Surge un humo tan negro que nada se divisa en cuatro días. Cuando se disipa, la sierpe sigue ahí, pero Urganda
ya se ha marchado.
Una vez finalizados los festejos de boda, Arquisil decide tornar a Roma. le acompañarán Florestán y sus respectivas
esposas. Sardamira se encargará de llevar los cuerpos de Patín, Salustanquidio y Floyán. Amadís libera a todos los
prisioneros romanos. Cuando la flota romana, que estaba en Vindilisora, llega a la Ínsula Firme, el Emperador y los
suyos emprenden el viaje de vuelta a casa.
El resto de reyes y señores también se preparan para volver a sus países. Antes se reunen para decidir el destino del
rey Arábigo, de los caballeros de Sansueña y del resto de prisioneros. Amadís le dice a Lisuarte que si tiene intención
de partir pronto, lo haga en cuanto quiera, sin más compromiso. Lisuarte le agradece su hospitalidad pero,
efectivamente, desea retornar a Gran Bretaña. Amadís le dice que decidirá sobre el destino de los prisioneros con
ayuda de Perión. Lisuarte, antes de marcharse, se reune con todos los caballeros en la gran sala del alcázar. Ante toda
la concurrencia, se dirige a Cildadán. Le agradece su lealtad y sus grandes servicios y, por último, le libera de su
compromiso de vasallaje. Cildadán le agradece su gesto y vuelve a comprometerse con Lisuarte, reafirmado su lealtad.
Todos alaban la decisión de Lisuarte, sobre todo Cuadragante, que no podía sufrir el ver a su sobrino y rey y a sus
compatriotas sometidos a un país extranjero.
Lisuarte le pregunta a Cildadán sobre sus planes. El irlandés le responde que se queda para ayudar a su tío a conquistar
el Señorío de Sansueña. Lisuarte le ofrece hombres de apoyo, pero Cildadán declina la oferta, pues piensa que sus
hombres son suficientes para este menester.
Lisuarte y su gente se van. Amadís y Oriana los acompañan durante una jornada y luego retornan a la Ínsula Firme.
Como el reino Arábigo es colindante con Sansueña, Cuadragante y Bruneo acuerdan ir juntos y ayudarse en sus
respectivas conquistas. Galaor y Dragonís deciden ir juntos para conquistar la Profunda Ínsula. Galvanes les ofrece su
ayuda y aportará tropas de Mongaza. Se van Galaor, Briolanja, Dragonís, Galvanes y Madasima.
Amadís le pide a Agrajes que se quede con él, pero el escocés decide partir con sus tropas en apoyo de Bruneo.
también se apuntan a la expedición Brian y Angriote de Estravaus. Así, Bruneo parte con sus amigos y con tropas de
España, Escocia, Irlanda, Bohemia y Gaula, amén de los hombres del marqués de Troque, su padre.
Le piden a Grasandor que se quede con Amadís y le sirva de compañero, cosa que hace con pena, pues su deseo era
unirse a los expedicionarios. Pero su estancia en la Ínsula Firme no será ociosa. En colaboración con Amadís hará
grandes cosas, como veremos.
Cildadán, que tanto aprecia a Cuadragante, porfía por acompañarle en su empresa, pero su tío no se lo permite y le
convence para que vuelva a Irlanda, con su esposa la reina, y para dar las buenas nuevas a sus súbditos.
Gastiles ya había enviado a las tropas imperiales de vuelta a Constantinopla al mando de Saluder. El sobrino del
Emperador de Constantinopla se había quedado para ver el final de la aventura e informar cumplidamente y de
primera mano a su tío. Ahora le pesa haber despedido a sus tropas y no poder apoyar a Bruneo y Cuadragante. Él
mismo se ofrece para luchar junto a ellos. Amadís declina su oferta. Le dice que ya ha hecho mucho por ellos y es
preferible que vuelva a Constantinopla para agradecer al Emperador su ayuda y transmitirle la lealtad y gratitud de los
insulofirmeños. Le manda recuerdos para Leonoreta y Menoresa y decirles que no olvida su promesa de enviarles un
caballero de su linaje para que las sirva. Gastiles se despide y vuelve a su patria.
Perión y su esposa también emprenden el camino de vuelta a Gaula. Una gran flota parte a la conquista de Sansueña y
el reino Arábigo. En la Ínsula Firme quedan Amadís, Oriana, Grasandor, Mabilia, Melicia, Olinda y Grasinda.
También lo hacen Esplandián, el rey de Dacia y los otros donceles, a la espera de ser nombrados caballeros.
Libro IV, Capítulo 127 Amadís y Oriana se quedan al fin juntos en la Ínsula Firme disfrutando de su mutua
compañía. Pasan los días en agradable deleite. Pero al cabo de un tiempo, Amadís comienza a añorar su época
aventurera. Le pide licencia a su esposa para reanudar sus andanzas. Obviamente Oriana no quiere que la vuelva a
dejar sola e intenta por todos los medios quitarle la idea de la cabeza. Amadís, por complacer a su gran amor, accede a
quedarse hasta saber noticias de sus amigos. Para entretenerse en tan tediosa espera se dedica a actividades
cinegéticas. sale de caza acompañado de Grasandor por los montes de la Ínsula Firme que están llenos de venados,
osos, jabalíes y aves de río. Durante un tiempo se acomoda a esta situación.
Un día, Amadís está apostado en la falda de una montaña cercana a la costa a la espera de su presa. Está acompañado
por uno de sus perros, un fiel animal que aprecia mucho. De pronto divisa un batel a lo lejos que se dirige a la costa en
su dirección. Cuando el bote se acerca, Amadís consigue distinguir a dos personas en él: un hombre y una mujer.
Amadís, sospechando un asunto interesante, abandona su puesto y baja a la playa con su perro. Llega al mismo tiempo
que el batel y ve como la pareja arrastra el cuerpo de un caballero muerto completamente armado y lo depositan sobre
la arena de la playa. Amadís les pregunta quien es el muerto y quien lo ha matado. La dama reconoce a Amadís a
pesar de su traje de caza. Se postra ante él y le pide que la socorra. Es Darioleta, la antigua doncella de su madre, la
que la asistió en el parto, la que colocó al pequeño Amadís en el arca y luego lo arrojó al río. Amadís le aparta del
rostro sus blancos cabellos y le pregunta como puede ayudarla. Darioleta le pide que suba con ella al batel y le contará
sus cuitas durante el trayecto.
Amadís accede a ayudarla, pero como está desarmado y solo dispone de su espada, y si envía a buscar sus armas,
Oriana no le permitirá acometer la aventura, se viste con las armas del caballero muerto. Ya se disponían a montar en
el batel cuando llega un montero. Amadís le dice que hable con Grasandor y le cuente lo ocurrido para que intente
justificarlo ante Oriana. A continuación se embarcan y navegan el resto del día y toda la noche. Mientras, Darioleta le
cuenta su historia: Ella y su marido fueron nombrados por Perión gobernadores de la Pequeña Bretaña y allí vivían
con sus hijos. Recibieron una carta de Elisena invitándoles a la boda de Amadís y Oriana en la Ínsula Firme. Fletaron
una nave y toda la familia y sus sirvientes embarcaron en ella. Al poco de salir les alcanzó una tormenta y se
extraviaron. Llegan a una isla y se resguardaron en su puerto. Pronto se vieron rodeados por numerosas embarcaciones
y fueron hechos prisioneros. Era la Ínsula de la Torre Bermeja y su señor, el gigante Balán. Fueron llevados a
presencia del gigante que les preguntó si había entre ellos algún caballero. El marido de Darioleta respondió que sí.
Balán les dijo que tiene por costumbre dar una oportunidad a sus prisioneros. Lucharán en combate singular y si
vencen serán todos libres. Si son derrotados, serán prisioneros a perpetuidad. El marido aceptó el reto. Preguntó por
las garantías que le daba. El gigante dijo que no había más garantía que su palabra, pero su palabra era Ley. El
combate sería en una gran plaza ante las puertas del castillo rodeada de peñas. El hijo de Darioleta le pidió a su padre
que le permitiera ser el primero en enfrentarse al gigante. El padre accedió a regañadientes. En la primera justa,Balán
le dio tan gran golpe al hijo que murió él y su caballo. En el turno del padre, éste consiguió acertarle en pleno escudo,
pero fue como si hubiera alanzeado una torre, tan fuerte y recio era el gigante. Balán cogió al caballero de un brazo y
lo levantó de la silla como si de un niño pequeño se tratara. El gigante ordenó que encerraran al matrimonio y a una
hija pequeña y que dejaran el cuerpo del hijo muerto ahí tirado.
Mientras la arrastraban, Darioleta se lamentaba voz en grito:"¡Ójala el rey Perión o alguno de tus hijos estuviera aquí
para ayudarnos!". Cuando Balán la oye, le pregunta:"¿Quién es ese Perión? ¿Acaso el padre del famoso Amadís?¿Le
conoces?" Cuando Darioleta le respondió afirmativamente, Balán le propuso que fuera en busca de Amadís para
defenderla, ya que fue quien mató a su padre Madanfabul y arde en deseos de venganza. Le proporcionó un marinero
y un barco y le indicó que se llevara el cuerpo de su hijo para mejor convencer a Amadís. El gigante le prometió que
mantendría su palabra en caso de que fuera vencido. Amadís escucha compungido el desventurado relato de la dueña y
confía en Dios para reparar y vengar su pérdida.
Navegan dos días más. Al alba del tercero divisan una pequeña isla por babor. Amadís le pregunta al marinero por
ella. Éste le dice que es una pequeña posesión del rey Cildadán llamada la Ínsula del Infante. Amadís decide detenerse
en ella para descansar un poco y avituallarse. Nada más desembarcar aparece un caballero que sale a recibirles. Les
pregunta quienes son. Amadís le dice que es un caballero está ayudando a la dama que le acompaña. Va a liberar a su
familia, presa en la Ínsula de la Torre Bermeja. Su intención es pelear con Balán, señor de aquella tierra. El caballero
de la ínsula se ríe desdeñosamente al conocer las intenciones de Amadís. Le aconseja que desista en su empeño: Balán
es el guerrero más fuerte del mundo, ni siquiera Amadís con ayuda de sus hermanos Galaor y Florestán podrían con él,
cuanto menos un simple caballero como él. Amadís le responde que confía en Dios para superar esta prueba y solo le
pide al caballero que le suministre algunos víveres. El caballero no solo le da viandas gustosamente sino que se ofrece
para acompañarlos y ver como acaba este conflicto
Libro IV, Capítulo 128 El caballero ordena avituallar el barco generosamente y luego se embarca con Amadís
acompañado de algunos de sus hombres. Parten hacia la Ínsula de la Torre Bermeja. Durante el trayecto charlan. El
caballero le pregunta su opinión sobre el rey Cildadán. Amadís lo alaba y pondera grandemente. El caballero está de
acuerdo con él y lamenta que la fortuna no le haya sido propicia, pues merece algo más que ser vasallo de Lisuarte.
