Delta
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FORMOSA
Km
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El río Paraguay nace a los 14° 20’ de latitud sur en el Matto Grosso central (Brasil). El Bajo Pa-
raguay corresponde a la porción argentino-paraguaya del mismo, la que se inicia en su confluen-
El río Paraná, el segundo más largo de Sudamérica, también nace en territorio brasileño (15° 30’
de latitud sur). Por sus características geomorfológicas e hidrológicas diferenciales, comúnmen-
te es zonificado en cuatro grandes tramos: el Alto Paraná, el Paraná Superior (no incluidos en la
ecorregión), el Paraná Medio y el Delta. El Paraná Medio se extiende desde su confluencia con
el río Paraguay en Paso de la Patria (Corrientes) hasta la ciudad de Diamante (Entre Ríos), don-
de se inicia el Delta (Giraudo y Arzamendia, 2004). En él, la margen correntino-entrerriana es
una barranca continua y elevada, mientras que la chaqueño-santafesina es baja (Pando y Vitalli,
2002). En el Delta, el cauce se ensancha determinando un amplio valle de inundación que, en
su porción terminal, se divide en dos grandes brazos para conformar un verdadero delta desde
el punto de vista geomorfológico (Quintana et al., 2002).
El Río de la Plata, por último, corresponde, en realidad, a un estuario que se extiende desde la
porción terminal del Delta y la desembocadura del río Uruguay hasta el Océano Atlántico, y fi-
naliza a la altura de una línea imaginaria que une la localidad de Punta Rasa, en la Argentina,
con Punta del Este, en Uruguay (Bonetto y Hurtado, 1999).
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En términos generales, se trata de macrosistemas complejos en los que los flujos de energía y ma-
teriales ocurren como pulsos de inundación y sequía. Por otro lado, como el agua proviene en gran
parte de otras regiones, se produce un desfasaje de algunos meses entre las precipitaciones ocurri-
das en las altas cuencas y los niveles de agua en los grandes ríos (Neiff y Malvárez, 2004). Estos
macrosistemas incluyen ambientes acuáticos permanentes, temporarios y sectores de tierra firme,
distribuidos en gradientes desde los canales principales hacia los laterales de sus llanuras aluviales.
Este rasgo geomorfológico característico sumado a la elevada capacidad de almacenaje de agua en
sus suelos (que se saturan por la circulación del río) y a la variabilidad regional observada en el ba-
lance lluvias/evapotranspiración + infiltración determinan su “elasticidad”, es decir, la relación di-
námica entre las superficies ocupadas en las fases de máxima inundación (o de aguas altas) y de se-
quía (o de aguas bajas). Dicha elasticidad permite explicar, en gran medida, aspectos tales como la
prevalencia de fenómenos de acumulación o degradación de la materia orgánica, la variación en las
condiciones químicas, el almacenamiento y la movilidad de los nutrientes y el flujo, la distribución
y la abundancia de las poblaciones animales y vegetales (Neiff y Malvárez, 2004). Las comunida-
des bióticas pueden presentar importantes diferencias en su complejidad y diversidad específica; en
muchos casos, se observan gradientes claramente marcados entre las distintas secciones del río y
entre los diferentes componentes de la llanura de inundación (Marchese et al., 2002).
Los grandes ríos Paraguay y Paraná constituyen importantes “corredores”, es decir, vías efec-
tivas para la migración activa o pasiva de flora y fauna de linaje tropical hacia zonas templadas,
donde pueden coexistir con especies propias de estas últimas (Kandus y Malvárez, 2002; Quin-
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tana et al., 2002). Según Giraudo y Arzamendia (2004), varias especies de aves, reptiles y gran-
des mamíferos tropicales tendrían mayor afinidad con la biota amazónica, a diferencia de las
que “bajan” por el Alto Paraná y el río Uruguay, que serían más “atlánticas”.
Los eventos periódicos de inundación producen situaciones de estrés biótico que, en muchos ca-
sos, implican un “volver a iniciar” del sistema; la fase de aguas bajas también constituye un im-
portante factor de selección que condiciona la distribución de animales y plantas (Neiff y Malvá-
rez, 2004). Sin embargo, muchos de los organismos presentes se hallan adaptados a los mencio-
nados pulsos y pueden sobrevivir en una amplia gama de condiciones ambientales, o bien migran
en las épocas desfavorables (Bó y Malvárez, 1999). La percepción humana de estos eventos (par-
ticularmente de las inundaciones) tiene connotaciones y alcances muy distintos. La inundación
“puede resultar detrimental por su magnitud, amplitud o lo inesperado de su ocurrencia, pero tam-
bién por la incoherencia del funcionamiento de la sociedad humana antes, durante y después de su
manifestación” (Neiff y Malvárez, 2004). No debe olvidarse, por lo tanto, que el régimen hidroló-
gico de pulsos es el responsable de las elevadas productividad y diversidad biológica que caracte-
rizan a la ecorregión y, por lo tanto, de los numerosos bienes y servicios que históricamente han
brindado a las sociedades humanas que la habitan. A continuación, se realiza una breve descrip-
ción físico-biológica y socio-económica de cada uno de los cuatro grandes sectores identificados.
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El Bajo Paraguay
Su valle aluvial se halla constituido por el canal principal del río, sus brazos laterales (semiper-
manentes o esporádicos), los altos relativos (albardones), las medias lomas altas y bajas (espi-
ras) y los bajos (esteros y lagunas semilunares). Estos últimos dominan el paisaje y se inundan
cada dos o tres años.
La fase de aguas altas se extiende de mayo a octubre. El clima es cálido (la temperatura media
anual es de 22°C). La precipitación anual es de 1.350 mm y se concentra en verano y, si bien la
evapotranspiración potencial también es relativamente alta, el balance hídrico anual resulta po-
sitivo (Bucher y Chani, 1999; GPF, 2000).
Los altos relativos se hallan cubiertos por estrechas franjas de bosques fluviales en los que abun-
daban árboles de timbó blanco (Cathormium polyantum), ibirá puitá (Peltophorum dubium), la-
pacho (Tabebuia impetiginosa), Francisco Álvarez (Pisonia zapallo) y palo mora (Chlorophora
tinctorea), especies actualmente relictuales debido a la intensa extracción de madera a la que
fueron sometidas (Del Rosso, com. pers.).
Las medias lomas altas son dominadas por arbustales de espinillos mansos y carpincheras
(Mimosa spp.) y las bajas, por pajonales de distinto tipo: carrizales (Panicum grumosum), pi-
rizales (Cyperus giganteus), achirales (Thalia geniculata), canutillares (Paspalum repens),
etc. Los bajos se hallan cubiertos por pajonales y pastizales dominados por totoras (Thypa
Entre los peces, sobresalen el pacú (Colossoma mitrei), la tararira (Hoplias malabaricus), el do-
rado (Salminus maxillosus), los surubíes (Pseudoplatystoma spp.) y el manguruyú (Paulicea lut-
keni), en los que se concentran las actividades mencionadas (GPF, 2000). De la avifauna se des-
tacan el pato criollo (Cairina moschata), el sirirí colorado (Dendrocygna bicolor), el yabirú (Ja-
biru mycteria), el muitú (Crax fasciolata), el picabuey (Machetornis ilsoxus) y varias especies
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de garzas, bandurrias y milanos. Entre los reptiles, se destacan dos especies de yacaré, el ñato
(Caiman latirostris) y el negro (C. yacare), y la boa curiyú (Eunectes notaeus), aprovechados
por el valor comercial de su cuero (sobre un modelo de uso sustentable del yacaré, ver Moreno
et al., en este volumen). Los mamíferos más representativos son el mono aullador (Alouatta ca-
raya), el coatí (Nasua nasua), el zorro de monte (Cerdocyon thous), los pecaríes labiado y de
collar (Pecari tajacu y Tayassu pecari), y el murciélago pescador grande (Noctilio leporinus).
También son particularmente distintivos la rata colorada –Holochilus chacarius–, el carpincho
–Hydrochaeris hydrochaeris–, el lobito de río –Lutra longicaudis– y el coipo o nutria –Myocas-
tor coypus– (GPF, 2000), aunque la situación de este último sería problemática, al menos en los
años recientes (Bó et al., 2004 a).
Las zonas urbanas y periurbanas (como la ciudad de Formosa) utilizan el agua provenien-
te de estos humedales. En los últimos años, en las zonas rurales se han efectuado desmon-
tes para realizar ganadería extensiva, instalar viveros forestales, núcleos hortícolas y ladri-
lleros, además de algunos campings y clubes náuticos. No obstante, la mayoría de los ha-
bitantes, asentados en forma precaria, realiza estas actividades para el autoconsumo en pe-
queñas granjas familiares complementadas con pesca artesanal (GPF, 2000; Del Rosso,
com. pers).
