Frankenstein

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ESCUELA PREPARATORIA

REPORTE
FRANKENSTEIN

LITERATURA

ALUMNOS
Enrique Holmeda Gutiérrez
BIOGRAFÍA
Mary Shelley
Mary Shelley es la gran creadora. Gracias a su obra y a su vida, ha alcanzado lo
que pocos creado - res sueñan alcanzar: que su obra y su vida generen otras obras
y otras biografías, a su pesar. Se podría decir que Mary Shelley es la gran súper-
viviente de su vida terrible y bella, y de su muerte tan agridulce como sus sueños y
sus pesadillas. Mary Wollstonecraft Shelley nació en Londres el 30 de agosto de
1797, y también falleció en Londres, mientras dormía, tras llevar una vida errante.
Todos conocemos la vida de Mary Shelley, y de sus inspiradores y sublimes
acompañantes, pero ninguno de esos intelectuales ilustres es tan rememorado
como Mary Shelley. Su padre fue el filósofo político William Godwin. Su madre fue
la filósofa feminista Mary Wollstonecraft, que falleció diez días después de su
nacimiento, dejando a su marido al cuidado de Mary y de su hermana de tres años,
Fanny Imlay. Godwin se casó con una viuda que ya tenía dos hijas, con la que
concibió un nuevo hijo. Mary se pasaba las horas muertas en el cementerio de Saint
Pancras, y aprendió a leer sobre la tumba de su madre. Mary tenía dieciséis años
cuando se enamoró locamente de Percy Bysshe Shelley, que estaba casado y era
discípulo de su padre. Los dos amantes se fugaron, junto con la hermanastra de
Mary, Claire Clairmont y viajaron por Europa. Harriet, la esposa embarazada de
Shelley siguió a los enamorados hasta La Spezia, la costa italiana donde los tres
jóvenes se establecieron. Tiempo después, George Gordon Byron y John William
Polidori conocerían al trío, y Claire Clairmont se convirtió en la amante de Byron y
la madre de su malograda hija Allegra. ¿Cuántas veces se ha evocado y se evocará
la noche del 16 de junio de 1816 en que fue concebido Frankenstein? Percy y sus
chicas: Mary y Claire, pasaron un tormentoso verano junto a Byron y Polidori en una
villa cerca de Ginebra, a orillas del lago Lemán. Allí, en villa Diodati, Mary concibió
la idea de su novela Frankenstein. Aquel fue un año sin verano, el invierno sucedió
a la primavera, y el temporal obligó a aquel grupo de amigos a enclaustrarse en la
casa, frente al fuego de la chimenea, donde se inventaron cuentos de terror como
pasatiempo. Mary se imaginó a Frankenstein inspirada por una de sus pesadillas.
Escribió la novela tras una apuesta con Byron, tal y como Mary narra en el prólogo
de la edición de Frankenstein de 1831. Solo Mary y Polidori cumplieron la apuesta.
El doctor Polidori escribió El Vampiro, y los dos amigos se convirtieron en los padres
de los dos mitos románticos más influyentes. El regreso de Percy y Mary, que estaba
encinta, a Inglaterra estuvo marcado por la tragedia. La hermana de ella, Fanny
Imlay, se suicidó en otoño y en diciembre del mismo año Harriet, que también estaba
embarazada, se arrojó al lago Serpentine, ubicado en el centro del parque Hyde
londinense. Antes de finalizar ese mismo año, poco después de recuperar el cuerpo
de Harriet del agua, Percy y Mary se casaron, para intentar en vano que él
recuperase a los dos hijos que tuvo con Harriet, antes de que fueran adoptados.
Frankenstein o El nuevo Prometeo se publicó en 1818 cuando su autora tenía 20
años, y pronto se convirtió en un éxito. Mary tuvo varios embarazos y parió cuatro
hijos, una niña que murió poco después de nacer, dos que murieron cuando los
Shelley residían en Italia, antes de que Mary diese a luz a su último hijo, el único
que sobrevivió a la infancia: Percy Florence. Todos los varones que estuvieron
presentes en la noche maldita del 16 de junio de 1816 fallecerían durante los
próximos ocho años, incluido el pequeño William, el hijo de los Shelley. En 1821,
Polidori se suicidó envenenándose con ácido prúsico. En 1822 Percy Shelley se
ahogó al hundirse su velero, bautizado Don Juan en honor a Byron, durante una
tormenta en la Bahía de La Spezia. En 1824 Lord Byron falleció tras viajar a Grecia
para batallar por su independencia. Un año después de la muerte de Percy Shelley,
Mary regresó a Inglaterra llevándose consigo el corazón de Percy, como reliquia y
las uñas y los mechones de cabellos de sus tres hijos muertos. Desde entonces se
dedicó a la educación de su único hijo vivo, a la publicación y difusión de la obra de
su difunto esposo, y a su carrera como escritora. Frankenstein fue su sueño hecho
realidad, la pesadilla que le sobrevivió. Mary tuvo que luchar contra su monstruo
para que no devorase a todas sus criaturas reales e irreales. Frankenstein goza de
tanta vida, que prácticamente devoró a las otras obras de la autora.
La obra literaria de Mary Shelley es fértil. Escribió libros de viajes, relatos y poemas.
Después de Frankenstein, escribió Mathilda (1819), una obra de incesto y suicidio,
que recuerda a las tragedias de la autora. Es autora asimismo de las novelas
históricas Valperga (1823) y Perkin Warbeck (1830). También escribió la novela
apocalíptica El último hombre (1826), en la que narra la futura destrucción de la raza
humana por una terrible plaga. Sus dos últimas novelas son Lodore (1835), una
autobiografía novelada, y Falkner (1837). Es significativo que la primera novela de
Mary Shelley tratara sobre el nuevo hombre, y una de sus últimas novelas, de la
que se sentía más orgullosa, tratara sobre el último hombre. La última década de
su vida estuvo plagada de enfermedades, vinculadas al tumor cerebral que la
mataría a los 53 años. Mary Shelley falleció en Londres, mientras dormía, el 1 de
febrero de 1851. Su última voluntad fue ser enterrada junto a sus padres, con el
corazón de Shelley y las reliquias de sus difuntos hijos. Descansan en el cementerio
de St. Peter, Bournemouth. ¡Qué su sueño eterno sea tan hermoso y generoso
como su vida y su obra!
***
◆ A mis veintiséis años me encuentro en la condición de una persona anciana;
todos mis antiguos amigos han desaparecido... y mi corazón desfallece cuando
pienso en los pocos vínculos que me siguen atando a este mundo...
Diario de Mary Shelley, entrada del 15 de Mayo de 1824
FRANKENSTEIN (1818-1831)