Amadís le da la buena noticia del fin de ese vasallaje gracias a su valor y esforzado corazón. Y le cuenta como estuvo
presente cuando Lisuarte liberó a Cildadán de su obligación. Luego, Amadís le pide informes sobre Balán. El
caballero conoce muy bien a todos los gigantes de la zona y le explica detalladamente la historia de Balán: Es hijo de
Madanfabul, que fue muerto por Amadís cuando se llamaba Beltenebros en la guerra que hubo entre Lisuarte y
Cildadán. Muchos gigantes participaron en esa contienda en el bando irlandés y muchos murieron en ella. Balán quedó
huérfano siendo mancebo. Heredó la Ínsula de la Torre Bermeja, la más fructífera de la zona tanto en frutas como en
especias. Por ésta últimas, es visitada con frecuencia por mercaderes, lo que reporta grandes beneficios a las arcas del
gigante. Balán es muy distinto a otros gigantes, que son generalmente soberbios y follones. Él, por el contrario, es
sosegado, leal y sincero. Este carácter suyo viene por parte materna. Su madre es hermana de Gromadaza, la mujer de
Famongomadán del Lago Ferviente. Ambas hermanas eran muy distintas. La madre de Balán era mucho más hermosa.
Mientras que Gromadaza era brava y corajuda, su hermana era mansa, virtuosa y humilde. Al parecer las mujeres feas
adquieren un temperamento más varonil siendo más soberbias y desabridas, mientras que las hermosas son más
sosegadas y mansas. La madre de Balán se llama Madasima. En su honor le pusieron su nombre a una hija de
Famongomadán y Gromadaza, que luego se casó con Galvanes.
¿Por qué este caballero sabe tanto de todos estos gigantes? También se lo explica a Amadís: el joven Cildadán era un
noble infante irlandés sin más posesiones que la Ínsula del Infante. Sin embargo, progresó con rapidez cuando se casó
con la hija del rey Abiés. Al morir éste, heredó el trono de Irlanda y nombró a este caballero gobernador de la ínsula.
Desde entonces vive en ella cuidando de los asuntos del rey y relacionándose con todos los gigantes que viven en los
alrededores. Por eso sabe que todos ellos guardan en su memoria la muerte de sus familiares en aquella infausta
guerra entre Lisuarte y Cildadán y albergan en su interior fuertes deseos de venganza.
Amadís le agradece su prolija información y confiesa que le pesa tener que enfrentarse a un gigante de tan buena
condición y carácter. Le pregunta si está casado y tiene hijos. El caballero-gobernador le contesta que sí, está casado
con una hija del gigante Gandalac, Señor de la Peña de Galtares, y tiene un hijo de quince años. Ésto último perturba a
Amadís, pues sabe cuanto aprecia su hermano Galaor al gigante Gandalac. Le dice al caballero que algunas cosas que
le ha contado le hacen dudar de su propósito. El caballero sospecha erróneamente que le flaquea el valor. No es
verdad, pues cuando se trata de desfacer entuertos y socorrer a menesterosos nada ni nadie se le puede interponer a
Amadís.
Navegan toda la noche y a la mañana del día siguiente llegan a la Ínsula de la Torre Bermeja. A Amadís le parece una
hermosa tierra llena de espesas montañas y feraces campos y con un formidable castillo de potentes torres, en especial
la más alta y antigua de ellas, la Torre Bermeja, hecha con una rara piedra. Cuenta la leyenda que fue Josefo quien
edificó esa torre. Era hijo de José de Arimatea, el que trajo el Santo Grial a Gran Bretaña. Por aquel entonces solo
había paganos por estos lares. Josefo pobló la isla con cristianos y construyó la torre para que sirviera de cobijo y
protección a sus correligionarios. Luego llegaron los gigantes y se señorearon de la isla y de las adyacentes. De esa
manera llegó a manos de Balán. Pero la población siguió siendo cristiana aunque viviera sojuzgados por los gigantes
que eran, en su mayor parte, paganos. Los habitantes de la Ínsula de la Torre Bermeja vivían algo mejor ahora porque
Balán era un amo tolerante y benévolo y el amor que sentía por su madre lo había inclinado a la ley de Jesucristo.
Amadís le pide al caballero-gobernador que se presente ante Balán y le diga que ha regresado la dueña con un
caballero de la Ínsula Firme para vengar la muerte de su hijo y liberar a su marido e hija. El caballero-gobernador lo
hace de buen grado. Balán recibe cordialmente al caballero-gobernador, con quien mantiene unas excelentes
relaciones. El caballero-gobernador le explica su encargo. El gigante le pregunta si el caballero de la Ínsula Firme es
Amadís o alguno de sus hermanos. El caballero-gobernador no lo sabe, pero le parece un hombre bravo y apuesto. No
sabe si le ha traído a la Ínsula de la Torre Bermeja su gran valentía o la ausencia de buen juicio. Balán reitera la
promesa que le hizo a la dueña. El caballero-gobernador vuelve al barco y le cuenta lo ocurrido a Amadís.
Desembarcan. Amadís le pide al marinero que acompañaba a Darioleta que no desvele su identidad. Suben al castillo.
Encuentran al gigante desarmado en la amplia plaza ante el castillo. Balán le pregunta a Darioleta si ha traído algún
hijo de Perión. Ella responde que sea quien sea le demandará por el daño que ha causado. Amadís añade que no es
necesario que se sepa su nombre. Le exige que repare el mal que ha causado a la dueña o en caso contrario que se
prepare para luchar.
Balán se ríe en su cara y le augura una rápida muerte como castigo a su ignorante temeridad. Amadís le responde que
no ignora que se trata de uno de los gigantes más fuertes y temibles del mundo, pero ha venido a enfrentarse a él
porque su honor le obliga a defender a dueñas desvalidas. Aunque por deferencia a algunas personas que le aprecian
preferiría no tener que enfrentarse a Balán, le dice que no teme hacerlo en absoluto.
Balán concierta el combate para tres horas más tarde y le proporciona dos buenos caballos y dos lanzas. También le
permite comer y descansar. Amadís reconoce su caballerosidad y cortesía y lamenta que ese buen talante no le incline
al buen camino. Solo toma un caballo y una lanza. El resto de armas son las del hijo de Darioleta y su propia espada.
Las armas del hijo están manchadas con su sangre y espera que es sangre le de fuerzas suficientes para vencer al
gigante.
Balán se retira al interior del castillo. Amadís, el caballero-gobernador y el resto de su compaña se quedan en un
soportal de la plaza. Allí les llevan comida. Aguardan plácidamente a que llegue la hora del combate. El caballero-
gobernador escruta el rostro de Amadís buscando señales de flaqueza. Como no los encuentra, se maravilla cada vez
más. Se acerca la hora. Traen dos caballos y Amadís escoge uno y lo monta. Se sitúa en el centro de la plaza
esperando a su rival. Toda la gente de la isla se apelotona alrededor de la plaza. Los adarves y ventanas del castillo
están llenos de dueñas y doncellas. De lo alto de la Torre Bermeja suenan tres trompetas. Amadís pregunta por ese
sonido. Le explican que es la señal que anuncia la salida de Balán. A Amadís le parece una gran idea, propia de un
gran señor. Decide plagiarla y aplicarla en la Ínsula Firme cuando necesite hacer un combate singular de este estilo. Es
una forma de enardecer el propio ánimo y acobardar al contrario. Se abren las puertas del castillo y sale Balán armado
y a caballo. Se gritan los desafíos y bravatas de rigor y empieza la justa.
Balán se abalanza sobre Amadís con toda su fuerza pero con la lanza un poco baja. Su lanza impacta en la cabeza del
caballo de Amadís y la introduce hasta el pescuezo. Amadís, por su parte, acierta en pleno centro del escudo de su
rival y lo descabalga. El caballo de Amadís cae muerto al suelo. Aunque Amadís tiene la pierna atrapada bajo el
caballo, se libera rápidamente y se levanta. Balán también se ha puesto en pie, pero está algo aturdido. El lanzazo de
Amadís ha sido tan certero y potente que le ha golpeado en el centro del pecho, magullando la carne y quebrando las
ternillas.
Se enfrentan a pie, espada en mano. Amadís se protege con el escudo, pero el gigante se lanza sobre él brazo en alto.
Ésto lo hace tanto por su soberbia y exceso de bravura como por el intenso dolor que siente en el pecho. Amadís, que
lo ve venir de esa guisa, comprende que lo ha lesionado en el encontronazo. Levanta su escudo para protegerse de un
golpe desde arriba del gigante.Balán descarga el golpe con toda su fuerza y corta el escudo de arriba a abajo y un
tercio del mismo cae al suelo. Lo mismo le hubiera ocurrido al brazo de Amadís si el golpe hubiera sido más centrado.
Amadís no se arredra y contrataca antes de que el gigante se retire. Le hiere junto al codo, corta la gruesa malla y le
hiere la carne hasta la canilla. Balán, dolido del golpe, retrocede pero Amadís insiste en su ataque. Le lanza un golpe a
lo alto del yelmo que hace saltar chispas como llamaradas. Es tan fuerte que deforma el yelmo y dificulta la visión al
gigante.
El caballero-gobernador, viendo como lucha Amadís, se maravilla y asombra. No deja de santiguarse diciendo "¿De
dónde ha salido este diablo?". Darioleta le responde que si hubiera más diablos como éste, no habría cuitados ni
desvalidos ante los soberbios del mundo. Balán intenta enderezarse el yelmo. Su brazo derecho está tan débil que
apenas puede sostener la espada. Retrocede un poco más. Amadís persiste en su ataque. Lanza un nuevo golpe a la
cabeza del su rival. El gigante adivina su intención y se protege con el escudo. La espada corta el escudo hasta la
mitad y queda allí trabada. Balán contagolpea con su espada, pero, con su brazo derecho malherido, solo consigue un
débil e inocuo golpe.
Amadís intenta desenclavar su espada y tira de ella denodadamente. Balán, por su parte, tira del escudo. En un
esfuerzo supremo, Amadís rompe las correas que sujetan el escudo al brazo del gigante y se lleva espada y escudo. En
esas condiciones no puede utilizar su espada. El gigante cambia la espada de mano y se lanza en fiero contrataque.
Amadís se cubre ágilmente con su escudo pero no puede evitar que algunos golpes le alcancen la loriga y le hieran la
carne. Ciertamente, si Balán atacara con su brazo derecho, Amadís estaría en una situación muy comprometida. Pero
al usar el brazo izquierdo, sus golpes, aunque muy potentes, son poco atinados. Golpea en falso en varias ocasiones.
Amadís intenta liberar su espada: retrocede con rapidez unos pasos, arroja su escudo hacia el gigante, pone el escudo
de Balán en el suelo y apoyando sus pies en él, tira con todas sus fuerzas de la espada hasta desenclavarla. Mientras,
Balán ha recogido el escudo de Amadís. Es lo suficientemente liviano como para poder manejarlo con su brazo
derecho. La herida del codo es importante, ha perdido mucha sangre. Y el golpe en el pecho, muy doloroso, le hace
perder el resuello.