El Paraná Medio
El Paraná Medio se halla conformado por depósitos aluvionales que forman islas que, poste-
La Situación Ambiental Argentina 2005
riormente, van adosándose para constituir la planicie de inundación donde lagunas, madrejo-
nes y zanjones son particularmente abundantes. Al igual que en el Bajo Paraguay y en el Del-
ta, el régimen hidrológico se caracteriza por un pulso anual aunque, en los últimos años, el
mismo ha adquirido un carácter errático. Si bien siguen detectándose períodos de aguas rela-
tivamente altas y bajas, pueden observarse varios pulsos pequeños en el ciclo anual, o bien
varios años de inundación o de estiaje. Estos eventos se relacionan con fenómenos climáticos
naturales como “El Niño”o “La Niña”, aunque también se los asocia al manejo hidráulico que
se realiza en las altas cuencas.
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En cuanto a la fauna silvestre, los peces y las aves son los grupos más diversos. Entre los primeros
merecen señalarse el sábalo (Prochilodus platensis)-–que constituye más del 50% de la biomasa íc-
tica y se destina al consumo y a la elaboración de aceite y harina–, los surubíes, el manguruyú, el
dorado y el pirapitá (Brycon orbigianus), muy importantes para la pesca (comercial y deportiva), la
actividad más distintiva y compleja de la región (Bonetto y Hurtado, 1999; Baigún y Oldani, en es-
te volumen). Entre las aves se destacan el biguá (Phalacrocorax olivaceous), la garza blanca (Cas-
merodius albus), las cigueñas (Mycteria americana y Ciconia maguari), el cuervillo de la cañada
(Plegadis chihi) y varias especies de macáes, gallinetas y tordos. Muchas especies de patos, como
el cutirí (Amazonetta brasiliensis), el capuchino (Anas versicolor), el sirirí pampa (Dendrocygna vi-
duata), el sirirí colorado y el picazo (Netta peposaca) son sometidas a una intensa caza deportiva y
de subsistencia, y son también perseguidas por su eventual efecto negativo en las grandes arroceras
que, en forma creciente, están cubriendo grandes extensiones de la cuenca (Zaccagnini, 2002).
Los mamíferos, los reptiles y los anfibios más conspicuos son el aguará guazú (Chrisocyon brachiu-
rus), el osito lavador (Procyon cancrivorus), el guasuncho (Mazama goazoubira), los yacarés, la cu-
riyú, la ñacaniná (Hydrodinastes gigas), otros ofidios como Hydrops triangularis y Philodryas olfers-
si, el sapo buey (Bufo paracnemis), el lagarto overo (Tupinambis merinae), el carpincho y el coipo.
Estos tres últimos han sido sometidos a una intensa caza comercial y de subsistencia (Bonetto y Hur-
tado, 1999; Bucher y Chani, 1999; Giraudo, Arzamendia y López, 2004; Bó et. al. en este volumen).
En cuanto a las actividades humanas, resulta conveniente recordar que, a lo largo del Paraná
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El clima es templado y subhúmedo, con temperaturas medias anuales de 16,7°C a 18°C, la pre-
cipitación anual es de 1000 mm y humedad relativa es del 79%. Dichos valores, junto con las
relativamente bajas amplitudes térmicas diarias, temperaturas máximas y frecuencia de días con
heladas, se producen debido a la acción moderadora de las grandes masas de agua circundantes.
Entre las comunidades vegetales arbóreas en el DS y el DM, se destacan el bosque fluvial mix-
to, constituido por especies arbóreas como el sauce criollo, el aliso de río (Tessaria integrifolia),
el canelón (Rapanea laetevirens) y el laurel (Nectandra falcifolia). En el DI se destaca la selva
en galería o “monte blanco”, actualmente relictual, compuesta por leñosas como la palmera pin-
dó (Arecastrum romanzoffianum), el ingá (Inga uruguayensis), el anacahuita (Blephalocalix
tweedi) y el sauco (Sambucus australis). Esta última, junto con los seibales dominaba en los al-
bardones de las islas, y actualmente son reemplazados por un bosque secundario de exóticas do-
minado por ligustros (Ligustrum lucidum), ligustrinas (L. sinence), moras (Morus sp.), fresnos
(Fraxinus sp.) y cubiertos de madreselvas (Lonicera japonica) y zarzamoras (Rubus sp.) -ver
Kalesnik y Quintana en este volumen. En el sector no insular, en cambio, los bosques bajos de
espinillo (Acacia caven) constituyen las comunidades características.
La Situación Ambiental Argentina 2005
En las riberas y en los ambientes de media loma aparecen comunidades capaces de soportar con-
diciones hidrológicas fluctuantes como sarandizales (Cephalantus glabratus), chilcales (Bac-
charis spp.), cardasales (Eryngium spp.) y pastizales de Luziola peruviana, respectivamente. En
los bajos, se encuentran comunidades herbáceas hidrófilas con especies dominantes variables,
según la zona considerada. Tal es el caso de los catayzales, los verdolagales, los canutillares del
DS y DM, los pajonales de cortadera (Scirpus giganteus) y los juncales (Schoenoplectus cali-
fornicus) del DI. Los carrizales y las distintas comunidades acuáticas se distribuyen, en cambio,
a lo largo de todo el Delta (Malvárez, 1999; Kandus y Malvárez, 2002; Quintana et al., 2002).
En cuanto a la fauna silvestre, de las formas ribereñas que ingresan al área merecen destacarse
el lobito de río, el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus) -ver Aprile et al., en este vo-
lumen-, la rata colorada (Holochilus brasiliensis), la pava de monte común (Penelope obscura)
y el biguá víbora (Anhinga anhinga). Los mismos conviven con cuises (Cavia aperea), coipos,
carpinchos, chajáes (Chauna torquata), caraos (Aramus guarauna) y varias especies de garzas,
gallinetas y patos, junto con otras especies netamente pampeanas como la comadreja overa (Di-
delphis albiventris), el gato montés común (Oncifelis geoffroyi), el federal (Amblyramphus ho-
locericeus) y el cabecita negra (Carduelis magellanica).
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Entre los reptiles se destacan el lagarto overo, la yarará (Bothrops alternatus) y varios colúbri-
dos y tortugas acuáticas. Con respecto a los anfibios, dentro de las veintisiete especies presen-
tes merecen mencionarse la rana criolla (Leptodactylus ocellatus), los sapos como el Bufo fer-
nandezae y varias especies de ranitas de zarzal como Hyla pulchella.
Dentro de los peces se destacan varias especies de bagres (de los géneros Pimelodus y Parapi-
melodus), surubíes y patíes (de los géneros Pseudoplatystoma y Luciopimelodus) y el dorado.
Los bagres, junto con el sábalo, son los de mayor número y biomasa en toda la Cuenca del Pla-
ta (Quintana et al., 2002).
La mayoría de las actividades mencionadas, pese a la importante presión que ejercen sobre el
medio natural, se consideran en la actualidad poco desarrolladas, debido al fenómeno de relo-
El Río de la Plata
El Río de la Plata recibe un caudal medio anual de 23.000 m2/seg de los ríos Paraguay-Paraná
y Uruguay. Los materiales fluviales (mayoritariamente limo y arcilla) se depositan sobre las cos-
tas (Bonetto y Hurtado, 1999). Constituye un estuario poco profundo y de gran superficie en cu-
ya zona interior, aledaña al Delta, predominan condiciones fluviales mientras que, en su parte
más externa, experimenta fenómenos marinos como el oleaje y las mareas. Posee dos capas, una
superior de agua dulce y una inferior de agua salada (Acha y Mianzan, 2003). El nivel del agua
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depende más de los vientos (pamperos y sudestadas) que de las mareas. Las sudestadas, cuya
frecuencia es de cinco episodios por año, se caracterizan por sus vientos sostenidos y de varia-
da intensidad, los que pueden provocar grandes inundaciones en el Delta y varias ciudades cos-
teras (Bonetto y Hurtado, 1999; Ereño, 2002)
El clima se caracteriza por sus condiciones templadas y húmedas (la temperatura media y la hu-
medad relativa anuales son de 17,8°C y 73%, respectivamente). Los inviernos no son muy rigu-
rosos, pero el elevado contenido de humedad produce una sensación térmica considerablemen-
te inferior. Sin embargo, es notoria la variación entre el clima interior de las grandes ciudades
circundantes como Buenos Aires y el de la ribera. El río ejerce un poder amortiguador de los
cambios térmicos, pero en sus orillas y en el río abierto los vientos tienden a ser más intensos
(Ereño, 2002).
Si bien la ecorregión estrictamente incluye sólo el cauce del río, resulta necesario mencionar que,
en los sectores no intervenidos de la margen argentina, baja y barrosa, abundan pajonales de cor-
tadera, praderas de Paspalum vaginatum y Panicum decipiens y espartillares (Spartina densiflo-
ra). Los mismos son habitados por cangrejos (Chasmagnatus granulata), coipos y una importan-
te diversidad de aves acuáticas, entre las que se incluyen chorlos, playeros y gaviotas (Calidris
fuscicollis, Limosa haemastica y Larus spp., entre otras). No obstante, los peces son los más des-
tacados por generar una relativamente importante actividad económica. Entre las especies más
características, tanto marinas como de agua dulce, se destacan el sábalo, el pejerrey (Odonthes-
La Situación Ambiental Argentina 2005
tes spp.), el machete (Raphiodon vulpinus), varios bagres (entre los que figura el género Trachy-
coristes), la anchoa de río (Lycengraulis olidus) y el bagre de mar (Netuma barba), que realizan
migraciones regulares entre el río y el mar; mientras que la corvina rubia (Micropogonias furnie-
ri), el pargo (Umbrina canosai) y la pescadilla de red (Cynoscion guatucupa) utilizan el estuario
y la zona marítima adyacente (Bonetto y Hurtado, 1999; Acha y Mianzan, 2003).