◆ Aprovecho para contestar a una pregunta que me hacen con mucha frecuencia:
‘“¿Cómo yo, siendo una jovencita, llegué a idear y a escribir sobre una idea tan
horrible?”. […] En el verano de 1816 visitamos Suiza y fuimos vecinos de Lord
Byron. Al principio pasamos el tiempo disfrutando en el lago o paseando por sus
orillas. […] Pero el verano se tornó húmedo y poco agradable, y la persistente lluvia
a menudo nos obligaba a estar días enteros dentro de la casa. En nuestras manos
cayeron algunos volúmenes de historias de fantasmas traducidas del alemán al
francés. […] “Escribiremos cada uno una historia de fantasmas”, dijo Lord Byron, y
todos accedimos a su propuesta. Éramos cuatro. […] La invención, tenemos que
admitirlo humildemente, no consiste en crear de la nada, sino del caos. En primer
lugar, se deben conseguir los materiales. La invención puede dar lugar a oscuras e
informes sustancias, pero no puede dar vida a la sustancia en sí. En cualquier
descubrimiento o invención, incluso en los que pertenecen a la imaginación, siempre
sale a colación la historia del huevo de Colón. La invención consiste en la capacidad
de aprovechar el potencial de un tema y en el poder de moldear y elaborar las ideas
que éste sugiera. […] Con esta conversación transcurrió la velada, y ya habíamos
superado incluso la hora bruja cuando finalmente nos retiramos a descansar. Pero
cuando por fin apoyé la cabeza sobre la almohada, no conseguí conciliar el sueño,
tampoco se puede decir que estuviera pensando. Mi imaginación estaba
desbocada. Se apoderó de mí y me guió, trayéndome a la mente una imagen tras
otra con una viveza que superaba los límites del sueño. Aunque tuviera los ojos
cerrados, podía ver con una increíble precisión al pálido estudiante de las
pecaminosas artes junto a la cosa que había ensamblado. Vi el horrible espectro de
un hombre extendido, y cómo después, gracias al funcionamiento de algún
poderoso artilugio, mostraba signos de vida y se agitaba con un movimiento
inseguro y vacilante. Debía de ser algo terrorífico, sumamente terrorífico, que una
empresa humana resultara en una burla del magnífico mecanismo del Creador. El
éxito tendría que aterrorizar al artista, que, asaltado por el horror, con toda seguridad
se alejaría del odioso producto de su trabajo. Albergaría la esperanza de que,
abandonada a su suerte, la chispa de vida que había encendido se apagara, de que
esa cosa que había sido animada de forma tan imperfecta se convirtiera en materia
muerta, y de poder dormir convencido de que el silencio de la tumba sofocaría para
siempre la transitoria existencia del horrible cadáver del que había esperado que
fuera la cuna de una nueva humanidad. Duerme, pero algo lo despierta, abre los
ojos y ahí está el horrible ser, de pie junto a él, abriendo las cortinas y mirándolo
con sus ojos amarillos y acuosos de forma inquisitiva. Abrí los míos aterrorizada. La
idea se había apoderado de mi mente hasta tal punto que me estremecí de miedo
y quise cambiar la fantasmagórica imagen por la realidad que me rodeaba. Lo
recuerdo todo como si fuera ahora mismo: la habitación, el oscuro entarimado, los
postigos cerrados a través de los cuales intentaba entrar la luz de la luna y la
sensación de que el lago cristalino y los altos Alpes se encontraban detrás. No me
resultó fácil librarme de este horrible fantasma. Me perseguía. Intenté pensar en otra
cosa y recurrí a mi historia de fantasmas, ¡mi tediosa y desafortunada historia de
fantasmas! ¡Oh! ¡Si tan sólo pudiera inventar una historia que fuera capaz de
estremecer al lector tanto como yo misma me había aterrado esa noche!
Prólogo a la edición de 1831