Amadís con su espada ya libre y cubierto con el escudo del gigante reanuda su ataque. Balán ve que el combate se está
decantado a favor de su rival y se defiende a duras penas. Pero el dolor que siente en el pecho es tan fuerte que pierde
el conocimiento y cae desvanecido al suelo. La gente del alcázar cree que Balán ha muerto y clama venganza. Amadía
le retira el yelmo y con la punta de la espada en el cuello le exige que repare el daño causado a Darioleta. Pero Balán
sigue inconsciente. Llega el caballero-gobernador y pregunta si el gigante está muerto. Amadís cree que no. El
caballero-gobernador le pide que no lo mate tanto por seguridad del propio Amadís como para que Balán pueda
reparar el agravio a Darioleta. Amadís está de acuerdo con él. Del castillo sale el hijo de Balán acompañado por treinta
hombres armados gritando mueras al traidor. Amadís se retira a un extremo de la plaza donde hay un angosto paso
entre peñas y se parapeta allí tras el escudo del gigante. Tres de los soldados se adelantan. Le arrojan sus lanzas que no
le hieren gracias al enorme escudo que le cubre cuerpo y piernas. El primer atacante avanza espada en mano pero
Amadís le da tal espadazo que le parte la cabeza en dos.
Llega el segundo soldado. Recibe un golpe de espada sobre el hombro y a un lado cae su brazo y al otro cae el
hombre, muerto. El resto de soldados, al ver el destino de sus compañeros, se mantienen a distancia arrojándole saetas,
piedras y lanzas. Amadís se mantiene firme en su posición bien protegido por el escudo. Mientras tanto, los servidores
de Balán han llevado al gigante al interior del castillo. Balán sigue inconsciente, como muerto. Más soldados llegan y
acosan a Amadís. Los recién llegados no han visto como Amadís acabó con los dos primeros y le atacan
temerariamente. Al primero que llega, Amadís le cercena la cabeza de un solo tajo. El resto, atemorizado, se repliega a
posiciones más seguras. Desde allí continúan arrojándole innumerables saetas y piedras.
El caballero-gobernador intercede por Amadís ante Bravor, el hijo de Balán, y le echa en cara que no respete la
palabra dada por su padre. Bravor no soporta ver morir a su padre y no poder vengarlo. El caballero-gobernador le
responde que su padre no está muerto porque Amadís no quiso rematarlo, debido al aprecio que siente por Gandalac.
El joven no sabe que hacer. El caballero le propone que mantenga cercado a Amadís sin hacerle daño hasta ver la
evolución de Balán. Podrá decidir su suerte al día siguiente. Bravor le pide consejo a su madre y a su abuela que le
dicen que mantenga a Amadís vivo hasta ver como evoluciona Balán que se va recuperando poco a poco pero sigue
semiinconsciente. La madre de Bravor sospecha que el caballero de la Ínsula Firme es Galaor o alguno de sus
hermanos. Bravor, por fin, acepta la propuesta del caballero. Ordena a sus hombres que mantengan sitiado a Amadís
pero sin atacarle hasta nueva orden. Amadís pasa la noche en vela, espada en mano, esperando la muerte. Piensa que
los hombres de Balán no respetarán su palabra. Encomienda su destino a Dios.
Libro IV, Capítulo 129 Darioleta, al ver a Amadís sitiado y al borde de la muerte, se entristece y desespera y
maldice su desventura voz en grito. Se acusa de haber llevado a una muerte segura al mejor caballero del mundo.
¿Cómo podrá presentarse ante sus padres y hermanos? De nada valdrán los servicios prestados antes. ¿Por qué no le
permitió que reuniera un grupo de caballeros en la Ínsula Firme para que le ayudaran en esta situación? Hizo las cosas
con el arrebatamiento y la liviandad propias de su femenina condición.
Así estaba lamentando su suerte en los soportales del templo. Ya ve muerto a Amadís y presos de por vida a su marido
e hija. Amadís la ve llorar desesperada desde la angostura donde se ha apostado y se apiada de ella. Siente como la
furia le crece en su interior hasta exasperarle. Piensa que si ataca ahora a sus sitiadores tendrá más posibilidades que si
espera a la mañana siguiente. Agarra la espada y embraza el escudo y se dispone a salir. El caballero-gobernador, que
está pendiente de su movimientos, adivina sus intenciones. Se acerca a él y le ruega que no ataque a sus enemigos. Le
cuenta la conversación que ha tenido con Bravor. Ha conseguido una tregua hasta el día siguiente. El caballero-
gobernador espera que para entonces Balán se haya recuperado. Está convencido de que el gigante mantendrá su
palabra. Amadís acepta el consejo y desiste de su idea de luchar. Esperará la llegada del nuevo día.
Mientras Balán sigue semiinconciente. Recupera un tanto el sentido pero no puede hablar. Solo acierta a señalarse el
pecho con gesto de gran dolor. Sus médicos lo examinan y le aplican varios remedios. La evolución del paciente s
buena y antes del alba recupera el habla. Pregunta donde está. Le dicen que en su cama. No recuerda como acabó el
combate. Tras un momento de vacilación, le cuentan que ocurrió, pues nadie se atreve a ocultarle la verdad. También
le cuentan en que situación tienen a Amadís, cercado en un extremo de la plaza. Esperan que el gigante decida su
suerte. Balán ordena que levanten el cerco y lo dejen libre. Balán llama a su hijo y le echa en cara de forma desabrida
que no haya respetado su palabra. Preferiría verse muerto antes que deshonrado.
Balán ordena que aten de pies y manos a su hijo y que se lo entreguen al caballero insulofirmeño para que haga lo que
quiera con él, ya que ha mancillado el honor de su padre. La esposa de Balán, temiendo que Amadís pueda vengarse
cruelmente de su hijo, se escabulle discretamente y va a ver al caballero insulofirmeño. Lo encuentra sin yelmo, con la
espada envainada e inclinado ante su hijo, desatándolo. La mujer reconoce a Amadís y le pregunta si sabe quien es
ella. Amadís también ha reconocido a la hija de Gandalac pero lo disimula. Ella le dice que sabe quien es: Amadís, el
hermano de su amigo Galaor. Si prefiere mantenerse en el anonimato, ella sabrá mantener el secreto. Le asegura que
Balán mantendrá su promesa como hombre de honor que es y por último, le pide piedad para su hijo.
Amadís responde que aprecia y respeta a Gandalac y a sus hijos. Por supuesto va a liberar a Bravor sin ninguna
represalia, pues Amadís solo toma venganza con quien puede defenderse, nunca con hombres desarmados. Le permite
a la mujer que desvele su identidad a Balán y que le transmita sus exigencias de que repare el agravio a la dueña. La
mujer del gigante le dice que puede acompañarla ante él sin temor y decírselo personalmente. Amadís se vuelve a
colocar el yelmo, coge espada y escudo y salen juntos. Van al castillo y los conducen al lecho de Balán. Amadís le
dice cuan quejoso está de él porque sus hombres no hayan respetado su palabra y le exige que repare el daño
ocasionado a Darioleta.
Balán responde que le pesa y le duele más ver como su hijo y sus servidores no han cumplido con su palabra
empeñada que verse vencido. Por esa razón le entregó a su propio hijo maniatado, para resarcirle de esa injusticia.
Balán está dispuesto a compensar a Darioleta, pero en lo referente a su hijo, el daño es irreparable y no sabe como
podría hacerse. Amadís le dice que libere a su marido e hija, que les devuelva sus bienes y su barco. Y a cambio de su
hijo muerto, debe cederles su propio hijo: Bravor debe casarse con la hija de Darioleta. Amadís le asegura que no es
un matrimonio tan desigual, pues además de riquezas y posesiones, los padres son gobernadores de un rico territorio
de su propio padre.
Balán le pregunta quien es su padre. El caballero insulofirmeño se presenta: es Amadís, hijo del rey Perión, el que
mató a Madanfabul, padre de Balán, aunque lo hizo para defender a un Lisuarte en peligro de muerte. Balán se admira
de la valía y bravura de Amadís. accede a liberar a los prisioneros y restituirles bienes y nao. En cuanto a Bravor, que
Amadís haga lo que quiera con él, pues no le perdona que haya mancillado su honor. Le pide, por último, que queden
como amigos. Amadís le responde que ya le considera su amigo, pues es yerno de su amigo Gandalac. Le pide que de
ahora en adelante desista de esa mala costumbre de asaltar a los visitantes. Amadís justifica a Bravor, su yerro es fruto
de su corta edad. Le pide su perdón por amor a su madre. Le aconseja que lo mande llamar y traiga a la hija de
Darioleta y que se casen inmediatamente. Balán así lo hace.
La boda se lleva a término con plena satisfacción de ambas partes, principalmente de Darioleta que ve alcanzar a su
hija un alto estatus. Este matrimonio será el origen de una saga de famosos caballeros en la Corte del rey Artús:
Bravor tendrá un hijo llamado Galeote en honor a su madre (entonces, ¿la hija de Darioleta se llama Galeota o quizás
Gala?). Galeote se casará con una hija de Galvanes y Madasima. Tendrán un hijo llamado Balán, como su bisabuelo.
Éste, aunque de estirpe de gigante, tendrá el aspecto del común de los mortales. Descendiente directo de Balán II será
Don segurades, coetáneo de Uther Pendragón y primo hermano de aquel famoso caballero de la corte artúrica que
llegó a vivir 120 años en plena forma. Hijo de Segurades y Señor de la Ínsula de la Torre Bermeja será Bravor el Brun,
que morirá a manos de Tristán de Leonís en leal combate en un encuentro que ocurrirá durante el viaje de Tristán
como escolta de Iseo la Brunda (Isolda), hija del rey Languines de Irlanda, para reunirse con su prometido, el rey
Mares de Cornualla, tío de Tristán. Hijo de Bravor será Galeote el Brun, Señor de la Luengas Ínsulas, gran amigo de
Lanzarote del Lago. Estos dos Brunes son mencionados en los libros que cuentan la historia de Tristán y Lanzarote.
Volvamos a la Ínsula Firme para ver lo que ocurrió tras la partida de Amadís: el montero va en busca de Grasandor y
le transmite el mensaje de Amadís. Grasandor abandona la caza para avisar a Oriana. Pero antes recoge el cuerpo del
caballero muerto en la playa y ordena que sea enterrado en un monasterio cercano (fundado por Amadís poco después
de su estancia en al Peña Pobre). Luego busca a Oriana y le cuenta lo ocurrido pero con alegre semblante para no
preocuparla. Oriana queda turbada unos instantes y se consuela pensando que no puede ser cosa de importancia si
Amadís no se ha marchado en compañía de Grasandor y sin despedirse de ella. Grasandor le pide perdón en nombre
de Amadís por esto último. Oriana, a pesar de todo, está muy preocupada por su marido y no sabe que hacer.
Grasandor se ofrece a salir en su busca. Oriana lo acepta encantada, aunque ahora la que se preocupa es Mabilia que
pasa la noche llorando al pensar en los peligros que pasará su amado.
