Carlyle - La Justicia en El Medievo
Carlyle - La Justicia en El Medievo
Carlyle - La Justicia en El Medievo
Medievo, de
Carlyle,
conferencia
pronunciada en
1937
Presentacin
El escrito que a continuacin publicamos, corresponde a una conferencia
pronunciada en los trabajos del Tercer Congreso del Instituto Internacional
de Filosofa del Derecho y de Sociologa Jurdica, celebrados en la ciudad de
Roma en el ao de 1937, en donde curiosamente Carlyle fue nombrado
Presidente honorfico del Congreso y del Instituto Internacional de Filosofa
del Derecho, nombramiento que debi haber sido interpretado como un
reconocimiento a la labor docente del conferencista, ya que como el mismo
Carlyle lo reconoci, l era mas un historiador poltico que un jurista.
B) lo conciso de su desarrollo; y,
C) la riqueza de su substancia.
Hablar desde luego de las dos ltimas partes de nuestro estudio, porque
me parece que el problema del bien comn no puede ser bien tratado sino
cuando se desprende de los principios de la justicia y de la seguridad
jurdica.
Tales son pues las tradiciones del mundo antiguo que forman el fondo de los
principios medievales, tradiciones que como observis, no son derivadas
especialmente de la cristiandad, sino que forman los principios normales del
mundo grecorromano. En la literatura poltica de la Edad Media,
encontramos desde el principio que la justicia forma la base de la autoridad
poltica.
Se podra tal vez decir que el reino de Jerusaln era una sociedad casi
anrquica. En respuesta, llamo vuestra atencin sobre algunas palabras de
Bracton en Inglaterra, de la misma poca. Bracton era un juez de la Corte
real en un pas que era probablemente el ms centralizado y el mejor
organizado de ese siglo en Europa occidental. La autoridad del rey, dice, es
la autoridad del derecho (jus), no del mal, y debe usar de su autoridad en
calidad de vicario y de servidor de Dios sobre la tierra, porque tal es la
autoridad de Dios. La autoridad del mal pertenece a Satn, no a Dios, y el rey
es el servidor de aqul cuya obra cumple. En consecuencia, cuando el rey
cumple la justicia, es el vicario del Rey eterno, pero cuando comete una
injusticia, es el servidor de Satans. (BRACTON, De Legibus, III, 9, 3). Y
Bracton no vacila en expresar este mismo pensamiento y en trminos ms
concretos declara en otra parte que el rey no tiene, ciertamente igual en su
reino, pero que est sometido a Dios y a la ley (ibid., I, 8, 5).
Permitidme, desde luego, llamar vuestra atencin sobre los principios y los
mtodos del feudalismo. Ese gran sistema ciertamente tena defectos, pero
una cosa por lo menos estaba clara y enfticamente afirmada, y era que el
seor, cualquiera que fuese, rey o emperador, estaba ligado por una
obligacin jurdica hacia su vasallo, y que estaba previsto un mtodo legal
de compulsin.
Desde luego Espaa. En 1351, las Cortes de Valladolid exigieron que nadie
fuese ejecutado o aprisionado sin un proceso conducido de conformidad
con el fuero y el derecho, y el rey Pedro I prometi dar rdenes conforme a
este precepto a sus funcionarios (Cortes de Castilla y de Len, vI. I I, 1, 21 ).
Esta promesa fue renovada con nfasis por Enrique II en las Cortes de Toro
en 1371 (ibid., II, 14, 26), y fue impuesta a la regencia cuando las cortes de
Madrid en 1391 (ibid., II, 39, 9).
Apenas hay necesidad de repetir que esta era la regla corriente en Inglaterra,
pero querra recordaros las frases clebres de Sir John Fortescue
declarando que los jueces estaban obligados por su juramento a juzgar
segn la ley del pas, aun cuando el rey ordenase lo contrario (FORTESCUE,
De Natura Legis Naturae, I, 16). Es igualmente la opinin de Christophe
Saint-Germans, jurista ingls eminente de la primera mitad del siglo XVI. Es
la costumbre general, dice, la que forma la Common Law en Inglaterra y el
rey de Inglaterra, en su coronacin, presta juramento de observarla fielmente
y son estas costumbres tales como estn consignadas en la Carta Magna,
las que declaran que nadie puede ser encarcelado o privado de su
propiedad, salvo conforme a un proceso regular y jurdico (SAINT-
GERMANS, Dialogus, cap. VII, ed. 1604, fol. 22, 3).
Por los comienzos del siglo XV, el gran Gerson declaraba que, aun cuando
fuese el rey quien haba creado el parlamento, no vacilara en aceptar su
juicio (Sermo de Viago Regis Romanorum; Opera, vol. I, par. I, ed. 1606, col.