◆ […] siento cómo mi corazón arde con un entusiasmo que me eleva al cielo, ya
que nada contribuye tanto a tranquilizar la mente como un propósito firme, un punto
sobre el que el alma pueda fijar su ojo intelectual.
Robert Walton en la primera carta

◆ Pero el éxito coronará mis esfuerzos. Y ¿por qué no? He llegado hasta aquí
abriéndome camino por un mar sin explorar, donde tan sólo las estrellas pueden dar
testimonio de mi triunfo. ¿Por qué no continuar surcando este mar indómito que, a
pesar de todo, se muestra manso? ¿Qué puede detener a un corazón decidido y a
la voluntad resuelta del hombre?
Robert Walton, tercera carta

◆ Incluso desfondado como está, nadie puede gozar con mayor intensidad que él
de la hermosura de la naturaleza. El cielo estrellado, el mar y todo el paisaje que
estas maravillosas regiones nos proporcionan parecen tener aún el poder de
despegar su alma de la tierra. Un hombre así tiene una doble existencia: puede
padecer desgracias, y verse arrollado por el desencanto; pero, cuando se encierre
en sí mismo, será como un espíritu celeste rodeado de un halo cuyo círculo no ose
atravesar ni el pesar ni la locura.
Robert Walton habla de Víctor Frankenstein en la cuarta carta

◆ Tanto se ha logrado, exclamó el alma de Frankenstein, más, mucho más


conseguiré yo: siguiendo la huella ya trazada, abriré un nuevo camino, voy a
explorar poderes desconocidos, y voy a revelar al mundo los misterios más
profundos de la creación.
Víctor Frankenstein, capítulo 3

◆ Aprenda de mí, sino por mis advertencias, sí al menos por mi ejemplo, lo


peligroso de adquirir conocimientos; aprenda cuánto más feliz es el hombre que
considera su ciudad natal el centro del universo, que aquel que aspira a una mayor
grandeza de la que le permite su naturaleza.
Víctor Frankenstein, capítulo 4

◆ Nadie puede concebir la variedad de sentimientos que, en el primer entusiasmo


por el éxito, me espoleaban como un huracán. La vida y la muerte me parecían
fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin de desparramar después
un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo. Una nueva especie me bendeciría
como a su creador, muchos seres felices y maravillosos me deberían su existencia.
Ningún padre podía reclamar tan completamente la gratitud de sus hijos como yo
merecería la de éstos. Prosiguiendo estas reflexiones, pensé que, si podía infundir
vida a la materia inerte, quizá, con el tiempo (aunque ahora lo creyera imposible),
pudiese devolver la vida a aquellos cuerpos que, aparentemente, la muerte había
entregado a la corrupción.
Víctor Frankenstein, capítulo 4

◆ El ser humano perfecto debe conservar siempre la calma y la paz de espíritu y


no permitir jamás que la pasión o el deseo fugaz turben su tranquilidad. No creo que
la búsqueda del saber sea una excepción. Si el estudio al que te consagras tiende
a debilitar tu afecto y a destruir esos placeres sencillos en los cuales no debe
intervenir aleación alguna, entonces ese estudio es inevitablemente negativo, es
decir, impropio de la mente humana. Si se acatara siempre esta regla, si nadie
permitiera que nada en absoluto empañara su felicidad doméstica, Grecia no se
habría esclavizado, César habría protegido a su país, América se habría descubierto
más pausadamente y no se hubieran destruido los imperios de México y Perú.
Víctor Frankenstein, capítulo 4