En cuanto a las actividades humanas, además de la pesquera se extraen juncos, arena y resaca.
Sin embargo, no debe olvidarse que, en sus márgenes y áreas cercanas, se asienta la mayor con-
centración demográfica e industrial de Argentina y Uruguay, que contiene los puertos de ultra-
mar más importantes de ambos países. Esto ha determinando una importantísima intervención
del medio natural por un sinnúmero de actividades desde hace más de dos siglos (Arrese, 2002;
Pando y Vitalli, 2002).
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La superficie protegida dentro de las reservas naturales es, sin embargo, todavía escasa. En sus
4.825.000 ha sólo existen dos áreas de conservación bajo la órbita de la Administración de Par-
ques Nacionales: el Parque Nacional Predelta (Entre Ríos) y la Reserva Natural Estricta Ota-
mendi (Buenos Aires), ubicadas en el Delta y sus alrededores. Las mismas cubren 52.005 ha, es
decir, el 1,08% de la ecorregión (Raffo, com. pers).
A nivel provincial y municipal, existen también varias áreas protegidas correspondientes a dis-
tintas categorías de manejo, tales como Campo Salas, Virá Pitá, Del Medio, Los Caballos, Isla
El Rico, Isla del Sol, Laguna del Pescado, Isla Botija, Isla Solís, Río Barca Grande, entre otras.
Sin embargo, la importancia relativa de sus paisajes, su estado de conservación y, sobre todo, la
efectivización de su funcionamiento como tales son de naturaleza variable y, en muchos casos,
muy precarios (SPANP, 1997; Kandus et al., 2002; Kandus y Malvárez, 2002; Quintana et al.,
2002: Kalesnik y Kandel, 2004)
En cuanto a las denominadas Reservas de Biosfera del Programa MAB de la Unesco, cuya finali-
dad es la de integrar los usos tradicionales humanos con la conservación de áreas protegidas, la eco-
rregión cuenta con tres de ellas: el Parque Costero del Sur (23.500 ha), ubicado sobre la costa del
Río de la Plata, la Reserva Delta del Paraná (88.624 ha), en el sector del mismo nombre, y Laguna
Oca del río Paraguay (10.000 ha), ubicada en el Bajo Paraguay. Estas últimas fueron declaradas co-
mo tales en 2000 y 2001, respectivamente (Del Rosso, com. pers.; Kalesnik y Kandel, 2004).
Problemas y amenazas
La ecorregión se encuentra sometida a un conjunto de problemas, presiones y amenazas íntima-
mente relacionados con la naturaleza de humedal de sus ambientes componentes y la particular
historia de intervención que los mismos han tenido a lo largo del tiempo. Esta situación se po-
tencia y agrava, en muchos casos, con la expansión y la presión de los mercados y con el cre-
ciente deterioro en la situación socio-económica que la mayoría de los habitantes del área ha ve-
nido experimentando en los últimos años.
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En referencia a las actividades extractivas (caza, pesca y explotación del bosque nativo), ya se
ha planteado que en todos los sectores la sobreexplotación de los recursos bióticos es y ha sido
una realidad. Esto se produce no sólo por las malas prácticas culturales o relacionadas exclusi-
vamente con la subsistencia (aunque, como veremos más adelante, la presión actual, debido a la
pobreza y la falta de oportunidades laborales, es muy alta), sino también por una elevada de-
manda comercial. A esto se suma el desconocimiento sobre aspectos bioecológicos básicos, la
falta de regulaciones concretas y/o importantes deficiencias en los sistemas de control, que de-
terminan una drástica disminución en el número, el tamaño y la condición de las piezas (aun si
se realiza un mayor esfuerzo de extracción), e incluso la pérdida en áreas relativamente exten-
sas de la mayoría de las especies arbóreas de valor maderero, además de ejemplares de media-
no y gran porte de varias especies de valor cinegético y pesquero.
cionados. A esto se suman las prácticas de manejo del agua asociadas (grandes endicamientos,
canalizaciones y drenajes) que afectan la estructura y, sobre todo, el funcionamiento de los sis-
temas de humedal (Bó y Quintana, 1999).
Como consecuencia del manejo inadecuado de los recursos anteriormente señalados, se están
produciendo en la zona invasiones cada vez más importantes de especies exóticas que, como en
el Delta, determinan la formación de “neoecosistemas” de bosques secundarios (Kalesnik, 2001)
que desplazan a las poblaciones autóctonas de peces, como la carpa (Cyprinus carpio) u obstru-
yen cañerías y afectan fábricas y construcciones ribereñas, como sucede con los moluscos asiá-
ticos de los géneros Corbicula y Linmoperma (ver Kalesnik y Quintana, en este volumen).
En cuanto al tema fundamental del manejo del agua, si bien la misma es, a diferencia de otras
ecorregiones, un recurso abundante, son varios los problemas asociados a ésta. En primer lugar,
el comúnmente mencionado tema de las represas, que si bien se encuentran en alta concentra-
ción fuera de la ecorregión en el Alto Paraná y el Paraná Superior (por ejemplo, Yacyretá e Itai-
pú), sus efectos se perciben aguas abajo a lo largo de toda la cuenca. Se plantea que las mismas
alteran el régimen hidrológico natural, y atenúan o incluso eliminan las inundaciones, esencia-
les para el mantenimiento del sistema. Esto genera cambios en las condiciones limnológicas y,
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Problemáticas como la ya expuesta tienen una íntima relación con el crecimiento poblacional y
la expansión urbana, aspectos particularmente destacables en la ecorregión, ya que la misma
abarca las mayores concentraciones demográficas e industriales del país, que incluyen sus prin-
cipales puertos. La presión cada vez mayor que las poblaciones humanas ejercen involucra una
importantísima intervención del medio en las áreas aledañas a través de actividades como las
anteriormente enunciadas, sumadas al aumento de la navegación por embarcaciones turísticas,
de cabotaje y ultramarinos de gran calado y, sobre todo, a importantes procesos de contamina-
ción y eutrofización de las aguas y sus riberas por desechos cloacales, urbanos y agroindustria-
les (ver Daniele et al. en este volumen).
Todos los problemas, presiones y amenazas anteriormente señalados se ven potenciados por dos
aspectos particularmente distintivos de la situación socio-económica de la ecorregión (y del res-
to del país) en los últimos años: la tendencia global a la apertura de las economías y la búsque-
da de rentabilidad individual sin contemplar el costo ambiental ni social. Las mismas, en mu-
chos casos, lamentablemente implicaron un aumento sustancial de la pobreza con la consiguien-
te presión sobre el medio de gran parte de la población, con el sólo fin de subsistir, sin poder
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planificar el futuro. Para intentar (o no) revertir estos problemas, “los gobernantes terminan por
posponer los objetivos ambientales y sociales del desarrollo” (Bucher, 1999), y se destinan es-
casos recursos económicos para realizar los necesarios estudios de base, la actualización o la
creación de normativas específicas y las tareas de control y fiscalización.La administración es
fragmentada, con escasa o nula interacción interinstitucional y, en el mejor de los casos, se pla-
nifica y se toman decisiones sólo para el corto plazo (Bó et al., 2004.b.).
Para tratar de evitar que estos aspectos entren en conflicto con la extensión, la intensificación,
el cambio en la modalidad de varias actividades productivas (como la tendencia a la concentra-
ción de la producción en unas pocas empresas de gran envergadura), los emprendimientos in-
mobiliarios agresivos (favorecidos por el menor precio de la tierra en los ambientes inundables)
y con varios megaemprendimientos en marcha o proyectados para la ecorregión-–como la Hi-
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• Realizar estudios básicos que contribuyan a un adecuado inventario de los humedales, a fin de
evaluar qué y cuántos hay, su estado, funciones y valores. Priorizar programas específicos que per-
mitan elaborar modelos conceptuales de funcionamiento, a fin de identificar sus componentes
“clave”. Desde este punto de vista, favorecer su manejo sustentable junto con el de las especies
históricamente más usadas, y desarrollar métodos adecuados para generar estándares ambientales
que permitan evaluar cómo incide determinada actividad en el funcionamiento del sistema y/o en
algunos de sus componentes -así como sus efectos acumulativos (Malvárez y Lingua, 2004).
• Discutir los efectos de posibles escenarios ambientales, resultantes del cambio climático glo-
bal, sobre la ecorregión o alguno de sus componentes básicos y viceversa, a fin de evitar políti-
cas equivocadas de protección o incentivos a determinadas actividades.
• Complementar dichas investigaciones con adecuados estudios de factibilidad y relación costo-be-
neficio en términos socio-económicos de emprendimientos como los anteriormente mencionados.
• A partir de los mismos, el Estado debe reasumir su función en la planificación y la regulación,
a fin de generar normativas específicas, asegurar su cumplimento y destinar mayores recursos a
programas de monitoreo permanente, control y fiscalización (Bucher, 1999).
