Frankenstein
Frankenstein
Frankenstein
REPORTE
FRANKENSTEIN
LITERATURA
ALUMNOS
Enrique Holmeda Gutiérrez
BIOGRAFÍA
Mary Shelley
Mary Shelley es la gran creadora. Gracias a su obra y a su vida, ha alcanzado lo
que pocos creado - res sueñan alcanzar: que su obra y su vida generen otras obras
y otras biografías, a su pesar. Se podría decir que Mary Shelley es la gran súper-
viviente de su vida terrible y bella, y de su muerte tan agridulce como sus sueños y
sus pesadillas. Mary Wollstonecraft Shelley nació en Londres el 30 de agosto de
1797, y también falleció en Londres, mientras dormía, tras llevar una vida errante.
Todos conocemos la vida de Mary Shelley, y de sus inspiradores y sublimes
acompañantes, pero ninguno de esos intelectuales ilustres es tan rememorado
como Mary Shelley. Su padre fue el filósofo político William Godwin. Su madre fue
la filósofa feminista Mary Wollstonecraft, que falleció diez días después de su
nacimiento, dejando a su marido al cuidado de Mary y de su hermana de tres años,
Fanny Imlay. Godwin se casó con una viuda que ya tenía dos hijas, con la que
concibió un nuevo hijo. Mary se pasaba las horas muertas en el cementerio de Saint
Pancras, y aprendió a leer sobre la tumba de su madre. Mary tenía dieciséis años
cuando se enamoró locamente de Percy Bysshe Shelley, que estaba casado y era
discípulo de su padre. Los dos amantes se fugaron, junto con la hermanastra de
Mary, Claire Clairmont y viajaron por Europa. Harriet, la esposa embarazada de
Shelley siguió a los enamorados hasta La Spezia, la costa italiana donde los tres
jóvenes se establecieron. Tiempo después, George Gordon Byron y John William
Polidori conocerían al trío, y Claire Clairmont se convirtió en la amante de Byron y
la madre de su malograda hija Allegra. ¿Cuántas veces se ha evocado y se evocará
la noche del 16 de junio de 1816 en que fue concebido Frankenstein? Percy y sus
chicas: Mary y Claire, pasaron un tormentoso verano junto a Byron y Polidori en una
villa cerca de Ginebra, a orillas del lago Lemán. Allí, en villa Diodati, Mary concibió
la idea de su novela Frankenstein. Aquel fue un año sin verano, el invierno sucedió
a la primavera, y el temporal obligó a aquel grupo de amigos a enclaustrarse en la
casa, frente al fuego de la chimenea, donde se inventaron cuentos de terror como
pasatiempo. Mary se imaginó a Frankenstein inspirada por una de sus pesadillas.
Escribió la novela tras una apuesta con Byron, tal y como Mary narra en el prólogo
de la edición de Frankenstein de 1831. Solo Mary y Polidori cumplieron la apuesta.
El doctor Polidori escribió El Vampiro, y los dos amigos se convirtieron en los padres
de los dos mitos románticos más influyentes. El regreso de Percy y Mary, que estaba
encinta, a Inglaterra estuvo marcado por la tragedia. La hermana de ella, Fanny
Imlay, se suicidó en otoño y en diciembre del mismo año Harriet, que también estaba
embarazada, se arrojó al lago Serpentine, ubicado en el centro del parque Hyde
londinense. Antes de finalizar ese mismo año, poco después de recuperar el cuerpo
de Harriet del agua, Percy y Mary se casaron, para intentar en vano que él
recuperase a los dos hijos que tuvo con Harriet, antes de que fueran adoptados.
