Capitulo 7 La Detención de La Agresión Por La Culpa

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La detencin de la agresin por la culpa*

LEN ROZITCHNER

1] DE CMO LIBERAR NUEVAMENTE LA AGRESION


CONTENIDA

Estamos ante el siguiente problema: cmo rescatar el impulso


positivo de la pulsin de muerte volcndolo a los fines de la vida,
coaligarlo con ella para destruir el obstculo que se opone a su
despliegue? En captulos anteriores vimos que las pulsiones de vida
y de muerte adquieren significacin precisa en funcin de un campo
social que deba ser definido objetivamente. Y esta objetividad
apareca cuando nos guibamos por la racionalidad que el sistema de
produccin, develado en su verdad, nos presenta: aquella
discriminacin que nos permita leer la coherencia o incoherencia de
las relaciones de los hombres entre s viniendo desde la estructura
ms amplia en la cual estas conductas se inscriben como
prolongacin de Eros. Para ello contamos con la lectura cientfica
que Marx realiz de la sociedad capitalista. Sus conclusiones son,
creemos, convergentes con las que Freud plantea y, diramos,
complementarias.

Marx vio que la funcin de la ciencia


social era organizar la "agresin de la
clase dominada y que la violencia es
necesaria para suprimir la muerte que
histricamente le es dada en la negacin
de su propia vida, y que la vida social
implica la muerte social. Pero no como
aquella que est "naturalmente slo a
su trmino, sino que la muerte es el
riesgo continuo para enfrentar la vida,
es decir los obstculos que se oponen a
nuestra plenitud en ella.
Freud, hemos visto, se plantea tambin
el problema de la agresin, de la
pulsin de muerte como disgregador de lo
que no puede desarrollarse, de lo que
queda detenido: aquello que no tiene la
tensin hacia una nueva forma. Al mismo
tiempo instinto de agresin, pulsin,
impulso hacia. . . que en el animal
est definido en una adaptacin ms o
menos prefijada, en el hombre ste
aparece como variable en cuanto a los
medios y a los fines que persigue. "Los
impulsos y sus destinos . . . A dnde van
a parar? No hay objetivos fijos, y los
que aparecen se dibujan sobre el fondo
de una estructura que en cada momento da
sentido a la pulsin: Esta variabilidad,
esta inscripcin continua del deseo en
un campo de significacin humana, este
enfrentamiento con la muerte como el
lmite que le marca lo ya constituido
debe estar presente, entonces, en el
desarrollo del impulso de agresin.
En este captulo vamos a verificar
nuestra afirmacin primera: que es necesario
incorporar, en el aparato psqtco, el sentido histrico del proceso de
su propia formacin para alcanzar una conducta verdadera. El
debate de la lucha histrica est
presente en el ncleo de toda conducta
como fundamento. Y aparece claramente
all donde se trata de remover el
obstculo que se opone al despliegue de
la vida, es decir de Eros. Veremos as
que el acceso a la cultura y la sumisin
al poder que ella solicita no son una
mera adecuacin espontnea y un
reconocimiento, en el nio, de la
realidad exterior a la cual
se entregue. No se trata de que el nio
se rinda, dbil, al ms fuerte y de all
derivemos luego el reconocimiento del
poder y de la fuerza del sistema que,
adulto, se prolongar sobre l. No. El
nio libra una lucha a muerte, y de esa
lucha resultar ms tarde su vida: como
adaptacin, neurosis, locura o rebelin.
Pero nos interesar mostrar tambin cmo
Freud incluye la determinacin colectiva
del proceso histrico en este
advenimiento a la cultura que cada nio,
individual y solitariamente, inicia. En
la matriz de esta conducta individual
est ya en juego un proceso colectivo
que el nio ignora y que la cultura
oculta.
Al preguntarse por los recursos que la
cultura utiliza para "coartar la
agresin que le es antagnica, es decir
la agresin que se rebela contra la
insatisfaccin del deseo, Freud recin
entonces desarrolla el problema de la
evolucin del individuo. Tratar de
averiguar cmo este "mtodo de dominio
entra a constituir el modelo de la
organizacin psquica del sujeto: "Qu
le ha sucedido {al individuo] para que
sus deseos agresivos se tornen inocuos?
{. . . ] Algo sumamente curioso, que
nunca habramos sospechado y que, sin
embargo, es muy natural. La agresin es
introyectada, internalizada, devuelta al
lugar de donde procede: es dirigida
contra el propio yo, incorporndose a
una parte de ste, que en calidad de
supery se opone a la parte restante y,
asumiendo la funcin de 'conciencia
(moral), despliega frente al yo la misma
dura agresividad que el yo, de buen
grado, habra satisfecho en individuos
extraos (
As, lo ms ignorado, lo que "nunca
habramos sospechado es precisamente lo
ms activo: lo que torna inocuos
nuestros "deseos agresivos. No habra,
por otra parte, como hemos visto, deseos
que en su trnsito a la realidad no
requieran esta agresin para alcanzar su
satisfaccin. Por eso, en nuestra
sociedad, tornar inocuos los deseos agresivos es tanto como
tornar, lisa y llanamente, inocuos los deseos.
Eso "muy natural que sucede, pero que
ignoramos, consis
te en que "la agresin es devuelta al
lugar de donde procede. De dnde
procede esta agresin? Del "lugar
habilitado por la cultura en el cual el
sujeto afirma su ser como ser para otro
que, por ese mismo surgimiento, por
hacerme posible, desaparece como otro.
En vez de ser ejercida la agresin hacia
afuera, de manera objetiva, el sujeto
retorna a un desdoblamiento subjetivo
cuyo resultado consiste en que el otro
primordial que est en uno, fantasmal
supery, agrede al yo que l mismo hizo
posible. De este modo la conducta
"regresiva es el fundamento normal de
la conciencia moral: cuanto ms intenta
el yo alcanzar la verdad de su relacin
ntima con el objeto exterior, tanto ms
se actualiza en l la estructura del
proceso primario que es el persistente
modelo de su reaccin adulta. En vez de
encontrar afuera el proceso histrico
colectivo que a travs de la agresin
adecuada le permita al hombre satisfacer
su deseo y compartirlo, ste queda,
desde el nio, determinado por la forma
de su surgimiento original: desde el
desvalimiento infantil, cuando el otro
estaba en m como forma de toda
satisfaccin y de toda prohibicin. Qu
ha pasado? Que en el acceso individual a
la cultura comenc por incorporarme al
otro, me confund con l. Imposibilitado
de agredirlo afuera, retorn a la
conducta del proceso primario para
agredirlo adentro. Esta inversin, que
el sistema represor consolida, tiene un
resultado adulto que se convierte en la
base de su sistema: "despierta frente al
yo la misma dura agresividad que el yo,
de buen grado, habra satisfecho en
individuos extraos. La misma dura
agresividad: tanto mayor la reaccin
frente a quienes nos enfrentan y nos
agreden, tanto mayor ser la agresividad
contra uno mismo. El sentimiento de
culpa "se manifiesta bajo la necesidad
de castigo. Por consiguiente, la cultura
domina la peligrosa inclinacin agresiva
del individuo debilitando a ste,
desarmndolo y hacindolo vigilar por
una instancia alojada en su interior,
como una guarnicin militar en la ciudad
conquistada (
2} EL SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD, MTODO
FUNDAMENTAL AL SERVICIO DEL SISTEMA

Quin podra pedir ms? Que el enemigo


utilice la misma fuerza de respuesta que
su agresin suscita, pero no contra l
sino contra el agredido mismo. Que
cuanto ms agresividad el represor
despierte, tanto ms el dominado se
someta. Esta mquina infernal est
montada en nosotros mismos: es el
"aparate psquico normal que cada uno
hace, por su cuenta, detonar. Y estalla
precisamente en contacto con el
obstculo que se opone a la satisfaccin
de nuestro deseo: cuando ms cerca
estbamos de alcanzarlo.
Es aqu donde Freud tratar de
comprender la evolucin del individuo
para averiguar cmo este mtodo de
dominio entra a constituir el ncleo de
la organizacin psquica del sujeto: "a
qu recursos apela la cultura para
coartar la agresin que le es
antagnica? [ . . . ] Podemos estudiarlo en
la historia evolutiva del individuo
(]).
Pero entonces, veremos, la comprensin
de este proceso evolutivo depender de
los presupuestos cientficos de los
cuales se parta. O considerar el origen
del sentimiento de culpabilidad
explicando su formacin como un mero
hecho individual, o incluir en su
comprensin el sentido histrico que lo
determina. El sentimiento de
culpabilidad es un "mtodo cultural de
dominio, nos dice Freud, y cabe
comprenderlo extendiendo su dominio
hasta el "mtodo cientfico.
Tambin aqu se revelar que este
mtodo cientfico que sirve para
conocerlo mantiene presente,
determinando su modo de comprensin
racional, el ocultamiento de la
realidad. Queremos decir: el sentimiento
de culpabilidad, como "mtodo de
dominio cultural, determinar al mismo
tiempo la limitacin del mtodo
cientfico si ste no transforma
previamente el dominio que la cultura
represiva ejerce en el yo dominado del
hombre de ciencia. Slo la superacin
del dominio que ejerce sobre nosotros el
sentimiento de culpabilidad permitir
adqui
rir un mtodo adecuado para su
comprensin. De lo contrario, el
"mtodo de conocimiento estar tambin
l, desde su fundamento, la conciencia
culpable, al servicio del "mtodo
cultural represivo, encubriendo su
sentido y compartiendo su finalidad.
En efecto; la cultura, hemos visto ya,
recurre a "mtodos para ocultar la
realidad. Entre ellos estaban, junto a
los narcticos, el arte y la ciencia.
Pero el "mtodo de dominio ms
importante del cual todos los otros derivan es, nos
dice Freud, este sentimiento de
culpabilidad que entra a formar parte,
universalmente, de todos los hombres,
cualesquiera que sean luego las
modalidades de encubrimiento y de
refuerzo a las que el hombre acuda. "Ya
conocemos algunos de estos mtodos, pero
seguramente ignoramos al que parece ser
ms importante (
Aqu, pues, el crculo se cierra: el
fundamento del "mtodo cientfico se
asienta en el "mtodo de represin
cultural, y la elucidacin de una sujecin afectiva aparece
condicionando el ejercicio del poder de la razn. No cualquier
"conciencia pensante puede, pues,
conocer en verdad por el hecho de poder
ejercer su capacidad racional. Esta
presupone, previamente, la liberacin de
las ataduras y las determinaciones
afectivas que la constrien a no poder
ni siquiera percibir adecuadamente el
fundamento de lo real. De all la
importancia que tiene para Freud el
sentimiento de culpabilidad en tanto
"mtodo de dominio, el "ms importante
de la sujecin cultural.
Todo sentimiento, sabemos, es la
repercusin afectiva de un enlace entre
el hombre y el mundo. Pero el
sentimiento de culpabilidad, nos dir
Freud, no es una relacin afectiva entre
lo interno y lo externo, entre el hombre
y el mundo exterior. Aparece como una
"tensin interna que se juega en el
mbito abierto por la cultura en la
subjetividad. El sentimiento de
culpabilidad es, pues, un sentimiento
entre lo interior y lo interior, entre
el sujeto y la cultura internali-
zada. Es, al mismo tiempo, el ncleo
primigenio de su determinacin
histrica: entre yo y supery. Pero es
tambin un desgarramiento subjetivo
experimentado como si fuese una tensin
entre vida y muerte: entre vida cultural
autorizada y ruptura mortal de los
lmites. Preguntarse cientficamente por
la formacin de este sentimiento en la
historia evolutiva del individuo
significa entonces caer en el siguiente
planteo: cmo la "tensin interna
lleg a producirse desde afuera y a
autonomizarse del afuera que la produjo?
Pero aun comprendiendo que la cultura la
produjo, no por eso el problema est
resuelto: depender de cmo se conciba
la realidad histrica del mundo cultural
para que esta pregunta alcance su
respuesta verdadera.
En trminos generales, pues, se puede
decir que no hubo interiorizacin, en el
aparato psquico, de la comprensin del
proceso que la produjo. El orden
simblico que nos organiza, como
conciencia moral, tuvo su origen en la
forma humana sensible del otro que, por
identificacin redoblada, nos hizo ser.
ramos todo y parte al mismo tiempo: lo
bueno estaba adentro, lo malo afuera.
Pero en realidad, en la forma del otro
estaba tambin organizndonos, desde
dentro de nosotros mismos, la forma
obligada de toda satisfaccin. Quedamos
aferrados al otro sensible cuyo orden,
sordamente, nos regula con su modelo de
ser que delimita, dentro de nosotros
mismos, el contorno de nuestra propia
carne. El debate, adultos ya, se
contina en este campo interior donde la
semejanza germinal con el otro que nos
habilit a la vida, se abre como
diferencia meramente subjetiva en la
conciencia del yo. De este modo, la
relacin adulta "individuo-mundo
exterior se transforma, regresin
mediante, en una relacin
individuoindividuo. "La agresin es
devuelta al lugar de donde procede, nos
dice Freud. En busca del origen pero hacia
adentro. Pero hacia adentro est slo la
fantasa infantil del origen como forma
invertida de toda relacin verdadera. La
agresin contenida, en vez de
prolongarse hacia el sistema de produc
cin en busca del fundamento del
obstculo que la suscita, retorna a su
forma subjetiva, donde yo era uno-con-
el-todo. De la historia del mundo,
adultos ya, regresamos a la historia
individual tal como sta se presenta en
la gnesis equvoca del aparato
psquico, que valida su apariencia como
si fuera real. El problema es, pues, el
fundamento y la ratificacin de esta apariencia como origen absoluto
de la realidad. sa que lleva a que el hombre,
en la raz de cada enfrentamiento que
requiere el ejercicio de una violencia
discriminada, nunca tenga razn: tenga sentimiento, pero de
culpa, y sin razn.