• Evitar la actual fragmentación institucional y provincial y la existente entre gestores e inves-
tigadores, a fin de favorecer el trabajo integrado a nivel regional (y con los países limítrofes).
• En este sentido, se propone hacer un “manejo integrado de cuencas” (que incluyan a todos los
ambientes componentes de las mismas y sus interconexiones), conservar las áreas de captación
y los humedales transfronterizos, desarrollar legislación y regulaciones comunes, por ejemplo,
para el adecuado tratamiento y devolución al medio de las aguas usadas (Bucher, 1999).
En todos los casos, es indispensable que las futuras planificaciones para el manejo de la ecorre-
gión se encuadren dentro de un esquema que interprete globalmente estos macrosistemas de hu-
medales (cuenca + curso del río + planicie) en series largas de tiempo (Neiff y Malvárez, 2004),
que considere la preservación de su dinámica natural característica y que conserve sus principa-
les componentes físicos y bióticos, a partir del respeto por las necesidades, los intereses, la cul-
tura y las tradiciones de las comunidades locales.
Agradecimientos
Este capítulo está dedicado a la memoria de la Dra. Ana Inés Malvárez, precursora en los estudios
ecológicos sobre humedales en Argentina y, en particular, en la región del Delta del río Paraná. Científica
innovadora, docente apasionada y entrañable amiga, comprometida con la democracia, su país y su gente.
A mis colegas Rubén Quintana, Fabio Kalesnik, Patricia Kandus, Ricardo Vicari, Nora Madanes, Franco
del Rosso, Alejandro Giraudo, Vanesa Arzamendia y a todos los investigadores citados en las referencias
bibliográficas, cuyos aportes hicieron posible la redacción de este capítulo.
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Introducción
La ictiofauna del corredor de los ríos Paraná-Paraguay pertenece a la ictioregión del eje Potámico
Subtropical (López et al., 2002) y es la de mayor biodiversidad de la Argentina. Se han reconoci-
do sesenta especies en el bajo Paraguay, ciento ochenta y ocho en el Paraná Medio e Inferior y ci-
neto sesenta y cuatro en el delta del Paraná. Al igual que el resto de la provincia parano-platense,
la mayoría de las especies se agrupan en los órdenes Siluriformes y Characiformes. A pesar de la
extraordinaria riqueza específica, sólo un reducido número de especies conforma la base de las
pesquerías deportivas y comerciales. Las más destacadas son: el surubí (Pseudoplatystoma corrus-
cans y P. fasciatum), el patí (Luciopimelodus pati), el manguruyú (Paulicea lüetkeni), los armados
(Oxydoras kneri y Pterodoras granulosus), el dorado (Salminus maxillosus), la boga (Leporinus
obtusidens), el sábalo (Prochilodus lineatus.), el pacú (Piaractus mesopotamicus), el pirapitá (Bry-
con orbygnianus) y el mandube cucharón (Sorubim lima). Todas ellas son migradoras y realizan
desplazamientos reproductivos de hasta más de mil kilómetros (Bonetto, 1986), estimuladas por
las variaciones del nivel hidrométrico. Aun cuando no existe información adecuada, la percepción
de pescadores, acopiadores, científicos, etc., manifiesta que las pesquerías se están deteriorando
La Situación Ambiental Argentina 2005
rápidamente. En este contexto, el objetivo del trabajo es considerar sucintamente los principales
factores que regulan y afectan la dinámica de los recursos pesqueros en el corredor fluvial Para-
ná-Paraguay y que condicionan tanto su conservación como su manejo sustentable.
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Por otra parte, existen indicios puntuales que corroboran el creciente deterioro de los recursos
pesqueros. Oldani et al. (2003) establecieron que los pescadores del río San Javier (Santa Fe)
operaban con redes de aberturas de mallas inferiores a las permitidas, que entre el 8 y el 80%
de los peces capturados se encontraban por debajo de la talla legal y que el 26% de los sábalos
representaban casos de sobreexplotación de crecimiento, es decir que eran capturados por deba-
jo de la talla estimada para obtener el máximo rendimiento por recluta (talla a la cual los peces
que ingresan a la pesquería maximizan en rendimiento). Igualmente significativos fueron los re-
sultados de Oldani et al. (2005), que compararon la evolución de la pesquería de Puerto Sán-
chez, en el cauce principal del río Paraná a la altura de la ciudad de Paraná (Entre Ríos) entre
1976 y 2003, y advirtieron que: a) la pesquería se contrajo, fruto de una disminución de casi el
50% de la presencia de las especies, a pesar de un leve incremento de la eficiencia de los pes-
cadores; b) las tallas medias y máximas de los grandes migradores se redujeron significativa-
mente; c) las tallas medias de las capturas fueron inferiores a las tallas óptimas estimadas; d) no
se respetaban las tallas de primera captura establecidas en las legislaciones de las provincias de
Santa Fe y Entre Ríos y e) la talla de la primera captura (fijada por la legislación) en algunas es-
pecies era inferior a la talla de la primera madurez.
Los signos de sobrepesca se advierten también en las pesquerías deportivas, como por ejemplo
se aprecia al evaluar el concurso de pesca del surubí de Reconquista (figura 1).
Impactos antrópicos
El eje Paraná-Paraguay representa, sin duda, una vía de navegación y comunicación de gran po-
tencial, lo que ha llevado a la planificación y el desarrollo de obras de infraestructura con un im-
pacto sobre las pesquerías que aún hoy se desconoce. La construcción del puente Rosario-Vic-
toria posee terraplenes que modifican la dinámica hidrológica del valle aluvial y que afectarán
las pesquerías entrerrianas de una de las áreas con mayor producción pesquera. Por otra parte,
la fallida (pero nunca resignada) construcción de las represas del Paraná Medio evitó un impac-
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to que hubiera tenido proporciones devastadoras para las pesquerías y el resto de las comunida-
des acuáticas de haber sido concretada. La formación de embalses reduce el rendimiento pes-
quero y modifica la composición de la ictiofauna, y así favorece el reemplazo de especies mi-
gradoras por especies limnéticas de pequeño porte y menor valor. (Agostinho, 1994). Esto ha si-
do observado en Salto Grande (Prenski y Baigún, 1988), Yacyretá (Roa et al., 2001) y en las re-
presas de la alta Cuenca del Paraná (Agostinho et al., 1999).
llan asociados a la abundancia de macrófitas acuáticas. Esto pone de relieve la necesidad de con-
servar los pulsos de crecidas e inundaciones en los grandes ríos (Junk et al., 1989). Su control es,
por lo tanto, un factor crítico que impacta sobre la integridad de las llanuras aluviales y sobre la
estructura de las comunidades de peces (Suzuki et al., 2004). Asimismo, la alteración de los ci-
clos de crecida influye en el éxito reproductivo y en el reclutamiento de las especies. Esto se ha
observado en el caso del sábalo (Gomes y Agostinho, 1997), lo que afecta a otras especies que
predan sobre sus larvas y juveniles (Oldani et al., 2005). Por otra parte, el caudal del río y el agua
que ingresa en la llanura aluvial influyen sobre el rendimiento de las pesquerías, y ponen de re-
lieve la importancia de mantener la dinámica hidrológica natural del sistema (Welcomme 1985).
Conclusión
La ecorregión del corredor fluvial Paraná-Paraguay constituye un bioma único por la continui-
dad de grandes humedales en estado natural, desde el Pantanal hasta el Río de la Plata. Por es-
ta razón, el Paraná Medio fue considerado como un sistema de referencia para la recuperación
de otros grandes ríos del mundo que ya fueron severamente modificados y perdieron parte de
sus características ecológicas originales (Nestler et al., 2005). Las economías y las actividades
regionales asociadas a las pesquerías están basadas en grandes especies migradoras, por lo que
resulta prioritario conservar la integridad de sus ciclos de vida. Para ello, es necesario definir ur-
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gentemente legislaciones que favorezcan la conservación de estos recursos de acuerdo con cri-
terios ecológicos y socio-económicos, impedir la pérdida de la estructura de hábitat para los des-
plazamientos y la reproducción, asegurar la calidad del agua, evitar el aislamiento o la desapa-
rición de llanuras aluviales y mantener intactos los pulsos de crecida. Estos son los factores cla-
ve que asegurarán la conservación de la biodiversidad y la sustentabilidad de las pesquerías en
el corredor Paraná-Paraguay.