◆ Las alteraciones de la vida no son ni mucho menos tantas como las de los
sentimientos humanos. Durante casi dos años había trabajado infatigablemente con
el único propósito de infundir vida en un cuerpo inerte. Para ello me había privado
de descanso y de salud. Lo había deseado con un fervor que sobrepasaba con
mucho la moderación; pero ahora que lo había conseguido, la hermosura del sueño
se desvanecía y la repugnancia y el horror me embargaban. […] Me desperté
horrorizado; un sudor frío me bañaba la frente, me castañeteaban los dientes y
movimientos convulsivos me sacudían los miembros. A la pálida y amarillenta luz
de la luna que se filtraba por entre las contraventanas, vi al engendro, al monstruo
miserable que había creado. Tenía levantada la cortina de la cama, y sus ojos, si
así podían llamarse, me miraban fijamente. Entreabrió la mandíbula y murmuró unos
sonidos ininteligibles, a la vez que una mueca arrugaba sus mejillas. Puede que
hablara, pero no lo oí. Tendía hacia mí una mano, como si intentara detenerme,
pero esquivándola me precipité escaleras abajo. Me refugié en el patio de la casa,
donde permanecí el resto de la noche, paseando arriba y abajo, profundamente
agitado, escuchando con atención, temiendo cada ruido como si fuera a anunciarme
la llegada del cadáver demoníaco al que tan fatalmente había dado vida.
Víctor Frankenstein, capítulo 5
◆ Amo la vida, aunque sólo sea una sucesión de angustias, y la defenderé. […]
Recordad que soy vuestra criatura. Debía ser vuestro Adán, pero soy más bien el
ángel caído, a quien negáis toda dicha sin haber cometido ningún mal.
El monstruo, capítulo 10

◆ Admiraba la virtud y los buenos sentimientos, y me gustaban los modales dulces


y amables de mis vecinos; pero no me era permitida la convivencia con ellos, salvo
sirviéndome de la astucia, permaneciendo desconocido y oculto, lo cual, más que
satisfacerme, aumentaba mi deseo de convertirme en uno más entre mis
semejantes. […] Desgraciado e infeliz engendro.
El monstruo, capítulo 13

◆ ¡Maldito creador! ¿Por qué creaste a un monstruo tan horripilante, del cual incluso
tú te apartaste asqueado? Dios, en su misericordia, creó al hombre hermoso y
fascinante, a su imagen y semejanza. Pero mi aspecto es una abominable imitación
del tuyo, más desagradable todavía gracias a esta semejanza. Satanás tenía al
menos compañeros, otros demonios que lo admiraban y animaban. Pero yo estoy
solo y todos me desprecian.
El monstruo, tras leer El paraíso perdido de Milton en el capítulo 15

◆ Las frías estrellas parecían brillar burlonamente, y los árboles desnudos agitaban
sus ramas; de cuando en cuando el dulce trino de algún pájaro rompía la total
quietud. Todo, menos yo, descansaba o gozaba. Yo, como el archidemonio, llevaba
un infierno en mis entrañas; y, no encontrando a nadie que me comprendiera, quería
arrancar los árboles, sembrar el caos y la destrucción a mi alrededor, y sentarme
después a disfrutar de los destrozos.
El monstruo, capítulo 16

◆ Esclavo, antes intenté razonar contigo, pero te has mostrado inmerecedor de mi


condescendencia. Recuerda mi fuerza; te crees desgraciado, pero puedo hacerte
tan infeliz que la misma luz del día te resulte odiosa. Tú eres mi creador, pero yo
soy tu dueño: ¡obedece! […] Ten cuidado; pues no conozco el miedo y soy, por
tanto, poderoso.
El monstruo a Víctor, capítulo 17

◆ Han caído sobre nosotros grandes desgracias; pero esto debe servir para unirnos
aún más a lo que nos queda, y volcar sobre los que viven el amor que sentíamos
por aquellos que ya no están con nosotros.
Elizabeth, su prometida, habla con Víctor Frankenstein, capítulo 21

◆ Cuando repaso la horrenda sucesión de mis crímenes, no puedo creer que soy
el mismo cuyos pensamientos estaban antes llenos de imágenes sublimes y
trascendentales, que hablaban de la hermosura y la magnificencia del bien. Pero es
así; el ángel caído se convierte en pérfido demonio. Pero incluso ese enemigo de
Dios y de los hombres tenía amigos y compañeros en su desolación; yo estoy
completamente solo. […] Seguía necesitando amor y compañía y continuaban
rechazándome. ¿No era esto injusto? ¿Soy yo el único criminal, cuando toda la raza
humana ha pecado contra mí? […] Usted me odia; pero su repulsión no puede
igualar la que yo siento por mí mismo. Contemplo las manos con las que he llevado
esto a cabo; pienso en el corazón que concibió su ruina, y ansío que llegue el
momento en que pueda mirarme a mí mismo, y mis remordimientos no torturen más
mi corazón. […] Pero pronto –exclamó, con solemne y triste entusiasmo– moriré, y
lo que ahora siento ya no durará mucho. Pronto cesará este fuego abrasador. Subiré
triunfante a mi pira funeraria, y exultaré de júbilo en la agonía de las llamas. Se
apagará el reflejo del fuego, y el viento esparcirá mis cenizas por el mar. Mi espíritu
descansará en paz; o, si es que puede seguir pensando, no lo hará de esta manera.
Adiós.
El monstruo a Robert Walton, capítulo 24