Al día siguiente, tras oír misa, Grasandor zarpa en busca de Amadís. Lleva armas y caballo. Le acompañan dos
escuderos y un marinero. Navegan en la dirección que tomó Amadís pero sin saber con certeza adonde se dirigen.
Navegan dos días sin encontrar pistas.Por desgracia pasan junto a la Ínsula del Infante en plena noche y no la ven.
Pasan de largo y al día siguiente llegan a una playa y Grasandor decide desembarcar. Les parece una hermosa tierra,
llena de árboles. Grasandor se arma y monta su caballo. Sale a explorar acompañado de sus dos escuderos que van a
pie. Tras un día de marcha no encuentran a persona alguna. Los escuderos, exhaustos, opinan que es una tierra
deshabitada y creen que es mejor volver al barco. Grasandor les deja descansar y continua la exploración en solitario.
Cruza un espeso bosque en un hondo valle. Se topa con un pequeño monasterio. La puerta está abierta. Descabalga y
entra. Llega a la iglesia del monasterio y se detiene un instante para rezar. Estando allí de rodillas se le acerca un
monje de los blancos. Grasandor le pregunta como se llama esa tierra. El monje le responde que es territorio del reino
de Irlanda, pero ahora está en poder de Galifón y de sus dos hermanos que han usurpado el señorío de estas tierras.
Estos tres caballero cabalgan juntos incesantemente por el territorio. Se enfrentan a cuanto caballero se encuentran. Y
lo hacen de forma artera y desleal: los hermanos suelen ocultarse. Galifón se enfrenta en solitario al caballero. Si no
consigue vencerlo, los hermanos aparecen de súbito y entre los tres acaban fácilmente con su desprevenido rival. Ayer
mismo hicieron esto con un desventurado caballero al que dejaron quebrantado y malherido. Y lo hubieran matado de
no ser por la intervención de dos monjes que intercedieron por él y lo trajeron al monasterio. Al poco llegó otro
caballero, compañero del herido. Al conocer la desventura de su amigo partió en busca de los tres hermanos para
vengarle.
Grasandor le pide que le muestre al herido. Lo reconoce al instante: es Eliseo, primo de Landín. Eliseo también lo
reconoce y le pide que ayude a su primo. El monje le dice que Landín fue al castillo de Galifón que se encuentra en
medio de un vasto llano allende el valle del monasterio. Grasandor monta en su caballo y parte en ayuda de Landín.
Sale del valle y sube a un otero. Allí ve el castillo. Ante sus puertas está Landín, gritando. Grasandor se acerca
discretamente y se queda a poca distancia pero oculto hasta ver como le va a Landín. Del castillo sale un caballero
asaz grande y bien armado.
Tras cruzar bravatas y desafíos comienza la justa. Cruzan lanzas en varias ocasiones. Al final, ambos caen al suelo.
Continúan la lucha a pie, espada en mano. El combate es fuerte e intenso. Los golpes desprenden enormes chispazos.
Destrózanse escudos y lorigas. Poco a poco, Landín va cobrando ventaja. El otro caballero se defiende como puede y
retrocede. Pide ayuda al castillo y salen sus dos hermanos. Landín ya esperaba esta felonía y los espera firmemente
plantado. Grasandor que los ve salir, cabalga velozmente a su encuentro. Derriba a uno de ellos que, al caer, se
fractura el brazo derecho y queda tan maltrecho que ya no se levanta. El otro hermano intenta lancear o arrollar con su
caballo a Landín que ágilmente lo esquiva. Grasandor se lanza en pos del jinete mientras Landín acaba con Galifón
con facilidad. Su hermano, cuando ve vencido a Galifón, abandona el combare y huye hacia el castillo. Grasandor lo
persigue. El caballero está tan aturullado por la persecución que no acierta a pasar por el puente levadizo y cae con su
caballo al foso que rodea el castillo y muere ahogado. Landín se acerca para conocer a su aliado: Grasandor le revela
su identidad. Se abrazan emocionados. Vuelven para ver si Galifón y su otro hermano están vivos o muertos.
Mientras caminan hacia los vencidos se van contando sus peripecias desde la última vez que se vieron en la Ínsula
Firme. Landín le relata como partió con sus compañeros a la conquista de Sansueña y el reino Arábigo. Cuando
llegaron a éste último, descubrieron que un sobrino del rey Arábigo había tomado el poder. Se enfrentaron a su
ejercito y lo derrotaron fácilmente. Tras la conquista del reino Arábigo, Landín y su primo Eliseo emprendieron el
retorno a Irlanda. Se detuvieron en la Ínsula del Infante donde les contaron que hasta allí llegó un caballero que
acompañaba a una cuitada dueña y su intención era dirigirse a la Ínsula de la Torre Bermeja a enfrentarse con Balán.
Entonces no lo supieron, pero con la historia de Grasandor descubren que se caballero es Amadís. Después de la
Ínsula del Infante, Landín y su primo llegaron a estas tierras. Al desembarcar se toparon con una doncella que les
pidió auxilio: su marido estaba preso en una torre. Acompañaron a la mujer. Por el camino se encontraron con
Galifón. Eliseo le dijo a su primo que continuara el camino con la doncella mientras él se detenía para enfrentarse al
desafiante caballero. Landín siguió con la doncella hasta llegar a la torre. El dueño de a torre resultó ser un viejo
amigo de Landín, antiguo camarada de juveniles andanzas caballerescas. Landín le afeó su conducta y le pidió que
liberara al caballero prisionero. Su viejo amigo lo hizo de inmediato. Landín le recomendó que en el futuro se
abstuviera de cometer estos actos contrarios al correcto proceder de un buen caballero. Una vez solucionado el
conflicto, Landín se despidió de todos y volvió sobre sus pasos.
Landín llegó al monasterio y encontró a su primo malherido tras su desafortunado encuentro con los tres hermanos.
Eliseo le contó como fue atacado a traición por do hombres cuando mantenía una igualada lucha con Galifón. Landín
partió en busca de venganza con el resultado que ya conocemos. Examinan a Galifón y a su hermano. No están
muertos. Los cargan en sendos palafrenes y regresan al monasterio. Allí decidirán la suerte de los prisioneros según
sea la evolución de Eliseo. Lo encuentran bastante restablecido.
Galifón, que ya ha recobrado el sentido, implora perdón a Landín. Éste le reprocha su conducta y le pregunta la razón
de su deslealtad. Galifón responde que ha sido la codicia por señorear. Pero está arrepentido y le pide que medie por
ellos ante Cildadán. Landín accede a dejarles libres si le prometen que de ahora en adelante cumplirán estrictamente
las leyes de la caballería y que antes de veinte días se presentarán ante Cildadán. Galifón se lo promete y le agradece
su benevolencia. Al día siguiente, tras la misa de rigor, Grasandor se despide de Landín y de Eliseo y vuelve a su
barca. Se dirigen a la Ínsula del Infante. Allí les recibe el caballero-gobernador que ya ha retornado a su casa. Les
cuenta las andanzas de Amadís por la Ínsula de la Torre Bermeja. Les ofrece un marinero que les guíe allí. Llegan sin
novedad. Preguntan por Amadís y son recibidos por él mismo con alegría y emoción. Se cuentan las novedades,
noticias sobre Oriana, etc... Como Amadís está todavía convaleciente de sus heridas y Grasandor está hasta la
coronilla de tanta navegación, deciden quedarse en la Ínsula de la Torre Bermeja para descansar cuatro o cinco días
antes de volver a la Ínsula Firme.
Libro IV, Capítulo 130 Amadís y Grasandor descansan unos días en la Ínsula de la Torre Bermeja en amistosa
compañía. Amadís siempre con la mente puesta en su amada Oriana...[aquí viene una pequeña disgresión sobre los
amores verdaderos y honestos] Ambos salen a dar su habitual paseo matutino y llegan a una alta peña. Desde allí ven
arribar una nao al puerto. Piden informe sobre ella. Les dicen que se trata del mayordomo de Madasima. Viene de
estar con Galaor y Galvanes. Amadís, ansioso por tener noticias de su hermano, baja rápidamente a recibirlo. El
mayordomo se llama Nolfón. Se sorprende mucho de encontrar a Amadlis en la Ínsula de la Torre Bermeja, porque
conocía de su enemistad con Balán (es de todos conocido que Amadís mató a su padre). Nolfón le pregunta como es
posible que esté en este lugar tan plácidamente. Amadís le dice que ya le contará pero antes quiere saber como les va a
Galaor y Galvanes. Nolfón le cuenta como Galaor y Dragonís reclutaron gente de Sobradisa mientras Galvanes lo
hacía en la ínsula Mongaza. Acordaron reunirse en un islote llamado la Peña de la Doncella Encantadora. Amadís ya
conocía esta isla por Gavarte del Val Temeroso, que había pasado junto a ella. Gavarte, en aquel tiempo, estaba
enfermo y su estado le impidió visitarla, pero le contaron que está llena de prodigios y los que la probaron "fallecían
de la acabar"(?).
Nolfón le cuenta que en esa isla vivía una doncella, señora de la peña, ducha en artes mágicas y de nigromancia. En
ella moraba, rica y hermosa. Durante muchos años la isla era frecuentada por numerosas embarcaciones que hacían el
trayecto desde Irlanda, Noruega y Sobradisa hasta las Ínsulas de las Landas y la Profunda Ínsula. La doncella, gracias
a sus mágicos poderes, retenía todos estos barcos con encantamientos. Tomaba cuanto le apetecía de lo que
transportaban y retenía cuanto quería a los caballeros que en ellos viajaban. Para entretenerse les obligaba a luchar
entre ellos, forzándoles en ocasiones a morir en el combate.
Pero la maldad de la doncella tuvo su merecido castigo. La mujer prendose de uno de los caballeros que retenía, un
hermoso y valiente joven de veinticuatro años natural de Creta. La doncella, perdidamente enamorada, lo hizo Señor
de la isla y de su persona. Durante un tiempo disfrutaron de su relación: ella por el amor, él por los beneficios
materiales y el lujo que ella le proporcionaba más que por el disfrute de la doncella que era más bien fea. Con el paso
del tiempo, el cretense comenzó a aburrirse de vivir en tan apartada isla y le vinieron deseos de abandonarla. Para
conseguir que la doncella le liberara del encantamiento que lo mantenía prisionero, comenzó a mostrarse cada vez más
enamorado y apasionado. Así ella creería que no eran necesarios más embrujos que lo mantuvieran a su lado. Tanto
porfió y tan bien hizo el engaño que convenció a la doncella de la intensidad y verdad de su amor. Ella le liberó del
yugo mágico. Una tarde, cuando visitaban una alta peña en su habitual paseo romántico, el caballero empujó a la
doncella que se precipitó al abismo y murió despeñada. Luego, el caballero arrambló con cuanto pudo llevarse y partió
de vuelta a Creta. Los moradores de la isla también la abandonaron y ésta quedó desierta. El cretense, sin embargo, no
pudo llevarse un tesoro por estar encantado. El tesoro quedó escondido en una cámara secreta. Desde entonces muchos
han querido entrar en ella y apoderarse del tesoro, pero nadie lo ha conseguido. La cámara está cerrada con herméticas
puertas. Sobre ellas, en letras rojas como sangre, puede leerse que las puertas se abrirán si alguien es capaz de sacar
una espada que está clavada hasta la empuñadura en esa puerta.
