Gaudiem Et Spes Capítulo 1
Gaudiem Et Spes Capítulo 1
Gaudiem Et Spes Capítulo 1
CAPÍTULO I
12. Creyentes y no creyentes opinan, casi unánimes, que todos los bienes de
la tierra han de ordenarse hacia el hombre, centro y vértice de todos ellos.
Mas, ¿qué es el hombre? Muchas son las opiniones que el hombre se ha dado
y se da sobre sí mismo, variadas o contradictorias: muchas veces o se exalta a sí
mismo como suprema norma o bien se rebaja hasta la desesperación, terminando
así en la duda o en la angustia. Siente la Iglesia profundamente estas dificultades,
a las que puede dar, aleccionada por la divina Revelación, conveniente respuesta
que, al precisar la verdadera condición del hombre, aclare sus debilidades a la par
que le haga reconocer rectamente su dignidad y vocación.
En efecto, la Sagrada Escritura nos enseña que el hombre fue creado a imagen
de Dios, capaz de conocer y amar a su Creador, constituido por Él como señor
sobre todas las criaturas[9] para que las gobernase e hiciese uso de ellas, dando
gloria a Dios[10]. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él, o el hijo del
hombre, pues que tú le visitas? Lo has hecho poco inferior a los ángeles, le has
coronado de gloria y honor y le has puesto sobre las obras de tus manos. Todo lo
has puesto bajo sus pies (Sal 8,5-7).
Pero Dios no creó al hombre solo, pues ya desde el comienzo los creó varón y
hembra (Gén 1,27), haciendo así, de esta asociación de hombre y mujer, la primera
forma de una comunidad de personas. El hombre, por su misma naturaleza, es
un ser social, y sin la relación con los demás no puede ni vivir ni desarrollar sus
propias cualidades.
mismo. Conocieron a Dios, mas no le dieron gloria como a Dios; y así quedó
oscurecido su loco corazón, prefiriendo servir a la criatura y no al Creador[11].
La experiencia misma confirma lo que por la divina Revelación conocemos. De
hecho, el hombre, cuando examina su corazón, se reconoce como inclinado al
mal y anegado en tantas miserias, que no pueden tener su origen en el Creador,
que es bueno. Muchas veces, con su negativa a reconocer a Dios como su primer
principio, rompe el hombre su debida subordinación a su fin último, y al mismo
tiempo toda la ordenación tanto hacia sí mismo como hacia los demás hombres
y las cosas todas creadas.
14. Siendo uno por el cuerpo y por el alma, el hombre, aun por su misma
condición corporal es una síntesis de todos los elementos del mundo material, de
tal modo que los elementos todos de éste por medio de aquél alcanzan su cima y
alzan su voz para alabar libremente al Creador[13].
Nuestra época necesita esta sabiduría mucho más que los siglos pasados, a fin
de que se humanicen más todos sus descubrimientos. Gran peligro corre el futuro
destino del mundo, si no surgen hombres dotados de dicha sabiduría. Y conviene,
además, señalar que muchas naciones, aun siendo económicamente inferiores,
al ser más ricas en sabiduría, pueden ofrecer a las demás una extraordinaria
aportación.
17. Mas el hombre no puede encaminarse hacia el bien sino tan sólo
mediante la libertad que tanto ensalzan y con ardor tanto buscan nuestros
contemporáneos, y no sin razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan
en forma depravada, como si no fuera más que una licencia que permite hacer
cualquier cosa, aunque fuere mala. Al contrario, la verdadera libertad es el signo
más alto de la imagen divina en el hombre. Porque quiso Dios dejar al hombre
en manos de su propia decisión[20] de suerte que espontáneamente busque a su
Creador y llegue libremente a su felicidad por la adhesión a Él. Mas la verdadera
dignidad del hombre requiere, que él actúe según su conciencia y libre elección, es
decir, movido y guiado por una convicción personal e interna, y no por un ciego
impulso interior u obligado por mera coacción exterior. Mas el hombre no logra
esta dignidad sino cuando, liberado totalmente de la esclavitud de las pasiones,
tiende a su fin eligiendo libremente el bien, y se procura, con eficaz y diligente
actuación, los medios convenientes. Ordenación hacia Dios, que en el hombre,
herido por el pecado, no puede tener plena realidad y eficacia sino con el auxilio
de la gracia de Dios. Cada uno, pues, deberá de dar cuenta de su propia vida ante
el tribunal de Dios, según sus buenas o sus malas acciones[21].
14 Concilio Vaticano II
19. La más alta razón de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre
a la comunión con Dios. Ya desde su nacimiento, el hombre está invitado al diálogo
con Dios: puesto que no existe sino porque, creado por el amor de Dios, siempre es
conservado por el mismo amor, ni vive plenamente según la verdad si no reconoce
libremente aquel amor, confiándose totalmente a Él. Mas muchos contemporáneos
nuestros desconocen absolutamente, o la rechazan expresamente, esta íntima y vital
comunión con Dios. Este ateísmo, que es uno de los más graves fenómenos de
nuestro tiempo, merece ser sometido a un examen más diligente.