El corredor del litoral fluvial de la Argentina es un macrosistema de humedales alimentado por los
ríos Paraná y Paraguay, que se extiende desde Formosa hasta el Río de la Plata en lo que constituye
la mayor reserva de agua dulce y la más importante pesquería continental del país. Es también una
de las áreas con mayor biodiversidad de la Argentina y forma una parte vital de la Cuenca del
Plata. Esta cuenca, una de las cuatro más extensas del planeta, es el segundo sistema hídrico más
grande de Sudamérica después del Amazonas, y abarca territorios de Bolivia, Brasil, Paraguay, la
Argentina y Uruguay e incluye el eje poblacional más importante del subcontinente, que alberga
El valor ecológico de estos ríos está dado por enormes humedales, que son reservas gigantescas
de agua dulce de la mejor calidad, con una notable biodiversidad de peces y, además, está dado
por la particularidad de poseer la vía de energía del detritus como una de las más importantes (Ol-
dani, 1990). No obstante, pese a su valor y sus irremplazables funciones, los humedales fluviales
sufren alteraciones que incluyen el desagüe, el drenaje, las retenciones del agua para embalses, su
utilización como sumidero de sustancias tóxicas, su relleno para urbanizaciones y otras acciones
desapercibidas cuando no aprobadas por la sociedad (Neiff, 2001). El cambio climático y la pér-
dida de la cubierta vegetal debido a la expansión de la frontera agrícola, hoy alentada por el boom
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A esto se suma la creciente presión pesquera a tasas insustentables y con destino a la exportación,
principalmente de la especie clave del sistema, el sábalo (Prochilodus lineatus), agravada en los
últimos cuatro años. Los huevos y las larvas de este pez detritívoro son un alimento indispensable
para el desarrollo de surubíes, dorados, bagres, entre otras especies de alto valor alimentario y
La Situación Ambiental Argentina 2005
comercial, de modo que puede considerarse el “cimiento” de la pesquería del litoral fluvial.
Actualmente, el sábalo es el pescado más exportado del país junto con la merluza. Desde la
localidad santafesina de San Javier, a unos 600 km al norte de Buenos Aires, hasta el Delta
entrerriano y bonaerense inclusive hay catorce grandes frigoríficos que compran sábalo para
exportar a Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Perú, Nigeria, Angola, Jordania y Rusia, con un
volumen estimado entre las 60.000 y las 80.000 t anuales. Solamente Colombia compraba en 2004,
según datos oficiales del Ministerio de Asuntos Agrarios, 35.000 t/año, lo que contrasta con la cifra
del SENASA, que fija en 37.000 t de sábalo la exportación anual total, aspecto que evidencia la
importancia de la pesca ilegal.
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diversidad de especies, funciones y atributos únicos. El corredor está conformado por sistemas
complejos que involucran, generalmente, varios ecosistemas; por este motivo, deben
considerarse macrosistemas (Neiff, 2003). En el Sitio Ramsar Humedales Chaco (508.000 ha,
designado en 2004), la confluencia de los ríos Paraguay y Paraná y todo su abanico de afluentes
locales conforman una rica red hidrográfica. El tramo fluvial abajo de la confluencia constituye
una zona de contacto dinámico entre ecosistemas tan distintos como el Chaco, el aporte de
arroyos que desaguan las selvas subtropicales de Misiones y los extensos humedales de la
depresión Iberana considerados como un hot-spot de biodiversidad por reunir unas cuatro mil
especies (Neiff, 2004).
Notablemente, en el mismo corredor pero a unos 1.000 km más al sur, se han registrado más
de setecientas especies de plantas (Malvárez, 1997 y 1999) y una biodiversidad total próxima
a la del Pantanal de Mato Grosso (Neiff, 2001), en el área de lo que será el Sitio Ramsar de
Entre Ríos, en proceso de designación. Especies de linaje subtropical, chaqueño y
paranaense ingresan a través de los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay. Desde Diamante hasta
el límite con Buenos Aires hay 16.400 km2 de tierras anegables e inundables que forman el
93,7% del Delta del Paraná.
En contraste con esta rica diversidad de especies, suelos, paisajes y culturas, y con la alta
productividad biológica, la región litoral del noreste argentino es la zona con mayor
pobreza del país; el 68,5% de las personas tienen ingresos bajo la línea de pobreza y el
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Aguas abajo de la represa de Yacyretá se hacen sentir fuertes impactos sobre la pesquería,
especialmente en comunidades pesqueras de Chaco, Corrientes y el norte santafesino y
entrerriano. Según Neiff, “...el peor daño que producen las represas reside en el disturbio que
producen sobre el régimen de pulsos (alternancia de sequías e inundaciones) propio del río, que es
La Situación Ambiental Argentina 2005
lo que mantiene las distintas formas de vida fluvial. Hasta hoy, ninguna de las represas posee un
gerenciamiento de caudales que permita mantener el régimen de pulsos y es por esto que los
bañados y lagunas sufren cambios que finalmente afectan a los peces”. Estos pulsos permiten las
migraciones transversales en la planicie aluvial ligadas a la reproducción y desarrollo de los peces,
cuyos ciclos están acoplados a la regularidad de las fluctuaciones. La operación de las compuertas
de Yacyretá responde hoy a criterios ligados a la generación eléctrica. El cierre de Itaipú (1982) y
el de Yacyretá (1989) produjeron también “una pérdida del 44% del área de reproducción del
surubí pintado más importante de la Cuenca del Plata”. En Puerto Sánchez, Paraná, un estudio de
Oldani y Baigún reveló que la cantidad promedio en kilos de pescado capturado por cada pescador
durante una jornada disminuyó a su tercera parte, en comparación con datos de hace treinta años.
A nivel social, la pérdida del recurso deteriora la forma de trabajo y de vida de las comunidades y
las familias dispersas en el valle aluvial: necesidades básicas insatisfechas, pérdida de ocupación,
caída del nivel de salud y educación, malnutrición y desnutrición infantil, escasa capacidad para
organizarse y mantener iniciativas que permitan el mejoramiento socioeconómico.
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Entre las funciones de los humedales, además de reservar el agua dulce, recargar los acuíferos
y mitigar las inundaciones, se encuentran aquéllas relacionadas con la biodiversidad, que man-
tienen las condiciones aptas para las distintas especies de fauna y flora (Brinson et al., 1994).
De hecho, los humedales fluviales del corredor son enormes criaderos naturales de peces. La es-
trecha dependencia entre los bienes y los servicios que ofrece el sistema y las particularidades
sociales, culturales y productivas hacen que la economía de las comunidades ribereñas esté pro-
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fundamente vinculada con los humedales fluviales. La conservación de los recursos acuáticos
es fundamental tanto para el mantenimiento de la pesca artesanal y comercial tradicional como
para un nuevo enfoque de puesta en valor que supere el criterio extractivista propio de la pesca
marítima. Pese a la difícil situación de las poblaciones ribereñas y las secuelas de las políticas
que alientan la producción y la exportación a gran escala con la consecuente degradación de los
recursos y la destrucción de empleo, algunas experiencias en el corredor (microrregiones ecoló-
gicas, producción orgánica, productos de pescado con valor agregado, uso de tecnología social
y ambientalmente apropiada) revelan el alto potencial existente para sostener iniciativas partici-
pativas económicamente viables que mejoren los ingresos familiares, reduzcan la pobreza y pro-
muevan la conservación de los ecosistemas, las comunidades locales y el rico patrimonio cultu-
ral de la región.
En la Argentina hay catorce Sitios Ramsar que abarcan 3.582.939 ha. Jaaukanigás es uno de
ellos y tiene 492.000 ha en el río Paraná medio y las tierras aledañas (Departamento Gene-
ral Obligado). Es el primero de este tipo en Santa Fe y en el mencionado río y limita al nor-
La Situación Ambiental Argentina 2005
te con el Sitio Humedales Chaco (508.000 ha). Jaaukanigás es una voz abipón que significa
“gente del agua”. Los abipones fueron los primeros habitantes en este sector y, a pesar de
que desaparecieron en el violento proceso de colonización, su cultura fue conocida por las
crónicas del padre Dobrizhoffer y por excavaciones arqueológicas realizadas por arqueólo-
gos de Reconquista (Ruggeroni, 1998; Echegoy, 2005). El Sitio Ramsar Jaaukanigás com-
prende un mosaico de humedales muy diverso en el valle de inundación del río Paraná y sus
tierras aledañas, e incluye numerosos hábitat (selvas, bosques, palmares, esteros, bañados,
lagunas, sabanas, ríos y riachos) que albergan una rica flora y fauna, las que abarcan unas
seiscientas noventa y nueve especies de vertebrados –un 77% de los vertebrados de Santa Fe
y un 31% de los de Argentina (del Barco, 2005; Giraudo, 2005)– y ochocientas ochenta y
una especies de plantas (el 44% de la flora provincial) presentes en el departamento (Pensie-
ro, 2005), además de una invalorable riqueza cultural.
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Las principales dificultades encontradas no son pocas e incluyen diferentes aspectos que van
desde conflictos históricos en el manejo de los recursos, hasta la falta de un presupuesto asig-
nado particularmente para el funcionamiento del Sitio Ramsar, aspecto que, por ejemplo, ha im-
pedido la colocación de carteles. Las instituciones que componen el CIM han aportado recursos
humanos y económicos para la elaboración de un video, para la realización de viajes o para dic-
tar charlas y cursos en el sitio, lo que ha ayudado a algunas actividades de difusión llevadas a
cabo, aunque la falta de asignación de un presupuesto oficial es un problema importante que im-
pide la planificación de actividades futuras.
