Filosofía Política de La Conquista - Silvio Zavala (V3)
Filosofía Política de La Conquista - Silvio Zavala (V3)
Filosofía Política de La Conquista - Silvio Zavala (V3)
EIV IA COIVQUISryDE
AMERICA
$LVru ruWLA
TIERRA FIRME
Silvio zavala, uno de los mts distittguitlos historiaclores
mexicattos, naci en I90g en Mrida, yucatn.
curs estudios en la universidctd de Mxict y en Ia
Central de Msdt-id. Comenz a pubticar trabajos
histricos desde 1933, atrayenclo la utettcitin cle-los
especialistas por la seriedsd y la aplicacin que
inJonnan siempre s u s inv e stigcio i es.
EnLa filosofa poltica en Ia conquista cle Amric4
zava,la resume loi resultaclos de otros libros suyos mr
extensos, dtndoles mayor proJfundidd y demostrando
, que el pasado lcttittomericano hunde sus rces
en ki ideologu liheral,
La conquista de Amric, segn ls cottclusiones de la
obra de Silvio Zuval, engendt un pensantiento
poltico que se vinculu cott inquietudes universles
sobre el tema de los derechos htmattos, el orden en la
comunidad poltica y la convivencia de lss naciones.
La voz autorizada del maestro RaJael Altamira aJirma
que las investigaciones de Zavala relacionadas con el
problema de los indgenas americanos revisten una
importancia copital.
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SILVIO ZAVALA
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La filosofa poltica en la
2 Conquista de Amrica
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D. R. 1947, F o n d o d e C u l t u r a Ec o n m ic a
D. R. 1993, F o n d o i Cu l t u r a E c o n m ic a , S. A. d e C. V.
Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 Mxico, D. F.
ISBN 968-16-1677-4^
Impreso en Mxico
PRLOGO
Este Prlogo no es de la especie tradicional cuyo objeto
consiste en presentar a un autor primerizo o todava
poco conocido. El Dr. Silvio Zavala tiene fama pblica,
no slo en su patria mejicana, sino tambin en todas
las naciones donde se cultivan las ciencias histricas his
panistas; y, por tanto, no necesita presentaciones, ni aun
la sentimental, pero justa, de un viejo maestro suyo,
como lo soy yo.
El servicio inmenso de la Revista de Historia de
Amrica, que Zavala viene dirigiendo desde su creacin
en 1938 y mejorndola ao tras ao, lo conocen tocios
los historigrafos, aunque no sean hispanistas, y bastara
para cimentar una reputacin slida. Pero adems de la
Revista, Zavala ha publicado una respetable cantidad
de monografas referentes a la historia jurdica de la
colonizacin espaola y a la general de los pases hispa
noamericanos, cantidad en que resaltan los volmenes de
sus Fuentes para la historia del trabajo en Nueva Es
paa, que ha ido divulgando con la grata colaboracin
de su propia esposa, Da. Mara Castelo (1939 a 1946).
Por lo que toca a la materia sustancial del presente
libro, Zavala imprimi en 1944 dos estudios que la
preludian. Ambos fueron editados en Buenos Aires: uno,
por el Instituto de Investigaciones Histricas pertene
ciente a la Facultad de Filosofa y Letras de la Univer
sidad bonaerense, con el titulo de Servidumbre natural
y libertad cristiana, segn los tratadistas espaoles de
los siglos xvi y x v ii (112-liv pp., ms los ndices); el
[7]
8 FILOSOFIA DE I-A CONQUISTA
otro, por los Editores Emec (196 pp.) cuyo volumen se
intitula Ensayos sobre la colonizacin espaola en Am
rica. Puede decirse que la nueva publicacin para la que
escribo este Prlogo> es la cristalizacin definitiva de la
idea central que es comn a las dos que acabo de citar.
Esa idea, cuyo conocimiento a fondo venia acuciando la
inteligencia de Zavala desde que inici su bsqueda, es
la fuente original, a travs de los siglos de la civilizacin
hispana, de una corriente perenne de sentido liberal y
tolerante que hall un desarrollo esplndido con motivo
de la conquista y colonizacin americanas y ocenicas. Esa
corriente, que se manifiesta con toda claridad y energa
desde el periodo visigodo (siglos v a vii), es la que sos
tuvo la lucha incansable con el egosmo y la violencia
respecto del tratamiento de los indgenas, que se empe
aban en ejercer individuos y grupos de conquistadores
y colonos hispanos, contra la legislacin tutorial, tole
rante y misericordiosa, que sustancialmente inspir a la
colonizacin indiana, aun en el periodo vacilante que re
present el reinado de Carlos I. Por eso pude yo escribir
en mi Historia de Espaa y de la civilizacin espaola
(1900-1910) que lo ms interesante y fundamental de
nuestra colonizacin fue la trgica porfa entre los es
clavistas y los no esclavistas: estos ltimos, empeados
en que se obedecieran las leyes protectoras de los indios,
y aqullos en inventar subterfugios, costumbres jurdicas
contra ley y todo gnero de picardas, para sustituir las
leyes con prcticas desventajosas y arbitrarias que escla
vizaban a los indgenas. (Ver particularmente los nme
ros 677 y 678, del tomo III de la citada Historia, 39 edi
cin, 1913.)
La novedad que nos ofrece ahora Zavala consiste en
PRLOGO 9
demostrar que la corriente liberal de los no esclavistas
no fue una invencin circunstancial de la colonizacin,
.sino historia anterior espaola en los siglos que precedie
ron a sta. Por eso, el valor principal que puede aportar
este Prlogo mo es refrendar calurosamente, como his
toriador de Espaa y su civilizacin, esa conclusin de
Zavala. Ese refrendo se encontrar, cada vez ms acen
tuado y documentado, en mis ms recientes publicacio
nes: desde el Manual de Historia de Espaa, de 1934
(volumen X IV de mis Obras completas editadas en Ma-
drid), a la edicin reciente de 1946, y las de mi Historia
particular de la civilizacin espaola (primera edicin
en castellano, en 1928: volumen V de las mencionadas
Obras completas). Adems, las ediciones aumentadas,
en ingls (1930) y en italiano (1933) y el texto definiti
vo que va a publicar en Buenos Aires la Casa Esposar
Colpe. El ltimo libro mio de esta clase, escrito entre
los aos de 1940 a 1943, es el de la Edicin Definitiva
en tres volmenes manuscritos y est an indito, por lo
que no puedo afirmar que llegue a publicarse viviendo
yo. En cambio, un libro en que estudio particularmente
Le elementos de la civilizacin y del carcter espaoles
y que me ha sido pedido por la Editorial Losada de Bue
nos Aires, desarrolla ampliamente, desde el punto de
vista psicolgico del pueblo espaol, la historia de aque
lla corriente hispana, vencida muchas veces en su lucha
constante contra la violencia, pero inmortal a travs de
los siglos.