Mientras escuche el relato de Nolfón, a Amadís le vienen deseos de visitar la Isla de la Doncella Encantadora y ser el
primero en entrar el la cámara mágica. Sin embargo, su prioridad son sus amigos y le pide al mayordomo noticias
acerca de ellos. Nolfón le cuenta como partió la flota hacia la Profunda Ínsula una vez agrupada en la Peña de la
Doncella Encantadora. Fueron descubiertos antes de llegar y no pudieron aprovechar el factor sorpresa. Un primo del
difunto rey de la Profunda Ínsula había tomado el poder y organizado la defensa. El ataque naval sobre las
fortificaciones de tierra fue violento, intenso y sangriento. Tras grandes esfuerzos consiguieron desembarcar. Ya en
tierra, Galaor, Galvanes y Dragonís hicieron estragos entre las filas enemigas que carecían de jefes competentes, pues
los caballeros principales habían caído muertos o prisioneros en la batalla de Luvaina. Galaor fue de los más
destacados en el combate. Consiguió enfrentarse con el primo del difunto rey de la Profunda Ínsula y lo mató. Al verse
sin líder los soldados profundoisleños no tardaron en rendirse. Antes de ocho días toda la ínsula había sido
conquistada y Dragonís, nombrado nuevo rey. Enviaron a Nolfón para que informara de las buenas nuevas a Briolanja
y Madasima. Nolfón se había desviado para recalar en la Ínsula de la Torre Bermeja para visitar a la otra Madasima, la
tía de la mujer de Galvanes y esposa de Balán.
Amadís se alegra por tan buenas noticias. Le pregunta al mayordomo si sabe algo de Cuadragante y Bruneo. Nolfón le
cuentan que encontraron en la Profunda Ínsula a varios refugiados de la ciudad de Arabia y de las Ínsulas de las
Landas. Esta gente había huido de una gran batalla ocurrida entre las fuerzas de Cuadragante y Bruneo y las del
sobrino del rey Arábigo. Todos juntos suben al castillo. Visitan a Balán que todavía está convaleciente en su lecho.
Amadís le anuncia su pronta partida y le encarece que restituya a Darioleta y a su marido bienes y barco para que
puedan viajar a la Ínsula Firme. También le pide que permita que Bravor viaje con ellos. En la Ínsula Firme conocerá
a otros donceles de su edad y aprenderá a ser un excelente caballero.
Balán accede a todas sus peticiones, reafirma su estima por él y expresa su deseo de visitar él mismo la ínsula Firme
en cuanto se recupere. Amadís recibe encantado sus palabras y se despide esperando verle pronto en su señorío. Pero
Balán tardará en cumplir su promesa. Conocerá que Cuadragante y Bruneo han puesto sitio a la ciudad de Arabia.
Reunirá un pequeño ejército y acudirá en su ayuda. Como veremos más tarde, su intervención será decisiva.
Amadís y Grasandor abandona la Ínsula de la Torre Bermeja. Amadís le pide a Nolfón un guía que les lleve hasta la
Peña de la Doncella Encantadora. El mayordomo se lo proporciona gustosamente y parte a su vez con destino a
Anteína. Amadís y Grasandor encuentran buen tiempo en su travesía. Al sexto día de navegación llegan a la Peña de la
Doncella Encantadora. Encuentran fondeado un navío pero no hay nadie a bordo. Suponen que todos han
desembarcado en la isla. Amadís le dice a Grasandor que quiere subir a la Peña y ver con sus propios ojos todo lo que
les contó Nolfón. Le pide a Grasandor que le espere en el barco. Cree que llegará a lo alto de la peña antes del fin del
segundo día. Desde allí podrá hacerle señales. Si no lo hace antes de tres días, Grasandor podrá hacer lo que crea más
conveniente. Pero Grasandor no quiere quedarse en el barco y se empeña en acompañarle. Amadís lo acepta.
Después de comer y pertrechados con sus pesadas armas, comienzan la ascensión. Deben ir a pie pues el camino es
imposible para los caballos. La senda está tallada en la roca pero es áspera y dura. Ascienden la mayor parte del día.
Encuentran una pequeña edificación de aspecto similar a una ermita. En su interior descubren una pequeña figurita
que sostiene entre sus manos una tabla donde está escrita en caracteres griegos la historia de la doncella encantadora:
hija de un sabio griego natural de Argos y llamado Finetor. La educó en las artes mágicas y la nigromancia. Ya han
pasado doscientos años desde entonces. Se cuentan más detalles de la vida de la doncella que no voy a referir para no
resultar tedioso.
Tras entrar en la ermita, Amadís y Grasandor descansan exhaustos en un poyete de piedra. Una vez recuperados se
levantan para contemplar la bella imagen. Ven las letras. Amadís que conoce el griego gracias a las enseñanzas de
Helisabad, va traduciendo el texto. Amadís, debido a sus andanzas, es políglota. Por ejemplo, domina el alemán.
Amadís lee en voz alta la inscripción: "La isla florecerá y será señoreada por un poderoso rey y una señora dueña de
otros reinos y caballeros..." [...]
Amadís le dice a Grasandor que se trata de una antigua profecía pero calla su creencia de que tal vez se refiera a él y a
Oriana. Reanudan la ascensión con la idea de alcanzar la cima antes de que caiga la noche. No lo consiguen. Tienen
que acampar bajo una peña. Pasan la noche charlando de sus asuntos, de sus esposas, de sus amigos,... El deseo de
Amadís es acudir en ayuda de sus amigos Cuadragante, Bruneo y Agrajes, pero teme disgustar a su esposa. Grasandor
le recuerda que ya la dejó muy preocupada tras su precipitada marcha con Darioleta. Es mejor, pues, que vuelva
primero a la Ínsula Firme y tranquilice y conforte a su esposa. Amadís acepta su consejo.
Llega el alba. Prosiguen la marcha. Ya queda poco. Llegan por fin a la cima. Encuentran un extenso llano con varios
edificios en ruinas. Encuentran un hermoso arco semiderruido con una imagen tallada en piedra de una doncella. En la
mano izquierda lleva una péndola y en la izquierda, una tabilla con algo escrito. Es un rótulo escrito en griego que
dice: "La verdadera sabiduría es la que sirve ante los dioses. La que sólo sirve ante los hombres es sólo vanidad".
Amadís se lo traduce a Grasandor. Luego, reflexiona en voz alta sobre lo poco que aprovechan los hombres los dones
que Dios les da. Se pierden en asuntos mundanos y terrenales y descuidan lo prioritario: alcanzar la salvación.
Atraviesan el arco y entran en un corral donde hay varias fuentes. Junto a ellas, las ruinas de varios edificios. Entre las
ruinas descubren varios orificios: las madrigueras de las sierpes. Avanzan entre las ruinas, escudo en mano. Atraviesan
el corral y llegan a una gran sala abovedada.
Al fondo de la sala encuentran unas puertas de piedra herméticamente cerradas. Hay una espada clavada entre ellas
hasta la empuñadura. Comprenden que han llegado a las puertas de la cámara mágica. La empuñadura de la espada es
de un material desconocido, como hueso transparente y rojo como un rubí. En la parte derecha de las puertas hay una
letras de color rojo sangre; en la izquierda, unas letras blancas. Éstas últimas están en latín y dicen: "No vale maña ni
fuerza para sacar la espada. Solo lo logrará el caballero que tenga escritas en su pecho las letras rojas que se leen en la
puerta". Amadís comprende que ese caballero es su hijo Esplandián. Le pregunta a Grasandor, que responde que
entiende las letras blancas pero no las rojas. Amadís le pide que haga memoria y Grasandor también cae en la cuenta
de que habla de Esplandián. Grasandor propone regresar y permitir que Esplandián acabe la aventura en el futuro.
Antes de regresar Amadís propone explorar los alrededores de la cámara para descubrir si existe otra entrada: no la
encuentran.
Avanzan por el llano por una zona de fuentes y albercas. Hay casitas con imágenes de metal o piedra. De pronto
aparece ante ellos un caballero armado y les pregunta si son de la Ínsula Firme. Responden que sí. Al caballero le han
informado de su presencia los marineros del barco de Amadís. Busca a otro caballero que ha ultrajado a una doncella.
Le preguntan su nombre. Tras un instante de reticencia, el caballero se quita su yelmo: es Gandalín. Amadís corre a
abrazarlo efusivamente. Gandalín lo reconoce a su vez y se arrodilla para besarle las manos. Amadís no se lo permite.
(¿pero hay alguien en esta obra que deje que le besen las manos postrados de hinojos?). Amadís le pregunta como ha
llegado hasta ahí. Gandalín cuenta como acabó brillantemente la campaña en el reino Arábigo donde acompañaba a
Agrajes. Tras vencer al sobrino del difunto rey Arábigo, entraron triunfalmente en la capital, Arabia. Estando allí llegó
una dueña enlutada y se postró ante Agrajes pidiéndole ayuda. Le dijo que era noruega, como Olinda, la mujer de
Agrajes. Por esa razón recurría a él. Su hija había sido raptada por un malvado caballero, el Señor de la Gran Torre de
la Ribera porque la dueña no permitió su matrimonio. El marido de la noruega es primo hermano de don Grumedán.
Agrajes le preguntó por que no acudía a la justicia real. La dueña le contó que el rey era débil y viejo, incapaz de
gobernar con tino.
El caballero de la Gran Torre de la Ribera estaba a tan solo dos días de viaje desde allí. Gandalín se ofreció a
acompañarla y rescatar a su hija. Agrajes estuvo de acuerdo. Gandalín partió con la dueña. Después de dos días de
viaje, Gandalín y la dueña llegaron a la torre. Gandalín exigió al caballero que liberara a la doncella. El caballero salió
a luchar. Era grande y llevaba armas jaldas. Salió increpando con voz tonante a Gandalín: "¡Caballero amenazador y
de poco seso! ¿Qué buscas?" Gandalín le reclamó de nuevo la liberación de la doncella. El caballero se negó.
Lucharon. Fue un combate duro y largo. Lucharon casi todo el día, pero al final Gandalín consiguió imponerse. Ya
tenía a su rival tendido a sus pies implorándole el perdón. De nuevo Gandalín le exigió que liberara a la doncella y
que jurara que no volvería a retener a ninguna otra contra su voluntad. El caballero lo prometió. Gandalín le permitió
que entrara en la torre y trajera a la doncella, pero el felón traicionó su confianza y escapó por la puerta de atrás,
llevándose a su prisionera consigo. Montaron en un batel y ya desde el mar le gritó a Gandalín. Trataba de justificar su
vil acción, voz en grito, por el amor que sentía por la doncella, razón por la que no quería devolvérsela a su madre. A
continuación comienzó a remar y se alejó con rapidez. Gandalín quedose mohíno y chasqueado. La madre lloraba
desesperada. Le echó en cara que se hubiera dejado engañar tan cándidamente. Ahora estaban peor que al principio,
pues antes, por lo menos, la madre conocía el paradero de su hija. Gandalín, avergonzado y abrumado por el
sentimiento de culpa, le prometió a la dueña que le devolvería a su hija, sin cejar en su empeño hasta conseguirlo. Le
pidió que le cediera la barca y a un marinero para salir en persecución de la pareja. La dueña, algo consolada por la
propuesta de Gandalín, accedió. Gandalín inició la búsqueda. Tras cinco días de navegación encontró a unos
pescadores que le informaron que el caballero y la doncella iban rumbo a la Peña de la Doncella Encantadora. Allí se
dirigió Gandalín. En la cala de la isla encontró el batel vacío del caballero y el barco de Amadís. Sospechó que el
caballero había desembarcado en la isla para esconderse. Empezó a buscarlo hasta que se topó con Amadís y
Grasandor.