Existen problemas ambientales históricos importantes que han provocado conflictos como la so-
brepesca, la contaminación o la cacería indiscriminada de aves por parte de extranjeros en los
alrededores del sitio. Estos problemas están bien identificados por la población, aunque sus so-
luciones son complejas y requieren del aporte de investigaciones básicas y aplicadas en los cam-
pos biológico, sociocultural y económico, así como también requieren de la concienciación de
los sectores involucrados y de la aplicación de políticas claras y a largo plazo sobre el ambien-
te (a saber: legislación, controles, etc.). Dichas soluciones implican procesos de consenso que
demandarán tiempo, recursos humanos y económicos, y discusiones amplias. Entre otras pro-
blemáticas, la pesca afecta a toda la cuenca del Paraná, e involucra otras provincias y países. Ta-
les conflictos constituyen el sustrato adecuado para que diferentes sectores de interés brinden o
reclamen soluciones rápidas o a corto plazo, sólo en consideración de aspectos parciales o sec-
toriales de las problemáticas. Si bien el CIM es un organismo donde se discuten estos aspectos,
La Situación Ambiental Argentina 2005
su función ante la SEMADS es no vinculante y, por lo tanto, eleva sugerencias y no toma deci-
siones, aspecto que no está del todo claro para algunas personas u ONG. No obstante, la poster-
gación de las soluciones a los problemas ambientales genera un clima de impaciencia, muchas
veces justificada, por parte de algunos pobladores y sectores del Sitio Ramsar, que suelen espe-
rar soluciones inmediatas a partir de la designación del sitio.
La gestión y la conservación de Jaaukanigás debe avanzar mediante el aporte de todos los secto-
res posibles, aunque no es una tarea sencilla manejar una superficie de casi 500.000 ha, área su-
mamente compleja y con una importante diversidad productiva, cultural y socio-económica. No
obstante, la expectativa generada en la población a partir de la creación del sitio debe ser atendi-
da, ya que si no se establecen diferencias en la calidad del manejo de los recursos dentro del sitio
con respecto a otras áreas, la figura de los Sitios Ramsar como herramienta de conservación y ma-
nejo podría transformarse, para la opinión pública, en una mera intención establecida en los pape-
les con escasa efectividad real para la conservación del humedal. Es posible que la población re-
gional no esté dispuesta a aceptar nuevas decepciones en relación con las políticas ambientales.
Uno de los logros más significativos a largo plazo incluye un proceso de discusión con docen-
tes y autoridades de la Regional II de Educación para incluir en los planes de estudios primarios
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y secundarios contenidos sobre el Sitio Ramsar Jaaukanigás. Esto tendrá un impacto positivo so-
bre los niños, los adolescentes y las futuras generaciones encargadas de manejar el sitio.
El esfuerzo del CIM se ha volcado a apoyar iniciativas locales, ya que para tener suficiente con-
tinuidad en actividades de difusión y manejo, son necesarias una descentralización, una forma-
ción y una participación fuerte y amplia de grupos locales en distintos sectores de Jaaukanigás,
que permitan transferir asesoramiento y capacitación científica y técnica a estos grupos. En es-
ta línea, el Instituto de Cultura Popular, en conjunto con la Municipalidad de Reconquista, está
asesorando y apoyando la iniciativa de familias de pescadores del Puerto de Reconquista que
decidieron volver a las islas y que, ante la disminución y la prohibición de la pesca, optaron por
ensayar la realización de huertas orgánicas para su autoconsumo e intercambio.
La experiencia de este corto período es muy alentadora e indica la factibilidad de alcanzar ob-
jetivos de manejo y conservación mediante un programa participativo, que ya está identifican-
do acciones tendientes al manejo sostenible, que favorece el rescate de las culturas nativas y que
logra estimular la responsabilidad de los ciudadanos en la propuesta que dio origen a este sitio.
El ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus) constituye, como la mayoría de los inte-
grantes autóctonos de su familia zoológica (Cervidae), una especie amenazada de extinción.
En la Argentina se distribuía en las planicies de inundación, en algunos afluentes de los ríos
Paraguay y Paraná, en el macrosistema del Iberá, en el Delta del río Paraná y en el bajo río
Uruguay (D’Alessio et al., 2001). Es en el Delta del Paraná, precisamente, donde este cier-
vo encuentra su límite austral de distribución geográfica. Sin embargo –y a pesar de ser uno
de los tres mayores mamíferos terrestres del país (junto al tapir y al guanaco) y el mayor cér-
vido autóctono de Sudamérica–, hasta fines de la década pasada se desconocía su situación
en esta última región.
En 1997, la ACEN dio inicio al “Proyecto Ciervo de los Pantanos” (PCP), con el objeto de
conocer la situación de la especie en el Bajo Delta y apoyar la conservación de las pobla-
ciones remanentes en el área y la de los ambientes naturales que le brindasen refugio. Con
este fin, se planificaron acciones tendientes a:
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El área de trabajo comprendió una superficie aproximada de 3.024 km2 pertenecientes a las pro-
vincias de Buenos Aires y Entre Ríos. Los sectores cercanos a centros urbanos no fueron consi-
derados debido a su alto grado de urbanización y a las pocas referencias actuales respecto de la
supervivencia de relictos poblacionales de la especie.
Las tareas fueron planificadas en tres etapas distintas, cada una asignada a un ámbito geo-
gráfico definido. La primera (realizada entre 1997 y 2000) comprendió el relevamiento de
las poblaciones remanentes en la provincia de Buenos Aires (D’Alessio et al., 1997). Una se-
gunda etapa (realizada entre 2001 y 2004) cubrió parte del Bajo Delta de la provincia de En-
tre Ríos (D’Alessio et al., en prensa). En ambas etapas, la distribución y la estimación de la
abundancia se obtuvo mediante el registro sistemático de signos (heces, huellas, etc.) en
transectas dispuestas al azar, paralela y perpendicularmente sobre los albardones costeros de
las islas. Los índices obtenidos para cada sector muestreado, si bien pueden estar subestima-
La Situación Ambiental Argentina 2005
dos, resultaron ser adecuados indicadores de los niveles de abundancia relativa de la espe-
cie. De este modo, se estableció una primera aproximación al área de distribución de la es-
pecie para el Bajo Delta del Paraná, y se identificaron cuatro áreas de destacada relevancia
con los mayores índices de abundancia. La tercera etapa, en ejecución (2005-2008), propo-
ne cubrir las áreas de bañados y pajonales interiores a las islas, ambientes típicos de la espe-
cie (Pinder y Grosse, 1991; Tomas, 1997; D'Alessio et al., 2001), lo que permitirá ajustar la
información previamente obtenida.
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Avances en la conservación del Ciervo de los Pantanos en el Bajo Delta del Río Paraná
Las tareas de difusión fueron constantes en cada etapa de trabajo. Se editó un folleto sobre la
especie que destacaba su importancia como recurso natural, cultural y turístico e informaba, pa-
ralelamente, sobre su situación en la región. Su difusión fue focalizada entre los habitantes de
las islas (1.000 ejemplares). Posteriormente, el folleto fue actualizado, se mejoró su diseño y se
amplió su distribución (5.000 ejemplares). Otros impresos destinados a otros actores sociales
extendieron al resto de la comunidad la información sobre la existencia de este ciervo y la ne-
cesidad de protegerlo. Copias de los materiales impresos han sido publicadas, asimismo, en In-
ternet (http://www.acen.org.ar).
La participación anual en la Fiesta de los Isleños, evento que se realiza en el Río Carabelas (Par-
tido de Campana) y que convoca a gran parte de la población isleña, ha permitido transmitir in-
formación –integrada a actividades recreativas– relacionada con la figura del ciervo y la de su
hábitat, y dio lugar a la difusión masiva de la problemática y al retorno de datos novedosos so-
bre la situación de la especie en el Delta.
La difusión en medios radiales y televisivos también fue considerada, y generó un alto impacto en la
población local. A modo de cierre de estos esfuerzos de difusión de la problemática, se está realizan-
do un documental, actualmente en edición final y pronto a su distribución en medios regionales.
Si bien aún quedan pendientes muchos aspectos tendientes a reforzar las medidas de conserva-
ción de la especie y su hábitat (por ejemplo: implementar efectivamente la RBDP, contar con el
apoyo formal de las autoridades provinciales para el control del área, incorporar eficientemen-
te las propiedades privadas dentro de la estrategia regional de conservación de hábitat para la
especie, conocer patrones de actividad y de uso del territorio por parte del ciervo, realizar cen-
sos de la población existente, editar materiales educativos destinados a escuelas, etc.), los avan-
ces obtenidos a la fecha y el interés manifestado por diferentes actores sociales (pobladores, au-
toridades locales y autoridades nacionales) permiten proyectar cierto optimismo con respecto a
la conservación de la especie en la región.
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El coipo y su importancia
El coipo o nutria (Myocastor coypus) es un roedor relativamente grande, nativo de los grandes siste-
mas de humedales del sudeste de Sudamérica (Parera, 2002). Es una de las especies más representa-
tivas e históricamente más abundantes de la Argentina y, en particular, de esta ecorregión, y consti-
tuye una importante fuente de ingresos para muchas comunidades rurales (Bó et al., en prensa).
Por todo lo expuesto, desde el año 2001, investigadores y técnicos de las Direcciones de Fauna
Silvestre de la Nación, de las provincias de la ecorregión y de la FCEN de la UBA, vienen lle-
vando a cabo el denominado “Proyecto Nutria. Estudios ecológicos básicos para el manejo sus-
tentable de Myocastor coypus en la Argentina” (Bó y Porini, 2001).