Sobre la base de todos esos estudios, puedo decir aho
ra que esa corriente, no slo tiene un abolengo bien
perceptible para quienes investigan a fondo la historia
del pensamiento espaol (a partir del siglo vii), sino
10 FILOSOFIA DE LA CONQUISTA
que, empezando con manifestaciones bien marcadas en
el crculo de la minora culta, y particularmente dentro
del clero cristiano, ha proseguido, en los tiempos de la
Reconquista, en el mismo final de la Edad Media y en
los siglos xvi-xvii, en una parte de doctrina que carac
teriza a los telogos juristas de ese periodo y a los que,
sin ser juristas, han escrito de esa materia (Las Casas,
Vitoria, Soto, Acosta, Bez, Surez, el mismo Ignacio
de Loyola y otros muchos contemporneos); a la vez
que, por reaccin bien explicable de la masa popular, se
declaraba en manifestaciones de las clases medias y ba
jas con ejemplos salientes en Castilla (los Comuneros),
Catalua (los remensas) y Valencia. La lucha que se
produjo entonces es la misma que en la vida colonial en
frent a los no esclavistas con los esclavistas; es decir, la
que trat de sustituir, en la mayor proporcin posible,
la violencia por la persuasin, y el rigor por la bondad.
En toda esa larga trayectoria, los defensores de la no vio
lencia fueron muchas veces vencidos, como ya dije; pero
tambin obtuvieron victorias en favor de los musulma
nes (mudjares), los judos, los moriscos, los trabajado
res manuales, particularmente los campesinos, antes sier
vos. El florecimiento mayor de esas victorias pertenece,
en nuestro proceso histrico, ms al siglo xix que al xviii
(a pesar de las iniciativas de Fernando VI y Carlos III y
sus respectivos ministros); y en aqul, fue subiendo hasta
que, en 1936, se produjo la formidable cada que an
perdura en una parte de la poblacin espaola.
La originalidad de Zavala en este libro consiste en
haber ahondado y aumentado la historia de lo que pro
piamente debemos llamar nuestro liberalismo (en el sen
tido de tolerancia y del respeto a la persona humana,
PRLOGO 11
iS!
que es lo fundamental en l) con relacin al problema
de los indgenas americanos. Por esa aportacin cien
tfica le debemos gratitud los espaoles de hoy, en pri
mer lugar; y tras stos, todos los historigrafos que bus
can, ante todo, la verdad de las realidades humanas.
R a f a e l A l t a m is a
Mjico, 1 de enero de 1917
I
i
Que la grande y terrible guerra que ahora ha
terminado fue una guerra hecha posible por la ne
gacin de los principios democrticos de la digni
dad, igualdad y respeto mutuo entre los hombres,
y por la propagacin en su lugar, por medio de
la ignorancia y del prejuicio, de la doctrina de la
desigualdad de los hombres y las razas.
Proemio a la Constitucin d e la U n e s c o ,
Londres, 16 de noviembre de 1945,
t
I
ADVERTENCIA
Se hapensado que la idea de libertad nace en Hispano
amrica con la victoria que obtuvieron los partidarios
de la Independencia sobre los defensores del sombro
pasado colonial. Sin embargo, creemos descubrir las ra
ces de una inclinacin favorable a esa prerrogativa hu
mana desde que ocurre el primer contacto del Nuevo
Mundo con la cultura de Europa.
Si esta suposicin es correcta, y si las pruebas en que
descansa resisten a la crtica y al tiempo, se podr ex
tender la historia de nuestro liberalismo a campos ms
amplios y a pocas ms remotas. Con ello, acaso, sus ra
ces aparecern dotadas de mayor penetracin y firmeza.
No conozco la aportacin en el periodo indgena a este
respecto y en nuestras palabras no debe verse una afir
macin ni una negacin de ella.
Hemos presentado oralmente algunas partes del pre
sente estudio en dos ocasiones. Primero, en el Instituto
de Filosofa de la Universidad de Buenos Aires, en sep
tiembre y octubre de 1944. Despus, en el Instituto Fran
cs de la Amrica Latina, en la ciudad de Mxico, en
noviembre de 1946.
S. Z.
[15]
I. INTRODUCCIN
El del Nuevo Mundo despert explicables in
h a l l a zgo
quietudes entre los hombres de letras. En su Historia
de las Indias escriba Gmara que el mayor hecho des
pus de la creacin del mundo, con la excepcin de la
encamacin y muerte del que lo cre, era el descubri
miento de estas partes.
Las consecuencias ideolgicas de la hazaa colombi
na se manifestaron en rdenes muy diversos.
En lo que respecta al conocimiento geogrfico, se vive,
a partir de entonces, en un mundo ms grande y com
pleto. El viaje de Magallanes y Elcano puede damos
una pauta de la emocin europea ante el ensanche del
campo de la accin humana.1 Y como observ con gran
finura Antonio de Ulloa, en su Relacin histrica del
viage a la Amrica Meridional aparecida en Madrid en
1748, no slo se hallaron pases hasta entonces desco
nocidos, sino que ellos vinieron a ser el medio e instru
mento por el cual se lleg al perfecto conocimiento y
noticia del Mundo Antiguo, pues assi como el Nuevo le
deba su descubrimiento, le hava de recompensar esta
ventaja con el descubrimiento hecho en l de su ver-
i M ea se percibe ms tarde el sentido de la dimensin americana cuan
do Alonso de Zamora O. P., dice en su Historia de la Provincia de 5.
Antonino del Nuevo Reino de Granada del Orden de Predicadores, com
puesta por el M JL P tF .... su Prouindal.. Barcelona, en la Imprenta
de Joseph Llopis, alio de 1701, p. 6: ...E lla sola (Amrica) se debe lla
mar mundo, restituyendo a su grande este nombre, que se han tenido
aquellas tres pequeas partes del Orbe". Este Zamora era Cronista de la
Provincia dicha, hijo del Convento de Nuestra Seora del Rosario de
la dudad de Santa Fe, su patria, y examinador sinodal de su arzobispado.
P7]
18 FILOSOFA DE LA CONQUISTA
dadera figura, hasta el presente ignorada, contro
vertida.
En cuanto a la ciencia natural, se encuentran nuevas
especies botnicas y zoolgicas, y comienza la intermi
nable polmica que ha de retomar el siglo xvmacerca
de la calidad de ellas en comparacin con las europeas.
El origen y la naturaleza del hombre americano in
teresan asimismo a los observadores, si bien estos pro
blemas no se confinan al campo de la ciencia antropol
gica, sino que se mezclan con preocupaciones religiosas
y polticas.
