Derechos Humanos y Capitalismo
Derechos Humanos y Capitalismo
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r edhes
Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
1. Introduccin
8 Herrera Flores, J. Prlogo al libro de Boaventura de Sousa Santos. Foro Social Mundial.
Manual de uso. Barcelona: Icaria, 2005.
9 En relacin con el capitalismo como orden que implica adems del sistema econmico, una
estructura social, un modelo de cultura y una estructura poltica, puede verse la obra de Roger
Garaudy. La alternativa. Madrid: EDICUSA, 1973, pp. 63-64. Sobre el desarrollo y contenidos
del capitalismo, vanse el texto de Kart Polanyi. La gran transformacin. Crtica del liberalismo econ-
mico. Madrid: La Piqueta, 1997; tambin Hinkelammert, F y Mora, H. Hacia una economa para la
Vida. San Jos: DEI, 2005.
10 Cfr. Hinkelammert, F. El mercado como sistema autoregulado y la crtica de Marx. En: El
sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido. Heredia: EUNA, 2003, p. 238.
11 Lander, E. Reinventar el socialismo? En: Alternativas. Revista de anlisis y reflexin teolgica.
Ao 19, N 43, enero-junio 2012. Managua: Editorial Lascasiana, p. 38.
12 Cfr. Hinkelammert, F. El mercado como sistema autoregulado y la crtica de Marx, op.
cit., p. 249. En este argumento, Hinkelammert sigue de cerca al propio Karl Marx: Marx, K. El
Capital, FCE, I. p. 423/424.
13 Santos, B. Crtica de la razn indolente. Contra el desperdicio de la experiencia. Bilbao: Descle de
Brouwer, 2003, p. 315.
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racterizado por diversas formas de marginacin (apartheid social, fascismo de la inse-
guridad, fascismo paraestatal, fascismo financiero) de extensas masas de poblacin
que quedan excluidas de toda forma de contrato social: jvenes de guetos urbanos
populares, campesinos, trabajadores del posfordismo, etc.14
Ante este panorama, los desafos tericos y prcticos (siempre entendidos
como dimensiones de la praxis humana, no como momentos separados), son de in-
menso calado; se necesita desnaturalizar las supuestas evidencias que el capitalismo ha
logrado instalar como forma de pensamiento; se requiere imaginar alternativas con-
cretas que permitan anudar el lazo social sobre la base de otro metabolismo que no
sea el del capital. Tal tarea, para que sea real y efectiva, solo ser posible en el dilogo
permanente entre los actores sociales que la habrn de llevar a cabo.15 Por eso, las re-
flexiones que siguen pretenden ofrecer algunos aportes para pensar y actuar una teora
anticapitalista de los derechos humanos.
23 Red de Apoyo por la Justicia y la Paz. Sistematizacin del taller Socialismo y Derechos
Humanos. Material mimeogrfico.
24 Cfr. Gallardo, H. Derechos humanos como movimiento social. Colombia: Ediciones desde abajo,
2006, p. 57.
25 Cfr. Senent De Frutos, J. El mtodo de la historizacin de los derechos humanos. En
Biblioteca latinoamericana de Direitos Humanos. S. Leopoldo: Ed. Nova Harmonia, 2012, p. 16.
26 Gallardo, H. Teora Crtica: Matriz y posibilidad de derechos humanos. (David Snchez Rubio,
editor). Murcia, 2008. pp.22-23.
27 Cfr. Farias Dulce, M. Mercado sin ciudadana. Las falacias de la globalizacin neoliberal. Madrid:
Biblioteca Nueva, 2005, p. 109.
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del individuo propietario libre.28 Se platea, pues, una tendenciosa homogeneizacin
del modelo antropolgico, reduciendo el ser humano a este individuo ideolgicamente
configurado, pretendiendo universalizar el tipo local especfico que subyace a la pro-
puesta civilizatoria capitalista.