3] GNESIS DEL SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD

Freud comienza reconociendo que el


psicoanlisis tiene, al respecto, una
opinin distinta a la de otros
psiclogos, y se dirige hacia el
fundamento de lo bueno y lo malo: la
gnesis psicolgica implica la gnesis
de los valores sobre los cuales la
conducta del hombre se apoya. Aparecen
as dos formas actuales de este
sentimiento, que correspondern, sin
embargo, genticamente consideradas, a
dos formas sucesivas de su formacin
terminal:
1] la culpa que se siente como
consecuencia de la realizacin de un acto;
2] la que se experimenta tan slo por
la intencin de realizarlo. Aquello que se
realiz o se tuvo la intencin de
realizar es lo malo, lo pecaminoso.
Ambos presuponen, pues, previamente "que se
haya reconocido a la maldad como algo
LEN ROZITCHNER

condenable"]).
Pero esta capacidad de reconocimiento
no es natural sino histricamente
adquirida: "podemos rechazar la
existencia de una facultad original, en
cierto modo natural, de discernir el
bien del mal(
Entre lo que el individuo quiere y lo
que la norma regula hay, muchas veces,
contradiccin: lo malo no es siempre "lo
nocivo
LEN o peligroso para el yo. Deber
ROZITCHNER

ser, pues, nocivo y peligroso para


otros. "Aqu se manifiesta una
influencia ajena y externa, destinada a
establecer lo que debe considerarse
bueno o malo. Dado que el hombre no ha
sido llevado por la propia sensibilidad
a tal discriminacin, debe tener algn
motivo para subordinarse a esta
influencia extraa (
Freud distinguir dos mtodos para
explicar la gnesis del sentimiento de
culpabilidad: la secuencia cronolgica y otro, que
podramos denominar la secuencia dialctica.
a] Anlisis de la forma aparente: la secuencia cronolgica

La secuencia cronolgica, veremos, se


apoya slo en la causalidad lineal. De
la evolucin del individuo slo
considera el decurso temporal como
ndice sucesivo de un progreso
ininterrumpido, pero del cual ignora la
secuencia dialctica y la sucesin de
formas que en l se engendran. Y ello
porque no refiere la estructura del
aparato psquico a formas ms amplias de
las cuales depende, para el caso la
forma histrica sobre cuyo fondo ste
cobra sentido y se organiza. Ignora por lo
tanto, la discontinuidad que la cultura introduce en la
subjetividad como ruptura, precisamente, de la secuencia
aparentemente continua. Y esta secuencia continua
en el tiempo, que la conciencia retiene,
esconde precisamente la discontinuidad
de la ruptura, el drama de un
enfrentamiento que permanecer
inconsciente como fundamento de una
racionalidad de la cual la violencia fue
radiada.
LEN ROZITCHNEREsta comprensin aparente forma

sistema con el persistente reinado del


sentimiento de culpabilidad.
La discriminacin
Ia fase del sentimiento de culpabilidad:
de lo bueno y de lo malo comienza por
ser el resultado de una adecuacin
afectiva al otro, y el temor a la
prdida de su amor ser el ndice del
acuerdo: "Podemos fcilmente hallarlo
{el motivo para la discriminacin] en su
desamparo y en
su dependencia con los dems: la
denominacin que mejor le cuadra es la
de miedo a la prdida del amor [. . .].
As, lo malo es, originalmente, aquello
por lo cual es amenazado por la prdida
del amor; se debe evitar cometerlo por
temor a esta prdida. Por eso no importa
mucho si realmente hemos hecho el mal o
si slo nos proponemos hacerlo: en ambos
casos slo aparecer el peligro cuando
la autoridad lo haya descubierto, y sta
adoptara anloga actitud en cualquiera
de ambos casos (
En esta primera fase es la relacin
con el otro exterior la que determina la
orientacin de la conducta.
Originalmente lo bueno o lo malo slo
tiene sentido en funcin de ser amado, o
nc, por el otro. Amamos a aquel que es
al mismo tiempo, en su presencia misma,
el orden que regula y ordena nuestra
relacin compatible con la realidad. La
ley del objeto amado se confunde con el
objeto mismo del amor: no hay separacin
entre ser y norma originalmente. El amor
es el que determina, en el enlace cuerpo
a cuerpo y mirada a mirara con el otro,
la adecuacin a la realidad. Porque no
existe an incongruencia radical entre
lo interno y lo externo: entre yo y el
otro real.
La oposicin no es todava mortal.
Leemos el sentido de nuestro acto
afuera, lo subjetivo en lo objetivo,
aunque esta objetividad est dominada
por la persona real, precisa y visible,
que nos regula. No hay ley an aqu: el
otro decide frente a frente, por cada
reaccin suya, la forma de mi acto.
Es norma encarnada, cuyo contorno
significativo se va revelando en la
coherencia afectiva que mi relacin
emprica, sentido a sentido, mirada a
mirada, me va mostrando: "En ese nivel
el sentimiento de culpabilidad no es ms
que temor a la prdida de amor, es decir
angustia 'social (]). Es decir,
angustia no solamente psquica sino
objetiva, dominable, verificable y que
hace posible mi adecuacin a la
realidad. Es un sentimiento regulador
que no pone en duda el objeto de su
amor, puesto que todo movimiento cuenta
o contar con su acuerdo: el' nio
siempre terminar cedien-
do al amor. Es ms bien temor y no
angustia: la relacin bsica sobre la
cual se desarrolla esta adecuacin es
ms profunda y est bien afirmada. El
otro est ya en uno, y se trata de
verificar afuera este clido tener
adentro que no se cuestiona.

2? fase del sentimiento de culpabilidad: Esta fase


seala el trnsito de la adecuacin
externa a la interna: "Slo se produce
un cambio fundamental cuando la
autoridad es internalizada al establecer
un supery.
Con ello, los fenmenos de la conciencia
moral son elevados a un nuevo nivel, y
en puridad slo entonces se tiene el
derecho a hablar de conciencia moral y
sentimiento de culpabilidad. En esta
fase tambin deja de actuar el temor a
ser descubierto, entre hacer y querer el
mal, pues nada puede ocultarse ante el
supery; ni siquiera los pensamientos
Este "cambio fundamental seala el
trnsito desde la forma relativa y
sensible de la regulacin afectiva a la
ley racional y absoluta. Introduce, ms
profundamente, el desdoblamiento en el
sujeto: soy uno frente a la ley, que
tambin est en uno.
Aqu prevalece la intencin sobre la
ejecucin del acto. Pensar o imaginar la
satisfaccin de lo prohibido es ya una
infraccin. Implica, descriptivamente,
seguir regulndose por la forma del
otro, pero ratificado ahora en un
distinto nivel: su forma corprea y
determinada desaparece para aparecer
slo en la razn del supery, instancia
de nuestra conciencia. Pero esta nueva
implantacin de la ley en su fundamento
absoluto, no viene ya slo del padre:se
inserta, actuando como pivote, en la
realidad represora que la cultura ejerce
sobre el yo.
La autoridad paterna, ese otro
corporal que norm mi cuerpo con su
forma que determin el contorno de la
ma y que est as conformando la
sensibilidad hecha significacin,
desaparece y se hace filigrana racional.
En la mera racionalidad de la ley
desaparece el origen, y se oculta al
cuerpo en el cuerpo. Por eso no es la
normatividad de la conciencia la que
determina el comienzo de la conducta mo-
ral.
20 Las tablas de la ley no son
reveladas por un puro espritu: no hay
Ley sin carne. El padre le proporciona,
como fundamento de su persistencia, este
despojo, este ser sometido que la
cultura incluye luego, a travs de un
largo aprendizaje, en el sistema de
produccin. Pero ya todo aqu est
jugado: en este segundo paso
interiorizamos, conciencia mediante, por
prolongacin, la forma del sistema
racional que desde afuera sigue
ampliando y universalizando el campo de
las mltiples dependencias, de los
enlaces permitidos y de la regulacin
moral.
Y as se asienta lo ms externo en lo
ms interno: en el otro que
afectivamente subsiste y se agiganta
como fundamento sentido, ahora absoluto,
de mi individualidad. La extensin de mi
capacidad racional, que acerca lo
invisible y lo torna visible, coherente
y sistematizado, se apoya en esta
absoluta traslucidez de mi ser donde el
otro ampla su ver, como un ojo ajeno en
las profundidades de mi carne. Mi saber
racional se prolonga nicamente desde su
ver absoluto que todo lo sabe y todo lo
vigila: soy de punta a punta
transparente para la ley que ordena mi
relacin con lo real.
Por eso Freud dice de esta segunda
fase: "en puridad slo entonces se tiene
el derecho a hablar de conciencia moral
y sentimiento de culpabilidad" (
La conciencia moral es la racionalidad
de la ley como ley absoluta. El
sentimiento de culpabilidad es el
fundamento
21 sentido de mi deseo como
infraccin. As se conjugan, para un
mismo fin social de dependencia, el
sentimiento y la razn. La verificacin emprica
anterior sufre aqu una transformacin
radical: captamos de pronto la certidumbre
de una ley absoluta, y por lo tanto,
tambin universal. Parecera que es
desde el sentimiento de ser culpable por
desear lo que la ley reprime que lo bien
fundado de la ley se valida. La ley
adulta continuara as el sentimiento
infantil de la dependencia, y pasamos
del sometimiento afectivo al
sometimiento racional. Parecera que
alcanzamos un nuevo nivel tanto en el
sentir como en el pensar, y que ambos
el afecto
y la razn han progresado en esta
expansin social que los requiere. Pero
no. "Es cierto que ha desaparecido la
gravedad real de la situacin, pues la
nueva autoridad, el supery, no tiene a
nuestro juicio motivo alguno para
maltratar al yo, con el cual est
ntimamente fundido. Pero la influencia
de su gnesis, que hace perdurar lo
pasado y superado, se manifiesta en el
hecho de que, en el fondo, todo queda
como en un principio (p. 70 [933).
Este nuevo nivel, de aparente
autonoma, no hace sino reproducir la
forma de la primera dependencia, aunque
elevada a lo absoluto. La estructura
racional interiorizada slo prolonga la
dependencia infantil, y suplanta la
forma sensible del padre por la
racionalidad de las normas morales del
sistema de produccin que se asienta
sobre la persistencia, ahora
fetichizada, del primero. Ya no es el
padre con el que meda cada acto en
funcin de su amor: es el Padre, la
forma de las formas, que se manifiesta
slo de manera comprehensible, racional,
sabida, como cdigo ordenador, penal, sin
origen. En la segunda fase de la gnesis
cronolgica que la razn cientfica
aprehende, el origen que ella descubre
no es el que la conciencia culpable
sabe: para ella su origen se confunde
con el nuestro y es inescindible de l.
"La influencia de su gnesis, que hace
perdurar lo pasado y superado. Quiere
decir: la forma dada por identificacin,
el acceso absoluto a ser, sigue siendo
la gnesis oculta del yo y del supery.
As el resultado de la cultura, que se
fundamenta en la vigencia universal de
su ley, aparece ocultando la gnesis
histrica de su produccin. De la misma
manera el acceso del nio a la cultura,
padres mediante, oculta el desarrollo
que desde la identificacin primera lo
elev a la forma humana como semejante.
Pero es sobre el fondo de este
sentimiento infantil donde repercute la
infraccin racional adulta. La
racionalidad de la conciencia no ampli
en verdad la significacin de mi cuerpo y su
prolongacin posible, como tampoco abri
la significacin del mundo. "El supery
tortu
ra al pecaminoso yo con las mismas
sensaciones de angustia y est al acecho
de oportunidades para hacerlo castigar
por el mundo extreior (]). La
conciencia tortura al yo pecaminoso con
"las mismas sensaciones de angustia, es
decir la misma afectividad infantil,
ahora no ya de miedo puesto que no hay
forma visible del otro como obstculo o
como objeto de mi amor sino de
angustia. Pero ya no "angustia social,
sino angustia ante el supery que es
igual a angustia de muerte.
El fondo de la angustia ante el supery
es el terror ante la prdida de la vida,
a diferencia del miedo precedente que
slo era miedo a la prdida del amor.
Pero algo ha sucedido en este trnsito
de la primera fase a la segunda, que la
descripcin cronolgica no alcanzar a
explicar: "En esta segunda fase
evolutiva, la conciencia moral denota
una particularidad que faltaba en la
primera y que ya no es fcil explicar.
En efecto, se comporta tanto ms severa
y desconfiadamente cuanto ms virtuoso
es el hombre, de modo que, en ltima
instancia, quienes ms lejos han llegado
por el camino de la santidad son
precisamente los que se acusan de la
peor pecaminosidad (]).
Esta paradoja nos muestra una falta de
sentido en el pasaje aparentemente
directo, inmediato, de la primera fase a
la segunda. Si no hubiera nada ms que
la prolongacin continua de un trnsito,
la implantacin de la ley en el hombre
sera difana: prolongacin del poder
exterior en lo interior.
Bastara con mostrar que la
racionalidad de la ley no hace sino
prolongar, olvidando su gnesis, su
fundamento en la sumisin por amor. Y
desentraando la razn de la conciencia
ratificar el poder del padre en el poder
del sistema, ahora aceptado. Pero
entonces la sumisin no tendra que
provocar el sentimiento de culpabilidad:
los mejores seran los liberados de la
culpa y los sometidos viviran al fin el
reencuentro del amor del padre con la
benevolencia de la ley del sistema.
Las cosas no suceden as. El
acatamiento a la ley culmina
paradjicamente en la autodestruccin.
"La virtud pierde
as una parte de la recompensa que se le
prometiera; el yo sumiso y austero no
goza de la confianza de su mentor y se
esfuerza, al parecer en vano, por
ganarla (
En esta segunda fase, pues, lo
determinante del sentimiento de
culpabilidad sera la necesidad de castigo. En la
primera fase el castigo exterior era el
resultado de la no-adaptacin exterior a
los requerimientos del ser querido.
Aqu, con la conciencia moral, la
interiorizacin de la ley en lo
subjetivo delega,, tambin, la necesidad
del castigo que ya no viene desde
afuera, sino desde dentro de nosotros
mismos.
Resumiendo, nos dice Freud: "Por
consiguiente, conocemos dos orgenes del
sentimiento de culpabilidad: uno es el
miedo a la autoridad; el segundo, ms
reciente, es el temor al supery. El
primero obliga a renunciar a la
satisfaccin de las pulsiones; el
segundo impulsa, adems, al castigo dado
que no es posible ocultar ante el
supery la persistencia de los deseos
prohibidos. Por otra parte, ya sabemos
cmo ha de comprenderse la severidad del
supery, es decir el rigor de la
conciencia moral. sta contina
simplemente la severidad de la autoridad
exterior
As se comprendera, parece, el
sentimiento de culpabilidad como
resultado directo de la renuncia a las
pulsiones, y la descripcin cronolgica
de la secuencia, ms que dos orgenes,
nos dara un trnsito continuo donde
slo la interiorizacin del poder
exterior sera lo relevante de la
diferencia. Primero sera la autoridad
exterior, y luego la autoridad
interiorizada bajo la forma de
conciencia moral.
La secuencia sera, pues, la
siguiente:

a} "Originalmente: "La renuncia


pulsional es una consecuencia del
temor a la autoridad exterior (}).
Hay, pues, efectivamente, renuncia a
la satisfaccin por temor a perder
su amor.
b] "Miedo al supery: Aqu ya no basta
la renuncia: "el deseo persiste y no
puede ser ocultado al supery. Ne-
24 cesidad de castigo. Surge por lo
tanto el sentimiento de culpabilidad
pese a la renuncia cumplida hacia
afuera porque hubo, previamente,
transgresin hacia adentro.