Frankenstein o El nuevo Prometeo se publicó en 1818 cuando su autora tenía 20
años, y pronto se convirtió en un éxito. Mary tuvo varios embarazos y parió cuatro
hijos, una niña que murió poco después de nacer, dos que murieron cuando los
Shelley residían en Italia, antes de que Mary diese a luz a su último hijo, el único
que sobrevivió a la infancia: Percy Florence. Todos los varones que estuvieron
presentes en la noche maldita del 16 de junio de 1816 fallecerían durante los
próximos ocho años, incluido el pequeño William, el hijo de los Shelley. En 1821,
Polidori se suicidó envenenándose con ácido prúsico. En 1822 Percy Shelley se
ahogó al hundirse su velero, bautizado Don Juan en honor a Byron, durante una
tormenta en la Bahía de La Spezia. En 1824 Lord Byron falleció tras viajar a Grecia
para batallar por su independencia. Un año después de la muerte de Percy Shelley,
Mary regresó a Inglaterra llevándose consigo el corazón de Percy, como reliquia y
las uñas y los mechones de cabellos de sus tres hijos muertos. Desde entonces se
dedicó a la educación de su único hijo vivo, a la publicación y difusión de la obra de
su difunto esposo, y a su carrera como escritora. Frankenstein fue su sueño hecho
realidad, la pesadilla que le sobrevivió. Mary tuvo que luchar contra su monstruo
para que no devorase a todas sus criaturas reales e irreales. Frankenstein goza de
tanta vida, que prácticamente devoró a las otras obras de la autora.
La obra literaria de Mary Shelley es fértil. Escribió libros de viajes, relatos y poemas.
Después de Frankenstein, escribió Mathilda (1819), una obra de incesto y suicidio,
que recuerda a las tragedias de la autora. Es autora asimismo de las novelas
históricas Valperga (1823) y Perkin Warbeck (1830). También escribió la novela
apocalíptica El último hombre (1826), en la que narra la futura destrucción de la raza
humana por una terrible plaga. Sus dos últimas novelas son Lodore (1835), una
autobiografía novelada, y Falkner (1837). Es significativo que la primera novela de
Mary Shelley tratara sobre el nuevo hombre, y una de sus últimas novelas, de la
que se sentía más orgullosa, tratara sobre el último hombre. La última década de
su vida estuvo plagada de enfermedades, vinculadas al tumor cerebral que la
mataría a los 53 años. Mary Shelley falleció en Londres, mientras dormía, el 1 de
febrero de 1851. Su última voluntad fue ser enterrada junto a sus padres, con el
corazón de Shelley y las reliquias de sus difuntos hijos. Descansan en el cementerio
de St. Peter, Bournemouth. ¡Qué su sueño eterno sea tan hermoso y generoso
como su vida y su obra!
***
◆ A mis veintiséis años me encuentro en la condición de una persona anciana;
todos mis antiguos amigos han desaparecido... y mi corazón desfallece cuando
pienso en los pocos vínculos que me siguen atando a este mundo...
Diario de Mary Shelley, entrada del 15 de Mayo de 1824
FRANKENSTEIN (1818-1831)
◆ Aprovecho para contestar a una pregunta que me hacen con mucha frecuencia:
‘“¿Cómo yo, siendo una jovencita, llegué a idear y a escribir sobre una idea tan
horrible?”. […] En el verano de 1816 visitamos Suiza y fuimos vecinos de Lord
Byron. Al principio pasamos el tiempo disfrutando en el lago o paseando por sus
orillas. […] Pero el verano se tornó húmedo y poco agradable, y la persistente lluvia
a menudo nos obligaba a estar días enteros dentro de la casa. En nuestras manos
cayeron algunos volúmenes de historias de fantasmas traducidas del alemán al
francés. […] “Escribiremos cada uno una historia de fantasmas”, dijo Lord Byron, y
todos accedimos a su propuesta. Éramos cuatro. […] La invención, tenemos que
admitirlo humildemente, no consiste en crear de la nada, sino del caos. En primer
lugar, se deben conseguir los materiales. La invención puede dar lugar a oscuras e
informes sustancias, pero no puede dar vida a la sustancia en sí. En cualquier
descubrimiento o invención, incluso en los que pertenecen a la imaginación, siempre
sale a colación la historia del huevo de Colón. La invención consiste en la capacidad
de aprovechar el potencial de un tema y en el poder de moldear y elaborar las ideas
que éste sugiera. […] Con esta conversación transcurrió la velada, y ya habíamos
superado incluso la hora bruja cuando finalmente nos retiramos a descansar. Pero
cuando por fin apoyé la cabeza sobre la almohada, no conseguí conciliar el sueño,
tampoco se puede decir que estuviera pensando. Mi imaginación estaba
desbocada. Se apoderó de mí y me guió, trayéndome a la mente una imagen tras