La procedencia del hombre de Amrica, por ejem
plo, se explica mediante las tradiciones bblicas, aunque
Acosta ya tiene el acierto cientfico, en su Historia na
tural y moral de las Indias, de sealar la ruta que por
el norte comunica con Asia.
Desde mucho antes del descubrimiento colombino se
crea en la existencia de especies monstruosas de hom
bres. Habl de ellas Plinio en su Historia natural. Ms
tarde recordaba San Agustn, en su Ciudad de Dios, que
en las historias de los gentiles y en los mosaicos que ador
naban la plaza de Cartago aparecan tales monstruos,
plantendose la duda acerca de si pertenecan en ver
dad a la especie humana y, por lo tanto, si descendan
de Adn. Todava en 1622 se public en Venecia la
extraa figura de un supuesto habitante del Brasil, que
no era otro que el hombre perro de la Historia de
Plinio.
La exploracin de Amrica contribuy a demostrar
la inexistencia de aquellos seres fantsticos; pero Espa
a no hall un Continente vaco. Por eso su actuacin
hubo de ser poltica, de relacin con otros hombres agru
INTRODUCCIN 19
pados en sociedad, as se tratara de tribus errantes, en
tre ellas las de chichimecas, pampas, etc., o de imperios
ms desarrollados como el azteca o el inca.
Se explica, en consecuencia, que la colonizacin de
Amrica diera origen a una literatura poltica abundan
te que tenda a dilucidar los problemas siguientes: cu
les son los ttulos que pueden justificar los tratos de los
europeos con los pueblos indgenas?; cmo se ha de go
bernar a los hombres recin hallados?
Es cierto que, a primera vista, aparentaba ser escasa
la significacin ideolgica de un tema como el de la con
quista de Amrica, relacionado con la accin de hom
bres que solan carecer de letras, segn ocurre en el
ejemplo notable de Francisco Pizarro, conquistador del
Per. Y aun cuando los soldados supieran leer y es
cribir o contaran con el asesoramiento de religiosos, le
trados y escribanos, no obedeca su empresa al solo
deseo de satisfacer, mediante las armas, fines de codicia
y explotacin disimulados bajo la apariencia de una cru
zada cristiana? As lo creyeron muchos autores de los
siglos xvm y xix.
Sin embargo, conviene puntualizar que existe un pen
samiento al que se encuentran vinculados los hechos de
la Conquista. As se comprende la posibilidad de la cam
paa que iniciaron eclesisticos y funcionarios cultos
para reducir la conducta de los conquistadores y pobla
dores a principios de mayor justicia. Adems, la doctri
na que nutre las instituciones destinadas a regir la nueva
sociedad hispanoamericana no es independiente de la
filosofa poltica creada por la secular cultura europea.
De ah conexiones inexcusables con la teologa y la mo
ral, porque en el siglo xvi espaol los problemas huma
20 FILOSOFIA DE LA CONQUISTA
nos se enfocan preferentemente desde el punto de vista
de la conciencia. As lo demuestran aquellas Sumas de
tratos y contratos en que el telogo se propone ilustrar
al mercader con respecto a los peligros que acechan a
su alma. De la misma manera se atiende en los tratados
polticos a la salud de conciencia del prncipe y a la de
hombres de armas, como los conquistadores, que viven
expuestos a tentaciones continuas.
Es de observar que la teora poltica a que vamos a
referirnos tuvo por objeto el Nuevo Mundo, pero los ele
mentos ideolgicos en que se fundaba provenan de Eu
ropa. Trtase, por lo tanto, de un episodio inicial de
la historia de las ideas de Amrica, o simplemente de una
etapa ms del pensamiento europeo vinculado con he
chos que ocurrieron en ultramar?
No puede desconocerse que la contribucin esencial
en el orden de las ideas fue la europea; pero, contra la
suposicin de un papel pasivo de Amrica, es oportuno
considerar que el recurso a las ideas de Europa para
interpretar los problemas del Nuevo Continente vino
acompaado de modificaciones --mayores o menores
que la novedad del Descubrimiento introdujo en aque
lla cultura tradicional.
En parte, la filosofa poltica de la Conquista se debi
a pensadores que nunca pasaron a las Indias. Otros hubo
indianos, o sea, europeos con experiencia de la vida de
ultramar. Es perceptible cierta diferencia muy com
prensible entre el pensamiento de unos y otros. Ade
ms, pronto surgieron matices criollos, mestizos e ind
genas en la visin del Nuevo Continente.
En todos estos casos, los hechos de la Conquista con
tribuyeron a fijar los contornos de los problemas de doc
INTRODUCCIN 21
trina, a darles un contenido prctico. A su vez, la acti
vidad ideolgica influy sobre el desarrollo de nuestra
historia. As se explica la estrecha relacin que guarda
el pensamiento poltico de la poca con las instituciones
de Amrica destinadas a regular la convivencia de los
europeos con los nativos. Se trata de una filosofa pol
tica en contacto con problemas vivos, de penetracin y
asiento en las nuevas tierras.
No es difcil percibir que la teora acerca del primer
contacto del Nuevo Mundo con Europa, a ms de su in
ters histrico, posee una significacin moderna; porque
no pocas veces han resurgido las circunstancias que ro
dean a la expansin de naciones poderosas y al gobierno
de pueblos coloniales. Esto nos autoriza a interpretar la
conquista espaola de Amrica como un antecedente va
lioso de la presente experiencia internacional y poltica,
aunque no sean idnticas la terminologa ni la individua
lidad histrica en cada caso.
Se observar que, en el primer ensayo de los que si
guen, estudiamos las ideas acerca del contacto de cristia
nos con infieles. Es un planteamiento de raigambre me
dieval que conserva su vigencia al ocurrir el descubri
miento de Amrica.
No fue, sin embargo, la nica corriente ideolgica
que dej huella perceptible en la meditacin de la Con
quista. Algunos pensadores escolsticos y otros de for
macin renacentista acogieron la teora clsica acerca de
la relacin de los hombres prudentes con los brbaros,
llegando a predicar la servidumbre natural de los indios
y el derecho de los espaoles a sujetarlos por medio de
la fuerza.
Frente a esta ideologa surge la de procedencia es-
22 FILOSOFIA DE LA CONQUISTA
toica y cristiana que afirma la libertad de los indgenas
e interpreta la misin de los colonizadores conforme a
los principios de una tutela civilizadora. Es la que al fin
predomina en el ambiente ideolgico y legislativo de
Espaa e Indias.
En captulo posterior exponemos algunas contribu
ciones del pensamiento dieciochesco a la polmica entre
los partidarios de la servidumbre y los de la libertad, re
calcando, como corresponde a nuestro propsito, los as
pectos relacionados con Amrica.