Amadís, por su parte, también le cuenta sus andanzas. Deciden buscar al caballero entre los tres. Registran la ruinas
hasta encontrar, al poco, a la pareja en un baño (?). El caballero sale de la mano de la doncella y les pregunta que
quieren. Gandalín le increpa por haberle engañado. El caballero reconoce su mala acción pero se justifica por el gran
amor que siente por la doncella. Amadís comprende sus motivos, pero le recuerda que tiene que dar satisfacción a la
madre de la doncella. El caballero reconoce su culpa y se compromete a presentarse ante la dueña para pedir la mano
de su hija. La doncella está conforme con casarse con él. Amadís le pregunta a la doncella que confirma la versión del
caballero: ha decidido casarse con él porque ha constatado cuanto amor siente por ella. Amadís le dice a Gandalín que
acompañe a la pareja ante la dueña y que intente mediar para que el matrimonio pueda llevarse a cabo.
Inician juntos el descenso. Esa noche la pasan en la ermita de la imagen de metal. Para cenar, comparten los alimentos
que llevaba la pareja. A la mañana siguiente llegan a orilla del mar. Amadís y Grasandor se despiden de Gandalín y le
piden que transmita sus saludos y ofrecimiento de ayuda a Agrajes. Gandalín parte con la pareja y van a ver a la
dueña. Entre la hija y Gandalín consiguen convencer a la noruega que, al fin, consiente en que se celebre el
matrimonio.
Después, Gandalín vuelve junto a Agrajes y le cuenta las nuevas sobre Amadís. El sitio de la ciudad ha evolucionado
favorablemente. Los combates se han saldado con grandes pérdidas entre los sitiados. Han llegado también Galaor y
Galvanes. Vienen de coronar como nuevo rey de la Profunda Ínsula a Dragonís. Galaor, ya recuperado de su
enfermedad, está pletórico y dispuesto a las más grandes hazañas. No hay nada con lo que disfrute más que con las
actividad caballeresca. Mientras, Amadís y Galaor continúan viaje hacia la Ínsula Firme. llegan sin novedad.
desembarcan y se detienen a orar en el monasterio que al pie de la peña estaba. En eso estaban cuando aparece una
dueña enlutada acompañada por dos escuderos. ella sabe que es Amadís. Cuando éste sale del monasterio, ella se
arrodilla ante él y le cuenta llorando su desventura. Le agarra la falda de la loriga impidiéndole andar. Amadís le
pregunta quien es y que quiere de él. Ella le responde que solo le dirá su nombre si le promete su ayuda: su marido ha
caído en manos de su más tenaz enemigo y sólo Amadís puede liberarlo. Amadís acepta ayudarla. Ella, entonces, le
dice que es la esposa de Arcaláus el Encantador, prisionero del propio Amadís. Puesto que lo ha prometido, le pide
que libere a su marido. Amadís se queda muy turbado y confundido. La astuta mujer lo ha engañado arteramente.
Amadís, en un principio, está decidido a mantener prisionero a Arcaláus pero su palabra le obliga y decide liberarlo,
aunque declara a la mujer que lo hace en contra de su voluntad. Montan a caballo para ir al castillo. Oriana y Mabilia
se alegran de su regreso. Les reciben con grandes muestras e amor y cortesía. Amadís aloja a la mujer de Arcaláus.
Al día siguiente, tras oír misa, la mujer le pide a Amadís que cumpla con su palabra. Van al alcázar donde está el
prisionero, encerrado en una jaula de hierro. Amadís no lo ha vuelto a ver desde Luvaina. Lo encuentran vestido con
una aljuba de pieles, regalo de Gandales a Amadís, y leyendo de ejemplos y doctrina sobre la adversa fortuna.Tiene
larga y canosa barba, cuerpo grande, feo rostro y gesto sañudo. Las damas se espantan al contemplarlo. Arcaláus, al
notar su presencia, levanta la mirada y la clava en su mujer, pero no dice nada. Amadís le pregunta si la conoce.
Arcaláus responde que sí. Amadís le dice que tras hablar con ella ha decidido liberarle. Arcaláus le contesta que si su
decisión es libre y espontánea, se lo agradecerá eternamente, pero si no ha sido así, no puede agradecérselo, porque las
buenas obras si son forzadas, no son de mucho mérito. Amadís, honrado hasta las últimas consecuencias, le cuenta
como ha sido engañado por su esposa. Arcaláus le dice que si le hubiera liberado en Luvaina cuando le suplicó que se
apiadara de él, se lo hubiera agradecido de por vida, hubiera sido su leal amigo hasta la muerte. Pero al hacerlo ahora,
tarde y obligado por el engaño de su mujer...[...]
Amadís entiende que siga odiándolo y que le desee todos los males, pero le pide que, al menos, deje en paz a sus
amigos que nada le han hecho. Arcaláus responde que no sabe lo que hará en el futuro. Ha hecho tantas maldades que
ya no espera el perdón divino y por tanto, ya no vale la pena que cambie de actitud. Además, como su liberación, fruto
de una añagaza se hace en contra de la voluntad de Amadís, no siente ninguna obligación hacia él. Las damas se
horrorizan al escuchar al prisionero y le suplican a Amadís que no lo suelte, pero éste se mantiene firme en su
decisión.
Esa noche encierran a la mujer con su esposo en al jaula. Al día siguiente, Amadís ordena que liberen al matrimonio.
Los hijos de Ysanjo escoltan a la pareja. Abandonan la Ínsula Firme y los custodian hasta Valderín, donde los liberan
definitivamente. Antes de que se vayan, Arcaláus les da un mensaje para Amadís:"Solo se meten en jaulas a animales
salvajes y no a caballeros. Me vengaré de esta humillación y de nada te valdrá la ayuda de esa puta Urganda".
Entretanto han llegado a la ínsula Firme Darioleta y su familia con su flamante yerno Bravor y son recibidos con
alegría.
Retrocedamos en el tiempo para ver lo ocurrido a Balán. A los quince días de la partida de Amadís y Grasandor, Balán
ya estaba recuperado y pudo abandonar el lecho. Dio joyas y un barco a Darioleta que partió con su familia y Bravor
hacia la Ínsula Firme. Balán reunió una pequeña flota bien aparejada y partió hacia el reino Arábigo. Tras diez días de
navegación arribó a Licrea, pequeño puerto arábigo. Allí supo que Galvanes y Galaor tenían sitiada la ciudad de
Arabia. Desembarcó su ejército y marcharon a reunirse con los sitiadores. Galaor y Galvanes, al conocer su llegada,
salen a recibirlo. Ya conocían lo pasado con Amadís por mediación de Gandalín. Aunque el señorío de Galaor,
flamante rey de Sobradisa, es mayor que el de Galvanes, aquel le permite cabalgar por delante en deferencia a su edad,
su linaje y su buena condición. Llega Balán y se dirige a Galvanes, a quien no conoce. Le pregunta si es Galaor.
Galvanes le dice que no y se presenta. Balán le abraza emocionado (recordemos que están emparentados politicamente
gracias a las dos Madasimas). Galaor llega riendo y le dice que es a él a quien busca. Balán lo reconoce pues es muy
parecido a Amadís, aunque Galaor es un poco más alto y Amadís algo más espeso(?). Los tres se abrazan y van juntos
al real. Galvanes acomoda a Balán en su propia tienda.
Libro IV, Capítulo 131 Cuando se enteraron de la llegada de Balán, los principales caballeros que participaban en al
campaña acudieron a darle la bienvenida. Así, llegaron Agrajes, Cuadragante, Bruneo, Angriote, Gavarte del Val
Temeroso, Brián de Monjaste y otros muchos caballeros de gran prez. Balán había sido alojado en la tienda de
Galvanes que era la más rica y bien obrada de cuantas había en el real. Era la tienda de Madasima que la había
heredado de su padre Famongomadán. El gigante la montaba una vez al año en una vega frente a su castillo. Allí se
sentaba en un rico estrado y recibía el homenaje de sus súbditos. Sus vasallos desfilaban ante él y le besaban la mano
como si fuera el rey de Gran Bretaña. Tanto le dominaron estas ínfulas de grandeza que exigió a Lisuarte la mano de
Oriana para su hijo Bagasante. En el Libro II se cuenta con detalle cuán desastrosamente acabó todo: con la muerte de
Famongomadán y de Bagasante a manos de Amadís.
Balán recibe a los caballeros desarmado y vestido con una capa jalde con rosas de oro bordadas. Causa una gran
impresión entre los presentes pues es grande, hermoso, todavía joven y distinto a otros gigantes que son de natural
desabridos y soberbios. Enseguida se gana el aprecio de sus nuevos aliados que ya conocían su gran fama de gran
guerrero. Balán toma la palabra y les dice a los caballeros que no se sorprendan de verle allí como aliado. Algo ha
ocurrido que le ha empujado a ponerse de su lado. Les recuerda que su padre, Madanfabul, murió a manos de Amadís
durante la guerra entre Cildadán y Lisuarte. Esa era la razón por la que juró vengarse de Amadís. El destino había
conducido a Amadís a su señorío. Se habían enfrentado y Balán había sido vencido pero tratado con la mayor cortesía.
Así, esa enemistad de años se había trocado en amistad verdadera. Y en honor a esa nueva amistad había venido a
ayudarlos en su campaña bélica. Los caballeros insulofirmeños ya conocían algo del combate entre Balán y Amadís
gracias a los informes de Gandalín. Ahora Balán les ofrece los detalles que aún desconocían.
Agrajes le agradece a Balán su ayuda pero en un largo, farragoso y enrevesado discurso justifica a su primo por la
muerte de Famongomadán, aplaude las acciones de Balán para honrar la memoria de su padre y le felicita por haber
zanjado el asunto al reconciliarse con Amadís. Balán le responde que, aunque no necesitaba ningún amonestamiento,
le agradece a Agrajes que lo haya hecho (suena un poco irónico, ¿no?) y ya que su objetivo inmediato es hacer causa
común en la conquista del reino Arábigo lo mejor será olvidar las afrentas pasadas.