otra con una viveza que superaba los límites del sueño. Aunque tuviera los ojos
cerrados, podía ver con una increíble precisión al pálido estudiante de las
pecaminosas artes junto a la cosa que había ensamblado. Vi el horrible espectro de
un hombre extendido, y cómo después, gracias al funcionamiento de algún
poderoso artilugio, mostraba signos de vida y se agitaba con un movimiento
inseguro y vacilante. Debía de ser algo terrorífico, sumamente terrorífico, que una
empresa humana resultara en una burla del magnífico mecanismo del Creador. El
éxito tendría que aterrorizar al artista, que, asaltado por el horror, con toda seguridad
se alejaría del odioso producto de su trabajo. Albergaría la esperanza de que,
abandonada a su suerte, la chispa de vida que había encendido se apagara, de que
esa cosa que había sido animada de forma tan imperfecta se convirtiera en materia
muerta, y de poder dormir convencido de que el silencio de la tumba sofocaría para
siempre la transitoria existencia del horrible cadáver del que había esperado que
fuera la cuna de una nueva humanidad. Duerme, pero algo lo despierta, abre los
ojos y ahí está el horrible ser, de pie junto a él, abriendo las cortinas y mirándolo
con sus ojos amarillos y acuosos de forma inquisitiva. Abrí los míos aterrorizada. La
idea se había apoderado de mi mente hasta tal punto que me estremecí de miedo
y quise cambiar la fantasmagórica imagen por la realidad que me rodeaba. Lo
recuerdo todo como si fuera ahora mismo: la habitación, el oscuro entarimado, los
postigos cerrados a través de los cuales intentaba entrar la luz de la luna y la
sensación de que el lago cristalino y los altos Alpes se encontraban detrás. No me
resultó fácil librarme de este horrible fantasma. Me perseguía. Intenté pensar en otra
cosa y recurrí a mi historia de fantasmas, ¡mi tediosa y desafortunada historia de
fantasmas! ¡Oh! ¡Si tan sólo pudiera inventar una historia que fuera capaz de
estremecer al lector tanto como yo misma me había aterrado esa noche!
Prólogo a la edición de 1831
◆ […] siento cómo mi corazón arde con un entusiasmo que me eleva al cielo, ya
que nada contribuye tanto a tranquilizar la mente como un propósito firme, un punto
sobre el que el alma pueda fijar su ojo intelectual.
Robert Walton en la primera carta
◆ Pero el éxito coronará mis esfuerzos. Y ¿por qué no? He llegado hasta aquí
abriéndome camino por un mar sin explorar, donde tan sólo las estrellas pueden dar
testimonio de mi triunfo. ¿Por qué no continuar surcando este mar indómito que, a
pesar de todo, se muestra manso? ¿Qué puede detener a un corazón decidido y a
la voluntad resuelta del hombre?
Robert Walton, tercera carta
◆ Incluso desfondado como está, nadie puede gozar con mayor intensidad que él
de la hermosura de la naturaleza. El cielo estrellado, el mar y todo el paisaje que
estas maravillosas regiones nos proporcionan parecen tener aún el poder de
despegar su alma de la tierra. Un hombre así tiene una doble existencia: puede
padecer desgracias, y verse arrollado por el desencanto; pero, cuando se encierre
en sí mismo, será como un espíritu celeste rodeado de un halo cuyo círculo no ose
atravesar ni el pesar ni la locura.
Robert Walton habla de Víctor Frankenstein en la cuarta carta
◆ Las alteraciones de la vida no son ni mucho menos tantas como las de los
sentimientos humanos. Durante casi dos años había trabajado infatigablemente con
el único propósito de infundir vida en un cuerpo inerte. Para ello me había privado
de descanso y de salud. Lo había deseado con un fervor que sobrepasaba con
mucho la moderación; pero ahora que lo había conseguido, la hermosura del sueño
se desvanecía y la repugnancia y el horror me embargaban. […] Me desperté
horrorizado; un sudor frío me bañaba la frente, me castañeteaban los dientes y
movimientos convulsivos me sacudían los miembros. A la pálida y amarillenta luz
de la luna que se filtraba por entre las contraventanas, vi al engendro, al monstruo
miserable que había creado. Tenía levantada la cortina de la cama, y sus ojos, si
así podían llamarse, me miraban fijamente. Entreabrió la mandíbula y murmuró unos
sonidos ininteligibles, a la vez que una mueca arrugaba sus mejillas. Puede que
hablara, pero no lo oí. Tendía hacia mí una mano, como si intentara detenerme,
pero esquivándola me precipité escaleras abajo. Me refugié en el patio de la casa,
donde permanecí el resto de la noche, paseando arriba y abajo, profundamente
agitado, escuchando con atención, temiendo cada ruido como si fuera a anunciarme
la llegada del cadáver demoníaco al que tan fatalmente había dado vida.