Tales son, en sntesis, las ideas de cuya historia va
mos a tratar. En esta ocasin prescindimos del aparato
erudito, pero los lectores interesados en mayores deta
lles pueden acudir a la bibliografa sumaria que ofrece
mos al fin de esta obra.
II. CRISTIANDAD E INFIELES
Es n o t o r ia la riqueza de los documentos relativos a la
conquista espaola de Amrica, entre los cuales se pue
den distinguir los religiosos, los oficiales y los de simples
particulares, todos de indudable valor para conocer la
conciencia de la Colonizacin.
Si atendemos a los trminos empleados en ellos, ob
servaremos que el inters nacional, predominante en em
presas ms modernas, no excluye entonces el plantea
miento, enraizado en la Edad Media, que contempla el
progreso de la Cristiandad a costa de los pueblos genti
les o infieles.
Se explica que se mirara as el problema poltico de
la conquista indiana, en virtud del panorama histrico
que antecedi al Descubrimiento.
Un mapa del orbe cristiano y musulmn hacia el ao
1000, como el publicado por Menndez Pidal, muestra
a la Cristiandad envuelta por el mundo islmico, con la
amplia penetracin por el flanco de Occidente que re
presenta la invasin de la Pennsula Ibrica. Ms tarde,
en el siglo xv, la cada de Constantinopla pone en ran
eo peligro la frontera oriental del mundo cristiano. Pero
la reconquista hispana hace ceder la antigua amenaza
por el rumbo del poniente y abre la puerta a la expan
sin de los europeos por las costas de frica, las Islas
Canarias, Asia y Amrica.
Este avance viene acompaado de un correspondien
te desplazamiento de los conceptos acerca de cristianos
e infieles, como eco de la lucha sostenida en Europa du
rante tantos siglos.
P*1
24 FILOSOFA DE LA CONQUISTA
Espaa fue un pas afectado de manera profunda por
la rivalidad poltica que prevaleca entre el mundo cris
tiano y el sarraceno. En el siglo xi esa lucha se reviste
ya de matices de intransigencia religiosa.
Un reflejo de sta se advierte en la ley de Partidas
que enumera entre las causas justas de guerra: la pri
mera por acrescentar los pueblos su fe et para destroir
los que la quisieren contrallar.. .
Semejante enunciado del siglo xm halla su fiel con
tinuacin en la prosa de un documento despachado por
los Reyes Catlicos en 1479, en el que explican: "envia
mos ciertos nuestros capitanes e gentes a la conquista
de la Grand Canaria, contra los canarios infieles, ene
migos de nuestra santa fe catlica que en ella estn, los
cuales dichos canarios estn en grand aprieto para se
tomar.
Ya en el Nuevo Mundo, al finalizar la segunda d
cada del siglo xvi, Hernn Corts afirma que est pu-
ando por la fe. Y dice a los soldados que le siguen en
la fase culminante de la conquista de Mxico, que tienen
de su parte justas causas y razones: lo uno por pelear
en aumento de nuestra fe y con gente brbara.. .
Bemal Daz del Castillo, en su Historia verdadera
de la conquista de la Nueva Espaa, habla de los bue
nos servicios que los conquistadores han hecho a Dios
y a su Majestad y a toda la Cristiandad.
En el ambiente cortesano y letrado de Espaa se en
cuentran, fcilmente, antecedentes y equivalencias del
pensamiento expresado por estos hombres de armas.
Bastara tener en cuenta la negociacin de las bulas ale
jandrinas y el aprecio que la Corona demostr por el t
tulo de la propagacin de la fe.
CRISTIANDAD E INFIELES 25
El cronista Gmara, consciente de la variedad de los
motivos de la Conquista, puso en boca de Corts, con
fina irona, este discurso: La causa principal a que ve
nimos a estas partes es por ensalzar y predicar la fe de.
Cristo, aunque juntamente con ella se nos sigue honra
y provecho, que pocas veces caben en un saco.
Vasco de Quiroga, en el Testimonio de ereccin de la
Catedral de Michoacn, segn la traduccin de G. Mn
dez Planearte, Humanismo mexicano del siglo xvi, Mxi
co, 1946, pp. 55-56, habla del Imperio como va de ex
tensin de la fe en los trminos siguientes: Plugo a la
divina Voluntad, poner al frente de los Reinos de las Es-
paas a hroes tan clebres, que no slo vencieron a las
espadas y mquinas de guerra de los brbaros, sino que,
prdigos de su vida y de su patrimonio, penetraron en
compaa de una gran multitud de cristianos por re
giones incgnitas y remotsimas y, vencido el monstruo
de la idolatra, plantaron por todas partes, entre los
aplausos y felices augurios de la religin cristiana, el
Evangelio de vida, haciendo triunfar universalmente la
bandera de la Cruz.
A pesar de la intensidad y las peculiaridades de la
cruzada ibrica, no hemos de creer que este desarrollo
fuese exclusivamente peninsular. Es posible, por lo tanto,
hallar una doctrina general de los pensadores europeos
acerca de la relacin de la Cristiandad con los infieles.
Sin ir ms all del siglo xm, encontramos algunas
ideas que reclaman nuestra atencin.
El canonista Enrique de Susa, conocido ms bien
como el Ostiense (t 1271), cree que el Papa es vicario
universal de Jesucristo, y que consiguientemente tiene
potestad, no slo sobre los cristianos, sino tambin sobre
26 FILOSOFIA DE LA CONQUISTA
todos los infieles, ya que la facultad que recibi Cristo
del Padre fue plenaria. Y le parece que, despus de la
venida del Redentor, todo principado y dominio y ju
risdiccin han sido quitados a los infieles y trasladados
a los fieles, en derecho y por justa causa, por aquel que
tiene el poder supremo y es infalible.
De acuerdo con esta doctrina, los ttulos que, por
derecho natural y de gentes, pudieron tener los infieles
a sus reinos desaparecieron con el advenimiento de
Cristo, recayendo luego el poder temporal en el pontfi
ce de Roma; quien poda, cuando as lo estimara opor
tuno, reclamar la potestad sobre los infieles. stos, entre
tanto, slo gozaban de una tenencia precaria del reino
a modo de concesin de la Sede romana.
Sin que guarde relacin ideolgica con la doctrina
del Ostiense, pero como ejemplo de otra posicin que de
bilita el derecho del infiel ante el avance cristiano, re
cordemos la teora de Juan Wycliffe (1324-1384): todo
derecho humano presupone como su causa el derecho
divino; en consecuencia, todo dominio que es justo se
gn los hombres, presupone un dominio que es justo
segn Dios. Como la gracia falta al hombre injusto, o
que est en pecado mortal, no tiene propiamente do
minio.