Mientras Mary Shelley (entonces Mary Godwin) escribió Frankenstein en 1816,


vivía o estaba en contacto tanto con Percy Shelley como con Lord Byron, los dos
poetas románticos predominantes que profesaban los ideales románticos de la
época. Uno de esos ideales fue la sociedad transformada por el individuo. Por
ejemplo, el escritor británico Thomas Carlyle escribió sobre héroes románticos que
impactan en el mundo que los rodea. Además, los conceptos de singularidad y
autorrealización nacieron en esta época. Los autores escribieron sobre los
sentimientos y las emociones de los individuos con respecto a sus luchas diarias.

Lo que es único acerca de Frankenstein es que representa y casi presagia la


desilusión romántica con el orden establecido. Después de la Revolución Francesa,
el liberalismo y el nacionalismo fueron en todo momento máximos. Pero con la
respuesta de las monarquías (por ejemplo, las guerras de 1848), los ideales
románticos fueron rechazados. El efecto que esto tuvo fue un aumento en la
desilusión entre los románticos. La posibilidad de una sociedad transformada por
individuos parecía menos creíble. Mary Godwin sufrió esta desilusión, pero por
diferentes razones. En su ensayo sobre Frankenstein, George Levine analiza el
sueño que Godwin tuvo que inspiró el libro: "Los sueños surgen de las experiencias
complejas que colmaron a Mary Shelley, tanto personal como intelectualmente, en
un punto de crisis en nuestra cultura moderna, donde el idealismo, la fe en la
perfectibilidad humana y la energía revolucionaria fueron contrarrestadas por el
egoísmo moral de su padre radical, la infidelidad potencial de su esposo, el
diabolismo cínico de Byron, la realidad sentida de su propio embarazo y mucho más
"(Levine 4) . La abrumadora realidad de la vida de Godwin fue similar a la dura
realidad que se desarrolla en los eventos políticos de Europa.
En Forbidden Knowledge por Roger Shattuck, los antecedentes de Mary Shelley se
discuten más. Percy Shelley la barrió a la edad de diecisiete años. Sin casarse ella
vivía en una casa irregular de hombres que estaban decididos a alcanzar la gloria a
través de su genio. Lord Byron fue uno de esos individuos. "Rodeados de
nacimientos ilegítimos y muertes infantiles, subsistieron con altos ideales para
rehacer el mundo a través de la liberación y la revolución" (Shattuck 84). Fue el
vacío y la vanidad de estos altos ideales a lo que Mary Godwin estaba reaccionando
cuando escribió Frankenstein. En la novela, Víctor Frankenstein es un médico que
parece descontento y logra la satisfacción de explorar el reino sobrenatural. La
creación de su monstruo se debe a su ambición intelectual descontrolada: había
estado luchando por algo que estaba más allá de su control. En consecuencia, su
ambición es engañada y su vida se convierte en una existencia hueca. Frankenstein
declara: "Aprende de mí, sino por mis preceptos, al menos por mi ejemplo, cuán
peligrosa es la adquisición de conocimiento, y cuán feliz es el hombre que cree que
su pueblo natal es el mundo, que el que aspira a ser mayor de lo que su naturaleza
permitirá "(Shelley 53). Aquí Shelley está describiendo la tragedia que acompaña
aspiraciones ambiciosas. En este sentido, ella está comentando el sentimiento
romántico de su tiempo. Entre los siete temas en Frankenstein que Levine discute
está el del "superreactor". Encendidos por la Revolución Francesa, los intelectuales
creían en la "actividad creativa divina" (Levine 9). El Dr. Frankenstein también se
suscribe a esta alta creencia. Él declara: "El mundo era para mí un secreto que
deseaba adivinar" (Shelley 36). Sin embargo, tan pronto como logra su objetivo de
crear vida, él rechaza toda responsabilidad y su vida se convierte en un infierno
viviente. A través de este ejemplo, Mary Shelley señala los peligros de
"extralimitación". Parte de la tragedia que Shelley describe es cómo Frankenstein
pasa gran parte de su tiempo huyendo de su monstruo. Esto resulta en el monstruo
que mata a los miembros de la familia de Frankenstein. El descuido de la
responsabilidad muestra que Frankenstein no estaba listo para los resultados de su
ambición. En cambio, sus nobles ideales se vuelven menos heroicos y más
cobardes. Pero, ¿por qué rechazó su creación? En un extenso ensayo, Rhonda Ray
Kercsmar cita las teorías psicoanalíticas de Jacques Lacan para explicar la
respuesta de Frankenstein al monstruo. Según Kercsmar, hay una fragmentación
de la conciencia que influye en el monstruo. La fragmentación es lo que impulsa al
ser a buscar la unidad o integridad al encontrar su "Otro perdido". Al hablar sobre el
deseo del monstruo de reunirse con su Otro (Dr. Frankenstein), Shelley está
describiendo un impulso psicológico central que tiene lugar en todas las narrativas
humanas. Pero, este deseo de reunión nunca puede ocurrir de acuerdo con
Lacan. En consecuencia, Víctor Frankenstein se horroriza y huye de su
creación. Kerscmar afirma: "La trama de Frankenstein está estructurada por la
búsqueda de la criatura para reunirse con su creador / Otro, una búsqueda fallida
que finalmente conduce a la destrucción de ambos" (Kercsmar 731). Irónicamente,
después de alcanzar su objetivo de crear vida, Frankenstein es perseguido por su
creación. Su deseo de trascender el conocimiento aceptado se encuentra con el
deseo del monstruo de buscar a su otro perdido. La saga resultante producida por
Shelley ejemplifica temas que nacieron de la época romántica. Junto con la
liberación de las revoluciones europeas surgieron altos ideales y una fuerte creencia
en la influencia del hombre sobre su medio ambiente. Sin embargo, con la
perspectiva de la novela de Shelley, el lector puede ver la dura realidad que se
apodera de tales ideales. En el caso de Frankenstein, su aspiración por los poderes
sobrenaturales y el conocimiento creó un monstruo que lo atormentó hasta el día de
su muerte. Buscó una fama más grande de lo que su naturaleza le permitiría y,
aunque su monstruo no conocía otra cosa que el deseo de ser aceptado y reunirse
con su creador, la propia ambición de "sobrepasar" de Frankenstein se encontró
con la desilusión.