Galvanes propone que todo el mundo vuelva a sus respectivas tiendas para cenar y dormir y dejar para mañana
siguiente la deliberación sobre lo que hay que hacer. Juntos quedan Galvanes, Galaor y Balán que cenan en amigable
compañía. Tras la cena Galaor se retira a dormir a su tienda. A la mañana siguiente, Balán le propone un paseo a
caballo a Galvanes para ver el sitio y estudiar los puntos más débiles de la fortificación. Galvanes invita a Galaor a
que se una a ellos. Circundan la ciudad y ven que comprueban que está fuertemente defendida con altas torres y recios
muros, como corresponde a la capital del reino.
Tras la inspección ponen en común sus impresiones. Galaor opina que la fortaleza viene principalmente del corazón
de los hombres y no del grosor de sus murallas. Si consiguen doblegar su ánimo, de poco les servirán las barreras
físicas. Los tres se acercan al lugar donde están Cuadragante y Bruneo. Todos se acercan a la tienda de Agrajes. Desde
allí les sale al encuentro Enil que trae un mensaje de Agrajes para Balán: quiere que el gigante se entreviste con el rey
Arábigo que está preso en la tienda de Enil. El rey Arábigo, al conocer la noticia de que Balán está allí, ha solicitado
una entrevista con él. Todos van a la tienda de Enil. Balán entra en ella para ver al prisionero. Mientras, Galaor y
Galvanes siguen su camino para reunirse con Bruneo. Balán encuentra al rey Arábigo vestido con ricos paños y
tapetes pero cargado de grilletes, tan pesados que le impiden dar un solo paso. Balán se arrodilla ante el rey y quiere
besarle la mano. El rey se lo impide y lo levanta (¿de qué me suena esto?) y le abraza emocionado.
El rey Arábigo recuerda entre sollozos lo imponente que era antaño cuando visitaba al padre de Balán, para verse
ahora vencido y preso. El rey termina por callarse, embargado por la emoción y el llanto. Balán le dice que comprende
el abatimiento que siente al verse en esta situación. Él mismo podría sentirse igual, pues después de haber jurado
venganza contra el caballero que mató a su padre, se ha visto derrotado y sometido por esa mismo hombre. Pero a
pesar de todo, lo ha podido enmendar un tanto, pues se han convertido en aliados leales e, incluso, en amigos. Le
recomienda al rey que intente llegar a algún tipo de concordia. El rey le contesta que perdiendo su reino no va a
conseguir concordia. Balán le responde que debe contentarse con lo que buenamente pueda obtener.
El rey Arábigo prefiere la muerte antes de verse menguado y deshonrado. Balán opina que la muerte es lo único que
no tiene remedio. Si vive, siempre tendrá la oportunidad de resarcirse de tanta pérdida. El rey Arábigo se convence. Le
pide al gigante que le asesore sobre la actitud que debe adoptar. Balán acepta ayudarle. Se despide del rey y vuelve
con Enil a la tienda de Bruneo. Allí lo encuentra en compañía de Galaor, Galvanes, Agrajes y otros muchos caballeros.
Les cuenta su conversación con el rey Arábigo. Avisan a Brián, Cuadragante y Angriote. Una vez todos reunidos,
Balán les cuenta detalladamente su charla con el rey prisionero. Les propone que le cedan al rey una de las ínsulas de
Landas, la más apartada, a cambio de la rendición incruenta del reino Arábigo. Así podrán concentrarse en la
conquista de Sansueña, que se presenta dura y áspera.
A todos les parece bien la propuesta de Balán y se maravillan de ver tanta discreción en un gigante, que son de natural
soberbios y poco razonables. Como sabemos, su carácter se debe a la influencia de su madre Madasima y de un sabio
griego que su madre trajo para su instrucción.
Todos están de acuerdo con la propuesta. Balán vuelve a hablar con el rey Arábigo y firman el pacto: el rey se
compromete a entregar sin más resistencia todo su reino a Bruneo que será coronado como nuevo rey Arábigo. Para el
ex-rey le quedaría la más alejada de las Ínsulas de Landas, la llamada Liconia, situada en la parte del cierzo. allí podrá
gobernar con independencia a su voluntad y llamarse rey de Liconia. El sobrino del ex-rey acepta la rendición y todo
se lleva a cabo sin problemas. Bruneo es coronado nuevo rey Arábigo en una gran ceremonia con gran alegría de sus
camaradas y también de sus nuevos súbditos que reconocen su bondad y valía.
Tras unos pocos días de descanso los expedicionarios parte hacia Sansueña para completar la conquista. Se dirigen a
Califán, importante ciudad sansona. Los de Sansueña ya conocen la derrota del rey Arábigo y la conquista de su reino.
Se preparan para una gran batalla reuniendo una enorme cantidad de caballeros y peones. Salen al paso de los
expedicionarios antes de que lleguen a Califán. La batalla es terrible, con gran número de muertos y heridos. Destacan
en la lucha Balán y sus hombres.Al final los sansones son derrotados definitivamente. Sufren tan grandes pérdidas que
ya no tienen suficientes soldados como para defender las plazas y toda Sansueña cae con facilidad en manos de los
insulofirmeños. Cuadragante es nombrado nuevo Señor de Sansueña. Volvamos con Lisuarte, pues hace mucho que
no sabemos nada de él.
Libro IV, Capítulo 133 Después de asistir a las bodas de sus hijas, el rey Lisuarte regresó a su reino. Se dirigió a
Fenusa, puerto de mar con feraces cotos de caza donde solía holgar con frecuencia. Allí pasó un tiempo recuperándose
de los trabajos pasados. Dedicaba sus momentos de ocio a la caza y otros placenteros entretenimientos. Pero pronto se
cansó de estas actividades. El recuerdo de tiempos pasados le obsesionaba. Recordaba aquella época cuando su corte
acogía a la flor y nata de la caballería, lo que redundaba para él en fama mundial, honor y loores. Y aunque su edad y
su cuerpo ya le demandaban sosiego, no ocurría lo mismo con su mente, acostumbrada a esas glorias y halagos.
Comparaba los triunfos pasados con la amargura actual hasta trastornarse y deprimirse. Y lo que más le hundía su
ánimo era constatar cuanto había menoscabado su honra su enfrentamiento con Amadís y como era vox populi que lo
había resuelto más por necesidad que por virtud. La depresión le tornó en un ser triste, meditabundo y huraño.
Tenía por costumbre, tras la misa matutina de rigor, salir de caza por el bosque acompañado por un único ballestero.
Un día, en su acostumbrada salida, se encuentran con una doncella que huye montada en un palafrén y dando gritos de
auxilio. Se acercan a ella para ver que le pasa. Ella le pide a Lisuarte ayuda para su hermana porque un hombre quiere
violarla. El rey le pide que les guíe hasta donde está ella. Cabalgan rápidamente y dejan atrás al ballestero que va a
pie. Al cabo de un rato llegan a un lugar donde un hombre tiene sujeta de los cabellos a una doncella e intenta
derribarla. El rey corre hacia la pareja y le grita al hombre que suelte a la doncella. Éste, cuando ve venir al rey, libera
a la muchacha y huye por entre la densa vegetación. El rey le persigue a caballo pero las ramas le impiden avanzar con
rapidez. Descabalga y continúa la persecución por el bosque. Llegan a un claro en cuyo centro hay una tienda
montada. El hombre que huye se mete en ella. Lisuarte, que le sigue los pasos de cerca, lo ve y también se encamina a
la tienda. Dentro encuentra a una mujer y al hombre huido que se esconde tras ella. Lisuarte le pregunta a la mujer si
ése es hombre de su compaña, le acusa de intento de violación y le exige que se lo entregue para hacer justicia. La
dueña le invita a entrar para que le cuente con detalle lo sucedido, ya que ella se solidariza con la doncella. Pero nada
más dar un paso dentro de la tienda, Lisuarte cae al suelo sin sentido. Llegan las dos doncellas y se reunen con la
dueña y el hombre. Entre los cuatro cogen al desacordado Lisuarte y lo sacan de la tienda. Aparecen dos hombres más
que estaban ocultos en el bosque y comienzan a desmontar la tienda. Luego todos se dirigen a la playa. Allí tienen un
pequeño navío camuflado con ramas y hojas. Embarcan y zarpan.
Todo lo han hecho de forma tan rápida y discreta que no son vistos por nadie. El ballestero que quedó retrasado llega
al claro y solo encuentra el caballo de Lisuarte pero sin rastro del rey ni de ninguna otra persona. Registra la zona
infructuosamente. Regresa raudo al palacio para dar la alarma. El ballestero informa a la reina. Brisena llama a Arbán
de Norgales, su sobrino, y a Cendil de Ganota. Les cuenta lo sucedido. Los caballeros ponen buena cara y ocultan sus
verdaderos presentimientos para no preocupar más a la reina. Organizan con rapidez una partida para buscar al rey. El
ballestero les guía hasta el claro y desde ahí escudriñan el bosque palmo a palmo aunque sin resultado.
Mientas, la reina espera, muy alterada. Redacta varias cartas solicitando ayuda a a otros caballeros. Espera noticias de
sus hombres que no llegan. Pasa la noche en vela. Al alba llega Giontes y Grumedán. Se han enterado de la
desaparición de Lisuarte. Se ofrecen de inmediato para unirse a la partida que realiza su búsqueda. La reina decide
acompañarlos. Parten Grumedán, Giontes, la reina y una dueña que la asiste, la mujer de Brandoibás. Recorren el
bosque durante tres días, casi sin descanso. Si no fuera por Grumedán, que se preocupa de alimentarla, la reina no
hubiera probado ni un solo bocado. Las noches las pasa vestida, bajo los árboles. Tan acongojada está que no quiere
detenerse en las aldeas que van encontrando. Al cabo de esos tres días se reunen con el grupo de Arbán, que vienen
desanimados, tristes y extenuados. Ante las ansiosas preguntas de la reina, Arbán responde con lágrimas en los ojos
que no han encontrado ninguna pista del paradero de Lisuarte. Arbán sospecha que lo han secuestrado y que se lo han
llevado del reino. Al oír tan infausta noticia, la reina cae desvanecida de su palafrén. Grumedán descabalga rápido
para atenderla. La reina recobra el conocimiento y entre lloros se lamenta de la adversa fortuna.
Grumedán, de rodillas junto a ella, intenta consolar a la atribulada reina. Le aconseja que se acerquen a un poblado
donde puedan atenderla. La llevan a una casa cercana, de unos monteros de Lisuarte, donde a reina descansa unos
días. Grumedán la exhorta a que continúe la búsqueda y no se rinda. La reina, espoleada por si discurso, decide pedir
ayuda a su yerno Amadís. Le escribe una carta y le encarga a Brandoibás que se la entregue a Amadís.