La secuencia de este proceso, insiste


Freud, sera la siguiente:
"Ante todo, renuncia pulsional por
temor a la agresin
de la autoridad exterior;
"luego, se instaura la autoridad
exterior (supery), con
renuncia pulsional por miedo a la
conciencia moral.

Habra, como vemos, una sucesin de


miedos y temores: miedo a la agresin
exterior y, luego, miedo a la conciencia
moral. Aqu, en el segundo, "se equipara
la mala accin con la accin malvola.
"La agresin por la conciencia moral
perpeta as la agresin por la autoridad
(p. 73 C963).
Hasta aqu la secuencia cronolgica,
que trata de mostrarnos la gnesis del
sentimiento de culpabilidad, slo nos
muestra que el hombre sera siempre, en
tanto infractor a la ley moral,
verdadero culpable por violarla y,
consecuentemente, la necesidad de
castigo sera la respuesta adecuada al
sentimiento de culpabilidad. El trnsito
del nio al adulto no sera sino el
acentuamiento de la responsabilidad que
la autonoma del desarrollo psquico
hara posible.
El sentimiento de culpabilidad,
consecuencia
25 de esta adquisicin
positiva de la conciencia moral, regula
ms acabadamente nuestra relacin
adecuada con la realidad. Ya no
necesitamos ser vigilados por el otro:
la cultura interioriza la ley del
sistema para hacernos ms independientes
como individualidades autnomas. Cada
uno se vigila a s mismo.
El sometimiento infantil se prolongar
directamente en el sometimiento adulto,
y la necesidad de castigo seala siempre
su direccin nica: de afuera para
adentro, en el primer caso; de adentro
para adentro, en el segundo. Pero siempre
contra uno mismo. En este proceso la ley no es
puesta en duda, ni tampoco su funda-
ment.
LEN La cuestin
ROZITCHNER del origen verdadero o falso de la ley histrica no
tendra cabida en la ciencia psicolgica.
Todo esto parecera muy claro si
Freud, como vimos, no se preguntara por
dos fenmenos importantes que la
consecuencia cronolgica intenta
vanamente explicar:
la secuencia cronolgica no explica
el refuerzo de la conciencia moral
por la influencia de adversidades
exteriores (visibles, externas y
comprensibles) que, antes bien,
tendran que debilitarla: todo lo
malo me lo tengo merecido.
la secuencia cronolgica no explica
la intensidad de la conciencia en
los seres mejores y ms dciles,
precisamente los que menos culpables
deberan sentirse.
sta es la paradoja de la conciencia
moral: castiga al justo ms que al
pecador.
"Quiz tengamos la impresin de que
estas explicaciones no llegan al fondo de la cuestin,
sino que dejan un resto sin explicar. He
aqu llegado el momento de introducir
una idea enteramente propia del
psicoanlisis y extraa al pensar comn.
El enunciado de esta idea nos permitir
comprender al punto por qu el tema
deba parecemos tan confuso e
impenetrable]).

Con esta nueva idea, que pasa a


enunciar, Freud agrega a la linealidad
de la secuencia cronolgica la
discontinuidad dramtica de la
dialctica
LEN ROZITCHNER histrica en la comprensin
del sentimiento de culpabilidad.
b] Anlisis de la forma real: la secuencia dialctica

En la secuencia cronolgica estaba


contenida la realidad del mundo
exterior, pero no su sentido histrico.
Estaba contenido el trnsito de lo
sensible a lo racional de la conciencia,
pero no la comprensin histrica de esta
racionalidad. Estaba contenida la
experiencia del individuo, pero no se
encontraba
26 LA DETENCIN DE LA AGRESIN POR LA CULPA

determinada en su subjetividad por las


formas colectivas. En pocas palabras y
en un lenguaje que tendremos que
justificar en lo que sigue: no estaba
determinada la conciencia moral por la
lucha de clases.
La secuencia cronolgica antes
descrita nos da momentos reales de
afirmacin, pero el sentido que los liga
no es comprendido cabalmente. En
realidad el trnsito causal del "ante
todo al "luego no es tal: el segundo
ni "contina ni "perpeta al primero.
Hay, entre el uno y el otro, corte e
inversin. El proceso, postula Freud
entonces, sera el siguiente: "si bien
al principio la conciencia moral (ms
exactamente, la angustia, convertida
despus en conciencia) es la causa de la
renuncia a las pulsiones,
posteriormente, en cambio, esta
situacin se invierte: toda renuncia
pulsional se convierte entonces en una
fuente dinmica de la conciencia moral;
toda nueva renuncia a la satisfaccin
aumenta su severidad y su intolerancia
Ya lo vemos: el sentimiento de
culpabilidad en este caso no contina ni
perpeta el mismo miedo a la autoridad.
Y tampoco el fundamento primero del
primer renunciamiento es el miedo, sino
la angustia. La renuncia por angustia
por angustia seal es el fundamento del
miedo, y la "fuente dinmica de la
conciencia moral. Por qu "fuente
dinmica cada nueva renuncia? Porque al
renunciar por angustia, es decir,
anticipando
27 el resultado de la
satisfaccin en funcin de una situacin
catastrfica anterior, vive su
realizacin posible como enfrentamiento
con la muerte. La "fuente dinmica
primera del sentimiento de culpabilidad
es la angustia de muerte sobre el fondo
del cual se juega toda posterior
satisfaccin. Cuando hay renuncia, todo
est jugado ya: hubo actualizacin,
"fuente dinmica mediante, de la
angustia de muerte.
La secuencia nos lleva, para explicar
el sentimiento de culpabilidad, ms
atrs del miedo a la autoridad exterior.
El miedo a la prdida del amor nos
lleva, en la primera fase, a una
situacin traumtica, al primer drama
del nio que nace: a la
angustia
LEN ROZITCHNER del nacimiento. Recordemos su

sentido. La angustia ante el nacimiento


fue una respuesta adecuada en el
trnsito hacia la autonoma viniendo
desde las profundidades clidas del
vientre materno: la conmocin afectiva
slo interna produjo una reaccin qumica. Y
tuvo xito: hizo posible la vida. Sobre
la estela de esta primera angustia
primera "tensin interior se produce
luego el primer miedo: ante la autoridad
exterior. Vamos a ver que hay
recubrimiento de una fase a la otra, que
debe ser descifrado, pero que tiene que
ver, en el hombre, con el drama del
origen. Pero no slo de su origen
individual en el nacimiento, sino que en
la segunda fase se une, a este origen
individual, tambin el origen histrico.
Porque esta angustia primera que llev a
una transformacin slo subjetiva, ser
la base reavivada de la posterior
conciencia moral. Las situaciones
lmites del trnsito: primero del
nacimiento a la vida y, luego, del
nacimiento a la cultura bajo forma
hombre o mujer, dibujan dos situaciones
cruciales en el desarrollo angustia de
nacimiento, y angustia de castracin en
el complejo de Edipo, las que realmente
definen el drama, y el sentido de la
secuencia.
He aqu que la considerada como causa en
la secuencia cronolgica se convierte
ms bien en efecto en la secuencia
dialctica: la conciencia moral no es
determinante de la renuncia pulsional
sino que la renuncia pulsional es el
fundamento de la conciencia moral. Freud
no
LEN permanece
ROZITCHNER entonces en la afirmacin
de la conciencia moral como fundamento
de la conducta, sino que nos muestra a
la conciencia moral como un efecto
secundario, resultado de un proceso
previo y bsico sobre el cual sta se
apoya. En las relaciones aparentes de la
causalidad lineal y cronolgica
parecera como si nuestra conducta
estuviera determinada por la conciencia
moral.
En las relaciones que el psicoanlisis
descubre, donde predomina la secuencia
dialctica, la determinacin aparente de
la conducta revela al fin su secreto: es
el renunciamiento a la satisfaccin el que se convierte en fuente
28
dinmica de la conciencia moral y, por lo tanto, de su existencia.
Porque cedimos y renunciamos al deseo,
por eso hay conciencia moral. El enfoque
del problema vara entonces: ya no se
trata de explicar que la culpa surge
porque, alcanzando el placer,
infringimos lo que la conciencia moral
prohbe. No. Se trata de comprender cmo
es posible que el hombre renunciara a la satisfaccin. Algo ms
fundamental debe haber sucedido en el
nio para que el renunciamiento se
convierta en el fundamento de la
conciencia moral y la refuerce.
La secuencia dialctica sera
entonces: "la conciencia moral es la
conciencia de la renuncia pulsional. O
bien: la renuncia pulsional (que nos ha sido
impuesta desde afuera) crea la conciencia moral,
que a su vez exige nuevas renuncias
pulsionales (p. 73 [97]). El problema
nos lleva, pues, al fundamento de la
renuncia a la satisfaccin. Y a invertir
su comprensin habitual: no es, como
comnmente se cree, que la conciencia
moral produzca la renuncia pulsional,
sino al revs: es la renuncia pulsional
la que engendra la conciencia moral.
En esto reside, bsicamente, la
inversin que resulta invisible desde la
secuencia meramente cronolgica. La
secuencia cronolgica se atiene a la
representacin convencional de la
cultura represiva, que afirma a la
conciencia moral como determinante
incuestionada de la renuncia pulsional.
En la secuencia cronolgica la ley
lgica de la ciencia se atiene, como
presupuesto, a la validacin acrtica de
la
29 ley moral. Sucede que en este
acatamiento a la ley, la culpa no aparece
constituyendo el fundamento que valida la ley. La ley se
impondra por s misma, en su funcin
objetiva: su poder acatado como
absoluto. De all lo fundamental del
interrogante para la ciencia de la
historia: cmo pudo llegar la culpa a
convertirse en fundamento de la ley?
Destruida la culpa, el fundamento
absoluto de la ley, y su poder,
desaparecera: el sistema no podra
seguir contando con nosotros para
someternos. La explicacin cronolgica,
congruente con la racionalidad aparente
del sistema, no comprende, pues, el
drama subjetivo
que, previo renunciamiento, llev a la
instauracin de la conciencia moral. Y
es este proceso el que Freud va a tratar
de mostrar ms claramente con el ejemplo
de la renuncia pulsional bsica en todo
hombre, aquella que podramos llamar "la
renuncia de las renuncias: la renuncia a la
agresin.

La renuncia a la agresin. Para la comprensin que


nos daba la secuencia cronolgica, el
monto de la agresin que inhibimos y
dirigimos contra nosotros mismos, en
tanto culpables por desear, es
intrnseco al supery, no es el
resultado de un renunciamiento del
sujeto.
El monto de esa agresin es igual al
monto de la agresin de la autoridad
exterior interiorizada: recibimos la
agresin que el sistema determina que
nos merecemos. La agresin que el
supery dirige contra nosotros mismos es
"la continuidad de la agresividad con
que acta la autoridad exterior. [ . . . ]
Nada tiene que ver con una renuncia]).
En cambio, para la secuencia dialctica,
"el efecto de la renuncia pulsional
sobre la conciencia moral se fundara en
que cada parte de agresin a cuyo
cumplimiento renunciamos es incorporada
por el supery, acrecentando su
agresividad contra el yo (
La distincin es importante: mientras
que en la secuencia cronolgica la
agresividad que recibimos contina la
agresividad exterior del sistema, para
la secuencia dialctica la agresividad
del supery no es sino la agresividad
del propio sujeto, pero dirigida contra
s mismo. Habra, pues, para esta
ltima, "un origen distinto para esta
primera provisin de la agresividad del
supery.
La agresividad que recibimos es pues,
en verdad, la agresividad a la que
renunciamos. Por qu renunciamos a ser
agresivos? Y aqu reside el problema: si
efectivamente el poder de la agresin
exterior, como lo sentimos, llevara
siempre a la muerte, su fuerza sera
invencible. Y de eso precisamente se
trata en Freud: explicar que la
omnipotencia de este poder
subjetivamente ejercido y sentido no
corresponde a la
realidad del poder represivo, y que es
esta atribucin sentida como si fuese la
prolongacin del poder exterior la que
sella a fuego la relacin de
sometimiento: por angustia de muerte si
osamos enfrentarlo. De este modo la
racionalidad "cientfica, que afirma y
justifica la agresividad del supery
como prolongacin de la agresividad
exterior interiorizada contina, en su
explicacin, ratificando como absoluto
el poder exterior. Si es verdad que el
proceso se invierte y la agresividad
sentida como emanada del supery es en
realidad la agresividad del propio
sujeto, la explicacin cronolgica
convencional convierte no slo a la
conciencia moral en absoluta; convierte
a un sentimiento subjetivo absolutizado
en un poder objetivo absoluto y real. La
razn oficial, con su razonamiento
cronolgico, ratifica una apariencia
subjetiva y cumple tambin ella una
funcin ideolgica de justificacin del
sometimiento.
As, pues, la primera carga de
agresividad con la cual se inviste al
propio supery, esa "guarnicin militar
en la ciudad conquistada, no es sino la
propia agresividad que no pudimos
ejercer contra la autoridad exterior y
que ahora dirigimos, como si fuera
ajena, contra nosotros mismos. Esto es
lo importante que la explicacin
cronolgica no daba cuenta: la agresividad del
supery que nos condena al castigo se alimenta de la propia a la que
As el nio no slo renuncia a
renunciamos.
la satisfaccin que se le prohbe;
tambin renuncia, en ese mismo acto, a
la agresividad que despierta el
represor. Pero algo ms an, como vemos:
la termina dirigiendo contra s, por ser
culpable de desear. No slo "no a la
satisfaccin; tambin "no a la
agresividad.
De este modo, pues, si aceptamos la
gnesis de la conciencia moral
simplemente como si fuera una
introyeccin de la autoridad exterior en
el camino que lleva a la interiorizacin
y formacin de normas racionales, que
coincide con la comprensin convencional
de la conciencia normal, la conciencia
moral sera primera, y la renuncia
pulsional sera segunda. Pero, como
vemos, la tesis paradjica que introduce
Freud, la
inversin, nos propone comenzar al
revs; con la renuncia a la agresin
como fundamento de la conciencia moral.
La linealidad del progreso cronolgico
no da cuenta del drama de un
enfrentamiento que, luego de ejercerla,
llev a renunciar a la agresin. "Pero
podemos eliminar tal discrepancia
aceptando un origen distinto para esta
primera provisin de agresividad del
supery. ste debe haber desarrollado
considerables tendencias agresivas
contra la autoridad que privara al nio
de sus primeras y ms importantes
satisfacciones. [ . . . } Bajo el imperio de
la necesidad, el nio se vio obligado a
renunciar tambin a esta agresin
vengativa, sustrayndose a una situacin
econmicamente tan difcil, mediante el
recurso que le ofrecen mecanismos
conocidos (p. 74 [97-98]).