152). Tambin declara que el rey no podra mandar ejecutar a un hombre
salvo conforme a un procedimiento regular (Summa contra Mag. Joanem
Parisiensem, ibid., vol. I, par. I col. 399). La manera en que esta materia es
tratada por Claudio de Seyssel, al principio del siglo XVI, en su Grant
Monarchie de France es an ms notable. Seyssel fue despus arzobispo de
Turn, pero entre 1497 y 1517 estaba al servicio de la corona en Francia. La
monarqua francesa, escribe, es la mejor monarqua, porque no es ni
completamente absoluta, ni demasiado limitada; est regulada y limitada por
buenas leyes, ordenanzas y costumbres. Est limitada por tres frenos: la
religin, la justicia y la polica (1, 8). A propsito del segundo de estos frenos
dice que est ms desarrollado que en todas partes bajo la forma de los
parlamentos que fueron creados con el fin principal de restringir el poder
absoluto de los reyes. Agrega, a fin de que no se pudiese pensar que los
jueces del parlamento estaban sometidos al control del rey, que su cargo era
perpetuo y el rey mismo no poda quitrselos, sino por prevaricacin, y que
las Cortes mismas eran las que deban juzgarlo. En consecuencia, los
jueces, sabiendo que no podan ser desposedos, salvo por una falta
determinada, pueden darse, con mayor confianza, a la administracin de la
justicia (ibid., I, 10).
El prncipe puede confirmar ciertas cosas que hubieran sido hechas sin
observar las formas legales, puede tambin conceder el perdn por los
crmenes. Pero esto es todo lo que quieren decir las palabras que declaran
que el prncipe est supra leges (ibid., Comm. sobre el Cod., VI, 23, 3; Opera,
vol. 3. col. 687, ed. cit.).
Podemos comparar y acercar estos juicios de Alciat y de los civilistas
franceses con la interesante discusin de la misma materia por Zazius,
profesor de derecho civil en Friburgo en Brisgau, en el primer tercio del siglo
XVI. En su comentario sobre el Digesto estudia el sentido de las palabras
legibus solutus y declara que los canonistas sostuvieron que el Papa podra
obrar contra el derecho positivo y que esto se aplicara igualmente al
emperador. Esta afirmacin, dice, no le hubiera gustado nunca; admite
ciertamente que determinadas leyes pudieran ser suspendidas en casos
particulares y que esto se hiciera por la introduccin de una clusula non
obstante, pero que si el prncipe anulaba los derechos legales de una
persona sin razn vlida su acto sera nulo y no vlido aun cuando le diera la
forma de una ley o de un decreto. Esto, agrega, es la ley en Alemania y haba
odo hablar de una sentencia dictada contra el prncipe por la
Reichskammergericht (ZAZIUS, Comm. sobre Dig. I, 3, 31). Gracias a este
juicio tenemos la opinin formal de ZAZIUS consignada en uno de sus
Consilia (Consilia, II, 10).
Es sta una afirmacin tan profunda como penetrante. Pero aun cuando sea
claro que debemos aceptar el principio, no lo es menos que guardamos un
sentimiento de incertidumbre porque es muy difcil decir si una forma
particular de gobierno puede ser considerada como habiendo encarnado
completamente este principio. No podemos hacer nada mejor que esperar
que tal haya sido el fin o la intencin que el gobierno se haya propuesto
alcanzar.
Yo no tengo que considerar aqu, sin embargo, otra cosa que si el principio
ha sido conocido y aceptado durante la Edad Media. La Poltica de
Aristteles ciertamente no ha sido conocida en la Edad Media antes del siglo
XIII. Pero la opinin de Aristteles repetida por Cicern en su Repblica era
familiar a los escritores porque San Agustn la cita en su Ciudad de Dios (II,
21). Tambin los primeros escritores medievales afirman el mismo principio
y, por regla general, lo ponen en relacin directa con la ley.
San Isidoro de Sevilla en el siglo VII, tratando de la ley declara que sta debe
ser: honesta, justa, conforme a la naturaleza, adaptada a las costumbres del
pas y finalmente que no debe inspirarse en un inters particular cualquiera,
sino ser dictada para la utilidad comn de los ciudadanos (Etim. V., 21). Este
principio pasa en seguida al derecho cannico porque Graciano lo cita en el
siglo XII, en su Decretum (D. IV, Pars II, Gratianus). Jean de Salisbury
(igualmente en el siglo XII) sostiene en su Policraticus que se dice el prncipe
legibus solutus no porque pueda cometer actos injustos sino porque debe
inspirarse en el bien comn y que debe preferir la utilidad de los otros a su
voluntad particular (IV, 21). Santo Toms de Aquino que conoca la Poltica
de Aristteles de primera mano, declara: una tirana no es justa porque no
est orientada hacia el bien comn sino por lo contrario se inspira en el bien
particular del prncipe y, por consecuencia, una rebelin contra un gobierno
de este gnero no es sedicin (Summa theologica, IIa. IIae. 42, 2). Despus
escribe que las leyes humanas pueden ser justas o injustas. Son justas
cuando se inspiran en el bien comn, son injustas cuando el prncipe
impone a sus sbditos el yugo de leyes que no se inspiran en ese bien, y
stas pueden ser llamadas actos de violencia ms bien que leyes y no ligan
en conciencia (ibid IIa. IIae. 96,4).