Es cierto que el Concilio de Constanza (1415-1416)
conden esta doctrina; pero no deja de ser interesante
que Francisco de Vitoria creyera necesario combatirla
de nuevo al tratar de los justos ttulos a las Indias, pues
pensaba lgicamente que los partidarios de ella podan
afirmar que los brbaros del Nuevo Mundo no tenan
dominio alguno, porque siempre estaban en pecado
mortal.
CRISTIANDAD INFIELES 27
Frente a estas actitudes podemos encontrar dentro
del propio pensamiento europeo comprendido del si
glo x iii al xvi otras ms generosas en cuanto a las rela
ciones de la Cristiandad con los infieles.
Inocencio IV (t 1254) admite que los infieles pueden
tener dominios, posesiones y jurisdicciones lcitamente,
ya que no se hicieron solamente para los fieles, sino
para toda criatura racional. En consecuencia, no es lcito
al Papa ni a los fieles quitar a los gentiles los bienes y
jurisdicciones que poseen sin pecado. Pero Cristo, y en
consecuencia el Papa, tiene potestad de derecho sobre
todos los hombres, aunque no de hecho. Por eso puede
la Sede romana castigar a los gentiles que obran con
tra la ley de la naturaleza; por ejemplo, a los sodomitas
e idlatras.
Como esta teora reconoce que la base del dominio
es la simple potencia racional del hombre, no la con
dicin religiosa del mismo, se halla en aptitud de ser ms
tolerante con los derechos de los infieles.
Dentro de la misma corriente de ideas encontramos
en la Suma teolgica de Toms de Aquino (1225-1274),
que el dominio y la prelacin se introducen por derecho
humano; en cambio, la distincin entre los fieles e in
fieles es de derecho divino. Pero ste, que proviene de
la gracia, no anula el derecho humano, que se funda
en la razn natural. En consecuencia, la distincin entre
fieles e infieles, considerada en s misma, no hace des
aparecer ni aun el dominio que puedan tener los infie
les sobre los cristianos. Es cierto que Santo Toms templa
luego esa doctrina, admitiendo que la superioridad de
los infieles puede desaparecer justamente por sentencia
u ordenacin de la Iglesia que ejerce la autoridad de
28 FILOSOFA DE LA CONQUISTA
Dios; porque los infieles, en razn de su infidelidad, me
recen perder la potestad sobre los fieles, que pasan a ser
hijos de Dios. Pero no se trata, segn se desprende de
lo anterior, de un derecho omnipotente de la Cristian
dad frente al desvalimiento completo de los gentiles; an
tes bien, el pensamiento cristiano vuelve sobre s mismo
y halla en su seno esos elementos de Derecho Natural y
de Razn que son patrimonio de todos los hombres.
En la ideologa culta de la conquista hispanoameri
cana se revela la influencia de las doctrinas generales ya
expuestas, pudiendo distinguirse dos ciclos.
Al principio, los monarcas espaoles quisieron sa
ber cules eran los ttulos justos que amparaban su do
minio sobre las Indias y cmo deban gobernar a las
gentes recin halladas. Consultaron a sus telogos y le
trados, y uno de los ms distinguidos juristas de la Corte,
el doctor Juan Lpez de Palacios Rubios, escribi hacia
1514 un tratado sobre tales cuestiones. Las Casas lo
combati severamente porque consideraba que el autor
se haba dejado influir por los errores dl Ostiense.
En efecto, el consejero de Fernando el Catlico sostena
que Cristo fue soberano en el sentido espiritual y tem
poral, y deleg estas facultades en el Papa; por lo que
los reinos de los infieles no gozaban de independencia
frente a la Sede romana, y estaban obligados a someterse
a la potestad de sta si as se los peda. Al igual que el
canonista del siglo xm, pensaba que la posesin de los
infieles no tena otro carcter que el de una tenencia
momentnea, hasta que Roma reclamase su derecho.
Palacios Rubios redact asimismo un requerimien
to que los conquistadores espaoles deban leer a los
indios del Nuevo Mundo. En l comenzaba por expli-
CRISTIANDAD E INFIELES 29
car sumariamente la doctrina cristiana, a fin de que
los infieles supieran quin era Cristo, quin el Papa, y
qu derecho tenan los cristianos para exigirles la suje
cin a su poder. El ltimo prrafo revela el sentido
coactivo de esta demanda: cuando ya se ha dicho a los
indios que todos los hombres son prjimos y descienden
de Adn, se les pide que reconozcan a la Iglesia y al
Papa, y al Rey y a la Reina como superiores de estas tie
rras por donacin papal. Si quieren someterse, se les
recibir con todo amor y caridad, se les dejarn sus mu
jeres, hijos y haciendas libres, y no se les compeler a
que se tomen cristianos, salvo si informados de la ver
dad desean convertirse, y el Rey les har muchas mer
cedes; si se niegan a obedecer, el capitn, con la ayuda
de Dios, les har guerra, y tomar sus personas y las de
sus mujeres e hijos, y los har esclavos y como tales los
vender.
No se obliga a los infieles a que sean cristianos, se
gn se puntualiza en el texto, pues la conversin ha de
ser voluntaria; pero s se les reclama la sujecin a la
autoridad de Roma, delegada en los espaoles, estimn
dose que la Iglesia goza en este caso de una potestad de
orden temporal. Las consecuencias que se derivan de la
negativa de los infieles caen dentro de la idea que en
esa poca se tiene de la guerra justa, siendo la esclavitud
un resultado de ella. Lo que se procura es justificar la
causa del procedimiento blico. Ya se ha visto que todo
depende, en ltimo trmino, de la amplitud que se con
cede al derecho de jurisdiccin de la Cristiandad sobre
el mundo infiel.
El requerimiento se us en las conquistas del Darin,
Mxico, Nueva Galicia, el Per, etc.
30 FILOSOFIA DE LA CONQUISTA
Surgieron dificultades en la prctica, ya por la natu
ral incomprensin de los indios a causa de la diferencia
de lenguas y de civilizacin con respecto a las de los
europeos, ya por la falta de escrpulo de los soldados en
cargados de aplicar las clusulas del complicado texto.
En alguna crnica de la poca, como la del Bachi
ller Enciso, impresa en 1519, se relata que ciertos caci
ques de Castilla del Oro fueron requeridos de la manera
expuesta antes, y contestaron que en lo que se les deca
acerca de que no haba sino un Dios que gobernaba el
cielo y la tierra, que as deba de ser; pero que el Papa
daba lo que no era suyo, y que el Rey que lo peda y lo
tomaba deba ser algn loco, pues exiga lo que era de
otros; que fuese el capitn a tomarlo y le pondran la ca
beza en un palo, como tenan otras de sus enemigos, que
le mostraron.
Ante esta respuesta, el conquistador les tom el pue
blo por la fuerza.