4] REBELIN Y CULPABILIDAD

Asi el origen de la conciencia debe ser


situado en otro terreno, antes de su
ejercicio, antes de su aparicin. No
basta dar cuenta de la conciencia moral;
es preciso al propio tiempo comprender
que su fundamento mismo est ligado y se
apoya sobre la renuncia a la agresin:
que la conciencia es ya, desde su origen, una conciencia rendida,
porque es una conciencia culpable.
La capacidad de ser consciente en el
hombre est inscrita en el desarrollo
del Eros, y a la complejidad de la vida
social histrica corresponde, en la
organizacin psquica, la adquisicin de
la capacidad de comprender la estructura
de lo real, enfrentar el obstculo y
satisfacer el deseo. Pero aqu asistimos
precisamente al momento fundamental de
su formacin, donde le es escamoteada al
hombre esta capacidad esencial y, donde
por lo tanto, el ejercicio del impulso de muerte se ve
desviado de su orientacin hacia la vida y los obstculos del mundo
exterior para volcarse como muerte merecida contra el sujeto mismo:
por haber osado desear. Es aqu donde se revela el
drama fundamental sobre el cual esta
conciencia sometida se apoya: el yo que
el sistema somete luego no es un yo
vencido sino, por el contrario, un yo
culpable. Y veremos culpable de qu:
culpable de haber vencido
imaginariamente al opresor a quien
tambin amaba entraablemente. El
sometimiento resulta aqu luego, por la
culpa de ser un yo asesino.
La cultura no triunfa, pues, sobre el
nio porque sometido desde el
nacimiento, prolongue y contine este
sometimiento en la relacin adulta. El
nio es un rebelde y un agresor y un
vencedor: slo el remordimiento de su
triunfo lo lleva a la culpa que lo
doblega luego y lo somete.
Es porque el nio es entraablemente
moral, y paga con su culpa un asesinato
imaginario, que la moral adulta, la
verdaderamente asesina, se apodera de
esta nobleza y ratifica con su juicio
una situacin imaginaria como si fuese
real.
Sucede, entonces, que el nio a
diferencia de como el adulto lo ve desde
su ptica alienada no se dio por
vencido ni renuncia tan fcilmente a la
represin que se le impone. Y para
enfrentar el obstculo recurre a un
viejo artificio, all donde resida su
poder infantil "incorpora,
identificndose con ella, a esta
autoridad inaccesible, que entonces se
convierte en supery y se apodera de
toda la agresividad que el nio
gustosamente habra desplegado contra
aqulla (p. 74 [98}).
"Incorpora identificndose: es sta
la identificacin ms regresiva, la
oral. El otro, que lo enfrenta con su
poder inconmensurable, es incorporado:
entra a formar parte del propio cuerpo.
Qu otra cosa podra hacer para
vencerlo, desvalido como est, sino
adquirir tambin un poder semejante?
Volvemos a enfrentar el drama que se
desarrollaba en creciente exterioridad
(renunciar a la pulsin por temor a la
prdida del amor, pero no renunciar al
propio pene) ahora slo en la propia
subjetividad, donde el otro vuelve a ser
parte de uno: uno mismo como agredido y
agresor. Este drama, que ahora lleva a
tan drstica solucin, es la amenaza de
castracin que produce el desenlace del
complejo de Edipo. Desafiado a en-
frentarlo, el nio se identifica con el
padre para, con ello, invertir la
situacin a su favor. Pero esta venganza
subjetiva es su condena: se identifica
con el agresor y el represor. Desde aqu
la lgica del desarrollo no puede
superar el carcter de reflejo y quedar
desde el comienzo mismo, planteada en
los trminos que el otro le impone: "el
yo del nio debe acomodarse al triste
papel de la autoridad as degradada: del
padre (p. 74 [98]). Poder imaginario
frente a un poder real: tal es la
disimetra bsica del enfrentamiento.
Freud nos dice, sintticamente,
adelantndonos el resultado:
"identificndose con ella [la autoridad]
se convierte en supery (p. 74 [98]).
Pero la transformacin no es sbita:
la mera identificacin no basta. Algo
sucede en el interior de esta relacin
subjetivizada que hace posible que esta
autoridad se apodere de toda la
agresividad del nio. Se apodera de ella
porque previamente la ejerci a su
manera, contra ella: "Se trata, como en
tantas ocasiones, de una tpica
situacin invertida: 'si yo fuera el
padre, y t el nio, yo te tratara mal
a ti.
Todo se juega en el como si: "Si yo,
nio, fuera el padre; y t padre, fueras
el nio qu hara? Slo impondra una
justicia: la de invertir la situacin
tornando lo bueno en malo y lo malo en
bueno, para m. Yo, el nio (hecho padre)
tratara mal al padre (hecho nio). Sigo
su ejemplo, slo que a mi favor. Y con
todo el fervor agresivo que me suscita
el miedo a perder mi ser por desear,
agredo a aquel que, luego de drmelo, no
duda en sacrificarme para conservar sin
compartir su placer. El dilema es pues:
o dejar de desear, y abandonar lo que
ms quiero, o mantener el deseo y
enfrentar el obstculo. Aparece, aqu pues, la forma
bsica aunque extrema de todo deseo humano. Y es desde el
desenlace de esta forma bsica que
adopta el drama del deseo que busca
satisfaccin, desde la cual se
implantar profundamente en el hombre el
modo de enfrentar todo deseo posterior.
Pobre satisfaccin la de este yo dado
vuelta, que cay en la trampa de su
propia impotencia, pero que no poda menor que
caer. El
fundamento de la ley se asienta aqu
tambin, en el nio, en un hecho de
sangre: el padre circula por las venas.
Esta justicia as ejercida no
incrementa el acceso a la realidad: se
vale, como vemos, de una astucia que
alcanza regresivamente, en el retorno a
un poder infantil. "Retorno, deformado
por el deseo de viejas relaciones reales
entre el yo, an indiviso, y un objeto
exterior, hecho que tambin es tpico
(p. 74 [98]).
Es el resultado de este retorno, de
este triunfo subjetivo, el que producir
luego la conversin del padre en supery.
Si no se hubiera dado previamente este
drama subjetivo de la venganza infantil,
el padre no se transformara en supery.
Pero tampoco habra acceso a la realidad
histrica. La pregunta es, pues, cmo
adquiere su poder absoluto el supery, y
cmo se apodera de la agresividad del
nio?
Retengamos el hilo conductor: hasta
aqu slo hay, primero, agresin
subjetiva del nio contra el objeto
interiorizado. Y esto nos permite
comprender y resolver el problema
referido a la carga de agresividad de la
que el supery se apodera luego. Luego de
qu? Por ahora Freud nos dice: "La
diferencia fundamental [con las viejas
relaciones reales entre el yo, an
indiviso, y un objeto exterior] reside,
empero, en que la primitiva severidad
del supery no es o no es en tal medida
la que el objeto nos ha hecho sentir o
lo que le atribuimos sino que
corresponde ms a nuestra propia
agresin contra el objeto (p. 74 [98]).
Est claro: la agresin es la que
ejercemos, como resultado de la
identificacin, contra el objeto
subjetivizado. Pero con esta agresin no
tenemos an el cuadro completo del
proceso: falta an lo ms importante. Y
lo ms importante es la definitiva renuncia a toda
posterior agresin por culpa. Pero, a qu agresin
se refiere Freud? Evidentemente, no a la
agresin hacia afuera, a la que ya antes
el nio haba renunciado, sino a la
agresin hacia adentro pero que para el nio
es tan real como la otra. A partir de aqu, de lo
que aqu ha pasado
o pasar, se produce la conciencia. Lo primero no
es, como ya vimos, la conciencia moral.
Lo que aqu interesa es su fundamento,
que permanecer necesariamente
inconsciente. Si esto es exacto,
realmente se puede afirmar que la
conciencia se habra formado
primitivamente por la supresin de una
agresin, que en su desarrollo se
fortalecera por nuevas supresiones
semejantes (p. 74 {98}).
Lo importante es este mecanismo por el
cual, el vencedor resulta, por ese mismo
hecho, vencido. Porque venci resulta
vencido. Tal es el mecanismo: quien
gana, pierde. Y gana, podramos decir,
luego de perder, el menos moral: gana la
fuerza bruta sin amor, slo porque el vencido, el
padre, es amado por el vencedor. La debilidad del
vencedor es su amor. Sin odio, ya: sin
ndice de realidad. Y el vencido vuelve,
en la realidad, al ejercicio de su poder
sin amor. No es extrao que la justicia
burguesa y el cristianismo preconicen el
amor, sobre todo a los sometidos:
reaniman el fondo de culpabilidad de ese
primer hecho histrico que los hizo,
para siempre, absolutamente culpables.
La conciencia, y no solamente la
conciencia moral, comienza con un
crimen. "La conciencia [no slo entonces
la moral} se habra formado
primitivamente por la supresin de una
agresin...
Es decir: luego de haberla ejercido.
Es en el momento posterior al crimen
cuando la conciencia aparece. Es por la
supresin de una agresin que el nio
efectivamente (para l) regresin
mediante realiz contra el padre, all
donde slo predominaban el amor y el
odio, pero sucesivos. En este acto, al
odio ejercido sucede el amor, y al
absoluto de la vigencia del primero le
sucede, pero para siempre, la absoluta
vigencia del segundo: el amor infinito
reinando sobre fondo de la culpa y
radiando absolutamente al odio que le
antecedi. No haba an ley: el nio
aplicaba un criterio emprico. Pero es
de aqu donde la ley, ante las
consecuencias intolerables de la accin
necesaria y realizada, irrumpe
sbitamente. Lo que fue negado
absolutamente por el odio, se afirma en
un se-
gundo momento como valiendo
36

absolutamente: slo por amor. Ocurre que


a la afirmacin alternante del amor y
del odio sucede el arrepentimiento. Y el
odio, que busca su poder invencible en
el infinito abierto por la regresin
cuando en realidad no lo tiene deja
paso al amor situado en el infinito:
manteniendo para siempre vivo a aquel a
quien, primero para martirizarlo y
matarlo, nos incorporamos. El otro
resucita de entre los muertos,
invencible ahora, para someternos en
nuestra necesidad de ser nosotros
quienes le demos, continuamente, su vida
que se alimentar as de la propia.
De este modo la agresin a la que
renunciamos no es cualquier agresin: es
la agresin contra el verdadero opresor,
contra el ms querido que infringi, sin
reciprocidad, la ley del amor y nos
amenazaba con castrarnos. Es este drama,
pues, que se juega en la subjetividad
del nio, el que se convierte en
fundamento de la conciencia, en
distancia interior abierta por la
presencia del otro. La conciencia es,
inicialmente campo de Marte. Y luego,
metafsica mediante, se la pretende
conciencia pura!
La conciencia es campo de batalla
interiorizado, espacio de un
enfrentamiento donde se dibuja la forma
dramtica de la dependencia y de la
liberacin: la agresin, la muerte y el
arrepentimiento como fundamento de toda
significacin.
El drama de la crucifixin es el drama
de la resurreccin del padre hecho hijo.
Es
37 la rplica invertida del complejo de
Edipo, validando como real su fundamento
imaginario. El espritu santo, que abre
para el cristiano el campo de conciencia
inconsciente y puro, es el resultado de
este enfrentamiento del hijo hecho padre
y del padre hecho hijo, donde la
santsima trinidad se resuelve en el
mantenimiento absoluto de la culpa y la
afirmacin absoluta de un espritu
depurado del crimen que nos absuelve. Es
el mantenimiento al mismo tiempo, de dos
afirmaciones: fuimos efectivamente
culpables, seremos efectivamente
absueltos de la culpa. Pero bajo una
condicin: no desear ya ms.
5] LA VIOLENCIA COLECTIVA NO ASUMIDA EN EL ORIGEN DE LA
CULPA