La densidad media observada para todas las áreas bajo estudio es de 2,3 individuos/ha, aunque
estos números sufren una importante variación de acuerdo con los distintos ambientes de hume-
dal presentes y, fundamentalmente, según las temporadas con y sin caza (rango 0,55-4,45 indi-
viduos/ha, respectivamente). No obstante, las tasas de incremento poblacional serían relativa-
mente altas (el valor medio es de 1,06±0,18).
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Al inicio de las actividades de caza, el porcentaje de hembras preñadas es de 67,5%. Además, exis-
ten dos momentos del año en los que se producen “picos” de parición (a mediados de otoño y a
mediados de primavera). Esta situación coincide con el inicio y el final de la temporada de caza
autorizada en las principales provincias “nutrieras” del país, lo que determina una importante pér-
dida de producción potencial para la especie. En relación con la estructura de edades durante la
temporada de caza autorizada, se observa que en el 50% de las áreas estudiadas (donde la caza es
relativamente intensa y persistente) predominan individuos de corta edad (jóvenes y subadultos de
8,7 meses, en promedio), que constituyen un 57,6% del total de la población. Prácticamente no se
observan individuos mayores a 3 años; estos valores son muy bajos comparados con los 6,3 años
de longevidad potencial estimados para la especie (Gosling y Baker, 1981).
En los sitios donde se pudo evaluar el estado físico de los individuos mediante un índice de
condición (Corriale, 2004), se observaron valores relativamente bajos (entre 3,8 y 5,24;
cuando el valor máximo de referencia es 10) que se corresponden, en su mayoría, con los si-
tios de relativamente mayor intensidad “histórica” en cuanto a la presión de caza. En rela-
ción con su estado sanitario, los análisis de materia fecal y de vísceras realizados hasta el
presente muestran que los coipos poseen una fauna de parásitos helmintos particularmente
diversa y que, contrariamente a lo previsto, Fasciola hepática estaría prácticamente ausente
(Galvani, com. pers.).
La mayor parte de los “nutrieros” caza con trampas-cepo un promedio de trescientos siete indi-
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Se considera muy importante avanzar en el conocimiento sobre los posibles efectos sinérgicos
o compensatorios que tendrían, con respecto a la presión de caza diferencial, los movimientos
dispersivos o migratorios de estos animales. Dichos movimientos ocurrirían en íntima relación
con eventos extremos de inundación y sequía que, cada vez con mayor frecuencia, experimen-
tan extensas zonas de la ecorregión (Bó y Malvárez, 1999).
De manera análoga, resulta fundamental analizar cómo las oscilaciones en la oferta y la demanda co-
mercial pueden potenciar y/o compensar los riesgos de disminución de las poblaciones de coipo. Di-
cho análisis debería formar parte de un amplio programa de estudios, en el que no pueden faltar los
relacionados con la valoración y la factibilidad tanto social como económica de la explotación del re-
curso. Si se considera la situación de extrema pobreza de muchos habitantes de este país, dichos es-
tudios deberían tender a la generación de una alternativa laboral real basada en un manejo efectiva-
mente sustentable del coipo que garantice una distribución más equitativa de los ingresos generados.
Se pretende, también, desarrollar un adecuado programa educativo y de transferencia a la comu-
nidad de los conocimientos generados y, a su vez, avanzar en aspectos relacionados con la re-
glamentación y la coordinación de la legislación específica existente (a nivel provincial y nacio-
nal) en sus distintas modalidades (de subsistencia y comercial).
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Agradecimientos
Se agradece a los siguientes investigadores y técnicos por su activa participación en el Proyecto Nutria: M.
Busatto, G. Cao, N. Ceresoli, F. del Rosso, J. Echeverría, O. Eclesias, R. Fernández, G. Galvani, F. Klein-
man, L. Moggia, L. A. Navarro, S. Nazar Anchorena, J. Osinalde, E. M. Pascual de Vaccari, F. Prongué, R.
Quiani, V. Rodriguez, J. C. Rozatti, M. L. Sanz, L. Sybut, A. Vázquez, J. Verdún, A. Vilches y A. V. Volpedo.
La vegetación extrae CO2 de la atmósfera a través del proceso de fotosíntesis. El CO2 retorna a la
atmósfera por la respiración de la vegetación y la descomposición de la materia orgánica de los
suelos y la hojarasca. Aproximadamente la séptima parte del CO2 total de la atmósfera es captura-
da por la vegetación en un año y, sin la presencia de los disturbios producidos por el hombre, es-
te gas retorna a la atmósfera por los flujos de la respiración. Los cambios en el uso de la tierra y
el uso directo de los bosques alteran tanto estos flujos como su balance y, en consecuencia, alte-
ran también la cantidad de carbono almacenada en la vegetación viva, la hojarasca y los suelos.
161
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Los humedales templados de agua dulce muestran tasas de producción y exportación de car-
bono orgánico extremadamente elevadas y constituyen la mayor proporción de la exporta-
ción continental del mundo. En particular, se destacan aquellos ambientes dominados por
herbáceas ubicados en sitios donde el sustrato se encuentra saturado o inundado por largos
períodos de tiempo o en forma permanente. La productividad primaria neta en este tipo de
ambientes puede alcanzar valores de hasta 2.000 g m-2 año-1 (Mitsch y Gosselink, 2000).
En el Bajo Delta del río Paraná este tipo de humedales está representado por juncales domi-
nados por Schoenoplectus californicus y por pajonales dominados por Scirpus giganteus, so-
bre los cuales se han desarrollado actividades productivas que involucran el manejo del agua
para el control de inundaciones. En particular, el desarrollo de la actividad forestal ha intro-
ducido drásticos cambios no sólo por su intensidad, sino también por su extensión. Los jun-
cales y pajonales ocupaban el 80% de la superficie de las islas del Delta, lo que equivale
aproximadamente a 190.000 ha. En la actualidad, éstos ocupan apenas el 30% de la superfi-
cie de islas. La necesidad de adaptar los ambientes naturales para la instalación de sistemas
forestales hace indispensable el trazado de zanjas y canales de drenaje que faciliten la rápi-
da salida de los excedentes de agua. En otros casos, se construyen endicamientos y atajarre-
puntes (Kandus, 1997). Los mismos tienen como objetivo impedir y/o regular el ingreso de
las aguas a las plantaciones. Como consecuencia de estas obras, la vegetación nativa de los
albardones, así como también de grandes superficies de bajos, ha sido reemplazada total-
mente por las plantaciones de salicáceas. En estos casos, los sistemas cambian sustancial-
mente sus funciones y un reservorio de carbono podría pasar a actuar como fuente emisora
La Situación Ambiental Argentina 2005
Los bosques, tanto naturales como implantados, son una importante fuente de captura de C02,
aunque también en determinados casos pueden ser fuentes de emisión. En la actualidad, una de
las principales acciones de mitigación contra el aumento global de emisiones de C02 hacia la at-
mósfera es el aumento de la superficie destinada a la forestación. Sin embargo, si los ecosiste-
mas que son reemplazados para instalar las forestaciones capturan grandes cantidades de carbo-
no a través de la producción primaria y el almacenamiento en la biomasa y la materia orgánica
del suelo, las transformaciones que pueden producirse podrían generar un incremento de las
emisiones de CO2 hacia la atmósfera. De esta manera, un sistema forestal, en vez de comportar-
se como sumidero de carbono, podría comportarse como un emisor, si se lo compara con el sis-
tema natural que reemplaza.
La comparación entre los niveles de fijación de carbono (PPN) dados en los sistemas natu-
rales de herbáceas altas (pajonales) con los niveles que se registran en los sistemas foresta-
les que los reemplazan (Tabla 1) indica que las plantaciones de sauces, especie que se adap-
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ta mejor a las condiciones de los sitios ocupados por los pajonales, fijan un 34% menos de
biomasa por año que los pajonales de cortadera (S. giganteus) –Burghi y Vicari 2002; Prato-
longo, 2005–; este valor representa una disminución aproximada de 3 t de C por ha/año
–aproximadamente 0,5 t de C por cada t de biomasa (IPCC, 2000). Si bien esta diferencia en
sí resulta muy importante, el cambio más notable que se produce con el reemplazo de estos
pajonales con forestaciones es la pérdida de materia orgánica del suelo que se registra, se-
gún se ha observado en los establecimientos forestales de la zona (García Conde, com. pers.)
durante los primeros doce o catorece años de establecida la plantación. Como resultado de
estos cambios se emitiría a la atmósfera el carbono contenido en 150 t/ha-1 de materia orgá-
nica (aproximadamente 75 t de C/ha hasta 30 cm de profundidad). Si se considera que la su-
perficie ocupada por las plantaciones de sauces en el año 1997 era de 94.600 ha, la cantidad
de carbono emitida a la atmósfera por este cambio sería, aproximadamente, de 7.100.000 de
t de C, lo que representa el 16% del carbono capturado en todo el país en el año 2000 por las
forestaciones (Fundación Bariloche, 2005).