En otro caso, el cronista Fernndez de Oviedo narra
que el gobernador Pedrarias Dvila le dio el requeri
miento, como si entendiese a los indios para lerselos, o
hubiera all persona que se los diese a entender, querin
dolo ellos or, pues mostrarles el papel en que estaba
escrito poco haca al caso. En presencia de todos los
soldados, Oviedo dijo a Pedrarias: Seor, parceme que
estos indios no quieren escuchar la teologa de este re
querimiento, ni vos tenis quien se la d a entender.
Mande vuestra merced guardarle hasta que tengamos
algunos de estos indios en la jaula para que despacio
lo aprendan, y el seor obispo se lo d a entender.
Y le devolvi el requerimiento en medio de risa ge
neral.
CRISTIANDAD E INFIELES 31
SERVIDUMBRE NATURAL 65
su parte, rechazaba la acusacin hecha por De Pauw en
el sentido de que Seplveda abogaba por la esclavitud
y el exterminio de los indios.
El jesuta de Crdoba de Tucumn, en dos pasajes
por lo menos, hizo observaciones a la notable figura de
su Compaa del siglo x v ii , Francisco Surez: en uno,
para indicar que se equivoc al escribir que Seplveda
defendi el uso de la compulsin para que el gentil abra
zara la fe; y en otro, para comentar que en tiempos de
Surez como ste deca no se haban descubierto tri
bus tan rudas que fuese imposible reunirlas en socie
dad y que no tolerasen que unas gobernasen a las otras;
pero actualmente ya se encontraban y, por lo tanto, en
virtud de la teora del propio Surez, se las poda, con
cualquier motivo, compeler a adquirir cierto grado de
civilizacin.
Creemos descubrir en estas palabras un eco de la ex
periencia rioplatense que Muriel haba obtenido en el
propio terreno.
En fin, Muriel opinaba que, segn el derecho natu
ral, tanto los brbaros americanos como los africanos
podan ser reducidos a esclavitud, pero distinguiendo
los casos justos de los injustos.
Es oportuno advertir que la servidumbre natural, tan
pronto referida a los indios como a los negros, no slo
cont con defensores en el ambiente letrado de los siglos
xvi a xvui. En l prctica de la Colonizacin se apoy en
un sentimiento favorable a la separacin de castas y al
predominio de los blancos sobre las otras razas. El mes
tizaje con el indio y con el negro acaso moder estos pre
juicios; pero sera un error histrico desconocer la exis-
66 FILOSOFIA DE LA CONQUISTA
tencia de ellos, asi como sus repercusiones en la vida
institucional de Indias.
Existen ciertos testimonios del siglo xvi en que los
conquistadores expresan su menosprecio por el indio.
En cuanto al negro, ofrece buena muestra de actitud se
mejante una peticin del Ayuntamiento de Caracas, a
fines de la poca colonial, en que se opone a las gracias
concedidas por la Corona a los pardos; pues alega que
son gentes por su natural soberbias, ambiciosas de los
honores y de igualarse con los blancos, a pesar de aque
lla clase inferior en que los coloc el autor de la na
turaleza.*
Es evidente, por lo expuesto, que el ideario de Se-
plveda no se olvid del todo a lo largo del predominio
espaol en Amrica; pero as como fue atacado por te
naces opositores desde el siglo xvi, su recuerdo no fue
grato a muchos tratadistas dieciochescos, segn se ver
despus. En general, stos presentaron a Seplveda como
un abogado de la esclavitud de los indios, lo cual basta
ba para irritar la sensibilidad filantrpica de la poca.
En el siglo xix se intent una revisin de la doctrina
de Seplveda a fin de establecer sus verdaderos alcances
y hacer que se mirara a este autor con mayor compren
sin y simpata.
Menndez y Pelayo escriba a fines de esa centuria,
Algo similar se encuentra en un expediente del Archivo General de la
Nacin, Mxico, Ramo de Guerra, Estante 48. Tomo 174, Ao 1780. Se
trata de causas sobre esclavo que solicitan buscar otro amo, en 1779. La
duea manifiesta que: El espirito de estos siervos no es otro que el de
sacudir el yugo que Ies puso el derecho de las gentes hadndose fugitivos,
y con ello hurtar el servicio que deben tributar. Mientras l esclavo prue
ba el mal tratamiento, queda en depsito. Al fin se decreta la venta. La
duea pide un predo excesivo, por lo que se tasan en 150 pesos la pareja
de esclavos y la hija de un afio. ,
SERVIDUMBRE NATURAL 67
en una Espaa que estaba a punto de perder los ltimos
vestigios del Imperio que Seplveda vio nacer, que Fray
Bartolom de las Gasas trat el asunto [de la dominacin
de los indios] como telogo tomista, y su doctrina, sean
cuales fueren las asperezas y violencias antipticas de su
lenguaje, es sin duda la ms conforme a los eternos dic
tados de la moral cristiana y al espritu de caridad. Se
plveda. .. trat el problema con toda la crudeza del
aristotelismo puro tal como en la Poltica se expone, in
clinndose con ms o menos circunloquios retricos a la
teora de la esclavitud natural. Su modo de pensar en
esta parte no difiere mucho del de aquellos modernos
socilogos empricos y positivistas que reclaman el ex
terminio de las razas inferiores como necesaria conse
cuencia de su vencimiento en la lucha por la existen
cia. .. no hay duda que si en la cuestin abstracta y
terica Las Casas tena razn, tambin hay un fondo de
filosofa histrica y de triste verdad humana en el nue
vo aspecto bajo el cual Seplveda considera el problema.
Dos rasgos de este comentario reclaman nuestra aten
cin: la doctrina de Seplveda responde a un fondo de
filosofa histrica y de verdad humana; y detrs de Se
plveda, realista de la poltica colonial, han venido otros
imperios con su filosofa de la lucha de las razas y el
predominio de las ms aptas. Pero Menndez y Pelayo,
no obstante ser el traductor y primer editor del Demo-
crates alter, se olvida o desconfa del sentido moral y ci
vilizador del imperialismo de Seplveda, pues no lo con
sidera muy apartado de la doctrina emprica que acepta
el exterminio de las razas inferiores. Con esto pasa por
alto o acorta en extremo la distancia que separa a la
idea colonial renacentista que procura en lo posible
FILOSOFA DE LA CONQUISTA
la elevacin del hombre brbaro a la razn por medio
del imperio del culto del naturalismo positivista que
contempla, y a veces aplaude, la lucha de los seres que se
destruyen unos a otros. Adems de ser sta una dife
rencia terica, lo es prctica, porque una obra colonial
cristiana y civilizadora no puede equipararse a escuetos
imperialismos econmicos a base de factoras y capataces
del trabajo nativo. Recurdese que Seplveda preten
da trocar valores morales, como la virtud, la humanidad
y la religin, por el oro y la plata que los dominadores
extraeran del suelo poblado por los indgenas tutelados.