ste es el drama que no estaba incluido


en la primera concepcin del sentimiento
de culpabilidad, y del cual la gnesis
inealmente cronolgica y externa no
daba cuenta. Ocultaba lo que Hegel ya
saba viniendo desde su cristianismo
juvenil: que el origen de la conciencia
es lucha a muerte entre amo y esclavo, as en
singular, Pero no es solamente la situacin
edpica individual la que Freud incluye
aqu para dar sentido al sentimiento de
culpabilidad.
Lo que realmente define el sentido
histrico de este drama subjetivo es
otro hecho fundamental, sin comprender
el cual el sentido del drama edpico se
jugara al margen de la historia: es el
trnsito realmente efectuado, en el origen de la historia del hombre, de
la horda primitiva a la alianza fraterna.
El edipo individual carece de sentido,
en la conducta del hombre, si se lo
separa del Edipo histrico. Slo, pues,
si incluimos en el trnsito a la cultura
individual el trnsito histrico de la
horda primitiva a la alianza fraterna,
la verdadera significacin del drama
individual se nos aclara: "La
divergencia entre ambas concepciones de
la gnesis de la conciencia moral se
atena pues an ms si se pasa de la
historia evolutiva a la filogentica
(p]).
El proceso se presenta, pues, incluido
en una comprensin histrica. "El
sentimiento de culpabilidad de la
especie humana procede del complejo de
Edipo, y fue adquirido al ser asesinado
el padre por la coalicin de los
hermanos. En esa oportunidad la agresin
no fue suprimida sino ejecutada: la
misma agresin que al ser coartada debe
originar en el nio el sentimiento de
culpabilidad (
El complejo de Edipo que se juega
individualmente en el nio tiene su
origen en un proceso histrico
colectivo: la alianza fraterna. El
complejo de Edipo fue all adquirido
luego de haber dado muerte,
colectivamente, al padre: se es el
origen histrico y real del complejo de Edipo que
cada nio repite, luego, en su acceso
individual. Es ese sentido colectivo
originario el que queda encubierto en el
nio. E
l complejo de Edipo sera el resultado
de la forma universal del acceso a la
independencia, y supone el ejercicio de
la violencia contra quien se opone a la
autonoma del hombre, esto es, a iniciar
la vida conquistando el derecho a la
satisfaccin del deseo. La cultura
repite en cada nio este drama del
trnsito, y en cada padre reaparece la
funcin del padre ancestral en la
amenaza de castracin y prohibicin de
satisfacer el deseo. Se trata, en ambos
casos, como dice Freud, de "la misma
agresin.
As, pues, hay un origen adulto, real,
primero, del supery histrico (complejo
de Edipo originario en el trnsito de la
horda primitiva a la alianza fraterna),
que es la consecuencia de un acto
colectivo realmente cometido: y hay un
supery individual (complejo de Edipo
infantil), que se juega en el "como si
para nosotros de un acto aparente.
De este modo a cada nio culpable la
cultura le debe un asesinato real que l
no realiz pero que se le atribuye. A
cada nio se le debe una agresin
fundamental que tiene efectivamente que
realizar, una violencia que tiene
realmente que ejercer, pero que,
precisamente por haber credo e
imaginado que la ejerci, se ve despojado de ella
para siempre. Y es esa violencia de la que
ahora, adulto ya, se lo despoja, la que
tendra que ejercer contra el poder
actual que, sistema histrico de
produccin mediante, prolonga el dominio
del padre en el dominio de las clases
opresoras.
A cada nio la cultura represiva le
debe una muerte, la que no ejecut, pero
cuya culpa paga con su vida como si
realmente la hubiera ejecutado. A cada
hombre se le debe una violencia
fundamental, sa que marque
efectivamente su trnsito real de la
naturaleza a la cultura, su recuperada
participacin desde la conducta
individual en la alianza fraterna
colectiva, otra vez renovada. Y sin ejercer esa
violencia, nos dira Freud, no hay acceso verdadero a la
Slo la violencia de la ruptura
cultura
del poder represivo nos hace nacer
efectivamente como hombres luego de esta
falsa introduccin a la cultura. La
historia comienza, para cada hombre, en
el nio, con un paso en falso.
Antes de la cultura, en el alba de la
historia, no haba complejo de Edipo: no
se haba abierto an el campo histrico
y cultural dentro del cual la
posibilidad de la individuacin y de la
conciencia se produjera.
Hay campo de cultura porque los hijos
de la horda se unieron y en la alianza
fraterna dieron muerte al opresor e
hicieron surgir la primera colectividad
humana. Porque hay cultura, porque hay
lenguaje, porque los hombres crean al
nio en tanto nio humano y porque el
acceso implica abrir el campo de
satisfaccin del deseo compartido, por
eso hay complejo de Edipo: porque el
nio quiere ser reconocido, desde el
origen, como semejante. Pero en esta
iniciacin equvoca y desigual, la
semejanza se pierde para dar lugar a la
diferencia: entre amos y esclavos, entre
sometedores y sometidos, entre jueces y
culpables.
El nio debe volver a reconquistar, en
cada trnsito nuevamente,
dramticamente, aquello que los hombres
de la alianza fraterna produjeron
aunque luego encubrieran el sentido de
su acto y lo radiaran, por culpa, de la
historia.
As entonces hay complejo de Edipo
porque en el origen de la historia hubo
rebelin de los hermanos contra el padre
represor. Y hay complejo de Edipo sin
resolver porque la cultura no conserva,
en su forma actual, la presencia
reconocida de ese primer hecho histrico
renovado donde cada hijo hecho ahora
padre por la prolongacin renovada en
cada revolucin como alianza fraterna,
debera reservar, para cada recin
venido, su lugar en la alianza. Pero ya
no hay, en la cultura represora, alianza
fraterna: el sistema actual es el sistema de la horda dominante
en el campo de la cultura capitalista. A la alianza
fraterna hay que volverla a descubrir
entre hermanos entre los hermanos de
clase. Lo que comenz como alianza
fraterna contra el padre se contina y
se pro
longa como lucha de clases en el sistema
histrico capitalista.
Prosigamos el anlisis. El nio nace
en un campo abierto por el complejo de
Edipo histrico: de una cultura que
tambin ella interioriz al padre muerto
que la sigue regulando y le sigue
dictando sus normas, la ley de la selva.
El nio actual hace su trnsito hacia
la realidad como si no hubiera habido ya
trnsito histrico: como si este drama
de su propio pasaje no hubiera sido
transitado por la cultura en su
desarrollo. Sucede que el actual sistema
de produccin, que prosigue en el
ancestral ocultamiento de la sumisin,
no actualiza ni valida la alianza
fraterna sobre la que su origen se
asent.
Por eso la cultura actual no puede
darle su apoyo: lo hace caer, en una
coincidencia trgica, de la historia
individual a la historia colectiva como
si ambas fuesen iguales y slo
admitieran una solucin individual. Pero
el obstculo inicial de la cultura, que
requiri ejercer la violencia de la
muerte contra el padre, marca la
distancia con la cultura actual y la
disimetra entre el trnsito del nio y
el trnsito de la historia: entre un
hecho individual y un hecho colectivo.
La cultura hace caer al nio en el campo
del ocultamiento histrico, donde su
necesario no saber infantil se acopla al
encubrimiento adulto.
No hay trnsito efectivo del yo al
nosotros, porque el nio cae
directamente en la separacin
individualista posterior a la alianza
fraterna, donde ya los hijos
arrepentidos de la muerte, conservan en
s mismos al padre muerto y ocultan as
objetivamente el crimen: el muerto vive
de la vida de quienes ocultan haberlo
asesinado. La coincidencia no es
fortuita: ambos tienen, historia y nio,
la misma necesidad. El nio prematuro
enfrenta prematuramente aquello que los
adultos, en el comienzo de la historia,
enfrentaron a su debido tiempo, Pero la
necesidad de ese enfrentamiento slo en
la lucha de clases contina ahora la
renovada alianza de los hermanos ya no
contra el padre sino contra el sistema
opresor.
En el origen histrico hubo una culpa real.
sta deriva del hecho de haber ejercido
los hijos realmente la mxima vio-
lencia contra el padre opresor: el
haberle dado muerte en forma colectiva.
Retengamos esta afirmacin: la culpa en
el origen es el resultado de un hecho
colectivo.
El remordimiento, posterior al acto,
llev a una solucin individual: cada
uno conserv, imaginariamente, al padre
muerto que se convirti as en campo de
conciencia y supery. La solucin
individual ante un hecho colectivo lleva
al ocultamiento de la formacin de la
conciencia individual en el origen. Pero
de la misma manera el nio: su trnsito
individual a la cultura, su acceso a la
conciencia, se producen en este mbito
colectivo que l ignora, pero no del
mismo modo como fue ignorado en el
origen de la historia y en el desarrollo
de la historia adulta.
Porque el primer hecho fue un
acontecimiento histrico, no infantil
sino adulto: la rebelin de los hijos
contra el padre efectivamente castrador.
La castracin era all una amenaza real
ejercida por un poder adulto contra los
hijos adultos sometidos, y la reaccin
violenta fue una respuesta adecuada a la
violencia a que se los someta. La
violencia real fue enfrentada con una
violencia real: efectivamente mayor que
la del padre.
Pero en el origen individual del nio,
en cambio, hay culpa real por un hecho
imaginario; el haber "imaginado, por
identificacin, darle muerte al padre en
la subjetividad de manera individual.
Realmente le dio muerte quiere decir: lo
que en l haba afectivamente del padre
fue destruido por la violencia sentida
del hijo. En la incorporacin, los
sentimientos tienen la verdad: sentir es
ya la verdad de lo sentido.
Y la verdad es que sent que lo martiric. El
recuerdo sentido de su martirio, que
invadi con todo mi odio el sentimiento
triunfante de mi carne, estar para
siempre como una prueba inconfesable ni
yo la s de mi maldad fundamental, de
mi infinita agresin y mi condena. En el
origen infantil la culpa es culpa
individual por un hecho imaginado
individual. O, lo que es lo mismo: todo
hijo repite en su fantasa infantil el
asesinato histrico del padre. La
ambivalencia del amor y del
odio no se refiere slo a un ser
exterior, sino a un ser que, por
identificacin, est contenido en su
propia individualidad. Aqu, tambin la
amenaza de castracin carece de
realidad, y slo adquiere una realidad
simblica que ningn padre ejerce ya.
Pero la castracin es aqu, en ltima
instancia, algo tan grave y semejante:
significa dejar fuera de la vida la
necesaria agresin para prolongar en la
realidad la satisfaccin del deseo.
Conserva su pene, s, pero pierde su
objeto.

No slo su objeto material, emprico,


sino el sentido humano del objeto. Y se
pierde a s mismo: se hace a la medida
del sistema de produccin y vuelve a
integrar, sumiso y blando, la horda
primitiva, la individualidad cuasi
biolgica de la forma capitalista. All
la cultura le reserva su mujer:
sumamente bondadosa, no es como el padre
primitivo que las retena. Pero aqu en
el sistema actual de produccin, ya no
es la diferencia sexual lo que est en
juego solamente: el pene es un smbolo,
no esa libra de carne, y el Falo su
verdad.

6] RENDIR, POR CULPA, LA AGRESIN

As, sobre este trnsito necesario, pero


resuelto en la fantasa como la nica
negacin disponible que el nio tiene
para hacer frente al omnipotente poder
paterno, se apoyan las formas represivas
de la cultura.
Cada cultura introduce al nio en el
sistema, pero lo que fue su triunfo
inaugural colectivo en el comienzo de la
historia del hombre, y la subsecuente
culpa, comienza en el nio con la
conducta individual y la agresin
fantaseada. En este esquema la cultura,
identificada ahora en su funcin
artificial con la del padre primitivo,
alcanza a invertir la violencia
colectiva del origen a su favor:
disuelve lo colectivo en lo individual y
convierte al trnsito infantil en un
acceso verdadero. Los hijos, en la
alianza fraterna, no fueron capaces de
enfrentar el dolor inaugural de su
libertad, y ocultaron, por culpa, la
violencia agresiva del ori-
gen: la identificacin con el padre
muerto. La afirmacin subjetiva
posterior implic volver a concederle,
ahora en esa vida prolongada adentro, el
poder agresivo y castrador del cual el
hecho histrico colectivo lo haba
despojado para siempre.
Este origen se prolonga ahora
doblemente. Por un lado, circula por la
sociedad global, en la estructura de su
proceso productivo en la cual el poder
del padre adquiere la funcin de su
nueva realidad histrica. Por el otro,
este origen circula en la individualidad
personal, en la estructura de su aparato
psquico por el necesario enfrentamiento
que acabamos de analizar.
Constituyen como dos series paralelas
y complementarias. Lo que tuvo su origen en un solo
hecho se desdobla posteriormente y culmina en nuestra cultura en dos:
hay una historia para el surgimiento
personal del nio, y hay otra historia
para el sistema de produccin. Faltos de
explicar la determinacin histrica que
atraviesa con su misma estructura ambos
orgenes y los determina en forma comn,
la separacin entre lo individual y lo
colectivo, lo psicolgico y lo
histrico, slo tiene el milagro de la
correspondencia entre ambos para
explorar una adecuacin cuyo verdadero
fundamento se oculta.
El lugar del "olvido, del
encubrimiento, est en la cultura y no
en el individuo. Ocultan que se trata
del mismo debate y de la participacin
en el mismo sentido: el trnsito
renovado de la horda primitiva a la
alianza fraterna en cada acceso
individual al mundo humano.
En el primer caso, antes del complejo
de Edipo, el nio se comporta como el
hijo de la horda primitiva: renuncia
efectivamente a lo que el padre prohbe.
En el segundo caso, en cambio, luego del
complejo de Edipo, el nio y el adulto
actan sobre la estela cultural abierta
histricamente por la alianza fraterna.
Pero no lo saben. Porque sin haber dado
muerte al padre colectivamente, pasan a
ser individuos en el campo abierto por
ese hecho histrico arcaico que se
prolonga en la sociedad actual.
Adquieren, con la represin, la
capacidad de ser conscientes, slo que
en un nivel donde la conciencia ya no
tiene conciencia de ser el campo
histricamente abierto, en el origen,
por la interiorizacin del padre muerto,
conservado por culpa. La alianza
fraterna circula ahora en los aliados de
clase contra el poder de las clases
dominantes. Slo aqu el fundamento de
la ley de la conciencia podra ser
desentraado; slo aqu el poder
colectivo contra el sistema podra ser
reunido; slo aqu el sentimiento de
culpabilidad descubrira la razn
infantil de su necesario enfrentamiento,
y el padre muerto se revelara como
hermano dentro de un mismo sistema.
Aqu, en la cultura contradictoria
actual, se vive bajo el dominio
subjetivo del padre y el dominio
objetivo del poder de las clases
dominantes, que no son sino un mismo
poder desdoblado. Se vive bajo el
dominio del padre vencedor porque en
definitiva, objetivamente, el sistema venci al
padre y el padre venci al hijo. Este modelo de
trnsito del nio a la cultura es el
anlogo del trnsito histrico
originario que se sigue produciendo
necesariamente en los dos niveles,
individual y colectivo. Entramos,
adultos, no al dominio de la alianza
fraterna sino al de la horda primitiva
en la cultura represora del sistema
capitalista.
7] HERENCIA ARCAICA O HERENCIA HISTRICA?