CONTEXTO

En la Inglaterra de principios del siglo XIX se operaban cambios de tipo económico,


político y social que, en el plano intelectual, tuvieron como consecuencia un
movimiento individualista y rebelde, el Romanticismo. Los inicios de la revolución
industrial y los avances que esta supuso en los ámbitos de la producción y las
comunicaciones, generaron una sensación de optimismo ante las ilimitadas
posibilidades del ser humano en el desarrollo científico. La contrapartida de esos
inicios de industrialización fue la aparición de la mano de obra barata, de los abusos,
de la pobreza urbana. En el plano político surgieron ideólogos radicales que se
oponían a respetar las normas establecidas en la sociedad, desde la inferioridad de
condiciones de la mujer, hasta el propio papel preponderante de la familia. William
Godwin, padre de Mary Shelley, estaba en esa línea de pensamiento, como lo
estaba la mayoría de personajes que se reunían en las tertulias de su casa. Los
románticos defendieron a ultranza el individualismo, las posibilidades del hombre
que se enfrenta a unas normas de comportamiento que considera opresoras como
única opción de lograr la felicidad. Esa actitud conlleva frecuentemente la búsqueda
de realidades distintas, o la aceptación de lo misterioso y desconocido como parte
integrante de la realidad. En ese contexto social y cultural crece la autora de
“Frankenstein”. En su obra, escrita a la edad de dieciocho años, se reflejan las
inquietudes de toda una generación, sobre todo, las de una muchacha que
interpreta el mundo según sus propias ideas, vacilantes aún, y que no puede evitar
plasmar sus experiencias personales. Así, sus personajes ponen de manifiesto
realidades tales como el papel secundario de la mujer en la sociedad del momento,
la fe en la posibilidad del hombre de alcanzar objetivos ilimitados, como la creación
de la vida con medios artificiales, la crueldad y la injusticia derivadas de la
marginación social de aquellos que no se someten a las normas.
Se elige la forma autobiográfica en las narraciones de sus dos protagonistas, porque
la perspectiva interna le permite profundizar al máximo en los mismos. La variedad
de puntos de vista (Walton, Frankenstein y la criatura, además de cartas de otros
personajes que se insertan en la narración), contribuye a evitar una redundancia
excesiva en el análisis de los sentimientos desencadenados por la situación, ya que
cada narrador extrae sus propias conclusiones y reacciona de una forma
determinada ante la misma situación: así, por ejemplo, la curiosidad de Walton, el
sentimiento de culpa de Frankenstein y la sensación de soledad e injusticia del
monstruo ante un mismo hecho: la propia vida de este último. El doctor
Frankenstein suele utilizar bastantes términos cultos a causa de los estudios que ha
cursado en la universidad. En cuanto al capitán Walton utiliza un modo de
expresarse con dichos y sin tantos cultismos, pero tampoco hasta el extremo de ser
un lenguaje vulgar. Por último, Frankenstein tiene un amplio vocabulario a
consecuencia de haber leído los libros de los antiguos en la casa de la familia del
bosque y presenta otra peculiaridad al hablar con su creador: le habla de usted,
como intuyendo que le tiene que tener un respeto al que es su padre, aunque lo
hace más por instinto y por haberlo visto en la casa en la que estuvo escondido
tanto tiempo.