La justificacin ltima del imperialismo renacentista
vena a depender de este intercambio de bienes, merced
al cual se propiciara la expansin del mundo civilizado
a costa del brbaro.
La revaluacin de Seplveda continu en el siglo xx,
por extraa pero explicable paradoja, en el mundo
ingls.
A. G. Bell, despus de estudiar serenamente el De-
mocrates alter, recalc que el tratadista espaol no abo
gaba por la esclavitud, sino que traz una distincin
entre la sujecin civil y la heril; no defendi la conver
sin forzosa al cristianismo; y abiertamente desaprob
el robo y el mal tratamiento de los nativos. 1 retrato
deforme de Seplveda se deba, segn este escritor, a la
escasa seriedad de Las Casas. Las miras imperialistas
humanas y sanas de Seplveda fueron confundidas con
la defensa del trfico de esclavos.
Otro autor ingls posterior, J. H. Parry, ha enjui
ciado la obra colonial espaola como un imperialismo
precoz, digno de ser estudiado en la actualidad.
SERVIDUMBRE NATURAL 69
Ya poco se habla, ciertamente, de la servidumbre na
tural de los brbaros; pero esto no significa que el pro
blema a que responde semejante doctrina haya dejado
de existir.
A principios del siglo xx, por ejemplo, no falt quien
defendiese en el Parlamento de Inglaterra que la escla
vitud de los negros estaba de acuerdo con el orden di
vino de la naturaleza.*
En la segunda mitad de ese siglo, resurgi la concepcin
jerrquica de la vida con singular fuerza.7
El conde de Gobineau (1816-1882), en su Essai sur
lingalit des races humaines, que apareci entre los
aos de 1853 y 55, sostuvo que el grupo de pueblos de
raza blanca llamados arios, y particularmente la rama
germnica del antiguo tronco, haba proporcionado a
todo el mundo los organizadores de la sociedad huma
na. Slo ellos, de hecho, haban sido dotados por Dios
de habilidad verdadera para gobernar; y estaban llama
dos a dirigir, para su propio bien, a los otros grupos
humanos y a preservarlos de arruinarse en una decaden
cia anrquica. Slo ellos haban sabido fundar, por con
quista, Estados fuertes y duraderos, cunas y refugios de
grandes civilizaciones.
* Es de tener presente que tambin se encuentran testimonios en lengua
inglesa que se oponen a la corriente guerrera y esclavista. Por ejemplo,
John Quincy Adams, W ritings, VII, 201, observa que todas las guerras,
aun las que se libran por la libertad, tienden a desembocar en el impe
rialismo. Y Henry Clay afirma que es despreciar las disposiciones de la
Providencia, el suponer que ha creado seres incapaces de gobernarse a si
mismos. Cit. por A. K. Weinberg, M anifest D estin y, Baltimore, 1935, pp.
307-308.
T Vase como apreciacin de conjunto, T h. Simar, tu d e critiq u e tu r lo
form a tio n de la do ctrin e des races a u x v iii. sicle e t son expansion a u
x ix . ti d e , Mmoires d e lAcadmie Royale de Belgique, Bruselas, 1922.
70 FILOSOFIA DE LA CONQUISTA
Se restableca, de esta suerte, la clasificacin desigual
de los pueblos; pero ahora ya no descansaba sobre la di
ferencia de razn, como ocurra en el imperialismo cl
sico y renacentista, sino sobre el concepto romntico de
raza: la una hbil para el gobierno, y las dems llamadas
por su propia conveniencia a sujetarse a la primera.
Tocqueville (1805-1859), comentando la teora de Go-
bineau, haca ver que seguramente Julio Csar, de ha
ber tenido tiempo, hubiera escrito un libro para probar
que los brbaros, germanos en su mayor parte, no eran
de la misma especie que los romanos, y que mientras
stos estaban destinados por la naturaleza a dominar al
mundo, los otros estaban llamados solamente a vegetar
en un rincn.
En realidad, no fue un giro feliz el que condujo en
la historia del imperialismo a basar la jerarqua de los
pueblos sobre el concepto impreciso e histricamente
variable de la raza.
Buena prueba de ello es que mientras Gobineau crea
que los alemanes de su poca eran escasamente germ
nicos a causa de la mezcla abundante con sangre celta o
eslava, el hegeliano Heinrich Leo (1799-1878) sostena
que la raza celta, ya fuese en Irlanda o en Francia, se
mova siempre por un impulso bestial, en tanto que los
alemanes slo obraban bajo el impulso del pensamiento
o de inspiraciones verdaderamente santas.
Es sabido que el ingls germanizado Houston Stewart
Chamberlain (1855-1927), se convirti en apstol del
misticismo teutnico. La doctrina se ramific en los Es
tados Unidos, produciendo efectos sensibles en ,1o que
respecta a las relaciones con minoras raciales. La con
cepcin esclavista se apoy en ese pas, tanto en la docr-
SERVIDUMBRE NATURAL 71
trina aristotlica de la desigualdad natural, como en el
romanticismo racial de Gobineau y Chamberlain, lle
gando a producir expresiones tan vivas como sta del
peridico Enquirer de Richmond: "Es por medio de la
guerra como se conquistan las razas brbaras y por la es
clavitud son reducidas al trabajo y a las formas de la
vida civilizada. La esclavitud y la guerra han sido, pues,
los dos grandes nuncios de la civilizacin." 8
No dej de haber algunas proyecciones de esa doctri
na sobre los pueblos mestizos de Hispanoamrica, las
cuales hubieran, probablemente, desconcertado a Sepl-
veda.
Sin necesidad de llegar a los extremos racistas, de tan
graves consecuencias hasta nuestros das, hallamos que
en el siglo xix, dentro de la ideologa del progreso, se
pens que todos los pueblos marchaban hacia una meta
ideal de civilizacin; que por virtud de la distancia o
cercana a que se encontraban de ella, merecan califi
cativos de "atrasados" o "adelantados", correspondiendo
a estos ltimos tomar bajo su amparo a los otros para
hacerlos progresar y, de camino, administrar sus riquezas
naturales.
Lleg a hablarse del "deber de civilizar a las razas
inferiores, que se interpret como un "altruismo agre
sivo. No se olvid tampoco el argumento religioso,
como se observa en las palabras del presidente de los
Estados Unidos, Me Kinley, destinadas a justificar la
poltica de su pas hacia Filipinas, despus de la guerra
con Espaa en 1898: "Ninguna otra cosa podamos ha
cer sino tomar a los filipinos y educarlos; elevarlos, ci-
Cf. O. Crenshaw, "The Knights of the Golden Circle, T h e A m erican
H istorical R eview , XLVII, N* 1 (Octubre, 1941), pp. 25-50.