Hay as, en Freud, como hemos visto, dos


orgenes para la conciencia moral en el
hombre, que son convergentes y deben ser
elucidados, dada la ambigedad de su
planteo:
1] Hay un origen arcaico, filogentico,
de la culpabilidad, drama del trnsito
de la naturaleza a la cultura, donde los
hijos tuvieron que dar realmente muerte
al padre. Este origen estara presente,
como herencia arcaica, en el nio,
reforzando su propio drama.
2] Hay un origen actual e individual,
ontogentico, de la culpabilidad, drama
del trnsito de la naturaleza a la
cultura que cada hombre repite en su
nacimiento, y en el cual la fantasa de
la muerte del padre se encuentra
afirmada tambin como acceso a la
cultura. Es el proceso que ya fue
analizado por Freud.
Ambos, segn Freud, seran
convergentes. As el supery se
constituye por tres factores:
filogenticos (herencia arcaica);
constitucionales innatos
(biolgicos);
influencias del medio, del ambiente
real (modo actual de produccin).
Toda su teora aqu desarrollada
parecera reforzar el tercer factor,
cuando dice: "La primitiva severidad del
supery no es o no es en tal medida la
que el objeto nos ha hecho sentir o la
que le atribuimos, sino que corresponde
a nuestra propia agresin contra el
objeto. Si esto es exacto, realmente se
puede afirmar que la conciencia se
habra formado primitivamente por la
supresin de una agresin, y que en su
desarrollo se fortalecera por nuevas
supresiones semejantes" (]).
Freud se inscribe contra la
exageracin de la independencia
cultural, que se apoya en el hecho de
que "un nio educado muy blandamente
puede desarrollar una conciencia
severa: "Pero tambin sera incorrecto
exagerar esta independencia: no es
difcil convencerse que el rigor de la
educacin ejerce asimismo una influencia
poderosa sobre la gnesis del supery
infantil. Sucede que a la formacin del
supery y al desarrollo de la conciencia
moral concurren factores
constitucionales innatos e influencias
del medio, del ambiente real...
Y en una nota al pie agrega,
reforzando esta concepcin: "Por
consiguiente, si se hace abstraccin del
factor constitucional que es preciso
aceptar, se puede decir que la severidad
de la conciencia moral procede de la
conjuncin entre dos influencias
ambientales: la defraudacin pulsional,
aue desencadena la agresin, y la
experiencia amorosa, que orienta esta
agresin hacia adentro y la transfiere
al supery (
En lo que se refiere a su afirmacin
de la herencia filogentica, sta
aparece cuando agrega: "Tambin se puede
decir que el nio, cuando reacciona
frente a las primeras grandes
privaciones pulsionales con agresin
excesiva y con una severidad
correspondiente del supery, no hace
sino repetir un prototipo filogentico,
excediendo la justificacin actual de la
reaccin, pues el padre prehistrico
seguramente fue terrible y bien poda
atribursele, con todo derecho, la ms
extrema agresividad.
Entre ambas posiciones, la
ontogentica y la filogentica, una que
explica la agresividad de la conciencia
moral por su estructuracin actual y
otra por herencia arcaica, Freud eligi
un camino intermedio. "No podemos dejar
de eludir la suposicin de que el
sentimiento de culpabilidad de la
especie humana procede del complejo de
Edipo y fue adquirido al ser asesinado
el padre por la coalicin de los
hermanos.
En esa oportunidad la agresin no fue
suprimida sino ejecutada: la misma
agresin que al ser coartada debe
originar en el nio el sentimiento de
cupabilidad (]). En efecto: el nio,
para "repetir un prototipo filogentico
no debe haberlo recibido necesariamente
por herencia. Esta posibilidad, tal como
Freud mismo la presenta en el complejo
de Edipo, nos permiti afirmar la
siguiente hiptesis: el drama del
trnsito de la naturaleza a la cultura
se sigue desarrollando en lo ms
profundo del hombre mismo, en lo ms
subjetivo de su existencia.
Pero este acceso ms individual es al
mismo tiempo totalmente social y actual:
la transformacin misma que este
trnsito produce graba para siempre, en
el nio, la forma de un drama universal,
cuya distancia entre el origen histrico
en el que nos incluimos, y el trmino
que somos, presenta interiorizada la
dimensin histrica bsica en cada
individuo; su acceso a ser hombre entre
los hombres. Y que este acceso a la
forma universal est, sin embargo,
particularizado, necesariamente, en cada
sistema: con los caracteres especficos
de la cultura a la que pertenece y que
le da su contenido y su sentido.
Esta doble determinacin, la arcaica y
la actual, tiene una significacin
distinta vista desde el anlisis
cientfico que afirma al sujeto como el
lugar necesario del debate histrico.
1} Edipo original: comienzo de la cultura.
Trnsito de la horda primitiva a la
alianza fraterna. "No podemos eludir la
suposicin de que el sentimiento de
culpabilidad de la especie humana procede del
complejo de Edipo, y fue adquirido al ser
asesinado el padre por la coalicin de los
hermanos. En esa oportunidad la agresin no fue suprimida sino
ejecutada. {El subrayado es nuestro] (pp.
75-76 [100]).
2] Edipo individual: el que cada uno vive
como drama personal en el seno de la
familia: "la misma agresin que al ser
coartada debe originar en el nio el
sentimiento de culpabilidad (p. 76
[100]).
As el Edipo original aparece, en el
acceso individual, presentando el drama
bsico de acceso a la cultura que
realizaron los primeros hombres, pero
que todo hombre, posteriormente, repite.
Es aqu, entonces, donde lo histrico
colectivo originario y lo individual
actual se unen. Y es precisamente aqu
donde Freud va a desarrollar la
diferencia del acceso a la historia que,
Edipo mediante, nos rene a todos en un
comn acceso, slo que perdido ahora
para nosotros porqsie en el acceso necesariamente
individual del nio la realidad colectiva de la historia no se incluy.
Pero ese origen histrico no nos es
devuelto por la cultura: la cultura no
endereza ese proceso invertido por medio
del cual accedemos a ella.
De all la pregunta que un
interlocutor hara, bien planteado en su
realidad: "De modo que es completamente
igual si se mata al padre, o si no se lo
mata, pues de todos modos nos pescaremos
un sentimiento de culpabilidad. [.. . ]
Que uno se sienta culpable por haber
hecho realmente algo injustificado
Aqu, en el nivel convencional, lo que
falta es la discriminacin adecuada
entre la realidad y la fantasa, y el
sentido de verdad que esta ltima
vehiculiza. Sucede que el interlocutor
bien plantado en la realidad
ignora,porque para l permanece
inconsciente, como fundamento de su
pensar y de su conciencia moral, su
propio drama del trnsito, su propio
Edipo negado.

8] EL DOLOR DE LA VERDAD

Freud debe, pues, volver a reencontrar,


partiendo desde el nivel convencional de
las conductas habituales, ese nivel
anterior inconsciente, que las
fundamenta. Distinguir as nuevamente
dos modalidades del sentimiento de
culpabilidad.
1] Remordimiento-, sentimiento de
culpabilidad consecutivo a la falta
realmente realizada. Slo se refiere a
un hecho dado. Pero este sentimiento
supone la "disposicin a sentirse
culpable, es decir una conciencia moral".
"Semejante remordimiento jams podr
ayudarnos a encontrar el origen de la
conciencia moral y del sentimiento de
culpabilidad en general.
Aqu la satisfaccin de una necesidad
pulsional pudo vencer, momentneamente,
la energa limitada de la conciencia
moral y una vez alcanzada, retorna por
medio del remordimiento a validar el
poder contra el cual fugazmente se
opuso. El psicoanlisis no puede
permanecer en este nivel convencional,
ingenuo, que no llega a la esencia del
acto moral y slo ambiciona no sentirse
culpable infringiendo la ley. Hay que ir
a la fuente del remordimiento, y que
este remordimiento precisamente oculta
sin permitir salir, porque una vez
realizada la infraccin, vuelve a
encontrarse como si su accin hubiera dejado intacto el poder
contra el cual se rebel. "Por consiguiente, el
psicoanlisis hace bien en excluir de
estas consideraciones el caso que
representa el sentimiento de
culpabilidad emanado del remordimiento,
pese a la frecuencia con que aparece y
pese a la magnitud de su importancia
prctica (
Ya sabemos qu se oculta: el
sentimiento de culpabilidad, que viene
del remordimiento, oculta la Culpa
bsica que hizo
que hubiera, para el hombre, realidad
cultural. Freud recupera as el campo de
lo imaginario, del deseo, donde la jantasa
determina a la realidad como realidad cultural. El hombre
"normal se atiene a la "realidad, al
remordimiento consecutivo a un acto
realizado. Pero con ello desconoce su
propia accin consecutiva a otro Acto
primordial que le sirve de fundamento:
el fundamento de la ley de su
conciencia.
Aqu aparece una segunda concepcin
del remordimiento que a diferencia de
este actual, que predomina en nuestra
cultura, est ligado no a un acto de
satisfaccin e infraccin posterior a la
conciencia moral, sino que se produjo
all donde no haba conciencia moral
todava: el remordimiento por haber dado
muerte al protopadre en el comienzo de
la historia, hecho colectivo.
Habra as, pues:
1] Un remordimiento originario (el
asesinato del protopadre) que no se
apoya en ninguna conciencia moral, sino
en el campo mismo de la presencia del
otro real en el cual el sentido del acto
se verificaba.
2] Un remordimiento secundario (el
cultural) que se apoya sobre la
conciencia moral, pero desligado de su
fundamento en la experiencia histrica.
Slo uniendo dos gnesis la historia
originaria del trnsito colectivo de la
naturaleza a la cultura, con la historia
individual de ese mismo trnsito que se
repite en cada hombre puede
comprenderse entonces la significacin
de nuestra conducta moral y del
sentimineto de culpabilidad en el que
nuestra cultura represora se apoya. La
historia individual presupone, para la comprensin de su verdadero
sentido, la comprensin de la lgica histrica del acceso del hombre a
la cultura. Es, adems, la nica que puede
ayudar a enderezar el trnsito equvoco
que ya hemos analizado.
As, en el drama originario est
oculto el sentido estructural del
fundamento de todo hombre; all donde el
acontecimiento (el asesinato) y la
estructura (trnsito de la
individualidad natural a la
individualidad cultural a travs de la
alianza fraterna) constituyen el punto
originario desde el cual toda
racionalidad humana se produjo. En la
relacin entre individuo e individuo
(entre padre e hijo) el tercero,
mediador, era un ser colectivo: la
alianza fraterna. Este momento inicial
es importante, porque es desde esta
primera oposicin que se dibuja, en la
ambigedad del amor y del odio hacia el
padre, el punto de insercin de la
dialctica cultural, la razn que se
apoya en la carne del otro, pero al
mismo tiempo en el cuerpo comn dibujado
por los hermanos, como un proceso
necesario para el propio advenimiento.
Pero que implica necesariamente, en su
origen, engendrar las diferencias a
partir de nuevas semejanzas y el
ejercicio de la negacin. El hombre
originario estuvo frente a una
situacin, dramtica entre todas, en la
cual el sentido y el origen estaban presentes y se engendraban al
mismo tiempo.
En la ambivalencia, la afirmacin real
de uno de sus momentos (la propia
individualidad que conquistaba, en una
nueva realidad, el derecho al placer)
implic en su origen la negacin real
del otro (su asesinato por la alianza
fraterna). Pero se cre a partir de all
el nivel especficamente humano. "Es
e remordimiento [el originario, que no
supona todava una conciencia moral ni
un supery] fue el resultado de la
primitivsima ambivalencia afectiva
frente al padre, pues los hijos lo
odiaban, pero tambin lo amaban. Una vez
satisfecho el odio mediante la agresin,
el amor volvi a surgir en el
remordimiento consecutivo al hecho,
erigindose el supery por
identificacin con el padre, dotndolo
del podero de ste, como si con ello
quisiera castigar la agresin que se le
hiciera sufrir, y estableciendo
finalmente las rectricciones destinadas
a prevenir la repeticin del crimen (
As, en su origen, en "el
remordimiento consecutivo al hecho
colectivo e histrico el supery que
surge por identificacin es la identidad
con el contrario negado, ahora
interiorizado. No hay plano simblico
todava aqu, sino que esta-
mos en el comienzo de la conciencia en
su fundamento sensible. Es la forma del
otro, por la identificacin consecutiva
a un acto, la que crea el campo psquico
donde lo negado es rescatado con una
significacin antes postergada (el amor)
por la preeminencia real de la otra (el
odio). As la primera forma
interiorizada que dibuja el campo de una
idealidad contina la forma del padre,
del propio origen, pero tambin el
sentido del obstculo real que tuvo que
enfrentar. Aqu, sin embargo, la
conciencia que as surge no conserva la
verdad del suceso. Esta interiorizacin
retiene de la ambigedad fundamental
slo uno de sus extremos, el amor, como
presente en la consecucin del acto, que
era el momento siguiente al ejercicio
del odio. Porque en tanto remordimiento,
este momento siguiente quiere rescatar
como actual lo que fue negado.
Antepone ahora aquello que en la accin
fue escindido como respuesta adecuada a
la violencia del otro, e hizo necesario
hacer prevalecer una significacin (el
odio) sobre la otra (el amor) para
iniciar la vida, que es la vida de la
historia del hombre.
Es este acto de remordimiento el que
est en el origen de la conciencia
humana, de la moral, del supery y del
campo de elaboracin de la verdad: donde
tendra que integrarse y conservarse,
una vez desaparecido, lo que la accin
separ. Para Freud no hay, en el
fundamento de la conciencia, separacin
entre lo tico y lo verdadero: en su
origen la verdad est determinada por la
restitucin de la verdad del otro.
Del mismo modo que para Marx la verdad es la
norma. Y hay verdad, aunque dolorosa, en
el comienzo de la historia: los hijos
tuvieron que matar al padre. Pero el
sentido de la verdad consiste en que se
apoya en el dolor de la significacin
mantenida. Este es el poder del
espritu, como dira Hegel, "el poder
mgico que transforma a lo negativo en
ser. El comienzo de la relacin con el
mundo implica, en el comienzo de la
historia, enfrentar al padre como
obstculo para la propia vida, y darle
muerte. No hay proceso histrico que no
implique sacrificar, en la creacin de
una nueva snte-
sis, aquello que se le opone, a pesar de
ser amado. En su comienzo la verdad del
hombre se inicia con la agresin
objetiva, consecutiva a una sostenida
agresin anterior que se le dirigiera.
Hay, luego, culpa y terror en el pensar,
porque la negacin ejercida en el
pensamiento, cuando es verdadero,
actualiza el origen de la negacin del
otro, fantasmal ahora, real en su
origen, sobre el cual se apoya nuestro
trnsito a ser hombres.