Pero la estrategia neoliberal, en su reconfiguracin de los derechos humanos,
da un paso ms, de no poca significacin y consecuencia: le reconoce personalidad
jurdica a las empresas y corporaciones trasnacionales, de manera tal que son asumidas
como sujetos jurdicos.29 De esta forma, los derechos del mercado (derechos huma-
nos de las personas jurdicas y colectivas, empresas) sustituyen a los derechos humanos
(derechos humanos de las personas corporales).30
As, se pone en marcha una reinterpretacin de los derechos humanos, trans-
formndolos en un gran correlato de derechos de propiedad. Todo, incluido el ser
humano, es visto como propiedad, y por tanto como algo transable, quedando el ejer-
cicio de los derechos reducido al clculo de utilidad en funcin del criterio de la maxi-
mizacin del beneficio.31 En la forma de organizacin capitalista, hoy ya imperante, el
mercado se constituye en el centro de la sociedad y la legalidad se establece a partir de
la relacin contractual entre individuos, protegiendo, fundamentalmente la propiedad y
el estricto cumplimiento de los contratos. Desde este principio se configura la libertad;
libertad es libertad para contratar, y consumir.32
Por su parte, los derechos de carcter redistributivo, de sentido igualitario, son
descartados, negados en su condicin de derechos.33 Para esta narrativa, los derechos
conocidos como econmicos, sociales y culturales son entendidos como distorsin y
obstculo al libre desenvolvimiento del mercado; son contrarios a la (su) racionalidad
econmica y, por tanto, son descartados. Nuevamente la estrategia pasa por simplificar
para generalizar una alternativa, su alternativa: su racionalidad se presenta como la
racionalidad. Frente a ello, un pensamiento crtico debe visibilizar las consecuencias de
esta prctica y desestabilizar los discursos que pretenden legitimarla, haciendo ver que
tal racionalidad, la inherente al modelo capitalista, no se corresponde con un orden
natural y objetivo de las cosas, no es ni universal ni necesaria, no es reflejo de ningn
28 Ibdem, p. 104
29 Cfr. Ibdem, p. 103.
30 Hinkelammert, F. y Mora, H. Coordinacin Social del trabajo, mercado y reproduccin de la vida humana.
Preludio a una teora crtica de la racionalidad reproductiva. DEI: San Jos de Costa Rica, 2001, p. 321.
31 Cfr. Hinkelammert, F. En Entrevista a Franz Hinkelammert, realizada en San Jos de Costa
Rica, en diciembre de 2010, por Estela Fernndez Nadal y Gustavo David Silnik. Mimeo, p. 8.
32 Hinkelammert, F. La maldicin que pesa sobre la ley. Las races del pensamiento crtico en Paulo de
Tarso. San Jos de Costa Rica: DEI, 2010, pp. 296-298.
33 Cfr. Farias Dulce, M. Mercado sin ciudadana. Las falacias de la globalizacin neoliberal. Madrid:
Biblioteca Nueva, 2005, p. 108.
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tipo de relacionamiento original del ser humano; es, s, una construccin social que,
por tanto, est sometida al discernimiento de los actores sociales en su quehacer socio-
histrico.34 Veamos entonces algunos aportes que pueden ser tiles para la construc-
cin de ese pensamiento.
Ambas propuestas establecen que todo ser humano, en virtud de su propia di-
ferencia, debe tener la capacidad de reaccionar frente a su entorno, dotando de sentido
36 Herrera Flores, J. Los derechos humanos como productos culturales. Catarata, Madrid, 2005, pp. 80-81.
37 Cfr. dem.
38 Snchez Rubio, D. Contra una cultura esttica de derechos humanos. En Crtica Jurdica
N 29. Enero-junio, 2010, p. 225.
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su propia realidad. Consideramos que tanto el Criterio de Riqueza Humana como el
principio de Agencia Humana ofrecen un basamento slido a partir del cual formular
un discurso de derechos humanos que responda a los desafos que el actual orden social
capitalista y su modelo civilizatorio nos presenta.
