Filosofía Zapoteca
Filosofía Zapoteca
Filosofía Zapoteca
(http://fbisu.net.mx/fzapo/gregorio.html)
Los Binnigula'sa'
Los zapotecas o binnigula'sa' son, en la actualidad, uno de los pueblos
autóctonos más relevantes de México y que junto con otros forma la
admirable policromía étnica del estado de Oaxaca. Más relevantes dijimos,
en virtud de su gran obra cultural y técnica que, gracias a su formidable
genio, llevaron a cabo en su glorioso pasado, en su vida remota de nación
independiente cuando todavía Colaní, el oráculo, no introducía, con sus
fatídicos presagios la zozobra en sus espíritus.
Cedamos ahora la palabra al doctor Nicolás León para que, con su voz
autorizada, nos haga el retrato de los zapotecas:
“Bravos e indomables en la guerra, como cultos y aventajados en las
ciencias y las artes, nos quedan aún monumentos que lo comprueban. El
poderoso emperador mexicano en vano intentó esclavizarlos y sólo
consiguió hacerlos sus amigos ofreciéndole a su rey en matrimonio a la
hermosa Pelaxilla o Coyolicaltzin su hija. Sus conocimientos en la táctica
militar nos lo revelan las fortificaciones de Monte Albán y Tehuantepec, y
otros mil de que se encuentra sembrado aún el hoy estado de Oaxaca. ¿Qué
diremos de su genio artístico en vista de las soberbias ruinas de Mitla o
Mictlan? Ésto, más sus conocimientos astronómicos, régimen político y
altura a que llegaron en la escritura jeroglífica, nos indican de un modo
indiscutible que marchaban al frente de la civilización americana.”
Hasta aquí las palabras del arqueólogo michoacano.
A pesar de los sacudimientos telúricos, a pesar de los eclipses y
perturbaciones celestes; a pesar de las conquistas, de las guerras y
revoluciones el espíritu zapoteca sigue incólume. Puesto a salvo por los
poderosos númenes de Guiengola, sigue viviendo en el corazón del pueblo
mexicano para dar testimonio de su noble estirpe y contribuir, con su
grano de arena, a la gestación de una patria más grande y más augusta. En
una palabra: a la gestación eterna y gloriosa de México.
Hecha la presentación de los zapotecas o binnigula'sa' señalemos, antes de
acometer de lleno nuestra tarea, las dificultades y escollos con que
tropezamos para exponer, con toda fidelidad, el pensamiento filosófico
zapoteca. Por ejemplo: la carencia de documentos o testimonios históricos
(tradiciones y pinturas) que aludan directa y expresamente el asunto. La
razón nos parece obvia. Por una parte, la transmisión oral o escrita de los
conceptos filosófico-religiosos se interrumpió bruscamente por efecto de la
Conquista. La voz de los sacerdotes y doctores zapotecas calló para siempre
al cumplirse la profecía de Colaní. Por otra parte, el afán primordial de los
misioneros españoles (cronistas en su mayoría de los pueblos aborígenes
conquistados) no estribaba en inculcar una nueva filosofía, en sentido
estricto, en la mente de los zapotecas; sino, antes que nada, desterrar de su
alma la religión de sus antepasados gentiles, para dar sitio al evangelio de
Cristo. Ésto explica su despreocupación por otros asuntos que no fueran de
índole estrictamente religiosa. El imperativo era: la salvación de los indios
dentro de los cánones de la Iglesia. Como quiera que aún en la relación (no
siempre fiel) que nos hacen de la teología aborigen y, en general, de
cualquier materia que tocaban, se delataban (bajo los términos en que tal
teología era expresada) los conceptos filosóficos de que se sirvieron los
indios para su propósito.
Ciertamente. Toda teología es expresada bajo ciertos términos filosóficos
dominantes de la época, términos que indican determinado modo de
pensamiento. Así, v. gr., en la religión cristiana, la teología es declarada, en
nuestros tiempos, según los términos de la filosofía aristotélicotomista
principalmente. Por consiguiente, nada tiene de particular que en la
relación que nos hacen los padres españoles, de la religión zapoteca, se
manifieste al mismo tiempo y leyendo entre líneas la filosofía dominante
de los zapotecas. Se argüirá y con mucha razón, que ya en la misma
relación castellana de la religión aborigen y en general de otras ramas de la
cultura, se violenta el espíritu indígena.