Víctor Frankenstein, capítulo 5
◆ Amo la vida, aunque sólo sea una sucesión de angustias, y la defenderé. […]
Recordad que soy vuestra criatura. Debía ser vuestro Adán, pero soy más bien el
ángel caído, a quien negáis toda dicha sin haber cometido ningún mal.
El monstruo, capítulo 10
◆ ¡Maldito creador! ¿Por qué creaste a un monstruo tan horripilante, del cual incluso
tú te apartaste asqueado? Dios, en su misericordia, creó al hombre hermoso y
fascinante, a su imagen y semejanza. Pero mi aspecto es una abominable imitación
del tuyo, más desagradable todavía gracias a esta semejanza. Satanás tenía al
menos compañeros, otros demonios que lo admiraban y animaban. Pero yo estoy
solo y todos me desprecian.
El monstruo, tras leer El paraíso perdido de Milton en el capítulo 15
◆ Las frías estrellas parecían brillar burlonamente, y los árboles desnudos agitaban
sus ramas; de cuando en cuando el dulce trino de algún pájaro rompía la total
quietud. Todo, menos yo, descansaba o gozaba. Yo, como el archidemonio, llevaba
un infierno en mis entrañas; y, no encontrando a nadie que me comprendiera, quería
arrancar los árboles, sembrar el caos y la destrucción a mi alrededor, y sentarme
después a disfrutar de los destrozos.
El monstruo, capítulo 16
◆ Han caído sobre nosotros grandes desgracias; pero esto debe servir para unirnos
aún más a lo que nos queda, y volcar sobre los que viven el amor que sentíamos
por aquellos que ya no están con nosotros.
Elizabeth, su prometida, habla con Víctor Frankenstein, capítulo 21
◆ Cuando repaso la horrenda sucesión de mis crímenes, no puedo creer que soy
el mismo cuyos pensamientos estaban antes llenos de imágenes sublimes y
trascendentales, que hablaban de la hermosura y la magnificencia del bien. Pero es
así; el ángel caído se convierte en pérfido demonio. Pero incluso ese enemigo de
Dios y de los hombres tenía amigos y compañeros en su desolación; yo estoy
completamente solo. […] Seguía necesitando amor y compañía y continuaban
rechazándome. ¿No era esto injusto? ¿Soy yo el único criminal, cuando toda la raza
humana ha pecado contra mí? […] Usted me odia; pero su repulsión no puede
igualar la que yo siento por mí mismo. Contemplo las manos con las que he llevado
esto a cabo; pienso en el corazón que concibió su ruina, y ansío que llegue el
momento en que pueda mirarme a mí mismo, y mis remordimientos no torturen más
mi corazón. […] Pero pronto –exclamó, con solemne y triste entusiasmo– moriré, y
lo que ahora siento ya no durará mucho. Pronto cesará este fuego abrasador. Subiré
triunfante a mi pira funeraria, y exultaré de júbilo en la agonía de las llamas. Se
apagará el reflejo del fuego, y el viento esparcirá mis cenizas por el mar. Mi espíritu
descansará en paz; o, si es que puede seguir pensando, no lo hará de esta manera.
Adiós.
El monstruo a Robert Walton, capítulo 24
CONTEXTO
Narrador
Protagonista
Tiempo
Cronológico: Años (alrededor de 30), porque narra desde que el ser es creado hasta
que crece.
Psicológico: no es cronológico puesto que recuerda en varias partes en el relato.
Podría decirse que toda la historia es un salto temporal, ya que se lo narra el señor
Walton a su sobrina.