La causa de esta pérdida en el capital de materia orgánica y de los nutrientes asociados es el cambio
dramático en el funcionamiento del sistema, que pasa de ser un sistema abierto a las entradas de ma-
teria orgánica y nutrientes transportados al interior de las islas por las entradas de agua con las inun-
daciones (régimen hidrológico) a comportarse, en el caso extremo de las plantaciones bajo dique, en
sistemas cerrados en los cuales las únicas entradas de agua son las producidas por las lluvias.
Si bien los resultados presentados en este caso son preliminares, permiten alertar a los actores
del sistema, principalmente gobernantes y productores, para generar estudios que conduzcan a
minimizar las pérdidas de las reservas de materia orgánica y nutrientes mediante la aplicación
de técnicas de manejo sustentables a largo plazo.
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Una determinada especie puede ser considerada como introducida o exótica cuando la misma ha
sido intencional o accidentalmente transportada por el hombre a un área fuera de su rango de
distribución geográfica natural, y puede ser considerada como una especie invasora cuando la
misma, una vez introducida, puede expandir su población o rango de distribución en la nueva
situación geográfica sin necesidad de la intervención humana. De este modo, las especies exó-
ticas pueden invadir distintas comunidades naturales y pueden llegar a afectar tanto la estructu-
ra como los procesos que se desarrollan en los ecosistemas (Rejmánek, 1995).
En la Argentina, de acuerdo con la base de datos sobre invasiones biológicas (InBiAr), existen
en la actualidad unas cuatrocientas dos especies vegetales y animales introducidas. Casi la mi-
tad de las mismas ocasiona graves problemas relacionados con impactos sobre la biodiversidad,
la transformación de ambientes naturales, el recambio paisajístico (e.g., la formación de bosques
o arbustales en pastizales naturales), perjuicios sobre actividades económicas (como malezas en
agricultura y forestación), la depredación de aves de corral y otros animales domésticos, daños
en instalaciones eléctricas u obstrucciones en cañerías y problemas para la salud humana, fun-
damentalmente por su toxicidad o efectos alergénicos.
La Situación Ambiental Argentina 2005
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Las especies invasoras en los sistemas de humedales del Bajo Delta del Río Paraná
de manera tal que, en poco tiempo, su presencia ya preocupaba y empezaron a ser consideradas
como especies molestas en la región (Burkart, 1957). Este proceso se vio favorecido debido a
numerosos factores, tales como el traslado de personas y pertenencias desde las áreas vecinas,
densamente pobladas y con importantes procesos de producción e industrialización, o bien por
el paso de embarcaciones transoceánicas hacia los puertos ubicados aguas arriba, lo que impli-
có un flujo constante de propágulos hacia las islas.
Sin duda alguna, las especies vegetales conforman el grupo de especies exóticas más importante en
esta región. Según Kalesnik y Malvárez (1996), de un total de seiscientas treinta y dos especies pre-
sentes en el Delta Inferior, el 16,14% (102 spp.) es de origen exótico, de las cuales más de la mitad
son originarias de Europa (63,70%) y, en menor proporción, de Asia (17,64%), América del Norte
(8,82%), África (5,88%) y Oceanía (3,92%). En particular, si se analiza el sector de islas del Delta
Inferior, se puede mencionar la presencia de veintinueve especies exóticas citadas por Burkart en
1957 aunque, en trabajos más recientes, se menciona sólo la presencia de once especies exóticas en
distintos tipos de ambientes naturales. En los ambientes de pajonales se han observado sólo cuatro
especies no nativas –el lirio (Iris pseudacorus), la madreselva (Lonicera japónica), la ligustrina (Li-
gustrum sinense) y la zarzamora (Rubus spp.)– que no se comportan como invasoras en estos am-
bientes, ya que sus valores de constancia y cobertura son bajos (Kandus, 1997). Sin embargo, en la
actualidad se observa un avance importante del lirio en pajonales naturales, particularmente en la
primera y segunda secciones de islas del Bajo Delta Bonaerense. A diferencia de lo observado en
los pajonales, los parches de bosque nativo que aún se encuentran en los albardones de las islas pre-
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En consecuencia, en el sector de islas del Bajo Delta sólo el 8,82% (9 spp.) de las especies exó-
ticas introducidas se comportan como invasoras. Dicho porcentaje es similar al encontrado pa-
ra los ecosistemas templados, a diferencia de los ecosistemas tropicales, en los cuales dicha pro-
porción es cercana al 100% (Usher, 1991).
En relación con las especies de fauna, varias especies exóticas también se han incorporado
al elenco del Bajo Delta. Uno de los casos más espectaculares en los últimos años tuvo lu-
gar en los cursos de agua con la introducción y la posterior dispersión de tres especies de bi-
valvos de agua dulce. Dos de ellas fueron introducidas a principios de la década de los 70
(las almejas de agua dulce Corbicula largillierti y C. Fluminea), mientras que el mejillón do-
rado (Limnoperna fortunei) apareció en las aguas del Río de la Plata en 1991. Este último
proviene de China y del sudeste asiático, y llegó a la cuenca del Plata en el agua que se usa-
ba como lastre en los tanques de los buques transoceánicos. Desde su aparición, se ha dis-
persado a un ritmo de 240 km al año. Este crecimiento descontrolado provoca graves proble-
mas en la mayoría de las plantas energéticas e industriales que utilizan agua del río Paraná
y del Río de la Plata para su funcionamiento, entre las que se incluyen destilerías de hidro-
carburos, plantas potabilizadoras, centrales térmicas, nucleares e hidroeléctricas (Darrigran
y Darrigran, 2001). Otro problema de importancia que plantea la introducción de este bival-
vo es el rápido recambio de especies de las comunidades bentónicas y el desplazamiento de
las especies de moluscos nativos. En este sentido, esta especie resulta un gran filtro de planc-
ton (probablemente cada individuo filtra más de un litro por hora), lo que incide sobre la dis-
La Situación Ambiental Argentina 2005
ponibilidad de alimento para otros organismos acuáticos (en particular, las larvas de peces).
La almeja C. largillierti, además, acumula sustancias tóxicas, por lo que puede tener efectos
nocivos en la salud de la población, ya que ha pasado a formar parte de la cadena alimenti-
cia de peces de consumo humano.
Por otra parte, en algunas islas del Bajo Delta Entrerriano se habría detectado la presencia de
grupos de ciervos axis (Axis axis) que, habiéndose escapado de cotos de caza, se habrían disper-
sado hasta esta zona. La presencia de gatos domésticos asilvestrados podría constituir un pro-
blema para la conservación del gato montés (Oncifelis geoffroyi), debido a la hibridización con
éstos, además del impacto que generan por la depredación sobre otras especies. Algo similar
ocurre con los perros, asilvestrados o no, los que, muchas veces, cazan en jauría coipos y otras
especies de fauna. También es importante mencionar que una especie nativa se puede compor-
tar como una especie invasora. Como ejemplo de ello se puede mencionar el caso de las ratas
acuáticas (Holochilus brasiliensis y Scapteromys tumidus), que se han convertido en plagas pa-
ra las forestaciones comerciales de salicáceas, ya que se alimentan de los renovales de los árbo-
les, por lo que, muchas veces, son combatidas mediante la colocación de cebos con estricnina,
con el consiguiente perjuicio para otras especies como las aves rapaces. La presencia de peces
exóticos en la cuenca del Paraná también representa una amenaza para la ictiofauna nativa.
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Las especies invasoras en los sistemas de humedales del Bajo Delta del Río Paraná
En síntesis, en la región del Bajo Delta del río Paraná se observan procesos de invasión de es-
pecies exóticas que abarcan un rango temporal que tiene más de cien años de antigüedad, como
en el caso de las especies vegetales invasoras, hasta casos más recientes como el de la invasión
del mejillón dorado. Dichos procesos invasivos ocurren a escala regional y, en ocasiones, sería
imposible plantear la toma de medidas de control, por lo que se podría considerar a los mismos
como un fenómeno de carácter “irreversible”. Tal sería el caso de la instalación de exóticas in-
vasoras de los bosques secundarios, así como también el de la invasión del mejillón dorado en
los cursos de agua, el cual “llegó para quedarse”.
Ante esta situación, en la actualidad, la estrategia adoptada por algunos organismos e institucio-
nes científicas y de gestión apunta a la prevención de nuevas invasiones de especies y a que los
métodos utilizados para el control de los organismos ya instalados no resulten más perjudicia-
les para el medio ambiente que los propios invasores (se debe evitar la implementación de sis-
temas de control que, por ejemplo, sean contaminantes de las aguas). También son esenciales
las campañas de capacitación y de concientización para prevenir la introducción accidental de
especies potencialmente invasoras, independientemente de que se trate de una especie nativa o
exótica. Como ejemplo de ello, se puede mencionar la liberación de ejemplares de tortugas de
la Florida, Estados Unidos (Trachemys scripta elegans) en el Refugio Educativo Ribera Norte
(Partido de San Isidro), las cuales son de difícil erradicación. Otro ejemplo emblemático es la
introducción de la zarzamora (Rubus spp.) en las islas del Bajo Delta que, según los pobladores
locales, fue llevada al área hace aproximadamente cien años por una familia de inmigrantes pa-
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