Considerar los derechos humanos desde esta recuperacin de la economa po-
ltica, permite comprenderlos desde las luchas sociales en el marco de sociedades con
relaciones socio-econmicas asimtricas y conflictivas, logrando dar cuenta de la rela-
cionalidad propia del ser humano como ser social.39
La exposicin de estos criterios y principios, si bien no puede ser considerada
como una formulacin terica completa ni acabada, responde al actual estado de cosas
que necesitamos transformar. En esa lnea argumentativa, esta forma de comprender
los derechos humanos impulsa a crear condiciones que permitan frenar el automatismo
del mercado irracionalmente absolutizado; un mercado que se reproduce a s mismo
sin otro criterio que la mxima eficiencia econmica; lo que es contrario a la creacin
de condiciones que permitan una vida digna para todos y todas. En sintona con estos
planteamientos, Herrera Flores concibe los derechos humanos como medios discur-
sivos, expresivos y normativos que pugnan por reinsertar a los seres humanos en el
circuito de reproduccin y mantenimiento de la vida, permitiendo abrir espacios de
interpelacin, de lucha y reivindicacin.40
Pero hacer frente a este desafo e impulsar las transformaciones necesarias,
exige controlar los distintos poderes, tanto pblicos como privados. De entre los dis-
tintos poderes fcticos que ponen en riesgo los derechos humanos, a continuacin nos
centraremos en la necesidad de control sobre las burocracias privadas que controlan los
mercados; algo que Franz Hinkelammert plantea sin dejar lugar a dudas:
42 Cfr. Hinkelammert, F. Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar. Lilia Solano
entrevista a Franz Hinkelammert. Mimeo, p. 77.
43 Cfr. Santos, B. Renovar la teora crtica y reinventar la emancipacin social: encuentros de Buenos Aires.
Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO, 2006, pp. 57.
44 Cfr. Hinkelammert, F. Percepciones y marcos categoriales de lo poltico. Entrevista de
Germn Gutierrez. enItinerarios de la razn crtica: Homenaje a Franz Hinkelammert en sus 70 aos.
(Editores: Jos Duque y Germn Gutirrez), DEI, San Jos, Costa Rica, 2001, pp. 197-198.
45 Cfr. Santos, B. Conocer desde el Sur. Para una cultura poltica emancipatoria. Buenos Aires: CLAC-
SO, 2008, p. 259.
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ltimas experiencias, particularmente en algunos pases de Amrica Latina (Venezuela,
Ecuador, Bolivia), obligan a revisar su capacidad potencial en estos procesos.
Ciertamente la configuracin del Estado tal y como le conocemos responde
fundamentalmente a los intereses de los sectores sociales con mayor poder; sin embar-
go, no debemos obviar que su configuracin tambin es producto de luchas llevadas
adelante por diversos sujetos populares intentando superar situaciones de subordina-
cin y exclusin. Es decir, en nuestro anlisis crtico del Estado es preciso el cuidado
necesario para no cometer la injusticia de invisibilizar los logros de las luchas populares,
que tambin estn presentes, aunque no sea una presencia preponderante a lo largo de
la historia. Al respecto, resulta lcida la consideracin de Nicos Poulantzas cuando, en
una formulacin ms compleja que ac recogemos de manera sucinta, entiende que el
Estado materializa la condensacin material de una correlacin de fuerzas presentes en
la sociedad.46 Miriam Lang lo desarrolla en los siguientes trminos:
Una arista de este debate se plantea si asumir o no una praxis que reconozca
la responsabilidad de las violaciones a los derechos humanos ms all del Estado. Esta
restriccin, propia del modelo liberal, acarrea entre sus consecuencias el que se invisibi-
licen las responsabilidades de otros poderes fcticos en las violaciones a los derechos.
Al respecto, es necesaria una posicin responsable, capaz de responder por las
consecuencias de la decisin a tomar. Pretender desconocer, o incluso descuidar, las
luchas que histricamente se han venido adelantando en diversos campos especficos
de los derechos humanos, no slo sera poco efectivo para la vigencia de esos derechos,
sino incluso puede llegar a ser funcional a los intereses de los grupos de poder. Por ello,
Joaqun Herrera Flores formula la siguiente advertencia militante:
55 Herrera Flores, J. Los derechos humanos como productos culturales. Crtica del humanismo abstracto.
Madrid: Catarata, 2005, p. 89.