Narrador
Protagonista

Tiempo
Cronológico: Años (alrededor de 30), porque narra desde que el ser es creado hasta
que crece.
Psicológico: no es cronológico puesto que recuerda en varias partes en el relato.
Podría decirse que toda la historia es un salto temporal, ya que se lo narra el señor
Walton a su sobrina.

Género
Novela

Intertextualidad
En la obra “Frankenstein” convergen tres grandes tradiciones (la judía, la clásica y
la cristiana), que tienen un motivo en común: la trasgresión. Se trata de un tema
propio de la tragedia griega, que acabó siendo muy prolífero durante el
Romanticismo pues encaja muy bien con el espíritu de libertad que caracteriza la
época y con la exploración del mundo irracional, siempre presente en el relato
gótico. En paralelo con la tragedia griega, en la novela de “Frankenstein” la
trasgresión se desarrolla a partir de un acto de soberbia del hombre ante los dioses,
uniendo de este modo los conceptos de mal, trasgresión y tragedia.
Movimiento literario
Gótico y Romanticismo.

Estructura
La forma estructural básica de la novela es epistolar. Robert Walton dirige a su
hermana una serie de cartas y en una de ellas inserta la extensa narración de Víctor
Frankenstein, quien a su vez inserta en la misma la narración autobiográfica de la
criatura. Al final de la historia vuelve el navegante a erigirse en narrador, esta vez
a través de un diario personal en el que explica la conclusión de los acontecimientos.
Mary W. Shelley divide el libro en tres volúmenes. El primero está constituido por el
prólogo de la autora, las cartas de Walton a su hermana y por siete capítulos más
que exponen toda la vida de Frankenstein hasta el asesinato de su hermano William
por la criatura y el ajusticiamiento equivocado de Justine por esa muerte. El
volumen II cuenta con nueve capítulos, seis de los cuales presentan la autobiografía
del monstruo y los tres restantes, las actitudes previa y posterior de Frankenstein.
Por último, el volumen III está formado por otros siete capítulos, en los que el
científico explica cómo se comprometió con su criatura a crearle una compañera y
cómo, al romper esa promesa, desató las iras del monstruo contra el que luchó
hasta perder su propia vida.

Personajes
Monstruo: Resultado de los experimentos de Víctor Frankenstein. Rechazado a
causa de su horrible aspecto. La relación con su creador es de amor y odio. Se
siente mal por el rechazo del que es víctima por parte de los humanos.
Víctor Frankenstein: Con un carácter noble, su tranquilidad se va al darle vida a
Frankenstein ya que lo perseguirá desesperadamente a lo largo de su vida.
Apasionado por los avances científicos, se muda de Ginebra a Inglaterra para
continuar sus estudios y llevar a cabo sus investigaciones sobre la vida humana.
Elizabeth: Compañera de juegos y prometida de Víctor. Desde su corta edad es
llevada a vivir con la familia Frankenstein, convirtiéndose en parte fundamental de
ella. Es la última víctima de Frankenstein.
Alphonse Frankenstein: Padre de Víctor. Apoya a su hijo para continuar sus estudios
fuera de Suiza. Su salud se va deteriorando a causa de los repentinos fallecimientos
de sus seres queridos.
Henry Clerval: Amigo incondicional de Víctor. Se muestra solidario con él en los
momentos de mayor confusión psicológica y enfermedad física en Ingolstadt. Se
convierte en otras de las víctimas de Frankenstein.
Robert Walton: Capitán del barco ballenero que encuentra a Víctor en la última
etapa de su vida. Viajan juntos y se convierte en su único confesor en esta terrible
historia. Encuentra en Víctor el alma noble y el amigo que tanto ansiaba tener.
La familia de Félix: Campesinos que habitan una cabaña frente a la de Frankenstein,
es de quienes aprende el idioma y los contradictorios sentimientos humanos. A
causa del rechazo a Frankenstein por su impresionante aspecto físico, hacen nacer
en él, el odio a la humanidad.