9} EL ORIGEN RELEGADO

En un principio lo contrario de uno era


el otro. Pero ese otro con el cual,
luego del crimen, y por el crimen mismo,
nos identificamos. El crimen abre el
campo de la identificacin, por lo tanto
el campo donde el otro graba su
significacin, la afirmacin de su vida
que nosotros le negamos, en uno mismo.
El uno y el otro inician as su
dialctica: en un primer momento, el
padre era todo y yo nada. Pero una nada
determinada por el padre. La negacin
del padre, su asesinato colectivo,
implicaba ya que esta nada determinada
por l adquira el ser. Pero este ser
era ya un "poder mgico antes
inexistente en la naturaleza: contena
aquello de lo cual provena en uno mismo. La
suerte estaba sellada. Si en el origen
estaba el verbo, era verbo encarnado:
era el padre que segua hablando en uno
como en el momento anterior al hecho histrico. Le
dbamos la vida perdida en nosotros: le
dbamos nuestro ser para que siga siendo
LEN ROZITCHNER

el sentido de lo que nosotros


inauguramos contra l, porque nos
atrevimos para vivir a darle muerte.
Pero esta muerte, la del padre Muerto,
nos habita en adelante para siempre. As
el origen aparece en nosotros, como anterior a nuestro propio origen.
Y parcial; retiene una sola de sus
significaciones como fundamento: el
amor.
Pero la cultura fue para Freud decisin de
olvido. Este olvido de la situacin,
traumtica entre todas, constituye el
mal
del hombre convertido, por ocultamiento,
LEN ROZITCHNER

en fundamento directo del Bien como


absoluto.
Pero entre ese origen histrico y este
trmino actual en el que estamos hay una
semejanza y una diferencia. El obstculo que
Freud pone al comienzo de la historia, que sigue siendo
obstculo en su trmino, no tiene en el trmino
actual la misma estructura que tuvo en el comienzo. En el
trmino actual supone la capacidad de
ver y asumir la agresin no contra el
fantasma del padre originario que
subsiste en cada nuevo hombre, sino que
tiene la forma en que el obstculo
exterior se desarroll en la historia
hasta adquirir la forma dominante del
sistema de produccin. Lo que comenz teniendo
forma hombre-padre termina teniendo la forma del sistema social que
nos domina. Por eso la necesaria destruccin
de la forma de pensar el obstculo slo
con la forma hombre: el capitalista es
una encarnacin del sistema. No es se
ahora el obstculo: no hay que dirigir
contra ese sujeto la agresin, sino
contra el sentido que desde el sistema
lo determina como modelo. Pero ese
sentido estructural vuelve a despertar y
a introducir en el hombre la razn que
desde el padre se prolonga en el
sistema, y desde l vuelve a determinar
el sentido de cada hombre.
De aqu lo que se presta al equvoco:
las categoras infantiles son,
bsicamente, las que regulaban el
proceso del trnsito primero. En efecto:
en el hombre que mat, colectivamente, a
su padre, la forma "familia era la
forma social en la que se encontraba
incluido. Lo que se oculta, y difiere,
es
LEN el marco de la solucin: la salida
ROZITCHNER

colectiva en la alianza fraterna. Y el


hecho de haberle dado efectivamente
muerte.
Consideremos la emergencia de la
conciencia en el trnsito histrico.
Esta conciencia surge, necesariamente,
antes de que se produjeran las
categoras del pensamiento objetivo,
pues ste es el producto de un proceso
de diferenciacin y de creacin
histrica posterior. Por lo tanto la
conciencia slo aparece aqu con las
formas de relacin y organizacin que co
54
rresponden todava al proceso primario.
En el acto de matar a quien ambamos
expelamos hacia afuera lo odiado, pero
retenamos, por identificacin, lo que
ambamos: al padre muerto. Pero el padre
muerto "vive en nosotros como siendo
nosotros mismos hechos otro y regulando
ahora, con su forma interiorizada,
nuestras relaciones con el mundo
exterior. Slo que, siendo un hecho
real, aparece aqu, en el ocultamiento
consecutivo al dolor de su muerte y al
remordimiento, tambin borrado para la
conciencia que as se desarrolla.
Borra su origen en ese otro como si
careciera de gnesis. Porque reanimar su
origen implicara, para ese primer
hombre solamente, remitirlo a ese primer
acto de darle muerte. As se abra en el
comienzo de la historia misma una anterioridad
a la historia, como si el supery que as la inaugura friese su comienzo
absoluto, y no un momento segundo de un acontecimiento real que la
conciencia desconoce, y que est sin embargo en su fundamento. La
conciencia aparece como un fundamento
absoluto, sin presupuestos.
Esta absolutizacin de lo relativo lo
relativo a nuestro propio acto histrico
y colectivo es el resultado del
remordimiento, y al mismo tiempo abre en
dos campos separados un desarrollo que
distancia al amor del odio y lo sita en
dos contextos distintos, como tambin
abre una distancia infinita, un hiato,
entre la realidad y la fantasa.
Al no asumir el sentido ambivalente del
propio acto en la conciencia, y al no
aceptar las consecuencias de una
eleccin que la violencia resolvi para
habilitar la propia vida al goce,
55
creemos darle al padre la vida que le
quitamos con nuestro propio cuerpo.
Aparentemente la solucin parece feliz:
ponemos la muerte real afuera, y
reservamos la vida imaginaria adentro.
Slo que es la propia vida, que
subsiste, y no ya la del otro, que le
quitamos, la que sirve de fundamento a
esta solucin. Pero esa vida del otro
que incorporamos interioriza tambin su
significacin, sa contra la cual
luchamos y que sigue viviendo con l: el
porqu de la muerte que le dimos. As,
la muerte que le dimos y que en
tanto
LEN violencia colectiva ejercida
ROZITCHNER

hacia afuera, ocultamos en la negacin


del acto, aparecer como violencia
ejercida hacia adentro, de aquel que
seguir manteniendo insobornablemente su
sentido: regulando con su violencia
anterior, con su forma represiva
individual, nuestra propia carne. No lo
sabremos hacia afuera, porque nuestra
palabra cultural lo oculta, y la muerte
aparecer como silencio: muda, como el
ello mismo, confundindose con nuestro
ser.
Pero al mismo tiempo el origen
colectivo de la conciencia individual
aparece oculto. Interiorizamos lo que
negamos, pero dejamos de incluir la
nueva capacidad histrica, sobre la cual
esta negacin real se apoy: la alianza
fraterna, que est en el fundamento de
la conciencia individual.
Y sin embargo ese primer acto se sigue
jugando, aunque imaginariamente ahora,
en cada nuevo individuo que accede a la
historia: "Y como la tendencia agresiva
contra el padre volvi a agitarse en
cada generacin sucesiva, tambin se
mantuvo el sentimiento de culpabilidad,
fortalecindose de nuevo con cada una de
las agresiones contenidas y transferidas
al supery (
Slo el primer acto inaugural de la
historia fue remordimiento: los dems ya
fueron slo drama interior, sentimiento de
culpa.
Es necesario ahora comparar este
acceso histrico de la cultura con el
acceso que cada nio, y cada hombre,
renueva al entrar en ella. El primer
acto histrico, el asesinato, fue un
LEN ROZITCHNER

hecho real; el acto del nio se juega a


nivel imaginario: no se trata de una
muerte real (el primero fue un acto
colectivo, el del nio un acto
individual; el primero fue realizado con
un cuerpo adulto, el segundo con un
cuerpo infantil).
Pero en el nio, cuyo proceso primario
es anlogo al proceso psquico del
primer hombre, el efecto imaginario de
la accin suspendida es semejante al
efecto real de la accin realizada por
el hijo del protopadre. El hombre
primitivo viva, adulto, en una forma
prxima al proceso primario. La historia
humana acentu el desarrollo, y la
formacin, a par-
56
tir de ese hecho cultural y colectivo,
del proceso secundario, simblico y
racional. Pero en el nio este trnsito
histrico del proceso primario al
secundario, en el que alcanza las
categoras culturales ms racionales y
complejas, se produce en l mismo. El
fundamento de la conciencia es, en el
nio, inconsciente, pero por otro
motivo: no tiene categoras para retener
ese proceso de enfrentamiento con el
padre que lo llev a interiorizar la
agresin. Pero tampoco tiene
conocimiento del proceso real que
produjo las categoras que adquiere en
s mismo.
Aunque tampoco las categoras
histricamente desarrolladas tienen
presente en su proceso, pero esta vez
por represin, el origen agresivo y
colectivo que est en su fundamento. As
la realidad social actual viene a
ratificar en el nio la presuncin de su
acceso imaginario. La absolutizacin del
poder social, nuevamente, como poder de
los padres de la horda primitiva, y su
dominio sobre los hombres a quienes
domina, viene a validar y a verificar el
proceso subjetivo que el nio, invlido
y dependiente, elabor. Como forma,
viniendo desde el nio, el proceso
parecera anlogo y su figura simtrica.
Pero no viniendo desde el conocimiento
cientfico que el materialismo histrico
desarroll para explicarnos la verdad de
la historia.
Y aqu surge, una vez ms, la
pregunta: Freud debe necesariamente
postular, para explicar la fuerza con la
57
cual se impone la represin del supery,
una herencia arcaica, filogentica? La
fuerza inconmensurable con la cual
aparece y se nutre en su omnipotencia,
requiere necesariamente ser adscrita a
la fuerza atribuida por herencia, del
protopadre primitivo? Nosotros
postulamos, por el contrario, que esta
hiptesis es poco econmica: que la
fuerza que Freud encuentra en el
anlisis de los adultos no requerira
tal hiptesis si acentuara, como
corresponde, la fuerza del sistema en el
cual el nio es producido.
LENLA
10] ROZITCHNER
HERENCIA HISTRICA, PRESENTE EN LA
ESTRUCTURA ACTUAL

Si la herencia arcaica resulta de una


situacin arcaica histrica, la agresividad
de esa primera relacin fue suscitada
por el sistema del cual los hermanos
formaban inicialmente parte. La
dialctica posterior no puede menos,
entonces, que proseguir esa primera
forma como aquella que contiene, en sus
modos de organizacin social, la
violencia suscitada por la dominacin.
Pero ese primer trnsito colectivo,
explica Freud, no produjo culpa: produjo
remordimiento. El sentimiento de culpa
es posterior a la instauracin del
supery, e implica ya la negacin del
hecho real. Esto si, como nos dice
Freud, el padre muerto sigui regulando
la relacin con el mundo exterior. Pero
al interiorizar al padre muerto como
supery, desapareci de la conciencia de
los hombres la situacin determinada y real que los
llev a darle muerte. A lo absoluto de
su normatividad ideal corresponde la
negacin de toda categora del tiempo y
espacio real.
Pero el sentido de verdad de la
conciencia moral no contiene entonces el
verdadero proceso que produjo su
advenimiento. La violencia negada al
padre, ejercida afuera, aparece
interiorizada ahora.
Esta violencia sin razn, que slo el
sentimiento autoriza, es tambin
violencia absoluta: absolutamente
merecida. Lo que as desaparece es el
sentido de la realidad unido a la
violencia
LEN ROZITCHNER que los obstculos en la