Ciertamente. ¿Qué otra cosa podría esperarse cuando se enfrentan dos
mentalidades radicalmente distintas, dos modos de pensamiento y, por lo
tanto, dos formas de expresión y de verbo? El choque de dos espíritus con
distinto ángulo de visión trae fatalmente como consecuencia puntos
irreconciliables, tergiversaciones de forma y de contenido; de modo que el
espíritu políticamente victorioso traiciona al adversario vencido; lo
traiciona a través de los moldes adecuados tan sólo a sus propias
manifestaciones culturales; pero que resultan inadecuados, por estrechos, a
las manifestaciones de otros espíritus; lo traiciona, además, en la
interpretación errónea y prejuiciosa del pensamiento ajeno, ora
desvirtuándolo, ora restándole fuerza y pristinidad.
En vista de lo anterior nosotros, evitando caer en el mismo yerro;
procuraremos, hasta donde nuestras fuerzas lo permitan, situarnos en el
mismo punto de vista aborigen con el fin de exponer, del modo más fiel
posible, la filosofía de los zapotecas; si no en forma completa y detallada,
cuando menos sus bases o los lineamientos generales para una posible
sistematización en grande que se emprenda ulteriormente. El medio más
idóneo que disponemos para nuestro propósito es la lengua zapoteca. Las
fuentes históricas que coadyuvarán en nuestra labor son principalmente,
entre otras, las siguientes: el Arte en Lengua Zapoteca (1578), el
Vocabulario Castellano Zapoteco (1570), ambas obras de dominico Fray
Juan de Córdova, y el libro: Geográfica Descripción…, escrito por el fraile,
también dominico, Francisco de Burgoa.
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II
El principio
III
DIDXA : el lógos
IV
LADXI yo
: el “ ”
a) Los Binniguenda
Todos los seres, por el hecho de nacer de guenda, son binniguenda (de
binni homo, hombre, y guenda el ser). Juan de Córdova, en su ‘Vocabulario’
traduce este término: hombre de ser, de tomo o autoridad. El vocablo de
nuestro romance que se ajusta mejor a este concepto pensamos que es el de
espíritu.
Lo que caracteriza a los binniguenda, en su calidad de vástagos de la ‘gran
parturienta’, es el de llevar a cuestas el verbo o logos (didxa). Efectivamente:
el binniguenda es tameme del verbo (binniroadidxa).
Guenda, ciertamente, es 'madre de todas las cosas'; pero en tanto en cuanto
son espíritus o binniguenda, es decir, en tanto en cuanto llevan a cuestas
un destino y una significación. Todos los seres, en cuanto espíritus o
binniguenda, llenan una función en el mundo, realizan una misión en la
vida; pues nada existe sin causa ni razón: desde los más simples hasta los
más complejos obedecen (consciente o inconscientemente) a un elevado
propósito: como quiera que este concepto (binniguenda) se aplique más
bien a los seres conscientes, es decir a los hombres; pero por cierta analogía
nos permitimos extenderlo a todos los seres.
Las cosas son hijas de guenda, si; pero aquellas que dicen o expresan algo (a
su manera); pero algo vivo y real que consuene con la perfecta sinfonía de
los espíritus. El mundo de los binniguenda no es estéril; el mundo de los
binniguenda es un mundo de eterna creación: en las ciencias, en las artes,
en la filosofía.
Guenda es madre de espíritus, sí; pero no de espíritus cobardes que llevan
a cuestas los pies; no de espíritus abstractos, ni de los que vegetan pegados a
la tierra que no reconocen otros valores que los de los sentidos: ídolos de
barro, de piedra, de marfil o de oro. No, la raza de los binniguenda no es
este engendro de espíritus, abortados por el caos. La raza de los Cocijoeza y
de los Cocijopí es otra: es aquella raza de inmortales tamemes que llevando
a cuestas el verbo (didxa) trotan libres hacia su feliz destino; raza
indomable de espíritus que, con tal de dejar una huella en la vida, soportan
valerosos toda especie de carga, aun la pesada y dolorosa carga de la
muerte. Espíritus fuertes, fieles al ritmo que los integra a su fin; forjados no
al calor de bajas y violentas pasiones, de odios y de envidias, sino al fuego
puro, encendidísimo, del amor.
El amor (guendaranaxhí) es quien engendra, en el seno de guenda a los
verdaderos espíritus; es quien los colma de gracias y dones y quien fija y
asigna a cada uno su peculiar e inefable destino. En efecto, Guenda sólo
concibe por el amor y los hijos que pare son, consiguientemente, frutos del
amor.
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b) La Guelagueza
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