Espacios
-Físico: Europa. Se caracteriza en lugares como ruinas, castillos tenebrosos y
lugares fantasmagóricos o sobrenaturales. Hay una idealización de la naturaleza
que se describe con maravillosos paisajes, tranquilos, pero a la vez fríos y
desolados.
-Social: Al ser Frankenstein un ser creado de cadáveres era horripilantemente feo,
pero en realidad al ser visto por las personas se sentía peor que su aspecto,
rechazado. Se puede notar que la sociedad tenía una muy alta fijación por la
superficialidad y no sabían cómo era aquel monstruo.
-Jurídico: En el aspecto jurídico se observa cuando es sentenciado a muerte por el
asesinato de Justine. Se nota el peso de la ley que ejerce el hombre día con día.
-Económico: Se nota por los castillos y costumbres de los personajes, que los
diferencia en clases sociales. El estudio obtenido por el doctor lo hace notar de una
clase media o alta.

INTERPRETACIÓN

En esta obra se puede extraer una gran diversidad de significados que reflejan una
idea en general u las ideas del propio autor que influyeron en su creación y dan a
entender por medio de la interpretación que cada uno derive de lo aprendido en el
texto y de la identificación de los mismos.
A rasgos generales, lo primero que se aprecia e identifica es la cuestión de que la
ciencia puede ir demasiado lejos, hasta el hecho de hacer una labor que se podría
considerar que solo “dios” puede. Víctor que estudio en el campo de la ciencia para
crear a un individuo artificial que poseía las propiedades biologías de cualquier ser
humano, aspecto que nos refleja los grandes alcances que puede tener la ambición
humana o el avance mismo del descubrimiento de nuevas herramientas que nos
lleva a lograr lo que se puede denominar como imposible, idea que quita por
completo en esta obra.
A sí mismo, en el momento de la creación visualizado por Víctor como un monstruo,
ser que recibió vida por medios muy diferente y que por ende fue temido, no hubo
alguien que lo orientará en un mundo totalmente desconocido, pero con habilidades
fuera de lo común para cualquier humano. Desde un inicio Víctor lo juzgo sin tratar
de entender las grandes consecuencias que había traído al desafiar al ciclo de la
vida y la propia naturaleza de la humanidad. Por todo lo que fue experimentado el
“monstruo” y el anormal avance de lo que aprendía construyo sus propias creencias
e idea de su entorno. Fue experimentando situaciones negativas que se identifica
que un “monstruo” no nacen monstruos, son creados por la propia humanidad, las
personas crean “monstruos” al momento de juzgar, de temer a lo desconocido y
como resultado no intentar de comprender la situación.

ANÁLISIS PERSONAL
Actualmente esta obra es muy reconocida comercialmente pero de forma irregular
ya que ha sufrido drásticos cambios que han dado una idea errónea de lo que
realmente trata la obra de Mary Shelley, y que las ideas que manejó esta obra
tuvieron y tienen un impacto con gran profundidad en estar de acuerdo en diversas
situaciones que componen al ser humano, tanto en lo social que reflejaba ideas
revolucionarias y que se relacionan con la época en que se vivió movimientos
revolucionarios y como da a partir de la Frankenstein la creación de más obras
literarias que manejan elementos similares funcionando como punto de partida la
obra maestra de Mary Shelley.

REFLEXIÓN
Existen situaciones que no podemos desafiar a la naturaleza que existe a nuestro
alrededor involucrando precisamente el crear vida, por varias circunstancias que
podemos hacer mención como es la ignorancia de manejar a un nuevo ser, de
formar, de enseñar y aprender uno mismo, entra el egoísmo y al mismo tiempo la
ambición del hombre, crear algo que no es fácil controlar, haciendo algo
desconocido y que al final no sabe controlar, esto se ve reflejado con la situación
actual de la población mundial, hay diversidad de problemáticas que se salieron de
control por el mismo hombre que al final puede conllevar a la destrucción de uno
mismo, que ya ocurre, y que no se hace nada en contra de uno mismo, al final
creando uno mismo “monstruos” que tememos con gran potencia pero que ni
tratamos para nada de entender el porqué de la problemática, es más fácil criticar y
mantenernos a margen de lo desconocido y quedarnos de conformistas hasta que
llegue el punto que se ve todo opacado y no quede nada, en el momento que uno
mismo se destruya y consigo todo lo manipulado por el hombre, la destrucción que
causa uno mismo, la formación social que se produjo y con ello la dinámica de vida
que se formó por ideas, creencias que no fueron sustentadas y quedar en un olvido
total.
ESCUELA PREPARATORIA
“AMÉRICA LIBRE”

REPORTE DE FRANKENSTEIN

LITERATURA

Carmelo Varela Espinoza

Fausto Morales Morales

12-01-18
ESCUELA PREPARATORIA
“AMÉRICA LIBRE”

REPORTE DE FRANKENSTEIN

LITERATURA

Maestro
Carmelo Varela Espinoza

Alumno
Enrique Pablo Gutiérrez

12-01-18

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