Género
Novela
Intertextualidad
En la obra “Frankenstein” convergen tres grandes tradiciones (la judía, la clásica y
la cristiana), que tienen un motivo en común: la trasgresión. Se trata de un tema
propio de la tragedia griega, que acabó siendo muy prolífero durante el
Romanticismo pues encaja muy bien con el espíritu de libertad que caracteriza la
época y con la exploración del mundo irracional, siempre presente en el relato
gótico. En paralelo con la tragedia griega, en la novela de “Frankenstein” la
trasgresión se desarrolla a partir de un acto de soberbia del hombre ante los dioses,
uniendo de este modo los conceptos de mal, trasgresión y tragedia.
Movimiento literario
Gótico y Romanticismo.
Estructura
La forma estructural básica de la novela es epistolar. Robert Walton dirige a su
hermana una serie de cartas y en una de ellas inserta la extensa narración de Víctor
Frankenstein, quien a su vez inserta en la misma la narración autobiográfica de la
criatura. Al final de la historia vuelve el navegante a erigirse en narrador, esta vez
a través de un diario personal en el que explica la conclusión de los acontecimientos.
Mary W. Shelley divide el libro en tres volúmenes. El primero está constituido por el
prólogo de la autora, las cartas de Walton a su hermana y por siete capítulos más
que exponen toda la vida de Frankenstein hasta el asesinato de su hermano William
por la criatura y el ajusticiamiento equivocado de Justine por esa muerte. El
volumen II cuenta con nueve capítulos, seis de los cuales presentan la autobiografía
del monstruo y los tres restantes, las actitudes previa y posterior de Frankenstein.
Por último, el volumen III está formado por otros siete capítulos, en los que el
científico explica cómo se comprometió con su criatura a crearle una compañera y
cómo, al romper esa promesa, desató las iras del monstruo contra el que luchó
hasta perder su propia vida.
Personajes
Monstruo: Resultado de los experimentos de Víctor Frankenstein. Rechazado a
causa de su horrible aspecto. La relación con su creador es de amor y odio. Se
siente mal por el rechazo del que es víctima por parte de los humanos.
Víctor Frankenstein: Con un carácter noble, su tranquilidad se va al darle vida a
Frankenstein ya que lo perseguirá desesperadamente a lo largo de su vida.
Apasionado por los avances científicos, se muda de Ginebra a Inglaterra para
continuar sus estudios y llevar a cabo sus investigaciones sobre la vida humana.
Elizabeth: Compañera de juegos y prometida de Víctor. Desde su corta edad es
llevada a vivir con la familia Frankenstein, convirtiéndose en parte fundamental de
ella. Es la última víctima de Frankenstein.
Alphonse Frankenstein: Padre de Víctor. Apoya a su hijo para continuar sus estudios
fuera de Suiza. Su salud se va deteriorando a causa de los repentinos fallecimientos
de sus seres queridos.
Henry Clerval: Amigo incondicional de Víctor. Se muestra solidario con él en los
momentos de mayor confusión psicológica y enfermedad física en Ingolstadt. Se
convierte en otras de las víctimas de Frankenstein.
Robert Walton: Capitán del barco ballenero que encuentra a Víctor en la última
etapa de su vida. Viajan juntos y se convierte en su único confesor en esta terrible
historia. Encuentra en Víctor el alma noble y el amigo que tanto ansiaba tener.
La familia de Félix: Campesinos que habitan una cabaña frente a la de Frankenstein,
es de quienes aprende el idioma y los contradictorios sentimientos humanos. A
causa del rechazo a Frankenstein por su impresionante aspecto físico, hacen nacer
en él, el odio a la humanidad.
Espacios
-Físico: Europa. Se caracteriza en lugares como ruinas, castillos tenebrosos y
lugares fantasmagóricos o sobrenaturales. Hay una idealización de la naturaleza
que se describe con maravillosos paisajes, tranquilos, pero a la vez fríos y
desolados.
-Social: Al ser Frankenstein un ser creado de cadáveres era horripilantemente feo,
pero en realidad al ser visto por las personas se sentía peor que su aspecto,
rechazado. Se puede notar que la sociedad tenía una muy alta fijación por la
superficialidad y no sabían cómo era aquel monstruo.
-Jurídico: En el aspecto jurídico se observa cuando es sentenciado a muerte por el
asesinato de Justine. Se nota el peso de la ley que ejerce el hombre día con día.