Constitución Pastoral Gaudium et Spes 15
La palabra ateísmo designa fenómenos muy distintos entre sí. Mientras unos
niegan expresamente a Dios, otros afirman que el hombre nada puede asegurar sobre
Él. Y no faltan quienes examinan con tal método el problema de la existencia de
Dios, que aparece como plenamente sin sentido alguno. Muchos, sobrepasando
indebidamente los límites de las ciencias positivas, o bien pretenden explicarlo todo
sólo por razones científicas o, por lo contrario, no admiten verdad absoluta alguna.
Ni faltan quienes exaltan tanto al hombre, que dejan sin contenido alguno la fe en
Dios, inclinados como están más bien a la afirmación del hombre que a la negación
de Dios. Otros se imaginan a Dios de tal modo que su ficción, aun por ellos mismos
rechazada, nada tiene que ver con el Dios del Evangelio. Otros ni siquiera se plantean
los problemas acerca de Dios, puesto que no experimentan inquietud alguna religiosa,
ni entienden por qué hayan de preocuparse ya de la religión. Además de que el ateísmo
muchas veces nace, o de una violenta protesta contra el mal del mundo, o de haber
atribuido indebidamente el valor de lo absoluto a algunos de los bienes humanos, de
suerte que ocupen estos el lugar de Dios. Hasta la misma civilización actual, no ya de
por sí, sino por estar demasiado enredada con las realidades terrenales, puede muchas
veces dificultar más aún el acercarse a Dios.
todas las cosas, o por lo menos que tal afirmación es simplemente superflua. A
esta doctrina puede favorecer el sentido del poder que el progreso actual de la
técnica atribuye al hombre.
21. La Iglesia, por su fidelidad tanto a Dios como a los hombres, no puede
menos de reprobar -como siempre lo hizo en lo pasado-[24], aun con dolor, pero
con toda firmeza, todas aquellas doctrinas y prácticas perniciosas que repugnan
tanto a la razón como a la experiencia humana, a la par que destronan al hombre
de su innata grandeza.
Se esfuerza, sin embargo [la Iglesia], por descubrir las causas de la negación
de Dios escondidas en la mente de los ateos; y, consciente de la gravedad de
los problemas suscitados por ellos, a la vez que movida por la caridad hacia los
hombres, juzga que los motivos del ateísmo deben examinarse más seria y más
profundamente.
los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, tanto que no pocas
veces los hombres caen en la desesperación.
Sabe perfectamente la Iglesia que su mensaje está en armonía con las aspiraciones
más secretas del corazón humano, cuando defiende la dignidad de la vocación humana,
18 Concilio Vaticano II
Así es cómo el hombre cristiano, hecho semejante a la imagen del Hijo, que
es el primogénito entre muchos hermanos[35], recibe las primicias del Espíritu
(Rom 8,23), que le capacitan para cumplir la nueva ley del amor[36]. Por este
espíritu, que es prenda de la herencia (Ef 1,14), queda restaurado todo el hombre
interiormente, hasta la redención del cuerpo (Rom 8,23): Si el Espíritu de Aquel
Constitución Pastoral Gaudium et Spes 19
que resucitó a Jesucristo de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó
a Jesucristo de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por
su Espíritu, que habita en vosotros (Rom 8,11)[37].
Y esto vale no sólo para los que creen en Cristo, sino aun para todos
los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de un modo
invisible[39]. Puesto que Cristo murió por todos[40] y la vocación última del
hombre es efectivamente una tan sólo, es decir, la vocación divina, debemos
mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma
sólo por Dios conocida, lleguen a asociarse a este misterio pascual.
Tal es, y tan grande, el misterio del hombre, que, para los creyentes, queda
claro por medio de la Revelación cristiana. Así es cómo por Cristo y en Cristo
se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que, fuera de su Evangelio,
nos oprime. Cristo resucitó venciendo a la muerte con su muerte, y nos dio
la vida[41] para que, hijos de Dios en el Hijo, podamos orar clamando en el
Espíritu: Abba, Padre![42].
CAPÍTULO II
La Comunidad humana
23. La multiplicación de las mutuas relaciones entre los hombres constituye uno
de los fenómenos más importantes del mundo de hoy, favorecida notablemente por los
progresos actuales de la técnica. Mas la realización del diálogo fraternal no consiste en
estos progresos, sino más profundamente en la comunidad entre las personas, que exige
un recíproco respeto a la plenitud de su dignidad espiritual. Comunidad interpersonal,
que recibe en su promoción un gran auxilio de la Revelación cristiana, la cual nos
conduce al mismo tiempo a profundizar más y más en las leyes que regulan la vida
social, que el Creador grabó en la naturaleza espiritual y moral del hombre mismo.