72 FILOSOFIA DE LA CONQUISTA
vilizarlos y cristianizarlos; y por la gracia de Dios, hacer
por ellos prjimos nuestros por quienes Cristo tam
bin muri todo lo que estuviera a nuestro alcance.
Los mandatos coloniales despus de la guerra de
1914-1918 todava se fundaron tericamente en la tutela
civilizadora del pueblo adelantado sobre el inculto. En la
actualidad se habla de fideicomisos, y la Organizacin
de las Naciones Unidas ha credo prudente establecer
un Consejo de Tutela entre sus rganos principales.
Las ideas, el lenguaje y el ambiente histrico se han
transformado del Renacimiento para ac; pero subsiste
la dificultad intrnseca de la cuestin colonial.
Por eso, sobre el fondo de la experiencia internacio
nal moderna aparecen ms claros los contornos de la
proposicin renacentista acerca de la servidumbre por
naturaleza, al amparo de la cual se realizara el trueque
del beneficio civilizador por las riquezas de las tierras
sujetas. Esta doctrina constituye, a su vez, un antece
dente imprescindible para la historia de las relaciones
entre pueblos de diversa civilizacin.*
* Fuera del ambiente propiamente institucional pero ms cerca de las
realidades del mundo contemporneo, es de recordar una declaracin del
general Ornar N. Bradley, jefe del Estado Mayor del Ejrcito de los Estados
Unidos, hecha en Saint Louis, Missouri, el 30 de agosto de 1948, segn
la cual: "Norteamrica no tiene otra alternativa" que conservar un ejrcito
de ms de un milln de hombres. Hablba ante numerosos delegados que
asistieron a la sesin inaugural de la Cuadragesimonovena Asamblea de
Veteranos Norteamericanos de Guerras Extranjeras. Coment que ya se ha
ba pedido el reclutamiento de un contingente inicial de 10000 hombres
para el servicio m ilitar en poca de paz. Y manifest que la ltima
guerra" demostr al pueblo norteamericano, que es precisamente en sus
fuerzas armadas donde reside la mejor garanta de seguridad para las na
ciones que desean conservar su libertad, al mismo tiempo que la paz.
"Siempre ha resultado ms barato prevenir una guerra, que sostenerla."
E xclsior, 31 de Agosto de 1948 (Mxico, D. F., informacin de INS).
IV. LIBERTAD CRISTIANA
L a d o c t r in a de la servidumbre natural, invocada en el
debate sobre el Nuevo Mundo, provoc la reaccin cr
tica de escolsticos espaoles que, apoyndose en la idea
de la libertad cristiana, abogaron porque se tratara a
los indios de manera ms generosa y pacfica.
Los primeros dominicos arribaron a la Isla Espaola
en 1510. El domingo anterior a la fiesta de Navidad,
fray Antonio de Montesinos predic su famoso sermn
en defensa de los indios: me he subido aqu, yo que
soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla... Esta
voz es que estis en pecado mortal y en l vivs y mors,
por la crueldad y tirana que usis con estas inocentes
gentes... stos no son hombres? No tienen nimas ra
cionales?.. .
Semejantes palabras disgustaron a las autoridades y
a los colonos de la Isla. El rey Femando el Catlico las
desaprob tan pronto como tuvo noticia de ellas. Y lo
propio hizo el Superior de la Orden de Santo Domingo
en Espaa, pero con esta salvedad: si el padre no pue
de en conciencia transigir con aquello que reprueba,
debe regresar a la Pennsula. As ocurri, y desde ese
momento se desarrolla una campaa en favor de los ind
genas de Amrica que estaba llamada a repercutir tanto
en la esfera de las ideas como en la ms concreta de
las instituciones de gobierno.
De aquel ambiente antillano surgi asimismo la figu
ra de Las Casas, incansable procurador en corte por la
causa de los indios, como le llam uno de sus opositores.
psq
74 FILOSOFA DE LA CONQUISTA
En las juntas pblicas, as como en consultas particu
lares, no falt la voz cristiana que se alzaba en defensa
de los indgenas. La polmica lleg a interesar a las
mentes sobresalientes de las religiones y universidades
de Espaa, como lo demuestran las vigorosas aportacio
nes de Vitoria, Soto, Vzquez de Menchaca, Acosta, B-
ez, Surez, etc.
Sin entrar en minucias que no corresponden a la n
dole del presente estudio, veamos cmo se form, en sus
lneas fundamentales, la doctrina liberal que sirvi de
inspiracin al estatuto adoptado por Espaa para gober
nar a los naturales del Nuevo Mundo.
Hacia 1512, poca en que se reuni la Junta de Bur
gos a la que ya hicimos referencia, uno de los miembros
de ella que opin a favor de la servidumbre natural,
fray Bernardo de Mesa, de la Orden de los Predicado
res, se hizo cargo de una objecin importante que haban
formulado los defensores de la libertad de los indios.
stos argumentaban que la incapacidad que se predicaba
en los hombres de las Indias contradeca a la bondad y
potencia de su Hacedor; porque cuando la causa pro
duce efecto tal que no puede conseguir su fin, es por
alguna falta de la causa, y as ser falta de Dios haber
hecho hombres sin capacidad bastante para recibir fe
y para salvarse.
Fray Bernardo retroceda atemorizado ante esta pro
posicin y aclaraba que ninguno de sano entendimiento
podra sostener que en estos indios no haba capacidad
para recibir la fe cristiana y virtud que bastara para
salvarse y conseguir el ltimo fin de la bienaventuran
za. Pero osaba decir que se adverta en ellos tan peque
a disposicin de naturaleza y habituacin, que paria
LIBERTAD CRISTIANA 75
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OBRAS CONSULTADAS 151
<
<
(
I
IN D IC E DE ILU STRA C IO N ES
E ntre ios
pginas
Fray Bartolom de las Casas........................... 36 y 37
Juan Gins de Seplveda................................. 54 y 55
Uno de los alegatos de fray Bartolom de las
Casas ............................................................... 84 y 85
Una pgina de las Leyes de Indias................ 96 y 97
1
s
s
s
s
s
c
!
N D IC E G EN ERA L
Prlogo ..................................................................... 7
Proemio a la Constitucin de la u n e s c o ................. 13
Advertencia ............................................................... 15
I. Introduccin ..................................................... 17
! II. Cristiandad e infieles....................................... 23
i
III. Servidumbre n atural......................................... 40
i IV. Libertad cristiana ............................................. 73
V. Igualdad dieciochesca....................................... 111
VI. Conclusin ......................................................... 144
:
| ndice de nombres...................................... 153
1
* [167]
2 9004
ra in
00996545 9