-Económico: Se nota por los castillos y costumbres de los personajes, que los
diferencia en clases sociales. El estudio obtenido por el doctor lo hace notar de una
clase media o alta.
INTERPRETACIÓN
En esta obra se puede extraer una gran diversidad de significados que reflejan una
idea en general u las ideas del propio autor que influyeron en su creación y dan a
entender por medio de la interpretación que cada uno derive de lo aprendido en el
texto y de la identificación de los mismos.
A rasgos generales, lo primero que se aprecia e identifica es la cuestión de que la
ciencia puede ir demasiado lejos, hasta el hecho de hacer una labor que se podría
considerar que solo “dios” puede. Víctor que estudio en el campo de la ciencia para
crear a un individuo artificial que poseía las propiedades biologías de cualquier ser
humano, aspecto que nos refleja los grandes alcances que puede tener la ambición
humana o el avance mismo del descubrimiento de nuevas herramientas que nos
lleva a lograr lo que se puede denominar como imposible, idea que quita por
completo en esta obra.
A sí mismo, en el momento de la creación visualizado por Víctor como un monstruo,
ser que recibió vida por medios muy diferente y que por ende fue temido, no hubo
alguien que lo orientará en un mundo totalmente desconocido, pero con habilidades
fuera de lo común para cualquier humano. Desde un inicio Víctor lo juzgo sin tratar
de entender las grandes consecuencias que había traído al desafiar al ciclo de la
vida y la propia naturaleza de la humanidad. Por todo lo que fue experimentado el
“monstruo” y el anormal avance de lo que aprendía construyo sus propias creencias
e idea de su entorno. Fue experimentando situaciones negativas que se identifica
que un “monstruo” no nacen monstruos, son creados por la propia humanidad, las
personas crean “monstruos” al momento de juzgar, de temer a lo desconocido y
como resultado no intentar de comprender la situación.
ANÁLISIS PERSONAL
Actualmente esta obra es muy reconocida comercialmente pero de forma irregular
ya que ha sufrido drásticos cambios que han dado una idea errónea de lo que
realmente trata la obra de Mary Shelley, y que las ideas que manejó esta obra
tuvieron y tienen un impacto con gran profundidad en estar de acuerdo en diversas
situaciones que componen al ser humano, tanto en lo social que reflejaba ideas
revolucionarias y que se relacionan con la época en que se vivió movimientos
revolucionarios y como da a partir de la Frankenstein la creación de más obras
literarias que manejan elementos similares funcionando como punto de partida la
obra maestra de Mary Shelley.
REFLEXIÓN
Existen situaciones que no podemos desafiar a la naturaleza que existe a nuestro
alrededor involucrando precisamente el crear vida, por varias circunstancias que
podemos hacer mención como es la ignorancia de manejar a un nuevo ser, de
formar, de enseñar y aprender uno mismo, entra el egoísmo y al mismo tiempo la
ambición del hombre, crear algo que no es fácil controlar, haciendo algo
desconocido y que al final no sabe controlar, esto se ve reflejado con la situación
actual de la población mundial, hay diversidad de problemáticas que se salieron de
control por el mismo hombre que al final puede conllevar a la destrucción de uno
mismo, que ya ocurre, y que no se hace nada en contra de uno mismo, al final
creando uno mismo “monstruos” que tememos con gran potencia pero que ni
tratamos para nada de entender el porqué de la problemática, es más fácil criticar y
mantenernos a margen de lo desconocido y quedarnos de conformistas hasta que
llegue el punto que se ve todo opacado y no quede nada, en el momento que uno
mismo se destruya y consigo todo lo manipulado por el hombre, la destrucción que
causa uno mismo, la formación social que se produjo y con ello la dinámica de vida
que se formó por ideas, creencias que no fueron sustentadas y quedar en un olvido
total.
ESCUELA PREPARATORIA
“AMÉRICA LIBRE”
REPORTE DE FRANKENSTEIN
LITERATURA
12-01-18
ESCUELA PREPARATORIA
“AMÉRICA LIBRE”
REPORTE DE FRANKENSTEIN
LITERATURA
Maestro
Carmelo Varela Espinoza
Alumno
Enrique Pablo Gutiérrez
12-01-18