realidad requieren para prolongar la


vida. Esa violencia excluida, excluye tambin el sentido de la
organizacin de la realidad que produce al hombre culpable. La
objetividad histrica no nos devuelve
esta violencia en lo que tiene de origen
y fundamento de la violencia subjetiva:
que su origen est ligado a la
colectividad de los hermanos para
liberarse del sometimiento.
Pero a travs de las sucesivas formas
histricas no es sino ese contenido el
que se desarrolla e intenta comprenderse
a s mismo. Hubo un sentido histrico
que se escindi del sentido subjetivo,
al cual estaba referido
58
y que era su consecuencia. Por lo tanto
la referencia a la herencia arcaica
subjetiva, que se sobrevivira en cada
hombre, a esa herencia arcaica
correspondera tambin necesariamente una
herencia arcaica de los sistemas productivos, de la realidad
exterior que la produjo, y sta se sobrevive en la
estructura de cada sistema productivo. Las formas
productivas histricas posteriores a la
alianza fraterna prolongaron la violencia del padre en las
articulaciones especficas de cada sistema como forma de dominio y
represin sobre los otros. La agresividad contenida
hacia adentro, que nos organiza,
encuentra su complementariedad determinada
en la actividad contenida hacia afuera,
en el sistema productor contemporneo a
ese hombre mismo.
No hay pues un retorno explicativo de la
culpa en el seno de la subjetividad del
sujeto, como quienes se apoyan en la
herencia arcaica lo proponen: sa no es,
pensamos, la tesis de Freud, que est
mucho ms matizada.
Ese retorno nos lleva al origen de la
subjetividad, pero de una subjetividad
histrica que, aun yendo a reencontrar
su origen en la herencia arcaica deber
siempre, necesariamente, nos dira
Freud, reencontrar ese sentido presente
actualizado como enfrentamiento que
contina aquel original, en el sistema
actual de produccin.
Y, de retorno ya de esta comparacin,
volvemos con dos formas complementarias:
esa subjetividad arcaica, que
corresponda all a una objetividad
histrica, tendra que incorporar en la
subjetividad actual no ya la forma
arcaica de la familia ancestral, sino la
59
forma de la objetividad actual de su
sistema de produccin, pues sta es la
que constituye el campo de su sentido y
de su verdad. Mxime cuando el proceso
que lleva desde el nio al adulto
contiene ya, en su estructura misma, el
drama bsico, fundante, que todo proceso
histrico presenta. La reactivacin del
proceso de formacin del nio sera,
pues, una propedutica a toda historia
posible.
Nuevamente, entonces, la agresividad
subjetiva encuentra su secreto en el
campo de objetividad donde los nuevos
padres
y los nuevos poderes, ahora
comprendidos, deben encontrar la exacta
medida de la agresin hacia afuera que
les ponga trmino. Si hay una herencia
arcaica, filogentica, a nivel
individual, hay tambin una herencia
arcaica, filogentica, a nivel de los
sistemas de produccin. Si el primer
sujeto, en el trnsito del nio, es un
individuo, el segundo es un sujeto
colectivo.
Es lo que claramente puede inferirse
de la afirmacin de Freud: "Este
conflicto [entre Eros y la pulsin de
muerte] se exacerba en cuanto al hombre
se le impone la tarea de vivir en
comunidad; mientras esta comunidad slo
adopte la forma de familia aqul se
manifestar en el complejo de Edipo,
instituyendo la conciencia y engendrando
el primer sentimiento de culpabilidad.
Cuando se intenta ampliar dicha
comunidad, el mismo conflicto persiste
en formas que dependen del pasado,
reforzndose y exaltndose ms an el
sentimiento de culpabilidad. Dado que la
cultura obedece a una pulsin ertica
interior que la obliga a unir a los
hombres en una masa ntimamente
amalgamada, slo puede alcanzar ese
objetivo mediante la constante y
progresiva acentuacin del sentimiento
de culpabilidad. El proceso que comenz
en relacin con el padre, concluye en
relacin con la masa (] ) .
Creemos que sta es una de las
consecuencias ms importantes que nos
lleva a comprender la profundidad del
pensamiento de Freud en lo que se
refiere a los problemas histricos.
Muestra claramente dnde culmina el
conflicto individual en Freud, y dnde
queda planteada para l la solucin. A
la forma familiar corresponde
orgnicamente una forma que le es
adecuada para incluirse en el drama de
la cultura: el complejo de Edipo. Pero a
nivel de la masa, es decir de
organizaciones sociales colectivas donde no
impera ya la forma familia, sino el sistema capitalista, a sta ya no le es
adecuada la forma del complejo de Edipo. Le corresponde,
ahora, la forma especfica del sistema
de produccin que de-
60
termina la familia. Lo cual quiere
decir: con-las categoras que aplicamos al anlisis de la familia
no hay comprensin del drama del hombre que se abre sobre el sistema
de produccin capitalista. ste abre sobre otras
categoras, las que responden a la
estructura de su sistema social global,
del cual la familia no es sino una forma
interna y parcial, dependiente y
determinada por aqulla. La falsa
integracin del individuo en el proceso
histrico estara dada por el hecho de
seguir viviendo y pensando la
integracin en la masa con las
categoras que pertenecen a la forma
familiar, y stas tambin invertidas.
Esta racionalidad oculta, en su
simplicidad, cmo el contenido subjetivo
que le corresponde es abstracto: "Cuando
se intenta ampiar dicha comunidad, el mismo
conflicto persiste en formas que dependen del
pasado, reforzndose y exaltndose ms
an el sentimiento de culpabilidad.
A la infraccin frente al padre
corresponden las mltiples infracciones
y represiones que el sistema social
impone, pero que no son comprendidas
sobre el fondo de esta nueva estructura:
permanecen significando sobre la anterior. Sin ser el
mismo conflicto, sino otro, es
comprendido y vivido como si fuera el
mismo. Adems, por el mecanismo que ya
Freud analiz, producto de la inversin,
cada violencia interior desencadena la
culpabilidad que la hace merecida: el
sentimiento de culpa se refuerza y
exalta.
Pero, slo hay un camino de retorno:
ampliar la familia hasta pasar al
sistema social que nos produjo.
61
Desentraar el sistema que nos determin
como parte de l. Pasar de la familia,
como dice Freud, para comprenderlo en la
masa: "El proceso que comenz en
relacin con el padre, concluye en
relacin con la masa (p. 77 [102]).
Este comienzo que as concluye integra
tanto lo individual como lo histrico:
el primer hombre comenz con la familia
y concluy en la masa; cada uno de
nosotros repiti, partiendo de la
familia burguesa, el mismo proceso. Hay
unidad histrica entre el sentido del
acceso individual y el desarrollo
social: ambos estn atrave-
sados por su insercin en la verdad de
la historia colectiva.
Pero es esto lo que Freud nos dice que
no es posible pensar, porque la
estructura psquica, y su contenido as
organizado, no permite que la
comprensin racional del sistema sea
incorporada significando lo social en el
cuerpo as determinado afectivamente por
el sentimiento de culpabilidad. El
sentimiento inconsciente de la culpa
ser el fondo sensible, hecho poder
ilimitado, que se opondr siempre desde
dentro de uno mismo a la fuerza
necesaria que debemos oponer a lo que la
racionalidad descubre: la violencia que
el sistema ejerce contra nosotros. La
racionalidad cientfica, por ms que
ample la comprensin del campo del
mundo y nos permita integrarlo en uno
como la razn de lo que existe, siempre
encontrar a ese sentimiento
inconsciente, fundamento de la
conciencia misma, como su soporte y su
freno. A no ser q u e . . . A no ser que
encontremos en el campo material del
sistema de produccin junto a la
presencia de la fuerza del enemigo, que
en la historia viene zigzagueando desde
el protopadre castrador, tambin el
poder revolucionario de las masas
presentes.
Ese poder que vuelve a reencontrar la
alianza fraterna primitiva en el
desarrollo de la masa actual. Al padre
imaginario lo vemos al desnudo, y
siempre menos temible, en la forma
objetiva del sistema represor. Pero al
mismo tiempo podemos ver la fuerza real
que tambin se le opone, y a la cual
podemos concebir por fin como una
continuidad en la que nuestro cuerpo
dominado se prolonga y se apoya. Ya no
ser la angustia ante la muerte, que es
la angustia ante el supery, que es
angustia ante la nada. Ser un temor
preciso, para el cual habr que suscitar
la fuerza precisa que lo venza y se le
oponga. "Dado que {. . . ] la cultura
obedece a una pulsin ertica interior
que la obliga a unir a los hombres en
una masa ntimamente amalgamada, slo
puede alcanzar este objetivo mediante la
constante y progresiva acentuacin del
sentimiento de culpabilidad (
Pero qu hay de fatal en este
"carcter fatalmente inevi-
62
table del sentimiento de culpabilidad?
(Todo depende, como veremos, de cmo el
trnsito de la familia a la masa se siga
produciendo bajo los modelos impuestos
por la masa artificial, cuyo sistema se
prolonga en el lder, general o
sacerdote por ejemplo, congruente con la
forma del supery. Pero para Freud se
haba abierto en Psicologa de las masas y anlisis del yo
otra salida: la de un nuevo modelo que
deshiciera el espejismo en el cual los
mantena la forma social de un sistema
donde las relaciones colectivas seguan
siendo paternalistas, dominadas an por
el complejo de Edipo. La fuerza de los
otros que en la masa revolucionaria se
confunda con la ma y la extenda en la
fuerza comn; la forma del otro que, por
identificacin con el lder, en su nuevo
modelo de organizacin, objetivaba lo
arcaico y lo situaba en la vida actual;
el sentido del sistema que extenda mi
drama y lo sacaba de lo absoluto hacia
la historia.
Todo esto no es sino el camino hacia la
"desfatalizacin de la culpa. O, al
menos, el nico camino posible que se
abre en la historia si queremos asumir
el conocimiento y la transformacin como
capacidad de dominio sobre la realidad
que depende de nosotros tal como Freud
mismo lo comprendi.
Y sin embargo parecera que Freud es
pesimista respecto de esta solucin que
se inscribe en el sentido de sus
anlisis.
Cuando dice, por ejemplo: "Si la
cultura es la va ineludible que lleva
63
de la familia a la humanidad, entonces,
a consecuencia del innato conflicto de
ambivalencia, a causa de la eterna
querella entre la tendencia de amor y la
de muerte, la cultura est ligada
indisolublemente con la exaltacin del
sentimiento de culpabilidad, que quiz
llegue a alcanzar un grado difcilmente
soportable para el individuo (}). Tal
vez la ltima frase nos muestre el
camino: de seguir las cosas as, sin
disolver el sistema de la culpa y, por
el contrario, ratificndola en la medida
en que mayor sea la agresividad que se
conserva y se dirige contra s mismo,
entonces s "ser difcilmente
soportable para el individuo. Lo que
sur-
gi como remordimiento colectivo es difcil que sea soportable
como culpa individual. El hombre "individualista, narcisista.
difcilmente logre soportar esta cultura cuyo desarrollo histrico
llev a este resultado. Pero Freud nos haba mostrado el desvo en
que se haba cado como consecuencia de la escisin, tambin
histrica, del renunciamiento pulsional que esta cultura nos impona,
y de la ratificacin que el sistema haca reforzando nuestro primer
surgimiento. Slo si accedemos al descubrimiento del drama
colectivo y de la fuerza colectiva que est en juego en la cultura esta
intolerabilidad podr desaparecer.
El individuo no puede, por definicin, destruirse a s mismo. La
culpa tiene un grado de tolerabilidad, y su tolerabilidad est dada por
la muerte que el individuo se da a s mismo: es tolerable mientras
haga posible su vida individual. Pero el origen, el conflicto de
ambivalencia, la "eterna querella entre las tendencias de amor y la de
muerte, precisamente porque es eterna, por eso mismo no puede ser
ocultada definitivamente por ningn sistema en el hombre. La
muerte est al servicio de la vida hasta que la vida sea incapaz de
sostenerse frente al mundo exterior y a sus propios conflictos. Pero la
muerte misma, nos dice Ricoeur, es sublimable y lo dice en
creyente. Lo es, s, mientras no lleve electivamente a la muerte,
porque la muerte es sublimable slo mientras tenemos vida. Hasta
que su presencia no se haga visible dentro de lo cotidiano de la vida.
Por qu? Porque la muerte sublimada se apoya en la muerte
imaginaria, en el infinito abierto por la persistencia del supery. Pero
la muerte real, que el hombre da, no admite ya ninguna sublimacin:
viene con el obstculo preciso que la produce. Aqu tambin el
problema es econmico (cuantitativo): "Quiz llegue a alcanzar un
grado difcilmente soportable para el individuo. Quiere decir:
mientras el sistema forme al hombre como adecuado a l, y la
agresin pueda ser desviada hacia adentro, el gendarme interiorizado
cumplir su funcin. Mientras per-
64

manezca como hombre narcisista. Pero


cuando este lmite es sobrepasado,
cuando el monto de culpa no sea sino el
monto de una agresin inmensa que nos
muestra el obstculo real, y para el
cual descubrimos el poder objetivo que
le haga frente, entonces se plantea otra
vez el dilema, como dice Marx citando a
George Sand: '"Slo en un orden de cosas
en el que ya no existan clases y
antagonismos de clases, las evoluciones
sociales dejarn de ser revoluciones polticas.
Hasta que ese momento llegue, en
vsperas de toda organizacin general de
la sociedad, la ltima palabra de la
ciencia social ser siempre: 'Luchar o
morir; la lucha sangrienta o la nada. Es
el dilema inexorable (G. Sand) (Miseria de
la filosofa).
Porque hay que tener presente que,
cuando Freud dice "constante y
progresiva acentuacin del sentimiento
de culpabilidad, est diciendo, en
realidad: constante y progresiva
acentuacin de la agresividad que el
sistema de produccin dirige contra el
individuo. La agresin contra uno no
enfrentada, que viene desde afuera, se
traduce, bajo la forma invertida que
grab el desenlace del complejo de
Edipo, en culpabilidad por haber osado,
imaginariamente, enfrentarla. Pero
enfrentarla bajo la forma del poder que
le atribuimos al padre, no del poder
social, que es su verdadero sentido
objetivo. Tanto ms el sistema nos
domina, tanto ms nos frustra y nos
65

condena a la sumisin, tanto ms, dice


Freud, se incrementa no la reaccin sino
la culpa. Es como si Freud nos dijera:
Hasta cundo se van a tragar la
agresin individualmente? Hasta cundo no van
a discernir que el sistema ya no
responde a la forma de complejo de
Edipo, que la cosa no es la familia, que
no estamos en la familia sino en la masa artificial?
"Mientras esta comunidad adopte slo la
forma de familia, aqul se manifestar
en el complejo de Edipo [ . . . } El proceso
que comenz en relacin con el padre
concluye en relacin con la masa
66

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