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El presupuesto de las luchas en favor de los derechos humanos, segn el cual
era el Estado el principal opresor de los individuos, no es correcto, porque
dentro de la sociedad hay poderes y mecanismos de opresin y explotacin,
no slo del individuo por el individuo sino de mayoras sociales por mino-
ras sociales, sean clases o no. En estas condiciones, el robustecimiento del
Estado en favor de las mayoras populares para contrarrestar el poder de las
minoras viene a ser una vuelta al poder de todos contra el poder de unos po-
cos. De todos modos queda pendiente, an despus de la revolucin francesa
(1789) y de la sovitica (1917), el problema de unos derechos humanos que se
planteen no slo para las mayoras sino desde y por las mayoras.56
La pregunta es, entonces, si no sera favorable a las luchas en las que estamos
empeados, empezar a reconocer los lmites en que nos coloca la comprensin de los
derechos humanos que se fragu fundamentalmente en el marco de la doctrina liberal,
en la medida en que dicha comprensin de los derechos impide gestar mecanismos de
lucha que sirvan para enfrentar a algunos poderes fcticos que, valindose, por ejemplo,
de una pretendida divisin entre lo pblico y lo privado, actan al amparo de los vacos
que los actuales instrumentos jurdicos presentan a partir de esa concepcin terica.
Un ejemplo claro de ello es la actuacin de las tras-nacionales. Bien a travs
de Estados penetrados por el poder econmico, o directamente a su servicio, o bien
valindose de la debilidad de otros Estados,en el marco del derecho liberal se ha ve-
nido construyendo una nueva lex mercatoria que deja impune prcticas que afectan
gravemente la posibilidad de que los pueblos puedan vivir condiciones de vida digna.
Esta nueva ley que rige el intercambio comercial en el escenario globalizado establece
sanciones a los Estados cuando sus acciones afecten los intereses de las empresas, sin
que ocurra lo contrario, obligando a las empresas a resarcir daos a las poblaciones.
La configuracin del poder, sobretodo en el contexto de las naciones ms po-
derosas (en trminos poltico, econmicos, militares...) obliga a reconocer que la clsica
divisin entre lo poltico y lo econmico, que pretende fronteras absolutas entre los ac-
tores estatales y los grupos de poder econmico, no se corresponde con la realidad.57
56 Ellacura, I. Historizacin de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y las
mayoras populares. En Escritos Filosficos, Tomo III, San Salvador: UCA Editores, 2001, Nota 9,
pp. 441-442.
57 De ello da cuenta, por ejemplo, la decisin de la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. del
21 de enero de 2010, emitida en el caso Citizens United vs. Federal Election Commission en
la que se elimina el lmite de financiacin a las campaas electorales por parte de las grandes
empresas. Resulta difcil suponer que esa financiacin no implicar luego cuotas de poder y
definicin de acciones por parte de los gobiernos en funcin de los intereses de las empresas.
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En busca de brindarnos instrumentos jurdicos para llevar adelante los proyec-
tos de sociedad en los que creemos, convendra, por una parte, afianzar y desarrollar
las herramientas legales con las que ya contamos, tanto en el plano nacional como en
el internacional, y avanzar en el servicio que el Estadodebe prestar supervisando, con-
trolando y sancionando las acciones por parte de las empresas que afecten la calidad
de vida de la gente; pero, al mismo tiempo, podemos pensar en construir y desarrollar
otras herramientas conceptuales, jurdicas, polticas, que permitan actuar tambin en
los escenarios que la globalizacin ha ido definiendo. Se trata de construir y consolidar
nuevas formas de control democrtico que permitan atender a las asimetras creadas
(y, porque creadas, susceptibles de ser transformadas), sometiendo as a actores hasta
ahora no considerados por la doctrina dominante sobre los derechos. Evidentemente,
esta construccin implicar un gran esfuerzo creativo, no exento de riesgos, y una gran
osada poltica para definir los mecanismos, instrumentos y sistemas de proteccin
necesarios.
El criterio para orientarnos en este terreno lleno de desafos debe ser siempre
aquello que ms favorezca la construccin de vida digna para todos y todas, pero em-
pezando por los y las que se encuentran en condiciones ms precarias para formular
y desarrollar sus proyectos de vida: personas y colectivos sometidas a relaciones de
explotacin, exclusin y subalternizacin estructural.
Bibliografa