La reina vuelve a Londres. La noticia de la desaparición de Lisuarte ha corrido como la pólvora por todo el reino. La
tristeza y la desesperación cunde entre el pueblo llano. Hombres y mujeres caminan por lo campos, llorando, dando
voces, clamando por su señor en quien siempre encontraron defensa y socorro. ¡Cuán bienaventurado debiera sentirse
Lisuarte por ser tan querido por su pueblo! Pero esto era cosa de tiempos pasados, pues en los actuales los reyes
carecen del amor de sus vasallos. Esto es signo del envejecimiento del mundo: al haber perdido su virtud, es como la
tierra agotada que ya no da los frutos que antaño producía a pesar de la escogida simiente utilizada. (hay que recordar
que esto lo escribe Garci-Rodríguez de Montalvo en tiempos de los Reyes Católicos. Al parecer el regidor de Medina
del Campo tenía una relación cercana con la reina Isabel. Dicen que fue ella quien le encargo que refundiera y
completara la historia de Amadís...) El autor termina rogando a Dios que vuelvan esos tiempos pasados y que los
reyes, sin ira ni pasión, sostengan y defiendan convenientemente a sus súbditos.
Volvamos al relato: la mala nueva es rápidamente conocida en todo el reino e incluso en el extranjero. Pronto llega a
oídos de Cuadragante, Señor de Sansueña, y de Bruneo, rey Arábigo, y de los otros caballeros que con ellos estaban.
Comprenden que el asunto atañe directamente a Amadís y deciden ir a la Ínsula Firme para ponerse a su disposición.
Sus nuevos señoríos ya están pacificados y pueden irse sin temor a perderlos. Bruneo deja como gobernador de su
reino a su hermano Branfil y Cuadragante, a su sobrino Landín, recientemente llegado desde la corte del rey Cildadán.
Bruneo y Cuadragante reunen una pequeña flota y parten hacia la Ínsula Firme. Les acompaña Balán, que ya es un
aliado fiel y un entrañable amigo . El viaje transcurre sin novedad y llegan a su destino en doce días. Balán se admira
y sorprende al contemplar la Gran Sierpe que allí dejó Urganda.
Mientras tanto, Brandoibás ya ha entregado la carta a Amadís. Desde que conoce la noticia, Oriana está muy
preocupada y melancólica. Amadís no se atreve a dejarla sola. Cuando se entera de la llegada de la flota de Bruneo y
Cuadragante, le pide a Grasandor que salga a recibirlos por él. Grasandor recibe a los caballeros recién llegados. son,
entre otros, Galaor rey de Sobradisa, Bruneo rey Arábigo, Cuadragante señor de Sansueña, Balán señor de la Ínsula de
la Torre Bermeja, Galvanes, Angriote, Gavarte del Val Temeroso, Agrajes, Palomir,...
Grasandor les explica porqué no ha salido Amadís a recibirles. Les acomoda en diversas posadas y los convoca para
una nueva reunión al día siguiente. Balán se aloja en los aposentos de Agrajes y Galvanes. Al día siguiente, tras la
acostumbrada misa, todos los caballeros van a la huerta del castillo para ver a Amadís.Éste deja a Oriana al cuidado de
Mabilia, Melicia y Grasinda y baja al encuentro de sus compañeros. Aunque su semblante refleja tristeza por la
desaparición de Lisuarte, cuando ve a tantos amigos, nobles caballeros de gran valía, que han venido sin dudarlo a
socorrerle, siente una gran alegría. Abraza a todos ellos, uno por uno, en especial a Balán.
Galaor, muy apenado por la desaparición de Lisuarte, les exhorta a tomar una rápida decisión. Está impaciente por
salir sin más dilación en su búsqueda. Amadís le responde que todos están obligados a socorrer a Lisuarte por su
honradez, bondad y nobleza. Manda llamar a Brandoibás para que les informe de primera mano. Brandoibás les cuenta
lo sucedido y las pesquisas realizadas hasta el momento. Suponen que Lisuarte ya está fuera del país, bien secuestrado
o bien ahogado en alta mar. Si estuviera todavía en el reino ya habrían encontrado alguna pista. Vista la situación
deciden que la flota se disperse para extender la búsqueda por el mayor número de lugares posible. Le piden a Amadís
que decida que territorios deben escudriñar primero.
Un servidor anuncia que una dueña ha salido de la Gran Sierpe y se acerca. Es Urganda la Desconocida. Salen a su
encuentro y se topan con ella casi a las puertas de la huerta. Viene montada en un palafrén y acompañada de dos
enanos. Galaor la ayuda a bajar del caballo. Todos la saludan cortésmente. Urganda les recuerda que ya había predicho
que volvería a verlos a todos reunidos en la Ínsula Firme. Pero antes de hablar del asunto que la trae ahí, quiere hablar
con Oriana y consolarla de su pena. Oriana la recibe entre sollozos y, ya que Urganda es capaz de ver el futuro, la
recrimina por no haber puesto remedio. La acusa de haber fallado a Lisuarte que tanto la estima. Oriana se desploma
sobre su asiento y se tapa la cara con desesperación.
Urganda se arrodilla junto a ella y la consuela. Le recuerda que estas tribulaciones actuales son inherentes a la alta
posición que disfruta. Y es que Dios, aunque nos hizo de la misma masa y naturaleza e iguales ante la muerte, nos dio
muy diversos bienes en este mundo: a unos hizo señores, a otros hizo vasallos [...]
Las cosas malas que trae la vida se compensan con las buenas y allí es donde hemos de hallar el consuelo. Le responde
a Oriana sobre sus reproches. Aunque ya sabía lo que le iba a pasar a Lisuarte, como profetizó con oscuras palabras
anteriormente, no estaba en su mano la posibilidad de evitarlo. Sin embargo, ahora ha venido para traer remedio a la
tristeza de Oriana. A continuación se aparta de Oriana y se dirige a los caballeros que estaban prestos a partir en busca
de Lisuarte. Les recuerda como vaticinó que volvería a la Ínsula Firme cuando Esplandián fuera nombrado caballero.
Urganda les recomienda que no salgan en busca de Lisuarte, pues no hay caballero en el mundo que lo pueda
encontrar si Dios no permite que lo encuentre. Les dice que les hará nuevas revelaciones, pero deben acompañarles
esa noche a la Gran Sierpe. También deben ir Esplandián, Talanque, Maneli el Mesurado, el joven rey de Dacia y
Ambor, el hijo de Angriote. Los caballeros quedan atónitos sin saber que hacer o decir. Al final deciden aceptar la
invitación de Urganda.
Embarcan en una fusta con destino a la Sierpe. Ya en su interior, Urganda los conduce a una gran sala donde los
caballeros cenan. Urganda y los donceles continúan hasta una salita adyacente donde unas muchachas están tocando
instrumentos. Allí cenan Urganda y los donceles. Cuando acaban, la hechicera vuelve a la gran sala y les pide a los
caballeros veteranos que vayan a la salita y hagan compañía a los noveles. Urganda se va pero vuelve al poco tiempo.
Lleva una loriga en sus manos. Junto a ella vienen sus sobrinas Solisa y Julianda que traen un yelmo y un escudo
respectivamente. Son armas de color negro y no blancas como suele ser tradicional que usen los caballeros noveles.
Urganda va hacia Esplandián y le pide que se vista con esas armas cuya negrura representa la tristeza por la
desaparición de su abuelo Lisuarte. Esplandián, con ayuda de Solisa y Julianda, se coloca las armas. Entonces
Urganda habla con Amadís. Le dice que falta la espada que encontrará en un lugar que ya conoce Amadís (¿se referirá
a la Ínsula de la Doncella Encantadora?)
Una vez armado Esplandián, entran en la capilla cuatro doncellas. Cada una de ellas trae las armas para un caballero.
Estas son armas blancas adornadas con piedras preciosas y cruces negras. Se las entregan a los caballeros noveles.
Luego, los cinco donceles velan sus armas ante el altar de la Virgen María. Entre ellos destaca Esplandián por su
belleza. Pasa la noche rezando, rogándole a Dios que le permita rescatar a su abuelo. Al alba, un enano feo y laso
desde lo alto de la Sierpe tañe reciamente una trompeta. El sonido se oye por toda la Ínsula Firme. Todos los
habitantes de la isla dirigen sus miradas a la Sierpe. Urganda hace subir a los caballeros al lugar donde está el enano.
Luego coge de la mano a los cinco caballeros noveles y suben tras ellos. Les siguen seis doncellas con trompetas
doradas.
Urganda le pide a Balán que arme caballero a Esplandián. El gigante mira indeciso a Amadís que le hace un gesto de
asentimiento para que acceda a la petición de Urganda. Entonces Balán arma caballero a Esplandián y le coloca la
espuela derecha. Le promete que no armará más caballeros. Urganda insta a Amadís para que le diga su mandado a
Esplandián. Amadís le cuenta como en sus pasadas andanzas llegó a Constantinopla y fue honrado por el Emperador.
Allí le prometió a su hija Leonoreta y a la reina Menoresa que les enviaría un caballero de su linaje para servirlas.
Ahora le encomienda a Esplandián que cumpla esa promesa y le da el anillo de Leonoreta. Esplandián, de rodillas, le
besa la mano y dice que cumplirá el encargo sin demora. Acto seguido, Urganda le dice a Esplandián que nombre
caballeros a los cuatro donceles. Así lo hace. Las doncellas tocan las trompetas doradas. Escuchan el melodioso el
sonido. Los caballeros noveles caen dormidos. Empieza a salir un humo negro y espeso de las narices de la Sierpe. Se
extiende rápidamente impidiendo la visión a los asistentes. Al poco tiempo se despeja el humo. Los caballeros
descubren que se encuentran de nuevo en la huerta del castillo de Amadís. No hay rastro de Urganda ni de Esplandián
ni de sus cuatro camaradas.
Todos están desconcertados, como si todo lo hubieran soñado. Amadís encuentra una carta de Urganda que lee a la
concurrencia. En ella les dice que ya ha llegado el momento de abandonar las andanzas caballerescas. Todos han
alcanzado ya las más altas cotas en sus respectivas carreras como caballeros andantes y es hora de disfrutar de su
merecida fama. Sobre todo el mejor de ellos, Amadís, quien ha realizado las más grandes y extremadas hazañas. A
partir de ahora disfrutará de la gloria conseguida por los hechos pasados pero también sufrir los sinsabores y
amarguras que conlleva la responsabilidad de gobernar los reinos y señoríos ganados. Y es posible que estas nuevas
preocupaciones le hagan añorar los tiempos de solitarias andanzas caballerescas, con solo un enano a quien mandar.
Le insta a que emprenda esta nueva vida: gobernar y no batallar. Que ceda sus armas a aquel a quien Dios ha
designado para alcanzar grandes victorias, tan grandes que oscurecerán las de su padre... Tras la lectura de la carta
Amadís habla con sus amigos. Les aconseja que retornen a sus señoríos. Galaor, Galvanes y Brandoibás irán a
Londres para informar a Brisena de lo que ha pasado y de la razón por la que no han iniciado la búsqueda de Lisuarte.
Amadís se quedará en la Ínsula Firme con Agrajes, a la espera de noticias de su suegro, presto a dar su ayuda en
cuanto sea requerida. A todos les parece bien. Bruneo y Cuadragante, con sus respectivas esposas Melicia y Grasinda,
vuelven a sus señoríos. Galaor, Galvanes y Brandoibás, a Londres. Agrajes y Grasandor se quedan en la Ínsula Firme.
Balán decide quedarse también en la isla acompañando a Amadís hasta saber noticias de Lisuarte.

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